Juan Pablo II 1990 Carta Encíclica Redemptoris missio - LA PERMANENTE VALIDEZ DEL MANDATO MISIONERO

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    Ioannes Paulus PP. II

    Redemptoris missiosobre la permanente Validez

    del Mandato Misionero

    1990.12.07

    BENDICIN

    Venerables Hermanos y amadsimos Hijos:Salud y Bendicin Apostlica!

    INTRODUCCIN

    1. La misin de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, est an lejos de cumplirse. A finales delsegundo milenio despus de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que estamisin se halla todava en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestrasenergas en su servicio. Es el Espritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios: Predicar el Evangelio no es para m ningn motivo de gloria; es ms bien un deber que meincumbe: Y ay de mi si no predicara el Evangelio! (1 Cor9, 16).

    En nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito de san Pablo. Desde elcomienzo de mi pontificado he tomado la decisin de viajar hasta los ltimos confines de la tierrapara poner de manifiesto la solicitud misionera; y precisamente el contacto directo con los pueblosque desconocen a Cristo me ha convencido an ms de la urgencia de tal actividada la cual dedicola presente Encclica.

    El Concilio Vaticano II ha querido renovar la vida y la actividad de la Iglesia segn las necesidadesdel mundo contemporneo; ha subrayado su ndole misionera , basndola dinmicamente en lamisma misin trinitaria. El impulso misionero pertenece, pues, a la naturaleza ntima de la vidacristiana e inspira tambin el ecumenismo: Que todos sean uno ... para que el mundo crea que t

    me has enviado (Jn 17, 21).

    2. Muchos son ya los frutos misioneros del Concilio: se han multiplicado las Iglesias localesprovistas de Obispo, clero y personal apostlico propios; se va logrando una insercin msprofunda de las comunidades cristianas en la vida de los pueblos; la comunin entre las Iglesiaslleva a un intercambio eficaz de bienes y dones espirituales; la labor evangelizadora de los laicosest cambiando la vida eclesial; las Iglesias particulares se muestran abiertas al encuentro, aldilogo y a la colaboracin con los miembros de otras Iglesias cristianas y de otras religiones. Sobretodo, se est afianzando una conciencia nueva: la misin atae a todos los cristianos, a todas lasdicesis y parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales.

    No obstante, en esta nueva primaveras del cristianismo no se puede dejar oculta una tendencianegativa, que este Documento quiere contribuir a superar: la misin especfica ad gentes parece que

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    se va parando, no ciertamente en sintona con las indicaciones del Concilio y del Magisterioposterior. Dificultades internas y externas han debilitado el impulso misionero de la Iglesia hacialos no cristianos, lo cual es un hecho que debe preocupar a todos los creyentes en Cristo. En efecto,en la historia de la Iglesia, este impulso misionero ha sido siempre signo de vitalidad , as como sudisminucin es signo de una crisis de fe.1

    A los veinticinco aos de la clausura del Concilio y de la publicacin del Decreto sobre la actividadmisioneraAd gentes y a los quince de la Exhortacin apostlica Evangelii nuntiandi, del PapaPablo VI, quiero invitar a la Iglesia a un renovado compromiso misionero, siguiendo al respecto elMagisterio de mis predecesores.2El presente Documento se propone una finalidad interna: larenovacin de la fe y de la vida cristiana. En efecto, la misin renueva la Iglesia, refuerza la fe y laidentidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. La fe se fortalece dndola! Lanueva evangelizacin de los pueblos cristianos hallar inspiracin y apoyo en el compromiso por lamisin universal.

    Pero lo que ms me mueve a proclamar la urgencia de la evangelizacin misionera es que staconstituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en

    el mundo actual, el cual est conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentidode las realidades ltimas y de la misma existencia. Cristo Redentor he escrito en mi primeraEncclicarevela plenamente el hombre al mismo hombre. El hombre que quiere comprendersehasta el fondo a s mismo ... debe ... acercarse a Cristo. La Redencin llevada a cabo por medio dela cruz ha vuelto a dar definitivamente al hombre la dignidad y el sentido de su existencia en elmundo .3

    No faltan tampoco otras motivaciones y finalidades, como responder a las numerosas peticiones deun documento de esta ndole; disipar dudas y ambigedades sobre la misin ad gentes, confirmandoas en su entrega a los benemritos hombres y mujeres dedicados a la actividad misionera y acuantos les ayudan; promover las vocaciones misioneras; animar a los telogos a profundizar yexponer sistemticamente los diversos aspectos de la misin; dar nuevo impulso a la misinpropiamente dicha, comprometiendo a las Iglesias particulares, especialmente las jvenes, a mandary recibir misioneros; asegurar a los no cristianos y, de manera especial, a las autoridades de lospases a los que se dirige la actividad misionera, que sta tiene como nico fin servir al hombre,revelndole el amor de Dios que se ha manifestado en Jesucristo.

    3. Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo! Su Evangelio no resta nada a la libertad humana, aldebido respeto de las culturas, a cuanto hay de bueno en cada religin. Al acoger a Cristo, os abrs ala Palabra definitiva de Dios, a aquel en quien Dios se ha dado a conocer plenamente y a quien elmismo Dios nos ha indicado como camino para llegar hasta l.

    El nmero de los que an no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumentaconstantemente; ms an, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado. Para esta humanidadinmensa, tan amada por el Padre que por ella envi a su propio Hijo, es patente la urgencia de lamisin.

    Por otra parte, nuestra poca ofrece en este campo nuevas ocasiones a la Iglesia: la cada deideologas y sistemas polticos opresores; la apertura de fronteras y la configuracin de un mundoms unido, merced al incremento de los medios de comunicacin; el afianzarse en los pueblos losvalores evanglicos que Jess encarn en su vida (paz, justicia, fraternidad, dedicacin a los msnecesitados); un tipo de desarrollo econmico y tcnico falto de alma que, no obstante, apremia a

    buscar la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el sentido de la vida.

    Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad ms preparada para la siembra evanglica.

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    Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelizaciny a la misin ad gentes. Ningn creyente en Cristo, ninguna institucin de la Iglesia puede eludireste deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos.

    CAPTULO I - JESUCRISTO NICO SALVADOR

    4. El cometido fundamental de la Iglesia en todas las pocas y particularmente en la nuestra comorecordaba en mi primera Encclica programticaes dirigir la mirada del hombre, orientar laconciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo .4

    La misin universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo, tal como se expresa en la profesin defe trinitaria: Creo en un solo Seor, Jesucristo, Hijo nico de Dios, nacido del Padre antes detodos los siglos... Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvacin baj del cielo y, por obra delEspritu Santo, se encarn de Mara, la Virgen, y se hizo hombre .5En el hecho de la Redencin

    est la salvacin de todos, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redencin ycon cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio .6Slo en la fe secomprende y se fundamenta la misin.

    No obstante, debido tambin a los cambios modernos y a la difusin de nuevas concepcionesteolgicas, algunos se preguntan: Es vlida an la misin entre los no cristianos? No ha sidosustituida quizs por el dilogo interreligioso? No es un objetivo suficiente la promocin humana?El respeto de la conciencia y de la libertad no excluye toda propuesta de conversin? No puedeuno salvarse en cualquier religin? Para qu, entonces, la misin?

    Nadie va al Padre sino por m (Jn 14, 6)

    5. Remontndonos a los orgenes de la Iglesia, vemos afirmado claramente que Cristo es el nicoSalvador de la humanidad, el nico en condiciones de revelar a Dios y de guiar hacia Dios. A lasautoridades religiosas judas que interrogan a los Apstoles sobre la curacin del tullido realizadapor Pedro, ste responde: Por el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteisy a quien Dios resucit de entre los muertos; por su nombre y no por ningn otro se presenta ste

    aqu sano delante de vosotros... Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por elque nosotros debamos salvarnos (Act4, 10. 12). Esta afirmacin, dirigida al Sanedrn, asume unvalor universal, ya que para todos judos y gentilesla salvacin no puede venir ms que deJesucristo.

    La universalidad de esta salvacin en Cristo es afirmada en todo el Nuevo Testamento San Pabloreconoce en Cristo resucitado al Seor: Puesescribe laun cuando se les d el nombre dedioses, bien en el cielo, bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y seores, paranosotros no hay ms que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cualsomos; y un solo Seor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros (1Cor8, 5-6). Se confiesa a un nico Dios y a un nico Seor en contraste con la multitud de

    dioses y seores que el pueblo admita. Pablo reacciona contra el politesmo del ambientereligioso de su tiempo y pone de relieve la caracterstica de la fe cristiana: fe en un solo Dios y en

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    un solo Seor, enviado por Dios.

    En el Evangelio de san Juan esta universalidad salvfica de Cristo abarca los aspectos de su misinde gracia, de verdad y de revelacin: La Palabra es la luz verdadera que ilumina a todo hombre (cf.Jn 1, 9). Y aade: A Dios nadie lo ha visto jams; el Hijo nico, que est en el seno del Padre,l lo ha revelado (Jn 1, 18; cf.Mt11, 27). La revelacin de Dios se hace definitiva y completa por

    medio de su Hijo unignito: Muchas veces y de muchos modos habl Dios en el pasado a nuestrosPadres por medio de los Profetas; en estos ltimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo aquien instituy heredero de todo, por quien tambin hizo los mundos (Heb 1, 1-2; cf.Jn 14, 6). Enesta Palabra definitiva de su revelacin, Dios se ha dado a conocer del modo ms completo; hadicho a la humanidad quin es. Esta autorrevelacin definitiva de Dios es el motivo fundamentalpor el que la Iglesia es misionera por naturaleza. Ella no puede dejar de proclamar el Evangelio, esdecir, la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a conocer sobre s mismo.

    Cristo es el nico mediador entre Dios y los hombres: Porque hay un solo Dios, y tambin un solomediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess, hombre tambin, que se entreg a s mismo comorescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, y de este testimonio digo la

    verdad, no mientoyo he sido constituido heraldo y apstol, maestro de los gentiles en la fe y enla verdad (1 Tim 2, 5-7; cf.Heb 4, 14-16). Los hombres, pues, no pueden entrar en comunin conDios, si no es por medio de Cristo y bajo la accin del Espritu. Esta mediacin suya nica yuniversal, lejos de ser obstculo en el camino hacia Dios, es la via establecida por Dios mismo, y deello Cristo tiene plena conciencia. Aun cuando no se excluyan mediaciones parciales, de cualquiertipo y orden, stas sin embargo cobran significado y valor nicamente por la mediacin de Cristo yno pueden ser entendidas como paralelas y complementarias

    6. Es contrario a la fe cristiana introducir cualquier separacin entre el Verbo y Jesucristo. San Juanafirma claramente que el Verbo, que estaba en el principio con Dios , es el mismo que se hizocarne (Jn 1, 2.14). Jess es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable: no se puedeseparar a Jess de Cristo, ni hablar de un Jess de la historia , que sera distinto del Cristo de lafe . La Iglesia conoce y confiesa a Jess como el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt16,16).Cristo no es sino Jess de Nazaret, y ste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvacin detodos. En Cristo reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente (Col 2, 9) y de suplenitud hemos recibido todos (Jn 1, 16). El Hijo nico, que est en el seno del Padre (Jn 1,18), es el Hijo de su amor, en quien tenemos la redencin. Pues Dios tuvo a bien hacer residir enl toda la plenitud, y reconciliar por l y para l todas las cosas, pacificando, mediante la sangre desu cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos (Col 1,13-14.19-20). Es precisamente esta

    singularidad nica de Cristo la que le confiere un significado absoluto y universal, por lo cual,mientras est en la historia, es el centro y el fin de la misma:7 Yo soy el Alfa y la Omega, elPrimero y el ltimo, el Principio y el Fin (Ap 22, 13).

    Si, pues, es lcito y til considerar los diversos aspectos del misterio de Cristo, no se debe perdernunca de vista su unidad. Mientras vamos descubriendo y valorando los dones de todas clases,sobre todo las riquezas espirituales, que Dios ha concedido a cada pueblo, no podemos disociarlosde Jesucristo, centro del plan divino de salvacin. As como el Hijo de Dios con su encarnacin seha unido, en cierto modo, con todo hombre , as tambin debemos creer que el Espritu Santoofrece a todos la posibilidad de que, en forma slo de Dios conocida, se asocien a este misteriopascual .8El designio divino es hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que est en los cielos

    y lo que est en la tierra (Ef1, 10).

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    La fe en Cristo es una propuesta a la libertad del hombre

    7. La urgencia de la actividad misionera brota de la radical novedad de vida, trada por Cristo yvivida por sus discpulos. Esta nueva vida es un don de Dios, y al hombre se le pide que lo acoja ydesarrolle, si quiere realizarse segn su vocacin integral, en conformidad con Cristo. El NuevoTestamento es un himno a la vida nueva para quien cree en Cristo y vive en su Iglesia. La salvacinen Cristo, atestiguada y anunciada por la Iglesia, es autocomunicacin de Dios: Es el amor, que noslo crea el bien, sino que hace participar en la misma vida de Dios: Padre, Hijo y Espritu Santo.En efecto, el que ama desea darse a s mismo .9

    Dios ofrece al hombre esta vida nueva: Se puede rechazar a Cristo y todo lo que l ha trado a lahistoria del hombre? Ciertamente es posible. El hombre es libre. El hombre puede decir no a Dios.El hombre puede decir no a Cristo. Pero sigue en pie la pregunta fundamental. Es licito hacer esto?

    Con qu fundamento es licito? .10

    8. En el mundo moderno hay tendencia a reducir el hombre a una mera dimensin horizontal. Peroen qu se convierte el hombre sin apertura al Absoluto? La respuesta se halla no slo en laexperiencia de cada hombre, sino tambin en la historia de la humanidad con la sangre derramadaen nombre de ideologas y de regmenes polticos que han querido construir una nueva humanidad sin Dios.11

    Por lo dems, a cuantos estn preocupados por salvar la libertad de conciencia, dice el ConcilioVaticano II: La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa ... todos los hombres han deestar inmunes de coaccin por parte de personas particulares, como de grupos sociales y decualquier potestad humana, y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie aobrar contra su conciencia ni se le impida que acte conforme a ella en privado y en pblico, solo oasociado con otros dentro de los limites debidos .12

    El anuncio y el testimonio de Cristo, cuando se llevan a cabo respetando las conciencias, no violanla libertad. La fe exige la libre adhesin del hombre, pero debe ser propuesta, pues las multitudestienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda lahumanidad puede encontrar, con insospechada plenitud , todo lo que busca a tientas acerca de Dios,

    del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad. Por eso, la Iglesia mantiene vivosu empuje misionero e incluso desea intensificarlo en un momento histrico como el nuestro.13Hay que decir tambin con palabras del Concilio que: Todos los hombres, conforme a sudignidad, por ser personas, es decir, dotados de razn y de voluntad libre y, por tanto, enaltecidoscon una responsabilidad personal, tienen la obligacin moral de buscar la verdad, sobre todo la quese refiere a la religin. Estn obligados, asimismo, a adherirse a la verdad conocida y a ordenar todasu vida segn las exigencias de la verdad .14

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    La Iglesia, signo e instrumento de salvacin

    9. La primera beneficiaria de la salvacin es la Iglesia. Cristo la ha adquirido con su sangre(cf.Act20, 28) y la ha hecho su colaboradora en la obra de la salvacin universal. En efecto, Cristo

    vive en ella; es su esposo; fomenta su crecimiento; por medio de ella cumple su misin.

    El Concilio ha reclamado ampliamente el papel de la Iglesia para la salvacin de la humanidad. A lapar que reconoce que Dios ama a todos los hombres y les concede la posibilidad de salvarse (cf. 1Tim 2, 4),15la Iglesia profesa que Dios ha constituido a Cristo como nico mediador y que ellamisma ha sido constituida como sacramento universal de salvacin.16 Todos los hombres sonllamados a esta unidad catlica del Pueblo de Dios, y a ella pertenecen o se ordenan de diversosmodos, sea los fieles catlicos, sea los dems creyentes en Cristo, sea tambin todos los hombres engeneral llamados a la salvacin por la gracia de Dios .17Es necesario, pues, mantener unidas estasdos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvacin en Cristo para todos los hombres y lanecesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvacin. Ambas favorecen la comprensin del nico

    misterio salvfico, de manera que se pueda experimentar la misericordia de Dios y nuestraresponsabilidad. La salvacin, que siempre es don del Espritu, exige la colaboracin del hombrepara salvarse tanto a s mismo como a los dems. As lo ha querido Dios, y para esto ha establecidoy asociado a la Iglesia a su plan de salvacin: Ese pueblo mesinico afirma el Concilioconstituido por Cristo en orden a la comunin de vida, de caridad y de verdad, es empleado tambinpor l como instrumento de la redencin universal y es enviado a todo el mundo como luz delmundo y sal de la tierra .18

    La salvacin es ofrecida a todos los hombres

    10. La universalidad de la salvacin no significa que se conceda solamente a los que, de modoexplcito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia. Si es destinada a todos, la salvacin debe estaren verdad a disposicin de todos. Pero es evidente que, tanto hoy como en el pasado, muchoshombres no tienen la posibilidad de conocer o aceptar la revelacin del Evangelio y de entrar en laIglesia. Viven en condiciones socioculturales que no se lo permiten y, en muchos casos, han sidoeducados en otras tradiciones religiosas. Para ellos, la salvacin de Cristo es accesible en virtud dela gracia que, aun teniendo una misteriosa relacin con la Iglesia, no les introduce formalmente en

    ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situacin interior y ambiental Esta graciaproviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espritu Santo:ella permite acada uno llegar a la salvacin mediante su libre colaboracin.

    Por esto mismo, el Concilio, despus de haber afirmado la centralidad del misterio pascual, afirma: Esto vale no solamente para los cristianos, sino tambin para todos los hombres de buenavoluntad, en cuyo corazn obra la gracia de modo invisible. Cristo muri por todos, y la vocacinsuprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En consecuencia, debemos creer queel Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de slo Dios conocida, se asociena este misterio pascual .19

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    Nosotros no podemos menos de hablar (Act 4, 20)

    11. Qu decir, pues, de las objeciones ya mencionadas sobre la misin ad gentes? Con plenorespeto de todas las creencias y sensibilidades, ante todo debemos afirmar con sencillez nuestra fe

    en Cristo, nico salvador del hombre; fe recibida como un don que proviene de lo Alto, sin mritopor nuestra parte. Decimos con san Pablo: No me avergenzo del Evangelio, que es una fuerza deDios para la salvacin de todo el que cree (Rom 1, 16). Los mrtires cristianos de todas las pocastambin los de la nuestrahan dado y siguen dando la vida por testimoniar ante los hombresesta fe, convencidos de que cada hombre tiene necesidad de Jesucristo, que ha vencido el pecado yla muerte, y ha reconciliado a los hombres con Dios.

    Cristo se ha proclamado Hijo de Dios, ntimamente unido al Padre, y, como tal, ha sido reconocidopor los discpulos, confirmando sus palabras con los milagros y su resurreccin. La Iglesia ofrece alos hombres el Evangelio, documento proftico, que responde a las exigencias y aspiraciones delcorazn humano y que es siempre Buena Nueva . La Iglesia no puede dejar de proclamar que

    Jess, vino a revelar el rostro de Dios y alcanzar, mediante la cruz y la resurreccin, la salvacinpara todos los hombres.

    A la pregunta Para qu la misin? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse alamor de Dios es la verdadera liberacin. En l, slo en l, somos liberados de toda forma dealienacin y extravo, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo esverdaderamente nuestra paz (Ef2, 14), y el amor de Cristo nos apremia (2 Cor5, 14), dandosentido y alegra a nuestra vida.La misin es un problema de fe, es el ndice exacto de nuestra fe enCristo y en su amor por nosotros.

    La tentacin actual es la de reducir el cristianismo a una sabidura meramente humanas, casi comouna ciencia del vivir bien. En un mundo fuertemente secularizado, se ha dado una gradualsecularizacin de la salvacin , debido a lo cual se lucha ciertamente en favor del hombre, pero deun hombre a medias, reducido a la mera dimensin horizontal. En cambio, nosotros sabemos queJess vino a traer la salvacin integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres,abrindoles a los admirables horizontes de la filiacin divina.

    Por qu la misin? Porque a nosotros, como a san Pablo, se nos ha concedido la gracia deanunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo (Ef3, 8). La novedad de vida en l es la Buena Nueva para el hombre de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos loshombres. De hecho, todos la buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a

    conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, nopuede esconder ni conservar para s esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para sercomunicadas a todos los hombres.

    He ah por qu la misin, adems de provenir del mandato formal del Seor, deriva de la exigenciaprofunda de la vida de Dios en nosotros. Quienes han sido incorporados a la Iglesia han deconsiderarse privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar la fe y la vidacristiana como servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios, recordando que su excelentecondicin no deben atribuirla a los mritos propios sino a una gracia singular de Cristo, norespondiendo a la cual con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, sern juzgados con mayorseveridad .20

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    CAPTULO II - EL REINO DE DIOS

    12. Dios rico en misericordia es el que Jesucristo nos ha revelado como Padre; cabalmente suHijo, en s mismo, nos lo ha manifestado y nos lo ha hecho conocer .21Escriba esto al comienzo

    de la EncclicaDives in Misericordia, mostrando cmo Cristo es la revelacin y la encarnacin dela misericordia del Padre. La salvacin consiste en creer y acoger el misterio del Padre y de suamor, que se manifiesta y se da en Jess mediante el Espritu. As se cumple el Reino de Dios,preparado ya por la Antigua Alianza, llevado a cabo por Cristo y en Cristo, y anunciado a todas lasgentes por la Iglesia, que se esfuerza y ora para que llegue a su plenitud de modo perfecto ydefinitivo.

    El Antiguo Testamento atestigua que Dios ha escogido y formado un pueblo para revelar y llevar acabo su designio de amor. Pero, al mismo tiempo, Dios es Creador y Padre de todos los hombres secuida de todos, a todos extiende su bendicin (cf. Gn 12, 3) y con todos hace una alianza -Gn 9,1-17). Israel tiene experiencia de un Dios personal y salvador (cf. Dt4, 37; 7, 6-8;Is 43, 1-7), del

    cual se convierte en testigo y portavoz en medio de las naciones. A lo largo de la propia historia,Israel adquiere conciencia de que su eleccin tiene un significado universal (cf. por ejemploIs 2, 2-5; 6-8; 60, 1-6;Jer3, 17; 16, 19.

    Cristo hace presente el Reino

    13. Jess de Nazaret lleva a cumplimiento el plan de Dios. Despus de haber recibido el EsprituSanto en el bautismo, manifiesta su vocacin mesinica: recorre Galilea proclamando la BuenaNueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino est cerca; convertos y creed en la BuenaNueva" (Mc 1, 14-15; cf.Mt4, 17;Lc 4, 43). La proclamacin y la instauracin del Reino de Diosson el objeto de su misin: Porque a esto he sido enviado (Lc 4, 43). Pero hay algo ms: Jessen persona es la Buena Nueva , como l mismo afirma al comienzo de su misin en la sinagogade Nazaret, aplicndose las palabras de Isaas relativas al Ungido, enviado por el Espritu del Seor(cf.Lc. 4, 14-21). Al ser l la Buena Nueva , existe en Cristo plena identidad entre mensaje ymensajero, entre el decir, el actuar y el ser. Su fuerza, el secreto de la eficacia de su accin consisteen la identificacin total con el mensaje que anuncia; proclama la Buena Nueva no slo con loque dice o hace, sino tambin con lo que es.

    El ministerio de Jess se describe en el contexto de los viajes por su tierra. La perspectiva de lamisin antes de la Pascua se centra en Israel; sin embargo, Jess nos ofrece un elemento nuevo decapital importancia. La realidad escatolgica no se aplaza hasta un fin remoto del mundo, sino quese hace prxima y comienza a cumplirse. El Reino de Dios est cerca (Mc 1, 15); se ora paraque venga (cf.Mt6,10); la fe lo ve ya presente en los signos, como los milagros (cf.Mt11, 4-5),los exorcismos (cf.Mt12, 25-28), la eleccin de los Doce (cf.Mc 3, 13-19), el anuncio de la BuenaNueva a los pobres (cf.Lc 4, 18). En los encuentros de Jess con los paganos se ve con claridad quela entrada en el Reino acaece mediante la fe y la conversin (cf.Mc 1, 15) Y no por la merapertenencia tnica.

    El Reino que inaugura Jess es el Reino de Dios; l mismo nos revela quin es este Dios al quellama con el trmino familiar Abba , Padre (Mc 14, 36). El Dios revelado sobre todo en lasparbolas (cf.Lc 15, 3-32;Mt20, 1-16) es sensible a las necesidades, a los sufrimientos de todo

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    hombre; es un Padre amoroso y lleno de compasin, que perdona y concede gratuitamente lasgracias pedidas.

    San Juan nos dice que Dios es Amor (1 Jn 4, 8. 16). Todo hombre, por tanto, es invitado a convertirse y creer en el amor misericordioso de Dios por l; el Reino crecer en a medida enque cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oracin (cf.Lc11,

    2;Mt23, 9), y se esfuerce en cumplir su voluntad (cf.Mt7, 21).

    Caractersticas y exigencias del Reino

    14. Jess revela progresivamente las caractersticas y exigencias del Reino mediante sus palabras,sus obras y su persona.

    El Reino est destinado a todos los hombres, dado que todos son llamados a ser sus miembros. Parasubrayar este aspecto, Jess se ha acercado sobre todo a aquellos que estaban al margen de lasociedad, dndoles su preferencia, cuando anuncia la Buena Nueva . Al comienzo de suministerio proclama que ha sido enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva (Lc 4, 18). Atodas las vctimas del rechazo y del desprecio Jess les dice: Bienaventurados los pobres (Lc 6,20). Adems, hace vivir ya a estos marginados una experiencia de liberacin, estando con ellos yyendo a comer con ellos (cf.Lc 5, 30; 15, 2), tratndoles como a iguales y amigos (cf.Lc 7, 34),hacindolos sentirse amados por Dios y manifestando as su inmensa ternura hacia los necesitados ylos pecadores (cf.Lc 15, 1-32).

    La liberacin y la salvacin que el Reino de Dios trae consigo alcanzan a la persona humana en sudimensin tanto fsica como espiritual. Dos gestos caracterizan la misin de Jess: curar y perdonar.Las numerosas curaciones demuestran su gran compasin ante la miseria humana, pero significantambin que en el Reino ya no habr enfermedades ni sufrimientos y que su misin, desde elprincipio, tiende a liberar de todo ello a las personas. En la perspectiva de Jess, las curaciones sontambin signo de salvacin espiritual, de liberacin del pecado. Mientras cura, Jess invita a la fe, ala conversin, al deseo de perdn (cf.Lc 5, 24). Recibida la fe, la curacin anima a ir ms lejos:introduce en la salvacin (cf.Lc 18, 42-43). Los gestos liberadores de la posesin del demonio, malsupremo y smbolo del pecado y de la rebelin contra Dios, son signos de que ha llegado avosotros el Reino de Dios (Mt12, 28).

    15. El Reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medidaque los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente. Jess se refiere a toda laley, centrndola en el mandamiento del amor (cf.Mt22, 34-40);Lc 10, 25-28). Antes de dejar a lossuyos les da un mandamiento nuevo : Que os amis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12; cf. 13, 34). El amor con el que Jess ha amado al mundo halla su expresin supremaen el don de su vida por los hombres (cf.Jn 15, 13), manifestando as el amor que el Padre tiene porel mundo (cf.Jn 3, 16). Por tanto la naturaleza del Reino es la comunin de todos los seres humanosentre s y con Dios.

    El Reino interesa a todos: a las personas, a sociedad, al mundo entero. Trabajar por el Reino quieredecir reconocer y favorecer el dinamismo divino, que est presente en la historia humana y latransforma. Construir el Reino significa trabajar por la liberacin del mal en todas sus formas. En

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    resumen, el Reino de Dios es la manifestacin y la realizacin de su designio de salvacin en todasu plenitud.

    En el Resucitado, llega a su cumplimiento y es proclamado el Reino de Dios

    16. Al resucitar Jess de entre los muertos Dios ha vencido la muerte y en l ha inauguradodefinitivamente su Reino. Durante su vida terrena Jess es el profeta del Reino y, despus de supasin, resurreccin y ascensin al cielo, participa del poder de Dios y de su dominio sobre elmundo (cf.Mt28, 18;Act2, 36; Ef1, 18-31). La resurreccin confiere un alcance universal almensaje de Cristo, a su accin y a toda su misin. Los discpulos se percatan de que el Reino ya estpresente en la persona de Jess y se va instaurando paulatinamente en el hombre y en el mundo atravs de un vnculo misterioso con l.

    En efecto, despus de la resurreccin ellos predicaban el Reino, anunciando a Jess muerto yresucitado. Felipe anunciaba en Samara la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre deJesucristo (Act8, 12). Pablo predicaba en Roma el Reino de Dios y enseaba lo referente al SeorJesucristo (cf.Act28, 31).

    Tambin los primeros cristianos anunciaban el Reino de Cristo y de Dios (Ef5, 5; cf.Ap 11, 15;12, 10) o bien el Reino eterno de nuestro Seor Jesucristo (2Pe 1, 11). Es en el anuncio deJesucristo, con el que el Reino se identifica, donde se centra la predicacin de la Iglesia primitiva.Al igual que entonces, hoy tambin es necesario unir el anuncio del Reino de Dios (elcontenido del kerigma de Jess) y la proclamacin del evento de Jesucristo (que es el kerigma de losApstoles). Los dos anuncios se completan y se iluminan mutuamente.

    El Reino con relacin a Cristo y a la Iglesia

    17. Hoy se habla mucho del Reino, pero no siempre en sintona con el sentir de la Iglesia. En efecto,se dan concepciones de la salvacin y de la misin que podemos llamar antropocntricas , en elsentido reductivo del trmino, al estar centradas en torno a las necesidades terrenas del hombre. En

    esta perspectiva el Reino tiende a convertirse en una realidad plenamente humana y secularizada, enla que slo cuentan los programas y luchas por la liberacin socioeconmica, poltica y tambincultural, pero con unos horizontes cerrados a lo trascendente. Aun no negando que tambin a esenivel haya valores por promover, sin embargo tal concepcin se reduce a los confines de un reinodel hombre, amputado en sus dimensiones autnticas y profundas, y se traduce fcilmente en una delas ideologas que miran a un progreso meramente terreno. El Reino de Dios, en cambio, no es deeste mundo, no es de aqu (Jn 18, 36).

    Se dan adems determinadas concepciones que, intencionadamente, ponen el acento sobre el Reinoy se presentan como reinocntricas , las cuales dan relieve a la imagen de una Iglesia que nopiensa en si misma, sino que se dedica a testimoniar y servir al Reino. Es una Iglesia para los

    dems ,se dicecomo Cristo es el hombre para los dems . Se describe el cometido de laIglesia, como si debiera proceder en una doble direccin; por un lado, promoviendo los llamados valores del Reino , cuales son la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad; por otro, favoreciendo el

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    dilogo entre los pueblos, las culturas, las religiones, para que, enriquecindose mutuamente,ayuden al mundo a renovarse y a caminar cada vez ms hacia el Reino.

    Junto a unos aspectos positivos, estas concepciones manifiestan a menudo otros negativos. Antetodo, dejan en silencio a Cristo: el Reino, del que hablan, se basa en un teocentrismo , porqueCristodicenno puede ser comprendido por quien no profesa la fe cristiana, mientras que

    pueblos, culturas y religiones diversas pueden coincidir en la nica realidad divina, cualquiera quesea su nombre. Por el mismo motivo, conceden privilegio al misterio de la creacin, que se reflejaen la diversidad de culturas y creencias, pero no dicen nada sobre el misterio de la redencin.Adems el Reino, tal como lo entienden, termina por marginar o menospreciar a la Iglesia, comoreaccin a un supuesto eclesiocentrismo del pasado y porque consideran a la Iglesia misma sloun signo, por lo dems no exento de ambigedad.

    18. Ahora bien, no es ste el Reino de Dios que conocemos por la Revelacin, el cual no puede serseparado ni de Cristo ni de la Iglesia.

    Como ya queda dicho, Cristo no slo ha anunciado el Reino, sino que en l el Reino mismo se hahecho presente y ha llegado a su cumplimiento: Sobre todo, el Reino se manifiesta en la personamisma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino "a servir y a dar su vida para laredencin de muchos" (Mc 10, 45) .22El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o unprograma sujeto a libre elaboracin, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y elnombre de Jess de Nazaret, imagen del Dios invisible.23Si se separa el Reino de la persona deJess, no existe ya el reino de Dios revelado por l, y se termina por distorsionar tanto el significadodel Reinoquecorre el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano o ideolgicocomo la identidad de Cristo, que no aparece ya como el Seor, al cual debe someterse todo(cf. 1Corl5,27).

    Asimismo, el Reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente, sta no es fin para s misma,ya que est ordenada al Reino de Dios, del cual es germen, signo e instrumento. Sin embargo, a lavez que se distingue de Cristo y del Reino, est indisolublemente unida a ambos. Cristo ha dotado ala Iglesia, su Cuerpo, de la plenitud de los bienes y medios de salvacin; el Espritu Santo mora enella, la vivifica con sus dones y carismas, la santifica, la gua y la renueva sin cesar.24De ah derivauna relacin singular y nica que, aunque no excluya la obra de Cristo y del Espritu Santo fuera delos confines visibles de la Iglesia, le confiere un papel especfico y necesario. De ah tambin elvnculo especial de la Iglesia con el Reino de Dios y de Cristo, dado que tiene la misin deanunciarlo e instaurarlo en todos los pueblos .25

    19. Es en esta visin de conjunto donde se comprende la realidad del Reino. Ciertamente, ste exigela promocin de los bienes humanos y de los valores que bien pueden llamarse evanglicos ,porque estn ntimamente unidos a la Buena Nueva. Pero esta promocin, que la Iglesia sientetambin muy dentro de s, no debe separarse ni contraponerse a los otros cometidos fundamentales,como son el anuncio de Cristo y de su Evangelio, la fundacin y el desarrollo de comunidades queactan entre los hombres la imagen viva del Reino. Con esto no hay que tener miedo a caer en unaforma de eclesiocentrismo . Pablo VI, que afirm la existencia de un vnculo profundo entreCristo, la Iglesia y la evangelizacin ,26dijo tambin que la Iglesia no es fin para s misma, sino

    fervientemente solcita de ser toda de Cristo, en Cristo y para Cristo, y toda igualmente de loshombres, entre los hombres y para los hombres .27

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    La Iglesia al servicio del Reino

    20. La Iglesia est efectiva y concretamente al servicio del Reino. Lo est, ante todo, mediante elanuncio que llama a la conversin; ste es el primer y fundamental servicio a la venida del Reino en

    las personas y en la sociedad humana. La salvacin escatolgica empieza, ya desde ahora, con lanovedad de vida en Cristo: A todos los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios,a los que creen en su nombre (Jn 1, 12).

    La Iglesia, pues, sirve al Reino, fundando comunidades e instituyendo Iglesias particulares,llevndolas a la madurez de la fe y de la caridad, mediante la apertura a los dems, con el servicio ala persona y a la sociedad, por la comprensin y estima de las instituciones humanas.

    La Iglesia, adems, sirve al Reino difundiendo en el mundo los valores evanglicos , que sonexpresin de ese Reino y ayudan a los hombres a acoger el designio de Dios. Es verdad, pues, quela realidad incipiente del Reino puede hallarse tambin fuera de los confines de la Iglesia, en la

    humanidad entera, siempre que sta viva los valores evanglicos y est abierta a la accin delEspritu que. sopla donde y como quiere (cf.Jn 3, 8); pero adems hay que decir que esta dimensintemporal del Reino es incompleta, si no est en coordinacin con el Reino de Cristo, presente en laIglesia y en tensin hacia la plenitud escatolgica.28

    Las mltiples perspectivas del Reino de Dios29no debilitan los fundamentos y las finalidades de laactividad misionera, sino que los refuerzan y propagan. La Iglesia, es sacramento de salvacin paratoda la humanidad y su accin no se limita a los que aceptan su mensaje. Es fuerza dinmica en elcamino de la humanidad hacia el Reino escatolgico; es signo y a la vez promotora de los valoresevanglicos entre los hombres.30La Iglesia contribuye a este itinerario de conversin al proyecto deDios, con su testimonio y su actividad, como son el dilogo, la promocin humana, el compromisopor la justicia y la paz, la educacin, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a lospequeos, salvaguardando siempre la prioridad de las realidades trascendentes y espirituales, queson premisas de la salvacin escatolgica.

    La Iglesia, finalmente, sirve tambin al Reino con su intercesin, al ser ste por su naturaleza don yobra de Dios, como recuerdan las parbolas del Evangelio y la misma oracin enseada por Jess.Nosotros debemos pedirlo, acogerlo, hacerlo crecer dentro de nosotros; pero tambin debemoscooperar para que el Reino sea acogido y crezca entre los hombres, hasta que Cristo entregue aDios Padre el Reino y Dios sea todo en todo (1Cor15,24.28).

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    CAPTULO III - EL ESPRITU SANTO PROTAGONISTA DE LA MISIN

    21. En el momento culminante de la misin mesinica de Jess, el Espritu Santo se hace presenteen el misterio pascual con toda su subjetividad divina: como el que debe continuar la obra salvfica,

    basada en el sacrificio de la cruz. Sin duda esta obra es encomendada por Jess a los hombres: a losApstoles y a la Iglesia. Sin embargo, en estos hombres y por medio de ellos, el Espritu Santosigue siendo el protagonista trascendente de la realizacin de esta obra en el espritu del hombre yen la historia del mundo .31

    El Espritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misin eclesial; su obra resplandece demodo eminente en la misin ad gentes, como se ve en la Iglesia primitiva por la conversin deCornelio (cf.Act10), por las decisiones sobre los problemas que surgan (cf.Act15),por laeleccin de los territorios y de los pueblos (cf.Act16, 6 ss). El Espritu acta por medio de losApstoles, pero al mismo tiempo acta tambin en los oyentes: Mediante su accin, la BuenaNueva toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia. En

    todo est el Espritu Santo que da la vida 32

    El envo hasta los confines de la tierra (Act1, 8)

    22. Todos los evangelistas, al narrar el encuentro del Resucitado con los Apstoles, concluyen conel mandato misional: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haceddiscpulos a todas las gentes. Sabed que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo (Mt28, 18-20; cf.Mc 16, 15-18;Lc 24, 46-49;Jn 20, 21-23).

    Este envo es envo en el Espritu, como aparece claramente en el texto de san Juan: Cristo enva alos suyos al mundo, al igual que el Padre le ha enviado a l y por esto les da el Espritu. A su vez,Lucas relaciona estrictamente el testimonio que los Apstoles debern dar de Cristo con la accindel Espritu, que les har capaces de llevar a cabo el mandato recibido.

    23. Las diversas formas del mandato misionero tienen puntos comunes y tambin acentuaciones

    caractersticas. Dos elementos, sin embargo, se hallan en todas las versiones. Ante todo, ladimensin universal de la tarea confiada a los Apstoles: A todas las gentes (Mt28, 19); portodo el mundo ... a toda la creacin (Mc 16,15); a todas las naciones (Act1,8). En segundolugar, la certeza dada por el Seor de que en esa tarea ellos no estarn solos, sino que recibirn lafuerza y los medios para desarrollar su misin. En esto est la presencia y el poder del Espritu, y laasistencia de Jess: Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Seor con ellos (Mc 16, 20).

    En cuanto a las diferencias de acentuacin en el mandato, Marcos presenta la misin comoproclamacin o Kerigma: Proclaman la Buena Nueva (Mc 16, 15). Objetivo del evangelista esguiar a sus lectores a repetir la confesin de Pedro: T eres el Cristo (Mc 8,29) y proclamar,

    como el Centurin romano delante de Jess muerto en la cruz: Verdaderamente este hombre eraHijo de Dios (Mc 15, 39). En Mateo el acento misional est puesto en la fundacin de la Iglesia yen su enseanza (cf.Mt28, 19-20; 16, 18). En l, pues, este mandato pone de relieve que la

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    proclamacin del Evangelio debe ser completada por una especfica catequesis de orden eclesial ysacramental. En Lucas, la misin se presenta como testimonio (cf.Lc 24, 48;Act1, 8), cuyo objetoante todo es la resurreccin (cf.Act1, 22).El misionero es invitado a creer en la fuerzatransformadora del Evangelio y a anunciar lo que tan bien describe Lucas, a saber, la conversin alamor y a la misericordia de Dios, la experiencia de una liberacin total hasta la raz de todo mal, elpecado.

    Juan es el nico que habla explcitamente de mandato palabra que equivale a misin relacionando directamente la misin que Jess confa a sus discpulos con la que l mismo harecibido del Padre: Como el Padre me envi, tambin yo os envo (Jn 20, 21). Jess dice,dirigindose al Padre: Como t me has enviado al mundo, yo tambin los he enviado al mundo (Jn 17, 18). Todo el sentido misionero del Evangelio de Juan est expresado en la oracinsacerdotal : Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el nico Dios verdadero, y al que tu hasenviado Jesucristo (Jn 17, 3). Fin ltimo de la misin es hacer participes de la comunin queexiste entre el Padre y el Hijo: los discpulos deben vivir la unidad entre s , permaneciendo en elPadre y en el Hijo, para que el mundo conozca y crea (cf.Jn 17, 21-23). Es ste un significativotexto misionero que nos hace entender que se es misionero ante todopor lo que se es, en cuanto

    Iglesia que vive profundamente la unidad en el amor, antes de serlopor lo que se dice o se hace.

    Por tanto, los cuatro evangelios, en la unidad fundamental de la misma misin, testimonian uncierto pluralismo que refleja experiencias y situaciones diversas de las primeras comunidadescristianas; este pluralismo es tambin fruto del empuje dinmico del mismo Espritu; invita a estaratentos a los diversos carismas misioneros y a las distintas condiciones ambientales y humanas. Sinembargo, todos los evangelistas subrayan que la misin de los discpulos es colaboracin con la deCristo: Sabed que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo (Mt28, 20) Lamisin, por consiguiente , no se basa en las capacidades humanas, sino en el poder del Resucitado.

    El Espritu gua la misin

    24. La misin de la Iglesia, al igual que la de Jess, es obra de Dios o, como dice a menudo Lucas,obra del Espritu. Despus de la resurreccin y ascensin de Jess, los Apstoles viven unaprofunda experiencia que los transforma: Pentecosts. La venida del Espritu Santo los convierteen testigos o profetas (cf.Act1, 8; 2, 17-18), infundindoles una serena audacia que les impulsa atransmitir a los dems su experiencia de Jess y la esperanza que los anima. El Espritu les da la

    capacidad de testimoniar a Jess con toda libertad .33

    Cuando los evangelizadores salen de Jerusaln, el Espritu asume an ms la funcin de gua tanto en la eleccin de las personas como de los caminos de la misin. Su accin se manifiesta demodo especial en el impulso dado a la misin que de hecho, segn palabras de Cristo, se extiendedesde Jerusaln a toda Judea y Samaria, hasta los ltimos confines de la tierra.

    LosHechos recogen seis sntesis de los discursos misioneros dirigidos a los judos el loscomienzos de la Iglesia (cf.Act2, 22-39; 3, 12-26; 4, 9-12; 5, 29-32; 10, 34-43; 13, 16-41). Estosdiscursos-modelo, pronunciados por Pedro y por Pablo, anuncian a Jess e invitan a la conversin, es decir, a acoger a Jess por la fe y a dejarse transformar en l por el Espritu.

    Pablo y Bernab se sienten empujados por el Espritu hacia los paganos (cf.Act13 46-48), lo cualno sucede sin tensiones y problemas. Cmo deben vivir su fe en Jess los gentiles convertidos?

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    Estn ellos vinculados a las tradiciones judas y a la ley de la circuncisin? En el primer Concilio,que rene en Jerusaln a miembros de diversas Iglesias alrededor de los Apstoles, se toma unadecisin reconocida como proveniente del Espritu: para hacerse cristiano no es necesario que ungentil se someta a la ley juda (cf.Act15, 5-11.28). Desde aquel momento la Iglesia abre sus puertasy se convierte en la casa donde todos pueden entrar y sentirse a gusto, conservando la propia culturay las propias tradiciones, siempre que no estn en contraste con el Evangelio.

    25. Los misioneros han procedido segn esta lnea, teniendo muy presentes las expectativas yesperanzas) las angustias y sufrimientos la cultura de la gente para anunciar la salvacin en Cristo.Los discursos de Listra y Atenas (cf.Act14, 11-17; 17, 22-31) son considerados como modelospara la evangelizacin de los paganos. En ellos Pablo entra en dilogo con los valores culturalesy religiosos de los diversos pueblos. A los habitantes de Licaonia, que practicaban una religin detipo csmico, les recuerda experiencias religiosas que se refieren al cosmos; con los griegos discutesobre filosofa y cita a sus poetas (cf.Act17, 18.26-28). El Dios al que quiere revelar est yapresente en su vida; es l, en efecto, quien los ha creado y el que dirige misteriosamente los pueblos

    y la historia. Sin embargo, para reconocer al Dios verdadero, es necesario que abandonen los falsosdioses que ellos mismos han fabricado y abrirse a aquel a quien Dios ha enviado para colmar suignorancia y satisfacer la espera de sus corazones (cf.Act17, 27-30). Son discursos que ofrecen unejemplo de inculturacin del Evangelio.

    Bajo la accin del Espritu, la fe cristiana se abre decisivamente a las a gentes y el testimonio deCristo se extiende a los centros ms importantes del Mediterrneo oriental para llegarposteriormente a Roma y al extremo occidente. Es el Espritu quien impulsa a ir cada vez mas lejos,no slo en sentido geogrfico, sino tambin ms all de las barreras tnicas y religiosas, para unamisin verdaderamente universal.

    El Espritu hace misionera a toda la Iglesia

    26. El Espritu mueve al grupo de los creyentes a hacer comunidad , a ser Iglesia. Tras el primeranuncio de Pedro, el da de Pentecosts, y las conversiones que se dieron a continuacin, se formala primera comunidad (cf.Act2, 42-47; 4, 32-35).

    En efecto, uno de los objetivos centrales de la misin es reunir al pueblo para la escucha delEvangelio, en la comunin fraterna, en la oracin y la Eucarista. Vivir la comunin fraterna (koinona) significa tener un solo corazn y una sola alma (Act4, 32), instaurando unacomunin bajo todos los aspectos: humano, espiritual y material. De hecho, la verdadera comunidadcristiana, se compromete tambin a distribuir los bienes terrenos para que no haya indigentes ytodos puedan tener acceso a los bienes segn su necesidad (Act2, 45; 4, 35). Las primerascomunidades, en las que reinaba la alegra y sencillez de corazn (Act2, 46) erandinmicamente abiertas y misioneras y gozaban de la simpata de todo el pueblo (Act2, 47).Aun antes de ser accin, la misin es testimonio e irradiacin.34

    27. LosHechos indican que la misin, dirigida primero a Israel y luego a las gentes, se desarrolla amuchos niveles. Ante todo, existe el grupo de los Doce que, como un nico cuerpo guiado por

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    Pedro, proclama la Buena Nueva. Est luego la comunidad de los creyentes que, con su modo devivir y actuar, da testimonio del Seor y convierte a los paganos (cf.Act2, 46-47). Estn tambinlos enviados especiales, destinados a anunciar el Evangelio. Y as, la comunidad cristiana deAntioqua enva sus miembros a misionar: despus de haber ayunado, rezado y celebrado laEucarista, esta comunidad percibe que el Espritu Santo ha elegido a Pablo y Bernab para serenviados (cf.Act13, 1-4). En sus orgenes, por tanto, la misin es considerada como un

    compromiso comunitario y una responsabilidad de la Iglesia local, que tiene necesidadprecisamente de misioneros para lanzarse hacia nuevas fronteras. Junto a aquellos enviadoshaba otros que atestiguaban espontneamente la novedad que haba transformado sus vidas y luegoponan en conexin las comunidades en formacin con la Iglesia apostlica.

    La lectura de losHechos nos hace entender que, al comienzo de la Iglesia, la misin ad gentes, auncontando ya con misioneros de por vida , entregados a ella por una vocacin especial, de hechoera considerada como un fruto normal de la vida cristiana, un compromiso para todo creyentemediante el testimonio personal y el anuncio explcito, cuando era posible.

    El Espritu est presente operante en todo tiempo y lugar

    28. El Espritu se manifiesta de modo particular en la Iglesia y en sus miembros; sin embargo, supresencia y accin son universales, sin lmite alguno ni de espacio ni de tiempo.35El ConcilioVaticano II recuerda la accin del Espritu en el corazn del hombre, mediante las semillas de laPalabra , incluso en las iniciativas religiosas, en los esfuerzos de la actividad humana encaminadosa la verdad, al bien y a Dios.36

    El Espritu ofrece al hombre su luz y su fuerza ... a fin de que pueda responder a su mximavocacin ; mediante el Espritu el hombre llega por la fe a contemplar y saborear el misterio delplan divino ; ms an, debemos creer que el Espritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que,en la forma que slo Dios conoce, se asocien a este misterio pascual .37En todo caso, la Iglesia sabe tambin que el hombre, atrado sin cesar por el Espritu de Dios, nunca jams ser del todoindiferente ante el problema religioso y siempre desear ... saber, al menos confusamente, elsentido de su vida, de su accin y de su muerte .38El Espritu, pues, est en el origen mismo de lapregunta existencial y religiosa del hombre, la cual surge no slo de situaciones contingentes, sinode la estructura misma de su ser.39

    La presencia y la actividad del Espritu no afectan nicamente a los individuos, sino tambin a lasociedad, a la historia, a los pueblos, a las culturas y a las religiones. En efecto, el Espritu se hallaen el origen de los nobles ideales y de las iniciativas de bien de la humanidad en camino; conadmirable providencia gua el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra .40Cristoresucitado obra ya por la virtud de su Espritu en el corazn del hombre, no slo despertando elanhelo del siglo futuro, sino tambin, por eso mismo, alentando, purificando y corroborando losgenerosos propsitos con que la familia humana intenta hacer ms llevadera su vida y someter latierra a este fin .41Es tambin el Espritu quien esparce las semillas de la Palabra presentes enlos ritos y culturas, y los prepara para su madurez en Cristo.42

    29. As el Espritu que sopla donde quiere (Jn 3, 8) y obraba ya en el mundo aun antes de queCristo fuera glorificado ,43que llena el mundo y todo lo mantiene unido, que sabe todo cuanto se

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    habla (Sab 1, 7), nos lleva a abrir ms nuestra mirada para considerar su accin presente en todotiempo y lugar.44Es una llamada que yo mismo he hecho repetidamente y que me ha guiado en misencuentros con los pueblos ms diversos. La relacin de la Iglesia con las dems religiones estguiada por un doble respeto: Respeto por el hombre en su bsqueda de respuesta a las preguntasms profundas de la vida, y respeto por la accin del Espritu en el hombre .45El encuentrointerreligioso de Ass, excluida toda interpretacin equvoca, ha querido reafirmar mi conviccin de

    que toda autntica plegaria est movida por el Espritu Santo, que est presente misteriosamenteen el corazn de cada persona.46

    Este Espritu es el mismo que se ha hecho presente en la encarnacin, en la vida, muerte yresurreccin de Jess y que acta en la Iglesia. No es, por consiguiente, algo alternativo a Cristo, niviene a llenar una especie de vaco, como a veces se da por hiptesis que exista entre Cristo y elLogos. Todo lo que el Espritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, as como en lasculturas y religiones tiene un papel de preparacin evanglica,47y no puede menos de referirse aCristo, Verbo encarnado por obra del Espritu, para que, hombre perfecto, salvara a todos yrecapitulara todas las cosas .48

    La accin universal del Espritu no hay que separarla tampoco de la peculiar accin que despliegaen el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En efecto, es siempre el Espritu quien acta, ya sea cuandovivifica la Iglesia y la impulsa a anunciar a Cristo, ya sea cuando siembra y desarrolla sus dones entodos los hombres y pueblos, guiando a la Iglesia a descubrirlos, promoverlos y recibirlos medianteel dilogo. Toda clase de presencia del Espritu ha de ser acogida con estima y gratitud; pero eldiscernirla compete a la Iglesia, a la cual Cristo ha dado su Espritu para guiarla hasta la verdadcompleta (cf.Jn 16, 13).

    La actividad misionera est an en sus comienzos

    30. Nuestra poca, con la humanidad en movimiento y bsqueda, exige un nuevo impulso en laactividad misionera de la Iglesia. Los horizontes y las posibilidades de la misin se ensanchan, ynosotros los cristianos estamos llamados a la valenta apostlica, basada en la confianza en elEsprituEl es el protagonista de la misin!

    En la historia de la humanidad son numerosos los cambios peridicos que favorecen el dinamismomisionero. La Iglesia, guiada por el Espritu, ha respondido siempre a ellos con generosidad y

    previsin. Los frutos no han faltado. Hace poco se ha celebrado el milenario de la evangelizacin dela Rus' y de los pueblos eslavos y se est acercando la celebracin del V Centenario de laevangelizacin de Amrica. Asimismo se han conmemorado recientemente los centenarios de lasprimeras misiones en diversos Pases de Asia, frica y Oceana. Hoy la Iglesia debe afrontar otrosdesafos, proyectndose hacia nuevas fronteras, tanto en la primera misin ad gentes, como en lanueva evangelizacin de pueblos que han recibido ya el anuncio de Cristo. Hoy se pide a todos loscristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal la misma valenta que movi a losmisioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espritu.

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    precaverse, sin embargo, contra el riesgo de igualar situaciones muy distintas y de reducir, si nohacer desaparecer, la misin y los misioneros ad gentes. Afirmar que toda la Iglesia es misionera noexcluye que haya una especfica misin ad gentes; al igual que decir que todos los catlicos debenser misioneros, no excluye que haya misioneros ad gentes yde por vida , por vocacinespecfica.

    La misin ad gentes conserva su valor

    33. Las diferencias en cuanto a la actividad dentro de esta misin de la Iglesia, nacen no de razonesintrnsecas a la misin misma, sino de las diversas circunstancias en las que sta sedesarrolla.51Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la evangelizacin, se puedendistinguir tres situaciones.

    En primer lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia: pueblos, gruposhumanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan

    comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propioambiente y anunciarla a otros grupos. Esta es propiamente la misin ad gentes.52

    Hay tambin comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y slidas; tienen un granfervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromisode la misin universal. En ellas se desarrolla la actividad o atencin pastoral de la Iglesia.

    Se da, por ltimo, una situacin intermedia, especialmente en los pases de antigua cristiandad, peroa veces tambin en las Iglesias ms jvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido elsentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando unaexistencia alejada de Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una nuevaevangelizacin o reevangelizacin .

    34. La actividad misionera especfica, o misin ad gentes, tiene como destinatarios a los puebloso grupos humanos que todava no creen en Cristo , a los que estn alejados de Cristo , entre loscuales la Iglesia no ha arraigado todava ,53y cuya cultura no ha sido influenciada an por elEvangelio.54Esta actividad se distingue de las dems actividades eclesiales, porque se dirige agrupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evanglico y dela presencia eclesial. Por tanto, se caracteriza como tarea de anunciar a Cristo y a su Evangelio, deedificacin de la Iglesia local, de promocin de los valores del Reino. La peculiaridad de estamisinad gentes est en el hecho de que se dirige a los no cristianos . Por tanto, hay que evitar

    que esta responsabilidad ms especficamente misionera que Jess ha confiado y diariamentevuelve a confiar a su Iglesia ,55se vuelva una flaca realidad dentro de la misin global del Pueblode Dios y, consiguientemente, descuidada u olvidada.

    Por lo dems, no es fcil definir los confines entre atencin pastoral a los fieles, nuevaevangelizacin y actividad misionera especfica, y no es pensable crear entre ellos barreras orecintos estancados. No obstante, es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por lafundacin de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque sta es latarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos, hasta los confines dela tierra.Sin la misin ad gentes, la misma dimensin misionera de la Iglesia estara privada de susignificado fundamental y de su actuacin ejemplar.

    Hay que subrayar, adems, una real y creciente interdependencia entre las diversas actividadessalvficas de la Iglesia: cada una influye en la otra, la estimula y la ayuda. El dinamismo misionero

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    crea intercambio entre las Iglesias y las orienta hacia el mundo exterior, influyendo positivamenteen todos los sentidos. Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante la dramtica tarea de lanueva evangelizacin, comprenden mejor que no pueden ser misioneras respecto a los no cristianosde otros pases o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no cristianos en su propiacasa. La misin ad intra es signo creble y estmulo para la misin ad extra, y viceversa.

    todos los pueblos, no obstante las dificultades

    35. La misin ad gentes tiene ante s una tarea inmensa que de ningn modo est en vas deextincin. Al contrario, bien sea bajo el punto de vista numrico por el aumento demogrfico, obien bajo el punto de vista sociocultural por el surgir de nuevas relaciones, comunicaciones ycambios de situaciones, parece destinada hacia horizontes todava ms amplios. La tarea deanunciar a Jesucristo a todos los pueblos se presenta inmensa y desproporcionada respecto a lasfuerzas humanas de la Iglesia.

    Las dificultades parecen insuperables y podran desanimar, si se tratara de una obra meramentehumana. En algunos pases est prohibida la entrada de misioneros; en otros, est prohibida no slola evangelizacin, sino tambin la conversin e incluso el culto cristiano. En otros lugares losobstculos son de tipo cultural: la transmisin del mensaje evanglico resulta insignificante oincomprensible, y la conversin est considerada como un abandono del propio pueblo y cul