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La esmeralda del zar rojo (Kailas Editorial)

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Es la época del Gran Terror y el que fuera el detective más famoso de Rusia y favorito del zar cumple condena en un gulag. Ahora Stalin lo necesita. El éxito de la misión le permitirá recuperar la libertad; el fracaso lleva aparejada la muerte.El inspector Pekkala, en tiempos el agente secreto de confianza de los Romanov, es el prisionero 4745-P en un campo de concentración en Siberia.Ahora el nuevo estado necesita de sus servicios. Tiene que encontrar a los asesinos de los Romanov, localizar al heredero que se rumorea que sigue con vida y ayudar a Stalin a dar el golpe de efecto internacional que ansía. En un país de alianzas difíciles y traiciones letales, Pekkala debe volver al pasado donde una vez reinó para seguir pistas que nadie ha podido descubrir. En el proceso se reencontrará con el hombre que lo traicionó y con la mujer a la que amó y perdió durante la Revolución, y descubrirá un secreto tan impactante que sacudirá los cimientos del país que ama.

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SAM EASTLAND

LA ESMERALDA

DEL ZAR ROJO

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KF5

Tiacutetulo original Eye of the Red Tsar

copy 2015 Sam Eastlandcopy 2015 Kailas Editorial S L Calle Tutor 51 7 28008 Madrid kailaskailases

Disentildeo de cubierta Rafael Ricoy Disentildeo interior y maquetacioacuten Luis Brea Martiacutenez

ISBN 978-84-16023-81-3

Depoacutesito Legal M-24693-2015

Impreso en Artes Graacuteficas Cofaacutes S A

Todos los derechos reservados Esta publicacioacuten no puede serreproducida ni en todo ni en parte ni registrada en o transmitida porun sistema de recuperacioacuten de informacioacuten en ninguna forma ni porninguacuten medio sea mecaacutenico fotomecaacutenico electroacutenico magneacuteticoelectrooacuteptico por fotocopia o cualquier otro sin el permiso porescrito de la editorial

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Impreso en Espantildea mdash Printed in Spain

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Este libro es para P R

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Proacutelogo

E L ZAR OBSERVOacute con los ojos empantildeados de sangre coacutemo el hom-bre cargaba de nuevo su arma Los casquillos vaciacuteos todaviacuteahumeantes se precipitaron del interior del tambor del revoacutel-

ver y tintinearon ruidosamente contra el suelo donde eacutel yaciacutea tendido El zar tomoacute aliento con esfuerzo y sintioacute el cosquilleo de las burbujasal escaparse el aire por sus pulmones perforados

Entonces el asesino se arrodilloacute a su ladomdashiquestVes esto mdashEl hombre agarroacute al zar del mentoacuten y giroacute su ca-

beza de un lado al otromdash iquestVes lo que te has buscado El zar no alcanzoacute a ver nada cegado por la paacutetina que le nublaba

la vista pero supo que a su alrededor yaciacutea su familia Su mujer Sus

hijosmdashAdelante mdashle dijo al hombremdash Acaba conmigo El zar sintioacute coacutemo una mano le abofeteaba el rostro suavemente

con dedos pegajosos de sangre su sangremdashYa estaacutes acabado mdashdijo el asesino Y se escuchoacute el leve chasquido

de las balas al ser introducidas en el tambor El zar escuchoacute entonces una serie de nuevas detonaciones que sa-

turaron atronadoras la abarrotada habitacioacuten laquoMi familiaraquo intentoacute

gritar pero de su boca solo brotaron toses y estertores Nada podiacutea ha-cer para ayudarles Ni siquiera era capaz de levantar un brazo paraescudarse

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Siberia 1929

E983148 983144983151983149983138983154983141 983155983141 incorporoacute con un grito ahogado

Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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LA ESMERALDA

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Disentildeo de cubierta Rafael Ricoy Disentildeo interior y maquetacioacuten Luis Brea Martiacutenez

ISBN 978-84-16023-81-3

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Todos los derechos reservados Esta publicacioacuten no puede serreproducida ni en todo ni en parte ni registrada en o transmitida porun sistema de recuperacioacuten de informacioacuten en ninguna forma ni porninguacuten medio sea mecaacutenico fotomecaacutenico electroacutenico magneacuteticoelectrooacuteptico por fotocopia o cualquier otro sin el permiso porescrito de la editorial

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E L ZAR OBSERVOacute con los ojos empantildeados de sangre coacutemo el hom-bre cargaba de nuevo su arma Los casquillos vaciacuteos todaviacuteahumeantes se precipitaron del interior del tambor del revoacutel-

ver y tintinearon ruidosamente contra el suelo donde eacutel yaciacutea tendido El zar tomoacute aliento con esfuerzo y sintioacute el cosquilleo de las burbujasal escaparse el aire por sus pulmones perforados

Entonces el asesino se arrodilloacute a su ladomdashiquestVes esto mdashEl hombre agarroacute al zar del mentoacuten y giroacute su ca-

beza de un lado al otromdash iquestVes lo que te has buscado El zar no alcanzoacute a ver nada cegado por la paacutetina que le nublaba

la vista pero supo que a su alrededor yaciacutea su familia Su mujer Sus

hijosmdashAdelante mdashle dijo al hombremdash Acaba conmigo El zar sintioacute coacutemo una mano le abofeteaba el rostro suavemente

con dedos pegajosos de sangre su sangremdashYa estaacutes acabado mdashdijo el asesino Y se escuchoacute el leve chasquido

de las balas al ser introducidas en el tambor El zar escuchoacute entonces una serie de nuevas detonaciones que sa-

turaron atronadoras la abarrotada habitacioacuten laquoMi familiaraquo intentoacute

gritar pero de su boca solo brotaron toses y estertores Nada podiacutea ha-cer para ayudarles Ni siquiera era capaz de levantar un brazo paraescudarse

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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KF5

Tiacutetulo original Eye of the Red Tsar

copy 2015 Sam Eastlandcopy 2015 Kailas Editorial S L Calle Tutor 51 7 28008 Madrid kailaskailases

Disentildeo de cubierta Rafael Ricoy Disentildeo interior y maquetacioacuten Luis Brea Martiacutenez

ISBN 978-84-16023-81-3

Depoacutesito Legal M-24693-2015

Impreso en Artes Graacuteficas Cofaacutes S A

Todos los derechos reservados Esta publicacioacuten no puede serreproducida ni en todo ni en parte ni registrada en o transmitida porun sistema de recuperacioacuten de informacioacuten en ninguna forma ni porninguacuten medio sea mecaacutenico fotomecaacutenico electroacutenico magneacuteticoelectrooacuteptico por fotocopia o cualquier otro sin el permiso porescrito de la editorial

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Impreso en Espantildea mdash Printed in Spain

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Este libro es para P R

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Proacutelogo

E L ZAR OBSERVOacute con los ojos empantildeados de sangre coacutemo el hom-bre cargaba de nuevo su arma Los casquillos vaciacuteos todaviacuteahumeantes se precipitaron del interior del tambor del revoacutel-

ver y tintinearon ruidosamente contra el suelo donde eacutel yaciacutea tendido El zar tomoacute aliento con esfuerzo y sintioacute el cosquilleo de las burbujasal escaparse el aire por sus pulmones perforados

Entonces el asesino se arrodilloacute a su ladomdashiquestVes esto mdashEl hombre agarroacute al zar del mentoacuten y giroacute su ca-

beza de un lado al otromdash iquestVes lo que te has buscado El zar no alcanzoacute a ver nada cegado por la paacutetina que le nublaba

la vista pero supo que a su alrededor yaciacutea su familia Su mujer Sus

hijosmdashAdelante mdashle dijo al hombremdash Acaba conmigo El zar sintioacute coacutemo una mano le abofeteaba el rostro suavemente

con dedos pegajosos de sangre su sangremdashYa estaacutes acabado mdashdijo el asesino Y se escuchoacute el leve chasquido

de las balas al ser introducidas en el tambor El zar escuchoacute entonces una serie de nuevas detonaciones que sa-

turaron atronadoras la abarrotada habitacioacuten laquoMi familiaraquo intentoacute

gritar pero de su boca solo brotaron toses y estertores Nada podiacutea ha-cer para ayudarles Ni siquiera era capaz de levantar un brazo paraescudarse

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Siberia 1929

E983148 983144983151983149983138983154983141 983155983141 incorporoacute con un grito ahogado

Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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Este libro es para P R

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Proacutelogo

E L ZAR OBSERVOacute con los ojos empantildeados de sangre coacutemo el hom-bre cargaba de nuevo su arma Los casquillos vaciacuteos todaviacuteahumeantes se precipitaron del interior del tambor del revoacutel-

ver y tintinearon ruidosamente contra el suelo donde eacutel yaciacutea tendido El zar tomoacute aliento con esfuerzo y sintioacute el cosquilleo de las burbujasal escaparse el aire por sus pulmones perforados

Entonces el asesino se arrodilloacute a su ladomdashiquestVes esto mdashEl hombre agarroacute al zar del mentoacuten y giroacute su ca-

beza de un lado al otromdash iquestVes lo que te has buscado El zar no alcanzoacute a ver nada cegado por la paacutetina que le nublaba

la vista pero supo que a su alrededor yaciacutea su familia Su mujer Sus

hijosmdashAdelante mdashle dijo al hombremdash Acaba conmigo El zar sintioacute coacutemo una mano le abofeteaba el rostro suavemente

con dedos pegajosos de sangre su sangremdashYa estaacutes acabado mdashdijo el asesino Y se escuchoacute el leve chasquido

de las balas al ser introducidas en el tambor El zar escuchoacute entonces una serie de nuevas detonaciones que sa-

turaron atronadoras la abarrotada habitacioacuten laquoMi familiaraquo intentoacute

gritar pero de su boca solo brotaron toses y estertores Nada podiacutea ha-cer para ayudarles Ni siquiera era capaz de levantar un brazo paraescudarse

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Siberia 1929

E983148 983144983151983149983138983154983141 983155983141 incorporoacute con un grito ahogado

Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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Proacutelogo

E L ZAR OBSERVOacute con los ojos empantildeados de sangre coacutemo el hom-bre cargaba de nuevo su arma Los casquillos vaciacuteos todaviacuteahumeantes se precipitaron del interior del tambor del revoacutel-

ver y tintinearon ruidosamente contra el suelo donde eacutel yaciacutea tendido El zar tomoacute aliento con esfuerzo y sintioacute el cosquilleo de las burbujasal escaparse el aire por sus pulmones perforados

Entonces el asesino se arrodilloacute a su ladomdashiquestVes esto mdashEl hombre agarroacute al zar del mentoacuten y giroacute su ca-

beza de un lado al otromdash iquestVes lo que te has buscado El zar no alcanzoacute a ver nada cegado por la paacutetina que le nublaba

la vista pero supo que a su alrededor yaciacutea su familia Su mujer Sus

hijosmdashAdelante mdashle dijo al hombremdash Acaba conmigo El zar sintioacute coacutemo una mano le abofeteaba el rostro suavemente

con dedos pegajosos de sangre su sangremdashYa estaacutes acabado mdashdijo el asesino Y se escuchoacute el leve chasquido

de las balas al ser introducidas en el tambor El zar escuchoacute entonces una serie de nuevas detonaciones que sa-

turaron atronadoras la abarrotada habitacioacuten laquoMi familiaraquo intentoacute

gritar pero de su boca solo brotaron toses y estertores Nada podiacutea ha-cer para ayudarles Ni siquiera era capaz de levantar un brazo paraescudarse

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Siberia 1929

E983148 983144983151983149983138983154983141 983155983141 incorporoacute con un grito ahogado

Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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Sintioacute coacutemo lo arrastraban por el suelo El asesino resoploacute mientras tiraba del cuerpo escaleras arriba

blasfemando cada vez que los talones de las botas del zar se engancha-ban en el filo de los escalones Afuera estaba oscuro El zar sintioacute la lluvia sobre su rostro Al poco escuchoacute el sonido de

los cuerpos que se iban amontonando junto a eacutel y el crujir de sus cabe-zas inertes al golpear contra el suelo de piedra

Oyoacute un motor que arrancaba Un vehiacuteculo Un chirrido de frenos y luego el estruendo de una portezuela trasera que se abatiacutea Uno a

uno los cuerpos fueron cargados a bordo de un camioacuten Tambieacuten alzar le llegoacute su turno y su cuerpo fue arrojado sobre la pila de cadaacuteve-res La portezuela trasera se cerroacute de golpe

Cuando el camioacuten emprendioacute la marcha el dolor que el zar sentiacuteaen el pecho se intensificoacute A cada tumbo sobre la accidentada carreterase le abriacutea una nueva herida y los ramalazos de su agoniacutea relampa- gueaban como rayos en el impenetrable torbellino de oscuridad que lo

rodeabaY entonces de repente el dolor empezoacute a disiparse La negrura parecioacute filtrarse al interior de sus ojos como un liacutequido que extinguioacutesus temores sus ambiciones sus recuerdos hasta no dejar otra cosa queun vaciacuteo estremecedor en el que nada sabiacutea ya

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Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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Siberia 1929

E983148 983144983151983149983138983154983141 983155983141 incorporoacute con un grito ahogado

Estaba solo en el bosqueEl suentildeo lo habiacutea despertado de nuevo

Echoacute a un lado la vieja gualdrapa cuyo tejido estaba mojadode rociacuteo

Se puso de pie con el cuerpo agarrotado y miroacute con ojos en-tornados la neblina matinal y los afilados rayos del sol que seabriacutean paso entre los aacuterboles Enrolloacute la manta juntoacute ambos ex-tremos y los atoacute con un cordel de cuero Luego se echoacute el rollosobre la cabeza de forma que le colgara sobre el pecho y la espal-da Se sacoacute del bolsillo una mustia tira de carne de ciervo ahuma-

da y la masticoacute muy despacio detenieacutendose a escuchar de tantoen tanto el correteo de los ratones bajo el manto de hojarasca elgraznido de los paacutejaros en las ramas por encima de eacutel y el susurrodel viento a traveacutes de las copas de los pinos

El hombre era alto y ancho de hombros Teniacutea la nariz recta y una sana y blanca dentadura Los ojos eran de color marroacuten verdoso y los iris poseiacutean un extrantildeo viso plateado del que lagente solo se percataba si los miraba directamente Algunos me-

chones canosos pincelaban de forma prematura su largo y oscurocabello y sobre sus mejillas requemadas por el viento creciacutea unapoblada barba

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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El hombre ya no teniacutea nombre Ahora no era maacutes que el Pri-sionero 4745-P del campo de trabajo Borodok

No tardoacute en ponerse en marcha descendiendo entre pinospor una leve pendiente que conduciacutea hasta un arroyo Caminaba valieacutendose de la ayuda de un palo grande cuya nudosa cabeza deraiacutez estaba guarnecida con clavos de herradura de cabeza cuadra-da Aparte de esto solo llevaba un cubo de pintura roja Con ellamarcaba los aacuterboles que debiacutean talar los prisioneros del campocuya funcioacuten era cosechar madera del bosque de KrasnagolyanaEn lugar de emplear una brocha el hombre introduciacutea los dedos

en la pintura escarlata e imprimiacutea su huella en los troncos Estasmarcas constituiacutean para buena parte de los demaacutes convictos eluacutenico rastro que de eacutel veiacutean jamaacutes

La esperanza media de vida de un marcador de aacuterboles en elbosque de Krasnagolyana era de seis meses Trabajaban solos sinninguna posibilidad de escapar y apartados de cualquier contactohumano de ahiacute que estos hombres murieran de friacuteo hambre ysoledad Los que se perdiacutean o se caiacutean y se rompiacutean una piernasoliacutean ser devorados por los lobos En Borodok se deciacutea que solohabiacutea una cosa peor que una sentencia de muerte y esa era que teasignaran marcar aacuterboles

Tras haber cumplido ya nueve de los treinta antildeos de condenapor Criacutemenes contra el Estado el prisionero 4747-P habiacutea sobre- vivido maacutes tiempo que cualquier otro marcador de aacuterboles de todala red de gulags Al poco de llegar a Borodok el jefe del campo lo

destinoacute al bosque temiendo que alguacuten prisionero pudiese llegar aenterarse de cual era su verdadera identidad Todo el mundo habiacuteadado por supuesto que en menos de un antildeo estariacutea muerto

Le dejaban provisiones tres veces al antildeo al final de un ca-mino de saca Queroseno Carne en lata Clavos Para todo lodemaacutes debiacutea valerse por siacute mismo Las partidas de lentildeadores queacudiacutean al bosque a talar lo veiacutean en muy raras ocasiones Y loque alcanzaban a ver era una criatura que difiacutecilmente guardabaparecido alguno con un ser humano La costra de pintura rojaque cubriacutea sus ropas de preso y la larga melena que le caiacutea sobreel rostro le brindaban el aspecto de una bestia a la que hubiesen

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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arrancado la piel y abandonado a su suerte y que sin embargohabiacutea conseguido sobrevivir Sobre eacutel circulaban toda suerte de

leyendas que comiacutea carne humana que llevaba un peto fabricadoa partir de los huesos de quienes habiacutean desaparecido en el bosqueque cubriacutea su cabeza con una gorra confeccionada con cabelleras

Le llamaban el hombre de las manos sangrientasNadie salvoel comandante de Borodok sabiacutea de doacutende proveniacutea el prisioneroni quieacuten era antes de llegar al campo

Los mismos hombres que temiacutean cruzarse en su camino des-conociacutean que se trataba nada menos que de Pekkala aquel cuyo

nombre habiacutean invocado en otro tiempo de modo semejante acomo sus antepasados se dirigieran a los dioses en el pasado

Cruzoacute el riachuelo y tras abandonar las friacuteas aguas que le cu-briacutean hasta la cintura se internoacute en una arboleda de alisos blancosque creciacutea en la orilla Oculta entre los aacuterboles y medio enterradaen el suelo habiacutea una cabantildea de las que en el lugar se conocencomo zemlyanka Pekkala la habiacutea construido con sus propias ma-nos En su interior soportaba los inviernos siberianos en los que lomaacutes terrible no era el friacuteo sino el silencio un silencio tan absolutoque pareciacutea despedir un sonido propio mdashuna raacutefaga sibilantemdashcomo el ruido del planeta girando a toda velocidad en el espacio

Mientras se aproximaba a la cabantildea Pekkala se detuvo y olis-queoacute el aire Algo hizo que su instinto le pusiera en guardia Sequedoacute muy quieto como una garza inmoacutevil sobre el agua con lospies desnudos hundidos en la tierra musgosa

Un grito ahogado le agarrotoacute la gargantaHabiacutea un hombre sentado sobre un tocoacuten en los liacutemites del

claro Se encontraba de espaldas a Pekkala Vestiacutea un uniformemilitar verde oliva y botas negras altas que le llegaban hasta lasrodillas Aquel no era un soldado corriente Su capa poseiacutea el suavelustre de la tela de gabardina nada que ver con el basto tejido delana que gastaban los hombres del cuartel local que en el trans-curso de sus patrullas se aventuraban a veces hasta la cabecera dela pista forestal pero que nunca se internaban tanto en el bosque

No daba la sensacioacuten de estar perdido Y Pekkala no veiacutea quefuese armado Lo uacutenico que llevaba consigo era un maletiacuten Era

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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de buena calidad con pulidas guarniciones de latoacuten que resulta-ban rematadamente fuera de lugar en el bosque El joven pareciacutea

estar esperandoDurante las horas inmediatamente posteriores mientras elsol se elevaba sobre los aacuterboles y el aroma a resina de pino reca-lentada llenaba el aire Pekkala estudioacute al forastero fijaacutendose enel aacutengulo en el que ladeaba la cabeza el modo en que cruzaba ydescruzaba las piernas la manera en que se aclaraba el polvo depolen de la garganta En un momento dado el hombre se levantoacutede golpe y echoacute a andar por el claro lanzando freneacuteticos mano-

tazos a la nube de mosquitos Cuando se giroacute Pekkala reparoacute enlas mejillas rosadas de un joven que no podiacutea tener mucho maacutesde veinte antildeos Su constitucioacuten era fraacutegil con delgadas pantorri-llas y manos delicadas

Pekkala no pudo evitar compararlas con sus manos callosascon la piel reseca y agrietada de sus nudillos y con sus piernas tanabultadas de muacutesculos que pareciacutea que maacutes de una serpiente sehubiese enroscado a sus huesos

Alcanzoacute a distinguir una estrella roja cosida en cada uno delos antebrazos de su guerrera gimnastiorka que le colgaba porencima de los pantalones al modo de las camisolas de los campe-sinos y le llegaba hasta la mitad de los muslos Aquellas estrellasrojas le indicaron a Pekkala que el hombre habiacutea alcanzado elrango de comisario un oficial poliacutetico del Ejeacutercito Rojo

El comisario pasoacute el diacutea entero aguardando en aquel claro

torturado por los insectos hasta que la uacuteltima luz del diacutea se huboextinguido En el crepuacutesculo el hombre sacoacute una pipa de bo-quilla larga y la rellenoacute con tabaco que extrajo de una petacaque llevaba colgada del cuello La prendioacute con un encendedorde latoacuten y exhaloacute el humo con satisfaccioacuten manteniendo a losmosquitos a raya

Muy despacio Pekkala inspiroacute el aire El olor almizclado deltabaco inundoacute sus sentidos Observoacute coacutemo el joven se retiraba lapipa de los labios cada dos por tres y la estudiaba con la mirada ycoacutemo sosteniacutea la boquilla entre los dientes emitiendo un leve chas-quido semejante al que produce una llave al girar en la cerradura

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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No tiene la pipa desde hace mucho se dijo Pekkala Ha es-cogido fumar en pipa en lugar de cigarrillos porque piensa que le

hace parecer mayorDe tanto en tanto el comisario lanzaba una ojeada a las estre-llas rojas de sus antebrazos como si su presencia le hubiese cogidopor sorpresa y Pekkala supo que el joven acababa de ser ascendido

Pero cuanto maacutes averiguaba sobre el joven menos alcanzabaa imaginar queacute podriacutea estar haciendo en el bosque Aunque aregantildeadientes no pudo evitar sentir cierta admiracioacuten por aquelhombre que antes que entrar sin permiso en la cabantildea preferiacutea

permanecer sentado sobre el duro tocoacuten Al caer la noche Pekkala se llevoacute las manos a la boca y exhaloacute

su caacutelido aliento sobre el hueco de las palmas Se apoyoacute contra unaacuterbol y se quedoacute dormido Despertoacute sobresaltado y se percatoacute deque la niebla con su olor a tierra y hojas muertas se habiacutea aposen-tado a su alrededor y le rodeaba como un animal sigiloso a su presa

Miroacute hacia la cabantildea y vio que el comisario no se habiacutea mo- vido Estaba sentado con los brazos cruzados y teniacutea la barbillaapoyada contra el pecho El eco del silencioso resoplar de susronquidos resonaba en todo el claro

Por la mantildeana ya se habraacute ido pensoacute Pekkala Y levantaacutendo-se el raiacutedo cuello de su abrigo volvioacute a cerrar los ojos

Pero al despuntar el diacutea Pekkala comproboacute atoacutenito que elcomisario seguiacutea alliacute Se habiacutea caiacutedo del tocoacuten que le serviacutea deasiento y estaba tumbado boca arriba con una pierna todaviacutea

apoyada en eacutel como una suerte de estatua en pose victoriosa quehubiese sido derribada de su pedestal

Finalmente el comisario emitioacute un ronquido e incorporaacutendosede golpe miroacute a su alrededor como si no recordara doacutende estaba

Ahora este hombre recuperaraacute el sentido comuacuten y me dejaraacuteen paz pensoacute Pekkala

El comisario se puso de pie y se llevoacute las manos a la espaldacon un gesto de dolor Un gruntildeido brotoacute de sus labios Entoncesse giroacute de repente y miroacute fijamente al lugar donde Pekkala estabaescondido

mdashiquestEs que no piensas salir de ahiacute nunca mdashpreguntoacute

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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Pekkala recibioacute aquellas palabras como un puntildeado de arenaen la cara No sin cierto recelo abandonoacute el cobijo del aacuterbol y se

apoyoacute en el bastoacuten remachado de clavosmdashiquestQueacute es lo que quieresHablaba con tan poca frecuencia que hasta su propia voz le

sonoacute extrantildeaLa cara del comisario luciacutea verdugones rojos en los lugares

donde los mosquitos se habiacutean cebadomdashDebes acompantildearme mdashdijomdashiquestPor queacute mdashpreguntoacute Pekkala

mdashPorque cuando hayas escuchado lo que he venido a con-tarte querraacutes acompantildearme

mdashEres un hombre optimista comisariomdashLas personas que me han enviado a por tihellipmdashiquestQuieacuten te enviacuteamdashLas conoceraacutes muy prontomdashY esas personas iquestte han dicho quieacuten soy yoEl joven comisario encogioacute los hombrosmdashSolo seacute que tu nombre es Pekkala y que tus dotes sean

cuales sean se requieren ahora en otro lugar mdashPaseoacute la vista porel luacutegubre claromdash Yo habriacutea jurado que aprovechariacuteas la menorocasioacuten para salir de este sitio dejado de la mano de Dios

mdashVosotros sois los que habeacuteis abandonado a DiosEl comisario sonrioacutemdashDijeron que eras un hombre difiacutecil

mdashParece que me conocen bien mdashcontestoacute Pekkalamdash seanquienes sean

mdashTambieacuten me dijeron mdashprosiguioacute el comisariomdash que si meadentraba en este bosque armado con una pistola lo maacutes proba-ble es que me mataras antes incluso de que llegara a echarte elojo encima mdashEl comisario levantoacute las manos abiertasmdash Comopuedes ver seguiacute su consejo

Pekkala dio un paso adelante y se plantoacute en el claro Sus hara-pientas y remendadas ropas hicieron que se cerniera como un gigan-te prehistoacuterico sobre el pulcro comisario Por primera vez en muchosantildeos se percatoacute del olor que despediacutea su cuerpo sucio y mugriento

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

mdashMe ordenaron que te entregara esto mdashKirov levantoacute elmaletiacuten que estaba apoyado contra el tocoacuten

mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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mdashiquestCuaacutel es tu nombre mdashpreguntoacute PekkalamdashKirov mdashEl joven enderezoacute la espaldamdash Comisario Kirov

mdashY iquestcuaacutento hace que eres comisariomdashUn mes y dos diacuteas mdashY en voz maacutes baja antildeadioacutemdash Inclu- yendo hoy

mdashiquestY cuaacutentos antildeos tienes mdashpreguntoacute PekkalamdashCasi veintemdashTienes que haber enojado mucho a alguien para que te

asignasen la misioacuten de venir a buscarme teniente KirovEl comisario se rascoacute los verdugones

mdashSupongo que tuacute tambieacuten habraacutes enojado a otros tantospara haber acabado en Siberia

mdashEstaacute bien teniente Kirov mdashdijo Pekkalamdash Puedes darpor entregado el mensaje Ahora puedes volver por donde has venido y dejarme en paz

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mdashiquestQueacute hay dentromdashNi ideaPekkala tomoacute el maletiacuten por el asa forrada de cuero Pesaba

maacutes de lo que esperaba Con aquel maletiacuten en la mano su as-pecto pareciacutea estar a medio camino entre un espantapaacutejaros y unhombre de negocios esperando el tren

El joven comisario se giroacute para irsemdashTienes de plazo hasta mantildeana a la puesta de sol Habraacute un

coche esperaacutendote en la cabecera de la pista forestalPekkala contemploacute a Kirov alejarse por donde habiacutea venido

El crujir de las ramas bajo sus pies marcoacute su paso por el bosquedurante largo rato Finalmente el sonido se apagoacute y Pekkala seencontroacute a solas de nuevo

Entroacute en la cabantildea con el maletiacuten en la mano Se sentoacute en lossacos rellenos de pinocha que le serviacutean de cama y apoyoacute el male-tiacuten sobre las rodillas Su contenido se desplomoacute pesadamente enel interior Pekkala deslizoacute los pulgares sobre los cierres de latoacutende ambos extremos y abrioacute el maletiacuten

Al levantar la tapa se elevoacute hasta su nariz un tufo a humedad

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir

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En el interior habiacutea un cinturoacuten ancho de cuero enrollado auna pistolera marroacuten oscuro que conteniacutea un revoacutelver Desenrolloacute

el cinturoacuten de la pistolera y levantoacute el arma un revoacutelver Webley defabricacioacuten inglesa Se trataba del modelo militar estaacutendar salvolas cachas que eran de latoacuten en lugar de las habituales de madera

Pekkala extendioacute el brazo con la pistola en la mano y los ojosfijos en la mira El metal azulado resplandecioacute bajo la tenue luzdel interior de la cabantildea

En un rincoacuten del maletiacuten habiacutea una caja de cartoacuten de balasinscrita en ingleacutes Rasgoacute el desgastado papel del envoltorio y car-

goacute la Webley abriendo el arma de forma que el cantildeoacuten basculoacutehacia delante sobre una bisagra y dejoacute expuestos los seis agujerosde la recaacutemara La municioacuten era vieja igual que la pistola y Pe-kkala limpioacute las balas antes de introducirlas en el tambor

Tambieacuten encontroacute un libro andrajoso En el ajado lomo figu-raba una uacutenica palabra Kalevala

Tras apartar todos estos objetos a un lado Pekkala descubrioacuteuna uacuteltima cosa en el interior del maletiacuten Se trataba de una pe-quentildea bolsa de algodoacuten cerrada con un cordoacuten de cuero Aflojoacutelos frunces de tela de la parte superior y la vacioacute

Un grito ahogado brotoacute de su garganta cuando contemploacute elcontenido

Ante sus ojos yaciacutea un pesado disco de oro tan ancho comola longitud de su dedo mentildeique Una incrustacioacuten de esmalteblanco cruzaba el centro arrancaba en un extremo se ensan-

chaba hasta cubrir la mitad del disco y volviacutea a estrecharse denuevo hasta un punto en el extremo opuesto En el centro de laincrustacioacuten de esmalte blanco se hallaba engastada una enormeesmeralda redonda En su conjunto el esmalte blanco el oro y laesmeralda componiacutean la forma inconfundible de un ojo Pekkalapasoacute la yema de un dedo sobre el disco palpando la suave protu-berancia de la joya como un ciego leyendo braille

Pekkala supo entonces quieacuten le habiacutea hecho llamar y queaquel era un requerimiento que no podiacutea rehusar Jamaacutes pensoacute que volveriacutea a ver aquellos objetos de nuevo Hasta ese momento habiacuteacreiacutedo que perteneciacutean a un mundo que habiacutea dejado de existir