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HAL Id: hal-00723943 https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-00723943 Submitted on 23 Aug 2012 HAL is a multi-disciplinary open access archive for the deposit and dissemination of sci- entific research documents, whether they are pub- lished or not. The documents may come from teaching and research institutions in France or abroad, or from public or private research centers. L’archive ouverte pluridisciplinaire HAL, est destinée au dépôt et à la diffusion de documents scientifiques de niveau recherche, publiés ou non, émanant des établissements d’enseignement et de recherche français ou étrangers, des laboratoires publics ou privés. Los monarcas ibéricos en Polibio y Tito Livio Pierre Moret To cite this version: Pierre Moret. Los monarcas ibéricos en Polibio y Tito Livio. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma, 2004, 28-29, p. 23-32. <hal-00723943>

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Submitted on 23 Aug 2012

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L’archive ouverte pluridisciplinaire HAL, estdestinée au dépôt et à la diffusion de documentsscientifiques de niveau recherche, publiés ou non,émanant des établissements d’enseignement et derecherche français ou étrangers, des laboratoirespublics ou privés.

Los monarcas ibéricos en Polibio y Tito LivioPierre Moret

To cite this version:Pierre Moret. Los monarcas ibéricos en Polibio y Tito Livio. Cuadernos de Prehistoria y Arqueologíade la Universidad Autónoma, 2004, 28-29, p. 23-32. <hal-00723943>

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 23-33

Los monarcas ibéricos en Polibio y Tito Livio.

Pierre MoretCasa de Velázquez

ResumenSe analizan varios textos de Polibio y Tito Livio que se refieren a reyes o jefes iberos, haciendo hincapié en la

imprecisión de la terminología usada y en las discrepancias que existen entre estos dos autores. Se examina el papelde Mandonio en la historia de los ilergetes. Se propone una interpretación de las alusiones homéricas contenidas enla descripción por Polibio del palacio de un rey ibero.

Palabras clave: España, Edad del Hierro, Cultura ibérica, monarquía, Polibio, Tito Livio.

Résumé

On analyse plusieurs textes de Polybe et de Tite-Live qui mentionnent des rois ou des chefs ibères, en mettantl’accent sur les problèmes posés par l’imprécision des termes employés et par les divergences qui séparent ces deuxauteurs. On examine la façon dont est présenté Mandonius, frère du roi, dans l’histoire des Ilergètes. On propose éga-lement une interprétation des allusions à Homère contenues dans la description par Polybe du palais d’un roi ibère.

Mots clé: Espagne, Âge du Fer, Culture Ibèrique, Monarchie, Polybe, Tite-Live.

El objetivo de esta comunicación es abordarel problema de la realeza ibérica desde la visiónde dos autores antiguos: Polibio y Tito Livio. Nose trata, por lo tanto, de estudiar la instituciónmonárquica en todos sus aspectos, a lo largo detodo su proceso histórico y con la ayuda de todaslas evidencias posibles (ajuares funerarios,arqueología del territorio, iconografía, etc.). Sehan publicado recientemente varios estudios quepermiten una aproximación suficientementedocumentada a esta cuestión, desde diferentesposturas teóricas.

Caro Baroja (1971) fue el primero en dedicara los reyes de la España antigua un trabajomonográfico de conjunto, basándose en una lec-tura cuidadosa de los textos y armándose de unametodología comparatista, rompiendo así con losesquemas simplificadores y en muchos casoserróneos de Schulten y sus secuaces. No obstan-te, su análisis no fue realmente completo ni siste-mático (no comentó todos los textos existentes,ni reprodujo cuantos comentó), y no pudo evitarcaer en errores en sus reconstrucciones históri-

cas, especialmente con respecto a la cuestión tar-tésica, a causa de la escasez de conocimientosarqueológicos entonces disponibles sobre lassociedades indígenas de la Edad del Hierro.

La cuestión no volvió a ser estudiada condetenimiento hasta los años noventa, cuando semultiplicaron los intentos de interpretación his-tórica, en los que se trata de dilucidar tanto lanaturaleza como la evolución de la instituciónmonárquica en Iberia (Alvar, 1990; MuñizCoello, 1994; Almagro Gorbea, 1996: 82-87;Pitillas Salañer, 1997; Ruiz Rodríguez, 1998; Colly Garcés, 1998). Sin que se llegara a un consen-so –cosa imposible dada la diversidad de losplanteamientos metodológicos–, domina en estosestudios la idea según la cual la monarquía detipo oriental, sacro o heroico de las épocas orien-talizante e ibérica antigua, deja paso, a partir delsiglo IV a.C., a un modelo aristocrático-militar,con dos opciones interpretativas: una más primi-tivista, en la que el rey no es más que un jefe deguerra, un primus inter pares, en un sistema decaudillaje temporal, y otra que se orienta más

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hacia los ambientes contemporáneos delMediterráneo helenístico, postulando una fun-ción monárquica consolidada e institucionaliza-da, posiblemente con carácter hereditario (paraun balance crítico reciente, véase Quesada,2003: 117-119).

Mi intención no es entrar en este debate, sino,de forma más modesta, examinar con mayoratención algunos de los textos que, aunque for-man la base de todas las interpretaciones históri-cas antes citadas, pocas veces han sido sometidosa una lectura verdaderamente crítica. En últimainstancia, la pregunta a la que quisiera aportarelementos de respuesta no es: ¿qué fue la realezaibérica?, sino: ¿en qué medida, o hasta quépunto, las fuentes antiguas griegas y latinas pue-den ser utilizadas como material histórico parareconstruir la figura de los reyes ibéricos? Desdeesta perspectiva, se hace imprescindible un aná-lisis previo de la lógica interna de esos textos,teniendo en cuenta las normas narrativas a lasque obedecen y las referencias intertextuales queconllevan, sin olvidar los supuestos ideológicosde sus autores, los cuales son especialmente com-plejos, como bien se sabe, en el caso de Polibio,puesto que a su bagaje cultural helenístico se aña-den las experiencias vividas en los círculos inte-lectuales y políticos próximos al Senado romano.

Creo necesario, de antemano, subrayar dosproblemas metodológicos que condicionan engran medida la interpretación de los textos. Elprimero atañe a la terminología usada por loshistoriadores para calificar a los jefes o reyes ibé-ricos; el otro, a las divergencias que existen entrelos testimonios de Polibio y Tito Livio.

LA CUESTIÓN DEL LÉXICO

Los términos usados en las fuentes (Polibio:basileus, dunastês, hêgemôn; Livio: dux, rex, regulus,princeps) no se pueden manejar como si cada unode ellos tuviera un significado “técnico” diferen-ciado, claro y constante. El análisis del léxicomuestra que el uso de dichos términos, en el casoconcreto de Iberia, no obedece a reglas estrictas.La existencia de tres palabras en Polibio y cuatroen Livio no supone referencia alguna a otras tan-tas categorías institucionales. Los criterios de dife-renciación son más laxos y más erráticos de loque a veces se ha pensado (Coll y Garcés, 1998:442)1. El significado y las connotaciones que sedan a dichas palabras dependen ante todo delcontexto de la narración, como se puede consta-tar en el siguiente cuadro, en el que hemos repar-tido los monarcas mencionados por Tito Livio endos categorías: aliados y enemigos de Roma.

A pesar de algunas variaciones, globalmenteel trato es diferente. Entre los enemigos,Corribilo es el único que recibe el título denoble, pero este hecho se puede explicar por eldeseo de resaltar la importancia de la victoria delgeneral romano que lo ha capturado. El contras-te más fuerte se da a propósito de Indíbil yMandonio, famosos príncipes del pueblo de losilergetes. En un espacio de tres años, de 209 a206, pasan del cielo al infierno, con fórmulassuperlativas en ambos casos. Aparecen comograndes príncipes cuando su adhesión al bandoromano sirve para realzar los éxitos de la diplo-macia de Escipión; al contrario, son bandoleroscuando rompen esta alianza y se oponen a Romasin respetar las normas del bellum iustum.

ENEMIGOS

Attenes206

regulus Turdetanorum(XXVIII, 15)

Culchas197

regulus(XXXIII, 21)

Luxinius197

regulus(XXXIII, 21)

Corribilo192

nobilis regulus(XXXV, 22)

Indibilis, Mandonius206

latrones latronumque duces(XXVIII, 32)

ALIADOS

Chalbus216

nobilis Tartesiorum dux(XXIII, 26)

Culchas206

XXVIII oppidis regnantem(XXVIII, 13)

Bilistages195

Ilergetum regulus(XXXIV, 11)

Ede(s)co209

clarus inter duces Hispanos(XXVII, 17)

Indibilis, Mandonius209

omnis Hispaniae principes(XXVII, 17)

1 Aunque discrepo en este aspecto de las conclusionesalcanzadas por estos autores, sería injusto no señalarlos grandes méritos de su estudio. Presenta de forma

bastante completa y equilibrada los datos extraidos delas fuentes antiguas, con cuadros y mapas sinópticosmuy útiles.

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Regulus, diminutivo de rex, se perfila clara-mente como una denominación despectiva ypeyorativa, aplicada cuatro veces a los enemigosde Roma, y sólo una vez a sus aliados. Si hace-mos el recuento de todas las apariciones de estapalabra en la obra de Livio, constatamos sin sor-presa que se aplica únicamente a naciones bár-baras: a los galos 31 veces (galos de Transalpina,Cisalpina, Iliria o Asia Menor), a los Hispani 20veces, a los africanos 10 veces. Reguli puede teó-ricamente referirse a reyes de menor rango o queposean un territorio más pequeño que los reges,como alguna vez se ha supuesto (Coll y Garcés,1998: 442), pero no creo que éste sea el criterioque guió a Tito Livio en el caso de Iberia. Reguluses, simplemente, el nombre que da Livio a losreyes del mundo bárbaro occidental, fuera cualfuera su poder. Ni siquiera el formidableBrennus, vencedor del ejército romano, mereceotro nombre que el de Gallorum regulus (V, 38, 3y V, 48, 8).

Esos monarcas son meros reguli, no solamen-te porque pertenecen a pueblos bárbaros, sinoporque su poder, según el criterio de Roma, notiene legitimidad. Así se explica la alusión aHispania contenida en una carta de Escipión aPrusias de Bitinia: regulos se acceptos in fidem inHispania reges reliquisse (Liv., XXXVII, 25, 9).Escipión recuerda como uno de sus mayoreslogros el haber convertido en reyes a los jefesindígenas que se habían entregado a él volunta-riamente. En el pasaje correspondiente dePolibio2, dos calificativos ayudan a comprendermejor lo que representaban estos reguli (Polibiodice dunastai) para los romanos: unos jefes sinpeso (elaphroi), nacidos de las circunstancias (tôntukhontôn). Sólo Roma podía conferirles legitimi-dad, autoridad real y estabilidad. En tales con-textos, me parece que la traducción más adecua-da de regulus sería “jefe” (y no rey o reyezuelo),puesto que esta palabra se refiere igualmente aun poder fáctico sin legitimidad institucional.

No obstante, en más de una ocasión resultacasi imposible encontrar una justificación lógicapara la elección de rex, de regulus o de cualquierotro término afín. En uno de los capítulos quenarran la rebelión de los ilergetes, Livio escribeprimero regulus y luego rex, a pocas líneas de dis-tancia, para designar a Indíbil (XXIX, 2, 14 y 15).No se aprecia, entre las dos frases, un cambio deenfoque o de trato. La única explicación que seme ocurre, es que este cambio de denominaciónparticipe de la dramatización de un relato que

culmina con la muerte del rey ilergete al frentede sus tropas, como si esta muerte heroica enno-bleciera in extremis al jefe bárbaro, haciéndolopasar simbólicamente de la condición de regulusa la de rex. Pero reconozco que esta interpreta-ción puede ser excesivamente forzada, y no seríamenos plausible una simple e insignificante alter-nancia léxica. De hecho, si buscamos todas lasdenominaciones que recibieron Indíbil yMandonio (son los reyes iberos que más vecesaparecen en las fuentes), nos encontramos concasi todos los nombres posibles: turannos, basileus,dunastês, stratêgos, rex, regulus, princeps, e incluso…latro. Dado el papel muy secundario desempeña-do por estos personajes en la historia de la segun-da guerra púnica, con apariciones esporádicas ygeneralmente escuetas, no es de extrañar que loshistoriadores no se preocuparan mucho por laexactitud y la coherencia del vocabulario. Ensemejantes casos, regulus, princeps y dux eran tér-minos casi intercambiables.

En consecuencia, lo que cabe tomar en cuenta,más que los términos, son los escasos datos con-cretos proporcionados por los relatos de Livio yPolibio: relación con un pueblo o con una ciudad,relaciones familiares, alianzas, papel militar, etc.

POLIBIO VS. LIVIO: NO TODAS LAS FUENTESTIENEN IDÉNTICO VALOR

No se puede tomar el conjunto de los textosde diversos autores que mencionan a reyes ibéri-cos como un corpus unitario, cuyos ítems tienenel mismo valor heurístico, siendo inmediatamen-te comparables entre sí, y por lo tanto suscepti-bles de ser sintetizados. Corremos el riesgo demuchos contrasentidos si nos empeñamos enbuscar el consenso de las fuentes; todo al contra-rio, lo que hay que hacer en primer lugar es ana-lizar sus diferencias, teniendo en cuenta lossupuestos ideológicos del autor y las necesidadesimpuestas por el género literario o el tipo de dis-curso. Una cita de Livio se explica y se valoraprimero desde la obra de Livio, y no desde otracita de Polibio o de Apiano, aunque ambas tratendel mismo objeto.

En el caso que nos ocupa, se da además lapeculiaridad de que, dejando aparte algunas citasaisladas de Apiano o de Diodoro, todas las infor-maciones útiles proceden de dos autores, TitoLivio y Polibio, cuyos testimonios – tal vez no seaésta la palabra más adecuada para calificar losrelatos de los historiadores antiguos – se insertan

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2 ex elaphrôn kai tôn tukhontôn dunastôn pepoiêkenai basileis(Pol., XXI, 11, 8). Este texto muestra que la misma rela-

ción que existe en latín entre regulus y rex se da en grie-go entre dunastês y basileus.

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en marcos literarios, ideológicos e historiográfi-cos muy distintos. Las diferencias de enfoque yde tratamiento no atañen tanto a las informacio-nes factuales, como a su manera de retratar –odisfrazar– la sociedad indígena.

Polibio cita menos reyes ibéricos que TitoLivio, pero es un autor mucho más fiable, porvarios motivos. Su conocimiento de la realidadhispánica es directo. Viajó a lo largo de las costasibéricas hasta Gadeira y se adentró en la penín-sula en algún momento de las guerras celtibéri-cas. Es capaz de diferenciar grupos culturales, enfunción de criterios que son los de un griego. Porejemplo, Polibio nunca utiliza el calificativo bar-baroi cuando menciona colectivamente a los ibe-ros de las regiones mediterráneas. Habla de bar-baroi, en cambio, a propósito de los Ouakkaioi ylos Karpêsioi (III 14, 6 y 8). Varios textos mues-tran que para él los iberos de la zona oriental ymeridional de la península se situaban en la cate-goría de los bárbaros civilizados o casi civiliza-dos, tanto en el aspecto político como en elaspecto social (Moret, en prensa).

No fue como Livio un puro hombre de letras.Fue un hombre de acción, llegando a ocupar car-gos importantes como diplomático y como mili-tar. Fue, al mismo tiempo, un intelectual propen-so a raciocinar y teorizar, que siempre intentabareordenar su materia según criterios lógicos, enuna secuencia inteligible de causas y efectos(Pédech, 1964). Se pudo equivocar, y de hecho se

ha podido comprobar que se equivocó más deuna vez, pero el carácter explícito de sus razona-mientos permite, en muchos casos, comprenderpor qué se equivocó.

Al contrario, en los libros de la tercera déca-da de Livio, Hispania aparece como un simpletelón de fondo para los acontecimientos de lasegunda guerra púnica, sin consistencia ni cohe-rencia. El descuido o a lo mejor el desconoci-miento del historiador, cuando de asuntos indí-genas se trata, se hace patente en un sinfín deomisiones, negligencias y contradicciones, espe-cialmente en materia geográfica.

Desgraciadamente, para el tema que nos inte-resa, sólo existen en Polibio tres pasajes suficien-temente extensos como para prestarse a un aná-lisis: el episodio de la clemencia de Escipión conlas familias de varios reyes iberos (X, 18, 35 y38), la historia de Indíbil y Mandonio y una des-cripción fragmentaria de la casa de un rey ibero.Haré algunos comentarios sobre estos dos últi-mos casos, dejando de lado el episodio de la cle-mencia de Escipión porque nos informa muchomás sobre este hombre de estado romano quesobre sus interlocutores indígenas (véase al res-pecto Coll y Garcés, 1998: 440).

MANDONIO: ¿SINARCA O CONSEJERO?

La historia de Indíbil y Mandonio permitecomparar, en un caso concreto, el método de

Fig. 1. Las alianzas de los ilergetes durante la segunda guerra púnica, según los libros XXI a XXIX de Tito Livio.

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Polibio con el de Livio. Se puede seguir la histo-ria de estos dos hermanos y de su pueblo, el delos ilergetes, a lo largo de catorce años, desde 218hasta 2053. Resumidos muy brevemente, losprincipales hechos son los siguientes:

218 a.C. Los ilergetes aparecen por primeravez como aliados de Aníbal. No se menciona a surey (Pol. III, 35; Liv. XXI, 22-23).

217 a.C. Bajo el mando de Indíbil, los ilerge-tes se enfrentan a los romanos y son vencidos dosveces por Cn. Escipión (Pol. III, 76; Liv. XXI, 61y XXII, 21).

211 a.C. Indíbil se encuentra en HispaniaUlterior al frente de 7500 Suessetanos, como alia-do de los cartagineses en una batalla contra P.Escipión (Liv. XXV, 34), pero tuvo que entregarrehenes a Asdrúbal (Pol. IX, 11).

208 a.C. La clemencia y la delicadeza mos-tradas por Escipión hacia la hija de Indíbil y lamujer de Mandonio, cautivas suyas, lleva a los

jefes de los ilergetes a pasar del bando cartaginésal bando romano. Indíbil se prosterna anteEscipión y lo llama rey (Pol. X, 18 y 35-38; Liv.XXVI, 49 y XXVII, 17). Después de la victoriade Baecula a la que ha contribuido, Indíbil reci-be 300 caballos en recompensa (Pol. X, 40; Liv.XXVII, 19).

206 y 205 a.C. Los ilergetes se sublevan dosveces contra Roma bajo el mando de Indíbil, condiferentes sistemas de alianzas (Liv. XXVIII, 24-34; Pol. XI, 32-33; Liv. XXIX, 1-3). Terminanderrotados, no sin haber opuesto una fuerte resis-tencia en batalla campal, infligiendo grandes pér-didas a los romanos. Indíbil muere en combate.Después de la derrota, Mandonio convoca unaasamblea (concilium) para negociar con los roma-nos una capitulación. Los romanos exigen yobtienen la entrega de Mandonio y de los otrosjefes (ceterique principes) de la coalición encabeza-da por los ilergetes.

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3 Para un estudio más detallado de la versión de Livio,véase Moret, 1997; para una visión de conjunto, inclu-

yendo los aspectos arqueológicos, V.V.A.A., 1996.

Fig. 2. Localización aproximada de los reyes iberos mencionados por Tito Livio, Diodoro y Polibio. Marcos ovalados: reyes asociados apueblos (anónimos en el caso de los orissos y de los bergistanos); marcos rectangulares: reyes asociados a ciudades.

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Varios detalles permiten precisar el “perfil” deestos dos personajes. Indíbil y Mandonio sonhermanos (Liv. XXVI, 49, 11), ambos de estirpereal, regiae nobilitatis uiri (Liv. XXVIII, 27, 5). Laimportancia de los lazos de sangre a la hora deacceder a los más altos cargos del estamento iler-gete, está comprobada por un episodio másreciente, cuando Bilistages, rey de los ilergetes en195 a.C. (Ilergetum regulus), manda a Catón tresembajadores (legati), entre los cuales figura supropio hijo (Liv. XXXIV, 11, 2). El propioIndíbil fue obligado a entregar a sus hijas comorehenes a los cartagineses (según Polibio) y luegosu hija a los romanos (según Livio). De estoshechos no se puede deducir taxativamente unainstitución hereditaria, pero parece probablealgún tipo de transmisión familiar del podermonárquico (Coll y Garcés, 1998: 440).

Su nombre no está siempre y únicamente aso-ciado al pueblo de los ilergetes. Se relacionan conotros pueblos de su entorno (fig. 1), mediantealianzas y combinaciones diplomáticas –tal vezconfederaciones– que se orientan sucesivamenteal este de su territorio nuclear (en 217, con loslacetanos y los ausetanos), al oeste (en 211, con lossuessetanos), otra vez al este (en 206, con los lace-tanos y los celtíberos) y finalmente al sur (en 205,con los ausetanos del Ebro y posiblemente conlos sedetanos) (Moret, 1997; Quesada, 2003: 117).

La cuestión más difícil es la de la reparticiónde los poderes entre ambos hermanos. Variosestudiosos han hablado de un régimen bicéfalo yde “una especie de sinarquía o poder real en queparticipaban dos” (Caro Baroja, 1971: 148; ideassimilares en Muñiz Coello, 1994: 290 y Coll yGarcés, 1998: 442). Dudo que fuera así. Una lec-tura atenta de los textos de Polibio y Livio reve-la, al contrario, notables diferencias en las accio-nes y la caracterización de estos dos personajes.

Primera observación: Indíbil es el único alque los historiadores designan explícitamentecomo rey (basileus, regulus)4. Mandonio recibe dosveces el título más impreciso de dunastês o prin-ceps, pero son pasajes en los que se habla conjun-tamente de los dos hermanos, sin más precisio-nes y en un tono más retórico que fáctico (Pol. X,35, 6; Liv. XXVII, 17, 2 y XXIX, 3, 2). Además,Mandonio nunca aparece actuando solo, mien-tras que Indíbil lo hace tres veces (en 218 y en217). A partir de todos esos datos, Indíbil se dibu-ja claramente como el auténtico líder de los iler-getes; su hermano está cerca de él, pero no ensituación de igualdad. Nunca se ve a Mandonio

tomar una decisión solo, excepto cuando en 205convoca el concilium de la confederación ilergete;pero entonces Indíbil acaba de morir, y se puedesuponer que Mandonio le ha sucedido o estáintentando sucederle. Lo que me parece másrelevante aún, Mandonio nunca actúa comogeneral o como jefe de guerra, lo que sin lugar adudas era el papel primordial y la principal fuen-te de legitimidad de cualquier rey en las socieda-des ibéricas. Esta función la ocupa de forma pre-clara Indíbil, hasta su muerte gloriosa en comba-te, mientras que Mandonio sobrevive huyendodel campo de batalla. El único papel activo quedesempeña Mandonio es diplomático, cuando sepresenta ante Escipión en 206 como enviado desu hermano (Liv. XXVIII, 34, 3-11). En resumi-das cuentas, el esquema que nos ofrecen Polibioy Livio es el de un rey guerrero y carismático,Indíbil, y a su lado un séquito de parientes y con-sejeros de extracción noble entre los que su her-mano Mandonio ocupa un lugar destacado. Nohay aquí ningún elemento concreto que avale lahipótesis de una sinarquía.

Segunda observación: Livio y Polibio no pre-sentan la relación de Indíbil y Mandonio de lamisma manera. En Livio, he contado 23 mencio-nes a Indíbil frente a 18 menciones a Mandonio;en Polibio, el reparto es mucho más desequili-brado, con 14 menciones a Andobalês (= Indíbil) ysólo 3 a Mandonio (X, 18, 7; X, 35, 6; XI 29, 3).Sorprende esta diferencia de trato por parte deambos historiadores, cuando en casi todos losdemás aspectos de la historia de los ilergetesLivio sigue muy de cerca a Polibio. No pareceprobable, en tal contexto, que el desacuerdo sedeba al uso de una fuente analística distinta. Lainterpretación que propuse (Moret, 1997: 158 sq)plantea una modificación voluntaria del persona-je de Mandonio por parte de Livio. A partir delúltimo episodio de su vida, en el que se hace pro-tagonista después de la muerte de Indíbil, lehabría dado retrospectivamente una importanciamayor de la que realmente tuvo y de la que leotorga Polibio. Los motivos de este cambio sonprobablemente literarios. Como en otros muchoscasos, Livio privilegia las necesidades de la com-posición literaria, en detrimento de la exactitudhistórica, simplificando y dramatizando la mate-ria que encontró en los analistas romanos y enPolibio. Con esta pareja artificialmente creada,con este detalle fuera de lo común que se memo-riza fácilmente –dos hermanos al frente de unpueblo bárbaro–, Livio introduce una especie de

4 En Liv. XXVIII, 33, 17, reguli está en plural, pero laexpresión es muy vaga y no hay motivos convincentes

para pensar que Mandonio estuviera entre los aludidos.

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leit-motiv, un signo de identificación, que se repi-te a lo largo de los libros XXI a XXIX, es deciren toda la tercera década de su obra, cada vezque los ilergetes vuelven al escenario.

LA CASA HOMÉRICA DE UN REY IBERO(POLIBIO, XXXIV, 9, 14)

OŒde d\e (scil. Homerus) ka p©san t \hn nànpolut /eleian. O‡kwn m\en oân lamprÒtato$ oMenel£ou. Toioàton d /e tina Øf…statai tÍ katas-keuÍ ka lamprÒthti <o†anper> PolÚbio$ ”IbhrÒ$tino$ basil /ew$ o„k…an: Ón ka \ezhlwk /enai l/egeit \hn tîn Fai£kwn truf\hn [mss: trof\hn] pl\hn toàto\u$ kratÁra$ ™n m /esJ t \h$ o„k…a$ st£naipl»rei$ o‡nou kriq…nou, ¢rguroà$ Ônta$ kacrusoà$.

“Homero conoce también toda la suntuosidadde nuestra época. La casa más espléndida era lade Menelao. Polibio supone que era semejante,por el esplendor de su mesa5, a la casa de ciertorey ibero. Cuenta que ese rey había tratado deigualar el lujo6 de los feacios, salvo el hecho deque las cráteras que estaban colocadas en el cen-tro de la casa sólo contenían cerveza de cebada,aunque eran hechas de plata y oro”.

Sorprendentemente, este texto recogido porAteneo (Deipnosophistai, I, 28, 18) ha recibidomuy poca atención. Ni Caro Baroja (1971) ni Colly Garcés (1998) lo mencionan. Sin embargo, setrata de uno de los textos más detallados y másprecisos que se hayan conservado sobre lo queera, no precisamente la realidad material de unpalacio ibérico, sino por lo menos su representa-ción por parte de un historiador griego que,recordémoslo, estuvo en Hispania.

No se sabe con certeza si el fragmento perte-necía a una digresión etnográfica dentro de algúnepisodio de tipo narrativo, o si proviene, comopiensan los editores modernos, del libro XXXIVque estaba enteramente dedicado a cuestionesgeográficas y especialmente a las regiones occi-dentales visitadas por Polibio (Walbank, 1979:563-569). Dado que nos ha llegado por la tradi-ción indirecta, pueden existir dudas en torno a laliteralidad de la cita. Se considera generalmenteque la cita textual empieza con la cuarta frase,introducida por legei. La primera parte es másconfusa, y resulta incluso parcialmente errónea(véase Walbank, 1979: 608). La casa de Menelao,tal como se describe en la Odisea, no es especial-

mente lujosa. El único pasaje que habría podidoinspirar la comparación de Polibio son los versosen los que Menelao presenta a Telemaco unacopa y una crátera de plata (XV, 120-123). Encambio, el lujo de los feacios y especialmente delpalacio de Alkinoo, descrito en el libro VII de laOdisea, era proverbial en la antigüedad. Esta con-fusión se debe achacar a Ateneo, no a Polibio,puesto que en la cita de la segunda parte del textosólo se habla de los feacios.

De aquel “rey ibero”, Ibêros tinos basileôs, no seda el nombre ni se dice donde vivía. Ateneo esprobablemente el culpable de estas omisiones,por considerar innecesario citar todo el pasaje dePolibio. Ahora bien, hablar de un rey ibero,basándose en Polibio, plantea serias dificultades,ya que, como he tratado de mostrarlo en otraocasión (Moret, en prensa) las palabras Ibêr eIbêria tienen en la obra de Polibio, según los con-textos y las fechas de redacción de sus libros, dossentidos bien distintos: el uno limitado a la partemediterránea de la península, según un conceptoque está arraigado en la tradición geográficahelenística, el otro extendido a todos los territo-rios transpirenaicos, en tanto que traducción dela voz latina Hispania.

Se ha pensado que el rey en cuestión pertene-cía a la Hispania céltica, debido a la mención dela cerveza que se considera la bebida céltica porantonomasia, e incluso se ha identificado conViriato (Schulten, 1974: 542-543). Creo, al con-trario, que se trata de un rey del área ibérica sensustricto. Sabemos hoy que los iberos de las regio-nes mediterráneas eran también bebedores decerveza. Recientes análisis químicos de residuosorgánicos conservados en ánforas ibéricas deCataluña y del Levante, fechadas en torno a laépoca de Polibio, han demostrado que contuvie-ron cerveza de cebada, y no vino como se solíapensar ( Juan i Tresserras, 2000). Por otra parte, laexistencia en Iberia de una riquísima vajilla deplata no es ninguna invención de Polibio. Se hanhallado páteras, cuencos y jarros de plata, algu-nos con inscripciones ibéricas, otros con ricasdecoraciones de figuras incisas o estampadas, envarios tesorillos peninsulares, fechados en sumayoría entre finales del siglo III y primeramitad del siglo I a.C. (Raddatz, 1969; Olmos,1996). Llama la atención la alta concentración deesta vajilla de lujo en la Alta Andalucía, SierraMorena y sur de la Mancha, en torno al áreaterritorial de los oretanos. Existe otro núcleo,

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5 En contextos domésticos, la palabra kataskeuê se refiere alos muebles y a la vajilla de mesa (Walbank, 1979: 608).

6 Si se siguiera la lección de los manuscritos (trophên en vez

de truphên que es una corrección moderna), habría quetraducir así: “Cuenta que ese rey había tratado de igua-lar a los feacios en su manera de presentar la comida”.

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más difuso, en la Lusitania, entre Tajo y Duero;en cambio los hallazgos son muy escasos en laMeseta y en el norte de la Península. Hay querecordar así mismo las 276 páteras de oro y elgran número de vasos de plata que se mencionanen el botín contabilizado por Escipión despuésde la toma de Carthago Nova (Liv. XXVI, 47, 7).Me parece, pues, razonable pensar que el rey delas cráteras de cerveza vivía en alguna parte de laIberia oriental o meridional, no en la céltica.

Curiosamente, Polibio no compara las cos-tumbres del rey ibero con las de otro contempo-ráneo, sino con el mundo mítico de la Odisea.Este planteamiento claramente anacrónico sor-prende en un autor como Polibio. No es que lasreferencias a Homero sean raras en Polibio; alcontrario, como muchos escritores de su época,aportó su contribución al debate en torno a laexégesis geográfica de la Odisea. Propuso expli-caciones racionales de tinte evhemerista, basadasen sus propias observaciones geográficas, paravarios episodios de la obra de Homero, comopor ejemplo los mitos de Escila y de Eolo(Pédech, 1964: 585-6). Pero en este caso no setrata de dilucidar un mito mediante una encues-ta (historia) llevada a cabo en el terreno adecua-do. Se trata, al contrario, de ilustrar con un mitouna observación etno-geográfica realizada por elpropio historiador, lo que evidentemente no cua-dra con el método preconizado por Polibio7.

Pero la contradicción sólo es aparente, si pres-tamos atención al tono del pasaje. A pesar de lasprobables intervenciones de Ateneo (reescrituraparcial, contracción del texto), se perciben clarosacentos irónicos. Para empezar, el simple hechode afirmar que un rey indígena de la lejana y bár-bara Iberia se fijó como meta el igualar, ezêlôke-nai, a los míticos feacios –símbolos del másexquísito refinamiento–, contiene para un lectorgriego una fuerte carga irónica, casi burlona8. Senota también una intención irónica en la cons-trucción de la última frase, en la que Polibio colo-có al lado una de otra la mención de la cerveza yla mención de la plata y del oro, subrayando el

contraste entre un contenido vulgar y un conte-nedor noble (es por ello que, en nuestra traduc-ción, hemos dado un valor opositivo fuerte alparticipio ontas). Todo induce a pensar quePolibio quiso burlarse de un bárbaro estrafalarioque en medio de un lujo ostentoso conserva cos-tumbres indignas de un hombre refinado, comola de beber cerveza. Para un griego, esta mezclade desmesura y de mal gusto, típicamente bárba-ra, era despreciable.

Hay además, desde el punto de vista dePolibio, un factor moral agravante. Polibio des-cribe en un excursus filosófico de su obra la deca-dencia inevitable que conduce desde la realezabuena (basileia) hasta la monarquía y la tiranía,conforme los reyes sucumben a los vicios y a losexcesos (VI, 3-7). Ahora bien, en su descripciónde los síntomas morales que anuncian la degra-dación del regimen monárquico, Polibio hacehincapié en el hecho de “buscar la excentricidady la variedad en los placeres gastronómicos (tro-phê) y en la preparación (paraskeuê) de los ali-mentos” (VI, 7, 7). Puede no ser casual que lapalabra trophê se repita en la descripción de lacasa del rey ibero9, y que paraskeuê se parezcamucho a kataskeuê que figura también en esa des-cripción. En esta óptica, el rey ibero del libroXXXIV viene a situarse en la fase de degenera-ción y de degradación final del ciclo político des-crito por Polibio, no en la atemporalidad ideali-zada de una periferia ahistórica.

Así pues, tanto por su carga irónica como porsu trasfondo de condena moral, este retrato deun rey ibero se sitúa casi en la antítesis delArgantonio pintado por Herodoto. Herodotoadmiraba a Argantonio, tanto por su riquezafabulosa como por la ayuda que ofreció a losfoceos; Polibio se burla del rey bebedor de cer-veza, porque no hace de su riqueza el uso que ungriego de su época considera digno.

¿Qué realidad puede esconderse detrás de unretrato tan tendencioso? Con poco lugar a dudas,el detalle de los vasos de plata y oro que contie-nen cerveza de cebada parece auténtico. Lo

7 Me parece muy forzada, y en contradicción con el tonodel fragmento, la interpretación de von Scala según lacual Polibio habría comparado las costumbres de unrey ibero con las de los feacios para justificar una loca-lización en Iberia, o cerca de Iberia, del país de los fea-cios (referencias en Walbank, 1979: 608, quien pareceaceptar esta lectura).

8 Si no fuera así, la única alternativa sería aceptar comoun hecho observado por Polibio el que un rey indíge-na de mediados del siglo II a.C. tuviera la intenciónexpresa de imitar a los reyes de Homero, lo que no

tiene mucho sentido. En todo caso, hay que descartarcualquier relación entre este texto y un fenómeno lite-rario que empieza más tarde, a principios del siglo Ia.C.: la construcción artificial de una geografía míticade Hispania, en clave homérica, por Asclepiades deMirlea y algún que otro erudito local, cuyas lucubra-ciones han dejado rastros en el libro III de Estrabón.

9 Si se mantiene la lección de los manuscritos (véasesupra). Aunque este paralelismo con el libro VI tiendea validarla, debo reconocer que truphê ofrece un senti-do más satisfactorio.

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demás no aporta nada al conocimiento de lasociedad ibérica, a no ser que la referencia almundo de Homero fuera una manera tal vezinconsciente, por parte de Polibio, de reconocerla dosis de arcaismo aristocrático que seguía sub-sistiendo en las instituciones y en las costumbresibéricas.

CONCLUSIONES

Los dos ejemplos que acabamos de presentarmuestran por sí solos que el filtro ideológico yliterario de historiadores como Polibio o Liviotiene un poder de difracción o, mejor dicho, dedistorsión muy fuerte. La posición de Polibio esla más ambigüa. Aunque otorga a los iberos deleste y del sur de la Península cierto grado decivilización, en el plano psicológico y moral nodeja de pintar a sus reyes como bárbaros. Buenaprueba de ello es el juicio despreciativo queemite sobre el rey Abilux, cuyos cálculos políti-cos eran “propios de un ibero, lo mismo que deun bárbaro”, sullogismon ibêrikon kai barbarikon(III, 98, 4). Para Tito Livio, a la condición bár-bara de los iberos se añade, según el criterioromano, el hecho de que sus instituciones políti-cos no son dignas de interés porque se encuen-tran fuera de la ley, desprovistas de la legitimi-dad que sólo Roma puede otorgar. Sus reyes noson tales, sino latrones latronumque duces(XXVIII, 32, 9), fórmula lapidaria puesta en laboca de Escipión que resume la esencia delpunto de vista romano

10.

En definitiva, pocos son los datos objetivosque se pueden rescatar de las obras de estos his-toriadores. Trataré de resumirlos. Los reyes ibe-ros aparecen como miembros de familias nobles,con amplios poderes en la guerra y en el campode la política exterior de su comunidad de origen(la cual puede ser una ciudad o un pueblo). Enalgunos casos la transmisión del poder es heredi-

taria11, y los parientes del rey suelen tener ciertaimportancia, aunque sea difícil precisar su fun-ción12.

Pero el rey no es la figura dominante del pai-saje político de la Iberia de los años 220-200 a.C.Las fuentes citan muchas ciudades y muchospueblos ibéricos sin asociarles reyes o príncipes.Es más, las ciudades que tienen más protagonis-mo durante la segunda guerra púnica y cuyaresistencia al asedio de los romanos o de los car-tagineses es descrita con más detalle (Sagunto,Orongis, Iliturgi, Astapa) no parecen haber teni-do ningún rey. En Cástulo, un tal Cerdubelusjuega en 206 un papel importante (es él quienentrega a los romanos la guarnición cartaginesa),pero no se le da título alguno. Existen ciudadessin rey, ciudades con rey, pueblos sin rey y pue-blos con rey. Cuando Escipión, después de suvictoria en 206, viaja a Tarragona para repartirrecompensas y castigos, examina los casos de losreyes y de las ciudades, causis regulorum ciuitatum-que cognoscendis (Liv. XXVIII, 16, 10). La existen-cia simultánea de estas dos figuras institucionalesdelata la ambigüedad de la realeza ibérica.

Se ha querido poner un poco de orden en esecajón de sastre, diferenciando dos modelos: “eltipo de monarquía meridional, que mayoritaria-mente basa su poder en los oppida, y la levantina,siempre asociada a populi” (Coll y Garcés, 1998:442 y cuadro 1). De hecho, en el sur se conocencuatro casos de príncipes que reinan sobre una ovarias ciudades (Cerdubelus en Castulo,Corribilo en Licabrum, Culchas sobre varias ciu-dades, Luxinius sobre Carmo y Bardo), frente atres casos de reyes asociados a pueblos (el reyanónimo de los orissos13, Chalbus, rey de los tar-tessios, y Attenes, rey de los turdetanos). En elnorte, todos los ejemplos conocidos están rela-cionados con pueblos: Indíbil, Mandonio yBilistages con los ilergetes, Amusicus con los

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10 En el derecho romano, se llamaba latrones a todas lascomunidades (pueblos, ciudades…) que se enfrentabana Roma sin una declaración de guerra formal (Digesta,50, 16, 118), es decir sin respetar las normas del bellumiustum.

11 El caso más claro es el contencioso dinástico entreCorbis y Orsua (Liv. XXVIII, 21); en cuanto a los iler-getes, véase supra.

12 El rey Edecón se presenta a Escipión en Tarragonacon un séquito de “parientes y amigos” (X 34, 4 y 6).En la época en la que escribe Polibio, estos términostienen un sentido muy preciso, para designar cargoshonoríficos en la corte de los monarcas helenísticos.

Por un lado, las connotaciones helenísticas de esta ter-minología dificultan la lectura de la realidad políticaindígena; pero al mismo tiempo, es importante consta-tar que a Polibio no le pareció disparatado hablar asíde la corte de un rey ibero.

13 El texto de Diodoro (XXV, 12, 1) no permite afirmarque ese rey de los orissos reinara sobre 12 ciudades,como creen Schulten y Caro Baroja (1971: 140). “Atacóprimero al rey de los Orissoi e hizo matar a todos losresponsables de la derrota de Amílcar. Tomó sus ciu-dades, que eran doce, así como todas las ciudades deIberia.” Una parte de esas doce ciudades (o todas)podían pertenecer a otros “responsables de la derrota”que no fueran el rey de los orissos.

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ausetanos, y un rey anónimo con los bergista-nos14 (fig. 2).

Se puede aceptar el modelo propuesto porColl y Garcés, pero con matices y sólo como ten-dencia, dado que el número de casos comproba-dos es estadísticamente irrelevante, y teniendoen cuenta que los casos en los que se cita una ciu-dad o un pueblo, pero no a su rey, son los másnumerosos. Más bien convendría resaltar, enúltima instancia, la diversidad y la complejidaddel panorama institucional ibérico, tal como sedesprende de un texto de Tito Livio, referente alaño 197, que al enumerar una lista de sublevadosevoca en tres líneas tres regímenes políticos radi-calmente distintos (XXXIII, 21, 7-8): en la costalos malacitanos y los sexetanos, organizados enciudades conforme con el modelo púnico; en elvalle del Betis un gran número de oppida, repar-tidos entre los reguli Culchas y Luxinius; y entreel Betis y el Anas, el pueblo de la Baeturia, cuyaorganización política tenía probablemente unabase étnica. Frente a tamaña variedad, no es deextrañar que no se haya formado en la historio-grafía romana una imagen clara y coherente dela realeza ibérica.

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14 Se suele añadir a esta lista a Edecón, rey de los edeta-nos, pero esta adscripción se basa en una enmiendadiscutible del texto de Polibio (X, 34, 2). Todos losmanuscritos, sin excepción, rezan Edekôn, ton dunatondunastên, “el jefe poderoso”. Esta expresión fue consi-derada corrupta, y la mayoría de los editores aceptanla corrección de Schweighäuser: ton Edetanôn dunastên,“el jefe de los edetanos”. Sin embargo, tal enmienda notiene una justificación paleográfica sólida, ya que lasemejanza es mínima entre Edetanôn y dunaton. Por otraparte, cuando Livio traduce o adapta este pasaje, habla

de Edesco clarus inter duces (XXVII, 17, 1), lo que es unequivalente aceptable de dunatos dunastês, sin mencio-nar a los edetanos. Además, Polibio cuenta en el capí-tulo siguiente que, gracias al ejemplo de Edecón,“todos los iberos que vivían del río Ebro acá (es decir,al norte del río) escogieron el partido de los romanos”(X 35, 3). Lógicamente, el reino de Edecón tiene quesituarse en la misma zona, también al norte del Ebro.Ahora bien, todas las fuentes que hablan de los edeta-nos sitúan a este pueblo al sur del Ebro.

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