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(Ao)C A R T A

DE DON FRANCISCO SERRA

A D O N J . M .

EH C O N T E S T A C IO N A LAS R B F LE X IO N B B

SOBRB SU D IC T A M E N , R E L A T I V O

X IN Q U IS IC IO N .

IM P R E S A EN C a DIZ:

T R E I M P R E S A E N V A L E N C J A y

e n x a I M P R E N T A D E D . B E N I T O M O N F Q R T .

1813.

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J e . . ! Señor D . J o ta 6 D . J e ta , ó co­mo quiera que vd. se llame: J e s ú s ! ¡c ó ­mo babia y o de imaginar que mi dicta­men levantase en su ánimo ese tropel de dudas , recelos y sentimientos quemanifiesta vd. en su carta! Piensen otros lo que quisieren; y o creeré siempre que ha hecho vd. m uy bien en publicar sus reflexiones ; mírese sino el fin que le ha movido á ello ; esto e s , que reyne la. verdad y y se ponga en claro. ¿Puede darse deseo mas loable ? Pues lo que es­cribe al fin de, su carta , oh ! eso debía estar esculpido en láminas de oro. E s ta s reflexiones, dice v d . , se me han.ofrecido sobre las citadas proposiciones d e l Señor. Serra , que sujeto a l dictam en de v d . , j s i no las h alla dignas de algún mérito, sievtp^e se sa lv a rd m i in ten to , que es excita r mejores plum as d que ilustren m as esta m ateria , hasta conseguir , s i es posible , que sea una misma la opi- fiion de todos.. Eso , eso , Señor D . Jota\ así quiero y o á los ho m b res; esté vd* siempre por la verdad , y no me sea de aquellos (q u e son los mas como vd. sabe)

auQs piidet dediscenda f a t t n y a los qua- les suelo y o llamar Cestios. Q uizá no sa­brá vd. el por qué ; pues o yg a , que á fe mía le ha de gustar.

En tiempo de nuestro Séneca, el padre del filósofo , habia en Roma un retórico, llamado C e s tio , muy, fanfarrón y presumi­do de elocuente. Eralo tanto , que de Cicerón decia que fitó un niño de teta para él. Y para prueba de ello convido al pueblo romano á oirle una oracion que tenia compuesta contra la famosa y tan celebrada de Tulio , en favor de Milon. A cu d ió un sin número de gentes á oír­le á la hora y dia señalado. Subió Cestio á su tribuna ; observó el silencio grande que se guardaba , y empezó diciendo : S i T h r a x esseniy F u siu s essem ; s i Patiío^ mimits essem , P a n tillu s essem j s i eques, M elison . A l oir esto Séneca , que debia de gastar com o d ec im o s, malas pulgas, no pudo sufrir mas. Púsose en p i e , y es­forzando la v o z , y encarándose con el nuevo rival de Cicerón , le dixo ; s i c lo a - f a e s s e s , magna esses. Pobre Cestio ! E l que se o y ó tan á deshora llamar cloaca, se quedó hecho una estatua, sin aliento para proseguir en su oracion; y aun quan- d o lo tu v iera , no se lo permitieran la zum ba y ias carcajadas del auditorio. Ea*

( 5 )tonces Séneca , por sacarle de su aturdi­miento , se llegó a la tribuna , asióle del cabezón , y le fue llevando de Pretor en Pretor , haciéndole en cada estación de estas su preguntita sobre algún punto de derecho; y como á ninguna de ellas acer­tase á. satisfacer, allí era la fiesta , allí el reir y silvarle los amigos de Séneca, que los seguían de comparsa ; hasta que ca n - fiados de tanto reir, le pidieron le dexase. Está bien , les respondió, y o lo haré así; pero antes nos ha de confesar que C i ­cerón fue mucho mas elocuente que él. Pues ¿ creerá vd. D . J o t a , que no lo pudo recabar? Cestio se quedó Cestio , y C i - eeron un niño de teta para él. Q u é tal? J o ta m ío, ¿ hago bien en llamar Cestios á los que están así asidos á su opinion , que no hay razones que basten á desasirlos de ella ? ¡ Q u é feos hombres! ¿ Y se habia vd. de parecer á estos

Ahora p u e s , mereciéndome vd. tan buena opinion , ¿no le parecerá Justo que y o , y o que le causé el daño j sea de los primeros en acudir á su remedio ? lis ver­dad que no so y de los Harpados , pero esto nada importa. ¿Q ué des^a vd.? que se examinen y pesen sus rejlextones ? Pues yo lo haré. ¿Quiere vd, además que Se le diga sin rodeos y con lisura lo que

C 6 )ellas valen? L o mejor del mundo. Se lo diré también, y verá con el favor de Dios lo mucho que ignora. Pero a y ! que tam­bién lo vio C es iio , y no cayó de su asno ! ¿Empecemos y a ? Empecemos.

R E F L E X I O N P R I M E R A .

( 4. de la C arta . )

R eprueba vd. mi traducción de la au­toridad de Benedicto X I V , nemo salva

Jiide ^ c . N ota vd. que en toda ella no se leen estas palabras: Episcoptis omniuni episcopatuum L rciesice , y las halla en mi traducción castellana. ¡Q u é cosa tan e x ­traña! dice vd. hacerle decir á Benedic­to X I V . lo que no dixo. Aun gracias, Se- ñor D. J o ta , porque lo atribuye á mi ignorancia; que á no ser así , no fuera y a solo cosa extraña , sino indigna de un hombre de bien. Dice vd. que y o me en-

faño en creer que vale lo mismo que e l 'apa puede oir la s confesiones , y dele^

¿ a r pa ra oirías de los fie le s en toda la Ig le s ia , que ser Obispo de todos los obis- fa d o s de e lla ; y asi si puede oir y de- legar para que oygan la s confesiones en todos los obispados , de todos es Obispo. Así e s , así lo ju zg o , y por juzgarlo asi

{ 7 )roe he tomado la libertad , á mi parecer m uy justa, de traducirlo como lo he tra­ducido. Pero me he engañado , dice vd. y o digo que no. V d . me lo prueba á su pa­recer , y y o me rio. V á lg a te Dios por humor » dirá vd.... como ha de ser : cada qual tiene e ls u y o .M e arguye vd. (pág. 5.) Con la licencia am plia que un Obispo dci á otro Obispo de exercer la s funciones episcopales en su diócesis , no le hace Obispo de e lla ; líie^o no es lo mismo poder un Obispo ó e l P a p a exercer la s funciones episcopales en una diocests^ que ser Obispo de e lla . ¿ Y no quiere vd. que me ría ? ¿ Es posible, Señor D . J o ( a , que sea la sumerced tan corto de vista , que no alcance á distinguir que esta conse- qiiencia ni es ni puede ser hija de tal madre ? Dígame por su vida , ¿ qué le ha movido á no poner en la conseqüencia aquella expresioncita con la licencia am~. p lia que puso en el antecedente'i ¿ P o r qué la ha callado y no ha dicho : luego no es lo mismo poder un Obispo 6 e l P a^ pa~ exercer las funciones episcopales en una diócesis con la licencia amplia de su Obispo , que ser Obispo de ella ? Y a , y a lo entiendo ; porque si así lo hiciera , vd. mismo se metia el puñal hasta el corazon. Pero jqué digo y o ? Me engaño mucho

en pensar así de un hombre como vd. que desea reyne la verdad y que se ponga> esta en claro. Habrá sido pues por ig ­norancia , porque no hay otro inedío ; á lo menos y o no le hallo , de disculpar á vd. Y I no se dará una palmadita en esa honrada frente , viendo lo poco ó na­da que vale su fr im era rejiexton ? Pues orro tanto vale lo de la ida que vd. men­ciona del Obispo de Albarracin al arzobis­pado de Valencia pa ra restablecer e l érden en lo esp iritual y eclesiástico. Se examinará y pesará en su oportuno lu­gar : pierda vd. cuidado , que no me olvi­daré de ello,

R E F L E X I O N S E G U N D A .

( P d ^ . 6. de la C a rta , )

D ice vd. que el canon xx i. del conci­lio Lareranense i v . decretó que todos los fieles qtie lleguen á la edad de la discre­ción deben confesar fielmente sus peca­dos , á lo menos una vez al año , d su propio Sacerdote. Párase vd. aquí d r e f ie - xionar , y dice ; sobre quién se debia en­tender por propio Sacerdote , hubo dos opiniones. Unos decian que era solo el C u ­ra Párroco » de modo que no confesando

^ 9 ) ,con él no se cumplía con lo prevemdo en dicho cán on , aunque uno se confesase con su Obispo , ó con el Papa. Otros decían que en confesando con el l^apa ó con su Obispo se cumplía con el p recepto , por­que uno y otro se entienden por propio Sacerdote lo mismo que el Párroco ; y de esta opinion, añade vd. fue Benedicto x iv ;

y esto , y no mas es lo que dixo en la ci­tada proposicion N íw o salva fid e ^ c . Pie aquí , D . J o ta , el fruto qua sacó vd. d e su reflexión ; y se agradó tanto de 6\ , que lleno de gozo y sin poderse contener pro­sigue .- en una cosa tan clara y manifies­ta no sé d cjiié viene a q u í el Obispo de to­dos ’os obispados de la traducción. ¿ N o lo sabe vd. ? Pues y o se lo diré : pesemos su reflexión , ó por mejor d e c ir , el fruto que sacó de e l la -A seg u ra <\xíq esto y no mas dixo Benedício x i v ; esto es , que e l P a p a como e l Obispo se entiende ba­sco d e l nombre de propio Sacerdote 6 Pár­roco. V e n g a vd. a cá , bendito hombre: si eso y no mas quiso decir y dixo Benedic­to XIV , si solo quiso dar á entender que el Papa en toda la Ig lesia , y el Obispí) en su obispado son ú p rop io Sacerdot-e ó /■*iir- - roco , ¿no le bastara d ec ir : Nemo salva f i- de negare potest summum Pontijiceni in iota E c c l e s i a e t E piscopiim in dicecesi-

( 10 ) . ^

Sîbî commîssa esse proprîam Sacerdotertt fítii fid eliu m confessîones excipere va­lent ? ¿Puede por ventura el párroco en punto de confesiones hacer otra cosa que confesar á sus parroquianos ? ¿ Puede dar licencias á otros para que los confiesen? N o por cierto , porque eso es propio y- privativo de los Obispos. Luego con decir Benedicto x iv . que el Sumo Pontífice no ■solo puede oir confesiones en todos los obispados de la cristiandad , sino dar li­cencias de confesar en ellos á quien le pa­rezca , no solo quiso decir que es su pro­pio Sacerdote ó Párroco sino su Obispo.Y siendo esta ( permítame vd. que íe tome- la palabra ) una cosa tan clara y mani­

f e s t a , eomo se me viene gallardeando, y diciendo con cierto a yre de mofa y son­risa y no sé a qué viene a q u í el Obispo de todos los obispados de la traducción^ Y a vd. ve á lo que viene : viene á que se dé D . J o ta otra palmadita en la trente , al ver lo poquísimo que vale su segunda re­flexión... Poco á poco. Antes que pase­mos adelante, bueno será, Señor D. Jota^ que tome v d . un papeliro y escriba en él, primero , rejlexíones , y un poco despues y en la misma línea j su valor y peso. A las dos que acabamos de exáminar, puede vd. ponerles un cero- bien formado para

que se distinga. Si vd. no se lo pone , otros se lo pondrán ; prestar paciencia , y va­mos adelante.

R E F L E X I O N T E R C E R A .

{ F ‘íS- 7-)

Á buen tiempo me ocurrió lo del pa- pelito. A esta tercera reflexión póngale vd. un cero slndetenerse ápesarla,porque vd. mismo dice que toda ella no contiene si­no conseqüencias muy débiles y misera^ bles. Y lo peor es que es cierto; pero hom­bre de D io s , y a que lo conoce, ¡ para qué nos encaxa esta débil y miserable parva?

R E F L E X I O N Q U A R T A .

( jSn la misma 7. )

Me es preciso , y lo siento, copiará la letra lo que vd. dice aquí, para poder con claridad señalar el valor y peso de es­ta reflexion. E l p m to que se tra ta , dice vd. es averiguar Jas facultades que dió Jesucristo á San Veáto^cabeza de su Igle­sia , y que se han comunicado á sus su­cesores los Romanos Pontífices. N o hay duda j este es el punto ; y con mucho gus-

( .12 )to lo confieso. Prosigue vd. Salvas estas y (facultades) el P a p a quedará Papa^ e í Obispo qtteda rd O bisp o,y e l Párroco que­d a r á Párroco, Señor D .J o t a , si se avie­ne vd. á hacer aquí una pequeña adición, ■vale esto m ucho; si n o , nada. La adición es salvas estas fa cu lta d e s , y contentán­dose con e l la s , el P a p a qu ed a rá Papa^

y e l Obispo qu ed a rá Obispo. Concluye yd. e l P a p a tiene las fa cu lta d e s de cada Obispo , y adem ás otras muchas en toda, la universal Iglesia. E n seguida de las pa* labras , y adem ás otras muchas en toda la universal Ig le s ia , debió añadirse: unas como primado instituido por Jesucristo, y otras que por honrarle le han concedido los Obispos de la misma Iglesia. D e otra suerte queda la cláusula obscura , y no puede vd. gloriarse como se gloría , de que con estas nociones claras y notorias á to­d o s , se distinguen estos ministros de Je­sucristo , y form an la que llamamos ge~~ ra rq uia .... Hasta aquí y a v d . lo ve vamos de paz ; pero qué p a z , ni paciencia pue­do tener al leer y considerar lo que vd. sigue diciendo! Quiérolo copiar á la le­tra , para que vea el mundo la razón con que me quejo. Con estas nociones claras y notorias á todos se distinguen estos mi­nistros d e J e s u c r is to , y. form an la ^ufi

( '3 í , ,llamamos gerarquia. t s t o en la pag. f . vuelvo la h oja , y me hallo , sin coytfun* dirse unos con otros , como lo intentan muchos.... A y ! qué raza de gen­te esta tan perversa! solo pa ra presentar odiosas las opiniones mas sólidas y ver­daderas......¿Es posibles ¿Está vd. cier­to? Y ¿quiénes son estos malvados ? Aquí, aquí lo dice vd. señalándolos como con el dedo. esto tiran los títu los de Obis­po de los' O bispos, T a p a u n iversa l, y otras pasm arotas... (Qué palabrita estal) con que- quieren asustar d los incautos 6 poco advertidos, pa ra disputar a l P a - pa sus -legítimas fa c u lta d e s . ¡Q u é mas claro lo quiero! Uno de estos malvados- y perversos so y y o , pues en mi dictá- men apenas hablo de otra cosa que de esos títulos de Obispo de los Obispos y P a p a universal , que vd. llama pasm a­rotas. Pero e s to , aunque lo siento , por­que debo sentirlo, no es (se lo confieso con toda verdad) no es lo que mas me duele. Oygam e el Señor D. J o ta . V d . ha leído mi dictamen ; luego en él ha visto la carta del Papa San Gregorio el grande al Patriarca Eulogio. ¿Me negará vd. que le habla dél título de'Papa universal? N o ; ¿ Y tendrá vd. á aquel santo Padre poF uno de estos p erversos, como m« tiene á

. ( u )mí? N o es creíble. ¿Pues qué razón hay para que vd. me culpe á m í , y no culpe ( y hace m uy bien) al Papa S. Gregorio? M a s \ ¿ha observado vd. como le llama titulo soberbio , y como le pide al Pa­triarca que nunca se lo d é? Pregunto, 3ues : ¿era este gran Papa del número de

- os desgraciados que queremos con estas y otras pasm arotas asustar á los hicau- tos 6 poco advertidos, p a ra disputar a l P a p a sus legítim os derechos? ¿Se acuer­da vd. que también le dice al Patriarca que es incompatible ser el Papa Obispo un iversal, y -haber Obispos en la cristian­dad? Q né responde á esto el Sr. T>. J o t a i Sobre esto hace una reflexión como su­y a . C reyendo decir mucho , prorrumpe en las siguientes palabras: f ix e s e primero a l nombre (de Obispo universal) su sig­nifica do, y después cabe disputar s i com­p e te ó no compete a l romano Pontífice, ¿ Y le parece á vd. que quando el Papa San Gregorio detestó el dictado de Obispo u n iversa l, no habia fixado su obvio sen­t id o , y no sabia lo que significaba? Mas\ L e parece á vd que quando en el C o n ­cilio de Trento se disputó tanto sobre esre mismo título ó dictado sin poderse acordar las p a r te s , fue por haber falta­do allí ua D . J o ta que les advirtiese i

( M )los Padres qne antes de entrar en la' dis­cusión ó disputa se debia fixar e l sertido de. este dictado? A y ! pobre J o ta \ pón­gale vd. no uno , sino tres ceros á esta ju reflexión, y pasemos adelante.

R E F L E X I O N Q U I N T A .

( V d g .9 ’ )

P a s o , dice vd. a l punto principal...» O ! y quanto deseaba llegar- aquí! Como las fa c u lta d e s , prosigue, d e l P a p a y de los Obispos p a ra e l gobierno de la ig le ­sia , no sean otras que la s que á San Pe- 4ro y dem ás Apóstoles ha comunicado Jesucristo , no hallo otro medio ni mas propio, ni mas seguro ; e l único pa ra en­tender qnáles sean , que exam inar sin preocupación.... ( Q u é bueno!....) los lu- gares mismos en que_ Jesucristo les hizo &US prom esas , ó les otorgo dichas g r a ­cias. Lindamente d icho; pero pudo j de­bió el Sr. J o ta haberlo mejorado. \ a sa­brá vd. el grande abuso que en tiempo del Concilio de Trento se hacia de los textos de la sagrada Escritura , interpre­tándolos cada qual como le parecía ; de donde vino á ser proverbio ; no hay quien con. la B ib lia en la mano no se tenga por

( i 6 )un P a p a . Pues para corregii* este abuso y poner tìn á las disputas , mandó pru-- dentísimamente el santo Concilio, que en los sermones y disputas se estuviese á las interpretaciones que á los textos de la Escritura hubiesen dado los santos P a­dres. Y vea vd. aquí por qué he dicho que podía y debia haberlo mejorado, aña­diendo ; como exa m in a to n y entenJieron estos lugares los santos P a d r e s : y no que se le ha quedado en el t in tero , como si no lo supiera ; pero vamos siguiendo, l in esta misma pág. 9. cita vd. dos textos del Evnngelista San M ateo , y no se defíe* ne , y lo mismo hace con el del Evange­lista San J u a n , cap. 2 0 , v. 21. 22. y 23.- L a causa de no detenerse e's, según vd.. dice , y dice m uy b ien , porque la s facul­tadas que Jeíucristo concedió en dichos textos á los A póstoles , todas la s recibió San P e d t o , y en esto era igual eon todos ios dem ás A póstoles. Pero como vd. no va en busca de e s to , sino de la. ventaja que les llevaba el Apóstol San Pedro por eoncesion de Jesucristo , de ahí es que pasa corriendo hasta dar con el cap. 21. del mismo San J u a n , vers. 5 , y dice: Fb solo hablaré a q u í de la fa c u lta d que nos refiere e l E van g elista San J u a n , porque ella sola basta ¡ s i no me engaño.,..

. f i '7 )no lo advierte, Sr. D . J o t a , pero qué mal puesto está aquí este , sí no me engaño!) e lla sola basta p a ra convencimiento de la verdad que me he propuesto aclarar» Habré de poner aquí también el texto. D ic e : Y qiiando hubieron comido (Jesús y sus D iscípulos) d ix o J e s ú s d Simón Pe-> dro : Siman i hijo de J u a n , ¿m e amas mas que estos? Respóndele: S í Señor ,tti sabes que te amo. D íc e le : apacienta mis corderos. D íc e le segunda v e z : 5/- mon , hijo de J u a n , ¿ me amas ? R e s­póndele : S í S e ñ o r , tit sabes que te amo, D íce le : apacienta mis corderos. D íc e le tercera v e z : Simón , hijo de J u a n , ¡m e am as? Enternecióse P e d r o , porque le habia dicho tercera v e z : ¿me am as? Y díxole". Señor 3 til sabes todas la s cosas, iií sabes que te amo. D í x o l e : apacienta mis ovejas. ¿D e qué os parece, D . J o ta ,. que me estoy riendo? D e lo que luego d e c ís , a q u í es menester negarse d todo sen tid o , o haber d e confe.sar que J e s u ­cristo habla d solo P ed ro ,y de é l so lo , y no de los dem ás Apóstoles. V e d aquí por qué os dixe antes que aquel si no me en­gaño estaba m uy mal puesto ; lo mismo que si en dia claro y sereno me d ixe- ra is : ahora, s i no me engaño , es de d ia , Pero dexerjjos es to , Señor D . J o t a , y va«

mos á lo que mas interesa. V d . aquí dis­para á ojos cerrados, como solemos decir, y á c a y g a quien cayere. ¿ V d . se burla, Señor D . J o ta 'i 'Vá- se burla? Según eso S. Agustín fue uno de esos que se niegan á. todo se n tid o , pues no confesó que Jesu­cristo habló á solo San P ed ro . O y g a vd . sus palabras, y verá ( y no digo com o vd. s i no me engaño) que no lo confesó. N o solo P ed ro i dice este doctísimo San to , no solo P ed ro fu e entre los D isc íp u lo s d e l S e ñ o r , e l que mereció apacentar sus ove-

ja s . H a b la Cristo d uno , y con ello re­comienda la u n id a d y y prim ero habla ¿t P e d r o , porque P ed ro es e l prim ero d e lo s A póstoles. Non inter D iscíp u lo s solus (P e tru s) m eruit pa scere dom inicas oves% s e d quando Christus a d unum loquitur, v.nitas com m endatur, et P etra prim itzis, q u ia in A p o sto lis P e tru s est prim us. D ígam e ahora el Señor J o ta \ í i hubiera leido á San Agustín ( ¡ y qué mala vergüen­z a es no leerle!) dígame la v e rd a d , hu­biera hecho esa descarga tan...... Pónga­le vd. el nombre que q u ie r a , que y o no .acierto , ó por decirlo mejor, no me atre­vo. Y sepa m as, que este Santo dixo aque­llas palabras mirando de hito en hito es­te mismo capítulo 21. v . 15. de San Juan. ¡■Lo.que va de vista á vista, Señor 'D .J q*

( 9 )tA \ ¿Quiere vd. ver otro m uy mal herid® de esa descarga? Pues este es S. Ambrosio. O y g a vd. como habla en su precioso libro de la dignidad sacerdotal. P o r tres veces le repite e l Señor apacienta mis ovejas; fe r o qué ov eja s , qué rebaño recibió en-' tonces e l bienaventurado San P ed ro f Todos la s recibim os, él con nosotros, y nosotros con él. ¿ Q u é t a l , Sr. V). J o ta } ¿ Es lo mismo é l con nosotros y nosotros con é l f que dice San A m b rosio , q u e , e l privilegio que aqut le concede es tan pro­p io y privado d e P ed ro que en é l no es­tá comprendido ninguno de los Apóstoles^ como vd. dice? B^sta de esta reflexión, y póngale vd. los ceros que le parezca.

R E F L E X I O N S E X T A .

( F á ¿ . IX.)

A q u í me pone vd. á la letra una auto­ridad ó pasage de San Bernardo , y con­clu ye : 710 se p uede exp resa r este lugar n i con mayor propiedad , ni proponer 4 mejor lu z . Y todo lo que es apartarse d e esta id e a , es confundir y obscure­cer lo mas claro que se lee en la santa. E scritu ra , Y p a ra ello consta , que á solo Pedro , y no á ios demás A p ó sto -

( 20 )les hizo Jesu cristo esta g ra cia , y que esta como perteneciente a l gobierno de la Ig le s ia , se derivo d todos sus suceso­res los romanos Pontífices. Mucho sien­to , D . J o ta , que me pongáis en la preci­sión de hablar de este lugar de San Ber­nardo , á quien respeto m u ch o, mucho. Pero pues estáis tan de su parte, á vos os toca irme respondiendo á ü s preguntas que os v o y á hacer. Dice el Sanro : H a - bent i l l i (Episcopi) sibi assignatos gre- g e s t singidì singidos. Pregunto: ¿es Je­sucristo el que hizo esta asignación ó d i­visión de rebaños, encargando á cada uno ¿Q los Obispos su p o rc io n , y no mas, com o parece que nos quiere significar San Bernardo? Dice mas el Santo: cui enimy m n dico E p iscop orum , s e d Aposioíoriim sic absolute et indiscrete to ta commissa sunt oves. S i me a m a s , P e t r e , pasce oves meas. C laro dice aquí que Jesucristo no habló con los A p ó sto les , sino con solo San Pedro. Pregunto : ¿ y San Agustín y San. Ambrosio pensaron así? Punto es este en que me debo detener ; y aunque v o y á decir cosas, no nuevas, sino m uy comU" nes y sabidas , paréceme á mí que para vd . han de ser de alguna novedad: ral es el retrato que hace vd. d.e sí mismo en su carta. Quáies son y á quanto se extien^

( 21 )'den Í2 S facultades, 6 por decirlo mejor, las obligaciones y cargas de los Obispos, en quatro palabras nos lo ha dexado di­cho San Cipriano en su preciosa carta so* bre la unidad de la Iglesia. Dice así el San­to ; Episcopatus unus e s t , ciijus á lis in solidum p a rs tenetur , cuyas pala­b ras , con licencia de vd. Señor D . J o ta , traduzco así: E l gobierno de la Iglesia es u n o , y aunque dividido entre muchos O- b lsp o s, todos y cada uno de por sí están obligados al todo y á la parte. Segnn es­ta sentencia de San Cipriano , un Obispo está obligado á mirar, no solo por el biea de su Obispado ó Iglesia , sino por el bien de todos los d em ás, y asimismo á reme­diar los males donde quiera que los vie­se. Y esta sentencia es t a l , que los mas sabios Teólogos y Canonistas la han reco­nocido y reconocen por un axioma. ; Q u é mas? Hasta Turnell la ha reconocido por t a l , sin embargo de haber sido uno de los grandes defensores , si no fue el ma­y o r que ha tenido la absoluta , soberana, é Independiente jurisdicción de los roma- -nos Pontífices en toda la cristhndad. Y o bien sé , y no debo callarlo , que hay es- -critores , y muchos , que no son de este •parecer de San Cipriano, los quales dicen :-que un O b isp o , en cumpliendo con su O-

( “ )b isp ad o , y a no tiefte mas que hacer j y que eso de atender al bien universal, es propio y privativo del romano Pontífice: y dan por r a z ó n , que Jesucristo impuso esta obligación solo á San Pedro ( lo oís, V>. J o ta ) cu yos sucesores son los Papas, y no la impuso á los demás Apóstoles, cu y os .sucesores son los Obispos. D e gran peso y responsabilidad librara á los Obis­pos esta opinion , si fuera tan cierta c o ­mo lisongera. Pero el caso e s , Sr. Jeta^ que el Papa S. León sintió lo mismo que S. Cipriano , y aun lo predicó á su pue­blo de Rom a. Podréis ver si os parece uno de sus sermones, que si no me en­gaño ( y aquí viene bieti esta expresión porque lo dudo) es el trigésim o, y vereis que hablando de esta obligación , dice, que Jesucristo la impuso á todos los A - p ó s to le s : óm nibus, ^\ct y intim atur\ ¿pu­do decirlo mas claro? óm nibus, á todos. Solo añade que por ser S. Pedro la cabeza de todos e l lo s , debia ir delante , y ser el primero en cumplirla, sirviendo de exem- plo y modelo á los demás ; quia ciin c- tis E cclesice rectorihus fo rm a fr a p o n i- tur. Pues todavía habló mas claro S. G e ­rónimo en el lib. r. contra el herege Jo- viniano , porque dixo que así San Pedro como los demás Apóstoles- concurrieroo

( 23. ) , . _ .todos por ig u a l ( por ig u a l , rep ito , Senor J o ta ) i sostener sobre sí la firmeza y soli­dez de la Ig le s ia : e x a q u o , d ic e , e x aqiio super P etríim et alios Apóstalas fo r titu — doE cclesice solidatur.\<x\^%o siendo como son los Obispos sucesores de los Apósten­les , y vd. lo confiesa , preciso es confe­sar que están obligados á hacer lo que los Apóstoles hicieron. ¿ Y le parece á vd. que lo harían, ciñéndose á sus O bispados, y descuidando los demás? Y a vd. ve que no es fácil torcer á otro sentido estos textos que acabo de a legar , no es posible hallar­les salida. Sin embargo sus autores de vd. la hallan, y con mucha facilidad: el como, y o se lo diré. E n nuestros dias un tal P .C ac- ciari, Religioso del Carmen calzado , ha publicado en R om a una edición m u y bri­llante de las obras del Papa San León. L a ha llenado , ó si se quiere, la ha adornado y enriquecido con varias notas y prefacio­nes, todas en contraposición de otras que habia hecho un tal Quesnel. Este P. Cacr- cíari no estaba b ie n , sino m uy mal con este pasage de San Gerónimo , y así en una de sus prefaciones, que si no me en­gaño (otra vez la expresioncilla) se halla en el tomo primero, se puso á pensar có ­mo lo sacudiría de sí. Mirólo , remirolo, volviólo á v e r ^ y dióle mil vueltas, y vien-

( 24 ) .do que no le hallaba salida, se salió di-

- GÌendo : estas p a la b ra s no son de òait Gerónim o ; sino d e l herege Joviniano. Permítame vd. qtie le diga que á tanto có­mo esto obliga ese que llamamos espíritu ' de partido. Y o , Sr. D . J o t a , no le negaré al P. Cacciari €U buen talento j mucha lectura ; pero también me atreveré á d edi­que aquí voluntariamente cerró los ojos para dar tan peligrosa calda. ¿Quiérelo vd. ver? Pues no cierre los o jo s , y esterne atento. Y o quisiera que el P. Cacciari me dixese quál fue la disputa que tuvieron San Gerónimo y el herege : tendría que contestarme, porque lo dice el S an to , que la disputa fue decir Joviniano que el ma­trimonio era un estado mas perfecto y gra­to á los ojos de D i o s , que el estado de vir­gen ó el celibato ; y San G erónim o, como t u e n católico decia lo coíitrario. Esta era la disputa ; ¿ y cómo le argüía el herege? E l herege, como también lo dice el Santo, le argüía diciendo : Jesu cristo prefirió d San P e d r o , sin embargo que fu e casado^ p a ra fu n d a r sobre él la Ig le s ia , y no pre- f ir ió d San J u a n , qtie era v irg en , y per­ni anecia en e l celibato. Ahora b ie n ,Señor J o ta , respóndame vd. por el P. Cacciari, si es que gusta. Si el herege fundaba todo

' su argumento en la preferencia q«e hizo

( 2 0Jesucristo de San Pedro para lunaai* solo sobre é l la Ig le s ia , ¿cómo pueden ser de este herege las p alabras, e x aquo super Petrum et alios Apostolos fo rtitu d o M e- clesice solidatiir , donde se dice todo lo contrario? ¿Dónde estaba entonces la pre­ferencia; ex cequn,por ig u a l, b-c y dónde el argumento? Bien ve vd. que esto no es soltar, sino tronchar los argumentos, y va mucho de lo uno á lo o t i o , diga lo que quiera el antiguo refrán. Pues de estas cor­taduras h ay muchas en esos sus autores, y algunas de ellas tales que asombran. ¡Q u e asombran! Y a , y a querrá Dios que sal­gan algún dia. Pero estas son ideas tris­tes ; dexém oslas, si á vd. le p are ce , y de­mos fin á esta reflexión cantando......O y-game vd..... Vere diguuni et justiim estytequiim et sa lu ta re ...... ¿Se rie vd.? E soquiero yo : alegría en el rostro , y paz en el corazon ; prosigo : te T)omine , ^supplì- ciler exorare iit gregem tum n, pastor ceter- ne ¡ non deseras sed per beatos A posto­los tuos continua protectione custodias, tit iisd. m rectorihus gubernetur, qiios bpe- ris tuis vicarios eidem contulisti praesse pastores. ¿L e gusta á vd. Señor D . Jo ta 'i ¿ Y cómo no? ÍVÍe dirá. Pues bien , díga­me ahora ; siendo vd . de opinion que á solo San P ed ro -, y no d los dem ás A pós-

( )to les hizo Jesu cristo esta gra cia o cargo de apacentar d todos los que pertenecen

y componen e l rebaño de J esucristo ¡ y que todo lo que es apartarse de esta idea<¡ es confundir y obscurecer lo mas claro que se lee en la santa E scr itu ra ¿qué ha he> cho su alma de vd. fría mas que la nieve, que en tanto tiempo no ha representado á la Congregación de ritus pidiendo que en este prefecio se hiciesen estas dos cor- reociones? Primera , que como dice : per beatos A póstalas tuos , dig<a per beatum Apostoliim tuum P etru m : segunda, que en vez de las p alabras, ut iisdcm recto- r ib u s , b'C. diga : ut eodeni rectore guber~ ftetur , qtietn operis tu i vicarium eidem con tulistiprceesse pastoretn. ¿ N o lo veis, D . J o t a l V a y a cero ó ceros á esta rejie- x ío n f y vamos á otra.

R E F L E X I O N S É P T I M A .

( P d g . J J . )

Desde la página i i . hasta la pagina 13. se detiene vd. en darnos el contenido de la carta del Apóstol S. Pedro á los fie le s esparcidos por la s d ila ta d a s Provincias d e l P o n to , ^ c . pa ra asegurarlos en U

f e : y hecho esto hace en la página

{ 27 )sns reflexiones, la primera es: Pregunto, i s i en esta carta se llenan los deberes de itn pastor con su propio rebaño'i Dí- gole á vd. que sí : cumplió como buen Obispo , y como buen primado. Segunda; ^si en e lla se salva lo que es suminis-- trar e l pasto saludable d e doctrina que debe un P rela d o d los f ie le s que tiene d su cargol Dígole á vd . que si. M a s : y es la tercera reflexión : ¿ s i se consentiría que e l A rzobisp o de T o led o , p o r exent" p ío , introduxera en e l Obispado de Cuen­ca una carta como esta , hablando con los fie le s d e este Obispado y con e l Ohis^ po m ism o , amonestándole sus obligado-' fíes sin lesión de los derechos de e s te l Qué prcguntita esta , Sr. D . J o ta . ¿ Y es posible que aun esto ignora la su merced? D íg a m e , no ha llegado á su noticia que San Cipriano se quejó de los Obispos de los C a u la s , porque no deponían á Mar­ciano de Arles? N o sabe vd. que Sr n C i ­rilo de Alexandría se levantó contra N e s- torio , Obispo de Constantinopla: N i tam­poco sabe que A ca c io , Obispo de la mis-*- m a , condenó á Pedro Monge de Alexan- dría? Quánto extraiío su ignorancia! De­be vd. saber que en los primeros siglos cada Obispo se interesaba en el bien de otras Iglesias, y en viendo á alguno que

faltaba á su d e b e r , acudían a suplir sus fakas. V a y a , v a y a , vd. me hatá detener mas de lo que y o quisiera. Quaiido San Atanasio salió de Alexandría para su destierro, nos dice Sócrates el historiador, que iba ordenando Sacerdotes en las villas y lugares por donde pasaba. D e Eusebio el Obispo de Samosata , nos reíiere T e o - doreto que tuvo que vestirse de soldado para burlar la furia de los arrianos, que le buscaban para quitarle la v i d a , y que así con este disfraz corrió la Siria, la l 'e - .nicia y la Palestina , ordenando, en unas partes D iáconos, en otras Presbíieros, y en otras hasta Obispos. Pregunto ahora al Sr. D. J o ta : ¿en tiempo de estos san­tos Obispos estaba y a hecha la división de los Obispados? Claro es que s i , me dirá. Bien. ¿Habia y a leyes eclesiásticas que proliibian baxo graves penas que ningún O bispo exerciera funciones .episcopales fuera de su Obispado? N o h ay duda. ¿Y estos Obispos ignorarían estas leyes í (Qué habían de ignorar! A hora infiero y o : lue­go fueron unos transgresores. Q u é lian de ser! me dirá vd. Pues bien t rasqúese la c a b e z a , y dígame por qué no, lo fueron; )ero n o , no quiero que se tome ese tra- )a¡o ; y o se lo d iré , ó por mejor decir,

se lo dirá San Epifanio. Este santo Obispo

f ^9 .) V. -

ordenó en un monasterio qoe estaba fue­ra de su Obispado á un tal Paulino , her­mano de San Gerónimo. Murmuróso el hecho; súpolo el Santo , y creyó que de­bia hacer su ap o lo g ía ; y la hizo en efec­to , escribiendo una carta á Juan , Obispo de Jerusalen , que se halla entre ias de San Gerónimo , por haberla traducido del griego al larin. O y g a vd. Sr. D . J e t a , lo que dice. Yo bien sé , decia, que Jos Obis­pos tenemos cada uno nuestro Obispado, y que fu e r a de é l no podemos exercer funcion-níngun.i episcopal', pero también sé (óyg alo D . J o ta con atención, porque solo esto enseña mucho) pero también sé que e l amor de Jesu cristo no tiene lím i­tes ; y a s í yo quisiera que no se me j u z ­gase por e l mero hecho de haber orde­nado d P aulino , sino que se considerase el tiempo en que le he ordenado , y e l motivo y f in que he tenido en ordenarlo. Esta s í , Señor Jota^ ésta sí que es senten­cia digna de un sucesor de los Apóstoles! El amor de Jesucristo no tiene límites.- Ah! si y o pudiera detenerme en inanifes-* tar lo que esto significa! R espond o, pues^ á su pregunta , y digo que no solo el Arzobispo de Toledo puede advertir de sus obligaciones al Obispo de Cuenca, si- »0 este ai de T o le d o , siempre que el amor

{ .10 ) ^al rebaño de Jesucristo así lo pida. Pero ¿no es cosa dolorosísima que aun vivamos en un tiempo en que se hagan estas pre­guntas? ¡Q u é suspiro aquel de nuestro in­signe español y valenciano el Obispo de Barcelona D . Josef C i im e n t , quando en su carta pastoral, que sirve de prólogo á las costumbres de los cristianos é israe~ lita s , prorrumpió diciendo ; A hora los Obispos vivimos como aislados. Punto a q u í , y cero á la reflexión.

R E F L E X I O N O C T A V A .

( P d g . 14 . )

Mucho aprecia vd. la reflexión que aquí hace. Habiendo copiado en la pñg. ante­rior las palabras mismas de la carta de San Pedro á los fieles del Pon to , & c . con que exhorta d los Obispas d que desempeñen sus deberes despues de haber exhortado a l común d el pueblo d cum plir con las propias de su estado añade: Y es bien de notar , que en esta ca rta no habla. San P ed ro de los Obispos 6 d los Obispos hasta e l f in d e e lla , p a ra que se vea que no exercia este m inisterio con aquellos

f ie le s por medio de sus p a sto res , como que todos eran d e l rebaño de J e s u c r is to , /

( )iodos pertenecían d sh cuidado. V e n g a acá , Señor reflexivo, para que vd. vea lo que ve en esas palabras, y y o lo que veo, ¿qué mas tiene que estén al ñn que al prin­cipio? {Qué simplicidad de hombre! ¿ Y al fin qué es lo que ve? Qiie e l P a p a no exerciíi este ministerio por m 'd io d e sus pastores. Eso también lo veo y o sin nece­sidad que vd. me lo diga. ¿Q ué mas ve? (¿lie todos eran d e l rebaño de Jesucristo^ y todos pertenecían d su cuidado. D igo lo m ism o, porque ¿quién se atreverá á negar que el Papa es la cabeza y primado de la Iglesia, y que como á tal todos los fieles sin excepción ninguna, pertenecen d su cuidado^. Hasta los O bispos, Señor D .J o í¿ í , hasta los Obispos le deben acatar y reverenciar mucho mientras no exceda los límites de su primacía; y entonces no se exced erá , quando en lo que manda, ordena y dispone , se ajuste á los cáno­nes de los C on cil ios, ó lo que es lo mismo, á los decretos que para el bien de la Igle­sia han establecido los mismos Obispos. E s­to , esto quiero y o , Sr, D . J o t a , que vd . confiese y sepa, porque bien clarito lo di­xo el Papa Zosimo del siglo v . de la Igle­sia. "Ni aun la autoridad de la silla apos* t ilic a , decía este santo P ap a , p uede con­ceder cosa alguna, contra lo establecido

( 3 )los sagrados cánones n i hacer.en ellos la menor a ltera ció n : contra sta tuta Pa~ txum concedere a liq iiid vel m atare , nec hujus qiiidem sedis potest anctoritas. Siempre y quando el Papa en las exhor­taciones , a v iso s , & c . que envié por ias Iglesias de la cristiandad se ajuste á di­chas le)’e s , dirán los Obispos y deben de­cir : en hora b u e n a , bien venido sea este rescripto ; pero quando no , harán y de­ben hacer lo que hizo H in cm aro , Obispo de l l e m s , en el siglo 9 , con los rescriptos de los Papas Hadriano II . y Juan V I I I . ; L o ha leido vd. esto? A h ! pues si lo hubiera le id o , y lo mucho mas que hay que le e r , no nos viniera con reflexiones que hacen re ir ; y con esto queda dicho lo que esta v a le : un cero.

R E F L E X I O N N O N A .

( P d g . 2 0 .)

|PágÍna 20! ¿Q ué salto es este? dirá vd. R e s p o n d o : huir de esa pesadez , pasar de un salto esa herrumbre desabrida que ha sembrado vd. desde la pág. 14. hasta la 20. D el otro escritor que hablaba mu­cho menos mal que vd. dixo Cicerón en su orador :ferreits scrÍ£tor, legendus ta-.

( 33 ) , , inen: no diré y o otro tanto de vd. no por cierto. Una vez lo he leido, pero mas! N o en mi vida. ¿Le parece á vd. que .siempre estoy y o con gana de cantar el prefacio de la misa de los Apóstoles? Cánteselo vd. y vea como concertar su canto con lo que dice en la pág. 17- E l E vangelio no nos presenta otro fr iv ile g io .... concedido con términos mas claros , que e l que J e s u ­cristo d ió d San P edro de apacen!ar sus corderos y sus ovejas , con separación de los demás Apóstoles. ¿Dice esto de sepa­ración el prefacio? ¿L o canta así la Igle­sia: Pues si pasamos un poco adelante, ¿dónde h ay paciencia para oirle? H a b r á quien se atreva d confundir este encar­go de Jesu cristo d San P ed ro (de apa­centar su rebaño) con e l encargo común á todos los Apostoles'i Pues lo que sigue., ahí Sn. D . J o ta , quánto puede la igno­rancia! S i esto alguno , dice vd. se atre­ve d decir , que no creo p ueda ser hom­bre que alcance razón... Pobre San A gus­tín, que lo dixo! Y a no Vale (prosigue vd.) aquello d e San Gerónim o : singuli ser­mones syllabccyapices puncta in divinis Scripturis p lena sunt sensibus. Pues de la misma boca de donde salió esta sen­tencia tan verdadera, salió aquel ex aquo su^er P etru m et altos A postolos fortitu^

( 34 )do E c c le s ia solidatiir^ qne tanto desagra­dó al P. C a cciar! , y no menos le debe desagr;idar á vd. porque este e x aquoy este por igual tiene mucho que mascar: y a , y a lo mascará vd. : ahora pasemos á la reflexión. Dice vd . se me había p a ­sado por alto la prueba sacada de la

fa c u lta d que tím e e l sumo Pon tífice de reservarse pecados de mucha gravedad^ y es esta d e mucho momento : porque si tiene fa c u lta d de reservárselos, como lo hace en qualquiera D iócesis , es prueba decisiva que tiene fa c u lta d de absolver­lo s. Y luego advierto que se me levanta de puntillas para herirme , quiero decir, para argiürme mejor. M e alegro , Sr. Don J o ta ; quanto mas se levan te , tanto mas vergonzosa será su caida. ¿Q u é me dice?Y es bien cierto,,.. O h ! ¡Q uando vd . ló dice!.... E s bien cierto que pa ra estas reservaciones no contarci e l P a p a con e l beneplácito de los Obispos.,., N i para estas, ni para otras. Miren qué ufano se me ha quedado... Prosigue: s i muy bien... ( así será ) que dichas reservas no han sido conocidas hasta e l s izlo duodécimoif e r o no ha sido p or f a l t a d e p o d er ......( N o es creible) qué mas? P ero d estos ta les {los penitentes que acudian á R o ­ma á: confesarse con ei Papá) ^con qué

( 35 ) ,faeilU ades los absolvía e l romano P on- tífice ? S i con la s suyas propias , tem^ mos e l intento. S i con la s de los Obis^ pos , era preciso que quando estos en­viaban d sus diocesanos peyiitentes, les entregasen un testimonio de la licencia, para que en su vista los absolviera e l romano Pontífice. ¿P u ed e pensarse des- atino mayor? Pues y o le digo al Sr. Don J o ta , y se lo digo porque lo. merece, y porque no h ay paciencia para o ír lo , que es una gran majadería la que dice. ¡ C ó ­mo! ¿ Y es posible que á eso llame des­atino? ¿Es posible que trate vd. de hom­bres cabilosos d los que ta l piensen? A tales extrem o s , dice vd. lleva la cabi- losida d d hombres p or otra p a rte g ra n ­des , pa ra sostener sus empeños. Luego fueron unos extrem ados , unos cabilosos y desatinados los Padres del Concilio de Limojes que así lo pen sa ron , así lo d i- xeron y mandaron en el siglo i i . ? Lea vd. la última de sus actas , y verá que dice t S i un Obispo envia su diocesano aI P a p a CON t e s t i m o n io s ó . l e t r a s ÍARA RECIBIR LA PENITENCIA , COmO

sucede Á menudo por graves d e lito s , se le permite a l t a l pecador re cib ir la , pero sin LICENCIA DE stj OBISPO nadie re d "

■ b ir d la penitencia y absolución d e l P a^

( 36 )a. Pues., Sr. D . J o t a i ¿ N o hará vd. m uy

_ien en baxav la cabeza , y llevar con paciencia la palabrita que le he dicho? V a y a , póngala en esta reflexión en vez de c e r o , y escriba m ajadería.

R E F L E X I O N D E C I M A .

{ P á g . 2 4 .)

Desde la pág. 22. donde pone vd. la autoridad del Concilio de T r e n to , me he venido acá huyendo de ese farrago con­fusísimo que me apesta. En la pág. 23. según pude notar de p a s o , dice vd. solo se fr o p tso (e l Concilio de Trento) ma- ni/estar que de esta suprema autorida d en e l P a p a dim ana e l poder d e reser­varse algunos enormes delitos. Esto me gustó mucho. Prosigue vd . en la pág. 24. P ero como esta declaración sea un g o l­p e m o r ta l, nn rayo que destruye y re­duce d polvo e l sistem a contrario , re­curren sus defensores a l m iserable me­dio de decir que la suprema autoridad d e l P a p a no le viene de J e s u c r is to , p e­ro como creyendo que de todas pa rtes le ^uede, venir menos que de esta divina fu e n te . Entendámonos D . J o ta ', vd. gus­ta y con razón , que antes de entrar en disputa, se f ix e , el .sentido de las palabras.

( 57 ) „ ^ ,

Así lo dixo vd. en b pag- 8. Pues lo que vd.quiso allá, lo quiero y o aquí. iJDe suprema autorida d d el P a p a me habla vd. ahora? ¿D e la autoridad del Papa como Apóstol ú O b isp o , y como prima­do? Señáleme uno siquiera que recur­ra cí ese m iserable medio que vd . dice. L o que se dice y digo y o , es que los Obispos son iguales al Papa , excepto la primacía : que tanto los Obispos co ­mo el Papa han recibido de Jesucristo igual poder (nótelo bien) igual poder de perdonar los pecados; por lo que así los Obispos como los P a p a s , son y deben .« er tenidos com- unos plenipotenciarios del Señor, por unos Vice-Cristos o Vicarios de Jesucristo , ó Vicarios como los lla­maba San Ambrosio , del amor de Je­sucristo. ¿Se acuerda vd. Sr. D . J o t a , d i aquella tan dulce como verdadera palabra ó expresión de San Epifanio qiie e l amor de Jesucristo no tiene lím ites? Pues á medida de este am or, que no la tiene , es el poder que dió á sus A.póstoles, y qus de consiguiente ha pasado , pasa y pa­sará á sus sucesores los Obispos poder sin medida , un poder sin límites, y po­der que- no h ay poder en la tierra que lo limite y constriña. N o h ay poder, re­pito ; ni el Papa', Si’. D . J o t a , ni el Papa

( 3« )lo puede. Estas sí que son verdades ca­tólicas claramente contenidas en las san­tas Escrituras! A h o r a , p ues, siendo estQ así , como lo e s , ¿si el Papa sin consen­timiento de los Obispos se reservase la absolución de algunos p e c a d o s , no seria esto poner límites al poder que sin lími­tes les dió Jesucristo? N o me venga Don J o ta con que la Iglesia pone estos lími­tes , porque ni los ha puesto ni los pon­drá ; y el pensarlo es un error m uy gro­sero. L o que la Iglesia intenta con sus leyes de disciplina , es poner límites al abuso que pueden hacer de su poder así los Papas como los 'O b isp os; leyes á que deben estar tan sujetos los Papas como los Obispos. Antiguam ente, como consta por varios rituales., los Papas antes de tomar posesion de su silla , juraban entre otras cosas guardar inviolablemente los cánones de los Concilios como leyes ve­nidas d e l Cielo. Com o leyes venidas del Cielo. ¡A h V>. J o ta \ dexémoslo a q u í , y vamos á lo demás.

En esta misma reflexión, despues de referir la autoridad de S. A g u s t ín , en que dice el Santo que San Pedro en muchos lugares de la santa E scr itu ra aparece representando la persona de la Iglesia , di­ce vd. D o n d e se ve que la Ig lesia red-

( 39 )bi6 las llaves y la p o testa d que les es anexa de Jesu cristo por mano d e San P e d r o , y no la s recibió P ed ro por me­dio de la Ig le s ia . ¿Por mano de San Pe* dro? ¿E s esto lo que ve D . J o ta } Eso mismo vio el P. L a in e z , General de los Jesuítas, con que dió que re ír , no he dicho bien , hizo suspirar y gemir á los Padres del Concilio de Trento españoles y franceses. Este fue el que con su im- viediaté y m ediaté pensó eludir aquel texto de San Pablo , mas claro que el sol: A tten d ite vobis et universo g reg i in qiio V9s Spiritus Sanctus posuit E piscopos regere E cclesia m D e i qtiam acquisivit sanguine suo. Esto dixo el Jesuíta Lai­nez , y esto dicen y quieren sus sequa- ces los ultramontanos , y D . J o ta coa ellos. ¿ Y por qué? O h ! claro está: por­que sentado esto , se sigue que al Papa pertenece exclusivamente y por derecio divino decidir en puntos de f e , dispen-^ sar en la s elecciones de Obispos antica-f nónicas , la confirmación de la s le g íti­mas , la s traslaciones , deposiciones, y en f in , para llegarnos á nuestro punto, el reservarse la absolución de aquellos pecados graves que tenga por convenien^ te en todos los Obispados de la cristian­d a d , sin contar con los Obispos. T o d o

( , i esto se infiere de aquelia opinion ultra-monrana , de cuya verdad está vd. tan cierto que dice se ve en las palabras que cita del gran Padre San Agustín. ¡Q oé ceguedad , D . J o ta , qué ceguedad ! V a ­mos- á ver ; pero antes es preciso le abra y o esos ojos que tiene tan cerrados. •

Quando ‘nuestro Sa lvad or, aparecién­dose á los Apóstoles el dia de su g'oriosa resurrección los saludó con la p a z , les co­municó sn aliento , y les dió el Espíritu Santo y el poder de perdonar los pecados: en esta tan preciosa ocasion no se hallo presente el Apóstol Santo Tomás. S. Cirilo de A lexan dría , al leer aquel maravilloso p asage, hizo esta re jlex io n .... (D e estas me dé D io s , D . J o t a , y no de las de vd.)

hallándose a l l í presante e l Apóstol Tom ás , ¡.cómo recibió este espirita y po­der como los otros? Q u é pen fais , D . t a , que resolvió aquel Padre? ¿D ixo aca­so que luego después recibirla por mano de San Pedro este poder de perdonar los pecados? A h ! no , no lo penseis. Si en­tonces no habia ultramontanos , ¿cómo lo habia de resolver así? L o que dixo fue: que la virtu d d el E sp ír itu Santo , que­riéndolo a s í J e su cr is to , que era e l que la daba y se romun'có á todos los Apóstoles, jo r q u e no la d ió á número de ellos de-

( 41 )term inado, sino d todos. A s i que fu e un* lib era lid a d d e l D a d o r que recibieran e l E sp ír itu Santo no solo los qíie se hallaron presentes , sino también los ausentes. Si supiera vd. griego le copiarla el texto ori­ginal. Y o aquí veo dos cosas : la primera «o puedo considerarla sin entefnecervne,y es aquel presentarse á sus discípulos nues­tro amabilísimo J e s ú s , aquel alentar hacia ellos y darles con su aliento, y á un tiem­po á rodos un mismo é igual poder de perdonar ó no perdonar los pecados.... ¿ V e is D . J o ta en este admirable poder las llaves dcl rey no de los cielos? ¿andu­vo aquí la mano de San Pedro entregan­do estas llaves? Si lo v eis , y o no lo veo. Xa otra cosa que veo es un dogma de fe bien expresado en las palabras de San C i­rilo , precioso fruto de ^u reflexión •, y es la perpetuidad de este poder 6 llaves has­ta la consumación de los siglos en nues­tra santa Iglesia. Bien sabia San Cirilo que solo el Apóstol Tomás estuvo ausente al repartir el Señor estas llaves; sin embargo dixo que por una- lib era lid a d d el D a do r recibieron e l E sp ír itu Sa n to, no solo los 'que se hallaron p resen tes, sino los ausen­tes ; n o , no dixo el ausente Tomás , sino Ins ausentes. ¿Y quiénes eran estos sino los Obispos sucesores de los Apóstoles? Pues

( 42 )este dogma de fe de la perpetuidad de es­te poder 6 llaves en nuestra Iglesia , es lo tínico que aquí nos dice San Agustín. V a ­y a vd. notando. P ed ro (dice) en muchos lugares de la s santas E scr itu ra s apare­ce representando la Ig lesia .... :H a y aquí nada que suene á mano 6 manos de S- Pe­d r o , ni á entregar él á otro llaves ningu­nas? N o por cierto ; aquí no h a y mas si­no que m ereció representar la Ig lesia .... Prosigue : especialm ente en aquel lugar donde se le dixo : d t i te entrego la s l la ­ves d e l reyno de los cielos. Tenemos que según San Agustin , el Apóstol San Pedro aquí especialmente en este lugar repre­sentó la Iglesia, ¿ Y por qué dixo esto San Agustín? Bien claro se explica el San­to ; para que nadie entienda que solo á San Pedro entregó el Señor las llaves, si­n o á todos los demás Apóstoles. ¿ P o r ven­tu r a , dice , la s recibió P e d r o , y no la s recibió P ablo Ì L a s recibió P e d r o , y J u a n y Jaym e no la s recibieronÍ Hasra aquí, D . J o ta i todavía no ha sonado la mano de San Pedro. ¿ Y cómo concluye? aut non sunt istce in E cc le s ia claves ubi pec­cata quotidie dim ittuntur. H e aquí el dogma de la perpetuidad de este poder divino de absolver los pecados en nuestra santa Iglesia: he aquí el ausentes de S.CÍ-

( 43,)rilo. Oh.! Igran D ios! y que nos entre­tengamos todavía miserablemente ocupa­dos en disputar sobre sí los Apóstoles re* cibieron ó no de la mano de San Pedro las llaves del reyno de los cielos! S. Agus­tín al considerar que San Pedro mereció muchas veces representar la Iglesia, no di­xo sino liinc P eíT Í exce llen tia fr a d ic a - tur : eso mismo confieso y o , y no solo lo creo , sino que adoro y venero pecho por tierra esta excelencia ó primacía de San P e d r o ; pero que los Apóstoles como quieren los ultramontanos , recibieron el poder de absolver los pecados ó las llaves de mano de San Pedro , ¿cómo lo he de decir viendo que me enseñan lo contra­rio las Escrituras y los santos Padres ? Dígame por su vida , Sr. D . J o t a , si es así como vd. piensa que la Ig le s ia , esto e s , los Obispos ( porque entenderlo de otra manera es una heregía) reciben de mano del Papa el poder de que hablamos. ¿Cóm o los Obispos de los primeros siglos elegían Obispos y los confirmaban y con­sagraban sin contar con el Papa? L o único que hacían los e le c to s , era enviar al Pa­pa la profesion de fe , reconociéndole por cabeza y primado de la Iglesia , y centro d é la unidad. ¿Los tales Obispos recibían del Papa la s lla v es , y la f atestad que

) -r*les es anexad claro es que no. Es regu­lar que haya leido el cánon iv . del C o n ­cilio de N ie ta ; mas por si le ha olvidado, se lo acordaré. Dice así ; es mu)' conve­niente cjue d la elección de un Obispo concurran todos los Obispos de la Pro­vincia en que se elige ; y si todos no pue­den concurrir por la larga distancia , o f o r otro grave m otivo, concurrirán d lo vienos tres , dando los dem ás su voto y consentimiento por escrito: y la confirma­ción de todo la h a rá e l M etropolitano de cadi.1 P rov in cia : [eorum autem quee

j i u n t , confírmationem á M etropolitano in tinaquaqtie Provincia fieri.) ¿ V e vd. como no se hace la menor mención del Papa? Bueno será también que le acuerde lo del Papa San León en el cap. 15* de sus de­cretos : no hay razón ninguna , decia , fia ra que tengamos por Obispos á los que hayan consagrado los Obispos pro­vinciales sin la aprobación d el Metropolis tu n o : nulla ratio sinit ut inter E piscopos hnbeantur qü i d provincialibus E piscopis sine M etropolitani ju d icio consecrantur. A quel santo y sabio Pontífice no echaba menos sino la aprobación del Metropoli­tano; del Papa no dice una palabra. Ahora infiero y o con licencia de v d . : luego asi los Padres de N i c e a , como el Papa Saa

( 45 )Leon no pensaron , como vd. y Ics ul­tramontanos , que los Obispos reciban d»;i Papa las llaves, el poder absolver los pe­cados , o ía jurisdicción episcopal , que todo es uno. Y a y a , Sr. D . J o t a , baste ya de reji ’ xtones ; póngale á esta liliima su cero como á las o tra s , y estemos por la verdad. Esta se encuentra (hablo de las que llamamos teológicas) en l:*s sanias Escrituras: mas para hallarla con seguri­dad , heinos de estar á las interpretaciones que nos han dexado los santos Padres. Sí, J o ta mio , esto es lo que importa. Y una vez hallada la verdad , sostengámosla á- rostro tirme , sin respetos ni miedos que nos acobarden. O ¡qné tealdad es desam­pararla por intereses ó respetos humanos.. Notará vd. que me he quedado como sus­penso. Así es. Me ha ocurrido lo del A bad y Obispo de Palermo D . Nicolás. Este sabio pteiado escribió una doctísima apo­logía del Concilio de Basilea; pero luego se retractó. Y por qué? porque se lo man­dó Alfonso V . de A.ragon, que quiso ga­nar así al Papa Eugenio I V . enemigo de­clarado del Concilio. ¡ Q ué baxeza d« ánimo! Esto me ocu rrió , y me tuvo co­mo enajenado. Y ahora JTie ocurre lo d* pío II. " iQ u é bien conf'cia este Papa la miseria del corazon ! Antes de ser.Papa,

( 4« )y quando solo era Eneas Silvio en carta al canciller del Emperador de Alemania, para alentarle en su proyecto de pacifi­cación sobre el cisma que afligia la Iglesia, le decia t todos nosotros tenemos la mis­ma f e que nuestros P rín cip es., (prosegui­ré en latin como él lo dixo , y vd. Sr. D . J o ta se lo irá traduciendo á su modo) qu i s i idola co leren t , et nos coUremus^ et non solum P a p a m , sed Christiim ne­g a r emus , sceculari pote S t a t e urgente, quia refriguit ch a rita s , et omnis interiitfides...... ¿Otra suspensión? ¿Quiere vd.otro ejem plar de esta miseria humana? pues oyga lo que se predicó en un sermón que en la solemne fie sta de acción de gracias celebrada en la Ig lesia C a ted ral de Valencia por la gloriosa entrada d e l E xen to. Sr. m ariscal d e l imperio conde de S u ch et, dixo.... Permítame que calle el nombre del Orador J y solo lea lo que dixo (pág. 20.) Ctímplase pues esta stt divina voluntad: esta ha sido tra slad ar este nuestro Reyno d J o s e f Napoleon L ; este es nuestro legítim o R e y ; este es e l que nos ha dado la Providencia ; d este debemos amar , honrar, obedecer, y rogar por é l p a ra que su nombre sea ensalzado , le dé D io s acierto en e l go~ k i irno , nos proteja-, nes defienda , nos

( 47 )dé p a z , tra n qu ilid a d y y haga fe lic e s ..., ¡Pobres valencianos míos! AI oir esto se os partió el corazon de dolor. Dia llegará en que á este incauto resfriador del espí­ritu nacional se 'le haga ver lo poco que sabe de las santas Escrituras, y .. . . N o sea vd. como este , Sr. D . J o ta , s¡ es predi­cador ó escritor, contribuya en sus ser­mones y escritos á que reyne la verdady y no cese de excita r mejores flin n a s has­ta conseguir , si es p o s ib le , que sea una misma la opinion de todos. Deséoos, Don J o ta , tan larga vida como á las demás letras d e l abecedario. Is la de León i / , de Noviembre de j 8 i j .

P . D . N o he dexado por olvido el pesar lo que vale la ida del Obispo de Albarracin al Arzobispado de V alencia , sino porque entiendo , y es a s í , que el mas ínfimo maestro.de primeras letras po­drá calificar esta reíiexíon, y ponerle los ceros que merece.

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