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Universidad Nacional Autónoma de México University of California Institute for Mexico and the United States La moneda menuda en la circulación monetaria de la ciudad de México. Siglo XVIII Author(s): Enriqueta Quiroz Source: Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Vol. 22, No. 2 (Summer 2006), pp. 219-249 Published by: University of California Press on behalf of the University of California Institute for Mexico and the United States and the Universidad Nacional Autónoma de México Stable URL: http://www.jstor.org/stable/10.1525/msem.2006.22.2.219 . Accessed: 21/05/2013 18:13 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . University of California Press, Universidad Nacional Autónoma de México, University of California Institute for Mexico and the United States are collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Mexican Studies/Estudios Mexicanos. http://www.jstor.org This content downloaded from 200.95.148.172 on Tue, 21 May 2013 18:13:49 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

la moneda menuda en la circulación monetaria de la Cd de méxico

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Universidad Nacional Autónoma de México

University of California Institute for Mexico and the United States

La moneda menuda en la circulación monetaria de la ciudad de México. Siglo XVIIIAuthor(s): Enriqueta QuirozSource: Mexican Studies/Estudios Mexicanos, Vol. 22, No. 2 (Summer 2006), pp. 219-249Published by: University of California Press on behalf of the University of California Institute for Mexicoand the United States and the Universidad Nacional Autónoma de MéxicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/10.1525/msem.2006.22.2.219 .

Accessed: 21/05/2013 18:13

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.JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range ofcontent in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new formsof scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].

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La moneda menuda en la circulación monetaria de la ciudad de México. Siglo XVIII.

Enriqueta QuirozInstituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

The object of this article is to illustrate that in the eighteenth century thereexisted—at least in Mexico City—a much more active monetary circulation thanwas previously thought. To this end, minting levels during that period have beenanalyzed and a basic difference has been established between coined pieces andtheir worth. The volume of small currency has received special attention, be-cause this is the currency that circulated in the daily market and was used to fixthe prices of foodstuffs as well as to pay daily wages in the capital. In this arti-cle, the quantities of small currency have been estimated to be significantly large,which, together with the high volumes of basic goods sold in the city as well asthe prices and consumption levels among its inhabitants, has cast doubt overthe validity of a shortage of circulating currency during this time period.

El artículo intenta demostrar que existió en el siglo XVIII—al menos en la ciu-dad de México —una circulación monetaria mucho más activa de la que hastaahora se ha aceptado. Con ese propósito se revisan los niveles de acuñación yse establece una diferencia básica entre valor y piezas acuñadas. De manera par-ticular se identifica el volumen de moneda menuda acuñada, claro está, porqueesta moneda era la que circulaba en los mercados cotidianos, y bajo la cual sefijaban los precios de los comestibles y se pagaban los jornales diarios en la ca-pital. En el artículo se estiman importantes volúmenes de piezas de monedamenuda acuñada que junto a los altos volúmenes de productos básicos vendi-dos en dicha ciudad, los niveles de precios y de consumo entre los capitalinos,se pondría en duda la escasez de circulante.

Keywords: Coinage, currency, market, Mexico City, prices, consumption, NewSpain, economy, circulation, wages.

Palabras clave: Acuñación, moneda, mercado, Ciudad de México, precios, con-sumo, Nueva España, economía, circulación, salarios.

Mexican Studies/Estudios Mexicanos Vol. 22, Issue 2, Summer 2006, pages 219–249. ISSN 0742-9797

electronic ISSN 1533-8320. ©2006 by The Regents of the University of California. All rights reserved.

Please direct all requests for permission to photocopy or reproduce article content through the Uni-

versity of California Press’s Rights and Permissions website, at www.ucpress.edu/journals/rights.htm.

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El estudio de la presencia de la moneda menuda en los mercados novo-hispanos comienza a tener importancia, tanto para aquellos que estu-dian el mercado interno, como para aquellos que desean profundizar enlas políticas monetarias de las jóvenes naciones que surgieron luego dela independencia.1 Sin embargo, el problema monetario del virreinatoha ocupado el interés de los investigadores principalmente en términosmacroeconómicos y en función del gran mercado de transacciones.2 Poresta razón algunos autores se dedicaron especialmente a determinar losniveles globales de acuñación del reino y a la vez precisar el flujo dedinero al exterior.3 Ambos problemas hasta el momento resumen la cir-culación monetaria de Nueva España en el siglo XVIII, y como un sis-tema millonario de acuñación que desde la administración directa de laCorona presentó niveles fluctuantes, entre 11 y 27 millones de pesos anua-les, con salidas extraordinarias de dinero, tanto por envíos a la Penínsulacomo en situados y contrabando.

En términos generales, se acepta la situación planteada, sin em-bargo, bajo ese esquema surgen muchas dudas y cuestiones que obligana emprender un análisis más fino de la circulación monetaria, espe-cialmente en lo que se refiere a su comportamiento en el interior delreino. A este respecto, Horst Pietschmann señaló que no cabe duda quela Corona extrajo cada vez más capital de Nueva España a partir de losaños ochenta—ya fuera con el propósito de asegurar las fronteras delreino, para financiar la defensa del Caribe o para compensar los déficitde los presupuestos metropolitanos—. Pero también es necesario,como reconoció el autor, poner en duda la descapitalización general dela economía del virreinato, idea que se ha dado a entender hasta el mo-mento. La producción de metal precioso, empero, se habría mantenidofrente al aumento de los costos, lo que también habría tenido expre-sión en el flujo de importaciones, las que seguramente hubieran dis-minuido no sólo en los años de guerra. Por esta razón, el llamado deatención de Horst Pietschmann, radica en emprender una investigación

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1. Véase Covarrubias, Enrique, La moneda de cobre en México, 1760–1842. Unproblema administrativo (México:Universidad Nacional Autónoma de México/InstitutoMora, 2000).

2. Véase sobre el tema de la circulación de plata en el interior del reino, los sis-temas de crédito y específicamente las libranzas, Pérez Herrero, Pedro, Plata y Libran-zas. La articulación comercial del México borbónico. (México: El Colegio de México,1988).

3. Garner, Richard, “Exportaciones de circulante en el siglo XVIII (1750–1810)”enHistoria Mexicana n°124, XXXI (abril–junio n°4), 1982, 544–598;Romano, Ruggiero, Mo-neda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías de México (México:Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 1998).

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sobre el comercio interior, ya que sólo conociendo su comportamientose podrá afirmar, desechar o relativizar la idea de la descapitalizacióneconómica del virreinato.4

En este sentido y a modo de debate, algunos autores iniciaron la dis-cusión del libro de Ruggiero Romano: Moneda y Seudomonedas, ha-ciendo hincapié en la importancia del papel de la circulación de mer-cancías en la integración macroeconómica del mercado novohispano yla relevancia de vincular el mercado y la circulación monetaria de “pe-queña escala”. En dicha relación, el estudio básico de la economía virrei-nal a partir de los estudios de época de José María Quirós y en particu-lar del intendente Fernando Abascal y Sousa para Guadalajara, señalaríanen términos generales una circulación monetaria mucho más activa quela observada por Romano.5

A pesar de ello, pocos estudios se han centrado específicamente endeterminar la presencia de la moneda menuda en el virreinato, conocerlos modos concretos de intercambio cotidiano de monedas a nivel delos consumidores, y definir básicamente la relación entre los precios, lacirculación monetaria y el consumo. Ciertamente el espectro del virrei-nato es amplio y variado, pero el estudio particular del mercado de laCiudad de México tal vez nos ayude a precisar los aspectos básicos deesa relación en el ámbito urbano. Estos son los propósitos concretos delpresente trabajo. Si cuestionamos que la Ciudad de México es un mer-cado detenido, una economía natural o autárquica, en caso contrario,partimos de esta realidad local, y podremos al menos relativizar ladesmonetización de la economía virreinal.

En particular, este artículo pretende retomar la discusión de la lla-mada desmonetización de la economía novohispana en el siglo XVIII,pero desde el ángulo de la circulación de moneda menuda en el mer-cado de la Ciudad de México. Es decir, no sólo a través de los volúmenesgenerales de acuñación y salida de moneda del reino, sino intentandoindividualizar los niveles de moneda menuda labrada, definir su impor-tancia dentro de la circulación interna y observar su relación con losniveles de precios y de consumo básicos de mercancías. Desde aquí, plan-teamos como hipótesis que la moneda menuda circuló—al menos—

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 221

4. Pietschmann, Horst, “Dinero y crédito en la economía mexicana (1750–1810).Reflexiones sobre el estado actual de las investigaciones”, en José Antonio Bátiz Vázquezy José Enrique Covarrubias (coords.), La moneda en México, 1750–1920 (México: Insti-tuto Mora/El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, Instituto de InvestigacionesHistóricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998), 23–50.

5. Ibarra, Antonio, “Mercado colonial, plata y moneda en el siglo XVIII novohispano:comentarios para un diálogo con Ruggiero Romano, a propósito de su nuevo libro”en His-toria Mexicana, Vol. XLIX, n°2, 1999, 279–312.

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en la Ciudad de México en volúmenes nada insignificantes y en canti-dades suficientes para negar la idea de que una posible escasez de cir-culante hubiese inhibido el funcionamiento de un mercado como el ca-pitalino. Con ello logramos evitar generalizaciones en los análisis delreino.

La moneda menuda en el sistema monetario

Es sabido que en Nueva España, como en el resto del imperio colonialamericano, se acuñaron monedas tanto de oro como de plata. En el sigloXVIII y especialmente cuando la Corona se hizo directamente respons-able de la labor de las casas de moneda, se empezaron a tallar en im-portantes cantidades ambos tipos. Las de oro, conocidas como escudos,existían en la variedad de 8, 4, 2 y 1 escudo. Las de plata eran los reales,diferenciados en monedas de a 8, 4, 2, 1 y {1/2} reales, sólo a fines delsiglo XVIII, aparecieron las de {1/4} de real. Por su parte, los reales deplata fueron diferenciados entre la llamada moneda doble, es decir, losreales de a ocho y cuatro y la denominada moneda menuda, es decir, losreales de dos, uno, medio y un cuarto.6

En Nueva España la superioridad cuantitativa de las monedas de platarespecto a las de oro siempre fue más que notable. Esta afirmación obligaa aclarar la distinción entre el valor acuñado generalmente expresado enmarcos y las cantidades acuñadas expresadas en “piezas” labradas. Estadiferencia entre el valor acuñado en marcos y el volumen de piezasacuñadas es importante, especialmente si se piensa en la circulación ydistribución del dinero entre las personas porque finalmente lo que cir-culaba eran las piezas monetarias (monedas concretas) que constituíanla fragmentación del marco.7

El marco era la unidad ponderal utilizada invariablemente en lascecas americanas tanto para el oro como para la plata y equivalía a230.0465 gramos. La relación que existía entre un marco de oro acuñado

222 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

6. Para un estudio acabado del sistema monetario español en América, véase la obrade Céspedes del Castillo Guillermo, Las cecas indianas en 1536–1825 (Madrid: FábricaNacional de Moneda y Timbre, 1996).

7. La distinción entre el valor acuñado expresado en marcos y las cantidadesacuñadas expresadas en piezas labradas, es una idea que ya fue planteada y trabajada enuna investigación sobre la Casa de Moneda de Santiago de Chile realizada en 1993. Véase:Álvaro Jara, Enriqueta Quiroz y Elena Soto, “La Casa de Moneda de Santiago de Chile1743–1817,”trabajo que formará parte de la colección dirigida por Gonzalo Anes y Álvarezde Castrillón y Guillermo Céspedes del Castillo, Las Casas de Moneda en los reinos deIndias, 3 vols., Vol. I, Guillermo Céspedes del Castillo, Las cecas indianas en 1536–1825,Museo Casa de la Moneda, Madrid, 1996; vol.II, Enrique Florescano y otros, Cecas de fun-dación temprana, Museo casa de la Moneda, Madrid, 1997; vol. III, Cecas de fundacióntardía (en proceso de edición).

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por uno de plata era de 1:16, es decir, un marco de oro equivalía a 16de los marcos acuñados en plata. Éstos eran marcos de ley monetaria:incluían el peso de la liga correspondiente, la unidad de peso de aleación,que a su vez definía la talla, esto es, el número de piezas que debían obte-nerse por cada marco (por cada 230 gramos de metal). Siempre estuvolegislada la talla del real de plata y del escudo de oro por marcos. En loque se refiere a la moneda menuda desde 1728 hasta 1825 se cortabanpor marco 34 piezas de 2 reales, 68 piezas de 1 real, 136 de medio realo 272 piezas de 1/4.8

Al partir los marcos en piezas se puede apreciar, en primer lugar,que la Casa de Moneda de México desde 1747 hasta 1802 fabricó unacantidad de monedas de oro que sólo representaron entre el 0.13 porciento y 0.41 por ciento del total de piezas acuñadas en ese período. Ensegundo lugar, que las monedas de plata representaron en esos mismosaños entre el 99.87 por ciento y el 99.59 por ciento del total labrado.De este total, es necesario señalar que la moneda de 8 reales representóen valor entre el 86.99 por ciento y el 95.42 por ciento del total de mar-cos de plata acuñados, pero considerando las piezas labradas su acu-ñación fue menor, fluctuando entre el 65.63 por ciento y el 93.77 porciento del total de las monedas de plata talladas entre 1747 y 1802. (VéaseCuadro 1) Es decir, existió un margen de hasta un 35 por ciento a favorde monedas más pequeñas de plata, cantidad que individualizaremos yestudiaremos a continuación.

Hemos dicho que el real de 8 era la moneda mayormente acuñadapor la Casa de Moneda de México. Pero ¿esto significa que la monedamenuda tenía realmente un lugar insignificante dentro de la circulaciónmonetaria? Desde 1535 hasta por lo menos 1730 la moneda menudaocupó una de las principales labores de la Casa de Moneda, lo cual per-mitió introducir un stock importante de moneda fraccionaria en el mer-cado. En 1535, se ordenó que la mitad de las piezas que se labraran fue-sen de un real, otro cuarto en monedas de dos y tres reales y el resto enmoneda de un cuarto y de medio real.9 Incluso en 1549 se ordenó quese acuñara un tercio en monedas de dos reales y un tercio en monedasde uno y medio real.10 En 1730, las ordenanzas estipularon acuñar 3/4de moneda gruesa o doble, es decir de 8 y 4 reales, y el cuarto restante

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 223

8. Véase sobre estas precisiones numismáticas Céspedes del Castillo, Las cecas . . .,1996, 215 y 249, también sobre la talla, 218–219.

9. Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, Ley Primera, título 23, libroIV. (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1973).

10. Véase respecto a la legislación de moneda menuda en el siglo XVI, Soria, VíctorM., “La escasez de moneda menuda en la Nueva España. Algunas constataciones acercade la acuñación de moneda menuda de plata y cobre”, en Alejandro Tortolero (coord.),Estudios Históricos I (México: UAM Iztapalapa, 1993, 69–99), 82.

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en moneda menuda, específicamente un tercio por cada moneda de 2,1 y medio reales.11

Sólo en las ordenanzas de 1750 se cambia la anterior disposición paracomenzar a acuñar anualmente 40 mil marcos de moneda menuda, delos cuales 10 mil debían corresponder a medios reales.12 Esto significabaen primer lugar que la reglamentación debió ser hecha bajo un mínimode conocimiento de la cantidad de moneda menuda necesaria para lacirculación interna, e incluso, como se verá más adelante, hubo años enque se sobrepasó esa cantidad, con el objeto de cubrir los envíos de mo-neda menuda por concepto de los situados caribeños.

En segundo lugar, la normativa de fijar 40 mil marcos anuales en laacuñación de moneda menuda ciertamente limitó la emisión de ésta,pues conociendo los rangos de acuñación, el stock monetario y las sali-das al exterior, si se hubiera continuado con las proporciones originales,el mercado interno tanto como el externo se habría inundado de pequeñamoneda. Las ordenanzas de 1750 tenían cierta congruencia con el ritmode producción de la Casa de Moneda, que evidentemente se incrementóen forma notable desde la administración directa de la Corona en 1732.En las primeras décadas del siglo XVIII se bordeaba excepcionalmenteel medio millón de marcos de plata acuñados por año, en cambio, desdelos años treinta se comenzó a sobrepasar notablemente el millón de mar-cos acuñados anualmente hasta llegar a un máximo de 3,063,493 mar-cos de plata en 1804.13 También se sabe que desde que se formó la nuevaplanta de la Casa de Moneda hasta 1771, sin contar los envíos al exte-rior a cuenta del rey y lo que había salido por los puertos de Veracruz yAcapulco: “debían existir a fines de 1771 en el reino, más de seis millo-nes de pesos en las tres suertes de doses, reales y medios”.14 En otro in-forme correspondiente al año 1772 que no descuenta las salidas al ex-terior se señala que la proporción de moneda menuda acuñada, aún

226 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

11. Véase: Pineda Aguilar, Agustín, “La época de gestión directa, 1732–1821,”en Lacasa de moneda de México, Enrique Florescano, (coord.) Colección Las casas de mone-da en los reinos de Indias, dirigida por Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón y GuillermoCéspedes del Castillo, Vol.II, Cecas de Fundación Temprana (Madrid: Museo Casa de laMoneda, 1997, 114–115), 86.

12. Ordenanzas para el gobierno de la labor de monedas, que se fabricaren enla Real Casa de Moneda de México, y demás de las Indias, en cuanto fuesen adapta-bles a esta. Impresas de orden de S.M. en la Imprenta del Real y Supremo Consejo de In-dias. Año de 1750. Véase también: Fabián Fonseca y Carlos Urrutia, Historia General dela Real Hacienda (México: Imprenta de Vicente García Torres, 1849), I, 268. Las condi-ciones fijadas con asentistas se habían plasmado en dichas ordenanzas, véanse los con-tratos de Nicolás Peinado en 1754, Pineda, “La época . . . ”, 1997, 92–99.

13. Véase: Céspedes del Castillo, Las cecas . . . , 1996, tabla 35, 253.14. Archivo Histórico del Distrito Federal, en adelante AHDF, Moneda de cobre, Vol.

3284, exp. 2, Expediente formado sobre la fábrica de moneda y cambio de la antigua, 1776.

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cumpliendo las ordenanzas de 1750, había alcanzado volúmenes real-mente importantes en comparación con la moneda doble. En 1772, elsuperintendente de la Casa de Moneda de México, informaba que másde una tercera parte del total de monedas que se encontraba en circu-lación dentro del reino correspondía a moneda menuda.15 Él mismo es-pecificó que entre 1746 y 1772 se habían acuñado un promedio de 40mil marcos por año de moneda menuda y calculaba que en 1772 existíanen circulación 8,769,059 pesos de dicha moneda, de un total circulantede 24,339,000 pesos en plata.16

Sin embargo, para la mayoría de los autores la acuñación de 40 milmarcos anuales de moneda menuda ha resultado realmente insignificanteante la colosal acuñación de moneda de plata y en especial del real dea ocho. También ha sido más importante señalar la impresionante fugade metales del virreinato, al extremo de indicar que sólo entre un 2 porciento y un 5 por ciento de las monedas nuevas acuñadas entraba en cir-culación en el reino.17 Pero antes de aceptar esa cifra se debe tener claroque la masa de monedas exportada por Nueva España necesariamenteopacaba cualquier suma que quedase en el interior del virreinato. Estoporque era tan impresionante el volumen de ellas, que Alejandro de Hum-boldt señaló que la plata exportada por Veracruz equivalía, nada menos,que a dos tercios de toda la plata que se extraía anualmente en el globoentero.18 Esto también significa que la producción minera fue absoluta-mente notable en el siglo XVIII a juicio de Herbert Klein, el productode oro y plata representaba el 80 por ciento del valor de las exporta-ciones anuales en tiempos de paz , lo que habría garantizado que NuevaEspaña tuviera una balanza comercial firmemente positiva. Bajo ese cri-terio, la minería y las exportaciones de metales preciosos habrían pa-gado la mayor parte de las importaciones virreinales de textiles europeos,bienes manufacturados y comestibles.19

No podemos dudar de las enormes sumas de dinero que salían delvirreinato. Al menos dos informes de 1772 y 1792 documentarían el pro-blema de la extracción de caudales del reino, pero a la vez, indicaríanque una proporción importante de dinero permanecía en el reino parasu circulación interna, cuestión sobre la que no se ha hecho suficienteénfasis. Veamos los documentos de la época con el objetivo de poner aten-ción especialmente al dinero que quedaba en el reino. En 1771 el Vi-

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 227

15. Pineda, “La época . . . ”, 1997, 114–115.16. Pineda, “La época . . . ”, 1997, 114–115.17. Véase: Garner, “Exportaciones de . . . ”, 1982, 583–584.18. Humboldt, Alejandro, Ensayo político del reino de la Nueva España (México:

Porrúa, 1991), 335.19. Herbert S., Klein, Las finanzas americanas del imperio español, 1680–1809

(México: Instituto Mora, 1999), 97.

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rrey Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa mandó elaborar un informeque resumiera la existencia, amonedación, embarques y circulación deoro y plata en el reino practicada desde 1752 hasta 1771. En este docu-mento queda en evidencia que de los casi 252 millones de pesos de plataque representaban la existencia y la amonedación total desde 1751 hastafines de 1771, habían sido embarcados tanto por particulares como porla Corona y sacados por Acapulco y Veracruz más de 224 millones depesos de plata. Por esta razón precisaba que debían existir en 1772 másde 26 millones de pesos de plata, de los cuales debían realmente estaren circulación un total equivalente a 24,339,593 pesos de plata, y de orootro tanto, equivalente a 7,635,511 pesos. Considerando ambos metales,se pensaba que existían en circulación aproximadamente 31,975,104 pe-sos en 1771.20

Posteriormente, en 1791, el Virrey Juan Vicente de Güemes-Pachecoy Padilla, Segundo Conde de Revillagigedo, también mandó elaborar uninforme de acuñaciones salidas de dinero del reino. El informe fue ela-borado con las cifras recopiladas desde 1766 hasta 1791 inclusive,período en que la acuñación había alcanzado 455,907,993 pesos. Sinembargo, descontando las extracciones por Veracruz que se calcularonen 379,213,374 pesos, quedaban en el reino un total de 76,693,993 pe-sos. El informe solicitado por el virrey era tan exhaustivo, que indicabalos caudales extraídos para Acapulco y para Asia en aquellos 26 años eincluía una estimación del dinero “que puede haberse también extraídofurtivamente”; en conjunto se calcularon otros 45,000,000 pesos en sali-das al exterior. En definitiva los cálculos de dinero circulante en el reinoindicaban, descontando las anteriores sumas de dinero extraído legal eilegalmente, un total de 31,693,993 pesos incluyendo ambos metales.21

A principios del siglo xix, se realizaron otros informes menos fiables,como los de Miguel Antonio Icaza, que resumían las acuñaciones y sali-das de dinero entre 1772 y 1804. Estos informes fueron criticados y a lavez utilizados con cautela por Richard Garner y Ruggiero Romano.22 Alcomparar los datos de Icaza con la curva de acuñación entregada por

228 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

20. Véase: “Computo prudencial de la moneda circular antigua de plata, que pudoconsiderarse existente en todo este reino en fin de diciembre de mil setecientos setentay uno” en La administración de D. Frey Antonio María de Bucareli y Ursúa, cuadra-gésimo sexto virrey de México (México: Talleres Gráficos de la Nación, 1936), 9–11.

21. Véase: “Estado que manifiesta las de caudales hechas por Veracruz en los 26 añosúltimos desde el de 1766 hasta el de 1791 inclusive [. . . ] expresión de los remitidos a Is-las y los que han ido a España . . .” en Muro Luis, “Revillagigedo y el comercio libre(1791–1792)” en Centro de Estudios Históricos, Extremos de México. Homenaje a donDaniel Cosío Villegas (México: El Colegio de México, 1971) 341–342, documento N°16.

22. Garner, “Exportaciones de . . .”, 1982, 558–559. Romano, Moneda y Seu-domonedas, 36.

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Guillermo Céspedes del Castillo y por Romano, se ha percibido una sus-tancial diferencia de datos entre 1772 y 1790, no obstante las cifras seña-ladas desde 1791 presentan respecto a las acuñaciones señaladas pordichos autores un porcentaje a favor de 40,561 o 40,496 pesos respec-tivamente, es decir, un diferencia de menos de un 1 por ciento. Por estarazón, se han tomado nada más las cifras de Icaza comprendidas entre1791 y 1804 que indican un total de acuñación entre esos años de317,366,705 pesos y de extracciones de moneda por Veracruz y Acapulcopor cuenta del rey y particulares de 208,347,715 pesos.23 Es decir, lascifras nos indican, para el año 1804, un total de 109,018,990 pesos decirculante a favor del reino, claro está, sin indicar el contrabando. Parala misma fecha, existen cifras más moderadas como las que señala Ale-jandro de Humboldt, de 55 a 60 millones de pesos en numerario.24

Sin considerar el contrabando, los volúmenes de circulante en el in-terior del reino no parecen tan insignificantes, pero, el problema de lassalidas furtivas de monedas ha sido la clave de algunos autores para di-mensionar aquello que no se ha podido cuantificar: la escasez de circu-lante. Lo importante para ellos ha sido específicamente disminuir losvolúmenes de circulante calculados en la época, con cifras presuntas decontrabando. Humboldt valuó el contrabando en 2,5 millones de pesosen la segunda mitad del siglo XVIII y señaló que el problema se había in-crementado en los últimos quince años antes de su llegada en 1804. Poresta razón estimaba que el contrabando podía llegar a representar lacuarta parte de las importaciones de Nueva España, es decir, unos cincomillones. Pero advertía que aunque el contrabando se valuara:

en cuatro o cinco millones de pesos por año, no por esto debe inferirse queigual suma de pesos no registrados refluye al Asia e islas Antillas inglesas; porqueuna parte de esta importación fraudulenta se cambia con productos de la agri-cultura mexicana, y otra parte se paga, ya en América, ya en Cádiz, Malaga yBarcelona.25

Lo cierto es que por más intentos que ha hecho la historiografía, no hapodido precisar el impacto del contrabando ni por períodos ni porvolúmenes. Los últimos análisis de Ruggiero Romano hablan de caudalesextraídos ilegalmente cercanos a 5 millones de pesos. Sólo al mezclarbarras de oro y plata “sugiere” una cifra cercana a “20 millones”, peroen realidad lo que él intenta hacer es “dimensionar el problema”, másque cuantificarlo.26

De todas formas hoy se sabe que la Casa de Moneda acuñó por lo

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 229

23. Véase: Garner, “Exportaciones de . . .”, 1982, 558–559.24. Humboldt, Ensayo político . . . , 1991, 503.25. Humboldt, Ensayo político . . . , 1991, 502–503 y 511.26. Romano, Moneda y Seudomonedas . . . , 1998, 83, 50 y 54.

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menos 1.094.364.221 pesos entre 1750 y 1810.27 También se ha dichoque las salidas de dinero tanto legales como ilegales pudieron llegar en-tre esos años a un total de mil millones de pesos.28 Esta cifra resultó muymoderada para Ruggiero Romano, quien prefirió inclinarse por un stockmonetario que no sobrepasaba el indicado por el informe de 1792.

Pero, si aceptamos el más bajo de los stocks señalados, es decir, cercade 32 millones de pesos, ¿es posible pensar que esa economía no fun-cionaba con dicha cantidad de dinero circulante? Sabemos por estima-ciones de Humboldt que Nueva España alcanzó en el siglo XVIII, unaproducción agrícola anual de 29 millones de pesos y de 23 millones depesos anuales en minería,29 ambos sectores básicos para generar la ac-tividad interna del reino, sin considerar las manufacturas.

Por todo lo anterior, para estudiar la escasez de circulante en el in-terior del reino debemos conocer el funcionamiento de sus mercados yponer mucha atención al dinero que quedaba en Nueva España y no tantoel que salía. Especialmente porque, ¿cómo podemos dar un salto de abs-tracción analítica, al grado de afirmar una aguda escasez de moneda pe-queña por efecto de la extracción monetaria efectuada por España? Real-mente es necesario conocer la importancia de la moneda menuda en elmercado urbano y su presencia cuantitativa dentro del contexto de lasacuñaciones.

La importancia de la moneda menuda

De acueerdo con la legislación que indicaba las proporciones de monedamenuda que debieron acuñarse por lo menos hasta 1730, se podríademostrar que hubo significativos volúmenes de moneda menuda cir-culante en el reino. Esto coincide con los cálculos estimados en 1772,donde se indica que debido al alto volumen de moneda menuda acuñadahasta esa fecha, la orden emitida ese año para cambiar la moneda de an-tiguo cuño por la de nuevo tardaría en cumplirse; el proceso de reem-plazo sería lento, porque el comercio interno del reino funcionaba bási-camente con ella. En 1776 se informaba que en cuatro años no se habíacambiado medio millón e incluso que: “si hubieran de cambiarse de ungolpe los 5 y medio restantes sería un quebranto muy sensible alpúblico”.30 Pero, lo que es más importante aún, señalaban que “no hayen la casa de la moneda igual cantidad de menuda nueva, a la antigua

230 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

27. Véase: Céspedes del Castillo, Las cecas . . . , 1996, 254, tabla n°35.28. Véase: Garner, “Exportaciones de . . . ”, 1982, 579.29. Véase: Humboldt, Ensayo político . . . , 1991,317 y 335.30. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 2, Expediente formado sobre la fábrica

de moneda y cambio de la antigua, 1776.

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existente”.31 Por esta razón el reemplazo de la antigua moneda menudapor la nueva fue prorrogado reiteradamente hasta que se estimó que sehabía cubierto la cantidad acuñada de moneda menuda antigua.

No se puede desmerecer la presencia de la moneda menuda en cir-culación en el virreinato, especialmente cuando se conoce su impor-tancia en las transacciones menores del reino y en sus comercios inter-nos, sobre los cuales nos consta el pago de las mercancías del abasto,del comercio al menudeo y los tributos:

todos los comercios y negociaciones menores del reino, que absolutamente nopueden correr, si no es con moneda menuda, como son la carne, pan, maíz,con todos los renglones del abasto, velas y carbón y así el mayor de géneros deCastilla [. . . ] porque no puede hacerse en todo con moneda doble[. . . ] los al-caldes mayores en la colección de tributos, los asentistas en los de sus ramos yrentas, los comerciantes por menor: los tratantes, los pulqueros, estanquilleros,y todos aquellos, cuyo manejo trae la necesidad de contestar con gente pobre,y cuyas negociaciones no sufren el uso de moneda doble; sino de medios yreales.32

La importante apreciación que se tenía en la época de la moneda me-nuda también puede ser demostrada cuantitativamente. Hoy en día—gracias a Ruggiero Romano—se conoce el grueso de las acuñaciones dela Casa de Moneda de México en marcos destinados específicamente paracada tipo de moneda, entre los años 1747 y 1802. Él mismo consideróestos datos como un “feliz hallazgo”, pero al parecer no se detuvo lo sufi-ciente sobre ellos. En este artículo se retoman aquellas cifras y son ellasla base de los cálculos expresados en el cuadro 2.

En primer lugar observemos las cantidades de marcos acuñados demoneda menuda; en términos generales se habrían acuñado comopromedio anual más de 47 mil marcos, en el periodo 1747–1802. Se ob-serva en el cuadro 2 que existieron períodos en que la producción demoneda menuda (específicamente entre los años 1747–1750, 1753–1755, 1761–1762 y 1767–1772), pudo alcanzar fluctuaciones de entre22 mil y 58 mil marcos anuales. Sin embargo, de 1775 a 1789 existieronperíodos de labor más intensa, fluctuando entre un mínimo de 40 milmarcos y un máximo de 125 mil marcos anuales. En 1773 y 1774 se doblóla cantidad de moneda menuda acuñada que mandaba labrar la ordenanzade 1750 y en 1781 incluso se triplicó.33 Esto se hizo para no afectar elstock de moneda menuda en el reino debido a los envíos que se hicieron

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 231

31. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 2, Expediente formado sobre la fábricade moneda y cambio de la antigua, 1776.

32. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 2, Expediente formado sobre la fábricade moneda y cambio de la antigua, 1776.

33. Véase: Soria, “La escasez . . . ”, 83.

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en esos años para las islas de Barlovento, y en ningún caso para generarescasez de circulante en el interior.34 Para los años 1790 a 1810, etapaque en el cuadro 2, aparece con datos muy dispersos, la acuñación fluc-tuaría entre 12 y 41 mil marcos.

Los autores en general tienden a comparar la cantidad de marcosacuñados de moneda menuda con el total de rendiciones de plata, y lle-gan a establecer que su porcentaje fluctuó entre el 3.08 por ciento y el5.4 por ciento entre 1748 y 1781.35 Evidentemente en el Cuadro 2 sedemuestra ese abismo, pero cabe señalar que esa comparación se basaen el valor de las monedas en marcos, y no en volúmenes de acuñaciónen piezas, que, como se dijo al comienzo de este trabajo, son las que de-finitivamente circulaban en los mercados. Es decir que la apreciaciónque se tiene en marcos acuñados puede cambiar significativamente sise hace el esfuerzo de expresar los marcos acuñados en moneda menudapor “piezas”labradas. Este procedimiento es fundamental, si se entiendeque en términos globales el dinero circulante puede ser expresado enmarcos, pero efectivamente y en la realidad cotidiana éste se conformapor monedas concretas de distinta especie.

Si se conoce la cantidad de marcos acuñados por cada tipo mone-tario es posible estimar cuantas piezas de 2 reales, 1, 1/2 o 1/4 se labraronrealmente. Utilizando la información de marcos acuñados para cada tipode moneda, pero realizando las conversiones pertinentes podemosaproximarnos al número de monedas talladas. Con ese procedimiento,se ha podido determinar que entre 1747 y 1802 se habrían labrado comomínimo 121,244,782 piezas de moneda menuda. (Véase Cuadro 2) In-sisto: todos estos cálculos son nada más una aproximación a la acuñaciónde moneda menuda de ese período que comprende 56 años, pues como

234 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

34. “ . . . fue necesario aumentar por entonces las lavores para surtir al Reyno demoneda menuda; cuio cuño habiéndose vuelto a baxar al tono antiguo desde 1776; dis-puse a mediados el de 1780, se acrecentase en lo posible, especialmente para socorrerlas islas de Barlovento y reconocerá Ud. que en el último de 1781 se labraron 125.640marcos con extraordinaria fatiga . . . ”. Extracto del documento citado por Soria, “La es-casez . . . ”, 1993, p.82, tomado por el autor del informe del superintendente de la Casade Moneda en 1782, AGI, México, Legajo 2819. También es necesario tener cierto cuidadocon las afirmaciones de escasez de circulante fundadas en los envíos de dinero por con-cepto de situados, especialmente porque existen estudios recientes que señalan que lasmencionadas remesas fueron esporádicas, con retraso e incluso que un porcentaje fueenviado en especie bajo la forma de harina, menestras y carne seca. Véase al respecto Jo-hanna von Grafenstein, “México y el Caribe durante la época virreinal, siglo XVIII,” enMéxico y el Caribe, vínculos, intereses, región, tomo 1 (México: Instituto Mora, 2002)15–45.

35. Soria, “La escasez . . . ”, 1993, 83.

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Page 18: la moneda menuda en la circulación monetaria de la Cd de méxico

se observa en los cuadros 2 y 3 sólo se dispone de datos para 35 añosde ese lapso, es decir, se tiene una muestra que representa un 62 porciento del total acuñado de moneda menuda entre 1747 y 1802, lo queindica que la labor debió haber sido, incluso, superior.

Del total estimado de piezas de moneda menuda acuñadas (véasedetalle en el Cuadro 3), la moneda de 1/2 real representa el principalporcentaje de las piezas labradas con un 58,84 por ciento, es decir quela moneda más pequeña del sistema numerario se acuñaba en una pro-porción nada insignificante. La segunda pieza en importancia fue la dedos reales, con un 23,42 por ciento seguida por la de un real con el 17,44por ciento y, finalmente, la de 1/4 con apenas un 0,29 por ciento; aunqueesta última pieza comenzó a acuñarse recién en 1794 y los datos sobresu acuñación manejados en este trabajo son muy escasos.36 En el Cuadro2, se observa que en promedio, durante los años 1747 a 1802, la mone-da menuda representó un quinto de la acuñación. No obstante, huboperíodos de mayor labor que otros y en algunos, la moneda menuda con-tinuó representando un cuarto de la acuñación total de monedas de platay en 1782 llegó a representar el 34 por ciento del mismo, es decir quede cada tres monedas acuñadas una era menuda. También se debedestacar que dentro de la talla general de la ceca novohispana, laacuñación de moneda menuda fue la segunda en importancia despuésdel real de a ocho, y en último lugar se encuentra la acuñación de piezasde oro, siendo la más escasa y que en sus años más productivos apenasbordeó un 0,4 por ciento de la labor de la Casa de Moneda de México.

En los Cuadros 2 y 3 se percibe que la acuñación de piezas de mo-neda menuda no fue mínima, como puede concluirse a partir de la com-paración de su valor en marcos respecto a la moneda doble o incluso ala de oro. Los 121 millones de piezas labradas entre 1747 y 1802, corres-ponden en valor a 1,672,200 marcos o a 14,213,700 pesos, total muyparcial porque corresponde al 62 por ciento de los datos del período,debido al vacío en la información presentada. Sin embargo, ante un stockmonetario que se ha estimado en un rango mínimo de 32 millones depesos, realmente no puede resultar insignificante.

En definitiva, no nos puede dejar de sorprender la cantidad de piezasde reales que debieron circular en el mercado. Por esta razón, cono-ciendo los volúmenes de moneda menuda acuñados ¿se puede afirmarrealmente que los consumidores no dispusieron de aquélla para sustransacciones cotidianas?

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 235

36. Para mayores referencias sobre la acuñación de la moneda de 1/4 de real en NuevaEspaña, véase Soria, “La escasez . . . ”, 1993, 69–99.

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Page 21: la moneda menuda en la circulación monetaria de la Cd de méxico

Las transacciones en el mercado y la moneda menuda

Los precios de mercancías reguladas por el sistema del abasto de la Ciu-dad de México se fijaron invariablemente en uno o medio real duranteel siglo XVIII, de manera que existía una concordancia entre el sistemamonetario y el de precios, pues las transacciones pequeñas se realiza-ban con moneda menuda. Así, productos como el pan, la carne de resy carnero, el jamón, el sebo y las velas tuvieron por precio un real y otrasmercancías como el lomo de cerdo y sus menudencias, el jabón, los ciga-rrillos, el tabaco y el pulque costaban medio real. También los preciosde muchos comestibles de las pulperías, el maíz del abasto y el trigo,fueron fijados en cantidades que con uno o medio real cubrían las necesi-dades de una familia, aspecto en el que profundizaremos más adelante.Se sabe que este sistema aparentemente invariable de precios, consistíarealmente en reducir o aumentar las cantidades del producto por el valoren moneda establecido y sólo atendiendo a esa alteración se pueden de-ducir variaciones en los precios.

En general, las cantidades fijadas por el abasto eran bastante gene-rosas, lo que provocaba que la gente quisiera comprar menos cantidadque la regulada por medio real. Entonces surgía el problema con el cam-bio: el vendedor no podía dar “vuelto”, al menos con moneda de plata.Este problema ha sido interpretado por muchos autores como el resul-tado de una escasez de circulante, o de una escasez de moneda menuda.Pero no es que hubiera insuficiencia de moneda pequeña, es que real-mente no existían dentro del sistema numerario, monedas de plata detan ínfimos valores como para ajustar el cambio.

La conocida representación que hizo Agustín Coronas al rey en 1766puso de relieve este problema con la intención de lograr la acuñaciónde moneda de cobre en el reino: “Hay también otras muchas cosas masbaratas, como es el pan y la carne, que es lo principal; pero es una cosafuerte, señor, el que haya de dar un pobre medio real de plata (por nohaber otra moneda más menuda) por una cosa que con dos cuartos ocuatro está pagado . . .”.37

Se sabe que el problema era solucionado en la época y desde siglosatrás con el uso de cacaos y tlacos, que no surgieron a causa de una es-casez de circulante, sino por la necesidad de fraccionar la monedamenuda. Después de las infructuosas acuñaciones de vellón en el sigloxvi, Manuel Orozco y Berra hizo notar: “que habiendo desaparecido el

238 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

37. Véase: Archivo General de la Nación, en adelante AGN, Archivo Histórico de Ha-cienda en adelante AHH, Vol. 1152, leg. 1.

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vellón, quedó de moneda de poco precio el cacao”.38 Asi mismo Ale-jandro de Humboldt a principios del siglo xix, atribuyó al cacao el mismopapel que el vellón cumplía en España: “. . . hoy en día en México el ca-cao sirve de vellón; como en las colonias españolas la moneda más pe-queña es un medio, el pueblo halla muy cómodo el empleo del cacaocomo moneda: sesenta y dos granos representan un medio.”39 Al señalarsu equivalencia con el medio real, se reafirma que en la época se mane-jaba como un único referente de dinero la moneda de plata acuñada enlos reinos de América. Es decir, no es que el cacao o los tlacos consti-tuyeran sistemas monetarios paralelos al impuesto por la corona, másbien, eran signos monetarios representativos de la propia moneda deplata, específicamente “moneda fraccionaria no acuñada”.40

Las equivalencias entre moneda de plata y cacao quedaron estable-cidas desde 1555, cuando se fijó un precio al cacao. Una carga de cacaocompuesta por 24 mil granos costaría 21 pesos 3 reales y 5 granos, loque significaba que por un real se darían 140 granos.41 En el siglo XVIII,los cacaos continuaron circulando en los mercados públicos. Pero estono significaba que la moneda menuda de plata no se usara en aquelloslugares, sino que existía una complementariedad entre ambas especies,nada más para facilitar el intercambio de mercancías. En 1773 en un in-forme del Juez de Plaza a la Junta de Ciudad sobre el método de cobropor arrendamiento a los puestos de la Plaza Mayor, se indicaba la claradistinción entre sus cobradores, dos de ellos para recoger semanaria-mente el cobro en plata a los puestos “fijos”y un cobrador diario del ca-cao a los puestos “móviles”. En su relato, el Juez de Plaza especificaba:

Las monedas [recaudadas] no son otras que plata y cacao y para reducir éste areales se vende semanariamente unas veces con un real de ganancia en el peso;otros un real y medio y algunas veces dos reales, según la más o menos estimación,con que corre en la plaza el cacao que depende precisamente de los mismosvendimentos.42

Es decir, en el mercado de la Plaza Mayor se recogía moneda menuda ycacaos que circulaban como expresiones aún menores de la primera.

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 239

38. Orozco y Berra, Manuel, “Moneda en México,”en Noticias de la ciudad de Mé-xico y de sus alrededores. Artículos tomados del Diccionario Universal de Historia yGeografía (México: F. Escalante, 1855, 307–360) 314.

39. Humboldt, Ensayo político . . . , 1991, 292.40. Véase: Céspedes del Castillo, Las cecas . . . ,1996, p. 65; Humberto, Burzio, Dic-

cionario de la Moneda Hispanoamericana (Santiago de Chile: Fondo Histórico y Biblio-gráfico José Toribio Medina, 1958) entradas “tlaco”, II, 404 “claco”, I, 70–71.

41. Véase: Orozco y Berra, “Moneda en . . . ”, 1855, 314.42. AHDF, Juntas de Ciudad, 18 de diciembre de 1773, Vol. 752 A.

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Esto no quiere decir que la presencia de tlacos y cacaos en el mercadosignificaba que las personas no disponían de dinero ni para lo más básico.Por el contrario, a través de ese sistema podían comprar muchas cosas,aún con la moneda más pequeña del sistema monetario, el medio real,gracias a que en los mercados podía ser realmente fraccionado.

Al igual que en el siglo xvi, en el siglo XVIII aún se establecía unaequivalencia entre cacaos y plata, con base en las variaciones del preciodel grano. Por ejemplo, si la libra de cacao valía dos reales, se regulabacuántos granos correspondía dar por medio real, y esa cantidad seconocía como el tlaco de cacao. Se sabe que medio real pudo llegar avaler entre 80 y 100 granos de cacao.43 Es decir que en los mercadospúblicos se lograba fraccionar efectivamente hasta lo más ínfimo la mo-neda de medio real, porque el cacao permitía dividir el peso en 80 o másfracciones.

En las tiendas también se había fijado la manera de partir el medioreal a través de señales llamadas tlacos, que eran de metal o madera; cua-tro tlacos conformaban medio real.44 Según la ordenanza de tenderos de175845 y como se explicaba en el informe del procurador de la ciudadfechado en 1768, los tlacos debían darse por el vendedor para fraccionarel medio real: “solamente han de servir para volverle al comprador laspartes que del medio real, le sobra. Y siendo tres tlacos los que le puedesobrar en el medio, manda con expresión que solamente puedan dar trestlacos juntos.”46

Evidentemente, esta deficiencia del sistema monetario generaba abu-sos, especialmente por parte de los tenderos o más bien de aquellos queeran usureros, pero el problema no podía ser tan generalizado. El pro-pio Consulado de la ciudad en 1768 rebatió el argumento dado porAgustín Coronas, al señalar que en las esquinas de las calles los indíge-nas también recibían los tlacos como pago por sus mercancías y que enlos mercados callejeros se partía el medio real con cacaos. Es decir, laoferta de productos era mucha como para sujetar a las personas a la usurade determinado tendero. Tampoco se puede pensar que el tlaco entor-pecía el libre intercambio de productos, ya que por el contrario lo fa-cilitaba al operar como cambio en las transacciones menudas. Cuandoera recogido por los indígenas, la circulación tampoco era interrumpida,pues continuaba a través de ellos en el mercado, donde era cambiado

240 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

43. Véase: AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp .3.44. AGN, AHH, Leg. 1152, exp. 1.45. Véase: Ordenanzas para el Régimen de los tenderos y tiendas de pulpería. De-

creto del 3 de diciembre de 1758. Excmo. Sr. Marqués de las Amarillas, en Muñoz, MiguelTlacos y Pilones. La moneda del pueblo de México (México: Fomento Cultural Banamex,A.C., M, 1976, 168–174), Item 14, 6.

46. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 3.

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por cacaos o utilizado en las mismas pulperías, accediendo así a mer-cancías del comercio institucional.47

De cualquier forma, las personas no sólo contaban con tlacos o ca-caos como moneda, sino también con moneda menuda de plata, al menosen la primera fase de su intercambio. Si pensamos en un caso extremo,quienes pedían limosna y obtenían al menos medio real (porque era lamoneda menor que se podía dar), podían comprar con aquél comida“sobradamente,”especialmente porque lograban fraccionar aquella mo-neda sin problema, en la Plaza Mayor y en el Baratillo.48 Por ejemplo, lasfrutas, semillas y hortalizas vendidas en esos mercados callejeros erantodavía más baratas que las mercancías regladas por el abasto. Nos cons-ta que hortalizas como las espinacas, las coles, los nabos, la lechuga, fru-tas como los plátanos, o bien los bizcochos, la leche y la sal, se com-praban preferentemente por tlacos, de acuerdo a indagaciones encuentas familiares y recetarios de la época.49 Pero no es que las personascontaran única y necesariamente con un tlaco o algunos granos de ca-cao, sino que con ese sistema lograban fraccionar su dinero y comprarmayor variedad de mercancías, si así lo deseaban. Obviamente esto sepuede entender si tenemos ciertos referentes como los salarios o los pre-cios, cuestión que abordaremos más adelante. Antes, conozcamos cier-tos ejemplos básicos de la vida cotidiana.

Se sabe que la gente “más pobre”podía comprar en la plaza su cenade “tamales y otros comistrajos” con un tlaco o cuartilla de real a finesdel siglo XVIII.50 Y en el Baratillo, por el mismo dinero, otras tantas cosastales como atole, fruta, confituras o agua “loja” con granos de cacao.51

Sin embargo, se ha dicho que alimentos del abasto se vendían necesaria-mente con monedas. ¿Significa esto que eran alimentos prohibitivos parala población?

Para muchos historiadores resulta casi imposible imaginar que algunapersona llegara a alguna carnicería de la ciudad a comprar efectivamentecon dinero. Pero los informes de la Fiel Ejecutoría hoy en día nos sirven

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 241

47. “ . . . en cualquier parte se cambian los clacos por cacao, y con este se comprageneralmente en el mercado de México”. Véase también el papel de las indias como inter-mediarias de los tlacos en el comercio urbano. En AGN, AHH, vol. 1152, exp. 1, f. 14–15.

48. AHDF, Rastros y Mercados, Vol. 3728, exp. 13. Véase también otras referenciasal medio real de limosna en AHDF, Moneda de cobre, 3284, exp. 3. En la época se decíaque: “la experiencia enseña que . . . al pobre se despacha siempre con la menor moneda”véase AGN, AHH, Vol. 1152, leg. 1.

49. Véase: Quiroz, Enriqueta, “Del mercado a la cocina. Alimentación en la ciudadde México. Siglo XVIII,” en Pilar Gonzalbo Aizpuru (coord.) Historia de la vida cotidia-na en México (México: El Colegio de México/ Fondo de Cultura Económica, vol. III,2005.

50. AHDF, Rastros y Mercados, Vol. 3728, exp. 13 AGN, AHH, Vol. 1152, leg .1.51. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 3.

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para conocer testimonios de gente trabajadora que iba con una mone-da de real a comprar, por ejemplo, tres kilos de carne. También habíaclientes o sirvientes e indígenas enviados por sus amos a comprar nadamenos que tres reales de carne o hasta un peso de carne, lo que eramuchísimo.52 Se sabe que la carne era tan barata que los generosos tro-zos vendidos eran de tal dimensión que a simple vista era difícil saber sise les había expendido la cantidad solicitada o si los sirvientes regresa-ban con lo mandado.53 De todas maneras, las carnicerías eran sitios deventa fundamentales que llegaban a expender diariamente 900 carnerosy 100 reses en 1804,54 lo que significa que eran los centros más impor-tantes de compra de carne para los habitantes de la ciudad. En cambio,las ventas en la calle por las indias nacateras no ascendían a más del 4,2por ciento de la carne vendida por el obligado.55

Por su parte el pan podía ser comprado por tlacos en puestos calle-jeros y tiendas, sin embargo, su consumo era tan alto que en la época sesabía que: “tanto pan se da en las tiendas por medio [real], como en laspanaderías”.56

A pesar de conocer que el sistema del abasto funcionaba efectiva-mente con dinero, ¿cuánto sabemos realmente sobre la capacidad adqui-sitiva que tenía la gente de la Ciudad de México?. Anteriormente se hablóde que un mendigo podía recibir medio real y al menos comer, sin pro-blemas. Pero con mayor certeza, sabemos que en la Ciudad de Méxicoexistía una importante presencia de población asalariada. Se calcula quehacia 1794 existían en la capital unas 40 mil personas con trabajo, deesa fuerza laboral un 56 por ciento correspondía a artesanos.57 Sabemostambién, que el sueldo de un jornalero o peón en la capital correspondía

242 Mexican Studies/Estudios Mexicanos

52. Véase por ejemplo, el testimonio de Salvador Pardo, Maestro bordador que com-pró un real de carne y le dieron 6 libras en vez de siete y media. Archivo General de Indias,en adelante AGI, México, Vol. 784, f. 61v-62. También los testimonios de Manuel Fletes, yde la criada de Gabriel Gutiérrez Terán en AGN, Abasto y panaderías, Vol. 5, exps. 12 y 13.

53. “Los esclavos y otros sirvientes de color quebrado, si sus amos les dan dos realespara carne, suelen comprar real y medio y en saliendo a la calle, si topan represo dicenhaber comprado dos reales cabales por si llega noticia de sus dueños, y otras veces danpedazos de carne a sus parientes o amigos, o la trucan por fruta, y para estos efectos, ocon malicia luego que salen de la carnicería la ocultan, y otras veces sucede que dándolesde contrapeso un hueso porque de todo tienen las reses luego que salen por la puerta lotiran . . .”. AGI, México, Vol. 784, f. 94 y 94v.

54. Véase: AGN, Abasto y panaderías, Vol. 5, exp. 13.55. Véase:Quiroz, Enriqueta, “Del estanco a la libertad:El sistema de la venta de carne

en la ciudad de México (1700–1812),” en Guillermina del Valle (coord.) en Mercaderes yconsulados novohispanos en el siglo XVIII (México: Instituto Mora, 2003, 191–223), 206.

56. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 3.57. Véase: Jorge, González Angulo, Artesanos y ciudad a finales del siglo XVIII (Mé-

xico: SEP/FCE, 1983) 11 y Pérez Toledo, Sonia, Los hijos del trabajo. Los artesanos de laciudad de México, 1780–1853 (México: El Colegio de México, 1996), 76. Véase también

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a tres reales diarios, cerca de 56 reales o 9 pesos al mes, y cabe recor-dar que estamos hablando de un sueldo mínimo.58

¿Cuánto podía comprar con ese salario,? tal vez muy poco, peropodía alimentarse sin dificultad. Como se puede apreciar en el Cuadro4, productos básicos como el maíz, el trigo y la carne de res estaban so-bradamente al alcance de los consumidores más pobres de la ciudad.Los alimentos más baratos eran el maíz y la carne. En el transcurso delsiglo XVIII con un real se pudieron comprar entre 2 y 4 kilogramos decarne de res y entre 1 y casi 5 kilogramos de maíz. Los alimentos del Cua-dro 4 fueron consumidos en asombrosas cantidades por los capitalinos,como se verá más adelante, lo que ratifica que sus precios estuvieron alalcance de la mayoría de la población.

Evidentemente el sistema de fijación de precios jugó un papel im-

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 243

Pérez Toledo, Sonia y Herbert Klein, “La población y estructura social de la ciudad de Mé-xico a partir del censo de Revillagigedo”, en Manuel Miño (coord). La población de la ciu-dad de México en 1790 (México, INEGI/El Colegio de México, 2002, 53–95), 77.

58. Véase:Quiroz, Enriqueta, “Mercado urbano y demanda alimentaria, 1790–1800”,en Manuel Miño Grijalva (coord.) La población de la ciudad de México en 1790 (Mé-xico: INEGI/El Colegio de México, 2002), 200, Cuadro 8 Salarios en obras de construc-ción en la ciudad de México. También consúltese: Eric Van Young, La crisis del ordencolonial. Estructura agraria y rebeliones populares de la Nueva España, 1750–1821(México: Alianza Editorial, 1992) , 113–114.

Cuadro 4 Cantidades de alimentos comprados con un real

Cantidad Cantidad Cantidad Cantidad de maíz de trigo de res De carnero

Años 1 real 1 real 1 real 1 real

1701 2.29 kg. 918.4 grs.1715 2.5 kg. 861 grs1730 3.8 kg. 3.21kg. 918 grs1743 4.5 kg. 2.02 kg. 2.2 kg. 861 grs.1760 3.2 kg. 2.26 kg. 3.67 kg. 1.2 kg.1773 3.7 kg. 1.8 kg. 4.13 kg. 1.2 kg.1780 2.3 kg.1781 1.94 kg. 3.21 kg. 803.6 grs1785 884 grs 557 grs. 2.06 kg. 688 grs.1796 2.7 kg. 1.9 kg. 2.5 kg. 1 kg.1799 2.3 kg. 1.32 kg. 2.2 kg. 703 grs.

Fuente: Estas cifras son una interpretación de los precios dados por Florescano, Pre-cios del maíz, 1969, García, Los precios del trigo, 1988, Quiroz, Entre la subsistencia yel lujo, 2005.

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portante para que éstos no sufrieran una inflación acumulativa comosucede en la actualidad. Como se dijo anteriormente, los alimentos re-gulados por el abasto tales como el pan, la carne, las velas, etcétera, cos-taron invariablemente un real en el transcurso del siglo XVIII. Insisto: elprecio no sólo expresaba un valor sino también una cantidad, y es enésta última donde se pueden percibir las variaciones en el precio. En untrabajo reciente, logré interpretar que las alzas o bajas en el precio de lacarne se percibían en las variaciones de la cantidad del producto que sevendía por un real, onzas más u onzas menos por la misma moneda dereal.59 Sin embargo, es necesario señalar que a pesar de ello, los preciosde la carne no tuvieron un comportamiento sostenido al alza, sino des-pués de 1798 o incluso en 1800 para el caso de la carne de res. Lo cualnos obliga matizar el comportamiento de los precios de alimentos comoel maíz y el trigo.

Entre 1701 y 1773, los precios de la carne de res fueron cada vezmás bajos, hasta registrarse un período de claro descenso de precios afines de la década de 1750 hasta principios de los 70. Hacia 1783 el pre-cio de la carne de res presentó fases cortas de alzas, pero seguidas demovimientos de estabilidad; nuevos movimientos ascendentes vienen apresentarse sólo a inicios de 1800. Los precios del carnero, más inesta-bles que los de la res , manifestaron igualmente entre 1759 y 1773 pre-cios más bajos que a comienzos de siglo. Pero, en cambio, presentaronalzas desde 1780 a 1791, interrumpiendo dicha tendencia con otra deprecios a la baja entre 1792 y 1797. Luego, hacia 1798, las alzas sonsostenidas hasta por lo menos 1810.

El maíz y el trigo tampoco manifestaron un movimiento sostenidoal alza durante todo el siglo XVIII. Según los estudios de Enrique Flo-rescano, los precios del maíz fueron fluctuantes, entre 1721 y 1754 sedio un ligero movimiento de alza, de 1755 hasta 1778 una tendencia ala baja y finalmente entre 1779 y 1814 el alza se manifestaría nueva-mente.60 El autor reconoce incluso que cada movimiento de alza fue fre-nado por abruptas caídas en el precio. Respecto al trigo, Virginia GarcíaAcosta ha hablado de una estabilidad relativa en sus precios por lo menoshasta fines de los 70 y principios de los 80. Desde 1781 a 1793 la autorareconoce un periodo de alza y desde 1794 hasta 1812 identifica un alzaviolenta de los precios.61

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59. Véase: Quiroz, Enriqueta, Entre la subsistencia y el lujo. Mercado, abasteci-miento y precios de la carne en la ciudad de México (México: El Colegio de México/ In-stituto Mora, 2005). Véase específicamente el capítulo II.

60. Florescano, Enrique, Precios del maíz y crisis agrícolas en México, 1708–1810(México: El Colegio de México, 1969), 180–182.

61. García Acosta, Virginia, Los precios del trigo en la historia colonial de México(México: CIESAS, 1988),52–54.

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Los intentos por demostrar un proceso inflacionario en el virreinatoque va desde 1780 a 1814 han sido criticados porque hablan de unperíodo de 30 años seguido de una inflación de menos de 1 por ciento.Como dijo Ruggiero Romano: miles de jefes de Estado y ministros deeconomía actuales estarían muy felices de indicar niveles similares.62

Recordemos también que estas cifras giran en torno al comportamientodel maíz y del trigo; pero ¿qué pasó con el resto de los precios de ali-mentos? Al menos sabemos que uno (la carne) se mantuvo muy bajo.Entonces ¿de qué proceso inflacionario hablamos?

El problema con Ruggiero Romano es que afirma que no hubo in-flación porque el stock monetario del reino disminuyó en el siglo XVIII,pues el contrabando habría absorbido cantidades siempre más grandesde moneda acuñada y otras salidas de moneda habrían superado la can-tidad de moneda acuñada. Es decir, el reino habría padecido una escasezdramática al extremo de que la gente no contó con moneda para resolversus necesidades más básicas.63

Sin embargo, el problema tal vez no sea que no hubo monedadisponible, y mucho menos que la moneda de la gente era de mala cali-dad, una “seudomoneda”. El problema, tal vez, es que era muy buena.Pues como dijo el procurador general en su informe de 1768, el reinotenía: “para el giro de su basto comercio y gastos familiares monedas deoro y plata,” a diferencia de España, donde corría el vellón para los gas-tos menudos. En América, en cambio, todas las monedas eran de valorintrínseco e indudablemente esto le había dado estabilidad a la economíanovohispana. A este respecto el procurador acotaba: “jamás o rara vezhabrán dado motivo a exhorbitantes premios en los cobros, ni a exce-sivos precios en las mercaderías y bastimentos. Nunca han [. . . ] impe-dido, ni arruinado los comercios ni extenuado a la Real hacienda, ni per-judicado los intereses y caudales de los vasallos . . ”.64 Por estas razones,a su juicio, de introducir la moneda de cobre, no había necesidad, tan fá-cil de falsificar si en cambio se tenía una moneda de “tan excelente cali-dad”. Indudablemente, el razonamiento utilizado en la época era que lacirculación de moneda de oro y plata daba estabilidad económica al reino,mientras que, si se optaba por introducir la moneda de cobre se produ-cirían alzas de precios en las mercancías, alzas en los salarios de los cria-dos, en los jornales de los operarios y en el estipendio de manufacturas.65

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 245

62. Véase la critica de Romano al “supuesto proceso inflacionario”, Romano, Mo-neda y seudomonedas, 1998, 218–219.

63. Véase el planteamiento general de Romano, Moneda y seudomonedas, 1998 yespecíficamente la página 223.

64. AHDF, Moneda de cobre, Vol. 3284, exp. 3.65. AHDF, Moneda de Cobre, Vol. 3, exp. 3284.

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Lo que resulta evidente es que la moneda de oro o de plata no sedesvalorizaba. Se vio anteriormente que la inflación era casi inexistente,tanto por el sistema de precios que no modificaba sus valores monetarios,como por el hecho de que la masa monetaria no se almacenara en su to-talidad en el reino, ni aumentara—al ritmo de la producción minera—sino que estuviera regulada a través de las salidas periódicas de dineroal exterior. A pesar de que el numerario crecía todos los años, los envíosy pagos por importaciones hacían reducir la enorme masa de monedasacuñadas anualmente. Según Alejandro de Humboldt, en eso radicaba laexplicación del por qué el virreinato no poseía “una grande masa de nu-merario”y por qué el jornal siempre se sostenía a bajo precio.66 Hasta elmomento la historiografía acepta que los salarios en Nueva España per-manecieron estancados durante el siglo XVIII e igual situación se hademostrado para la Ciudad de México,67 pero también sabemos que losprecios tampoco subieron sostenidamente. Por esta razón también elstock monetario debió ser suficiente para mantener al menos activa laeconomía, de lo contrario, ello habría frenado no sólo la economía in-terna, sino también la recaudación para la Península.

La política económica de la Corona frenaba el crecimiento de NuevaEspaña, pero a la vez sostenía cierto nivel básico entre sus habitantes,suficiente para mantenerlos sin que se generasen alzamientos. Aquellafrase de la época que decía: “el rey alimenta a su pueblo,”68 no era sóloretórica, pues, si la Corona se preocupaba de mantener los precios ba-jos de los alimentos, se lograban al menos dos cosas: que el pueblo noorganizara motines de protesta, es decir, se garantizaba la paz social y ala vez, que el público consumiera lo suficiente para mantener alta la de-manda de mercancías, con lo cual, la recaudación fiscal también se es-timulaba. Es decir, estamos ante un Estado y un pueblo favorecidos porla política económica, aunque dicho sistema evidentemente retardabael crecimiento económico.

¿Se puede estudiar realmente el comportamiento del circulante enuna economía de estas características? El camino puede ser reconocerciertos indicadores que señalen el comportamiento del mercado. Siem-pre existe la posibilidad de aplicar la ecuación de Irving Fisher sobre lacirculación monetaria, comentada acertadamente por Pierre Vilar, comoaquella que señala que la cantidad de mercancías multiplicada por su pre-

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66. Humboldt, Ensayo político . . . , 1991, 503.67. Véase:Van Young, La crisis . . . , 1992, pp.79–93, Quiroz, “Mercado urbano”, 2002,

200.68. Véase sobre la imagen del rey como garante del equilibrio alimentario de su

pueblo, Massimo Montanari, El hambre y la abundancia: historia y cultura de la ali-mentación en Europa (Barcelona: Crítica, 1993) 109.

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cio iguala la masa monetaria en circulación multiplicada por el númerode transacciones.69 Vilar señaló que dicha ecuación podría ser útil, peroadvirtió que por lo general la historia es más compleja que la evidenciao la reciprocidad de una ecuación. Para estudiar el caso de Nueva España,su reflexión de historiador es evidentemente más provechosa, porquecomo dijo él mismo, “un mundo poco activo no atrae la moneda. La pe-nuria monetaria, por su parte, desanima el intercambio”.70

Ciertamente sabemos que en Nueva España la amonedación se in-crementó durante el siglo XVIII, pero las cifras de acuñación no equiva-len al dinero o masa circulante, lo que toca especialmente a aquella dis-cusión que minimiza la importancia del stock monetario en el reino acausa de los envíos de moneda al exterior. Pero precisamente por esoes útil la reflexión de Vilar: porque al menos en el caso de la Ciudad deMéxico, lo que resulta evidente es la existencia de un circulante mone-tario que generó una importante actividad comercial que puede serdemostrada tanto por la recaudación como por los volúmenes de mer-cancías efectivamente introducidos a la aduana para el abasto del mer-cado capitalino.

La circulación de mercancías en y hacia la Ciudad de México tuvonecesariamente que estar vinculada con la circulación del dinero, es-pecialmente si reconocemos la importancia del flujo de alimentos y mer-cancías llegados a la capital durante el siglo XVIII. Los registros alcaba-latorios de la propia aduana de la Ciudad de México entre los años 1770y 1810 reflejan un activo movimiento de dinero, resultado de la demandaurbana de mercancías tanto importadas como internas. (Véase Cuadro5) En ese período se percibió por pagos de alcabala de la ciudad un mí-nimo anual de 588,724 mil pesos y un máximo de 1,117,765 pesos, re-caudación que corresponde a productos importados clasificados comoprocedentes de Europa, China, Perú y ultramarinos en general, y a mer-cancías llamadas del Reino y del Viento relativas a productos internos.Esas cifras se incrementarían aún más si considerásemos las recauda-ciones por pulque, por la introducción de maíz y las ventas de tabaco,productos de gran circulación en la Ciudad de México sobre los que elerario llevó su contabilidad en forma independiente de las alcabalas, oaguardiente, cuya recaudación se implementó en los últimos años delsiglo XVIII. Es decir, si sumamos la recaudación por concepto de todasesas mercancías, obtendríamos montos superiores a los totales de las al-cabalas, lo que en definitiva corrobora la activa circulación de dinero en

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 247

69. Véase: Vilar, Pierre, Crecimiento y desarrollo.Economía e Historia.Reflexionessobre el caso español. (Barcelona: Editorial Ariel, 1976), 119.

70. Vilar, Pierre, Oro y Moneda en la Historia (1450–1920) (Barcelona: EdicionesAriel, 1969), 10.

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la capital por productos de demanda básica, que eran efectivamente com-prados por los capitalinos.

Además, si consideramos las bebidas y productos locales men-cionados, la recaudación por importaciones resulta mucho menos sig-nificativa en comparación con el resto del flujo de intercambios urbanos.Esto significa que la presencia de las flotas o de los navíos con mercancíasimportadas, en ningún caso privaba al el mercado de las monedas cir-culantes. El mismo procurador de la ciudad en 1768 rebatió la apre-ciación de Agustín Coronas: “después de la 1ª Flota quedó en el Reinopara los usos del comercio interno, tanta cantidad de plata y oro, quebastase a levantar la 2ª.71 Esta percepción es lógica, si no ¿cómo explicar,la recaudación por pulque, maíz, aguardiente, todos los rubros del vientoy del reino y las ventas por tabaco?72

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71. AHDF, Moneda de cobre, vol. 3284, exp. 3.72. Las ventas de la fábrica de tabaco fueron sorprendentes, tan sólo en 1785 al-

canzaron un total de 6,417,558 pesos, véase Fonseca y Urrutia, Historia General . . . , II,1849, 43– 438.

Cuadro 5 Recaudación en la Ciudad de México

Alcabalas AlcabalasProd. Total Prod. Prod.

año Internos Pulque Maíz Internos (*) Importados

1770 261987 227678.2 489665.2 4353011773 272948 271929.2 3718 548595.2 7758751776 253191 351938 605129 1794091781 445226 623620 1068846 6604311783 208371 635834.7 844205.7 3268191788 388320 511493.6 899813.6 5695321789 388320 485719.5 874039.5 3785411794 342705 451788.2 794493.2 2418931795 378607 425906.3 2122 806635.3 4428361796 526278 458929.7 3442 988649.7 2637831797 306876 471317.4 2218 780411.4 2980091798 434855 443100.5 1530 879485.5 3166231810 340397 283336.5 2124 625857.5 478146

(*) Esta columna corresponde a la suma de las alcabalas por productos internos, másla recaudación por pulque y maíz, pero no está considerando las ventas por tabaco quees uno de los productos internos de mayor demanda en la época.

Fuente:Para las alcabalas véase Quiroz, “La carne:Entre la subsistencia y el lujo, 2005,p.55, Hernández, La renta del pulque, 1979, cuadro n°9, Florescano, Precios del maíz,1969, p.192.

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Ese mismo año un testigo de la época, Juan Manuel San Vicente, hizonotar la importancia del consumo popular en la Ciudad de México, esdecir, fue de los primeros en destacar que los finos productos de ultra-mar no eran los únicos, ni los más importantes para cubrir las necesi-dades de la capital. Por el contrario, señaló que los productos de mayordemanda eran los de producción interna, tales como maíz, harina, carnede res, carnero y cerdo, huevos, sal, frijoles, pimientos, manteca de cerdo,azúcar y queso.73 Esta información se ha ratificado a través de los mon-tos y volúmenes de mercancías que refleja el rubro del viento para elperíodo mencionado. De harina hemos contabilizado volúmenes entrelas 270 mil cargas a las casi 300 mil, volúmenes de cebada entre 5 mil y18 mil cargas, reses entre 18 mil y 28 mil cabezas, carneros entre 181mil a 298 mil, cerdos entre 24 mil y 34 mil cabezas. Esto sin considerarlas cuentas del rubro del reino, que contenía diversos productos y co-mestibles producidos en el interior del virreinato y que llegaban a la Ciu-dad de México para su venta. Entre ellos podemos señalar chile, azúcar,especias, pescado, mantas y tejidos, algodón, cera, enseres domésticoscomo loza y manteles, tintes y minerales como plomo, estaño, cobre,etcétera, sobre los cuales se ha informado de volúmenes de azúcar deentre 21mil a 26 mil tercios, canela 43 a 78 tercios, chile 9 mil a 16 miltercios, queso 2 mil a 5 mil tercios, sal 3 mil a 6 mil tercios y cacao 7 mila 13 mil tercios.74

Conocer el importante volumen de alimentos consumidos en la ciu-dad, hace pensar que el stock monetario y, dentro de éste, la presenciade la moneda menuda, pudo ser suficiente para mantener activo dichomercado. Evidentemente, la circulación monetaria de la moneda de másbaja denominación sostuvo el intercambio cotidiano en dicho mercadointerno. Esto se demuestra a partir del sistema de fijación de precios yen los niveles de acuñación de piezas de moneda menuda—que fluctua-ron en el siglo entre un 10% y un 34% de la acuñación total de plata—,lo que no permite afirmar una despreocupación por acuñar moneda pe-queña, ni siquiera su poca importancia dentro del sistema monetario.En definitiva, se ponen en duda aquellos planteamientos que sosteníanuna escasez de circulante a partir de niveles ínfimos de acuñación demoneda menuda en comparación con la moneda doble y especialmenteel peso de plata.

Quiroz, La moneda menuda Ciudad de México 249

73. San Vicente, Juan Manuel, La ciudad de México en el siglo XVIII (1690–1790).Tres crónicas. Agustín de Vetancurt, Juan Manuel de San Vicente, Juan de Viera (Mé-xico: CONACULTA, 1990), 176.

74. Véase: Quiroz, “Mercado urbano”, 2002, 181.

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