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Las mujeres y el imaginario nacional en el siglo XIX Author(s): Mary Louise Pratt Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 19, No. 38 (1993), pp. 51-62 Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP Stable URL: http://www.jstor.org/stable/4530672 . Accessed: 04/10/2013 10:04 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. http://www.jstor.org This content downloaded from 193.54.110.35 on Fri, 4 Oct 2013 10:04:37 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Las Mujeres y El Imaginario Nacional en El Siglo XIX-Mary Louisse Pratt

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Las mujeres y el imaginario nacional en el siglo XIXAuthor(s): Mary Louise PrattSource: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 19, No. 38 (1993), pp. 51-62Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/4530672 .

Accessed: 04/10/2013 10:04

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REVISTA DE CRITICA LITERARIA LATINOAMERICANA Afo XIX, N- 38. Lima, 2do. semestre de 1993; pp. 51-62.

LAS MUJEIRES Y EL IMAGINARIO NACIONAL EN EL SIGLO XIX*

Mary Louise Pratt Stanford University

Como Benedict Anderson (1983) lo ha argumentado, la naci6n moderna suele representarse a si misma como una comunidad, una "comunidad imaginada" en la terminologia de Anderson. Sin conocerse en persona o siquiera por nombre, los miembros de la comunidad nacional se imaginan (o se les pide que se imaginen) a si mismos como vinculados por lazos horizontales y fraternales. La naci6n en su totalidad es imaginada como discreta, soberana y aut6noma -estos terminos constituyen, en el argumento de An- derson, el "estilo de imaginar" de la naci6n moderna. El poder de este imaginario, argumenta Anderson, se manifiesta de manera mas saltante en la figura del ciudadano-soldado, el que estA dis- puesto "no tanto a matar sino a morir" (Anderson, 15) en su nombre.

Esta concepci6n fraternal y comunal de los lazos sociales ha permeado el autoconocimiento de las sociedades modernas, mol- deando las maneras en que se representan a si mismas, asi como las maneras en que representan a sus 'otros'. Se puede ver, por ejemplo, c6mo la identificaci6n de naci6n y ciudadania con la len- gua ha marcado el pensamiento linguistico moderno. La teoria sociolinguistica, por ejemplo, define como objeto de estudio la "'comunidad linguistica" ('speech community') construida como un universo social y linguisticamente homogeneo. Detras, o dentro del concepto de la comunidad lingiiistica yace el modelo idealizado de la naci6n, una totalidad discreta cuyos miembros comparten fraternal y discretamente una lengua nacional. Incluso la sintaxis abstracta, construida a base de modelos que parecen totalmente fuera de la dinAmica social, presupone un hablante monolingue * Una versi6n modificada de este ensayo aparecera en ingl6s en el volimen

Latin American Narrative and Cultural Discourse, eds. Steve Bell et al., Notre Dame: University Press, 1993.

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que, como el ciudadano imaginario, habla el estandard nacional. Hasta que estas presuposiciones comenzaron a cuestionarse en afios recientes, la jerarquia, la diferenciaci6n social y el conflicto en el campo del lenguaje quedaron ausentes del escenario del estudio linguistico, o marginados como aberraciones.

En la practica, en el estado nacional, por supuesto, la lengua nacional es inculcada, impuesta, y cuidadosamente vigilada. Julio Ramos examina este tema en su reciente investigacion sobre el rol de la gramatica en la construcci6n de la naci6n en Latinoam6rica en el siglo XIX (Ramos, 1990). La imaginada homologia entre naci6n y lengua por supuesto se repite, siempre en el nivel del imaginario, en la homologia entre naci6n y cultura. Construir la naci6n requiere intentar crear lo que es imaginado como una cultura nacional, tambien compartida horizontal o fraternalmente -un patrimonio comuin, en suma. Este es el proyecto alrededor del cual los estados han construido los aparatos culturales y educativos oficiales.

Como se sugiri6 anteriormente, la comunidad nacional imagi- nada solo puede existir como imaginada. Este status esta garanti- zado porque, como lo sefiala Anderson, sus miembros nunca entra- ran todos en contacto directo. Mas importante quizas (y un punto que Anderson no elabora), las formaciones sociales que habitan los territorios nacionales estan cargadas de heterogeneidades y jerar- quias de todo tipo que actuian en contra de la fraternidad, la autono- mia y la soberanfa. Entonces, la categorfa de '1o nacional" es inter- minablemente incapaz de dar cuenta de la totalidad social. Esta interminablemente expuesta a ataques, desafios, contrahegemo- nias y formaciones alternativas que la obligan a afirmarse y reafir- marse a trav6s de la negociaci6n y la fuerza.

Tales ataques, desaffos, y formaciones alternativas son espe- cialmente notables y persistentes en naciones-estado fundadas a trav6s de procesos de descolonizacion. Como otros han observado, en el caso de la descolonizaci6n (proceso tambi6n denominado "independencia"), los "nuevos" aparatos de cultura y politica na- cionales que se legitiman bajo el nuevo regimen independiente, casi siempre han sido importados o transculturados desde Europa. Asi, la propia narrativa de origen de la nueva naci6n contradice plenamente las caracteristicas esenciales de soberania, autonomfa y distinci6n que componen el imaginario nacional. Por otra parte, las sociedades construidas a base de la colonizaci6n suelen incluir grupos sociales cuyo status el nuevo orden nacional no tiene nin- guna intenci6n de descolonizar -comunidades indigenas subordi- nadas, por ejemplo, o poblaciones secuestradas, ya sean esclavos o ex-esclavos. El orden nacional "independiente" apunta no a eman- cipar a esta gente, sino a legitimar su continua subordinaci6n. Por supuesto, tal legitimaci6n es imposible, y el resultado es una per- manente crisis de legitimaci6n. Es un tema sobre el cual, como po-

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dia esperarse, el pensamiento americano tiene mucho que decir. Los conceptos de sociedad heterogenea y de cultura heterogenea, elaborados por Antonio Cornejo-Polar, diagnostican esta configura- ci6n post colonial y sugieren otro "estilo de imaginar la naci6n" muy diferente de la comunidad fraternal esbozada por Anderson. Con referencia a M6xico, Ndstor Garcia Canclini ha avanzado el concepto de culturas hibridas que permiten a uno "entrar y salir de la modernidad", planteamiento que sugiere incluso otro estilo de imaginar la naci6n-estado.

Como sugiere el titulo de este ensayo, la linea de heterogenei- dad que me propongo examinar con respecto a la naci6n es la del genero sexual. El proyecto aquf es bastante sencillo. Me propongo, a traves de una serie de ejemplos, observar c6mo las mujeres in- telectuales latinoamericanas, sobre todo en el siglo XIX, han con- templado el proceso de construcci6n nacional, y c6mo se han si- tuado (imaginado) a si mismas con respecto a 6ste. El punto de partida nos lo ofrece un texto, una imagen, una imaginaci6n, de Teresa de la Parra en su novela Las memorias de Mama Blanca (Venezuela, 1929). La protagonista de la novela, la vieja Mama Blanca, un residuo de la era colonial, esta dando su juicio personal sobre el Romanticismo. En contraste con el analisis ortodoxo euroc6ntrico, que ve al Romanticismo como un fen6meno europeo que se difundi6 hacia las Americas, Mama Blanca invierte los terminos. Segun ella, el Romanticismo naci6 en las Am6ricas. Evo- ca la figura de la emperatriz Josefina, la criolla caribenia que fue esposa de Napole6n, para plantear su argumento:

Yo creo que como el tabaco, la piha y la cafia de azilcar, el Roman- ticismo fue una fruta indfgena que creci6 dulce, espontanca y escon- dida entre las languideces coloniales, y las indolencias del tr6pico hasta fines del siglo XVIII. Hacia esa 6poca, Josefina Tascher sin sos- pecharlo, tal cual si fuera un microbio ideal, se lo llev6 enredado en los encajes de una de sus cofias, contagi6 asi a Napole6n, en aquella forma aguda que todos conocemos y poco a poco las tropas del Primer Imperio, secundadas por Chateaubriand, propagaron la epidemia a todas partes.

Es un lindo conjunto de imagenes, altamante transculturado. La referencia a las cofias trae a colaci6n la iconografia de America como una Amazona con un enorme peinado emplumado Ilevando de los pelos la cabeza de un espafiol; la imagen del microbio trae a colaci6n la historia de la sifilis como la enfermadad del imperio, de la cual culpan los europeos a America y los americanos a Europa. Asi, el personaje de de la Parra descoloniza la autocomprensi6n americana con respecto a Europa. Por supuesto, quiero sugerir que no es por casualidad que esta figura contestataria, antieuroc6ntri- ca del romanticismo se articule por medio de un personaje feme- nino (Mama Blanca) sobre un agente femenino (Josefina) en el texto de una escritora (de la Parra). El rol de mediatriz cultural es un corolario directo del status de Josefina como objeto de intercam-

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bio entre los hombres. Ella es a la vez conquistadora e infiltradora del edificio comunitario fraternal. No sorprende que el ej6rcito apa- rezca como el sitio de la "infecci6n" transculturadora del coloniza- dor por la colonia. En el analisis de Anderson el ej6rcito es la arti- culaci6n quintaesencial del nacionalismo y la ciudadania. La ima- gen oficial del ej6rcito como garantizador de la integridad nacional contrasta con la imagen igualmente veridica que ofrece Mama Blanca: el ej6rcito como zona de contacto que ocupa los limites y las periferias del terreno nacional. El ejercito como punto de entrada de "infecci6nes" externas -el contacto transcultural imaginado co- mo contacto sexual y ven6reo. Con respecto al sujeto nacional euro- peo, inherentemente masculino, el "otro" transculturador es una mujer colonial que lleva consigo una tentaci6n y una enfermedad.

Efectivamente, es asi que las escritoras se han definido fre- cuentemente en sus dialogos con lo nacional. No como infectadoras venereas precisamente, pero sl como marginales y mediadoras cuya autoridad se construye a partir de la misma ambiguedad de su ciudadania. Desde el momento en que el republicanismo negaba a las mujeres los mismos derechos politicos y legales de los hombres, la relaci6n de las mujeres hacia las ideologias de la naci6n y la comunidad fraternal imaginaria estuvo fuerte y permanentemente diferenciada de la de los hombres. Por inevitable que pareciera, 6ste fue un giro tragico en la historia social moder- na. A nivel objetivo, cre6 dentro de todas las naciones-estado una inmensa estructura de exclusi6n, comprendiendo plenamente la mitad de todas las clases sociales, incluyendo las elites.

Seria un error entender la exclusi6n de las mujeres de la ciudadania como algo que pas6 natural o espontaneamente. Fue el resultado de estrategias determinadas y especificas, y fue feroz- mente resistida. En el caso latinoamericano, los escritos de los inte- lectuales independentistas del siglo XIX revelan abiertamente el impulso para limitar la ciudadania de las mujeres y renovar su subordinaci6n bajo la independencia nacional. El poema de Jose Maria Heredia titulado "Plan de estudios", que apareci6 en Cuba en 1822, suena inocuo e incluso alegre, pero lefdo en el contexto de las luchas alrededor de g6nero y ciudadania en las Am6ricas reciente- mente independientes, presenta una verdadera prescripci6n para la subordinaci6n femenina. Sin sorpresa alguna, el eje del argu- mento es la educaci6n. "A Minerva te consagras?" comienza el poe- ma, y sigue:

Perdone Amor tu imprudencia: Advierte que tanta ciencia No es propia de la beldad. No: tu sencillez conserva, Y esa felfz ignorancia Que la deliciosa infancia Te recuerdan sin cesar.

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Entre los conocimientos de los que el sujeto femenino debe alejarse la conquista y el imperio figuran especificamente:

En el mapa nunca busques Los climas triste, lejanos, Que de griegos y romanos Vieron el belico ardor No busques al samoyedo, Que en clima de hielo eterno Sufre de perenne invierno La tristeza y el horror. (11.25-28)

Tambien el sujeto femenino debe alejarse de "la politica y la historia": "En la cansada lectura/Crimen, furor y locura/Tus ojos fatigaran" (11.42-44) Como se puede esperar, la recomendaci6n fi- nal del poeta es el dulce olvido del amor romantico dirigido, por su- puesto, a el:

Mucho adelantado tienes, Pues que supiste agradarme: Yo te amo ... Sabiendo amarme, No quieras aprender mds (11.55-56)

Conviene recordar aqui que por un corto periodo Heredia fue tutor de Gertrudis G6mez de Avellaneda quien, como veremos pr6- ximamente, resueltamente se neg6 a absorber la lecci6n. Los escri- tores can6nicos del siglo XIX contribuyeron regularmente a esta li- teratura prescriptiva dirigida a las mujeres, desde el largo ensayo de Jos6 Marmol sobre Manuela Rosas hasta las cartas de Dario a Delmira Agustini (ver Molloy, 1981).

Hablando desde una perspectiva estructural, el desplazamiento de las mujeres de la fraternidad nacional produce, dentro del espa- cio nacional una inestabilidad radical, que se controla solamente gracias a un alto nivel de coerci6n ejercida sobre todo a nivel del cuerpo. Como habitantes sin ser plenamente miembros de las na- ciones, las mujeres que han tenido acceso a la esfera puiblica se han comprometido criticamente con los habitos de pensamiento de los imaginarios nacionales. En la politica, los movimientos femeni- nos aut6nomos han sido mas frecuentemente internacionalistas y antimilitaristas, por ejemplo. En las letras, al menos antes de 1945, las intelectuales latinoamericanas pensaban no en terminos de patrimonios nacionales (que tipicamente han excluido su trabajo) sino mas bien en terminos mundiales o hemisfericos. Actuando como escritoras, comentadoras, editoras de revistas, traductoras, antologistas y mentoras, muchas enfocaron su trabajo cultural en practicas de lo que se podria llamar mediaci6n trasnacional. Como escritoras de ficci6n, muchas veces jugaron con el imaginario an- droc6ntrico nacional de una manera fascinante, desafiando sus pa- rametros en textos muchas veces incomprensibles dentro de la ho- mologia naci6n-cultura. Una vez que esa homologia deja de deter-

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minar el corpus literario y la lectura, tales textos se vuelven visi- bles e inteligibles. Me propongo comentar brevemente dos textos es- critos por mujeres latinoamericnas a mediados del siglo XIX cuan- do la construcci6n de la naci6n, la autonomia, la identidad y la des- colonizaci6n cultural preocupaban profundamente las elites crio- Ilas. En ambos casos, sugiero que las mujeres crean sujetos litera- rios situados en las fronteras de las ideologfas nacionalistas, con un pie dentro de ellas y otro afuera.

El primer texto es el comienzo de una novela de la escritora ar- gentina Juana Manuela Gorriti, escrita en la d6cada del cincuenta del siglo pasado durante su exilio de la dictadura de Juan Manuel Rosas. Titulado "Una ojeada a la patria" la narraci6n se situia en un tiempo y lugar sin especificar, pero que intenta ser reconocido como la Argentina despues de la independencia. Se abre con el via- je a pie de la narradora-protagonista a trav6s de un denso bosque del cual ella sale para contemplar el paisaje de su juventud. Un "infortunio inaudito" la habi a obligado a ella y a su "brillante fami- lia" a abandonar su tierra de origen, y s6lo ella ha sobrevivido para regresar:

Mis ojos se fijaron con una mirada profunda de indecible gozo, de inde- cible dolor, en aquel encantado panorama, que presente incesantemente a mi memoria, se desarrollaba en ese momento ante mi. En ese mi pe- que?o universo de otro tiempo, yo sola habfa cambiado: todo estaba como en el dia, como en el instante en que lo deje.(p. )

Verdes colinas, prados floreados, un reluciente rfo se extiende a sus pies, junto con las ruinas de una misi6n jesuita, un cemente- rio, y la hacienda de su familia. (Curiosamente, el dueflo actual es un espafiol.) La narradora-protagonista, descubrimos, es una mu- jer, pero que viaja disfrazada de hombre. Sufre, nos cuenta, de una misteriosa y espantosa enfermedad. A su Ilegada al antiguo hogar familiar, el nuevo dueflo, sin saber su identidad, le ofrece esa hos- pitalidad rural de la cual muchos viajeros han escrito. Se la Ileva a su antiguo dormitorio donde los dibujos infantiles que ella habia hecho con su hermana todavia estaban colgados en las paredes. Incluso la naturaleza no es primaria, sino saturada de historia y memoria:

Cada arbol, cada hoja, cada recodo del camino despertaba en mi alma un mundo de dolorosos recuerdos ... Aquel llano interminable a la vista conduce a Ortega ... y en esa verde esplanada hacfamos correr, caracolear y dar saltos a nuestros caballos (p. 111).

Esta narrativa del retorno sirve de marco para la historia de una figura local, el salteador Gubi Amaya.

A pesar de la atm6sfera onirica, el titulo del texto, "Una ojeada a la patria" invita a una lectura que se inscribe dentro del discurso de lo nacional. Apenas uno intenta dicha lectura, este panorama de ruinas y memoria entra en relaci6n con otro comun a la litera-

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tura criolla de este periodo: el paisaje vacio, primario de Am6rica invocado por muchos de los reinventores de Am6rica en el perfodo de la independencia. Sabido es cuan frecuentemente los textos fundacionales del periodo independentista se abren con un panora- ma del vasto y vacfo paisaje americano, el futuro territorio nacional -pagina blanca en el cual el escritor inscribe la marcha de la his- toria y las aspiraci6nes de la repuiblica moderna. La "Silva a la agricultura de la zona t6rrida" de Bello sigue este patr6n, asf como lo hacen otros clasicos independentistas: "En el teocalli de Cholu- la", de Heredia, "La cautiva" de Echevarria, y por supuesto el Fa- cundo de Sarmiento. Este tropo fundacional vincula la cuesti6n de lo nacional con asuntos de territorio y dominio. Por 61 se autoriza al sujeto hablante criollo, al nuevo ciudadano americano, invisible es- pectador en estos panoramas. Su papel hist6rico todavia perma- nece indefinido; su hegemoni'a se imagina, pero todavia no se ha establecido. (Como he sugerido en otro ensayo, este paisaje esta transculturado y no simplemente copiado de los discursos europeos sobre Am6rica, especialmente el fundado a principios de siglo por Alexander von Humboldt [Pratt, 1992 y 1992a]).

Sin embargo, la narradora de Gorriti, aunque disfrazada de hombre, no reproduce este discurso de territorio y dominio cuando observa la patria,. La tierra de origen que ella retrata no es ni pri- maria ni esta vacia, sino saturada de historia, una historia cuya continuidad ella estai tratando de restaurar. Ella se retrata a si misma como agente ya en movimiento (esta hasta corriendo en la escena que abre la novela). Lo que se implica, sugiero, es un ima- ginado proyecto nacional bastante diferente, y un concepto distinto de la ciudadania en el contexto de la construcci6n nacional. Pare- cida a Mama Blanca en la novela de de la Parra, la narradora-pro- tagonista de Gorriti es una sobreviviente del antiguo orden, cuya tarea es recuperar los retazos que quedan de 6ste despu6s de un levantamiento revolucionario. Su proyecto es debil y vulnerable, la mujer esta sola y enferma, obligada a ocultar su g6nero para poder ingresar a la patria. (Uno recuerda a Gabriela Mistral en el Poema de Chile regresando al paisaje nacional en forma de fantasma).

La fragilidad no es el uinico rasgo "femenino" que define a la protagonista de Gorriti. Su agencia tambi6n se define en terminos de su g6nero. La supervivencia y la continuidad social siempre han formado parte del trabajo y el deber civico de la mujer. En tiempos de guerra y crisis, son los complementos esenciales del trabajo del soldado-ciudadano. Esta complementaridad entre el papel militar masculino y el papel femenino de supervivencia no ha sido recono- cida, como era de esperarse, ni por las ideologias del nacionalismo ni por las teorfas de la naci6n-estado. En la narraci6n de Gorriti, la supervivencia y la continuidad con el pasado aparecen como impe- rativos hist6ricos, si bien fragiles, enfermos, y obligados a aparecer disfrazados. Asi aparecen en muchas de las narraciones de Gorri-

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ti, donde el pasado colonial regresa a perturbar al presente postco- lonial. Este gesto complica la tendencia masculina a imaginar el momento de la independencia simplemente como un nuevo co- mienzo, como una nueva narrativa iniciada en una tabula rasa hist6rica. Gorriti, como de la Parra muchas d6cadas despues, su- giere que esta representaci6n patriarcal impide la posibilidad de una verdadera descolonizaci6n de las relaciones sociales.

Mas o menos al mismo tiempo en que Gorriti reescribi6 el pai- saje primario tan central en el imaginario criollo postcolonial, la escritora cubana Gertrudis G6mez de Avellaneda escribi6 un poe- ma que tambien revisa esa imagen fundacional. El poema, titulado "El viajero americano", fue escrito, de acuerdo a la poeta, en res- puesta a un joven y ambicioso literato que le habia escrito felicitan- dola por su trabajo y expresando su opini6n de que s6lo por la gloria vale la pena vivir. La respuesta de Avellaneda empieza con el pa- norama americano can6nico visto por un viajero. Recuerda tanto a Humboldt como al mismo mentor de Avellaneda, Heredia:

Del Anahuac vastfsimo y hermoso En una de las f6rtiles comarcas, De las que tienen por custodios fieles Al Pinauizapan y al Orizaba; Que unidos por cadena inmensurable De montanias agrestes y escarpadas, Con nieve eterna ornadas sus cabezas, Con fuego eterno ardidas sus entranias Se alzan a ser de una regi6n de encantos Inmutables y enormes atalayas (11.1-9)

Alli, en el borde de una "gran savana" el "fascinado viajero" ve "un nuevo paraiso" de "jardines bellos de ambulantes galasJCon cenadores, parques, grutas, bosques,/y lagos mil de cristalinas aguas" (11.20-22). Sin dudarlo el viajero se lanza a la visi6n y llega exhausto s6lo para encontrar "un gran desierto que tapizan lavas" (1.41). La moraleja, por supuesto, se expone en la estrofa final:

Tal es la historia del viajero, joh joven! Alla en tu pecho por tu bien la graba; Pues esa gloria -que tu afdn excita- Tan deslumbrante y bella en lontananza, Y esa ventura que en su goce finges, Son ilusiones 6pticas del alma! (11.44-47)

En lo que uno puede Ilamar su lectura preferida, este texto pre- senta una alegoria moral y espiritual: Ten cuidado joven, la ambi- ci6n Ileva a ilusiones y desengaflos. Sin embargo el titulo invita a una lectura americanista o nacional. De hecho, el poema esta fir- memente vinculado con la ret6rica fundacional americanista de su epoca, cuyas aspiraciones ut6picas reduce a espejismos de ambi- ci6n en un gran desierto de lava. La imagen culminante de un

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campo de lava congelada es reveladora. A principios del siglo XIX en los discursos europeos sobre Am6rica, los volcanes se convirtie- ron en una metonimia generalizada para las energfas latentes del "nuevo continente". Los volcanes fueron objetos de fascinaci6n cien- tifica (comenzando con el clasico ensayo de Humboldt en Ansichten der Natur, 1806) y fuente a la vez de metAforas sociales ("Jn in- menso volcan esta a nuestros pies", escribi6 Sim6n Bolivar en 1826, hablando del "choque tan violento y desordenado de pasiones, de derechos, de necesidades y de principios" en las luchas indepen- dentistas. El desierto de lava donde el viajero americano de Avella- neda termina, pues, es una imagen particularmente pos-indepen- dentista de esperanzas disecadas y suefios estancados. Mientras Gorriti en "Una ojeada a la patria" disefi6 un conjunto de signifi- caciones alternativas, Avellaneda desmitifica la ret6rica civica de sus inmediatos antecesores. Resulta interesante que la jerarquia discursiva en '"E viajero americano" yace en la diferencia no de ge- nero sino de generaci6n (la hablante poetica es mayor que su des- tinatario); sin embargo no se trata de una actitud maternal. Aunque el "Teocalli de Cholula" de Heredia no se menciona expli- citamente aqui, constituye un antecedente obvio para el contradis- curso de Avellaneda. De hecho, Avellaneda compuso toda una serie de poemas basados especificamente en textos de Heredia.

Para las primeras decadas del siglo veinte, tanto el nacionalis- mo como el feminismo se habian establecido firme y autoconscien- temente en Hispanoamerica, y eran temas de amplia discusi6n piu- blica. En este contexto, la critica feminista de las ideologi as nacio- nales surgi6 de manera mas explicita que antes. Propongo ter- minar con un texto periodistico en el cual dos mujeres intelectuales de este periodo colaboran para detonar las categorfas de lo nacional de una manera calculada para producir un verdadero shock. El texto es una entrevista entre dos chilenas, la lider feminista Aman- da Labarca Hubertson quien entrevista a la autora aristocratica y anticonformista, Ines Echevarrfa Bello. La entrevista apareci6 en la revista Familia en 1915, y ha sido sacada a la luz por la investi- gadora chilena Marcela Prado. La disertaci6n de Prado (1989) es el estudio serio de Echevarrfa Bello, una figura prolifica y altamente iconoclasta. Los participantes en esta entrevista forman una com- binaci6n bastante improbable. Labarca fue uno de los fundadores del movimiento feminista en Latinoam6rica, identificado con la clase media; Ines Echevarrna, que frecuentemente publicaba bajo el seud6nimo de Iris, era una escritora chilena de origen aristocrati- co quien habia dirigido uno de los salones literarios mas liberales de Chile. Para el tiempo de la entrevista habla publicado varios voluimenes de ensayos, diarios de viaje, y memorias. La entrevista se lee como un jugueteo agresivo y casi perverso con los modelos de ciudadania femenina planteados por el patriarcado republicano.

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(AL=Amanda Labarca, IE=In6s Echevarria): AL: l,Por que ha escrito ud. en franc6s su iiltimo libro Entre deux mondes? IE: Porque es el idioma de mi arte; porque yo pienso y siento en franc6s.

AL: A ud. no le gusta el castellano?

IE: No! Mil veces no! El castellano es para mf la lengua de la cocinera, del proveedor, de las cuentas de la casa ... si alguna vez me rifieron fue en castellano ... ,Y usted quiere que lo ame?

Echevarria se presenta como un sujeto que ha adquirido plena y debidamente la empobrecida identidad que la naci6n le asign6. Su conciencia nacional se constituye a trav6s de la ignorancia, el in- fantilismo y la domesticidad. Sugiere lo mismo acerca de las di- mensiones de raza y clase de su nacionalidad, identificandolas co- mo asociaciones fraternales que nunca aprendi6 a sentir:

Los que estuvieron cerca de mf en los anios diictiles de la infancia y en los afios milagrosos de la juventud, no hicieron nada por desarrollar en mi esa solidaridad racial. Hasta los treinta afnos yo fui una cosa, algo que habia podido Ilamarse sin desmedro un ser esclavo y hasta inconciente. 1Y pensar que aquI hay mujeres que no pasan nunca de los treinta!

Se trata de una estrategia desconstructiva que expone e invierte las categorias patriarcales. En las ideologias nacionales el valor so- cial y civico de la mujer se define exclusivamente en terminos de sus funciones reproductivas y maternales, su rol como madre de ciudadanos, no como ciudadana ella misma. Echevarria Bello se retrata a si misma en sus afios reproductivos ("hasta los treinta afios") como "una cosa, una criatura esclavizada, incluso incon- ciente". Tal caracterizaci6n ofrece un sarcastica variante feminista del ideal masculinista de la mujer republicana. Mas adelante La- barca plantea el tema del patriotismo, produciendo una respuesta que abiertamente cuestiona tanto la imagen de la fraternidad hori- zontal como la imagen de America como tierra de libertad y pro- mesa:

AL: LY la patria tampoco habla a su conciencia de artista ni a su alma de chilena?

IE: Menos todavfa. cQu6 es la patria? ,Qui6n la puede definir? ,Por qu6 han de ser mas hermanos mfos los que ven ocultarse el sol tras de los mares que los que lo vieron esconderse detras de las montaflas? A mi no me educaron en el amor a la patria ni yo lo he aprendido a sentir despues. Amo la Europa mucho mas que la Am6rica, porque a pesar de que aquS hay s6lamente repiiblicas y suele haber allA monarqufas, puede vivirse en ellas una vida mAs libre, mis conciente, menos llena de enredos, de chismes, de pequefieces; mAs amplia.

Se rechaza aqui no s6lo la sensibilidad republicana (amor pa- trio), sino el republicanismo mismo -y se rechaza en sus propios

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LAS MUJERES Y EL IMAGINARIO NACIONAL 61

terminos: la vida (al menos para la criolla) es ma's libre y ma's am- plia bajo las monarqufas europeas que bajo la independencia ame- ricana! Dado el vocabulario en el que esta construida la acusaci6n de Echevarria Bello, no debe ser leida simplemente como reaccio- naria o nostalgica. Ella esta atacando los procesos por los cuales las repu'blicas constituyen a las mujeres de la 6lite como sujetos sociales marginales. En la autodescripci6n de Echevarria Bello, el "plan de estudios" delineado en el poema de Heredia realmente tuvo exito en producir el iletrado "ser esclavo" celebrado por el poema de Heredia. Despues de los treinta afios, sin embargo, la "cosa" incon- ciente se convierte en otra cosa: una mujer cosmopolita sin amor patrio, sin sentimiento nacional alguno. Un ser peligroso.

En resumen, en el espacio que Labarca ofrece a traves de sus preguntas altamente estrat6gicas, Echevarria Bello construye una autorrepresentaci6n altamente estrat6gica que hace notar el fraca- so total de la cultura nacional con respecto a la mujer. Lo logra no por una critica directa, sino presentandose a si misma como un producto ya maduro de su trabajo. Los comentaristas sobre Echeva- rria Bello suelen leer esta autopresentaci6n de manera peyorativa, como una expresi6n de su excentricidad y actitud aristocratica (motivos por los cuales tambien se le excluia de la historia litera- ria). Pero tal lectura ignora al menos dos hechos importantes: primero, el hecho que en las d6cadas que siguen a esta entrevista, Echevarria Bello se dedic6 a escribir -en espaniol- una enorme trilogia de novelas hist6ricas representando nada mAs que la histo- ria nacional de Chile -si bien desde una perspectiva resueltamente ex-c6ntrica. En segundo lugar, es importante tener en cuenta que la entrevista es una colaboracion entre Echevarria Bello y la femi- nista dem6crata Amanda Labarca. Separadas por la politica y su clase, ellas se encuentran unidas por el g6nero y por una cn'tica de la sociedad desde el punto de vista gen6rico. Vale la pena imagi- narlas mas bien como uno se imagina a la pareja coproductora del testimonio. Juntas crean una zona de contacto entre clases y configuraciones politicas distintas, y bajo la apariencia de contar una historia personal, interrumpen y transgreden las categorfas nacionales de lengua, cultura, comunidad, y ciudadani'a. Al ha- cerlo, entran en una praxis cultural fundada a principios del siglo anterior, y que sigue vital en el presente.

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62 MARY LOUISE PRATT

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