La Gran Trans for Mac Ion

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 1

    Karl Polanyi

    LA GRAN TRANSFORMACINCritica del liberalismo econmico

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 2

    KARL POLANYI

    LA GRAN TRANSFORMACIN

    Crtica del Liberalismo econmico.

    Presentacin y traduccin:

    Julia Vrela y Fernando lvarez-Ura

    Ttulo original: THE GREAT TRANSFORMATION

    Ediciones de La Piqueta

    Ediciones Endymion C/ Cruz Verde, 22 28004

    Madrid ISBN: 84-7731-047-5

    Depsito legal: M-38870-1989

    Impreso en Grficas Garca-Rico

    C/ Mara del Carmen, 30

    28011 Madrid

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    NDICE

    Presentacin 5

    Primera parte.EL SISTEMA INTERNACIONAL 17

    Cap. 1. La paz de los cien aos 18

    Cap. 2. Aos veinte conservadores, aos treinta re volucionarios 42

    Segunda parte

    GRANDEZA Y DECADENCIA DE LA ECONOMA DE MERCADO 58

    I. Satanic Mill o la fbrica del diablo 59

    Cap. 3. Moradas versus mejoras 59

    Cap. 4. Sociedades y sistemas econmicos 72

    Cap. 5. La evolucin del modelo de mercado 90

    Cap. 6. El mercado autorregulador y las mercancas ficticias:

    trabajo, tierra y dinero 106Cap. 7. Speenhamland, 1795 118

    Cap. 8. Antecedentes y consecuentes 131

    Cap. 9. Pauperismo y utopa 154

    Cap. 10. La economa poltica y el descubrimiento de la sociedad 165

    II. La autoproteccin de la sociedad 191

    Cap. 11. El hombre, la naturaleza y la organizacin de la produc. 191Cap. 12. Nacimiento del credoliberal 197

    Cap. 13. Inters de clase y cambio social 219

    Cap. 14. El mercado y el hombre 237

    Cap. 15. El mercado y la naturaleza 257

    Cap.16. El mercado y la organizacin de la produccin 276

    Cap. 17. La autorregulacin en entredicho 287

    Cap. 18. Tensiones de ruptura 297

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    Tercera parte

    LA TRANSFORMACION EN MARCHA 313

    Cap. 19. Gobierno popular y economa de mercado 314

    Cap. 20. La historia en e1 engranaje del cambio social 332

    Cap. 21. La libertad en una sociedad compleja 348

    COMENTARIOS SOBRE LAS FUENTES 365

    Cap. 1.

    I. El equilibrio entre las potencias 365

    II. La paz de los cien aos 372

    Cap. 2.

    I. La ruptura del hilo de oro 375

    II. Golpe pendular tras la primera guerra mundial 376

    III. Las finanzas y la paz 377

    Cap. 4.

    I. Referencias bibliogr. sobre Sociedades y sistemas econmicos 378

    Cap. 5.

    I. Algunas referencias sobre la evolucin del modelo de mercado 385

    Cap. 7.

    I. La literatura de Speenhamlad 392

    II. Textos de poca sobre pauperismo y las antiguas leyes de pobres 397

    III. Speenhamland y Viena 401

    Cap. 8.

    Por qu no triunf el proyecto de ley de Whitbread? 403

    Cap.13.

    Las dos naciones de DIsraeli y los pueblos de color 405

    COMENTARIO ADICIONAL.

    La ley sobre los pobres y la organizacin del trabajo 411

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    PRESENTACIN

    La gran transformacin se public por vez primera en Nueva York

    en 1944. Un ao despus se edit en Londres y desde entonces este

    libro rotundo y fascinante ha sido traducido a varias lenguas. Su re-

    descubrimiento data sin embargo de estos diez ltimos aos. El largo

    periodo que permaneci sumido en el olvido se debe en parte a la

    fecha de su publicacin y tambin a la radicalidad de las tesis que en

    l se defienden. Esta obra supona y supone un giro copernicano

    en la interpretacin de la gnesis del fascismo. Con anterioridad ha-ba publicado Karl Polanyi en Londres (1935), The Essence of Fas-

    cism, as como una valoracin nueva de los efectos sociales provo-

    cados por el reinado del liberalismo econmico. La crisis econmica,

    que se hizo patente a mediados de los aos setenta en los pases

    occidentales, y la catastrfica poltica neoliberal del gobierno Reagan,

    contribuyeron paradjicamente a rehabilitar esta obra maestra.

    Karl Polanyi (1886-1964) es conocido entre nosotros sobre todopor un libro del que fue coeditor: Comercio y mercado en los imperios

    antiguos. En l se estudian las economas capitalistas y se muestra

    cmo la accin econmica puede estar presente en diversas dimen-

    siones de la conducta. Los numerosos trabajos que lo componen

    constituyen una muestra representativa de lo que se ha dado en de-

    nominar la escuela sustantivista en antropologa econmica de la que

    Polanyi fue fundador. Estos problemas haban sido ya formulados sin

    embargo en La gran transformacin que es sin duda alguna su pro-

    duccin principal, hasta el punto de que todos sus trabajos posterio-

    res giran en torno a las cuestiones que en ella se plantean. Las inter-

    rogaciones y hallazgos que este libro nos proporciona sobre temas

    tan variados como el nacimiento de las teoras sociolgicas, la legisla-

    cin social europea de finales de siglo, las utopas sociales y las races

    histricas del fascismo se articulan en torno a un hilo conductor: el

    proceso de formacin y desarrollo de la sociedad de mercado.

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    Un intelectual frente al poder

    Este ensayo de Karl Polanyi est escrito en una encrucijada de la

    historia universal, cuando las grandes potencias se disponan a repar-

    tirse el mundo en zonas de influencia y cuando algunos pases occi-dentales comenzaban a poner las bases del Welfare State. Es pues

    una investigacin de un radical que sabe descubrir en los proyectos

    de una sociedad armnica Robert Owen el deseo imperioso de

    los hombres de preservar la sociabilidad. A diferencia de su esposa,

    Ilona Duczynska, militante comunista que particip activamente en la

    revolucin hngara de 1919 y a quien dedica el libro que todo lo

    debe a su apoyo y a sus crticas, la actividad poltica de Polanyi secircunscribe fundamentalmente al trabajo en los medios acadmicos.

    Hijo de padres hngaros naci en la prodigiosa Viena de fin de si-

    glo. Estudi Filosofa y Derecho en Budapest y Viena. Durante la pri-

    mera guerra mundial combati como capitn del ejrcito austro-

    hngaro afincndose posteriormente en Viena donde adquiri repu-

    tacin de escritor y editor liberal. Desde 1924 hasta 1933 fue miem-

    bro del Consejo de redaccin de la Revista Der Osterreichische Volks-

    wirt, publicacin crtica de economa para la que escribi artculos de

    teora econmica y poltica. Como tantos otros intelectuales de ori-

    gen judo se refugi en Londres junto con su familia huyendo de la

    ascensin del fascismo. Adquiri la nacionalidad britnica y fue con-

    tratado por la Universidad de Oxford y la de Londres como profesor

    de extensin universitaria. Las principales tesis de La gran trasforma-

    cin surgieron de su trabajo en clases tutoriales durante el ao

    acadmico 1939-40 en los cursos organizados por la Workers Educa-tional Association. Una beca de la Fundacin Rockefeller le permiti

    permanecer en los Estados Unidos desde 1941 a 1943, discutir sus

    tesis en seminarios y conferencias, y redactar el libro. El prefacio que

    le dedic R.M. McIver no poda iniciarse de un modo ms elocuente:

    He aqu un libro que hace que la mayora de los libros de este

    mismo campo queden obsoletos o superados. Un acontecimiento tan

    poco frecuente es un signo de los tiempos. Aqu, en esta hora crucial,

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    surge un nuevo modo de comprender la forma y el significado de los

    asuntos humanos.

    En un clima de guerra fra la lucidez deba de pagar un alto precio.

    Polanyi sufri, tras su retorno a Estados Unidos, junto con otros mu-chos intelectuales antifascistas, la caza al hombre promovida por el

    maccarthysmo, lo que le oblig a abandonar Nueva York en 1947.

    Efectivamente, a pesar de que nunca fue marxista, ni socialdem-

    crata, a pesar de que no se adhiri a ningn partido, no dej de ma-

    nifestar en los momentos crticos su adhesin al socialismo y su sim-

    pata por la Unin Sovitica que en los aos veinte ensayaba aislada-

    mente, y con grandes dificultades, nuevas soluciones econmicas,tericas y prcticas, a los problemas sociales. En Viena mostr en

    numerosas ocasiones su solidaridad con los trabajadores y sus inter-

    venciones intelectuales se caracterizaron como seala Godelier en

    el prlogo a Comercio y mercado por la contundencia con que de-

    moli la creencia de los economistas en los principios universales de

    la racionalidad econmica y por tanto las bases de una teora general

    de lo econmico. En los ltimos aos de su vida se lamentaba sin

    embargo de no haber proporcionado al Crculo Galileo club de es-tudiantes e intelectuales que fund en 1908, y del que surgieron

    miembros destacados del socialismo hngaro una dimensin cla-

    ramente poltica que habra permitido articular formas de resistencia

    contra el empuje de la barbarie fascista. En todo caso quizs una de

    las causas de la actualidad de sus escritos radique precisamente en la

    superacin de la escisin entre cabeza y corazn que preside hoy el

    panorama del trabajo intelectual. Las consideraciones ticas y mora-

    les sustentan sus investigaciones sociolgicas precisamente porque

    son las urgencias del presente y la resolucin de problemas la razn

    de ser de sus ensayos.

    Se trata, escribe, de buscar la verdad y cuando los tabes de la

    tradicin se convierten en barreras que impiden el paso es preciso

    actuar conforme a los postulados de la tica, pese a que los amantes

    de los compromisos y los oportunistas denigren esta actitud cali-

    ficndola como un gesto de superidealismo, una desviacin juve-

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    nil, una muestra de quijotismo, o simplemente la consideren un

    acto de inexperiencia o de irreflexin. Se trata de optar por la justicia

    enfrentndose incluso con la ley, y de ensalzar la autoridad de los

    hroes de la belleza y de la verdad sobre las ruinas de la autoridad delas convenciones, del cinismo, de la ignorancia, y de la inercia del

    alma.

    En los escritos de este humanista societario no se recurre ni a la

    condena fcil, ni a la indignacin moral. Los capitalistas, considerados

    aisladamente, no son objeto de sus crticas; lo que combate es el

    sistema. Ahora bien, en su cartografa de los efectos devastadores del

    laissez-faire no hay concesiones al romanticismo, ningn oscuro de-seo de retornar a idealizados pasados o a parasos perdidos que ni-

    camente pueden recobrar realidad en los sueos. Lo que caracteriza

    y mueve su investigacin genealgica es la apuesta de un intelectual

    que, en nombre de su ciudadana, no renuncia a contribuir con su

    esfuerzo a construir, sobre los rescoldos an humeantes de una gran

    transformacin, una sociedad democrticamente vertebrada.

    Economa y sociedad

    En la Inglaterra de finales del siglo XVIII se inici la Revolucin In-

    dustrial y con ella tuvo lugar el momento fundacional de una utopa

    econmica capaz de reducir todos los elementos de la produccin al

    estado de mercancas. Las racionalizaciones de la economa poltica,

    promovidas en un principio por los representantes de la ilustracin

    escocesa, contagiaron de optimismo a emprendedores hombres de

    negocios y a industriales que se convirtieron en los predicadores de

    una nueva religin basada en la f en el progreso. La tesis fuerte que

    Polanyi defiende con argumentos bien avalados documentalmente es

    la idea de que el liberalismo econmico, quizs sin que lo pretendie-

    sen los liberales, promocion el progreso al precio de la dislocacin

    social.

    Los pioneros del absolutismo econmico soaron con una socie-

    dad sin trabas para el comercio de modo que viviese al ritmo mar-

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    cado por el desarrollo de un mercado autorregulador. Pero este pilar

    central del credo liberal que proporciona refuerzo y sentido a otras

    piezas fundamentales del sistema de mercado del siglo XIX tales co-

    mo el patrn-oro, el equilibrio entre las potencias y el propio Estadoliberal, dej a las sociedades a merced de los vaivenes impre-

    visibles provocados por la especulacin, el afn de lucro y la libre

    competencia en los negocios. Por primera vez en la historia de la

    humanidad la sociedad se converta en una simple funcin del sis-

    tema econmico y flotaba sin rumbo en un mar agitado por las pa-

    siones y los intereses, como un corcho en medio del ocano. La tie-

    rra, los hombres y el dinero se vieron fagocitados por el mercado y

    convertidos en simples mercancas para ser compradas y vendidas. La

    naturaleza y los hombres, como cualquier otro objeto de compra-

    venta sometido a la ley de la oferta y de la demanda, quedaron al

    arbitrio de un sistema catico que ni tan siquiera conspicuos indus-

    triales, hbiles polticos y sagaces financieros acertaban a gobernar.

    Las viejas formas de sociabilidad fueron sacrificadas al nuevo dolo

    del mercado autorregulador. Las territorialidades locales fueron ba-

    rridas y las sociedades se vieron despojadas de su soporte humano ynatural. No es extrao que en ese mundo en tensin se produjesen

    zarpazos y sacudidas como la Primera Gran Guerra y, ms tarde, la

    gran crisis del 29. Pero la descomposicin de la sociedad de mercado

    y el largo periodo de letargo de la razn que acompa al absolu-

    tismo econmico alumbr an monstruos ms temibles que se pre-

    sentaron bajo el estandarte de la salvacin de los pueblos. Los nue-

    vos lderes carismticos se hicieron con el poder para preservar la ley

    y el orden de la nacin an al precio de hacer marchar a la humani-dad al paso de la oca. Para comprender el cataclismo que supuso el

    nacional-socialismo, para comprender ese imperio de muerte que fue

    el fascismo, es preciso, nos dice Polanyi, tomar distancia: es preciso

    remontarse a la Inglaterra de Ricardo.

    La gran transformacin no es en esencia ms que un inteligente y

    logrado intento de comprender el fascismo, esa negra noche que

    encaden los sentimientos de humanidad. Tesis pues antipositivista y

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    arriesgada para intentar explicar, y por tanto contribuir a hacer irre-

    petible, ese fenmeno dictatorial que redujo la civilizacin occidental

    a cenizas. Karl Polanyi analiza la historia de la sociedad de mercado y

    evala sus efectos, realiza, a travs de pasos sucesivos, la genealogade una nefasta utopa que atenaz a las sociedades durante ciento

    cincuenta aos, muestra, en fin, el apogeo y la decadencia del homo

    oeconomicus.

    El lector encontrar en este libro resonancias weberianas, pues se

    trata de dar cuenta en trminos de racionalidad de un proceso hist-

    rico; pero tambin percibir los ecos de la obra de Marx y de Dur-

    kheim. De este ltimo no toma Polanyi tanto sus preocupaciones porla antropologa cuanto la importancia que concede a la sociabilidad y,

    en funcin de ella, a la educacin, la transmisin de los valores mo-

    rales y la poltica. Por lo que se refiere al marxismo se interesa ms

    por la situacin de la clase obrera en Inglaterra que por los anlisis de

    las formaciones sociales realizados a partir de las determinaciones

    econmicas. Precisamente su cuestionamiento de la centralidad de la

    economa de mercado le permitir reprochar a Marx, y sobre todo a

    los marxistas, la primaca que conceden a las relaciones de produc-cin a la hora de desentraar la verdad profunda de las variadas for-

    mas que adoptan las relaciones sociales. Esa funcin heurstica de la

    economa sera un efecto inducido en el marxismo por el credo liberal

    que tiende a proyectar sobre la historia de las sociedades la interpre-

    tacin econmica que pretende institucionalizar en la sociedad de

    mercado. Karl Polanyi invierte la propuesta: precisamente porque en

    las sociedades en las que reina a sus anchas el mercado autorregula-

    dor la sociedad permanece prisionera de las relaciones econmicas el

    liberalismo econmico promueve un sistema de excepcin radical-

    mente pernicioso que atenta contra los fundamentos mismos de la

    sociedad, contra la sociabilidad en cuanto tal.

    Lo que se debate a lo largo de este hermoso estudio es justa-

    mente una cuestin central en la actualidad: el estatuto de la eco-

    noma en una sociedad compleja. Y es aqu donde el brillo de la inte-

    ligencia, fruto de un riguroso trabajo y de una vasta erudicin, nos

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    ofrece un amplio fresco de sociologa comparada de los sistemas

    econmicos. Polanyi entronca con la mejor tradicin anglosajona de

    antropologa social. A partir del trabajo de R. Firth, Primitive Econo-

    mics of the New Zeland Maori (1929), pero sobre todo de B. Mali-nowski, Argonauts of the Western Pacific (1930), de R.C. Thurnwald,

    Economics in Primitive Communities (1932), y MJ. Herskovits, The

    Economics Life of Primitive Peoples (1940), muestra como en las so-

    ciedades no industrializadas, en las denominadas sociedades primiti-

    vas, el sistema de intercambio estaba integrado en la organizacin

    general de la sociedad. El homo oeconomicus es una invencin re-

    ciente, pues es a la vez proyecto y producto de las sociedades del

    laissez-faire. La subordinacin de lo social a lo econmico que con

    empecinamiento continan defendiendo hoy los adalides del neoli-

    beralismo no solo ha generado en Occidente una ola de miseria

    que el trmino cuestin social eufemiza, sino que ha destruido en las

    comunidades dependientes de frica, Asia y Amrica las formas de

    vivir comunitarias y, por consiguiente, las razones de vivir. El hambre

    y la pobreza que se ciernen sobre estos continentes no son cataclis-

    mos naturales, ni castigos bblicos, son efectos derivados de una des-truccin sistemtica de las races de las organizaciones sociales adap-

    tadas a la tierra. El tercermundismo, ese concepto que reenva a con-

    diciones extremas de desarraigo y pobreza, y del que con ligereza se

    sirven algunos intelectuales orgnicos para descalificar a sus adversa-

    rios, es en realidad un producto del liberalismo desplegado a escala

    internacional. Andr Gorz extrajo las conclusiones de esta explicacin

    cuando seal que lo mejor que podramos hacer por el tercer

    mundo es ayudarlo ideolgica, poltica y tcnicamente a ahorrarse untipo de industrializacin que nosotros estamos en vas de superar.

    La libertad en una sociedad compleja

    En un congreso de sociologa que se celebr en Inglaterra en

    1946 Polanyi sintetiz algunas de las lneas de La gran transforma-

    cin en los tres puntos siguientes:

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    -El determinismo econmico es primordialmente un fenmeno

    del siglo XIX que en la actualidad ha cesado de ser operativo en la

    mayor parte del mundo; nicamente funcion en un sistema de mer-

    cado que est a punto de desaparecer rpidamente de Europa.-El sistema de mercado ha deformado unilateralmente nuestra

    visin del hombre y de la sociedad.

    -Esas percepciones deformadas constituyen hoy uno de los prin-

    cipales obstculos que nos impiden resolver los problemas de nues-

    tra civilizacin.

    La crtica de la racionalidad econmica, el cuestionamiento de un

    corpus tcnico-cientfico de carcter formal y universalizante quepretende convertirse en la ltima ratio, es decir, en razn fundante

    de la produccin y de los intercambios, constituye un punto de par-

    tida para evitar que las polticas sociales se vean supeditadas a los

    tecncratas quienes, al divinizar los parmetros econmicos, se con-

    vierten en los sumos sacerdotes del orden social. La tan manida re-

    trica sobre la recuperacin de excedentes, el crecimiento de la eco-

    noma, e incluso el milagro econmico o la modernizacin, fun-ciona como una cscara vaca cuando se la desvincula de las pobla-

    ciones directamente concernidas y del modo como los distintos gru-

    pos sociales se ven afectados por esos parmetros macroeconmi-

    cos. La clave por tanto del nuevo marco de interpretacin est en

    determinar cmo los procesos econmicos se institucionalizan en

    diversos tiempos y lugares.

    Polanyi, a diferencia de Talcott Parsons y de los seguidores de la

    teora de sistemas, que han insistido en la tendencia de las socieda-

    des a diferenciarse en subsistemas dotados de una lgica propia

    idea que para A. Gouldner no es sino el efecto inducido en el interior

    de la teora por la autonoma prctica del mercado en las sociedades

    del laissez-faire, distingue los principios de reciprocidad, de redis-

    tribucin y de intercambio para dar cuenta de las formas histricas

    que han adoptado las relaciones econmicas en las diversas forma-

    ciones sociales. En consecuencia el conocimiento de las sociedades

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    primitivas, o de las sociedades del pasado, no slo nos permite una

    crtica del carcter separado, excluyente y exclusivo de la economa

    liberal, sino que nos proporciona un contraste alternativo del que

    podemos extraer lecciones para una integracin ms ecolgica yhumana de la economa en la sociedad. Y no es precisamente esa

    vieja aspiracin a la igualdad la raz misma del proyecto socialista?

    La obstruccin de los liberales a toda reforma que implicase

    planificacin, reglamentacin y dirigismo ha hecho, escribe Polanyi,

    que fuese prcticamente inevitable la victoria del fascismo. Tal fue

    el resultado de la defensa a ultranza de la libertad individual y de la fe

    ciega en el mercado frente a cualquier tipo de racionalidad colectiva.Correlativamente, en 1944, ya no se haca grandes ilusiones respecto

    a la Unin Sovitica: La URSS, que ha utilizado la planificacin, la

    reglamentacin y el dirigismo, no ha puesto en prctica todava las

    libertades prometidas en su Constitucin y, segn opinan los crticos,

    no lo har posiblemente nunca.

    El nacimiento en los pases occidentales del Estado del Bienestar

    constituy una especie de tercera va. A la luz de La gran transforma-

    cin se puede comprender mejor la ruptura que supuso la instaura-

    cin del Estado social respecto al sistema liberal. Los principios de la

    reciprocidad y la redistribucin se convirtieron en moduladores del

    mercado. El Estado asumi un papel central en la planificacin

    econmica y en la proteccin del tejido social. La fijacin de un sala-

    rio mnimo, los seguros de enfermedad y desempleo, en suma, la

    seguridad social, constitua el trasfondo de las polticas econmicas

    caracterizadas a su vez por la fijacin de tipos de inters, la determi-nacin de zonas prioritarias de inversin, la regulacin de los flujos

    monetarios a travs de los bancos centrales... Economa y sociedad

    se articulaban as a travs del papel mediador del Estado, motor de la

    economa, principal agente de los servicios asistenciales, instancia

    redistribuidora por antonomasia, centro de apropiacin en la co-

    munidad. De este modo la poltica pas a ocupar el puesto de man-

    do. El sistema poltico deba garantizar a la vez la libertad de los ciu-

    dadanos y promover su igualdad mediante un reparto ms justo de la

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    riqueza y de las rentas obtenidas mediante el sistema fiscal. En unos

    pases fueron los partidos socialdemcratas quienes desarrollaron

    este nuevo modelo de gobierno, mientras que en otros el prota-

    gonismo correspondi a los democristianos, e incluso a los conserva-dores, lo que prueba la comn voluntad de las naciones democrticas

    de preservar a toda costa el espacio social tras la segunda guerra

    mundial. Los fallos ms destacados de la sociedad econmica en la

    que vivimos son su fracaso en proporcionar pleno empleo y su arbi-

    traria y desigual distribucin de la riqueza y de las rentas escriba

    Keynes en el ltimo captulo de su Teora general de la ocupacin, el

    inters y el dinero (1935). La regulacin econmica desde el Estado se

    mostraba pues como la solucin providencial.

    No hubo que esperar a la crisis del petrleo, tras la dcada prodi-

    giosa, para que surgiesen los problemas, pese a que esa crisis y los

    cambios que en estos diez ltimos aos se han sucedido ante nues-

    tros ojos hayan contribuido a idealizar la memoria de tiempos pasa-

    dos en aquellos pases que no padecieron dictaduras. En 1956 C.

    Wright Mills escriba La lite del poder para referirse a la poderosa

    minora reinante en los Estados Unidos de Amrica, a esas jerarquasque controlan el Estado, las empresas econmicas y el ejrcito y se

    arrogan en exclusiva las grandes decisiones. Este tringulo acapara-

    dor de poder constituye el directorio que mina el poder social de los

    ciudadanos. En la sociedad de masas, las muchedumbres solitarias se

    ven asistidas y controladas por organizaciones e instituciones buro-

    cratizadas y distantes que las reducen a la condicin de sujetos some-

    tidos. El homo psycologicus, preocupado sobre todo por su salud y su

    seguridad, y enquistado en el narcisismo, toma as el relevo del homo

    oeconomicus. La amenaza neoliberal no debe pues eclipsar las reali-

    dades ya que el Estado del Bienestar descansa en un sistema de fun-

    cionamiento antidemocrtico, ms prximo al despotismo ilustrado

    todo para el pueblo pero sin el pueblo que al ideal de una socie-

    dad participativa y autogestionada. Si el discurso del retorno de la

    sociedad civil puede gozar hoy de alguna credibilidad ello se debe a

    que se nutre, como si fuese la nica opcin posible, de la organiza-

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 15

    cin piramidal y corporativa de las instituciones, as como de los des-

    ajustes existentes en el funcionamiento de los servicios pblicos.

    En el momento actual, cuando Europa cuenta con decenas de mi-

    llones de parados, cuando se extiende el trabajo precario, la insegu-ridad social, y crecen sin cesar las desigualdades entre los grupos y

    las clases sociales, as como la distancia entre los pases ricos y los

    pobres, retornan los cnticos laudatorios al mercado, al individuo y a

    la cultura empresarial en nombre de un redivivo neoliberalismo. Las

    multinacionales imponen su ley a los gobiernos que, en un clima de

    internacionalizacin del capital, no saben cmo resover el dilema que

    el desempleo y la crisis generan en una espiral infernal: promover lainversin de capitales y asegurar a los inversores la obtencin de

    excedentes al precio de un abaratamiento de la mano de obra, con-

    tratacin temporal, exenciones fiscales, limitacin de derechos labo-

    rales y sindicales, en suma imponiendo la degradacin de las condi-

    ciones de empleo, o bien, resistir ese chantaje de los inversores

    haciendo valer derechos sociales fundamentales, fomentando la de-

    mocracia obrera y velando por el cumplimiento del derecho laboral al

    precio de dejar de presentar un aliciente para la inversin de los capi-talistas con la consiguiente agudizacin de los problemas de desem-

    pleo, depauperizacin y fuga de capitales. El capital no tiene patria,

    tampoco tiene corazn; es como un tejido canceroso que crece dilu-

    yendo lo social, aniquilndolo.

    El principal mrito de la obra de Karl Polanyi consiste en desen-

    mascarar histricamente ese chantaje econmico que utiliza a la so-

    ciedad como rehn. Es preciso romper el falso dilema planteado entrminos economicistas, descubrir en las nuevas apologas del mer-

    cado autorregulador el retorno de los viejos fantasmas del pasado, es

    preciso, en consecuencia, promover el socialismo a escala nacional e

    internacional porque lo que est en juego no es simplemente la de-

    fensa de la clase obrera sino una cuestin de vida o muerte para la

    humanidad.

    Los proyectos de creacin de un espacio social europeo, los pro-

    cesos de democratizacin que se estn operando con altibajos en los

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 16

    pases del socialismo real, el empuje de movimientos democrticos

    en pases del Tercer Mundo, son algunos signos que nos ayudan a

    encarar el futuro y que contrastan con el auge del fundamentalismo

    religioso, las tramas negras de la corrupcin, el esplendor del capita-lismo especulativo y del narcisismo nmada. La gran transformacin

    sienta las bases de un proyecto socialista porque de los anlisis reali-

    zados por Karl Polanyi se desprende la necesidad de buscar nuevas

    maneras de vivir acordes con una sociedad cada vez ms libre, justa e

    igualitaria, en suma, con una sociedad democrtica de economa

    planificada que defender conscientemente el objetivo de la supervi-

    vencia de la humanidad.

    Fernando Alvarez-Ura y Julia Vrela

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 17

    Primera parte

    EL SISTEMA

    INTERNACIONAL

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 18

    Captulo 1

    LA PAZ DE LOS CIEN AOS

    La civilizacin del siglo XIX se ha derrumbado. Este libro trata de

    los orgenes polticos y econmicos de este suceso as como de la

    gran transformacin que ha provocado.

    La civilizacin del siglo XIX se asentaba sobre cuatro instituciones.

    La primera era el sistema de equilibrio entre las grandes potencias

    que, durante un siglo, impidi que surgiese entre ellas cualquier tipode guerra larga y destructora. La segunda fue el patrn-oro interna-

    cional en tanto que smbolo de una organizacin nica de la eco-

    noma mundial. La tercera, el mercado autorregulador que produjo

    un bienestar material hasta entonces nunca soado. La cuarta, en fin,

    fue el Estado liberal. Podemos agrupar estas instituciones sealando

    que dos de ellas eran econmicas y dos polticas. Si adoptamos otro

    criterio de clasificacin nos encontramos con que dos eran nacionales

    y dos internacionales. Pero en todo caso estas cuatro institucionesconfieren a la historia de nuestra civilizacin sus principales carac-

    tersticas.

    El patrn-oro, entre todas ellas, ha sido reconocido como de una

    importancia decisiva; su cada fue la causa inmediata de la catstrofe.

    Cuando se desplom, la mayora de las otras instituciones ya haban

    sido sacrificadas en un esfuerzo estril para salvarlo.

    La fuente y la matriz del sistema se encuentra sin embargo en elmercado autorregulador. Es justamente su nacimiento lo que hizo

    posible la formacin de una civilizacin particular. El patrn-oro fue

    pura y simplemente una tentativa para extender al mbito interna-

    cional el sistema del mercado interior; el sistema de equilibrio entre

    las potencias fue a su vez una superestructura edificada sobre el

    patrn-oro que funcionaba, en parte, gracias a l; y el Estado liberal

    fue, por su parte, una creacin del mercado autorregulador. La clave

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 19

    del sistema institucional del siglo XIX se encuentra, pues, en las leyes

    que gobiernan la economa de mercado.

    La tesis defendida aqu es que la idea de un mercado que se re-

    gula a s mismo era una idea puramente utpica. Una institucin co-mo sta no poda existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia

    humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin

    transformar su ecosistema en un desierto. Inevitablemente la socie-

    dad adopt medidas para protegerse, pero todas ellas comprometan

    la autorregulacin del mercado, desorganizaban la vida industrial y

    exponan as a la sociedad a otros peligros. Justamente este dilema

    oblig al sistema de mercado a seguir en su desarrollo un determi-nado rumbo y acab por romper la organizacin social que estaba

    basada en l.

    Esta explicacin de una de las crisis ms profundas que han exis-

    tido en la historia de la humanidad puede parecer demasiado simple.

    Nada resulta ms absurdo en apariencia que intentar reducir una

    civilizacin, su sustancia y su ethos, a un nmero inmutable de insti-

    tuciones entre las cuales una sera la fundamental, as como partir de

    esta comprobacin para demostrar que la autodestruccin de esta

    civilizacin era un hecho ineluctable derivado de una determinada

    cualidad tcnica de su organizacin econmica. Las civilizaciones,

    como la vida misma, nacen de la interaccin de un gran nmero de

    factores independientes que, por regla general, no pueden reducirse

    a instituciones claramente definidas. Tratar por tanto de objetivar y

    definir un mecanismo institucional que explique la decadencia de una

    civilizacin puede parecer una empresa disparatada. No obstante,esto es lo que nosotros pretendemos hacer, y al hacerlo adaptamos

    conscientemente nuestro objetivo a la extrema particularidad del

    problema a estudiar, ya que la civilizacin del siglo XIX fue nica en el

    sentido de que reposaba sobre un mecanismo institucional muy de-

    terminado y especfico.

    Las explicaciones no resultarn aceptables a no ser que ayuden a

    comprender el carcter imprevisto del cataclismo que entonces tuvo

    lugar. En un momento dado, un torrente de acontecimientos se pre-

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 20

    cipit sobre la humanidad como si las fuerzas del cambio hubiesen

    estado contenidas durante un siglo. Una transformacin social de

    carcter planetario condujo a guerras de una intensidad sin prece-

    dentes, en el curso de las cuales una veintena de Estados se destroza-ron con estrpito. La silueta de nuevos imperios surgi de un ocano

    de sangre. Pero este hecho, de una violencia demonaca, no hizo ms

    que ocultar una corriente de cambios rpidos y silenciosos que, con

    frecuencia, engullen el pasado sin que tan slo un repliegue entor-

    pezca su marcha. Un anlisis razonado de la catstrofe debe dar

    cuenta a la vez de esta accin tempestuosa y de esta disolucin tran-

    quila.

    No emprendemos aqu un trabajo histrico. Lo que investigamos

    no es una secuencia convincente de sucesos relevantes, sino una

    explicacin de su tendencia en funcin de las instituciones humanas.

    Nos sentiremos pues con la libertad de detenernos en las escenas del

    pasado, con el nico objeto de proyectar luz sobre los problemas del

    presente. Analizaremos detalladamente perodos crticos, y relega-

    remos casi completamente las fases intermedias. Con este nico ob-

    jetivo nos adentraremos en territorios propios de disciplinas diferen-tes.

    Empezaremos por tratar el derrumbamiento del sistema interna-

    cional. Intentaremos mostrar que el sistema de equilibrio entre po-

    tencias no poda asegurar la paz una vez desestabilizada la economa

    mundial sobre la que este sistema se asentaba. Esto explica el carc-

    ter brusco de la ruptura y la inconcebible rapidez de la descomposi-

    cin.Si bien el desencadenante del hundimiento de nuestra civilizacin

    ha sido el fracaso de la economa mundial, ste no ha sido la nica

    causa. Sus orgenes se remontan a hace ms de cien aos, a la con-

    mocin social y tcnica producida cuando naci en Europa Occidental

    la idea de un mercado autorregulador. Es en nuestra poca cuando

    esta aventura se ha visto consumada y con ella se cierra una fase

    especfica de la historia de la civilizacin industrial.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 21

    En la ltima parte del libro nos ocuparemos del mecanismo que

    ha guiado el cambio social y nacional en nuestra poca. Considera-

    mos que, en trminos generales, es preciso definir la condicin pre-

    sente del hombre en funcin de los orgenes institucionales de lacrisis.

    En el siglo XIX se produjo un fenmeno sin precedentes en los

    anales de la civilizacin occidental: los cien aos de paz comprendi-

    dos entre 1815 y 1914.

    Si exceptuamos la guerra de Crimea acontecimiento ms o me-

    nos colonial Inglaterra, Francia, Prusia, Austria, Italia y Rusia no

    entraron en guerra entre ellas ms que dieciocho meses en total. Siconsideramos los dos siglos precedentes se obtiene para cada pas

    una media de sesenta o setenta aos de guerras importantes. Pero

    incluso la ms feroz de las conflagraciones del siglo XIX, la guerra

    entre Francia y Prusia, de 1870-71, finaliz en menos de un ao

    cuando la nacin vencida entreg una suma inslita a ttulo de in-

    demnizacin, y ello sin que las monedas afectadas sufriesen ningn

    cambio.

    Este triunfo del pacifismo no excluye sin duda la existencia de

    graves motivos de conflicto. Esta gran parada pacfica ha estado

    acompaada de cambios casi continuos en la situacin interior y ex-

    terior de las naciones poderosas y de los grandes imperios. Durante

    la primera mitad del siglo XIX las guerras civiles y las intervenciones

    revolucionarias y contrarrevolucionarias estuvieron a la orden del

    da. En Espaa, bajo el Duque de Angulema, cien mil hombres toma-

    ron Cdiz por asalto. En Hungra la revolucin magiar amenaz condestruir el propio imperio y fue definitivamente aplastada por un

    ejrcito ruso que combati en suelo hngaro. Intervenciones arma-

    das en Alemania, Blgica, Polonia, Suiza, Dinamarca y Venecia pusie-

    ron de relieve la omnipresencia de la Santa Alianza. Durante la se-

    gunda mitad del siglo XIX la dinmica del progreso se vio liberada: los

    imperios otomano, egipcio y jerifiano se desplomaron o fueron des-

    membrados; ejrcitos de invasin obligaron a China a abrir sus puer-

    tas a los extranjeros; y un gigantesco golpe de mano permiti el re-

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 22

    parto del continente africano. Simultneamente dos potencias, los

    Estados Unidos y Rusia, adquirieron una importancia mundial. Ale-

    mania e Italia obtuvieron su unidad nacional. Blgica, Grecia, Ruma-

    nia, Bulgaria, Servia y Hungra adquirieron o recobraron su lugar deEstados soberanos en el mapa europeo. Una serie casi incesante de

    guerras abiertas acompa la penetracin de la civilizacin industrial

    en el mbito de las culturas en declive o de los pueblos primitivos.

    Las conquistas militares rusas en Asia central, las innumerables gue-

    rras de Inglaterra en la India y en frica, las hazaas de Francia en

    Egipto, Argelia, Tnez, Siria, Madagascar, Indochina y Siam crearon

    entre las potencias problemas que, por regla general, nicamente la

    fuerza poda arbitrar. Y, sin embargo, cada uno de estos conflictos

    permaneci localizado, mientras que las grandes potencias bloquea-

    ban, mediante su accin conjunta, o hacan abortar, mediante com-

    promisos innumerables, nuevas ocasiones de cambios violentos. Los

    mtodos podan cambiar, el resultado era siempre el mismo. Mien-

    tras que en la primera mitad del siglo XIX el constitucionalismo se

    eriga en estandarte y la Santa Alianza haba suprimido la libertad en

    nombre de la paz, a lo largo de la segunda mitad del siglo, los ban-queros, ansiosos de hacer negocios, impusieron constituciones a

    dspotas turbulentos y ello siempre en nombre de la paz. De

    este modo, bajo formas distintas y en nombre de ideologas perma-

    nentemente cambiantes unas veces en nombre del progreso y de

    la libertad, otras invocando la autoridad del trono y del altar, a veces

    mediante la bolsa y el carnet de cheques, otras sirvindose de la co-

    rrupcin y del trapicheo, en ocasiones utilizando incluso el argu-

    mento moral y recurriendo a la opinin ilustrada, y, por ltimo, ape-lando al abordaje y a las bayonetas se obtena un nico y mismo

    resultado: se mantena la paz.

    Esta proeza casi milagrosa provena del juego de equilibrio entre

    las potencias que tuvo en este caso un resultado que habitualmente

    no tiene. Este equilibrio normalmente obtiene un resultado comple-

    tamente diferente, es decir, la supervivencia de cada una de las po-

    tencias implicadas. De hecho este juego de fuerzas se asienta en el

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 23

    postulado segn el cual tres unidades o ms, capaces de ejercer po-

    der, se comportarn siempre de modo que se combine el poder de

    las unidades ms dbiles contra el crecimiento de poder de la unidad

    ms fuerte. En el territorio de la historia universal el equilibrio entrepotencias afectaba a los Estados, en la medida en que contribua a

    mantener su independencia. Este fin no se consegua, sin embargo,

    ms que a travs de una guerra continua entre asociados cambian-

    tes. Un ejemplo de esto es la prctica de los Estados-ciudades de la

    Antigua Grecia o de la Italia del Norte: guerras entre grupos cambian-

    tes de combatientes mantuvieron la independencia de estos Estados

    durante largos perodos. La accin de este mismo principio salva-

    guard durante ms de doscientos aos la soberana de los Estados

    que formaban Europa en la poca del tratado de Mnster y de Wets-

    falia (1648). Cuando, sesenta aos ms tarde, los signatarios del tra-

    tado de Utrecht declararon que se adheran formalmente a este prin-

    cipio, constituyeron por este medio un sistema y crearon as, tanto

    para el fuerte como para el dbil, garantas mutuas de supervivencia

    sirvindose de la guerra. En el siglo XIX, el mismo mecanismo condujo

    ms bien a la paz que a la guerra, lo que plantea un problema quesupone un desafo para el historiador.

    Adelantemos que el factor que supuso una innovacin radical fue

    la aparicin de un partido de la paz muy activo. Tradicionalmente un

    grupo de este tipo era considerado algo extrao al sistema estatal. La

    paz, con sus consecuencias para las artes y los oficios, era valorada

    habitualmente como algo equivalente a los simples ornamentos de la

    vida. La Iglesia poda rezar por la paz del mismo modo que lo haca

    por una abundante cosecha, pero en lo que se refiere a la accin del

    Estado, ste no dejaba de sostener la intervencin armada. Los go-

    biernos subordinaban la paz a la seguridad y a la soberana, es decir,

    a objetivos que no podan conseguirse ms que recurriendo a medios

    extremos. Se consideraba que existan pocas cosas ms perjudiciales

    para una comunidad que la existencia en su seno de un grupo organi-

    zado de partidarios de la paz. Todava en la segunda mitad del siglo

    XVIII Juan Jacobo Rousseau arremeta contra los negociantes por su

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 24

    falta de patriotismo, ya que los consideraba sospechosos de preferir

    la paz a la libertad.

    Despus de 1815 el cambio fue rpido y completo. Los alborotos

    de la Revolucin francesa reforzaron la marea ascendente de la Re-volucin industrial para hacer del comercio pacfico un objetivo de

    inters universal. Metternich proclama que lo que quieren los pue-

    blos de Europa no es la libertad, es la paz. Gentz califica a los patrio-

    tas de nuevos brbaros. La Iglesia y el trono emprenden la desnacio-

    nalizacin de Europa. Sus argumentos parten de la ferocidad de la

    guerra bajo sus nuevas formas populares y del valor enorme que

    representa la paz para las economas nacientes.Los portavoces del nuevo inters por la paz eran, como es

    habitual, aquellos que se beneficiaban ms de ella, es decir, ese car-

    tel de soberanos y de seores feudales cuya situacin patrimonial se

    vea amenazada por la ola revolucionaria de patriotismo que anegaba

    el continente. Durante casi un tercio de siglo la Santa Alianza propor-

    cion as la fuerza coercitiva y la impulsin ideolgica necesaria para

    una poltica de paz activa. Sus ejrcitos recorran Europa reprimiendo

    a las minoras y yugulando a las mayoras. Desde 1846 hasta aproxi-

    madamente 1871 uno de los cuartos de siglo ms confusos y ms

    densos de la historia europea1 la paz fue no obstante menos sli-

    da, las fuerzas decadentes de la reaccin se enfrentaron entonces

    con las de la industrializacin ascendente. En el cuarto de siglo que

    sucedi a la guerra franco-prusiana se asiste a un renacimiento del

    inters por la paz, representado por una nueva y pujante entidad: el

    Concierto europeo.Los intereses, sin embargo, al igual que las intenciones, se que-

    dan en un plano necesariamente platnico si ciertos resortes sociales

    no los retraducen al mbito poltico. Aparentemente faltaba este

    instrumento de transformacin. La Santa Alianza y el Concierto euro-

    peo no eran, en ltima instancia, ms que simples asociaciones de

    Estados soberanos independientes; dependan pues del equilibrio

    1 R. SONTAG, European Diplomatic History, 1871-1932, 1933.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 25

    entre las potencias y de sus mecanismos de guerra. Cmo preservar

    entonces la paz?

    Parece claro que todo sistema de equilibrio entre las potencias

    implica una tendencia a impedir aquellas guerras que nacen de laincapacidad de una determinada nacin para prever el realinea-

    miento entre las potencias que se producira como consecuencia de

    su tentativa para modificar el statu quo. Bismarck es un ejemplo bien

    conocido en este sentido, ya que fue l quien desconvoc en 1875, a

    partir de la intervencin de Rusia y Gran Bretaa, la campaa de

    prensa contra Francia (la ayuda austraca a esta nacin era conside-

    rada segura): en esta ocasin el Concierto europeo jug en contra deAlemania que se encontr aislada. En 1877-78 Alemania fue incapaz

    de prevenir una guerra ruso-turca, pero logr impedir que se exten-

    diese alimentando la envidia que senta Inglaterra ante la idea de un

    movimiento de Rusia hacia los Dardanelos: Alemania e Inglaterra

    apoyaron a Turqua contra Rusia y salvaron as la paz. En el Congreso

    de Berln se elabor un plan a largo plazo para la liquidacin de las

    posesiones europeas en el Imperio otomano lo que supuso suprimir

    la ocasin de guerras entre las grandes potencias a pesar de todaslas transformaciones ulteriores del statu quo, pues las partes impli-

    cadas podan prcticamente conocer por anticipado, y con seguridad,

    las fuerzas contra las que tendran que librar batalla. En todos estos

    casos la paz fue un agradable subproducto del sistema de equilibrio

    entre las potencias.

    Tambin aconteci que cuando el futuro de pequeas potencias

    estaba en juego se evitaron guerras suprimiendo deliberadamentelas causas. Las pequeas naciones eran mantenidas a raya con mano

    frrea y se les impeda alterar el statu quo cuando esto poda precipi-

    tar la guerra. En 1831 la invasin de Blgica por los holandeses consi-

    gui la neutralizacin de ese pas. En 1855 Noruega fue igualmente

    neutralizada. En 1867 Holanda vendi Luxemburgo a Francia y, ante

    la protesta de Alemania, Luxemburgo se convirti en un pas neutral.

    En 1856 la integridad del Imperio otomano fue declarada esencial

    para el equilibrio de Europa y el Concierto europeo intent mantener

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 26

    este Imperio. Cuando, despus de 1878, se consider necesaria su

    desintegracin para mantener ese mismo equilibrio, se procedi a su

    desmembramiento de un modo igualmente metdico, a pesar de que

    en ambos casos la decisin implicaba la vida o la muerte de muchospequeos pueblos. Entre 1852 y 1863 Dinamarca, y entre 1851 y

    1856 Alemania, amenazaron con poner en peligro el equilibrio cada

    vez que las grandes potencias forzaban a los pequeos Estados a

    someterse. Las grandes potencias utilizaron pues la libertad de accin

    que les ofreca el sistema para servir a un inters comn, que resul-

    taba ser la paz.

    Pero, a pesar de los ajustes oportunos de las relaciones de fuerza,y a pesar de la aceptacin impuesta a los pequeos Estados de la

    maciza paz de los Cien Aos, se estaba lejos de la prevencin puntual

    de las guerras. El desequilibrio internacional poda presentarse por

    innumerables causas desde un conflicto de amor dinstico hasta la

    canalizacin de un ro, desde una controversia teolgica hasta una

    invencin tcnica. El simple incremento de la riqueza y de la pobla-

    cin o, llegado el caso, su simple disminucin, poda desestabilizar a

    las fuerzas polticas y el equilibrio exterior reflejaba invariablementeel equilibrio interior. Incluso un sistema organizado de equilibrio en-

    tre las potencias no puede asegurar una paz que no se vea perma-

    nentemente amenazada por la guerra, ms que si es capaz de actuar

    directamente sobre los factores internos y de prevenir el desequili-

    brio in statu nascendi. Una vez que el movimiento de desequilibrio ha

    alcanzado dinamismo, entonces nicamente la fuerza puede frenarlo.

    Es un hecho generalmente admitido que, para asegurar la paz hay

    que eliminar las causas de la guerra, pero con frecuencia se olvida

    que para conseguir esto es preciso disponer del flujo de la vida en su

    origen mismo.

    La Santa Alianza encontr el medio de lograrlo con la ayuda de

    instrumentos propios. Los reyes y las aristocracias de Europa forma-

    ban una internacional de parentesco y la iglesia romana les propor-

    cionaba, en Europa meridional y central, un cuerpo de funcionarios

    devotos que iban desde el ms elevado nivel de la escala al ms bajo

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 27

    escaln de la sociedad. Las jerarquas de la sangre y de la gracia se

    unieron convirtindose en un instrumento de gobierno local eficaz

    que nicamente precisaba del apoyo de la fuerza para garantizar la

    paz continental.El Concierto europeo que sucedi a la Santa Alianza, estaba des-

    provisto, sin embargo, de esos tentculos feudales y clericales. Como

    mucho, constitua una federacin laxa cuya coherencia no poda

    equipararse a la obra de arte realizada por Metternich. Era raro que

    se pudiese convocar una reunin de grandes potencias, y sus envidias

    dejaban un amplio campo a la intriga, al cambio de corrientes y al

    sabotaje diplomtico. La accin militar conjunta no era frecuente. Y,sin embargo, lo que la Santa Alianza con su unidad perfecta de pen-

    samiento y accin no haba podido conseguir en Europa ms que

    mediante numerosas intervenciones armadas, la vaga entidad deno-

    minada Concierto europeo lo consigui a escala mundial gracias a una

    utilizacin menos frecuente y menos opresiva de la fuerza. Para ex-

    plicar este hecho sorprendente es preciso suponer que, oculto en el

    interior del nuevo dispositivo, estaba en actividad un poderoso re-

    sorte social capaz de desempear un papel comparable al que habandesempeado en el antiguo dispositivo las dinastas y los episcopa-

    dos a fin de hacer efectivo el inters de paz. Ese factor annimo era

    la haute finance.

    Hasta el presente no se ha realizado una investigacin global so-

    bre la naturaleza de la banca internacional en el siglo XIX, por lo que

    apenas esta misteriosa institucin surge del claroscuro de la mito-

    loga poltico-econmica.1

    Algunos han afirmado que se trataba deun simple instrumento de los gobiernos; otros que los gobiernos eran

    los instrumentos de su sed insaciable de beneficios; unos piensan que

    sembraba la discordia internacional y otros que vehiculaba un cos-

    mopolitismo afeminado que saboteaba la fuerza de las naciones viri-

    les. Nadie de los que as opinan se equivoca completamente. Las altas

    1 H. FEIS, Europe, the World's Banker, 1870-1914,1930. Hemos utilizado con fre-cuencia esta obra.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 28

    finanzas, institucin sui generis propia del ltimo tercio del siglo XIX y

    del primer tercio del siglo XX, funcionaron, durante este perodo co-

    mo el elemento de unin principal entre la organizacin poltica y la

    organizacin econmica mundiales. Esta institucin proporcion losinstrumentos de un sistema de paz internacional que fue construido

    con la ayuda de las grandes potencias pese a que stas, por s solas,

    no habran podido crearlo ni mantenerlo. Mientras que el Concierto

    europeo nicamente actuaba de forma intermitente, las altas finan-

    zas funcionaban como un agente permanente de carcter enorme-

    mente flexible. Independientes de los gobiernos particulares, incluso

    de los ms poderosos, las altas finanzas estaban en contacto con

    todos; independientes de los bancos centrales, incluido el Banco de

    Inglaterra, mantenan relaciones estrechas con ellos. Existan ntimas

    conexiones entre las finanzas y la diplomacia, y ni la una ni las otras

    elaboraban el ms mnimo plan a largo plazo, ya fuese pacfico o beli-

    coso, sin asegurarse de que existan buenas disposiciones por ambas

    partes. Y, a pesar de todo, el secreto del mantenimiento de la paz

    general resida, sin ninguna duda, en la posicin, la organizacin y las

    tcnicas de las finanzas internacionales.El personal, as como las motivaciones de este cuerpo singular, le

    conferan un estatuto que tena slidas races en la esfera privada del

    inters estrictamente comercial. Los Rothschild no estaban someti-

    dos a ningn gobierno nico. En tanto que familia encarnaban el

    principio abstracto del internacionalismo. Su lealtad constitua un

    pilar all donde el crdito, en una economa mundial en rpido creci-

    miento, se haba convertido en el nico lazo supranacional entre el

    poder poltico y el esfuerzo industrial. En ltimo trmino, su inde-

    pendencia responda a las necesidades de la poca, que reclamaba la

    existencia de un agente internacional que inspirase una misma con-

    fianza a los hombres de Estado nacionales y a los inversores interna-

    cionales: a esta necesidad vital la extraterritorialidad metafsica de

    una dinasta de banqueros judos, domiciliada en las capitales de Eu-

    ropa, le proporcion una solucin casi perfecta. Y no es que fuesen

    pacifistas, puesto que haban hecho su fortuna financiando guerras;

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 29

    eran impermeables a las consideraciones morales y no presentaban

    ninguna objecin frente a pequeas guerras, breves o localizadas por

    muy numerosas que fuesen. Pero si una guerra general entre las

    grandes potencias afectaba a los fundamentos monetarios del sis-tema, sus negocios sufriran las consecuencias. La propia lgica de las

    cosas les haba procurado la suerte de verse obligados a mantener las

    condiciones necesarias para la paz general en el corazn mismo de la

    transformacin revolucionaria a la que estaban sometidos los pue-

    blos del planeta.

    Desde el punto de vista de la organizacin, las altas finanzas cons-

    tituyeron el ncleo de una de las instituciones ms complejas que lahistoria humana haya producido. A pesar de su carcter transitorio

    en razn de su universalidad, y a pesar de la profusin de sus formas

    y de sus instrumentos, esta organizacin resulta nicamente compa-

    rable con el conjunto de las actividades industriales y comerciales de

    la humanidad, actividades de las que es en cierto modo el e spejo y la

    contrapartida. Si exceptuamos el centro internacional las altas fi-

    nanzas propiamente dichas nos encontramos con media docena de

    centros nacionales que gravitaban en torno a sus bancos de emisin ya sus bolsas. Adems, la banca internacional no se contentaba sim-

    plemente con financiar a los gobiernos en sus aventuras guerreras y

    pacficas, sino que se ocupaba tambin de invertir en el extranjero,

    concretamente en la industria, en los trabajos pblicos y en la banca,

    as como de conceder prstamos a largo plazo a sociedades extranje-

    ras pblicas y privadas. Repitmoslo, las finanzas nacionales eran un

    microcosmos. Inglaterra contaba, por su parte, con cerca de cin-

    cuenta tipos diferentes de bancos. La organizacin bancaria de Fran-

    cia y de Alemania tambin era especfica y en cada uno de estos pa-

    ses las prcticas del Ministerio de Finanzas, y sus relaciones con las

    finanzas privadas, variaban del modo ms sorprendente y con fre-

    cuencia haciendo gala de gran sutileza y detalle. El mercado del di-

    nero, al mismo tiempo que responda a las operaciones cotidianas y a

    otras especialidades de los agentes de cambio, era el lugar de paso

    de una multitud de efectos comerciales, de tratos con capitales ex-

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 30

    tranjeros, de efectos puramente financieros. La red se haca cada vez

    ms densa por la presencia de una variedad infinita de grupos nacio-

    nales y de personalidades, cada uno con su particular prestigio y po-

    sicin social de autoridad, con sus clientes, sus activos en dinero ycontratos, sus inversores y su aura social.

    Las altas finanzas no tenan la vocacin de ser un instrumento de

    paz. Esta funcin, como diran los historiadores, la asumieron acci-

    dentalmente, mientras que los socilogos posiblemente preferiran

    hablar de la ley de disponibilidad. El mvil de las altas finanzas era la

    ganancia. Para conseguirla era preciso mantenerse en buenas rela-

    ciones con los gobiernos cuyo objetivo era el poder y la conquista.Llegados a este punto podemos descuidar sin temor la distincin

    entre poder poltico y poder econmico, as como entre los objetivos

    econmicos y polticos de los gobiernos. De hecho lo que caracteri-

    zaba a los Estados-nacin de esta poca era la ausencia de un fun-

    damento real de esta distincin, pues cualesquiera que fuesen sus

    objetivos, los gobiernos se esforzaban por conseguirlos mediante la

    utilizacin y el desarrollo del poder nacional. Por otra parte la organi-

    zacin y el personal de las altas finanzas eran internacionales, sin ser,por consiguiente, completamente independientes de la organizacin

    nacional, ya que las altas finanzas, en tanto que centro que estimu-

    laba la participacin de los banqueros en las fusiones y consorcios, en

    los grupos de inversin, en los prstamos al extranjero, en las redes

    del control financiero o en otras transacciones de ambiciosa enver-

    gadura, estaban obligadas a buscar la cooperacin con la banca na-

    cional, con el capital nacional, con las finanzas nacionales. Aunque

    stas ltimas estuvieron generalmente menos sometidas al gobierno

    que la industria nacional, se encontraban, en gran medida, bajo su

    dependencia, por lo que las finanzas internacionales mostraron un

    vivo deseo de mantener contactos directos con los propios gobier-

    nos. Como, sin embargo en virtud de su posicin, de su personal,

    de su funcin privada y de sus relaciones, eran de hecho indepen-

    dientes de tal o cual gobierno particular, se encontraban en situacin

    de ponerse al servicio de un nuevo inters, carente de organizacin

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 31

    propia y para el que no exista ninguna otra institucin disponible, y

    que, adems, era de una importancia vital para la comunidad: la paz.

    No se trata de la paz incondicional, ni tampoco de una paz que impli-

    cara la renuncia de las potencias concernidas a la ms mnima par-cela de independencia, de soberana, de gloria adquirida o de aspira-

    ciones para el futuro, sino de la paz susceptible de ser obtenida sin

    tener que realizar sacrificios de ese tipo.

    As estaban las cosas. El poder prevaleca sobre el beneficio. Por

    muy profunda que fuese la interpenetracin entre ambos dominios, a

    fin de cuentas era la guerra quien dictaba su ley al comercio. Francia

    y Alemania, por ejemplo, eran naciones enemigas desde 1870, lo queno exclua que existiesen entre ellas prudentes transacciones. Se

    formaban consorcios bancarios circunstancialmente para conseguir

    objetivos transitorios; los bancos comerciales alemanes tenan em-

    presas situadas al otro lado de la frontera, participaciones que no

    constaban en los balances; en el mercado de prstamos a corto plazo

    los bancos franceses descontaban las letras de cambio y concedan

    prstamos a corto plazo sobre garantas subsidiarias y comerciales.

    Cuando existan inversiones directas, como suceda en el caso delconsorcio del hierro y del carbn o en el de la fbrica Thyssen en

    Normanda, se limitaban a regiones francesas bien delimitadas y sufr-

    an el fuego permanente de las crticas tanto nacionalistas como so-

    cialistas. Estas inversiones eran ms frecuentes en las colonias, como

    muestran los esfuerzos tenaces de Alemania para asegurarse en Ar-

    gelia mineral de alta calidad o la enmaraada historia de las partici-

    paciones en Marruecos. De todos modos, el hecho cierto es que en

    ningn momento, despus de 1870, fue suprimida en la bolsa de

    Pars la prohibicin oficial, aunque tcita, que pesaba sobre los valo-

    res alemanes. Francia simplemente eligi no arriesgarse, a compro-

    bar, como la fuerza del capital recibido en prstamo1 se volva con-

    tra ella. Austria tambin era sospechosa: durante la crisis marroqu

    de 1905-1906 la prohibicin se extendi a Hungra; los medios finan-

    1 H. FEIS, op cit., p. 201.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 32

    cieros parisinos clamaban por la admisin de los valores hngaros,

    pero los medios industriales sostenan un gobierno firmemente

    opuesto a hacer la menor concesin a un eventual antagonismo mili-

    tar. La rivalidad poltico-diplomtica continu sin tregua. Cualquieriniciativa susceptible de acrecentar el potencial del presunto enemigo

    chocaba con el veto del gobierno. En ocasiones pareca que el conflic-

    to haba llegado a su fin, pero los medios bien informados saban que

    simplemente se haba desplazado hacia puntos todava ms profun-

    dos, disimulados bajo las buenas relaciones de superficie.

    Pongamos otro ejemplo: las ambiciones de Alemania en Oriente.

    Aqu de nuevo la poltica y las finanzas se entremezclan, pero la pol-tica es la que prevalece. Tras un cuarto de siglo de querellas peligro-

    sas, Alemania e Inglaterra firmaron en junio de 1914 un compromiso

    global sobre los ferrocarriles de Bagdad. Algunos piensan que dema-

    siado tarde para impedir la Gran Guerra. Otros han sostenido, por el

    contrario, que la firma de este acuerdo probaba de forma conclu-

    yente que la guerra entre Inglaterra y Alemania no haba estado cau-

    sada por el choque de dos expansionismos econmicos. Ninguna de

    estas dos opiniones responde realmente a los hechos: en realidad elacuerdo dejaba sin resolver la cuestin principal. Segua siendo impo-

    sible prolongar la lnea del ferrocarril alemn ms all de Basora sin el

    consentimiento del gobierno britnico, y las zonas econmicas pre-

    vistas en el tratado no podan sino conducir en el futuro a una coli-

    sin frontal. Entre tanto las grandes potencias continuaban pre-

    parndose para el Gran Da, el cual estaba mucho ms cerca de lo

    que pensaban.1

    Las finanzas internacionales tuvieron que hacer frente a las ambi-

    ciones y a las intrigas contrarias de las grandes y de las pequeas

    potencias; sus proyectos se vean contrarrestados por las maniobras

    diplomticas, sus inversiones a largo plazo comprometidas, sus es-

    fuerzos constructivos frenados por el sabotaje poltico y por la obs-

    truccin subterrnea. Las organizaciones bancarias nacionales, sin las

    1 Cf. Comentarios sobre las fuentes.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 33

    cuales eran impotentes se convertan con frecuencia en cmplices de

    sus propios gobiernos, y no exista ningn plan slido si antes no se

    fijaba el botn de cada participante. Suceda sin embargo, tambin

    frecuentemente, que estas finanzas del poder no eran las vctimas,sino las beneficiaras de la diplomacia del dlar, punta de lanza dura

    en el campo de las finanzas, ya que el xito en los negocios implicaba

    el uso implacable de la fuerza contra los pases ms dbiles, la co-

    rrupcin generalizada de las administraciones atrasadas, la utilizacin

    para conseguir sus fines de todos los medios clandestinos familiares a

    la jungla colonial y semicolonial. Y, sin embargo, cay en suerte a las

    altas finanzas por determinacin funcional el impedir las guerras ge-

    nerales. En estas guerras la amplia mayora de los que detentaban

    valores de Estado, as como los otros inversores y negociantes, esta-

    ban condenados a ser los primeros perdedores, sobre todo si las mo-

    nedas se vean afectadas. La influencia ejercida por las altas finanzas

    sobre las grandes potencias, fue constantemente favorable a la paz

    europea; y como los propios gobiernos dependan por ms de una

    razn de su cooperacin, esta influencia fue eficaz. En consecuencia

    el partido de la paz no dej de estar representado en los consejos delConcierto europeo en ningn momento. Si a esto aadimos el creci-

    miento del inters por la paz en el interior de cada nacin, en la que

    la costumbre de invertir se haba afianzado, comenzaremos a com-

    prender por qu la temible innovacin representada por la paz ar-

    mada de docenas de Estados prcticamente movilizados, ha podido

    cernirse sobre Europa desde 1871 hasta 1914 sin que en ese lapso de

    tiempo estallase una conflagracin devastadora.

    Las finanzas (uno de los canales de influencia) jugaron el papel de

    un poderoso moderador en los consejos y en las polticas de un cierto

    nmero de pequeos Estados soberanos: los prstamos y su renova-

    cin, dependan de sus crditos, y stos de su buena conducta. Como

    el comportamiento, en un rgimen constitucional (los que no lo eran

    estaban mal vistos) se refleja en el presupuesto, y como el valor exte-

    rior de la moneda no puede ser disociado de la valoracin concedida

    a ese presupuesto, los gobiernos endeudados haban sido advertidos

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 34

    para que vigilasen cuidadosamente sus cambios y evitasen determi-

    nadas polticas que podan poner en peligro la solidez de la situacin

    presupuestaria. Esta til mxima se converta en una regla de con-

    ducta apremiante una vez que un pas adoptaba el patrn-oro, lo quelimitaba al mximo las fluctuaciones tolerables. El patrn-oro y el

    constitucionalismo fueron los instrumentos que llevaron la voz de la

    City de Londres a numerosos pases pequeos que haban adoptado

    esos smbolos de adhesin al nuevo orden internacional. Si bien la

    Pax Britannica, para mantener su dominacin, se vio obligada a veces

    a echar mano de los prestigios amenazadores de los caones de los

    navios de guerra, se impuso, sin embargo, mucho ms frecuente-

    mente tirando de los hilos de la red monetaria internacional.

    La influencia de las altas finanzas estaba tambin asegurada por

    el hecho de que gestionaba oficiosamente las finanzas de vastas re-

    giones semicoloniales y entre ellas los imperios decadentes del Islam,

    situados en la zona enormemente explosiva del Medio Oriente y del

    frica del Norte. Fue all donde el trabajo cotidiano de los financieros

    jug con los factores sutiles que subyacen al orden internacional,

    proporcionando una administracin de facto a esas regiones inesta-bles en donde la paz era muy vulnerable. De este modo, las numero-

    sas condiciones previas planteadas a las inversiones de capital a largo

    plazo en esas regiones pudieron ser cumplidas superando obstculos

    casi insalvables. La epopeya de la construccin de los ferrocarriles en

    los Balcanes, en Anatolia, Siria, Persia, Egipto, Marruecos y China es

    una historia de resistencia fsica sembrada de incidentes que le dejan

    a uno sin respiracin: esta odisea recuerda las proezas del mismo

    tipo que conoci el continente Norteamericano. El principal peligro

    que acechaba a los capitalistas europeos no era sin embargo el fra-

    caso tcnico-financiero sino la guerra no una guerra entre pases

    pequeos (se los poda aislar fcilmente), ni una guerra declarada a

    un pequeo pas por una gran potencia (accidente frecuente y por lo

    general muy cmodo), sino una guerra general entre las mismas

    grandes potencias. Europa no era un continente vaco y en ella

    habitaban por millones viejos pueblos y pueblos jvenes: todo nuevo

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 35

    ferrocarril deba atravesar fronteras de una solidez variable y algunas

    de ellas podan verse fatalmente debilitadas por este contacto, mien-

    tras que otras se vean reforzadas de un modo importante. nica-

    mente la mano de hierro que las finanzas hacian pesar sobre los go-biernos postrados de regiones atrasadas podan aplazar la catstrofe.

    Cuando en 1875 Turqua incumpli sus compromisos financieros,

    estallaron inmediatamente conflictos militares que duraron desde

    1876 hasta 1878, ao en el que se firm el Tratado de Berln. Durante

    los treinta y seis aos posteriores, la paz fue mantenida. Esta llama-

    tiva paz fue hecha efectiva por el decreto de Muharren (1881) que

    estableci la Deuda otomana en Constantinopla. Los representantesde las altas finanzas fueron los encargados de gestionar el conjunto

    de las finanzas turcas. En numerosos casos, formulaban compromisos

    entre las potencias; en otros, impedan a Turqua suscitar dificultades

    por su propia cuenta; algunas veces, se convirtieron simplemente en

    agentes polticos de las potencias; en fin, en todos los casos sirvieron

    a los intereses financieros de los acreedores y, en la medida de lo

    posible, a los capitalistas que intentaban obtener beneficios en Tur-

    qua. Esta tarea se complic enormemente por el hecho de que laComisin de la Deuda era no tanto un cuerpo representativo de in-

    tereses privados cuanto un organismo de derecho pblico europeo

    en el que las altas finanzas se haban establecido nicamente de un

    modo oficioso. Pero fue precisamente esta capacidad anfibia lo que

    les permiti superar la fosa existente entre la organizacin poltica y

    la organizacin econmica de la poca.

    Ahora el comercio estaba ligado a la paz. En el pasado la organi-zacin del comercio haba sido militar y guerrera, era la otra cara del

    pirata, del corsario, de la caravana armada, del cazador y del cua-

    trero, de los comerciantes portadores de dagas, de la burguesa ur-

    bana armada, de los aventureros y de los exploradores, de los colo-

    nos y de los conquistadores, de los cazadores de hombres, de los

    traficantes de esclavos y de los ejrcitos coloniales de las compaas

    por contrata. Todo esto haba sido, sin embargo, olvidado. El comer-

    cio dependa desde ahora de un sistema monetario internacional que

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 36

    no poda funcionar si se produca una guerra general. Para el comer-

    cio era, pues, necesaria la paz, y las grandes potencias se esforzaban

    en mantenerla. Pero, como hemos sealado, el sistema de equilibrio

    entre las grandes naciones no poda por s mismo asegurarla. Lasfinanzas internacionales constituan una buena muestra, por su pro-

    pia existencia, del principio de la nueva dependencia en la que se

    encontraba el comercio en relacin a la paz.

    Nos hemos habituado a pensar con demasiada facilidad la expan-

    sin del capitalismo como un proceso poco pacfico y a ver en el capi-

    tal financiero el principal instigador de innumerables crmenes colo-

    niales y de agresiones expansionistas. Sus relaciones ntimas con laindustria pesada hicieron a Lenin afirmar que el capital financiero era

    responsable del imperialismo, y ms concretamente, de luchas por

    las esferas de influencia, por las concesiones, por los derechos de

    extraterritorialidad, as como de las innumerables formas con las que

    las potencias occidentales ahogaban a las regiones atrasadas a fin de

    invertir en ferrocarriles, trabajos pblicos, puentes y otras instalacio-

    nes permanentes de las que sacaban beneficios las industrias pesa-

    das. En realidad, el comercio y las finanzas fueron responsables denumerosas guerras coloniales, pero se les debe tambin el haber

    evitado un conflicto general. Sus relaciones con la industria pesada,

    que nicamente en Alemania fueron particularmente estrechas, ex-

    plican uno y otro fenmeno. El capital financiero, organizacin que

    patrocinaba a la industria pesada, contaba con suficientes amarras en

    las diversas ramas industriales para permitir que un solo grupo de-

    terminase su poltica. Por cada inters vinculado a la guerra exista

    una docena de ellos que se vean desfavorablemente afectados por

    ella. El capital internacional estaba naturalmente avocado a ser el

    perdedor en caso de guerra, pero las propias finanzas nacionales

    nicamente podan sacar excepcionalmente beneficios como ocu-

    rri con frecuencia con decenas de guerras coloniales siempre y

    cuando los conflictos se mantuviesen localizados. Cada guerra, o casi

    cada guerra, fue organizada por los financieros, pero stos organiza-

    ban tambin la paz.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 37

    La naturaleza al desnudo de este sistema estrictamente pragm-

    tico, que se empeaba con ahinco en evitar una guerra general, al

    mismo tiempo que permita el ejercicio tranquilo de los negocios a

    travs de una secuencia ininterrumpida de guerras menores, en-contr su mejor ilustracin en los cambios que dicho sistema apor-

    taba al derecho internacional. En el mismo momento en que el na-

    cionalismo y la industria tendan claramente a una mayor ferocidad y

    generalizacin de las guerras, se elaboraban tambin garantas efec-

    tivas para que el comercio pacfico pudiese continuar en tiempo de

    guerra. Federico el Grande es conocido por haber rechazado en

    represalia legitimar en 1752 el prstamo silesiano realizado por

    britnicos .1 Ninguna tentativa de este tipo fue realizada de nuevo,

    dice Hershey. Las guerras de la Revolucin francesa nos ofrecen los

    ltimos ejemplos importantes de confiscacin de bienes privados

    pertenecientes a sujetos enemigos que se encontraban en territorio

    beligerante en el momento en que empezaron las hostilidades.

    Despus del comienzo de la guerra de Crimea, los navios comerciales

    enemigos obtuvieron permiso para abandonar los puertos, prctica a

    la que se adhirieron durante los cincuenta aos siguientes Prusia,Francia, Rusia, Turqua, Espaa, Japn y Estados Unidos. A partir de

    los comienzos de la guerra el comercio entre beligerantes goz de

    una indulgencia especial. Y as, por ejemplo, durante la guerra his-

    pano-americana buques neutrales cargados de mercancas y per-

    tenecientes a los americanos que no provenan de contrabando de

    guerra, zarpaban hacia los puertos espaoles. Constituye un prejuicio

    pensar que las guerras del siglo XVIII eran a todas luces menos des-

    tructivas que las del XIX. El siglo XIX, en lo que se refiere al estatutode los enemigos, a la devolucin de los crditos detentados por ciu-

    dadanos hostiles, a sus bienes, o al derecho de abandonar los puertos

    del que gozaban los barcos comerciales del adversario, supuso un

    giro decisivo en favor de medidas destinadas a salvaguardar el sis-

    1 A. S. HERSHEY, Essentials of International Public Law and Organization, 1927,pp. 565-569.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 38

    tema econmico en tiempos de guerra. El siglo XX invertir esta ten-

    dencia.

    De esta forma, la nueva organizacin de la vida econmica sirvi

    de trasfondo a la paz de los Cien Aos. En el primer perodo, las cla-ses medias nacientes fueron sobre todo una fuerza revolucionaria

    que pona en peligro la paz, como se puso de relieve en las conmo-

    ciones provocadas por Napolen; precisamente contra este nuevo

    factor de conflictos nacionales organiz la Santa Alianza su paz reac-

    cionaria. En el segundo perodo, sali victoriosa la nueva economa.

    En lo sucesivo las clases medias sern portadoras de un inters por la

    paz mucho ms poderoso que el de sus predecesores reaccionarios,inters que mantena el carcter nacional-internacional de la nueva

    economa. En ambos casos, sin embargo, el inters por la paz no se

    hizo efectivo ms que cuando se logr que el sistema de equilibrio de

    las finanzas se pusiese a su servicio, al otorgar a este sistema rganos

    sociales capaces de tratar directamente con las fuerzas interiores

    activas en el campo de la paz. En tiempos de la Santa Alianza estos

    rganos eran la feudalidad y los tronos, sostenidos por el poder espi-

    ritual y material de la Iglesia; en la poca del Concierto europeo lofueron las finanzas internacionales y los sistemas bancarios naciona-

    les aliados a l. No es necesario insistir en esta distincin. Durante la

    paz de los Treinta Aos (1816-1848), Gran Bretaa reclamaba ya la

    paz y el comercio, y la Santa Alianza no despreciaba la ayuda de los

    Rothschild. Con el Concierto europeo, repitmoslo una vez ms, las

    finanzas internacionales necesitaron con frecuencia asentarse sobre

    sus relaciones dinsticas y aristocrticas. Pero estos hechos tienden

    simplemente a reforzar nuestra tesis, segn la cual, la paz fue en

    cada ocasin salvaguardada no simplemente gracias a la intervencin

    de las cancilleras de las grandes potencias, sino con la ayuda de or-

    ganizaciones concretas puestas al servicio de intereses generales. En

    otros trminos, el sistema de equilibrio de las potencias pudo hacer

    que se evitasen las conflagraciones generales nicamente porque

    exista el trasfondo de la nueva economa. Pero la obra del Concierto

    europeo fue incomparablemente ms importante que la de la Santa

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 40

    para funcionar, el equilibrio entre las potencias fue puesto a su servi-

    cio. Si se hubiese suprimido este sistema econmico, el inters por la

    paz habra desaparecido de la poltica. Eliminado este sistema, des-

    aparecera la causa que suscitaba semejante inters y la posibilidadmisma de salvaguardar la paz. El xito del Concierto europeo, nacido

    de las necesidades de la nueva organizacin internacional de la eco-

    no-ma, deba inevitablemente llegar a su fin con la disolucin de la

    misma.

    La era de Bismarck (1861-1890) conoci el Concierto europeo en

    su mximo esplendor. En el curso de los dos decenios que siguieron

    inmediatamente al ascenso de Alemania al estatuto de gran potencia,esta nacin fue la principal beneficiaria del inters por la paz. Alema-

    nia logr abrirse camino hasta ocupar los primeros rangos en detri-

    mento de Austria y de Francia; la beneficiaba, pues, mantener el sta-

    tu quo y evitar una guerra que no poda ser ms que una guerra de

    revancha dirigida contra ella. Bismarck propugn deliberadamente la

    idea de la paz como proyecto comn de las potencias y esquiv los

    compromisos que habran podido coaccionar a Alemania a abando-

    nar su posicin de potencia de paz. El canciller alemn se opuso a lasambiciones expansionistas en los Balcanes y ultramar; emple con

    constancia el arma del librecambio contra Austria e incluso contra

    Francia; contrapes las ambiciones de Rusia y de Austria en los Bal-

    canes, haciendo jugar el equilibrio entre las potencias, permaneci

    asimismo en buenas relaciones con aliados potenciales y evit las

    situaciones suceptibles de implicar a Alemania en la guerra. El agre-

    sivo conspirador de 1863-1870 se transform en el honesto corredor

    de cambios de 1878 que desaprobaba las aventuras coloniales. Para

    servir a los intereses nacionales de Alemania, Bismarck se puso cons-

    cientemente a la cabeza de lo que consideraba que era la tendencia

    pacfica de la poca.

    A finales de los aos 1870, sin embargo, el perodo del librecam-

    bio (1846-1879) tocaba a su fin; la utilizacin efectiva del patrn-oro

    por parte de Alemania seala los comienzos de una era de proteccio-

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    nismo y de expansin colonial.1 Alemania reforzaba ahora su posi-

    cin estableciendo una slida alianza con Austria-Hungra e Italia.

    Poco tiempo despus Bismarck perdi la direccin de la poltica del

    Reich. A partir de este momento Gran Bretaa pas a ser el leaderdel partido de la paz en una Europa que continuaba estando formada

    por un grupo de Estados soberanos independientes, y que an estaba

    por tanto sometida al equilibrio entre las potencias. En los aos 1890

    las altas finanzas alcanzaron su cnit y la paz pareca ms segura que

    nunca. En frica los intereses britnicos y franceses eran divergentes;

    en Asia los britnicos y los rusos entraban en competencia. El Con-

    cierto europeo segua funcionando de forma renqueante; a pesar de

    la Triple Alianza existan todava ms de dos potencias independien-

    tes capaces de vigilarse entre s con escrupuloso cuidado. Pero esto

    no continu as por mucho tiempo. En 1904 Gran Bretaa firm un

    acuerdo general con Francia sobre Marruecos y Egipto; dos aos ms

    tarde estableci un compromiso con Persia y con Rusia y se form

    la contra-alianza: el Concierto europeo, esa federacin flexible de

    naciones independientes, se vio en definitiva reemplazado por dos

    grupos de potencias hostiles. El equilibrio de potencias como sistemahaba desaparecido a partir de ese momento; su mecanismo haba

    cesado de funcionar, pues solamente se mantenan con fuerza dos

    grupos de potencias: ya no exista un tercer grupo para unirse con

    uno de los otros dos con el fin de frenar a aqul que, cualquiera que

    fuese, pretendiese incrementar su poder. Por la misma poca los

    sntomas de la disolucin de las formas existentes de la economa

    mundial la rivalidad colonial y la competencia por los mercados

    exticos adquirieron una forma aguda. Las altas finanzas perdanrpidamente su capacidad de evitar que las guerras se extendiesen.

    La paz se mantuvo a duras penas todava durante siete aos, pero el

    fin de la paz de los Cien Aos, provocado por la desintegracin de la

    organizacin econmica del siglo XIX, ya no fue ms que una cuestin

    de tiempo.

    1 F. EULENBURG, Aussenhandel undAussenhandelspolitik,en Grundriss derSoiialkonomik, Abt. VIII, 1929, p. 209.

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 42

    Si aceptamos los hechos, tal y como han sido descritos hasta aqu,

    la verdadera naturaleza de la organizacin econmica extraordina-

    riamente artificial, sobre la que reposaba la paz, se convierte enton-

    ces en algo de la mxima importancia para el historiador.

    Captulo 2

    AOS VEINTE CONSERVADORES,

    AOS TREINTA REVOLUCIONARIOS

    El derrumbamiento del patrn-oro internacional constituy el la-

    zo invisible de unin entre la desintegracin de la economa mundial

    a comienzos del siglo XX y la transformacin radical de una civili-

    zacin que se oper a lo largo de los aos treinta. Si no se tiene con-

    ciencia de la importancia vital de este factor, resulta imposible tener

    una visin adecuada del mecanismo que condujo a Europa directa-mente a su ruina y de las condiciones que explican por qu cosa

    verdaderamente pasmosa las formas y el contenido de una civiliza-

    cin tenan que basarse en unos pilares tan frgiles.

    Ha sido preciso que se produjese el fracaso del sistema interna-

    cional bajo el que vivimos para que pudisemos captar su verdadera

    naturaleza. Casi nadie comprenda la funcin poltica del sistema

    monetario internacional, y su terrorfica transformacin repentinacogi a todo el mundo por sorpresa. Y, sin embargo, el patrn-oro

    era el nico pilar que subsista de la economa mundial tradicional;

    cuando se desplom, los efectos tenan por fuerza que ser inmedia-

    tos. Para los economistas liberales el patrn-oro era una institucin

    puramente econmica, hasta el punto de que rechazaban incluso

    considerarlo como parte de un mecanismo social. Esto explica que los

    pases democrticos hayan sido los ltimos en darse cuenta de la

    verdadera naturaleza de la catstrofe y los ms lentos a la hora de

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    Karl Polanyi - La Gran Transformacin - pg. 43

    combatir sus efectos. Incluso cuando la catstrofe les haba ya alcan-

    zado, los dirigentes nicamente vieron, tras el derrumbamiento del

    sistema internacional, una larga evolucin que, en el seno de los pa-

    ses ms avanzados, haba vuelto a un sistema an