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Introduccion a La Oratoria Moderna - Carlos Alberto Loprete

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INTRODUCCIÓN A LA ORATORIA MODERNA

LA COMUNICACIÓN ORAL

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PLUS ULTRA INTRODUCCiÓN A lA ORATORIA

MODERNA

La Comunicación Oral

4ta. edición aumentada

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I I.S.B.N. 950 - 21 - 0390 - 4

~ I ~ ) © 1992 by Editorial Plus tntra

1) Callao 575 - 1022 Buenos Aires l· ) Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

1) Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 l' )

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INTRODUCCIÓN

Históricam~nte, primero existió la lengua y lue­go la grp.mátiCa, justificada como una codijkación ordenadora del fenómeno lingüís Hco, con fines normativos y didácticos. En forma análoga, pri­mero existieron los oradores y después la retóri­ca, concebida como sistematización transferible de las técnicas y recursos expresivos empleados por aquéllos. Era natural que así acaeciera, porque la. ciencia no sustituye a la naturaleza, sino que la interpreta.

La retórica, entendida como metodología delfe­nómeno oratorio. no como sustituto, estaba ya constituida entre los griegos y los romanos y go­zaba de gran prestigio en el mundo de la antigüe­dad. que no conoció la prensa. la radiofonía, la te­levisión. y escasamente el libro y la escuela. En ese periodo de comunicación esencialmente oral, la palabra hablada estaba sometida con igual ri­gor a exigencias estéticas y prácticas.

Con la marcha de los siglos algunos tratadistas y maestros. corifundiendo el mapa con el terreno. hicieron de la retórica unfin en sí mismo y llega­ron a mezclarla con la poética. la estética y la pre­ceptiva literaria, cuando no con lafilosofía ideoló­gica, que abarcaba en una misma pretensión a la lógica, la metafísica y la retórica. Sobrevino el

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desprestigio de esta disciplina, que el romanticis­mo, con su carga de libertarismo y de individua­lismo, acabó de consumar.

En la actualidad, la retórica ha renacido como arte de la palabra hablada. Se la considera una disciplina instrumental sinfin en sí misma, o más exactamente, como una técnica para encau­zar en formas verbales el fenómeno profundo de la expresión del hombre. En este sentido, se la ha separado con meritoria prudencia del ámbito es­trictamente literario para combinarla con los do­minios de la psicología, la sociología y las ciencias de la educación y de la comunicación.

Este enfoque ha ampliado y superado a la vieja retórica. Ésta pretendía que el orador expresara, con belleza, sus ideas y sentimientos, mientras que el moderno arte de la palabra busca que el individuo "se exprese", esto es, que consiga entre­gar objetivamente, con palabras, su subjetividad, en todas las circunstancias de la vida.

Tal planteo comporta una problemática distinta de la clásica grecolatina, por cuanto aspira, des­de el punto de vis ta formativo general, a facilitar la realización del ser humano, que no es plena mientras se ahoga en la incomunicación expresi­va y, desde el punto de vista particular de su ac­tividad profesional y social, a otorgarle un instru­mento técnico valioso.

También el contenido de la oratoria se ha visto enriquecido con nuevas especies impuestas por la evolución social de nuestra época, que ha conver­tido al diálogo, en todas sus formas, en el vehícu­lo insustituible para el acuerdo de voluntades, el análisis de los problemas y la toma de decisiones. Al lado del clásico monólogo, la oratoria moderna h<t instalado, con igualdad de títulos, a la delibe­ración.

En un mundo que desborda las añejas-jormas de comunicación humana, se comprende que los

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nuevos planteas, métodos, formas y fines encuen­tren una debidajustificación.

El arte de la palabra oral, así concebido, se ha constituido paulatinamente a través de los siglos en un patrimonio cultural sin dueños nifórmulas mágicas. y la tipificación de los temas o capítulos que lo componen se ha ido formando por acumu­lación sucesiva de aportes. que en última instan­cia reconducen a los maestros de Grecia y Roma.

El presente trabqjo intenta ofrecer al lector un panorama estructurado y actualizado de la orato­ria, con su temática y metodología, tanto antigua como moderna, compuesto a partir de los más reputados tratadistas del género.

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1. FUNDAMENTOS DE LA ORATORIA

1. EL ARTE DE LA PALABRA

El hombre es el único ser viviente que habla, y la palabra es uno de los dones más extraordina­rios que posee, pues le permite manifestar la prodigiosa riqueza de su alma y establecer rela­ción con sus semejantes.

El ejercicio efectivo de la palabra se apoya en dos bases: la naturaleza y la educación. Todas las personas hablan, pero muy pocas lo hacen con eficacia, pues la facultad elocutiva requiere, como cualquier otra facultad del hombre, cultivo y educación. Los seres elocuentes por naturaleza son la excepción del orden normal humano.

La elocuencia ha sido definida de las más di­versas formas, tanto por los antiguos como por los modernos. Para Cicerón, el máximo orador romano, es un movimiento continuo del alma, y Dionisia de Halicarnaso la ha definido como el arte de hacerse creer. Podríanse agregar así mu­chas otras definiciones, pero en la aparente disi­militud de todas ellas hay un fondo común de coincidencia: la elocuencia es el testimonio ex­terno de un alma profunda.

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La gramática y la retórica

La gramática tradicional se ha definido como "el arte de hablar y escribir correctamente". Sin embargo, la experiencia ha demostrado que el conocimiento teórico de las formas de una len­gua-cualquiera no es suficiente para dotar al in­dividuo de una buena capacidad expresiva. Por ello. los estudios de gramática se han comple­mentado desde la antigüedad con otras discipli­nas más pragmáticas. La corrección gramatical es sólo un aspecto del arte de hablar.

En tiempos de los griegos y los romanos, exis­tía una disciplina llamada "retórica", que trataba particularmente del arte de hablar y escribir, no ya desde un mero punto de vista gramaticalista, sino desde un ángulo real y práctico. Numerosos tratados nos han llegado de aquellos tiempos, entre los cuales sobresalen el de Aristóteles (Arte relórica), y los de Cicerón (De la invención, Del orador, Bruto, El orador y De la perfección orato­ria) y Quintiliano (Instituciones oratorias). En los tiempos actuales, esos tratados han co­brado nueva vigencia, pero modernizados y adaptados a las necesidades del hombre con­temporáneo. Es así como han surgido tratados especializados de 'elocuencia', 'arte de la palabra', 'arte del bien decir'. 'oratoria' y otras denomina­ciones' que enseñan a las personas a expresarse con eficiencia. En esto, las universidades y los tratadistas norteamericanos tienen la primacía de la originalidad con sus cursos de speech, professional speech, public speaking, modem speech, eifective speaking, speech arts, discus­sion, argumentation, persuasion, etcétera. 1

1 Sobre otras formas modernas de las artes habladas y métodos de enseilanza. consultar AuCE EVELffi CRAlG, The speech arts; a textbook of oral English. Nueva York. The Macmillan Company. 1937. Mi libro El lenguqje oral: Fundamentos. fonnas y técnicas (Bs. As., Plus Ultra. 1984). trata del mismo asunto.

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En lo esencial, estas disciplinas son derivaciones de la retórica clásica, complementadas con apor­tes de la psicología, la sociología y las ciencias de la comunicación, que han llegado a penetrar con notable profundidad en el fenómeno de la creación literaria, en la intimidad anímica d~ orador, así como también en la del público o el / participante de una discu$ión.

Siempre se ha debatido sobre la pOSibilid~d y utilidad de sistematizar en cuerpos de ensenan­za la oratoria, pero en la actualidad parece pre­valecer la opinión de que toda persona puede ser elevada sobre su rutina expresiva por medio de métodos, procedimientos y maestros adecuados. El oficio hace al maestro, se ha dicho desde an­tiguo.

!AL!etóri<;!l~ el arte del bien decir_

Se denomina retórica -del griego rhétor, ora­dor- al "arte del bien decir, de embellecer la exj

presión de los conceptos, de dar al len~aj e ~§.: c ' hablado eficacia bastante para d~~~itaL

ersua Ir conmover. srífeza'eTIéxico de la Aca emm spano a.

La retórica es, pues, un conjunto de preceptos y reglas para bien hablar. Esta definición presu­pone, lógicamente, la posibilidad de hacer elo­cuente al hombre mediante la enseñanza de ciertos principios. Acerca de esta posibilidad se ha discutido y aún hoy se discute si el orador nace o se hace. Si nace, la retórica no tiene juS-tificación. l -

De ninguna manera podría sostenerse que no hay hombres naturalmente elocuentes. pues la experiencia lo desmentiría. La genialidad y el ta­lento no reconocen escuela. ya que el hombre superior lleva en sí el asiento de toda sabiduría y

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conocimientos. Pero los preceptos de la retórica no son una creación arbitraria de los hombres sino que han sido tomados de la realidad mism~ de la palabra humana, del verbo de los hombres ta~entosos. Esto equivale a afirmar, pues, que pnmero existieron los grandes oradores y la gran oratoria, y luego surgió la retórica, como codiIi­cación de los mejores ejemplos de elocuencia.

Por otra parte, si bien es cierto que los genios lo encuentran todo en sí mismos, no lo es menos q~e la mayor parte de los hombres no son genios ru talentos y necesitan de la retórica para apren-

. de~ o perfeccionar su habitual decir y que, ade­mas, hasta los mismos genios de la oratoria han llegado al dominio de la palabra por el estudio. Dentro de esta línea de pensamiento debe inscri­birse la opinión de Baudelaire: "Las retóricas y las prosodias no son tiranías inventadas arbitra­riamente' sino una colección de reglas reclama­das por la organización misma del ser espiri­tual"2.

Por supuesto que no hay arte que pretenda formar genios, ni tampoco lo pretendería la retó­rica. Pero se puede llegar a ser un discreto ora­dar o conferenciante por medio de esta discipli­na. El grado de altura de la elocuencia a que lle­gue cada uno dependerá de las condiciones que traiga de nacimiento. Pero todos pueden ascen­der por virtud de ella más alto de donde los dejó la naturale~a. El espíritu se enriquece y perfec­ciona con este o cualquier otro aprendizaje.

La retórica tiene legítimos títulos para existir en el mundo de la cultura, a condición de que no s~ la confun?a con un recetario de farmacopea, ~ c?n una fo~ula mágica capaz de dotar de ge­ruahdad a qUIen no la tiene, y siempre que se la

•• 2 HOUGARDY, MAuRlCE. La parole au publico Essai sur la rhétorique et 1 eloquence ruyourd hui et dans le passé. p. 21. Paris-Bruselas Baude 1946. . .

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interprete como una· transferencia util de expe­riencias ajenas en beneficio de la propia capaci­dad expresiva. Nunca será sana la disciplina que intente sobreponerse y asfixiar al espíritu del hombre o que intente trastrocar la naturaleza en vez de encauzarla o conducirla. Ocurriría enton­ces lo denunciado por Pascal en su frase: "La elocuencia se burla de la elocuencia".

Cicerón, con haber escrito varios tratados re­tóricos, ha dejado bien clartllcada su opinión al respecto, declarando que, a su entender, la retó­rica deriva de la palabra elocuente y no la elo­cuencia de la retórica.3

Concebida así. la retórica o arte de la palabra responde al pensamiento del más grande precep­tista de la antigüedad. el romano Quintiliano, quien lo dejó definitivamente establecido en una

. frase inmortal: "El orador se hace, el poeta nace".

Los ('mes de la elocuencia

Los fines específicos de la elocuencia han sido también materia de debate desde los tiempos antiguos. Historiar la diversidad de opiniones se­ria caer en una bizantina y fatigosa enumeración, ya que. en esencia, coinciden casi todas ellas. La divergencia de opiniones tiene su origen en los cambios de perspectivas de las distintas épocas, países u oradores.

Para Cicerón, la elocuencia tiene por fines ins­truir, deleitar y conmover. Aristóteles señala: alabar y vituperar, persuadir y disuadir, acusar y defender. San Agustín, por lo que se refiere a la elocuencia religiosa, pide enseñar, conmover y agradar, y Fenelón, refiriéndose a la elocuencia en general. postula: probar, conmover y pintar .

3 CICERÓN. MARco Tt)uo. Del orador. libro 111, cap. l. 146: "lntellego esse non eloquentiam ex artifICio. sed art!ficium ex eloquentia",

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.!Y!9~rp.a!UenÍ~. André Siegfried sostiene: "~e ha­_ blª-Rª!'~ conmover, para persuadir o para én!?~:,­\ ñar. Sencíliémrente;-"S~lrátaQeconvencer o de !i,exponer .. :>t'"--··,_·>··_······_='~~«w_---- -;~s'-coillcidencias son lógicas. pues todas tienen f en cuenta el repertorio posible de intenciones hu­;' manas y la aparente diferenciación no es más que . un desdoblamiento sutil de los conceptos. La tota-lidad del ámbito oratorio queda abarcada adop­tando la clasificación que sigue. con todas las im­plicaciones que cada término encierra:

------------- " a)~ y ense!}dr:. es decir. transmitir co-nocim,ientosa-=-otraS personas o investigarlos y adquirirlos en délioeraciones.

b) ~suadir, o sea convencer a otras personas <;le que nuestras opirúones son las verdaderas y moverl;ts., .. de acuerdo con esto. a la acción.

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c) CQnmov~r, esto es, provocar en el espíritu ajeno detertÍlinados sentimientos pasiones o emociones.

;'.--_ .......... -. d) Agradar;, vale decir, producir por medio de

las paiabrasen el alma ajena un sentimiento de ,'placer, con fines determinados.

/ En la realidad oratoria estos fines pueden darse solos o -lo que es 'muy frecuente- combinados entre sí. Tanta es la variedad de formas, temas, ocasiones, lugares, sujetos y fines que se pone de manifiesto en el ejercicio real de la palabra.

Teorías sobre el bien hablar

Los críticos se han preguntado en todo tiempo qué es hablar bien. El criterio para discernir qué

4 SIEGFRIED. A'llDRÉ. El arte de hablar en público. Traducción y notas de Maria Luisa Martínez Alinari. p. 17. Buenos Aires. Edit. Central. 1957.

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es una pieza oratoria lograda no ha merecido tampoco acuerdo entre los tratadistas. Se han propuesto diversas pautas para juzgar la orato­ria, y ellas son distintas unas de otras.

En opirúón de Mc Burney y Wrage, esta duda ha tenido grandes respuestas, las que pueden agruparse en cuatro criterios: 1) teoría de los re­sultados; 2) teoría de la verdad; 3) teoría ética y 4) teoría artística.

De acuerdo con la teoría de los resultados, es buena la oratoria que logra los objetivos que se ha propuesto el orador; según la teoría de la ver­dad, debe considerarse buena oratoria aquella cuyo contenido se concilia con la verdad' desde

I ' el puntd de vista ético"Jos mejores discursos son los que encierran un contenido moral; y en base a la teoría artística, el fundamento principal de toda elocuencia es la belleza estilística5•

He aquí una cuádruple opción que todo orador debe resolver por su propia cuenta. La historia de la elocuencia pone a nuestra disposición ejemplos de afamados oradores que han tomado como norma, separadamente, esos criterios para componer sus piezas. Los ha habido también quienes adoptaron dos o más criterios simultá­neamente.

No es dificil aportar argumentos en defensa o censura de cada uno de estos criterios de valora­ción. La decisión corresponde en conciencia a cada orador. Mas, considerando la enorme in­fluencia que ejercen los oradores sobre los hom­bres y los pueblos, y el extraordinario prestigio de la palabra sobre la mentalidad de los audito­rios, no dañará a nadie acordar con este otro principio integral: bueno es el discurso hermosa­mente escrito y pronunciado. que obtiene resul-

5 Mc BuR.'\"EY, JAMES H. y WRAGE, ERl'"EST J., El arte del bien hablar. Tratado de elocuencia. Traducción y adaptación de Juan Pelito ps. 23~ 25. Barcelona. Angos, 1955.

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tados positivoS sobre los oyentes. exponiendo la verdad y el bien. La palabra es un don gratuito en el ser humano. y es lícito exigir a quienes se sirven de ella, para comunicarse con el semejan­te, que hagan un uso acorde con su alta digni­dad de origen y destino.

Elementos de la elocuencia

La elocuencia. como cualquier arte, tiene sus propios elementos que q,e.h~coP:9C.,~L~t9da perso­na que aspirare a la jerarquía d~ oraaof:~Ntr-se 'viOÍan impunemente las experiencias CUlturales.

J¿Lnrato.r.ia....eS..Jd.!l_ill'i~_ en ~Lg:!l~~ .. sx!steE: ... ..tres elemenlOs.-cada uno de ellos tan importante c'()"nÍólos otros. Tomemos la enseñanza del anti­guo ~uien en su célebre Arte retórica

expresaba: "~L~'!Ji:?.~"~rs ... ,2~sta de tr~ t~S51r~ª~~ .... aQ~~~ Lem1i11!L~uld y el auditorio al cual se hasra~Hay que evitar 1a"eiToñe"a~creenciaQe(ÍLi"e' éCst':ijeto de este oficio es sólo el orador. Toda elocuencia es una comu­nicación entre orador y público por medio de- un instrumento, la palabra hablada. ~!d~ es J!IL hecho sodal y no individuql.

-Por esta razón, todo estudio o crítica de la elo­cuencia debe hacerse analizando estos elemen­tos, y es también por esta razón por la cual todo tratado de retórica estudia separadamente al orador, al discurso y al público.

~la~elocuencia

I1ay taEta~.,ª~ __ ~!2~~~g~!-ª ... <;'.º!Po temas._ ToGa clasificación en este sentido es muy difícil

6AR1srÓTELES, Arte retórico, libro 1, cap. 11\, pár. l.

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por la gran variedad de matices de los discursos, la cual se complica cuando entra a considerarse el tipo de público, la ocasión en que se pronun­cia. el sujeto que habla, la forma de producción y los fines que se persiguen.

Aristóteles expresó en su siglo que no hay más que tres clases de discursos: los deliberativos, los judiciales y los demostrativos. Esta clasificación es sin embargo incompleta. y atiende sobre todo a las formas de oratoria pública vigentes en su

é~Ún~~~~~~más radical, moderna y com­pleta de la elocuencia, debe considerar los si­guientes tipos:

1) ~~jif.g~~ llamada también 'académica' o 'ateneísta'. Su objeto específico es enseñar, informar. transmitir conocimientos. ~._.,-.",*", __ ~J.~"!-""'t<""""~"""'''~~~'''''', '''!M-'''""",,,:,,,_,,,,_~

2) El~lde11k.ia 12Q~~cuyo fin propio es e1fQ.o­}ler o debatir todas las cuestiones relacionadas coñ-'ergof:)iemo~cre~laCüsa:"Düollca:----~~'-'"-

"«,, __ -. .. _.,., .... "'> .. _.:.,.,,, ... ~""'-'!.>.!, •• _-i. .... """~.,wIil'~_~~~~~~~L~~. I ... :w __

3LElOClJI:J:J&~§.!!_qjuqic;jgJ, es la que tiene lugar en el ejerciciO del derecho.

~}.~El{)cUellciª".[~If..gjQ~a. denominada también 'sacra' o 'sagrada'. E.sJ;;LmJ.~cJ:r~ta sobre asuntos de fe y religión.···"····· ·'Ó."·"."'."""'" '--5) I2QfY;,t}!)~l9:...Ee'{J~lJlQlJ.tal, llamada también 'augurar, es'fá que tiene por ámbito propio las múltiples ceremonias humanas.

. ) 6) Elocuencia artística, cuyo objeto es producir

placer-estet1co'~~~'"'~'''~''~'"''''''"''''' "....,,,---.,."" ~~~~~

7) ElQC~i1.i.taJ:;., que tiene por objeto ins­pirar la defensa de la patria y estimuI'ar las vir­tudes patrióticas y el heroísmo en los soldados.

8) ElocuenCia deliberativa, es la que tiene por objeto -ercreoareodiscusioñ, y ocurre en las

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asambleas, reuniones o~tas en. que suelen f~~_~!illJ§iJr2.t!!!~!]f[:Rft.rll,,~~~"ES:91qE!~.~d~_tr contrastar opini9nesL ) .' ,""'Caa:a~uño"de e'stas tipos de elocuencia tiene i

( f sus leyes propias y sus fonnas típicas usuales. ) " ./'

El ejercicio de la oratoria no puede desenten­derse de la verdad y la moral. En los últimos tiempos se vienen realizando esfuerzos pe?ag~~i­cos por poner fin al vicio llamado "prevancaclOn lingüística" _que consiste en eI,!!~le~E_la .;pala.?r~ .12ara glen.1ir ~ ocultar eLQensamlent~._~ tingUIS­ta Max Black ha denunciado categoncamente esta práctica malsana: " .. JªJ:.~~lÓ;! de.lleng~e consiste tanto en Q,isimular el pensamieg~, GQillo efifraúsmiÜrlo". --~-Y~J,,",,~ r 'En~Iengiiaje corriente se la de~omina ~ambién

"doble lenguaje". Sus manllestaclOnes mas gene­ralizadas son el empleo de palabras sin sentido (anemia semántica), ambigüedad en las afinnacio­nes, palabras o frases hechas que ocultan un jui­cio (estereotipos), vocablos elegaI1~e_~.qll:~_Q<?ult",an ideas duras (eufemiSiños},'~lrasés rituales engano­SltstITsó"presimbólico del lenguaje), mentiras so~a­padas, hablas en clave, deCir indirecto, expreslO­nes incOñiprens{5!€S Uergas exóticas}, lenguaje meramente emocional (palabras coloreadas) y otros dislates que resultaría muy extenso detallar. En cierto país un organismo estatal tiene prohibida la frase "crimen político" la cual debe ser reemplaza­da por "privación ilegítima de la vida". En una provincia extranjera se decretó prohibir el uso del término "Dios" para evitar así en las escuelas las controversias religiosas con lo cual quedó automá­ticamente permitida la palabra "Diablo".

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Aunque resultaría Utópico establecer un códi­go de ética para quienes hablan en público, las recomendaciones morales que se han fonnulado estriban en lo siguiente:

«J) N.Q usar @~.2Ees persuasivas para con­~ck..M.~ª~_.illlL~t2rob=<Íilli!!. ileJ'P~~~ an~!~arl~g~b~ment~

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....rr.ierldcLa..,m:gum~nlQ§~~.§lYl!1!,@_c!ºr~:L<i~L2Q!Ql.-.~l f~tis~_t;I~~!~29~E",Qtm~L.RastQ~~2..~~ ~J>.{Q._9.~VltJilL,~I!.ggft5~§g!!1e!lt~ .. JJ!l,.ltm,'QQ§!tºJ~e,­

~ªtPJJl:U,i~,qh,-1>.~!§gnªLQj!!§,t!tl!~~g!lJ!!,~" h~~!ill:_ .d~ir~~L!lY~~,,,§.~.,J?r~~y,gt~_~~,,,~.~,~~t? .. ~,~~~~ ,

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l\ análisis, la iiñPro~ñ1O~ste, Siem-, • f (llI,~,J?~!:~!?la E~Jº.-9.ld~,§_~,~ªJ2e~$e, improvisan la L ~ 1) l..estructu[.9- y las palabras, no las idea~. (!;í)?1

I í) - ®14iscursº-com!?:illctdo. - En elocuencia, como ) en todo lo nemas, la bondad suele estar en un

n" /\ A plano intermedio. Es rarísima la improvisación I ¡ J)J ~ absoluta. ~l_q.iSC.1l!.§Q.~§~l2i!l~ipn , . _tí _ sabia.de.Dr~~1i~~-

• I nlll j (1)'' t 01 :];:!tw;ii ~f es pIezas ora arias no.~igl-RLQ,\1§,ª.!u~más, en " -, e sentrcroa"11Smüfo.La improvisación <insoluta • , ' il!1 coiñosIStema,'"fio-es de ninguna manera reco~ , mendable y prácticamente tampoco existe.

• ) Grandes oradores han revelado en sus memo-l' . rias los secretos de su elocuencia, y en general,

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", han aconsejado no improvisar absolutamente ni IJ~~il~r: discursos de memoria:' La-'1ñil5rovisaclon, . pues:5'Upone "en Hrre'árraad oratoria un largo trabajo de preparación, anotación del esquema, estudio de las transiciones, memorización de las frases de efecto y de los principales razonamien­tos, análisis detenido de la introducción y de la conclusión, en fin, una maduración intf'lectual anterior al acto. Hay quienes escriben su discur­so previamente en forma total. lo dejan grabado en su mente y en el momento de pronunciarlo se entregan a la improvisación, pero conducidos por esa forma mental que tienen fijada; hay quienes los escriben' parcialmente, en sus pensamientos principales y dejan librada a la improvisación la forma del discurso; hay quienes no escriben ni el esquema ni las frases de efecto, e improvisan casi totalmente en el momento; hay, en fin. toda una serie intermedia de métodos, que combinan en mayor o menor proporción la preparación y la improvisación. No existe método único en esto:

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lo aconsejable es que cada conferenciante u ora­dor. a~opte el .mé~o~o que más convenga a su pe­cuhandad pSlcologlca, entregando a la memoria y a la meditación anterior todo aquello que no sea capaz de improvisar. En otras palabras, se ha de saber necesariamente, por cualquier méto­do que sea, lo que se ha de decir. A esta combi­na~ión se la denomina método mixto, que es el mejor de todos, y que puede sintetizar se con esta definición de Sertillanges: "Escribir lo esencial y aprenderlo perfectamente; pero sin preocuparse por eso de una meditación profunda y de múlti­ples ensayos interiores y abandonar lo accesorio a la elección e inspiración del momento"7.

La facultad de improvisar se tiene por natura­leza o se adquiere por la práctica. Al principio no se puede prescindir del aprendizaje; habrá que preverlo casi todo,. hacer esquemas muy amplios, re ,tener gran cantIdad de palabras, frases y aun parrafos enter~s, pero al cabo de un tiempo la facultad estara perfeccionada y nos habilitará para improvisar en una gran parte nuestra di­sertación.

En estos tiempos es frecuente el ensayo previo al compromiso oratorio, sobre todo si el orador ha~l,ará en representación de un grupo u organi­zaClOn. El responsable 10 hace una o varias ve­ces, en presencia de sus compañeros de equipo y, s.uperior~s, ~uienes asumen el papel del hipo­tebco a~dItono y fomlulan sus criticas y reco­~endacl~nes·'~~1,.Sl expo~!tor me-

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7p. S~LLA¡I/GES, O. P., El orador crisfi?no; tratado de predicación. TraduccJOn del R. P. Fr. Jesús García Alvarez, O. P., 287. Madrid­Buenos Aires, Ediciones Studium, 1954.

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2. LA FORMACIÓN DEL-º.RADOR ~-----._- -------- •.

"Esta necesidad de comunicar el propio pensa­miento es inherente a la naturaleza del hombre", ha dicho Hugo Foscolo. Ésta es una de las ten­dencias innatas que mueven aí ser humano. To­dos desean expresarse, porque la palabra es un placer. Hay una alegría de la palabra, que la ex­perimenta en su propio ser quien convence, per­suade, conmueve o enseña. Pero este profundo y sano regocij o del alma sólo es patrimonio de quienes dominan el instrumento expresivo.

¿Tienen todos los seres humanos el don de ha­blar con poder de conviccióri, claridad y elegan­cia? Con esta ardua pregunta se relaciona el don oratorio, en que intervienen, en distinta propor­ción y según los individuos, las condiciones na­turales y las condiciones adquiridas.

El orador debe reunir en sí, para el ministerio de la palabra pública, cualidades físicas, intelec­tuales y morales.

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En el orden de las condiciones físicas hay un ideal, pero muy pocos hombres puede decirse que lo satisfacen. Como estos atributos no de­penden del individuo ni pueden modificarse, vale

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El ejercicio de la palabra requiere inteligencia, sensibilidad, imaginación y memoria, en tanto grado como cualquier otra actividad profesional.

Inteligencia. - En la relación verbal no sólo tieneaerecñ(rs~el talento excepcional o l~ geniali­dad. Hay también lugar para la inteligencia me­dia o el sentido común, puesto que no toda ora­toria es científica o académica. Hay oratoria de todos los asuntos y en todas las ocasiones. Por otra parte, es cierta aquella afirmación de "que el sentido común es la cosa mejor distribuida del mundo", como sostenía Descartes. Es muy raro que a un hombre de mentalidad media le falte el sentido común necesario como para enfrentar a un auditorio. Lo importante es contenerse en las ambiciones, no ceder al peligro de sobreestimar­se en demasía y saber impostar la pretensión de su conferencia en el cuadro de la humanidad y de la sinceridad. Además, es de pensar que ante

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la duda, el conferenciante sabrá tomar el conse­jo de los maestros y trabajar lo suficiente en el estudio de su asunto.

Una cultura general adquirida en el aprendiza-_$_:p.aciente a través de los años es una efectiva garantía de sabiduría. Esto es innegable, porque da al hombre una visión total de la vida, los he-chos y las personas, capaz de interesar a cual-quier auditorio. ~s es posible, también, una in-~ ¡ .!9ITE~~n Q~aslQllªL§.Qln:~~1l:g~1~}:rla deteITIlinaoa: / .W(~, ~rlEl~~5}i~2"Y.,~.fL~ni~<p~ar!~~~~~Yit:ai.il:~~ ;' §ªQ~Q._1!nª,.,~!,!!?~r«ª!ivQjl~~,"1}~tllL~~~~.:encia ó un \

_ de~~te. En una palabra, o se tieheprévmm~rrte lacultura necesaria para exponer un asunto ante el auditorio, o se la adquiere en cada ocasión por los maestros, los libros o la investigación. Como no es fácil improvisarse en hombre culto, convie­ne ir haciendo el propio equipo de conocimientos paulatinamente, día a día, para estar bien dota­do en cualquier momento. sobre todo si nuestro modo discursivo ha de ser la improvisación. "No pensemos. con esto, que la elocuencia sea un arte selectivo, privilegio de gente ilustrada", dice Joseph Folliet1

Aunque la competencia de un orador depende en gran parte de su capacidad y acervo intelec­tual, conviene sin embargo prevenirse contra la idea de que un discurso debe estar hecho sola­mente sobre la base de la inteligencia. Un exceso

~~\:€~~~if~:~~~~~ La inteligencia sirve para hacemos conocer con

claridad y distinción los problemas y asuntos; desarrollarlos analíticamente; captarlos en sus relaciones con los demás temas afines u opues-

1 FOLUET. JOSEPH. Oratoria; introducción al arte de la palabra pública. p. 21. Buenos Aires. Ediciones del Atlántico. 1958.

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tos; coordinarlos y conciliarlos con el complejo total de las cosas que sabemos e incorporarlos como sustancia viva a nuestro mundo de ideas, opiniones y creencias y, sobre todo, no pensar que la ciencia cubre toda la realidad. Hay un gi­gantesco mundo de lo desconocido, adonde no ha llegado la ciencia, y éste es un sector de la reali­dad que también debe merecer nuestra medita­ción. No tomar las cosas por las palabras, pues las palabras son nada más que un signo conven­cional de las cosas mismas.

Es ineludible para un orador el cultivo de su inteligencia. Éste puede hacer confonne a las re­glas, métodos y procedimientos expuestos por fi­lósofos y maestros. y aunque no existe. en ver­dad. método alguno infalible y cada persona puede crear el propio, no debe olvidarse tampoco que el comercio con las personas cultivadas. la observación. la lectura y el sentido común son métodos también de aprendizaje.

Sensibilid~ - La inteligencia sola no basta para hacer un buen discurso. Es una condición fundamental, por supuesto, pero no lo es todo. Los oradores esencialmente intelectualistas co­rren el riesgo de limitar su público a un número restringido de especialistas. de no hacerse en­tender por los grandes auditorios o de dejar indi­ferentes a los oyentes. Salvo excepciones raras, el tono exclusivamente intelectual de un discur­so lo deshumaniza. lo seca, lo desvitaliza. Hace falta otra condición más humana. más común. ,más conm6\redora: la sensibilidad.

\ l ej La sensibilidad es la capacidad de conmcruer~1 \:. Jn~l~.<~L~,:~J?~ct_~c_~Io ?: la vida y_~os h<2.m-

'\ l' 1~!:~r~~.>-:¿~.·lit~~~g~~~~~~~.§&iI~~~: : ! p f ~:Dt~~b-:~a;~~~~~:~:~;o:ia~~~a~~ ~

que por el cerebro. Muchos discursos ejemplares

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pierden al poco tiempo su vigencia y su actuali­dad por no haber sido más que un amontona­miento de razones, por haberles faltado emoción. "En la carrera de un orador. un alma sensible es una fuerza considerable", recuerda Maurice Hougardy2. La oratoria tiene algunos puntos de <$ contacto con el lirismo y la poesía. .Jf, I

El secreto de la sensibilidad está en el amor ~; Oi las cosas y a las personas. Se siente emoción por .: ~ , aquello que se ama, y este sentimiento afectivo! ./fl'l¡ es el que despierta en un alma las simpatías, l~ i

generosidad, el patriotismo, la fe. la piedad, la clemencia. la compasión. Quintiliano pedía una elocuencia saturada de sentimiento. Horacio. por su parte, exigía, al orador: "Si quieres que yo llo-re, llora tú antes"3. .

El público reacciona inmediatamente, como diapasón, a la emoción y sensibilidad del orador; liLfibra sen~~~n!::l tes }a f!1ás. ~id~~ segura. e,!l~.9ralQ.r.~§l. U'ébeTenena siempre el orador. a condición de que sea verdadera, since­ra y esté sometida a la honestidad de fines.

La sensibilidad quiere también sus límites. La sensiblería es el defecto paralelo que debe evitar­se, pues es ridículo, poco edificante y nada con­vincente.

El sentimiento es un ingrediente más del dis­curso y no la médula sustancial. Los oradores excesivamente afectos a esta tendencia son des­cubiertos en seguida por el público, que los re­chaza a poco de conocerlos. pues el ansia de ide­as, natural al espíritu del hombre, queda insa­tisfecho. Un exceso de sensiblería es sospechoso y poco duradero en vez de conmover, provoca ri­sas; en vez de emocionar, aburre y disgusta.

2 HOUGARDY. MAUruCE. op. cit.. p. 53. 3 HORACIO. Arte poética. v. 102-103: Si vis me flere. doleundum est

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N o existe regla para desarrollar o perleccionar la sensibilidad. Ella se origina en una compren­sión especial de la vida, que puede explicarse, comunicarse, pero esto no es suficiente: requiere ser sentida. La sensibilidad debe ser pura, sin contaminación, sincera. para ser oratoria y mo­ral. El fingimiento y la mezcla con finalidades in­confesables llevan en sí su propia condena y re­pudio. La conCiencia de cada uno dirá cuándo debe apelar en su discurso a la sensibilidad y cuándo será moral su empleo.

Imaginación. - La imaginación es la facultad, \1 1, que permite cOll.~ir las ideas de~c!~".un nueYQ \ ¡ 1 Iii¡iftQ.~V[~~¡¡llE.liíill]'fgªTÓ~as concre.-

1I ~~ti~i?M:ti~:§)Jees~·=;:r~~Y~ 1 ¡ atractivo cuño. U1TrmrginaeiÓrC'1)ues,~Daf.i~.-1\\,\" cu1tad"ae'~c'reaCión original y embellecimient

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éle'·é1ia""'ño~Uede"''-ña~~~niñgún arte. ~'s~~cre>'~uc-¡i'a's~veces'qüé~grañCíeS'~ son, demasiado conocidas y que ex resadas en forma r . erden el encanto de la origina 1 ad y la novedad.- TócaTe entonces a la5.i.l:J2acidad !!!la­ginativa del orador revestirlas de formas origina­les decirI~(fe-sc6nocmas'·1ias1:a'''en-

~f~i~~fc~g~~~~k~~:~~I~~ p~ft~c:t~~ ras:¡Fa-ñcres"~rEalfáclones de los hombres sobre el destino, las costumbres, la política, la vida, la amistad, están encerradas en fórmulas envejeci­das y son bastante conocidas, porque las ideas sustanciales y mayores de la humanidad no son tantas ni tan desconocidas como pudiera creer­se. Si ante estos asuntos el orador no las recrea, no las rejuvenece, no las informa de nuevas pa­labras, correrá el riesgo de caer en la vulgar re­petición de cosas ordinarias. Hay que recurrir a nuevas fuentes, a nuevos motivos. y esto se lo­gra por medio de la imaginación; ella. a poco que

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se la estimule. habrá de proveernos de los nue-vos trajes. '

De la imaginación ha dicho un autor que colo­rea los acontecimientos con un tinte mágico, desarrolla un magnífico cortej o de sueños, y "transforma lo cotidiano en eterno, lo relativo en absoluto". El hombre debe mostrar en imágenes ~ <t. las ideas y los pensamientos, hacer ver, es decir, .-realizar 10 teórico y lo abstracto. El oyente, por "-su parte, no se satisface si el orador no ha toca-do todas sus facultades. S4 '&,_,

La imaginación debe situarse a igual distancia de 'la sequedaa'Y la divagación, es decir, lejos de ambos ~ Si se abusa de las imágenes en un discurso y no hay ideas, el discurso parece (\;'\ ...... _' dar vueltas, iU ven!s. .. ~!n .~Rrc::§arx.llada. El dis- "iI,,,,. curso-debe decir algo, y este algo lo provee la in­teligencia. ~&~jmª~,!!!ación, pues, es.J.Ul,aJ~~ awQ}jªL.,,&lve no tiene"aeLechQ~LEI2E~ sino sub-ordinados a los intelectuales. --~ Tamp'oco-"'ñ~lY ·üña·'Jóñiíma~ para desarrollar o

perfeccionar la imaginación, pero, en cambio, puede ser fortificada por las lecturas, el trato con personas imaginativas, la observación detenida y la ejercitación. ..

'1\iIe,mOri -ka memori~es~~ ~ 1 e retener yrecordar. La generalidad de los homlJt'és fieñé' cO'ñ'Ociñiieñtos de muchas más cosas de las que habitualmente recuerda. Es éste un material de gran valor, que, por deficiencia o insuficiencia de la memoria, no se aprovecha. Sin , embargo, la psicología nos enseña que no están definitivamente perdidos. Los datos recogidos en la experiencia cotidiana son alojados en la sub­conciencia, que en un momento determinado, y mediante la obra de estímulos apropiados, los devuelve a nuestra conciencia. !-a improvis-ª.ción ~íom:J.a~el :recuerdQ._

Un orador de excelente memoria tiene asegu---,.."""""';'~ •. ,,.,.,..,.,,,..,,.,,~~~.,,..,,~"'*".,-""'~ .. "'"~-~¡~

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r~o en cua~ier ITlQ..lJlentQ el manantial de ide: as que puede necesitar paiaelatrornr-t11í15'tiéñ CfisetrrstJ."rs-erTesoto-cret~Cífttdur."'donde"'s~s­tód'fá'n'1asO>'riquezas que ofrecer~ en su momento. Todo cabe en él: frases, vocablos, citas, imáge­nes, ideas, pensamientos.

No todos tienen una memoria feliz. Pero todos pueden perfeccionarla, más quizá que la inteli­gencia, la imaginación o la sensibilidad. Hay varios tipos de memoria, según el órgano en que ésta se apoya. Hay una memoria intelectual. que recoge las ideas y las palabras en general; y hay también una memoria visual, una auditiva, una motor, que retienen las formas y colores, los sonidos, las acciones, respectivamente. El orador bien dotado necesita de todas estas formas, pero la más importante. la que conviene estimular y ejercitar, es la intelectual.

Cualidades morales ~---

Un orador es, ante todo, un hombre. y esto de ser hombre es una gran responsabilidad. Las cualidades morales que adornan al orador tienen decisiva importancia en su carrera. Sucede como expresa un antiguo adagio: se puede engañar siempre a una persona. muchas veces a algunas, pero siempre a todas, no. El orador con fallas morales, pronto será descubierto por el público y repudiado.

El orador, por la seducción que ejerce sobre el público, debe ser un hombre de profunda mora­lidad. La oratoria es una de las artes que más exige esta condición, precisamente porque el fundamento del poder de convicción radica en el prestigio y la confianza. La antigüedad exigía que el orador fuera un bonus vir, un hombre hones-

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to, y Aristóteles recordaba que el orador persua­de por tres medios: la razón. la probidad y la be­n~volencia. El público guarda respeto y admira­Clon por la virtud. y esto obedece a una razón que la psicología colectiva aclara. El triunfo de la inmoralidad o el demérito es una excepción pa­sajera en la historia de la oratoria.

Fenel?n ha expresado en una gran frase es­te reqUIsito de la palabra pública: "El hombre digno de ser escuchado es aquel que no se sir­ve de la palabra sino para el pensamiento. y del pensa~iento sino para la verdad y la virtud". QuinUhano. por su parte. enumeró las cuatro cualidades principales que el orador debía po­seer: probidad. benevolencia. modestia. pru-dencia. .

Los antiguos tratados de retórica enumeran y analizan en detalle cada una de las cualidades morales y. al respecto. son severos en sus exi­gencias. Algunos tratados modernos también 10 hacen. Todo esto puede resumirse en una sola palabra: carácter. El orador deberá ser un carác­ter. un modelo humano. si es que pretende eri­girse en conductor de sus oyentes.

~s conveniencias o precauciones oratorias --------_. __ . __ . __ .. ----' En el orden de la práctica profesional. convie­

ne tomar nota de algunas actitudes directamen­te relacionadas con el ejercicio de la palabra o cualidades específicas. profesionales diriam~s, que no excluyen. por supuesto, el fondo alta­mente moral que conviene al orador, en cuanto ser humano y social. A ellas se las, denomina conveniencias o precauciones oratorias. ~::~ª.s-:~nv~en~ prof~Q.!!~les o esp~.!ncas sQn;.~~~oleñCIa:-áuforidaa:'· .ªmbicion. . --,----~~_ ...... -'

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Cada una de estas cualidades tiene su opues­ta, que es el vicio concomitante. Bien entendido, el ejercicio de cualquiera de estas cualidades presupone un justo equilibrio que asegure al orador un comportamiento correcto, pero al mis­mo tiempo efectivo, en el ejercicio de su impor­tante [unción. ~d es lo mismo que la compostura o

fdrmalidad, ys~1lTca:-por éonsigüIente, una ac­tifüCfC1~J1IT$..ªQ!}I~[[f~as·Cir.s.uns~an­~aas~~á~I~~2:§..y',.~ª,J,9~L9y'en~~. ~ª _§~,[!~~=a e~

1Wrlua¿i~~e~.()kl'~¿r~d~9á~ó~?~~~;:~u~~~s~~:~ poFerracIo"'serio, grave, responsable. Esto impli­ca una selección de las ideas, los argumentos, las frases, para no caer en la ligereza o la superficia­lidad. Tampoco se opone la seriedad a la clari­dad y a la sencillez de la exposición, requisitos que deberán considerarse cuando la mentalidad mayoritaria del auditorio no esté en situación de comprender.

Por la modestia, el orador evitará las posturas de petulancia, o!111!llQ, "pedantería, fatuidad.Es­tos son vicios que el público ñ'(:)'U)lera ni perdo­~ay qu~,,§ermºa~§tQ._~gJº~ g~§@, __ en la ~­presión:~eii~ laestimación,"d~_ ... §tm~ ~e...!:.~n Jgualceio"cuidará el orador de nCLCaer. en la Jal­sa modestia, porque ésta tampoco es aceptada por "los oyentes y por la sociedad. La falsa mo­destia es en esencia una forma del orgullo y la vanidad. Hay que permanecer simple, sincero, mostrar las propias condiciones y la sabiduría -si se la tiene-, pero con honradez espiritual. Está reñida con esta condición el falso patetis­mo, la simulación de pasiones y sentimientos, la teatralidad de los gestos.

La benevolencia supone un especial senti­miento hacia .el público y su capacidad, o hacia nuestros adversarios en el debate. Debe llevarse

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con particular diplomacia la controversia y la oposición de ideas, para no herir ni ofender y, sobre todo, para tratar de comprender, con ge­nerosidad y altura, aun las opiniones más ilógi­cas de los demás. Se debe superar al adversario si es necesario y justo, pero es prudente no ava­sallarlo ni aplastarlo. En todo momento, tenga­mos presente que el opositor nuestro tiene dere­cho a sus propias ideas, y que no siempre una idea errada procede de una mala fe. La benevo­lencia se manifiesta en comprensión y generosi­dad para con la ignorancia aj ena, tolerancia para los errores y flexibilidad espiritual para adaptar­se al tono mental del adversario u oyente. ~ autºr~dad_ es el sentido interno que cada

orador tiene de su mensaje y de sus conocimien­tos. Es una condición necesaria para dirigirse al público. ~l públic~, en general, e.§R~E-ª-"~~~R!:e ~1lª-~~~~~._,~_~l.l~_~~da~!-,"ll!g=~§?,2!.~~~iÓ~ ~ sus ~!JgUletudes, una enseñanza a su aescó'nocF--d IDieñto~Eñ1Onces, el orador deberá tener la sufi­fiente autoridad para atender, a satisfacción, es­tas req ·s.,~torias en cuanto se presente la opor­tunida! i se habla en nombre de un grupo o de una sociación, este hombre deberá tener presente que a su autoridad personal, se suma la autoridad del grupo que lo delegalt.La autori­dad supone un imperio sobre los d~ás, en el sentido más cabal del término, porque la verdad tiene necesariamente su imperio sobre la igno­rancia.

La ambición no es lo mismo que el orgullo. El concepto ambición tiene un sentido noble, y es el de superación de la propia persona, el de as­cender siempre en la vida, hacia mej ores y más altos destinos. Es lícita, así, la ambición en el orador, lo mismo proyectada en el orden perso­nal y humano que en el profesional. Distinta de la ambición noble es la concupiscencia, la codi-

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cía irrefrenable de posiciones o de glorias. La competencia limpia es legítima en el hombre, y por ella el orador tiene el derecho de lograr los éxitos que su virtud. su mensaje o sus cualida­des le merecen.

El miedo oratorio .-----------_._-----------_._-~

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riás"'(rabála'~111¡cuíación y la y~!~ que es peói~"'obliU'6IIa"'Ia'~eñ!ª:"'Eñ""iina palabra, es un fenómenopsiqmcó~paralizante. Para comprender y superar este fenómeno tan frecuente en la ca­rrera oratoria. conviene estar advertido sobre al-gunos puntos. ,

El miedo es un fenómeno común en casi todos los oradores, incluso en los más famosos. Lo mismo sucede con los artistas en el escenario. Cicerón mismo consideraba muy feliz al orador que no sintiera erizarse los cabellos ~nte la pre­sencia del público. Juvenal se refirio a la emo­ción que experimenta quien habla en público, asemejándola a la de quien pone un pie desnudo sobre un reptil.

Pero si el miedo no es morboso y obsesivo, desaparece a poco de comenzar a hablar. ~sti­des Briand, el famoso parlamentario frances, re­éonocía que Jamás pudo abordar un público sin un verdadero malestar ftsico: boca seca, gargan­ta cerrada. manos muertas. Pero confesaba que este estado duraba más o menos el mismo tiem­po que el exordio. pues luego volvía a ser amo de sí mismo. "Tener miedo antes de hablar, perder­lo cuando se habla, es la marca del buen artis­ta", dice un experto.

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Por otra parte el miedo no está en relación con el número de oyentes y con la calidad del audito­rio. Algunos oradores no temen frente a grandes públicos. pero se atemorizan ante un grupo de salón, mientras que otros temen al público grue­so de las asambleas públicas, y en cambio se desempeñan a la maravilla delante de auditorios escogidos o académicos. Cada orador deberá dis­criminar con exactitud cuáles son los públicos y circunstancias que 10 atemorizan, pues de esta manera habrá avanzado un paso en la elimina­ción de ese temor.

En cierto sentido, la timidez es un signo posi­tivo en el ser humano, pues obedece. desde el punto de vista psicológico, a una especial sensi­bilidad del alma y, muy a menudo, a una inten­sa vida interior. Esta condición es preferible a la inconsciente temeridad del ignorante pues, su­perado el temor, quedará como fondo importante para la oratoria el riquísimo caudal de las inten­sas experiencias internas.

Hay que poner toda la voluntad y decisión po­sibles para evitar que el mi~do natural se con­vierta en manía obsesiva. Esta implicaría una falta de confianza en la propia personalidad y una falla grave de la voluntad. En realidad, cuando un hombre siente que tiene algo impor­tante que decir, que su mensaje es útil, verdade­ro y valioso, tiene motivos suficientes como para anular el temor inicial y lanzarse en el campo de la oratoria.

¿Existe algún remedio contra el temor oratorio? Si el miedo es el que naturalmente experimenta todo orador o artista que se presenta ante el pú­blico, lo hay. Pero en el caso de que este miedo sea terror obsesivo, la solución se interna en el dominio de la psicoterapia. En numerosísimos tratados de oratoria, particularmente en los mo­dernos, se proponen métodos interesantes para

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superar las inhibiciones propias del orador inci­piente.

Se parte, por supuesto, de una investigación psicológica del fenómeno del miedo, el que en definitiva se origina en un estado físico de ner­viosidad patológica, en un complejo de inferiori­dad -permanente o transitorio-, en una sobre- . estimación excesiva del propio yo -que lo torna sumamente celoso e intolerante con el mínimo fracaso-, en la falta de suficiente preparación o en la natural reacción que experimenta toda per­sona al internarse en una situación inhabitual. El orador tiene miedo a olvidarse su discurso, a equivocarse, a promover un espectáculo ridículo, a transmitir un mensaje mediocre y deslucido, a atemorizarse ante el püblico, a enfrentarse con eventos azarosos e imprevistos.

Del análisis de este fenómeno, sus causas, manifestaciones y efectos, se derivan los conse­jos para vencer el miedo oratorio. De los nume­rosos métodos propuestos, son especialmente recomendables el de Lew Sarett y William Tru­fant Foster, expuesto en su tratado Basic princi­ples 01 speech4 y el de Donald C. Bryant y Karl R. Wallace, desarrollado en el libro Fundamentals oJ public speakinif·

Sintéticamente expuesto, el método de Sarett y Foster contiene sugestiones para 1) controlar los signos externos de inestabilidad emocional; 2) hacer un buen uso de las reacciones fisiológicas naturales en el momento de hablar; 3) simplifi­car la situación compleja de la oratoria; 4) tras­ladar la atención que el orador se presta a sí mismo, hacia los demás y sus intereses.

43ARETI. LEw y FOSTER. Wn.uAI,{ TRUFAI'IT. Basic principles 01 speech. edición revisada. ps. 52-76. Boston. Houghton. Mifflin Company. 1946.

. 5 BRYAlvr. DONALD C. y WAllACE. KAru. L .• Fundamentals 01 pub/.ic spe­aking. ps. 60-84. Nueva York-Londres. D. Appleton-Century Company Ine .• 1947.

40

Esto debe bace:tse.~a tr.allés d~ 11~9Í2!l.f!.et ,t~a: Elija un tema de .su pro­

pia experiencia. Elija un tema que provoque en usted una actitud mental de apoyo. Elija un tema que provoque en usted un espíritu de lu­cha.

2) ~~ d~ Pr,epare un esque­ma en que .lªs ide,as ,t<??g~_1!.~a~.L:'o!:~~~~. Escriba completamente las tres o cuarro pnme-ras frases y memorícelas. Escriba completa~en­te y memorice las últimas frases. Memorice el esquema tan a fondo que cuando usted cierre los oj os pueda verlo claramente en su totalidad. Lle­ve su esquema al estrado y si es necesario, coló­quelo en el pupitre.

3) Contr;q~ 4Llg.Jr!i~s;lJJJjk(L.~CQ1;P.JlCJJl: Rompa el círculo vicioso de la tensión muscular (el miedo produce temblor y el sentirse tembloroso aumenta el miedo) mediante el relajamiento muscular. ~ lill~~e en su asi~~~~~q~~lar. Relájese en el estraQo:~ una actituQ comoaa en el estrado. Realice algunos movimientos corporales que le ali­vien la tensión (tome un libro, acomode las fichas, tome un diagrama, escriba algo en el encerado, acomode sus libros de citas, etc.). R~'§J2!!~~honda-menl~ara calmarJa tensión. . """.". .. ,""'"'~,,,.,.

o'. ~~Mo~;'R"1'\.""';r".~,":r,~"-"!:;, .... ,

4) lJ,cs~~"JneI!iCf..~e.§"""",df! sos~!!t: Existen tres actitudes mentales P2:!:~._,~1?~o .. Y§lrse Psico16gfcaiiieñle:~arTaacfífua-'ae' ansia por dis­tribuir (eager-to-shareJ: Cuando tiene para entre­gar algo qqe entusiasme a su espíritu, el orador tiende a olvidarse de sí mismo; b) la actitud de deseo de combatir (will-to-flfJhtJ: Si el orador se enfrenta al auditorio con decidido espíritu de lucha, tiene grandes probabilidades de' atraerlo; el la actitud de hablar por una causa (speaking­Jor-a-cause): Cuando el orador habla fuertemen­te convencido de la bondad de su causa o princi-pios, se toma naturalmente elocuente. /'''''--/

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Sarett y Fuster agregan a este método otros consejos para desarrollar el aplomo: pensar que la anticipación a la turbación es peor que la tur­bación misma: no hablar sobre las propiq.s apre­hensiones: no mezclarse con el público antes de hablar, salvo raras excepciones: recordar que la mayor parte de las catástrofes que tememos no suceden y, finalmente, no avegonzarse de la pro­pia nerviosidad, ya que ésta es una situación normal en el ser humano.

Más importantes, aún, son los métodos de com­pensación psicológica tendientes a suprimir o sus­tituir. real o imaginariamente. los propios defectos. La compensación psicológica es el esfuerzo cons­ciente efectuado por el orador en estado de infe­rioridad para balancear un rasgo o una circuns­tancia indeseable por otra deseable. atraído intencionadamente. Entre los métodos de com­pensación recomendados se cuentan estos:

l. Compensación por ataque directo del defecto: El orador hace un esfuerzo consciente y sosteni­do, enfrentando su minusvalía, hasta destruirla.

2. Compensación por desarrollo de otras virtu­des: Si un defecto no puede vencerse directa­mente, el orador desarrollará méritos en otro sentido: la nerviosidad física puede compensarse con la simpatía, la poca originalidad con una evidente buena disposición de ánimo hacia el público, y así otros muchísimos casos.

3. Compensación por ayuda a otros in.fortuna­dos: Este proceso de ayuda a quienes son más infortunados, fortifica la moral del individuo. Un orador puede tonificarse espiritualmente y reco­brar la confianza en sí mismo. si entiende que su palabra sirve al prójimo.

4. Compensación por hallazgo de un puesto de autoridad: Toda persona puede compensar su sentimiento de inferioridad si encuentra en la vida social o en el trabajo un empleo o situación

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en que sean notorios su superioridad y cono­cimientos con respecto a los demás. Lo mismo sucede con el orador cuando encuentra el te­ma en que puede desenvolverse con autoridad y éxito. &

5. Compensación por consagración a una cau§t.l f o institución.: MuChOS

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superación dedicán ose a a elensa e una, causa o institución. Esto permite ganar poder personal. social y profesional.

El método propuesto por Bryant y Wallace no difiere sustancialmente del anterior y se apoya en fundamentos psicológicos más o menos seme­jantes. Comprende estas reglas:

l. Minimizar el riesgo: Recqnocer que hablar en público no difiere mayormente de una con­versación en privado. Conocer tanto como sea pOSible' al público. Comprender en la práctica cómo los demás soportan las mismas experien­cias. Comenzar la preparación de un discurso lo más tempranamente posible y prepararlo total­mente.

2. Enfrentar el riesgo: Disipar la idea de que el peligro sólo puede ser combatido mediante el aislamiento o la fuga. Reemplazar el miedo por otra emoción (indignación. humor, piedad. sim­patía, etc.). Evitar los movimientos de huida y sustituirlos por otros de confianza y equilibrio.

Los tratadistas rechazan en general los esti­mulantes artificiales, porque con ellos se arries­ga más de lo que se puede ganar, y, además, porque su empleo es una manera de eludir el problema y no de resolverlo. En lo físico, se reco­mienda la respiración abdominal que desconges-tiona y tranquiliza. '

En síntesis, todas las teorías y métodos acon­sejan, con mínimas diferencias entre sí, ?D pre-f3el1!.~~,.s!!~~~n.~· el tema y conocer la totalidad de ,los factort~

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·Por último, son auxiliares algunos trucos o es­tratagemas, como por ejemplo, el de mirar fija­mente a una sola persona; suponer que se habla sin público; mirar lo menos posible a la sala di­rigiendo la vista un poco por encima de ~lla nunca ab~j o; cerrar momentáneamente los oj os: como h~clendo coincidir este gesto con algún pensamIento de nuestro discurso, y abrirlos sólo ~u~ndo hay~ pasado el temor. No por simple de­Jara de ser util el humorístico consejo de Joseph Folliet: "En todos los casos, repítase a sí mismo que nadie queda nunca libre del susto. Conviene tomar las cosas con filosofía"6.

6 FOLUEr, JOSEPH. op. cit., p. 28.

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n. ELABORACIÓN DEL DISCURSO

3. LA BÚSQUEDA :PE IDEAS O INVENCION

El tema es el punto de partida de la tarea ora­toria. Suele hacerse a menudo distinción entre el tema elegido libremente y el tema impuesto. Este distingo se refiere nada más que a los orígenes posibles de un discurso y de ninguna manera señala una diferencia del trabaj o intelectual en sí, pues la elaboración sigue un proceso común.

El tema

Lo ideal es poder elegir en cada oportunidad el tema de la propia disertación, pero esto no siem­pre es posible. El buen orador debe estar en am­plia .. dispOnibilidatFlÍltelec1uarQe-Sállsta~r~ qiieliiñiemn~"''alefroS:''''Sin'''ehi6aJg'''o'''"convteh~'''tlts-

.... _..,.,,~,,~,·.,,~..,..1t'7-';'.I.~".,..~ .. ""~·. ''''~=? . , , . . -' tinguir esta alspoIDollidad de la charlatanería del ignorante o el audaz, capaces de aceptar irrespon­sablemente cualquier compromiso oratorio. El sentido moral indicará a cada orador las fronteras de sus compromisos, pues no hay elocuencia po­sible fuera de la sabiduría y el conocimiento. No se trata, en muchos casos, de tener en el instante mismo de contraer el compromiso la suma de co­nocimientos totales del tema, sino de estar poten­cialmente en condición de adquirirlos con profun­didad hasta el momento de la disertación.

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Ciertos temas pueden ser afrontados por la ge­neralidad de los hombres. mientras que otros. por su carácter técnico o científico: están reser­vados únicamente para los especialistas. Similar reserva debe formularse con respecto a la jerar­quía del auditorio y la ocasión del discurso. ya que ellos condicionan también al orador. Salvo en el tipo de disertación científica o académica. y otras pocas especies. como la oratoria sagrada o la forense. queda siempre abierta la posibilidad de que un orador interese a su auditorio. porque todo hombre es en sí mismo una permanente instancia de atracción. Todo dependerá del men­saje que tenga para transmitir. de la forma como lo transmita y de la circunstancia en que lo haga.

Contrariamente a la temeridad de algunas per­sonas. están otras inhibidas por falsos prejuiciOS acerca del uso de la palabra. pensando que para hablar en público son necesarios arrebatos pasio­narios. inspiración esotérica. exclusividad de algún conocimiento. nivel intelectual óptimo. excelencia insuperable en el dominio gramatical o literario y muchos otros sofismos de perfil vulgar. Todo lo que inhiba o limite la posibilidad expresiva de un hombre debe desterrarse de la conciencia. ponien­do en su lugar una exacta y ecuánime valoración de las propias condiciones e ideas.

La frase del poeta romano Horacio. inserta en su Arte poélia. seguirá siendo la mejor recomen­dación para el orador y el artista: proponerse un asunto al alcance de sus fuerzas y meditarlo lar­gamente. que a quien elige el tema que le convie­ne. no le faltará ni la abundancia ni la claridad ni el orden l .

IlloMCIO. Arte poética. V. 38-41: Sumite materiam vestlis qui scribitis aequam / viribus ... Cuí leda potenter eri.s res, / nec facundia deseret hunc nec lucidus ardo.

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Etapas de la elaboración

Una vez determinado el tema y compilado el material. debe elaborarse el discurso. Esta tarea se descompone en tres pasos distintos. que en sustancia. son las mismas etapas de toda labor literaria: 1) invención; 2) composición; 3) elocu­ción. Esta división del trabaja literario y retórico proviene de los antiguos griegos y romanos y ha conservado vigencia a través del tiempo.

La invención es la búsqueda y elección de los pensamientos. La composición es el ordenamien­to y desarrollo de esos pensamientos. La elocu­ción es la expresión de esos pensamientos me-diante las palabras. , .

Estas tres operaciones son sustancialmente distintas, pero no inseparables. pues muchas veces se encuentra el pensamiento y la expresión simultáneamente. y otras nos ocurren los pensa­mientos ya ordenados. De todos modos. esta da­sificación tiene un valor práctico inestimable. a condición de que no se la interprete con exceso. La mecánica de la creación estética es bastante más complicada que cualquier simplificación di­dáctica.

La inspiración inicial

La invención parte siempre de una inspiración inicial. Acerca de la inspiración se ha escrito mucho. pero. en última instancia. su naturaleza permanece todavía en el dominio de lo misterio­so. lo incomprensible o lo inexplicable. Existen excelentes y cautivantes definicione!5 sobre la inspiración, pero ninguna es completa. En gene­ral. es primariamente una idea confusa que se nos presenta al espíritu en un momento deter­minado y se nos impone con una especie de en-

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tusiasmo que nos seduce y nos domina. Atisba­mos, presentimos que esta idea es fecunda, que tiene encerrada en su seno una serie de deriva­ciones y consecuencias valiosas, y que merece ser aceptada y analizada. Todo hombre puede confirmar en su experiencia cotidiana casos de inspiración, dentro de la actividad en que se ocupa. La inspiración no es patrimonio exclusivo de los oradores o de los escritores, sino que se presenta en el arte, el comercio, la industria, la conversación, y todo otro lugar donde hay crea­ción2 •

La idea inicial de una obra es siempre confu­sa, amorfa, y por consiguiente debe ser desple­gada. Esto presupone un estudio del tema, infor­mación y meditación. Es importante darse tiem­po para poder hacer estos trabajos: "Por no haber pensado bastante sobre su tema, es por lo que un autor se ve embarazado para escribir", solía decir Buffon. En efecto, las ideas no siempre aparecen en el momento en que las necesitamos. Esto significa que el asunto no está lo suficiente­mente maduro. Habrá que seguir meditando y esperar a que el tema se tome fecundo. La ma­durez se logra a veces sin que tengamos necesi­dad de meditar directamente sobre el asunto. El subconsciente tiene una gran importancia en la invención, y trabaja por nuestra cuenta mientras nosotros dormimos o estamos dedicados a otras cosas. Las facultades psíquicas trabajan por nosotros y.nos dan gratuitamente la solución de muchos de nuestros problemas que en la vigilia nos preocupaban y no podíamos resolver. Se ad­judica a un poeta ruso esta expresión: "Yo no sé lo que voy a cantar, pero mi canción está madu­rando".

2 cr. HAYARAWA. s. l.. Languaje in action; a guide to accurate thinking. reading and writing. Nueva York. Harcourt. Brace and Company. 1948.

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Aunque parezca extraño, esto es así, y puede confirmarlo todo artista, escritor u orador. La inspiración es un fenómeno absolutamente mis­terioso. No existen, en verdad, reglas sobre ella, ni podrían existir desde que no están conocidos sus detalles. Lo recomendable es estimular la creación por medios indirectos, como ser la lec­tura de modelos, la observación, etcétera.

La búsqueda de pensamientos

Una vez delimitada la idea esencial del discur­so, viene la tarea de buscar la materia· que acompañará a este núcleo primero. lo desarrolla­rá y le dará fuerza demostrativa y elegancia con­ceptual. En esto los métodos difieren, según la idiosincrasia del autor. Es natural entonces, que cada uno elija el que más se adapte a su perso­nalidad3

Algunos oradores suelen escribir primero el plan desarrollado de su discurso y luego giran alrededor de él, tratando de encontrar pensa­mientos que puedan incluirse dentro del esque­ma así preparado. Trabajan de esta manera has­ta que el discurso queda concluido. Otros, en cambio, no escriben su plan por extenso, sino que trabajan al azar, dando vueltas en tomo al asunto principal, anotan por separado todos los pensamientos que se les van presentando en la meditación, sin orden y a medida que ocurren. Al final buscan un plan que se adapte a la serie

3 Para un estudio detallado del método de trabajo intelectual. pue­den consultarse: JEAN GurITON. El trabajo intelectual; consejos a los que escriben. Buenos Aires. Ediciones Criterio, 1955: CHAVlGNY. 'PAUL MARrE V¡CfOR, Organización del trabqjo intelectuaL Barcelona-Buenos Aires, Labor, 1932; SERTILLA.'\IGES, A. D .• La vida intelectual; espúitu, condicio· nes, métodos. Buenos Aires, Sinopsis. 1958: RAMÓN y CAJAL, SAN!1AGO, Tónicos de la voluntad; reglas y constVos sobre investigación científICa. Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina. 1945.

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de ideas encontradas, dándoles una motivación y derivación lógicas. Cualquiera de los dos pro­cedimientos es bueno: todo depende de las pre­ferencias y modalidades psicológicas del orador. A! primero de los procedimientos se le puede ad­judicar la ventaja de que permite conducir la re­flexión en orden y en forma sistemática, con lo que gana la unidad del discurso, mientras que al segundo se le otorga la excelencia de permitir al espíritu desplegarse con mayor libertad.

No hay inconveniente alguno, por supuesto, en que ambos métodos se apliquen combinados. Puede elaborarse previamente el plan, buscar las ideas que se adapten a su estructura, anotar también las ideas que ocurran y no guarden es­tricta relación con ese esquema fijado, y reformar finalmente el plan hasta ajustarlo al material ob­tenido. Si bien el plan facilita el ordenamiento del trabajo, tampoco debe concebírselo como una norma rigida, inflexible, que no permita el agre­gado o supresión de ideas en el transcurso del desarrollo. En definitiva. éste es el mejor de los métodos y el que mejor responde a la dinámica psíquica.

El testimonio histórico prueba que excelentes oradores han aplicado uno y otro métodos en la invención y búsqueda de ideas. Nada nos obliga. al comienzo del trabajo, a comprometemos con un plan riguroso y severo, que a lo mejor no po­demos luego cumplir. Muchas veces, a punto de concluir el discurso descubrimos una idea supe­rior a la inicial. o se han producido aconteci­mientos que obligan a modificar nuestro primer punto de vista. Insensato sería no tirar al cesto el plan primero y recomenzar la tarea con otra perspectiva que nos garantice un mejor resulta­do. En materia espiritual. la libertad es una de las condiciones del éxito y resulta triste conver­tirse en esclavo de uno mismo. La opinión de

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Sertillanges merece cuidadosa atención en este punto: "Componer así. por medio de islotes que se fusionan para formar el futuro continente, hacer preceder el trabajo de organización por una libre inspiración esporádica o, si se quiere, fijar puntos para la curva y multiplicarlos para trazar la línea de un golpe en el momento oportuno, es librarse de la fatiga de una composición ob.liga­toria y de la ansiedad que provoca la página blanca: es asegurarse el trabajo creador"4.

¿Cómo encontrar ideas? ¿Dónde buscarlas para nuestro discurso? Ha llegado uno de los momentos más decisivos de nuestro trabajo. Las fuentes de ideas son muchas y es saludable te­nerlas presentes para contar con ellas en el ins-tante preciso. .

Los más famosos retóricos y preceptistas se han preocupado intensamente de encontrar re­cursos y procedimientos que beneficien la labor de creación intelectual. En general. el acto crea­dor proviene siempre de un antecedente, y a ellos conviene acudir para nuestro objeto. Las princi­pales fuentes de información son: 1) la cultura propia; 2) las lecturas; 3) la observaCión; y 4) la reflexión e imaginación.

La cultura propia. - Cicerón ha dicho: "El fundamento de la elocuencia. como el de cual­quier otra cosa, es la sabiduría". Evidentemente, toda comunicación espiritual con el prójimo pre­supone un conocimiento previo. personal, del mensaje que deseamos transmitir. En el precep­to ciceroniano, la palabra 'sabiduría' no Significa un conocimiento radical y supremo de las cosas, sino lo que en castellano entendemos por 'saber' o 'buen sentido'. Si así no fuera. quedaríamos excluidos del uso público de la palabra la gran

4 SERIlUA.'liGES. O. P .. op. cit .. p. 300.

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mayoría de los seres mortales. Todo ser huma­no, sin necesidad de ser sabia, puede tener un mensaje interesante que transmitir a sus sem~­jantes, aun sobre los hechos aparentemente mas nimios e insignificantes, como un viaje, una no­ticia, o una experiencia vital cualquiera.

La cultura propia está constituida por el con­junto de conocimientos que se tiene de. las co­sas, las personas y los hechos. Pero fehzmente, no es sólo esto. Cultura es mucho más que una simple acumulación de datos obtenidos en los. li­bros, o sea lo que habitualmente se deno~a 'instrucción'. Una persona puede ser muy ms­truida y tener poca cultura, si los conocimien~os obtenidos en las aulas o en los libros no han SIdo asimilados humanamente, si no la han provisto de una concepción acertada de la vida. si no la han habilitado para la percepción de los hechos históricos, sociales y humanos, si, en definitiva, no la han convertido en un ser amplio, compren­sivo, inteligente, bondadoso. La experiencia vital nos enfrenta día a día con estas dos clases de personas, que podríamos llamar librescas y vita­les, para diferenciarlas. Todos conocemos a per­sonas de escasa o mediana instrucción, pero que en punto a este tipo de cultura son superiores a muchas dotadas de un gran equipo intelectual.

Esto no es, por supuesto, una invitación a la ignorancia. Sólo significa que, desde el punto de vista oratorio, la cultura es más valiosa que la instrucción. Son innumerables las ocasiones en que una sola idea, pero fecunda en ~~licac~o­nes, sugerencias y contenido, se concilia mejor con la elocuencia que una retahíla desconcerta­da incoherente e inarmónica de ideas o noticias. Es' preferible, en este campo, una sola idea pro­funda antes que varias superficiales. Esto senala una opción entre dos posibilidades, de la cual queda naturalmente descartada la ignorancia.

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El cultivo del espíritu es arduo, constante y paciente. Se llega a él por el sacrificio y el traba­jo, lo cual demanda un sistema de vida bien orientado y consciente de sus objetivos. Esta fuente espiritual aportará a cada instante un v~ lioso sustrato de ideas por la íntima trabazón que/ ~ la conciencia hace de unos datos con otros. Re­petimos la famosa fras~ del filósofo norteameri­~ano Emerson, que aclara este panorama: "Todo hombre que quiere hacer bien una cosa, debe descender a ella de más alto". El fulgor de la pa­labra está en la íntima conexión con la cultura de cada individuo. Un hombre superior será, por natural gravitación de sus antecedentes, más atractivo que uno vulgar, a condición de que esta superiOridad lo sea real, sustancial y no aparen-te, externa o superficial.

Las lecturas. - La lectura debe considerarse como una de las mejores fuentes de información. Toda sabiduría está en los libros, y en ellos se contiene la suma de conocimientos disponibles de la humanidad. El hábito de la lectura es la mejor práctica intelectual, pues favorece la crea­ción de pensamientos, activa las facultades espi­rituales, orienta la constitución de nuestro fondo ideológico y nos ahorra tiempo en la formación persona15 •

Es común que los escritores, antes de escribir, se acerquen a la literatura para encontrar inspi­ración e ideas: "La lectura es el gran secreto. Lo enseña todo, desde la ortografía hasta la cons­trucción de las frases", dice Albalat6 • ¿Qué se debe leer para obtener provecho? Esta cuestión

5 Sobre métodos para el aprovechamiento de las lecturas pueden consultarse: FAGUET. EMILE. El arte de leer. Buenos Aires. El Ateneo. 1951 y CASTAGNlNO. RAÚL H .• Perspectivas de la lectura. Santa Fe. Ins­tituto Social de la Universidad Nacional del Litoral. 1958.

6 ALBALAT. ANTaINE. El arte de escribir y lafonnación del estilo. Tra­ducción de Luis Castillo. 2' ed .• p. 30. Buenos Aires. Atlántida. 1949.

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ha motivado distintas respuestas. En primer lu­gar, es aconsejable la lectura de autores y temas que estemos en condiciones de asimilar, es de­cir, de incorporar a nuestra vida. Luego, convie­ne leer autores de distinta posición para conocer los puntos de vista ajenos. Toda ideología com­porta una toma de posición, y su defensa presu­pone necesariamente el conocimiento de las ide­as opuestas. Por último, leer a los maestros. La bibliografía moderna es tan abundante en títulos y autores, que no cabe otra solución que selec­cionarlos. Es muy útil seleccionar autores de gran responsabilidad científica, moral y artística, y no perder el tiempo con segundones o tercero­nes. Generalmente, estos proceden de aquéllos, y es sensato saltearlos para ir directamente a las fuentes. .

Disienten los tratadistas sobre si conviene leer muchos o pocos libros. Por supuesto, cuanto mayor sea la lectura hay más probabilidades de sabiduría. Pero tampoco debe creerse que la abundancia de lecturas sea suficiente para dar de por sí la sabiduría. La asimilación y el prove­cho de las lecturas está en relación directa con la inteligencia y sensibilidad del lector. La lectu­ra indiscriminada, difusa y sin método, por abundante que sea, es improductiva. Debe, pues, leerse con sistema y criterio selectivo.

La lectura de un solo autor o de pocos es perni­ciosa, pues se corre el riesgo de perder amplitud y profundidad en el pensamiento. Timeo hominem unius libri, dice un antiguo adagio. Se corre ade­más el riesgo de imitarlo inconscientemente y con­vertirse en un esclavo de él. Debe leerse con espí­ritu crítico, es decir, con independencia de critero y disposición inquebrantable de someterlo todo a la meditación, al análisis y a la comprobación.

Conviene, asimismo, supeditar las lecturas a nuestra finalidad. Hay autores que son útiles

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para la formación intelectual; otros son valiosos únicamente por su estilo y, finalmente, existen quienes pueden enseñarnos lo mismo en materia de fondo que de forma.

La mej or manera de aprovechar las lecturas es tomar apuntes o hacer fichas. El enciclopedismo de cualquier especialidad, en el mundo moder­no, exige una portentosa memoria. Pero ésta re­quiere sus auxiliares. Leer sin tomar notas es como no leer. En poco tiempo las urgencias de la vida nos harán olvidar lo leído, si no hemos to­mado notas. La ficha, por otra parte, permite re­cordar en pocos minutos una lectura que de-, mandó días enteros y pone a nuestra disposición, en el acto, las enseñanzas de todo libro. "La ver­dadera memoria consiste no en recordar, sino en tener a mano los medios de volver a encontrar", dice Albalat.

La forma más simple de tomar notas es hacer­lo en las mismas páginas del libro, en los márge­nes, en las páginas en blanco o cualquier otro lugar disponible. Resulta un recurso eficaz tam­bién el subrayado de los pensamientos capitales y la subdivisión del texto en párrafos, mediante el agregado de signos, palabras o números con­vencionales. Este sistema tiene el inconveniente, en cambio, de no ser sistemático, pues en cada caso tendremos que disponer del libro y repasar­lo. La ficha, en cambio, permite que se las agru­pe en grupos por temas, autores, pensamientos, etc., con lo que se facilita su empleo en cualquier momento.

Las fichas conviene hacerlas con cartulina, or­denadas por orden alfabético de autores, por te­mas, por materias, por nacionalidad, o de acuer­do con cualquier otro criterio que resulte útil al lector. El hombre culto moderno las usa, y en ellas se apoya la erudición. Se pueden resumir libros, recoger pensamientos importantes, copiar

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citas, seleccionar frases famosas, codificar artí­culos y publicaciones sobre un mismo asunto, y en fin, ensamblar cualquier información dentro de un conjunto, de modo que su empleo sea fac­tible en el momento oportuno.

Es recomendable hacer las fichas a medida que se lee o inmediatamente después de la lectura, antes de olvidar nada. Para esto son aconseja­bles diversas técnicas, pero, repetimos, cada au­tor deberá valerse preferentemente de su propio criterio de acumulación, de acuerdo con los fines de su estudio.

La observación. - Uno de los medios recomen­dables para obtener información y datos sobre las cosas, fuera de los libros, es la observación del mundo que nos rodea. La realidad es uno de los más grandes maestros. Se ha dicho que el que sabe más cosas y las sabe mejor, es el que mejor ha sabido observar y escuchar. El espíritu menos sagaz y agudo, a fuerza de mirar con in­quietud a los hombres, de fijar su preocupación en los sucesos y hechos del mundo, de prestar atención a la naturaleza, acaba por disponer de un buen equipo de conocimientos. Hay que tener presente que toda ciencia deriva, en gran parte, de la experiencia, pues la ciencia no es en defini­tiva, más que una codificación de los datos que nos ofrece el mundo que nos rodea.

En muchas materias, la capacidad de observa­ción es más importante que la misma lectura, sobre todo cuando el tema es concreto, particu­lar y delimitado a un lugar o asunto. La capaci­dad de observar puede afinarse mediante la práctica y la comparación sistemática de unas observaciones con otras. Al cabo de un tiempo se logra una agudeza perceptiva que nos extraña y sorprende. Este entrenamiento supone el res­peto de algunos requisitos que nos preserven de

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errores. Ante todo es necesario ser objetivo, esto es, interpretar los hechos observados según son ellos mismos y sin que los interfieran nuestras propias ideas, opiniones o pasiones. En segundo lugar, la observación tendrá que ser directa. in­mediata y asidua, con lo cual se evita una falsa o deformada comprensión. La eficacia del resul­tado de la observación guarda relación con la cantidad de observaciones efectuadas sobre un mismo hecho o asunto. Por último, la observa­ción debe ir a lo esencial, sustancial y determi­nante de los hechos y cosas, y no a lo superfi­cial, accidental, accesorio o variable.

La experiencia propia de las cosas tiene un im­ponderable valor en oratoria, ya que el tono per­sonal de la exposición y las propias opiniones in­dividuales sobre las cosas son más atractivas e interesantes, para el público, que las meras ge­neralizaciones librescas o pensamientos vagos o impersonales.

Dentro del orden de la observación tienen espe­cial importancia la asimilación de las experien­cias u opiniones ajenas, obtenidas mediante el diálogo y la conversación. El hombre inteligente pregunta más de lo que habla, y así se convierte en un receptor rápido de sabiduría ajena. En síntesis, la observación está fuertemente trabada con la vida y la verdad.

La reflexión e imagÚ1ación. - Los datos e in­formaciones que se obtienen por las lecturas y la observación no son suficientes para el completo dominio de un asunto. Se impone luego la pro­pia reflexión sobre ellos y el empleo de nuestra capacidad imaginativa, para descubrir las rela­ciones que tienen nuestros conocimientos y nuestra experiencia con ellos, y sobre todo, para organizar esos datos de manera que formen un conjunto sistemático y coherente de ideas.

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Toda palabra o idea despierta en nuestra con­ciencia y subconciencia una serie nueva de ide­as, de emociones, de tendencias, que dan un contorno personal a esas ideas adquiridas y per­miten la manifestación de nuestra íntima indivi­dualidad. La reflexión fortifica el espíritu, descu­bre aspectos insospechados en los pensamientos y las cosas y relaciona lo conocido con lo nuevo. Se facilita así la expresión de nuestro yo. La me­ditación habitúa el espíritu al método, lo aguza en el descubrimiento de relaciones y, sobre todo, lo acostumbra a centrarse sobre un asunto y re­solverlo, evitando la dispersión, la ilogicidad y la incoherencia.

Por medio de la imaginación, proveemos un alma a las cosas, damos forma sensible a lo abs­tracto y concebimos situaciones, hechos, objetos y formas que hacen interesante nuestra exposi­ción. La imaginación tiene un lugar importante en el discurso, sobre todo porque da realidad a nuestros pensamientos, les confiere colorido, vi­vacidad, realidad, y toca la sensibilidad del audi­toriQ.

La ciencia de hablar no estriba únicamente en la imaginación, o sea en la creación de imágenes, pero ésta la nutre sustancialmente de formas ri­cas, atrayentes y demostrativas.

Los lugares comunes o tópicos

Por más que la invención no sea un procedi­miento mecánico de encontrar ideas y requiera sobre todo un auténtico proceso creativo del ora­dor, es posible, de alguna manera, servirse de técnicas que ayuden a la creación.

Los antiguos retóricos, cuyas enseñanzas esta­ban dirigidas específicamente a la instrucción de oradores. llegaron a establecer una serie de pun-

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tos de vista, desde los cuales el orador podía . considerar el tema de su disertación. Desde aquellos tiempos de la antigüedad griega y roma­na, se los llama tópicos o lugares comunes. Más propiamente, pueden ser considerados como as­pectos principales de todo asunto. Su validez, por supuesto, no es la de un dispositivo para inven­tarlo todo, sino la de una ayuda para recordar todo cuanto conviene saber de un tema. Algunos tratadistas no le reconocen más valor que el me­ramente mnemónico, o el de estimulante de la invención.

Los principales lugares comunes o tópicos son: definición, partes, género y especie, causa y efectos, atributos, semejanzas y, desemejanzas, relaciones y contrarios.

l. La definición señala la esencia de las cosas o personas.

2. Las partes de un objeto son los elementos que lo integran.

3 y 4. El género y la especie señalan, respec­tivamente, las cualidades que una cosa tiene de común con otra de mayor o menor ámbito.

5 y 6. Las causas son los motivos o antece­dentes que originan algo, lo mismo en lo físico que en lo moral, y los efectos son las conse­cuencias de un fenómeno o actitud.

7. Los atributos son las cualidades de un ser.

8. Las semejanzas y desemejanzas enseñan a qué cosa se parece o de cuáles difiere un objeto.

9. Las relaciones señalan las cosas o hechos con los cuales guarda cierta vinculación el obje­to tratado.

10. Los contrarios indican lo que se contrapo­ne a una cosa, objeto, persona o cualidad.

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Además de lo anterior, deberán tenerse en cuenta en un discurso las circunstancias, que tienen un gran valor, y que son uno de los gran­des recursos de la oratoria. Las principales cir­cunstancias de una cosa o hecho son las de per­sona, lugar, tiempo, modo, medio, etc., que an­teceden, acompañan o siguen a una cosa o persona. Tratándose de personas, esas circuns­tancias son nombre, nacimiento, familia, fortu­na, situación, costumbre, inclinaciones, talento, herencias, etc. Cualquiera de las otras circuns­tancias puede ser análogamente discriminada.

Para desarrollar, pongamos por caso, el tema "La novela"; podría expresarse que es la narra­ción en prosa de un hecho real, ficticio o combi­nado (definición); que en ella, como en las demás obras literarias, hay un fondo o asunto y una forma o estilo, y el suceso se presenta a través de la exposición, nudo y desenlace (partes); que pertenece al ámbito de la literatura narrativa en prosa (género) y puede ser pastoril, picaresca, de caballerías, bizantina, histórica, de aventuras, satírica, de costumbres, social, sentimental, ro­mántica, epistolar, psicológica o policial (espe­cies); que se origina en la necesidad íntima de todo escritor de causar placer o comunicar un mensaje apelando al gusto de los seres humanos por ver reproducida la vida (causas) y que reper­cute en la formación de hábitos, costumbres y modos de ver, pensar y sentir de la sociedad (efectos); que deben intervenir personajes atra­yentes, pintarse pasiones, costumbres e ideas, ofreciéndose así un panorama inventado, copia­do, mejorado o rebajado de la vida, pero siempre con valor estético (atributos); que guarda cierta semej anza con la epopeya, el drama y el cuento (semejanzas); y se aparta esencialmente de la poesía lírica (desemejanzas); que participa en al­gunos casos de la sociología, la historia y la psi-

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cología (relaCiones) y que de ninguna manera puede estar compuesta en verso (contrarios).

Esta disertación podría completarse citando a grandes novelistas, como Cervantes o Dos­toyevski (personas), o señalando la evolución del género novelesco a través de la historia (tiempo) o de los países (lugar). o analizando el fenómeno contemporáneo de la extraordinaria predilección por las obras novelísticas (modo), o, si se consi­dera oportuno, haciendo la semblanza de un no­velista célebre, de quien podría relatarse su vida, familia, inclinaciones, situación, talento, etcétera.

Si bien se mira, se comprenderá que los luga­res comunes son el repertorio de aspectos posi­bles de todo tema. Su empleo en el desarrollo de un tema cualquiera presupone el conocimiento exhaustivo de dicho tema o asunto. En la prácti­ca, podemos asimilarlos a una lista de subtemas que deben conocerse acerca del asunto tema principal. Se ha dicho, con razón, que su utiliza­ción puede ser instintiva o sistemática, pues en el fondo están fundamentados en la lógica del pensamiento humano.

Roustan ha escrito a propósito de estos luga­res comunes: "Estos instrumentos no nos servi­rán siempre para todos los asuntos; nosotros mismos podremos intentar hallar otros y hasta es de desear que así lo hagamos ... De todos mo­dos debemos reconocer que la investigación me­tódica es siempre más fecunda que una explora­ción vagabunda".

La elección de pensamientos

A medida que nuestra cultura, las lecturas, la observación, la reflexión y la imaginación prove­en materiales para nuestro discurso, debemos anotarlos para no olvidarlos, dentro de un orden

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o un plan más o menos primario. Sin embargo al repasarlos. comprendemos que no todos son aprovechables en nuestro trabajo, sea porque re­sultan inconvenientes para la ocasión o audito­rto, porque carecemos de demostración suficien­te para ellos, porque se salen del cuadro, del tema o por cualquier otro motivo. Resta ahora efectuar una selección de los pensamientos que habremos de emplear.

En principio, podemos hacer una selección de lo que diremos y de 10 que dejaremos de decir, abstrayéndonos de la ordenación que habrán de tener en definitiva en el texto del discurso. Para esto. es necesario tener en cuenta ciertos princi­pios muy útiles.

Por de pronto, el primer criterio de selección es desechar las ideas, aun las más atractivas y efectivas, que no se ajusten a los fines y al tema de nuestra disertación. El sacrificio de ideas y frases bellas es tarea ingrata para el orador y el escritor, pero más vale perder una hermosa idea o dejarla para otra oportunidad, que decirla fue­ra de ocasión. Nada debe decirse en un discurso que no sirva a los fines que nos proponemos. Esta eliminación debe desechar todo 10 que des­borde, ensanche o alargue inútilmente el discur­so, y además, todo aquello que no aclare la inte­ligencia del público, no cautive su imaginación, no toque su sensibilidad. Con ello se logra dar al discurso claridad conceptual y unidad. "Quien no sabe limitarse. jamás sabrá escribir", ha dicho un preceptista y lo mismo puede afirmarse de la expresión oral. El sobreexceso es fatigante, y en esto de hablar ante un auditorio, es preferible pecar en menos que en más. Los discursos cor­tos son mejor recibidos que los largos, y esto 10 sabe hasta un escolar. Elección es exclusión.

El segundo criterio selectivo es discernir lo principal de lo accesorio. En cada una de las

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partes del discurso debe ponerse sólo lo esencial, la idea central, capital, el hecho principal, la idea dominante, dejando lo demás fuera del texto. Los detalles oscurecen la claridad del texto, aletarg~ la duración y complican innecesariamente la es::: tructura, provocando en el oyente una impresión

. de desorden. La demasía de ideas es contrapro­ducente en oratoria, pues entonces la elocuencia toma el carácter de desfile interminable y agota la capacidad de atención del oratorio.

Por último, la selección debe realizarse tenien­do siempre presente el auditorio, pensando en las almas a las cuales tenemos que dirigirnos. Debemos poner en nuestra boca, únicamente aquellas ideas y frases que nl}estros oyentes comprenderán y celebrarán. aquellas que con­moverán su espíritu y provocarán el aplauso ce­lebratorio. aquellas que hablarán a su intimidad anímica, a sus gustos, sus opiniones, sus anhe­los, sus esperanzas y su vida. Una bella idea o una frase estética no son válidas para cualquier auditorio ni para cualquier ocasión. Rechacemos todo cuanto no conduzca a nuestros fines orato­rios.

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4. LA ORGANIZACIÓN DE LAS IDEAS O COMPOSICIÓN

Una vez reunidos los materiales del discurso y seleccionados los que habrán de emplearse, hay que ordenarlos y distribuirlos del modo más adecuado a nuestros fines. A esta tarea se la de­nomina composición o disposición. Esto es más importante que lo que pudiera suponerse de pri­mera impresión, pues el orden es uno de los ele­mentos indispensables del buen discurso. La gran regla aquí, es que cada parte de la obra ocupe el lugar que conviene a su importancia y no otro.

Se trata, pues, de disponer de cada parte del discurso de acuerdo con su importancia relativa, derivación e interés en la forma más perfecta po­sible. Este trabajo requiere cálculo y aplicación sutil de la inteligencia, pues un buen pensa­miento puede ser inutilizado por una incorrecta colocación. Hay que organizar todo de modo que resulte un encadenamiento natural y lógico, un ensamblaje perfecto. En suma, la composición es el desarrollo natural de la idea primera, benefi­ciada por el conjunto de elementos esenciales que ha suministrado el trabajo de invención. Buffon decía acerca de esto: "Para escribir bien es preciso poseer plenamente el asunto; hay que reflexionar bastante sobre el mismo para ver cla-

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ram ente el orden de los pensamientos y formar con ellos una serie. una cadena continua. cada uno de cuyos eslabones representa una idea ......

La composición no puede ser capriehosa ni ar­bitraria. Por el contrario, debe responder a una lógica interna del pensamiento esencial, o sea que el ordenamiento de las ideas debe respetar la naturaleza íntima de los hechos y de las co­sas. en una palabra. y atenerse a su orden propio. El orador no puede imponer a su antojo el desarrollo de un discurso, so riesgo de fraca­sar. Nada hay violento en el mundo de la inteli­gencia y del arte. La estructura de un discurso tiene las mismas exigencias de cualquier otra obra humana o natural; proceder por etapas ne­cesarias. Dicho con palabras de Fenelón, esto significa: "Todo autor que no da orden a su dis­curso. no posee suficientemente la materia ......

Requisitos de la composición

La composición de un discurso debe cumpli­mentar tres requisitos ineludibles: la unidad. la variedad y el movimiento. Por el primero de ellos, la obra debe tender, en su totalidad, a un solo fin y no separarse de él. Por el segundo, este fin debe ser beneficiado por una cantidad tal de ele­mentos que evite la monotonía. Y por el tercero, el discurso debe marchar inexorablemente a su fin.

El buen orador será intransigente y severo en el cumplimiento de estas condiciones, porque atañen a la naturaleza de toda obra de arte. Ho­racio se ha burlado de quienes no respetan esta exigencia intrínseca del arte, y terminan pintan­do monstruos: cabeza de mujer, cuello de caba­llo. busto de animales diversos. revestido de plu­maje, y cola de pescado. Los remiendos literarios

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y oratorios han sido ridiculizados desde la anti­güedad.

Componer un discurso es formar un organis­mo total. con armonía. simetría. donde los ele­mentos estén organizados. articulados realmente unos con otros, y no meramente amontonados o agregados. La forma de lograr esta composición es teniendo siempre presente el conjunto del dis- , curso, al cual debe subordinarse cada parte. El trabajo es similar al del pintor que, cuando pinta cada una de las zonas de su tela. tiene presente cómo resultará el conjunto que ha imaginado.

Para esto debe seguirse una política de subor­dinación de lo secundario a lo importante o. lo que es lo mismo, suprimir lo superfluo. lo re­dundante, lo embarazoso. lo inútil. aun cuando sean bellos fragmentos. La visión <;lel conjunto y del objetivo debe presidir esta tarea de organiza­ción. Las ideas dominantes y las finalidades de nuestro discurso deben estar al fin de la pieza oratoria y no en otra parte. Para comprender esta exigencia, recordemos la frase del P. Lacordaire. quien decía que hacer un discurso es abrir un pozo y llenarlo.

El discurso debe tener además un movimiento de las ideas, una acción interna que lleve todos los elementos hacia el fin previsto. Elegido el rumbo y la meta hacia la cual desearnos llegar, todo debe converger a ella. en continuo movi­miento de ideas, sin descanso. en marcha conti­nua. No significa esto que el discurso deba ir rá": pido, sin pausas ni reposos, sino que todo el tex­to debe tender implacablemente al fin. apuntar hacia él. como un caudal de agua que se vierte en el mar.

La lentitud de las desviaciones de ese objetivo retardan la marcha de la obra. desvían la ten­sión del público y hacen perder el interés. El dis­curso debe marchar siempre hacia adelante. Esta

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marcha no deberá ser tan evidente que revele la intención del autor y la estructura mental de su discurso, pues un poco de misterio es necesario para avivar el interés. Cuando el oyente ha ad­vertido desde temprano adónde vamos, nuestro discurso está perdido. Finalmente, tampoco tra­suntemos apuro en llegar al objetivo, pues el pú­blico responderá a esta inquietud con otra simi­lar.

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Para conseguir estos resultados, hay un solo expediente: trazar con anticipación un esquema o plan de nuestro discurso. ''Todo depende del plan", solía decir Goethe, y en esto nadie lo ha refutado, ni podría hacerlo. Un buen plan es la base más segura de una buena ejecución. Para escribir o hablar hay que atenerse a un plan previo, como en toda 'tarea. El análisis de los mejores discursos de todos los tiempos permite la descomposición del texto en un esquema. Éste es el que hace que en el discurso no falte ni so­bre nada y que los elementos guarden entre sí . un equilibrio.

L,as ventajas d~J~!~!}-LJ~!~E_. meditado, pue­,g~!:sintetizarse así: ~l.I?~ite coTocar en un or­_2~ri-~[e(l!ªº_QjQdQ§JQ~ ~1~meni2§-;'$e~­S~Eg!:!Iª.!..E~J,ª~,9E. Y. ... °El~ti"9.i.lJ1J?ri.s~~r~1 Q]yido ~ q,~~,~I~UL~ irnI2o}1qg!~~ .. ~!!~a~!~~ ~l~­arrOITo del discurso y facilita la unidad artística Y:!º¡l~~(:1ErI~~!§~:~[gª~raiitiZaTa~'craHcraa Y la comprensión or arte deI'aúaífOrlo:''''~~ .~. ~"~ .. ' , .. ",. "J?r_~".,:Q_, .• _".· . ,., '._"~'.'~,~._.~'

--"ACerca del momento más oportuno para trazar el plan, no hay ninguna opinión de validez abso­luta. Lo importante es hacerlo en algún momen­to, pero dotado de tal flexibilidad que permita ir ajustándolo paulatinamente, a medida que toma

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c~erpo el trabajo. En la práctica, la operación de busqueda y elección de ideas y de elaboración del plan suele hacerse a veces simultáneamente pues una idea hallada nos sugiere su ubicació~ dentro del plan y viceversa, la necesidad de com­pletar un paso del plan nos sugiere el pensa­miento que falta.

El procedimiento más aconsejable es trazar primero un plan previo y provisional, un esbozo aproximado de lo que tenemos que decir y, luego de acumuladas las ideas, ajustar el plan primero a los elementos disponibles. De esta manera, nuestro trabajo sigue en todo momento un orden y un sistema.

Algunos oradores no se siIven· de plan alguno. Una vez conocido el tema de su disertación, co­mienzan a esbozar ideas, según les vienen a la conciencia, y agregan aquí, quitari allá, cambian esta frase, amplían aquella otra, y así, a tanteos, llegan hasta el fin. En esos casos, la marcha del discurso está expuesta a innumerables peligros, que sólo algunos oradores de excepción logran evitar.

Las partes del discurso

Los antiguos y también los modernos han es­crito mucho acerca de la división ideal de un discurso. En general, todos han dado capital im­portancia a la división del discurso. Cicerón 10 dividía en exordio, proposición, confirmación, re­futación y peroración. G. V. Vico reprodujo con leves variaciones la división de los antiguos, sos­teniendo que el discurso debe dividirse en exor­dio, narración, proposición, confirmación, confu­tación y peroración.

Los modernos, más prácticos y menos amigos de las clasificaciones nominales, han convenido en

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que el discurso. como toda cos~ natural. tiene un principiO. un medio y un fm. Angel Majorana .10 dice con expresión feliz: "Hacer un buen exordIo; desarrollar el argumento según las diversas ma­neras que exijan éste. las circunstancias y el am­biente; sentar una conclusión eficaz"!.

Resulta superfluo insistir en las sutilezas de los retóricos antiguos sobre la división. Es sufi­ciente que un discurso tenga una introducCió~ .(0 exordio). un cuerpo (b medio) y una concluslOn (o peroración), y que. de acuerdo con una norma apoyada en el sentido común. primo ne me~ium, medio neo discrepetimum, o sea que el medIO no discrepe del principiO ni haya discrepancia entre el fin v el medio. Dos de ellas son por lo menos imprescindibles, de acuerdo con el precepto de Aristóteles. pues "necesariamente hay que exponer un caso y luego demostrarlo"2.

No debe olvidarse que las distintas clasifica­ciones tienen carácter erudito y provienen de épocas muy dadas a las sutilezas abstractas. Al­gunos tratadistas han criticado .las d~visiones clásicas, con razón unas veces, sm razon otras. Lo cierto es que a pesar de las frágiles casillas de la retórica clásica, los oradores antiguos nos han dado excelentes piezas oratorias, como las de Demóstenes y Cicerón, por ejemplo, de lo cual es lícito inferir que las divisiones no asfIXian de ninguna manera el talento del hombre: Pero in­versamente, los modernos tienen en su haber tan magníficas piezas como los clásicos, y ellas han sido compuestas sin sujeciÓn a las divisiones clásicas, de lo cual podemos deducir, con el mis­mo derecho, que tampoco ellas son estrictamen­te necesarias para producir excelentes discursos.

1 MAJORA.'iA, Á"GEL. Arte de hablar en público. Trad. Francisco Lom'

bardía. p. 151. Madrid. La España Moderna. s. f.

2 ARIsróTELES. Arte retórica.lib. m. cap. XIII. pár. 1.

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En realidad, uno y otro sistema tienen venta­jas e inconvenientes, pues si por una parte las divisiones encaminan al orador, 10 orientan, 10 conducen y le impiden desviarse o perderse en su camino, por otra se corre el peligro de coar­tar, con normas convencionales, la libertad de movimientos del orador. Lo más aconsejable -lo prueba la experiencia- es seguir una división previamente efectuada y estudiada, por 10 menos durante la gestación y preparación del discurso, y en el acto de pronunCiarlo, estar dispuesto en cualquier momento a romper con esta obligación creada por nosotros mismos, si la ocasión, el au­ditorio, o la aparición súbita de nuevos e inespe­rados pensamientos, nos revelan la necesidad de seguir un rumbo distinto al fijado. Libertad den­tro de la ley, podriamos decir con esto. Los tiem­pos modernos han introducido la libertad en la oratoria, y bien está que nos sirvamos de ella cuando de su usufructo pensamos obtener bene­ficios. Por extraordinaria traemos al caso una frase de Paul Valéry, citada por el P. Sertillan­ges: "Hay dos peligros que no cesan de amenazar al mundo: el orden y el desorden"3. Tengamos por válida esta magistral afirmación en la prepara­ción de nuestros discursos.

Hay casos en que la división clásica es útil, y otros en que su aplicación seria ingenua y ridícula. No se puede imponer, pues, al orador, ninguna regla, y debe dejárselo en libertad para que en cada oca­sión, y frente a cada tema, decida con su criterio el mejor método, pero recordando que si decide pres­cindir del plan, en el sentido riguroso del término. no podrá sin embargo prescindir del orden4

3 SERllLLA1IIGES. P .. op. cit .• p. 329. 4 RICHARD C. BORDEN propone una división psicológica basada en las

cuatro etapas de la reacción de todo oyente: 1) ¡Eh! (Ho hum!): 2) ¿A qué viene eso? (Why bring that up?); 3) ¿Por ejcmplo? (Vor instance?J; 4) ¿Y a mí qué? (So what?J. (CL Public speaking as listeners like itI. Nueva York. Harper Brothers. 1935).

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Una disertación sobre "El libro y su destino", por ejemplo, podria desarrollarse de acuerdo con este plan:

INTRODUCCIÓN:

1. El hombre primitivo: ignorancia y aisla­miento.

2. La necesidad de la comunicación: naci­miento de la escritura y la imprenta.

CUERPO:

1. El libro y el mejoramiento social: a) atenuación de las diferencias sociales b) nacimiento de la opinión pública c) ruina de los despotismos: la democracia d) la industria editorial y la creación de

nuevas fuentes de trabajo.

2. El libro y la difusión de la cultura: a) la sabiduría al alcance de todos b) internalización de la ciencia, la técnica y

las artes c) instrumento esencial de la escolarización

contemporánea.

3. Los vicios del libro:

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a) la difusión de ideas malsanas y pernicio­sas

b) la literatura pornográfica, sensacionalis­ta y mercantilizada

c) la depravación de los gustos y costum­bres

d) el envilecimiento de algunos autores.

CONCLUSIÓN:

l. El libro contemporáneo está frente a una encrucijada. ~

2. Debemos bregar por un destino de sabidu- /' ría, belleza y verdad. .&

Este plan admite un desarrollo mucho más ' analítico e, inversamente, puede sintetizarse también. Todo dependerá de lo que el orador desee decir. Pero en él se puede apreciar el es­quema típico de una disertación:

1. INTRODUCCIÓN: 1 ........................................................ .

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III. CONCLUSIÓN: 1 ....................................................... ..

La introducción o exordio

El principio de toda cosa tiene una importan­cia capital o, como lo decía Aristóteles, "el co­mienzo es más que la mitad del todo~. En orato­ria, las primeras palabras tienen una influencia decisiva, pues provocan la primera impresión del auditorio. Hay una razón psicológica para que esto sea así: la espera crea en el oyente un esta:" do especial del alma que se exacerba por, el si­lencio. El público calla y atiende: las primeras palabras provocan un clima de atención y expec­tativa, y el público espera interpretar al confe­renciante, adivinarlo, juzgarlo para ver si satisfa-

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rá o no su inquietud intelectual. Si el orador ati­na a decir lo adecuado, rompe esa inquietud mezclada de desconfianza y conquista al audito­rio para todo el acto. El exordio es el puente que el orador debe tender entre su alma y la de los oyentes, para establecer así la comunicación.

Los antiguos tratados de retórica distinguen cuatro clases de introducción o exordio:

l. Exordio ex abrupto.

2. Exordio por insinuación.

3. Exordio directo.

4. Exordio pomposo.

El exordio ex abrupto es una entrada inesperada, brusca y categórica en el tema, con el objeto de impresionar hondamente al auditorio. satisfa­ciendo la gran inquietud o preocupación general que está en los ánimos. Son comienzos explo­sivos, especialmente recomendables para diri­girse a las grandes asambleas en momentos de Singular expectativa, provocada por sucesos gra­ves o vitales que suceden o se espera que suce­dan. y que han originado previamente senti­mientos de odio. patriotismo. temor, indignación, etc. En circunstancias así. se comprende que el ex abrupto caiga como un rayo en el estado sen­timental colectivo.

El más célebre ejemplo y modelo de exordio ex abrupto será siempre el Quousque tamdem Cati­linao pronunciado por Cicerón en el senado ro­mano para denunciar ante ese cuerpo la conspi­ración de Catilina, jefe del partido popular que pretendía sustituir al gobierno por una dictadu­ra. Cicerón. que debía hablar en la oportunidad, rompió sorpresivamente la expectativa de los se­nadores. diciendo: "¿Hasta cuándo. Catilina, abusarás de nuestra pacienciaT. Catilina. de­nunciado y descubierto. debió huir de Roma.

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Existen otros excelentes ejemplos históricos de este tipo de exordios.

El exordio por insinuación es más usual. y consiste en entrar en contacto con el público de manera suave y progresiva. creando paulatina­mente el clima de comunicación, lo que permite al orador sondear la mentalidad colectiva del pú­blico con precaución y darle tiempo también para colocarse espiritualmente en situación de recibir el discurso. Este tipo de exordio es apto para cualquier oportunidad y se presta a cualquier tema. El comienzo lento ha sido empleado por grandes oradores que necesitaban unos minutos para superar el temor inicial y adquirir la fuerLa oratoria. T. B. Macaulay. en la sesión de la Cá­mara en que se debatía el proyecto sobre refor­mas populares. se oponía a la moción de Thomas Duncombe de que se oyese en la Cámara a los firmantes del peUtorio que había motivado la cuestión. Macaulay, que se iba a oponer a esta moción. inició así su famoso discurso:

Señor: Tengo particular empeño en decir al­gunas palabras sobre este asunto, porque en una tarde anterior, cuando se discutió una moción del honorable representante por Rochdale, me vi privado de estar en mi puesto por circunstancias accidentales. Yo sé que la ausencia de alguno de los miembros del últi­mo gobierno, en esa ocasión, fue considerada y comentada como muestra de desdén hacia este asunto o falta de simpatía por los intere­ses de las más humildes clases populares de este país. Por mí puedo responder que me vi obligado a ausentarme a causa de una pasa­jera indisposición. A un noble amigo mío, a cuya ausencia se hizo particular alusión, le fue imposible asistir a la cámara por circuns­tancias puramente aCCidentales; y a ningún miembro del último gobierno, estoy persuadi­do, privó de exponer sus opiniones sobre este asunto ningún motivo indigno. En las obser-

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vaciones que haré ahora a la cámara intenta­ré imitar en todo lo que pueda al mismísimo carácter del discurso del muy honorable ba­rón, secretario de Estado en el Departamento del Interior; pero si me traicionase el uso de algunas expresiones no enteramente confor­mes con el punto de vista tranquilo de la cuestión, la cámara deberá atribuirlo al inte­rés con que miro esta materia en general y nadie que conozca mis sentimientos lo atri­buirá a falta de cariño o de buena voluntad hacia aquellos que han firmado la petición presentada a la cámara.

Son muchos los tratadistas que afirman la ne­cesidad de que no se entre de lleno en el asunto, pues la autoridad se adquiere con lentitud. Hay oradores que han empleado este modo de intro­ducción en forma voluntaria y sistemática, ma­niobrando hábilmente con el alma de los oyen­tes, hasta colocarlos en el punto psicológico que les interesaba. Otros en cambio, solicitan para cierto tipo de conferencias, como las universita­rias, por ejemplo, una introducción directa, sin rodeos. Esto piensa André Siegfried, rescatando un pensamiento aj eno expresado en esta fórmu­la: "¡La autoridad no se solicita, se toma!"5.

El exordio directo es el comienzo sin preparati­vos ni precauciones. Se recomienda para el ejer­cicio de la cátedra y para aquellos casos en que se está de antemano en la posesión del senti­miento previo de los oyentes, como en la cátedra sagrada, la oratoria fúnebre, la militar, etc. Un exordio de este tipo tiene el famosísimo discurso pronunciado en Gettysburg por Abraham Lin­coln:

Ochenta y siete años ha. nuestros padres dieron a la luz en esta tierra una nueva na-

5 SIEGFRIED, ANDRÉ, op. cit., p. 121.

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ción, concebida en la libertad y dedicada a la proposición de que todos los hombres son cre~dos con igualdad. Hoy estamos compro­metIdos en una gran guerra civil, probando si nuestra nación, o si cualquier nación, así concebida ya tal fin dedicada. puede subsis­tir por largo tiempo.

El exordio pomposo es el menos frecuente de todos'y se lo considera una creación del siglo XVII

frances, el siglo de Luis XIV. Es apto para oca­siones de gran solemnidad, en que la elevación del pensamiento y del sentimiento se ajustan a la nobleza y magnificencia del acto o del asunto. Es la introducción para las más grandes ocasio­nes en que pueda hacer uso de' la palabra el hombre, la oratoria patriótica, la cátedra sagra­da, los panegíricos fúnebres de personalidades extraordinarias, etc. En realidad, en nuestro tie~~o este tipo de exordio ha dejado de ser, practicamente, usual. Uno de los más grandes oradores religiosos de todos los tiempos, Bossuet, se caracterizó y distinguió en el empleo del exor­dio pomposo. Muy festejado es el correspondien­te a la oración fúnebre de Enriqueta María de Francia, reina de la Gran Bretaña, pronunciado en 1669, en la iglesia de Santa María de Chai­llot:

Señor: Aquel que reina en los cielos y del que dependen todos los imperios; aquel a quien únicamente pertenecen la gloria, la ma­jestad y la independencia, es también el único que se glorifica dictando ley a los reyes y dán­doles, cuando le place, grandes y terribles lec­ciones. Ora levante los tronos, ora los humi­lle, ora comunique su poder a los príncipes, ora lo recoja en sí mismo, dejándoles sola­mente su propia debilidad, siempre les ense­ña sus deberes de una manera soberana y digna de él. Porque al darle su poder les orde­na que lo usen como lo emplea él mismo, para

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el bien del mundo; y al retirárselos, les hace ver que toda majestad es prestada, y que, por estar sentados en el trono, no dejan de en­contrarse bajo su mano y suprema autoridad. Así es que no instruye a los príncipes con dis­cursos y palabras solamente, sino que tam­bién con hechos y con ejemplos. Et nunc, re­ges, intelligite: erud¡min~ qui iudicatis terram

En modo general el exordio debe respetar cier­tas exigencias naturales del arte oratorio. En primer término, debe guardar una estrecha rela­ción con el conjunto del discurso, en materia y tiempo. Hasta se ha previsto una duración de cinco a diez minutos, a lo sumo, en una diserta­ción de tres cuartos de hora a una hora.

Además, aprovechar el exordio para lograr la captatio benevolentiae, es decir, la benevolencia, la buena voluntad y la simpatía del público. Esto requiere diplomacia en los rodeos. El público debe ser tratado tal como es, sin afectación, des­dén. suficiencia, ni vulgaridad: si el público es calificado, podrá hacérsele notar que así lo con­sideramos. con elegancia y sin remilgos: si es un público popular, no aceptará el trato desdeñoso.

Deberá despertar interés por el tema que des­arrollará, lo cual se logra con una presentación ingeniosa e inteligente. Para ello enunc~ará con claridad el asunto principal de la reunion, pero no anticipará la conclusión a que se ha de llegar. A lo sumo, y cuando las circunstancias lo re­quieran, dará una idea vaga de la conclusión, pero no en detalle. Hay que dejar para el cuerpo del discurso la serie de argumentos fundamenta­les. las afirmaciones rotundas, las ideas decisi­vas. Es de rigor que al terminar el exordio, el orador haga una pausa antes de pasar adelante.

Finalmente. en lo que se refiere al contenido mismo del exordio, no existen reglas fijas. El contenido estará aconsejado por las circunstan­cias: puede ser una narración; una cita famosa;

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el recitado de versos; la lectura de un fragmento interesante; una pregunta; una aseveración ro­tunda; una acción sorpresiva. como romper un objeto, mostrar algo. hacer un ademán; un re­frán, etc. Todo esto, es lógico. requiere una ine­ludible preparación anterior.

El estilo del exordio deberá ser claro. conciso, sencillo. sin alarde de elocuencia. No deberá em­pezarse nunca con un tono retórico elevado, por­que la linea estilística debe ir subiendo a medida que se desarrolla el discurso. Sobriedad. modera­ción, sencillez. claridad, son condiciones generales de todos los exordios. Luego vendrá 10 deslum­brante durante el desarrollo del medio o cuerpo.

La actitud del orador tiene importancia en la introducción. El orador se presentará con humil­dad y autoridad. simultáneamente, sin hacer os­tentación ninguna. con gran confianza y seguri­dad en sí mismo, y, si es posible, con Simpatía y cordialidad.

El cuerpo o medio

El cuerpo o medio es el núcleo central del dis­curso. En él se desarrolla el asunto o tema, se dan los argumentos. se refutan las ideas. se ejemplifica la demostración, se adopta una posi­ción. El medio es la conferencia misma.

Las retóricas clásicas han estudiado la división interna de esta parte del discurso. reduciéndolas algunos tratadistas a dos. tres o cuatro partes. según los autores. Estos ensayos de división han caído en la sutileza escolar y, como consecuen­cia, han perdido prestigio. En la actualidad no tiene sentido discutir sobre estas divisiones. así entendidas, porque la elocuencia se rige por un criterio más realista que nominalista. En efecto.

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carecen de valor práctico y más complican que resuelven las cosas.

Es cierto que el cuerpo o medio de un discurso debe estar dividido de alguna manera, pues esta división ayuda a conducir el pensamiento dentro de cierto orden y coherencia, y al mismo tiempo facilita la retención, librando al discurso de im­provisaciones y tanteos. Pero de ninguna mane­ra conviene que esta división sea tan rigurosa, analítica y contundente que ponga freno a la es­pontaneidad y libertad del orador en el momento mismo de enfrentar el tema ante su auditorio. Llevada al exceso la división, se corre el riesgo de hacer varios discursos dentro de uno mismo, y no dar impresión de unidad.

Así pues, las divisiones del discurso deben ha­cerse, pero no dándole más valor que el de auxi­liares del pensamiento, el orden y la memoria. Pero ni aun esto debe tomarse al pie de la letra, pues todo dependerá de la mentalidad del ora­dor. Si a su peculiaridad psicológica conviene una división minuciosa, podrá hacerla. Si su ca­racterística personal es el enfoque en grandes grupos de las ideas. saludable será que respete su modo de ser. Lo que se quiere significar es que en la actualidad. ha desaparecido la obliga­toriedad de la división en tantas o cuantas par­tes. Cada uno elegirá lo que más condiga consi­go mismo.

En general. la división muy analítica se impone cuando el discurso es largo: favorece el encadena­miento del desarrollo y permite pausas psicológi­cas de descanso a los oyentes. Lo mismo cuando se traten temas de gran rigor lógiCO y demostrati­vo. que no admiten saltos ni vacilaciones.

En los demás casos. se aconseja que las divi­siones no sean muchas, dos o tres a lo sumo, de manera que no fragmenten demasiado el discur­so y sean fáciles de recordar. Cada una de estas

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partes encerrará una idea dominante y en tomo de ella se agruparán las ideas y demostraciones secundarias.

En el desarrollo del cuerpo del discurso. deben atenderse ciertas exigencias, a saber:

a) Unidad: Todo lo que se diga en el cuerpo del discurso deberá tener una unidad, es decir, cada idea tendrá que estar relacionada con las otras, y todas, con el conjunto del tema. No debe haber mezcla de cosas sin sentido, no debe decirse nada que no guarde estricta adecuación con el asunto. Se oponen a esta regla, los siguientes defectos: 1) las digresiones o salidas del tema; 2) las redundancias o repeticiones de cosas ya di­chas o de detalles inútiles o sobreentendidos; 3) las exageraciones, que amplifican o disminuyen injustificadamente los hechos, las ideas o las personas; 4) los alargamientos que llevan el aná­lisis de los asuntos hasta el extremo, sin necesi­dad; 5) las omisiones. que suprimen sin razón ideas, razonamientos o hechos que hacen falta.

b) Orden: Las ideas deben estar desarrolladas por su orden lógico y los razonamientos deben derivarse unos de otros, de manera que el asun­to se despliegue en forma natural. Esto es lo que suele llamarse el "hilo del discurso", que en nin­gún momento debe perderse.

c) Progresión: El conjunto debe desarrollarse paso a paso. marchar en forma creciente hasta el punto culminante o nudo del asunto, para dar lugar entonces a la solución final. Este proceso acrecienta recíprocamente el interés del audito­rio y permite ir refutando paulatinamente las opiniones contrarias, por orden de importancia, o confirmando las nuestras, también por su or­den jerárquico.

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d.) Transición: Se denomina transición, en re­tórica, al paso de un asunto a otro. Son partes muy difíciles de realizar bien y que conviene atender con sumo cuidado. Las transiciones de una idea a otra, de un párrafo a otro, no deben ser meros artificios del lenguaje, sino que deben apoyarse en reales transiciones del pensamiento. De otra manera, el cuerpo da la impresión de ser un simple amontonamiento de ideas y razona­mientos, y no un conjunto.

En la preparación de un discurso, debe preverse mayor cantidad de material que el estrictamente necesario, para estar a salvo de cualquier olvido, mal cálculo del tiempo, desviación impuesta por las circunstancias. etcétera.

La conclusión o peroración

La conclusión o peroración es la parte últi­ma del discurso. No se concibe que el orador termine sorpresivamente su discurso y se reti­re, dejando en suspenso al auditorio. Como dice un tratadista, "el silencio final también se pre­para".

La conclusión es, muy a menudo, la parte más difícil de un discurso. A veces, es también la parte más decisiva, porque según lo que en ella se diga se arriesga todo lo logrado durante la ex­posición. El orador insuficiente o no preparado, suele dar vueltas sin saber cómo cerrar la confe­rencia, o en otros. casos, anuncia. con poco co­nocimiento de la psicología del público, que va a terminar su disertación y rompe así el encanto de la peroración.

Este paso debe llegar como una consecuencia necesaria del discurso. cuando el mismo público y el orador tienen la impresión de que ya no que­da nada por decir. Esto supone una disertación

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bien meditada y bien conducida, porque en rea- ~~ @ lidad no basta expresar la fórmula tradicional "He dicho" para crear en la mente del público la idea de que todo ha concluido. ~

La conclusión puede estar compuesta a vece~ ~ de dos partes: una corta recapitulación de lo ex- / .s puesto y un llamado en favor de la causa soste- (, nida. No siempre, sin embargo, es posible cum­plimentar estos dos pasos, uno para la razón y otro para el corazón, como los califica Hougardy. La ocasión y el tema indicarán al orador sobre lo conveniente en cada caso.

No debe ser muy larga ni amanerada, pues su valor radica en la pOSibilidad que tiene de dejar en el espíritu de los oyentes u,na conclusión o idea perdurable. Este efecto se pierde si la pero­ración es complicada. En ella no deben interca-1arse repeticiones ni ideas accesorias o comple­mentarias. porque el lugar de estas cosas está en el cuerpo, y lo que no se dijo en su momento, no se puede decir aquí.

Aristóteles es categórico a este respecto: "Para terminar definitivamente, conviene suprimir las conjunciones, a fin de que el público comprenda bien que se está en la peroración y no frente a un nuevo discurso. Diréis: "He dicho. me habéiS oído. ya lo sabéis, juzgad, entonces"6.

No siempre es posible ser tan categórico y contundente. y las conveniencias del lugar o la ocasión reclaman una conclusión suave, descendente. "Hace falta mucho arte para ter­minar con una fórmula que resuene netamen­te como una puerta al cerrarse", afirma Siegfried. y esto es muy cierto. En muchas oportunida­des no se atina con esa fórmula ni lo consiente el auditorio.

6 ArusrÓ'fELES. Arte retórica. lib. 111. cap. XIX. pár. 6.

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Por lo general, la peroración exige ciertas con­diciones artísticas, cierta dosis de pulimento li­terario y estético que dejen la impresión· de un perfume permanente. Todo esto, como es natu­ral, resulta difícil improvisarlo en el momento mismo de la terminación del discurso. Requiere, necesariamente, una preparación previa y bien meditada. Los mejores oradores han llevado siempre preparada su peroración.

No existe, tampoco, receta fija para la perora­ción. Los tratadistas aconsej an diversas formas, y los retóricos antiguos han cultivado abundantes sutilezas sobre el particular. Se puede terminar con un resumen de lo dicho; con una expresión de cortesía hacia el público; con una exhortación a seguir la idea explicada; con una cita poética o en prosa; con una anécdota o frase de buen humor; con una gradación descendente de pensamientos o sentimientos; con un resumen; con un retomo al exordio, etc., e incluso con un ex abrupto, si la ocasión, el tema y el auditorio lo permiten y si te­nemos para ello la suficiente capacidad artística.

Es prudente evitar las fórmulas estereotipadas en esta parte de la oración, como aquella de "Bue­no, no teniendo más que decir, vaya concluir", o "Como el tiempo apremia y ustedes están fatiga­dos ... ", o "Bien, señores, suspendemos aquí nues­tro t.ema. En la próxima reunión tendremos el pla­cer de volver sobre el mismo", etc. Al concluir el desarrollo del tema, el orador deberá hacer una pausa, anunciadora de la peroración, y sólo en­tonces decirla, teniendo cuidado de pronunciar las últimas palabras con una caída del tono de voz.

Los apuntes o guías

Los oradores expertos no usan, por lo general, los apuntes, notas o fichas, pues se desempeñan

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con holgura y seguridad sin ellos. Sobre todo cuando se habla de pie, es particularmente ina­ceptable su empleo. Cuando se habla sentado, en una conferencia, un congreso o un debate, puede utilizárselos. Para el caso de que el orador tema olvidarse el encadenamiento de su discurso, o le sea necesario efectuar alguna cita textual difícil y no confíe en su memoria, o cuando requiera inelu­diblemente un fuerte sostén psicológico, no le queda más solución que usarlos, pero a condición de que sean sacados ostensiblemente en el mo­mento mismo de iniciar la disertación y colocados a la vista del auditorio. Ocultar los apuntes, mi­rarlos de reojo o empezar a utilizarlos en medio de la exposición, son actitudes reproQhables.

En la confección de los apuntes, cada orador puede seguir la técnica que más se adapte a sus características psicológicas: puede ser extenso o breve; analítico o sintético; transcribir o no las frases principales o las ideas matrices y secun­darias; escribirlos con letra manuscrita o de má­quina; emplear símbolos, dibujos, números, su­brayados, tintas de varios colores o cualquier otro recurso que convenga a su mentalidad.

Los apuntes deben seguir estrictamente el plan de la disertación y es preferible que contengan únicamente los temas y subtemas enunciados someramente. No conviene que reproduzcan pá­rrafos enteros, a menos que se trate de citas tex­tuales anotadas para ser leídas en su momento. No debe olvidarse que su único fin es el de fijar las ideas dominantes del discurso y su relación recíproca.

La memorización del discurso

Aun cuando el orador hable sin apuntes o fi­chas, se comprende que deberá retener fielmente

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en su memoria la totalidad del plan de su diser­tación. En cualquier tratado práctico sobre la memoria pueden encontrarse procedimientos mnemotécnicos que facilitan la recordación.

Los métodos varían de orador a orador, ya que cada persona se asegura a su manera. El plan puede memorizarse gráficamente en su totalidad reteniendo, a través de sucesivos ensayos, la imagen de su disposición y títulos.

Otra forma consiste en reducir el título de cada tema a palabras claves -que pueden estar in­cluidas en las frases o ser convencionales- de manera que el orador sólo deba hacer el esfuer.w de recordar una serie de ocho o diez palabras que le reconstruyen la secuencia de la disertación. En el ejemplo del plan expuesto anteriormente, esos vocablos podrían ser: primitivo. comunicación, mejoramiento. cultura. vicios, etc. Este mecanis­mo se toma desventajoso cuando el plan es muy analítico y requiere recordar una larga serie de términos porque acaban mezclándose en nuestro recuerdo.

Suele también usarse una palabra clave, cada una de cuyas letras o sílabas sea la inicial de una palabra escogida de cada título o subtítulo: los maestros medievales usaban las palabras Barbara Celarent Darii Ferio para recordar los cuatro modos del silogismo y retener por su or­den estas vocales: AAA, EAE, AlI, EIO.

En algunos tratados mnemotécnicos se reco­mienda la frase absurda, que consiste en ligar las palabras claves de cada título en una frase lo más insólita posible, que facilite su recordación.

Cicerón refiere en uno de sus tratados que los oradores romanos recurrían en sus discursos a la memoria tópica o de lugares: referían cada una de las diversas partes de su discurso a los dis­tintos lugares de un sitio. y luego. recorriendo con la vista los diferentes sitios, reconstruían por

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su orden la secuencia del discurs07 • Esto mismo se puede aplicar imaginando una serie conocida de lugares o una historia fantástica, cada uno de cuyos pasos recuerde a una parte del discurso.

Otro de los recursos mnemotécnicos muy usa­do es el de representar con dibujos simbólicos cada una de las partes, de manera que el orador sólo tenga que recordar una serie de gráficos, antes que palabras o frases.

Lógicamente, estos son recursos de la llamada memoria artificial, que si bien ayudan, tienden a sustituir la verdadera memoria, la natural, que consiste en retener las ideas por su orden, nece­Sidad y coherencia.

7 CICERÓN. MARco TULlO. Del orador. lib. 11. cap. IJeXXVIl. Lo mismo en QtlINl1LlA"IiO. M. FABlo. Instituciones oratorias. libro XI. cap. 11. p. 3.

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5. PROCEDIMIENTOS DE DESARROLLO

Después de acumuladas y dispuestas en el es­quema previo las ideas del discurso. viene el tra­bajo de desarrollarlas. es decir. desplegarlas. ex­trayendo de ellas. todos los elementos de convic­ción. belleza y fuerza que enCierran, para presentarlas de modo elocuente. Para este desa­rrollo es muy útil el conocimiento de las llama­das 'figuras' retóricas.

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Las figuras re~Q..Il.c~r;:t,ª;Ljor!!m'§~íL,,, P~~~JQ~ . .H~~ª"-ru!~~~nttUl!~lltº'~ m~!Lles.S~I}.J113Y..QLOOlezaJ,iierª,(,~"'l<llJ~~",,,~,, 12res~os retóricos han estudiado y clasificado un gran número de figuras. y han llegado en ciertos casos a tan prolijas distinciones. que re­sultan difíciles de retener. En los tiempos mo­dernos. los tratadistas tienden a suprimir de los estudios las clasificaciones engorrosas y tipifica­das que nos ha transmitido la antigüedad clási­ca. En general. fundan su oposición en razones de naturalidad. suponiendo que la expresión, cuando más espontánea. es más valiosa. No to­dos los tratadistas comparten este criterio, ya

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que el estudio analítico de las figuras no condu­ce necesariamente a la artifkiosidad de la frase, como no los ha conducido a los clásicos. Una vez más, el talento y el gusto literario del orador de­ben decidir'la cuestión.

El conocimiento de las figuras es, en nuestra opinión, seguramente útil para el escritor y el orador, a pesar del mal uso que algunos artistas puedan hacer de ellas. De ninguna manera debe creerse que sea imprescindible retener en la me­moria los nombres de las figuras, pues basta sólo con conocerlas y dejar luego lugar al trabajo de la propia conciencia. La tipificación y denomina­ción obedecen a razones de didáctica y de co­mercio intelectual, pero las figuras mismas han sido extraídas de la realidad oratoria.

El origen natural de las figuras puede compro­barse en el lenguaje del pueblo y del vulgo, que las crea espontáneamente, y las utiliza, sin sa­ber siquiera su nombre ni su clasificación retóri­ca. El lenguaje de los campesinos es particular­mente notable en este sentido. Las personas cul­tas suelen emplearlas menos en la conversación habitual. En el discurso, el buen sentido del ora­dor debe discernir cuáles figuras le conviene em­plear y cuáles no. La oratoria exige el empleo de figuras literarias más que cualquier otro género, pero, al mismo tiempo, es menester recordar que su aplicación depende en buen grado de la oca­sión del discurso. el tipo de pieza y el auditorio. Un discurso técnico o un pú bUco culto soportan menos las figuras, mientras que ellas son de gran efecto en los discursos públicos o en los sacros.

Un reputado orador señala, con respecto a ellas. que "las figuras son felices cuando se las puede representar, cuando se las puede realizar". Las figuras ayudan a presentar de manera efec­tiva el pensamiento, facilitan la comprensión del auditorio, y dan elegancia. color y fuerza a la ex-

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presión. Es importante comprender que las figu­ras no pueden suplir al pensamiento, pues en­tonces se convierten en meros artificios insus­tanciales que el oyente nota y repudia. Las figu­ras deben envolver a las ideas, servirlas y nunca sustituirlas, y para ello es necesario que sean verdaderas, propias y naturales y que no se abu­se de ellas.

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Figuras descriptivas

Las figuras descriptivas son las que sirven para mostrar con mayor viveza y claridad los objetos. Las principales figuras descriptivas son:

Descripción. - Consiste en presentar. por me­dio de palabras. lugares, escenas. personas o co­sas, de un modo vivo y artístico. La descripción, en oratoria, no debe ser prolija, pues conviene que vaya a 10 esencial, típico. característico y lla­mativo. Puede hacerse por simultaneidad o por sucesión.

El estilo más adecuado a la descripCión es el simple y natural. Una descripción está lograda cuando hace figurar en la mente del oyente el cuadro completo, produciendo un efecto psicoló­gico llamativo. La descripción debe ser viva, ani-

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mada, dar ilusión de realidad y colocar ante la imaginación del público el objeto.

Esto se consigue percibiendo lo fundamental de un objeto y presentándolo en forma ordena­da, según la importancia de los elementos cons­titutivos. Describir es una de las tareas más di­fíciles, y no todos los escritores u oradores son descriptivos. En la descripción tiene particular importancia' el empleo de los adjetivos, ya que ellos sirven para caracterizar a los objetos.

El tono y el lenguaje de la descripción deben guardar relación con el tipo del discurso y el au­ditorio, para no incidir en discrepancias negati­vas. El tono y el vocabulario de la descripción pueden exaltar o disminuir un objeto, ennoble­cerlo, significarlo o ridiculizarlo. Una descripción es buena cuando logra el efecto que el orador pretende.

La descripción puede originarse en la observa­ción directa o indirecta. La primera está tomada del natural; la segunda, de fuentes intermedia­rias, como fotografías, láminas, conversaciones, etc. Desde el punto de vista literario, interesa poco que el autor haya visto o no, con sus pro­pios ojos, el objeto natural, mas nunca debe dar­se la impresión de hablar en base a pura imagi­nación. Los principales peligros de la descripción son: la vulgaridad, la exageración y la fantasía. "La descripción es la piedra de toque de la ima­ginación del poeta -dice Blair en su retórica-, y la que distingue a un ingenio original del que no es más que un copista". Roustan ha señalado los tres requisitos de la descripción: "Mirar bien, retener bien y reconstruir bien".

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La Biblia. Libro prodigioso aquel, señores, en que el

género humano comenzó a leer treinta y tres siglos ha; y, con leer en él todos los días, to­das las noches, y todas las horas, aún no se

ha acabado su lectura. Libro prodigioso aquel en que se calcula todo antes de haberse in­ventado la ciencia de los cálculos; en que, sin estudios lingüísticos, se da noticia del origen de las lenguas; en que, sin estudios astronó­micos, se computan las revoluciones de ~ astros; en que, sin documentos históricos, se,l' cuenta la historia; en que, sin estudios fisicos, <$ se revelan las leyes del mundo. Libro prodi­gioso aquel que lo ve todo, que lo sabe todo, que sabe los pensamientos que se levantan en el corazón del hombre, y los que están pre­sentes en la mente de Dios; que ve lo que pasa en los abismos del mar, y lo que sucede en los abismos de la tierra; que cuenta o predice todas las catástrofes de las gentes, y en don-de se encierran y atesoran todos los tesoros de la misericordia, todos los 'tesoros de la jus­ticia, y todos los tesoros de la venganza.

Donoso Cortés, La Biblia.

Retrato. - El retrato es la descripción de una persona. Puede ser físico o moral, o ambas cosas al mismo tiempo, según que atienda al aspecto corporal de una persona, al carácter, o combina­damente a una y otra condición. El retrato pue­de referirse a un personaje histórico, vivo o real, o a un personaje imaginario, fantástico o nove­lesco. La técnica descriptiva es siempre la mis­ma.

El retrato histórico, sin embargo, exige veracidad, obj etividad de información y gran sutileza de in­terpretación psicológica, pues sin estos atributos, se corre el riesgo de falsear la historia. Es nece­sario, para ello, realizar previamente un estudio completo del personaje, la época, las circunstan­cias y el ambiente humano.

En todos los casos, es necesaria una gran capa­cidad de' observación para apreciar los pormeno­res físicos y psicológicos, una gran comprensión

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para interpretar el carácter del personaje y una especial delicadeza expresiva para comunicar esos matices. Como requisitos comunes a todos los tipos de retratos, se cuentan la sinceridad, la subordinación de lo accesorio a lo esencial, la armonía en el desarrollo de la descripción, "de suerte que de la complejidad se destaque la uni­dad", como lo exige el preceptista Miguel de Toro y Gómez:

y la horda era Facundo; Facundo, encarna­ción de la más agresiva y procaz de toda la barbarie ambiente; Facundo ramificado en pequeños satélites que le secundaban sin igualarle y reflejado como por una proyección luminosa en ese Restaurador, que había aprendido a barnizar de cultura sus instintos. disimulando el "facón" bajo el frac. pero que no era sino una edición~n pasta de aquel ori­ginal en rústica; Facundo. cuyo redomón se diría empujado por todos los vendavales del desierto y cuyos ojos negros brillaban entre la maraña de la melena y las barbas como dos pupilas de pantera en una selva; Facundo, cuya nervuda diestra apretaba una lanza de ébano con virolas de plata. mientras hundía la mirada en quién sabe qué ideales sugeridos por quién sabe qué salvajes atavismos miste­riosos: Facundo, en fin. que para ejemplo y consuelo y enseñanza. había de morir dos ve­ces: primero. bajo el puñal de un asesino. y después bajo el plumazo de Sarmiento.

Belisario Roldán, Echeverria.

Narración. - La narración es la exposición or­denada de un hecho o suceso. Ella está, como la descripción, en el fondo de toda obra literaria. Puede narrarse un hecho real o un hecho imagi­nario, pero en ambos casos las exigencias retóri­cas son las mismas. Cuando la narración es de carácter histórico, las exigencias son mayores y

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más severas, pues el· relato debe ajustarse es­trictamente a la verdad, tal como está compro­bada y documentada hasta el momento. Por ser, en suma, una reconstitución histórica, rigen para ella las reglas de la metodología histórica. Los otros tipos de narraciones (novelescas, mitológi­cas. anecdóticas) permiten más libertad al ora­dor.

En oratoria. es útil el recurso de inventar he­chos y narrarlos como reales, sobre todo por la fuerza demostrativa que encierran los relatos. Esta creación de supuestos hechos se refuerza en grado sumo cuando el propio orador se pre­senta como actor del hecho narrado.

La narración debe ser real, y si es inventada, debe ser verosímil. En su desarrollo, debe ser breve. clara, ordenada, coherente y proporciona­da, en extensión y en tono, al contexto del dis­curso. Es preciso no dar demasiado lugar a la imaginación, a fin de no peIjudicar la verosimili­tud del relato. El orden es igualmente importan­te, para evitar idas y venidas que desfiguran y oscurecen el hecho narrado. La claridad se logra prescindiendo de lo inútil; la coherencia. desa-. rrollando el hecho por orden cronológico. La pro­porción se consigue adecuando la extensión del relato al total del discurso, pues las narraciones demasiado largas son fatigosas y molestan al auditorio:

El pueblo madrileño. aquel día no midió sus armas, ni contó las enemigas. ni pensó en el desenlace. ni escogió la ocasión. ni detuvo el brazo para la deliberación o para el concierto: el alrna nacional se declaró presente y afirmó su voluntad de vida e independencia. que son una sola cosa. Para esta obra insigne de la espiritualidad colectiva fueron iguales todos los madrileños. borradas. en la común alteza del sentimiento patrio. todas las diferencias de condición. ¡Prerrogativa del alma por la cual

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somos hermanos! Y sí. ahora. vedlo: no hay en Madrid quien. por excelso que sea su lina­je, por grandes que sean las proezas memora­bles de sus mayores, no se enorgullezca con la gloria de aquella multitud anónima; y el mismo Rey, la Majestad misma, cumbre de toda grandC'¿a y fuente de todo honor, aquí está, ufanándose de ser hijo de Madrid y par­tiendo con los más humildes aquella herencia de luminosa nobleza.

Antonio Maura, en la inauguración del monumento al pueblo del Dos de Mayo.

Definicibn. - Consiste esta figura en expresar lo que es un objeto, mostrándolo en sus aspec­tos esenciales. Desde el punto de vista oratorio, no es necesario que la definición coincida con lo que se denomina definición lógica. Conviene, en los discursos, que las definiciones no sean lar­gas ni oscuras:

El niño es flor, es luz, es pureza, es armo­nía siempre. Como el rosal de Francia, que perfuma toda una casa con uno solo de sus capullos, él, aunque ya descolorido y mustio por el ambiente criminal de una familia mal­dita. pone sus emanaciones de azucena, su pincelazo de candidez, su chasquido de beso, su rocío de fraternidad sobre las cosas y los hechos más innombrables y hace pasar una rápida iluminación, un relámpago de nobleza por el alma sucia de los más sucios, por el co­razón de piedra de los hombres y las mujeres, que le rodean como los cardos a una verbena.

Pedro B. Palacios (Almafuertel. El niño.

Enumeracibn. - Consiste en la presentación rá­pida de una serie de ideas u objetos, referidos todos a un mismo asunto. Su calidad esencial es

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la viveza e interés de los casos enumerados. Se la denomina también 'acumulación':

Aquí son las batallas. aquí las caídas. aquí las victorias. aquí las coronas; quiero decir que aquí son las caídas de los flacos. aquí las victorias de los esforzados y aquí las coronas de los vencedores. y aquí. finalmente. toda la milicia y ejercicio de la virtud; porque en do­mar estas fieras y en enfrentar estas bestias bravas consiste una muy gran parte del ejer­cicio de las virtudes morales.

Fray Luis de Granada, Guía de pecadores.

Comparación. - Es una figura que consiste en expresar las semejanzas que existen entre dos ideas u objetos, con el fin de dar más claridad, relieve o elegancia al pensamiento. Naturalmen­te, se comprende que el segundo término de la comparación debe beneficiar la claridad del pri­mero y nunca peljudicarla. Se usa con frecuen­cia para hacer más comprensibles las cosas abs­tractas. Se la llama también 'semejanza' o 'símil'.

Señores, la humanidad es como el hombre. Tres facultades intelectuales descubrimos en el hombre: la sensibilidad que le relaciona con el mundo exterior; la inteligencia. esfera don­de se forman las nociones; y la razón, último extremo de nuestras facultades. hermoso templo de las ideas. A estas tres facultades pertenecen tres períodos históricos. Cuando la sensibilidad predominó en los pueblos, el feu­dalismo los cautivó amedrentándolos con su tajante espada y deslumbrándolos con su co­losal poder; pero cuando la inteligencia domi­nó la sensibilidad, la tiranía perdió su fuerza, los magnates perdieron susfueros, y el trono. institución venerada. institución antiquísima. concentró en sí todós los derechos; hasta que la razón. soberana del mundo. levantó el pue-

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blo al absoluto ejercicio de la soberanía que por derecho le corresponde.

Emilio Castelar. Discurso del 22 de septiembre de 1854.

Anlílesis. - Esta figura es la contraria de la comparación. Consiste en anteponer una idea a otra. con el objeto de hacer resaltar y dar fuerza a la que explicamos. Es más efectiva y brillante cuanto más simétrica es la construcción de am­bas frases y cuanto más opuestos son los voca­blos con que la expresamos. Se la denomina también 'contraste':

Si os preguntan pues: ¿cuántos sois? res­ponded: somos uno; porque nuestros herma­nos somos nosotros mismos y nosotros nues­tros hermanos. Dios no ha creado ni peque­ños ni grandes. ni amos ni esclavos. ni reyes ni vasallos; sino que ha hecho a todos los hombres iguales.

Lamennais. Amaos y ayudaos los unos a los otros.

Figuras patéticas

Las figuras patéticas son formas artísticas de expresar pasiones y sentimientos. con el obj eto de reforzar la expresión. Las principales figuras son:

Apóstrofe. - Esta figura consiste en dirigir, de pronto, la palabra a una persona o ser personifi­cado. presente o ausente:

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Padre nuestro que estás en la Gloria; señor de las agitadas horas liminares. al través de las cuales cruzó tu imperturbable serenidad

de república como un astro sobre un campo de batalla; caballero de la benignidad y la concordia, a quien ni las tiranías ni el soma­tén de las turbulencias diarias consiguieron disminuir un momento el inmutable equilibrio de tu numen; electo de este gran corazón ar­gentino que hiciste de tu vida un modelo y de tus balcones un altar, a cuyo pie se agrupa­ran las nerviosas multitudes para recibir el Verbo inspirado. que a veces cayó sobre las cabezas como riego bienhechor en campo seco; insuperada conjunción de todas las vir­tudes nativas. tan exuhcrante de gravitaciones irresistibles que sin hablar. sin accionar. sin erguirse. sin aparecer -con sólo vivir- ejer­cías. a la manera del Sol sobre los mundos del sistema. el imperio dinámico de la total armo­nía ...

Belisario Roldán. Mitre.

Conminación. - Consiste en amenazar o anunciar graves daños a la persona o cosa per­sonificada a la que fingimos dirigir la palabra. para producir temor y evitar daños:

¡Tres veces felices los que estén con nos­otros! Prosperarán en su hacienda y en su condición. ¡Felices los que permanezcan neu­trales! Tendrán tiempo para conocernos y se pondrán a nuestro lado. Pero ¡desventurados. tres veces desventurados los que se armen por los mamelucos y combatan contra nosotros! No habrá esperanzas para ellos: ¡todos pere­cerán!

Napoleón Bonaparte. A los egipcios. al desembarcar en Alttiandria.

Optación. - Esta figura consiste en formular un deseo vehemente:

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tiene miedo de que vuestra Asamblea se em­pobrezca de buenos ciudadanos? ¡Vamos errores! ¡Miserablcs excusas! ¡Partid. llevad la energía a todas partes. y habréis cumplido vuestras funciones! El más santo ministerio que podríais ejercer es decir al pueblo: "¡Se­guid el impulso que nosotros os aportamos! ¡Que perezcan nuestros enemigos!"

Danton. Sobre la situación política, 10 de marzo de 1793.

Execración. -- Se comete esta figura cuando expresamos, en un arranque de dolor y desespe­ración, el deseo de que esos males recaigan so­bre nosotros mismos:

¡Persígame el enemigo, y apodérese de mi. y estrélleme contra el suelo y reduzca a polvo mi gloria!

Salmos, VII, 6.

Exclamación. -- Esta figura es la expresión viva, a modo de grito, de un sentimiento, emo­ción o pasión, en forma admirativa:

Amigos míos. escuchad una palabra, una sola palabra. Dos siglos de depredaciones y de pillajes han cavado el abismo en que el reino está próximo a ser tragado. ¡Es necesario lle­nar ese vacío espantoso! Y bien, he aquí la lista de los propietarios franceses. Elegid en­tre los más ricos. a fin de sacrificar menos a los ciudadanos; pero elegid: ¿porque acaso no es necesario que perezca un corto número para salvar a la masa del pueblo? Vamos, es­tos dos mil notables poseen con qué llenar el déficit. Poned en orden las finanzas. la paz y la prosperidad del reino... ¡Golpead. inmolad sin piedad a esas tristes víctimas! ¡Precipitad­las al abismo! Éste se cerrará de nuevo ...

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Vosotros retrocedéis con honor ... ¡Hombres inconsecuentes! ¡Hombres pusilánimes!

Mirabeau. Sobre la bancarrota. 26 de septiembre de 1789.

Hipérbole. - Consiste en exagerar, extrema­damente, las cosas y los hechos, para impresio­nar el ánimo de los oyentes o de los lectores. Es una figura muy usada en oratoria:

¡Dios! ¿En dónde podré hallar un asilo con­tra tu cólera, si mi conciencia llegare a acu­sarme? Aunque saliese del mundo. siempre me alcanzarlas. ¿Podría el ciclo ocultarme. si quisiera huir lejos de ti?.. ¡Estás allí! ¿El abismo? ¡Estás allí! ¿Podría la muerte sus­traerme a tu poder? Nada ¡oh. nada puede sustraerme a ti! ¡Por doquiera estás cerca de -, mI.

Federico Schiller, Presencia de Dios.

Pennisión. - Estriba en autorizar a alguien, con despecho e ironía, para que haga o continúe haciendo algún malo dai'io que resulta peIjudi­cial:

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Yo ya sé. quisiera ignorarlo, que hay quie­nes dicen que ése es un sentimiento arcaico; acaso vosotros lo oiréis decir alguna vez. ¡Te­nedles lástima a los que lo dicen! Padecen la embriaguez de un naturalismo embrutecedor y no saben que su propia impotencia les pre­serva de la regresión a una semibestialidad salvaje. Porque el sentimiento de la Patria es uno de los atributos que. con valla infran­queable, nos separa de los ·irracionales.

Antonio Maura. A los voluntarios catalanes supervivientes de la guerra de África.

Personificación. - Estriba en atribuir cualidades humanas. propias de las personas, a los seres o cosas inanimados o abstractos:

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centenares de leguas. ha entrado por fin en la ~ Tierra Prometida -la tierra del sol ardiente. del suelo fecundo y del laurel altivo que ha abatido sus frondosas hojas para alfombrar su paso. Ella ha venido. y ella es la industria. el comercio. el arte, la ciencia. la poesía. la con­ductora de hombres y la regeneradora de pueblos. Esta tierra es desde hoy suya; y yo le entrego en dominio perpetuo los árboles de la selva virgen, la caña azucarada. el café aro-mático, el añil con sus vivos tintos y los pro-duelos todos del suelo intertropical. para que los derrame pródiga y triunfante por los de-más pueblos privados de estos dones.

Nicolás Avellaneda. En la inauguración del Ferrocarril Central Norte.

Esta figura se denomina 'prosopopeya' cuando se hace hablar a esos seres inanimados.

Interrogación. - Es una figura bastante gene­ralizada en la oratoria. por medio de la cual for­mulamos una pregunta. no en espera de una respuesta. sino con el objeto de dar una forma más atractiva a nuestras ideas. Equivale, en esencia, a una afirmación:

Tiende los ojos por todo este mundo visible. y mira cuántas y cuán hermosas cosas hay en él. ¿Cuánta es la grandeza de los cielos? ¿Cuánta claridad y resplandor del sol y de la luna y de las estrellas? ¿Cuánta hermosura de la tierra. de los árboles, de las aves y de todos los otros animales? ¿Qué es ver la llanura de los campos, la altura de los montes, la verdu­ra de los valles, la frescura de las fuentes. la

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gracia de los ríos repartidos como venas por todo el cuerpo de la tierra, y sobre todo la an­chura de los mares poblados de tantas diver­sidades y maravillas de cosas?

Fray Luis de Granada, Guia de pecadores.

Subyección. - Es la combinación en el dis­curso, de una pregunta y una respuesta, formu­ladas ambas por el orador:

¿Es necesario obrar? Ellos peroran. ¿Es ne­cesario deliberar? Ellos quieren comenzar por obrar. ¿Están calmos los tiempos? Ellos se oponen a todo cambio útil. ¿Están tormento­sos? Ellos hablan de reforma para trastornar­lo todo. ¿Queréis contener a los sediciosos? Ellos reclaman la clemencia de César. ¿Que­réis arrancar a los patriotas de la persecu­ción? Ellos os proponen como modelo la seve­ridad de Bruto. Ellos descubren que tal per­sona ha sido noble cuando sirve a la República. y no se acuerdan más de ella cuando la traiciona. ¿Es útil la paz? Ellos in­vocar! las palmas de la victoria.

Robespierre, Discurso sobre los principios rrwrales que deben guiar la Convención,

18 del Pluvioso del año II -7 de febrero de 1794.

Obtestadón. - Es unjuramento de orador, en que se pone por testigo a Dios o a los hombres. Se denomina también a esta figura juramento:

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El magistrado que escojáis será sin duda un iris de concordia doméstica. un lazo de frater­nidad. un consuelo para los partidos abatidos. Todos los colombianos se acercarán alrededor de este mortal afortunado; él los estrechará en los brazos de la amistad. formará con ellos una familia de ciudadanos. Yo obedeceré con

el respeto más .cordial a este m .. agistrado legí­timo; lo seguiré cual ángel de paz. lo sosten­dré con mi espada y con todas mis fuerzas. Todo añadirá energía. respeto y sumisión a vuestro escogido. Yo lo juro. legisladores; yo 10 prometo a nombre del pueblo y del ejército colombiano.

Simón Bolívar. Mensaje al Congreso Constituyente de Colombia, el 20 de enero

de 1830. día de la instalación de aquel cuerpo.

Esta figura toma el nombre de 'imposible' cuando se expresa que antes se alterarán las le­yes de la naturaleza que deje de cumplirse lo que afirmamos.

Figuras lógicas

Son formas de presentar los pensamientos de modo que tengan más claridad y fuerza demos­trativa. Las principales figuras lógicas son:

Amplificación. - Consiste en expresar una idea bajo distintos aspectos; su utilidad radica en que permite explayar un pensamiento, hacerlo comprender mej or y darle mayor fuerza de de­mostración. Es un gran recurso oratorio y facili­ta excelentes despliegues artísticos:

Quiero ser español. y sólo español; yo quie­ro hablar el idioma de Cervantes; quiero reci­tar los versos de Calderón: quiero teñir mi fantasía con los matices que llevaban disuel­tos en sus paletas Murillo y Velázquez; quiero considerar como mis pergaminos de nobleza nacional la historia de Viriato y del Cid; quie­ro llevar en el escudo de mi patria las naves de los catalanes que conquistaron a Oriente. y las naves de los andaluces que descubrie­ron el Occidente. quiero ser todo de esta tie-

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ITa. tendida entre los riscos de los Pirineos y las olas del gaditano mar; de toda esta tierra. ungida. santificada por las lágrimas que le costara a mi madre mi existencia; de toda esta tierra. redimida. rescatada del extranjero y de sus codicias. por el heroísmo y el martirio de nuestros inmortales abuelos.

Emilio Castelar. La patria.

Gradación. - Se la denomina también expoli­ción o conmoración. Es una forma de exponer las ideas. en forma gradual y progresiva, ya sea au­mentando, ya disminuyendo el tono. Se la deno­mina también clímax:

Sube ahora. elévate. asciende. danos tu alma y tu numen, transfigúrate en luz. desva­nécete en núcleo, magnificate en astro. cons­télate en sol... Sé para nosotros los que que­damos la lumbre propicia que nos guíe en las horas supremas de la tribulación y el descon­cierto; inspíranos. señor, que aquí. en el seno de esta tieITa que te amó como pueblo alguno osó jamás a un hombre. tu recuerdo retoñará eternamente en las notas graves y pausadas del himno de la Patria ...

Uelisario Roldán. Mitre.

Anticipación. - Se comete esta figura cuando se rebate, por anticipado. alguna objeción que presumiblemente hará el oyente a nuestra afir­mación:

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¡El arte! Al oír esta palabra, aunque tomada de los labios del mismo Goethe. habrá algu­nos que me coloquen entre los partidarios de las reglas convencionales. que usurparon mucho tiempo ese nombre. Protesto solemne­mente contra semejante aserción, y no creo que mis antecedentes lo justifiquen. Yo no

encuentro el arte en los preceptos estériles de la escuela ...

Andrés Bello. Discursos.

Se la conoce también con el nombre de protep­siso

Paradqja. - Consiste esta figura en unir dos ideas o hechos a primera vista inconciliables:

Qué satisfactorio <;!s para mi, señores. ver­me hoy, como en otro tiempo Timoleón, acu­sado ante un Senado que él había creado, acusado por los jóvenes. acusado por malver­sación, después de los servicios que había he­cho a la República, y el poderos decir sus mismas palabras al principio del juicio: oíd a mis acusadores --decía aquel grande hom­bre-, oídios, señores, advertid que todo ciu­dadano tiene derecho de acusarme, y que en no permitirlo daríais un golpe a esa libertad que me es tan glorioso haberos dado.

Antonio Mariño, Discurso de defensa.

Sentencia. - Denominase así a una reflexión o pensamiento importante expresado en forma sucinta en una frase. Es condición esencial de la sentencia que ella se ponga de manifiesto en for­ma nítida y terminante dentro del discurso:

¿Hasta cuándo has de abusar de nuestra paciencia, Catilina? ¿Cuándo nos veremos li­bres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extre­mos se arrojará tu desenfadada, audacia? ¿No te arredran ni la nocturna guardia del Palati­no ni la diurna vigilancia de la ciudad, ni la alarma del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados, ni este fortísimo lugar donde el Senado se reúne, ni las frases y semblantes de todos los senadores? ¿No com-

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prendes que tus designios están descubiertos? ¿No ves tu conjuración fracasada por cono­cerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de nos­otros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche, dónde estuviste, a quiénes convo­caste y qué resolviste? ¡Oh, qué tiempos! ¡Qué costumbres!

Cicerón, Primera Catilinaria.

Dentro de la denominación genérica de sen­tencia, se comprende también el apotegma (sen­tencia creada por algún autor famoso y que se toma conocida), la máxima (sentencia que encie­rra un consejo mora}), y los adagios, refranes, proverbios, que son frases de carácter popular, expresadas en lenguaje pintoresco y que encie-

. rran una enseñanza extraída de la mera expe­riencia.

Epifonema. - Es un pensamiento enfático, exclamativo, que se hace al final de un párrafo o del discurso, para rematar 10 dicho con anterio­ridad:

Sea éste mi último consejo y mi última lec­ción. Os la doy con mi palabra, os la doy con mi persona. ¡Y contad conmigo en todos los terrenos y en todos los teatros de donde no hay fuerza humana capaz de arrojarme, por­que tengo una voluntad de hombre libre y una bandera sacrosanta! ¡De las astillas de las cá­tedras destrozadas por el despotismo, hare­mos tribunas para enseñar la justicia y predi­car la libertad!

José Manuel Estrada, Despedida.

Corrección. - Consiste en sustituir un pensa­miento o palabra por otro, para corregirlo aparen­temente, rectificarlo, aumentarlo o disminuirlo:

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Perdón ... ¡No! La caridad cristiana perdona al que se purifica en el arrepentimiento y el dolor; pero la conciencia cívica no perdona a los tiranos, ni la muerte los sustrae del ana­tema transmitido de una a otra edad. Rosas, que perseguía el cadáver de Lavalle para de­leitarse como un chacal, gruñendo sobre sus carnes descompuestas; Rosas, que daba muerte al feto palpitante en las entrañas de una mujer ... no, no será perdonado.

José Manuel Estrada, La tiranía de Rosas.

Concesión. - Esta figura consiste en aceptar aparentemente un argumento ajeno, para reba­tirlo en seguida con fuerza y elegancia, dando así impresión de gran seguridad en el razonamiento:

No ol'iridéis que fuimos un día pueblo civili­zado. Nosotros llevamos la civilización a Amé­rica. Verdad es que América fue ingrata; pero los pueblos tienen que ser ingratos con los pueblos para ser agradecidos con la humani­dad.

Emilio Castelar, Discurso del 22 de septiembre de 1854,

sobre la democracia.

Figuras ingeniosas

Las figuras ingeniosas, oblicuas o indirectas, son aquellas que sirven para ocultar, velar o di­simular el pensamiento, a fin de presentarlo con provecho en el discurso. Las principales figuras ingeniosas son:

Perifrasis. - La perífrasis expresa mediante un rodeo de palabras lo que puede decirse con menos vocablos o con uno solo. Su finalidad es hacer notar un-matiz de nuestro pensamiento, en

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forma bella, agradable, graciosa, variada o con­veniente:

Vencido por la debilidad corporal que iba aligerándole el alma en anticipada elevación de vuelo. entornó con la serenidad de los bue­nos y de los fuertes. sus ojos claros de niño preguntón; y para decirlo con la más cariñosa de sus metáforas, el gran sueño cayó sobre él como una parva sobre un chingolo. Feliz quien puede dormirlo así. bajo la dorada pesadez de sus mieses.

Leopoldo Lugones. Oración fúnebre ante la tumba de Ricardo GÜiraldes.

Alusión. - Consiste en evocar algún recuerdo o hecho conocido del público, mediante una re­ferencia rápida:

Ningún hombre de Estado ha desdeñado en este siglo el poder de la frase. sin exceptuar a Metternich que fabricaba artísticamente sus proverbios para que circularan en las cortes de Europa; e incluyendo a I3ismarck. cuyos discursos vulgarizados hoy por la versión francesa. presentan un nucvo y grande orador al estudio y a la admisión de sus contemporá­neos.

Nicolás Avellaneda. Una Jrase.

Ironía. - Por medio de ella, damos a com­prender lo contrario de lo que decimos, expre­sando al mismo tiempo desprecio, burla o indig­nación:

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Cuando la presidencia de Sarmiento recibía el fuego implacable de la oposición. refieren que el estadista genial exclamó un día con honda pesadumbre: Aquí se necesita más he-

roísmo para. hablar bien de un gobierno que para hacer una revolución. Yo he envejecido, señores. sin ensayar este segundo valor, por­que nunca he sido revolucionario. pero siento el coraje de la justicia y no callo, ni oculto su voz impecable.

Roque Sáenz Peña, Discurso programa.

Cuando la ironía es mordaz, cruel e injusta, se denomina sarcasmo.

Atenuación. - Esta figura consiste en expre­sar menos de lo que corresponde a una persona o a un hecho, para dar a entender, por contras­te, que es mucho más. Se presta a la ironía y al sarcasmo, según es notorio:

He visto muchas cosas más tarde, por aquello de que ve bastante el que camina, por distraído que sea, y he conocido la cara de casi todas las crisis en varios pueblos, dándo­me cuenta al final de que el asiento geológico de los males más diversos era el anotado: los oficios y las profesiones descuidadamente servidos.

Gabriela Mistral, El sentido de la proJesión.

Asociación. - Consiste esta figura en incluir­nos dentro de lo que decimos de otras personas o en incluir a otras dentro de lo que afirmamos de nosotros mismos. Esta forma de expresarse permite hacer reproches, con delicadeza, o velar con modestia, nuestros propios méritos:

En el discurso que esta noche me honro en pronunciar ante ustedes, no trato de dar nin­guna definición abstracta de la belleza, pues los que trabajamos en el arte no podemos aceptar teoría alguna a cambio de la belleza

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.' misma, y así, lejos de pretender aislarla en una fórmula dirigida a la inteligencia, procu­ramos, por el contrario, materializarla en una forma que otorgue alegría al alma por inter­medio de los sentidos.

Osear A. Wilde, A los estudiantes del arte.

Preterición. - Por medio de ella expresamos que no hablaremos de un asunto, cuando en re­alidad ya lo damos a conocer con esta simple aclaración:

No queremos repetir lo que tantas veces se ha escrito: la explosión de entusiasmo con que fue saludado el joven orador que apareció de improviso en Catamarca, pronunciando aque­llos dos discursos patrios que conmovieron toda fibra argentina, y corrieron rápidamente por la América.

Nicolás Avellaneda, Mamerto Esquiú..

Procedimientos modernos de desarrollo

Aparte de las figuras retóricas clásicas, se aplican en la oratoria moderna ciertos procedi­mientos destinados a dar variedad y fuerza a la exposición.

Los ejemplos, reales o hipotéticos, suelen in­troducirse en el discurso para aclarar o ilustrar ideas generales o conceptos de dificil compren­sión. No siempre son reales, ni necesitan serlo. Basta que sean verosímiles, honestamente pro­puestos y de vigor demostrativo. Lo particular, lo inmediato, lo concreto, lo vital, lo sucedido, im­presionan más al auditorio y tienen mayor poder de convicción que lo general, lo remoto, lo abs­tracto, lo teórico o lo irreal.

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Las estadísticas son un recurso bastante gene­ralizado en cierto tipo de disertaciones. Prueban. aclaran y ejemplifican por el prestigio de los nú­meros. Las referencias estadísticas deben darse en forma sumamente clara y con exactitud cien­tífica. Las presunciones o la mera opinión indivi­dual no son estadísticas. No deben abundar de­masiado y conviene presentarlas en forma com­prensible, para lo cual se aconseja traducirlas a formas y cifras habituales a la mentalidad co­mún. Es más convincente decir que en el mun­do, de cada tres personas dos viven sin suficien­te alimento. vivienda. ropa y asistencia sanitaria. que referir aritméticamente los datos abstractos pertinentes.

Las historias, biografías, anécdotas y fábulas son otra forma de ilustración. Pueden originarse en hechos históricos reales, en la leyenda, la mi­tología o la experiencia propia del orador. El pú­blico moderno se interesa particularmente por las que tienen relación con su experiencia inme-diata. .

Las citas son transcripciones de palabras aje­nas. Deben escogerse con criterio selectivo y ve­nir al caso. El orador deberá respetar la textua­lidad de la frase y en todos los casos, mencionar el autor o la fuente de origen. Se presupone que la.cita se hará recurriendo a fuentes de gran au­toridad.

Las ilustraciones son de gran utilidad en cierto tipo de disertaciones. Pueden emplearse mapas, gráficos, diagramas, modelos u objetos reales, dia­positivas, películas cinematográficas, encerados, discos, grabadores, pinturas, teatralizaciones y todo cuanto sirva para esclarecer la palabra. Las ilustraciones tienen la vent3Ja de aflojar la tensión psicológica del expositor, animar y variar el ritmo del discurso, llamar la atención del público y ayu­dar la retentiva.

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claridad. El material que se prepare debe ~er fa­cilmente comprensible. breve y dem?~t,ratIvo. ~l orador tratará de no cortar su exposlclon con SI­

lencios mientras presenta las ilustraciones y ha­cerlo siempre mirando al público. Normalmente. el uso de ilustraciones se practica con anteriori­dad para evitar errores o eventualidades desa­gradables.

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6. LA EXPRESIÓN DE LAS IDEAS O ELOCUCIÓN

Después de preparado el plan y escogidos los pensamientos que en él tendrán cabida. ha lle­gado el momento de escrihir el discurso. si será leído, o de ser pensado en detalle. si se lo impro­visará. En otras palabras. ha llegado el momento de poner en vocablos el discurso. Esta etapa se denomina elocución. La elocución es la expre­sión, en forma idiomática. de los pensamientos, imágenes y sentimientos.

Estilo y persona

Ella está íntimamente condicionada por la ma­nera individual de expresarse que tiene cada persona. Se ha discutido mucho acerca de si el buen estilo es un don gratuito que existe en al­gunas personas o si es el fruto del estudio. A este propósito se suele recordar con insistencia la frase de Qulntiliano, Orator jit, poeta nascitur, que es lo mismo que sostener que el orador se hace y el poeta nace. 1

El talento oratorio. según algunos, no es más que una aptitud que se desarrolla con el estudio y el ejerCicio. BuITon solía decir que todos los días aprendía a escribir, señalando así a la facultad

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de escribir como el fruto natural de la práctica. Algunos refranes populares aluden también a las bondades de la ejercitación como medio de ad­quirir una nueva naturaleza; valga aquí el cono­cidísimo paremia español: "El ejercicio hace maestro". Los partidarios de las condiciones na­turales sostienen, por su parte, que el don orato­rio, como los demás dones artísticos, se traen del nacimiento y no hay academia capaz de superar­los. Estos son los que se pertrechan tras del re­frán: "Lo que natura non da, Salamanca non presta".

No toca decir aquí sobre tan debatida materia, porque no tendrá decisión definitiva jamás. La experiencia, en cambio, es testigo de que los más grandes escritores y los más famosos oradores de todos los tiempos han sido formidables trabaja­dores y han elaborado su estilo artístico a fuerza de estudio, ejercicio y paciencia. No en balde se ha dicho que el genio no es más que una larga paciencia. Lo cierto es, por otra parte, que el es­tudio y la ejercitación han elevado siempre a los artistas por encima de sus propias condiciones naturales. En la historia de la elocuencia, basta sólo con pensar en los largos y pacientes estu­diOS de Demóstenes, Cicerón y Lincoln, para comprender que tampoco los hombres superio­res han podido sustraerse a esta inexorable ley del arte. '

El estilo oratorio

El estilo oratorio existe. La palabra hablada está por naturaleza sujeta a condiciones distintas de la palabra escrita, y ésta es una incontrovertible ver­dad que todo orador conoce. No se habla como se escribe. Por esta razón, el discurso escrito para ser leído debe componerse de acuerdo con las carac­terísticas del estilo hablado.

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La lengua hablada tiene sus propias leyes, que no son las mismas de la lengua escrita. El len­guaje oral permite -y aún más, necesita- repe­ticiones, suspensos, interrogaciones, exclama­ciones, y toda una suerte de procedimientos que son totalmente desaconsejables en la composi­ción escrita. En cuanto a la frase oratoria, es muy diferente en su estructura de la escrita ya que debe tener un ritmo y una extensión que no tolera el lenguaje escrito. Idéntica afirmación puede hacerse con respecto al vocabulario. Asi­mismo, los errores sintácticos o de construcción son menos graves en el discurso hablado, pues el público en general no los percibe, ni tienen tampoco gran importancia.

Quienquiera que haya tenidó que corregir al­guna vez la versión taquigráfica de un discurso propio e improvisado, comprenderá rápidamente lo difícil que resulta adaptarlo para la lectura, y hasta es muy probable que no reconozca en esa versión su propio estilo escrito. La palabra ha­blada, en síntesis, pertenece a un orden de co­sas especial, donde rigen exigencias propias.

¿Cuáles son las cualidades del estilo oratorio? El estilo oratorio debe tener: verdad, claridad, belleza, vitalidad, adecuación, ritmo y naturali­dad.

Cualidades del estilo oratorio <.... ----

Verdad. - En primer lugar, la palabra lLablá-" da debe ser verda . a.h>' ~6e ariuñaar sóiO la yer a _X~ envolver nunca la mentira. ,~rl!>lrn. significa aqm el acüe:..~.~_~!~!Q3(ú-é:J?:~!2~§1!nii§ yro-que decirrm~ecrr, no ser artificiosos fic­tlcios:--rnl~t!~:J~:r'pü15rrco' ~'acrvierté> . en'ség~l a cllañcroer autor habla de algo en lo que no cree,' algo que no siente, ni le brota con necesidad de

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lo íntimo de su alma. Por otra parte, no hay elo­cuencia fuera de la sinceridad, pues no podemos contradecir impunemente nuestro yo, sin dela­tamos por la frialdad de la expresión o la teatra­lidad del gesto.

El orador falsQ es en~da ~eser!!!!ascaraQo p~ ~us oyente~..\-9!!.t:lo sanctQ!lªl!~.2!}_,w~~!ndif~­renc~a t~~,3!~~~JlQLPIimeIa.l!;ez-""~- con el d~QI:eclo m~"illI.ª-~-. Un estilo que no sea verda­dero no tiene ninguna probabilidad de imponer­se, porque no brota de adentro del alma, porque no tiene el fuego de la convicción, porque no tie­ne fuer/-a ni vigor. Un estilo así es deplorable, y 10 que es peor, inútil. No sirve ni al oyente ni al orador.

La palabra que no surge de un pensamiento no es nada. "Concebir las cosas tal como son y de­cirlas tal como se piensan, he ahí el estilo", dice el P. Sertillanges l . El amaneramiento es una de las más frecuentes manifestaciones de la insin­ceridad y es también la forma de mentira que más percibe el público. Debemos hablar como nos es natural, y emplear los recursos aprendi­dos a medida que ellos vayan incorporándose naturalmente a nuestra manera de pensar y de decir. El hombre colocado en orador resulta pe­dante. fatuo y ridículo. si no lo es en realidad. Hay que volar hasta donde nos llevan las propias alas. Estilo verdadero es el que nos es propio y natural.

<Qari~ La segunda condición es la clari­'aad. Este prinCipio se apoya en el más elemental

sentido común: ha, lamas para comunicarnos con el prójimo y est comunicación es impoSible

o nos expresamos con c ari a , .. _ o pensam eno es :onfundtdu entre un montóii ==-~"""""'~'='-~;-~"'''''''''''·'T_~, ;.~" '" __ ~_~, .... :"",r."""",,,,,,,,;.,,.\_,,,,,r.,...,,.;,=rt~I-1'>··'~~"""~-"··"""""""~=:""'I"" ....... '_. -~.~ ..

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1pa equivalente ~~ridad de p.t:!lsamien~, ppes no se ve como pueda explicarse claramente lo que se entiende en [amIa confusa. Además, la claridad está en relación con la mentalidad co­mún del auditorio y la naturaleza del tema. Lo que puede ser claro para un público académico o especializado, no lo será para un público co­mún de plaza. Una disertación de análisis mate­mático será ininteligible para un auditorio de ni­ños de primeras letras, pero no para estudiantes universitarios.

Atenta principalmente contra la claridad del discurso el empleo de un vocabulario rebuscado. extraño a los oídos del común de los oyentes. Es un error muy común el creer que un discurso está mejor hecho cuando más insólitos son los témIinos que se emplean. La verdadera elocuen­cia es clara, nítida, y convence o conmueve por los pensamientos y no por las meras palabras. Hay que habituarse a emplear las formas más sencillas de expresión, y entre una fonna y otra, escoger siempre la más inteligible. La belleza del discurso no tiene nada que ver con el vocabula­rio extraño ni con la sintaxis desacostumbrada.

Conviene prevenirse, sin embargo, contra la idea de que la claridad y sencillez del habla sean lo mismo que el habla vulgar. insípida y elemen­tal. Una cosa es decir pensamientos profundos con sencillez, y otra muy distinta decir neceda­des en forma también sencilla.

Belleza. - Un discurso es también una obra de arte. y por consiguiente. debe cumplimentar la belleza. Importa distinguir aquí 10 que es be­lleza. para que no se confunda con el alambica­miento literario. Bello es un término muy amplio, que comprende varios grados. Hay varios modos

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de belleza, que van desde 10 elegante hasta 10 sublime. Se comprende, entonces, que la belle­za de un discurso deba estar subordinada, en cierto modo, a la finalidad del discurso, al audi­torio, al tema. Un discurso científico será bello cuando sea claro, bien organizado, sobrio, de­mostrativo, y si es posible, algo elegante. Un ser­món sacro, en cambio, para ser bello, tendrá que conmover hasta 10 más profundo el corazón y la mente de los feligreses, elevar el espíritu hasta el éxtasis religioso y provocar en ellos el amor infi­nito, y esto sólo se consigue con la sublimidad oratoria.

El imperativo de verdad, naturalidad y claridad que se exige a todo discurso, no significa que la pieza oratoria sea banal, trivial, vulgar o chaba­cana. Un discurso requiere un mínimo de belle­za, de acuerdo con su naturaleza: debe estar bien escrito o bien dicho. Ese mínimo impone que la sintaxis sea por 10 menos correcta, que los voca­blos sean dignos y acertados, que no se interca­len vulgaridades, necedades o indiscreciones. que la lengua sea la castellana sin mezclas espurias de vocablos extranjeros -salvo las excepciones insalvables-, que no haya vulgarismos, ni tecni­cismos, que no sea retorcido el pensamiento ni la frase, que sea pronunciado en correcta condi­ción, entonación y articulación.

La belleza en materia oratoria suele ser mal interpretada a menudo, y es conveniente preca­verse contra ese preconcepto. Se pretende que un discurso, para ser bello, debe ser pomposo, ro­tundo, grandilocuente, exagerado. ¿Es que la so­briedad no puede ser belleza, como la modestia y la sencillez? El prejuicio indicado suele llevar a los creadores inadvertidos a la verbomanía, la teatralidad. la verborrea insustancial, la exage­ración y, de paso, al ridículo. Esta belleza será una orgía verbal, como la calificara un autor, y

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nunca elocuencia. Para lograr la belleza, es inú­til el empleo de los procedimientos de desarrollo o figuras de pensamiento.

En íntima relación con la belleza está la mesu­ra que debe regir el discurso. Hay que saber contenerse para ser artista. En la antigüedad no se exigía esta condición, pues se pretendía que todo discurso fuera abundante y que el orador revelara poseer esa "boca redonda" que Horacio admiraba en los griegos. Cicerón usaba de la abundancia expresiva, porque en aquellos tiem­pos el concepto de la elocuencia 10 exigía.

Modernamente, las cosas han cambiado. Has­ta las grandezas de un Castelar nos parecen hoy fuera de ocasión. El siglo xx es un siglo realista. natural, contrario a la copioSidád expresiva. Se exige más pensamiento y menos forma. más sustancia y menos envoltorio. La sensibilidad actual no tolera superabundancias retóricas, y prefiere la síntesis demostrativa y la elegancia escueta.

Tampoco la mesura debe interpretarse como sequedad y penuria de elementos. Ella compren­de el empleo justo, equilibrado, suficiente, de re­cursos retóricos; expresar todo 10 que se deba expresar, emplear todos los recursos estilísticos y retóricos que sean necesarios, pero ni uno más. Para obtener este fin. deben evitarse las acumu-1aciones injustificadas de sinónimos, eludir los paréntesis abundantes y las intercalaciones in­necesarias, no abusar de las imágenes, de las comparaciones ni de los objetivos, relegar al olvi­do los términos pedantes y eruditos, en una pa­labra, ser sobrio dentro de la riqueza.

Cvit~~~:-\- ~abrª, hablada debe tener un:ª~~<rr~ita1.L a'._'J._¿~]~~rª;.1~aTIai~~-contrario de esto es el discurso'palido, morteci-no, sin dinamismo, frío, que se dice sin pasión

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ni sentimiento. No hay que creer que la vitalidad del discurso involucre gestos desmesurados, fra­ses pomposas, epítetos altisonantes y toda una serie de defectos en que suelen incurrir los ora­dores de teatro. Por vida debe entenderse lo con­trario de muerte, y un discurso es muerto, cuan­do no nos llega en nuestra condición de hom­bres.

La vida es, simultáneamente, ruda, generosa, cruel, triste, emotiva, risueña. trágica: no falta en ella nada. Tampoco debe faltar en el discurso. En cada momento, en cada oportunidad. debe ser de esas maneras, de todas las maneras como es la vida misma. El discurso debe tener una liqueza de tonos. una gama de expresiones que lo abar­que y comprenda todo.

Ésta es la razón por la cual se repudian los discursos relamidos. afectados. pulidos. retoca­dos como fotografías. No revelan realismo. Esta cualidad se logra desterrando las expresiones re­buscadas. las frases simétriCas, las palabras desusuales. los objetivos postizos y repetidos, los enlaces gramaticales abstractos, las metáforas triviales, los clisés habituales. los lugares comu­nes expresivos, el impersonalismo retórico del orador, la estilización falsa de las frases. las comparaciones remanidas, la falta de anécdotas, ejemplos, las citas demasiado frecuentes, los versos fuera de tiempo, el abuso de términos abstractos. la continua referencia a ideas y no a

J hechos concretos, los témlinos vagos e impreci­~ sos, ~ Para log!:ar _"l~_ ~i"~~~,!~,~_~""el.9~~~!~5:>_ .. ~ebe ~er

va~aneaaa,-en retorica. ~~~~,~¿nUP1!-d'wiJl!L.lQI!2~' d .. tL.~ursos. de_,P!gcg:2:~~<:n~?S. El discurso no puede S'el rnonocorue, siempre igual a sí mismo. sin sorpresas, sin novedades. sin imprevistos. EJ..QJ{S!nte ~9E~~~~:::,~~a mo­notonía y cae en el fastIdIo y el aourrIrrilento. ------"""""''''''~', ... ·"·,,,,,~ .• ,.¡;~"¡é~;"'Ú\S._~..:.~~~!~~,_,,,,, ....... _~~:.-~ .. ~.,," . ..:._,_,,_;"'_"'_~~

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El buen orador sabe cómo variar los modos de su discurso con procedimientos formales. Alter­na las frases cortas con las largas, intercala anécdotas, deslumbra súbitamente con una fr~ se profunda, hace la broma oportuna cuando He- ,:f ga el momento, llama la atención con un gesto. <$ profiere interrogaciones y exclamaciones. inter- "". pela a un oyente. invoca a la patria o a Dios, jura. efectúa citas, guarda silencio, acelera o re-tarda la velocidad de su discurso. eleva o baja el tono de la voz.

En lo que concierne al contenido de su di­sertación .. !l~a el~é!~~ni1lSldad. lo conserva eu:e!mis.t.e,~~la,§J-l:Q,ilam.eIk-te, cuand.9..1!,1!n~s~,,§.e.,<~.,2...Jl4~,ªn.á lisis .sull:.. les. pronuncia liases con11:!ºy~dg,ras,,.,en,.fin • ..1rata.. de(¡Uéli·expo'SIéióñ"·ofrezca un anorama múlti-~l :O--'<: .... _'''''''''·....".'--'~· ... ,'i "."":"'~~";.G'''''-"\;"~..,r""..;:.,~-c,..""-.,"-"",.;=",,,..,..,;.,,,,,,,,,,.,....-~_!.~e~,,,".~~r:~,..,l~~~~ pe. ----~

Adecuació - Una cualidad importantísima en re anca se logra subiendo o bajando el liris­mo de acuerdo con la altura del asunto. gesde .el lenguaje famiJiar al solemne. Existen frases y pa-i'a6iáS"¡j'aranarmrrclerneroe muerto como del triunfador deportivo, para hablar del despotismo del tirano y de la santidad del monje. existe un estilo de carne, de bronce, de hierro, de mármol, de granito, de acero, como dice un tratadista. Lo inlportante es atinar con el tono justo que exige el tema. Amiel solía decir: "El único estilo que me agrada es el estilo de las cosas", Ahí radica el se­creto: hablar de cada cosa con el estilo que con­dice con su naturaleza.

La segunda f~rma de adaptación es la del esti­lo al auditorio. Este debe ser tomado tal como es, y no con lamentos sobre cómo debería ser. El orador está obligado a ser realista con su públi­co y hablarle a cada oyente como es. Esto exige que antes de hacer uso de la palabra, el orador

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recabe toda la información necesaria, para saber en qué escala de espiritualidad están colocados sus oyentes.

Al preparar el discurso, debemos pensar conti­nuamente en nuestro público, ponderar cada palabra, cada frase, cada pensamiento, cada re­curso estilístico, en función de nuestros próxi­mos oyentes, anticipándonos a la reacción que éstos tendrán frente a nosotros. '

El estilo debe ir directamente al público, al hombre, a su condición humana. La palabra debe ser una especie de diálogo entre el orador y el público, una comunicación directa entre am­bos. El orador no debe dar la impresión de estar hablando a un conjunto impersonal, anónimo, que lo escucha desde abajo. Por el contrario, aunque nos dirijamos a un conjunto, debemos emplear un estilo expresivo que haga sentirse a cada oyente como destinatario particular de nuestro mensaje. El oyente no puede verse solo, ni vernos sólo a nosotros, hablando desde la al­tura de nuestro estrado.

Esto se consigue empleando interrogantes, apóstrofes, interpelaciones hablando en plural, contestando por ellos, anticipándonos a sus ob­jeciones, señalándolos con la mano, mirándolos con habilidad, y cuando la ocasión lo permite, dirigiéndonos con preguntas o interpelaciones a alguno de ellos, y aun tratándolos por su nom­bre si viene al caso.

La norma es establecer un contacto humano y real entre el público y nosotros. Esto hará sentirse a cada oyente al lado nuestro y comprenderá que hablamos para un público humano, para él y para 10ca30 no ~ar~ un sUje~o anónimo y teórico.

Por ultImo, el ntmo. El ritmo es el /' Jlli>vimiento de la frase. En prosa, el ritmo es li-

( b.re, sin :n:~lo:a:§ fIJas, mientras que en poesía el ntmo esta ÍlJ ado por reglas. De la oratoria se ha '~ ,,,", ,,l

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dicho que su ritmo debe situarse a mitad de ca­mino entre ambos. La lectura en voz alta de al­gunos famosos oradores, en su lengua original, nos revela en seguida su dominio del ritmo.

El ritmo tiene sus resortes que conviene cono­cer. Así, los períodos largos son más apropiados para ternas majestuosos, mientras que los cortos se adecuan mejor a los temas cotidianos. Los pe­ríodos largos son lentos, los cortos rápidos, y la rapidez y la lentitud tienen relación con la noble­za del asunto. El discurso político admite un rit­mo majestuoso; el docente, no. El terna apasio­nado requiere un ritmo más acelerado y corto, el calmo uno más retardado.

En realidad, cada orador d~be imponer a su discurso el ritmo que es consustancial a su na­turaleza, a su modo de sentir las cosas; enton­ces ese ritmo será natural, grato y no artificioso. ]:~ra 1j~g,r.~r.Jlg_122¿en Wno, deb~e\[itar~-

~~oE~~l~* que aernar las [rases"cOrtas' con'1aslargas, y ambas con los silencios oportunos. La puntua­ción debe cuidarse especialmente, respetando los signos respectivos. Deben vigilarse, asimismo, las uniones de unas palabras con otras, para evitar hiato~,g,~§Jlg~ª-dables.

~ ~s'hablar en forma 1!~~.JWlP art1fl.gQ§.a_~,J:ec.,ur,tit,.ª, .. j51nañfa$m .. Q:rr~tllu -st¿ales, .. ~S>,!!!QU~,~gª~,.,.,~~r,~mQP¡Q$a~"J)Jl}~~m~e llamativas.

El estIroOratorio moderno tiende cada vez más .aJ,d~nttl1carse coner::comrllilI~~c:.liarno d§b~. corifundirse.~~~fU!9-!,,:Ylllggr_o fi~

_miliar. Es efesffio propio de la conversación Tor­mal, el equivalente en lo escrito al empleado en los diarios serios.

La falta de naturalidad es sobre tOdo.2!Q"table"., eñeT uso ael vocabularto::Y~Lm~ill?~~.!!'l:)~._,<" ,,-,,-,,_._--_._. __ ....... ---_.~- . . . . ' ..

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sintaxis o construcción de las oraciones y párra­fos. Es mucho más conveniente decir beso que

< - llrJ5iiSa ue céf7rO;Y-mflF-€J.u@--'fJtétay~ currir a un léxico a arfiblcado-no~iñfpresiO'na al oyente contemporáneo; antes bien. suscita sos­pecha y desconfianza. Por otro lado. la prolifera­ción de vocablos ajenos a la experiencia cultural del auditorio no se confunde en estos tiempos con la profundidad de pensamiento ni con una inteligencia superior.

Análogo razonamiento es aplicable a la cons­trucción sintáctica. Giros como acrecentamiento numérico en lugar de incremento. o evidencia co­rroborativa en lugar de prueba sólo sirven para distanciarse del público y no alcanzan a conven­cerlo.

Aspectos idiomáticos

En este orden de hechos. son aconsejables algu­nas normas relacionadas con la selección del vo­cabulario. la primera de las cuales consiste en emplear toda vez que sea posible el idioma espa­ñol en su forma pura. sin contaminación de ex­tranjerismos. No decir, por ejemplo.face toface en vez de cara a cara, ni mise en scene en lugar de puesta en escena. a menos que no exista la pala­bra castellana para expresar un objeto. hecho o idea. como es el caso de rating o tantos otros tér­minos de la ciencia y la tecnología actuales. En esos casos. si el extranjerismo es inevitable debe traducírselo para asegurarse la interpretación del auditorio. Aunque no son propiamente extranje­rismos en sentido estricto pues están incorpora­dos en el diccionario de la lengua española. los la­tinismos tampoco son convenientes por su carácter arcaico: a priori (en principio). álter ego (persona de confianza). y muchos otros.

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Para los hispanohablantes las palabras regio­nales pueden convertirse en un problema. Debe-· mas usar una lengua común y comprensible para todos. evitando los regionalismos: pibe (Buenos Aires), gurí (litoral argentino), botija (Uruguay), en sustitución de niño. que es total­mente comprensible en todo el orbe hispánico. Cuando fuera ineludible, deberá insinuarse há­bilmente su traducción: taita (bravucón del arrabal porteño).

Cuando se habla en público debe tratarse de no recurrir a las frases hechas o lugares comu­nes, que aunque no siempre incorrectos grama­ticalmente. reflejan escaso dominio idiomático. Frases como la nave del Estado. la espada de Damocles. abnegado servidor público, la segunda madre (maestra) y mil más, se consideran como un pobre recurso en el lenguaje.

Por último, el orador aprenderá a través de la experiencia que muchos vocablos, pese a ser co­rrectos, carecen de altura expresiva. Todos tene­mos recuerdos de expositores que en el curso de su disertación. parecen dar de pronto un traspié y caer en un vocablo que no concierta con la dig­nidad del resto: macana por mentira. plata por dinero.

Los tres estilos clásicos

Las retóricas y poéticas se ocupan desde anti­guo de los estilos literarios. Las clasificaciones varian con los criterios de los autores, pero para el caso particular de la oratoria. mantiene vigen­cia todavía la división triple, que con distintas denominaciones, recomiendan Dionisia de Hali­carnaso, Cicerón, Quintiliano, san Agustín y otros preceptistas posteriores: el estilo simple (común), el moderado (templado o mediano) y el

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sublime (grave o grandioso). Cada estilo está de­terminado por el asunto del discurso y el carác­ter del orador y del público, pues se comprende que las palabras han de estar adecuadas a los objetos2

El estilo simple es el que corresponde a la conversación y a la expresión habitual de las personas cultas. En la oratoria moderna, coinci­de exactamente con el que se aplica en la espe­cie denominada charla o comentario:

Ved aquí, señores. las reflexiones que en medio de la muchedumbre de negocios que me rodean he podido ordenar a costa de in­mensos afanes. Cuando proyecté este discur­so yo no preví que acometía una empresa, no sólo superior a mis talentos y corta instruc­ción. sino también al tiempo que me d~jan li­bre las diarias funciones de mi empleo. Más despacio, y después de un estudio más serio y reflexivo. hubiera tal vez expuesto mis ideas con menos aridez y difusión; pero trabajando interrumpida y precipitadamente. distraído el ánimo a mil varios importunos objetos, yesti­mulado a todas horas el deseo de venir a ma­nifestaros mi gratitud, ¿qué podía yo producir que fuese digno de la gravedad de la materia y de la instrucción de! auditorio?

Gaspar Melchor de Jovellanos, Discurso de ingreso en la Heal Academia de la Historia.

2 Sobre condiciones. características y cultivo de los estilos, los ma­nuales de preccptiva codifican útiles estudios. Pueden leerse en los más divulgados: GÓMEZ HER.\!OSIll.A. JosÉ, Arte de hablar en prosa y verso. París-México. Bouret 1905: TORO y GÓMEZ. MIGUEL DE. El arte de escribir en veinte lecciones. París. Annand Colín. 1922: ÜWELA, CA­UXTO. Teoria literaria. Buenos Aires. Estrada, 1902: ALONSO. MARrlN, Ciencia del lenguqje y arte del estilo. Madrid. Aguilar. 1955. Están también los tratados de Blair, Roustan. Montau, Coll y Vehi. etc. Muy usado en la actualidad por su método práctico y utilitario es el de ALBALAT. A.",.OINE. El arte de escribir y laformación del estilo. Trad. de Luis Castillo. 2~ ed., Buenos Aires. Atlántida. 1949.

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El estilo moderado es intermedio, supera en ornato y elegancia al simple, sin llegar a las ex­celencias y adornos del sublime. En los tiempos actuales, es más frecuente y aceptado:

Murió Pompeyo por vuestra desdicha: vivió César por vuestra ruina: mátole yo por vues­tra libertad. Si esto juzgáis por delito, con va­nidad lo confieso; si por beneficio, con humil­dad os lo propongo. No temo morir por mi pa­tria; que primero decreté mi muerte que la de César. Juntos estáis y yo en vuestro poder, quien se juzgare indigno de la libertad que le doy, arrójeme su puñal. que a mí me será do­blada gloria morir por haber muerto el tirano.

Francisco de Quevedo y Villegas. Vida de Marco Bruto.

El estilo sublime es el que por imperio de una gran concentración de pensamiento, la ocasión de un terna extraordinario y el dominio de la ex­presión, llega a alturas de belleza raramente al­canzadas. Es poco frecuente en la oratoria mo­derna, por razones de época y gusto:

Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de do­rados, y no porque en ellos el oro (que en nuestra edad de hierro tanto se afirma) se al­canzase en aquella época venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían, ignoraban estas dos palabras de "tuyo* y "mío". Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro tra­bajo que alzar la mano, y alcanzarlo de las ro­bustas encinas que liberalmente los estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. ~~ claras fuentes y corrientes ríos. en mag­mfIca abundancia, sabrosas y transparentes aguas le ofrecían. En las quiebras de las pe­ñas y en los huecos de los árboles formaban

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su república las solícitas y discretas .abejas, ofreciendo a cualquier mano. sin interes algu­no, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo.

Miguel de Cervantes Saavedra. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 1, cap. XI.

111. EL EJERCICIO EFECTIVO DE LA PALABRA

7. LA VOZ

La voz tiene especial significación en la orato· na. Una buena voz facilita la miSión del orador y le da un apoyo filme. Por lo general, se descuida en la vida cotidiana este aspecto de la expresión oral y se disminuye así el interés de la conversa­ción.

Para hablar en público, lo ideal seria satisfacer las cualidades que Quintiliano exigía: una voz expedita. llena, suave, flexible, sana, dulce, amable, clara, limpia, penetrante y que dure en los oídos l . Pero las cualidades vocales se traen desde el nacimiento. Habrá que perfeccionar, pues, a partir de esas condiciones innatas, la ca­lidad vocal. Lo principal es darse cuenta de las virtudes o defectos de la propia voz, para aprove­char las primeras y corregir, en lo posible, las segundas.

Hay tres elementos detenninantes de la voz humana: el organismo, el ambiente y la persona­lidad. La parte orgánica condiciona la voz, pues ésta depende en gran parte de la confonnación del aparato vocal y del estado fisico general. El ambiente tiene también su importancia, pues

I QUI:\l1UA~O. M. FABlO. lnslüuciones oratorias, lib. XI. cap. 111, p. 3: • ... voxJacilis. magna. beata.jlexibilis.ftrma, dulcis. durabais. pura. se' can. aera, auribus sedens",

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muchos hábitos elocutivos provienen de la imita­ción o del contagio, como por ejemplo, la típica tonada o acento regional. Por último, la persona­lidad también influye. La inteligencia, la entona­ción, la dirección, etc., revelan indudablemente el temperamento, el carácter, el yo.

La voz humana ~

La voz humana tiene, como todo otro sentido, ~es propias. Ellas son: t~ timbre, can..: tidad e intensidad. Tono es la aItu'"ra musical de la voz. Según el

toño, las voces humanas se clasilican eh agudas o graves. La escala de registros de altura pennite clasificar a las voces masculinas, por lo común, en tres categorías: tenór, baritono y bajo. Existen también tipos de voces intennedias. Desde el pun­to de vista oratorio, la mejor voz es la del barítono.

Timbre es el matiz Ee~~al de la voz. Es un fenómeno complejo, y está aetenninado por el tono fundamental y los annónicos o tonos se­cundarios. Por el timbre se reconoce a la perso­na que habla. aun cuando no se la perciba. Hay voces bien timbradas y agradables, mas las hay también blancas, roncas y chillonas.

Cantidad es la duración del sonido. Según la cantict'ád, los 'SOñicrospuecferi ser largos o breves, con toda la gama intennedia de semilargos, se­mibreves, etc. La cantidad suele depender, en general, de las características de cada idioma, de los hábitos lingüísticos de las regiones o paises, de la psicología del habitante, etcétera.

Intensidad es la mayor o menor fuerza .q)l:L~.> se produce la voz. HayV5CesIúértes voces dé­b-ile-s:--'-""" . "'- ... >~.,,--, -'gnTonética, se denomina acento al conjunto de los anteriores elementos, cuya combinación es-

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pecial en cada idioma, en cada región de un mis­mo idioma, y aun en cada individuo, da a ese idioma o habla una característica distintiva. EI;S> idioma castellano o español tiene un acento es- ~ pecial, 9istin~0 ~~l f~ancés o ?el inglés, pero den- ~ I

tro del area ImguIstIca del mIsmo castellano, hay ..... un acento argentino, uno mejicano, y así tantos como los paíse$ donde se habla. La diferencia de acentos existe también entre zonas o provincias de un mismo país, y aun entre barrios de una misma ciudad.

Por último, los sonidos tienen una distinta es­cala de perceptibilidad o alcance. Hay sonidos que por propia naturaleza se escuchan desde más lejas, como la vocal a, mientras que otros se . .. ... "'. "'_ ... c

escuchan sólo a menor distancia, como la u. Las voces tienen también distinto alc~mce o percepti­bilidad' según las personas.

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Cualidades de un, J.uen~--v,;z7í, --------~-___ L;¡

Una buena voz, desde el punto de vista de la oratoria, debe reunir estos requisitos: imposta­~n, calidad, alcance, intensidad, claridad. pu­reza, resIs.m!!l2a y fleXibilidad.

~~ Toda persona qu~ haga uso profesional de la palabra debe tener SJ;1 voz impos­tada, es decir, colocada correctamente. Cüando no lo está, se 1:L'!e~~~.r.Q..<!.1fcentras: tomos que el orador debe evitar. Hablar con Iavoz fmpostada esna~siiieS1Ue'fZó, con naturalidad. aprovechando al máximo las condiciones fisiológi­cas del aparato de fonación.

La impostación de la voz consiste en 'apoyarla en la base de la caja torácica. respirando de ma­nera que descienda la tráquea, el aire salga con libertad y produzca los sonidos con amplitud y en su mejor cualidad. Esto requiere una educa-

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ción especial que suele estar a cargo de médicos foniatras, profesores de canto u otros especialis­tas. Sólo así conseguirá el orador colocar su voz en el tono que le es natural para mantener por más tiempo la palabra sin fatigarse y matizarla con amplitud, en su grado óptimo.

Por lo general, las personas no saben cuál es el tono natural de su voz y no lo conocen. La ayuda de un profesional es necesaria para des­cubrirlo. Existen, sin embargo, procedimientos prácticos que permiten al individuo descubrirla por sí mismo o con ayuda de terceros.

/~ Existen personas con voces n~tu­ralmente hermosas, que cal!-~ºl $u tinID[e J:LQt!H~ _mQ ..ll~~ tras, en cambio, las tie­nen rudas, demasiado suaves, graves, saltarinas, blancas (sin forma ni timbre), cavernosas, arras­tradas, demasiado breves, cortadas, etc., en una palabra, defectuosas. Una voz hermosa es una gracia de la naturaleza, pero una voz desagrada­ble puede corregirse en gran parte mediante ejercicios y educación. Una voz de buena calidad estética produce sobre el auditorio efectos cauti­vadores. Quien no posea esta gracia deberá es­forzarse al máximo para superar los defectos mediante una ejercitación adecuada.

~~ Alcance.;-. Un orador debe estar en condicio-

n~~L_J~:ñªhlª!._.a- cüalqtiTer-mstancüi:--El ofictOlo exige, para superarlas-coríIlngeñclas de las sa­las demasiado grandes, los actos al aire libre o la ausencia de amplificadores. El alcance de la voz no es el mismo que la sonoridad o la fuerza. Hay voces fuertes que no llegan lejos, mientras que las hay débiles que lo consiguen.

Indudablemente, la acústica del salón tiene gran importancia cuando falta el micrófono, pero en ausencia de condiciones favorables. es una necesidad para el orador hacer llegar su voz has-

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ta la última fila del público. Hay un límite hu­mano, por supuesto. Para ello, es necesaIio te-ner presentes algunas reglas. ,

En las salas pequeñas debe hablarse con poca voz pero sin apagarla. En las salas grandes, se debe hablar fuerte, pero sin gritar. La mejor for­ma de hacer llegar lejos la voz es dando salida al aire lo más adelante posible, y dirigiendo la co­lumna de aire un poco hacia arriba con el cuello algo levantado, como si apuntáramos con la boca a la última fila. .,dJ'lt§físraQiiji~ vollJi1J1tiJ-;;r- La intensidad es la

fuerza con que se habla. La voz debe emitirse con­intensidad, pero sin grito. Nunca debe vociferar­se, pero tampoco debe caerse en el defecto opuesto de hablar tan quedo que no se escuche. La intensidad debe variarse, para evitar la mo-notonía. '

Los discursos bien dichos no empiezan jamás con mucha intensidad. Es conveniente empezar con voz baja y mantenerla unos minutos, para concitar la atención del público. Además, la in­tensidad deberá variarse de acuerdo con los pensamientos que se expongan. El orador debe acostumbrarse a conocer la sala ni bien comien­za su discurso, para no equivocar la intensidad ni demorar tiempo en conocerla. "Se debe sentir la sala al borde de los labios", dice un experto con frase envidiable. La voz se exteriorizará en­tonces con dominio, proyectándose sobre la tota­lidad del auditoIio.

Cada expositor ha de conocer por entrena­miento previo el alcance de su voz máxima, sin recurrir a los gIitos. Esto se logra con medicio­nes efectuadas por cada uno, en una sala cual­quiera vacía, y con la ayuda de un oyente que se aleja paulatinamente hasta precisar la distancia en que la voz pierde audibilidad. El expositor ha de hablar en público con una voz de doble inten-

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sidad con que lo hace en una charla de persona a persona. Cuando su voz resulta poco intensa, para subirla al volumen requerido ha de ~ag.i­narse mentalmente que habla ante un audItono de cien a ciento cincuenta personas. En este caso, la voz resulta animada, el cónferenciante es escuchado sin fatiga y' proyecta una imagen enérgica, impositiva y satisfactoria.

Claridad. - Una buena voz debe ser clara, esto es, perfectamente perceptible. Deben escu­charse todas y cada una de las palabras del dis­curso, aún las de tono bajo y menor intensidad. Esto requiere que se articulen perfectamente to­dos los sonidos, con las diferencias naturales que existen entre ellos, para evitar confusiones. Es necesario, además, que el orador no cometa vicios de dicción que oscurezcan los sonidos. La voz debe emitirse libremente, sin forzar ninguno de los medios naturales de producción del soni-do. (j~ !&--Glªri.djl~Ltlene-_IeJa(Mm-.con la pureza de .1a voz. Una buena voz debe ser pura, enersenÜefo--ae-ño estar viciada por defectos del aparato vocal o fallas de articulación y fonación.

Vicios que deben curarse, corregirse o evitar­se, según el origen, sOn~gosidad, el tarta­mudeo.+.Ja_n_a.sllLizª~!ºJl-,_ e1J_ªJ~º .... " et::!2!~]Jiseo, el hablaI:...slbnml.t~Y __ ~.~_ taI1~~_<?:. Estos defe~n por lo general incompatibles con el uso publIco de la palabra, a menos que se corrijan. Entre los defectos derivados de la articulación o fonación, deben contarse: el ceceo, el seseo, el rotacismo, el sigmatismo.

Están proscriptos de la palabra pública los acentos vulgares y arrabaleros. (ResisteTlCtCt,_ ... -'/La resistencia y duración son

coruncn:rné:'.fiíaturales de la profesión del orador. El orador tiene que hacer esfuerzos grandes para

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hablar durante largo' tiempo y esto no podrá re­alizarlo sin una voz durable y resistente. Una vez más, la condición fundamental reaparece: la im­postación. Las voces mal colocadas se fatigan y agotan.

~iliiij¡jff;i)- La última cualidad de la voz es la flexibilidad o sea la capacidad que debe te­ner de variar el tono, la intensidad, el alcance, la velocidad, la entonación y las pausas, para darle una fisonomía variable y atrayente. Nada es tan contrario a la oratoria como una voz monótona, siempre igual a sí misma, que no se modifica a lo largo de una disertación. Esto fastidia la aten­ción del público y provoca el desinterés. ~ay~ ser.rl~xible.y

lrásunta~n caaa momento la variación y ~., lJilª.c!~s intelectualé3, rii.or~nes~·vcirrnv-ás·y-señsi­bIes de--nuesffá a1ri:úl;- c-ü'i1fOnné"lásvámos"clés-p.§.~~~d()éJ.1-la p~!~!lt~!,_.,-<·· --.--.''.'''.-'.,- ... '-.. -

La fonación y la articulación

El sonido articulado se produce en virtud de una serie de movimientos orgánicos que consti­tuyen la espiración, o salida de la columna de aire desde los pulmones a través de los bron­quios y la tráquea; la fonación, o producción del sonido en la laringe, y la articulación, o transfor­mación de ese sonido elemental en sonido arti­culado, en la cavidad bucal. la cavidad faríngea y la cavidad nasal, mediante los movimientos de los labios, la mandíbula inferior, las mejillas. la lengua y el velo del paladar. Estos dos últimos actos tienen especial interés para el orador.

El estudio de la articulación indica el lugar exacto donde se producen las vocales y las con­sonantes, y los órganos que intervienen. o sea, la producción misma de esas vocales y conso-

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nantes, solas o combinadas en sílabas, en pala­bras o en frases.

Estos procesos son estudiados en detalle por la fonética, y no cabe sean analizados con la misma profundidad en este lugar. Conviene, sin embargo, tener presente que deben considerarse aceptables la articulación y pronunciación del hombre culto medio, conforme a las modalidades idiomáticas del país. Según Navarro Tomás, co­nocido fonetista de la lengua española, debe considerarse como nom1a general de buena pro­nunciación, la que se usa corrientemente en Castilla en la conversación de las personas ilus­tres, por ser la que más se aproxima a la escri­tura. El ámbito de esta pronunciación correcta -prosigue el autor-, no se limita a esa región de España, sino que se prolonga en muchas otras personas doctas, pues el modo correcto ha llegado hasta ellas por medio de la escuela, la escena, la tribuna y la cátedra. Este patrón re­chaza todo vulgarismo provinciano y toda forma local o regional, y rechaza también toda depura­ción pedante en las gentes cultas que se esfuer­zan por introducir rectificaciones. El modelo de pronunciación ha de ser, según esto, la pronun­ciación castellana sin vulgarismo y culta sin afección2

Este canon, con ser tan sabio, no puede ser adoptado al pie de la letra ni en la Argentina ni en ningún otro país hispanoamericano porque a su vez resultaría una pronunciación afectada o imitativa. En nuestro país se ha de tomar por modelo el habla de la gente de cultura general media, también sin vulgarismos ni pedantismos.

La pronunciación correcta: Hay una pronun­ciación culta y otra popular o vulgar. En toda

2 NAVARRO. ToMAs T .. Manual de pronunciación española. 6" ed .• ps. 8-9. Madrid. Consejo SupeIior de Investigaciones Científicas. 1950.

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exposición pública queda proscripta la pronun­ciación vulgar o chabacana, desprolija y aun co­loquial y familiar. Un prudente consejo impide rebajar la pronunciación a límites incompatibles con el decoro que merece la expresión ante un público.

Todo expositor ha de recordar que, aunque una excelente forma de comunicación es siempre na­tural y cordial, no es lo mismo hablar ante un auditorio que en un grupo familiar o de amigos. La exposición pública se efectúa siempre desde cierto nivel de dignidad que no puede rebajarse.

No se consideran defectos en Hispanoamérica el yeísmo (pronunciación igual de la y y la LO, ni el seseo (pronunciación idéntica de la s, c y z). El acento regional o "tonada" tampoco se considera vicio fonético.

La velocidad

Se llama rapidez o tempo a la velocidad ordi­naria de la conversación o discurso. La rapidez del discurso varía según la personalidad del ora­dor, las circunstancias, y principalmente, según las emociones o ideas que se expresan. Habi­tualmente las personas se expresan con distinta rapidez, y lo que en unas es natural y agradable. en otras es falso y desagradable. '

Según Navarro Tomás, faltan datos precisos para determinar si la rapidez de la conversación normal española es mayor o menor que la de otros idiomas. A los extranjeros suele parecerles que nuestro idioma es rápido, mientras que a nosotros nos sucede lo mismo con respecto a otras lenguas.

De un modo general. las diferencias persona­les de rapidez son admitidas. a condición de que no afecten la inteligibilidad del discurso. no fas-

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tidien al auditorio, ni estén en desacuerdo con el contenido de la· frase o el discurso. Al dirigimos a un público grande la velocidad deberá ser me­nor que cuando nos dirigimos a un público corto o a un grupo familiar.

Asimismo, la exposición de ideas abstractas, de estadística, de razonamientos difíciles o compli­cados, debe ser lenta, mientras que las ideas sencillas pueden decirse con mayor rapidez. En cuanto a las emociones, las de alegría, gozo, son más rápidas que las de dolor, pena y tristeza. Los discursos solemnes exigen también un ritmo majestuoso, lento, mientras que las arengas mi­litares o la polémica permiten más rapidez.

Las pausas y silencios

En íntima relación con la rapidez y duración de un discurso están las pausas. Éstas se anun­cian en lo escrito por los signos de puntuación, y en el discurso oral, por la duración relativa del silencio.

En el discurso leído, las pausas se hacen nor­malmente en mayor número que los signos es­critos. Deben aprovecharse en todos los casos para aspirar aire. Las pausas se utilizan para se­parar los grupos naturales de ideas de un párra­fa, para anticipar palabras, frases o ideas que deseamos destacar, y para meditar lo que se va a decir a continuación. En el último caso, el oyente no deberá notar esta estratagema.

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8. LA ACCIÓN

La acción es de capital importancia en el dis­curso. Los antiguos la l1amab,an 'discurso del cuerpo'. El discurso no es sólo el conjunto de palabras expresadas, sino que es también la voz con que ellas se pronuncian y la acción de los brazos, las manos, el cuerpo, y principalmente, los gestos del rostro. De Cicerón es esta célebre definición: ''Todo el hablar consiste en la acción y en la elocución".

En la antigüedad griega y romana, la acción tenía primordial importancia debido a que los discursos se pronunciaban al aire libre. En nuestros días la situación es muy diferente, pues la mayoría de los discursos se pronuncia en lu­gares cerrados y con la ayuda de los amplifica­dores, pero no obstante esto, la acción no ha disminuido de importancia.

Importancia de la acción

La acción acompaña a las palabras y las hace más notables e inteligibles. por eso se ha dicho que subraya el discurso. Va dirigida directamen­te a los sentidos y toma más inmediata la comu­nicación. Muchas veces, un gesto vale más que

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una palabra. Un orador que no emplee con acierto los ademanes, o que los utilice fuera de conveniencia. desluce su discurso y revela una desarmonía que el público percibe en seguida. En algunos casos excesivos. los desaciertos arruinan totalment6 el discurso: un orador que se mueve' como animal enjaulado en el estrado o un conferenciante inmóvil como una estatua, se exponen al ridículo y al repudio del auditorio.

La comunicación del orador con el público re­quiere. fatalmente, la acción del cuerpo. Los mo­vimientos trasuntan la personalidad del confe­renciante. El auditorio no se satisface única­mente con el contenido conceptual del discurso: desea más, entender. comprender la psicología. el alma y la intimidad del orador. Sólo después de haber percibido esta intimidad le dará su ad­hesión o se la negará. Nace de ahí la necesidad de que el orador muestre. en su acción. toda la riqueza que lleva en su alma.

Los retóricos antiguos han estudiado en detalle los movimientos y gestos. y nos han legado reglas muy minuciosas acerca de cómo comportamos fi­sicamente durante el discurso. Algunos modernos no han descuidado tampoco este aspecto de la elocu encia y han clasificado a su vez los movi­mientas y los gestos. Entre los antiguos. Cicerón y el maestro Quintiliano han sido los más precisos.

Los excesos en la reglamentación antigua han provocado una saludable reacción entre los con­temporáneos. Hay incluso oradores y maestros de oratoria que se inspiran en las reglas del tea­tro para fijar los movimientos y los ademanes. Estos elementos pueden ser útiles, según el gra­do de la aplicación. y mientras no se confunda al orador con el actor de teatro. Es fundamental re­cordar que el orador debe hacer los movimientos que son correlativos a su contenido anímico, mientras que los del actor deben ser los propios

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de la naturaleza y psicología del personaje que representa. El gesto en el orador es casi siempre el resultado natural de su personalidad y de su mensaje, es un producto casi inconsciente y no tiene la misma importancia que en el teatro. ~

Prejuicios acerca de la acción

Acerca de la acción en el discurso existen pre­juicios bastante generalizados sobre los que con­viene estar advertidos. De un lado se sitúan los que la califican despectivamente de mímica y la proscriben radicalmente. De otro. se agrupan los partidariOS de la excesiva regu~ación. que con­fundiéndola con la acción teatral. recetan proce­dimientos excesivamente minuciosos. La verdad está en el punto medio.

Suelen pensar algunos que la acción oratoria es el ademán ampuloso. exagerado, cuando no la gesticulación desmesurada. Cierto es que debe hablarse con todo el cuerpo, pero con modera­ción. Los gestos y movimientos deben dar una impresión de libertad del cuerpo y del alma. de naturalidad y de facilidad. y revelar un tono muscular fláccido, libre, espontáneo.

Tampoco deben preverse a tal extremo los mo­vimientos que el orador se convierta en un mu­ñeco mecánico, con movimientos duros. rígidos y rápidos. La excesiva preparación en este sentido quita espontaneidad al orador y distrae su con­ciencia y atención. Ha de evitarse, pues, la ner­viosidad derivada de esta concentración de la mente en los movimientos, para que la acción no resulte tampoco automática, mecánica ..

Los movimientos deben concordar, sin excep­ción, con el temperamento y la naturaleza del orador y del tema. Algunos oradores se han dis­tinguido por la vehemencia y la amplitud de sus

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movi~ientos, mientras que otros han logrado tamblen la fama con mucha menos acción. Lo que resulta natural y conveniente en uno, no lo es en otro. Los movimientos son susceptibles de belle~a ~omo las palabras. Y esto se consigue con la practica y un poco de previsión, antes que con un maestro de teatro. La acción debe ser inte­gral, es decir, armonizar con la totalidad de los elementos constitutivos de la oratoria, desde el rostro del orador hasta la naturaleza del público.

Principios generales

Existen algunos principios generales que go­biernan la acción en el discurso. Importa mucho que estos principios no sean tan abundantes que lleguen a los detalles más insignificantes, a fin de permitir que el orador se mueva con libertad interpretativa dentro de ellos.

Como regla esencial se ha señalado la natura­lidad, es decir, la concordancia de los movimien­tos con el conjunto integral, físico, temperamen­tal y conceptual del orador. Lo que no aparezca con;o un brote natural del momento y de la idea, esta mal hecho. Los movimientos y la acción de­ben ser los propios de cada individuo, de modo que es desaconsej able todo intento de imitación Sigamos la receta de Sertillanges: "No se imite: pu~s, la acc~ón de los demás, como tampoco su estilo . ~ su ~enero, como decíamos a propósito de la utIhzaclOn de los maestros. Un modelo es siempre precioso, pero bajo el beneficio de una adaptación, de una trasposición"l.

Como segunda recomendación, ha de tenerse en cuenta ~a pureza de los movimientos. Por pu­reza se entiende la ausencia de todo movimiento

1 SERl1IJ.A.'I1GES. P .• op. cit. p. 401.

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antinatural, automático, nervioso, como los tics, las manías, o los gestos y actos estereotipados. El orador que se presente con gestos o movi­mientos descomunales, caerá en el ridículo.

La tercera condición es la variedad, para evitar la repetición insistente o la monotonía que abu­rre. Los gestos deben ser distintos según la pa­sión de lo que se dice y el contenido de cada pensamiento. A cada idea 'corresponde un modo más o menos convencional en el género huma~ no, de expresarse corporalmente. Pero no se cai­ga en el error de pensar que pueden existir tan­tos movimientos como ideas. El repertorio de' movimientos corporales es sumamente limitado en relación con el pensamiento, de modo que no da lugar a una búsqueda caprichosa ni forzada.

Además, la acción debe hacerse en concordan­cia con el contenido del discurso .. Debe seguir el curso del pensamiento, progresar de acuerdo con la línea expresiva del texto, ajustarse a la vitalidad del discurso, efectuarse coordinadamente con los otros movimientos totales del cuerpo, y, finalmen­te, realizarse en el momento oportuno, es decir, cuando conviene subrayar una idea o pensamien­to, y nunca a destiempo. No debe olvidarse tampo­co la adecuación de los gestos a la situación, pues éste es un aspecto no menos importante. Una sala grande, un auditorio numeroso, exigen movimien­tos y gestos amplios y lentos, mientras que un pe­queño grupo coloquial, una mesa redonda, toleran muy poco la amplitud y la lentitud. Se ha dicho que la amplitud de los movimientos está en rela­ción con la amplitud del auditorio y del lugar.

La actitud o porte

La actitud o porte del orador en la tribuna tie­ne sus exigencias. El porte tiene alguna relación

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con el aspecto físico de la persona, pe:o más !k tiene con la personalidad y la psicologla. El pu­blico comienza a juzgar por la actitud inicial del orador, aun antes de que éste haga uso de la pa­labra. De ahí la necesidad de adaptarse a alguna exigencia en este sentido.

La actitud oratoria exige, en primer lugar, se­renidad y distinción. El movimiento nervioso es contraproducente, así como la inmov~~da? y du­reza del cuerpo. Debe evitarse la tenslOn mtema a todo costo, porque revela una desarmonía de la personalidad y un proceso psicológico de inse­guridad que el público aprecia inmediatamente. El porte debe permanecer también tranquilo frente a nuestros estados emotivos secretos, y no revelarlos.

Asimismo, el porte no debe denotar arrogancia, petulancia, provocación, desafío, menosprecio; indiferencia, falsa solemnidad. El orador esta obligado a una nobleza de alma, libre de conta- . rninaciones malsanas, y su actitud general debe trasuntar esta buena cualidad y no otra. Debe revelar también, cortesía, amor, interés y since­ridad. La mirada debe ser directa, sin huir de la gente ni seguirla con aspereza.

Si se habla de pie, el cuerpo debe mantenerse erguido, sin violencia, ofreciendo una perspect~­va ligeramente asimétrica, es decir, con el ~le derecho un poco adelantado con respecto al lZ­

quierdo; esto facilita los movimientos y permite además el movimiento fácil del brazo derecho. En el caso de que el izquierdo subraye la acción, ~e­berá cambiarse esta posición, adelantando el lZ­

quierdo. En ambos casos, el peso del cuerpo, debe descansar sobre ambos pies. Debe evitarse la rigidez del cuerpo, de las manos y del cuello. El cuerpo puede adelantarse, de vez en cuando hacia adelante y hacia atrás, pero no mucho. El cuello no debe estirarse, ni las piernas ni los

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brazos deben estar pegados, ni muy abiertos. Los brazos y manos deben estar en actitud conve­niente.

Al subir o bajar del estrado, el orador debe cui­darse de no producir una impresión desagradable. Conviene marchar con naturalidad y elegancia, sin rapidez -que denota nerviosidad- ni lentitud -

. que denota timidez-o Hay que ir al estrado direc­tamente, con sencillez, paso firme y seguro. La sa­lida debe hacerse en la misma forma.

Al ubicarse, es aconsejable hacerlo en el cen­tro del escenario o del estrado, mirando al centro de la sala y situarse lo más cerca posible del au­ditorio, sin echársele encima ni hacer equilibrios al borde. No moverse mucho en el estrado, de adelante hacia atrás o hacia los costados, es de­cir, no pasearse. En general, con respecto al mo­vimiento en el escenario, debe tenerse presente que la inmovilidad está proscripta. El cambio de lugar aviva el interés y rompe la monotonía. yal mismo tiempo, el moverse hace descansar al orador y lo libera de la tensión. Pero los pasos no deben ser muy frecuentes ni los recorridos largos. El andar puede aprovecharse también para llamar la atención sobre lo que estamos di­ciendo, para concitar la mirada de un grupo o del salón entero, o para utilizar la resonancia del sa­lón. Ha de evitarse a toda costa andar sobre el escenario para impresionar teatralmente a nues­tro auditorio o revelar vanidad y petulancia. La violencia y la velocidad del andar son también contraproducentes. .

Si el orador habla de pie y con un pupitre de­lante, debe evitar que éste 10 separe del público. El orador no debe esconderse detrás de él, ni asomarse como por sobre un balcón.

En los casos en que el orador deba pronunciar su discurso o disertación sentado, es importante tener el cuerpo derecho, no volcado sobre la

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mesa ni tendido hacia atrás. El cuerpo debe perm;necer recto, las piernas sin cruzar, lige:a­mente separadas una de otra, los pies con ca1?a normal vertical, ni muy adelante ni muy atraso Las manos apoyadas naturalmente sobre la tapa superior, la derecha ligeramente, adelantada, pues es con la que accionamos m~s. El c';lerpo puede moverse hacia adelante o grrar haCIa los costados en los pasajes en que des,eamos llam~r más la atención y avivar el intereso Los mOVI:­mientas del orador sentado no deben ser am­plios, sino moderados.

La fisonomía y los gestos

El rostro del orador debe acompañar las pala­bras, sin gesticulaciones ni visajeS exagera~o.s propios de la pantomima. La mirada d~be dIn­girse al centro del salón, como si se mIrara un edificio a 10 lejos, y dominar la totalida~ de .la sala. No se mire nunca ni al fondo del salan n~ a la primera fila. Mírese hacia la fila del ~edlO. Conviene girar la vista paulatinamente a dIestra y a siniestra, y evitar la insistencia sobre una sola dirección, para que el di~curso ~o parezca dirigido a un solo grupo. La Ílsonomla .no debe denotar contrariedades internas, y convIer:e ~ue exprese interés, sinceridad, amor por el publIco. En algunos casos, sobre todo en los ~póstro[es, puede dirigirse el orador a una determmada 'pe~­sana o sector, como recurso para provocar vItalI­dad e interés. La mirada debe preceder a la ex­presión para ayudar a la ~elaCi?n c~n el público. No debe ser vaga ni dOrmIda smo VIva. El rostro de piedra es antielocuente.

Los gestos son los movimientos del rostro. No tienen nada que ver con las muecas y deforma­ciones del gesto natural, que están totalmente

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proscriptas en la oratoria. Los gestos tienen la ventaja de revelar más aún nuestros pensamien­tos y nos permiten granjearnos la atención. Los gestos deben inspirar simpatía y no impresionar desfavorablemente. No hay que hacer 'contorsio­nes del rostro. Sonreír es saludable de vez en cuando y estimula la amistad y el cariño del pú­bUco. Cuando llegue la ocasión, habrá que saber mostrar un rostro de firmeza, de intransigencia, de gravedad, de dolor, de tristeza.

Existen algunos gestos o ademanes que son verdaderas triquiñuelas para determinados fines, como por ejemplo, esperas de silencio, tosecillas, carraspeos, sacar el pañuelo, secarse el rostro, pasarse la mano por la frente, etc. Estos recur­sos deben usarse con gran modéración, oportu­nidad y, sobre todo, parecer naturales, para evi­tar la teatralidad, pero en general, debe conside­rárselos inconvenientes, a menos que se tenga una gran maestría en su uso o sean imperiosa­mente ineludibles.

En modo general, los gestos deben partir de las ideas mismas. Acompañan, habitualmente, a las ideas capitales del discurso. El principio en que se fundamenta su empleo es el de la utilidad. En caso contrario, es mej or prescindir de ellos.

Los ademanes

Los ademanes son igualmente importantes. Reservamos este vocablo para los movimientos de los brazos y las manos. Los brazos y las manos son muy-importantes, particularmente el brazo y la mano derechos, que los antiguos califican de "lanza del orador". En oratoria, la derecha es más importante que la izquierda.

Los brazos y manos no deben apoyarse sobre las caderas, ni tomarse del chaleco o la chaque-

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ta, ni colocarse entrecruzados atrás o sobre el vientre, ni mucho menos en los bolsillos. Deben caer naturalmente sobre el cuerpo y moverse con armonía y libertad. El movimiento de un brazo no debe contradecir el del otro. Lbs hombros no deben levantarse para manifestar indiferencia ni otro estado de ánimo. Los brazos no deben ade­lantarse simétricamente hacia adelante ni en cruz. Tampoco deben levantarse hasta el máxi­mo posible. salvo casos excepcionales. Quintilia­no no pem1itía que el ademán pasara más allá de la cabeza.

En cuanto al ritmo o estilo general de los ade­manes, ténganse presentes estas recomendacio­nes: que no sean angulosos ni tajantes; sino curvos y elegantes: que no sean demasiado rápi­dos ni se paren con brusquedad; que no se em­pleen con reiteración frecuente; que no sean es­tereotipados; que no sean nervios~s, que se uti­licen menos cuando más solemne sea el discurso: que no sean imprudentes ni descome­didos: que no lleguen después de haberse enun­ciado la idea a la cual deben acompañar y, final­mente, que no se utilicen en caso de duda acer­ca de su efectividad.

Con respecto a las manos, debe saberse que son un gran recurso expresivo y su empleo tiene también requisitos. No deben contraerse ni cris­parse los dedos: el dedo índice es el más revela­dor de todos.

De un modo general, si el orador habla de pie, conviene dejar caer las manos a los lados del cuerpo, moviéndolas únicamente en los ademanes exigidos por las circunstancias. La práctica ense­ña dónde colocarlas en cada oportunidad y el ora­dor debe tratar de olvidarlas durante el desarrollo del discurso, pues sólo así las manejará con soltu­ra. Cuando uno piensa en las manos y no sabe dónde ponerlas, es porque no sabe utilizarlas.

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El empleo de material ilustrativo

En algunas disertaciones didácticas se hace necesario el empleo de material ilustrativo au­diovisual. Cuando esto ocurra, el expositor debe­rá atenerse a ciertos principios válidos en esta materia:

1. Los medios audiovisuales son un apoyo de la exposición, no un sustituto. Tienen el carácter de "ayudas audiovisuales" y no más. Acompañan y clarifican las palabras del conferenciante y no las reemplazan. Por esta razón resulta absurdo proyectar un texto escrito y leerlo, o mostrar gráficos o proyecciones que distraigan la atención en vez de concentrarla. '

2. Una buena exposición no debe estructurar­se únicamente sobre la base de una mera expli­cación de las ilustraciones. El informe personal, liberado de toda dependencia visual, es irreem­plazable, y constituye la parte principal de una conferencia. La ilustración sólo debe permitir "visualizar" la idea. Todo exceso de material ilus­trativo peIjudica la disertación.

3. Un gráfico o ilustración no debe anticipar simultáneamente la totalidad de la exposición, pues quita interés a lo que sobrevendrá. Cada ilustración debe presentarse a medida que se desarrolla la idea respectiva, por su orden. Una vez utilizada es conveniente retirarla de la vista del público para no distraerlo. La ilustración to­tal puede emplearse, en cambio, al final como un resumen totalizador de lo expuesto.

4. Antes de su presentación cada ilustración debe ser anticipada para no sorprender y des­concertar al oyente, y al mismo tiempo, debe darse la clave de su interpretación con el obj eto de prevenir errores y orientar la observación ha-

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cia el aspecto dominante que se intenta probar: "A continuación podrán ver ustedes un mapa fe­rroviario de la República Argentina y comprobar que la red nacional confluye en su totalidad ha­cia el puerto de Buenos Aires como un embudo con su pico hacia el Río de la Plata."

5. Cada recurso ilustrativo tiene su propia técnica de diseño y de manejo que es necesario conocer con suficiente antelación para evitar im­previstos. Un buen ensayo es la mejor manera de anticiparse, pero aun así, el expositor deberá te­ner programada una solución alternativa para el caso eventual de que la exhibición resultara im­pOSible o frustrada.

6. El material ilustrativo debe qjustarse a es­tas condiciones:

a. Claridad: Como la función de una ayuda audiovisual es clarificar, reforzar y permitir la memorización de una idea, se comprende que deberá ser más clara aún que las palabras expli­cativas. El secreto de la claridad radica en la conceptualización. esto es, en la reducción de una idea extensa a un sólo concepto, el cual será re­presentado por la ilustración. Es la tarea más dificil.

b. Simplicidad: Una buena ayuda visual no debe contener demasiada información o abarcar muchos temas simultáneamente. El oyente de­berá captar el mensaje fácil y rápidamente. Por esto es recomendable su brevedad y simplicidad.

c. Facilidad de lectura: El gráfico o ilustración debe leerse con comodidad y sin apuro durante el tiempo que dura su presentación. No conviene incluir textos largos sino palabras claves; las fi­guras simplificadas son las mejores. Los blancos deben usarse con generosidad.

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7. Cada medio es conveniente para ciertos ca­sos y no para todos. Desde el tradicional piza­rrón y tiza hasta el más actualizado equipo de televisión educativa, de filmación y proyección en la misma aula, son útiles según las circunstart-¿/ cias. En la medida en que aumenta la tecnología ~ del recurso la preparación y utilización del mate- (. rial resulta más compleja y riesgosa, y al mismo tiempo, requiere mayor aprendizaje previo.

8. La técnica de aplicación de las ayudas au­diovisuales exige:

a. Planificar y practicar por anticipado cuál recurso se empleará y en qué momento.

b. Mantenerlos fuera de la vista y ordenados para presentarlos en el momento oportuno. El orden de presentación debe ser preferentemente sucesivo para no dispersar la atención del oyen­te. Una vez utilizado debe retirárselo.

c. Presentarlos con claridad y explicarlos.

d. Hablar al auditorio, no a la ilustración. En ningún momento dar la espalda al público, ha­blar hacia abajo o hacia los costados.

e. Asegurarse de que todos los oyentes lo vean u oigan.

f. No abrumar y fatigar al auditorio con exce­so de material.

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i! 9. EL PÚBLICO

Contrariamente a 10 que supone la opmlOn vulgar. los retóricos clásicos conocían ya los mo­dos de reacción psicológica de 'los jueces y los espectadores, y anticiparon algunas de las leyes que la pSicología social contemporánea ha siste­matizado y perfeccionado. Aristóteles sabía ya que el pensamiento de los oyentes puede ser mo­dificado u oscurecido por las pasiones y los sen­timientos' y conocía también que en presencia de ciertos auditorios es dificil acudir a la ciencia para sacar argumentos convincentes, porque el silogismo o pensamiento deductivo es adecuado sólo a quienes tienen el hábito de la dialéctica. mientras que para la multitud es preferible usar la ejemplificación inductiva l.

También Quintiliano sabía que "el mover las pasiones se hace necesario cuando no hay otra forma de traer el juez a la razón, pues muchas veces hacen este oficio hombres ignorantes, a quienes es preciso engañarlos para que hagan lo justo". Agregaba. naturalmente: "Verdad que de­ben confesar todos, y yo principalmente, que no separo el oficio del orador de la bondad mora1"2.

I ARIsrÓTELES. Arte retórica. libro l. cap. 1, pár. 12 Y Tópicos, VIll, 2. 1 QUl!\'11lJA.'10, Instituciones oratorias, libro 11, capítulo XVIll.

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Los psicólogos y sociólogos modernos hc:n am­pliado el campo de los conocimientos c1asicos, aportando valiosos datos so',?re la condu~ta ~u­mana y las formas de reaccion de los audItonos. Aun cuando estén superadas en ciertos aspectos, las ideas de Gustavo Le Bon siguen teniendo vi­gencia en lo que respect~ a la psi:o~ogía de las multitudes. Estudios mas especIalIZados han ahondado particularmente en el público y los auditorios, como los de Gabriel Tarde, H. D. Ho­llingworth, J. Eisenson, Robert T. Oliver, L. L. Schücking y otros3

Psicología de los oyentes

La sociología demuestra que el hombre actúa en privado de acuerdo con sus propios motivos, pero que en grupo -como lo es un au.ditorio- a?oI?ta formas de comportamiento del conjunto. El publIco es una entidad distinta del hombre considerado in­dividualmente, susceptible de ser comprendida en sus motivaciones, intereses y reacciones y es posi­ble obrar sobre él a partir de ese conocimiento. "Para una persona inexperta -dice Mark Hanna­una charla en público parece un espantoso proyec­to. Piensa que el auditorio es un monstruo con mi­les de ojoS, dientes afilados y una perpetua mir,ada de sorna. Teme terriblemente que se burle de el, y acaso lo trate con irrisión cuando la temible prueba haya pasado. Tartamudea y lo oprime la idea de ser el centro de una inamistosa atención. La verdad es que los auditorios no son así"4.

3 Pueden consultarse: TARDE. GABRIEL. L'opinion et la Jou/e; LE BON,

GU5rAVE, Psychologie desJou/es; How:XGWOIml, L. L .. The psychology oJ speech; OUVER, ROBERI' T., Psychology oJ persuasiue speech; BLOI\'DEL.

CHARLES. Introducción á la psychologie coUective; SCHÚCKiNG. L. L .. El gusto Uterario; SAUVY. ALFRED. L'opinion publique.

4 I-lA.,\-;-¡A. MARR. PubUc speaking withoutJear and trembUng. ps. 31-32. Nueva York. The Macmillan Company. 1949.

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La oratoria es un fenómeno psicosocial que debe comprenderse. Normalmente el auditorio es paciente, gentil y tiene la secreta esperanza de que el orador y el discurso le resulten gratos, porque es sensible a la belleza y porque le resul­ta psicológicamente doloroso presenciar el fraca­so o el ridículo.

Cualquiera sea la finalidad del discurso -per­suadir, agradar, conmover, instruir-la tarea del orador consiste en crear estímulos psíquicos en los oyentes a través de las palabras, la voz, la acción y otros recursos específicos -ilustracio­nes, proyección de diapositivas, etc.-, de mane­ra que las respuestas de los oyentes a esos estí­mulos, sean las que el orador, desea. Las res­puestas posibles son: la aceptación, el rechazo o la indiferencia. El orador buscará, naturalmente, la primera.

Se produce, así, una oposición o polémica psí­quica entre el orador y los oyentes, una actitud de contraste, en que por un lado están los mo­dos de pensar y sentir del orador, y del otro, en coincidencia o no, los del público. De este con­traste, una de las dos actitudes saldrá ganancio­sa. Si se impone la del público, el orador ha fra­casado: en caso contrario, el orador habrá cum­plido con éxito su misión.

La respuesta favorable no puede obtenerse sino a partir de la peculiaridad psíquica del oyente, es decir, penetrando en ella, tal como es, obran­do sobre sus estructuras ideológicas, sentimen­tales o volitivas, y modificándolas, atenuándolas, simplificándolas, excitándolas o encauzándolas, de modo que por un proceso de asimilación, imi­tación o identificación, se transformen en 10 que el orador desea. Dicho de otra manera, el orador debe entrar en el espíritu del oyente, para traerlo después hacia sí mismo, por más que, como re­conoce Schücking, "el intento de conducir al pú-

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blico a un terreno distinto de aquel en que prt­mero se concentró; no siempre se puede realizar fácilmente y sin sacrificios"5.

Aristóteles reconocía ya en su siglo que "todas las acciones humanas se originan necesaria­mente en estas siete causas: ocasión, naturale­za, compulsión, hábito, reflexión, cólera y de­seo"6. Quintiliano, por su parte, refiérese en múltiples lugares de su tratado a la necesidad de llegar al ánimo del oyente para producir en él la respuesta esperada, o sea que también interpre­ta el fenómeno oratorto en la misma fonna: "La fuerza de la elocuencia -dice- consiste, no pre­cisamente en causar en el juez los efectos que le causaría la misma naturaleza de la cosa, sino en excitar los que no tiene, o si los tiene, avivarlos más"7. La finalidad de un discurso, según esto, radicará en motivar en los oyentes nuestros pro-pios puntos de vista. .

Los estudios más cumplidos sobre psicolog1a del auditorto coinciden con bastante aproxima­ción entre sí. Figuran en ellos descripciones so­bre los motivos básicos de la conducta humana. Al oyente le resultan gratos los temas que refir­man sus deseos de preservación de la vida, sa­lud, alimentación, seguridad, estabilidad, rique­za, bienestar, reproducción, cambios favorables, bien común, alegría, amor, libertad, etc. En otras palabras, lo que en un cierto sentido humano podrá denominarse "lo bueno". Los temas opues­tos o que ponen en duda o riesgo estos deseos innatos son recibidos con desagrado.

La opinión individual y la pública tienden a se­leccionar, consciente o inconscientemente, las no­ticias, datos, hechos y verdades, para lograr un

5 ScHÚCKlNG. L. L. El gusto literruiD. 3' edición. ps. 65·72. México­Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica, 1960.

G ArusrÓTELES, Arte retórica, libro l. cap. x, pár. 8. 7 QUU;I1UANO, Instttuciones oratorias. libro VI. cap. n, pár. 2.

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apoyo psicológico a los instintos y voliciones natu­rales en el ser humano. La deformación se hace siempre en el sentido que favorece al interesado que las piensa: si están en juego sus intereses materiales, la desviación se produce en el sentido que facilita su defensa; si son las pasiones o sen­timientos los que están en juego, la desviación tiende a reforzarlas; si se trata de los intereses de un grupo o colectividad, la defoffimción se produ­ce para aumentar la cohesión y justificar la lucha que sostiene: y aun en el caso de que las desvia­ciones sean inconscientes o involuntarias, las des­viaciones se verifican también, en la linea tendien­te a defender la posición adoptada por el indivi­duo, según la teoría de Alfred SauyyB.

De modo genérico, puede afirmarse también que el sentimiento y la pasión privan sobre la ra­zón, lo mismo se considere al público en general que a cada oyente como individuo en particular. Por eso, "los conductores de la opinión obran principalmente sobre las cuerdas sentimentales", como lo prueba la investigación sociológica.

De lo expuesto, pueden inferirse las Siguientes características generales del auditorio: a) el pú­blico es una entidadpsicosocial con modalidades propias y diferentes de las del individuo conside­rado aisladamente: b) normalmente, su actitud inicial frente al orador es de mera expectativa y no de oposición, pero responderá al fin con acep­tación, rechazo o indiferencia. según haya sido la influencia reCibida; c) el público se resiste, consciente o inconscientemente, a salir de su propio modo de pensar, sentir y querer; d) sus motivaciones básicas son las que tienden a favo­recer su vida y felicidad, y en tal sentido, defor­ma las ideas o hechos que le son desfavorables,

8 SAuvv. ALFRED. L'opinion publique, ps. 25-28. Paris, Presses Uní­versitaires de Francc. 1958.

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Actitud y reacción del oyente

Como la comunicación es ante todo un acto psicosocial, el orador ha de conocer al menos al­gunos principios obtenidos de la ciencia de la comunicación con respecto al público.

En esencia, el fenómeno expresivo oral puede reducirse a esta afirmación: el hablante reduce su pensamiento a un conjunto de signos lingüís­ticos (codifica) que el oyente percibe e interpreta (decodifica).

Pero puesto que el hablante efectúa la codifi-cación en palabras que considera adecuadas al fin que se propone, el oyente, por su parte, al re­cibir ese sistema de signos, los decodifica e in­terpreta según sus posibilidades intelectuales, profesionales, expectativas, papel empresario, interés económico, situación biológica, dominio idiomático, sexo, edad, etcétera, es decir, según su propia persona total y el contexto situacional en que se encuentra.

La misión del expositor es tratar de reducir o anular este aparato de decodificación de sus oyentes, en lo que ellos están equivocados o des-informados.

Algunas constataciones fundamentales deben ser consideradas:

1. No existe acto comunicativo puro, sin fac­tores deformantes, dada la condición del ser hu-mano.

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2. Todo oyente deforma en alguna dirección el mensaje recibido, pero esta deformación no es caprichosa sino que obedece a ciertas constan­te~ de la naturaleza humana, relacionada con sus motivaciones más profundas. Cada persona tiene una forma de percibir, una forma de inter-pretar y una forma de reaccionar. .

El problema se reduce entonces a determinar un punto de convergencia honorable, en que el expositor no negocie la verdad de su pensamien­to y el oyente no se vea reducido a una víctima del acto comunicativo.

3. Los oyentes no perCiben todo 10 que se les emite, sino sólo una parte, o porque su atención se diluye o porque al escuchar seleccionan del mensaje los <;ontenidos especiales en que están interesados. Esta es la razón por la cual el orador debe adecuar su mensaje y evitar discordancias o barreras.

4. Siendo esto así, el disertante ha de estar advertido de que si su público está compuesto por veinticinco personas, su mensaje será inter­pretado en veinticinco formas distintas. Esto es inevitable y únicamente puede enfrentarse con conocimiento y arte.

5. La percepción del público está sometida a leyes registradas por los psicólogos:

a. Intensidad: De dos mensajes o estímulos. el más fuerte se impone en la psique del oyente: hablar de la virtud es más fuerte y estimulante 'que hacerlo de la debilidad moral.

b. Dinamismo: Entre lo estático y lo dinámico, se impone lo segundo: es más interesante hablar de los animales que de los árboles, y de los árbo­les que de las piedras.

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c. Familiaridad: Entre lo·familiar y lo ext:año. lo conocido y lo desconocido. el oyente atIende más a lo familiar: hablarle a un provincia~O de su comarca es mejor que hacerlo de una cmdad extraña.

d. Organización:. Entre un mensaje desorgani­zado y otro organizado, la percepción del oyente se inclina por este 'último porque le resulta me­nos fatigoso y más esclarecedor.

e. Tota/.ídad: Un mensaje completo que no oTI1ite ningún aspecto esencial es preferido a~ in­completo: es insatisfactorio escuchar a un dIser­tante que deja de tratar puntos de un tema.

6. El público no es una abstracción teórica sino una realidad existente. y como tal, suele en­frentarse al disertante con una de estas tres ac-titudes:

a. Oposición: Tiene ideas y actitudes cont:~­rias a las que expone el disertante. ~a So.luclOn es no enfrentarlo con violencia o desden. SIlla to­n1ar en cuenta este hecho, reconocer los a~p~c­tos ciertos de su posición y a partir de al11 .rrIo persuadiendo con fuertes hechos y razonanuen­tos. Refutar la idea y salvar al hombre.

b. Neutralidad: El público es indiferente o neutral frente al tema o idea propuestos. El en­foque oratorio radica en descubrir el punto de interés motivacional en que se mueve, por ta~t.e­os sucesivos, y luego reforzar la argumentaclOn en esa dirección.

c. Apoyo: El público está de ac?erdo con el pensamiento del expositor y se mc:niflesta fav~ra­ble. Es el caso más fácil de relaciono El expo~lt~r desarrollará su tema apoyándose en las comCl­dencias, y teniendo especial cautela de no roz~r o crear disensiones. Habitualmente, los pensam1en-

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tos más generales son los seguros; los de detalle pueden generar conflictos.

La historia y la experiencia recuerdan intere- _l'f---;! ' santes casos de todos estos tipos de relación ex-<$I ~iii positor-oyentes. Entramos aquí en un mundo / .. · complejo y sutil donde tienen cabida por igual la I;y I • inteligencia, la intuición, la experiencia, la per- " sonalidad, la educación de los oyentes y el con­tenido del mensaje en relación con las motiva­ciones básicas de los oyentes.

Las multitudes

Lo expuesto se refiere a todo grupo de perso­nas que participan como oyentes en una reunión oratoria. Sin embargo, desde un punto de vista más analítico, conviene diferenciar la 'multitud' (o masa) del 'público', porque revelan signos pro­pios. No es lo mismo un grupo de veinte o trein­ta personas que escuchan una conferencia ma­gistral, que un mitin político de varios miles de personas. En el primer caso, se habla de públi­co, mientras que en el segundo se está en pre­sencia de una multitud o masa, cuyo comporta­miento es diferente.

Las multitudes se caracterizan, ante todo, por­que "el orgulloso sentimiento de su número em­briaga a los hombres reunidos y los hace despre­ciar al hombre aislado que habla", según apunta Gabriel Tarde9

• Este sentimiento grotesco es real, y el orador se encontrará en dificultades si no ca­naliza en su mensaje la opinión y los intereses propios de esa masa. Estará aislado en medio de una muchedumbre. La experiencia demuestra que por esta razón los hombres que hablan a grupos

9 TARDE, GABRIEL, L'opinion publique. p. 44, Paris. Alean. 1901.

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multitudinarios son los que la conducen como lí­deres o pretenden asumir este liderazgo, hablán­doles en su lenguaje y de su mundo animico.

Como todo grupo social revela tipos de con­ducta y creencias comunes, el individuo actúa en el conjunto absorbido por los sentimientos o ide­as colectivas, y deja de lado en gran parte sus propias experiencias u opiniones particulares. El hombre, ganado por el sentimiento, incapaz de razonar según sus propias convicciones, admite en bloque toda la doctrina y todo el programa, dice un sociólogo.

De ahí que la oratoria para las multitudes se proyecte hacia las grandes ideas colectivas acep­tadas por el grupo y se aparte de disquisiciones o minucias racionalistas, que no son susceptibles de ser comprendidas ni asimiladas en el momen­to, y que, por otra aparte, tampoco inter~san. "No se convence a las masas con razonamiento, sino con palabras", dice Bernard Grasset lO • Maison­neuve recuerda que las creencias y opiniones se expresan por palabras y trae al caso la opinión del publiCista neoyorkino Walter Lippman, quien sostiene que "la inmensa mayoría de los suj etos no juzga sobre las cosas, sobre los hechos, sino sobre sus representaciones de los hechos". Y agrega Maisonneuve que entre el mundo y nos­otros se levantan estereotipos, clisés. o sea fra­ses, pensamientos o palabras ya hechas, que hacen de su manipulación un medio considera­ble de propaganda y de distorsión sistemática 11.

Ya se sabe qué significan para ciertos grupos ideológicos vocablos como "imperialismo", "capi­talismo", etc. Probablemente para cada individuo aisladamente signifique una cosa distinta o sig-

10 Citado por I-IOUGARDY. MAurnCE, op. cit.. p. 63. 11 MAlSO;\1\'ElNE. JEA.";. Psicowgía social. Traducción de Silva Naisberg.

1" edición castellana. p. 82. Buenos Aires. Editorial Paidós. 1960.

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nifique menos o algo distinto de lo que en reali­dad son, pero las palabras estereotipadas son de gran efecto convencional. La multitud no es cri­tica ni racionalista.

La muchedumbre sustituye la actitud intelec­tual frente a su orador por la actitud instintiva, imaginativa, fantaSiosa, y se deja dominar por el inconsciente impulsivo. Recordemos el caso de oradores populares o de demagogos, y compro­baremos el fabuloso desborde de planes y pro­mesas que efectúan en sus discursos. Es que, como conductores de masas, saben que éstas tienen apetitos de quimeras y fantasías, y las aceptan, por lo menos durante el acto oratorio, como verdaderas. ,

Otras características de las multitudes, apun­tadas por Tarde, son su intolerancia prodigiosa, su orgullo grotesco, su susceptibilidad enfermi­za, el sentimiento enloquecedor de su irrespon­sabilidad nacido de su poderío y de la pérdida total del sentido de la mesura, que partiCipa el exceso de sus emociones naturalmente exalta­das12 •

Resurge aquí, una vez más, el problema de la moralidad del orador, quien impostado mental­mente en el ángulo de su auditorio, sólo debe valerse de la palabra para canalizar hacia el bien la mentalidad colectiva.

El público

El público, en cambio, es una reunión de per­sonas que conservan su propia personalidad y espíritu crítico. Se dice que el públicQ moderno comenzó a constituirse realmente en el Renaci­miento, pero acaso sea más acertado remontarlo

12 Citado por Maurice Hougardy. op. cit., p. 646.

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a la antigüedad misma. como 10 prueban los simpoSios y las academias griegas.

De todos modos, el público se da normalmente en un local cerrado, asiste sentado a la diserta­ción y se presenta en actitud intelectiva antes que emocional o instintiva como la multitud. El número de integrantes de un público puede va­riar desde la limitada cantidad de alumnos de una clase hasta un gran auditorio ubicado en una sala de espectáculos. La diferencia no radi­ca propiamente en el número de personas, ni en las características del local, sino en la actitud psicológica con que los oyentes participan del acto.

Por supuesto que en todo público, como en toda multitud, hay que reconocer la existencia de remisos. indiferentes. contrarios, escépticos. Pero debe caber en los cálculos de todo orador la pre­sencia de una razonable cantidad de personas en actitud antagónica .

Para el caso de la oratoria ante un público. la palabra del orador deberá ser equilibrada. esen­cial, meditada y artística. sin olvidar, sin embar­go, que "es pequeña la clase de personas para las cuales las razones lógicas en la aceptación de ideas son superiores. incluida aun la clase pro­piamente llamada de científicos"13.

Lo ideal es el discurso donde se combinan ar­mónicamente la razón y la pSicología.

La actitud objetiva

Un orador, frente a su auditorio, sea éste una multitud o un público, en los sentidos analiza­dos, puede colocarse en actitud subjetiva o en actitud objetiva. Por la primera. el orador se ins-

13 DUNIAP. K .... 'GHT. Socíalpsychology .p. 249. Baltimore. Williams and Wilkins Co. 1925.

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tala en su propio mundo espiritual y habla des­de él, a la espera de que sus oyentes lo compren­dan y lo acepten. Por la segunda, el orador pien­sa y vive en el mundo de sus oyentes, habla en su lenguaje, le comunica el mensaje que éste an­sía y le ofrece un panorama acorde a sus necesi­dades; "Un orador efectivo es usualmente objeti­va... Este es uno de los principios básicos del discurso", dicen Sarett y Fosterl 4 •

La actitud objetiva se fundamenta en 10 que podría denominarse el fenómeno de la descarga, que consiste en facilitar la expresión de las ide­as, sentimientos y deseos comunes de los oyen­tes a través de la palabra que se pronuncia en el estrado. El oyente no tiene posi1?ilidad de expre­sarse verbalmente cuando integra un auditorio. pero desearía verlo hecho por la palabra del ora­dor. Cuando el orador concentra en su verbo el estado espiritual común del grupo que lo escu­cha, se produce el fenómeno de la descarga.

El otro fenómeno frecuente en los auditorios es el del contagio. Los estados de ánimo se difun­den de uno a otro oyente y pueden llegar en ca­sos excepcionales a imponerse sobre la totalidad del grupo. De esta comprobación se deriva la técnica de insistir sobre aquellos puntos o asun­tos que entusiasman a la mayoría de los oyentes o a grupos aislados, con el objeto de ir creando paulatinamente el contagio en los restantes miembros del auditorio.

Persuasión y autoridad

Se han propuesto métodos, basados en las in­vestigaciones psicológicas, para facilitar la tarea

14 SARETl'. LEW y FOSTER. WlLUAM TRUFA;\'T, op. cit., p. 489.

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del orador. En lo fundamental, pueden citarse dos: el de la persuasión y el de la autoridad.

El método de la persuasión consiste en invadir paulatinamente el campo de la atención del pú­blico y llevarlo por progresivos razonamientos al punto de vista del orador. El de la autoridad consiste en imponer por presión psicológica la personalidad del orador, e incluidas en ella, sus ideas. Podría decirse, metafóricamente, que en la persuasión el alma del orador se insinúa en la del oyente y ambas terminan por confundirse en una sola, mientras que en la autoridad, el alma del orador se desborda y anega la del oyente.

El método de la persuasión se apoya en el em­pleo de ciertos procedimientos que responden a las modalidades psíquicas de los oyentes, y que se enuncian de distinta forma según los autores. En síntesis, consiste en hablarle al público de las cosas que le son familiares; presentarlas con cierta fuerza de convicción, en forma dinámica, con planteos ordenados, en que las partes guar­dan entre sí proximidad, similaridad, continui­dad e inclusividad; que atiendan a las motivacio­nes íntimas de los oyentes; que confluyan todas a una misma idea central, etc. Se preconiza que el contenido desarrolle temas que interesen prácticamente al público (la naturaleza, los ani­males, el dinero, historias, dramas, acción, etc.): que el lenguaje sea concreto, popular, imaginati­vo, y que la acción, gestos, ademanes y demás recursos concuerden con esta finalidad.

El método de la autoridad se apoya en dos comprobaciones: una, es la de que todo orador, a la vista general de su público, se reviste de una cierta superioridad que le es conferida gratuita­mente, porque se supone que el ejercicio de la palabra pública encierra un dominio particular de los temas y de las personas; la otra constata­ción es que una personalidad colocada en un

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plano superior -por mérito propio o por delega­ción de atribuciones- provoca en los demás una reacción psicológica de disminución. La autori­dad puede emplearse en ciertas' ocasiones, pero sólo tendrá efecto si el orador ejerce realmente el liderazgo del grupo de oyentes y a condición de que sus mensajes encierren una auténtica ver­dad, que no desmientan los hechos posteriores. La autoridad está condicionada también a una actitud de dependencia o inferioridad real del auditorio y a la auténtica superioridad del ora­dor.

Actuar según el principio de autoridad signifi­ca estar convencido de que uno tiene el dominio "de la materia y los oyentes deben reconocerlo y aceptarlo. El expositor parte de una cierta supe­rioridad que se confiere a sí mismo y la hace no­tar al auditorio para obtener el dominio del acto comunicativo. No se habla aquí de la petulancia, la arrogancia, la vanidad, la soberbia u otros de­fectos morales análogos, pues están radicalmen­te proscriptos. Se trata más modestamente de sentirse maestro en el asunto y hablar en conse­cuencia.

La autoridad puede emplearse en ocasiones, con las cautelas oratorias adecuadas, sin llegar a manifestaciones deformadas, pero sólo será válida si el expositor es una personalidad real­mente colocada en un plano superior por presti­gio, antecedentes científicos o técnicos o méritos de otra naturaleza. El auditorio reconoce y acep­ta la autoridad sólo de un auténtico maestro.

La persuasión consiste en hablar al auditorio con cierta sencillez natural, para conducirlo poco a poco, a través de métodos no compulsivos, a la aceptación de la verdad propuesta. El expositor, aun teniendo el dominio intelectual del asunto, no lo impone violentamente ni pretende avasa­llar a sus oyentes, sino que busca convencerlos

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basado en razones. Invade paulatinamente el campo de atención del auditorio, se muestra to­lerante y sereno, razona, argumenta, ejemplifica y termina conquistando con su personalidad y su inteligencia a quienes lo escuchan.

La persuasión y la autoridad no son excluyen­tes ni opuestas. Más bien son complementarias, y de una conjunción armónica de ambas actitu­des, con la intención puesta en el servicio y res­peto del prójimo, surge la mejor de las actitudes del expositor.

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N. TIPOS BÁSICOS DE DISCURSOS PÚBLICOS '

10. LA ORATORIA INDIVIDUAL

Puesto el ser humano en actitud de comunica­ción oral con sus semejantes, puede transmitir individualmente su mensaje a un grupo de per­sonas que 10 escuchan sin intervenir en la expo­sición, o puede hacerlo, cooperativamente con los integrantes de un grupo, buscando entre todos. a través de la discusión, una opinión o decisión común. En el primer caso, la oratoria es indivi­dual y en el segundo deliberativa o de grupo. Una y otra forma comprenden especies propias y en ambas se aplican técnicas particulares; en la oratoria individual, la exposición, y en la delibe­rativa, la discusión.

La clasificación de los discursos individuales según la naturaleza del tema es sumamente ex­tensa, ya que en verdad, puede hacerse oratoria con relación a cualquier asunto. En líneas gen,e­rales, hay elocuencia sentimental o evocativa, artística, política, forense, religiosa, militar y di­dáctica. Dentro ·:de cada uno de estos grandes grupos caben,a su vez, clasificaciones más mi­nuciosas. Salvo la elocuencia sentimental o evo­cativa, todas las demás caen dentro del ámbito de especialidades profesionales y vocacionales.

La oratoria sentimental es la más frecuente en la vida cotidiana. Comprende toda una variada

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gama de discursos, muy diferenciados, pero que en esencia tienen como fin común la alabanza y el prestigio de un bien y, según la conocida fór­mula, la exaltación de acontecimientos, hechos o personas. Se ha discutido bizantinamente sobre la legitimidad y sinceridad de los discursos pro­nunciados por imperativos circunstanciales, pero 10 real es que, según los casos y las personas, pueden variar desde el mero acto de cortesía hasta la más profunda y sincera expresión de sentimientos, ideas o deseos.

Los principales tipos de oratoria individual son: la conferencia, el discurso conmemorativo, el in­augural, de presentación, de bienvenida, de ofre­cimiento, de aceptación o agradecimiento, de despedida, de augurio, de sobremesa, el brindis y el discurso fúnebre.

La conferencia. - Una forma típica de la ora­toria individual moderna es la conferencia o di­sertación, muy usual en nuestra época para di­fundir ideas. En general, se supone que el confe­renciante es un experto en la materia o tema que trata de comunicar a sus oyentes.

Las exigencias fundamentales de la conferen­cia Son: conocimiento profundo del asunto, ne­cesidad y oportunidad de la difUSión de ese asunto, claridad de comunicación y adecuación al público y al ambiente.

Según la clase de público, el conferenciante puede adoptar distintos tonos y estilos, pero en todos los casos, debe analizar el problema que expone, confirmar los argumentos, rebatir las opiniones adversas o equivocadas, dejar clara­mente asentada su propia conclusión y promo­ver inquietud intelectual, emocional o volitiva en los oyentes.

Si al término de la exposición el público puede formular preguntas y expresar sus opiniones, se

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denomina conferencia abierta al público (lecture fOffim en la nomenclatura inglesa).

Discurso conmemorativo. - El discurso con- . ~ I memorativo es uno de los más generalizados en ~ la vida actual. Su finalidad es evocar el recuerd6S> ~ de algún acontecimiento histórico, un hombre / ~ memorable o un hecho caro a los sentimientos { públicos o privados de un grupo. Son discursos "interruptores del olvido colectivo", y en general, se apoyan en la alabanza y la cele~:ació~. :ralen también como medio de ilustraclOn pub~lca y contribuyen a formar una conciencia comu;n.

Este tipo de discurso suele contener habItual­mente estas ideas: a) alab~a del acontec.~iento, hecho o persona; b} apelacion a los sentlID1e~tos comunes del auditorio con respecto al asur:to, c} incitación a obrar el bien imitando la ensenanza de ese acontecimiento, hecho o persona.

Discurso inaugural. - Es el discurso que se pronuncia para entregar al público u~a .obra de interés colectivo, monumento, busto, lapI?a,. pla­ca, o para abrir un congreso, curso academ.Ico o escolar, etc., botar una nave, colocar una pledra fundamental, etcétera.

El discurso inaugural responde por lo general a las siguientes exigencias: a} referencia al es­fuerzo y a la obra realizada; b} recuerdo par~ lo.s autores, gestores o inspiradores; c}. alegna publ~-ca por los beneficios que reportara; d} agradeCI-!; miento; e} votos auspiciosos de bien y esperanza.

Discurso de presentación. - Es una pie~a congratulatoria con que se recibe en un acto pu­blico a una persona y se la presenta ante u~ au­ditorio. Suele expresar 10 siguiente: a) elogIO de la personalidad del orado~; b) orgu~lo de contarlo en la tribuna que ocupara; c} motIvos de la pre­sencia del huésped; d) anuncio claro del tema

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que desarrollará; e) creación del deseo y ansie­dad por escuchar su palabra; O augurios de feli­cidad y éxito. La brevedad es una condición bá­sica de toda presentación. Quien la efectúa, no debe aprovecharla para hacer alardes oratorios en beneficio propio.

Discurso de bienvenida. - Es el discurso con que se recibe y saluda a un visitante o invitado. Suele expresar las siguientes ideas: a} saludo al recién lleg~do; b} expresión de la importancia y valor que tIene la presencia de tal persona; cl de­seos de que tenga una pern1anencia grata y útil.

Este discurso no debe ser largo ni minucioso, y el tono debe ser cálido. sincero y cordial.

Discurso de ofrecimiento. - Por medio de este tipo de .discurso se ofrece un cargo. un premio. o cualqUIer otra distinción a una persona. Debe manifestar estas ideas capitales: a} razones por las que se ofrece el premio o cargo; b} sentimien­tos de agrado y reconocimiento de todos por este acto de justicia; c} augurios de nuevos triunfos; d} entrega del premio o designación.

. Se presta este tipo oratorio para intercalar al­gun hecho emotivo o desconocido del público. al­gu~a frase o gesto típico del agasajado. o cual­qUIer otro recurso emociona1. No debe ser muy prolijo ni largo.

Discurso de aceptación o agradecimiento. _ Aunque diferentes según la ocasión, estos dos ti­p~s se ajustan al siguiente contenido: a) expre­Slon ~e reC?nocimi~nto emocionado por el premio o deslgnaclOn; b) cIta de las personas que tuvie­ron participación en el mérito; el aceptación del regalo o título como símbolo, en nombre del gru­po, clase o institución que representa o a la que se pertenece; d} promesa de responder con ho­nor al cargo o premio.

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No debe ser de estilo rebuscado o ficticio, sino natural y sentido.

Discurso de despedida. - Se pronuncia este tipo de discurso cuando una persona se retira de una sociedad, un empleo, un lugar. Conviene que exprese lo siguiente: a) alabanza de las personas con quienes se ha compartido el trabajo o ellu­gar; b) mención de una experiencia personal y fi­losófica tenida en el lugar. o narración de un he­cho o anécdota emotiva y edificante; el promesa de recuerdo permanente.

Es condición principal la sinceridad y emoti­vidad.

Discurso de augurio. - Es el que se pronun­cia en ocasión de cumpleaños. bautismos, bodas. aniversarios familiares o fechas de especial sig­nificación para una familia. una inst itución o un grupo. Debe referirse a lo siguiente: al motivo de la reunión; b} alegría del festejo; c) augurios para los actores. No conviene que sean muy extensos.

Discurso de sobremesa. - El discurso de so­bremesa suele interpretarse, equivocadamente, como una pieza que debe encerrar sin excepción una humorada. Estrictamente, puede estar ba­sado en el humor o en la seriedad, según el ca­rácter del orador, la condición de los concurren­tes y el motivo de la reunión.

No hay recomendaciones precisas sobre esta especie oratoria. pero en general, no puede caer en un plano exageradamente filosófico. Si no se tiene sentido del humor, puede recurrirse al tono simplemente elegante. Puede contener, separada o combinadamente: a) el relato de una experien­cia personal; b} explicación de una oQservación efectuada; c) anécdota, chiste, leyenda o suceso; d) otro tema ligero y agradable.

Es importante que este tipo de discurso se adapte al estado de ánimo de los concurrentes,

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Brindis. - El brindis se resume en una fór­mula esencial. Bebo a la salud ... No debe ser largo y debe expresar: a) salutación al agasajado o al conjunto reunido, según el caso; b) votos y augurios de grandeza.

Discurso fúnebre. - Se apoya en una larga tradición histórica que viene desde los tiempos más remotos, en que formaba parte de los ritos y ceremonias funerarios. La forma más pura es la que tiene lugar delante del cadáver (praesente eadavere). Vale tanto como la despedida última. En general, encierra los siguientes pensamientos: a) dolor por la irreparable pérdida que significa esa muerte; b) pensamiento filosófico o religioso sobre la muerte y su universalidad (Hodie tibi, eras mihi); c) panegírico y narración de las exce­lencias espirituales y obra del difunto; d) exhor­tación a imitarlo en sus hazañas y virtudes; e) consuelo para los deudos y amigos; f) despedida y votos de beatitud eterna.

Este tipo de discurso debe ser solemne, retóri-co, místico y encomiástico. .

El discurso radiado. - La radiotelefonía tiene características técnicas y psicológicas que todo orador debe conocer antes de enfrentar el micró­fono l

. Por de pronto, no admite la improvisación, y esto por razones administrativas de las emiso­ras y por conveniencias precautorias para el pro-

1 Infonnación de gran utilidad puede encontrarse en AsBOT, WAWO.

Handbook 01 broadcasting, edición revisada. Nueva York, MacGraw­Hill Book Co. Inc., 1941 y otros manuales sobre la materia.

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pio orador. El tiempo y la responsabilidad impi­den el riesgo ante el micrófono.

En cuanto al público, condiciona el estilo y el tono del discurso. Aun tratándose de cantidades inmensas y anónimas de oyentes, hay que recor­dar que en realidad los grupos que se forman al­rededor del receptor son pequeños, de una a cuatro personas, más o menos, cada uno de los cuales actúa como un público particular. El dis­curso debe estar compuesto, entonces, en tono familiar, coloquial, "de hombre a hombre". Sue­len citarse como magistrales en este género, las fireside chats de Franklin D. Roosevelt.

La lectura debe hacerse con pausa, con voz normal, articulando correctameI1te todos los so­nidos, sin forzar la voz: el peligro más generali­zado es el de pretender gritar o elevar la voz. Debe evitarse la monotonía al leer, para 10 cual se ha de variar el ritmo, la entonación, el volu­men y los matices de la voz. Particular atención deben merecer las toses, carraspeos, murmullos. apartes. inflexiones bajas, golpes sobre la mesa, ruidos de papel. respiración fuerte, etc., todo 10 cual está proscripto severamente del discurso radiado. porque desluce la transmisión.

En 10 material han de consultarse previamente los detalles al personal técnico a cargo de la au­dición' si es que se carece de experiencia. Debe hablarse siempre de frente al micrófono, sin gi­rar la cabeza. ni alejarse o acercarse, para evitar las caídas del volumen de la voz. Hay que cuidar siempre que el micrófono esté delante de la boca, a una distancia prudencial que aconsejará el 10-cutor, y que puede estimarse aproximadamente en veinte o treinta centímetros. No deben efec­tuarse desplazamientos ni movimientos.

Un recurso práctico aconsejado por un experto en cuanto al tono familiar del discurso, consiste en imaginarse a un amigo o grupo que nos está

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escuchando, y hablar para ellos como si estuvié­ramos a su lado. Si fuera posible, es aconsejable grabar antes la audición.

El discurso televisado. - La televisión, por su parte, tiene exigencias propias. Si la radiotelefo­nía no consiente la improvisación, la televisión en cambio, la requiere fundamentalmente. No es que no pueda leerse un discurso ante la cámara; esto es posible si el carácter y la ocasión del dis­curso 10 pemliten. Pero nODl1almente, rige la ley de la improvisación, pues da naturalidad y vida a la transmisión y al discurso.

El estilo de la palabra es también el natural, coloquial. de la conversación diaria, de la charla habitual. Pero ha de recordarse que la cámara revela la falsedad del tono y la insinceridad.

Pueden usarse esquemas, apuntes, notas, etc., pero es preferible no hacerlo. En caso extre­mo, no quedará más remedio, pero convendrá no ocultarlo al público, pues la lectura a escondi­das, con los ojos vueltos hacia los costados o ha­cia abajo, provoca una pésima impresión de fraude.

En lo material, es excelente hablar detrás de una mesa, sentado con naturalidad. El orador puede levantarse, moverse, caminar, a condición de que lo haga con honestidad y evite la teatrali­dad.

Si se trata de una entrevista, una mesa re­donda u otro caso similar, convendrá acordar previamente con el director los detalles sobre las preguntas y detalles totales, para evitar sorpre­sas. De modo general, puede decirse que hablar ante la cámara de televisión tiene, desde el pun­to de vista oratorio, la misma exigencia que para hacerlo directamente ante un público.

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11. LA ORATORIA DELIBERATIVA

La oratoria deliberativa comprende todas aquellas formas elocutivas en que participan al­ternadamente y a su turno dos o más personas: puede ~enomiI?-ársela también oratoria de grupo, y su metodo basico es la discusión. Según la de­finición de A. Craig Baird, "la discusión es el arte del pensamiento reflexivo y la comunicación, usualmente oral. cumplida por miembros de un grupo, cuyo objetivo es la solución cooperativa de un problema" 1 •

En la semántica castellana los términos "dis­cusión", "debate" y "deliberación" son aproxima­damente equivalentes, aunque en lengua inglesa involucran ciertos matices distintivos. originados convencionalmente en las varias formas concre­tas que la discusión adopta en la vida práctica.

En rigor, las formas reales de la elocuencia deliberativa o de grupo, son: la conversación (formal e informal), la entrevista (periodística, comercial, de relación laboral, etcétera), la dis­cusión en grupo (reuniones de comités, juntas,

1 BAlRD. A. CRAlG, Discussion: principles and Lypes. p. 9. Nueva York­Londres. McGRAw-I-Ilu. BOOK Co .. ¡xc., 1943: Discussúm is the art oJ rejlectíve thinking and communication. usually oral. by members qf a group. whose aim is the cooperative solulúm Di a problem

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comisiones, grupos de estudio, etc.), la discusión ante el público, el simposio, el debate y el Joro.

La conversación

El perfeccionamiento creciente de las formas y técnicas de comunicación oral en el mundo mo­derno, ha estimulado a algunos tratadistas a analizar la conversación humana, inferir de este análisis una teoría y establecer normas prácticas. Gran parte de los tratados modernos sobre ora­toria, particularmente los de procedencia nortea­mericana' dedican páginas a la conversación, a la que se considera no solamente como un ins­trumento vital, sino también como un medio de equilibrio del pensamiento social. La mentalidad latina se resiste, en nombre de la espontaneidad y la naturalidad, a aceptar la teorización llevada a este extremo, si bien se la acepta y practica en algunos órdenes profesionales, donde la conver­sación es el principal medio para el ej ercicio de una tarea. Tal es el caso de las entrevistas co­merciales, las de supervisión de personal en las empresas y otras, eh las que el diálogo no es li­bre sino condicionado por una finalidad prefija­da.

Según Borchers y Wise, "la conversación es un discurso caracterizado por la impredictibili­dad, prontitud, adaptabilidad, naturalidad, li­bertad y ausencia de exhibicionismo"2. Las con­diciones señaladas por esos tratadistas para una exitosa conversación son: actitud aceptable, ide­as importantes, lenguaje animado, voz expresiva y acción corporal comunicativa. La historia cul-

2 BORCHERS, GLADYS L., Y WISE, CIAUDE M .. Modern speech: an mtro· duction to speakmg and Ilnderstandmg, p. 32. Nueva York, Harcourt, Brace and Company, 1947.

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tural abunda en ejemplos de famosos conversa­dores -Samuel Johnson, Oliver Goldsmith, Na­poleón, La Bruyere, etc.-, así como de clubes de conversación -los antiguos simposios griegos, el Literary Club de Londres en el siglo XVII, el salón de Mme. Rambouillet, en París, y otros más-.

Los estudios demuestran que, estadísticamen­te, las personas tratan en su conversación, y por orden de frecuencia, sobre los siguientes temas: el trabajo, el hogar, la política, las recreaciones, la salud y los acontecimientos de interés gene­raPo

Milton Wright ha estudiado psicológicamente al tipo medio de interlocutor, señalando que éste desea sentir su propia importancia, impresionar a los demás, ser cumplimentado, expresar su opinión, granjearse favores, tener otras personas que sepan algo acerca de él, ser apreciado, ha­blar de su hobby, descubrir que sus interlocuto­res tienen sus mismos intereses, encontrar que sus pequeñas necesidades son contempladas por los demás. estar libre de obligaciones y sentirse cómodo y tranquilo. De esta investigación con­cluye el autor las normas para una buena con­versación: hablar a los demás de sus propias co­sas, tener un real deseo de agradar y hacer feliz a quien comparte el diálogo.

Para la conversación en grupo, señala el mis­mo tratadista estas conveniencias: los temas de­ben ser agradables a todas las personas; cada persona debe hablar su parte y no más; no debe haber períodos de silenCiO; ningún tema debe ser tratado tan extensamente que llegue a fatigar; el tono debe guardar los requisitos de una buena urbanidad, y nada debe decirse que pueda afec­tar u ofender a los presentes.

3 WRlGlrI", MIL TON , The art oi conversation: and 1ww to apply its tech­niqlle, p. 109. Nueva York-Londres, McGraw-Hill Book Co. Inc .. 1936.

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Existe toda una técnica 'analítica para condu­cir con éxito una conversación, tanto el diálogo como la conversación en grupo, así como estu­dios caracterológicos de los distintos tipos de in­terlocutores posibles: personas de más edad que uno, de menor edad, superior jerárquico, inferior o persona de otro sexo. Existe también toda una sistematización de la técnica de las preguntas. de las respuestas, de la narración, de la argumen­tación, etc. La discutible ulilidad de estos estu­dios es apoyada por sus teorizadores en la nece­Sidad de participar con eficacia en las conversa­ciones formales y en el estímulo y creación de mejores formas de pensamiento en las reuniones informales: "Conversar -dice J. B. Priestley- es uno de los signos y marcas de civilización ... "4.

La entrevista periodística

La entrevista periodística es una de las más modernas formas de la oratoria. En ella, un pe­riodista dialoga con alguna personalidad científi­ca, política o de cualquier olra actividad huma­na, formulándole preguntas de evidente interés público. La reunión puede ser convenida previa­mente o accidental, con cuestionario anticipado o improvisado, por escrito u oral. En cualquiera de las formas, rigen las mismas condiciones.

El periodista no debe discutir con su entrevis­tado, ni poner en duda la veracidad de lo que se le responde, ni enjuiciar las opiniones recibidas, ni monopolizar el diálogo, ni interpolarlo con sus propias ideas sobre la cuestión, ni alterar la for­nla o el contenido de las respuestas recibidas, ni prejuzgar sobre las intenciones de su entrevista-

4 PruESTLEY. J. B .. Talking. ps. 1-2. Nueva York; I-Iarper. 1937.

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do. D_esd~ el punto de vista de la opinión públi­ca, solo mteresan las respuestas del entrevista­do.

El único instrumento de que dispone el entre­vistador para obtener la información que des~ es la pregunta, y en este orden de trabajo, deb~/ ejercitar su ingenio para obtenerla, en tono res- <:y petuoso y urbano, sin polemizar. e

El entrevistado, por su parte, actúa por me­dio de las respuestas. Como no toda opinión o información puede darse en un momento deter­minado. por múltiples razones, la habilidad dia­léctica consiste en expresar sólo 10 que se debe sin caer en contradicciones reveladoras. ni mos~ trar turbación, desconcierto. nerviosidad. mala voluntad. descortesía o inseguridad.

Las preguntas y las respuestas, así en la en­trevista periodística como en otros tipos de elo­cuencia deliberativa, responden a una técnica especial, ampliamente estudiada por espeCialis­tas, y que se analizan en este volumen al tratar de la técnica de la discusión.

La discusión en grupo

La discusión en grupo (en la nomenclatura in­glesa conference y también infónnal discussion) es uno de los tipos más frecuentes de oratoria deliberativa. En ella, un grupo no muy extenso de personas debate conjuntamente un tema, con el objeto de analizarlo y estudiarlo o de tomar una decisión.

El director abre la reunión y presenta el asun­to o problema. dirige el análisis. informa a los participantes sobre diversos aspectos de la cues­tión y ayuda a encontrar una Solución, some­tiendo finalmente al voto de los presentes el tema o proposiciones presentados, si fuera el caso.

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Los integrantes pueden dialogar entre sí, for­mular preguntas al director o a sus colegas, res­ponder, efectuar exposiciones, presentar mocio­nes, etcétera.

Esta forma deliberativa acaece en las reunio­nes de comisiones directivas de instituciones, subcomisiones, juntas, directorios de empresas, reuniones de profesores, etc., y tiene la ventaja de permitir el intercambio de ideas yexperien­cias y de facilitar la participación activa de todos los miembros del grupo, en forma coloquial, amistosa y casi familiar, según la fórmula del give-and-take. No existe público.

La discusión ante el público

En esta forma deliberativa, llamada también 'mesa redonda' (en inglés panel discussion o round-table), un grupo, preferentemente no ma­yor de siete u ocho personas, discute un tema determinado ante el público y bajo la conducción de un director o moderador.

El director, en el centro del grupo y de frente al público, abre la reunión con breves palabras, expone la naturaleza del tema, presenta a los oradores uno por uno y explica el procedimiento a seguir en la discusión. Al término de la reu­nión' debe resumir las conclusiones obtenidas en un sumario imparcial y lúcido.

Los integrantes del grupo se sientan a derecha e izquierda del director, en tomo de una mesa en forma de herradura o similar -yen su defec­to sobre el lado mayor de una mesa rectangu-1ar- cuidando de no dar la espalda al auditorio.

En la discusión ante el público, es fundamen­tal que cada orador exponga su opinión, sobre todo desde su particular punto de vista, adap­tando espontáneamente su argumentación al

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curso de las ideas que se van desarrollando. No existen reglas fijas de procedimientos, porque es un tipo de deliberación informal5•

El simposio

El simposio (symposium en la nomenclatura inglesa), es una reunión deliberativa ante público, en que varias personas hablan por tumo sobre un mismo tema. Los oradores no discuten entre sí, efectúan sus exposiciones en forma de discursos -leídos, improvisados o con apuntes-, en plazos de tiempo iguales que van habitualmente desde los cinco minutos a los treinta, sin participación del auditorio.

La finalidad del simposio no es debatir, sino simplemente explicar, instruir o informar un tema a través de expertos o personalidades de gran relevancia en un campo de actividades.

El director de un simposio es generalmente una autoridad en la materia. Su función se limi­ta a abrir la sesión, explicar los motivos y finali­dades de ella y anunciar y explicar brevemente el tema. Luego presenta y cede la palabra, por orden, a cada uno de los oradores y agradece al final de cada una de las disertaciones. Al fin de todas las exposiciones, debe cerrar el acto con un breve sumario de lo tratado. Es habitual, ade­más, que al fin de cada discurso, tome fugaz­mente la palabra para establecer el paso de un orador a otro.

El simposio puede organizarse encargando a cada orador el desarrollo de un aspecto parcial del tema, o puede escogerse a un grupo de ora­dores que sostienen distintos criterios sobre un

5 SAA!;;rr, LEW y Fosnm, WllliAl,1 TRUFA."", op. cit. p. 467.

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mismo asunto y encomendarles su desarrollo en forma personal.

En ciertas ocasiones. el simposio puede adop­tar una forma combinada: al término de cada se­rie de disertaciones. puede efectuarse un panel entre los oradores. o abrir la discusión al público presente. En otros casos el programa comprende el simposio propiamente dicho con las dos alter­nativas anteriores.

El debate

En el debate participan dos grupos de orado­res. los que sostienen una posición afirmativa frente a una proposición y los que sostienen una negativa. conducidos por un director. Se realiza ante público y en él no se discute una pregunta sino una propuesta o proposición para estable­cer algo que hasta el momento no existe o no se practica. El grupo que está por la afirmativa tie­ne a su cargo la responsabilidad de probar que la nueva proposición es necesaria. A esta res­ponsabilidad se la denomina burden oJ proof En tal sentido, es condición que el debate se centra­lice únicamente en una sola proposición, expre­sada en fomla declarativa y con absoluta clari­dad y precisión.

Esta fonna de elocuencia deliberativa cuenta con una larga tradición en los Estados Unidos. donde se la emplea con frecuencia en colegios y universidades. No se la ha practicado hasla el presente en la Argentina.

Está sometida a reglas precisas de procedi­nliento, que puntualizan las obligaciones de la afimlativa y las de la negativa, la mecánica del desarrollo y demás detalles. El director abre el debate y habla alternativamente un orador de cada posición.

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El foro

Es cualquier forma de oratoria en que partici­pa el público. En castellano se la denomina tam­bién 'discusión abierta al público' y en inglés Jorum o openJorum.

Este tipo de deliberación se emplea para com­plementar otras formas de oratoria analizadas anteriormente: la conferencia, la discusión ante el público, el debate o combinaciones de esos procedimientos.

En la nomenclatura inglesa, la palabra Jorum colocada después del sustantivo que señala el tipo de oratoria, indica que al término de la reu­nión los oyentes podrán participar formulando preguntas. objeciones o exposiciones: lecture Jo­rum, panel Jorum, symposium Jorum, debate Jo­rum

El director abre el acto, anuncia el tema, pre­senta al orador o a los oradores y explica que después de la conferencia, el panel. el simposio o el debate, el auditorio será invitado a tomar participación.

En el momento de las preguntas, el director toma la palabra y explica claramente las normas que se aplicarán, procurando motivar inteligente­mente al auditorio y crear el clima de confianza. Como la primera pregunta es la más difícil de ob­tener, tiene atribuciones para formular él mismo esa pregunta al orador e invitar directamente a al­gún miembro del auditorio a formularla. Debe también ayudar a los participantes efectuando ex­plicaciones o repitiendo las preguntas o por cual­quier otro medio que estime conveniente. Si nota que al final algo importante se olvida o se pasa por alto, puede él mismo sugerir que se efectúe una pregunta o exposición para cubrir ese vacío.

A veces se formulan las preguntas por escrito, en hojas en blanco o formularios preparados

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para el caso, pero son más aconsejables las ora­les. Si algún oyente formula preguntas excesiva­mente largas, complicadas o aprovecha la opor­tunidad para hacer exhibicionismo retorico, el director debe saber cortarlas con habilidad y cortesía. El riesgo de alargar una discusión es un peligro latente en toda deliberación. Para evitar­lo, dos o tres minutos antes del tiempo fijado para la terminación del acto, el director anticipa­rá que sólo queda tiempo para contestar una o dos preguntas más, y señalará cuáles serán en ese caso los oradores a los que por turno les co­rresponda formularlas.

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12. TÉCNICA DE LA DISCUSIÓN

La discusión de ideas ha sido objeto de proli­jos análisis por parte de los especialistas. pues constituye el procedimiento esencial de la orato­ria deliberativa.

La discusión es. ante todo. un método de inves­tigación. y como tal se 10 practica en grupo cuan­do es necesario analizar a fondo un determinado problema o adoptar una decisión. Además de esto, la discusión es un método de enseñanza. de muy moderna concepción. que permite que varias per­sonas intercambien sus experiencias. contrasten sus propias opiniones. perfeccionen sus hábitos de pensamiento. conozcan aspectos insospechados de un tema y se acomoden a los beneficios de la tole­rancia y la cooperación. Como método didáctico, complementa al expositivo. y en ciertos aspectos, lo supera y perfecciona.

En suma. la discusión puede adoptarse cuan­do se persiguen, aislada o combinadamente, algu­no de estos tres fines: a) analizar cooperativamen­te un problema; b) tomar una determinación; c) enseñar.

Los inconvenientes de la forma deliberativa de la enseñanza son la lentitud y el riesgo de su de­formación en mera controversia desordenada. Estas eventualidades sólo pueden evitarse con

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una adecuada preparación y conducción del de­bate. que debe realizarse con perfecto conoci­miento de la técnica deliberativa.

Preparación de la discusión

Cualesquiera sean los fines de la discusión. ésta debe programarse con sumo cuidado. La preparación de una discusión comprende cuatro etapas: a) análisis del grupo: b) elección del tema; c) estudio del lugar y la ocasión; d) planteamien­to de la conducción.

Análisis del grupo. - Es de fundamental im­portancia que el grupo deliberante no esté cons­tituido por más de siete u ocho personas. sobre todo si la discusión será ante público. pues un conjunto mayor agudiza los problemas de la conducción. Excepcionalmente, cuando se trate de un conjunto habitual e indivisible (comité, junta. alumnos de una misma clase, etc.) podrá exceder de ese límite.

El organizador o director debe detemlinar, con absoluta precisión. la finalidad del debate. para ordenar todo en función de ese fin. Además, de­berá conocer con la mayor abundancia posible de detalles los antecedentes de cada participante y del grupo a que pertenecen; comportamiento, ideología, capacidad oratoria, actitud en las dis­cusiones, motivos por lo~ que participan, inteli­gencia, responsabilidad técnica, científica y mo­ral, representatividad, antagonismos o coinci­dencias entre ellos, sin olvidar que la conducta humana responde principalmente a finalidades o intereses.

Si la invitación para el debate está a cargo del director, estos datos previos le permitirán efec­tuar una selección razonada y eficiente.

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Elección del tema.- Cualquier tema no es apto para una discusión. Debe reunir ciertas condiciones que aseguren un resultado cons­tructivo. En primer lugar. la proposición o tema debe ser debatible: no se ajusta a este requisito un asunto evidentemente cierto ni otro evidente­mente falso. No debe. por esto mismo. estar con­c.ebido en témlinos ambiguos ,ni abarcar genera­hdades vagas, ni aspectos elementales de una cuestión. Se requiere una cuestión específica, clara. concreta. particular. encerrada en una idea central. y al mismo tiempo breve, de modo que pueda ser debatida en el término disponible.

En segundo lugar, el tema deberá estar ade­cua~o. al nivel ~ntelectual e intereses del grupo partICIpante, aSl como a las inquietudes del pú­blico oyente.

Estudio del lugar y la ocasión. - Las condi­ciones físicas del lugar tienen que ser considera­das ~o~ atenc~ón .. El director. los participantes y el publIco -SI lo hubiere- deberán contar con todas las comodidades lógicas. Es conveniente que el salón no sea chico ni demasiado grande, y que cuente con buena acústica o parlantes ven-tilación y temperatura adecuadas. '

El director y los participantes deben ocupar un lugar bien visible desde todos los ángulos del sa­lón. preferentemente un estrado. El conductor d~~~ dominar a todo el grupo y tener a su dispo­SI~lOr:' en un lugar accesible, un encerado y de­mas m~pl~mentos para escribir, tablero para co­locar lammas o pantalla para proyecciones. etc. Los participantes, a su vez, dispondrán en su lu­gar de papel y lápiz para tomar anotaciones ce-niceros. etcétera. ' '

El principio básico de distribución es que el di­rector mire de frente. con los participantes sen­tados a su izquierda y derecha, sin dar la espal-

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El estudio de la oportunidad en que se reali­zará el debate escapa a reglas precisas. Se supo­ne que el organizador o el director sabrán con­templar todas las probables eventualidades del acto, para que el debate se desarrolle con nor­malidad, sin interrupciones extrañas ni riesgos para nadie.

Planeamiento de la conducción. - El director deberá estudiar también con antelación suficien­te el guión o esquema del debate. Este esquema es primordial para que la discusión se desarrolle con arreglo a un orden y no se desvíen o desna­turalicen los objetivos de la reunión.

Los teóricos sostienen opiniones distintas en cuanto al contenido del guión. Por supuesto que cada director redactará el que más se adapte a su idiosincrasia y técnica de conducción, pero es conveniente que tenga anotados, por 10 menos, los siguientes puntos: tema central de la discusión; nombre y antecedentes de cada participante; pala­bras iniciales del debate o resumen de ellas; notas sobre los distintos pasos del proceso que seguirá la discusión; palabras finales de cierre.

Como la responsabilidad mayor del conductor es lograr que la discusión arribe a un punto de­terminado 1

, es natural que el esquema deberá

1 Monroe. AJan H .. Principies and types oi speech. p. 365. Nueva York.

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contener, analítica o sintéticamente desarrolla­dos, todos los aspectos del problema. ordenados en una secuencia lógica; las derivaciones posi­bles del tema central; los argumentos, objecio í\

nes, etc., para tratar de encauzar en cualquidr~ " 'I momento la discusión y resolver los problemas./ ~ I

que se planteen. 4.. ' l' 111

Se aconseja también que el director disponga 1 I de una planilla con el nombre de los participan- II tes, en la cual irá tildando la actuación de cada II participante y un resumen sucinto de sus ideas , 11'

y opiniones, las que le permitirán gobernar la W frecuencia de participación de cada orador y for- ti mular las conclusiones del acto al término de la I ",

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Conducción de la discusión

En general, los diversos tipos de elocuencia deliberativa en que participan dos o más perso­nas, están bajo la conducción de un director, lla­mado también moderador o conductor. Las fun­ciones del director son claras y típicas y pueden resumirse en estos términos: a) organizar el de­bate en todos sus aspectos preliminares; b) diri­gir la discusión para que ésta llegue en forma or­denada a una conclusión.

La dirección misma de la discusión compren­de las siguientes obligaciones: a) abrir el acto y presentar el problema a los participantes y al público; b) presentar por su orden a los orado­res; e) conducir la discusión, con todas las im­plicancias de su desarrollo; d) cerrar la discu­sión.

Según A. Craig Baird2 , todo director debe co­nocer el tema del debate, los participantes, el

2 Baird. A. Craig. op. cit.. ps. 89 y sigo

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público y la ocaSlOn: tener tacto, amplitud de pensamiento, entusiasmo, ingenio y humor. Como se comprende. todo esto requiere estudio, preparación y dotes especiales.

La apertura. - La apertura debe hacerla el director con manera fáciles, seriedad y naturali­dad. abandonando toda actitud solemne, para contribuir así a la creación de un ambiente de libertad y comodidad entre los participantes. En la apertura, deben seguirse las siguientes forma­lidades: a) saludar a los participantes y oyentes; b) enunciar el tema de la discusión: c) explicar los objetivos de la reunión; d) señalar el procedi­nliento al que se ajustarán los participantes y público;, e) presentar por orden a los participan­tes. enunciando claramente sus nombres y ape­llidos, antecedentes. títulos. condición o repre­sentación que invisten; D finalmente. el director podrá efectuar cualquier otra aclaración que considere oportuna y necesaria. tratando de no dar nada por supuesto y revisando el estado en que quedó la cuestión, si el debate continúa de otro anterior.

Debe evitar toda apertura de petulancia o pe­dantería y sobre todo, no aprovechar la circuns­tancia para hacer exhibicionismo, recordando que el público se interesa por la palabra de los participantes y no por la del director. La apertu­ra puede durar de tres a cinco minutos, y debe ser clara, concisa y suficiente. A continuación, cederá la palabra al primero de los participantes, de acuerdo con el orden que corresponde. o for­mulará la cuestión a todo el grupo para que al­guien solicite contestarla.

Desarrollo de la discusión. - El control y la orientación del debate es la mayor de las respon­sabilidades del director. Las preguntas son el principal expediente de que dispone para orien-

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tar la discusión y puede formularlas, a su crite­rio. cuando quiera obtener una aclaración cual­quiera. hacer hablar a un participante. forzar a alguien a emitir su opinión. someter a juicio de los miembros del grupo alguna proposición, comprobar si se ha comprendido bien algo de lo e-:cpuesto. orientar la discusión hacia un fin pre­VIstO. hacer confirmar o rectificar alguna OpinióI1: expresada con ambigüedad. ayudar a alguien a aclarar su pensamiento. etcétera.

Las preguntas deben ser claras. concisas, breves, sencillas, necesarias e inspiradas en un fi? pr~c.is.o. No deben hacerse preceder de largas dIsqUlslclOnes o justificaciones. ni deben com­prometer la posición de estricta neutralidad que corresponde mantener al director. ni encerrar malicia alguna. Pueden dirigirse directamente a uno, de los participantes o al grupo en general, segun convenga. .

Una vez formulada una pregunta, debe darse un tiempo razonable al interrogado para que res­ponda. pero si no se obtiene una respuesta en plazo prudencial. el director debe mantenerse sereno y formular de nuevo la pregunta -en otros o en los mismos términos-, o girar la pre­gunta a otro miembro. o inquirir si la pregunta no ha sido lo suficientemente clara. Puede pre­guntar también si se desea que sea repetida, si existe alguna objeción contra ella. si se prefiere que sea subdividida, si no se desea contestarla o puede también recurrir a otra pregunta o efec­tuar alguna sugestión sobre su respuesta.

Cada respuesta debe ser agradecida por el di­rector con una expresión verbal o ligero asenti­miento de cabeza, cuidando especialmente que el rostro ni los ademanes ni el tono expresivo reve­len sus reacciones internas -agrado, fastidio. etc.-. y que la fórmula de agradecimiento no encierre un juicio estimativo de la opinión verti-

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da, favorable o desfavorable, pues la impar~iali­dad es una cualidad esencial en la personalIdad del conductor.

Las preguntas pueden tenerse previstas ~e antemano o ser formuladas como consecuenc:a de la marcha de la discusión. Las preguntas mas aconsejables son las dirigidas al grupo general, porque no violentan a nadie, pero las preguntas

----+lÍll'l{d=J-lividuales tienen la ventaja de lograr una par­ticipación equilibrada de todos los miemb:os.

El control y orientación del debate ~onsIste e? evitar que éste se desvíe del tema. SI ~ste fen~­meno se produce, el director puede mtervelllr para reencauzar la discusión, usando alguno de estos procedimientos: a) formular una pregunta tal que su respuesta reconduzca al tema ce~tral; b) expresar francamente al grupo que la dISCU­sión se está desviando, rogándole volver al tema; c) hacer una breve recapitulación sobre lo ex­puesto hasta el momento y volver a formular la primera pregunta u otra que permita el retorno al asunto que se debate; d) preguntar al grupo o a alguno de los participantes si opina que el nuevo asunto en que se ha entrado contribuye a esclarecer la cuestión, para proponer luego vol­ver a ella; e) elogiar la importancia del tema inci­dental, pero proponerlo para que se discuta en otra oportunidad; f1 dar por concluido con un breve resumen el aspecto del asunto que se ha tratado hasta ese momento y proponer a conti­nuación otro que esté en íntima conexión con el tema principal. .

La tarea de orientación del debate eXige una completa lucidez de parte del director y un.a rá­pida actividad intelectual. Para ello, ademas de fomentar la discusión mediante el aprovecha­miento oportuno de las divergencias ?e ~rit~riO expuestas, debe recurrir a preguntas mcItatIvas y estimulantes. Debe evitar, en todo momento,

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que el debate se convierta en una mera discu­sión entre dos o más participantes, en agresión verbal contra alguno de ellos, en exhibicionismo, etcétera.

Si alguno de los participantes dirige alguna pregunta comprometedora al director, éste debe­rá recordar que debe mantenerse imparcial y no opinar, para lo cual puede eludir la respuesta desviándola al grupo, solicitando a alguno de los participantes que la conteste, pidiendo al mismo miembro que la formuló que le exprese cómo la contestaría, o afirmando abiertamente que sus obligaciones de director le impiden contestarla. Por último, si el conductor juzga que le corres­ponde responder, podrá hacerlo con tacto y cau­tela, sin entrar en compromisos.

Una forma de matizar el debate y romper la monotonía es recurrir a resúmenes o exposicio­nes intercaladas; utilizar gráficos o pizarras para computar y precisar las opiniones vertidas hasta ese momento, traer a colación citas o aclaracio­nes, etc. Al efectuar esta tarea de estímulo y fo­mento de la discusión, el director debe tratar de obtener el máximo de información posible de parte de todos los participantes, de modo que cada uno de ellos tenga la misma cantidad de oportunidades para expresarse y que ninguno monopolice la discusión o quede sin formular su opinión. Un sencillo anotador donde se anota cada vez que un participante habla, facilita esta tarea.

Otro importante aspecto del desarrollo es el ritmo o velocidad del debate. El mejor ritmo es el moderado, donde cada tema se desarrolla con amplitud y profundidad y permite llegar a una conclusión edificante en el tiempo previsto. La clave de un desarrollo tal está en la planificación y conducción acertada. Un tema demasiado am­plio, las divagaciones de los participantes tolera-

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das por el director, la discusión entre los miem­bros del grupo, el bizantinismo minucioso de al­gunas exposiciones, tomarán escaso el tiempo,e inversamente, un tema muy restringido o un grupo desinteresado o inhábil, harán terminar un debate antes de tiempo. No existe regla fija para regular el ritmo de la discusión, pues ello depende de la habilidad del director y de su tem­peramento e inteligencia.

Si el debate se agota antes del tiempo previsto, es preferible darlo por terminado, antes que pre­tender alargarlo artificiosamente con preguntas superOuas, repeticiones o planteos de nuevas cuestiones. Si no concluye en el plazo correspon­diente -caso más frecuente- no es aconsejable prol~:mgarlo demasiado, por lo cual conviene con­vocar a una nueva reunión. Es preferible tratar un asunto con profundidad y dejar pendientes los demás, que atropellarse sobre el temario des­arrollándolo superficialmente. Aun en esta even­tualidad, es obligación del director resumir y va­lorar el resultado parcial obtenido hasta ese mo­nlento. Las proposiciones que pueden efectuar en este caso los participantes son: a) realizar otro debate para tratar el resto del tema: b) tratar el tema restante al principio de otro debate: c) incluir el tema restante dentro de otro de los asuntos programados y tratarlo conjuntamente.

El cierre de la discusión - El cierre de la dis­cusión es una tarea delicada. En ella, el director debe efectuar: a) un resumen sumario de lo debatido y las conclusiones obtenidas; b) agra­decimiento a los participantes y al público; c) anuncio de la próxima sesión u otra noticia de interés. Esta tarea requiere una gran capacidad de síntesis. Se comprende que el director habrá tomado nota. a través del debate de las opiniones expuestas, a fin de no demorar el resumen y

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efectuarlo respetando escrupulosamente el pen­samiento de cada orador. No deberá consistir en una mera repetición de lo dicho sino en un verdadero análisis y valoración. con sentido ins­tructivo. Si el debate no ha llegado a un acuerdo de voluntades o ideas que pueda resumirse en un juicio general. el director no se esforzará en hacer la síntesis y se limitará simplemente a poner en evidencia la falta de acuerdo y a pre­sentar un balance breve de las posiciones sos­tenidas.

El cierre deberá realizarse en tiempo, para evitar apresuramiento. Un debate ha sido efi­ciente y valioso, cuando participantes y oyentes se retiran con la impresión de que se ha dejado hablar libremente. que los pensamientos han sido respetados y que la sesión ha sido ilustrada y aclaratoria.

Participación en la discusión

Así como el director o moderador debe conocer las conveniencias, mét.odos y riesgos de su labor, así también cada participante debe conocer los de la suya. La cuestión primera que se le plantea al orador es saber cuándo debe hablar. No existe en est.o una respuesta categórica y única. Sin embargo, AJan H. Monroe3 , da los siguientes consejos: no hablar fuera de oportunidad; hacerlo, naturalmente, cuando se tenga un comentario inteligente o una sugestión que ha­cer; cuando se deba responder a una pregunta: cuando se deba presentar un informe, cuando se pueda aclarar un punto que otra persona ha desarrollado mal; cuando se tenga que corregir un error; cuando se pueda ofrecer una infor-

3 MONROE, AlA" H .. op. cit .. ps. 370<372.

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mación adicional a lo dicho; cuando se debe fonnular una pregunta inteligente o cuando se pueda inyectar un poco de humor en el debate. En otras palabras, es necesario hacerlo cuando la palabra es útil, y cualquier momento no lo es para cualquier afinnación o pregunta.

El protocolo y las precauciones propias de toda discusión aconsejan tener presente ciertas reglas o nonnas que facilitan la participación. La primera es preparar con tiempo el terna y es­tudiarlo lo más profundamente posible (libros, publicaciones especializadas, revistas técnicas, opinión de autoridades, etc.); conocer con certeza la pos~ción que se adoptará; analizar los argu­mentos (pruebas y objeciones) a emplear y la técnica dialéctica con que serán expuestos y, finalmente, redactar un esquema de la propia exposición y sus eventuales variantes frente a derivaciones inesperadas.

Esta preparación presupone también conocer qué personas intervendrán en la discusión, sus ideologías, opiniones e intereses, la posible actitud que adoptarán frente a los distintos planteos, así corno también los fines, declarados o secretos, de la reunión, el lugar, el tiempo y el local.

Son de utilidad, asimismo, algunas nonnas sobre el comportamiento psicológico a adoptar durante una discusión, para crear un ambiente propicio a la propia persona. Deben aplicarse actitudes compatibles con las buenas relaciones humanas: no ofender ni lastimar moralmente; mostrarse naturalmente simpático; no dar la im­presión de querer llevarse por delante a los de­más; tratar con dignidad y altura a todos; no hacerse el pedante ni el suficiente; captar la confianza ajena; no mostrar indignación, ironía, hostilidad o desinterés hacia los demás, y no despertar recelos ni actuar sospechosamente. En una palabra, actuar con tacto humano.

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En lo que atañe a los demás participantes, conviene prestar suma atención a sus palabras, gestos y actitudes, para ir reconociendo carac­terológicamente a los distintos tipos de reacción. Observar a las personas y tratar de discernir cuáles son sus verdaderas ideas, distinguiendo las que expresa de las que oculta, conocer sus aciertos y errores; ver qué piensan los demás de lo que sostiene cada uno, para tener una opinión fonnada sobre la tendencia general de la reunión; dejar hablar sin interrumpir, molestar ni apurar; descubrir las presuntas intenciones de los ora­dores; respetar sus opiniones; no pretender pensar por los demás; interrogar con cortesía cuando se necesita una declaración y no olvidarse de agradecerla; cerciorarse de que se ha comprendido exactamente el pensamiento ajeno; pedir las explicaciones que se estimen per­tinentes y, sobre todo, tornar nota, mentalmente o por escrito, de lo que va diciendo, para ir confeccionando así el plan de la propia expo­sición.

La participación debe llegar en el instante preciso: no es conveniente apresurar la llegada de ese momento ni retardarla indebidamente. Por lo general, es mejor hablar después que otros oradores lo hayan hecho ya, pues se cuenta en ese caso con mayores elementos de juicio para impostar la propia exposición o propuesta.

Al disponerse a hablar, el orador cauteloso tendrá ya concebido su plan, y sabrá además, qué ideas apoyar y cuáles rebatir. Un buen plan de exposición incluye solamente lo esencial y desecha lo superfluo. La palabra de un orador diestro rebatirá cordialmente las opiniones con­trarias que atañen al fondo del asunto; tendrá expresiones de reconocimiento para los méritos aj enos; se fundamentará en una sólida y lógica demostración; será generosa con la ignorancia o

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la impericia ajena: dejará a salvo el honor y el prestigio de los demás, pero no concederá nada que no deba conceder ni traficará con la propia conciencia.

Toda exposición debe hacerse en un lenguaje sencillo, claro. preciso, variado, adecuado al am­biente y convincente, recordando la expresión de Baird, según la cual "la discusión, como las otras fonnas de la oratoria. es una comunicación oral a través de las palabras, acción corporal y so­nidos"4.

La arg~entación

La argumentación es el empleo de razona­miento para probar o refutar algo. Ella supone, pues, el examen del pro y el contra de toda opinión, principio, teoría o hecho. Los argu­mentos en favor se llaman pruebas, en tanto que los que están en contra se denominan objeciones. El primer tipo de argumentación se llama de­mostración y el segundo refutación. La de­mostración se efectúa, en la práctica oratoria. con dos fines: probar nuestra afirmación o con­vencer a otra persona de nuestra afirmación.

El secreto de toda argumentación consiste en el empleo adecuado de razonami.entos y en la claridad. fuerza y persistencia de ellos.

Los argumentos. - Los argumentos son los razonamientos lógicos (intelectuales) por medio de los cuales se realiza la demostración o la re­futación. Las operaciones mentales o métodos por los cuales se efectúan los argumentos son los siguientes:

Deducción: Es el razonamiento por el cual se pasa de una ley general a un caso particular. Su

4 BAlAD. A. CRAlo. op. cit.. p. 116.

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~' ejemplo típico es el silogismo, descubierto por L<, Ci' Aristóteles: "El hombre es mortal. Sócrates es ¡j r~ I hombre. Luego, Sócrates es mortal". Para que sea "Ci \::,?,: 1 verdadero, debe serlo la primera premisa o jui- .:;,,: cia. Puede aplicarse a cualquier clase de objetos.

Inducción: Es el razonamiento en que se par­te de varios hechos particulares para llegar a úrta conclusión general que los comprende a todos( Por ejemplo, de la comprobación de que el calor dilata a muchos cuerpos. se infiere la ley general de que el calor dilata a todos los cuerpos. Su fundamento radica en el principio de causalidad o de regularidad. Se emplea con los objetos na­turales.

Analogía: Es el razonamiento en que se pasa de un hecho particular a otro particular. En otras palabras, consiste en inferir que si dos ob-jetos tienen semejanza en varios caracteres. 10 tendrán también en todos los demás. Por ejem­plo, de ciertas analogías entre la chispa eléctrica y el fenómeno del rayo, se concluye que el rayo es también una chispa eléctrica. De la semejan­za de la Tierra con otros planetas, se supone la habitabilidad de los demás. La analogía se fun­damenta también en la regularidad de la natura-leza.

Es el más riesgoso de todos los razonamientos. Para que tenga legitimidad, debe tenerse presen­te que sólo tienen valor y significación aquellas semejanzas que están en relación directa con la propiedad inferida y que aquellas cualidades o caracteres que están en oposición con ella, anu­lan el valor del razonamientoS.

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5 La posibilidad de la demostración está relacionada con el tipo de objetos a que debe aplicarse. La escolástica llevó prácticamente este capitulo a sus últimas consecuencias. Existen argumentos ah absur' do. ad hominem. a jortiori. a simili, a priori., a posterinri., etc. que pueden consultarse en la lógica.

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Los hechos. - La segunda forma de demos­tración consiste en probar una afirmación con ejemplos verificables, testimonios de testigos, datos estadísticos, objetos físicos, literatura o escritos y toda otra especie de material percepti­ble por los sentidos, que no admita discusión ni sospecha.

Los sofismas

Son razonamientos incorrectos y por esa razón, no tienen validez. Se los denomina también pa­ralogismos o falacias.

En toda argumentación debe prestarse especial atención a los sofismas, que son más comunes que lo que suele pensarse. La lógica clásica ha enumerado o clasificado los sofismas en detalle. Los 'más frecuentes son:

Ignorancia del asunto: Ocurre cuando se res­ponde a otra cosa de lo que está en cuestión.

Equívoco: Es un argumento construido so­bre una falsa interpretación del sentido de una palabra, o cuando en la argumentación se to­ma a una misma palabra en dos sentidos dife­rentes.

Petición del principio: Sucede cuando se da por acordado lo mismo que está en discusión.

Círculo vicioso: Es el argumento en que se in­tenta probar un juicio A por otro B y este B por elA.

Generalización abusiva: Consiste en inferir indebidamente, de uno o pocos casos, una ley general. Es muy frecuente en la discusión.

Falsa causa: Es el error que consiste en to­mar una causa por otra.

Falsa analogía: Radica en equiparar dos cosas o procesos diferentes, por la sola coincidencia de algún carácter accidental.

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Ad verecundiam: Consiste en sostener malicio­samente la validez de una afirmación por la au­toridad personal de quien la ha formulado.

Ad hominem: Consiste en querer llevar al ad­versario a aceptar una afirmación nuestra, sos­teniendo que ésta deriva de una afirmación di­cha por él.

Mala observación: Ocurre cuando se pretende interpretar un hecho, pero se lo deforma por preconceptos o intereses.

Observación incompleta: Sucede este sofisma cuando no se han observado ciertos hechos o cuando se han dejado de observar ciertas cir­cunstancias de los hechos.

En toda argumentación, conviene recordar las cuatro famosas reglas del método intelectual que el filósofo francés Descartes ha dado para evitar errores en nuestros razonamientos.

l. Evitar la prevención y la precipitación: No te­ner prejuicioS previos sobre las cosas, los hechos, las personas o las ideas. No emitir juicios sino después de un examen lo más completo posible. Guardarse particularmente de las pasiones.

2. Percibir el punto preciso de la cuestión: Distinguir bien unas cuestiones de otras. Dividir las dificultades lo más posible y tratarlas sucesi­vamente. Captar en cuál de ellas radica la esen­cia del asunto que se trata.

3. Graduar las dificultades: No basta distin­guir las dificultades de una cuestión, es necesa­rio escalonarlas, graduarlas, yendo de las más simples a las compuestas, de las fáciles, a las di­fíciles.

4. Reunir todos los elementos y luego juzgar: No emitir un juicio hasta haber reunido la tota­lidad de los elementos de una cuestión, sin omi­sión alguna.

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Éstas son las cuatro operaciones que Descar­tes llama la "dirección del espíritu", y que pue­den sintetizarse así: 1) Examinar; 2) Analizar; 3) Graduar; 4) Coligar.

Las preguntas y las respuestas

En el diálogo y la discusión se hacen necesa­rias las preguntas. Ellas permiten indagar si el interlocu tor nos ha comprendido, o si nos hemos expresado con claridad y precisión. Sirven ade­más para hacemos aprobar en nuestros argu­mentos: ayudan a destruir las objeciones. obli­gando al interlocutor a puntualizar sus opinio­nes y a aclarar su posición. y penniten ganar tiempo para ordenar nuestros pensamientos o encontrar el argumento apropiado.

Las preguntas responden también a una técni­ca particular: deben fom1Ularse en forma tal que no admitan una propuesta contraria a nuestro razonamiento, deben llegar al fondo del asunto consultado y deben ser categóricas, breves y concisas.

Las respuestas, por su parte, obedecen. tam­bién a una técnica. La experiencia demuestra que conviene tenerlas previstas hasta donde sea posible. para emitirlas con acierto, seguridad y rapidez. En general, una pregunta u objeción se puede contestar de diversas formas, según sean las circunstancias del caso y la intención del in­terrogado. Por ejemplo, la respuesta a la pregun­ta: "¿Qué opina usted de la educación técnica de la juventud?", puede adoptar estas formas:

Directa: Consiste en responder con precisión al contenido de la pregunta: "La educación técnica debe acompañarse con la educación humanísti­ca y moral".

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Mayor: Se encierra la respuesta dentro de un tema más amplio y general: "Los problemas edu­cativos deben replantearse en su totalidad en nuestro país. para ofrecer mejores perspectivas a la juventud".

Menor: Contesta solamente a un aspecto par­cial de la cuestión: "En el ámbito universitario, es demasiado teórica".

Futura: Promete para otra oportunidad la res­puesta: "En su momento daré a conocer una de­claración sobre el particular".

Pasada: Expresa que ya se ha hablado ante­riormente del asunto: "Eso ya lo he desarrollado en mi anterior conferencia".

Negativa: Consiste en negar la respuesta por­que. real o fingidamente, no se conoce el tema, porque no compete al interrogado entrar en ese ámbito. o porque alguna razón obliga al silencio: "No contesto a esa pregunta".

Abstentiva: El interrogado expresa que prefiere no opinar sobre la materia: "Lo lamento, señor, pero prefiero no comentar ese tema tt.

Interrogativa: Estriba en responder a la pre­gunta con otra pregunta, sin esperar respuesta del entrevistador: "¿Cree usted que podemos ha­blar de educación técnica en el estado actual de nuestro país?~. O en recabarle al entrevistador su propia opinión sobre el asunto: "¿Y cuál es su idea al respecto?".

Repetitiva: Consiste en repetir la pregunta re­cibida, simulando no haberla entendido u oído, con el objeto de ganar tiempo y meditar la verda­dera respuesta: "¿La educación técnica de la ju-ventud?". .

Adarativa: Pide aclaración, real o fingidamen­te, del alcance y contenido de la pregunta: "¿Se refiere usted a nuestro país o en general?".

Calificativa: Juzga y califica el carácter o in­tención de la pregunta, con el objeto de ponerla

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en evidencia ante quienes escuchan o de no con­testarla: "Usted me hace una pregunta que re­quiere dos horas para ser contestada".

Evasiva: Consiste, prácticamente, en no res­ponder a la cuestión esencial y derivar la res­puesta hacia otro tema: "La educación debe ser la primera preocupación de todo gobierno".

Concf?siva: Aprueba o reconoce algo de impor­tancia secundaria para atacar lo esencial: "Esta­mos en una etapa de tránsito, pero lo funda­mental está aún por hacerse".

Condicional: Subordina el valor de la respuesta al cumplimiento de un requisito o condición que no depende del interrogado: "Si se cumple la le­gislación sobre la materia, la juventud tendrá buenas oportunidades para la especialización técnica".

Somática: El interrogado no pronuncia pala­bra alguna y hace un gesto o ademán que debe ser interpretado por el interlocutor.

Narrativa: El interrogado refiere un hecho, una anécdota. fábula. etc., cuyo sentido o mora­leja es la respuesta a la pregunta: "Le voy a con­tar a usted lo que en cierta oportunidad le suce­dió a ... ".

Humorística: Estriba en responder con una frase humorística o una chanza. Este recurso se utiliza cuando la pregunta, por su índole, no me­rece respuesta, cuando se desea eludir la res­ponsabilidad de expresar un juiCio, cuando se quiere crear un ambiente de desahogomomentá­neo, o cuando se pretende calmar el ánimo de alguien. No debe usarse jamás como recurso para el agravio o la ofensa.

En cuanto a las condiciones genéricas de toda respuesta, el citado Milton Wright enuncia éstas: deben ser rápidas, no deben parecer premedita­das, deben responder a la intención y no a las palabras de la pregunta y deben hacer resplan-

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decer la personalidad del interrogado. En otras palabras, debe ser ingeniosa y hábil.

La misma técnica de las respuestas suele em­plearse, convenientemente adecuada. a la refu­tación de objeciones.

En la conversación y discusión suelen emple­arse técnicas prácticas que facilitan la estrategia de la argumentación. Algunas fueron ya conoci­das por los clásicos de la retórica antigua, y otras han sido extraídas de la experiencia cotidiana por

, I}I Té..cnica del 'Sí' (Yes response). Consiste en con- , j los tratadistas modernos.

. duClrlaconveisación o argumentación de tal .¡.;.\~ manera. que el interlocutor se vea precisado a;1 responder "sí" a una serie de preguntas que se le . van formulando, de modo que al final se vea pre- A cisado a contestar también afirmativamente a la 1 \ pregunta decisiva, por estar incluida dentro de '1 sus afirmaciones anteriores.

~------_._~~-_., .. ,-.~~.,~-,-~,-,,~,.~-_ ... ----.,.-="---..... """"""""'''''''-'''-'-_. -,,"~--,,,,.,,.....--.. Esta técnica tiene relación con el método de la mayéu tica usado por Platón en sus diálogos. Tie­ne especial aplicación cuando se trata de obte­ner aprobación para nuestras opiniones. La de­fensa contra esta técnica se hace: a) respondien­do negativamente a una de las preguntas : b) introduciendo una nueva premisa u objeción en el razonamiento. que permita desviar el curso de la conversación.

"¿.,f.~CniªL~]2g!~ (Yes, but): Es un recurso f dialéctico de contraataque, que consiste en

aceptar parte del argumento contrario o el as­pecto menos importante de él, para rectificar o desaprobar el resto o lo de mayor gravitación,

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que se introduce con la palabra "pero" o conjun­ción equivalente.

Esta técnica fue usada 'especialmente por el ora­dor romano Cicerón en sus famosos alegatos ju­diciales en el Foro. Se la denomina también 'con­cesión ciceroniana'.

1 ~~~~~~~~~;¡';~~_~~g~~cla~f;. Toda negativa es dolorosa para quien la !:~ci!>e. La~roITñ1Ccre-ñ-áce-iIa:"'rienfe'-a"uñ"argümeñtO-o proposición, sin herir susceptibilidades, es la si­guiente: ,l1acer el rechazo con ,s::larida~in~ lª~!o_t:1~~, ,p~~~'Oql:l!:"~~~~Lg1!.~.<l~."f!~guI!~~~.E!t.. car las raz9rles del rechazo; . expresar pesar por 'no' p'óder' ace"ptar lo"~s'oncítam)''"Ll'~p'rb'pueStO: acoTnpañarh:t-negafíva"'corr~'atgttña'->satisraCc1óq iü~"1iCi.1l~~rar~"elf"1o]50'sib1e;-que"Ta"apJrOba: :1 .. ,-.' \Ción118;~g~f!~~~:~=--~-===

- '~~t"ecL1ica,.del. ·ESjQ,,,9~_ri.~ (This or noihing): Con-'/ siste esta técnica en demostrar que el puntOae

visTaopueslo al nuestr6esiITrpusttJ~'-T"O'de"'"e1 " . '-. ,. -O'" < ... - """"~""" ",,--, .,,-.-'" ".'" .,,, ,.. " .... " ,-,~" .. ""n_ .. " '''~'''.~'~TIra:

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-', P "--'"''''~'''''''''''''-'~'''-'''''''''',-",,",,"~,l-,''' ¡;;:;;- . , .. , ",,,,,,,"',,,'''' '"'' . ". p éáiica de la ambigiledad:;Muchas veces, al ha-:' ,~ blar o e' criDit';'p~.cI¡r~:f'~'Il~cesario 'no arriesgar

W ) ~~~;:;!~~:~~(l~~:t~~"T~~¿:t~~ ;..y;/ XQJ:mª_d~J~yaS!Vél es lél c()ntestación élrnl:>igua, que . ' u,edeovseriñt '~-~~-~er~aa"eñ-'aoso~inasSeiiltaos.-

~,l ",,"'~;~fliE~~cl~~~~~"~~"~~~~~~~;~:;7cÍ-;;d~;~ Y """'íñ:eJ<>rcáUa:f'cfue responder. Todo buen orador sabe que un debate no se gana necesariamente refutando una por una todas las afim1aciones de su interlocutor o adversario. Es útil_.Qtlª-r sin re­futar o contestar las opiniones o detalles sfu iiñ:-'- ....... ____ ." ... _'-....,,_ .. ___ ,,_'>,,~"'.~" .. '_'''C'._.~. ~,"~_k.~_ .-- "-'- "-,,, ·'·""'_.'-'-<.~h ..... ~, •. ~.'- :;, ,,,',, '",,:-~ .... r .. _"'''l'''''-''''

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..E.QJ:i@~ia .. ~atacax.,~Ia.s,~vitale,s..~ip_.,ªQ9_!)agaL~aL, adversario.

'4- : rtliiiTé;;:7ie~~~Estriba en posponer la ~ -"","'-=""

. . .~conside~ación o resolución final de ~n. pr.oblema Ij (

para mas adelante. cuando las condICIOnes apa- ¡ recen poco propicias para obtener una determi- .

, 'nación favorable. ..

~~iiK~ae'-lq~IúJiiifª:9P15fQ.,'ryj Al emitir la propia ("<;lpiÍ1iód. suele $é~/ conveniente ,que precélütoria-, ,/mente/se la e~pr<isa con palabras y tono'que tra~

suntyT1 ciefrto matiz de creencia antes que" dé dogn;iatisp-i'o categórico y c,errado, y (lue aL mis­mo t~1'pO, eItcie~re térm.inos de r(}al reconoci-

,. mi~~tgJmcia"JQ§~~~!itos ¡de ,la otra iB¡i:e. \

~\ ~ del u~g1JJ.rn;"'::E~~]p.a.léCHffifLr~l!:ªm~JJJe \9 .~!!.§.~Qa;~~rffieaio de la cual ~~J?r!!~n9~ ~?"~é!!""ª-",

los Tñref10cutores a aceptar" uña dete:rminad~ ~Q,§.mE~Sorcrpú~pncarseeñ c'asOs ~~~~~:e?ír~fanytJe~~~W~~¡ff~~~~~~~~ T~_ ,_.~-'-'_m_'_~,,~w.,,_ ••. ~~.,,~.E"'''C""'"_-~H"~R~_._,

,ultin:iámnr::J:ffbe recordarse, sin embargo. que los planteo s violentos., engendran r:~ªf!;;jºnes igüaíiñeñre-""'vtoientas=Y"gue' ñíngu'ña . persona ~cre-buengracro' ef=úrriñlarum:,,,-~rn="~.,,~.,-~~,~""",~~1_' ~--~., -._-,;::;."'¡':', '~,1'~"~~Ji·"',';.~~~..\\1\~·"·l'i'~N,I',""":: ''''."'; ,::",_.~~ __ - - ",~' "'-O---~;'''~7.f.1'l'~,,~~

El empleo de éstas y otras técnicas está. natu­ralmente subordinado a la ética. Tanto en la de­mostración como en la refutación. el orador debe actuar con seguridad. conocimiento del asunto y técnica dialéctica. teniendo presentes las reglas que el sociólogo Gustavo Le Bon daba para lo­grar el convencimiento del público: afirmar sin vacilaciones. repetir para hacerse comprender y convencer y, finalmente. ejemplificar para de­mostrar.

Entre los clasicos de la retórica, han efectuado detallados análisis de la técnica de la argumenta­ció n (demostración y refutaCión), Aristóteles en su

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Arte retórica (libros II y m); Cicerón en su tratado De la úlVención, íntegramente dedicado a la ma­teria' y Quintiliano en sus Instituciones oratorias. Los tratados modernos han abandonado la minu­ciosidad y sutileza de la antigua tradición, para adoptar métodos más simplificados y directos, aunque fundamentados, por supuesto, en la lógi­ca del pensamiento y la experiencia del alma hu-mana6 • '

----------~ trategias y digresiones:'

En los debates suelen emplearse ciertos artifi­cios para entorpecer, desviar, postergar o anular el tratamiento de un problema. Algunos podrían considerarse falacias o sofismas del razonamien­to o falacias psicológicas; otros apenas son ardi­des viciosos de mala fe. De todos modos, un de­batiente debe estar advertido de ellos, para ac­tuar con adecuación en su momento, y en tal carácter los presentan los tratadistas. En varios tratados en lengua inglesa se los incluye dentro de las falacias psicológicas, bajo el nombre genérico de diversions, y en otr¡;ls se los conside­ra como estrategias de la discusión.

Toman siempre la investidura de una opinión honesta, una afirmación' o una proposición, es decir, se expresan con todas las apariencias lingüísticas de una idea, pero no deben ser in­terpretados como auténticos pensamientos sino como actitudes personales de carácter operativo.

No hay una defensa completa, segura o per­fecta contra ellos. La respuesta, por supuesto,

6 Muy difundidos son los dos de BAlRD, A. eRAJG, titulados Argumentation, discussion and debate, y Discussion; principles and types, así como el de Mc BUR'IEY, JA.'IIES H. Y &'l:CE, KEl\'NETII G., TIte principles and methods oi discussion.

212

\ tiene que consistir en una razón más fuerte, ar­gumentada suficientemente, para no incurrir en el vicio criticado. Quedan la experiencia propia o el consejo ajeno para superarlos. ~

V él1b;~iZilil.~irz:~e~0~~~ :~];:intentar anular" . /' un argumento provocando la risa o burla sobre

él o sobre su autor u origen: "Pido que se inserte es~.,. g~lluzUQ..s,.n el acta".

~ e;;:~~'!:;a~u~'[!~~ p~~~s~~: idea o proposición con el objeto de obtener algu­na ventaja: "Solicito que se traiga un traductor porque me expreso mejor en francés". C;JnsiSleiii;iér§Ji1i.rg=P:r&e.i!~amar la aten­

Clan sobre aspe~t.o.~~icmJJes.JL!!1inúsculos d.e . la cU~~~_~<,L~lJllLón ... ~~W~

. !~J]if'E'ste asunto no puede ser tratado legal­mente mientras no se provea a los señores asis­tentes de una copia certllicada ante escribano público de las declaraciones precisas del citado ciudadano. De lo contrario, nosotros nos absten­dremos de participar".

~) Ee.rt.rrt[fali§~Aprovechar algún !' cerrar aiepo_~§~lliLla discusión hacia el:~'1rr~'"'

señor informante ha sosteñIao"'que"éfTest1go se puso lívido de miedo. Lo que realmente ocurrió fue que se puso pálido. Esto hay que aclararlo

V c~~§.:~ __ ~

~ Nada! sª!v2.1!bjec~Consiste en no apor-tar ninguna Ta:ea f5'0SifiVa y limitarse a criticar a

11t\10s demás. ~ Conqliciones ~posibles: Estriba en reclamar la

suma de '"'TaS'excelerrcrns de una proposición, co­mo condición para tratarla o aceptarlp.. Es un "llamado a la perfección": "Esta propuesta no cuenta con mi asentimiento porque el plan ape­nas alcanza para dar una copa de leche a los es­colares de cuatro provincias pobres. O la damos

213

Page 108: Introduccion a La Oratoria Moderna - Carlos Alberto Loprete

a los niños de todo el país, o no aprobaremos la

@),propuesta'" '+- Silencio: No intervenir ni opinar (excusándose

o no) en determinado asunto. @ Exageración.. (maxímización o minimización):

Llevar' al extremo o al ridículo un argumento, ejemplificando o alegando por encima de lo razo­nable o verdadero: "Al final. Clodio sólo ha ma­tado a un ignoto ciudadanu. ¿Y por eso caerá la república?" (minimización): "La presencia de este ruinoso edificio en nuestra ciudad comporta no sólo un contraste edilicio, sino mucho más aún, significa un agravio moral a los habitantes, una falta de reciprocidad con esta ciudad, y final­nlente una afrenta a toda la historia del país".

((i;,\ (Maximización). ~ Abuso de la en LdicjÓn;.. Consiste en intentar la

anulación de un razonamiento opuesto mediante el empleo abusivo de datos eruditos, general­mente no verificables en el momento. para apa­bullar al adversario: "El señor K. ha hecho una referencia traducida de un texto de Shakespea­re. Lamentablemente, no podemos otorgarle au­toridad para citar al dramaturgo inglés. desde que no conoce el texto original de Hamlet. escrito en lengua del siglo XVII, no ha demostrado cono­cer las referencias lingüísticas e históricas de la obra, ni los eruditos estudios de Dryden, el doc-

~ tor J ohnson, Lessing, Goethe y Coleridge". ~ Ref:eR:ewRr.4B-la..pru.eb.a: Argumentar en favor

o en centra de una tesis, ocultando la prueba demostrativa, para desacreditar "a último mo­mento" al oponente: "Y bien, como el señor F. ha afirmado rotundamente que las exportaciones de nuestro país han sido de 8.000 dólares el año 1980, y no ha habido manera razonable de ha­cerlo aceptar su error, aquí le ofrezco personal­mente un ej emplar de la memoria del Banco Central, donde se expresa oficialmente que las

214

exportaciones mencionadas llegaron a la cifra 4 exacta de 9.234.188 dólares".

"~'l CaDcjliac;i~ Intentar un resumen conciliatorio \"".,l entre las partes que sostienen posiciones distin-"das. G:11 ~sp.asit;;:i'm .. _(dilación): Prometer para una

oportunidad futura una opinión o dictamen so­bre un asunto: "Antes de dar una respuesta pre-

'o' cisa. necesito consultar más detalladamente los antecedentes del caso. Para la próxima reunión

@'\prometoaUds.unadefiniciónsobreeltema'" \, l~ .",~1J,Q..Jje la discusión: Consiste en llegar

, a la actltud extrema de abandonar la reunión ru antes que perder la discusión. ~ ~~iosincrático: Consiste en el empleo

de vocablos o expresiones en sentido diferente u opuesto al que usualmente tienen en el contexto social, con lo cual se confunde o complica la dis­cusión: Las palabras, "fascista", "democrático", "terrateniente", "capitalista" y muchísimas más, sobre todo de los campos político e ideológico, suelen invocarse dentro de contextos significati-(% vos diferentes.

'~ .,Ata ue alternativo: Estriba en defender una posición ,atacando a otra B, que no es precisa­mente su opuesto: "No es cuestión de hablar de clásicos o de románticos: ambos fueron movi­mientos esteticistas. El problema está en no querer ser moderno, yeso es lo que tenemos que debatir".

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BmLIOGRAFÍA SUMARIA

Se citan sólo las obras más accesibles y que versan estrictamente sobre el género oratorio. No se incluyen obras sobre preceptiva, estilo, fonéti­ca, método intelectual, psicología de los audito­rios, etc. Cuando existe edición en castellano de obras extranjeras, se las menciona en lugar de las originarias.

Obras clásicas:

ARISTÓ1ELES: Retórica. Trad., prólogo y notas de Antonio Tovar. Madrid, Instituto de Estudios Po­líticos, 1953.

CICERÓN, Marco Tulio: De l'orateur. Texto es­tablecido y traducido por Edmond Courbaud. París, Les Belles Lettres, 1922-30, 3 v.

- L'orateur. Du meilleur genre d'orateurs. Texto establecido y traducido por Henri Bornec­que. París, Les BeBes Lettres, 1921, 2 v.

- Brutus. La peTjection oratoire. Texto esta­blecido y traducido por Jules Martha. 2ª edición revisada y corregida. París, Les Belles Lettres, 1939.

- De l'invention. Texto revisado y traducido por Henri Bornecque, París, Garnier, s. f.

QUINl1L1ANO, M. Fabio: Instituciones oratorias. Traducción de Ignacio Rodríguez y Pedro San­dler. Buenos Aires, Joaquín Gil, 1944.

BAIRD, A. Craig: Díscussion; principles and iypes. Nueva York-Londres, Mc Graw-Hill Book Co., 1943.

- Argumentation, discussion and debate. Nueva York-Londres, Mc Graw-Hill Book Co., 1950.

BORCHERS, Gladys L.; WISE, Claude M.: Modem Speech: an introduction to speaking and unders-

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tanding. Nueva York. Harcourt, Brace and Co., 1947.

BORDEN, Richard C.: Public speaking as lis te­ners like it! Nueva York, Harper and Brothers, 1935.

BRYANT, Donald C.: WALLACE, Karl R: Funda­mentals oJ public speaking. Nueva York-Londres, D. Appleton-Century C. Inc., 1947.

CRAlG: Alice Evelyn: The speech arts; a textbook of oral English. Edición revisada. Nueva York, The Macmillan Co., 1937.

FOLLlET, Joseph: Oratoria; introducción al arte de la palabra pública. Buenos Aires, Ediciones del Atlántico, 1958.

HANNA, Mark: Public speaking without Jear and trembling. Nueva York, The Macmillan Co .. 1949.

HOUGARDY, Maurice: La parole au public; essai sur la rhétorique et l'éloquence myourd'hui et dans le passé. París-Bruselas, Baude, 1946.

MAJORANA. Ángel: Arte de hablar en público. Traducción de Francisco Lombardía. Madrid, La España Moderna, s. f.

Mc BuRNEy. James H.; WRAGE. Ernest J.: El arte de bien hablar; tratado de elocuencia. Traducción y adaptación de Juan Petit. Barcelona. Argos, 1955.

MONROE, Alan H.: Principles and types oJ spe­echo Nueva York, Scott, Fore~man and Co .• 1935.

SARET, Lew y FOSTER; WII1L1AM TnUF1\NT: Basic principles oJ speech. Edición revisada. Boston. Houghton Miffiin Co., 1946.

P. SERTILLANGES, O. P.: El orador cristiano; trata­do de predicación. Traducción de Fr. Jesús Gar­cía Álvarez. O. P. Madrid-Buenos Aires, Studium, 1954.

SIEGFRIED, André: El arte de hablar en público. Traducción y notas de María Luisa Martírlez AH­nari. Buenos Aires, Editorial Central, 1957.

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Wmmrr, Milton: The art oJ conversation: and how to apply its technique. Nueva York, Mc Graw­Hill Book Co., 1936.

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ÍNDICE

Pág. Introducción................................................... 7

1. FUNDAMENTOS DE IA ORATORIA ....... 11

\ 1. El arte de la palabra.............................. 11 La gramática y la retórica.................... 12 La retórica o arte del bien decir .......... 13 Los fines de la elocuencia.................... 15 Teorías sobre el bien hablar ................ 16 Elementos de la elocuencia ................. 18 Clases de elocuencia ........................... 18 Cuestiones de ética.............................. 20 Métodos oratorios................................ 21

2. Lafonnación del orador ......................... 27 Cualidades físicas................................ 27 Cualidades intelectuales...................... 28 Cualidades morales............................ 34 Las conveniencias o precauciones oratorias........ ... ................................... 35 El miedo oratorio................................. 38

n. IA ELABORACIÓN DEL DISCURSO...... 45

3. La búsqueda de ideas o invención ........ 45 El tema ................................. ¡............... 45 Etapas de la elaboración ..................... 47 La inspiración inicial ........................... 47 La búsqueda de pensamientos ............ 49 Los lugares comunes o tópicos............ 58 La elección de pensamientos ............... 61

4. La organización de las ideas o composición .. ............................ ~.... ....... 65 Requisitos de la composición............... 66

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El plan o esquema: su necesidad y utilidad.. .......................................... .... 68 Las partes del discurso ....................... 69 La introducción o exordio.................... 73 El cuerpo o medio ............................... 79 La conclusión o peroración.................. 82 Los a puntes o guías ............................ 84 La memorización del discurso ............. 85

5. Procedimientos de desarrollo ................. 89 Las figuras retóricas............................ 89 Figuras descriptivas............................. 91 Figuras patéticas ................................. 98 Figuras lógicas.................................... 105 Figuras ingeniosas .............................. 109 Procedimientos modernos de desarrollo 112

6. La expresión de las ideas o elocución .. 115 Estilo y persona .................................. 115 El estilo oratorio............................. ..... 116 Cualidades del estilo oratorio.............. 117 Aspectos idiomáticos ........................... 126 Los tres estilos clásicos ....................... 127

III. EL EJERCICIO EFECTIVO DE L'\ PA.LABRA....................................... 131

'9. La voz..................................................... 131 La voz humana ................................... 132 Cualidades de una buena voz............. 133 La fonación y la articulación............... 137 La velocidad........................................ 139 Las pausas y silencios.. ...................... 140

8. La acción ................................................ 141 Importancia de la acción..................... 143 Prejuicios acerca de la acción ............. 144

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l Principios generales ............................. 144 La actitud o porte .............................. . La fisonomía y los gestos ................... . Los ademanes .................................... . El empleo de material ilustrativo ....... ..

9. El público ............................................... . Psicología de los oyentes .................... . Actitud y reacción de los oyentes ....... . Las multitudes ................................... . El público ........................................... . La actitud objetiva ............................. . Persuasión y autoridad ...................... .

IV. TIPOS BÁSICOS DE DISCURSOS PÚBLICOS ........................................... 171

10. La oratoria individual............................ 171

11. La oratoria deliberativa ............ ...... ....... 179 La conversación................................... 180 La entrevista periodística .................... 182 La discusión en grupo ......................... 183 La discusión ante el público ............... 184 El Sin1posio ......................................... 185 El debate ........... .................................. 186 El foro ................................................. 187

12. Técnica de la discusión ......................... 189 Preparación de la discusión ................ 190 Conducción de la discusión ................ 193 Participación en la discusión .............. 199 La argumentación ............................... 202 Los sofismas ....................................... 204 Las preguntas y las respuestas ...... ,..... 206 Algunas técnicas dialécticas................ 209 Estrategias y digresiones..................... 212

Bibliografía sumaria .................................. 217

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