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IIª Guerra Mundial Atlas geopolítico y geoestratégico. Tomo I. De la II Guerra Mundial a la Guerra Fría

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“La Segunda Guerra Mundial: Atlas geopolítico y geoestratégico. T.I”, escrito por el historiador Javier Fisac Seco, es el primer tomo de un trabajo de investigación sobre las causas objetivas e ideológicas de la guerra y sus consecuencias: la Guerra Fría. Existen cuatro razones por las que podemos considerar que en este libro se hace una aportación original y nueva:◾En primer lugar los 135 mapas en color que nunca antes se habían publicado para explicar la situación de partida, la evolución de la guerra y la posición geopolítica final de los países en guerra. En los últimos mapas se verá cómo el Japón estaba en condiciones de continuar la guerra y el espacio enorme que ocupaban sus ejércitos en el momento de lanzar la primera bomba atómica. Y su voluntad de continuar la guerra, aún a pesar de la explosión de la bomba. Y en el último mapa se verá la situación geopolítica y geoestratégica en la que queda Europa como consecuencia del avance de los ejércitos aliados desde el Oeste y desde el Este. Sobre este espacio se construyó el tablero geoestratégico en el que se “jugó” la Guerra Fría.◾La segunda aportación son el gran número de documentos históricos no difundidos, y por lo tanto desconocidos, en los que se explican las posiciones ideológicas, políticas y militares de cada país en guerra. Los documentos del Parlamento japonés sobre la necesidad de desencadenar la guerra y al final sobre la voluntad de continuarla. Documentos sobre las razones militares del desembarco en el Norte de Africa. ¿Cuál fue la posición del Ejército francés, de sus mandos, en estas colonias? Documentos sobre las razones del desembarco en Italia. ¿Por qué la flota italiana, la tercera en potencia después de las británicas y norteamericana, equiparable a la británica en el Mediterráneo, no apareció cuando el desembarco en Sicilia ni defendió el desembarco en el Sur de la Península?◾La tercera aportación es metodológica. La narración de la evolución militar pasa a un segundo término y se va explicando con los mapas, dejando que sean las grandes decisiones políticas las que nos vayan orientando para entender las razones del proceso militar y las razones ideológicas y geoestratégicas que se van tomando durante el proceso. La guerra se cuenta más desde una perspectiva política que militar. Desentrañando las razones por la que se desembarca en el Norte de África y en Italia y los objetivos estratégicos de Hitler.◾Una cuarta aportación es la importancia que se da al factor ideológico en la guerra. Este factor apenas si ha sido tenido en cuenta en los miles de libros publicados sobre esta guerra. Parece como si los países en conflicto no tuvieran ideología y ésta no hubiera sido uno de los motores, en mi opinión determinante, para desencadenar la guerra. Desde el siglo XIX se venía anunciando que la civilización occidental estaba en crisis. En Alemania el objetivo de desencadenar una guerra mundial ya estaba escrito en “Mein Kampf”, en 1925, por Hitler. No se necesitaban causas, sólo había que esperar a que se crearan las circunstancias.El factor Hitler ya venía siendo anunciado por el propio Bakunin a mediados del siglo XIX, por Hegel antes en 1803, año que publicó “La fenomenología del espíritu”, por Gobineau en 1855 en su libro “Sobre el origen de la desigualdad de las razas humanas”, por Chamberlain en 1889 en “Los fundamentos del siglo XIX”; en 1918, Spengler escribió “La decadencia de Occidente”; en 1919, Berdieff en su libro “Una Nueva Edad Media” anunciaba que la Edad Moderna había llegado a su fin y comenzaba una nueva era. Otro contemporáneo suyo, Belloc, en 1920 publicó “Europa y la fe” y en 1939 “La crisis de nuestra civilización” donde también anunciaba que la civilización occidental había llegado a una crisis que la ponía en peligro de muerte. Y proponía la vuelta a la “Edad Media corporativa”.IIª Guerra Mundial Atlas_Página_001Antes que ellos, el español Ramiro de Maeztu escribió en inglés su libro “Authority, Liberty and Fu

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    De la II Guerra Mundial a la Guerra Fra Tomo I La II Guerra Mundial: Atlas geopoltico y geoestratgico

    Javier Fisac Seco

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    Francisco Javier Fisac Seco Registro Propiedad Intelectual C.R. 246-2011 Lulu.com Editorial, London, 2013 Depsito legal CR.395-2013 ISBN 978-1-291-41959-7

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    ndice Introduccin5 Captulo I. Causas ideolgicas..7 Captulo II. Del apaciguamiento a la guerra...19

    - La poltica de apaciguamiento y el rearme alemn - Estados Unidos, de la neutralidad a la beligerancia - Japn ataca a Estados Unidos. Alemania e Italia le declaran la guerra - Evolucin militar de la guerra - Mapas de la evolucin de la guerra

    Captulo III. La guerra: El Norte de frica, Italia y Stalingrado134

    - La colaboracin del Ejrcito francs con la invasin aliada - El por qu de la invasin de Italia - La ofensiva sovitica - Evolucin militar de la guerra - Mapas de la evolucin de la guerra

    Captulo IV. De la Conferencia de Tehern a Normanda.188

    - Los acuerdos militares de Tehern y sus consecuencias polticas. - La liberacin de Francia, Blgica y Holanda y las medidas de los anglosajones

    para restaurar la democracia e impedir la revolucin social comunista. - Evolucin militar de la guerra - Mapas de la evolucin de la guerra

    Captulo V. Entre Yalta, Potsdam y el fin de la guerra en el Pacfico.302

    - Hubo reajustes territoriales no reparto de esferas de influencia - La situacin militar en Japn y la bomba atmica como solucin final para

    evitar la duracin de la guerra, la revolucin social en Europa y 2.ooo.ooo de muertos en una lucha de resistencia numantina.

    - Las consecuencias polticas de la conferencia de Tehern: La formacin de los bloques polticos y la Guerra Fra. Orgenes y causas Captulo VI. La evolucin poltica francesa en la inmediata posguerra.375

    - El mariscal Petain y Laval condenados - Las razones de la derrota de Francia Hubo colaboracionismo ideolgico con

    Hitler por parte de la derecha catlica francesa y el Alto mando francs? Captulo VII. Espaa en la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra396

    - De la neutralidad benvola a la beligerancia y a la neutralidad estricta - La condena del Rgimen de Franco en la Conferencia de Potsdam

    Fuentes y bibliografa..404

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    Introduccin No es habitual que los estudios estratgicos y de relaciones internacionales vayan suficientemente documentados con mapas. Lo cierto es que se recurre muy anecdticamente a la utilizacin de mapas cuando se est hablando de asuntos de carcter internacional. Esa limitacin o deficiencia hace necesario, en los libros y en la prensa, el recurso a explicar los acontecimientos internacionales desde la visualizacin de mapas porque en ellos se sitan los actores y se establecen las correlaciones que se puedan dar entre diferentes espacios. En esta relacin entre pases y hechos se crean espacios geopolticos cerrados y espacios geopolticos interrelacionados cuya perspectiva nos da una visin de las naciones, de los bloques y de sus relaciones, intereses y conflictos, as nos ayudan a entender la dinmica de los acontecimientos. Esta dinmica la podemos anticipar, si contemplamos la evolucin militar o los acuerdos polticos entre pases con relacin a los objetivos que persiguen estos pases y las dificultades que les tratarn de poner los que se oponen a esos objetivos. La importancia estratgica de un pas, por pequeo que sea, puede explicarse desde un mapa mucho mejor que desde un comentario terico. Los atlas geopolticos y geoestratgicos son necesarios para entender racionalmente la dinmica de cualquier poltica exterior y la evolucin de los acontecimientos que van ms all de ese empuje inicial cuando toman su propia dinmica. Estos atlas estn relacionados porque los intereses polticos persiguen objetivos estratgicos y porque stos pueden anticiparnos la poltica exterior de cualquier gobierno con relacin a sus vecinos y a sus objetivos y necesidades. Este trabajo de investigacin tiene como objetivo ilustrar los acontecimientos blicos de la Segunda Guerra Mundial en los mapas. De esta manera se pretende entender la relacin que existe entre un acontecimiento y otro y en relacin con las decisiones militares y polticas que se tomaron en las diferentes conferencias que se celebraron a lo largo del conflicto. Por la dimensin del trabajo, lo he organizado en dos partes: una con los textos y otra con los mapas. Forman parte de los textos una gran serie de documentos histricos resultado de los acuerdos tenidos entre los aliados de cada bloque. Estos textos sern especialmente importantes para entender en qu se fundamentaba la alianza de los rusos, norteamericanos y britnicos y qu objetivos perseguan. He comenzado haciendo una reflexin sobre las causas de la guerra, muy necesaria, porque se han confundido unas realidades histricas y socioeconmicas con las razones profundas que estaban, antes de que existieran ningn tipo de causas, en los orgenes ideolgicos del conflicto. Es esta una revisin histrica de lo que se ha dicho sobre las causas a las que se han atribuido un poder irracional de desencadenar una guerra como si sta no dependiera de la voluntad de los polticos y de sus propios intereses y objetivos. En la parte dedicada slo a los mapas he preferido hacer un esquema general de la evolucin militar de la guerra e ir explicando su desarrollo en el comentario de cada mapa. Sin embargo, en la parte dedicada a los textos he preferido desarrollar los aspectos polticos y las causas polticas que ayudan a entender por qu se tomaron unas decisiones u otras. Los textos y documentos histricos son aqu ms importantes que el desarrollo de los acontecimientos militares, que son consecuencia de decisiones polticas. Esta metodologa me ha parecido necesaria porque es muy poco conocida, porque ha sido muy poco difundida las relaciones que hubo entre los aliados,

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    sus conferencias y acuerdos y las explicaciones por las que tomaron unas u otras decisiones. Como, por ejemplo, el desembarco en el Norte de frica, precedido del compromiso de parte del mando francs hostil a Vichy o la facilidad con la que se invadi el Sur de Italia y cay el Rgimen de Mussolini. As como las razones que nos ayudarn a entender el avance de los ejrcitos desde sus posiciones de partida y en direccin a unos objetivos ms que militares polticos. En el caso de Espaa la geoestrategia es necesaria tenerla presente para entender la evolucin de la poltica de Franco que se mantuvo en equilibrio permanentemente entre los aliados y los nazis pendiente de quin ganara. Su neutralidad le garantiz la supervivencia, que era su nico objetivo y no la creacin de ninguna fantasa imperial que le hubiera enfrentado a Gran Bretaa y a Francia. Y Churchill se lo agradeci y le permiti seguir en el Poder. Pero tambin es imprescindible para entender la actitud de Hitler con respecto a Espaa, a la que no poda conceder las condiciones que Franco le exiga porque ni Hitler dominaba el frica francesa ni poda prometer a Franco darle una partede ella porque hubiera provocado la revuelta del Ejrcito francs en frica contra los alemanes y el Gobierno de Vichy. El nico objetivo estratgico de Hitler en el Sur de Europa, Francia y Espaa, era que se mantuvieran quietos, neutrales, no beligerantes para poder concentrar todo su esfuerzo militar en la invasin y ocupacin de la URSS. Este s era su espacio vital de inters estratgico. Hitler tena, como los militares alemanes que le precedieron, un concepto continental no martimo del Imperio alemn. El imperio martimo era cosa de Inglaterra, imbatible para Hitler. Y eso lo saba. Porque haba reconocido la superioridad naval britnica en un pacto de control de armamento, por el que la potencia naval alemn era de una tercera parte respecto al potencial britnico, dos veces superior al alemn, firmado con Londres en 1935.

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    Captulo I. Causas ideolgicas. La Segunda Guerra Mundial fue una revancha ideolgica, una cruzada, del cristianismo contra el liberalismo poltico, fraguada durante el siglo XIX en respuesta a la Revolucin francesa, y contra el comunismo a finales de dicho siglo y continuada durante la primera mitad del siglo XX. En el contexto social de la profunda crisis econmica en el que la democracia en Europa continental se vio desbordada por la revolucin comunista y ante la amenaza de su difusin, se levantaron, como muro de contencin y contrarrevolucin, el fascismo y el nazismo. Sin la guerra en Europa, la guerra en Asia, probablemente se habra limitado a ser un conflicto local. Como vena siendo desde 1937 con la guerra chino-japonesa. Si por una parte, la II Guerra Mundial no hubiera tenido lugar si tres ideologas belicistas: el nazismo, el fascismo y el militarismo nipn no hubieran conquistado el Poder. Tres ideologas que necesitaban de la guerra como un fin en s mismo, movidos, los nazis y fascistas desde luego, por un pensamiento totalitario beligerante contra las democracias y el comunismo. Por otra parte, la II Guerra mundial en Europa no habra sido posible si los gobiernos britnico y francs no le hubieran permitido a Hitler: rearmarse, crear un ejrcito nacional, ocupar la regin renana, anexionarse Austria, anexionarse los Sudetes y convertir Slovaquia en un feudo alemn. Ante todo lo cual, la decisin britnica fue la de desactivar la Sociedad de Naciones. Las principales concesiones hechas a Hitler estaban prohibidas en el Tratado de Versalles y de Saint Germain en Laye, precisamente para impedir la revancha alemana pero, como reconocera un editorial de Times en abril de 1939: Reconocemos que el destino de Alemania es ser el Estado continental ms poderoso, la llamada poltica britnica de appeasement, ocultaba la siniestra esperanza en vover al equilibrio de poderes en Europa entre Francia y Alemania y, de paso, facilitar a Hitler la puerta abierta para que invadiera la Unin Sovitica. Y liquidara el comunismo. Un enemigo ideolgico, como se demostrar durante toda la Guerra Fra. Tal era la confianza que tena el gobierno britnico en volver sobre la U.R.S.S. las divisiones alemanas que primero, neg, en febrero de 1939 al Gobierno sovitico el compromiso de reactivar la Sociedad de Naciones para hacer un frente comn contra Alemania, Sociedad de la que los britnicos se deshicieron un ao antes, y en segundo lugar, permitieron que Alemania dedicara el 16.6 % de su presupuesto a armamento mientras que Francia e Inglaterra dedicaban slo el 7.9 %. De manera que tanto la aviacin alemana como las divisiones de panzers superaban abundantemente a los franceses y a los britnicos, que apenas si tenan dos divisiones en Inglaterra poco antes de comenzar la guerra. El ejrcito francs era, tecnolgicamente hablando, poco ms que una reliquia de la Primera Gran Guerra. Realmente Francia, gobernada por la derecha, estaba dispuesta a defenderse de Alemania? Eran estpidos los polticos ingleses y franceses? Esta posibilidad nunca hay que descartarla porque la estupidez va siempre asociada a la arrogancia de la aristocracia britnica y a la derecha ensimismada francesa. Pero no slo por estupidez consintieron que Hitler se rearmara hasta los dientes y fuera dando, pasito a paso, pruebas evidentes de que se estaba preparando para la guerra algo que se saba con haberse ledo el Mein Kampf, del que se vendieron

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    millones- tambin se lo consintieron porque simpatizaban ideolgicamente con l. En el caso de la clase poltica francesa, en ese momento, qued claro en los juicios que se celebraron contra Petain y contra Laval, en los que fueron condenados por colaboracionistas y traidores. Condenados porque instauraron una dictadura clerical militar colaboracionista. La derecha francesa estaba, desde finales del siglo XIX, preparndose para recurrir a su tradicin de instaurar una dictadura clerical militar contra la Repblica laica. En 1936 tras el triunfo del Frente Popular y la amenaza que supuso para su propia existencia como clase y para la Iglesia catlico como aparato ideolgico de la derecha, la democracia ya no serva como muro de contencin de la revolucin proletaria. Necesitaban un nuevo Salvador. Que no sera otro Napolen sino un general: Petain. Quien hizo exactamente lo mismo que el general Franco. Y el clero, como en la Italia fascista, en la Espaa franquista o en el Portugal de Salazar, estuvo, fiel a su tradicin, al lado de los dictadores. No en vano, porque stos siempre necesitarn un aparato ideolgico que de contenido, soporte y legitimidad moral a las dictaduras. La Segunda Guerra Mundial fue desencadenada por dos pases de ideologa totalitaria: Alemania y Japn, que arrastraron a Italia y a otros pases menores a la guerra. El estallido del conflicto mundial no puede atribuirse a una serie de causas, que en cualquier caso seran objetivas, sino a la voluntad belicista de los pases totalitarios. Una voluntad fundamentada en un sistema de valores opuestos a la democracia, los derechos individuales, el sufragio y el comunismo o socialismo. E inspirados en la Iglesia catlica que los vena atacando desde la revolucin francesa. Toda la literatura poltica de la poca cuando procede de los pases totalitarios se basa en la denuncia de la democracia y el comunismo y cuando procede de los pases atacados se basaba en la defensa de la libertad de opinin y de conciencia, rechazando el totalitarismo hitleriano porque amenazaba con destruir los valores bsicos sobre los que descansa la civilizacin occidental, como proclam Roosevelt, an, desde la neutralidad. A pesar de que para Marx las causas de los conflictos son de naturaleza econmica, esta causa no est presente en todos los conflictos internacionales. A veces estn provocados por razones estratgicas, otras por razones de prestigio y, a veces, por simples ambiciones polticas personales. La ambicin personal fue la causa de algunas de las guerras de invasin de los Estados italianos por Francia en los siglos XV y XVI. Pero otras veces, las razones son sencillamente ideolgicas. Las guerras contra el turco, cuando eran convocadas por los papas, se hacan en nombre de la fe y al grito de cruzada. En el siglo XIX la revolucin francesa y las luchas entre liberales y conservadores se hicieron por razones econmicas, polticas e ideolgicas. Algunos conflictos slo perseguan la conquista del Poder sin cuestionar la propiedad privada de los vencidos. Se pugnaba entre una constitucin liberal progresista contra otra reaccionaria clerical. Las guerras carlistas en Espaa fueron guerras ideolgicas en las que la reaccin clerical-absolutista luch con las armas en la mano contra el liberalismo poltico. La Rusia revolucionaria fue invadida por las potencias japonesa, francesa y britnica al grito de Cruzada. La misma guerra civil espaola fue calificada por el clero de cruzada y de guerra ideolgica. La identificacin de la ideologa catlica con el nazismo y el fascismo lleg a tal extremo que el papa Po XII, en la vspera de navidad del ao 1941, radi un mensaje en el que peda a las potencias beligerantes que llegaran a un acuerdo para firmar la paz sobre la conservacin de los regmenes polticos, nazi y

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    fascista, existentes al comienzo de la guerra. Esto es, sobre la base de la consolidacin de estos dos regmenes y sus imitadores. Algo que ya no era posible porque unos meses antes, agosto de 1941, los anglosajones haban adquirido un compromiso en la Carta del Atlntico en el que expresaban el deseo de:destruccin final de la tirana nazirestaurar los derechos soberanos de los pueblos. En la actualidad, el conflicto rabe-israel o islmico-judo, es un conflicto ideolgico y el terrorismo fundamentalista islmico es ideolgico. En defensa del Islam tratan de destruir los valores democrticos. Las burguesas de los pases ocupados por el nazismo conservaron sus propiedades, como la burguesa alemana, slo que sometidas a la direccin de los objetivos de un plan estatal. Estas burguesas colaboraron con el nazismo, si bien, fueran expulsadas del Poder por los partidos totalitarios. La destruccin de la democracia en los pases ocupados, cuando cierta libertad hubiera facilitado el colaboracionismo de las poblaciones invadidas, era una condicin necesaria para que la libertad no pudiera ser utilizada contra el ocupante. Es por esta serie de razones por las que la causa que desencaden la Segunda Guerra Mundial fue ideolgica y militarista. Tratar de entender la guerra, cualquier guerra, y explicarla en la existencia de causas, que inevitablemente tienen que ser objetivas, es pretender encontrar algn tipo de legitimacin para explicar cualquier conflicto y, en consecuencia, justificar la guerra en razones objetivas, admitir la inevitabilidad objetiva de la misma y, finalmente, acabar afirmando que la guerra es justa. Sera como tratar de explicar el devenir humano en unas fuerzas irracionales e impersonales a la Humanidad que determinan la voluntad y la suerte de los seres humanos contra su propia voluntad y capacidad para elegir. El nico caso en el que se podra admitir una causa objetiva para explicar un conflicto sera la lucha de clases. De hecho los seres humanos viven, vivimos, desde los orgenes de la formacin de las sociedades urbanas y clasistas en estado permanente e ininterrumpido de lucha, slo que sta no se manifiesta como tal cuando la clase dominante mantiene sometida, en paz y orden, su orden social, a la clase dominada, los trabajadores. La existencia de esa lucha se manifiesta de manera abierta y radical slo cuando los explotados se rebelan contra sus explotadores, desencadenando una revolucin social y poltica. Revolucin que ha ocurrido en escasas y contadas situaciones: en la Grecia clsica, en la Roma republicana, en las revoluciones inglesas, norteamericana y francesa y sus imitadoras y en la revolucin rusa y sus herederas. Y an en enfrentamientos revolucionarios entre clases, la existencia de la explotacin no sera en s causa suficiente para provocar una revolucin, si no se dan condiciones subjetivas para desencadenarla. Se necesita, cuando menos, que el explotado tenga una conciencia de clase organizada como clase social y que se d una situacin revolucionaria que no hay que confundir con una causa porque slo son circunstancias, el medio social en el que las contradicciones alcanzan un clima insostenible. Pero, an as, este conflicto entre clases antagnicas no sera una guerra clsica entre naciones, que es de lo que estamos hablando, sino una guerra entre clases enemigas circunscrita al mbito de su propia nacin. Atribuir las causas del conflicto blico a las consecuencias de la crisis desencadenada por el crack de la bolsa norteamericana en 1929, al paro, al crecimiento demogrfico o al Tratado de Versalles, es desviar la atencin de las razones profundas, existentes con mucha anterioridad a esta situacin crtica,

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    crtica en algunos pases, que se encuentran entre las razones subjetivas que desencadenaron el conflicto. El paro exista en pases como Inglaterra, Estados Unidos y Francia y nadie temi que de esa situacin se avanzara inevitablemente hacia una guerra. En Estados Unidos donde el paro afect a ms de 15.000.000 de personas de unos 50.000.000 de poblacin activa el pueblo era enemigo de participar en ninguna guerra. El crecimiento demogrfico exista, en Italia y Japn, desde comienzos del siglo XX, al menos, y ninguno de estos dos pases busc una solucin en la guerra. Primero emigraron por millones a Amrica del Norte y del Sur y luego, durante el fascismo, Mussolini trat de crearse un pequeo imperio, entre los grandes imperios francs e ingls, sin molestar a stos, porque quera evitar la confrontacin con estas dos potencias. Una guerra que saba que tena perdida. El fascismo no tuvo nada que ver con el crack del 29 porque Mussolini conquist el Poder con el apoyo del monarca, el Ejrcito, la alta burguesa y la Iglesia catlica, sus principales beneficiarios, en 1922. Pero la solucin fascista era una solucin nacional para impedir el triunfo de la revolucin proletaria en Italia. Mussolini entrar en la Segunda Guerra Mundial a su pesar y contra la voluntad del pueblo italiano, que lo colg a la primera ocasin que tuvo. En Japn una gran parte del excedente demogrfico lo absorbieron los Estados Unidos, hasta que cerraron sus fronteras aprobando las leyes de inmigracin en 1924, antes del crack, lo absorbi la ocupacin de parte del territorio chino y lo absorbi el Ejrcito, cuyos miembros procedan, en gran nmero, del campesinado. Pero en Japn la burguesa industrial no quera recurrir a la guerra. Era el Ejrcito quien quera la guerra. Concretamente sus altos mandos quienes tenan vocacin belicista y por tanto necesitaban de la guerra como caldo de cultivo para incrementar su propio curriculum y para alimentar su honor. En 1927, antes del crack, el general Tanaka, primer ministro entre 1927 y 1929, present un memorndum en el que exiga la hegemona japonesa sobre los dems pases de Asia, basndose en la ideologa nacionalista no en argumentos demogrficos ni tan si quiera econmicos. Y no fue hasta 1941, cuando el general Tojo fue nombrado, por presiones de la Marina y el Ejrcito, primer ministro, cuando atac Pearl Harbour declarando la guerra a los Estados Unidos. En Alemania el objetivo de desencadenar una guerra mundial ya estaba escrito en Mein Kampf, en 1925, por Hitler. No se necesitaban causas, slo haba que esperar a que se crearan las circunstancias. Pero adems de Hitler, en 1930 el nazi Rosenberg public El mito del siglo XX; en 1989, Chamberlain public Los fundamentos del siglo XIX; en 1918, Spengler escribi La decadencia de Occidente; en 1855 Gobineau public Sobre el origen de la desigualdad de las razas humanas y en 1803 Hegel public La fenomenologa del espritu. No cito a Nietzsche porque, a pesar de la manipulacin que el nazismo pudiera hacer de algunas expresiones suyas, como el superhombre, signific todo lo contrario del totalitarismo: la rebelin contra la moral de esclavos: el totalitarismo cristiano en versin luterana o catlica. Antes que encontrar en causas la explicacin de la guerra, se haba producido un cambio de mentalidad totalitaria que Ortega y Gasset describe en su libro Espaa invertebrada, publicado en 1922, un ao antes de la instauracin de la Dictadura de Primo de Rivera, con las siguientes palabras: Todo anuncia que la llamada Edad moderna toca a su fin. Pronto un nuevo clima histrico comenzar a nutrir los destinos humanos. Por doquiera aparecen ya las avanzadas del tiempo nuevo. Otros principios intelectuales, otro rgimen

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    sentimental inician su imperio sobre la vida humana, por lo menos, sobre la vida europea. Dicho de otra manera: el juego de la existencia, individual y colectiva, va a regirse por reglas distintas, y para ganar en l la partida sern necesarias dotes, destrezas muy diferentes de las que en el ltimo pasado proporcionaban el triunfo... En efecto, racionalismo, democratismo, mecanicismo, industrialismo, capitalismo, que mirados por el envs son los temas y tendencias universales de la Edad moderna, son, mirados por el reverso, propensiones especficas de Francia, Inglaterra y, en parte, de Alemania. No lo han sido, en cambio, de Espaa. Mas hoy parece que aquellos principios ideolgicos y prcticos comienzan a perder su vigor de excitantes vitales, tal vez porque se ha sacado de ellos todo cuanto podan dar. Ese mismo ao Mussolini era elevado al Poder por la Iglesia, el Ejrcito y la alta burguesa. En Alemania la humillacin del tratado de Versalles haba sido superada ya por la sociedad alemana, por los polticos alemanes y por gran parte del Ejrcito en los Tratados de Locarno, 1925, donde se renunci a la fuerza y se aceptaron las fronteras occidentales, en el tratado de amistad y neutralidad con la U.R.S.S., en 1926, ingresando en la Sociedad de naciones, ese mismo ao, en el pacto Brind-Kellog, sobre las reparaciones de guerra, en 1928 y finalmente en la Conferencia de Lausana, 1932, donde se dio por liquidado el problema de las reparaciones. El deseo de revancha por las consecuencias de la paz de Versalles no exista ni si quiera en el Ejrcito alemn, y si exista no habra sido causa para desencadenar una guerra porque, en cumplimiento de ese tratado, Alemania nunca podra tener potencia militar para desencadenarla y nunca podra haber rearmado su ejrcito ni ocupado la Renania. Ese tratado deba garantizar la impotencia revanchista alemana. Si se cumpla. La crisis del 29 peg muy duro sobre Alemania y Austria y cre un clima de inseguridad ante la amenaza de revolucin proletaria como el que llev a Mussolini al Poder. Esa situacin s cre las circunstancias favorables para que el nazismo pudiera ser llevado en volandas por 13.000.000 de alemanes, pero esta victoria electoral hubiera sido insuficiente sin el apoyo de la derecha alemana que fue la que le nombr Canciller y luego Presidente. Sin el partido nazi Alemania no habra desencadenado la guerra porque la burguesa y el Ejrcito saban que la tenan perdida, gracias al Tratado de Versalles. Se necesitaba un partido totalitario y suicida que, al margen de causas objetivas, la desencadenara. Pero para desencadenar un conflicto no se necesitan causas objetivas, se necesita voluntad de desencadenarla. Sin voluntad de una sola parte por muchas causas que queramos buscar no puede, nunca, haber conflicto. Y es esa causa subjetiva el motor de la guerra. En Alemania y en Japn. Porque las llamadas causas objetivas ya existan antes de que llegaran al Poder Hitler y Tojo, pero nadie quiso la guerra. Hitler lleg al Poder sin hacer propaganda a favor de la guerra. Sencillamente, aunque lo haba proclamado en Mein Kampf, porque no le interesaba poner en guardia a sus potenciales enemigos: Francia, Gran Bretaa y la U.R.S.S. Era preferible presentarse como pacfico reivindicador de humillaciones pasadas que como belicista. Circunscribiendo sus tmidas reivindicaciones al espacio geopoltico alemn desintegrado por el Tratado de Versalles. Hitler lleg al Poder para frenar la amenaza comunista e integrar a todas las clases sociales bajo la nacin alemana, eliminando a quienes no cupieran en ese espacio

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    geopoltico. Era nacionalista y como tal enemigo de la democracia y enemigo del comunismo. Por ser las dos ideologas que amenazaban la integridad nacional alemana. Esta es la nueva ideologa que acabara con la democracia, o modernidad, segn anunci profticamente Ortega y Gasset. Pero mucho antes que Ortega, otro brillante intelectual profetiz lo que llegara a ser Alemania en el futuro y por qu. En su Escrito contra Marx, publicado en los aos setenta del siglo XIX, escriba Bakunin: La obediencia y la resignacin, esas primeras virtudes de un sbdito y esas condiciones supremas del Estadono haban producido en Alemania, durante la Reforma) otro efecto que reforzar el sentimiento y la prctica de la disciplinafue entonces cuando empez a desarrollarse la potencia crecientedel Estado militar, burocrtico y tremendamente despticopor las enseanzas de sus pastores protestantes, predicadores de la esclavitud cristianaAlemania se haba convertido en el paraso de los dspotas, la tierra de la tranquilidad, de la la sumisin, de la resignacin y de la mediocridad no ha sido Rusia, sino Alemania, desde el siglo XVI hasta nuestros das, la fuente y la escuela permanente del despotismo de Estado en Europa. De lo que en los dems pases de Europa no ha sido ms que un hecho, Alemania ha hecho un sistema, una doctrina, una religin, un culto: el culto del Estado, la religin del poder absoluto del soberano y de la obediencia de todo subalterno frente a su jefe, el respeto del rango, como en China, la nobleza del sable, la omnipotencia mecnica de una burocracia jerrquicamente petrificada, el reino absoluto del papeleo jurdico y oficial sobre la vida, en fin, la completa absorcin de la sociedad por el estado, por encima de todo esto, el buen placer del prncipe semidios y necesariamente semiloco, con la depravacin cnica de una nobleza a la vez estpida, arrogante y servil, presta a cometer todos los crmenes para complacerla y, por debajo, la burguesa y el pueblo dando al mundo entero el ejemplo de una paciencia, de una resignacin y de una subordinacin sin lmites Este pueblo nunca ha amado la libertad (), no slo ser incapaz de derribar l mismo a sus tiranos, sino que ni si quiera desear tal cada. Las razones que lo impedirn sern siempre el culto a la autoridad, al amor por el prncipe, la fe en el Estado y el respeto inveterado por los funcionarios y representantes del Estado; en fin, esa disposicin de la disciplina voluntaria y la obediencia refleja, desarrollada en l durante toda su historia, y, como acabamos de verlo, sobre todo por los tres ltimos siglos, consagrada con la bendicin del protestantismo, pero solamente en Alemania; todas esas disposiciones nacionales que hacen del pueblo alemn el pueblo ms libremente sometido y el ms amenazante hoy en da para la libertad del mundo. Qu haba ocurrido en Alemania, en Japn y en Italia y que tambin ser la solucin totalitaria en Portugal, Austria y Espaa? Carlos Marx en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte explica con claridad de qu manera la burguesa industrial decidi ceder el Poder poltico al lumpemproletariado, la burocracia estatal y el clero, bajo la direccin de Luis Napolen ante el miedo a la revolucin proletaria. Ceda el Poder poltico para proteger el econmico. Si el propio parlamento del orden, escribe Marx, con sus gritos pidiendo tranquilidad, se condenaba el mismo, como ya he indicado, a la inaccin, si declaraba la dominacin poltica de la burguesa incompatible con la seguridad y la existencia de la burguesa, destruyendo por su propia mano, en lucha contra las dems clases de la sociedad, todas las condiciones de su propio rgimen, del rgimen parlamentario, la masa extraparlamentaria de la burguesa, con su

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    servilismo hacia el presidente, con sus insultos contra el parlamento, con el trato brutal a su propia prensa, empujaba a Bonaparte a oprimir, a destruir a sus oradores y sus escritores, sus polticos y sus literatos, su tribuna y su prensa, para poder as entregarse confiadamente a sus negocios privados bajo la proteccin de un gobierno fuerte y absoluto. Declaraba inequvocamente que arda en deseos de deshacerse de su propia dominacin poltica, para deshacerse de las penas y los peligros de esa dominacin As aplaude la burguesa industrial con su aclamacin ms servil el golpe de Estado del 2 de diciembre, la aniquilacin del parlamento, el ocaso de su propia dominacin, la dictadura de BonaparteLa burguesa francesa, que se rebela contra la dominacin del proletariado trabajador, encumbr en el poder al lumpemproletariado, con el jefe (Luis Napolen) de la Sociedad del 10 de diciembre a la cabeza. La burguesa mantena a Francia bajo el miedo constante a los futuros espantos de la anarqua roja. En los pases totalitarios ocurri exactamente lo mismo que en Francia, considerando las diferencias especficas de cada pas y el desarrollo de las fuerzas productivas, del aparato de Estado y las organizaciones polticas paramilitares y militares. La burguesa ante el miedo a la revolucin se retir del Poder para dejarlo en manos del partido nazi, del ejrcito japons, del partido fascista o nazi austraco y de las dictaduras portuguesas y espaola. El ejrcito y los partidos totalitarios, nueva forma del lumpemproletariado, con el apoyo de la Iglesia catlica y luterana que les prepararon el terreno con su tradicional doctrina de la obediencia pasiva al Poder, y de la burocracia estatal tom las riendas del Poder sin someterse a los dictados de la burguesa, que colabor en silencio segura de que sus intereses econmicos estaban protegidos. Mejor protegidos que por ella en un rgimen democrtico. Esos eran los enemigos de toda ideologa totalitaria: la democracia y la revolucin social o comunismo. La democracia y los derechos individuales porque haban sido conquistados por el proletariado a lo largo de los siglos XIX y XX y ya no eran propiedad de la burguesa sino una ideologa progresista, como fue en sus orgenes ilustrados, que en manos del proletariado amenazaba los intereses econmicos de la burguesa y la existencia de las Iglesias catlica y luterana; y el comunismo porque amenazaba la idea religiosa del interclasismo por la lucha de clases y amenazaba la integracin de las clases sociales en la nacin y la existencia de la propia nacin, el nacionalismo, que es exactamente lo mismo que el interclasismo religioso. El totalitarismo en versin nazi o militarismo en versin japonesa existan antes de que se crearan esas llamadas causas del origen de la guerra. Sin esta ideologa esas causas no hubieran causado la guerra y con esta ideologa totalitaria esas causas no eran necesarias para desencadenar la guerra, slo se necesitaban las circunstancias favorables. La primera: conquistar el Poder. Que es lo que hicieron; la segunda prepararse para la guerra, que es lo que hicieron. Mientras que el Ejrcito japons se haba impuesto sobre los polticos y la burguesa , marginndolos, y organizando un ejrcito ofensivo preparado para la conquista y ocupacin de su espacio vital necesario para consolidarse como gran potencia, segn declaraciones del mismo general Tojo, Hitler, como antes hizo Mussolini a una escala ms limitada a sus limitadas ambiciones, como ya he dicho, desde su conquista del Poder, apoyado por los partidos burgueses y por el partido catlico, organiz toda la economa alemana para crear un ejrcito ofensivo. En menos de cinco aos consigui, incumpliendo el Tratado de Versalles, crear un arma de destruccin superior al potencial de guerra

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    francs, britnico y sovitico, excepto en Marina, porque su idea del imperio era continental. Lo sorprendente fue el silencio y la falta de respuesta franco-britnica a esos sistemticos incumplimientos, que fortaleca militarmente a Alemania frente a sus potenciales enemigos. Pero ahora no me voy a fijar en este aspecto. Al margen de que existieran o no esas citadas causas Hitler tena voluntad de desencadenar la guerra. El momento lo decidi l y nadie ms que l. Lo mismo ocurri en Japn. Sin olvidar que detrs de las ideologas existen intereses econmicos, corporativos y burocrticos, debemos tener en cuenta que las ideologas, especialmente las totalitarias, se alimentan por el deseo de dominacin absoluta de la voluntad de todos los individuos y la ambicin de poder corporativa, como pueda ser la Iglesia catlica, o burocrtica, cuando el aparato del Estado toma las riendas de la poltica. Teniendo en cuenta todos estos factores y a diferencia de las guerras que han asolado a la humanidad, excepcin hecha de las revoluciones inglesas, francesa, norteamericana y sovitica, la Segunda Guerra Mundial fue una guerra ideolgica. La ideologa, sus objetivos, destacan sobre los intereses econmicos de la burguesa, a diferencia de las dems guerras en las que nunca destac una razn o causa subjetiva ideolgica. La conquista de territorios, el espacio vital ser una justificacin para legitimar la guerra, pero esa conquista de un imperio no era necesaria para la burguesa, como tampoco hubiera sido necesario el colonialismo, tan caro para los pueblos, si no hubiera habido detrs de ellos una cuestin de prestigio militar y moral. La guerra, como el autoritarismo en las familias y gobiernos, era una caracterstica de los regmenes totalitarios porque necesitaban de la guerra y por lo tanto de la conquista, para mantenerse en movimiento y para mantener la dominacin total sobre sus sbditos. Sin guerra esos regmenes se habran desplomado porque carecan de futuro. El motor de la guerra en el totalitarismo europeo fue ideolgico, en el caso del Japn fue puro militarismo con una ideologa totalitaria, porque sus enemigos eran la democracia y el comunismo. Un aspecto que qued muy claro desde los orgenes del conflicto con la firma del pacto ideolgico Antikomintern por Alemania, Japn e Italia, en 1936, sobre cuyos ideales se iba a construir el Nuevo Orden mundial, y al que se iran sumando pases, como Espaa, y por la respuesta ideolgica y antiimperialista dada por Churchill y Roosevelt en la llamada Carta del Atlntico, 1941, a la que se adhiri Stalin, pero a la que no se adhirieron ni la Iglesia luterana ni la Iglesia catlica. En el pacto Antikomintern acordaron: En reconocimiento del hecho de que el objetivo de la Internacional Comunista (el as llamado Komintern) es la desintegracin de, y la preparacin de actos de violencia contra, Estados existentes por medio de todos los medios a su disposicin. Convencidos de que tolerar la interferencia de la Internacional Comunista en los asuntos internos de las naciones no solo pone en peligro su paz interior y su bien estar social sino que amenaza la paz general del mundo. Con el deseo de cooperar en la defensa contra la desintegracin comunista, han acordado lo que se detalla a continuacin. En la Carta del Atlntico acordaron, entre otros puntos: Respetar el derecho de los pueblos a elegir el rgimen de gobierno bajo el cual han de vivir, deseando que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados por la fuerza de dichos derechos. Restablecimiento, despus de destruida la tirana Nazi, de una paz que proporcione a todas las naciones los medios de vivir seguros dentro de sus

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    propias fronteras, y a todos los hombres en todas las tierras una vida libre de temor y de necesidad. Permiso a todos los hombres de cruzar libremente todos los mares, y abandono por todas las naciones del mundo del uso de la fuerza, prestando ayuda y aliento a todas las medidas prcticas que puedan aliviar de la pesada carga de los armamentos a los pueblos que aman la paz. Pongo el acento en el aspecto ideolgico de la Segunda Guerra Mundial porque sus objetivos, no slo de conquista, sino de destruir el sistema democrtico y sobre todo los derechos individuales y de destruir la amenaza de la revolucin proletaria integrando al proletariado en el Estado corporativo, ya haban sido elaborados a lo largo del siglo XIX por la Iglesia catlica y por el hegelianismo en la Alemania luterana. La primera voz que se levant contra los derechos individuales fue la del papa Po VI, quien en la Carta al Cardenal Rochefoucauld y a los obispos de la Asamblea Nacional 10 de marzo de 1791, escribi: A pesar de los principios generalmente reconocidos por la Iglesia, la Asamblea Nacional se ha atribuido el poder espiritual, habiendo hecho tantos nuevos reglamentos contrarios al dogma y a la disciplina. Pero esta conducta no asombrar a quienes observen que el efecto obligado de la constitucin decretada por la Asamblea es el de destruir la religin catlica y con ella, la obediencia debida a los reyes. Es desde este punto de vista que se establece, como un derecho del hombre en la sociedad, esa libertad absoluta que asegura no solamente el derecho de no ser molestado por sus opiniones religiosas. sino tambin la licencia de pensar, decir, escribir, y aun hacer imprimir impunemente en materia de religin todo lo que pueda sugerir la imaginacin ms inmoral; derecho monstruoso que parece a pesar de todo agradar a la asamblea de la igualdad y la libertad natural para todos los hombres. Pero, es que podra haber algo ms insensato que establecer entre los hombres esa igualdad y esa libertad desenfrenadas que parecen ahogar la razn, que es el don ms precioso que la naturaleza haya dado al hombre, y el nico que lo distingue de los animales? No amenaz Dios de muerte al hombre si coma del rbol de la ciencia del bien y del mal despus de haberlo creado en un lugar de delicias? y con esta primera prohibicin, no puso fronteras a su libertad? Cuando su desobediencia lo convirti en culpable, no le impuso nuevas obligaciones con las tablas de la ley dadas a Moiss? y aunque haya dejado a su libre arbitrio el poder de decidirse por el bien o el mal, no lo rode de preceptos y leyes que podran salvarlo si los cumpla? Dnde est entonces esa libertad de pensar y hacer que la Asamblea Nacional otorga al hombre social como un derecho imprescindible de la naturaleza? Ese derecho quimrico, no es contrario a los derechos de la Creacin suprema a la que debemos nuestra existencia y todo lo que poseemos? Se puede adems ignorar, que el hombre no ha sido creado nicamente para s mismo sino para ser til a sus semejantes? Pues tal es la debilidad de la naturaleza humana, que para conservarse, los hombres necesitan socorrerse mutuamente; y por eso es que han recibido de Dios la razn y el uso de la palabra, para poder pedir ayuda al prjimo y socorrer a su vez a quienes implorasen su apoyo. Es entonces la naturaleza misma quien ha aproximado a los hombres y los ha reunido en sociedad: adems, como el uso que el hombre debe hacer de su razn consiste esencialmente en reconocer a su soberano autor, honrarlo, admirarlo, entregarle su persona y su ser; como desde su infancia debe ser sumiso a sus

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    mayores, dejarse gobernar e instruir por sus lecciones y aprender de ellos a regir su vida por las leyes de la razn, la sociedad y la religin, esa igualdad, esa libertad tan vanagloriadas, no son para l desde que nace ms que palabras vacas de sentido. "Sed sumisos por necesidad", dice el apstol San Pablo (Rom. 13, 5). As, los hombres no han podido reunirse y formar una asociacin civil sin sujetarla a las leyes y la autoridad de sus jefes. "La sociedad humana", dice San Agustn (S. Agustn, Confesiones), "no es otra cosa que un acuerdo general de obedecer a los reyes"; y no es tanto del contrato social como de Dios mismo, autor de la naturaleza, de todo bien y justicia, que el poder de los reyes saca su fuerza. "Que cada individuo sea sumiso a los poderes", dice San Pablo, todo poder viene de Dios; los que existen han sido reglamentados por Dios mismo: resistirlos es alterar el orden que Dios ha establecido y quienes sean culpables de esa resistencia se condenan a s mismos al castigo eterno. Esta condena de los derechos individuales fue mantenida a lo largo de los siglos XIX y XX, sin rectificacin hasta el da de hoy, por todos los papas que calificaron esta nueva moral de los derechos individuales y la soberana nacional de modernidad. La misma a la que Ortega se refera en el texto que he citado. A finales del siglo XIX el papa Len XIII entres encclicas Libertas, Inmortale Dei y Rerum novarum dio un paso ms. En ese momento junto con los derechos individuales haba surgido una nueva amenaza: la revolucin proletaria. En ese momento este papa dio un paso ms proponiendo la organizacin de un estado totalitario corporativo al sistema capitalista, en la Rerum novarum escribi: (...)Cuestin (la cuestin obrera) tan difcil de resolver como peligrosa. Porque es difcil sealar la medida justa de los derechos y las obligaciones que regulan las relaciones entre los ricos y los proletarios, entre los que aportan el capital y los que contribuyen con su trabajo. Y peligrosa esta contienda, porque hombres turbulentos y maliciosos frecuentemente la retuercen para pervertir el juicio de la verdad y mover la multitud a sediciones. (...)Pues, destruidos en el pasado siglo los antiguos gremios de obreros, sin ser sustituidos por nada(...) (...)3. Para remedio de este mal los Socialistas, despus de excitar en los pobres el odio a los ricos, pretenden que es preciso acabar con la propiedad privada y sustituirla por la colectiva, en la que los bienes de cada uno sean comunes a todos, atendiendo a su conservacin y distribucin los que rigen el municipio o tienen el gobierno general del Estado. Pasados as los bienes de manos de los particulares a las de la comunidad y repartidos, por igual, los bienes y sus productos, entre todos los ciudadanos, creen ellos que pueden curar radicalmente el mal hoy da existente. Pero este su mtodo para resolver la cuestin es tan poco a propsito para ello, que ms bien no hace sino daar a los mismos obreros; es, adems, injusto por muchos ttulos, pues conculca los derechos de los propietarios legtimos, altera la competencia y misin del Estado y trastorna por completo el orden social(...) (...)5. Pero lo ms grave es que el remedio por ellos propuesto es una clara injusticia, porque la propiedad privada es un derecho natural del hombre(...) Concordia, no lucha 14. Como primer principio, pues, debe establecerse que hay que respetar la condicin propia de la humanidad, es decir, que es imposible el quitar, en la sociedad civil, toda desigualdad. Lo andan intentando, es verdad, los socialistas; pero toda tentativa contra la misma naturaleza de las cosas resultar

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    intil. En la naturaleza de los hombres existe la mayor variedad: no todos poseen el mismo ingenio, ni la misma actividad, salud o fuerza: y de diferencias tan inevitables sguense necesariamente las diferencias de las condiciones sociales, sobre todo en la fortuna. - Y ello es en beneficio as de los particulares como de la misma sociedad; pues la vida comn necesita aptitudes varias y oficios diversos; y es la misma diferencia de fortuna, en cada uno, la que sobre todo impulsa a los hombres a ejercitar tales oficios. Y por lo que toca al trabajo corporal, el hombre en el estado mismo de inocencia no hubiese permanecido inactivo por completo: la realidad es que entonces su voluntad hubiese deseado como un natural deleite de su alma aquello que despus la necesidad le oblig a cumplir no sin molestia, para expiacin de su culpa: Maldita sea la tierra en tu trabajo, t comers de ella fatigosamente todos los das de tu vida. Por igual razn en la tierra no habr fin para los dems dolores, porque los males consiguientes al pecado son speros, duros y difciles para sufrirse; y necesariamente acompaarn al hombre hasta el ltimo momento de su vida. Y, por lo tanto, el sufrir y el padecer es herencia humana; pues de ningn modo podrn los hombres lograr, cualesquiera que sean sus experiencias e intentos, el que desaparezcan del mundo tales sufrimientos. Quienes dicen que lo pueden hacer, quienes a las clases pobres prometen una vida libre de todo sufrimiento y molestias, y llena de descanso y perpetuas alegras, engaan miserablemente al pueblo arrastrndolo a males mayores an que los presentes. Lo mejor es enfrentarse con las cosas humanas tal como son; y al mismo tiempo buscar en otra parte, segn dijimos, el remedio de los males. 15. En la presente cuestin, la mayor equivocacin es suponer que una clase social necesariamente sea enemiga de la otra, como si la naturaleza hubiese hecho a los ricos y a los proletarios para luchar entre s con una guerra siempre incesante. Esto es tan contrario a la verdad y a la razn que ms bien es verdad el hecho de que, as como en el cuerpo humano los diversos miembros se ajustan entre s dando como resultado cierta moderada disposicin que podramos llamar simetra, del mismo modo la naturaleza ha cuidado de que en la sociedad dichas dos clases hayan de armonizarse concordes entre s, correspondindose oportunamente para lograr el equilibrio. Una clase tiene absoluta necesidad de la otra: ni el capital puede existir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital. La concordia engendra la hermosura y el orden de las cosas; por lo contrario, de una lucha perpetua necesariamente ha de surgir la confusin y la barbarie. Ahora bien: para acabar con la lucha, cortando hasta sus races mismas, el cristianismo tiene una fuerza exuberante y maravillosa. Y, en primer lugar, toda la enseanza cristiana, cuyo intrprete y depositaria es la Iglesia, puede en alto grado conciliar y poner acordes mutuamente a ricos y proletarios, recordando a unos y a otros sus mutuos deberes, y ante todo los que la justicia les impone (). Patronos y obreros 16. Obligaciones de justicia, para el proletario y el obrero, son stas: cumplir ntegra y fielmente todo lo pactado en libertad y segn justicia; no causar dao alguno al capital, ni daar a la persona de los amos; en la defensa misma de sus derechos abstenerse de la violencia, y no transformarla en rebelin; no mezclarse con hombres malvados, que con todas maas van ofreciendo cosas exageradas y grandes promesas, no logrando a la postre sino desengaos intiles y destruccin de fortunas. Al hablar de la reforma de las instituciones, principalmente pensamos en el Estado; no porque de su influjo haya de esperarse toda la salvacin sino porque,

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    a causa del vicio del individualismo que hemos sealado, las cosas han llegado ya a tal punto que, abatida y casi extinguida aquella exuberante vida social que en otros tiempos se desarroll en las corporaciones o gremios de todas clases, han quedado casi solos frente a frente los particulares y el Estado. Semejante deformacin del orden social lleva consigo no pequeo dao para el mismo Estado, sobre el cual vienen a recaer todas las cargas que antes sostenan las antiguas corporaciones, vindose l abrumado y oprimido por una infinidad de cargas y obligaciones. Es verdad, y lo prueba la historia palmariamente, que la mudanza de las condiciones sociales hace que muchas cosas que antes hacan aun las asociaciones pequeas, hoy no las puedan ejecutar sino las grandes colectividades. Y, sin embargo, queda en la filosofa social fijo y permanente aquel importantsimo principio que ni puede ser suprimido ni alterado; como es ilcito quitar a los particulares lo que con su propia iniciativa y propia actividad pueden realizar para encomendarlo a una comunidad, as tambin es injusto, y al mismo tiempo de grave perjuicio y perturbacin para el recto orden social, confiar a una sociedad mayor y ms elevada lo que comunidades menores e inferiores pueden hacer y procurar. Toda accin de la sociedad debe, por su naturaleza, prestar auxilio a los miembros del cuerpo social, mas nunca absorberlos y destruirlos. Conviene que la autoridad pblica suprema deje a las asociaciones inferiores tratar por s mismas los cuidados y negocios de menor importancia, que de otro modo le seran de grandsimo impedimento para cumplir con mayor libertad, firmeza y eficacia cuanto a ella sola corresponde, ya que slo ella puede realizarlo, a saber: dirigir, vigilar, estimular, reprimir, segn los casos y la necesidad lo exijan. Por lo tanto, tengan bien entendido esto los que gobiernan: cuando ms vigorosamente reine el orden jerrquico entre las diversas asociaciones, quedando en pie este principio de la funcin suplente del Estado, tanto ms firme ser la autoridad y el poder social, y tanto ms prspera y feliz la condicin del Estado. 36. Esta debe ser, ante todo, la mira; ste el esfuerzo del Estado y de todos los buenos ciudadanos, que, cesando la lucha de clases opuestas, surja y aumente la concorde inteligencia de las profesiones. La poltica social tiene, pues, que dedicarse a reconstituir las profesiones. Hasta ahora, en efecto, el estado de la sociedad humana sigue an violento y, lo por tanto, inestable y vacilante, como basado en clases de tendencias diversas, contrarias entre s y, por lo mismo, inclinadas a enemistades y luchas. Cuarenta aos despus, en el apogeo de fascismo el papa Po XI ratificara la necesidad del estado corporativo y lo dicho en la Rerum novarum con su propia encclica Quadragesimo anno. Bien, en estas encclicas estn contenidos los mismos objetivos e ideologa de los totalitarismos y si en el fascismo italiano se pusieron en prctica cediendo a la Iglesia catlica la vigilancia de la moral y la educacin de los nios y jvenes, esto es el sistema ideolgico del fascismo, en Espaa, durante la Segunda Repblica, el mejor representante de la Iglesia Catlica y dirigente de la organizacin de las derechas espaolas, C.E.D.A., explicaba su programa poltico apoyndose en la encclica Rerum novarum, durante la campaa electoral de octubre de 1933, en un mitin en el teatro Monumental de Madrid, recordaba cmo sin necesidad de salir de la legalidad haba sido vencida la coalicin gobernante y propugnaba el mismo camino para reconquistar las posiciones perdidas. Queremos una patria totalitaria y me sorprende que se nos invite a que vayamos fuera en busca de novedades, cuando la poltica unitaria y totalitaria la tenemos en nuestra

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    gloriosa tradicin. Proclamaba la realidad de la unin de las derechas. Para qu? Para formar el gran frente antimarxista, porque la necesidad del momento es la derrota del socialismo, finalidad a conseguir a toda costa. Si hay que ceder se cede. Y aada: No queremos el poder conseguido por contubernios y colaboraciones. El poder ha de ser ntegro para nosotros. Para la realizacin de nuestro ideal no nos detendremos en formas arcaicas. Cuando llegue el momento, el Parlamento se somete o desaparece. La democracia ser un medio, pero no un fin. Vamos a liquidar la revolucin. Y en otra ocasin aadi: El corporativismo es una forma de democracia distinta a la predominante en nuestros das, que es la democracia liberal o inorgnica. Los sistemas demoliberales parten de la idea de que el individuo es un ser aislado, con tendencia a convivir, que libremente pacta con otros hombres y crea una sociedad concreta. El sujeto de la poltica es, pues, el individuo que ha sustituido a su comunidad. En consecuencia, no hay ms tcnica de representacin popular que el sufragio universal inorgnico en el que cada individuo tiene un solo voto igual. Por el contrario, la democracia orgnica o corporativismo defiende que el individuo no es un ser aislado sino que est integrado en los rganos de la sociedad. Este tipo de democracia admite una pluralidad de cuerpos sociales intermedios tanto territoriales (municipio, comarca, regin, nacin, etc.) como institucionales (iglesias, administracin, ejrcito, etc.) o profesionales (agricultura, industria, servicios, etc.). La diferencia entre estos dos tipos de democracia es obvia. En la democracia inorgnica o liberal, los individuos ejercen sus derechos a travs de los partidos polticos, que no reconocen capacidad poltica representativa a los dems cuerpos sociales. Es ms, es fcil que degeneren en partitocracia y que no defiendan los derechos de los ciudadanos sino los intereses de los partidos. Representan, en primer lugar, a la oligarqua del partido, y en segundo lugar, los intereses de su ideologa, imagen, programa, etc. En cambio, un diputado orgnico, de un municipio o de un sindicato, representa unos intereses localizados y concretos. Adems, no estn sometidos a la frrea disciplina de un partido poltico y no corren el riesgo de que unas elecciones inorgnicas provoquen una revancha revisionista de los partidos opuestos, an a pesar del inters general de la nacin. En 1938, en plena guerra civil, el rgimen franquista aprobaba el Fuero del Trabajo que se iniciaba invocando la Rerum novarum en el siguiente texto: Renovando la Tradicin catlica, de justicia social y alto sentido humano que inform nuestra legislacin del Imperio, el Estado Nacional, en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y sindicalista, representa una reaccin contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar- con aire militar, constructivo y gravemente religioso la Revolucin que Espaa tiene pendiente y que ha de devolver a los espaoles, de una vez para siempre, la Patria, el Pan y la Justicia. La guerra civil fue el mismo clero quien la califico de guerra ideolgica en la carta colectiva firmada por los obispos espaoles, en la que podemos leer: La guerra de Espaa es producto de la pugna de ideologas irreconciliables; en sus mismos orgenes se hallan envueltas gravsimas cuestiones de orden moral y jurdico, religioso e histrico. No sera difcil el desarrollo de puntos fundamentales de doctrina aplicada a nuestro momento actual. Se ha hecho ya copiosamente, hasta por algunos de los Hermanos que suscriben esta Carta. Pero estamos en tiempos de positivismo calculador y fro, y, especialmente, cuando se trata de hechos de tal relieve histrico como se han producido en esta

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    guerra, lo que se quiere -se nos ha requerido cien veces desde el extranjero en este sentido- son hechos vivos y palpitantes que, por afirmacin o contraposicin, den la verdad simple y justa.

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    Captulo II. Del apaciguamiento a la guerra. Estados Unidos, de la neutralidad a la beligerancia Dentro de la tradicin nacionalista revanchista, los tratados de paz firmados, una vez terminada la Primera Guerra Mundial, creaban una situacin de inestabilidad, porque ni Alemania, ni Austria, ni Hungra, principales naciones perjudicadas por esos tratados, estaban dispuestas a aceptar sus condiciones indefinidamente, si no era bajo presin militar de los vencedores y el desarme de los vencidos. Caba otra va alternativa a la militar, la democrtica. Posiblemente, si el rgimen democrtico de Weimar se hubiera consolidado, el revanchismo nacionalista hubiera fracasado. La conferencia de Locarno, 1925, al renunciar Alemania a la guerra como va de reclamaciones territoriales y reconocer la frontera occidental, fue un pas esperanzador. Pero al ocurrir todo lo contrario, el conflicto militar era slo cuestin de tiempo. Los tratados de paz impusieron unas condiciones a los vencidos que contemplaban el desarme indefinido, pero la nica garanta que se tena para lograrlo estaba en la voluntad de los gobiernos vencedores, especialmente los de Londres y Pars. Londres, una vez que Europa continental pareca sometida al equilibrio de poderes, con el que se garantizaba que ninguna potencia sera hegemnica, poda dormir tranquilo, ya que sus fuerzas polticas, fieles a una tradicin secular, pero miope a las nuevas realidades sociopolticas que estaban emergiendo, no aspiraban a ms que a tener a Europa controlada, mediante el equilibrio de fuerzas nacionales. Esta concepcin tradicional de las relaciones internacionales oscureci la capacidad de visin poltica de los britnicos, hasta el punto de que contemplarn con distante indiferencia el surgimiento del nazismo, porque a travs de ste pareca reequilibrarse la balanza entre Alemania y Francia, pero tambin frente a la otra potencia tradicional, ahora comunista, la Unin Sovitica. La poltica de aislamiento, primero, fue esto; la de apaciguamiento, despus, el errneo intento por pretender satisfacer el revanchismo alemn a base de hacerle cuantas reclamaciones contra los tratados de paz planteaba. Errneo porque el nacionalismo alemn, en su versin nazi, utilizaba esas reivindicaciones para crear un estado de conciencia nacional exaltado sobre el que conquistar, va parlamentaria, el Poder; pero el nazismo se proyectaba mucho ms all de esas pequeas reivindicaciones. El nazismo se alimentaba de dos cosas: la expansin imperialista hacia el este de Europa, segn la concepcin continental que del imperio tenan los alemanes, especialmente Hitler, que lo anunci en su libro Mein Kampf, y de la guerra. En realidad su razn de ser era la guerra por la guerra, la paz era incompatible con su ideologa y psicologa. Un imperio puede conquistarse, establecer sus lmites y consensuar con los dems sus conquistas para establecer una paz romana. Sin embargo, el nazismo era fundamentalmente belicista, porque era militarista y nunca podra satisfacer sus ansias de Poder, pues para crear un ambiente permanente de guerra, nico en el que se encontraba como pez en el agua, necesitaba reivindicar, siempre, algo ms all de lo ltimo conquistado. Era insaciable ya que su objetivo no era la paz, sino la guerra. Esto no lo entendieron los polticos de su poca, ninguno. Si acaso, Erich Fromm, pero este slo era un psicoanalista que lleg a la conclusin de que el nazismo consigue el placer mediante la destruccin, pues era sadomasoquista. Ahora bien, pretender

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    que los polticos entendieran las relaciones internacionales en trminos psicolgicos, era ya pedir demasiado. Pedir peras al olmo. De manera que, los polticos anduvieron a ciegas en un mundo que se les vena encima, ya ni tan si quiera tenan esa percepcin de la gravedad de la situacin. Pensaban en trminos de equilibrio de poderes. Claro que, basta que uno no quiera equilibrar la balanza sino mantenerla desequilibrada para que la inestabilidad internacional, la guerra, sea su consecuencia, si adems es su objetivo, por muchos pacifistas que concedan todo lo posible, nunca podran lograr la paz, cuando slo la guerra era, para el nazismo, el principio de la felicidad. Francia y las nuevas naciones surgidas de los tratados de paz, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, o beneficiada por esos tratados, Rumania, teman el revisionismo de las vencidas. Mientras ese temor existiera Francia podra elaborar un sistema defensivo en torno a Alemania, Austria y Hungra preparado para saltar sobre ellas ante cualquier amenaza. A pesar de lo cual ese sistema de alianzas slo era sostenible si se estableca sobre regmenes democrticos. Sin embargo, la democracia tena muchos enemigos desde finales del siglo XIX. Los tena en Francia, garante del sistema, y los tena en los pases con los que construa su sistema de alianzas. Los nacionalistas y todo tipo de mente autoritaria odiaban la democracia en s misma, la modernidad, si sta serva de instrumento para que el comunismo pudiera conquistar el Poder, el odio se transformaba en pnico, si, adems, exista ya un modelo de revolucin comunista que pudiera ser imitada por los trabajadores, la Revolucin rusa, entonces, la destruccin de la democracia se converta en objetivo necesario para garantizar el dominio de las clases privilegiadas, no slo oligrquicas, sino tambin las clases medias. Mientras los tiros fuesen dirigidos contra Rusia o el comunismo, Inglaterra no tena porque despertar de su plcido sueo aislacionista. Con ms razn los Estados Unidos que no queran saber nada de una vieja Europa enzarzada en guerras interminables. Pero el comunismo no tena ms alternativa que la democracia, hasta que Hitler lleg al poder proyectado por el respaldo, democrticamente conseguido de ms de 11. 000.000 millones de electores, y de la mano de los nacionalistas y catlicos, que fueron quienes le dieron el ltimo empujn que necesitaba para formar Gobierno, hacerse con el Poder y poner en marcha una revolucin totalitaria desde la libertad hasta enterrarla. En Italia, el fascismo haba llegado al Poder, a pesar de carecer de respaldo popular, con tan slo 35 actas de diputado, podran haber acabado con la cra destruyendo el nido, sin embargo el monarca, Vctor Manuel III, la oligarqua y el Alto mando militar, decidieron auparlo al Poder para acabar con la democracia. Fue el primer aviso de que los enemigos de la democracia anidaban acurrucados en sus esferas de libertad. Pero nadie se dio por aludido. La llegada de Hitler al Poder indic a los enemigos de la democracia que tenan una alternativa y esa luz los ilumin, lo suficiente como para cambiar la alianza con Francia por la alianza con Alemania, dando prioridad a la salvacin de clase frente a las reivindicaciones territoriales. Aqu, ahora podran hacerse concesiones a Hitler y sus aliados, si, en compensacin, el nacionalsocialismo les garantizaba el dominio de clase. As empez a desmontarse el sistema de alianzas montado por Francia frente al que estaba construyendo Hitler. Pero antes, Hitler empez a mostrar sus ambiciones ms all de su nacin. Ya lo haba anunciado en su libro Mein Kampf, por lo que nadie debera sentirse ni engaado ni sorprendido. Y empez a incumplir una detrs de otra, todos las

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    clusulas de los tratados de paz. Primero, reinstaura el servicio militar obligatorio, que le estaba prohibido. Y nadie toma medidas. Muy tonto tendra que haber sido Hitler si no hubiera interpretado ese gesto de silencio e inaccin, como la autorizacin que le permita rearmar a Alemania. Y empez a tomar la primera medida necesaria para desencadenar la guerra: el rearme. Y los dems callaban. Siguiente paso, remilitariza la regin renana, que le estaba prohibido, y nadie se movi. Francia, la principal perjudicada, no hizo nada y eso que tena un Gobierno de Frentepopular; poda explicarse, pues, tanto los gobernantes ingleses como los franceses estaban paralizados por la opinin pblica, contraria a tomar medidas contra Hitler para evitar la guerra. Pero si la guerra ya estaba anunciada en la voluntad y naturaleza del nazismo!, sin embargo, esto ni lo supieron ver, ni lo supieron explicar a la opinin pblica, que crey evitar el conflicto rindindose ante las amenazas del nazismo. Concesin tras concesin, fueron mostrando a Hitler sus debilidades, la principal: renunciar a tomar medidas contra el nazismo en nombre de la paz. El desarme moral frente al nazismo, lo alimentaba. Y su hambre era insaciable y satisfecha cada vez que abra la boca, para no provocar la guerra. Y se anexion Austria, expresamente prohibido en Versalles y en Saint Germain-en-Laye. Pero nadie hizo nada. Y ya haba establecido el servicio militar obligatorio. Pero segua queriendo ms y pidi los Sudetes, y se los dieron, en Munich, eso s, a cambio de la firma de un papel en el que renunciaba, Hitler renunciaba a su naturaleza, a hacer la guerra a Francia y a Inglaterra. Era como hacerle firmar a una ninfmana que renunciase a hacer el amor. Y amenaz a Polonia con la guerra si no le conceda accesos con la Prusia oriental y form un eje con Italia y firm un tratado de no agresin y ayuda mutua con Rusia, su enemigo ideolgico, decan, cuando su insoportable enemigo era la democracia, la modernidad. Estamos en 1939 y nadie ha hecho nada. Excepto, eso s, advertirle que si ataca a Polonia, Francia y Gran Bretaa le declararn la guerra. Pero si eso era precisamente lo que persegua: la guerra. Y se lo ha anunciado al firmar el tratado de no agresin con Rusia. Descaradamente ha sealado a Francia con el dedo: el prximo sers t. Y Francia sigue sin tomar medidas, las que tendra que haber tomado, junto con Londres, en 1935, porque en 1939 ya es demasiado tarde. Ya se ha llegado al punto anunciado de no retorno. La Repblica democrtica francesa, como Alemania, o Italia, todas ellas con importantes fuerzas catlicas en su seno, tenan el enemigo dentro. En las dos ltimas ya han tomado el Poder, en Francia lo tienen que tomar, pero no pueden solos, necesitan ayuda exterior. Los comunistas franceses, desde que Stalin y Hitler se pusieron de acuerdo para no atacarse y repartirse Polonia, han cambiado el discurso y no harn nada contra los nazis con los que, ocupada Francia, pretenden colaborar. A fin de cuentas, los comunistas no tienen que luchar por la democracia, pues su objetivo era otro. Hasta que Hitler invadi Rusia. Los enemigos de la democracia francesa estaban en el Ejrcito y en las Altas finanzas, muy catlicos ellos, pero no tuvieron capacidad o valor para sublevarse contra la Repblica. Esperaron. Septiembre de 1939, Polonia ha cado derrotada. Ni Francia, ni Gran Bretaa, que han declarado la guerra a Alemania, toman medidas militares. Esperan. A qu espera Francia? Siguiente movimiento: Hitler ocupa Noruega, Dinamarca, Holanda, la muy neutral Blgica, que no quiso dejar que las tropas francesas pasaran por su territorio porque era neutral y no quera molestar a Hitler, es ocupada por las legiones nazis. De qu le sirvi la neutralidad, sino para debilitar a las democracias y

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    fortalecer al agresor? Penltimo acto, Francia, con su lnea Maginot, con una Flota superior a la alemana, contando con un Ejrcito capaz de atacar y resistir al alemn, excepto en aviacin, se derrumba y desploma en 15 das. Cmo es posible? Lo mnimo que pudiera haber hecho era resistir. Resistir en suelo francs, resistir en suelo argelino. Y sin embargo se rindieron. Cualquier podra pensar que esperaban con los brazos abiertos la invasin. Comportamiento que para nadie es un misterio, como se encargarn de desvelarlo Laval y Ptain, cuando, terminada la guerra, sean juzgados y condenados por colaboracionistas. Los comunistas que se haban opuesto al rearme de Francia, para desviar la atencin de Hitler hacia este pas, antes que invadir a Rusia, no fueron juzgados. ltimo acto, anunciado en los movimientos anteriores, Hitler invade Rusia el 22 de junio de 1941. Invasin que no estaba escrita en las estrellas, sino en Mein Kampf, pero Stalin no encontr mejor solucin que desviar los tanques alemanas hacia el oeste. No debi contar con que Francia se desplomara en lugar de resistir y de poco le sirvi su estrategia colaboracionista de diversin, porque en Francia a Hitler le estaban esperando con las manos abiertas todos aquellos que despreciaban la Repblica, la democracia, la modernidad. Y se pusieron a colaborar con l desde el gobierno de Vichy. El 27 de septiembre de 1940 se firma el Pacto Tripartito, con los siguientes acuerdos: Los Gobiernos de Alemania, Italia y Japn, considerando como un precedente de cualquier estado de paz que todas las naciones del mundo tienen su propio lugar, han decidido para mantener el statu quo y la cooperacin entre ellos, mantener sus esfuerzos en la gran Asia del Este y las regiones de Europa respectivamente, donde tienen sus primeros intereses para establecer y mantener un nuevo orden de cosas calculado para promover la mutua prosperidad y bienestar en cuanto a sus pueblos concierne. Adems, es el deseo de los tres gobiernos extender la cooperacin a aquellas naciones de otras partes del mundo que se inclinen en poner sus esfuerzos en la consecucin de los mismos fines, en orden a que sus aspiraciones para la paz del mundo sean realizadas. De acuerdo con lo anterior, los gobiernos de Alemania, Italia y Japn han acordado lo siguiente: ARTICULO PRIMERO: Japn reconoce y respeta el liderazgo de Alemania e Italia para establecer un nuevo orden en Europa. ARTICULO SEGUNDO: Alemania e Italia reconocen y respetan el liderazgo de Japn para establecer un nuevo orden en la gran Asia del Este. ARTICULO TERCERO: Alemania, Italia y Japn acuerdan cooperar en sus esfuerzos de acuerdo a las lneas de accin. Ellos se asistirn el uno al otro por todos los medios polticos, econmicos y militares cuando uno de los tres contratantes sea atacado por un poder que al presente no este envuelto en la guerra Europea o en el conflicto Chino-Japones. ARTICULO CUARTO: Con la mira de implementar el presente pacto, las comisiones tcnicas se reunirn, con miembros designados por los gobiernos de Alemania, Italia y Japn, a la mayor brevedad. ARTICULO QUINTO:

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    Alemania, Italia y Japn afirman que los trminos pactados no afectan el status poltico que existe en el presente entre los tres contratantes y la Unin Sovitica. ARTICULO SEXTO: El presente pacto entra en efecto inmediatamente sea firmado y permanecer vigente por diez aos desde la fecha que entre en efecto. A su debido tiempo antes de su expiracin, las partes contratantes a pedido de cualquiera de ellas entraran en negociaciones para su renovacin. Los abajo firmantes han sido autorizados por sus gobiernos para hacer efectivo este pacto con sus firmas. Hecho en triplicado en Berln, el 27 de Septiembre de 1940, en el ao 19 de la era fascista, correspondiente al da 27 del noveno mes del ao 15 de Showa ( reinado del Emperador Hirohito). El origen de este pacto se encuentra en el Pacto Antikomintern, firmado por Alemania y Japn el 25 de noviembre de 1936 y que cinco aos despus fue renovado por diez Estados europeos y tres asiticos. Mes y medio antes de su firma, el ministro de la guerra en esos momentos, prncipe Konoye, declar: Italia y Alemania, colaborando estrechamente, han iniciado la construccin de un nuevo orden europeo. Tambin el Japn, basndose en la fuerza de su pueblo, prosigue los esfuerzos para completar el nuevo orden asitico y el hecho de que Italia, Alemania y el Japn combatan simultneamente con el fin de construir un nuevo orden mundial, tiene una significacin profunda. Considero que, para completar tal construccin, es necesario estrechar an ms y lo antes posible, la colaboracin de nuestros tres pases. El artculo 3 del Tripartito obligaba a los firmantes a apoyarse mutuamente, por todos los medios polticos, econmicos y militares, en el caso de que cualquiera de las tres partes contratantes fuese atacada por una potencia que en la actualidad no estuviera comprometida en la guerra europea o en el conflicto chinojapons. Slo reunan estas condiciones dos pases: Estados Unidos y la U.R.S.S. Rusia haba participado en el reparto de Polonia y haba invadido Finlandia, pero, realmente, no estaba mezclada en la guerra de Europa, ni en la de China. Pero, para que no hubiera equvoco, el artculo 5 precisaba que los acuerdos presentes no afectaban en modo alguno al statu quo existente, en esos momentos, entre cada una de las partes contratantes y la U.R.S.S. Pareca evidente que el Pacto se diriga nica y exclusivamente contra los Estados Unidos, con la finalidad de evitar que Washington pudiera concentrar tranquila e impunemente toda su atencin en el Atlntico, descuidando sus posiciones en el Pacfico. El propsito consista en limitar el conflicto ya existente, evitar su extensin, impedir que Norteamrica pudiera ayudar a la Gran Bretaa de un modo decidido, sin tener que preocuparse por el Japn. Pero, lo importante de sus contenidos estaba en que era una clara propuesta por establecer un nuevo orden mundial dirigido por el totalitarismo y, en consecuencia, eso era algo que slo podra hacerse contra las potencias anglosajonas. La guerra niponorteamericana era una cuestin de tiempo. En esos momentos, si bien la Armada norteamericana era muy superior a la japonesa, la tercera en potencia, las distancias entre las bases norteamericanas y el Sudeste asitico se encontraban a una media de 10.000 kilmetros, unos diez o doce das de viaje. Las Filipinas no disponan de puertos capacitados para recibir la Flota norteamericana. En cuanto al Ejrcito estaba constituido por las siguientes unidades, distribuidas de la siguiente manera: En el territorio americano continental haba 28 regimientos de infantera, 9 regimientos de carros de combate, 12 de caballera, 2 de caballera montada, 24

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    de artillera de campaa, 18 de costa, cinco antiareos y un total de 99 escuadrillas de aviacin. La prioridad de este sistema defensivo se daba a la defensa del litoral. Fuera de este territorio tenan en la zona del canal de Panam dos regimientos de infantera, un grupo de artillera de campaa, dos regimientos de artillera de costa y unas once escuadrillas de aviacin. En las islas Hawai, punto de apoyo en el camino a Filipinas, tenan cuatro regimientos de infantera, una compaa de carros de combate, tres regimientos de artillera de campaa, cinco regimientos para la defensa insular y 13 escuadrillas de aviacin. En Puerto Rico exista un regimiento de infantera y algunas otras unidades y en Filipinas un regimiento de infantera, dos de costa, cinco escuadrillas de aviacin y otros dos regimientos de infantera, uno de artillera de campaa y dos de costa de tropas indgenas. En total, todo el ejrcito regular norteamericano tena 12.700 oficiales y 165.000 soldados. Adems estaba la Guardia Nacional con 180.000 soldados. De manera que todas las fuerzas militares, contando, las de la G. N. Eran unos 350.000 hombres. Japn tena, en esos momentos, slo en Manchuria, 500.000 soldados de infantera. Y en China 1.000.000. Adems de la aviacin. El 13 de abril de 1941, se firmaba el pacto de no agresin ruso-japons. Un editorial de Mundo lo comentaba de la siguiente manera1: Bien se pudo pensar- y se pens en efecto de antemano -, con ocasin del viaje de Matsuoka a Europa, que el punto de mayor inters a este respecto radicaba en Mosc antes que en Berln y Roma. El acuerdo entre estos dos Gobiernos y el de Tokio estaba ya perfectamente preestablecido y articulado en el Pacto tripartito de 27 de septiembre de 1940; de suerte que slo caba esperar del contacto personal, facilitado por el viaje del ministro japons, nuevos perfiles y desarrollo en cuestiones de aplicacin y detalle. En cambio, por lo que haca a Rusia, sus relaciones con el Japn, en vista de antecedentes harto notorios, podan afectar formas diversas de inteligencia o discordancia. Pero el Pacto de no agresin, firmado en el Kremlin el 13 del actual (abril de 1941) ha dado plena contestacin a la interrogante. El acuerdo en que recoge su fruto la negociacin llevada a cabo en Mosc por Matsuoka, y que con ste, a nombre del Japn, ha suscrito, por la U.R.S.S., su Comisario de Negocios Extranjeros, Molotov, estatuye la pacfica y amistosa relacin de los dos pases; el mutuo respeto a la integridad e inviolabilidad de sus respectivos territorios; la situacin de neutral que habr de observar cada una de las partes contratantes, en el caso de que la otra sea atacada por una o varias potencias extranjeras, y la vigencia de lo acordado por espacio de cinco aos, que podrn ser prorrogadas en idntico plazo si con antelacin a doce meses no es denunciado el Pacto por uno u otro de los Estados que lo otorgan. En definitiva, no era muy diferente el estado de hecho en que se encontraban las relaciones de Rusia y el Japn. Pero convena consolidar el fenmeno de una normalidad como la existente a tal propsito, slo en precario, ya que mediaban motivos ms que suficientes para advertir riesgos que la pusieran en muy difciles trances. Lo que quiere decir que el pacto de no agresin rusojapons, ms que sorprender, como otras jugadas diplomticas de las que ltimamente han impresionado al mundo, asegura que en la superficie de ficcin entre rusos y japoneses no se producirn sucesos que contribuyan a complicar la guerra a beneficio de Inglaterra, ciertamente interesada en que el conflicto europeo, con visos universales, se dilate y enrede.

    1 MUNDO n 50

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    El consabido Pacto rusojapons tanto afecta a Europa como a Asia, y no deja de repercutir, naturalmente, en Amrica, por cuanto cualquier movimiento del Japn es observado de cerca por los Estados Unidos, a quienes importa que la atencin nipona se distraiga lo ms posible del Pacfico, quedando el Gobierno de Washington libre de tales preocupaciones, y en disposicin de dedicarse, en consecuencia, al Atlntico y a Inglaterra. Pero en virtud del Pacto de no agresin con Rusia, el Japn se pone a salvo de toda peligrosa competencia en Asia, se allana a los derechos de la U.R.S.S. sobre la Mongolia exterior y el Turkestn chino y puede sentirse con la bastante libertad de movimientos para derivar, en el sentido que le convenga, cuando le interese, hacia las reivindicaciones exigidas por su espacio vital en el Pacfico. Lo que quiere decir, en resumidas cuentas, que se acaba de producir un contragolpe diplomtico evidentemente desfavorable, en el grado que sea, a la ayuda norteamericana, de que Inglaterra, sin duda, tanto necesita. No se deja de advertir que todava exista, entre Rusia y la llamada causa de las democracias, la convergencia de intereses determinada por la guerra de China, y hecha visible, concretamente, por la ayuda de Rusia a Chiang Kai-shek. Claro est que en funcin de este aspecto del amplio problema planteado, no se pronuncia el Pacto de no agresin y por si cupiese variedad de interpretaciones, el portavoz de la Oficina de Informacin del Gobierno de Tokio se ha apresurado a reconocer que el acuerdo rusojapons no se define, en ningn sentido, respecto al suministro de material de guerra a China, por parte de la U.R.S.S., aadiendo que este punto ser objeto ms adelante de examen especial. Pero lo que no est en la letra del repetido instrumento diplomtico, no deja de estar en su espritu, segn todas las presunciones, y tal vez no aventure el juicio quien presienta una actitud de Rusia favorable a la poltica del Eje, esto es, del Japn, en Asia. Porque tambin merece ser considerado el inters, de da en da ms vehemente, que Rusia experimenta hacia cuanto viene ocurriendo, o puede ocurrir, en el Sudeste europeo y en el Prximo Oriente. En todos los supuestos, la neutralidad de Rusia, que tanto interesa al Japn, a los efectos de toda contingencia, est asegurada por la segunda clusula del recin nacido Pacto de no agresin, y a nadie se le puede ocultar su trascendencia, en el caso de que lleguen a chocar yanquis y nipones. No ha de mostrar alarma en sus declaraciones oficiales el Gobierno de los Estados Unidos; pero el hecho de que Cordell Hull se haya sentido en la necesidad de manifestar que no concede un alcance exagerado al Pacto de no agresin que inspira nuestro comentario, basta para que el golpe quede acusado. A la vez, se envan unidades de la flota norteamericana del Pacfico a la base inglesa de Singapur... despus del Pacto, como antes, los Estados Unidos y el Japn, frente a frente, se miran con recelo y permanecen a la expectativa. Pero en la partida que puede llegar a entablarse, si Dios no lo remedia, el compromiso adquirido por Rusia permite confiar en que la actual conflagracin no se extender ms all de lo visto y previsto. Que ya es bastante... Con este tratado de neutralidad, Stalin reconoca el statu quo en China o lo que es lo mismo la desintegracin de China, donde los japoneses haban creado el imperio de Manchukuo y los rusos la Repblica Popular de Mongolia. El 14 de agosto de 1941, reunidos el Presidente norteamericano, Roosevelt, y el Primer ministro britnico, Churchill, firmaron una Declaracin conjunta, porque juzgaban conveniente hacer conocer ciertos principios comunes de la poltica nacional de sus respectivos pases, sobre los cuales fundaban sus

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    esperanzas de lograr un porvenir mejor para el mundo, en virtud de lo cual, acordaron que: 1. Sus respectivos pases no buscan el engrandecimiento, ni territorial ni de ninguna ndole. 2. No aprueban el que se realicen modificaciones territoriales que no estn de acuerdo con los deseos que expresen libremente los pueblos interesados. 3. Respetan el derecho de todos los pueblos a elegir el rgimen de gobierno bajo el cual han de vivir y desean que se restituyan los derechos soberanos y la independencia a los pueblos que han sido despojados de ellos por la fuerza. 4. Con el debido respeto a sus obligaciones existentes, se esforzarn porque todos los Estados, ya sean grandes o pequeos, victoriosos o vencidos, disfruten del acceso, en igualdad de condiciones, al comercio y a las materias primas del mundo que necesitan para su prosperidad econmica. 5. Desean lograr en el campo de la economa la colaboracin ms estrecha entre todas las naciones, con el objeto de conseguir para todos mejoras en las normas de trabajo, prosperidad econmica y seguridad social. 6. Despus de la destruccin completa de la tirana nazi, esperan que se establezca una paz que proporcione a todas las naciones los medios de vivir seguras dentro de sus propias fronteras y que garantice a todos los hombres, en todas partes del mundo, una vida exenta de temor y de privaciones. 7. Dicha paz permitir a todos los hombres cruzar libremente todos los mares. 8. Creen que las naciones del mundo, por razones tanto realistas como espirituales, tendrn que abandonar el uso de la fuerza. Ya que no podr mantenerse la paz futura si las naciones que amenazan o pueden amenazar o cometer una agresin fuera de sus fronteras, continan utilizando armamentos terrestres, navales o areos; creen que hasta que se establezca este sistema ms amplio y de permanente seguridad general, es esencial desarmar a todas las naciones. As mismo, prestarn ayuda y estimularn todas aquellas otras medidas prcticas que puedan aliviar de la pesada carga de los armamentos a los pueblos amantes de la paz. El 16 de octubre, tras la dimisin del prncipe Konoye, el general Tojo, ministro de la Guerra del Gobierno dimisionario, es encargado de formar nuevo gobierno2. Slo tres meses haba durado el tercer Gabinete Konoye, quien en sus cuatro aos como primer ministro haba perseguido dos objetivos: acabar con la resistencia china y transformar el sistema poltico en un rgimen totalitario. Esto lo consigui con relativa facilidad al autodisolverse los partidos polticos y establecerse un solo partido, poniendo, de esa manera, fin al sistema democrtico, que, no obstante, pareca vigilado y provisional pues el emperador, de origen divino, el Consejo de ancianos, residuo del feudalismo aristocrtico y el Ejrcito, sobre todo ste, intervenan en la vida poltica directa o indirectamente. El problema de la invasin y guerra en China se prolongaba desde haca cuatro aos, exactamente desde el 7 de julio de 1937. Japn controlaba toda la franja litoral que, desde la derrota de Francia, se extenda por la Indochina, ocupada por los japoneses. Los nacionalistas chinos reciban ayuda anglosajona por la ruta de Birmania, garantizando, de esa manera, la resistencia china que, tambin reciba ayuda rusa por el desierto de Gobi. Si una causa de la dimisin pudo ser la falta solucin a la cuestin china, la otra, en mayor grado segn la opinin de los diplomticos, debi ser el fracaso de las negociaciones que se estaban celebrando en Washington entre las delegaciones

    2 M. n 77, pg. 307

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    nipona y norteamericana. El Japn entenda que a l nicamente le tocaba la hegemona en Extremo Oriente. Los Estados Unidos se negaban a aceptarlo y propugnaban, en esos momentos, un statu quo. La poltica de Washington, reforzada por la posicin britnica, fue la de reducir las importaciones niponas necesarias para la industria militar, especialmente petrleo, caucho y nquel. El 26 de julio de 1939, Washington denunci su Tratado de comercio con el Japn, vigente desde 1911. Para sustituir las importaciones norteamericanas, Tokio consigui firmar un acuerdo comercial con las Indias holandesas el 20 de junio de 1940, sin embargo, Washington y Londres prohibieron al Gobierno de Batavia que aumentara las exportaciones a Japn. De esa manera, este pas no consegua satisfacer sus necesidades de consumo interno. Una parte importante del cual, 1.500.000 de toneladas de petrleo del consumo total, 4.500.000 toneladas, las consuma el Ejrcito. Consumo que segua aumentando en funcin de las necesidades militares, calculndose para 1942 en 6.000.000 de toneladas. En enero de 1940 tambin se firm un acuerdo comercial con Mxico que les garantizaba la importacin de 340.000 toneladas. Pero la distancia era muy larga y ese trfico no estaba garantizado en caso de guerra con Estados Unidos. El 27 de septiembre de 1940, al firmarse el Pacto Tripartito en Berln, Japn proclam el derecho a instaurar un orden nuevo en Extremo Oriente. En enero de 1941 Matsuoka, ministro japons de AA.EE., declar ante el Parlamento nipn que las Indias holandesas formaban parte de la esfera de influencia del Japn. El 2 de diciembre de 1940 el peridico japons Nichi Nichi publicaba que: El Japn no puede subsistir sin petrleo. Norteamrica ha suprimido los suministros de petrleo alegando discrepancias polticas y al mismo tiempo no muestra deseo alguno de solventar estas discrepancias. La paciencia de Japn tiene un trmino. En los medios periodsticos se deca que las proposiciones del enviado especial nipn en las negociaciones con el Gobierno norteamericano, Kurusu, contenan los siguientes puntos: cese, por parte de Washington, de su ayuda a China nacionalista; reconocimiento de la preponderancia de los intereses del Japn en la parte Oeste del Pacfico; suprimir el bloqueo contra el Japn y que los Estados Unidos empleasen toda su influencia para que cesase la guerra en China, a fin de que el Japn restableciera la paz. El 2 de octubre de 1940 se celebr en Manila una conferencia entre delegados britnicos y norteamericanos en la que se trat de mejorar la ayuda militar a los nacionalistas chinos. En esos momentos, Washington haba invertido 40 millones de dlares en la construccin de aerdromos en la parte sur de China, incluso en Chungking, Kui Yang y Kun Ming. Gran Bretaa haba destacado 600 aviones para esos aerdromos y Estados Unidos suministraron 200 pilotos que se sumaban a los 100 que suministraba Rusia. Tras celebrarse la primera reunin del Gabinete Tojo, ste declar que su programa persegua los objetivos de: - Terminar con xito el conflicto con China. - Crear un espacio vital de la Gran Asia, como aportacin a la paz mundial y - Afirmar las relaciones con las grandes potencias del Eje en poltica exterior. El 16 de noviembre, 1941, en un discurso pronunciado ante el Parlamento, Tojo declar3, refirindose a la situacin en China, que los golpes asestados al Ejrcito nacionalista y la intensificacin del bloqueo de la costa haban tenido como consecuencia el aflojamiento de la resistencia de Chiang Kai-Chek y de las

    3 Mundo n 82, pg.520)

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    fuerzas comunistas. En la esfera econmica agreg- disponemos de reservas suficientes de hulla, hierro, sal y algodn para poder contrabalancear la presin ejercida por britnicos y norteamericanos. La independencia de la Indochina francesa ha quedado asegurada, en virtud de un acuerdo concluido con Francia, y permite, al mismo tiempo estrechar el bloqueo de Chunkn. En el frente del Manchukuo hasta Saign se han realizado los preparativos necesarios para eliminar el rgimen de Chunkn y para estar en disposicin de afrontar cualquier evolucin eventual, con el fin de proteger la zona de prosperidad que el Japn se ha propuesto crear en el Asia Oriental. Respecto a las relaciones con Estados Unidos aadi que era difcil predecir el resultado de las negociaciones. Al reanudar las negociaciones diplomticas con Washington dijo- el Japn tiene los siguientes propsitos: primero, apartar los intentos de una tercera potencia de obstaculizar el arreglo de la situacin china; segundo, liquidar las acciones hostiles, como, por ejemplo, el bloqueo econmico del Japn organizado por potencias extranjeras y restablecer de esta forma las relaciones normales; tercero,