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Julian Aquiles - Historias de Nasrudin

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30 Historias de Nasrudín

Hodja

Aquiles Julián Compilador

Libros de Regalo 5

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30 Historias de Nasrudín Hodja

Introducción y compilación

Aquiles Julián

Edición digital a cargo de

Colección

Libros de Regalo

5

Copyright ©2008, Aquiles Julián Todos los derechos reservados [email protected] [email protected]

Primera edición: Febrero 2008

Santo Domingo, República Dominicana

Diseño portada: Aquiles Julián

Este libro es cortesía de:

Cul de Sac Vista del Cerro No. 2, Edif. Robert Collier, Suite 3-B, Altos de Arroyo Hondo III, Santo Domingo, D.N., República Dominicana. Tels. 809-227-6099 y 809-565-3164

Email: ideacció[email protected]

Se autoriza la libre reproducción y distribución del presente libro, siempre y cuando se haga gratuitamente y sin modificación de su contenido y autor.

Si se solicita, se enviarán copias en formato PDF vía email. Para solicitarlo, enviar e-mail a ideacció[email protected], [email protected] , o [email protected]

IDEIDEIDEIDEACCION Desarrollo del Capital

Humano

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Un encuentro con el mullá

Al mullá Nasrudín le debía este volumen. De hecho, este es el primero que publico de varios que he compilado. Ahora lo pongo en la red. Lo comparto y

facilito que el hodja siga haciendo su labor: iluminar, divertir, educar.

Nasrudín Hodja, Nasr al Dyn, es el protagonista de una serie de historias sufíes mediante las cuales se busca provocar un nivel de comprensión superior. El mullá Nasrudín es un hodja: un clérigo que también ejerce como cadí, juez de paz, y maestro de escuela. En él se reúnen las tres instituciones más sagradas: la sacerdotal, la judicial y la educativa.

Las historias del mullá Nasrudín provienen de tiempos

remotos. El manuscrito más viejo del Mullah fue encontrado en 1571. Aquí le llamaron Khoja o Efendi. Mulá o mullah en ocasiones se traduce como maestro y en otras como alumno, es un título honorífico y se da a un hombre culto. En Turquía por eso se habla de Nasrudín Hodja por la función del hodja: monje, juez y educador. Y en las historias, Nasrudín actúa en todos esos roles. Aunque el mullá es un personaje ficticio, los turcos aseguran que vivió en el siglo XIII: se habla de sus padres, a qué se dedicó, dónde vivió y cuándo murió: existe incluso una tumba del mullá Nasrudín con fecha de deceso en el año 386. Este número es un arcano: 386 equivale a 300 + 80+ 6, que transpuesto a letrás arábicas son las consonantes SH, W y F, que forman la palabra Shawaf: “Hacer que alguien vea, enseñar una cosa”. El mullá Nasrudín es no sólo un personaje de la literatura turca. Su presencia se registra en la antigua Persia, hoy Irán, Afganistán, Irak, Arabia y otros países del Oriente Medio. En España las influencias de Nasrudín se reflejan en algunas expresiones de Sancho Panza, en El Quijote, de Cervantes. La función central de los relatos de Nasrudín es provocar el discernimiento. Existe la creencia que el efecto místico de siete relatos de Nasrudín, estudiados uno tras otro, basta para preparar a un individuo para el discernimiento, ya que cada uno tiene tres significados mínimos y, en

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ocasiones, hasta siete. El humor, el chiste, es el primero, y la gente sin humor, dicen los sufíes, no es buena candidata para la enseñanza. Del mullá se asume que vivió en Anatolia entre el siglo XI y el XIV. Hay quienes aseguran que nació en Turquía central, en una pequeña ciudad llamada Aksehir aunque su presencia llega hasta XingJiang, en China, donde viven los ighurs, de origen turco, son una de las 56 nacionalidades reconocidas por las autoridades chinas. Según algunas otras historias, él nació en Sivrihisar y estaba con vida cuando Tamerlán invadió Anatolia en el siglo 15. De hecho, muchos relatos colocan a Nasrudín en la corte de Tamerlán.

Nasr-ed-Din significa " victoria de la fe ", y Hodja "el maestro" o "el profesor". La ciudad de Bukhara, en Uzbeskistan, tiene una estatua de Nasrudín montado en su burro al revés y hablando a sus discípulos, y en Baky, capital de Azerbaiján, y Trabiz, ciudad de Irán, su nombre es mencionado en la prensa con regularidad.

Entre 5 y el 10 de Julio de cada año, el Festival Internacional de Nasrudín Hodja ocurre en Aksehir, donde se halla su tumba.

Aquiles Julián

Santo Domingo, República Dominicana, 2008 ©

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Tabla de contenido

Un encuentro con el mullá, presentación 3 Encuentro con el león 6 Nasrudín y el miedo 7 Curar con granadas 9 Pan y espiritualidad 10 Nasrudín y los dulces 11 Nasrudín y el huevo 11 Nasrudín armado 12 Las dos mujeres de Nasrudín 12 Nasrudín jardinero 13 Zanahorias 13 Yo estoy aquí por ti y tú por mí 14 Diagnóstico 15 Lo que un pájaro debería parecer 15 Nasrudín y el azúcar 16 La mujer perfecta 17 Nasrudín, juez en el templo 17 Nasrudín y su majestad imperial 18 Percepción 19 La enseñanza 19 El rapsoda 20 Sabiduría 21 ¿Quién tiene la razón? 22 Coherencia 22 ¡Me parece que eres tú! 23 ¿Qué es una prueba verdadera? 23 Los dientes del sultán 24 De paso 25 El secreto de la longevidad 25 Respetar las diferencias 25 El buen sistema 26 Datos sobre el compilador 27

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Encuentro con el león Nasrudín estaba contando una historia a sus discípulos y de repente comenzó a llover. Uno que pasaba por allí, para protegerse, se guareció bajo el cobertizo donde Nasrudín estaba hablando. Esperaba solamente a que despejara, pero no pudo evitar el escuchar lo que se decía. Nasrudín estaba narrando historias increíbles. En muchas ocasiones, el hombre encontró casi imposible el resistir la tentación de interrumpir, tantos eran los absurdos que se estaban diciendo. Pero lo pensó una y otra vez y se dijo a sí mismo: -No es asunto mío. Estoy aquí debido a la lluvia y tan pronto como se pare, me iré. No tengo porqué inmiscuirme. Nasrudín estaba diciendo: -Una vez, cuando era joven, viajaba por las selvas de África, el continente misterioso. De repente, un león apareció a unos cinco metros de mí. Yo no tenía ni armas ni protección, estaba sólo en la selva. El león me miraba fijamente y comenzó a dirigirse hacia mí. Los discípulos estaban ya muy excitados. Nasrudín se detuvo por un instante y miró sus rostros. Un discípulo le dijo: -No nos tengas en vilo, ¿qué ocurrió? Otro discípulo dijo: -No te demores -, dinos qué sucedió. Nasrudín dijo: . -Es muy sencillo, muy lógico, descúbranlo por ustedes mismos. El león se abalanzó sobre mí, me mató y me devoró. En ese momento, el forastero no se pudo contener. -¿Está usted diciendo que el león lo mató, se lo comió, y usted está todavía aquí vivo? Nasrudín miró directamente al hombre y le dijo:

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-¿Acaso le llamas tú a esto estar vivo?

Nasrudín y el miedo Nasrudín estaba caminando por un camino solitario una noche a la luz de la luna cuando escuchó un ronquido, en algún lugar, que parecía estar abajo suyo. De repente, le dio miedo y estaba a punto de salir corriendo cuando tropezó con un derviche acostado en una celda que se había excavado para él, en una parte subterránea- -¿Quién eres? -preguntó al sabio. - Soy un derviche, y este es mi lugar de contemplación. -Vas a tener que dejarme compartirlo. Tu ronquido me asustó demasiado y no puedo seguir adelante esta noche. - Toma la otra punta de esta manta -dijo el derviche sin entusiasmo- y acuéstate aquí. Por favor, permanece en silencio, porque estoy manteniendo una vigilia. Es una parte de una complicada serie de ejercicios. Mañana tengo que cambiar la rutina y no puedo soportar la interrupción. Nasrudín se durmió por un buen rato. Luego se despertó, muy sediento. -Tengo sed -le dijo al derviche. -Entonces, vuelve por el camino, donde hay un arroyo. -No, todavía tengo miedo. -Entonces, tengo que ir yo en tu lugar -dijo el derviche-, después de todo, proveer agua es una obligación sagrada. -No, no vayas, voy a tener miedo si me quedo solo.

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-Toma este cuchillo para defenderte -dijo el derviche. Cuando Nasrudín se quedó solo se asustó todavía más, cayendo en una ansiedad que trató de contrarrestar imaginándose cómo atacaría a cualquier demonio que lo amenazara. En ese momento volvió el derviche. -Mantén tu distancia o te mato -dijo Nasrudín. -Pero soy el derviche -dijo el hombre. -No me importa quién eres, puedes ser un demonio disfrazado . -¡Pero vine a traerte agua! No te acuerdas, tenías sed. -¡No trates de congraciarte conmigo, demonio! -Pero esa es mi celda, la que estás ocupando. -Mala suerte para ti, ¿no es así? Vas a tener que encontrarte otra. -Supongo que sí -dijo el derviche-, pero estoy seguro de que no sé qué pensar de todo esto. -Te puedo decir una cosa -dijo Nasrudín-, el miedo es multidireccional. -Ciertamente parece ser más fuerte que la sed, o la salud, o la propiedad ajena -dijo el derviche. -Y no tienes que tenerlo tú mismo para sufrir por su causa -dijo Nasrudín.

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Curar con granadas

Un día Nasrudín fue con un maestro para aprender el arte de curar. Vieron venir a un paciente y el maestro dijo:

-Este hombre necesita granadas para curar.

Nasrudín recibió al paciente y le dijo:

-Tiene usted que tomar granadas, es todo lo que necesita.

El hombre se fue protestando y probablemente no consideró en serio el consejo. Nasrudín corrió a su maestro y preguntó qué es lo que había fallado. El maestro no dijo nada y esperó a que de nuevo se dieran las circunstancias.

Pasó un tiempo y el maestro dijo de otro paciente:

-Ese hombre necesita granadas para curar, pero esta vez seré yo quién actúe.

Le recibió y se sentaron, hablaron de su familia, de su trabajo, de su situación, dificultades e ilusiones. El maestro con aire pensativo dijo como para sí mismo:

-Necesitarías algún fruto de cáscara dura, anaranjada, y que en su interior contenga granos jugosos de color granate.

El paciente interrumpió exclamando:

-¡Granadas!, ¿y eso es lo que podría mejorarme?

El paciente curó y Nasrudín tuvo una ocasión más para aprender. El remedio es la mitad de la cura, la otra mitad es la respuesta de aquel a quien se cura.

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Pan y espiritualidad Dos viajeros junto a Nasrudín cruzaban las montañas del Himalaya discutiendo la importancia de colocar en la práctica todo aquello que aprendieron en el plano espiritual. Estaban tan entretenidos en la conversación que solamente ya bien entrada la noche se dieron cuenta de que sólo llevaban consigo un pedazo de pan.

Decidieron no discutir sobre quién merecía comerlo; como eran hombres piadosos, dejarían la decisión en manos de los dioses. Rezaron para que, durante la noche, un espíritu superior les indicase quien recibiría el alimento. A la mañana siguiente, los tres se levantaron al salir el sol.

-He aquí mi sueño -dijo el primer viajero-. Yo fui cargado hacia lugares donde nunca había estado antes, y experimenté la paz y armonía que he buscado en vano en esta vida terrenal. En medio de tal paraíso, un sabio de largas barbas me decía: Tú eres mi preferido, pues jamás buscaste el placer y siempre renunciaste a todo. Sin embargo, para probar mi alianza contigo, me gustaría que comieras un pedazo de pan.

-Es bien extraño -dijo el segundo viajero-, porque en mi sueño, yo vi mi pasado de santidad y mi futuro de maestro. Mientras miraba el porvenir, encontré un hombre de gran sabiduría diciendo: Tú necesitas comer más que tus dos amigos porque tendrás que liderar a mucha gente, y para ello necesitarás fuerza y energía.

Dijo entonces Nasrudín:

-En mi sueño yo no vi nada, no visité ningún lugar ni encontré a ningún sabio. Sin embargo, a determinada hora de la noche me desperté de repente. Y me comí el pan.

Los otros dos se enfurecieron:

-¿Y por qué no nos llamaste, antes de tomar una decisión tan personal?

-¿Cómo iba a hacerlo? ¡Ustedes estaban tan lejos, encontrándose con maestros y teniendo visiones sagradas! Ayer discutimos la importancia de poner en práctica aquello que aprendemos en el plano espiritual. En mi caso, Dios actuó rápido y me hizo despertar muriendo de hambre.

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Nasrudín y los dulces La fiesta reunió a todos los discípulos de Nasrudín. Durante muchas horas comieron y bebieron, y conversaron sobre el origen de las estrellas. Cuando era ya casi de madrugada, todos se prepararon para volver a sus casas. Quedaba un apetecible plato de dulces sobre la mesa. Nasrudín obligó a sus discípulos a comérselos. Uno de ellos, no obstante, se negó. -El maestro nos está poniendo a prueba -dijo-, quiere ver si conseguimos controlar nuestros deseos. -Estás equivocado -respondió Nasrudin-, la mejor manera de dominar un deseo es verlo satisfecho. Prefiero que se queden con el dulce en el estómago, que es su verdadero lugar, que en el pensamiento, que debe ser usado para cosas más nobles

Nasrudín y el huevo Cierta mañana Nasrudín envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al centro de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí.

-¡Hoy tendremos un importante concurso! -dijo-, ¡Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo, recibirá de regalo el huevo que está dentro!

Las personas se miraron, intrigadas, y respondieron:

-¿Cómo podemos saberlo? ¡Ninguno de nosotros es adivino!

Nasrudín insistió:

-Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?

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Todos los habitantes pensaban que Nasrudín tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quiso pasar vergüenza delante de los otros. ¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufíes? Un centro amarillo podía significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese algún preparado de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo.

Nasrudín preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.

-Todos ustedes sabían la respuesta -afirmó-, y nadie osó traducirla en palabras.

Nasrudín armado Muy asustado en una noche oscura, el mullá Nasrudín viajaba con una espada en una mano y una daga en otra. Le habían dicho que eran seguros medios de protección. En su camino se encontró con un asaltante, que le robó su asno y sus alforjas con valiosos libros. Al día siguiente, cuando se estaba lamentando de su suerte en la casa de té, alguien le preguntó. -Pero, ¿por qué dejó que se llevara sus posesiones, mullá? ¿No tenía los medios para detenerlo? -Si mis manos no hubieran estado ocupadas –dijo el mullá-, hubiera sido otra historia.

Las dos mujeres de Nasrudín Las dos mujeres de Nasrudín le preguntaron un día a cuál de las dos quería más. Evitando pronunciarse, el mullá contestó por prudencia, dijo que las quería a las dos por igual. Ellas insistieron, él persistió. Entonces la más joven de las dos le preguntó: -Si las dos estuviésemos en una barca y ésta

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volcase, ¿a cuál de las dos salvarías primero? Nasrudín miró a la de más edad y le preguntó: -Tú sabes nadar un poco, ¿no?

Nasrudín jardinero Nasrudín pasó el otoño entero sembrando y preparando su jardín. Las flores se abrieron en primavera pero Nasrudin observó que algunos dientes de León que él no había plantado estaban en algunos lugares del jardín.

Los arrancó, pero las semillas ya se habían esparcido y volvieron a crecer. Trató entonces de encontrar un veneno que afectara al diente de león. Un técnico le dijo que cualquier veneno terminaría matando también a las otras flores. Desesperado pidió ayuda a un jardinero especialista; este le dijo:

-Igual que en el casamiento junto con las cosas buenas, terminan viniendo algunos inconvenientes.

-¿Qué hago?, -insistió Nasrudín.

-Nada, aunque sean flores que tú no pensabas tener ya forman parte de jardín.

Zanahorias Nasrudín fue enviado por el rey a investigar sobre la sabiduría de varios clases de maestros místicos orientales. En todos los casos le historiaron todos los milagros y dichos de los fundadores y los maestros de las escuelas, muertos hacía ya tiempo.

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A su regreso, el Mulá presentó un informe que sólo contenía una palabra, “Zanahorias”. El monarca lo hizo llamar a su presencia para que diera una explicación sobre esto. Nasrudin dijo:

-La parte mejor está enterrada; por el verde muy pocos saben, excepto los expertos, que hay anaranjado bajo la tierra. Si no se trabaja por ella se deteriorará; a ella se encuentra asociada una gran cantidad de burros.

Yo estoy aquí por ti y tú por mí Nasrudín, caminaba tranquilamente por el campo un día soleado. Mientras miraba el paisaje observó que delante de él otra persona también caminaba en la misma dirección. En cierto momento este miró hacia atrás y vio a Nasrudín a cierta distancia. Entonces pensó: seguramente es un atracador y está esperando la oportunidad para quitármelo todo. En ese momento empezó a correr despavorido.

Nasrudín que lo observaba desde atrás con atención, al verlo correr de esa forma, pensó: seguramente le ha pasado algo y necesita ayuda, y entonces él también empezó a correr a toda velocidad. De esta forma los dos corrían por el campo uno tras otro. El primer hombre ya no podía más y en su debilidad tropezó con una piedra, rodó por el suelo y quedó medio atrapado entre unos matorrales; se quedó allí quieto y agazapado con la esperanza de que Nasrudín no le viera cuando pasara. Pero Nasrudín tropezó justo en la misma piedra, rodó igualmente y fue a parar justo encima del hombre. Éste gritaba:

-Por favor no me hagas nada.

Nasrudín quedó sorprendido, se quedó mirando a la otra persona y dijo:

-Sabes qué, creo que tú estás aquí por mí y yo estoy aquí por ti.

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Diagnóstico Un hombre a quien se consideraba muerto fue llevado por sus amigos para ser enterrado. Cuando el féretro estaba a punto de ser introducido en la tumba, el hombre revivió inopinadamente y comenzó a golpear la tapa del féretro. Abrieron el féretro y el hombre se incorporó.

-¿Qué están haciendo?, -dijo a los sorprendidos asistentes-. Estoy vivo. No he muerto.

Sus palabras fueron acogidas con asombrado silencio. Al fin, uno de los deudos acertó a hablar:

-Amigo, tanto los médicos como los sacerdotes han certificado que habías muerto. ¿Y cómo van a haberse equivocado los expertos?

Así pues, volvieron a atornillar la tapa del féretro y lo enterraron debidamente.

Lo que un pájaro debería parecer Un día Nasrudín encontró a un fatigado halcón posado sobre el antepecho de su ventana. Jamás había visto un pájaro igual.

-Pobre -dijo-, ¿cómo es posible que te hayan permitido llegar a este estado?

Cortó las garras del halcón, le enderezó el pico y le recortó las plumas.

-Ahora te pareces más a un pájaro -dijo Nasrudín

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Nasrudín y el azúcar Una viuda llego hasta la corte del Mulá y exclamo:

-Soy muy pobre, mi hijo come muchísima azúcar; en realidad se ha vuelto adicto a ella. A causa de esto, el dinero no me alcanza. ¿Querría la corte prohibirle comer azúcar, pues yo no puedo lograrlo?

-Señora -dijo el Mulá-, este problema no es tan sencillo como parece. Vuelva dentro de una semana y se le comunicará la decisión después de que se haya examinado el caso con profundidad.

Al cabo de una semana, el nombre de la señora estaba nuevamente en la lista de los casos.

-Lo lamento -dijo Nasrudín cuando le llegó el turno a la mujer-, este caso es complicado y será postergado otra semana más.

Sucedió lo mismo en las dos semanas siguientes. Por fin Nasrudín anunció:

-La corte dará ahora su veredicto. Llamen al joven. Muchacho - tronó el magistrado-, tienes prohibido comer más de media onza de azúcar al día.

La mujer expresó su agradecimiento al Mulá y pidió permiso para hacer una pregunta.

-Diga usted -indicó Nasrudín.

-Estoy intrigada por saber la razón por la cual vuestra señoría no prohibió al muchacho comer azúcar en alguna de las audiencias anteriores.

-Pues bien -dijo Nasrudín-, tenía que deshabituarme yo primero, ¿no es así? ¿Cómo podía saber que me llevaría tanto tiempo? No es tan fácil como parece.

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La mujer perfecta Nasrudín conversaba con sus amigos en la casa de té y les contaba como había emprendido un largo viaje para encontrar a la mujer perfecta con quién casarse. Les decía:

-Viajé a Bagdad, después de un tiempo encontré a una mujer formidable, atenta, inteligente, culta de una gran personalidad.

Dijeron sus amigos:

-¿Por qué no te casaste con ella?

-No era completa, -respondió Nasrudín-, después fui a El Cairo, allí conocí a otra mujer ciertamente fabulosa; hermosa, sensible, delicada, cariñosa.

-¿Por qué no te casaste con ella?, dijeron los amigos.

-No era completa -respondió nuevamente Nasrudín-, entonces me fui a Samarcanda allí por fin encontré a las mujer de mis sueños; ingeniosa y creativa, hermosa e inteligente, sensible, culta, delicada y espiritual.

-¿Por qué no te casaste con ella? -insistieron sus amigos.

-Pues saben por qué, ella también buscaba a un hombre perfecto.

Nasrudín, juez en el templo Un día, un comerciante entró en un pueblo con una caravana. Justo en el momento que pasaba delante del templo, su estómago le jugó una mala pasada. No pudo contenerse e hizo sus necesidades delante de la puerta. Cogido in fraganti, le llevaron a presencia de Nasrudín, juez del lugar, para que juzgara el hecho. El Mullá preguntó:

-¿Tenía usted intención de ofendernos?

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-¡En absoluto!

-¡Bien! ¿Qué prefiere usted, un castigo físico o una multa? -¡Prefiero una multa!

-Perfecto. En tal caso deberá pagar usted al tribunal una moneda de oro de un denario.

El comerciante rebuscó en sus bolsillos y sacó una moneda. Le dijo a Nasrudín: -Únicamente tengo una moneda de dos denarios. Pártala en dos y quédese con la mitad. El Mulla tomó la moneda, la examinó y le respondió al comerciante. -No, esta moneda no debe ser partida. Me la quedaré yo y, mañana, tendrá usted derecho a hacer sus necesidades de nuevo delante del templo.

Nasrudín y su majestad imperial Su majestad imperial, el Shahinshah, llegó de improviso a la casa de té, de la cual Nasrudín estaba a cargo temporalmente. El Emperador pidió tortillas. -Ahora continuaremos con la cacería -le dijo al Mullá-, así que dígame cuánto le debo.

-A usted y a sus cinco acompañantes las tortillas les costarán mil monedas de oro.

El emperador enarcó las cejas.

-Los huevos deben ser muy costosos aquí, ¿tan escasos son? No son los huevos los que escasean aquí, majestad, sino las visitas de los reyes.

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Percepción “¿Qué es el destino?”, -le preguntó a Nasrudín un erudito-

“Una sucesión interminable de eventos interrelacionados, cada uno influyendo en los demás” -respondió-

“Pero esa respuesta no me satisface. Yo creo en la causa y efecto”.

“Muy bien”, -replicó Nasrudin- “Observa eso”, apuntó a una procesión que pasaba por la calle.

“A ese hombre lo van a ahorcar. ¿Lo van a ahorcar porque alguien le dio una moneda de plata que le permitió comprar el cuchillo con el cual cometió el crimen, o porque alguien le vio cometer el crimen, o porque nadie se lo impidió?”

La enseñanza Una comunidad, pidió a Nasrudín que les impartiese enseñanza en forma de discursos, ya que no concebían otra forma de aprendizaje. Después de mucho insistir, éste accedió.

Dirigiéndose a la asamblea, preguntó:

¿Saben de que voy a hablar en el discurso de hoy?

No -Contestaron todos al unísono-

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Pues, si no saben siquiera de lo que voy a hablarles, ¿cómo van a aprender nada? -dijo Nasrudín antes de marcharse-

Los miembros de la comunidad volvieron a buscarlo.

Nasrudín preguntó de nuevo a la asamblea cuando regresó:

¿Saben hoy de que les hablaré?

Sí -Contestaron ésta vez habiéndose puesto previamente de acuerdo-

Pues si ya saben de que voy a hablar, no me necesitan, replicó el mullá, y volvió a marcharse.

Nuevamente lo convencieron los miembros de la comunidad para que hablase, esta vez concluyeron que lo mejor sería contestar unos, que sí sabían de lo que hablaría y otras que no, en caso de que volviese a preguntar.

En efecto, reunidos todos esperando el discurso de Nasrudín, éste preguntó:

¿Y hoy saben de qué les hablaré?

Unos sí lo sabemos y otros no-respondieron-

En este caso-dijo el mullá-, que los que saben instruyan a los que no lo saben.

Dicho lo cual, se marchó y no regresó más

El rapsoda Nasrudín solía contar la historia de un noble inmensamente rico que decidió un buen día que debía contar entre su séquito con un rapsoda que compusiera y cantara himnos y alabanzas a su persona. Para ello, mandó contratar al mejor juglar que hubiera en todo el mundo. De regreso, los enviados contaron que, en efecto, habían hallado al mejor rapsoda del

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mundo, pero que éste era un hombre muy independiente que se negaba a trabajar para nadie. Pero el noble no se dio por satisfecho y decidió ir él mismo en su búsqueda.

Cuando llegó a su presencia, observó al juglar, además de ser muy independiente, se encontraba en una situación de extrema necesidad.

Te ofrezco una bolsa llena de oro si consientes en servirme -le tentó el rico-

Eso para ti es una limosna y yo no trabajo por limosnas- contestó el rapsoda-

¿Y si te ofreciera el diez por ciento de mi fortuna?

Eso sería una desproporción muy injusta, y yo no podría servir a nadie en esas condiciones de desigualdad

El noble rico insistió:

¿Y si te diera la mitad de mi fortuna, accederías a servirme?

Estando en igualdad de condiciones no tendría motivo para servirte.

¿Y si te diera toda mi fortuna?

Si yo tuviera todo ese dinero, no tendría ninguna necesidad de servir a nadie.

Sabiduría Nasrudín a veces llevaba a la gente a pasear en su bote. Un día un pedagogo lo contrató para que le transbordara al otro lado de un ancho río. Tan pronto como empezaron a navegar, el erudito preguntó si la travesía sería inquietante.

De eso, pregúnteme nada, contestó Nasrudín. ¿Qué, nunca has estudiado gramática? No, respondió él. Has perdido entonces la mitad de tu vida Nasrudín no contestó.

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Pronto se desató una terrible tormenta. El endeble barquichuelo de Nasrudín empezó a hacer agua. Éste se inclinó hacia su compañero de travesía y le preguntó:

¿Ha aprendido usted a nadar? ¡No!, contestó el erudito. En tal caso, maestro, ha perdido usted toda su vida, porque nos estamos hundiendo.

¿Quién tiene la razón? El Mulá fue nombrado juez. Durante su primer caso, el demandante expuso con tanta persuasión que le hizo exclamar:

-¡Creo que usted tiene razón!

El secretario del tribunal le rogó que demorara su decisión, pues el acusado no había depuesto aún.

Tras la exposición, Nasrudín se sintió tan conmovido por la elocuencia del demandado que al terminar éste su defensa exclamó:

- ¡Creo que usted tiene razón! - El secretario no podía aceptarlo. - Su señoría, ambos no pueden tener razón. - ¡Creo que también usted tiene razón!, dijo Nasrudín.

Coherencia - ¿Qué edad tiene usted, Mulá? - - Cuarenta años - Pero eso mismo dijo la última vez que se lo pregunté,

hace ya dos años. - Si; siempre mantengo lo que digo.

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¡Me parece que eres tú! En la plaza del mercado, Nasrudín, profundamente absorto, recitaba una oda: - ¡Oh, mi bienamada! Mi ser interior está tan colmado de ti Que todo lo que se presenta ante mi vista ¡Me parece que eres tú! Un bromista gritó: - "¿Y qué pasa si un tonto aparece ante tu vista?" Sin detenerse, el Mulá, como si fuera un estribillo, continuó: - ¡ ... Me parece que eres tú!

¿Qué es una prueba verdadera? Un vecino de Nasrudín fue a visitarlo. -Mulá, necesito que me preste su burro. - Lo lamento -dijo el Mulá-, pero ya lo he prestado. No bien terminó de hablar, el burro rebuznó. El sonido provenía del establo de Nasrudín. - Pero, Mulá, puedo oír al burro que rebuzna ahí dentro. Mientras le cerraba la puerta en la cara, Nasrudín replicó con dignidad: - - Un hombre que cree en la palabra de un burro más que en la mía no merece que le preste nada.

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Los dientes del sultán Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Al despertar, ordenó llamar a un sabio para que interpretase su sueño. - ¡Qué desgracia Mi Señor! - exclamó el Sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad. - ¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido. ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! Llamó a su guardia y encargó que le dieran cien latigazos. Más tarde mandó que le trajesen a Nasrudín y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: - ¡Excelso Señor! Gran felicidad le ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran a Nasrudín cien monedas de oro. Cuando el mullá salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

- Recuerda bien amigo mío, respondió Nasrudín, que todo depende de la forma como se dicen las cosas.

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De paso Se cuenta que un visir fue a la ciudad de Bagdad con la finalidad de visitar a Nasrudín. El visir se sorprendió al ver que Nasrudín vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco. -¿Dónde están sus muebles? -preguntó el visir. Y el mullá, rápidamente, también preguntó: -¿Y dónde están los suyos...? -¿Los míos? -se sorprendió el visir. ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! -Yo también... - concluyó el mullá.

El secreto de la longevidad Nasrudín llegó a cumplir ciento cuatro años. El cadi más importante de la región envió un emisario a entrevistarlo. —¿Cómo hizo usted para llegar a esa edad tan avanzada? —preguntó el emisario. —Estoy convencido —contestó Nasrudín— de que mi larga vida se debe a que nunca discuto con nadie. —¡Vamos! —contestó incrédulo el emisario—. ¡No va a tratar de hacerme creer eso! —Entonces debo estar equivocado —dijo Nasrudín—. Debe ser por alguna otra razón”.

Respetar las diferencias Cuenta Nasrudín que un hombre estaba poniendo flores en la tumba de un pariente, cuando ve a un chino poniendo un plato de arroz en la tumba vecina.

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El hombre se dirige al chino y le pregunta: —Disculpe, Señor, pero, ¿cree usted que de verdad el difunto vendrá a comer el arroz? —Sí, —responde el chino— cuando el suyo venga a oler sus flores...

El buen sistema Nasrudín un día se paseó por todo el pueblo esparciendo cenizas de madera de olivo mezclada con granos de sésamo.

¿Qué haces?, le preguntaron sus amigos.

¿No ven? Esparzo cenizas de olivo mezcladas con granos de sésamo, respondió.

Pero, ¿para qué?

Es un óptimo sistema para mantener alejados a los tigres, que son fieras muy peligrosas.

Pero, Nasrudín, en nuestro pueblo no han existido nunca tigres.

¿Han visto, mis queridos amigos? ¡Mi sistema funciona perfectamente!

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Datos sobre el compilador:

Aquiles Julián

El Seibo, República Dominicana, 1953. Poeta, cuentista, dramaturgo, ensayista, teatrista y cineasta. A inicios de la década del 70 fue miembro del Movimiento Cultural Universitario, MCU, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, en su sección de literatura, y del Teatro-Estudio. A partir del 1973 realizó diversos talleres de actuación y teatro con el director venezolano Rómulo Rivas.

En 1973 gana el primer premio, en Poesía, del Primer Concurso de Literatura Joven René del Risco Bermúdez. En 1974 participa en la creación del Tercer Grupo, perteneciente a la organización teatral Cuatro Puntas que dirigían Rómulo Rivas y su esposa, la actriz chilena Mercedes Díaz. En 1975 participa como miembro del polo de dirección del grupo Cine Militante, imparte charlas de cine en los talleres que este grupo realiza y coparticipa en la producción del documental Crisis. En 1975 organiza y dirige el colectivo de escritores jóvenes Jacques Viau Renaud. En 1975 gana los primeros premios en Poesía y Cuento del Concurso del Obispado de Higüey, provincia La Altagracia. En 1975 se integra como actor al Teatro Universitario de la UASD, dirigido por Haffed Serrulle. En 1976 gana los primeros premios en Poesía y Teatro del Primer Concurso Nacional de Literatura Joven, auspiciado por The Royal Bank of Canada. Desde el 1970 participa en una intensa labor de promoción del teatro popular, formando y dirigiendo grupos de teatro en los clubes Los Nómadas, Los Mina; San Lázaro, San Carlos, Liceo Manuel Rodríguez Objío, Club Don Bosco, Club Villa Faro, etc. Codirige la primera y la segunda Jornadas de Teatro en la Calle junto a otros teatristas. Publica críticas de teatro en el suplemento Aquí del vespertino La Noticia, dirigido por el poeta Mateo Morrison, de manera regular. En 1980 participa como miembro del Grupo de Escritores …Y Punto!, y promueve el Nosdalaganario de Literatura de esa organización. En 1982 gana el Primer Premio de Cuentos del Concurso de Casa de Teatro. En 1983 es coautor del libro Nosotros Mismos Somos, del Colectivo de Escritores …Y Punto!, auspiciado por la colección de la Biblioteca Nacional. Ensayos, poemas y cuentos suyos son publicados en el suplemento Isla Abierta, del periódico Hoy, bajo la dirección del gran poeta, ensayista, narrador y pianista Manuel Rueda. En 1990 comienza a impartir los Talleres Prácticos Aquiles Julián sobre creatividad y publicidad. En 1992 comienza a impartir los talleres de producción de video y promueve la Asociación Dominicana de Video Aficionado. En 1999 gana una mención en el Concurso de Teatro de Casa de Teatro. En el 2001 gana el tercer premio en el Primer Concurso de Cuentos Virgilio Díaz Grullón, auspiciado por el Banco Central de la República Dominicana. En el 2005 gana el segundo lugar y mención del Concurso de Cuentos de Radio Santa María, La Vega, R. Dominicana. En el 2006 realizó el largometraje documental biográfico “El Constructor”, sobre la vida del expresidente Dr. Joaquín Balaguer, auspiciado por la Fundación Joaquín Balaguer. En el 2007 gana el primer premio del Concurso Internacional de Cuentos, de Casa de Teatro.

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