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La Testadura, una literatura de paso no. 48: Poemas y fragmentos por Enrique El Henry Ibarra.
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latestadura.blogspot.com y latestadura.wordpress.com
Dirección General:
Mario Eduardo Ángeles.
Textos: Enrique “El Henry” Ibarra.
Imagen de Portada: Viridiana Serna Reyes.
Consejo Editorial: Bardo Garma, David Morales, Miguel Escamilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles y Jesús Reyes.
Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Paulina Romero, Flor de Liz, Tzolkín Montiel, Enrique Ibarra, José Manuel Bañuelos, Luis Alberto Arellano y Alejandro Angulo.
Contacto:
lat e s t ad ur al i t e r ar i a@ g mai l . c om
México, Julio 2013.
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Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus auto-
res. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
CONTENIDO
POEMAS
-Comencé a beber.
-A veces.
-Dejaría.
“DE AMOR, APAGÁNDOSE LA
INTERMITENCIA ENTRE LA
REALIDAD Y LA LOCURA”
(fragmento)
-Sátira pero cierta
-Tus ojos
-Ocaso de una mujer de arena
RAMIRO SE SENTÓ
EN EL ORDENADOR
(SIN TÍTULO)
La Testadura 6
Poemas
La Testadura 7
Comencé a beber.
Comencé a beber,
la consternación se fue disipando poco a
[poco.
En la televisión del bar
un vaquero saltaba a la playa
con una rubia californiana.
La noche entintó todo de
[desentendimiento.
Yo me voy a soñar con el mar.
Viridiana Serna Reyes
La Testadura 9
A veces
A veces me desbarranco,
es innegable.
Nunca negaría ciertos actos.
La fuerza de tus influjos es irresistible
y no, no me he quitado,
y a veces
aunque entiendo la naturaleza de tus
[reservas
soportar éste sino
La Testadura 10
es demencial
dantesco
…sólo sé que si quieres profesar el amor
o la poesía es salto base.
La Testadura 11
Dejaría
Dejaría que quedaran rebabas,
pedacitos,
pequeñas virutas
de lo que son mis sueños
por el de estar contigo
luego,
en ésta hora en que pareciera se
[precipitan
todos los contrastes de este mundo
La Testadura 12
sobre la borrasca de mi mente,
el ruido y la furia que tienen que ver
[contigo
en una contradanza enloquecedora
Inducen al sueño a llevar
[inexorablemente
tu nombre.
La Testadura 13
“De amor, apagándose la
intermitencia entre la
realidad y la locura”
(fragmento)
La Testadura 14
¿Qué… acaso mi alma y corazón de
poeta emanan un néctar demasiado dul-
ce para ti? Todo por ese corazón tuyo y su
necesidad de ser irrigado segundo a se-
gundo por la sangre de cerdo, pero que
sólo encuentra solaz cuando se retrae
agazapado en esas frías poses marmó-
reas tuyas, cuya irisada imagen alguna
vez robo mi corazón.
¿Qué culpa tengo yo de que estés
barnizada de poesía?
Viridiana Serna Reyes
La Testadura 16
A la musa que no pudo ser más.
¿Qué le dirías si la tuvieras de frente?
Que no puedes dormir las noches en que
llega de nuevo al pensamiento su perso-
na, el amor que nos unió, la terrible forma
en que lo perdiste y el corazón le destro-
zaste; como aún la llevas encarnada en tu
dolor y que siempre será así como no
pueda ser desterrada de la memoria
… y palabras, más palabras, palabras
La Testadura 17
y palabras; palabras dolientes, ardientes,
vivientes, PALABRAS VIVIENTES…
…¿Por qué no? Sí es lo único que me
queda…. el único distractor que me que-
da del desencanto mortal que dejó tu
adiós al ser asestado en mis huesos.
Sí tan sólo el denuedo del desvelo no
se disolviera con los primeros rayos de
sol.
La Testadura 18
Sátira pero cierta
¡Oh! ¡Todo de ti me fascina!,
¡Todo de ti me embelesa!,
tus fulgurantes ojos negros,
tu nívea piel,
tu divino cuerpo,
tu boca… tu hermosa boca, ¡aunque de
[ella emanen imprecaciones tales que
[hacen parecer poesía a las proferidas
[por gitanos borrachos en plena algazara!
La Testadura 19
Y después de tantos años atosigado
por la indolencia que ella vertía en mis
problemas, de que cómo aunque los en-
tendiera, pasaba el tiempo en que yo
buscaba su consuelo revoleando su aten-
ción en cuestiones como el estatus de la
cutícula de sus uñas o las querencias de
esa chica que no le simpatizaba y por
ende (según ella) mucho menos le impor-
taba; después de tantos años caí en la
cuenta de que tal vez era su forma de
Viridiana Serna Reyes
La Testadura 21
decirme que la vida siempre estaría …
revuelta … boca abajo… que siempre
iríamos arrastrando nuestra existencia
por paupérrimos devenires… paupérri-
mos como nuestra conciencia de ser,
siempre ocupada en el desencanto; en el
desaliento de la existencia, dejando de
lado esas cosas menudas por las que
valdría la pena dar la vida, la cabellera o
el culo… más allá de la deshonra que
implica una vida abúlica y pusilánime.
…sí tan sólo me hubiera sabido amar!
La Testadura 22
Por mis ojos me insuflo de la luz de tu
[misterio
Hasta que se me sale a borbotones por
[cada uno de mis poros;
Mientras que tu desprecio me desangra.
Y tú y tu amor y tu pinche humanidad
[taladran incesantemente mi cabeza
Sin siquiera darme una oportunidad me
[dejaste en la antesala queriéndote
La Testadura 23
[mostrar cuan caballero soy…
Aunque me dejaras plantado en el más
[siniestro y oscuro de los parajes
[infernales… igual te esperaría.
La Testadura 24
Tus ojos
¡Cómo no sentir que te desgarra el alma
[con su desdén!
Tan engañoso que se esconde en esa
[mirada suya
Cuyos ojos te podrían hacer creer
la más execrable de las mentiras,
cometer el más horrible de los crímenes,
ó el más terrible de los sacrilegios;
Sin embargo…
a pesar de saber el destino fatal
La Testadura 25
que su semblante guarda para mí,
igual me arrojaría a las brasas
por la promesa de uno de sus besos.
La Testadura 26
Ocaso de una mujer de arena
Desperté arrastrando la inquietud de
[ayer,
Tras una noche de confrontación sedada
[con mis espectros,
ímpetu cansado pero en movimiento.
Hablé con ella. Sigue siendo ella.
La nostalgia baila arabescos
[insospechados.
Invade la música que la invoca.
¿Qué hago con éste resabio de amor que
Wandablue
La Testadura 28
[se niega a morir?
II
Y ninguneó mi amor,
mi amor por ella
cómo si fuera del mirar
de un ciego maldito
¿Por qué endilgué automenosprecio a mi
[alma
en piras de ofrendas de
[amor a su hermosura etérea…
pero que se sabe siniestra, diabólica,
[jamás mortal
La Testadura 29
cómo una niña que nunca dejo de jugar
[con el disfraz de diablesa?
Ninfa angelical no me quiero morir por ti
[sacrificando mi estrella
III
Crucificado el amor sólo queda la muerte.
Muerte siguiendo a las más lindas
[fantasmas de la espiral.
Sigo volteando hacía atrás y sin
[encontrarte en la estela que me hiciste
[quemar
El vacío se abre precipitado como un
La Testadura 30
[buen presagio.
IV
El sino del destino es mi ostra
Y tú otra mujer de arena que marco mi
[sendero…
Ay mujer, ¿tú sabes dónde termina el
[trayecto de la arena del mañana?
…reviértete en tu indiferencia,
al fin una de mis humanidades de
[Herácles ya murió tranquila por haberos
[conocido
Wandablue
La Testadura 32
V
Mujer, de buena gana te mataría
en la historia de mi pasado
cómo se mata a una criatura que te
[succiona la sangre
¡Salte de mis huesos!
¡Salte de mi sangre!
Devuélveme al hoyo irredento en el
[tiempo del que me entresacaste.
VI
Reina de una legión de condenados
La Testadura 33
[que murieron
cuando tuve que renunciar a tu aliento
¿A dónde mirar sí huí de nuestro tiempo
[para que no consumiera nuestro bendito
[amor
el fantasma del odio inveterado del que
[nunca pudimos escapar
por un respeto idiota a la supuesta buena
[voluntad?
VII
Sólo la muerte o una canción nos harán
La Testadura 34
libres del fantasma de nuestro amor,
Altiva morena.
¿Algún día escucharé dicha melodía?
La Testadura 35
Ramiro se sentó
en el ordenador
La gratuidad en la grandeza…
Tan fugaz como esplendente.
La Testadura 36
Ramiro se sentó en el ordenador
Ramiro se sentó frente al ordenador.
Momentos antes de realizar esa simple
acción recordaba a un viejo amigo, El
gordo Juan: éste era un tipo que había
quedado un tanto tocado de su mente
por una excesiva ingesta de novelas poli-
ciacas; pensaba entonces al margen de
su remembranza que en esos momentos
tal vez el recordado estuviera fumando un
poco tras cerrar un libro; pensaba en que
tal vez se trataba de un humo de gris
redención, ya que al margen de su enaje-
nación al tipo aún le quedaba el ensueño
puro tan palpitante como todo su cuerpo;
recordaba que ese “pinche gor-
do” (refiriéndose a éste cómo en ocasio-
nes se interpelan entre sí los amigos) una
vez le dijo:
-“¿Qué es una la inspiración amigo,
qué es, sino eso que se aparece cuando
se le antoja y posa las garras sobre tu
cuerpo y tu alma del mejor modo que se
le antoja?”
Ramiro en ese momento se atraganto
con el té y se incorporó sobre su silla y
tras un par de tosijones sólo alcanzó a
mascullar: “Pinche gordo”.
La Testadura 38
La Testadura 39
(sin título)
Hace unos momentos sostuve una
conversación vía telefónica con un amigo;
me informó del deceso de un poeta de la
escena local: Gerardo Arana, me habían
platicado de él, su fama le precedía y
pues la verdad es que yo no le había dado
demasiada importancia a lo que de él
sabía, hasta que hace aproximadamente
un mes, mientras esperaba a que comen-
zara la presentación de una revista de
literatura y poesía (de unos cuates que
La Testadura 40
afablemente me había venido invitando a
colaborar desde hace mucho tiempo)
para leer un par de poemas, nos topamos
en el inicio de esa tormenta particular,
me pareció un buen tipo y que además
sabía de lo que hablaba, sabía lo que
hacía; fuera de la lectura, que me pareció
un buen poema casuístico, se ve que era
uno de esos pesos pesados, que en paz
descanse y que el paraíso que haya en-
contrado sea lo más parecido a una larga
estancia en los libros… esperemos que
acá todo cuente Gerardo, gusto de haber-
te conocido.
Búscala en nuestro blog
Enrique Ibarra (Querétaro, México; 1985); abogado y escritor independiente; diletante incurable de la literatura, borracho ocasional; disfruta de la noche, la bohemia y la buena compañía. Ha leído algunos de sus poemas
en algunas presentaciones a nivel local.
Existe con éstos textos un riesgo evidente de saturación de la imagen; el cuál estoy dispuesto a correr pues creo que visto desde otra arista es una suerte de unicidad del texto.
De mano en mano,
de pantalla en pantalla
¡Qué la voz corra!. La Testadura, una literatura de paso,
hecha para olvidarse en salas de espera y/
o lugares públicos.