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Jesuitas, omaguas, yurimaguas y la guerra hispano-lusa por el Alto Amazonas. Para un posible guión alternativo de "La misión" Francisco Javier Ullán de la Rosa Área de Antropología del Departamento de Humanidades Contemporáneas Universidad de Alicante Jesuits, omaguas, yurimaguas and the spanish-portuguese war in the Upper Amazon. A possible alternative script for The mission Resumen Como parte de su estrategia de coloniza- ción la Monarquía Hispánica concedió a la Compariía de Jes ŭ s vastísimos territo- rios por toda América. Historiografía y cine, con superproducciones como "La misión", han centrado especialmente su atención sobre las misiones del Paraguay y dejado en penumbra al resto. El artícu- lo pretende corregir ese desequilibrio ofreciendo un análisis de las reducciones altoarnazónicas así como desmontar la visión romántica de la reducción jesuitica creada por la historiografía nacional para- guaya y películas como la citada. La reducción era un instrumento de acultu- ración planificada que ejerció una fuerte violencia simbólica y física sobre las sociedades indígenas. El artículo se ocupa del caso concreto de las reduccio- nes de indios omaguas y yurimaguas, haciendo notar los paralelismos y diver- gencias entre los casos altoamazónico y paraguayo: dos regiones fronterizas atra- padas en una guerra de expansión impe- rial entre Esparia y Portugal a principios del siglo XVIII, que marcó los destinos de misioneros e indios. En definitiva, infor- mación para escribir un guión alternativo para otra "La misión". Palabras clave: Alto Amazonas, reduc- ciones jesuiticas, omaguas, yurimaguas, indios, aculturación. Abstract As part of its colonization strategy, the Spanish crown handed vast tracts of land across the American continent to the Jesuits. Historiography and cinema, with blockbusters such as The Mission, have spotlighted Paraguayan missions, ignor- ing the rest. This paper aims to remedy that bias with an analysis of the reduc- ciones in the Upper Amazon. It also pur- poses to unveil the romantic image of the Jesuit reducción created by Paraguayan national historiography and Hollywood films. The reducción was an instrument of programmed acculturation that exerted fierce symbolic and physical violence on native America comrnunities. The paper focuses on the specific case of the reduc- ciones among the Omagua and Yurimagua peoples, highlighting the par- allels and differences between develop- ments in the Upper Ama zon and Paraguay: two frontier regions engulfed in an imperialistic war of expansion between Spain and Portugal in the early 18th century that sealed the fate of mis- sionaries and native peoples alike. In short, the study provides material for an alternative script for another version of The Mission. Key words: Upper Amazon, Jesuit reduc- ciones, Omagua, Yurimagua, native Americans, acculturation. l. Introducción Para un guión alternativo a "La misión" Si existe una forma de expresión contem- poránea con la capacidad de convertir un lejano acontecimiento histórico en icono de la cultura de masas de hoy esa es sin duda el cine. Y si preguntáramos a un ciudadano de a pie cualquiera qué imá- genes le vienen automáticamente a la mente al oír la asociación de palabras "genocidio" "indios" y "jesuitas" no hay ANAIIES DEL MUSE0 DE ANCERICA 15 (2007). PÁcs. 173-190 [173]

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Jesuitas, omaguas, yurimaguas yla guerra hispano-lusa por el AltoAmazonas. Para un posible guiónalternativo de "La misión"

Francisco Javier Ullán de laRosaÁrea de Antropología delDepartamento de HumanidadesContemporáneasUniversidad de Alicante

Jesuits, omaguas, yurimaguas and the spanish-portuguese war inthe Upper Amazon. A possible alternative script for The mission

Resumen

Como parte de su estrategia de coloniza-ción la Monarquía Hispánica concedió ala Compariía de Jesŭs vastísimos territo-rios por toda América. Historiografía ycine, con superproducciones como "Lamisión", han centrado especialmente suatención sobre las misiones del Paraguayy dejado en penumbra al resto. El artícu-lo pretende corregir ese desequilibrioofreciendo un análisis de las reduccionesaltoarnazónicas así como desmontar lavisión romántica de la reducción jesuiticacreada por la historiografía nacional para-guaya y películas como la citada. Lareducción era un instrumento de acultu-ración planificada que ejerció una fuerteviolencia simbólica y física sobre lassociedades indígenas. El artículo seocupa del caso concreto de las reduccio-nes de indios omaguas y yurimaguas,haciendo notar los paralelismos y diver-gencias entre los casos altoamazónico yparaguayo: dos regiones fronterizas atra-padas en una guerra de expansión impe-rial entre Esparia y Portugal a principiosdel siglo XVIII, que marcó los destinos demisioneros e indios. En definitiva, infor-mación para escribir un guión alternativopara otra "La misión".

Palabras clave: Alto Amazonas, reduc-ciones jesuiticas, omaguas, yurimaguas,indios, aculturación.

Abstract

As part of its colonization strategy, theSpanish crown handed vast tracts of landacross the American continent to theJesuits. Historiography and cinema, with

blockbusters such as The Mission, havespotlighted Paraguayan missions, ignor-ing the rest. This paper aims to remedythat bias with an analysis of the reduc-ciones in the Upper Amazon. It also pur-poses to unveil the romantic image of theJesuit reducción created by Paraguayannational historiography and Hollywoodfilms. The reducción was an instrumentof programmed acculturation that exertedfierce symbolic and physical violence onnative America comrnunities. The paperfocuses on the specific case of the reduc-ciones among the Omagua andYurimagua peoples, highlighting the par-allels and differences between develop-ments in the Upper Ama zon andParaguay: two frontier regions engulfedin an imperialistic war of expansionbetween Spain and Portugal in the early18th century that sealed the fate of mis-sionaries and native peoples alike. Inshort, the study provides material for analternative script for another version ofThe Mission.

Key words: Upper Amazon, Jesuit reduc-ciones, Omagua, Yurimagua, nativeAmericans, acculturation.

l. Introducción Para un guiónalternativo a "La misión"

Si existe una forma de expresión contem-poránea con la capacidad de convertir unlejano acontecimiento histórico en iconode la cultura de masas de hoy esa es sinduda el cine. Y si preguntáramos a unciudadano de a pie cualquiera qué imá-genes le vienen automáticamente a lamente al oír la asociación de palabras"genocidio" "indios" y "jesuitas" no hay

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duda de que una buena proporción deellos responderia evocando los fotogra-mas finales de "La misión": Robert deNiro acribillado por los soldados espario-les, la pacífica procesión de indios con-vertidos, encabezados por el espiritualJeremy Irons, bombardeados sin piedadpor los cariones del materialismo impe-rialista que sacrifica credo y compatriotasen aras de la razón de Estado. El film,rodado en el Chocó colombiano conindios emberás, y convertido en películade culto para los indigenistas new agecontaba la historia de una parte de lasreducciones jesuitas del Paraguay, hoy enel estado brasilerio de Rio Grande do Sul,que pasaron a manos portuguesas en vir-tud de un intercambio territorial entre lasdos Coronas que obligaba a desmantelarlas misiones, pacto firmado en Madrid,para el que no se había contado con laopinión de los indígenas, ni de sus sota-nudos protectores, que prefirieron hacerfrente a las tropas coloniales, a la depor-tación de las que consideraban sus tierrasy su misión apostólica. Victoria del espi-ritu sobre la materia (indios y misionerosprefieren morir que renunciar a sus idea-les) o de la materia sobre el espíritu(indios y misioneros acaban, en efecto,muriendo y tierras y misiones conquista-das para hacer de ellas asentamientosportugueses)?

La historia de las reducciones jesuitasen las tierras tropicales de Sudamérica(nombre con el que los propios misione-ros denominaban a sus fundaciones mi-sionales) es, por supuesto, mucho máscompleja de lo que una película puedacontar. Las misiones jesuitas del Para-guayson quizá las más conocidas, en parte gra-cias a la propia película, y en parte a queen ellas los misioneros consiguieron llevara cabo con mucha mayor eficacia que enotros lugares sus planes de transforma-ción cultural de los indígenas. Lo cierto esque la corona espariola concedió, a laorden ignaciana, tres grandes territoriosde misión en el subcontinente sudameri-cano en régimen de ex-clusividad, el delParaguay era uno, los otros los constituí-an los Ilanos de Moxos y Chiquitos, en laactual Amazonia boliviana y el inmensoterritorio que comprendía la cuenca altadel Amazonas, que en época colonial seconocía como Provincia de Mainas.Además de esto los jesuitas también fun-daron numerosas reducciones en Brasil.Este artículo quiere rescatar para el pŭbli-co la historia de las misiones jesuitas deMainas, que no han tenido hasta ahora lasuerte de ser bendecidas por la mano

"iconogénica" de Hollywood, pero con lacual bien podria escribirse un guión alter-nativo para una nueva "La Misión". Comoen aquella historia que narraba el film,también en el Alto Amazonas, a princi-pios del siglo XVIII, los indios y los jesui-tas Ilegados para enseriarles el "caminode la verdad" se vieron inmersos en lacompleja malla de intereses cruzados delos dos imperios coloniales y de sus oli-garquias. Como en aquella, también elresultado fue la expulsión de los religio-sos y el genocidio de las poblacionesindígenas. Un drama quizá bastantesumergido y olvidado en la avalancha dehistorias sobre genocidios a la que asisti-mos hoy día, pero que se inscribe en elmarco de unos acontecimientos de con-secuencias fundamentales para la historiade América Latina: la constitución deBrasil como gigante del continente, alapropiarse, en detrimento de las misionesjesuitas espariolas, las tres cuartas partesde la Cuenca Amazónica. Como en aque-lla "La misión", nuestro guión alternativorelata una ganancia te-rritorial de los por-tugueses, cien veces más importante, sinembargo, que la primera, lo que en nues-tra opinión la convierte en un hecho demayor entidad que merece justamente serdestacado en la historia latinoamericana.

II. El contexto histárico de lasmisiones jesuitas en la Cuencadel Amazonas. Los distintosagentes coloniales y sus conflic-tos de intereses

Descubierto en 1499, explorado porexpediciones como la de Orellana y la deUrsŭa, que buscaban entre sus aguas elensuerio de Eldorado, la colonización delrío Amazonas y los inmensos territoriosde su cuenca fluvial sólo comienza, tími-damente y a partir de sus extremos, haciafinales del siglo XVI. El establecimientode asentamientos estables y colonias deexplotación en la ceja de selva andina yen la desembocadura del Amazonas ycosta de Pará y Maranhao, desde princi-pios del XVII, inauguró una nueva situa-ción histórica en la región de consecuen-cias dramáticas para las sociedades incli-genas. La cuenca entera del Amazonas,iba a ser paulatina e inexorablementefagocitada por la avidez del sistema eco-nómico mercantilista que ya se perfilabacomo el embrión de la economía-mundocapitalista, de la cual la región pasabaahora a ser periferia (Wallerstein 1979).

Disipadas las fiebres caliginosas de la

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conquista de Eldorado, que habían sidoel motor de las primeras expedicioneseuropeas en el siglo XVI, los europeos sedieron cuenta al fin de que la verdaderariqueza del Amazonas se encontraba enotros factores: en su explotación agrícolay selvícola, por un lado, y en su reservade mano de obra servil para las hacien-das, por otro. Esta ŭltima constatación esclave para entender el conjunto de losprocesos históricos que operaron sobre lagran mayoría de los pueblos amazónicoshasta bien entrado el siglo XX. Comobien hace notar Pacheco de Oliveira, "abistoria do Amazonas é menos um pro-cesso de ocupacao territorial do que umaincorporacao gradativa de mao-de-obraindigena a de sua capacidade produtivaaos diferentes empreendimentos da histó-ria do Brasil Colonial e pós-colonial"(Pacheco 1988: 8).

El mismo argumento que hace Pachecopara el Brasil colonial es válido para laregión controlada por Esparia, aunquecon algunas variantes. Mientras los asen-tamientos portugueses de la desemboca-dura del Amazonas eran colonias deplantación, destinadas a la producción detabaco y azŭcar principalmente, el interésde los esparioles por la región era básica-mente su fuente de mano de obra frescapara las minas de oro y plata de la zonaandina. En cualquier caso, el Amazonasasistía al amanecer de un sistema econó-mico y social basado en la reducción delas poblaciones indígenas al estado deservidumbre.

La situación histórica cuyo nacimientose vislumbra en la primera mitad delXVII, tiene, pues, en los colonos esclavis-tas de Belem do Pará, Sao Luis doMaranhao y los encomenderos espariolesde la ceja de selva uno de sus protagonis-tas principales, pero no el ŭnico. Comotodos los sistemas sociales, el del mercan-tilismo esclavista también generó ideolo-gías y agentes contradictorios y opuestosal sistema. En la región este vendría cons-tituido por el agente religioso representa-do por la Compañía de Jesŭs, cuyosobjetivos evangelizadores hacia los incli-genas entraban en franca contradiccióncon el maquiavelismo economicista delos colonos.

El siglo XVII y la primera mitad delXVIII habían de presenciar una luchaencarnizada entre ambos agentes por elcontrol del apreciado recurso humanoindígena, cada uno empeñado en ganár-selo para sus propios objetivos imperia-listas: imperialismo económico el de losunos, empeñados en explotarlos y redu-

cirlos a esclavitud o servidumbre, impe-rialismo espiritual el de los otros, deter-minados a convertirlos al cristianismo y ala cultura occidental incluso por la fuer-za, ("ad ecclesiam et vitam civilem essereducti" (Grohs 1974: 17)), pues no otracosa eran las reducciones sino campos deconcentración donde efectuar una acultu-ración completa, una reeducación cultu-ral, de las poblaciones indígenas pormedio de diferentes mecanismos: deses-tructuración de la organización socialindígena a través de la mezcla de gruposétnicos, descabezamiento de sus lideraz-gos políticos, sometimiento a una duradisciplina de trabajo y catequización,represión psicológica e incluso física delas prácticas culturales indígenas (desnu-dez, poligamia, ritos de paso, chamanis-mo), camparias propagandísticas de des-acreditación de sus pilares culturales,como los chamanes, ruptura de la solida-ridad generacional al hacer de los nirios,más fácilmente "aculturables" por losmisioneros, delatores y represores de laspautas culturales de los padres, etc. Esimportante serialar que los religiosos noformaron en ningŭn momento un frentecomŭn antiesclavista en el Amazonas. Alo largo de todo el río los jesuitas fueronlos ŭnicos que enarbolaron con verdade-ra energía la bandera antiesclavista,muchas veces incluso en contra de lasautoridades, mientras otras órdenes,como los carmelitas, se ofrecían a la dócilconnivencia con los colonos y las dispo-siciones reales, sirviendo de legitimado-res del sistema de explotación. En elfondo de esta desunión tan poco cristia-na estaba la competencia entre órdenespor ganar espacios misionales. Una reali-dad la de nuestro guión alternativo, ensuma, bastante distinta de la imagen ide-alizada y edulcorada del misionero repre-sentada por Jeremy Irons en "La misión".

Cogidos entre dos fuegos, y como ter-cer agente colonial de la situación histó-rica, se encontraban los Estados. Presio-nados, por un lado, por el imperativomoral de hacer cumplir las leyes que pro-tegían a los indios y que emanaban delos principios cristianos que eran la esen-cia ideológica de sus monarquías, y, em-pujados, por otro, por las demandas deunos colonos cuya lejanía los hacía pro-clives a la secesión y cuyas haciendasreportaban grandes beneficios a las arcaspŭblicas, los Estados oscilaron a lo largodel tiempo entre el apoyo a los jesuitas oa los duerios de esclavos. Y en el Arna-zonas pomigués los primeros acabaríanfinalmente por perder la partida en favor

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de órdenes menos beligerantes. Por otrolado, ambos imperios se enfrentabanentre sí, aunque con mayor interés porparte de Portugal, por el control de lacuenca del Amazonas, utilizando, ante losescasos recursos militares con que conta-ban, a las órdenes religiosas y a los escla-vistas como agentes de penetración.

Las víctimas estructurales del sistemaiban a ser, en cualquiera de los casos, lassociedades indígenas, que, en distintosgrados, serían subordinadas al mismo ensituación de inferioridad, de pérdida deautonomía y, en muchos ocasiones, deexplotación y esclavización. Su capacidadde resistencia a la dominación se mostró,en general, baja, desemperiando unpapel más bien pasivo que activo en elproceso histórico. De su trabajo forzadose obtendría la plusvalía que haría viablela rentabilidad del sistema (Pacheco deOliveira 1977).

El factor trabajo indígena era, pues, lapieza clave que sustentaba al sistemacolonial pero también la que generabasus contradicciones: la drástica reducciónde la población indígena por la dureza delas corbeas impuestas, la brutalidad de lasexpediciones de captura, las guerrasintertribales azuzadas por el comercio deesclavos en el que se embarcaron los pro-pios nativos, y las enfermedades epidémi-cas traídas por los europeos convierten elfactor trabajo en el punto vulnerable dela expansión económica, manteniéndoseen todo momento un desequilibrio defici-tario entre el ritmo de nuevos apresa-mientos y las necesidades de los colonos,de los religiosos y del Estado que lógica-mente había de crear tensiones entreellos. La escasez de mano de obra indíge-na, la necesidad de conseguirla ' y de ase-gurarla frente a los competidores, esindudablemente el motor impulsor queaceleró la penetración europea en lacuenca interior del Amazonas. En estesentido los jesuitas, con su política dereducciones masivas de la población indí-gena, no podían sino ser un freno a laexpansión económica de la zona y seenfrentaron a los intereses de los propie-tarios esclavistas.

Los jesuitas y la penetraciónespañola en el Alto Amazonaspor qué la provincia de Mainasno fue el Paraguay

Hacia 1580, la colonización y evangeliza-ción del Alto Arnazonas cercano a losAndes, conocido como la Provincia de

Mainas, había repartido ya 71 encomien-das entre los vecinos de las recién fun-dadas ciudades de la ceja de selva limí-trofe con la llanura amazónica: Borja,Valladolid, Loyola, Santiago de lasMontarias y Santa María de Nieva, conunos 22.270 indios (Santos 1980: 158),pero el duro trabajo en las minas de oroprodujo muy pronto reducciones alar-mantes de la población y obligó a losencomenderos desde finales del siglo XVIa realizar correrías entre los asentamien-tos de indígenas no reducidos para pro-veerse de trabajadores. Estas correríascontinuaron a todo lo largo del siglo XVIIa pesar de las numerosas Cédulas Realesque las prohibían, y a pesar de la instala-ción de los jesuitas en Mainas, que se ini-cia en 1638.

Inicialmente, los indígenas tomarondos posturas diferentes ante la penetra-ción de los esparioles. Los directamenteafectados por las incursiones esclavistasreaccionaron militarmente mientras losmás alejados de la acción de los europe-os, como los omagua y yurimagua, en losque se centra este artículo, se embarca-ron en el tráfico de esclavos a cambio deherramientas de hierro occidentales, tec-nología muy apreciada entre los indíge-nas, pues facilitaba sensiblemente lastareas agrícolas y daba a sus poseedoresuna estimable ventaja militar sobre susvecinos. La entrada de las sociedadesindígenas en el aprovisionamiento deesclavos para los colonos europeos gene-ró una espiral autodestructiva entre lasmismas, que se desangraron entre sí enlugar de presentar un frente unido contrala penetración colonial. Cuando los jesui-tas llegaron a Mainas los indios pudieronoptar por una tercera alternativa: la deacogerse bajo su protección, reduciéndo-se en misiones para escapar así de lasincursiones de los encomenderos.Omaguas y yurimaguas se acogerían aesta solución cuando la sed inagotabledel sistema esclavista les hiciera pasar decazadores a cazados.

Sin embargo, la tierra era demasiadohostil y lejana para los encomenderos.Después de la destrucción de Borja poruna de las pocas reacciones militaresindígenas a la penetración espariola, estaiba a dejarse al impetu evangelizador delos misioneros. La Corona espariola iba aaparcar sine die cualquier tipo de plan deocupación y colonización civil de laAmazonia concediendo en cambio gran-des prerrogativas y autonomía a laCompariía de Jesŭs para reducir indios envastas áreas del interior del continente.

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Paraguay fue una de ellas, fundándoseallí la primera reducción en 1608, y elAlto Amazonas, la Provincia de Mainas,sería la segunda.

Esta postura de apoyo de la coronaespariola a la empresa jesuítica contrastacon la mucho más dubitativa de losmonarcas portugueses, que siempre die-ron bandazos entre su respaldo al partidoesclavista de los hacendados o a laCompariía de Jes ŭs y la protección a losindios. Robin Furneaux quiere hacernosentender que esta diferencia de actitudentre ambas coronas, no radica en undesentendimiento de los monarcas portu-gueses por las condiciones de los indíge-nas, sino en el hecho de que la mano deMadrid se hacía notar más pesadamentesobre sus posesiones extranjeras de loque lo hacía la de Lisboa (Furneaux 1970:56). Pero esta explicación es un tantosimplista y olvida factores como las dife-rentes características morfológicas yposición geopolítica de ambos imperios.Esparia, tras su periodo de máximoesplendor y expansión del siglo XVI,entraba a partir de 1640 en franca deca-dencia: Desangrada por las interminablesguerras europeas de las que saldríaderrotada, asediada en multitud de fren-tes, y con un territorio dilatadísimo, aŭn amedio colonizar, para cuya defensa nodisponía de recursos humanos y materia-les suficientes, desde esa misma fecha hade ariadir a los tradicionales enemigosque la asedian en América uno más a laespalda de sus colonias, el Brasil de lacorona portuguesa. El respaldo otorgadoa los jesuitas por la corona española, sólopuede ser entendido dentro de una estra-tegia política de contención del expansio-nismo portugués, con los medios que enaquel momento estaban a su alcance. Tansólo es necesario observar qué zonas delcontinente le fueron entregadas a laCompañía para darse cuenta de que, lasrazones que subyacen a esta decisión sonde índole estratégica: las vulnerables Ila-nuras del Chaco, amenazadas seriamentepor las incursiones de las bandeiras pau-listas y el Alto Amazonas, por cuyo cursode fácil navegación comenzaban a inter-narse las tropas de resgate desde Belemdo Pará y Sao Luis. Por otra parte, lascaracterísticas del territorio andino con-trolado por Esparia, con densidades depoblación indígena relativamente altas,hacían mucho más fácil para el Estadovencer la presión de los encomenderos ala instalación de los jesuitas mientras, porel contrario, las bajas densidades depoblación del territorio brasilerio y ama-

zónico colocaron a los colonos portugue-ses ante un déficit mucho más acusadode mano de obra y la presión en contrade las reducciones fue, por tanto, muchomás encarnizada en las colonias lusitanas.

La elección de los jesuitas como peo-nes de avanzada del imperio espariol ymuro de contención frente a los portu-gueses en menoscabo de otras órdenesse debió sin duda a las característicassingulares de esa Compañía fundada porun ex-soldado: su ardoroso impetu misio-nero, su poderío económico, su eficienteorganización ya probada en la reconquis-ta católica de Europa, organización queemanaba de su estructura jerárquica ydisciplina de inspiración militar. Los jesui-tas se consideraban a sí mismos "solda-dos de Cristo", y a fe que desemperiaronuna función en la práctica militar para laCorona espariola. En el Paraguay yBolivia, los jesuitas organizaron militar-mente a los guaraníes y lograron conte-ner con éxito los avances de los paulistas.La pérdida de aquellas misiones, querelata la película, se debió de hecho a unintercambio territorial pactado entre lasdos coronas y no a una conquista bélica.En el Alto Amazonas, mucho más escasosde recursos humanos y con menor adhe-sión de las poblaciones indígenas, losjesuitas serían expulsados con la fuerzade las armas.

La política diseriada por la Compañíapara ambos territorios era en teoría lamisma, pero las circunstancias históricasprevias marcaron diferencias en la evolu-ción de ambas evangelizaciones. Mientrasque el Paraguay era un territorio "virgen"a la llegada de los jesuitas, un territorio aevangelizar ex novo, el Alto AmazonasIlevaba experimentando más de treintaarios de conflicto entre colonos blancosesclavistas y tribus indígenas víctimas desus correrías. En consecuencia, mientrasen el inmaculado Paraguay la evangeli-zación fue fácil, pacífica y duradera y nose permitió la entrada a ningŭn europeoo representante de la Corona, civil o mili-tar, en Mainas la hostilidad generada enlos indios ante cualquier tipo de penetra-ción europea, obligó a los jesuitas a rea-lizar sus entradas con apoyo militar yenfrentó a los misioneros a la dificultadadicional de luchar contra la oposiciónde los encomenderos y contra las persis-tentes prácticas de esclavización. La polí-tica de acompariar las expediciones evan-gélicas de escolta militar se demostró, porlo demás, contraproducente, ya que larelación entre los soldados y la poblaciónindígena siempre constituyó una fuente

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de conflictos. La evangelización deMainas se presentaba desde el principiorepleta de escollos y de conflictos poten-ciales que complicaron en gran manera laobra de la Compañía de Jes ŭs en estaparte del continente (Santos 1980).

La piedra angular del plan misional delos jesuitas era la reducción de los indios,esto es, la concentración de los mismosen grandes asentamientos a las orillas delos grandes ríos, ŭnica manera en quesería viable la tarea evangelizadora. Paraconseguir el éxito, la estrategia jesuitacontaba con que los regalos de herra-mientas podían garantizar la lealtad delos neófitos, que los indígenas mostraríanpaulatinamente una inclinación naturalpor la conversión, y que los misionerosiban a poder defender a los indios de losabusos de los españoles y, eventualmen-te, de los portugueses. En la práctica, nin-guna de estas presunciones resultó ajus-tada a la realidad.

En primer lugar, los indígenas mostra-ron muy poco fervor por la conversión.Cuando aceptaron reducirse en misionesno lo hicieron atraídos por la doctrinacristiana que les predicaban los misione-ros sino por intereses bastante más pro-saicos. Como bien apunta Grohs, eltemor por los comerciantes de esclavos, yel deseo de tener siempre a disposiciónherramientas de metal fueron las verda-deras causas de su atracción hacia lasmisiones (Grohs 1974: 17). En ese senti-do, la iniciativa de la reducción no siem-pre partió de los jesuitas. En ocasiones,eran los mismos indios los que la solici-taban. En otras, debido a ese mismojuego de intereses, los indígenas se resis-tían a entrar en las misiones e inclusopodían intentar frenar el avance misionalsi pensaban que les iba a perjudicar.Santos sugiere que los omagua intentaronimpedir ese avance durante más demedio siglo para poder controlar ellosmismos la circulación de herramientascon sus vecinos del medio Amazonas(Santos 1980: 162). La entrega de herra-mientas a los neófitos no era suficientetampoco para anclarlos a la misión. Dadasu poca disposición a someterse a lasnuevas y rígidas normas que imponíanlos misioneros, su escasa inclinación a laaculturación, a abandonar sus formaspropias de vida, muchos neófitos se esca-paban a la selva una vez obtenida esaanhelada pieza de hierro.

Por otro lado, no en todas partes losmisioneros pudieron proteger de formaefectiva a los indígenas de los excesos deencomenderos y esclavistas, lo que con-

dujo a una pérdida de confianza en losmismos por parte de los indios y a unamayor resistencia a la reducción. A pesarde contar con el apoyo de la Corona, losjesuitas tuvieron que encarar la resisten-cia de los encomenderos. En fecha tantemprana como 1641 los encomenderossolicitaban al virrey la expulsión de laCompañía y sólo la intervención delgobernador de Mainas, Vaca de laCadena, impidió que esta se efectuase(Ardito Vega 1993).

Las misiones de Mainas, vulnerables alos ataques esclavistas y compuestas porindígenas sin apenas disposición hacia laaculturación, habían de ser por fuerzainestables. A esto se añadía el foco adi-cional de tensiones que suponía la amal-gama de diversas tribus en una mismareducción, que haría implosionar algunasmisiones por enfrentamientos interétni-cos. Además, cuando los regalos de he-rramientas, que empezaban a Ilegar a losindígenas por otras vías (los omagua, porejemplo, las obtenían también de losingleses y holandeses que bajaban desdelas Guayanas o de los quijo) y la garantíade protección, que no tenían posibilidadde cumplir plenamente, comenzaron adejar de ser eficientes, los mismos misio-neros recurrieron también a la fuerzapara reducir a los indios.

Esta etapa caracterizada por el empleode métodos violentos tiene su inicio,segŭn Santos, en 1651, con la llegada denuevos refuerzos misioneros (Santos1980: 165). En un principio, los jesuitasempezaron a efectuar correrías anualescon una escolta militar con el propósitode traer de regreso a aquellos neófitosque se habían escapado de las reduccio-nes. Con el tiempo, las correrías seampliaron al objetivo de incorporar nue-vos indígenas a las misiones, "sacándolosdel monte".

Los métodos violentos de los misione-ros, como antes había ocurrido con losencomenderos, no tardaron en encontraruna respuesta similar por parte de losindígenas. Así, en 1663, una confedera-ción de cocama, shipibo y maparina selevantan y destruyen las misiones deSanta María del Ucayali, PurísimaConcepción de Jeberos y Santa María delHuallaga. No fue hasta 1669 que losmisioneros no empezaron a recuperarsede la revuelta, consiguiendo misionar alos shipibo, jitipo y pano del Bajo Ucayaliy reducirlos a todos en la misión deSantiago de la Laguna, fundada en 1670en el Huallaga, a 15 millas de su con-fluencia con el Marañón. Con el tiempo,

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JESUITAS, OMAGUAS, YURIMAGUAS Y LA GUERRA FIISPANO-LUSA POR EL ALTO AMAZONAS. PARA UN POSIBLE GUION ALTERNATIVO DE "LA MISIÓN"

Santiago de la Laguna llegó a convertirseen la capital de la conversión de Mainas,en el "Cuartel General del EjércitoMisionero", y fue la cabeza de playadesde donde se lanzó la camparia deevangelización del río Amazonas propia-mente dicho (Ardito Vega 1993).

El avance que supuso la fundación deSantiago de la Laguna vino seguida de unrevés, que habría de ser a partir de enton-ces recurrente en las misiones: en 1680una epidemia general de viruelas, enfer-medad desconocida en el Amazonashasta la llegada de los europeos, afectó atodas las reducciones. La viruela, elsarampión y el catarro, para las que losindígenas no tenían defensa, fueron unaconstante de la vida misional y provoca-ron un verdadero genocidio. La concen-tración de la población indígena facilitóla difusión pandémica de estas enferme-dades cuyos efectos hubieran sido meno-res en las condiciones de dispersiónpoblacional previas. A ello hay que aria-dir las enfermedades endémicas locales,como la malaria y la disentería, que fue-ron favorecidas por el privilegio que losmisioneros otorgaban a las orillas de losgrandes ríos como lugares de asenta-miento, rodeadas de zonas bajas inunda-bles donde proliferan los mosquitos y lasaguas estancadas. La epidemia de viruelade 1680 puso fin a una etapa de la evan-gelización de Mainas. El balance hastaesa fecha había sido el bautismo de107.035 indios, segŭn los registros jesuita,y la fundación de 20 reducciones (Santos1980: 165). Un esfuerzo de gigantes si setienen en cuenta las enormes distancias,las dificultades de comunicación y elescasísimo nŭmero de padres, cuatro en1680, con que se contaba.

Esta escasez de personal misionero fueel gran talón de Aquiles para la implanta-ción y consolidación de las misiones deMainas. Sin duda los jesuitas se embarca-ron en una empresa que estaba más alláde sus posibilidades humanas y materia-les, queriendo abarcar una extensiónenorme de territorio y más grupos indíge-nas de los que podían controlar. Losmisioneros fueron en todo momento per-fectamente conscientes de que sus limita-dos medios hacían muy vulnerable laobra de la Compañía en Mainas pero, porotra parte, se veían presionados por laurgencia de reducir rápidamente a losindios para protegerlos de las razziasesclavistas que se hacían cada vez másfrecuentes. Hacia 1680 la principal amena-za para la región del Alto Amazonas ya nola constituían los encomenderos de Borja

y la ceja de selva, cuya energía expansivase había agotado considerablemente, sinolos esclavistas portugueses que desde elPará se internaban Amazonas arriba conun empuje inusitado.

Fue la presión esclavista de los paraen-ses lo que provocó el segundo granimpulso que experimentarían las misio-nes a partir de 1686 y que condujo a lacolisión de esparioles y portugueses en elalto y medio Amazonas. Los omaguas yyurimaguas que, situados hasta entoncesen una tierra de nadie entre las zonas deinfluencia espariola y portuguesa, habíanjugado el papel de intermediarios en eltráfico de esclavos, resistiéndose a lapenetración misionera, se entregabanahora a los jesuitas buscando proteccióncontra la onda expansiva portuguesa quealcanzaba por esas fechas su territorio.Los omaguas, que habían constituido unapoderosa sociedad de jefatura que ocupa-ba un dilatado territorio en ambas orillasdel curso alto del Amazonas, desde ladesembocadura del Napo hasta la delPutumayo, abrían así la Ilave de la evan-gelización del Amazonas. La Compañíacomisionó al bohemio Samuel Fritz paraesa tarea, misionero incansable que en lossiguientes años realizaría una de las másciclópeas epopeyas misionales de laHistoria, evangelizando y reduciendotodas las poblaciones indígenas de la ribe-ra del Amazonas (omaguas, yurimaguas,aizuaris e ibanomas) en una extensión demás de 2.000 kilómetros de oeste a este.Con su penetración oriental, los vectoresde expansión espariol y portugués colisio-naban sobre una región, el Alto Amazo-nas, que había jugado hasta entonces elpapel de colchón entre ambos Imperios yque ahora se convertiría en el campo debatalla de sus aspiraciones de dominio.Las víctimas principales de esa colisiónserían las poblaciones indígenas.

IV. Los jesuitas y la expansión delas colonias portuguesas en elBajo Amazonas Jor qué el Paráno fue el Paraguay?

A principios del siglo XVII los portugue-ses tuvieron que defender el Brasil de losintentos de conquista y colonización delos enemigos de la monarquía Habsburgoa la que Portugal se había sumado desde1580. Los holandeses ocuparon el nor-deste de Brasil durante varias décadas yholandeses, franceses e ingleses estable-cieron colonias de plantación en franjacostera del norte y en la desembocadura

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del río Amazonas. Para los arios 30 del1600, sin embargo, los portugueses habí-an conseguido asentar su control sobre elterritorio, con excepción de las Gua-yanas. De estas guerras nació la coloniade Maranhao, dividida en dos unidades, elEstado de Maranhao propiamente dicho,con capital en Sao Luis, y la Ca-pitaníaGeneral de Grao-Pará, con capital enBelem do Pará, e independiente adminis-trativamente del Virreinato del Brasil, res-pondiendo su gobernador directamente aLisboa y no a Salvador de Bahía. Desde elprimer momento y ya antes de la separa-ción de Esparia y Portugal, la coloniademostró una inusitada fuerza expansiva.La necesidad de trabajadores para lasrecién creadas plantaciones de Sao Luis yBelem Ilevó muy pronto a la organizaciónde razzias como las que desde tiempoatrás realizaban las bandeiras paulistas enel sur del Brasil (Freire 1991).

La actitud de la Corona ante la esclavi-tud fue desde el principio bastante ambi-gua. Si durante todo el siglo XVI asisti-mos a la producción de legislación queprocuraba evitar la esclavización de losindios (1540, 1550, 1556) un decreto realde 1587 admitía la esclavización de loscapturados en guerras "justas", esto es, enguerras de agresión iniciadas por los mis-mos, asi como de los rescatados destina-dos a festines antropófagos. Amparadoen esa ley, el capitán mayor Pedro deTexeira, veterano sobresaliente de la gue-rra contra holandeses e ingleses, organizaen 1626 las Tropas de Resgate, financiadaspor el Erario Real, protegidas por las fuer-zas pŭblicas y legitimadas por la partici-pación de miembros de órdenes religio-sas. El objetivo oficial de estas tropas era"humanitario": el "rescate" de prisionerosindígenas destinados a la antropofagia.En la práctica, sin embargo, se constituye-ron en una tapadera que legitimaba e ins-titucionalizaba la captura de cualquierindígena y su venta a los colonos a pre-cios fijados por el gobernador (Cortesao1950). No es hasta 1640, con la apariciónde los jesuitas en la colonia, que laCorona empezará a verse presionada agarantizar la protección real de los indios(Pacheco de Oliveira 1988).

Del dinamismo expansivo del Estadode Maranhao es prueba palpable la expe-dición que organizó en 1637 el goberna-dor Jácome Raimundo de Noronha, bajoel mando del capitán Pedro de Texeira,con el objetivo de realizar una nuevaexploración de todo el Amazonas, cuyocurso interior permanecia como terraincognita desde la expedición de Ursŭa

que pretendió buscar Eldorado en tierrasde los omagua. Este viaje habia sido moti-vado por la llegada a Belem de DomingoBrieva y Andrés de Toledo, seglares queacompariaban a la expedición franciscanaal Napo de 1636 y que, alentados porinformes de los indígenas sobreEldorado, se habían separado de los frai-les y recorrido todo el Amazonas en subusca. Aunque en las crónicas de la expe-dición de Texeira no se menciona enningŭn momento el mito, no hay duda deque de alguna forma Eldorado debíaestar aŭn presente en el imaginario sub-consciente de este epígono de los gran-des exploradores del XVI (Acuria 1641).

Si Orellana había sido el primero enrecorrer el Amazonas de Quito hasta elmar, Texeira había de ser el primero enhacerlo en sentido inverso. La expediciónportuguesa, acompariada por los seglaresfranciscanos, remontó el río entre 1637 y1638 y alcanzó Quito. A pesar de la uniónde las dos coronas, la penetración lusacausó suspicacias entre las autoridadescoloniales espariolas. La Audiencia deQuito decidió notificar al gobernador deMaranhao que Texeira había sobrepasadoel límite con el territorio espariol, lo cualhacia necesaria una nueva expedición deregreso hasta Belem que continuara, ade-más, hasta Esparia para informar a FelipeIV. Como representante de las autorida-des espariolas se comisionó al jesuitaCristóbal de Acuria para acompariar aTexeira en su viaje de regreso a Belem.

El retorno tuvo lugar entre 1638 y 39 yes importante para la historia delAmazonas por dos motivos:

1) La crónica que escribe Acuña sobreel viaje es el primer intento de descrip-ción sistemática y objetiva de las tierras ypueblos del Amazonas, y esto no es enningŭn modo fortuito: Recelosas ante elimpulso expansionista de los portugue-ses, las autoridades de Quito encargaronal jesuita la confección de una especie de"informe estratégico" de la región, que lespermitiera evaluar sus posibilidades deconquista y explotación. Acuria debíaconsignar con claridad las distancias enleguas, las provincias, los ríos, los distin-tos pueblos indios, su armamento, orga-nización social y tecnología, los recursosnaturales y sus posibilidades de explota-ción, etc. Espoleada por el acicate portu-gués, la exploración del gran río, abando-nada durante sesenta arios, resucitaba asídel olvido. Las noticias de las expedicio-nes del XVI (De Carvajal 1992; Vázquez1987) eran tan escasas y tan teriidas deleyenda que la expedición de Texeira

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tuvo la consideración entre sus coetáneosde "Nuevo Descubrimiento del Ama-zonas", como así figura en el título de lacrónica de Acuria, publicada en 1641.

2) Durante el viaje de regreso, Texeiracoloca un mojón en cierta parte del río ytoma posesión de todas las tierras al estede ese punto para la corona de Portugal.Este acto prueba que los portugueses setomaron en serio la ocupación delAmazonas y trataron de legitimarla jurídi-camente. La toma de posesión fue ratifi-cada con un documento, el Auto de posse,firmado por Pedro de Texeira y otrosmilitares portugueses de la expedición encalidad de testigos, en nome de El ReyFilippe IV nosso Senbor pela Coroa dePortztgal (Berredo 1905 [1718]: 284), cuyooriginal no se conserva. Un ario despuésde esta toma, Portugal se separaba deEsparia y el Auto de Posse se convertía enla piedra angular sobre la que se había defundamentar jurídicamente la posteriorocupación portuguesa del Amazonas,pero también en un motivo permanentede polémica debido a la imprecisióntoponímica del documento, que dejabaabierta la posibilidad a la especulación ya la manipulación sobre el lugar en elque había sido colocado el moján.

Como ya indicamos más arriba, el prin-cipal interés de la expansión portuguesano era el control sobre los territorios sinola necesidad de asegurarse el abasteci-miento de mano de obra indígena, muyvulnerable a la mortandad ante las enfer-medades y los trabajos forzados. El mis-mo padre Antonio Vyera, con cuya Ilega-da a Maranhao en 1640 hacía su apariciónen escena la Compañía de Jesŭs, fue cons-ciente desde el principio de la cuasi-totaldependencia de la región respecto del tra-bajo indígena. A ese respecto diría eljesuita: "Cativar indios e tirar de suasveias o ouro vermelbo foi sempre a minadaquele estado" (en Pacheco 1988: 9).Algunos historiadores (Fur-neaux 1970)han querido atribuir esta dependencia a lapobreza diferencial de los colonos deMaranhao respecto a los del Brasil, y sufalta de recursos para importar esclavosnegros. Como seriala Pacheco de Oliveira(Pacheco 1988: 9), ese argumento esfalaz. Cuando la escasez de indígenas sehizo acuciante en Maranhao, los colonosrecurrieron sin ningŭn problema a laimportación de africanos. En estos prime-ros momentos, sin embargo, el bajo costodel indígena, al que se tiene in situ, enrelación con el esclavo negro, hacía eco-nómicamente más ventajosa la utilizaciónextensa de las poblaciones indígenas

aunque eso resultase en una rápida des-población de ciertas áreas por la altamortalidad y las fugas (Kiemen, 1954). Sipor aquel entonces los colonos de Brasil,a diferencia de los del Pará, importabanmasivamente esclavos negros no era másque porque su asentamiento más tempra-no en aquella costa ya había provocadoel agotamiento de la mina local de escla-vos indios. En el Brasil, además, la activi-dad de los jesuitas había sido importante,y ante el peligro de exterminio total de lapoblación indígena la Compariía habíaconseguido reducir hacia 1600 a todos losque todavía no habían sido esclavizados.

Puestos en guardia por el ejemplo delBrasil, los colonos de Maranhao conside-raron desde el primer día a los jesuitascomo unos competidores más por el con-trol del recurso indígena, que se sumabana los esparioles de la ceja de selva, a losingleses y holandeses que bajaban por elRío Negro, y a los paulistas que subíandesde el sur. La Corona, presionada porla realidad económica, tuvo que admitiruna mayor flexibilidad de la que le per-mitía la bula papal de 1537, que recono-cía y proclamaba el derecho natural delos indios a la libertad, y su legislaciónosciló como un péndulo entre el favore-cimiento a los colonos o a los jesuitas.

También estos últimos se vieron forza-dos por las circunstancias hostiles a sermás flexibles en Maranhao de lo que loestaban siendo en otros lugares. En 1640,el general de los jesuitas, Antonio Vyera,proponía a los colonos de Sao Luis latransferencia de los esclavos capturadosilegalmente- y sólo aquellos- a reduccio-nes donde serían bien tratados a cambiode que trabajaran seis meses al ario en lasplantaciones. En Belem, las pro-visionesreales que Vyera traía consigo para redu-cir indios fueron completamente igno-radas y el jesuita fue obligado a presen-ciar la esclavización de la nación Poquizsin poder impedirlo. De regreso en SaoLuis, Vyera comprueba con pesar que loscolonos habían vuelto a las costumbresesclavistas en su ausencia, lo que le Ilevaa escribir al rey: "O Maranbao e o Pará[..] é uma terra onde Vossa Magestade énomeado, nzas nao obedecido" (Vyera, enPacheco 1988: 12).

Ante la resistencia, Vyera decidiríaregresar a Portugal para recabar el apoyode la Corona. Conseguido este, el jesuitadesembarcaba de vuelta en Belem en1655, acompañado por un nuevo gober-nador general, Vidal, y el respaldo legis-lativo de dos decretos firmados en 1652,el primero prohibiendo la fonnación de

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nuevos rescates y la puesta en libertad delos indígenas ilegalmente capturados y elsegundo otorgando a la Compañía deJesŭs la administración general de todoslos indios del territorio. Con ello, el reyde Portugal concedia a los jesuitas deMaranhao un estatus de monopolio simi-lar al de sus hermanos de Paraguay yMainas. Pero al igual que en Mainas nohabía sido posible repetir exactamente elmodelo paraguayo, las circunstancias deMaranhao limitaron a ŭn mucho más laimplantación del proyecto jesuítico

Por un lado, el tribunal especial creadopor Vidal para decidir la suerte de losesclavos capturados ilegalmente fue con-vertido en una farsa por los colonos, quie-nes coaccionaron a los indígenas y sobor-naron al intérprete para que testificaranque habían sido cogidos prisioneros orescatados en guerras justas. Por otro, lanecesidad de proteger a los indios de lasactivísimas tropas de resgate condujo a losjesuitas a una estrategia de reducciónmanu militari, parecida a la empleadapor los españoles en Mainas desde 1651:los misioneros se pusieron al frente dedichas tropas para sacar a los indios desus territorios y asentarlos en Aldeas(nombre que tomaron las reducciones enPará) cercanas a los centros colonialescosteros. Con ello, se daba inicio a losprocesos de traslocación indigena quemodificaron la composición étnica delterritorio, hasta el final de la época delcaucho. A diferencia de sus hermanos deMainas, los jesuitas de Maranhao tuvieronque conceder que estos indígenas fueran,además, obligados a trabajar para loscolonos durante seis meses al año(Azevedo 1930; Pacheco de Oliveira 1988:15). Estos largos periodos de servidumbreno sólo obstaculizaron la labor de evan-gelización de los jesuitas sino que lospresentaron ante los indígenas como ins-trumentos de su opresión. Como resulta-do, la influencia de estos sobre sus con-vertidos nunca alcanzó la que habían con-seguido en otras regiones del continente.

Durante aquellos arios, los jesuitasmisionaron la mayor parte del BajoAmazonas y sus grandes afluentes. Loscolonos, entre tanto, no satisfechossiquiera con la solución de compromiso,presionaban en Lisboa contra laCompañía. En 1661 una rev-uelta de escla-vistas saqueó el Colegio Jesuita en Belemy consiguió la expulsión de todos losjesuitas de Pará y Maranhao en medio degrandes brutalidades. La Compañía seríarestaurada el ario siguiente pero lo suce-dido condujo a que la Corona se replan-

tease su política con respecto a la escla-vitud y a los jesuitas. En 1663 un decretoreal apartaba a estos de la autoridad tem-poral de las Aldeas y pronunciaba el finde su monopolio espiritual en Maranhao,dando entrada a otras órdenes.

Las nuevas leyes fueron en grave detri-mento de la protección de los indios. Loshorrores de la caza de esclavos regresarony en muchas Aldeas el n ŭmero de indíge-nas se redujo drásticamente por las enfer-medades, maltrato o deserción ante lamirada de frailes en connivencia con laesclavitud. En 1679, el péndulo volvía ainclinarse momentáneamente del ladojesuita, cuando, ante la denuncia de estasituación por parte del obispo de Mara-nhao, el rey dicta nuevas leyes prohibien-do la esclavitud de los indios, restringien-do el periodo de trabajo obligatorio a dosmeses y restaurando la supremacía tem-poral y espiritual de los jesuitas en lasAldeas. Su triunfo fue muy corto porqueun nuevo levantamiento popular volvía aexpulsarlos de Maranhao en 1684 y, aun-que la orden fue restaurada en 1687,jamás recuperaron su monopolio y lasAldeas del Amazonas quedaron definitiva-mente divididas entre diferentes órdenes.

En respuesta a las limitaciones impues-tas por la nueva situación, los jesuitascambiaron su estrategia evangelizadora,abandonando los "descendimientos" deindios, cuyo objetivo había sido controlara las tropas de resgate, y pasando a fijar alindígena en sus propios territorios delinterior a través de la fundación de misio-nes religiosas. Paralelamente a eso, favo-recieron la constitución de una Compariíade Comercio cuyo cometido sería laimportación de esclavos negros para re-ducir la necesidad de las tropas de resga-te. En la toma de esta decisión influyó, sinduda negativamente, el apartamiento deVyera de Maranhao, quien siempre sehabía opuesto vehementemente a cual-quier tipo de esclavitud, y el hecho hacever al mismo tiempo que tampoco laCompañía de Jesŭs estaba exenta de lascontradicciones ideológicas con las quese conducían el resto de las órdenes o lascatólicas monarquías de la época. iCon-ducidos por el cristiano imperativo desalvar a unos seres humanos de la escla-vitud, los religiosos propusieron y contri-buyeron activamente a la esclavizaciónde otros! Muy poco politically correctpara un guión hollywoodiense.

La llegada de esclavos negros no frenó,sin embargo, las penetraciones esclavistashacia el interior. El objetivo siguiente delas tropas de resgate apuntaba a la región

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del Alto Amazonas, el Solimoes, que yaempezaba a ser conocido por los portu-gueses, dominada por omaguas y yurima-guas y aŭn prácticamente virgen a lapenetración europea, región que era nece-sario controlar para cerrar el paso a laexpansión española. A los objetivos estra-tégico y esclavista se añadía paulatinamen-te un nuevo interés, surgido de la toma deconciencia de los portugueses de otraspotencialidades económicas de la región.

Sendos informes de 1684 y 1686, envia-dos a la corte portuguesa, recomendabanla extracción de las denominadas drogasdo sertao (clavo, canela, vainilla, cacao,pimienta, etc.), como una empresa debeneficios más inmediatos y seguros quela hasta entonces infructuosa b ŭsquedade oro. El mito de Eldorado caía definiti-vamente derribado por la racionalidadmercantilista, y, para Ilevar a cabo suexplotación extractiva la Corona reformólas atribuciones de las tropas de resgate,que pasaron a convertirse en capatacesde la empresa extractiva estatal, con lamisión de recolectar dichas drogas, conel trabajo de los indígenas por ellas cap-turados (Kiemen 1954).

Si ya en 1649, 1663 y 1673-74 bandei-ras portuguesas habían Ilegado hasta elAgua-rico y la Provincia de Mainas, a par-tir de la década de 1680 las tropas de res-gate, en busca de especias y esclavos(Horch 1984), lanzarían una ofensiva con-tra el Alto Amazonas que conduciría a losomaguas y yurimaguas a pedir la protec-ción de los jesuitas de Mainas. Españolesy portugueses Ilegaban, así, por las mis-mas fechas a la región, colisionando. Enlas décadas siguientes iba a reproducirseen el Alto Amazonas el conflicto de inte-reses que ya había tenido lugar, anterior-mente, en los territorios colonizados desus extremos: jesuitas protectores deindios contra civiles que pretendíanesclavizarlos, aunque con una diferenciasustancial. Bajo este enfrentamiento yaconocido se escondía otro nuevo, tras-cendental para la historia del Amazonas:el de dos Estados imperiales que avanza-ban, con las fuerzas en ese momento dis-ponibles, en direcciones opuestas. Y silos portugueses no habían tenido escrŭ-pulos con los asentamientos jesuíticos delPará, protegidos por su rey, menos iban atener en acabar con unas misiones respal-dadas por un monarca extranjero y ene-migo. El Auto de Posse les legitimaba y,por si cupiera aŭn alguna duda de que laexpansión lusa por el Alto Amazonasobedecía a toda una estrategia premedi-tada dirigida desde Lisboa, añadiremos

que los portugueses se cuidaron muybien de impedir que los jesuitas de Paráse asentaran en el Alto Amazonas, dondehubieran podido aliarse con sus herma-nos de Mainas. Un decreto real de 1694distribuía y dividía rígidamente los territo-rios de actuación de las órdenes religio-sas en el Amazonas, relegando a los jesui-tas al Madeira mientras el Río Negro eraconfiado a la Orden del Carmen, toleran-te con la esclavitud. Religiosos carmelitasacompañarían a las tropas portuguesasen su guerra de agresión contra las misio-nes de Fritz (Pacheco 1988: 17).

V. La obra misional del PadreFritz y el conflicto bélico hispano-portugués en el Alto Amazonas:el fin de los omagua y yurimagua(1686-1714)

En 1686 el jesuita bohemio Samuel FritzIlegaba al cacicazgo de los omagua invi-tado por sus propios jefes, que no encon-traron otra alternativa contra las incursio-nes portuguesas que someterse al protec-torado de la Compañía de Jesŭs. Fritzhabía de acometer en solitario la que qui-zás haya sido la más prometeica tareaevangelizadora de la Historia, misionan-do un extensísimo territorio a ambas ori-llas del Amazonas. Desde esa fecha hastael día de su muerte, en 1724, su actividadmisionera proseguiría infatigable a pesarde la inmensidad de su tarea y la infini-dad de obstáculos que se interpusieronen su camino. Su diario, recogido y publi-cado por su compariero de orden Maroni,se constituye en la fuente principal parael conocimiento de la historia del AltoAmazonas en este periodo (Fritz, enMaroni 1988 [17381).

Habían conocido los omagua la predi-cación fugaz de dos misioneros antes queFritz, los padres Ferrer y Cujia, que no Ile-garon a hacer conversos. Esto demuestrala poca inclinación de los omagua por lasdoctrinas cristianas y la vida de misión,sólo aceptada como mal menor a la escla-vización portuguesa. Interesados enton-ces los indígenas en rendirse a Cristoantes que a las tropas de resgate, el éxitoinicial de Fritz fue meteórico. En 1686fundaba la misión de San Joaquín de losOmaguas, en una aldea en la margenizquierda del río, en el actual TrapecioAmazónico Colombiano, donde constru-ye una iglesia. Con el tiempo San Joaquínhabría de convertirse en la segundamisión más importante de Mainas, des-pués de Santiago de la Laguna. En los

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siguientes dos arios visita todas las aldeasomagua enseriando, convirtiendo y bauti-zando. La concentración de estas tribusribererias en grandes poblaciones posibi-litó una tarea que, de otro modo, hubie-ra sido imposible para un hombre solo.Los indios de las orillas del Amazonas,organizados en sociedades aldeanas dejefatura con densidades de poblaciónrelativamente altas, a diferencia de los delos afluentes o de tierra firme, no necesi-taban ser concentrados, no había que"sacarlos del monte". Fritz, a quien enesta primera etapa no acompariaba nadie,ni siquiera soldados, se limitó a predicary levantar iglesias en las mismas aldeasdonde los nativos habían habitado siem-pre. Recuerda sin duda al Irons de lasprimeras escenas de "La misión".

En 1688, a invitación de sus jefes, Fritzarriba al cacicazgo yurimagua, el famosoMachifalo de las crónicas del XVI, vecinooriental y enemigo tradicional de los oma-gua, para predicar y fundar entre ellos laestación misional de Nuestra Seriora delas Niebes de Yurimaguas. También visitóa las otras dos tribus ribererias contiguas,los aizuares y los ibanomas, entre los queencuentra un éxito similar. De esa mane-ra, Fritz había adelantado el territoriomisional de Mainas en tres arios hastacerca de la boca del Río Negro donde seasienta hoy la ciudad de Manaos. El éxitono era todo suyo, por supuesto, sino delmiedo de los indígenas a los portugueses.Se encontraba ahora el jesuita con unamonstruosa parroquia que atender, que seextendía a lo largo de más de 1.500 kiló-metros de río. Sólo la urgencia de prote-ger a los indios frente a los portuguesespuede explicar esta irracional evangeliza-ción "extensiva" del padre Fritz.

La reacción de los paraenses no seharía esperar. En 1689 el gobernador deMaranhao decide preventivamente rete-ner prisionero a Fritz en el Colegio Jesuitade Belem, en ocasión de una visita deeste a la ciudad. En 1690 el ConsejoUltramarino afirma la legítima aspiraciónde Portugal al Amazonas basándose enel Auto de Posse de Texeira y determinaque los nativos del Solimoes sean evan-gelizados por misioneros lusos. En 1691Fritz era escoltado de vuelta a las misio-nes omagua advertido de que deberíaretirarse inmediatamente.

Fritz desoyó las advertencias y, tras unaestancia de un ario en las misiones, elSuperior Jesuita de Santiago de la Lagunaresolvió enviarle a Lima para informar alvirrey de las agresiones portuguesas ysolicitar ayuda militar. Se daba un paso

más hacia el conflicto. En 1693, cum-pliendo con su amenaza, las tropas deresgate, acompariadas por el superior delos carmelitas, fueron enviadas desdeBelem a tomar posesión de las misionesjesuitas del Solimoes pero, diezmadospor una epidemia, tuvieron que regresar(Pacheco 1988: 15). La orden del Carmen,dócil a los objetivos de las tropas de res-gate, sería utilizada desde ese momentopor los portugueses como un instrumen-to legitimador más de su ocupación, eneste caso de signo religioso.

Fritz regresa a San Joaquín ese mismoario de 1693 con promesas del virreypero sin soldados, lo que le hace plan-tearse por primera vez la posibilidad detrasladar contingentes indígenas a otrosasentamientos más seguros río arriba,posibilidad que no se concreta todavía.Entre tanto, funda en 1694 dos nuevasmisiones, Nuestra Seriora de Guadalupe ySan Pablo, las actuales ciudades de FonteBoa y Sao Paulo de Olivença en el Brasil.En 1695 otra tropa portuguesa llega alterritorio de los yurimaguas y capturaesclavos. Fritz desciende a NuestraSeriora de las Niebes, donde se entrevis-ta con caciques yurimaguas, aizuares eibanomas sobre la posibilidad de trasla-darlos hacia el oeste.

La misión del Padre Fritz empezaba ahacer aguas, y no sólo por el frente luso.La adhesión de los indígenas a la misiónobedecía, como hemos indicado reitera-damente, a intereses principalmente es-tratégicos: conservar su autonomía frentea los portugueses y obtener herramientasde hierro, y no a una sincera predisposi-ción hacia la religión cristiana. De hecho,diez arios de predicación apenas habíanconseguido inculcar la más mínima ins-trucción cristiana en los indios, que man-tenían cuasi intactas sus prácticas cultura-les. La evangelización extensiva de Fritzvolvía impracticable la aculturación de losnativos, siendo San Joaquín, donde eljesuita residió por periodos largos, elŭnico lugar donde la predicación habíaobtenido algunos resultados. Por ello,cuando los repetidos ataques portuguesespusieron en duda la capacidad efectiva delos jesuitas para salvaguardar la integridadde los indigenas, algunos de sus líderes,como había ocurrido antes en otras zonasde Mainas, optaron por sacudirse la tute-la de Fritz. Si hasta ese momento los nati-vos habían sido protagonistas pasivos delos procesos históricos que se desarrolla-ban en el Alto Amazonas, varios intentosde reacción los convertían en una fuerzamás, independiente, del conflicto.

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JESUITAS, OMAGUAS, YURIMAGUAS Y LA GUERRA HISPANO-LUSA POR EL ALTO AMAZONAS. PARA UN POSIBLE GUIÓN ALTERNATIVO DE L. MISION"

Nuestro guión se aleja en este momen-to del film hollywoodiense rezumante demoralina. Adiós a la idílica alianza entreindios y misioneros. En 1697, el caciqueprincipal de los omaguas, Payoreva, sesubleva contra Fritz y enciende una rebe-lión por varias aldeas. Un giro se produ-ce entonces en la estrategia jesuita en elAlto Amazonas, que hasta entonces habíasido pacífica. Fritz obtiene al fin el respal-do militar y, con la ayuda de soldadosesparioles e indios ya asimilados prove-nientes de Borja, no sólo restaura elorden en San Joaquín (Fritz, en Maroni1988 [17381: 341) sino que decide aprove-char la presencia coyuntural de los solda-dos para realizar ese mismo año incursio-nes "reductoras" sobre las tribus de tierrafirme, lo que hasta entonces había sidoimposible. Fritz entraría con algunos sol-dados e indios amigos a tierra de lospevas, caumaris y ticunas (Fritz en Ma-roni 1988 [17381: 341) consiguiendo traera algunos de los primeros a San Joaquíny a varios contingentes ticuna a SanPablo.

Las autoridades no contaban, sin embar-go, con recursos o voluntad suficientepara mantener un contingente de tropaspermanente en las misiones y, terminadasu misión, los soldados volvieron a Borja.La política de "descendimientos" se mostrópronto muy inestable. Empujados a lasmisiones omagua sólo por el miedo a lossoldados españoles y por su deseo deconseguir herramientas, los indios de tie-rra firme volvían a sus asentamientos encuanto tenían oportunidad. La mentalidadetnocentrista del europeo Fritz fue incapazde comprender que los indios no desea-ran cambiar sus patrones culturales volun-tariamente y achacaba su renuencia a sunaturaleza salvaje (Fritz, en Maroni 1988[1738]: 341-42). Como vemos, el personajereal no parece dar la talla para un filmindigenista y netv age. Por otro lado, laconvivencia de distintas etnias en unmismo poblado, instituida por los "descen-dimientos", era fuente constante de con-flictos por la falta de la autoridad media-dora permanente de un misionero. Fritzrelata como ese año de 1697, los ticunahabían matado a un indio pano en unarefriega y a la hija de un cacique omagua,"porque stt padre babía dado noticia deellos y de stts tietTas a los españoles" (Fritz,en Maroni 1988[1738]: 342).

La resistencia de los indígenas no hacíasino aumentar la vulnerabilidad que yasufrían las misiones por parte del frenteluso. Ese mismo año de 1697, una nuevaexpedición paraense formada por seis

soldados y dos religiosos carmelitas subeel río con la intención de tomar posesiónde aquellos pueblos (Fritz, en Maroni1988 [17381: 342) y establecer un fuerteque asegurara el dominio de la región.Fritz, sólo y sin escolta militar, se entrevis-ta con ellos en la misión de San Ignaciode Ayzuaris, defiende el derecho de lacorona de Castilla a aquellas tierras, yconsigue que los portugueses se retirenal Pará, en tanto las dos coronas no diri-man el problema de los límites (Fritz, enMaroni 1988 [17381: 343). El incidentedeja entrever con claridad el papel deagente colonial de la corona esparioladesempeñado por el jesuita.

Aquello le dio algŭn tiempo al jesuitapara intentar reorganizar la defensa de suobra misional: En 1698 recibe los refuer-zos de otros dos padres a quienes deja alcuidado de San Joaquín, mientras él sehace cargo de Santiago de la Laguna enausencia del superior. Pero las fuerzas deresistencia eran muchas: En 1699 consi-gue sofocar, con su sola autoridad y sinayuda militar, una nueva rebelión de losomaguas, que habían expulsado a losmisioneros de San Joaquín, pero su pre-sencia ya no basta para detener una nue-va incursión portuguesa en 1700, fechaque marcó el inicio del repliegue de lasmisiones jesuitas del Alto Amazonas. Unaparte de los yurimaguas y aizuares sedecide a seguir a Fritz río arriba. La misiónde Santa María de las Niebes sería aban-donada y reestablecida en la desemboca-dura del Napo ese mismo año (Fritz, enMaroni 1988 [1738]: 346).

En 1701 los indígenas encontraban denuevo un medio de canalizar su oposicióna la ocupación europea en la figura delcacique omagua Payoreva, que se sublevaotra vez con ayuda de caumares, pevas yticunas lo que provoca la intervenciónmilitar inmediata desde Borja. Sofocada larebelión y capturado Payoreva, el caciquelogra escapar de la prisión de Borja en1702 y soliviantar de nuevo a algunosomaguas. Mientras, la región de los aizua-res e ibanomas estaba ya completamentea merced de los portugueses y los carme-litas establecían misiones en la zona ylegitimaban la esclavización de los indíge-nas. Un intento de Fritz por reivindicar laprovincia como perteneciente a la coronade Castilla fue respondido con una agre-sión directa de las tropas de resgate almando del corista fray Antonio Andrade.En otro orden de cosas, ese mismo añoconseguía Fritz, sin embargo, reducir a losticunas del río Yahuareté (Fritz en Maroni1988 [1738]: 352).

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Los arios que van de 1704 a 1707 sonpoco conocidos porque no se conserva eldiario de Fritz sobre este periodo.Además, Fritz fue nombrado Superior deMainas en 1704 y marchó a residir en LaLaguna, dejando al padre Sanna en SanJoaquín. Durante esos arios, las misionesresistieron como pudieron el embate delos portugueses, ahora siempre encabe-zados por fray Antonio de Andrade. A losanteriores argumentos lusos para justifi-car la agresión se ariadía ahora el hechode que Portugal estaba en guerra conEspaña en Europa, apoyando al preten-diente Habsburgo frente al monarcaBorbón que se sentaba en el trono deMadrid. En 1707 Fritz conseguía el refuer-zo de diez jesuitas para las misiones deMainas pero el desenlace final del con-flicto se aproximaba. En 1708 AndradeIlega a Nuestra Seriora de Yurimaguas,con once soldados y cien indios aliados,en busca de una partida de ibanomasfugitivos y, al no encontrarlos, prendefuego a la misión y se Ileva presos a másde cien yurimaguas.

Esta agresión fue la chispa que encen-dió el enfrentamiento directo entre ambascoronas. A finales de ario la RealAudiencia de Quito recibe una cédulareal desde Esparia ordenando despachartropa al Amazonas. En febrero de 1709otra tropa, portuguesa, sube el río ylanza a los misioneros el ultimátum deretirarse más allá de los límites fijados porTexeira so pena de ser llevados presos alPará. En vano intentará Fritz impugnar losargumentos jurídicos de los portuguesesen carta enviada al capitán de la tropalusa (Fritz en Maroni 1988 117381: 357)

Una fuerza expedicionaria espariola,con unos sesenta soldados regulares ybastante mayor nŭmero de indios comotropa auxiliar, encabezada por Fritz y elcapitán Fernando de Itŭrbide salía el 25de Julio de San Joaquín con el propósitode hacer valer los derechos de la coronade Castilla sobre el territorio y traer devuelta a todos los indios apresados. Allápor donde pasaba, la tropa fue liberandoy Ilevando de vuelta a sus territorios amuchos indígenas que no habían sido Ile-vados al Pará, pues la nueva estrategiaportuguesa era reasentar a los capturadosen establecimientos ribererios gestiona-dos por los carmelitas para que trabajaranbajo su dirección "espiritual" en la extrac-ción de especias. En la misión carmelitade Guapapaté de los Aizuares liberaron amuchos yurimaguas. En Zuruité, 30 sol-dados esparioles se enfrentaron por pri-mera vez a las tropas de resgate, repre-

sentadas por cinco portugueses y unnegro, que se dieron presos sin luchar,rescatando a los omaguas de cuatro pue-blos traídos de río arriba (Fritz en Maroni1988 117381: 360). Aizuares y yurimaguasliberados serían reasentados en elHuallaga.

La corona de España, falta de recursosy para la que el Amazonas era un terri-torio marginal a sus intereses, no pudo ono quiso dejar, sin embargo, un contin-gente permanente de tropas en las misio-nes. Terminado su cometido, los solda-dos regresaron a Quito y Borja, llevandoconsigo a los prisioneros portugueses, ydejando de ese modo indefensa a lamisión frente a la reacción de los paraen-ses. Una decisión difícil de explicar antela Historia, toda vez que la respuestaportuguesa se adivinaba segura y no seharía esperar. En junio de 1710 Andraderemonta de nuevo el río con diez canoasde guerra. Fritz ordena evacuar las misio-nes de San Joaquín y San Pablo pero elpadre Sanna es capturado antes de poderhuir, sus omaguas diezmados y él condu-cido preso al Pará. No sabemos si losindígenas se defendieron pero hemos desuponer que sí. Nuestro guión se acercaaquí al de "La Misión". Y como en aque-11a, ante el conflicto, las autoridadesespariolas desamparan completamente alas misiones. La Audiencia Real de Quitodesoye repetidas veces las peticiones deauxilio de Fritz alegando que las cajasreales no están para gastos, y que es muydifícil el remitir gente a países tan distan-tes y de clima tan opuesto al de la Sierra(Fritz, en Maroni 1988 [1738]: 362). Sólounos pocos soldados llegan desde Borjaa defender La Laguna. La región de losomagua y yurimagua quedaba así a mer-ced de los portugueses y las otrora pode-rosas naciones indias se desintegraban.Se desconoce si los indígenas hicieronfrente a los portugueses. No se han con-servado documentos al respecto. Loŭnico que sabemos es que la incursiónde los portugueses fue rápida como elrelámpago y dejó detrás de sí una estelade mortandad y destrucción entre losomagua y yurimagua. Durante todo elperiodo, los indios del Alto Amazonassólo ocasionalmente ha-bían mostradotímidas reacciones de resistencia a laocupación (e.g. el caso de Payoreva).Las razones hay que buscarlas en un pro-ceso de desestructuración generado porla penetración europea, (comenzandopor su enfrentamiento reciproco durantetodo el XVII por la captura de esclavospara vender a los europeos), que erosio-

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nó la cohesión interna y la capacidad deorganización que hubieran impedido susubordinación a los agentes europeosque tomaron el control del proceso his-tórico en la región. No hay duda de que,a priori, los cacicazgos omagua y yurima-gua, bien poblados, hubieran podidoresistir durante un cierto tiempo a laagresión portuguesa, como lo habíanhecho otras sociedades de jefatura delcontinente, los maptiches araucanos, porejemplo, o lo harían los indios de las pra-deras de Amé-rica del Norte en el XIXfrente al poderoso ejército norteamerica-no. In-comprensiblemente, sin embargo,omaguas y yurimaguas se convirtieronvoluntariamente en sujetos pasivos de laHistoria, abandonando su defensa enmanos de los jesuitas y firmando así susentencia de muerte como pueblo.Parece evidente que el bajísimo n ŭmerode misioneros y el temprano inicio de losataques portugueses impidió a los jesui-tas organizar la autodefensa de las misio-nes, como sí habían conseguido sus her-manos del Paraguay. Omaguas, yurima-guas, aizuares e ibanomas se enfrentabanasí al inicio de su exterminio, esclaviza-ción, aculturación y reasentamiento te-rritorial, trasladados de un lugar a otrotanto por jesuitas como por portugue-ses.

En 1710 escribía Fritz: [...] "toda la Oma-gua está despoblada" (Fritz, en Maroni1988 [1738]: 362); y ratificaba en 1712: "losomaguas están desparramados y casi con-sumidos" (Fritz, en Maroni 1988[17381:363). De los que sobrevivieron unos hu-yeron hacia el Ucayali y el Huallaga, losrestantes vendidos como esclavos enBelem o reasentados por los portuguesesen las misiones carmelitas que sustituye-ron a las jesuitas.

Los dos Estados pusieron fin a suenfrentamiento en el Amazonas al mismotiempo que en Europa, esto es, en 1714,con la firma de una paz que obligaba a ladevolución reciproca de los prisioneroscapturados durante el conflicto. No hubo,sin embargo, restitución de las misiones yterritorios ocupados durante la guerra, apesar de que el artículo quinto del Tra-tado de Utrecb restablecía el límite entrelas dos coronas a la situación anterior a laguerra y a pesar de las numerosas protes-tas y presiones de la Compañía de Jesŭsy de las promesas de los portugueses eneste sentido durante las décadas siguien-tes (Zárate, en Maroni 1988 [17381: 440).

Ninguno de los dos Estados renunció,de iure, a sus reivindicaciones territorialessobre el Amazonas pero una frontera ofi-

ciosa entre las zonas de influencia deambas coronas quedó situada en la bocadel río Jutaí (Guedes, 1991). Parafra-sean-do libremente a Winston Churchill: jamástan pocos ganaron tanto para tantos.Jamás una guerra luchada con tan pocosrecursos materiales y humanos consiguióconquistar tanto territorio para un Estadocomo la "guerra del Amazonas" lo habíahecho para Portugal. Y eso a pesar deque el objetivo principal del conflicto nohabía sido el control del territorio, sino elde sus recursos humanos indígenas.

Las consecuencias del conflicto hispa-no-luso son absolutamente determinantespara la historia del Alto Amazonas. Elconflicto estableció una división definiti-va del territorio en dos zonas de influen-cia que evolucionaría con posterioridadhacia la forma más institucionalizada defronteras entre Estados. Sus resultadosposteriores fueron la instauración de unnuevo orden geopolítico y económico,una reestructuración general de la com-posición etnográfica y demográfica delterritorio debido a las deportacionesmasivas de pueblos y al genocidio y, eli-minada cualquier capacidad de reacciónde las sociedades nativas, el inicio de unincipiente proceso de aculturación de lospueblos indígenas.

Para los omaguas y yurimaguas signifi-có su cuasi desaparición como pueblos(Ferreira, 1964). Las misiones de SanJoaquín de Omaguas y Nuestra Seriora deYurimaguas fueron refundadas en 1712con los contingentes huidos del Ama-zonas en el Ucayali y Huallaga respecti-vamente (Fritz, en Maroni 1988 [17381:363) pero una serie de procesos provoca-rían la desarticulación de estos puebloscon el paso del tiempo. Las misiones deSan Joaquín y Nuestra Señora de Yuri-maguas han sobrevivido hasta nuestrosdías como poblaciones peruanas registra-das en los atlas, pero poco más que elnombre queda de las tribus indígenasque les dieron origen. Resulta curiosoque sea en Brasil, habiendo sido los por-tugueses quienes emprendieron la agre-sión contra los omaguas, donde se hayamantenido viva la identidad de estos indí-genas. Conocidos en Brasil por el nom-bre de cambebas existen en la actualidadcuatro áreas indígenas reconocidas por laFUNAI en las cercanías de Tefé que al-bergan contingentes de esta etnia, aun-que en total no suman más de 300 indivi-duos (Aconteceu 1985/86: 154-55).

Las misiones jesuitas del lado españolsiguieron creciendo hasta 1767, año enque fueron expulsados de todos los terri-

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torios esparioles de América. En las ribe-ras amazónicas bajo control portugués,los carmelitas relevaron a la Compañia deJesŭs en sus antiguas misiones. Diezma-dos los omaguas y yurimaguas los misio-neros portugueses las repoblaron conindividuos de otros grupos étnicos. Peo-nes de la estrategia colonial, los carmeli-tas pusieron un marcha un sistema mixtode misión-hacienda en la que los indioscatecŭmenos eran obligados a trabajar enla recogida de drogas do sertao para elmercado. A pesar de esta colaboración,sin embargo, acabarian barridos por losmismos vientos ilustrados y anticlericales

que se llevaron a los jesuitas cuando elministro reformista Marqués de Pombaldecidió que el estado debia tomar el con-trol directo de aquella fuente de benefi-cios, sustituyendo la tutela misional delos indigenas por la de un funcionarioreal nombrado para ese propósito, elDiretor de indios (Dias, 1968).Con eltiempo, los indigenas reducidos en aque-Ilas misiones acabarian por convertirsepor aculturación y mestizaje en las pobla-ciones brasilerias de las ciudades ribere-rias amazónicas, mezcladas con colonosblancos y negros.

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