Garcia Calderon, Francisco- Las Democracias Latinas de America

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  • 8/12/2019 Garcia Calderon, Francisco- Las Democracias Latinas de America

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    FRANCISCO GARCIA CALDERON

    LAS DEMOCRACIASLATINAS DE AMERICALA CREACION DEUN CONTINENTE

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    PROLOGO

    S o n p o c a s las literaturas que, como la del Per, mantienen bajo rigurosoindito en el idioma obras de indudable significacin nacional', continentaly mundial: tal es el caso de Les dmocraties latines de lAmrique y LeProu contemporain de Francisco Garca Caldern, publicadas en francsen el ao de 1912 y el de 1907 respectivamente.1 La primera de ellas hasido traducida al ingls bajo el ttulo de Latn America: its Rise and Progress.La sealada omisin resulta incomprensible si tenemos en cuenta los alcan-

    ces y calidades de ambas obras y el prestigio de su autor, quien, all porlos aos 20 y 30 tena fama de ser el mejor intrprete de las realidadesdel continente.

    Tal vez el propio autor se desinteres de obtener o realizar una traduc-cin al castellano, por cuanto las ideas que rigen Les dmocraties latinesconducen a la alabanza de sistemas elitistas, es decir, que robustece la tesisdel gobierno de las minoras aptas y aun de los dictadores que en determi-nado instante podran encarnar los anhelos populares. El propio autor seencontr, all por los aos de 1920, vctima de sus teoras, compartidas

    entonces por escritores como Pedro Manuel Arcaya, Laureano VallenillaLanz, Chocano, Carlos Arturo Torres, Manuel Domnguez, Justo Sierra yms tarde por Alcides Arguedas y Alberto Edwards. En efecto, la dictadurailustrada de Legua, en el Per, choc con los Garca Caldern y otrosconnotados miembros de su generacin. La edicin del libro en castellanohabra podido servir entonces de sustento a la teora providencialista deAugusto B. Legua y, por tanto, ser usada contra el autor de Les dmo-craties latines de lAmrique. La vida tiene esos sarcasmos. Sin embargo,el tiempo y aquellas vicisitudes no han mellado en lo absoluto el filo del

    examen espectral de la poltica latinoamericana que Garca Caldern hace1 F. Gatca Caldern, Les dmocraties latines de lAmrique, Pars, Flammarion,

    1912. En situacin anloga est Le Livre des Incas de N. della Rocca de Vergalo, Pars,1879.

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    aqu y de los riesgos que la rodean: es la razn de que la presentemos ensu texto ntegro, por primera vez, en nuestra lengua.

    Francisco Garca Caldern Rey naci, por un azar luctuoso, en Valpa-

    raso el 8 de abril de 1883. Su padre, presidente de la Repblica del Per,se hallaba prisionero en Chile, y, al par que sufra el cautiverio,1 disfru-taba de las delicias de su luna de miel.

    Don Francisco, padre, era un jurisconsulto arequipeo de gran prestigio.Haba publicado en 1879 un importante 'Diccionario de Legislacin perua-na, precisamente en el ao en que se inici la Guerra del Pacfico, y habasido presidente y fundador del Club Literario, entre cuyos miembros secontaban los ms importantes escritores peruanos de la generacin de 1830,la de Ricardo Palma. Cuando la guerra se decidi en favor de Chile y Lima

    fue ocupada militarmente (enero de 1881), el pas se encontr descabezado,pues el jefe supremo, Nicols de Pirola, que traslad la sede de su yaefmero gobierno a las serranas andinas, se vio obligado a reconocer queno ejerca el mando sobre los restos del ejrcito. Exasperado por el rumbode la contienda, un grupo de vecinos de Lima decidi erigir un gobiernoprovisorio para que negociara la paz con Chile, y estableci su sede en Mag-dalena Vieja (hoy Pueblo Libre), bajo la atenta observacin de las auto-ridades chilenas de ocupacin. Garca Caldern, jefe de aquel provisoriato,se neg a aceptar las condiciones de paz que pretenda Chile, entre ellas unacesin territorial, visto lo cual dichas autoridades disolvieron el gobierno

    de Magdalena y embarcaron compulsivamente a su presidente con rumboa Chile, donde permanecera cautivo hasta que se firm la paz. Tal es larazn por la que Francisco, el mayor de los hijos del presidente cautivo,naci en territorio chileno, pero con todas las prerrogativas y derechos deun ciudadano plenamente peruano, y an ms, con la aureola del sacrificiode su padre.

    Para firmar la paz, despus de dos aos de ocupacin parcial del Per,se produjo un movimiento revolucionario, comandado por el coronel Mi-guel Iglesias, hroe de la batalla de Chorrillos. Su designio inmediato era

    obtener la desocupacin del territorio peruano por cualquier medio: enello reside su miseria y su grandeza. Francisco Garca Caldern (padre)no poda regresar. Adems, la situacin se complic al ratificarse el Tratadoen 1884: hubo entonces un levantamiento castrense y civil, encabezado porel militar que dirigi la resistencia contra los invasores, el general AndrsAvelino Cceres. Don Francisco no tena nada que hacer en el Per. Ade-ms le sujetaba el amor a su joven esposa Carmen Rey y Basadre, (conquien se haba casado en 1882); era tan bella que, en carta fisgona a Ni-cols de Pirola, don Ricardo Palma, la califica con su gracejo habitual, node boccato de cardenale , sino como boccato de concilio . 2 Como se

    1 F. Garca Caldern (padre) Memorias del cautiverio, Lima, 19492 Ricardo Palma, Cartas inditas, Coleccin Rubn Vargas Ugarte, Lima, Milla

    Batres, 1964.

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    presentaron en Chile dificultades para bautizar como peruano a Franciscosus padres se trasladaron a Buenos Aires, donde apadrin al nio DomingoFaustino Sarmiento. Para distraer su forzado nuevo ostracismo, Don Fran-cisco se dirigi a Pars. En la capital de Francia naci su segundo hijo,Ventura, futuro gran escritor, en el ao 1886.1

    Don Francisco regres a Lima en 1889. Seis aos despus sera electorector de la Universidad Mayor de San Marcos. En ella matriculara a susdos hijos mayores. Pero, antes los inscribi en el Colegio de los PadresFranceses recin fundado en Lima (1891): el de los Sagrados Corazones(Recoleta). Francisco se matricul en 1891, junto con Jos de la RivaAgero que era 2 aos menor que l. 2 Tambin ingresaron con Ventura,el novelista chilenoperuano Eduardo Barrios Hudtwalcker, el aristcratalimeo Juan Bautista de Lavalle y Garca, el acomodado rentista Manuel C.

    Gallagher, Fernando Melgar, el cholo Granadino y otros adolescentes delinaje conocido.

    En 1886 don Francisco (padre) fue electo en ausencia senador porArequipa y rector de la Universidad de San Marcos. Ocup ambos cargosal regresar a fines de ese ao y fue presidente del senado.

    En esos das (hablamos ya de 18911900), cristalizaba la primera pro-mocin del Colegio, contempornea del Ariel de Rod. Francisco, ligera-mente mayor de edad que sus compaeros, y mucho mayor en lecturas,ejerca un honorario y honroso priorato cultural. Haba acuado la frase:

    El Per se salvar slo bajo el polvo de una biblioteca (1910). La familiaGarca Caldern viva en la calle de la Amargura, a pocos metros del Cole-gio de la Recoleta, y a cuatro cuadras de la Universidad de San Marcos.La casa era amplia, de dos patios. Tena revestimientos de mrmol en lafachada y columnas de cedro en el traspatio. Haba un bello jardn conmacetas de rosas y claveles y macizos de geranios. Por las paredes trepabanolorosos jazmines de novia y preciosas madreselvas. Despus de la sala,estaba la gran biblioteca. Don Francisco sola ceder este lugar a su hijomayor y a la turba adolescente, embriagada de versos decadentes y de ideas

    americanistas. Esos amigos se llamaban Jos Glvez, Felipe Sassone, a ve-ces Jos Lora y Lora, Luis Navarro Neyra, Lenidas Madueo, Vctor An-drs Belande, entre los que no pertenecan a la Recoleta; los otros eran:su hermano Ventura, Riva Agero, Lavalle, Barrios, los recoletanos .Francisco distribua lecturas y haca comentarios. De hecho, se constituyen el mentor del grupo. Para reafirmarlo, en 1904 public un librito deglosas a lecturas. De litteris: apareci en Lima con una carta prlogo deRod. No se necesitaba ms: era el Bautista ungido desde Montevideo porla bendicin del Seor.

    1 Francisco Garca Caldern, Jos de la Riva Agero Recuerdos. Lima, Impr. San-ta Mara, 1949, p. 8.

    2 L. A. Snchez, Escritores representativos de Amrica, 2a. serie, la. ed., Madrid,Gredos, 1964, Yol. III.

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    Francisco concluy sus estudios de Filosofa y Letras en San Marcos en1903. El joven filsofo, ya doctorado, dio rienda suelta a su vocacinamericanista. Debi ingresar a la docencia universitaria. Se le cruz un gra-ve incidente. En 1905, frescos los laureles de la carta de Rod, condecora-cin inesperada, viaj a Chile y public all un estudio sobre MenndezPidal y la cultura espaola. Ese mismo ao acaeci la muerte de don Fran-cisco (padre). Adems, ese ao se inauguraba el primer monumento recor-datorio de la Guerra del Pacfico, original del escultor cataln Querol ydedicado al coronel Francisco Bolognesi, hroe de Arica, a quien haba can-tado Chocano en La Epopeya del Morro.1 Coincidi todo aquello con unacrisis sicolgica de Francisco (hijo). Desesperado por ese deceso y por undrama personal, decidi quitarse la vida, se lanz por sobre el pretil delcolonial Puente de Piedra. Cay ileso, salvo la inevitable perturbacin ner-

    viosa. La familia decidi trasladarse a Pars (1906) a donde Francisco fuedesignado canciller de la Legacin del Per. Francisco tena veintitrs aos,Ventura veinte, Jos diecisiete, Mara quince y Juan era un adolescente.Los dos mayores regresaran al Per por corto tiempo; los menores no vol-vieron ms.

    En 1907 aparecieron, en Valencia, Hombres e ideas de nuestro tiempoy en Pars, Le Prou Contemporain. Francisco concurri a un congreso defilosofa en Heidelberg (1908); ya haba aprendido el alemn. En 1909publica Profesores de idealismo. Todava tentado por su lejano Per, se

    reintegra a la patria momentneamente (1910). Entiendo que su largo yventuroso matrimonio con Rosa Amalia Lores se realiz en 1910. Ya Ven-tura ha publicado su primer cronicario, frvolamente... El retorno deFrancisco se realiza en condiciones muy especiales.

    En San Marcos Francisco haba tenido como maestros de filosofa aAlejandro Deusta (18491945), introductor del bergsonismo, o sea del neoidealismo francs; y a Javier Prado Ugarteche (18711921), expositivista,precoz maestro, convertido por Deusta al bergsonismo. La tarea del grupobergsoniano de San Marcos antecedi a la del Ateneo de la Juventud de

    Mxico, que plasm las ideas de la Revolucin de aquel pas. Deustaofreci con un discurso solemne el banquete que los intelectuales peruanosbrindaron al hijo prdigo. Empero, hay prodigalidades que no se reem-bolsan ni restaan. Francisco pronunci palabras promisorias, tendi la mi-rada sobre el continente en aquel ao de los Centenarios, en que Rubntambin haba regresado fugazmente a Amrica. Resultado de ese viaje se-ran dos libros, que confirmaran la doctrina de Profesores de idealismo(1909); La creacin de un continente (1913) y Les dmocraties latines delAmrique (1912).

    Conviene reexaminar la doctrina de ambos libros as como la actitudde la generacin arielista con respecto al Nuevo Mundo.

    1 Cfr.: A. de Muret, Grandeur des lites, Pars, 1938.

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    Precisamente en 1910, Rod, quebrando su terco aislamiento slo in-terrumpido para visitar a la vecina Buenos Aires, donde pronunci el dis-curso de recepcin a Anatole France, viaj a Chile, como invitado de ho-nor a las fiestas conmemorativas del Centenario de la Independencia. Desde1907, las juventudes universitarias de Amrica Latina, venan celebrandoCongresos Internacionales para discutir sus problemas y sembrar fraterni-dad. Se haban reunido esos congresos en Montevideo, Buenos Aires y, en1912, Lima. La idea de la unidad espiritual del continente tomaba el ca-mino de las juventudes universitarias. Aquellos dos libros de Francisco Gar-ca Caldern calzaban con los ideales expresados por sus cofrades gene-racionales: solidaridad continental, idealismo, latinismo, gobierno de laslites; 1 lo ratificara poco antes de morir, en su elogio a Riva Agero. De-bemos recalcar tales conceptos porque sin ellos sera incomprensible la

    problemtica americana de la dcada del 10.La tesis idealista de La creacin de un continente se inspira parcialmen-

    te en Renn. Fue ste un constante e involuntario maestro de la generacinarielista; lo fue tambin de los radicales del tiempo de Gonzlez Prada,quien llamaba a Renn un Ariel que lleva en sus alas el polvo de unabiblioteca . 2 Renn haba discurrido en Souvenir denfance et de jeunesse(oracin frente a la Acrpolis) sobre el milagro griego : de retruque, Gar-

    ca Caldern habl del milagro americano . Este milagro se basara enla accin concertada y fecunda del paisaje, el hombre, la cultura, y la soli-

    daridad. No se hablaba de la poltica; s de las razas. Estaban muy cercalos conceptos expresados por Gumplowicz, en La lucha de razas (1889),y por Jean Finot en su Le prjug des races (1909). Sobre ellos se basa elautor. En Amrica no puede haber discriminacin tnica, afirma, contra-diciendo a John Stewart Chamberlain; nadie podra negar que los pasesson mestizos (indoafrosinoibero, el Per). Las bases raciales son el ibero,el indio y el negro; forman el tronco; desde ste parten las ramas mltiplesy multicolores. Nadie puede negar la fuerza de la naturaleza: Garca Calde-rn pasa revista al romanticismo y al indianismo hispano y lusoamericano.La voluntad de constituir un todo compacto viene desde la independencia.Los propsitos de organizar un Zollverein o unin aduanera representan unprograma modesto, acaso el menos realizable, pero racional. Subraya ellema argentino Amrica para la Humanidad de Roque Senz Pea comorespuesta al Amrica para los americanos, de James Monroe. En un estiloelocuente, saturado de lirismo, La creacin de un continente se alza comouna tea iluminando el mbito del futuro. No sabemos an por qu no se ha-ba reeditado libro tan estimulante.

    Otra leccin de Renn preside Les dmocraties latines de VAmrique.Haba escrito aquel maestro, dirigindose a los obreros, que stos deban

    1 F. Garca Caldern, Jos de la Riva Agero: Recuerdos, cit. passim.2 M. Gonzlez Prada. "Renn en: Pginas libres, Pars, Dupont, 1894, y "Es-

    cuchando a Renn en: Nuevas Pginas libres, Santiago, Ercilla, 1937.

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    dejar a los intelectuales: que hagamos nuestra tarea y la vuestra . 1 Es de-cir, que los intelectuales, como autnticos clercs, disponan del monopoliode la verdad, y en ellos deba confiarse, como en una nueva aristocracia de

    la inteligencia. Por eso, el libro refuerza la tesis de los gobiernos fuertes,ilustrados, de las monocracias progresistas, y hace el elogio de algunos desus representantes ms notorios como Porfirio Daz, Diego Portales, ManuelPardo, Andrs de Santa Cruz, e inclusive no se pronuncia contra GarcaMoreno ni contra Rosas, El pensamiento conservador se hace presente sinambages. Era el de su generacin elitista e intelectualizada. El mismo ttulocrea una diferencia bsica: no habla de la democracia en la Amrica Latina,sino de las democracias latinasen Amrica, con lo cual afirma implcitamen-te que hay otra u otras democracias no latinas, acaso las sajonas, en Am-rica, y que a sa o sas les corresponden otros rasgos. Es evidente la duda

    en Tocqueville. Para Garca Caldern, el tratadista franconorteamericanorefleja un modo de ser democrtico, no el nuestro. 2

    El autor propone un tipo de unidad dividida: el Plata, la Gran Colom-bia, el Pacfico Sur, las Antillas, Mxico y Centroamrica, Brasil. Nos con-tar ms tarde que su amigo Riva Agero se opona al grupo grancolombiano por celos retrospectivos. 3

    Intelectualmente, es desde este mirador aristcrata, utpico y amorosodesde el cual proyecta Garca Caldern su magisterio ubicuo; literariamen-te, su estilo corresponde al de las mejores prosas de Daz Rodrguez, Torre,

    Larreta y desde luego Rod, cuyos amplificados perodos imita en sus pri-meros libros. El francs de los dos libros directamente redactados en eseidioma posee un inocultable ritmo de elocuencia castellana. Largos prrafos;abundantes punto y coma; el uso de un tiempo presente a menudo hostigo-so, creador de confusiones; una verba definitivamente hispanoamericana,cuando no afrancesada. El ideal de todo sudamericano del 900 era parecerlo ms francs posible, porque era como para los revolucionarios tericosdel da, parecer ms rusos o chinos que de sus propias naciones. Rubnencarn el alma americana de su tiempo, porque todo ser pensante y sensi-

    ble de Amrica soaba en Pars como su sede nacional, como la Meca de lacultura Occidental. Los que ahora la tienen en Nueva York, Mosc, Pekn,o La Habana, sin haber nacido norteamericanos, rusos, chinos ni cubanospueden reprochar esa proclividad a los arielistas del 900?

    Les dmocraties latines de VAmrique fue prologado por Raymond Poin-car, quien fue presidente de la Repblica Francesa. Francisco era Ministroen Londres y en Bruselas; diriga La Revista de Amrica; era colaboradordel Mensuario Mundial de Daro y los argentinos Guido. Publicaba en La

    1 Los libros de J. S. Chamberlain, Gumplowicz y Finot haban sido traducidosal castellano entre 1900 y 1909; eran la cultura del momento.

    2 E. Renn, La reforma intelectual y moral, passim. Hay reed., castellana, Bar-celona, 1972.

    3 F. Garca Caldern, Jos de la Riva Agero: Recuerdos, cit.

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    Nacin de Buenos Aires y otros importantes diarios del idioma. Discernacelebridad. Muerto Rod, lo que acaeci en 1917, Francisco era el indiscutido capitn general de los pensadores del Nuevo Mundo Hispanoparlante.

    Pero le esperaban las duras experiencias de la Primera Guerra.En ella, los Garca Caldern pagaron una contribucin muy alta: Jos,el tercero de los hermanos, que haba sido estudiante de la Escuela de Ar-quitectura de Pars, se alist en la Legin Extranjera. Durante la tremendabatalla de Verdn, a rdenes de Petain, tuvo la misin de observador desdeun globo. Lo abatieron los aviones alemanes. Muri en accin a los 28 aos.Lima, su ciudad nativa, inauguraba poco despus una placa de bronce dedi-cada a su memoria, en la misma Plaza de la Recoleta donde estaba an elColegio en que estudiaron l y sus hermanos. Ese ao, 1917, se realizla inauguracin de la primera Universidad Catlica del Per en el mismolocal recoletano.

    La participacin activa de las tropas norteamericanas, y la propagacinde los 14 Puntos del presidente Woodrow Wilson, cambiaron el criteriode Garca Caldern sobre el equilibrio mundial. Ya en 1919 haba lanzadoun folleto optimista El tvilsonismo. Concluida la contienda, edita un libroen francs (que sera traducido al instante al castellano): Le dilemme de lagrande guerre (1920): para los hombres del 900, aqulla, la guerra del 14,era por antonomasia la Gran Guerra. Cun lejos estaban de suponer lopronto que vendra la siguiente: Francisco la experiment tan en lo vivo

    que le cost la salud y aceler el dramtico prembulo de su muerte. Eldilema de la Gran Guerra es ms bien una alternativa entre Europa yAmrica.

    Francisco Garca Caldern haba sido hasta 1918 ministro del Per enBlgica; en 1918 fue nombrado ministro en Francia y particip como dele-gado del Per en las discusiones de Versalles. Disfrutaba de slido prestigiocomo intelectual; tena muchas y valiosas amistades europeas; hablaba va-rios idiomas modernos y latn. Pero, mientras su background europeo fa-voreca su ascenso en la carrera, en el Per las cosas no andaban bien para

    l, vstago de una familia civilista . Haba sobrevenido un nuevo golpede Estado. Don Augusto B. Legua, de la rama civilista disidente, adversaa la tradicional de los Pardo, a la que estaba ligado el autor de Le ProuContemporain, gan las elecciones presidenciales de 1919, lo que significabasu triunfal rentre a la presidencia, que haba ejercido de 1908 a 1912.Como surgieran innecesarias dificultades oficiales para reconocer ipso jactoaquel triunfo, y como Legua quera tener las manos libres para emprenderuna serie de reformas constitucionales, prefiri interrumpir el proceso nor-mal con un golpe de mano y, a la cabeza de un grupo de oficiales generales,

    entre ellos el famoso general Cceres y de las fuerzas de la gendarmera,ocup el Palacio de Gobierno. El presidente Pardo, a quien faltaban slodos meses para concluir su mandato, fue encerrado en la Penitenciara yluego deportado. De inmediato se inici una poda de funcionarios. Algunos

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    renunciaron. En 1920, promulgada la nueva constitucin, se design mi-nistro en Pars y delegado ante la Sociedad de Naciones, a don Mariano H.Cornejo, diplomtico y poltico de prestigio, quien haba publicado en 1907,

    en Madrid, un excelente tratado de Sociologa General (2 vols.) con prlogode don Jos Echegaray, Premio Nobel de Literatura.

    Cornejo era culto y feo, elocuente y desgarbado, indio de origen y ce-ceante de pronunciacin; Garca Caldern era culto y arrogante; de origenhispnico quiz con algo de hebraico; apuesto, polgloto, de leve acentofrancs. Cornejo era un poltico; Garca Caldern, un intelectual. Algo ms:Cornejo era un positivista recalcitrante de la escuela de Spencer; GarcaCaldern, un neoidealista de la escuela de Bergson, de Boutroux, de Euckeny Guyau. El choque iba ms all de las fronteras burocrticas: era genera-cional e ideolgico. Cornejo haba nacido en las serranas de Puno; GarcaCaldern que debi ser limeo, vio la luz en el Puerto de Valparaso. Fran-cisco Garca Caldern y su hermano Ventura renunciaron a todo, menos alodio a Legua en que desde entonces se matricularon. Las pasiones, ha di-cho alguien, son ms encendidas cuanto ms inmune parece el apasionadoa las exigencias de la pasin.

    Aquel defenestramiento burocrtico oblig a Francisco a acelerar suproduccin periodstica y literaria. Del perodo que va entre 1920 y 1930,en que cay Legua, derribado por el oscuro comandante de ejrcito, LuisM. Snchez Cerro, Garca Caldern public, aparte de centenares de crni-cas macizas e instructivas, los volmenes titulados Europa inquieta, La he-rencia de Lenin, El espritu de la nueva Alemania (1928), Testimonios ycomentarios, Ideas e impresiones, Ideologas. Su reputacin se expandi ycreci. Era un legtimo sucesor del maestro de Ariel. Era un escritor sereno,cuidadoso de su expresin, algo barroco, pero con la gracia de Francia ate-nuando su elocuencia. Con esa hermosa locura que nos caracteriza a los lati-nos, cuando en 1932 se trataba de buscar sucesor presidencial para el tem-pestuoso Snchez Cerro, muchos pensaron en Francisco Garca Caldern.

    Fue naturalmente una tentativa de pocos, el designio de una lite. Na-

    die, entre el pueblo votante, pens en remontarse ni a tan lejos ni tanalto. La poltica no es arte de mudarse; es arte de concretar. FranciscoGarca Caldern en 1930 ocup la Legacin del Per en Pars, reemplazan-do a Cornejo. La delegacin ante la Sociedad de Naciones la desempearaAlfredo Gonzlez Prada, flamante ministro en Londres, gran escritor e hijode don Manuel Gonzlez Prada, el Maestro del nuevo Per.

    Los menesteres diplomticos embargaron totalmente a Francisco. Porotra parte se haba iniciado en l una rara esquizofrenia en que alternaba suantigua curiosidad intelectual con una tarda fiebre ertica; el hecho es que,

    entre 1932 y 1939, fecha del estallido de la guerra, Garca Caldern nopublica sino dos colecciones de artculos. El autor no llegaba a los sesenta.Cierto es que la actividad de las cancilleras horqueteadas por los aconteci-mientos que significaban la aparicin del fascismo, el implacable auge de

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    Hitler, la guerra de Espaa, la claudicacin de Munich, la ocupacin deAustria, la toma de Checoslovaquia, la sinuosa marcha de Amrica Latina,los nuevos hechos econmicos de los Estados Unidos, significaban mucho,

    muchsimo para un Prspero tan atento como Francisco, y tan sensible alas diferencias entre Ariel y Calibn, dos trminos ya superados. Como unaancdota: Cornejo, perdida su Plenipotencia, prefiri quedarse en Pars,enamorado de la patria de los hroes de su juventud: Danton, Robespierre,SaintJust. Cornejo morira en Pars, siempre esperanzado, all en vsperasde la Recuperacin.

    La invasin de Francia oblig a los diplomticos representantes de pa-ses oficialmente adversos al nazismo, a recluirse en Vichy. La declaratoriade guerra de los Estados Unidos y la subsiguiente adhesin conjunta de losEstados Americanos en Ro de Janeiro, a mediados de enero de 1942, co-loc a stos, excepto Argentina y Chile, en la condicin de enemigos deHitler. Las autoridades nazis obligaron a Francisco Garca Caldern, comoa otros, a confinarse en el castillo de Aud Godesborg, a orillas del Rin,cerca de Bonn. Eran prisioneros de guerra. No saldra de all hasta que seprodujo la liberacin de Francia. Entonces, mentalmente enfermo, resolviregresar al Per, de donde faltaba sin interrupcin desde 1910. Haban pa-sado treinta y seis aos. El Congreso de la Repblica, formado por unamayora de adversarios del civilismo (principalmente por apristas) dict unaley por la cual el antiguo diplomtico y gran escritor continuara recibiendo

    su sueldo de ministro en dlares, no al cambio de soles como lo establecenlos reglamentos. Poco despus, Francisco ingres al Asilo Colonia LarcoHerrera para enfermedades mentales. Ah lo visit el autor de este comen-tario, en el ao de 1948. Y all muri el 1? de julio de 1953.

    Qu signific y por qu no signific ms Garca Caldern, a quienRod haba reconocido como su ms autntico continuador ideolgico? Elproblema tiene varias fases. Ellas se refieren a la idiosincrasia misma delhombre, al medio en que debi actuar, al medio en que actu, a las perple-

    jidades y variantes de su poca. Examinemos estos extremos.El pensamiento predominante en Garca Caldern, como en toda su

    generacin, fue, siguiendo a Renn, partidario del gobierno de una lite,minora selecta, de una aristocracia de los ms capaces. Jorge Basadre, supariente, confidente de sus ltimos aos en Lima y de algunas etapas enEuropa, ha destacado unas afirmaciones de Francisco en un libro que stepublic con seudnimo en 1945 bajo el ttulo de Memorias. Fue cuando sa-li del confinamiento a que lo redujeron los nazis. Corresponde sin duda aun perodo ingrato y negativo de su vida. Se le haban presentado los sn-

    tomas de la esquizofrenia que haran su crisis final en Lima. En ese docu-mento, rechazado in toto, aunque este prrafo sea reivindicable por ciertarectificacin explcita que contiene, afirma Francisco que en el Per sobre-vendra el gobierno de un mestizo que exaltara a la clase media y que

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    castigara a las clases altas incomprensivas y egostas. Desde 1945, con laexcepcin de uno, todos los gobernantes del Per han sido mestizos.1

    En cambio, en forma clara y concreta, en su folleto Jos de la Riva

    Agero: Recuerdos (1949), en forma brillante, amorosa y fatigada, confir-ma su antigua tesis sobre la necesaria prioridad de la lite pensante. Eseera el criterio de Riva Agero, a quien rinde pleito homenaje, y ese erasin duda el de Garca Caldern, como fue el de Rod, el de Carlos ArturoTorres, el de Baldomero Sann Cano, Alcides Arguedas, Guillermo Valencia,Ricardo Jaimes Freyre, Jos Vasconcelos.

    El cuadro general de Amrica, segn estos pensadores frente a unamultitud analfabeta, era desalentador. Requera capacidades.

    Desde el punto de vista internacional, hay una variante fundamentalentre sus primeros libros y los de 1949. En aquellos influyeron la polticadel big stick, la toma del Canal de Panam, la absorcin de Puerto Rico;en lo segundo, la ayuda de Estados Unidos a Francia, el desembarco enNormanda, la inauguracin de la Good Neighbor Policy .

    En cuanto a las relaciones con Espaa, en ese discurso sobre RivaAgero, hace un vivsimo elogio de lo que Espaa haba significado paraAmrica. No se limit a idioma y religin, Espaa haba transferido alNuevo Mundo todo su ser. Espaa, Francia, Estados Unidos, ltimamenteel mestizo son los temas preferidos de Garca Caldern quien concede pocaatencin al indio, personaje central de la historia hispanoamericana. Lo

    mismo hizo Rod, quien, slo al final de su vida en el ensayo sobre Montalvo en El mirador de Prspero, se acuerda ntidamente del indio. Ahorabien, se explica que para un uruguayo, el charra fuese un elemento deco-rativo, se comprende que para Buenos AiresCosmpolis, el italiano tuviesetanta importancia como el espaol y ambos ms que el guaran y el pampa;pero, en Per, Bolivia, Mxico, Ecuador, Colombia, Centroamrica, Brasily el mismo Chile, resulta inverosmil prescindir de quien dio tono funda-mental a la nacin: el"indio. Considerar esto como reproche sera, por otraparte, absurdo. Cada generacin trae su motto, que es su limitacin y su

    carcter.Desde el punto de vista del estilo, insistimos, Francisco Garca Calde-rn, erudito en todas las literaturas, da un ejemplo de la manera en que sehace posible expresar un pensamiento claro, con un estilo difano y mu-sical.

    Los ltimos aos de Garca Caldern fueron dolorosos. Haba salido delconfinamiento con una ecolalia progresiva y una esquizofrenia cabalgante.Su hermano Juan, mdico reputado, le prescribi diversos tratamientos.Uno de ellos le condujo de vuelta al Per. Regresaba tan pobre como lo es-

    tuviera su glorioso padre en aquellos das de 1883 durante su cautiverioen Chile. El Congreso de la Repblica, dominado por adversarios polticos

    1 Jorge Basadre, Realce e infortunio de Francisco Garca Caldern, en: F. GarcaCaldern, En torno al Per y Amrica, Lima, 1954.

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    de su generacin, le otorg, segn dijimos, una pensin especial en monedaextranjera. Nos cupo el honor de proponerlo y hacerlo triunfar. Notamosque el nombre del escritor sonaba raro para muchos. Era en 1946. Des-

    pus, sobrevienen episodios difundidos por la maledicencia limea. Aque-lla apresurada, bella y agotante conferencia sobre Riva Agero, en 1949fue el canto del cisne. Sola ya recluirse a menudo, en busca de salud ypaz en el Sanatorio donde le visitamos en 1948. Estuvimos tres horas conl. Recordaba nimios detalles de nuestra antigua correspondencia. Saltabade un punto a otro, pero todo sin coherencia y sin tomar respiracin. Du-rante esas tres horas, l lo habl todo. As ocurra siempre que encontrabainterlocutor. El mal avanzaba. Muri al cumplir los setenta aos. La Uni-versidad de San Marcos, cuyo rector careca de sensibilidad universitaria,se abstuvo de contribuir al sepelio, porque Francisco no era empleado ni

    profesor de la institucin ; l, que debi ser rector como su padre.El gobierno un gobierno castrense se abstuvo tambin, porque no

    era embajador en servicio. Los jvenes, porque no le conocan. Los adul-tos, porque haban perdido el hbito de leerlo. Los viejos porque es tanpesado, ay, ir al cementerio. Menos de una veintena de sus amigos rodea-ron el fretro, junto al cual elevaba sus preces y su angustia Rosa AmeliaLares, desde entonces y hasta que se la llev tambin la muerte, viuda delgran escritor. En 1954 los amigos publicaron un libro de homenaje conte-niendo pginas selectas y un prlogo de Basadre. Y ahora, surge de nuevo

    el debate en derredor de tan plural y vigorosa figura del pensamiento y lasletras de Amrica.1

    Corresponde ahora volver a Les dmocraties latines de lAmrique. Laprimera traduccin al castellano, despus de 64 aos de aparecida la primeraedicin en francs, ha sido hecha con excelente resultado por la Sra. AnaMara Delaitre de Julliand.

    El libro no ha perdido su actualidad, aunque su estilo se resienta deser conservador y de haber sido pensado en castellano y escrito en francspor un autor peruano. Las anfibologas propias de nuestro idioma chocan

    con la transparencia lgica del francs. No obstante, atendiendo slo alfondo del asunto, debemos reconocer que el problema latinoamericano talcual lo analiza Garca Caldern, sigue en pie. Las dictaduras militares y las

    1 Obras de Francisco Garca Caldern: De litteris, prlogo de J. E. Rod, Lima,Gil, 1904; Menndez Pidal y la cultura espaola, folleto, Santiago de Chile, 1905; Hom-bres e ideas de nuestro tiempo, prl. de Emile Boutroux, Valencia, 1907; Le Prou contemporain, tudes sociales, prlogo de G. Jedailles, Pars 1907; Les conditions sociologiques, 1908; Profesores de idealismo, Pars Ollendorff, 1909; Les dmocraties latinesde lAmrique, Prl. de R. Poincar, Pars, Flammarion, 1912 (traduccin inglesa,London, 1913; al alemn, Leipzig, 1913); La creacin de un continente, Pars, Ollendorff,1913; El panamericanismo, su pasado y su porvenir, New York, Pars, 1916; Ideologas,Pars, 1918; El Wilsonismo, 1919; Ideas e impresiones, 1919; El dilema de la granguerra, Pars, 1920 (la. edicin en francs); Europa inquieta, Pars, 1926; El espritude la Nueva Alemania, 1928; La Herencia de Lenin, 1938; Testimonios y comentarios,1938; Jos de la Riva Agero: Recuerdos, 1949.

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    presiones oligrquicas no han cambiado de veras, aunque en algunos casosla apariencia sea otra. Tambin siguen siendo vigentes muchas de las apre-ciaciones acerca del peligro norteamericano y el peligro amarillo. No se

    vea entonces el peligro sovitico, y era natural. En primer trmino porqueno haban nacido los Soviets, y porque Rusia, la Santa Rusia de los Zares,viva en un atraso que de ningn modo poda augurar el cambio que laRevolucin de 1917 le impuso. En efecto Marx afirma en El Capital quelos pases ms industrializados seran los naturales viveros de la RevolucinSocial; Rusia viva una etapa agraria retrasada como lo demuestra LucienLaurat en La Economa Sovitica, libro publicado en los aos 30 y de cu-yos informes estadsticos resulta evidente el atraso econmico de la patriade Ivn el Terrible y Vladimir Ilich Lenin.

    Si en Europa era imprevisible en 1916 la posibilidad de que Rusia fue-ra el primer pas marxista, cmo exigir en 1912 a Francisco Garca Cal-dern, que previera el fenmeno del imperialismo sovitico, parejo al im-perialismo norteamericano?

    El anlisis de este libro es sin duda favorable a las lites y sigue siendovlido: son pocos los libros que al cabo de 64 aos de publicados conser-van su actualidad y su vigor.

    Luis A l b e r t o S n c h e z

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    CRITERIO DE ESTA EDICION

    E n ESTE VOLUMEN se publica la primera versin al espaol del libro que escribieraoriginariamente en francs Francisco Garca Caldern: Les dmocraties latines deVAmrique, Paris, Flammarion, 1912.

    Se completa el volumen con la publicacin de otro libro no reeditado, y que com-pleta al anterior, habiendo sido escrito y publicado en la misma poca: La creacin deun Continente. Se reproduce la versin de la editorial Ollendorff, Pars, 1913, moder-nizando las grafas.

    Las notas del autor se sealan por el uso de asteriscos y las del traductor Ana Ma-ra Julliand o del prologuista Luis Alberto Snchez, por el uso de nmeros.

    B. A.

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    LAS DEMOCRACIAS LATINASDE AMERICA

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    Al Sr. Emile Boutroux, del Institut

    Permtame ofrecerle este libro en homenaje de admiracin y de gratitud.A menudo, de tarde, en la hora grave del crepsculo, al oirle comentar unapgina de Platn o un verso de Goethe, al explicarme con inagotable be-nevolencia, con maravillosa claridad, las inquietudes de la hora actual, hecomprendido mejor la magnfica irradiacin del genio francs. Y siempre,al separarnos, me complaca en repetir el pensamiento de Emerson, delEmerson que Ud. ama, sobre la utilidad de los grandes hombres: Theymake the earth wholesome. They who lived with them found life glad andnutritions.

    F. G. C.Pars, noviembre de 1911.

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    PROLOGO

    H a y d o s A m r ic a s : al Norte, Allende el Mar segn Bourget, una re-pblica industrial, poderosa, un vasto territorio de recia energa, de strenouslife: al Sur, veinte estados indolentes, de civilizacin desigual, turbados porla anarqua y el mestizaje. El brillo de los Estados Unidos, su imperialis-mo, su riqueza, hicieron que se olvidara y menospreciara a esas repblicasdel Sur, inquietas y latinas. El nombre de Amrica parece aplicarse a lagrande democracia imperial.

    Empero, se encuentran entre aquellas naciones americanas, pueblos ricoscuya organizacin interior ha mejorado considerablemente, tales como Ar-gentina, Brasil, Chile, el Per, Bolivia y Uruguay. No se les podra con-fundir con las repblicas centroamericanas, Hait o el Paraguay. Escritoresy polticos franceses, Anatole France, Clemenceau, Jaurs que han visitadoArgentina, Brasil y Uruguay encontraron, junto con una slida cultura la-tina, nobles esfuerzos por afianzar la paz interior, y maravillosas riquezas.De comn acuerdo declaran que existen en esos pases jvenes, fuerzaseconmicas y un optimismo que les abren las puertas de un brillante por-venir. Algunos de estos Estados acaban de celebrar su primer centenario.Lograron su independencia durante las primeras dcadas del siglo XIX. Elao 1810 marca el punto de partida de una nueva era durante la cual,sobre las ruinas del poder espaol se forman trgicamente repblicas au-tnomas.

    Ha llegado pues la hora de estudiar a estos pueblos, su evolucin, susprogresos, si no queremos aceptar de rondn y sin discusin, que los EstadosUnidos son en Amrica el nico foco de civilizacin y de energa.

    Es nuestro propsito hacer un balance de estas repblicas latinas: heaqu el objeto de este libro. Preguntamos a la historia de dichos estados las

    razones de su inferioridad y sus clculos para el porvenir.En primer lugar debemos estudiar la raza conquistadora que descubriy coloniz Amrica. Analizaremos entonces el genio espaol y el portugus,el genio ibrico, entre africano y europeo. Despus de la conquista, nuevas

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    sociedades se constituyen bajo la fuerte dominacin de Portugal y de Es-paa. Son las teocracias de allende el mar, celosamente aisladas de cual-quier comercio europeo. Contrariamente a la Amrica sajona, donde los in-

    migrantes ingleses y holandeses segregaron al indio empujndolo hacia elOeste, en Amrica del Sur, conquistadores y conquistados se mezclan. Losmestizos por su nmero dominan, sedientos de poder; odian a los espaolesy a los portugueses orgullosos y dominantes. La guerra entre iberos y ame-ricanos estall: fue una guerra civil. Nuevos estados se organizan entonces,rpidamente, sin tradicin de gobierno, sin slidas clases sociales. Estosestados son dominados por jefes militares, por caudillos. De la barbarie,de la anarqua peridica nacen los dictadores. Estudiaremos algunas indivi-dualidades representativas de este perodo, separando del desarrollo mon-tono de los acontecimientos, la historia de algunas naciones como el Brasil y

    Chile donde el principio de autoridad domina la confusin social. Distingui-mos en Argentina, en el Brasil, en Mxico, en el Per, en Bolivia, en Chile,un nuevo rgimen industrial en el cual la vida poltica se sosiega y loscaudillos pierden su autoridad. (Libros I y II).

    El estudio de la evolucin intelectual nos ensea cun poderosas sonlas ideologas en estas democracias nacientes. Imitan la Revolucin francesa,experimentan la influencia de las ideas de Rousseau y de los Romnticos,la de las doctrinas individualistas. Amrica, espaola y portuguesa por suorigen, por sus tradiciones, se hace francesa por la cultura. (Libro III).

    Y aqu hemos llegado al punto de estudiar cul es el porcentaje de es-pritu latino sus defectos y sus cualidades en la formacin de estospueblos, los peligros que los amenazan, bien vinieran de los Estados Unidos,de Alemania o el Japn. (Libro IV). Analizaremos despus los problemas yel porvenir de Amrica Latina. (Libro V).

    Una conclusin se desprende de tal estudio: la vida poltica de los pue-blos iberoamericanos es todava confusa, pero algunos de ellos se han libradoya de una herencia deprimente. Allende el mar, la libertad y la democraciase van transformando en realidad. En las futuras guerras el aporte de Am-

    rica ser til a los grandes pueblos del Mediterrneo que luchan por la su-premaca latina.

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    LIBRO I

    FORMACION DE LAS SOCIEDADES AMERICANAS

    C u a n d o l o s iberos llegaron a Amrica encontraron ora tribus, ora pueblosmedio civilizados. Los indgenas eran tan diferentes de los conquistadoresque la conquista espaola y portuguesa crearon verdaderamente nuevas so-ciedades sobre las ruinas de antiguos estados brbaros. Antes de analizarlos diversos aspectos de la historia americana, es necesario conocer el genio

    de la raza conquistadora.Conquistadores y conquistados se mezclaron, el territorio modific el

    espritu de los amos y andando el tiempo las colonias pensaron en conquis-tar su autonoma. Luego de una guerra de veinte aos, la repblica vino aser el rgimen poltico de estas sociedades cansadas de la tirana espaola.Dos perodos, el uno de anarqua militar, el otro de orden interior, de ri-queza, de industrialismo, se sucedieron en los nuevos estados.

    CAPTULO I

    La raza conquistadora.Sus caractersticas psicolgicas. El individualismo: susaspectos. El sentimiento de la igualdad. El fanatismo

    africano.

    Viajeros y psiclogos siguen encontrando en el griego moderno la astuciade Ulises, la habilidad retrica de los sofistas de Atenas, la anarqua de lasbrillantes democracias agrupadas alrededor del mar azul. En la raza degene-

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    rada por el contacto con Africa y los turcos, subsiste sin embargo el antiguoespritu griego. Se observa en Amrica una vitalidad semejante. El criolloallende el mar es un espaol del siglo heroico, enervado por el mestizaje y

    el clima. Es imposible explicar su carcter sin tener en cuenta el genio es-paol. Las guerras de independencia dieron al Nuevo Mundo latino la liber-tad poltica, engaosa novedad de formas y de instituciones porque, latente,subsiste el espritu de la raza: la Repblica reproduce las normas esencialesdel rgimen colonial. En las ciudades sobrecogidas por el cosmopolitismosubsiste la vida antigua, silenciosa y montona alrededor de un campanariosecular. Las mismas pequeas inquietudes agitan a los hombres que ya noostentan la altanera rigidez moral de los antiguos hidalgos. Creencias, char-las, intolerancias conservan la estrechez de miras que les fue impuesta du-rante tres siglos de aislamiento por el espritu espaol orgullosamente ex-

    clusivista. Estudiar la historia poltica y religiosa del siglo pasado en lasdemocracias americanas, es escribir un captulo de la evolucin ibrica. Alotro lado del ocano y de las columnas legendarias derribadas por las picasde los conquistadores, vive otra Espaa, dividida y tropical y donde la gra-cia andaluza venci a la austeridad castellana. *

    Si pudisemos reducir a una simple frmula la inquieta existencia de lametrpoli, esta frmula explicara a la vez la historia atormentada de veinterepblicas americanas, as como se descubre en germen, en la raz profunda,el vicioso desarrollo de un rbol tropical. Pero nada tan dficil como reducirel turbio desarrollo espaol, hecho de anarqua y de sangre, a una unidadabstracta y violenta. La pennsula dividida en regiones hostiles entre s, re-fugio de razas enemigas, presenta en su pasado contradicciones rebeldes acualquier sntesis. En este pueblo teocrtico, las libertades municipales sedesarrollaron prematuramente. Mientras la feudalidad extenda sobre todaEuropa su rudo vasallaje, en Espaa se formaban ciudades libres. Parale-lamente al eterno quijotismo que renuncia al vulgar reino de lo til paraabismarse en lo ideal, sabios refranes populares expresan un realismo den-so, positivo, prosaico. El pueblo catlico por excelencia suministr al duque

    de Alba tropas que conquistarn Roma. Al cabo de largos aos de monar-qua absoluta, el antiguo espritu democrtico resucita en las juntas penin-sulares contra la invasin francesa. Del Cantbrico a Cdiz, existe dentrode la unidad castellana, una esplndida variedad de tipos provincianos. Ala aspereza asturiana se opone el ritmo andaluz; a la fogosidad extremea,la parquedad catalana; a la tozudez vasca, la orgullosa indolencia castellana.Una vida turbulenta nace de esta geografa compleja: lucha secular paraalcanzar la unidad nacional, generosa epopeya catlica contra el Islam, con-quista de continentes misteriosos, tenebrosa bsqueda de la unidad religiosapor intermedio de los autos de fe. La historia misma de Europa se trans-

    Puede decirse que los portugueses conquistadores se parecan a los espaolespor su individualismo y su espritu aventurero. Eran menos fanticos, quizs porqueno tuvieron que luchar contra los enemigos de su fe.

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    forma allende los Pirineos. La feudalidad se detiene, la cruzada contra losinfieles dura ocho siglos, la religin y el imperio se hacen uno, como en lasteocracias orientales. En la riqueza de este desarrollo nacional, persistenesenciales caracteres de la raza que es menester fijar: el individualismo, lademocracia, el espritu local receloso de vastas unidades, el fanatismo afri-cano que encuentra su satisfaccin solamente en sensaciones excesivas y so-luciones extremas; en una palabra, los dones de una raza grave y heroica,en perpetua lucha vital, arrogante frente a Dios, el Rey y el Destino.

    El individualismo es la nota fundamental de la psicologa espaola. Rasgoibrico, tiene la fuerza de un imperioso atavismo. Exalta todas las formasde accin, de afirmacin del ser e inspira una confianza desmedida en lapropia fuerza; tiende a desarrollar la energa humana, a defender la inde-pendencia nacional contra cualquier presin externa, contra el rigor de laley, la moral imperativa, el deber inflexible; crea en las almas exaltadas,una ardiente voluntad de dominacin. Strabon observa entre los iberos pri-mitivos, divididos en tribus hostiles un inmenso orgullo contrario a launin y a la disciplina. El espaol muestra en su vida y en su actitud todaslas formas interiores y exteriores del individualismo. La austeridad, la arro-gancia manifiestas en los pliegues de la capa de los hidalgos, en su caminarmajestuoso, en la lengua sonora, en el ademn seoril, el valor personalque transforma la historia en epopeya. La audacia, el espritu aventurero,el aislamiento, son formas de exaltacin personal. Los espaoles estn per-

    suadidos de ser los amos absolutos , deca el escudero Marcos de Obregn.El individualismo explica las analogas entre la historia ibrica y la evo-lucin inglesa: la civilizacin peninsular recuerda por algunos caracteres,aquella que brill en la isla sajona. En ambas, encontramos la afirmacinprematura de la libertad, una excesiva soberbia, y la larga lucha contra lasinvasiones. De todo aquello surge una imperialismo agresivo: comercial enel Norte, religioso en el Sur. En Inglaterra, el individualismo, por el climay el territorio tiende a ser utilitario; en Espaa, por la guerra contra elIslam, se hizo guerrero. El idealismo, la vida interior, la exaltacin imagina-tiva crean en Inglaterra los puritanos; en Espaa, los msticos e inquisidores.Pero en la conquista del medio hostil, el sajn adquiere un sentido realista;y el ibero, bajo las caricias del sol, se vuelve en Espaa y en Amrica caza-dor de quimeras. La semejanza entre las dos historias se concreta en unsmbolo: Ariel y Calibn; Don Quijote y Sancho Panza representan la mis-ma eterna dualidad del idealismo y del realismo. Calibn dio a Inglaterraun vasto imperio; el Caballero Andante torn a su Mancha natal, cansadopor su estril aventura.

    La evolucin espaola, los aspectos morales y religiosos de la vida pe-ninsular se explican por esta perpetua exaltacin del individuo. El estoicis-mo es la forma moral del individualismo. Predica la virilidad (esto vir, dijoSneca); desarrolla la voluntad humana contra el destino; es un evangeliode austeridad frente al dolor y de herosmo silencioso frente a la muerte.

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    Sneca fue un profesor de energa para la Espaa romana: de sus lec-ciones dimana esta fe tenaz en el carcter que da a la historia peninsulareste seoro. El cristianismo que proclama la dignidad humana, se extien-de al otro lado de los Pirineos hasta llegar a ser la religin nacional. Paralos estoicos, los hombres son iguales frente al destino; para Jesucristo, soniguales frente a Dios: un orgullo formidable resulta de estas dos doctrinas.Por ltimo, en el misticismo, expresin original del genio religioso espaol,nada recuerda el pantesmo oriental, la anonadacin del hombre frente alAbsoluto. Los msticos peninsulares exaltan su individualidad; de los colo-quios con el Amigo extraen fortaleza, se divinizan en el xtasis y anhelansumergirse en Dios con la fogosidad de los conquistadores. En oposicina la Reforma alemana que crea en la predestinacin, los telogos espaolesdefendan el libre albedro, la eficacia de la accin, la dignidad y el mrito

    del esfuerzo. Las luchas de la Pennsula tienen un significado religioso: loshroes son msticos y los msticos, son caballeros de la orden divina . Ig-nacio de Loyola y Santa Teresa suean con empresas heroicas a la vez queleen novelas de caballera. El misticismo inspira a los guerreros mientrasque la fe purifica la codicia de los conquistadores.

    Voluntarioso y mstico, el temperamento espaol es activo, por ende seexterioriza en conflictos y se manifiesta en comedias y tragedias. El geniopeninsular es dramtico: la aventura, el movimiento, el choque de las pa-siones se desarrollan en un escenario amplio donde se dan todos los as-

    pectos del individualismo exacerbado. Se lucha no slo por la independen-cia sino tambin por el prestigio del apellido, para conservar frente a losdems la integridad del honor. Este sentido del honor, celoso, agresivo,en suma profundamente espaol, inspira un sinnmero de tragedias. Anta-gonismos, disociaciones, tesis y antitesis llenan la historia espaola: el po-sitivismo de Sancho, el idealismo del Quijote, la porfa y la pereza, la pa-chorra y la violencia, la gorronera y la aventura, la seriedad ttrica y latristeza secular de los cuadros de Zurbarn y de Rivera y por otro lado,la frivolidad, las danzas armoniosas, fiesta y vrtigo bajo el sol; la fe enla voluntad y la aceptacin del destino, la exaltacin de los msticos y de

    los conquistadores, el cinismo de los mendigos y los picaros, el desprendi-miento heroico y la codicia avasalladora, he aqu las irreductibles contra-dicciones del alma espaola que explican la zozobra y la intensidad de sudrama interior.

    Aquellas luchas, las voluntades curtidas, las pasiones sutiles, la soberbia,los temperamentos altaneros, las tragedias con rasgos cmicos y las come-das ribeteadas de misticismo estn plasmadas en el teatro. La literatura ca-balleresca, las novelas, los rudos poemas primitivos, El Cid, Los Infantesde Lara son dechados de individualismo y de accin. Los grandes tipos li-

    terarios como el hroe, el aventurero, el mstico, el jefe de una gran em-presa, el caballero, el galn son individualidades exaltadas. El picaro mis-mo pertenece a esta gallarda familia: es tan arrogante como un caballeroa la vez que picaros son muchos caballeros. Sutil y escptico, se vale de la

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    astucia y del herosmo en su diaria lucha por sobrevivir. Refirindose algongorismo, escuela literaria espaola, Martnez Ruiz escribi que es laexpresin del movimiento en la lengua, que es una poesa dinmica parahombres de accin. Los dramas y novelas con nervio, las epopeyas violentasy sin la antigua serenidad son las que forman la verdadera literatura es-paola.

    En arte, filosofa y literatura, no existen las escuelas, pero s escritores,filsofos, artistas y genios como el Greco que no dejan imitadores: sonpersonalidades solitarias, como Gracin o Quevedo. Slo las organizacionespolticas y militares en las cuales el individuo es el ms libre, es decir elpueblo, la tribu, la guerrilla, la montonera, son las que triunfan en Espaa.Por doquier se rinde culto a la energa rebelde y exuberante. Hasta en lasrelaciones entre el rey y sus sbditos encontramos el mismo individualismo

    peninsular: Por besar mano de reyno me tengo por honrado,porque la bes mi padreme tengo por afrentado.

    rezan algunos versos espaoles. La obediencia al rey es condicional: des-cansa sobre el respeto que el monarca tiene al orden supremo de la justicia,y a un contrato tcito o expreso entre l y el pueblo. Las cartas, los usosy las tradiciones limitan el absolutismo real. En las cortes de Ocaa, en

    1469, el rey fue declarado mercenario de sus sbditos que le pagabanun estipendio. *

    Toda la obediencia espaola est impregnada de arrogancia; los noblesaragoneses como individuos se sienten iguales al rey y en conjunto se con-sideran superiores a l. Las ciudades confederadas en hermandades o enuniones discuten con el monarca: en buena cuenta constituyen un estadodentro del Estado, se alzan contra el gobierno imponindole el reconoci-miento de sus fueros. En 1226, las ciudades de Aragn y de Catalua exi-gen de Jaime I que reconozca los derechos populares. Las insurrecciones

    contra el poder son comunes y se encarnan en un hroe: el Cid. Por otrolado, Mariana, el historiador, autoriza cualquier tipo de violencia contrala tirana real.

    Tal individualismo resguarda la justicia de los formalismos legales y delas discusiones bizantinas de los legistas, eleva un cerco protector contralas sentencias, las penas y los tribunales.

    Los poemas y los refranes son la expresin de este duelo entre el idealjurdico y la ley: la conciencia peninsular* condena la justicia relativa y pre-caria de los cdigos.

    Joaqun Costa escribi: De todas las epopeyas que conozco, sean na-

    cionales o de raza, la espaola es la que ms ha exaltado el principio de

    Cf. Joaqun Costa. Concepto del Derecho en la Poesa Espaola. (Estudiosjurdicos y polticos. Madrid 1884).

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    justicia y le ha rendido el ms entusiasta tributo . Austero e inviolable, elderecho representa un orden de relaciones eternas frente al cual cualquierindividualidad es insignificante, aun la del rey y cualquier institucin que-bradiza, aun la Iglesia.

    Estoica porque cree en la justicia pura, nutrida de fieros herosmos, devisiones interiores, de novelas y de leyendas, divinizadas por dilogos ms-ticos, curtida por siglos de guerras religiosas, el alma espaola se asoma,llena de mpetu, al Renacimiento, en el siglo XVI y desafiando el Ocano,descubre continentes, o descorriendo los velos del misterio, revela leyesnaturales y crea personalidades imperiosas que desafan el destino. El indi-vidualismo espaol estalla pues en misticismo, en audacia, en aventuras: esla poca de los conquistadores, de los polticos e inquisidores: Jimnez yPizarro, Torquemada, Loyola y Corts. Espaa derriba el cerco del mundo

    antiguo: defiende la civilizacin cristiana en Lepanto, el catolicismo en Ale-mania y Flandes, ambiciona el dominio del Mediterrneo, coloniza un mun-do inmenso y desconocido e impone su voluntad al Papa gracias a las le-giones del duque de Alba; simultneamente el imperialismo religioso deCarlos V y Felipe II es una amenaza para Europa. La poltica de aqueltiempo tiene la majestad y enjundia romanas, la literatura culmin en elsiglo de oro y la filosofa propuso extensas soluciones armoniosas con FoxMorcillo, sent las bases del derecho natural y de gentes con Francisco deVitoria y Domingo de Soto. Es una etapa pletrica de energa y de crea-

    cin, de conquista y de herosmo, el fin de una historia de estoicismo vio-lento anunciadora de una larga y majestuosa decadencia.Receloso de jerarquas, el individualismo espaol crea formas sociales

    democrticas. Las tradiciones, doctrinas, costumbres y leyes sealan un sen-tido preciso de la igualdad humana.

    Hablando de Espaa, Menndez Pelayo la llama democracia monacalporque en la nivelacin de todos encontramos rasgos conventuales y porqueexiste un trasfondo cristiano en este fervor igualitario; Salillas le dice de-mocracia picaresca aludiendo a la igualdad entre el caballero y el picaro, ala dualidad de un pueblo arrogante, con nfulas de nobleza y de una no-

    bleza despreocupada que se transforma constantemente en democracia porfalta de una clase media y por la tradicional pereza de los hidalgos. Unamu-no, en su anlisis En torno al Casticismo la ve una democracia anarquista,contraria a la jerarqua, indisciplinada y soberbia; por su lado OliveiraMartins piensa que es un cesarismo democrtico pues el absolutismo de losmonarcas no es una realeza feudal sino un principado romano. El rey pre-side una democracia de caballeros, de msticos, de aventureros y de picaros.Este espritu igualitario se puede observar en la formacin de la aristocraciaespaola: la nobleza gtica, hereditaria y feudal es extraa a la evolucin

    peninsular. La aristocracia nacional se encuentra en el seno de la Iglesia;es electiva, abierta a las turbulentas corrientes populares, a punto tal quelos Concilios tienen ms abolengo que los Consejos militares y las Asam-bleas. La servidumbre es menos penosa en la Espaa medieval que en el

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    resto de Europa: los colonos foreros, casi libres se multiplican de este ladodel Pirineo mientras que al otro lado desaparecen bajo la presin del feu-dalismo. Por otra parte como hay nobles tributarios se puede inferir que

    entre la democracia y la nobleza no existen divisiones irreductibles.Dicho desarrollo igualitario es notorio en el orden poltico. Efectiva-mente el feudalismo no fue en Espaa una institucin nacional y el espritude los reyes godos se transform bajo la influencia ibrica. En Len y Cas-tilla, la nobleza era menos poderosa que en Francia o en otras regiones es-paolas, como Catalua, Navarra o Aragn. * Las clases sociales no se su-perponan en un orden riguroso y como las ciudades adquirieron franqui-cias se fueron formando seoros proletarios.

    La monarqua nivela y democratiza. El Csar persigue el equilibrio enla igualdad, para eso destruye los privilegios excesivos tanto de la aristocra-

    cia como del pueblo y en la lucha poltica se inclina alternativamente a unlado y al otro. El lenguaje popular ratifica la igualdad de las clases sociales: Cada cien aos, dicen, los reyes se vuelven villanos y al cabo de cientoseis aos, los villanos son reyes . Todos y el rey son iguales si no fuerapor el dinero . Los concilios espaoles perduraron porque han sido el cen-tro de esta gran democracia.

    Desde los orgenes de la historia peninsular, la ciudad ha luchado porsu independencia. Se rastre en el djemaa del Atlas, en las tribus berberis-cas, parientes de los Iberos, el antecedente africano del concilio espaol:

    ambos distribuyen los bienes equitativamente y procuran evitar la miseria.Los Djemaa, municipalidad o concejo, aislados y autnomos constituyen launidad poltica y el Estado es una confederacin de ciudades libres. Lasvillas espaolas defendieron su independencia contra toda unidad artificial,fenicia, griega o romana. Si Roma rein durante siete siglos es porque re-conoci parcialmente la autonoma de los municipios, por ende la democra-cia espaola. Extendi los derechos civiles, estableci pequeas repblicasque elegan a sus magistrados, administraban las finanzas municipales ydebatan sobre los impuestos y la distribucin de las tierras de la curia de

    tal suerte que as se hallaba satisfecho el individualismo espaol. Duranteel Imperio, el gobierno se hizo centralizador y absorbente y se destruy lalibertad local, sin embargo una corriente oculta y arraigada restableci laautonoma de los pueblos en cuanto decreci el poder romano. Ms tarde,bajo los godos, asambleas de ciudadanos libres gobernaban las ciudades yaqullos, siguiendo los consejos de la iglesia nacional respetaban la organi-zacin municipal. Se fue formando as un rgimen hbrido, feudal por elcarcter germnico de la aristocracia dominante y democrtico por los conci-lios, la Iglesia y el poder tenaz de las ciudades. Durante las luchas contra los

    moros, los reyes pactaron con ellas, otorgndoles cartas y fueros a cambiode un tributo de oro y sangre.

    * Altamira: Historia deEspaa y de la Civilizacin espaola, tomo I, p. 229 7 ss.

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    La libertad y la democracia son ms antiguas en Espaa que en Inglate-rra. La carta de Len de 1020, anterior a la Carta Magna inglesa, otorgabaa las municipalidades una jurisdiccin administrativa y judicial. En ella, re-

    conoca al siervo el derecho hereditario a la tierra que cultivaba y su en-tera libertad de cambiar de seor: he aqu un feudalismo atenuado. Lasprimeras Cartas de Castilla reconocan los derechos de las ciudades. En losconcilios de Burgos en 1169 y de Len en 1188, figuraban delegados de lasmunicipalidades, ms, en las cortes mismas de Aragn donde reinaba latradicin germnica, los representantes de las ciudades eran admitidos yaen el siglo XII. El seor que extiende su protectorado sobre una villa nola despoja de su anterior soberana, precisamente las Behetras son ciudadeso grupos de ciudades que escojen el tutelaje de un barn o un jefe guerre-ro sin por ello perder su autonoma. Las ciudades, altaneras y celosas de

    sus privilegios se unieron al poder real en su lucha contra la nobleza: trein-ta y cuatro de ellas constituyeron en 1295 la Hermandad de Castilla, ala cual se sumaron posteriormente hasta cien ms.

    En la Espaa antigua, descubrimos siempre algo de contractual, unconcierto de voluntades libres, un perpetuo convenio entre gobernantes ygobernados. De la tribu ibrica a la urbe romana, de la ciudad libre a losvillorrios que se agrupan en hermandades y de aqullos a las juntas popu-lares que defendieron Espaa contra la dominacin francesa y organizaronuna pica resistencia, hay una evidente continuidad histrica. El patriotismo

    local es contrario a las ambiciosas construcciones polticas. Diversos pue-blos: judos, bereberes, rabes, coptos, tuareg, sirios, celtas, griegos, feni-cios, cartagineses, romanos, francos, suevos, vndalos y godos invadieronla pennsula sobreponindose como los estratos geolgicos o se esparcierona travs de esta Espaa montaosa y luego convirtieron las querellas deprovincias y las rivalidades de las ciudades en batallas de regiones y enantagonismos de razas.

    Tanto en el enfrentamiento de las individualidades espaolas como enla violenta afirmacin de las prerrogativas municipales y en la evolucin de-mocrtica hostil a la jerarqua, trasunta un patriotismo africano, semtico queconvierte la historia en tragedia sangrienta. En el rido pramo castellano,hombres soberbios defienden principios absolutos con una fe agresiva, bajoun sol abrasador. Hablando de Espaa, Miguel de Unamuno * escribe que esun pueblo ms fantico que supersticioso, para el cual conviene mejor elmonotesmo semtico que el politesmo ario . En nombre de ideas simplesy rgidas cuya intolerancia es a la vez religiosa y poltica, judos y morosfueron expulsados de la Pennsula. Se obtuvo la integridad espiritual deEspaa pero la industria decay, la miseria aument; en seguida lleg ladecadencia y en la Espaa desangrada por los autos de fe y las emigracio-

    nes, se alz una cruz solitaria, smbolo de un cristianismo africano de es-paldas a la caridad.

    M. de Unamuno, En tomo al Casticismo, Madrid, 1902, p. 115.

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    Espaa es africana desde su prehistoria. El ibero se parece a los habi-tantes del Atlas. Como ellos es moreno y dolicocfalo. Los caseros espao-les y los kabilas presentan grandes analogas. Convulsiones geolgicas sepa-

    raron por un estrecho dos territorios semejantes pero invasiones sucesivasinfundieron sangre africana en la sangre peninsular. Fenicios y cartaginesesestablecieron colonias sobre las costas espaolas; en 711, siete mil bere-beres sentaron sus reales en el sur de la pennsula. En 1145, con la inva-sin de los almohades se unen nuevamente iberos y africanos. Durante loslargos siglos de lucha entre cristianos y rabes, las dos razas se cruzan bajola elegante tolerancia de los califas.

    Los reyes godos, en sus pleitos, piden ayuda a los jefes rabes y el Cidfue un condottiero que luch alternativamente en los ejrcitos musulmanesy cristianos, listo para servir a los jefes compradores del herosmo de sus

    huestes. A su vez los monarcas espaoles intervinieron en las luchas entrelos califas y Alfonso VI se uni al rey moro de Sevilla para conquistar To-ledo en 1185. En las capitales espaolas, los rabes se desempean comoadivinos y maestros mientras que los espaoles estudian el rabe para ini-ciarse a las ciencias orientales. La lengua conserva huellas de esta conviven-cia. Los rabes escpticos y refinados, seores enervados por la gracia an-daluza gobiernan sin fanatismo: permiten a los vencidos conservar su reli-gin y sus usos, sus leyes, sus autoridades y sus jueces y libertan a los es-clavos cristianos que se convierten a la religin* musulmana. Los mozrabes,

    cristianos que vivan en los estados musulmanes, sin renegar de su fe ni re-nunciar a sus costumbres, prepararon la fusin de las razas enemigas. Apesar de las guerras, vencedores y vencidos experimentaron como los pri-meros reyes godos la influencia nacional bajo la mirada indiferente de ra-bes extranjeros. Se reconstitua, por obra de la convivencia, el tipo primi-tivo de los hombres que poblaron Iberia desde los Pirineos hasta el Atlas.

    Frente al desarrollo de las naciones indoeuropeas, la originalidad espa-ola es el producto de Africa, del atavismo ibrico, de la larga dominacinmora y del Oriente semtico.

    La anarqua de la tribu persiste: el clero es todopoderoso tanto co-mo los morabitos africanos. A la nobleza feudal y a los parlamentos eu-ropeos, la Pennsula opone los Concilios; a las luchas del Sacerdocio y delImperio responde con la fusin oriental de la religin y la monarqua;contra la Reforma, las coaliciones de catlicos y protestantes y la liga deprncipes cristianos y del Sultn arremeten con un cristianismo fanticoque realiza la unidad nacional expulsando moros y judos y quemando bru-

    jos y herticos en crepitantes autos de fe. Al iniciarse la decadencia de Es-paa, sus antiguos caracteres: el individualismo, el espritu municipal, elfervor democrtico desaparecen para dejar lugar a las influencias semticas

    y africanas.Bajo la teocracia, el pueblo conquistador degenera: en Villalar, la mo-narqua vence a las ciudades libres y a la nobleza arrogante. El clero reinasobre las escuelas y en los palacios: es la casta superior como en Oriente.

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    Los rufianes y los picaros suceden a los hroes y a los aventureros y el pa-rasitismo oriental invade la Pennsula con las legiones de mendigos orgullo-sos que pueblan los caminos de Castilla. Es el ocaso del quijotismo heroico.

    La venganza de los moros vencidos fue imponer a la Pennsula empobreci-da su fanatismo africano. Allende el mar, nuevas Espaas se alzan contra lametrpoli decadente. Cansada de crear naciones, la raza conquistadora des-cansa y veinte democracias se alistan para recoger su herencia moral.

    CAPITULO II

    Las colonias allende el mar.Los conquistadores las razas vencidas influencia dela religin en las nuevas sociedades la vida colonial.

    La raza espaola conquist los diversos reinos de Amrica en el siglo XVI yfund nuevas sociedades sobre las ruinas de antiguos imperios, improvisan-do ciudades en el desierto y multiplicando leyes y expediciones guerrerasdurante el siglo siguiente. Entre la recia epopeya de la conquista y la chataexistencia de las disciplinadas colonias, observamos un extrao contraste.

    En la primera poca, el lucro es el deus ex machina del vasto poemainiciado por los conquistadores: la lucha se torna cruenta contra la tierradesconocida, los indios enemigos, las selvas misteriosas, los ros avasallantesy los desiertos que devoran los ejrcitos. Despus de estas maravillosas jor-nadas sobreviene una vida montona, mojigata y pueril en las ciudadessilenciosas. Cansada de tanto herosmo, la raza decae, se mezcla con losindios, importa de Africa esclavos negros, obedece a los inquisidores y a losvirreyes, chismorrea en las yermas plazas sobre los oscuros acontecimientos

    de su lamentable existencia. Lo que llamamos la Colonia fue una poca des-lucida, porque las inquietas sociedades americanas no eran ms que unreflejo de la vida espaola; en cambio, la Conquista, toda sangre y codicia,durante la cual impetuosos aventureros pasearon desde Mxico hasta la Pa-tagonia su sueo heroico y brutal, segn el soneto de Heredia, fue intensa.El espaol y el portugus del siglo XVI eran hombres del Renacimiento,esa edad desconcertada por espectculo renovado del mundo. Los viajes ydescubrimientos, los mitos de Grecia, los versos clsicos que llenaban el pa-sado de herosmo y de leyenda, empujaron a los latinos del Mediterrneo a

    explorar tierras y ocanos. La individualidad se desarrolla enrgicamentehasta llegar al crimen. Tiranos y conquistadores ansiosos de poder y deaventuras, rebasaron los lmites del bien y del mal. Msticos tambin, por-que la tristeza medieval pesa todava sobre Europa, unieron la codicia y la

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    fe y dejando a un lado la meditacin, ensancharon los lmites del mundo.Herederos de la ambicin fenicia, los portugueses recorrieron Africa antesde descubrir Amrica y muchos capitanes espaoles, antes de invadir los

    dominios de ultramar, combatieron en Flandes, saquearon Roma y volvie-ron sobre los pasos del Quijote a travs de la Mancha. En el alma delconquistador se amalgaman audacia y codicia, supersticiones y crueldades,orgullo de hidalgo y rigor de ascetas, riguroso individualismo, ansias degloria y confianza inquebrantable en la grandeza del propio destino. Fueronmaestros de energa, como el condottiero italiano o los capitanes de laepopeya napolenica. Un grupo de aventureros someti el imperio mexi-cano, destruy el poder de los Incas, y subyug al indmito araucano.Corts quem sus naves en cuanto se enter de que sus compaeros esta-ban por abandonar la empresa. Pizarro, con doce de los suyos, en una isla

    desierta, resolvi invadir el Per.Corts conquist Mxico; los Pizarro y Almagro, el Per; Valdivia

    y Almagro, Araucania; Jimnez de Quesada y Benalczar, Colombia; Pedrode Alvarado, Guatemala; Martnez de Irala, Paraguay; Juan de Garay, laprovincia de la Plata; Martn Alfonso, los Souzas y otros capitanes, el Bra-sil. Algunos importaron de Italia el espritu del Renacimiento, cual Pedrode Mendoza que se enriqueci en el saqueo de Roma y organiz en 1544una expedicin al Ro de la Plata. El siglo XVI, siglo de los descubrimien-tos, lo fue tambin de las conquistas. Arribaron a Amrica aventureros

    procedentes de todas las provincias de Espaa y Portugal; entre ellos losenrgicos vascos fueron los ms numerosos pero tambin vinieron muchosextremeos fogosos, adustos castellanos, circunspectos lusitanos y agudosandaluces. Vinieron a triunfar y para avanzar hacia la conquista fue me-nester destruir ciudades y matar indios. En su inverosmil proeza, se arries-garon a morir en la tierra misma de la cual fueron exploradores intrusos.

    Amrica dominada por espaoles y portugueses era poblada por diver-sas razas y era asiento de diferentes civilizaciones. Los invasores unifica-ron todas estas regiones al imponerles una religin, leyes y costumbresuniformes. En el Brasil existan tribus diseminadas como los tupis, tupinambas y caribes; en el Paraguay los guaranes y en Uruguay los charras.La organizacin social de estos pueblos cazadores y pescadores era simple:obedecan a sus caciques en la guerra y en la paz. Estos dilatados territo-rios presentaban diversidad de lenguas, de tribus y estados sociales desdeel canibalismo hasta las primitivas formas de cultura, del estado nmadaa la vida sedentaria. Los araucanos de Chile, pueblo guerrero, se reunanen asambleas para decidir la guerra, se confederaban y obedecan a uncacique, el ms fuerte y valiente entre los hombres de la tribu y se aisla-ban para cultivar su independencia.

    Tres monarquas brbaras, los chibchas o muiscas de Colombia, losincas en el Per y los aztecas en Mxico en las cuales existan leyes, ciu-dades majestuosas, clases sociales, colegios de sacerdotes, dinastas reinan-tes, ejrcitos organizados, mitos escolares y hasta jeroglifos y astrlogos

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    como en Asira se diferenciaban hondamente de las tribus americanas porsu complicada organ2acin poltica. A pesar de que no fueron los incaslos prncipes liberales que so Marmontel, ni la historia de su domina-

    cin, un idilio, su tirana minuciosa y benefactora organiz en el viejoTahuantinsuyo despus de largas conquistas, un gran imperio obediente ysilencioso, que era la realizacin anticipada de los ideales de un socialis-mo de Estado. La propiedad era colectiva y la vida sometida a rgidos re-glamentos. Los incas hicieron compulsivo el trabajo, presidieron las faenasagrcolas, y al extender sus dominios, respetaron los ritos y las costumbresde las razas vencidas.

    Si la monarqua incaica recuerda los grandes imperios de Asia, Chinay Asira, Mxico, en cambio, se parece ms a un reino feudal en el cualse mantuvieron al lado del rey absoluto, caciques que gobernaban exten-sas provincias. Como lo observa Corts, no haba un seor, seor de to-dos . Exista una autoridad central como en el Per pero el despotismomexicano era ms violento y brbaro que el incaico, en aras humeantescorra la sangre de vctimas humanas. Por otra parte la organizacin so-cial no lleg al grado de perfeccin alcanzado por la monarqua incaica.

    Los conquistadores espaoles y portugueses, con sus ideas medieva-les, su fanatismo africano, sus arrogantes carabelas, la violencia de susarmas atemorizaron aquellos pueblos todava en la edad de bronce o dela piedra pulida. Los historiadores nos informan de la sorpresa que sellevaron aquellos famlicos aventureros al ver las riquezas de Mxico ydel Per. Atahualpa le ofreci a Pizarro llenar de oro el aposento dondeeste ltimo lo tena cautivo. La corte de Montezuma1 ostentaba unboato asitico; rodeado de mujeres y de bufones, de dolos y de aves ex-traas, avanzaba el rey azteca, bajo un palio resplandeciente y cargado deoro como en un cuento oriental. A su lado orgullosos prncipes. La villaimperial donde abundan los templos, las calzadas y los lagos era melnclica y suntuosa. Sabemos por los cronistas cmo se exacerba la codiciade los conquistadores que dejando una Espaa arruinada, descubrieron en

    Amrica fabulosos tesoros: escribieron para hidalgos venidos a menos ytemieron que no dieran fe a sus asombrosos relatos. Desde los tiemposde Ofir y de la reina de Saba, dice uno de ellos no se haba sealado enningn escrito antiguo que el oro, la plata y las riquezas haban sidodescubiertas en la cantidad que Castilla iba a recibir de sus nuevas co-lonias.

    Los soldados de la conquista violaron estos tesoros, saquearon tem-plos y palacios y se trabaron en luchas trgicas por la posesin de estostesoros. Alrededor de las minas fundaron ciudades y partidos; es as comoen Potos, Vicuas y Vascongados, enardecidos por el metal que satis-faca su codicia, prolongaron el rigor de las primeras batallas. All donde

    1 Conservamos las expresiones del autor: en este caso, hoy se escribe Moctezumao Moctezuhoma, pero entonces se deca Montezuma (A. M. J.).

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    existan minerales, la vida colonial fue inestable, violenta, cruel; en lospases pobres como Chile o Argentina, se formaron lentamente sociedadesque cultivaban la tierra, oligarquas tenaces arraigadas a la nueva patria

    por slidos intereses. Diferentes entre s fueron las razas vencidas ylos conquistadores, lo que explica, en medio de la unidad poltica ymoral, los caracteres divergentes y los antagonismos prematuros. Espa-oles y portugueses se aparearon con las indias: los capitanes se casa-ron con princesas aztecas y ustas en el Per; y los soldados fundaronhogares inestables propios de las colonias. Los andaluces llegaron al Tr-pico; los vascos buscaron las regiones temperadas y en las ciudades seinstalaron los castellanos. Una curiosa afinidad de raza como la existenteentre vascos y araucanos o analogas en el clima y el paisaje, o a faltade ello la marcha errante de los conquistadores explican esa original di-

    versidad de las provincias americanas. Acaso podran ser idnticos losvstagos de los mansos indios quechuas y fogosos andaluces y los de losviriles araucanos con los sesudos vascos? All donde la poblacin ind-gena es ms poderosa como consecuencia de una organizacin polticams complicada, como en Mxico o en el Per, su influencia sobre elmestizaje fue ms poderosa que en las colonias donde el indio fue ani-quilado charras de Uruguay, tribus nmadas del Brasil por el avanceatropellador de la civilizacin. El clima, en las alturas riguroso y propi-cio al desarrollo de la energa, en la costa, suave y enervante, contribuy

    a la diversidad de razas. En las primeras familias fruto de la sensualidadde los conquistadores a travs del nuevo continente, hallamos ya loselementos del futuro desarrollo americano.

    Fue una poca de creacin: razas y ciudades, nuevos ritos y costum-bres surgieron de la unin entre iberos e indios. La diversidad de ele-mentos cuya fusin prepara el advenimiento de una nueva casta da a losnuevos pobladores rasgos de una interesante variedad. El negro impor-tado por los espaoles para cultivar las tierras calientes se sum al in-trngulis de las primeras uniones de castas. Peregrinas generaciones contodos los matices de color de piel y formas craneanas nacieron en Am-

    rica de estas uniones estimuladas por los reyes de Espaa. En las pro-vincias sajonas de Amrica del Norte slo el clima transform a los in-vasores; en las colonias ibricas, la raza vencida, el territorio, el medioambiente modificaron a los conquistadores. Creacin, sntesis de elemen-tos humanos, accin y reaccin entre la tierra y el hombre que la domi-na, laboratorio continuamente estremecido, inslitas fusiones de razas,todo aquello da a la evolucin sudamericana la intensidad y la aparien-cia perenne. Desde el negro bozal recientemente importado de Africahasta el quintern, vstago de esclavos depurado por sucesivas uniones

    con blancos; desde el indio que llora en la soledad de la sierra su mo-ntona servidumbre hasta el mestizo inscrito en las universidades, encon-tramos tanto en el siglo XVII como en el XIX, en la colonia y en larepblica todas las variaciones de esta mezcla de iberos, indios y negros.

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    Desde el punto de vista social el rango corresponde generalmente al co-lor de la piel. En Amrica, escriba Humboldt a comienzos del sigloXIX, la piel ms o menos blanca decide del lugar que ocupa el hombre

    en la sociedad .El espaol degener en las colonias. La lenta decadencia del invasor,bajo la presin del clima y del contacto con las razas vencidas se mani-fiesta en la transicin de una poca de violencia a otra de paz conventual.El criollo, espaol nacido en Amrica, perdi los caracteres angulososdel hidalgo: el soberbio individualismo, la aficin a la aventura brutal,el estoicismo, la tenacidad en la resistencia y en la lucha, la rigidez desu fe: pero s gan en ductilidad, sutileza y donosura; empero su es-fuerzo no es sostenido ni firme su voluntad y sus odios son tan efme-

    ros como sus amores. La nueva raza no engendra ni msticos ni hombresde accin sino poetas, oradores, magnficos intrigantes, frvolos doctores,comentaristas rebosantes de ideas exticas que suceden, ya en el sigloXVII, a la primera generacin de colonos audaces, de monjes heroicosy de avezados capitanes. Para extender los dominios del monarca y paraque los indios vivan en el conocimiento de nuestra fe catlica , los espa-oles conquistaron Amrica, y con la conquista trajeron una religin,un rgimen poltico, universidades y un sistema econmico, todos loselementos, en fin, de una civilizacin tradicional cuya base era un go-bierno absoluto, el monopolio financiero, la intolerancia religiosa y mo-ral, el tutelaje y el aislamiento riguroso.

    Los mtodos empleados por los holandeses y los sajones en sus co-lonias no fueron en el fondo muy diferentes. Tocqueville y Boutmy es-tudiaron las consecuencias, en Estados Unidos, de la intolerancia calvi-nista y del monopolio comercial. Recordaron tambin la esclavitud delos negros en las colonias agrcolas de Virginia y la codicia de los in-migrantes que perseguan a los indios con un ardor puritano.

    El virrey, representante del monarca, ejerca su gobierno en las co-lonias sin limitacin alguna. Presidi la Real Audiencia, tribunal delrey, era superintendente de finanzas, protector de la iglesia y jefe delejrcito. Todos los poderes le eran subordinados, el eclesistico, el mili-tar y el civil. Se rodeaba de una corte suntuosa cuya adulacin lo em-briagaba y a la cual domina con el soborno. A veces, los virreyes perso-nificaban las aspiraciones verdaderas de sus colonos, en ese caso eran graveslegisladores como Francisco de Toledo en el Per; o defendan las coloniasamenazadas por las correras de filibusteros con tanta fiereza, que deestas recias campaas surgi el sentimiento de la nacionalidad. Otras ve-ces, se enriquecieron venciendo plazas, consumieron el tesoro ultramarinoo atravesaban, orgullosos y rodeados de boato, las ciudades recogidas.

    Al despotismo poltico corresponde, en el orden econmico, el mono-polio comercial que Espaa estableci en sus dominios. Humboldt define

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    en su Ensayo sobre el gobierno de la Nueva Espaa * el ideal de losantiguos pueblos conquistadores: Durante siglos, la metrpoli considertil una colonia en la medida en que sta le proporciona gran nmerode materias primas y a su vez consuma gran cantidad de artculos de con-sumo y mercadera, transportados en sus propios barcos . Inglaterra, Ho-landa, Espaa y Portugal obedecieron al mismo exclusivismo. Sobre estepunto, las ordenanzas de Cromwell fueron tan inflexibles como las cdu-las de Felipe II. La libertad comercial y la competencia industrial erantan reprochables como la hereja y la rebelin.

    La poltica y la economa se subordinaron a la religin; en ella serenen el absolutismo de la primera y el monopolio de la segunda. Laconquista de Amrica fue un apostolado. Los capitanes espaoles lucha-ron para convertir a los infieles de allende el mar. El imperialismo de

    Carlos V y Felipe II tuvo un carcter religioso. Para resguardar de lahereja sus colonias, cerr los puertos, prohibi el comercio con extranje-ros e impuso a todo un mundo la reclusin conventual. La iglesia erael centro de la vida colonial. En el orden espiritual, gobernaba aplicandocastigos y azotes, o excomulgando y dejando a incrdulos y brujos enmanos de la Inquisicin purificadora. En el orden moral, conservaba lasbuenas costumbres; en poltica, defenda a los indios y se alzaba contralos gobernadores. Virreyes y caciques la teman por igual. Con su for-midable poder moral, contribuy a disciplinar a los inquietos criollos,

    unificar clases y razas y a conformar naciones. Las ciudades se enorgulle-can de sus templos y de sus conventos a los cuales, frecuentemente, pia-dosos hidalgos dejaban sus bienes al morir. Es as como los monjes mo-nopolizaron la propiedad; de all la superabundancia de religiosos y laacumulacin de riquezas en Mxico y en Lima. En el Per, la renta anualdel arzobispo alcanz hasta 40.000 pesos 200.000 francos y la dealgunos obispos hasta 100.000. Obispos y virreyes rivalizaban en lujo.Un catolicismo sensual y rumboso satisfizo la fantasa de los criollos, eltemor supersticioso del indio y el materialismo alegre de los negros. Elazteca y el quechua aceptaron del cura un dogma extrao, bizantino,

    mezcla de las ideas de Aristteles y de los misterios de Oriente. Prontoel indgena confunde estas dos mitologas. En Mxico, segn Humboldt,el Espritu Santo es el Aguila sagrada de los aztecas.

    Nuevos ritos suntuosos eran aadidos a la religin tradicional. Proce-siones y fiestas, especie de verbena divina unificaron todas las razas. Loque les gusta de la religin son las ceremonias, las manifestaciones exter-nas, las vrgenes cargadas de milagros, los cristos dolientes, los santosengalanados, la lluvia de oro y de sedas.

    Como confesor, el sacerdote ejerca su influencia sobre la familia,

    diriga la educacin de los nios y desde el plpito condenaba la inmora-

    Humboldt, A. Ensayo sobre el gobierno de la Nueva Espaa, Tomo IV, p.285; Pars, 1811.

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    La sensualidad y el misticismo agitaban a los colonos. Ni los mismosconventos, a pesar de sus elevados muros, pudieron resguardarse de estaaguda voluptuosidad. Monjes disolutos, religiosas que se abandonaban a susamantes, alegres abates, como en los cuentos italianos, figuran en lascrnicas de la poca. El claustro con sus ricos arabescos, con su patio olo-roso a azahares y su surtidor evocaban la pasin andaluza. La sociedadbeata pagaba su tributo a los conventos insaciables, en doncellas y riquezas;el amor, huyendo de las ciudades amodorradas, encontraba asilo en lasceldas remecidas por las ambiciones y los turbios deseos.

    La mujer, como en Oriente, estaba a buen recaudo en una casa tanadusta como una fortaleza, pero en los salones y entre graves doctores sub-yugaba y brillaba por su gracia versallesca, su amenidad y sutiliza. Su fi-delidad para con el hidalgo era una cuestin de honor. El esposo burlado

    se vengaba de las ofensas con tremendos castigos como en los dramas cal-deronianos, en cuanto el heroico amante llevaba su deseo exacerbado hastael balcn morisco donde lo esperaba la angustiada dama. Fuera del hogar,abundaban bastardas uniones, los concubinatos y los amores clandestinos.La pasin era trgica y la devocin voluptuosa; en lugar de msticos habailuminados. El demonio era el personaje central de esta minuciosa religin:gracias a l, la chata existencia colonial se vio envuelta de misterio, susapariciones y sus maniobras estremecan a los criollos. Atareada estaba laInquisicin con duendes, brujos y sortilegios, robos de hostias sacramenta-

    das y exorcismos. Las historias de demonios de ambos sexos, de pactoscon Satans, de almas penando en abandonadas casonas, absurdos milagrosde santos, la macumba, los templos abigarrados, los ritos parasitarios queacogotaban las creencias tradicionales, despojaban el catolicismo espaolde su rigidez semtica.

    Lo maravilloso envuelve la vida de los piadosos colonos. Aman la na-turaleza con una fe ingenua y creen en la intervencin de santos y demo-nios en su apacible existencia.

    Un ruido inesperado revelaba la presencia de un alma en pena y lostemblores era la prueba de la clera divina; una enfermedad, obra de dia-blicas influencias y la salud, el resultado de la eficacia de un amuleto.En las farmacias vendan productos quimricos: grasa de cndor, caza deunicornio o uas de la gran bestia .

    Pasaban las horas montonas en devociones y futilidades, creaciones ypleitos conventuales o largas ceremonias y vanidosas reuniones. Alguna queotra vez interrumpan el curso llano de la vida, una proeza turbadora ouna fiesta donde se prodigaba el oro y el servilismo: las cdulas realesacababan de llegar o una princesa haba nacido en Espaa; se haba descu-bierto un tesoro, un puerto haba sido saqu