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LA CAUTIVA ESTEBAN ECHEVERRIA Ediciones elaleph.com

La Cautiva

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De Esteban Echeverria

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    E S T E B A NE C H E V E R R I A

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    Female hearts are such a genial soilFor Kinderfeelings, whatsoe'er their nation,

    They naturally pour the wine and oilSamaritans in every situation;

    En todo clima el corazn de la mujer es tierra frtil enafectos generosos: -ellas en cualquier circunstancia de la vida

    saben, como la Samaritana, prodigar el leo y el vino.BYRON.

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    Primera parte

    Ils vont. L'espace est grand.HUGO.

    El DesiertoEra la tarde, y la horaen que el sol la cresta dorade los Andes. El Desiertoinconmensurable, abierto,y misterioso a sus piesse extiende; triste el semblante,solitario y taciturnocomo el mar, cuando un instanteal crepsculo nocturno,pone rienda a su altivez. Gira en vano, reconcentrasu inmensidad, y no encuentrala vista, en su vivo anhelo,do fijar su fugaz vuelo,

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    como el pjaro en el mar.Doquier campos y heredadesdel ave y bruto guaridas,doquier cielo y soledadesde Dios slo conocidas,que l slo puede sondar. A veces, la tribu errante,sobre el potro rozagante,cuyas crines altanerasflotan al viento ligeras,lo cruza cual torbellino,y pasa; o su tolderasobre la grama frondosaasienta, esperando el daduerme, tranquila reposa,sigue veloz su camino. Cuntas, cuntas maravillas,sublimes y a par sencillas,sembr la fecunda manode Dios all! Cunto arcanoque no es dado al vulgo ver!La humilde yerba, el insecto,la aura aromtica y pura,el silencio, el triste aspectode la grandiosa llanura,el plido anochecer.

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    Las armonas del vientodicen ms al pensamientoque todo cuanto a porfala vana filosofapretende altiva ensear.Qu pincel podr pintarlassin deslucir su belleza?Qu lengua humana alabarlas?Slo el genio su grandezapuede sentir y admirar. Ya el sol su ntida frentereclinaba en occidente,derramando por la esferade su rubia cabellerael desmayado fulgor.Sereno y difano el cielo,sobre la gala verdosade la llanura, azul veloesparca, misteriosasombra dando a su color. El aura, moviendo apenassus alas de aroma llenas,entre la yerba bulladel campo que parecacomo un pilago ondear.Y la tierra, contemplandodel astro rey la partida,

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    callaba, manifestando,como en una despedida,en su semblante pesar. Slo a ratos, altanerorelinchaba un bruto fieroaqu o all, en la campaa;bramaba un toro de saa,ruga un tigre feroz;o las nubes contemplando,como exttico y gozoso,el yaj, de cuando en cuando,turbaba el mudo reposocon su fatdica voz. Se puso el sol; parecaque el vasto horizonte arda:la silenciosa llanurafue quedando ms obscura,ms pardo el cielo, y en l,con luz trmula brillabauna que otra estrella, y luegoa los ojos se ocultaba,como vacilante fuegoen soberbio chapitel. El crepsculo, entretanto,con su claroscuro manto,vel la tierra; una faja,

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    negra como una mortaja,el occidente cubri;mientras la noche bajandolenta vena, la calma,que contempla suspirandoinquieta a veces el alma,con el silencio rein. Entonces, como el ridoque suele hacer el tronidocuando retumba lejano,se oy en el tranquilo llanosordo y confuso clamor;se perdi... y luego violento,como baladro espantosode turba inmensa, en el vientose dilat sonoroso,dando a los brutos pavor. Bajo la planta sonantedel gil potro arroganteel duro suelo temblaba,y envuelto en polvo cruzabacomo animado tropel,velozmente cabalgando;vanse lanzas agudas,cabezas, crines ondeando,y como formas desnudasde aspecto extrao y cruel.

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    Quin es? Qu insensata turbacon su alarido perturbalas calladas soledadesde Dios, do las tempestadesslo se oyen resonar?Qu humana planta orgullosase atreve a hollar el desiertocuando todo en l reposa?Quin viene seguro puertoen sus yermos a buscar? Od! Ya se acerca el bandode salvajes, atronandotodo el campo convecino;mirad! como torbellinohiende el espacio veloz.El fiero mpetu no enfrenadel bruto que arroja espuma;vaga al viento su melena,y con ligereza sumapasa en ademn atroz. Dnde va? De dnde viene?De qu su gozo proviene?Por qu grita, corre, vuela,clavando al bruto la espuela,sin mirar alrededor?Ved que las puntas ufanas

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    de sus lanzas, por despojos,llevan cabezas humanas,cuyos inflamados ojosrespiran an furor! As el brbaro hace ultrajeal indomable corajeque abati su alevosa;y su rencor todavamira, con torpe placer,las cabezas que cortaronsus inhumanos cuchillos,exclamando: -Ya pagarondel cristiano los caudillosel feudo a nuestro poder. Ya los ranchos do vivieronpresa de las llamas fueron,y muerde el polvo abatidasu pujanza tan erguida.Dnde sus bravos estn?Vengan hoy del vituperio,sus mujeres, sus infantes,que gimen en cautiverio,a libertar, y como antes,nuestras lanzas probarn. Tal deca, y bajo el callodel indmito caballo,

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    crujiendo el suelo temblaba;hueco y sordo retumbabasu grito en la soledad.Mientras la noche, cubiertoel rostro en manto nubloso,ech en el vasto desierto,su silencio pavoroso,su sombra majestad.

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    Segunda parte

    ...orrbile favelle,parole di dolore, accenti d'ira,

    voci alte e fioche, e suon di man con elleFacvanoun tumulto...

    DANTE.

    El festnNoche es el vasto horizonte,noche el aire, cielo y tierra.Parece haber apiadoel genio de las tinieblas,para algn misterio inmundo,sobre la llanura inmensa,la lobreguez del abismodonde inalterable reina.Slo inquietos divagando,por entre las sombras negras,los espritus foletos

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    con viva luz reverberan,se disipan, reaparecen,vienen, van, brillan, se alejan,mientras el insecto chilla,y en fachinales o cuevaslos nocturnos animalescon triste aullido se quejan.La tribu aleve, entretanto,all en la pampa desierta,donde el cristiano atrevidojams estampa la huella,ha reprimido del brutola estrepitosa carrera;y campo tiene fecundoal pie de una loma extensa,lugar hermoso, do a vecessus tolderas asienta.Feliz la maloca ha sido;rica y de estima la presaque arrebat a los cristianos:caballos, potros y yeguas,bienes que en su vida erranteella ms que el oro precia;muchedumbre de cautivas,todas jvenes y bellas.Sus caballos, en manadas,pacen la fragante yerba;y al lazo, algunos prendidos,a la pica, o la manea,

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    de sus indolentes amosel grito de alarma esperan.Y no lejos de la turba,que charla ufana y hambrienta,atado entre cuatro lanzas,como vctima en reserva,noble espritu valientemira vacilar su estrella;al paso que su infortunio,sin esperanza, lamentan,rememorando su hogar,los infantes y las hembras.Arden ya en medio del campocuatro extendidas hogueras,cuyas vivas llamaradasirradiando, coloreanel tenebroso recintodonde la chusma hormiguea.En torno al fuego sentadosunos lo atizan y ceban;otros la jugosa carneal rescoldo o llama tuestan.Aqul come, ste destriza,ms all alguno degellacon afilado cuchillola yegua al lazo sujeta,y a la boca de la herida,por donde ronca y resuella,y a borbollones arroja

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    la caliente sangre fuera,en pie, trmula y convulsa,dos o tres indios se pegancomo sedientos vampiros,sorben, chupan, saboreanla sangre, haciendo mormullo,y de sangre se rellenan.Baja el pescuezo, vacila,y se desploma la yeguacon aplausos de las indiasque a descuartizarla empiezan.Arden en medio del campo,con viva luz las hogueras;sopla el viento de la pampay el humo y las chispas vuelan.A la charla interrumpida,cuando el hambre est repleta,sigue el cordial regocijo,el beberaje y la gresca,que apetecen los varones,y las mujeres detestan.El licor espirituosoen grandes bacas echan;y, tendidos de barrigaen derredor, la cabezameten sedientos, y apuranel apetecido nctar,que bien pronto los convierteen abominables fieras.

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    Cuando algn indio, medio ebrio,tenaz metiendo la lenguasigue en la preciosa fuente,y beber tambin no dejaa los que aguijan furiosos,otro viene, de las piernaslo agarra, tira y arrastra,y en lugar suyo se espeta.As bebe, re, canta,y al regocijo sin riendase da la tribu; aquel ebriose levanta, bambolea,a plomo cae, y gruendocomo animal se revuelca.ste chilla, algunos lloran,y otros a beber empiezan.De la chusma toda al cabola embriaguez se enseoreay hace andar en remolinosus delirantes cabezas;entonces empieza el bullicio,y la algazara tremenda,el infernal alaridoy las voces lastimeras,mientras sin alivio lloranlas cautivas miserables,y los ternezuelos nios,al ver llorar a sus madres.Las hogueras, entretanto,

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    en la obscuridad flamean,y a los pintados semblantesy a las largas cabellerasde aquellos indios beodos,da su vislumbre siniestracolorido tan extrao,traza tan horrible y fea,que parecen del abismoprcito, inmunda ralea,entregada al torpe gozode la sabtica fiesta.Todos en silencio escuchan;una voz entona recialas heroicas alabanzas,y los cantos de la guerra: -Guerra, guerra, y exterminioal tirnico dominiodel huinca; engaosa paz:devore el fuego sus ranchos,que en su vientre los caranchosceben el pico voraz. Oy gritos el caudillo,y en su fogoso tordillosali Brian;pocos eran y l delantevena, al bruto arrogantedio una lanzada Quilln.

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    Lo carg al punto la indiada:con la fulminante espadase alz Brian;grandes sus ojos brillaron,y las cabezas rodaronde Quitur y Callupn. Echando espuma y heridocomo toro enfurecidose encar,ceo torvo revolviendo,y el acero sacudiendo:nadie acometerlo os. Valichu estaba en su brazo;pero al golpe de un bolazocay Briancomo potro en la llanura:cebo en su cuerpo y harturaencontrar el gaviln. Las armas cobarde entregael que vivir quiere esclavo;pero el indio guapo, no:Chail muri como bravo,batallando en la refriega,de una lanzada muri.

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    Sali Brian airadoblandiendo la lanza,con fiera pujanzaChail lo embisti;del pecho clavadoen el hierro agudo,con brazo forzudo,Brian lo levant. Funeral sangrientoya tuvo en el llano;ni un solo cristianocon vida escap.Fatal vencimiento!Lloremos la muertedel indio ms fuerteque la pampa cri. Quines su prdida lloran,quines sus hazaas mentan.yense voces confusas,medio articuladas quejas,baladros, cuyo son roncoen la llanura resuena.De repente todos callan,y un sordo mormullo reina,semejante al de la brisacuando rebulle en la selva;pero, gritando, algn indio

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    en la boca se palmea,y el disonante alaridootra vez el campo atruena.El indeleble recuerdode las pasadas ofensasse aviva en su nimo entonces,y atizando su fierezaal rencor adormecidoy a la venganza subleva.En su mano los cuchillos,a la luz de las hogueras,llevando muerte relucen;se ultrajan, rien, vocean,como animales ferocesse despedazan y bregan.Y, asombradas, las cautivasla carnicera horrendamiran, y a Dios en silenciohumildes preces elevan.Sus mujeres entretanto,cuya vigilancia tiernaen las horas de peligrosiempre cautelosa vela,acorren luego a calmarel frenes que los ciega,ya con ruegos y palabrasde amor y eficacia llenas,ya interponiendo su cuerpoentre las armas sangrientas.

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    Ellos resisten y luchan,las desoyen y atropellan,lanzando injuriosos gritos;y los cuchillos no sueltansino cuando, ya rendidasu natural fortalezaa la embriaguez y al cansancio,dobla el cuello y cae por tierra.Al tumulto y la matanzasigue el llorar de las hembraspor sus maridos y deudos,las lastimosas endechasa la abundancia pasada,a la presente miseria,a las vctimas queridasde aquella noche funesta.Pronto un profundo silenciohace a los lamentos tregua,interrumpido por ayesde moribundos, o quejas,risas, gruir sofocadode la embriagada torpeza;al espantoso ronquidode los que durmiendo suean,los gemidos infantilesdel acurut se mezclan;chillidos, allos tristesdel lobo que anda a la presa.De cadveres, de troncos,

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    miembros, sangre y osamentas,entremezclados con vivos,cubierto aquel campo queda,donde poco antes la tribulleg alegre y tan soberbia.La noche en tanto caminatriste, encapotada y negra;y la desmayada luzde las festivas hoguerasslo alumbra los estragosde aquella brbara fiesta.

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    Tercera parte

    Yo iba a morir, es verdad,Entre brbaros creles,

    y all el pesar me matabade morir, mi bien, sin verte.

    A darme la vida tsaliste, hermosa, y valiente.

    CALDERN.

    El pualYace en el campo tendida,cual si estuviera sin vida,ebria, la salvaje turba,y ningn ruido perturbasu sueo o sopor mortal.Varones y hembras mezcladostodos duermen sosegados.Slo, en vano tal vez, velanlos que libertarse anhelan

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    del cautiverio fatal. Paran la oreja bufandolos caballos, que vagandolibres despuntan la grama;y a la moribunda llamade las hogueras se ve,se ve sola y taciturna,smil a sombra nocturna,moverse una forma humana,como quien lucha y se afana,y oprime algo bajo el pie. Se oye luego triste allo,y horrisonante mormullo,semejante al del novillocuando el filoso cuchillolo degella sin piedad,y por la herida resuella,y aliento y vivir por ella,sangre hirviendo a borbollones,en horribles convulsiones,lanza con velocidad. Silencio; ya el paso levepor entre la yerba mueve,como quien busca y no atina,y temeroso caminade ser visto o tropezar,

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    una mujer: en la diestraun pual sangriento muestra,sus largos cabellos flotandesgreados, y denotande su nimo el batallar. Ella va. Toda es odos;sobre salvajes dormidosva pasando, escucha, mira,se para, apenas respira,y vuelve de nuevo a andar.Ella marcha, y sus miradasvagan en torno, azoradas,cual si creyesen ilusasen las tinieblas confusasmil espectros divisar. Ella va, y aun de su sombra,como el criminal, se asombra;alza, inclina la cabeza;pero en un crneo tropiezay queda al punto mortal.Un cuerpo grue y resuella,y se revuelve; mas ellacobra espritu y coraje,y en el pecho del salvajeclava el agudo pual. El indio dormido expira,

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    y ella veloz se retirade all, y anda con ms tinoarrastrando del destinola rigorosa crueldad.Un instinto poderoso,un afecto generosola impele y gua segura,como luz de estrella pura,por aquella obscuridad. Su corazn de alegrapalpita; lo que quera,lo que buscaba con ansiasu amorosa vigilancia,encontr gozosa al fin.All, all est su universo,de su alma el espejo terso,su amor, esperanza y vida;all contempla embebidasu terrestre serafn. -Brian -dice-, mi Brian queridobusca durmiendo el olvido;quizs ni soando esperaque yo entre esta gente fierale venga a favorecer.Lleno de heridas, cautivo,no abate su nimo altivola desgracia, y satisfecho

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    descansa, como en su lecho,sin esperar, ni temer. Sus verdugos, sin embargo,para hacerle ms amargode la muerte el pensamiento,deleitarse en su tormento,y ms su rencor cebarprolongando su agona,la vida suya, que es ma,guardaron, cuando, triunfantes,hasta los tiernos infantesosaron despedazar, arrancndolos del senode sus madres -da llenode execracin y amargura,en que muri mi ventura,tu memoria me da horror!-.As dijo, y ya no siente,ni llora, porque la fuentedel sentimiento fecunda,que el femenil pecho inunda,consumi el voraz dolor. Y el amor y la venganzaen su corazn alianzahan hecho, y slo una ideatiene fija y saborea

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    su ardiente imaginacin.Absorta el alma, en deliriolleno de gozo y martirioqueda, hasta que al fin estallacomo volcn, y se explayala lava del corazn. All est su amante herido,mirando al cielo, y ceidoel cuerpo con duros lazos,abiertos en cruz los brazos,ligadas manos y pies.Cautivo est, pero duerme;inmoble, sin fuerza, inermeyace su brazo invencible:de la pampa el len terriblepresa de los buitres es. All, de la tribu impa,esperando con el dahorrible muerte, est el hombrecuya fama, cuyo nombreera, al brbaro traidor,ms temible que el zumbidodel hierro o plomo encendido;ms aciago y espantosoque el valichu rencorosoa quien ataca su error.

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    All est; silenciosa ella,como tmida doncella,besa su entreabierta boca,cual si dudara le tocapor ver si respira an.Entonces las ataduras,que sus carnes roen duras,corta, corta velozmentecon su pual obediente,teido en sangre comn. Brian despierta; su alma fuerte,conforme ya con su suerte,no se conturba, ni azora;poco a poco se incorpora,mira sereno, y cree verun asesino: echan fuegosus ojos de ira; mas luegose siente libre, y se calma,y dice: -Eres alguna almaque pueda y deba querer? Eres espritu errante,ngel bueno, o vacilanteparto de mi fantasa?-Mi vulgar nombre es Mara,ngel de tu guarda soy;y mientras cobra pujanza,ebria la feroz venganza

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    de los brbaros, segura,en aquesta noche obscura,velando a tu lado estoy: nada tema tu congoja.-Y enajenada se arrojade su querido en los brazos,la da mil besos y abrazos,repitiendo: -Brian, Brian.-La alma heroica del guerrerosiente el gozo lisonjeropor sus miembros doloridoscorrer, y que sus sentidoslibres de ilusin estn. Y en labios de su queridaapura aliento de vida,y la estrecha cariosoy en xtasis amorosoambos respiran as;mas, sbito l la separa,como si en su alma brotarahorrible idea, y la dice:-Mara, soy infelice,ya no eres digna de m. Del salvaje la torpezahabr ajado la purezade tu honor, y mancillado

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    tu cuerpo santificadopor mi cario y tu amor;ya no me es dado quererte.-Ella le responde: -Advierteque en este acero est escritomi pureza y mi delito,mi ternura y mi valor. Mira este pual sangriento,y saltar de contentotu corazn orgulloso;dimelo amor poderoso,dimelo para mataral salvaje que insolenteultrajar mi honor intente;para, a un tiempo, de mi padre,de mi hijo tierno y mi madre,la injusta muerte vengar. Y tu vida, ms preciosaque la luz del sol hermosa,sacar de las fieras manosde estos tigres inhumanos,o contigo perecer.Loncoy, el cacique altivocuya saa al atractivose rindi de estos mis ojos,y quiso entre sus despojosde Brian la querida ver,

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    despus de haber mutiladoa su hijo tierno; anegadoen su sangre yace impura;sueo infernal su alma apura:diole muerte este pual.Levanta, mi Brian, levanta,sigue, sigue mi gil planta;huyamos de esta guaridadonde la turba se anidams inhumana y fatal. -Pero adnde, adnde iremos?Por fortuna encontraremosen la pampa algn asilo,donde nuestro amor tranquilologre burlar su furor?Podremos, sin ser sentidosescapar, y desvalidoscaminar a pie, ijadeando,con el hambre y sed luchando,el cansancio y el dolor? -S; el anchuroso desiertoms de un abrigo encubiertoofrece, y la densa niebla,que el cielo y la tierra puebla,nuestra fuga ocultar.Brian, cuando aparezca el da,

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    palpitantes de alegra,lejos de aqu ya estaremos,y el alimento hallaremosque el cielo al infeliz da. -T podrs, querida amiga,hacer rostro a la fatiga,mas yo, llagado y herido,dbil, exange, abatido,cmo podr resistir?Huye t, mujer sublime,y del oprobio redimetu vivir predestinado;deja a Brian infortunado,solo, en tormentos morir. -No, no, tu vendrs conmigo,o perecer contigo.De la amada patria nuestraescudo fuerte es tu diestra,y qu vale una mujer?Huyamos, t de la muerte,yo de la oprobiosa suertede los esclavos; propicioel cielo este beneficionos ha querido ofrecer; no insensatos lo perdamos.Huyamos, mi Brian, huyamos;

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    que en el spero caminomi brazo, y poder divinote servirn de sostn.-Tu valor me infunde fuerza,y de la fortuna adversa,amor, gloria o agonaparticipar con Marayo quiero; huyamos, ven, ven.- Dice Brian y se levanta;el dolor traba su planta,mas devora el sufrimiento;y ambos caminan a tientopor aquella obscuridad.Tristes van, de cuando en cuandola vista al cielo llevando,que da esperanza al que gime,qu busca su alma sublime?la muerte o la libertad. -Y en esta noche sombraquin nos servir de gua?-Brian, no ves all una estrellaque entre dos nubes centellacual benigno astro de amor?Pues sa es por Dios enviada,como la nube encarnadaque vio Israel prodigiosa;sigamos la senda hermosa

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    que nos muestra su fulgor, ella del triste desiertonos llevar a feliz puerto.-Ellos van; solas, perdidas,como dos almas queridas,que amor en la tierra uni,y en la misma forma de antes,andan por la noche errantes,con la memoria hechiceradel bien que en su primaverala desdicha les rob. Ellos van. Vasto, profundocomo el pramo del mundomisterioso es el que pisan;mil fantasmas se divisan,mil formas vanas all,que la sangre joven hielan:mas ellos vivir anhelan.Brian desmaya caminandoy, al cielo otra vez mirando,dice a su querida as: -Mira: no ves? la luz bellade nuestra polar estrellade nuevo se ha obscurecido,y el cielo ms denegridonos anuncia algo fatal.

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    -Cuando contrario el destinonos cierre, Brian, el camino,antes de volver a manosde esos indios inhumanos,nos queda algo: este pual.

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    Cuarta parte

    Gi la terra e coperta duccisi;tutta sangue la vasta pianura;... [Ya la tierra est cubierta de asesinos,la vasta llanura es toda sangre.]y en el oriente nubloso,ni del pjaro se oamezclaba su voz sonoradorma la tribu infiel;Sbito, al trote asomaronla chusma quieta y dormida,un escuadrn de lancerosen doble muro encerr.clamando azorada,los unos pasmados, al peligro horrendo,quin corre su potro querido a buscar;blandiendo en su manoEl sol aparece; las armas agudassin su apoyo, inerme, se deja vencer.los fieros cuchillos

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    todo se confunde: del plomo el silbido,ni hembra, ni varn, ni crasu cerviz al hierro dio.Y del sueo de la vidalgrimas de regocijo;hall a Brian en el desierto,

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    Quinta parte

    ...e lo spirito lassoConforta, e ciba di speranza buona;

    ...[y el nimo cansado,Conforta, y nutre de esperanza buena;]

    DANTE.

    El pajonalAs, huyendo a la ventura,ambos a pie divagaronpor la lbrega llanura,y al salir la luz del da,a corto trecho se hallaronde un inmenso pajonal.Brian debilitado, herido,a la fatiga rendidola planta apenas mova;su angustia era sin igual.Pero un ngel, su querida,

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    siempre a su lado velaba,y el espritu y la vida,que su alma heroica anidaba,la infunda, al parecer,con miradas cariosas,voces del alma profundas,que debieran ser eternas,y aquellas palabras tiernas,o armonas misteriosasque slo manan fecundasdel labio de la mujer. Temerosos del salvaje,acogironse al abrigode aquel pajonal amigo,para de nuevo su viajepor la noche continuar;descansar all un momento,y refrigerio y sustentoa la flaqueza buscar. Era el adusto verano.Ardiente el sol como fragua,en cenagoso pantanoconvertido haba el aguaall estancada, y los peces,los animales inmundosque aquel baado habitabanmuertos, al aire infectaban,

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    o entre las impuras hecesaparecan a vecesboqueando moribundos,como del cielo implorandoagua y aire: aqu se vaal voraz cuervo, tragandolo ms asqueroso y vil;all la blanca cigea,el pescuezo corvo alzando,en su largo pico enseael tronco de algn reptil;ms all se ve el carancho,que jams presa desdea,con pico en forma de ganchode la expirante alimaasajar la ftida entraa.Y en aquel pramo yerto,donde a buscar como a puertorefrigerio, van errantesBrian y Mara anhelantes,slo divisan sus ojos,feos, inmundos despojosde la muerte. Qu destinocomo el suyo miserable!Si en aquel instante vinola memoria perdurablede la pasada venturaa turbar su fantasacun amarga les sera!

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    cun triste, yerma y obscura! Pero con pecho animosoen el lodo pegajosopenetraron, ya cayendo,ya levantando o subiendoel pie flaco y dolorido;y sobre un flotante nidode yaj (columna bella,que entre la paja descuella,como edificio construidopor mano hbil) se sentarona descansar o morir.Sbito all desmayaronlos espritus vitalesde Brian a tanto sufrir;y en los brazos de Mara,que inmoble permaneca,cay muerto al parecer.Cmo palabras mortalespintar al vivo podrnel desaliento y angustias, o las imgenes mustiasque el alma atravesarnde aquella infeliz mujer!Flor hermosa y delicada,perseguida y conculcadapor cuantos males tiranos

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    dio en herencia a los humanosinexorable poder. Pero a cada golpe injustoretoece ms robustode su noble alma el valor;y otra vez, con paso fuerte,holla el fango, do la muertedisputa un resto de vidaa indefensos animales;y rompiendo enfurecidalos espesos matorrales,camina a un sordo rumorque oye prximo, y mirandoel hondo cauce anchurosode un arroyo que copiosoentre la paja corra,se volvi atrs, exclamandoarrobada de alegra:-Gracias te doy, Dios Supremo!Brian se salva, nada temo. Pronto llega al alto nidodonde yace su querido,sobre sus hombros le carga,y con vigor desmedidolleva, lleva, a paso lento,al puerto de salvamentoaquella preciosa carga.

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    All en la orilla verdosael inmoble cuerpo posa,y los labios, frente y caraen el agua fresca y clarale embebe; su aliento aspira,por ver si vivo respira,trmula su pecho toca;y otra vez sienes y bocale empapa. En sus ojos vivosy en su semblante animado,los matices fugitivosde la apasionada guerraque su corazn encierra,se muestran. Brian recobradose mueve, incorpora, alienta;y dbil mirada lentaclava en la hermosa Mara,dicindola: -Amada ma,pens no volver a verte,y que este sueo seracomo el sueo de la muerte;pero t, siempre velando,mi vivir sustentas, cuandoyo en nada puedo valerte,sino doblar la amargurade tu extraa desventura.-Que vivas tan slo quiero,porque si mueres, yo muero;

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    Brian mo, alienta, triunfamos,en salvo y libres estamos.No te aflijas; bebe, bebeesta agua, cuyo frescorel extenuado vigorvolver a tu cuerpo en breve,y esperemos con valorde Dios el fin que imploramos.- Dijo as, y en la corrienterecoge agua, y diligente,de sus miembros con esmero,se aplica a lavar primerolas dolorosas heridas,las hondas llagas henchidasde negra sangre cuajada,y a sus inflamados piesel lodo impuro; y despuscon su mano delicadalas venda. Brian silenciososufre el dolor con firmeza;pero siente a la flaquezarendido el pecho animoso. Ella entonces alimentocorre a buscar; y un momento,sin duda el cielo piadoso,de aquellos finos amantes,infortunados y errantes,

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    quiso aliviar el tormento.

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    Sexta parte

    Qu largas son las horas del deseo!MORETO.

    La esperaTriste, obscura, encapotadalleg la noche esperada,la noche que ser debierasu grata y fiel compaera;y en el vasto pajonalpermanecen inactivoslos amantes fugitivos.Su astro, al parecer, declina,como la luz vespertinaentre sombra funeral. Brian, por el dolor vencidoal margen yace tendidodel arroyo; prob en vano

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    el paso firme y lozanode su querida seguir;sus plantas desfallecieron,y sus heridas vertieronsangre otra vez. Sinti entoncescomo una mano de broncepor sus miembros discurrir. Mara espera, a su lado,con corazn agitado,que amanecer otra aurorams bella y consoladora;el amor la inspira feen destino ms propicio,y la oculta el precipiciocuya idea slo pasma:el descarnado fantasmade la realidad no ve. Pasin vivaz la domina,ciega pasin la fascina;mostrando a su alma el trofeode su impetuoso deseola dice: t triunfars.Ella infunde a su flaquezaconstancia all y fortaleza;Ella su hambre, su fatiga,y sus angustias mitigapara devorarla ms.

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    Sin el amor que en s entraa,qu sera? Frgil caa,que el ms leve impulso quiebra,ser delicado, fina hebra,sensible y flaca mujer.Con l es ente divinoque pone a raya el destino,ngel poderoso y tiernoa quien no hara el infiernovacilar y estremecer. De su querido no advierteel mortal abatimiento,ni cree se atreva la muertea sofocar el alientoque hace vivir a los dos;porque de su llama intensaes la vida tan inmensa,que a la muerte vencera,y en s eficacia tendrapara animar como Dios. El amor es fe inspirada,es religin arraigadaen lo ntimo de la vida.Fuente inagotable, henchidade esperanza, su anhelarno halla obstculo invencible

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    hasta conseguir victoria;si se estrella en lo imposiblegozoso vuela a la gloriasu heroica palma a buscar. Mara no desespera,porque su ahnco procurapara lo que ama, ventura;y al infortunio superasu imperiosa voluntad.Maana -el grito constantede su corazn amantela dice-, maana el cielohar cesar tu desvelo,la nueva luz esperad. La noche cubierta, en tanto,camina en densa tiniebla,y en el abismo de espanto,que aquellos pramos puebla,ambos perdidos se ven.Parda, rojiza, radiosa,una faja luminosaforma horizonte no lejos;sus amarillos reflejosen lo obscuro hacen vaivn. La llanura arder parece,y que con el viento crece,

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    se encrespa, aviva y derramael resplandor y la llamaen el mar de lobreguez.Aquel fuego colorado,en tinieblas engolfado,cuyo esplendor vaga horrendo,era trasunto estupendode la inferna terriblez. Brian, recostado en la yerba,como ajeno de sentido,nada ve: ella un ruidooye; pero slo observala negra desolacin,o las sombras visionesque engendran las turbacionesde su espritu. Cun largaaquella noche y amargasera a su corazn! Mir a su amante; espantoso,un bramido cavernosola hizo temblar, resonando:era el tigre, que buscandopasto a su saa ferozen los densos matorrales,nuevos presagios fatalesal infortunio traa.En silencio, ech Mara

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    mano a su pual, veloz.

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    Sptima parte

    Voyez... Dj la flamme en torrent se dploie.Mirad: ya en torrente se extiende la llama.

    LAMARTINE.La quemaznEl aire estaba inflamado,turbia la regin suprema,envuelto el campo en vapor;rojo el sol, y coronadode parda obscura diadema,amarillo resplandoren la atmsfera esparca;el bruto, el pjaro hua,y agua la tierra pedasedienta y llena de ardor. Soplando a veces el vientolimpiaba los horizontes,y de la tierra brotarde humo rojo y ceniciento

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    se vean como montes;y en la llanura ondear,formando espiras doradas,como lenguas inflamadas,o melenas encrespadasde ardiente, agitado mar. Cruzndose nubes densas,por la esfera dilatabancomo cuando hay tempestad,sus negras alas inmensas;y ms, y ms aumentabanel pavor y obscuridad.El cielo entenebrecido,el aire, el humo encendido,eran, con el sordo ruido,signo de calamidad. El pueblo de lejoscontempla asombradolos turbios reflejos;del da enlutadola ceuda faz.El humilde llora,el piadoso implora;se turba y azorala malicia audaz. Quin cree ser indicio

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    fatal, estupendo,del da del juicio,del da tremendoque anunciado est.Quin piensa que al mundo,sumido en lo inmundo,el cielo iracundopone a prueba ya. Era la plaga que crala devorante sequapara estrago y confusin:de la chispa de una hoguera,que llev el viento ligera,naci grande, cundi fierala terrible quemazn. Ardiendo, sus ojosrelucen, chispean;en rubios manojossus crines ondean,flameando tambin:la tierra gimiendo,los brutos rugiendo,los hombres huyendo,confusos la ven. Sutil se difunde,camina, se mueve,

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    penetra, se infunde;cuanto toca, en brevereduce a tizn.Ella era; y pastales,densos pajonales,cardos y animales,ceniza, humo son. Raudal vomitandovena de llama,que hirviendo, silbando,se enrosca y derramacon velocidad.Sentada Maracon su Brian la va:-Dios mo! -deca-,de nos ten piedad.- Piedad Mara imploraba,y piedad necesitabade potencia celestial.Brian caminar no poda,y la quemazn cundapor el vasto pajonal. All pbulo encontrando,como culebra serpeando,velozmente camin;y agitando, desbocada,

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    su crin de fuego erizada,gigante cuerpo tom. Lodo, paja, restos vilesde animales y reptilesquema el fuego vencedor,que el viento iracundo atiza;vuelan el humo y ceniza,y el inflamado vapor, al lugar donde, pasmados,los cautivos desdichados,con despavoridos ojos,estn, su hervidero oyendo,y las llamaradas viendosubir en penachos rojos. No hay cmo huir, no hay efugio,esperanza ni refugio;dnde auxilio encontrarn?Postrado Brian yace inmoblecomo el orgulloso robleque derrib el huracn. Para ellos no existe el mundo.Detrs, arroyo profundoancho se extiende, y delante,formidable y horroroso,alza la cresta furioso

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    mar de fuego devorante. -Huye presto -Brian decacon voz dbil a Mara-,djame solo morir;este lugar es un horno:huye, no miras en tornovapor crdeno subir?- Ella calla, o le responde:-Dios, largo tiempo, no escondesu divina proteccin.Crees t nos haya olvidado?Salvar tu vida ha juradoo morir mi corazn.- Pero del cielo era juicioque en tan horrendo supliciono deban perecer;y que otra vez de la muerteinexorable, amor fuertetriunfase, amor de mujer. Sbito ella se incorpora;de la pasin que atesorael espritu inmortalbrota, en su faz la bellezaestampando y fortalezade criatura celestial,

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    no sujeta a ley humana;y como cosa livianacarga el cuerpo amortecidode su amante, y con l junto,sin cejar, se arroja al puntoen el arroyo extendido. Cruje el agua, y suavementesurca la mansa corrientecon el tesoro de amor;semejante a Ondina bella,su cuerpo airoso descuella,y hace, nadando, rumor. Los cabellos atezados,sobre sus hombros nevados,sueltos, reluciendo van;boga con un brazo lenta,y con el otro sustenta,a flor, el cuerpo de Brian. Aran la corriente unidoscomo dos cisnes queridos,que huyen de guila cruel,cuya garra, siempre lista,desde la nube se alistaa separar su amor fiel.

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    La suerte injusta se afanaen perseguirlos. Ufanaen la orilla opuesta el piepone Mara triunfante,y otra vez libre a su amantede horrenda agona ve. Oh del amor maravilla!En sus bellos ojos brotadel corazn, gota a gota,el tesoro sin mancilla,celeste, inefable uncin;sale en lgrimas deshechosu heroico amor satisfecho.Y su formidable crestasacude, enrosca y enhiestala terrible quemazn. Calm despus el violentosoplar del airado viento:el fuego a paso ms lentosurc por el pajonal,sin topar ningn escollo;y a la orilla de un arroyoa morir al cabo vino,dejando, en su ancho camino,negra y profunda seal.

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    Octava parte

    Les guerriers et les coursiers eux mmessont l pour attester les victoires de mon bras.

    Je dois ma renome mon glaive...[Los mismos guerreros y corsarios

    existen para atestiguar las victorias de mi brazo.Debo mi renombre a mi espada.]

    ANTAR.

    BrianPas aqul, lleg otro datriste, ardiente, y todavadesamparados como antes,a los mseros amantesencontr en el pajonal.Brian, sobre pajizo lechoinmoble est, y en su pechoarde fuego inextinguible;brota en su rostro, visible

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    abatimiento mortal. Abrumados y rendidossus ojos, como adormidos,la luz esquivan, o absortos,en los plidos abortosde la conciencia (leginque atribula al moribundo)vern formas de otro mundo,imgenes fugitivas,o las claridades vivasde fantstica regin. Triste a su lado Mararevuelve en la fantasamil contrarios pensamientos,y horribles presentimientosla vienen all a asaltar;espectros que engendra el alma,cuando el ciego desvarode las pasiones se calma,y perdida en el vacose recoge a meditar. All, frgil navecillaen mar sin fondo ni orilla,do nunca re bonanza,se encuentra sin esperanzade poder al fin surgir.

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    All ve su afn perdidopor salvar a su querido;y cun lejano y nublosoel horizonte radiosoest de su porvenir, cun largo, incierto caminola desdicha le previno,cun triste peregrinaje;all ve de aquel parajela yerta inmovilidad.All ya del desalientosufre el pausado tormento,y abrumada de tristeza,al cabo a sentir empiezasu abandono y soledad. Echa la vista delante,y al aspecto de su amantedesfallece su herosmo;la vuelve, y hrrido abismomira atnita detrs.All apura la agonadel que vio cuando dormaparaso de dicha eterno,y al despertar, un infiernoque no imagin jams. En el empreo nublado

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    flamea el sol colorado,y en la llanura dominala vaporosa calina,el bochorno abrasador.Brian sigue inmoble; y Mara,en formar se entretenade junco un denso tejido,que guardase a su queridode la intemperie y calor. Cuando oy, como el alientoque al levantarse o moversehace animal corpulento,crujir la paja y rompersede un cercano matorral.Mir, oh terror!, y acercarsevio con movimiento tardo,y hacia ella encaminarse,lamindose, un tigre pardotinto en sangre; atroz seal. Cobrando nimo al instantese alz Mara arrogante,en mano el pual desnudo,vivo el mirar, y un escudoform de su cuerpo a Brian.Lleg la fiera inclemente;clav en ella vista ardiente,y a compasin ya movida,

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    o fascinada y heridapor sus ojos y ademn, recta prosigui el camino,y al arroyo cristalinose ech a nadar. Oh amor tierno!de lo ms frgil y eternose compagin tu ser.Siendo slo afecto humano,chispa fugaz, tu grandeza,por impenetrable arcano,es celestial. Oh belleza!no se anida tu poder, en tus lgrimas ni enojos;s, en los sinceros arrojosde tu corazn amante.Mara en aquel instantese sobrepuso al terror,pero cay sin sentidoa conmocin tan violenta.Bella como ngel dormidola infeliz estaba, exentade tanto afn y dolor. Entonces, ah!, parecaque marchitado no habala aridez de la congoja,que a lo ms bello despoja,

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    su frescura juvenil.Venturosa si ms largohubiera sido su sueo!Brian despierta del letargo:brilla matiz ms risueoen su rostro varonil. Se sienta; exttico mira,como el que en vela delira;lleva la mano a su frentesudorfera y ardiente,qu cosas su alma ver?La luz, noche le parece,tierra y cielo se obscurece,y rueda en un torbellinode nubes. -Este caminolleno de espinas est: Y la llanura, Mara,no ves cun triste y sombra?Dnde vamos? A la muerte.Triunf la enemiga suerte-dice delirando Brian-.Cun caro mi amor te cuesta!Y mi confianza funesta,cunta fatiga y ultrajes!Pero pronto los salvajessu deslealtad pagarn.

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    Cobra Mara el sentidoal or de su queridola voz, y en gozo nadandose incorpora, en l clavandosu cariosa mirada.-Pens dormas -la dice-,y despertarte no quise;fuera mejor que durmierasy del brbaro no oyerasla estrepitosa llegada. -Sabes? Sus manos lavaron,con infernal regocijo,en la sangre de mi hijo;mis valientes degollaron.Como el huracn pas,desolacin vomitando,su vigilante perfidia.Obra es del inicuo bando,qu dir la torpe envidia!Ya mi gloria se eclips. De paz con ellos estaba,y en la villa descansaba.Oye; no te fes, vela;lanza, caballo y espuelasiempre lista has de tener.Mira dnde me han trado.Atado estoy y ceido;

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    no me es dado levantarme,ni valerte, ni vengarme,ni batallar, ni vencer. Venga, venga mi caballo,mi caballo por la vida;venga mi lanza fornida,que yo basto a ese tropel.Rodeado de picas me hallo.Paso, canalla traidora,que mi lanza vengadoracastigo os dar cruel. No miris la polvaredaque del llano se levanta?No sents lejos la plantade los brutos retumbar?La tribu es, huyendo leda,como carnicero lobo,con los despojos del robo,no de intrpido lidiar. Mirad ardiendo la villa,y degollados, dormidos,nuestros hermanos queridospor la mano del infiel.Oh mengua! Oh rabia! Oh mancilla!Venga mi lanza ligero,mi caballo parejero,

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    dar alcance a ese tropel. Se alz Brian enajenado,y su bigote erizadose mueve; chispean, rojoscomo centellas, sus ojos,que hace el entusiasmo arder;el rostro y talante fiero,do resalta con vivezael valor y la nobleza,la majestad del guerreroacostumbrado a vencer. Pero al punto desfallece.Ella, atnita, enmudece,ni halla voz su sentimiento;en tan solemne momentoflaquea su corazn.El sol plido declina:en la cercana colinatriscan las gamas y ciervos,y de caranchos y cuervosgrazna la impura legin, de cadveres avara,cual si muerte presagiara.As la caterva estulta,vil al herosmo insulta,que triunfante vener.

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    Mara tiembla. l, alzandola vista al cielo y tomandocon sus manos casi heladaslas de su amiga, adoradas,a su pecho las llev. Y con voz dbil la dice:-Oye, de Dios es arcano,que ms tarde o ms tempranotodos debemos morir.Insensato el que maldicela ley que a todos iguala;hoy el trmino sealaa mi robusto vivir. Resgnate; bien venidasiempre, mi amor, fue la muerte,para el bravo, para el fuerte,que a la patria y al honorjoven consagr su vida;qu es ella?, una chispa, nada,con ese sol comparada,raudal vivo de esplendor. La ma brill un momento,pero a la patria sirviera;tambin mi sangre corrierapor su gloria y libertad.Lo que me da sentimiento

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    es que de ti me separo,dejndote sin amparoaqu en esta soledad. Otro premio merecatu amor y espritu brioso,y galardn ms preciosote destinaba mi fe.Pero ay Dios! la suerte made otro modo se eslabona;hoy me arranca la coronaque insensato ambicion. Si al menos la azul banderasombra a mi cabeza diese!O antes por la patria fueseaclamado vencedor!Oh destino! Quin pudieramorir en la lid, oyendoel alarido y estruendo,la trompeta y atambor. Tal gloria no he conseguido.Mis enemigos triunfaron;pero mi orgullo no ajaronlos favores del poder.Qu importa! Mi brazo ha sidoterror del salvaje fiero:los Andes vieron mi acero

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    con honor resplandecer. Oh estrpito de las armas!Oh embriaguez de la victoria!Oh campos, soada gloria!Oh lances del combatir!Inesperadas alarmas,patria, honor, objetos caros,ya no volver a gozaros;joven yo debo morir. Hoy es el aniversariode mi primera batalla,y en torno a m todo calla...Guarda en tu pecho mi amor,nadie llegue a su santuario...Aves de presa parecen,ya mis ojos se oscurecen;pero all baja un condor; y huye el enjambre insolente,adis, en vano te aflijo...Vive, vive para tu hijo,Dios te impone ese deber.Sigue, sigue al occidentetu trabajosa jornada;adis, en otra moradanos volveremos a ver.

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    Call Brian, y en su queridaclav mirada tan bella,tan profunda y dolorida,que toda el alma por ellaal parecer exhal.El crepsculo esparcaen el desierto luz mustia.Del corazn de Mara,el desaliento y angustia,slo el cielo penetr.

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    Novena parte

    Fallece esperanza y crece tormentoANNIMO.

    Morte bella parea nel suo bel viso[La muerte pareca bella en su bello rostro.]PETRARCA.MaraQu har Mara? En la tierraya no se arraiga su vida.Dnde ir? Su pecho encierratan honda y vivaz herida,tanta congoja y pasin,que para ella es infecundotodo consuelo del mundo,burla horrible su contento,su compasin un tormento,su sonrisa una irrisin. Qu le importan sus placeres,su bullicio y vana gloria,si ella, entre todos los seres,

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    como desechada escoria,lejos, olvidada est?En qu corazn humano,en qu lmite del orbe,el tesoro soberano,que sus potencias absorbe,ya perdido encontrar? Nace del sol la luz pura,y una fresca sepulturaencuentra; lecho postrero,que al cadver del guerreroprepar el ms fino amor.Sobre ella hincada, Mara,muda como estatua fra,inclinada la cabeza,semejaba a la tristezaembebida en su dolor. Sus cabellos renegridoscaen por los hombros tendidos,y sombrean de su frente,su cuello y rostro inocente,la nevada palidez.No suspira all, ni llora;pero como ngel que implora,para miserias del suelouna mirada del cielo,hace esta sencilla prez:

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    -Ya en la tierra no existeel poderoso brazodonde hallaba regazomi enamorada sien:T oh Dios! no permitisteque mi amor lo salvase,quisiste que volasedonde florece el bien. Abre Seor a su almatu seno regalado,del bienaventurado,reciba el galardn;encuentre all la calma,encuentre all la dicha,que busca en su desdicha,mi viudo corazn. Dice. Un punto su sentidoqueda como sumergido.Echa la postrer miradasobre la tumba calladadonde toda su alma est;mirada llena de vida,pero lnguida, abatida,como la ltima vislumbrede la agonizante lumbre,falta de alimento ya.

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    Y alza luego la rodilla;y tomando por la orilladel arroyo hacia el ocaso,con indiferente pasose encamina al parecer.Pronto sale de aquel montede paja, y mira adelanteilimitado horizonte,llanura y cielo brillante,desierto y campo doquier. Oh noche! Oh flgida estrella!Luna solitaria y bellased benignas; el indiciode vuestro influjo propiciosiquiera una vez mostrad.Bochornos, clidos vientos,inconstantes elementos,preados de temporales,apiadaos; fieras fatalessu desdicha respetad. Y T oh Dios! en cuyas manosde los mseros humanosest el oculto destino,siquiera un rayo divinohaz a su esperanza ver.Vacilar, de alma sencilla,

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    que resignada se humilla,no hagas la fe acrisolada;sustntala en su jornada,no la dejes perecer. Adis pajonal funesto,adis pajonal amigo.Se va ella sola cun prestode su jbilo, testigo,y su luto fuiste vos!El sol y la llama impamarchitaron tu ufana;pero hoy tumba de un soldadoeres, y asilo sagrado:pajonal glorioso, adis. Gzate; ya no se anidanen ti las aves parleras,ni tu agua y sombra convidanslo a los brutos y fieras:soberbio debes estar.El valor y la hermosura,ligados por la ternura,en ti hallaron refrigerio;de su infortunio el misteriot slo puedes contar. Gzate; votos, ni ardoresde felices amadores

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    tu esquividad no turbaron,sino voces que confiarona tu silencio su mal.En la noche tenebrosa,con los speros graznidosde la legin ominosa,oirs ayes y gemidos:adis triste pajonal. De ti Mara se aleja,y en tus soledades dejatoda su alma; agradecido,el depsito queridoguarda y conserva; quizmano generosa y pavenga a pedrtelo un da;quiz la viva palabraun monumento le labraque el tiempo respetar. Da y noche ella camina;y la estrella matutina,caminando solitaria,sin articular plegaria,sin descansar ni dormir,la ve. En su planta desnudabrota la sangre y chorrea;pero toda ella, sin duda,va absorta en la nica idea

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    que alimenta su vivir. En ella encuentra sustento.Su garganta es viva fragua,un volcn su pensamiento,pero mar de hielo y aguarefrigerio intil espara el incendio que abriga,insensible a la fatiga,a cuanto ve indiferente,como msera dementemueve sus heridos pies, por el Desierto. Adormidaest su orgnica vida;pero la vida de su almafomenta en s aquella calmaque sigue a la tempestad,cuando el nimo cansadodel afn violento y duro,al parecer resignado,se abisma en el fondo obscurode su propia soledad. Tremebundo precipicio,fiebre lenta y devorante,ltimo efugio, supliciodel infierno, semejantea la postrer convulsin

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    de la vctima en tormento:trance que si dura un daanonada el pensamiento,encanece, o deja frala sangre en el corazn. Dos soles pasan. Adndetu poder oh Dios! se asconde?Est, por ventura, exhausto?Ms dolor en holocaustopide a una flaca mujer?No; de la quieta llanuraya se remonta a la alturagritando el yaj. Camina,oye la voz peregrinaque te viene a socorrer. Oh ave de la Pampa hermosa,cmo te meces ufana!Reina, s, reina orgullosaeres, pero no tiranacomo el guila fatal;tuyo es tambin el espacioel transparente palacio:si ella en las rocas se anida,t en la esquivez escondidade algn vasto pajonal. De la vctima el gemido,

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    el huracn y el tronidoella busca, y deleite hallaen los campos de batalla;pero t la tempestad,da y noche vigilante,anuncias al gaucho errante;tu grito es de buen presagioal que asechanza o naufragioteme de la adversidad. Oye sonar en la esferala voz del ave agorera,oye Mara infelice;alerta, alerta, te dice;aqu est tu salvacin.No la ves cmo en el airebalancea con donairesu cuerpo albo-ceniciento?No escuchas su ronco acento?Corre a calmar tu afliccin. Pero nada ella divisa,ni el feliz reclamo escucha;y caminando va a prisa:el demonio con que luchala turba, impele y amaga.Turbios, confusos y rojosse presentan a sus ojoscielo, espacio, sol, verdura,

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    quieta, insondable llanuradonde sin brjula vaga. Mas ah! que en vivos corcelesun grupo de hombres armadosse acerca. Sern infieles,enemigos? No, soldadosson del desdichado Brian.Llegan, su vista se pasma;ya no es la mujer hermosa,sino plido fantasma;mas reconocen la esposade su fuerte capitn. Creanla cautiva o muerta;grande fue su regocijo.Ella los mira, y despierta:-No sabis qu es de mi hijo?-con toda el alma exclam.Tristes mirando a Maratodos el labio sellaron,mas luego una voz impa:-Los indios lo degollaron-roncamente articul.Y al or tan crudo acento,como quiebra el seco talloel menor soplo del vientoo como herida del rayo,cay la infeliz all;

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    vironla caer, turbados,los animosos soldados;una lgrima la dieron,y funerales la hicierondignos de contarse aqu.Aquella trama formadade la hebra ms delicada,cuyo espritu robustolo ms acerbo e injustode la adversidad prob,un soplo dbil deshizo:Dios para amar, sin duda, hizoun corazn tan sensible;palpitar le fue imposiblecuando a quien amar no hall.Muri Mara. Oh voz fiera!Cul entraa te abortara!Mover al tigre pudierasu vista sola; y no hallaraen ti alguna compasin,tanta miseria y conflito,ni aquel su materno grito;y como flecha saliste,y en lo ms profundo heristesu anhelante corazn.Embates y oscilacionesde un mar de tribulacionesella arrostr; y la agonasabore su fantasa;

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    y el punzante frenesde la esperanza insaciableque en pos de un deseo vuela,no alcanza el blanco inefable;se irrita en vano y desvela,vuelve a devorarse a s.Una a una, todas bellas,sus ilusiones volaron,y sus deseos con ellas;sola y triste la dejaronsufrir hasta enloquecer.Quedaba a su desventuraun amor, una esperanza,un astro en la noche obscura,un destello de bonanza,un corazn que querer,una voz cuya armonaadormecerla podra;a su llorar un testigo,a su miseria un abrigo,a sus ojos qu mirar.Quedaba a su amor desnudoun hijo, un vstago tierno;encontrarlo aqu no pudo,y su alma al regazo eternolo fue volando a buscar.Muri; por siempre cerradosestn sus ojos cansadosde errar por llanura y cielo,

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    de sufrir tanto desvelo,de afanar sin conseguir.El atractivo est yertode su mirar; ya el desierto,su ltimo asilo, los rastrosde tan hechiceros astrosno ver otra vez lucir. Pero de ella aun hay vestigio.No veis el raro prodigio?Sobre su cndida frenteaparece nuevamenteun prestigio encantador.Su boca y tersa mejillarosada, entre nieve brilla,y revive en su semblantela frescura rozaganteque marchitara el dolor. La muerte bella la quiso,y estamp en su rostro hermosoaquel inefable hechizo,inalterable reposo,y sonrisa angelical,que destellan las faccionesde una virgen en su lechocuando las tristes pasionesno han ajado de su pechola pura flor virginal.

  • ESTE LIBRO FUE AUTORIZADO POR ELALEPH.COM PARA EL USO EXCLUSIVO DE ADALBERTO BELTRAME ([email protected])

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    Entonces el que la viera,dormida oh Dios! la creyera;deleitndose en el sueocon memorias de su dueo,llenas de felicidad,soando en la alba lucidadel banquete de la vidaque sonre a su amor puro;ms ay! que en el seno obscuroduerme de la eternidad.

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    Eplogo

    Douce lumire, es-tu leur me?[Dulce luz, eres el alma de ellos?]

    LAMARTINE.

    Oh Mara! Tu herosmo,tu varonil fortaleza,tu juventud y bellezamerecieran fin mejor.Ciegos de amor, el abismofatal tus ojos no vieron,y sin vacilar se hundieronen l ardiendo en amor. De la ms cruda agonasalvar quisiste a tu amante,y lo viste deliranteen el desierto morir.Cul tu congoja sera!Cul tu dolor y amargura!

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    Y no hubo humana criaturaque te ayudase a sentir. Se malogr tu esperanza;y cuando sola te vistetambin msera castecomo rbol cuya razen la tierra ya no afianzasu pompa y florido ornato.Nada supo el mundo ingratode tu constancia infeliz. Naciste humilde, y oculta,como diamante en la mina,la belleza peregrinade tu noble alma qued.El Desierto la sepulta,tumba sublime y grandiosa,do el hroe tambin reposaque la goz y admir. El destino de tu vidafue amar, amor tu delirio,amor caus tu martirio,te dio sobrehumano ser;y amor, en edad florida,sofoc la pasin tiernaque, omnipotencia de eterna,trajo consigo al nacer.

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    Pero, no triunfa el olvido,de amor, oh bella Mara!que la virgen poesacorona te forma yade ciprs entretejidocon flores que nunca mueren;y que admiren y venerentu nombre y su nombre har. Hoy, en la vasta llanura,inhospitable morada,que no siempre sosegadamira el astro de la luz;descollando en una altura,entre agreste flor y yerba,hoy el caminante observauna solitaria cruz. Frmale grata techumbrela copa extensa y tupidade un omb donde se anidala altiva guila real;y la varia muchedumbrede aves que cra el desierto,se pone en ella a cubiertodel fro y sol estival. Nadie sabe cya mano

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    plant aquel rbol benigno,ni quin a su sombra, el signopuso de la redencin.Cuando el cautivo cristianose acerca a aquellos lugares,recordando sus hogares,se postra a hacer oracin. Fama es que la tribu errante,si hasta all llega embebidaen la caza apetecidade la gama y avestruz,al ver del omb gigantela verdosa cabellera,suelta al potro la carreragritando: -all est la cruz. Y revuelve atrs la vistacomo quien huye aterrado,creyendo, se alza el airado,terrible espectro de Brian.Plido, el indio exorcistael fatdico rbol nombra;ni a hollar se atreven su sombralos que de camino van. Tambin el vulgo asombradocuenta que en la noche obscurasuelen en aquella altura

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    dos luces aparecer;que salen, y habiendo erradopor el desierto tranquilo,juntas a su triste asilovuelven al amanecer.Quiz mudos habitantessern del pramo aerio,quiz espritus, misterio!,visiones del alma son.Quiz los sueos brillantesde la inquieta fantasa,forman coro en la armonade la invisible creacin.