Historia Territorio

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    66 Litoral Atlntico ..........................................................................................188

    67 Litoral Mediterrneo ...................................................................................190

    68 El Andvalo ................................................................................................192

    69 Sierra Morena (Jan, Crdoba y Sevilla) ....................................................194

    70 Sierra de Huelva ..........................................................................................196

    71 Los Pedroches .............................................................................................198

    72 Campias del Guadalquivir .........................................................................200

    73 Guadalquivir. El ro y la vega .....................................................................202

    74 Marismas y Doana ....................................................................................204

    75 Serranas de Ronda y Cdiz ........................................................................206

    76 Valles y montaas Penibticas ....................................................................208

    77 Sierras de Cazorla y Segura ........................................................................210

    78 Las grandes vegas centrales ........................................................................212

    79 Las altiplanicies orientales ..........................................................................214

    80 Subbtico central .........................................................................................216

    81 Sureste rido ................................................................................................218

  • 1877Historias territoriales Litoral Atlntico Litoral Mediterrneo El Andvalo Sierra Morena (Jan, Crdoba y Sevilla) Sierra de Huelva Los Pedroches

    Campias del Guadalquivir Guadalquivir. El ro y la vega Marismas y Doana Serranas de

    Ronda y Cdiz Valles y montaas Penibticas

    Sierras de Cazorla y Segura Las grandes vegas

    centrales Las altiplanicies orientales Subbtico

    central Sureste rido

  • 188 Litoral atlntico

    Conil de la Frontera. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    dades de estos ncleos y sus momentos de mayor esplendor deben ligarse a las funcio-nes ejercidas por ellos dentro del comercio americano: Cdiz, en concreto, se convierte durante el siglo XVIII y parte del XIX en un referente urbano a escala peninsular, tanto desde el punto de vista econmico como poltico. Pero, ms all de ese enclave, desde la Baja Edad Media, las costas atlnticas y las tierras del interior estn en su mayor parte bajo el dominio y la jurisdiccin de algunas de las grandes casas nobiliarias andaluzas (Medina Sidonia, Medinaceli..., el episodio de la rebelin nobiliaria andaluza del siglo XVII tiene aqu su foco principal). El orden

    El protagonismo del sector atlntico del litoral en la historia andaluza es una cons-tante desde pocas protohistricas. Un fren-te martimo lleno de contrastes naturales (marismas, playas, ensenadas, bahas...) que han desempeado importantes papeles en la historia regional. Sin duda, la relacin americana desde el siglo XVI ha marcado el devenir de estas costas y de sus centros ur-banos principales: Cdiz, principalmente los ncleos de su Baha (Puerto Real, El Puerto de Santa Mara...); Sanlcar de Barrameda, en la estratgica desembocadura del Gua-dalquivir; en menor medida Moguer o Huel-va en la parte onubense. El xito como ciu-

    [66]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

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  • 189

    historias territoriales

    Isla Canela e Isla Cristina. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/60.000.

    seorial es, pues, determinante (Ayamonte, Lepe, Niebla, Tarifa). Las funciones militares de la costa frente a piratas y berberiscos son claves en el litoral durante el Antiguo Rgi-men. Pero, tambin, las funciones econmi-cas que se fomentan y controlan desde esas casas nobiliarias: las almadrabas gaditanas y onubenses son buena prueba de ello, regu-ladas minuciosamente como principal acti-vidad econmica de muchos tramos del lito-ral atlntico e importante fuente de ingresos para la nobleza. La actividad pesquera en todas sus formas es, en realidad, el compo-nente econmico ms permanente y comn a todo el sistema de poblamiento del lito-ral, desde Ayamonte a Gibraltar: origen de la principal actividad industrial (conservas, salazones...) de la costa hasta la segunda mi-tad del siglo XX.

    Es precisamente a partir de los aos cin-cuenta y sesenta del siglo XX cuando el mo-delo tradicional de poblamiento y actividad econmica se quiebra y se transforma. Tres procesos coetneos van a sumarse para ma-terializar ese cambio. El desarrollo de la agri-cultura y la colonizacin de nuevas tierras para el regado van a someter a una presin significativa a los mbitos marismeos (li-toral de Huelva, La Janda...), hasta ese mo-mento zonas despobladas o dedicadas a usos ganaderos o cinegticos. En segundo lugar, en el marco de los planes de desarro-llo de los aos sesenta, la creacin de los es-pacios industriales de la Baha de Algeciras y Huelva, junto a la concentracin industrial y portuaria de la Baha de Cdiz: ciudades, las dos primeras, que acogen una industria b-sica que modifica radicalmente la situacin urbanstica y ambiental de su entorno. Fi-nalmente, la expansin del espacio turstico, ms tardamente que en el caso del litoral mediterrneo, pero que ofrece ya un mues-trario completo de los modelos de urbaniza-cin turstica que se han sucedido desde los aos sesenta.

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    Detalle de un grabado del artista flamenco Joris Hoefnagel de la obra Civitates orbis terrarum, mitad del siglo XVI. Vista de los dife-rentes trabajos que se realizaban en las almadrabas gaditanas.

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  • 190 Litoral mediterrneo

    Marbella. Puerto de Jos Banus. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/50.000.

    La romanizacin incorpora plenamente este litoral a unas riberas mediterrneas compar-tidas por el Imperio. Los siglos medievales ven el flujo y reflujo entre las costas africanas y las andaluzas, a veces frontera, a veces paso franco. La conquista cristiana fija el lmite sur de las tierras y de la cultura europea hasta el presente y determina tambin la realidad de un litoral-frontera, una lnea de vigilan-cia frente a la ribera africana. El frente lito-ral andaluz desde el siglo XVI deviene as en un lugar de riesgo del que se aleja la pobla-cin, concentrada en unas pocas ciudades y pueblos (Marbella, Mlaga, Motril, Almera) o en asentamientos interiores bien defendi-

    Probablemente, ninguna otra parte del te-rritorio de lo que hoy es Andaluca ha sufrido a lo largo del tiempo modificaciones de sus funciones y de su posicin territorial relativa del calibre de las que ha sido testigo el lito-ral mediterrneo. Por ese litoral penetra la historia en el sur de la Pennsula de la mano de colonizadores fenicios, pnicos y griegos. En esa lnea litoral se localizan los poblados y necrpolis a travs de los cuales el interior andaluz se relaciona con las culturas del Me-diterrneo oriental. La huella de ese proceso, todava visible, forma parte del actual patri-monio regional, a l se debe la fundacin de muchas de las actuales ciudades del litoral.

    Evolucin de la poblacin. 1787-2006

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    historias territoriales

    Campo de Dalas - El Ejido. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    dos. Incluso la red de caminos busca la segu-ridad de las rutas interiores para comunicar las ciudades litorales. La defensa militar de las costas es una prioridad durante todo el Antiguo Rgimen, perceptible todava en la extensa coleccin de torres vigas que jalo-nan hoy el litoral. Una perspectiva defensiva que se consolida a principios del siglo XVIII, cuando la toma de Gibraltar obliga a estable-cer un dispositivo militar que es el origen de las actuales ciudades de la Baha (San Roque, Los Barrios, Algeciras y La Lnea).

    Durante el siglo XIX, el litoral recobra un nuevo protagonismo que lo hace brevemen-te pionero, incluso a escala nacional, de la primera revolucin industrial. La fiebre mi-nera de las montaas Penibticas tiene su corolario en la creacin de las primeras fun-diciones y ferreras modernas, primero en las costas almerienses (Adra, Garrucha) y, sobre todo, en Mlaga y Marbella, donde se instalan los primeros altos hornos de la si-derurgia espaola, episodio sealado pero efmero.

    En la segunda mitad del siglo XX, se pro-ducirn transformaciones que han modifica-do radicalmente las funciones, los paisajes y el orden territorial preexistente. Por un lado, el desarrollo turstico que convierte a la Costa del Sol primero, y despus a todo el litoral mediterrneo, en un destino tu-rstico internacional. Por otro, el avance de una agricultura intensiva de cultivos forza-dos e invernaderos que coloniza las llanuras litorales y avanza por las vertientes menos abruptas de las sierras prelitorales. Ambos procesos van a incidir en un progreso de la urbanizacin costera de grandes dimensio-nes, ya sea mediante la expansin urbana y portuaria de las ciudades, ya sea por la urba-nizacin especficamente turstica. Todo ello hasta conformar verdaderas zonas de conur-bacin, un continuo edificado que al da de hoy marca el paisaje del litoral mediterrneo andaluz.

    Localizacin

    Mlaga y la desembocadura del Guadalhorce en el Atlas del Rey Planeta. Descripcin de Es-paa y de las costas y puertos de sus reinos, de Pedro Texeira (1634).

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  • 192

    [68]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    El Andvalo

    Paymogo. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/25.000.

    parte de las ciudades del litoral. En el marco del Reino de Sevilla, las grandes casas nobilia-rias (condes de Niebla, duques de Medina Si-donia) repueblan y controlan desde Ayamonte o Niebla las tierras de El Andvalo, muchas de las cuales slo en el siglo XIX consiguen acce-der a su independencia municipal. Por otra par-te, en el sector ms occidental de la comarca, la posicin fronteriza con Portugal va a desem-pear un importante papel en las formas de su poblamiento: un espacio fronterizo donde las necesidades de repoblacin tras la conquista castellana van a ser contrarrestadas por factores de repulsin propios de un territorio inseguro, que impide adems casi cualquier relacin con

    Entre la Sierra y la Tierra Llana y el Litoral de Huelva, la comarca del Andvalo tiene tantos componentes de historia comn, como rasgos diferenciales e historias paralelas o superpues-tas en cada una de sus partes. Poblada desde la antigedad, como muestran los registros de la prehistoria (excepcional importancia de los monumentos megalticos: el Pozuelo en Zala-mea la Real, Los Gabrieles en Valverde del Ca-mino...) o los rastros de las primitivas explota-ciones mineras relacionadas con las culturas tartsicas, fenicias o romanas, las tierras de El Andvalo han tenido histricamente un pobla-miento poco denso, con villas, aldeas y lugares de pequeo tamao, dependientes en buena 2

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    historias territoriales

    Minas de Riotinto. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    la otra orilla del Guadiana. Una historia que ex-plica la existencia de un territorio sin centros urbanos que alcancen a organizar el conjunto, aun cuando ncleos como los de Valverde del Camino (crecido a partir del itinerario histrico de comunicacin con el interior de la provin-cia) o Nerva y Ro Tinto (consolidados a partir del desarrollo minero contemporneo) hayan ejercido su influencia sobre fragmentos signi-ficativos del territorio. La historia de la cuenca minera (Berrocal, El Campillo, Campofro, La Granada de Riotinto, Minas de Riotinto, Nerva y Zalamea la Real) es singular en el contexto co-marcal. Ms all de su importancia en la prehis-toria y la antigedad, ser a finales del siglo XIX cuando esta parte de El Andvalo alcance un protagonismo gracias a la explotacin de mine-rales metlicos, a escala de la economa mun-dial. La puesta en marcha de la actividad mine-ra, a partir de 1873, por parte de la Rio Tinto Company Limited, supuso una transformacin radical de los paisajes agroforestales, del urba-nismo de los pueblos de la zona (reubicacio-nes, impronta colonial britnica...), de las con-diciones sociales (inmigracin, presencia de movimientos obreros...) y ambientales de la po-blacin (el sangriento conflicto de las calcina-ciones al aire libre...) y de la red de transporte a escala provincial, con la creacin de una densa red de ferrocarriles mineros que comunicaban las zonas de extraccin con el puerto de Huelva y la ribera del Guadiana. De alguna manera, el ciclo minero de la cuenca marc durante ms de un siglo al conjunto de la economa y al terri-torio onubense. En la segunda mitad del siglo XX, las repoblaciones forestales (sobre todo de eucalipto) modificaron gran parte del paisaje comarcal en un desafortunado intento de espe-cializacin forestal maderera orientada al abas-tecimiento de la industria papelera. Todo ello ha supuesto la necesidad de una reorientacin de las actividades econmicas de la cuenca, en-tre las cuales la revalorizacin del patrimonio ligado a la historia minera y a su difusin como recurso turstico cultural ha empezado a des-empear un importante papel.

    Localizacin

    Minas de Riotinto a comienzos del siglo XX. Portfolio Fotogrfico de Espaa

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    Almadn de la Plata. Repoblaciones de eucaliptos. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    de comunicacin que han unido histrica-mente al valle del Guadalquivir con el resto de la Pennsula: la Ruta de la Plata, la Caa-da Real Soriana y el Camino Real, el Camino de las Ventas o las rutas, viejas y nuevas, que se encaminan por Despeaperros. Unas tie-rras y unos pueblos en aparente quietud, en parte recogidos sobre s mismos y en par-te dependientes de los intercambios con las ciudades del valle, Sevilla y Crdoba, sobre todo, que ejercan amplias funciones juris-diccionales y econmicas sobre la sierra. Los enclaves mineros, ya sean los que desde la protohistoria y la antigedad dieron mtica fama a la sierra, ya los que se reactivan a par-

    Contemplada desde cierta distancia, Sie-rra Morena puede ser considerada un ejem-plo de permanencias: una extensa franja fronteriza entre Andaluca y la Meseta, do-minada por un paisaje de bosques y dehesas que cubren la mayor parte de su superficie y un poblamiento de ncleos dispersos, aleja-dos entre s y separados por grandes vacos humanos: las sierras de Andjar, de Horna-chuelos, el valle del Guadalmellato..., mu-chos de ellos refugios cinegticos y cazade-ros nobiliarios. Un paisaje natural marcado por la horizontalidad del continuo forestal de la dehesa y el bosque mediterrneo, pero territorialmente organizado por los pasillos

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    Sierra Morena (Jan, Crdoba y Sevilla)

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  • 195

    historias territoriales

    Aldeaquemada. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    tir del siglo XIX, no dejan de ser singularida-des en ese boceto general. La permanencia del sistema de pueblos y ciudades slo reci-be una modificacin sustancial a finales del siglo XVIII, cuando la colonizacin carolina crea las Nuevas Poblaciones de Sierra More-na y surgen entonces los ncleos de La Ca-rolina, Carboneros, Arquillos, Guarromn, Aldeaquemada, Montizn y las numerosas aldeas que complementaron la nueva orga-nizacin territorial de esta parte de la sierra.

    Durante el siglo XIX la sierra es la prota-gonista indiscutible del llamado siglo mine-ro, lo que marcar la impronta de algunas comarcas y ncleos de poblacin como Lina-res, el valle del Guadiato, Villanueva del Ro y Minas o El Andvalo onubense. La prctica desaparicin de la minera serrana a lo lar-go del siglo XX ha dejado tras de s un im-portante patrimonio de arqueologa minera e industrial.

    Los procesos de la segunda mitad del si-glo pasado han dado lugar a cambios signi-ficativos. Con carcter general, la crisis de la montaa y de la base econmica tradicional ha repercutido aqu de manera profunda: la emigracin de los aos sesenta y setenta su-puso un dramtico descenso de la poblacin serrana. A la vez, durante esos aos, aparecen nuevos usos y procesos que transforman los paisajes y las funciones de la sierra.

    Sierra Morena ha terminado por configu-rarse como una pieza fundamental del sis-tema hidrolgico-hidrulico regional, los cauces serranos abastecen a una gran parte de las ciudades y el regados del valle. Por otra parte, muchas dehesas y bosques me-diterrneos se vieron sustituidos por repo-blaciones forestales de inters maderero, eucaliptos y conferas, principalmente en la sierra en Huelva y Sevilla. Finalmente, la ex-pansin del turismo y de las segundas resi-dencias se implanta progresivamente sobre algunos privilegiados enclaves serranos.

    Localizacin

    Grabado de Gustave Dor ilus-trando los episodios de Don Quijote en Sierra Morena.

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  • 196 Sierra de Huelva

    Aracena. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    lla, o entre las taifas de Badajoz y Sevilla. La colonizacin cristiana consolidar ese papel, ahora resultado de su posicin en la contienda fronteriza con el reino portu-gus. Nace entonces la llamada Banda Ga-llega. Una franja fuertemente militarizada, de lo que da fe la sucesin de castillos y fortificaciones que salpican la sierra: cas-tillos islmicos ahora remozados o nuevas construcciones defensivas que dan lugar a nuevas poblaciones (Cala, Santa Olalla, Cortegana, Cumbres Mayores...). La sierra se reafirma como marca con funciones de guardia y defensa del Reino y alfoz de la ciudad de Sevilla.

    [70]La sierra onubense es un mbito con

    personalidad propia dentro de Sierra Mo-rena. Ello es as por las caractersticas eco-lgicas de su medio y la variedad de los usos primarios del suelo (encinares, al-cornocales, bosques de ribera, castaares, frutales, huertos de sierra...). Una diversi-dad que rara vez, y nunca con esa exten-sin, se halla en otras zonas de Sierra Mo-rena. La historia ha contribuido a reforzar esa personalidad. Tierra de frontera desde antiguo, lo fue ya durante el periodo cali-fal, basculando su territorio poco poblado y sus pueblos (Aracena, Aroche, Almonas-ter, Zufre...) entre las coras de Beja y Sevi-

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  • 197

    historias territoriales

    Fuenteheridos. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/25.000.

    Las pautas de colonizacin del territorio serrano irn configurando los rasgos dife-renciales de la comarca. La densidad del poblamiento (pueblos, aldeas y disemina-do) es un rasgo diferencial con el resto de Sierra Morena. A favor de ese poblamiento denso y menudo juegan factores como la presencia de recursos hdricos superficiales y subterrneos, pero tambin la existencia, hasta el siglo XIX, de importantes extensio-nes de tierras comunales y de propios: bal-dos, ejidos, tierras concejiles...

    En el siglo XIX se empieza a alterar ese orden territorial. Por un lado, la drstica re-duccin de las tierras comunales, como re-sultado de los procesos desamortizadores consagra la divisin entre la gran propie-dad serrana y las tierras del minifundio en las restringidas huertas y ruedos de las po-blaciones. Por otro lado, el impacto mine-ro, que se prolonga aqu desde El Andvalo, abre un breve ciclo extractivo que empieza a modificar la estructura del sistema de ciu-dades del mbito y refuerza la posicin de municipios como Cortegana, Almonaster o Cala, hasta amenazar la tradicional primaca de Aracena. Al hilo del desarrollo minero se consolida tambin, y con mayor xito hasta el presente, la opcin ganadera de la comar-ca, apoyada en la industria crnica.

    En la segunda mitad del siglo XX, la sierra sufrir decisivos procesos de transformacin: la quiebra de un modelo agrario y artesanal orientado en buena parte a la autosuficien-cia; la emigracin de la poblacin, con el con-siguiente despoblamiento y envejecimiento demogrfico; la desorganizacin de los agro-sistemas tradicionales, sustituidos en parte por las repoblaciones forestales madereras que transforman, aunque en menor medida que en otros mbitos de Sierra Morena, los paisajes serranos. Y, tambin, una creciente manifestacin de la impronta turstica de la comarca, hasta convertirla en uno de los prin-cipales destinos del turismo rural regional.

    Localizacin

    La poblacin de Aracena hacia 1853 segn el plan de Francis-co de Coello.

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  • 198

    [71]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Los Pedroches

    Pozoblanco. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    comienza a quebrarse cuando, a lo largo del siglo XX, las tierras cerealistas empiezan a ga-nar protagonismo frente a los terrenos ade-hesados. Los Pedroches ha mantenido hasta tiempos recientes una organizacin interna muy autnoma, con una trama reticular cen-tral ms densa de poblaciones entre Torre-campo e Hinojosa del Duque, dos ncleos como Belalczar y Santa Eufemia, al norte, guardianes histricos de la comunicacin con Castilla, y otros dos ncleos ms perifricos, Crdea y Conquista, al este. La comarca fue prontamente incorporada a la corona castella-na y es en ese momento cuando se definen los rasgos bsicos de un orden territorial per-

    Comarca de indudable personalidad, co-menzando por su base geolgica (un extenso enclave grantico) y su topografa (ms suave), que la individualiza claramente de Sierra Mo-rena. Un mundo fronterizo con la Meseta cas-tellana e histricamente conformado por la dehesa, la gran propiedad agraria y un pobla-miento caracterizado en general por su con-centracin en ncleos. El paisaje de la dehesa ha sido, y todava lo es en gran parte, unifica-dor de la imagen comarcal: las viejas dehesas del sector ms occidental de Los Pedroches, de origen medieval, y las nuevas dehesas, extendidas por terrenos ms difciles a lo lar-go del siglo XIX. Una unidad paisajstica que

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  • 199

    historias territoriales

    Conquista. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    durable. Ncleos surgidos en su mayor parte entre los siglos XIII y XIV, a diferencia de otras zonas de la regin los emplazamientos urba-nos no guardan relacin con motivaciones blicas, se presentan abiertos en el terreno y sin rastros de dispositivos defensivos (con las excepciones ya sealadas de Belalczar y San-ta Eufemia). La red de caminos histricos en-laza a los ncleos entre s y constituye el ele-mento a travs del cual se organiza el espacio urbano de los pueblos. La organizacin juris-diccional posterior a la conquista bascul en-tre el rgimen seorial, al que pertenecieron un buen nmero de poblaciones (Villanueva del Duque, Belalczar, Hinojosa y Fuente la Lancha se integraban en el Condado de Belal-czar; Santa Eufemia, El Viso, Torrefranca y El Guijo en el Seoro de Santa Eufemia; la casa de Alba tena el seoro sobre Conquista), y los ncleos que dependieron de la ciudad de Crdoba, lugares de realengo salvo un perio-do seorial entre 1660 y 1747 (las llamadas Siete Villas: Pozoblanco, Villanueva de Crdo-ba, antes de la Jara, Dos Torres, Torrecampo, Pedroche, Aora y Alcaracejo). Corazn de la comarca, esta trama urbana central se man-tendr como municipio nico hasta 1836 y tendr primero como capitales a Pedroche y Dos Torres, hasta que, a finales del siglo XVIII, la primaca de Pozoblanco quede patente por la ubicacin en ella del corregimiento y el juz-gado. Una condicin que consolidar en el si-glo XIX, con el desarrollo de una incipiente industria textil y al convertirse en cabeza de partido judicial junto a Hinojosa del Duque. En la historia comarcal tiene importancia la construccin de la lnea ferroviaria de va es-trecha que una Pearroya y Puertollano, en funcionamiento durante la primera mitad del siglo XX. Perdidas sus funciones histricas de comunicacin del valle del Guadalquivir con la Meseta (antiguo camino de las Ventas), se integraba ahora, al menos temporalmente, en un sentido este-oeste con el resto de la regin y la Pennsula.

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    Pozoblanco y Pedroche en la edicin de 1891 del mapa topogrfico nacional a escala 1:50.000.

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  • 200

    [72]

    Campias del Guadalquivir

    La Carlota. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    lar una composicin de la estructura de la propiedad agraria y de la sociedad campie-sa polarizada entre los grandes propietarios y una masa de jornaleros de precaria super-vivencia. Las haciendas y cortijos reflejan en su arquitectura una clase social y un tipo de gran propiedad y de gran explotacin cuyo origen puede remontarse a poca medieval e incluso romana. Dominio de los latifun-dios es tambin, y por ello mismo, el centro de la cuestin agraria que domina la his-toria contempornea de Andaluca. Todo lo anterior habla de un mundo rural con una base econmica casi exclusivamente agrco-la y una muy limitada industria artesanal.

    La historia ha marcado al territorio de las campias del Guadalquivir con dos signifi-cados aparentemente contradictorios.

    Por un lado, es la imagen ms expresiva de la Andaluca agrcola, un espacio colo-nizado desde la antigedad, donde la rotu-racin va ganando terreno hasta culminar en la segunda mitad del siglo XX con dos grandes paisajes de monocultivo: el olivare-ro de las campias orientales y el cerealista de la Baja Andaluca. Estas campias fueron el asiento de los grandes estados seoriales andaluces y, ms tarde, el principal campo de batalla de los procesos desamortizadores del siglo XIX, los cuales terminan por perfi-

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  • 201

    historias territoriales

    Jan. Guadalbulln. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    Pero las campias del Guadalquivir son tambin un territorio urbanizado desde antiguo, una malla de ciudades que acom-paan y completan la ocupacin del valle y que lideran las grandes ciudades como Crdoba y Sevilla desde la ribera del Gua-dalquivir. Es por ello que el nivel de urba-nizacin del valle y sus campias alcanza ya en el siglo XVI un nivel slo comparable en Europa al del norte de Italia o al de los Pa-ses Bajos. Muchas ciudades, pero ciudades muy especiales. El trmino de agrociudad es aplicable a la mayor parte de ellas: Je-rez de la Frontera, Medina Sidonia, Lebri-ja, Morn, Utrera, cija, Osuna, Marchena, Estepa, Carmona, Baena o Montilla y otras de menores dimensiones. Inequvocamen-te urbanas por sus dimensiones fsicas y de-mogrficas, su urbanismo y la monumenta-lidad de sus edificios civiles y religiosos o la existencia de hbitos de convivencia ur-bana, mantienen, sin embargo, una igual-mente inequvoca base rural en su compo-sicin social y econmica. Ciudades que concentran a la casi totalidad de la pobla-cin jornalera campiesa, separadas entre s por grandes distancias que cubren cam-pos despoblados. Vacos que apenas sern ocupados por los intentos de colonizacin de finales del siglo XVIII, cuando surgen los ncleos de La Carlota, La Luisiana y sus aldeas.

    La segunda mitad del siglo XX ver aqu cmo se materializan los resultados de lo que se denomin en su momento revolu-cin verde de la agricultura: intensifica-cin, agroqumica y mecanizacin que con-solidan los paisajes del monocultivo, a la vez que expulsan de la actividad agrcola a la mayor parte de los trabajadores sin tie-rra, cuya nica opcin a partir de los aos cincuenta y sesenta es la masiva emigracin hacia el Norte.

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    Campia en Carmona, principios del siglo XX. Portfolio Fotogrfico de Espaa.

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  • 202 Guadalquivir. El ro y la vega

    [73]

    Brenes. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    se fuera creando el sistema de asentamien-tos que se distribuye a lo largo de todo el curso del Guadalquivir, desde la Sierra de Cazorla hasta la desembocadura del ro.

    Este sistema de poblamiento, adems, ha constituido histricamente uno de los ejes de colonizacin del actual territorio de An-daluca desde pocas remotas. Lo fue de la civilizacin tartsica y fue potenciado an ms durante el perodo romano. Para el mundo islmico, el eje cordobs-sevillano desempe un papel determinante a lo lar-go del devenir de al-Andalus. El protagonis-mo del ro en la Edad Moderna, la directa relacin de sus ciudades con el descubri-

    El ro y su vega han sido histricamente el eje principal y ms permanente de la co-lonizacin humana del sur peninsular. Ello es as ya se consideren sus funciones como va de comunicacin terrestre y fluvial, su capacidad de fijar el poblamiento y las ciu-dades, su papel en la economa o sus fun-ciones ecolgicas como pasillo natural del paisaje regional.

    Ro y vega han sido, en efecto, hacedores de ciudades. Las ventajas de un curso per-manente, navegable en mayor o menor me-dida, de tierras aluviales y acuferos poco profundos, de su posicin entre la sierra y las campias..., todo ello ha favorecido que

    Evolucin de la poblacin. 1787-2006

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  • 203

    historias territoriales

    La vega del Guadalquivir desde Almodvar del Ro. 1900. Portfolio Fotogrfico de Espaa.

    Vega de Crdoba. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    miento y la colonizacin de Amrica refor-zaron an ms la relevancia, sobre todo, de las ciudades de su curso bajo. Suele afirmar-se que en este momento el sistema urbano andaluz estaba ya conformado en sus ele-mentos esenciales y, ciertamente, as fue. La preeminencia de las ciudades del valle del Guadalquivir seguir siendo una constante hasta hoy. Si se considera exclusivamente el territorio del Guadalquivir y su vega, la po-blacin asentada en sus orillas se concentra en ms de cien ncleos de poblacin, en-tre los cuales se encuentran dos de las gran-des ciudades histricas andaluzas (Sevilla y Crdoba), varias ciudades medias (Andjar, Montoro, Palma del Ro, Lora del Ro, Coria del Ro, Puebla del Ro...) y un importante nmero de ncleos rurales. Entre las funda-ciones urbanas posteriores, slo cabe regis-trar los ncleos de colonizacin agraria de la segunda mitad del siglo XX.

    Cada hecho urbano ligado al ro guarda su propia historia de relacin con el cauce. Cr-doba fue durante siglos la ciudad vado por donde discurran gran parte de las rutas y los enlaces entre la Meseta y el valle del Guadal-quivir. Sevilla, por su parte, guarda la ms es-trecha relacin con el ro y, desde finales del siglo XV, aprovecha su posicin respecto al comercio americano para convertirse en un foco urbano de escala mundial.

    Este modelo de organizacin del territorio a partir de ciudades medias y asentamientos rurales constituye una herencia histrica muy estable en su configuracin bsica, slo alte-rada en su estructura por los ya citados nue-vos pueblos de colonizacin que salpican las tierras de la vega como consecuencia de las actuaciones de puesta en riego durante el si-glo XX de las vegas cordobesas y sevillanas y de los terrenos marismeos del Bajo Guadal-quivir. Una transformacin del uso del suelo apoyada en iniciativas pblicas e importantes inversiones en infraestructuras: presas de re-gulacin, canales y acequias, red viaria...

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  • 204 Marismas y Doana

    [74]Evolucin de la poblacin. 1787-2006prestigioso, Doana es tambin en esos si-

    glos lugar de monteras aristocrticas y aco-gida de personajes reales. El poblamiento se organiza alrededor del mbito seorial de Doana: los ncleos tradicionales de Al-monte y los de la comarca del Condado y el Aljarafe, con sus ruedos agrcolas y sus tierras concejiles, y algunos asentamientos dispersos y en su mayor parte temporales (almadraberos, carboneros...).

    Los planteamientos ilustrados de finales del XVIII y liberales del XIX (con la priva-tizacin y concentracin de las tierras, ya seoriales, ya de propios o del comn) tra-zarn los primeros proyectos econmicos

    ltima secuencia y espacio terminal del valle del Guadalquivir, el mbito de Doana ha sido histricamente un aparente vaco humano y un lugar anfibio donde reinaba la naturaleza intocada. En realidad, ni una ni otra afirmacin es completamente veraz. Tierra de seoro, la casa de Medina Sido-nia organiza y regula hasta el siglo XIX un conjunto de actividades y aprovechamien-tos: los caminos que conectan Sanlcar de Barrameda con los dominios condales de Niebla, la caza, los aprovechamientos fores-tales (repoblaciones de pinares, carboneo), la pesca, el ganado de la dehesa, la recolec-ta de eneas o enebrales... Como cazadero

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    Doana. Mapas Topogrficos de 1942 y 2004 a escala 1/50.000.

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  • 205

    historias territoriales

    y productivos sobre la constatacin de Do-ana como espacio virgen a colonizar. Pero ser durante la segunda mitad del siglo XX cuando se produzcan las ms profundas transformaciones territoriales, las cuales sern impulsadas desde el exterior del m-bito y siempre con un importante papel de las administraciones pblicas (Patrimonio Forestal del Estado, Instituto Nacional de Colonizacin, IRYDA, Ministerio de Infor-macin y Turismo...). Tres de esas iniciati-vas deben ser citadas.

    El impacto a partir de los aos cuaren-ta de los programas de forestacin que, al igual que en el resto de la provincia onu-bense, se desarrollaron aqu con especial intensidad: repoblaciones de pinares y eu-caliptos que ocupan una gran extensin y alrededor de los cuales se crean o se reocu-pan poblados forestales.

    La transformacin y puesta en riego de tierras a partir de la desecacin de zonas marismeas o arenales, (Almonte, Bajo Guadalquivir), materializaron una vieja as-piracin ilustrada y regeneracionista de bo-nificacin de tierras improductivas.

    El desarrollo de iniciativas tursticas en el litoral (Mazagn, Matalascaas) al amparo de los programas estatales que declaraban zonas de inters turstico nacional.

    Este conjunto de actuaciones ha termi-nado por delimitar la frontera del actual espacio natural protegido, convirtindolo, a la vez, en un emblema de la naturaleza peninsular y europea y un indicador muy sensible del estado ecolgico de la regin andaluza.

    Brazo de la Torre. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/100.000.

    Localizacin

    Una visin de la costa atlntica, las marismas y la desembocadura del Guadalquivir en al Atlas del Rey Pla-neta. Descripcin de Espaa y de las costas y puertos de los reinos, de Pe-dro Texeira (1634).

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  • 206

    [75]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Serranas de Ronda y Cdiz

    Valle del Genal. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    toda la Serrana. Ciudad donde se concentra la poblacin y la actividad econmica: capi-tal de cora y de taifa, sede de corregimien-to durante el Antiguo Rgimen o cabeza de partido en la nueva organizacin provincial, Ronda est siempre presente como polo ur-bano indisputado de todo el territorio serra-no. All se concentra, en consecuencia, un patrimonio monumental de primer orden a escala regional.

    El dominio de la ciudad se extiende hacia el norte por los terrenos ms llanos y agrco-las de la meseta rondea, por el este no deja de funcionar como centro de las poblaciones de la Sierra de Grazalema y, por el sur, su in-

    La Serrana de Ronda y las sierras gadita-nas, ms hmedas y boscosas que las ms orientales montaas mediterrneas andalu-zas, tienen tambin una historia propia. Fue una zona de montaa plenamente romaniza-da, de lo que dan fe restos arqueolgicos de la importancia de Arunda, Acinippo Ocurri o Iptuci. Durante el periodo islmico la Se-rrana mantuvo una acusada identidad, que fue reafirmada durante el periodo de la fron-tera nazar y tras la conquista cristiana. Y en todo ese tiempo cont con una organizacin territorial con ciertos rasgos inalterables. El principal de ellos es la permanencia de la ciudad de Ronda como referente urbano de 2

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  • Localizacin 207

    historias territoriales

    Serrana de Ronda. A principios del siglo XX.

    Ronda. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/50.000.

    fluencia se extiende por las fragosidades de los valles del Genal y el Guadiaro, difciles pasillos de comunicacin, pero que histri-camente desempearon un papel fundamen-tal en el trfico comercial entre el Campo de Gibraltar y el interior de Andaluca.

    Frente al xito urbano continuado de Ron-da, la historia de los valles y montaas del Genal y del Guadiaro tiene mucho de re-cndita, de permanencia marcada por acti-vidades y estructuras territoriales que han permanecido inalterables durante siglos. Episodios como la instalacin dieciochesca de la fbrica de hojalata de Jzcar o la breve fiebre minera de Sierra Bermeja apenas al-teran el ritmo secular de estas tierras y, ms all de deforestaciones puntuales, dejan po-cas huellas en su territorio. El poblamiento aqu es de muy baja densidad, concentrado en ncleos de poblacin numerosos pero de escasa entidad demogrfica, sin centros ver-daderamente dominantes (Gaucn, Cortes de la Frontera, Igualeja...). Pueblos asenta-dos, por lo general, en las laderas medias de los valles y que desde all organizan trabajo-samente el espacio rural circundante segn un modelo de policultivo mediterrneo de subsistencia habitual en las montaas me-diterrneas andaluzas. Los ruedos y terra-zas de las inmediaciones de la poblacin y las minsculas vegas de los fondos del valle surtan de la produccin agrcola, una dedi-cacin que poda extenderse en pocas de hambruna hasta parajes ms remotos, rotu-rados y provisionalmente conquistados al es-pacio forestal. Las masas de castaares signi-fican todava hoy una de las singularidades del paisaje serrano, especialmente en el va-lle del Genal. Ms all, los bosques medite-rrneos de encinares y alcornocales, densos, sobre laderas muchas veces impenetrables. Una vegetacin que slo empieza a desapa-recer en las mayores altitudes, donde las do-minantes cumbres calizas rematan el paisaje de la Serrana.

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  • 208

    [76]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Valles y montaas Penibticas

    La Axarqua. Vlez-Mlaga. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    colonizacin castellana. Tambin el carcter compartido de sus tramas de asentamientos marcadas por un poblamiento denso y me-nudo, con hechos urbanos que raramente sobrepasan los dos mil habitantes. La lec-tura entre el territorio y las tramas de asen-tamientos es todava perceptible dentro de un paisaje en el que los pueblos se integra-ban plenamente en la organizacin del te-rrazgo. La colonizacin histrica de estos valles adopta formas diferentes en cada caso: un mosaico de soluciones de supervi-vencia en sociedades aisladas hasta pocas muy recientes. Soluciones diferentes pero siempre marcadas por la necesidad de lo-

    El territorio de las montaas mediterr-neas andaluzas se caracteriza, sobre todo, por la complejidad y la diversidad. La su-cesin de valles y montaas, de macizos calcreos y laderas pizarrosas, de fuertes pendientes y pronunciados desniveles to-pogrficos..., todo ello contribuye a dotar de una personalidad acusada al conjunto, desde las tierras rondeas hasta las sierras orientales de la provincia almeriense.

    En la balanza de lo comn, una historia compartida en cuanto el poblamiento de valles y laderas debe mucho a su papel de frontera y refugio, especialmente en la po-ca medieval y en el posterior proceso de re- 2

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  • 209

    historias territoriales

    grar el mayor grado de autosuficiencia ma-terial, especialmente alimentaria. De ah el largo y difcil proceso de adaptacin a un medio abrupto y de fuertes contrastes eco-lgicos con la finalidad de alcanzar niveles mnimos de subsistencia.

    El policultivo de la montaa mediterr-nea ha exigido un aprovechamiento cuida-doso del medio y una acumulacin ingente de trabajos generacin tras generacin que habitaron estos valles y montaas: los ban-cales y terrazas o los sistemas milenarios de riegos de algunas comarcas dan fe de ello. Los ruedos y vegas de las cercanas de los pueblos eran el asiento de los productos de la huerta y de los cereales, aun cuando es-tos ltimos pueden, en pocas de escasez, expandirse a lugares ms pobres y lejanos. Las laderas de arboricultura marcan la tran-sicin hacia el monte, el bosque y las tie-rras de pastoreo. En algunos pocos casos, alguno cultivos se abrieron hacia los mer-cados exteriores suponiendo un comple-mento comercial a las economas locales: las moreras y la cra del gusano de seda en las Alpujarras, el viedo de La Axarqua y los Montes de Mlaga o el almendro de la Contraviesa.

    Las transformaciones de los ltimos de-cenios han supuesto, quizs aqu en mayor medida que en el resto de la regin, una quiebra del modelo histrico de organiza-cin territorial. El impacto de la emigracin redujo al mnimo las poblaciones serranas y modific de manera sustancial el orden tradicional de los terrazgos. Slo ms re-cientemente estas comarcas se orientan ha-cia nuevas funciones como destinos turs-ticos interiores (singularmente el caso de Las Alpujarras) o, en el caso de las comar-cas orientadas al litoral (como La Axarqua), se consolidan como una continuidad de las actividades ms dinmicas de la costa medi-terrnea: la agricultura intensiva y la urba-nizacin turstica.

    Trevlez (Granada). A principios del siglo XX.

    La Alpujarra. Capileira y Bubin. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/20.000.

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  • 210

    [77]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Sierras de Cazorla y Segura

    Embalse de El Tranco. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/45.000.

    la y sus tierras aparecen ligadas al arzobispa-do de Toledo constituyendo el denominado Adelantamiento de Cazorla, por un tiem-po frontera en litigio con el Reino nazar de Granada. Es en este momento cuando se or-ganiza el sistema de asentamientos, siempre poco denso, ocupando emplazamientos de-fensivos en muchos casos, como los ncleos de la Sierra de Cazorla, asomados a las llanu-ras del Alto Guadalquivir o a la Hoya de Baza. Los grandes vacos humanos dominan slo al norte de la Sierra de Segura, la trama de ncleos habitados se hace ms tupida sobre el pasillo de comunicacin levantino (Beas de Segura, Siles, La Puerta de Segura...).

    Aun cuando mbitos cada uno con carac-tersticas propias, las Sierras de Segura y de Cazorla tienen rasgos comunes debidos a compartir una posicin geogrfica, un me-dio fsico con similitudes evidentes y una his-toria territorial en gran parte condicionada por los anteriores factores. Una posicin pe-rifrica entre la Meseta, el Levante y el valle del Guadalquivir, a los que estas sierras sir-ven como primer distribuidor hidrogrfico, y posicin fronteriza tambin desde el punto de vista de la historia poltica y jurisdiccio-nal. Durante la Edad Media y tras la conquis-ta cristiana, la parte de Segura queda adscrita a la Orden de Santiago, mientras que Cazor- 2

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  • 211

    historias territoriales

    Coto Ros. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    El control desde el exterior de estas co-marcas se acenta en el siglo XVIII. La ri-queza forestal de los montes es objeto de una particular atencin y control por parte del Estado: reglamentos y ordenanzas que culminan con su consideracin como Pro-vincia Martima a los efectos de los apro-vechamientos madereros. Comienza en-tonces una sistemtica explotacin de las masas de pinares de las sierras, con desti-nos muy diversos: naves y sus arboladuras, pero tambin grandes obras y edificios p-blicos (como la Fbrica de Tabacos de Sevi-lla) y, en el siguiente siglo, las traviesas de la red ferroviaria en construccin.

    Las sucesivas desamortizaciones del si-glo XIX tienen aqu una incidencia relativa-mente menor. Una gran parte de los mon-tes permanecen exceptuados. Los montes pblicos continan desde entonces re-presentando una gran extensin de la su-perficie de las comarcas: incluso superior al 75% de algunos trminos municipales (Santiago de la Espada, Hornos...). Slo al norte esa impronta forestal se atena, don-de gana terreno desde comienzos del siglo XX el olivar.

    La crisis de la montaa repercute de ma-nera importante en estas sierras. Los aos sesenta y setenta del siglo XX ven el retro-ceso del sector maderero tradicional y la quiebra de los sistemas locales de subsis-tencia. Como en el resto de las zonas ru-rales y de montaa andaluzas, las prdidas demogrficas reducen la poblacin hasta cifras similares a las del siglo XIX. Los aos ochenta incorporan una nueva valoracin de los bosques de Cazorla y Segura: una dimensin que contempla, sobre todo, las cualidades naturales y paisajsticas del es-pacio forestal y su capacidad de acogida de actividades de turismo y ocio.

    Localizacin

    Puente de traviesas sobre el arroyo Andrs en Siles, en una imagen de princi-pios del siglo XX.

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  • 212

    [78]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Las grandes vegas centrales

    Vega de Antequera. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    gos comunes en su historia territorial que van ms all de su configuracin fsica; con dife-rentes escalas urbanas y territoriales, pueden establecerse ciertos paralelismos. Dos slidas centralidades han organizado al menos des-de poca medieval un entorno rural carac-terizado por la fertilidad de sus suelos. Una, Granada, manteniendo siempre su rango de gran ciudad de escala regional. Otra, Ante-quera, ciudad media que alcanza a partir del siglo XVI una notable madurez urbana como centro comercial, artesanal (con una impor-tante industria textil lanera en el siglo XVIII) y, no menos importante, cultural. Entre ellas, cuando el surco o pasillo se estrecha, Archi-

    Dos grandes llanuras en el interior de las Sierras Bticas, con extensas tierras de culti-vos que marcan un histrico paisaje agrcola, en contraste con las elevaciones montaosas que con mayor o menor rotundidad las ro-dean. Las grandes vegas del surco intrabtico han tenido una variedad de usos primarios y una densa ocupacin humana del territorio que tambin contrastan sobremanera con el mbito campis del Guadalquivir. Y, cuali-dad territorial no menos decisiva, son un pa-sillo natural que, al menos potencialmente, poda comunicar los sectores orientales y oc-cidentales de la regin. Las amplias hoyas de Antequera y Granada mantienen algunos ras- 2

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  • Antequera y su vega en el Mapa Topogrfico Nacional de 1909.

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    historias territoriales

    Vega de Granada. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/50.000.

    dona (villa del seoro de Osuna, con funcio-nes urbanas, siempre limitada por la cercana de Antequera) y Loja (este s centro histrico comarcal de un, en todo caso, reducido m-bito rural). Semejanzas, pero diferencias tam-bin, en el entorno rural de ambas vegas. Ms denso es el poblamiento de la vega granadi-na, que en la poca nazar ya constitua un heterogneo territorio fuertemente humani-zado por aldeas, villas, lugares, alqueras, al-munias..., la conquista cristiana terminar por configurar el paisaje agrcola y aadir al sis-tema de asentamientos el ncleo de Santa Fe. Y en ambos, la presencia de una trama par-celaria menuda y de unos sistemas de riego, reducidos en la vega antequerana y ms desa-rrollados desde poca medieval en la vega de Granada. El dominio ciudadano sobre las tie-rras de las hoyas malaguea y granadina, no impedir, sin embargo, una cierta presencia de las jurisdicciones seoriales como la ya ci-tada de Archidona o los pequeos y pobres seoros que salpicarn el interior de la Vega de Granada. La milenaria historia de las prin-cipales poblaciones de estas tierras ha ido de-positando un patrimonio urbano de primer orden. Granada, sin duda en primer lugar, pero tambin Antequera, Loja o la misma Ar-chidona con su plaza ochavada, constituyen algunos de los mejores ejemplos de ciudades de inters patrimonial por su urbanismo y sus elementos monumentales. Y, junto a ello, la herencia de unos paisajes rurales singulares.La historia ms reciente ha empezado a trans-formar radicalmente la naturaleza de los pai-sajes agrarios de estos mbitos y, tambin, ha incidido profundamente en las dimensiones y estructura de los antiguos sistemas de asenta-mientos. El caso de la vega de Granada es, sin duda, el ms significativo: un proceso de ur-banizacin que se ha extendido rpidamente sobre los suelos agrcolas, generando un con-tinuo urbano resultado de la extensin de los ncleos tradicionales y la ocupacin ms o menos difusa de usos urbanos diversos.

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  • 214

    [79]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Las altiplanicies orientales

    Guadix. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    nes polticas y econmicas en las que se in-serta: la Btica romana, el Reino Nazar, el Reino cristiano de Granada..., una amplia extensin de tierras comprendida entre las Sierras Subbticas (Cazorla, Segura, Mara, La Sagra) y la Penibtica (Los Filabres) que facilita funciones histricas de pasillo entre el Reino de Granada y el Levante peninsu-lar, potenciadas por una red de caminos y, durante un periodo relativamente breve, por la lnea ferroviaria que hasta mitad del siglo XX comunicaba Murcia y Granada.

    Es, pues, en gran medida, una historia menuda, inscrita en la determinacin de sus pobladores por una permanencia basa-

    Las hoyas de Guadix y Baza y la comarca de los Vlez fueron tierras pioneras en al-bergar la presencia humana en el sur penin-sular. Yacimientos como los de Orce o Cas-telln Alto (Galera), entre otros muchos, atestiguan la importancia del poblamiento prehistrico de estas comarcas. No menos rica es la huella prerromana y las ciudades y yacimientos beros (de lo que es un buen ejemplo la ciudad ibero-romana de Basti). Es un protagonismo que este territorio ya no volver a desempear con igual inten-sidad en pocas histricas posteriores, en gran parte siempre territorios perifricos o fronterizos en las sucesivas organizacio-

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  • 215

    historias territoriales

    Norte de Baza. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    da en la conquista agrcola de unas tierras difciles, pobres, slo ganadas a la produc-cin a travs de una cultura del agua y del regado milenaria que, ms all del entorno de los centros urbanos principales (Guadix, Baza), estaba dirigida a la auto-subsistencia. Ello da lugar a un poblamiento poco den-so, concentrado en ncleos de pequeo o mediano tamao al borde de las malas tie-rras y dominando las lineales hoyas, asien-to milenario de los cultivos. Un contraste de paisajes que caracteriza al conjunto del mbito.

    Guadix y Baza, las dos ciudades medias actuales, han desempeado un permanen-te papel de centros comarcales, reforzadas desde la reconquista cristiana por las fun-ciones religiosas derivadas de la condicin de sede episcopal de Guadix-Baza, lo que incrementa notablemente el patrimonio monumental de ambas ciudades (Catedral de Guadix, Iglesia Mayor de Baza), y por ser sede compartida de corregimiento. La organizacin administrativa decimonnica consolid esas funciones comarcales, a pe-sar de que no prosperaron las iniciativas de convertirlas en capitales provinciales du-rante el trienio liberal.

    La historia ms reciente de estas tierras no se aleja en demasa de lo que sido la evolucin del resto de reas rurales de la regin: la prdida de las funciones de las economas locales y sus ciclos productivos, especialmente intensa a partir de los aos cincuenta del siglo XX, y la salida emigra-toria hacia la capital provincial primero y, posteriormente (aos sesenta y principio de los setenta), a los centros urbanos pe-ninsulares y europeos. Y, como consecuen-cia de ello, la prdida de poblacin genera-lizada en todos los ncleos, incluyendo las cabeceras comarcales y de manera especial-mente sensible, algunas zonas de la comar-ca como las tierras de Huscar o Los Vlez.

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    Viviendas troglodi-tas en la comarca de Guadix. Comienzos del siglo XX. Portfo-lio Fotogrfico de Espaa.

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  • 216

    [80]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Subbtico central

    Priego de Crdoba. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    la frontera medieval los bastiones urbanos ms importantes de las lneas defensivas, para posteriormente reafirmarse en la Edad Moderna como lugares centrales de un espa-cio a caballo entre los lmites campieses y el interior serrano. Lugares tambin marcados por el proceso de seorializacin posterior a la conquista cristiana, primero de naturaleza casi exclusivamente militar para confirmarse despus como pleno dominio jurisdiccional. Las ciudades de esta parte central de Anda-luca son, pues, centros de poder nobiliario (con la excepcin de Alcal la Real, ciudad de realengo y abada de patronato real con jurisdiccin propia e independiente). Un he-

    Una histrica red de ciudades medias que tiene su mayor densidad en el sur de Crdo-ba (Puente Genil, Lucena, Cabra, Priego de Crdoba), pero que se extiende ms all, ha-cia las tierras jiennenses (Alcal la Real) y se-villanas (Estepa). Un elenco de ciudades que an podra prolongarse hacia otros ncleos que, si bien estn situados en el lmite sureo de las campias del Guadalquivir, han fun-cionado histricamente como centros urba-nos de referencia al poblamiento rural de las sierra Subbticas (Osuna, Montilla, Morn de la Frontera, incluso Arcos de la Frontera).Una sucesin de ciudades la mayor parte de las cuales constituyeron en el momento de

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  • 217

    historias territoriales

    Lucena. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    cho histrico decisivo para entender el ur-banismo y el carcter monumental de estas ciudades medias, en todo equiparable a las ciudades patrimoniales de las campias del Guadalquivir.

    Al igual que aqullas, la condicin de agro-ciudades, con la que generalmente se iden-tifica el tipo urbano caracterstico de este mbito, debe ser matizada incluso en ma-yor medida. Sedes nobiliarias o eclesisticas, centros de servicios y mercados locales, tra-diciones artesanales de cierto relieve..., todo ello habla de unas sociedades urbanas com-plejas y con una cierta diversificacin de su base econmica y social, por ms que fueran las rentas agrarias (del olivar, de los enclaves cerealistas, de la ganadera...) la principal fuente de riqueza y empleo. Unas tradicio-nes artesanales (textil en Priego de Crdo-ba, agroalimentarias en todas las ciudades...) que han tenido, adems, continuidad en poca contempornea, de manera que se encuentran aqu algunos de los principales focos industriales de la regin fuera de las grandes ciudades y reas metropolitanas, con el caso de Lucena como ejemplo repre-sentativo de desarrollo industrial endgeno durante las ltimas dcadas y que, en me-nor medida, tambin es visible en ciudades como Priego de Crdoba o Alcal la Real.

    Ms all de ese corazn urbano del Subb-tico central andaluz, otras redes de peque-as ciudades y ncleos rurales conforman tramas histricas de asentamientos, tambin marcadas por el hecho fronterizo en su em-plazamiento y en su urbanismo originario, poco articuladas entre s y siempre depen-dientes de las plazas fuertes que represen-taron las actuales ciudades medias. A estas tramas de asentamientos histricos pertene-cen los pequeos ncleos del Subbtico cor-dobs (Rute, Iznjar, Benamej...) y en cierto modo tambin el poblamiento de Mgina o de los Montes de Granada.

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    Priego de Crdoba, vis-ta general hacia 1900. Portfolio Fotogrfico de Espaa.

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  • 218

    [81]Evolucin de la poblacin. 1787-2006

    Sureste rido

    Desierto de Tabernas. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/40.000.

    diterrneas, es difcil discernir dnde est la frontera entre lo inducido y lo inevitable, en-tre lo que forma parte de la herencia admi-nistrada, o mal administrada, y lo que per-tenece a la naturaleza de las cosas. Pero el sureste no es un mundo vaco de seres y ar-tificios humanos. Antes al contrario, en el su-reste est el origen de la colonizacin huma-na de lo que hoy es Andaluca. Los registros prehistricos no dejan lugar a dudas a ese respecto. Ello obliga a penetrar en una ar-queologa del territorio en todos sus aspec-tos: los paleoclimas que explican presencias y culturas antiguas, las formaciones vegeta-les relictas, los primeros asentamientos que

    La imagen dominante de la aridez, de la ausencia de vegetacin, del desnudo mate-rial geolgico se impone como marca del te-rritorio que, de manera inevitablemente di-fusa, abarca la expresin sureste rido. Un medio, en todo caso, difcil de apreciar y de comprender, incluyendo su propia gnesis: como formando una parte ms de la riqueza y la diversidad territorial y ecolgica andalu-za, o como resultado de una cierta incuria humana que arrasa la vegetacin originaria y provoca la erosin y la desertizacin. En el corazn del desierto, el mundo de Taber-nas, las crcavas y malas tierras, las desnu-das vertientes de las sierras prelitorales me- 2

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  • 219

    historias territoriales

    Sorbas. Fotos areas de 1956 y 2007 a escala 1/30.000.

    propiamente pueden empezar a calificarse de urbanos (culturas de Los Millares y de El Algar...), y, ms cercana y permanente en el tiempo, de una cultura histrica, hoy en gran parte abandonada, de uso y aprovechamien-to de los recursos, especialmente de una cul-tura del agua, que desde las montaas has-ta el litoral del sureste constituye una clave de interpretacin de los ritmos del paisaje, de su variedad interna. La milenaria cultura del agua y su necesidad de adaptacin a las condiciones de extrema aridez explican gran parte de las caractersticas del territorio y tambin de la sucesin de matices del paisa-je, de los contrastes entre verdes vegas de los fondos de las ramblas y las ms extensas, casi inabarcables tierras desnudas de vegetacin visible, de la disposicin del casero y el po-blamiento y de los mltiples artificios (bala-tes, aljibes, norias) de un mundo rural cuyo acceso a los escasos recursos del agua tiene el signo de la precariedad y la necesidad. El sureste es un territorio de pequeos n-cleos concentrados, ya sea en el fondo de va-lle del Alto Almanzora (con ncleos muchos de ellos dotados originariamente como dis-positivos defensivos en el pasillo de comu-nicaciones que crea el ro), en las abruptas laderas de Los Filabres (ncleos nacidos de pequeos y pobres seoros tras la conquista cristiana), en el pasillo del ro Nacimiento o los Campos de Tabernas, con un dbil pobla-miento que tambin cumpli funciones de defensa militar, primero durante el periodo nazar y, posteriormente, como antepas del litoral almeriense en los siglos XVI y XVII.

    Un territorio y un paisaje el de la aridez que no tiene una lectura simple y unnime como el de la belleza socialmente consensuada de los bosques. Un paisaje difcil y lleno de con-tradicciones en su percepcin y estimacin, pero tambin un paisaje reivindicado, redes-cubierto muchas veces desde la perspectiva de las artes plsticas y la literatura.

    Localizacin

    Vista de Sorbas a princi-pios del siglo XX. Portfolio Fotogrfico de Espaa.

    Crdoba

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