Lasmilyunanoches Cuento

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  • 7/29/2019 Lasmilyunanoches Cuento

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    1 | LAS MIL Y UNA NOCHES

    PROVINCIA DE BUENOS AIRES

    GOBERNADORDn. Daniel Scioli

    VICEGOBERNADOR

    Lic. Juan Gabriel Mariotto

    DIRECTORA GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIN

    Dra. Silvina Gvirtz

    VICEPRESIDENTE 1 DEL CONSEJO GENERALDE CULTURA Y EDUCACIN

    Pro. Daniel Laura

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    3 | LAS MIL Y UNA NOCHES

    Copyright: IIPE - UNESCO 2011 / EUDEBA 2012Hecho el depsito que establece la Ley 11.723Libro de edicin argentina. Estos libros son distribuidos en orma gratuita en

    establecimientos pblicos de la Provincia de Buenos Aires. Prohibida su venta.

    Las mil y un una noches / adaptado por Mirta Torres ; ilustrado por

    Diego Moscato. - 1a ed. -Buenos Aires : Eudeba; La Plata: Direccin General de Cultura

    y Educacin de la Provincia de Buenos Aires. Programa TextosEscolares para Todos, 2012.

    96 p. : il. ; 24x16 cm.

    ISBN 978-950-23-1907-0

    1. Literatura Infantil. I. Torres, Mirta, adapt. II. Moscato, Diego,

    ilus.

    CDD 863.928 2

    Fecha de catalogacin: 13/01/2012

    LAS MILY UNA NOCHES

    Seleccin de textos: Mara Elena Cuter y Cinthia KupermanAdaptacin: Mirta TorresCuidado de la edicin y correccin: Martn AlzuetaDiseo grco: Malena Cascioli

    ESTE LIBRO PERTENECE A:

    .............................................................

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    LAS MILY UNA NOCHES

    Algunas historias de

    ANTOLOGA DE CUENTOS ORIENTALESILUSTRADO POR: DIEGO MOSCATO

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    de cmo sherezade evit que el rey lecortara la cabeza

    los viajes de simbad el marino

    al bab y los cuarenta ladrones

    aladino y la lmpara maravillosa

    de cmo sherezade y el rey vivieron felices

    glosario

    PAG. 9

    PAG. 17

    PAG. 39

    PAG. 61

    PAG. 89

    PAG. 93

    NDICE

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    9 | LAS MIL Y UNA NOCHES

    Sucedi sin embargo que un da, habiendo salido de cacera, regres a su palacio

    antes de lo previsto y encontr a su esposa apasionadamente abrazada con uno de

    sus jvenes esclavos. Ay! solloz el rey. Siento en mi corazn un uego que

    quema!. E inmediatamente orden que su esposa y el esclavo ueran degollados.

    La muerte de su esposa inel no calm el uego que inamaba el corazn del rey

    Shariar. Su rostro iba perdiendo el color de la vida y se alimentaba apenas. Ya lo

    dijo el poeta:

    ace muchsimos aos, en las lejanas tierras de Oriente, hubo un rey

    llamado Shariar, amado por todos los habitantes de su reino.

    DE CMO SHEREZADE

    EVIT QUE EL REYLE CORTARA LA CABEZA

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    11 | LAS MIL Y UNA NOCHES

    Amigo: no te es de la mujer; rete de sus promesas!No te cones, amigo! Es intil!Y nunca digas: Si me enamoro, evitar las locurasde los enamorados! No lo digas!Sera verdaderamente un prodigio ver salir a un hombresano y salvo de la seduccin de las mujeres!

    Convoc entonces el rey a su visir y le mand que cada da hiciera venir a su

    palacio a una joven doncella del reino. El rey las desposaba pero, con las primerasluces del amanecer, recordaba la indelidad de su esposa y una nube de tristeza le

    velaba el rostro. Entonces, haca decapitar a las doncellas ardiendo de odio hacia

    todas las mujeres.

    Transcurrieron as los aos sin que Shariar encontrara paz ni reposo mientras,

    en el reino, todas las amilias vivan sumidas en el horror, huyendo para evitar

    la muerte de sus hijas.

    Un da, el rey mand al visir que, como de costumbre, le trajese a una joven. El

    visir, por ms que busc, no pudo encontrar a ninguna y regres muy triste a

    su casa, con el alma llena de miedo por el uror del rey: Shariar ordenar esta

    noche mi propia muerte! pens. Pero el visir tena dos hermosas hijas, la mayor

    llamada Sherezade y la menor de nombre Doniazada.

    Sherezade era una joven de delicadeza exquisita. Contaban en la ciudad que

    haba ledo innumerables libros y conoca las crnicas y las leyendas de los reyes

    antiguos y las historias de pocas remotas. Sherezade guardaba en su memoria

    relatos de poetas, de reyes y de sabios; era inteligente, prudente y astuta. Era muy

    elocuente y daba gusto orla.

    Al ver a su padre, le habl as: Por qu te veo soportando, padre, tantas

    aficciones?. El visir cont a su hija cuanto haba ocurrido desde el principio al

    n. Entonces le dijo Sherezade: Por Alah, padre, csame con el rey! Prometo

    salvar de entre las manos de Shariar a todas las hijas del reino o morir como

    el resto de mis hermanas!. El visir contest: Por Alah, hija! No te expongas

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    Pues nada son comparados con los que os podra contar la noche prxima, si el

    rey quiere conservar mi vida. El rey dijo para s: Por Alah! No la matar

    hasta que haya odo el nal de su historia. Y por primera vez en muchos aos

    durmi un sueo tranquilo.

    Al despertar, march el rey a presidir su tribunal. Y vio llegar al visir que llevaba

    debajo del brazo un sudario para Sherezade, a quien crea muerta. Pero nada le

    dijo al rey porque l segua administrando justicia, designando a algunos para

    ciertos empleos, destituyendo a otros, hasta que acab el da. El visir regres a su

    casa perplejo, en el colmo del asombro, al saber que su hija haba sobrevivido a lanoche de bodas con el rey Shariar.

    Cuando termin sus tareas, el rey volvi a su palacio. Al llegar por n la segunda

    noche, Doniazada pidi a su hermana que concluyera la historia del mercader y

    el erit. Sherezade dijo: De todo corazn, siempre que este rey tan generoso me

    lo permita. Y el rey, que senta gran curiosidad acerca del destino del mercader,

    orden: Puedes hablar.

    Sherezade prosigui su relato y lo hizo con tanta astucia que, al ll egar la maana,

    Doniazada y el rey ya estaban escuchando un nuevo cuento.

    En el momento en que vio aparecer la luz del da, Sherezade discretamente

    dej de hablar. Entonces su hermana Doniazada dijo: Ah, hermana ma!

    Cun deliciosas son las historias que cuentas!. Sherezade contest: Nada es

    comparable con lo que te contar la noche prxima, si este rey tan generoso decide

    que viva an. Y el rey se dijo: Por Alah! no la matar hasta que le haya odo

    la continuacin de su relato, que es asombroso.

    Entonces el rey se entreg al descanso y march ms tarde a la sala de justicia.

    Entraron el visir y los ociales y se llen el lugar de gente. Y el rey juzg, nombr,

    destituy, despach sus asuntos y dio rdenes hasta el n del da. Luego se puso de

    pie y volvi a su palacio y a su alcoba.

    Doniazada dijo: Hermana ma, te suplico que termines tu relato. Y Sherezade

    contest: Con toda la alegra de mi corazn.

    nunca a tal peligro. Pero Sherezade insisti nuevamente en su ruego. Entonces

    el visir, sin replicar nada, hizo que preparasen el ajuar de su hija y march a

    comunicar la noticia al rey Shariar.

    Mientras su padre estaba ausente, Sherezade instruy de este modo a su hermana

    Doniazada:

    Te mandar llamar cuando est en el palacio y en cuanto llegues y veas que el rey

    ha terminado de hablar conmigo, me dirs: Hermana, cuenta alguna historia

    maravillosa que nos haga pasar la noche. Entonces yo narrar cuentos que, siAlah quiere, sern la causa de la salvacin de las hijas de este reino.

    Regres poco despus el visir y se dirigi con su hija mayor hacia la morada

    del rey. El rey se alegr muchsimo al ver la belleza de Sherezade y pregunt a

    su padre: Es esta la doncella con quien me desposar esta noche?. Y el visir

    respondi respetuosamente: S, lo es.

    Pero acabada la ceremonia nupcial, cuando el rey quiso acercarse a la joven,

    Sherezade se ech a llorar. El rey le dijo: Qu te pasa?. Y ella exclam: Oh

    rey poderoso, tengo una pequea hermana, de la cual quisiera despedirme!. El

    rey mand buscar a la hermana que lleg rpidamente, se acomod a los pies del

    lecho y dijo: Hermana, cuntanos una historia que nos haga pasar la noche.

    Sherezade contest: De buena gana y con todo respeto, si es que me lo permite este

    rey tan generoso, dotado de tan buenas maneras. El rey, al or estas palabras,

    como no tena ningn sueo, se prest de buen grado a escuchar el relato deSherezade.

    Aquella primera noche, Sherezade empez a contar la historia del mercader que,

    en uno de sus viajes por el desierto, cay en manos de un erit que quera cortarle

    la cabeza. El mercader, en su an por salvar su vida, le contaba al genio maligno

    tantos relatos maravillosos que lleg el amanecer sin que Sherezade hubiese

    concluido la historia. Entonces, la joven se call discretamente, sin aprovecharse

    ms del permiso que le haba concedido Shariar. Su hermana Doniazada dijo:

    Oh hermana ma! Cun dulces y sabrosos son tus relatos!. Sherezade contest:

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    Y prosigui con la historia. Como la noche anterior, supo interrumpir su narracin

    justo en el momento ms interesante, al llegar el amanecer. El rey, para conocer el

    desenlace del cuento, decidi postergar nuevamente la muerte de su esposa.

    Al llegar el alba de la noche siguiente, cuando Doniazada maniest cun

    interesante haba resultado el nuevo relato, respondi Sherezade: Pero es ms

    maravillosa la historia del pescador.

    Y el rey pregunt con curiosidad: Qu historia del pescador es esa?. La que

    os contar la noche prxima, seal Sherezade, si vivo todava. Entonces elrey dijo para s: Por Alah! No la matar sin haber odo la historia del pescador,

    que debe ser verdaderamente maravillosa.

    La misma decisin tom el rey Shariar al da siguiente y en los sucesivos das.

    Sherezade anunciaba nuevas historias, las interrumpa sabiamente o las

    entrelazaba de tal modo que el personaje de un cuento contaba un cuento en el

    que un personaje contaba un cuento... As, una historia llevaba a la otra en una

    narracin sin n que iba dejando a la joven un da ms de vida, una semana

    ms, un mes, un ao tras otro ao.

    Transcurridas quinientas treinta y seis noches, Sherezade empez a narrar las

    aventuras de Simbad el Marino. Y las hazaas de Simbad, gracias sean dadas

    a Alah!, se enlazaron una con otra durante treinta noches y llegaron a nuestros

    odos tal como podris escucharlas ahora.

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    llamado Simbad el Faqun. Era pobre y para ganarse la vida transportabapesados bultos sobre su cabeza de un punto a otro de la ciudad. Un da de

    calor excesivo pas por delante de la puerta de una casa que deba pertenecera algn mercader rico; soplaba all una brisa gratsima y cerca de la puertase vea un banco para sentarse. Al verlo, el aqun Simbad dej su carga y sesent. Entonces no pudo menos que suspirar y exclamar: Gloria a Ti, ohAlah! Por la maana, yo, Simbad el Faqun, me levanto agotado del trabajodel da anterior; el propietario de esta mansin, en cambio, disruta de susguisos y se rodea de sonidos y aromas delicados. Oh, Alah, quiero creer quegobiernas con sabidura! Simbad el Faqun se dispuso a recoger su ardopara marcharse. Pero sali por la puerta un joven sirviente que le tom la

    LOS VIAJES DESIMBAD EL MARINO

    e llegado a saber, oh rey aortunado, que en tiempos del caliaHarn Al-Rachid viva en la ciudad de Bagdad un hombre

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    mano y dijo: Mi seor ha escuchado tus lamentaciones y te manda llamar.Sgueme.

    Simbad se dej llevar, avergonzado y cabizbajo. El seor de la casa leoreci los mejores manjares y le dijo: He sabido que te llamas igual queyo, porque mi nombre es Simbad el Marino. Este bienestar que ves en mivejez ha sido adquirido despus de grandes atigas. Te contar la historiade mi vida.

    Has de saber que mi padre ue un rico comerciante. Cuando muri yo eramuy joven. Me hice hacer costosos vestidos, me rode de ser vidores e invita grandes banquetes hasta que un da descubr que me encontraba a laspuertas de la pobreza. Vend todo lo que me quedaba y adquir mercancaspara salir a comerciarlas. Me embarqu junto con otros y navegamos por elro Basora hasta salir al mar y alejarnos de las costas de la patria.

    Navegamos durante das y noches, de mar en mar, de isla en isla, de tierra en

    tierra y de puerto en puerto. All por donde pasbamos, vendamos y comprbamos

    obteniendo provecho de nuestro trabajo.

    Un da llegamos a una pequea isla que pareca un jardn. El capitn mandechar anclas y los comerciantes que bamos a bordo desembarcamos. Unos

    decidieron descansar, otros recorrer el lugar y algunos encendieron lumbrepara preparar alimentos.

    De repente, tembl la isla toda con una ruda sacudida. El capitn, quepermaneca en la orilla, empez a dar grandes voces: Alerta, pasajeros!Esta no es una isla sino un pez gigantesco dormido en medio del mar.La arena se le ha ido amontonando y sobre ella ha crecido el musgo y losrboles. Vuestras hogueras lo han despertado. Abandonad vuestras cosas ysalvad vuestras vidas!

    Los pasajeros, aterrados, echaron a correr hacia el navo. Algunos pudieron

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    Grit entonces con toda mi voz: Yo soy Simbad el Marino!

    Luego aad: Cuando se puso en movimiento el enorme pez a causa deluego que encendieron en su lomo, yo ui de los que no pudieron ganar tunavo y cayeron al agua. Pero me salv gracias a un tronco de madera sobreel que me puse a horcajadas hasta alcanzar la costa.

    Al escucharme, el capitn exclam: No hay ms poder que en Alah, elAltsimo!. El capitn me entreg los ardos. Despus seguimos navegando

    hasta llegar al puerto, vend all mis mercancas y regres a Bagdad, dondevolv a ver a mi amilia y a mis amigos.

    Inici una nueva vida comiendo manjares admirables y bebiendo bebidaspreciosas y olvid las penurias pasadas y los peligros sur idos. Pero maana,si Alah quiere, les contar, oh invitados mos!, el segundo de los viajes queemprend.

    Y Simbad el Marino se encar con Simbad el Faqun y le rog que cenasecon l. Luego, hizo que le entregaran mil monedas de oro y antes dedespedirlo lo invit a volver al da siguiente.

    La segunda noche habl Simbad en estos trminos a su convidado:

    Verdaderamente yo viva la ms dulce de las vidas, cuando un da asaltmi espritu el deseo de recorrer otros mares, de conocer otras islas y otros

    hombres. Fui pues al zoco y compr las mercancas que pretenda exportar.Busqu luego un navo hermoso y nuevo, provisto de velas de buena calidady transport a l mis ardos.

    Navegamos durante das y noches, de mar en mar, de isla en isla, de tierra en

    tierra y de puerto en puerto. All por donde pasbamos, vendamos y comprbamos

    obteniendo provecho de nuestro trabajo.

    alcanzarlo, otros no lo lograron porque el enorme pez se haba puesto yaen movimiento. Yo me vi de pronto rodeado por las olas tumultuosas quese cerraban sobre los lomos del monstruo. Me aerr a un tronco mientrasvea alejarse al navo con aquellos que haban logrado alcanzarlo, que Alahlos perdone!

    Me sent sobre el tronco y rem con brazos y piernas a avor del viento.As pas un da y dos noches hasta que el viento y las olas me arrastraron alas orillas de una isla. All qued sumido en un sueo proundo hasta que

    el ardor del sol logr despertarme. Me arrastr hasta una llanura cercana;beb agua dulce y comenc a alimentarme con los rutos cados de losrboles. Poco a poco, recobr mis uerzas. Pas cierto tiempo, y empezabaa estar harto de tanta soledad. Sola recorrer la orilla del mar a la esperade algn navo que pudiera recogerme. Una maana, ascend a una puntarocosa para observar el horizonte y, desde all, descubr una vela entre lasolas. Desgaj una rama e hice seas con ella lanzando al viento grandesalaridos. Finalmente me vieron y se acercaron a la costa para socorrerme.En la nave, me orecieron alimentos y ropas para cubrir mi desnudez y mesent invadido por un gran bienestar. Al da siguiente, cont mi historia y elcapitn se compadeci mucho de mis penas.

    Quisiera serte til, me dijo. Has de saber que llevamos navegando ycomerciando muchsimo tiempo. Ahora nos dirigimos a un puerto cercano.Para que no tengas que llegar a tu tierra en tan miserable estado, mi deseoes entregarte los ardos de un mercader que embarc con nosotros enBasora pero que ha perecido ahogado. Encrgate de vender las mercancasy yo te dar una retribucin por tu trabajo; despus te dirigirs a Bagdad,preguntars por la amilia del ahogado y les hars llegar el importe de loque vendas ms las mercancas sobrantes.

    Al or estas palabras, mir atentamente al capitn y lleno de emocinpregunt: Y cmo se llamaba ese mercader, capitn?

    l me contest: Simbad el Marino!

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    que en su vuelo tapaba el sol y que alimentaba a sus polluelos con eleantes.La cpula blanca era uno de los huevos que empollaba aquel Roc! Elpjaro descendi sobre el huevo, extendi sobre l sus alas inmensas, dejdescansando a ambos lados sus dos patas en tierra y se durmi. Yo queddebajo de una de sus patas, que pareca ms gruesa que el tronco de unrbol aoso. Tom una decisin: me quit el turbante, lo trenc como unacuerda y me at con ella a la inmensa pata del pjaro Roc. Me dije que no

    podra sobrevivir en la isla pero que el Roc en su vuelo tal vez me condujeraa parajes civilizados.

    Al amanecer, el Roc se irgui, lanz un grito horroroso y se elev por losaires conmigo colgado de su pata. Atraves el mar volando por encima delas nubes y despus de mucho rato empez a descender hasta posarse entierra. Me apresur a desatarme pero el pjaro no descubri mi presencia,como si se tratara de alguna mosca o de una hormiga que por all pasase. ElRoc se precipit a cazar un animal inmenso y se elev con l entre sus garrasnuevamente en direccin al mar. Me dispuse entonces a reconocer el lugar.

    Un da, Alah nos condujo hasta una isla con multitud de rboles dedeliciosos rutos y fores olorosas, pjaros cantores y arroyos cristalinos.Yo ui a sentarme a orillas de un arroyo. Me tend en el csped y dejque se apoderara de m el sueo, en medio de la rescura y los aromas delambiente. Dorm durante muchas horas, tantas que cuando despert, noencontr a nadie. Me puse a llorar preso de un terror proundo. Desesperado,recorr la isla en todas direcciones sin poder encontrar huellas humanas.

    Trep a un rbol al tsimo y, al mirar atentamente, descubr a lo lejos algoblanco e inmenso. Baj del rbol y avanc con mucha cautela hacia aquelsitio. Cuando estuve ms cerca, advert que era una inmensa cpula deblancura resplandeciente, pero no descubr la puerta de entrada. Mientrasrefexionaba, advert que de pronto desapareca el sol y el da se tornaba enuna noche negra. Alc la cabeza para mirar las nubes y vi un pjaro enorme,de alas ormidables, que volaba tapando el sol y oscureciendo la isla.

    Record entonces con terror lo que contaban algunos viajeros: que en lasislas del sur viva un pjaro gigantesco de alas descomunales, llamado Roc,

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    Observ que todo el suelo estaba cubierto de diamantes de gran tamao.Pero vi tambin que en todas direcciones se desplazaban serpientes gruesascomo palmeras y supe que me hallaba al borde de la muerte. Sent granpnico y corr hacia una cueva para salvar mi vida. Entr y cuando mehabitu a la oscuridad advert que lo que a primera vista tom por unaenorme roca negra era una serpiente enroscada sobre sus huevos. Sententonces en mi carne el horror de semejante espectculo. La piel se meencogi como una hoja seca, tembl de terror y ca al suelo sin conocimiento.

    As permanec hasta la maana. Cuando despert, y pude convencerme deque no haba sido devorado todava, tuve suciente aliento para deslizarmehasta la entrada y lanzarme uera, tambalendome como un borracho acausa del sueo, del hambre y del terror.

    Mientras deambulaba, cay a mis pies desde las alturas el esqueleto de unbuey sacricado. Los restos de carne estaban rescos y sanguinolentos. Alclos ojos pero no vi a nadie. Record en ese momento lo que se contaba delos buscadores de diamantes: como los buscadores no podan bajar al vallede las serpientes, mataban bueyes o carneros, los desollaban y arrojabanlas carcasas a los precipicios, donde iban a caer sobre los diamantes quese incrustaban en ellas proundamente. Entonces llegaban unas enormesguilas para llevarse a sus nidos los restos de los animales como alimento desus cras. Los buscadores de diamantes se precipitaban sobre ellas lanzandograndes gritos para obligarlas a soltar su presa. Recogan los diamantes

    adheridos a la carne resca, abandonaban la res para alimento de las guilasy regresaban a su pas.

    Me asalt la idea de que poda tratar an de salvar mi vida y salir de aquelvalle. Me incorpor y comenc a amontonar una gran cantidad de diamantes,abarrot con ellos mis bolsillos, me los introduje entre el traje y la camisa,llen mi calzn y los pliegues de mi ropa. Tras de lo cual, desenroll la telade mi turbante, como la primera vez... Luego me introduje en el costillardel buey me at bien uerte con el turbante a los cuartos traseros y esper.A medioda, un guila de gran tamao se precipit sobre la presa, la aerr

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    junto con el cadver del eleante ensar tado en su cuerno. As dispone Alahque se alimenten sus enormes polluelos.

    Viv algn tiempo en aquella isla y tuve ocasin de cambiar mis diamantespor ms oro y plata de lo que podra contener un navo. Despus regres aBasora, pas de bendicin, para ascender hasta Bagdad, morada de paz!

    Tras los saludos propios del retorno, no dej de comportarme generosamente,repartiendo ddivas entre mis parientes y amigos, sin olvidar a nadie.

    Disrut alegremente de la vida, comiendo manjares exquisitos y bebiendolicores delicados. Pero maana, oh mis amigos!, os contar las peripeciasde mi tercer viaje, el cual es mucho ms interesante que los dos primeros.

    Luego call Simbad. Los esclavos sirvieron de comer y de beber. Despus,Simbad el Marino hizo que dieran cien monedas de oro a Simbad el Faqun,que las recibi dando las gracias y se march invocando sobre la cabeza deSimbad el Marino las bendiciones de Alah.

    Por la maana se levant el Faqun y volvi a casa del rico Simbad comol le haba indicado. Simbad el Marino empez su relato de la manerasiguiente:

    Sabed, oh mis amigos!, que con la deliciosa vida que yo disrutaba desdeel regreso de mi segundo viaje, olvid completamente los sinsabores

    suridos y los peligros que corr, aburrindome de permanecer enBagdad. As es que mi alma dese con ardor reemprender los viajes y elcomercio. Adquir ricas mercancas y part de Bagdad para Basora. Allme esperaba un gran navo y no bien me encontr a bordo, nos hicimosa la vela con la bendicin de Alah para nosotros y para nuestra travesa.

    Navegamos durante das y noches, de mar en mar, de isla en isla, de tierra en

    tierra y de puerto en puerto. All por donde pasbamos, vendamos y comprbamos

    obteniendo provecho de nuestro trabajo.

    y la elev por los aires conmigo escondido en su interior. Not luego quese posaba en su nido y que empezaba a desgarrarla con grandes picotazosque amenazaban con desgarrar mi propia carne. De pronto, se escuchun gritero y el sonido de tambores que asustaron al ave y la obligaron aemprender nuevamente el vuelo.

    Un grupo de hombres se acerc. Desat mis ligaduras y sal de la res. Estabacubierto de sangre de pies a cabeza por lo que mi aspecto deba resultarespantoso. Los hombres se alejaron pero yo grit: No temis! Soy un

    hombre de bien.El propietario del buey se inclin sobre la carne y la escudri sin encontrarall los diamantes que buscaba. Alz sus brazos al cielo, diciendo: Qudesilusin! Estoy perdido!

    Al verlo, me acerqu a l que exclam: Quin eres? Y de dnde vienespara robarme mi ortuna?

    Le respond: No temas nada porque no soy ladrn y tu ortuna en nada hadisminuido. Saqu en seguida de mi cinturn algunos hermosos ejemplaresde diamantes y se los entregu dicindole: He aqu una ganancia que nohabras osado esperar en tu vida! El propietario del buey maniest su alegray me dio las gracias. Pasamos aquella noche en un lugar agradable y yo nocaba en m de gozo por hallarme otra vez entre personas civilizadas.

    Decid permanecer en compaa de aquellas gentes para viajar por nuevastierras. Llegu con ellos a una gran isla donde descubr a un portentosoanimal que llaman rinoceronte; el rinoceronte pasta exactamente comopastan las vacas y los balos en nuestras praderas. Su cuerpo es mayorque el cuerpo del camello; al extremo del morro tiene un cuerno largo quele sirve para pelear y vencer al eleante, enganchndolo y tenindolo envilo hasta que muere. Pero de poco le sirve esa ventaja, ya que no puededesprenderse del cadver, que empieza a derramar su grasa sobre los ojosdel rinoceronte cegndole y hacindole caer. Entonces el rinoceronte setiende a morir hasta que llega el pjaro Roc y se lo lleva entre sus garras,

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    Un da, estbamos en alta mar cuando de pronto vimos que el capitn delnavo se golpeaba con uerza el rostro y se arrancaba los pelos de la barba.Al verlo en ese estado, lo rodeamos preguntndole: Qu pasa, capitn?

    Contest: Mi corazn tiene presentimientos de muerte. Estamos a mercedde un viento contrario que nos ha desviado de la ruta. La tempestad estsobre nosotros.

    Por desgracia, no tardamos en ver que se cumplan los presentimientos del

    capitn. El viento azot las velas, las olas cortaron las amarras y daaronel timn. Impulsado por el viento, el navo se precipit contra la costa yencall. La mayora de nosotros se apresur a descender y permanecimoslargo rato contemplando desde la playa los restos del navo. Los rbolesrutales y el agua dulce que abundaban en el lugar nos permitieron recobrarun tanto nuestras uerzas. Al amanecer, nos pareci ver entre los rbolesun edicio muy grande y avanzamos hasta acercarnos a l. Descubrimosque era un palacio de mucha altura, rodeado por slidas murallas con unagran puerta de bano de dos hojas. Como esta puerta estaba abierta, laranqueamos y penetramos en una inmensa sala. Extenuados de atigay miedo, nos dejamos caer y nos dormimos proundamente. Ya se habapuesto el sol, cuando nos sobresalt un ruido estruendoso. Desde el techo,vimos descender ante nosotros a un ser con rostro humano, al to comouna palmera, de horrible aspecto. Tena los ojos rojos como dos tizonesinfamados, dientes salientes como los colmillos de un cerdo, una bocaenorme como el brocal de un pozo. Sus labios le colgaban sobre el pecho ysus oscuras manos tenan uas ganchudas cual las garras del len.

    A su vista, nos llenamos de terror. l ue a sentarse contra la pared y desdeall comenz a examinarnos en silencio uno a uno mientras encenda grancantidad de lea en el hogar que haba en aquella sala. Tras de ello, seadelant hacia nosotros, ue derecho a m, tendi la mano y me tom dela nuca. Me dio vueltas pero no debi encontrarme de su gusto porque medej, echndome a rodar por el suelo, y se apoder del capitn del navo.

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    y corriendo en todos sentidos, intent atrapar a alguno de nosotros. Perohabamos tenido tiempo de tirarnos al suelo de bruces a su derecha y a suizquierda, de manera que a cada manotazo slo encontraba el vaco. Acabpor dirigirse a tientas a la puerta y sali dando gritos espantosos.

    Nos lanzamos entonces a la balsa que habamos construido y empezamos aremar con las ramas ms uertes. El gigante, adivinando nuestra presencia,empez a arrojar hacia el mar inmensas rocas que levantaban altas olasal caer con estrpito en las aguas. La balsa se inclin y algunos de los

    marineros cayeron al mar. Slo tres de nosotros permanecimos a fote, amerced del viento y las olas, hasta que una brisa nos acerc a una isla y enella descendimos.

    Junto con mis compaeros, nos alimentamos de hierbas y rutos durantealgunos das, pero al poco tiempo una barca de pescadores que se acerca las costas nos recogi y en ella llegamos a una ciudad de altos edicioscercana al mar. La llamaban la Ciudad de los Monos. Eran buena gente,pero la vida all no era cil pues los bosques que rodeaban la ciudad estabanhabitados por multitud de monos que por las noches invadan en bandadasel lugar. Para salvar sus vidas, los habitantes deban descansar en sus barcasy regresar a sus casas al amanecer, cuando los monos volvan al bosque.

    Permanecimos pues durmiendo en la barca que nos haba recogido. Un da,el dueo me dijo: Eres pescador? Tienes ocio?

    Le respond que slo saba comprar y vender mercancas pero que habaperdido todos mis bienes en un nauragio. Entonces, me entreg una bolsay me dijo: Toma esta bolsa, llnala de guijarros, ve con estos hombres yhaz todo lo que ellos hacen. Conseguirs de ese modo dinero para pagar elpasaje que te lleve a tu patria.

    Hice lo que me indic; sal de la ciudad con un grupo de hombres cadauno de los cuales llevaba al hombro una bolsa cargada de guijarros. Nosencaminamos a un valle de altsimas palmeras plagadas de monos. Los

    Eligi al capitn porque era un hombre robusto. Lo mat de un solo golpe,lo ensart en un asador de hierro y lo as como a un pollo dorndolo en lasllamas de la hoguera.

    Concluida su comida, el espantoso gigante se tendi sobre el piso y no tarden dormirse, roncando igual que un balo. Y permaneci dormido hastala maana. Lo vimos entonces levantarse y alejarse como haba llegado.En cuanto se march, todos estallamos en llanto considerando la ormahorrorosa en que moriramos.

    Anocheca cuando la tierra volvi a temblar bajo nuestros pies y aparecinuevamente aquel ser gigantesco, que volvi a repetir las maniobras de latarde anterior. Sin embargo, cuando despus de haber dormido se alejnuevamente, uno de los marineros dijo: Escuchadme compaeros! Nocreis que vale ms matar a este gigante que dejar que nos devore? Antes dematarlo, construyamos una balsa con las ramas que cubren la playa; aunquela balsa naurague y nos ahoguemos, habremos evitado que el monstruonos asesine!

    Todos exclamamos: Por Alah! Es una idea razonable! Al momentonos dirigimos a la playa y construimos la balsa, en la que tuvimos cuidadode poner algunas rutas y hierbas comestibles. Al anochecer, volvimos alpalacio para esperar temblando al gigante. Todava debimos observar sinun murmullo cmo ensartaba y asaba a uno de nuestros compaeros. Pero

    cuando se durmi y comenz a roncar nos aprovechamos de su sueo.Escogimos dos de los inmensos asadores de hierro en los que ensartabaa sus vctimas y los calentamos en la hoguera hasta que estuvieron al rojovivo; los empuamos luego uertemente por el extremo ro y como eranmuy pesados llevamos cada uno entre varios. Nos acercamos a l y entretodos hundimos a la vez los asadores en ambos ojos del gigante dormido yapretamos con todas nuestras uerzas para dejarlo ciego.

    Debi sentir un dolor terrible porque el grito que lanz ue tan espantosoque nos hizo rodar por el suelo a gran distancia. Salt l a ciegas y, aullando

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    hombres empezaron a lanzarles las piedras que haban hasta all habanllevado; yo hice lo mismo. Los monos respondieron lanzndonos cocos.Con ellos, todos volvimos a llenar nuestras bolsas y regresamos a la ciudad.Ese ue mi trabajo durante muchos das, hasta que almacen gran cantidadde cocos y vend otros tantos. Por n, un da, agradec al dueo de la barcatodos los avores que me haba dispensado y embarqu junto con mi grancargamento de cocos en una nave que acert a pasar por alli.

    En todas las islas donde nos detenamos, cambiaba mi mercanca por otros

    productos. Obtuve primero canela y pimienta y cambi luego parte de estasespecias por madera de China. En los mares perleros, entregu esa excelentemadera y recib a cambio muchas perlas de incalculable valor.

    Y Alah permiti que luego de navegar durante das y noches, de mar en mar,de isla en isla, de tierra en tierra y de puerto en puerto , llegara a Basora msenriquecido que nunca. Entonces, regres a mi antigua vida en Bagdad.

    Como las otras noches, Simbad el Faqun recibi cien monedas de oro ymarch a su casa, donde descans hasta la maana siguiente.

    Sabed, compaero y hermano mo, dijo Simbad el Marino aquellamaana, que no escarment cilmente. Pretend aprender de misdesventuras pero, como los que te he contado, emprend en total siete

    viajes. Mi nombre adquir i cierta ama entre los navegantes que acudana consultarme cosas relativas al comercio, a los mares y a las islas. El calialleg a escuchar mi historia y orden a los cronistas que la escribieran yla depositaran en la biblioteca del palacio para que sirviera de instruccina quienes la leyeran. Estuve ausente de mi patria veintisiete aos y sloentonces me arrepent ante Alah de mi mana viajera y le di gracias porhaberme devuelto a mi amilia y a mi patria. Y aqu tienes, Simbad elFaqun, la historia de mi vida.

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    El Faqun dijo: Por Alah, hermano de nombre, no me reprendas porpensar que habas adquirido cilmente tus riquezas!

    Simbad el Marino mand poner el mantel y dio un estn que dur largasnoches. Y despus invit a permanecer a su lado, como mayordomo de sucasa, a Simbad el Faqun. Y ambos vivieron raternalmente hasta que ue avisitarlos la que destruye las alegras, la amarga muerte.

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    Cuando Sherezade acab de contar la historia de Simbad

    el Marino se call, sonriendo.

    Entonces la pequea Doniazada se levant de la alombra

    en que estaba acurrucada y dijo a su hermana: Oh,

    Sherezade, hermana ma! Qu terrible, prodigioso y

    temerario era Simbad el Marino!

    Y Sherezade sonri y dijo: No creas, oh rey aortunado!,

    que todas las historias que has odo hasta ahora pueden

    valer tanto como la historia de Al Bab, que me reservo

    para la noche prxima, si quieres.

    Entonces el rey Shariar dijo para s: No la matar hasta

    despus!

    Entonces Sherezade sonri y dijo: Cuentan que...

    Pero en este momento vio aparecer la maana y se call,

    discreta.

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    ecuerdo, oh rey aortunado!, que en tiempos muy lejanos, enuna ciudad entre las ciudades de Persia, vivan dos hermanos;

    uno se llamaba Kasn y el otro Al Bab. Cuando el padre de Kasn y de Al

    Bab muri, los dos hermanos se repartieron lo que les dej en herencia,tardando poco en consumirlo y encontrndose, de la noche a la maana,con las caras largas y sin pan ni queso.

    El mayor, que era Kasn, temiendo morir de hambre, no tard en casarsecon una joven que tena plata. De esta manera, adems de una esposa, eljoven tuvo una tienda en el centro del mercado. Tal era su destino y as secumpli.

    En cuanto al segundo, que era Al Bab, como no era ambicioso, se hizoleador, ahorr algn dinero y lo emple en comprar un asno, despus otro y

    AL BAB YLOS CUARENTA LADRONES

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    paradero de sus asnos abandonados en medio del bosque. Los cuarentaladrones reaparecieron luego de orse un ruido subterrneo, parecido a unterremoto lejano. Cada uno de ellos con las alorjas vacas en la mano sedirigi a su caballo, coloc las alorjas en la grupa y mont sobre su silla.Antes de partir, el jee se volvi hacia la entrada de la caverna, y, en voz alta,pronunci la rmula: Cirrate, ssamo!. Y las dos mitades de la roca sejuntaron. Los bandoleros con sus semblantes sombros y sus barbas negrasmarcharon por el mismo camino por el que haban venido.

    En cuanto a Al Bab, la prudencia hizo que permaneciese algn tiempoen su escondite, a pesar del deseo que senta de ir a recuperar sus asnos,dicindose: Estos terribles bandoleros pueden haber olvidado alguna cosaen su cueva, volver de improviso sobre sus pasos y sorprenderme aqu.Los sigui con la mirada hasta que se perdieron de vista y recin entoncesdecidi bajar del rbol con mil precauciones.

    Una vez en el suelo, avanz hacia la roca, reteniendo la respiracin y depuntillas. Una enorme curiosidad lo empujaba. El leador inspeccion laroca de arriba abajo y encontrndola lisa y sin ranura alguna por la quepudiese meter una aguja, se dijo: Sin embargo, por aqu he visto con mispropios ojos desaparecer a los cuarenta ladrones!.

    Despus, olvidando sus temores, Al Bab dijo: brete, ssamo!. A pesarde que pronunci las palabras mgicas con voz insegura, la roca se abri.

    Al Bab vio una gran galera que conduca a una sala y que reciba luzpor medio de aberturas practicadas en lo ms alto. A lo largo de los murosvio ardos de seda y brocado, grandes cores cargados hasta los bordes demonedas y lingotes de plata y de dinares de oro. El suelo estaba hasta talpunto cubierto de vasijas llenas de oro y joyas, que el pie no saba dndeposarse, temeroso de estropear algn valioso objeto. Cuando se recuper enparte de su asombro, el leador se dijo: Por Alah! Al Bab, de repenteaprendes rmulas mgicas y haces abrir puertas de piedra que dan accesoa cavernas cargadas de riquezas acumuladas en el lugar por generaciones de

    ms tarde un tercero. Todos los das los llevaba al bosque y los cargaba con lalea que antes l mismo haba trado sobre sus espaldas. Siendo propietariode tres asnos, Al Bab inspiraba conanza a las gentes de su ocio, todospobres leadores, y uno de ellos le oreci a su hija en matrimonio. AlBab tuvo de su esposa dos hijos y todos vivan modestamente del productode la venta de lea.

    Un da en que Al Bab estaba en el bosque ocupado en abatir a hachazos unrbol, el destino decidi modicar su vida. Primero se oy un ruido lejano

    que se aproximaba rpidamente. Al Bab, que detestaba las aventuras ylas complicaciones, se asust al encontrarse solo con sus tres asnos enmedio de aquella soledad. Trep sin tardanza a la copa de un rbol que seelevaba en la cima de un pequeo monte desde el que se dominaba todo elbosque. As, oculto entre las ramas, pudo observar qu era lo que producaaquel estruendo. Y bien que lo hizo! Una tropa de caballeros, armadoshasta los dientes, avanzaba al galope hacia donde l se encontraba. Al versus semblantes sombros y sus barbas negras que los hacan semejantes acuervos, no dud que eran bandoleros, salteadores de caminos de la peorespecie. Girando estuvieron por unos momentos los bandidos al pie delmonte rocoso donde Al Bab estaba escondido; a una seal de su jeeecharon pie a tierra, ataron sus caballos a los rboles y recogieron lasalorjas cargndolas sobre sus espaldas. Tan pesadas eran que los bandidoscaminaban encorvados bajo su peso. Uno detrs de otro pasaron bajo Al

    Bab, que as pudo cilmente contarlos y ver que eran cuarenta, ni uno msni uno menos.

    Cuando llegaron ante una gran roca que haba al pie del monte, todos sedetuvieron. El jee, que era el que iba a la cabeza, se par rente a la roca ycon voz retumbante exclam: brete, ssamo!. Al momento la roca seentreabri, el jee se apart un poco para dejar pasar a sus hombres y cuandohubieron entrado todos l mismo entr y exclam con voz autoritaria:Cirrate, ssamo!. La roca volvi a su sitio y Al Bab se cuid muchode hacer el menor movimiento, a pesar de la inquietud que senta por el

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    ladrones. De ahora en adelante, podrs hacer que el oro del robo proteja atu amilia de necesidades y privaciones.

    Habiendo tranquilizado de este modo su conciencia, Al Bab busc porall varios sacos y los llen de dinares y otras monedas de oro. Cargndolosuno a uno sobre sus espaldas, los llev hasta la entrada de la caverna y,dejndolos en el suelo, se dirigi a la salida. All dijo: brete, ssamo!.Al Bab corri a buscar sus asnos y los carg con los sacos, que tuvo buencuidado de ocultar con haces de lea encima, y cuando acab su trabajo

    pronunci la rmula de cierre, se coloc ante sus asnos cargados de oro ylos anim a echar a andar hasta llegar a su casa.

    Oh, marido! Qu es lo que traes en esos sacos tan pesados? exclamla esposa de Al al verlo. Al Bab respondi: Oh, mujer! Aydame aesconderlos!. La esposa del leador, dominando su curiosidad, le ayuda llevarlos, uno tras otro, al interior de la casa. Luego, no pudo contenersems y vaci uno de los sacos sobre la tierra. Sonoras carcajadas de oroiluminaron con millones de refejos la pobre habitacin del leador queaprovech el momento de espanto de su mujer para contarle su aventuradesde el comienzo hasta el n.

    Cuando la esposa escuch el relato sinti en su corazn una gran alegra yal instante comenz a contar los dinares. Al Bab, rindose, le dijo: Quhaces? Aydame a cavar una osa en nuestra cocina para que este tesoro

    quede oculto sin dejar rastro. La mujer respondi: No puedo permitir queentierres este oro sin antes haberlo pesado o medido. Te suplico, permtemeir a buscar una medida y lo medir en tanto que t cavas la osa. Sea!respondi el leador, pero gurdate mucho de divulgar nuestro secreto!

    La esposa de Al Bab sali a pedir una medida a la esposa de Kasn, elhermano de su marido, cuya casa no estaba muy lejos. Entr, pues, en lacasa de la parienta rica que nunca invitaba a comer a su casa al pobre AlBab y que nunca haba enviado la ms pequea golosina a sus hijos, comohacen las gentes muy ricas para regalar a los hijos de la gente muy pobre.

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    Despus de los saludos, le pidi prestada una medida. Cuando la esposade Kasn oy la palabra medida se sorprendi mucho ya que saba queAl Bab y su mujer eran muy pobres y no poda comprender para qunecesitaran aquel utensilio. Con gran curiosidad le dijo: La medida laquieres grande o pequea?. La esposa del leador respondi: La msgrande que tengas.

    La esposa de Kasn ue a buscar la medida. Pero queriendo saber qu clasede grano iban a medir en ella, ech una capa de sebo sobre el ondo y las

    paredes. Despus, se la entreg a su parienta.La mujer de Al Bab regres a su casa. Una vez en ella, puso la medidasobre el montn de oro y despus de llenarla la vaci un poco ms lejos,repitiendo esta operacin muchas veces y marcando sobre el muro con untrozo de carbn tantas rayas como veces la llenaba y vaciaba. Al Bab, porsu parte, termin de cavar la osa en la cocina y regres junto a su esposaque le mostr las numerosas rayas de carbn y le encomend el trabajo deenterrar todo el oro mientras ella iba a devolver la medida. La ineliz nosaba que un dinar de oro estaba pegado al sebo en el ondo de la medida.

    En cuanto la esposa de Kasn descubri la pieza de oro pegada al sebo enlugar de algn grano de haba o avena, se puso plida de envidia. Se sentatan uriosa que envi rpidamente a una esclava a buscar a su esposo a latienda. Cuando el sorprendido Kasn entr en la casa, la mujer puso el

    dinar ante sus narices y grit: Lo ves? Pues no es ms que lo que lessobra a esos miserables!

    T te crees rico por tener una tienda mientras que tu hermano no tienems que tres asnos! Desengate, Al Bab no se contenta con contar suoro, tiene tanto que lo mide como si uese grano!.

    Al momento Kasn corri a casa de su hermano y encontr a Al Babtodava con el pico en la mano, terminando de enterrar su tesoro y le dijo:Es as como aparentas pobreza para despus en tu vivienda piojosa medirel oro como si ueran granos!. Al Bab se turb al or estas palabras y

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    porque su marido no regresaba. Entonces, decidi a ir a buscar a Al Bab:Oh, hermano de mi esposo! Kasn ha ido al bosque y todava no ha vueltoa pesar de lo avanzado de la noche. Al Bab se alarm tambin perotranquiliz a la mujer de su hermano, sabiendo que cualquier bsqueda seraintil en la noche sombra. Con las primeras luces de la maana, el leadorabandon su casa seguido de sus tres asnos. Al aproximarse a la roca convoz temblorosa pronunci las palabras mgicas y entr en la caverna. Elespectculo de los miembros descuartizados de Kasn lo hizo caer, llorando,

    de rodillas. Recogi de la caverna dos grandes sacos, meti en ellos elcuerpo y, ponindolos sobre uno de sus asnos, los recubri cuidadosamentecon ramas. Luego, orden a la puerta que se cerrase y tom el camino de laciudad, entristecido por la muerte de su hermano.

    Al llegar a su casa, llam a su esclava Morgana para que le ayudase adescargar los sacos. Aquella esclava era una joven a la que Al Bab y suesposa haban recogido de pequea y criado como si uese una hija. Lajoven era agradable, educada e inteligente para resolver cuestiones diciles.Al Bab le cont el n de su hermano, aadiendo: Su cuerpo est sobreel tercer asno. Es preciso que encuentres algn medio para hacerlo enterrarcomo si hubiese muerto de muerte natural, sin que nadie pueda sospecharla verdad.

    El leador, entonces, ue a dar la noticia a la esposa de Kasn quien comenza dar alaridos. Pero Al Bab supo calmarla para no llamar la atencin delos vecinos: Si en medio de esta desgracia sin remedio que se abate sobre tile dijo, hay alguna cosa capaz de consolarte, yo te orezco la mitad de losbienes que Alah me ha dado, pero debemos protegernos de los bandolerosguardando el secreto.

    Ella comprendi y evit divulgar la muerte de su esposo. La joven Morgana,por su parte, no haba perdido el tiempo. Haba ido a la tienda del mercaderde medicamentos y haba comprado una especie de jarabe para enermedadesgraves. El mercader pregunt quin estaba enermo en la casa de su amo.

    respondi: Alah es generoso, hermano mo!. Y le cont su historia delbosque.

    Kasn sali bruscamente resuelto a apoderarse de todo el tesoro de lacueva. A la maana siguiente, antes que amaneciese, parti hacia el bosquellevando diez mulas. Sigui al pie de la letra las indicaciones de Al Bab. Alexclamar: brete, ssamo!, la roca se abri y Kasn penetr en la caverna,cuya entrada se cerr tras l gracias a la rmula mgica. Su asombro notuvo lmites a la vista de tantas riquezas y se dijo que para la prxima vez

    organizara una verdadera expedicin, contentndose esta vez con llenar deoro tantos sacos como pudiese cargar sobre las diez mulas.

    Una vez que acab aquel trabajo, regres a la galera y dijo: brete,cebada!. Kasn, turbado por su codicia y estando ocupada su cabeza ensacar los tesoros, haba olvidado las palabras que deba decir y la rocapermaneci cerrada. Entonces dijo: brete, haba!, pero la puerta no seabri, por lo que dijo todos los nombres de cereales y granos que crecensobre la supercie de los campos: brete, avena!; mas tampoco seabri hendidura alguna. Kasn grit: brete, centeno!. brete, mijo!.brete, trigo!. brete, arroz!. La puerta de piedra permanecicerrada. Kasn slo olvid un grano, el misterioso ssamo, que era el nicoque estaba dotado de poderes mgicos.

    Cuando los cuarenta ladrones regresaron a su cueva, vieron que diez mulas

    cargadas con grandes cores estaban atadas a los rboles. El jee se decidia entrar en la cueva y levantando su sable ante la puerta invisible, pronuncila rmula mgica. Al momento la roca se abri. Kasn se haba escondidoen un rincn. Cuando oy pronunciar la palabra ssamo maldijo su malamemoria y, apenas vio que la puerta se entreabra, se lanz hacia uera contan poca prudencia que choc contra el jee de los cuarenta ladrones. Losbandidos se abalanzaron sobre Kasn y con sus sables lo descuartizaron enun abrir y cerrar de ojos.

    La esposa de Kasn, mientras tanto, vio que la noche llegaba y se alarm

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    Morgana, suspirando, le haba respondido: Oh calamidad! El mal aquejaal hermano de mi amo pero nadie conoce su enermedad. Est inmvil,ciego y sordo y su rostro tiene el color del azarn.

    A la maana siguiente, Morgana ue a ver al mismo vendedor demedicamentos y entre lgrimas y suspiros le pidi un remedio que slo se daa los enermos moribundos. Al mismo tiempo, coment con las vecinas delbarrio la grave enermedad de Kasn, el hermano de su amo. Al amanecer,las gentes del barrio se despertaron oyendo gritos y lamentaciones y no

    dudaron en pensar que los parientes lloraban la muerte de Kasn.Pero Morgana no se detuvo en su plan, pensando: No todo consiste enhacer pasar una muerte violenta por muerte natural; adems hay un granpeligro: dejar que la gente se d cuenta de que el diunto est cortado enseis pedazos. Sin tardanza, corri a casa de a un viejo zapatero remendndel lugar que no la conoca; le puso en la mano un dinar de oro y le dijo: Tutrabajo me es necesario. Levntate y ven conmigo para coser unos cueros!.Tom un pauelo y le vend los ojos, puso en la mano del zapatero unasegunda pieza de oro dicindole: Es condicin imprescindible que lleguesa ciegas, sin poder reconocer el camino que recorres guiado por mi mano.Y lo condujo a la casa de Al Bab. All le quit el pauelo y mostrndole elcuerpo del diunto le dijo: Cose esos seis trozos que ves all. El zapateroretrocedi espantado pero Morgana le puso una nueva moneda de oro enla mano y le prometi otra ms si haca el trabajo rpidamente. Cuando elhombre concluy la costura, Morgana le volvi a vendar los ojos, le entregla recompensa prometida y lo condujo hasta la puerta de su tienda.

    Una vez que regres, la muchacha tom el cuerpo reconstruido de Kasn,lo perum con incienso y lo amortaj ayudada por Al Bab. Despus, lorecubrieron con telas adecuadas Y por medio de estas astucias, la verdad deaquella muerte quedara oculta para siempre.

    En cuanto a los cuarenta ladrones, durante un mes se mantuvieron alejadosde la cueva para evitar el olor de la putreaccin del cuerpo de Kasn. Pero el

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    Al Bab, no perdi el tiempo marcando la puerta con tiza sino que observatentamente para jar el lugar exacto en su memoria. Regres al bosquey reuniendo a los treinta y nueve ladrones les dijo: Traed aqu treinta yocho grandes tinajas de barro, de vientre ancho, todas vacas, y una ms quellenaris con aceite de oliva. Cuidad de que ninguna est rajada.

    Los ladrones estaban habituados a obedecer sin chistar. Regresaronrpidamente con dos tinajas atadas sobre cada caballo y el jee dijo:Despojaos de vuestras ropas y que cada uno se meta en una tinaja,

    llevando nicamente sus armas, su turbante y sus babuchas!. Los ladronessaltaron sobre los caballos que portaban las tinajas y se dejaron caer en ellas.Quedaron dentro con las rodillas tocando las barbillas, igual que los pollosen el huevo a los veinte das. Cada uno llevaba en la mano su cimitarra.El jee cerr las bocas de los recipientes con bra de palmera. Entonces,se disraz de mercader de aceite y se dirigi hacia la ciudad. Por la tarde,lleg ante la casa de Al Bab que estaba sentado en el umbral tomando elresco.

    Soy mercader de aceite dijo el jee de los ladrones y no s dnde pasarla noche en una ciudad desconocida. Al Bab se acord de los tiempos enque era pobre y le dijo: T y tus bestias con la carga pueden descansar en elpatio de mi casa. Llam a Morgana y le orden que ayudase al mercader.Luego, invit a comer a su husped. Despus que hubieron comido y bebido,el jee de los ladrones dijo: Mustrame el sitio de tu casa en el que puedadar descanso a mis intestinos. Al Bab lo condujo al lugar indicado. Alquedar a solas, el hombre se acerc a las tinajas e inclinndose sobre cadauna, dijo en voz baja: Cuando oigas que unas piedrecitas golpean tu tinaja,sal y acude junto a m. Morgana lo esperaba en la puerta de la cocinacon una lmpara de aceite en la mano para conducirlo a la habitacin.Cuando la joven volvi a la cocina, regando los platos y las cacerolas, seacab el aceite de la lmpara. Tom la vasija y ue al patio a llenarla enuna de las tinajas. Se aproxim a la primera de ellas, la destap y metila vasija en la abertura, pero el cacharro, en lugar de sumergirse en aceite,

    da que regresaron su asombro no tuvo lmites al no encontrar los restos. Eljee dijo: Hemos sido descubiertos. Es preciso que sin prdida de tiempomatemos al cmplice del muerto. Alguien astuto y audaz debe ir a la ciudady descubrir dnde habitaba el que hemos descuartizado. Al momento,uno de los ladrones, exclam: Me orezco.

    El bandido entr en la ciudad; anduvo por uno y otro lado hasta que lleg ala tienda del zapatero. Salud amablemente y expres su admiracin por eltrabajo que el hombre realizaba. A tu edad le dijo conservas la habilidad

    y la buena vista. Muy halagado el zapatero respondi: Oh, por Alah,todava puedo enhebrar la aguja al primer intento y puedo coser los seistrozos de un muerto en el ondo de un stano poco iluminado!. El ladrnal or estas palabras simul asombro y exclam: Haz el avor de decirmednde se levanta la casa en cuyo stano cosiste los restos del muerto!.

    El viejo remendn respondi: Oh, slo si me vendasen los ojos podraencontrar aquella casa guindome por las cosas que palp con mis manosa lo largo del camino!. El ladrn exclam: No deseo ms que seguir tusindicaciones para dar con la casa en la que suceden cosas tan prodigiosas!.Y vendando los ojos del zapatero, ue conducido hasta la casa de Al Bab,en cuya puerta se apresur a hacer una seal con un trozo de tiza. Despus,quit la venda de los ojos del remendn, lo gratic con varias piezas deoro y se apresur a tomar el camino del bosque para anunciar a su jee eldescubrimiento que haba hecho.

    Pero la joven Morgana regresaba esa tarde de comprar provisiones en elmercado y not que sobre la puerta haba una marca blanca. Corri a buscarun trozo de tiza e hizo una seal exactamente igual en las puertas de todaslas casas de la calle a derecha e izquierda. Cuando los malhechores entraronen la ciudad y se dirigieron a la casa sealada, se asombraron mucho al verque todas las puertas de aquella calle tenan la misma seal. De inmediatoregresaron a la cueva y el jee dijo: Me encargar yo mismo; y parti solopara la ciudad. Una vez all, cuando el zapatero le hubo indicado la casa de

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    choc contra algo duro y oy una voz. Por Alah! Este es el momento!,dijo el bandido sacando la cabeza. No, mozo, no!, dijo Morgana. Tuamo duerme todava. Espera a que se despierte. La muchacha, temblandopor la sorpresa, lo haba adivinado todo. Inspeccion las dems tinajas ytanteando las cabezas cont otras treinta y ocho; cuando lleg a la ltima,la encontr llena de aceite, llen la vasija y ue a encender su lmpara.

    De vuelta en la cocina, hizo hervir un gran cubo con aceite hirviendo yaproximndose a cada tinaja, la destap y verti de golpe el lquido caliente

    sobre las cabezas de los ladrones que al momento murieron abrasados.Morgana volvi a cubrir las bocas de las tinajas con la bra de palmera,regres a la cocina, apag la lmpara y permaneci a oscuras.

    A medianoche, el mercader de aceite asom la cabeza por la ventana quedaba al patio y no viendo ni oyendo nada pens que todos los de lacasa dorman. Tal como haba dicho a sus hombres, arroj sobre las tinajasunas piedrecillas, pero nada sucedi. Pensando que sus hombres se habandormido, arroj ms guijarros, pero no apareci cabeza alguna. El jee delos bandidos se enoj mucho con sus hombres, a los que crea dormidos.Mas, cuando se acerc a las tinajas, debi retroceder por el espantoso olor aaceite quemado que exhalaban. El jee de los ladrones comprendi de qumanera atroz haban perecido sus hombres y, dando un salto prodigioso, setrep al muro intentando perderse en la oscuridad de la noche.

    Morgana, que haba permanecido en las sombras, se abalanz contra l comoun gato salvaje y le clav en el corazn un pual que llevaba en su manoderecha. Al Bab sali al patio y, en el colmo del espanto y la conusin,se lanz hacia Morgana, que temblorosa por la emocin, limpiaba el pualen sus vestiduras.

    Al Bab crey que la joven era vctima del delirio y de la locura, pero ellacon voz tranquila dijo: Oh amo! Alabemos a Alah que ha dirigido elbrazo de una dbil joven para castigar al jee de tus enemigos!.

    Mientras hablaba, despoj de su manto al cuerpo y mostr bajo sus largas

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    57 |al bab y los cuarenta ladrones

    barbas al jee de los bandidos. Al Bab comprendi que deba su vida y lade su amilia al coraje de la joven Morgana. La abraz, con lgrimas en losojos, y le dijo: Oh Morgana, hija ma! Para que mi dicha sea completa,quieres entrar denitivamente en mi amilia como esposa de mi hijo?.Morgana bes la mano de Al Bab y respondi: Acepto y obedezco.

    Los cuerpos de los ladrones se enterraron en secreto en una osa del jardny el matrimonio de Morgana con el hijo de Al Bab se celebr sin tardanzaen medio de gran alegra y regocijo.

    Al cabo de un ao, Al Bab decidi volver a la caverna en compaa desu hijo y de Morgana. La joven no dej de observar que los arbustos y lasgrandes hierbas obstruan por completo el sendero que rodeaba la roca y queen el suelo no haba rastro de pisadas humanas ni huellas de caballos. Dijoentonces: Podemos entrar sin peligro. Al Bab pronunci la rmulamgica: brete, ssamo!. La roca dej paso libre a Al Bab, a su hijo y ala joven Morgana. El antiguo leador comprob que nada haba cambiadodesde su ltima visita al tesoro. Llenaron de oro y piedras preciosas tressacos grandes que haban llevado con ellos y, volviendo sobre sus pasos,despus de pronunciar la rmula, salieron de la cueva.

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    59 | LAS MIL Y UNA NOCHES

    Cuando Sherezade acab de contar la historia de Al

    Bab se call, sonriendo.

    El rey Shariar dijo: Ciertamente, Sherezade, la joven

    Morgana no tiene par entre las mujeres de hoy. Bien lo

    s yo, que me vi obligado a cortar la cabeza de todas lasdesvergonzadas de mi palacio.

    No creas, oh rey aortunado!, que todas las historias

    que has odo hasta ahora pueden valer tanto como

    la historia de Aladino, que me reservo para la noche

    prxima, si quieres.

    El rey Shariar dijo para s: No la matar hasta

    despus!

    Entonces Sherezade sonri y dijo: Cuentan que...

    Pero en este momento vio aparecer la maana y se call,

    discreta.

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    61 | aladino y la lmpara maravillosa

    ALADINO YLA LMPARA MARAVILLOSA

    este instante, haba un hombre llamado Musta que era sastre de ocio ypobre de condicin. Aquel hombre tena un hijo llamado Aladino, un nio

    mal educado y peleador, a quien el padre quiso hacer aprender su ocio.Pero Aladino, que preera jugar con los muchachos de su barrio, no pudoacostumbrarse a permanecer en la tienda.

    Cuando el pobre sastre muri, la madre de Aladino debi vender la tiendapara sobrevivir por algn tiempo. Pero pronto el dinero se agot y la mujerpasaba sus das y sus noches hilando lana y algodn para alimentarse yalimentar a su hijo.

    En cuanto Aladino se vio libre de su padre, se pasaba todo el da uera decasa y regresaba slo a las horas de comer. As ue como lleg a la edad de

    e llegado a saber, oh rey aortunado!, que en la antigedad,en una ciudad de la China de cuyo nombre no me acuerdo en

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    63 | aladino y la lmpara maravillosa

    quince aos. Era verdaderamente hermoso y bien ormado, con magncosojos negros, una tez de jazmn y aspecto seductor.

    Un da estaba Aladino en la plaza del zoco con otros vagabundos como l,cuando pas por all un misterioso extranjero que se detuvo y lo observlargo rato. El extranjero era un mago conocedor de los astros y con elpoder de su hechicera poda hacer chocar unas con otras las montaas msaltas. He aqu por n pensaba el extranjero al joven que busco desdehace largo tiempo!. Se aproxim a Aladino sonriendo y le dijo: No eres

    Aladino, el hijo del sastre Musta?. Y l contest: S, soy Aladino. Peromi padre hace mucho tiempo que ha muerto. Al or estas palabras, elextranjero lo abraz llorando y el muchacho le pregunt: A qu obedecentus lgrimas, seor? Ah, hijo mo!, exclam el hombre. Soy tu to yacabas de revelarme de manera inesperada la muerte de mi pobre hermano.En cuanto te vi descubr el parecido en tu rostro. Dnde vive tu madre, lamujer de mi hermano? Ensame el camino de tu casa!.

    Aladino ech a andar y lo condujo. Por el camino, el extranjero contratun mandadero y los tres se aproximaron a la casa con una carga de rutas,pasteles y bebidas. Aladino se adelant y dijo a su madre: Se acerca haciaaqu mi to que viene esta noche a cenar con nosotros!.

    Cualquiera dira, hijo mo, que quieres burlarte de tu madre! Quin esese to de que me hablas?. Y dijo Aladino: Aquel hombre que viene

    por el camino. Al ver la carga de manjares, se dijo la madre de Aladino:Quiz no conociera yo a todos los hermanos del diunto!.

    La paz sea contigo, oh esposa de mi hermano!, salud el extranjero. Lamadre de Aladino le devolvi el saludo mientras el mago deca: No teparezca extraordinario el no haber tenido ocasin de conocerme porquehace treinta aos que abandon este pas y part para el extranjero. Peroun da, estando en mi casa, me puse a pensar en mi hermano y me decida emprender el viaje. Y despus de prolongadas atigas acab por llegar aesta ciudad y Alah permiti que encontrase a este nio jugando y apenas

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    cay sobre l de un salto y lo atrap. Lo mir jamente y le dio una boetadatan terrible que Aladino qued aturdido y cay al suelo. Sin Aladino, elmago no poda realizar la tarea para la que haba viajado. Es preciso quesepas, dijo que debajo de esta losa de mrmol que ves en el ondo delagujero se halla un tesoro inscripto a tu nombre y no puede abrirse ms queen tu presencia! Slo t en el mundo puedes levantar esta losa de mrmol.Y una vez levantada sers el amo de un tesoro que partiremos en dosporciones iguales, una para ti y otra para m!.

    Al or estas palabras, el pobre Aladino se olvid de la boetada recibiday contest: Oh, to mo!, mndame lo que quieras!. He aqu, pues, loque tienes que hacer! Empezars por bajar al ondo del agujero, tomarscon tus manos la argolla de bronce y levantars la losa! Slo tendrs quepronunciar tu nombre y el nombre de tu padre al tocar la argolla!.

    Entonces se inclin Aladino y tir de la argolla de bronce diciendo: SoyAladino, hijo del sastre Musta!, y levant con gran acilidad la losa demrmol. Debajo, vio una cueva con doce escalones que conducan a unapuerta de cobre rojo. El mago le dijo:

    Aladino, baja a esa cueva! Entra por la puerta de cobre que se abrir soladelante de ti. Vers cuatro grandes calderas llenas de oro lquido. Pasa sindetenerte y recgete bien el traje porque si tuvieras la desgracia de rozarcon tus ropas una de las calderas, al instante te convertiras en una mole de

    piedra negra. Encontrars luego un jardn magnco plantado de rbolesagobiados por el peso de sus rutas. No te detengas all tampoco! Caminahacia adelante y vers rente a ti, sobre un pedestal de bronce, una lmparade cobre encendida. Tomars esa lmpara, la apagars, verters en el sueloel aceite y te la esconders en el pecho. Y volvers por el mismo camino! Alregreso podrs detenerte en el jardn y recoger tantas rutas como quieras.Una vez que te hayas reunido conmigo, me entregars la lmpara.

    Entonces el mago se quit un anillo que llevaba y se lo puso a Aladino en elpulgar, dicindole: Este anillo, hijo mo, te pondr a salvo de todos los peligros.

    lo vi, no vacil en reconocerlo. La madre de Aladino se emocion conaquellos recuerdos y, para que olvidara sus tristezas, el extranjero se dirigia Aladino variando la conversacin: Hijo mo, qu ocio aprendiste paraayudar a tu pobre madre y vivir ambos?

    Al or aquello, avergonzado por primera vez en su vida, Aladino baj lacabeza mirando al suelo. Y como no deca palabra, contest en lugar suyosu madre: Un ocio?, tener un ocio Aladino? Se pasa todo el dacorriendo con otros nios del barrio, haraganes como l!. Y se ech a

    llorar.Entonces el extranjero se encar con Aladino, y le dijo: Qu vergenzapara ti, Aladino! Como mi deber es servirte de padre en lugar de mi diuntohermano, maana volver por ti para instruirte. Te har visitar los sitiospblicos y los jardines situados uera de la ciudad para que puedas habituarteal trato de gente distinguida y dedicada al trabajo.

    A la maana siguiente, Aladino y su to echaron a andar juntos yranquearon las murallas de la ciudad, de donde nunca antes haba salidoAladino. Anduvieron por el campo y llegaron por n a un valle al pie deuna montaa. Para llegar a aquel valle haba salido el mago de los connesde su pas y haba viajado hasta los connes de la China!

    Entonces dijo: Ya hemos llegado!. Se sent sobre una roca y le ordena Aladino: Recoge ramas secas y trozos de lea y trelos!. Aladino

    se apresur a obedecer. Ya tengo bastante, dijo el mago. Retrate yponte detrs de m!. Entonces prendi uego, sac del bolsillo una cajade ncar, la abri y tom un poco de incienso que arroj en medio dela hoguera. Se levant una humareda espesa que el mago agit con susmanos murmurando rmulas en una lengua incomprensible para Aladino.Tembl en ese instante la tierra y se abri en el suelo una abertura dediez codos de anchura. En el ondo de aquel agujero apareci una losa demrmol con una argolla de bronce en el medio.

    Al ver aquello, Aladino lanz un grito y emprendi la uga. Pero el mago

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    Aladino baj corriendo por los escalones de mrmol. Sin olvidar lasrecomendaciones del mago, a quien todava crea su to, atraves conprecaucin el lugar evitando rozar las calderas ; cruz el jardn sin detenerse,vio la lmpara encendida y la tom. Verti en el suelo el aceite y la oculten su pecho en seguida, sin temor a mancharse el traje. Volvi luego sobresus pasos y lleg de nuevo al jardn.

    Observ que los rboles estaban agobiados bajo el peso de las rutas deormas, tamaos y colores extraordinarios. Las haba blancas, de un blanco

    transparente como el cristal o de un blanco turbio como el alcanor. Ylas haba rojas, de un rojo como los granos de la granada o de un rojocomo la sangre. Y las haba verdes, azules, violetas y amarillas. El pobreAladino no saba que las rutas blancas eran diamantes, perlas de ncar ypiedras lunares; que las rutas rojas eran rubes, carbunclos y coral; que lasverdes eran esmeraldas, jades y aguamarinas; que las azules, eran zaros yturquesas; que las violetas eran amatistas; que las amarillas eran topaciosy gatas. Caa el sol sobre el jardn y los rboles despedan brillos comollamas de uego de todas sus rutas.

    Entonces, se acerc Aladino a uno de aquellos rboles y recogi rutas detodos los colores, llenndose con ellas el cinturn, los bolsillos y el orrode la ropa. Agobiado por el peso, se ci cuidadosamente el traje y llenode prudencia atraves la sala de las calderas, lleg a la escalera y vio en lapuerta al mago. El mago no tuvo paciencia para esperar a que llegase y ledijo: Dnde est la lmpara, Aladino? Dmela ya, ya mismo. Aladinocontest: Cmo quieres que te la d tan pronto si est entre todas las bolasde vidrio con que me he llenado la ropa por todas partes? Djame antessalir de este agujero y as podr sacarme del pecho la lmpara y drtela!.Pero el mago supuso que Aladino quera guardarse la lmpara y le grit conuna voz espantosa como la de un demonio: Oh, hijo de perro!, dame lalmpara enseguida o morirs!.

    Aladino temi recibir otra violenta boetada y se dijo: Ms vale resguardarse!

    Voy a entrar de nuevo en la cueva mientras se calma!. Al ver aquello, elmago lanz un grito de rabia y al momento la losa se cerr y Aladino quedencerrado en la cueva subterrnea. El mago, urioso y echando espuma, sealej por el camino. Seguramente volveremos a encontrarlo.

    Desesperado, el muchacho empez a dar gritos, prometiendo a su to que ledara al momento la lmpara. Pero sus gritos no ueron odos por el mago,que ya se encontraba lejos. Aladino empez a dudar de aquel hombre. Sevea enterrado vivo y empez a restregarse las manos como hacen los que

    estn desesperados. De ese modo, rot sin querer el anillo que llevaba enel pulgar y vio surgir de pronto ante l un inmenso erit, negro y brillantecomo el betn, con la cabeza como un caldero y ojos rojos llameantes. Seinclin ante Aladino y con una voz retumbante cual el rugido del trueno,le dijo: Aqu tienes a tu esclavo! Soy el servidor del anillo en la tierra, enel aire y en el agua! Qu quieres?. Aladino qued aterrado pero cuandopudo mover la lengua, contest: Oh erit, scame de esta cueva!

    Apenas pronunci estas palabras, se vio transportado uera de la cueva.Aladino se apresur a regresar sin volver la cabeza hacia atrs. Llegextenuado a la casa donde lo esperaba su madre. Aladino le pidi de bebery de comer. Se vaci el cntaro de agua en la garganta y comi de prisa.Cuando se sinti satisecho, dijo a su madre: El que creamos mi to, ohmadre ma, es un maldito hechicero, un mentiroso, un demonio!. Luego sedetuvo un momento, respir con uerza y cont cuanto le haba sucedido.Cuando hubo acabado su relato, dej caer la maravillosa provisin de rutastransparentes y coloreadas que haba recogido en el jardn. Y tambincay entre las piedras de colores la vieja lmpara por la que tanto se habaenurecido el mago.

    La madre apret contra su pecho a Aladino, lo bes llorando y dijo: Demosgracias a Alah que te ha sacado sano y salvo de manos de ese hechicerotraidor y maldito!. Aladino no tard en dormirse.

    Al despertarse, el muchacho pidi el desayuno pero su madre le dijo: Ten

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    paciencia! Ir a vender un poco de algodn y te comprar pan con lo queobtenga. Deja el algodn seal Aladino, y ve a vender esa lmparavieja que traje de la cueva. La madre tom la lmpara y se puso a limpiarlapara sacar por ella el mayor precio posible. Pero apenas haba empezado arotarla cuando surgi un espantoso erit, ms eo que el de la cueva, quedijo con voz ensordecedora: Aqu tienes a tu esclavo!Soy el servidor dela lmpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por donde me arrastro!Qu quieres?. La madre de Aladino se qued inmvil por el terror. Pero

    Aladino, que estaba ya un poco acostumbrado a caras de aquella clase,se apresur a quitar la lmpara de las manos a su madre. La tom conrmeza y dijo al erit: Oh servidor de la lmpara! Tengo hambre y deseoalimentos exquisitos!. El genio desapareci para volver al instante con unagran bandeja llena de manjares. Aladino y su madre se pusieron a comercon gran apetito. Desde entonces, no abusaron de los benecios del tesoroque posean. Continuaron llevando una vida modesta, distribuyendo entrelos pobres lo que les sobraba. Entre tanto, Aladino no perdi ocasin deinstruirse dialogando con los mercaderes distinguidos y las personas debuen tono que recuentaban el zoco.

    Un da, vio cruzar a dos pregoneros del sultn y los oy gritar al unsonoen alta voz: Oh vosotros, mercaderes y habitantes! Por orden del sultn,cerrad vuestras tiendas al instante porque va a pasar la perla nica, lamaravillosa, Badrul-Budur, la luna llena, hija de nuestro sultn!

    Al or el pregn, Aladino dese ver pasar a la hija del sultn y ue a toda prisaa esconderse detrs de una puerta para mirarla a travs de las hendijas. Yhe aqu que apareci ante sus ojos una belleza que superaba cuanto pudieradecirse. Era una joven de quince aos, con una cintura como la rama mstierna de los rboles. Su rente deslumbraba como el cuarto creciente dela luna; con ojos negros como los ojos de la gacela sedienta, una boca conlabios encarnados, la tez blanca, los dientes como granizos y un cuello detrtola. Aladino sinti bullir su sangre tres veces ms deprisa.

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    que exijo como dote: cuarenta uentes de oro macizo llenas hasta los bordesde las mismas pedreras en orma de rutas como las que envi en la uentede porcelana. Estas uentes sern tradas a palacio por cuarenta esclavasjvenes, bellas como lunas, ormadas en cortejo.

    Cuando escuch de su madre la peticin del sultn, Aladino se limit asonrer. Se apresur a encerrarse en su cuarto, tom la lmpara y la rot.Al punto apareci el erit: Aqu tienes a tu esclavo!Soy el servidor de la

    lmpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por donde me arrastro! Ququieres?. Aladino expres su pedido y al cabo de un momento regres elerit seguido por las esclavas portando sobre sus cabezas las uentes de oromacizo.

    Y he aqu que el sultn recibi al cortejo en la parte ms alta de la escalinatade su palacio. Hasta all ascendi Aladino, ricamente ataviado, y el sultn ledijo: En verdad, Aladino, qu rey no anhelara que ueras el esposo de suhija? Cundo deseas que se celebre la boda?. Y contest Aladino: Ohsultn! Mi corazn est ansioso por celebrar la boda esta misma noche.

    Oh madre! dijo al llegar a su casa, he visto a la princesa Badrul-Budur,hija del sultn y no tendr reposo mientras no la obtenga en matrimonio!T sers quien vaya a hacer al sultn esa peticin. Ella exclam: Dndeestn los regalos que deber orecer al sultn como homenaje?. El jovencontest: Has de saber, oh madre!, que las rutas de colores que traje deljardn subterrneo son pedreras valiossimas. Trae de la cocina una uentede porcelana!. Aladino coloc con mucho arte las piedras en la uente,combinando los colores, las ormas y las variedades. Su madre no pudomenos que exclamar: Qu admirable es esto!

    Cuando el sultn, que era justo y benvolo, vio a la madre de Aladino, le dijo:Oh mujer! Qu traes en ese pauelo que sostienes por la cuatro puntas?.La madre de Aladino desat el pauelo en silencio. Al punto se iluminel lugar con el resplandor de las piedras y el sultn qued deslumbradode su hermosura. La madre le trasmiti entonces la peticin de su hijo.El rey dijo: El joven Aladino, que me enva un presente tan hermoso,merece que se acoja su peticin de matrimonio con mi hija Badrul-Budur.Le dirs, pues, que se eectuar el matrimonio cuando me haya enviado lo

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    Sin embargo, deseo antes hacer construir un palacio digno de Badrul-Budur.Te ruego que me otorgues el vasto terreno situado rente a tu palacio a nde que mi esposa no est muy alejada de su padre y yo mismo est siemprecerca para servirte! Por mi parte, me comprometo a hacer construir estepalacio en el plazo ms breve posible!. Dicho esto, Aladino se despidi delsultn y regres a su casa.

    En cuanto entr, se retir a su cuarto completamente solo. Tom la lmparamgica y la rot como de ordinario. Al punto apareci el erit: Aqu

    tienes a tu esclavo! Soy el servidor de la lmpara en el aire por dondevuelo y en la tierra por donde me arrastro! Qu quieres?. Oh e rit dela lmpara! Construye un palacio que sea digno de mi esposa, la hija delsultn! Traza en medio de ese palacio un jardn hermoso, con estanques ysaltos de agua y plazoletas espaciosas.

    He aqu que al despuntar el da se alzaba, rente al palacio del sultn, unpalacio con una torre de cristal y un jardn hermoso, con estanques, saltosde agua y plazoletas espaciosas. Una magnca alombra de terciopelo seextenda entre las escalinatas de uno y otro palacio.

    Se celebr entonces la boda. La madre de Aladino sali ataviada con dignostrajes en medio de doce jvenes que le servan de cortejo. La princesaBadrul-Budur se levant de su lugar para recibirla con ternura. Luego,apoyndose en la madre de Aladino, que iba a su izquierda, y seguida de

    cien jvenes esclavas, se puso en marcha hacia el nuevo palacio donde laesperaba Aladino. Sali l a su encuentro sonriendo y ella qued encantadade verlo tan hermoso y brillante.

    Aladino, lejos de envanecerse con su nueva vida, tuvo cuidado de hacerel bien a su alrededor y de socorrer a las gentes pobres porque no habaolvidado su antigua miseria.

    Un da, aquel hechicero que haba engaado a Aladino, quiso saber quhaba sido del joven. Prepar su mesa de arena adivinatoria, se sent sobreuna estera cuadrada en medio de un crculo trazado con rojo, alis la arena

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    y murmur ciertas rmulas: Oh arena del tiempo! Qu ha sido de lalmpara mgica? Cmo muri el miserable Aladino?. Agit entonces laarena y nacieron en ella diversas guras. En el lmite de la sorpresa, el magodescubri que Aladino no estaba muerto y que era dueo de la lmparamgica. Cuando se enter resolvi vengarse de l y destruir las elicidadesde las que gozaba. Y sin vacilar se puso en camino para la China y llegal palacio de Aladino. Fue al zoco, entr en la tienda de un mercader delmparas de cobre y adquiri una docena completamente nuevas. Pag sin

    regatear y las puso en un cesto. Entonces se dedic a recorrer las callescon el cesto de lmparas, gritando: Lmparas nuevas! Cambio lmparasnuevas por otras viejas!

    Tanta maa se dio, que la princesa Badrul-Budur, en ausencia de Aladino,oy aquel pregn inslito y abri una de las ventanas. Una de las mujeresle dijo: Oh mi seora! Precisamente hoy, al limpiar el cuarto de mi amoAladino, he visto en una mesita una lmpara vieja de cobre! Permteme quevaya a ensersela a ese viejo para ver si realmente est tan loco y consienteen cambiarla por una lmpara nueva!. La princesa Badrul-Budur ignorabacompletamente las virtudes maravillosas de aquella lmpara y contest:Desde luego!.

    Cuando el mago vio la lmpara, la reconoci al primer golpe de vista ytendi la mano con la rapidez del buitre que cae sobre la trtola; tomla lmpara y se la guard en el pecho. Luego present el cesto, diciendo:Elige la que ms te guste!. Hecho el cambio, el mago ech a correr ycuando lleg a un barrio desierto, se sac del pecho la lmpara y la rot.

    El erit de la lmpara respondi tambin a esta llamada, pues obedeca aquien uese el poseedor de la lmpara: Aqu tienes a tu esclavo!Soy elservidor de la lmpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por dondeme arrastro! Qu quieres?. Entonces el mago le dijo: Oh erit! te ordenoque transportes a mi pas el palacio que edicaste para Aladino con todoslos seres y todas las cosas que contiene! Y tambin me transportars a m

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    con el palacio!. En un abrir y cerrar de ojos, el mago se encontr en su pas,en el palacio de Aladino. Y esto es lo reerente al hechicero!

    Al despuntar el alba retorn Aladino de una cacera, rodeado por un grupode hombres. Como haca habitualmente, al atravesar el ltimo cruce delcamino, alz su cabeza para observar el palacio. Y mir, pero no vio nipalacio, ni jardn, ni huella de palacio o de jardn, sino el inmenso terrenodesierto, tal como estaba el da en que dio al erit de la lmpara orden deconstruir aquella morada maravillosa. Sinti tal dolor y tal conmocin que

    estuvo a punto de caer desmayado. Mir a los hombres de su escolta yempez a preguntar con torvos ojos: Dnde est mi palacio? Dnde estmi esposa?. Todos pensaron que haba perdido la razn.

    Aladino se alej rpidamente, sali de la ciudad y comenz a errar por elcampo hasta llegar a las orillas de un gran ro, presa de la desesperacin,dicindose: Dnde hallars tu palacio, Aladino, y a tu esposa Badrul-Budur? A qu pas desconocido irs a buscarla, si es que est viva todava?.Se puso en cuclillas a la orilla del ro, tom agua en el hueco de las manosy se rot los dedos tratando de reanimarse. Y he aqu que, al hacer estosmovimientos, rot el anillo que el mago le haba dado en la cueva. Almomento apareci el erit del anillo: Aqu tienes a tu esclavo! Soy elservidor del anillo en la tierra, en el aire y en el agua! Qu quieres?.Aladino lo reconoci, se puso de pie y dijo al er it: Oh, erit del anillo! Teordeno que me transportes al lugar en que se halla mi palacio y me dejesdebajo de las ventanas de mi esposa, la princesa Badrul-Budur.

    Apenas ormul esta peticin, Aladino se vio en medio de un jardnmagnco, debajo de las ventanas de la princesa. A la vista de su palacio,sinti Aladino tranquilizrsele el alma. Aquella tarde, la servidora de laprincesa abri una de las ventanas y mir hacia uera, diciendo: Oh miseora! Mi amo Aladino est bajo las ventanas del palacio!.

    Badrul-Budur se precipit a la ventana y grit: Oh querido mo!, miservidora va a abrirte la puerta secreta!. Aladino subi al aposento y ambos

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    se besaron, ebrios de alegra. Aladino dijo a su esposa: Oh, Badrul-Budur!Antes que nada tengo que preguntarte qu ha sido de la lmpara de cobreque dej en mi cuarto antes de salir de caza. Exclam la princesa: Esalmpara es la causa de nuestra desdicha. Y cont a Aladino lo que habaocurrido en el palacio en su ausencia. Y concluy diciendo: Despus detransportarnos aqu, el maldito mago ha venido a revelarme lo ocurrido.Entonces Aladino, sin hacerle el menor reproche, le pregunt: Y qudesea hacer ahora ese maldito?. Ella dijo: Viene cada atardecer y trata

    por todos los medios de seducirme. Para vencer mi resistencia no ha cesadode armar que has muerto. Dime ahora, oh Badrul-Budur! Sabes enqu sitio del palacio est escondida la lmpara?. La lleva en el pechocontinuamente. Entonces Aladino pidi quedarse a solas, rot el anillomgico y dijo al erit: Oh, erit del anillo! Te ordeno que me traigasuna onza de polvo soporero. Cuando obtuvo lo que deseaba, Aladinollam a su esposa y le dio instrucciones respecto a lo que haran con elmago. Entonces la princesa mand a sus mujeres que la peinaran y se hizovestir con el traje ms hermoso de sus arcas. Perumada y ms bella quede costumbre, se tendi sobre los almohadones, esperando la llegada delmago.

    No dej ste de ir a la hora anunciada. Y la princesa, con una sonrisa,lo invit a sentarse junto a ella y le dijo: Oh mi seor! Estoy por nconvencida de que Aladino ha muerto y mis lgrimas no le darn vida.

    Por eso he renunciado a la tristeza. Te orezco los rerescos de amistad!.Se levant, mostrando su deslumbradora belleza, se dirigi a la mesa ydiscretamente ech el soporero en la copa de oro que haba en ella. Elmago tom la copa, se la llev a los labios y la vaci de un solo trago. Alinstante ue a caer a los pies de Badrul-Budur!

    Aladino sali del escondite en el que aguardaba, se precipit sobre el magoy le sac del pecho la lmpara. Corri hacia una alcoba solitaria, rot lalmpara y al punto vio aparecer al erit: Aqu tienes a tu esclavo! Soy elservidor de la lmpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por donde

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    me arrastro! Qu quieres?. Oh erit de la lmpara! dijo Aladino. Teordeno que transportes este palacio, con todo lo que contiene, a la capitaldel reino de la China. Sin tardar ms tiempo del que se necesita para cerrary abrir un ojo, el palacio estuvo nuevamente rente al palacio del sultn.

    Aladino invoc entonces al erit y le orden que se llevara el cuerpo delmago y lo quemara en medio de la plaza sobre un montn de estircol.

    Oh Badrul-Budur! dijo a su esposa, demos gracias a Alah que nos ha

    librado por siempre de nuestro enemigo!. Se arrojaron uno en brazos deotro y desde entonces vivieron una vida eliz.

    Tuvieron dos hijos hermosos como lunas. De nada careci su dicha hasta lallegada inevitable de la separadora de amigos, la muerte.

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    Cuando Sherezade acab de contar la historia de

    Aladino se call sonriendo.

    El rey Shariar dijo: Es, sin duda, una historiaextraordinaria.

    No creas, oh rey aortunado!, que es tan extraordinaria

    como la que me reservo para la noche prxima, si quieres.

    El rey Shariar dijo para s: No la matar hasta

    despus!

    Entonces Sherezade sonri y dijo: Cuentan que...

    Pero en este momento vio aparecer la maana y se call,

    discreta.

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    En la noche mil uno, Sherezade despidi a su hermana Doniazada, se present

    ante el rey Shariar, se inclin ante l para besar el suelo en seal de respeto y dijo:

    Oh, rey Shariar, esposo mo! Tu esposa lleva ya mil y una noches contndote

    historias de tiempos muy remotos. Solicito ahora tu permiso para expresar un

    deseo!

    Pide, Sherezade, dijo el rey y lo que pidas te ser concedido.

    Sherezade dio una indicacin a las esclavas que se hallaban cerca de la alcoba. La

    primera de ellas era nodriza de su hijo mayor que ya caminaba solo; la otra, se

    ocupaba del segundo de los nios que ya gateaba; la tercera, llevaba en sus brazos

    lo largo de tres aos, noche a noche, Sherezade cont al rey

    historias tan maravillosas como las que acabis de leer. Entre

    tanto, la joven haba dado al rey tres hermosos hijos varones.

    DE CMO SHEREZADE

    Y EL REY VIVIERON FELICES

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    al hijo ms pequeo que todava se alimentaba de la leche materna.

    La joven les indic: Entrad!. Puso a sus hijos delante del rey y volvi a

    inclinarse y a besar el suelo: Oh, rey Shariar, esposo mo! Contempla a tus

    hijos. Te ruego que me permitas vivir para atenderles. Si me matas, estos nios

    se quedarn sin madre.

    El rey Shariar sinti que su vista se nublaba a causa de las lgrimas. Estrech

    a los nios contra su pecho e indic a las nodrizas que lo dejaran a solas con su

    esposa.Sherezade! exclam entonces el rey. Tus historias han hecho desvanecer el

    odio que arda en mi corazn. Eres noble y digna madre de mis hijos. Alah te ha

    bendecido, a ti, a tu padre, a tu madre, a tus antepasados y a tus hijos! El mismo

    Alah es testigo de que yo te liberar de cualquier mal.

    La alegra se propag por el palacio y se diundi por todo el reino. Noble visir!

    dijo el rey ,Alah te recompensar por haberme dado por esposa a tu hija!

    Ella ha sido la causa de que me arrepintiera por haber dado muerte a tantas

    jvenes doncellas del reino. Sus relatos sern recordados por muchas generaciones.

    Alah me ha dado con ella tres hijos varones! Agradezco a Alah por tan grandes

    bienes!

    El rey colm entonces a su visir de regalos. Luego, orden engalanar la ciudad

    durante treinta das y perdon a los habitantes el pago de los impuestos. La gente

    del reino adorn sus casas y se iluminaron las calles como nunca antes hastaentonces. Se escuchaba en las plazas el alegre sonido de los tambores y de las

    fautas.

    El rey Shariar recorri los barrios ms pobres entregando a todos bellos regalos.

    Desde aquella noche, los habitantes del reino recibieron un trato ms justo y

    ueron gobernados con serenidad y paz.

    Sherezade y el rey Shariar vivieron una vida eliz hasta que los visit la

    destructora de dulzuras, la constructora de tumbas, la muerte.

    Pero Alah, es el ms grande! A l rogamos que nos conceda un buen n!

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    cimitarra: especie de sable de hoja curvada utilizado por persas yturcos.

    efrit: en la mitologa popular rabe, los erit eran un tipo de geniodotado de gran poder y capaz de realizar tanto acciones buenas comomalas.

    faqun: persona que se gana la vida con trabajos temporarios ohaciendo mandados.

    ssamo: semilla comestible muy apreciada en Oriente.

    zoco: mercado tradicional de la cultura rabe, donde se desarrollaba lamayor parte de la actividad econmica y de la vida social de las ciudades.

    glosario

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    Las Mil y Una Noches

    es una gran antologa de cue