La Novela Histórica Carpentier

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    LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA: ESPACIO PARA ELENCUENTRO ENTRE LITERATURA E HISTORIA

    EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBEEN LA ÓPTICA DE CARPENTIER

    RESUMEN

    Este ensayo efectúa un análisis sobre algunos aspec-tos de la nueva novela histórica en el contexto de América Latina y el Caribe con base en los vínculosque se establecen entre el discurso histórico y el no-

     velesco. También estudia algunos componentes dis-cursivos que conducen a una particular forma dere-interpretación del discurso historiográfico tradi-cional. En esta perspectiva, la novela histórica está visualizada en la función de producir efectos de de-construcción sobre ese saber histórico, aportandorenovadas interpretaciones del pasado. Se hará usode textos historiográficos con la finalidad de apoyaralgunos argumentos en torno a procesos económi-cos, políticos y sociales en la segunda mitad del sigloXX y que remiten a los contenidos en la discusión es-tablecida entre el saber histórico y el literario. Ade-

    más, tratamos algunos elementos determinantes se-gún el fenómeno de la globalización y cómo se han“reinsertando” la Literatura e Historia en esta coyun-tura de las últimas décadas en el continente america-no y el Caribe. Por último, analizamos el Prólogoque Alejo Carpentier escribió para justificar la teoríade lo real-maravilloso americano en su novela histó-rica: El reino de este mundo (1949) y el soporteideológico de una identidad latinoamericana. Aquíabordamos algunas estrategias discursivas empleadaspor el novelista para “seducir” al lector-escritor se-gún sus puntos de vista.

    Palabras clave: novela histórica, discurso, historia, li-teratura, Alejo Carpentier.

     ABSTRACT

    This essay proposes an analysis of some new historicnovel aspects in the Latin American and Caribbeancontext on the base of the establishment of somelinks between the historic and the novel discourse.

    The study of discursive components that lead to a

     Javier Rodríguez Sancho

    Inter Sedes. Vol. IV. (6-2003) 69-84.

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    particular reinterpretation of traditional historio-graphic discourse is approached. In this perspec-tive, the new historic novel is sought in the func-tion of causing a deconstruction effect about that 

    historic knowledge by introducing renewed inter-pretation of the past. Historic text will be used inorder to support some arguments around eco-nomic, political and social processes in the secondhalf of the XX Century which refer to the contentsin the establishment discussion between the his-toric and the literary knowledge. Furthermore,some important elements introduced by the glob-alization and the ways how those elements havebeem “reinserted” in the History and in theLiterature, during this phenomenon in the American continent, will be analyzed. Finally, the

    Prologue that Alejo Carpentier wrote in order to justify the Theory of the real-wonderful Americanin this historic novel: El reino de este mundo(1949) and the idiologic argument of a Latin- American identity will be discussed and analyzed. At this point, there is an acquaintance of some dis-cursive strategies that the novelist uses in order to“seduce” the reader-writer according to his ownpoints of view.

    Key words: historic novel, discourse, history, litera-ture and Carpentier.

    1. América Latina y el Caribe: lazosentre la Literatura e Historia

    En el universo de la literatura, propia-mente en la novela, el subgénero históri-co es una variante que repuntó en las últi-mas décadas del siglo XX. En particular, laliteratura latinoamericana y del Caribe se

     vio fortalecida con un subgénero que ha-bía entrado en un letargo de considera-ción —por lo menos— durante la prime-ra mitad del siglo en mención; esto se co-rrobora con la baja producción narrativaque hubo en ese período (Pons 15).

    Es pertinente destacar que entre lanovela histórica surgida en el siglo XIX y su contrapartida de finales del siglo XX,existe una marcada diferencia. Tanto laprimera como la segunda, guardan susrespectivas características que las sepa-ra, en tanto discurso que brinda una vi-sión diferente del pasado pero desdepremisas particulares y por ende exclu-

     yentes. La narrativa del presente sufrióun viraje importante en cuanto a su for-ma y fondo en relación con la cosechadel siglo XIX1. Este aspecto lo retoma-remos más adelante.

    El quehacer histórico como el litera-rio entendido en la dimensión de indivi-duos inmersos en colectividades hanevolucionado y modificado sus espaciosdiscursivos. Somos parte de procesos so-ciales que se manifiestan en diversosplanos, a saber: político, económico y sociocultural. Ello deviene en renovadas“corrientes” que responden a coyuntu-ras histórico-sociales complejas y quehan generado transformaciones asom-brosas en la humanidad.

     A modo de entender el argumentoque hemos expuesto y de acuerdo con laproducción de la nueva novela históricaen América Latina y el Caribe, ValeriaGrinberg Pla (2000) citando al crítico

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    estadounidense Seymour Menton cuan-tifica lo siguiente: [de] 367 novelas his-tóricas de las cuales 173 aparecieron entre

    1949 y 1979, es decir un lapso de 30 años,mientras que las demás restantes 149 salie-ron a la luz en tan solo 13 años (Grin-berg Pla 20).

    En este mismo sentido, Karl Kohut (1997) ha manifestado que la novelahistórica es un género representativo y con dimensiones dignas de tomarse encuenta. Dentro de la misma línea, Ra-món Luis Acevedo (1998) sostiene que

    uno de los fenómenos más destacadosen la narrativa de Centro América enlos años ochentas y los noventas fue laintensificación y cultivo de una nuevanovela histórica (Acevedo 3 citado porGrinberg Pla 19). No obstante, Menton(2002) ha cuestionado sus propios ar-gumentos, al punto de indicar que yano predomina la nueva novela histórica apesar de que el subgénero predomi-

    nante sigue siendo la novela histórica asecas (19).La nueva novela histórica ha tenido

    asiduos cultivadores e influencia en loscírculos del quehacer narrativo. Entreese amplio acervo de escritores seduci-dos por el subgénero, citamos algunosde los más renombrados, a saber: el cu-bano Alejo Carpentier con El reino de estemundo [1949] y El arpa y la sombra

    [1979]; del Paraguay, Augusto Roa Bas-tos con Yo el supremo [1974] y La vigiliadel almirante [1992]; por Argentina, To-más Eloy Martínez con La novela de Perón[1985] y Santa Evita [1987]; Ricardo Pi-glia, Respiración artificial [1980] y AbelPossé con Daimón [1978] y Los perros delparaíso [1983]; de México, Carlos Fuen-tes con La muerte de Artemio Cruz [1962],Terra Nostra [1975], La campaña [1990] y Los cinco soles de México [2000]. Asimis-mo, Noticias del Imperio, la trágica historia

    de Maximiliano y Carlota [1987] de Fer-nando Del Paso; El general en su laberinto[1989] de Gabriel García Márquez y El

    Entenado [1983] de Juan José Saer sonimportantes ejemplos en la valoraciónde la nueva novela en el continente(Pons 15)2 El escritor y político peruano-español Mario Vargas Llosa nos ofrecióLa Fiesta del Chivo [2000] parodiando la

     vida del dictador dominicano RafaelLeonidas Trujillo. Recientemente apare-ció Limón blues [2002] de la costarricen-se Anacristina Rossi.

    2. Contexto de referencia para lanarrativa histórica contemporánea

    Las décadas posteriores a la Segun-da Guerra Mundial (1939-1945) fuerontestigos de una gama de transformacio-nes determinantes en los países indus-trializados. Representaron más de dos

    décadas de esplendor conocidas simbó-licamente como la “Edad de Oro” (Hobs-bawm 1996).

    En particular hubo una extraordina-ria “explosión” en los campos de la ciencia

     y la tecnología, por ende, en los sistemasproductivos, las telecomunicaciones, lostransportes, entre otros (Torres Martínez1991). Dentro de estos procesos de cam-bio, el quehacer académico e intelectual

    se vio influido —en universidades e insti-tutos especializados— al calor de los in-tereses creados por parte de las poten-cias “transnacionalizadas” de posguerra.Esos cambios llegarían con el paso deltiempo a países catalogados desde unaperspectiva del desarrollo como del Ter-cer Mundo.

    Lo que se ha dado en llamar ideológi-camente bajo el nuevo [des]orden interna-cional condicionó las relaciones entre so-ciedades ricas y pobres, industrializadas y 

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    no industrializadas que devinieron en di-ferenciadas formas de relaciones sociales,políticas y económicas (Stiglitz 2002).

    Hubo un conjunto de pautas definidasen el rumbo de la segunda mitad del si-glo XX con sus respectivas consecuen-cias negativas para millones de personasen los cinco continentes, tal como se ob-serva en los informes anuales de las Na-ciones Unidas (PNUD 2003).

    Consideramos que esta particular re-composición de las relaciones interna-cionales dentro del contexto de la abrup-

    ta Guerra Fría propició condiciones parauna renovada concepción teórica, meto-dológica e interpretativa de la Historiacomo disciplina:

    La idea de que el conocimiento histórico se pro-duce en y por el lenguaje implica sin lugar a du-das una revolución para las concepciones tradi-cionales de la historia (...) la característica másimportante del cambio de paradigma en la histo-ria como ciencia en la segunda mitad del siglo XXconsiste en definir a la historia como discurso y nocomo suceder (...) el pasado sólo es cognoscible através del discurso. De ello se deduce que es el re-lato del pasado el que lo convierte en historia(Grinberg Pla 4).

    Con la caída del Muro de Berlín en1989 y el colapso de la otrora Unión So-

     viética entre 1989 y 1991 (Hobsbawm472) se argumentó lo que algunos agre-sivos ideólogos neocapitalistas llamaron

    sin temor como el fin de la Historia. In-dudablemente estos fenómenos trajeroncambios en los paradigmas de un mun-do globalizado y unipolar (Guerra Bor-ges 2002) y (Contreras 2003). El neoli-beralismo sedujo como canto de sirena y las múltiples funciones del Estado fue-ron sustituidas ante la creciente incur-sión del sector privado nacional e inter-nacional en las economías del orbe.

    3. Relaciones evidentes entre elsaber histórico y el literario

    La convivencia que se ha operado en-tre Historia y Literatura es añeja. Dicharelación se manifiesta de diversas mane-ras, una de ellas es a partir de la nueva no-

     vela histórica que según Seymour Menton(1993) tuvo su génesis con la propuestade Alejo Carpentier en El reino de estamundo (1949) a la cual calificó como laprimera verdadera nueva novela históri-ca (Menton 39).

    Sobre el Prólogo que Carpentier de-dicó a esta novela, hablaremos en la últi-ma sección de este ensayo dado que seconvierte en punto de interés en la discu-sión que estamos proponiendo sobre lasposibilidades que nos brinda la novelahistórica del continente americano y elespacio caribeño.

    Se había destacado al principio deeste estudio que la novela histórica de-

    cimonónica inscrita dentro de los pro-cedimientos narrativos del Realismo,difiere sustancialmente de la aparecidaa finales del XX dado que se aparta no-toriamente tanto en la forma como enel contenido. De acuerdo con ello, unode esos rasgos distintivos de los novelis-tas del presente es que muestran unaaproximación o percepción de “ la reali-dad” como un todo complejo, proble-

    mático, ambiguo y contradictorio queno puede ser aprehendido con certeza(Grinberg Pla 2).

    No obstante, esta situación ha origi-nado una polémica que expresa la inte-rrogante de si nos encontramos frente alnacimiento de un nuevo género o si esuna continuación del mismo. Sin embar-go pretender equipararlos pierde de vis-ta o no contempla:

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    [la] inserción de las novelas históricas en el mar-co de los discursos contemporáneos en los quepor definición se inscribe: el de la novela y el dela historiografía. El de la novela, porque es el gé-

    nero literario a cuyas convenciones está sometido, y el de la historiografía, porque con ella compar-te tema y objetivos: la escritura de la historia...”(Grinberg Pla 1).

    María Cristina Pons (1996) ha desta-cado que la reciente narrativa en el pla-no histórico alberga la característica defuncionar como una relectura que cues-tiona el pasado, cabalgando sobre los lo-mos de la reescritura de la Historia o

    una interpretación de ésta. Y agrega laacadémica: Esta reescritura incorpora,más allá de los hechos históricos mis-mos, una explícita desconfianza hacia eldiscurso historiográfico en su produc-ción de las versiones oficiales de la Histo-ria (Pons 16).

    No es ocioso observar que el discur-so histórico responde a intereses creadospor parte de los grupos de poder tanto

    económicos como políticos. La Historiacomo tal no es neutral dado que ha sidoutilizada como arma para el combateideológico en diferentes momentos y lu-gares del mundo. Así el discurso novelís-tico nos facilita explicar ese imaginariocolectivo del cual se apropian los secto-res dominantes para manipularlo enprovecho propio. Hayden White (1992)explica esa relación en la medida en que

    garantizan la creencia de que la propiarealidad social puede vivirse y compren-derse de forma realista como relato(White 12). Se considera que en el mar-co de la globalización, la Historia ad-quiere una funcionalidad distinta paraarticularse como metarrelato; por lo queel discurso histórico es visualizado entanto forma estética, dando cabida a unainterminable polémica académica que

    no tiene fin.

    Lo anterior nos sitúa en la relaciónque se establece entre la forma de escri-bir —por parte del narrador— que inevi-

    tablemente está condicionado por unaforma de leer el texto como lo ha creídoMaría C. Pons (1996). Algunos teóricosdefinen este asunto como la relación ocontrato de lectura establecido que com-promete tanto al emisor como al receptor.Es decir, la relación “contractual” implicauna forma de percepción de “la realidad”en este caso histórica con que se está “no-

     velando”. El lector se enfrenta a un nivel

    de valoración histórica que rompe con losmodelos convencionales; es una posibili-dad que conduce hacia la deconstruccióndel saber histórico (White 1992).

    La nueva novela histórica como pro-puesta interpretativa ha tenido auge enlas últimas tres décadas en América Lati-na y el Caribe; representa una forma par-ticular de valoración del tiempo ya seapresente o pasado, por tanto:

    un presente que funciona como punto de conver-gencia de un tiempo pasado y de otro futuro y seubica en la voz del narrador (...) Sin embargo, lanovela histórica constituye tan solo una parte dela apropiación del pasado por las sociedades con-temporáneas...” (Kohut 19 y 20).

    4. La ambivalente globalizaciónen América

    Habíamos mencionado que poste-rior a la Segunda Guerra Mundial hubouna compleja y asombrosa transforma-ción social. Los cambios en la ciencia y latecnología modificaron las formas de vi-da de millones de personas en los paísesindustrializados. El protagonismo del Es-tado dentro de la lógica del capitalismo y el socialismo, asumió una gama de fun-

    ciones estratégicas (Graciarena 1999).

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    Sin embargo, las décadas de los años se-tentas y ochentas propiciaron una seriede cambios en la estructura formal del

    Estado. Las crisis del modelo capitalista y socialista toparon con sus propios lími-tes que golpearon el desempeño y las ac-tividades estatales (Stiglitz 2002). Laspolíticas neoliberales dirigidas desde laadministración Reagan y apoyadas porla “dama de hierro” Margareth Thatcherofrecieron “respuestas rápidas” pero peli-grosas al modificar y comprimir el aparatoestatal con lo que la “Edad de Oro” había

    perdido su brillo según lo explica ErickHobsbawm (1996). Por otra parte, el uni- verso soviético se desplomó estrepitosa-mente en las postrimerías de la “DécadaPerdida” y para 1991 era una esperanza ro-ta que había comenzado con la Revolu-ción de Octubre de 1917.

    El ocaso del siglo XX mostró un con-flictivo panorama internacional: milita-rismo, galopante deterioro del ambiente,

    corrupción, narcotráfico, entre otras ca-lamidades. Según el último informe deNaciones Unidas, más de la mitad de lapoblación del mundo vive por debajo dela línea de la pobreza, asediados por elanalfabetismo, las carencias nutriciona-les, la no disponibilidad de servicios bási-cos tales como: agua potable, educaciónprimaria, electricidad, salud comunita-ria, entre otros rubros claves que afectan

    gravemente la calidad de vida. En Améri-ca Latina y el Caribe son más de227.000.000 los pobres de acuerdo conlos números del PNUD (2003).

    La globalización y su culto por la eco-nomía de mercado marcaron la ruta fini-secular de una buena porción de paísesdel planeta. La concentración de la ri-queza en manos de pocas transnaciona-les definió reglas injustas en la conduc-ción de las economías contemporáneas.Las abismales diferencias entre las zonas

    rurales y urbanas evidencian los desafue-ros del mal llamado “desarrollo económico”

     y el mito del “progreso”.

    4.1 Debates en torno a laposmodernidad en AméricaLatina y el Caribe

     Al calor de lo arriba expuesto, diver-sos teóricos han sostenido una ampliapolémica en torno a los cambios sufridospor las sociedades contemporáneas. Aun-que sin ponerse de acuerdo se consideraque las condiciones sociales actuales hanmarcado pautas diferenciadas en compa-ración con la primera mitad del sigloXX. La sociedad está permeada por unacrisis sostenida de códigos y valores sim-bólicos que avizoran un cambio de épo-ca; las condiciones actuales evidenciannovedosas formas de subsistencia indivi-dual y colectiva desgarradoras.

     Algunos académicos afirman que laesencia en lo que se ha dado por llamar co-mo posmodernidad está contenida en lametáfora oriental de la Torre de Babel. Locierto es que la variedad de elementos queinvolucra no encuentra una explicacióncontundente entre los estudiosos del fenó-meno por lo que es combatida sin cuartelpara desarraigar el término del vocabula-rio académico. En el contexto americanociertos discursos en torno a la visualizaciónde la posmodernidad son confusos e im-precisos, razón por la cual, debemos admi-tir que existen diversos niveles y significa-dos de la misma. Parafraseando a Federic

     Jameson (1997) es importante tener pre-sente su argumento en tanto:

    suponer una evolución discontinua de las diferen-tes sociedades de los diferentes mundos, del prime-ro hasta el tercero, y la globalización de la cultura.Histórica y cronológicamente hablando, existen va-

    rios niveles de modernización que se sobreponen y que hacen imposible nombrar la existencia de un

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    modelo modernizador de desarrollo igual y pare- jo (Jameson citado por Kohut 11 y 12).

    En consonancia con lo planteadopor Néstor García Canclini, un comúndenominador de acercamiento con el fe-nómeno de la posmodernidad es la hete-rogeneidad. Esto complica su abordaje eimplica otra dificultad para asumir unasunto cargado de elementos teóricos.

     Asimismo afirma el crítico: se plantea comouna pluralidad de movimientos centrífugos enla búsqueda de nuevos valores (citado porKohut 12). Sumado a esta opinión, el re-conocido académico y novelista italianoUmberto Eco (1987) arguye que: “posmo-derno” es un término que sirve para cualquiercosa.

    Lo cierto es que el caos en la torre bí-blica continúa vigente. Posiblemente esen esta dimensión donde el asunto seconvierte en una cuestión apasionantepara los investigadores del tema, tal co-mo lo corrobora Francisco RodríguezCascante (2002) quien sostiene la tesisde que:

    Las diferentes concepciones sobre la posmoderni-dad no solamente han generado enfrentamientosa nivel ideológico, cuyo origen más claro puedeobservarse en la discusión Lyotard-Habermas, si-no también apropiaciones y discusiones que hanpuesto en tela de juicio las categorías de aprehen-sión de la realidad a las que estábamos acostum-brados en las distintas disciplinas sociales...” (Ro-

    dríguez Cascante 71).

    La multiplicidad de líneas de pensa-miento produce una explosión inevita-ble con el concepto y sus significados.La divagación teórica conduce a reco-nocer que somos producto del momen-to histórico-geográfico y que la coyun-tura actual de la globalización es uncomplejo catalizador que hace difusa

    las nociones.

    Creemos que los encasillamientosteóricos necesariamente orientan haciauna disgregación del objeto de estudio;

    por ejemplo, son desiguales las posturasde los estudiosos en la Unión Europeaque en América Latina o el Caribe, porlas razones antes esgrimidas. Tambiénhay convergencias dignas de tomarse enconsideración, pero en esencia nos pre-guntamos ¿qué se entiende por posmo-dernidad?, ¿cómo funciona? o ¿es válidohablar de ello? La respuesta será dada acuentagotas, tal como corresponde a

    una discusión posmoderna.Otros aspectos que no queremos de- jar fuera del debate son las cambios deparadigma operados en las ciencias. Es-tos han traído —en algunos casos— re-planteamientos al interior de su queha-cer y desde luego, a las concepcionesque de ellas tenemos. Allan Sokal (1996)ha creído conveniente proponer un vín-culo clave entre las ciencias naturales y 

    las humanas dado que ambas se constru- yen a partir de discursos uniformadoresque se sustentan en torno a los nexosinevitables entre la realidad física y la so-cial. El modelo de la Teoría Cuántica asílo confirma. Hoy día se reconoce la ne-cesidad de la transferencia de saberes co-mo parte de una amalgama determinan-te para el avance de las ciencias. No de-bemos perder de vista que son resultado

    de una ideología dominante y fruto delas relaciones de poder político y econó-mico controlado (Sokal 217).

    4.2 Niveles de impacto en la literatura

    Los cambios sociales acaecidos en elúltimo tercio del siglo XX, transforma-ron los diferentes ámbitos del quehacerhumano, las ciencias sociales no estuvie-

    ron exentas de estos giros históricos

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    (Torres Rivas 2001). La literatura tampo-co ha escapado de la embestida presen-te.Es pertinente recordar que el propósi-

    to del presente ensayo radica en analizarla relación existente entre la Literatura eHistoria, muy en particular, estamos tra-tando las cualidades de la nueva novelahistórica como zona de conflicto entreambos saberes. Una de las preocupaciónde este estudio está orientado en virtudde las dificultades que mediatizan a di-chas disciplinas, entre ellas, a la Historia

     y la percepción que los individuos tienen

    sobre ésta.4.2.1 El aparato escolar: otro de los

    cómplices del sistema

    Durante décadas el sistema educativoen Primaria y posteriormente en Secun-daria funcionó controlado y con pocoscuestionamientos en beneficio de losgrupos de poder político y económico.

    El sistema de Instrucción Pública desdela segunda mitad del siglo XIX cooperócon los propósitos de “modernizar” a lossectores populares latinoamericanos en

     valores liberales, según los principios delorden y el progreso europeos que llega-ron hasta nuestro continente (Abarca

     Vásquez 2003).En este contexto, la enseñanza de la

    disciplina histórica fue de utilidad para

    los sectores ricos. Dentro de esta lógica eltratamiento de la Historia estuvo confi-gurada de acuerdo con paradigmas euro-peos positivitas, una historia lineal —cro-nológicamente ordenada— propio deun Estado Nacional con cuño liberal. Noobstante, con el paso de las décadas hu-bo un rejuvenecimiento académico quereplanteó el quehacer histórico; la histo-riografía oficial entró en franco cuestio-namiento como lo ha hecho notar Vale-ria Grinberg Pla (2000). Se generaron las

    condiciones para la reescritura de la His-toria con el propósito de enmendar los

     vicios de antaño.

    No es de sorprendernos que con elauge de una renovada novela históricaen América Latina y el Caribe hayan con-

     vergido diversas variables con lo que seoperó, según Marco Aurelio Larios(1997):

    un descreimiento del pasado histórico. Por esta“incredulidad” postmoderna la nueva novela his-tórica abandona los perfiles marmóreos de los hé-roes (...) Este abandono de la historiografía mo-

    derna, legitimadora de un único relato oficial so-bre la historia (...) facilita la creación de nuevoslenguajes fundados en la paradoja, la ironía, la im-pugnación, la alteridad, la simultaneidad, el ana-cronismo....” (Larios citado por Kohut 134 y 135).

    4.3 Los estudios culturales3 en elcontinente

    La literatura es parte del rompecabe-

    zas social que contribuye a reconfigurardesde sus posibilidades, un tipo de queha-cer intelectual específico. La crítica litera-ria así lo comprueba y entre los elementosque mejor representan su vigencia, está laensayística, con notable expansión en elplano académico internacional.

    Los llamados estudios culturales sonun reflejo del acervo reflexivo de los últi-mos años. Las relaciones que se estable-

    cen entre la cultura y la literatura sondignos de analizarse con detenimiento. Al interior de éstos tenemos ensayos lite-rarios y con carácter científico. Estos seperfilan hacia contextos culturales de laúltima década a saber: estudios poscolo-niales, la crítica feminista y hacia la teo-logía de la liberación según Karl Kohut (1997). Aunque van más allá como loexpresa Reynoso (2000) en su agria crí-tica y su espacio preferido es la culturapopular, además: están constantemente

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    renegociando su identidad y reposicio-nándose dentro de mapas intelectuales y políticos cambiantes (Grossberg citado

    por Reynoso 22).Sin embargo, han despertado encon-tradas polémicas y reticencias entre críti-cos latinoamericanos dado que están“bajo sospecha” debido a que represen-tan una imposición más en las relacionesde poder entre los depositarios del cono-cimiento académico de países como Es-tados Unidos en contraposición connuestra situación regional universitaria

    no anglosajona. No obstante existen al-gunos aportes de estudiosos latinoameri-canos, entre ellos, Néstor García Cancli-ni. Por tanto, los estudios culturales:

    son hoy una novedad exportada por la red metro-politana centrada en los Estados Unidos, y existenmuchas discusiones en América Latina sobre losriesgos de transferencia y reproducción periféri-cas de su modelo (Richard 187).

     Al mismo tiempo no debemos soslayarque en Norteamérica ha surgido un fenó-meno literario particular en el que se dauna especie de fusión entre el periodismocon la ficción y con aceptación en algunoscírculos profesionales denominado comononfiction (Espinoza 2002). Esto revela enparte, las aristas de una gama de aspectosque convergen ante las posibilidades quebrinda la literatura en sociedades con un

    contundente arsenal mediático.Pero en la porción de América quenos interesa ¿cómo impacta a la literatu-ra latinoamericana los cambios provoca-dos por la llamada globalización? Paraobservadores del fenómeno, algunasproducciones de Jorge Luis Borges, JulioCortázar, además de Cien años de sole-dad (1967) y El amor en los tiempos del cóle-ra (1985) de Gabriel García Márquez, re-

    presentan puntos de inflexión hacia una

    literatura posmoderna en la región.Otros sostienen que desde Borges pa-sando por los protagonistas del llamado

    “Boom” de los años sesentas hasta los es-critores del denominado “posboom”, esdecir, la segunda mitad del siglo XX es-tuvo impregnada por una literatura pos-moderna, tal como lo ha sintetizadoRaymond Williams (1995). Este argu-mento es cuestionado por académicoslatinoamericanos.

    4.4 Se han suscitado ¿cambios de

    paradigma en la Historia?

    Hemos insistido en que la menciona-da posmodernidad es problemática a to-das luces. Los diversos enfoques que hasuscitado se orientan en direcciones di-ferenciadas que guardan en el interiorsus propias complejidades, algunas yaapuntadas. Además se han generadocondiciones que fraguaron una crisis de

    paradigmas y según Lyotard (1986) seconvirtieron en el fin de los metarrelatoscon los cuales se había interpretado “larealidad” (Lyotard citado por Torres Ri-

     vas 162).Una de las discusiones elementales

    que ha estado sobre el tapete es acercade la problemática del “tiempo histórico” y sus tres niveles convencionales: pasado,presente y futuro. Aunque no exista con-

    senso, las diversas posiciones asumidasreconocen su problemática: dificultadesteórico-metodológicas, conceptuales y epistemológicas. Pero ¿para qué se re-construyen los acontecimientos huma-nos?, ¿evolucionan las estructuras sociales?o ¿quién y por qué lo hacen? entre otraspreguntas, develan un juego ideológicode importancia capital. Aquí observamosmetafóricamente los hilos de un tejido so-

    cial que bordan los grupos de poder.

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    El sociólogo y antropólogo francésPierre Bourdieu (2002), crítico acérrimode los efectos devastadores del neolibera-

    lismo, reconoce que entre los cuestiona-mientos al modelo económico actual, esnecesario destacar que se impone un dis-curso dominante generado desde los cen-tros metropolitanos de poder político-militar y económico. Sin embargo, élplantea con sospecha si tales condicionessociales son óptimas para sustentar talesdiscursos ante un nuevo orden interna-cional. Bourdieu sostiene que el discurso

    neoliberal no es como los demás ya quepretende instaurase como la descripcióncientífica de “lo real”. En última instancia“lo real” terminaría convirtiéndose en la

     visión unipolar del imperio transnacio-nal estadounidense o de la Unión Euro-pea quizás.

    4.4.1 La nueva novela histórica frenteal discurso histórico oficial

    Debe entenderse que la literaria lati-noamericana y del Caribe en las últimasdécadas del concluido siglo XX, fue el es-cenario donde irrumpió la nueva novelahistórica. Su relación con la visualizacióndel pasado es inevitable, a tal punto deconvertirse en una opción o alternativa pa-ra apropiarse de éste sobre la base de undiscurso novedoso que difiere del articula-

    do por los poderosos durante décadas. Seconvirtió en un medio para la denunciapolítico-social de procesos históricoscontinentales, regionales y locales. Espor esa razón que ha abierto espacios pa-ra operar replanteamientos ante versio-nes añejas con las que hemos visualizadoa colectividades humanas.

    El novelista mexicano Fernando DelPaso elogia a los escritores que han echado

    mano de este recurso narrativo para“asaltar a la historia oficial”, asimismo

     Amalia Pulgarín (1995) denuncia una

    manipulación consciente y sentenciadiciendo:

    la historia oficial es una construcción imaginaria y textualizada, transmitida como cierta, la historiaprivada necesita igualmente de ese proceso deimaginación, ha de ser inventada para ofrecer lacontrarréplica igualmente imaginativa del discur-so oficial, a la búsqueda de la historia subterránea,de la historia aún no contada...” (Pulgarín 207).

     A partir de las posibilidades que sele atribuyen a la novela histórica con-temporánea consideramos que ésta haarrebatado una significativa cuota depoder al discurso dominante. En otraspalabras, la arena movediza del discursooficial ha perdido credibilidad y vigenciaante este nuevo protagonista discursivocon el cual podemos “reinterpretar” el pa-sado. Además para evitar caer en valora-ciones absolutas o exacerbadas sobre lanarrativa debemos reconocer que tam-bién la poesía, el teatro y el cine son me-dios para el cuestionamiento de estructu-ras formales de dominación.

     Algunos estudiosos consideran aldiscurso histórico en tanto forma estéti-ca y lo caracterizan como metarrelato,por lo que se pone en la picota a la his-toria “como ciencia” cuestionándoladesde su base misma. Esto es ¿otro delos estropicios que ha provocado la glo-balización? el cual posibilita la decons-trucción de algunos conceptos y premi-sas tradicionales de las ciencias sociales,apoyándose en la literatura y como loafirma Marco Aurelio Larios (1997) lanovela y la historia son dos discursos de in-

     vención que se apasionan por el tiempo [...] y recrean una dramática del devenir humano.

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    5. Alejo Carpentier y su Prólogo a lanovela El reino de este mundo

    Carpentier (1904-1980) dedicó unprólogo a El reino de este mundo (1949) pe-ro ¿cuáles fueron las razones que lo moti-

     varon? Pretendemos descifrar algunos as-pectos determinantes que están detrás delcitado Prólogo. Debemos destacar que es-tamos tratando con la primera nueva nove-la histórica de acuerdo con Seymour Men-ton (1993) en América Latina y el Caribe;la misma representó una transición hacia

    una renovada narrativa en el continentesegún la crítica literaria.

    5.1 El Prólogo: una particularinterpretación discursiva sobre

     América

    Seymour Menton (1993) acredita a Elreino de este mundo como la primera nuevanovela histórica en América Latina y elCaribe. Al mismo tiempo que el Prólogo4

    representó, según la opinión de AlexisMárquez Rodríguez (1982), una propues-ta discursiva sobre la que se legitima e ini-cia —a modo de una acta notarial— la nue-

     va narrativa latinoamericana.Carpentier expuso su teoría de lo

    real-maravilloso americano usando co-mo vehículo algunas estrategias de ma-nipulación discursiva que justificaba suobcecada tesis de una singularidad ame-ricana sin referente posible. Por tanto, élhilvanó a través de una forma diferentede saber —no convencional— y así con-figurar o hacer inteligible la idea acercade una región singular en el mundo.

     Aparentando un nivel de “ingenuidad”teórica nos advierte en el Prólogo:

    Sin habérmelo propuesto de modo sistemático, eltexto que sigue [El reino de este mundo] ha res-

    pondido a este orden de preocupaciones. En él se

    narra una sucesión de hechos extraordinarios, ocu-rridos en la isla de Santo Domingo (Carpentier 17)

    Sobre el argumento de un conjunto

    de situaciones histórico-políticas desa-rrolladas en la isla de Saint Domingue —Haití y República Dominicana actual—Carpentier construye su propuesta litera-ria5. Al tiempo que previene al lectoracerca del argumento, el cual, ha sido ar-mado a partir de un rico acervo docu-mental. Nos atrevemos a conjeturar queesta estrategia discursiva contribuye a di-sipar en el lector dudas sobre la veraci-

    dad de lo narrado. En palabras de SergioRamírez Mercado son “mentiras verdade-ras” (Ramírez 2000); por tanto, lo nove-lado sería tangible en archivos —por en-de— en cientos de folios con nombres,fechas y lugares:

    Porque es menester advertir que el relato que vaa leerse ha sido establecido sobre una documenta-ción extremadamente rigurosa que no solamenterespeta la verdad histórica de los acontecimientos[...] sino que oculta bajo una aparente intempora-lidad, un minucioso cotejo de fechas y de crono-logías (Carpentier 17 y 18).

    Sin embargo y en aparente contra-dicción con el relato carpenteriano, laoralidad, entiéndase por ello: tradicio-nes, costumbres, leyendas, ceremonias y más, transmitidas de generación en ge-neración entre negros esclavos del Cari-

    be a través del Vudú, son argumentosque configuran un sentido en la tramadel texto. Entonces, el documento escri-to que defendió Carpentier en el Prólo-go ¿evidencia sus limitaciones en rela-ción con lo “no escrito”? o ¿fue una con-tradicción irresuelta por el autor? Puesparece lo contrario; algunos críticos nolo visualizan de esta forma, porque reco-nocen en ello, una estrategia mas que

    una contradicción en el procedimiento.

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    La pertinencia y recurrencia a las fuentes“no escritas” es interpretado como un arti-ficio adrede e intencional del autor que

    produce dividendos en beneficio de loarticulado. Por tanto:

    da cuenta de una concepción de la historia no tra-dicional, de una historia total, en volumen, de unahistoria cultural, construida a partir del diálogoentre las distintas prácticas significantes y no úni-camente a partir de la visión oficial, puesta de ma-nifiesto en la escritura. Al rescribir una historiaque no es la legítima-por lo tanto, la conocida y di-fundida- cuestiona la “verdad” de la fuentes oficia-les y ofrece una “verdad” más, una versión más,

    otra versión sobre la historia (Sánchez Molina 88).

    En el desarrollo de los capítulos de lanovela, no aparecen como protagonistasde las revueltas negras los líderes tradi-cionales de la revolución haitiana defini-da como “revolución desde abajo” quetriunfó en 18046 aunque acaecida entrefinales del siglo XVII y primeras dos dé-cadas del XVIII, ni su más conocido cau-

    dillo, Toussaint L´Ouverture, menos aún,Dessalines, Rigaud o Rochambeau. En latrama aparecen con poca preponderan-cia, y de forma marginal, provocandouna evidente tensión con lo propuestopor la historia convencional que los hapresentado desde las cumbres del presti-gio y la gloria revolucionaria.

    Precisamente esta es una de las múl-tiples posibilidades de la nueva novela

    histórica al abrir espacios para edificarrenovadas versiones y como lo destacaSánchez Molina (1997) a partir de lo su-balterno y regional, de los textos olvida-dos, de la memoria colectiva donde rese-mantiza las interpretaciones caducas delpasado, apropiándose de éste desde otraóptica, no oficial y fraguada desde el Vu-dú7 . Este particular mérito se lo debe-mos al ingenio novelesco de Carpentier y a las facultades que nos posibilita la na-rrativa contemporánea.

    Se puntualiza que parte de la inten-cionalidad del Prólogo, interpretadodentro del marco de la historiografía lite-

    raria latinoamericana, aglutinó aspectosde interés que se orientan hacia un nor-te específico:

    modificar la estrategia vigente a partir de la formu-lación de su propuesta teórica sobre lo que él mis-mo llamó lo real maravilloso americano [...] el Pró-logo va dirigido a un lector-escritor, fundamental-mente latinoamericano (Sánchez Molina 41 y 42).

    En virtud de lo citado, entendemos

    que Carpentier determinó desde su Pró-logo mismo una forma específica de lec-tura, un “contrato de lectura” que acreditade buena manera al género novela, esconsustancial con ella y un aspecto quetambién involucra a la novela históricasegún lo ha planteado Ana Cristina Pons(1996). Dicho de otra forma, el autor in-duce conscientemente al lector hacia undestino predeterminado, lo manipula

    con sutileza hacia una forma de interpre-tar su texto, se lo presenta como algocreíble o verosímil.

    La relación dialógica que se estableceentre el Prólogo y el texto de la novela esevidente. Responden a una época de cam-bios y transformaciones continentales, nosreferimos a los años cincuentas y comoSánchez Molina lo sugiere dado que “se es-tá modificando la forma de hacer literatura”.

    Carpentier fue co-responsable en dichatransición y así lo hace ver Fernando Aín-sa Amigues (1995) quien afirma que JorgeLuis Borges, Carlos Fuentes y AugustoRoa Bastos fueron parte importante en laconfiguración de la nueva novela históri-ca, pero es Carpentier quien ostenta elmérito como “iniciador” de la renovadanarrativa.

    Pero volviendo la mirada al asunto de

    la permanencia de Carpentier en Europa y el carácter que le imprimió París durante

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    más de una década, es fundamental laimpronta personal de lo que conoció, enparticular nos referimos a la corriente del

    Surrealismo. Allí tuvo el contacto directocon grandes exponentes del género quele proporcionó pautas para depurar loque buscaba en el plano teórico sobre sudesvelo americano. Él reconoció que elSurrealismo no contenía los ingredientesaptos para interpretar adecuadamente loque entendía como la realidad americana.Ese producto europeo, descuadraba enrelación con el “continente imaginario” que

    estaba tratando de constituir desde unaperspectiva epistemológica a modo deuna deriva continental que evoluciona endiversas eras geológicas.

    Sin duda y como lo explicitó, fue de-terminante el viaje que efectuó a la isla deHaití en 1943, lo que desencadenó su es-tro literario, ello se corrobora en el con-tenido de las primeras líneas del Prólogo.Él recurrió a la comparación entre las

    condiciones cotidianas que presenta la América “maravillosa” contrapuesta con laeuropea. Por tanto, Haití es el anclajedonde asienta su ficcionalización, segúnel autor, sin comparación con los obsole-tos clisés del Viejo Continente. Se articulaen primera persona y bajo la estrategia deprogramar el sentido del texto como lohabíamos mencionado y le hace ver al lec-tor lo que sintió y vio en esa isla:

    me vi llevado a acercar la maravillosa realidad re-cién vivida a la agotante pretensión de suscitar lomaravilloso que caracterizó a ciertas literaturas eu-ropeas de estos últimos treinta años [...] en unahistoria imposible de situar en Europa (Carpen-tier 13 y 18).

    Este aparente desprecio por lo extra-continetal y echando mano de otro desus artificios discursivos —para citar unejemplo— desvirtúa la trayectoria de ar-tistas europeos, tal es el caso de André

    Masson y Tanguy en beneficio del pintorcubano Wilfredo Lam quien nos enseñara lamagia de la vegetación tropical, la desenfrena-

    da Creación de Formas de nuestra naturaleza(Carpentier 14); éste despuntó en la plás-tica moderna con suceso según un núme-ro especial de la revista Cahiers d`Art delaño 1946 y desde luego, superior a cual-quiera de sus colegas franceses. En últimainstancia, el Prólogo funcionó como unaplataforma teórico-metodológica quesustentó un estilo particular de narrativaque ofrecía una propuesta para lectores-

    escritores latinoamericanos de un perío-do. En eso consistió parte del magisteriocarpenteriano

    5.2 Es posible ¿construiruna identidad desde un Prólogo?

    La respuesta es clara: no. Sin embar-go, el problema de la identidad latinoa-mericana está presente en el Prólogo su-

    pracitado; la novelística carpenterianadespuntaba por este horizonte y su pro-ducción estuvo matizada por el tema dela identidad como se deja ver en su narra-tiva (Sánchez Molina 1998)

    Salta a la vista que Carpentier nofue pionero al proponer una visión dife-rente de América, al nivel de Simón Bolí-

     var, José Martí o Vasconcelos, pero comoellos, heredó una influencia intelectual

    europea de peso. Este lastre se incubólentamente en el plano temporal, desdeel período colonial entre los siglos XVIhasta principios del XIX, pasando por laefervescencia de los procesos de inde-pendencia política y adicionando luegola influencia norteamericana con susproductos culturales (Quesada Monge2001). Por ello, para los escritores lati-noamericanos, desmarcarse de tales pro-puestas no fue ni ha sido tarea fácil. Se-gún Carpentier (1985) hasta en el estilo

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    de escritura se muestra un estilo barrocoen la región: continente de simbiosis, de mu-taciones, de vibraciones, de mestizajes fue ba-

    rroca desde siempre.Por la senda de lo particular se aven-turó Carpentier en casi medio siglo deproducción intelectual. De acuerdo conlo esbozado, América es diferente por susituación multiétnica y pluricultural, suexuberante naturaleza y singular pasadoque miles de años atrás logró desarrollar“maravillosas” sociedades, ejemplos de ci-

     vilización como los Aztecas, Mayas e In-

    cas en el norte, centro y sur de América.Tampoco podemos omitir la impronta de- jada por los imperios coloniales europeosque implantaron sus simientes durante si-glos en los territorios de ultramar. Estocontribuía a explicar la “singularidad ame-ricana” de acuerdo con el novelista.

    La sutileza intelectual de Carpentierlo llevó a salirse de los paradigmas estan-darizados por Occidente8 y del acervo de

    conocimiento convencional o las huellasdejadas por los imperios coloniales a lolargo y ancho de la geografía americana,por lo que trató de quebrar paradigmas

     y modelos, al fabricar su propia teoría.Pero ¿cómo elabora esa categoría

    epistemológica?, desde luego, constru- yendo un saber diferente del conocido enOccidente; distanciándose de los cánonesdel momento y su teoría de lo real-maravi-

    lloso fue el instrumento para la pretendidameta; pero ¿desde dónde construye esacategoría? La respuesta no es sencilla, noobstante, es a partir del recurso que brin-da la Historia que se funde con la narrati-

     va en una relación simbiótica. Esto abrióel espacio pretendido por él sobre “un sa-ber” que difiere del oficial y por supuesto,para persuadir al lector-escritor.

    Por último, reconocemos que la teo-ría carpenteriana estuvo condicionadapor un lastre intelectual foráneo, razón

    insoslayable que lo llevó a buscar postu-ras epistemológicas autosuficientes paradesprenderse de tan pesada herencia eu-

    ropea y norteamericana. Esta se expresóen lo esgrimido en su Prólogo a El reinode este mundo. En las últimas líneas de es-te concluye con una pregunta-respuesta,con carácter de sentencia capital que re-basa el umbral del optimismo y la origi-nalidad que lo caracterizó: ¿Pero qué es lahistoria de América toda sino una crónica delo real-maravilloso? A.C.

    Notas

    1. Para conocer mejor esta discusión recomien-do: Nacer Ouabbou Tabrait. 2001. Carlos Fuen-tes: discurso histórico en La muerte de ArtemioCruz. San José, Universidad de Costa Rica, ade-más de Liceth Alvarado González. 2002. La vi-gilia del almirante: descenso a la caverna de laconciencia histórica. San José, Universidad deCosta Rica.

    2. Sugiero ver: Javier Rodríguez Sancho. 2002. “Elpavo real y la mariposa: algunas consideracioneshistórico-literarias ” En: Káñina. San José, N° 2, volumen XXVI, julio-diciembre. Universidad deCosta Rica.

    3. Para visualizar un panorama diferente entre losdetractores del campo, sugiero consultar: CarlosReynoso. 2000. Apogeo y decadencia de los estudiosculturales. Barcelona, Editorial Gedisa S.A.

    4. La edición que tomamos para el presente estu-dios es tomado de las Obras Completas: Alejo

    Carpentier (1985) El reino de este mundo y Los pa-sos perdidos, 3º edición, volumen 2, México D.F,Siglo XXI Editores.

    5. Para conocer algunos aspectos sobre la novela,además del contexto histórico, sugiero consultar: Javier Rodríguez Sancho. 2002. “¿El reino de estemundo en Haití? historia y literatura según Car-pentier” En: Revista Comunicación, Cartago,ITCR, volumen 12, Nº 1, año 23, enero-junio.También en: www.itcr.ac.cr/revistacomunicacion

    6. En el año 2004 se celebran 200 años del triunfo

    de la revolución haitiana y 100 del nacimientode Alejo Carpentier.

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    7. Sincretismo fraguado entre el catolicismo occi-dental y rituales africanos traídos por los negrosde Dahomey. Los pueblos esclavos lo usaron encontra de los colonizadores europeos. En su cos-movisión existe una preocupación más por lo co-tidiano y terreno que por el reino de los cielos.No es casual el título de la novela.

    8. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Es-pañola [DRAE] ha considerado que la noción:Occidente se asocia con Europa o los países cu- yas lenguas y culturas tienen su origen principal enEuropa. La última versión del Diccionario(2001) le otorga el mérito a los Estados Unidos.

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