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RR.HH. DE CINE Nº 219 • Marzo • 2008 Capital Humano 134 Tres historias interconectadas se desa- rrollan en paralelo a través del largo- metraje: Tom Cruise da vida a un con- gresista norteamericano interesado en promover aceptación hacia su nuevo plan para Irak y Afganistán por parte de una periodista (Meryl Streep), que tiempo atrás consideró que las aporta- ciones del político eran acertadas. Pa- ralela en el tiempo, pero lejos de allí, se desarrolla una charla entre un profesor idealista (Robert Redford), que aspira a ser mucho más un “maestro” que un repetidor de libros de texto, y un estu- diante aventajado, pero desmotivado por su entorno. En la tercera historia, dos soldados americanos destinados en Afganis- tán, antiguos alumnos de Redford, son heridos en territorio enemigo, y se ven desbordados por tropas que pretenden darles caza. Entre las múltiples críticas que han aparecido la más relevante –aunque demasiado parcial– me ha parecido la de Ray Bennett en The Hollywood Re- porter cuando la describe como “un honesto –pero algo árido– intento de discutir sobre los méritos de las estra- tegias actuales del ejército americano. (…). Una película bien hecha que no ofrece respuestas pero que sugiere muchas e importantes preguntas.” Al salir de la sala, escuché a un grupo de adolescentes: –Pues valiente película de guerra don- de hablan mucho y no se entiende nada… Dentro de sus limitaciones, el largo- metraje presenta –en mi opinión– una válida autocrítica de la situación norte- americana en diversos campos. No se trata sólo de una visión cruda de su es- cenario militar, sino sobre todo de un análisis de sus coordenadas intelectua- les. Seguro que a David McClelland, autor del inolvidable libro La sociedad ambiciosa (primera gran denuncia con fundamento de la crisis de los Estados Unidos de Norteamérica), le hubiera parecido lúcida. El director de la película ha confesado que se encuentra turbado por la ca- rencia de ideales valiosos en USA. La culpa de esa situación, según él, es la ausencia de personas que se atrevan a soñar en mundos mejores y tam- bién por la falta de esfuerzo de parte de la generación contemporánea. La última causa del desastre es –en su descripción cinematográfica– la nula capacidad de los Medios de comuni- cación por ayudar a salir de esa triste encrucijada. Robert Redford lanza preguntas que son más bien puñetazos, particular- mente por el cinismo que transpira el bisoño senador republicano interpreta- do con acierto por Tom Cruise. Pero el largometraje no se limita a denostar al gobierno, los medios de comunicación se llevan una buena ración, porque la periodista –y su director– acaban ha- ciendo lo que el cínico político deseaba. La autocrítica es el tercer puntal, pues en cierta medida la carencia de ideales procede de la ausencia de la genera- ción anterior por transmitirlos… El problema es que tras las grandes preguntas planteadas no se adivinan respuestas. La cuestión debería ser: y ahora, ¿qué? Pero en ese punto Ro- bert Reford no ofrece senderos. Si bien es cierto que una película no tiene por qué ponernos delante todas las solu- ciones, también lo es que tras las car- gas de profundidad lanzadas, debería haber realizado alguna aportación más sólida en cuanto a propuestas. Según reza el adagio, los tontos constantes, sólo los inteligentes preven. Denunciar la triste situación de la cultura norte- americana es algo, pero no resulta suficiente. Limitarse a decir que seguimos igual que antes, y que no hay nada que ha- cer, porque los militares mueren (eso sí, con dignidad) y la prensa se comporta deshonestamente no es añadir mucho. La única luz de esperanza parece pro- venir de la reflexión del muchacho con Leones por corderos JAVIER FERNÁNDEZ AGUADO, Socio Director de MindValue La renovación de las generaciones no empieza en ellas, sino en las clases educativas que deben recordar que un profesor es el mayor promotor del entusiasmo 134_s_rrhh-cine_219.indd 134 134_s_rrhh-cine_219.indd 134 15-feb-2008 8:28:30 15-feb-2008 8:28:30

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RR.HH. DE CINE

Nº 219 • Marzo • 2008Capital Humano 134

Tres historias interconectadas se desa-rrollan en paralelo a través del largo-metraje: Tom Cruise da vida a un con-gresista norteamericano interesado en promover aceptación hacia su nuevo plan para Irak y Afganistán por parte de una periodista (Meryl Streep), que tiempo atrás consideró que las aporta-ciones del político eran acertadas. Pa-ralela en el tiempo, pero lejos de allí, se desarrolla una charla entre un profesor idealista (Robert Redford), que aspira a ser mucho más un “maestro” que un repetidor de libros de texto, y un estu-diante aventajado, pero desmotivado por su entorno.

En la tercera historia, dos soldados americanos destinados en Afganis-tán, antiguos alumnos de Redford, son heridos en territorio enemigo, y se ven desbordados por tropas que pretenden darles caza.

Entre las múltiples críticas que han aparecido la más relevante –aunque demasiado parcial– me ha parecido la de Ray Bennett en The Hollywood Re-porter cuando la describe como “un honesto –pero algo árido– intento de discutir sobre los méritos de las estra-tegias actuales del ejército americano. (…). Una película bien hecha que no ofrece respuestas pero que sugiere muchas e importantes preguntas.”

Al salir de la sala, escuché a un grupo de adolescentes:

–Pues valiente película de guerra don-de hablan mucho y no se entiende nada…

Dentro de sus limitaciones, el largo-metraje presenta –en mi opinión– una válida autocrítica de la situación norte-americana en diversos campos. No se

trata sólo de una visión cruda de su es-cenario militar, sino sobre todo de un análisis de sus coordenadas intelectua-les. Seguro que a David McClelland, autor del inolvidable libro La sociedad ambiciosa (primera gran denuncia con fundamento de la crisis de los Estados Unidos de Norteamérica), le hubiera parecido lúcida.

El director de la película ha confesado que se encuentra turbado por la ca-rencia de ideales valiosos en USA. La culpa de esa situación, según él, es la ausencia de personas que se atrevan a soñar en mundos mejores y tam-bién por la falta de esfuerzo de parte de la generación contemporánea. La última causa del desastre es –en su descripción cinematográfica– la nula capacidad de los Medios de comuni-cación por ayudar a salir de esa triste encrucijada.

Robert Redford lanza preguntas que son más bien puñetazos, particular-mente por el cinismo que transpira el bisoño senador republicano interpreta-do con acierto por Tom Cruise. Pero el largometraje no se limita a denostar al gobierno, los medios de comunicación se llevan una buena ración, porque la periodista –y su director– acaban ha-ciendo lo que el cínico político deseaba. La autocrítica es el tercer puntal, pues en cierta medida la carencia de ideales procede de la ausencia de la genera-ción anterior por transmitirlos…

El problema es que tras las grandes preguntas planteadas no se adivinan

respuestas. La cuestión debería ser: y ahora, ¿qué? Pero en ese punto Ro-bert Reford no ofrece senderos. Si bien es cierto que una película no tiene por qué ponernos delante todas las solu-ciones, también lo es que tras las car-gas de profundidad lanzadas, debería haber realizado alguna aportación más sólida en cuanto a propuestas. Según reza el adagio, los tontos constantes, sólo los inteligentes preven. Denunciar la triste situación de la cultura norte-americana es algo, pero no resulta suficiente.

Limitarse a decir que seguimos igual que antes, y que no hay nada que ha-cer, porque los militares mueren (eso sí, con dignidad) y la prensa se comporta deshonestamente no es añadir mucho. La única luz de esperanza parece pro-venir de la reflexión del muchacho con

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La renovación de las generaciones no empieza en ellas,

sino en las clases educativas que deben recordar que

un profesor es el mayor promotor del entusiasmo

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el que Redford ha hablado durante un tercio de la película. Un amigo suyo, sorprendido porque se haya levanta-do tan pronto, y al ofrecerle un porro, recibe una respuesta positiva por parte de su interlocutor: debe pensar sobre qué hacer en el futuro. Lo grisáceo, lo mediocre no parece ser el sendero que más le atraiga tras las reflexiones de su educador.

El consejo del profesor de que no queme su juventud parece que ha hecho mella. Mientras tanto, los sol-dados norteamericanos –los dos inmi-grantes y no por casualidad– se nie-gan a morir de rodillas y se levantan penosamente para dar la cara ante una muerte segura. Esos dos destellos de optimismo compensan el tono pesi-mista del resto del metraje.

Quizá merecería la pena reflexionar un poco más sobre si el sistema edu-cativo europeo ofrece algo mejor que el norteamericano. La falta de ideales de muchas personas es quizá fruto del

descrédito de un sistema universitario en el que se respira endogamia y falta de competitividad intelectual. Como he señalado en ocasiones: ¿qué pue-de esperarse de una institución de formación superior –y son ejemplos reales– que aloja entre su claustro un personaje que afirma que ha descu-bierto Internet o que nombra como director de una Escuelas de nego-cios a un narcisista autorreferencial?

Cuando los alumnos contemplan esto es lógico que se desanimen, porque no resulta modelos atractivos.

La renovación de las generaciones no empieza en ellas, sino en las clases educativas, que deberían recordar que un profesor no puede ser un transmi-sor de conceptos obsoletos, sino un maestro, promotor de entusiasmos por lograr mundos mejores.

FICHA TÉCNICATítulo: Leones por corderos.Director: John Ford.Intérpretes: Tom Cruise, Robert Redford, Meryl Streep, Derek Luke, Michael Peña, Andrew Garfield, Peter Berg, Tracy Dali, Louise Linton, Rustee Rutherford.Año: 2007.Temas: Autocrítica. Branding. Caos organizativo. Comunicación interna y externa. Esquizofrenias organizativas. Ética y política. Feelings Management. Inmolaciones organizativas. Mediocridad. Profesores y Maestros.

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