Martínez Gramuglia, Pablo - El Libro Nacional de Los Argentinos. Las Primeras Lecturas Del Martín Fierro

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    Decimonnica 4.2 (2007): 61-76. Copyright 2007 Decimonnica and Pablo Martnez Gramuglia. All rightsreserved. This work may be used with this footer included for noncommercial purposes only. No copies ofthis work may be distributed electronically in whole or in part without express written permission fromDecimonnica . This electronic publishing model depends on mutual trust between user and publisher.

    VOL. 4, NUM. 2 SUMMER/VERANO 2007

    El libro nacional de los argentinos:Las primeras lecturas del Martn Fierro

    Pablo Martnez Gramuglia

    Hace cuarenta o cincuenta aos, los muchachos lean el Martn Fierro como ahora leen a Van Dine o a Emilio

    Salgari; a veces clandestina y siempre furtiva, esa lectura

    era un placer y no el cumplimiento de una obligacin pedaggica. Ahora, el Martn Fierro es un libro clsico

    y ese calificativo se oye como sinnimo de tedio. Jorge Luis Borges (en colaboracin con Margarita

    Guerrero), El Martn Fierro (1953)

    Si leer un clsico permite gozar la literatura de un modo novedoso cada vez, hacerlocumpliendo una obligacin parece soslayar ese goce y eliminar toda posibilidadplacentera. Borges se quejaba, en realidad, de las ediciones crticas, anotadas, eruditas; dela idea de que leer un clsico implica el conocimiento previo de la exgesis de ese clsico,a la manera del texto bblico en las ediciones catlicas, en las que el comentario del texto

    es tan importante como el texto mismo y pretende ser texto. Un texto, un gigantescoparatexto, que interpreta, glosa, repite, discute, codifica, niega, simboliza, critica lo que el Martn Fierro (en adelante, MF ) dice. La lectura placenteraaunque, por quclandestina?, 1 acompaada ahora por esos paratextos vueltos texto, es reemplazada porel estudio paciente y vigilado de cerca, dirigido, balizado con los superndices (numeritos

    y asteriscos).

    As como la lectura entusiasmada de los contemporneos a la publicacin del poema y suxito comercial depararon una larga serie de discursos secundarios, Leopoldo Lugones,un escritor altamente autorizado como "el" poeta de la hora, y Ricardo Rojas, unprofesor en similar situacin, pusieron las es bajo los puntos para completar la

    canonizacin del MF . En 1913 Lugones pronunci las conferencias que daran lugar a El payador algunos aos despus y Rojas afirm en la primera de sus clases de LiteraturaArgentina en la Universidad de Buenos Aires la condicin de "libro nacional" del MF .Instalaban as un gesto ritual por el cual todo intelectual argentino que se preciaradebera practicar: dar una versin de ese libro nacional, lo cual implicaba, a su vez,sealar un modo de definir nuestra identidad. En cierta medida en respuesta a las

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    propuestas de Rojas y Lugones (la clase inaugural y las conferencias en el teatro Oden;los textos respectivos vendran despus), 2 la revista Nosotros inicia una encuesta quepropone explcitamente la cuestin del MF como poema nacional. Una serie deintervenciones intelectuales provenientes de un arco amplio de ideologas polticas y deprofesiones en un campo todava lbil y bastante abierto a los profanos de la crtica va

    a matizar la idea del MF como poema nacional, sea porque ste an no habra sidoescrito, sea porque a otro correspondera ese honor. Pero ya su lectura se ha convertidoen un campo de batalla donde se dirimen disputas mucho ms amplias que las diferenciasque la interpretacin puede suscitar.

    No obstante las crticas y los reparos esgrimidos por quienes respondieron a la revista Nosotros, el inmenso prestigio intelectual de Lugones y la erudita solidez de Rojasconsolidaron en efecto esa imagen hasta el punto de convertir el MF en un monolticosmbolo de lo nacional argentino, permendose esta idea al conjunto de la sociedad atravs de la educacin pblica casi universal y produciendo un vendaval bibliogrficocuyas brisas an se sienten. 3 Sin embargo, entre aquel folleto que, ajado y manchado tal

    vez con grasa o carbn, pasaba de mano en mano en una pulpera rural y las cuidadasediciones, anotadas, prologadas, ilustradas y en varios idiomas, no slo est la lecturaobligada del escolar o del intelectual profesional, sino tambin una estrategia editorial queel mismo Hernndez practic en vida. La primera edicin estaba impresa en papel dediario y en ella el MF iba acompaado de un breve artculo, El camino Tras-Andino,que ya antes haba sido publicado en peridicos, segn informa la mnima aclaracin quelo precede; podemos suponer, si cabe la conjetura, que se busc aprovechar el total de lospliegos utilizados en la impresin. Una edicin descuidada, destinada a un lectoradomarginal, con varias erratas, invitaba seguramente a considerar el texto como una obramenor. 4 Pero ser el propio Hernndez el que en sucesivas reediciones se encargar decorregir esa primera impresin, indicando la lectura de quien, desde su condicin deautorresponsable del sentido de lo que ha escrito, puede precisar qu quiso decir . Porotro lado, con la inclusin de la recepcin de la prensa peridica y de cartas depersonalidades intelectualesque en algunos casos haban sido escritas sin el nimo deque salieran de la esfera privada, en el mismo volumen que el poema, aun en los casosen que eran adversas, se inicia la constitucin de esa densidad paratextual propia de unclsico de la que Borges se quejaba.

    Hernndez por Hernndez

    Cmo lee un libro su autor? El prlogo es por lo general lo ltimo que se escribe;acabado el trabajo, el autor se sienta a contemplar su obra: informa sobre los pormenoresdel proceso creativo y juzga el producto final, con el buen gusto de aceptar errores yminimizar (o no) aciertos. Los paratextos (prlogos, ndices, ttulos, notas al pie,ilustraciones, solapas, contratapas) constituyen el primer contacto del lector con el libro,proveyendo de un marco de lectura; el prlogo, entre otros, ya nos avisa entonces acercade qu vamos a leer. Pero a la vez el concepto de paratexto, como dice Genette, encierracierto sentido ambiguo, casi hipcrita, el mismo sentido ambiguo . . . que funciona enadjetivos como parafiscal o paramilitaire (Genette 9n); algo se cuela en paralelo, se metecasi sin que se note. El paratexto, como el agua para un pez o la carta para los personajesde Poe, de tan evidente se torna invisible, por eso contribuye ambiguamente al

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    significado. Hacerlo visible es entender no slo cmo un autor lee su libro, sino tambicmo pretende que se lea, cmo lo da a leer.5

    En el caso del MF , la cuestin tiene cierta complejidad, puesto que se trata de un libro (ode algo que hoy leemos como un libro) publicado en dos partes, con siete aos de

    diferencia entre una y otra y con varias reediciones de la primera entre ellas (y tambindespus de publicada la segunda). Tres paratextos autgrafos se pueden diferenciar enambos textos: la carta a Jos Zoilo Miguens, financista de la primera edicinlaindicaremos como P1872, la carta a los editores de la octava edicin(1874)P1874y las Cuatro palabras de conversacin con los lectores que precedea laVueltaP1879.6 Adems de autoevaluacin, los prlogos suelen ser explicitacionesde la potica del autor, y stos revelan tambin cierta fidelidad a lo largo de los aos a umismo programa esttico.

    La evaluacin que hace Jos Hernndez de su propio texto suele alternar entre ladisminucin de los mritos y el elogio o la defensa, entendibles en un autor de ficcin q

    se sabe innovador y no tiene certezas acerca de sus logros estticos, pero que constituyasimismo una estrategia de difusin y posicionamiento. En los tres casos lacaptatiobenevolentiae del pblico recorre con rigor clsico el tpico de lahumillitas sobre la base deun procedimiento sutil: la identificacin del texto con el personaje (que finalmente llevaa la homologacin del nombre del primero con el del segundo por parte de los lectores editores): Al fin he decidido que mi pobre MARTN FIERRO [. . .] salga a conocer emundo, y all va acogido al amparo de su nombre. No le niegue su proteccin, Ud. queconoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es vctima esa clasdesheredada de nuestro pas. Es un pobre gaucho . . . (P1872); su aparicin fuehumilde como el tipo puesto en escena [. . .] La prensa argentina ha honrado tambincon una benevolencia obligante las trovas del desgraciado payador (P1874); concluyaqu, dejando a la consideracin de los benvolos lectores, lo que yo no puedo decir sestender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes coplas de un hijo dedesierto. Sea el pblico indulgente con l! y acepte esta humilde produccin . . . (P1879).

    Aun as, cambia el destinatario: si la carta de 1872 estaba dirigida al editor Miguens, yen 1879 Hernndez abiertamente escribir para el pblico lector sus Cuatro palabras,con una parada intermedia en 1874, en la que aunque la carta comience con el acpiteSeores editores, les pide que incluyan la carta en el folleto, de manera que satisfaga deuda contrada con los lectores. Y as como el paratexto pasa de un destinatario privadoal annimo lector, tambin el lector imaginado para el poema vara: no identificado msque con el destinatario en P1872, en la octava edicin ya puede dar cuenta de larecepcin tanto popular como letrada . . . anhelo satisfacer en ella una deuda degratitud que tengo para con el pblico, para con la prensa Argentina y mucha parte de laOriental; para con algunas publicaciones no americanas, y para con los escritores, quedignndose ocuparse de mi humilde trabajo, lo han ennoblecido con sus juicios . . . (P1874), para privilegiar la primera en el prlogo de 1879, resaltando la funcindidctica y recreativa del texto, que determina su forma imperfecta: Un librodestinado a despertar la inteligencia y el amor a la lectura en una poblacin casiprimitiva, a servir de provechoso recreo, despus de las fatigosas tareas, a millares d

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    naciones ms antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de susabidura proverbial; que los griegos escuchaban con veneracin, de la boca de sus sabiosms profundos [. . .] que la civilizacin moderna repite por medio de sus moralistas msesclarecidos . . . (P1879). El paisano ms inculto, al igual que el pobre gaucho para elcual solicitaba la proteccin de Miguens en el prlogo de 1872, es el que arroja las

    verdades ms profundas de su boca; otro modo tambin de colocarse en una tradicin deprestigiosos antecedentes y de sabios de antiguas culturas. Sin embargo, tambin est eseotro gesto repetido uno y otra vez: la proteccin letrada, que le abre paso al mundorepresentado como absolutamente ajeno del gaucho (yo no soy cantor letrao, I, 49): 10Por lo que respecta a los escritores cuyos fallos honrosos colocan Uds. al frente de lanueva edicin [. . .] el xito que pueda alcanzar en lo sucesivo [ MF ], lo deber casi en sutotalidad a esos protectores que han venido galante y generosamente a abrirle al pobregaucho las puertas de la opinin ilustrada (P1874).

    La proteccin letrada

    En esta ltima cita, adems, aparece el otro recurso explotado por los editores parapresentar el MF como un libro extraordinario: la inclusin de los juicios de escritores y dela prensa peridica en el mismo tomo del poema. 11 As como en su carta de 1874Hernndez menciona esos juicios y retoma en particular el de Ricardo Gutirrez, en elprlogo de 1879 hace pblico su agradecimiento a los distinguidos escritores que acabande honrarnos con su fallo y menciona los peridicos que han adquirido tambin justosttulos a nuestra gratitud (P1879). Si as da cuenta de ellas, probablemente la decisin dereproducir esas lecturas ha sido compartida entre los editores y el autor, o al menosaceptada por ste ltimo, apuntando as a la construccin de esa densidad interpretativapropia de un clsico: para leer, hay que saber qu leer, hay que tener en cuenta qu hanledo otros. Y, por otro lado, habla de los destinatarios ms estimados (aunque menosinterpelados) por Hernndez, quien imagina para su libro un doble lectorado, popular yletrado, al hacer mencin del xito de ventas y de la recepcin elogiosa de la culturaletrada.

    Aqu tambin, como hemos mencionado, equilibra inestablemente la balanza: si el ttulode P1879 remite directamente a un pblico culto (los lectores, que en buena medida noson sus lectores, dado que los pobladores de la campaa eran, en su inmensa mayora,analfabetos), elige las clases bajas rurales para postular una serie de funciones didcticasdel MF . Esta aspiracin, por cierto, es tambin hiperblica, en lnea con la valoracinsuperior que otorga a su propio trabajo, dado que el libro, mientras sirve de pasatiempo,promueve el trabajo, el amor al Creador y las virtudes, deplora las supersticiones,dulcifica las costumbres, recuerda los deberes de padres, hijos y maridos y difunde losprincipios ciudadanos; segn Hernndez, un libro que todo esto, ms que esto, o partede esto enseara, sin decirlo, sin revelar su pretensin, sin dejarla conocer siquiera, seraindudablemente un buen libro (P1789). Ese contrabando didctico, que llega sin darse aconocer, tiene como destinataria evidente esa poblacin casi primitiva de las pampas,que escuchar el libro de la boca de algn alfabeto en una pulpera que, para aligerar laexperiencia, saltear no slo el prlogo sino todos los paratextos; de ah que el MF , pese aque claramente revele su pretensin, igual pueda cumplir esa funcin: la revela para loslectores cultos, es un guio para entendidos, para el mundo cuyas puertas Hernndez

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    golpea una y otra vez, con las impresionantes cifras de venta en una mano y un puadode cartas de colegas en la otra, confiado en que, como al pobre gaucho, se las abrirn.

    Ezequiel Martnez Estrada cataloga siete regmenes de lectura del MF , de los cualesatribuye el que llama sudamericano al propio Hernndez (Martnez Estrada 330-332):

    la historia de Martn Fierro es la historia de un gaucho abstracto, no tiene marcaspersonales, sino que puede ser la historia de cualquier gaucho (hiptesis tambin deMartnez Estrada, que contrapone as a Martn Fierro con Cruz y Picarda). En estesentido, se entiende que Hernndez no slo se permita atribuir al MF esa serie defunciones didcticas antes enunciada, sino tambin que aproveche la difusin del textopara convertirlo en plpito poltico, dialogando all, una vez ms, no con el paisanolector/oidor de su obra, sino con el poltico urbano en cuyo crculo inter pares buscainscribirse. De ah que esto ocurra, sobre todo, en el prlogo de 1874, momento en queHernndez goza ya del xito de su obra literaria, pero permanece an ajeno al poder alque acceder al fin de la dcada. 12 Una vez que ya ha alternado en la doble estrategiaantes mencionada (minusvaloracin-autoconsagracin), reconoce que podra dejar de

    escribir, pero siente la necesidad de . . . dejar correr libremente el pensamiento . . . para dar paso a la diatriba poltica. Aclara, adems, que quiz tiene razn el Sr. Pellizaal suponer que mi trabajo responde a una tendencia dominante en mi espritu,preocupado por la mala suerte del gaucho (P1874); une as, con la astucia de ponerlo enboca de otro y sin mayor certeza que un quiz su produccin literaria con su tareaperiodstica y poltica de defensa de los trabajadores rurales autctonos frente a la manode obra inmigrante, con lo cual habilita la presencia de esos enunciados programticos y,a la vez, logra una transferencia de prestigio: si el MF se ha vendido tanto y ha sido tanelogiado, y si el MF sostiene sus mismas ideas polticas, entonces todos estn de acuerdocon l. En este sentido, Hernndez entiende su libro como parte de una accin ideolgicamucho ms amplia, que adscribe al paradigma civilizatorio, acorde con la insercin de laArgentina en el capitalismo mundial, a la vez que defiende en particular los interesesganaderos frente a las posibilidades de desarrollo industrial o agrcola. 13 Si la Vuelta hasido leda ms de una vez como una correccin del extremismo de la Ida, al menos enlos pasajes ms abiertamente argumentativos (aunque no en la peripecia relatada), 14 ya lacarta de 1874 se ocupa de enmendar aquellos excesos que haban deparado ciertasaprensiones a los cultos protectores de la edicin original. 15

    La lectura de los escritores y de la prensa que las sucesivas ediciones recogen hacenreferencia prolija al nmero de ventas as como al realismo y a la calidad poticadela cual aquellas cifras son tomadas como pruebadel MF ; la funcin propuesta para elparatexto hernandino parece haber funcionado de manera altamente efectiva, en tantoleen all lo que los prlogos resaltan, dejando de lado las retricas protestas de modestia. 16El estatuto particular de las cartas que le enviaban otros escritores se basa en su carcterprivado para la publicidad, puesto que su publicacin era una costumbre conocida ygeneralmente aceptada; al mismo tiempo, esas cartas responden, en su mayora, al envode un ejemplar de regalo; el hecho de repetir los argumentos de los paratextos puededeberse tanto a su eficacia como al cumplimiento de una obligacin social resuelta demanera apresurada, abrevando de la fuente ms a mano en el momento de recibir elobsequio: ese mismo obsequio.

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    Aun as, es interesante constatar que cuando esos juicios toman distancia de lo propuestpor Hernndez en sus lecturas o incluso en el mismo texto del poema son igualmenteincluidos en el volumen. ste es otro elemento ms del estatuto de clsico: no slo genedisputas, sino que resiste lecturas por momentos demoledoras. Bartolom Mitre, poejemplo, ex presidente de la Nacin y adversario poltico de Hernndez, no slo lo

    incluye en esa serie de la que explcitamente se haba separado, la de la poesa gauchescsino que critica tanto su ideologa como su esttica y hasta le recomienda la lectura de utexto propio, con una redaccin cuya armazn retrica le permite ser tan cordial comolapidario:

    Hidalgo ser siempre su Homero, porque fue el primero [. . .] Ascasubimarchando tras sus huellas [. . .] y Estanislao del Campo [. . .] marcan lasformas intermediarias. [. . .] Despus de que usted lea mi nota crtica, noextraar que le manifieste con franqueza, que creo que Ud. ha abusadoun poco del naturalismo, y que ha exajerado el color local, en los versossin medida [. . .] as como con ciertos barbarismos que no eran del todo

    indispensables [. . .] no estoy del todo de acuerdo con su filosofa social. . . . (Mitre XI)

    Que aqul al que durante ms de dos dcadas haba combatido Hernndez (combate queste ltimo se encarga de resaltar en la dedicatoria manuscrita del ejemplar que le envde regalo)17 rechace su filosofa social porque no plantea la solidaridad como uncorrectivo para su individualismo, al tiempo que le otorga . . . su ttulo de ciudadana ela literatura y la sociabilidad argentina (Mitre X) implica una colocacin particular parel MF . Si el reclamo de Mitre de que el recuerdo de su rivalidad no tiene cabida en laplatnica repblica de las letras habla de la constitucin de un campo intelectual ajeno las determinaciones polticas de los sujetos-escritores, la impugnacin de la poltica dtexto (la poltica de la escritura) no niega esa carta de ciudadana antes concedida, sinque, al contrario, la reafirma al sostener su pertenencia pese a suspara Mitreequvocasideas. Tambin el comentario sin firma de La Amrica del Sur , un peridico de filiacincatlico reformista, dice: no estamos de acuerdo con su manera de entender el arteporque creemos que la verdad no est reida con la belleza [. . .] Aun cuando es verdadque la condicin del gaucho es abominable, lo que hasta cierto punto explica sus excesola enumeracin de sus hazaas [. . .] debiera contrapesarse, ensendole a condenar losextravos de su sensibilidad (9 de marzo de 1879, reproducido en la edicin citadaXVI-XVIII). No un texto ms all o ms ac de las discusiones, sino un texto que permitdiscusiones y aun as se sostiene, un texto que resiste impugnaciones, un texto que auquienes rechazan no pueden evitar leer: un clsico.

    La mayora de los escritos de los contemporneos insertos en el folleto dan cuenta de unlectura distinta de la que merecan las producciones americanas de la poca, de una obraque resulta comparada con la Divina comedia, el Quijote, el Fausto, etc., que suple a la Biblia,la Constitucin, la novela y los volmenes de ciencia (Subieta), que aborda el problempoltico y social de la insercin de los gauchos (Jos Toms Guido), que debiera seincluida en los estudios de bachillerato (Moorne), que es un pequeo curso de moraadministrativa ( La Biblioteca Popular ), y cuyas cifras de venta son puestas como primeragaranta de excelencia. Si el editor incluye esas lecturas llevando a cabo una prctic

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    habitual en la actividad editorial de la poca (prctica que hoy se repite, mucho mslacnica, en las contratapas de los libros), stas ocupan treinta y ocho pginas antes de lastreinta y cuatro que ocupan los versos de El gaucho Martn Fierro, que es en definitiva lo queel lector espera leer; esa sobreabundancia de un discurso secundario, as como sucontenido, forma ya una paratextualidad propia de un clsico que contribuye al tedio de

    la categora. Un lector dscolo, sin embargo, tena la posibilidad de saltearla; laobligacin pedaggica, los centros tradicionalistas y dems institucionalizaciones delprevio fervor, las sucesivas relecturas y reescrituras, pero tambin los recuerdos y losolvidos de una memoria compartidalos tiempos de una cultura, en ltimainstanciaharan imposible esa experiencia, aun en el caso de una edicin queprescindiera por completo de para-textos.

    Un libro para el pueblo argentino

    Martn Fierro vive en la memoria de todos, y vivir en las futuras generaciones, porque es el poema ms argentino.

    Si Italia tiene su Divina Comedia, Espaa su Quijote, Alemaniasu Fausto, la Repblica Argentina tiene su Martn Fierro.

    Pablo Subieta, 1881

    Las lecturas contemporneas, por otro lado, interesan no slo para poner de relieve losmodos en que la prctica crtica tena lugarprimitiva, diletante, aficionada;heternoma, sino tambin para plantear cmo la cultura letrada juzgaba un texto cuyoprotocolo constitutivo consista en darle voz a un sector de la sociedad que careca de ellao, lo que es lo mismo, estaba incapacitado de entablar un dilogo en el mbito pblico. El

    ya nombrado Guido, por ejemplo, luego de repasar el papel heroico de los gauchos en lasluchas de la Independencia y la organizacin nacional, recuerda que las promesas de larevolucin no se han cumplido todava para los hijos del Pampero (XIII); por otro lado,al igual que Saldas, Pelliza y otros, encuentra en el MF una especie de canto de cisne delgauchaje condenado a la desaparicin a manos de la inmigracin y la organizacinempresarial de la explotacin agropecuaria. De alguna manera, en ese punto hay unaclave ms del xito del texto: su mensaje poltico toma un referente que est en vas dedesaparicin. La repeticin constante de esta idea a lo largo de casi toda la primera mitaddel siglo XX dara cuenta no tanto de la pervivencia del gaucho como tipohumanocuyo peso demogrfico, en efecto, mengu hasta la inexistenciasino msbien del carcter simblico que, en parte gracias al texto de Hernndez, adquiere en esosaos. Efectivamente, los hijos del Pampero no veran nunca cumplidas esas promesas,bsicamente porque fueron desplazados de su lugar de proletariado rural por las masas deinmigrantes arribadas al pas de 1860 en adelante. 18

    Este tipo de juicios interroga al Mitre de platnica repblica de las letras; qu gradode autonoma puede suponerse para el hecho esttico (y en consecuencia para su juicio)en esa hora? Muy poco, si se toma en cuenta la funcin que el propio Hernndez suponepara su texto como parte de su programa poltico, pero tambin si se releva el criterio conel que los exagerados lauros de sus contemporneos eran otorgados, siguiendo la mismahiperblica pretensin de su autor. Biblia, catecismo poltico, teora filosfica, consejo

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    moral, incitacin entusiasta, proclama revolucionaria! Qu no hay en esas noventapginas rimadas sin esfuerzo [. . .]? (Subieta 203); la repblica de las letras, en todo caso,inclua mucho ms que la literatura ficcional o, para decirlo en trminos de la poca, laliteratura de imaginacin. La vigencia de la figura del letrado (perito en los discursos,sean de la ley, de la ciencia o de la literatura) refleja un campo intelectual en formacin y

    carente de especializacin, cuya amplitud se verifica en esos ampulosos calificativos.Cmo entender si no la equiparacin del MF con otros clsicos nacionales en unaliteratura que ubicaba sus antecedentes ms honrosos cincuenta aos atrs? Justamente,esa atribucin habla tambin de la carencia de autonoma de la literatura, en tantonuestra nacin requera de esa prctica discursiva algn smbolo para identificarse. Enbuena medida, lecturas similares a las que operaron tan efectivamente en el caso deLugones y Rojas, que posicionaron de manera contundente al MF en ese sentido, puedenencontrarse en aos ms prximos a su publicacin. Que su xito fuera mucho menor yque la privilegiada posicin de extranjera de Miguel de Unamuno le permitieracalificarlas de disparates, se explica no slo por el prestigio y talento del poeta y elprofesor, sino tambin por un mayor sentido de la oportunidad en ellos. O, en otros

    trminos, la Argentina liberal de los ochenta no necesitaba ms que Paz yAdministracin, segn el lema roquista; la mera voluntad de ser argentino bastaba paraserlo (para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino) y deah que la demanda simblica que treinta aos despus llenara el MF no necesitara sercubierta.

    Si la literatura no era todava la cantera de identidad que sera explotada hacia elCentenario, permita, con la laxitud que referimos, plantear juicios menos generales yms atentos a la especificidad de la obra. As, la representatividad que le atribua elboliviano Subieta (ajeno, en buena medida, a las versiones identitarias argentinas, que enese momento pasaban menos por una interpelacin cultural que poltica) se desdibuja enla prolija lectura histrica de Mitre, que establece filiaciones y oposiciones o en elimpresionismo de Miguel Can y tantos otros que escriben a Hernndez paracomunicarle lo mucho que han gozado con el texto. Can acepta sin conflictos elargumento de Hernndez respecto de su separacin de otros autores de la poesagauchesca: Usted ha hecho versos gauchescos, no como Ascasubi, para hacer rer alhombre culto del lenguaje del gaucho, sino para reflejar en el idioma de ste, su ndole,sus pasiones, sus sufrimientos y sus esperanzas . . . (X). Sin embargo, pese a que serefiere tanto a la Ida como a la Vuelta , no parece registrar la idea del doble lectorado;desde su punto de vista, los destinatarios del MF son los gauchos y esos gauchos soncompletamente diferentes de la clase refinada en la que Can se incluye. Un gauchodebe gozar, al or recitar las tristes aventuras de Martn Fierro, con igual intensidad queusted o yo con el ltimo canto de Giaour o con las Noches de Musset (X); usted o yode un lado, un gaucho del otro; no slo dos circuitos, sino dos culturas totalmentedistintas, pero, desde ya, Can puede emocionarse profundamente con esos versos que nole estn destinados; una superior a la otra, entonces, en tanto la puede incluir einterpretar. Justamente por eso puede amonestar ms de una vez a Hernndez porquesu forma es incorrecta; como anota Rivera, la incipiente crtica literaria de la poca semanejaba con estimulaciones y constricciones alentadas por la dicotomavigentetodava y por cierto influyenteentre clasicismo y romanticismo (559). La atribucin deuna forma incorrecta o la exclusin del mbito del arte que practica Juan Mara Torres 19

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    cabalgan en la potica clsica que considera el arte casi en un sentido etimolgico: unacombinacin lingstica altamente sofisticada, artificial, marcada por reglas, recursos yfiguras. Si el juicio ms repetido fue que Hernndez efectivamente imitaba el habla de losgauchos y lo haca a la perfeccin, en esa imitacin no habra ningn tipo de trabajoesttico, no habra, en definitiva, arte. 20

    En 1837, como parte del programa de la juventud romntica, Marcos Sastre declaraba lanecesidad que tena la Argentina de un libro para el pueblo. La gigantesca difusinpopular del MF parece dar cuenta de una tarda e inesperada respuesta alternativa a esanecesidad. Alternativa porque, si bien el texto ubica como referente central un muyautctono gaucho, lo hace con notorio desdn de las esencias romnticas y evitando laseduccin del paisajismo, que seorea en La cautiva y deja una marca en el Facundo . Aun laatencin que el movimiento romntico europeo (en particular el llamado segundogrupo de romnticos alemanes) puso en el registro y la rplica de las formas populares dehabla, preocupacin ausente casi por completo en el movimiento rioplatense, 21 est lejosde la operacin potica de Hernndez, cuya fuente es una lengua literaria dado que

    pertenece a un mbito de produccin escritaya consolidada (la de la poesa gauchesca),a la que enriquece con sinresis, cambios acentuales y fonetizaciones ruralizantes de lalengua culta.

    Pero alternativa tambin porque, en trminos ideolgicos, lo inesperado era el cambiode concepto de pueblo sobre el que se apoyaba aquella afirmacin: ya no las gentesdistinguidas a las que las formulaciones polticas de la generacin del treinta y sieteestaban dirigidas, sino los miembros de una clase poltica y econmicamente distante dela dirigente. Un libro para el pueblo, en la Argentina del ochenta, era un libro paraellos, no para usted o yo; de esa determinacin distante haran la base de sus lecturasErnesto Quesada y Alberto Ghiraldo a la hora de proponer una poltica del texto, esdecir, un uso del MF que entraba en una discusin mucho ms amplia y a la vez msespecfica que la que haban sostenido sus contemporneos inmediatos.

    Las lecturas posteriores

    Si empezamos con Marechal burlndose de Borges en su juventud, un deseo deecuanimidad nos lleva a aceptar que para ironizar sobre Borges tal vez no hubiera otromejor que l mismo. El MF es un libro que puede ser todo para todos, segn la cita deSan Pablo (segn Borges) incluida en la Biografa de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874):si la amplitud asombrosa de los criterios de lectura de los contemporneos remite a eseser todo para todos, tambin en la delimitacin de lecturas del lado de ac y dellado de all que Hernndez y sus comentaristas realizan est negada la posibilidad deser lo mismo para todos. De ah que la escritura borgeanaque apostaba a contorsionar elcanon, elevando a autores ignotos o despreciados, cuestionando figuras aceptadas en lahistoria literaria y trazando relaciones inverosmiles dentro del texto supremo que seratoda la cultura humanajugara a la repeticin, a la versin y a la perversin. Laoperacin crtica de Lugones y la de Rojas, cuyos antecedentes estaban no slo en PabloSubieta, sino tambin en algn comentario de Joaqun V. Gonzlez o de MartinianoLeguizamn, a la inversa, apuntaran justamente a lograr esa posibilidad. De su xito,como hemos deslizado ms arriba, no slo son responsables el tramado textual

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    (ciertamente potente en su retrica) que cada uno de ellos teje, sino tambin unademanda de la cultura de la poca que supieron escuchar y capitalizar, tanto paracubrirla destacndose como el primero en hacerlo (o, en todo caso, el primero en hacerlobien) como tambin para autorizarse a s mismos en una sociedad que distaba de tenerdefinido un lugar para sus intelectuales. Por otro lado, no se puede ignorar que la

    construccin del MF

    como un clsico nacional tena un suelo ya abonado por quienes,por cortesa o vocacin, vieron la necesidad de responder a un fenmeno literario yeditorial que no haba sido registrado hasta entonces: un libro para el pueblo argentino.

    INSTITUTO DE LITERATURA HISPANOAMERICANAUNIVERSIDAD NACIONAL DE BUENOS AIRES

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    Notas

    1 Para los muchachos difcilmente (menos todava en 1953, cuando una marcha habaadjetivado el sustantivo, aunque permaneciera incontaminado en su nostalgia), peroseguramente haba sido clandestina para un Borges juvenil al que, como ironizaba

    Leopoldo Marechal en el libro II de su Adn Buenosayres, lo mandan a estudiar griegoen Oxford, literatura en la Sorbona, filosofa en Zurich, y regresa despus a BuenosAires para meterse hasta la verija en un criollismo de fongrafo! (126-127).

    2 Leopoldo Lugones, El payador (1916) y Ricardo Rojas, La literatura argentina. Los gauchescos(1917).

    3 Alejandro Cattaruza y Alejandro Eujanian ubican la entrada del poema de Hernndezen la escuela a comienzos de la dcada de 1930, en un proceso que preludia laaceptacin estatal del carcter de smbolo de la nacionalidad que el gaucho ya poseapara varios sectores de la sociedadproceso que incluye estatuas al gaucho y alpropio Hernndez, calles con su nombre, la institucin del Da de la Tradicin el 10de noviembre (aniversario de su nacimiento), la declaracin de feriado para ese da,

    etc. El Estadodicen estos historiadorescontinu relativamente ajeno a laexaltacin gauchesca, al menos en sus formas ms evidentes. Fue slo a partir demediados de la dcada de 1930 cuando algunas seales comenzaron a anunciar ciertarecepcin, que culminara en la definitiva canonizacin estatal del Martn Fierro, y conl de la figura del gaucho, en un proceso iniciado a fines de esa dcada (Cattaruza yEujanian 114). Sin embargo, si ya en 1913 los estudiantes de Letras de la Universidadde Buenos Aires lean el MF como una emanacin del alma criolla, podemos suponerque hacia 1918 (la duracin de la carrera era de cuatro aos) ya haba profesores enlos colegios secundarios enseando lo que haban aprendido. Cattaruza y Eujaniananalizan como andariveles independientes las lecturas social, intelectual yestatal, enfrentando cerradamente la sociedad civil y el Estado. Cabe pensar que

    esas lecturas forman una trama de prstamos y devoluciones, sobre todo en lainstitucin escolar, espacio particularmente fuerte de contacto entre ambas instancias.Por otro lado, ya en 1890 el doctor Moorne se quejaba de la ausencia del MF en losplanes de estudio del Colegio Nacional; de ah a docentes rebeldes que loincluyeran por gusto o conviccin personal no hay ms que un paso. Un rpido cotejode los manuales de historia literaria al uso en los colegios nacionales revela que aunaos antes de esa queja el MF era al menos mencionado en ellos. Extrao todava alas estatuas y los homenajes oficiales, el gaucho se paseaba por las aulas desde finesdel siglo XIX.

    4 Segn Adolfo Prieto, es evidente que el texto de 1872 estaba dirigido a un pblicogeneral, de incierta cualificacin y volumen, pero compuesto, en todo caso, poreventuales lectores de la ciudad y de las reas rurales (52).

    5 La lectura que hace el autor obviamente no slo consta en los paratextos, sino tambinen otras producciones publicadas aparte y en las difcilmente recuperables emisionesorales (brindis, agradecimientos, conferencias, comentarios, etc.), pero lo que interesaaqu es la experiencia de leer MF tal como haba sido publicado, dejando de lado lasexpectativas generadas en el lector por esos oblicuos acercamientos previos. Adems,otros juicios de Hernndez sobre su obra aparecen ya no como paratexto, sino en eltexto mismo: por un lado, el narrador en primera persona de MF abunda en dobleces

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    metatextuales que funcionan como evaluacin de su relato (el cantar mi glorialabra, I, v. 39; Yo no soy cantor letrao, I, v. 49; . . . siempre me tuve por geno /

    y si me quieren probar / salgan otros a cantar / y veremos quin es menos, I, vv. 63-66; . . . yo canto opinando / que es mi modo de cantar; II, vv. 65-66; etc.); por elotro, el narrador extradiegtico tambin plantea instancias de autorreferencia: Y

    dar fin a mis coplas / con aire de relacin, I, vv. 2281-2282; Y ya con estasnoticias / mi relacin acab; / por ser ciertas las cont, I, 2305-2308; . . . herelatao a mi modo / males que conocen todos, / pero que nadie cant, I, 2314-2316; . . . no se ha de llover el rancho / en donde este libro est, II, 2857-2858;Pues son mis dichas desdichas, / las de todos mis hermanos: / ellos guardarnufanos / en su corazn mi historia . . . , II, 2877-2880; etc.

    6 Preferimos indicar as en vez del nmero de pgina por tratarse de textos breves quecirculan en infinidad de ediciones. Todas las citas del poema, de los prlogos y demsparatextos estn tomadas de la dcimo quinta edicin de El gaucho Martn Fierro y ladcima La vuelta de Martn Fierro. Corregimos la acentuacin segn la normativa actual,pero respetamos la ortografa y la puntuacin.

    7

    Pselos Ud. por alto [a los defectos], porque quiz no lo sean todos los que a primera vista puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran aqu como copia o imitacin delos que lo son realmente (P1872).

    8 En cuanto a su parte literaria, solo dir, que no se debe perder de vista al juzgar losdefectos del libro, que es copia fiel de un original que los tiene, y repetir, que muchosdefectos estn ah con el objeto de hacer ms evidente y clara la imitacin de los quelo son en realidad [. . . .] Los personajes colocados en escena deberan hablar en sulenguaje peculiar y propio [. . .] conservando la imitacin y la verosimilitud en elfondo y en la forma (P1879).

    9 Segn Prieto, en el prlogo de la Vuelta se manifest con mayor intensidad laconciencia de controlar las articulaciones y el ritmo especfico del trabajo deescritura (Prieto 54). Prueba de esto tambin lo constituye la inclusin de un ndiceen el que cada uno de los cantos lleva un ttulo por lo general ampliamentedescriptivo, casi una cifra de su materia narrativa, que est por completo ausente en eltexto mismo, en el cual slo se indican algunos cambios de las voces narrativas (Elhijo mayor de Martn Fierro, El hijo segundo de Martn Fierro, Picarda, etc.).El nico ttulo inserto en el texto de la Vuelta que indica un aspecto del argumento esel de La penitenciaria, cuyo laconismo contrasta, por ejemplo, con 11. MartnFierro hace la relacin del modo cmo encontr a dos de sus hijos; aqu tambin hayun autor que se lee y dice a otros cmo leerlo.

    Walter Ong ha sealado cmo la misma idea de ndice carece de sentido en unacultura oral y la ligazn que tiene con la escritura en general y con la imprenta enparticular (122-125). El destinatario rural, iletrado o semialfabeto, careca de laprctica de espacializar el contenido de un texto, desde que su acceso ligado a laoralidad (por la lectura o recitado ajeno o propio en voz alta) se desarrollaba en unadimensin temporal y, por lo tanto, seguramente poda moverse adelante o atrs enesa linealidad, o incluso entrar por distintos lugares, pero no realizar operacionesmetatextuales como resumir docenas de estrofas en una frase o formar con esasestrofas un bloque diferenciable de otros y numerables.

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    10 Josefina Ludmer analiza esta ajenidad en el modo en que aparece la voz letrada en elpoema: como censura lingstica e ideolgica. Para ello se centra en el dilogo entre elHijo Segundo de Fierro y el Gey Corneta (II, vv. 2451-2480). Sin embargo,aunque esta determinacin es funcional al esquema general que elabora Ludmer, noparece aceptable como interpretacin del episodio: si bien el Hijo Segundo llama a su

    interlocutor liberato y dotor, parecen ms armas de la polmica quedescripciones confiables, dado que ese dotor tampoco es ajeno a la lengua gaucha:All va un nuevo bolazo, / copo y se la gano en puerta . . . (II, 2465-2466). (Vase282-288).

    11 En la clasificacin de Genette, estas producciones se ubicaran en un lmite entre elparatexto y el metatexto, dado que este ltimo implica una toma de distancia deltexto-base (categora propia de la crtica literaria); lo mismo, sin embargo, podradecirse de los prlogos del propio Hernndez. En todo caso, la inclusin en el mismo

    volumen, antes del texto mismo de MF , le asigna esa funcin anticipatoria, creadorade expectativas, propia de la idea de paratexto.

    12 Tambin lo hace, desde otra paratextualidad, en la edicin original de 1872, en la que

    incluyen dos breves textos algrafos: un fragmento de un discurso senatorial deNicasio Oroo denunciando el servicio de fronteras y otro sin firma de un artculo deldiario La Nacin del 14 de noviembre de 1872 sobre el mismo tema, apenas un mesantes de la impresin del texto.

    13 Para una ampliacin del pensamiento poltico de Hernndez, su intervencin en laprensa peridica y su labor parlamentaria, vanse los trabajos de Halpern Donghi yde Gallo y Botana citados en la bibliografa.

    14 Para un estudio detenido de esta hiptesis, vase el artculo de Gramuglio y Sarlomencionado en la bibliografa.

    15 Esta funcin correctiva de la Vuelta habilita tambin a pensarla toda como unaautolectura ms de Hernndez, cosa que hace, por ejemplo, Ludmer: El problemade La vuelta como suplemento de La ida . Lo que falta o lo que se dijo en otro sentido.

    La ida es el texto hermenutico por excelencia (condicin de un clsico?); necesita deotro texto, del mismo autor, para leerlo y darle sentido. Otro texto que, quizs, lodesmienta (207).

    16 Tambin, segn hemos definido, el paratexto incluye ms que el prlogo, pero nopodemos saber hasta qu punto esos otros textos han sido incluidos o aceptados por elautor (a excepcin del artculo, el epgrafe y los fragmentos sealados en la edicin de1872 y del ndice de la Vuelta ), y por eso hemos decidido excluirlos de este trabajo.An as, cabe aclarar que las notas de los editores (incluidas en la octava, dcima,undcima, duodcima, y siguientes) tambin se dedican casi exclusivamente a resaltarel xito comercial de M F , sus bondades moralizantes y los elogios que la crticaletrada le ha deparado; aqu tambin (aunque es ms esperable, puesto que el intersde todo editor es vender) los prlogos de Hernndez parecen haberse seguidofielmente. Por otro lado, en las ediciones posteriores a la octava (no consultamosanteriores) la cantidad de ejemplares que la constituyen y la cantidad de ejemplares ya

    vendidos aparece en la tapa, imitando a los peridicos que avisan cuando una edicinse ha agotado (funcin que en el comercio de libros cumplen hoy las fajas de papelque envuelven los tomos).

    17 Una copia facsimilar aparece en Gimnez Vega y Gonzlez; la misiva de Hernndezcomienza as: Hacen [ si c ] 25 aos que formo en las filas de sus adversarios

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    polticospocos argentinos pueden decir lo mismo; pero pocos tambin, se atreveracomo yo a saltar por sobre ese recuerdo, para pedirle al ilustrado escritor, queconceda un pequeo espacio en su Biblioteca a este modesto libro (364).

    18 La construccin particular que hara el anarquismo de ese smbolo justamenteapuntara a ligar la clase obrera urbana con la explotacin padecida por los gauchos

    del s. XIX. En trminos ms generales, la pervivencia de las injusticias sociales de historia argentina hara que el potencial simblico contestatario conservara vigenciapropagandstica desde el peridico Martn Fierro de Alberto Ghiraldo hasta lasalegoras de la resistencia peronista en Los hijos de Fierro, de Fernando Solanas, pese aque la leva y el comiqu hubieran cambiado de forma y de sujetos.

    19 Dice Torres: Para que Martn Fierro pudiera ser objeto de crtica, era preciso quefuera una obra de arte, sujeta a sus reglas y por consiguiente a su aplicacin . . . (XXXI).

    20 En este sentido, el trabajo gentico que realiz lida Lois despeja cualquier duda: JosHernndez era absolutamente consciente de sus operaciones poticas y adems depracticar una cuidada seleccin lxica, experimenta diferentes recursos para connotar

    la rusticidad gaucha. Cuando descarta alguno de ellos, revisa todo el manuscrito y lodesecha en cada una de sus apariciones. (Vase LXXI-XCVI).21 Pobres, muy pobres, parecen los ejemplos del frustrado proyecto de Esteban

    Echeverra de una antologa de canciones populares o las mnimas concesiones que spermite Sarmiento al retratar al rastreador en el captulo 2 del Facundo. EduardoRomano lo expresa con una afirmacin contundente en su irona, la cual no estexenta de determinaciones polticas, al comentar una cita de Echeverra: El poetaconfiesa su desinters por la prctica de los copleros (payadores) y su deseo describir un octoslabo como en otro lugar y otro tiempo. En ese prrafo estburdamente sintetizada la ineptitud de Echeverra para volver a lo nativo, como susmaestros europeos preconizaban, y los prejuicios raigales que suelen arrojar al poetcultivado por el camino de la dependencia en pases marginales como el nuestro (11

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    Obras citadas

    AA. VV. Segunda encuesta de Nosotros: Cul es el valor del Martn Fierro?. Nosotros(X.50, 51 y 52) 1913: 425-433, 74-89 y 186-190 respectivamente.

    Barcia, Pedro Luis. Historia de la historiografa literaria argentina. Buenos Aires: Ediciones

    Pasco, 1999.Borges, Jorge Luis y Margarita Guerrero. El Martn Fierro. Barcelona: Emec, 1997.---.Biografa de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874). El aleph, incluido enObras completas,

    tomo I. Buenos Aires: Emec, 1996. 561-563.Botana, Natalio y Ezequiel Gallo. Estudio preliminar. De la repblica posible a la repblica

    verdadera. Buenos Aires: Ariel, 1998. 15-123.Cattaruzza, Alejandro y Alejandro Eujanian. Del xito popular a la canonizacin estatal del

    Martn Fierro: tradiciones en pugna (1870-1940). Prismas (6) 2002. 97-120.Genette, Gerard. Palimpsestes. Pars: Editions du Seuil, 1982.Gimnez Vega, Elas y Julio Gonzlez. Hernandismo y martinfierrismo. Buenos Aires: Plus

    Ultra, 1975.

    Gramuglio, Mara Teresa y Beatriz Sarlo. Martn Fierro. Historia de la literatura argentina.Ed. Susana Zanetti. Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, 1979.Halpern Donghi, Tulio. Jos Hernndez y sus mundos. Buenos Aires: Sudamericana, 1985.Hernndez, Jos. El gaucho Martn Fierro. Buenos Aires: Librera Martn Fierro, 1894.

    Incluye los paratextos alogrfos mencionados (artculos y notas editoriales) de lpg. V a la XLIII y tambin, por supuesto, los prlogos de Hernndez.

    ---. La vuelta de Martn Fierro. Buenos Aires: Librera Martn Fierro, 1894.Lois, lida. Estudio filolgico preliminar. Martn Fierro. Por Jos Hernndez. Ed. lida

    Lois y ngel Nez. Pars-Madrid: Archivos, 2001. XXXIII-CIV.Ludmer, Josefina. El gnero gauchesco. Un tratado sobre la patria. Buenos Aires: Sudamericana,

    1988.Lugones, Leopoldo. El payador . Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991.Marechal, Leopoldo. Adn Buenosayres. Buenos Aires: Planeta, 1997.Martnez Estrada, Ezequiel. Muerte y transfiguracin de Martn Fierro. Ensayo de interpretacin de

    la vida argentina. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1958. 2 vols.Ong, Walter.Oralidad y escritura. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1987.Prieto, Adolfo. El discurso criollista en la formacin de la Argentina moderna. Buenos Aires:

    Sudamericana, 1988.Rivera, Jorge B. Ingreso, difusin e instalacin modelar del Martn Fierroen el contexto

    de la cultura argentina. Martn Fierro. Por Jos Hernndez. Ed. lida Lois y ngelNez. Pars-Madrid: Archivos, 2001. 545-575.

    Rojas, Ricardo. La literatura argentina. Nosotros (X.50) 1913: 337-364.---. La literatura argentina. Ensayo filosfico sobre la evolucin de la cultura en el Plata. Vol. I, Los

    gauchescos. Buenos Aires: Coni impresora, 1917.Romano, Eduardo. Poesa tradicional, poesa popular, poesa cultivada.Sobre la poesa

    popular argentina. Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina, 1983. 9-88.Subieta, Pablo. Martn Fierro. Martn Fierro, un siglo. Por Jos Hernndez. Buenos Aires:

    Xerox Argentina, 1972. 195-203. (Publicado originalmente como cinco artculoscon el mismo ttulo en Las Provincias, Buenos Aires, 6, 7, 8 y 12 de octubre de 1881).