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El p'ríodo que transcurre entre los siglos vrr y rv a.C. fue para el mundo griego una etapa de enorme , impulso cultural.y 1a' é:p,oca del del a poesía occidental. La voz defpoeta deja 'de ser 'tma . formula<,::ión anónjma lo ritual y coleetiv0 para convertirse en vehicülo de exprysión de l(l personalidad individual. En esta ANTOLOGÍA, que abarca las épocas arcaica y clásica y se· detieny . yn los umbrales de la helenística, tienen <;:abida los diversos y bien delimitados géneros de la POESÍA LÍRICA GRIEGA: la elegía de eco homérico; la poesía yámbica, más apta para temas satíricos y etóticos; Ja lírica melódica culta y refinada, impetuosa en Alceo y más delicada y sutil en los poemas de Safo; la lírica coral centrada yn las grandes fiestas ciudadanas, en las victorias de los certámenes atléticos o en el culto divino. Como observa CARLOS GARCÍA GUAL (prologuista, antólogo y traductor de este volumen), «las palabras poéticas guardan ün aroma que perdura y un color que las estatuas han perdido y que las prosas transmiten mitigado»; y así ocurre con esta poesía fresca y en torno a motivos esenciales como la muerte, el mar, las lanzas, la fugacidad del tiempo, el reclamo de la gloria o la invitación al goce. En esta misma colección: «Antología de la poesía latina» (LB 865), «Antología de la literatura griega» (LB 1743) y «Antología de la literatura latina» (LB 1798).

Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

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El p'ríodo que transcurre entre los siglos vrr y rv a.C. fue para el mundo griego una etapa de enorme , impulso cultural.y 1a' é:p,oca del n~~irJi,e~t~. del a poesía occidental. La voz defpoeta deja 'de ser 'tma . formula<,::ión anónjma d~ lo ritual y coleetiv0 para convertirse en vehicülo de exprysión de l(l personalidad individual. En esta ANTOLOGÍA, que abarca las épocas arcaica y clásica y se· detieny .yn los umbrales de la helenística, tienen <;:abida los diversos y bien delimitados géneros de la POESÍA LÍRICA GRIEGA: la elegía de eco homérico; la poesía yámbica, más apta para temas satíricos y etóticos; Ja lírica melódica culta y refinada, impetuosa en Alceo y más delicada y sutil en los poemas de Safo; la lírica coral centrada yn las grandes fiestas ciudadanas, en las victorias de los certámenes atléticos o en el culto divino. Como observa CARLOS GARCÍA GUAL (prologuista, antólogo y traductor de este volumen), «las palabras poéticas guardan ün aroma que perdura y un color que las estatuas han perdido y que las prosas transmiten mitigado» ; y así ocurre con esta poesía fresca y s~ncilla en torno a motivos esenciales como la muerte, el mar, las lanzas, la fugacidad del tiempo, el reclamo de la gloria o la invitación al goce. En esta misma colección: «Antología de la poesía latina» (LB 865), «Antología de la literatura griega» (LB 1743) y «Antología de la literatura latina» (LB 1798).

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Sección: Clásicos

'

Antología de la poesía lírica griega

(Siglos vxr-xv a. C.)

Selección, prólogo y traducción de Cnrlos Gm·cíp, Cual

El Libro de Bolsillo r--------, Alianza Editorial

Madrid

®

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Primero edición en •El Libro de llolsillo•: 1980 Sexta reimpresión en . EJ Libro ue Bolsillo•: 1998

Reservados todos los Jerechoti. El contcniJo de CS[(I obr:1 <'lit~ prutegiJo por lu L~')'. que csrublt·cc penn> de prisi~n y/o m~~~~· ndcm11s d_c las <:o rt'C<pondiemo inJemnizncion<:l< por danos y pcqwoos. ~~~':" qwencs re· produjeren. plnginrt·n, distribu~crcn ? ~<111HUHt"11~ t>ubloc:o.menlc: co~ tnd<l 0 cu rua·te, unn übm lncrul'tu, m·usncn o ('lc·nuficu. o ~uu~nsf01mu ción, intcrpreración 0 ejecución :mística Ojudn. en ~ualqooocr UP_<> de so porte o comunicad:o a tmvés de cunlquocr mt'<lon, Slll In precepto"' :noto

tizaci6n.

e De b mducción y prólogo. C.rlos Carel• Gu.l © f'.ll. C:o.st.: Alian>.1 l'.ditmial, S. A., Madrid, 1980, 1983, 1986, 1989,

1993, 1996, 1998 . C.lleJwn l(\IL1CÍO Luo de Ten>, 15¡ 28027 M•drod¡ td~f. 91 393 88 88 ISBN: SH06·1782-2 Depósirn legal: M. 29.806· 1998 lm¡wcso en Clo>:IS•Oreoycn, S. L Pollgono lgars:o l'aracuelos deJ•rJnL1 (Madrid) Printed in Spoin

TrAidor el tr11ductor, como dice el adagio italiano, lo es siempre. La traducción es oficio de cxnc:titud imposible, y en la versión de una o otra lengua siempre se pierden cosas y se añaden, en eJ arduo trasvase. Pero el traductor de poesía, ése sí que es tHl tra idot· redomado, cien veces rrnidor, al querer nombrnr con Olt:l$ palabras, al evocar con otros sones. lo que el poeta expresó con precisión irrepetible, con pasión lúcida, con hiriente acuidad. Como dL-cía Mallarmé, la poesía estñ he· cha con palabras, no con ideas ni con pensamientos. Rcsicle en el mntiz, en la evocación, en la prestancia d~ frases y sonidos que, inevitablemente, van unidos a la lengua original. F.l tra­ductor de poemas está condenado a la traición y al fracaso.

Y, sin embargo, algo qneda en el tor·tuoso empeño de vener a otra lengua unos poemas. Se difumina eJ color, el lono no tiene la acendrada alegría, lo tersura fónica ni In musicalidad del original; pero, con todo, tal vez se rescate en nuevas pala· bras el d9lorido sentir, lns imñgencs esenciales, In personalidad individual del poctn odginnrio. Tal vez, en Jiu, la rt·nic:i6n vnlAn la penn, si lo rescatado es superior a lo perdido, si la defor­mación no es excesiva, si lo pnlidez prosaica de la nueva versión

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Carlos Gucla Gual

no impide la lectura admirada oi el entendimiento emotiv?. El traductor, falsificador convicto y confeso, encuentra sus discul­pas, diciendo, diciéndose, que está sirvie?do a una eo~unica· ción universal, que colabora en la d1fus1ón de la poes1a por encima de las barreras de las lenguas como barreras locales, que la tarea de leer a todos los poetas en su idioma de origen seria imposible, etc. Todo tra idor tiene sus excnsas; de alguna vnli· dez, puede ser. . .

Por ow1 parte, la disranciu entre las dos lenguas ~mphcndas en el proceso de la traducción puede hacer más senstblc o me­nos ese proceso de trasvase poético. En el caso de verter unos poemas compuestos en griego antiguo, con una anti~ed~d d~ unos veinticinco siglos de leja~la a nosotros •. lo. perd•d? .mevl· wblemente es mucho: In sonor1dad y In musicalidad ongmales, ya que el griego antiguo era una lengu~ de acento musical, Y el ritmo estaba basado en la 1llternancm marcada de sOabas largas y breves, según unos esquemas métricos que no coinci· den con los de nuestra métrica tradicional, y además la ma· yoria de estos poemas se cantaban con un~s tonadas que no conocemos, al son de instrumentos como la lira, que ha serv1do para dAr nombre a este tipo de creoción literaria, «lirica». Por otrn parte, la inconmensurabilidad entre los campos semánticos del griego antiguo y el castellano actua l es tremenda; los voca· blos utilizados por los viejos poetas helénicos tienen unas con· notaciones sociales y culturales que es imposible reproducir en una versión, y que sólo comprendernos mejor a través de una serie de estudios y notas eruditas de que aqu! no podemos echar mano. Seamos conscientes de toda esa distancia antes de nbordar el arduo ejercicio de ln lecruro de estos poemas ver· tidos con un sincero deseo de fidelidad al original.

En nombre de esa fidelidad, de reducir la traición a lo indis· pensable, prescindamos de pedir galas prestadas ~ la traducción. No es del todo preciso, creemos, que las traduCCiones de poes!a, esns be/les infideles, compren mÁs belleza a costa de mayor infidelidad. No vale la pena apMrarsc del sentido del original pum tomar prestados adomos - nuevos metros, eufonías de nuevo cuño rotundldades expresivas modernas, etc.-. Acaso senn más b~llas sin excesivos ndomos, y mejor que sean bellas

Prólogo 9

un tanto descoloridas que demasiado pintadas, o que lo inten· ten ser as{ al menos.

Por otra parte, la oposición que nlgunos estudiosos del tema han querido señalar entre la estricta fidelidad al texto original y la traducción con libertad y estilo elegante me parece que se arriesga a incurrir en una fácil exageración. La exactitud total es imposible, como cualquier tcorin de lo traducción suele des· tacar, porque las estructuras sintácticas y las redes semánticas cnu·e dos lenguas diversas difieren. Pero hay ciel'tos límites de precisión, modos diversos de presenta•· en otras palabras los mismos contenidos, de sugerir los mismos efectos, etc. El pro· blemo de Ja traducción no debe plantearse más que en términos relativos. Cada lengua tiene sus recursos, y éstos cobran un valor que puede variar según el contexto y el sistema en que se encuadran. (Por ejemplo, está claro que el hipérbaton y el libre orden de palabras tienen en las lenguas clásicas un valor expresivo muy notable que las lenguas románicas no pueden reproducir con claridad, pero también es evidente que el caste· llano con un orden de palabras de relativa libertad en compa­ración con otras lenguas modernas, tiene unas posibilidades ex· prcsivas que no debe desaprovechar el traductor.} Bien, no qui· slcrn alargarme más en estas reflexiones generales, que podrían conclui r en dilemas obvios o en lo ¡·cpctición de más perogru· liadas. Sólo quiero apuntnr aqu!, inicialmente, una cautela: In vet·s ión de lC>s poem:~s de la lírica gl'Íel\a es un reflejo páli· do de lo que fueron esos poetlltlS. Como R las viejas esta· tuas, nada puede devolverles sus colores frescos, ni los miem· bros perdidos; sin embargo, todavin es posible gustar de la gracia de sus sonrisas arcaicas y los ojos almendrados y de la inimitable elegancia de unos bucles, peinados al desgaire hace mil quinientos años, y de unos pliegues de la túnica ribeteada de rojo que deja entrever un pecho o el garbo de un andar presuroso.

Queda por tratar un segundo tema: In posible arbitrariedad en la selección de poemas de una antologin como la presente. No voy a intentar justificarla por extenso. Tan sólo quisiera odorar algunos puntos. He preferido ofrecer los poemas m~s antiguos de la lfdca griega, deteniéndome en el umbraJ de la época belenistica. En cuanto a la llrica arcaica he traducido Erag·

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lO Carlos Gardo Gual

mentos a veces muy breves, (estos exiguos de fam_?SOS poemas, que nos han llegado como briznas sueltas, pcq~enas ptezas de la tesela de un mosaico perdido desde muchos s1glos au:ás. Asl doy casi todos Jos fragmentos de los P?ews arcaicos, al menos aqueUos que suponen una frase sugcst1va o un par de versos, de Arquiloco, Safo, Alceo o Sltnónides. Tin otros poetas, como en el caso de Tcognis o de Pfndaro, doy una muestra, esco· giendo algunos de los poemas que me purecen más signi6cmivos de su obra. Por lo reducido del espacio de esta antologla. he dejado de incluir e? ella pasaje~ ll~icos de lo~ grandes míg1cos atenienses y también be prescmd1do de Ar1stófanes, aunque los cantos' corales del teatro ateniense sean, en cierto modo~ 1~ más clara mues1 ra de la lírica coral clñsica, junto con los epm1· dos de Pú1doro tnn extraño a nuestra sensibilidad en algunos respe.ctos. Ese ~riteri? personal que mo ~n. ,guiado es, lo sé muy bien, muy discut1ble. No ofrece uon vcs1on ~abal del desa· r~·ollo de Jn poesía lírica griega, pues ¿cómo olvtdar que nlgu· nos pasajes homéricos, como el encuentro de Héctor y Andró· maca en el Canto VI de la Wada, merecen figurar, con todo derecho, en cualquier muestra de In poeslo helénica de tema amoroso o sentimental? ¿Cómo imaginar que se conoce la poesía lirica griega, prescindiendo de la de época h.elenísrka, cuy? .re­finamiento y preciosismo supone la coronación de la t.r~dJclón llrlca precedente? No voy a defender esta breve selecc1on con: trn quien quieta reprocharle algo como eso. Pero tet1ín n m1 disposición un espado limitado y he decidido optar por lo mds arcaico, y por los fragmentos más rrunc?s, pero más sugerentes en su misma sencillez de leve resto rumoso. He pensado ndc· más que al lector interesado en ln poesí~ de autores ,co~ uno obra más extensa, por ejemplo en Eurlptdes o en Teocnto, Je es rnás conveniente leer traducciones mns completas y no con­tentarse con unos cortos pasajes. En d caso de 'Píndaro, autor de especial dificultad, lo he incluido aqnl porq~1e es imposible presentar una nntologia de la poesía helén.ica donde ~o figure quié11 es su máximo exponente en el ca.mpo de la llr1ca co~nl doria. (Por otro parte, creo que no existe . e o castellano nm· guna traducción completa de su obra poética que tenga una mediana calidad.)

Prólogo 11

Para la sclt."Cción de los fragmentos de la poesla arcaica el traductor moderno no encuentra grandes facilidades. Es tan ml· nlmo lo que nos queda de esa gran época creadora que uno puede fácilmente recogerlo casi todo. La trndlción de copistas y filólogos antiguos u Jos que debemos Jn conservación de lo que conocemos hoy de la literatura antigua, se hn mostrado, a partir de la época postalejaodrina, muy desdeñosa de esos viejos poetas. Sus poemas eran diflciles, muy lejanos -por su &es· cura, su sencillez, su cinismo, su obscenidad incluso- a la con· cepción literaria de los lectores de los primeros siglos cristianos, y a Jos del periodo bizantino. Los monjes doctos o los copistas de oficio encargados de la transmisión de los textos antiguos no tenían interés en conservar esos lamentos Hricos l'an poco edu· cativos, tan escnndalosos y tan ininteligibles para e llos. Pintón, Aristóteles, los o~adores, etc., tuvieron unn atención secular de la que carecieron Jos viejos líricos, los primeros poetas líricos del Occidente. La desidia, la censura y el olvido dejaron redu· cidn la lírica griega n unas pavesas, a chispas y reflejos perdidos en el almacén de la tradición clásica.

Bajo el epígrafe general de «lírica• reunimos varios géne­ros poéticos que los griegos distingulan con precisión, diversos tanto por su origen como por su métrica y por su representa· ción social. La clcgln, el yambo, la mélica, los poemas mon6· dicos, los corales, ltts odns y los epigramas, nltemnn en las pó· gl~as he.terogéneas y hospital~ias de esta breve antolo~ía. La lirtca gnega cubría, como senalamos, géneros muy vanos. El adjetivo tyriká indica sólo que tales poemas pódíaJJ tabtarsc al son de la tyra. Pero luego cada poeta compon!a según las nor· mas de un género muy bien definido formalmente, en unas convenciones formales que tienen un sentido histórico y una sig· nilicación social muy determinada. Probablemente la poesia más cercana a lo que eo un sentido actual llamarlnmos «Lírica» es el melos cólico, es decir, la poesía personal de Safo, Alceo y 1\nacreoote, mientras que resulta, al pronto, chocante cooside· rar líricos los eplnicios piodáricos, destinados A un COI'O festivo que conmemora religiosnmente una victoria «deportiva». De to­dos modos, no es éste el momento de señalar los tipos de metros y los contextos históricos de unos u otros poemas. Vo­luntariamente hemos prescindido de todo aparato erudito, de

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12 Carlos Garcla Gual

las notas explicativas y de referencias arqueológicas. (Tan sólo hemos compuesto unas lfne¡¡s muy contadas de introducción o ca~a poeta, que pueden omitirse en uno rápida lectura.) Ni si· quwra hc;mos anotado variantes de cierto interés. Tan sólo he· mos dej.ado los puntos suspensivos que morcan lagunas tun repetidas y tan incontables, en lo tronsmisión de estos p¿cmi· llas maltrechos. Nuestra enumeración de los poemas y fragmcn· tos de _coda ou~r no úene, y es obvio comentado, ninguna preteustón filológ•cn. Es sólo un modo tosco de facilitar la pre­se~t~clón. Emr~ paréntesis se da el número del poema en la ediaón de E. D1ehl, Anthologia Lyric(l Graeca, edición antigua y superada en varios respectos, pero que resulta la más cómoda para citar en todos los casos, sin variar las referencias a mós ediciones.

Las :bellezns de la f:orma métl'ica, el •·itmo y la sonoridad de csto.s poemas antiguos desaparecen en cualquier versión moder· na. No nos hemos empeñado en sustituir con algún recurso fo· nético o rltmico de nuestro idioma lu cadencia ni la forma mé­tric_a de los versos griegos. Tun sólo, y de modo casual y accc· sorto, en algunas elegías hemos prdcrido un cierto orden de acentos que recuerda la entonación dact!licn del verso griego; pero no nos hemos esmerado en este artilugio. Confiamos, en cambio, que si hemos sido fieles al sentido de las frases y de los poemas, en la medida de nuestro saber.

La selección refleja, me parece, ln riqueza de motivos de la lb·ica urcaic:l y clásica, una poesla que no tiene aún el ama· n_eramiento ni el rebuscado refinamiento de la poesía hclcnls­tlcá, y s{, en cambio, una espontaneidad y un frescor inigua· lables. La ~sfa Urica es, corno toda la poesia griega, un pro­ducto muy u¡ustndo a unas normas formales muy fijas, y cstó muy_ encorset~dn por unas pautas tradicionales prefijadas; es, en cterta med1dn (aunque menos que la épica) u nn poesía formu· lar , muy i nllu ida por la dicción homérica y por un lenguaje )i. te•·ario lln IHI\10 art:ificial. Pero, por encima de todos estos ros· gos co~vencionn lc~ ~ por encima de los esquemas prefijados, po~ encuna de lo ttptco de algunos motivos y escenas y ephetos e troáge~es, es ele una esn•pcndu originalidad, que refleja In personnl•dad de cada uno de estos primeros poetas de Occidcn· te. Ya los latinos, como los europeos posteriores, imitaron a sus

Prólogo

ejemplos griegos. Poetas que muchas veces, como sucede con Anacreonte, IX?r ejemplo, son más conocidos por su influencia que por las bnznns de su obra auténtica; que se nos aparecen, tal Safo o Empédoclcs, como figuras casi miticas, quedan rcprc· sentados en cstu nntologla con fidelidad.

~reo que, aún a través del.pálido reflejo de la versión ele tan mun~ados y menudos restos, puede percibir el lecto~ la claridad p~uca de ese mundo literario, que es el alba de la poética occtd~ntal. Es una poesia ingenua y sencilla, con unos motivos e~enctales _qu~ se reiteran: la muerte, el mar, las lanzas, los d!oses vanopmtos, los caballos, las muchachas de gráciles to­billos y p~rpados pintados, el elogio de la juventud, la fugaci· dad del uempo, lo8 colores brillantes, los Bores y la luna de Saf~, el rc:cla_mo. de la gloria, el fulgor del oro y del sol, la nos· tal¡¡•a, la mv!tactón al goce, el amor penetrante, el vino que da aleg:ía y ?lv1do, etc. Podemos admirar la grncia de las estatuas arcatcas directamente, In de esas korai y kouroi de ojos almcn· drados y sonrisa perenne, que son muestras del arte contem· poráneo a esta literatura que conocemos a través de la media­ción de ~>tro idioma. Y el asombro y In admiración aún es posi· ble suscttarlos al acercarnos a esos viejos maestros.

~ero alg~ hay en la poesía que nos llega, nudgré tout, con u.n 1m pacto tmpar. Tal vez la sensación de la queja contra el u_empo, de la urg~ncia de la pasión, de lo irrepetible del indi­vldi)O, se pronunCIO nquf con tonos más audaces y sinceros, y las palabras poéticas guard_an un aromtt que perdura y un color q_ue las estatuas han perdido y que las prosns transmiten mi· ugado.

No ol':'idcmos que los griegos consideraban la poesía como algo muy unportante pa_ra la comprensión del mundo y la vida. Se tomaban muy en serlo a sus poetas. Ellos eran los primeros e~ucadorcs del pueblo, en una sociedad sin dogmas religiosos m sacer~otes con libros sagrados ni tradiciones rlgidas. La poe­s(a servJa de cauce para expresar doctrinas e ideas nuevas y para conservar los mi~os y ct'iticm·lo~, y se cantaba en las lies'tas y. en los banquetes pnvndos. Los pnmcros filósofos fueron tnm· b1én poetas. Lue¡¡o los filósofos más abstractos y profesionales tra!aron de descartar a s~s viejos competidores en la tarea cdu­caova. El filósofo platÓnico quería vetar a los poetas y echarlos

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de la Reptíblica, por herejes. Pero la mayoria de los griegos hasta la épocu final del helerúsrno pensaban de otro modo.

No nos vomos a alargar sobre estos temas ahora. Sólo qui­siera insistir en el color y la vida que estos poemas, estos tr<YlOS -supervivientes en citas ocasionales de eruditos, o en fragmen­tos de papiro restituidos por las arenas egipcias tras muchos siglos- conservan. Un colorido chillón y sugestivo, como el que evocan unas Uneas de E. Faure, con las que voy a concluir este vago prólogo:

«No bay colorido sin costumbres turbias y viol~tas. En todo caso, Grecia coloreó a sus dioses durallle el desarrollo de sus artes, no sólo basta que llcamaron su plenirud, sino muy probablemente basta su ruina final. Jaspeados de tonos azules y rojos, tan llenos de vida como las mu· jeres y los hombres, se animaban con el d!a, celebraban las liesw de la luz y sus !Orpresas, y en Jo m~s rmndito de las sombras se sentía en el crepúsculo su agitación. Eran de los que bulllan bajo la Acrópolis, genre de los puertos orientales, arareada. ruidosa, franca y famiJi•u; sal!an de sucios cnllcjns, mundo de perros vagabundos que se disputan restos de en· trañas, pietRS sangrnnrcs de cabrito y cordero en los mostradores, frutos, especias nrnontonadns, reJAS reñidos, bisuterfa, esquinas llenas de color, de: grliC:'nt y de: llnmftdftll, de: o lores a ajo, R podrido y aromático.s. 1-lay niflos dc:11nudos, equivoc-o• mercaderc:JI, marineros curtidos por los vien­tos, mujeres de ojos pintados y ropo• chillonas. Los templos y monumen. tos eNt~n a obiertos de ocre, de bermellón, de ~ul y de oro con los tOnos del cielo, con los tonos púrpuras y verdosos que invaden el espacio ma­rino, violeta• y ozules del mur, con IOll tonos de lo tiera, de su vestido de pobrc:11 lobrnnt!ns y de plnntos •teas, lechosos olivares, cipreses negros, del mistno modo que sus formas He nsocion con las formas siempre pre­sentes de los sinuosos golfos y de las '-ollna.~.•

C. Garcla Gual, enero 1980.

Nota bibliogr6fica mlnlma

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1961 . 10.• ed. M. L. Wcst, Iambi et Elegi Graeci, 2 t., Oxford, 1971-1972.

Prólogo

2. Traduccio11es castellaflas: J. Fcrraté, Líricos griegos arcaicos, Barcelona, 1968. F. Rodrfguez Adrados, elegíacos y yambógra/os arcaicos, 1-Il,

Barcelona, 1956 y 1959. F. Rodrfgucz Adrados, Lírica griega arcaica, Madrid, 1980.

3. Estudios: C. M. Bowra, Greek Lyric Poetry, Oxford, 1961, 2.• ed. C. M. Bowra, Pindar, Oxford, 1964. C. Calarne (ed. del vol. col.), Rito e poesia corale in Greda. Gui­

do storica e critica, Bari, 1977. M. Fernández Galiano, Safo, Madrid, 1958. H. Fraenkel, Dichtung und Philosophie des friihen Griechen­

tums, Munich, 1969, 3 .• cd. H. Koller, Musik tmd Dichtrmg im frühen Griechentum, Berna,

1963. A. Lesky, Historia de la literatura griega, trad. esp., Madrid,

1968. J. S. Lasso de la Vega, De Sajo a Platón, Barcelona, 1976. H. Maehler, Die Aufjassrmg des Dichterberufs im frühm Grie­

chentum, Gotinga, 1963. A. Ortega, El despertar tie la !frica en Europa, Salamanca, 1974. F. Rodríguez Adrados, Origene.r de la tirica griega, Madrid,

1976. W. Schadewuldt, Sajo, trad. esp., Buenos Aires, 1973. M. Treu, Von Ilomer :r.ur Lyrik, Munich, 1955. O. Tsagarakis, Self·11xprersion i11 Early Greek Lyric Blegiac and

liambic Poetry, Wiesbaden, 1977.

Quisiera recordar al lector que me he limitado en esta nota a las edlciones bdslcas (por descontado hoy muchas m.t., e incluso mls recien­tes y criticas para autores sueltos), a las versiones castellanas m.t. im· porrantes y amplias (existen otras mds antiguas o de algún poeta suelto), y a los estudios que a m1 me pnn:cen mó, interesantes sobre los distintos aspectos de esta tradición ~tica. (La bibliograíla erudita sobre la Urica griega es ampl!slma. He evitado mencionar artkulos recogidos CJl revistas ~pc:cia.llzadns y procurodo citar los libros que son, en cierro modo, estu· dtos fundamentales o los que proporcionan un.a información ~ cabal y IICtUai.) [Nora de C. Garda Gua!.)

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Y ambógrafos y elegiacos arcaicos

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C.At.lNO Y TIRTEO

Las ele~(as de Calino y Tírteo tienen un mismo tema: son caotos de exhortación al combate, poesía parríótica. Hay en ellos muchO!! ecos, en expr<;siones formularios y ctl tópicos, de la poesía homérica. Per<> tras esta~ refc~cndas intencionadas a la tradición épica laten nuevos acentos: los del c•pídtu ciudadano de la época hoplltica. No se trata de celebrar las hazañas Individuales de unos hét·oes que combaten por su propio honor y un botín personal; sino de dar ánimo a aquellos que van a ex· poner su vida por salvar a la ciudad, a las mujeres y a los ni!los. No dirimirá el éxito de la batalla In furia de los nobles descendientes de los dioses, ni serán lo• duelos entre afamados caudillos quienes senren• cien el triunfo o la derrota; sino la resistencia de los que traban como un muro sus redondos escudos en formación cerrada, los soldados de a pie que, con un pesado arnés metálico, avanzan en una lenta falaoge, empalmando sus escudos y erizando sus lanzas. La gloria o el de5bonor s<:rá el premio que la ciudad acuerde a su coraje o su cobardía. «Morir en vanguardia es para un joven beunoso•, dice el lema patriótico que eru~rbolan e.;tos poetas, reoogiendo de Homero el ideal de «lo bello muer· te». Y lo má• terrible es el exilio y la huida infamonte. Propaganda bélica, pero poesía también, al servicio de una ideologfn polirica.

Calino en Efeso, y Tirteo en Esparta pregonan asl los ideales bélioos de una edad que no es ya la de los hérQ<!!I, sino la de los ciudadanos que luchan por sus hogares y pauia -eomo lo hacfa Héctor en la Tila­da-, prometiendo una gloria que se funda en la memoria colectiva para quienes cumplen con su debe1·. Al lector moderno esta poesía le resulta demasiado conocida, pero en el siglo vu a. C. era algo nuevo.

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20 Pocs!a llrica ¡¡riega ( Vll·IV a. C.) Y lllllbógrafoe y elegiacos arcaicos

CALINO DE BPESO

(FI. alrededor de 650 a. C.)

t (1 D )

¿Hasta cuándo estaréis asl echados? ¿Cuándo tendréis, mucha· [chos,

ánimo de combate? ¿Vergüell.Zll no sentís ante vuestros vecinos de tan extremo abandono? ¿Confiáis en que es tiempo de paz cuando ya la guerra arrebata a todo el país?

.. . Y que cada uno, al morir, arroje el último dardo. Honroso es, en efecto, y glorioso que un hombre batalle por su tierra, sus hijos, y por su legítima esposa contra los adversarios. La muerte vendrá en el momento en que la hayan urdido las Moiras. Que todos avancen empuñando la espada y albergando detrás del escudo un corazón valeroso, apenas se trabe el combate. Porque no está en el destino de un hombre escapar o In muerte, nl aunque su estirpe viniera de dioses. A menudo rehúye alguno el combate y el son de los dardos, se pone a cubierto, y en casa le alcanza la muene fatal. Pero ése no va a ser recordado ni amado por el p .. eblo, y al o tro, si ene, Jo lamentan el grande y el pequeño. Pues u toda la gente le invade la nosmlgia de un bravo que supo morir. Y si acaso pe¡·vive, es rival de los héroes, porque a su paso le nc.lmiran cual si fuet·a una torre del muro. Hazaf'ln~ acomete que valen por muchos, siendo él solo.

2 (3D)

Ahora se aceren el tropel de los Cimerios feroces.

T!RTEO 0 1! I!SPARTA

(Pl. alrededor de 640 a. C.)

t (1 D)

... Avancemos trabando muralla de cóncavos escudos, marchando en hileras Panfilios, Hileos, y Dimanes, y blandiendo en las manos, homicidas, las lanzas.

De tal modo, confiándonos a los eternos dioses, sin l'ardanza acatemos las órdenes de los capitanes, y todos al punto vayamos a la ruda refriega, alzándonos firmes enfrente de esos lanceros. Tremendo ha de ser el estrépito en ambos ejércitos al chocar entre si los redondos escudos, y resonarán <.'U ando topen los unos sobre otros ...

2 (l D)

Escucharon a Febo y de Delfos trajeron a Esparta las profcclas del dios, sus palabras de cierto final . As! el Soberano Certero del Arco de Plata, Apolo, el de dorada melena, les elijo en su templo suntuoso: «Que !"landen en consejo los reyes que aprecian los dioses, ellos ncncn a su cargo esto amable ciudad de Esparta y los ancianos ilustres, y luego los hombres del pueblO: que se pondrán de acuerdo para honestos decretos. Que expon~an de palabra lo bueno y practiquen lo justo en todo, y que nada torcido maquincn en es ta ciudad. Y al conjunto del pueblo le atañe el poder y el triunfo.» As! en este asunto le habló entonces Febo al pueblo.

l (6, 7 D)

Pues es hermoso morir si uno cae en la vanguardia cual guerrero valiente que por su patria pelea. Que lo más amurgo de todo es andar de mendigo, abandontlndo la propia ciudad y s~1 s fértiles campos, y marcha1· al exjlio con padre y madre ya ancianos, seguido de los hijos y de la legitima esposa. Porque ése será un extraño ante quienes acuda cediendo a las urgencias de lo odiosa pobreza. Afrento a su linaje y baldona su noble figura y toda clase de infamia y ruindad le persigue. Si un va¡¡abundo asl ya no obtiene momento de dicha ninguno, ni vergüenza ni estima ninguna, entonces con coraje luchemos por lo patria y los hijos, y muromos sin escntimnrles ahora nuestras vidas. ¡Ah jóvenes, pelead con firmeza y codo a codo; no iniciéis una huida afrentosa ni cedáis al espanto;

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22 Pocs!a l!rica griega (vn-1v •· C.J

aumentad en vuestro pecho el coraje guerrero, y no sintáis temor de hacer frente al enemigo! Y a vuestros mayores, que ya no conservan ligeras rodillas, a los viejos, no les abandonéis atrás al retiraros. Vergonzoso es, desde luego, que cuiga en vanguardia y quede unte los jóvenes tumbado un hombre ya madvro, que tiene ya blanca la cabeza y canosa la barba, y queda exhalando su ánimo audaz en el polvo, con el sexo cubierto de sangre en sus manos - bochornoso espectáculo es ése y exige venganza-y su cuerpo desnudo. En cambio, todo es bello en un joven, mientras lo flor Bamante de amable juventud posee. Es admirado por los hombres y suscita amor en las mujeres mientras está vivo, y hermoso es si cue en la vanguardia. As! que todo el mundo se afiance en sus pies y se hinque en el suelo mordiendo con los dientes e l labio.

4 (ID)

Vamos, ya que sois del linaje de Herodes invencible, tened valor, que aún Zeus no desvió de vosotros su rostro. No os espante ni asuste el tropel de enemigos, mas que cada soldado sostenga contra ellos su escudo, y, sin tener en aprecio la vida, las Keres oscuras de la Muerte acepte tan gratas como rayo~ de sol. Sabéis cuán mortiferas son las hazafías del lúgubre Ares, bien conocéis la furia del cruento combate, y fuisteis por turnos los perseguidores y los perseguidos, muchachos, hasta hartaros de acosos y huidas. Los que se at reven, en fila cerrada, a luchnr cuerpo a cuerpo y a avanzar en vanguardia, en menor número mueren y salvan u quienes les siguen. Los que tiemblan se quedan sin nada de honra. Nadie acabarla de relatar uno a uno los daños que a un hombre le asaltan, si sufre la Infamia. Pues es ngrndnble herir por detrás de un lnm:nzo al enemigo que escapa en la fiera refriega; y es despreciable el cadáver que yace en el polvo, atravesado en la espalda por punta de lanza trasera. Así que todo el mundo se afiance en sus pies,

Y lalbógrúot y elegiacos arcaicos

Y se hinque en el suelo, mordiendo con los di en tes el labio cubriéndose los muslos, las piernas, e.l pecho y los hombros ' con el vientre anchuroso del escudo redondo. Y en la derecha mano agite su lanza tremenda, y mueva su fiero penacho en lo alto del casco. Adiéstrese en combates cumpliendo feroces ])p?.·añas, y no se quede, pues tiene su escudo, remoto a las flechas. Id todos al cue!'PO a cuerpo, con la lan?.a larga o la espada her1d y acabad con el fiero enemigo. Poniendo pie junto a pie, apretando escudo contra escudo penacho junto n penacho y casco contra casco, ' acercad pecho a pecho y luchad contra el contrario manejando el puño de In espada o la larga lan?.a. ' Y vosotros, tropas ligeras, uno acá y otro aiM, agazapados de trÁs de un escudo, tirad gruesas ¡)iedrns Y asaetadlos con vuestras pulidas jabalinas, permaneciendo cerca de los que portan armadura completa.

5 (90)

No quisiera recordar ni evocar con elogios a nadie por su excelencin en correr o en la pelen de 1>uiíos ni aun9ue tuviera la altura y la fuerza de un Cfclope, y venc1era en carreras al tracio Bóreas ni si fuera la figuru m1l~ bello que Tit·¿no, y superara en J"iquezns 11 Midas y a Ciniras, y más regio fuera que Pélope, hijo de Tántalo, y una lengua más dulce que Adrasto tuviera y una fama cabal, mas careciera de ánimo de lucha. Que no hay hombre de valer en el c11mpo de guerra más que el que osa presenciar In matanza sangrienta y se lanza ~ enfrentarse de cerca al feroz enemigo. Esa es In VIrtud, esa entre los hombres la móxirna gloria, y el má~ hermoso premio al alcance de nn joven guerrero. Un bien común a la ciudad y al pueblo entero es el hombre que, er11uldo en vanguardia, se afirma sin descanso, y olvida del todo la fuga infmnante exponiendo su vida y su ánimo audaz y sufrido; ' y enardece con sus palabras al que combate a su lado. Este es el bombre que resulta valioso en la guerra.

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24 Poe.!a llrica griega (vn-rv a. C.)

Y pronto las feroces fal:lllges de los enemigos rechaza, y con su esfuerzo detiene el oleaje que trae la batalla. Pero a quien en vanguardia caldo In vida perdiera, tras dar gloria al país, a sus gentes y a su padre, traspasado cien veces de frente, a tmvés de su pecho y del escudo de forma de ombligo y su coraza, a éste lo lloran lo mismo los viejos que los jóvenes y con hiriente nostalgia lo añora su pueblo en conjunto. Y su tumba y sus hijos son entre los hombres famosos, y los hijos de sus hijos y toda su estirpe futura. Jamás su noble fama se extinguió ni su nomb~c. sino que aunque esté bajo tiena, se hace inmonal el que ha destacado en saber resistir y en pelear por su tierra y sus hijos, a quien el cruel Ares matara. Mas si escapa a la Ker de una muerte doliente, y victorioso consigue que su lanza el flamante triunfo, todos le honr:lll, los jóvenes como los viejos, a un tiempo, y habrá vivido con mucha ventura antes de irse al Hades. Al envejecer destaca entre sus conciudadanos y nadie se atreve a faltarle en su honra y su derecho. Todos a un tiempo, los jóvenes y los de su edad, y aun los más viejos, le ceden su asiento en los b:lllcos. Que ahora intente todo hombre la cumbre de esa virtud con su cora je alcanzar, y que nadie flojee en la gue t•ra.

6 (18 D) ¡Adelante hijos de los ciudadanos de Esparta, la ciudad de los bravos guerreros! Con la i?.quierda embrazad vuestro escudo y la lanza con audacia b!:llldid, sin preocuparos de salvar vuestra vida; que ésa no es cosrumbre de Esparta.

AIIQUÍI, OCO DE PAROS (PI. alrededor de 6)0 a. C.)

Hijo de un noble pario y de unn esclnvn, hubo de emigt11.r de su rocoso ialo noto! poro ganorae la vida, como soldado de fortuna, con su

Y llllb6grofos y elegíacos arcaicos

IIIWl. Conoció la guerra corno un menester penoso, oo como e! lugar ck: !as hazaílas heroicas. Cumta en un04 versos que hicieron Íll{l)()$0 tu cinismo cómo escapó ck: un combate tros arrojar el escudo. Es significa­tiva su desenvoltura al confesar tan bochornoso acto. (El escudo es, en la t4ctica hopUrico, el arma que protege el flanco del compañero inmediato, el emblema del coraje del guerrero, que nunca debe: perderse. cVolvcd con el escudo o sobre el cscudo», se dccfn Cll Esparta.) Al poeta, pr¡¡g· m't.ico, le interes.oba salvaguardar su vida, no el código del honor ni el renombre.

En umores fue desdichado. Un tal Licnmbes le negó, faltando n ao· tedores promesas, lo muno de su hijo Neohuln, que Arqullooo amaba. Se vengó insulhtndo t1 la ftiiDiUn con tnl ferocldnd <¡ue, según la leyenda, el padre y sus hijas se ahorcaron pura esc.npur ul c•curnio. Con buenas ru· 1.oncs personales, el poeta pondera como gmn virtud l" ecuanimidüd, d tnlnntc sereno nme Jos embates del azar. J3astardo y mercen11rio, con su sentir acerbo y desarraigado, ArquJJooo irrumpe en In poesía con perso­nalidad inconfundible, al macgcn de Jos convencionalismos nrístocráticos.

Los antiguos le atribuyeron la invención del yambo, verso poco noble, no apto para la épica, si para los coloquios drumliticos, poro los burlos y la dúra vulg11r. En yambos y clc¡¡lu dejó tcnimonio de su yo dolim­tc y de su palabt11. mordaz.

1 (1 D)

Soy yo, a la vez, servidor del divino En.ialio y conocedor del amable don de las Musas.

:z (2 D)

En Jo !:lll~ll tengo mi pan negro, en lu Junza mi vino de lsmaro, y bebo apoyado en mi lanza.

3 (6 0 )

Algún Sayo alardea con mi escudo, arma sin tocha, que tras un matorral abandoné, a pesar mio. Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa el tal escudo? ¡Váyase al diantre! Ahora adquiriré otro no peor.

4 (3 D)

No se van ya o tensar muchos arcos ni frecuentes hondas, cuando o contienda Ares convoque en el llano. De espndns será muy quejumbrosa In tarea. Que en ese género de lucha son expenos ellos, los dueños de Eubea, afamados por sus lanzas.

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26 Poesla llrica griega (vn-rv 1 . C.)

5 (5O)

Anda, con el copón recorre los bancos de remeros de la rauda nave, y destapa las jarras panzudas. Y escancia el vino rojo hasta el fondo de heces. Pues no podremos soportar sobrios esta guardia.

6 (11 O)

Ocultemos los penosos presentes del soberano Posid6n.

7 (7 0)

Tus fúnebres quejas, Pericles1

ning(m ciudadano ccnsura~á, ni tampoco la dudad, enl:~e fiestas. Tales eran aquellos que las olas del mar bravío sepultaron. Hinchados por las penas tenemos los pulmones. Pero los dioses, amigo mio, establecieron como droga para males sin remedio la firme resignación. Ya uno, ya otro los liene. Hoy nos tocó a nosotros, y una sangrienta herida lloramos. Luego alcanzará a otros. Conque al punto resignaos y dejad ese llanto de mujeres.

8 (80)

Todo al hombre, Pericles, se lo dan el Azar y el Destino.

9 (90)

Nadie que de chismorreos del vnlgo se preocupe, Es!mida, podrá gozar de muchos moment·os felices.

10 ( lO 0 )

Porque ni llorando remediaré nada, ni nada empeoraré dándome a placeres y festejos.

11 (13 0 )

Glauco, un mercenario es amigo sólo cuando lucha.

12 ( 18 0 )

Esta (isla de Tasos) como un espinazo de asno se encrespa, coronada de un bosque salvaje. ... Que no es un lugar hermoso ni atractivo ni mnable cual el que surcan las aguas del Sir!s.

Y ambógra(os y elegiacos arcaicos

13 (19 0 )

Uoro las desgracias de los Tasios, no los de los Magnesios.

14 (20 0 )

No me importan los montones de oro de Crises. Jam!ts me dominó la ambición y no anhelo el .poder de los dioses. No codicio una gran tiranía. LeJos está tal cosa, desde luego, de mis ojos.

15 (67a D)

Corazón, corazón, de irremediables penas agitado, ¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles el pecho, y en las emboscadas t·raidoras sostente con firmeza. Y ni, al vencer, demasiado te ufanes ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa. ' En las alcgrias alégrate y en los pesares gime sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.

16 (58 O)

A los dioses atribúyelo todo. Muchas veces levantan de las desdichas a hombres echados sobre el oscuro suelo· y muchas veces derriban y tumban punza arriba ' a quienes caminan erguidos. Luego huy muchos daños y uno yerra falto de sustento y en desvHt·lo de mente.

17 (68 0)

El ánimo de los hombres, Glauco, hijo de Leptines se ajustn al día que Zeus a los mortales depara, ' y piensan según les conviene en sus circnnst·ancias.

18 (64 0 )

Ningún ciudadano es venerable ni ilustre cuando ha muerto. El favor de quien vive preferimos los vivientes. La peor parre siempre toca al muerto.

19 (74 0 ) El eclipse

Ningún suceso hay ya inesperndo, ni increíble ni mm·nviUoso, cuando Zeus, Padre de los Ol!mpicos de un mediodra hizo noche, ocultando la luz '

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28 Poeslo Urica griega (vu-1v 11 . C.)

del sol brillante. Húmedo espanto sobrevino a las gentes. Desde entonces cualquier cosa resulta creíble y esperable a los humanos. Ninguno de nosotros se admire al verla. Ni si las bestias agrestes truecan con los delfines el pasto marino y tienen por más gratas que la tierra las olas resonantes del mar, y aquéllos prefieren el monte.

20 (53 0 )

O lvida Pnros, y aquellos higos y el vivir del mar.

21 (54 0)

Asl en Tasos confluyó la basura de toda Grecia.

22 (60 0 )

No quiero un general alto y bien plantad? ni ufano de sus bucles y esmerado en afeues. Por mf, ojalá sea un tipo pequeño y patizambo que se mantenga firme en sus pies, todo corazón.

22 (61 0) Siete son los muertos, que a In carrera alcanzamos, y los ma todo res somos mil ...

23 (55 0 )

¡Que no se cierna sobre csw isla In roca de Tántalo!

23 (56 0) Glauco, mira. Ya el mar profundo en olas se encrespa

y un alto nubarrón se eleva en los ~ontes ~e Giros, indicio de tormenta. Nos ataca, de 1mprov1so, el terror.

24 (78 0 )

Bebiste vino abundante y sin mezcla. y no aportaste siquiera tu parte, ni viniste invitado, como amigo, sino que tu vientre extravió a !ll mente. y te nrrnstró a la desvergüenzn.

Y ambó¡¡rafoc y clc:glacos arcaicos

25 (25 0)

J uguctcaba ella con un ramo de mirto y una linda flor del rosal ...

Su melena le aureolaba de sombra los hombros y In frente.

26 (26 0)

... De su perfumado cabello y su pecho hasta un viejo se habría enamorado.

27 (112 0)

Tal ansia de amor me envolvió el corazón y densa niebla derramó sobre mis ojos robando de mi pecho el suave sentido.

28 (104 0)

Y u.go, infeliz, por la pasión vencido, sin vida, hasta los huesos traspasado de fieros dolores que los dioses me envían.

28 ( 118 O, 120 0)

Pero el perturbador deseo me domina y no me cuido de yambos ni placeres.

30 (71 0 )

Ojalá que pudiera tocar la mano de Neobuln ...

31 (72 0 )

Y caer, presto a la acción, sobre el odre y aplicar el vien tre al vienue y mis muslos a sus muslos.

32 (29 0 )

No he celebrado, padre Zeus, el fesún de mis bodas.

33 (88 0)

Padre Licambes, ¿qué es lo que tramaste? ¿Quién perturbó tu entendimiento? Ante~ estabas en tus cabales. Pero ahora eres en la ciudad gran motivo de burla .

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JO Poesfa Urica grlep (vn -tv a. C .)

34 (89 0)

Cicrtu fábula huy que asl cuenta: que una vez la zorro y el águila trabaron amistad como vecinos.

l5 (94 O)

¡Oh Zeus, Padre Zcus, tuyo es e:! poder en los cielos, y tú observas los hechos de los hombres, criminales o justos, y a ti incluso te atañe la desmesura y la justicia entre las fieras !

36 (IOl O )

Muchos trucos conoce la zorra, pero el erizo uno decisivo.

37 (66 O)

Sé sólo unn cosa importante: responder con daños terribles o quien daños me hizo.

l8 ( ll l O, 114 O)

Y n no tienes en flor tu suave pieL Que ahora se marchita, y lo arrasa el surco de In triste vejez.

39 (27 O)

No deberlos unturtc con perfumes, vieja como eres.

40 (88 Ad)

¡Gordo, l'nmera, prostituto abominable!

41 (75 0) Escucha, HefesLo soberano, mi ruego, y mi aliado sé propicio, y dome los favores que tú otorgas.

42 (76 0)

Siendo yo mismo el gula del peán al son de la Rauta de Lesbos ...

4l (77 O) Cómo marcar el inicio del bello como del divino Dioniso, el ditirambo, sé yo, cuando el vino fulmina mis entrañas.

Y amb6grafoe y elegiaco• arcaicoe

44 (84 O)

Zeus entre los dioses es adivino que nunca miente, ya que él mismo determina el final.

45 (120 O)

¡Ténela! ¡Salve, gran vencedor, Heracles Soberano! ¡Ténela! ¡Gran vencedor, tú y Yolao, dos bravos guerreros! ¡Ténela! ¡Salve, gran vencedor, Heracles Soberano!

SI;MÓNIDES DE AMOIIGOS (FI. alrededor de 6)0 a. C.)

}1

Si bien el frimer fraamento de Semónide:s comenta un famoso verso de Homero (/ ., VI, 146), •el poeta de Qufos• -como en d final del 1 llmno a A polo--, el senrido de sus poemas está mucho más en la linea de In poesla hesiódiea. El aspecto sentcndoso y el tono pesimista de sus elcglns van acompafindos de un cierto afán didáctico, que entronca con In vivencia personal del poeta, testigo resignado de uno época dura. Tanto en su consejo de cosechar el placer en los limitados márgenes de lo existencia humano , como en su visión de In triste suerte común de los effrueros mortales, se expt·esn una {'Onciencia del tiempo y del dolor iocvi· table muy carncterfstlcn de su momenw.

Su famoso poema yámbico, el calálo~o de las muieres (fr. 7), que tO<:a un temo de posibles nntccedentes trndldonales y un tanto tópico (se halla también en FO<:Uides, poeta algo posterior), recuerda, de un Indo, la fdbu­la, en cuanto también aquf se establece unn relación entre caracteres hu· manos y conductas de nlgunns t:species nnlmnles, y, de otro, la concepción de H eslodo sobre lns vcntnjns y desventajas de las mujeres. También esto visión se halla lejos de In mds cortesana y cnbnJicrcsca de la épica he­roica , donde la bdlezo femeni nn y In gracia >«:ñorial eran las virtudes m4s nocables de U11R csposn. Desde eNte enfoque mcls proletario, referido a un mundo de penuria, de trabajo ('Onstante y de hombre y mist:ria, las mu­jeres resultan considerados mucho mds duramente. S6lo la Wja de la abeja, laboriosa y collado, vale paro una vida común feliz. Como la besíó­dica Pondoro, lo mujer resulta un ser ambiguo, dañino y seductor, pero loe riesgos y toras femeninos son mucho m;b abundantes que sus dudosoo beneficios.

1 (290)

Esto es lo más bello que dijo el hombre de Qwos: «Cual la generación de las hojas, asf es la de los hombres.•

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J2 Poesla llrica griega (vn-Iv a. C.l

Pocos mortales, en efecto, acogen en su oldo este verso y lo depositan en su pecho. Pues quedo en coda uno la espe­que en el com;¡ón de los jóvenes armiga. r rnnza Mientras conservfl un mortal la flor muy deseable de la juvenmd, tiene un ánimo ligero y piensa muchos desatinos. Porque no recela que ha de envejecer y morir ni, al estar sano, ti ene preocupación por lo fatiga. Necios quienes tienen tal estado de mente y desconocen cuán corto es el tiempo de !a juventud y el vivir. de los hombres. Pero tú apréndelo, y hasta el fin de tu vida atrévete a gozar de los bienes que el vivir te depare.

2 (l D)

Hijo mfo, el retumbante Zeus domina el fin de todo lo que es y lo dispone como quiere. Los hombres carecen de entendimiento. Pues al dia vivimos como bestias, del todo ignorantes de cómo la divinidad hará concluir cualquier asunto. La esperanza y la persuasión alimentan a todos mientras se lanzan a lo irrealizable. Unos aguardan a que lleg\le un dla, otros a que rueden los afios. Para el próximo no hay hombre que no espere hacerse intimo de In riqueza y los bienes. Pero a uno se npresura la vejez odiosa n utrapodo antes de que llegue a su meta. A oti'OS penosas dolencias Jos consumen. A otros, sometidos por Ares, los despacha Hades bajo la negra tierra. Otros, en alta mar, zarandeados por In tormenta y los muchos embates del purpúreo oleaje, perecen, cuando en vano tratan de sobrevivir. Otros se cuelgan de un lazo, en triste destino, y por propia decisión dejan la lu:.: del sol. Así que nada hoy sin daños, sino que incontobles son las formas de muerte e imprevisibles las penas y las calamidades de los hombres. ¡Pero ojalá me escucharan! No anhelaríamos las desdichas ni al encontrarnos entre duros dolores nos desgarraríamos el ánimo.

Y amb6¡¡núos y elegiacos an:aicos

l (20)

I?e quien murió no nos preocuparíamos, SI h1éramos sensntos, más de un d ía.

4 (l D)

1 .argo tiempo tenemos de estar muertos . . . y vtvLmos muy mal un corto número de mios.

5 (4 D)

Del todo cxemo de reproches y desdichas nadie.

6 (6D)

Ningunn cosa se lleva como botfn un hombre mejor que una buena mujer ni peor que uno mala.

7 (7 0)

De modo div~rso la divinidad hizo e l talante de la mujer desde un comtenzo. A la una la sacó de la hispida cerda: en su casa está todo mugriento por el fango, en desorden y rodando por los suelos. Y ella sin lavarse y con vestidos sucios, revolcándose en estiércol se hincha de grasa. A otra la hizo Dios de la perversa zorra ~na moj~r que lo sAbe todo. No se le es~npo madven1do nada de lo malo ni de lo bueno. De las mismas cosns muchas veces dice que wu1 es mala Y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada c~so. Otra, de la perra snJió: gruñona e impulsiva, que pretende olrlo todo, sabérselo todo, y va por todas partes fisgando y vagando y ladra de continuo, aun sin ver a nadie. ~o la pued~ C?Otencr su maddo, por más que la amenace, n1 aunque, n·rttado, le parta los dientes a ped1·adas ni tampoco hablándole con tcrnurn ' ni siquJera cuando está sentada cod extraños· . . . . sino que mantiene sm pausa su irrestañnble lndi'R I', A ott~ la moldearon los Olfmpicos del barro, y la d1eron a! hombre como algo tarado. Porque ni el mal ni el bien conoce una mujer de esa clase.

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34 Poesla lírica griC8" (vn-JV a. C.l

De lns lnbores sólo sabe una: comer. Ni siquicrn cuando Dlos envla un mal invierno, por m1ls que tirite de fdo, acerca su bam¡ueta al fuego. Otra vino del mar. Esta presc::nta dos aspectos. Un d!a r!c y está radiante de gozo. Cualquiera de fuera que la vea en su hogar la elogia: «No hay otra mujer más agradable que ésta ni más hermosa en 10da la rierra.» Al otro dfa está insoportable y no deja que la vean ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida e inabordable entonces, como una perrn con cachorros. Es áspera con todos y motivo de disgusto resulta tanto a enemigos como a íntimos. Como el mar que muchas veces sereno y sin peligro se presenta, alegria grande a los marinos, en épocn de verano, y muchns veces enloquece revolviéndose en olas de sordo retumbar. A éste es a lo que más se parece tal mujer en su carácter: al mar que es de índole inestable. Otra procede del asno apaleado y gris, que a duras penas por la fuerza y tras Jos gritos se resigna a todo y trabaja con esfuer.lo en lo que sea. Mientras tanto come en el establo toda lo noche y todo el dln, y come ante el hogar. Sin embargo, cuando se trnta del acto sexual, accpw sin más a cualquiera que venga. Y otra es de la comadreja, un linaje triste y ruin. Pues ésta no posee nada hermoso ni atractivo, nada que cause placer o amor despierte. Está que desvaría por la unión de Afrodita, pero ni hnmbre que la posee le da náuseas. Con sus hurtos causa muchos daños a sus vecinos, y a menudo devom ofrendas destinadas al culto. A otra lo engendró una yegua linda de lar~n melena. Esta evita los trabajos serviles y la fatiga , y no quiere tocar el monero ni el cedazo levanta ni la basura saca fuern de su casa, ni siquiera se sienta junto al hogar para evitnr el ho\lln. Por necesidad se busca un buen mnriclo.

Y amb6grafos y elcgfacos ~~Caicos

Cada dln se lavo la suciedad hasta dos veces, e incluso tres, y se unta de perfumes. Siempre lleva su cabello bien peinado, y cardado y adornado con nores. Un bello espectáculo es una mujer asi para los demás, para su marido una desgracia, como no sea algún tirano o un personaje de los que regocijan su ánimo con tales seres. Otra viene de la mona. Esta es, sin duda, la mayor cnlamidad que Zeus dio a los homb¡·es. Es felsimn ele ca1·a. Semejante mujer va por el pueblo como objeto de risa para todo la gente. Corta de cuello, apenas puede moverlo, va sin trasero, brazos y piernas secos como palos. ¡Infeliz quienquiera que tal fealdad abrace! Todos los trucos y las trampas sabe como un mono y no le preocupa el ridículo. No quiere hacer bien a ninguno, sino que lo que mira y de lo que codo el día ddibcm es justo esto: c6mo causar a cualquiera el mayor mal posible. A orra la sacaron de la abeja. ¡Aforruoado quien la tiene! Puc.-s es la única a la que no alcanza el reproche, y en sus manos florece y aumenra la hacienda. Querida envejece junto 11 su nmaote esposo y cr!a uno fumilin hermoso y renombrada. Y se hace muy ilustre entre todas las mujeres, y en torno suyo se derrama una gracia divina. Y .oo le gusta sentarse enrre otras mujeres cuando se cuelltan historias de amorfos. Tales son las mejores y más prudentes mujeres que Zeus a Jos hombres dtpnra. Y las demás, todas ellas existen por un rruco de Zcus, y as( permanecen junto a los hombres. Pues éste es el mayor mal que Zeus creó: las mujeres. Incluso si parecen ser de algún provecho, resultan, para el marido sobre todo, UJl daño. Pues no pasa tranquilo nunca un día entero todo nquel que con mujer convive, y no ''" 11 rechazar rápidamente de su cnsu al hambre,

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POC31a llric::a griega (vu-tv o. C.)

odioso compañero del hogar, dios de mal temple. Cuando piensa un hombre gozar de mejor ánimo en su hogar, por gracia de los dioses o fortuna humana, encuentra ella un reproche y se arma pnru la bata.Ua. Pues donde hay mujer no puede recibirse con agrado ni siquiern o un huésped r.,¡uc acude a la cosn. La que parece, c:n efecto, que es la más sensata, esa resulla ser la que más ofende a su marido, y mientras anda él de pasmarote, sus vecinos se ríen a su cosra, viendo cuánro se equivoca. Cada uno hará elogios recordando a su propia mujer, y censuras cuando evoque n In de otro. i Y no advertimos que es igual nuestro destino! Porque éste es el mayo1· mal que Zeus creó, y nos Jo echó en torno como una argolla irrompible, desde la época aquella en que Hades acogiera a los que por causa de una mujer se hicieron guerra.

MIMNERMO OC COLOFÓN (FI. alrededor de 6JO a. C.)

Parece que Mimncrmo compuso un largo poemo de tono épico sobre In fundoción de Esmi(nn y las luchas e11 la zonn costero de Asia Menor, tht1h1do la Llsmil'llcida, del yue uos quedan c> iguos restos . .Pero lo que b.izo a nuestro poctn muy apreciado Incluso de los alejandrinos íucron sus poemas erólit'OS, recogidos en su libro No111tO, dedicado a una cone· saoa de tal nomhre. Calimaco calificó a Mimncrmo de «dulce•, por esn sensibilidad para el amor delicado y arrcbn~ndor, por ese apasiolll!do decir que es novedad en este elegiaco. junto a ese tono erótico destaca en él el sentido cnsí trdgico del tiempo fugaz, del plocer que se esfuma pronto, de lo vida condenada a la pronta ruina fls•ca. El hedonismo y el pc:si· mismo confluyen en esta poe$la melaocólico.

1 (1 0)

¿Qué vida, qué placer hay al mm:gen de In áurea Afrodita? Morirme quisiel'a cuando ya no me importen el furtivo amorro y sus dulces presentes y el lecho, las seductoras flores que da la juventud a hombres y mujeres. Pues más tarde ncudc penosa la vejez, que a un tiempo feo y débil deja al hombre.

Y ambógrafos y clesfacos arcaico.

De co~cinuo agobian su mente tristes presentimientos y no dtsfruta ya al contemplar los rayos del sol o::.n.tonces ~s od.ioso a Jos niños, y desprec:inble u'las mujeres. i lan hornble unplantóla divinidad la vejez!

2 (2 O)

Noso~ros, cual las hojas que crfa la estación florída de p~unavera, apenas se difunde a los rayos del sol, se~e¡ante.s a c~las, por breve tiempo gozamos de flores d~ ¡uv~nrud, stn conocer por los dioses ni el mal m el btcn. Pero al Indo se presentan las Kcres oscuras lu una con el embo?,o de la funesta vejez, ' la otra con el de la muerrc. Un inst:tnte dum el fruto de ln juventud, mientrns se cspal'ce sobre la tierra el sol. Mas apenas ha pasado esa sazón de la vida,

J7

entonces resulta mejor estar muerto que vivo. Mucho~ malc~ entonces asaltan el ánimo. Unas veces el hogar se arruma y v1~nen los duros acosos de In miseria. Otro, en camb1o, carece de hijos, y con ese 1tnsin extrema emprende bajo tierm su camino hacia el Hades. A Otro le apresa uno angustiosa enfermedad. Ninguno entre los hombres hay n quien Zeus no le dé muchos males.

3 (4l>)

A Titono le dio Zeus como gracia un mal eterno: la vejez, que es mucho peor que la espantosa muerte.

4 (S l>)

Pero dura un tiempo muy breve como un sueño la ju~cnrud preciado. Luego, aro~ga y deforme, ' la ve¡ez sobre nuestro cabeza está pendiente odiosa al par que infame, que desfigura al h~mbre y. envolviéndole, daño sus ojos y su mente.

5 (6 0 )

Ojalá que, sin enfermedades ni penas angustiosas, a los sesenta aiios me alcance la muerte fatal.

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38 Poesía llrica srícga (VU•lV •• C.)

6 (100)

Helios, pues, consiguió su taren para todos Jos días, y jamás se le ofrece descanso ninguno, ni a él ni a sus caballos, en cuanto la Aurora de dedos rosáceos abandona el Océano y asciende hasta el cielo. A él sobre el mar lo transporta su lecho encantado, cóncavo, moldeado por las manos de Hefesto, de oro precioso, provisto de alas, sobre las ondas dc.:l agua; durmiendo plácido viaja desde el país de las Hespérides a In región de los Etiopes, donde su raudo c1arro y corceles le aguardan, en tanto npnrecc lu Auroa;a nacida en el alba. Y entonces se sube a su carro el hijo de Hipedón.

1 (1 1 O)

Nunca el gran vellocino habda Jasón rescatado de Ea, cumpliendo hasta el fin su doliente aventura, triunfando en la ardua empresa del violento Pclias, y ni siquiera habrían llegado a la bello corriente de Océano {los Argonautas, de no contar con el favor de Afrodita) ... n la ciudad de Eet·es, donde los rR)•Os del Sol ve.loz se guardan en una cámara de oro, al borde del mar Océano, adonde marchó en su viaje el divino Jasón.

HlrONAC'I' P. DE EFESO (Fl. alrededor de )40 a. C.)

De los yarnbos de Hiponocae, pocrn mendicante y desvcrgonz.1do nos hnn llegado breves y pintorescos fro¡¡meruos muy mutilados. Empleaba palabras. vulgar~s y exótic•s y g_usaobu de la obscenidad y la evocación del ambr~rc picaresco. en que vrvfo, como un precursor de los panbiros dd Satmcón_ de Peuonro, como un remoto anac:ccdcnre de Villon y tantos 110e1as callc¡cros. Recurre a la parodio del estilo elevado y uúliza un verso ~~mbico caracterfsúco: _d colinmbo, o «yambo cojo», que tiene una cadenero burlona. Es una Msuma no snbc:r m;ls de este tipo desharrapado y prccfnico.

1 (24 0)

Hcrmes, querido Hcrmes, hijo de Muyn, nacido de Cilene, a ti te suplico, que de modo tera-ible tirito de frío ...

Y ambógrafos y elegiacos arcaicos

Dale a Hiponacte una capa y una camisiUa, unos sandnlitas y unas pantuflillas y unas sesenta estateras de oro de la casa de enfrente. ... Dale una capa a Hiponacte, que tirito mucho y me castañetean los dientes de frlo ...

2 (25 0) Porque a mi no me diste todavía un manto grueso, remedio del frío en üwiemo, ni cubriste mis pies con gmesas pnntullns, paro que no me salgan sabañones ...

3 (28 0) A mi Pluto -que es demasiado ciego-­jamñs vino a mi casa a decirme: «Hiponucte, te voy a dar treinta minas de plata y otras muchas cosas encima.» Es flojo de moUera.

4 (42 0 ) A las desdichas abandonaré mi alma muy quejumbrosa si es que no me mandas a toda prisa un medimno de cebada, para hacerme con sus harinas sopa de gachas que beber como remedio a la miseria .

S (40) Le gritó al hijo de Maya, al Príncipe de Cilene: ... «Tlcrmes ahorcaperros, ll11mado en meonio Candaules, compadre de los ladrones, ven conmigo n chillarles.»

6 (66 0 ) Con poco tino piensan los que hnn bebido puro vino.

SOLÓN DE ATENAS

(Fl. alrededor de 600 a. C.)

39

Solón, que debió de nacer hacia el 640 •· C. y murió después del 560, yR en tiempos de l• tiranla de Pislstr<IIO, e• uno de los grnodes figuras ele l• época arcaica. Polltico y legislador, viajero y poeta, mereció ser

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40 Poesla l!rica griega (VTT-tv a. C.) Yambógra!os y elegiacos arcaicos 41

contado, índiS<-utibl=cntc, entre: los Siete Sabios. Su obra poética es, en buena parte, un comentario de su actuación pOlítica: un teStimonio y una justifiCGción también. Si los reformas de Solón no satisfacieron a muchos de los que se h.1blno Jx,cho ilusiones de un cambio radien! y pOr c:llo abrieron c.•uce o In polfricn del tiruoo Pisistnno, signHicnron mu­cho, sin embargo, para asentar las bases de In constitución democrático de Atenas y paliaron una tremenda crim social, al aboUr Jo esclavitud por deudos y contener el poder de los olignr<:ns. En sus dos clegíns más extensas, la dedicada A las MIISIIS y In ud Buen Gobicmo (Etmumla), Solón traza los esquemas bdsicos de su modo uc pensnr: respeto o lo. Justicin, In Dike, que siempre se imrx>nc, y t•echozo de la rique-u y los. excesos injustos. Con ello se halla en In IJneo religiosa trndiciolllll que nprcdn ante todo In sopbro.r'Yna y dctesl'n lo byhris. Emrc el bnndo de los oli¡¡nrcas y el de los dcmclct·nws cxnre,·hndos $olón se intc1·pone, «como lindero entre los dos frentes en guerra., y snbc no caer en la tentación de nsumir la riranía. Unos versos (fragmentos 17 y 18) le sirven paro ex­poner, con indudable orgullo, esto firme t-onvicción en la rectitud de su actuación. Para los {l"iegos fueron los poetas los educadores del pueblo. Sol6n es un claro e¡cmplo del valor ¡x>lftico de la poesía. En su de¡¡(a R las Musas no les pide la memoria de las ht~Zalirus dd pasado ni una IIO'Z irrcstttñablc, sino ~1 éxito qu~ corresponde a su comportamiento al servicio de la ciudad y de las normas de Dlk~

1 (1 D ) A tu Muaa

Espléndidas hijas de Zeus del O limpo y de Mnemósine, Musas de Pieria, escuchadme en mi ruego. Dadme la prosperidad que viene de los dioses, y tenga unce los hombres por siempre un honmdo renombre, que de tal modo sea a mis amigos dulce y~ mi enemigo amargo; rcspctudo por unos, terl'lble n los otros mt persona. RiqltC'ats deseo tener, mas adquirirlas de modo injusto no quiero. De cualquier modo llega luego la justicia. La abundancia que oft·ecen los d ioses le resulra al hombre segura desde el último fondo hasta In cima. Mas la que los hombres persiguen con vicio, no les llega por orden natural, sino arrafda por injustos manejos, les viene forzada y pronto In enturbia el Desastre. Su comienzo, como el de un fuego, nace de casi nada, de poca monta es ni principio, pero es doloroso su final. Porque no les valen de mucho o los hombres los actos de in-

[justicin. F!.s que Zeus vigila el fin de toda$ lns costls, y de pronto - como el viento que al ínswnte disperso los nubes

en primavera, que tras revolver el hondón del mar estéril y de enormes olas, y arrasar en los campos de trigo los hermosos cuiLivos, alcanza el sublime hogar de los dioses, el cielo, y deja luego el aire con aspecto sereno, y brilla el (ulgor del sol sobre la férti l tierra, hermoso, y no queda ya ni una nube a la vista-us( aporece el castigo de Zeus. Que no en todo momento es de pronta cólera como un individuo mortal. Pero no se le oculta por siempre quien tiene un perverso coraz6n; y de uno u otro modo al final lo evidencia. Conque uno al instante paga, y otro después. Algunos escapan, ellos, y no les alcanza la Moira futnl de los dioses, pero ésta llego en cualquier forma más tarde. Y sin culpa pagan sus delitos sus hijos o su descendencia mÁs tarde. Mas los hombtes, tanto d ruin como el bueno, pensamos asl. Cada uno mantiene una elevada opin.ión de sf mismo hasta que sufre su daño, y entonces se queja. Pero basta esto nos regocijamos, pasmados, con vanas esperanzas. Aquel que está abrumado por en(ermedndes tremendas piensa que va n tener en seguida salud. O tro, que es cobarde, se cree un valiente guerrero, asf como hermoso quien no tiene una bella figura; el Ott·o, que es pobre y al que su miset:ia agobia, pienso en conseguir de cualquier forma un montón de riquezas. Se esfuet·zn cada uno de un modo. El uno, va e rrante en lns naves, tratando de llevar 11 su hogar la ganancia, por el a lta mar rica en peces, arraw·ado por vientos terribles, sin disponer de resguardo ninguno a su vida. Otro, labrando la t.ierra de cultivo el año entero, es un siervo a jornal, de los que tras los curvos arados se afanan. Otro, experto en las artes de Atenea y del hábil Hcfcsto, con manos de artesano consigue su sustento. Otro, instruido en sus dones por las Musas Olfmpicas, como conocedor preciso de tan envidiable saber. A otro lo hizo adivino el dios certero Apolo, y sabe prever la desgt·acia que n un hombre ameoa?.a, sí le inspiran los dioses. Aunque de ningún modo ni el presagio ni los sacrificios evitan lo fnllll. Otros ejer·cen el at:te de l?eón, el de muchos remedios,

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42 Poc:sla Urica griep (vn-Jv a. C.)

los médicos, que ignoran el .fin de su acción: muchas veces de una pequeña molestia dedvn un gran dolor y nadie puede curarlo aplicando las drogas calmantes, en tanto que a otro, agitado por terribles dolencias, lo sanan ul punto con sólo imponede las monos. La Moira es, en efecto, quien da a los humnnos el bien y el mnl , y son inevitables los <.Iones de los dioses inmonales. En todas las acciones hay riesgo y nadie sabe en qué va a concluir un asunto recién comenzado. Así que uno que pretende obrar bien no ha previsto que se lanza o un duro y enorme desastre, y a otro, que obró mal, le concede un dios para todo la suerte del éxito, que contrarresta su propia torpeza. De .la riqueza no huy término alguno .fijado a los hombres; pues ahorn ent re nosotros quien más bienes tiene el doble se afana. ¿Quién puede saciados a toJ os? Las ganancias, de cierto, las dan a los hombres los dioses, y de ellas procede el desastre, que Zeus de cuando en cuando envía como castigo, y ya uno, ya otro lo recibe.

2 (2 D) Salamlna Yo mismo como heraldo he venido de nuestra querida Salamina, ofreciendo mi canto, el arte de mis versos, en vez de un discurso. ... iQue•·rfa ser yo entonces Folegandrio o bien Sicinita en lugar de ateniense, cambiando de patria! Porqut: en seguida este dicho se va a propagnr por la gente: «Ese es uno del A tica, de los que abandonaron Salamina.• .. . Vayamos a $alamina, a luchar por la isla querida y a apartar de: nosotros una infamia terrible.

l (l D) Eunomla No va a perecer jamás nuestra ciudad por designio de Zeus ni a instnncias de los dioses felices. Tan magnHicn es Palas Atenea nuestra protectora, hija del mñs fuerte, que extiende sus manos sobre ella. Pero sus propios ciudadanos, con actos de locura, 1 quieren destruir esta gran ciudad por buscar sus provechos, 1 y la injusta codicia de los i~fes del pueblo, a los que aguardan , numerosos dolores que su ru por sus grandes abusos.

1

Y amb6grafos y cleslacos arcaicos

Porque no saben dominar el hartazgo ni orden poner a sus acruales uiunfos en una fiesta de paz. .. . Se hacen ricos cediendo a manejos injustos. . .. Ni de los tesoros sagrados ni de los bienes públicos se abs tienen en sus h\Jrtos, cada uno po•· un lado al pillaje, ni siquiera respetan los augustos cimientos de Dike quien, silenciosa, conoce lo presente y el pasado, ' y al cabo del tiempo en cualquier forma viene a vengarse. Entonces alcanza a toda la ciudad esn herida inevitable, y pronto la arrastra a una pésima esclavitud, que despierta la lucha civil y la guerra dormida, lo que arruina de muchos la amable juvemud.

4}

Porque no tarda en agostarse una espléndida ciudad formada de enemigos, en bandas que sólo los malos aprecian. Mienu·as esos males van rodando en el pueblo, hay muchos de los pobres que emigran a tierra extranjera, vendidos y encadenados con cruclés argollas y lazos. ... Así la pública desgracia invade el hogar de cada uno, y las puertas del atrio no logran entonces frenarla, sino que salta cl muro del patio y encucntm siempre incluso a quien se esconde huyendo en el cuarto más remoto. Mi corazón me impulsa a enseñarles n los atenienses esto: que muchísimas desdichas procura a la ciudad el mal gobierno, y que el bueno lo deja todo en buen orden y equilibrio, y a menudo npresu u los injustos con cepos y grillos; alisa asperezas, detiene el exceso, y borra el abuso, y agosta los brotes de un progresivo desastre, endereza sentencias torcidas, suaviza los netos soberbios, y hace que cesen los ánimos de discordia civil, y calma la ira de la funesta disputa, y con Buen Gobierno todos los asuntos humanos son rec tos y ecuánimes.

4 (4D)

Lo advierto, y en mi ánimo se asientan las penas, al vc1: que la ticl'l·n mós vieja de Jonia decl ina ... . .. n la codicia de plata y al excesivo orgullo. Pero vosotros sosegad vues tro audaz corazón en el pecho, vosotros que llegasteis al hanazgo de bienes sin cuento, y someted la ambición a medidas. Porque ni nosotros

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44 P~s!a lírica griega (vn-rv a. C.¡

vamos a ceder ni os va a salir todo favorable. ... Pues muchos malos son ricos y hay buenos muy pobres; pero nosotros no vamos a cambiarles la riqueza por nuestra virtud, porque ésta está firme siempre, y los dineros ahora uno y luego otro los tiene.

5 (5 D)

Al pueblo le di toda la parte que le era debida, sin priva de de honor ni cxagerur en su estima. Y de los que tenían el pode•· y destncoban por ricos, mmbién de éstos me cuidé que no sufrieran afrenta. Me alcé ena1:bolando rni escudo en u·e u nos y otros y no les dejé vencer a ninguno injustamente. ... Como mejor sigue el pueblo a sus jefes es cuando no va ni demasiado suelto ni se siente forzado. Pues el hartazgo engendra el abuso, cuando una gran prosperidad acompaña a hombres cuya mente no está equilibrada. . . . En asuntos tan grandes es diffcil contentarles a todos.

6 (80)

Y si habéis sufrido desastres por vuestra ruindad, no achaquéis a los dioses las culpas de éstos. Porque a esos seiiores los al:r.astcis vosotros al darles sus guardas y por eso lograsteis infame e~clnvitud. Y es que cada uno de vosotros comina con pasos de zorro, pero en todos reunidos reside un esplritu huero. Pues atendéis a la lengua y palabras de un hombre artero, y no reparáis en su acción, como si nada pasara.

7 (9 0)

Señalará a la gente mi locura un breve plazo de tiempo, la señalará cuando se presente en público la verdad.

8 (l O 0)

De la nube viene la furia de In nieve y el granizo, y el trueno del claro relámpago once; por sus s•·andes hombres pet·ece la ciudad, y el pueblo en su necedad se redujo a esclavo de un monarca.

Yambó¡¡mfos y elegiacos arcaicos

A quien en exceso se eXJ\Ita no es fácil contenerlo después, sino que es preciso pensar en todo esto ya ahora.

9 ( 11 0 )

Por los vientos se revuelve el mor. Pero si nadie lo mueve, es lo más justo y sereno de todo.

10 (13 O)

Dichoso el que tiene hi.jos querido~, caballos solípedos, y pei'I'OS de caza y un huésped en pnfs ex t.rnnjero.

11 (14 0)

En verdnd que por igual son ricos quien tiene mucho oro, plata y campos de tierra que siembrn de trigo, y caballos y mulos, y quien sólo se ocupa de esto: de dar gozo a su vientre, su costado y sus pies, y disfrutar, si lo ocasión se lo ofrece, de una mujer o un muchacho en sazón. A su tiempo todo es grato . Ese es el colmo de ventura para el hombre. Pues nadie con todas sus muchas riquezas se vu hacia el Hades, ni, ofreciendo rescate, se escapa a la muerte ni a duras dolencias ni a la maldita vejez cuundo ella acude.

12 (15 0)

No hoy ningún hombre feliz, sino qliC misernblcs son todos los morrales que el sol desde lo alto contempla.

13 (17 O)

45

Del tOdo invisible a los humanos es el designio de los dioses.

14 (20 O)

Ahora me son gratas las obras de la nacida en Chipre y las de Dioniso y las Musas, que dnn a los hombres sus goce$.

15 (21 0)

Mucho mienten los nedos.

16 (22 0) A Mlmnermo Pero, si nún ahora me atiendes, suprime ese ve1·so, y no te enfades porque yo medité mejor que tú.

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46 Poesfa lfdca griega (vu-1v a. C.)

Coni.(IIC córnbialo, poew gemil, y así canta: «Que a los ochenta años me alcance mi destino mortal.» .. . Y no me llegue una muerte no llorada sino que a mis amigos quiero dejar, cuando muera, dolor y lam~ntos. ... Envejezco aprendiendo siempre muchas cosas.

17 (21 0 ) A Poco

«No ha sido Solón hombre sensato ni astuto; pues dándole un dios la fortuna no In aprovechó. Tras envolver a lo preso no supo, asombrado, la gran red recoger, falto de ánimo y errando en su tino. Pues yo, con tal de mandar y adquirir una inmensa riqueza y ser en Atenas tirano un solo d1a, habría accedido a ser desollado después y a dejar mi familia hecha trizas.» .. _. Si rc;:spcté u mi patria, y de In tiranía y la amarga VIolencia me abstuve, sin manchar ni afrentar mi linaje, no me avergüenzo de ello. Pues pienso de ese modo vencer a todos los humanos ... ... Los que vinieron en pos de saqueos tenían una gran espe-

[ rnnza y se creían que ibnn u hallar todos ellos enorme fortuna y que yo, tras hablar sunvemente, mostraría una cruel ambición. En van~ se ilusionaron entonces, y ahora se irritan contrn mí, y me m1run todos de soslnyo como n un enemigo, sin motivo p1·eciso, p11es lo que dije cumplf con ayuda de los dioses. Y no actué de otro modo en vano, ni ln ti ranía me atrae para hacer cuolquier coso con violencia. ni 4ue en la tierra fértil de la pot rin igual lote tenflan los malos que los buenos.

18 (24 D)

Y yo ¿por qué me retiré antes de conseguir aquello u lo que habla convocado al pueblo? De eso podrín nrestiguor en el juicio dc:l tiempo la madre suprema de los dioses olimpicos muy bien, In negra Tierra, a la que entonces yo le arranqué los mojones hincados por doquier. Antes era esclava, y ahora es libre. Y reconduje a Atenas, que por patria les dieron los dioses , a muchos ya vendidos, uno justa

Y amb6grafos y oleg(acoo nrcoicos

y otro injustamente, y a otros exiliados por urgente pobreza que: ya no hablabao la lengua del Atica, de: tanto andar errantes. Y a otros que a4uÍ mismo infame esclavitud ya sufrían, temerosos siempre de sus amos, los hice libres. Eso con mi au10ridad, combinando la fuerza y la justicia, lo realicé, y llevé a cabo lo que promeú. Leyes a un tiempo paro el rico y el pobre, encajando a cada uno unn recta sentencia, escribí. Si otro, en mi lugar, tiene la vara, un tipo malévolo y codicioso de bienes, no hubiera contenido al pueblo. Si yo decido un día lo que a los unos les gustaba entonces, y al otro lo que planeaban sus contrarios, esta ciudad hnbrla quedado viudo de muchos hombres. Frente o eso, sacando vigor de todos lados me revolví como un lobo acosado por perros.

JENÓ17ANES DE COLOI'ÓN

(Fl. alrededor de 525 a. C.)

47

Jenó(oncs, que emigró de In jonin Colofón ol sur de ltalia, 11 Eleo, al tiempo que Jos ¡x:rsns Jbnn nominundo todo el Asia McM~, es un extraño personnjc, un poel!l que rccitn de dudad en ciudnd sus rapsodias y tal vez cnntos de l lu111cro, y un filósofo con unas ideas teológicas rcvolu· cionnl'ios. Los ontl¡¡uos yn le pusiei'Oil en relación con Parménides, que pO· drfa hobet• sido su discfpulu, en Elcn. Asf d Ser de ParUlénidcs reto· mnrfo Jos otributos del Dios Uniro de Jcuófones. Ln poesfn de Jenófancs no tiene, sin embnrgo, In solemne seriedad ttl el rigor lógico de los hc­xámclros de Parménides. Como uno de esos prc.wcr~l.Ícos admirables en su nudncin mentnl, Jcnófnncs critica el anll'O¡>omorfismo de los dioses tra· dicionales, predico un nuevo y ónko dios, mucho más absrrac1o, y, a la vez, expone su ideo del vnlor del poeto como intelectunl al servicio de la ciudad. En el muy conocido {rogmcntu segundo contrasm la ¡¡lorin discernida n los vencedores en los ccrt,menes atl~ticos con la de Jos poetas y filósofos educadores de los ciudadanos. «Mejor que In fuer.Ga de hombres y caballos es nuestra sabidurfOJt, dice el poeta y pensador, esre convecino de Pit4soros y contemporáneo de Henlcliro. que critica las ide<ls morales de Homero y llcsfodo, y se burla - frogm. 4- de las creencias pilagóricas en la metc:mpsicosis.

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48 Pocs!a !frica griega (vu-rv a. C.)

1 (1 0)

Ahora, pues, limpio está el suelo y las monos de todos, y los copas. Trenzadas coronas nos pone uno encima, y 01ro presenta eo un frasco el ungüento aromático. La crátera en medio se yergue colmada de go7.o. Otro vino hay dispuesto que dicen que nunca múciona, dulce en los dmtaros, y con perfume de flores. En el centro su samo aroma exhala el incienso, y hay tamb.ién agua fresca, gustosn y muy clara. Al Indo hay rubios panes y se hallo In meso admirable curgndu de qw:so y de miel estupenda y dorada. El altar en el medio cubierto de llores se encuentra, y el canto y la 6esta se extienden por tOda la casa. Conque deben, primero, los hombres sensatos a Dios celebrar con relatos piadosos y puras palabras. Y, l ras hacer libaciones y orar ser capaces de actuar con justicia -que nada es, pues, preferible a tal cosa- , no hay exceso en beber cuanto puedas con tal de que llegues sin nyuda de criado a tu casa, si no eres muy viejo. Alaba entre todos a aquel que ha bebido y bien muestra que su memoria y su afán In virtud de continuo persiguen, y no se ocupa en contar las batallas de Titanes, Gigantes, ni de Centauros tampoco -ficciones de nuestros mayores-, sino qrte siempr-e conset·vn el re~peto debido a los dioses.

2 (20)

Pem si por la rapidez de sus pies In victoria uno logra, o en el pcntatlo - allí en el recinto sagrado de Zeus, junto al río. de Pisa, en Olirnpin-, o bien en la lucha, o en el pugrlato que causa tremendos dolores, o bien en ese espantoso certamen que llaman «pancracio», muy ilustre se hace a los ojos de sus convecinos, y puede alcanzar la gloriosa «proedrfa» en los Juegos, y recibir alimentos a cargo del público erario, y de su ciudad un regalo, que tenga por premio. Incluso lo puede lograr con caballos todo eso, sin ser tan valioso como yo. Pues mejor que la fuerza de los caballos y los hombres es nuestro saber. Pew todo eso se juzga con mucho desorden; injusto

Y ambógrafos y elegiacos arcaicos

es preferir al saber verdadero la fuerza corp6rca. Pues, aunque en el pueblo se encuentre un buen luchador, o un campeón del penratlo o un as de la palestra, o alguien ligero de pies, que es lo más apreciado en las pruebas de fuerza que van a certamen,

, por eso no va la ciudad a tener buen gobierno. Mlnimo gozo consigue sacar la ciudad de eso,

1 de que alguno compita y venza en la orilla de Pisa. Pues tul hecho no va a engrosar los tesoros del pueblo.

3 (.l 0)

Habiendo aprendido de los lidios Inútiles lujos mientras estaban exentos de odiosa tiranlo, ocudlan ni ágora no menos de mil en total,

1 con mantos teñidos de púrpura todos, jactaociosos, ufanos de sus muy cuidadas melenas,

' impregnados de ungüentos de aroma exquisito.

4 (6 0 ) Ahora me dirijo a otro tema, y voy a indicar el camino

Y cuentan que un día , al ver que apaleaban a un perro a su paso, se compadeció y pronunció esta frase: «Deja de darle más golpes, porque es, s(, el olmo de un amigo, que he reconocido 11l ofrle chillar.»

5 (7D)

Son ya sc~cnta y siete los años en que ando paseando mi pensar a lo largo de la tierra de Grecia. Desde mi nacimiento hablan pasado entonces veinticinco si es que sé yo hablar verazmente sobre esto.

6 (lO 0)

A los dioses todo hm atribuido Homero y Hesíodo cuanto entre humanos es causo de escarnio y reproche: robar, cometer adulterio, y el mutuo engañarse.

7 (12 0)

Mas piensan los mortales que hubo un nacer de los dioses y que tienen, como ellos, vestidos y voz y figura.

49

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:so Poesla llrlca grlq¡a (VII-IV •· C.)

8 (13 D)

Pel'O si manos tuvieran los bueyes, caballos y leones, para pintar con sus manos y crear, como hombres, sus obras, también pintarían figu¡·as de dioses y harían sus cuerpos los caballos igual a caballos y los bueyes a bueyes, tales cual cada ¡mimal su figura tuviera.

9 (14 D)

Los Etíopes afirman que sus dioses son chatos y negros, y los Tracios los tienen de ojos azules y pelirrojos.

10 (16 D)

No todo al comienzo enseñaron los dioses a los hombres, mas, con el tiempo, buscando ellos logran hallar lo mejor.

11 (18 D)

Estas cosas se suelen decir cabe el fuego en invierno, reclinado en un blando sofá, tras de haber bien comido, bebiendo un dulce vinillo y royendo garbanzos: «~Quién eres, de qué gente, y qué años cuentas, amigo? ~Cuál era tu edad a la llegada del Medo?>>

12 (19 D)

Hay tUl único dios, el más gmnde entre dioses y humanos, no semejante en su forma ni en su pensamiento a los hombres.

EMPÉOOCLES DE ACRIGENTO (Ft. alrededor de 445 a. C.)

Entre los pre.5ocrálicos ningu no tan abigarrado como Empédocles, c"Uya figura aparc"c revestida a la ve-¿ con los ntributos casi chamúnicos de un tbeios a11b, un «hombre divino», y con los rnsgos de un fi lósofo preocupado por la teorla y la obset·vación emplrka, poeta inspirado y entusiasta y arduo inventor de In teoría de los cuatro elementos, médico prestigioso y miJagt·ero con un halo taumatúrgico. La leyenda de su muer-­te, al arrojatsc al EIJla para desaparecer como si fuera un dios, se basa en esa extraña personalidad, que fascinó a H oldedin y a Nietzsche, entre otros. Comp\tSo dos IX>CIUas amplios, de intención y tem~tica diversa, unO> Sobre la natriraleza de las cosas (que tuvo una gran influencia en la filo­sofla posterior, hasta en algunos pnsajeo dcl exaltado Lucrecio, adscrito

Y ambógrafoo y eleglacoo arcaicos 51

a un sistema flsico muy diferente), y otro titulado PurificaciOilCS (Katbar­mol), dd que traducimos algunos de los fragmentos mols importantes (dando entre pnrémesis In numeración de Diels-Krnnz) .

1 (112 DK)

Oh amigos que la gmn ciudadela en el rubio Agt·igento habitáis, de la villa en lo alto, ocupados en nobles tareas, venerables asilos de extraños, de maldad inexpertos, os saludo. Que yo entre vosotros, un dios inmortal, no más

[homb•·e, camino, ensalzado po•· todos, como bien me merezco, coronando mi frente con cintas y verdes guirnaldas. Cuando con ellas acudo a las muy florecientes ciudades sus hombres y mujeres me adoran. Y a miles me siguen, indagando la senda que puede al provecho llevarles, los unos me piden oráculos, y otros reclaman mi palabra que sirve de cura a sus varías dolencias, traspasados por muy largo tiempo de crueles dolores.

2 (ll5DK)

Hay una sentencia del Destino, una ley de los dioses, sempiterna, sellada con grandes juramentos, que dice: Cuando alguien con culpas en crimen de sangre las manos se manche, y por odio pronuncie un traidor juramento, de entre los seres divinos que muy larga vida lograron, de los Felices se aleje errando en treinta mil estaciones, naciendo en el curso del tiempo eo cualquier forma mortal , de las que entrecruzan las rutas del fiero existir. Pues, de un lado, la fuerza del aire hacia el mar los empuja, el mar los escupe hacía el suelo terrestre, y In tierra a los rayos del sol fulgurante, y el sol los sumerge en el aire. El uno del otro los toma, mas todos lo~ odian. Es que ahora uno de ellos soy yo, exiliado de los dioses y vagabundo, confiado al furioso dominio del Odio.

3 (117 DK)

Pues yo he sido ya, antaño, muchacho y muchacha, y un arbusto y un pájaro y un pez escamoso en el mar.

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52 Poesía Udca gdcga (vn-rv a. C.)

4 ( 132 DK)

Feliz aquel que la riqueza del divino saber adquirió, y desdichado quien r:iene una oscum opinión de los dioses.

TEOGNIS DE MÉGARA

Hemos conservado dos libros de ele~rlas, atribuidos a Teognis de Mé­gara. En conjunto tenemos unos mil cuatrocientos versos, distribuidos en poemas de muy varia extensión, desde los formados por un simple dístico hnsta poemas de unos veinte versos. Pero los problemAS de nuten· ticidiid suscitados por esta colc.:ción de elegías son numerosos, J?Ol'<JUC «; tr~ta de un conglomefndo de poesías, de los siglos v1 a v a. (.;., for­mado por sucesivas adiciones sobre un núcleo de ¡xx:mas original de este Teognis, al que conocemos S()lo por lo que de s• mismo cuenca en su!$ versos. Su rdaci6n amorosa y pedagógica con Cirn<>, su desconciertO ante la decadencia de la aristocracia tradicional y la uscensión social de los plebeyos enriquecidos, su odio por ese estado nuevo, por la falsía de los más, su queja de la penw·ia, y su nsombro an1e la incomprensible absten­ción de los dioses en procurar una justicia mejor, etc., son rasgos que dibujan la person~lidad de nuestro poeta. Sus consejos éticos manifiestan una cierta ambigiledad, producto de su origen social en la idc:olog(a de una clase noble: omc:naznda por el progreso hist6rko. En los versos de Teognis los «buenos•, agatbol, son siempre los nobles, y los «malos•, kakoí, los plebeyos. Pero junto n In exhortación ni cultivo de las virtudes de siempre, no deja T eognis de aconsejar In reserva y In doblez hacia esos villanos asceodemes, porque esos medios pueden conducir al éxito, y éste es necesario para la supervivencia de los nristócrnws empobrecidos y ase­diados, como el mismo Teognis. Por lo dem:ís, en estos versos se resume buena parte de la poesía tradicional, simposfoca, una pocs(a sincera, scn· cilla, áspera y fácil.

(1 · l8) Proemio Oh soberano, nacido de Leto, hijo de Zeus, de tí nunl·a me olvidaré al iniciar ni al concluir estos cantos; sino que siempre, al comienzo, al final y en el medio, re cantaré. Pero tú a mf escúchame y dame venturas.

Febo rey, cuando ¡¡ ti te dio a luz la divina Leto -que se abrazaba a una palmera con sus gráciles manos, al borde del lago redondo-, a ti, el más bello Inmortal, toda la isla sagrada de Delos colmó~e de un perfume divino, sonrió la tierra infulita, y se alegró el profundo caudal de la mar espumosa.

Y nmb6gt-aios y clcgfacos atcaicos

Oh Artemís, hija de Zeus, Cazadora, a quien un altat· dedicó Agamen6n, cuando a Troya pArtía con raudos navíos, escucha mis súplicas, y aparta las Keres oscuras. Para ti eso es poco, oh diosa, y mucho para mí.

Musas y <3racias, hijas de Zeus, que antaño a la boda de Cadmo acudisteis y cantasteis la hermosa canción: <<Cuanto e~ bello nos es grato, e ingrato lo no bello.» Este verso no~ vino de vuestras bocas inmortales.

Cirno, a estos poemas que a ti yo te enseñé imponedes quiero mi sello, y nunca asf pasará inadvertido ~u robo, ni nadie los estropeará, alterando lo bueno. De modo que cualquiera dirá: «Son de Teognis de Mégara esos versos: Un hombre famoso entre todas las gentes.>> A mis conciudadanos no puedo agJ·adarles a todos. No es nada extraño, Polipaides, pues ni el mismo Zeus agrada a todos cuando llueve o detiene la lluvia.

Por mi afecto hacia ti voy, Cirno, a enseñarte lo que yo mismo, de niño, aprendí de los hombres de bien. Sé sensato y no intentes con actos innobles ni injustos conseguir distinciones ni méritos ni siquiera riqueza. Sabe que es así. Y no tengas tratos con gente mezquina, sino que quédate siempre del lado de los hombres de bien. Y bebe y come junto a ellos, y siéntate junto a ellos, y procura agradarlcs a ellos, que tienen enorme influencia. De los buenos aprenderás cosas buenas, y si a los malos te me-zclas, incluso el saber que tienes echarás a perder. A.p1:endiendo esto, júntate a geote de bien, y dirás luego que a los amigos yo sé darles mis buenos consejos.

(S:S • 68) Ah, Cirno, ésta es aún nuestra ciudad, pero es otra su gente. Los que antes no sabían de leyes ni derechos, los que cubrían sus flancos con pieles de cabfas, y fuera de esta ciudad, como gamos, pastaban, ahora son gente de bien, Polipaides; y los nobles de antes ahora son pobres gentes. ¿Quién puede soportar el ver eso?

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'4 Poesla llriea griega (vu.¡v a. C.¡

Unos a otros se engañan burlándose entre sl, y desconocen las normas de lo bueno y lo malo. No te hagas amigo de ninguna de estas personas, Polipaides, de corazón, por grande que sea tu apuro. Pero de palabra aparenta ser amigo de todos, y no colabores con nadie en cosas de imvortancia. Porque te darás cuenta del ta lante de esos miserables, c6mo no puede haber confianzu ninguna en sus hechos, sino que aman las trampas, engaños y enredos, tal como los hombres que no tienen remedio ninguno.

( 133 · 142)

Nadie, oh Cirno, es culpable de su ruina o provecho, sino los dioses que otorgan Jo uno y lo oLro. Ninguna persona se afana sabiendo en su mente si su acción será al fin provechosa o dañina. A menudo quien creía obrar mal hi7.o un bien, y pensando hacer bien ha hecho uno un mal. A ningún hombre le sale bien cuanto quiere; porque los limites de su impotencia lo frenan. l.os hombres en vano planeamos, put:s nada sabemos. Los dioses lo cumplen todo o su antojo.

(213. 232)

Ah, coruzón, modifica según cada amigo tu artero talante, . acomodando tu modo de ser al que tenga coda uno. Toma el ca rácter del pulpo que, muy flexible, se muestra i¡,>ual a la piedra a que se ha pegado. Ahora nsiuúlat:e a ésra, y luego vnrln el color. La astucia es mejor, en verdad, que ser intransigente.

No te angusties en exceso porque onden las gentes dcl pueblo revueltas, Cirno. Tú toma el camino del medio, como yo.

Quien piensa que el prójimo todo lo ignora, y que él es el ú.nico que tiene variados ardides, ése es un imbécil, tarado de mente, un necio. Pues todos tal vez conocemos los t t·ucos igual,

Yambógrafos y elegiacos arcaicos

pero uno no quiere emprender deshonrosos negocios, y a otro le atraen mucho más los manejos desleales.

De la rique2a no hay prefijado a los hombres un limite. Pues quienes ahora tienen más medios de vida, oos{an el doble . ¿Y quién puede saciarlos n todos? m dinero resulta a los hombres motivo ele locura. Y de ésto proviene la ruina, que a vece~ envla Zeus a los torpes, y ahora uno, nhoru otro lo acoge.

(237 . 254)

Alas a ti yo te he dado; con ellas el mar in6nito y wda la tierra en un vuelo podrás recorrer sin fatigas. En todo banquete y festejo presente te hallarás, albergado en las bocas de muchos. Y al son de las Bautas de tonos agudos los jóvenes en rondas de amor, con bellas y suaves tonadas te citarán. Y cuando a las cavernas de la oscura tierra desciendas, a las lamentables mansiones del Hades, ni siquiera entonces, muriendo, te hn de faltar ru gloria, sino que conservarás entre la gente tu nombre inmortal, Cirno; y vas a viajar por la tierra de Grecin y las islas , y u cruzar In incnnsablc alta mar habitada por peces, sin montarte a lomos de cnbnllos, pues van a llevarte los espléndidos dones de l11s M usos de trenzas violeta. Y pura todos aquellos, incluso del mafiann, que aprecien el

[canto, tú vivirás por i¡,>ual, en tanto existan la det-.ra y el sol. Y, sin embargo, de ti yo no recibo ni un poco de aprecio, sino que, como a un niño pequeño, me engañas con cuentos.

(:SOS · 314)

Los malos no todos nacieron malignos del vientre materno, mas trnbando amistad con algunos malvados sus actos ruines aprendieron y sus expresiones perversas y excesos, creyendo que aquéllos decfan en todo verdades. Entre los comensales un hombre prudente hay que ser, y que pnrezca que todo lo ignot·n cual si es1uviera ausente, y nllf vo a contar él sus chistes. Mas quédese se l'io al salir ,

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56 Poesla Urlca griq¡a (vn·IV a. C.)

cuando ya conoce el carácter que tiene cada uno. Entre los locos muy loco me hago, y entre los justos soy el más justo de todos los seres humAnos.

(341·354)

Cúmpleme, Zeus <icl Olimpo, mi ruego esencial y permite que a cambio de tantas desdichas disfrute yo algún bien. Morirme quisiera si no puedo una pausa n mis penas hallar, y devolver no consigo daños por daños. Tal es, pues, mi sino. Pero no se nos muestra el castigo de esos tipos que mis bienes detentan por fuer¿a, saqueándolos. Y yo ntravesé como un perro el torrente, y el río turbulento me ha despojado de todo. ¡Ojalá pudie1·a bebcrmc In sangre de nqu~llos, y velara por esto un dios favorable, que cumpla o mi gusto tal cosa! Ah mezquina pobreza, ¿por qué estás conmigo y no vas a visitar a ouo? No me ames contra mi voluntad. Conque vete y frecuenta otra casa y no participes siempre a mi Indo de tan angustioso vivir.

(.363· .370)

Adula bien a tu enemigo. Y cuando esté a tu alcance, dale su castigo, sin Jane para eso pretexto ninguno.

Mantente en tt1 juicio, mas deja dulzura en tu lengua; el corazón de los ruines descubre muy p1·onto su vileza.

No puedo descubrir el carÁcter que tienen las gentes del pueblo; no consigo agradarles haciendo el bien ni el mal. Muchos me hacen reproches, de igual modo malos y buenos. Pero ningún ignorante de ésos sale capaz de imitarme.

(373-392)

Querido Zcus, asombrado me tienes. Pues tú a todos gobiernas con gloria y enorme poder personal. Bien conoces lo mente y el ánimo de uno y oti'O hombre, tuyo es el dominio supremo de todas las cosas, oh rey. ¿Cómo, entonces, oh Crónida, decide tu mente otorgar un mismo destino a los hombres malvados y al justo,

Y ambógrafos y elegiacos arcaicos

tanto si el ánimo hum~no se goza en lo recto, o bien al exceso se da, cwnplicndo los hombres injustas acciones? Nad_a h~ dejado el ~estino prescrito a los hombres, n1 stqLHera un carmno a seguu que agmdarn o los dioses. No obstan~e, unos ~cnen fortuna sin mengua, y ot~os, que de ucc1ones mal1gnas apartan su mente, reciben a cambio pobreza, que es madre de ahogo -pur más que practican lo

[justo-, y ésta arrastra el ánimo humano al error, y corrompe en el pecho el pensar bajo el yugo de su ruda violencia, y a. soportar le ~cos.tumbra, a su pesar, numerosos ultrajes, cediendo n la m1sena, que es maestra en muchas desdichas ~n mentiras y fraudes y muy lastimosas discordias, ' 1ocluso pura aquel que se niega. Ya nada cncuentm mal. Porque engendra pobreza esa amarga y dura impotencia.

(425 ·439)

De todas los cosas la mejor es no haher nacido ni ver como humano los rayos fugaces del sol y una vez nacido cruzar cuanto ames las puer~as del Hades y yacer bajo uno espesa capa de tierra tumbado. '

Engendrar y criar n un hombre es más fácil que darle un án1mo noble. Pues nadie aún ha ingeniado tal cosa: h~cer un sensato de tlll necio y uo noble de un mnlanddn. S1 un dios ! t los Asclepíauas lo hubiera otorgado, el curar la maldad y e l tOftuoso carácter humano d~ es? ha?rlan. sacado ganancias cuantiosas y mÓitiples. S1 1~ mte.ligencJa de un hombre forjuse e implantarse pudiera, ¡amás de un .buen padre un mnl hijo saldría, al atender a razones VIrtuosas. Mas por uprendizaje nunca harás de un villano un hombre de bien.

(S2l· 524)

No en vano, oh Pluto, te homan Jos hombres tontis iJno. Con cuánta holgura encubres, ah dios, lo lllaJdad.

(700-718)

Para_la masa de gente tan sólo un modo hay de excelencia: ser r1co. No ve en lo demás provecho ninguno,

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58 Poesla llrica griega (vn·IV a. C.)

ni en que tuvieras ln cordura del _Propio. Radmntul!e, ni más trucos supier!IS que el Eólida Sfsilo, quien hasta del Hades volvió con sus muchos ardides, tras haber convencido a Perséfonu con seductoras palabras, a ella que da a los morwlcs olvido daftando su mente. Ningún otro aún eso habrla uamado entre aquellos a quienes la negra nube cubrió de la muerte, y penetraron en la sombrfa región de lo.s m~1ertos, tras cruzar por las puer tas oscuras, que t01p1den a las almas de los muertos regresar aunque quieran. Pero incluso de a LH regresó el héroe Sísifo luego hasta la luz de nuestro sol con sus muchos sabe1·es. Ni siqt1iera en forjar embustes muy b ien v,e roslm.il:s , con lengua tnn diestra como aquella de Ncstor dtvmo, y en ser más ligero de pies que lns raudas Arplas, y los hijos de Bóreas, que corren cual rayos. Asf que todos debieran hac~rse a esta 1dea: .. que In riqueza en todo constgue un poder deciSivO.

(731 . 752)

Pud re Zeus, ojaló que o Jos dioses gmtu les fuera . que los malos gozaran del exceso y en ~ complacieran su ánimo, y cometiera sus crimenes qu1en cor~z6n impla tuviera, sin cuita de cuanto snbcn los dtoses, pero que pagat·o él mismo sus daños_, y luego .. no fueran las locuras del padre la ruma de sus h1¡os; y los hijos de un padre injusto que atie~dcn y cumplen lo justo, oh Crónida, y, temerosos de ~u ;ra, desde el pl'incipio respetun las leyes CIVIles, no vengan a sufrir por algún desafuero paterno. . ¡Ojalá esto fuera a los dioses grato! Qu: ahora, en cambto, escnpn el culpable, y es otro después qmcn paga la p~na. ¿Y b ien , munorca de los inmortales, cón~o es ~s~o ¡usto: que un hombre que vive ttpa!tad~ de acciones trucuas, que delito ninguno acomete m da ¡ura~ent_o yerverso, y que persiste en ser justo, no obtenga ¡usucta? ¿Qué otro mortal , observando su ejemplo, va luego a respetru· a los dioses, y qué ánimo puede albergar, cuando un üpo injusto e impío, que no se preocupa

Y a01b6grnfos y eleglncos arcaicos

de evitar el rencor de ninguno, sea hombre u inmortal, ejerce el abuso, Sttciado de bienes, al tiempo que los justos perecen ahogados por dura miseria?

(865 . 872)

A muchos tipos inútiles dios les da In riqueza, un bien, que mejores no hace ni n ellos ni n los suyos. En cambio, la fam a de nobleza jamás morirá. Porque un buen guerrero mantiene a su país y a su pueblo. Que sobre mí se desplome el enorme gran cielo de bronce desde Jo alto - horror de los hombres nacidos del suelo- , si no sirvo de ayuda yo a quienes son mis amigos, y no he de ser un pesar y gran ruina de mis enemigos.

(877 . 878)

Goza de tu juventud, corazón mío. P ron to serlin otros los hombres y, ya muerto, yo seré negra tierra.

(879 · 884)

Bebe este vino que a mf en los vulles del Tuigeto me producen las viñas que el viejo Teotimo, tan grato a los dioses, plantó en las faldas del monte, trayendo agua fresca del Platanistunte al viñedo. Bebiéndolo nhuyenturás tus amargas tristezas, y, armado ele coraza de vino, estarás más ligero.

(97l · 988)

Ningún hombre en cuanto Jo deja cubierto la tierra, y desciende hasta el Erebo, a IIIS mansiones de Perséfooe, se deleita escuchando los sones de lira o de flauta, ni acogiendo los dones amables de Dioniso. Advin iendo el hecho, alegroré mi corazón mientras tenga ágiles mis rodillas y la cabezo mantenga bien firme.

Ojalá tenga amigo no sólo de lengua, sino en hechos; que venga en mi nyucla a lu vez con su b razo y cUnero; y no halague entre copas mi espíritu con s6lo palabras; sino que lo demuestie, si puede, haciéndome el bien.

59

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60 Poesla llrica griega (vu-xv a. C.)

... A los fiestas tengamos dispuesto nosotros el ánimo, mientras aún pueden los goces amables sentir el placer, pues pasa rauda como una visión In vivaz juventud; ni siquiero es más rápido el ímpetu de esos corceles que al galope conducen o un héroe a un duro trabajo de lanzas, cruzando gozosos la fértil llanura.

( 1063 . 1070)

Siendo joven se puede dormir junto a alguien coetáneo la noche entera, colmando el deseo de amorosos abrazos; se puede en el banquete cantar al compás del flautista. Ninguna cosa es más placentera que esto para hombres y mujeres. ¿Y qué me importan a mí el honor y el dinero? El placer que acompaña un ánimo alegre a todo supera.

Insensatos y necios los hombres que lloran a los muertos y no a la flor de la juvemud que se va marchitando.

(1135. 1150)

La Esperanza es la ún ica diosa que habita entre humanos, los demás se marcharon, dejándolo atrás, al Olimpo. Se fue la Con6anzn, gran diosa, se fue de los hombres la Cordura, y las Gracias, amigo, dejaron la Tierra. Y o no hay juramentos de fiar entre humanos ni justos, ni nadie demuestra respeto o los dioses eternos; se ha extinguido el linaje de hombres piadosos; ahora ni nonnas Jegoles conocen ni aún la Piedad. Mas en tanto unO' vive y ve el brillo del sol, conserve piadoso su fe en In di vi na Esperanza, rece a los dioses y, ul ofrendarles los grasientos muslos, en sus sacrilicios invoque, al comienzo y al .fin, la Esperanza. Guárdese siempre del torvo discurso de hombres injustos, que, sin recelo ninguno del ser de los dioses eternos, de continuo a los bienes njenos su vista dirigen, y establecen infames apaños con ruines propósitos.

( 1171 · 1176)

La inteligencia es, Cirno, d regalo mejor de los dioses. El hombre con inteligencia domina los límites de todo.

Y ambógrafos y elegiacos arcnkos 6!

Feliz quien ln tiene en el ánimo. ¡Cuán superior es a la dcsmcsum dafi.inu y al pérfido hartazgo! -Que no tienen ahora los hombres peor mal que el hanazgo--. Pues a partir de eso se engendra, oh Cirno, cualquier mal.

(1191 ·1194)

No anhelo quedar recostado en un túmulo regio una vez haya muerto; quisiera gozar cualquier bien mientras

(vivo. Tapices y zartas ofr<.-cen igual cobertor a un cadáver. La madera le resulta a la vez algo duro y mullido.

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La lírica mon6dica

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SAPO, ALCEO, ANACREONTE

La Uric<1 monóJicu de époc;n arculca está representada por Safo, 1\lceo y Anacreont~, tres poows runplioroont'e famosos, y muy fru¡¡menmriarncntc <vnscrvados. Dos do ellos, Safo y Alceo, casi coetáttctlS, vivieron en el mismo nmbienle, en la islu de l.dbos, lu¡¡or de una refinada cuitLI'Il don· de a lo griego se une una cierta elegancia oriental y unos presúgjos exó­ticos. COntrast:l el cnNicter ardiente y bdicoso de Alceo, complicado en las intrigas poHtk'lls y desterrado luego, con el de Safo, mciAncólicn y de una exquisita scnsibiliclnd femenina. El Uamudo nmor s~úco, amor donde In pasión y el sentimiento femenino se conju¡¡n con un cierto aspecto ritual, dentro de unos drculos de mujeres que no podemos prccim bien, pero que 110n nlgo especifico de ese ambieme peculiar de Mitilcnc, im· pregnn In poesía de Snfo. Pocsln ext:remadnmente ddicnda y fe~tcni nA, de sutiles mntices, de colores brillAntes, de mil flores, de quejas nostdl· gicas, de fiestas lunares. En t'llmbio, el mundo POético de Alcco es un tanto bronon; amenazas de tormenta, de traición, ae violencia y de muerte se cruzan con imágenes más placentcms y vivaces. También el vino y lo fiesta entl'<: enmaradas oon cvocnc.los con cntuslosmo sincero.

El vino y el amor, el amor fugnz y ocASO yn impo•iblc pnrH el viejo poeta, son tópicos de la poesía de Anacrcontc, poeta cortesAno er. Somos y en Atenns, g07A1dor de lo que lo vida nmnble pone ni oleanre. Más conocido por las obras de sus imitndorcs, por esas t11rdlos •anacreónti· cas•, que por sus bt·eves fragmentos nuténtlcos, Anocrconte es muy 8upc:­rior a todos sus secuaces por In claridad ele sus verso•, pot· In sincericl"d de sus expresiones y el brillo de sus imágenes, dlluidds luego en tópicos un ranto amaneradoe y facilones.

J

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66

SAPO DE MITILENE (Fl, 600 a. C.)

1 (1 D )

Pocsfa lfrica gTicga (VlT-IV a . C.)

Inmortal Afrodita, la de trono pintado, hija de Zeus, tejedora de engaños, re lo ruego: no a mi, no me someras a penas ni angustias el ánimo, diosa . Pero acude acá, si alguna vt.oz en otro tiempo, al escuchar de lejos de mi voz la llamada, la has atendido y, dejando la áurea morada paterna, viniste, tras aprestar tu carro. Te conduelan lindos tus veloces gorriones sobre la tierra oscura. Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo cruzaron el <!ter, y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa, mostrando tu sonrisa en el rostro inmortnl, me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué de nuevo te invocaba, y qué con tanto empeño conseguir deseaba en mi nlocndo cot·ozón. «¿A quién, esta vez voy n ntrner, oh quel'ida, a tu amor? ¿Quién ahora, uy Snfo, te agravia? P ues si ahon1 te huye, pronto va a perseguirte; si regalos no aceptaba, ahor·o va a dados , y si no te quedo, en seguida va a amarte, aunque ella resistu .» i\ct1derne también aho1·n, y líbrame ya de mis terribles congojas, c11mpleme que logre cuanto 1~1i ánimo ansía, y sé en esta guerra rt1 mism~ mi AliadA.

2 (2 0 )

Me partoce que es igual a los dioses el hombre aquel que frente a ti se sienta, y a tu lfdo absorto escucha mientras dulcemente hablas v en can todora sonrlcs. Lo que a mi

La lll'ica monódico

el coruzón en el pecho me arrebata; apenas te miro y entonces no puedo decir ya palnbra. Al punto se me espesa la lengun y de pronto un sutil fuego me corre bajo In piel, por mis ojos nodn veo, los o Idos me zurnbnn, me invade un frío sudor y toda enteru me estremezco, más que la h ierba pálida estoy, y apenas distante de la muerte me siento, infeliz.

3 (4 D)

Las estrellas en torno 11 la bella luna también oscurecen su rutilante aura al tiempo que e lla con plenitud alumbra sobre todn la t ierra ... plateada.

4 (5- 6 D )

i\qul ven, o este templo sacrosanto de Creta, donde hay un gracioso hosqucci llo sagl·ado de manzanos, y en é l oltnrcs perfumados con olor de incienso . Aqul el agua fresen murmuro por las ramas de mnnzm1o, y todo el r·ecimo está sombrendo por rosales, y en su follaje que la brisa t)l:ea se destila sopor. Aquí el prado donde pacen los caballos ya está florido con Oores de primavera, y soplan suavemente las b risas ... Acude, pues, tú, Cipria, coronada de guirnaldas, para verter grácilmente en nuestras copas de oro el néctar que ya es tá aderezado y escáncialo en nuestros festejos.

5 (25 D)

Cipria y Nereidas, conccdcdme que vuelva hasta aqu l sin sufrir daño mi hermano

67

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68 Poc:sla Urica griega (vn-rv •· C.¡

y cuanto en su ánimo des(-a que suceda todo se cumplo. Y que todos sus errores de antes corrijo y un gran gozo resulte a sus amigos, y un buen azote de sus enemigos, y ninguno nuestro. Que a su hermana quiera hace•· partícipe de su prestigio, y de sus crueles penas la libere, de los pesares de antaño .. .

Y a ti, Cipria, que te encuentre nmargulsima Dórica, y no pueda ufanarse luego diciendo que por segunda vez con nostalgia reg•·esó a su amor.

6 (~7 D)

Dicen unos que un ecuestre tropel, la infantería otros, y ésos, que una Aota de barcos resulta lo m<is beUo en la oscura tierra, pero yo digo que es lo que uno ama. Y es muy fácil hacerlo comprensible a cualquiera. Pues a(.!uella que mucho en beUezn aventajaba a todos los humanos, Helena, o su esposo, un príncipe ilustre, lo nbandonó y march6se navegando hncia Troya, sin acordarse ni de su hija ni de sus podres en abscluto, sino que la sedujo Cipris.

.. . También n m( ahora a mi Anactoria ausente me has recordado. Cómo preferirla yo el amable paso de ella y el claro resplandor de su rostro ver ahorn a los corros de guerra de los lidios en armas marchanclo al combate.

7 (40, 41 D)

Me enomoré de ti, Atús, hace tiempo. Entonces .. . me paredns una muchacha pequeña y sin gracia .. .

La Urica monódica

8 (48 D)

Viniste, hiciste bien, te anhelaba a mi lado a ti, que enfriaste mi corazón ardiente de d~.sco.

9 (SO D)

Amor hn ~acudido mis sentidos, oomo el vtento que arremete en el monte a las encinas.

l O (S I D)

Y como una niña hacia su madre he ido volando.

11 (58 D)

Al morir quedarñs yerta y de ti nunca memoria habrá ni noswlg!n ~n el fu~uro. Porque no farticipas de las rosas de PlcrHL Mns, 1goorada aun en e Hades vagarás revoloteando por eone oscuros difuntos. '

t~ (56 D)

69

¡Oh Gracias de bra?.os rosáceos, saneas hijas de Zeus, acudid!

IJ (80 D)

Y tú ad6rnate, Dicn, con coronas, con lindos ramilletes, trenzando los tallos del unís agreste con tus suaves manos. Pues sólo a quien va engalanada con O ores las G t•acias felices se dignan mirar, y rechazan a los no coronados.

14 (92 D)

La riqueza sin virtud no es vecino inofensivo .

IS (93 D)

Las cretenses entonces de este modo armonioso con pies gráciles danzabnn en torno al bello altar hollando las tiernas y suaves flores del prndo.

16 (940)

Ya se ocultó la luna y las P léyades. Promedia la noche. Pasa la hora. Y yo duermo sola.

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70 Pocslo l!rica griego (vn-IV a. C.)

17 (96 0 )

De vel'lls, estar muerm querdn. F.Un me dejaba y entre muchos sollozos así me dedn: «¡Ay, qué penos terribles pasamos, ny Safo, qué ti ml pesa1· ce abar1dono!» Y yo le respondla: «Alegre vete, y acuérdate de mL Y n sabes cómo te querla. Y si no, quiero yo reco:darte .. . cuántas cosas hermosas ¡untas gozamos. Porque 1nuchas coron~s de violetas y rosas y flores de azafrán estando conmigo pusiste en tu cabeza, y muchas guimoldas ent,l'etejidns, hechas de flores variados, alredcdo: de lll cuello suave. Y unglas toda tu piel. . . , con un aceite perfumado de mura y digno de un rey y sobre un mullido coberto1· junto a la suave ... suscitaste el deseo ... Y oo había baile ninguno ni ccrcmonin sngrado donde no estuviéramos nosotras, ni bosqueci 1\o sacro ... .. . el repicar .. . ... los cantos .. .

18 (97 Dl Un cierto anhelo de morir me domina y de ver las riberas del Aqueronte Oorecidns de loto ...

19 (98 0 ) ... Desde Sardes muchas veces tench·á su pensamiento aquí {recordando) cómo convivíamos.

La lirica monó<.lica

A ti te vela Arignota semejante a una diosa, y con tu cnntnr del todo se alegraba. Pero ahora destaca entre las mujeres de Lidia, como, al ponerse el sol, la luna d.: rosados dedos se distingu.: sobre todas las cstrellus, y esparce su resplandor sobre el mar salado

1

y a la vez sobre los campos cubiertos de llores. Se hu denamado el bello rocío y están florecidas las rosas y el tierno perifollo

1 y el meliloto con sus mil florecillas. Y, mientras, ella vaga acá y allá recordando a su queridu Aujs con nostalgia

1

en su frágil corazón y su ánimo es devorado «¡Venid nqul!», nos grita ... , pero el vasto mar que nos separa no deja llegar hasta nosotros su llamada.

20 ( IOJ 0)

Vamos, divina lira, hazte parlera pnra mL

21 (107 0 )

por la pena.

Ha muerto, Citerea, el tíemo Adonis. ¿Qué haremos? -Golpeaos el pecho, muchachas, y rasgad vues tras túnicas.

22 (108 0)

Pero no soy de los que recrudecen su rencor, sino que guardo un corazón silencioso.

2l (1 09 0 )

No es lícito que haya canto de duelo en la cMn 1 de qu ienes sirven n hts Musns ... No uos atafic eso.

24 (1 140)

71

Dulc.: madre mía , no puedo ya tejer mi tela, consumida de amor por un joven, vencida por la suave Afrodita.

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72 Poes!a llrica grieg¡~ (vn-rv a. C.)

25 (116 D)

Cual la m a nzn nn que se cubre de rojo en 1 a n 1 ta rarnn , en la rama más alta, y los recolectores la olvidan ... ¡Pero no, no lo olvidan, es que a ella no pueden lle¡¡nrl

26(1 17 0 )

Como el jacinto que en el monte Jos pasto res con sus pies aplasLan y en 1 icrra sus llo res purpúreas . ..

27 (120 0 )

Estrella de la tnrde, rú rraes todo lo que dispersó la esplendorosn Aurora, u·nes la oveja, traes la cabro, 1raes junto :• su madre al zagal.

28 (121 0 )

Heraldo de lu primavera , ruiseñor de voz seductora.

29 ( 123 O)

Arriba, alto el 1echo,

l·ob himeneo!, evantad, carpinteros. ¡Oh himeneo! Que viene el novio igual n Ares, mucho más wande que un gigante.

lO (127 0)

¿A qué, querido novio, voy a comp:1rarte? A un flexible tallo muy bien te co mparo.

l l (1280)

Novio feliz, ya tienes la boda, que al cielo pcdíns. Se cumplió, yn t ienes la doncella, que al ciclo pedías. - Gracioso es tu ros tro, y tus ojos de m iel, novia , y en tu cara seductora se hu cle•·ramado la grncia de lllllOI',

- Y a ti , joven, te ha honrnclo más que n nadie Afrodita . -Sé feliz, joven novia, sé feliz, digno novio, mil veces.

La Uriaa mon6dicn

32 ( lll D)

(La joven desposada) -Doncellez, doncellez, ¿adónde Le vas y me dejas? (La doncellez) -Yo no volveré o ti, querida, ya nunca más volveré.

33 (137 0)

Eros de nuevo, embriagador me art·aslra dulcinmarga, irresistible bestezuela. '

:u (1.9 0)

A.-Qulero decirte algo, pero me lo impide In vergüenzn ...

B.-Sí tuvieras ~asi6n por cosas nobles y bellas y no re.~olvtera tu lengua expresar algo malo, 1~ verguenza no retendría ahora tus miradas, s1no que bablarfas de lo que crees justo.

35 ( 152 0)

Tengo una preciosa niña, que a las llores de oro puede porangona~ su belleza, mi muy amada Cleis. No la daría yo ru por toda la Lidia ni por la deseable ...

l6 (55 D) Bodas do H~tor y Aodrómuca

... De Chipre .. . llegó presuroso corriendo el heraldo y dijo esras nuevas, Ideo el veloz mensajero . . .

« ... gloria inmortal de es ta tierra y del resto del Asia . Héct.or y sus c~mpañeros a la grácil Andrómaca, una ¡oven de o¡os oscuros de Tebas la santa Y de Placía de aguas pere~nes conducen en naves sobre el ponto salado. Y muchos brazaletes de oro Y vestidos de púrpura muy finos y joyas variadas Y copas de pla ta y marfil innumerables ya llegan » Así ha?l? . En seguida se alzó el padre de Héctor: La noll~la llegó en la ciudad de anchas calles a todos sus panentes y al punto las gentes de Ili6n apresraron

7J

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74 P~la Urica griega (vn·tv a. C.)

las mulos al pie de los corros ligeros. Montóse . el tropel de mujeres y muchachas de suaves tobillos. Aparte t~mbién las hijas de Prf~mo ... Los jóvenes ante los carros unctcron caballos, los mozos solteros ...

... avanza hacia Troya. Y la flau:tl de dulce tonada mezclaba a In cltara y alt·epicar de los crótalos sus sones. Lus jóvenes cantnbun su pura canción, y alcanzaba al étel' su eco infinito, y ris(ts ... Habla a lo largo de todo el camino ... Y jarros y copas ... , mirra, canela e incienso mezclaban su aroma. Todas las mujeres mayores gritaban «¡Elclcul ~ Y todos los hombres con grandes gritos de gozo invo~nb11n a Peán, al Arquero, al dios tle In l~ra, . . y enton11ban un himno a Andrómaca y 11 Hcctor divmos.

A~CEO DE MlTILENE (Fl. alrededor de 600 a. C.)

1 (1190) De: nuevo esta ola, como la de ames, avanzo cont•·n nosotros, y nos dará mucho trabajo resistirln cuando aborde nuestra nave.

: :: Aprestemos la defensa lo antes posible y corramos al amparo de un puerto seguro. Que a ninguno de nosotros la duda cobarde~ le ucose. Claro csd que es enorme el empeno. Recordad las fatigas que antaño sopol'tamos. Y que ahora todo hombre demuestre su valla. Conque no nvergoncemos por falta de. co~aje a nuestros nobles padres que yacen baJO uerra.

2 (78 O) Los Oi05curoa Dejando la isla de Pélopc, acudid, pode1·osos hijos de Zeus y de Leda.

La llrica monódica

Y con benévolo ánimo apareccos, C~stor y Póllux, que la vasta tierru y la mar entera recorréis en vuestros veloces corceles, y sin esfuerzo salváis a los humanos de la cruel muerte:, cuando saltáis sobre lo nito del navlo y surgís entre las jarcias fulgurantes trayendo una luz en la noche terrible al ne!II'O bajel.

l (7l 0 )

Bebe y emborráchate, Melnnipo, cotunigo. ¿Qué piensas? ¿Que vas a vadear de nuevo el vorticoso Aqucronte, una vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luz clara vas a ver? Vantos, no te empeñes en tamañas po•-fías. En efecto, tnmbién Sfsifo, rey de los eolios, que a todos superaba en ingenio, se jactó de escapar n In muerte. Y, desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal, dos veces cruzó el vorticoso Aqueronte. Terrible y abrumador castigo le impuso el Crónida más tarde bajo la negra tierra. Conque, vamos, no te ilusiones. Mientras jóvenes seamos, más que nunca, ohom importa gozar de todo uqucllo que un dios pueda ofrecernos.

4 (74 0 ) Helena y Tefis Es fama, Helena, que la amargo ruina a Príamo y a sus hijos les sobrevino por tu culpa y Zeus arrasó con fuego la santa T royo. Cuán distinto ero aquella donceUa gentil que e l Eácida tomó del hogn•· de Nereo, invitando a su boda a todos los dioses, al conducirla a casa de Qui rón. La joven esposa soltó su cinto virginal. Y unió el amor a Peleo y In mejot de las Nereidas. Y ella, al afio

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76 Poelfa llrica griega (vn-rv a. C.)

le dio a luz un hijo, héroe supremo, feliz conductor de sus bayos corceles; mientras que por culpa de Helena murieron Troya y los frigios.

5 (77 D)

IIcbro, hermosísimo río, que ante Eno vas a desembocar en el mar purpúreo tras cru:-.nr, rugiendo, In tierrn de T racia rica en c>~ballos . Y u ti acuden numerosas muchachas, y con mnnos suaves a sus muslos llevan como si fuera ungüento, hcchizándosc, tu agua divina .. .

6 (42 D)

Los lidios, padre Zeus, que se han conmovido J>Ol' nueS~l':tS desgracias, dos mil cstatcros nos dieron por si pod!amos lo sagrada ciudad asaltar, sin recibir ninguna promesa nuestra y sin conocernos. Pero él, como un zorro ele artera mente, entre hflbiles arengas ttrtmaba engaños ...

7 (43 D)

Suena ale¡¡re la lira que participa del festfr.. Entre sus rorpes compadres él anda de parranda ... ... Que él, emparentado con los Atridas, devore la ciudad, como con Mfrsilo, hasta que quiera Ares alzarnos en armas. ¡Si pudiéramos olvidar nuestra rabio! Dejemos la angustia que el corazón nos roe y la guerra civil, que algún olimplco envió, que conduce al pueblo ni desastre, y da o Pftuco su muldito renombre.

La llrlca monódica

8 (129 L - P)

Este recinto en común consagraron, grande y bien visible, los lesbios, y dentro elevaron ultares a los dioses eternos e invocaron a Zeus el Protector, y n ti, ilustre diosa, la Eolia, generadorn de todo, y en tercer puesto a éste, Piel de Corzo, a Dioniso, devorador de carne cruda. V amos, con ánimo benévolo escuchad nues u·a súplica y sul vadnos de estos rigores y el amargo exilio. Y que caiga sobre el hijo de Hirras la Erinis vengadora de quienes antaño juramos, con rito sagrado, no entregar nunca a ninguno de los compañeros, sino quedar muertos revestidos de tierra, a manos de los hombres que entonces mondaban, o matados y al pueblo librarlo luego de sus penalidades. Mas entre ellos el Panzudo no habló de coroz6n, sino que sin repm·os los juramentos pisotea y devora nuestra ciudad ...

9 ( IJOL-P)

... yo, desdichado , vivo a la manera de un campesino, anhelando escuchar, Agesilaidas, los gritos que pregonan la asamblea y el consejo. Eso que mi padre y d padre de mi paclre tuvieron hasta viejos entre esos ciudadanos siempre en rencilla. Pero estoy alejado de ellos yo, exiliado en la lejanía, y aquí, como Onomades, en país de Jobos habito resignado a la guerra. No es mejor soportar la revuelta .. . Aquf el recinto de los dio~>es feJices

77

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78 Poesla llrica griega (vn-Iv a. C.)

frecuento cruzando esta oscura tiena, con ottas compañeras de camino ... y, con mis píes lejos de males, vivo donde la! lesbias do rozagante peplo vienen a competir en belleza. Aquf tn torno t·etumbn el griterío inmenso de mujeres en sus anuales fiestas sacras. .. . ¿Cuándo de mis muchos pesares me van a libel'nl' los Olirnpicos?

10 (28lL- P)

Y perturbó en su pecho el ánimo de la argiva Helena, y, enloquecida por el troyano traidor a su huésped, marchó en su nave, abandonando a su hija en palacio y el suntuoso lecho de su esposo, pues persuadió su corazón al amor la hija de Zeus y de Diona ... ... a muchos de sus hermanos la negra tierra los cubre, muettos en el llano de Troya por culpa de ella. Y muchos carros entre nubes de polvo cayeron, y muchos mozos de ojos vivos pisoteados quedaban, y a la ma tanza venía Aqttiles ...

11 (304 L · P) Artemls

.. . A Febo de rubios cabellos al que la hija de Coos dio a luz tras de unirse al Crónida ilustre que mora en las nubes. Y Artemis hizo el gran juramento que hacen los dioses: «Juro por tu cabeza que seré siempre virgen indómita, y viviré cazando sobre las cumbres de los montes agrestes. Así que. vamos, consiente en esto y dame esta gracia.» Así dijo. Y al punto asintió el Padre de los dioses felices. A la don~:ella «Montaraz cazadora de ciervos» la llaman los dioses y los hombres con digno sobrenombre. Y E !'Os que el desmayo produce, a ella no se acerca .. .

La llricn monódica

12 (2 D) Hermes

Salve, oh tú que reinas en Cilenc, pues mi ánimo quiere en himno celebrarte, a ti a quien en santas cimas parió Maya, tras unirse al Crón.ida en todo soberano.

ll (46 D)

Me desconcierta la revuelta de los vientos . De aquí llega rodando una ola y por allá otra, y nosotros en medio arrastrados nos vernos en nuestra nave negm, afligidos por la muy enorme tempestad. El agua de In sentina ya cubre el pie del mástil. Toda la vela está ya transpa1:ente, y cuelga en grandes jirones su tela, no logran asidero las anclas, y el timón ... ... mis dos piernas se afirman en las jarcias y sólo esto me mantiene a salvo. Toda la carga arrastrada fuera de borda va.

14 (8 D) Eros . .. el más t-errible de los dioses, al que dio a luz Iris de bellas sandalias, tras de unixse n Céfiro de áurea cabellera.

15 (39 D)

Ahora hay que emborracharse y beber hasta el colmo, ¡que ha muerto Mírsilo!

16 (104 D)

El vino, pues, es el espejo del hombre.

17 (91 D)

No hay que abandonar el ánimo a los males. Pues nada avanzaremos con apenarnos, oh Bicquis, y no hay mejor remedio que mandar n por vino y embriagarnos.

18 (97 D)

No plantes ningún árbol antes que la vid.

79

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80 Pocsla lírica griego (vn·IV a. C.)

19 (90 O)

Zeus hace llover, baja del cielo una enorme tormenta y están helados los cursos de las aguas ... Desprecia la tormenta, aviva el fuego, sazona, sin escatimado, cl vino dulce como miel, y luego reclina tus sienes sobre un blando cojín.

20 (96 D)

Tlebamos. ¿A qué aguardttr las candelas? Hay tul dedo de dla. Descuelga y trae las grandes copas pintodus, en segujda. Porque el vino lo dio a los humanos el hijo de Sémele y Zeus para olvido de penas. Escancia mezclando uno y dos cazos, y llena lo~ vasos basta el borde, y que una copa empuje n la otra ...

21 (94 D)

Báñate las costillas en vino, que ya vuelve la estrella, y es penosa la época, y todo está sediento y con ardor, y suena el son de la cigarra en el follaje; con sus alas derrama su fuerte y continua condón en el verano ardiente ... Florece el cardo. Ahora son mucho más pesadas las mujeres y débiles los hombres, porque Sirio ubrnsa su cabeza y seca sus rodi llas.

22 ( 134 D)

Si v11s a decir lo que quieres, también vas n oír lo que no quieres.

2J (llS D)

¿Qué pájaros son éstos de un pals del confin del Océano, que vienen como gansos de largo cuello y amplias alas?

24 (87 D)

... Al roaL1acido Pitaco de esta ciudad, desdkhade y cansina, le han hecho tirano, después que todos lo elogiaron mucho.

Lo llrico monódica

25 (500)

... Has venido dcl confín de la tierra, trayendo recubierta de oro In empuñadura de marfil de tu espada, y cumpliste una gran hazaña peleando con los babilonios, y los libraste de agobios, al matar a un guerrero tremendo a quien sólo un palmo faltaba parn medí r cinco codos reales.

26 (S4 D)

Destello la enorme mansión con el bronce; y está todo el techo muy bien adornado con refulgentes cascos, y de ellos cuelgan los albos penachos de crines de caballo, que engalanan el arnés de un guerrero. De ganchos que ocultan que están enganchadas las grebas brillantes de bronce, defensas del más duro dardo, los coseletes de lino reciente y cóncavos escudos cubren el suelo. Junto a ellos están las espadas de Cálcide, y muchos cintos y casacas de guerra. Y n no es posible olvidarnos de eso, una v<.'Z que a la acción nos hemos lnnzndo.

27 (101 D)

Pues cuentan que una vez Aristodamo dijo en Esparta una frase indiscutible: •El dinero es el hombre; ningún pobre resulta hombre valioso ni apreciado.»

28 (92 D)

Bien, venga cualquiera a ponernos al cuello las guirnaldas trenzadas de Aores de an.ls, y luego derrame la mirra oloroso en nuestro pecho.

81

Page 41: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

82 Poesía ll.dca griega (VlHV a. C.)

29 (142 DI Cruel, insufrible daño es la Pobreza, que a un pueblo grande somete a la par de su het•maoa, la Impotencia.

lO (66 D) El vino, caro amigo, es también la verdad.

31 (99 D)

Ruego que alguno invite al precioso Men6n, si quiere que yo tenga mi gozo en el banquete.

32 (65 D)

¡Abre, que vengo de ronda, abre, te lo pido, te lo pido!

ll (63 D)

¡Coronada de violetas, sonrisa de: miel, santa Safo!

ANACRliONTE DE TEOS (Fl. nlr~dedor de 530 a. C.)

1 (1 D)

A ti te suplico, cazadora de ciervos, hija n tbie de 7.eus, Seiioru de las fieras monteses, Attemis sobemna. Tú que tlhoro sin duda, sobre las aguas turbulentas del Leteo, velas desde arriba por la ciudad de intrépidos guerreros, alegre, yo que no pastoreas un rebaño de ciudadanos salvajes.

2 (43 D)

Venga ya, tróenos, muchacho, la copa, que de un trago la apuro. Echale die1: cazos, de agua, y cinco de vino, para que sin excesos otra vez celebre la fiesta de Baco.

La l!rlca monódica

Vamos, de nuevo, sin tanto estrépito y griterío ahora practiquemos el beber con vino, no al modo escira, sino brindando al compás de hermosos himnos.

3 (2 D)

Oh Soberano, compafiero de juegos de Eros seductor y de las Ninfas de párpados azules y de la purpúrea Afrodita, tú que recorres las devadas cumbres de los montes. A ri te imploro, y tú benévolo acúdcnos a escuchar nuestro ruego agraciado. Sé tú de Clcobulo un buen consejero, y que acepte, oh Dioniso, ml amor.

4 (5 D)

Echándome de nuevo su pelota de púrpura Eros de cabellera dorada me invita o compartir el juego con la muchacha de sandnlins de colores. Pero ella, que es de In bien trazada Lcsbos, mi cahellcra, por ser blanca, desprecia, y mira, embobada, hacia alguna otra.

5 (l D) A Clcobulo yo amo, por Cleobulo enloquezco, de Cleobulo ando prendado.

6 <•D> Oh nu'io con mirar de doncella, re persigo, y tú no me escuchas, ignorando que de mi alma tú conduces las riendas.

8J

Page 42: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

84

7 (80)

Y o ni la cornucopia de Amaltea querría ni cientO cincuenta años ser rey en T artesos.

8 (69 D)

Pocslo Urica gri~a (vu -tv o. C.)

Almorcé pellizcando un poco una ligera tona, y apuré una jarra de vino. Ahorn suavemente toco la seductora lira festejando 11 mi querida nifitL

9 (17 D)

Saltando de nuevo desde la roen de Léucndc, en el blanco oleaje me sumerjo, ebrio de amor.

10 (52 D) Remonto ahora mi vuelo hacia el Olimpo con alas ligeras para quejarme de Eros. Pues no quiere el niño compartir su

(juventud conmigo.

11 (34 P)

Eros, que al ver que mj barba encanece, entre brisas de sus alas de r·eflejos de oro me pasa de largo volando.

12 (54 D)

El que antes unos trapos anudados llevaba por tabardo y unas t~blillas de madera en las orejas y un cuero pelado de buey para tapar sus costillas, mugriento forro de un mal escudo, y que trataba con mozas de mercado y prostitutas, el pfcaro Artemón, llevando una vida de bribón, él, que puso muchas veces en el cepo su cuello, y en la rueda, y a quien muchas veces le azotaron el lomo con el látigo, tras de raparle el cabello y la barba, ahora monta en carroza con pendientes de oro, el hi jo de Kika, y lleva una sombri llita de marfil. rivalizando así con las mujeres.

La !!rica monódica

ll (44 D)

Canosas ya tengo las sienes y blanquecina la cabe-..:a, pasó ya la juventud graciosa, y tengo los dientes viejos; del dulce vivir el tiempo que me queda ya no es mucho. Por eso sollozo a menudo, estoy temeroso del Tártaro. Pues es es pan toso el abismo del Hades, y amargo el camino de bajada ... Seguro además que el que ha descendido no vuelve.

14 ( 14 D) Trae agua, trae vino, muchacho, y trácnos coronas de Borcs, ve y tráelo, que ahora contra Eros boxeo.

15 (33 D) . .. Guirnaldas tejidas con Bores de loto se enroscaron al pecho.

16 (34 D)

Son las tabas de Eros del irios y rencillas.

17 (45 D)

De nuevo Eros me golpeó como un herrero con un enotme hacha, y me puso a lavar en un tempestuoso torrente.

18 (88 D)

Potrilla tracia, ¿por qué me miras de reojo, y sin piedad me huyt."S, y piensas que no sé nada sabio? Ten por seguro que a ti muy bien yo podría echarte el freno, y con las riendas en la mano dar vuelta a las lindes del estadio. Pero ahora paces en los prados

85

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86

y juegas con ágiles cabriolas, porque no tienes un jinete experto en la doma de yeguas.

19 (90D)

Poesla llrica griega ( VU•IV a. C.)

De mis valientes amigos primero a ti te lloraré, Aristoclides. Perdiste tu juventud rechazando la esclavitud de tu patria.

20 (79 D)

De nuevo amo y no amo, y deliro y no deliro.

21 (98 D)

En el laurel de oscuro follaje y el verde olivo oscila ...

El canto coral

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ALCMÁN OP. llS PARTA, ES'l'ES[CORO DE HIMURA , (DICO DE llftCIO

La Hrica coro! repre..,nta un úpo de pocsfa m~s complejo, m~ ligado a rcprescn1aciones rituales y, por tanto, mds diffcl ' de comprender parn nosotros que las canciones de los poetas lesbios. En estos cooros cornlcs, de diversos me1ros y de muy vtorios mo1ivos, el poeta habla a trovés de Llll coro -a veces ele un coro femenino, como en el Parlcnio de Alcmdn (frngm. 1)-, y mezclo en su poema temas pcr,;onalcs, o de lo fiesta oca· síonal en que su poema se presento, con motivos núúcos o religi~. La llrica coral, que se compone en un dialecto dorio muy litc:rario, puede servir de vehkulo a Úpos de poemas muy distintos, que coinciden, fren­te o los monodias, en ofrecer un li rismo muy rico en omomen~nción, en uno ocijcrivRción suntuoso, Cll una solemnídnd que alterna con uno deli· c11dc:za scnúm<ntol y uno scntenciosidod peculiar de codo poern. Entre Alemán, reúnodo cantor en uno Esparta menos austera y seca que la d~ la ~poea cl~sics, y Estcslcoro, el gran evocador de los grandes ternos de In épica y lo mirologfa en este leogunje brillante y un tanto impresio­rnístn, y d apasionado Ibko, pocrn amoroso de inolvidables imúgencs, y los posteriores maestros J c ln lírica cora1

1 Sim6nides, 13oqulJjdes y Pln­

dnro, cabe todo un mundo po<!tioo de abtgnrrados ronos. De esa poesln, dificil ya para los gdegos de époea tardla, es muy poco lo que nos ha llcgndo. P~ro a trnvés de las hebrns adivinamos algo del tejido esplélldido de estos cantos, que preludian los epinicios de Plndaro y lo !frica coral de In tragedla y la comedia atenienses.

Page 45: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

90 Poeala llricoa griega ( vu-tv a. C.) 1

ALCMÁN OE ESPARTA

(Fl. alrededor de 630 a. C.) 1 ( 1 D) Partenlo

... Que ninguno de los bu manos vuele hasta el cielo, ni pretenda desposar a Afrodita, In diosa soberana, o a otra inmortal o a una hija del dios marino Porco. Las Gracias de amorosos párpados In monsi6n de Zeus ...

Inolvidables castigos sufriet·on por tramar sus maldades. H ay tllln venganza de los dioses. Y feliz aquel que sereno y sin llanto trenza has ta el fin su dfa. Pero yo canto la luz de Agido. La veo como un sol, como ése que Agido invoca que brílle para nosotros. Pero ni elogiarla ni hacerle reproche.s me permite la famosa directora del coro, en nada. Porque ciJa me parece que se distingue as! como si uno colocara entre un rebaño un caballo robusto, ganador de trofeos, de cascos resonantes por los sueños aludos. ¿Acnso no la ves? Es un corcel del Véneto. Pero In cnbdlern de mi prima Hagcs!com florece en destellos como el oro sin mácula. Y es de plata su rostro . ¿A qué decirlo más claramente? Hagesfcora está ahi. Pero Agido, la segunda en belleza, tras ella, corre como un corcel escita junto n uno lidio. Porque con nosotras, que a la Aurora le llevamos el arado ritual, compiten las Pléyades que surgen cual la estrella de Sirio en la noche divina.

2 (l P)

Musas del Olimpo, colmadme mi alma con el anhelo de una nueva canción.

El canto coral

Corro a escuchar la voz de las doncellas que al aire puro dan el himno de su hermoso cantar.

. . . dispersará d dulce sueño de mis párpados, y el deseo me empuía a acudir al certamen donde voy a agitar en seguida mi rubia melena. .. . y con la pasión que afloja los miembros me dirige miradas más lánguidas que el su'eño y la muerte. Sin ninguna falsfa es dulce elln. Pero Astymeloisa nada me contesta sino que, sujetando la guirnalda , ' como una estrella que el cielo fulgurante cw zn volando, o corno un ra llo de oro o una ala suave . .. . cruza con ligeros pies.

... quisiera ver si, de algún modo, al acercarse me tomará de la suave mano, Y yo ol momento me haría suplicante de ella.

l ( l l D )

No era un hombre rústico ni torpe - ni siquiera entre sabios- . ni un tesalio de origen, ni un pnstor de E rfsiquc: mus proced!n de la encumb•·ado Sordis.

4 (94 D)

M nchachas de palabras de miel y voces claras, ya no pueden alzarme mis rodillas. ¡Ojnlá yo un alción macho fuera para volar con otros con bravo corazón sobre la Aor de las olns, un ave sagrada, del color cambiante del mor!

5 (67 0 )

Ven, Musa, Callope, hijo de Zeus, inicia un poema de amor; pon pasión en el himno y gracia en la danza.

91

Page 46: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

92 Poesla U rica ariega (vu-IV a. C.)

6 (92 D)

Estos versos y música Alemán compuso captando el cantar de parleras perdices.

7 (93 0)

Yo sé las tonadas de todas las aves.

8 (1000)

Pues avanza, en lugar del hierro, el bello sonnr de la el tara.

9 (37 D)

Muchas veces, en las cimas de los montes, donde a los dioses complace la fiesta fulgente, llevando un cántaro de oro, gran jarro, como los que llevan los pastores, lo llenaste con tus manos de leche leonina y cuajaste un queso grande y fresco para Hermes.

10 (36 D)

Afrodita no está, y el loco de Eros juega como un nifio posándose en las puntas en flor, las «110 me toques», del juncal.

11 (101 0 )

Eros de nuevo por decisión de Cipris, inundándome el corazón, dulce me alegra.

12 (58 D)

Duermen de los montes cumbres y valles, picachos y barrancas, cuantas razas de bestias In oscura tierra crla, las fieras montaraces y el enjambre de abejas, y los monstruos en el fondo del agitndo mar. Y las bandadás de aves de largas alns duermen.

lll CAnto coral

BSTESfCORO DE tllMllRA (Fl. alrededor de 590 a. C.)

1 (5 D) (De la Gerionclda)

Tomando como vasito la copa que medía unos tres azumbres (licraclcs), bebía sosteniéndola, que se la ofreció, tras de haber hecho la mezcla, Folo.

2 (4 D)

Más o menos enfrente de la famO$U Erltla, junto a los manantiales inagotables, de ralees de plata, del rlo Ta1·tesos, en la gruta de una peña.

:S (6 0 )

Helios, el hijo de Hiperión, en la copa de oro se metió para llegar, tras cruzar el Océano, a los abismos de la tenebrosa noche sagrada, junto a su madre y su esposa legítima y sus amados hijos. Pero él, el hijo de Zeus, se dirigió hacia el bosque umbroso de laureles.

4 ( lO 0 ) (De la Helena)

Al rey le arrojaban, a su carro, muy muchos membrillos , y muchos rami lletes de mu:to, y coronas de rosas y guirnaldas cuajados de violetas.

5 ( 11 D) (De lo PuUnodl.a de Helena) No es cierta la leyenda, no fuis te en las naves de buenos bnncos. ni llegaste a los palacios de Troya.

6 (12 0 ) (De t. Orestca)

Musa, desecha tú las guerras, y conmigo celebra las bodas y banquetes de dioses y héroes y las fiestas de los felices ...

7 ( 14 D)

Estos cantos del pueblo a lns Gracias de bellas melenas hoy qne ent·onar, inventando una tonada frigia de aires delicados, cuando llega la primavera.

93

Page 47: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

94 Pocsla Urica griega (Vli· IV a.· C.¡

8 (ll D) Cuando en dempo de primavera alborota la golondrina.··

9 ( 17 O) .. . Porque Tindáreo, en ~ierta ocasión, . al sucrificar a todos los dioses tan sólo olv1dóse a Cipris, la de dulces rcgnlo_s; y c~a, irritándose, a las hijas de Tindárco lus h1zo mu¡eres de dos y tres bodas, y traidoras a sus esposos.

10 (Z2 0 ) y por eso mucho ama Apolo los juegos y canciones, . en tanto que Iludes obtuvo como lote los plantos y gem1dos.

11 (2l 0 ) Es de Jo más 1orpe e inútil llorar pur los 1nuertos.

12 (16 O) (De la Rádina) Vamos Musa de aguda voz, comienza tu canto celebra~do con lira amorosa a los jóvenes samios.

ÍBICO DE REGIO (FI. alrededor de 540 a. C.)

1 (l D) . .. Ellos luego la vasta, muy ilustre, la próspera ciudadela del dnrdánida Prlamo :masaron; cuando partieron de Argos, de ucuerdo con los designios del gran Zcus. Por la hermosa figura de la rubia Helena, . sostuvieron una contienda muy cantada en h1 mnos, por medio de una guerrn que causó mucho ll.anto, . y bosta la muy atribulada Pérgarno ascendió lu Rumo, por obra de Cipris de cabellos de oro.

Pero no es ahora mi deseo el celebt·nr a París, ttaidor a su huésped, ni a Cnsandra, la de gráciles tobillos,

El canto cona.!

ni a otros hijos de Prlamo, ni el d~1 sin nombre de la toma de Troya, la de las altas puertas. Tflmpoco voy a can1·ar el muy soberbio coraje de los héroes, a los que cóncavas naves de muchos clavos condujeron cual desdicha de Troya, nobles héroes. A ellos el poderoso Agamenón los mandaba, el descendiente de PHstenes, caudillo de guerreros, hijo de un noble padre, de At reo.

También esto las Musas muy doctas del Helicón podr!an abordarlo con holgura de palabra; pero un hombre monal no es ágil corno para relatar uno a uno los hechos desde que Menelao con las naves de Aulide zarpó a través del mar Egco y llegó desde Argos a Troya, criadora de caballos, y los hombres de escudos de bronce, los hijos de los Aqueos, de entre los que el mejor con In Junza destacuba Aquiles, •·nudo de pies, y el gran hijo de Telamón, el valeroso Ayante . ..

... y Zcuxipo (?),al que habla dado n luz Hilidc, la de ceñidor de oro, y al que p•·onto con Troilo los troyanos y dánuos parangonar querlan, como al oro n-es veces ya purificado con el bronce, por su seducto•·a belleza. Si a ellos les tocó In belleza pura siempre, también tú, Polfcrotcs, tendrás una gloria imperecedera, como también será, por mi cantar, la gloria mia.

2 (6 0)

En primavera los membrillos, regados por las aguas corrientes de los arroyos, alll en el jardin intacto de las V(l'genes florecen, y rebro1an y crecen los racimos bajo los tallos umbrosos de los pámpanos.

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96 Poesía lírica griega (vu -lv a. C.)

Mas conmigo el amor no reposa en ninguna estación. Sino que, como el t racio Bóreas, encendido por el rayo, precipitándose desde In casa de Cipris, con abrasadores delirios, oscuro e impertérrito asedia con fuer1.a y desde el fondo mi corazón.

3 (7 0)

Ews, de nuevo, bajo sus párpados azuloscuro, me examina con ojos de lánguido mirar, y con toda clase de hechizos n las inmensas redes de Cipris me lanza. En verdad que tiemblo al verlo cerca, como un caballo de carreras, ganador de trofeos antafio, que, pesaroso, bajo el carro veloz se ve uncir para otro certamen.

4 (8 0 )

Eurlalo, flor de las Grnclns brillantes, mimudo por Jos Horas de bellos cabellos, a ti Ci.p1·is y Persuasión, la de pá1:pados suaves, te CI'ÍAI'On entre capullos de rosas.

5 (16 D)

A CnsaJlCIJ.'a de ojos glaucos, la hija de Prlnmo de seductora rnclenn, la prc.:serva In famu c.:ntre las gentes.

6 (11 O)

Entonces In ilustre, insomne alba despierta a los ruiscfiorcs.

7 (22 0 )

Tengo miedo de conseguir honor entre los hombres cometiendo alguna falta ante los dioses.

8 (ll D)

Mirtos, violetas y crisantemos, manzanas, y rosas, y suave laurel.

El canto coral

9 (9, 10 D)

Sobre sus rrunns mns ulrus se posan multicolores p!ltos de val'iopinto cuello y rojos ftúsnnes y ulcioncs de urnplias alas.

ANÓNIMO

Epitafio {de Cleobulo de Lindos] para la tumba de Midas. (En tilla estela, al píe de una Strena de bronce)

97

Doncella de bronce soy, y yazgo sobre el sepulcro de Midas. Mientras el ngua mane y los árboles altos re11erdezcan, destelle el sol naciente y la espléndida luna, mientras discurran los ríos y resuene el rumor de la mar, permaneciendo nqul mismo, en este muy llorado sepulcro, anunciaré a los viandnn1es que nquf enterrado está Midas.

SIMÓNJDBS 01~ CllOS

(556-467 a. C.)

Nnddo en lo pequeña isln de Coos, Siluónldes viajó por todo Grcdn componiendo obms de cncnrso pnrn nobles y tiranos. Frecuentó las COl': ces d~ TeRnlin, de Accnns (en tiemrms de Hipnrco, y después) y de Sira· cuso, en lu épocn de l licrón. Se hn dicho de él que llllticipn el cipo del soliscn, educndor itincruntc y mercenario, cu varios •·espectos. Uno de éstos es su aspecto de intcleetunl y crlrico, ~~ servicio de los ldenles de sus pncronos, y como exr>oncnle <le un snbcr trnd icionnl.

Slmóuides compuso unn gran vuriednd de poemas: peanes y trenos, C!I<.'Oiios, Cllfltos triuofctles y cpigr~unns funcriltios. Se le considera el in· ventor del epinicio, cnnco deslinndo 11 cdehror la victoria en un cercnmcn ntléti~'O, que Pú1dtii'O llevó 11 su culminnción nrtlstica. Sus trenos v sus epigrllfllus le dieron singular fama , Su lenguaje sencillo y su cont~nido pniCIÍSillo, nsf COillO SU tRICotO pnra ltt expresión sucinta de las Senten­cias, lo hiciero~ impar en estos ¡¡~nei'O$, A Simónides se atribuyeron lue­go mud10• epuaúos fumosos, de dudosa autorla. Despinzó a Jos dioses del centro de sus pocmns pnra ccntrnrlos sohre el cnlgico destino dd bomb~<:. Recomienda, como cnntos 011'0$, el idc:al de lo cprudcocio», la tophmsyn~ tradicional , con tonos precisos e imllgenes nuevas. Otn~s ve­en pinta una escena de sorprendente pacetismo, como e:~a de D.inae encerrado en d arcón en medio del oleaje nocturno, abrazando a su niiio dormido.

4

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98 Poesla llrica griega (vn-rv a. C.) El canto ~'Oral

1 (48 0 ) ¿Quién, con un juicio cabul, elogiarla a Clcobulo de Lindos, que 11 los ríos de perenne fluir, a las flores de prunavera, al resplandor del sol y de la luna de oro, y a las ondas del mar, contrapuso el poder de una estela? Todo está, en verdad, sometido a los dioses. Pero u na piedra la quiebran hasta manos mortales. De un tipo insensato fue tal ocurrencia.

2 (9 D)

De los humanos pequc:fio es el poder, e inútiles los propósitos y cuitas. En In breve vida hay pena tras pena. Y In muerte ineluctable siempre espera. Porque igual porción de ella reciben los valerosos y quien es cobarde.

3 (6 O) Siendo humano, jamás digas qué va a pasar mañana, ni, 11! ver a alguien dichoso, por cuánto tiempo lo será. Porque ni el moverse de la mosca de finas alas es tan rápido.

4 (8 0 ) Porque todo llega a la misma devomdot:a Caribdis, las grandes excelencias y la riqueza.

5 (7 0) Pues ni siquiera aquellos que antes hu~ y fueron héroes, hijos de los dioses soberanos, a su vejez llegaron tras vivir sin pesar, sin riesgo ni ruina.

6 (12 0) Pero alcanza la muerte también al que huye del combate.

7 (5 0 ) De quienes cm las Termópilas murieron, gloriosa fue la suerte, hermoso su final.

Un altar es su tumba, su planto es alabanza y en lugar de los llantos les rodea la fama. ' Semejante epitafio ni el viento del Este

1

ni el tiempo que todo lo doma a borrarlo van. · Este recinto sagrado el buen renombre en Grecia

adquirió por tales guerreros. También lo atestigua Leónidas, rey de Esparta, que ha dejado aqul de su valor un gran monumento y una gloria inmortnl.

8 (36 P)

... El humo es vano y el oro no se mancha, pero es en todo la verdad vencedom. Mus a pocos les dio un dios In virtud hastn el fin. Que no es fácil ser digno. Porque a uno, a su pesar, le domina la codicia invencible o el aguijón poderoso de la taimada Afrodita, y las rivalidades muy impulsivas. Quien no pueda durante toda la vida avan~nr por un impecable sendero, bastará que sen, en lo posible, bueno.

9 (4 0)

Llegnr a ser de verdad un hombre bueno equilibt·ado de manos, pies, y csp(ritu ' forjado sin tara, es arduo empefio. '

Ni siquiera In sentencia de Pitaco me parece acertada, aunque de un sabio dicho. Afirmaba que es arduo ser bueno. Sólo un dios puede tener tal privilegio. Un hombre no puede evitar el ser malo si un desastre invencible lo derriba. ' Con buena fortuna cualquier hombre es bueno, y malo es cuando todo le va mal ... En general, son los mejores aquellos o los e¡ u e los dioses tratan con cariño. Por eso nunca, persigui.endo lo imposible vo armjnré la vida que me dé el destino '

99

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100 Poesla Uric:a gri~ (VIHV o. C.}

en ¡>os de uno esperanza irrealizable: un hombre sin reproche de entre cuantos (."Onsumimos el {ruto de la ancha tierra. Pero, si lo encuentro, os lo vendré a decir. Ahora elogio y aprecio a todo aquel c¡uc no bace por su gusto ningún daño. Contra Necesidad ni los dioses batallAn .

No soy amigo de censuras, que 11 mí me basta quien no es malo ni intratable en exceso, y conoce la justicia que beneficia al pueblo, un hombre sano. Y no se ré yo quien le haga reproches. Porque es infinita la estirpe de los necios. En verdad, bien está todo aquello n lo que no está mezclado lo vicioso.

10 (13 D) (D4nae)

... Cuando de m ro del arca bien labrada la arrastraban los soplos del vienro y el agitado oleaje, se sintió sobrecogida de terror, y con mejillas húmedas se abraz6 a Perseo y le habló: «¡Ah, hijo, q1u.: angustia tengo! Pero tú dormitas, duermes como niño de pecho, dentro de este incómodo cajón de madera de clavos de bronce que destellan en lo noche, tumbado en medio de la tiniebla azul oscuro. No te inquictus por la oh1 que lanza poJ· encima de tus cabellos In espuma marina ni del bramar del viento, recostando w bella corira en mi mantilla de púrpura. Si para ti terrible fuera lo que es terrible, ya habr!as prestado oído ligero a mis palabras. Pero te lo 1·ucgo, duerme, nifio mío. Que duerma también d alta mar , duerma la inmensa dcsgrncia. Ojalá se mostrara al¡¡ún cambio, Zeus Padre, movido por ti.

El canto coral

Y si con alguna palabra atrevido Y al murgcn de lo jus to te invoco, ¡perdóname!»

11 (29 D)

Al ver c;¡ue expiraba su dulce alma, se echaron a llorar por el rufio de pecho de la joven coronada de violetas.

12 (27 D) (Orfeo)

Sobre su cabeza infinitos los pájaros revoloteaban y los peces saltaban fuera del agua azul al son de su bella canción.

ll (37 D)

Hay cierto relato que cuenta que ln Virtud habirn sobre rocas de difícil acceso donde lu acompaña un santo coro de ninfas. ' No es t:ampoco visible a las mimdns de todos los mortales, sino sólo n quien le brota dentro el sudor de un ánimo esforzado y llega a la cumbre del valor. '

14 (57 D)

Pues, sin el placer, ¿qué vida humana e~ deseable, o qué clase de poder? Stn é l, hasta la existencia de los dioses no nos parecería envidiable.

15 (45 0)

Cuando los parleros ruiseñores de verde cuello, primaverales .. .

16 (40 D)

Pues ni siquiera un soplo que :lgltarn el follaje levantaron entonces los vientos, que impidiera que su voz se extendiera, dulce como la miel, Y ~e adentrara en los ofdos de los humanos.

101

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102

17 (92 P) Ilustre heraldo de la perfwnada primavera, oscuta golondrina.

18 (93 Pl

P~sla llrica griega (vu-rv a. C.)

El parecer incluso a la verdad doblega.

EPIGRAMAS ATRIBUIDOS A SIMÓNIDES

1 (92 D) (En TcrmópUas) Extranjew, anuncia a los Lacedemonios que aqtÚ yacemos, obedeciendo las órdenes que nos dieron.

2 (118 D) (En Platea)

Si es el bien morir la más alta muestra de virtud, a nosotros entre todos nos la otorgó el destino. Porque, empefiándonos en defender la libertad de Grecia, hemos caído, logrando nsf un perenne prestigio.

3 (121 D) (En Platea) Dejando una fama inmortal aquí éstos en pro de su patria se vieron envueltos en la negra nube de la muerte. No están muertos, aunque mul'ieran, pues su valor del dominio de Hades los alza y corona de glol'ia.

4 (122 D) (En Tegea) Gradas al valor de estos hombres al cielo no llegó el hwno de la vasta Tegea presa de.l incendio. Hablan decidido legar a sus hijos una dudad floreciente en Ubertad, y morir ellos en las primeras filas.

5 (123 D) (En Tegeo) Recordemos a hombres de recto valor, cuya tumba aquí está. .Ellos murieron salvando a Tegea, la de buenos rebaños, guerreros en pro de su ciudad, para no permitir la ruino de Grecia, cuando iba a perecer su libertad tan preciada.

El canto coral

6 (83D) , Tumba ésta es del ilustre Megistias, que amaño los Medos mataron, después de vadear el torrente Esperqueo. De un adivino que, aunque sabía su muerte cercana, no quiso entonces dejar a los jefes de Esparta.

PÍNDAl\0 01> TP.BA~ (J22-448 11. C.J

!O)

Al'istófnnes de Bi.zoncio compiló los poos!ns do Pfndom conservadas en In Biblioteca de Alejnoddn en diecisiete libros. Himno.r o los dioses, Pcane.r, Dilirambos, Cantos de procesí6n, Partet~los, ContrJs de danzo, Bncomio.r, 'frenos y Epinicios formobnn el conjunto de 1<1 vistoSA obro de este gran autor. Ln trndición hil conservado hnsLu nosotros tan ..Sio los cuatro libros en que los alejandrinos cnmlogaron los Epinicios, orde­nados seg(m el lugar de la victoria atlética que celebraban en odas ollm· picas, pflic11s, lstmic11s y nemeas. Una serie no dcsprccinble de frngmen· tos nos permiten dnr un vistnzo a otro tipo de poemas, pero Píndnro es, pnrn nosotms, po•· la •·nzón expuesta, el auwr de esos cantos triu nfales. caractcrlsticos de In colrura griega de una época.

En esos cantos pueden dJstinguirse eres elementos: la temática mftlca, que el pO(:M evoca de un modo libre y n través de alusiones e imágenes brillantes (sin relatar detenidamente cl miro que los oyenres ya cono­cen), el motivo ocasional de la victorio otlérica (que es tMJbién objeto de rápidas alusiones sin 8<-udir a descripdoncs concretas) y In conclusión ética, es decir, In lección que el triunfo, premio a la virtud, ofJ·ece, pnro gloria de In fnmilin nristocráticn que ha encargado el himno. Mito, sen· rendas morales (consejos) y datos ocnsionnles Componen el esquema b&· sic<> del entramado muy .libre, sobre el que se edifica el himno triunfal.

Hemos elegido en nuestra versión In 0/fmpica 1 y la Pltica 1, por ser las odas más fnmosns, In Pltica JV, uno de los más amplias, con un toma mhico muy extenw, el de los ArgonautAS, y In .Pitica VIII, m~s senci lla y sentenciosa, uno de los últimos poemas de Píndru·o. Y luego ullndimos un. encomio: el dedicado al joven Teóxeno, con acentos un r.nmo per· !l<males.

Otfmpica r A Hierótl de Siracusa, vencedor en las carreras de caballos (con S'U con·el Ferenico, m 476)

Lo mejor es. de un lado, el uguu y, de otro, el oro, como ar· [diente fuego,

que destaca en la noche por enc.ima de la magnífica riquc-m.

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104 Poes!a l!tica griega (vn-IV a. C.)

Y si certámenes atléticos celebrar anhelas, querido corazón, ni busques otra estrella más cálida que el sol b~i liante en el día por todo el yermo éter, ru ensalcemos otra compeücíón superior a la de Olimpia. De allf el himno clamoroso se despliega o través de las memes de los sabios para que al hijo de Crono canten los que acuden a la espléndida y feliz morado de Jiierón. El rige el cetm justiciero en Sicilln l'ica en ganados, cosechando las cimas de tod;ls las virtudes, y a In vez •·esplandece en el primor de la música y poes!n, por las obras que nosotros creamos, los poetas frecuentes a los lados de su amistosa mesa. As! que descuelga la doria lira del clavo, si es que la gracia de Pisa y Fcrcníco indujo lu mente a los más dulces pensamientos, cuando, jumo al Alfeo, precipitó su cuerpo en la carrera, sin pretexto para ser espoleado, y unció con la victoria a su dueño. el rey de Siracusa, que ama los caballos. Su fama destella en esta colonia noble del lidio Pélope. De él se enamoró el Sostenedor de la ticrrn Posidón en cuanto a Pélope lo sacó Cloto del fulgent~ caldero,' con un •·efulgente hombro tallado en mnd'il. ¡Cuán numerosos son los prodigios! Pero, sin duda, también a la tradición de los humanos por encima del verídico ~elato la engañan leyendas engalanadas con variopiJ1tos embustes. Ln gracia, que hace dulces todas las cosas a los mortales, al acrecentar el prestigio llega incluso a hacer crelble lo que es increlble muchas veces. Pero los ellas por venir son los más sabios test igos (de la verdad). Y le es conveniente a un hombre hablar bien de los dioses. Pues será meno1· su culpn. Hijo de Tántalo, voy a hnblar de ti de modo distinto 11 los de Cuando tu padre les invitó a un muy bien ordenado [antes. festln en su querida Sípilo,

El t-anto coral 105

ofreciendo a los dioses una conúda de correspondencia, entonces te raptó el dios del famoso tridente, dominado en su interior por el deseo, y con sus corceles áureos te trnnsport6 a la excelsa mansión del muy honrado Zeus. All1 en úempo posterior fue también Ganimedcs por un uso parecido de Zeus. Como te hiciste invisible, y no pudieron los hombres, por mucho que buscaron, llevarte an te tu madre, prontO alguno de los vecinos malpensados dijo murmurando que en d momento en que el agua herv!n sobre el fuego u·oceurou tus núcmbros con un cuchillo (y los echaron al cal­y sobre las mesas a la pos tre se repnrt·ieron [clero) y se comieron tus carnes. Pero para m{ es imposible llamar «loco voraz» n uno cualquiera de los dioses felices. Me niego. Los blasfemos no tardan en recibir sus penas. En verdad que si a algún hombre mortal honrAron los guardianes del Olimpo, ése fue Tántalo. Sin embargo, él no pudo digerir su gran ventura, y por su desenfreno obtuvo un desastre ineluctable, que el Padre (ele los dioses) suspendió sobre él una pesada roca, que, amenazando siempre desplomarse sobre su cabeza, le arre-

. . . [bata todo goce. Y t:1ene ese v1v1r desasosegado, de pet·petua torturn, un cuarto pesar sobre otros tres, porque, tras robar u los Inmortales, entre sus coetáneos enmaradas de festín repttrti6 el néctar y la ambrosía, con los cuales a él le hicieron inmortal. Pero si alguien confía en pasar inadvertido de los dioses al hacer algo, se equivoca. Por es~ motivo reintegraron de nuevo los dioses a su hijo n la esurpe de los hombres de breve destino. Luego, cuando en la floreciente adolescencia se le cubr!a de lxn.o el mentón oscuro, meditó conseguir la boda propuesta por su padre, el rey de Pisa, con In ilustre Hipodanúa. Acudiendo a la orilla del mar espumoso, solo eo la noche, llamó a gritos al Seño•· del trídente de sordo bramido.

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106 Poesfa !frica griega (vn-rv a. C.)

Y él se Je apareció muy de cerca ante sus pies. Pélopc le habló: «Si en algo los caros dones de Cipris, oh Posidóo, tu agradecimiento logran, detén la lanza broncínea de Enómao, condúceme en carro velo­ti Elide, y empújame a la victoria. [dsimo Porque él, tras de matar o t~ece pretendientes, pospone el matrimonio de su hija. No atrae a un hombre sin coraje el gran peligro. Entre quienes tienen un fatal morir, ¿por qué rumiaJ: sentado en In tiniebla sin objeto hnsta una oscura vejez? Pero para mí está dispuesta esa aventura. Dame tú un buen éxito.» As! le dijo. Y no se cmpefíó en palabras inútiles. El dios, que lo estimaba, le dio un carro de oro y unos corceles incansables con olas. Y venció a Eoómao y desposó a la doncella. Engendró seis hijos, caudillos guerreros, destacados en virtudes. Y ahora con espléndidos sacrificios sangrientos es honrado, tendido junto al curso de Alfeo, en una tumba bien cuidada junto a un altar muy frecuentado por visitantes extranjeros. Y la gloria de Pélope desde lejos fulgura en las carreras de las Olimpínclus, donde ri valizn lo velocidad de Jos pies y los audaces primores de In fuer:r.a ffsicn . Y el que vence consigue paru el resto de su vida una muy dulce placide-.~:, gracias a los Juegos. Ln repetida felicidad de cndn elfo resulta lo más alto para cualquier morta l. A mi me es preciso coronar a Hierón con hípica tonada y canto eolio. Y estoy convencido de que ningún otro huésped, al menos de los de ahora, a la vez sabio en vinud<.-s y más poderoso en su dominio, se engalanará (como él) coo los gloriosos loores de mis himnos. La divinidad, que permanece velando ¡>or tus afanes, se cuida de ese anhelo, Hie•·ón. Y si no te abandona de repente

I!J canto coral

conflo en alabarte en otra glorin mds dulce, encontrando el camino reparador de los elogios, a ti junto con tu carro, volviendo ni destacado monte Cronio. Pues para mí alimenta la musa con su poder el más vigoroso dardo. Unos son grandes en unas cosas, otros en otras. Pero la más alta cima es corona de los reyes. No orees más lejos. Ojalá puedas escalar en esta vidn In altura, y a m{ me sea dado frecuentar u los tantas veces vencedores, siendo insigne por rui sabiduría po•· doquier entre los griegos.

Pltica 1 Para Iiier6n de Etna, vencedor en la carrera de carros

Aure.1 lira, de Apolo y de las Musas de violáceas trenzas presea justamente compartida, o ti te atiende el paso de danza que da inicio a lo fiesta, y obedecen los cantores tus avisos cuando de los preludios que arrastran al coro formas, vibrante, los primeros acordes. Incluso el rayo, lancero de irrestufiublc fuego, tú upugas. Y duerme sobre el cetro de Zeus el águila, relajando a ambos costados su ala rauda, In reina ele los aves, cuando sobre su curva cabeza oscura niebla, suave cerrojo de sus párpados, tú· has derramado, y dormitando ella mece el lustroso plumaje de su lomo, por tus efluvios dominada. Y hasta el violento Ares deja a un Indo la hiriente punta de su pica, y suaviza su corazón en el ensueño. Tus saetas, s!, hechizan el ánimo tnmbién de los dioses, por la magia del hijo de Lcto y de lns Musas de talle profundo. Y todos aquellos seres que nbomina

107

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108

Zeus, se esU'emecen al oír lo voz de las Piérides, en la tierra o en el mar indomeñable.

P~(a llrica griega {vll-IV •- C.¡

Incluso el que yace en el espantoso Tártaro, el enemigo de los dioses, T ifón, el de cien cabezas, a quien untafio una famosa cavernn de Cilicio crió. Pero ahora, sobre él, los acantilados de Cumas, batidos por el mru:, y Slcilia le oprimen el velludo pecho; y lo aprisiona un pilar del cielo, el níveo Etna, que todo el año agudo hielo nutre. De sus abismos emergen rugientes manantiales de fuego inaccesible. Sus ríos derramnn una corriente neg•·o~ca y humean te durante los días. Y en las tinieblas de la noche la llama roja rodando arrastra las rocas con retumbo hasta la honda cavidad del mar. Aquella bestia es quien arroja en nito los más terribles torrentes de Hefesto. Un pwdigio asombroso resulto contemplnrlo, y asombro es oído, cuando uno Jo presencia. Tal monstruo está preso entre las cumbres de oscuras frondas del E tna y su llanurn. Y el lecho en que se tumba le desgal'l'n y todo el lomo le lacera. ¡Ah, si pudiera, Zeus, pudiera agradarte! A ti que dominas esa montaña, frontal de una tierra de bellas cosechas, cuyo nombre su ilustre fundador dio a la ciudad vecina y cubrió de gloria. Que en el estadio pllico lo voceó e l heuldo que proclama !u hermosa victoria de H ierón con su carro. Les resulta u los posnjcros de un bn•·co un primer gozo que, al zarpar, les llegue favorable a su viaje el viento. Pues uno piensa que es probable que también al final consiga un regreso mejor. Y el clilculo

El canro coral

sobre estos éxitos de ahora induce a creer que en el futuro será ciudad famosa por las coronas hípicas y renombrada en las fiestas de bellas canciones. Tú, soberano de Licia y de Delos, Febo, que amas la fuente Castalia en el Pnm aso, ojalri qu ieras guardar estos votos en tu mente y u esa región de buenos guenews. De los dioses, pues, proceden todos los medios de la excelencia humana; por ellos los hombres son sabios y de bra1.os vigorosos y hábiles de lengua. Y al proponerme yo ensalzar a ese hombre confío no hacer como e l que el dardo de broncínea punta, eras blandirlo en In mano, arroja fuera del campo de tiro, sino supcrnr n mis rivales lnn7.ándolo muy lejos. Porque ojultl el tiempo siempre nsf In d icha y dote de riquezas le ofrezca en recto pago, y proporcione el olvido a sus fatigas

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Cierto que podrfu recordar en qué batallas, en los guerras, firme se irguió con intrépido ánimo, cuando encontraron (sus hermanos con él) en manos de los dio­un honor cual ningún otro de los griegos cosecha, [ses magnifica corona a su riqueza. Ahora, por cierto, sig1.1iendo la pautn de Filoctetes, se ha puesto en cmnpnñn. En la necesidad induso quien es muy nrrogunte le halaga pan• hncel'le st• amigo. Cuentan que o sacarle de Lcmuos (donde escnbn) torturado por su Jlag~ acudieron unos héroes scmidioses 11 por el arquero hijo de Peante. El destruyó la ciudud de Príamo, él puso fin n los esfuel'7.os de los Dánaos; aunque avanzaba con un cuerpo enfermi7-0, sin embargo era el elemento de la Moirn. Que así la divinidad endcrezadora sostengo a Hier6n codo el tiempo venidero, dtindole el (ruto que unsfu. Musa, ahora concédemc cantar en la mo•·ndo de Dlnómenc:s c:l triunfo de esa cuudrigu. Pues no es un gozo ajeno la victoria de su padre. ¡Vamos, encontremos lueRO uo himno grato al rey de Etna! Para él esa ciudad en In libertad de divino cimiento

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110 Poesfn !frica griega (VII-IV a. C.)

fundó Hierón según las leyes trazadas con doria plomada. Quieren los de~cendientes de Pamfilo y, en general, de los Heraclidas que habitan al pie de las crestas del Taigeto, pe¡·sisd•· siempre en los preceptOs de Egirnio, como Dorios. Y conquistaron Amidas, venturosos, partiendo del Pidno, y son de los Tindáridas de blancos co•·celes vecinos afamados, y ha florecido la gloria de sus lanzas. Zeus cumplidor, que así siempre distinga la suerte de los ciudadanos y sus reyes junto al agua del Amenas el verídico relato de las gentes. Y con tu ayuda ese caudillo, delegando en su hijo, honrando al pueblo lo ditija hacia una paz armónica. Asiente, te suplico, Crónida, a que, domado, se contenga en su hogar el Fenicio y el alborotar de los Tirrenos, que ya ha visto su violencia desastre de sus naves ante Cumas. Tales pérdidas sufrieron derrotados por el rey de Siracusa, que desde sus naves de raudo curso anojó en alta mar a sus jóvenes guerreros, librando a Grecia de una pesada esclavitud. Invoco junto a Salamina el favor de los atenienses, en u·ibtl!O, y en Esparta evoco la baealla ante el Cite•:ón, en donde fracasa•·on los Medos de arcos curvos. Mas en la ribera de claras aguas del Ilímera celebrará mi himno a los hijos de Dinómenes, que por su excelencia lo hnn me•·ecido, tr:IS la der•·ota de los enemigos. Si hablas lo preciso, concertando en breve los términos de mucho, menor será el reproche de las gentes. Pues el continuo exceso embota las esperanzas repentinas. Y apesadumbra el ánimo en secreto de la gente el oír en demasía de los triunfos ajenos. Pero, no obstante, ya que mejor es la envidia que el lamento, no desistas deJ bien. Rige con justo dmón a tu pueblo, y forja en el yunque de la verdad tu lengua.

El canto coral

Que si algo vulgar se te escapa, va a ser considerado enorme, por provenir de ti. De numerosos asuntos eres juez. Muchos son los testigos fieles de tus actos, buenos y malos. :Persistiendo en tu espléndido talante, si deseas gozar siemp1·e de amable reputación, no te canses de gastar en exceso. Suelta, como un piloto, toda la vela al viento. No te dejes, amigo, engañar por las ganancias atractivas. Sólo el póstumo resplandor de la gloria revela la vida de los hombres que f.ueron, a través de cronistas y poetas. No se extingue la prudente excelencia de Creso. Pero al que en un toro de bronce quemaba (a sus vkdmas), a Fálads, de despiadada mente, odiosa fama le envuelve en todas partes. Y tampoco las lims lo acogen bajo techo como amable compañía para los cantos de muchachos. El gozar de éxitos es el primero de los premios. Buena reputación e~ el segundo acierto. Y el hombre que lo tU10 ') lo Ot'ro se ¡n·opone y conquista, éste se ha ceñido la más alta corona.

Pítica IV

A Arce.rilao tf..e Cirene, vencedor en la carrero de corros

Hoy debes detenerte en cnsa de un amigo, del rey de Ci rene, la de buenos cabaUos, parn que, junto a Arcesilao que da su festejo, tú, Musa, acrecientes el airoso tropel de los himnos que se deben a los hijos de Leto y a Delfos. Allí una vez la sacerdotisa que se sienta entre las áureas águilas de Zcus, estando Apolo presente, predijo que Batto, colonizador de la fértil Libia, iba a abandonar su isla sagtada (de Teta) y a fundar una ciudad afamada por sus carros en lo alto de una blanca colina.

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U2 Poesfo llrico griego (viHv e . C.)

Y darlo cumplimiento 11 la profecía de Medea, en la decimosép tima generación, aquella que antafio a Tero valicinó la inspirada hija de Eetes, la reina de los Colcos, con su lengua divina. Que asl les dijo u los scmidioses de la tripulación del bravo guerrero Jasón: «¡Escuchad, hijos de dioses y de magnánimos mortales! Alirmo, pues, que de esta tierra zarandeada por el mar, un día la hija de Epafo (Libia) hará brotar una raíz de ciudades, gloriosa entre los hombres, que florecerá junto a los terrenos de Zeus Ammón. Trocando los delfines de alas cortas por yeguas fugaces, y los remos por riendas, {sus habitantes) guiarán carros veloces como el viento. Aquella profec1a ha de cumplirse: que de grandes ciudades será metrópolis Tera. Según esto, una vez en la desembocadura del lago Tritónide, Eufemo, que habla bnj:1do de la proa (del navío), aceptó la tierra que como presente de hospitalidad le ofreda un hombre divino en :1pariencia, al tiempo que, presagio propi­el Ct·ónida, Zeus Padre, daba el•:etumbo de un trueno. [cio, Sucedió mientras colgaban al costado de la nave el ancla ele mancllbula brondnea, freno de la rápida Argo. Durante doce dlus antes habíamos transportado desde el Océnno sobre los des ie~tos lomos de la tierra el marino nl·mn7.Ón del navío, atendiendo a mis consejos. Entonces, soli tnrio viandnnte, sobrevino el dios, revistiéndose In npuriencio nugusta de un hombre venerable. Comenzó con palabras de amistad, cual los benefactores dirigen pnra invitar ul banquete a los extranjeros que Tiegan. No obstante, el motivo del deseado regreso nos impedía uguardnr. Dijo que era Eur!pilo, hijo del inmortal Sostenedor de la tierra, del Estremecedor de In tierra. Pero advirtió nuestra prisa. En sc¡¡uida tomando un puñado de barro con su mano diestra trutó de ofrecernos aquel ocasional don de hospitalidad. Y no la rehusó Eufemo, sino que, saltando a la ribera, encajando su mano en la mano del dios, el héroe

El canto corll

recibió la divina peUa de tierra. Sé que ésta cayó del barco al mar y se sumergió en lu ondn salada un anochecer, arrnstradu por el húmedo oleaje. ¡Cuán a menudo había encargado a los servidores que nos libran de fatigas que se cuidaran de ella! Pero sus mentes lo olvidaron. Así que en esta isla se ha derramado la indestructible semilla de la vasta Libia antes del tiempo de sazón. Pues si en su patria la hubiera arrojado, junto a la subterránea boca del Hades, al regresar a la sacro ciudad de Ténnro Eufemo, el rey hijo de Posidón, señor de los caballos, a quien la bija de Tido, Europa, dio a luz antaño en las riberas del río Ce6so, su estirpe, en la cuarta generación de descendientes, habl'fa conquistado con ayuda de los Dánaos aquel vasto continente. Fue en aquel tiempo cuando emigraron de la gran Lacedemonia y del golfo de Argos y de Micenas. El caso es que aho•·a encontrará una descendencia escogida en los lechos ele mujeres de orra es tirpe, y sus hijos, con el aprecio de los dioses, vendnin a esta isla y engcndrorón ni homb1·e que ha de ser scilor de esas llanuras de negras nubes. A él se lo recordará luego febo,

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en SLI mur áurea morada, con SUS oráculos; cuando é descienda nJ templo p{tico, mucho tiempo después, le dirá que conduzco en sus navfos a m uchos hacia la fértil región del Nilo, santuario del Crónida.» Asl fueron las frases proféticas de Mcdcu. Se pasmaron, inmóviles y en silencio, los héroes semldioses que hublun escuchado su densa predicción. ¡Oh feliz hijo de Polimnesto!, u ti con ese relato te endcre7.Ó el destino el oráculo de la abeja délfica, con una respuesta no provocada, surgida de eUa misma. Ella n grandes voces te saludó por tres veces y te proclamó predestinado rey de Cirene, cuando tú la consuhabas qué remedio habría

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114 Pocs!a !!rica g,riega (Vlt-IV a. C.)

de Jos dioses para tu habla tartamuda. Y cuán mucho desptlés, en verdad, precisamente ahora, como en la sa1.ón de In primavera de variopintas flores, 8orece entre sus hijos el octavo vástago, Arcesilao. A él Apelo y Delfos le han o torgado, por medio de los Anfictiones, la gJorín del triunfo en la carre ra de carros. Yo lo transmitiré a las Musas a él y al vellocino todo de oro del carnero. Pues en pos de aquél navegaron los Minias, y de uhí nacieJ:on sus honras de origen divino. PllCS ¿qué comienzo tuvo la expedición naval? ¿Qué acerado riesgo los ligó c?n ~ t·mes clayos? IIabín un presagio de que Pellas 1ba a mom a manos de alguno de los nobles Eólidas o por sus inflexibles añagazas. Le llegó un vaticinio que heló su ast~to cor~zón, proferido desde el centro del «ombligo• (délfico) de la madre tierra de bellos órboles. Que por todos medíos se mantuviera en total defensa contra el hombre de una sola sandalia, cuando de su escarpado reducto él acudiera a la clara tierra de la ilustre Yolcos, tanto sí era extranjero o del pnls. Y , a su tlempo, llegó, con sus dos lanzas, un h~1~bre a~ombroso . Unn doble veste le cubrla: la tuntcn t!ptcn de los Muguetes se ccilla u sus admirables miemb~os, y se abrigaba con una piel de pantera contra la~ llu~tas frías. Los espléndidos bucles de su cabellera no hab1an stdo cortados, s ino que cubrían, como una llamarada, sus espaldas. Al momento avanzó en linea recto y se detuvo, mostrando su intrépida decisión, en medio del ágora repleta de gente. No le conocían. Pero, al mirarle temerosos, todo el mundo se dijo algo as{: «Este no es, desde luego, Apelo; ni tumpoco el esposo de Afrodita, el del carro de bronce. Y cuent.fln que en la espléndida Nnxos muriemn ya los hijos de Ifimedea, O to y tú , nndnz soberano E6altcs.

81 canto coral

Y también o T icio lo mató una rauda snetn de Arremís, surgida de su invencible carcaj, paro que desee todo cl mundo aspirar al contacto de aquellos amores que enea en lo posible.» Los unos con los otros respondlanse y tales cosas murmuraban. Y sobre su carro sól ido tirado por mulas, atropelludamcnre, presentóse, presuroso e inquie to, Pelias. Se quedó al punto pasmado, ni divisar el muy famoso cnlzndo (del exu·anjero)

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que llevaba una sola sandalia en e] pie derecho. Disimulando en su ánimo el tcn·OI', le dú·igió la palabra : «¿Qué pnfs, oh extranjero, nombras como tu patr ia? ¿Y cuál de las hijas de la tierra te snc6 de su blanco vientre? Sin ensuciarte con odioslsimns mentiras, declaro tu linaje.» A él, con firmeza, pero con palubrus amables, así le respondió [J asón): «Proclo mo haber recibido mi educación de Quirón. Pues vengo de su cueva, de junto a Cariclo y Filira; alli me criaron los castas hijas del Centauro. Al haber cumplido veinte años, sin haber cometido ninguna acción ni d icho palabra indigna, he venido aquf, a mi patria, reclamando la nntigun dignidad de mi podre, al'l'ebatnda por otro 1·ey contra lo esrahlecido, la d ignidad que antaño o torgaru Zcus u Eolo, caudillo del pueblo, pa1·a él y sus hijos. Me he enterado, pues, de que Pelíns, contra la ley, obedeciendo a su pérfida inteligencia, la ha arrebatado violentamente a mis pudres, primeros y legitimes reyes del pals. Ellos, temiendo la brutalidad del feroz déspota, apenas yo vi la luz primera, dispusieron en la mansión un sombrlo lu to como si hubiera muerto, y, entre el plañir de Jas mujeres, en secre to me enviaron, en pnñnles de púrpura, confiando mi escapada a la noche, n Q uirón, el Crónida, y a él me ent regaron pnra que me criara. Conque por esHts palabrns sabéis lo esencial.

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116 Poesla llrica griega (VJHV a. C.)

Respetables conciudadanos, indicadmc sin vacilar la morada de mis antepasados de albos corceles. Porque vengo como hijo de Esón, natural del país, y no a una tierra extraña y ajena. El divino Centauro al Uamarmc me daba el nombre de Jasón.• As! habló. Mientras él avanzaba le reconocieron los ojos de su padre. Entonces brotaron las lágrimas de entre sus viejos párpados, y u que se regad jó en toda su alma, al ver a su hijo que destacaba corno el más bello de los hombres. Y sus dos hermanos acudieron tnmblén ambos al rumor de su llegada. Peres de cerca, dejando anás la fuente Hipcreidn, y Amitón desde Mesenin. Sin tardanza . llegaron Admeto y Melampo, para saludar a su pnmo. Acogiéndolos con el debido honor de un banquete, Jasón les dirigió dulces palabras y les presentó los adecuados regalos de hospitalidad, para extender toda la alegria de In fiesta durante cinco noches seguidas y cinco dfas, recolectando el sacro primor del vivir placentero. Pero al sexto, presentando con seriedad toda su historia, de~de un principio, el héroe pidió lo cooperación de sus parientes, y el los se clispusieron a seguide. A 1 momento se levantó de su asiento junto con ellos. Y se presentaron en el palacio de Pelins. Decididos se plantaron en su interior. Y al o!rlos, les s~ l ió al paso él en persona, el hijo de Tiro, la de seductores bucles. Jasón, desgranando con suave tono un discurso conciliador, echó las bases de sus sagaces palabras: «Hijo de Posidón Rocoso, es el esplritu de los hombres demasiado pronto a preferir una tramposa ganancia a la justicia, pero con ello se encaminan a un amargo mañana. Sin embargo, tú y yo debemos deponer nuestros rencores ante lo justo, y tejer un porvenir dichoso. Te hablaré como a quien sabe el tema. Una misma fue la mHdre de Crcteo y del intrépido Salmonco.

El canto coral

Descendientes de aquellos en tercero generación vemos ahora nosotros el fulgor dorado del sol. Los Moiras se apartan de quienes por una enemistad llegan a ocultar el respeto mutuo por su común origen fami.Har. No es decente que nosotros dos con espadas de penetrante bronce ni con dardos nos repartamos la. gran clignidod de nuestros antepasados. Ahora bwn, yo a u .~e cedo los rebaños de ovejas y las t~Janadas de I'OJIZOS bueyes y todos Jos campos,

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que tu has arrebatado a mis padtes y nutren tu fortuna. Y no me apesadumbra que eso aumente demasiado tu hacienda. Per·o, en cuanto al cetro monárquico y al trono en el que antaño se asentaba Salmoneo a administr·ar sus sentencias a su pueblo de caballeros eso, sin originar un muruo enojo, ' cédcnoslo, para que no surja de ello un nuevo desastre.» Asf elijo entonces, y con calma le respondió Pelias: «As! me comportaré. Que ya me envuelve el manto de la vejez por mi edad. En cambio tu juvenrud en flor ha poco que al:>:a su ola. Tú puedes aplacar la ira de Jos dioses subterráneos. Pues t·~lama Fdxo que traigamos de regreso su espll'llu, yendo hasta lu mansión de Eetes Y que traigamos también 1n piel de vellón' denso del camero sobre el que una vez él se snlvó del ruta mar ' y de los sacrilegos embates de su madrastra. Un prodigioso suefio me vino a hablarme de esto. Ya he consultado el oráculo de la fuente Castalia sobre si .debfa emprender alguna empresa. Y me incita A cu~plrr lo antes posible la expedición en una nave. Realiza de buen grado esa prueba. Y te juro que te dejaré gobernar solo y ser rey. Haya entre nosotros un fuerte juramento sea nuestro testigo Zeus, nuestro antepas~do común.» Tras de haber concluido este pacto se separaron. Luc¡¡o, en seguida, el propio J nsón envió heruldos a proclamar por doquier la expedición naval.

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118 Pocslo llrica griego (vu-tv o. C.)

Rápidamente acudieron tres hijos de Zeus, incansables en la batalla: cl nacido de Alcmenn, de oscuros párpados, y los de Leda; y dos guerreros de alta melena, de la estirpe del Estremecedor de la tierra, respetados por su coraje, desde Pilos y la cumbre del Ténaro. Su gloria quedó consagrado: la de Eufemo y la tuya, poderoso PericHmeno. De la estirpe de Apolo vino el talledor de la lira, el padre de los cantos, el muy alabado Orfeo. Hermes, el de In varita de oro, enviaba a dos hijos a tan ardua empresa: a Equlón y a Erito, desbordantes de juventud. Presurosos acudieron Jos que moran en torno a las faldas del Pangeo; pues turnbién muy de grado, con ánimo jovial, los enviaba su padre, Bóreos, el rey de los vientos, a Zetes y a Calais, que tenlan ambos a su espalda unas alas purpúreas que vibraban. Y en los semidioses prendln Hera el dulce anhelo, que de l'Odo persuade, hacia la nave Argo, para que ninguno se quedara junto a su madre rezagado, gastando una vida sin riesgos, sino que, incluso a costa de la muerte, hallm·an al lado de sus otros enmaradas el más hermoso botín de su excelencia. Cuando en Yo leos se congregó la flor de los navegantes, les pnsó revista u todos d6ndoles In bienvenida J nsón. Y, a sus órdenes, consuhó los augul'ios por medio de las aves y las suerres sagradas el adivino Mopso, y, confiado, hizo embarcar a la tropa. Y , una vez que sobre el espolón de prou hubieron suspendido las nnclus, tomando en las manos una copa de oro su jefe, erguido en la proa, invoc6 al Padre de los Celestes, a Zeus que tiene por lan?.a el rayo, y a los embates de las olas que nccleran la mnrcha, y u los vientos y las noches, y los senderos de la mar y los d!as de bonanza '' la Moira ami~n del regreso.

El canto coral

De las nubes le respondió la voz favorable del trueno. Y fulgurantes surgieron rasgándolas los resplandores del relámpago. !vos hé~·o;s. suspiruron confiados en los signos de la dtvtrudad. Y el augur dio la voz de que se aplicaran a Jos remos suscitándoles dulces esperanzas: Y comen?.ó el bogm· infatigable de:: sus raudos bra?.os. Con los soplos del Noto impulsados Uegaron. a la desembocadura del Mar Inhospitalario. Allf_ded1cnron un santo recinto a Posidón Marino. Teman a mano un tropel rojizo de toros tracios y 1~ base recién consu·uidn de un altar de piedras. ~ .rr a la~za~se al profundo peligro h1c1eron suplicas al Señor de las naves que los sacara salvos del movimiento imparable de las Rocas entrechocantes. Porque enm dos vivas que rodaban más vertiginosas que las ráfagas ' ' de los vientos de hondo ulular. Pero desde entonces el navegar de los semidioses les puso un fin. Llegaron luego ante el Fasis. Allí en( rentaron su violencia a la de los Colcos de negra faz, en la morada del propio Ectes. Per? !:a Sob.erana de las flechas más rápidas, la d1osa ~actda en Chipre, desde el Ol impo, atando sm escape por sus cuatro miembros ~ una r~cda al vari~pinto aguzanieves (en un rito mágico) 1ntrodu¡o por vez pnmera el pájaro del delirio y enseñó conjuros y fórmulas de hechizo al prudente hijo de Esón (a Jasón), a fin de .que despojar? a Medea del pudor ante sus padres, y In pas•ón por Grec1a la atormentara en sus entrañas abrasada de amor bnjo el látigo de Persuasión. ' Y pronto le indicó los recursos a las pruebas propuestas por su padre. Y con un ncei te mezcló las drogas que remediaban los más fieros dolores y se lo dio para que se lo untot·n. Y acordaron unirse uno con otro en común

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y dulce matrimonio. Así que, luego, Ectcs hizo arrastrar al centro del campo un arado de acero y unos toros, que de sus belfos bermejos exhalaban llamaradas de fuego abt·asador, y al caminar desgarraban el terreno con sus poros bronc!ncas; él solo los condujo bajo el yugo y los hl~o avanzar. Los impulsaba trnznndo rectos largos surcos, y hendía el lomo de la tierra de labor en una braza de hondura. Y dijo as!: «Si este trabajo logra cumplirme vuestro rey, ése que está al mando de la nave, puede llevarse el coberror indestructible, el fulgurante vellocino de copos de oro.» Cuando aquél habló as!, dcspojóse ) asón de su tú.nica azafranada, y luego, confiando en la divinidad, se aplicó al cmpcfio. No le turbaba el fuego gracias a los hechizos de la maga extranjera. Empuñando el antdo, atando las cervices bovinos a los aparejos del yugo, e hincando en sus amplios costados el hiriente aguijón, el fornido héroe cumplió hasta el fin In rarea propuesra. Aulló, a pesar de lo inexpresable de su angustin, Eer.es, asombrudo de su potencio. Entonces sus camaradas tcndfan sus manos amigos hacia el fuerte caudi llo, y le coronaban con guirnaldas de hierba y le vitoreobnn con alegres palabras. En seguida el prodigioso hijo de Helios (Eeres) les dijo dónde hablo dejado la destelleante piel la cuchilla de Frixo (después del sacrificio). Confiaba en que Jasó o oo podr!a realizar aquel tremendo esfuer7.o aún restante. Pues eswba guardado en una selva, y lo retenlan las feroc(simas fauces de un d1·agón, que en lo ancho y lo largo sobrepasaba a una nave de cincuenta remeros, que han construido 11 golpes de hierro. Largo me es avanzar por el camino ancho. Porque la hora apremia. Y conozco también

m canto coral

el corto sendero. ¡Para muchos otros soy un guía de sabidur!a! Conq~e, gracia~ a sus urgucias, mató (]asó o) a In s1erp~ de o¡os glaucos y variopinto lomo, oh Arccsdno, y rnptó con su consentimiento a Medea lo matadora de Pellns. ' Se m~tieron por los es~ados del Océnn~ y en el Mar Rojo. Y se ¡un~~on con la tnbu de las Lemnlas homicidas. Alll tamb1en demostraron el vigor de sus miembros en un certamen arlético, con un vestido por premio, Y se acostaron con ellas. Y entonces, en tierras ajenas, se unplantó una mofiana o una noche la chispa divina del rayo de vuestra prosperidad. Pues aJlf quedó plantada la estirpe de Euferno pa1·a siempre. Luego adoptando el género de vida de los hombres de .Lacedemonia, colonizaron, con el 1·iempo, la Isla que antaño llamaron Hermosísima (Tera). Desde alli os ofreció el hijo de Lera parúr, con los beneplácitos de los dioses a la llanura de Libia, para regir la clivina ' ciudad de Cirene de rrono dorado con la inteligencia y el buen consejo que habéis enconrrado. I?terpreta ahora con la sagacidad de Edipo. SI uno, pues, con un hacha de corre afilado desmocha lns rnmas de unu gran encinn y destroza su nd111irable belleza ' a~n con su fruro perdido ella d; cesri111onio de s(, b~en cuando acab.a tal vez en fuego un invierno, bien cuando sosuene, con otras señoriales columnas, un techo, y cumple su trisre trabajo entre muros ajenos, dejando desierto su terreno naral. Tú eres el médico más acertado y Peán te ofrece su luz. ' T ienes que cuidnr la llaga de una herida imponiéndole tu suave mano. ' Porque es fáci l a¡¡itar unu ciudad incluso para los menos dotados. Pero que de nuevo se recobre sobre su lugar eso ya es muy dificil, de no ser que de repente

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la divinidad se haga su piloto ollado de sus gobernantes. Los favores de los dioses se tejen para ti. E~fuérlntc e n disponer rodo tu afán en favor de la fcli~ Cirene. Y, acordándote de esta sentencia, de las de Hornero, préstalc atención: dccln que un buen mensajero da el máximo relieve a cualquier enca•·go. También lo Musa se engrandece con la perfecta proclama. Y a hn conocido Cirenc, y el glorioslsimo palacio de Bateo, el espíritu justo de Damófjlo. Porque él es un joven entre los adolescentes, y en los consejos cumple como un viejo que tuviera cien años de vida. Despoja de bello rostro a lo calumnia, y ha aprendido a odiar al insolente, no disputa en contm de los hucnos, ni da largas a ning(m empeño. Pues entre los humanos el momento oportuno tiene breve punto de ocasión. Bien lo sabe. Como servidor lo busca, no como desertor. Pero dicen q ue eso es lo más penoso: <:onocer el bien y estar por fuerla apartado de él. En efecto, también él, como Atlante, ahora bajo el ciclo combate lejos de su tierra pa tria y de sus propiedades. Pero el imperecedero Zeus liberó a los Titanes. En el curso del tiempo, al calmarse el viento, hay cambio en las velas. Así que él suplica, habiendo apurado su funesta dolencia, ver de nuevo su hogar, y, celebrando junto a In fuente de Apolo sus banquetes, entregar u menudo su C01'n?.Ón a la joven alegria, y, sosteniendo en sus manos la lira torncnda, entre los sabios conciudadanos gozar de la serenidad, sin dar a ninguno de ellos motivo de a!licción y sin sufr i•· él molcstius de ningún compatriota. Y ahl podrá contarte, Arccsilao, qué manantial de poemas inmor tales ha hallado en Tebas, donde fue hace poco mi huésped.

El canto roral

Pitica VIII

A Aristómcnes de lf.gina, vencedor en la palestra

¡Oh benévola Tranq.u ilidad, hija de la Justicia, engrandecedora máxima de las ciudades tú que de los consejos y las guerras ' guardas las llaves definitivas, acoge el trofeo de la victoria pltica de Aristómenes! Pues tú sabes realizar la placide-¿ y disfrutarla, o la, Ve?f, en el punto exact_o y oportuno. Y tu, stemprc que alguno Implanta en su corazón el acerbo rencor implacable sales al encuentro d~ tus enemigos y con vigor arrojas su insolencia al abismo. No Jo comprendi6 Porfiri6n ni rebelarse

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por .encima de s~ sino. La ganancia más grata es SI, uno ~a ?bttenc de los ~ominios de quien la da de grado. La v10lt:nctn Incluso al muy Jnctnncioso ubatc en el curso del tiempo. El cilicio Tifón no la evitó ni tampoco el rey de los Gigantes. Fu~ron vencidos por el rayo y por la.s flechu~. de Apolo, quien, con ánimo propicio, ha acogtdo al hJ¡o de Xeoarces, que vuelve de Ciua coronado con follaje del Parnaso y con dorio cort~jo. Cayó no lejos de las Gracias estn isla, como justa ciudad, ~:redera de los Eácidos por sus ilustres virtudes. ltene una fama perfecta desde antiguo. Por muchos es celebrada en cantos como nodri?.a de atletas vencedores en los J ucgos y de excelentlsimos héroes victoriosos en promos combates. Y en otras cosos se distingue por sus hombres. Pero no tengo tiempo para desarrollar todo un amplio discurso al son de mi lira y con suntuoso lenguaje. Que no venga el hartazgo a irritarnos. Pero mi actual cmpcfío vaya en tu favor, oh joven, y que la más reciente de tus ho~afios cobre alas movida por m1 ingenio. Porque siguiendo sus p~sos en los juegos de lucha, no desmere­de tus tfos maternos, n1 de Teogneto en Olimpia, [ ces

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124 Poesía Urlca griega (vtl-IV a. C.)

ni de In victoria en arduo combate de Clitómaco en el Istmo. Ennheciendo In estirpe de los Meidylidas, cumples el dicho que una vez expresó lnpidarinmente el hijo de Oicleo, al ver n sus hijos resistiendo con la lanza en Tebas, la de siete por­cuando desde Argos Uegaron [ tones, en el segundo asalto los Eplgonos. Asl dijo de los que combadan: cPor naturaleza el noble talante se transmite de padres a hijos. Contemplo claramente el dragón jaspeado sobre el escudo negro de Alcmeón, el primero en ovonzor sobre las puertos de Cadmo. Y él, que se habla derrumbado por el primer dolor, ahora resiste ante el anuncio de un más favorable augurio, el héroe Adrasto. Pero en su casa la adversidad avanza. Y solo del ejército de los Dánaos, tras de haber recogido Jos huesos de su hijo muerro, por designio de Jos dioses regresará con su tropa salva a las anchurosas ca lles de Abante.» Tal fue lo que exclamó Anfiorno. Snk1dándole también yo ciño a Alcmeón de coronas y las riego con mi himno, porque, como vecino mio y guardián de mis riquezas, me salió al paso cuando yo iba al tan cantado «ombligo de la

[tierra,. y me amparó con las congénitas habilidades de las profecías. Y tú, Certero llechador, que diriges el hospitalario, muy glorioso templo en los valles de Dclfos, le has concedido alJ{ In mayor de las alegdas, y ante su patria le has empujado hasta el trofeo seductor del pcntatlo, en medio de vuestras fiestas. Oh Soberano, te ruego que con ánimo benévolo atiendas a todo aquello que compongo en cualquier tonada. Sobre el cortejo de cantores de dulce melodfa se halla presente la Justicia. Y la mirada de los dioses, carente de envidio, invoco, Xennrces, sobre westros éxitos. Pues si alguien ha conseguido fortuna sin un enorme esfuerzo, a muchos les parece un sabio que entre insensatos

El cinto coro!

corona su vidn con los instrumentos de la recta decisión. Pero Jos éxitos no dependen ele Jos hombres; la divinidad los da, lanzando unas veces a uno a lo alto, y aplastando a otro. Avanza con mesura. Tienes el premio ganado en Mégara, y cl del valle de Moratón, y en el cerrnmen local de Hera tres victorias, Adstómencs, conquistaste con m empeño. Sobre cuatro adversarios arremetiste desde lo alto, planeando su daño. Para ellos no se dec.idió de igual modo (que para ti) en Delfos un regreso jubiloso, ni al llegar de vuelta junto n su madre una suave sonrisa suscitó el regocijo. Por las callejuelas, a escondidas de sus enemigos se deslizan temerosos, dcsgnrrados por su fracaso. Pero quien ha obtenido algún reciente triunfo muy airoso se eleva impulsado por su gran esperanza sobre los alados poderes de su hombría, y tiene una meta superior a Ja riqueza. En breve espacio crece In dicha de los mortales. E igual de pronto ene por tierra, zornnrleada por un designio ineluctable. ¡Seres de un d!a! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombrn. Mas cuundo le llega un rayo de lu:.: enviudo por Zeus, un resplandoJ· brillante le dlstingue entre los gontes y su existencia es gozosa. ¡Querida madre Egi no, en su lihre cmso protege a estu ciudad, en grada de Zcus y el poderoso Eaco, y con Peleo y el noble Telamón y con Aquiles!

Encomio de Tcóxeno de T éncdos

En su justo momento debiste los frutos de amor cosechar oh cora7.6n, en el tiempo de tu juventud. ' Mas quien, mirando los rayos que dcsteUan en los ojos de Teóxeno, no siente el oleaje del deseo amoroso en su alma, tiene forjado de bronce o de hierro su negro coraz6n, en la Uama de una frfgida fragua, desamparado de Afrodita, la de vivaces párpados.

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126 Poeslá lfrica griega (VII·IV a. C.J

O ncnso se tortlHR de modo brutttl en afán de riquezas o tras el femenino impudor acarrea su alma con trabajo servil toda su ruta. Pero yo, como devorado por esa pasión, como la cera de lns santas abejas, me de rrito, cuando veo ltt frescura de In adolescencia en los miembros de los muchachos. As! ahora habitan en Ténedos la Persuasión y la Gracia, que acompañan al hijo de Agesilao.

6AQUiLIDI!S DE C.EOS (505450 a. C.)

Gracias a dos rollos de llalliro descubiertos a 6nes del ~~~':' pasado en una tumbo e¡¡ipd~ conoce~os hoy ~ma parte de: los Epmtctos .Y los Ditirombos de Bnqulltdes, sobnno de Stm6m~es y nval, algo m_ós ¡oven, de Plndaro como nulor de himnos de vtctorla por encargo. Ptndaro se compora a si mismo con un óguiln. Baqullides, al frnal del poema que aqul he traducido, alude o su propia persono como «poeta de dulce leu¡¡ua, el rulsc~or de Ceo... El t-omrasle e!llre ambos ?estaca la su~ riol'idnd de Pfndnro y d cuidado y buen ofie1o de Bnq.ufltdcs, poeta d<;ll· cado, muy buen nnrrnclor, elcgnnte y cort·~to, stn ei tmpulso del, getuo. Estn clortdod de su composicl6n, y s\1 esttlo ~ás fácil ~ev6 a Hter6o a

¡>referirle como col\lor de sus vtctortns olímptcns al ~luvo Píndoro. En a oda que hemos escogido parn p resentar nqu!, Ba~~llides evoca una cu­rios• versión sobre el únol ele Creso, el rey .de Ltdio, cuyo trágico des· tino ~'Ontnovió n los escritores griegoA lnr¡.:o uempo (reco~·demos el relato de Hcr6<.loto 1, 84·92) y enlozo el ejemplo hist6rlco·tnlllC? con conse¡os {umilinrcs n Í·licrón, el tirano dt Sirocusn, enfermo y bcbgcrnntc, como Filoctetes, pot· entonces.

Epinicio JI/ (En honor de Hier611 de Siracuya, vencedor 1111 las carreras de

cuadrigas 1!11 tos ]Ut!fl.OS 01/mpicos, en 468 a. C.)

A la Soberana de Sicilin de 6ptimns cosechas, a Deméter, y a su hija, a Corn, de violetas coronada, celebra Cl!o de dulces dones, y o los raudos corcele~ de Ilicrón que en Olimpio corrieron. Porque se lanzaron con la soberbia Victoria . y lo Glorio en los márgenes del ~eo _de nmphos remolinos, y han hecho que el ht¡o feltz

[l1 como coral

de Dinómcncs alH coronns obtuviero. Y el gentío, admirado, domó: «¡Ah, tres veces bienaventurado el hombre que, tr:ts haber recibido de Zeus el dominio del máximo poderío entre los griegos, sabe no encubrir el torreón de su riqueza bajo la tiniebla de oscuro monto!» Rebosan los templos de [estivos sacrificios de bueyes, rebosan de hospitalidad los calles. Brilla con sus centelleos e l oro de los trípodes de borde labrado que se yerguen delante del templo, donde el magnifico recinto de Febo junto a las aguas que brotan de Castalia gobiernan los Dellios. A lo divinidad, al dios, dé uno glorio. Pues es la mejor de las dichas. Es osl que, antaño, al soberano de Lidio, domadora de caballos, cuando aquella fa tal decisión Zeus llevó n término y fue Sardes cap tu roda por el ejército de los Persas, a Creso le so lvó In vid u Apelo el del arma de ow. Aquél, llegando u ton desesperodo d io, no pensaba ngu11rdar ya mós para una esclavitud fecundo en llnn tos, sino que una pira ante el patio de mut·os de bronce se hi7.o alzar, y a ella con su esposa muy fiel y con sus hijas de hermosas trenzas, que lloraban ínconsolnblcmcnte, se subfa. Y sus manos levantó al alto ciclo y dijo a voces: «Divinidad de il'1'esistible p<>der, ¿dónde está la gratitud de los dioses? ¿D6nde el sobcrnno hijo de Leto? Se derrumba el palacio de Alin1es, el que antes rebosaba de incontables riquezas, ahora es sólo escombros. Está devastuda la muy noble ciudud, ':1 se cubre de rojo de sangre el Pactolo de áureas corrientes; y de modo ultrajante

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128 Poeslo llrico griega ( VII·I V a. C.)

sacan n las mujeres de sus sólidos hogares. Lo que antes odiaba me es grnto. Morir es dulclsimo.• Asl habló, y dio a un esclavo lidio la orden de prender fuego a la leñosa construcción. Gem!an las muchachas y hacia su madre alzaban sus brazos. Pues para los mortales resulta la previsible la más odiosa de las muertes. Pero una vez que saltó del fuego tremendo la fulgmante furia, Zeus colocó encima una nube de negros repliegues e iba ¡¡pagando la n1bia llama. Nada es inc•·efble de lo que cumple el designio de los dioses. Emonces Apolo, el nacido en DeJos, llevándose al anciano al pnfs de los Hiperbóreos allf Jo afincó, en compañía de sus hijas de gráciles tobillos, por su piedad, porque mayores regalos que nadie hobln enviado a la muy santa Delfos. Al menos de cuantos mortales en Grecia habitan, ninguno, muy alabado Hierón, pretenderá decir que más oro que tú n Loxias ha enviado. Elogiar puede aquel que no se sustenta de envidia u un hombre piadoso, amante de los cuballos, combativo guerrero que el cetro de Zeus Hospitalario posee y no olvida a las Musas de violáceas trenzas . .. . en otro tiempo ... . . . al eflmero (¿goce?) ... .. . atiendes. Breve es la vida. La alada esperanza desboca el pensar de los eflmeros. El soberano Apolo ... le dijo al hijo de Feres: «Siendo mortal, puedes albergar dos opiniones: que sólo mañana vas a ver la luz del sol, y que durante cincuenta años conseguirás una vida de profunda riqueza. As! que alegrn tu ániroo con pfns acciones. Pues eso es la más excelsa de los ganancias.,.

m canto coral

Para d sensato voceo cosas razonables. Alto es el éter impecable. El agua del mar no se corrompe. Alegría es el oro. Y al hombre no le es lícito, una vez que le llega la canosa veje-.o~, recobrar de nuevo la flor de su juventud. Pero el brillo de la virtud de los humanos no se marchita a la par del cuerpo sino que lo alimenta la Musa. Hierón, tú ' mostraste a los mortales las más hermosas flores de lo dicha. A quien gran éx.i to tuvo no le proporciona prestigio el silencio. Y al tiempo que con la verdad te celebre también cantará todo el mundo la gracia ' del poeta de lengua de miel, el ruiseñor de Ceos.

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Composiciones de la lil'ica popular

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ANÓNIMO. CANTOS POPULARES

Canci6n de la golondrina (s. VI a. C.)

Lleg6, llegó la golondrina, que nos trae bellos tiempos y nos trae bellos años, por el vientre blanca, y por el lomo negra. Tarta de fruta tú saca de tu casa tan rica, y un vasillo de vino y un cestillo de queso. Tampoco el pan de trigo y el de yema de huevo la golondrina rechaza. ¿Nos vamos o lo tomamos? A ver si das algo. Si no, no lo consentiremos. Nos llevaremos la puerta o el dintel, o n tu mujer que está sentado dentro. Chica es, bien nos la llevaremos.

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134 Poeala llrica griega (vn-tv a. C.)

Bueno, si traes algo, tráelo grande. Abre, abre la puerta a la golondrina. Que no somos viejos, sólo chiquillos.

Canto de albada (s. IV a. C.)

¿Qué te pasa? No nos delates, te lo wego. Lev:lotate antes de que él llegue, no nos cause una enorme desgracia a ti y a mf, pobrcdlla. Y a es de día. ¿La luz no ves en lo ven tuna?

CANTOS DE BANQUETI!

1 (1 0)

Palas Tritogenia, soberana Atenea, mantén en pie a esta ciudad y sus ciudadanos, sin dolores ni conúendas civiles ni muertes tempranas, tú, diosa, y tu padre.

2 (2 0)

A la madre de Pluto, la Ollmpicn, canto. A ti, Dcmétcr, en las estaciones que nportan coronas de fiesta, y a Perséfona, hijo tuya y de Zeus. A ambas os saludo. Cuidad bien de esto ciudad.

:S (:S 0)

En DeJos antaño parió dos hijos Lcto: a Febo, de áurea cabellera, el soberano Apolo, y a la Oechadora de ciervos, la montaraz Artemis, que sobre las mujeres tiene gran poder.

• <• O)

Oh Pan que sefioreas la famosa Arcadia, danzarfn, compañero de las vibrantes ninfas, oj¡llá rfas, oh Pan, en estas 6cstns mios, y de estas canciones estés regocijado.

Composiciones de la llrica popular

5 (60) Ojalá saliera cómo es cada uno, se le abriera el pecho, y luego la mente se le viera, y de nuevo pudiera cerrarse, para conocer al hombre amigo de corazón sin trampa.

6 (7 O) Tener salud es lo mejor paro un mona!, lo segundo haber nacido hermoso de natural, lo tercero, se.r rico sin engaños, y lo cuarto gozar de juventud entre amigos.

1 (90)

As! di jo el c.angrejo cogiendo con su pinza a la serpiente: «Hay que ser recto con el compañero y no pensar torcidamente.•

En honor de Los tiranicidas

11 (l0 · l3 0)

En un ramo de mirío ocultaré mi espada como hicieron Harmodio y Aristogit6n, cuando los dos mataron al tirano e hicieron igualitaria y libre Atenus.

Queridfsimo Harmodio, aún no estás muerto; sino que habitas, dicen, en las Islas de lo~ Bienaventurados, cumo Aquiles, el de los pies ligeros, y también el Tideida Diomedes y el noble Idomenco.

En un ramo de mirto ocultaré mi espada como Harmodio y Aristogitón hicieron, cuando en las fiestas de Atenea a un tirano, a 'Hiparco, muerte dieron.

Vuest.ra gloria pervivirá por siempre en la tierra, queridfsimos Harmodio y Aristogit6n,

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136 Poesía lírica griega (vn-Iv a. C.)

porque muerte disteis al tirano e hicisteis igualitaria y libre Atenas.

9 (14 D)

Aprendiéndote, amigo, la lección de Admeto, a los buenos estima, y evita a los malos, advirtiendo que poca gratitud hay en los ruines.

10 (17 D)

Ojalá yo fuera una bella lira marfileña, y los bellos muchachos me llevaran al baile.

11 (18 D)

Ojalá yo fuera una bella, grande y pura alhaja de oro y una hermosa mujer de limpio corazón me llevara con ella.

12 (20 D)

Bajo cualquier piedra se esconde, amigo mio, un escorpión, adviértelo, no te hiera. Todo engafio se alberga en lo oscuro.

ll (21 D)

Tiene el cerdo una bellota, y ansía coger otra. También yo tengo una hermosa muchacha, y otra deseo alcanzar.

14 (22 D)

La puta y el bañero tienen de siempre la misma costumbre. En el mismo barreño ofrecen el bafio al bueno y al malo.

1.5 (25 D)

Quien a un amigo no abandona, conserva grande estima entre los hombres y los dioses, según mi parecer.

Poemas sueltos de pensadores del s. rv

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Epigramas atribuidos a PLATÓN ( 429-347)

1 (16 0)

Que son nueve las Musas afirman algunos, ¡cuán torpes! Además está Safo de Lcsbos, que es la décimn.

2 (14 0) Las Gracias, buscando ocupar un santuario que en ruinas no cayera, hallámnlo en el alma de Aristófancs.

l (ll D)

Todo lo arras1ra la vida. Alterar sabe el largo tiempo el nombre y la forma, y el ser y el destino.

4 (60)

Llantos para Hécuba y las mujeres de Ilión tejieron las Moiras en su existir de ant¡tflo. Y para ti, D ión, apenas lograbas el epinicio de tus nobles actos , los dioses desparramaron rus amplias esperan?.as. Ahora yaces en tu espaciosa patria, honrado por tus conciuda­tú que mi cora1.ón hiciste enloquecer de amor, Dión. [danos.

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140

ARISTÓTELES DE ESTAGIRO (384-322 a. C.)

Poes(a llrlca gflega (vn-rv a. C.)

A la Virtud (En honor de Hermias)

Virtud que múltiples esfuerzos procuras al género humano, la más hermosa conquista de una vida, en pos de tu belleza, oh virgen, es en Grecia un destino envidiable morll' y soportar feroces, inacabables pesares. Tal t s el fruto que ofreces al espíritu, un don inmortal, más precioso que el oro y que Jos l'adres y que el aura suave del suefio. Por ti el divino Heracles y los hijos de Leda a mucho se arriesgaron proclamando en sus hechos tu poder de atracción. Por sus anhelos hacia ti Aquiles y Ayante bajaron a las mot·adas de Hades. Por perseguir tu belleza el vástago del benéfico Atarneo se vio despojado de Jos rayos del sol. Por eso, pues, será motivo de cantos por sus hechos, y las Musas lo elevarán a inmortal, las hijas de Mnémosine (la Memoria), que ensalzan el respeto a Zeus Hospitalario y honran la recompensa de la firme amistad.

CRA TES DE TEBAS

(Fl. alrededor de 326 a. C.)

1

La ciudad de Pera está en medio de un vaho vinoso, hermosa y opulenta, t·odeada de mugre, sin dominio niuguno, hacia ella no navega ningún tipo necio ni parásito, ni el glotón que se deleita con nalgas de puta. Pero produce tomillo y ajos, e higos y panes, cosas qt•e no mueven a guerras a unos con otros, y en ella no visten armas por dinero ni honores.

Poemu sudtos de pensadores dd s. IV 141

2

Dale al cocinero diez minas, al médico una dracma. al adulador cinco talentos, al consejero humo, a la prostituta un talento, al filósofo tres óbolos.

J

Tengo cuanto aprendf y medité y en santas lecciones me dieron las Musas. Las muchas otras riquezas tragólas el

[humo.

4

La pasión de amor la barre el hambt·e; si no, el tiempo; y si no puedes servirte de estos remedios, la soga.

• 5

No tengo por patria una torre ni un solo techado, sino que por toda la tierra está mi ciudad y un hogar dispuesto a servirme sin más de morada.

FILEMÓN (361-263 a. C.)

1

De mí, en efecto, es dueño otro hombre, pero de ésos, de ti, y otros mil, la ley; de otros, un tirano; de los tiranos, el miedo. Unos son esclavos de los reyes; el rey, de los dioses; el dios, del Destino. Todos en bloque, si Jo adviertes, son, por naturaleza, menos que éstos y más que aquéllos, y así son por turnos siempre esclavos los unos de los otros.

2

Si en verdad los que han muerto su sentir conservaran, amigos, como algunos afirman, yo me ahorcaría para poder ver a Eurfpides.

Page 71: Garcia Gual - Antologia Poetica Lirica Griega

r ndict

Prólogo ...... 7

Y ambógrafos y elegíacos arcaicos . . . . . . . .. . . . . .. .. . 17 Ca lino de Efcso .. . .. . .. . .. . .. . . .. :.. .. . 20 Tirteo de Esparta .. . . .. .. . .. . .. . . .. .. . . .. . .. 20 Arquíloco de Paros .. . .. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . 24 Scmónides de Amorgos .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . .. .. . 31 Mimnermo de Colofón .. . .. . .. . . .. .. . 36 Hiponacte de Efeso . .. . .. . .. .. . . .. . .. .. . 38 Solón de Atenas .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 39 Jenófanes de Colofón . . . . . . 47 Empédocles de Agrigento . . . 50 Teognis de Mégara .. . .. . .. . .. . .. . .. . 52

La lirlca monódica . .. .. . .. . . . • .. . .. . . .. .. . . .. 6.3 Safo de Mitilene . .. . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . 66 Alceo de Mitilene .. . . .. .. . .. . . .. . . . .. . .. . 74 Anacreonte de 'feos . .. .. . .. . • .. .. . .. . .. . 82

El canto coral Alemán de Esparta .. . .. . • .. .. . .. . .. . . .. .. . Estes!coro de Himera .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . Ibico de Regio .. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . Anónimo: Etipafio pa.ra la Tumba de Midas .. . Simónicles de Ceos . .. .. . . .. .. . . .. .. ...... . Pfnclaro de Tebas .. . . . • . .. . .. .. . .. . .. . .. . .. . Baquflides de Ceos . .. .. . .. . . ..

Composiciones de la lirica popular . ..

'Poemas sueltos de pensadores del siglo 1v ...

143

87 90 93 94 97 97

103 126

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1.37