La Cruzada de Liberty - Jeff Grubb

8/20/2019 La Cruzada de Liberty - Jeff Grubb

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Danny Liberty era un bue

reportero… demasiado buenoCuando sus investigaciones lo

aproximaron demasiado al corazó

de la corrupta Confederació

Terráquea, hubo de enfrentarse auna sencilla elección: segu

adelante con su actual serie de

revelaciones, o embarcarse en unnueva y peligrosa misión de

seguimiento de los Marines en e

rente del Sector Koprulu. No tardó

en tomar una decisión…

Detrás de los ataques de los Zerg

os Protoss se oculta la historia d


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una vida, pero cada nuevo

descubrimiento contribuye

empañar el misterio. Danny Liberty

arrojado al seno de una guerra cuyo

resultado determinará l

supervivencia de la humanidad, sólo

sabe a ciencia cierta que la únicapersona en la que puede confia

para seguir con vida es él mismo.


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Jeff Grubb

La cruzada deLibertyStarcraft - 1

ePub r1.0

SlytherinEC 02.12.14


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Título original: Liberty's CrussadeJeff Grubb, 2000Traducción: Manuel de los Reyes

Retoque de cubierta: SlytherinECEditor digital: SlytherinECePub base r1.2


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Antebellum

El hombre cubierto por el abrig

andrajoso se yergue en el interior de ucuarto lleno de sombras, bañado por luz. No, falso. La luz no ilumina a l

figura, sino que esta es la luz encarnadaa luz plegada y curvada sobre sí misma modo de réplica holográfica demodelo original. Le habla a l

habitación mal iluminada, sin saber y sipreocuparle que haya nadie presentmás allá de los límites de su propi

rradiación. Un penacho de hum


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fantasmagórico, igual de luminoso, repten el aire procedente del cigarrillo qusostiene en su mano izquierda.

Es una astilla del pasado, un trozde lo que se fue, congelado en la luzactor para un público invisible.

—Saben quién soy —dice lresplandeciente figura. La pausa lpermite dar una calada al cilindr

asesino—. Han visto mi cara en la Rede Noticias Universal, y han leído loartículos bajo mi pie de autor. Algunode éstos llegaron a ser escritos por m

Otros, en fin, digamos que mantengo enómina a varios redactores con talento—Se encogió de hombros con gest

cansino, se diría que risueño.


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La grabación lo presenta como a upequeño maniquí, pero su aspectapunta a que, en la vida real, su peso

proporciones serían normales, si biealgo larguirucho. Los hombros algcaídos delatan agotamiento o el peso d

a edad. Su cabello, rubio oscuro, se vpincelado de estrías grises y estrecogido en una coleta para camufla

una obvia coronilla despejada. Tiene erostro enjuto, un poco más adusto de lpermitido para los noticiarioradicionales, aunque sigue siend

reconocible. Se trata aún de un rostrfamoso, familiar, conocido en todo eespacio humano, incluso en esto

últimos tiempos sacudidos por la guerra


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Mas son sus ojos los que exigeatención. Están encajados en lacuencas, incluso en la grabación parec

que estén a punto de saltar. Son los ojoos que crean la ilusión de que l

resplandeciente figura puede ver a s

audiencia, hasta el fondo de sus seresEse ha sido siempre su talento, conectacon su público aun cuando se encontrar

a años luz de distancia.La figura inhala otra bocanada dhumo cancerígeno. Su cabeza quedbañada por un nimbo celestial d

volutas efímeras. —Tal vez hayan escuchado lo

nformes oficiales acerca de la caída d

a Confederación del Hombre y de


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glorioso auge del imperio llamado eDominio Terráqueo. Quizá hayaescuchado las historias acerca de l

venida de los alienígenas, las hordas dZerg y los inhumanos y etéreos ProtossDe las batallas del sistema de Sara y l

caída del mismísimo Tarsonis. Han oídas noticias. Como dije antes, algunas d

ellas llevaban mi nombre estampado. E

algunas incluso se contaba parte de lverdad.En las tinieblas al borde de la luz

alguien se revuelve incómodo, invisible

Del proyector holográfico escapan hacede luz extraviados, fotones aventurerospero los espectadores permanecen en e

anonimato, por el momento. Tras e


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aforo amortajado por las sombras, sescucha el goteo del agua.

—Así pues, han leído mis palabras

se las han creído. Estoy aquí parcontarles que la mayoría de esaretransmisiones eran paparruchas si

sentido, modeladas por las potenciavigentes en aquellos momentos parconvertirlas en algo más creíble y má

fácil de digerir. Se contaron muchamentiras, grandes y pequeñas, bulos qunos han conducido a nuestra patéticsituación actual. Una situación que no v

a mejorar a menos que empecemos hablar de lo que ha acontecido erealidad. Lo que sucedió en Chau Mara

Mar Sara, Antiga Prime y el propi


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Tarsonis. Lo que me sucedió a mí, y algunos de mis amigos, y también algunos de mis enemigos.

La figura hace una pausa, durante lque se yergue cuan alto es. Escruta sentorno, sus ojos ciegos recorren la sal

en penumbra. Mira en el fondo del almde su público.

—Me llamo Michael Daniel Liberty

Soy reportero. Consideren este mreportaje más importante, tal vez edefinitivo. Considérenlo mi manifiestoLlámenlo como les plazca. Sólo h

venido para hablar de lo que ocurrió erealidad. Estoy aquí para dejaconstancia de los hechos. Estoy aqu

para contarles la verdad.


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1. Leva de

enganche

Antes de la guerra, todo erdistinto. Demonios, por aquel entoncenos limitábamos a vivir al día, a hace

nuestro trabajo, a cobrar nuestrocheques y a apuñalar a nuestrocompañeros y compañeras por l

espalda. No teníamos ni idea de cómban a empeorar las cosasngordábamos y éramos felices, igua

que los gusanos en el cadáver de u


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animal. Se producía la suficientviolencia esporádica (rebeliones yrevoluciones y oportunistas gobierno

coloniales) como para que los militarese mantuviesen ocupados, pero no tantcomo para constituir una seri

amenaza para el estilo de vida al qunos habíamos acostumbrado. Eretrospectiva, éramos descarados y

complacientes.Si llegase a estallar una guerra dverdad, en fin, sería asunto del ejército

sunto de los marines. No nuestro.

EL MANIFIESTO DE LIBERTY

La ciudad se extendía a los pies d

Mike igual que un cubo lleno d


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cucarachas de jade que se hubiervolcado. Desde la vertiginosa altura dedespacho de Handy Anderson, cas

acertaba a ver el horizonte entre loedificios más impresionantes. Tal era lextensión de la urbe, que formaba un

rregular empalizada de astas a lo largdel borde del mundo.

La ciudad de Tarsonis, en el planet

del mismo nombre. La ciudad mámportante del planeta más importantde la Confederación del Hombre. Unciudad tan enorme que se repetía s

nombre al referirse a ella. Unresplandeciente baliza de lcivilización, depositaría de lo

recuerdos de la Tierra olvidados ya po


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a historia, la leyenda y las generacioneanteriores.

Un dragón dormido. Michael Libert

no podía resistirse a tirarle de la cola. —Apártate del borde, Mickey —

dijo Anderson. El jefe de redacción s

encontraba firmemente instalado tras smesa, tan alejada de la vista panorámiccomo le era posible.

A Michael Liberty le satisfizo pensaque apreciaba una nota de preocupacióen la voz de su jefe.

—No se preocupe. No teng

ntención de saltar. —Reprimió unsonrisa.

Mike y el resto de la plantilla de

noticiario sabían que el jefe d


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redacción padecía acrofobia, pero sresistía a desprenderse de la vista de sestratosférica oficina. Así que, en cad

una de las escasas ocasiones que Libertera convocado al despacho de ssuperior, siempre se quedaba cerca de l

ventana. La mayor parte del tiempoanto él como los demás galeotes

gacetilleros trabajaban en la

profundidades del cuarto piso, o en lacabinas de retransmisión del sótano deedificio.

—No me preocupa que saltes. Si t

iras, podré sobrellevarlo. Lo cierto eque eso me resolvería un montón dproblemas y me daría un titular para l

edición de mañana. Me preocupa má


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que pueda alcanzarte algún francotiradodesde otro edificio.

Liberty se volvió hacia su jefe.

—¿Tanto cuesta sacar las manchade sangre de la alfombra?

—Eso, por un lado —repus

Anderson, con una sonrisa—. Lo máfastidioso es reemplazar la ventana.

Liberty echó un último vistazo a

ráfico que reptaba allá abajo y regresa las sillas sobre acolchadas enfrente da mesa. Anderson procuraba mostrarsmpertérrito, pero Mike se dio cuenta d

que el editor exhalaba una larga y lentbocanada cuando se alejó de la ventana

Se acomodó en una de las sillas d

Anderson. Estaban diseñadas par


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ofrecer el aspecto de mueblecorrientes, pero eran tan mullidas que shundían un palmo de más cada vez qu

se sentaba alguien en ellas. Aquellconseguía que el director en jefe, calvocon sus cómicas cejas desmesuradas

pareciera más imponente. Mike conocíel truco y no se sentía impresionadoApoyó los pies encima de la mesa.

—Y bien, ¿qué se cuece? —preguntel reportero. —¿Hace un puro, Mickey? —

Anderson señaló con la palma abiert

hacia un humectador de madera de teca.Mike odiaba que lo llamara

Mickey. Tanteó el bolsillo vacío de s

camisa, donde solía guardar un


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cajetilla de tabaco. —Por fin me he decidido. Me esto

quitando.

—Han escapado al embargaandarano —tentó Anderson—. Liado

sobre los muslos de doncellas con pie

de canela.Mike levantó ambas manos y esboz

una amplia sonrisa. Todo el mundo sabí

que Anderson era demasiado tacañcomo para comprar nada que no fueseos clásicos el ropos manufacturados e

cualquier sótano clandestino. N

obstante, la sonrisa tenía por objetivnfundirle confianza.

—¿Qué se cuece? —repitió.

—Esta vez lo has conseguido —dij


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Anderson, con un suspiro—. Tu seriacerca de los sobornos de las obras denuevo Salón Municipal.

—Buen material. Esa serie va a daque hablar.

—Ya lo ha hecho —replic

Anderson, hundiendo la barbilla hastapoyarla sobre el pecho. Esa postura erconocida como la del portador de mala

noticias. Era algo que Anderson habíaprendido durante algún cursillo sobradministración, pero que conseguía qupareciese un palomo en celo.

«Mierda —pensó Mike—. Me va reventar la serie».

—No te preocupes, vamos

publicar el resto de los artículos —dij


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Anderson, como si pudiera leer supensamientos—. Es un reportaje sólidobien documentado y, lo mejor de todo

es cierto. Pero has de saber que hancomodado a unas cuantas personas.

Mike repasó la serie mentalmente

Había sido una las mejores que hubiesescrito, un clásico que incluía a un felóde poca monta que había sido capturad

en el lugar equivocado (un parqupúblico) en el momento equivocadpasada la medianoche) con la carg

equivocada (deshechos medianament

radiactivos procedentes de las obras deSalón Municipal). Dicho delincuente shabía mostrado más que dispuesto

desvelar la identidad del hombre que l


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había encargado aquella escapadrasnochada. Ese individuo, a su vez, s

mostró dispuesto a compartir con Mik

otras noticias jugosas relativas al nuevedificio, y así hasta que Mike hubconseguido, en vez de una sola historia

oda una serie acerca de una inmensa rede escándalo y corrupción que laudiencia de la Red de Noticia

Universal había devorado a cucharadasPasó recuento a todos los matones sueldo, sicarios de poca monta miembros del Consejo de la Ciudad d

Tarsonis cuyos nombres hubieraaparecido impresos, descartándolos una uno como sospechosos. Cualquiera d

aquellos augustos individuos querrí


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pegarle un tiro, pero aquella no eramenaza suficiente para que HandAnderson se pusiera nervioso.

El editor en jefe se fijó en lexpresión ausente de Mike y añadió:

—Has incomodado a unas cuanta

personas muy poderosas y «venerables»Mike enarcó la ceja izquierda

Anderson se estaba refiriendo a una d

as Familias regentes, el poder ocultras la Confederación casi desde smisma creación, desde aquelloprimeros días en que las primeras nave

colonia (demonios, naves prisiónaterrizaran o se estrellaran en varioplanetas del sector. En algún punto de s

reportaje había dado en el clavo que n


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debía, puede que atañera a alguien lbastante próximo a una de las Familiacomo para inquietar a los antiguo

venerables.Mike decidió repasar sus apuntes

ver qué tipo de conexiones lograb

establecer. Tal vez un primo por parte dmadre de algún miembro de las AntiguaFamilias, o una oveja negra, o quiz

ncluso un descendiente directo. SabíDios que las Antiguas Familiamanipulaban los hilos en la sombrdesde el año cero. Si pudiera crucifica

a uno de sus miembros…Procuró que no se le cayera la bab

ante la perspectiva.

En el ínterin, Handy Anderson s


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había levantado de su asiento y habírodeado el costado de su mesa, hastapoyarse en la esquina más próxima

Mike (otro gesto extraído de las clasede administración, observó MikeDemonios, Anderson hasta le habí

asignado que cubriera aquellas clases euna ocasión).

—Mike, quiero que sepas que está

pisando un terreno peligroso.«Oh, Dios, me ha llamado Mike —pensó Liberty—. Lo próximo será mirapor la ventana con gesto pensativo com

si estuviera sumido en sus pensamientospugnando por tomar una decisiórascendental».

—Estoy acostumbrado al terren


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peligroso, jefe. —Lo sé, lo sé. Es sólo que m

preocupan los que te rodean. Tu

amistades. Tus compañeros de trabajo… —Por no mencionar a mi

superiores.

—A todos ellos se les rompería ecorazón si te ocurriera alguna desgracia

—Sobre todo si se encontraran cerc

en ese momento —apostilló ereportero.Anderson se encogió de hombros

miró por la ventana de cuerpo enter

con gesto pensativo. Mike se dio cuentde que, fuese lo que fuera qupreocupaba a Anderson, era peor que s

miedo a las alturas. Y eso que se tratab


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de un hombre que, si los rumores qucirculaban por la oficina eran ciertos (o eran), tenía una cámara sellada baj

el sótano donde guardaba trapos suciode casi todas las celebridades y vecinode renombre de la ciudad.

La pausa pasó de durar un momenta ocupar todo un minuto. Mike cedió afin. Carraspeó educadamente y dijo:

—Entonces, ¿tiene alguna idea sobrcómo sobrellevar este «terrenpeligroso»?

Handy Anderson asintió despacio.

—Quiero publicar la serie. Es ubuen trabajo.

—Pero no quiere que yo ronde po

as inmediaciones cuando la siguient


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parte de la historia salga a la calle. —Me preocupa tu seguridad

Mickey, es…

—Terreno peligroso —concluyMike—. Ya lo sé. Aquí hay dragones¿Tal vez haya llegado el momento d

omarme unas buenas vacaciones? ¿A lmejor en una cabaña en las montañas?

—Estaba pensando más bien en u

encargo espacial.«Claro —pensó Mike—. De esmodo, no tendré la oportunidad ddescubrir a quién le he tirado de la col

sin darme cuenta. Y los implicadoendrán tiempo de cubrir sus huellas».

—¿Otra parte del imperio de la Re

de Noticias Universal? —inquinó, co


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una amplia sonrisa, al tiempo que spreguntaba en qué mundo coloniolvidado de la mano de Dios iba

escribir sus reportajes sobre agricultura —Más bien como reporter

tinerante.

—¿Cómo de itinerante? —Lsonrisa de Mike se tornó frágil quebradiza de repente—. ¿Tendré qu

disparar el objetivo fuera del planeta? —Siempre será mejor que ser eobjetivo de los disparos en el planetaPerdona, un chiste malo. La respuesta e

sí, lo que tengo en mente es algo alejaddel planeta.

—Vamos, desembuche. ¿En qu

cloaca infernal quiere que me esconda?


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—Yo estaba pensando en loMarines Confederados. Como periodistmilitar, claro está.

—¡Cómo! —Sería un puesto temporal, desd

uego.

—¿Se ha vuelto loco? —Algo en plan «nuestro

combatientes en el espacio», batalland

contra las diversas fuerzas rebeldes quamenazan nuestra gran ConfederaciónCorren rumores de que Arcturus Mengsestá consiguiendo el apoyo de lo

Mundos Limítrofes. Eso podría ponersal rojo vivo en cualquier momento.

—¿Los marines? —balbuceó Mik

—. Los Marines Confederados son l


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mayor colección de criminales deuniverso conocido, aparte del ConsejCiudadano de Tarsonis.

—Mike, por favor. Todo el mundiene alguna gota de criminalidad en l

sangre. Demonios, todos los planetas d

a Confederación fueron colonizados poconvictos exiliados.

—Ya, pero a la gente le gusta cree

que se han reformado. Para los marinesese sigue siendo uno de los requisitobásicos a la hora de reclutar nuevomiembros. Demonios, ¿sabe a cuánto

de ellos les han freído el cerebro? —Resocializados neuronalmente —

corrigió Anderson—. No más de

cincuenta por ciento por unidad en l


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actualidad, tengo entendido. Menos ealgunos sitios. Y la resocialización suellevarse a cabo mediant

procedimientos no agresivos. Segurque uno ni se entera.

—Eso, y luego los rellenan d

estimulantes para que fuesen capaces dasesinar a sus propios abuelos si se lordenaran.

—Ése es el tipo de concepto erróneextendido que tu trabajo podrícontrarrestar —dijo Anderson, con lacejas enarcadas en ademán de fingid

sinceridad. —Mire, la mayoría de los político

que he conocido eran chiflados d

nacimiento. Los marines están chiflado


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encima les han metido mano en lcabeza. No. Los marines no son unopción.

—Seguro que sacas buenas historiasEstablecerás algunos contactos.

—No.

—Los reporteros con experiencientre los militares reciben ciertoprivilegios. Obtendrías una pegatin

verde en tu currículum, y eso eapreciado incluso entre las familias mávenerables de Tarsonis. En algunocasos, incluso podría granjearte e

perdón. —Lo siento. No me interesa. —Te daré tu propia columna.

Pausa.


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—¿Cómo de grande? —preguntMike, al cabo.

—A toda página, o cinco minutos d

retransmisión. Bajo tu pie de nombreclaro está.

—¿Regular?

—Si tienes algo que contar, yo tpongo el espacio.

Otra pausa.

—¿Aumento de sueldo incluido?Anderson propuso una cifra, y Mikasintió con la cabeza.

—Impresionante.

—No es moco de pavo —convino eeditor en jefe.

—Ya soy un poco mayor para anda

dando tumbos de planeta en planeta.


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—No hay ningún peligro. Si scaldean los ánimos, la paga de combates automática.

—¿Cincuenta por ciento por ucerebro frito?

—Llegados a eso.

Otra pausa, antes de que Mikañadiera:

—Vaya, es todo un reto.

—Sé que te gustan los retos. —No puede ser peor que cubrir eConsejo Ciudadano de Tarsonis —musitó Mike. Sentía cómo comenzaba

patinar por la resbaladiza pendiente qudesembocaría en su aceptación.

—Justo lo que yo pensaba —

convino su editor.


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—Si así contribuyo a que la red…—Sí, pensó Mike, se encontraba aborde, a punto de arrojarse al vacío.

—Te convertirías en una estrellpara todos nosotros. Una estrella biepagada. Ondea un poco la bandera

consigue algún testimonio personamonta en un crucero de combate, juega as cartas. No te preocupes por nosotros

aquí en la oficina. —¿Un buen puesto? —Un chollo. Tengo cierta influencia

a sabes. Yo mismo obtuve una de esa

pegatinas verdes. Tres meses de trabajoen la cumbre. Toda una vida drecompensas.

Se produjo una última pausa, u


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abismo tan profundo como el cañón dcemento que bostezaba al otro lado de lventana.

—De acuerdo. Voy a hacerlo. —¡Estupendo! —Anderson estiró e

brazo en busca del humectador, antes d

rectificar y ofrecerle la mano a Mike—o te arrepentirás.

—¿Por qué será que ya empiezo

hacerlo? —preguntó Michael Libertcon la boca chica cuando la carnosmano empapada en sudor del editor scerró en torno a la suya.


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2. Un chollo

de puesto

El servicio en el ejército, parodos aquellos que no hayan tenido l

suerte de experimentarlo de primer

mano, consiste en largos periodos daburrimiento rotos por amenazaenloquecedoras para la vida y l

cordura. Según puedo entresacar de laviejas grabaciones, siempre ha sidgual. Los mejores soldados so

aquellos capaces de despertarse d


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olpe, reaccionar por instinto yapuntar con precisión.

Por desgracia, ninguno de esto

rasgos se aprecia en la inteligencimilitar que controla a esos soldados.

EL MANIFIESTO DE LIBERTY

—¿Señor Liberty? —llamó lpizpireta asesina desde la escotilla—

El capitán desearía hablar con usted.Michael Liberty, reportero de lRNU destacado al Escuadrón Alfa délite de los Marines Confederadosabrió un ojo y la encontró, toda sonrisade pie junto a su litera. Acababa dpostergarse una partida de cartas qu

debería haber durado toda la noche,


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estaba seguro de que la joven teniente dos marines había esperado a que él sumbara en el catre antes de irrumpir si

permiso en sus aposentos.El reportero exhaló un hond

suspiro.

—¿Espera el coronel Duke que mpersone de inmediato?

—No, señor —repuso la asesina

subrayando sus palabras con uzangoloteo de cabeza—. Dijo quacudiera en cuanto le fuese posible.

—Vale. —Mike asomó las pierna

por el borde del camastro y apartó ldea de dormir de su cerebro. Para e

coronel Duke, «cuando le sea posible

por lo general significaba «en menos d


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diez minutos, maldita sea». Mike tanteen busca de cigarrillos. Hasta que nhubo metido los dedos en el bolsill

vacío de su camisa, no se acordó de quo había dejado—. Es una costumbr

asquerosa, de todos modos —mascull

para sí. A la teniente de los marines, ldijo—: Tengo que ducharme. Un cafampoco me vendría mal.

La teniente Emily Jameson Swallowayudante personal de Liberty, contactoescolta, y espía para sus superioremilitares, esperó el tiempo justo par

determinar que Mike en efecto teníntención de levantarse, antes d

encaminarse en dirección a la cocina

Mike bostezó, calculó que debía d


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haber disfrutado de unos cinco minutode sueño, se desnudó y se metió en eimpiador sónico.

El limpiador sónico era un modelmilitar, claro está. Esto significaba qusu diseño era parecido al de eso

reactores de alta presión que arrancabaa carne de los huesos en los mataderos

Mike se había acostumbrado a él durant

el transcurso de los últimos tres meses.A lo largo de los últimos tres mesesMichael Liberty se había acostumbrada un montón de cosas.

Handy Anderson había sido fiel a spalabra. El puesto era lujoso, tantcomo podía serlo un destacament

militar. La Norad II era una nav


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capital, perteneciente a la clase Titánodo neoacero y torretas láser, com

correspondía a la más legendaria de la

unidades militares de la Confederaciónel Escuadrón Alfa.

La misión principal del Escuadró

Alfa era la caza de rebeldes, eparticular de los Hijos de Korhal, ugrupo revolucionario a las órdenes de

sangriento terrorista Arcturus MengskPor desgracia, los Hijos no aparecíanunca donde se suponía que debíaestar, y el Norad II y su galardonad

ripulación pasaban mucho tiemppaseando la bandera (una cruz diagonacuajada de estrellas blancas sobre fond

rojo, recuerdo de una leyenda de l


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Antigua Tierra) y manteniendo a raya os gobiernos coloniales locales.

De resultas de aquello, el mayo

desafío al que había tenido quenfrentarse Mike hasta la fecha habísido combatir el aburrimiento

encontrar el suficiente material parescribir que justificara su columna. Lpropaganda patriótica había resultad

suficiente para las primeras historiapero, cuando la acción de verdad o loéxitos escaseaban, Mike se veíobligado a improvisar. Un poco d

coronel Edmund Duke, para empezarAlgo de carnaza de interés humancortesía de la bien untada tripulación

Una pizca de las penalidades qu


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padecían los resocializadoneuronalmente, que Anderson siemprsuavizaba (por decencia, explicaba e

propio Handy). Todo ello salpimentadcon algo del colorido local de lodiversos planetas. Lo suficiente par

recordarle a todo el mundo (a HandAnderson en particular) que seguía covida y que esperaba que le fuer

ngresada la paga en su cuenta coregularidad.Luego estaba la larga entrega en do

capítulos acerca de las excelencias d

os acorazados clase Titán, historia quos censores del ejército había

reducido a unos cuantos párrafos

Secretos militares, le habían explicado.


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una taza, que llenó mientras Mike sabotonaba la camisa.

El brebaje era receta militar cie

por cien, recién hecho e hirviendo, ideapara verterlo sobre los aldeanos quatacaran el castillo de la familia. El caf

era otra de las cosas a las que habíenido que acostumbrarse.

Asimismo, disfrutaba de tres metro

cuadrados, de tiempo de sobra parescribir sus columnas y de un grado dntimidad variable. También de un grup

de compañeros de póquer siempre llen

de caras nuevas, todas ellos con edenominador común de ser jóvenes, nener dónde gastar sus nóminas y se

ncapaces de tirarse un farol aunque le


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fuese la vida en ello.Incluso había llegado

acostumbrarse a la teniente Swallow, s

bien su eterna actitud positiva le habímolestado al principio. Se esperaba unespecie de escolta, desde luego, u

soldado adjunto que mirase por encimde su hombro mientras escribía y sasegurase de que no cometía ningun

estupidez, como tirar el lápiz a loanillos de torsión. Pero la teniente EmilSwallow parecía sacada de udocumental sobre academias militares

La típica película particularmente joviaque verían papá y mamá antes ddespedir a sus retoños, embarcados e

una misión prolongada a cinco sistema


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solares de distancia. Demonios, leniente Emily Swallow parecía capa

de escribir ese tipo de documentales.

Pequeña, delicada, siemprsonriente, se tomaba en serio todas lapeticiones de Mike, aun cuando ambo

supieran que éstas tenían tantaoportunidades de ser aprobadas comuna bola de nieve en el infierno de n

derretirse. Carecía de vicios, salvalgún cigarrillo que otro, que aceptabcon una sonrisa y un rictus dculpabilidad. Es más, cuando la animó

que le contara su historia, se mostrreticente. Casi todos los miembros de lripulación se morían de ganas po

hablar acerca de la vida que había


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levado antes de embarcarse, pero leniente Swallow se había limitado

dejar de sonreír y a acariciarse l

mejilla, como si quisiera recoger emechón rebelde de una melena ynexistente.

Había sido en ese momento cuandMike se percató de los diminutobultitos que tenía detrás de la oreja, la

marcas de la resocialización neuronal nagresiva que mencionara Anderson. Lhabían freído el cerebro, sí, y a base dbien. Nadie podía ser así de solícita si

haber pasado antes por una lobotomíelectroquímica.

Mike no volvió a mencionar el tema

sino que sobornó a uno de los técnico


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nformáticos a cambio de pasar un ratcon los archivos del personal (eso lhabía costado las dos cajetillas d

abaco que reservaba para laemergencias, pero ya había superado epeor de los síndromes para es

entonces, y los cilindros asesinoresultaban más útiles como moneda dcambio que como objeto de consumo)

Descubrió que, antes de enrolarse en lomarines contra su voluntad, la joveEmily Swallow gustaba de practicar enteresante hobby de ligarse a hombre

en los bares, llevárselos a casamaniatarlos y arrancarles la piel y lcarne de los huesos con un cuchillo d

filetear.


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Esa noticia habría desconcertado cualquiera, pero a Michael Liberty lresultó tranquilizadora. Podí

comprender mucho mejor a la asesina ddiez hombres en Halcyon que a lrisueña y patriotera mujer que parecí

sacada de un póster de llamada a filasAhora, mientras la seguía por lopasillos del Norad II camino del puent

de mando, se preguntó cuál sería lopinión de la teniente Swallow acercdel encarcelamiento médico y lransformación involuntaria. Decidi

que la mujer no querría hacer hincapien ese tema y, dada su naturalezoriginal, Mike prefirió no insistir.

Para tratarse de una nave ta


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enorme, los pasadizos del Norad II erabastante estrechos, como si no shubiesen acordado de construirlos hast

después de tener ya en su sitio todas lapistas de aterrizaje, cámaras doficiales, sistemas armamentísticos

cocinas, ordenadores y demás elementomprescindibles. En los pasillos, e

personal tenía que apretujarse contra la

paredes para pasar. Mike reparó en unaflechas enormes pintadas en el suelo, a teniente Swallow le explicó qu

estaban ahí para los momentos en que l

nave se encontrara en alerta y losoldados vistieran la armadura dbatalla. Mike supuso que los pasillo

serían más estrechos incluso si no s


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esperara que tuvieran que acomodar hombres ataviados con trajes dcombate propulsados.

Pasaron por varias crujías, dondos técnicos ya estaban tirando de cable alambres. Circulaba la noticia de qu

el Norad II estaba a punto de sesometido a una revisión general, duranta que su arsenal se vería ampliado co

un cañón Yamato. Dado el número dbaterías láseres, cazas espaciales clas spectro e incluso las armas nucleare

que se rumoreaba que se transportaban

bordo, el enorme cañón montado en lcolumna de la nave sería la guinda depastel.

De hecho, eso era lo que Mik


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esperaba que le dijera el coronel Dukeque el Norad II iba a entrar en el diquseco para ser reparado y que él, Michae

Liberty, podía coger el siguientransbordador de regreso a Tarsonis

Eso conseguiría que hablar con el viej

fósil casi mereciera la pena.Cambió de opinión en cuant

hubieron entrado en el puente y Duke l

dedicó un entrecejo fruncido. No erningún secreto que Duke nunca salegraba de ver a un periodista, peraquel era el ceño más torvo y hostil qu

Mike hubiese visto en su vida. —El señor Liberty se presenta a su

órdenes, señor —dijo la tenient

Swallow, cuadrándose con la mism


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vehemencia que podía verse ecualquier vídeo de reclutamiento.

El coronel, de punta en blanco co

su uniforme de mando marrón, no dijnada. Se limitó a señalar su cabina coun dedo achaparrado. La tenient

Swallow lo condujo hasta allí, antes dabandonarlo para encargarse dcualesquiera que fuesen las tareas en la

que se ocupaba cuando no estabechándole el ojo. Como desollacachorros, tal vez, pensó Mike.

Su preocupación inicial aument

cuando reconoció la forma humanoidque pendía enmarcada en la pared de lcabina. Se trataba de un traje d

combate propulsado, no uno de lo


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CMC-300 modelo estándar sino un trajde mando, equipado con su propisistema de comunicaciones portátil. E

raje del coronel Duke, pulidoengrasado y listo para que el grahombre se metiera dentro.

Cada vez le parecía más remota lposibilidad de que se dispusieran acoplar el Yamato. Casi todos lo

marines tenían la armadura a mano, y loejercicios de instrucciones eran tacomunes como las comidas. Liberthabía conseguido librarse de ese deber

dado que era considerado un «blancfácil» y no estaba entrenado parmanejar los pesados trajes. No obstante

resultaba entretenido ver a los novato


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dando bandazos por los estrechopasillos con sus armaduras de combate.

El que el traje del coronel estuvier

allí, recién bruñido y puesto a puntoconstituía un mal presagio.

El traje en sí era imponente, s

doblaba en la percha bajo su propipeso. A Michael Liberty le parecía queen ese sentido, el traje vacío encajab

con su propietario. El coronel Duke lrecordaba a los grandes monos de lAntigua Tierra, los que trepaban a loedificios y derribaban antiguos ingenio

aéreos a fuerza de palmetazos. GorilasDuke era un viejo lomo plateado, eíder de cabeza ahusada de su tribu. L

mera forma en que se inclinaba haci


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delante intimidaba a sus subordinados.Mike sabía que Duke procedía d

una de las Antiguas Familias, los lídere

originales de las colonias del SectoKoprulu. Debía de haber cometido algúerror por el camino: resultaba obvio qu

Edmund Duke debería exhibir laestrellas de general desde hacía muchiempo. Mike se preguntaba qué fe

ncidente le bloqueaba el camino haciel ascenso, y sospechaba que debía dratarse de algún desastre de gra

envergadura enterrado a gra

profundidad entre los archivos militarede la Confederación. También spreguntaba qué tipo de excavadora harí

falta para desenterrar esa información,


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si Handy Anderson tendría algunaparcada en su cripta cuasi secreta.

La puerta se deslizó para abrirse

permitir que el coronel Duke entrara ea estancia igual que un caminant

acorazado estilo Goliath que arramblar

con las unidades de infantería dispuestaante él. Su ceño se veía más profundque antes. Extendió una mano par

ndicarle a Mike que no se molestara eevantarse (algo de lo que el reporterno tenía intención), rodeó su ampliescritorio y se sentó. Apoyó los codo

en la pulida mesa de obsidiana y juntas yemas de los dedos ante sí.

—Espero, Liberty, que hay

disfrutado de su tiempo entre nosotros


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—Hacía gala del habla lento y pesadque señalaba a las Familias máantiguas de la Confederación.

Mike, que no había venidpreparado para mantener unconversación intrascendente, consigui

artamudear una respuesta afirmativa. —Me temo que eso se va a acaba

—continuó el coronel—. Nuestra

órdenes originales eran pasarle eestigo al Theodore G. Bilbo y atracapara someter la nave a una retrospecciódentro de dos semanas. Nos hemos vist

abrumados por los acontecimientos.Mike no dijo nada. Había asistido

as suficientes sesiones informativas a l

argo de los años, incluso como civil


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como para saber que no debía intervenihasta que tuviese que decir algo qumereciera la pena la interrupción.

—Vamos a corregir nuestra ruthacia el sistema de Sara. Me temo questá en el quinto pino, en medio d

ninguna parte. La Confederación tiendos mundos colonia allí, Mar Sara Chau Sara. Se trata de una patrull

ntensiva muy lejos de nuestroparámetros de misión iniciales.Mike se limitó a asentir con l

cabeza. El coronel estaba dándol

vueltas al tema, se comportaba igual quun perro con un hueso de pollo atascaden la garganta… le había costad

ragarlo y ahora le estaba costand


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escupirlo. Esperó. —Le recordaré que, como miembr

de la prensa asignado al Escuadró

Alfa, está usted sujeto al código militaConfederado en lo que respecta a suobligaciones y a la forma de llevarlas

cabo. —Sí, señor —convino Mike, con l

suficiente brusquedad como para dar l

mpresión de que le importaba ucomino el código militar confederado. —Y que lo mismo se aplica tanto

su destacamento actual como a futura

referencias a lo que acontezca durante sestancia aquí. —Duke inclinó spuntiaguda cabeza, exigiendo un

respuesta.


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—Sí, señor. —Mike separó lapalabras con claridad para subrayar scomprensión.

Otra pausa, durante la que Mikpudo sentir el latido de la nave a salrededor. Sí, el Norad II vibraba co

una frecuencia distinta, más alta, mántensa, algo más urgente.

Los hombres y las mujeres estaba

preparando la nave para la subtorsión¿Y para el combate, tal vez?De repente, se preguntó si habrí

sido buena idea saltarse los simulacro

con el traje de combate.El coronel Edmund Duke, el perr

con el hueso de pollo en la garganta

continuó:


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—Ya conoce nuestras historias.Se trataba de una aseveración, má

que de una pregunta. Mike parpadeó, si

saber qué contestar. Optó por un: —¿Señor? —Cómo llegamos al sector y no

establecimos en él. Cómo noapropiamos de él —espetó el coronel.

—A bordo de las naves cama, lo

supercargueros —dijo Mike, recitandas lecciones de su infancia—. Eagglfar , el Argo, el Sarengo y eeagan. Las tripulaciones d

prisioneros y parias de la AntiguTierra, que se toparon con algunomundos habitables.

—Encontraron tres de esos mundos


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sin proponérselo. Y otro puñado dellos en las proximidades, terrestres o lbastante similares como para que e

ejército entrara en acción. Lo que nencontraron fue vida.

—Le ruego al coronel que m

disculpe, pero la vida nativa abundaben los tres primeros planetas. Ademása mayoría de las colonias y Mundo

Limítrofes poseen sus propioecosistemas. La formación terráqueerradica las formas de vida nativas, menudo, que no siempre.

El coronel desechó el comentaricon un ademán.

—Nada más inteligente que un perr

guardián. Domesticaron a alguno


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nsectos gigantes en Umoja, y a umontón de cosas que ardieron cuando emundo fue colonizado y se pasó e

rastrillo. Pero nada inteligente.Mike asintió con la cabeza. —La vida inteligente siempre h

sido uno de los misterios del universoHemos descubierto mundo tras mundopero nada que indique que ahí fuera hay

algo igual de inteligente que nosotros. —Hasta ahora —repuso el corone—. Y usted va a ser el primer reporteren el lugar de los hechos.

Mike se animó ante el cariz quomaba la conversación.

—Se alzan numerosas formacione

misteriosas en muchos planetas, lo qu


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nos indica que podría haber habido vidnteligente en su día. Además, lo

remolcadores espaciales hablan acerc

de luces misteriosas y objetos volanteno identificados.

—Aquí no estamos hablando d

uces en el cielo ni de ruinacochambrosas. Se trata de pruebavivientes de actividad ET. No estamo

solos ahí fuera.Duke dejó que sus palabras calarahondo, una mueca tironeó de la comisurde su boca, sin contribuir a mejorar s

aspecto en absoluto. En algún lugar denterior de la nave se accionó unterruptor, y los monstruosos motore

comenzaron a zumbar.


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Mike se acarició el mentón preguntó:

—¿Qué es lo que sabemos hast

ahora? ¿Ha aparecido un enviado, uportavoz? ¿O se trata de udescubrimiento fortuito? ¿Hemo

encontrado una colonia, o se trataba dun embajador enviado ex profeso?

El coronel profirió un abrupt

gorjeo. —Señor Liberty, permita que le sefranco. Hemos establecido contacto cootra civilización alienígena. Contact

que se produjo cuando vaporizaron lcolonia de Chau Sara. La quemarohasta los cimientos, y luego quemaro

ambién los cimientos. Nos dirigimo


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hacia allí, pero no sabemos si loelementos hostiles permanecen aún en lzona. Y usted va a ser el prime

reportero en el lugar de los hechos —repitió el coronel—. Enhorabuena, hijo.

A Mike no le daba buena espina es

privilegio.


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3. El

Sistema deSara

El primer contacto con otra raz

nteligente, y vuelan por los aires unde nuestros planetas. Menuda tarjetde presentación.

Claro que reventar un planeta no enada nuevo. Los humanos también lhicimos, y no ha pasado tanto tiempo.

Se había producido una revuelta e

el planeta Korhal IV. A sus habitante


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se la traía floja todo el vicio y lcorrupción que eran el santo y seña da Confederación. Intentaron rebelarse

l principio, la Confederación quissuavizar las tensiones: atraparon a loíderes rebeldes gracias a los asesinos

soldados fantasma equipados coaparatos de camuflaje personalizados

adie se sorprendió cuando aquell

áctica no consiguió más que el pueblde Korhal se volviera más furioso ymás rebelde. Así que la Confederacióadoptó un enfoque más agresivo.

Sacamos a Korhal IV de su órbitcon armas nucleares.

Misiles clase Apocalipsis. Como u

millar de ellos. Uno de esos idiotas co


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su pegatina verde apretó un botón eTarsonis y treinta y cinco millones d

ersonas se convirtieron en nada má

que vapor, y sus hogares en nada máque un recuerdo.

Se ofrecieron justificacione

oficiales tras la catástrofe, desduego, como la naturalez

amenazadora de Korhal, y cóm

laneaban hacernos lo mismo nosotros a las primeras de cambio. Quena que las pruebas para demostraa veracidad de esa acusació

estuvieran en un planeta cubierto dcristal ennegrecido.

Creo que eso es lo que asustaba d

verdad al ejército cuando Chau Sar


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ue vaporizado: que ahí fuera hubiesalgo igual de loco que nosotros.

Y que se les diera mejor comete

ocuras que a nosotros.EL MANIFIESTO DE LIBERTY

Mike aprovechó el tiempo questuvo la nave en subtorsión parexaminar los archivos informático

públicos referentes al sistema de SaraSe trataba del típico sistema limítrofe, lrregular frontera de la creciente esfer

de poder de la Confederación.El sistema había sido descubiert

por un explorador antes de las Guerrade los Gremios, la Confederación l

había echado el guante tras eclipsar a s


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rival en ciernes en el espacio, y ersegún los archivos de la nave) el hoga

de una boyante pareja de mundo

colonia. Lo único que distinguía asistema de Sara de la otra docena dmundos similares era que albergaba

dos mundos en su banda habitable, evez de a uno solo.

Chau Sara era el de menor tamaño

el más exterior de esos mundos, y poseía colonia más poblada. Siguiendo lradición de la Confederación, habí

comenzado como colonia penal, y u

montón de sus (ya desaparecidoshabitantes seguían cumpliendo condenaMar Sara alojaba a una mezcla má

ecléctica de soldados y exploradores


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unto a un par de clases religiosas quno comulgaban con los límitearsonianos de la tolerancia hacia lo

demás credos. Ambos planetas poseíaun gran potencial para la extracción dminerales pero, claro está, l

Confederación tenía los derechos sobresos recursos. Los habitantes tendríaque trabajar bajo contrato para l

Confederación, o huir a nuevos MundoLimítrofes.Mike comprobó los últimos informe

de la RNU. Se mencionaba algo acerc

de una interferencia de señaleprocedente del sistema de Sara, percasi todo el reportaje se centraba en e

último atentado de los Hijos de Korha


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gas venenoso en una plaza pública dHaji) y en el descarrilamiento de umultitren monorraíl en Moira.

Mike redactó un esbozo de informeresumiendo su conversación con Duke apuntando que los futuros reportajes s

verían sometidos a estrictarestricciones por parte del ejército. Esquería decir que su informe serí

revisado antes de que abandonara lnave y luego otra vez antes de qusaliera a la luz. Handy Anderson squejaría de la censura militar al tiemp

que la primicia le haría dar saltos dalegría por su oficina.

«Con un poco de suerte», pens

Mike, «a lo mejor salta demasiado cerc


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raje de combate, aumentada su fuerznatural por medio de servos mecanismos. La funda vacía que pendí

a su costado no tardaría en alojar urifle gauss C-14 de 8 milímetros, u

mpalador , para cuando entrase e

acción.Llevaba el visor abierto

enmarcando una emocionada sonrisa

Parecía una muchacha lista para asistir su primer baile de graduación. —¿Señor? Vamos a abandonar l

subtorsión en breves momentos. E

coronel le quiere en el puente, cuantantes. —Dicho lo cual, se marchó.

«Eso es enseguida, maldita sea»

pensó Mike, al tiempo que seguía


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Swallow fuera de sus aposentos.Los pasadizos no se había

ensanchado pero, debido a l

preponderancia de los abultados trajesse habían convertido en carriles dúnico sentido, con el tráfico indicad

por las enormes flechas del suelo. Evarios de los cruces, Swallow se detuvpara permitir que otros miembros de l

ripulación los adelantaran. Mike ssentía como si se hubiese escapado deparvulario para colarse en la clase dCOU.

—Tengo que hacerme con uno desos trajes —comentó.

—No sabía que estuvies

familiarizado con el traje de combat


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CMC propulsado, señor —dijSwallow.

—Me he leído los manuales.

—Esos conocimientos seránsuficientes para garantizar s

protección en situación de crisis, señor

Sin embargo, si ocurriera algo, es mresponsabilidad personal asegurarme dque se encuentre a salvo.

—Me llena usted de confianza. —Mike esbozó una sonrisa a la espalda dSwallow, por si acaso ésta estuvierapuntándolo con una cámara.

La nave sufrió un estremecimientransdimensional y los motores saliero

de la subtorsión. Estaban en el espaci

de Sara.


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El puente se encontraba bañado pouna luz roja, acentuada por lomonitores verdes alineados en l

cubierta inferior. El coronel Duke vestísu propio traje de batalla. Parecía ugorila en la corte del rey Arturo. U

gorila de cabeza ahusada cubierto pouna cota de malla. Le rodeaba upequeño racimo de pantallas d

seguimiento, todas ellas enmarcando urostro distinto que no dejaban dproporcionarle información.

—El señor Liberty se persona a su

órdenes, señor —dijo Swallowconsiguiendo volver a cuadrarse a lperfección, pese a la pesada armadura.

—Coronel —saludó Mike.


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Duke no dejó de mirar la pantallprincipal. Se limitó a comentar:

—Nos acercamos a Chau Sara.

Al principio, Mike pensó que emonitor no funcionaba. Se acercaban Chau Sara por la cara nocturna. E

nmenso disco del mundo saranexterior era un difuso charco de luz arcris, como la que podía encontrarse e

un charco aceitoso.Entonces cayó en la cuenta de que lque estaba mirando era la superficie dChau Sara. Refulgía con ondulante

bandas de colores, acotadas en algunougares por brillantes haces naranjas.

—¿Qué…? —Mike parpadeó—

¿Qué ha hecho eso?


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—Primer contacto, Liberty —repusel coronel—. Primer contacto, y de loextremos. ¿Qué dicen los detectores?

—No obtengo lecturas de vida —nformó uno de los técnicos—. La mayo

parte de la superficie ha sido licuada

esterilizada. Esta zona debe de teneentre seis y quince metros dprofundidad.

—¿Los edificios? —preguntó Mike.El técnico prosiguió: —Las aristas naranjas parecen se

rrupciones de magma a través del mant

del planeta. Se encuentran en laocalizaciones de los asentamiento

conocidos. —Pausa—. Más al menos e

otra docena de puntos.


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Mike observó el arremolinado arcris letal de la pantalla. El sol coronab

el horizonte frente a ellos, pero su luz n

e confirió mejor aspecto al planetaSólo un puñado de nubes oscuras, finacomo plumas de cuervo, flotaban sobr

a cara iluminada. —Además, el ochenta por ciento d

a atmósfera ha desaparecido tras e

ataque —continuó el técnico. —¿Alguna presencia en la órbita—preguntó Duke, sobresaliente como umonolito con cota de malla en medio d

ellos. —Comprobando —dijo el operador

Al cabo, vino la respuesta—: Negativo

ada nuestro. Tampoco nada de orige


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desconocido. Tal vez aparezcan algunofragmentos tras un escáner máminucioso.

—Amplía el escáner. Quiero sabesi hay algo ahí. Suyo o nuestro.

—Comprobando… Fragmento

definidos. Probablemente nuestrosHaría falta un equipo de rescate parconfirmarlo.

—¿Por qué lo han hecho? —Nadirespondió a la pregunta de Mike. Loécnicos, vestidos con trajes de combat

más ligeros, accionaban los mandos co

manos enguantadas. Las varias cabezade las pantallas hablaron a la vez acoronel Duke.

Al cabo, Mike dio con una pregunt


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que supuso que sabrían responder. —¿Qué ha causado esto? ¿Arma

nucleares?

El término distrajo a Duke de sconstante flujo de información. Miró areportero.

—Los sistemas de emulsión atómicdejan cristal ennegrecido y bosquencendiados. Incluso Korhal conserv

algunos parches de terreno limpio, amenos durante algún tiempo. Chau Sarha sido quemado, fundido hasta enúcleo en algunos lugares. Esto e

mucho más mortífero que las bombaApocalipsis. Esto —señaló a la pantall— es obra de una raza alienígena, lo

protoss. Según tengo entendido


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aparecieron de la nada, más cerca deplaneta de lo que nosotros intentaríamosiquiera. Naves enormes, y una gra

cantidad de ellas. Cogieron unas cuantanaves de transporte y de recolección ddesperdicios y las borraron del cielo

Luego desataron lo que fuese sobre eplaneta y lo dejaron tan estéril como uhuevo pasado por agua. Hecho lo cua

se marcharon. Mar Sara se encuentra aotro lado del sol en estos momentos, es aterroriza pensar que puedan ser lo

siguientes.

—Protoss. —Mike sacudió lcabeza, despacio, digiriendo lnformación. Había algo que n

encajaba. Observó la pantalla de


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operador, donde aparecían loprofundos agujeros del radar quahondaban en el magma del planeta.

—Ya tiene bastante para su informeseñor Liberty. Permaneceremos enuestros puestos para prevenir má

hostilidades en un futuro inmediato. Tavez quiera mencionar en el reportaje quvaya a entregar que el Jackson V y e

uey Long se unirán a nosotros ecuestión de días.El técnico palpó uno de su

auriculares, antes de interrumpir:

—Señor, tenemos lecturas anómalas —¿Localización? —saltó el coronel

al tiempo que se apartaba de Liberty.

—Zed dos, cuadrante cinco, un A


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fuera. Numerosas anomalías. —¿Origen? —Comprobando. —Una pausa,

uego un timbre de abatimiento sadueñó de las palabras del técnico—Se dirigen a Mar Sara, señor.

Duke asintió. —Preparados para intercepta

ecturas anómalas. Lancen los caza

cuando estén a nuestro alcance. —¿Se ha vuelto loco? —espetMike, sin pensar.

Duke se giró hacia el reportero.

—Espero que ésa fuese una preguntretórica, hijo.

—Sólo somos una nave.

—Somos la única nave entre ellos


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Mar Sara. Los interceptaremos.Mike estuvo a punto de contesta

«para ti es fácil decirlo, tienes un traj

de combate», pero se contuvo. Lo qufuese capaz de traspasar la corteza de uplaneta no se detendría ante unas cuanta

capas de armadura de combate.Inhaló hondo y se aferró a l

barandilla, como si esperara que es

pudiera amortiguar el posible impacto. —Acercándose al visor —informel técnico—. Lo paso a la pantalla.

El monitor principal parpadeó par

revelar un enjambre de luciérnagacontra el firmamento nocturnoRecortados contra la oscuridad, ofrecía

un espectáculo casi hermoso. Mike s


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percató de que había cientos de ellas, de que ésas eran tan sólo las navenodrizas. A su alrededor danzaba

mosquitos más pequeños. —¿Están a la distancia d

anzamiento de los Espectros? —

nquirió el coronel. —Dos minutos —replicó el técnico —Que despeguen en cuanto se

posible.Mike inhaló una honda bocanada deseó haber participado en losimulacros con los trajes de combate.

Aun a gran distancia, las naveprotoss poseían forma y definición. Lamayores eran enormes creacione

cilíndricas, similares en apariencia


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dirigibles luminosos. Los rodeabapolillas hambrientas, y Mike se dicuenta de que ésos debían de ser su

cazas, sus equivalentes a los Espectro-17 que ocupaban ahora los hangares,

a espera de despegar en cuant

acortaran distancias. Otras navedoradas danzaban entre los cargueros dmayor tamaño, resplandeciendo com

pequeñas estrellas.Ante los ojos de Mike, una de loenormes cargueros comenzó disolverse. Se produjo un estallido d

uz, un débil fulgor, y desaparecióTranscurrido un momento, otro destello otra desaparición.

—Señor —intervino el operador—


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Las lecturas anómalas desaparecen. —¿Tecnología de camuflaje? —

preguntó el coronel.

—¿A esta escala? —dijo Mike, siproponérselo.

—Comprobando. —Una enorm

pausa, tan profunda como un cañón—egativo. Al parecer, están rodeándos

a sí mismos con algún tipo de campo d

subtorsión. Se están retirando.Mike vio cómo destellaban desaparecían más naves. Los grandecargueros y su cohorte de naves má

pequeñas, los buques dorados de menoamaño, todos se esfumaron igual que la

hadas al salir el sol.

Hadas capaces de abrasar un planet


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hasta su núcleo fundido, se recordMike.

El coronel se permitió esbozar un

sonrisa. —Bien. Nos tienen miedo. Qu

odos se mantengan en sus puestos, y qu

permanezcan alertas por si se trata de uardid.

Mike meneó la cabeza.

—Esto no tiene sentido. Tienepoder para freír un planeta. ¿Por quban a temernos?

—Es obvio. Se han quedado si

munición. No les queda la fuerzsuficiente para pelear con nosotros.

—Sólo somos una nave. —Mik

negó con la cabeza, con fuerza—. Habí


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docenas de ellas ahí fuera. —Temen posibles refuerzos. —No, no. Aquí pasa algo. Esto n

iene sentido. —No nos las vemos con humanos —

apuntó Duke, con talante sombrío—

Fíjese en su potencia de fuego. —Exacto. Esos protoss nos supera

en número y armamento, ¿y vamo

nosotros y los acobardamos? ¿Para quhan venido? —Señor Liberty, ya ha cumplido co

su cupo de preguntas por hoy. —El ceñ

se hizo más pronunciado, pero Mikgnoró la advertencia.

—No, esto me huele a chamusquina

Eche un vistazo a la evaluación de lo


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daños. —Señaló al monitor de uno dos técnicos—. Han abrasado un planet

entero, pero en algunos puntos más qu

en otros. Todas las ciudades humanamportantes, sí, pero mire. —Indicó la

columnas de datos—. Se aprecian zona

de impacto en la otra cara del planetaejos de cualquier asentamiento human

conocido. Lo sé. Acabo de comproba

os archivos. —He dicho que ya era suficientecaballero. Lo efectivos que sean loprotoss a la hora de elegir sus objetivo

no es nuestra única preocupación.El rostro de Mike se iluminó a

establecer una conexión en lo hondo d

su cerebro.


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—¿De dónde hemos sacado enombre de «protoss», coronel? ¿Enuestro, o suyo?

—¡Señor Liberty! —El ruboascendía por las mejillas de Duke.

—Si es así como se llaman a s

mismos, ¿cómo es que lo sabemonosotros? ¿No tendríamos que haberlsabido con antelación? ¿O es qu

enviaron un aviso antes de atacar? —Ereportero comenzaba a levantar la vozgual que haría ante un candidat

hipócrita en un mitin preelectoral.

—¡Teniente Swallow! —Duke rugia orden entre dientes.

—¿Sí, señor? —Cuadrada, perfecta

—¡Escolte al señor Liberty fuera de


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puente! ¡Ahora!Mike aferró la barandilla con amba

manos. Un brazo ligado envuelto e

metal le rodeó la cintura. Comenzó gritar:

—Maldita sea, Duke, sabe más de l

que dice. ¡Se huele a la legua! —¡He dicho ahora, teniente! —sise

Duke.

—Por aquí, señor —dijo Swallowseparando a Mike de su asidero evantándolo en vilo. Se retiró en busc

del ascensor, con su trofeo a cuestas.

Michael Liberty abandonó el puentde mando sin cesar de proferinterrogantes. Lo último que oyó ante

de que se cerraran las puertas fue cóm


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el coronel Duke ordenaba que abrierauna línea de comunicación con emagistrado colonial de Mar Sara.


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4. Aterrizaje

en Mar Sara

En toda guerra se produce ueríodo entre el primer golpe y e

segundo. Es un momento de calma, cas

de tranquilidad, en el que lconsciencia de lo que ha ocurridcomienza a cobrar forma y todo e

mundo cree que sabe lo que va a pasaa continuación. Algunos se disponen huir. Otros se preparan parcontraatacar. Pero nadie se mueve. Aú


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no. Es un momento perfecto, cuando l

elota alcanza el punto álgido de s

arábola. Se ha emprendido una acció, por un momento congelado, todo s

mueve y todo está quieto.

Luego tenemos a esos zopencos quno saben dejar las cosas como están

a bola comienza a descender, s

roduce el segundo golpe, y nosumimos en el caos.EL MANIFIESTO DE LIBERTY

Michael Liberty tuvo prohibidabandonar sus aposentos durante el restde la acción en el cielo de Mar Sara. L

eniente Swallow o alguno de su


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camaradas resocializados neuronalmentmontaron guardia a la puerta de scamarote durante los dos días siguientes

Transcurrido ese tiempo, vinieron unescolta a la nave ancla y uransbordador hacia el hermoso Ma

Sara.Ahora, transcurrido un día desd

aquello, se encontraba en la sala d

prensa, despojando a los reporteroocales de los ahorros de toda su vidmientras esperaba algo que se pareciesa una respuesta sin tapujos por parte d

os dirigentes en el poder. No se produjo. Las declaracione

oficiales eran píldoras moldeadas d

antemano a partir de trivialidades qu


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hacían hincapié en lo inesperado deataque sobre Chau Sara, que ensalzabaa Duke y a la tripulación del Norad I

como a héroes por haber plantado carante el enemigo, y que afirmaban qusólo la omnipresente vigilancia de l

Confederación sería capaz de proteger Mar Sara. Los protoss (todavía ni idedel origen del nombre) eran retratado

como cobardes que se replegaban a lprimera señal de una pelea seria. Ldelicada, aunque impresionantenaturaleza de sus naves relampagueante

confirmaba esa teoría: huían porquenían miedo de ser alcanzadas.

En cualquier caso, ésa era l

historia, y los marines se aferraban


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ella. De hecho, si alguno de lomiembros del gabinete de prensa salejaba demasiado de la versión oficial

sus informes comenzaban a perderse drepente durante la retransmisión. Esconseguía mantener a raya a la mayorí

de los lugareños. A todos les eraentregados unos pases con códigos dbarras que se suponía debían enseñar s

se lo pedían. Y, Mike lo sabía, parestar al tanto de su paradero.El resto de caza noticias conocía l

versión de Liberty de lo acontecido

bordo del Norad II , pero ninguno habíntentado utilizar todavía esnformación en sus reportajes.

En el mundo exterior comenzaba


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mponerse un bloqueo planetario. Segúfuentes oficiales, se trataba de unmedida de protección civil (por citar e

comunicado de prensa oficial), cuanden realidad podía hablarse de un golpde estado militar que afectaba a

gobierno local. La población estabsiendo hacinada en puntos dconcentración para, en teoría, facilitar l

evacuación. No se mencionaba lprocedencia de las naves de evacuaciónni siquiera si existía un calendario parabandonar el planeta. Mientras tanto

había patrullas de marines por cualquieesquina, y los ciudadanos qupermanecían en la ciudad parecían muy

pero que muy nerviosos.


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A falta de algo que informar, locaza noticias mataban el tiempo en lenorme cafetería enfrente del Gra

Hotel, jugaban a las cartas, esperaban epróximo comunicado oficial y sdedicaban a especular como locos

Mike, embutido en su guardapolvoharaganeaba junto a los demás, con mápinta de oriundo que cualquiera de ellos

—Tío, yo no creo que hayalienígenas ni nada —dijo Rourke, entrmano y mano de póquer. Era un pelirrojgrandullón con una cicatriz irregular qu

e cruzaba la frente—. Me parece quos Hijos de Korhal han encontrado po

fin la tecnología suficiente para venga

el holocausto nuclear de su mundo natal


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—Cierra la boca —espetó Maggsun encallecido perro viejo de uno de lodiarios locales—. Te puedes ganar u

iro por hacer chistes sobre los Korhal. —¿Qué pasa, tú tienes alguna teoría —Son humanos, pero no lo qu

nosotros llamamos humanos. Vienen da Antigua Tierra. Supongo que mientra

nosotros no estábamos se enfrascaro

anto en la pureza genética y tal que ydeben de ser poco menos que clones, nos andan buscando la pista para limpiael resto de la raza.

Rourke asintió con la cabeza. —Eso ya lo había oído. Y Thaddeu

el del Post opina que son robots, y qu

están programados para que no pueda


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defenderse. Por eso se dieron el pircuando se les echó el Norad encima.

—Os equivocáis todos —intervin

Murray, un corresponsal de uno de locanales religiosos—. Son ángeles, eDía del Juicio ha llegado.

Rourke y Maggs expresaron sdesdén con risitas, tras lo que Rourkpreguntó:

—¿Y tú, Liberty? ¿Qué crees quson? —Lo único que sé es lo que vi. Y l

que vi fue que, sea lo que sean, licuaro

a superficie del planeta de al lado, podrían estar aquí antes de que lConfederación tuviese tiempo d

reaccionar. Y nosotros aquí, en el centr


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de la diana, jugando a las cartas.Un silencio sepulcral se cerni

sobre la mesa por un momento. Inclus

Murray, el corresponsal de los cielosmantuvo la boca cerrada. Al caboRourke exhaló un largo suspiro y dijo:

—Los de Tarsonis sí que sabéicómo reventar una fiesta. ¿Juegas otrronda o qué?

Mike se sentó de repente, con loojos clavados en la carretera. Murray Rourke no pudieron evitar revolverse esus asientos, pero sólo vieron al habitua

puñado de marines en la calle, algunocon armadura de combate, otros con euniforme reglamentario.

—Rápido, Rourke. Dame tu


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credenciales periodísticas —dijo Mike.El grandullón pelirrojo echó man

por instinto a las fichas que colgaba d

su cuello, como si de un salvavidas srataran.

—Ni hablar, tío.

—Vale, entonces te cambio micredenciales por las tuyas. —Mike lendió su carné de identidad expedid

por los marines. —¿Y eso? —inquirió Rourke, que yhabía comenzado a sacarse la cadenpor encima de la cabeza.

—Tú eres miembro de la prensocal. A ti te dejarán salir del cordón.

—Sí, pero todo lo que escriba irá

parar a manos de los censores —


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protestó el hombretón, mientras lentregaba las fichas—. De aquí no salnada.

—Ya, pero es que esta espera me va volver loco. Dame tabaco, también.

—Pensaba que lo estabas dejando

ío. —Venga, hombre.En cuanto Mike hubo metido lo

cigarrillos de Rourke en el bolsillo de lcamisa, se levantó y salió de la cafeteríantes de que su pase de prensa dejara drebotar encima de la mesa.

—En Tarsonis están chalados, tío —comentó Rourke.

—¿Juegas o hablas? —pregunt

Maggs.


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* * *

—¡Teniente Swallow! —gritó Mike

Se colgó las fichas de Rourke al cuellmientras corría, levantando penachos dpolvo con las botas en la calle.

La teniente se giró y le sonrió. —Señor Liberty. Me alegro dvolver a verle. —Su sonrisa erafectuosa, aunque Mike no sabía si es

afectuosidad era sincera o el resultadde su reprogramación.

Ya no llevaba puesta la armadura d

combate, sino que iba vestida de caqucomo ordenaba el reglamento. Esquería decir que no estaba de patrulla que no era probable que estuvier


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vigilándolo de forma activa. Emperolevaba un pequeño lanzagranadas sobr

una de las caderas y un cuchillo d

combate de torvo aspecto en la otra.Mike cogió la cajetilla de tabaco d

su bolsillo y extrajo la boquilla de u

cigarrillo. Swallow esbozó una sonrisculpable y lo aceptó.

—Creía que lo estaba dejando.

Mike se encogió de hombros. —Lo mismo digo.Se percató de que no llevaba encim

ni una cerilla. Swallow sacó u

mechero. Un láser diminuto iluminó lpunta.

La teniente inhaló una profund

calada.


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—Lamento lo que ocurrió en lnave. El deber.

Mike volvió a encogerse d

hombros. —Mi trabajo a veces me obliga

formular preguntas peliagudas. El deber

Ya se me han quitado los cardenales¿Está ocupada?

—De momento, no. ¿Ocurre algo

señor? —Me hace falta un vehículo y uchófer para ir al interior. —Consiguique sonara como una petició

nofensiva. Como encender un cigarrilloEl rostro de Swallow s

ensombreció por un momento.

—¿Van a dejar que salga de


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cordón? No se lo tome como algpersonal, señor, pero yo creía que ecoronel iba a mandarlo de vuelta

Tarsonis de una patada después de aquencidente en el puente.

—El tiempo cura todas las herida

—dijo Mike, sacando las fichas dRourke—. Me han alargado un poco lcadena. Sólo trabajo de campo… habla

con los refugiados en potencia. —Evacuados, señor —corrigiSwallow.

—Eso mismo. Tengo que escribi

algunas líneas sobre las valientes gentede Mar Sara enfrentadas a la amenazdel espacio. ¿Le interesa enseñarme lo

alrededores?


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—Bueno, estoy de descansoseñor… —Swallow vaciló. Mikvolvió a tantear el paquete de cigarrillo

—. No veo qué tiene de malo. ¿Segurque el coronel está de acuerdo con esto?

Mike irradió una sonrisa ganadora.

—Si no lo está, nos damos la vuelten el primer puesto de control y lpresento a mis compañeros de póquer e

a cafetería.* * *

La teniente Swallow consiguió e

ransporte, un todoterreno descapotablde carrocería achatada. Las fichas dRourke les franquearon el paso por e

primer puesto de guardia, donde u


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patrullero aburrido pasó la tarjeta por eector y obtuvo luz verde para e

«reportero local». A las autoridades n

parecía que les preocupara demasiadel hecho de que la gente llegase anterior, y menos si llevaban escolt

militar. Les preocupaba más que la gentvolviese a entrar.

Mar Sara siempre había sid

habitable con reservas, en comparaciócon las otrora exuberantes selvas de shermana en la órbita más lejana. Scielo estaba teñido de un naranj

polvoriento, y la mayor parte de su suelse lo repartían entre el barro cocido os hierbajos. Los sistemas de regadí

habían conseguido que floreciera


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algunas partes de aquel desierto pero, medida que se alejaban de la ciudadMike reparó en que los campos y

comenzaban a acusar la falta de aguaLos aspersores se erguían igual quespantapájaros solitarios por encima d

as plantaciones teñidas de marrón.Aquellas cosechas necesitaba

atención constante, apuntó Mike en s

grabadora, y el desplazamiento de lpoblación resultaba tan mortífero parellas como cualquier asalto procedentdel espacio. El abandono de las zona

de cultivo era un claro indicio de quos confederados esperaban el regres

de los protoss.

Se encontraron con el primer punt


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de concentración para refugiadoevacuados, perdón) hacia la mitad de larde. Se trataba de una ciudad de lon

erigida en uno de los sembrados, dondun único caminante Goliath supervisabodo el complejo. Otro patruller

aburrido ni siquiera se molestó eescuchar toda la historia de Mike antede pasar la ficha de Rourke por el lecto

, tras ser informado de que era oriundopermitirle el paso.Swallow aparcó el todoterreno a lo

pies del Goliath.

—Permita que hable a solas con loref… evacuados.

—Señor, sigo siendo responsable d

su seguridad.


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—Entonces, vigile desde undistancia prudente. La gente no va estar dispuesta a sincerarse con u

miembro de la Confederaciópaseándose por aquí con todo el equipo

El semblante de Swallow s

ensombreció, a lo que Mike añadió: —Claro está, todo lo que consig

pasará por su gente antes de se

retransmitido. —Aquello pareciranquilizarla lo suficiente como parmantenerla cerca del vehículo mientraMike salía para visitar el vecindario.

Hacía tan sólo unos días que habíaevantado la estación de evacuados

pero su capacidad ya comenzaba

ponerse a prueba. Se diría que habí


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sido construida para alojar a un centenade familias, cuando en esos momentoalbergaba a quinientas. El torrente d

población estaba hacinándose eautobuses cuadrados para su traslado campamentos más alejados. La basura s

apilaba en las lindes, y había colas antos depósitos de agua para conseguir eíquido depurado.

Los evacuados comenzaban sobreponerse a la impresión que lesuponía verse despojados de todo. Lmayoría de ellos habían sido sacados d

sus hogares y habían conseguidlevarse sólo lo primero que encontraro

a mano. De resultas de ello, los objeto

nnecesarios o dotados de valo


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sentimental habían sido abandonados canjeados por comida y una camcaliente. Ahora, descansando po

primera vez desde hacía días, loevacuados tenían tiempo para asimilasu situación y designar culpables.

No era de extrañar que lConfederación cargara con la mayoparte de la culpa. Después de todo, era

os únicos a mano, con sus caminanteGoliath y sus marines vestidos dcombate constituyendo una presencibien visible. Los protoss, en cambio

eran un rumor, siendo los informes de lpropia Confederación la única pruebde su existencia. Mar Sara había estad

al otro lado del sol, por lo que su


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habitantes se habían perdido eespectáculo pirotécnico de ldestrucción de su planeta hermano.

Mike catalogó las penurias de loevacuados y escuchó sus quejasAbundaban las historias de separacione

de posesiones preciadas que se habíaquedado atrás, los relatos de granjas hogares apropiados por las fuerza

confederadas, así como todo tipo dquejas, de mayor o menor importanciacontra las fuerzas militares que habíareemplazado a todas las autoridade

civiles. El propio magistrado local shabía convertido en un refugiado más, ahora encabezaba una comitiva que iba

ser trasladada a otro punto d


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concentración. Nadie estaba dispuesto plantarles cara a los confederados, peros refugiados estaban lo bastant

furiosos como para exponerle sus quejaa un periodista.

No obstante, bajo los lamentos y la

baladronadas subyacía un miedpalpable y definido. Estaba el miedque inspiraban las fuerzas confederadas

cómo no, pero también el que resultabde darse cuenta de que la humanidad, dbuenas a primeras, había dejado de estasola. Los marsaranos habían visto la

noticias referentes a la destrucción dChau Sara, y les atemorizaba qupudiera ocurrir lo mismo en su planeta

La ansiedad era una presencia constant


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en el campamento, así como el desencontenible de estar en otra parte… nmportaba cuál.

También había algo más, comdescubriera Mike mientras se mezclabcon el desarraigado populacho. E

repentino conocimiento de los protosvino seguido de una oleada dmisteriosos avistamientos. S

denunciaban luces en el cielo, criaturas de aspecto extraño en la tierraAparecían reses sacrificadas mutiladas. A eso había que añadirle l

admisión generalizada de que lConfederación estaba apartando a lpoblación de ciertas áreas, como s

supieran algo que no quisieran comparti


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con los civiles.Las historias acerca de alienígenas

xenomorfos ocultos en tierra surgían un

otra vez. Nadie había llegado a verlosdesde luego. Siempre era el amigo de uamigo de un pariente que estaba en otr

campamento el que los veía o, al menosoía hablar de ellos. Las historias girabamás en torno a monstruos con ojos d

nsecto que a criaturas a bordo de naverelucientes. Claro que, si alguiehubiese visto las naves de los protoss, eejército habría interceptado el inform

en cuestión de minutos.Transcurridas dos horas (

erminados los últimos cigarros d

Rourke), Mike regresó al todoterreno


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La teniente Swallow seguía tal y coma había dejado, de pie junto a la puert

del conductor.

—Ya tenemos bastante. Gracias pohaberme traído hasta aquí. Podemomarcharnos.

Swallow no se movió, sino qupermaneció con la mirada fija en algo.

—¿Teniente Swallow?

—Señor. He observado algcurioso. ¿Le importa si lo comparto cousted?

—¿Qué es eso tan curioso?

—¿Ve a esa mujer de ahí, lpelirroja vestida de oscuro?

Mike miró donde le indicaba. Habí

una mujer, joven, vestida con lo qu


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parecían unos pantalones negros dcamuflaje, camisa oscura y un chalecleno de bolsillos. Su cabello, de un roj

brillante, quedaba recogido en uncoleta sobre la nuca. Su aspecto ercuasi militar, aunque no pertenecía

ninguna unidad que Mike hubiese vistcon anterioridad. Tal vez se tratara duna milicia planetaria o de algun

organización de agentes de la ley y eorden. Alguaciles, así era comlamaban los nativos a los agentes de ley, aunque ella no tenía pinta de ser un

de ellos. De repente, cayó en la cuentde que no había visto a ninguna de laautoridades locales desde qu

aterrizaran los marines. Había dado po


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sentado que se habían sumado a levacuación general.

—¿Y?

—Parece sospechosa, señor. —¿Qué está haciendo? —Lo mismo que ha estado haciend

usted, señor. Hablar con la gente. —Vaya, eso sí que es sospechoso

¿Por qué no hablamos nosotros con ella

La pelirroja se alejó de su últimnterlocutor, un hombre de avanzadedad, y cruzó el compuesto. Swallowavanzó hacia ella a largas zancadas, co

Mike tras sus pasos.Mientras se acercaban, Mik

observó algo sospechoso en la mujer: s

aspecto era mucho menos polvorient


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que el del resto de los refugiados. Ymenos preocupado.

—Disculpe, señora —dijo Swallow

La pelirroja se detuvo con un pie eel aire y miró alrededor.

—¿Puedo ayudarles? —preguntó

Sus ojos verde jade se entrecerraroapenas el grosor de un cabello. Mikobservó que sus labios eran un tant

anchos comparados con el resto de srostro. —Querríamos hacerle alguna

preguntas —respondió la teniente, co

más brusquedad de la que habrídeseado Mike.

La mujer frunció sus carnoso

abios, antes de inquirir:


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—¿Quién quiere formular esapreguntas? —Pareció que soplara uviento helado entre amba

nterlocutoras.Mike se colocó entre ellas. —Soy reportero de la Red d

oticias Universal. Me llamMichael…

—Liberty —concluyó la pelirroja—

He visto sus reportajes. Se acercan a lverdad bastante a menudo.Mike asintió con la cabeza. —Siempre se acercan a la verda

cuando los termino. Si algo sale mal, eculpa de los editores.

La mujer le dedicó una mirad

penetrante. Mike tuvo la certeza de qu


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aquellos ojos verdes podían convertirsen puñales capaces de hundirse en salma.

—Me llamo Sarah Kerrigan —nformó, lacónica, dirigiéndose sólo

Mike, no a la teniente.

«Vale», pensó Mike. «De agentocal, nada de nada».

—Y, ¿de dónde es usted, Kerrigan

—preguntó la teniente Swallow. Seguísonriendo, pero Mike podía sentir lensión de aquella sonrisa. Había alg

en Kerrigan que conseguía enervar a l

eniente. —Universidad de Chau Sara —

respondió Kerrigan, clavando los ojo

en la oficial—. Formaba parte de u


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equipo de sociólogos estacionado aqucuando se produjo el ataque.

—Qué origen más conveniente, s

enemos en cuenta que nadie puedcorroborarlo en estos momentos.

—Lamento lo de su planeta —

ntervino Mike, presuroso. Sólpretendía suavizar la acusación tácita dSwallow pero, por primera vez, se di

cuenta de que lamentaba la destruccióque había visto desde la órbita. Labochornó no haber pensado antes eello.

La pelirroja volvió a concentrase eel reportero.

—Lo sé. Puedo sentir su pesar.

—Y, ¿qué está haciendo aquí


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Kerrigan? —Swallow estaba siendo tadelicada como el abrecartas favorito dAnderson.

—Lo mismo que todos, cabo… —Teniente, señora —interrumpi

Swallow, aún con más inquina.

Kerrigan consiguió esbozar unsonrisa risueña.

—Teniente, pues. Intento descubri

qué está pasando. Intento descubrir si ecierto que existe un plan de evacuacióo si los confederados están dedicándosa sembrar neurosis bélica a gran escala.

—¿Qué quiere decir con eso? —saltó Swallow. Mike se apresuró replantear la pregunta.

—¿Cree que hay algún problema co

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La Cruzada de Liberty - Jeff Grubb