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» L. 35.00 Mensual - 12 Páginas »Edición Honduras-UNAH Brasil, fútbol y protestas Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel Un evento determinante Creencias y percepciones y sentidos del fútbol Pags. 6 y 7 Por Pablo Alabarces Págs. 8y 9 Por Ignacio Ramonet Págs. 4 y 5 Por Benoît Bréville y Martine Bulard Pags. 10 y 11 Por Mariano Sigman T odas las investigaciones sobre las relaciones entre fútbol y nacionalismo, latinoamericanas o europeas, coinciden en que es imposible formular una teoría general: sobre la base de ciertas coincidencias, los modos en que el fútbol –el deporte, en general– permite la aparición más o menos estrepi- tosa de los relatos nacionalistas se modifica en función de múltiples variaciones. en la relación del fútbol con los nacionalismos no hallamos más que particularismos: la idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacionalista en cada Copa del Mundo es una mala interpretación publicitaria. P Por primera vez, una personalidad que aspira a la Presidencia de Estados Unidos afirma públicamente que el bloqueo im- puesto por Washington –¡desde hace más de cincuenta años!– a la mayor isla del Caribe no cumple “ninguna función”. O sea, no doblegó a ese pequeño país a pesar del gran sufrimiento injusto que le causó a su población. Lo principal, en la consta- tación de Hillary Clinton, son dos aspectos: primero, rompe un tabú diciendo en voz alta lo que desde hace tiempo todos saben en Washington: que el bloqueo no sirve para nada. B astaron 31 euros para que el grupo francés Veolia emprendiera una guerra contra una de las únicas victorias de la “primavera” que, en 2011, ganaron los trabajadores egipcios: el aumento del salario mínimo de 400 a 700 libras por mes (de 41 a 72 euros). La suma es considerada inaceptable por la mul- tinacional que denunció a Egipto, el 25 de junio de 2012, ante el Centro Internacional de Arreglos de Diferencias relativas a las Inversiones (CIADI), institución del Banco Mundial. ¿Motivo invocado? La “nueva ley sobre el trabajo” contravendría los com- promisos que se concretaron en el marco de la “asociación público-privado”, firmada con el gobierno de la ciudad de Alejandría para el tratamiento de los residuos. E l sueño REM, el movimiento frenético de ojos durante la quietud de la noche, es una usina de nuevas posibilidades, mutaciones del pensamiento, una fuente de variaciones de los espacios y soluciones posibles. Las anéc- dotas del sueño creativo abundan. Los científicos suelen contar el relato de August Kekulé que revolucionó la química encontrando, en el sueño de una serpi- ente que se mordía la cola, la forma circular de la estructura del benceno. Qué mejor manera de convencer a los escépticos racionalistas del día de la importancia de la creación nocturna. Algo está cambiando Sueño luego existo Al final los pueblos siempre pierden Edición 10 Agosto 2014 » Pág. 12

Le Monde Diplomatique Honduras

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Edición Agosto 2014

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Agosto 2014 Edición N°10 01

»L. 35.00 Mensual - 12 Páginas

»Edición Honduras-UNAH

Brasil, fútboly protestas

Ignacio Ramonet: Dos horas más con Fidel

Un evento determinante

Creencias y percepciones y sentidos del fútbol

Pags. 6 y 7Por Pablo Alabarces

Págs. 8y 9Por Ignacio Ramonet

Págs. 4 y 5Por Benoît Bréville y Martine Bulard

Pags. 10 y 11Por Mariano Sigman

Todas las investigaciones sobre las relaciones entre fútbol y nacionalismo, latinoamericanas o europeas, coinciden en que es imposible formular una teoría general: sobre la base de ciertas coincidencias, los modos en que el fútbol –el deporte, en general– permite la aparición más o menos estrepi-

tosa de los relatos nacionalistas se modifica en función de múltiples variaciones. en la relación del fútbol con los nacionalismos no hallamos más que particularismos: la idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacionalista en cada Copa del Mundo es una mala interpretación publicitaria.

PPor primera vez, una personalidad que aspira a la Presidencia de Estados Unidos afirma públicamente que el bloqueo im- puesto por Washington –¡desde hace más de cincuenta años!– a la mayor isla del Caribe no cumple “ninguna función”. O sea, no doblegó a ese pequeño país a pesar del gran

sufrimiento injusto que le causó a su población. Lo principal, en la consta- tación de Hillary Clinton, son dos aspectos: primero, rompe un tabú diciendo en voz alta lo que desde hace tiempo todos saben en Washington: que el bloqueo no sirve para nada.

B astaron 31 euros para que el grupo francés Veolia emprendiera una guerra contra una de las únicas victorias de la “primavera” que, en 2011, ganaron los trabajadores egipcios: el aumento del salario mínimo de 400 a 700 libras por mes (de 41 a 72 euros). La suma es considerada inaceptable por la mul-

tinacional que denunció a Egipto, el 25 de junio de 2012, ante el Centro Internacional de Arreglos de Diferencias relativas a las Inversiones (CIADI), institución del Banco Mundial. ¿Motivo invocado? La “nueva ley sobre el trabajo” contravendría los com-promisos que se concretaron en el marco de la “asociación público-privado”, firmada con el gobierno de la ciudad de Alejandría para el tratamiento de los residuos.

E l sueño REM, el movimiento frenético de ojos durante la quietud de la noche, es una usina de nuevas posibilidades, mutaciones del pensamiento, una fuente de variaciones de los espacios y soluciones posibles. Las anéc-dotas del sueño creativo abundan. Los científicos suelen contar el relato de

August Kekulé que revolucionó la química encontrando, en el sueño de una serpi-ente que se mordía la cola, la forma circular de la estructura del benceno. Qué mejor manera de convencer a los escépticos racionalistas del día de la importancia de la creación nocturna.

Algo está cambiando

Sueño luego existo

Al final los pueblos siempre pierden

Edición 10 Agosto 2014

» Pág. 12

Page 2: Le Monde Diplomatique Honduras

02 Agosto 2014 Edición N°10

Editorial

Correo electrónico: [email protected]

Los poderosos redefinen el

mundo

Por Serge Halimi*

El águila del libre comer-cio estadounidense cruza el Atlántico para devorar un rebaño de desamparados cor-deritos europeos. La

imagen invadió el debate público en la estela de la campaña para las elec-ciones europeas. Chocante, y política-mente peligrosa. Por una parte, no de-ja ver que también en Estados Unidos hay colectividades locales que corren el riesgo de ser víctimas de nuevas normas liberales que les prohibirían proteger el empleo, el medio ambien-te, la salud. Por otra parte, desvía la atención de ciertas empresas bien eu-ropeas –francesas, como Veolia; ale-manas, como Siemens– y tan ávidas como las multinacionales estadouni-denses de llevar a la justicia a los Es-tados que fantasearan con amenazar sus ganancias (véase Bréville y Bu-lard, pág. 18). Por último, ignora el pa-pel de las instituciones y de los gobier-nos del Viejo Continente en la forma-ción de una zona de libre comercio en su propio territorio.

El empeño contra el Gran Merca-do Transatlántico (GMT) no debe por tanto apuntarle a un Estado en parti-cular, ni siquiera cuando ese Estado sea Estados Unidos. El desafío de la lucha es a la vez más amplio y más ambicioso: concierne a los nuevos privilegios que reclaman los inverso-res de todos los países, tal vez para recompensarlos por la crisis econó-mica que ellos mismos provocaron. Bien llevada, una batalla planetaria de estas características podría con-solidar solidaridades democráticas internacionales que hoy en día es-tán lejos de las que existen entre las fuerzas del capital.

Staff

Sumario

Serge HALIMI, Presidente, Director de Publicación

Alain GRESH, Director Adjunto

Bruno LOMBARD Director Gestión

Anne-Cécile ROBERTResponsable de Ediciones Internacionales y Desarrollo

Entidad EditoraUniversidad Nacional Autónoma de Honduras

Julieta Castellanos RuízRectora

Armando SarmientoDirector Honduras

Diana Perdomo Cristina AlvaradoEditoras

Lisa Marie SheranDiseño y Diagramación

Allan McDonaldIlustraciones

Francia

Honduras

Redacción:1, Avenida Stephen Pichon 75013 PARIS CEDEXTeléfono: 33.1 53-94-96-01Fax: 33.1 53-94-96-26

Blv. Suyapa, Ciudad Universitaria, Edificio Administrativo tercer piso Dirección de Comunicación Interna (DIRCOM) F.M. Tegucigalpa, M.D.C. Teléfono: (504)2232-2110

Correo electrónico : [email protected]

Contenido

Los poderosos redefinen el mundo

Algo está cambiando

Creencias, percepciones y sentidos del fútbol

Al final los pueblos siempre pierden

Pags. 2 y 3

Pags. 8 y 9

Pag. 6 y 7

Pags. 4 y 5

Pags. 10 y 11

Pag. 9

Pags. 12

Sueño luego existo

El neogolpismo

Brasil, fútbol y protestas

En este asunto, entonces, más vale desconfiar de las parejas que se quieren unidas para toda la eter-nidad. La regla se aplica tanto al proteccionismo y al progresismo como a la democracia y a la apertu-ra de fronteras. En efecto, la historia demuestra que las políticas comer-ciales no tienen contenido político intrínseco (1). Napoleón III unió al Estado autoritario con el libre co-mercio casi al mismo momento en que, en Estados Unidos, el Partido Republicano pretendía estar preo-cupado por los obreros estadouni-denses para defender mejor la cau-sa de los trusts nacionales, de los “barones ladrones” del acero que mendigaban protecciones aduane-ras (2). “Habiendo nacido del odio al trabajo esclavo y del deseo de que todos los hombres sean realmente libres e iguales –indica su platafor-ma de 1884–, el Partido Republica-no se opone irrevocablemente a la idea de hacer competir a nuestros trabajadores con cualquier forma de trabajo esclavizado, ya sea en Esta-dos Unidos o en el extranjero” (3). En aquella época, ya se pensaba en los chinos. Pero se trataba de miles de jornaleros llegados de Asia y re-clutados por compañías de trenes californianas para que hicieran tra-bajos forzados a cambio de salarios miserables.

La realidad de una épocaUn siglo más tarde, habiendo

cambiado la posición internacional de Estados Unidos, demócratas y republicanos juegan a ver quién entona la serenata del libre comer-cio más melosa. El 26 de febrero de 1993, a poco más de un mes de haber llegado a la Casa Blanca, el presidente William Clinton tomó la delantera gracias a un discur-so-programa destinado a promover el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que se-ría votado unos meses más tarde. Clinton admitía que la “aldea global”

alimentaba el desempleo y los bajos salarios estadounidenses, pero se propuso apurar el paso en el mis-mo sentido: “La realidad de nuestra época es y debe ser la siguiente: la apertura y el comercio nos van a en-riquecer como nación. Eso nos incita a innovar. Eso nos obliga a enfrentar a la competencia. Eso nos asegu-ra nuevos clientes. Eso favorece el crecimiento global. Eso garantiza la prosperidad de nuestros producto-res, que también son consumidores de servicios y de materias primas”.

Para esa época, los diversos “rounds” de liberalización del co-mercio internacional ya habían hecho caer la media de los de-rechos de aduana de un 45% en 1947 a 3,7% en 1993. Pero poco importaba: la paz, la prosperidad y la democracia exigían ir cada vez más lejos. “Como hicieron notar los filósofos, de Tucídides a Adam Smith –insistía Clinton–, las cos-tumbres del comercio contradicen a las de la guerra. Así como los ve-cinos que se ayudaron a construir sus respectivos establos después son menos propensos a prender-los fuego, quienes aumentaron sus niveles de vida mutuos están menos dispuestos a enfrentarse. Si creemos en la democracia, te-nemos entonces que dedicarnos a reforzar las relaciones comercia-les.” La regla sin embargo no era válida para todos los países, ya que el presidente demócrata firmó, en marzo de 1996, una ley que en-durecía las sanciones comerciales contra Cuba.

Diez años después de Clinton, el comisionado europeo Pascal Lamy –un socialista francés que más tarde sería director general de la Organización Mundial del Co-mercio (OMC)– retomaba su aná-lisis: “Creo, por razones históri-cas, económicas, políticas, que la

La negociación de un Gran Mercado Transatlántico (GMT) entre Estados Unidos y la Unión Europea confirma la determinación de los liberales para redefinir el mundo. Pero la finalidad del acuerdo también es estratégica: aislar a Rusia y

contener a China justo cuando ambas potencias se acercan.

Gran Mercado Transatlántico

Page 3: Le Monde Diplomatique Honduras

Agosto 2014 Edición N°10 03

Editorial

apertura de los intercambios se mueve en el sentido del progre-so de la humanidad. Que se han ocasionado menos malestares y conflictos cuando se abrieron los intercambios que cuando se los cerró. Allí por donde pasa el comercio, las armas se frenan. Montesquieu lo dijo mejor que yo”. En el siglo XVIII, sin em-bargo, Montesquieu no podía saber que los mercados chinos se abrirían un siglo más tarde, no gracias a la fuerza de con-vicción de los enciclopedistas, sino tras la estela de las artille-rías, de las guerras del opio y del saqueo del Palacio de Vera-no. Lamy, por su parte, segura-mente no lo ignora.

Contener a OrienteMenos exuberante que su

predecesor demócrata –se trata en él de una cuestión de tempe-ramento– el presidente Barack Obama toma la posta del credo del libre comercio de las multina-cionales estadounidenses –tam-bién europeas, y, a decir verdad, de todos los países– para defen-der el GMT: “Un acuerdo podría aumentar nuestras exportaciones en decenas de miles de millones de dólares, inducir a la creación de cientos de miles de puestos de trabajo suplementarios, en Estados Unidos y en la Unión Eu-ropea, y estimular el crecimiento en ambas orillas del Atlántico” (4). Apenas mencionada en su decla-ración, la dimensión geopolítica del acuerdo, sin embargo, tiene más importancia que sus hipo-téticos beneficios en términos de

crecimiento, de puestos de traba-jo, de prosperidad. Washington, que tiene una mirada de largo alcance, no piensa en apoyar-se en el GMT para conquistar el Viejo Continente, sino para des-viarlo de cualquier perspectiva de reunificación con Rusia. Y, sobre todo, para… contener a China.

Ahora bien, también en este punto la convergencia con los dirigentes europeos es total. “Vemos cómo ascienden estos países emergentes que cons-tituyen un peligro para la civi-lización europea –estima por ejemplo el ex primer ministro francés François Fillon–. ¿Y nuestra única respuesta va a ser dividirnos? Es una locura” (5). Justamente, encadena el dipu-tado europeo Alain Lamassoure, el GMT podría permitirles a los aliados atlánticos “ponerse de acuerdo en normas comunes para luego imponérselas a Chi-na” (6). Estructurada por Was-hington, una asociación trans-pacífica a la que Pekín no está invitada apunta exactamente al mismo objetivo.

Seguramente no sea un azar que el partidario intelectual más encarnizado del GMT, Richard Rosecrance, dirija en Harvard un centro de investigaciones sobre las relaciones entre Estados Uni-dos y China. Su alegato, publi-cado el año pasado, desarrolla la idea de que el debilitamiento simultáneo de los dos grandes conjuntos transatlánticos debe llevarlos a cerrar filas frente a las

potencias emergentes de Asia: “A menos –escribe– que estas dos mitades de Occidente se junten, formando un conjunto en los campos de investigación, desarrollo, consumo y finanzas, ambas van a perder terreno. Las naciones de Oriente, dirigidas por China e India, van a superar entonces a Occidente en mate-ria de crecimiento, innovación e ingresos; y, para terminar, en términos de capacidad para pro-yectar una potencia militar” (7).

La idea general de Rosecran-ce recuerda el célebre análisis del economista Walt Whitman Rostow sobre las etapas del cre-cimiento: después del despegue de un país, aminora su ritmo de progreso, pues ya realizó los au-mentos de productividad más rápidos (nivel de educación, ur-banización, etc.). En este caso en particular, las tasas de creci-miento de las economías occi-dentales, que llegaron a la ma-durez hace ya algunas décadas, no van a alcanzar a las de China o India. La unión más estrecha entre Estados Unidos y Europa constituye entonces la princi-pal carta que les queda. Les va a permitir seguir imponiendo su juego a los recién venidos, im-petuosos, es cierto, pero desu-nidos. Así, al igual que después de la Segunda Guerra Mundial, la evocación de una amenaza externa –ayer, la de la Unión So-viética, política e ideológica; hoy, la del Asia capitalista, económi-ca y comercial– permite juntar bajo el cayado del buen pastor

(estadounidense) las ovejas que temen que pronto la piedra an-gular del nuevo orden mundial ya no esté en Washington, sino en Pekín.

Un temor tanto más legítimo, según Rosecrance, cuanto que “en la historia, las transiciones hegemónicas entre potencias en general coincidieron con un conflicto mayor”. Pero un medio permitiría impedir que “el tras-paso de mando de Estados Uni-dos hacia una nueva potencia hegemónica” no desemboque en una “guerra entre China y Occidente”. Como no se puede esperar juntar a las dos princi-pales naciones asiáticas con socios atlánticos penalizados por su decadencia, habría que sacar partido de las rivalidades que existen entre ellos y con-tenerlos en su región gracias al apoyo de Japón. Un país cuyo temor a China lo une al campo occidental, a punto tal de con-vertirse en su “terminal oriental”.

Aunque este gran diseño geopolítico invoca la cultura, el progreso y la democracia, la elección de ciertas metáfo-ras traiciona en este caso una inspiración menos elevada: “El productor al que le cuesta ven-der una mercadería dada –insis-te Rosecrance– por lo general se verá llevado a fusionarse con una compañía extranjera para ampliar su oferta y aumentar su porción de mercado, como hizo Procter & Gamble cuando compró Gillette. Los Estados

se enfrentan a incitaciones del mismo orden”.

Es sin duda porque ningún pue-blo considera todavía su nación y su territorio como productos de consumo corriente que la lucha contra el GMT recién comienza.

1. Véase Le Protectionnisme et ses ennemis, Le Monde diplo-matique y Les Liens qui libèrent, París, 2012.

2. Véase Howard Zinn, “Au temps des ‘barons voleurs’”, Le Monde diplomatique, París, sep-tiembre de 2002.

3. Citado por John Gerring, Party Ideologies in America, 1828-1996, Cambridge Universi-ty Press, 2001.

4. Conferencia de prensa con-junta con el presidente de Fran-cia, François Hollande, Casa Blanca, Washington, 12-2-14.

5. RTL, 14-5-14.6. France Inter, 15-5-14. 7. Richard Rosecrance, The

resurgence of the West: how a Transatlantic Union can prevent war and restore the United Sta-tes and Europe, Yale University Press, New Haven, 2013. Válido para las citas siguientes.

*Director de Le Monde diplo-matique.

Traducción: Aldo Giacometti

Page 4: Le Monde Diplomatique Honduras

04 Agosto 2014 Edición N°10

Al final, los pueblos siempre pierden

Las multinacionales mandan, los Estados obedecen

Bastaron 31 euros para que el gru-po francés Veo-lia emprendiera una guerra con-tra una de las úni-

cas victorias de la “primavera” que, en 2011, ganaron los trabajadores egipcios: el aumento del salario mí-nimo de 400 a 700 libras por mes (de 41 a 72 euros). La suma es con-siderada inaceptable por la multi-nacional que denunció a Egipto, el 25 de junio de 2012, ante el Centro Internacional de Arreglos de Dife-rencias relativas a las Inversiones (CIADI), institución del Banco Mun-dial. ¿Motivo invocado? La “nueva ley sobre el trabajo” contravendría los compromisos que se concreta-ron en el marco de la “asociación público-privado”, firmada con el go-bierno de la ciudad de Alejandría para el tratamiento de los residuos. El Gran Mercado Transatlántico, en proceso de negociación, podría in-cluir un mecanismo que permitirá que ciertas empresas entablen jui-cios contra países (eso desean, al menos, Estados Unidos y algunas organizaciones patronales). Todos los gobiernos firmantes quedarían así expuestos a las mismas des-venturas que los egipcios.

El lucrativo filón del Arreglo de las Diferencias entre Inversores y Estados (ADIE) ya enriqueció a numerosas sociedades priva-das. En 2004, el grupo estadou-nidense Cargill, por ejemplo, hizo pagar 90,7 millones de dólares (66 millones de euros) a México, que fue declarado culpable por la creación de un nuevo impuesto sobre las gaseosas. En 2010, la Tampa Electric Company ganó 25 millones de dólares a Guatemala, cuando la emprendió contra una ley que establece un techo para las tarifas eléctricas. Más recien-temente, en 2012, Sri Lanka fue condenado a pagar 60 millones de dólares al Deutsche Bank en razón de la modificación de un contrato petrolero (2).

La denuncia de Veolia, aún en curso, fue presentada en nombre del tratado de inversión conclui-do entre Francia y Egipto. Exis-

ten más de tres mil tratados de ese tipo en el mundo, firmados entre dos países o incluidos en acuerdos de libre comercio. Es-tos protegen a las sociedades extranjeras contra toda decisión pública (una ley, un reglamento, una norma) que pueda causar perjuicio a sus inversiones. Las regulaciones nacionales y los tribunales locales pierden poder jurídico, viéndose éste transferi-do a una corte supranacional que extrae su poder… de la renuncia de los Estados.

Arbitrajes arbitrariosEn nombre de la protección

de las inversiones, los gobiernos son conminados a garantizar tres

grandes principios: la igualdad de tratamiento de las empresas extranjeras y las nacionales (que hace imposible, por ejemplo, una preferencia nacional a favor del empleo); la seguridad de la inversión (los poderes públicos no pueden cambiar las condicio-nes de explotación, expropiar sin compensación, ni proceder a una “expropiación indirecta”); la liber-tad, para la empresa, de transferir su capital (¡una empresa puede irse al otro lado de las fronteras con armas y bagajes, pero un Estado no puede pedirle que se vaya!).

Los recursos de las multina-cionales son procesados por

Por Benoît Bréville y Martine Bulard*

alguna de las instancias espe-cializadas: el CIADI, que arbitra la mayoría de los casos, la Comi-sión de Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI), la Corte permanen-te de La Haya, ciertas cámaras de comercio, etc. En la mayoría de los casos, los Estados y las empresas no pueden apelar las decisiones tomadas por esas ins-tancias: a diferencia de una corte de justicia, una corte de arbitraje no está obligada a otorgar ese derecho. No obstante, una aplas-tante mayoría de países optó por no incluir en sus acuerdos el de-recho de apelación. Si el acuerdo transatlántico incluyera un meca-nismo de ADIE, la agenda de los

tribunales quedaría cargadísima. Existen veinticuatro mil filiales de empresas europeas en Estados Unidos y cincuenta mil ochocien-tas sucursales estadounidenses en el Viejo Continente; cada una de ellas tendría la posibilidad de atacar las medidas que considere perjudiciales para sus intereses.

Hace como sesenta años que las empresas privadas pueden li-tigar contra los Estados. Durante mucho tiempo, este procedimien-to fue poco utilizado. De los apro-ximadamente quinientos conten-ciosos contabilizados en todo el mundo desde los años 50, el 80% se inició entre 2003 y 2012 (3). Fundamentalmente, emanan de empresas del Norte –las tres cuartas partes de los reclamos tratados por el CIADI vienen de Estados Unidos y la Unión Euro-pea–, y apuntan a países del Sur (57% de los casos). Los gobier-nos que pretenden romper con la ortodoxia económica, como los de Argentina o Venezuela, se ha-llan particularmente expuestos.

Las medidas tomadas por Buenos Aires para hacer frente a la crisis de 2001-2002 (control de precios, restricciones a la sa-lida de capitales…) fueron siste-máticamente denunciadas ante las cortes de arbitraje. Tras su llegada al poder, posteriormente a unas revueltas que costaron vidas humanas, los presidentes Eduardo Duhalde y luego Néstor Kirchner carecían, no obstante, de toda aspiración revoluciona-ria; se proponían solucionar la emergencia. Pero el grupo ale-mán Siemens, sospechado de haber sobornado a representan-tes políticos inescrupulosos, se volvió contra el nuevo poder –re-clamándole 200 millones de dóla-res– cuando éste cuestionó cier-tos contratos establecidos por el ex gobierno. Asimismo, el grupo Saur, filial de Bouygues, protestó contra el congelamiento del pre-cio del agua, argumentando que “atentaba contra el valor de la in-versión”.

Se presentaron cuarenta de-nuncias contra Buenos Aires en los años inmediatamente poste-riores a la crisis financiera (1998-2002). Unas diez de ellas des-embocaron en la victoria de las empresas, por una factura total de 430 millones de dólares. Y la fuente no se agotó: en febrero de 2011, Argentina aún enfren-

Es muy posible que el acuerdo del Gran Mercado Transatlántico (GMT) que se está negociando incluya un mecanismo legal que permitirá a las empresas demandar a los países que lo integran cuando consideren dañados sus intereses. Así

han sido castigados, recientemente, países como Argentina, México o Egipto.

Page 5: Le Monde Diplomatique Honduras

Agosto 2014 Edición N°10 05

taba veintidós denuncias, quin-ce de ellas vinculadas a la crisis (4). Desde hace tres años, Egipto se halla bajo los disparos de los inversores. Según una revista es-pecializada (5), el país pasó a ser, en 2013, el principal destinatario de los recursos de las multinacio-nales.

La industria de la injusticiaPara protestar contra este

sistema, algunos países, como Venezuela, Ecuador o Bolivia anularon sus tratados. Sudáfrica aspira a seguir el ejemplo, se-guramente escarmentada por el largo proceso en que enfrentó a la compañía italiana Piero Foresti por el tema del “Black Economic Empowerment Act”. Los italianos consideraron que esa ley, que otorgaba a los negros un acceso preferencial a la propiedad de las minas y las tierras, era contraria a “la igualdad de tratamiento entre las empresas extranjeras y las na-cionales” (6). Es curiosa la “igual-dad de tratamiento” reivindicada por estos empresarios europeos, en relación con la población de negros sudafricanos, que repre-sentan el 80% de la población, sólo poseen el 18% de las tierras y cuyo 45% vive por debajo del umbral de pobreza. Así funciona la ley de inversión. El proceso no llegó a su fin: en 2010, Pretoria aceptó otorgar concesiones a los demandantes transalpinos.

Es así como, cada vez, se im-pone un juego “ganador-perde-dor”: o bien las multinacionales reciben enormes compensacio-nes, o bien ellas obligan a los Estados a moderar sus normas, en el marco de un compromiso o para evitar un proceso. Alemania acaba de tener su primera expe-riencia amarga de este tipo.

En 2009, el grupo público sueco Vattenfall denuncia a Ber-lín, reclamándole 1.400 millones de euros, con motivo de que las nuevas exigencias ambientales de las autoridades de Hamburgo vuelven “antieconómico” (sic) su proyecto de central de carbón. El CIADI considera de recibo el re-clamo, y tras múltiples batallas, se firma un “arreglo judicial” en 2011: éste conduce a una “fle-xibilización de las normas”. Hoy, Vattenfall está en juicio contra la voluntad de Angela Merkel de cerrar sus centrales nucleares de aquí a 2022. No se avanza oficial-mente ningún monto, pero en su informe anual de 2012, Vattenfall estima la pérdida debida a la de-cisión alemana en 1.180 millones de euros.

Por supuesto, a veces ocurre que se desestiman las deman-das de las multinacionales: de los 244 casos juzgados hasta fines de 2012, el 42% culminó con la victoria de los Estados, el 31% con la de los inversores, y el 27% dio lugar a un arreglo (7). Las em-presas pierden, entonces, los mi-llones destinados al juicio. Pero algunos “aprovechadores de la injusticia” (8), según titula un in-forme de la asociación Corporate Europe Observatory (CEO), es-peran recuperar el botín. En este sistema cortado a medida, los árbitros de las instancias interna-cionales y los estudios de aboga-dos se enriquecen, sea cual sea el resultado del proceso.

Para cada contencioso, las dos partes se rodean de toda una

batería de abogados, selecciona-dos entre las grandes empresas y cuyos honorarios oscilan entre los 350 y los 700 euros la hora. Los casos son seguidamente juzgados por tres “árbitros”: uno es designado por el gobierno acusado, el otro por la multina-cional acusadora y el último (el presidente), en común por las dos partes. No hay necesidad al-guna de ser calificado, habilitado o solventado por una Corte de Justicia para arbitrar en casos de este tipo. Una vez elegido, el ár-bitro recibe entre 275 y 510 euros por hora (a veces mucho más), por casos que suelen superar las quinientas horas, lo cual posible-mente despierte vocaciones.

Los árbitros (en un 96% mas-culinos), provienen principal-mente de grandes estudios de abogados europeos o estadouni-denses, pero es raro que su mera pasión les otorgue tal derecho. Con treinta casos en su haber, el chileno Francisco Orrego Vicuña es uno de los quince árbitros más solicitados. Antes de lanzarse a la justicia comercial, desem-peñó importantes funciones de gobierno durante la dictadura de Augusto Pinochet. También miembro del Top 15, el jurista y ex ministro canadiense Marc La-londe pasó por los consejos de administración de Citibank Cana-da y Air France. Por su parte, su compatriota Yves Fortier navegó entre la presidencia del Consejo

de Seguridad de la ONU, el es-tudio Ogilvy Renault y los con-sejos de administración de Nova Chemicals Corporation, Alcan o Rio Tinto. “Integrar el consejo de administración de una empresa cotizada en Bolsa –y yo integré el consejo de varias de ellas– me ayudó en mi práctica de arbitra-je internacional”, admitió en una entrevista (9). “Me dio una visión sobre el mundo de los negocios que como simple abogado yo no habría tenido.” Una auténtica ga-rantía de independencia.

Unos veinte estudios, princi-palmente estadounidenses, pro-porcionan la mayor parte de los abogados y árbitros solicitados para los ADIE. Interesados por la multiplicación de ese tipo de casos, ellos persiguen la menor oportunidad de denunciar a un Estado. Por ejemplo, durante la guerra civil libia, la empresa bri-tánica Freshfield Bruckhaus De-ringer aconsejó a sus clientes iniciar juicios en Trípoli, dado que la inestabilidad del país causaba problemas de seguridad perjudi-ciales para las inversiones.

Entre los expertos, los árbitros y los abogados, cada contencio-so reporta, en promedio, cerca de 6 millones de euros por cada expediente en la maquinaria jurí-dica. Involucrada en un proceso de largo aliento contra el opera-dor aeroportuario alemán Fra-

port, Filipinas debió desembolsar la suma récord de 58 millones de dólares para defenderse –el equi-valente del salario anual de doce mil quinientos docentes– (10). Se entiende que ciertos Estados con bajos recursos vacilen en gastar semejantes sumas y busquen a todo precio hacer arreglos, a riesgo de renunciar a sus aspi-raciones sociales o ambientales. No es sólo que semejante siste-ma beneficie a los más ricos, sino que de juicios a arreglos amisto-sos, desplaza a la jurisprudencia –y por ende al sistema judicial internacional– fuera de todo con-trol democrático, en un universo regido por “la industria de la in-justicia”.

1. Fanny Rey, “Veolia assigne l’Egypte en justice”, Jeune Afri-que, París, 11-7-12.

2. “Table of foreign inves-tor-state cases and claims un-der NAFTA and other U.S. ‘trade’ deals”, Public Citizens, Washin-gton, febrero de 2014; “Recent developments in investor-state dispute settlement (ISDS)”, Con-ferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Nueva York, mayo de 2013.

3. Shawn Donan, “EU and US pressed to drop dispute-settle-ment rule from trade deal”, Finan-cial Times, Londres, 20-3-14.

4. Luke Erik Peterson, “Argen-tina by the number: where things

stands with investiment treaty claims arising out of the Argentina financial crisis”, IAR, Nueva York, 1-2-11. A la suma señalada se le agregan los intereses.

5. Richard Woolley, “ICSID sees drop in cases in 2013”, Glo-bal Arbitration Revue (GAR), Lon-dres, 4-2-14.

6. Andrew Friedman, “Flexi-ble arbitration for the develop-ping countries: Piero Foresti and the future of bilatéral investment traities in global south”, Brigham Young International Law and Ma-nagement Review, Clark (New Jersey), Vol. 7, N°  37, mayo de 2011.

7. “Recent developments in investor-state dispute settlement (ISDS)”, Conferencia de las Na-ciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Nueva York, mayo de 2013.

8. “Profiting from injustice”, Corporate Europe Observatory/Transnational Institute, Bruselas, noviembre de 2012. Los datos provistos en este informe se apo-yan en los casos juzgados por el CIADI.

9. Global arbitration review, Londres, 19-2-10.

10. “Fraport v The Philippines”, International Investment Arbitra-tion, www.iiapp.org

*Jefes de redacción adjuntos, Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Patricia Minarrieta

Page 6: Le Monde Diplomatique Honduras

06 Agosto 2014 Edición N°10

Más que ningún otro deporte, el fútbol se ha convertido en un mecanismo de identificación, en reemplazo de la clase, el trabajo o la etnia, con particularidades según los países. Pero hoy la pasión nacional parece no ser más que una

estrategia comercial, consecuencia de la fragmentación social.

Todas las investiga-ciones sobre las re-laciones entre fút-bol y nacionalismo, latinoamericanas o europeas, coinci-

den en que es imposible formular una teoría general: sobre la base de cier-tas coincidencias, los modos en que el fútbol –el deporte, en general– per-mite la aparición más o menos estre-pitosa de los relatos nacionalistas se modifica en función de múltiples va-riaciones. El fenómeno es distinto en Brasil o en Argentina, en Ecuador o en México, en España o en Escocia, para nombrar sólo algunos casos.

En Ecuador, las clasificacio-nes a los Mundiales constituyen acontecimientos desmesurados, por lo excepcional, pero también porque la selección es uno de los pocos elementos que permi-ten superar las diferencias iden-titarias abismales –que el fútbol local reproduce– entre la sierra y la costa; diferencias que reapa-recen incólumes, por supuesto, una vez terminado el Mundial. En el ínterin, la muerte del goleador Christian “Chucho” Benítez en 2013 fue vivida –y conmemora-da– como la de un héroe popular, con la presencia de las autorida-des nacionales en su funeral mul-titudinario.

En México, por su parte, el fútbol canaliza cada cuatro años una expectativa desbordada: pero parece tratarse más de un desborde publicitario y político que realmente popular –las nece-sidades de un mercado local en expansión que precisa de un éxi-to internacional para conquistar nuevas posiciones económicas, y de un poder político jaqueado por las crisis económicas y por el narcotráfico que espera una “suspensión de las hostilidades” durante el ritual futbolístico–.

En España, el fútbol se presen-ta como una solución imaginaria

Creencias, percepciones y

sentidos del fútbol

Por Pablo Alabarces*

La vulgata del Mundial

a las diferencias regionales: pero esa solución es un deseo del po-der central, frente a los naciona-lismos comunitarios –vascos y catalanes, especialmente– que rechazan toda identificación con lo que llaman “el Estado español” y en esa bolsa meten a su selec-ción (para los catalanes, el Barça ocupa ese símbolo nacionalista, como para los vascos el Athletic de Bilbao: la selección nacional les importa un bledo).

En Escocia, los estudiosos ha-blan de un “nacionalismo de 90 minutos”: la identidad escocesa se condensa en sus selecciones, aunque el éxito es tan efímero –o, más bien, inexistente– que esa identidad se torna más un chiste local (o una transferencia hacia todo lo que se oponga a Ingla-terra: los escoceses son, de más está decirlo, fervientes marado-nianos).

Las coincidencias son a esta altura más o menos obvias: el fútbol –nuevamente, los distintos deportes– es un mecanismo típi-co de articulación de fenómenos de identidad, desde el nivel micro del barrio hasta el mayor de la na-ción. También ha sido largamente estudiado que en ese sentido el deporte ha tendido a cumplir fun-ciones anteriormente reservadas a los mecanismos de la moderni-dad: la etnia, la clase, la política, el trabajo. Y que ello responde a la reestructuración feroz que han sufrido las sociedades luego de la era neoconservadora –si es que puede afirmarse que ésta ha terminado–: el saldo de desinte-gración y fragmentación se cobra en desafiliaciones de las viejas identidades estables de la mo-dernidad, y en nuevas afiliaciones afirmadas sobre consumos sim-bólicos. Allí, el deporte –el fútbol a la cabeza– ha revelado su efica-cia: por su calidez, por su baratu-ra, por su omnipresencia a través de los medios de comunicación masivos, por la facilidad con la que encarna el poderoso discur-so de lo pasional –nada aparece tan indiscutible como lo senti-mental, y el fútbol es un territorio fértil para esos argumentos–.

Pero esto no es novedoso.

Page 7: Le Monde Diplomatique Honduras

Agosto 2014 Edición N°10 07

Esta percepción, además de profundamente etnocéntrica, es probadamente errónea. Los tiem-pos excepcionales de los gran-des eventos deportivos –entre nosotros, los Juegos Olímpicos no causan el mismo efecto– no cambian las percepciones so-cio-políticas; como mucho, las suspenden un poco. Lo ocurrido en 2002, en medio de la peor cri-sis de la historia y el simultáneo peor desempeño de una selec-ción argentina en un Mundial, es buena prueba: la sociedad estaba más preocupada por la crisis que por la mayor o menor fortuna de las gambetas de Orteguita, y eso permanecería así antes o des-pués de la eliminación temprana.

La segunda cuestión es, jus-tamente, esa relación presunta entre éxitos deportivos y éxitos políticos (o viceversa, o a la in-versa: entre fracasos). Toda la bi-bliografía ha probado largamente que no hay un solo ejemplo en la historia de la humanidad en que esto haya ocurrido: ni siquiera la Guerra del Fútbol entre Honduras y El Salvador, en 1969, fue provo-cada por el fútbol (esa pretensión llevaría a explicar la Guerra de los Balcanes y la disolución de Yu-goslavia por la rivalidad entre el Dínamo Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado). La dictadura argen-tina no se prolonga por el Mun-dial de 1978 ni cae por el Mundial de España; el éxito mundialista de 1986 es seguido por la derro-ta alfonsinista en 1987. Pero, a despecho de esta explicación, la clase política –no sólo la argenti-na– cree a pie juntillas en esta se-gunda vulgata, y se debate a los codazos para sacarse una foto con Lionel Messi o para pegar de alguna manera su imagen a cual-quier presunta victoria. Eso no habla de una relación entre fútbol y política: habla, una vez más, de la mediocridad exasperante de esa clase.

*Doctor en Sociología, profe-sor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) e investigador principal del CONICET. Autor de Fútbol y Patria, Prometeo, Bue-nos Aires, 2006-2012. En sep-tiembre aparecerá su nuevo libro El fin del fútbol (Aguilar).

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Éstas son las cosas que la antro-pología y la sociología latinoame-ricanas han trabajado largamente en los últimos veinticinco años, al punto de que ya se han vuelto vulgata. Lo que resta, en esa di-rección, es la producción de más investigación que revele las di-ferencias, los particularismos; la manera en la que un hincha mexi-cano difiere de un colombiano, en la que un hincha del ascenso se diferencia del hincha de un equi-po grande; sus relaciones con las clases sociales –correlación que es hasta hoy mítica, porque na-die la ha estudiado–; los modos en que los públicos femeninos se están incorporando de manera acelerada; entre tantos otros te-mas que quedan sin indagar.

Nacionalismos de mercadoEntonces, en la relación del

fútbol con los nacionalismos no hallamos más que particularis-mos: la idea de que el mundo entero entra en una fiebre nacio-nalista en cada Copa del Mundo es una mala interpretación publi-citaria. Es imprescindible atender a cada caso local, y también a cada momento histórico.

Los brasileños, por ejemplo, son más nacionalistas que los argentinos: pero la Copa Mun-dial de 2002 fue celebrada como una “Copa gaúcha”, y los clivajes regionales brasileños tienen una enorme envergadura, difícil de superar. En el caso particular de su propia Copa, el cuadro oscila, por ahora, entre el nacionalismo de marketing exhibido por todas las publicidades, por un lado; y, por el otro, la tensión por las mo-vilizaciones y protestas que acae-cieron a partir de la Copa de las Confederaciones en 2013 y han continuado larvadamente hasta hoy.

Aunque no podamos pronos-ticar lo que ocurrirá, sí podemos ver que las protestas señalan con claridad nítida que el presunto “opio de los pueblos” brilla por su ausencia. Por el contrario, y no paradójicamente, las protestas ocurrieron por el fútbol, y no a pe-sar de él: mientras las viejas pre-sunciones sobre el fútbol como cortina de humo no abandonan la conversación cotidiana, las movilizaciones brasileñas afirman que todos los sectores –esas mo-vilizaciones fueron ampliamente transclasistas– decidieron debatir lo social, lo político y lo económi-co en el fútbol, con los dispendio-sos gastos de organización y las imposiciones desaforadas de la FIFA como eje crítico.

Los argentinos aparecen como históricamente ligados a los ava-

tares de sus selecciones: pero esto se comprueba apenas en el período de esplendor de Die-go Armando Maradona, mientras que después de la Copa de 1994 los hinchas se replegaron a sus aficiones locales, dejando la se-lección en un modesto segundo plano (que se activa, claro, con una buena campaña: entre el final de la primera ronda y la consabi-da derrota en cuartos de final de cada Copa, siempre se produce una pequeña explosión de ex-pectativas).

El peso de los tribalismos hin-chísticos por sobre una presunta “pasión argentina” es una nece-saria consecuencia de la frag-mentación y desarticulación de nuestras sociedades: la propues-ta de una inverosímil “hinchada argentina” es una abstracción, difícil de construir frente al peso irrefutable de la pasión local –di-gamos: ser hincha de Racing es, aún, mucho más fácil–. La ima-gen de los hinchas y jugadores de Boca Juniors festejando un título local y cantando “la selec-ción/se va a la p… que la parió” es una imagen incontrastable. Lo que domina hoy el panorama lo-cal es que la pasión argentina es apenas un argumento publicita-rio, un nacionalismo de mercado que transforma las expectativas más o menos deportivas en fana-tismos ofrecidos como mercan-cía. La pasión no se compra ni se vende, dicen los hinchas: los sponsors oficiales de la selección lo desmienten cotidianamente, con prepotencia y perseverancia.

Esa transformación, ese replie-gue, son explicables en el análisis de tiempos largos. La figura de Maradona permitía que el fútbol encarnara el imaginario nacio-nal-popular a través de un símbo-lo tan notoriamente “peronista” –aunque en su versión posmoder-na–. Para colmo, eso se producía en tiempos desangeladamente neoliberales, en los que el Estado abandonaba al mercado también las narrativas de la patria. Para eso el fútbol era sencillamente perfecto: con Maradona, con un héroe nacional-popular y plebeyo (exasperadamente plebeyo); sin Maradona, transformando cual-quier mercancía en portadora de la unión, la pasión, el patriotismo vuelto simplemente consumo y horas de televisión.

El Estado, narrador patriótico Pero en mayo de 2010, apenas

un mes antes del comienzo de la Copa del Mundo de Sudáfrica, la Argentina celebró el Bicentenario. Y esas celebraciones callejeras oficiales remataron en un desfile

de carrozas alegóricas propo-niendo una versión de la historia argentina en clave nacional-po-pular y progresista, ante una concurrencia masiva y fascinada por el espectáculo. El éxito de las celebraciones fue descomunal –incluso los críticos más acérri-mos del gobierno se llamaron a silencio, ante los millones de es-pectadores y participantes de los actos–; y muchos analistas coin-ciden en que el suceso marcó el comienzo de un crecimiento de la imagen positiva del gobierno que remató, poco más de un año después, en la reelección de Cris-tina Fernández de Kirchner con el 54% de los votos.

Lo que resulta decisivo es que el evento marcó la reaparición del Estado como gran narrador de la patria. Si la relación del fútbol con las narrativas nacionales a comienzos del siglo XXI estaba marcado por el retiro del gran na-rrador de la mayor parte del siglo XX –y que, entonces, la figura de Maradona había agigantado su representación patriótica en su ausencia–, esta nueva presencia del Estado como productor de discursos de nacionalidad cam-biaba todo el panorama. Algo de esto clausuró la posibilidad de que Maradona volviera a fun-cionar como centro patriótico en 2010; si su figura había crecido hasta la desmesura en tiempos conservadores, quedaba despla-zada –¿por redundante?– ante la reaparición del relato populista.

Porque los festejos del Bicen-tenario significaban una suerte de coronación, de puesta en escena de masas, de una tendencia que venía de los siete años anteriores. El kirchnerismo había propuesto una nueva validez para los discur-sos tradicionales del peronismo: el viejo relato nacional-popular, con cierta adecuación a los nue-vos tiempos que incluía la conde-na de la década neoconservado-ra –aunque también hubiera sido peronista–. Esa nueva validez implicaba la afirmación explíci-ta del retorno del Estado como actor central de la vida social y económica. Aunque esto no se verificara por completo –la orga-nización económica siguió estan-

do centralmente en manos de las corporaciones privadas–, la afir-mación fue estentórea: el Estado había regresado para cumplir las funciones que nunca debió haber perdido. Entre ellas, aun cuando esto no se dijera explícitamente, sus funciones narrativas.

Si el rol central del Estado como narrador patriótico en la sociedad argentina había retorna-do con fuerza, con una puesta en escena de masas sin preceden-tes, el fútbol no podía proponer discursos alternativos, porque ja-más lo había hecho, ni siquiera en tiempos conservadores. Cuan-do la figura de Maradona había permitido algún relato al menos autónomo, éste había consistido en exhibir la continuidad del viejo relato nacional-popular del pero-nismo. Al retornar éste a escena, y nuevamente propuesto por el Estado, como en los viejos y año-rados tiempos del primer pero-nismo, el fútbol no puede volver a encarnar ningún relato nacional eficaz. Apenas proponer su su-pervivencia como mercancía, a cargo, una vez más, del mercado, con la publicidad comercial como gran soporte de sus textos.

En tanto los sentidos de la pa-tria han vuelto a discutirse en los espacios políticos, al fútbol sólo le quedan las retóricas vacuas pero altisonantes de los spon-sors, que continuaron y continua-rán, con especial énfasis en los días que corren, plagadas de los lugares comunes de las prédicas patrioteras –hasta el hartazgo; y no lo dudemos, ciertos anuncian-tes ya son claramente de mala suerte, especialmente alguna cervecera–.

MediocridadesJunto a este cuadro, no po-

demos dejar de referirnos a la vulgata, reaparecida con cier-ta fuerza en estos días, de una presunta utilización del Mundial como mecanismo manipulatorio y fantasmático, una fenomenal cortina de humo que distraiga las mentes populares de los avatares político-socio-económicos. So-bre esto, es preciso remarcar dos cuestiones. La primera: al hablar sobre la capacidad manipulatoria del Estado y el fútbol, nadie se incluye a sí mismo entre los mani-pulados; ellos siempre son otros, presuntamente más débiles fren-te a las argucias maquiavélicas de Fútbol para Todos. (Segura-mente, se trata de los mismos otros capturados por el cliente-lismo o las garras pérfidas de la propaganda gubernamental.)

Las protestas brasileñas señalan con claridad nítida que el presunto “opio de los pueblos” brilla por su

ausencia.

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08 Agosto 2014 Edición N°10

Por Ignacio Ramonet*

Algo está cambiandoCuba y Estados Unidos

En el libro que acaba de publi-car sobre sus e x p e r i e n c i a s como secretaria de Estado du-

rante el primer mandato (enero 2009-enero 2013) del presidente estadounidense Barack Obama, titulado Decisiones difíciles (1), Hillary Clinton escribe, a propó-sito de Cuba, algo fundamental: “Al terminar mi mandato, le pedí al presidente Obama que recon-sidere nuestro embargo contra Cuba. No cumplía ninguna fun-ción y obstaculizaba nuestros proyectos con toda América La-tina”.

Por primera vez, una persona-lidad que aspira a la Presidencia de Estados Unidos afirma pú-blicamente que el bloqueo im-puesto por Washington –¡desde hace más de cincuenta años!– a la mayor isla del Caribe no cum-ple “ninguna función”. O sea, no doblegó a ese pequeño país a pesar del gran sufrimiento injus-to que le causó a su población. Lo principal, en la constatación de Hillary Clinton, son dos as-pectos: primero, rompe un tabú diciendo en voz alta lo que des-de hace tiempo todos saben en Washington: que el bloqueo no sirve para nada. Y segundo, aun más importante, declara esto en el momento en que arranca su trayectoria hacia la candidatura demócrata a la Casa Blanca; es decir, no teme que esa afirmación –a contracorriente de toda la po-lítica de Washington hacia Cuba en el último medio siglo– consti-tuya un hándicap para ella en la larga batalla electoral que tiene por delante hasta las elecciones del 8 de noviembre de 2016.

Si Hillary Clinton sostiene una

Tan arcaica como inútil, la política de bloqueo de EE.UU. hacia Cuba sigue hundida en la parálisis. Aunque se avizoran aires de cambio con el giro de algunas importantes personalidades de la gran potencia, como Hillary Clinton, quien ya se prepara para las elecciones de 2016.

postura tan poco convencional es, en primer lugar, porque asu-me el desafío de responder sin temor a las duras críticas que no dejarán de formularle sus adver-sarios republicanos, ferozmente hostiles a todo cambio de Was-hington con respecto a Cuba. Y, en segundo lugar, y sobre todo, porque no ignora que la opinión pública estadounidense ha evolu-cionado sobre ese tema y es hoy “mayoritariamente” favorable al fin del bloqueo.

Incoherencia e inmovilismoAl igual que Hillary Clinton,

un grupo de unos cincuenta im-portantes empresarios (2), ex al-tos cargos estadounidenses de

distintas tendencias políticas e intelectuales, sabiendo que el Presidente de Estados Unidos no posee la facultad de levantar el embargo, que no depende del Gobierno sino de una mayoría calificada de demócratas y repu-blicanos en el Congreso, acaban de pedirle a Obama, en una carta abierta (3), que utilice las prerro-gativas del Poder Ejecutivo para introducir “cambios más inteli-gentes” en su relación con Cuba y se acerque más a La Habana en un momento en el que, señalan, la opinión pública es favorable a ello.

En efecto, una encuesta rea-lizada en febrero pasado por el centro de investigación Atlantic

Council afirma que el 56% de los estadounidenses quiere un cam-bio en la política de Washington con La Habana. Y, más significati-vo, en Florida, el estado con ma-yor sensibilidad hacia este tema, el 63% de los ciudadanos (y el 62% de los latinos) también desea el fin del bloqueo (4). Otro sondeo más reciente, realizado por el Ins-tituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de Florida, demuestra que la mayoría de la propia comunidad cubana de Miami (5) pide que se levante el bloqueo a la isla –un 71% de los consultados considera que el embargo “no ha funcionado”, y un 81% votaría por un candidato político que sustituya el bloqueo

por una estrategia que promueva el restablecimiento diplomático entre ambos países (6)–.

Y es que, contrariamente a las esperanzas que surgieron después de la elección de Ba-rack Obama en noviembre de 2008, Washington ha manteni-do una suerte de inmovilismo en sus relaciones con Cuba. Justo después de asumir su cargo de Presidente, Obama anunció –en la Cumbre de las Américas, ce-lebrada en Trinidad y Tobago, en abril de 2009– que le daría a las relaciones con La Habana, un “nuevo rumbo”. Pero se limitó a gestos poco más que simbólicos: autorizó que los estadouniden-ses de origen cubano viajasen a la isla y enviasen cantidades acotadas de dinero a sus fami-lias. Después, en 2011, adoptó nuevas medidas, pero también de escaso alcance: permitió que grupos religiosos y estudiantes viajaran a Cuba, consintió que los aeropuertos estadounidenses acogieran vuelos chárter a la isla y amplió el límite de las remesas que los cubano-estadounidenses podían transferir a sus parientes. Poca cosa en relación con la for-midable disputa que separa a los dos países.

Entre los diferendos, está el caso de “los Cinco” (7) que ha conmovido a la opinión pública internacional (8). Esos agentes de inteligencia cubanos, detenidos en Florida por el FBI en septiem-bre de 1998 cuando realizaban misiones de prevención contra el terrorismo anticubano, fueron condenados en un juicio político típico de la Guerra Fría (auténtico linchamiento jurídico) a duras pe-nas de prisión. Sanciones tanto más injustas cuanto que “los Cin-co” no cometieron ningún acto de violencia, ni procuraron informa-ción sobre la seguridad de Esta-dos Unidos. Lo único que hicie-ron, corriendo riesgos mortales, fue prevenir atentados y salvar vidas humanas.

Washington no es coherente cuando dice combatir el “terro-rismo internacional” y sigue aus-piciando en su propio territorio a grupos terroristas anticubanos (9). Sin ir más lejos, el pasado mes de abril, las autoridades de la isla detuvieron a un nuevo gru-po de cuatro individuos, vincula-dos a Luis Posada Carriles (10), venidos una vez más de Florida con la intención de cometer aten-tados.

Tampoco hay coherencia cuando acusan a “los Cinco” de actividades antiestadounidenses que jamás existieron, mientras Washington sigue empeñado en inmiscuirse en los asuntos inter-nos de Cuba y en fomentar un cambio de sistema político. Lo acaban de volver a demostrar

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Agosto 2014 Edición N°10 09

las recientes revelaciones sobre el asunto “ZunZuneo” (11), esa falsa red social que una agencia del Departamento de Estado (12) creó y financió solapadamente entre 2010 y 2012 con la inten-ción de provocar en la isla pro-testas semejantes a las de las “revoluciones de colores”, de la “primavera árabe” o de las “gua-rimbas” venezolanas, para exigir después, desde la Casa Blanca o el Capitolio, un cambio político.

Cambios frente al cambioTodo esto demuestra que

Washington sigue teniendo ha-cia Cuba una actitud retrógrada, típicamente de Guerra Fría, etapa que terminó hace un cuarto de si-glo... Semejante arcaísmo choca con la postura de otras potencias. Por ejemplo, todos los Estados de América Latina y del Caribe, cua-lesquiera sean sus orientaciones políticas, han estrechado última-mente sus lazos con Cuba y de-nuncian el bloqueo. Esto se pudo comprobar, el pasado enero, en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) reunida precisa-mente en La Habana. Washington sufrió un nuevo desaire el mes pasado, en Cochabamba (Boli-via), durante la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuando los países latinoamericanos –en una nueva muestra de solidaridad con La Habana– amenazaron con no acudir a la próxima Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en 2015 en Panamá, si Cuba no es invitada a participar.

Por su parte, la Unión Europea (UE) decidió, el pasado febrero, abandonar la llamada “posición común” en relación a la isla, im-puesta en 1996 por José María Aznar, en ese momento presiden-te del Gobierno de España, para “castigar” a Cuba rechazando todo diálogo con las autoridades de la isla. Pero resultó estéril y fracasó. Bruselas lo reconoció y dio inicio ahora a una negociación con La Habana para alcanzar un acuerdo de cooperación política y económica. La UE es el primer inversor extranjero en Cuba y su segundo socio comercial. En este nuevo espíritu, varios minis-tros europeos ya han visitado la isla. Entre ellos, en abril pasado, Laurent Fabius –primer canciller francés que realiza una visita a la nación caribeña en más de treinta años–, quien declaró que busca-ba “promover las alianzas entre las empresas de nuestros dos países y apoyar a las sociedades francesas que deseen desarro-llar proyectos o establecerse en Cuba” (13).

Y es que, contrastando con el inmovilismo de Washington, mu-chas cancillerías europeas obser-van con interés los cambios que se están produciendo en Cuba impulsados por el presidente Raúl Castro, en el marco de la “actuali-

El objetivo es que la economía cubana sea compatible con la de sus principales socios en la región donde coexisten Estado y

mercado.

El neogolpismo

por Juan Gabriel Tokatlian*

Hace un lustro ( P á g i n a / 1 2 , 13-7-09), y a raíz de las ca-racteríst icas de algunos de

los golpes de Estado ocurridos en el mundo desde el inicio del si-glo XXI, señalé que era momento de matizar y ampliar la definición habitual de golpe de Estado que prevaleció durante el siglo pasado y que remite al hecho de que los militares desplazan por la fuerza a un gobierno establecido. Usual-mente las fuerzas armadas, con algún tipo de apoyo civil, inician una serie de presiones directas sobre, por ejemplo, un gobierno electo democráticamente. A esto le sigue un conjunto de reclamos más ostensibles y luego amena-zas elocuentes. En un momento dado, y tal como lo supo explicar Samuel Finer en un texto clásico (El hombre a caballo), se produce el derrocamiento violento de un determinado gobierno. En Amé-rica Latina, el golpe de Estado implicó la irrupción brutal de las fuerzas armadas que, contando con el apoyo de sectores socia-les clave y el impulso o tolerancia externa (particularmente de Esta-dos Unidos), procuraba fundar un nuevo orden político.

A pesar de que aún persista el golpe de Estado convencional, el neogolpismo es una modalidad formalmente menos virulenta, en-cabezada por civiles (con soporte implícito o complicidad explícita de los militares) que, preservando cierta apariencia institucional y sin involucrar de manera directa a actores externos, pretende resol-ver, al menos de entrada, una en-crucijada  social y política crítica que incluso puede derivar, en el peor de los casos, en una guerra civil.

Similitudes y diferenciasVarios elementos caracterizan

el neogolpismo. Por lo general, se trata de fenómenos graduales: no tienen la dinámica vertiginosa que les imprimían los militares a los golpes de Estado sino que poseen la lentitud de los proce-sos intrincados en los que accio-nes variadas de diversos grupos civiles van configurando precon-diciones para la inestabilidad. En el caso del golpe de Estado con-vencional sobresale la ejecución

de un alzamiento expeditivo; en el caso del neogolpismo, la ges-tación de un caos dilatado. En el primero, prevalece el cuartel; en el segundo, la calle. A su vez el “lenguaje” neo-golpista no remi-te a proclamas y provocaciones abiertas típicas del golpismo tra-dicional. Se tiende a invocar la noción de una imperiosa salida “institucional”, “constitucional” o “legal” ante los presuntos equívo-cos, arbitrariedades y dislates del gobierno establecido. Los viejos golpistas descreían de la demo-cracia y suponían que el Estado y la sociedad debían ser plenamen-te reorganizados. Los neogolpis-tas remarcan que el empujón final para destituir al gobernante y la coalición de turno es necesario para salvaguardar la democracia. Los golpistas del pasado y los actuales abrazan, con discursos retóricamente distintos pero sus-tantivamente idénticos, el llama-do “cambio de régimen”.

En un plano más amplio, el golpe de Estado convencional tí-pico de la Guerra Fría se produjo en circunstancias de una intensa disputa bipolar en la que la aten-ción por la estabilidad entre Es-tados Unidos y la Unión Soviéti-ca era más trascendental que el interés por la democratización. El neogolpismo se produce en un escenario post 11 de Septiembre en el que es manifiesto el estan-camiento y, más recientemente, la retracción democrática y el au-mento de la desigualdad.

En este sentido, la persistencia y multiplicación de variaciones de autoritarismo, por un lado, y el ensayo contradictorio de formas de democracia mayoritaria, por el otro, han generado un contex-to fluido y complejo en el que el neogolpismo se inclina por lo pri-mero porque percibe lo segundo como peligroso. Como su ante-cesor, el neogolpismo es básica-mente restaurador aun cuando se presente con un formato y un lenguaje distintos.

Dar cuenta de estos cambios es hoy fundamental para poder saber a qué nos referimos y a qué nos enfrentamos cuando ocurre lo que ha venido sucediendo en nuestra región y en el mundo.

*Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Inter-nacionales de la Universidad Di Tella.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

zación del modelo económico” y en la línea definida en 2011 en el VI Congreso del Partido Comu-nista de Cuba (PCC), que repre-sentan transformaciones muy im-portantes en la economía y en la sociedad. En particular, la recien-te creación de la Zona Especial de Desarrollo en torno al puerto de Mariel así como la aprobación, el pasado marzo, de una nueva Ley de Inversión Extranjera susci-tan un gran interés internacional.

Las autoridades consideran que no existe contradicción entre el socialismo y la iniciativa priva-da (14). Y algunos responsables estiman que esta última (que in-cluiría las inversiones extranjeras) podría abarcar hasta el 40% de la economía del país, mientras el Estado y el sector público conservarían el 60%. El objetivo es que la economía cubana sea cada vez más compatible con la de sus principales socios en la región (Venezuela, Brasil, Ar-gentina, Ecuador, Bolivia), donde coexisten sector público y sector privado, Estado y mercado.

Todos estos cambios subra-yan, por contraste, el empecina-miento de la administración es-tadounidense, autobloqueada en una posición ideológica de otra época. Aunque, como hemos vis-to, cada día son más numerosos aquellos que, en Washington, ad-miten que esa postura es errónea y que, en la política hacia Cuba, es urgente salir del aislamiento internacional. ¿Los escuchará el presidente Obama? g

1. Hillary Rodham Clinton, Hard Choices, Simon & Schuster, Nueva York, 2014.

2. Entre los empresarios figu-ran: J. Ricky Arriola, presidente del poderoso consorcio Inktel; los magnates del azúcar y del sector inmobiliario, Andrés Fanjul y Jor-ge Pérez; el empresario Carlos Saladrigas, y el petrolero Enrique Sosa, además de otros empren-dedores multimillonarios.

3. Véase El Nuevo Herald, Mia-mi, 20-5-14.

4. Véase Abraham Zembrano, “¿Se acerca el fin del embargo a Cuba?”, BBC Mundo, Londres, 20 -2-14, www.bbc.co.uk/mun-do/noticias/2014/02/140211_cuba_eeuu_embargo_az.shtml

5. En Miami, principal ciudad de Florida, viven unos 650.000 expatriados cubanos.

6. El País, Madrid, 17-6-14, http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/17/actuali-dad/1403022248_144582.html

7. Los Cinco son Antonio Gue-rrero, Ramón Labañino, Gerar-do Hernández, René González y Fernando González. Estos dos últimos han sido liberados y se encuentran en Cuba.

8. En Washington, del 4 al 10 de junio pasado, tuvo lugar el Ter-cer Encuentro “Cinco días por los Cinco” que reunió a participan-tes procedentes de decenas de países del mundo, los cuales se manifestaron delante de la Casa Blanca y del Capitolio exigiendo la liberación de “los Cinco”, www.answercoalition.org/national/news/5-days-for-the-Cuban-5.html

9. Cuba es uno de los países del mundo que más padeció la lacra del terrorismo (3.500 perso-nas asesinadas y más de 2.000 discapacitados de por vida).

10. Jefe de diversos grupos terroristas anticubanos, Posada Carriles es en particular el res-ponsable del atentado contra el avión de pasajeros de Cubana de Aviación cuya explosión en vue-lo provocó, en 1976, 73 muertos. Reside en Florida, donde goza de la protección de las autoridades estadounidenses.

11. Las revelaciones fue-ron realizadas por la agencia de prensa AP (Associated Press), www.bbc.co.uk/mundo/noti-cias/2014/04/140403_zunzuneo_cuba_eeuu_msd.shtml

12. La Agencia para el Desa-rrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por su sigla en inglés), un organismo que opera bajo la dirección del Departamen-to de Estado.

13. Alrededor de sesenta gran-des empresas francesas están presentes en Cuba. Entre las principales, se destacan el grupo Pernod Ricard, que comercializa el ron Havana Club en el mun-do, los grupos Accor, Nouvelles frontières, FRAM voyages en el sector del turismo, Bouygues en obras públicas, Alcatel-Lucent en telecomunicaciones, Total y Als-tom en energía, y Air France en transporte, entre otras.

14. Se estima que ya hay unos 450.000 “cuentapropistas” (tra-bajadores por cuenta propia, co-merciantes y pequeños empresa-rios) en Cuba. 

*Director de Le Monde diplo-matique, edición española

© Le Monde diplomatique, edición española

Rupturas constitucionales de nuevo signo

Los venezolanos tienen, sin lugar a dudas, buenas razones para expresar su descontento frente a un poder al que le cuesta

transformar las estructuras del país (aparato productivo, fiscal...). Pero la protesta padece de la manipulación de una

franja de la oposición.

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010 Agosto 2014 Edición N°10

Uno de los procesos más eviden-tes en el electroencefalograma es el cambio que se produce con los estados de vigilia, pasando del estado altamente desordenado y desestructurado del día a es-tados de mucha menor actividad y sincronía, como el sonar espo-rádico de unos tambores lentos, durante la somnolencia. Según una secuencia de patrones dis-tintivos, altamente reproducibles, del electroencefalograma, el sue-ño se divide en un ciclo detalla-do de cinco pasos. Los cuatro primeros consisten en progresio-nes de estados rítmicos y se los denomina genéricamente “sueño de onda lenta”. En el último paso, conocido como sueño paradojal o más sintéticamente como REM (del inglés rapid eye movement, movimiento rápido de los ojos), los ojos se mueven bruscamente bajo los párpados cerrados y la forma del electroencefalograma se asemeja a la de la vigilia; una actividad sostenida y desorde-nada. Este ciclo de cinco pasos, que dura aproximadamente dos horas, se repite varias veces du-rante la noche. Un primer puen-te evidente entre la sensación y la mecánica es el siguiente: el sueño (representativo) se da pre-dominantemente durante el ciclo REM y muy raramente durante los otros ciclos. Siendo que uno es consciente de sus sueños, de esta observación se infiere un posible corolario importante; el electroencefalograma sirve como un posible candidato de un esta-do, por lo menos permisivo, de la conciencia.

Peligros de la nocheAhora, vía una hipótesis pro-

bable, hemos trasladado la pre-gunta original a una pregunta la-boriosa pero mucho más simple. ¿Qué animales tienen un período de REM en su ciclo de sueño? Uno querría sugerir, y en cierta medida a eso se prestan los ar-gumentos esbozados previamen-te, que esto equivale a saber qué animales sueñan. Luego, en otro salto riesgoso en el espacio de posibles inferencias veremos que esto tal vez nos diga también qué animales tienen conciencia. Si bien se ha pasado a una pregunta mucho más simple, quedan aun unas cuantas piedras difíciles en el camino, entre otras, que los procesos neuronales no tienen trazos fósiles. ¿Cómo saber en-tonces si un dinosaurio soñaba? Hasta ahora, la única manera po-sible es explorando las especies que pueblan el presente y extra-polando por relación de continui-dad o parentesco hacia especies desaparecidas en el curso de la historia.

Todos los reptiles, los mamí-

feros y los pájaros, así como las moscas y los cangrejos, mani-fiestan dos estados neurona-les claramente distintivos: el de la vigilia y el del sueño de onda corta. Durante la vigilia, predan,

Sueño luego existo

Ma t e m á t i -cos y ta-xónomos c o m p a r-ten cierta a f i n i d a d

por buscar en las distintas imple-mentaciones de una presunta ca-tegoría una excepción a la regla –en apariencia infalible– que la define. Más allá del fetiche des-tructivo o de una innata vocación de refutadores de reglas, esta exhaustiva búsqueda de excep-ciones conlleva su opuesto. Así, detrás de un mamífero que ponga huevos o de un impar que no sea primo –para poner dos ejemplos de fácil escrutinio– está la bús-queda de definiciones puras, de reglas generales, de verdades. Esto, claro, es más fácil en la ma-temática que en la biología. No sólo por su naturaleza formal (aun cuando la matemática no deje de ser una ciencia natural) sino por la estrategia de esta búsqueda. La creación de números, conjuntos o espacios involucra una simu-lación mental de situaciones. La búsqueda de especies implica un rastreo por la memoria de vagas trazas fósiles. Estas historias se encuentran en dos puntos en si-tuaciones que se parecen y que ocupan gran parte del tiempo no ocupado: jugar y dormir, o, más precisamente, jugar y soñar.

Sin ser la definición esencial

del reino animal, una regla tal vez inequívoca, digna de los mejo-res refutadores de reglas, es la fragmentación o intermitencia del tiempo de vida de todos los animales en dos estados me-tabólicos: un estado activo, de movimiento, búsqueda, ataque y trabajo, y un estado de reposo. A este estado de conservación de energía y de recuperación meta-bólica se lo llama sueño (definido en el diccionario de la Real Aca-demia Española como “El acto de dormir”). En castellano, en un extraño y confuso abuso de no-tación, la misma palabra designa un proceso creativo a veces sin-crónico (“Acto de representarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes” y “Estos mismos sucesos o imáge-nes que se representan”).

Por cierto, en francés, como en la mayoría de las lenguas, cada uno de estos significados goza de una palabra propia: el sueño de dormir es sommeil y el sueño representativo es rêve que, según la etimología, deriva de la construcción galo-romana esvo, que a su vez deriva del latín popular, de la más conocida va-gus. La riqueza del diccionario, el detalle léxico de asignar palabras distintas a significados distintos, además de útil comunicativa-mente suele revelar la historia de los significados. El sueño repre-sentativo es de hecho un proceso

de pensamiento vago, confuso, en el mejor sentido de ambas pa-labras.

La mecánica del pensamiento Así pues, lo que casi todos los

animales hacen de alguna mane-ra u otra es dormir. Pero, ¿sueñan todos ellos? De golpe nos hemos metido en un terreno barroso, difícil, de definiciones compli-cadas y búsquedas aun menos definidas. ¿Cómo saber si un ta-pir o un yacaré –o un vecino por cierto– representan en su noche una narrativa fantasiosa de suce-sos e imágenes? Los procesos arquetípicos, por su relevancia casi literaria, por su misterio, por su desconocimiento, son el sue-ño (representativo) y la concien-cia. Aquí esbozo una hipótesis: que en la historia de la vida la emergencia del sueño y la de la conciencia están intrínsecamente relacionadas.

Se sabe mucho más de la fi-

siología del sueño que de la con-ciencia. A mediados del siglo XIX el médico de Liverpool Richard Caton y luego el fisiólogo alemán Hans Berger comenzaron la gesta moderna de observar la mecáni-ca de la maquinaria del pensa-miento. Esto, claro, presupone ante todo que esta maquinaria existe y que descifrarla debería ser funcional al entendimien-to de los procesos que genera. Un tempranero adepto de esta corriente, un médico de Viena, estableció un modelo de extraor-dinaria intuición en la época en la que Santiago Ramón y Cajal establecía que las neuronas eran los ladrillos de esta maquinaria. En un texto inédito, conocido como “El proyecto para una psi-cología científica” o, simplemen-te, como “El proyecto”, Sigmund Freud postuló uno de los prime-ros modelos mecanicistas de la conciencia, en base de sus hoy célebres neuronas (sensoriales), (mnemónicas) y (conscientes). Luego Freud, urgido por el tiem-po, pasaría a dedicarse a un es-tudio de la mente librado de toda mecánica, y en algún sentido, de forma. Si bien sus textos aportan un entendimiento extraordinaria-mente claro de la “forma” de los sueños, su trabajo enfocado al tratamiento de las psicosis desde el psicoanálisis está centrado en el contenido.

La herramienta utilizada por Berger y Caton para observar el cerebro funcionando fue el elec-troencefalograma. Una serie de captores eléctricos ubicados en la superficie, capaces de registrar grandes procesos macroscópi-cos. Algo así como un micrófono en un estadio que, entre el ruido incomprensible de las multitudes producto de una suma desorde-nada de voces, detecta eventos salientes: goles, protestas, erro-res, penales y otros fenómenos o procesos del juego que resultan en un estado coherente colectivo.

se escapan, copulan. Durante el sueño de onda corta, se estable-ce un estado de quiescencia y se apagan los sentidos y las accio-nes motoras. De todos ellos, los mamíferos, los pájaros y los co-codrilos (con esto quedan afuera gran cantidad de reptiles) tienen además, insertado en el sueño, un ciclo de sueño REM. En pája-ros y cocodrilos, estos episodios duran apenas unos segundos; en los mamíferos, hasta alrededor de una hora.

Si un rasgo es común a una

gran cantidad de familias, es probable que sea propio de sus antecesores comunes. Por ende, este rasgo ha de tener una cierta ventaja evolutiva (o, al menos, no presentar ninguna desventaja) en algún tiempo de la historia remo-ta. Si el sueño de onda corta es común a todos los reptiles, ma-míferos y pájaros (todos pertene-cientes a los amniotas), es lícito suponer que correspondía a un rasgo positivo durante su linaje,

Viaje a los orígenes del sueño

Por Mariano Sigman*

en el peregrinaje del agua a las tierras secas durante el Período Carbonífero, hace aproximada-mente 300 millones de años. Tie-ne cierta lógica asumir que con la conquista de la tierra, la influen-cia de un ritmo circadiano im-puesto por la falta de luz (que se hace mucho menos evidente bajo el agua) imponga un estado de quiescencia durante la noche. En ausencia de luz, no es demasiado sensato salir a cazar ni exponer-se a los peligros del movimiento. Los proto-reptiles tal vez hayan inaugurado el sueño en cuevas u otros lugares seguros en este nuevo (y persistente) mundo en el que la noche se había vuelto peligrosa. Refugiados en sus ca-parazones, tal vez, los primeros dormilones hayan sido los ante-cesores de las tortugas.

Más allá de la ventaja adap-

tativa de la quiescencia nocturna, el sueño de onda corta puede ha-ber conllevado un segundo ingre-diente importante para su selec-

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ción. Una larga serie de trabajos recientes han mostrado que durante este período del sueño ciertas memorias son consoli-dadas, en un proceso de reverberación y recapitulación de la actividad diurna (en una demostración fisiológica de uno de los pilares importantes de la idea freudiana del sueño). Sin que esto sea más que una idea, es posible que la emergencia de este sueño, del establecimiento de un modo de funcionamiento del cerebro desligado de la urgencia, del mundo exterior y dedicado a consolidar ciertas experiencias mediante un ejercicio de la memoria, haya potencia-do la capacidad de estos individuos. Tal vez haya sido un elemento importante que consolidó a los saurios –los prime-ros proto-soñadores– en dominadores del Mesozoico durante los siguientes 200 millones de años.

El sueño creativoLos pájaros y los mamíferos vertebra-

dos de sangre caliente, a diferencia de tortugas, lagartijas, serpientes y otros tan-tos que se quedaron en el preludio de un gran evento, desarrollan una nueva fase del sueño, el ciclo REM. Durante esta fase, exceptuando el movimiento ocular, toda actividad queda completamente inhibida, tal vez como manera de asegurar que toda actividad mental esté desligada de las ac-ciones. Esta inhibición de toda actividad motora tiene por supuesto un costo tal vez demasiado alto para los pájaros, cuya estabilidad requiere de un cierto esfuerzo muscular. Quizás por esta razón el sueño REM extendido y duradero sea exclusivi-dad de los mamíferos.

La consolidación del ciclo REM puede

haber dado lugar a un nuevo proceso en la historia de la cognición: la abducción. A diferencia del entrenamiento y la consoli-dación de memorias, o la estabilización de aprendizajes ya gestados que sucede durante el sueño de onda corta, algunas referencias –cierto que en gran medi-da anecdóticas– sugieren que durante el sueño REM se da una forma diferente de aprendizaje creativo que resulta de un pensamiento menos ordenado. El sueño REM, el movimiento frenético de ojos du-rante la quietud de la noche, es una usina de nuevas posibilidades, mutaciones del pensamiento, una fuente de variaciones de los espacios y soluciones posibles. Las anécdotas del sueño creativo abundan. Los científicos suelen contar el relato de August Kekulé que revolucionó la química encontrando, en el sueño de una serpien-te que se mordía la cola, la forma circular de la estructura del benceno. Qué mejor manera de convencer a los escépticos racionalistas del día de la importancia de la creación nocturna. Sin embargo, segu-ramente sea más pertinente la historia de un músico inglés que amaneció del sueño con una melodía que no le era propia y de la cual tampoco podía recordar dónde o de quién la había escuchado. Ejecutó rápi-damente las notas en un piano y luego las fue repitiendo a distintos amigos y oídos en busca de un autor que nunca apareció. La melodía había emanado en sueños, no era la réplica de nada existente. Paul Mc-Cartney le puso una letra y un título, Yes-terday, sin saber si tenía alguna referencia al sueño ni que iba a convertirse en el sím-bolo de la música de aquella época.

En humanos, los periodos REM están

casi inequívocamente asociados al sueño. Saber esto (salvo por algunas objeciones pertinentes) no es demasiado difícil. Bas-ta interrumpir a un durmiente en distintos estados y preguntarle inmediatamente so-bre el contenido de su sueño. La diferen-cia es sustancial según si ha sido desper-tado durante el REM o el sueño de onda corta. Pero, ¿cómo saber si un gato o un perro sueñan y, más aun, cómo saber el contenido del sueño? Casi cualquier per-sona suficientemente cercana a un gato o a un perro asume con certeza que estos sueñan, e incluso a veces parecen sueños plácidos, a veces pesadillas… Para evi-denciar el sueño, y en parte su contenido, en un experimento difícil e inteligente lle-vado a cabo hace casi cuarenta años, Mi-

chel Jouvet inhibió en una serie de gatos las neuronas que inhiben la acción motora. En la noche, el sueño de onda corta tenía la placidez habitual; sin embargo, durante el sueño REM, los gatos, agitados, maulla-ban, y movían las patas como defendién-dose o cazando. Ya no mediando la inhibi-ción del músculo, los procesos mentales durante este estadio del sueño se plasma-ban en acciones.

En humanos, sobre todo en occiden-

tales post-vieneses, la narrativa del sueño ha sido objeto de extenso estudio. Freud ahondó fuertemente en su contenido, dis-tinguiendo, entre otras facetas, un sueño que replica el pasado (“el resto del día”) y un sueño que simula el futuro, que se evi-dencia en situaciones de ansiedad, donde el sueño se usa como un terreno de simu-lación. Muchos estudiantes han dado un examen la noche previa a rendirlo. Allan Hobson, un psiquiatra e investigador con-temporáneo del sueño, ha trabajado con mucho más énfasis en la forma del sueño. En su descripción sintética, el sueño es una forma de psicosis o demencia, dada por cinco rasgos fundamentales: 1) des-orientación en el tiempo, en el lugar y en los personajes; 2) alucinaciones visuales; 3) distractibilidad y déficit atentivo; 4) pér-dida de memoria, y 5) pérdida de perspi-cacia o entendimiento (no saber qué soña-mos durante el sueño).

Simulaciones del yoCon excepción de la pérdida de perspi-

cacia –cuya relevancia es tal vez pertinente para otros menesteres–, estos rasgos con-tribuyen a la narrativa desordenada, explo-rativa, ebria, libre-asociativa, propia del de-lirio. Estos rasgos son también necesarios para el pensamiento creativo, para generar nuevas situaciones que no se deducen ni inducen de manera simple de la experien-cia previa. Dada una mano de cartas sen-sata, lo más posible es que al barajarla nos encontremos con una mano peor: en una partida (o en el mundo) real la mejor opción será mantener el statu quo. Cada tanto, sin embargo, algún nuevo desorden resultará en una mano sorprendente, imprevisible, y mejor que la del orden previo. La misma estrategia evolutiva de mutar y seleccionar se replica en la ontogenia cognitiva, con el sueño REM como una fuente de mutacio-nes. En la historia abunda la proliferación de estados estables que se suceden en cadenas discretas. Cada tanto, alguna va-riación intencional, alguna propuesta radi-cal, algún accidente, alguna locura resulta exitosa, modifica el orden establecido y se vuelve norma. En la historia del deporte estas transiciones abruptas son bien co-nocidas. En el salto en alto, todos los sal-tadores, desde el siglo XIX, saltaban en un estilo conocido como “tijera”, lo que llevó a un salto máximo de 1,68 metros. Luego fueron siguiendo una serie de estilos, y con el advenimiento esporádico de cada uno se producía un salto discreto en la altura máxima del salto, hasta llegar, luego de casi una decena de cambios de estilos, al récord actual (del cubano Javier Sotoma-yor): 2,45 metros.

Así, se consolida una idea intuitiva del

sueño. Este funciona como un espacio in-mune de simulaciones. Un teatro para po-ner a prueba sin riesgo nuevos escenarios. El fracaso (la muerte) en el sueño es triste, doloroso y preparativo, pero mucho me-nos grave que el fracaso (la muerte) duran-te el día. Durante la noche, en la espera de la vigilia donde uno ha de estar presto para la acción, existe un cierto tiempo donde uno puede preguntarse ¿Y si…? ¿Y si un personaje en realidad fuese otro? ¿Y si dos lugares compartiesen algo que nunca se me hubiese ocurrido? ¿Y si una situación frustrante no hubiese sucedido? A los so-ñadores ávidos, sin embargo, un hecho les llama la atención entre tanto ¿Y si…? Entre tanta mutación, permutación, alteración, discontinuidad y compresión del espacio de posibilidades, dos rasgos permanecen casi siempre invariantes: uno casi siempre es uno y uno siempre es el observador de sus sueños. Muy raramente, en el sueño, uno se viste de otro. Esta preservación de

la identidad en un pensamiento tan vago es un hecho llamativo. También es muy infrecuente que el sueño sea observado (o incluso narrado) por un personaje que no sea uno mismo. Estos ingredientes in-variantes sugieren que tal vez un aspecto importante del sueño es una instancia en la que uno observa y evalúa un mundo de situaciones alteradas.

Más allá del carácter bizarro de los sueños, esta duplicación de la primera persona –un agente (uno, yo) que evalúa un personaje (uno, yo)– fruto de la sepa-ración entre las historias y las acciones, establece una situación novedosa de un carácter muy similar a uno de los rasgos distintivos de la conciencia. Sin embargo, la conciencia florece en plena vigilia, en ausencia absoluta de sueño. ¿O no?

El sueño no es el único territorio pro-

pio para la gesta de simulaciones. La otra situación arquetípica, aparecida en la his-toria de la vida poco después del sueño REM y propiedad casi exclusiva de los mamíferos, es el juego. Sean perros, gatos (o perros y gatos), niños o adultos los que juegan, ciertos rasgos icónicos comparti-dos con el sueño se replican: sucede en ausencia de objetivos fuera del contexto del juego (salvo en su versión profesionali-zada), son de un carácter social marcado e involucran permutaciones, exageraciones, representaciones, cambios de roles, con-tienen un carácter explorativo y una trama con reglas propias, probablemente distin-tivas pero necesariamente consistentes. Muchas veces el juego viene acompaña-do de una falta total de perspicacia y de un dominio y ocupación de la realidad. A menudo nos olvidamos de que el juego es un juego. El juego, como el sueño, se des-vanece, o se hace menos frecuente con la edad. Los adultos sueñan menos y juegan menos. Y, sobre todo, el juego, como el sueño, es un territorio inmune. En el juego y en el sueño todos podemos, como los gatos, poner varias veces a prueba nues-tras vidas.

La defensa de la vigiliaEsta sucesión histórica –que el juego

siga al sueño REM en la historia evoluti-va– sugiere, sin que esta idea pierda de-masiado sentido si se vuelve más metáfora que hecho, que el juego es una manifes-tación de una invasión del sueño REM en la vigilia. Fuera de la carcasa del encierro mental provisto por la inhibición muscular, este espacio narrativo donde la sucesión de pensamientos se desliga de las accio-nes, se vuelve confabulada y sostenida en un mundo no necesariamente consistente con el ambiente. La presión evolutiva con-tra este suceso no necesita de referencias a la selva. Los soñadores diurnos, los col-gados, los volados, los fumados, salvo en contadas excepciones en décadas pasa-das y pese a su celebrada fama creativa, pagan caro su falta de contacto o referen-cia con la realidad. La adicción al juego y la consolidación en una realidad soñada en la vigilia dan como resultado algunos casos raros, exagerados, patológicos, en los que aun las necesidades primarias (que son sin duda los despertadores más eficientes) como la sed o el apetito, son desatendidas, dando lugar a una “muerte lúdica”. Si en tamaña protección hogareña la distracción de los estímulos es peligro-sa, en la selva este riesgo se hace mucho más evidente.

En primer lugar, los jugadores o so-

ñadores diurnos son predominantemente animales que, en su nicho, corren pocos riesgos de ser predados, grandes cazado-res o especies bien escondidas. Entre ellos se encuentran algunos grandes jugadores: los tigres, los lobos, los delfines y los mo-nos.

En segundo lugar, la inducción del jue-

go, la fábula o el sueño diurno emerge con el aburrimiento, con la falta de estímulos o con su monotonía. En ausencia de un mundo externo interesante, aun en la vi-gilia, los soñadores generan uno propio, más rico e interesante. Muchas veces esto

induce el sueño (aun cuando el estímulo es interno, es conocido que una buena receta para la inducción del sueño es la repetición periódica de un evento) y en algunas situa-ciones en las que la fisiología adecuada para pasar a un estado de reposo no está dada, se induce un sueño diurno. El sueño de soñar se separa del sueño de dormir. En tal situación uno puede persistir hasta que, salvo situaciones patológicas, un rui-do abrupto, un movimiento brusco o una necesidad íntima llevan a una situación de contacto directo con la realidad.

En tercer lugar, la mente reflexiva (pa-vloviana, la que sigue un estímulo de su adecuada respuesta) y la mente simulati-va (la del sueño nocturno o de aquel que asalta la vigilia) se separan. Todos pode-mos conducir mientras divagamos en los pensamientos más extraños. Esta es, jun-to con la duplicación del “uno” producida por el sueño entre observador y actor, la segunda y última duplicación pertinente. Esta especie de embriague mental en el que la mente que compartimos con todos los invertebrados, deductiva, activa, que establece las cadenas bien determinadas en la experiencia cotidiana, pasa a coexis-tir con una mente más libre, capaz de ha-cer asociaciones arbitrarias, de simular escenarios distintos, de contener e inhibir los deseos primarios, de evaluar el futuro lejano.

La emergencia de la concienciaSe va cerrando el círculo. En algún mo-

mento lejano de la historia de la vida, la mente más simple, emergente del sistema nervioso más simple, funciona como un operador capaz de establecer transiciones definidas. Alejarse del peligro, acercarse al alimento. En algún momento de la historia evolutiva, frente a la emergencia a la super-ficie, el día y la noche se separan y durante la noche se interrumpe la acción. Algunos animales repiten algunas acciones del día, escondidos en cuevas y en la oscuridad. El aprendizaje no se interrumpe y comien-za un preludio de simulación. Pero este gesto repetitivo, esta replicación fidedig-na no necesita una evaluación, un agente que mire la acción. La noche avanza y en algún momento, para aquellas especies que pueden desconectar el cerebro del músculo, se empiezan a producir gestos extraños, combinaciones y asociaciones bizarras. Ha empezado la exploración. Un buen uso de este teatro de posibilidades requiere un evaluador que elija las buenas barajas, aquellos elementos productivos del delirio. La mente se separa en una ins-tancia ejecutiva, librada de toda acción, lo que le permite hacer aun lo aristoteliana-mente imposible, y otra instancia evaluati-va. La mente se mira a sí misma. Este vicio nocturno se desencasilla y empieza a ocu-par, además de la noche, el aburrimiento. La mente se vuelve ávida de estímulos y llena los huecos del día con más simula-ciones y evaluaciones. Este ejercicio es duplicativo y reflexivo. Las dos maneras de funcionar coexisten, la vieja mente que ac-túa y la nueva mente que simula y evalúa. Las simulaciones y la acción. En este cír-culo que se cierra, en este teatro que se ha creado y en esta instancia de monitoreo, evaluación, selección, de un gran espacio posible ha surgido un nuevo proceso, cuya consecuencia subjetiva es drástica. Estas mentes han creado una imagen de ellas mismas (o más precisamente del ambien-te en el que se desarrollan), de sus accio-nes, y de todo elemento, sensorial, motor, mnemónico que contribuye a ella. Aún no hay (o no han aparecido necesariamente) lenguaje ni símbolos precarios, pero los ti-gres, gatos y delfines ya han esbozado la conciencia. g

*Investigador del CONICET, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la Uni-versidad Torcuato di Tella.

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012 Agosto 2014 Edición N°10

“Tratar de encontrar, detrás del sustantivo, la sustancia”

Por Ignacio Ramonet*

Brasil, fútbol y protestas

Un evento determinante

Es poco probable que los brasile-ños obedezcan a la procaz con-signa que lanzó Michel Platini

–otrora gran futbolista francés y hoy politiquero presidente de la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA)– el pasado 26 de abril: “Hagan un esfuerzo, dé-jense de estallidos sociales y cál-mense durante un mes” (1).

La Copa Mundial de Fútbol comienza en San Pablo el 12 de junio para concluir el 13 de julio en Río de Janeiro. Y hay efectiva-mente preocupación. No sólo en las instancias internacionales del deporte sino también en el pro-pio gobierno de Dilma Rousse-ff, por las protestas que podrían intensificarse durante el evento deportivo. El rechazo al Mundial por parte de la población ha se-guido expresándose desde junio del año pasado, cuando empezó todo con ocasión de la Copa FIFA Confederaciones. La mayoría de los brasileños afirman que no vol-verían a postular a Brasil como sede de un Mundial. Piensan que causará más daños que benefi-cios (2).

“Subirse al ómnibus”¿Por qué tanto repudio contra

la fiesta suprema del balompié en el país considerado como la meca del fútbol? Desde hace un año, sociólogos y politólogos tra-tan de responder a esta pregunta partiendo de una constatación: en los últimos once años –o sea, desde que gobierna el Partido de los Trabajadores (PT)– el nivel de vida de los brasileños ha pro-gresado significativamente. Los aumentos sucesivos del salario mínimo consiguieron mejorar de forma sustancial los ingresos de los más pobres. Gracias a pro-gramas como “Bolsa Familia” o “Brasil sin miseria”, las clases modestas vieron mejorar sus condiciones de vida. Veinte mi-llones de personas salieron de la pobreza. Las clases medias tam-bién progresaron y ahora tienen la posibilidad de acceder a pla-nes de salud, tarjetas de crédito, vivienda propia, vehículo privado, vacaciones... Pero aún falta mu-cho para que Brasil sea un país menos injusto y con condiciones

materiales dignas para todos, porque las desigualdades siguen siendo abismales.

Al no disponer de mayoría po-lítica –ni en la Cámara de Dipu-tados ni en el Senado–, el mar-gen de maniobra del PT siempre fue muy limitado. Para lograr los avances en la distribución del ingreso, los gobernantes del PT –y en primer lugar el propio Luiz Inácio Lula da Silva– no tuvie-ron más remedio que aliarse con otros partidos conservadores (3). Esto creó cierto vacío de repre-sentación y una parálisis política en el sentido de que el PT, a cam-bio, tuvo que frenar toda revuelta social.

De ahí que los ciudadanos descontentos se pusieran a cues-tionar el funcionamiento de la de-mocracia brasileña. Sobre todo cuando las políticas sociales co-menzaron a mostrar sus límites. Pues, al mismo tiempo, se produ-cía una “crisis de madurez” de la sociedad. Al salir de la pobreza, muchos brasileños pasaron de la exigencia cuantitativa (más em-pleos, más escuelas, más hospi-tales) a una exigencia cualitativa (mejor empleo, mejor escuela, mejor servicio hospitalario).

En las revueltas de 2013 se pudo ver que quienes protesta-ban eran a menudo jóvenes per-tenecientes a las clases modestas beneficiarias de los programas sociales implementados por los gobiernos de Lula y Dilma. Esos jóvenes –estudiantes nocturnos, aprendices, activistas culturales, técnicos en formación– son mi-llones, están mal pagados, pero tienen ahora acceso a Internet y poseen un nivel bastante alto de conexión que les permite cono-cer las nuevas formas mundiales de protesta. En este nuevo Bra-sil, desean “subirse al ómnibus” (4) porque sus expectativas au-mentaron más que su condición social. Pero entonces descubren que la sociedad está poco dis-puesta a cambiar y a aceptarlos. De ahí su frustración y su des-contento.

La Copa como símboloEl catalizador de ese enojo

es el Mundial. Obviamente, las protestas no son contra el fút-bol, sino contra algunas prácti-cas administrativas y contra los chanchullos surgidos de la reali-zación del evento. El Mundial ha

supuesto una colosal inversión estimada en unos 8.200 millones de euros. Y los ciudadanos pien-san que, con ese presupuesto, se hubieran podido construir más y mejores escuelas, más y mejores viviendas, más y mejores hospi-tales para el pueblo.

Como el fútbol es el univer-so simbólico y metafórico con el cual se identifican muchos brasi-leños, es normal que lo hayan uti-lizado para llamar la atención del gobierno y del mundo sobre lo que, según ellos, no funciona en el país. En ese sentido, el Mundial ha sido revelador. Para denunciar, por ejemplo, esa forma de hacer negocios turbios con el dinero público. Sólo en la construcción de los estadios, el costo final ha sido un 300% superior al presu-puesto inicial. Las obras fueron financiadas con dinero público a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el cual confió la edifica-ción de los estadios y las gigan-tescas obras de infraestructura a empresas privadas. Estas, con frío cálculo, programaron el atra-so en los plazos de entrega, con vistas a realizar una extorsión sis-temática. Pues sabían que, ante las presiones de la Federación In-ternacional de Fútbol Asociación (FIFA), cuanto más se atrasara la construcción, mayores serían los pagos adicionales que recibi-rían. De tal modo que los costos finales se triplicaron. Las protes-tas denuncian esos sobrecostos efectuados en detrimento de los precarios servicios públicos ofre-cidos en educación, salud, trans-porte, etc.

Asimismo, las manifestaciones denuncian la expulsión, en algu-nas de las doce ciudades sede del Mundial, de miles de familias, desplazadas de sus barrios para liberar los terrenos donde se edi-ficaron o ampliaron aeropuertos, autopistas y estadios. Se esti-ma que unas 250.000 personas fueron víctimas de expulsiones. Otros protestan contra el proce-so de mercantilización del fútbol, que la FIFA favorece. Según los valores dominantes actuales –difundidos por la ideología neo-liberal–, todo es mercancía y el mercado es más importante que el ser humano. Unos pocos ju-gadores talentosos son presen-tados por los grandes medios de comunicación como “modelos” de la juventud, e “ídolos” de la

población. Ganan millones de eu-ros. Y su “éxito” crea la falsa ilu-sión de un posible ascenso social mediante el deporte.

Muchas protestas son dirigi-das directamente contra la FIFA, no sólo por las condiciones que impone para proteger los privile-gios de las marcas patrocinado-ras del Mundial (Coca-Cola, Mc-Donald’s, Budweiser, etc.) y que son aceptadas por el Gobierno, sino también por las reglas que impiden, por ejemplo, la venta ambulante en las cercanías de los estadios.

Varios movimientos contesta-tarios tienen por lema “Copa sem povo, tô na rua de novo” (“Copa sin el pueblo, estoy en la calle de nuevo”), y expresan cinco reivin-dicaciones (por los cinco Mundia-les ganados por Brasil): vivienda, salud pública, transporte público, educación, justicia (fin de la vio-lencia de Estado en las favelas y desmilitarización de la policía militar) y, por último, que se per-mita la presencia de vendedores informales en las inmediaciones de los estadios.

Los movimientos sociales que lideran las manifestaciones se di-viden en dos grupos diferentes. Una fracción radical, con el lema “Sin derechos no hay Mundial”, pacta objetivamente con los sec-tores más violentos, incluso con los “Black Bloc” y su depredación extrema. El otro grupo, organiza-do en Comités Populares de la Copa, denuncian el “Mundial de la FIFA” pero no participan en movilizaciones violentas.

De todos modos, las protestas actuales no parecen alcanzar la amplitud de las de junio del año pasado. Los grupos radicales han contribuido a fragmentar la protesta, y no hay una dirección orgánica del movimiento. Resul-tado: según una reciente encues-ta, dos tercios de los brasileños están en contra de las manifesta-ciones durante el Mundial. Y, so-bre todo, desaprueban las formas violentas de las protestas (5).

¿Cual será el costo político de todo esto para el gobierno de Dil-ma Rousseff? Las manifestacio-nes del año pasado supusieron un golpe duro para la Presiden-ta que, en las tres primeras se-manas, perdió más del 25% del apoyo popular. Después, la man-

dataria declaró que escuchaba la “voz de las calles” y propuso una reforma política en el Con-greso. Esa enérgica respuesta le permitió recuperar parte de la popularidad perdida. Esta vez, el desafío será en las urnas, porque las elecciones presidenciales son el 5 de octubre próximo.

Dilma aparece como favori-ta. Pero tendrá que enfrentar a una oposición agrupada en dos polos: el del centrista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuyo candidato será Aé-cio Neves; y, mucho más temible, el polo del socialdemócrata Par-tido Socialista Brasileño (PSB), constituido por la alianza de Eduardo Campos (ex ministro de Ciencia y Tecnología de Lula) y la activista ecologista Marina Silva (ex ministra de Medio Ambien-te de Lula). Para este escrutinio, decisivo no sólo para Brasil sino para toda América Latina, lo que ocurra este mes durante el Mun-dial podría ser determinante.

1. www.dailymotion.com/video/x1rao84_mondial-2014-platini-le-bresil-faites-un-effort-p e n d a n t - u n - m o i s - c a l m e z -vous-25-04_sport

2. Folha de São Paulo, San Pa-blo, 8-4-14.

3. Desde la época de Lula, la base de la coalición que gobierna Brasil está formada fundamental-mente por el PT y el Partido del Movimiento Democrático Brasile-ño (PMDB, centro-derecha), ade-más de por otras pequeñas fuer-zas como el Partido Progresista (PP) y el Partido Republicano de Orden Social (PROS).

4. Véase Antônio David y Lin-coln Secco, “Saberá o PT iden-tificar e aproveitar a janela his-tórica?”, Viomundo, 26-6-13, www.viomundo.com.br/politica/david-e-secco-sabera-o-pt-iden-tificar-e-aproveitar-a-janela-his-torica.html

5. www.rebelion.org/noticia.php?id=183873&t i tu lar=en-tre-goles-negociados-y-especu-laciones-electorales

*Director de Le Monde diplo-matique, edición española.

© Le Monde diplomatique, edición española.

El acontecimiento deportivo con el que más se identifican los brasileños se ha convertido paradójicamente en la mira del descontento social, para denunciar lo que no funciona en el país y la corrupción que reina en el seno de la FIFA.