Los Escritos Politicos de Francisco Quevedo

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tratando de analizar los pensamientos de Francisco de quevedo en torno a su desobediencia civil y la obediencia al derecho que habia en sus tiempos

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  • Reflexiones en tornoa los escritos polticos e histricos

    de Francisco de Quevedo^

    Jos Martnez MillnUniversidad Autnoma de Madrid

    Facultad de Filosofa y LetrasInstituto Universitario La Corte en Europa

    Ciudad Universitaria Cantoblanco28049 Madrid

    [email protected]

    [La Perinola, {issti: 1138-6363), 18, 2014, pp. 103-141]

    La lectura tanto de la biografa como de las obras de don Franciscode Quevedo y Villegas siempre me ha suscitado la impresin de en-frentarme ante un personaje que se encontr a disgusto con la reahdadhistrica que le toc vivir, que tuvo el nimo dividido entre la situa-cin social en la que se hallaba y la que aspiraba conseguir, de ha-ber estado en continua contradiccin entre los ideales polticos de unaMonarqua que haba conseguido implantar su dominio en el mundo{Monarchia Universalis), y la nueva organizacin pohtica que se proyec-taba (Monarqua catlica)., cuyo desarrollo poltico le arrastraba inevita-blemente a la decadencia^. Incluso, en su etapa de mayor protagonismoe influjo poltico, como fue la de su estancia en Italia al servicio del du-que de Osuna, su febril actividad y sus intensas y variadas impresiones(reflejadas en numerosos escritos) trasmiten la sensacin de una gestinpoco eficiente, que en mucbos casos fue casi autnoma, tratando deimponer sus propias convicciones polticas en medio de un amasijo derelaciones internacionales que de antemano presagiaban el fracaso de suintento. Esta contradiccin entre lo que haba sido y lo que era, entre lasideas y fundamentos que baban forjado la Monarqua bspana de FehpeII y la nueva ideologa y justificaciones polticas en las que se basaba laMonarqua de Fehpe III y Fehpe FV, le llev a tomar partido a favor o encontra de los grandes patronos que la gobernaron, incluso a alabar y acriticar a un mismo poltico (segn las decisiones que tomara), lo que bamotivado que algunos estudiosos lo consideren un personaje poco sia-

    1. Este trabajo forma parte del proyecto de investigacin, concedido por el MICINN,nmero de referencia HAR2009-12614-C-1.

    2. Alonso, 1950, pp. 1-2; Pabn Nez, 1949, pp. 5-32; Serrano Poncela, 1963.

    LaPerinola, 18, 2014 (103-141)RECIBIDO: 15-1-2013 / ACEITADO: 4-2-2013

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    cero y adaptadol Particularmente pienso todo lo contrario, el ilustre lite-rato trat de defender la Monarqua que haba fundado el Rey Prudente(basada en los principios de la Monarchia Universalis), en donde veacumplidos los ideales e intereses del sector social al que l perteneca(el grupo castellano), frente a la Monarqua Catlica de Felipe III y desu hijo, cuyos principios polticos y justificaciones religiosas se hallabanmuy lejos de los que dicha elite social defenda*.

    Cuando nuestro autor consegua el sosiego de espritu, ya fuera fru-to del cansancio o por propia imposicin estoica, era capaz de escribirexcelentes poesas ricas, que descubren su fina sensibilidad y grande-za bumana y tambin su agudeza de ingenio.

    I. LA CONFIGURACIN POLTICA E IDEOLGICA DE LA MONARQtrA HISPA-NA EN EL REINADO DE FELIPE 11.

    La identidad con la que el conjunto de reinos y territorios formaronla Monarqua hspana se present de cara a los poderes europeos comola instancia de poder que propagaba y defenda la fe cristiana a nivelmundial, con lo que tambin justificaba su prctica poltica. Durante elperiodo de la dinasta de los Austria, esta identidad estuvo fundamenta-da en el universalismo de la confesin catlica y se articul lgicamenteen principios teolgicos y teoras poUdcas que emanaban o se deducantanto de los privilegios que los pontfices haban otorgado a los monarcashispanos^ como de la actuacin de stos en el contexto de la Cristiandad.

    La Monarqua hispana apareci definitivamente configurada duran-te la segunda mitad del siglo xvi, cuando, tras la divisin que CarlosV realiz de su herencia entre su hermano Femando y su hijo Felipe,el Imperio Romano Germnico ya no fue la principal fuerza polticadentro de la Cristiandad, sino que el hderazgo recay en la propiaMonarqua. Para justificar esta anmala situacin, los comentaristasy telogos hispanos recobraron la vieja idea medieval de MonarchiaUniversaM. Ahora bien, el concepto de Monarchia, que se gener parajustificar la Monarqua espaola (precisamente, por sus peculiares ori-genes), Ueg a ser un concepto central, global y suficiente, de maneradistinta a la Monarchia que baba encontrado su legitimacin en la doc-trina de los cuatro reinos universales y de la tradicin''. Las monar-quas anteriores siempre sirvieron de modelos, pero no admitieron unalegitimacin histrica. La Monarqua espaola no se present como un

    3. Ettinghausen, 1982.4. Astrana Marn, 1940, pp. 147-149.5. Letura, 1930. Discrepaba de esta interpretacin, Gimnez Fernndez, 1944.

    Tambin han realizado interesante aportaciones al tema. Garca Gallo, 1957-1958;Weckmann, 1949.

    6. Bosbach, 1998, caps. 3 y 4.Vase la imagen del sol y la luna, comparndolos conel papa y el rey en. Puente, Tomo primero de la conveniencia de las dos monarquas catlicas,la de la Iglesia Romana y la del Imperio Espaol, fol. lr-2v.

    7 Matte, 1952 y 1965.

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    imperio sino como un reino universal; de esta manera, el poder delrey de Espaa era distinto del modelo imperial, aunque tena una for-ma similar; pero tambin era diferente a la monarqua universal. Lascondiciones por las que la Monarqua hispana se apoder de la idea deMonarchia Universalis se apoy en dos factores esenciales: la decadenciadel Imperio como fuerza poHtica en Europa y la aspiracin de Espaa adesarrollar competencias para-imperiales por efecto de la propia poten-cia mitar. De hecho, los defensores de la poltica espaola en el temade la monarqua universal la justificaron basndose en una legitima-cin prctica*. Esta organizacin poltica ideal coincida (o, al menos, levino bien) con la ideologa y los intereses de un grupo de letrados yreligiosos castellanos que ayudaron a Felipe II a transformar poltica einstitucionahnente la conglomeracin de reinos y territorios que habaheredado en una Monarqua sin precedentes por su grandeza.

    Tras recibir, en 1555, los diferentes reinos y territorios patrimonia-les en Bruselas y constatar la dehcada situacin religiosa que exista entodos ellos, Felipe II decidi volver a Castilla para dar forma poltica ala heterognea herencia recibida. Una vez en la pennsula, a finales de1559 convoc Cortes, que se reunieron en Toledo, donde adems de re-cibir a su nueva esposa (Isabel de Valois), se jur como heredero al prin-cipe Carlos, y se acordaron las primeras medidas contra los moriscos deGranada'. Acabadas stas y juzgando incapaz la habitacin de Toledo,estableci su corte, de manera permanente, en la viUa de Madrid y desdeeUa comenz a gobernar. Felipe II inici una amplia reforma: desde elpunto de vista ideolgico y religioso, el monarca se esforz por imponerde manera intransigente un sistema de ideas y creencias a toda la so-ciedad, el catolicismo emanado del concilio de Trento, pero de acuerdocon sus propios objetivos polticos'". Desde el punto de vista poltico,articul racionalmente todos los reinos heredados, configurando las ins-tituciones y organismos que iban a componer su Monarqua.

    Para llevar a cabo ambas reformas, el Rey Prudente cont con unequipo de servidores que tomaron la defensa del regahsmo monrquicocon ms celo y entusiasmo que el propio rey"; este grupo, que estabaformado por representantes de las elites urbanas castellanas, molde la

    8. Carpintero Bentez, 1977, pp. 65-79; Perea Vicente, 1934, pp. 54-75; BeneytoPrez, 1942, pp. 269-284; Diez del Corral, 1976, pp. 307-322.

    9. Cabrera de Crdoba, Historia de Felipe II, Rey de Espaa, vol. i.10. De ahi, el inters de Felipe II por controlar los cnclaves con el fin de que siem-

    pre hubiera un Pontifice favorable a los intereses de la Monarqua Hispana, como suce-di por ejemplo a la muerte del papa Caraffa en 1559; tema que fue estudiado por:Hinojosa, 1889, pp. 29 y ss.

    11. As lo manifestaba el embajador Luis de Requesens a su hermano Juan de Zigaen una larga carta, conom, 97, pp. 371-378. Ha sido estudiada y comentada ampliamentepor Leturia, 1928, pp. 63-64 y 70. El propio Juan de Figueroa, presidente del Consejo deCastilla, afirmaba que no haba Papa en Espaa, pues era el Rey, lo que le vaH que se leiniciase un proceso inquisitorial desde Roma, que no lleg a consumarse porque muri alpoco tiempo. Serrano, i, p. 444.

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    Monarqua de acuerdo a sus ideales e intereses y todos ellos actuaronbajo la coordinacin del cardenal Diego de Espinosa (1512-1572)'^.Dicho sector social, al que se le ha denominado partido castellano'^ ,se impuso en el gobierno de la nueva Monarqua excluyendo a los gru-pos de poder de otros reinos y territorios (flamencos, italianos, ara-goneses, etc.) que durante el reinado del emperador Carlos V habanparticipado directamente en las gestiones de gobierno de la corte, almismo tiempo que justificaban su actuacin en la defensa de un catoli-cismo, cuyos principios ideolgicos conectaban con el modo de enten-der la rehgn de los cristianos medievales, que haban luchado contrael infiel (Reconquista) y de quienes se sentan herederos'*.

    La implantacin de la confesonalidad catlica requera una religio-sidad fcil de contrastar con la ortodoxia ideolgica, lo que conlleva-ba una serie de actos externos que identificaran unos valores y signoscompartidos con la ortodoxia establecida por el poder; la esprtuahdadresultante era menos exigente a nivel interior, pero se fijaba ms enel cumphmento de las normas exteriores, lo que lgicamente orienta-ba haca una espiritualidad asctica. En este sentido, la espiritualidadintelectual de la orden de Santo Domingo, basada en los principiostradicionales (vida de oracin, de estudio, observancia regular y apos-tolado), se adecuaba con bastante exactitud a las pretensiones de estegrupo, frente a la espiritualidad ms ntima y personal, con fuerte ten-dencia haca la mstica, que practicaban otros grupos. La justificacinde la actuacin poltica a travs de la religin, como practic FelipeII, provoc que, con frecuencia, los intereses polticos del monarca nocoincidiesen con los de Roma, por lo que los enfrentamentos con lospontfices fueron continuos durante su reinado.

    1.1. La incorporacin de la Casa de Austria a la evolucin histrica de Castilla

    Este grupo haba conseguido formar una gran Monarqua, tomandoal reino de Castilla como cabeza y a una dinasta extranjera (Habsburgo)como eje y vnculo de toda la organizacin poHtica, lo que no dejaba deser una contradiccin. Por eso, para dar una cohesin social y cultural ala Monarqua, este grupo poHtco trat de hispanizar la dinasta de losAustria, insertndola en la tradicin histrica castellana de modo quela rama hspana de los Habsburgo se entroncase con los visigodos ycon todos los ideales castellanos surgidos durante la Reconquista. Deesta manera, Castla no solo le suministraba la fuerza suficiente para

    12. Martnez Milln, 1994, pp. 189-228.13. El primero que utiliz este adjetivo para designar a un sector de los servidores de

    Felipe II fue, PbUippson, 1895, pp. 145-146. Martnez MUln y Carlos Morales, 1998, pp.137-140. A pesar del trmino castellano.., no significa que todos sus componentes fueranoriginarios de CastUla, pero s que compartan su ideologa.

    14. Vase la construccin de esta ideologa en Martnez MiUn, 2007 Intuye estaevolucin cultural y social, el profesor Gutierrez Nieto, 1973a, 1973b, 1983.

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    formar la Monarchia Universalis, con superioridad de la rama hispanade la dinastia sobre la del Imperio, sino que adems, le proporcionabauna ideologa poltico-reUgiosa especficamente hispana, que difera enmuchos aspectos de la que haba justificado dicho concepto en el con-tinente europeo durante el medievo.

    El empeo por demostrar la lnea directa que exista entre Felipe IIy los visigodos indujo a inventar fabulosas genealogas de los monar-cas hispanos'^ al mismo tiempo que se colocaba la religin cristianacomo el elemento que haba dado unidad a la lnea dinstica hispa-na"^ . El propio Felipe II impuls la santificacin del principe visigodoHermenegildo, condenado a muerte por su padre (el rey Leovigildo),por haberse convertido al cristianismo'''. Ahora bien, es preciso insistirque se trataba de un cristianismo forjado en la cruzada contra el infiel(Reconquista) y que, por tanto, tena unas peculiaridades rehgiosas di-ferentes al cristianismo europeo, en el que haba surgido y crecido ladinasta Habsburgo'^. En mi opinin, con eUo se trataba de demostrarque sus origenes como reino, aunque cristianos, no haban sido losmismos que la Europa del Imperio Romano Germnico (situados en elcontexto de una cristiandad europea) mientras que el cristianismo cas-teUano se remontaba a los visigodos y a una cristiandad propia, la dela cruzada contra el infiel, guiada por el apstol Santiago, quien le otor-gaba mritos suficientes para crear su propio Emperador, Alfonso VIP .^No resulta casual que este monarca nombrara al arzobispo de Santiagocapelln mayor de la capUla real, cargo que mantuvo dicha dignidadeclesistica sorprendentemente hasta la muerte de FeUpe IF.

    No obstante, no todos los sectores sociales ni todos los reinos com-partan esta unidad y Umpieza genealgica; Fray Luis de Len, recor-daba al monarca la falta de moralidad del rey godo don Rodrigo en sufamosa Oda al Taj(?^. Por su parte, la visionaria Lucrecia afirmaba pbli-camente en 1588, que habia soado que por pecados que el Rey, nues-tro seor, haba cometido en matar a su hijo y a la reina doa Isabel yquitar las tierras a los labradores [...], los quera Uevar Dios a su hijo

    15. Castillo, Historia de los reyes godos y la sucesin dellos hasta el Catlico y potentsimodon Philippe segundo. Rey de Espaa, 1582. Ya, don Alonso de Cartagena (en el siglo xv)mantena la equivalencia entre Rexgothorum, rex Hispaniae y rex Castellae, Tte, 1970, p. 9.

    16. Rodrigo de Yepes trataba de demostrar que del linaje de los godos no solo des-cienden los monarcas hispanos, sino tambin grandes santos hispanos unidos a la realeza;Yepes, Relacin y discurso breve muy fide y verdadero del linaje Real de los Codos, 1583.

    17 Estai, 1961.18. Sobre el concepto de Reconquista y su evolucin. Ros Saloma, 2011, pp. 43 y ss.19. No considero pertinente explicar la evolucin del mito de Santiago, dado

    el poco espacio que dispongo, aunque resulta muy importante. Me remito a MrquezVlanueva, 2004, pp. 223-230 y 255-260. Rey Castelao, 1985 y 2007 Resulta tU por lacantidad de datos que ofrece, Kagan, 2010, pp. 141-204.

    20. Sobre el tema, vase el trabajo de Pizarro Llrente, 2005, pp. 181-225.21. El tema ha sido agudamente tratado por Mrquez ViUanneva, 1996. Una recopi-

    lacin de las versiones del romance: Menndez Pidal, 1925-1927, ii.

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    y a l^ .^ Por estas fecbas, surgi en Catalua una nueva concepcinde sus origenes bistricos, centrada en la recuperacin de la ciudad alos rabes a principios del siglo ix. Este mito se elabor a partir de undocumento del rey franco Carlos el Calvo, fechado el 844, concedidoa la Marca Hispnica^ .^ Las criticas tambin surgieron por parte de losmoriscos, quienes no se sentan integrados en la Monarqua, por lo queno dudaron en tergiversar la historia para demostrar su participacinen la evolucin y constitucin de la Monarqua. En este contexto sepuede entender la actividad de Miguel de Luna, intrprete de arbigode Felipe II y de su hijo, mdico, aficionado a los temas de historiahispano-oriental. Se conoce mejor su personalidad a travs de la vidade Alonso del Castillo, su padre poltico y espiritual^ '*. Su gran obra.Verdadera Historia del Rey don Rodrigo (1592-1600, 2 vols), fue califi-cada por Menndez Pelayo y Menndez Pidal como sarta de mentiras.En reahdad, lo que trataba Luna era desprestigiar a los godos. Luna sealzaba contra el mito neogtico, consagrado como verdad oficial his-pana desde los tiempos de Lucas de Tuy y del arzobispo Ximnez deRada. Luna dibujaba el pasado gtico como una pesadilla a la que venaa poner fin providencial la invasin musulmana, rechazando todo idealcaballeresco y de prestigio que haba inventado, sobre todo, la Crnicasarracina de Pedro del Corral en el siglo xv^ .^ El profesor MrquezVlanueva seala que la actitud de Luna representaba el ments delintelectual morisco al neogoticismo en cuanto mito conservador enla Espaa de la poca. Y lo bizo, precisamente en 1589, fecha de re-daccin muy intencionadamente aducida en la primera parte, justo alho del tomo tercero de la Cornica general de Espaa de Ambrosio deMorales, publicado en 1587. No solo fueron fray Luis de Len y MiguelLuna quienes emprendieron esta empresa en contra del neogoticismo ylos valores rehgiosos y sociales defendidos por el partido castellano,por estos mismos aos fray Agustn de Saluco (1523-1601) lanzaba sudiatriba contra el mito de los mozrabes '^' y, poco despus, su critica alos estatutos de pureza de sangre, a pesar de que Salucio baba estudia-do en el colegio de San Toms de Sevilla, creado por el dominico frayDiego de Deza, inquisidor generaP*". En esta pugna poltico-social sedeben encuadrar los tratados sobre la nobleza y la polmica de los es-tatutos de pureza de sangre que se suscit durante el reinado de Felipe

    22. AHN, Inquisicin, leg. 2105. Sobre el tema, Kagan, 2004.23.Villanueva, 1994, pp. 75-78. Simn Tarrs, 2006, pp. 294-295.24. Cabanelas Rodriguez, 1965 y 1965-1966.25. Corral, Crnica del rey don Rodrigo, postrimero rey de los godos (crnica sarracina),

    2001, 2 vols. En la introduccin se pone de manifiesto que Pedro del Corral era hermanode Rodrigo de VUlaldrando y tambin se expone la manera en que vivieron el problemade las facciones polticas y la exclusin de los conversos durante el reinado de Juan 11.

    26. Lpez de Estrada, 1951.27 Cngora, 1890, vol. 1, pp. 7-12.

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    IP^ precisamente, cuando el partido castellano: comenzaba a perdersu inifluencia en el gobierno de la Monarqua.

    As, en un pequeo tratado miscelneo se sealaba cul haba sidoel origen de la nobleza hispana:

    Con la nobleza y hidalgua de Espaa se comenz a tener cuenta luegodespus de la destruccin en tiempo del Rey don Rodrigo, ltimo Rey delos godos, ao de 714; porque, ao de 717 dicen las cornicas que se jun-taron los hijosdalgo de Espaa, como ms largo lo refiere el Maestro PedroAntonio de Beuther, en los Anales de Espaa, y el licenciado Juan de Otaloraen su libro de Nobleza^ .^

    En otro memorial coetneo, titulado Del origen de los villanos a quellaman cristianos viejos, atribuido al padre Juan de Mariana^", se afirmaba:

    es de notar que este nombre de xpdanos viejos naci despus que losmoros seorearon a Espaa, aunque no se sabe precisamente del tiempo delorigen y principio de este apellido, y es cosa, sin duda, llamarse cristianosviejos por ser gente que dems de antiguo tiempo comenaron a profesarla fe y religin xptiana que otros que ms tarde vinieron a ella. Y porqueesto no basta para declarar su origen, considero que toda la gente de quehoy est poblada Espaa tiene su origen y principio de una destas cuatrodiferencias porque descienden o de los que fueron conquistadores, o de losconquistados o de los que no fueron conquistadores ni conquistados o dela mezcla que result de unos y otros.

    Al hablar de los conquistadores (aquellos que se retiraron a lassperas montaas y aspereza de Asturias), el autor pona el origen dela nobleza en la guerra: con el precio de su sangre y vidas adquirieronla nobleza de que hoy gozan sus descendientes. Asimismo, la distintagraduacin de ttulos nobiliarios se afirmaba estaba de acuerdo conla grandeza de las hazaas protagonizadas por sus antepasados: Ladiferencia de las ms gloriosas hazaas y famosas valentas fue causa delos mayores grados y menores de nobleza-'^.

    28. Martnez Milln, 2007, pp. 67 y ss.29. Floreto de ancdotas i/ noticias diversas, 1948, p. 355.30. Del origen de los villanos a que llaman cristianos viejos (BNE, ms. 6371, fols. 46r-53r).

    En el comienzo est escrta la siguiente anotacin en el margen: Este papel se atrbuye alP. Juan Marana: No s si sea as (fol. 46r). Al final del documento, con letra distinta, seescrbe: Lo tena orginal, en su librera, el Maestro y Cronista Gil Gonzlez D'AvUa; sacoesta copia y de los dems papeles q bay en este cuaderno (fol. 53r). No obstante, Salucio,Avisos para los predicadores del Santo Evangelio, p. 41, seala este mismo escrto como untratado del padre Gonzlez Dvila.

    31. De aqu es la diversidad contina el autor annimo de los hijosdalgos desolar conocido y de los que aunque tienen hidalgua no tienen conocido solar de dondereferrse y otras superoridades y preeminencias que tienen ms unos linajes que otros.De manera que la nobleza y hidalgua e inmunidades de los trbutos, fue premio digna-mente por los conquistadores con mayores o menores hazaas merecido (BNE, ms. 6371,fol. 46v). Por su parte, Antonio Lpez de Vega titulaba la segunda de sus Paradojas

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    Sicroff y Domnguez Ortiz han estudiado con precisin los principa-les autores y obras que se publicaron durante la segunda mitad del si-glo XVI y principios del siglo xvii a favor y en contra de los estatutos depureza de sangre^ .^ Entre los que escribieron a favor destacan, en 1575,a Diego de Simancas con su Defensio Statuti Toletani, bajo el seudnimode Didacus Velzquezy., ya en el reinado de Felipe III, en 1608, a BaltasarPorreo, quien dej un tratado manuscrito bajo el ttulo Defensa delestatuto de limpieza que fund en la Sancta Iglesia de Toledo el cardenal yarzobispo don Juan Martnez Silceo. A ellos es preciso aadir la imposi-cin de los estatutos de limpieza de sangre, que de manera obligatoria,orden la Inquisicin para todos los aspirantes a ocupar un puesto ensus tribunales (cdula real de 31 de diciembre de 1572); finalmente, lapolmica suscitada dentro de la Compaa de Jess, que termin con laimplantacin de los estatutos para los aspirantes a ingresar en la Orden(Congregacin General de 1594).

    1. 2. Don Francisco de Quevedo, miembro del partido castellanoDon Francisco de Quevedo y Villegas naci en Madrid en 1580, justa-

    mente, cuando el grupo de letrados castellanos Uevaha a cabo el procesode configuracin de la Monarqua que acabo de resumir. Durante la d-cada de 1580, el Rey Prudente termin de articular institucionalmente suMonarqua como se constata en la fundacin de los Consejos (Cmara,de Flandes, de Italia, Guerra, etc.), reforma de las casas reales, pragm-ticas sobre polica y costumbres, etc., que realiz durante estos aos^ .^

    La familia de Quevedo formaba parte de este grupo castellano que,sin poseer excesivas riquezas, se senta vinculada a la Monarqua y con-tribua a su organizacin institucional e ideolgica mientras aspiraba amantenerse o a escalar poder en la corte''*. Sus familiares (procedentesde las montaas) venan ocupando diversos cargos en las casas realesy hasta el propio Quevedo se esforz por introducirse, bien en la casareal o, bien, en algn Consejo con el fin de tener un papel protagonista

    racionales de la siguiente manera: Dilogo entre un cortesano y un filsofo sobre quela diferencia de la sangre y de los nacimientos ni tiene verdad en la naturaleza ni es msque una vanidad ridicula al verdadero filsofo (Lpez de Vega, Herclito y Demcrito denuestro siglo. Dilogos morales sobre la Nobleza, la riqueza y las letras, 1641).

    32. Sicroff, 1985, p. 191; Domnguez Ortiz, 1978, pp. 84-88.33. La reforma la hemos estudiado ampliamente en, Martinez MUln y Morales, 1998,

    captulos 5 y 6.34. Su padre fue Pedro Gmez Quevedo, secretario de la seora reina doa Ana,

    mujer del seor Rey Don Felipe Segundo, en cuya ocupacin dio muestras de su enten-dimiento. Saconndolas siempre con piedad cristiana; y lo haba sido antes de la seoraEmperatriz Mara en Alemania [...] Fue su madre doa Mara de Santibez, que asistien-do desde sus tiernos aos a la Cmara de la Reina, no le embarazaron las exterioridadesde la corte el intento de formar su interior con frecuentes oraciones, ayunos y otras obrasreligiosas, haciendo de su pecho una celda y del palacio un convento (Tarsia, Vida dedon Francisco de Quevedo y Villegas, pp. 6-7 Jauralde, 1998, pp. 25-60). Los cargos queocuparon en la Casa Real, ver en, Martnez Milln y Fernndez Conti, 2005, vol. 2, p. 697.

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  • REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESCRITOS..... H l

    en el gobierno de la Monarqua y Ueg a conseguir un hbito de laOrden de Santiago, muy en consonancia con la ideologa y aspiracionesde este grupo castellano-^ ''. La propia vida de Quevedo constituye unejemplo de curso vital cortesano en su intento por medrar y conseguiroficios, en sus crticas a la vida palaciega y a la corte (como expres envarias de sus poesas^ *^ ), incluso, en sus huidas a la Torre de Juan Abad(que recuerdan los lamentos cortesanos de fray Antonio de Guevara '^'),cuando desengaado o castigado hua de Madrid, no abandonaba supreocupacin cortesana; de hecho, hasta en sus ltimas cartas, escritaspocos das antes de su muerte, su obsesin fundamental era la evo-lucin mhtar de la Monarqua en la guerra de los Treinta Aos y losasuntos de la corte, siempre con la intencin de volver a Madrid'*.

    Con todo, es preciso insistir en que Quevedo no lleg a ocupar unpuesto en los Consejos o en la casa real como algunos parientes suyos,todos mayores que l. Y es que, cuando don Francisco lleg a la edadde poder alcanzar cargos de responsabilidad social y pohtica, que coin-cidi aproximadamente con la muerte de Felipe II, el partido castella-no se encontraba en plena descomposicin. Sus principales patronoshaban muerto poco antes que el monarca (Francisco Hernndez deLivana falleca en 1583, el secretario Juan Delgado, en 1585; Gmezde Eraso en 1586, Hernando de Vega mora en 1591, el mismo aoen que lo haca el omnipotente secretario Mateo Vzquez de Leca; elconfesor real, Diego de Chaves, en 1592, Rodrigo Vzquez de Arce en1599). Pero adems, en 1592, haba sido nombrado papa ClementeVIII, quien, entre sus mltiples reformas, en orden a independizarsede la influencia de la Monarqua hspana, iniciaba la reconstruccindel antiguo partido papista en la corte hispana (descabezado tras laprisin de Antonio Prez y la princesa de boli en 1578) en tomo alprncipe Felipe [III], que dio sus frutos durante su reinado, no solo enpoltica, sino tambin en rehgin, ya que favoreci una espirtuahdadradical contestataria (la descalcez) a la rehgosdad impuesta en Castilladurante el perodo del Rey Prudente^ .^ Asimismo, admita la conversinde Enrique IV de Francia con el fin de mantener la paz en dicho reino ypoder crear un grupo de cardenales franceses en la corte de Roma queequibrasen la influencia del partido espaol de cardenales a la horade elegir nuevo pontfice'*". Quevedo experiment durante su adolescen-cia y juventud esta decadencia del partido castellano y, posteriormente,cuando estuvo en Itaha, el retroceso del poder hispano en aquella penn-

    35. Los orgenes de la famUa de Quevedo, Riandire, 1992 y 1986.36.Vanse los sonetos: Describe la vida miserable de los palacios.., Aconseja a un

    amigo no pretenda en su vejez.., en: Quevedo, Obra potica, pp. 223-224.37 Guevara, 1539.38. Astrana Marn, 1946, pp. 476-486.39. Las actividades reformistas de la Curia por parte de Clemente VIII han sido es-

    tudiadas por Fattori, 2001 y 2004.40. Borromeo, 1982; Barbiche, 1965 y 1994.

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    sula. Resulta sorprendente que estudiase en la Universidad de Alcal*',donde dominaban los estudios teolgicos y tradicionalmente se practi-caba una espirituaUdad ms radical que en la Universidad de Salamanca,verdadero centro intelectual del grupo casteUano. Si bien, este hechose puede inteipretar de diversas maneras, que no tengan relacin con ladecadencia del partido casteUano, si me parece fundamental, en cam-bio, la proximidad que, desde muy joven, Quevedo pudo tener con laespirituaUdad descalza y ms concretamente con sus creadores, como lmismo confiesa en sus escritos, cuando afirma que su madre le enviabaa visitar al beato Orozco*^. El padre Orozco fue uno de los iniciadoresde esta espirituaUdad radical hasta el punto de que ayud a instaurar larecoleccin femenina de la orden de San Agustn. En opinin de PabloPanedas, dicho movimiento tuvo dos brotes iniciales: el primero arrancdel convento de la Visitacin, fundado en Madrid (1589) por el padreAlonso de Orozco, y el segundo surgi en Eibar (1603) por obra delpadre Agustn Antolinez y la madre Mariana de San Jos*^.

    a. EL MOVIMIENTO DESCALZO. DE MONARCHIA UNIVERSALIS A MONARQUACATLICA

    La articulacin de la Monarqua y el proceso confesional que impusoFelipe II, justificando la actuacin poltica en el concepto de MonarchiaUniversalis result harto problemtica. El protagonismo del partidocastellano en la construccin de la Monarqua, produjo que las eUtesde los otros reinos fueran desplazadas de los organismos e influenciadel gobierno, por lo que se vincularon entre si reivindicando una com-posicin de la Monarqua distinta de la proyectada por el grupo caste-Uano; pero adems, el proceso confesional seguido por FeUpe II que (enla implantacin de los acuerdos de TVento, se mostr por el envo derepresentantes reales a los concUios provinciales*'* y, en la reforma delas rdenes reUgiosas, se concret en un intento de mayor control porparte del monarca a travs de los Cenerales de las distintas Ordenes)fue acompaado -durante la segunda mitad del siglo xvi de un flore-cimiento de reformas reUgiosas, en las que se aspiraba a un radicaUsmoreUgioso, conocido con el movimiento de los descalzos o recoletos"*^. Estacorriente, tpicamente espaola (practicada por todos aqueUos secto-

    41. O'Connell, 1972.42. Jauralde, 1998, pp. 90-92. La mejor biografa sobre Orozco, sigue siendo: Cmara

    1882. Otras ms modernas, que le deben mucho, Burn, 1981. Aparicio, 1991.43. Panedas, 1988.44. Fernndez Terricabras, 2000, pp. 361-381.45. Garca Oro, 1991, vol. 2, pp. 69 y ss. Garca Oro y Prtela Silva, 2000. Martnez

    Cuesta, 1982. Solamente los dominicos y -en parte los agustinos supieron hacer unareforma desde la jerarqua, consistente en la fusin de las ramas conventual y observantebajo un rgimen comn que se consideraba reformado. La orden dominicana en 1504y los agustinos en 1511; con todo, hubo ciertos brotes de reforma posteriores en ambasrdenes (sobre la intervencin de Felipe II en suprimir los intentos de reforma agusti-

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  • REELEXIONES EN TORNO A LOS ESCRITOS .. ] 13

    res que no le satisfaca la rehgiosdad formalista impuesta por el ReyPrudente y por los desplazados del poder que conllev las reformas po-lticas de la Monarqua), porque buscaba una espiritualidad radical deacuerdo con la rehgin catlica, conectaba directamente -aunque nose lo propusiera- con las corrientes radicales surgidas en Italia (comoconsecuencia de los movimientos de Reforma y de la humillacin quesupuso la invasin espaola de ItaHa como el saco de Roma, talescorno la de San Felipe de Neri'*'*) y apoyadas por Roma, lo que contra-deca el espritu reformista controlado que intentaba implantar el ReyPrudente y su equipo de gobierno de acuerdo con los intereses de supoltica'*'. Resulta lgico, por tanto, que tal tipo de religiosidad no fuerabien vista por las etes dirigentes de la Monarqua del Rey Prudente yque, los logros y difusin que consigui la corriente descalza fueran de-bidos al apoyo que le ofreci el grupo poltico excluido del poder (quedenomino papista)'**. Aunque el monarca tena que aceptar semejanteespirituahdad radical como Rey CatHco, si no queria caer en contra-diccin, tanto l como su equipo de gobierno pusieron innumerablesobstculos a la bora de conceder ucencias para que dicha corrienteespiritual fundase nuevos conventos. Por eso, mientras se descifrabanlos problemas de su existencia en el Consejo de Castilla, los descalzosbuscaron la proteccin de los grandes personajes tanto en la corte deRoma como en la de Madrid.

    Roma no era ajena a este malestar ambiental, toda vez que los ponti-fices, como seores temporales sufrian el dominio hispano en ItaHa; noobstante, las mayores desazones que padeca el papado consistan, poruna parte, en la influencia decisiva que venan ejerciendo los monarcasbispanos en los cnclaves a la bora de elegir los pontfices a travs dela red clientelar de cardenales que haban construido vaHndose de supoderio temporal'* ;^ por otra, en la injerencia que FeHpe II haca en te-mas de jurisdiccin eclesistica y de reforma religiosa^". Un diplomticoflorentino referia, en el ao 1591, que nadie poda maravillarse de esto,al ver lo que haban de sufi-ir los nuncios pondficios en aquella corte. Elcatlogo de culpas que enumeraba este bien informado testigo, resultabastante largo: menosprecio de los privilegios eclesisdcos; recusacinde bulas pontificias (empezando por la bula Jn coena Domini basta elrecbazo a la probibicin pontificia de las lidias taurinas); empleo de lasrentas eclesisticas en fines muy diferentes a la difusin de la reUgin;

    nos, Martinez Cuesta, 1988). Asi mismo, sobre el ideario de vida del grupo de la reformaagustina, Martinez Cuesta, 1989.

    46. CisteUini, 1989, vol. 1, pp. 167-175.47 Martinez Milln, 1994, pp. 189-227; Eemndez Terricabras, 1999, vol. 2, pp 181-

    204; Pujana, 2006, pp. 25-30 y 54-60.48. Gracin, Escolias a la vida de Santa Teresa compuesta por el P. Rivera, pp. 36-37, da

    cuenta de esta libertad espiritual defendida por santa Teresa de Jess49. Hinojosa, 1896, pp. 399-405.50. Serrano, 1924, pp. 1-65. Eemndez Terricabras, 2000, pp. 361-381, es de lo mejor

    que se ha escrito sobre el tema dentro de nuestra historiografa.

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    enjuiciamiento de sacerdotes y religiosos por parte de los tribunalesciviles, y a veces, imposicin de la pena de muerte a personas eclesis-ticas; la prohibicin de acudir a Roma para alcanzar dispensas matri-moniales; grave abuso de la bula de la Cruzada; entero dominio de laInquisicin hasta Uegar a convertirse en una institucin al completoservicio de la Monarqua. Fehpe II era apoyado en sus conatos regahs-tas y confirmado en ellos por eclesisticos codiciosos de favores y poruna plyade de letrados castellanos, que le haban ayudado a construirnsttuconalmente su Monarqua '^.

    De este modo, se produca una situacin en la que los interesespolticos y las tendencias ideolgicas y espirituales se superponan, demanera que las reivindicaciones polticas de los reinos perifricos en elmodo de gobernar respaldaban las tendencias espirituales defendidaspor Roma (era el pontfice quien deba definir la ortodoxia regosa) yrechazaban las impuestas por el Rey Catlico y sus asesores.

    2.1. La interpretacin de la Casa de Austria dentro del catolicismoLa pugna de Roma por sacudirse el agobiante dominio espaol se

    concret en diversos frentes: en primer lugar, en disolver el partidocastellano y formar un nuevo grupo que asesorase al nuevo monarca,Felipe in, favorable a los intereses de la Iglesia. Pero adems, era preci-so destruir el poder de la Monarqua que le permita mantener la ideade alcanzar la Monarchia Universal (en los ltimos aos de Felipe II conel proyecto de conquistar China^ )^ para ello se impona derrotarla porlas armas y expulsarla de Italia (la pohtica de los pontfices, sobre todode Urbano VIII, durante la primera mitad del siglo xvii estuvo orienta-da en este sentido) e imponer una poltica pacifista en lo que se referiaa la expansin del cristianismo (Clemente VIII as lo orden; dichapoltica culmin en la creacin de la Congregacin Propaganda Pide en1622). La conquista por las armas para imponer el catohcismo, como sehaba practicado en el continente americano, eran tiempos pasados; lascostas del Pacfico (China y Japn) se intentaron catequizar medante lapredicacin dlas Ordenes descalzas. Planteadas as las cosas, la grande-za del Imperio espaol (como Monarchia Universalis) tena su fecha decaducdad^ .^ Era necesario, por tanto, reconstruir la funcin que debacumplir cada monarqua dentro del universo poltico catlico y mostrar-le a la Monarqua bspana el nuevo papel que deba desempear.

    La renovacin poltica comenz por justificar la existencia dela Monarqua hispana en principios que no eran en los que se habacreado: frente al catolicismo hspano que exiga el concepto de laMonarchia Universalis, para justificar su preeminencia en la cristiandad

    51. Pastor, 1941, xxiii, pp. 185-186. ASV. Spagna. s. s, lib. 45, fol. 527r. Carta deCaetani a Aldobrandini, fechada el 8 de octubre de 1594.

    52. Martnez MUn, 2003, pp. 9-43.53. Martnez Milln y Viscegla, 2007, vol. 1, Introduccin. Martnez MiUn, 2011.

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  • REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESCRITOS... 115

    y SU autonoma frente al papado, comenz por imponerse la idea deMonarqua Catlica, primero, definiendo las relaciones de poder en-tre el monarca y el pontfice (R. BeUarmino, C. Baronio, F. Surez, etc.),despus, sealando al monarca la conducta poltica que deba seguir yel servicio que deba prestar a la Iglesia (J. E. Nieremberg). Finalmente,era necesario formular una justificacin histrica en la que se pudierafundamentar la nueva misin de la Monarqua Catlica, arrancndoladel intento autnomo castellano en que haba forjado su tradicin; paraello, las nuevas historias de la dinasta hispana destacaron su origencomn con la rama del Imperio, ambas familias procedentes del duqueRodolfo II, quien fund la dinasta, y quien siempre tuvo una venera-cin especial por la Sagrada Eucarista.

    Aunque desde principios del siglo xvii, numerosos tratadistas (so-bre todo frailes descalzos o jesuitas) sealaron las hneas de la nue-va Monarqua, considero que fue el jesuita Juan Eusebio Nieremberg,quien mejor supo reflejar estas ideas en sus obras, tales como Coronavirtuosa y virtud coronadcc^. En primer lugar, haciendo coincidir la con-ducta de los monarcas con la tica catlica:

    Como los pecados del puehlo son causa de las ruinas de los Reinos, pue-den tambin las virtudes de un Prncipe ser el reparo de su Imperio. Y porquelas de Y. A. han de servir de contrapeso a nuestras culpas, aliviando el pesode la justicia divina y castigos que los pecados comunes merecen, he queridorepresentar aqu lo que acerca desto he advertido en los Libros Sagrados yConcilios de la Iglesia, porque aqueUos ensean; estos engrandecen la utili-dad de la virtud de los Reyes. Para que y. A., como tan piadoso y amador desus vasaUos, fomente siempre su bien con el ejercicio de virtuosas b

    En segundo lugar, sealando la unin dinstica que deba existirentre las dos ramas de la dinasta Habsburgo con el fin de defender lareligin catlica:

    Mas yo, de las aguas claras de la Sagrada Escritura, cuya leccin he profe-sado en los Estudios Reales de esta Corte, ofrezco a v. A. algunas gotas quehe observado de los hienes de la virtud de un Prncipe; el ms proporcio-nado servicio que pudiera hacer a su piedad, por el gusto que recibir enor alahar lo que tanto ama y traer a la memoria la estreUa de la felicidadde su Imperial Casa, que si hien todos los Prncipes dehen gran estimacina la virtud, v. A. le debe agradecimiento, pues todo su Imperio, as dentrocomo fuera de Espaa, le puede reconocer por deuda suya. A la devocinde Rodolfo Primero dehe la Casa de Austria el Imperio de Alemania. Y a lajusticia de don Alonso el Sptimo dehe el Reino de Castilla el Imperio deEspaa. Porque as como Rodolfo Primero (el primero de la Casa de Austria,

    54. Madrid, 1648. Es la edicin que be utilizado. La licencia de impresin es de 1642.El Hbro est dedicado a la reina n". s". doa Isabel de Borbn. Una excelente interpre-tacin del libro en: lvarez-Ossorio, 1996.

    55. Nieremberg, Corona virtuosa y virtud coronada, ^'p. 1-2.

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    que fue Emperador en Alemania) mereci el Imperio por la religin, piedady devocin que tuvo al Santsimo Sacramento; as tambin don Alonso elSptimo (el primer rey de Castilla, que alcanz el Imperio de Espaa, y seUam Emperador de toda ella) lo mereci por el celo de justicia y de lagloria divina, en estorbar pecados y agravios. Uno por honrar a Dios, otroporque no fuese deshonrado merecieron el Reyno y el Imperio y la felicidadde muchas Coronas, las cuales ha de conservar vuestra Alteza por donde lasadquirieron sus mayores^ *".

    Con todo, fue durante el reinado de Felipe IV cuando se acentuan ms la idea de predestinacin de la Casa de Austria y el intentopor parte de sus apologistas de presentar la unin de la rama espaolay la germana bajo la obediencia de Roma; especialmente cuando elImperio haba cado en manos de un catlico radical como FemandoII, que devolvera la unidad a un Imperio bajo una misma confesincatlica. En este provdencalsmo de la Casa de Austria destaca el cro-nista mayor de Felipe IV, Jos Pellicer de Tobar, que escribi La fiamaAustriaca, sobre las proezas y la piedad del emperador Fernando IL, quese public en Barcelona en 1641^ .^ Se decidi a escribir esta obra tal ycomo explicaba l mismo- porque el P. fray Juan de Palma^ *, que habasido confesor de la infanta-monja Margarita de la Cruz, se lamentabapor no existir una obra que ensalzase las virtudes del Csar FernandoII, sustentador de la fe, y al que Dios tanto haba favorecido. Ademsde mostrar al Emperador como un prncipe virtuoso y piadoso, una lasramas hspana y germana de la Casa de Austria, dependiendo la una dela otra y aconsejando que la Monarqua hispana adaptase la piedad delImperio. Pellicer sealaba el providencialismo que asuman los Austria:

    Siendo la potencia de Espaa comunicada a todo el Unage Austriaco. Queaunque son muchos los principes, la sangre sola es una. Justas estn susfueras. El enemigo de uno lo es de todos; el que oprime a solo uno, a todosofende. Y no solo al que es de la sangre, pero el pensionario o que vive de-bajo de su proteccin, est como adoptado al amparo, como si fuera afn opariente. Estas son las causas de tener a todos en continuos celos, aun contratantas experiencias de su rectitud y de su justicia. Y no advierten los prnci-pes a quien es odioso el poder Austriaco, que no han de medirle por el apa-rato numeroso de las riquezas, por la extensin prodigiosa del Imperio, sinopor la altsima providencia del cielo, que asiste a su patrocinio como tutelarde sus acciones. Mereci la virtud de los seores de la Austria, adquirir tantodominio en el universo. As lo permiti Dios, as lo decret, as lo dispuso^'.

    56. Niremberg, Corona virtuosa y virtud coronada, pp. 2-3.57. Pellicer y Tobar, Eafama Austriaca o historia panegrica de la exemplar vida, y hechos

    gloriosos de Ferdinande Segundo, 1641. (BNE 2/55714)58. El padre Palma tuvo estrecha relacin con sor Maria de Agreda, dndole consejos

    sobre la conducta que deba seguir tras haber muerto su confesor (el padre de la Torre)y sobre escribir Mstica Ciudad de Dios, ver Morte Acn, 2010, pp. 122-123.

    59. Pellicer y Tobar, Eafama Austriaca, fols. 103v-104r.

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  • REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESCRITOS... 117

    Otro destacado apologista de la Domus Austriaca fue FranciscoJarque, clrigo de la vUla de Potos y juez metropoUtano, que escribiSacra consolatoria del tiempo, en las guerras, y otras calamidades pblicas dela Casa de Austria y Catlica Monarqua, pubUcada en 1642 en la ciudadde Valencia^". Jarque dedic su obra a don Femando de Borja, comenda-dor mayor de Montesa, gentilhombre de Cmara del rey y protector desor Mara de Agreda. La intencin de este escrito fue convencer a FeUperV de que, an en momentos de calamidades era preciso comportarsede acuerdo a la tica catUca, pues la virtud siempre tena su recom-pensa. La Casa de Austria, an en sus peores momentos, siempre sehaba mostrado unida al cuerpo de Cristo sacramentado, lo que le habahecho ser una dinasta invicta. Como espejo en el que se deba reflejar,recordaba los episodios de devocin de los Emperadores como ocurricon Femando II con sus continuas procesiones del Corpus Christi, suhijo Leopoldo GuiUermo que venci a Suecia por colocar la mesa con elSantsimo en una bataUa, o el caso del infante FeUpe Agustn, hijo de losemperadores Femando III y Maria de Austria, quien mostr su reveren-cia al escuchar la campaniUa que preceda al vitico^'. Lo ms importanteera mostrar la devocin a la Eucarista, que les salvara de todo mal:

    No hay estancia tan pacfica para una esperanza fiel, como la mesa queprepar el Hijo de Dios de su mano, es este divino Sacramento a los prin-cipes de la Augusdsima Gasa de Austria para sacarla a paz, y a salvo de lostrabajos, con que su Magestad le afina la pureza de su valor, los quates desu invencible paciencia en el crisol de tantas guerras como cada dia se mue-ven contra ella. Y en mi sentir no puede haber ms irrefragable argumentode cuan acepta es en sus divinos ojos que ver mancomunadas contra ella pormulas de su gloria tantas naciones del universo.

    Francisco Jarque reforzaba la idea de predestinacin de la dinasta delos Austria ya que levantla Dios en premio de su entraable devocinal Santsimo Sacramento. De donde se infiere, que sus Emperadoresen Cermania, y en Espaa sus Catlicos Reyes lo son como David poreleccin Divina^^. Recordando que fue Dios como dueo absolutodel universo por su mero beneplcito da, y quita los imperios. David eselegido en el exido; Rodolfo electo en el bosque'*^

    60. Jarque, Sacra consolatoria del tiempo, 1642. (BNE 3/41474).61. Jarque, Sacra consolatoria del tiempo, en las guerras, y otras calamidades pblicas de

    la Casa de Austria, y Catlica Monarqua, pp. 157-160.62. Jarque, Sacra consolatoria del tiempo, en las guerras, y otras calamidades pblicas de

    la Casa de Austria, y Catlica Monarqua, p. 143.63. Jarque, Sacra consolatoria del tiempo, en las guerras, y otras calamidades pblicas de

    la Casa de Austria, y Catlica Monarqua, p. 145. En la misma lnea escriba el capuchinofray Pablo de Granada, predicador y guardin en la provincia de Andaluca, a Fehpe IV.(Granada, Causa y origen de las felicidades de Espaa y casa de Austria, 1652 (BNE 2/55904).

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    2. 2. Teora 1/prctica de las obras polticas de Francisco de (QuevedoLas obras de Quevedo se originaron en funcin de las circunstancias

    bistricas que acabo de resumir. Durante el periodo en el que vivi, seprodujo la transformacin de la Monarqua, tanto ideolgica como poli-tica, y en tal cambio, Quevedo vio de manera clarividente la decadenciade la Monarqua bspana (castellana) por ir abandonando paulatina-mente los ideales y proyectos en los que baba sido construida y en losque baba alcanzado su grandeza durante el siglo xvi. Quevedo escribisus obras bistricas y polticas despus del fracaso del duque de Osunacomo virrey. Fue, sobre todo, durante su estancia en Italia cuando cono-ci el entramado poltico formado contra la Monarqua y el verdaderoalcance de los cambios que se estaban produciendo. Se entiende asque toda la vida de don Francisco de Quevedo fuera una reivindicacinconstante como refleja su produccin literaria: Poltica de Dios, GrandesAnales de Quince das, el Lince de Italia, el Mundo caduco y desvarios de laedad''*. Ais escritos histricos estn dirigidos a demostrar los orgenesautctonos de la Monarqua hispana, que la hacen -aunque catlicaindependiente de Roma en cuanto a intereses y objetivos, mientras quesus escritos polticos se centraron en denunciar la evolucin que toma-ba la Monarqua, que le llevaba a la decadencia, lo que se evidencia,incluso, en el mayor nmero de obras sobre tema bistrico-poltico queescribi, coincidiendo con la situacin ms agobiante y preocupante dela Monarqua, como fue de 1628 a 1635.

    El tema de la expulsin de los moriscos fue el primero que trat.Quevedo se refiere a este suceso en varios lugares de sus obras. Segnla historiografa, la decisin de expulsar a los moriscos surgi en laJunta de Lisboa de 1581 (formada por tres patronos del partido cas-tellano, que acompaaban el rey**^ ) como el inicio del surgimiento dela idea de expulsin de la minora, precisamente cuando dicbo grupoalcanz su cnit de poder tras la conquista de Portugal '^'. Ciertamente,en los Anales de quince das, Quevedo adopt esta versin ms extendi-da, al mismo tiempo que sealaba el protagonismo que adquiri LpezMadera en tal asunto, advertencia que no ha sido considerada por loscronistas e historiadores posteriores:

    64. Roncero Lpez, 1991, pp. 13-15.65. La Junta de Lisboa de 1581 estaba compuesta por Diego Chaves, Rodrigo

    Vzquez y el secretario del Consejo de Cuerra, Delgado. Dicha Junta abog por la predi-cacin y la conversin de los moriscos, que se creasen nuevas parroquias, que se instru-yeran a los predicadores, etc. (Los acuerdos de la Junta en: AGS. E, leg. 212, transcrito porBoronat y Barrachina, i, pp. 291-294.

    66. Danva, 1899. Boronat y Barrachina, 1992. Dominguez Ortiz y Vincent, 1979a.Existen excelentes estudios, adems de los citados, que explican e interpretan las diver-sas vicisitudes que atraves esta minoria; valga recordar, entre otros: Lea, 1968; MrquezVlanueva, 1991; Barrios Aguilera, 2002; Can-asco, 2009.

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    Cregorio Lpez Madera, sirviendo de experiencia la averiguacin del le-vantamiento de los moriscos, en que su industria pudo desaudar de unsencio tan confederado y de una traicin tan muda designios tan pernicio-sos y tan recatados hasta de las conjeturas; dando luz a rebelin que tenaya los pasos tan adelante, que se empezaba a padecer el peligro, cuando enHornachos advirti con castigos ejemplares a las cabezas deste rumor. Y enconsideracin de servicio tan sealado, su majestad y el duque de Lerma,que supo estimar su talento y virtud, le ordenaron hallarse en las juntas conel confesor y con el conde de Salazar para calificar la expulsin de todos loscristianos nuevos*'.

    Sin embargo, investigaciones recientes concluyen que esta Junta es-tuvo en la Hnea de la que se haba celebrado en Madrid en 1564 (esdecir, en la que se acord el inicio del proceso de confesonalizacin)y de ninguna manera se decidi la expulsin en ella, sino la definitivaconversin''^ lo que demuestra que las causas y autores de la expulsinan no estn claros. Ciertamente, el propio Quevedo volvi a tratar eltema aos ms tarde en El chiton de las tarabillas (1630) y lo haca demanera menos oficial y ms critica"". Finalmente en La Hora de todos, elproblema morisco resulta sinuosamente complejo, pues expone diver-sas perspectivas desde las que se poda interpretar, pues el peligro oto-mano era ms acuciante para otros poderes (por ejemplo, ItaHa y Roma)que para Espaa^". Como he escrito en otra ocasin, a los castellanos(grupo de Quevedo) eran a los que menos les interesaba la expulsinde dicha minora tanto desde los perjuicios econmicos que se podanderivar como porque no representaban ningn peligro social a la horade conseguir cargos.

    Con todo, donde expres con mayor claridad su pertenencia al grupocastellano fue en su obra Espaa defendida, y los tiempos de ahora, de lascalumnias de los noveleros y sediciosos, que el 20 de septiembre de 1609dedic al rey Felipe IIP' . Segn Jauralde, .Espaa defendida se plantea

    67 Quevedo, Grandes anales de quince das, 1941, p. 584. Los hechos a los que serefiere Quevedo se encuentran en el Archivo Zablburu, carpeta 162, exp. 132, Relacindel trato y conspiracin que los morscos de Hornachos hicieron con los moros de frca,confederados con los dems moriscos destos Reynos. Tambin he consultado la edicin,con estudio introductoro, de Los Anales de quince das, en Roncero, 1987

    68. Benitez, 2001. En un artculo reciente, trat de demostrar que la expulsin de losmorscos por parte del partido castellano no coincida con los intereses que tena dichogrupo (para quienes los morscos no representaban ningn problema poltico ni econ-mico; s en cambio los judeoconversos) ni sus miembros fueron los que llevaron a cabo laexpulsin, pues, ya estaban fuera del gobierno, Martnez Milln, 2010.

    69. Quevedo, El chiton de las Tarabillas, p. 103: el santo Filpo III, a fuerza de mila-gros nos divirti de la atencin de esta calamidad, que por las guerras en defensa de laIglesia y expulsin de los moros, que fue una orden resuelta, no s si provechosa en elmodo, pues de sus salida se nos aumentaron no solo los enemigos, sino en los enemigosel conocimientos de muchas artes, la malicia en tierra y mar, y de los bienes no qued sololo que les hurtaron. Ver Jauralde, 1984.

    70. Quevedo, Obras festivas: La Hora de todos, 2001, pp. 381-393.71. Senden, 1924-1925; Cereceda, 1945.

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    como una de esas obras enciclopdicas con que nos regal el siglo xvi,tarea para la que Quevedo, en verdad, no estaba preparado'^ , por lo quese pregunta por qu Quevedo se plantea una tarea superior a sus fuerzas?En mi opinin, la respuesta se encuentra en la dedicatoria Al lector:

    No la amhicin de mostrar ingenio me husc este asumpto, solo el vermaltratar con insolencia mi patria con los extranjeros. Lo sorprendentees que los franceses con sus soldados burlando de Espaa y vi a JosefoScalgero por Holanda [...] decir mal de Quintiano, Lucano y Sneca yllamarlos Pingues isti cordubenses; y a Mureto, un charlatn francs, roedorde autores, Uamar en un comento a Catulo, con el cual, en lugar de darle aentender a otros, muestra que l no lo entendi''.

    Es decir, el objetivo prioritario de Quevedo no era demostrar unagran erudicin, sino sealar los fundamentos de la Monarqua hispana ysu evolucin a travs de la historia, situando sus orgenes desde tiemposde los romanos, esto es, antes de la aparicin del cristianismo. La histo-ria de esta Monarqua se configur con la venida de Santiago a Espaa,con los visigodos, con la invasin de los musulmanes y la lucha de loscristianos contra ellos, con las hazaas del Cid, etc^ "*. Implcitamente,identificaba la historia de Espaa con la de Castilla y adems era unahistoria fraguada en la conquista (expansin del cristianismo), al mar-gen (o al menos autnomamente) de la de Europa:

    Quin nos Uama hrharos? Quin no dice que somos locos, inorantesy soherhios, no teniendo nosotros vicio que no le dehamos a su comuni-cacin con ellos? [...] Hubiera el hrindis repetido aumentando el gctsto alas mesas castellanas, si los tudescos no lo hubieran trado? Ociosa huhieraestado la Santa Inquisicin si sus Melantones, Calvinos, Luteros y Zuinghosy Besas no huhieran atrevdose a nuestra fe.

    Es decir, nuestra religin nunca estuvo contaminada, sino que fue enEuropa donde surgi la hereja. El cristianismo hspano haba forjadosu limpieza en la lucha contra el infiel y la Inquisicin ya a finales delsiglo XV lo defendi. Pues bien, esta Monarqua hoy est gobernadapor don Phelipe III ^ .^

    Quevedo no buscaba la genealoga de Felipe IV en un origen comncon la otra rama de la dinasta Austria (la del Imperio) en el duqueRodolfo II (como estaban haciendo sus coetneos Nieremberg, Jarque,

    72. Jauralde, 1998, p. 208. Sobre la biblioteca de Quevedo, Schwanz, 1998. Plantea elanlisis de esta obra desde el mismo punto de vista humanstico y de erudicin. RonceroLpez, 2000, pp. 37-87

    73. Quevedo, Obras completas, 1941, p. 326.74. Hace un buen anlisis de la obra Roncero Lpez, 1991, pp. 77-110, aunque no

    desde estos planteamientos.75. Quevedo, Obras completas, 1941, p. 327. Desde otro punto de vista, observa el

    castellanismo de Quevedo, Gutirrez, 2005, p. 72.

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    PeUicer, etc.^*), sino en los fundadores de la dinasta en la Monarquahispana; esto es, en Carlos V y Felipe IL As lo afirma tambin enGrandes Anales de (Quince Dias, donde acababa su estudio haciendo unretrato de los monarcas hispanos de la Casa de Austria (Carlos V, FelipeII, Felipe III y Fepe IV), pero fijndose en sus cuahdades y en suslogros, sin mencionar para nada la mediacin de Dios o el favor de laIglesia, lo mismo que en la dedicatoria que escribi para Felipe IV ensu libro, Politica de Dios, Gobierno de Cristo. Las cualidades que Felipe IVdeba imitar en estos antepasados no era la adoracin de la Eucarista,sino sus virtudes mitares y polticas:

    Dispuso vuestro enseamiento, derivndoos de padres y abuelos de quiensois herencia gloriosa y en pocos aos acreditada. Mucho tenis que copiarde Carlos V, si os fatigaren guerras extranjeras y ambicin de victorias osUevare por el mundo con glorioso distraimiento. Mucha imitacin os ofreceFelipe II, si quisieredes militar con el seso y que valga por ejrcito en unaspartes vuestras miedo y en otras vuestra providencia'''.

    Ciertamente, en esta obra, Quevedo comentaba el Evangelio y ponaen relacin sus enseanzas con situaciones sociales que se producanen la corte; ahora bien, el Nuevo Testamento lo utilizaba como un libroque deba servir de ejemplo (jnagister vitaf^ tanto al rey como a loscortesanos, pero de ninguna manera haca referencia a la doctrina de laIglesia o a su jurisdiccin ni tampoco al Imperio. El hbro se encuentraUeno de citas comunes, que utizaron otros tratadistas anteriores (so-bre todo humanistas), que ponan a Cristo como ejemplo de principeperfecto y de buen gobiemo""^. Tales escritos estaban muy lejos de lasnormas poltico-religiosas que proponan los tratados polticos de losfrailes descalzos del siglo xvii, al contraro, estaban en contra de laprimaca de la jurisdiccin eclesistica y del pacifismo que proponaRoma, por lo que era favorable de las teoras en las que se justificaba laprimaca de la jurisdiccin temporal sobre la de la Iglesia como se vena

    76. Pellicer y Tobar, Teatro genealgico o Corona Habsburgi-Austriad-Hispana Historiade la Augustsima Casa de Austria, 1636, BNE, ms. 3312 (es el tomo ii). PeUicer y Tobartrata de demostrar la genealoga del principe Baltasar Carlos con Adn, para demostrarel entronque de la Casa de Austria con Dios y con el cristianismo. Muy distinto es lo quebaca Felipe II, entroncado con los visigodos. Lzaro Daz del Valle de la Puerta, criadode Su Majestad en su real Capia, natural de Len y autor de la obra: Mapa de la muyalta, catlica y esclarecida sangre austriaca^ genealoga de Su Majestad Catlica y del CesreoEmperador Federico HI, por la augustsima casa de Austria desde el santo patriarca Adn porlnea de varones, Madrid, 1653 (BNE, ms 1073). Tiene la misma intencin que la obraanterior. Marcelino Faria de Guzman, Apologa en defensa desta Monarchia y de la casa deAustria (BNE, MS 1185).

    77 Quevedo, Obras completas, p. 366.78. Sobre el concepto de historia en Quevedo como magister vitae, vase. Roncero,

    1991, pp. 59-62.79. Bleztiick, 1955. No obstante, se pueden ver las lecturas de Quevedo, a travs de

    su biblioteca en: Prez Cuenca, 2003.

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    practicando durante el reinado de Felipe II. Tal como defendieron losletrados casteUanos: Diego de Simancas, Covarrubias, cuyos escritos levaUeron ser nombrado presidente Consejo de CastiUa, Conzalo Surezde Paz o Juan Roa Dvila. No considero pertinente realizar un anUsisde la evolucin de esta temtica poUtica, pero s es preciso sealar que,en marzo de 1591, el nuncio MiUino comunicaba a Roma la publicacindel libro de Juan de Roa, Apologa de Iuribus Prindpibus, que aparecacomo un claro ataque a la jurisdiccin eclesistica^". Su tesis vena a serque el soberano poda delFender lcitamente contra todo abuso de po-der aunque sea perpetrado por las altas jerarquas de la Iglesia, y esto,en virtud del derecho natural*^ Se trataba de justificar la denominadacuestin o recurso de fuerza, que permita a un particular recurrir aun tribunal real contra una sentencia dictada por juez eclesistico*^. Lapolmica en tomo a los llamados recursos de fuerza*^ surgi cuandoCarlos V sancion, en 1525, este tipo de recurso, lo que provoc eldisgusto de la Sede Apostlica. Posteriormente, FeUpe II defendi laposibilidad de que sus subditos apelaran a la justicia real siempre quesufrieran abusos evidentes de la justicia eclesistica. Frente a eUo, laIglesia solo poda oponer la bula In Coenae domini, convertida en elcdigo eclesistico de las relaciones entre los prncipes cristianos y quedefinia de manera negativa la conducta de los mismos. No obstante, du-rante el pontificado de Clemente VIII, la Iglesia trat de fundamentarsu preeminencia jurisdiccional a travs de tratados poUticos.

    Resulta lgico que Quevedo tradujese y difundiese la Carta del Reydon Femando el Catlico a el primero Virrey de aples, ejemplo de defen-sa del regaUsmo sobre la jurisdiccin eclesistica. En efecto, Quevedocoment con extraordinaria y audaz Ubertad una carta de Femandoel Catlico dirigida al primer virrey de Sicilia, su sobrino, el conde deRibagorza, en la que el celoso poUtico daba instrucciones a ste sobrela forma de habrselas con los dignatarios de la Iglesia que pretendanintervenir en asuntos que el aragons consideraba de su incumbencia

    80. Vase el estudio preliminar de Perea a Roa Dvila, De regnorum iustitia, 1970,pp. xv-Liv.

    81. Roa Dvila, De regnorum iustitia, p. xvii. Snchez de la Torre, 1971.82. Los recursos que hacen los eclesisticos a jueces seculares de V. Magd en ne-

    gocios eclesisticos son muy odiosos en los tribunales del Papa y as, cuando entre lospleiteantes que de una parte acusan a la otra de algn recurso a jueces seglares, por justaque haya sido la causa, se tiene por reprobada y no oyen en justicia al que as ha recorrido,si primero no se hace absolver de la excomunin y censuras en que pretenden que haincurrido fulminadas en la Bula In Cena Domine (Carta del conde de Castro a Felipe III,fechada en Roma a 10 julio 1614. ACS. E, leg. 1000, nm, fol. 71).

    83. Domnguez Ortiz, 1979b, p. 102: Todo eclesistico que se consideraba atropella-do o maltratado por su superior, todo aquel que crea que su pleito no se haba resueltocon justicia, estaba tentado de acudir a la autoridad secular para que declarase que sehaba \\^\o fuerza al despojado. Este recurso de fuerza, nunca reconocido por Roma, fueuno de los caballos de batalla del regalsmo hspano. Puede verse la historia de estafigura jurdica en Espaa en, Maldonado, 1954.

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    regia*'*. Aunque tema hablar con claridad por temor a la censura opersecucin que pudiera sufrir, Quevedo dejaba patente que la polticade subordinacin a Roma (que era la seguida en tiempos de FeHpe III)era el camino de la decadencia de la Monarqua, por lo que baba queactuar como lo hizo el rey aragons* .^ As lo sealaba en su dedicatoriaa don Baltasar de Ziga: He querido enviarla a V. Exc^ para que di-vierta alguna ociosidad y no dudo que podr ser de importancia*''. Lacarta dice as:

    AI Ilustre y Reverendo conde y casteUn de Amposta, nuestro muy carosobrino. Virrey y lugarteniente General. Vimos vuestras letras de seis depresente y la carta clara y la cifra que vos remitiades en que decis que nosescribiades largamente el caso del breve que el cursor del Papa presenta vos y a los de nuestro Consejo que con vos residen, debiera quedar porolvidado porque no vino ac, pero por lo que nos escribi micer Lons,entendimos todo el dicho caso y tambin lo que pas sobre lo de la cava,de todo lo cual habemos recibido grande alteracin, enojo y sentimiento yestamos muy maravillados y malcontentos de vos, viendo de cuanta impor-tancia y perjuicio nuestro y de nuestra preeminencias y dignidad real era elauto que fizo el cursor apostlico, mayormente siendo de auto de fecho ycontra derecho y no visto facer en nuestra memoria a ningn Rey ni visoreyde Reyno; y porque vos ficistis tambin de hecho mandando ahorcar a elcursor que vos la present, que claro est que no solamente en ese Reynoni el papa sabe que en Espaa y Francia le han de consentir facer semejan-te auto, que s que lo far por acrecentar su jurisdiccin, mas los buenosVirreyes atjanlo y remdianlo de la manera que he dicho y con un castigoque fagan en semejante caso, nunca ms se osan facer otros como antigua-mente en algunos casos se vio por experiencia; pero habiendo precedidolas descomuniones que se dejaron presentar a el comisario apostlico en lode la caba, claro estaba que viendo que sufra lo uno, se atreveria a lo otro.

    84. Eerrari, 2006, p. 43.85. Aunque hace un anlisis literario muy correcto de la carta, considero que no se

    percata del verdadero sentido de la misma, Peraita, 1997, pp. 47-65.86. El subrayado es mi. AHN. Inquisicin, libro 1255, fol. 177r-195v.

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    Nos escribimos en este caso a Jernimo de Bich, nuestro embajador en lacorte de Roma lo que veris por las copias que van con la presente, y esta-mos muy determinados, s su Santidad no revoca luego el breve y los autosen virtud de su persona, del quitar la obediencia de todos los reinos de laCorona de Castilla y Aragn y hacer otras provisiones convenientes a casotan grave y de tanta importancia.

    Lo que hay debis de facer sobre ello es que, si cuando sta redvredes,no habis enviado a Roma los embajadores que en la carta de micer Lonch yen la de los otros dicen que queriades enviar, que no los enviis en ningunamanera porque seria enflaquecer y daar mucho el negocio, y si lo habisenviado, que luego a la ora los escribis que se vuelvan sin hablar al papani a nadie en la negociacin, y si por ventura hobieren comenzado a fablar,vuelvan a ese Reyno sin fablar ms y sin despedirse ni decir nada y vosfaced estrema dehgencia por facer prender al cursor que vos present eldicho breve, si estuviese en ese Reyno, y si le pudiese deshaber, fazed querenuncie y se aparte con auto de la presentacin que fizo del dicho brevey mandadle luego ahorcar, y s no le pudiredes haber, fazed prender a losque estuvieran ah faciendo nra justicia sobre este negocio por los de Asculy tenedlos a muy buen recaudo en alguna lija en Castilnovo, de manera queno sepan dnde estn y facedles renunciar y desistir a cualesquier autos quesobre ello hayan fecho y proceded a punicin y castigo de los culpados deAsculi, que entraron con banderas y mano armada en ese nuestro Reynopor todo rigor de justicia sin aflojar ni soltar los cosa de la pena que porjusticia merecieron.

    Y digan y fagan en Roma lo que quisieren y ellos al papa y vos a la capa.Y esto os mando que fagis y pongis en obra sin otra dilacin ti consulta

    porque cumple mucho e importa^l

    Los comentarios que el propio Quevedo haca a esta carta, no ofi-e-cen duda de que era partidario de los recursos de fuerza como losletrados castellanos del reinado de Felipe IP*:

    Los polticos de la comodidad, que Uaman reputacin y prudencia lo quees sufrimiento y poltroneria gradan de blasfemia estos dos consonantes

    87. Dada en la ciudad de Burgos a 22 de mayo de 1508. Yo el Rey. Almazn, secreta-ro (AHN. Inquisicin, libro 1255, fols. 176r-177r).

    88. Supo este gran rey atreverse a enojar a el papa y hall desautordad en losruegos y conoci el inconveniente que tiene la sumisin medrosa y presumi de dar aentender lo que es debido al Pontfice y lo que no es permitido a los Reyes y dijo que eraenflaquecer su causa enviar embajadores, quien poda dar castigos y pedir quien tenaautordad para escarmentar la poltica de la ignorancia que el miedo servil Uama cortesay miramiento, dene ajustado lenguaje el decir que todo lo puede hacer por buen modo,y no advierten que quien a otro da lo que es suyo, no se puede quejar de use dello ni deque le tengan en poco como a persona que ignora su conveniencias y ocasin a atrevi-mientos contra s y los disculpa.

    Mand el rey catlico aborcar el cursos del papa, clusula escandalosa para los enco-gimientos religiosos de prncipes que solamente saben temer la ley y no la entienden. Esverdad que le falt jursdiccin, pero como le sobr causa hzose juez de quien se arroja no temer su enojo y hay muchas cosas (como esta de mandar ahorcar estos ministros)que las dicen los prncipes por no necesitarse a hacerlas, pues suele prevenir el espantodel lenguaje y es una providencia si temerara provechosa (fol. 180r).

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    que pueden ser refrn, ni hahlo desacato ni le dehe creer ningn honradolector esto, es decir, cada uno mire por s, ni tiene otro mal sonante quecontraponer por su nombre el papa a la capa y hay refrn permitido quepara decir que no se pida sin hacer diligencia, dice a Dios Uamando y con elmazo dando, donde el mazo y Dios se oyen cerca*'.

    Quevedo no era el nico que estaba a favor del sometimiento de lajurisdiccin eclesistica a la jurisdiccin real. Durante la primera mitaddel siglo XVII, estuvo en auge la narracin de biografas de personajeshistricos que resultaban ejemplares por haberse enfrentado a la juris-diccin de la Iglesia; en Espaa, este tema fue refugio de los pensadorestacitistas. En 1600, Justo Lipsio haca la edicin critica, sazonada denotas polticas e histricas, de la obra panegrica dedicada a Trajano,que, en 1622, fue traducida al espaol por Francisco de la Barreda,que se la dedic al Conde Duque de Ohvares. Al sentir de Barreda,Plinio dibuj un tipo barroco de hroe: La humana prudencia tienesu oriente en la filosofa poltica, moral y econmica. Poco tiempo des-pus. Mrtir Rizo segua la estela escribiendo, en 1633, una biografade Rmulc?^., en la que destacaba el valor, la entereza poltica y la ra-zn de estado. Con todo, pocos cultivadores de este gnero poltico yliterario expusieron mejor que Femando de Biedma, en su vida sobreAlejandro Magno, escrita en 1634, las preocupaciones tcnicas e ideo-lgicas que gravitaban sobre tales escritores. El ejemplo de Alejandroofreci a Biedma la ocasin para desarrollar la tesis del alcance de la ini-ciativa poltica y del papel que el consejo y la razn juegan en la misma.Por su parte, el valenciano Vicente Mur escribi la vida de Justiniano^'con abundantes sentencias y con una tesis clara (de gran emperador).Finalmente, el propio Quevedo escribi Marco Bruto, colofn de toda sutrayectoria como pensador poltico"^.

    Resulta lgico, por tanto, que escribiera a continuacin (con la mis-ma intencin) en favor del patronato de Santiago, al igual que hicieron

    89. Carta del Rey don Femando el Catlico a el primero Virrey de aples despus delGran Capitn, fol. 181r. Puede servicio el pensar mucho las cosas y hay materias que seestragan siendo comunicadas. Hoy, para prender un consejero se hicieran grandes juntasy consultas y se tiene por menos inconveniente desacreditar un tribunal con permitir unministro ruin que desautorizarle a l con un castigo justificado y que sirva de escarmiento.Y estas plticas mientras se tratan se difieren y difirindose dan el lugar de la justicia a lanegociacin. El rey catlico no anduvo por este camino, pues mand en un rengln queprendiesen al duque de Femandina y a sus hijos y a todos sus consejeros de su hermana.Ventajosamente castiga quien con la amenaza sabe ahorrar castigo. Gran rey aquel enquien la opinin vale por ejrcito y el amor por guarda y el miedo por ministro.

    90. Mrtir Rizo, Norte de Principes y Vida de Rmulo, 1998.91. Mur, El principe en la guerra y en la paz. Copiado del emperador Justiniano, 1640.92. Astrana Marin, 1946, p. 482. El 7 de febrero le deca a su amigo: Ayer recibi

    con los carros los libros de la segunda impresin de Mareo Bruto, que an es de DiegoDaz de la Carrera la letra, y el papel es el mismo. La mejoria que he hallado ahora sondos erratas enmendadas (Astrana Marin, 1946, p. 484). Insiste en el mismo tema, el 12febrero (p. 486). La complicada composicin de la obra ha sido estudiada con aciertopor Martinengo, 1998.

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    Otros escritores que compartan el mismo esprtu^ .^ En esta nueva obra,Quevedo reivindicaba la autonoma de la Monarqua hspana, basn-dose en decisiones divinas, por lo que, los dirigentes de la Iglesia nopodan modificar:

    Que Santiago no es patrn de Espaa porque entre otros santos le eligiel Reino, solo porque cuando no haba Reino, le eligi Cristo nuestro se-or para que l lo ganase y le hiciese, y os lo diese a vos [...] segn esto,cierta cosa es que el Reino ni sus procuradores no dieron el patronazgo deSantiago; antes Santiago dio a vos el reino, quitndole con la espada a losmoros, a quien le dieron los pecados de aquel rey que mereci tal castigo.[...] Son las Espaas bienes castrenses, ganados en la guerra por Santiago;y las leyes que amparan en ellos a cualquier soldado particular pero sernsu fuerza en este general y caudillo, a quien nos debemos todos por compra,a quien somos deudores de la libertad y la fe de lo humano y de lo divino?[...] Que esto sea como lo digo, ni los moros lo pueden negar; que hoy te-men el tropel y las huellas del caballo blanco y les dura el dolor y las sealesde las heridas de su espalda^*.

    Esta desesperacin de Quevedo era tanto ms acuciante cuanto quehaba sido el propio papado, a travs del cardenal Baronio (1538-1607),en su clebre obra Annali ecclesiastid, quien haba puesto en duda lalabor de conversin al catolicismo, realizada por el apstol Santiagoa la pennsula ibrica''^. Para los espaoles, el asunto de los Anales deCsar Barono fue, durante bastante tiempo, un problema que habaque resolver^^. Entre 1605 y 1607, Felipe III escribi varias cartas a suembajador para que solicitase al nuevo papa que mandase eliminar delvolumen xi los prrafos referentes a la Monarquia Sicula; Paulo V nuncaaccedi. En la respuesta del marqus de Aytona a una de las cartas deFelipe III, se pona de manifiesto la continuidad del talante del nuevopapa con Clemente VIII:

    Advierto que el natural del papa es muy inclinado a la jurisdiccin ecle-sistica y, en los Kbros que se escriben a favor de la jurisdiccin, aunque seaexceso, no se toca y, en los que se escriben a favor de la jurisdiccin secular,se quita mucho y algo ms de lo que se puede y debe. Y, en esto, hay aqumucho cuidado, porque con ocasin de la controversia con venecianos sehan scrito algunos libros contra ellos y de paso se procura derribar cuanto

    93. BNE, V. c^ 995, nm. 24. Fernndez Velasco, (Condestable de Castla), Dos discur-sos en los que se defiende la venida y predicacin del Apstol Santiago en Espaa, 1605.

    94. Quevedo, Memorial por el patronato de Santiago, 1941, p. 605.95. Prez VUlanueva, 1982, p. 10; Borromeo, 1982b, pp. 73-7796. Lo que se cuestionaba del libro de Baronio era sus crticas a la jurisdiccin real.

    Junto a una carta firmada el 8 de febrero de 1605, el duque de Escalona remita a Espaaun resumen de los aspectos principales en los que el cardenal pona en duda la MonarquaSicula. El embajador aconsejaba al rey que actuase de forma similar a como lo baca elpontfice: V. Md., habindolo considerado ver si ser bien prohibir en sus reinos elcomercio destos libros, como suele hacerse en Roma de los que defienden el remedio delas fuerzas en eUos.. (AGS. E, leg. 981). Borromeo, 1998.

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    se puede la jurisdiccin real. Esto se ha hecho con tanta destreza que casino se puede hablar en eMo, pero entiendese'l

    Lo que haca el papado era destruir el fundamento ideolgico yreUgioso sobre el que la Monarqua hispana habia articulado su podery que la faccin casteUana esgrima para justificar su dominio social yprctica poUtica. Quevedo criticaba con todas sus fuerzas la intromisinde Baronio:

    Gunto, seor, se ha sentido en Espaa que el cardenal Baronio niegue lavenida de Santiago a ella! i Gunto ha escrito por mandato de vuestro padrey por la honra de la nacin! Y es verdad, seor, que para hacer hoy lo quecon l hacemos, fuera mejor haber consentido en que no vino, por aliviar detan gran obligacin la ingratitud del Reino. Menos se le neg en la venida,que se le quita en el patronato"*.

    Ciertamente, estas injerencias eran reflejo de la prdida de influen-cia de la Monarquia en el gobiemo de la Iglesia. La independencia queRoma consigui con respecto a Espaa se produjo durante el pontifica-do de Clemente VIH, al admitir la conversin al catoUcismo de Enriquede Borbn. A partir de entonces, los cardenales franceses comenzarona hacer partido en Roma, mientras que el papado se separ con res-pecto a la Monarquia hispana como se demuestra, primeramente, enla sustitucin (en 1596) del nuncio de Venecia, amigo de los espao-les, Ludovico Taverna, por Antonio Maria Graziani, de contrarias ideas.En segundo lugar, nombr (en junio de 1596) diecisis cardenales demanera inesperada, de los que solo dos fueron espaoles" .^ La posi-cin de equidistancia, asumida por la Santa Sede, entre las dos gran-des potencias catUcas (Francia y Espaa), permita a Clemente VIIIponerse como mediador en sus conflictos'"", en el influjo que ejerci

    97 ACS. E, leg. 986. Al final de su carta, el marqus de Aytona pona como ejemplode la actitud papal lo que le pareca una cosa extraordinaria para que v.Md. vea con qucuidado se trata aqui esta materia. Recoge el embajador un prrafo de la muy respetadaSujna Teolgica del cardenal espaol Francisco de Toledo. En dicho prrafo, el autor de-fiende el recurso de fuerza .quando violentia est vera etrealis, este telogo considera queel derecho natural legitima el recurso en tales casos. Segn Aytona, Clemente VTII remitiel texto a dos cardenales, uno de ellos el que poco despus sera papa Paulo V, y aunqueconfesaron que aquellas palabras iban ajustadas conforme al derecho natural, mandaronque se quitasen por no dar ocasin al juez a que excediese. De manera que, porque el juezsecular puede exceder, se niega lo que el derecho natural concede a los hombres cuandose ven opresos {ibd^. La carta est firmada el 14 de septiembre de 1607

    98. Quevedo, Memorial por el patronato de Santiago, p. 619.99. El 5 de junio fueron nombrados: un francs (Ana d'Escars) y dos espaoles

    (Francisco Guzman de va y Femando de Guevara), fuera de stos, slo italianos bene-mritos, obligados al Papa, [...] a saber: Silvio Savelli, [ . . ] , Francisco Mara Tarugi, [. .] ,Francisco Comaro, [...], Francisco conde de San Jorge y Blandrata, [...], Camilo Boghese,[..], Lorenzo Bianhetti, [.. ], los auditores de la Rota Pompeyo Arigoni y Bartolom Cesi,Andrs Peretti y, finahnente, [...] Baronio (Pastor, xxiii, pp. 227-228).

    100. Borromeo, 1994, pp. 119-135.

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    Aldobrandini en la eleccin de embajador espaol ante la Santa Sedeo en el escaso poder que demostr tener la Monarqua hispana en elcnclave para elegir nuevo papa'"'. Los embajadores espaoles eranconscientes de esta prdida de poder; en noviembre de 1604, el duquede Escalona comunicaba al duque de Lerma su deHcada situacin enRoma, donde el cardenal Aldobrandini le mostraba unos desprecios,impropios de toda cortesa diplomtica a pesar de las buenas palabrasque escriba a la corte hspana'"^, con el fin de que soHctase su relevoen el cargo y, en su lugar, fuera nombrado don Francisco de Castro,personaje mucbo ms adepto e influenciable por la Santa Sede, preci-samente, en unos momentos harto dehcados ya que como adverta elpropio Escalona estamos a pique de sede vacante y que cualquieraque venga se ba de baUar nuevo y embarazado como estn las cosas.Los cardenales que ban mostrado gran satisfaccin de lo pagado [pen-siones que reciban en Espaa], que son casi todos, se ban de enfriar enesta accin si tuviese efecto'" .^

    Esta prdida de influencia y repulsa bacia todo lo espaol, Quevedopudo constatarlo durante su etapa al servicio del duque de Osuna,cuando recorri gran parte de Italia'"'*. A su vuelta, y tras constatar laevolucin de la poltica europea y las ahanzas que el pontfice bacacon otros poderes taHanos con el nico fin de expulsar a los espaoles,Quevedo escribi Lince de Italia u Zahori espaol. En su dedicatoria aFelipe FV, comienza dicindole:

    Los delirios del mundo, que hoy parece estar furioso, y con peores indica-ciones que nunca, en el frenesi que dura quince aos ha en Italia, ocasionanestos escritos. Poco digo, pues faltara a las obligaciones de noble, de vasallovuestro y de cristiano, si no os hiciera recuerdo de lo que yo tengo adverti-do en los subcesos, y visto en las ocasiones que de vuestro real servicio hanpasado por mi mano, y de que no tiene otro alguno noticia"*^

    101. El embajador de Lucca se habia percatado de la situacin y escriba a suRepblica, Pellegrini, 1903, p. 37.

    102. Siempre me ha llevado mi natural inclinacin y deseo a ser servidor de VuestraMajestad y vivir debajo desa proteccin y amparo. Y asi cualquier cosa que haga ahora,no ser en mi novedad, sino continuacin exterior de lo interior de mi voluntad, que esta-ba detenida y atada con algunas ligaduras de justas consideraciones, que se han desechomuy a mi costa, y a la libertad de poder mostrar esto es por ventura el mayor consuelo deljusto dolor que por otra parte me han dejado. La confirmacin primera de lo que digo, hequerido que sea el olvido que tengo de los desabrimientos pasados entre el marqus deViUena y mi, que de comn conformidad a solas y sin tercero, por la buena disposicinque en los dos habia, se han puesto a una parte, sin quedar ms memoria dellos en la miaque si no pasaran (AGS. E, leg. 982. El cardenal Aldobrandini a Felipe IIL Roma 10 demarzo de 1605).

    103. AGS. E, leg. 8794.104. Memoriales de Osuna que Francisco de Quevedo trajo al rey a Madrid, en

    Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 67, 1959, pp. 176-182. La documentacin sobre elgobierno de Osuna en Italia, en CODOIN, vol. 48, 49 y 50.

    105. Quevedo, Obras compltai, p. 621.

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    Hace un anlisis agudo de la situacin italiana, acusando a Saboya yVenecia de las guerras'"^, si bien, de la lectura de este memorial se des-prende que toda Italia estaba coaligada contra el poderio espaol"". Enesto no se equivocaba el agudo poeta. Haca unos cuantos aos que ya lobaba comunicado el embajador espaol, conde de Castro, a Felipe IIL

    En fin Seor, Vuestra Majestad lo acertar, sin duda, en no esperar deRoma ms de aquello a que le fuerza o el inters obligare. Confusin ylstima es que se hable as de los principes y de la cabea de la Iglesia, pero,pues. Dios tiene a Vuestra Majestad para que la sustente, necesario es que ledemos cierta y descarada noticia de los males que le van desmoronando'"*.

    La Monarqua era la forma de gobierno que defenda Quevedo'"^;ahora bien, pensaba en una Monarqua independente polticamente deRoma. Los valores y la conducta que deban guiar a los monarcas noresida en la tica catHca derivada del proceso de confesonalizacin delBarroco (descrita por los tratadistas mencionados arriba) sino en Cristodel Nuevo Testamento: Obligados estis a la imitacin de Cristo, dice enla Poltica de Dios, y en su obra La Virtud militante yue\\(^ a insistir: Los re-yes son en la tierra retratos de Christo en el cuidado, y ser pastores de lossuyos, que por El le fueron encomendados"". Es decir, lo que Quevedodefenda era la autonoma de la Monarqua, una monarqua cristiana,pero no subordinada a Roma, pues era la nica manera de mantener laidea de Monarchia Universalis y la tradicin autnoma de Monarquahispana. De la misma manera, era partidario de una Monarqua basada ensu f'uerza, y rechazaba el pacifismo que quera imponer Roma: Dichososlos valientes y virtuosos -escriba en la Poltica- cuando el Principe tie-ne urgente, y precisa necesidad dellos. Desdichados los monarcas quese olvidan en la prosperidad y paz de los que la defendieron o se laconquistaron'". La imagen del joven noble que va a la guerra, como elduque de Osuna, era algo que ya no vea Quevedo en la aristocracia dela Monarqua de Felipe IV. Ciertamente, en la segunda parte de la Polticase ocupaba en que Dios y Hombre Cristo N. S. hizo la guerra con la paza la misma guerra"^, pero eso no significa que se contradiga con lo de-fendido anteriormente; al contrario, sigue def'endiendo la actitud pacficadesde la Monarqua, medante su autordad (no desde el pacifismo de laIglesia) como poder universal catHco"^.

    106. Vuelve sobre este tema en, Quevedo, Obras Festivas: La Hora de todos, pp. 367-377Apartados xxxii y xxxiii.

    107 Jurez, 1990. Prez Bustamante, 1945, pp. 159-183.108. AGS. E, leg. 993, sin numerar.109. Alvarez Vzquez, 1978, pp. 441-442. Roncero, 1991, pp. 119-120.110. Quevedo, Virtud militante, p. 121, citado por Roncero, 1991, p. 121.111. Quevedo, Poltica de Dios, 1966, p. 300.112. Quevedo, Poltica de Dios, p. 303.113. Quevedo, Poltica de Dios, p. 305: No porque alabo el hacer la guerra con la paz,

    vitupero hacerla la guerra a la guerra: fuera error. Hay guerra lcita y santa: en el cielo

    LaPerinola, 18, 2014 (103-141)

  • 130 JOS MARTNEZ MILLN

    Semejantes planteamientos se pusieron de manifiesto en la prcticadurante la guerra de los Treinta Aos (1618-1648). En el enfrenta-miento que la Monarqua hispana mantuvo con el resto de poderes eu-ropeos, los espaoles asuman como postulado que el papa deba reco-nocer los mritos de cada uno de los principes cristianos con la Iglesiay prestarles una ayuda proporcional a estos mritos, ahora bien, debamantenerse neutral en la guerra"*. La Monarqua Catlica y el Imperiodeban de marchar juntos para defensa de la confesin catlica contratodos los enemigos de la casa de Austria"^. El eje Madrid-Viena eraconsiderado por Olivares como la rueda mayor, que da ley a todoel mecanismo de la Monarqua Cathca"". Por su parte, CampaneUadescriba a la Monarqua hispana formada por tres cabezas: el SacroImperio Romano, cabeza de la esencia; los reinos peninsulares, cabezade la existencia; Italia, cabeza del valor. Para derrotar a este monstruoera preciso cortarle la cabeza del valor, a partir de entonces, la existen-cia de este monstruo sera hueca"''.

    Efectivamente, los fundamentos tericos y prcticos en los que bassu existencia la Monarqua hispana (por una parte, erigirse en podertemporal hegemnico y, por otra, tener que justificarse en los principiosde la Christianitas) resultaban contradictorios ya que, la Monarqua sola-mente poda detentar un ttulo tan universal mientras no le faltasen lasfuerzas para oponerse e intimidar al resto de poderes europeos; perotambin, mientras que el papado estuviera subordinado a los interesesde la Monarqua hspana ya que la legitimidad de los argumentos de laMonarchia Universalis residan en Roma y a ella corresponda definir ladoctrina religiosa, lo que significaha reconocer a la Santa Sede un puestocentral en el ordenamiento de la sociedad: y all como a su centro acudenlos negocios della en lo espiritual y muchos en lo temporal"^. Por con-siguiente, los servidores de la Monarqua hispana, en el ejercicio de susfunciones, tenan la obligacin de servir al rey, pero tambin, de serviry honrar y reverenciar al papa por tener el lugar de Dios en la tierra.

    De acuerdo con tales planteamientos, no result muy difcil a losenemigos de la Monarqua descalificarla por su modo de proceder, juz-gndolo de carcter injusto y contradictorio"^ en relacin a los criterios

    fue la primera guerra: de nobilsimo solar es la guerra. Y hase de advertir, que la primerabatalla, que fue la de los ngeles, fue contra herejes [ ..] Quien con herejes hace guerraa catlicos, no solo es demonio, sino infierno.

    114. Saavedra Fajardo recogi el pensamiento espaol al respecto en sus empresas:Obras Completas, 1946, pp. 636-637, empresa 94.

    115. Balboa, Gemidos de la Iglesia y Religin Catlica, (BNE, ms. 2367), en ella se censu-ra la neutralidad del Pontfice. Slo se publicaron 12 ejemplares de esta obra.

    116. Saavedra y Fajardo, Obras completas, 1946, p. 1309.117 Archivio Segreto Vaticano, Armario in, vol. 41, fol. 208-210.118. Instruccin de Felipe III a su embajador en Roma, Juan Fernndez Pacheco,

    marqus de Escalona, 1603. Tales instrucciones han sido publicadas por Giordano, p. 5.119. Por parte francesa, se pretenda demostrar que la Monarqua francesa era la

    autntica heredera de las cuatro tradiciones que se le atribuan como caracteristica de la

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  • REFLEXIONES EN TORNO A LOS ESCRITOS..... 131

    tradicionales tico-morales jurdicos que se atribuan a la monarquauniversal, como tampoco le pareci desleal a los pontfices sacudirsela invasin jurisdiccional y el dominio que la Monarqua hispana venaejerciendo sobre el papado. Ante los ojos del resto de reinos europeos,la defensa de la rehgn apareca solamente como un instrumento tcti-co de la poltica espaola, utilizada para construir su podero'^". De estamanera, la aspiracin de la rama hispana de la casa de Habsburgo a lamonarqua universal fue, segn sus adversarios, la razn principal dela guerra de los Treinta Aos y constituy un argumento lgico y con-vincente para justificar sus respectivas intervenciones militares comoparticipacin en una guerra justa ya que, la aspiracin poltica de losHabsburgo se interpretaba -por el resto de reinos como amenaza di-recta a sus potestad