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CONVERSACIONES EN QUIETUD Mike Boxhall

Libro Mike Boxhall

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CONVERSACIONESEN QUIETUD

Mike Boxhall

Indice: Conversaciones en Quietud

Capítulo 1: Quietud…………………………………………………….4

Capítulo 2: Consciencia………………………………………………7

Capítulo 3: Un cuenco vacío……………………………………..12

Capítulo 4: La Marea…………………………………………………17

Capítulo 5: La bendición de la inseguridad………………..24

Capítulo 6: El espíritu encarnado………………………………31

Capítulo 7: La dicha de ser ordinario…………………………37

Capítulo 8: Aun no me he decidido……………………………42

Capítulo 9: Dejar que el trabajo haga el trabajo….……..47

Capítulo 10: El Apego…………………………………………………51

Capítulo 11: ¡Cuando hay caos!.............................................54

Capítulo 12: Enseñanza………………………………………………57

Artículo: El Aliento de vida…………………………………………61

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Escucha

Cuando te pido que me escuches

y empiezas a darme consejos

no has hecho lo que te pedía.

Cuando te pido que me escuches

Y empiezas a decirme por qué no debería sentirme así

estás pisoteando mis sentimientos.

Cuando te pido que me escuches

y sientes que tienes que hacer algo para resolver mi problema,

me has fallado, por extraño que parezca.

Escucha, todo lo que te pido es que me escuches;

No que hagas o digas, sólo que escuches.

Cuando haces algo por mí que puedo y debo hacer por mí mismo,

contribuyes a mi miedo y a mi debilidad.

Pero cuando aceptas, el simple hecho de

que siento lo que siento, por irracional que sea,

entonces puedo dejar de intentar convencerte

y dedicarme a entender

qué está detrás de ese sentimiento irracional;

Y cuando eso está claro, las respuestas son evidentes y no necesito consejo.

Los sentimientos irracionales tienen sentido 

cuando entendemos lo que está detrás de ellos.

ASÍ QUE POR FAVOR ESCUCHA Y SÓLO ÓYEME, Y

SI QUIERES HABLAR, ESPERA UN MINUTO QUE TE LLEGUE EL

TURNO

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¡¡Y TE ESCUCHARÉ!!

 

CAPÍTULO 1: QUIETUD

Quietud

Yo no hago nada,

y la gente se transforma.

Yo amo la quietud,

y la gente se orienta hacia lo correcto.

Yo no trabajo,

y las personas se enriquecen.

Yo no tengo deseos,

y las personas por sí mismas se vuelven simples.

"El Tao del Tao Te King". Traducido por Michael Lafargue.

Al final de un curso celebrado recientemente con un grupo de personas que llevan algunos años trabajando juntas, nos dedicamos a hacer una lista de las palabras que constituyen lo que llamaríamos los "titulares" de este trabajo. Acabamos con una lista de once o doce palabras, y siento que esta lista se puede reducir todavía más, puesto que a menudo el significado de un término está contenido en otro. Tan sólo 12 palabras, pero tantas maneras de aproximarse a ellas que, finalmente, su sentido más profundo se convierte en realidad, en sensación sentida, en experiencia.

Las exploraciones que nosotros, como grupo fluctuante, hemos venido realizando juntos —en grupos de 15-20 personas y con un grupo total de unas 200 personas— durante los últimos diez años, suman un total de 400 horas de formación, suficiente como para completar un curso de postgrado sustancial. Y, sin embargo, ¡todo este trabajo puede reducirse a doce palabras! Ellas describen toda una manera de ser.

Una de las vías posibles para realizar este trabajo es la de tomar estas palabras, una por una, y convertirlas en títulos de los capítulos y, después de una primera revisión de su significado por mi parte, pediros que enviéis por e-mail cualquier ampliación de esa palabra, en cualquier formato que elijáis, para su posible adición al capítulo apropiado. Empecemos con Quietud.

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Quietud. Esta palabra, que aparece en el título de la página, ha sido abordada en muchas ocasiones. La quietud, en el sentido que nosotros le damos, no es únicamente la falta de movimiento de los miembros, ni siquiera un aquietamiento de la mente, sino, más bien, un estado de ser. Quietud, por lo tanto, implica un "no dejarse atrapar" o no-apego a cualquier cosa que se esté manifestando.

Es perfectamente posible que mi cerebro esté parloteando y que mis piernas den sacudidas, pero, si puedo permanecer consciente, pacíficamente consciente, de todas estas cosas que están ocurriendo sin identificarme con ellas, descansando simplemente como observador, entonces, yo, el verdadero yo, me mantengo aquietado. Son el cerebro y las piernas los que se mueven.

Si el agua deriva lucidez de la quietud, ¡cuánto más las facultades mentales! La mente del sabio, al estar en reposo, se convierte en el espejo del universo, el

"speculum" de toda creación. Chuang Tzu.

La enseñanza importante de esta cita no es que el universo está aquietado, puesto que no lo está —está en constante movimiento— sino que el espejo ha de estar limpio y transparente. Esto significa que mi mente está en reposo, consciente de todos los movimientos, incluyendo los movimientos y la excitación de mis propios sentidos, pero sin dejarme pillar por ellos ni apegarme a sus actividades. No puedo resaltar suficientemente la importancia de esta afirmación. Muchas personas se quejan de que su cerebro sigue parloteando cuando se supone que tienen que estar meditando o aquietadas. Ésta es la naturaleza del cerebro. Esto es lo que hace. ¡Está vivo! La paradoja es que si encontramos un modo de no alimentar esa actividad con la energía de nuestra atención, dicha actividad puede, como todas las formas de vida cuando no se las nutre, simplemente atrofiarse y terminar. De repente, puede llegar un momento en que nos demos cuenta que hemos estado en el espacio entre las notas y que ha habido verdadera quietud. ¡Qué música tan hermosa! ¡Es posible oír la voz del silencio!

No podemos escuchar este sonido mientras estamos ocupados esforzándonos por librarnos del parloteo, pero está allí, ya está presente, en cuanto nos rendimos a la inseguridad que revela el no esforzarse, el no intentar.

Esto queda bellamente ilustrado por la historia siguiente, que es el feedback de una alumna sobre su experiencia de compartir durante una formación reciente...

"Yo me sentía muy cansada y estaba sentada con una taza de té en la cocina."

"Mary vino y se sentó conmigo. Después de un rato, dijo que ella entendía por qué estaba agotada. Tomó mi mano en las suyas y la mantuvo sobre su regazo, y continuamos hablando sobre esto y aquello."

"Entonces, mientras la conversación continuaba, noté que me estaba dando un tratamiento y me sentí genial."

"Le dije: "Me estás dando un tratamiento" y ella se limitó a sonreír. Sentí que a través de sus manos fluía una fuerza y unos recursos que eran como una montaña.

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Esto me llegaba a través de una quietud que me es familiar. Conozco este trabajo por haber sido alumna de Mike, y por practicar como terapeuta y paciente."

"Un cosa particularmente notable fue cuando puso su mano sobre mi pie y parecía intentar darme un tratamiento aún mejor, la sensación de la quietud y el poder de la quietud desaparecieron completamente."

"Me sentí apoyada y vivificada por el tratamiento recibido; era muy bueno estar en contacto con eso en ella y en mí."

Así es exactamente como he recibido este testimonio, que resalta la diferencia entre la absoluta receptividad contenida en Ser y la acción del Hacer. Resulta tan difícil simplemente Confiar en la Marea y ser, ¿no os parece? Y, sin embargo, sin embargo, éste es el único modo de trascender las limitaciones de nuestro saber. Y de tocar la esencia.

Lo que sigue es una nota de Erich Schiffmann, tomada de su libro "Moving into Stillnees" [Entrando en la quietud], que parece decir lo mismo de manera diferente: la quietud es dinámica. Es movimiento sin conflicto, la vida en armonía consigo misma, habilidad en acción.

Puede experimentarse en cualquier momento que haya una participación total, desinhibida y sin conflictos en el momento en que estás; cuando estás totalmente presente en cualquier cosa que estés haciendo.

Entonces, ¡qué gloriosa terapia es ésta que nos permite sentarnos en Quietud con otro u otros seres humanos! Sólo cuando estamos aquietados, según la definición que estamos usando aquí, lo que significa sin apego o juicio respecto a lo que se está revelando, llega a contarse la historia. Si oír es curar, como se suele decir, entonces la quietud absoluta, el no-apego, ofrece la posibilidad de que la historia se cuente completamente, y en la plena escucha reside la plena curación. Nosotros no tenemos que hacer nada; simplemente recibir, sin juicio. Allí, en la receptividad, está el inmenso poder del principio femenino. ¡Qué precioso y raro es!

Aquí hay un ejemplo de un momento de Quietud. Acción aquietada con la co-operación de la tecnología moderna;

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"Flames" ["Llamas"] de Julian Johnson.

CAPÍTULO 2: CONSCIENCIA

Quien soy verdaderamente

Sin principio, sólo Proceso.

El Espíritu reencarna.

Nacimiento y Vida

El encuentro del despliegue y la experiencia.

Capa sobre capa de ilusión.

Yo me he convertido en yo y he olvidado.

Ayer fue y mañana será, o al menos eso parece.

Sin un ahora.

Hay una marea,

y después un océano.

Bajo las olas,

sólo hay quietud.

La Madre.

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Pura conciencia,

Y yo recuerdo quien soy.

El Océano se mueve,

sólo hay proceso.

La esencia de lo que estoy tratando de decir aquí es que el trabajo a nivel profundo, el denominado nivel del Espíritu, es un ejercicio en el que venimos desde un lugar profundo de nuestro Ser, no un ejercicio para refinar lo que hacemos con una precisión anatómica cada vez mayor...

La mayoría de las declaraciones que siguen tendrán capítulos asignados a medida que avancemos, pero aquí es donde yo empiezo a desplegar mi parada y os invito a colaborar.

Nosotros no hacemos este nivel de trabajo con el otro —llamémosle, a él o ella, el cliente— , simplemente el trabajo es el resultado revelado de la sinergia que se crea en la relación.

Permitidme que parta esta frase en pedazos y explique su significado. La relación, a este nivel, es lo que está ahí cuando lo que nos mantiene separados, el intelecto personal, el ego personal, y tal vez, el alma personal e individual, se rinden.

Lo que queda es la comunalidad de Ser, que es Espíritu. Revelación es el emerger (y la caída) de las formas, fenómenos del tipo que sean, a partir del vacío de la presencia, el presente eterno, del ahora. Soltar lo que nos mantiene separados, y aproximarnos al cliente desde ese lugar significa que tocamos al cliente desde ese nivel en él, tanto si eso está contenido en su conciencia o en la nuestra. Surge una sinergia.

Sinergia: cuando dos elementos se aproximan uno al otro de modo que lo que se puede conseguir conjuntamente sobrepasa lo que se puede conseguir separadamente, están actuando con SINERGIA. La sinergia, en este caso, lleva la eficacia de la cooperación más allá de las expectativas habituales. (Diccionario Chambers)

La barrera a este nivel de trabajo es lo que he descrito anteriormente en la explicación de la relación. Nos da mucho miedo renunciar a nuestro sentido de separación; está tan atrincherado que hemos llegado a creer somos nuestra experiencia de vida. En realidad, esa persona, esa imagen que creo que soy yo, no es nada más que una contracción limitada del emerger y pasar de la esencia en la forma.

A este capítulo se le llama Conciencia, y el poema que lo encabeza trata de abordar este tema: Ser consciente de quien realmente soy implica un examen de las suposiciones desplegadas en la primera estrofa. La segunda estrofa habla del descenso en lo desconocido, las profundidades ocultas del inconsciente, capa tras capa. Las últimas dos líneas describen la revelación de que lo primero que emerge

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de la Quietud, en su mayor profundidad, es conciencia. Simplemente conciencia misma, sin forma; aún no hay separación entre la forma y lo informe; Proceso mismo, sin forma que esté siendo procesada.

Para mí, la mayor toma de conciencia enseñando/facilitando este tipo de trabajo es que, en realidad, ¡no hay nada que enseñar! Lo único que hay que hacer es crear el espacio seguro en el que eso ya está allí, y puede revelarse. He llegado a creer totalmente (y a experimentar) que la realidad es lo que está ahí cuando podemos habitar en la Quietud, en el presente, sin juicio. En este caso, con la palabra juicio me refiero a la mera intelectualización, examen, limitación y recuerdo del tipo del que depende la experiencia no digerida.

Si no hay nada que enseñar, no puede haber nada que aprender; ¡sólo hacerse consciente!

¿Qué es ser consciente?

Lo que sigue es una excelente contribución de Gary Lee Roba. Esto demuestra una excelente comprensión, muy bellamente expresada, del hecho de que la conciencia QUE HACE no es quietud.

¿QUÉ ES CONSCIENTE?

Repasando las notas de Mike para este mes, lo que me sorprendió fueron las tres palabras que escribió debajo de la imagen del sol y la luna en el polo norte: “¿Qué es consciente?” Esta pregunta va exactamente al núcleo del asunto.

Yo solía creer que la conciencia era un estado mental que yo tenía que producir. Esto hacía que yo tuviera que mantenerme/fijarme en una posición mental específica [lo que también requería que tensara sutilmente mi musculatura] para producir y mantener una forma de ser específica a la que yo llamaba “conciencia”. En una sesión craneosacral, significaba hacer todo eso mientras mis manos sentían el cuerpo de otra persona, de tal modo que fuera capaz de enfocar el estado que estaba cultivando [“conciencia”] hacia aspectos determinados de su anatomía interna, para que la persona fuera “consciente” de lo que ocurría o dejaba de ocurrir dentro de ella. Pensaba que al desarrollar mi capacidad de hacer esto estaba desarrollando mis “habilidades perceptuales”, y disfrutaba mucho las alabanzas de mis profesores a medida que las mejoraba y afinaba.

Por supuesto, la Fuente me puso “palos en la rueda” cuando empecé a notar repetidamente durante las sesiones que los cambios más profundos tendían a ocurrir en los momentos en los que no estaba “haciendo” plenamente este trabajo de conciencia. Aunque era razonablemente bueno a la hora de mantener un estado de presencia extrovertida que se enfocaba en el sistema del cliente,

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invariablemente había momentos en los que “mi conciencia” se deslizaba por debajo de la negrura o de la nada; una y otra vez ocurría que era precisamente en esos momentos cuando el sistema del cliente realizaba sus mayores cambios o liberaciones, y me daba cuenta de ellos cuando mi conciencia retornaba. Aún me dejaba más perplejo la observación ocasional de que esto ocurría cuando yo me despistaba momentáneamente, o estaba mirando por la ventana.

Gradualmente fui dándome cuenta que la Conciencia estaba allí completamente, independientemente de [o a pesar de] de lo que yo hiciera conmigo mismo para producir lo que yo creía que era un “estado de conciencia”. De hecho, los momentos en que la conciencia parecía verdaderamente libre y presente generalmente se producían cuando yo “no era consciente”. Esta observación se ha ido haciendo más y más clara a lo largo de los años de sesiones, y también en la vida cotidiana.

No podemos “hacer” la conciencia. La conciencia está siempre allí. Nuestras mentes no producen o contienen conciencia; más bien ellas [y todo lo demás] están contenidas dentro de la conciencia. No podemos hacer algo particular para llegar a ser conscientes, ya somos conscientes. Lo que podemos hacer es fragmentar la conciencia, manipulándola para fijarla o reducirla a lo que parece ser una parte, aunque incluso esto mismo no es más que otro bucle de inercia dentro del campo mayor de conciencia, dentro del campo mayor de la Marea. Cuando ponemos las manos en el sistema de otra persona, la Conciencia ya está completamente allí, independientemente de cuál sea nuestra orientación personal hacia ella.

¿Qué es conciencia? Conciencia es la Marea. La naturaleza de la conciencia es organizarse a sí misma como campos dentro de campos de movimientos de marea que se expande y se contrae. La Marea es consciente de nosotros, independientemente de que nosotros seamos conscientes de ella. Cualquier cosa que podemos ver/sentir es la Marea, y nuestro acto de verla también es la Marea.

Cualquier cosa específica de la que seamos conscientes es, por su propia naturaleza, una fragmentación de la conciencia, que de este modo queda limitada al campo de ese fragmento/forma. La fragmentación es un proceso natural de la conciencia. Sin la función fragmentación no podría haber objetos, ni conciencia de los objetos, ni relaciones sujeto-objeto, y por tanto no podría haber manifestación en absoluto. La capacidad de la conciencia de fragmentarse a sí misma es lo que permite a la conciencia aparecer [ante sí misma] /existir.

Cada paso que descendemos hacia un campo más estrecho [fragmentación] produce el fenómeno al que nos referimos con el nombre de inercia; cada paso ascendente [reconexión con una totalidad mayor] produce el fenómeno de la potencia. De este modo, potencia e inercia son esencialmente la misma fuerza: la fuerza/energía producida por la acción de la conciencia manifestándose como forma. A todos los niveles, la conciencia se manifiesta como movimiento de marea de expansión y estrechamiento, así la conciencia es la Marea. Cuando la conciencia se mueve profundamente en la dirección de la fragmentación, la intensidad de las fuerzas inerciales presentes crea campos en los que el movimiento de marea/expresión queda cada vez más inhibido, hasta que llega a disolverse. Cuando la conciencia se mueve profundamente en la dirección de la no-

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fragmentación, la intensidad de la potencia presente crea campos más y más amplios en los que el movimiento/expresión de marea se hace más y más radiante, hasta el nivel de la pura luz/el ser.

Cuando la inercia se mueve en la dirección de la no-fragmentación, lo cual sólo puede hacer cuando es tocada/vivificada por la conciencia, se transmuta en potencia, y se produce la reorganización del sistema en el que estaba contenida hacia el nivel de una totalidad mayor; ésta es la esencia del trabajo craneosacral biodinámico. Esta transmutación de la inercia en potencia, y la organización sistémica resultante, es la ley natural de la Marea/de la conciencia. La Marea misma es la que hace este trabajo cuando toma conciencia de sí misma [este funcionamiento queda potenciado por el reflejo (o espejo) que el terapeuta ofrece al cliente].

La fragmentación [inercia] es un oscuramiento de la conciencia, la no-fragmentación [potencia] es una vitalización de la conciencia; esto también es una Marea. Cualquier cosa que el terapeuta “haga” para manipular/controlar su conciencia personal es una fragmentación, algo que apaga la conciencia. Por eso los cambios profundos se producen en las sesiones cuando el terapeuta se quita de en medio. Sus esfuerzos por enfocar/practicar la conciencia a fin de localizar y soltar la inercia son en realidad un movimiento en la dirección de una mayor fragmentación e inercia. De hecho, a veces “despistarse” puede ser menos inercial/fragmentado que “concentrarse” o enfocarse, que es un “hacer” más determinado.

Los estados menos inerciales/fragmentados estarán en la dirección de la no-diferenciación, profundizando hacia niveles de conciencia más claros y profundos —conciencia desinhibida/Marea no-obstruida— en los que realmente podemos decir que “el trabajo hace el trabajo”.

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Capítulo 3: Un cuenco vacío

Un cuenco vacío

Tengo un cuenco de metal.

Fue fabricado por los últimos fabricantes de su linaje.

Está vacío, aunque el Océano está en él.

Si lo golpeo, suena, y es muy útil.

Puedo poner flores dentro de él, eso es hermoso y útil, pero entonces no suena.

Mi nieto podría mear en él, y probablemente lo haría

y eso sería útil, pero no sonaría.

Si me acerco a él desde la quietud y entro en práctica conjunta con él, canta

bellamente

Y el sonido da la vuelta por el Universo

Y eso es muy útil

Y el cuenco está vacío.

Tengo una mente

Fue fabricada en la eternidad

Y si se ponen pensamientos dentro, resulta útil

Y si se ponen lesiones dentro, y límites de resistencia, eso es útil.

Y a veces está llena de rosas y a veces llena de pis

y puedo trabajar con eso y resulta útil.

Pero si está vacía y me puedo aproximar a otro en la quietud,

No hay lugar para toda la historia, y él recuerda quien realmente es,

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y el universo recuerda lo que es,

y eso es muy útil

Y la mente está vacía.

Estoy convencido de que cualquier tipo de trabajo del que verdaderamente podamos decir que es un trabajo “con el Espíritu” no es algo que un terapeuta, o cualquier agente, hace a otro, el cliente, sino que más bien es una revelación de la sinergia que está presente cuando dos o más personas emprenden un viaje en práctica compartida.

El poema anterior tiene la intención de reflejar esto.

Existen muchos niveles de trabajo, y no creo que pueda decir que uno es mejor que los demás. Cada uno tiene su momento y su lugar. Sin embargo, puedo decir que son diferentes.

Si en algún momento de torpeza, por mi falta de atención me disloco el dedo, buscaré que me lo recoloquen de manera mecánica, rápida y eficiente. Y probablemente miraré hacia otro lado mientras lo hacen. Si sólo consigo un aprobado en un examen en el que esperaba obtener una calificación de sobresaliente, tengo varias opciones; puedo visitar a mi terapeuta y preguntarle por algún curso para lidiar con la decepción y la ira; puedo meditar sobre el apego, o puedo visitar el pub local con un par de amigos hasta perder el sentido y después, tras unos días de rehabilitación, volver a empezar con un poco más de enfoque. Cualquiera de estas cosas podrían resultar eficaces, y todas tienen que ver con llegar a “aceptar” el resultado.

Sin embargo, hay sufrimientos a niveles más profundos, a los que no parecen llegar ni los métodos del cerebro izquierdo ni los del cerebro derecho, o en los que el alivio sólo es temporal, o puede parecer satisfactorio, pero al poco tiempo le sigue otro síntoma que no parece estar relacionado con lo ocurrido anteriormente.

Creo que hay una razón fisiológica para esto en el hecho de que el trauma relacionado con un hemisferio puede escapar al otro, y los hemisferios operan alternativamente, proveyendo una vía de escape. En lugar de continuar con este baile a perpetuidad, la respuesta tal vez resida en trabajar a un nivel tan profundo, tan interior a la expansión del cuerpo-mente desde su núcleo, que, de hecho, el trabajo se realice “por debajo de” el trauma. No se trata de regresar en el tiempo lineal a un momento anterior del calendario —no podemos hacer eso—, sino de una interiorización hacia el corazón de quienes verdaderamente somos bajo la superficie que presentamos externamente. Me gusta la palabra núcleo. El poema que encabeza el capítulo también hace referencia a esta idea.

Tengo un ejemplo de esto;

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Hace algunos años, había estado trabajando varias sesiones con una paciente, llamémosla Heather. Me había dado cuenta de que ciertos patrones somáticos se repetían, seguían dando vueltas en círculos. Había tomado un “historial muy detallado cuando empezamos a trabajar juntos, y en su historia personal no había nada que pareciera explicar los patrones de Heather, y ella no podía arrojar luz sobre ellos.

Parecía que estábamos atascados, de modo que me senté en completa quietud, sin hacer nada hasta que me vino una idea: “Esto da sensación de electricidad”. Se lo dije a Heather, que estaba un poco sorprendida y dijo: “Oh, sí, me olvidé comentarte, yo misma lo había olvidado… pero en una ocasión, hace algunos años, yo estaba en la naturaleza, apoyada sobre el poste central (metálico) de una gran tienda de campaña y estaba leyendo una carta que me acababa de llegar. Era de una amiga que me contaba que un ex_novio, con el que acababa de cortar, se había suicidado. En parte, yo me había ido de safari para recuperarme del dolor de la

separación. En el momento en que estaba leyendo esto, cayó un rayo sobre el poste de la tienda. Un asombroso ejemplo de shock tanto para el cerebro izquierdo como para el derecho.

Creo que la mayoría de las terapias, convencionales o alternativas, habrían perseguido el trauma de un hemisferio a otro, y éste no habría podido ser liberado de su tumba.

Desde entonces Heather se ha convertido en una buena amiga, y puedo decir sin temor a equivocarme que está libre de este dolor y ha sido capaz de seguir adelante de manera muy hermosa.

Los traumas muy profundos, aquellos que podríamos etiquetar como “del Espíritu”, responden muy bien a la Quietud. Tan sólo en la quietud es probable que haya suficiente confianza para que se pueda contar toda la historia. Cuando el cuenco está vacío de los confusos deseos del terapeuta y de su necesidad de ayudar.

Este vacío no es fácil. Es extraño a nuestra necesidad socialmente imbuida de ser competentes y de saber lo que estamos haciendo. Intentaré ampliar esta idea en un capítulo posterior.

Cualquier cosa que pueda decirse no merece la pena ser dicha. Y lo que realmente merece la pena decirse no puede ser dicho. El Tao que puede ser nombrado no es el verdadero Tao.

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Lao Tse en su búfalo

Este vacío no es fácil. Es completamente extraño a la necesidad imbuida por la sociedad de ser competentes y de saber lo que estamos haciendo. Trataré de ampliar este pensamiento en otro capítulo.

Cualquier cosa que pueda decirse, en realidad no merece la pena decirse. Y lo que realmente merece la pena decir no puede ser dicho. El Tao que puede nombrarse no es el verdadero Tao.

Lo que sigue es de Lynn Shorthouse, terapeuta craneosacral, en su retiro invernal anual. Parece reflejar la quietud y la bendición de la inseguridad.

Reflexiones desde un monasterio situada en la montaña, inspiradas por Ajan Natthhiko.

Llego a este lugar a 1200 metros de altura para realizar un retiro de 30 días. El silencio del entorno de este monasterio es sanador. Las enseñanzas de Ajan Sumedo, de la tradición Thai Forest Shanga, que emplea “el sonido del silencio” como foco y objeto de meditación, funcionan bien aquí. Éste es un monasterio bien gestionado, aunque sólo tiene cuatro monjes en su retiro invernal y cuatro ayudantes; no estamos demasiado organizados. La tradicional historia judía: en el infierno, un demonio dice al diablo: “Señor, señor, los humanos de la tierra están empezando a descubrir los caminos de Dios. “No te preocupes” dice el diablo, “sólo tenemos que organizarlos”.

Cuando el mundo en general y mi propia vida parecen un lío, me da fuerzas ver y reconocer tanta bondad. Aquí me siento segura y bien recibida, con unas condiciones externas excepcionales. Y lo más importante: me siento apoyada para dejarme ir y simplemente ser. Por supuesto, experimento el espectro del sufrimiento humano. Mi cuerpo enferma y me siento harta de mí misma y de los demás, o empiezo a anhelar cosas que no hay aquí. A menudo siendo una resistencia a lo que es, y a lo que no está ocurriendo, o me pierdo en visiones o estados de ánimo, pero, de algún modo, aquí sé que todas las emociones sentidas pueden ir y venir, y, puedo llegar allí más fácilmente. Hay subidas y bajadas

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naturales de mis niveles de energía y entusiasmo. Algunos días el impulso y el ardor fluyen, con todos los demás factores en equilibrio y armonía. Otros días todo parece caerse a pedazos, como si mi práctica de meditación fuera débil e ineficaz. Llego a darme cuenta de que mi trabajo consiste únicamente en estar ahí, en sentarme y caminar, independientemente de cómo me sienta.

Experimento este retiro invernal como un modo de continuar descubriendo los caminos de “Dios” y de mí misma. En este lugar, soy más capaz de estar en relación conmigo misma y con los demás. Tengo planes para cuando retorne del retiro, tanto a nivel personal como profesional, de involucrarme en este proceso de vida, de escuchar a los demás y ser escuchada. Y también de seguir mostrándome curiosa y de aceptarme a mí misma y a los demás. Porque la curación se producen cuando sabemos que somos “todos uno”, conectados entre nosotros y con este mundo. Me parece interesante que “desconectarse”, retirarse de los demás y del mundo, es un modo de reconectar. Aquí tengo momentos en que las creencias, pensamientos, ideas y sentimientos se aúnan para convertirse en un único yo. Parece que mi trabajo es hacer que las distintas partes de mi cuerpo y mente se comuniquen. Si consigo esto, ellos pueden resolver sus diferencias, equilibrarse y armonizarse. Esto no ocurre si no comunican; abrazamos la unidad cuando damos atención a partes de nosotros y de los demás que están aisladas o en conflicto.

Aún me siento muy cerca del “no saber” que experimenté al principio de la meditación, y ahora tengo cierta experiencia de sentarme con la inseguridad del trabajo. Describiría mi planteamiento como apasionado, equilibrando la armonía de ser y hacer, la voluntad y la rendición. Mi trabajo de aceptar la vida tal como es continúa, con todo el sufrimiento y la pena. Mi trabajo es hacerme amiga de mí misma tal como soy, y también hacerme amiga de la vida tal como es. Tengo una voluntad genuina de investigar y de firmar la paz conmigo misma, en un esfuerzo equilibrado más que de manera forzada. Procuro mantenerme en contacto con lo que está ocurriendo realmente, volviendo a la conciencia del cuerpo; esto parece generar buena voluntad hacia mí misma y hacia todos los seres vivos, empezando por cualquier cosa de la que yo sea consciente, aunque parezca trivial o mundana. Después escucho las voces de la mente sin creérmelas necesariamente. Investigo de manera constante y continuada todo lo que puedo.

Me doy cuenta de que no puedo hacer que ocurra nada en mi práctica por más que lo intente. Continúo aprendiendo que tanto lo agradable como lo desagradable vienen y van. Todo se desarrolla; la tristeza y la felicidad viene y van, y yo me encuentro con la experiencia conscientemente en la medida de lo posible.

Me siento muy afortunada con mi pequeña práctica craneosacral en Langport, que me permite vivir y disfrutar una vida simple, a la que puedo volver. Me da la oportunidad de conocer individuos y familias, y de ayudarles a estar bien y a vivir vidas más plenas. Descubro que a veces la gente que recibe tratamientos hace la conexión entre lo físico, lo emocional y lo espiritual. Los logros en el mundo externo son menos importantes que los cambios en mi vida interna, porque descubrirnos a nosotros mismos es descubrir el universo. Me siento retada de manera continuada, y animada, y profundamente involucrada con la vida.

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Capítulo 4: LA MAREA

Mi tesis, mi convicción, no sólo creencia, y mi pasión están contenidas en esta breve frase: puedes confiar en la marea. He pasado los últimos 15 años analizando, probando, trabajando con y enseñando la verdad de esta declaración.Actualmente, aproximadamente 120 años después de que Sutherland expresara originalmente esta afirmación, voy a intentar explicar dónde he estado y a lo que he llegado hasta ahora. Tomemos esto despacio y empecemos por el principio. Oí esta frase por primera vez cuando me estaba formando como terapeuta craneosacral con Franklin Sills en Karuna.

Puedes confiar en la Marea. Empecé a pensar: “¿Qué Marea y qué significa “confiar en”? La palabra confiar era la importante. ¿Significa confiar “trabajar con”, manipular de algún modo o dirigir hacia una lesión? ¿Por qué Sutherland eligió la expresión “confiar en”? Llegué a creer que era suficientemente independiente para saber qué quería decir y que si había dicho confiar, eso es lo que quería decir literalmente. Eso significa que es otra persona o cosa la que hace lo que tenga que ser hecho.

En cuanto a la Marea, no asumí que Sutherland estaba intentando decir que el Impulso Rítmico Craneal o IRC, como lo conocemos, era la fuente en la que podíamos confiar tan devotamente, y pensé que ni siquiera se sugería que la Marea Larga, con la que muchos de vosotros ya estáis familiarizados, era la energía motivadora de toda vida, pues éstas son, después de todo, objetos de nuestra conciencia, no el fundamento subyacente de nuestra conciencia.Llegué a creer que en realidad estaba hablando de la hipótesis de que hay una Inteligencia que no es parte de la estructura egóica personal e individual, que no está sujeta al intelecto, en la que se puede confiar absolutamente.

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Shakespeare dijo:”Hay una Marea en los asuntos de los hombres, que tomada en su rebosar, conduce a la fortuna.” Ni siquiera esto es “la cosa”, aunque se le acerca más. Implica que hay “otro”.

Esto hace surgir un gran conflicto: si hay “otro” en el que confiar, qué lugar ocupo yo en todo esto. ¿Cómo sabré lo que eso otro está haciendo, cómo sabré lo que le está ocurriendo al paciente? Supongamos que algo va mal y me demanda, ¡en este país abundan los litigios! Veis lo que está pasando aquí, el viejo y pobre ego personal ya se lo está pasando mal, se está poniendo muy ansioso. Podríamos ir más allá: “Tenemos que tener límites, no puedo saber lo que estoy haciendo. ¿Cómo explico lo que estoy haciendo? Esto no es científico y, lo mejor de todo, tengo que estar presente, plenamente presente en todo momento. ¡Recuerdo que Mike dijo eso! Mike Boxhall, quiero decir, no Michael Shea, que está perfectamente cuerdo.¡Vaya! ¡Ahora no se puede confiar en nadie, ni siquiera en mí! No es para tanto. Lo que tenemos que hacer ahora es analizar qué significa estar presente en este contexto.

A lo que me refiero con estar presente es tener la mente aquietada, simplemente notar lo que surge sin apegarse a ello de ninguna manera. No hacer juicios respecto al significado de lo que surge. Simplemente notar lo que es. Si no nos apegamos al significado, el fenómeno pasará y lo más probable es que otro tome su lugar. Después otro, y otro, y los reconocemos todos y los dejamos pasar y, a veces, durante un rato, no surgirá nada y sólo habrá conciencia vacía, vacía de todo objeto, y de ese vacío surge un nuevo objeto. El movimiento surge de la quietud y nada va realmente a ninguna parte. Ello simplemente es, en movimiento. En este momento hay una unificación de todo lo que alguna vez fue, y esto que surge es su expresión ahora mismo. El Espíritu toma forma y nosotros, como testigos, estamos en práctica compartida con esa forma.

Éste es, por tanto, el dramático despliegue de la Terapia Craneosacral Biodinámica. Esto es la introducción, el prólogo; ahora examinemos esto un poco y dividámoslo para llegar a algo más expansivo. Todos los objetos vienen y van, ¿cierto? Algunos tardan más en irse que otros. El Everest, el planeta, mi vecino que toca rock duro… pero antes o después todos se van, y eso es lo que todas las cosas, y pensamientos y sentimientos, tienen en común. ¡Todos se van! Yo me iré, no sé cuando, quizá ya estoy más allá de mi fecha de caducidad, pero en algún momento me iré. Y esto es lo más importante, cualquier cosa que haya venido a la forma como yo, vendrá a la forma como alguna otra cosa, antes o después. Cuando las condiciones sustenten otra forma, se creará otra forma. Es un proceso sin principio ni fin. Sin causa, sólo revelación.

No puedo evitar reírme de mí mismo por intentar ser lógico. No es lo que mejor me sale, y creo que en el modelo de Jung, yo probablemente soy un intuitivo, al menos eso es lo que intuyo, pero debo intentar ser lógico para no ser unilateral. Mi lógica es que cuanto más puedo objetivizar todo, incluyéndome a mí mismo, más cerca estoy de lo inexpresado, de lo no-dual, de aquello de lo que surgen los objetos, del Sujeto. Hacia donde voy es que si todo es, en cierto sentido, no concreto e impermanente, incluyéndome a mí mismo, entonces también son impermanentes la enfermedad, el sufrimiento y el malestar. Si esto es así, entonces, ¿qué herramienta voy a usar para producir alivio? Claramente mi intelecto, no sólo

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impermanente, sino también limitado, sólo puede contener una respuesta parcial. Es decir, por supuesto, a menos que pretenda ser omnisciente y saberlo todo. Lo mejor que puedo hacer, en esta forma, es tomar mi limitado conocimiento y aplicarlo a mi limitada evaluación, llámale diagnóstico, y esperar un resultado limitadamente benéfico. Sigo dándole vueltas a este pensamiento, y eso me lleva a tomar conciencia de que, a menudo, ni siquiera el cliente sabe la causa de lo que le pasa. Esto complica el problema.

Sin embargo, esto es con lo que trabajamos todo el tiempo, ¿cierto? Estamos condicionados, pienso, a pensar que éste es el único camino posible. Actualmente yo tengo un punto de vista ligeramente diferente, no tan absoluto, y lo ofrezco como una invitación para considerar que posiblemente hay otra perspectiva que examinar. Siguiendo el modelo de Groucho Marx, que dijo en una ocasión: “Nunca me haría socio de un club que me aceptara como miembro”, suelo ser muy cuidadoso respecto a quién tiene acceso a mi sufrimiento. Mi sentido de insatisfacción. Que, según observo, también es impermanente. A veces, de hecho, todo es perfectamente satisfactorio. Supongamos que simplemente me aparto del camino y dejo que el Espíritu o la Inteligencia, a diferencia de mi intelecto, hagan el trabajo. Conseguir que la patología del sistema esté en un estado de mayor adaptación. Dejar de sufrir de lo que son, en efecto, experiencias de vida mal digeridas. Sería superinteligente dejar que la Inteligencia hiciera el trabajo en lugar de confiar únicamente en mi intelecto y conocimiento parcial. En mi opinión, esto abriría la posibilidad del renacimiento, ahora mismo, en el presente, a una forma que ya no está modificada por las experiencias de vida no digeridas. Tengo la creencia, y hasta cierto punto experimento, que el renacimiento no sólo es lo que ocurre cuando me caigo de la rama, sino más bien, combinado con la conciencia, lo que está ocurriendo ahora mismo, en el presente. Como dijo Aldous Huxley, “En realidad no hay vida fuera de la vida de experiencia”. Reverenciemos la experiencia, no sólo la teoría o el concepto. Dejadme que tome un momento para leer un poema, después volveré a cómo trato de apartarme del camino de la Inteligencia y dejarle que haga el trabajo.

Hay un amable grupo de gente que ha crecido alrededor del curso que estoy enseñando en Carolina del Norte. Intercambiamos muchas preguntas e intercambiamos muchos intentos de respuestas. Es una práctica verdaderamente compartida.Parte de lo que sigue surgió de una cuestión reciente de uno de los miembros al resto de nosotros:“Quiero intentar abordar esto y es algo que hace surgir todos los temas de los que hemos estado hablando, y es posible que me ayude a entender un poco más lo que he estado tratando de exponer”. Enfoquémonos por un momento en el desastre del Golfo y veamos qué surge directamente de eso: Además de ser un desastre, que lo es, para cientos de miles de buenas personas; es casi insoportable pensar en el sufrimiento de los que lo han perdido todo: familia, hogar, posesiones, y lo que es peor, la esperanza y la confianza; es una crisis global. Enfoquémonos en Nueva Orleáns. Una crisis es un punto de inflexión. No estoy hablando únicamente del precio del petróleo y el efecto “bola de nieve” que tiene, sino de una crisis de confianza en lo que hemos llegado a creer que es el orden natural de las cosas. E incluso llegamos a dudar de la decencia, compasión y buena vecindad de la gente cuando las cartas vienen mal dadas para algunos.

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La crisis que ha recorrido el mundo es: ¿En quién podemos confiar cuando tenemos problemas? El 11 de septiembre fue diferente; nosotros creamos un enemigo y tomamos el punto de vista de que teníamos que aprender a defendernos mejor del enemigo, de ese objeto que está ahí fuera. Nos agrupamos para conseguirlo. De manera correcta o equivocada. Ahora parece que nos hemos traicionado a nosotros mismos. No hay enemigo ahí fuera, aunque buscaremos uno, sólo una masiva imposición de un estilo de vida carente de compasión.No pretendo que esperaría un resultado distinto de cualquier otra nación si surgiera una situación similar. Ciertamente no en la mía, que está inexorablemente conformada por el mismo modelo, así como todos los demás países europeos. Justo antes del huracán, 600 personas murieron pisoteadas en Arabia, la mayoría mujeres y niños que huían de lo que creían que era una amenaza para ellos. Si yo fuera historiador, la lista sería interminable. Ahora llegamos a la Crisis, el punto de inflexión. El fulcro del cambio. Ese fulcro está en la conciencia. No la conciencia de quién hizo qué mal y quién tiene que ser despedido o culpado, sin la conciencia de que yo soy responsable. Históricamente, siempre culpamos a otra persona y volvemos a rendirnos al impulso de aceptar lo que es mejor para mí y los míos, como si el resto de la comunidad mundial no fueran también “yo y lo mío”. El estatus quo se desestabiliza. No es extraño que estemos “experimentando algunos grandes cambios y trastornos en nuestras vidas”. Daniel Levy, un compositor y pianista, dice: “Los pasos para alcanzar los patrones de una nueva civilización son los mismos que se necesitan para expandir la conciencia. Cuando esta expansión de conciencia ocurre, todo el pasado disminuye gradual y rítmicamente para convertirse en parte de otra totalidad. El centro cambia y cada uno de nuestros átomos queda infundido por un nuevo tipo de energía. Nuestro punto de vista asume una perspectiva mayor, y nuestra visión se expande de ver partes de la totalidad a ser conscientes de la realidad del todo mayor.”Esta es, sucintamente, la experiencia de algunos clientes. Y ésta es a veces mi propia experiencia. “Algo ocurre”, como diría Rollin Becker. “Dios es un círculo cuyo centro está por todas partes y cuya circunferencia no está en ninguna parte”, dijo San Buenaventura, un cardinal franciscano del siglo XIII y santo patrón de los desórdenes intestinales.

Poniéndolo de otro modo, “el Buda del futuro es Maitreya. Pero Maitreya no es una persona, sino esa cualidad de amistad que es, de hecho, un aspecto de la mente iluminada.” Deena Metzger.

Aquí es donde nuestro trabajo es tan importante. No que digamos a otras personas cómo deberían ser, o lo que deberían hacer, sino facilitar el acceso a la conciencia de lo que está emergiendo en nuestro ser ahora mismo y llevar eso a una conciencia más plena. Y retirar el juicio. Hacemos esto en práctica compartida con otro u otros, y les ayudamos a estar presentes ante su dolor, o lo que surja, escuchando plenamente su historia desde un lugar vacío. Sólo por medio de y desde este aumento de conciencia surgirá la posibilidad de un cambio radical. Todos los cambios importantes causan inseguridad. Si no nos sentimos inseguros, estamos patinando en el mismo viejo surco y puede haber un sentido de seguridad artificial y temporal en eso, pero observa cuán frágil es. De modo que la inseguridad es el lugar del cambio. Benditos sean los inseguros. El dolor cambiará si podemos observarlo, no convertirnos en él. No dejar que él se convierta en lo

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que somos. En esa escucha plena reside la curación. No hay nada que hacer. Pero no es fácil estar plenamente presente antes una angustia profunda sin juzgarla. Simplemente tenemos que recordar que ese juicio es asunto nuestro y está llenando el cuenco, y si el cuenco no está vacío, no se llega a contar toda la historia.Volviendo por un momento a la culpa, la cuestión no es “lo que hice mal”, sino lo que surge ahora mismo. ¿Cómo me hace sentirme ahora mismo lo que hice o dejé de hacer? Es ira; es miedo, o una mezcla de ambos. Esto es lo que tenemos que abordar, con lo que tenemos que trabajar. De ahí surge la posibilidad de cambiar. Trabajando con el miedo, trabajando con la ira y, si puedo hacer eso, entonces, tal vez, veré que la ira y/o el miedo son estados humanos comunes, y yo no tendré que defenderme contra ellos en el futuro. O librarme de ellos. Es básicamente el miedo, el miedo al cambio, lo que a su vez significa miedo a ser, lo que causa nuestra patología.

Tener miedo es parte de la experiencia humana; el problema es que intentamos crear condiciones, barreras y defensas que nos guarden contra ello. Ahí es donde nos paralizamos. Trabajemos CON el miedo, si eso es lo que está ahí. Entonces, estamos en el presente. Desde el presente, podemos tomar decisiones sensatas. El presente siempre está aquietado, es lo que nosotros observamos que está cambiando. Así, nosotros estamos aquietados, observando el emerger y el pasar del fenómeno. Nosotros no somos el fenómeno. Nosotros somos, en ese momento, el lugar donde todos los fenómenos surgen. Eso es lo que significa la quietud. No es un estado inerte; es la conciencia del cambio, no el cambio mismo. Conduce a la proactividad. Verse atrapado (apegado) en el cambio conduce a la reactividad.He intentado definir la Quietud y he intentado definir el desapego. La combinación de ambos es iluminación. Cualquier tonto, incluyendo a éste, puede definirlo, ¡lo importante es practicarlo! Nietzsche dijo, y podría haber estado hablando del apego, o más bien de la falta de apego, “Quiero aprender más y más a ver como hermoso, lo que es necesario en las cosas, porque entonces seré uno de esas personas que embellece las cosas.”

Hace ya algunos años he venido compartiendo mis observaciones con los estudiantes, en los Estados Unidos y en Europa. Ellos han estado compartiendo sus observaciones conmigo, y el consenso es que: “Puedes confiar en la marea.” No tanto en las mareas mecánicas y relativamente superficiales, puesto que ellas son una herramienta, un vehículo, sino en el Aliento de Vida, en la Inteligencia, de la que ellas son portadoras y en el Espíritu, del que el Aliento de Vida es una de sus primeras formas. Otro consenso al que hemos llegado es que es difícil entrar en ese estado de rendición, donde el viejo y pobre ego no puede circunscribir lo que está ocurriendo. ¡El ego quiere decir lo suyo! El consenso final es que cuando la confianza y la rendición están en su lugar —y nada menos que eso— ¡la cosa funciona!El secreto, para mí, está en nuestro estado de presencia. El Dalai Lama dice: “Creo que nuestra primera responsabilidad como terapeutas es observarnos a nosotros mismos.” Anoto el uso que hace de las palabras “primera responsabilidad”. Tengo que hacer algo más que sólo lavarme las manos entre pacientes y dejar el extracto bancario en el escritorio, necesito meditar y entrar en un estado de ser de relativo desapego. Si no puedo estar desapegado, entonces una simple observación de este hecho puede distanciarme de ser el apego, hasta el punto de que puedo limitarme a observar el estado de mi ser, sin dar la energía de

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la atención a la neurosis, o lo que quiera que sea. Tengo abundantes de esas [neurosis]. Esta observación sin juicio es compasión, Karuna. Cuando puedo aproximarme a alguien desde este lugar relativamente ordenado y aquietado, estoy preparado para recibir lo que se me ofrece. No espero llegar a la quietud absoluta. Creo que puedo haber tenido breves vislumbres de algo parecido a eso de vez en cuando, pero, con cierta práctica, puedo permanecer relativamente aquietado. Desde ahí, y sólo desde ahí, puedo aproximarme al cliente o al grupo familiar, si estoy trabajando con menores o bebés, en la creencia de que contactaré con ese nivel en quien quiera que esté presente, ¡tanto si surge a la conciencia como si no!

Estamos en práctica compartida, a ese nivel, y cualquier cosa que surja, cualquier cosa que se haga, es el resultado de la sinergia de esa práctica compartida. No hay actor y receptor. Sólo hay práctica compartida. Y es posible que yo no sepa lo que ha tenido lugar, a nivel estructural, y el cliente puede no saber, y ambas posibilidades dan miedo, y es perfecto, y ¿quién tiene miedo?: no yo, ¡¡sólo mi ego!!Por desgracia, no es posible caerse a medias de un acantilado. O bien confias y sueltas, o no lo haces. Conozco a algunas personas que se sienten atraídas a trabajar así. Conozco a algunas personas a quienes les repele el pensamiento de trabajar así. Todas ellas tienen razón. Yo simplemente quiero apoyar y fortalecer a las primeras de todos los modos que pueda. Para mí, éste es el nivel del Espíritu. No es un nivel mejor; es lo que es, es para algunos.

Un perro ama el mundo a través de su nariz. Un pez a través de sus agallas.Un murciélago a través de su profunda ceguera. Y un águila a través de su planear. Y una vida humana a través de su espíritu. (Mark Nepo)

No he probado nada de lo que me había propuesto, sólo quería hacer una ofrenda.

Mark Nepo, una vez más, cita a Buda: “Actúa siempre como si el futuro del Universo dependiera de lo que haces, mientras te ríes de ti mismo por pensar que cualquier cosa que hagas establece una diferencia.”

Aquí vemos otra exposición de un participante:

Querido Mike, Has pedido que escribamos algo sobre el trabajo que hacemos en Duncton Mill, al menos eso es lo que he entendido. Después de los últimos dos cursos he vivido momentos difíciles conmigo mismo. Me ha costado adaptarme a la “vida regular”, una vida en la que tengo que tomar decisiones respecto a cuándo hacer qué, puesto que no tengo empleo y tengo una consulta que funciona al cien por cien. He cuestionado muchas de las decisiones que he tomado anteriormente, y me he preguntando si me he despistado de mi tarea en la vida, si me he desviado de ella… y todos esos pensamientos y preguntas desagradables. Me parecía que tenía mucho que “digerir”, no sólo de viejas experiencias que se han ido acumulando a lo largo de las décadas, y las creencias que surgen de ellas (o que yo extraigo de ellas), sino también de las experiencias en tus cursos. Únicamente en los últimos días he empezado a darme cuenta que las experiencias y las creencias resultantes están empezando a cambiar; y en realidad lo hacen de manera muy imperceptible.

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Dejadme acabar con la definición que dio un hombre de la terapia craneosacral…“La terapia craneosacral, en su versión más tierna, es un viaje realizado en quietud por dos o más personas hacia un nivel de ser en el que no hay patología.”

Lo que sigue es de Christina Hurst-Prager, terapeuta craneosacral registrada, en Küsnacht, Suiza, y toca muy directamente el concepto de “experiencia de vida no digerida” que se menciona en la página 7. Aborda muy bien el hecho de que si vamos suficientemente al núcleo de la relación —lo que a veces denomino la práctica compartida— la sinergia surgida de ese campo permitirá, sin ningún esfuerzo o intención, un “renacimiento”. Deja que el trabajo haga el trabajo. Basta con que nos sentemos a admirar la revelación. Me siento agradecido por esta contribución:

Durante las “reflexiones matinales” y el compartir de las experiencias de nuestro trabajo conjunto, el concepto de “experiencia de vida no digerida” surge de vez en cuando como la fuente de nuestra incomodad y malestar físico, emocional, mental o espiritual. Sin embargo, muy pocas veces uno de nosotros comparte o habla de una experiencia muy específica que aún no hayamos digerido del modo en que uno parece hablar de ellas en psicoterapia. Y, sin embargo, las experiencias de vida no digeridas hasta ese momento parecen empezar a digerirse. Simplemente, si ésta no es una manera demasiado modesta de expresarlo, conectando con otra persona desde un lugar profundo, compasivo y libre de juicios. Si puedo usar la analogía de la “digestión” de manera más física: cuando comemos algo que es difícil de digerir, nuestro cuerpo o bien lo almacena en forma de grasa u otras células poco saludables o el alimento que tenemos en el estómago avanza muy lenta y dolorosamente. Si tomamos algún té de hierbas que nos ayude a digerir, o algún otro remedio, el estómago y los intestinos empiezan a funcionar mucho mejor, y empiezan a limpiar nuestro material insano. Y si añadimos algunos remedios herbales u homeopáticos, remedios que no recarguen el cuerpo de otro modo, para fortalecer, por ejemplo, la función renal y hepática, el cuerpo puede empezar a limpiar incluso “venenos” más antiguos y ponerse bien. Así es como yo experimento el trabajo que hacemos contigo en Duncton Mill. La profunda escucha en práctica compartida es como un té herbal benéfico o como los remedios homeopáticos que capacitan y fortalecen el cuerpo, el alma y el espíritu para que se sanen, o digieran, lo que tenga que ser sanado en primer lugar, y así se puede profundizar más y más en el tejido celular. Ésta última frase en realidad me llevaría a reflexionar sobre “sanar el espíritu”. Tal vez debería escribir espíritu con “E” mayúscula cuando hablo del Espíritu Universal, porque Él/Ella no necesita ninguna cura, para diferenciarlo del espíritu personal, que muy posiblemente necesitará abundante cura.

Y ahora, por supuesto, a esto le deben seguir algunos pensamientos sobre la curación, pues en realidad ésta no es una palabra que usáis, por lo que yo sé. Me parece que habláis mucho más de “arrojar luz” sobre lo que es, aceptándolo más y más sin juicio, con compasión, y esto aportará curación, tal vez no en el sentido convencional de “curarse”, sino en el de aclararse con lo que es. Este tipo de trabajo craneosacral biodinámica también me recuerda lo poco que reaccionan los niños cuando se hacen daño y lloran. Si nosotros, los padres, simplemente les abrazamos y reconocemos: “Oh, sí, veo que te has hecho mucho daño”, entonces lloran todavía más, pero sólo durante un segundo o dos, y después

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generalmente se sienten bien. (Cuando alguien le dice a un niño que se ha hecho daño “oh, no es para tanto, no es nada”, el niño suele llorar durante mucho más tiempo). Como terapeuta craneosacral biodinámica yo soy como la madre, que reconoce y valida lo que ocurrió, y cómo se siente el niño, y entonces “ello” puede disolverse.

Como madre me hace sentirme bien por dentro, ser amorosa y aceptar al niño. Como terapeuta, si conecto desde un lugar profundo con el cliente, por supuesto estoy conectando conmigo mismo desde un lugar profundo, de aceptación, permitiendo que la luz brille sobre lo que sea; no podría conectar desde ningún otro lugar. He experimentado una y otra vez que dar un tratamiento es recibirlo.

Capítulo 5: La bendición de la inseguridad

Si, como dice Erich Fromm, el emerger del “hombre maduro” es el objetivo tanto del zen oriental como del psicoanálisis occidental, y si el hombre a ese nivel se ha deshecho de sus triviales miedos a la inseguridad, de la unilateralidad de su tendencia razonadora, cabe la esperanza de que los seres humanos alcancen una mejor comprensión del significado de la realidad. No es necesario añadir que esto implica dejar atrás toda forma de avaricia y la superación de la adoración del ego. Así, el satori, o lo que tratamos de definir como iluminación puede, en el análisis final, ser el instrumento que permita a la persona emerger en la cima de su madurez, con la connotación más amplia posible y dentro de un marco de referencia humanista. Paul Neumarkt.

Es importante indicar que Fromm dice: “deshecho de sus triviales miedos a la inseguridad”. Él no dice que se deba abandonar la inseguridad. Siendo, supongo, una persona muy insegura, esta declaración me reconforta enormemente.

Como profesor y como persona, o tal vez mejor, como persona que enseña, distinguiendo así quién soy de lo que a veces hago, no se me pide ser perfecto. Sólo se me pide trabajar hacia una ampliación de la conciencia de mis inseguridades y hacia ser cada vez más capaz de mostrarme compasivo con ellas. Yo defino la compasión como ver lo que es, tan completamente como sea posible, sin juicio. Lo difícil aquí es el “sin juicio”, siendo al mismo tiempo ésta la puerta a la conciencia.

Casi no completo este capítulo, al menos no durante el mes correspondiente. Si Colin, el sujeto que gestiona mi página, es bondadoso, el texto deberá estar publicado en las últimas 48 horas de 2006.

En torno a este periodo del año, al menos durante los últimos años, parece que entro en un periodo de “crisis”. Este mes soy “la reina del drama”.

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Este año, tras la insistencia muy sensata de Barbara, me vi siendo transportado en ambulancia —¡ incluso llevaban la sirena funcionando!— y con una máscara de oxígeno puesta. Aparentemente estaba mostrando todos los signos evidentes de sufrir un ataque al corazón Y, probablemente, enfisema.

A los dos días volvieron a enviarme a casa, después de todas las pruebas, sin reprenderme pero aconsejándome que bajara un poco el ritmo. Sí, ya sabía que me estaba excediendo, pero eso es lo que suelo hacer. Aproximadamente una semana después, ya estoy en orden y dispuesto a volver a empezar. Mi cumpleaños a principios de enero parece anunciar un amanecer más luminoso.

“Eres viejo, padre William”, dijo el joven, “y tu pelo se ha vuelto muy blanco. Y sin embargo te pones de cabeza continuamente. ¿Crees que está bien hacer eso a tu edad?”Lewis Carroll.

Es muy fácil pensar que lo que sentimos y pensamos en realidad contiene y agota quienes somos. En mi cabeza, sé que no soy lo que siento y pienso, y que cualquier cosa que surja no tiene una permanencia intrínseca. Sé eso, y eso es fundamental para ser capaz de autoproclamarse budista, pero eso no es lo que uno siente cuando está en medio de la experiencia.

En realidad, sólo hay cuatro fundamentos para ser budista, que son:

1. Todas las cosas son impermanentes, y no hay sustancia esencial o concepto que sea permanente.

2. Todas las emociones traen dolor y sufrimiento, y no hay emoción que sea puramente placentera.

3. Todo fenómeno es ilusorio y vacío.

4. La iluminación está más allá de los conceptos; no se trata de un cielo dichoso y perfecto sino, más bien, de una liberación de la ilusión.

Esta lista debe ser más que suficiente para causar inseguridad, ¡aunque no estuviera presente anteriormente!

Dzonngsar Jamyang Khyentse

Volveré a esta lista más adelante, pero, de momento, continuaré hablando de manera más general sobre la inseguridad. He descrito la inseguridad como un síntoma de la experiencia de vida sin digerir que ha cristalizado en una forma que asumimos que es nuestra identidad. Es esa forma, esa identidad aparentemente sólida, la que dicta lo que enseñamos, lo que aprendemos, y desde dónde venimos cuando hacemos cualquiera de estas dos cosas. A fin de hacer el intento de animar el emerger del Espíritu, que simplemente no es un objeto del intelecto personal,

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sino más bien su fundamento, debemos rendir o renunciar a algo, al menos a eso que nos mantiene separados, que es precisamente el yo individual.

Lo que sigue es una charla ligeramente corregida que di en 2004, y que parece relevante para esta discusión.

El nivel del espíritu no es una simple herramienta de carpintero.

Éste es un intento de abrir un debate sobre la terapia craneosacral, y los niveles de conciencia desde los que nos aproximamos al trabajo.

Habitualmente solemos referirnos a los niveles de cuerpo, mente y espíritu. Supongo que todos, como orgullosos o avergonzados propietarios, tenemos una idea bastante precisa de a qué nos referimos con la palabra Cuerpo.

Todos también tenemos una interpretación de a qué nos referimos con la palabra mente, aunque habrá menos consenso respecto a su significado y extensión.

Sospecho, no obstante, que pensar en qué es Espíritu será mucho más vago.

Lo mismo ocurre con la terapia craneosacral. Algunos la verán únicamente como un trabajo corporal no-invasor.

Algunos se darán cuenta y experimentarán que el trabajo aborda problemas mentales y emocionales; relaciones y estados de ánimo.

Y aún habrá otros que sentirán que hay magia en los resultados de la sesión craneal, tanto para el cliente como para ellos mismos, y se preguntarán de dónde viene eso.

Quiero explorar hasta dónde puede conducirnos el modelo de la terapia craneosacral, y no sólo en la curación de síntomas, sino a nivel mucho más profundo, hacia una plenitud de vida que trasciende la medicina tal como entendemos habitualmente esa palabra. Para el estado del ser humano común y ordinario, eso es quien realmente somos, algo mucho más profundo que la condición patológica en la que vivimos y que hemos aceptado como nuestra naturaleza. La condición patológica no es nuestra naturaleza, sino que es, más bien, una acumulación de experiencias de vida sin digerir.

En primer lugar una palabra sobre los modelos: budismo, cristiandad, judaísmo, filosofía, psicología y ciertamente terapia craneosacral, todos ellos son modelos. No son “ello”. Cualquiera de estos modelos sólo son “ello” cuando se convierten en una experiencia a nivel profundo. Entre tanto, estamos hablando de teorías, modelos, pensamientos, opiniones, sueños, esperanzas y oraciones sobre la experiencia. Ésta es una afirmación muy dogmática y yo detesto el dogma, de modo que la modificaré añadiendo: en la opinión de mucha gente cuyo juicio respeto.

La siguiente pieza de dogma, que detesto, de modo que ha sufrido la misma modificación, es que los niveles más profundos (ampliaré esto más adelante) son informes, y no están sometidos al intelecto, que como los pensamientos y

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emociones, por no hablar del cuerpo mismo, ya son forma. Podemos llamar a estos niveles, al Espíritu, lo universal que deviene en la infinita variedad de formas individuales. A menudo me refiero a esto como inteligencia, la inteligencia diferenciada de uno de sus productos, que es el intelecto personal.

No confundamos el Espíritu, que yo considero absoluto, sea expresado o inmanente, con el Alma, que yo considero personal, y otro producto del Espíritu infinito.

Tocar, convertirse en la Inteligencia misma, aunque sea por un momento, es tocar eso que causa la formación y puede conducir al renacimiento, en el presente, ahora mismo, en otra forma que puede no ser portadora de la acumulación de experiencia de vida debilitante a la que me he referido antes.

Se puede decir, en general que la medicina es lineal y newtoniana: todo lo que ocurre tiene una causa definida y da lugar a un efecto definido (Capra). Es decir, el mundo es mecánico, como un reloj, cada “tic” va seguido de un “toc”.

A lo largo de los últimos treinta años aproximadamente, el cambio decisivo ha consistido en reconocer que la naturaleza es invariablemente no-lineal (Stewart). ¿Qué significa esto? Significa, según mi interpretación, que no podemos limitarnos a usar nuestros intelectos para racionalizar secuencias de causas y efectos, o diagnosticar y pronosticar y remediar; si queremos alcanzar niveles de ser diferentes de esos que están sujetos a las leyes que gobiernan nuestros pequeños cuerpos, nuestros cuerpos relativamente simples. Esto, a su vez, significa que la estructura, la forma del ser humano, tal vez esté sometida a la interpretación lineal, pero los aspectos infinitos no lo están.

Las hormigas y las abejas tienen inteligencia individual —no muy grande— y las mismas criaturas tienen una gran inteligencia grupal que les permite hacer cosas extraordinarias.

Existen leyes que gobiernan las pequeñas cosas y existen leyes que gobiernan las grandes cosas. Cuando terminamos de diseccionar las pequeñas cosas y llegamos irreductiblemente a la nada o no-cosa, llegamos a la mayor cosa de todas, La Inteligencia. El Infinito.

Cuando el intelecto humano, que es una pequeña cosa, se esfuerza por comprender el significado de la Gran Cosa, llega a un punto en el que trata de estar separado del Infinito. Esto es una tautología. El intelecto, mientras esté separado de la Inteligencia misma, ha alcanzado su límite. Para ir más allá, debe renunciar a la separación, soltar y convertirse en su propia causa. No hay extrapolación desde el Infinito.

Yo soy la Marea.

La historia de Adán y Eva es la historia de alcanzar la Individualidad y perder la unidad. La unidad con el Infinito.

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Algunos de nosotros tenemos la experiencia de que, si estamos preparados para aceptar la pérdida última y terrorífica de la conciencia individual, es posible convertirse en el Espíritu, la Inteligencia, la Marea misma. Es terrorífico porque, una vez más, por definición, no podemos conocer eso. Sólo está el vacío, que no es un objeto, sólo una experiencia de una no-cosa, informe, hasta que regresamos a la conciencia relativa. No hay por supuesto, terror en el vacío, sino en el soltar, en el caerse por el precipicio. No hay dolor, ni placer, ni enfermedad tampoco; no hay experiencia de vida, que es la causa de todos estos fenómenos.

No hay —shock/horror— límites. Los límites aún no han venido a la existencia. Sólo hay vacío.

Si olvidamos que este viaje es lineal, y pensamos más bien que es un viaje a la esencia de quienes somos, entonces podemos ver que la posibilidad de emerger a lo relativo conlleva la posibilidad de no acarrear con nosotros la patología, que tiene su origen en una proyección lineal, del pasado o del futuro.

Yo no creo en milagros. Creo que el trauma, cualquiera que sea su naturaleza, es una acumulación de sucesos pasados o futuros. Debajo de cada patología, y de todos los sucesos que conducen a ella, está presente la salud.

Trabajemos con esa salud, que es el núcleo, más que con la patología, que, en cierto sentido, es efímera.

Comentaré más adelante cómo hacerlo.

Los seres humanos tienen inteligencia individual; tiende a ser denominada intelecto. También tienen una inteligencia grupal (a veces de naturaleza desafortunada o destructiva).

Lo que los seres humanos parecen tener, y es algo que les diferencia de las hormigas, es la capacidad de ser conscientes de estos atributos, en lugar de sólo reaccionar a ellos. Por lo demás, la diferencia a nivel genético con las hormigas es muy pequeña.

Existen jerarquías de inteligencia. Un ser humano tiene una idea precisa de cómo se reproduce el conejo. Y no creo que los conejos sepan cómo nos reproducimos los seres humanos. Ni siquiera creo que se planteen la pregunta, aunque los conejos son, evidentemente, conscientes del ser humano y pueden mirarlo con hostilidad o amistosamente en función de su experiencia lineal.

El Espíritu es informe para los sentidos, aunque, en mi modelo, es el fundamento último de los sentidos. Usa la palabra Inteligencia si lo prefieres. El Intelecto es consciente de la palabra Espíritu, pero sólo puede tomar conciencia de él convirtiéndose en él.

No obstante, como he sugerido antes, el intelecto es un producto de la Inteligencia, de modo que cuando nos convertimos en Espíritu, es decir, cuando nos convertimos en nuestra propia causa, en ese momento ya no somos nosotros.

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Estoy intentando decir que los niveles más profundos, causales, del ser, no están en el ámbito del ego ni de nada personal. Son una experiencia, no un concepto.

¿A dónde se va el ego? A ninguna parte, está allí, pero la conciencia no está.

Por extensión, al nivel de esta Inteligencia o Espíritu, ¿dónde está la patología, dónde está la Terapia Craneosacral, dónde la medicina, dónde estoy yo? Están allí, pero no están en la conciencia.

En ese instante que es ahora, sin pasado o futuro lineal, aún no han venido a la forma. Esto es a un nivel absoluto, tal vez. A nivel más relativo, el ordenador ha abierto una nueva página sin cerrar la que estaba abierta debajo. Tal vez sepas que la otra página está debajo, pero, hasta que no cierres la de arriba, no podrás probarlo. No hay experiencia. Es teoría.

Me gustaría que los profesores, en general, pudieran ver que una diferencia de nivel no implica diferencia de importancia. Ésta es la herejía fundamental del Intelecto. Es un juicio que nos mantiene y mantiene al paciente/alumno firmemente arraigados en el samsara.

Confía en la marea

La marea va más, y más profundo.Sé testigo.

Yo no la agarro, se ha idoSé testigo.

Aquí el dolor. No tengo que remediarlo.Sé testigo.

Siempre más profundo, ¿dónde queda ahora el dolor?Sé testigo.

Hecho todo lo que había que hacer, ¿quién tocay quién es tocado?

Conciencia

El vacío

Inmóvil en el océano,Lo informe se agita,

La oscuridad se encuentra con la luz y encarna.Tú y yo somos nosotros. Siempre ha sido así.

¿Dónde queda ahora la pérdida?

Como la Terapia Craneosacral se asienta en el cuerpo, es un modelo ideal, un punto de partida para conectar con la Mente y el Espíritu. Este último únicamente usando el cuerpo como algo que se deja atrás.

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Como dijo Buda, la iluminación está en el cuerpo. El cuerpo es luz en último término. Es, en tiempo presente. En no significa en otra parte (aquí, ahora) y el cuerpo está aquí ahora y presente, no es una teoría. Es una experiencia.

La práctica compartida de todo tiempo y toda experiencia está aquí mismo ahora, desplegándose desde el centro hasta los confines del universo y más allá. Lo implicado y lo explicado en una danza interminable.

La física podría buscar el principio del tiempo tanto aquí como allí fuera.

Tocar a alguien desde la Quietud es convertirse en un fulcro para que esa Quietud sea tocada en el otro, tanto si eso se experimenta conscientemente como si no. Hundirse seguidamente en el vacío es tocar el vacío, no sólo de esa persona, sino el vacío. Es posible que la conciencia del cliente esté a un nivel mucho más físico, pero la inteligencia es tocada a nivel profundo, y yo no diría que se produce la curación, sino que se recuerda la salud esencial.

Mi experiencia es que la experiencia de vida relativa y superficial, basada en el ego, puede parecer que continúa adelante, pero se ha abierto una puerta al cambio. Un cambio no sólo en el cliente, sino en todo el campo experimental. Familia, amigos, etc.

Trabajar con un grupo de gente puede tener efectos aún más amplios, pues cada organismo separado contacta con la misma fuente, y se incrementan las avenidas y las referencias cruzadas para la práctica compartida.

En resumen, la Terapia Craneosacral puede ser un modelo para trabajar a todos los niveles. Yo no puedo emitir un juicio respecto al nivel en el que la gente elija trabajar. Eso sería tan ofensivo como preguntar cuál de los cuerpos de Buda prefiero: el nirmanakaya, el sambhogakaya o el dharmakaya; eso para quienes estudian estas cosas. Estos cuerpos coexisten, pero sólo puedes estudiar y hablar SOBRE el Dharmakaya. Y eso no es “ello”. Tienes que convertirte en ELLO.

Entra en ello plenamente. Schauberger dijo “un curso de agua nunca debe ser regulado desde sus orillas, sino desde dentro, desde el fluido mismo.”

En resumen: para facilitar el cambio profundo, ese cambio que es radical y duradero, más que una modificación limitada a la conciencia tanto del terapeuta como del cliente, tenemos que soltar el conocimiento limitado del intelecto y caer en la inseguridad de lo desconocido. No es posible “medio caerse” por el precipicio; la rendición tiene que ser absoluta.

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Alicia [en el País de las Maravillas] tenía algo que decir sobre el tema:

—¿Quién eres tú? —dijo la oruga. Ésta no era la mejor manera de animar una conversación. Alicia replicó con timidez: —Yo, yo, apenas lo sé, señor, de momento, al menos sé quien era cuando me levanté esta mañana, pero creo que he sido cambiada varias veces desde entonces.—A qué te refieres con eso —dijo la oruga severamente— ¡explícate!—Temo, señor, que no puedo explicarme —dijo Alicia— porque no soy yo misma, ve.—No veo —dijo la oruga.Lewis Carroll.

Capítulo 6: El espíritu encarnado

Ya ha pasado fin de año y ha sido mi cumpleaños. Ahora se ha pasado el susto y hemos recuperado la normalidad.

Algunos miembros de mi familia han sido capaces de presentarse y participar en el cumpleaños. Ésta es una fotografía de mis nietos hace un par de años, en mi 75 cumpleaños.

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No sé cuándo nos volveremos a juntar todos. Ellos crecen, se mueven y dos han emigrado recientemente a Australia.

En cualquier caso, ¡he dado la ORDEN para mi octogésimo cumpleaños! [80 años] ¡Nada de apegos por aquí! ¿Entendido?

A menudo se me anima a que haga mis escritos menos densos, a que lo aligere un poco.

Lo que quiero hacer este mes es tratar de ampliar la idea que surgió en el último párrafo, de que no podemos trabajar con el Espíritu, como yo solía decir, (daba un curso titulado “Trabajar con el Espíritu”), sino que tenemos que convertirnos en él. Ésta es la razón por la que el curso que ahora ofrezco lleva por título “La encarnación del Espíritu”. Encarnación es la palabra justa, pues el mecanismo sensorio de cualquier experiencia está aquí mismo, no en el Cielo, ni en el infierno, ni en el bardo, ni en ninguna otra parte. Esto es ello, y no hay ningún otro ello. Cómo conseguir tomar conciencia de “ello” es otra historia muy, muy larga. O bien es una historia muy corta: ¡Estate presente!

Ahora viene otra hipótesis muy densa, me temo… ¡no hay karma en el verdadero presente! Esto necesita un extenso comentario, que tal vez haga en otra parte, pero, entre tanto, tal vez merezca la pena considerarlo momentáneamente.

No considero que el Espíritu sea un objeto ahí fuera con el que podamos trabajar como podríamos hacerlo, por ejemplo, con el miedo o la ira, o con la felicidad y la alegría. Más bien, veo el Espíritu como la Fuente; lo que está ahí como fundamento, cuando soltamos todo apego al yo ilusorio, al que nos aferramos con tanta

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desesperación. Volvemos a la rendición y al “dejarnos caer por el precipicio” que ya hemos comentado.

Si el Espíritu no es una forma, sino que más bien es análogo al fundamento, algo, un concepto si queréis, que simplemente es, entonces se vuelve muy difícil enseñarlo como sujeto. De hecho, yo llegaría a decir que no puede ser enseñado. Digo, no obstante, que puede ser experimentado.

El Tao puede ser recibido pero no enseñado:

Es muy extraño lo que experimento, en mi intento de enseñar lo in-enseñable. Lo que en realidad ocurre es algo parecido a lo siguiente: Nosotros, el grupo, meditamos un rato —unos 40 minutos— y después yo hablo durante otro rato sobre cualquier cosa que haya surgido en la meditación, o sobre algo que haya traído conmigo. Alguien plantea una pregunta y la comentamos, y entonces, en un momento dado, generalmente ocurre; me doy cuenta que necesito escuchar lo que estoy diciendo, pues no sabía que sabía eso o que pensaba así.

Ése es un momento mágico en el que ahora confío, y no puede ser buscado, simplemente se presenta ahí en un momento dado. Lo mismo ocurre, a veces, cuando estoy escribiendo y el trabajo hace el trabajo, y yo puedo quitarme de en medio.

No viene de otra parte; no es que venga de otra parte, este concepto me resulta muy difícil… sino que más bien es un dar voz a la presencia, colectiva, de todo el grupo. Una auténtica práctica compartida. En el caso de la escritura, una vez más, es algo que está allí mismo, y se produce un acceso a esa “comunalidad” de experiencia que todos llevamos con nosotros, y que se pone a nuestra disposición cuando permitimos que se exprese la profundidad mental adecuada, y el intelecto personal está aquietado.

Soy un poco fan de Rupert Sheldrake y su Campo Morfogenético. Ese campo, o Espíritu, no está en alguna parte ahí fuera, ni es algo que yo haya adquirido y que ahora esté en mi intelecto. Más bien es la experiencia colectiva humana cuando dejamos de estar separados. Aquí estamos hablando de la misma separación que está retratada de manera tan colorista en la historia de Adán y Eva. Sugiero que un modo de entender esta historia es como el emerger original del ego y del individuo, y la pérdida de conciencia de la comunalidad con la Inteligencia misma. Tengo cuidado de decir pérdida de conciencia, pues el Espíritu no puede perderse, sólo extraviarse.

Resulta más fácil acceder a este estado, o cualquier cosa que elijamos llamarlo, con la práctica. Práctica es una palabra muy utilizada por los buscadores de diversos tipos, y yo considero que significa estar en un camino. No creo que signifique alcanzar un objetivo. Eso parece más bien Materialismo Espiritual, y presenta dos problemas: el primero es que nunca estamos presentes, siempre estamos intentando ser algo que no somos o estar donde no estamos; y segundo, que presuponemos que sabemos cuál es el objetivo. Esto, en sí mismo, es por fuerza una limitación.

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Estar en un camino es paradójico: ciertamente, en la manera de hablar más habitual, sugiere una progresión lineal; pero, en otro contexto, se pone el acento sobre la palabra estar* [sobre la palabra ser]. Según esta interpretación el ser también es el camino y, así, presencia es todo lo que hay. No hay que ir a otra parte, simplemente se trata de expandir la conciencia de dónde uno está. El camino, entonces, es expansión de, no de progreso hacia. Me gusta este concepto, pues habla vigorosamente del Principio Femenino de nutrición, contacto y acogida, más que de ir ahí fuera y descubrir lo nuevo y lo heroico. Por supuesto, hay lugar para ambos: simplemente siento que hemos perdido el equilibrio y, por lo tanto, tiendo a empujar el péndulo todo lo que puedo hacia lo Femenino, que ha sufrido durante demasiado tiempo, (tanto en hombres como en mujeres).

Así, en términos de práctica, de la modalidad que fuere, y tomando como vehículo los diversos elementos que hemos tocado hasta ahora, como la práctica compartida, o colectiva, y la presencia, precedida por la meditación, yo experimento, y el feedback lo confirma, que ese estado profundo, o nivel de ser, es tocado en el cliente. No es necesario que el cliente sea consciente, pues ha sido tocado en el nivel en el que no hay un yo/ella, ni un suyo/mío. Sólo hay presencia, y partir de esa presencia, que es Espíritu, puede ocurrir un nuevo nacimiento. Ese nuevo nacimiento no tiene por que llevar toda la continuidad de material, las historias que llevamos con nosotros y con las que nos hemos identificado. El renacimiento es posible aquí y ahora. De hecho, si pensamos con claridad sobre esta declaración, el renacimiento sólo puede ocurrir aquí y ahora. Esto es la verdad, y cualquier otra cosa es un concepto sobre otro tiempo o lugar hipotético, no una verdad.

* Aquí el autor hace uso de la palabra “being”, que en castellano puede ser traducida como “ser o estar”, haciendo referencia a la frase mencionada anteriormente estar en el camino. En este caso, aunque el autor referencia “being” a “estar”, la palabra debe ser traducida como “ser”.

He dicho antes que no es necesario que el cliente sepa. Quiero ser más radical y decir que ni el cliente ni el terapeuta son necesariamente conscientes de lo que está ocurriendo. Cualquier cosa que ocurra simplemente ocurre, y si no nos apegamos a nada de lo que aparece, es decir, si no nos apegamos a ningún objeto, y simplemente nos mantenemos aquietados, es posible que no sepamos lo que está ocurriendo. Simplemente ocurre. Cuando volvemos a un nivel de ser más cotidiano o mundano, lo que quiera que haya ocurrido es ahora el lugar de donde venimos, más que algo que observamos. El observador se expande. Todo el universo formulado queda modificado. “Yo (tú) soy (eres) la Marea y no hay separación”. Tat tvam asi. (tú eres eso), es otro modo de decirlo.

Cuando uno alcanza la realización de sí, uno realiza la naturaleza esencial del universo. La existencia de la dualidad sólo es una ilusión y cuando esa ilusión se deshace, la unidad primordial de la propia naturaleza y la naturaleza del universo se realiza, se hace real. Namkhai Norbu

Aquí está el otro lado de la moneda, que es más común. ¡Resueno muy bien con esto!

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Un día mullah Nasrudín oyó que había recibido un mensaje especial del Sheik de Basora. Cuando fue a recogerlo, le dijeron que antes debía identificarse. Nasrudín pescó en los bolsillos de sus pantalones y sacó un espejo de latón. Mirándolo, dijo: “Sí, este soy yo”. De: “Soul Food, Stories to Nourish the Spirit & the Heart”Ed. Jack Kornfield & Christina Feldman.

Me parece muy desafortunado que haya tanta distancia entre lo que se considera sagrado y lo que se considera profano. Diciéndolo de otro modo, tenemos un concepto erróneo, diría yo, por el que establecemos una diferencia cualitativa entre la práctica espiritual y la medicina o la terapia. Los budistas tibetanos superan en cierta medida esta brecha, pues muchos de sus médicos son reconocidos maestros espirituales. No obstante, la desventaja de esto es que muchas veces no hay un sentido de práctica compartida, sino una jerarquía, un hacer y un recibir la acción.Sin embargo, en nuestra cultura, hace ya tiempo que desapareció la idea de que la medicina es una práctica espiritual. Hay medicina corporal y mental, que en gran medida se mantienen separadas, y el espíritu preocupa poco.

Esto es extraño ya que, dejando de lado momentáneamente que (san) Lucas era médico, la cristiandad es una religión encarnada. La Eucaristía habla de esto, y uno de los pilares de la religión es que Jesús fue el hijo encarnado de Dios y, por tanto, y de manera muy definitiva, el Espíritu.

El budismo es menos divisor en términos de la relación entre Espíritu, Mente y Cuerpo, pero, de algún modo, ha institucionalizado la relación entre profesor y alumno, y entre médico y paciente.

En ambos casos, la causa es social, diría yo. Las estructuras sociales parecen insistir en que otra persona sabe más que nosotros sobre cómo deberíamos ser. Para poder relacionarnos con otro ser humano de manera curativa, tenemos que ser expertos. No expertos en ser un ser humano, sino expertos en enfermedades. Esto es triste, porque creo que se podría hacer mucho y, de hecho, hay lugares en los que se hace mucho, para aliviar la aflicción sin tener que abordarla directamente, sino dirigiéndose más bien a la fluidez que sigue estando allí, por debajo de la enfermedad.

No me quejo tanto de las jerarquías que he mencionado, tal vez forme parte de la naturaleza humana que algunos siempre sean más iguales que otros, sino más bien del hecho de que los profesores, de cualquier escuela filosófica que procedan, que se supone que son más conscientes de las dinámicas, colaboren con este estado de cosas. Para mí no tiene sentido que se le permita creer a la gente que el progreso espiritual consiste en la adopción generalizada de un trasfondo diferente, o, como yo le llamaría, un compost diferente del que ya tenemos. Todos tenemos muchas cosas que trabajar, y llevarlas a la conciencia, arrojar luz sobre ellas, y la subsiguiente retirada del juicio y del apego a ellas, produce exactamente la misma iluminación que la plena asimilación, y el desapego, de cualquier otro tipo de compost.

Tu ser es exactamente como debería ser. La tarea es tomar conciencia de ello. No convertirse en alguien, o algo, mejor. ¿Quién está emitiendo el juicio? Si soy yo,

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entonces, hablando personalmente, ¡yo no confiaría en ese juicio! Como el famoso dicho de Groucho Marx: “Nunca entraría en un club que me aceptara como miembro”.

La cristiandad, como los místicos cristianos siempre han tenido que afrontar, impone una mediación similar, la del sacerdote, entre La Inteligencia, Dios, y las formas que esa Inteligencia adopta. Esto limita a Dios, lo que sin duda puede ser la herejía definitiva. Define al Absoluto.

Nicolás de Cusa dijo, y esto es muy denso… El no-otro, es lo que yo estuve buscando durante muchos años mediante la coincidencia de los opuestos; el no-otro tiene que ser visto antes de cualquier afirmación o negación; viene antes de cualquier categoría positiva, sea la eternidad, la verdad, la existencia o la unidad. Al mismo tiempo, el no-otro existe antes de todo lo demás, de modo que tiene que estar presente en todo lo que aparece después de él, aunque una parte sea opuesta a otra, y este no-otro es el principio de la existencia y el conocimiento.

Ibn’ Arabi, por el contrario, hizo que el concepto medieval de humanidad de convirtiera en absoluto: en su filosofía, el ser humano se convierte en un sujeto universal que abraza la totalidad del universo. Este sujeto universal es capaz de descubrir la verdad última del mundo, pero esta verdad es muy distinta de la declarada por la filosofía occidental reciente.

Lao Tsé dijo: El Tao que puede ser descrito, no es el verdadero Tao.

Me gusta mucho pensar que cualquier cosa que ocurre cuando practico mi modalidad terapéutica es mi práctica espiritual, que comparto en comunión.

Yo tengo una visión, una intuición, de que lo que nos separa es minúsculo en comparación con lo que tenemos en común (no puedo probarlo, pero la física lo hace) y que lo que tenemos en común es, evidentemente, el Espíritu. Ésta, entonces, es la salud que deberíamos buscar, en lugar de seguir fortaleciendo, con nuestra atención, las diferencias, que son la patología.

Creo que podemos prestar un gran servicio facilitando, lo mejor que sepamos, la realización, en los demás, de su verdadera identidad.

Hemos de hacer esto renunciando a ese espejismo que es nuestro yo personal. Eso sería verdaderamente biodinámico.

Cuando estoy en contacto con los demás, particularmente a nivel profundo, estoy en contacto con ese eso que yo también soy —el Espíritu—, de ahí la fotografía de mis nietos en el encabezamiento del capítulo.

El ser humano es parte de una totalidad que nosotros denominamos el universo… Nos experimentamos a nosotros mismos, nuestros pensamientos y sentimientos, como algo separado del resto. Es una especie de ilusión óptica de la conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros, que nos restringe a nuestros deseos

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personales y al afecto de las pocas personas que tenemos más cerca. Nuestra tarea debe ser la de liberarnos a nosotros mismos de la prisión ensanchando nuestro círculo de compasión para abrazar a todas las criaturas vivas y la totalidad de la naturaleza en su belleza. El verdadero valor del ser humano queda determinado por la medida y el sentido en que ha obtenido la liberación del yo. Necesitaremos una manera de pensar sustancialmente diferente si la humanidad ha de sobrevivir. Albert Einstein.

¿Sabíais que Einstein era budista? Yo no creo que lo supiera, pero tampoco creo que se sentiría insultado.

Esto, también, soy yo…

…otro ser sensible.

Capítulo 7: La dicha de ser ordinario

¡Ser ordinario es tan difícil! Lo que todos queremos es ser especiales, separados, mejores que o, en algunos casos, peores que,.. si insistimos en tener un complejo de inferioridad en lugar de un complejo de superioridad.  

El problema de estar separado es que la separación es muy pequeña. Finita. Una abstracción de lo que habría si pudiéramos darnos cuenta de nuestra realidad infinita. 

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Hemos hablado mucho de la quietud. Y la mayor parte del tiempo que hablamos de la quietud hablamos de ella como un objeto, una herramienta que empleamos en nuestro trabajo. De hecho, la Quietud Dinámica es un estado de ser, no algo que hagamos; y podríamos muy bien describirla como Dios mirando hacia fuera.  

Ocasionalmente (Mathew Appleton en el número 40 de Fulcrum) la gente ha descrito mi trabajo como enseñar a la gente a “relajarse y dejar que la marea haga el trabajo. Se parece un poco a ver a alguien ahogarse y decir que tiene la capacidad inherente de nadar, de modo que no le voy a lanzar un flotador. Sí, la inteligencia inherente del sistema sabe cómo curarse, pero a veces el paciente necesita ayuda para acceder a esto, y la quietud y la escucha no siempre son suficiente.” Esto, me temo, indica una comprensión insuficiente de qué es la quietud. Mucha gente habla de la quietud y muchos incluyen la palabra quietud en su enseñanza, pero muy pocos parecen entender el estado de ser que es la quietud.  

Si alguien se estuviera ahogando, yo ciertamente le lanzaría un flotador. De hecho, en el pasado, en dos ocasiones me he metido en el agua y los he sacado. En ambos casos apliqué una técnica de respiración muy mecánica. Uno se recuperó. El otro no, porque había estado bajo el agua 10 minutos cuando lo descubrí, y estuve 20 minutos haciéndole la respiración boca a boca hasta que llegaron los médicos y se encargaron del caso.  

Por otra parte, cuando la gente viene a mí voluntariamente y me dice: “No tengo ninguna enfermedad concreta, ¡simplemente siento que hay algo más!” o “Siento que he perdido algo en algún momento de mi vida”, simplemente me siento en absoluta quietud mental y escucho. ¡En el vacío se cuenta la historia! No hay consejo, no hay juicio, sólo vacío. En la escucha reside la curación y la profundidad del vacío refleja, muy a menudo, la profundidad de la sanación.  

Tal vez os interese saber que el ideograma chino que significa “escuchar” contiene cinco elementos: oreja, tú, ojos, atención no-dividida y corazón. 

Tal vez te gustaría decir: “Sí, ¿pero qué tiene esto que ver con la Terapia Craneosacral?” La respuesta es: nada si consideras la TCS como una modalidad puramente mecánica, pero tal vez todo si dejas de limitar lo que es la TCS y te abres a la posibilidad de que, como dijo el Buda, la iluminación está en el cuerpo. Si es ahí donde eliges trabajar, eso es lo que hallarás.  

Muchos terapeutas, de muchos países, vienen a los cursos simplemente para obtener validación de sus experiencias surgidas cuando trabajan con clientes a niveles muy profundos. Estas experiencias a veces están en aparente contradicción con experiencias que tal vez les han enseñado que deberían estar teniendo. 

Como casi todo estado o condición, la quietud puede ser interpretada a muchos niveles, y ya hemos examinado esto de algún modo en el Capítulo 1. Merece la pena repetir que hay un nivel de quietud perfectamente válido que simplemente significa no moverse. Hay otro nivel de quietud perfectamente válido que implica que hay movimiento, pero el observador no está apegado al movimiento. Pero hay un nivel aún más profundo de quietud que simplemente es la fuente de toda creación.  

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La dificultad siempre se produce cuando se confunde un nivel con otro. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.” 

Al nivel más profundo no se puede trabajar con el Espíritu en una relación sujeto/objeto, simplemente una expresión dinámica del Espíritu. 

Este nivel no es alcanzable desde el ego o el intelecto. No me cabe duda de que la ruta hacia la práctica a este nivel es la rendición. Una de las ventajas de la rendición es que, cuando es verdadera, ya no es necesario afirmar que la experiencia de otra persona está equivocada. ¡Es muy agradable percibir diferencias! Tal vez estoy hablando de la ancianidad, ¡es tan cómoda! 

Ésta no es una propuesta para librarse del ego y/o del intelecto, sino más bien para rendirlos de vez en cuando a Dios, el Tao, el Espíritu, cualquiera que sea el nombre que elijas darle. La rendición, como concepto, no es especialmente popular, tiene connotaciones desafortunadas y da mucho miedo. Pero aquí hay una cita relevante:

 “El sabio nunca intenta almacenar cosas

Cuanto más hace por los demás, más tiene.

Cuanto más da a los demás, mayor su abundancia.

El Tao del cielo es afilado pero no daña.

El Tao del sabio es trabajo sin esfuerzo.”

Lo extraño del camino espiritual es que cuanto más profundiza uno en él, más ordinario parece —es el ego quien quiere ser especial— y lo que había sido normal empieza a resultar horriblemente patológico: lo que de hecho es, pues nunca ha sido nada más que una acumulación crónica de experiencias de vida no digerida.

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Como dijo Chogyam Trungpa: “Si consideramos que algo es valioso y extraordinario, acaba separándose mucho de nosotros.” 

Permitidme que ahora Gary Roba, un antiguo alumno de Oregón, comparta con nosotros su informe de una sesión de tratamiento reciente:  

“Se me pidió que diera una sesión al gatito de una amiga, que estaba muy tenso después de haber sido castrado: había sufrido un completo cambio de personalidad. Inicialmente el gato no se acercaba a mí ni a su dueña, de modo que le pregunté si podía tomarme mi tiempo y ella dijo que sí. Me di cuenta de que había un radiador en la otra habitación, de modo que fue allí y me tumbé en el suelo a su lado, disfrutando del calor. Evidentemente, después de un rato el gatito se acercó a mí para investigarme. Yo le dejé. Cuando empecé a extender una mano, él se retiró, de modo que esperé un poco más. Después se acercó su hermana y se tumbó entre el radiador y yo, y un minuto después él se tumbó sobre su hermana, con su cabeza sobre la pelvis de ella. Esta vez, cuando extendí la mano no se retiró, de modo que acabé con dos dedos en las patas de atrás de la hermana y dos dedos en las patas delanteras del hermano. Todos estábamos cogidos de la mano. El hermano estaba tan tenso por dentro como pueda estarlo un gato, y la forma de esa energía estaba acumulada sobre su hermana. Estaban vinculados por ella. En un momento dado ocurrió algo, sus energías se separaron y esa tensión como de hierro que sufría el hermano empezó a fundirse. La hermana se puso de pie y se alejó, dejándome con su hermano, que continuó abriéndose y ablandándose por dentro. Posteriormente, cuando su dueña lo recogió del suelo, lo encontró totalmente pasivo, “pasó de estar extremadamente tenso a estar completamente relajado en el espacio de una hora”. Entonces pregunté cuál era el nombre del gatito, y ella dijo: “Le llamamos Bobo. Entonces explicó que le habían castrado porque trataba de emparejarse obsesivamente con su hermana. La sesión pareció haber ayudado mucho a Bobo.”

Esto es de Bob Doenges, un alumno, colega y consejero que me visita regularmente y viene de Tulsa, Oklahoma. Habla de presencia, conciencia y rendición. Es una declaración conmovedora que aborda, de manera muy directa, los dos pilares gemelos de este trabajo, “no saber” y “rendirse”. Las diversas contribuciones a este libro, incluyendo la mía propia, han tomado y sin duda seguirán tomando formas muy diversas: algunas más intelectuales y teóricas, otras más experimentales y reveladas. Tengo una fuerte sospecha de que la mayor sabiduría reside en éstas últimas.

De camino a Sutton

Aquí, en Oklahoma, a primeros de abril, los cerezos silvestres y los árboles del amor están plenamente florecidos. Las azaleas no se quedan atrás, y en medio de este despliegue primaveral mi mente ha vuelto a un momento anterior de este año que me ha cambiado de manera inexpresada.

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Al final de enero estaba en Duncton Mill para la segunda parte del curso La Bendición de Ser Ordinario. A comienzos de la semana estábamos haciendo algunos cantos y movimientos con una profesora visitante… Después de que se produjera una de las experiencias, la profesora y Mike dieron la vuelta al círculo preguntándonos: “¿Dónde estás?”. Cuando llegó a Andreas, éste simplemente replicó: “Estoy esperando”. Ella se detuvo y esperó que dijera algo más, y volvió a preguntarle: “¿Dónde estás, Andreas?” y él respondió: “Estoy esperando”. 

Hubo un largo silencio, y antes de que ella pudiera volver a preguntarle, Mike intervino desde el fondo de la habitación y clarificó el asunto: “Andreas está esperando. Él no está esperando algo, simplemente está esperando.” 

Pienso que en ese momento lo pillé. Hasta la mañana siguiente no me di cuenta que sólo “lo había pillado” a nivel intelectual.  

Me encanta levantarme pronto e ir a correr o a caminar para empezar el día. De modo que, a la mañana siguiente, temprano, me dirigí a la colina y tomé la carretera al pueblo de Sutton. Aún estaba oscuro, antes del amanecer, y podía distinguir el horizonte a distancia. Estaba en una meditación en movimiento, y de repente un viejo árbol desnudo dibujó su silueta delante de mí con el horizonte invernal de fondo. Y en ese momento me habló claramente: “Estoy esperando”. 

Algo se movió profundamente en ese momento en mi cuerpo y en mi ser. Yo había cambiado. Era diferente. Las palabras no pueden expresar plenamente ese momento y experiencia. Me aventuré a decir posteriormente a la clase que había sido una epifanía. Para mí, ahora, fue un momento de realización de Dios, un momento que nunca se irá y que está vivo dentro de mí mientras escribo esto.        

Entonces supe, de manera más profunda y nueva, que el árbol simplemente estaba diciendo: “Estoy esperando: el sol saldrá; el sol se pondrá; la savia dentro de mí se agitará en lo profundo de mis raíces y ramas a medida que se acerque la primavera; mis hojas saldrán y experimentarán una primavera y un verano gloriosos; mis hojas morirán y caerán; mis ramas volverán a estar desnudas”; y así sucesivamente. El árbol está esperando. 

Seguí corriendo mientras rumiaba estas ideas y esta nueva toma de conciencia. Y entonces experimenté más plenamente: “Estoy corriendo” y todo lo que acompañaba a eso; “Estoy escuchando”, y todo lo que venía con eso. Ahora cada momento de mi vida emerge desde un nuevo nivel que no había experimentado antes, gracias a Andreas (y a la interpretación de Mike) y al árbol de South Downs.

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Capítulo 8: Aún no me he decidido

El último mes : ha sido muy difícil. Parece ahora, a mediados de marzo, como si hubiera sido un punto de crisis dentro de un viaje crítico que se ha ido desarrollando gradualmente desde el mes de noviembre del año pasado.

Creo que merece la pena hablar al menos de algunos de los puntos destacados puesto que, mientras hablamos mucho de los bebés y del nacimiento, apenas hablamos de la muerte, que también forma parte de la continuidad.

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No hay necesidad de repasar cada centímetro del territorio entre entonces y ahora. Y como esto inevitablemente sería imperfecto, me limitaré a concentrarme en los pocos detalles que permanecen claros.

Duncton Mill

Cuando era muy evidente que me sentía enfermo, en enero, sabía que estaba frágil y me senté una mañana en la terraza de Duncton Mill, mirando el arroyo y contemplando mi defunción: no por primera vez, ya me he encontrado con ella antes. Aquí es donde me senté. Justo en la parte superior de la foto está el manantial que alimenta este estanque, que se alza desde antiguos estratos de pizarra. Este lugar es el hogar del original “hombre de los campos de boj”, y Europa lo considera un enclave de especial interés científico.

Aún no me he decidido

La piedra, los árboles, las suaves colinas.El agua, que se acumula en los pliegues, para servir al callado molino.

Un lugar para descansar, o para sentarse, cualquiera de las dos.Contemplo la fuente, surgida de la blanca capa freática

Desde la que el agua fluyeFría por venir de la tierra, pero pronto se calentará;

Vivificada por el poderoso sol, que, como un corazón,Acelera el ritmo de la respiración.

Fuego, tierra y agua danzanY toman esta frágil forma mortal durante un rato;

Hasta que llegue la inspiración y, cansado de este antiguo lugar,

De esta separación de la fuente,

Las partes se desenreden y, elevadas por el sol, transportadas por el viento,Vuelvan de nuevo a la infinitud de la Madre.

“¡Mira, hay un arcoiris!”

Hay una historia detrás de la imagen del arcoiris, y la historia es que, durante mi formación en Terapia Craneosacral en el Instituto Karuna, un día hicimos una visualización guiada de la experiencia de nuestros primeros momentos, en este caso, de la implantación en el útero.

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Mi recuerdo, mi “experiencia” era la de ser una preciosa esfera azul contemplando en un estado de gran felicidad tres arcoiris. Finalmente esto quedó borroso por la necesidad de “seguir adelante en la vida”, pero la primera y muy intensa imagen sigue siendo la de aquellos tres arcoiris. Por tanto, éste es mi primer recuerdo.

Parecía muy apropiado que cuando tenga la sensación de morir, una de mis últimas impresiones sea un arcoiris.

El arcoiris es una imagen muy apropiada tanto de la vida como de la muerte. Está allí, muy claramente, en el cielo, incluso puedes fotografiarlo, pero a otro nivel es una completa ilusión. Simplemente allí no hay nada. Es como un pensamiento o sentimiento: es real a un nivel, pero a otro nivel no es nada.

Lo mismo ocurre con nuestra existencia. Yo soy real y, sin embargo, ¿dónde estoy ubicado? ¿En el yo que plantea la pregunta? ¿Dónde está este yo? Hay una gran diferencia entre plantearse esta pregunta filosóficamente o intelectualmente y planteársela desde la quietud.

Poco después de escribir este poema, volé a Florida y di un curso de cinco días en el precioso Centro Atlántico de las Artes, en Smyrna Beach, Florida.

El curso fue bien y yo me vine abajo el último día, después de haber volado de Orlando al aeropuerto internacional de Miami.

Lo extraordinario a lo largo de las semanas siguientes fue observar esta intangibilidad como de arcoiris, especialmente en Florida, donde, de momento, renuncié a seguir viajando. Justo en el mostrador donde tenía que registrarme para volar a las Islas Galápagos, estuve allí, de pie, y me di cuenta de que no podía seguir adelante y esperar llegar con la misma forma. Me quedé en Florida con dos amigos bondadosos, que por suerte sólo estaban a tres horas de viaje en autobús, y observé cómo todo mi ser y sus partes se des-membraban por una semana. Fue una des-integración en el sentido literal de la palabra. Fue como una desestructuración atómica. Mucho cansancio y ningún miedo en particular.

Y entonces… una estructuración gradual. Cómo o por qué… no lo sé. Debe haber llovido, y lo efímero se reformó.

Los colores son brillantes, pero en realidad allí no hay nada separado. He sabido esto desde hace tiempo, pero ahora atesoro la experiencia.

Éste es un capítulo extraño, pero quería escribirlo y me ha resultado muy difícil. Ahora mismo, mientras envío esto, han pasado unas pocas semanas, y me siento fuerte, y me siento muy vulnerable. Y esto hace que me sienta bien.

Lo que sigue fue una rápida respuesta a lo anterior de Gary Roba:

Vida, muerte y lo intermedio

Oír a tu profesor hablar sobre su muerte tiene que hacer vibrar algo en lo profundo de ti. El nacimiento y la vida nos informan de que “somos”, pero la muerte nos enseña

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“qué” somos. Como señaló Mike, en este campo se habla mucho del nacimiento, pero mi implicación personal con la terapia craneosacral surgió de la muerte. Hace diez años iba caminando por un bosque cerca de la cabaña de mi abuelo en las montañas Pocono, cuando llegué a un claro del bosque. Una pequeña ratoncita marrón estaba descansando en un pedazo de tierra, en el medio, y algo me llevó hacia ella. Me aproximé con el máximo sigilo que pude hasta estar sólo a la distancia de un brazo, sintiéndome muy sorprendido de que no saliera corriendo. Sentí una conexión entre nosotros, y cuando estiré la mano para acariciarle la frente, me lo permitió.

Después de algún tiempo la cogí y me la puse en la palma abierta. Aunque estaba un poco excitada, daba vueltas en círculo y me olisqueaba los dedos, no parecía poner ninguna objeción. Sus piececitos y su nariz me hicieron cosquillas en la piel cuando la llevé conmigo a la cabaña. Me miró con curiosidad mientras ambos nos balanceábamos en la mecedora del porche, y después pareció tranquilizarse y descansar calladamente. Fue entonces cuando me di cuenta de que se estaba muriendo.

Simplemente me senté con ella en quietud, siendo testigo de su vida. A medida que transcurría el tiempo, tomé conciencia de que podía sentir la energía dentro y alrededor de su pequeño cuerpo. Era muy consciente del movimiento de su respiración, particularmente a medida que se acercaba el final y se hacía más laboriosa. Pero era igualmente consciente de que su energía también estaba respirando —muy muy lentamente— expandiéndose hacia fuera durante aproximadamente un minuto, y después volviendo a receder hacia dentro durante otro minuto más o menos. A través de la sensación que me producía esa respiración energética pude sentir que ella apreciaba que yo estuviera allí acompañándole. Y después de aproximadamente una hora, fue cuando finalmente hizo un último gran gesto con su brazo y caja torácica, y tomó su último aliento……Pero ella seguía allí. La lenta respiración de su campo energético continuó, sin reducción, incluso cuando la respiración y el pulso habían cesado: lo que yo ahora reconozco como “la marea larga”. Fiel a su nombre, esta marea larga continuó durante mucho tiempo. Nos mantuvimos allí juntos, en profundo contacto y presencia, y quedó muy claro que la ausencia de los procesos corporales era irrelevante para su Seidad. Finalmente “algo ocurrió”; se produjo un cambio de algún tipo, su energía se separó de su cuerpo y después flotó lentamente hacia arriba, hacia los árboles y el cielo. Aquella fue mi primera sesión craneosacral, aunque nunca había recibido ninguna formación ni había puesto mis manos anteriormente en nadie. La técnica que empleé para dar la sesión fue idéntica a la que Mike enseña en todos sus cursos. Es tan simple que la podría aprender un niño, tan pura que un animal salvaje confía en ella, y tan profunda para tender un puente entre la vida y la muerte.

Hace unos años me trasladé de la ciudad de Londres a Bali, donde vuelvo a estar rodeado de naturaleza. Desde entonces, de vez en cuando, algunos animales se presentan cuando están preparados para morir. Ellos continúan inspirándome y haciéndome sentir humilde por el modo en que se desprenden de su cuerpo. Uno de mis favoritos fue un bebé gecko [lagartija balinesa], que estaba delante de mi puerta mirándome mientras yo terminaba mi última lección del día [o al menos eso pensaba]. Para asegurarme, me senté en el suelo a poca distancia y le dije que si quería una sesión tendría que caminar hasta mí y tener su intención clara. No es el

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comportamiento característico de estas lagartijas balinesas, como podrás imaginar, pero él inmediatamente caminó hasta mí y empezó a empujar mi pierna con su cabeza. De modo que lo recogí: como aún era joven, la mayor parte de su cuerpo cabía en mi mano, y podía poner la otra mano sobre él. Pude sentir en su interior que tenía los órganos internos dañados, debía haberse peleado con otra lagartija; lentamente pareció contarme la historia. Después me contó la historia de su nacimiento. Y finalmente se asentó en la quietud. Sentí el momento de aceptación dentro de él. Después hubo paz. Cuando los procesos corporales finalmente acabaron, la Marea permaneció, sin alteración. Sentí como si únicamente la parte más pequeña de él se hubiera caído, como si simplemente hubiera cortado la cuerda que le conectaba con el ancla en el fondo del mar.

Otro de mis momentos favoritos fue una ocasión en la que repentinamente sentí una presencia junto a mí cuando estaba leyendo en mi habitación después de que el último cliente se hubiera ido a casa. Había una periquita salvaje sobre el cable de la lámpara de la mesa, a unos quince centímetros de mi brazo. Ella se sentía completamente impasible, yo no le alteraba en absoluto. Pareció recobrar un poco de vida cuando la cogí, y aunque pude sentir con claridad que se estaba muriendo, de algún modo aún parecía sana y vibrante. Incluso dio algún saltito en mi mano, piando. Entonces, en un momento dado, me miró directamente a los ojos y a continuación cayo “muerta”; la respiración y el pulso se habían ido. Pero ella seguía allí, expandiéndose y recediendo suavemente en mi palma, como musgo saludablemente brillante alrededor de la madera muerta que era su cuerpo. Cuando conté a un amigo balinés algunas de estas historias, él me dijo: “Nosotros creemos que los animales así son humanos que hicieron algo malo en la vida anterior y han tenido que pasar una vida como animales. Por su pasado humano pudieron reconocer que eras un sanador que podía ayudarles.”

Hace diez días murió en India alguien que para mí ha sido un importante profesor espiritual. Tenía 89 años. Aunque sólo le conocía desde hace unos años, su manera de Ser había dejado clara para mí la futilidad y la absurdidad del pensamiento conceptual. Hace dos meses tuvo una caída, la segunda del año, y estaba postrado en cama. Llamó a todos sus alumnos a su alrededor y anunció: “Bien, ha llegado la hora de irse. Adiós y buena suerte, ahora todos podéis volver a casa.” Después gradualmente dejó de comer y beber hasta que su cuerpo dejó de funcionar. Los que permanecieron a su lado al final dijeron que en ningún momento mostró ni el menor rastro de miedo o preocupación respecto a la proximidad de la muerte. Sus últimas palabras fueron: “No existe tal cosa como iluminación o liberación (moksha). Lo creáis o no, no hay absolutamente ninguna diferencia entre vosotros y yo, o esa vaca que está en la calle. Simplemente no hay nada allí, y no hay ninguna diferencia en absoluto entre la vida y la muerte.”

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Capítulo 9

 

En anteriores capítulos hemos comentado temas como “deja que el trabajo haga el trabajo” y hemos sugerido que cuanto más podamos apartarnos del camino, cuanto más vacío esté el cuenco, más profundo puede ser el renacimiento a una forma mejor adaptada y menos inhibida.  

La implicación de esto es que cuanto más pierde su agarre el ego personal y restringido, más estamos en contacto con un yo más verdadero e ilimitado. El trabajo que surge desde este lugar de comunalidad puede ser muy poderoso, incluso cambiar nuestra vida, según informa mucha gente. 

Es aquí donde empezamos a tener pequeños problemas. Tenemos que soltar nuestros apegos suficientemente para que el trabajo haga el trabajo. Después volvemos a caer en el apego y queremos analizar qué trabajo se ha realizado y cómo podríamos repetirlo. La rendición y la confianza no son fáciles. Aceptar la singularidad de cada situación tal como se revela es fácil teóricamente, pero ¿qué pasa con su práctica? La práctica tiene que ser re-trabajada continuamente porque de otro modo volvemos rápidamente al punto de partida en nuestro intelecto personal. 

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Sé muy bien lo rápidamente que queremos otorgarnos el mérito de cualquier cambio o mejoría. La paradoja es que si yo fuera responsable, ¡no habría ocurrido!

Quiero resaltar claramente que cuanto más nos apartamos de en medio, tanto mayor puede ser el resultado, pero eso es porque nos hemos apartado del camino y no hemos adquirido algún poder o siddhi con el que curar a la humanidad.

Cualquier sanador moderadamente exitoso, de cualquiera rama, tendrá atributos y poderes proyectados sobre él. Es importante darse cuenta que esa proyección parte de la necesidad del paciente, y no es la afirmación de un hecho. Desde mi punto de vista, tomar otro punto de vista conduce final e inevitablemente al engrandecimiento, y por tanto al abuso.

He dicho antes que cualquiera puede hacer este trabajo, y espero que muchos se sientan animados a hacerlo. La única limitación que todos tenemos es nuestra falta de habilidad para rendir eso que nos mantiene separados de la fuente. Es decir, nuestra historia de vida individual, con la que tanto nos identificamos.

La estatua de cobre, o piedra, o madera no es el Buda. La estatua no es el buda, del mismo modo que la estatua de la libertad no es la libertad, sino un símbolo de la libertad.

Tú eres el Buda. Tal vez la conciencia está un poco nublada, pero debajo de todas las capas de ilusión, eso es quien realmente eres.

Hay una marea

Yo estoy en la Marea

Yo soy la Marea

Recientemente, en abril de 2007, en los medios ha vuelto a surgir la discusión en torno a la existencia de Dios. Personas eminentes en sus campos particulares han hablado desde un lugar y desde otro. La discusión ha sido intelectual,  y mientras sea intelectual, esas personas derivarán algún sentido de satisfacción, a ese nivel, de la fuerza de su discusión. 

Es posible que a algunos científicos no les encaje visualizar al absoluto como un patriarca como los que dibujaba William Blake, con una barba larga y fluida y un compás. No sé cuánta gente se aferra a esta imagen inocente.

No obstante, si como algunos mantienen, no hay misterio y el intelecto conseguirá explicarlo todo al final, entonces han ocurrido dos cosas: el intelecto humano ha sido declarado la culminación absoluta de la evolución, y Dios ha sido creado por los que lo niegan.

El problema, según mi limitada y sesgada visión, es que ¡el Intelecto no siempre es inteligente!

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Yo prefiero unirme a Einstein, también un científico eminente (aunque, por supuesto, es tarea de algunos intelectos posteriores disminuir sus logros para estar por encima en el orden de importancia) cuando dice: “El ser humano es parte de una totalidad llamada Universo…nosotros nos experimentamos a nosotros mismos, nuestros pensamientos y sentimientos, como algo separado de los demás. Es una especie de ilusión de la Conciencia. Esta ilusión es una especie de prisión para nosotros que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto de las pocas personas que están más cerca de nosotros. Nuestra tarea debe ser la de liberarnos de la prisión ampliando el círculo de nuestra compasión, para abrazar a todas las criaturas y la totalidad de la naturaleza en su belleza. El verdadero valor de un ser humano viene determinado por la medida y el sentido en que se ha liberado del yo. Necesitamos una manera sustancialmente diferente de pensar para que la humanidad pueda sobrevivir.

Sabes, será la inteligencia más que el intelecto la que nos ayudará a sobrevivir.

La gente cuya práctica no es diferente de su meditación o de su práctica espiritual a menudo se preguntan por qué, si este tipo de trabajo produce resultados, no se enseña en las escuelas.

La respuesta es muy simple; y no puede enseñarse en las escuelas. La espiritualidad no es un objeto. A las escuelas a menudo se les pregunta qué temas enseñan. Evidentemente enseñan cosas objetivas y eso es completamente adecuado. Vamos a la escuela a adquirir información y estructura. La información y la estructura son los ladrillos con los que podemos construir un edificio llamado educación. Este edificio es esencial para nuestra continuidad y florecimiento como entidades separadas a las que llamamos yo.

Este yo es capaz de grandes trabajos cada vez más complejos en todo tipo de campos, a medida que los datos y razones de una generación se acumulan sobre los de la siguiente.

Sigue habiendo y, según yo propongo, seguirá habiendo trabajos que se auto-crean fuera de la supervisión de la razón. Trabajos que nos asombran, y que son la obra de la inteligencia misma, un potencial infinito del que el intelecto es una pequeña manifestación discreta.

La suya es la visión del místico; muy diferente de la visión de Richard Dawkins y su falta de necesidad de Dios o de una Inteligencia superior y creativa. Ninguno de nosotros tiene que preocuparse puesto que el nivel del ser y el de la comprensión están separados.

En el budismo, el conocimiento se considera un obstáculo para la comprensión, como un bloque de hielo que impide que el agua fluya. Se dice que si tomamos una cosa como verdad y nos apegamos a ella, aunque la verdad misma viniera a llamar a nuestra puerta, no le abriríamos. Para que las cosas se nos revelen, tenemos que estar dispuestos a abandonar nuestra visión respecto a ellas. (Thich Nhat Hanh)

Beatrice Kleiner-Borel, de Suiza, tiene una observación relevante respecto a estos asuntos:

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Durante una sesión en la que estaba tumbada en la camilla tuve la sensación de una gran energía que vino sobre mí, sin imágenes, sólo el sentimiento. Al rato, se formó un pensamiento en mi mente:¿Puedo gestionar esta poderosa energía? Entonces me quedé profundamente dormida y cuando me desperté supe que cuando viniera esa energía podría gestionarla.

Al día siguiente estábamos sentados alrededor de una camilla sobre la que había una señora tumbada y Mike era el terapeuta. Después de un cuarto de hora,  durante el que fui muy consciente, tuve un largo momento de un gran poder, de una gran presencia. Después tuve muchas dudas en mi mente:¿Lo que quiero es demasiado? ¿Es esto demasiado para los demás y para mí?¿Me sentiré rechazada como en el pasado?

Después de la sesión necesité algún tiempo para pensar en todo lo que me había pasado y después vi mi adaptador de corriente sobre mi mesa y supe que tenía que adaptarme a este “Poder”. Puedes llamarle poder, poder de vida, poder de amor, Dios o como quieras. Pero yo sé que este poder está en todo el mundo, la mayor parte del tiempo debajo de muchas capas.

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Capítulo 10: EL APEGO

 Quien se ata a la alegría

destruye la alada vida

pero quien la besa al vuelo

vive en el amanecer de la Eternidad

William Blake 

El apego es una causa crítica y fundamental del sufrimiento, o de la insatisfacción, que se menciona muchas veces en el budismo. 

Asume muchas formas: estamos apegados a nuestra nación, a nuestro linaje, a nuestra religión, a nuestra educación, a la dieta elegida y particularmente a nuestras enfermedades.

Sobre todo, estamos apegados a la noción de ser una entidad separada, separada de todas las demás entidades, que se llama yo.

Extrañamente, ninguna cantidad de investigación seria nos permite dar con ese yo. Puedo encontrar mi pie y mi hígado, y mi pensamiento y mi emoción, pero el ser que es dueño de estos atributos no puede ser hallado separadamente en ninguna parte. Sobre este tema se podría escribir todo un libro y, de hecho, muchos se han escrito; pero el resultado, si nos permitimos profundizar un poco más -¿tal vez preferiríamos no hacerlo?- es que lo que pensábamos que estaba separado se convierte en una interacción entre todas las formas que surgen del vacío, y ninguna de ellas está intrínsecamente separada. 

Sin embargo, permanecemos definitivamente apegados. 

Mi propuesta respecto a este tema es la siguiente: estoy apegado a todo tipo de cosas, no digo que sea de otra manera. Si trato de librarme de mis apegos, simplemente alimento aquello de lo que me quiero librar con mi atención, lo que no hace sino alimentar el problema percibido. El resultado es bastante evidente. 

Sin embargo, si en lugar de ser violento conmigo mismo puedo traer compasivamente este apego ante la conciencia desnuda y retirar los juicios que mantengo, entonces surge el espacio en el que el apego puede florecer en otra cosa. 

Para un terapeuta esto es particularmente aplicable al deseo de curar a alguien. Éste es un enganche enorme, y el efecto del enganche es asegurar que la relación energética entre mí y el paciente sea de esfuerzo, no de escucha vacía y relajada. El tipo de escucha que es terapéutica en sí misma. Este tipo de intervención surge de mi visión limitada de cómo debería estar el paciente. Si puedo limitarme a presentar un gran espacio en el que el paciente pueda expresarse plenamente, no

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necesariamente verbalmente, todo su sufrimiento, no sólo el síntoma presente, entonces entra en juego una iluminación inherente y se revela la inteligencia. No sólo mi mejor intención mecánica. Entonces es posible que el paciente oiga, tal vez por primera vez, una revelación de su verdadero ser, que no es otra cosa que una expresión del vacío. La frase más grande de Sutherland, en mi opinión, "puedes confiar en la marea", resuena con esto.  

Cuando los terapeutas se sienten atraídos hacia lo que podríamos denominar el trabajo espiritual, a veces tienen la falsa noción que de algún modo no deberían cobrar por su trabajo. Yo les ofrezco esto: elegimos nacer en la forma humana, en tiempo y espacio, donde hay una definición perfectamente válida de lo que es la justa manera de ganarse la vida. Esta definición ha incluido durante varios cientos de años la idea de que el dinero es un medio de intercambio. Eso es todo. No tiene valor intrínseco, es un medio de intercambio y no valorar en términos corrientes lo que ofrecemos es devaluarlo. Éste es uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar de la "compasión idiota". Robar a la gente es robar a la gente. Pedir un salario justo es justo. Dar apoyo a los pobres y necesitados también es justo, cuando es apropiado. 

Si eres guiado a vivir como un monje y a ponerte a la merced y generosidad de otros que te sustenten y a cambio les das sabiduría/curación, ése es un intercambio justo. Lo mismo ocurre si usas el dinero como medio. Por favor, no hagas un juicio respecto a cuál es mejor. Algo similar ocurre cuando la gente se siente llevada a enseñar. "¿Estoy preparado, sé lo suficiente, me sentiré pillado?" Surgen todas estas dudas. 

Estas son preguntas muy válidas si quieres enseñar aritmética o mecánica del motor. Pero si te sientes llevado hacia algo muy diferente, la única pregunta es: "¿Estoy preparado para soltar lo que me mantiene separado de los alumnos, estoy preparado a ser únicamente lo que soy? ¿Puedo compartir eso tal como es, sin ningún juicio de ser suficientemente bueno o no ser suficientemente bueno?. El apego a "no ser suficientemente bueno" es enorme. No tiene sustancialidad, es un apego y la conciencia de eso abre la posibilidad de cambiar. El cambio está en el núcleo de todo fenómeno.  

Si puedo compartir eso, esa integridad permitirá al alumno realizar (hacer real o concreto; dar realidad o sustancia a; "nuestras ideas deben ser sustanciadas en acciones"), en la práctica compartida, su propia integridad. A todos los niveles, Espíritu, mente y cuerpo.  

Hemos tocado aquí, muy brevemente, la noción de impermanencia o insustancialidad. 

Es un tema muy extenso y muchas personas consideran que la impermanencia es negativa. Ésta es una visión muy limitada puesto que, como en todo lo demás, hay otro lado. Si las cosas buenas son impermanentes, entonces, por la misma regla, también lo son las cosas malas (nótese el juicio en estos adjetivos).

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Éste es mi ejemplo, que puede ser familiar a quienes me conocen; no tengo un Aston Martin DB7 (mi coche favorito y carísimo). Si hubiera permanencia, nunca tendría un Aston Martin. Pero, como nada es permanente, un día podría tener un Aston Martin. ¿Qué quieres? ¿Zapatos Ferrogamo? ¿Muchos pacientes? ¿Curar a muchos pacientes? ¿Una vida mejor? ¿La santidad? Da gracias por la impermanencia.  

Ésta es una pequeña historia de Carmen Renalias, de España, que ilustra perfectamente el trabajo con el apego, sin intentar librarse de él;

En una de las prácticas que hicimos, sentí que iba a un nivel más y más profundo, podía sentir que no estaba en mi cuerpo, que no estaba en mis sentimientos, que ni siquiera era yo misma en este tiempo, que simplemente estaba por todas partes y el tiempo no existía. Y entonces, no sé de dónde vino, surgió la imagen de mis hijos, y de repente volví y noté que no podía despegarme de ellos, surgió el miedo de perderlos.

De algún modo he estado donde no sentía apego, ni placer, ni dolor, sólo ser, pero el miedo de perder a mis hijos fue tan fuerte que me causó mucho sufrimiento, y tristeza al pensar en soltar mi apego a ellos. La tristeza simplemente era. Fue importante experimentarla, porque aunque había sufrimiento, podía ver el camino por debajo del sufrimiento. Del todo ser uno, surgió la diferenciación, mis hijos y yo, el amor se convirtió en miedo. Aún me mueve ahora, cuando lo escribo y hace que me sienta muy humilde y muy cuidadosa conmigo misma.

En esta vida nos apegamos a nuestra familia, a nuestras ideas, a nuestros profesores y, como has dicho, a nuestra vida... y nos olvidamos de que todo es uno.

¡Por favor no os apeguéis a libraros del apego!

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Capítulo 11: ¡Cuando hay caos!

El Espíritu es como yo llamo a eso que subyace y es la causa última de toda vida. El genoma no causa la vida, sino que dicta la forma que tomará. Espíritu es el nombre que doy al impulso que causa el emerger de la forma a partir del vacío, en práctica compartida con el vacío.

El dedo en movimiento escribe, y, habiendo escrito,sigue su camino: ni toda tu piedad ni todo tu ingenio

podrán hacerle volver y cancelar ni media línea,todas tus lágrimas no podrán lavar una sola palabra de lo escrito.

El Rubaiyat. Omar Kahyyam, siglo XI.

El problema de la mayoría de las terapias, alopáticas y complementarias, y de la mayoría de las religiones, convencionales o marginales, es que no sólo se enfocan en las formas, sino en formas que son producto de muchas vidas de formas y más formas no digeridas. El paquete se ha superpuesto al contenido. Hemos perdido la confianza en la impronta, en la intencionalidad original de ser. El intelecto, que ya es una cristalización de la forma personal, se ha convertido en lo preeminente, en lugar de ser una herramienta.

No es posible trabajar con el Espíritu desde la forma, sólo es posible convertirse en el Espíritu. Esto requiere soltar la división, la separación, para convertirse en lo que es común. Harold D. Roth, en su preciosa traducción de un antiguo texto taoísta en Original Tao (Columbia University Press-1999), lo describe así:

En cuanto al Camino:

Es aquello de lo que la boca no puede hablar, Los ojos no pueden ver, Y los oídos no pueden oír. Es eso con lo que cultivamos la mente y alineamos el cuerpo. Cuando la gente lo pierde, muere; Cuando la gente lo adquiere, florece; Cuando las empresas lo pierden, fracasan; Cuando lo ganan, tienen éxito. El Camino nunca tiene raíz o tronco,Nunca tiene hojas ni flores. La miríada de cosas son generadas por él; La miríada de cosas son completadas por él. Lo llamamos “el Camino”.

Tratemos de trabajar desde el Espíritu y en la Quietud del potencial absoluto donde no hay dolor. Esto no es fácil en absoluto, como muchos de nosotros hemos podido descubrir. Queremos encontrar algo a lo que nos podamos aferrar. Algo que dé sentido al desorden, la enfermedad (Aquí viene una cita de James Low, psicoterapeuta y profesor budista): “El punto clave de esto es que cualquier cosa que construyamos es impermanente, tiene fallos y algún día se desmoronará y se hará polvo. Y esto es cierto de todas las escuelas de psicoterapia y también de todas las

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escuelas de budismo. Son impermanentes…” (Esto es muy duro, incluso los profesores y las enseñanzas son impermanentes.)

“EL VERDADERO DHARMA NO ES EL DHARMA QUE PUEDE EXPRESARSE EN PALABRAS.” (¡Y la verdadera curación no es algo que pueda hacerse!)

“En el mundo moderno, donde prevalece la confusión y la sensación de estar perdidos, a menudo queremos encontrar un refugio seguro, y podemos acudir al Dharma o a algún sistema terapéutico, o a algún sistema de creencias para que nos ofrezca algún tipo de refugio. Pero creo que tenemos que recordar que cualquier apoyo y sentido de dirección que podamos desarrollar visitando centros del Dharma, yendo de peregrinación, haciendo ciertas prácticas… estas cosas en sí mismas están construidas y existen en un mundo de impermanencia. Y si confiamos demasiado en ellas, es muy fácil verse llevado a posiciones dogmáticas; a pensar que tu visión está bien y la de los demás mal; a establecer grupos de “iniciados” que excluyen a los foráneos y toda la perversidad dualista que preside nuestra vida moderna.”

Los comentarios de James también son aplicables a nuestra práctica curativa.

La quietud es el útero de la creación. Reside en el espacio silente que existe entre cada acción.

Quietud y caos son dos caras de la misma moneda. Coexisten en danza eterna. Ambos surgen del vacío. El problema es el apego a una o al otro. ¿Tal vez el único problema?

“Si te preguntan: ‘¿Cuál es el signo de tu Padre en ti?’, diles ‘Es movimiento y reposo’.” El Evangelio de Tomás.

Jo Feat me envía la siguiente oferta que encaja bien en este capítulo:

Abrazar el caos:

Muévete hacia lo que hace latir tu corazón tan salvajemente que tengas que pararte a tomar una respiración,

Ofrece tu mente y observa cómo se revela un secreto.

Tócame tan sutilmente que me disuelva como la luz del sol rompiéndose en una miríada de sombras;

Déjame que te vea reír desde la planta de los pies hasta los confines más lejanos del universo.

Y recuerda atesorar cuidadosamente tus lágrimas y embotellarlas con el dulce elixir del amor.

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No me cuentes con tono susurrante que estás trabajando en ti mismo.Ábrete al dolor surgido de los huesos que se rompen en el centro de tu pecho.Hornea un pastel de corazón y cabeza, y déjame lamer el cuenco.

Abraza el caos-deléitate en lo absurdoCánsate de la imitación

Abalánzate y elévate a cámara lentaComo un pájaro multicolor.

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Capítulo 12: ENSEÑANZA

En sánscrito, Dharmachacra significa la “Rueda del Dharma”. Este mudra simboliza uno de los momentos más importantes en la vida de Buda, la ocasión en que predicó a sus compañeros el primer sermón después de su iluminación en el parque de los ciervos de Sarnath. Así, denota la puesta en marcha de la Rueda de la enseñanza del Dharma. En este mudra el pulgar y el dedo índice de ambas manos se tocan en las puntas formando un círculo. Este círculo representa la Rueda del Dharma, o, en términos metafísicos, la unión de método y sabiduría.  

“No hay final. No hay principio. Sólo hay pasión por la vida.”Federico Fellini 

La práctica de la atención consciente en estos tiempos tan revueltos es más importante que nunca. Si nosotros, individualmente, no nos tomamos el tiempo de practicar la conciencia del momento, no sólo nos resultará difícil transformar el sufrimiento en nuestras propias vidas, sino que nos resultará difícil transformar el sufrimiento del mundo. Es vital para nosotros mismos, para nuestros hijos y para la Tierra que tengamos una práctica que nos ayude a ser conscientes, que nos permita volver a nosotros mismos y habitar el momento presente para transformar el sufrimiento en nosotros mismos y en los que nos rodean.  

Thich Nhat Hahn 

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Estamos en el último capítulo; hace un año nos propusimos hacer doce, y aquí estamos. Hay un prefacio y puede haber un índice y una lista de bibliografía que añadir al final.  

Sin embargo, éste no es el final de la historia; tal vez Fellini tenga razón; ni siquiera hay principio, sólo el eterno ahora. ¡Pero hay pasión! Tenemos una estructura y mi trabajo en los próximos meses consiste, con vuestra ayuda, en extender la estructura central desde el centro hacia fuera. Prácticamente todas las entradas, al menos mi parte de ellas, necesitan expandir las ideas contenidas en el capítulo. Necesitamos notas de casos reales, y tal vez una elaboración general más completa. Algunas ideas son demasiado densas y es necesario desplegarlas.

Por encima de todo, cuando tengamos el volumen requerido, tendremos que corregirlo muy detenidamente. Hasta la fecha no me he molestado demasiado con este aspecto de las cosas, y sé que hay muchas inadecuaciones.

Este mes quiero hablar de la idea general de que lo que cuenta es la enseñanza, no el profesor. Éste es un tema que he promovido consistentemente a lo largo de mi enseñanza, y creo que merece la pena repetirlo aquí:  

Todo mi trabajo ha sido de “dirigir siguiendo”. Como Ray Grigg dice en The Tao of Being, estrofa 30, 

En el Reino del pensamiento, nada puede conseguirse por la fuerza. Si empujas, los pensamientos se tropiezan consigo mismos. Si te esfuerzas, reina la confusión. Busca y lucha, y todo lo que encontrarás será búsqueda y lucha. Como el moverse con el Dao, el entendimiento viene por sí mismo.

La preparación para aquello que viene por sí mismo se llama aprendizaje. Concéntrate en aprender y tendrás éxito. Trabaja el entendimiento y fracasarás.

Todo aprendizaje es aprendizaje por seguimiento. Aprende delicadamente y con cuidado de modo que el seguimiento no se vea alterado. Aprende con ira y el seguimiento conduce al miedo; aprende con miedo y el seguimiento produce ira.

Para entender, aprende y después olvídate de lo aprendido. Suelta y confía. La comprensión viene sin esfuerzo. No es algo adquirido, sino que ocurre. Maravíllate, suavízate y ábrete. Deja que el entendimiento dirija. Confía en el soltar y sigue su guía. A esto se le llama entender-por-seguimiento. Suelta delicada y cuidadosamente, para que el seguimiento no se vea alterado. El entendimiento no puede ser controlado por el yo. Aprende a entender aprendiendo a estar sin identidad.

Entender es pensar libre del yo, moverse sin obstáculos en la plenitud vacía del Dao. 

Hemos intentado seguir estas reglas y la enseñanza ha sido la revelación de lo que surge cuando un grupo de alumnos y un facilitador/profesor trabajan juntos en práctica compartida. Esto es lo contrario de la forma de enseñanza más común, que

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es didáctica y dogmática. Temo que ésta última tiende a debilitar al alumno. Y temo que esto es bastante habitual.  

Deberíamos ver lo que hay allí, más que lo que debería haber o lo que otro nos dice que espera que haya. Es peligroso predecir la verdad. Puede ocurrir que por el hecho de predecirla, la reduzcamos a nuestra expectativa.  

El precursor de ser capaz de ver lo que realmente es, tanto en el cliente como en cualquier otro tipo de relación del tipo que sea, es estar despierto. El Buda no dijo únicamente que el plan para su vida era estar despierto; dijo: “Estoy despierto”. Hay un enorme poder en esa afirmación.  

Así, en la relación profesor/alumno, el trabajo del profesor es estar despierto al presente. Si el trabajo no se basa en datos, y el nuestro no se basa en ellos, es posible que eso sea todo lo que se necesita. El trabajo hará el trabajo. Nadie hace nada a otra persona.  

Enseñar, en este modelo, tiene que ver con la relación y con lo que surge de esa relación en la presencia al ahora. Esa revelación es necesaria y muy incómoda para el intelecto, que cambia continuamente. En mí hay una constante batalla entre la expresión y la experiencia de lo que surge y el dogma de lo que debería surgir, o de lo que debería decirse o sentirse.  

Estoy tratando de saltar/caerme del acantilado en el desconocimiento y confiar en lo que venga cuando hay quietud. Esto será lo que yo llamo Inteligencia, y puede tener muy poco que ver con el intelecto.  

Si puedo confiar en eso, será verdad y funcionará. Ésta es mi experiencia. Si me persuado de que confío, eso es algo diferente, y puede que no sea verdad y puede que no funcione o, al menos, el trabajo será muy parcial y sintomático. 

Esto me resulta muy difícil a veces, y sé a qué nivel de lo que llamo “yo” le resulta difícil.  

Practica, practica, practica. Eso es todo lo que hay.  

Así, en la relación entre terapeuta y paciente, profesor y alumno, la conciencia cada vez más amplia que se va desplegando no surge de analizar los hechos, sino, más bien, es una encarnación de lo que está allí, profundizándose en pasos sucesivos, aunque no necesariamente iguales, hasta un nivel de ser que no está traumatizado… Encuentro que esto es experimentalmente verdad. Y soy completamente incapaz de clasificar o explicar lo que ha ocurrido. Si pudiera, debería haber objetivizado y limitado el despertar. Sin duda, objetivizar quiere decir limitar. Pero el trabajo no es un objeto, como tampoco lo es el alumno/cliente; sólo hay una ocurrencia, una revelación, movimiento, cambio, la naturaleza de todas las cosas sin separación entre la experiencia y el experimentador.  

El principio y el final no están separados, ambos están aquí mismo.  

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Eso es atención al momento.  

Éste es mi método; espero que contenga un poco de sabiduría. Es tuya.

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ALIENTO DE VIDA

Conferencia realizada el 28 Y 29 de mayo de 2005 Reino Unido por Mike Boxhall

En el folleto de esta conferencia dice: "La conferencia explorará los factores clave que organizan nuestro funcionamiento más allá de nuestra forma física".

Verdaderamente quiero entrar en ello y ver si podemos llevarlo un nivel más allá preguntando: "¿Cómo funcionamos más allá de toda forma?", y examinar si eso tiene significado y cuál podría ser éste en la práctica terapéutica.

Revelación- intelecto o inteligencia, es el título que he dado a esta pieza; empecemos viendo qué significan estas palabras.

Revelación —definición tomada del diccionario—: el acto o experiencia de revelar: aquello que es revelado: una apertura; una experiencia iluminativa; comunicación divina o sobrenatural.

Intelecto, la mente, en referencia a sus poderes racionales: dotado de la facultad de raciocinio.

Inteligencia: conocimiento: información comunicada.

Mientras juego un poco con estas palabras, me parece que podríamos decir que la inteligencia es lo que está allí por ser revelado, a muchos niveles diferentes, y examinaremos estos niveles sobre la marcha.

El intelecto es una herramienta para racionalizar lo revelado.

Revelación es el acto o experiencia de tomar conciencia de lo que es.

Inteligencia es que el planeta es redondo. Así es, siempre ha sido así y esto siempre ha estado allí para poder ser revelado. La revelación de que esto es así me llega, como una deducción razonada o intelectual, cuando viajo 36 horas hacia el oeste a lo largo del Ecuador y vuelvo al lugar donde empecé, justo debajo del Monte Kenya. Después de una breve reflexión sobre cómo es que llevo tanto tiempo viajando en una dirección y acabo donde empecé, me digo a mí mismo: "¡Amigos, se debe a que la tierra es redonda!" Merezco el Premio Nobel.

Si me llega la intuición de que es esférica, en lugar de redonda y plana, tendré que viajar en otra dirección, esta vez hacia el norte, y experimentar lo que ocurre entonces y hacer otra deducción intelectual.

Este modelo es, en mi opinión, más o menos razonable o aceptable. Simplemente delinea un proceso.

El principal problema asociado, tal como lo veo, es que lo que está allí para ser revelado, es decir, la suma de la inteligencia, está en expansión, como el universo mismo, a la velocidad de la luz, digamos que a 671 millones de millas por hora, en

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comparación con mi avión que vuela a 671 millas por hora. Y todo eso tiene que ser interpretado, racionalizado, por un cerebro del que sólo usamos un 15 % como mucho, y que, como en mi caso, está perdiendo su capacidad analítica rápidamente. A esto se le llama senilidad.

En el modelo cartesiano, donde el intelecto es lo más importante, ¡estaría condenado! Y presumiblemente también lo estarían mis clientes y alumnos conforme me hundo más y más en la senilidad. ¡Una perspectiva general bastante insatisfactoria!

Esto, evidentemente, es el sufrimiento, la insatisfacción de la que hablan los budistas. Por suerte, no está en mi naturaleza estar abatido mucho tiempo. Echemos otro vistazo a las palabras del título de la conferencia para ver si no hay algún modo, algún camino, hacia el alivio de ese sufrimiento, y contemplemos qué es y cómo trabajar con él.

Revelación: el acto o experiencia de revelar: aquello que es revelado: una apertura; una experiencia iluminativa; comunicación divina o sobrenatural.

Supongamos, entonces, que reconozco la limitación de mi cerebro, su naturaleza menos que absoluta, y que acepto la experiencia iluminatoria, es decir, lo que entra en mi conciencia, o revelación, sin analizarlo. Simplemente lo acepto como es, una experiencia, del mismo modo que acepto el color azul sin analizarlo. Entonces, tal vez, si mi cerebro estuviera suficientemente vacío para recibirlo, sin el análisis que une unas cosas a otras, recibiría la experiencia de iluminación a la que se refiere el diccionario. Iluminación en el sentido de arrojar luz sobre, o revelar, lo que está ahí en este momento.

Inteligencia: conocimiento: información comunicada.

Supongamos que sólo recibo el conocimiento o información comunicada, sin analizar eso. Lo que es comunicado es todo lo que existe, lo recibido depende, al menos parcialmente, de la claridad de la vasija receptora, en mi caso yo mismo: mi presencia, mi conciencia. Mi conciencia dependerá en gran medida de hasta qué punto he compostado mi experiencia de vida, no de cuántos datos he incorporado a bordo. Compostar, me encanta esta imagen, es lo que me permite estar abierto y en el presente. Si no estoy en el presente, siempre soy víctima de otros y de otros escenarios.

¿Dónde deja esto al intelecto?

Fuera de la respuesta. Y, temporalmente, fuera de la ecuación. La revelación sería recibida en una conciencia no-analítica, no-enjuiciadora. Y el intelecto, temiendo resultar superfluo, podría muy bien saltar de su superioridad dominante, masculina, intolerante, y entrar en práctica compartida con la intuición, el sentimiento y la sensación, los otros cuadrantes de la psique que Jung postuló en el camino de individuación. Traducido de manera aproximada, podríamos convertirnos en un ser humano total; suponiendo, por supuesto, que haya un modo

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de incluir al intelecto. Una de las cosas más interesantes que estoy aprendiendo, es que no hay totalidad en la exclusión.

Quiero dejar las cosas claras y repetir que no estoy abogando de ningún modo por el abandono del intelecto. Es una herramienta tremendamente valiosa. Lo que digo es que en último término no es quien yo soy. Uno de los peligros del mundo postcartesiano es empezar a creer que lo soy.

Uno de los resultados de estar en este espacio impoluto sería que mi verdadero ser, a diferencia del ego cobarde, defensivo y enjuiciante, podría, como sugiere el modelo jungiano que sería deseable, estar en práctica compartida con el yo que creo ser, la forma en que me he convertido, y entonces podría surgir una sinergia.

Ahora bien, ¿dónde estamos? Veamos.

Han surgido algunas preguntas:

1. El intelecto acostumbra a aparecer. Entonces, ¿qué haré con las revelaciones que puedan surgir?

2. ¿Tenemos que hacer algo juntos la quietud y yo?

3. ¿Qué se hará y quién lo hará?

4. ¿Cómo sabré/analizaré lo que se ha hecho?

5. ¿Será bueno o malo, y cómo lo sabré?

Estos, entre otros, son los puntos que me propongo abordar en el resto de la charla, bien directamente o por inferencia. En algún momento es posible que trate de hacer que esto sea relevante para la terapia/curación, y tal vez diga qué tiene todo esto que ver con la Terapia Craneosacral, que pretendo enseñar y practicar.

Definiré varios radios de la rueda y trataré de referirlos al punto central, en torno al cual todos ellos se mueven, y a ese punto central le daré el nombre de Espíritu. El Espíritu tiene muchos nombres, algunos específicos de cierto modelo o tradición, pero todo ellos son manchas oscuras sobre una hoja de papel y meros conceptos intelectuales, a no ser que sean una experiencia sentida.

Espíritu. Su primera definición, según el mismo diccionario, es principio vital. Aquello que es la fuente de vida. El título de esta conferencia "El Aliento de Vida", me habla del Espíritu. Hablemos del Espíritu como aquello que subyace a toda forma y de lo que toda forma deriva, y al entender esto, démonos cuenta de que el cuerpo, la mente, los sentimientos, pensamientos, deseos, e incluso el nacimiento, la muerte y el concepto y la realidad de la reencarnación son, todos ellos, forma. Todos ellos surgen del Espíritu.

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Cuando hablamos del Espíritu, deberíamos hablar de eso que es común a todos nosotros más que de lo que nos diferencia. Tal vez sea esto la fuente de muchos de los problemas que nos rodean. Se hace hincapié en la diferencia. Mi estilo de vida, mis ideas, mi ciencia, mi comprensión y mi religión, incluso mi compasión, es mejor que la tuya. Esto puede ser así a nivel del pensamiento y el sentimiento, pero, ¿cómo podría ser así al nivel del Espíritu informe? ¿No deberíamos prestar más atención a lo que tenemos en común que a nuestras diferencias? Quizá eso sería más útil.

Tal vez si recordáramos nuestra herencia con más claridad, el hecho de que venimos a ser a partir de un conjunto de condiciones que en sí mismas no son fijas. Cuando están presentes las condiciones apropiadas, surge la forma, y cuando desaparecen las condiciones adecuadas, la forma cambia. Y quiénes somos realmente debajo de todas estas capas y capas de experiencia de vida no-digerida —de las que llegamos a pensar que son lo que somos— también es totalmente impermanente, entonces deberíamos poder ver con más claridad, y no reaccionar tanto ante nuestra incapacidad. Respondemos a las situaciones desde una serie de hábitos. No a partir de una conciencia clara de lo que hay allí, sino que generalmente hago esto porque hice lo otro. La noche sigue al día, como decimos. Según mi personalidad, eso que me hace diferente, respondo de tal o cual manera.

Si pensamos en ello, esto significa que nunca estoy verdaderamente presente. A veces reacciono al pasado, a veces al futuro. ¿Reacciono al futuro? Sí, claro, no hemos pensado todos en un momento u otro que estaré bien cuando encuentre un trabajo mejor, o simplemente un trabajo, cuando encuentre a un hombre o a una mujer buena, cuando pueda costearme mi propia casa.... o cualquier otra cosa. Muy pocas veces somos capaces de estar verdaderamente presentes, y sin embargo ahí es donde está el Espíritu, en el ahora omnipresente, inminente, no en algún otro lugar, no ascendiendo alguna escalera que debemos subir.

Estamos llegando al punto crucial. El Espíritu está aquí y ahora, en todos nosotros. Nosotros estamos aquí porque el Espíritu ha encarnado. ¿Cómo vamos a integrar y mantener esta conciencia?

Si el Espíritu no está sujeto al intelecto y, como explicaré, eso no tendría sentido, entonces lo que queda no es el objeto, algo que debo ir a buscar, sino el Sujeto, lo que yo soy. Es mi naturaleza, que permanece oculta bajo esas capas.

El Espíritu, por tanto, es común a todos nosotros. Es la gran comunalidad de la que todo surge y a la que todo vuelve —ad infinitum— no hay nada que no sea Espíritu a un nivel, y ninguna cosa puede dejar de ser Espíritu a otro nivel. Es lo que soy cuando dejo de ser otro.

Ahora tengo que tomar una respiración profunda y hablar de niveles.

Habitualmente hay tres niveles que designamos como Cuerpo, Mente y Espíritu. La mayoría de la gente está de acuerdo en que hay cierta jerarquía, en el sentido de que, como nos informa la física, lo muy denso puede ser penetrado por lo menos denso, de modo que el cuerpo puede ser penetrado por la mente —piénsalo— y el Espíritu puede interpenetrar la mente. Nadie, que yo sepa, sugiere que lo denso

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pueda interpenetrar en lo sutil. Dicho de manera más simple, el nivel del cuerpo es el de la materia sólida, los tejidos, la sangre, los huesos, etc. El nivel de la mente es el de los pensamientos, sentimientos, emociones, etc. El nivel del Espíritu es más difícil de definir pues, en esencia, definimos en el nivel de la mente, pero hablemos tentativamente de la conciencia directa o intuición no filtrada por el juicio.

Ken Wilber, que probablemente es quien más ha hecho por traer el Espíritu a la órbita del intelecto, describe cuatro niveles. Mente, Cuerpo, Alma y Espíritu, y los divide en cuatro cuadrantes.

No obstante, y en esto están de acuerdo muchas autoridades, tanto en su modelo como en los demás sólo hay un Espíritu. No tu Espíritu ni mi Espíritu, sino el Espíritu: eso que se expresa a través de todas las formas.

Pensar, sentir, comer, beber, el cuerpo, la mente, las emociones, los bebés, la gente mayor, la gente sana y los enfermos con sus heridas supurantes y juanetes, son manifestaciones del Espíritu. Podemos equivocarnos gravemente cuando decimos que el Espíritu está contenido en este o en ese documento, o esta o la otra Iglesia o Templo. No puede ser contenido; es el substrato absoluto.

Si continúo correctamente con mi argumento anterior, entonces el Espíritu, que se manifiesta como forma en todas y cada una de las cosas, no puede ser un objeto. Es el sujeto. Se manifiesta y sigue siendo sí mismo. No es un objeto que ha dejado de ser él mismo. Simplemente se manifiesta en una miríada de formas.

San Agustín dijo: La materia era informe hasta que recibió su forma. Incluyo esta cita en parte porque estoy de acuerdo con ella, y en parte para provocar a algunos amigos que podían estar esperando una cita budista.

Y si el Espíritu es el sujeto, cómo puedo contactar con él sin convertirlo en un objeto, ya que no lo es. La respuesta es muy simple, bueno, más o menos simple. No puedo contactar con él, pero puedo, de algún modo, convertirme en él. Ser consciente de quien verdaderamente soy, en mi esencia, dentro de mis contracciones personales y separadas, que he llegado a considerar como yo mismo.

Ahora podemos volver al párrafo anterior en el que hablaba de niveles. El Espíritu es. Yo soy. Como soy más denso, no puedo penetrar y conocer el Espíritu. El Espíritu siendo más fino, penetra o, más bien, viene a tomar forma, entre otras revelaciones, como lo que mi limitada experiencia de vida me dice que soy yo. Yo trato de ser el sujeto y creo objetos hasta el punto de intentar crear lo informe y darme de bruces con una muralla semántica.

Todos los objetos vienen y van, ¿cierto? A algunos les cuesta más irse que a otros. El Everest, el planeta, mi vecino que toca rock and roll... antes o después, todos ellos se irán, y eso es lo que todas las cosas, y pensamientos y sentimientos, tienen en común. ¡Todos se van! Yo también me iré, no sé cuándo, quizá ya he sobrepasado mi fecha de caducidad, pero en cualquier caso me iré. Y eso es lo más importante, cualquier cosa que haya venido a la forma como yo, vendrá a la forma como alguna otra cosa, antes o después. Cuando las condiciones sustenten otra forma, habrá otra forma. No hay principio ni final. No hay causa, sólo revelación.

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No puedo dejar de reírme de mí mismo por intentar ser lógico. No es lo que mejor me sale, y creo que en el modelo de Jung probablemente soy un intuitivo, al menos eso es lo que intuyo, pero debo intentar racionalizar para no quedarme desequilibrado.

Mi lógica me dice que cuanto más puedo objetivar todas las cosas, incluyéndome a mí mismo, más cerca estoy de lo inexpresado, de lo no-dual, de eso de lo que surgen todos los objetos: el sujeto.

Adonde quiero llegar es que, si todo es, en cierto sentido, no concreto e impermanente, incluyéndome a mí mismo, entonces también es impermanente la incapacidad, la enfermedad, el sufrimiento y la inquietud. Si esto es así, entonces, ¿qué herramienta voy a emplear para sentir alivio?

Pacientemente, mi intelecto, no sólo impermanente sino también limitado, sólo puede dar una respuesta parcial. Es decir, a menos que declare ser omnisciente y saberlo todo. Lo mejor que puedo hacer en esta forma es tomar mis limitados conocimientos y aplicarlos a mi limitada evaluación, llamarla diagnóstico, y esperar un resultado parcialmente benéfico.

Nuevas reflexiones en torno a este pensamiento me llevan a tomar conciencia de que, a menudo, ni siquiera el cliente sabe la causa de su problema. Esto complica el problema.

Sin embargo, esto es algo con lo que trabajamos continuamente, ¿cierto? Estamos condicionados, creo, a pensar que ésta es la única manera de proceder.

Actualmente tengo un punto de vista ligeramente diferente que, si bien no es un absoluto, lo ofrezco como invitación a considerar que es posible examinar las cosas desde otra perspectiva.

Siguiendo el modelo de Groucho Marx, que dijo una vez: "Nunca ingresaría en un club que me aceptase como miembro", tengo mucho cuidado de quién trastea con mi sufrimiento. Con mi sensación de insatisfacción, que, según observo, también es impermanente. A veces, de hecho, todo es perfectamente satisfactorio.

Supongamos que simplemente me quito del medio: yo, como individuo, cambiando de objeto, y dejo que el Espíritu o la Inteligencia, como opuesto al intelecto, se reforme, ajuste su estructura tal como tiene que ser y tal como sucedía hasta que mis diversas experiencias de vida mal digeridas se interpusieron en el camino. Sería superinteligente dejar que la inteligencia hiciera el trabajo en lugar de confiar únicamente en mi intelecto y en mi conocimiento parcial.

Tal como lo veo, eso abriría la posibilidad del renacimiento, ahora mismo, en el presente, en una forma que ya no estaría modificada por mi experiencia de vida sin digerir. Creo, y hasta cierto punto tengo la experiencia, de que el renacimiento no es lo que ocurre cuando me caigo de mi rama, sino, más bien, combinándolo con mi conciencia, lo que está pasando ahora mismo, en el presente.

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