Las Paradojas de Mr. Pond G. K. CHESTERTON

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  • 8/9/2019 Las Paradojas de Mr. Pond G. K. CHESTERTON

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    LASPARADOJASDEMR.POND

    GILBERT KEITH CHESTERTON

    DIRECCIN LITERARIA:Rafael Daz SantanderJuan Luis Gonzlez CaballeroTITULO ORIGINAL:The Paradoxes of Mr. Pond DE ESTA EDICIN: VALDEMAR [ENOKIA S.L.] DE LA TRADUCCIN:FERNANDO JADRAQUE& MARlA TROUILLHETCI GRAN VIA 6928013 MADRIDTELFONO Y FAX:91 542 88 97ISBN: 8477022410DEPOSITO LEGAL:M38.6741998

    PRINTED IN SPAIN

    Digitalizacin y correccin por Antiguo.

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    NDICE

    LOS TRES JINETES DEL APOCALIPSIS 3

    EL CRIMEN DEL CAPITN GAHAGAN 16

    CUANDO LOS MDICOS ESTN DE ACUERDO 32

    POND EL PANTALEN 45EL HOMBRE INDECIBLE 61

    ANILLO DE ENAMORADOS 74

    EL TERRIBLE TROVADOR 87

    UN ASUNTO DE ALTURA 102

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    LOS TRES JINETES DEL APOCALIPSIS

    La singular y a veces inquietante sensacin que Mr. Pond me produca, pese a sureglada cortesa y elegante decoro, tal vez se vinculaba a algunos recuerdos de miniez... y a la vaga insinuacin verbal de su nombre. Era un funcionariogubernamental, viejo amigo de mi padre; y barrunto que de algn modo mi infantilimaginacin haba mezclado el apellido de Mr. Pond con el estanque del jardn1. A

    poco que se reflexionara sobre ello, Mr. Pond se asemejaba curiosamente alestanque del jardn. Durante la mayor parte del tiempo era igual de sereno, igual delmpido y claro, valga la expresin, en sus habituales reflejos de la tierra y el cieloy la hermosa luz del da. Y sin embargo yo saba que en el estanque del jardnhaba algunas cosas raras. Una de cada cien veces, uno o dos das en todo el ao, elestanque pareca enigmticamente distinto; o su lisa tranquilidad era interrumpida

    por una sombra fugaz o un relmpago; y un pez o un sapo o alguna criatura ms

    grotesca se mostraba al cielo. Y yo saba que tambin en Mr. Pond habamonstruos: monstruos mentales que emergan slo un instante a la superficie yluego retornaban a las profundidades.

    Se presentaban en forma de comentarios monstruosos en medio de su charlarazonable e inofensiva. Algunos interlocutores pensaban que a la mitad de unaconversacin harto juiciosa se volva loco de improviso. Pero asimismo no tenanms remedio que admitir que de inmediato regresaba a la cordura.

    Quiz, asimismo, esta absurda imaginacin cal en mi infantil nimo porque, endeterminados momentos, la propia estampa de Mr. Pond era muy similar a la de un

    pez. Sus modales eran no slo asaz corteses sino asaz convencionales;convencionales eran sus ademanes mismos, a excepcin de su eventual gesto detirarse de la puntiaguda barba, gesto que especialmente realizaba cuando porltimo lo obligaban a ser explcito respecto de alguna de sus sorprendentesafirmaciones peregrinas. En tales momentos sola avizorar cual un bho y mesarsela barba, lo cual produca la hilarante consecuencia de causar que se le abriera la

    boca, no menos que si se tratase de la boca de una marioneta manipulada mediantecabellos en vez de alambres. Este raro abrir y cerrar ocasional de la boca, sin quearticulara palabra, presentaba una pasmossima semejanza con los lentos

    movimientos de las boqueadas de un pez. Pero jams se prolongaba ms all deunos segundos, durante los cuales, me figuro, Mr. Pond engulla el enojosorequerimiento de sus oyentes de que les aclarara qu diantres haba queridosignificar.

    Una tarde Mr. Pond conversaba harto juiciosamente con Sir Hubert Wotton, elconocido diplomtico; estaban sentados en nuestro jardn bajo unos enormes toldosde rayas de alegres colores, a modo de parasoles gigantescos, mirando hacia elestanque con que yo lo haba relacionado contumazmente. Por un acaso hablabande una parte del mundo que ambos conocan mucho y que la inmensa mayora de

    los habitantes de Europa Occidental conoce muy poco: las vastas tierras anegadizas

    1En ingls,pond significa estanque. (N. de los T.)

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    y pantanosas de Pomerania y Polonia y Rusia y distritos limtrofes, las cuales seextienden, a la cuenta, hasta los desiertos siberianos. Y Mr. Pond record que, enuna de esas zonas de profundas cinagas cortadas por lagunas y lentos ros, hay unestrecho camino nico flanqueado por empinados terraplenes: una senda no

    peligrosa para el caminante, pero escasa para que la transiten dos jinetes lado a

    lado. Este es el principio del relato.Aconteci en una poca no muy lejana, pero en la que an se empleaban tropas decaballera, aunque ya ms para correos que para combates. Baste decir que laaccin se desarroll en una de las muchas guerras que han devastado esa parte delmundo, si es que es posible devastar un desierto. Previsiblemente tal guerraconcerna la opresin del estado prusiano sobre la nacin polaca, pero, aparte estedato, sera disgresivo formular la poltica del conflicto o debatir ahora razones ysinrazones. Contentmonos con indicar, para nuestro esparcimiento, que Mr. Pondentretuvo a los oyentes con un enigma:

    Supongo que recordarn ustedes haber odo hablar dijo Pond de todo elrevuelo desencadenado por Pawel Petrowski, el poeta cracoviano, quien hizo doscosas bastante peligrosas en aquel tiempo: mudarse de Cracovia a Poznan eintentar ser simultneamente poeta y patriota. En aquel momento la ciudad adondese haba mudado haba sido tomada por los prusianos; se hallaba situadaexactamente en el extremo oriental del largo camino flanqueado por terraplenes;como es lgico, el alto mando prusiano se haba abalanzado a conquistar la cabezade puente, de ese puente tan solitario sobre ese mar de cinagas. Pero su cuartelgeneral estaba en el extremo occidental del camino: el clebre mariscal Von Grock

    ostentaba el mando supremo; y los Hsares Blancos, el regimiento en que fuerasoldado y que segua siendo su regimiento predilecto, era el que estaba acampadojunto al trmino occidental del alto camino largo. Excusado es decir que todo eraimpecable, aun los ms nfimos detalles de los esplndidos uniformes blancos,cruzados por un tahal del color de la llama; pues esto era anterior a lageneralizacin del empleo de los colores del barro y el lodo para todos losuniformes del mundo. No voy a censurarlos por aquello; a veces pienso que elextinguido tiempo de la herldica era ms hermoso que todo este tiempo nuestrodel mimetismo que nos ha sido trado por la historia natural y el culto a los

    camaleones y escarabajos. Sea como fuere, este insigne regimiento de caballeraprusiana usaba su uniforme peculiar... si bien, como ya vern ustedes, se fue otroingrediente del fiasco. Mas no slo fueron los uniformes: fue la uniformidad. Todofracas porque la disciplina era excelente. Los soldados de Grock lo obedecierondemasiado bien; por eso no logr lo que se propuso.

    Sospecho que eso es una paradojadijo Wotton, exhalando un suspiro.Resultar muy agudo y todo lo que usted quiera; pero realmente es un desatino, ono? Oh, ya s que de una manera generalizadora suele afirmarse que en el ejrcitogermano hay una disciplina excesiva. Pero es imposible que haya un ejrcito en

    que disciplina alguna sea excesiva.Pero yo no lo afirmo de una manera generalizadora dijo Pond en son dequeja. Lo afirmo de una manera particularizadora, cindome a este caso

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    particular. Grock fracas porque sus soldados lo obedecieron. Cierto es que si lohubiera obedecido uno de sus soldados, las cosas no habran salido tan mal. Perocomo lo obedecieron dos... caramba, en fin, pobre hombre, su plan se hizo trizas.

    Wotton se ri guturalmente:

    Me encanta su novedosa teora militar. Le parece bien la obediencia de unsoldado en todo un regimiento; pero que sean dos los soldados que obedezcan, yaes un exceso de la disciplina teutnica.

    No ofrezco ninguna teora militar. Me limito a hablar de un hecho militar replic Mr. Pond benignamente. Es un hecho militar que Grock fracas porquedos de sus soldados lo obedecieron. Es un hecho militar que habra triunfado si unode ellos lo hubiera desobedecido. Encrguese usted de las teoras militares.

    No soy aficionado a las teoras dijo Wotton con cierta sequedad, comoofendido por un pequeo insulto.

    En ese momento apareci cruzando el frondoso csped la imponente y fanfarronafigura del capitn Gahagan, el inverosmil amigo y admirador del menudo Mr.Pond. Llevaba una fogosa malva en el ojal y un sombrero de copa gris sobre la rojacabellera; y, aunque era relativamente joven, su andar se caracterizaba por undonoso estilo que pareca salido de una pretrita poca de dandis y duelistas.Erguido y recortado contra el sol, su elevada figura de anchas espaldas semejaba la

    personificacin de toda arrogancia. Sentado y de cara al sol, contradecan laanterior impresin sus suavsimos ojos castaos, de suyo tristes y aun un poconerviosos.

    Mr. Pond, interrumpiendo su monlogo, casi se deshizo en un torrente dedisculpas:

    Mucho me temo que, como de costumbre, estoy hablando en demasa; el caso esque hablo de ese poeta, Petrowski, que estuvo a punto de ser ejecutado en Poznan,hace ya tiempo. Las autoridades militares destacadas en la ciudad vacilaban, y

    pensaban dejarlo en libertad si no reciban rdenes punitivas directas del mariscalVon Grock o de esferas an ms altas; pero el mariscal Von Grock estaba muydeterminado a que el poeta muriera; y esa misma tarde envi la sentencia deejecucin. Despus fue enviado un indulto; pero como ocurri que el portador del

    indulto muri antes de llegar a su destino, el prisionero fue puesto en libertad.Pero como ocurri que... repiti maquinalmente Wotton.

    ...el portador del indulto...aadi Gahagan con algo de mordacidad.

    ...muri antes de llegar a su destino... musit Wotton.

    ...pues entonces, desde luego, el prisionero fue puesto en libertad concluyGahagan con voz estentrea y jocosa. Est ms claro que el agua. Y ahoracuntanos otro de tus cuentos, abuelete.

    Es un suceso estrictamente cierto protest Mr. Pond, y aconteci

    exactamente como les he dicho. No se trata de ninguna paradoja ni nada por elestilo. Claro que si se ignoran los pormenores, todo esto puede parecer complicado.

    S convino Gahagan. Creo que necesitar muchos detalles para comprender

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    que esa historia es simple.

    Ande y nrrenosla de una vez dijo Wotton, terminante.

    Pawel Petrowski era uno de esos hombres nada prcticos que son de extraordinaria

    importancia en la poltica prctica. Su importancia radicaba en que era poetanacional pero cantor internacional. Vale decir, acertaba a tener una voz bella ypoderosa con la cual entonaba sus patriticos cantos en todos los auditorios demedio mundo. En su propio pas, naturalmente, era una tea y un clarn deesperanzas sublevacionistas, mxime entonces, durante una crisis internacional desas en que el lugar de los prcticos polticos es ocupado por hombres mucho mso mucho menos prcticos. Pues el autntico idealista y el autntico realista tienenen comn, cuando menos, el amor por la accin. Y el poltico prctico vive deformular objeciones prcticas contra cualquier accin. La obra del idealista podrser impracticable, e inescrupulosa la del hombre de accin; pero en ninguno de losdos casos puede un hombre haber adquirido su reputacin por no hacer nada. Tienegracia que cada una de las dos tipologas extremas estuviera en cada uno de losextremos de aquel camino largo entre los pantanos: a un extremo, el poeta polaco,

    prisionero en la ciudad; al otro, el militar prusiano, presidiendo el campamento.

    Pues es que el mariscal Von Grock era todo un prusiano, no slo cabalmenteprctico sino adems cabalmente prosaico. Jams haba ledo un poema; pero noera un lerdo. Posea ese sentido de la realidad caracterstico de los militares; y talsentido lo privaba de incurrir en el error asnal de los polticos prcticos. No semofaba de la fantasa: se limitaba a aborrecerla. No ignoraba que un poeta, o un

    profeta, poda ser tan peligroso como una milicia entera. Y haba decidido lamuerte del poeta. Era su nico reconocimiento a la poesa, pero era sincero.

    En ese momento estaba sentado a una mesa, en su tienda de campaa; junto a ldescansaba el casco con punta de acero que siempre se pona en pblico; y sumaciza cabeza pareca de todo punto calva, aunque slo era que estabaesmeradamente rapada. Tambin la cara entera estaba afeitada; conque nada larecubra, salvo unos lentes de alta graduacin, que bastaban a infundir un aireenigmtico a la faz pesada y cada. Se volvi hacia un teniente que, a su vera,estaba en posicin de firmes: un germano de los de cabello plido y rostro tirando aromo, cuyos redondos ojos azules carecan de cualquier vivacidad.

    Teniente Von Hocheimer lo interpel, ha dicho usted que esta tarde SuAlteza visitar este campamento?

    A las siete y cuarenta y cinco, mi mariscal contest el teniente, que parecapoco dado a hablar, cual un animal grande que apenas dominara tal destreza.

    En tal caso estoy an a tiempo dijo Grock de mandarlo a usted con lasentencia de muerte, antes de que Su Alteza se presente aqu. Debemos servir a SuAlteza de todas las formas, pero especialmente ahorrndole molestias innecesarias.

    Ya las tendr de sobra con pasar revista a la tropa; cercirese de que todo sepondr a disposicin de Su Alteza. Una hora despus Su Alteza partir para visitarel siguiente puesto avanzado.

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    El masivo teniente ofreci tenues signos de vida realizando un amago de venia:

    Desde luego, mi mariscal: todos debemos obedecer a Su Alteza.

    Lo que he dicho es que todos debemos servir a Su Altezarepuso el mariscal.

    Con un movimiento ms brusco de lo que era su costumbre, se quit los gruesos

    lentes y los arroj sobre la mesa. Si los estlidos ojos azules del teniente hubieransido perspicaces, y adems les hubiera sido dable redondearse ms, se habranabierto de hito en hito ante la transformacin operada merced a aquel gesto. Fuecomo la remocin de una mscara de hierro. Un momento atrs, el mariscal VonGrock se pareca extraordinariamente a un rinoceronte, con sus pesados plieguesde coricea mejilla y mandbula. Ahora era otra distinta clase de monstruo: unrinoceronte con ojos de guila. A casi cualquier espectador el fro resplandor deesos ojos viejos le habra sugerido que en el mariscal haba algo que era nosolamente macizo: que, por lo menos, en l haba algo acerado y no meramentefrreo. Pues todos los hombres viven por un espritu, aunque sea un espritumalvado o un espritu tan ajeno a la comunidad de hombres cristianos que apenassi stos sabran decir si es bondadoso o malvado.

    Lo que he dicho es que todos debemos servir a Su Alteza reiter Grock.Hablar con ms claridad y dir que todos debemos salvar a Su Alteza. Paranuestros reyes, no es ya suficiente con ser nuestros dioses?, acaso no ha de

    bastarles con que otros los sirvan y los salven? Somos nosotros los que debenservir y salvar.

    Rara vez el mariscal Von Grock hablaba, o siquiera discurra, en el sentido en que

    entienden el discurso las personas intelectuales. Y normalmente se ver que,cuando los hombres como l llegan a discurrir en voz alta, prefieren hacerlodirigindole las palabras a su perro. Inclusive hallan cierto deleite paternalista enostentar ante el perro vocablos elegantes y razonamientos especiosos. Sera injustoequiparar al teniente Von Hocheimer con un perro. Sera injusto para el perro, quees una criatura sensitiva y espabilada. Sera ms exacto decir que Grock, en esteinfrecuente momento reflexivo, experimentaba la comodidad y la tranquilidad desentirse como si reflexionase en voz alta ante una vaca o una berza.

    Una y otra vez, en la historia de nuestra Casa Real, ha sido el sirviente quien ha

    salvado al seor prosigui Grock, y casi siempre sin alcanzar ms recompensaque sinsabores, al menos por parte de la opinin pblica, que siempre esgrimesentimentalismos contra lo eficaz y lo contundente. Pero, as y todo, los sirvienteshemos sido eficaces y hemos sido contundentes. Reprobaron a Bismarck porengaar a su mismsimo seor en lo del telegrama de Ems; pero aquello convirti asu seor en amo del mundo. Pars fue capturada, Austria fue destronada, y nuestranacin qued a salvo. Esta noche Pawel Petrowski habr muerto, y nuevamentequedaremos a salvo. Por eso lo envo a usted con esta inmediata sentencia demuerte. Comprende que llevar la orden para la ejecucin urgente de Petrowski yque no deber regresar aqu hasta verla cumplida?

    El inexpresivo Hocheimer asinti; aquel mandato lo comprenda muy bien. Y stena algunas de las virtudes de un perro, al fin y a la postre: era valiente como un

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    bulldog ypoda ser leal hasta la muerte.

    Debe usted coger un caballo y partir sin tardanza continu Grock yesmerarse en que nada lo demore o impida su misin. S a punto fijo que estanoche ese majadero de Arnheim pondr en libertad a Petrowski a menos que recibardenes explcitas. Apresrese.

    Y el teniente asinti de nuevo y sali a la intemperie; y, tras montarse en uno delos soberbios corceles blancos que eran parte del esplendor de aquel regimientoesplendoroso, ech a galopar por el estrecho camino en lo alto de los terraplenes,casi como en el filo de una muralla, el largo camino que se adentraba en el sombrohorizonte, dominando los difusos contornos y tristones colores de aquellosinmensos pantanos.

    Casi en cuanto hubo retumbado el ltimo eco del caballo en el camino, Von Grockse incorpor y se puso el casco y los lentes y sali fuera de la tienda de campaa...

    pero por otra razn diferente. Sus subordinados principales, con uniforme de gala,lo solicitaban ya; y, desde las profundas filas, se oan las salutaciones de rigor y lasvoces de mando. Haba llegado Su Alteza el Prncipe.

    Su Alteza el Prncipe era, al menos en lo externo, algo as como un contraste conlos hombres que ahora lo rodeaban... y aun en otras cosas era algo as como unaexcepcin en su propio mundo. Tambin l llevaba casco con punta de acero, perode otro regimiento, negro con destellos de acero azul; y haba algo entre incongruoy desacostumbradamente idneo, de alguna anticuada manera, en la combinacin

    de ese casco con la larga, oscura, desplegada barba, en medio de todos aquellosprusianos bien rasurados. Como para hacer juego con la larga, oscura, desplegadabarba, llevaba un largo, oscuro, desplegado manto, azul con una restallante estrellade la ms elevada Orden Real; y bajo el manto azul vesta uniforme negro. Aunquegermano donde los hubiera, era de una muy diferente tipologa de germano; y algoen su rostro orgulloso pero soador corroboraba la leyenda de que la nicaverdadera pasin de su vida era la msica.

    A decir verdad, el austero Grock crey poder vincular con esa remotaexcentricidad el, para l, asaz fastidioso y exasperante hecho de que el Prncipe no

    cumpliera inmediatamente el debido protocolo de pasar revista a la tropa, formadaya en todo el laberntico orden prescrito por la etiqueta marcial de su nacin, sinoque impacientemente procediera a abordar la cuestin que Grock deseaba eludir: lacuestin de ese polaco intolerable, su popularidad y su amenaza; pues el Prncipehaba odo entonar algunos cantos de este sujeto en auditorios de toda Europa.

    Es una locura pensar en ejecutar a un hombre tal dijo el Prncipe, adusto bajosu casco negro. No es un polaco cualquiera. Es una institucin en toda Europa.Sera llorado y mitificado por nuestros aliados, por nuestros simpatizantes, pornuestros mismsimos compatriotas. Aspira usted a ser como las mujeres dementes

    que asesinaron a Orfeo?Altezadijo el mariscal, sera llorado... pero estara muerto. Seramitificado... pero estara muerto. De todas las acciones que planea realizar, no

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    podra realizar ni una sola. Todas las acciones que actualmente realiza, cesara derealizarlas para siempre. La muerte es un hecho irrefutable, y a m me gustan loshechos.

    No sabe usted nada de lo que es el mundo? demand el Prncipe.

    Nada me preocupa el mundo contest Grock ms all de los lindes de lafrontera.

    Dios mo exclam Su Alteza, usted habra hecho ahorcar a Goethe por unaindisciplina ante Weimar!

    Por la seguridad de su Casa Real anunci Grock yo jams vacilara uninstante.

    Hubo un breve silencio, y abrupta e imperiosamente el Prncipe dijo:

    Qu quiere decir eso?

    Quiere decir que no he vacilado un instante respondi con firmeza elmariscal. Ya he despachado rdenes para la ejecucin de Petrowski.El Prncipe se irgui cual una gran guila oscura, y el ondear de su manto fue comoun batir de enrgicas alas; y todos los circunstantes percibieron que una iraindescriptible lo haba trocado en hombre expeditivo. Ni tan siquiera mir a VonGrock: soslayndolo, habl con recia voz al subjefe militar, general Von Voglen,hombre fornido y de cabeza cuadrada, quien haba permanecido en un discretosegundo trmino, inmvil como una piedra.

    General, quin de su divisin tiene el mejor caballo?, quin es el mejor jinete?

    Arnold von Schacht tiene un caballo que vencera a cualquiera de los de carrerasrespondi con prontitud el general. Y lo cabalga con tanta destreza como unequitador de hipdromo. Pertenece a los Hsares Blancos.

    Excelente dijo el Prncipe, con pareja resolucin imprevista en la voz. Quesalga enseguida en persecucin del soldado que porta esas absurdas rdenes y quelo detenga. Yo le redactar una autorizacin que, creo, ni este nclito mariscaldiscutir. Traigan recado de escribir.

    Se sent, replegando el manto, y le trajeron papel y tinta; y escribi tajantemente yrubric la orden que anulara todas las rdenes anteriores y garantira el indulto y

    la libertad del polaco Petrowski.

    Luego, en medio de un silencio de muerte, que el viejo Grock arrostr sinpestaear, cual dolo ptreo de los tiempos prehistricos, majestuosamente elPrncipe sali del recinto con su capa y su sable. Estaba tan hondamente disgustadoque nadie os recordarle la formalidad de pasar revista a la tropa. Mas Arnold vonSchacht, joven gil de ensortijados cabellos y aire algo aniado, pero con ms deuna medalla en su inmaculado uniforme de los Hsares, entrechoc los talones ycogi el escrito del Prncipe; a continuacin, sin prdida de tiempo, subi a sucaballo y se intern presuroso en el estrecho camino largo, cual una flecha de platao una estrella fugaz.

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    Con despaciosa serenidad el viejo mariscal volvi a su tienda de campaa; condespaciosa serenidad se quit el casco y los lentes y torn a dejarlos sobre la mesa.Luego llam a uno de sus auxiliares de guardia y le orden traerle urgentemente alsargento Schwartz, de los Hsares Blancos.

    Unos instantes despus, se presentaba ante el mariscal un hombre cadavrico y

    espigado, con la mandbula surcada por una gran cicatriz, demasiado morenotratndose de un germano, como si el tono de su tez hubiera sido obscurecido poraos de batallas y humo y tormentas. Hizo la venia y se cuadr, en tantocalmadamente el mariscal alzaba la mirada hacia l. Y aunque era muy vasto elabismo que mediaba entre aquel mariscal del Imperio, que tena generales a susrdenes, y aquel sufrido suboficial, lo cierto es que, de todos los hombres que hanhablado en este relato, slo stos dos se escudriaron y se comprendieron ms allde las palabras.

    Sargento dijo el mariscal, escueto, dos veces ya lo he visto a usted antes de

    ahora. Una, creo, cuando gan el primer premio del Ejrcito en el certamen de tiroal blanco con carabina.

    Silencioso, el sargento asinti.

    La otra continu Von Grock, cuando lo procesaron por ejecutar de un tiro aesa estpida anciana que rehus informarnos sobre una emboscada. El incidentedio mucho que hablar, aun en nuestros propios crculos. En favor de usted, noobstante, se moviliz una influencia. Mi influencia.

    Otra vez el sargento asinti, sin dejar de permanecer silencioso. El mariscal sigui

    su alocucin de un modo distanciado pero chocantemente sincero.Su Alteza el Prncipe ha sido malinformado y descaminado en punto a unaspecto esencial de su propia seguridad y de la de la Patria. A instancias de taltergiversacin, acaba de despachar una temeraria orden para que pongan enlibertad al polaco Petrowski, que debera ser ejecutado esta noche. Repito: quedebera ser ejecutado esta noche. Al punto usted ha de salir en pos de Von Schacht,que es quien porta la orden de indulto, e interceptarlo.

    Muy difcil me ser darle alcance, mi mariscal dijo el sargento Schwartz.Monta el caballo ms veloz del regimiento y es un consumado jinete.

    No he dicho que le d alcance. He ordenado que lo intercepte declar Grock.Luego habl ms despacio: De diversas maneras cabe interceptar a un hombre:mediante gritos o disparos. Se hizo an ms minuciosamente lenta su voz, perosin una pausa: La descarga de una carabina puede emplearse para dar el alto.

    Y entonces el ttrico sargento asinti por vez tercera; pero continu sin despegarlos siniestros labios.

    El mundo cambia dijo Grock no por lo que se comenta o por lo que sereprueba o ensalza, sino por lo que se hace. Ya nada es igual tras un acto. En estemomento el acto necesario es la eliminacin de un hombre. Inopinadamenteclav en el sargento sus brillantes ojos acerados y agreg: Hago alusin, claroest, a Petrowski.

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    Y el sargento Schwartz sonri an ms siniestramente; y tambin l, luego de alzarla lona de la entrada de la tienda de campaa, sali a la intemperie y mont acaballo y parti.

    El ltimo de los tres jinetes era an menos propenso a ejercitar ociosamente lafantasa que el primero. Pero como, siquiera de un modo imperfecto, no dejaba de

    ser humano, inevitablemente hubo de notar, esa noche y en esa misin, el lbregoinflujo de paisaje tan inhumano. Cabalgando por la cima de aquel terraplnabrupto, alrededor se extenda infinitamente algo mil veces ms inhumano que elmar. Pues ah nadie poda nadar, ni navegar, ni hacer nada humano; slo se podahundirse en el lodo, y sin apenas opcin de oponer resistencia. Indefinidamente elsargento acus la presencia de un fango primigenio que no era slido ni lquido ni

    pasible de adoptar una forma; y acus su presencia en el fondo de toda forma.

    Era ateo, como tantos millares de sagaces hombres obtusos de la Germaniaseptentrional; pero no era de esos paganos joviales capaces de ver en el progreso

    material una apoteosis de la naturaleza. Para l el mundo no era un campo en quecosas verdes o vivientes nacan y evolucionaban y fructificaban: era un meroabismo donde al final todas las cosas vivientes se hundiran eternamente como enun pozo insondable; y semejante conviccin le procuraba aplomo para todos losextraos deberes que le encomendaban en un mundo tan detestable. Las pintasverdigrises de la achaparrada vegetacin, vistas desde arriba como un mapa, ms

    parecan el grfico de una enfermedad que de una prosperidad; y las estancadaslagunas habran podido ser de veneno en vez de agua. Evoc algn escndalohumanitario contra los envenenadores de lagunas.

    Pero las reflexiones del sargento, como casi todas las de los hombres no dados areflexionar, tenan su raz en alguna inconsciente opresin sobre sus nervios y suinteligencia prctica. Lo que suceda es que el recto camino resultaba no slodesolado, sino adems inconcebiblemente largo. Imposible creer que habacabalgado tanto sin avistar ni remotamente al hombre en cuya persecucin habasalido. Desde luego el caballo de Von Schacht haba de ser velocsimo para habercorrido tanto; pues, a fin de cuentas, slo haba salido un ratito antes que l.Schwartz no esperaba darle alcance, como ya haba declarado l mismo; pero unajustado sentido de la distancia le haba indicado que en breve lo avistara. Y algn

    rato despus, cuando comenzaba a desesperar y el yermo paisaje se tea defracaso, lo avist por fin.

    A lo lejos, en briosa carrera, surgi un punto blanco, que muy despacio fueagrandndose y volvindose una figura blanca. Se agrand de esta traza porqueSchwartz se las industri para espolear briosamente a su propio caballo; y cobr untamao aceptable la raya anaranjada que cruzaba el uniforme blanco caractersticodel regimiento de los Hsares. El ganador del premio de tiro del Ejrcito habaacertado blancos ms distantes que aqul.

    Apunt la carabina, y un violento disparo espant, en muchas leguas en derredor, a

    las aves silvestres de las silentes cinagas. Pero el sargento Schwartz no repar enellas. Su atencin la absorbi ver, aun desde esa lejana, que al instante la enhiesta

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    figura blanca se arrug como si el fugitivo se deformara. Pendi sobre la monturacomo un jorobado; y Schwartz, con su exacta visin y con su larga experiencia, sesinti seguro de que su vctima haba sido alcanzada en el cuerpo... y casi segurode que lo haba sido en el corazn. Despus, merced a un segundo balazo, derribal caballo; y en un blanco relmpago todo el conjunto ecuestre tembl y resbal y

    cay y desapareci hacia el oscuro pantano.El duro sargento estaba cierto de haber rematado su misin. Generalmente loshombres duros como l se aplican mucho en sus actos; por lo mismo sus actossuelen ser tan errados. Haba profanado esa camaradera que es el alma de losejrcitos; haba matado a un gallardo oficial que cumpla el deber; haba engaadoy desacatado a su soberano y perpetrado un ruin asesinato sin la disculpa de unainvolucracin personal; mas haba obedecido la orden de un superior marcial yhaba contribuido a la muerte de un polaco. Ahora estas dos ltimas circunstanciasembargaron su alma; yensimismadamente emprendi el regreso para informar al

    mariscal Von Grock. No dudaba de la perfeccin de la obra concluida. A buenseguro el hombre que portaba el indulto estaba muerto... y aun si de milagroestuviera slo agonizante, era impensable que reanimara su muerto o agonizantecaballo y llegara a sudestino a tiempo de suspender la ejecucin. No; en vista de lacoyuntura, lo ms til y ducho era volver a la sombra de su mentor, el urdidor de ladesesperada aagaza. Con todas sus energas se acoga a la energa del augustomariscal.

    Y verdad es que el augusto mariscal tuvo esta grandeza: que despus de lamonstruosidad que haba cometido, o hecho cometer, se abstuvo de cualquier

    miedo a afrontar los hechos en el lugar del crimen o a la incriminadoracontingencia de seguir en relacin con su sicario. En efecto, cosa de una horadespus, l y el sargento trotaban por el camino largo, hasta determinado punto enque el mariscal desmont, aunque intimndole al subordinado que prosiguiera lamarcha. Dio instrucciones al sargento para que fuera hasta la meta originaria de losmensajeros y comprobara si en aquella ciudad todo estaba en calma tras laejecucin o si persista algn riesgo de agitacin popular.

    Fue aqu, pues, mi mariscal? inquiri el sargento con voz queda. Mepareci que fue ms adelante; pero es lo cierto que este infernal camino semejaba

    alargarse como una pesadilla.Fue aqu respondi Grock, y con morosidad descabalg de su montura y arengln seguido se aproxim al borde del pretil y mir hacia abajo.

    Sobre los pantanos haba salido la luna y se haba elevado magnificando suresplandor e iluminando las aguas oscuras y la escoria verdosa; y en un caaveralinmediato, al pie del terrapln, yacan, formando una especie de luminosa yradiante ruina, los restos mortales de uno de los soberbios corceles blancos y

    jinetes blancos de su antiguo regimiento. Y la identidad no poda ser puesta enduda: la luna casi aureolaba el ensortijado cabello dorado del joven Arnold, el

    segundo jinete, mensajero del indulto; y bajo la misma luz sobrenatural brillabanno slo el tahal y los botones, sino tambin las notorias medallas que declaraban

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    su historial y los galones y smbolos de su grado. Bajo tan mgico velo de luz,habra podido tratarse de la blanca armadura de Sir Galahad; y ningn contraste

    poda ser ms horrible que el que haba entre la hermosa juventud yacente abajo yla inusitada figura grantica que la contemplaba desde arriba. Una vez ms Grockse haba quitado el casco; y aunque tal vez este gesto fuera la vaga reverberacin

    de un sentimiento funeral de respeto, su efecto ostensible fue que el enorme crneorapado y el pescuezo de paquidermo relumbraran ptreamente bajo la luna cual losde un monstruo antediluviano. Rops, o algn otro fantasioso grabador de lassombras escuelas teutonas, habra podido dibujar semejante cuadro: una enorme

    bestia, tan inhumana como un escarabajo, contemplando las rotas alas y lainmaculada armadura urea de algn derrotado campen de los querubines.

    Grock no rez ninguna plegaria ni murmur ninguna piedad; pero de un mododifuso su alma se conmovi igual que en algn instante se conmueve aun la vastacinaga oscura; y, tal como suele acaecerles a semejantes hombres cuando por vez

    primera sienten vagamente una misteriosa necesidad de justificarse, trat deformular su fe nica y confrontarla con el universo desnudo y la luna insistente:

    Antes y despus del hecho, la Voluntad Germana es la misma. No la mudan lasvicisitudes ni el tiempo, a diferencia de la de quienes se arrepienten. Est fuera deltiempo, como una cosa de piedra que con una sola cara mirara hacia atrs y haciaadelante.

    El silencio que sigui dur lo suficiente para complacer su fra vanidad con unaespecie de impresin ominosa; como si una figura ptrea hubiera hablado en unvalle de silencio. Pero la soledad volvi a estremecerse con un remoto susurro que

    era el creciente redoble de un galope; de manera que unos momentos despus se lepresentaba de regreso el sargento, tras furiosa carrera por el alto camino largo, y surostro atezado y accidentado ya no era slo ttrico sino tambin horrfico a la luzde la luna.

    Mi mariscal exclam, haciendo la venia con llamativa tiesura, he podidover al polaco Petrowski!

    Es que no lo han enterrado an? pregunt el mariscal, sin alzar la mirada ytodava sumido en cierta abstraccin.

    Si lo enterraron dijo Schwartz, entonces ha alzado su losa sepulcral yresucitado de entre los muertos.

    Schwartz miraba la luna y la cinaga; pero, en realidad, aunque distaba de ser unvisionario, no vea lo que miraba, sino ms bien lo que haba estado viendo. Habaestado viendo, sin margen de error, a Pawel Petrowski recorriendo sano y salvo laeufrica avenida principal de esa ciudad polaca festivamente iluminada en toda suextensin; imposible llamarse a engao sobre la esbelta complexin y la romnticamelena y la afrancesada barba que figuraban en tantsimas revistas y lbumes. Ydetrs haba visto la ciudad pletrica de banderas y antorchas y al pueblo entero

    inflamado de triunfante adoracin al hroe, aunque acaso menos hosco contra lasautoridades de lo que podra temerse, por cuanto festejaba la salvacin de sumrtir.

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    Quiere usted decir grit Grock con estridencia sbita en la voz que hanosado desacatar mi orden?

    Schwartz se cuadr y dijo:

    Ya lo haban puesto en libertad porque no haban recibido rdenes de ningunaclase.

    Pretende hacerme creer, despus de todas las peripecias de hoy dijo Grock, que de nuestro campamento no les haba llegado mensajero alguno?

    Ningn mensajero en absoluto dijo el sargento.

    Hubo una pausa mucho ms larga, y luego Grock dijo speramente:

    Qu ha ocurrido, en nombre del Infierno? Sabra explicarlo usted?

    He visto algo dijo el sargento que me parece que lo explica.

    Cuando Mr. Pond hubo llegado hasta estas alturas de la narracin, se interrumpi

    con una calmosidad exasperante.Y bien dijo Gahagan con impaciencia, sabra explicarlo usted?.

    Pues se me hace que s dijo Mr. Pond tmidamente. Miren ustedes, yotambin hube de esclarecer el asunto, cuando la informacin lleg hasta midepartamento ministerial. De veras todo fue originado por un exceso de obediencia

    prusiana. Tambin fue originado por un exceso de otro defecto prusiano: el desdn.Y es que entre todas las pasiones que ciegan y descarran y pierden al hombre, la

    peor es la ms fra: el desdn.

    Grock haba hablado con demasiada espontaneidad ante la vaca, haba hablado

    con demasiado descuido ante la berza. Desdeaba a los simplones, aun lospertenecientes a su plana mayor; conque se haba espontaneado ante VonHocheimer, el primer mensajero, sin otorgarle mayor importancia que a un mueble,tan slo porque pareca un simpln; pero el teniente no era tan simpln como

    pareca. El teniente entendi, en igual medida que luego lo entendi ese cnicosargento que llevaba toda la vida realizando trabajos sucios, lo que el augustomariscal quera significar. Tambin Hocheimer comprendi la personal tica delmariscal, segn la cual un hecho era irrefutable aunque fuese indefendible.Conoci que lo que su superior deseaba esencialmente era la muerte de Petrowski,

    que la deseaba a todo trance, al precio de cualquier engao a prncipes o asesinatode soldados. Y cuando se percat de que lo persegua un veloz jinete, ni el propioGrock habra inferido con mayor inmediatez que deba de portar un indulto delPrncipe. Von Schacht, muy joven pero muy valeroso oficial, cabal personificacinde toda esa ms noble tradicin germana que este relato ha negligido en exceso,mereca la eleccin que lo haba convertido en heraldo de una ms noble poltica.Cabalg con la celeridad de esa generosa equitacin que ha legado a Europa elsustantivo mismo de caballerosidad, y le orden al otro, con el tono de la trompetade un heraldo, que se detuviera y diera media vuelta. Y Von Hocheimer obedeci.

    Tir de las riendas del caballo, se detuvo, se dio media vuelta en su silla; pero sumano apunt con la carabina como si fuese una pistola, y le meti una bala almozalbete entre ceja y ceja.

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    Luego torn a aguijar el caballo, portando la sentencia de muerte del polaco.Detrs de l, el segundo jinete y su cabalgadura se haban desplomado por elterrapln, quedando expedito el camino. Por tan expedito y despejado camino pasraudo a su vez el tercer jinete, extrandose de la inacabable longitud de surecorrido; hasta que por fin avist el inequvoco uniforme de un hsar que

    avanzaba como una exhalacin en la lejana, y entonces le dispar. Slo que nomat al segundo jinete, sino al primero.

    Por eso no lleg ningn mensajero aquella noche a la ciudad polaca. Por lomismo el prisionero salv la vida y fue puesto en libertad. Les parece que andabayo tan desnortado al aseverar que a Von Grock dos soldados lo obedecieronlealmente y ms le habra valido que lo desobedeciera alguno?

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    EL CRIMEN DEL CAPITN GAHAGAN

    Es obligado reconocer que haba quienes juzgaban pesado a Mr. Pond. Sentadebilidad por hablar en largas parrafadas, no a causa de ninguna petulancia sino deun gusto literario de ribetes clasicistas; y es que inconscientemente se le haba

    pegado el estilo de Gibbon o Butler o Burke. Ni siquiera sus paradojas eran lo quese suele decir brillantes. Desde hace tiempo el calificativo brillante es la mstemible arma arrojadiza de los crticos; pero no era una acusacin de brillantez loque poda menoscabar y ningunear a Mr. Pond. As, pues, en el episodio queseguidamente se estudiar, cuando Mr. Pond dijo (refirindose, me apena decirlo, ala mayor parte del sexo femenino, al menos en su ms moderna fase): Van contanta prisa que no llegan nada lejos, no intent un epigrama. Y en cierto modo loque dijo no pareci epigramtico, sino simplemente extrao y obscuro. Y lasmujeres a quienes se lo dijo, en especial la Honorable2 Violet Varney, no le

    encontraron ningn sentido a la frasecita. Opinaron que Mr. Pond, cuando no eraaburrido, era nada ms que extravagante.

    (1)

    En ocasiones, con todo y eso, Mr. Pond no vacilaba en expresarse con parrafadaslargusimas. Por consiguiente haba triunfo y gloria muy grandes en todo aqul quelograba impedir que Mr. Pond incurriese en sus luengas parrafadas; y este laurelcuadra a la persona de Miss Artemis Asa-Smith, venida desde Pentpolis(Pennsylvania). Dicha seorita haba viajado con el fin de entrevistar a Mr. Pond,

    para la revista Alta tensin, acerca de sus presuntas opiniones sobre el misterioHaggis; y apenas si le permiti meter baza en toda la conversacin.

    Creo comenz Mr. Pond, con cierta incomodidad que su publicacinpregunta respecto de lo que algunos denominan Ejecucin Privada y yo asesinato,pero...

    Olvdese de ello dijo percutantemente la joven. Para m ya es maravilloso elsimple hecho de estar aqu sentada junto a todos los secretos de su Gobierno; y si...

    Prosigui su monlogo, pero en un estilo de puntos suspensivos. Como nodejaba que la interrumpiera Mr. Pond, pareca creer que era compensatorio

    interrumpirse a s misma. Enseguida dio la extraa impresin de que jams fuera aconcluir su explicacin; y de hecho no concluy ni una sola de sus frases.

    Todos hemos odo hablar de que hay periodistas norteamericanos que profanansecretos de familia, derriban puertas de alcoba y cosechan informacin a la manerade salteadores. Verdad es que los hay; pero tambin los hay muy otros. Hay, ohubo, segn se acuerda este escritor, una suficiente cantidad de periodistasinteligentes propicios a tratar de cosas inteligentes... y adems ha habido una MissAsa-Smith. Era bajita y morena; era ms bien hermosa, y habra sido hermossimasi no hubiese solido pintarse los labios con tonalidades de terremotos y eclipses.

    Las uas las llevaba pintadas de cinco colores diferentes, como las pinturas de la2 En Inglaterra, ttulo honorfico que se aplica a mujeres que, aunque no pertenecen directamente a la aristocracia,son hijas de algn miembro de la misma. (N. de los T.)

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    caja de acuarelas de un nio; y tan ingenua era como un nio. Asimismo era tanparlanchina como un nio. En Mr. Pond advirti algo paternal y fue ella quien se locont todo a l. l no hubo de contarle nada. No fueron exhumadas tragediasenterradas de la familia Pond, ni fueron hurtados secretos de crmenes cometidosen la alcoba de Mr. Pond. La conversacin, por llamarla de alguna manera,

    primordialmente gir en torno a los das de iniciacin de la reportera enPennsylvania: sus primeras ambiciones e ideales; dos cosas stas que, comomuchas de sus fbulas locales, ella pareca figurarse que eran una sola. Erafeminista y se haba sumado a Ada P. Tuke en su cruzada contra los clubes y lastabernas y el egosmo del macho. Haba escrito una obra teatral; y se mora deganas de lersela a Mr. Pond.

    Respecto de lo de la Ejecucin Privada incidi Mr. Pond educadamente,creo que en momentos de desesperacin todos nos hemos sentido tentados de...

    Pues bien, yo siento desesperacin por leerle esta obra, y... ya ver cmo la he

    compuesto. Mire usted, mi obra es rabiosamente moderna. Pero ni aun los msmodernos se haban atrevido a algo as... quiero decir, a comenzar en el agua yluego...

    Comenzar en el agua? hizo de eco Mr. Pond.

    S, tal vez le parecer que eso es muy... oh, ya sabe. Supongo que en el teatro notardarn en aparecer en traje de bao todos los personajes... pero seguirn entrandoen escena por la derecha o por la izquierda: por uno de los laterales, ya sabe... ytodos esos recursos apolillados. Mis personajes entran desde arriba, lanzndose,con una zambullida. Vaya, eso s que es lanzarse... quiero decir, a las aguas de lainnovacin. Mire, mire, mi obra se inicia de este modo. Y se puso a leer muyrpidamente:

    Escena: El mar ante el Lido.

    Voz de TOM TOXIN (desde arriba). Mira qu sensacin causo si... (Desdearriba TOXIN se zambulle al escenario, en traje de bao de color verde oliva.)

    Voz de la DUQUESA (desde arriba). Chaval, la nica clase de impresin que tcausars jams... (Desde arriba la DUQUESA se zambulle, en traje de bao de

    color escarlata.)TOXIN (subiendo a la superficie, farfulla con la boca llena de agua). Farfullomi farfolla... la nica clase de impresin segn tus...

    DUQUESA. Eres un abuelito!

    Ella lo llama abuelito, entiende?, porque hay una anticuadsima tonada cmicadonde se dice que lo nico que puede causar impresin es el dinero... aunque enrealidad ambos son jovencsimos, faltara ms, y un poco... ya sabe. Pero...

    Mr. Pond intervino con delicadeza pero con firmeza:Acaso tendr usted a bien, Miss Asa-Smith, prestarme el original o enviarme

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    una copia, para permitirme gozar del placer de leerla con calma. As, de viva voz,todo es demasiado rpido para antiguallas como yo; y adems ninguno de los

    personajes parece ser capaz de concluir una frase. Por cierto, cree usted poderpersuadir a nuestros actores y actrices consagrados para que desde una gran alturase lancen a un mar de cartn-piedra?

    Oh, seguramente algunos de los ms viejos y retrgrados pondrn peros contest ella, porque... y desde luego no me imagino que esa gran actriz trgicaque tienen en este pas, Olivia Feversham... aunque en realidad no es tan vieja ytodava est guapa, slo que... pero es tan shakespeariana! Eso s, he logrado quela Honorable Violet Varney me prometa... y su hermana es muy amiga ma,aunque claro est que... y hay cantidad de actores no profesionales que lo haran

    por pura diversin. Ese Gahagan es buen nadador, y alguna vez ha actuado enteatro, y... pero adems, qu caramba!, se someter si Joan Varney intercede.

    El semblante de Mr. Pond, paciente y estoico hasta ahora, silenciosamente se puso

    muy alerta y vivaz. Con novedosa seriedad dijo:El capitn Gahagan es un gran amigo mo, que ya me ha presentado a MissVarney. En cuanto a la hermana de sta, la que es actriz...

    ...no le llega a Joan ni a la altura del zapato, a que no? De todas formas... dijoMiss Asa-Smith.

    Mr. Pond se haba formado su opinin. Le caa bien Miss Asa-Smith. Le caa muybien. Y el pensar en la Honorable Violet Varney, la inglesa distinguida, haca quela norteamericana le cayera an mejor. La Honorable Violet era una de esas

    mujeres acaudaladas que pagan para poder ser malas actrices; y obstaculizan a lasmujeres pobres que podran ser pagadas por ser actrices buenas. Ciertamente eramuy capaz de zambullirse en traje de bao, o en cualquier otro atuendo, o enninguno, si ste ltimo fuera el nico camino para triunfar sobre las tablas y bajolos focos. Era muy capaz de participar en la absurda obra teatral de Miss Asa-Smith y de decir similares tonteras sobre la modernidad y el emanciparse de latirana del macho opresor. Pero haba una diferencia, y que no redundaba en favorde la Honorable Violet. La pobre Artemis suscriba modas idiotas porque era una

    periodista trabajadora que necesitaba ganarse el sustento; y lo nico que hacaViolet Varney era quitarles el sustento a otras. Las dos hablaban con ese estilo queconsiste en una sarta de frases inconclusas. Era el nico lenguaje que Mr. Pondestimada merecedor del apelativo de ingls chapurreado. Pero si Violet omita laconclusin de sus frases, era porque pareca estar demasiado hastiada paraconcluirlas; en tanto que, en el caso de Artemis, no pareca sino que ella estabademasiado ansiosa por pasar a su frase siguiente. En ella haba, extraamente, unalgo, un espritu de vida de Estados Unidos, que sobrevive a toda crtica.

    Joan Varney es mucho ms maja que su hermana insisti Artemis, ypodramos apostar a que el amigo de usted, Gahagan, opina igual que yo. Leparece que acabarn en bodorrio? Es un hombre muy extrao, ya sabe.

    Mr. Pond no lo neg. El capitn Gahagan, ese hombre fanfarrn y zascandil y aveces hirsuto, frecuentador habitual de todos los lugares de jarana, era extrao en

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    muchos sentidos: sobre todo en su casi inverosmil afecto por el morigerado ysobrio Mr. Pond.

    Hay quien dice que es un sinvergenza asever la franca reportera. No soyyo quien lo dice; pero lo que s digo es que es un hombre impredecible. Y notermina de declarrsele a Joan Varney, verdad? Hay quien dice que en realidad es

    el amante de la gran Olivia, la nica gran actriz trgica que tienen ustedes losingleses. Pero resulta tan divertida de puro trgica...

    Quiera Dios que no tenga que participar en ninguna autntica tragedia dijoPond.

    Mr. Pond saba lo que deca; pero no experimentaba ni asomo de premonicin de lapeliaguda tragedia de vida y muerte autnticas en que iba a participar OliviaFeversham antes de que hubiesen transcurrido veinticuatro horas.

    Mr. Pond pensaba nicamente en su amigo irlands, tal como lo conoca; pero muy

    prximo estaba de averiguar lo que no le conoca. Peter Patrick Gahagan viva lavida moderna, acaso con exceso: era un partcipe de los clubes nocturnos ycorredor de automviles deportivos, todava relativamente joven; pero, con todo yeso, era un sobreviviente de otra era. Perteneca a la poca de una ms byronianaelegancia. Cuando W. B. Yeats escribi: La Irlanda romntica ha muerto ya: conO'Leary est en la tumba, no conoca a Gahagan, quien an no estaba en la tumba.Por un centenar de razones perteneca a esa tradicin pretrita; haba sido soldadode caballera; y tambin haba sido miembro del Parlamento, el ltimo que emularaa los antiguos oradores irlandeses de clusulas bien construidas. Al igual que todosellos, por la razn que fuese, adoraba a Shakespeare. Isaac Butt trufaba deShakespeare sus discursos; Tim Healy poda citar al bardo con tamaa exactitudque su poesa termin por parecer viva conversacin de sobremesa; Russell deKillowen no lea otros libros. Pero Gahagan, semejantemente a ellos, erashakespeariano de una manera dieciochesca: la manera de Garrick; y ese sigloXVIII que l evocaba tena visos bastante paganos. Pond era incapaz de descartarque Gahagan estuviera teniendo una aventura con Olivia o con cualquier otramujer; y, si as era, poda estar fragundose una tormenta. Pues Olivia estabacasada, y no con un marido impasible.

    Frederick Feversham era algo peor que un actor fracasado: era un actor que habatriunfado antiguamente. Ahora estaba olvidado del teatro y recordado solamente enlos tribunales. Hombre avinagrado y atrabiliario, todava cetrinamente apuesto, sehaba vuelto famoso, o familiar, en calidad de litigante permanente. No paraba de

    presentar querellas contra personas a las cuales acusaba de pequeas zancadillas yde ofensas lejanas y confusas: empresarios y rivales y gente as. An no tena unaespecial queja contra su esposa, ms joven que l y an popular en su oficio. Peroes que mantena mucho menos trato con su esposa que con su abogado.

    Por un tribunal tras otro pasaba Feversham, en pos de sus legtimos derechos yseguido perrunamente por su abogado, Luke, de la firma Masters, Luke & Masters:hombre joven de lacios cabellos rubios y cara de palo. Dicha cara de palo jamstransparentaba lo que pensaba de las querellas de su cliente o hasta qu punto

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    consegua moderarlas. Pero trabajaba con eficacia por su cliente; e inevitablementelos dos se haban vuelto compaeros de armas en cierto modo. De una cosa estabaseguro Pond. Ni Feversham ni Luke iban a perdonar a Gahagan si este errticocaballero cometa algn ultraje. Pero esta vertiente del problema estaba destinada ahallar una resolucin peor de lo que l soaba. Veinticuatro horas despus de la

    entrevista de Pond con la reportera, se enter de que Frederick Feversham habasido muerto.

    Como otras personas litigiosas, Mr. Feversham haba legado un problema judicialde una categora como para manutener los honorarios de muchos abogados. Masno era el problema de un testamento impugnable o una rbrica ilegible. Era el

    problema de un rgido cadver con la mirada desorbitada, yacente junto a la verjade un jardn y clavado all por un florete cuya punta roma haba sido afilada. Ellegalista Frederick Feversham haba sufrido por lo menos una ilegalidad definitivae irrebatible: lo haban asesinado de una estocada cuando arribaba a su hogar.

    Mucho antes de que determinados hechos, lentamente esclarecidos, fuesenexpuestos ante la polica, le fueron sometidos a Mr. Pond. Esto puede semejar raro,mas hubo buenas razones; de hecho Mr. Pond, como tantos otros funcionariosgubernamentales, tena influencias algo recnditas e insospechadas; su dominio

    pblico era muy privado. Se ha llegado a saber de jvenes muy conspicuos que lehan tenido temor, debido a particulares circunstancias. Pero explicar esoequivaldra a explorar el laberinto de la menos constitucional de las constituciones.Sea como fuere, su primera noticia de los sucesos asumi la vulgar forma de una

    ordinaria carta legal con el membrete de la conocida firma Masters, Luke &Masters, donde se expresaba la esperanza de que Mr. Luke fuera recibido por Mr.Pond para debatir cierta informacin antes de que fuese preciso que talinformacin llegara hasta las autoridades policiales o la prensa. Con parejaformalidad Mr. Pond contest que lo complacera recibir a Mr. Luke a cierta horadel da siguiente. Luego se sent a dejar vagar la mirada, con esa expresin de ojosmuy abiertos que mova a algunos amigos suyos a compararlo con un pez.

    De esta traza predetermin unos dos tercios de lo que deba decirle al abogado.

    Lo cierto es, Mr. Pond dijo el abogado, con voz confidencial pero asimismoponderada, cuando por fin, al da siguiente, se instal al lado opuesto de la mesa deMr. Pond, lo cierto es que las consecuencias de este asunto, doloroso en todoslos aspectos, pueden ser especialmente dolorosas para usted. A casi todos nos esimposible aceptar que un amigo ntimo pueda verse bajo sospecha en un caso comoste.

    Los gentiles ojos de Mr. Pond se abrieron como platos, e inclusive su boca realizel pasajero movimiento que algunos juzgaban tan similar al de un pez.Probablemente el abogado presumi que se senta atnito ante la primerainsinuacin de que su amigo estaba involucrado en el caso; pero la verdad es que loque se senta era levemente extraado de pensar que pudiese haber alguien que nohubiese concebido tales sospechas desde bastante antes. Saba que eran corrientes

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    las frases de esa ndole en los relatos policiacos ms convencionales, que leagradaban grandemente como alternativa a Burke y Gibbon. En un centenar de

    pginas impresas haba ledo frases as: Ninguno de nosotros poda creer queaquel deportivo joven tan apuesto hubiese cometido un crimen o Parecadescabellado atribuirle el asesinato a un hombre como el capitn Pickleboy, crema

    y nata de la mejor sociedad. Siempre se haba preguntado cul poda ser el sentidode palabras tales. Para su honrado y desencantado espritu dieciochesco, noparecan poseer sentido alguno. Por qu los hombres apuestos y distinguidos nohabran de cometer asesinatos, igual que todo hijo de vecino? Estaba muytrastornado, en su fuero interno, por este caso concreto; pero nunca habacomprendido semejante manera de hablar.

    Lamento decir continu el abogado en voz queda que la investigacinprivada que, por nuestra cuenta, hemos realizado ya, pone a su amigo el capitnGahagan en una coyuntura que exige explicaciones.

    S pens Pond, y, cielo santo, vaya si el propio Gahagan necesita serexplicado! Precisamente eso es lo arduo de l... pero, Dios mo, qu obtuso es estehombre! En suma, lo peor era que Pond apreciaba muchsimo al capitn Gahagan

    pero, en la medida en que uno se preguntase si haba hombres capaces de asesinar,se inclinaba a pensar que Gahagan era hombre capaz de asesinar: era mucho mscapaz de cometer un asesinato que de ser tacao con un cochero.

    De improviso, con extraordinaria vividez, se dibuj en el cerebro de Pond la figurade Gahagan, tal como lo haba visto la ltima vez, caminando con sus anchasespaldas y sus largas zancadas, y con el inusitado cabello rojo oscuro bajo el

    sombrero de copa gris seductoramente ladeado, y sobre l un espacio de cielodonde las nubes del atardecer desfilaban en una especie de disoluto cortejoescarlata, trasunto del propio pobre Gahagan. No: aquel irlands era un hombre aquien se poda perdonar setenta veces siete, pero no era un hombre a quien se

    pudiera absolver a la ligera.

    Mr. Lukedijo inesperadamente Pond, ahorraremos tiempo si le cuento, deentrada, todo lo que s que hay en contra de Gahagan? Mariposeaba en torno aMrs. Feversham, la gran actriz; no s por qu, pues yo personalmente creo que estrealmente enamorado de otra mujer. Sin embargo no cabe duda de que le

    consagraba a la actriz una porcin enorme de su tiempo: horas y horas, yademshoras sumamente avanzadas. Pero si Feversham lo pill haciendo algoinconveniente, Feversham no era hombre de dejarlo escapar sin un juicio y unescndalo y Dios sabe cuntas cosas ms. No es mi intencin criticar al cliente deusted; no obstante, para decirlo pronto y mal, durante su vida entera casi sealiment de juicios y escndalos. Pero si Feversham era hombre de amenazar oextorsionar, abiertamente le concedo que Gahagan era hombre de devolver el golpefsicamente y tal vez de matarlo, mxime si estaba en juego la reputacin de unadama. Todo esto es lo que hay en contra del capitn Gahagan; y desde ahora

    mismo le confieso que no creo que haya sido as.Por desdicha eso no es todo lo que hay en contra del capitn Gahagan replic

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    El capitn se top con ella al pie de las escaleras tras salir por la puerta principalcontest Mr. Luke, sonriendo tambin. Pletrica de entusiasmo, acuda aentrevistar a Violet Varney en calidad de actriz y ciudadana. Ni ella ni Gahaganson personas que pasen inadvertidas... o que no se adviertan entre s. ConqueGahagan tambin convers con ella unos momentos; al cabo de los cuales se

    march, tocndose atentamente el gris sombrero de copa, diciendo que se iba sinms tardanza a su club.

    Est usted seguro? pregunt Mr. Pond, ceudo.

    Est segura ella; porque aquello la hizo montar en clera respondi Luke.Parece ser que abriga ideas feministas al respecto. Opina que todo macho queacude a un club lo hace para referir ancdotas ultrajantes sobre mujeres y despusemborracharse hasta caer al suelo. Tal vez la influyera asimismo cierto sentimiento

    profesional: acaso le habra gustado tener una entrevista ms larga con l, fuesepara s propia o paraAlta tensin. Pero yo jurara que es muy sincera.

    Oh s dijo taxativamente, pero con cierta tristeza, Mr. Pond, es de todopunto sincera.

    Pues ah tiene sentenci Luke, quien tambin habl con un deje de decorosatristeza. Se me antoja que la explicacin psicolgica es evidentsima a tenor delas circunstancias. El capitn le anunci adonde iba realmente a la mujer con quienacostumbra mantener confidencias; en realidad quiz no plane el crimen hasta un

    poco ms tarde... o quiz el crimen no fue del todo planeado o premeditado. Perocuando pas a hablar con mujeres menos ntimas ya haba intuido cuan imprudenteera revelar que iba a casa de los Feversham. Su impulso segundo fue decir, con

    precipitacin y con excesiva torpeza, que no iba a casa de los Feversham. Luego,en su tercer encuentro, ya ha ideado una mentira competente, inofensiva ysuficientemente imprecisa, y dice que se va a su club.

    Podra ser as observ Pond, pero podra... Y por primera vez Mr. Pondincurri en el censurable hbito de Miss Asa-Smith y no lleg a concluir su frase.En vez de ello se qued mirando en lontananza con sus muy abiertos ojos similaresa los de un pez; luego hundi la cabeza entre las manos y, como pidiendo excusas,dijo: Por favor, disclpeme que reflexione unos instantes. Y torn a sepultarlas despobladas cejas entre los dedos.

    El pez barbudo retorn a la superficie con una expresin extraamente novedosa, ydijo en tono intenso y casi brusco:

    Parece usted empeadsimo en atribuirle el crimen al pobre Gahagan.

    Por primera vez las facciones de Luke se tensaron hasta volverse duras y aunsperas:

    Naturalmente deseamos entregar a la Justicia al asesino de nuestro cliente.

    Pond se le aproxim un poco y su mirada fue penetrante al reiterar:

    Pero usted desea que el asesino sea Gahagan.Yo le he explicado las pruebas incriminadoras dijo Luke, frunciendo elentrecejo, y usted conoce a las testigos.

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    Lo que Gahagan le dijo a Violet Varney fue esto: "En realidad no merece la penaque me pase por casa de los Feversham; no habrn regresado de Brighton; peroquiz vaya a comprobarlo; si an no han regresado, me ir a mi club." Violet esmucho menos literal y exacta que Joan, y adems sinti tambin celos de Olivia,aunque de una forma mucho menos personal: exclusivamente porque Violet es una

    sedicente actriz. Tambin ella oy la palabra Feversham, y se limit a reparar enque el capitn deca que no mereca la pena ir a visitarla; de lo cual dedujo que a lno le apeteca visitarla. La encant esto, y se dign pararse a intercambiar unas

    palabras con Gahagan; pero no se dign prestar una mnima atencin a todo lorestante que l dijo.

    Examinemos ahora la despedida tercera. Lo que Gahagan le dijo a Miss ArtemisAsa-Smith en la calle fue esto: "Me voy a mi club; promet ir a visitar a unosamigos, los Feversham, pero no creo que hayan regresado todava de Brighton."Esto fue lo que dijo. Lo que Artemis escuch, vio y anatematiz con mirada llena

    de fuego, fue a un macho irredento, insolente, egosta, perdulario, que osabaenvanecerse pblicamente de su propsito de ir a un infame club de sos donde lasmujeres son calumniadas y los hombres se embrutecen de alcohol. Despus de suconsternacin ante tamaa confesin desvergonzada, es patente que fue incapaz dereparar en si l sigui hablando para decir alguna insignificancia. l no era otracosa que un hombre que iba a un club.

    Como se ve, estas tres declaraciones veraces de Gahagan son intrnsecamenteiguales. Todas comunican parejo contenido, formulan idntico propsito, enuncianlas mismas motivaciones de los mismos actos.

    Pero suenan de todo punto distintas segn las palabras que figuren en primer lugar,mxime al modo de ver de estas mujeres modernas tan impacientes, acostumbradasa aferrarse nicamente a las palabras que desfilan primero... porque despus deellas no suele haber nada ms. La escuela dramatrgica Asa-Smithiana, en quecada frase se corta nada ms nacer, aunque nos parezca totalmente ajena a latragedia de Catn, no ha sido nada ajena a la tragedia del capitn Gahagan. Entreestas tres mujeres, con la mejor intencin del mundo, habran podido causar que miamigo fuera ajusticiado, y pura y simplemente porque slo piensan a base de frasesa medias. Destrozan corazones, destrozan vidas, y todo por no manejar otro

    lenguaje que su ingls desvirtuado. No le parece que hay mucho que decir en loorde ese mohoso gusto arcaizante del capitn y mo, en loor de esa literatura que nosobliga a leer hasta el final lo que un hombre ha escrito y a escuchar al completocualquier cosa que se nos diga? No prefiere usted que las declaracionesimportantes se las hagan con el lenguaje de Addison o Johnson en vez de con lafarfulla de Mr. Toxin y la zambullidora duquesa?

    Durante aquel monlogo, ciertamente largo, el abogado haba ido inflamndosepaulatinamente, pleno de nerviosa irritacin.

    Eso es pura imaginacin dijo casi enfebrecido. No ha demostrado usted

    nada de lo que ha dicho.En efecto respondi Mr. Pond con seriedad, como bien dice usted, ha sido

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    obra de mi imaginacin. Cuando menos, me dediqu a intuirlo. Pero luego hablpor telfono con Gahagan y corrobor la verdad de sus palabras y acciones deaquella tarde.

    La verdad?! espet Luke con acritud inusitada.

    Pond lo escudri detenidamente. Bien examinada, aquella cara de palo, que era elrasgo que ms resaltaba en Mr. Luke, principalmente era producto de unaartificiosa expresin de fijeza, as como de la tiesa lisura de sus cabellos que

    parecan pintados con algn pegajoso mejunje amarillo, alguna pasta gomosa. Deveras sus prpados eran hierticos y a menudo se mostraban entrecerrados; pero,

    por debajo, los ojos verdigrises aparecan extraamente minsculos, como siestuvieran lejanos, y se empecinaban en corretear y brincar cual diminutas moscasverdes. Cuanto ms observaba Mr. Pond aquellos ojos velados pero intranquilos,menos le gustaban. Le volvi a las mientes el pensamiento de un verdaderocomplot contra Gahagan, aunque desde luego no urdido por Artemis o Joan. Por

    ltimo interrumpi el silencio bruscamente:Mr. Luke dijo, usted est preocupado, como es natural, por su difuntocliente; pero cabra pensar que siente un inters algo ms que puramente

    profesional. Ya que tiene tan estudiados los asuntos de su cliente, sabra darmecierta informacin sobre l? Aquel da haban regresado de Brighton Mr.Feversham y esposa? Estaba Mrs. Feversham en su casa aquella noche, fuera o noa visitarla Gahagan?

    No estaba contest Luke escuetamente. Ambos planeaban regresar juntosde Brighton a la maana siguiente. No tengo ni idea de por qu se le ocurri aFeversham regresar solo aquella noche.

    Casi se dira que alguien lo convoc dijo Mr. Pond.

    Bruscamente el abogado Mr. Luke se levant de su asiento y le volvi la espalda.

    No veo qu utilidad tienen todas estas especulaciones suyas dijo, y tras unenvarado ademn de despedida cogi su bombn y se march de la casa con unaceleridad que no semej muy lgica.

    Al da siguiente Mr. Pond se acical an ms convencional y esmeradamente quede costumbre y fue a visitar a varias damas: frivola solemnidad sta que no era

    nada acostumbrada en l. La primera dama a la cual visit fue la Honorable VioletVarney, a quien hasta entonces slo haba visto de lejos, y qued civilizadamentedescorazonado al verla de tan cerca. Era lo que, segn haba odo l, ltimamentese da en llamar una rubia platino. Sin duda una sofisticada remembranza de su

    propio nombre de pila era lo que la haca pintarse labios y mejillas con un colorms violeta que prpura, confirindose un aspecto que sus: amigos denominabanetreo y sus enemigos horroroso. Aun de tan lnguida dama Mr. Pond consigui:ciertas aclaraciones conducentes a la reconstruccin de las autnticas frases deGahagan... si bien las frases de la propia dama tuvieron su habitual aspecto de

    agotarse indolentemente casi antes de haberse iniciado. Luego Mr. Pond se reunicon Joan, la hermana, y en su fuero interno se maravill de esa cosa extraa que esla humana personalidad, la cual es independiente de crianzas y configuraciones.

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    Pues Joan tena muy parecidos recursos de estilo: la misma voz alta y templada, lasmismas frases semiesbozadas e inconclusas; pero, por fortuna, no tena el mismocarmn violeta ni, decididamente, las mismas miradas o ademanes o mente o alma.Al punto Mr. Pond, pese a todos sus anticuados prejuicios, conoci que en esta

    joven las nuevas virtudes eran efectivamente virtudes, fuesen nuevas o no.

    Realmente era valerosa y generosa y amiga de la verdad, sin embargo de que as loafirmaran las revistas del corazn. Es estupenda se dijo Mr. Pond para susadentros. Vale tanto como el oro. Mucho ms que el oro. Y, oh, muchsimo msque el platino!

    En la ltima estacin de su peregrinaje recal en el monstruoso y ridculo granhotel que tena el honor de hospedar a Miss Artemis Asa-Smith, de Pennsylvania.Ella lo recibi con ese abrumador entusiasmo de que haca gala por doquier entoda ocasin; y en el caso de ella Mr. Pond tuvo bien pocas dificultades paraarrancarle la confesin de que cabe dentro de lo posible que un hombre que

    frecuenta un club no sea un asesino. Aunque naturalmente esta declaracin fuemenos personal e ntima que la de Joan (sobre la cual Mr. Pond siempre se negaraa participarle detalle a nadie), la ardorosa Artemis sigui conquistando su apreciocon sus muestras de sentido comn y buen talante. Ella comprendi la influenciasobre su propio nimo de la ordenacin de los puntos mencionados por Gahagan; yde esta guisa la indagacin de Mr. Pond tuvo pleno xito. Las tres damas, pese asus diversos grados de implicacin y concentracin, atendieron ntegramente a suteora de lo que en realidad les haba dicho Gahagan; y convinieron en que muy

    probablemente era aquello lo que les haba dicho Gahagan. Cumplido que hubo

    esta parte de su tarea, Mr. Pond se entreg a un breve rato de descanso, y acasotrat de hacer acopio de fuerzas, antes de afrontar su diligencia ltima... quetambin tena forma de visita a una dama. Bien puede excusrsele su levedesfallecimiento; pues su diligencia ltima le exiga atravesar el entristecido jardndonde haba yacido un hombre asesinado, de camino hacia aquella elevadamansin siniestra donde, solitaria, segua residiendo la viuda: la gran Olivia, reinade la tragedia, ahora doblemente trgica.

    Mr. Pond cruz, no de buena gana, el sombro trecho, junto a la verja y bajo elacebo, donde el pobre Fred Feversham haba sido clavado en tierra por un espadn

    amaado; y, en tanto segua el tortuoso senderito que llevaba hasta la puerta de lasobria y despojada mansin de ladrillo que se alzaba como una oscura torre contraun fondo de estrellas, interiormente les daba vueltas a dificultades mucho msarduas que las que hasta ahora lo haban preocupado en el comparativamente mssencillo problema de las presuntas incoherencias de las despedidas de Gahagan.Detrs de todas estas frusleras acechaba algo realmente angustioso, que ahora

    precisaba esclarecimiento. Alguien haba asesinado al infeliz Fred Feversham; y nodejaba de haber fundadas razones para orientar las sospechas hacia Gahagan. A finde cuentas, Gahagan acostumbraba pasar das enteros, y aun la mitad de suscorrespondientes noches, en compaa de la actriz; pareca horriblemente lgico,incluso escalofriantemente probable, que ambos hubiesen sido sorprendidos porFeversham y hubiesen escogido el mtodo ms cruento para escapar del trance.

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    Con frecuencia la Feversham haba sido equiparada a la Siddons. Su conductapblica siempre haba aparecido rebosante de dignidad y decencia. Para ella unescndalo no habra sido una agradecida publicidad, como s lo habra sido paraViolet Varney. En realidad era ella quien, de los dos, tena el motivo msatenazante para haber... pero, Santo Dios, menuda posibilidad! En caso de que

    Gahagan fuese de veras inocente... vaya sacrificio el que estara realizando!Cualesquiera fuesen sus tachas, no caba duda de que era todo un caballero capazde dejarse ajusticiar antes que acusar a su Dama... Con creciente espanto Mr. Pondlevant los ojos para contemplar la torre de lbrego ladrillo, preguntndose si lamujer a quien iba a visitar era una asesina. Pero dej nerviosamente a un lado este

    pensamiento morboso y procur volver a concentrarse en los datos. En rigor deverdad, qu haba en contra de Gahagan o la viuda? Se le antoj, tras obligarse areflexionar con frialdad, que lo cierto era que todo se reduca a una cuestin detiempo.

    Ciertamente Gahagan haba pasado con Olivia una gran cantidad de tiempo: steera el nico sntoma visible de que sintiera una pasin hacia ella. Haba sntomasmuchsimo ms visibles de que Joan era la mujer hacia la cual senta pasin. Pondhabra jurado que el irlands estaba realmente enamorado de Joan. Se abalanzabasobre ella; y ella, de acuerdo con las pautas habituales de la moderna juventud, seabalanzaba a su vez sobre l. Pero estos encuentros, por no llamarlos colisiones,eran no menos breves que estrepitosos. Por qu un enamorado agraciado por talconquista se dedicaba a pasar tanto tiempo con una mujer mucho mayor que ella?...Estas meditaciones convirtieron a Pond en un autmata que maquinalmente salud

    al mayordomo y ascendi la escalinata y se acomod en la estancia donde se lesolicit que aguardara unos momentos a Mrs. Feversham. Tom distradamente unviejo libro gastado, aparentemente de cuando la actriz haba sido colegiala, pues enla blancapgina de apertura se vea inscripto con letra muy escolar: OliviaMalone.3Quiz la gran actriz shakespeariana afirmara descender del gran crticoshakespeariano. Pero, as y todo, deba de ser irlandesa... al menos de tradicin.

    Examinando el ajado libro en la penumbrosa antesala, ilumin su espritu unflgido relmpago de percatacin serena y entera; en lo ataedero a este precisorelato, fue la ltima de las paradojas de Mr. Pond. Lo invadi una claridad extensa

    y completa, pero las palabras capaces de reflejarla se formularon en su cerebro conel desconcertante laconismo de un jeroglfico:

    El Amor nunca necesita tiempo. Pero la Amistad siempre necesita tiempo. Cadavez ms y ms y ms tiempo, hasta muy despus de la medianoche.

    Cuando Gahagan llevaba a cabo esas chifladuras que pregonaban su pasin haciaJoan Varney, casi no necesitaba tiempo. Cuando se lanz sobre ella en paracadas,mientras ella sala de la iglesia de Bournemouth, naturalmente el descenso fueraudo. Cuando rompi un pasaje de regreso que le haba costado centenares delibras, a fin de permanecer media hora ms con ella en la isla de Samoa,

    nicamente se trat de media hora ms. Cuando cruz a nado el Helesponto en

    3 Patentemente, se trata del apellido de soltera de Mrs. Feversham. (N. de los T.)

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    imitacin de Leandro, fue para disfrutar de exactamente treinta y cinco minutos deconversacin con Hero. Pero es que el Amor es as. Es cosa de grandes momentos;y se alimenta del recuerdo de momentos. Quiz es un dbil espejismo; quiz, por elcontrario, sea eterno y est ms all del tiempo. Pero la Amistad insume tiempo.Cuando el pobre Gahagan tena una autntica amistad espiritual con una persona,

    estaba dispuesto a quedarse hablando con ella hasta muy despus de lamedianoche. Y con quin haba tanta probabilidad de que tuviera una autnticaamistad espiritual como con una actriz irlandesa que estaba versada especialmenteen Shakespeare? An no haba acabado Mr. Pond de pensar eso, cuando escuch lahermosa voz finamente irlandesa de Olivia saludndolo; y supo que haba dado enel clavo.

    Saba usted pregunt con enlutada sonrisa la viuda, luego de que l, con grantacto, despus de darle el psame, hubiera encaminado la charla hacia la cuestindel capitn Gahagan, saba usted que nosotros los pobres irlandeses tenemos un

    vicio secreto? Se llama Poesa; o ms bien debera decir que se acostumbrallamarlo Recitales. Los hbitos sociales los han reprimido en todos los salonesingleses; y sa es la mayor de las calamidades para los irlandeses. En Londres nohay posibilidad de que las personas se pasen la noche entera recitndose poesas,como s se hace en Dubln. El pobre Peter siempre acuda a visitarme para hablarde Shakespeare hasta la maana siguiente; pero al final yo siempre tena queecharlo. Cuando un hombre me visita a m y se pone a recitar la totalidad deRomeo y Julieta, eso pasa de castao a oscuro. Pero usted ya comprende. Alpobrecillo los ingleses no lo dejan declamar a Shakespeare.

    Mr. Pond ya comprenda mucho. Conoca bastante al ser humano como para saberque todo hombre necesita un amigo, y si es posible una amiga, con quien podercharlar hasta ponerse morados. Conoca bastante a los dublineses como para saberque ni los diablos ni la dinamita pueden impedirles declamar poesas. Todas lasnegras nubes de reflexiones morbosas sobre aquel asesinato, que lo habanabrumado en el jardn, se dispersaron al primer sonido de esta poderosa voz

    bonancible de una irlandesa. Pero un rato ms tarde empezaron a adensarse denuevo, aunque a mayor distancia. Al fin y a la postre, como haba pensado l antes,alguien haba asesinado al infeliz Fred Feversham.

    Ahora estaba segursimo de que ese alguien no haba sido la esposa de Feversham.Estaba casi seguro de que no haba sido Gahagan. Aquella velada Mr. Pond regresa casa dndole innumerables vueltas al problema; pero su insomnio dur una solanoche. Pues al da siguiente el peridico matutino informaba del inexplicablesuicidio de Mr. Luke, miembro de la conocida firma Masters, Luke & Masters;conque Mr. Pond se reprendi indulgentemente por no haber pensado en que eraobvio que un hombre que no hace sino desmenuzar y perseguir a los dems porquese siente estafado, un da puede muy bien descubrir que lo ha estafado su propioabogado. Feversham haba convocado a Luke para aquella reunin nocturna en su

    jardn con el fin de anuncirselo; pero Mr. Luke, hombre preocupado por suprestigio profesional, tom enrgicas medidas para evitar que Mr. Feversham se lorevelara a nadie.

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    Esto me ha hecho sentirme mal dijo Mr. Pond, tmida y casi trmulamente.Durante la conversacin que sostuvimos pude ya advertir que estabainquietantemente atemorizado; y, saben una cosa?, mucho me temo que yo fui loque lo atemoriz.

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    CUANDO LOS MDICOS ESTN DE ACUERDO

    Las paradojas de Mr. Pond eran de peculiarsima especie. Llegaban al extremo deresultar paradjicas infracciones de la ley de las paradojas. La paradoja ha sidodefinida como la verdad puesta cabeza abajo para llamar la atencin. Se ha dadoen vindicar la paradoja, aduciendo que si hay tantsimas falacias aceptadas quesiguen inalterablemente en pie, se debe a que carecen de cabeza sobre la cual

    pudieran hacer el pino. Mas hay que admitir que es cierto que los literatos, comootros mendicantes y saltimbanquis, frecuentemente intentan llamar la atencin.Colocan en lugar destacado, en medio de un dilogo de una obra teatral, o al inicioo al trmino de un prrafo narrativo, ocurrencias de esa ndole portentosa... comocuando Bernard Shaw escribi: La Regla urea es que no hay ninguna Reglaurea; o cuando Osear Wilde observ: Puedo resistirlo todo excepto latentacin; o cuando un escribidor mucho ms romo (indigno de ser equiparado a

    los antedichos y que actualmente expa sus errores tempraneros aplicndose a lanobilsima causa de dejar constancia de los aciertos de Mr. Pond) apostill endefensa de principiantes y chapuceros y zoquetes varios como l mismo: Simerece la pena hacer una cosa, merece la pena hacerla mal. A quehaceres as serebajan los literatos; y luego los crticos les amonestan que hablan para causarefecto; y luego los literatos les replican: Para qu diantres habramos de hablarentonces? Para no causar ningn efecto? Es un espectculo deplorable.

    Pero Mr. Pond perteneca a un universo ms elevado y sus paradojas eran hartodiferentes. Imposible imaginarse a Mr. Pond haciendo el pino. Y tan arduo como

    imaginrselo haciendo el pino era imaginrselo intentando llamar la atencin. Erael hombre ms discreto del mundo tratndose de un hombre de mundo: era unfuncionario gubernamental menudo y pulcro; no tena nada de llamativo salvo una

    barba que pareca no slo arcaizante sino adems vagamente fornea, y aun algofrancesa, aunque l fuese ms ingls que nadie. Pero, si a eso vamos, larespetabilidad francesa es mucho ms respetable que la inglesa; y Mr. Pond,aunque cosmopolita en ciertos aspectos, era cabalmente respetable. Otro rasgosuyo tenuemente francs era la serena modulacin de su discurso: una cadenciosacorriente monotnica que jams desafinaba en una sola vocal. Y es que los

    franceses llevan sus aspiraciones de igualdad hasta la igualdad silbica. Con estearmonioso flujo, teido de elegantes alusiones a Viena, estaba una vezconversando con una dama; y cinco minutos ms tarde sta se reintegr con

    palidsimo semblante a su crculo de amigos; y en voz baja les particip el horriblesecreto de que aquel hombrecillo tan afable estaba loco.

    La peculiaridad de su conversacin radicaba en lo siguiente: en medio de unapacible flujo oral repleto de sentido, hacan sbita aparicin unas pocas palabrasque daban la impresin de formar ni ms ni menos que un sinsentido. No parecasino que repentinamente se hubiese averiado el mecanismo de un gramfono. Era

    un sinsentido del cual el propio hablante no semejaba apercibirse siquiera; conquea veces tampoco sus oyentes notaban que hubiera algo insensato en discurso tansensato. Pero a quienes s lo notaban les pareca haberlo odo decir algo semejante

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    a Claro, como le faltaban las piernas, gan holgadamente la maratn o Comono haba nada que beber, todos se emborracharon enseguida. En lneas generales,dos clases de gentes lo interrumpan con una mirada o una pregunta: los muytontos y los muy listos. Los tontos porque slo lo absurdo se despegaba de un nivelde inteligencia que los superaba; de hecho esto era en s mismo un ejemplo de la

    verdad de una paradoja: la nica parte que entendan de la conversacin era lamisma parte que no entendan. Y los listos lo interrumpan porque saban que,detrs de cada una de esas inslitas contradicciones tan compactas, haba una muyinslita ancdota, cual la inslita ancdota que ser relatada aqu.

    Su amigo Gahagan, aquel gigantesco dandi irlands de pelo rojizo y guasonalocuacidad, afirmaba que Pond intercalaba tan insensatas frases nicamente paracomprobar si sus oyentes le prestaban atencin. Pond nunca ratific tal cosa; demanera que sus motivos continuaron siendo un misterio. Pero Gahagan afirmabaque existe una tribu entera de modernas mujeres intelectuales que exclusivamente

    han aprendido el arte de orientar hacia quien hable un semblante todo inters yatencin, en tanto sus cerebros se hallan de tal modo ausentes que alguna frasecitacomo Puesto que estaba en la India, lgicamente visit Toronto les entra por unodo y les sale por el otro sin inmutar a su paso el cultivado cerebro que hay entremedias. Fue durante una pequea cena dada por el bueno de Wotton a Gahagan yPond y otras personas ms, cuando por primera vez tuvimos una vislumbre delverdadero sentido de estos desaforados parntesis en tan moderado conversador.Lo cierto era, para empezar, que Mr. Pond, pese a su barba francesa, era muyingls en su costumbre de presuponer, por deferencia a los dems, que l mismo

    poda resultar algo aburrido. No gustaba de narrar largos y mayormente fantasiososrelatos acerca de s propio, como s los narraba su amigo Gahagan, aunque Pondgustase muchsimo de orlos cuando los narraba Gahagan. Sin duda Pond habatenido algunas singularsimas experiencias personales; pero, como no deseabaconvertirlas en novelas largas, slo salan a la luz en forma de cuentos breves; y aveces estos breves cuentos eran tan brevsimos que resultaban punto menos queininteligibles. Si es cuestin de describir semejante excentricidad, ser preferiblecomenzar con el ejemplo ms sencillo, como si se tratase de un diagrama en unlibro de divulgacin. As, pues, comenzar por el breve cuento, acechante en unaan ms breve frase, que tan largamente desconcert al pobre Wotton duranteaquella precisa velada. Wotton era un diplomtico a la antigua usanza, de sos que

    parecan hacerse ms nacionales cuanto ms trataban de ser internacionales.Aunque distaba de ser militarista, resultaba muy militar. Preservaba la paz a fuerzade frases tajantes bajo un tieso bigote gris. Se caracterizaba por el prognatismo desu mentn.

    Me han informado aseveraba Wotton que los polacos y los lituanos hanllegado a un acuerdo sobre Vilna. Era una pugna muy antigua, realmente; y mefiguro que en el fondo tanta razn tenan los unos como los otros.

    Es usted ingls hasta la mdula, Wotton dijo Gahagan, y para sus adentrosestar dicindose: Todos los extranjeros son iguales. Mucha razn tiene si coneso quiere decir que todos los extranjeros somos diferentes de ustedes. Los ingleses

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    son los lunticos de la tierra, que saben que todos los dems estamos locos. Pero aveces diferimos algo entre nosotros, sabe usted? Hasta de los irlandeses es sabidoque nos diferenciamos un poquito unos de otros. Pero ustedes ven que el Papacondena a los bolcheviques, o que la Revolucin Francesa hace trizas al SacroImperio Romano, y sin embargo no cesan de decirse para sus adentros:

    Realmente hay alguna diferencia entre Tarar y Tarar?4

    No haba diferencias terci Pond entre Tarar y Tarar. Recordarn ustedesque qued perfectamente claro que estaban de acuerdo. Pero asimismo han derecordar en qu estaban de acuerdo.

    Wotton pareci un poco amostazado y por ltimo refunfu:

    Pero si estas naciones se han puesto de acuerdo, presumo que habr cierta paz.

    Los acuerdos son cosas extraas dijo Pond. Por lo comn, afortunadamente,todos los hombres estn siempre en desacuerdo hasta que un da mueren

    pacficamente en la cama. Muy rara vez los hombres estn de acuerdo total ycompletamente. Una vez conoc a dos hombres que llegaron a estar tancompletamente de acuerdo que lgicamente uno mat al otro; pero por reglageneral...

    Llegaron a estar tan completamente de acuerdo... hizo de eco Wottondubitativamente. No quiere usted significar... est seguro de no haber queridosignificar: Llegaron a estar tan completamente en desacuerdo?

    Gahagan emiti una especie de carraspeo de risa:

    Oh no dijo, no es eso lo que quiere significar. No s qu diantres ha querido

    significar; pero nada tan juicioso como eso.Mas Wotton, con su ponderada ecuanimidad, persisti en procurar reducir alhablante a una aseveracin ms responsable; y el desenlace fue que de mala ganaMr. Pond fue inducido a revelar qu haba querido significar realmente, y nos hizosaber el cuento entero.

    Desde el principio el enigma estuvo incluido dentro de otro enigma: el misteriosoasesinato de Mr. James Haggis, ciudadano de Glasgow, que har no muchos aosocup los peridicos escoceses e ingleses. Manifiestamente era un caso extrao,que hubo de dar paso a consecuencias an ms singulares. Haggis era un sujetonotorio y acaudalado, concejal del ayuntamiento y dignatario de la iglesia

    presbiteriana5. Nadie negaba que aun en tales cometidos haba sido a veces msbien impopular; pero, para hacerle justicia, a menudo haba sido impopular a fuerde leal a ideales impopulares. Era de esos viejos progresistas que resultan msrgidos y dogmticos que cualquier retrgrado; y, aunque tericamente defenda un

    programa de austeridad y reformas, terminaba imponiendo que casi toda reformaera demasiado costosa para las exigencias de la austeridad. De esta traza su vetohaba desbaratado el generalizado apoyo suscitado por la admirable campaa delviejo Dr. Campbell para combatir la epidemia en los barrios pobres durante los

    4Personajes deAl otro lado del espejo de Lewis Carroll. (N. de los T.)5 Iglesia oficial de Escocia, fundada en 1560 por John Knox, protestante calvinista. En moral es rgidamentepuritana. (N. de los T.)

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    momentos ms crticos. Pero acaso sera una inferencia desmesurada colegir de susobjeciones econmicas que era un demonio que disfrutaba viendo nios pobresmorir de tifus. De igual modo, era hombre famoso en los snodos presbiterianos

    por su rechazo de toda revisin moderna de la doctrina del calvinismo; pero serauna interpretacin demasiado torcida de sus ideas teolgicas deducir que en lo ms

    hondo abrigaba el deseo de que todos sus semejantes quedasen condenadoseternamente antes de haber nacido.

    Por lo dems, era reconocidamente honrado en los negocios y fiel a su esposa y sufamilia; conque hubo una general reaccin en loor de su memoria cuando se loencontr con seales de una pualada en el corazn sobre el escueto csped dellgubre cementerio adjunto a su templo predilecto. Imposible imaginarse a Mr.Haggis involucrado en alguna romntica venganza escocesa y as cado bajo unadaga, o en alguna romntica cita interrumpida por un pual; y circul la generalopinin de que ser dejado apualado e insepulto entre los muertos sepultados era

    castigo exorbitante por haber sido un economista escocs algo tacao y chapado ala antigua.

    Mr. Pond haba acertado a estar presente en una pequea cena donde se produjo ungran debate sobre aquel asesinato en cuanto misterio. El anfitrin, Lord Glenorchy,tena el pasatiempo de leer sesudos libros de criminologa; la anfitriona, LadyGlenorchy, tena el menos pernicioso pasatiempo de leer esos ms fundamentadosy cientficos libros que se denomin