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MARÍA AUXILIADORA, LA VIRGEN DEL BICENTENARIO NOVENA DE PREPARACIÓN MARCELO ESCALANTE, SDB

María auxiliadora, la virgen del bicentenario

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Novena de preparación a la celebración de la fiesta de María Auxiliadora. En base a la "Carta de Roma" de Don Bosco, se toman las líneas generales de reflexión.

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MARÍA AUXILIADORA,

LA VIRGEN DEL BICENTENARIO

NOVENA DE PREPARACIÓN

MARCELO ESCALANTE, SDB

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Marcelo Escalante Mendoza, SDB

MARÍA AUXILIADORA,

LA VIRGEN DEL BICENTENARIO

NOVENA DE PREPARACIÓN A LA FIESTA

La Paz - Bolivia

2015

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PRESENTACIÓN

Don Pablo Albera, en la inauguración del monumento a Don Bosco, con

motivo del primer centenario de su nacimiento, en la plaza María

Auxiliadora (Valdocco), invitaba a todos los salesianos a ser “otro

monumento, un monumento imperecedero… hacer revivir con su virtud

su sistema educativo, todo su espíritu”. Esa es la misma invitación que

hoy, en el segundo Bicentenario, el P. Ángel Fernández hace a toda la

congregación: “Como Don Bosco, con los jóvenes, para los jóvenes”. Y

es que para nosotros, miembros de la Familia Salesiana, éste es un año

jubilar en el que estamos invitados a “volver a Don Bosco”. Es decir,

volver a empaparnos de su vida, pedagogía y espiritualidad; aprender

de su ejemplo para así poder responder con fidelidad creativa a los

nuevos desafíos que la educación-evangelización de la juventud, nos

presenta hoy.

Y es que ciertamente, el ideal de nuestra vocación salesiana es el de

comprometernos con la causa del Reino de Dios mediante la educación-

evangelización de la juventud, especialmente la más necesitada, al

estilo de Don Bosco. Por esa razón nos preguntamos: ¿Cómo puede

ayudarnos la devoción a María Auxiliadora a cumplir este ideal? La

respuesta es clara ¡Cómo podría NO ayudarnos! Se ha dicho con acierto

que “María Auxiliadora es la Virgen de Don Bosco y Don Bosco es el

santo de María Auxiliadora”. ¿Cómo llegó a darse una identificación tan

clara y evidente entre ambos? Don Aubry nos decía: “La devoción de

Don Bosco fue una décima parte la manifestación de un corazón

espontáneamente sensible y el fruto de una educación intensamente

mariana; y en las otras 9 décimas partes, la respuesta a las iniciativas

imprevistas de María”. Y es que la Virgen prácticamente irrumpió (se

metió sin permiso), en la vida de Don Bosco, transformándola y

orientándola toda hacia el servicio pastoral de la juventud. Claramente,

la relación entre ellos es mutuamente incluyente, es directa e irrompible.

Eso también en lo que corresponde a la misión. María Auxiliadora ayuda

a Don Bosco en la misión que recibió de Dios, así pues sus devotos

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deben caracterizarse por ser activos colaboradores del carisma

salesiano. Una de las grandes preocupaciones de Don Bosco fue,

precisamente, la de involucrar a la mayor cantidad posible de personas

en su misión.

Otra de las preocupaciones que anidaban en su corazón, con mucha

claridad al final de su vida, fue que a pesar de la masificación e

institucionalización de sus obras se mantenga el espíritu de familia que

había reinado en los primeros tiempos del Oratorio. El éxito del

“fenómeno salesiano”, llevó a la naciente congregación a una expansión

numérica y territorial tan amplia que para controlarla, no pocos recurrían

a la disciplina severa, más de estilo militar que salesiano. En los mejores

tiempos del Oratorio de Valdocco, se llegó a tener 800 internos, un

número similar de externos y otros cientos que acudían los fines de

semana y días festivos. Don Bosco queda muy preocupado porque la

familiaridad, o el espíritu de familia, es uno de los pilares fundamentales

de su Sistema Educativo, si éste se pierde, se pierde también la

confianza entre estudiantes y profesores y así se frustra todo el sueño

educativo, se frustra la evangelización. Era tal la preocupación de Don

Bosco, que –como comúnmente se dice en nuestros ambientes

populares- “le hizo sueño”, (¿con los ojos abiertos?). Un sueño largo de

dos noches, en las que se hacen manifiestas las preocupaciones íntimas

de su corazón. Cuando lo tuvo, Don Bosco se encontraba en Roma,

estaba a pocos días de regresar, pero era tal su deseo de que éste sea

conocido, que prefirió escribir una carta narrando el sueño, la misma que

es conocida como “La Carta de Roma”, o la “Carta de 1884”, por el año

en el que fue escrita.

La Carta de Roma, ha sido llamada por Don Pedro Braido, el más grande

estudioso y conocedor de la pedagogía del santo, el “poema pedagógico

salesiano”. En ésta encontramos la puesta en práctica del Sistema

Preventivo, además de las líneas maestras de su pensamiento. Todo su

anhelo y su modo de ser educador-evangelizador de la juventud, se

encuentra sintetizado en la Carta de Roma. No podía faltar uno de los

elementos característicos de su pedagogía: la devoción a María

Auxiliadora.

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Al final de la carta, Don Bosco dedica dos amplios párrafos a la Virgen.

Reconoce su maternal presencia, su Auxilio. Pide que se prepare y

celebre bien su fiesta, pues es un adelanto a la fiesta que un día se vivirá

en el paraíso. Invita a mostrar el amor a María mediante algún sacrificio

y/o la conversión. Y más, aún, pide que por amor a Ella se ponga en

práctica cuanto se ha dicho en la Carta de Roma. Este es el hilo

conductor de nuestra novena: Por amor a María Auxiliadora,

esforcémonos en ser mejores salesianos. Éste es tal vez el mejor modo

de honrar a nuestra madre, este es el mejor modo de ser devotos suyos.

Nuestra tradicional novena a María Auxiliadora este año tiene un sabor

especial. Nos encontramos viviendo ya el Bicentenario del Nacimiento

de Don Bosco, ésta es una oportunidad dorada para reafirmar nuestro

compromiso de ser evangelizadores de la juventud. La devoción a María

Auxiliadora, la realización de su novena, es un incentivo a esta nuestra

labor. Recordamos que Don Bosco decía: “Yo sé que la Virgen concede

un gran número de gracias a quien hace bien sus novenas”. Por ello, en

el esquema de su realización, he querido seguir las directrices que daba

el mismo Don Bosco. Con la confianza puesta en Ella, realicemos

nuestra práctica piadosa, de modo que nos veamos incentivados en

nuestra misión.

Quiero agradecer a quienes de distintos modos me han hecho llegar su

apoyo para la realización de este material. De manera especial, en esta

ocasión agradezco al P. Javier Ortiz, Inspector de los Salesianos en

Bolivia, quien no ha cesado su apoyo de palabra y de obra para la

realización de estos pequeños esfuerzos. Con su venia, quiero dedicar

este trabajo a María Auxiliadora, la Virgen del Bicentenario, la Virgen de

los tiempos difíciles, la Madre que no abandona. Pues yo soy uno de

aquellos de quien Don Bosco dijo: “He aconsejado a centenares, a

millares, de casa y de fuera, la oración: “María Auxiliadora de los

cristianos, ruega por nosotros”. Les encargué que, si no habían sido

escuchadas rezando esta oración, viniesen a decírmelo. Hasta ahora,

no ha venido nadie”. Gracias madrecita.

Marcelo Escalante Mendoza, SDB (E-mail: [email protected])

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ESQUEMA DE LA NOVENA

I. ÁNGELUS

II. LEER LA REFLEXIÓN DEL DÍA

III. TRES PADRES NUESTROS, TRES AVE

MARÍAS Y TRES GLORIAS

IV. ORACIÓN DEL BICENTENARIO

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DÍA PRIMERO:

“RECUERDEN QUE SON HIJOS DE

MARÍA AUXILIADORA”

Todos los creyentes formamos parte de la gran familia de Dios: la

Iglesia. Nos une la fe en Dios que es Padre, Quien nos llama a vivir

como hijos suyos, formando así una comunidad de íntima relación con

el Señor, una auténtica familia. En ésta, no podría faltar la presencia

de la madre. Dios nos ha amado tanto, que no sólo nos regaló a su

Hijo para nuestra salvación, sino que además quiso darnos a su propia

madre para que fuese la nuestra. Por ello, invocamos a María no sólo

como “Madre de Dios”, sino que al mismo tiempo acudimos a ella como

“Madre nuestra”, “Mi mamá”. Leemos en el Evangelio que Jesús dijo:

“El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi

hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12:50). Jesús mismo nos abre

la puerta para que formemos parte de su familia, ¡Para que entremos

a ser parte de Dios Uno y Trino! Haciendo la voluntad del Padre nos

hacemos parte de su familia. La Iglesia se encuentra en el mundo

buscando hacer presente el Reino de Dios, que es la máxima voluntad

de nuestro creador. La fe cristiana, por tanto, vence las barreras de la

distancia entre Dios y sus criaturas. Para los discípulos-misioneros del

Señor Jesús, la relación con Dios se desarrolla en la intimidad familiar.

Así vivió Don Bosco su relación con Dios y con María. Para él, María

no era sólo la “excelsa madre de Dios”, sino que era principalmente su

madre y la madre de sus muchachos. Decía a sus jóvenes: “Los

motivos que tenemos para ser devotos de la Virgen son: que María es

la más santa de las criaturas, María es la Madre de Dios y María es

nuestra madre”. Don Bosco inculcó en su Oratorio que se acercaran a

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ella con la confianza de hijos, seguros de su presencia, cercanía,

protección y auxilio. El esfuerzo no fue vano. Los que participaron de

aquél primer Oratorio de Don Bosco, recordaban con nostalgia

aquellos tiempos cuando eran capaces de soportar cualquier privación

material, porque se sentían amados, se sentían parte de una auténtica

familia que los acogía en la intimidad del hogar. Don Bosco quería que

su Oratorio fuese un auténtico hogar, por ello no se cansaba de pedir

a sus salesianos: “Prediquen a todos, mayores y pequeños, que

recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora”.

En la Carta de Roma, Don Bosco se llena de alegría, casi hasta las

lágrimas, al ver su antiguo Oratorio. En éste reinaba la familiaridad y,

por tanto, las muestras de vida y alegría eran evidentes por todos

lados: juegos, risas, movimientos, música, buenas conversaciones,

muchachos que iban a confesarse… “se notaba que entre jóvenes y

superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza”. Dice Don Bosco:

“Yo estaba encantado al contemplar aquél espectáculo”. Sin lugar a

dudas, ésa era una familia con todas sus letras.

Nuestras comunidades religiosas y nuestra Familia Salesiana, como

bien nos ha dicho el Rector Mayor, Don Ángel Fernandez, son una

familia carismática. Es decir que en ésta se viven los valores propios

de una familia común, tales como la aceptación, el respeto, la

corresponsabilidad, la búsqueda del bien individual y colectivo… pero

esta nuestra familia tiene algunos rasgos que la hacen distinta, porque

no es una familia cualquiera. Tiene valores proppios, entre los que se

encuentran el primado de Dios, la búsqueda incesante de la unidad en

la diversidad y la comunión en el corazón. En una palabra, la misión

que hemos recibido de Dios, el trabajar por la salvación de la juventud,

nos hace participar de una misma familia, nos da a todos nosotros un

ADN común. Ser parte de la Familia Salesiana no es sólo simpatizar

con un objetivo, sino responder a un llamado específico de Dios.

Cuando nos esforzamos en vivir estos valores, en cumplir con nuestra

misión, participamos de una mística especial, la mística salesiana.

Todo cristiano está llamado a traer unión al mundo. Como creyentes

en el Único Dios Trinidad, somos constructores de comunión, somos

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enemigos de la división, somos generadores de lazos de unidad. Nos

dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (1,14), que ellos “se

encontraban unánimes, perseverando en la oración, junto con las

mujeres y con María, la madre de Jesús”. En síntesis, todo creyente

está llamado a formar parte y a construir la familia de Dios.

Más todavía nosotros, como participes del carisma salesiano y como

devotos de María Auxiliadora, hacemos de esta vocación (misión)

universal una opción radical. El ejemplo de Don Bosco nos estimula,

pues él quiso formar una familia con sus jóvenes, no buscó a los

mejores, ni echó a los díscolos; por el contrario hizo que los primeros

cuidarán de los demás y se ingenió para que los otros fuesen también

constructores de su comunidad. Los resultados fueron asombrosos.

Del mismo modo María Auxiliadora, se mostró siempre como una

madre amante, cariñosa, cercana. En la casa de Don Bosco no había

lugar para dudas, todos eran hijos de María Auxiliadora, todos se

sabían amados por ella y todos querían demostrarle su cariño.

Terminemos nuestra reflexión con un pensamiento de nuestro Padre:

“María es Auxiliadora de los pobres, de los hijos, de los amigos, de los

enemigos, de los afligidos, de los herejes, de los cismáticos, de los

pobres, de los pecadores; en una palabra: María es Auxiliadora de

todos, porque esta buena madre quiere convertir a todos”.

SER DEVOTO DE MARÍA AUXILIADORA HOY

En este primer día de nuestra novena, estamos invitados a reconocer

que nuestra devoción a María Auxiliadora, debe llevarnos a:

- Reconocerla como Madre y por tanto, confiar en ella. Como buena

madre, está atenta a nosotros, porque somos lo más importante de

su vida. Nunca nos quita su amor.

- Imitar las virtudes de María. Recordarla como Madre abnegada y

dispuesta al sacrificio por el bien de su familia. Madre valiente que

no temió darse por completo a la voluntad de Dios. Madre llena de

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fe, segura de la presencia de Dios en su vida. Madre preocupada

por los demás, quien no se dejó vencer por la indiferencia.

- Ser constructores de comunidad y de unidad, portadores de un

mensaje de reconciliación.

- Trabajar para que en nuestros centros, familias, trabajos… reine la

familiaridad, cuya expresión máxima es la confianza, examinando

nuestra vida y echando fuera todo aquello que nos aleja de este

ideal.

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DÍA SEGUNDO:

“ES ELLA QUIEN LOS HA REUNIDO

AQUÍ”

Uno de los deseos más grandes de Dios es que estemos junto con Él,

todos sus hijos formemos una sola familia, una única comunidad de

Amor. Esto lo conocemos gracias a Jesús. Él se conmueve hasta las

lágrimas por no haber podido conseguir la unidad de Jerusalén:

“Jerusalén, Jerusalén… cuántas veces he querido juntar a tus hijos,

como la gallina junta a sus pollitos debajo de sus alas… “ (Mt 23, 27).

En su larga oración de despedida, en el Evangelio según San Juan (17,

21), escuchamos este gran anhelo de su corazón: “Que sean uno. Como

tú, Oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros,

para que el mundo crea que tú me enviaste”. Como bien podemos

comprobar, la unidad de todos sus hijos es uno de los deseos más

grandes de Dios. De distintos modos, la Iglesia es la realización –aunque

imperfecta- de ese deseo. Particularmente al celebrar la Eucaristía, la

Iglesia hace realidad la unión de todos los hijos de Dios en torno a la

mesa del Señor.

Si bien es cierto que Él que nos crea, nos llama y nos congrega (reúne)

para salvarnos es Dios, Él mismo se vale de mediaciones para lograr su

fin. Entre éstas, sin lugar a dudas, está María. Ella colabora ampliamente

para “reunir en uno a los hijos de Dios que están dispersos” (Jn 11, 52).

Por ello la devoción a la Santísima Virgen, cuánto más bajo el título de

María Auxiliadora, debe llevarnos a ser Iglesia, es decir, a reafirmar

nuestra pertenencia a la comunidad de los creyentes. En este sentido,

ser devotos de María es amar a la Iglesia, colaborar con su misión que

es la de hacer presente en nuestro mundo el Reino de Dios, hacer

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presente en nuestra sociedad los valores del Evangelio: la paz, la

justicia, la reconciliación, el amor. Es reconocer, que Ella nos reúne, en

nombre de Dios, para formar su gran familia. María es, pues, el modelo

consumado de lo que la Iglesia quiere ser. En ella encontramos a la

discípula perfecta de Jesús, aquélla que logró la unidad perfecta con

Dios, llegando a formar parte de su familia divina. Por ello, quienes

rinden culto a la Virgen son capaces de formar comunidades ejemplares.

Ella nos atrae con su cariño maternal, con su guía certera y con su

ejemplo de creyente; a ser mejores discípulos-misioneros de Jesús. Así

vemos que María es una presencia real y activa en la Iglesia y en

nuestras vidas. Sin lugar a dudas, la Virgen se encuentra trabajando a

diario, a cada momento, sin descanso, para congregarnos en una sola

familia. Ella es un personaje prodigiosamente activo, no es una idea, ni

tampoco un ideal, es una presencia viva, cercana, alguien que interviene

directamente en nuestras vidas. En esta su misión, ella hace participes

a otros, valiéndose de diversos modos, todo para que el nombre de Dios

sea santificado.

Así ocurrió en la experiencia de Don Bosco. “María irrumpió en su vida,

en modo vertical, desde lo alto, primero en el sueño de los nueve años

y luego en los espléndidos sueños marianos que conocemos”. Por

medio de él, María reunió a sus queridos hijos jóvenes y pobres bajo el

techo del Oratorio. Muchas veces Don Bosco reconoció que él hacía

muy poco, que todo el crédito debía ser otorgado a María Auxiliadora, al

final de su vida no teme en afirmar: “Ella lo ha hecho todo”. Es, pues,

Ella quien inspiró, guio y sostuvo a Don Bosco en el proyecto oratoriano.

Fue Ella quien, en nombre de Dios, reunió a sus hijos valiéndose de un

pobre sacerdote.

Ahora bien, María reúne a sus hijos para llevarles a Dios. Le interesaba

que se transformaran, que se hicieran cada vez mejores, que pudiesen

ser útiles a los demás, que pudiesen dar gloria a Dios por medio de sus

vidas. María conduce a sus hijos al Oratorio con un fin específico:

hacerlos santos. “María es un resorte que nos impulsa a la santidad”.

Don Bosco, inspirado por María, ofrece un tipo de santidad agradable a

sus inclinaciones, la santidad de la alegría y del deber cumplido. “Servid

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al Señor con alegría”, “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar

siempre alegres y en el exacto cumplimiento de nuestros deberes”. La

santidad que ofrece Don Bosco es atractiva y exigente, aconseja a uno

de sus estudiantes: “La caridad y la humildad son las alas que te

elevarán a Dios”. Su casa es ante todo un lugar de educación y

formación, en el que se crece humana-espiritual y cristianamente. Si

bien es cierto que el mismo Don Bosco, hablando de la Basílica de María

Auxiliadora en Valdocco, dijo que “la Virgen se construyó su casa”, no

exageramos al afirmar que Ella también reunió a su familia.

En la Carta de Roma, Don Bosco reconoce que en últimas no fue él,

sino María Auxiliadora quien les reunió en el Oratorio. Y lo hace con

unos fines muy claros:

- Para librar a sus hijos del peligro. Sin lugar a dudas, el peligro

más grande que corren los jóvenes, es el de quedar lejos de Dios,

el de vivir sin conocerle, amarle, ni servirle. Éste es el peligro de

caer en el pecado. Pero está también el peligro de quedar en la

ignorancia, en el sinsentido de la vida. Si en la oración del Padre

Nuestro rezamos: “líbranos de todo mal”; del mismo modo a Ella le

rogamos: “líbranos de todo peligro, ¡Oh!, Virgen Gloriosa y bendita!

La Virgen reúne a sus hijos para protegerlos de todo mal.

- Para que se amen como hermanos. Estemos seguros de que la

Virgen nos reúne para que podamos poner en práctica aquello que

nos enseñó su Hijo: El mandamiento del Amor. En esto recibimos

ejemplo de Don Bosco, quien no teme en confesar a sus jóvenes:

“Los amo con todo el corazón”, pero su amor no era sólo de

palabras, sino sobre todo de obras. Como toda madre, María

Auxiliadora quiere que todos sus hijos nos amemos, éste es el

mejor indicador de la fe de los cristianos.

- Para dar gloria a Dios. El fin fundamental de toda devoción

mariana debe ser éste: dar mayor gloria a Dios, por medio del

ejercicio activo de la caridad. En la vida de Don Bosco, nos dice

Desramaut, existía un único absoluto: la gloria de Dios, a este fin

se subordinaban todas sus acciones y pensamientos. Nuestra

devoción a María Auxiliadora es auténtica cuando nos ayuda a dar,

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y que otros den con nosotros, gloria a Dios. Que el santo nombre

de Dios sea santificado.

María nos reúne para que juntos como comunidad podamos dar Gloria

a Dios. El ejemplo lo tenemos en Don Bosco, quien dio a Don Miguel

Rua un consejo que puede ser hoy también muy útil para nosotros: “En

los asuntos de mayor importancia, eleva siempre un instante el

corazón a Dios antes de deliberar, y, en las cuestiones dudosas, da

siempre preferencia a lo que te parece será de la mayor gloria de Dios”.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

En este segundo día de nuestra novena, hagamos el propósito de

hacer que nuestra devoción y amor a María Auxiliadora, sea una activa

respuesta mediante:

- Nuestro agradecimiento por haber sido escogidos con un amor de

predilección, para formar parte de la Familia Salesiana.

- Nuestro testimonio, es decir ser testigos para los demás de la

presencia viva y activa de María Auxiliadora en nuestra vida.

- El amor operativo y manifestado a los demás, especialmente a los

jóvenes más pobres.

- El discernimiento de nuestras acciones en base al criterio de “la

mayor gloria de Dios”.

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DÍA TERCERO:

“ELLA ES QUIEN LES PROVEE DE

TODO LO QUE NECESITAN”

Creer es mucho más que aceptar con la mente una serie de conceptos.

Creer, es decir tener fe, es hacer un acto total (mental, sentimental,

emotivo, actitudinal, espiritual…) de confianza en Dios. Algunos grandes

maestros místicos, definen la fe como un acto de abandono pleno en la

voluntad del Señor. Es el mismo Jesús quien nos invita a esta confianza

y abandono en la Providencia de Dios: “Vean las aves del cielo, que no

siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, su Padre

celestial las alimenta. ¿No son ustedes mucho más valiosas que ellas?”

(Mt 6, 26). Ciertamente, el Señor no nos quiere llevar a la pasividad de

quien se sienta de brazos cruzados esperando mirando al cielo,

buscando un premio a su confianza. Por el contrario, el Señor nos quiere

laboriosos, constructores de su Reino, pero con la conciencia de que

nuestro trabajo no es una iniciativa nuestra, sino Suya. Por tanto, Él que

la inspiró, se compromete a acompañarla, guiarla, cuidarla y hacerla

fructificar. A nosotros nos corresponde, entonces, ir hacia adelante

confiando en el Señor, bien nos dice Él mismo: “Busquen primero el

Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás les llegará por añadidura”

(Mt 6, 33). Don Bosco conoció este pasaje y lo vivió en carne propia.

No son pocos los que quedan admirados al contemplar la magnitud de

la obra salesiana. Es difícil de comprender cómo un pobre sacerdote,

hijo de una familia campesina, nacido en una perdida aldea de un pueblo

pequeño, y además huérfano de padre; llegó a construir un movimiento

tal que hoy llega a más de 130 países del mundo. Ciertamente, éste

trabajo titánico no fue realizado sólo por él, contaba con un grupo de

colaboradores que fueron fundamentales en el desarrollo y

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consolidación de su obra. Pero junto con ellos, hubo alguien que fue

absolutamente imprescindible en la realización de su obra: La Virgen

María. Con gran acierto, Don Brocardo dice que la obra salesiana fue un

trabajo realizado “de a dos”, Don Bosco y María Auxiliadora. Pero mucho

más allá que Don Brocardo, el mismo Don Bosco lo reconoce

constantemente. Sabe que él es sólo un medio, un instrumento, sabe

que el auténtico hacedor es Dios y que María es quien distribuye las

gracias obtenidas por su Hijo. Por ello, con frecuencia se encuentran en

boca de Don Bosco frases tales como: “El que confía en María

Auxiliadora, nunca quedará defraudado”, “La Virgen no hace las cosas

a medias”, “¡Cuánto nos quiere la Virgen! Atravesábamos por graves

dificultades económicas y, poco a poco, la Providencia nos ha provisto

de todo ¡Démosle gracias de todo corazón!”. Al final de su vida, haciendo

lo que hoy llamamos una “mirada retrospectiva”, reconocía con

conmoción: “Ella lo ha hecho todo”.

Lo que él vivía en su relación con María, una plena e ilimitada confianza

en su Auxilio Maternal, lo enseñó a sus queridos jóvenes. En la carta de

Roma, Don Bosco recomienda ardientemente que se recupere la

familiaridad expresada en la confianza entre superiores y jóvenes.

Desde esta perspectiva, podemos tener la seguridad de que Don Bosco

vivía en plena familiaridad con la Virgen, es decir que su relación estaba

marcada por la confianza recíproca, por la cercanía, por el afecto, por la

transparencia de intención. La relación de confianza total que él vivía

con María, era el modelo perfecto de lo que esperaba se viviera en su

Oratorio. Mejor dicho, que se recuperase, pues toda su obra comenzó

de ese modo.

Don Bosco confiaba en que María era capaz de dar a sus jóvenes todo

lo que necesitaban. Y no hablamos sólo de cosas materiales, muy

necesarias e indispensables, pero las necesidades de los jóvenes son

muchas y variadas. María movía el corazón de varios para que

colaboren con el bien material de los jóvenes del Oratorio, pero también

lo hacía para conseguir catequistas y maestros. María fue también la

principal promotora vocacional del oratorio, ¡Cuántos se decidieron a

hacerse sacerdotes al celebrar la fiesta de María Auxiliadora! Como

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buena madre, ella buscaba que sus hijos tuvieran el alimento del cuerpo,

del corazón, de la mente y del espíritu. Don Bosco no se equivocó, puso

su confianza en María y Ella no le defraudó.

Una de las oraciones que más gustaban a Don Bosco era aquélla de

San Bernardo que dice: “Acuérdate, Oh piadisísima Virgen María, que

jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a tu

protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro, haya sido

abandonado de ti. Animado por esta confianza, yo también a ti acudo…”.

Don Bosco oró de esa manera, y enseñó a orar así. Con frecuencia

repetía a sus muchachos: “La santísima Virgen ha sido para nosotros

realmente Auxiliadora, hemos ido adelante únicamente con su

protección". Don Bosco sabía leer los signos de los tiempos. Era muy

consciente de que una obra de esa magnitud escapaba de sus fuerzas,

por ello, no se cansaba de reconocer que era María quien obraba, él

sólo era un medio.

Pero, junto con el reconocimiento de la asistencia materna de María,

Don Bosco esperaba de sus jóvenes el sentido de agradecimiento hacia

la Santísima Madre de Dios. En sus escritos y alocuciones,

particularmente en aquéllos de los últimos años de su vida, son comunes

las invitaciones a sentirse afortunados por estar en una casa salesiana

y gozar así de una predilección especial de parte de la Virgen. En la

Carta de Roma decía a sus jóvenes: “No saben apreciar la suerte de

estar acogidos en el Oratorio. Basta que un joven entre en una casa

salesiana para que la Virgen lo tome inmediatamente bajo su

protección”; “Ella es quien nos provee de todo”. Hay mucho que

agradecer a nuestra Madre por todo lo que hace por nosotros.

Los tiempos en los que vivió Don Bosco no fueron nada sencillos. Era

un tiempo de inestabilidad política, de recesión económica, de rechazo

de la religión, de persecución a la Iglesia. ¿Por qué este pobre sacerdote

no cayó en la desesperanza, o en el temor? ¡Porque contaba con quien

es “poderoso como un ejército ordenado en batalla”! ¡Porque contaba

con la Madre de Dios! Si bien los tiempos no eran nada fáciles, Don

Bosco tenía la convicción de que “María es la Virgen de los tiempos

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difíciles”. Con ella de la mano, se lanzó con temeridad a buscar la

salvación de la juventud. No falló en su intento, María no le defraudó.

Como creyentes y devotos de María Auxiliadora, nos corresponde

confiar en su maternal cuidado y ser agradecidos por tantos dones que

–aunque no nos demos cuenta- recibimos de su bondad. María socorre

a todos, nos dice el P. Aubry, que Don Bosco reconocerá que “Aquella

que es su Auxilio, el de sus jóvenes y el de sus salesianos, no es otra

que la Auxiliadora de los cristianos y de todo el pueblo de Dios”.

Confiemos en el Señor y en María, así nos lo pide Don Bosco

recordando la vida del Oratorio, en su testamento espiritual nos dejó

escrito: “Dios Misericordioso y su Santísima Madre nos ayudaron en

nuestras necesidades. Lo hemos podido especialmente comprobar

siempre que teníamos necesidad de proveer en sus necesidades a los

jóvenes pobres y abandonados; y mucho más cuando sus almas se

encontraban en peligro”.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

En este nuestro tercer día de la Novena, queremos renovar nuestro voto

de confianza en María Auxiliadora, conocedores de que Ella cuida con

solicitud a sus hijos, especialmente a los pequeños y pobres. Por ello,

como sus devotos hacemos el compromiso de:

- Ver en nuestra historia los signos de la presencia de Dios y de la

asistencia maternal de María Auxiliadora en nuestras vidas.

- Despertar en nosotros y en los que nos rodean, el sentido de

agradecimiento por todas las maravillas que recibimos de Dios y

de Su Madre.

- Imitar el celo de María Auxiliador y trabajar para que a los jóvenes,

especialmente a los más pobres, no falte ni el alimento del cuerpo,

ni el del espíritu.

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DÍA CUARTO:

“RECUERDEN QUE ESTÁN EN LA

VÍSPERA DE LA FIESTA”

El Papa Francisco, desde los inicios mismos de su pontificado, nos ha

ido recordando de distintas maneras que el Evangelio es la

comunicación de la presencia de Dios en el mundo, por tanto es un

mensaje cargado de alegría. El Evangelio, la Buena Noticia de Jesús,

comunica vida. La Iglesia es, como bien nos dice el Papa: “un hospital

de campaña con heridos buscando a Dios”; es decir, una comunidad en

la que los que perdieron la alegría de vivir, porque se alejaron de Dios,

van a sanarse. Los que de una u otra manera colaboramos con Dios

llevando la alegría de su presencia al mundo, debemos tener clara

conciencia de que llevamos un mensaje de gran y profunda alegría y

que éste debe ser transmitido con alegría. El salmista nos exhorta:

“¡Sirvan al Señor con alegría!” (Sal 100). ¡Evangelizar es una fiesta! El

mismo Señor Jesús, compara el encuentro con Dios con un banquete

(Mt 22, 1-14). Nuestra fe cristiana se funda, se vive y transmite una la

alegría de saberse amados, perdonados, aceptados y salvados por el

Señor.

En su contacto cotidiano con sus jóvenes en el Oratorio, Don Bosco

descubrió que lo que caracteriza a la juventud y lo que más le atrae es

la alegría. Pero más aún, en su experiencia como pastor y educador, fue

tomando conciencia de que la auténtica alegría viene del estar en

armonía con Dios. Por ello, un elemento fundamental de su pedagogía

es la alegría, pero la que es auténtica, perenne, la que lleva al servicio

e incluso al sacrificio. Repetía con frecuencia “el demonio tiene miedo a

la gente alegre”, es decir a los que se encuentran en paz con Dios. Más

Page 22: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

18

aún, Domingo Savio logró intuir rápidamente que la santidad consiste,

precisamente, en estar alegres. ¿Pero de dónde viene está alegría

auténtica y perenne? Nos los responde el mismo Domingo: Del exacto

cumplimiento de los deberes. Es decir de una vida que se realiza en la

construcción de valores, principalmente los de obediencia,

responsabilidad, pureza, apostolado. Cuando se consigue formar una

vida de acuerdo a estos valores, en vistas al Reino de Dios, la alegría

irrumpe, el ambiente se transforma, la educación es posible, los jóvenes

son evangelizados y evangelizadores. Se consigue la salvación.

Por ello Don Bosco buscaba fervorosamente que sus jóvenes vivieran

en alegría. Para ello se valió de diferentes medios, como el juego, el

movimiento, la música, las excursiones; pero entre éstos ocupa un lugar

de gran importancia la devoción a los santos. En el Oratorio de

Valdocco, y en la tradición salesiana, la celebración de las fiestas de los

santos eran días esperados. La fiesta de San José, de San Luis, de San

Francisco, de Santa Cecilia, de María Auxiliadora, eran días en los que

el horario era distinto, la comida era especial; la atmosfera oratoriana se

transformaba por completo. Mediante estas celebraciones, Don Bosco

supo bien inculcar a sus jóvenes que el seguimiento de Jesús no es algo

doloroso, o que lleve a la tristeza, ¡todo lo contrario! En el proemio de su

escrito El joven instruido, lo deja bien claro: “Dos son los engaños

principales con que el demonio suele alejar a los jóvenes de la virtud. El

primero consiste en persuadirles de que el servicio al Señor exige una

vida melancólica y privada de todo placer. No es así, queridos jóvenes.

Voy a mostrarles un plan de vida cristiana que les pueda mantener

alegres y contentos, haciéndoles conocer al mismo tiempo cuáles son

las verdaderas diversiones y placeres, para que puedan exclamar con

el profeta David: ¡Sirvamos al Señor con alegría!”. Sin lugar a dudas,

entre todas las celebraciones las más esperadas y bellas, eran las que

conmemoraban la memoria de María, principalmente la de María

Auxiliadora y la de la Inmaculada Concepción.

Las fiestas de la Virgen eran las más importantes, con ellas todo el

ambiente del Oratorio se llenaba de gran alegría. Pero ello, exigía días

y días de preparación interior y exterior. Para poder “celebrar bien”,

Page 23: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

19

como decía Don Bosco, las fiestas de nuestra madre era necesario que

los jóvenes tuvieran una sincera conversión. Si habitualmente en el

Oratorio los confesionarios y las misas eran bien frecuentadas, cuando

se acercaban las fiestas de María, éstas rebalsaban. Los jóvenes de

Don Bosco habían comprendido bien que no se podía llegar a la

celebración en harapos, ni externos, ni internos; por ello se preparaban

haciendo un camino de conversión personal. Querían presentarse a la

fiesta de su Madre, como buenos hijos. Los retiros que se hacían

mensualmente, llamados “ejercicio de la buena muerte”, lograron

auténticas conversiones tan efectivas que quien visitaba el Oratorio de

Valdocco, se preguntaba ¿cómo es posible obtener tan buenos

resultados sin hacer uso de la fuerza? La respuesta era unánime:

gracias a la religión. Y en ésta, la devoción a los santos, particularmente

a María, la Inmaculada Virgen Auxiliadora.

En la Carta de Roma, Don Bosco nos cuenta que en sueños es

trasladado al antiguo oratorio, en éste se vivía una alegría contagiosa,

“una alegría de paraíso”. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que

aquellos jóvenes se encontraban preparados a celebrar la fiesta de

María.

El Rector Mayor, P. Ángel Fernández, con motivo del Bicentenario del

nacimiento de Don Bosco, nos dice que es una ¡fiesta a la que nos

encontramos en la víspera!, es una ocasión preciosa para “mirar el

pasado con agradecimiento, el presente con confianza y para soñar el

futuro de la misión evangelizadora y educativa”. Ahora que nos

encontramos en la víspera, en la antesala, de la fiesta de María

Auxiliadora, en el año jubilar del nacimiento de Don Bosco, reavivemos

en nuestro corazón la alegría de ser evangelizadores de los jóvenes.

Recordemos que nuestra espiritualidad es una de la alegría, porque

nuestra misma mística es mariana y misionera. Dejémonos formar por

el Buen Pastor y por su madre (la pastora del sueño de los nueve años),

en buenos pastores de la juventud, como Don Bosco, con los jóvenes,

por los jóvenes, para los jóvenes.

Recordemos algunas palabras de Don Bosco: “La Santísima Virgen

María continuará ciertamente protegiendo a nuestra congregación y a

Page 24: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

20

las obras salesianas, siempre que pongamos en Ella nuestra confianza

y promovamos su culto. Incúlquese insistentemente, en público y en

privado, la celebración de sus fiestas y solemnidades, las novenas,

triduos y el mes a Ella consagrado (mayo), a través de libros, medallas,

imágenes y publicando o sencillamente narrando las gracias y

bendiciones que esta nuestra celeste bienhechora concede en todo

momento a la sufriente humanidad”.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

En éste nuestro cuarto día de novena, después de haber reflexionado

sobre la importancia de prepararse a celebrar bien la fiesta de nuestra

madre, estamos invitados a:

- Buscar nuestra conversión sincera. Dejar de lado lo que nos aleja

de Dios y fomentar aquello que más nos acerca a él.

- Imitar a los jóvenes del Oratorio de Don Bosco, quienes se

preparaban mediante la confesión y la participación en la

Eucaristía.

- Hacer de la alegría, nuestra regla de vida. Recordando que la

auténtica alegría es consecuencia de la buena relación con Dios.

Page 25: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

21

DÍA QUINTO:

“CON SU AUXILIO VENCERÁN LA

BARRERA QUE LEVANTÓ EL DEMONIO”

En su ministerio, Jesús era muy consciente de la presencia del mal en

el mundo. Él mismo fue tentado por el demonio en el desierto antes de

comenzar su vida pública. El demonio, como vemos en el episodio de

las tentaciones a Jesús, sabe hacer muy bien su trabajo. Es un experto

conocedor de la naturaleza humana y sabe por dónde atacar. Es

también muy consciente de lo débil que es su poder frente al de Dios,

por ello busca acabar con toda iniciativa que busque promover la gloria

de Dios. Declara una lucha sin cuartel a los verdaderos seguidores del

Señor. Jesús sabe muy bien que el diablo “como león rugiente anda

buscando a quien devorar” (1 Pe 5,8), por ello dice a sus discípulos: “les

mando como ovejas en medio de lobos” (Mt 10, 16). Sin embargo, les

promete su asistencia, con la cual obtendrán la victoria final, esta

promesa es hecha principalmente a la Iglesia, a quien aseguró que “las

puertas del infierno no prevalecerá sobre ella” (Mt 16,18).

La obra de Don Bosco, como dicen las Constituciones de los Salesianos

(Art. 1), “no es fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios”.

Por medio de esta gran familia religiosa, se ha llegado a hacer mucho

bien, no son pocos los que han llegado a Dios gracias al contacto que

tuvieron con la familia salesiana. Ciertamente al demonio no le gusta

esto. A lo largo de toda su historia, la Familia Salesiana, como la Iglesia

Universal, ha recibido fuertes ataques del poder del mal. Don Bosco

mismo afrontó el poder del mal en distintas maneras. En algunos de sus

sueños, Don Bosco llega a tener experiencias directas de la molestia del

demonio, por la obra de los Oratorios, pero también sufre las

Page 26: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

22

acechanzas de su poder mediante ataques contra su vida y obra,

traiciones, calumnias, engaños, afrentas… todas éstas no son sino

consecuencia de la cizaña sembrada por el enemigo, para lastimar la

obra de Dios. Todos los esfuerzos del maligno son vanos, aunque

golpeada, la barca de la Iglesia y la congregación salesiana seguirán

siempre adelante, hasta llevar a los hijos de Dios a la casa de su Padre.

El demonio es astuto, sin embargo poco puede hacer en la casa de Don

Bosco. Mediante la desconfianza entre superiores y jóvenes, nos dice la

Carta de Roma, el demonio introduce la frialdad frente a los

sacramentos, el descuido de los deberes, la falta de vocaciones; y

muchas otras cosas que afectan seriamente la misión. Sin embargo,

nuestra fe en Dios y en la Virgen, nos llevará a la victoria final. No

olvidemos que la devoción mariológica de Don Bosco, bien puede ser

sintetizada en la advocación: Inmaculada Virgen Auxiliadora. María

Inmaculada es signo de la victoria de Dios sobre el poder del mal. La

imagen del Génesis, en la que la mujer pisa la cabeza de la serpiente

(Gen 3,15), es muestra del poder de Dios, hecho realidad en María y en

la Iglesia, que vence con su poderosa presencia a las fuerzas del mal.

Don Bosco tenía muy clara esta imagen en su corazón, frente al poder

de Dios no hay enemigo que pueda resistir. En una oración compuesta

por él mismo, Don Bosco presenta a María “fuerte y terrible como un

ejército ordenado listo para la batalla”. Con Ella de nuestro lado, no hay

nada que temer.

La Basílica de María Auxiliadora en Valdocco es, en nuestra Familia

Salesiana, signo del triunfo de la Iglesia sobre las puertas del infierno.

Es muestra de la poderosa presencia de María en la vida de sus

devotos. Este templo es para nosotros un signo que nos recuerda que

donde se abre el camino para Dios y para la Virgen, no hay lugar para

el poder del mal. Éste huye, porque sabe que no hay nadie como Dios.

María Auxiliadora es para nosotros salesianos, una presencia viva que

nos lleva a Jesús, y nos protege de todo cuanto pudiese alejarnos de Él.

Más su presencia no es sólo garantía de protección, sino que es también

impulso para luchar contra las fuerzas del maligno. La devoción a María

Auxiliadora es motivo de fuerza combativa, es coraje para luchar y

Page 27: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

23

vencer frente al mal. Nadie cuestiona la valentía de Don Bosco, quien

decía: “cuando se trata de salvar almas, yo me lanzó hasta con

temeridad”. Sin embargo, la confianza en María Auxiliadora, hizo de sus

jóvenes otros valientes guerreros en el combate por el Reino de Dios.

Un combate en el que las armas son la sencillez, la obediencia, el

trabajo, la humildad, la solidaridad, el amor, la justicia; en una palabra:

la virtud. Un combate en el que el enemigo, son los vicios y todo lo que

hace mal a uno mismo, a los demás y a la comunidad (la Iglesia).

Nosotros ya peleamos esta lucha, aunque lo desconozcamos, por ello

Don Bosco decía: “Sólo en el cielo podremos conocer con gran sorpresa

lo que ha hecho María Santísima por nosotros y las veces que nos ha

librado del infierno, y le daremos gracias durante la eternidad”. Y si bien,

nuestro trabajo es arduo y sin el Auxilio que nos viene desde el cielo,

poco podemos hacer, debemos recordar las palabras que Don Bosco

mismo nos dijo: “Lo que no pueden hacer los hombres, lo hará María”.

El demonio hoy se presenta de distintos modos. El Papa Francisco nos

ha prevenido sobre las nuevas formas en las que el demonio se hace

presente en el mundo, levantando las barreras de la división: “No

cedamos nunca frente al pesimismo y la amargura que el diablo nos

ofrece cada día”. “No debemos temer al maligno, cuando nos dice que

nada podemos hacer contra la violencia, la injusticia y el pecado”. Y es

que el mejor modo de luchar contra las acechanzas del maligno, al

menos en la más sana tradición salesiana, es el trabajo; especialmente

aquél que se realiza por la salvación de la juventud. Repetía Don Bosco:

¡Trabajo, trabajo y trabajo! Y es que trabajando por la educación y

evangelización de los jóvenes, especialmente los más pobres y

necesitados, alcanzamos nuestra salvación. Bien dice el P. Ángel

Fernández, décimo sucesor de Don Bosco: “Los jóvenes, especialmente

los más pobres, son un don para nosotros... son los jóvenes, las jóvenes,

y especialmente quienes son más pobres y necesitados, quienes nos

salvarán ayudándonos a salir de nuestras rutinas, de nuestras inercias

y de nuestros miedos…”.

Terminamos nuestra reflexión con un trozo de un sueño de Don Bosco,

que va de muy de la mano de la Carta de Roma, es muy útil para toda

Page 28: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

24

la Familia Salesiana. Se encontraban en un congreso unos diablos, ellos

querían destruir la congregación. Entre ellos discutían buscando la

mejor estrategia, uno proponía meter la gula, otro propuso el amor a las

riquezas, otro sugirió el libertinaje. Finalmente, uno sugirió: Persuadir a

los salesianos de que la ciencia debe ser su gloria principal. Estudiar

mucho para sí, para adquirir fama y no para practicar lo que aprenden…

así tratarán con desprecio a los pobres e ignorantes. Así no querrán

nada de Oratorios, ni de catecismo a los niños, nada de horas de

confesionario. Esta propuesta fue recibida con aplausos generales. Fue

entonces cuando los demonios se percataron de la presencia de Don

Bosco, y uno de ellos gritó: ¡Acabemos mejor de una vez! Y quisieron

acabar la congregación atacando y destruyendo a Don Bosco. Él

finalmente se despertó, con los pulmones deshechos de tanto gritar

pidiendo Auxilio.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

En nuestro quinto día de Novena, hagamos el propósito de esforzarnos

en:

- Derribar todas las barreras que el demonio haya podido construir

en nuestras vidas para alejarnos de Dios y de nuestra misión.

- Valgámonos del Auxilio de María, quien nos ofrece toda su ayuda

para vencer las fuerzas del mal.

- Reconozcamos la presencia del mal en nuestra sociedad, en

nuestra obra, en nuestra familia y luchemos contra ésta. Donde hay

unión, ahí se encuentra Dios. Por el contrario, donde hay ruptura y

confrontación, allí reina el príncipe del mal.

- En nuestras luchas, recordemos que María está siempre a nuestro

lado. No tenemos nada que temer.

Page 29: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

25

DÍA SEXTO:

“ESTÉN DISPUESTOS A SUFRIR

ALGUNA MORTIFICACIÓN POR AMOR A

MARÍA”

El Señor quiere que nuestra vida sea fructífera. En el Evangelio,

encontramos algunas imágenes en las que se muestra que la voluntad

de Dios es que demos mucho fruto. La fe debe llevarnos a ser mejores

personas, los frutos que espera el Señor de nosotros son precisamente

los valores humanos y religiosos, individuales y sociales, que nos

ayuden a realizarnos como personas, pero también que hagan de

nuestra existencia una bendición, un motivo de transformación, de

nuestro entorno, de nuestra sociedad. Para poder lograr esto, Dios,

como buen padre, nos educa. Leemos en el Evangelio de Juan, que

Jesús dice “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos… Todo sarmiento

que en mí no da fruto, mi Padre lo quita, y todo el que da fruto, mi Padre

lo poda para que dé más fruto” (Jn 15, 1-2). Dios quiere que demos fruto

y que lo demos en abundancia, estamos invitados a ver los sacrificios

de nuestra vida, como una “poda” que el Padre realiza en nosotros para

que nuestra vida sea más fructuosa.

Ahora bien, es importante que recordemos que Dios quiere para

nosotros la felicidad. La alegría de Dios es ver a sus hijos alegres,

contentos, satisfechos. ¿Cómo es posible, entonces, que podamos

hablar de hacer algún tipo de sacrificio o mortificación? La respuesta es

sencilla. Hay un único dolor, o sufrimiento, que Dios permite, y éste es

el que nos alcanza un grado mayor de felicidad, o el que hace más

felices a los demás. En otras palabras, a Dios no le gusta el sufrimiento

de sus hijos (¡Dios no es sádico ni masoquista!), pero acepta aquéllos

Page 30: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

26

que los hacen más felices, o que sirven para hacer más felices a los

demás. Éste es el sacrificio que agrada al Señor. En nuestro caso, como

salesianos, el sacrificio que Dios acepta y quiere de nosotros es el que

hacemos por la educación-evangelización de la juventud. Este trabajo

no es nada fácil, por ello se necesita una profunda vida espiritual y una

amplia disponibilidad a sufrir lo que es necesario para conseguirlo.

Como en la espiritualidad y la pedagogía salesiana, la alegría, el juego,

el movimiento, etc. ocupan un lugar de gran importancia, se corre el

riesgo de dejar de lado el otro componente muy importante: el sacrificio.

Nos dice Francis Desramaut, uno de los más grandes y expertos

conocedores de Don Bosco: “Hay que darse cuenta y admitir que la

sonrisa y la delicadeza de Don Bosco no sólo escondían un auténtico

espíritu de ascesis (de sacrificio), sino que además la misma ascesis

ocupaba un puesto de primer importancia en su enseñanza”. Es decir

que Don Bosco no sólo vivía una vida de renuncia y sacrificio, sino que

además enseñaba a sus jóvenes y salesianos a vivir del mismo modo.

Hay varios testimonios que dan cuenta de que Don Bosco no era nada

delicado consigo mismo. Para ser declarado santo, se comprobaron la

heroicidad de sus virtudes teologales, humanas y religiosas. Entre las

últimas se encuentran la vivencia de los consejos evangélicos de

castidad, pobreza y obediencia. Don Bosco los vivió en grado heroico,

los testimonios son unánimes. Pero no es que él fuese un masoquista o

cosa parecida, sino que vivía su ascesis orientada a un valor

inmensamente más grande, que cualquier gozo que pudiese ofrecer el

mundo, trabajaba para ganarse un pedacito de cielo, un trozo del

paraíso.

Don Bosco acepta su vocación de pastor-educador de la juventud,

consciente de que éste trabajo está lleno de sacrificios. Él no era un

ingenuo, dotado de una inteligencia muy despierta y además hombre de

una gran experiencia de contacto con la juventud, era muy consciente

de que el trabajo que le pedía el Señor no era nada fácil. La misma

Virgen María, en el ya muy conocido sueño del “emparrado de rosas”, le

muestra que el sendero que ha de caminar parece fácil, se ve lleno de

rosas, pero que debajo de éstas se encuentran gruesas espinas que

Page 31: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

27

lastiman y hieren. Es María misma quien le dice: “para caminar por este

sendero se necesitan los zapatos de la mortificación”. En otras palabras,

estar dispuesto a todo por el bien de la Iglesia y por la salvación de los

jóvenes. Ella es quien le exhorta: “¡No pierdas el ánimo! Con el amor y

la mortificación superarán todo y llegarán a las rosas sin espinas”. Los

salesianos, especialmente aquéllos de los primeros tiempos del

Oratorio, aprendieron a vivir así, dispuestos a realizar cualquier sacrificio

por el bien de la congregación, por la Gloria de Dios y por la salvación

de la juventud. Sin embargo, el diablo no duerme.

Aquel primer Oratorio que nació con un Ave María, creció ampliamente.

En sus mejores tiempos llegó a tener 800 internos y más de mil externos.

Sin contar a los jóvenes que lo frecuentaban los días festivos. Los

problemas de disciplina comenzaron a hacerse cada vez más difíciles.

Había un claro debilitamiento de la unidad, todos querían mandar y

pocos obedecer. Don Bosco llega a hablar de “la reforma de la casa del

Oratorio”. Ésta ciertamente era una situación de gran preocupación para

él y para sus salesianos. La Carta de Roma, escrita en 1884, es una

muestra clara de ello. En ésta Don Bosco habla claramente del espíritu

de sacrificio que debe caracterizar a los que se dedican a la educación

de la juventud. Comienza él mismo reconociendo “Cuánto he sufrido por

ellos y cuánto he tolerado… Cuántos trabajos, cuántas humillaciones,

cuántos obstáculos, cuántas persecuciones para proporcionales pan,

albergue, maestros, y especialmente la salvación de la juventud…”.

Luego reconoce también el sacrificio de sus salesianos, quienes “son

mártires del estudio y del trabajo y que consumen los años de su

juventud en favor quienes les ha confiado la Divina Providencia”. Sin

embargo, no se trata sólo de hacer sacrificios, ya que “el mejor plato en

una comida es la buena cara”.

Dos son, tal vez, los sacrificios que más recomienda Don Bosco,

podemos decir que son las “gozosas mortificaciones del salesiano” y de

cualquier miembro de la Familia Salesiana: 1) La asistencia, es decir el

compartir con los jóvenes en sus actividades cotidianas; y 2) La

observancia exacta del reglamento. No hay que buscar más, con eso se

tiene suficiente. Don Bosco sabe y reconoce que es necesario

Page 32: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

28

sacrificarse en el trabajo de evangelización y educación de la juventud.

“Al paraíso no se va en carroza”. Pero es muy consciente de que no se

trata de formar ascetas, anacoretas, o ermitaños. Dice: “No les

recomiendo penitencias o mortificaciones especiales, ganarán mucho

mérito y serán la gloria de la Congregación, si saben soportar

mutuamente las penas y disgustos de la vida con cristiana resignación”.

No temamos frente a las contrariedades y dificultades de nuestro

trabajo. Bien dice Don Teresio Bosco: “Es también reconfortante tener

casi como un parámetro, un medio sencillísimo para entender si estamos

en el camino trazado por la Virgen a Don Bosco y sus hijos: las espinas.

Si no las sintiésemos, querría decir que no estamos caminando por el

camino justo. Pero el remedio es sencillo, pues basta con hacerse con

algunas espinas: pobreza, viajes molestos, trabajos pesados,

muchachos miserables e incómodos”.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

Es el mismo Don Teresio, hablando de la enfermedad casi mortal que

sufrió Don Bosco en 1846, quien nos dice que: “A Don Bosco no los han

conservado vivo la Santísima Virgen María y aquellos pobres

muchachos trabajadores. No debemos olvidarlo nunca”. Por tanto,

hagamos el esfuerzo de:

- Estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio por el bien, la educación

y evangelización de la juventud. Este es nuestro sacrificio y nuestro

gozo.

- Veamos las dificultades de nuestro trabajo, como la poda que

realiza el Señor para que demos más fruto.

- Eduquemos y eduquémonos al sacrificio gozoso, al que viene de

trabajar por la gloria de Dios. ¡Qué lindo es sufrir por María! ¡Qué

bello es sufrir por el bien de sus hijos!

Page 33: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

29

DÍA SÉPTIMO:

“POR AMOR A MARÍA PONGAN EN

PRÁCTICA CUANTO HE DICHO”

En el Evangelio, Jesús nos narra la parábola de un padre que tenía dos

hijos. Éste “se dirigió al primero y le pidió: Hijo, ve a trabajar hoy en el

viñedo. El hijo le contestó: no quiero. Pero después se arrepintió y fue.

Después el padre se dirigió al segundo hijo y le pidió lo mismo. Éste

contestó: Si, Señor. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del

Padre? (Mt 21, 28-31). Hablando de la tarea de alcanzar la salvación,

Jesús nos deja claro que lo que más importa no son los buenos

sentimientos, sino las acciones concretas que se realizan. María,

nuestra madre, llegó a comprender bien que la fe no es sólo la

aceptación de unas verdades, ni la práctica de algunos rituales. Ella

sabía que la fe transforma toda la realidad de la persona, en

consecuencia, tiene el poder de cambiar el pensamiento, los

sentimientos, las convicciones, incluso las emociones. De allí que haya

podido ponerse completamente a disposición de Dios: “He aquí la

esclava del Señor, que se haga en mí según has dicho” (Lc 1, 38).

Porque vio que la respuesta generosa y de total disponibilidad a la

voluntad del Señor es buena para nuestra vida, nos exhorta

constantemente diciéndonos: “Hagan lo que Él –Jesús- les diga” (Jn 2,

5). Y es que un indicador de que la fe es auténtica y real, son las

acciones que realizamos, pues éstas son expresión de lo que vivimos

en nuestro corazón. Es cierto, “de la abundancia del corazón habla la

boca” (Lc 6, 45) y de él también salen las buenas acciones.

Una de las características más sobresalientes de la vida de Don Bosco

es su laboriosidad incansable. Fue un hombre de un trabajo colosal. Es

Page 34: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

30

curioso que en sus cartas la palabra que más se repite, después de

“Dios”, es “trabajo”. Como buen hijo de una familia campesina, desde

muy niño estaba acostumbrado al trabajo, para él no era una carga, sino

una bendición. Decía a sus salesianos: “No les recomiendo penitencias,

ni disciplinas; sino trabajo, trabajo y trabajo”. Jamás consideró el trabajo

como un medio de enriquecimiento, porque juzgó la riqueza –como se

lo había enseñado su madre- una auténtica desgracia; lo quiso como

plenitud, salud y santidad de vida. Porque Don Bosco considera el

trabajo como una gran bendición y una santa herramienta educativa,

formó a sus jóvenes en el trabajo y para el trabajo.

Ahora bien, su trabajo es netamente educativo y evangelizador. Solía

repetir que “entre las obras divinas, educar a la juventud es divinísima”.

Su trabajo lo enfocó siempre al bien de las almas. De este modo, su

trabajo se hizo santificador. En efecto, todas sus obras –oratorios,

escuelas, internados, talleres, capillas…- no son sino un esfuerzo por

alcanzar su propia santificación y la santificación de aquéllos que se

encontraban comprometidos con su misión. Esta meta es perseguida

por todos los creyentes, pero la obra de Don Bosco tenía un sello

particular que la distinguía de las demás. El estilo característico por

medio del cual realizó su trabajo educativo fue el Sistema Preventivo.

Entonces, su trabajo era el de la evangelización de la juventud y lo

realizaba mediante la puesta en práctica del Sistema Preventivo. Éste

es la expresión de su caridad (celo) pastoral, de su corazón de padre,

de pastor, que le movía a buscar el bien, y sólo el bien, de aquéllos que

le fueron confiados por la Divina Providencia, sus queridos jóvenes.

Ellos ocupan un lugar de predilección preponderante en su corazón. El

trabajo por el bien de la juventud, es pues el camino por el cual nosotros

mismos alcanzamos nuestra santificación.

Por todo ello, Don Bosco quiso dejarnos, en la Carta de Roma, esta

norma que hoy reflexionamos: “por amor a María, pongan en práctica

cuanto he dicho”. El punto central de esta carta es el trabajar por el bien

de los jóvenes, volviendo a ganar la confianza mediante la familiaridad.

No hay que escatimar esfuerzos en esta tarea. Don Bosco nos ha

mostrado claramente la meta: “formar buenos cristianos y honestos

Page 35: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

31

ciudadanos”. Nos ha dado el camino: “El Sistema Preventivo”. Nos ha

mostrado los indicadores de que éste nuestro trabajo es en verdad

salesiano: “la confianza y la familiaridad”: Nos ha indicado el premio: “El

paraíso”. Nos corresponde a nosotros poner en práctica lo que nos ha

indicado. Ojalá que aquéllas palabras duras, escritas en la Carta de

Roma, no sean también para nosotros: “Yo les hablo e insisto hasta

cansarme, pero desgraciadamente muchos no se sienten con fuerzas

para arrastrar las fatigas de antaño”.

Don Bosco es, pues, nuestro maestro y modelo. Es él quien nos enseña

el camino que debemos seguir en nuestro trabajo. Pero más aún, es él

quien con su propia vida nos muestra que este esfuerzo es posible, y es

más, es útil no sólo a los mismos jóvenes, sino también a la sociedad

toda. De Don Bosco aprendemos constantemente, es nuestro mejor

libro de pedagogía, es nuestra fuente de inspiración; en síntesis, es

nuestro paradigma.

Nos corresponde hacer presente a Don Bosco hoy. Poner en práctica

cuánto nos ha dicho, pero no ciegamente. Él nació hace 200 años en un

contexto completamente distinto al nuestro, nuestra tarea es la de

“traducir” las líneas fundamentales de su pedagogía y espiritualidad en

nuestras realidades. Estamos llamados a tener y poner en práctica una

“fantasía creadora”, como dice Boff, es decir, tener la capacidad de

responder a la realidad en la que vivimos, leyendo los “signos de los

tiempos”, y hacer que el Reino de Dios se haga presente. Este trabajo

debe ser realizado con un sano optimismo. Somos hijos de un soñador,

pero nuestro padre soñaba con los pies en la tierra y no pocas veces

con los ojos abiertos. Por ello se nos pide un sano equilibro, entre la

tradición salesiana y las nuevas realidades en las cuales la queremos

instaurar. En las palabras de Don Brocardo: “Ni adoradores de lo que el

paso del tiempo ha superado para siempre, ni fabricantes de novedades

que no llevan el sello del Espíritu Santo”. Esto mismo ocurre con nuestra

devoción a María Auxiliadora.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

Page 36: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

32

Quisiera terminar la reflexión de éste séptimo día de nuestra novena de

preparación a la fiesta de María Auxiliadora, citando sintéticamente los

rasgos de la espiritualidad mariana que nos regala Don Antonio María

Calero, tratemos de ponerlos en práctica, creo que sería el deseo de

Don Bosco:

- Es una espiritualidad que tiene una esencial dimensión pastoral. El

buscar de colaborar con Jesús, el Buen Pastor, y con María “la

pastorcilla” del sueño de los nueve años, en la obra de salvación

de la juventud. La “pastoralidad” configura y da una peculiar

perspectiva del amor y de la devoción de Don Bosco a la Madre del

Señor.

- Es una espiritualidad con una esencial connotación eclesial (de

iglesia). A lo largo de la historia, la presencia de María, como

auxiliadora del Pueblo santo de Dios ha sido una constante. Don

Bosco quiso plasmar esta vivencia eclesial en el cuadro que mandó

pintar para que presidiera la basílica de Turín. Un cuadro en el que

María está allí, en medio de la Iglesia. Este auxilio afecta

especialmente a la fe: una fe recta y convencida, ofrecida a los

demás como un auténtico valor de vida.

- Es una espiritualidad con una clara exigencia de proyección social.

En el doble sentido de preocuparse de los problemas que afectan

a los hombres concretos y del entorno social que afecta a la propia

espiritualidad mariana. En su vida terrena María no estuvo ajena a

los problemas del pueblo. Con mayor razón ahora, asunta a los

cielos, no ha dejado esta misión salvadora. “Con amor materno

cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se

hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos hasta la

patria bienaventurada” (LG 62)

Page 37: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

33

DÍA OCTAVO:

“EL DÍA DE MARÍA AUXILIADORA ME

ENCONTRARÉ EN SU COMPAÑÍA, ANTE LA

IMAGEN DE NUESTRA AMOROSÍSIMA

MADRE”

En su Evangelio, Juan narra que al ser Jesús atravesado por la lanza

del soldado, se cumplió la escritura que dice: “Mirarán al que

traspasaron” (Jn 19, 37). De este modo Jesús nos invita a ponernos en

frente de Él y contemplarlo. Miremos en su crucifixión el mayor gesto del

amor de Dios. Ponernos frente a un crucifijo, es tal vez la mejor

experiencia que nos ayuda a reconocer que “tanto amó Dios al mundo

que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no se pierda,

sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Jesús enseña desde la cruz. Los

grandes maestros de los hombres buscan lujosas y vistosas cátedras,

se visten con ropas especiales y andan rodeados de seguidores. La

cátedra de Jesús es la cruz, enseña desnudo y solo. Frente a Jesús

crucificado nuestras desnudeces, orgullos, gustos… cobran un sentido

distinto. ¡Cuánto bien nos hace ponernos frente a la cruz de Jesús!

Del mismo modo, Don Bosco invita a colocarse frente a la imagen de

María. Quiere que éste hecho sea realizado como una comunidad. En

esta ocasión, ya al final de su vida, quiere estar ante ella como un

miembro más de la congregación, de la comunidad, deja su lugar de

fundador para colocarse junto a sus hijos como uno más. Tal vez, con

este gesto quiere reconocer una vez más que no fue él el artífice de

todas las obras de la Congregación Salesiana, sino Dios y María. Al fin

y al cabo, él reconoce que “Ella lo ha hecho todo”. Dios es el Padre,

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María la madre y todos forman una única familia. Así, una vez ya unidos,

Don Bosco nos dice: “Familiarícense con las hermosas palabras que dijo

el ángel: ¡Ave María! Llena de gracia. Al despertarse en la mañana digan

siempre: “Dios te salve María”; y palparán el efecto admirable de esta

invocación. Muchas veces, cuando Don Bosco hablaba de lo buena que

era María, rompía en llanto, pues para él María no era una idea, o un

sentimiento, era una presencia real y constante, era la madre que

siempre estaba a su lado. ¡Cuántos sentimientos pasaron por el corazón

de Don Bosco al contemplar un cuadro de María Auxiliadora!

Hagamos también hoy el ejercicio de colocarnos frente al cuadro de

María Auxiliadora. Ese cuadro tan bello que fue pensado por Él mismo

“expresa el sentimiento íntimo de Don Bosco y el estado de ánimo de

los católicos en lucha y necesitados de seguridad, y sobre todo la

posición de María Reina y Madre de la Iglesia”. Y es que es la expresión

de uno de los anhelos más grandes de Don Bosco, la victoria de la

Iglesia frente a los poderes del mal. Esto es la victoria de Dios mismo

sobre el pecado que mata a sus hijos. María Auxiliadora se encuentra

en el centro, rodeada de los ángeles y de los santos. Se encuentra como

receptora de la gracia de Dios. Con el Niño Dios en manos, ambos

coronados y con cetros, que representan el poder de Dios que es capaz

de aniquilar a las fuerzas del mal. ¿De dónde sacó las ideas para que

Lorenzone las plasmara en un lienzo? “Don Bosco no es un estudioso,

un teólogo, un contemplativo que haya meditado largamente sobre los

misterios de la vida de María, o escrito tratados teológicos sobre ella. Es

un cristiano y un sacerdote educador; en cuya vida muy pronto y sin

cesar la Virgen irrumpió concreta y carismáticamente”. En este cuadro

encontramos pues sintetizada los anhelos y sueños de su corazón de

sacerdote educador, su ser pastor y educador de la juventud.

A los pies de María Auxiliadora se encuentra el Oratorio de Valdocco.

Don Bosco quiso mostrar con ello que siempre esta obra estuvo bajo su

protección, que a Ella se le debe su florecimiento, que Ella es quien lo

guía y que Ella es quien la sostiene. Como él mismo decía: “María

Santísima es la fundadora y la sostenedora de nuestras obras”. No

podemos sino contemplar este cuadro con el corazón lleno de

Page 39: María auxiliadora, la virgen del bicentenario

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sentimientos de agradecimiento y de confianza en Dios y en su madre

que son quienes nos han escogido con particular predilección.

Don Bosco dice que el día de María Auxiliadora se encontrará en

compañía nuestra, ante la imagen de nuestra amorisísima madre.

Ciertamente la fiesta de María Auxiliadora es el 24 de Mayo, pero todos

los días deben ser sus días. Toda la vida de Don Bosco giraba en torno

a Dios y a la Virgen. Del mismo modo, nosotros estamos invitados que

nuestra vida tenga un único polo de referencia: Dios, y que por medio

de Éste y para llegar a Él, busquemos a María.

Colocarse frente al cuadro de María Auxiliadora, frente a su imagen, es

reafirmar nuestra confianza en el Señor quien hace nuevas todas las

cosas, el mismo que es capaz de transformar nuestro mundo hasta

convertirlo en “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21, 1). Es hacer

también un voto de continuar en la Iglesia de Cristo, quien triunfará

contra las fuerzas del mal, no por sus propios méritos, sino por la

presencia del Señor. Pero tenemos además, como devotos suyos, una

tarea muy especial.

Hay mucha gente que no conoce a María Auxiliadora y tal vez nunca

lleguen a ver una imagen suya, pero nos ven diariamente a nosotros.

Decía un gran maestro espiritual: “Mira como vives, tu vida puede ser el

único Evangelio que muchos lean”, algo parecido podemos afirmar de la

imagen de nuestra madre. Estamos pues invitados a ser imagen de

nuestra madre. Cuando Don Bosco fundó el Instituto de las Hijas de

María Auxiliadora, proponía a sus integrantes: “ser un monumento vivo

de agradecimiento a la Auxiliadora”. Del mismo modo, nosotros estamos

convocados a ser imágenes vivas de su presencia en el mundo, signos

de esperanza, símbolos de acompañamientos, reflejos de confianza en

la victoria de nuestro Dios y sobre todo transmisores del amor de Dios

al mundo, especialmente a los jóvenes.

Terminemos nuestra reflexión del día de hoy con un fragmento de unas

Buenas Noches que dio Don Bosco en 1877: “Estamos en la fiesta de

Pentecostés y en la Novena de María Auxiliadora. Durante estos días,

se obtienen cada día no una sino muchas gracias de la Virgen… Les

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recomiendo, pues, en cuanto sé y puedo, que el nombre de María quede

grabado en su mente y en su corazón; invoquen siempre el nombre de

María, especialmente con la jaculatoria: “María Auxilio de los cristianos,

ruega por mí”. Es una oración breve y muy eficaz. Por tanto, cuando

quieran obtener una gracia espiritual, y por gracia espiritual puede

entenderse verse libre de tentaciones, de aflicciones de espíritu, de falta

de fervor para adquirir cualquier virtud, no tienen más que invocar a

María”.

SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

Ya casi al término de nuestra novena, como buenos devotos de María

Auxiliadora asumamos el compromiso de:

- Llevar una medalla, una estampita, o una imagen de María

Auxiliadora; para contemplarla y recordar que ser su devoto es

asumir con firmeza nuestras responsabilidades como cristianos.

- Recordar que para muchos, nosotros somos el único Evangelio y

la única Imagen de María Auxiliadora que leerán y verán.

- Rindamos homenaje a María Auxiliadora en su día, es decir el 24

de Mayo y todo el resto del año. Pues todos los días son el “día de

la Virgen”

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DÍA NOVENO:

“LA FIESTA DE MARÌA AUXILIADORA DEBE

SER EL PRELUDIO DE LO QUE UN DÌA

HEMOS DE CELEBRAR EN EL CIELO”

En su predicación Jesús nos enseña que, como hijos de Dios, somos

ciudadanos del Reino de los Cielos. Junto con toda la Iglesia, nos

encontramos en peregrinación hacia la casa del Padre. Salimos de Dios

y nos encaminamos hacia el gran encuentro con Él. Este encuentro es

motivo de gran alegría. En su Evangelio, para enseñarnos cómo será,

Jesús utiliza imágenes que desbordan alegría: un banquete, una fiesta

(Lc 14,15-24). La alegría de encontrarnos con el Señor comienza aquí,

aunque de modo todavía imperfecto, y se encamina hacia la plenitud.

Es un “ya, pero todavía no”. La alegría de la fe cristiana desborda los

límites del tiempo y del espacio, apunta al infinito; es una alegría

escatológica.

La devoción mariana incentiva en nosotros el deseo de volver a la casa

del Padre. Ella que ya vive la inmensa alegría de la unión íntima con

Dios, como buena madre, quiere que nosotros sus hijos gocemos

también de la dicha del Paraíso. Decía Don Bosco: “María continúa

ejerciendo en el cielo la misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de

los cristianos”. Por ello, mediante la práctica de sus devociones, Ella

misma nos invita a gozar de la presencia del Señor, nos repite

constantemente: “¡Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra

mi espíritu en Dios mi salvador!”. María es, pues, signo de la Iglesia que

acoge a su Señor, lo acompaña y espera gozar con él de su eterna

bienaventuranza. Por eso, los padres de la Iglesia no han dudado en

reconocerla como “puerta del cielo”. Lo mismo para nosotros salesianos,

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María Auxiliadora nos ayuda a adquirir una profunda esperanza

escatológica, a creer fuertemente en la vida eterna. Acercándonos

sinceramente al corazón de María y experimentamos ya un poquito del

paraíso.

En la pedagogía y espiritualidad de Don Bosco, el “Anhelo, sed o

nostalgia de la eternidad” jugaba un papel fundamental. El gran

educador supo generar en su Oratorio, un ambiente tal que muchos

decían que “se respiraba a eternidad”. Las oraciones, buenas noches,

ejemplos de santos, pláticas, retiros (llamados precisamente “ejercicio

de la buena muerte”), buscaban introducir a los jóvenes en el deseo de

estar ya gozando con Dios en su eternidad. Así, sus jóvenes no temían

la muerte, bien podían decir de corazón aquel famoso verso de Santa

Teresa: “Y tan alta gloria espero, que muero porque no muero”. Así, este

anhelo de eternidad se convertía en un gran incentivo para buscar la

perfección humana y cristiana. En una palabra, tener una vida virtuosa.

Si Don Bosco dejó escrito de su amigo Luis Comollo, que “toda su vida

fue una preparación para la muerte”, no pocos de sus jóvenes

(¡albañiles, obreros, picapedreros!) pudieron haber recibido el mismo

elogio. Solo que, a diferencia de Comollo, cuya vida estaba cargada de

penitencias, los jóvenes de Don Bosco se preparaban al encuentro con

el Señor en medio, si del cumplimiento de sus deberes, pero no sin

juegos y cantos.

Pero Don Bosco no les ofrecía un cristianismo “light”, por el contrario su

propuesta de santidad era adecuada a su edad y condición, pero

exigente. En un análisis de sus cartas (más de 20000), se descubre que

la imagen de Jesús que más eco tenía en la vida de Don Bosco era la

del Buen Pastor y la de Jesús presente en la Eucaristía. Sin embargo,

el “Cristo juez”, ocupa también un lugar importante. En su pedagogía de

los novísimos, Don Bosco no ocultaba que toda persona se encontrará

un día frente al trono de Dios para ser juzgado. Momento ciertamente

terrible. Pero el buen creyente no tiene mucho que temer, ya que tiene

de su lado a María, la Madre de Dios, la mejor abogada ante Adios,

quien así como lo fue en la vida terrenal, al momento del juicio será

también su Auxilio y prenda de salvación. Ése es precisamente el último

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sentimiento de la vida de Comollo: “¡Qué felices son en el momento de

la muerte los devotos de María!”.

Nuevamente, Don Bosco –de quien se dijo que fue un “hombre para la

eternidad”- es nuestro modelo, pues espera confiado gozar del premio

prometido a los que aman al Señor, al final de su vida escribe: “Les

espero en el cielo. Allí hablaremos de Dios, de María, madre y sostén

de nuestra congregación; allí la bendeciremos eternamente; la

observancia de cuyas reglas contribuyó poderosamente a salvarnos.

Sea bendito el nombre del Señor ahora y por siempre. ¡A ti, Señor, me

acojo, no quede yo defraudado para siempre!”.

María es para nosotros, como nos lo ha dicho la Iglesia en el Concilio

Vaticano II, signo de esperanza cierta. Por ello celebramos sus fiestas

con gran alegría, pues son para nosotros un anticipo de lo que hemos

de celebrar en el cielo. Así, como cuando participamos de la Eucaristía,

gozamos ya un poco del banquete celestial preparado para los hijos

amados de Dios; del mismo modo celebrando las fiestas de nuestra

madre participamos un poco de la gran fiesta que nos espera desde la

eternidad. Preparemos sus fiestas con gran alegría, en lo interior como

en lo exterior. En la Carta de Roma, Don Bosco deja una indicación muy

clara: “Deseo que la fiesta se celebre con toda solemnidad… que la

alegría reine también en el comedor”. ¿No son estas palabras un

anticipo de la invitación del Señor?: “Muy bien siervo bueno y fiel… entra

en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 21).

Para terminar nuestra reflexión y novena, cedamos la palabra

nuevamente a Don Bosco: “Al final de esta novena que todavía estamos

celebrando quisiera que grabaran en su corazón estas palabras: María

Auxilio de los Cristianos, ruega por mí. Que la recitaran siempre, en todo

peligro, tentación y necesidad; y que pidan también a María Auxiliadora

la gracia de poderla invocar en sus necesidades. Yo les aseguro que así

pondremos al demonio en bancarrota. ¿Saben qué significa poner al

demonio en bancarrota? Quiere decir que ya no tendrá ningún poder

sobre nosotros y deberá retirarse. Mientras tanto, pido al Señor y a María

Auxiliadora que les bendigan y proteja. Buenas noches”.

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SER DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA HOY

Mañana es un día muy especial, celebraremos la fiesta de nuestra

madre. Por nueve días hemos venido haciendo una preparación más

sentida para poder llegar con un bello ramillete de flores ante la

presencia de nuestra madre. Los propósitos que hoy proponemos son

tal vez los más sencillos, son los que más repetía Don Bosco,

pongámoslos en práctica:

- Propagar siempre y en todo lugar la devoción a María Auxiliadora

y a Jesús Sacramentado.

- Confiemos siempre en ella, nunca nos abandona.

- Ella continuará ciertamente bendiciéndonos si confiamos en Ella y

promovemos su culto.

- Aprendamos de sus virtudes. Principalmente de su humildad, que

no genera pasividad, sino entusiasmo y celo por el bien de las

almas.

- En toda duda, tribulación o conflicto; invoquémosla.

- Que en nuestros labios siempre esté la oración: “María Auxiliadora,

ruega por nosotros”.

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ORACIÓN DEL BICENTENARIO DE DON BOSCO

Padre y Maestro de la juventud, San Juan Bosco,

que, dócil a los dones del Espíritu y abierto a las realidades de tu tiempo

fuiste para los jóvenes, sobre todo para los pequeños y los pobres,

signo del amor y de la predilección de Dios.

Se nuestro guía en el camino de amistad con el Señor Jesús, de modo que descubramos en Él y en su Evangelio

el sentido de nuestra vida y la fuente de la verdadera felicidad.

Ayúdanos a responder con generosidad a la vocación que hemos recibido de Dios,

para ser en la vida cotidiana constructores de comunión, y colaborar con entusiasmo,

en comunión con toda la Iglesia, en la edificación de la civilización del amor.

Obtennos la gracia de la perseverancia al vivir una cota alta de vida cristiana,

según el espíritu de las bienaventuranzas; y haz que, guiados por María Auxiliadora,

podamos encontrarnos un día contigo

en la gran familia del cielo. Amén