Giglioli, G. - Bloque Historico y Hegemonia en Antonio Gramsci

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  • 7/27/2019 Giglioli, G. - Bloque Historico y Hegemonia en Antonio Gramsci

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    Giovanna Giglioli

    Bloque histrico y hegemonaen Antonio Gramsci

    Nmero 79 extraordinarioRevista de Filosofade la Universidad de Costa Rica1994

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    Summary: This essay, after putting forth thegramscian thought in its political and ideologicalgenesis, offers a critical interpretation of its fun-damental categories of analyses viewed from thescope of its actuality.

    In this manner, concepts such as historicalblock, hegemony and civil society, appear in thegramscian texts provided with an internal dialec-tic which presents them as elements of a totalitybut, at the same time, -thus differing from tradi-tional critique- allows them to be distinguished asdistinct facets and moments of the dynamics ofpresent capitalismo

    According to the perspective of this essay,gramscian political thought appears then in itsthorough reality as capable of understanding theterms and objectives of different proposals which,presently, put forth a confrontation between Stateand civil society.

    Resumen: El presente ensayo, despus de ubicar ampliamente el pensamiento gramsciano enel contexto poltico e ideolgico de su gnesis, in-terpreta crticamente sus fundamentales catego-ras de anlisis desde la perspectiva de su vigen-cia actual.

    De esa manera, los conceptos de bloque h i s t -rico, hegemona y sociedad civ aparecen enlostextos gramscianos provistos de una dialcticainterna que permite mostrarlos como elementosde una totalidad pero, a la vez -y a diferencio. elo que hace la crtica tradicional- distinguir/osentanto que expresiones de distintos mbitos y m o mentos de la dinmica del capitalismo de nuestrotiempo.

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    superviviencia constitucional provoca en 1926el xodo de los mejores dirigentes de la oposi-cin, a Gramsci en cambio lo encontramos enItalia, enfrentando abiertamente a Mussolinidesde el parlamento y dedicado al trabajo deanalizar ulteriormente la situacin nacional enfuncin de una revolucin popular, cuyas po-sibilidades reales se haban sin embargo esfu-mado unos aos atrs. El producto final de esasolitaria batalla ser doblemente impresionan-te: por un lado, uno de sus mejores escritospolticos, La cuestin meridional. por otro, elingreso sin retorno a las crceles fascistas,donde su lucha continuar en las ms doloro-sas condiciones de aislamiento poltico y per-sonal.Con el arresto culmina en forma dramticauna vida militante que siempre haba estadocargada de soledad y conflictos, una especie decarrera contra el tiempo y a veces dirase quecontra la propia historia. Aquello haba empe-zado en Turn durante la guerra, cuandoGrasmsci tuvo que hacerse cargo, prcticamen-te solo, del frente poltico y cultural del partidosocialista, luchando desde las pginas delAvanti y del Grido del popolo por la afirmacindel carcter universal de la revolucin rusa.Luego, una vez terminada la guerra, la expe-riencia de los consejos de fbrica dirigida en elverano de 1920 por el reducido grupo de L'Or-dine nuovo que, con Gramsci a la cabeza, habalogrado suplantar al PSI, burocrtico y desmo-vilizador, en la direccin del movimiento popu-lar. Aquel original intento de prefiguracin re-volucionaria de una democracia socialista sevi sin embargo desautorizado por las propiasorganizaciones obreras del pas que, pese al

    Giovanna GiglioliBloquehistrico y hegemona en Antonio Gramsci

    Introduccin1926es un ao crucial en las vidas de Anto-nioGramsci y del partido comunista italiano.Entreenero y noviembre, los acontecimientossesuceden con dramtica conflictividad. El par-tido,tras una larga lucha interna, renueva final-mentesu programa poltico. En las Tesis deL y n , las posiciones obreristas y economicistasdela primera posguerra - ese abstracto esque-matismoque caracteriz despus de la revolu-cinrusa al marxismo europeo - son suplanta-das por una propuesta estratgica de alianzaspopularesclaramente enmarcada en la bsquedade las efectivas fuerzas motrices de la revolu-cinitaliana. Pero, paradjicamente, es en suelofrancs donde empieza a gestarse esa labor de"reconocimiento del terreno nacional", tan larga-entepreparada y pregonada por Gramsci. Pro -ueto extemporneo del exilio, el programa deynse dirige a una Italia donde, en el marco del

    eflujo generalizado del movimiento obrero in-rnacional y de la progresiva recuperacin mun-al del sistema, se van cerrando hasta los lti-s resquicios de libertad y legalidad.Ah uno de los ltimos sntomas de toleran-ia del rgimen fascista, a la vez que de abiertaposicin popular, se haba dado en 1924 cuan-o un bloque obrero alcanzaba 19 escaos ens elecciones nacionales. Quince para el parti-comunista, uno de ellos para Gramsci. Final-ente Secretario General del partido tras un du-o trabajo organizativo desarrollado desde Vie-a y Mosc, Gramsci regresaba entonces a Ita-ia confiando de lleno en la inmunidad parla-entaria y en las posibilidades residuales de laucha poltica. Por eso, cuando el fin de toda

    Rev. Filosoffa Univ. Costa Rica, XXXII (78-79), 253-285,1994

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    creciente apoyo popular y al respaldo de Lenin,aislaron la lucha de los trabajadores llevndolaa un prematuro fracaso.La experiencia de los consejos, en el trans-fondo de la creciente violencia fascista, cerrabapara Italia el "bienio rojo", abierto en toda Eu-ropa por el sorpresivo triunfo bolchevique y elestallido de la crisis mundial de posguerra. Alao siguiente, igualmente se cerraba para el res-to del mundo capitalista, en el marco de los di-ferentes procesos de recomposicin poltica na-cional y ante el prximo abandono sovitico delinternacionalismo revolucionario y el comunis-mo de guerra. Desde este punto de vista, el ca-rcter paradjico y extemporneo de las actua-ciones del partido comunista italiano empezabacon su propia fundacin en enero de 1921. Tar-damente inspirado, al igual que sus congnereseuropeos, en los ya obsoletos lineamientos iz-quierdistas del 20 Congreso de la Comintern(julio 1920), el nuevo PCI perteneca ms a lasilusiones del pasado que a los proyectos delpresente. El mismo Gramsci, pese a sus diver-gencias con Bordiga, se mantuvo fiel hasta me-diados de 1922 a las sectarias exigencias de lalucha antirreformista, y lo hizo quizs - a juzgarpor una serie de escritos suyos sobre el signifi-cado del fenmeno fascista - en contra de supropia inteligencia de la realidad, vctima, co-mo tantos otros, de un mal entendido compro-miso con la revolucin mundial.'Tambin el cambio, sin embargo - l queproducira el acercamiento a la estrategia leni-nista del frente nico, el xito electoral de 1924y las Tesis de Lyn - haba sido obra de Grams-ci. Como delegado del PCI ante el Ejecutivo dela Internacional en Mosc y luego en Viena,Gramsci fue realizando un trabajo lento y pa-ciente para aislar al grupo de Bordiga y adecuarlas polticas del PCI a los nuevos lineamientosrevolucionarios, para que el obrerismo y el van-guardismo fueran finalmente superados por unapoltica realista de alianzas obrero-campesinasy por una amplia labor de organizacin y con-cienciacin populares. Ya conocemos cul fueel desenlace, para Gramsci y el PCI, de esta l-tima lucha librada fuera de la crcel y de laclandestinidad. Pero, antes de volver a los acon-tecimientos de 1926 y a sus frutos tericos, paraenfrentar luego la honda reflexin gramscianade los Cuadernos de la crcel, ser oportuno to-mar distancia de un viejo prejuicio de la iz-

    quierda marxista, segn el cual el triunfo defini-tivo del fascismo y la recuperacin del capita-lismo mundial fueron entonces el producto delos errores y debilidades del movimiento revo-lucionario nacional e internacional.No porque esos errores no se dieran ni por-que no sea importante examinarJos, sino porqueciertos enfoques no son ms que peligrosas ex-trapolaciones del difcil proceso de rectificaciny maduracin estratgicas que, sobre todo porobra de Gramsci, se gest en ese entonces comoresultado de una lucha intelectual y poltica porencarar la realidad al margen de prejuicios y es-quemas doctrinarios. VerJa de otra manera norepresenta solo una perspectiva sobre el pasado,sino tambin sobre el presente, ya que la con-viccin de que los errores de entonces fueron lacausa fundamental de la recuperacin del siste-ma no deja de reproducir solapadamente ennuestro das, ya tan cansados de estriles dog-matismos, el viejo y cada vez ms infundadoprejuicio del necesario colapso del capitalismoy, tras l, la misma parlisis terica y estratgi-ca contra la que se levant entonces la radicalreflexin de los Cuadernos de la crcel y quehoy podra impedimos recuperar libre y crtica-mente sus ms valiosos aportes.Al volver ahora a las obras gramscianas de1926, vemos cmo ya es un lugar comn resal-tar tanto la madurez poltica como la irreme-diable extemporaneidad de las Tesis de Ly n,aparecidas cuando la crisis mundial de posgue-rra se ha cerrado irreversiblemente y el rgi-men fascista mantiene el control total de la si-tuacin italiana. El papel de La cuestin meri-dional, interrumpida por el arresto en noviem-bre del 26 y bastante semejante a las Tesisensus contenidos estrictamente estratgicos, pa-rece en cambio ser muy otro. As como estassuelen ubicarse al final del largo extravo pol-tico del movimiento revolucionario de posgue-rra, aquella suele ser ubicada por los interpre-tes gramscianos en el comienzo de la decisivareflexin de los Cuadernos de la crcel. Con-ceptos fundamentales como el de bloquehist-rico y hegemona ya se hallan presentes enL aCuestin meridional, el primero no explcita-mente teorizado pero s funcionando prctica-mente en el anlisis de la formacin socialita-liana organizada alrededor del bloque indus-trial-agrario en el poder, el segundo ensan-chando el mbito de la propuesta estratgica

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    evolucionaria concebida ya como lucha popu-ar creadora de nuevas formas culturales. En elransfondo, el gran tema de la obra: el papelecisivo de los intelectuales tradicionales y or-nicos en el mantenimiento del bloque hist-ico y en la lucha por su subversin.Pero hay algo ms: La cuestin meridionalo slo marca el comienzo de la reflexinramsciana "desde la derrota", sino tambin dena nueva etapa en la intrincada historia de laselaciones entre Gramsci, el PCI y la Interna-. Efectivamente, cuando en 1926 apare-en las Tesis de Lyn, donde quedan finalmenteasmados los lineamientos polticos propuestosor el Comintern desde 1922, el atraso que ha-a venido caracterizando al movimiento obrerouropeo frente a la Internacional ya se va con-irtiendo en ventaja. Una nueva paradoja, pro-ucto fundamentalmente del cambio que se pre-enta en las exigencias polticas de la URSS,leva ahora a emprender el viraje ultraizquier-ista que desembocar en las tesis suicidas delocialfascismo y la estrategia de la toma directael poder en vista de un ilusorio colapso capita-As Gramsci, hasta entonces "el hombre dea Internacional", al escribir a finales de 1926cuestin meridional, no slo traza importan-simas pautas analticas y estratgicas para laevolucin italiana, sino que a partir de ese mo-ento afirma implcitamente la independenciadical de su pensamiento frente a la Internacio-al estalinista y al propio partido comunista ita-iano. El enfrentamiento de Gramsci con la bu-ocracia sovitica y el PCI nunca llegar al te-reno de la polmica directa, pero ello no debengaamos acerca de la radical originalidad de

    u pensamiento. El corte de la ulterior reflexinramsciana con el discurso oficial se dar, dis-reto y solitario, en la honda renovacin tericae los Cuadernos de la crcel, abarcando unmbito multifactico que incluye desde el anli-is de los complejos rasgos del perodo histri-o hasta la redefinicin de criterios ontolgicosepistemolgicos.Condenado en 1928 por el Tribunal de de-ensa del Estado, Gramsci ir de una prisin atra hasta morir en abril de 1937, unos das an-tes de su liberacin. En una carta de marzo de1927 a su cuada Tania expone por vez primerasu intencin de dedicarse de lleno a escribir. Unproyecto,en el que se expresan la poderosa nece-

    sidad de contrarrestar "toda la mezquindad, laaridez, la miseria de una vida que es exclusiva-mente voluntad" (carta a Tania del 3/8/31) Y laobsesin, que Gramsci supone ser un fenmenocaracterstico de los presos, por hacer algo "fiirewig, segn una compleja concepcin de Goethe"(carta del 19/3/27). Mucho se ha especulado so-bre estas ltimas palabras, generalmente con elfin de proteger a Gramsci de toda sospecha deacademicismo y salvar la solidez de su espritumilitante. Estril precaucin en el caso de unhombre que nunca acceder a pedir clemencia alrgimen fascista, "que tiene sus convicciones pro-fundas y no las vende por nada en el mundo"(carta del 12/9/27), y tambin prejuicio inacepta-ble del ms estril practicismo marxista que vetan slo una amenaza en la reflexin de profundoalcance histrico y cultural, libre de sectarismos ypletrica de pensamiento crtico y radical.'Efectivamente y en contraste con la marcadaausencia de creatividad y autonoma que vieneparalizando el desarrollo te6rico-crtico y ligan-do las suertes del movimiento revolucionario aintereses pragmticos y autoritarios, Gramscirepresenta una figura de excepcin en el mar-xismo post-leninista de nuestro siglo, dejandoun pensamiento de multifactica riqueza, en elque se refleja la riqueza misma de la nueva rea-lidad histrica de su tiempo.La de una Europa donde las hondas transfor-maciones de la dinmica capitalista vienen a in-sertarse en contextos tradicionalmente ms de-mocrticos y participativos que el ruso. Dondeel intervencionismo y el asistencialismo estata-les, la integracin de amplias masas a la vida delas naciones -respuestas inevitables a las exi-gencias econmicas y a las crisis polticas y so-ciales de la posguerra -, as como el consiguien-te desplazamiento de las tomas de decisiones almbito de la negociacin entre intereses organi-zados llegan a profundizar an ms las diferen-cias que desde siempre haban existido entre laRusia zarista y los herederos de la revolucinfrancesa, entre el potencial poltico de una so-ciedad civil sumamente compleja, abierta y par-ticipativa y el de un Estado meramente autocr-tico y represivo.El primer plan de trabajo de la crcel seorienta a la investigacin del tema de los inte-lectuales italianos. El objetivo poltico, en elmarco del gran descubrimiento terico de Lacuestin meridional, es sin duda identificar los

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    elementos histricos que han venido determi-nando el apoyo decisivo de los intelectuales altotalitarismo fascista, el porqu de su frgil vo-cacin democrtica y popular y, tras ello, lasposibilidades de su rescate poltico as como dela formacin de nuevos intelectuales orgnicos.Dada la complejidad del problema, no es casualentonces que desde un comienzo Gramsci vayaampliando el anlisis e incursionando, para elpresente y para el pasado, en la complejidadreal de la formacin social y estatal italiana y, almismo tiempo, reflexionando para el contextodiferenciado pero unitario de la frustrada revo-lucin de Occidente.'El mismo Lenin, poco antes de su muerte,haba pedido a los europeos estudiar las condi-ciones de su propia revolucin, distintas paracada pas, pero en 'el marco comn de una histo-ria que, aunque fuera de manera conflictiva ydesigual, haba sido construda tambin con laparticipacin popular. No cabe duda de que esGramsci quien, desde la soledad de la crcel yla derrota consumada del proyecto revoluciona-rio, recoje la invitacin leninista, pero en condi-ciones que exigen un trabajo mucho ms com-plejo de anlisis poltico y renovacin estratgi-ca que el que Lenin haba vislumbrado desdelejos y cuando apenas se perfilaban los rasgospropios de la nueva coyuntura mundial.En este esfuerzo terico y poltico, Gramscilograr el significativo resultado - ignorado du-rante largo tiempo y, sin embargo, sumamentesugerente todava - de recoger las ms acertadasobjeciones del reformismo al esquemtico de-terminismo marxista de la poca, para integrar-las fluidamente a una visin de la realidad y delcambio histricos que sigue siendo plena yconscientemente marxista y revolucionaria.Mas ya no ajena a las exigencias polticas desociedades de arraigada tradicin participativay larga trayectoria cultural.Desde este ltimo punto de vista, por cierto,deben interpretarse los interesantsimos trabajosgramscianos sobre el folklore y la cultura, la fi-losofa y el sentido comn y, ms an, su radi-cal replanteamiento del carcter del marxismocomo cabal concepcin del mundo que continay supera, en su plena originalidad y autonoma,a la cultura burguesa. Ni materialista ni idealis-ta, sino "humanismo absoluto de la historia"(MS, pg.169), el marxismo es para Gramsci,como ya lo haba denominado Antonio Labrio-

    la, filosofa de la praxis, y su redefinicin, almargen de toda visin positivista y "ortodoxa",es tambin y sobre todo momento fundamentalde la construccin militante de una hegemonaalternativa.La redaccin de los Cuadernos empieza en1929 en la crcel de Turi, una vez obtenido elpermiso de las autoridades y conseguidos unospocos materiales. La obra, ya es sabido, no tie-ne carcter sistemtico, se trata de notas, reto-rnadas una y otra vez para ser ulteriormenteprofundizadas y desarrolladas, hasta cubrir untotal de 33 cuadernos de incomparables cohe-rencia y unidad tericas y metodolgicas, por lomenos para el lector crtico y creativo. Reuni-dos y enviados a Mosc por Tatiana Schucht en1938, los Cuadernos se empezarn a publicardiez aos despus, al finalizar la segunda gue-rra, segn un orden temtico que se refleja enlos clsicos ttulos de los 6 tomos que por lar-gos aos han dado a conocer al mundo el pen-samiento de Gramsci.Poco despus saldrn los escritos polticosanteriores al arresto, un ao antes se haba pu-blicado la correspondencia de la crcel. A Elmaterialismo histrico y la filosofa de Bene-

    detto Croce, Los intelectuales y la organizacinde la cultura, El risorgtmento, Notas sobre Ma-quiavelo y el Estado moderno, Literatura y vidanacional, Pasado y presente, se ha aadido fi-nalmente en 1975 la edicin crtica de los Cua-dernos a cargo de Valentino Gerratana y delInstituto Gramsci.'En ms de 40 aos de historia, esta obra ori-ginal, que bien podra haber marcado todo elposterior desarrollo marxista, ha tenido en cam-bio la suerte de sufrir una peculiar dispersinideolgica y poltica por obra de sus intrpretes.Frecuentemente despolitizado en funcin de in-tereses netamente polticos, Gramsci ha sido al-ternativamente presentado como hermeneuta dela cultura y la historia italianas, marxista acad-mico restaurador del sentido primigenio de ladialctica filosfica y el humanismo socialista,reformista de inclinaciones socialdemcratas,traductor ortodoxo del leninismo para las socie-dades de Europa occidental, precursor e inspira-dor del eurocomunismo.No cabe duda de que ese peculiar privilegiogramsciano (la expresin es de Juan Carlos Por-tantiero) de ser reclamado por las ms diversascorrientes culturales y polticas ha sido motiva-

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    dopor las apremiantes exigencias de la luchaideolgicade nuestro tiempo. Pero el hecho deque entre los marxistas se haya escogido aGramsci,y solamente a l, tanto para mostrar elcarcter obsoleto del proyecto revolucionariocomunista como para reafirmarlo o bien des-viarlo en un sentido socialdemcrata, ha res-pondido sin duda a circunstancias especficasdesu obra.No tanto al carcter fragmentario, o inclusosupuestamente ambiguo, de los textos grams-cianos, sino mucho ms a una serie de caracte-rsticas que los diferencian positivamente de lagran mayora de los escritos marxistas de nues-tro siglo, a menudo impenetrablemente monol-ticos y unidireccionales. Nos referimos a lafuerza crtica y creadora de una teora que, sibien se inscribe en el mbito de una opcin po-ltica definida, siempre brota libre y directa-mente del anlisis inteligente y riguroso de larealidad, logrando as una apertura y disponibi-lidad histricas que hasta ahora solo espordi-camente han sido aprovechadas por el pensa-miento crtico y realista, siendo ms a menudomanipuladas por oportunismos polticos de dis-tintos signos.Ignorada as en su momento histrico, tergi-versada luego en el marco de un prolongado en-frentamiento entre bloques mundiales - cuyosintereses parecan hasta hace poco irreconcilia-bles -, ms recientemente silenciada por el rui-doso colapso de mitos y gigantes, dogmatismosy contra-dogmatismos, la obra de Gramsci seofrece hoy de nuevo a la atencin del mundo.Cuando ya no cabe ninguna duda acerca dela necesidad de una profunda renovacin de lasfuerzas ms progresistas, cuando la solucin delos problemas mundiales y regionales exige enforma perentoria nuevos enfoques y mayorapertura poltica, los tiempos parecen finalmen-te propicios para aprovechar la extraordinariadisponibilidad histrica de la produccingramsciana en funcin de las necesidades denuestro presente que, ms all de todo pragma-tismo y de todo conformismo, demandan unagran apertura crtica ante la realidad, as comouna plena independencia de cualquier exigenciadoctrinaria, incluyendo las que todava puedanhallarse presentes en los escritos del propioGramsci.Si la teora poltica de los Cuadernos de lacrcel nos aparece hoy como el ncleo ms vital

    y fecundo de la produccin marxista de este si-glo, es por la amplitud y profundidad con queconcibe su tarea y por la vigencia que todavamantienen sus categoras de anlisis y gran partede sus propuestas polticas, nacidas en los iniciosde un perodo histrico, cuyos rasgos esencialesno han desaparecido, sino que se han extendidodesde el mundo desarrollado a los ms amplioscontextos del tercer mundo, para hallarse ennuestros das, algunos fortalecidos, otros someti-dos a crisis y cuestionarnientos.Si, como decamos ms arriba, Gramsci pensen funcin de sociedades, en las que el poder po-ltico ha penetrado profundamente la esfera de lasociedad civil, donde, en palabras de Pietro In-grao, "la politizacin de lo social" discurre para-lela a" la socializacin de lo poltico", entonces,pese al auge del neoliberalismo que ciertamenteno vara la actual conformacin general de lassociedades de masas, los planteamientos funda-mentales de Gramsci, sobre todo los concernien-tes a la problematizacin de las relaciones entreEstado y sociedad civil, siguen teniendo vigenciaen el marco de la bsqueda de nuevos mbitos yformas de luchas populares.'Sobre todo, quizs, en Amrica Latina, don-de los anlisis y propuestas estratgicas de losCuadernos de la crcel vienen despertando des-de hace tiempo un inters poltico e intelectualcada vez ms hondo. Sin duda parte integrantede lo que Gramsci llam estratgicamente "Oc-cidente" y sin duda actualmente ms interesadaque el conjunto de los pases desarrollados en elfortalecimiento y la democratizacin de una so-ciedad civil, de la que todava permanecen mar-ginados amplios sectores de la poblacin (ind-genas, mujeres, grupos de pobreza extrema,etc.), Amrica Latina es hoy, segn algunos au-tores, el terreno ideal para una aplicacin crticay creativa de las categoras gramscianas.?Particularmente para Centroamrica - en elmarco de difciles procesos de democratiza-cin o de hondas crisis de identidad nacional,movidos tanto por la necesidad de comprenderel fracaso de los procesos revolucionarios co-mo de renovar esfuerzos por hallar caminosviables para el logro de sociedades ms justas- nos parece importante una mayor difusindel pensamiento de Gramsci, para que sea li-bre y crticamente aprovechado por toda co-rriente poltica e intelectualmente progresista.Esencialmente,

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    -por su gil instrumental analtico y estratgi-co,-por el enfsis en el tema de la creacin deun proyecto nacional-popular,-por la amplitud de su exploracin del senti-do poltico de todas las manifestaciones e inte-racciones sociales.Atrevida exploracin esta ltima que, msall de todo caso concreto y para cada caso con-creto, lleva a una reconceptualizacin, sorpren-dente y prometedora, del significado del enfo-que dialctico de la totalidad social. Ms all dela afirmacin meramente metodolgica, Grams-ci llega en efecto a recrear momentos funda-mentales y hasta entonces descuidados de launidad compleja de lo real, a hacer patente, porejemplo, el significado poltico de la filosofa yla cultura, en tanto que concepciones del mundoque se convierten en gua para la accin, y conello, el significado filosfico y cultural de lapoltica, creadora a su vez de nuevas formas deconciencia y de vida. Etiquetar a Gramsci, poreste tipo de anlisis evidentemente novedososen el mbito marxista, de "terico de la supers-tructura" signifique quiz tan slo aadir a lasviejas deformaciones de su pensamiento un pre-juicio ms. Si efectivamente se pretende conello sealar un desplazamiento del determinis-mo "en ltima instancia" desde la estructuraeconmica al mundo complejo de las superes-tructuras, como abiertamente lo interpretan al-gunos de sus crticos', corremos el riesgo de de-jar a Gramsci apresado en el mismo universodicotmico y maniqueo, que en realidad quedafinalmente superado en su enfoque de la totali-dad social y, ms radicalmente an, en su con-cepcin de la historia y la realidad.Si Gramsci desplaza su inters al mbito enque juegan las ideas, los valores y tradicionesculturales, las creencias y las prcticas colecti-vas e individuales de la vida cotidiana, es por-que, como ya lo venamos adelantando, ha ha-llado en las sociedades de Occidente una nuevamodalidad de funcionamiento de la polticaque, por su carcter participativo, involucra ac-tivamente ese mundo donde se gesta el consen-so popular. No con independencia de las cir-cunstancias estructurales y de la dinmica eco-nmica, sino en plena armona con las nuevasformas de capitalismo organizado.Es, por tanto, a partir de un concepto firme-mente unitario y dialctico de la totalidad social

    que Gramsci puede vislumbrar el ensancha-miento del mbito de la poltica en la reproduc-cin del sistema y, por ende, en el fracaso de to-do intento revolucionario inspirado en el mecani-cismo clasista y en un burdo reduccionismo eco-nmico en la consideracin del papel del Estado.Desde este punto de vista, y nicamente desdel, podramos considerar entonces a Gramsci co-mo "terico de la superestructura" sin diluir, porello, su esfuerzo terico en el mar de las negacio-nes socialdemcratas del marxismo.Hay un concepto en los Cuadernos que ex-presa a plenitud esa reconceptualizacin de launidad del todo social y, ms all an, inclusode la historia y la realidad. Es el concepto debloque histrico, del que se partir entonces pa-ra plantear los grandes temas de la teora polti-ca gramsciana: el Estado y la hegemona, la so-ciedad civil, los intelectuales y la cultura.Finalmente, queremos aclarar que nuestraexposicin se limitar a los escritos de la cr-cel, donde las tesis gramscianas alcanzan suplena madurez, y, como decamos, tendr enbuena medida el carcter de una discusin cr-tica que, respetando plenamente los textos, per-mita sin embargo, gracias a una libre reorgani-zacin de contenidos, detectar ms claramentetanto los rasgos problemticos de la teora co-mo las bases de su vigencia para nuestro pre-sente histrico.

    Bloque histrico y hegemonaMs arriba definamos a grandes rasgos lascaractersticas fundamentales de las sociedades

    europeas en la dcada de los 30, resaltando lacapacidad de respuesta terica gramsciana anteel perfilarse de una nueva etapa capitalista cu-yas races se hallan, por un lado, en las exigen-cias inherentes al desarrollo del modo de pro-duccin, y por otro, en las tradiciones cultura-les, democrticas y participativas, de los pue-blos de Occidente.Gramsci, marxista revolucionario y herederoconsciente de aquellos valores, es efectivamen-te quien se encarga de traducir el lenguaje pol-tico de Lenin a las tradiciones populares y jaco-binas de Occidente. Enfrentado a una realidadhistrica -donde la irrupcin de las masas en lavida nacional completa el proceso de politiza-cin del conjunto de las superestructuras origi-

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    nado siglos atrs - dirige a aquellas sociedadesuna mirada renovadora, analtica, realista, des-prejuiciada. La gastada tesis marxista del Esta-do-instrumento queda as sustituda por una ra-dical reinterpretacin del fenmeno del poderen el contexto de Occidente.En abierta polmica con el utpico proyectode trasladar mecnicamente ah la estrategiabolchevique de la "guerra de movimiento", tr-mino con el cual Gramsci suele caracterizar elataque sorpresivo al aparato estatal, plantea eltema del papel de las superestructuras en las so-ciedades de Occidente, donde el poder polticono se concentra, como en Oriente, en la presen-cia poderosa y excluyente de Estados autocrti-cosoEn una clebre cita de los Cuadernos, dis-tingue as "dos grandes planos superestructura-les, el que se puede llamar de la sociedad civil,que est formado por el conjunto de los organis-mos llamados "privados", y el de la sociedadpoltica o Estado, y que corresponden al gradode hegemona que el grupo dominante ejerce entoda sociedad y a la de dominio directo o de co-mando que se expresa en el Estado y en el go-bierno jurdico" (1, pg. 16).Estamos sin duda frente a un texto ejemplar,donde el anlisis marxista aparece finalmenterenovado y extraordinariamente enriquecidopor la creacin de nuevos conceptos, aptos parala comprensin del carcter complejo del capi-talismo contemporneo. Entre ellos destaca elde sociedad civil, a la que Gramsci desliga delmbito de la estructura econmica al que Marxlo haba relegado para devolverlo, "hegeliana-mente",' al mundo de las superestructuras com-plejas donde abarca todos los elementos idealese institucionales que el Estado deja por fuera.Para Gramsci, sociedad civil significa Igle-sias, partidos, sindicatos, sistema educativo,medios de comunicacin con su tarea de dar vi-da y difusin al complejo mundo de las ideas, lacultura y los valores, desarrollando hegemona,es decir direccin y consenso, ms all de lamera dominacin de clase. Pero entonces, aun-que ello no se encuentre todava explcitamenteteorizado en el texto recin citado, el mismoconcepto de Estado sufre una profunda transfor-macin. Como se afirma una y otra vez en losCuadernos, ste - en tanto que Estado amplia-do, que abarca en su concepto el poder efectivo,real y no meramente formal - ya no es slo so-ciedad poltica, sino "sociedad poltica + socie-

    dad civil, vale decir, hegemona revestida decoercin" (M, pg.158).El mbito de la accin poltica llega as acoincidir con el de las superestructuras, dondesociedad poltica (o Estado en sentido estricto)y sociedad civil se articulan orgnicamente dela misma forma en que se articulan hegemonay dominacin en el Estado capitalista de Occi-dente y en que debern articularse hegemona yviolencia en las luchas revolucionarias por unnuevo Estado. Es as, en el marco de formacio-nes sociales donde ha podido detectar nuevasmodalidades polticas en correspondencia conlas exigencias ms propias de un nuevo perododel capitalismo, que Gramsci plantea su nove-dosa estrategia de la "guerra de posiciones", so-bre la que volveremos en su oportunidad.Esta revolucionaria redefinicin del Estadocomo "sociedad poltica + sociedad civil" nohabra podido darse, evidentemente, sin queGramsci hiciera a un lado los dogmas economi-cistas que en las superestructuras solo queranver reflejos pasivos de la estructura, en el socia-lismo solo un resultado automtico de la evolu-cin histrica. Dejando para un segundo ensayoel tratamiento de la teora gramsciana de la su-perestructura, de la que provisionalmente nosconformamos con haber presentado algunos

    conceptos bsicos, queremos destacar ahora c-mo lo planteado hasta aqu nos lleva a detectarla emergencia de otro concepto, absolutamentefundamental en la teora poltica gramsciana: elde bloque histrico.Su definicin ms clsica, "estructura y su-perestructura forman un bloque histrico"(MS,pg. 46), se dirige efectivamente en los Cua-dernos a caracterizar al todo social como arti-culacin orgnica de estructura y superestruc-tura", y donde, por tanto, esta ltima no puedeser metodolgicamente concebida sino en suntima unidad con la estructura, como elementoactivo de un todo en movimiento.Ni instancia autnoma con respecto de la es-tructura ni mero reflejo suyo, la superestructuradebe por tanto analizarse, segn Gramsci, en sunecesaria articulacin con la estructura, en elmarco de la totalidad social concreta y del mo-vimiento cambiante de la historia. El que la su-perestructura se muestre as funcional o disfun-cional en relacin con la estructura, rica y com-pleja o bien pobre y estancada, ms o menospoderosa y pujante, depender siempre y unica-

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    mente de circunstancias histricas concretas yvariables.No cabe duda de que, en el marco de la ex-posicin y de los textos citados, nos estamos re-firiendo hasta ahora a un bloque histrico con-creto, en este caso y gracias a una legtima ge-neralizacin, al conjunto ms amplio del capita-lismo de Occidente. Ello no puede dejar de lla-mar la atencin sobre el hecho de que a las su-perestructuras del capitalismo de Occidente nopuede atribuirseles un carcter que trascienda elcontexto de su aplicacin. El hacerlo es fuentede innumerables confusiones, como la que pue-de detectarse en la tesis de Bobbio, quien atri-buye al concreto anlisis gramsciano de las so-ciedades europeas de los aos 30 el carcter deuna afirmacin general de filosofa de la histo-ria, hallando as en los Cuadernos un subversi-vo desplazamiento del determinismo en ltimainstancia hacia la superestructura.Tesis insostenible, no ciertamente por razo-nes de "ortodoxia", sino por su carcter abstrac-to que - al prescindir de la naturaleza concreta yarticulada del anlisis gramsciano - sigue inser-tndose en el mbito de la teora del reflejo, unavez invertidas sus relaciones tradicionales. Elresultado es que un anlisis y una estrategiacentrados en el papel clave de la sociedad civilcapitalista en un contexto determinado adquie-ren una dimensin ahistrica que se aplicara engeneral al papel de las superestructuras en cual-quier todo social.Pero la misma confusin que nos advierteacerca del peligro de desvirtuar la dimensinconcreta del anlisis gramsciano de las supers-tructuras capitalistas, nos seala tambin la ne-cesidad complementaria de no reducir el con-cepto de bloque histrico nicamente a su di-mensin concreta, ignorando as la reformula-cin epistemolgica general que este encierraen relacin con uno de los ms antiguos y deci-sivos problemas tericos del marxismo, cuyasconsecuencias prcticas son por otra parte ob-vias: el de la conceptualizacin de las relacio-nes entre estructura y superestructura como par-tes constitutivas del todo social o, como a veceslo expresa Gramsci, de las relaciones entre pol-tica y economa en el proceso histrico.No cabe duda de que estamos aqu frente aun problema capital, en cuya solucin se juegala diferencia entre una visin dialctica de lahistoria, como producto de la voluntad humana

    en circunstancias dadas, y otra, inspirada en elreduccionismo mecanicista y economicista, quedeja la creacin histrica a los movimientosevolutivos de la estructura. Es a este problemaal que Gramsci pretende dar respuesta cuandoafirma que "estructura y superestructura formanun bloque histrico", es decir una totalidad enla que - independientemente de su ubicacin enel tiempo y en el espacio - el mbito de las rela-ciones materiales de produccin nunca determi-na mecnicamente el complejo universo de lassuperestructuras, siendo por el contrario la arti-culacin y la interaccin especficas entre am-bos las que determinan el carcter y las trans-formaciones de la totalidad.Es ms, al margen del concepto de bloquehistrico como todo social en el que se articulanestructura y superestructura, no sera pensableel anlisis gramsciano del papel de las institu-ciones, las ideologas y expresiones culturalesheterogneas, de los valores y las prcticas delucha yde vida, propios de las superestructurascomplejas del capitalismo de Occidente. Porquea partir de la reconceptualizacin del todo so-cial como bloque histrico articulado se abre laposibilidad de los anlisis y las propuestas es-tratgicas concretas.Los textos gramscianos que apoyan esta lti-ma afirmacin -la de un segundo nivel del con-cepto de bloque histrico, sinnimo de totalidadsocial articulada - son numerosos. Recordemostan solo la insistencia con que los Cuadernosteorizan sobre las relaciones entre estructura ysuperestructura afirmando que el apartarse delconcepto de bloque histrico lleva a confundirfcilmente la historicidad inherente a toda for-ma ideolgica y superestructural con un carc-ter de mero "reflejo" o "apariencia" insustan-cial. O recordemos la tesis, ms tajante an, dela creacin histrica como "catarsis" de la nece-sidad en libertad, como paso del momento me-ramente econmico al tico-poltico, "esto es, laelaboracin superior de la estructura en supe-restructura en la conciencia de los hombres"(MS, pg. 47).Quiz haya sucedido que textos como esoshayan terminado alimentando ms bien quedespejando la confusin a la que nos acbamosde referir, ya que la afirmacin de que la histo-ria se hace en el mbito de las superestructurasfcilmente podra confundirse con el indiscuti-ble enfsis gramsciano acerca del papel y el al-

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    cance de la poltica en las sociedades de capita-lismo maduro. Entre estos dos niveles no se da,sin embargo, una sospechosa semejanza, sinoque el segundo representa ms bien una concre-cin histrica particular de la tesis general se-gn la cual, como escriba Marx, los hombrestoman conciencia de los conflictos y actan so-bre ellos en el mbito de la voluntad y la liber-tad - el de la superestructura - y no en el de laestructuracin objetiva de las relaciones mate-riales de produccin.Afirmar que la creacin histrica requiere deuna "elaboracin de estructura en superestructu-ra" no significa efectivamente ms que enfati-zar contra el mecanicismo la tesis de que los de-senlaces histricos fundamentales se deciden enla prctica a travs de la accin poltica (siem-pre superestructural para el marxismo), que sonobra de los hombres mismos que transformanlas realidades objetivas en condiciones dadas ehistricamente determinadas. No significa enningn caso ni que el mbito de la polticasiempre abarque la totalidad de las superestruc-turas complejas y sus organismos de participa-cin popular, ni que pueda "deshistorizarse" alestilo de Bobbio el concepto especfico de so-ciedad civil.Quiz, en el polo opuesto, parte de la crticagramsciana de izquierda haya quedado deslum-brada por la insistencia de los Cuadernos sobreel recin citado criterio de Marx, al que Grams-ci atribuye reiteradamente una validez no slopsicolgica sino tambin gnoseolgica. Y quizno haya podido distinguirlo de la consideracinexhaustiva y fecunda, que en l se apoya, de larealidad poltica del presente. De ah la sobre-politizacin de la teora y la limitacin del con-

    cepto de bloque histrico nicamente al mbitodel anlisis concreto de situaciones concretas.Lo rescatable de este ltimo punto de vista-sostenido con especial nitidez por Christine Bu-ci-Glucksmann - es que ha permitido revalorarla historicidad concreta del todo social, utilizarel concepto de bloque histrico como instru-mento poltico de medicin del carcter y elgrado de articulacin existentes entre estructuray superestructura en una formacin social o enun perodo histrico dados. Intrnsecamente li-gado al anlisis de las relaciones de fuerza, eseconcepto orienta entonces la intervencin revo-lucionaria en funcin de la creacin de un blo-que histrico alternativo (para el presente), o

    bien explica, en los anlisis de antecedentes his-tricos, el curso tomado por los acontecimientos.Esta tendencia crtica, sin embargo, al negar-se a tomar el concepto de bloque histrico tam-bin como sinnimo de totalidad social, no pue-de dejar de identificar el concepto mismo conuna de sus formas particulares. Por las mismasexigencias de su uso poltico, no puede tratarsems que de aquellas donde la articulacin entreestructura y superestructura muestra un carcterplenamente orgnico, adjeti vo con el queGramsci una y otra vez designa la acabada fun-cionalidad de la superestructura respecto de laestructura. En otras palabras, el concepto debloque histrico se refiere entonces a formacio-nes sociales capitalistas donde la hegemonaprevalece sobre la dominacin y, por otra parte,a futuras sociedades cabalmente hegemnicas,metas histricas del socialismo," ya que sloesas formas plenas son aprovechables por su ca-rcter de modelo para funcionar como instru-mentos de medicin poltica.Por otra parte, tampoco todos los autores queotorgan expresamente al concepto de bloquehistrico ambas dimensiones como Sereni, Te-xier o Portelli" se salvan necesariamente deconfusiones. Nos parece efectivamente que, porlo menos los ltimos dos, caen a veces en latentacin de forzar los anlisis y estrategiasgramscianos a ajustarse a una interpretacindogmtica y universalmente vlida de la articu-lacin entre estructura y superestructura en elbloque histrico, con lo que desde el punto devista del mtodo se acercan peculiarmente alenfoque de Norberto Bobbio, comentado msarriba.As Portelli - quien, a diferencia de Bobbio,enfatiza ms el momento de la articulacin queel de la superestructura, considerando que tratarde establecer la prioridad ltima de una de lasdos instancias de la totalidad carece de sentido -termina restndole vigor y peso poltico espec-ficos, como muy bien lo apunta Buci-Glucks-mann, a los anlisis gramscianos de las superes-tructuras capitalistas de Occidente. Ms agudotodava se presenta el problema en el caso de Te-xier quien - constantemente preocupado por man-tener, contra Bobbio y en abierta y apasionadapolmica con l, la vital determinacin marxistaen ltima instancia de la estructura econmica -termina ubicando a Gramsci muy cerca de la "or-todoxia" contra la que tanto luch.

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    En conjunto, nos parece, sin embargo, que laposicin de estos autores en el sentido de optarpor un uso extensivo e incluyente del conceptode bloque histrico armoniza ms con los textosy las intenciones gramscianos, si no en todos susaspectos, por lo menos en la perspectiva con quelos Cuadernos enfocan el tema del lugar de lateora poltica en el marco de la filosofa de lapraxis. Al respecto, hemos mantenido hasta aquuna difcil discusin, donde se han mezcladocuestiones de mtodo y de contenidos. Quere-mos ahora hacer un alto en el camino, para inser-tarla en el contexto de una problemtica tericams amplia que nos permita finalmente exponery fundamentar una versin ms acabada del con-cepto de bloque histrico, para abordar luegodesde ah los temas fundamentales del capitalis-mo y la revolucin de Occidente.Hemos hablado hasta ahora en trminos algoambiguos de la teora poltica gramsciana, en laque, como es comn entre los autores marxis-tas, se presentan por lo menos dos niveles clara-mente diferenciables: el del anlisis concreto desituaciones concretas en funcin de propuestasestratgicas, y el de la produccin de conceptos.Como ya lo comentbamos, son varios, sin em-bargo, los crticos que interpretan esta segundadimensin como mero reflejo de la primera ta-rea, considerada la nica realmente esencial a lateora poltica marxista o que, por el contrario,fuerzan el anlisis concreto a ajustarse a unconjunto de requisitos doctrinarios.Es cierto que en Gramsci los dos niveles te-ricos no se encuentran siempre diferenciados enlos textos y que fcilmente puede llegarse en to-do caso a sobrevalorar la conexin esencial en-tre uno y otro, pero quiz las opciones interpre-tativas anteriores deban verse ms bien a la luzdel viejo debate marxista, nunca solucionado ysiempre renovado, acerca de la legtima funcinde la teora en el mbito de una concepcin delmundo o de la historia, cuyo principal objetivoes realizarse en la prctica.Quiz por esta caracterstica,la teora ha sidovista a menudo, como lo lamenta el mismoGramsci, tan slo como "accesorio, como sier-va de la prctica", reducida a mera descripcinde los hechos. Sin embargo, esta actitud, lejosde apoyarse en un chato pragmatismo, ha bus-cado siempre un respaldo epistemolgico en laciencia. As en las dcadas de los aos 20 Y 30,los "ortodoxos", remontndose a Plejanov y a

    los escritos filosficos de Lenin, conceban amenudo el marxismo terico como una suma departes, donde la teora de la sociedad y la historia(y por ende de la economa y la poltica) debantrabajarse con los mtodos rigurosos de las cien-cias naturales y apoyarse en una filosofa forma-da por el materialismo tradicional aunado a la 16-gica de la contradiccin o dialctica, con lo cualcaan, desde el punto de vista gramsciano, en unanueva y siempre vieja metafsica que asignaba ala prctica revolucionaria el carcter de una ine-xorable concrecin de leyes histricas.Aquella bsqueda de inquebrantable unidadde teora y prctica terminaba as, por la ausen-cia de toda mediacin dialctica, en una burdaescisin que obligaba uno de los dos trminos apresentarse como mero reflejo del otro. Y pormucho que el discurso ortodoxo - renovado re-cientemente por el althusserianismo en boga enlos aos 60 y 70, al que por cierto se adscribeBuci-Glucksmann - exija hoy como ayer el ade-cuarse de la prctica a una malentendida uni-versalidad de la teora, en realidad, dado elcompromiso histrico inherente al marxismo,siempre redunda en reducir de hecho la teora auna ideologa legitimadora de una determinadaprctica poltica.Gramsci reacciona fuertemente en su tiempoante aquella versin. La universalidad, dice porun lado, no es punto de partida, sino conclu-sin. Los principios tericos siempre surgen co-mo expresin originaria de una realidad concre-ta, de ah pasan a convertirse en paradigmas in-terpretativos, verificados una y otra vez en elanlisis de fenmenos histricos. La dialctica,separada de la historia, - afirma por otro lado -siempre es solo metafsica. En polmica conBujarin, enfrenta el problema de las que Leninhaba llamado "las partes constitutivas del mar-xismo", llegando a una tesis sumamente origi-nal que sostiene la cabal convertibilidad de eco-noma, ciencia poltica y filosofa por el princi-pio unitario de la praxis.A partir de ah, Gramsci resuelve a su mane-ra los prejuicios practicistas y doctrinarios acer-ca de la naturaleza de la teora, afirmando que"ciertamente la filosofa de la praxis se realizaen el estudio concreto de la historia pasada y enla actividad actual de creacin de nueva histo-ria. Pero se puede hacer la teora de la historia yde la poltica, ya que si los hechos son siempreidentificados y mutables en el flujo del movi-

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    miento hist6rico, los conceptos pueden ser teo-rizados, de otro modo no se podra saber qu esel movimiento o la dialctica y se caera en unanueva forma de nominalismo" (MS, pg. 133).La filosofa de la praxis es, en ese sentido, "me-todologa general de la historia" y de la acci6npoltica.y, ms all del mbito especfico de lo hist6-rico-polftico -evidentemente desbordado en lacita anterior por la utilizaci6n del trmino filo-sofa de la praxis y, de manera ms contunden-te, por el criterio gramsciano de la unidad fun-damental de los elementos constitutivos delmarxismo - en los Cuadernos se deja clara, ade-ms, la imposibilidad de una teora poltica queno sea traducible, por lo menos en sus princi-pios fundantes, al lenguaje universal de la filo-sofa como "crculo hom6geneo", cuyo centrounitario es la praxis, "o sea la relacin entre lavoluntad humana (superestructura) y la estruc-tura econ6mica" (MS, pg.99).Con estas ltimas afirmaciones gramscianasnos hallamos finalmente ante algo radicalmentenuevo. Aqu el concepto de bloque hist6rico,cuyo anlisis ya pareca agotado, se enriquece,por la "unidad de los elementos constitutivosdel marxismo", con una nueva dimensi6n. Yano solamente expresi6n de la articulaci6n de es-tructura y superestructura en el todo social, nisolamente instrumento del anlisis poltico, seerige ahora adems en criterio ontolgico yepistemolgico central de la filosofa de la pra-xis - expresi6n con la que Gramsci designa, re-curdese bien, no a una filosofa especfica, ladel marxismo, sino al marxismo mismo comoconcepci6n del mundo, como teora y prcticatotales de la revoluci6n.Efectivamente, la definici6n de praxis como"relaci6n entre la voluntad humana (superes-tructura) y la estructura econ6mica", tan expl-cita aunque tan poco escuchada por los intrpre-tes gramscianos, no es otra que la definici6nmisma del bloque hist6rico. Igualmente en lasNotas sobre Maquiavelo, a la par de otras defi-niciones orientadas a enfocar la articulaci6n deestructura y superestructura en el todo social,hallamos otra formulaci6n tan sorpresiva comosugerente: "Concepto de bloque histrico, esdecir unidad entre la naturaleza y el espritu (es-tructura y superestructura)" (M, pg.19), en laque Gramsci ampla abiertamente el mbito dela totalidad dialctica ms all de lo hist6rico-

    social, para afirmar, al igual que lo hiciera el jo-ven Lukcs en Historia y conciencia de clase,la unidad de ser y pensar en el marco de una re-flexi6n filos6fica dirigida a superar el prejuiciomaterialista del marxismo tradicional.Esta nueva dimensi6n del concepto de blo-que hist6rico, que consideramos aqu parte ine-ludible e importantsima del planteamientogramsciano, despierta sin embargo las mayoresresistencias entre sus crticos ms "politizados".As, por ejemplo, Buci-Glucksmann, polemi-zando con Hughes Portelli, contrapone enftica-mente el bloque hist6rico gramsciano a la totali-dad dialctica del joven Lukcs," subrayandolas importantes diferencias de fondo que de he-cho existen entre ambos autores. Sin embargo,si abandonamos el prejuicio de una interpreta-ci6n nica y excluyente, podemos reconocer sinproblemas que s hay una dimensi6n, la msfundan te y originaria, del concepto de bloquehist6rico que es epistemol6gicamente afn a lade la totalidad dialctica lukacsiana, insertndo-se ambas en el marco de una lucha comn con-tra el economicismo mecnico de la poca, alreferirse tanto al mbito de lo hist6rico socialcomo al ms englobante de las relaciones entreser y pensar, naturaleza y espritu.Para sintetizar, en el marco de la encendidapolmica que se ha venido gestando alrededordel concepto de bloque hist6rico, optamos porsu uso extensivo e incluyente, en el que recono-cemos por lo menos tres niveles. Adems delque acabamos de subrayar de distintas manerasy a la luz de los textos gramscianos, donde elconcepto de bloque hist6rico se revela virtual-mente coincidente con el de praxis, hallamos unnivel especficamente referido a lo hist6rico-so-cial, de ninguna manera inmediatamente identi-

    ficable con el del anlisis del funcionamientoespecfico de la sociedad capitalista contempo-rnea ni de la creaci6n de nuevas formas revo-lucionarias. Es este ltimo efectivamente un ter-cer nivel, quiz el ms significativo, mas deninguna manera concebible, desde nuestro pun-to de vista, al margen de una afirmaci6n previaacerca de la naturaleza dialctica e internamen-te articulada del todo social.La intenci6n no es ciertamente, vale la penaaclararlo, fragmentar el concepto de bloque his-t6rico. Le atribumos, por el contrario, una uni-dad sustancial, que se concreta en una multipli-cidad de sentidos: afirmaci6n de la totalidad

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    dialctica de lo real en una primera instancia,luego sinnimo de totalidad social articula-da, finalmente bloque hist6rico concreto deestructura y superestructura. En los diferen-tes niveles y sus relaciones recprocas se ex-presarn, a lo largo del desarrollo siguiente,tanto la unidad dialctica del concepto comola importancia te6rica que esta reviste parauna comprensi6n ms cabal de la vigenciagramsciana.Pero, adems, en el marco de la anterior dis-cusi6n, abordar los temas del Estado, la hege-mona y el bloque hist6rico, a partir de este lti-mo concepto ms bien que de otro, es tambin,por s mismo, un hecho de mltiples sentidos.En un nivel, en efecto, y siempre que se lo aslecuidadosamente, - el del anlisis de las modali-dades de poder del Estado capitalista y de laspropuestas estratgicas, es decir de la teoraaplicada -se trata de una opci6n entre otras po-sibles. Ciertamente podra partirse de cualquie-ra de los tres conceptos, siempre y cuando lasinterrelaciones entre todos ellos reproduzcan fi-nalmente las mediaciones descubiertas porGramsci en ese todo diferenciado y concreto -la sociedad capitalista de Occidente - que es suobjeto de estudio."Pero, en otro sentido - el que atae al mbitode la producci6n de conceptos universales y porende a las definiciones de carcter ontol6gico yepistemol6gico, nivel que con Gramsci reivindi-cbamos hace un rato contra todo achantamientopragmtico de la teora - la elecci6n del concep-to de bloque hist6rico como punto de partida deesta exposici6n ya no es intercambiable. Porquepertenece, a diferencia del Estado o la hegemo-na, no solamente al universo de la teora polti-ca en su doble dimensi6n, sino tambin al terre-no en que esta misma se fundamenta, el de loscriterios que sostienen la totalidad del marxismogramsciano. Encarna, ms an, su mismo "cen-tro unitario": el concepto de praxis.Empezar por el concepto de bloque hist6rico,desde este segundo punto de vista, adquiere en-tonces otro significado. El de presentar la teoradel capitalismo y la revoluci6n de Occidente apartir, aunque no se la trabaje aqu expresamen-te, de la concepci6n gramsciana de una filosofade la praxis, aut6noma y original, que "se bastaa s misma, contiene en s todos los elementosfundamentales para construir una total e inte-gral concepci6n del mundo ...para vivificar una

    integral organizaci6n prctica de la sociedad,esto es, para llegar a ser una civilizaci6n ntegray total" (MS, pg. 166).Estos enfoques acerca del bloque hist6ricocomo momento central de la teora gramscianade ninguna manera implican una despolitiza-ci6n, como parecen creerlo algunos autores.Una primera raz6n, aunque no la ms decisiva,nos traslada de nuevo al contexto en el que sur-ge la producci6n de los Cuadernos. En este m-bito, nos orientamos a resaltar el hecho - quepor s solo resta peso a las objeciones de la cr-tica de izquierda y a las interpretaciones res-trictivas del bloque hist6rico - de que aquellaredefinici6n de las relaciones entre espritu ynaturaleza, estructura y superestructura, lejosde pertenecer al universo de la especulaci6n fi-los6fica tradicional, constituye por s mismaun momento fundamental de la lucha poltica eideol6gica librada por Gramsci en su presentehist6rico.Veamos: Gramsci forja su concepto de blo-que hist6rico en polmica con la versi6n delmarxismo difundida en Italia por BenedettoCroce, a quien considera como el gran ide6logodel liberalismo y organizador intelectual delbloque hist6rico pre-fascista analizado en L acuestin meridional. En este sentido, Gramscise est enfrentando a una figura clave de la su-perestructura burguesa en el mbito fundamen-tal de la lucha ideol6gica: el de la concepci6ndel mundo, inspiradora no solo de una filosofaen el sentido tcnico, sino tambin de valoresculturales y formas de acci6n y de vida de am-plio alcance poltico popular.Pero, la polmica contra la versi6n crocianadel materialismo hist6rico es ya, por s misma,tambin polmica contra el llamado "marxis-mo ortodoxo", igualmente determinista eigualmente mecanicista, que ha retomado es-quemas y categoras propias de la concepci6nburguesa del mundo, a la que pretenda supe-rar. Es por ello que los argumentos queGramsci utiliza contra Croce no difieren sus-tancialmente de los empleados contra el Ensa-yo popular de Bujarn, solo que en el segundocaso la polmica se hace ms amplia, al incluirla exigencia de una autntica autonoma inte-lectual y cultural de la filosofa de la praxis.Hallamos aqu, entonces, un segundo frente delucha - en el que el concepto de bloque hist6ri-co, en su doble dimensi6n de articulaci6n dia-

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    lctica de ser y pensar y de estructura y supe-restructura en el todo social - se enfrenta radi-calmente a la teora leninista del reflejo, here-dera del materialismo vulgar, adialctica, dico-tmica, inspiradora de un fatalismo polticoque paraliza la inteligencia y la accin. 14Las implicaciones polticas de las opcionesfilosficas y epistemolgicas de la teora del re-flejo son en s evidentes, hoy como ayer expre-san una incompatibilidad profunda con la pre-tensin marxista de que los hombres sean losactores de su propia historia. Pero, adems, enla dcada de los aos 30, derrotado el movi-miento obrero y slidamente restablecido el sis-tema capitalista tras la superacin de la crisisdel 29, esas ideas tienen un correlato polticodirecto y ya de antigua trayectoria "ortodoxa":la teora del colapso capitalista, imprudente-mente adoptada por la Internacional Comunistamediante las tesis socialfascistas y la estrategiadel enfrentamiento inmediato por el poder delEstado.La lucha de Gramsci por una renovacinprofunda de los anlisis y la estrategia marxis-tas difcilmente podra haber ignorado la revi-sin de los criterios filosficos y epistemolgi-cos en que se sustentaban esos errores polticos,ni el sealamiento decidido de la honda depen-dencia del marxismo mecanicista de la visindel mundo de sus enemigos, quienes termina-ran asimilando los elementos ms sofisticadose inteligentes de la crtica de Marx, para utili-zarlos en contra del pueblo y dejarle a este tansolo el viejo prejuicio materialista y objetivista,ya presente en el mito cristiano de la creacindivina del mundo.Los tres frentes de lucha de Gramsci son asparte de una batalla nica y completamente pol-tica para volver a abrir los caminos de la teora yla prctica del marxismo hacia la comprensinde una realidad histrica compleja, donde losmultifacticos recursos del Estado capitalista ysu extraordinaria resistencia al embate de las cri-sis econmicas niegan rotundamente no solo lateora del necesario colapso del sistema, sinotambin y ms globalmente toda teora filosficay sociolgica del reflejo, negadora a su vez, co-mo lo han mostrado ampliamente acontecimien-tos recientes, de la autonoma y novedad histri-cas del proyecto revolucionario socialista.Desde la anterior perspectiva, el conceptogramsciano de bloque histrico no tiene por qu

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    limitarse, para que no se pierda as su carcterintrnsecamente poltico y revolucionario, a de-signar formaciones sociales donde la articula-cin de estructura y superestructura es plena-mente orgnica y hegemnica. La dimensinpolmica que encierra la reformulacin de loreal histrico y del todo social en los trminosde este concepto gramsciano es, en s, poltica yrevolucionaria en una coyuntura que demandacon urgencia una nueva y desprejuiciada con-ceptualizacin de la revolucin y la poltica e,incluso, de la filosofa como concepcin delmundo que se concreta en la accin histrica.Ello, sin duda, sigue siendo vlido en nues-tros das, cuando el marxismo "ortodoxo" haconsumado el fracaso que ya empezaba a perfi-larse en la dcada de los 30, y por las mismasrazones que Gramsci apuntaba en ese entonces:economicismo, subvaloracin del "espritu",concepcin del Estado como mero instrumentode dominacin que, del marco del anlisis delcapitalismo, se traslada mecnicamente a surealizacin histrica socialista, subestimando elarraigo de las tradiciones nacionales y las aspi-raciones democrticas de los pueblos.Cuando, adems, las terribles guerras tnicasy religiosas, los entrabados procesos de demo-cratizacin en el tercer mundo, las hondas crisisde identidad en las sociedades desarrolladas o,en otro orden, los generalizados ajustes estruc-turales inspirados en un neoliberalismo de pro-blemticas consecuencias sociales, nos recuer-dan, ms que nunca, hasta dnde han fallado elpensamiento y la accin dogmticos y mecani-cistas y cmo, ms que nunca, necesitamos re-pensar todas las formas y metas de la lucha po-pular a partir de anlisis que logren sobreponer-se a la tentacin de caer, con la conciencia tran-quila, de un dogmatismo a otro, de un pragma-tismo a otro.Una segunda razn, por la cual sostenemosaqu el carcter intrnsecamente poltico denuestra interpretacin del concepto de bloquehistrico, es todava de mayor peso, ya que apartir de la reformulacin filosfica radical con-tenida en ese concepto se posibilita tericamen-te, segn creemos poder mostrarlo en este tra-bajo, el conjunto de las categoras polticas delos Cuadernos, y no viceversa, como lo sostie-nen quienes interpretan el concepto de bloquehistrico a la luz del de hegemona o de Estado.Efectivamente, no importa por donde empiece

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    el anlisis concreto; al final la posibilidad desuperar el esquematismo instrumentalista de la"ortodoxia" descansa, tericamente, en la rede-finicin gramsciana del marxismo en un sentidoantieconomicista.Pero adems, el concepto incluyente de blo-que histrico que venimos manejando aqu nospermite mostrar no solamente cmo Estado, he-gemona y bloque histrico se entrelazan en elmbito de los anlisis polticos de los Cuader-nos, cmo se definen y precisan uno a otro.Tambin abre metodolgicamente la alternativade su separacin, la posibilidad, segn veremosde gran trascendencia poltica, de bloques hist-ricos no hegemnicos, donde, pese a una articu-lacin debilitada de estructura y superestructu-ra, se desarrolle exitosamente la capacidad deresistir los embates de las crisis econmicas y,ms an, de crisis orgnicas o "del Estado ensu conjunto".Despus de analizar as en su faceta ms in-mediatamente polmica la redefinicin episte-molgica lograda por Gramsci a travs del con-cepto de bloque histrico, vamos a enfocar aho-ra su papel directamente poltico en el conjuntode la teora gramsciana sobre el capitalismo y larevolucin de Occidente. Efectivamente, sobreaquella reformulacin de la relaciones entre "na-turaleza y espritu" se inscribe la posibilidad his-trica de plantear los temas de la hegemonaburguesa y del Estado capitalista ampliado, y re-novar desde ah las propuestas estratgicas delmovimiento revolucionario.y con respecto del Estado, en una nota ante-rior mencionbamos por cierto la novedosa in-terpretacin de Buci-Glucksmann quien, al re-crear la teora gramsciana sobre el capitalismo

    y la revolucin de Occidente, parte del concep-to de Estado ampliado ms bien que de la hege-mona. Sin embargo, para que nuestra propia in-terpretacin no presente ms adelante incon-gruencias, es importante que sealemos ahoracmo, para Buci-Glucksmann y para cualquierotra interpretacin que siga ese modelo, el Esta-do ampliado, cuando se trata del bloque histri-co, siempre es Estado pleno, es decir, hegem-nico." As que nuevamente, aunque el anlisispoltico resulte enriquecido por esa opcin, ha-llamos ah la identificacin de bloque histricocon bloque hegemnico, aunque sea por inter-medio del Estado, y nuestra objecin sigue porello vigente.

    Ya hemos aludido varias veces en este traba-jo al tema de la hegemona, sin duda el que enmayor medida ha contribuido a la fama deGramsci. Quizs debamos aclarar que ello nosignifica que se le conozca siempre a cabalidadni que se le interprete siempre correctamente.Es ms, por la misma trascendencia que se le haatribuido, ha sido el blanco preferido de las mu-chas deformaciones que se han hecho del pen-samiento gramsciano. Por eso - tomando encuenta, adems, la significativa coincidencia l-tima entre Estado y Estado hegemnico, obvia-mente vlida tambin para quienes partiendo dela hegemona llegan, en cambio, al Estado - em-pezaremos aqu por entresacar de los textos delos Cuadernos una definicin de hegemonaque nos permita sintetizar los distintos plantea-mientos y nos sirva de gua para el desarrolloque sigue.Pocos conceptos, en el mbito poltico y mi-litar, son tan antiguos y de uso tan generalizadocomo el de hegemona. Pocos han sido adopta-dos con ms provecho y menos reservas por au-tores marxistas. Cal es entonces, nos pregun-tamos, la originalidad de Gramsci? Sobre todocon respecto de Lenin, reiteradamente sealadoen los Cuadernos como el responsable de haberdesarrollado, en la teora y en la prctica, elconcepto marxista de hegemona. La respuestala da en alguna medida el mismo Gramsci cuan-do se presenta en ese punto como continuador ytraductor del leninismo para el complejo con-texto de Occidente, aunque su labor no llegue atrascender el mbito de la teora para insertarseen otra continuidad ms significativa: la de larevolucin socialista.Pero, en ese desarrollo-traduccin que Grams-ci hace del leninismo - y ciertamente no solo enrelacin con el concepto de hegemona - se al-canzan transformaciones y logros radicales, pro-ducto sin duda de la desprejuiciada comprensingramsciana de las diferencias y los desarrollosdel capitalismo de Occidente y, a la vez, de unamuy diferente visin del mundo y de la continui-dad histrica y cultural. As en Gramsci, la hege-mona ya no es solamente la capacidad de direc-cin del proletariado y su vanguardia sobre lasmasas populares. Trasciende en primer lugar elmbito de los procesos revolucionarios, para pre-sentarse en trminos ms universales como di-reccin de una clase o de un Estado, sobre elconjunto de la sociedad.

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    En ambos casos, segn Gramsci la hegemo-a se da sobre clases y grupos sociales alia-os, pero, y en ello va mucho ms all que Le-, ser tanto ms plena cuanto ms logre lain de sectores cada vez ms ampliose la sociedad, tendiendo a incluir, una vezue se tenga el poder, tambin a la mayora declases subalternas .16 La mayor amplitud deste aspecto de la hegemona, el de las alian-as de clase, as como la explcita referencia ana hegemona ejercida desde el poder estatal,specto que Lenin haba subsumido de formas simplista bajo el concepto de "dictaduraproletariado", son altamente reveladoras.Revelan en primer lugar una concepcin me-os vertical, y por ende ms autnticamente con-

    , del poder popular en el socialismo (elonsenso es de hecho en Gramsci el correlatoatural de la hegemona). Pero, adems, - por lariginal introduccin del posible consenso deas "clases subalternas", unida a la afirmacine la hegemona como atributo de una clase oEstado ms bien que de la clase o el Estadoevolucionarios - revelan la presencia de algoucho ms importante y novedoso en la con-epcin gramsciana de la hegemona frente a la.Nos referimos a la posibilidad, que por otraarte se concreta en los anlisis de los Cuader-de atribuir hegemona a la clase y al Estado, no en los trminos socialdemcratase una virtual negacin de la dominacin - loue nada tendra de novedoso ni de original - si-o en los trminos marxistas de una combina-n dialctica, siempre histricamente variablevirtualmente precaria, de ambas dimensionesn el ejercicio efectivo del poder capitalista.Esta ltima observacin nos permite resaltaraspecto que, pese a su extraordinaria impor-ancia, es descuidado a veces, sobre todo poros intrpretes ms izquierdistas de Gramsci, yel carcter bipolar de la hegemona, as co-o de los dems conceptos polticos de losos. Estos surgen, en efecto, del examene una realidad escindida y conflictiva, paraicarse ah a sus distintas dinmicas y con di-erentes objetivos.As la lucha socialista por la hegemona en laociedad civil - uno de los aspectos ms conoci-s y celebrados de la estrategia revolucionariaramsciana - se propone en los Cuadernos co-o correlato de la estrategia hegemnica bur-

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    guesa, tal como esta se gest en forma ejemplara partir de la revolucin francesa para seguir ca-racterizando, por lo menos tendencialmente, alpoder poltico capitalista. De estas dos facetascomplementarias se sigue dialcticamente suanttesis, que permite enfatizar la diferencia delas modalidades y los objetivos de ambas estra-tegias hegemnicas, en el marco de una mismarealidad histrica desgarrada sin embargo, des-de la perspectiva marxista de Gramsci, por lainevitable persistencia estructural de la explota-cin clasista.La hegemona abarca por otra parte, segnGramsci, lo que nunca haba llegado a abarcarla hegemona leninista. Tanto las funciones eco-nmicas, como las polticas y culturales ensentido amplio, logrando por todo ello ha-cer avanzar, en una u otra medida, al con-junto de la sociedad. Sin este aspecto - queGramsci suele subsumir bajo el concepto delo nacional-popular - no hay realmente he-gemona ni consenso, ni los que se desarro-llan en forma siempre parcial en las socie-dades capitalistas, ni los que tienden en losprocesos revolucionarios socialistas haciauna virtual plenitud."y finalmente una ltima observacin en rela-cin con la originalidad del concepto gramscia-no de hegemona. Como lo acabamos de sea-lar, en Gramsci la unilateral atribucin leninistade la hegemona al campo de la revolucin pro-letaria es sustituida por la que hemos llamadocon Buci-Glucksmann la bipolaridad del con-cepto. Mas, en nuestra opinin, hay una segun-da dimensin, normalmente ignorada, de esa bi-polaridad y es la que en Gramsci permite distin---guir la hegemona revolucionaria de la que, porotro lado, se ejerce desde el poder constituido.Ello independientemente de que el anlisis semueva en el campo del capitalismo o del socia-lismo.Esta distincin, que aparece como un casoparticular de otra ya sealada - la que se da en-tre hegemona de clase y hegemona estatal yque nos parece insuficiente interpretar nica-mente en los trminos de una evolucin de lateora desde una atribucin restringida de la he-

    gemona hacia su extensin posterior a la ins-tancia estatal - reviste para nosotros una granimportancia. No solamente porque evidencia elvigor y la flexibilidad del historicismo frente auna visin lineal de la historia como mera suce-

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    sin de modos de produccin, sino tambin por-que pronto nos permitir encaminamos a detec-tar y resolver algunos problemas tericos y po-lticos significativos de la teora poltica deGramsci.Con el fin de ilustrar las anteriores caracte-rsticas con un ejemplo histrico sobre el queGramsci vuelve una y otra vez en los Cuader-nos, hemos escogido el clsico proceso revolu-cionario francs de 1789. Por su calidad de ante-cedente fundamental del desarrollo capitalista,por ser el mbito donde el anlisis gramscianode la hegemona se realiza de la forma ms vivay cabal y, finalmente, por tratarse de un procesoque nos permite resaltar las caractersticas pro-pias de una hegemona revolucionaria versusuna institucionalizada y promover desde ah lacomprensin de las relaciones entre hegemona,Estado y bloque histrico en el terreno del capi-talismo y la revolucin de Occidente.En qu consiste, nos preguntamos, el ca-rcter hegemnico del proceso revolucionarioguiado a partir de 1789 por la burguesa fran-cesa? La respuesta, que ya habamos esbozadoanteriormente, podra sintentizarse en el carc-ter nacional-popular" que va adquiriendo el

    proyecto burgus a lo largo del desarrollo revo-lucionario y que hace, por tanto, posible la di-reccin de una clase sobre el conjunto de la so-ciedad. Direccin y consenso en ltima instan-cia histricamente limitados por las caractersti-cas clasistas del proyecto, pero no por ello me-nos reales dentro de dichos lmites, no por ellomenos significativos desde la perspectiva delanlisis poltico.. A grandes rasgos podra decirse por ahoraque Gramsci hace residir ese carcter nacional-popular fundamentalmente en tres elementos.El primero es la reforma intelectual y moral dela TIustracin que fue polticamente decisiva nosolo en el sentido de promover la concien-ciacin de las lites revolucionarias, sino en elms amplio y profundo de llegar a convertirseen factor de cohesin cultural de la nacin y departicipacin popular en la lucha dirigida por laburguesa, quien en condiciones histricas ex-pansivas, a diferencia de las clases dominantesanteriores, se muestra capaz de forjar un pro-yecto que francamente trasciende los lmiteseconmico-corporativos. 19El movimiento ilustrado en Francia revolu-ciona los valores nacionales y populares, pre-

    parando el terreno para la asimilacin de nue-vas formas de vida poltica, educando en losprincipios de libertad e igualdad, convirtiendola soberana popular en una aspiracin comn.Forma una nueva cultura laica y racionalista,crtica hacia el pasado, optimista hacia el futu-ro, que une a la nacin francesa.Difcilmente encontraramos un mejor ejem-plo en los textos gramscianos de cmo la posi-bilidad de concebir la hegemona en trminostan originales descansa, en ltima instancia, so-bre la redefinicin epistemolgica contenidaen el concepto de bloque histrico como tota-lidad social. El papel que Gramsci asigna almovimiento de la TIustracin en la revolucinfrancesa, o tambin en otros anlisis a la re-forma protestante, se apoya efectivamente so-bre criterios generales: la poltica no le siguea la economa, las formas superestructuralesno son reflejo de los movimientos de la es-tructura; por el contrario, pueden incidir deci-sivamente en estos ltimos.Sin una revolucin cultural de alcance nacio-nal y popular, la burguesa francesa nunca habrapodido revolucionar en forma duradera y profun-da el conjunto de las relaciones sociales ni la con-figuracin poltica de la sociedad. Generalizan-do ms all del caso francs, no cabe duda deque, en el enfoque gramsciano, la revolucinintelectual y moral es siempre parte integrante eineludible de toda autntica revolucin social.As la poltica llega indiscutiblemente a incluirel mbito, hasta entonces ignorado, de las for-mas de conciencia y de vida de los pueblos.En ello se apoya por cierto una de las tesisms originales y fecundas de la estrategia socia-lista de los Cuadernos: la revolucin intelectualy moral, requisito imprescindible de todo cam-bio histrico autntico y duradero, debe empe-zar siempre antes de la toma del poder - de ahjustamente que deba empezar como "reforma" -porque en la creacin de un nuevo bloque hist-rico, la articulacin entre la conciencia y el sersocial - tema clsico, aunque slo esbozado, dela obra de Marx - no podr darse jams a poste-riori, mecnicamente, como si fuera el "espri-tu" mero reflejo de la estructura.En este punto, sobre el que se fundamentaren gran medida la propuesta estratgica de la"guerra de posicin" - humanismo y realismocoinciden en Gramsci: la presencia de una nue-va concepcin del mundo de hondo arraigo po-

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    ular es una de las condiciones para que el cam-io revolucionario sea a la vez una posibilidadistrica real y una autntica expresin de laspiraciones de los pueblos."Un segundo elemento que viene a configurarn la revolucin francesa un proyecto de carc-r nacional-popular, 10 encontramos en laslianzas polticas logradas ah por la burguesa.in duda, la revolucin es un proceso complejovariable; incluso es sumamente difcil deter-inar sus lmites cronolgicos. Cundo termi- realmente? se pregunta Gramsci con tantostros historiadores. La respuesta no es fcil nilticamente neutral. Mas, lo importante en es-e contexto es fijar el momento ms elevado dea hegemona burguesa que, segn Gramsci, al-anza sin duda alguna su mxima expresin en

    tan tergiversado y mal enfocadoor los autores marxistas que falsamente lo ase-ejan a una actitud golpista de lites desligadasl pueblo.Es, por el contrario, justamente en 1793uando, gracias al movimiento jacobino, la re-olucin alcanza el mximo nivel de integra-in poltica nacional-popular permitido poru carcter burgus, cuando los ms ampliosectores sociales (campesinos, obreros, sans-ulottes urbanos) hallan participacin activan el proceso y se unen en el consenso revolu-ionario. Ciertamente, el retroceso es inevita-le, tanto que la burguesa halla apoyo en losismos jacobinos para detener las consecuen-ias subversivas que se perfilan. Pero en la lu-ha conjunta ya se han sellado para el futuro elonsenso y el carcter nacional-popular de laEl bloque histrico que saldr de ah,- y yao estamos hablando de hegemona revolucio-aria, sino de la consumada formacin del Esta-o - pese a los desarrollos posteriores e inclusolas futuras crisis profundas de la sociedadrancesa, muestra una slida articulacin org-ica de sus distintos momentos, visible no sola-ente en sus futuras posibilidades de re-articu-acin, sino y sobre todo en la capacidad expan-iva que aquella revolucin nacional proyectn su momento hacia el resto del mundo capita-ista, en gran medida beneficiario y heredero desu profunda transformacin poltica y cultural.y por fin el tercer elemento que configura alroyecto burgus como proyecto nacional-po-ular y que est, por otra parte, en la base de las

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    amplias alianzas polticas, lo hallamos en la capa-cidad burguesa de hacerse cargo de un conjuntode reivindicaciones econmico-sociales de lossectores populares aliados. Sin esa base, que nosrecuerda oportunamente el condicionarniento dela estructura sobre las superestructuras complejas,los primeros dos elementos habran abortado an-tes de cobrar una fuerza decisivaEs importante recordar cmo Gramsci escri-be al respecto que "El hecho de la hegemonapresupone indudablemente que se tienen encuenta los intereses y las tendencias de los gru-pos sobre los cuales se ejerce la hegemona, quese forma un cierto equilibrio de compromiso, esdecir que el grupo dirigente har sacrificios deorden econmico-corporativo, pero es tambinindudable que tales sacrificios y tal compromi-so no pueden concernir a lo esencial, ya que sila hegemona es tico-poltica no puede dejar deser tambin econmica." (M,pg.40/41). Unacita muy oportuna, ya que son muchos los intr-pretes que han "ideologizado" a Gramsci, iden-tificando la hegemona con un hecho nicamen-te poltico, tico y cultural.Esta ltima observacin ya nos conduce msall del terreno de la hegemona revolucionariapara sealar los rasgos comunes que esta com-parte con la hegemona institucionalizada, tantoen el mbito capitalista como en el del futuro so-cialismo. En todo caso, desde la perspectivagramsciana, la hegemona no puede dejar de re-sultar de la articulacin orgnica de los distintosmomentos, incluyendo el econmico. Slo des-pus de aclarar este punto, cabe reconocer elenfsis de los Cuadernos en el aspecto superes-tructural de la hegemona, producto de circuns-tancias histricas especficas cuya gestacin seremonta por cierto directamente al proceso re-volucionario francs.Un rasgo especfico del capitalismo de nues-tro tiempo es efectivamente el enfsis en la di-reccin poltica y cultural de masas, ms all dela mera dominacin de clase. Un rasgo especfi-co de la estrategia popular socialista deber ser,por ello mismo, la bsqueda de una slida hege-mona alternativa en el mbito renovado y am-pliado de la vida poltica de las naciones.Sin embargo, ni la tesis gramsciana generalde que es siempre en el mbito superestructuralde la sujetividad humana donde los hombres ha-cen la historia, ni la tesis ms concreta de que elcapitalismo ha ampliado la esfera de la lucha

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    por el poder al manejo de la totalidad de las su-perestructuras, pueden ser confundidas con un"olvido" de la determinacin en ltima instan-cia por parte de la estructura econmica. Lo quesucede aqu es que la segunda de estas tesis seinscribe en un marco terico, a cuya formacinpuede por cierto haber contribuido de forma de-cisiva, que reinterpreta novedosamente a travsdel concepto de bloque histrico el sentido de latradicional determinacin marxista en ltimainstancia.Efectivamente - citando nuevamente la fa-mosa afirmacin de Marx - si bien es cierto quees en la superestructura, en el terreno de lasideologas, donde los hombres toman concien-cia de los conflictos y donde tambin los resuel-ven, tambin lo es que dichos conflictos tienensu origen ltimo en la estructura, donde se ges-tan las fuerzas materiales de produccin y seforman los grupos sociales.Los datos de la estructura, escribe Gramsci,son medibles exactamente utilizando el mtodode las ciencias fsicas. Por ello revisten un ca-rcter objetivo y, por s solo, inerte; no son ca-paces de engendrar historia, movimiento, cam-bio. Estos se dan ah donde hay vida, accin ybsqueda humana de libertad orientadas a con-mover el universo cerrado de la estructura. Eseste ltimo el mbito abierto e intrnsecamentepluridimensional de las superestructuras queadmite, por su naturaleza, una gran multiplici-dad de posibilidades.Pero, de la misma manera en que no hay he-gemona que no incluya algn grado de direc-cin y compromiso de carcter econmico,tampoco podra haber libertad incondicional pa-ra la accin humana. La estructura abre para lassuperestructuras complejas un haz de posibili-dades muy variadas, en todo caso nunca deter-minables de antemano con independencia de supropia configuracin concreta en la accin, pe-ro siempre inscritas en los lmites histricos se-alados por la estructura.Si tuviramos que utilizar una metfora geo-mtrica, pensaramos para la conceptualizacindel bloque histrico como totalidad social en untronco de cono que de una reducida base infe-rior se abre hacia arriba, configurando una su-perficie mucho ms amplia, pero siempre decontornos delimitados. El concepto de detenni-nacin en ltima instancia queda as renovadointegrndose al de bloque histrico complejo y

    articulado. Ah surge la posibilidad de la hege-mona como direccin orientada al progreso obien a la subversin.Ah se inscribe el reconocimiento gramscia-no de la extraordinaria politizacin del capita-lismo de Occidente. En este sentido cabe resal-tar con Portantiero, y contra los crticos ortodo-xos, que en Gramsci la "primaca de la poltica"debe ser entendida "no como esencia sino comomomento superior de la totalidad de las relacio-nes de fuerzas sociales"," y ello evidentementean ms en momentos de decisivos cambioshistricos.En el caso de la revolucin francesa, los l-mites impuestos por las necesidades de la es-tructura parecen ser, segn Gramsci, los lmitesmnimos de la dominacin burguesa. Por lo de-ms, sobre ellos se monta la ms radical capaci-dad de direccin que se haya dado hasta ahoraen una sociedad de clases, por lo menos sin du-da alguna en el mbito de un proceso revolucio-nario empeado en la constitucin de un nuevoEstado.Ciertamente a raz de lo anterior, algunos cr-ticos han considerado que los anlisis y conclu-siones de Gramsci acerca de la revolucin fran-cesa encarnan la definicin misma de lo que eshegemona, por lo menos en el mbito capitalis-ta. Pero, este punto de vista olvida en primer lu-gar el hecho de que las mismas limitaciones es-tructurales del capitalismo - al implicar la con-vivencia de dominacin y direccin, de socie-dad poltica y sociedad civil - implican tambinla variable articulacin de ambos momentos yfunciones en el mbito de las superestrcturascomplejas.En el capitalismo, por tanto, no puede ha-blarse ms que de grados de hegemona o gra-dos de organicidad de un bloque histrico, in-trnsecamente susceptibles de variaciones pro-fundas que pueden oscilar desde la mxima or-ganicidad compatible con las exigencias del sis-tema hasta situaciones de crisis globales. De ahla necesidad estratgica de un anlisis perma-nente de ese grado de organicidad del todo so-cial como parte fundamental del anlisis de lasrelaciones de fuerza.En contraste con estos puntos de vista quepretenden absolutizar as el concepto de hege-mona y, tras este, el de bloque histrico, confi-rindoles un carcter de plenitud orgnica queno puede, en realidad, ser ms que coyuntural

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    (y obviamente no solo en la sociedad burguesa,aunque ah ese hecho tiene adems races es-tructurales insuperables), reivindicamos aqums bien, en primer lugar, la funcin analticade esa hegemona burguesa plena lograda en elproceso revolucionario francs. En este sentido,los brillantes estudios de los Cuadernos sobreese proceso - retornado una y otra vez y contra-puesto a menudo al del Risorgimento italiano,ejemplo ms bien de la que Gramsci llama, uti-lizando otra categora de extraordinaria fecundi-dad, revolucin pasiva" -constituyen un par-metro fundamental tanto para el anlisis delpresente como para la elaboracin de estrate-gias adecuadas.Pero adems aquel punto de vista deja de la-do el hecho fundamental de que dicho parme-tro se inscribe en el mbito de la que llamba-mos ms arriba hegemona revolucionaria, he-cho que debe iluminar, entre otras cosas, lasformas inevitablemente distintas que adquiereal convertirse en hegemona institucionalizada.Efectivamente, la primera siempre tiene que serplena, en tanto que lucha por abrirse camino,formar un nuevo Estado, un nuevo bloque his-trico, crear una concepcin del mundo alterna-tiva, una nueva cultura. Ese tipo de lucha, de laque la revolucin francesa es sin duda un mode-lo, y no solamente en el ambito burgus, requie-re siempre, como escribe Gramsci, una "con-centracin inaudita de hegemona".La direccin que se ejerce desde el poderconstituido es, en cambio, cualitativamente dis-tinta, ya que tanto su objetivo, mantener el ca-rcter orgnico del bloque histrico, como losmedios de que dispone en la sociedad poltica yen la sociedad civil son cualitativamente distin-tos. Y ello es cierto tanto para el capitalismocomo para el socialismo, aunque permanezcan,en un caso, las limitaciones impuestas por la ex-plotacin burguesa del trabajo y, en otro, no seaposible vislumbrar ms que el remoto horizontede la futura sociedad sin clases.Para nosotros es importante insistir en queno se trata aqu de la mera evolucin de un con-cepto, concebido primero como atributo de cla-se y extendido ms tarde al mbito del poder es-tatal, versin sostenida con especial nitidez porBuci-Glucksmann, sino de una autntica ruptu-ra con la tesis segn la cual solo pueden conce-birse una hegemona burguesa y otra proletaria.Ello segn una concepcin determinista de la

    historia como mbito de la sucesin lineal delos diferentes modos de produccin, mientrasque en la original perspectiva historicista deGramsci se hace, adems, efectivo el reconoci-miento fundamental de la distancia poltica quemedia entre la revolucin y la institucionalidaden el marco de todo modo de produccin, plan-tendose as una bipolaridad que atraviesa verti-cal y no slo horizontalmente la historia misma.Tan es as que el modelo hegemnico bur-gus institucionalizado Gramsci lo encuentrams bien en los Estados Unidos de Norteamri-ea, creadores de nuevas y ms funcionales mo-dalidades de hegemona capitalista," al mismotiempo que, ante la necesidad de consolidacindel Estado sovitico, se aboca a un apasionadollamado para que la hegemona revolucionariade los bolcheviques contine bajo otras formasen la dictadura proletaria. No cabe duda, porcierto, de que esta nueva bipolaridad, que esta-mos contemplando aqu, habra podido iluminaren su momento sobre los peligros de prdida dehegemona del poder sovitico, al eliminar el es-tril prejuicio de una hegemona convertida enun dato a priori cuando se trata del sistema so-cialista, revolucionario por definicin, en tantoque superacin histrica del capitalismo.Aqu vislumbramos por fin el punto realmen-te fundamental de nuestra distincin: la hege-mona revolucionaria est en los orgenes, tantohistricos como estructurales, de la subsiguien-te hegemona estatal, en cualquier modo de pro-duccin. En el momento en que esa irrenuncia-ble plenitud de la hegemona revolucionaria haconfigurado una sociedad determinada, unbloque histrico en el poder, estos no solocuentan para su ejercicio hegemnico de otrosmedios en funcin de objetivos tambin dife-rentes, sino que se abre adems para ellos laposibilidad de que, aun en ausencia de unaefectiva hegemona, pueda mantenerse el con-trol de la sociedad no solamente por la fuerza,sino tambin por el uso apropiado de una seriede otros elementos. En el caso del capitalismode Occidente, forjado al calor de la hegemo-na burguesa de 1789, asistimos efectivamentea lo largo del desarrollo histrico a un alter-narse de formas hegemnicas del ejercicio delpoder con formas no hegemnicas que se apo-yan en la complejidad de un tipo de Estadoque, como veremos, ya no puede ser reducidoni a la fuerza ni a la hegemona.

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