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 A .  Robert  - J. Jmillet INTRODUCCIÓN A LA BIBLIA ERDER SECCIÓN DE SAGRADA  ESCRITURA

Introduccion a la bibia (AT)_A. Robert .pdf

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  • A. Robert - J. Jmillet

    INTRODUCCIN A LA BIBLIA

    E R D E R S E C C I N DE S A G R A D A E S C R I T U R A

  • BIBLIOTECA HERDER SECCIN DE SAGRADA ESCRITURA

    VOLUMEN 70

    INTRODUCCIN A LA BIBLIA Publicada bajo la direccin de A. ROBERT y A. FEUILLET

    I

    BARCELONA EDITORIAL HERDER

    1967

    A. ROBERT A. FEUILLET

    INTRODUCCIN A LA BIBLIA TOMO PRIMERO

    INTRODUCCIN GENERAL ANTIGUO TESTAMENTO

    BARCELONA EDITORIAL HERDER

    1967

  • Vtnln MlttUtna de ALEJANDRO ROS, de la obra publicada bajo la direccin de A. ROBERT y A. FEUIILI'T, Introducton la Bible t, Descle et Ci., diteurs, Toumai 21962

    Primera edicin 1965 Segunda edicin 1967

    NIHIL OBSTAT: El censor, D R . PABLO TERMES ROS, Cannigo

    IMPRMASE: Barcelona, 1." de noviembre de 1966 DR. JUAN SERRA PUIO, Vicario General

    Por mandato de Su Excia. Rvdma.

    ALFJANDRO PECH. pbro., Canciller Secretario

    Descle et Ci., diteurs, Toumai 1962 Editorial Herder S. A., Prorenza, 388 - Barcelona (Espaa) 1967

    N." REGISTRO: 4.713-64

    Es PROPIEDAD DEPSITO LEOAL: B. 21.934-1965 PRINTED IN SPAIN

    GRAFESA Torres Amat, 9 Barcelona

    LISTA DE LOS COLABORADORES DEL TOMO PRIMERO

    P. AUVRAY, de la Congregacin del Oratorio. A. BARUCQ, profesor en las Facultades Catlicas de Lyn. E. CAVAIGNAC, profesor en el Instituto Catlico de Pars. H. CAZELLES, profesor en el Instituto Catlico de Pars. J. DELORME, profesor en el Seminario Mayor de Annecy. A. GELIN, profesor en las Facultades Catlicas de Lyn. P. GRELOT, profesor en el Instituto Catlico de Pars. A. LEFVRE, profesor en el Teologado SI. de Chantilly. H. LUSSEAU, decano de la Facultad de Teologa de Angers.

  • N D I C E Pgs.

    ndice de figuras 22 Advertencia 23 Prlogo por S. E. Monseor J. J. WEBER 25 Aviso a los lectores 28 Lista de abreviaturas 29

    INTRODUCCIN GENERAL Bibliografa general 32

    Seccin I. Los libros inspirados, por A. BARUCQ y H. CAZELLES

    Preliminares '. : . . 35

    Capitulo I. La fe en los libros inspirados I. La Iglesia habla: 1. Las definiciones solemnes. 2. La lis-

    ta de los libros sagrados: Antiguo Testamento Nue-vo Testamento 38

    II. La Sagrada Escritura segn el Antiguo Testamento 39 III. La Sagrada Escritura segn el Nuevo Testamento 41 IV. Los padres y la Escritura 42

    Captulo II. La inspiracin I. Historia de una doctrina: 1. En la Edad Media. 2. Del

    siglo xvi al Concilio Vaticano. 3. Despus del Con-cilio Vaticano i 44

    II. La inspiracin y la psicologa de los escritores sagrados: 1. La accin de Dios sobre la inteligencia de los es-critores sagrados. 2. La accin de Dios sobre la volun-tad de los escritores sagrados. 3. Dios y las facultades de ejecucin del hagigrafo 48

    III. La inspiracin y la composicin de los libros sagrados: 1. Las capacidades propias de cada autor. 2. La plu-ralidad de autores. 3. El inspirado, en la comunidad.

    7

  • ndice Pigs.

    4. La cuestin de la inspiracin de la versin de los Setenta 53

    Captulo III. El canon de los libros inspirados I. Canon, cannico, canonicidad 60

    II. La constitucin del canon: 1. El canon del Antiguo Testamento. En la poca cristiana. 2. El canon del Nuevo Testamento 63

    III. El criterio de la inspiracin y de la canonicidad: 1. Los criterios internos. 2. Los criterios externos: Para el Antiguo Testamento Para el Nuevo Testamento.. 72

    Conclusin: Extensin de la canonicidad y de la inspiracin 1. La inspiracin se extiende a toda la Biblia. 2. Toda la Biblia es palabra de Dios 79

    Captulo IV. La inerrancia de os libros inspirados I. La doctrina 82

    II. Cmo aplicar el principio? 83 III. Las aplicaciones: 1. En el orden moral. 2. En el orden

    cientfico. 3. En el orden histrico 85 IV. Los gneros literarios y la expresin del pensamiento

    divino 88 Conclusin 90

    Seccin II. Las reglas de crtica racional, por H. CAZELLES y P. GRELOT

    Preliminares 93

    Captulo I. El texto de la Biblia A. Los manuscritos del Antiguo Testamento

    I. Formacin de la coleccin 96 II. Alrededor de la era cristiana 98

    III. De la ruina del templo a los masoretas 101 Apndice: El Pentateuco samaritano 105

    B. Las versiones del Antiguo Testamento I. Las versiones griegas: Los Setenta quila, Smmaco,

    Theodition y Orgenes 106 II. Los targumes rameos 110

    III. Las versiones siracas y las otras versiones orien-tales 113

    IV. Las versiones latinas 114

    8

    ndice Pgs.

    C. El Nuevo Testamento I. El texto griego: Los papiros Las copias en pergamino. 116

    II. Las versiones 120

    Captulo II. La critica textual I. Principios generales: 1. Factores histricos. 2. Factores

    psicolgicos. 3. Reglas de crtica textual 122 II. La crtica textual del Nuevo Testamento: 1. Sobre la

    eleccin de un texto. 2. Cuatro familias de textos. . 3. Principios crticos de la eleccin entre las lecciones. 128

    III. La crtica textual del Antiguo Testamento 133

    Capitulo III. La crtica literaria I. El problema de las lenguas bblicas 137

    II. La crtica literaria del Antiguo Testamento: 1. El pro-blema de los gneros literarios. 2. Los gneros litera^ rios en el Oriente antiguo. 3. Israel y el Oriente antiguo. 4. Los gneros literarios del Antiguo Testamento: Las formas poticas Las formas de la prosa. 5. Evolu-cin de los gneros. 6. Nota sobre la poesa bblica (por P. Auvray, del Oratorio): La poesa Los procedimientos poticos La prosodia hebraica La msica 138

    III. La crtica literaria del Nuevo Testamento (por A. Feuillet y P. Grelot, profesores en el Instituto catlico de Pa-rs): 1. Los materiales de la tradicin sinptica: Las palabras de Jess Los relatos evanglicos. 2. Las sntesis de los Evangelios y de los Hechos: Los sinp-ticos El cuarto Evangelio Los Hechos de los apstoles. 3. La literatura epistolar: El gnero epis-tolar en medio helenstico Las cartas en el Nuevo Testamento. 4. El gnero apocalptico. 5. Importancia de los gneros literarios en el Nuevo Testamento 155

    Captulo IV. La crtica histrica I. Los problemas: 1. Importancia del medio. 2. Los com-

    ponentes del medio: El medio econmico Los datos polticos La mentalidad del tiempo y las corrien-tes de pensamiento 163

    II. Las fuentes utilizables: 1. La arqueologa bblica. 2. La arqueologa oriental 166

    III. Los resultados: 1. La crtica histrica. 2. El mtodo histrico en exgesis 171

    Conclusin: De la crtica bblica al sentido de la Biblia 174

    9

  • ndice Pgs.

    Seccin III. La interpretacin catlica de los libros sagrados, por P. GRELOT

    Preliminares 1. Los lmites de la crtica bblica. 2. Crtica bblica

    y lectura cristiana de la Biblia 179

    Captulo I. Los fundamentos de la exgesis cristiana I. La exgesis bblica en el judaismo: 1. Origen de la ex-

    gesis juda: el midrs. 2. Las formas del midrS. 3. Espritu y mtodo del midrs. 4. La exgesis y la fe. 183

    II. La exgesis del Nuevo Testamento: 1. Perspectiva general. 2. El midrs cristiano del Antiguo Testamento. 3. El cumplimiento de las Escrituras. 4. Los principios pauli-nos. 5. La carta a los Hebreos. 6. Las caractersticas de la exgesis cristiana 187

    Capitulo II. La prctica de la exgesis cristiana I. La era patrstica: 1. Los problemas. 2. Los elementos

    del mtodo exegtico. 3. El problema de los sentidos bblicos 193

    II. La Edad Media: 1. Problemas y mtodos. 2. El proble-ma de los sentidos bblicos en santo Toms 197

    III. La poca moderna: 1. Evolucin de la problemtica humana. 2. Balance de una investigacin histrica.. 200

    Captulo III. Posicin actual del problema I. Las exigencias de la teologa: 1. La teologa de la reve-

    lacin. 2. La teologa de la inspiracin. 3. La teologa de la Iglesia 202

    II. Las directrices de la Iglesia: 1. La interpretacin autnti-ca de la Escritura. 2. Las intervenciones de la Iglesia en la poca contempornea 206

    III. El problema de los sentidos bblicos y la crtica bblica: 1. El problema del sentido literal. 2. El desarrollo de la revelacin y el problema del sentido pleno. 3. Sentido literal, sentido pleno y tipolgico. 4. Divisiones de la tipologa. 5. Qu es el sentido espiritual ? 6. Sentido consecuente, sentido acomodaticio. 7. Clasificacin de los sentidos bblicos 208

    IV. El sentido catlico 216

    10

    ndice Pgs.

    ANTIGUO TESTAMENTO Bibliografa general 218

    PRELIMINARES. EL MARCO HISTRICO DE LA BIBLIA, por E. CAVAIGNAC y P. GRELOT

    Bibliografa general 220

    Captulo I. El antiguo Oriente antes de los israelitas I. Egipto y Mesopotamia 221

    II. El imperio egipcio y los hititas 222 III. Primera expansin del imperio asirio 223

    Capitulo II. Siria y Palestina hasta el siglo VIII antes de Jesucristo I. Siria y el pas de Canan 225

    II. El problema de los patriarcas hebreos 226 III. Israelitas y filisteos 228 IV. El imperio israelita 230 V. Israelitas, fenicios, rameos 231

    VI. Intervencin asira 233 VIL El retroceso asirio 234

    Captulo III. Desde la hegemona asira hasta la babilnica I. El renacimiento asirio: 1. Teglat-Falasar m y Salma-

    nasar v. 2. El reinado de Sargn n (722-705) 235 II. Senaquerib (704-681) y Asarhadn (681-668) 238

    III. Asurbanipal (hacia 668-630) 240 IV. Fin del imperio asirio 241 V. Nabucodonosor (605-562) 242

    Captulo IV. El imperio persa I. Medos y persas 245

    II. Creacin del imperio persa: Ciro (551-530) y Cambises (530-522) 246

    III. Daro i (522-486) y Jerjes (486-465): 1. El reinado de Daro. 2. El reinado de Jerjes. 3. Poltica religiosa.. 248

    IV. Artajerjes i (464-424) y Daro n (424-404) 251 V. Los ltimos reyes persas (404-333) 253

    Captulo V. Los griegos y el Oriente I. Las conquistas de Alejandro 256

    II. El imperio de Alejandro, desmembrado 257 III. Los Ptolomeos y Palestina 259 IV, Aparicin de Roma en Oriente: Antoco Epfanes 260

    il

  • ndice Pgs.

    Captulo VI. La hegemona romana I. Las guerras de liberacin juda: 1. Judas Macabeo.

    2. Origen de la dinasta asmonea 262 II. Querellas selucidas y querellas judas: 1. El debilita-

    miento de Siria y de Egipto. 2. El Estado judo. 3. El auge de Roma 265

    III. Los judos en el imperio romano 267 IV. La toma de Jerusaln por Pompeyo 269

    PRIMERA PARTE. LA TRH O PENTATEUCO, por H. CAZELLES

    Bibliografa general 272

    Premilinares 1. Los cinco libros. 2. Su objeto 273

    Captulo I. El aspecto literario del Pentateuco I. Tropiezos y cortes en la narracin 276

    II. Reanudaciones en el relato y agrupaciones lgicas 277 III. Repeticiones y duplicados 279 IV. Vocabulario y estilo 279

    Captulo II. El trabajo de la crtica I. De la antigedad cristiana al siglo XVIII 283

    II. La crtica literaria desde Astruc hasta Wellhausen 285 III. El sistema de Wellhausen: 1. Fundamentos del sistema.

    2. Exposicin del sistema 288 IV. Influencia del sistema wellhauseniano: 1. Los puntos

    dbiles del sistema. 2. La oposicin al sistema. 3. Ten-tativas de solucin. 4. Intervencin del magisterio eclesistico 293

    Captulo III. El Pentateuco y la arqueologa del Prximo Orien-te, de 1890 a 1914

    I. Los descubrimientos 304 II. Primeras tomas de posicin de la Santa Sede 306

    III. Nuevos progresos del orientalismo 308 IV. La arqueologa en Palestina 309

    Captulo IV. La escuela de la historia de las formas I. Una nueva orientacin del trabajo 311

    II. Principios de la escuela 312 III. Los resultados 314

    12

    ndice Pigs.

    Capitilo V. Datos actuales que condicionan el estudio del Pentateuco I. Datos de la arqueologa reciente de Palestina 317

    II. Nuevas vas de acceso 318 I I . Nuevas soluciones 321 IV. Directivas de la Iglesia 323

    Conclusin. Sinopsis del contenido y de la'teologa del Pentateuco I. Las antiguas tradiciones: 1. En los orgenes. 2. El papel

    de Moiss. 3. Colecciones poticas 328 II. El yahvista: El universo sobrenatural del yahvista. 2. Su

    optimismo religioso. 3. Nacionalismo y mesianismo. 4. El yahvista, autor judata. 5. La historia primitiva: Los orgenes De los orgenes hasta Abraham. 6. La historia patriarcal: Abraham e Isaac Jacob y sus hijos. 7. Moiss. 8. El porvenir 331

    III. El elohsta: 1. Las preocupaciones del elohsta. 2. La poca patriarcal. 3. Moiss. 4. El elohsta y los rela-tos de la conquista 343

    IV. El Deuteronomio: 1. La fusin del yahvista y del elohsta. 2. Del elohsta al Deuteronomio. 3. El espritu del Deuteronomio. 4. Finalidad y fecha del libro 347

    V. Los escritos sacerdotales: 1. La Ley de santidad. 2. La historia sacerdotal. 3. La ley de los sacrificios y la ley de pureza. 4. ltima etapa de la redaccin sacerdotal. 5. La teologa del templo 351

    Moiss, autor del Pentateuco 358

    SEGUNDA PARTE. LOS LIBROS PROFETICOS ANTERIORES, por J. DELORME

    Bibliografa general 362

    Preliminares 363

    Captulo I. El libro de Josu I. Contenido y plan 365

    II. Estructura literaria y composicin del libro 367 III. Gnero literario y finalidad 369 IV. Valor histrico: 1. La arqueologa. 2. La crtica litera-

    ria. 3. Conclusin 371 V. Valor religioso y sentido espiritual 375

    Captulo II. El libro de los Jueces I. Contenido del bro 378

    13

  • ndice P&gs.

    II. Anlisis literario: 1. El marco del libro. 2. Detalle de los relatos 379

    III. Formacin del libro 382 IV. Valor histrico 384 V. Valor religioso 387

    Captulo III. Los libros de Samuel I. Ttulo y contenido 388

    II. Anlisis literario: 1. La crnica de la sucesin (2Sam 9-20). 2. Los otros materiales 391

    III. Formacin del libro 397 IV. El libro y la historia 399 V. Valor religioso 402

    Captulo IV. Los libros de los Reyes I. Contenido del libro 405

    II. La unidad del libro. Sus intenciones 406 III. Las fuentes y materiales utilizados: 1. La crnica de la

    sucesin de David (continuacin, IRe 1-2). 2. La his-toria de Salomn (IRe 3-11). 3. La historia del cisma (IRe 12-14). 4. El ciclo de Elias. 5. El ciclo de Elseo. 6. Las noticias sobre Jos y Acaz. 7. El reinado de Ezequas 409

    IV. Las ediciones del libro 421 V. El libro y la historia: 1. Documentos epigrficos para-

    lelos. 2. El problema cronolgico. 3. El marco de historia general. 4. Las excavaciones arqueolgicas. 423

    VI. Valor regioso del libro 427

    TERCERA PARTE. LOS LIBROS PROFTICOS POSTERIO-RES, por A. GELIN

    Captulo 1. Los profetas I. Datos histricos: 1. Etimologas y denominaciones. 2. His-

    toria del movimiento proftico: Orgenes del profetis-mo El profetismo israelita De Samuel a Amos. 3. Profetas y profetas 433

    II. La cuestin psicolgica: 1. Fueron extticos los grandes profetas? 2. La conciencia proftica: El testimonio espontneo de la conciencia proftica Psicologa de la frmula: As habla Yahveh Los dos crite-rios del verdadero profeta 439

    III. Datos literarios: 1. Los gneros profticos: El orculo La exhortacin Otros gneros Las acciones sim-blicas. 2. La literatura proftica 442

    14

    ndice Pgs

    IV. Importancia del profetismo: 1. Desde el punto de vista religioso: Puesto de los profetas en la revelacin Aportacin teolgica Los profetas y el culto. 2. Desde el punto de vista social. 3. Desde el punto de vista nacional. 4. Los profetas y Jesucristo 445

    Captulo II. Los profetas del siglo VIII I. Amos: 1. El medio histrico. 2. El personaje. 3. El li-

    bro. 4. El mensaje 451 II. Oseas: 1. El libro. 2. La vida conyugal de Oseas. 3. El

    observador y el crtico. 4. El mensaje: La nostalgia del pasado y el tema del desierto El tema del matri-monio El anuncio del Juicio La idea dominante: la hesed 455

    III. Miqueas: 1. La poca. 2. El libro: Orculos de des-gracia y orculos de prosperidad. 3. El hombre y el mensaje 460

    IV. Isaas: 1. El hombre y su estilo. 2. El libro: Orculos sobre Jud y Jerusaln Orculos contra las naciones Gran apocalipsis Coleccin de imprecaciones Pequeo apocapsis Apndice histrico. 3. Las ideas esenciales: Dios La fe La nacin El resto. 4. La vida y la actividad de Isaas: La vi-sin inaugural Los primeros mensajes La inter-vencin poltica de 735-734 Nueva actividad de Isaas hacia 724 La actividad de Isaas bajo Eze-quas La campaa de Senaquerib (701) 462

    Captulo III. Los profetas del siglo VII y principios del VI I. Sofonas: 1. El hombre y su tiempo. 2. El libro. 3. El

    mensaje 473 II. Nahm: 1. El hombre. 2. El libro: Los elementos Las

    interpretaciones. 3. El mensaje 475 III. Habacuc: 1. Entran en escena los caldeos. 2. El per-

    sonaje. 3. El libro: Los elementos Interpretacio-nes Importancia 476

    IV. Jeremas: 1. Vista de conjunto. 2. El libro: Los hechos literarios bsicos Formacin del libro Divisin del libro. 3. Vida y actividad de Jeremas: Orden crono-lgico de los relatos y de los discursos Grandes di-visiones de la vida de Jeremas Preparacin pro-videncial y vocacin La predicacin bajo Josas (626-609) - El ministerio bajo Yoyaquim (608-597) -El ministerio bajo Sedecas (597-586) El fin de Jeremas 479

    15

  • ndice Pgs.

    Capitulo IV. Los profetas de la poca de la cautividad I. Ezequiel: 1. El problema de Ezequiel: Ezequiel, pro-

    feta de la cautividad? Hacia una solucin For-macin y plan del libro. 2. La personalidad de Ezequiel: Un hombre complejo El sacerdote El religioso El genio del escritor. 3. La vida y la actividad de Eze-quiel: Orden cronolgico de los pasajes de Ezequiel De Jerusaln a Tell-Abib Delenda est Ierusalem! La cada de Jerusaln y la predicacin de la esperan-za. 4. Teologa e influencia de Ezequiel: La nota teo-cntrica El pueblo de Dios, pueblo cualitativo El pueblo de Dios, pueblo mesinico Univer-salismo y particularismo Ezequiel, padre del ju-daismo 491

    II. Isaas 40-55, o la consolacin de Israel: 1. El problema del Segundo Isaas: Forma el Segundo Isaas un blo-que aparte? Origen del libro. 2. Composicin del libro: Disposicin general Los materiales Ori-gen de la coleccin. 3. Yahveh establece su reino so-lemnemente: La vocacin de Israel El Mesas Ciro (45,1) Anuncio de la cada de Babilonia El nuevo xodo. La salud. 4. El reino de Dios establecido por la predicacin y el martirio: El problema literario de los cnticos del siervo de Yahveh Hay unidad de autor? Identificacin del siervo: mirada de con-junto Dos tipos de explicacin 504

    Captulo V. El profetismo en la poca persa (538-332) I. Introduccin histrica: Evolucin del profetismo Pro-

    greso de la doctrina 515 II. Los profetas de la restauracin: 1. Ageo: El contexto

    histrico El libro El mensaje. 2. Zacaras: El hombre y el contexto histrico El libro El mensaje. 3. Los complementos del libro de Isaas: Isaas 56-66 (Tercer Isaas) Isaas 34-35: el pe-queo apocalipsis Isaas 24-27: gran apo-calipsis 516

    III. Los profetas de los siglos v y rv: 1. Malaquas: La po-ca Estructura y contenido del libro El mensaje. 2. El libro de Jons: Anlisis del libro Fecha, gnero literario, finalidad. 3. Joel: Anlisis del libro Proble-mas crticos El mensaje. 4. Abdas: El libro El mensaje. 5. Zacaras 9-14: Contenido Datacin El mensaje 524

    16

    ndice Pgs.

    CUARTA PARTE. LOS KETBM O HAGIGRAFOS

    Seccin I. Los Salmos, por P. AUVRAY

    Bibliografa 538

    Captulo I. El libro de los Salmos I. Lugar en la Biblia y designacin 539

    II. Contenido 539 III. Subdivisiones 541 IV. Ttulos: 1. Designacin del gnero de los salmos. 2. In-

    dicaciones precedidas de un lamed. 3. Datos musi-cales. 4. Explicaciones propiamente litrgicas. 5. In-dicaciones histricas. Conclusin 541

    Captulo II. El texto 1. El texto hebreo. 2. Las versiones hechas del hebreo.

    3. Las versiones secundarias 546

    Captulo III. Gneros literarios de los Salmos I. Variedad del gnero slmico 549

    II. Los himnos 550 [II. Las splicas 552 IV. Salmos de accin de gracias 555 V. Salmos reales 556

    VI. Salmos mesinicos 557 VIL Salmos didcticos y salmos de sabidura 558

    VIII. Otras categoras 558

    Captulo IV. Origen e historia de los Salmos I. Antigedad de los salmos 561

    II. Autores de los salmos 562

    Captulo V. Doctrina de los Salmos I. Cuestin de mtodo 564

    II. Piedad popular y vida litrgica 565 III. Principales temas doctrinales: 1. Dios. 2. La salud.

    3. El hombre. 4. Retribucin. Conclusin 566

    Seccin II. Los otros hagigrafos, por H. LUSSEAU

    Captulo I. Los Proverbios I. Ttulo 573

    17 Robert. I 2

  • ndice Pgs.

    II. Contexto historicoliterario de la obra: 1. La sabidura en el Oriente antiguo. 2. La sabidura en Israel 574

    III. Estructura del libro de los Proverbios 577 IV. Origen de las secciones y del libro 579 V. La doctrina de los Proverbios: 1. Doctrina general del

    escrito: Los escribas de la ley La buena manera de vivir Los Proverbios y las antiguas tradiciones de Israel. 2. Aspectos particulares de las colecciones: Las secciones salomnicas Las secciones suplemen-tarias La introduccin 580

    VI. La sabidura en el libro de los Proverbios: 1. La sabi-dura del hombre. 2. La sabidura personificada. 3. La sabidura divina 585

    VIL Canonicidad y uso litrgico 587

    Captulo II. Job I. El libro: 1. Lugar en la Biblia y tema general. 2. Estruc-

    tura literaria. 3. Gnesis de la composicin: Unidad aparente del libro Indicios de refundicin Con-clusin 589

    II. El problema abordado: 1. Un tema comn de las litera-turas antiguas. 2. El problema de la retribucin en el libro de Job: El contexto bblico Las tesis del li-bro Desarrollo ulterior del problema 592

    III. Fecha, autor, gnero literario: 1. La fecha. 2. El autor. 3. El gnero literario 596

    IV. Job en el progreso de la revelacin 598

    Captulo III. El Cantar de los cantares I. Contexto historicoliterario del Cantar 600

    II. Aspecto general del Cantar 602 III. Las diversas interpretaciones del Cantar: 1. Las inter-

    pretaciones antiguas. 2. Desde el siglo xvrn hasta nuestros das. 3. Posiciones actuales 602

    IV. Breve anlisis del Cantar 606 V. La Biblia, medio ambiente del Cantar 606

    VI. Gnero literario del Cantar 608 VIL Fecha y autor del escrito 608

    VIII. Canonicidad y uso litrgico 609

    Capitulo IV. Rut I. Contenido de la obra 611

    II. Aspecto caracterstico del escrito 611 III. Fecha de la obra 612

    18

    ndice

    Pgs.

    IV. Finalidad del autor 613 V. Valor histrico 614

    Captulo V. Las Lamentaciones I. Contenido de la obra 616

    II. Gnero literario 617 III. Procedimientos tcnicos y valor literario 618 IV. Fecha y autor 619 V. Uso litrgico 620

    Captulo VI. El Eclesiasts (Qdhelet) I. Aspecto general de la obra 622

    II. Contenido doctrinal 623 III. Composicin de la obra 624 IV. Unidad de autor 625 V. Fecha de la obra 625

    VI. El Eclesiasts en el progreso de la revelacin 626 VII. Canonicidad 627

    Captulo VIL Ester I. Aspectos de la obra hebrea 628

    II. Valor histrico 629 III. Ester y la fiesta de los purim 631 IV. Fecha y autor 632 V. Canonicidad 633

    Captulo VIII. Daniel I. Aspecto del relato bblico: 1. La seccin narrativa.

    2. La seccin proftica 634 II. Orgenes de la obra actual: 1. Datos y discusiones.

    2. Posiciones actuales 636 III. Fuentes anteriores 639 IV. La personalidad del hroe 640 V. Procedimientos de la narracin 640

    VI. Carcter de las visiones 641 VIL Significado religioso de la obra: 1. Teologa de la his-

    toria. 2. El mesianismo 642

    Captulo IX. Esdras y Nehemias I. El libro. 1. Divisin. 2. Aspecto del relato bblico 645

    II. Ensayos de reconstruccin cronolgica. 1. Fuentes del autor. 2. Explotacin de los documentos. 3. Orden cronolgico: El problema Una hiptesis de tran-saccin 647

    19

  • ndice Pgs.

    III. Valor histrico 650 IV. Significado religioso 651

    Captulo X. Los libros de las Crnicas I. Aspecto general de la obra 655

    II. Fuentes del cronista: 1. Fuentes histricas. 2. Otras fuentes 655

    III. Fin y gnero literario de las Crnicas: 1. El midrS. 2. Posiciones crticas 657

    IV. Valor religioso de la obra 661 V. Fecha de la obra 663

    VI. Canonicidad y uso litrgico 664

    PARTE QUINTA. LOS LIBROS DEUTEROCANNICOS, por A. LEFEVRE

    Bibliografa general 666

    Captulo I. Baruc I. Composicin 667

    II. Contenido 668 III. Doctrina 671 IV. Apndice: la carta de Jeremas 671

    Captulo II. Tobas I. Textos 673

    II. Contenido 674 III. Gnero literario 675 IV. Doctrina 676 V. Tobas y Ahiqar 677

    Captulo III. Judit I. Texto 679

    II. Gnero literario 679 III. Contenido 681 IV. Teologa y moral 683

    Captulo IV. Los libros de los Macabeos I. Ttulos y textos 685

    II. El libro 1:1. Contenido. 2. Gnero literario. 3. Enseanza. 686 III. El libro II: 1. Contenido. 2. Gnero literario. 3. Doctrina.

    4. Influencia 689 IV. Concordancia de los dos libros 693

    20

    ndice

    Pgs.

    Capitulo V. La sabidura I. El libro: 1. Ttulo. 2. Autor 695 n. Composicin: 1. La sabidura y los impos. 2. La ver-

    dadera sabidura. 3. Las obras de la sabidura 696 IH. El libro de la Sabidura y el helenismo 699 17. Doctrina 699

    Captub VI. El Eclesistico (o Siracida) I. Texto 701

    I . Contenido 702 III. Gnero literario 704 IY. Enseanza 704 V. Lmites e influencia 705

    Captub VIL Suplementos a los libros de Ester y de Daniel I. Suplementos a Ester 707

    If. Suplementos a Daniel: 1. Suplementos al cap. 3. 2. Los cap. 13-14 709

    CONCLUSIN. LA FORMACIN DEL ANTIGUO TESTA-MENTO, por P. GRELOT

    Bibliografa 712 Preliminares

    I. Gnesis de la Biblia 713 II. Lmites y divisiones de este esbozo 714

    Captulo I. En los orgenes de la Biblia: Moiss I. De la era de las tradiciones orales a la civilizacin es-

    crita 716 II. Las tradiciones de Israel 717

    III. Los textos escritos ms antiguos: Moiss 719

    Captulo II. Jerusaln, centro cultural I. La cultura israelita a comienzos de la monarqua 721

    II. Los vestigios de una administracin 722 III. Acerca del culto 723 IV. La literatura de sabidura 725 V. Memorialistas e historiadores 726

    VI. Una sntesis de historia sagrada 727

    Captulo III. Los reinos paralelos I. La tradicin de Israel y la tradicin de Jud 730

    21

  • ndice Pgs.

    II. La influencia proftica en Israel 731 III. La influencia proftica en Jud 734 IV. Despus de la cada de Samara 735

    Captulo IV. En los orgenes del judaismo I. El movimiento deuteronmico 737

    II. Renacimiento del profetismo 738 III. La tradicin sacerdotal 740 IV. La consolacin de los desterrados 742

    Captulo V. El judaismo en la poca persa I. El profetismo en tiempos del segundo templo 746

    II. Desarrollo de la corriente sapiencial 747 III. Desarrollo del lirismo religioso 749 IV. De la historia al midrs 750 V. La fijacin de la trh 751

    Captulo VI. El judaismo en la poca helenstica I. El desarrollo de los gneros en el judaismo palestino. 754

    II. El afrontamiento del judaismo y del helenismo 756 ndice de citas bblicas 761 ndice analtico sumario 793

    NDICE DE LMINAS I. Lneas 2 a 29 del cap. 40 del libro de Isaas, en el rollo

    mayor de este profeta, hallado en Qumrn. 112 II. Una pgina del Codex Vaticanus 144

    III. Papiro Rylands 457. Fragmentos del cap. 18 del Evangelio de san Juan, siglo n 2 8 8

    IV. Papiro pascual de Elefantina 320 V. Escriba fenicio ante su rey, siglo vm a.C. 448

    VI. Carta de Laks, contempornea del profeta Jeremas 480 VIL Msicos del Oriente antiguo 544

    VIII. Escribas egipcios. Gizeh (anterior a 2500 a.C-) 576

    22

    ADVERTENCIA

    Hay diversas maneras de hablar de la Biblia y de ayudar a nuestros contemporneos a captar el sentido de la palabra de Dios.

    Que nadie se llame a engao sobre la finalidad y el carcter de la pre-sente obra. No se trata de un manual clsico, algunos de cuyos pasajes hayan de aprenderse de memoria, y en el que se hallen soluciones netas y definitivas para todas las cuestiones. Lo que muchos, sobre todo profe-sores, haban pedido al malogrado A. ROBERT, era una exposicin am-plia de las corrientes de la exgesis contempornea, redactada con el espritu de la doctrina catlica.

    Con arreglo a la lnea trazada por el papa Po xn, se trata de una in-troduccin crtica que trate de esas cuestiones nuevas... que exigen nueva investigacin y nuevo examen (quae nova investigatione novoque examine indigeant), y estimulan no poco el estudio activo del intrprete moderno1. Efectivamente, los espritus contemporneos se las plantean cada vez con ms insistencia.

    As pues, los autores no han pretendido escribir un libro que sirva de liber textus en las escuelas teolgicas, sino un libro complementa-rio de la enseanza dada en ellas, un libro que inicie en el estudio cient-fico de la Biblia a los que tienen ya fundamentos slidos de teologa y de cultura. Los autores han querido ofrecer, en primer lugar a los profesores, pero tambin al clero y a los seglares cultos, una exposicin de las inves-tigaciones actuales y de las soluciones excogitadas. As el profesor podra ms fcilmente fundar su propia enseanza sobre una base cientfica ms informada y ms slida. Sus alumnos podran adquirir a la luz de la en-seanza de la Iglesia una comprensin ms precisa de la Escritura, cono-ciendo las discusiones crticas modernas.

    Los autores han puesto empeo en presentar en forma ms literaria que escolar soluciones razonables, apoyadas en los hechos admitidos, pero que incluyen naturalmente un margen ms o menos grande de hi-ptesis y de incertidumbres. De intento han dejado en manos de los pro-fesores la eleccin del mejor mtodo pedaggico, as como del mejor

    1. Encclica Divino afilante Spiritu; EB 555; DBi 640.

    23

  • Advertencia

    manual, para iniciar a sus alumnos en el mensaje bblico; luego, con la ayuda de comentarios catlicos, podrn ponerlos en contacto directo con los textos sagrados.

    La Direccin expresa su profunda gratitud a todos los que han tra-bajado en esta obra y a todos aquellos que con sus consejos personales le han ayudado a dar cima a esta segunda edicin, en particular a su emi-nencia el cardenal A. Bea y al reverendo padre A. Ivller, a diversos pro-fesores del Instituto Bblico y a otras instituciones pontificias universi-tarias de Roma.

    24

    PROLOGO

    Ha venido a ser un tpico hablar del progreso de las ciencias bblicas, como pueden atestiguarlo cuantos desde hace cincuenta aos han es-tado en contacto con el estudio de la Biblia. Este progreso ha dependido de los descubrimientos textuales y arqueolgicos, escrupulosamente es-tudiados, que han proporcionado a los investigadores datos a veces im-previstos o inesperados. Han visto la luz estudios precisos concernientes a los libros sagrados, verdaderamente cientficos y las ms de las veces exentos de esas tendencias sistemticamente racionalistas y apriorsticas de que adolecan con exceso las producciones de las antiguas escuelas exe-gticas. Casi huelga aadir que este progreso para gran provecho suyo ha sido a veces frenado, cuando corra riesgo de extraviarse, y que asimismo ha sido siempre guiado y sostenido por las decisiones de la autoridad eclesistica, sobre todo desde Len xm hasta Po xii, cuya encclica Divino afflante Spiritu seal el trmino feliz de esta accin mo-deradora y directriz, al mismo tiempo que constituy su sntesis, ampliada con arreglo a un nuevo horizonte cientfico.

    Este desarrollo de los estudios bblicos no ha podido menos de re-percutir en el conjunto de los fieles y particularmente en los grupos se-lectos religiosos, a los que el gusto por el contacto directo con las fuentes ha estimulado a leer y meditar ms la Biblia. Con el fin de ayudar a estos lectores se han publicado diversas obras de vulgarizacin, sin contar las mltiples ediciones del texto sagrado, la ms reciente de las cuales, en Francia, La Bible de Jmsalem, honra a nuestros exegetas catlicos.

    Se echaba, sin embargo, de menos otra cosa: un libro que ayudase al clero, e incluso a los grupos selectos de seglares cultos a iniciarse en el estudio cientfico de la Biblia, que, en forma ortodoxa y leal, les pusiese al corriente del estado actual de las cuestiones, teniendo en cuenta las ltimas publicaciones valederas, utilizando los ms recientes descubrimientos, como los de Qumrn, haciendo una sntesis slida de todas las investi-gaciones dispersas, aun cuando tal o cual conclusin no debiese impo-nerse incondicionalmente o en lo sucesivo hubiese de precisarse tal o cual punto de detalle. Haca falta, sobre todo, un libro que sealase el

    25

  • Prlogo

    alcance teolgico de los libros sagrados, su contribucin a la obra divina de la revelacin, que ayudase a descubrir en cada parte y hasta en cada fragmento su valor religioso eterno, a travs de las contingencias inevi-tables en documentos que, siendo palabras divinas, no dejan de ser hu-manas, escritos en tiempos y en lugares tan diferentes de los nuestros. Esto es lo que busca sobre todo nuestra generacin.

    Haca ya cincuenta aos que poseamos manuales bblicos, cuyo valor no es justo menospreciar ni cuya utilidad se puede poner en duda. Hace unos veinte aos apareci la Initiation biblique, recientemente reeditada. Pero era necesario ir ms lejos, desarrollando estas obras, adaptndolas a las investigaciones ms recientes, sealando el estado actual de la ciencia y dando orientaciones, so pena de ver a la ciencia bblica catlica atro-fiada, paralizada en su desarrollo y sin atractivo para nuestras generacio-nes vidas de exactitud, de puntualizaciones serias, al mismo tiempo que de fidelidad a la tradicin de la Iglesia. Negarse a ello equivala a empujar a las selecciones intelectuales hacia las obras similares no catlicas, cuya lectura no est nunca exenta de peligros para espritus todava no for-mados.

    Tal es el fin que se han propuesto los autores de esta Introduccin. Su competencia y su experiencia, controladas adems por especialistas en la materia, de cuya seguridad doctrinal no cabe dudar, les han ayudado a componer este libro maduramente elaborado, que ofrecen a los espritus deseosos de estudiar de cerca la palabra escrita de Dios, especialmente a nuestros sacerdotes y a nuestros estudiantes de las facultades de teolo-ga y de los seminarios. Por ello queremos darles sinceramente las gracias.

    Este libro chocar quizs a primera vista no nos recatamos de de-cirlo a los lectores habituados a servirse no de grandes introducciones a la Sagrada Escritura, como las hay en diversas lenguas, sino a utilizar esas especies de compendios, que resumen brevemente, con ms o menos acierto, el resultado de los estudios bblicos, reducindolos a algunas frmulas fciles de asimilar, al alcance de todas las fortunas intelectuales. Quiz tambin algunos lectores, que no hayan seguido el desarrollo de las investigaciones tocante a los libros sagrados, se extraen de ver con qu cuidado se han esforzado los autores por distinguir en los libros ins-pirados los documentos utilizados en ellos, por analizar las corrientes doctrinales que confluyeron en las diversas partes del Antiguo y hasta del Nuevo Testamento. Una lectura paciente y atenta les har ver que no hay en ello nada contrario a nuestra fe. Dios, antes de hablar a los hombres por su Hijo, no habl en otro tiempo multifarie multisque modis por los profetas, en el sentido bblico de esta palabra, y algunos de los autores del Nuevo Testamento no indicaron ellos mismos sus fuentes?

    Desde luego, no nos hallamos aqu en presencia de un libro que el profesor pueda poner, sin ms, en manos de los discpulos, dicindoles tolle et lege, o darles un resumen del mismo para que lo reproduzcan en sus lecciones y en sus exmenes. Pero cabe preguntarse si debe ser esto

    26

    Prlogo

    la exposicin crtica de las soluciones en que piensa la ciencia exegtica contempornea. Este libro les servir ms bien cuando hayan adquirido los conocimientos necesarios a todo sacerdote. Facilitar adems la tarea del maestro, que podr hallar en l la doctrina que ha de poner al alcance de sus discpulos, sobre todo de los mejor dotados, despus de haberlos iniciado en los elementos de una ciencia que no ha de tener nada de sim-plista ni de primaria en el sentido peyorativo de esta palabra, sino que ha de atender a la complejidad de los problemas y de los matices que im-ponen las investigaciones actuales, so pena de quedarse fuera del tema.

    Cada uno de los autores ha procurado destacar lo que personalmente le pareca ms a propsito para guiar hacia la palabra de Dios, aunque sin hacer un comentario. En efecto, todos han querido dejar gran margen a la iniciativa y a la originalidad del profesor. Ni el libro que se lee ni el maestro que ensea, pueden decirlo todo. En un punto remite el maestro al libro, en otros lo resume, o lo completa. El libro ofrece hechos, lneas de investigacin, el estado de las cuestiones; el profesor aporta el contacto vivo que ha tenido con la Escritura. Libro y profesor no deben contrade-cirse ni excluirse, sino ayudarse mutuamente en esta Traditio Sacrae Scrip-turae que debe constituir un curso de exgesis. Tal es sin duda la esperanza de los autores y as lo creo inspirndome en mi experiencia pasada el deseo de aquellos a quienes la Iglesia ha llamado al honor y a la respon-sabilidad de ser los iniciadores del clero en la ciencia de la palabra es-crita de Dios, fijada en las Escrituras.

    t JUAN JULIN WEBER Obispo de Estrasburgo

    Estrasburgo, 9 de julio de 1959

    27

  • AVISO A LOS LECTORES

    Los mapas geogrficos, absolutamente necesarios para la inteligencia del cap-tulo consagrado a la historia del Oriente Prximo (p. 219-270), pero tambin tiles para el Pentateuco y para los profetas, se han reunido en un fascculo aparte que se hallar al final del volumen; as ser ms cmodo de consultar. Ni qu decir tiene que ser muy til consultar un atlas bblico completo.

    Las bibliografas son voluntariamente incompletas. Es fcil completarlas recurriendo a los volmenes indicados. Al principio de cada parte y de cada seccin se hallarn las obras principales. La bibliografa que precede a cada cap-tulo completa sencillamente estas listas. Indicamos en nota las monografas impor-tantes. El asterisco indica las obras que llevan imprimatur o que, siendo recientes, tienen carcter catlico.

    ABREVIATURAS

    1) Libros de la Biblia Abd Act Ag Am Ap Bar Cant Col Cor Dan Dt Ecl Eclo Ef Esd Est x Ez Flm Flp Gal

    Abdas Actos Ageo Amos Apocalipsis Baruc Cantar Colosenses Corintios Daniel Deuteronomio Eclesiasts Eclesistico Efesios Esdras Ester xodo Ezequiel Filemn Filipenses Glatas

    Gen Hab Heb Is Jds Jdt Jer Jl Jn Job Jon Jos Jue Lam Le Lev Mac Mal Me Miq Mt

    Gnesis Habacuc Hebreos Isaas Judas Judit Jeremas Joel Juan Job Jons Josu Jueces Lamentaciones Lucas Levtico Macabeos Malaquas Marcos Miqueas Mateo

    Nah Neh Nm Os Par

    Pe Prov Re Rom Rut Sab Sal Sam Sant Sof Tes Tim Tit Tob Zac

    Nahm Nehemas Nmeros Oseas Paralipmenos o Crnicas Pedro Proverbios Reyes Romanos Rut Sabidura Salmos Samuel Santiago Sofonas Tesalonicenses Timoteo Tito Tobas Zacaras

    N.B: TM=texto masortico; LXX=versin de los Setenta.

    2) Diccionarios, colecciones y revistas; ANEP The Ancient Near East in Pictures relating to the Od Testament (PRIT-

    CHARD) Princeton U. S. 1954. ANET Ancient Near Eastern Texts relating to the Od Testament (PRITCHARD),

    Princeton, 21955. AOAT Altorientalische Texte und Bilder zum Alten Testament, 2 vol. (H. GRESS-

    MANN) Berln - Leipzig 21927. APOT R. H. CHARLES, Apocrypha and Pseudepigrapha of the Od Testament,

    Oxford 1913. BA Biblical Archaeologist, Baltimore.

    29

  • Abreviaturas

    BASOR Bi BZ CBQ DBi

    DTC Dz

    EB EsBi JBL JNES JTS NRT NTS RB RHPR RHR RSPT RSR Ser. SDB TS TZ VD VT ZAW ZNW

    Bulletin of the American School of Oriental Research, Baltimore. Bblica, Pontificio Instituto Bblico, Roma. Biblische Zcitschrift*, Paderborn. Catholic biblical Quarterly*, Washington. S. MUOZ IGLESIAS, Doctrina pontificia i: Documentos bblicos*, Ma-drid 1955. Dictionnaire de Thologie catholique*, Pars. H. DENZINGER - A. SCHONMETZER, Enchidion symbolorum, definitionum et declarationum de rebusfidei et morum*, Herder, Barcelona, Friburgo de Brisgovia, Roma, Nueva York 3219631. Enchidion bibiieum*, Roma, aples 41961. Estudios bblicos*, Madrid. Journal of biblical Literature, Filadelfia. Journal of Near Eastern Studies, Chicago. Journal of Theological Studies*, Oxford. Nouvelle Revue Thologique*, Lovaina. New Testament Studies, Cambridge. Revue biblique*, Pars. Revje d'histoire et de philosophie religieuse*, Pars. Revue de l'histoire des Religions, Pars. Revue des sciences philosophiques et thologiques*, Le Saulchoir. Recherches de Science religieuse*, Pars. Scripture*, Edimburgo. Supplment au Dictionnaire de la Bible*, Pars. Theological Studies*, Baltimore. Theologische Zeitschrift, Basilea. Verbum Domini*, Roma. Vetus Testamentum, Leiden. Zeitschrift fr die alttestamentliche Wissenschaft, Berln. Zeitschrift fr die neutestamentliche Wissenschaft, Berln.

    Para las siglas de los grandes comentarios, vase infra, p. 218.

    1. Anteponiendo al nmero citado el signo t nos referimos a las ediciones anteriores de esta obra, de la que hay versin castellana con esta numeracin y que lleva por titulo El magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona 1963.

    30

    INTRODUCCIN GENERAL

  • BIBLIOGRAFA GENERAL H. HPFL y L. LELOIR, Introductio generals in sacram scripturam*, Roma 1958. A. MERK-A. VACCARI-A. BEA, Institutiones biblicae*, Roma 61951. J. RENI, Manuel d'criture Sainte*, t. i, Pars-Lyn 1949. A. ROBERT-A. TRICOT, Initiation biblique*, Pais-Tournai 31954. SIMN-PRADO, Praelectiones biblicae*, Turn 41946. Praelectionum biblicarum compendium i; Propaedeutica*, Turin 71953, Madrid

    51958. G. M. PERRELLA, Introduzione genrale alia Sacra Biblia*, Turn 21952. Introduccin general a la Sagrada Escritura*, Madrid 1959. A catholic commentary in Holy Scripture*, Londres 1953; versin castellana:

    Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Herder, Barcelona 2J960ss.

    C. RINALDI, Secoli sul Mondo*, Turn 1955. J. LEVIE, S. I., La Bible, parole humaine et message de Dieu*, Pars-Lovaina 1958,

    229-336. R. RBANOS, Propedutica bblica*, Madrid-Salamanca 1960.

    SECCIN PRIMERA

    LOS LIBROS INSPIRADOS

    por . Baruccj y 7i. Cazeles

  • PRELIMINARES

    BIBLIOGRAFA

    M. J. LAGRANOE, Ulnspiration des Livres saints*, RB 1896, 199-220. E. MANGENOT, art. Ulnspiration de Vcriture*:, D T C vil (1923), col. 2068-2266. H. LUSSEAU, Essai sur la nature de Vlnspiration scripturaire*, Pars 1930. A. BEA, De Scripturae sacrae Inspiratione quaestiones historicae et dogmaticae,

    De Inspiratione et inerrantia sacrae Scripturae*, Roma 1947. P. SYNAVE y P. BENOIT, La Prophtie*, en Sto. THOMAS D'AQUIN, Somme tholo-

    gique, d. Rev. des Jeunes, Pars 1947, 293-376. O. COURTADE, art. Inspiration et Inerrance*, SDB iv (1949), col. 482-559. C. CHARLIER, La lecture chrtienne de la Bible*, Maredsous 1950, 105-135 y

    232-249; versin castellana: La lectura cristiana de la Biblia*, ELE, Barce-lona 1956.

    P. BENOIT, VInspiration, en lnitiation biblique*, Pars 31954, y 6-44.

    Muchas religiones tienen sus libros sagrados. Este fenmeno univer-sal est ligado con la historia de las civilizaciones: era posible que los hombres no quisieran fijar en textos y luego conservar en forma escrita este aspecto de su pensamiento y de su vida que les era el ms caro, a sa-ber, sus relaciones con Dios? Estos libros los guardan como un depsito venerando, dado que, abordndolos con fe, esperan hallar en ellos una respuesta a los interrogantes de su alma, luz para guiar su vida.

    La revelacin divina conservada primero en la religin juda y luego en la cristiana, tiene tambin sus Sagradas Escrituras, sus libros Santos, como deca ya el primer libro de los Macabeos, 1 Mac 12,9; antes de aden-trarnos en el estudio de su contenido, vamos a decir cul es la fuente de la santidad que distingue estos libros de todos los dems. En efecto, para los creyentes que han descubierto la religin autntica en medio de las diversas corrientes en que se traduce el sentimiento religioso del hombre, estos libros no tienen igual. Los libros sagrados de las religiones no cris-tianas, pueden leerlos con respeto, con simpata comprensiva, que trata de seguir en ellos el itinerario del esfuerzo del hombre que busca a Dios. Sin embargo, la Biblia constituye a sus ojos un hecho nico. En ella, no slo el hombre invoca a Dios y se esfuerza por discernir su respuesta; Dios mismo habla al hombre, por su propia iniciativa. La Biblia es, con toda verdad, su misma palabra. Puede darse que el texto no ofrezca a

    35

  • Los libros inspirados

    veces sino un inters humano aparentemente limitado: listas genealgicas un tanto farragosas o la historia anecdtica de personajes ms o menos edificantes. A pesar de todo, a travs de todo esto, Dios comunica un mensaje. El pensamiento de los autores humanos a quienes debemos estos libros, su concepcin de la vida, su mentalidad, su cultura, todo esto no es el elemento primordial de las obras que dejaron escritas; todo su genio humano est al servicio de algo ms grande. Escribieron bajo la accin del Espritu de Dios, el Espritu (ruah) que daba fuerza sobre-natural a los libertadores de Israel, Jue 13,25, el Espritu que animaba a los profetas, Os 9,7, el Espritu que ahora se infunde a la Iglesia de Cristo y la anima. Segn la expresin de la segunda carta a Timoteo, la Escritura es santa porque est divinamente inspirada (thepneustos: 2Tim 3,16). Qu es, pues, la inspiracin?

    Aqu no se trata de una inspiracin profana, como, por ejemplo, la de un artista o de un poeta. No se trata tampoco de la inspiracin deli-rante que haca perder a la pitonisa de Delfos el dominio de la razn y de los sentidos. No es la inspiracin religiosa que se puede reconocer in-cluso en algunas obras no cristianas: sta no rebasa el nivel del mero genio humano. La inspiracin bblica es una accin sobrenatural de Dios, a la vez discreta y profunda, que respeta enteramente la personalidad de los autores humanos pues Dios no mutila al hombre que l mismo ha creado , pero los eleva por encima de ellos mismos, pues Dios es capaz de hacerlo. As pues, los libros nacidos de la actividad de estos autores no son solamente humanos, sino divinos; no expresan slo un pensamiento humano, sino el pensamiento de Dios. Y, sin embargo, estn enraizados en la naturaleza humana: en ellos, todo es del hombre y todo es de Dios. De la misma manera que los apstoles, al escuchar a Cristo, reciban de l un mensaje divino transmitido de un modo humano, as tambin el lector de la Biblia halla en ella la palabra divina enunciada a la manera humana. Es ste un hecho fundamental que no se debe olvidar cuando se estudian los libros sagrados.

    Por el hecho de saber que la palabra de Dios est enunciada en len-guaje humano, no estamos inmunizados contra toda sorpresa. No siem-pre nos damos cuenta de hasta qu grado nuestros modos de expresin son tributarios del mundo en que vivimos, de nuestros hbitos y de nues-tras categoras de pensamiento. No imaginamos fcilmente que Dios utili-zara otros modos de expresin. Hace falta una slida cultura y una buena filosofa para admitir que la infinita simplicidad de Dios se refractara as a travs de la indefinida complejidad de la creacin, de la que el lenguaje toma sus trminos y sus imgenes1. Un libro que proviniera de Dios y se

    1. Cuando algunos, reprochndolo, cacarean que los sagrados autores... contaron las co-sas con menos exactitud, se averigua que no se trata de otra cosa sino de los acostumbrados y ori-ginales modos de hablar y narrar que corrientemente solan emplearse en el mutuo trato huma-no y de hecho se empleaban por lcita y general costumbre (ene. Div. affl. Sp., EB 560; Dz 3830, t 2294; DBi 645). Sera preciso examinar con ms detalle el procedimiento literario de los antiguos pueblos de Oriente, su psicologa, su modo de expresarse... (Carta de la Comisin Bblica al Card. Suhard, EB 581; Dz 3864, t2302; DBi 667).

    36

    Los libros inspirados

    dirigiera a la humanidad entera, deba adoptar su forma a travs de una variedad muy rica de medios de expresin, siendo as que cada grupo hu-mano est familiarizado con un pequeo nmero de stos2. Esta aparente paradoja del Dios creador, simple y trascendente, pero que se da a conocer a travs de todas las leyes de un lenguaje creado, es el misterio que cons-tituye la Escritura y del que hay que darse cuenta antes de tratar de des-cubrir su mensaje.

    Este darse cuenta, esta toma de conciencia no puede realizarse sino a la luz del testimonio mismo de los autores sagrados que consignaron el mensaje en la Escritura, juntamente con el testimonio de los padres. Esto constituye el estudio de la fe en os libros sagrados tal como se ha ex-presado en el pueblo escogido y en la Iglesia de Cristo. A este estudio sigue el de la nocin de inspiracin, tal como se ha ido elaborando en el transcurso de los siglos, gracias al trabajo de los telogos, sobre todo de santo To-ms de Aquino3, en parte sancionado por la Iglesia. El estudio se cierra con la exposicin de dos consecuencias esenciales de la inspiracin: la formacin de un canon que defina la lista de los libros inspirados y la ine-rrancia de las Sagradas Escrituras.

    2. No... debe admirarse nadie... de que tambin entre los sagrados escritores, como entre los otros de la antigedad, se hallen ciertas artes de exponer y narrar, ciertos idiotismos, particu-larmente propios de las lenguas semticas (EB 559; DBi 644).

    3. De Prophetia, en Suma teolgica Il-n, q. 171-178.

    37

  • CAPTULO PRIMERO

    LA FE EN LOS LIBROS INSPIRADOS

    I. La Iglesia habla. 1. LAS DEFINICIONES SOLEMNES.

    Durante largos siglos, la Iglesia, antes de verse inducida a definir so-lemnemente su fe en la inspiracin de los libros sagrados, se ha nutrido de la Sagrada Escritura. Por lo dems, ortodoxos y protestantes compar-ten esta fe, aun cuando vare la interpretacin de la palabra que la ex-presa: theopneustos, 2 Tim 3,16. La Iglesia ha precisado su creencia en dos coyunturas. En el concilio de Trento, el 8 de abril de 1546, estableci y afirm que Dios es el autor (auctor) tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo y dio la lista de los libros que admita como sagrados!. La Iglesia luchaba entonces no ya por salvar el principio de la inspiracin, sino por mantenerlo en toda su extensin, dado que se atacaba el ca-rcter sagrado de ciertos libros: los llamados deuterocannicos2.

    En el concilio Vaticano i se trataba propiamente del principio mismo de la inspiracin, ya que algunos negaban toda intervencin sobrenatural de Dios3. El 24 de abril de 1870, el concilio formula el principio siguiente: Si alguien no admite como sagrados y cannicos los libros completos de la Sagrada Escritura con todas sus partes, segn la enumeracin que hace de ellos el santo concilio de Trento, o si niega que estos libros estn divina-mente inspirados, sea anatema4.

    2. LA LISTA DE LOS LIBROS SAGRADOS.

    La Iglesia cree, pues, en la inspiracin de cierto nmero de libros, cuya lista ha fijado con precisin para cortar de raz toda discusin. El orden y la clasificacin de estos libros han variado, y en esto la Iglesia deja plena libertad. He aqu una de las clasificaciones posibles que, en cuanto al Antiguo Testamento, respeta el orden de la Biblia hebraica, aadiendo los libros conservados en la Biblia griega:

    1. Dz 1502-1505, t784 . 2. Cf. infra, p. 66. 3. EB 77 (DBi 70): Eos vero Ecclesia pro sacris et canonicis habet, non ideo quod sola hu-

    mana industria concinnati, sua deinde auctoritate sint approbati; nec ideo dumtaxat, quod reve-lationem sine errore contineant; sed propterea quod Spiritu Sancto inspirante conscripti Deum habent auctorem, atque ut tales ipsi Ecclesae traditi sunt.

    4. Dz 3029, t 1809.

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    La fe en los libros inspirados

    Antiguo Testamento: Cinco libros dichos de Moiss, o Pentateuco: Gnesis, xodo, Lev-

    tico, Nmeros, Deuteronomio. Son los libros de la ley, o la torah. Josu, Jueces, 1. y 2. libro de Samuel, 1. y 2. libro de los Reyes. A

    estos libros los llaman los judos: los primeros profetas (prophetae priores). Isaas, Jeremas, Ezequiel, y los 12 profetas menores: Oseas, Joel, Amos,

    Abdas, Jons, Miqueas, Nahm, Habacuc, Sofonas, Ageo, Zacaras y Malaquas. Son los profetas llamados posteriores (prophetae posterio-res).

    Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiasts (o: qhelet), Ester, Daniel, Esdras, Nehemas, 1. y 2. libro de las Crnicas. Son los hagigrafos o ketbim.

    Baruc, Tobas, Judit, 1. y 2. libro de los Macabeos, Sabidura, Eclesis-tico (o el Siracida). Estos libros vinieron a la Iglesia cristiana en la Biblia griega.

    Nuevo Testamento: Los cuatro Evangelios, segn Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los Hechos de los Apstoles. Las 14 cartas conservadas bajo el nombre de san Pablo: cartas a los

    Romanos, a los Corintios (2 cartas), a los Glatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, a los Tesalonicenses (2 cartas), a Timoteo (2 cartas), a Tito, a Filemn, a los Hebreos.

    Las llamadas epstolas catlicas: dos de Pedro, tres de Juan, una de Santiago, una de Judas.

    El Apocalipsis de san Juan.

    Tal es la fe actual de la Iglesia. En los libros cuyos nombres acabamos de referir, reconoce la presencia de una inspiracin divina. Pero de dnde viene esta fe ? Cmo se fue afirmando poco a poco, antes de ser definido taxativamente, el dogma concerniente a esta fe?

    11. La Sagrada Escritura segn el Antiguo Testamento.

    En el Antiguo Testamento nacen libros que fijan tradiciones ances-trales, las organizan segn las necesidades catequticas y parenticas cul-tuales, las glosan segn las orientaciones religiosas, cuyos grandes anima-dores espirituales son los profetas. Lo mismo se puede decir de los anales y crnicas que vieron luz en la poca de la monarqua israelita. Todos estos recuerdos se consignaron por escrito porque estn en relacin con lo sagrado. As, las tradiciones patriarcales conciernen a los titulares de las promesas divinas, beneficiarios de las teofanas. Sus gestos y sus pala-bras se transmitieron cerca de los santuarios, lugares privilegiados de las

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  • Los libros inspirados

    comunicaciones divinas, adonde todava se va a honrar su memoria. Un libro nace un da para recoger y hacer ms utilizables umversalmente los relatos de estas primeras manifestaciones y revelaciones de Dios a los padres.

    Habr tambin escritos que consignen los recuerdos que guardaba la nacin, de los jefes que Dios haba dado a su pueblo. Un Moiss, un Josu, un David recibieron su espritu y fueron investidos de su auto-ridad. Cuando comience la era de los analistas, stos se preocuparn de fijar, a raz de los hechos mismos o con cierto retraso, los hechos y las pa-labras de estos hombres de Dios. Entonces aparecern los ncleos de una historia de los reyes, historia sagrada, puesto que es la historia de la casa de David, y de una historia nacional, que es la historia del pue-blo escogido. Paralelamente se constituirn libros destinados a con-servar los orculos de los profetas, los grandes inspirados. Los profetas dicen la palabra de Dios; ellos mismos, o sus discpulos, recogen esta palabra. En torno a sus nombres y a sus escritos se forman colecciones formadas de elementos a veces heterogneos. El Pentateuco se cons-tituye alrededor del nombre de Moiss. El nombre de Isaas domina una coleccin proftica que engloba orculos de fechas muy distintas. El Salterio toma cuerpo en torno al nombre de David, y los escritos de Sabidura se agrupan en torno al de Salomn.

    Estos libros llevan, pues, un sello de ndole religiosa. Ningn texto anterior a la cautividad atribuye su redaccin a Dios mismo, pero a veces se atribuye a su voluntad la consignacin por escrito de un relato o de una serie de orculos que darn origen al libro. Isaas y Jeremas nos re-fieren la orden recibida de Dios, de consignar en un libro algunos de sus orculos, Is 30,8; Jer 36,2.28.32, sin que por lo dems se diga nada del carcter sobrenatural de su composicin. Se refiere tambin que Moiss escribi las palabras de Yahveh, x 24,4, o por orden de Yahveh, Nm 33,2; cf. x 17,14. En los libros redactados en la cautividad o des-pus de ella se hace mencin del libro de la ley (de Yahveh), 2Re 22,11; 2Crn 17,9; 34,14; Neh 8,8.18, pero esta expresin no es equivalente de libro de Dios, que no se halla en el Antiguo Testamento. As, Neh 8,1 precisa que se trata del libro de la ley de Moiss, que Yahveh prescribi a Israel.

    Sin embargo, en este momento, dada la veneracin misma de que se los rodea, parece que se precisa la creencia en el carcter sagrado de cier-tos libros. Es el caso del libro de la ley de Dios, del que se halla en po-sesin Esdras y que va a leer solemnemente al pueblo. Es el caso de los libros con que Nehemas ha constituido una biblioteca, libros que tuvo cuidado de reunir Judas Macabeo despus de su dispersin cuando la persecucin de Antoco Epfanes, 2Mac 2,13-15 y IMac l,59s. Por primera vez en la literatura bblica nos hallamos con la expresin los libros santos para designar a las Escrituras, IMac 12,9, consuelo en la persecucin; cf. tambin 2Mac 8,23.

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    La fe en los libros inspirados

    Un buen testimonio de la creencia del judaismo en el carcter sagrado de las Escrituras lo hallamos en la carta del seudo-Aristeas5. Este docu-mento atestigua un hecho: la preocupacin de los judos de la dispora, por poseer en su lengua el Pentateuco y los otros libros que se lean en Jerusaln (cf. tambin 2Mac 2,15 y el prlogo del libro del Eclesistico); atestigua tambin una creencia: la que se tena en la intervencin divina en el don de los libros santos. Cuando el autor del 4. libro de Esdras, 4Esd 14,23-47, presenta a Dios dictando a Esdras, durante cuarenta das, doscientos cuatro libros, de los cuales slo setenta sern publicados, da fe de la misma concepcin. Los judos ms recientes, al decir que estos libros mancillan las manos, no harn sino expresar en forma de entre-dicho la misma creencia: los libros tienen, por su origen, un carcter sagrado.

    III. La Sagrada Escritura segn el Nuevo Testamento.

    Nuestro Seor, que vena a completar la ley y los profetas, no se desva de la actitud religiosa de sus contemporneos. Como ellos, argumenta remitiendo a las Escrituras, recalcando sus aserciones con la frase ritual en las escuelas: (como) est escrito, cf. Mt 4,4-10; 21,13; Le 19, 46 . . . , frmula que repiten los Apstoles por su propia cuenta, Mt 2, 5; Act 7,42; Rom 1,17; 3,4; IPe 1,16, etc. Al hablar as entienden em-pear la autoridad de la Escritura, nica autoridad que es divina, nica capaz de garantizar acontecimientos futuros.

    San Pablo demuestra claramente el crdito prestado a las Escrituras, tanto en los crculos del judaismo como entre los cristianos, cuando es-cribe a Timoteo: Desde tu tierna edad aprendiste las sagradas letras que te pueden instruir para la salvacin mediante la fe en Jesucristo. Toda Escritura est inspirada por Dios y es til para ensear, refutar, corregir, para formar en la justicia: as el hombre de Dios es cabal y est apercibido para toda obra buena, 2Tim 3,15 s. La segunda carta de san Pedro expresa la misma doctrina: As tenemos ms firme la palabra pro-ftica: hacis bien en manteneros cerca de ella, como cerca de una lm-para que brilla en un lugar oscuro. Sabed ante todo que ninguna profeca de la Escritura es objeto de interpretacin personal. Porque jams profe-ca provino de voluntad humana, sino que los hombres hablaron de parte de Dios, movidos por el Espritu Santo, 2Pe 1,19-21.

    De estos dos textos se desprende algo ms que una simple afirmacin de la autoridad de las Escrituras. Dan su justificacin formulando ya lo esencial de la doctrina de la inspiracin. Las sagradas letras son objeto de enseanza y de tradicin, lo mismo que otras verdades religiosas, cf. 2Tim 3,14. Adems, son una fuente de sabidura, de salvacin, una base

    5. V6anse p. 58 y 106.

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  • Los libros inspirados

    de enseanza y de formacin cristiana. Ms en concreto, en su totalidad, estn inspiradas por Dios6 (theopneustoi, divinitus inspiratae). Lo cual equivale a decir que tienen su origen en el Espritu Santo. Esta misma asercin vuelve a hallarse en la 2Pe: no deben nada a la voluntad humana, sino que son obra del Espritu Santo que opera en los hagigrafos. As, concluye el autor, la Escritura, obra de hombres movidos por el Espritu, no es, en modo alguno, objeto de interpretacin individual, sea por parte del autor o por parte del lector. Puesto que procede de arriba, slo la comprender un hombre animado del Espritu de arriba.

    Dos expresiones entran con estos textos en el campo de la lengua teolgica: la de escritor inspirado, trmino de que se servirn los latinos para traducir la expresin griega de 2Pe, y la de libro inspirado, segn el propio trmino de 2Tim. As, los veremos utilizados en forma habitual por los padres y los telogos para explicar el carcter especial tanto de los libros bblicos como de sus autores.

    IV. Los padres y la Escritura. Poco a poco el lenguaje cristiano fue detallando este concepto miste-

    rioso de libro inspirado, de escritor inspirado. As vino a crear el trmino abstracto de inspiracin, atribuido tanto al libro como al autor (san Gre-gorio Niseno). Los padres tratan sobre todo de traducir en trminos con-cretos su modo de concebir la accin inspiradora de Dios. sta consisti, dirn, en pronunciar (gr. legein), en sugerir (gr. ypagoreuein), en dictar (lat. dictare) lo que los hagigrafos haban de transmitimos. Con ello quieren poner de relieve la primaca de la accin divina y no materializar su intervencin. Con todo, es cierto que, partiendo de estas representacio-nes muy antropomrficas, se originar ms de una desviacin. La teolo-ga de la inspiracin no lograr siempre evitar perfectamente una repre-sentacin mecnica de la accin divina que conducir a un sorprendente literalismo en la interpretacin del texto.

    Por el trmite de los concilios africanos de los siglos iv y v y de las profesiones de fe antimaniqueas que imponen a los obispos, otra expre-sin adquirir derecho de ciudadana en la lengua teolgica: la de Dios, autor de la Escritura1. Se forma como reaccin contra la teora maniquea: como no hay dos principios autores de la economa del mundo, tampoco hay dos en la historia de la salud, aun cuando haya habido dos alianzas. Si las profesiones de fe contenidas en los Statuta Ecclesiae antiquae 8 ponen

    6. El texto de 2Pe citado anteriormente induce a dar sentido pasivo a la palabra thepneustos. La interpretacin en sentido activo, inspirando Dios, filolgicamente posible, no aparece sino en un texto de ORGENES (PG 13, 356), que no la separa de la otra. Entre los modernos, slo Cra-mer la mantiene en el caso de 2Tim 3,16, con exclusin del sentido pasivo; Moulton mismo la rechaza.

    7. A. BEA, Deus auctor sacrae Scripturae: Herkun/t undBedeutung der Formel*, en Angelicum xx, 1943, 16-31.

    8. EB 30; Dz 325; DBi 25.

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    La fe en los libros inspirados

    la mira, en primer lugar, en el error dualista, parece ser que los trminos elegidos para indicar la doble fase de la alianza, de la que se proclama a Dios como nico autor, es decir, la ley, los profetas y los apstoles, se refieren sin duda a los libros que contienen la historia de uno y otro Testamento. Esto se dir expresamente en los textos de los concilios ulte-riores que volvern a utilizar la frmula (Concilio n de Lyn, Concilio de Florencia en el decreto para los jacobitas, Concilios de Trento y Vati-cano i).

    En correlacin con la afirmacin de que Dios era realmente autor de los libros sagrados, la tradicin ha sostenido siempre que los hagigrafos eran tambin autores de los libros escritos por ellos. Decir que la Biblia era palabra de Dios equivala a atribuir a Dios la paternidad principal, pero subrayando, cuando se ofreca la ocasin, los rasgos de originalidad impresos por cada autor en su obra: estilo, pensamiento, organizacin de la materia. As, san Cirilo de Alejandra hace notar que san Pablo construye bien las frases, que san Juan redacta bien los discursos. An-logas observaciones se pueden leer en san Juan Crisstomo y en san Agus-tn. Pero el mismo san Agustn precisa que estas cualidades literarias son en s mismas un don de Dios a los escritores. Importaba, en efecto, sub-rayar su dependencia frente al autor divino.

    Esta dependencia se traducir con determinadas imgenes. Los es-critores, dirn los padres, son los instrumentos de Dios, su pluma, su c-tara (Cohortatio ad Graecos, Hiplito, san Gregorio Niseno). A travs de estas imgenes, el pensamiento trata de concretarse y corre peligro de cristalizarse. Se quera inculcar la jerarqua de las causas en la gnesis del libro sagrado y preservar el primado de la causalidad divina; con ello amenaza el peligro de reducir el papel del hombre al de un utensilio mecnico.

    Si a esto se aaden las frecuentes y multiformes afirmaciones sobre la inerrancia absoluta de la Biblia, habremos recogido los elementos prin-cipales de la doctrina de la inspiracin en la poca patrstica. A las ge-neraciones siguientes incumbir el quehacer de intentar, a partir de estos datos, una sntesis teolgica ms racional y ms profunda.

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  • CAPTULO SEGUNDO

    LA INSPIRACIN

    BIBLIOGRAFA G. M. PERRELLA, La nozione deWispirazione scritturale secondo i primitivi docu-

    menti cristiani*, Angelicum xx, 1943, 32-52. - La inspiracin bblica*, en XIV Semana Bblica Espaola, 129-222, Madrid

    1954. R. A. F. MCKENZIE, Some Problems in the Field of Inspiration*, CBQ 1958,

    1-8. ALEX JONES, Biblical Inspiration: A Christian Rendez-Vous, Ser., 1958, 97-110.

    El estudio de una doctrina teolgica se hace partiendo de los textos de la Escritura, patrsticos y eclesisticos. En ellos halla el telogo la expresin de la fe y descubre la continuidad de esta misma fe. En este sentido inte-rroga los textos escriturarios para conocer la doctrina de la inspiracin. Sera un crculo vicioso pedirles que demostraran su propia inspiracin; uno no es testigo en su propia causa. Pero incluso el incrdulo reconocer en estos libros un testigo de la fe de Israel o, por mejor decir, de la fe vi-vida por cierto nmero de israelitas, entre ellos Nuestro Seor mismo y los apstoles. As, observamos que cada da se da ms importancia al conocimiento de todos los datos concretos que precisan el origen de los libros y determinan el alcance exacto de su testimonio histrico.

    I. Historia de una doctrina. 1. EN LA EDAD MEDIA.

    Las primeras reflexiones teolgicas sobre el modo de inspiracin de los libros sagrados estn todava entorpecidas por cierta confusin en los trminos y en los conceptos. Hugo de San Vctor, muerto en 1141, in-tenta una distincin. Contrapone a profetas y hagigrafos: era ya algo muy til. Santo Toms har suya esta distincin, aunque sin introducirla en el estudio de la inspiracin, que en realidad no hizo. Con l y con En-rique de Gante, la teologa reflexionar sobre los papeles respectivos de Dios y del hombre cuando un efecto resulta de su mutua cooperacin: es el caso de la profeca. Santo Toms, hablando ocasionalmente de los libros sagrados, les aplicar una teora semejante diciendo: El autor prin-cipal de la Sagrada Escritura es el Espritu Santo... el hombre fue el autor instrumental (Quodlib. vn, art. 14, ad 5).

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    La inspiracin

    Despus de l, telogos como Pedro d'Ailly tratarn de distinguir la accin de Dios y la accin del hombre refirindose a los diferentes sen-tidos de la palabra autor (compositor, editor, compilador, garante). Otros, como Cano, intentarn una distincin entre lo que es revelacin y lo que es mocin acompaada de una ayuda. Pero su pensamiento es todava vacilante.

    2. DEL SIGLO XVI AL CONCILIO VATICANO I.

    Bez mantiene la distincin entre revelacin e impulsin dada al hagigrafo. Choca, sin embargo, hallar en su pluma una asercin que pretende nada menos que hacer dictar por Dios las palabras mismas del libro, para evitar as toda adulteracin de las ideas que inspira. Ante se-mejante exigencia no tiene nada de extrao ver elevarse una oposicin, como tampoco verla exceder la medida. Esta oposicin est formulada en una proposicin del jesuta de Lovaina, Lessius: Si se diese el caso de que un libro (quiz sea ste el caso de 2Mac) fuese escrito con solas las fuerzas humanas, sin la asistencia del Espritu Santo, y que luego el Esp-ritu Santo atestase que en tal libro no hay ninguna falsedad, por el hecho mismo vendra a ser Escritura Sagrada. Uno de sus colegas, Bonfrre, volvera a utilizar la misma idea para expresar lo que, siguindole a l, se ha llamado inspiracin subsecuente. Estos telogos, impresionados por las diferencias en cuanto a la profundidad del pensamiento, la intensidad de sentido religioso y de estilo entre los diversos libros bblicos, buscaban la explicacin en la diversidad de los modos de inspiracin: revelacin directa para los libros estimados superiores, inspiracin sin dictado o simple direccin destinada a preservar a los escritores de error en el caso de los libros considerados menos sublimes, simple aprobacin despus de la composicin para los libros que aparecan demasiado humanos.

    De hecho, Lessius, al tratar de explicar la proposicin citada, tuvo que desautorizarla. Un libro semejante, concedi, gozara de autoridad divina independientemente de su cualidad de Sagrada Escritura. Despus de Bonfrre no se volvi a hablar de este intento de explicacin de la inspira-cin hasta que en 1850 un telogo de Munich, Haneberg, la resucit, sus-tituyendo la aprobacin subsecuente del Espritu Santo, reclamada por Lessius y Bonfrre, por la aprobacin de la Iglesia. Tambin los padres del Concilio Vaticano i, en la sesin de 24 de abril de 1870, creyeron deber precisar, en el captulo de la revelacin, que la fe de la Iglesia en la inspiracin de los libros sagrados no se basaba en ningn modo en el hecho de que estos libros, escritos por la sola industria humana, hayan sido despus aprobados por la autoridad de la Iglesia1.

    Las teoras de la sugestin y del dictado queran sin duda subrayar la realidad del papel de autor atribuido a Dios. La teora de la aproba-

    1. EB 77; Dz 3006, t 1787; DBi 70.

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  • Los libros inspirados

    cin subsecuente trataba de salvar, en lo posible, el mismo papel en el hombre... pero sacrificando el dato tradicional e incorporado al lenguaje mismo del magisterio de Dios como autor. Por eso otros telogos trataron de presentar una explicacin capaz de satisfacer a las dos exigencias. La ausencia de error en la Biblia haba sido afirmada cons-tantemente por toda la tradicin. No era esto la marca principal de la accin inspiradora de Dios? Algunos parecieron creerlo. Para ellos toda la accin inspiradora consista en una asistencia divina dada al autor hu-mano para que no yerre. Bonfrre haba dado ya el primer impulso proponiendo, juntamente con la explicacin que hemos sealado, otra, segn la cual Dios no obrara como inspirando (en realidad, por esta palabra entiende una revelacin) o dictando, sino como alguien que di-rigiera con la mirada al escritor para que no errase... Por lo dems, si corriese peligro de equivocarse, el Espritu Santo le ayudara con su inspiracin. Bonfrre no haba hecho sino una suposicin entre otras varias. Chrisman (1792) precis: La inspiracin por la que el Espritu Santo dirige a los autores sagrados mientras escriben, de modo que los preserve de error, se puede considerar como suficiente, y Jahn (1816): Llamamos inspiracin a esa asistencia divina que excluye el error.

    Estos telogos concedan un puesto a la accin divina en la compo-sicin misma de la obra. Pero bastaba esto para justificar el ttulo de autor dado a Dios por la Iglesia ? As, el Concilio Vaticano I, a la reproba-cin de la teora de Haneberg, aadi la de la teora de Jahn, diciendo: Ni es slo porque contengan la revelacin sin error (que la Iglesia los tiene como sagrados y cannicos), sino porque, habiendo sido escritos por inspiracin del Espritu Santo, tienen a Dios por autor, y como tales han sido entregados a la Iglesia2. Con estas palabras, el Concilio volva a orientar la atencin hacia los datos esenciales de la tradicin: los libros sagrados fueron escritos por inspiracin del Espritu Santo (accin cuya naturaleza no defina); por razn de este hecho tienen a Dios por autor, y por esta razn la Iglesia los conserva con veneracin.

    3. DESPUS DEL CONCILIO VATICANO I. Despus del Concilio Vaticano i, la teologa aplicar una atencin

    especial al estudio de la nocin de autor. El cardenal Franzelin, tratando de conciliar las funciones respectivas de Dios y del escritor, distingue dos as-pectos en el libro, que es su obra comn. El elemento formal es aquello que Dios quiere; lo revela, directamente o por mera gracia inspiradora, cuando el escritor conoce ya lo que ha de escribir. El elemento material consiste en las palabras que expresan estas ideas. De ah la opinin de Franzelin: Dios puede ser llamado autor de un libro slo con que el elemento for-mal provenga de l. No es necesario que tambin suministre el elemento

    2. LB 77; Dz 3006, t 1787; DBi 70.

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    La inspiracin

    material. En este caso, Dios no se desentiende de la expresin de las ideas que quiere comunicarnos, pero para que sean reproducidas correctamente basta una simple asistencia, sin que haya necesidad de inspiracin verbal. El eminente telogo no se equivocaba desde el punto de vista de la au-toridad divina, pero no le suceda lo mismo desde el punto de vista del origen del texto. En este caso no se debe descuidar el punto de vista psi-colgico, operando en el escritor una viviseccin de mala ley. Cuando ste trabaja, se pueden separar sus ideas de las palabras que las ex-presan?

    Un documento de capital importancia deba, veinte aos despus de los trabajos de Franzelin, atraer la atencin de los telogos hacia las re-laciones entre Dios inspirante y el escritor inspirado. LEN XIII, en su encclica sobre la Sagrada Escritura (Providentissimus, 1893), propuso en efecto una doctrina de la inspiracin en acto y puntualiz sus efectos sobre la psicologa de los escritores. El Espritu Santo, se nos dice, de tal manera los excit y movi con su influjo sobrenatural para que escri-bieran, de tal manera los asisti mientras escriban, que rectamente haban de concebir en su mente (recte mente conciperent) y fielmente haban de querer consignar, y aptamente, con infalible verdad, expresar todo aque-llo y slo aquello que l mismo les mandara3.

    Esta doctrina esquiva los peligros que haban hecho fracasar las ten-tativas anteriores. Renuncia a especular sobre los diferentes sentidos de la palabra autor o sobre los diferentes comportamientos de los autores literarios. En ella no aparece Dios como haciendo aparte l solo todos los actos propios del autor y causndolos luego en el escritor. Toda su accin tiene lugar en el hombre que trabaja.

    Tampoco se hace distincin entre la parte formal del libro, que sera ms especialmente de dominio divino, y la parte material, ms directa-mente de dominio humano. Por lo dems, la encclica no presenta la ins-piracin en cuanto cualidad del libro, sino la accin de Dios unida a la accin del hombre.

    En esta colaboracin mutuaen la que el hombre sirve de medio de expresin a Dios, que nos comunica su mensaje , el primado, la inicia-tiva se reserva claramente a Dios. Pero el hombre no aparece como ins-trumento meramente pasivo: su inteligencia concibe las ideas, su volun-tad quiere escribir fielmente, todas sus facultades de escritor en accin concurrirn a una expresin autntica del pensamiento divino. En todo esto el hombre est puesto sobre el impulso, la mocin, la asistencia de Dios que prescribe y determina el contenido de su comunicacin escrita.

    Conviene notar, adems, que esta presentacin de la doctrina de la inspiracin, en la que se adivina el pensamiento de santo Toms sobre la cuestin conexa de la profeca (n-ii, q. 171-174), evita, no obstante, la terminologa escolstica. No se trata ni de causa principal ni de causa ins-

    3. EB 125; Dz 3293, t 1952; DBi 121.

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  • Los libros inspirados

    trumental y, mucho menos, de determinacin fsica o moral. La encclica, expresndose as, quiere nicamente presentar la accin divina conjugada con la del hombre sin falsear en nada el dato fundamental de Dios autor, sin poner ni quitar nada a su significado.

    Como despus de la encclica, el tratado sobre la inspiracin, de Fran-zelin, segua constituyendo la base de la mayor parte de los manuales y de no pocos estudios, el padre Lagrange, telogo y exegeta, crey deber oponerse a un mtodo que tomaba como punto de partida lo que no era, segn todos los documentos eclesisticos, sino una consecuencia de la inspiracin: la nocin de Dios autor4. Resulta claramente de este pro-ceso que la inspiracin no se debe explicar por la frmula Dios es el autor de los libros sagrados, sino que, al contrario, la frmula "Dios es el autor de los libros sagrados" estriba en la verdad de esta otra: los libros can-nicos fueron escritos por inspiracin del Espritu Santo. As pues, la no-cin de la inspiracin deber ser examinada en s misma, pero deber concebirse de modo que incluya esta consecuencia: "Dios es el autor de los libros sagrados5."

    No crea tampoco Lagrange que fuese posible obtener una nocin exacta y completa de la inspiracin slo con el estudio del origen, de la forma literaria y del contenido de los libros sagrados. El estudio crtico de la Biblia dista mucho de ser perfecto y definitivo: de l no se pueden deducir los principios de una fe que no aguard a este estudio para expre-sarse. No es que Lagrange despreciase la luz que la crtica puede apor-tar al estudio de la inspiracin. Crea, sin embargo, que se trataba de un hecho teolgico y que la teologa debe hallarse en condiciones de dar cuenta por s misma de lo que la constituye esencialmente. As pues, para entablar un estudio de la inspiracin recurrir a los principios sentados por santo Toms en su estudio de la profeca.

    11. La inspiracin y la psicologa de los escritores sagrados.

    Las pginas que anteceden han permitido eliminar las teoras que atri-buyen demasiado poco a Dios o demasiado poco al hombre. La inspi-racin es, por una parte, ms que una orden o, si se quiere, ms que una directriz dada por Dios al escritor. No hay que olvidar que la causa pri-mera, incluso en el orden natural, est presente en todas partes, por muy discretamente que proceda. Con mayor razn en el orden sobrenatural, caso que Dios pretenda dar a los hombres un libro que los eleve al cono-cimiento de lo que l es y de lo que hace, no dejar nada a medio hacer. Por otra parte, el escritor sagrado no es un autmata ni un secretario: piensa lo que escribe y obra libremente. La mejor imagen que se ha

    4. Sobre esta cuestin de mtodo que en su tiempo produjo algn revuelo, cf. H. LUSSEAU, A propos d'un essai sur la nature de Vinspiration scripturaire*, en Bi XII, 1932, 28-48.

    5. RB*. 1896, 206.

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    La inspiracin

    hallado para describir la accin inspiradora, es la del instrumento. El ope-rario y su instrumento cooperan ntimamente en la misma obra: el uno no opera sin el otro. Pero como la sierra no deja de ser sierra cuando el artesano prepara sus tablas, as tampoco el hombre deja de ser hombre cuando Dios lo utiliza para componer un libro en el que l mismo ha de expresarse, y no sera hombre si su actividad en la composicin no fuese inteligente y libre.

    Los telogos se han aplicado a definir las relaciones entre la actividad del hombre y la actividad de Dios en esta cooperacin de orden especial. La mejor manera de describirlas consiste en emplear, explicndolos, los trminos de que se sirvi la encclica Providentissimus.

    1. LA ACCIN DE Dios SOBRE LA INTELIGENCIA DE LOS ESCRITORES SAGRADOS.

    La accin sobrenatural de Dios sobre los escritores sagrados, dice la encclica, hizo que ellos concibieran justamente lo que tenan que es-cribir: ita ut recte mente conciperent6. La inteligencia de un nio queda iluminada por las explicaciones de una persona mayor que sabe escoger sus imgenes y sus expresiones para comunicarle sus ideas. De la misma manera la inteligencia del hombre puede ser iluminada por la accin de Dios; Dios le abre horizontes que rebasan sus lmites naturales, lo inicia en los misterios de su vida ntima comunicada a los hombres. Hay, sin embargo, una diferencia esencial: el pedagogo acta sobre el nio desde fuera, mientras que Dios puede afectar la inteligencia humana en lo que tiene de ms ntimo.

    Desde este punto de vista, la accin de Dios sobre el escritor inspi-rado se asemeja no poco a su accin sobre el profeta. As pues, para ilus-trarla, podemos referirnos a este ltimo caso, que santo TOMS estudi muy en particular. La profeca, dice, pertenece al orden del conoci-miento (n-n, q. 171, art. 1). El principio de las verdades sobrenaturales que manifiesta la profeca es Dios mismo, y Dios no puede ser conocido en su esencia por los profetas... Resulta, pues, que la luz proftica existe en el alma del profeta a modo de impresin pasajera (ibid., art. 2). Por el don de profeca, el espritu humano es elevado por encima de sus fa-cultades naturales...; primero, en cuanto al juicio, por el influjo de una luz intelectual; luego, en cuanto a la representacin de las realidades, que se hace por medio de las imgenes o de las ideas (q. 173, art. 2). Santo Toms precisa todava que el conocimiento proftico no se limita a anunciar el porvenir, sino que se extiende a todas las realidades, divinas y humanas, espirituales y corporales (q. 171, art. 3). Este ltimo punto es palmario en el caso de la inspiracin escrituraria. As resulta un paren-tesco estrecho entre el profeta y el escritor sagrado. Por eso no debe sor-

    6. EB 125; D i 3293, 11952; DBi 121.

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  • Los libros inspirados

    prender que los profetas fuesen tambin a veces llamados a componer los libros en que estaban consignadas sus profecas.

    Sin embargo, estos dos carismas no son idnticos. En el caso del pro-feta que recibe de Dios un mensaje que debe comunicar, el juicio especu-lativo ocupa el primer plano y recibe directamente la iluminacin divina. Porque en este caso lo esencial es el conocimiento7. En otras palabras, al profeta se le define como alguien que recibe una revelacin, una idea acerca de Dios y de su accin, que trasciende las posibilidades humanas. Desde luego, tambin el escritor sagrado escribir en funcin de una anloga con-cepcin sobrenatural: Dios no inspirara a un escritor para hacerle transmi-tir verdades que con las solas fuerzas naturales se podran descubrir y comu-nicar. Pero en su caso, lo que ocupa el primer lugar es la fijacin y trans-misin por escrito. De ah resultan en el escritor sagrado toda una serie de juicios prcticos que tienen tambin su parte del influjo inspirador: juicio sobre la eleccin de las palabras, sobre la eleccin de los documentos que guiarn el pensamiento del lector hacia la verdad, sobre el gnero literario adaptado al orden en que se sita la verdad que se va a transmi-tir. El profeta, una vez iluminado, habla a sus contemporneos y se hace comprender por un contacto de presencia a presencia, con tal que el oyente sea receptivo. El escritor sagrado, en cambio, debe realizar, por la mocin divina, una obra literaria que hable, o que haya de hablar aun cuando l est ausente; esto implica una accin de Dios ms diversificada, que debe no slo elevarle al conocimiento de las verdades sobrenaturales, sino sostener su pensamiento en toda la serie de juicios que debe emitir.

    El escritor inspirado difiere todava del profeta en cuanto que no es necesariamente el primero que haya de recibir la comunicacin del mensaje divino que debe consignar por escrito. La inspiracin no es la revelacin. Un escritor puede ser inspirado para fijar por escrito el mensaje revelado a otra persona: as, Baruc para poner por escrito las revelaciones hechas a Jeremas. No se requiere menos una accin sobrenatural de Dios sobre su espritu, sin la cual no podra captar plenamente el mensaje que debe consignar, y si se limitase al papel pasivo de secretario, no se compor-tara verdaderamente como autor, en el sentido pleno del trmino, en la redaccin del libro sagrado.

    De aqu se debe concluir que la actividad del profeta y la del escritor inspirado pueden presentarse de maneras muy diferentes. En la profeca, la irrupcin de la luz de lo alto y el imperativo divino se manifiestan a me-nudo bruscamente. Por el contrario, en la redaccin de los libros sagrados, el autor nos hace a veces la confidencia de sus tareas y de sus trabajos de informacin. As, los redactores de los libros de los Reyes, exponen sus fuentes; los sabios nos dicen cunto tuvieron que fatigarse para adquirir la sabidura y cuan lejos fueron para procurrsela; el redactor del segundo libro de los Macabeos llega hasta a excusarse de no haber logrado compo-

    7. P. BENOtr, La Prophtie*, p. 317. Vase tambin Note complmentaire sur Vinspiration*, sn RB 19S6, 416-422.

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    La inspiracin

    ner bien su obra, cuyas dificultades tena bien ponderadas. El escritor, en efecto, tiene slo el instinto proftico, segn expresin de santo To-ms. Lo que recibe de Dios, es nicamente la luz sobrenatural que le per-mite juzgar, con la misma certeza divina, de todo lo que se refiere a la com-posicin de su libro.

    El escritor inspirado tiene por lo menos conciencia de obrar como tal? No es necesario. El profeta tiene con frecuencia conciencia de la ilu-minacin divina: Orculo de Yahveh!, exclama. Pero cuando los es-critores bblicos nos hablan de sus trabajos, parecen estar ms preocupa-dos de su actividad humana que de la actividad divina presente en ellos. Sucede lo mismo que con la accin de la gracia en la vida del cristiano8. Slo el mstico recibe, por un carisma especial, viva conciencia de la ac-cin de la gracia en el seno de su inteligencia y de su libertad. Incluso en el caso del profeta, estima santo Toms que sucede a veces que el pro-feta no puede discernir plenamente si sus palabras y sus pensamientos son resultado de una inspiracin divina o de su propio espritu (q. 171, art. 5). Con mayor razn lo hubiese dicho de la inspiracin. Pero no hay que olvidar el plenamente de la frase de santo Toms. El autor sagrado no sera instrumento verdaderamente humano, con inteligencia y libertad, si no hubiese tenido la menor conciencia del fin religioso a que tenda su actividad de autor. Hubiese sido verdaderamente humana su accin si, estando ordenada a los designios sobrenaturales de Dios, lo hubiese estado inconscientemente? En apariencia, un texto inspirado puede estar com-pletamente desprovisto de toda referencia a la vida de fe, de esperanza y de caridad. Pero, en realidad, el estudio de estos textos descubre siempre una intencin ms profunda: el autor que rene estos documentos y compone su obra, tiene conciencia de servir a un Dios que eleva y salva al hombre.

    2. LA ACCIN DE DIOS SOBRE LA VOLUNTAD DE LOS ESCRITORES SAGRADOS.

    Por este camino es como podemos darnos cuenta, siquiera sea muy imperfectamente, de la manera como Dios obraba sobre la voluntad del escritor. Len xm afirma esta accin: Dios escribe impuls y mo-vi a los autores sagrados a escribir quae ipse iuberet. As pues, les orden escribir ciertas cosas, y los impuls a tal actividad.

    El estudio del influjo de la gracia divina sobre la voluntad libre del hombre ha sido siempre un problema para el pensamiento religioso. No hay, por tanto, que extraarse de que los telogos hallen tambin alguna dificultad para precisar la manera como se conjuga la voluntad de Dios con la voluntad del hombre para llegar a la produccin de un libro inspi-rado. En todo caso es cierto que Dios, que cre al hombre libre, no su-prime esta libertad cuando se trata de ejecutar un trabajo tan superior

    8. Cf. Dom CHAKIJER, La Lecture chrtierme de la Bible* 239; trad. castellana: La lectura cristiana de la Biblia*.

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  • Los libros inspirados

    como el de poner por escrito para todos los tiempos el pensamiento divino. Esta libertad, que en el orden natural se ejercera al servicio de un

    fin, como el inters material de un individuo, la paz de una familia o la prosperidad de un Estado, se ejerce tambin aqu, pero en el orden sobre-natural. En el primer caso la voluntad humana es solicitada por un bien na-tural; en el caso del libro sagrado, es solicitada con miras a un bien sobrenatural: la liberacin del hombre y el establecimiento del reino de Dios. Tanto en un caso como en el otro, el hombre podra sustraerse. Si compone el libro que Dios espera de l, no lo hace slo bajo la mocin de Dios en cuanto regulador de la naturaleza; lo hace sobre todo bajo otra mocin, un llamamiento gratuito que le propone mucho