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Fukou-Da/86/86 [Eighty-Six] Vol.1... · como la luna, sosteniendo las manos de sus padres. Vestido con esmero, probablemente habían salido a dar un paseo. Dando un último vistazo

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Epígrafe Ningún país consideraría un acto de maldad el negarle derechos humanos a un cerdo.

Por lo tanto, si fueras a definir a alguien que habla una lengua diferente, alguien de un

color diferente, alguien de herencia diferente como un cerdo con forma humana, ninguna

opresión, persecución u atrocidad que pudieras causarle por ningún motivo sería

considerada como cruel o inhumana.

—VLADILENA MILIZÉ, MEMORIAS

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Amapolas Floreciendo en el Campo de Batalla.

<System Start>

<IMR M1A4 Juggernaut SO Versión 8.15>

Una estruendosa cacofonía se mezcló con el sonido de la transmisión de

radio.

“Handler One a Undertaker. Fuerza de intercepción enemiga visible en

el radar. Hemos confirmado una unidad de tamaño batallón

conformada por Artillería Anti-Tanque al igual que una fuerza Dragón

de tamaño similar.”

“Undertaker, recibido. Puedo sentirlos desde aquí.”

“El mando es transferido al oficial en el campo, efectivo

inmediatamente. Muestren gratitud a su patria con carne y hueso, y

defiendan la República con su vida.”

“Entendido.”

“…Lo siento, chicos. Lo siento mucho.”

<Fin de la Transmisión>

<Cabina de Mando Cerrada>

<Paquete de Poder activado. Accionador en posición. Seguros de

Articulaciones liberados.>

<Estabilizador: operando normalmente. FCS: compatible. Componentes

Electrónicos: desconectados. Modo de búsqueda enemiga: pasiva.>

“Undertaker a todas las unidades. Handler One ha cedido el mando. Por lo

tanto, Undertaker tomará el mando de la operación.”

“Líder Alfa, entendido. Igual que siempre, ¿verdad, señor Parca? ¿Qué

dijo al final la gallina que tenemos por dueño?”

“Que lo sienten.”

La voz al otro lado del Para-RAID estalla en risas.

“Ja, esos cerdos blancos nunca cambian. Nos echan, nos encierran, ¿y

luego se tapan los oídos y dicen que lo sienten? Si claro… Todas las

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unidades, ya lo escucharon. Si de todos modos debemos marchar a

nuestras muertes, como mínimo, no será tan malo con nuestra confiable

Parca como guía.”

“Sesenta segundos para contacto enemigo… Se acerca el bombardeo.

Rompan a través de la zona de bombardeo enemigo a máxima velocidad.”

“¡Hagamos esto, chicos!”

<Comenzando Maniobras de Combate>

<Detección de Unidad Enemiga en <Bogey1 1> <En Bogey 2> <Bogey 3>

<Bogey 4> <Bogey 5><Bogey 6><Bogey 7><Bogey 8><Bogey 9><Bogey

10><Bogey 11><Bogey 12><Bogey 13><Bogey 14><Bogey 15><Bogey

16><Bogey 17><Bogey 18><Bogey 19><Bogey 20><Bogey 21><Bogey

22><Bogey 23><Bogey 24> …

<Empezando combate: <Bogey 210>

“¡Líder Delta a escuadrón Delta! No traten de llevarlos de un lado a

otro— ¡acabaremos con ellos aquí!”

“¡Charlie Tres! ¡Hostiles a las diez en punto! Esquívalo— ¡mierda!”

“Echo Uno a todas las unidades. Líder Echo muerto en combate. Echo

Uno tomará el mando.”

“Bravo Dos a todas las unidades. Lo siento… Parece que este es el fin

de la línea.”

“¡Líder Alfa a Alfa Tres! ¡Aguanta solo un minuto más! ¡Voy en

camino! Alfa Uno, toma el mando por mí.”

“Entendido. Buena suerte, Líder Alfa.”

“Gracias… Oye, Shin. Undertaker.”

“¿Qué?”

1 El término bogey (escrito bogie en algunos casos) es usado para referirse,

militarmente, en ecos aparecidos en radares indicando presencia de un objeto

posiblemente hostil.

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“Aun recuerdas nuestra promesa, ¿verdad?”

“…Sí.”

<Señal C1 Perdida>

<Unidades Aliadas: 0>

La voz del oficial, mezclada con estática, era emitida por los auriculares y

perturbaba la brisa del crepúsculo.

“A… Unidades… Handler One a todas las unidades. ¿Me copian?

Primera unidad, responda.”

El chico se apoyó contra el fuselaje de su unidad—un objeto de aspecto

orgánico, similar a una crisálida—y se estiró hacia el toldo ahora abierto de

la cabina y presionó el botón de transmisión de la radio.

“Undertaker a Handler One. Fuerza de intercepción enemiga exterminada.

Hemos confirmado la retirada de las fuerzas enemigas. Operación completa.

Regresando a la base.”

“…Undertaker. ¿C-Cuántos regresarán—?”

<Fin de la transmisión>

Era una pregunta tonta sin nada que ganar al darle respuesta. Antes de que

la otra persona pudiera acabar de hablar, él cortó la transmisión y regresó su

mirada a las afueras de la cabina.

La escena era iluminada por la puesta de sol con un brillo color amapola,

arrojando sombras en un campo de batalla lleno con llamas intermitentes y

con los restos de bestias de metal arrodilladas y de arañas cuadrúpedas,

vísceras mecánicas saliendo de sus estructuras. Aquellos eran los restos de

aliados, restos de enemigos, los restos de todos.

Ni un solo rastro de vida quedaba en este campo de batalla, a excepción de

él. Aunque viera tan lejos como pudiera, todo lo que encontraría serían los

cadáveres y los fantasmas de aquellos que seguían merodeando aun después

de la muerte. El silencio era inquietante. A través del campo, el sol se puso

en una sombría cordillera, arrojando rayos de luz rojos hacia él.

En este mundo a las puertas de la muerte, bañado en escarlata, o quizás

teñido por las sombras, él y su unidad eran la única cosa que aún se movía.

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Las largas extremidades de la unidad habían sido diseñadas como las patas

de un insecto artrópodo. Su descolorido blindaje era decorado con un sinfín

de cicatrices, y estaba equipada con cuchillas de alta frecuencia parecidas a

una tijera y con armamento principal montado en la parte trasera.

Su silueta era aquella de una araña merodeadora, pero por su naturaleza

cuadrúpeda y el cañón en su espalda, se asemejaba más a un escorpión. A

falta de algo que pudiera ser considerada una cabeza, su forma recordaba a

la de un cadáver esquelético decapitado, arrastrándose por el campo de

batalla, en busca de su corona perdida.

Suspirando al aire, él se reclinó contra el fuselaje blindado mientras este se

enfriaba por el viento del crepúsculo, volteando su mirada hacia el

terrorífico brillo de la puesta de sol.

Un distante país oriental contaba acerca de una flor nacida de la sangre de

la amante de un gran rey, la cual acabó por si misma con su vida. O quizás

esa flor nació de los ríos de sangre derramada por los caballeros asesinados

por los bárbaros.

El escarlata de aquellas amapolas que florecían tan lejos como alcanzaba la

vista, iluminadas por la puesta de sol que lo consumía todo, era tan hermoso

como la necedad pura.

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Capítulo 1

Un Campo de Batalla con Cero Bajas.

No había bajas en ese campo de batalla.

“—Y ahora, tenemos una actualización respecto a la guerra.”

“Un grupo de armas Imperiales no tripuladas conocidas como la Legión han

invadido hoy el décimo séptimo distrito. La fuerza fue interceptada, dañada

severamente, y forzada a retirarse gracias al poderío de nuestros drones no

tripulados, los Juggernauts, orgullo y alegría de la República de San

Magnolia. El daño al equipo fue ligero, y de nuevo, ninguna muerte fue

reportada de nuestro lado.”

La calle principal de la capital de la República de San Magnolia, Liberté et

Égalité, era tan pacífica y hermosa que sería complicado creer que el país

había estado en guerra durante los pasados nueve años.

Mármol blanco tallado adornaba las fachadas de los edificios de múltiples

pisos. La vegetación de los árboles en el arcén y el negro del hierro fundido

de los postes de alumbrado se mezclaban para crear un pintoresco contraste

con la luz primaveral y el claro cielo azul. Los cafés en las esquinas de las

calles eran poblados por estudiantes y parejas, su natural cabello plateado

resplandecía mientras reían.

El techo azul del ayuntamiento estaba adornado con una bandera portando

el rostro del santo de la revolución, San Magnolia, y la bandera nacional de

cinco colores de la República. Sus cinco colores representaban libertad,

igualdad, hermandad, justicia, y grandeza. La calle principal estaba

pavimentada con vastas piedras talladas delicadamente, resultado de una

meticulosa planeación urbana.

Un niño pasó a un lado de Lena, riendo mientras su cabello plateado brillaba

como la luna, sosteniendo las manos de sus padres. Vestido con esmero,

probablemente habían salido a dar un paseo. Dando un último vistazo a las

espaldas de la feliz familia, ella giró sus ojos plateados hacia la televisión

holográfica a un lado de la calle, la sonrisa desapareciendo de sus labios.

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Ella estaba vestida con el uniforme azul oscuro militar de la República

utilizado por las Oficiales. La chica de dieciséis años tenía una belleza de

ensueño y una delicadeza al nivel de cristalería propia de su edad—y un

comportamiento elegante que reflejaba su crianza y pedigrí. Su ligero y

suelto cabello sedoso y largas pestañas eran de un llamativo color plateado,

y sus grandes e igualmente plateados ojos servían como prueba de que

además de ser una Alba, descendiente de la raza nativa de esta tierra desde

la antigüedad, también era una Celena de sangre pura, quienes eran

considerados de nacimiento noble.

“Bajo el capaz mando de nuestros habilidosos Handlers, estos altamente

eficientes drones nos permiten defender la nación mientras eliminan la

necesidad de despachar preciadas vidas a las líneas del frente. No cabe duda

de la utilidad del avanzado y humano sistema de combate de la República.

El día en que los métodos honestos de la República derroten a las reliquias

malvadas del caído Imperio seguramente llegará incluso antes de que la

Legión completa deje de funcionar en dos años. Salve la República de

Magnolia. Gloria a la bandera de cinco colores.”

La expresión de Lena se oscureció al ver la brillante sonrisa del alabastrino

presentador de cabello como la nieve y ojos plateados. Este optimista, o

mejor dicho poco realista, reporte había sido repetido incontables veces

desde el comienzo de la guerra, y la mayoría de civiles no dudaban su

autenticidad. Ellos lo creían, a pesar del hecho de que luego de ser

expulsados de más de la mitad de su territorio en menos de un mes en guerra,

la República había fallado en recuperar siquiera un poco de terreno en nueve

años de lucha.

Y todo lo que tomaba era una rápida mirada a esta pintoresca calle principal

para notar cierto hecho. Era evidente en el presentador, en las parejas y

estudiantes en el café, en los transeúntes, y por supuesto, incluso en Lena.

La República se enorgullecía de ser la primera democracia moderna en el

mundo y de dar la bienvenida proactivamente a los inmigrantes de otros

países. La República había sido la tierra nativa de los Alba desde la

antigüedad, mientras otros países eran hogar de personas de diferente color.

Todas las personas de color, Colorata, eran bienvenidas por igual, ya fuesen

los Aquila, oscuros como la noche; los Aurata dorados, que brillan como el

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sol; los Rubela con su brillante cabello escarlata; o los Caerulea de ojos

azules.

Pero justo ahora, si uno fuera a explorar la calle principal de la capital—no,

incluso si explorara la ciudad entera—todo lo que encontraría en los ochenta

y cinco Sectores administrativos de la República serían Alba de cabello y

ojos plateados.

Sí, formalmente hablando, no había soldados considerados humanos o

contados entre los muertos en el campo de batalla. Sin embargo…

“…Eso no significa que nadie murió.”

Una esquina del Palacio Blancneige, una vez hogar de la corte real en el

pasado, ahora servía como los lujosos cuarteles generales de las fuerzas

armadas. Este lugar, y la muralla fortificada que circulaba el sector

administrativo, la Gran Mule, era el lugar de destino de Lena y el centro de

comando de todas las fuerzas armadas de la República.

No había soldados fuera de la Gran Mule, en las líneas del frente a cien

kilómetros de las paredes fortificadas. Solo drones—Juggernauts—

luchaban en el campo de batalla, y eran comandados desde los cuartos de

control en los cuarteles generales de las fuerzas armadas. Su línea de

defensa, que consistía en más de cien mil Juggernauts, con un campo de

minas antipersona y anti-tanques y un cañón de artillería de intercepción

tierra-tierra detrás, ni una sola vez había sido rota. Y por supuesto, las

fuerzas estacionadas en la Gran Mule jamás habían visto combate real. Otras

profesiones en las fuerzas armadas incluían comunicaciones, transporte,

análisis, planeamiento táctico, y administraciones varias. En otras palabras,

ni un solo soldado en las fuerzas armadas de la República conocía el

combate verdadero.

Lena frunció el ceño, sintiendo el llamativo hedor del alcohol saliendo de

un grupo de oficiales que pasaron a su lado. Probablemente habían usado la

gran pantalla del cuarto de control para ver deportes o algo por el estilo una

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vez más. Dirigiéndoles una mirada de reproche, sus ojos se encontraron con

una mirada de desdén.

“Caballeros, parece que nuestra pequeña princesita tiene algo que decir.”

“Whoa, que miedo, que miedo. Sería mejor que se encerrara en su

habitación para jugar con sus preciados drones.”

Ella giró para verlos, incapaz de contener su irritación.

“Escuchen, ustedes—“

“Buenos días, Lena.”

Una voz la llamó desde un lado, se giró para encontrar y saludar a Annette,

quien se había unido al ejército al mismo tiempo que ella. Era una teniente

especializada afiliada con la división de laboratorios y amiga de Lena desde

la escuela secundaria.

Como ambas se habían saltado un año, ella era actualmente la única amiga

de Lena que tenía su misma edad.

“…Buenos días, Annette. Llegas temprano. ¿Hoy no te quedaste dormida?”

“Justo voy saliendo del trabajo. Ayer me quedé toda la noche… Por favor

no me pongas al mismo nivel que a esos idiotas, ¿entiendes? Sabes que

trabajo como loca. Surgió un problema que solo la genio certificada

Teniente Especializada Henrietta Penrose podía resolver.”

Annette dio un largo y casi felino bostezo. Su corto cabello era el plateado

de un Alba, y sus grandes y cansados ojos eran de una tonalidad igualmente

plateada. Annette se encogió de hombros, dando una mirada en la dirección

del grupo de borrachos que se habían retirado durante la conversación, como

si dijera que intentar disciplinar a idiotas como ellos era una pérdida de

tiempo. Lena se sonrojó, notando por la mirada en los elegantes ojos de su

amiga que ella intentaba detenerla de intentar justamente eso.

“Oh, cierto. La alerta de tu terminal de información estaba encendida.

Deberías encargarte de eso.”

“Oh no… Lo siento. Gracias, Annette.”

“Ni lo menciones. Solo intenta no quedarte mucho tiempo con los drones,

¿entendido?”

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Lena se dio media vuelta, el ceño fruncido aun en su rostro, y después de

sacudir su cabeza, se dirigió hacia su cuarto de comando designado.

El cuarto de comando era pequeño, iluminado medianamente por una

consola de comandos mecánica y artificial, sin la cual no sería más que un

frío y oscuro espacio. Las paredes plateadas y el piso eran ligeramente

iluminados por el holograma del modo en espera de la consola.

Tomando asiento en el sillón, Lena movió a un lado sus bucles de cabello y

colocó un resplandeciente anillo de metal—el Dispositivo RAID—

alrededor de su cuello mientras mantenía una mirada fría y dignificada.

Ahora que el frente de batalla se encontraba más allá de la Gran Mule, este

pequeño cuarto era el único campo de batalla que uno podía encontrar en

los ochenta y cinco Sectores de la República.

“Comenzando autentificación. Comandante Vladilena Milizé, oficial al

mando del noveno distrito del Frente Este, tercer escuadrón defensivo.”

Habiendo completado la autentificación por voz y por retina, el sistema de

control se encendió. Las pantallas holográficas parpadeaban una tras otra,

mostrando una vertiginosa cantidad de información de incontables piezas

de equipamiento de observación colocadas por todo el distante campo de

batalla. La pantalla principal era un mapa digital que mostraba las armas

móviles del enemigo y de la República como puntos de luz. Las unidades

aliadas—en otras palabras, los Juggernauts—se mostraban como puntos

azules, llegando su conteo hasta setenta. El tercer escuadrón, bajo el mando

de Lena, tenía veinticuatro unidades, mientras que el segundo y cuarto

escuadrón tenían veintitrés cada uno. Los puntos rojos que simbolizaban las

unidades enemigas, la Legión, eran demasiados para ser contados.

“Activando Para-RAID. Ajustando objetivo de Resonancia, Unidad de

Procesamiento de Información Pleiades.”

La porción azul cristalizada del Dispositivo RAID, la cual se encontraba

contra la nuca de Lena, repentinamente empezó a hormiguear con calor. No

era calor físico real, sino un calor ilusorio sentido por las células nerviosas

mientras eran estimuladas por la Resonancia Sensorial. El activado cristal-

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neurona servía como una unidad de procesamiento de información que

estimulaba cierta parte del cerebro. Quizás esa parte contenía potencial a

desbloquear a través de la evolución de la humanidad, o tal vez era una

sección carente de uso, olvidada por la humanidad cuando esta evolucionó.

Cualquiera fuese el caso, usar esa parte desbloqueaba, una función

misteriosa, casi vestigial del cerebro conocida como Night Head.

Lena pasó a través de un “camino”, sumergiéndose en un lugar más

profundo que su conciencia e incluso que su subconsciente. La “Conciencia

Colectiva” de la humanidad, compartida por cada uno de los miembros de

la raza humana. Lena conectó su conciencia con la del capitán del tercer

escuadrón, el Processor operando la unidad de Nombre Clave Pleiades, a

través del mar de la conciencia. La información sensorial de Pleiades y la

de Lena ahora estaban conectadas y eran compartidas.

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“Handler One a Pleiades—Resonancia completa. Espero trabajar con

ustedes el día de hoy”, dijo gentilmente, y la “voz” de un joven,

presumiblemente un año o dos mayor que ella, contestó.

“Pleiades a Handler One. Resonancia fuerte y clara.”

La voz estaba envenenada con ironía. Lena se encontraba a solas en el cuarto

de comando, así que la voz no pertenecía a alguien que se encontrara ahí

con ella. Era la voz del Processor de Pleiades, siendo transmitida a ella a

través de su ahora compartido sentido del oído.

Una voz.

Habiendo sido construidos de manera apresurada durante la guerra, los

Juggernauts no fueron construidos de manera que fueran capaces de

comunicarse oralmente, y no fueron programados para tener habilidades

cognitivas avanzadas que les permitieran pensar o sentir. El Para-RAID—

la Resonancia Sensorial—conectaba las conciencias a través de la

Conciencia Colectiva Humana; el campo minado de las líneas de defensa, a

pesar de que el enemigo usaba unidades blindadas, estaba lleno de minas

antipersona.

El secreto detrás de las líneas del frente donde drones batallaban unos contra

otros, el campo de batalla con cero bajas.

“Tus saludos dirigidos a nosotros, los infrahumanos Ochenta-y-Seis,

son muy apreciados, Alba.”

Ochenta y Seis. Mientras el continente era barrido por la Legión, el último

paraíso para los ciudadanos de la República eran los ochenta y cinco

Sectores. El Sector Ochenta y Seis fue designado tierra de nadie, poblado

por cerdos con forma humana. A pesar de haber nacido ciudadanos de la

República, ellos habían sido decretados infrahumanos, formas de vida

inferiores, por esa misma República. Ese era el nombre derogatorio para

aquellos Colorata lanzados fuera de la Gran Mule para vivir en campos de

concentración en las líneas del frente.

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Nueve años antes, año 358 del calendario de la República, año 2136 del

calendario global.

El vecino Este de la República y superpotencia del continente Norte, el

Imperio de Giad, declaró la guerra a todos sus países vecinos y comenzó a

atacar con un ejército conformado completamente por los primeros drones

de combate autónomos no tripulados del mundo, la Legión.

Enfrentados con la abrumadora fuerza militar del Imperio, las Fuerzas

Armadas de la República fueron diezmadas en la mitad de un mes. Mientras

los restos del ejército reunían sus fuerzas restantes para detener la invasión

a través de tácticas de retraso inútiles, el gobierno de la República tomó dos

decisiones.

La primera fue la evacuación de todos los ciudadanos de la República al

Sector administrativo Octogésimo quinto. El segundo fue la Orden

Presidencial #6609. El Acta Especial de Preservación de la Paz en Tiempo

de Guerra. Esta ley reconocía a todas las personas de descendencia Colorata

dentro de los bordes de la República como personajes perjudiciales y

simpatizantes del Imperio y permitía el despojo de sus derechos civiles.

Ellos fueron designados como objetivos de monitoreo y fueron aislados en

campos de concentración fuera de los ochenta y cinco Sectores.

Este acto fue, por supuesto, en violación a la constitución de la República y

al espíritu de la bandera de cinco colores. La ley, además, no incluía a los

Alba que antiguamente vivieran en el Imperio. Y tampoco perdonaba a los

Colorata que no venían originalmente del Imperio. Era una ley de descarado

racismo y discriminación.

Los Colorata se opusieron a la ley, por supuesto, pero dicha oposición fue

silenciada con violencia de manos del gobierno. Algunos Alba, aunque

pocos, también se opusieron a la ley, pero la gran mayoría la aceptó. Los

ochenta y cinco Sectores eran demasiado pequeños para acomodar al gran

número de civiles y no había ni de cerca suficiente comida, tierra o trabajo

para todos. Rumores falsos eran esparcidos acerca de que la derrota de la

República en la guerra llegó como resultado de espionaje Colorata. Esos

rumores eran mucho más fáciles de aceptar para los civiles que la

inferioridad tecnológica del país.

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Pero más que nada, en una situación donde eran rodeados y aislados por

enemigos, ellos necesitaban algo, a alguien, en quien descargar sus

frustraciones. Esta justificación por eugenesia se esparció rápidamente entre

la comunidad. Los Alba, quienes fundaron el país que se erguía como líder

en la defensa de la democracia—la más grande y más humana de todas las

formas de gobierno—eran la raza superior. En contraste, los Colorata, con

su obsoleto, cruel e inhumano imperialismo, eran una especie inferior—

Infrahumanos tontos y bárbaros, cerdos con forma humana y el resultado de

errores en la evolución.

Así, todos los Colorata en la República fueron desterrados a campos de

concentración donde eran forzados a trabajar y reclutados por el bien de

construir la Gran Mule. Sus propiedades y pertenencias fueron requisadas

por el gobierno para financiar la construcción de la muralla y los esfuerzos

de guerra, y los civiles Alba que eran perdonados del reclutamiento, trabajo,

e impuestos de guerra, todos ellos alababan la metodología humana del

gobierno.

Los Alba se reían de los Colorata llamándolos una especie inferior,

llamándolos los Ochenta-y-Seis. Este acercamiento discriminatorio llegó al

punto más alto dos años después con la introducción de drones tripulados

por soldados de carne y hueso—y todos esos soldados eran los Ochenta-y-

Seis. A pesar de derramar todos sus esfuerzos en producir un dron no

tripulado propio de la República, ningún intento logró alcanzar el nivel

necesario para soportar combate real. Pero de ninguna manera los superiores

Alba podrían admitir haber fallado en producir tal maquina cuando el

inferior Imperio pudo.

Ya que los Ochenta-y-Seis no eran considerados humanos, que uno pilotee

la máquina no la categorizaría como una nave tripulada, sino como un dron

no tripulado.

El Dron Autónomo Militarizado de la República conocido como el

Juggernaut, producido en masa por Industrias Militares de la República

(IMR), fue elogiado por los civiles cuando salió a la luz como un sistema

de armas innovador, con tecnología de punta, y humano que minimizaba las

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bajas humanas a cero. Los Ochenta-y-Seis que servían como pilotos eran

designados como “Unidades de Procesamiento de Información”—

Processors—convirtiendo al Juggernaut en un Dron Operado.

Año 367 del calendario de la República. Un día más comenzaba en donde

soldados, quienes no eran tratados como más que partes mecánicas, salían

a sufrir sus muertes que no serían contadas como tal, a un campo de batalla

con cero bajas.

Confirmando que los puntos rojos pertenecientes a la Legión se retiraban

hacia el Este—a las profundidades de su territorio—Lena finalmente sintió

toda la tensión comenzando a dejar su cuerpo. A cambio de su retirada, su

tercer escuadrón perdió siete unidades. Un sabor amargo llenaba su boca.

Siete Juggernauts detonados, explotando junto a sus Processors que los

piloteaban. Ninguno sobrevivió.

Juggernaut—el nombre que los “desarrolladores intelectuales” les dieron a

estas máquinas, salía del nombre de un dios de los mitos de una tierra

extranjera. Sinfín de personas se reunirían ante este tanque en busca de

salvación y serían atropellados por sus ruedas y aplastados hasta la muerte

con su despertar.

“…Handler One a Pleiades. Hemos confirmado la retirada de las fuerzas

enemigas.”

Ella se comunicó con el Processor de Pleiades—el piloto Ochenta-y-Seis

que accedió a servir en el campo de batalla por cinco años a cambio de la

restauración de los derechos civiles de su familia—a través del Para-RAID.

La Resonancia Sensorial les permitía escuchar la voz de cada uno, así como

los sonidos a sus alrededores. Era un medio verdaderamente innovador de

comunicación que volvía las transmisiones por radio (las cuales eran

susceptibles a interferencias debido a la distancia, clima, y terreno—sin

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mencionar las interferencias electromagnéticas de las nubes de

Eintagsfliege) completamente obsoletas.

Teóricamente, los cinco sentidos podían ser conectados a través del Para-

RAID, pero por lo normal, los usuarios elegían solo conectar su sentido del

oído. La cantidad de información compartida al conectar la vista a través

del Para-RAID era a menudo apabullante y podía resultar en una sobrecarga

de los sentidos, arriesgando al usuario a un serio daño. El oído, por otro lado,

daba una sólida comprensión de la situación en el otro lado usando

información mínima. En términos de experiencia real, no era muy diferente

de la comunicación vía radio o teléfono, pero en comparación a estos

últimos, había menos interrupciones en el uso del Para-RAID.

Lena creía en que esas no eran las únicas razones para no conectar otros

sentidos. El reusarse a conectar su vista le permitía al Handler evitar tener

que ver muchas cosas: la impresionante vista de los enemigos dirigiéndose

hacia ti, la vista de tus aliados siendo volados en pedazos sin piedad en todas

direcciones, el color de las vísceras y la sangre de tu propio cuerpo

destripado.

“El cuarto escuadrón comenzará vigilancia. Tercer escuadrón, por favor

regresen a la base.”

“Pleiades, entendido… Espero que disfrutaras ver a estos cerdos armar

un alboroto a través de tu pequeño telescopio, Handler One.”

La mordaz ironía que no dejó la voz del chico en ningún momento hizo que

Lena inclinara la cabeza. Ella sabía que no podían evitar odiarla. Ella era

una Alba—y uno de sus opresores. Y justo como él dijo, verlos era parte de

su rol como Handler.

“Buen trabajo, Pleiades. Y a todas las demás unidades también, y en cuanto

a los siete que cayeron… Lo siento muchísimo.”

“…”

Cierta frialdad, como aquella de una espada siendo desenfundada, se mezcló

con el silencio del otro lado de la Resonancia. El Para-RAID conectaba

solamente el sentido del oído, pero ya que la Resonancia era conducida a

través de sus conciencias, los sentimientos que normalmente solo se

transmitirían en conversaciones cara a cara también eran transmitidos.

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“…Gracias por todas esas palabras amables que siempre nos ofreces,

Handler One.”

Frío desprecio y odio cubrían esas palabras. Pero había algo más en esa

frialdad, algo que iba más allá del obvio odio e indignación que una persona

sentiría hacia sus opresores. Algo que dejó confundida y perpleja a Lena.

Las noticias de la mañana siguiente una vez más hablaban de lo vastas que

eran las bajas del enemigo, qué tan leve era el daño a la República, y cómo

hubo—como siempre—cero bajas. El presentador una vez más alabó la

tecnología de punta y tácticas humanas de la República, así como lo cerca

que debería estar la derrota del enemigo, y así siguió, como siempre. Lena

algunas veces se preguntaba si las noticias no eran una grabación

reproducida una y otra vez. Esta era una transmisión patrocinada por el

gobierno, con el emblema de una espada y cadenas rotas en el fondo. Esto

representaba la derroca del reinado soberano y la caída de la opresión, eran

el símbolo de San Magnolia, el santo patrón de la revolución.

“…En preparación para el cese de hostilidades dentro de dos años, el

gobierno ha decidido reducir gradualmente los fondos militares. Como

precursor a tal acción, el décimo séptimo distrito del Frente Sur será abolido,

y todas las fuerzas estacionadas ahí disueltas y dadas de baja—“

Lena suspiró. Ellos probablemente perdieron el décimo séptimo distrito.

Esto ciertamente no sería el tipo de noticias que pudieran permitirse dejar

pasar. No solo habían perdido territorio, se habían rendido en intentar

reclamarlo y escogieron en su lugar, desarmarse. El gobierno había usado

todas las propiedades de los Ochenta-y-Seis hacía ya tiempo, y ahora las

voces de los civiles demandando que redujeran el vasto presupuesto de

guerra y se desarmaran en favor del bienestar y de las obras públicas se

estaban volviendo gradualmente más difíciles de ignorar.

Sentada frente a ella, vestida con un traje anticuado, la madre de Lena abrió

sus perfectamente pintados labios para hablar.

“¿…Qué sucede, Lena? Olvídate de tus problemas y come un poco.”

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La mesa del comedor tenía sobre ella el desayuno, pero la mayoría de él era

comida sintética de fábrica. Habiendo perdido la mitad de sus tierras, la

República se quedaba sin espacio mientras su población crecía en un 80 por

ciento—con excepción de los Ochenta-y-Seis. Y los ochenta y cinco

Sectores no tenían la tierra necesaria para soportar la población. También

carecían de comunicación con países extranjeros debido a las interferencias

por parte de los Eintagsfliege, lo cual significaba que el comercio, las

relaciones diplomáticas, e incluso confirmar si todavía existían otros países

era imposible.

Lena tomó un sorbo de té, diferente al té que ella vagamente recordaba del

pasado, y cortó una pieza de carne sintética, hecha de proteínas de trigo y

creada para replicar el sabor y apariencia de la carne natural. La única cosa

natural en la comida era la compota añadida a su té, hecha de frambuesas

que crecían en su jardín. Pero incluso esto era una comodidad que no era

vista en los hogares promedio de la República, los cuales ni siquiera tenían

espacio para macetas, mucho menos para un jardín, convirtiendo así el

jardín de este hogar en algo más o menos de valor.

Su madre sonrió

“Lena, ¿no va siendo hora de que abandones el ejército y encuentres un

novio de una buena familia?”

Lena suspiro internamente. Esta conversación era repetida palabra por

palabra todos los días, al igual que la transmisión de noticias. Pedigrí.

Estatus. Posición. Linaje. Estirpe superior. Este vestido de seda, que se

volvía anticuado y obsoleto en el momento que ponía un pie fuera de la casa.

Esta mansión, construida en los días en que la familia Milizé era

considerada de la nobleza. Reliquias preservadas de una era feliz perdida

hacía tiempo, congeladas en el tiempo, rodeadas de dulces sueños y

rehusándose a ver la realidad.

“La Legión y los Ochenta-y-Seis difícilmente son temas de los cuales la hija

de la gran familia Milizé deba preocuparse. Sé que tu difunto padre era un

soldado, pero la guerra ya quedó atrás para nosotros.”

¿Cómo podría haber quedado la guerra atrás si el país aún se encontraba

peleando contra la Legión? El campo de batalla tan solo se encontraba lejos

y fuera de vista, y aquellos que fueron a la guerra jamás regresaron para

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hablar sobre ella. Mientras que en lo que respecta a los civiles, la guerra no

era más que una colección de eventos ficticios de una película, sin un

sentido de realidad ni de relación de su parte.

“Proteger la patria es el trabajo y orgullo de los ciudadanos de la República,

madre. Y por favor no los llames Ochenta-y-Seis. Ellos son ciudadanos

respetables de la República, al igual que tú y yo.”

Una arruga corrió por la refinada y pequeña nariz de su madre.

“¿Cómo puedes considerarlos miembros de la República cuando están

manchados con esos sucios colores? Honestamente, incluso si debes

alimentar al ganado para que hagan lo que digas, ¿en qué pensaba el

gobierno, dejando que esos animales toquen suelo de la República?”

A los Ochenta-y-Seis que aceptaban luchar se les era concedida la

restauración de sus derechos civiles al igual que los derechos de su familia.

Para protegerlos de la severa persecución y discriminación de los ochenta y

cinco Sectores, sus paraderos se mantenían confidenciales, pero habían

pasado nueve años desde el comienzo de la guerra. Seguramente algunos de

ellos ya habían regresado a vivir en sus antiguos hogares.

Esta era la recompensa justa que recibían por su dedicación al estado.

Lamentablemente, aquellos en el poder no podían ver la justificación por

una recompensa así y meramente sacudían sus cabezas ante la deplorable

situación.

“Ah, qué terrible. Hace tan solo diez años ellos holgazaneaban en Liberté et

Égalité como si de su hogar se tratara. Y quién pensaría que ahora podrían

regresar… ¿Hasta qué punto la libertad e igualdad de la República deberá

ser mancillada para que ellos estén satisfechos…?”

“…Madre, si algo está mancillando la libertad e igualdad, esas serían tus

palabras.”

“¿Perdón?”

Lena suspiró de verdad al ver la expresión estupefacta de su madre. Ella no

entendía. Ella honestamente no entendía. Y no solo su madre. Los civiles

de toda la República se enorgullecían de la bandera de cinco colores y de la

libertad, igualdad, hermandad, justicia y grandeza que esta representaba.

Ellos creían haber aprendido de la historia y aborrecían la tiranía, resentían

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la explotación, despreciaban la discriminación, y evitaban el asesinato y las

atrocidades, viendo estas como actos malvados.

Pero ellos simplemente no entendían que la República cometía esas mismas

atrocidades frente a sus narices. Y si fueras a intentar hacérselos ver, te

verían con lástima y preguntarían, “¿No puedes diferenciar cerdos de

personas?” Lena mordió su labio. Las palabras eran muy convenientes.

Podían disimular la verdad tan fácilmente. Todo lo que tomaba era una

simple reescritura de un nombre, y podías reducir un humano a un cerdo.

Su madre la veía con una expresión afligida pero eventualmente sonrió,

como si hubiera llegado a un entendimiento.

“Tu padre se compadecía del ganado, y ahora tú eres igual que él. ¿No es

así?”

“N-No, eso no…”

Lena respetaba profundamente a su padre, quien había objetado

enormemente por el confinamiento de los Ochenta-y-Seis hasta el amargo

final. Pero ella no pretendía seguir sus pasos.

Porque ella aun podía recordar aquella silueta de una araña cuadrúpeda, la

cresta de un caballero esquelético sin cabeza grabada en su coraza, la mano

extendida que la había salvado del desastre, aquellas sombras de un brillante

rojo y un profundo negro con las que él había cargado desde su nacimiento.

Somos ciudadanos de la República. Nacimos y nos criamos en este país. Y

es por eso que…

La voz presuntuosa de su madre sacó a Lena de sus recuerdos.

“Pero debes saber, Lena. Debes tratar al ganado como ganado. No puedes

hacer que esos bárbaros Ochenta-y-Seis entiendan los ideales y la grandeza

humana, así de simple. Es de sentido común que los hayamos confinado en

sus jaulas y que controlemos sus vidas.”

Lena sin mediar palabra acabó su desayuno, limpió su boca con una

servilleta, y se levantó.

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“Me voy, Madre.”

“¿Cambiarán mi escuadrón asignado…?”

El dorado tapizado, con líneas rojo oscuro, le daba a la oficina del

comandante de división una profunda y dignificada atmósfera. Lena

parpadeó con sus ojos plateados, su mirada fija en la noticia de cambio de

personal que había recibido del comandante de división sentado detrás del

anticuado escritorio, el Comodoro Karlstahl.

Reorganización de escuadrones y, por extensión, cambios del escuadrón

asignado de los Handler sucedían con más frecuencia de lo que se pensaría.

Mientras participaban en batalla tras batalla, los escuadrones recibían

gradualmente más bajas al punto en que continuar el combate resultaba

imposible. Por lo tanto, los escuadrones eran integrados uno dentro de otro,

reorganizados, abolidos, y formados de nuevo. Incluso transferencias

debido a la completa erradicación de un escuadrón eran comunes, no

obstante, eran una circunstancia que Lena nunca había experimentado

personalmente ni una que quisiera experimentar.

La Legión era así de poderosa.

Habiéndolos desarrollado con una gran ferocidad y superioridad

tecnológica, el militante Imperio Giadian no escatimó en costos al momento

de equipar a la Legión con el más avanzado armamento y permitiéndoles la

mayor movilidad posible, al igual que capacidad de pensamiento autónomo

tan avanzada que era difícil creer que eran un producto de la tecnología

actual. Y para terminar de empeorar las cosas, ya que eran verdaderos

drones no tripulados, la Legión nunca se agotaba, nunca desobedecía

órdenes, y nunca temía. Y sin importar cuantos fueran destruidos, fábricas

de producción y reparación completamente automatizadas yacían

esparcidas en las profundidades de su territorio, lanzando nuevas unidades

como el humo que salía de sus chimeneas.

Contrario a lo que los civiles creían, el Juggernaut era mucho más inferior

a la Legión en términos de desempeño, y la idea de salir de una pelea con la

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Legión con bajas mínimas era impensable. Incluso si la República infligía

gran daño a la Legión, ellos siempre regresaban igual en números, y lo

máximo que podía hacer la República era mantener su línea defensiva.

Sin embargo, el escuadrón del que Lena estaba a cargo no había sufrido

tantas pérdidas.

Las mejillas llenas de cicatrices de Karlstahl se aflojaron en una sonrisa. Su

barba daba una sensación de gentil dignidad, y su complexión era alta y de

hombros anchos.

“Tu escuadrón no será reorganizado ni integrado a otro. La verdad es que el

Handler de otro escuadrón recientemente dimitió, y necesitamos elegir un

Handler de reemplazo de otro escuadrón lo más rápido posible.”

“¿Se trata de una unidad defensiva de un sitio importante?”

Lo cual significaba que era una unidad que no podía permanecer en espera

aguardando la llegada de un Handler de reemplazo.

“Exacto. Es el primer escuadrón defensivo del primer distrito del Frente

Este, también conocido como el escuadrón Spearhead. Es una unidad que

consiste de veteranos del Frente Este…Podrías llamarla una unidad de élite.”

Eso hizo que los hermosos rasgos de Lena se contorsionaran en un ceño

fruncido. El primer distrito era ciertamente un sitio importante; era una

imperativa posición defensiva donde el avance de la Legión era más

violento. Y el primer escuadrón defensivo era una unidad significativa que

era responsable de la defensa del primer distrito sin la ayuda de nadie más.

Los deberes de dicho escuadrón, tales como patrullajes nocturnos y el apoyo

a otras unidades, eran enteramente diferentes comparadas al segundo,

tercero, y cuarto escuadrón, que servían como refuerzos en caso de que el

primero no fuera capaz de desplegarse.”

“Creo que es demasiada responsabilidad para una novata como yo, señor…”

Karlstahl sonrió irónicamente.

“¿Es eso algo que una talentosa Oficial quien fue la más joven y la primera

en ser promovida a Comandante de noventa y un alumnos debería decir?

Ser demasiado modesta puede traerte la ira de otros, Lena.”

“L-Lo siento, Señor Jérôme.”

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Karlstahl se refirió a Lena por su primer nombre, y ella respondió bajando

la cabeza de una manera impropia de un subordinado. Karlstahl había sido

un buen amigo del ahora difunto padre de Lena, quien había peleado a su

lado hace nueve años como parte de las ahora demolidas Fuerzas Armadas

de la República. Los dos estaban entre los únicos supervivientes. Él llegaba

a visitar a menudo cuando Lena era pequeña y jugaba con ella, y luego del

deceso de su padre, él ayudó a preparar el funeral, y también apoyó a Lena

y a su familia en varias maneras.

“Seré franco contigo… No tenemos ningún otro candidato para Handler del

escuadrón Spearhead.”

“¿No había dicho que era una unidad de élite? Creo que ser puesto a cargo

de una unidad así sería un gran honor para cualquier soldado de la

República.”

Sin embargo, no todos los Handlers se tomaban su trabajo en serio. Algunos

veían televisión o jugaban videojuegos en los cuartos de comando o de

plano los dejaban desatendidos. Otros les darían terribles órdenes a sus

Processors o no los proveerían con ningún tipo de información y verían

como morían, como si fuera una película. Otros apostarían con sus colegas

qué escuadrón sería eliminado primero. Lena sabía todo eso, por supuesto.

En todo caso, aquellos que se tomaban su trabajo en serio eran la minoría,

pero eso es ya otro tema.

“Ah, bueno, es una unidad de élite, pero…”

Karlstahl pareció dudar un segundo.

“Es por la unidad capitán2 del escuadrón Spearhead, Nombre Personal:

Undertaker. Tiene algo así como, digamos, un pasado particular.”

Undertaker. Qué raro nombre.

“Los Handler que lo conocen parecen llamarle Parca y le tienen un miedo

tremendo…Parece que tiene una tendencia a…romper a sus Handlers.”

“¿Eh?”

2 Es el nombre del Juggernaut líder, la unidad capitán. los Processors no tienen nombre porque ‘no existen’, o sea, Shin no existe en los registros del ejército. Estos Processors son los Colorata.

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Lena contestó con sorpresa. Si fuera al contrario, no habría sido tan raro,

pero ¿un Processor rompiendo a un Handler?

¿Cómo?

“¿Señor, está seguro que no se trata solo de un cuento de hadas?”

“Te garantizo que no puedo darme el lujo de llamar a mis subordinados a

discutir rumores, querida… Es un hecho que un gran e inusual número de

Handlers que estuvieron a cargo del escuadrón de Undertaker han solicitado

cambiar funciones o solicitan dimitir por completo. Algunos han solicitado

ser transferidos inmediatamente luego de su primera misión de combate, y

aunque no estamos seguros si está relacionado, algunos han cometido

suicidio luego de dimitir.”

“Señor, ¿suicidio…?”

“Es difícil de creer, pero…ellos dicen ‘escuchar las voces de los fantasmas’

y que eran perseguidos por ellos incluso después de retirarse del servicio.”

“…”

No sonaba como algo diferente a un cuento de hadas. Karlstahl inclinó la

cabeza, ansioso, intentando discernir lo que Lena pensaba.

“Si estás en contra, siéntete libre de negarte, Lena. Puedes quedarte

comandando tu escuadrón actual, y como he dicho, Spearhead está

compuesto por veteranos. Por lo que escuché, la Resonancia con ellos

durante combate no es recomendada, así que bien podríamos dejar el mando

a aquellos en el campo y proveer monitoreo mínimo—“

Lena frunció los labios firmemente.

“Lo haré. Pondré todo mi empeño en servir como la oficial al mando del

escuadrón Spearhead.”

Proteger la patria era el deber y orgullo de los ciudadanos de la República.

Ser puesta a cargo de una unidad cuya posición era la vanguardia en los

esfuerzos de guerra era todo lo que ella podía pedir, y dejar que esta

oportunidad pasara era inaceptable.

Karlstahl sonrió con cariño. En serio, esta chica es simplemente demasiado

buena…

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“Puedes hacer lo mínimo que se te pida. No hay necesidad de que hagas

nada innecesario… Y, además, abstente de interactuar demasiado con los

Processors.”

“Conocer a tus subordinados es parte de los deberes de un oficial al mando.

Así que siempre y cuando no me rechacen, daré todo mi esfuerzo para

interactuar con ellos.”

“Santo cielo…”

Karlstahl suspiró mientras mantenía una sonrisa gentil. Abrió el cajón de su

escritorio y sacó un bulto de documentos.

“Y mientras hablamos de estas cosas, tengo algo más que decir. Por todos

los cielos, deja de colocar el número de bajas en tus reportes. Oficialmente

no hay personas en el campo de batalla, así que no podemos aceptar

documentos sobre información que no existe… Incluso si esta es tu forma

de protestar, ya no hay nadie que se tome estas cosas en serio.”

“En cualquier caso, no puedo ignorar los hechos... Ya no hay bases para

confinar a los Colorata.”

El Imperio de Giad tomó al continente como una tormenta con su ejército

de la Legión. Pero por alguna razón, parecía que este había caído en la ruina

hace cuatro años. Las transmisiones del Imperio que la República era capaz

de interceptar aun entre las olas de interferencias de los Eintagsfliege

repentinamente se detuvieron, y desde entonces han sido incapaces de

interceptarlas. Era incierto por qué el Imperio había caído; ¿la legión se

rebeló, o hubo otra razón? Cual fuese el caso, un hecho era claro: El Imperio

había caído.

Los Ochenta-y-Seis fueron detenidos por ser “descendencia del Imperio”,

pero ahora que dicho Imperio ya no existía, tampoco existía justificación

para su continuo confinamiento. Sin embargo, habiendo probado los

beneficios de su descarada discriminación, los civiles de la República eran

reacios a cambiar su forma de actuar. Pisotear a otros les brindaba la ilusión

de superioridad, y tener un grupo al cual oprimir los hacía sentir como si

fueran los vencedores. Habiendo sido capturados, humillados, y empujados

a un estado de emergencia por el arsenal superior del Imperio, esto era

meramente una forma de escapismo que les permitía mentirse a sí mismos,

en lugar de confrontar la realidad.

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“Ser tolerantes de esos errores es equivalente a apoyarlos. Hacer esto no es

algo que debería ser permitido en—“

“Lena.”

Ese gentil llamado hizo que Lena detuviera su lengua.

“Tu búsqueda de ideales es demasiado vivaz, sin importar si esos ideales

son tuyos o de alguien más. Los ideales son preciados precisamente porque

son inalcanzables.”

“…Pero…”

Los ojos plateados de Karlstahl dudaron con una nostalgia agridulce.

“Realmente te pareces a Václav… Bien, Comandante Vladilena Milizé. Por

la presente te nombro oficial al mando del primer escuadrón defensivo del

primer distrito del Frente Este, con efecto desde el día de hoy. Espero que

lo hagas de la mejor manera posible.”

“Muchas gracias, señor.”

“¿…Así que al final aceptaste la oferta? Eres rara, Lena.”

Tomar el mando de un nuevo escuadrón significaba que varias cosas

cambiarían también, y una de esas cosas era la información-objetivo del

Para-RAID. Annette era la oficial a cargo del equipo de desarrollo del Para-

RAID, así que todas las peticiones sobre los ajustes de la configuración de

la Resonancia Sensorial de Lena eran manejadas por ella. Ella también fue

quien sugirió que Lena pasara por una inspección médica mientras hacían

eso, y ahora Lena se encontraba colocándose de nuevo su uniforme cuando

Annette la reprendió.

Después de colocar la bata de paciente en una percha, Lena le respondió a

Annette desde el otro lado de la ventana de vidrio reforzado de la sala

médica, aun abotonando su blusa. El edificio del distrito medico había sido

una vez una casa de campo de la realeza durante la era de la monarquía, por

lo que su exterior era aquel visto en una elegante hacienda de la Edad Media.

Pero en el interior, tenía un insípido y futurista diseño, definido con metal y

paneles de vidrio que daban una sensación robótica e inorgánica. Una de las

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pantallas de vidrio tenía el video de un pez tropical y de coral proyectado

sobre ella.

“Digo, es solo un cuento de hadas. Annette. Una excusa de los soldados para

saltarse el trabajo.”

Abrochando ambas medias con sus ligas, Lena sintió sus labios aflojando

una sonrisa. Ella hacia sus inspecciones médicas periódicas del Para-RAID

con regularidad, así que no había necesidad de que Annette se preocupara,

pero ella al fin y al cabo era una entrometida…

“Bueno, la parte sobre los suicidios es verdad.”

Sentándose al otro lado de la pared de vidrio, Annette añadió casualmente

ese pequeño dato mientras ingresaba la nueva configuración en el

Dispositivo RAID de Lena y sorbía café—o mejor dicho, una substancia

lodosa que probablemente se suponía que pareciese café—de su taza.

“No me creo esas cosas de los fantasmas. Los más viejos probablemente se

inventaron eso para tener algo de lo qué hablar. Pero es verdad. Uno se voló

la cabeza con una escopeta.”

Habiéndose puesto su falta y chaqueta, Lena se giró, enderezando el cuello

de su atuendo. Peinó hacia atrás su cabello que había caído por sobre sus

hombros cuando se había inclinado.

“¿En serio?”

“Tuvimos una solicitud para revisar que no fuera un malfuncionamiento del

Para-RAID. Dimisiones de lado, cuando alguien se suicida, la información

acerca del hecho suele esparcirse.”

“¿Y cuáles fueron los resultados?”

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Annette se encogió de hombros casualmente.

“Quién sabe.”

“¿A-A qué te refieres con ‘Quién sabe’…?”

“¿Qué tipo de detalles se supone que reúna cuando el sujeto ya está muerto?

Ninguna anormalidad se encontró en el Dispositivo RAID, eso es todo. Les

dije que, si querían que indagara más a fondo, debían traerme a aquel

Processor. Undertaker, creo que se llamaba. Pero, los cabeza hueca de

Transporte comenzaron con las tonterías de “No hay espacio para cerdos en

nuestros vuelos.”

Annette cruzó sus brazos mientras se recostaba contra el respaldo de la silla

y resopló con indignación. Esta actitud siempre echaba a perder su juvenil

apariencia.

“Si ellos lo hubieran traído para acá, habría sido capaz de desmenuzar su

cerebro e investigar. Maldita sea.”

Lena frunció el ceño ante tal amenazante comentario. Annette no hablaba

en serio, por supuesto, pero aun así era algo bastante oscuro.

“…Hmm, ¿cómo es que sabías de ese Processor…?”

“Lo escuché de la PM3. Me dejaron ver el reporte, pero en serio era solo un

bulto de información oficial. Me preguntaron si se me ocurría algo, y eso

fue todo. Ni idea si él tiene algo que ver con lo ocurrido.”

Habiendo dicho esto, Annette sonrió irónicamente.

“Aparentemente, cuando le dijeron que su Handler había muerto, todo lo

que dijo fue ‘Ya veo’. Como si no tuviera ni idea de cómo tomarlo. Supongo

que tiene sentido que un Ochenta-y-Seis se sienta de esa manera. Incluso si

les dices que su oficial al mando murió, a ellos realmente no les importa.”

“…”

Cuando ella vio la expresión silenciosa de Lena, la sonrisa desapareció del

rostro de Annette.

“…Lena, como te dije, deberías transferirte a los laboratorios.”

3 Policía Militar

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“¿?”

Annette veía la expresión perpleja de Lena con sus brillantes y felinos ojos.

“Por cómo están las cosas, las fuerzas armadas no son más que asistencia

para los desempleados. En todos lugares menos en el laboratorio hay idiotas

de los Sectores mayores que no pudieron mantener un trabajo.”

El centro administrativo actual de la República era el Primer Sector, y este

era el corazón de todo. Los demás Sectores se extendían desde sus cuatro

lados en un diseño rectangular, con números designados en orden de

cercanía. Mientras más alto el número de Sector, peor era el entorno

residencial, la seguridad pública, y los estándares de educación, y también

más alto era el desempleo.

“¿Qué harás dentro de dos años una vez que la Legión ya no sea un

problema? Tener ‘antiguo personal militar’ en tu currículum no llamará la

atención durante los tiempos de paz.”

Lena sonrió. En dos años, todas las unidades de la Legión se apagarían. Ese

era el hecho que la República percibió al inspeccionar varias unidades de la

Legión de las cuales se habían apoderado. Las unidades centrales de

procesamiento de la Legión tenían un tiempo de vida programado en ellas:

cincuenta mil horas de tiempo de operación por versión. En otras palabras,

solo seis años.

El Imperio debe haber añadido este elemento al diseño como respaldo para

asegurar que la Legión no enloqueciera y se revelara.

Y ya que el Imperio fue presumiblemente destruido hace cuatro años, todas

las unidades centrales de procesamiento de la Legión deberían averiarse y

cesar operaciones en dos años. Y sin duda alguna, el número de la Legión

que habían detectado en el campo de batalla había estado disminuyendo con

el pasar de los años. Unidades que no habían recibido la última actualización

habían comenzado a apagarse.

“Gracias por la oferta. Pero justo ahora, estamos en guerra.”

“Sí, pero este no tiene por qué ser tu trabajo.”

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Annette no iba a retroceder. Completando su trabajo, ella movió a un lado

la pantalla holográfica, se inclinó hacia adelante, y comenzó a ventilar sus

frustraciones con una voz agitada y amarga.

“Sin importar cuál sea la verdad, hablamos de un Processor desquiciado.

Quién sabe qué esperar de él… Y, además, no se sabe si el Para-RAID en

realidad es seguro.”

Los ojos de Lena se abrieron de par en par.

“¿No se había comprobado que el Para-RAID era perfectamente seguro?”

Annette había, aparentemente, dejado salir algo que no debía salir. Bajó su

voz, y siguió hablando con una expresión culposa que hacía claro que se

acababa de meter en problemas.

“Vamos, Lena, ¿acaso no sabes cómo funciona este país? Aunque lo digan

públicamente, eso no significa que sea verdad.”

La República se enorgullecía de ser una raza superior y en lo infalible de su

tecnología. Incluso si hubiera algunos defectos, jamás podrían hacerlos

públicos. Esto era verdad con el Para-RAID…y con los Juggernauts.

“La realidad es que descubrieron esta tecnología tras inspeccionar a

personas con, bueno, percepción extrasensorial. Así es como descubrieron

qué parte del cerebro estimular…y eso es lo que hace esta cosa.”

Ella tocó el Dispositivo RAID con su mano: un cristal azul y un marco

delicado de plata. El cristal en ese momento se encontraba conectado a

través de varios cables a una terminal de información, mientras se

sobrescribía la información dentro.

“Esos ‘Espers’ podían Resonar con otros miembros de su familia, por eso

los dispositivos del Handler y del Processor cargan información cuasi

genética que los identifica como familiares de segundo grado. Aún no

sabemos cómo es que dicha Resonancia funciona.”

“Pero… ¿no era esta la investigación de tu padre?”

“Fue una investigación colaborativa. La teoría fundamental e hipótesis

fueron trabajo de otros investigadores. Papá solo estaba a cargo de preparar

las condiciones de laboratorio y de replicar el fenómeno con los sujetos de

prueba reclutados.”

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“Entonces solo necesitas preguntarles a los demás investigadores.”

Una sonrisa fría se mostró en el rostro de Annette.

“No es posible. Los demás investigadores eran Ochenta-y-Seis.”

Los Ochenta-y-Seis, quienes eran considerados infrahumanos, no tenían sus

nombres registrados. Cuando fueron tomados en custodia, cada uno recibió

un número como su identificador único. En este punto, no había manera de

siquiera saber a qué campo de concentración habían sido enviados.

“El Dispositivo RAID tiene ahora un seguro, pero si alguien fuera a intentar

Resonar con el sentido de la vista de varias personas, sus cerebros se freirían

por la sobrecarga de información, y si mantienes la Resonancia por mucho

tiempo a máximo índice de sincronización, es posible que tu ego colapse

por completo. Eres demasiado ‘estimulado’ y ya no eres capaz de regresar…

Sabes sobre el accidente de mi padre, ¿verdad?”

“…”

El padre de Annette, el Profesor Josef von Penrose, estuvo envuelto en un

accidente durante un experimento que lo volvió loco y lo terminó matando.

Sucedió poco tiempo después de la conclusión de la teoría de la Resonancia

Sensorial y el Dispositivo RAID. El índice de sincronización del

Dispositivo RAID fue puesto al máximo teorizado. Algunos creían que el

Profesor se conectó a un lugar que yacía más allá de la Conciencia Colectiva

Humana. Si la humanidad en conjunto era un individuo, ese lugar era el

colectivo—lo que se presume es la Subconsciencia Colectiva del Mundo.

“Entonces, como dije, nadie sabe lo que podría pasar si usas demasiado el

Para-RAID…no me importa lo que les pase a esos Ochenta-y-Seis, pero si

algo te pasara a ti, no sé lo que haría…”

Lena hizo una mueca sin querer. Ella notó que Annette genuinamente estaba

preocupada por ella, pero aun así…

“Pero eso…es solo cobardía.”

Annette sacudió su mano como si dijera que se había cansado ya de la

conversación.

“Sí, sí. Santo cielo, eres una rarita…”

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Un silencio incómodo llenó ambos lados de la habitación separada por la

pared de vidrio. Como si quisiera desvanecer ese silencio, Annette sonrió

de manera traviesa.

“Ya que estamos hablando de cosas que te hacen actuar raro… Lena, ¿te

apetece comer un poco de chifón4? Es mi creación más reciente. Hecho de

huevos reales.”

“¿Eh?”

Annette tuvo que contenerse para no reír en voz alta al momento que Lena

volteó a verla, un par de orejas de gato imaginarias reaccionando con interés.

Después de todo, Lena era tan femenina como cualquier joven dama de su

edad. Las cosas dulces capturaban su atención en un santiamén, y un chifón

hecho de claras de huevo reales era una comodidad muy rara en la República

estos días, debido a la falta de espacio libre o tiempo para construir granjas

de aves de corral. Criar gallinas en el jardín de su hacienda era el tipo de

preciado lujo que solo la hija de la familia Penrose, antiguamente un hogar

noble, podía permitirse.

Sin embargo…

“Hmm… ¿no va a tener sabor a queso a pesar de que no hayas usado queso,

ni va a estar todo quemado, ni se verá como un sapo, verdad…?”

Estas eran las impresiones de alguien que había probado las Bombas de

Crema que había hecho Annette una vez. Ese último comentario era una

abreviación de “el inflamado y arrollado cadáver de un sapo”. Dejando de

lado la forma, Annette de alguna manera se las había arreglado para replicar

el color de un sapo a un sorprendente nivel de precisión.

“Esta vez es algo seguro para comer. Hice que el chico de mi matrimonio

concertado lo probara.”

Aunque ese chico se había desmayado, sacando espuma por la boca la vez

del quinto prototipo de chocolate.

“Entonces supongo que está bien… Pero incluso si él no te gusta, asegúrate

de darle un poco de chocolate que sea seguro de comer, ¿entendido?”

4 Un tipo de pastel

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“Por supuesto. Incluso lo envolví muy lindo, con envoltura y papel rosa y

con un listón y todo eso. Incluso le dejé una carta con una marca de beso

que decía, “Para mi querido Theobald” …La dejé en el buzón del

apartamento que está rentando junto con su amante.”

Le tomó a Lena un buen tiempo decidir si debería o no sentirse mal por él.

Habiendo regresado a casa, Lena sujetó el Dispositivo RAID—que había

acabado de tener una reescritura de datos mientras charlaba con Annette y

comían chifón y un poco de té—a su cuello. Tenía la forma de una elegante

gargantilla plateada, con un sutil grabado de un patrón ornamental Alba.

Pequeñas y brillantes cuentas rodeaban el cristal que casi era un nervio,

haciendo difícil de creer que esta pequeña gargantilla tenía la misma función

que unos auriculares para comunicación de grado militar.

Su charla con Annette esta tarde repentinamente regresó a su mente. La

Parca. El Ochenta-y-Seis que llevó a personas al suicidio, quien no se

encogía de miedo por la idea de la muerte.

¿Qué tipo de persona era?

Él… ¿nos odia?

Lena sacudió su cabeza y respiró profundo. Muy bien.

“—Activar.”

Ella encendió el Para-RAID. Este método de comunicación innovador podía

ser usado sin importar la hora ni el lugar e ignoraba toda interferencia debida

a la distancia, clima o terreno.

Sincronización completa. Sin errores durante la conexión. La estática hacía

ruido en sus oídos, diferente a los sonidos de la habitación en la que se

encontraba.

“Handler One a todas las unidades del escuadrón Spearhead. Es un placer

conocerlos a todos. Serviré como su oficial al mando comenzando desde

hoy.”

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Hubo una larga y vacilante pausa. Lena encontró eso descorazonador. Nadie

en el escuadrón sabía cómo responderle a un oficial que por primera vez los

saludaba de esta manera, a pesar de que esto era la etiqueta apropiada entre

humanos.

Pero la vacilación desapareció después de un momento, y una tranquila y al

parecer joven voz respondió del otro lado de sus sentidos Resonados.

“Encantado de conocerte, Handler One. Capitán del escuadrón

Spearhead, nombre clave: Undertaker, al habla.”

Contrario a su amenazante nombre, su pronunciación y vocalización fueron

precisas y claras, y su voz era tan serena como el lago de un profundo

bosque. Era un chico de casi la misma edad que Lena, probablemente

originario de una familia de clase media o alta.

“Se me fue informado del cambio de Handlers. Te deseo suerte con tus

esfuerzos por venir.”

Lena sonrió, siendo capaz de imaginar vívidamente la tendencia silenciosa

del chico por su tono indiferente. Sí, ella podía saberlo simplemente

conversando de esta manera, y no había manera en que él pudiera engañarla.

Ellos eran humanos.

Ellos no eran algo infrahumano, algo conocido solo como Ochenta-y-Seis.

“Te deseo lo mismo. Espero con ansias trabajar contigo, Undertaker.”

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Capítulo 2

Todo Tranquilo en el Frente Esquelético

¡Ciento veintinueve días para acabar mi servicio!

¡Gloria al maldito escuadrón Spearhead!

En la parte trasera de las desgastadas barracas del hangar, un mensaje con

una cuenta regresiva estaba garabateado en grandes letras con tiza de color

en un pizarrón que alguien había recogido.

Elevando sus ojos desde el portapapeles en sus manos, la mirada de Shin se

encontró con esa oración celebratoria. Para ser exactos, deberían quedar 119

días. Kujo había anotado este mensaje el día en que se unió al escuadrón y

lo actualizaba cada mañana.

Pero Kujo murió hace diez días.

Mirando brevemente al interrumpido mensaje con la cuenta regresiva, Shin

eventualmente cambió su atención de regreso al reporte de mantenimiento

en el portapapeles que sostenía en sus manos. Había estado caminando por

el hangar con Juggernauts alineados en modo de espera, abriéndose paso

hacia su propia unidad, la cual había acabado de recibir mantenimiento hace

poco.

Él tenía los ojos color rojo sangre, propios de un Pyrope y el cabello

completamente negro de un Onyx. Estos dos rasgos venían de su sangre

noble y mixta, mitad Aquila y mitad Rubela y lo diferenciaban de los demás

Ochenta-y-Seis, quienes por lo general caían bajo la categoría de Colorata.

Su tranquila expresión, impropia de su edad, le daba a sus atractivos rasgos

cierta cualidad fría, y su complexión delgada y rasgos pálidos eran

característicos de los antiguos nobles del Imperio.

A pesar de servir en el Frente Este, el cual consistía mayormente de bosques,

praderas y largas tiras de pantanos, él usaba un uniforme de camuflaje para

el desierto con sombras de café arena y gris, el cual había conseguido de los

suministros sin vender de la República. No había oficiales que lo

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reprendieran por ello, así que mantenía el cuello del traje flojo, con un

pañuelo azul cielo envuelto alrededor de su cuello saliendo desde dentro.

El sonido de la maquinaria y los gritos del equipo de mantenimiento hacían

eco ruidosamente a través del hangar operativo, mezclándose con el vitoreo

de unos cuantos camaradas jugando basquetbol dos contra dos en la plaza

frente al hangar y con el sonido de una guitarra rasgueando la melodía de

una vieja caricatura. El compañero miembro del escuadrón, Kino, sentado

en la cabina de su unidad con el toldo abierto y leyendo una revista

pornográfica, notó a Shin pasando a un lado y levantó su mano a modo de

saludo.

A pesar de estar en las líneas del frente, en días sin salidas, el personal de la

base tendía a sentirse aburrido. Usualmente, era requerido que patrullaran

las zonas en disputa cada día, pero jamás lo hacían, pues no había necesidad.

Aun así, en papel, y de acuerdo a los reportes que enviaban a los Handlers,

ellos deberían estar en este momento en mitad del patrullaje.

Algunos quienes querían salir de paseo se encontraban en las ruinas de

ciudades cercanas, buscando materiales. Todos los demás hacían sus

quehaceres (cocinar, lavar, limpiar u ocuparse de los campos y de las

gallinas en la parte trasera de la base) o simplemente pasaban el tiempo

como ellos quisieran.

El sonido de botas militares se aproximó a él, y una gruesa voz sacudió el

hangar con un grito que podría haber hecho que un tanque se detuviera.

“¡Shin! ¡Shinei Nouzen! ¡Volviste a arruinarlo, pedazo de mierda!”

Kino saltó fuera de su cabina y se apresuró a las sombras como una

sorprendida cucaracha mientras Shin pacientemente esperaba a que el dueño

de la voz se le acercara.

“¿Qué quieres?”

“¡Nada de ‘¿qué quieres?’, Undertaker! ¡Maldito seas!”

La persona que se acercaba a Shin como un cerbero enloquecido era un

miembro del equipo de mantenimiento en sus cincuenta-y-algo años. Su

cabello era de un canoso color gris ceniza, y usaba lentes de sol y ropas de

trabajo con manchas de aceite. Era, Lev Aldrecht, el capitán de la división

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de mantenimiento del escuadrón Spearhead. Shin, quien estaba a punto de

cumplir dieciséis este año, era considerado un veterano entre los soldados

del campo de batalla, pero Aldrecht iba más allá de los veteranos y entrando

en territorio de mayor experiencia, siendo él un sobreviviente que sirvió en

la guerra de hace nueve años.

“¡¿Por qué tienes que romper tu maldita unidad con cada maldita salida?!

¡El actuador y el amortiguador están traqueteando como ni te imaginas! Te

digo que la suspensión de la unidad es débil, ¡¿entonces por qué sigues

presionándola así?!”

“Lo siento.”

“¡¿Crees que disculparte va a arreglar esta mierda?! No quiero que te

disculpes— ¡quiero que cambies la forma en que haces las cosas! ¡Ese estilo

de lucha tuyo te va a matar uno de estos días! ¡Ya no tenemos repuestos, no

puedo arreglarte tu equipo hasta que nos lleguen más!”

“¿Y mi unidad de repuesto?”

“Ah, sí, la de repuesto. Tenemos una de repuesto, ¿verdad? Tenemos que

tener una con este capitán que sigue haciendo lata su equipo cada vez.

Vienes a que te reparen las cosas tres veces más que cualquier otro

Processor. ¡¿Te crees un maldito príncipe o algo así?! ¡¿Y bien?!”

“La República abolió el sistema de clases en la revolución hace trescientos

años.”

“Hijo, estoy pensando seriamente en molerte a golpes justo ahora…

Considerando lo rápido que arruinas tus unidades, a menos que saquemos

de algún lado tres para que uses, ni pienses en que podamos continuar con

las reparaciones. Cuando consideras la cantidad de tiempo en que tardan en

llegarnos más partes comparado a qué tan a menudo ustedes salen a batalla,

¡no hay manera en que podamos mantenernos así! ¿Qué quieres que haga,

que rece para que no se rompan tus cosas? ¿O quizás que le rece al hada de

la chatarra para que recoja los pedazos que dejes? ¡¿Y bien?!”

“Fido recuperó la unidad de Kujo, ¿o no?”

Aldrecht guardó silencio ante el tono objetivo de Shin.

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“Bueno, sí, podría sacar las partes que necesito del equipo de Kujo…pero

preferiría no canibalizar otras unidades. Digo, ¿estás bien con ello? Estaría

poniendo partes de una unidad que terminó matando a alguien en tu equipo.”

Shin ladeó la cabeza y tocó la armadura de su Juggernaut—del Juggernaut

de Undertaker—con la parte trasera de su mano. Bajo el toldo se encontraba

su Marca Personal, un esqueleto sin cabeza cargando una pala.

Aldrecht sonrió amargamente.

“Sí, supongo que ya es tarde para eso… ¿verdad, Undertaker?”

Asintiendo pensativamente, el anciano mecánico veía a los campos

primaverales extendiéndose más allá de las persianas. Un cielo sin nubes se

extendía por sobre sus cabezas, su tono cerúleo parecía como si fuera a

consumirlo todo. Los campos de acianos5 azules y el follaje de las nuevas

hojas envolvían las llanuras con un hermoso mosaico hipnotizador. Esto

servía como las lapidas para los esqueletos de millones de Ochenta-y-Seis

que murieron en el campo de batalla.

Los Ochenta-y-Seis no eran enterrados en tumbas. No podían existir tumbas

cuando no había ninguna baja. Incluso recolectar los restos estaba

prohibido. Los cerdos disfrazándose de humanos tenían prohibido el

derecho a descansar en paz, o incluso el derecho de lamentar a sus

compañeros muertos. Este era el mundo que su patria fabricó hace nueve

años, la fachada que mantenían incluso ahora.

“Escuché que Kujo voló en pedazos.”

“Sí.”

Una mina autopropulsada—un arma antipersona torpemente hecha

consistiendo de un fuselaje lleno con explosivos, con extremidades con

forma de barra y una cabeza esférica, indetectable desde lejos para el ojo

desnudo. Una se había presionado bajo Kujo, quien la había confundido por

un soldado herido. Había sido en una batalla nocturna, una misión para

rescatar otra unidad.

5 Planta herbácea también llamada scabiosa, azulejo o pincel.

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“Qué bien. Eso significa que murió.”

“Probablemente.”

Shin no creía en el cielo ni en el infierno, pero sí en un lugar diferente a este.

Un lugar a donde ellos pudieran regresar. Aldrecht rio profundamente.

“Kujo tuvo suerte de estar en la misma Unidad que tú al final…Y ellos

igual.”

Podían escuchar voces animando con entusiasmo mientras la pelota agitaba

una rasgada red. El coro desafinado de la guitarra hacía eco todo el camino

hasta los campos detrás de las barracas. Aldrecht sabía que esto era una vista

que no podías encontrar en ningún otro escuadrón.

Salida tras salida. Patrullajes diarios en anticipación a un ataque de la

Legión. Suspenso y miedo gradualmente desgastaban los nervios de los

Processors al mismo tiempo que perdían más y más camaradas con cada

batalla que pasaba. En tal extrema situación, donde vivir para ver la próxima

mañana era lo mejor que uno podía hacer, ellos ni siquiera tenían el lujo de

divertirse o llevar un estilo de vida humano. Pero eso no era verdad para

este escuadrón. Incluso si tenían que ir a la ofensiva, ellos nunca tenían que

preocuparse por un ataque sorpresa.

“…Es gracias a ti que ellos pueden vivir así, Shin.”

“Pero aun así les doy tres veces la cantidad de trabajo de reparación

comparado a un Processor normal.”

Aldrecht rio con intensidad. Shin contempló de nuevo el par de ojos

mirándolo amargamente desde detrás de los lentes de sol y se encogió de

hombros.

“Lo juro, pedacito de mierda… De entre todas las cosas graciosas que me

pudiste decir, y me sales con eso.”

“En serio lo siento, incluso si no puedo expresarlo.”

“Maldito idiota. Asegurarse de que ustedes regresen vivos es el trabajo del

equipo de mantenimiento. Siempre y cuando podamos hacer eso posible,

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poco nos importa lo que les suceda a las unidades, y haremos lo que sea

necesario para que vuelvan a funcionar bien.”

Habiendo dicho eso con una sola respiración, Aldrecht giró para mirar hacia

otro lado. Aparentemente se sentía avergonzado.

“Oh, cierto. Escuché que cambiaron a tu Handler otra vez. ¿Cómo es el

nuevo?”

Hubo una pausa.

“…Sí.”

“Qué mierda quiere decir ese ‘Sí”, ¿y bien, burro?”

Shin había cambiado Handlers tan a menudo que diferenciarlos era difícil,

y en primer lugar los Processors no se suponía que estuvieran al tanto de la

existencia de su Handler. Eso demostraba qué tanto descuidaban sus

trabajos. Y una vez suficientes Eintagsfliege eran desplegados, el radar y las

transmisiones de datos paraban de funcionar, por lo que se volvía imposible

mantener el mando desde una base distante. Es por ello que los Processors

no confiaban en sus Handlers y no les importaba realmente si estaban

presentes o no.

Al final, el trabajo de un Handler se resumía en monitorear a los Processors.

Gracias al collar conocido como el Para-RAID, sin importar el lugar u hora,

ellos siempre podían saber cada palabra que salía de la boca de un Processor.

El único trabajo esperado de los Handlers era servir como supresor para

mantener las intenciones rebeldes de los Ochenta-y-Seis controladas.

Shin abrió su boca para hablar, recordando las pocas conversaciones que

había tenido con ella esta semana. La primera cosa que vino a su mente

fue…

“Mi papeleo ha incrementado. Supongo que tendré que comenzar a

falsificar mis reportes de patrullaje todos los días.”

“…Eres el único con las bolas suficientes para seguir mandando el mismo

reporte que fabricaste hace cinco años todos los días solo porque allá no los

leen, Shin.”

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Él ni siquiera se había molestado en cambiar la fecha o lugar, y ya que no

había ido a patrullar desde entonces, el contenido era todo sinsentidos

aleatorios. Shin estaba honestamente sorprendido pues nadie lo había

notado en todo este tiempo.

‘Tal parece que me enviaste el archivo incorrecto…’

Cuando ella gentilmente señaló eso con una voz que hacía recordar a una

campanilla de plata, Shin no pudo evitar suspirar un poco. Ella había reído

tranquilamente, diciendo que él “podía ser sorpresivamente descuidado a

veces” en un tono amigable y de benevolencia genuina.

“Ella Resonó el día que fue asignada y dijo querer continuar con estas

conversaciones, y que por eso estaría sincronizándose con nosotros todos

los días. Inusual para un soldado de la República.”

“Entonces se trata de una persona decente, eh… Debe ser difícil vivir así.

Pobre chica.”

Shin no podía estar más de acuerdo, y por eso mismo eligió guardar silencio.

La justicia y los ideales no tenían peso en este mundo, sin importar cuanto

intentaras llevarlos a la realidad—

“…Hmm.”

Shin repentinamente movió su mirada hacia la distancia, más allá de los

campos primaverales, como si hubiera escuchado a algo llamándolo.

“¡Ta-daa! ¡Esto es a lo que se refieren realmente cuando dicen ‘los cerdos

olvidados por Dios que viven fuera de la Gran Mule’!”

“Qué mal gusto, Haruto.”

Se encontraban en la cocina de las barracas. Theo, cuyo pasatiempo era

dibujar, cortó la broma de su compañero de escuadrón a la mitad mientras

mantenía su vista fija en la olla hirviendo de jalea de bayas mientras anotaba

algo en su cuaderno de dibujo. Tenía el cabello dorado de un Jade y ojos

esmeralda y, a pesar de cumplir dieciséis este año, tenía una estatura

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pequeña y delgada. Habiendo dejado caer un gran cadáver de un jabalí en la

entrada lateral del jardín trasero, Haruto, quien era un Rubis, bajó sus

manos, las cuales tenía estiradas a modo de broma, y rascó su cabeza. Había

ido a cazar a un bosque cercano, a pesar de que hoy no era su turno.

“Sí, no pude hacer bien la broma. Se supone que rieras hace un momento.”

“Para ser franco, más que risa, me causó nauseas. Pero igual, tengo que darte

crédito…”

Dejando su libro de dibujo de lado, Theo fijó su mirada en la presa que

Haruto había traído. Lo más probable es que la transportó con su Juggernaut,

pero cargar tal monstruosamente grande jabalí por su cuenta, había

probablemente requerido mucho esfuerzo.

“Sorprendente. Esa sí es una buena presa.”

Haruto rio felizmente, contento con el cumplido.

“Lo es, ¡¿verdad?! ¡Tendremos barbacoa esta noche! ¿A dónde se habrá ido

Raiden? Y Anju también. Tengo que pedirle al encargado de la cocina de

hoy que me deje hacerlo a mí.”

“Sí, de entre todos ellos, Shin está a cargo hoy. Raiden está en la ‘ciudad’

reuniendo materiales, y Anju debía encargarse de la lavandería. El resto de

chicas fueron con ella.”

La mirada de Haruto de repente se fijó en Theo.

“Espera. ¿Cuándo pasó eso?”

“Creo que justo después de desayunar”

“Y ahora ya casi es por la tarde”

“Exacto.”

“……”

Incluso si tenían que ir a lavar toda la ropa de la base, no les tomaría a ellas

seis toda la mañana para hacerlo. Y el lugar donde lavan la ropa se encuentra

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a las orillas del río. Además, hoy es un claro y caluroso día de primavera.

Haruto repentinamente comenzó a emocionarse.

“¡Significa que están tomando un baño! La orilla del río es el cielo en la

tierra en estos momentos, ¡¿Me entiendes?!”

“Probablemente debería decirte esto antes de que en serio te envíen al cielo,

¡Te recuerdo que todas ellas están armadas!”

Haruto quedó paralizado en su lugar. Theo suspiró, mezclando la olla con

un cucharón de bambú. Viendo que la olla había finalmente hervido, apagó

el fuego. Justo mientras colocaba la tapa, sintió activarse el Para-RAID.

Cuando se enlistó, un Dispositivo RAID había sido implantado en la parte

trasera de su cuello, junto con una etiqueta de información con forma de

‘trepadores 6 para oreja’ que listaba otros objetivos con quienes poder

Resonar. Luego llegó una avalancha de calor ilusorio que significaba la

activación de estos dos dispositivos. Theo presionó su dedo contra el

trepador para oreja y cambió a transmisión de señales.

“Activar. Ah.”

Los ojos Jade de Theo presentaron frialdad cuando se dio cuenta quién se

había contactado con él. Intercambió miradas con Haruto, cuya sonrisa

desapareció al momento de presionar su propio trepador para oreja, y habló

con la persona que había Resonado con ellos.

“Shin… ¿Qué ocurrió?”

El escuadrón lavaba la ropa en las orillas de un rio que siempre estaba

atestado de agua a pesar de su pequeño tamaño. Era cerca de las orillas del

rio en donde las miembros del escuadrón jugaban en el agua, jugueteando y

salpicándose las unas a las otras.

“¿Qué haces, Kaie? No te quedes ahí parada— ¡ven!”

Viendo a su amiga merodeando a una corta distancia de ellas y viéndose

inquieta, Kurena detuvo su juego de ‘las traes’ y la llamó. Ella tenía cabello

6 Son accesorios normalmente utilizados en las orejas y que tienen una forma circular recordando a

piercings. Más info. en internet.

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corto estilo bob7, cabello Agate de color castaño y elegantes ojos Topaz.

Había removido la parte superior de su uniforme de campo y lo había atado

a su cintura, exponiendo su camiseta de tirantes verde militar—y su figura

voluptuosa bajo dicha camiseta—al sol, pero ya que todas las demás usaban

el mismo tipo de ropa, ella no se sentía avergonzada.

“N-Nah, yo solo… Ya sabes, pienso que este uniforme es algo vergonzoso

de usar…”

A pesar de su comportamiento algo masculino, Kaie, la pequeña Orienta de

cabello y ojos negros, era inequívocamente una chica. Parecía molestarle

bastante la manera en que la camiseta de tirantes mojada se pegaba a su piel,

su rostro color carmesí. Su cola de caballo, suficientemente larga como para

parecer apropiada para la parte trasera del casco de un caballero, se aferraba

a su piel y se enroscaba pasando por su cuello hasta llegar a su escote. Era,

ciertamente, una vista que podrías considerar atractiva.

“Digo… ¿En serio está bien hacer esto…? Jugar en el agua sin llamar a los

otros— ¡Appfuu!”

Anju, quien había estado enjuagando su largo cabello azul plateado hasta

ahora, levantó agua con ambas manos y la salpicó a Kaie. Anju no se había

quitado la parte superior de su uniforme, sino que había bajado su

cremallera hasta llegar al ombligo. Una demostración bastante osada, dada

su modesta naturaleza. Como el color de su cabello sugería, ella tenía sangre

Adularia, pero sus ojos Celesta azul pálido fueron heredados de la abuela

de su bisabuela. Solamente esto la convertía en una Ochenta-y-Seis a los

ojos de la República, quienes le daban la mayor importancia a la pureza de

la sangre.

“Relájate, Kaie. Está bien; ya hemos terminado con la lavandería.”

Las demás chicas se unieron también.

“Digo, Shin sabía sobre esto cuando nos dio el visto bueno para venir hacia

acá, ¿no es así?”

7 El cabello de este estilo se corta justo por debajo de las orejas y las puntas forman “alas” invertidas que son poco visibles. Para más información e imágenes.

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“Oh cierto. Dijo que hoy iba a hacer más calor de lo normal, y entonces

sonrió un poco, fue inusual.”

“En momentos como estos es que nuestro impávido capitán puede ser

bastante genial.”

Ella entonces velozmente volteo su mirada hacia Kurena y sonrió

arrepentida.

“Ah, perdón por no captar la indirecta, Kurena… Shin y tú no tienen trabajo

justo ahora, así que probablemente debimos haber pensado en alguna excusa

para dejarlos a ustedes dos solos.”

“¡¿Q-Q-Q-Qué crees que estás diciendo?! ¡N-No se trata de eso!”

“No entiendo qué le ves a ese sujeto. Nunca puedes adivinar lo que pasa por

su cabeza.”

“Te lo digo. No le veo nada. ¡Esto no se trata de él!”

“Por cierto, ¿qué piensas sobre él, Kaie?”

“¿Quién, Shin? Es muy lindo. Me gusta su actitud de ‘silencioso y estoico’

que siempre carga.”

“¿Q-Qué demo—? ¡¿Kaie?!”

Kaie tuvo que reprimir su risa al ver la expresión de pánico en Kurena. Sus

expresiones eran demasiado obvias.

“Sí, sí. Lo entiendo. Si ninguna tiene la vista fijada en él, quizás pueda ir a

darle el golpe de gracia esta noche. Es una tradición oriental, saben… Una

chica se escabulle al cuarto del chico en la madrugada y…”

“¡¿K-Kaie?! Yo—Yo, uh, no me malentiendan. ¡No siento nada por Shin,

pero no pienso que esa sea una buena idea! Deberías apegarte más a esa, uh,

ya sabes, ¡etiqueta de yamato nadeshiko8 y esas cosas! Así que, lo entiendes,

¿verdad…?”

8 Es una expresión japonesa que hace referencia a la personificación de la mujer japonesa ideal.

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Todas las chicas sonrieron, viendo a Kurena cada vez más sonrojada con

cada segundo que pasaba.

““““¡¡¡Kurena, eres tan linda!!!””””

Dándose cuenta que había sido engañada, Kurena gritó con frustración.

“¡No sean malas!”

“Ah, ¡ahí lo tienen, el puchero de Kurena!”

El matorral a un lado de ellas crujió, y repentinamente, su compañero de

escuadrón Daiya salió de él. Daiya tenía cabello rubio y ojos azules, como

era normal para los Sapphira.

También era, a propósito, un chico.

“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””

“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Siendo bombardeado con las poderosas armas ultrasónicas con las que toda

mujer era bendecida al nacer y una cortina de fuego compuesta por todo

objeto sólido posible que se encontrara al alcance de sus brazos, Daiya se

retiró a la relativa seguridad del otro lado del matorral.

“Oye, ¿¡qué demonios?! ¡¿Quién fue la que me acaba de tirar su arma?!

¡Esas cosas están cargadas! ¡¿Se volvieron locas?!”

“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””

“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Tomando un golpe directo de la segunda ola de bombas de las chicas, Daiya

quedó completamente en silencio. Las otras chicas le dieron una mirada a

Anju mientras se arreglaban sus desalineadas ropas y se acercaba a Daiya.

“Entonces, ¿para qué viniste, Daiya?”

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“Curaría mis huesos rotos si me preguntaras ¿Estás bien? Con una linda

voz, Anju.”

“Oh cielos, estás bien, Daiya, cariño.”

“Oh, Dios. Lo siento. Perdóname. Jamás pediré eso de nuevo—así que por

favor deja de hablar con ese tono tan monótono y esa mirada falta de

emociones en tu rostro. Me vas a hacer llorar.”

Habiendo cerrado la cremallera de su uniforme por completo, Kaie elevó la

mirada, confirmando que las demás chicas habían arreglado sus trajes

también.

“Ya puedes salir, Daiya. ¿Qué ocurrió?”

“Oh cierto. La cosa es que, hoy comencé a trabajar como mensajero.”

Aparentemente, él tenía un mensaje para ellas. Kurena hizo un puchero, aun

abrazando la parte superior de su uniforme con sus brazos para cubrir su

voluptuosa figura.

“Pudiste haber usado el Para-RAID. ¿Por qué viniste todo el camino hasta

acá para eso?”

“Digo, sincronizarme en medio de chicas contando chismes sería incómodo

para todos, ¿verdad? No querrían que me sincronizara y las atrapara

diciendo algo como ‘¡Oigan chicas, me encanta Shin!’ ¿Verdad?”

“¡¿Q-Q-Q-Qué—?!”

Al escuchar a Daiya imitándola con un asquerosamente lindo tono que ella

jamás usaría, Kurena se puso roja hasta los oídos. Mientras tanto, todas las

demás chicas (excepto por Kaie) comenzaron a parlotear.

“No puedo decir que me parezca bien lo que hiciste, pero ese juicio fue más

o menos acertado.”

“Digo, pensaríamos que es gracioso, pero la pobrecita Kurena

probablemente se enterraría viva.”

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“Eso es más o menos lo que ocurrió, ¿no es así?”

“Esperen—lo tengo. Deberíamos engañarla para que lo diga la próxima vez

y hacer que Shin se sincronice mientras lo hace. ¡Eso sería un buen

espectáculo!”

“La reacción de Kurena sería lo único interesante. Shin no movería ni un

solo músculo, con esa máscara de hierro que siempre tiene en el rostro.”

“¡E—En ningún momento dije eso! ¡Por favor ya paren!”

“““““¡¡¡Kurena, eres tan linda!!!”””””

“¡¡¡Waaaaaaaaaaaaaaaaah, no sean malas!!!”

Al sonido de todos los presentes (Daiya incluido) mimándola, Kurena gritó

con desesperación.

Mientras sus hombros aún se sacudían al reír, Kaie volteó a ver a Daiya.

“No, ya enserio, ¿cuál era el mensaje?”

La expresión de Daiya desapareció ante la pregunta.

“Sí. Es de parte de Shin.”

Escuchando esas palabras, las expresiones de las chicas se tensaron de

forma inmediata.

No con sólo el pan vivirá el hombre.

Estas palabras habían sido dichas por un condescendiente mesías hace miles

de años, pero Raiden pensó que podría haber algo de sabiduría en ellas. La

vida necesitaba de cosas como dulces o café—o de cosas menos tangibles

como juegos y música—para sentirse verdaderamente consumada. Los

cerdos blancos de la República quienes los lanzaron a este infierno no

sentían la necesidad de darles a su ganado nada más que la mínima cantidad

de comida para mantenerlos vivos. Si ves aquella oración y la examinabas

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desde otra perspectiva, significaba que, dejando la calidad de vida de lado,

las personas no podían vivir sin comida que comer.

“Muy bien, Fido. Hora de un pequeño examen.”

Ellos frecuentaban las ruinas de una ciudad sin nombre mientras buscaban

comida en conserva, vegetales descuidados, ganado que se había vuelto

salvaje, o productos básicos abandonados. En una plaza llena con

escombros, el vice capitán de escuadrón, Raiden, tomó una lata de raciones

sintéticas que habían recibido de la planta de producción de la base y la

colocó en el concreto a un lado de una pieza de pan en conserva que

encontró en el almacén de emergencias del ayuntamiento.

Él vestía un descuidado uniforme de campo sobre sus fuertes extremidades,

y su cabello rojo oscuro, evidencia de su herencia Eisen de sangre pura, era

corto, mientras que su expresión y apariencia tenían un aspecto salvaje y

agudo.

Él estaba frente a un ‘Carroñero’ familiar. Este torpe dron, el cual

acompañaba a los Juggernauts en el campo de batalla y los suplía con

paquetes de energía de reemplazo y munición, tenía un cuerpo cuadrado y

angular y corría en cuatro patas. Fido se inclinó, sus sensores ópticos

basados en lentes observando fijamente los objetos frente a él.

“¿Cuál es basura y cuál es comida?”

“Pi.”

Fido inmediatamente extendió un brazo de grúa y tiró a un lado la ración

sintética. Viendo rodar el bulto blanco, Raiden tomó una mordida del pan.

Incluso un maldito dron puede ver que este pegote sintético es basura. ¿En

qué pensaban los cerdos blancos intentando hacer pasar esto por comida?

Campos de concentración y bases por igual tenían plantas de producción y

fábricas automatizadas en ellas, para poder producir todos los productos

básicos que necesitarían para ellos mismos. Ajustes de los rangos de

producción y poder eran todos proveídos desde el otro lado a través de

cables subterráneos.

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Eran innecesariamente complicados sistemas de alimentación a gran escala,

lo cual significaba que la República no escatimaba en costos siempre y

cuando significara no tener que entrar en contacto con sus cerdos. La

comida y bienes producidos por la fábrica eran verdaderamente lo mínimo

indispensable, y a pesar de ser llamadas comida, las raciones que obtenían

día tras día se veían como explosivos plásticos por alguna razón. Y de más

está decir que sabían a mierda.

Así que, si querían comer algo remotamente decente, debían explorar ruinas

restantes de hace nueve años, como ésta, por comida y provisiones.

Afortunadamente, este escuadrón no debía preocuparse por patrullajes,

significando eso que tenían abundante tiempo y paquetes de energía para

cazar a través de estas ruinas, con los Juggernauts manejando el trabajo

pesado.

“Muy bien, Fido, el objetivo para las provisiones de hoy es cualquier cosa

que no se parezca a esa basura. Reúne tanta comida como puedas y

transpórtala de regreso a casa.”

“Pi.”

Fido imitó a Raiden, quien se levantó de su posición, y comenzó a reunir

cualquier tipo de cosa útil que pudiese encontrar. Desde piezas de

Juggernauts a fragmentos de proyectiles usados, recogió todo lo que podía

ser reciclado y usado de nuevo, y lo cargó en un contenedor que lo

transportaría todo luego de regreso a la base. Ese era uno de los trabajos

para los cuales fueron hechos los Carroñeros.

A propósito, Carroñero no era el verdadero nombre de estas máquinas sino

un apodo que se les fue dado. Después de todo, recogerían partes de

Juggernauts aplastados—e incluso de otros Carroñeros caídos en

combate—y explorarían el campo de batalla en busca de chatarra incluso si

no había ninguna batalla ocurriendo.

Ninguno de los Processors se referían a ellos por su nombre oficial,

escogiendo descaradamente llamarlos Carroñeros—Recolectores caníbales

de desperdicios. Eran tanto, compañeros de confianza que les ahorraban el

tener que preocuparse por quedarse sin munición o energía y, al mismo

tiempo, buitres mecánicos que con voracidad devoraban los restos de sus

hermanos caídos.

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Fido era un Carroñero que había seguido y obedecido a Shin por alrededor

de cinco años hasta este punto. Era aparentemente parte de una de las

antiguas unidades de Shin—y uno de los únicos dos sobrevivientes de una

batalla que acabó con todos los demás, siendo el otro sobreviviente Shin.

Aparentemente Shin había arrastrado a Fido, la única máquina que no estaba

completamente destruida, de regreso a la base, y desde entonces habían

estado juntos.

Era impensable que una máquina recolectora de desperdicios tuviera la

capacidad de sentir algo tan complicado como gratitud, incluso si tuviera

alguna inclinación por el aprendizaje autónomo. Pero Fido parece haber

designado a Shin como el objetivo de mayor prioridad cuando se trataba de

reabastecer suministros y lo seguía sin importar cuantas veces Shin

cambiara de unidad, siempre quedándose a su lado durante cada incursión.

Era el tipo de lealtad que no podía esperarse de ningún otro, y menos

complaciente, Carroñero.

A juzgar por su número de modelo, Fido era de principios de la guerra,

cuando los Carroñeros habían sido introducidos recientemente al campo de

batalla. Habiendo estado en operación por tanto tiempo, Fido había

probablemente aprendido mucho más que sus demás hermanos. Y viéndolo

seguirlo tan lealmente, Shin decidió nombrarlo Fido. El tipo de nombre que

uno le daría a un perro, como Manchas o Pochi… Ese sujeto definitivamente

tenía algunos tornillos zafados.

“Pi.”

“¿Hmm?”

Raiden se giró para encontrar a Fido, quien lo había estado siguiendo a cada

paso que daba, repentinamente quieto. Siguiendo la mirada de sus sensores

ópticos, Raiden divisó un decolorado y descompuesto cuerpo esquelético

descansando bajo un gran árbol que crecía en el parterre a la sombra de los

escombros.

“…Oh.”

Dándose cuenta de que esa era la razón del por qué el Carroñero lo había

llamado, Raiden se aproximó al cuerpo. Su uniforme se estaba

desmoronando, y el rifle de asalto que sostenía en sus manos se había vuelto

rojo debido al óxido. El hecho de que una placa de identificación colgaba

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del cuello del cadáver hacia claro que no se trataba de un Ochenta-y-Seis.

Este era probablemente un soldado de las Fuerzas Armadas de la República

quienes habían muerto hace nueve años.

Fido, a una corta distancia detrás de Raiden, hizo sonar un pitido de nuevo.

Se trataba del pitido inquisitivo que preguntaba si debería o no llevar algo

de regreso a la base. Durante momentos sin combates, Shin le había

enseñado a Fido a priorizar la recolección de las pertenencias de aquellos

caídos en batalla, ya que los cerdos blancos habían deliberadamente

prohibido la recuperación de los cadáveres.

Raiden sacudió su cabeza.

“Nah, no importa… Este tipo ya tiene una maldita tumba propia.”

Raiden conocía este árbol. Era un sakura: un árbol de cerezos. Era común

en el este del continente, sus flores floreciendo brillantemente durante

primavera. Tiempo atrás durante la primavera, toda la base había visitado

los árboles sakura de la calle principal por sugerencia de Kaie. La vista de

pétalos balanceándose en el aire, reflejados en la pálida luz de luna de la

madrugada era tan hermosa, evocaban una imagen de ultratumba.

No existía punto alguno en enterrar a este soldado en la fría y oscura tierra

cuando tenía ya su propia almohada de cerezos desde la cual ver el árbol

sakura. Este podría ser el cuerpo de un Alba, pero eran aun los restos de un

soldado muerto en batalla. Tratarlo como un cerdo no sería lo correcto.

Después de ofrecer una oración silenciosa para la difunta alma, Raiden

levantó su cabeza. Un calor ilusorio hormigueando su trepador para oreja.

“Grupo de caza, ¿me copian?”

“¿Theo? ¿Qué pasa?”

La voz era clara, como si estuviera parado justo a su lado. La Resonancia

era dirigida a todos aquellos explorando las ruinas, pero Raiden respondió

por el grupo.

“Cambio de planes. Se acerca una llovizna.”

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Los ojos de Raiden se estrecharon sombríamente. Mientras miraba en

dirección al territorio de la Legión, incluso sus agudos ojos a penas podían

divisar una sutil sombra de destellos plateados que habían comenzado a

esparcirse por el cielo. Un enjambre volador de la Legión, con la forma y

tamaño de mariposas, quienes absorbían y reflejaban ondas

electromagnéticas y todo rayo de luz visible—los Eintagsfliege. Eran la

piedra angular de la ofensiva de la Legión, esparciéndose antes de un ataque

para confundir e interferir con radares y comunicaciones, ocultando el peso

total de la fuerza enemiga.

“¿Cuándo?”

“En aproximadamente dos horas. Tal parece que la fuerza más cercana

a nosotros se reagrupó con otra que se encontraba más atrás.

Probablemente estén reabasteciéndose. Avanzarán hacia nosotros tan

pronto como acaben.”

Aunque cerca, la Legión aún se encontraba fuera de toda vista, y en este

punto, ningún radar detectaría fuerzas enemigas. Y, aun así, Theo—o, mejor

dicho, la persona cuyas palabras él estaba transmitiendo—describía la

situación como si lo estuviera viendo con sus propios ojos.

“Entendido. Regresaremos en seguida. —Chise, Kuroto. Ya lo escucharon,

¿verdad? Reagrúpense en la entrada a las doce.”

“Entendido.”

“No hay un ‘Pastor’ esta vez tampoco, así que probablemente intenten

entrar por la fuerza. Dependerá de su ruta, por supuesto, pero si

tendemos una emboscada cerca del punto 304, deberíamos ser capaces

de barrer con todos ellos.”

Theo habló con discernibles rastros de una sonrisa en su rostro. Raiden se

abrió paso hasta su propia unidad, la cual lo esperaba a una corta distancia

de donde se encontraba él, mientras éste daba órdenes a todo el resto del

grupo de caza. Sus labios también formando una feroz sonrisa.

“Así que solo son un montón de ‘Ovejas’. Será pan comido.”

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No sería de ningún modo una batalla fácil, pero las ‘Ovejas’ quienes solo

seguían tácticas simples eran por muy, muy lejos más fáciles de derrotar que

si fuera un ejército comandado por un ‘Pastor’. Saber de antemano que no

eran enemigos terriblemente peligrosos los que se acercaban era un gran

alivio. En serio, nuestra Parca es un— Pero ahí fue cuando los

pensamientos de Raiden pararon. El chico hizo una mueca.

¿Cómo se sentía esa Parca de ojos rojizos acerca de todo esto, mientras

deambulaba por el campo de batalla en busca de su cabeza?

Para cuando Raiden y el resto del grupo de caza regresaron a la base, las

otras diecisiete unidades ya se encontraban listas para el despliegue. Theo

esperaba frente a su propia unidad colocada cerca a la entrada del hangar,

mientras saludaba al grupo de caza con una sonrisa parecida a la de un gato

travieso.

“Raiden, llegas muuuuy tarde. Pensé que te habías parado en una mina

camino para acá.”

“Cállate—no es tarde. Y no bromees con eso de las minas. Aún es muy

pronto.”

“Ah…lo siento.”

Kujo había sido mandado a volar por una mina autopropulsada. En los dos

meses desde la creación de este escuadrón, él fue la tercera baja. La

velocidad con la que los Processors morían era excepcionalmente alta. Cien

mil se enlistaban cada año, pero durante esa misma cantidad de tiempo,

menos de mil quedaban.

Aun así, era mejor que si se tratara de sus padres, quienes se tuvieron que

lanzar de cabeza a la batalla. Se dice que durante la época en la cual la única

estrategia existente era cargar contra la Legión de frente con lanzacohetes

arcaicos o explosivos en mano, cada escuadrón perdía la mitad de sus tropas

en un solo día. A comparación, las pérdidas de este escuadrón no eran tan

devastadoras, pero sin embargo aún se encontraban en las líneas del frente.

No había ni una sola batalla sin bajas. La muerte era la única cosa que le

llegaba por igual—y de repente—a todos.

“Ya estamos todos, ¿verdad? Presten atención.”

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Llamados por una tranquila y sin embargo sorprendentemente clara voz,

todos enderezaron sus espaldas. Sin que nadie lo notara, en silencio y

solemne como la luna de media noche, Shin se paró frente al mapa del

primer distrito, garabateando notas importantes sobre el mapa de

operaciones en un documento transparente. Sus rasgos eran tan pálidos

como siempre, y usaba sus icónicas ropas de camuflaje y la insignia que

representaba su rango en sus hombros, la cual lo marcaba como el capitán.

Ese pañuelo azul, que usaba incluso en estos casos, era una de las razones

de su amenazante apodo, como si la Parca estuviera intentando cubrir el

lugar donde una vez había descansado su cabeza…

“Explicaré la situación.”

Los rostros de todos los presentes eran reflejados en los fríos ojos rojos del

capitán de este escuadrón, aquel con el nombre de Parca.

Terminando con esa concisa pero extremadamente clara sesión

informativa—la cual detallaba todo, desde el número de enemigos

presentes, sus rutas, hasta las tácticas que deberían ser empleadas—todos

los Processors abordaron sus Juggernauts. Todos eran soldados que se

encontraban a la mitad y a finales de su adolescencia, la juventud aun

presente en sus rasgos y físicos.

Insertando las últimas partes necesarias dentro del toldo, veintiún sistemas

de armas blindadas despertaron de su corto descanso: las Armas Blindadas

Cuadrúpedas Autónomas No-Tripuladas Piloteadas, M1A4 Juggernauts.

Cuatro patas largas articuladas. Un pequeño torso de apariencia orgánica, el

cual recordaba a una crisálida, su blindaje coloreado de café claro como el

color de huesos viejos. Estaba equipado con un par de Extremidades

Secundarias de Agarre, una ametralladora pesada, un set de cable con ancla,

y un arma de 57mm de ánima lisa montada.

Su silueta recordaba a la de una araña merodeadora, pero las dos

extremidades de agarre y su batería principal recordaban a la cola y pinzas

de un escorpión. El compañero más cercano a los Ochenta-y-Seis, al igual

que su lugar final de descanso.

Habiendo escogido las sombras de una iglesia derrumbada en las ruinas de

la ciudad como su lugar para ocultarse durante la emboscada, Shin abrió sus

ojos dentro de la pequeña cabina de su Juggernaut. Designaron la calle

principal como la zona clave del plan y enviaron a cada unidad de cada

pelotón de manera que sus líneas de fuego no se interceptaran.

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El primer pelotón de Shin y el cuarto pelotón de Kaie servían como

vanguardia y fuego de supresión respectivamente, y estaban esparcidos a lo

largo de ambos lados de la calle principal. El quinto pelotón de Daiya

manejaba munición explosiva, y el sexto pelotón de Kurena se encargaba

de disparos a distancia, bloqueando la orilla de la calle con sus Juggernauts.

Incluso sin ver las pantallas ópticas, Shin podía sentir el tamaño y formación

de las fuerzas enemigas. La cabina de un Juggernaut era similar a la de un

jet de combate, llena con una multitud de botones, pantallas LCD, y dos

palancas de control a la izquierda y derecha. La diferencia más grande era

que en lugar de un parabrisas de vidrio a prueba de balas, la cabina de los

Juggernaut se encontraba rodeada por un toldo blindado, así que el piloto

no podía ver nada fuera de su unidad. Para compensar esa falta de visión, la

cabina estaba equipada con tres pantallas y una ventana holográfica que

proveía todo tipo de información, pero poco hacia eso para evitar el

sentimiento oscuro y claustrofóbico de la cabina.

Las unidades enemigas empleaban una ‘formación diamante’ básica, como

era de esperarse—una formación ofensiva típica, con el grupo de

exploración tomando la retaguardia mientras los restantes cuatro grupos

formaban un vértice cada uno. Aunque la Legión los superaba en número y

los dejaba atrás en términos de desempeño, sus tácticas eran simples y

fáciles de predecir.

Superioridad numérica perdiendo ante maniobras estratégicas era un

concepto básico…pero esa lógica no sustentaba tan fácilmente a este

enemigo. Este era un ejército al cual el nombre Legión le hacía justicia. Y,

sin embargo, esto era trabajo normal para los Processors. Situaciones como

esta, donde una pequeña fuerza debía ganar ante las probabilidades y

derrotar a un apabullante y enorme ejército, situaciones que a toda vista

serían imprudentes e inútiles desde el comienzo, eran el tipo de batallas que

los Ochenta-y-Seis regularmente enfrentaban.

Repentinamente, un pasaje de la Biblia que alguien le había leído en el

pasado flotó desde las profundidades de su memoria. Alguien. La última vez

que había visto y escuchado a esa persona ya había sido sobrescrita con más

recuerdos, así que no podía recordarla. Todo lo que recordaba eran sus

palabras:

—Y él preguntó, ¿Cuál es tu nombre?

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Escuchando lo que Shin susurró a través del Para-RAID, el cual captaba

incluso los más leves sonidos, Raiden se sentó en su cabina, puesto que

antes se encontraba con las piernas sobre la consola. Ya que se ocultaba

entre los escombros, su pantalla principal era teñida por el gris del concreto,

y su radar se encontraba en modo pasivo. Dado que no se encontraba en su

lenguaje materno, el lenguaje de la República, él no entendió lo que Shin

había dicho. Dicit ei Legio nomen mihi—

Eso fue todo lo que pudo comprender.

Theo habló en tono irritado.

“Shin, ¿acabas de referenciar a la Biblia? Me das miedo. Y, además,

esa fue la peor línea que pudiste haber pensado de entre todas.”

“¿Qué fue lo que dijo?”

“El mesías le preguntó al diablo o a un demonio o algo así su nombre,

y la respuesta que le dieron fue ‘Mi nombre es Legión, pues somos

muchos.’

Raiden guardó silencio. Esa era definitivamente una mala elección para esta

ocasión.

Fue en ese momento que alguien más se sincronizó al Para-RAID.

“Handler One a todas las unidades. Perdón por llegar tarde—Me

retrasaron.”

Una encantadora voz, sonando como una campanilla de plata, alcanzó sus

oídos a través de la Resonancia Sensorial. Se trataba del nuevo Handler

asignado a ellos después de que el anterior se fuera debido al miedo que le

provocaba la Parca. A juzgar por la voz, se trataba de una chica de más o

menos la misma edad que ellos.

“Las fuerzas enemigas se acercan. Deberíamos interceptarlos en el

punto 208—”

“Undertaker a Handler One. Hemos confirmado la posición del enemigo.

Ya nos hemos desplegado en el punto 204.”

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Shin respondió de manera simple, y Raiden pudo escuchar a la persona al

otro lado de la Resonancia tragar saliva.

“Eso fue rápido…Buen trabajo, Undertaker.”

La Handler parecía genuinamente impresionada por Shin, pero para Raiden

no era una sorpresa. Shin y el resto de los Processors del escuadrón tenían

todos ‘Nombres Clave’. Un ‘Nombre Clave’ era un título dado a los

veteranos. La mayoría de Processors usaban siglas de identificación, una

combinación de su nombre de pelotón y un número, durante sus

operaciones. Solo los veteranos que habían sobrevivido por un año los

horrores del campo de batalla y que habían conquistado ese 0.01 de índice

de supervivencia recibían ese título.

Eran aquellos que tenían el talento y carisma que a la mayoría de Processors

les faltaban, y lo más importante de todo, ellos poseían una suerte que les

permitía sobrevivir y refinar sus cualidades. Los monstruos bendecidos por

el diablo, o bien, por la Parca. El tipo de personas que no morían o que

incluso parecían incapaces de morir. Aquellos que habían regresado de la

muerte una y otra vez, sobreponiéndose a probabilidades imposibles como

si de algo normal se tratara, solo dando una mirada indiferente a su sinfín

de camaradas caídos.

Un Nombre Clave simbolizaba el respeto y asombro que otros Processors

sentían por aquellos veteranos. El mínimo respeto que podían ofrecerles a

los héroes que alcanzaban aquellos lugares que otros jamás pudieron—y el

asombro por aquellos demonios de guerra que podían luchar mientras se

paraban sobre los restos de sus camaradas y enemigos. Todos los miembros

del escuadrón Spearhead eran distinguidos ‘Portadores de Nombres’ con

entre cuatro a seis años de experiencia de combate, haciéndolos los más

experimentados de todos los Processors. Harían todo como debería hacerse,

incluso sin esta princesita comandándolos desde su castillo.

Pero al mismo tiempo, Raiden estaba un poco impresionado. El punto 208

sería un lugar óptimo para estacionar si fueran detectados por la Legión.

Ella había especificado ese punto a pesar de haber sido asignada al

escuadrón hace una semana. Parecía que había más en esta jovencita además

de su naturaleza amable.

Una alarma de advertencia retumbó. Los sensores de oscilación de las patas

de las unidades detectaron algo. Una ventana holográfica apareció e hizo

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zoom en un punto. Delante yacía una cuesta suave al final de la calle

principal con filas de escombros a los lados. Una silueta negra

repentinamente cubrió la luz del sol fluyendo desde la cumbre de la cuesta,

y al siguiente momento, la vista fue llenada con el color del acero.

Han llegado.

Las pantallas de radar repentinamente se llenaron con puntos rojos

indicando unidades hostiles. Un ejército de demonios mecánicos marchaba

hacia ellos, amenazando con pintar de gris todas las ruinas. La Legión

marchaba en una fila ordenada, dejando espacios de entre cincuenta a cien

metros entre cada una. Las unidades más ligeras, las unidades de tipo

explorador, ‘Ameise’, se movían en silencio y engañaban su peso de más de

diez toneladas, el ruido de sus movimientos, como si se trataran de huesos

frotándose unos con otros, se fusionaban con lo que sonaba como el crujir

de las hojas.

Era una vista sacada de otro mundo, terrorífica.

Los complejos sensores bajo sus torsos y los ametralladores antipersona de

7.56mm sobre sus hombros viraban hacia todos lados mientras marchaban,

corriendo con sus tres pares de patas. Los Ameise tenían una forma angular,

recordando a un pez carnívoro.

Cargando lanzacohetes múltiples anti tanque de 57mm en sus espaldas, con

luz reflejándose amenazadoramente en sus cuchillas de alta frecuencia

sobresaliendo de sus patas, las unidades de tipo Dragón9, ‘Grauwolf’, tenían

la feroz apariencia de un tiburón de seis patas.

Con sus estructuras de cincuenta toneladas sobre sus ocho patas articuladas,

las unidades tipo Tanque, Löwe, avanzaban con orgullo, sus opresivas

torretas de ánima lisa con la vista al frente.

Los encargados de la Interrupción Electrónica—los Eintagsfliege que se

encontraban desplegados en el cielo—arrojaban una gran sombra sobre el

campo de batalla mientras las nubes formadas por estos borraban el sol.

9 Dragón es el nombre militar dado a soldados de infantería a caballo, en inglés el término es ‘Dragoon’

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Bañaban el suelo con partículas plateadas parecidas a escamas que

recordaban a nieve, las cuales regeneraban a las micro máquinas que servían

como la sangre y sistema nervioso de la Legión.

El pelotón de Ameise entró en la zona clave. Se acercó al primer pelotón

que yacía oculto para una emboscada y los pasó sin darse cuenta. Liderados

por la vanguardia, el resto de las unidades pasó a cada uno de ellos, hasta

que eventualmente los Löwe, quienes se encontraban en la retaguardia,

habían entrado a la zona—

Y eso fue todo. Ellos habían entrado a su jaula.

“Abran fuego.”

Tras la orden de Shin, todas las unidades fijaron sus vistas en los objetivos

a quienes habían apuntado y jalaron el gatillo.

El cuarto pelotón comenzó a disparar a la vanguardia, mientras que el

primer pelotón bombardeaba la línea trasera. El relativamente frágil blindaje

de los Ameise y las líneas traseras poco resguardadas de Löwe fueron ambos

alcanzados sin problema por los disparos, y las unidades colapsaron, quietas

e inmóviles. Los demás Juggernauts abrieron fuego, perforando las fuerzas

restantes de la Legión, las cuales inmediatamente cambiaron a posiciones

de batalla.

Explosiones y disparos estruendosos sacudían el campo de batalla.

Piezas de metal y sangre compuesta por micro máquinas plateadas era

rociada en el aire, con llamas negras consumiendo el fondo. Y en ese

momento, veintiún Juggernauts se retiraron de sus posiciones. Algunos

dejaron sus escondites y continuaron disparando; otros corrían de un sitio a

otro para ocultarse, descargando balas desde los flancos y desde atrás hacia

la Legión que intentaba acabar con las escoltas de cada unidad. Para cuando

eso terminó, los primeros Juggernauts ya se habían refugiado y habían

comenzado a disparar a los flancos de otro grupo de enemigos.

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Los Juggernauts eran máquinas de combate inútiles, pobremente

construidas. El delgado blindaje fue hecho de una aleación de aluminio que

era fácilmente penetrada por fuego de ametralladora, su maniobrabilidad era

solo ligeramente superior a aquella de un tanque, y sus baterías eran, por

mucho, demasiado débiles como para competir con los Löwe. No hubo ni

suficiente tiempo ni suficiente conocimiento tecnológico como para

desarrollar apropiadamente un ‘control de crucero’ para las frágiles patas

del Juggernaut (pues un control de crucero requería una programación más

compleja mientras más patas tuviera la máquina). Pero, de todos modos, la

presión en las patas era extrema. Esto hacía que los Juggernauts del frente

Este, en el cual abundaban los pantanos y la tierra suave, cayeran a menudo.

Nadie esperaría, ni en sus sueños más salvajes, ver a estas máquinas saltar

o rodar de un lado a otro, mucho menos volar como los robots gigantes que

se veían en películas y caricaturas. Si se tuviera que comparar el Juggernaut

con algo, los Processors, con una sonrisa desfigurada en sus rostros, dirían

que eran parecidos a un ataúd móvil.

Los ligeramente armados Juggernaut, incluso si eran capaces de enfrentar a

los Ameise en batalla, no tenían ninguna esperanza de vencer a los Grauwolf

o a los Löwe en una batalla frente a frente. La estrategia común de los

Processors era enfrentarlos usando múltiples unidades y, al tomar ventaja

del terreno y cubriéndose, destruirlos a través de sus puntos débiles o de sus

vulnerables espaldas. Estas eran las tácticas que fueron entregadas por sus

predecesores—los Ochenta-y-Seis que murieron en esta tierra—y que

fueron desarrolladas a través de un sinfín de batallas y sacrificios.

El escuadrón Spearhead había luchado acorde a estas tácticas durante años

y se había acostumbrado a ellas. Fundamentalmente no tenían necesidad de

comunicación entre pelotones, ya que cada unidad llevaba a cabo sus

procedimientos sin conflictos con sus compañeros.

Y además… Los labios de Raiden se convirtieron en una descarada sonrisa.

Tenían a la mismísima Muerte, a la Parca, protegiéndoles.

Un Juggernaut con una Marca Personal de un esqueleto sin cabeza—

Undertaker—corría por las sombras de las ruinas de un edificio colapsado,

evadiendo líneas de fuego enemigas, pero al mismo tiempo sin perderlos de

vista. Acabó con la Legión hábilmente, eliminando Exploradores y

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Dragones, a veces incluso dando vueltas en círculos alrededor de Tanques

y disparando a sus vulnerables puntos débiles, mientras atraía a sus escoltas

y acababa con ellas.

Alterar la coordinación de las fuerzas enemigas era el trabajo de Shin.

Funcionando como parte de la vanguardia, él era un líder excepcionalmente

hábil en combates en espacios cerrados incluso entre los demás miembros

de la vanguardia. Esto era, tanto su rol dentro del escuadrón como el estilo

de pelea que mejor manejaba. Así como lo implicaba su título, él era la Parca

que decidía cuál de todos sus enemigos moría primero.

Mientras corría a través del campo de batalla, su fría mirada, la cual fijaba

objetivos para una muerte segura, repentinamente flaqueó. Ah, tampoco

vendrás esta vez, ¿verdad? Ese pensamiento sin sentido y momentáneo fue

tragado por el humo negro que desprendía su rifle al mismo tiempo que

disparaba una vez más. Mientras fijaba su fría mirada en su próximo

objetivo, instruyó a sus escoltas esparcidos por toda la ciudad sobre la

manera más eficiente para asesinar al enemigo.

“—Tercer pelotón. Agraven a los pelotones enemigos y retírense al sur.

Quinto pelotón, quédense en su sitio. Abran fuego mientras las fuerzas

enemigas entran a la zona clave y acaben con ellos.”

“Black Dog (Daiya), entendido… Snow Witch (Anju), si vas a recargar,

que sea ahora.”

“Laughing Fox (Theo) al habla. También estoy recargando. ¡No vayas

a disparar en esta dirección, Black Dog!”

“Falke (Haruto). Dirección 270, distancia 400. Hostiles se acercan a través

de los edificios y se dirigen hacia acá.”

“EEEEEEEEntendido. Fafnir (Kino), échame una mano.”

El sonido de disparos a lo lejos sacudía los escombros. Un grupo de

Grauwolf intentaron emboscarlos con una sorprendente técnica—correr

verticalmente por las paredes de edificios—pero fueron reducidos a chatarra

por fuego de ametralladoras justo al intentar arremeter contra los

Juggernauts.

Shin vio sus alrededores, en un intento de identificar a su próximo objetivo,

pero su mirada repentinamente se movió rápidamente al notar algo.

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“Todas las unidades, cese al fuego y dispérsense.”

Fue una orden repentina, pero todas las unidades la siguieron sin más. Nadie

hizo estúpidas preguntas como el porqué de la orden. Debido a que existía

un tipo más de unidad de la Legión, uno que mostraría su espantosa cabeza

cuando otros miembros de la Legión se encontraban entre la espada y la

pared—

Un agudo chillido llenó el aire, seguido de proyectiles de artillería,

aparentemente disparados desde una larga distancia, los cuales comenzaron

a caer y explotar por todo el campo de batalla. Tierra del color del carbón

aumentaba su tamaño y estallaba. Se trataba de artillería de soporte de la

unidad de la Legión con un cañón de proyectiles autopropulsados de 155mm,

los artilleros de largo alcance, los Skorpion.

La computadora de soporte de Shin calculó las trayectorias de los

proyectiles y especificó que la posición desde la cual se abrió fuego se

encontraba a treinta kilómetros al noreste de su posición. Sin embargo, esta

era información inútil, pues no tenían artillería de largo alcance disponible.

El enemigo tenía ‘Unidades de Observación de Largo Alcance’ esparcidas

para determinar dónde caían las rondas, pero los Juggernauts tendrían que

descubrir dónde se encontraban dichas Unidades entre todos los enemigos

y dada la forma en que las unidades estaban esparcidas—

“Handler One a todas las unidades. Transmitiendo coordenadas de las

Unidades de Observación de Largo Alcance. Hay tres objetivos

potenciales. Por favor confirmen y procedan a eliminar.”

Shin movió rápidamente su mirada, notando tres puntos encendiéndose en

su mapa digital. Comparándolos con las posiciones enemigas que había

percibido, le dio órdenes al tirador oculto en los edificios cercanos.

“Gunslinger (Kurena), cuatro unidades en dirección 030, distancia 1200.”

“Entendido. Yo me encargo.”

“Handler One, usar láseres direccionales para transferir datos conlleva el

riesgo de exponer nuestra posición. Transfiere toda la información durante

operaciones solamente de manera oral.”

“Ah… lo siento.”

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“La próxima Unidad de Observación debería llegar pronto. Contamos

contigo para que la encuentres.”

Él pudo sentir una sonrisa floreciendo en el rostro de la chica al otro lado

de la Resonancia.

“¡Por supuesto!”

Shin frunció el ceño al escuchar la alegre voz de la chica Handler—pero

escuchando la alerta de proximidad entre el revoltijo de gritos, él cambió su

atención de nuevo al campo de batalla.

Sin considerar las pérdidas de sus propias fuerzas—una táctica que solo

emplearía en una batalla contra verdaderos drones—Raiden se apresuró a

través del campo de batalla, evadiendo bombardeos mientras buscaba a su

próximo objetivo. Las líneas de fuego que llenaban el campo de batalla eran

aun principalmente aquellas del enemigo. Ser golpeado por una sola bala de

ametralladora significaría una herida mortal, y todo lo que tomaría sería un

proyectil de tanque para hacerlo volar en pedazos. Escabulléndose entre las

ruinas mientras se movía de un escondite a otro, descubrió que alguien ya

le había ganado este lugar.

Era Undertaker. Habiéndose quedado sin munición, estaba siendo

reabastecido por un Carroñero—por supuesto, por Fido.

“¿En serio vas a necesitar tanta munición?”

“Pan comido, ¿verdad? Igual puedo aprovechar y divertirme un poco.”

Aparentemente, él había escuchado su conversación con Theo. Vaya

sabelotodo.

“…Pero definitivamente hay más Tanques de lo que esperaba. Ellos

deben haber sido con quienes se reagruparon antes.”

Habló como si se tratara de algo tan simple como olvidar un paraguas en un

día de lluvia. Raiden no podía recordar haber visto a Shin perder su

compostura nunca. Este sujeto probablemente no cambiaría su expresión

incluso durante su propia muerte y se quedaría así incluso luego de ella.

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“Tener tan pocos escondites, se está volviendo un problema. A este paso

van a analizar nuestros patrones de movimiento. Tenemos que

eliminarlos antes de que eso ocurra.”

El brazo de grúa de Fido terminó de intercambiar el último tambor del

contenedor. Reabastecimiento completo. Undertaker se levantó.

“Me encargaré de los Löwe. Dejaré a los demás y te daré el mando de

las unidades de soporte a ti.”

“Entendido. Undertaker…el viejo Aldrecht te va a hacer pasar un mal rato

de nuevo.”

Él podía sentir una leve sonrisa al otro lado de la transmisión.

Undertaker salió de las ruinas. Maniobrando habilidosamente entre líneas

de fuego, el Juggernaut se apresuró a un grupo de cuatro Tanques a máxima

velocidad. Era un acto que superaba por mucho a lo que llamarías

imprudencia, una carrera que todos verían como un suicidio seguro. La

chica Handler hizo salir su voz en lo que era probablemente un grito de

terror.

“¡¿Undertaker?! ¿Qué estás—?”

Uno de los Löwe movió la dirección de su torreta y disparó. Undertaker

movió su unidad ágilmente a un lado, evitando el proyectil con éxito. Otro

disparo. Otra falla. Un bombardeo, y otro, y otro, y otro—

Deslizándose entre una cortina de fuego de proyectiles de 120mm capaz de

reducir tanto a hombre como a máquina a polvo, Undertaker continuó

acercándose a los Löwe. Esto no era una hazaña que sería capaz de realizar

solamente viendo la dirección de la torreta enemiga. Confiando en nada más

que intuición cultivada a través de experiencia, el esqueleto decapitado

reptó hacia el tanque usando maniobras tan difíciles que parecían salidas de

una pesadilla. El Tanque movió toda su estructura hacia él, como si hubiera

perdido su temperamento. Corriendo con una velocidad explosiva, sus ocho

patas—armas letales por sí mismas—pateando la tierra con su despertar.

No hubo sonido en los pasos mientras corría hacia adelante con el masivo

peso de su estructura tras de él. Yendo de un estado de éxtasis a su velocidad

máxima en un instante, el Löwe presionó a Undertaker en un pestañeo. Era

la absurda y poco justa movilidad dada por poderosos amortiguadores y

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aceleradores lineales. Ocho patas mecánicas presionaron la tierra y saltaron

hacia adelante. La máquina intentó aplastarlo. Y justo entonces—

Al momento siguiente, Undertaker se encontraba en el aire.

Saltando horizontalmente, esquivó el ataque del Löwe. Cambiando su

dirección en medio del aire, saltó una vez más tan pronto como aterrizó.

Colgándose de la estructura de la unidad de la Legión, Undertaker usó las

articulaciones de las patas del Löwe para ganar un punto de apoyo mientras

rápidamente se escabullía hacia la cima de la torreta. Estirando sus patas en

una postura extrema que causaba que se sacudiera de un lado a otro,

Undertaker empujó el brazo con arma montada al blindaje azul metálico de

la torreta. Apuntando a donde el blindaje del Löwe era más delgado—la

parte superior de la torreta—

Undertaker disparó.

Una ronda explosiva de alta velocidad anti blindaje, diseñada para viajar a

ocho mil metros por segundo, que tenía su ‘rango mínimo de detonación’

inhabilitado penetró el blindaje, reduciendo el interior del Löwe a cenizas

con una fiera explosión. Para cuando él había salido de los restos

derrumbados y humeantes del Löwe, Undertaker ya había fijado su vista en

otro objetivo. Deslizándose entre la cortina de balas disparadas en su

dirección por la ametralladora coaxial de otro Löwe con saltos pequeños,

Undertaker retrajo una de sus piernas y cortó con su extremidad de agarre—

Una de las armas disponibles para las extremidades de agarre era una

cuchilla de alta frecuencia. Sin embargo, nadie además de Shin podía usarla,

ya que a pesar de lo poderosa que era, su rango era demasiado pequeño

como para ser efectiva. El segundo Tanque colapsó, y Shin metió otro

proyectil en su vulnerable torreta.

Usando la unidad caída como escudo, Shin bloqueó un disparo del tercer

Löwe. Tomando ventaja del momento en que las flamas bloquearon los

sensores del Tanque, Shin disparó su ancla con cable al techo de una

estructura cercana, usándola para ascender rápidamente. Entonces se lanzó

sobre la torreta de la tercera unidad mientras esta desesperadamente viraba

de un lado para otro, buscando a su objetivo perdido, y le disparó a

quemarropa.

“…”

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Raiden podía sentir que la Handler estaba pasmada al otro lado de la

Resonancia. Si la persona que había desarrollado estos ataúdes de aluminio

fuera a ver esto, sin dudas se habría desmayado de la tremenda conmoción.

Raiden entrecerró los ojos a la vista de esta hazaña súper humana. El

Juggernaut en ningún momento fue construido para este estilo de lucha. La

máquina era un trabajo apresurado con falta de movilidad, blindaje, y poder

de fuego y fue planeada para ser un arma suicida que pudiera a duras penas

disparar si le iba bien. Una sola unidad derrotando a un Tanque—a varias

unidades en sucesión—era inconcebible.

Pero por supuesto, el precio de tal maniobra era elevado. Llevar al

Juggernaut, el cual era frágil incluso en sus mejores condiciones, a los

límites de su movilidad significaba que para cuando la batalla acabara,

estaría completamente destruido. Y aunque los Tanques servían como la

punta de las flechas de la ofensiva de la Legión, aun había otras unidades

escoltándolos, y esas mismas revolotearían alrededor del Undertaker caído.

Y hasta cierto punto, aliviaba la carga de Raiden y de los demás pues

luchaban con todos menos las unidades de clase Tanque. Pero incluso si

básicamente apresuraba el fin de la batalla, era aún, honestamente, nada

menos que un milagro que Undertaker no hubiera muerto todavía. Él era el

tipo de monstruo que había sobrevivido por cinco años luchando con estos

métodos.

Raiden siempre pensó que Shin era demasiado bueno para esta guerra.

Él había luchado junto a Shin por tres años. Por tres años, Raiden había

servido como el vicecapitán de Shin, significando que todo este tiempo él

fue siempre su mano derecha. Pero a pesar de que también era un Portador

de Nombre, Raiden jamás podría esperar llevar a cabo este tipo de artimaña.

Jamás podría pararse al mismo nivel que Shin. Esta Parca sin cabeza era,

sin exagerar, un héroe de incomparable talento cuando se trataba de batallas.

No solo tenía una tremenda cantidad de suerte cuando se trataba de

sobrevivir. Con suficiente tiempo y el equipamiento adecuado, él podría sin

duda alguna ser la llave para aniquilar a cada una de las unidades de la

Legión de la faz del continente. Así de incomparable su habilidad era.

Pero, aunque tenía suerte en sobrevivir al conflicto, tenía desgracias en otros

aspectos. Tuvo el infortunio de haber nacido en la era equivocada y durante

la peor guerra sangrienta de todas. De haber nacido en el pasado distante,

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en la época de los caballeros, él sin duda habría terminado siendo el

protagonista de algún mito que habría sido cantado por las generaciones

venideras, y su vida habría terminado con una muerte heroica en un campo

de batalla donde humanos luchaban con otros de su misma clase. Pero un

sueño así no era más que eso: un sueño.

Su destino era morir en un rincón desconocido del campo de batalla,

descartado como una herramienta desgastada, falto de sus derechos y

dignidad humana, sin una tumba en la cual descansar o un nombre, o una

condecoración la cual grabar en su no existente lápida. Al igual que los

millones de hermanos que murieron en el campo de batalla, lo único que

podía hacer era confiarle su esqueleto a otra persona.

La niebla de Eintagsfliege se aclaró, y la luz del sol brilló sobre ellos una

vez más. Los restos de la Legión comenzaban a retirarse, asistidos por el

bombardeo de los Skorpion. Estas armas autónomas frías y sin corazón

jamás buscaban venganza, sin importar cuantos camaradas fueran

destruidos. Una vez sus bajas pasaban cierto umbral, simplemente concluían

que su objetivo no podía ser conseguido y velozmente cesaban toda

hostilidad para retirarse tan rápido como les fuera posible.

Los rayos del sol poniente acentuaban la silueta de Undertaker, quien se

paraba entre los escombros de los Löwe. Era una vista impresionante y

hermosa, como la luz de luna reflejada en el filo de una antigua espada.

En días cuando no había asaltos nocturnos ni deberes de patrullaje nocturno,

las pocas horas entre la cena y la hora de apagar las luces era tiempo libre.

Habiendo terminado de limpiar después de la cena, Anju regresaba de haber

servido café para todos, solo para encontrarlos a todos en un torneo de

puntería frente al hangar.

“¡Un disparo en el Rey Oso y dos en Sir Conejo! ¡La puntuación de Haruto

es de siete puntos!”

“Aaah, fallé dos, ¡maldición! Rayos, usar escopetas como que no se siente

bien…”

“Oh cielos, ¡aquí viene Fido con un reto! ¡¿Cómo les irá a las habilidades

de Kino?!”

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“Oh vamos, no puedes hablar en serio… ¡Ugh! ¡No puedo ni descansar un

poco! ¡La siguiente! ¡Que venga la siguiente persona!”

“Oh, ¿es mi turno? Hmm… ¡Kaie Taniya, lista para el reto!”

“Bien, ¡con eso son dos puntos!”

“Vaya, cinco tiros directos al centro. Nada mal, Raiden.”

“Uf, no jodas. Eso fue una locura.”

“¡Descarado hijo de…! ¡Vamos, Kurena! ¡Muéstrales los milagros de una

francotiradora de verdad!”

“Muy bien, voy a acabar con todos. Fido, no los pongas en fila.

¡Lánzamelos!”

“““¡Whoooooooaaa!”””

“Maldición, Fido parece sentirse sádico hoy. Ahora los está colocando como

una torre. Que subidón de dificultad, ¿no creen?”

“Vamos, te toca, Shin.”

“Mm.”

“…A la mierda. ¡Acaba de acertarles a todos al primer intento! Ya ni

siquiera es divertido si haces lo mismo siempre.”

Usando latas vacías de la cocina de ese día como objetivos, todos disparaban

sus armas personales. En lugar de blancos, Theo garabateaba lindos

animales en las latas con un marcador, y Fido recogía las latas y las

reorganizaba con la forma de una torre o una pirámide. Viendo todo este

bullicio, Anju sonrió.

Fue una lujosa cena. Cocinaron a la parrilla el jabalí salvaje que atraparon

y lo sirvieron con salsa de uva crespa reunida en secreto del bosque. Hubo

una ensalada hecha de vegetables del jardín trasero y una sopa cremosa

preparada de leche enlatada y hongos. Era demasiado lujosa como para

comerla en el comedor, así que sacaron una mesa, y ya que las personas a

cargo de cocinar no serían capaces de arreglárselas por sí solas, todos se

dirigieron a ayudar.

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Fue divertido, y lo fue porque todos lo hicieron juntos. Ver a todos así la

hacía feliz.

Sin molestarse en confirmar si le había dado a las latas o no, Shin se

distanció de la conmoción y comenzó a voltear las páginas de un libro. Anju

colocó una taza de café frente a él.

“Buen trabajo hoy.”

Su única respuesta fue una corta mirada antes de regresar sus ojos a su libro.

Dejando la bandeja llena de tazas de café con Daiya, quien las había visto y

por eso se había aproximado a ella, Anju tomó una silla frente a Shin y se

sentó. Le dio una pequeña mirada al grueso libro que Shin estaba leyendo y

sonrió debido a la agradable vista del gatito negro de patas blancas que

tenían en las barracas jugando con las páginas.

“¿Es interesante?”

“No en particular.”

Quizás notando que su respuesta no fue tan cortes, Shin pausó y entonces

abrió su boca para hablar una vez más.

“Concentrarme en algo hace que ellos no parezcan tan ruidosos.”

“…Ya veo”, dijo Anju, con una sonrisa adolorida en sus labios.

Esta era la única cosa con la que no podían ayudarlo.

“Gracias. Tú siempre—”

Repentinamente, un calor ilusorio hormigueó desde el Dispositivo RAID.

“Handler One a todas las unidades. ¿Están libres ahora?”

La voz de la chica Handler sonó. Desde su nombramiento hace una semana,

ella se había conectado diligentemente cada noche después de cenar para

una corta conversación.

“No hay problema, Handler One. Buen trabajo hoy.”

Shin respondió por todos. Creando una vista extraña, el gatito había

intentado mover las páginas justo cuando Shin intentaba leer, así que él

había levantado el libro con el gato colgando. Todos los demás, todos

quienes habían estado festejando hace unos momentos, rápidamente

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removieron las balas de sus pistolas y las colocaron en sus fundas. Los

Ochenta-y-Seis no tenían permitido cargar armas de fuego pequeñas, por el

bien de prevenir una insurrección. Nunca había inspecciones, y casi todos

los escuadrones las habían conseguido de pueblos abandonados cercanos e

instalaciones militares.

“Sí, tu trabajo fue sorprendente también, Undertaker… ¿Estaban

jugando algún tipo de juego? Disculpen si los interrumpí.”

“Solo matábamos algo de tiempo. No te preocupes.”

Todo aquel que no quisiera participar en estas pláticas era libre de cortar la

conexión, tal cual el Handler les había dicho en el primer día. Shin habló

mientras veía a varios miembros del escuadrón cortar la conexión

inmediatamente y osadamente regresando a un concurso de lanza cuchillos.

Raiden, Theo, Kaie, y unos pocos otros se sentaron a su lado, sorbiendo café

de sus tazas.

“¿Seguro? Sonaba a que se divertían…en ese lugar.”

Pudieron sentir cómo la Handler se sentaba en su silla, evocando la

sensación de que ella veía directo a ellos.

“Undertaker, tengo unas cuantas quejas para ti.”

Se sentía más como el regaño de una diligente presidenta de clase que como

la reprimenda de un oficial al mando. Shin continuó sorbiendo su café,

tranquilo, haciendo ver que no se tomaba nada de lo que la Handler al otro

lado de la pared decía particularmente en serio.

“¿Quejas por…?”

“Los registros de batalla del pelotón. Que me hayas enviado los

equivocados no fue un error. Cuando intenté leer todos los

anteriores…todos eran el mismo reporte.”

Shin elevó su mirada levemente.

“Espera, ¿O sea que revisaste cada uno de ellos?”

“Todos desde que te nombraron capitán de Spearhead.”

“¿…Qué demonios? ¿Aun seguías con eso?”

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Shin ignoró la reacción de sorpresa de Raiden, quien se encontraba incapaz

de contener su asombro.

“No sé lo que esperas ganar al saber lo que ocurre en el campo. Estos

reportes me parecen una pérdida de tiempo.”

“Analizar las tácticas utilizadas por la Legión, así como sus

formaciones, ese es el trabajo de un Handler.”

Habiendo dicho esto bruscamente, la Handler suavizó su tono.

“Entiendo el no haberlos enviado dado que nadie se molestaría en

leerlos. Eso fue negligencia de nuestra parte, así que no te culpo por ello.

Pero por favor envíalos adecuadamente de ahora en adelante, pues yo

los leeré.”

Qué molestia. Shin abrió su boca para hablar teniendo ese pensamiento en

mente.

“No puedo escribir ni leer muy bien.”

“Tremendas agallas que tienes, santo cielo…”

Ignorando el susurró de Daiya, Shin regresó a dar vueltas a la página del

libro. La Handler, por supuesto, no sabía lo que él hacía puesto que ella no

se encontraba ahí. Vergüenza se mezclaba con la voz de la chica al darse

cuenta que muchos Processors puestos dentro de los campos de

concentración a una temprana edad jamás tenían una educación apropiada.

“O-Oh, lo siento… Pero en ese caso, es mucho más importante que te

acostumbres a escribir. Piensa en los reportes como práctica. Estoy

segura de que esto te será de ayuda.”

“¿En serio crees que será de ayuda?”

“…”

La Handler se encontraba claramente desalentada. Theo resopló, como si

quisiera decirle a la chica que Shin bien podía leer, y lanzó el cuchillo que

sostenía en sus manos, haciendo caer una lata con un dibujo de una linda

princesa cerdita. Kaie inclinó su cabeza en desconcierto, aun sosteniendo su

taza con ambas manos.

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“Pero es algo útil para ti, Undertaker. Ya que tu pasatiempo es la lectura.

¿Ese libro que tienes en las manos justo ahora no es uno de filosofía? Se ve

bastante complicado para mí.”

Un silencio pesado se podía sentir al otro lado de la Resonancia.

“¿Undertaker?”

Sus palabras eran igual de suaves que antes, y probablemente incluso

hubiera una sonrisa en su rostro, pero había una extraña presión en su voz.

“………Bien, entiendo.”

“Por favor envíame reportes de todos tus patrullajes hasta el momento,

¿entiendes? Y también reportes de combate. Todos los que tengas.”

“¿…Y si solo envío los archivos de la grabadora de misiones?”

“No. Reportes escritos, por favor.”

Shin chasqueó su lengua. Kaie, quien había simplemente llegado a ver lo

que ocurría, se quedó sin aliento por la sorpresa, su cola de caballo

sacudiéndose. Ella juntó sus manos y se inclinó a modo de disculpa, pero

Shin meneó su cabeza como para decir que no era la gran cosa.

La Handler suspiró con un “Santo cielo” y entonces repentinamente recordó

el por qué ella aún no había finalizado la transmisión. Suprimiendo su enojo,

continuó con seriedad.

“Si analizamos los datos operacionales, deberíamos ser capaces de

pensar en una contramedida para la Legión. Y la información de

ustedes es aún más importante, dado que son veteranos experimentados.

Disminuiría el índice de bajas en todo el frente y los ayudaría, también,

a ustedes, así que por favor cooperen en cuanto a este tema.”

“…”

Shin se mantuvo en silencio, y la chica Handler calló lamentablemente en

silencio. Ella entonces habló alegremente, intentando romper la tensa

atmosfera.

“Por cierto, las fechas de aquellos documentos eran bastante antiguas.

¿Alguien se los dio a ustedes? ¿O desde ese entonces han estado

enviándolo?”

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“Sí, este tonto ha estado enviando esos reportes desde hace mucho tiempo,

Handler One. Lo ha estado haciendo desde antes que yo lo conociera.”

Raiden se unió a la conversación burlonamente. Podían sentir a la Handler

parpadear con una expresión desconcertada.

“¿Conocías a Undertaker antes de unirte a este escuadrón, Wehrwolf?”

Kaie se encogió de hombros.

“La mayoría. Black Dog (Daiya) y Snow Witch (Anju) han estado en la

misma unidad desde enlistarse, y yo me uní el mismo año que Falke

(Haruto). Laughing Fox (Theo) y Gunslinger (Kurena) estuvieron en la

unidad de Undertaker (Shin) y Wehrwolf (Raiden) por dos años… ¿Y creo

que ustedes dos últimos se conocieron hace dos años…?

“Tres.”

Raiden respondió, y la Handler guardó silencio por un momento.

“¿Cuánto tiempo ha pasado desde que los reclutaron?”

“Cuatro años para todos, creo. Oh, Undertaker lleva el mayor tiempo aquí.

Cinco años.”

Alegría se mezclaba en la voz de la Handler una vez más.

“En ese caso, casi has completado tu servicio, Undertaker. ¿Has

pensado en lo que harás una vez salgas? ¿Algún lugar al que quieras

ir? ¿Algo que quisieras ver?”

Todas las miradas se concentraron en Shin. Este aun sin levantar sus ojos

de las páginas de su libro, respondió bruscamente.

“No realmente. Jamás pensé mucho al respecto.”

“O-Oh, ya veo… Pues creo que deberías comenzar a pensarlo. Podrías

encontrar algo que quieras hacer. Creo que eso sería bueno.”

Shin sonrió débilmente. El gatito, el cual estaba cabeceando en su regazo,

movió sus orejas y volteó a verlo.

“Sí, quizás sería bueno.”

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Capítulo 3:

A tu Galante Rostro al Filo del Inframundo

Medio mes había pasado desde que Lena fue asignada al escuadrón

Spearhead.

Una vez más no hubo bajas durante la incursión de ese día, y como parte de

lo que se había convertido en su rutina diaria, Lena activó el Para-RAID de

forma relajada, Resonando así con los Processors.

La hora era después de la cena, en la habitación de Lena. Por el pasado

medio mes, el escuadrón Spearhead no había tenido baja alguna, a pesar de

desplegar sus fuerzas mucho más a menudo que la mayoría de escuadrones.

Eso era probablemente debido a que ellos eran realmente una unidad de

élite, compuesta solo de veteranos experimentados.

“Buenas tardes, unidades. Como siempre, hoy hicieron todos, un muy buen

trabajo.”

La primera cosa que pudo oír fue un leve ruido en el fondo, tan débil que

desaparecería si alguien fuera a hablar. Probablemente era el ruido distante

del hangar o el sonido de peleas en otros Sectores.

“Buenas tardes, Handler One, buen trabajo hoy.”

El primero en responder fue Undertaker, como siempre. Su voz era serena

y tranquila, y al final, Lena no pudo encontrar la más mínima razón del por

qué alguien como él es llamado por un alias tan amenazante.

Varias otras presencias se encontraban al otro lado de la Resonancia, y

gradualmente, varios otros miembros del escuadrón procedieron a saludar a

Lena. Wehrwolf el vice capitán, la ligeramente malhablada pero respetada

‘figura de hermano mayor’ del escuadrón. La honesta y firme Kirschblüte,

quien seguía la corriente hablando sobre cualquier tema tonto que saliera a

flote durante las conversaciones. Laughing Fox, cuya amable y afeminada

voz hacía contraste con su afilada lengua.

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Tal cual hizo ver con su primera aparición, Undertaker era del tipo de

persona taciturna y no participaba mucho en conversaciones fuera de

trabajos oficiales, pero aparentemente, todos siempre se encontraban a su

alrededor cuando Lena resonaba con ellos. Hubo unos cuantos miembros

del escuadrón quienes no se conectaron a la conversación. Todos deben

tener a Undertaker en muy alta estima.

“Undertaker, me gustaría comenzar con el asunto sobre la fecha de entrega

de los suministros que pediste el otro día…”

Escuchando a la Handler y a Shin continuar con su conversación de

apariencia formal, Raiden pasaba la tarde resolviendo un crucigrama de una

revista que había recogido por ahí. Se encontraban en la habitación de Shin

en el dormitorio de sus desgastadas barracas.

A su alrededor se encontraban unas cuantas personas más que habían hecho

de este, su lugar de reunión habitual, matando el tiempo, cada uno a su

manera. Theo estaba absorto haciendo un bosquejo. Haruto, Kurena, y Kaie

estaban jugando cartas. Anju tejía un suéter con un elaborado patrón

mientras Daiya intentaba reparar una radio rota. Los demás se congregaban

en sus habitaciones o en el comedor, y sus alegres voces podían ser

escuchadas a lo lejos.

Como capitán, Shin tenía trabajo que envolvía reportes y distintos tipos de

papeleo, por eso mismo se le fue dada la habitación más grande de las

barracas, la cual funcionaba también como oficina. Raiden llegaba a hacer

consultas sobre temas del escuadrón, y sus amigos gradualmente entrarían

también para molestarlos. La habitación se había convertido en el lugar

favorito de todos antes de que se dieran cuenta.

A Shin, siendo el dueño de la habitación, no parecía importarle siempre y

cuando él tuviera un sitio en donde poder leer. Se quedaría en silencio e

indiferente incluso si las personas estuvieran atendiendo las necesidades del

gato, peleando acerca del ganador de un juego de ajedrez, o bailando frente

a él (Daiya y Kujo de verdad lo hicieron una vez). Justo ahora, él estaba

(como siempre) en su habitación. Leía una novela—encontrada en una

biblioteca abandonada en algún lugar—mientras hablaba con la Handler.

Estaba recostado en la vieja cama de tubos puesta en el rincón y usando su

almohada como un cojín. El gatito negro de patas blancas yacía tumbado

sobre su pecho, lo normal de cada noche.

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Viendo esta pacífica vista, él le dio un sorbo a su taza de café. Era una

mezcla hecha a base de una receta pasada generación tras generación entre

los Processors, era el café tradicional Ersatz del escuadrón Spearhead.

Estaba hecho de dientes de león que crecían detrás de las barracas, los cuales

lo hacían más delicioso que la misteriosa agua lodosa que obtenían del café

instantáneo sintético.

¿…Qué diría aquella anciana si la hiciera probar esto? Esa vieja bruja era

demasiado seria y no aceptaba ningún tipo de lujo, pero el café era la única

cosa que sí disfrutaba.

Incluso las plantas de producción de los ochenta y cinco Sectores no hacían

un mejor trabajo de producción que aquellas de bases y prisiones cuando se

trataba de reproducir comestibles. La anciana se quejaba cada mañana de

que su café sabía a lodo. ¿Aún seguirá molesta por ello? ¿Aún seguirá

lamentando lo que nos ocurrió…?

Como si buscara opacar la voz parecida al sonido de una campanilla de la

Handler, el gatito dio un maullido agudo.

Lena parpadeó sorprendida, escuchando como un agudo maullido cortaba

sus palabras.

“¿Eso…fue…un gato?”

“Oh, sí. Tenemos uno de mascota aquí en las barracas”, Black Dog

respondió. “Y, por cierto, yo mismo fui quien lo recogió. La cosita

seguía maullando frente a una casa con el techo destruido por un

proyectil de tanque. Sus padres y hermanos todos quedaron aplastados,

pero este sobrevivió de alguna manera.”

“Y por alguna razón, se encariñó con Undertaker.”

“Undertaker ni siquiera juega con él. El gato sigue y sigue frotándose a

él y rogando por atención, pero no le presta la más mínima atención.”

“No estoy seguro si de verdad esta encariñado o solo piensa de él como

una buena cama. Digo, mira cómo está ahora.”

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“Sí, probablemente sea porque Undertaker nunca se mueve cuando

está leyendo. Y eso significa que jamás se pegaría a Black Dog dado lo

ruidoso que es.”

“¡Oye, que grosero! ¡E irrazonable! ¡Demando una disculpa en este

mismo instante!”

El escucharlos discutir y reír de esa manera trajo una leve sonrisa a los labios

de Lena. Cualquiera que los escuchara ahora no escucharía nada diferente a

chicos y chicas perfectamente normales de su misma edad. El que ellos no

estuvieran aquí con ella se sentía extraño.

“¿Cómo se llama el gato?” preguntó, y todos aquellos Resonando con ella

respondieron al mismo tiempo.

“Negrito.”

“Blanquito.”

“Calicó.”

“Chibi.”

“Gatito.”

“Remarque.”

“¡Por centésima vez, dejen de llamarlo como el autor del libro que estén

leyendo! ¡Es demasiado aleatorio! Además, ¿qué demonios se supone

que están leyendo? Lean algo decente, maldita sea.”

Al parecer, el último nombre que Laughing Fox había mencionado no era

realmente un nombre. Sin embargo, Lena aún seguía confundida.

“¿Hay tantos gatos ahí…?”

“¿Qué no escuchaste? Solo hay uno.”

Esa respuesta solo hizo que Lena se confundiera más. Black Dog explicó de

manera concisa:

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“Es un gato negro, pero sus patas son blancas. Por eso le decimos

Negrito, Blanquito, y Calicó. En realidad, no le tenemos un nombre fijo,

tan solo lo llamamos como quiera que queramos en el momento.

Últimamente, aprendió a venir con solo voltear a verlo y decir algo.”

Ya entiendo.

“¿Y por qué no se deciden por un nombre?”

“…Hmm. Bueno, eso es porque—”

Después de dudar un momento, Black Dog pareció haber decidido

responder. Pero al próximo momento, cortó la conexión.

Kurena repentinamente se levantó, como si su intención fuese tirar la silla,

y salió furiosa de la habitación. Daiya, quien se encontraba sentado a su

lado, fue tras Kurena. La silla golpeó el piso con gran clamor.

“¿…? ¿Pasó algo?”

Daiya había puesto fin a su Resonancia, y Kurena para empezar ni siquiera

estaba conectada. Shin habló para mantener las apariencias.

“Sí, apareció una rata.”

“¡¿Una rata?!”

“Eso sí que fue convincente.”

El susurro de Theo no había alcanzado los oídos de la Handler. Ella

preguntó si aparecían ratas a menudo en las barracas… Probablemente les

tenía miedo o algo por el estilo, puesto que su voz se escuchaba

sorpresivamente tímida. Dándole una respuesta a medias, Shin volteó a ver

la puerta entreabierta que Kurena había azotado al salir.

A mitad del pasillo, Daiya atrapó a Kurena, quien daba respiraciones cortas

pero pesadas, como si intentara reducir el estrés acumulado durante un largo

periodo de tiempo. El solo hecho de escuchar esa voz la enfermaba. Le

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disgustaba tanto que Kurena eventualmente no pudo soportarlo más. Esa

mujer les había robado sus pacíficas tardes que todos habían disfrutado

hasta el momento. Eran agradables y preciados momentos, y ahora…

“Kurena…”

“¿Por qué siguen hablando con ella?”

“Es solo por ahora. Sabes que esa princesita parará de conectarse por su

propia cuenta en poco tiempo.”

Daiya se encogió de hombros con ojos tan fríos que hacían parecer su usual

comportamiento travieso como una mala broma. Ocurriría lo mismo de

siempre. Ningún Handler era capaz de tolerar Resonar con la Parca por

mucho tiempo. La chica no sabía aun el origen de ese otro nombre de Shin.

Ella simplemente tuvo la fortuna de que ciertos enemigos no hayan

aparecido aun, pero esa suerte se acabaría tarde o temprano.

Las profanas Ovejas Negras que se esconden entre el rebaño de la Legión.

O esa era la inspiración tras su nombre, pero ahora, las Ovejas Negras

superaban en número a la Legión normal. E incluso el ‘Pastor’, quien era,

por mucho, más peligroso, tampoco había aparecido aún.

Kurena apretó sus dientes. Ella lo sabía; en serio lo sabía, pero aun así…

“Shin debería ‘romperla’ ya”. El enojo y la irritación la abrumaban, Kurena

escupió rencorosas e hirientes palabras. “¿Cuál es el punto de preocuparse

tanto por una apestosa cerda blanca? Tienen el índice de sincronización fijo

en ‘bajo’.”

“Por supuesto. Shin no ‘rompe’ a los Handlers por decisión propia, ¿sabes?”

Para una comunicación apropiada entre los tumultuosos sonidos del campo

de batalla, era parte del protocolo estándar fijar el índice de sincronización

del Para-RAID lo más bajo posible para que solo las voces de los hablantes

pudieran escucharse.

Daiya habló, no como un regaño, sino con inquietud.

“Además, ¿serías capaz de decirle eso a Shin a la cara? ‘No me gusta esa

mujer, rómpela’. ¿Podrías decirle eso—a la cara?”

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“…”

Kurena mordió su labio. Daiya tenía razón. Sería algo horrible decir eso.

Shin y todos los demás eran más que solo amigos. Eran familia. Y no había

manera en que pudiese decirle algo tan horrible a su familia. Para Shin, se

había vuelto una rutina, parte de su vida diaria. Pero sin embargo…

“Lo siento…Pero simplemente no puedo perdonarla. Ellos mataron a mi

madre y padre. Jugaron con ellos como si fueran blancos en un campo de

tiro.”

Sucedió una noche durante una escolta a una de las prisiones. Los soldados

Alba habían decidido probar dónde golpear o cuánto podían soportar los

prisioneros antes de morir. Torturaron a sus padres hasta la muerte, riendo

mientras lo hacían. Enviaron a la hermana de Kurena, siete años mayor, al

campo de batalla inmediatamente después. Ella había tenido catorce en ese

entonces—solo un año más joven que la Kurena de ahora. Su hermana,

quien intentó ahuyentar a esas basuras, quien intentó tratar las heridas de

sus padres mientras sus manos se manchaban de sangre. Y al final, quienes

se disculparon con Kurena y su hermana por haber fallado en salvar a sus

padres fueron soldados Albas y Celena.

“Todos esos cerdos blancos son basura… Jamás, jamás los perdonaré.”

Cuando ambos regresaron, la conversación había cambiado de ratas a

historias sobre el paisaje que podía verse solo en las líneas del frente hasta

finalmente asentarse en el tema de una lluvia de meteoritos que Kaie había

visto una vez. Daiya se encogió de hombros brevemente ante la inquisitiva

mirada de Raiden y regresó a reparar la radio mientras Kurena se sentaba

en el piso cerca de Shin y llamaba al gatito para jugar.

En realidad, el gatito probablemente no quería jugar, pero eventualmente se

rindió, tambaleando mientras se alejaba de Shin, quien había cambiado su

posición para permitirle a Kurena sentarse a su lado. El gato había saltado

de la cama y mantenía su distancia al principio mientras los veía con una

expresión indiferente, antes de que Kurena finalmente lo levantara.

“¿—En serio, Kirschblüte? ¿En serio había tantas estrellas fugaces?”

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“Más de las que podía contar. Fue, creo, ¿hace dos años? Vi al cielo, y antes

de que me diera cuenta, unas cuantas estrellas estaban cayendo. Todo el

cielo estaba lleno de luz…fue…una vista hermosa.”

Kirschblüte—Kaie— asentía mientras comenzaba a repartir cartas en lugar

de Kurena. Raiden había visto esa lluvia de meteoritos también, pero en esos

momentos, ellos estaban atrapados en medio del campo de batalla, rodeados

tanto por restos de enemigos como de aliados. Shin era el único a su lado, y

ambos Juggernauts estaban sin energía. Tenían que esperar a que Fido los

encontrara y no podían moverse ni un centímetro hasta entonces.

Ciertamente no fue una noche tan hermosa y romántica sobre la cual

recordar y reír.

Sin la luz artificial que los humanos traían consigo, el campo de batalla

estaba rodeado de total oscuridad por las noches, el tipo de oscuridad para

la cual el término ‘oscuridad absoluta’ había sido hecho. El paisaje estaba

teñido completamente de negro, con solo luz viniendo de los cielos,

iluminando como si se trataran de llamas azules; un silencio solemne pero

sofocante lo tapaba todo. Todo esto producía una ilusión apocalíptica, como

si el mundo había sido hecho pedazos y dejado para que terminara de

derrumbarse, como si hubiese prendido en llamas.

Raiden había pensado esa vez que quizás morir no sería tan malo si esto

fuera lo último que llegara a ver, y admitírselo a Shin fue una desgracia que

jamás podría olvidar. Shin se había burlado de él. Qué desgraciado.

“Probablemente jamás vea algo como eso de nuevo… Ves estrellas fugaces

todos los años, pero pueden pasar décadas entre lluvias de meteoritos, y una

con tantas estrellas probablemente suceda una vez cada siglo… Oh, eso es

algo que Sirius (Kujo) me contó.”

“Qué pena…desearía haberlas visto también.”

“¿No puedes ver las estrellas ahí?”

“Las luces de la ciudad están encendidas toda la noche. Jamás vemos

las estrellas aquí.”

“Oh…” Kaie sonrió ligeramente. Qué nostálgico. “Sí, lo recuerdo… Aquí

está completamente oscuro por las noches. Difícilmente hay personas,

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estamos en medio de la nada, y a la hora de apagar las luces realmente se

apagan todas las luces. Así que normalmente tenemos una gran vista de las

estrellas. ¿Has escuchado alguna vez eso de ‘el cielo iluminado por las

estrellas’? Es así. Probablemente sea de las mejores cosas de vivir aquí.”

“…”

La Handler guardó silencio antes las palabras de Kaie. Ella lo más probable

es que jamás haya esperado escuchar a un Processor, quien debería estar

viviendo el infierno en vida, decir que estar donde estaban era algo bueno.

Ella planteó su próxima pregunta con un dócil, casi determinado, tono. Era

una voz dispuesta a recibir todas las condenas y abusos que pudieran darle,

después de todo, esa era su responsabilidad.

“Kirschblüte… ¿Sientes…resentimiento hacia nosotros?”

Kaie dudó por un corto momento.

“…Bueno, es obvio que sí, ser discriminada no se siente bien, y es realmente

molesto. La vida en las prisiones fue terrible, y luchar siempre es aterrador.

Así que no puedo evitar odiar a las personas que forzaron esta vida en

nosotros mientras decían ‘está bien porque los Ochenta-y-Seis ni siquiera

son humanos’.”

Kaie continuó, previniendo que la Handler ofreciera palabras de

remordimiento o de condena. Ella no aceptaría una disculpa de manual.

“Pero sé que no todos los Alba son malas personas…Y del mismo modo sé

que no todos los Ochenta-y-Seis son santos.”

“¿Eh…?”

Los labios de Kaie formaron una amarga sonrisa.

“Mira, soy una Orienta, así que hubo todo tipo de problemas en los campos

de concentración y en mis antiguos escuadrones.”

Y no solo Kaie. Anju también había tenido problemas en el pasado…e igual

Shin, probablemente, aunque se mantenía en silencio al respecto. Aquellos

que tenían sangre Alba fluyendo por sus venas o que eran descendientes del

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Imperio—especialmente aquellos de nacimiento noble—eran perseguidos

en los campos de concentración. Ese linaje fue la razón principal para

confinarlos. Fue probablemente fácil para todos ahí usarlos como salida

para sus frustraciones, y las razas orientales y meridionales eran siempre la

minoría en los campos de concentración.

Los Ochenta-y-Seis no eran todas víctimas inocentes. El mundo siempre se

pone en contra de la minoría y les da la espalda a los débiles.

“Como sea, sabemos que hay Albas buenos ahí afuera. No los he visto

personalmente, pero algunos de los demás sí. No siento resentimiento hacia

ti solo por el hecho de ser un Alba.”

“Ya veo…entonces también debo agradecerles a esas buenas personas.”

Kaie se levantó, doblando su cuerpo hacia adelante. A pesar de que hablaban

a través del Para-RAID, ella se movió como si la Handler estuviera sentada

justo frente a ella.

“También tengo una pregunta para ti. ¿Por qué tienes tanto interés en

nosotros?”

Repentinamente, la imagen de unas flamas apareció en la mente de Shin, y

levantó sus ojos de su libro. Él jamás había estado en una fogata de ningún

tipo, así que lo más probable era que esos fuesen los recuerdos de la

Handler.

“Un Processor igual a ustedes me salvó, en el pasado…”

Lena recordó ese día.

“Somos ciudadanos de la República. Nacimos en este país y nos criamos

en este país.”

“‘Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos

probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los

ciudadanos de la República. Es por eso que luchamos’.”

“Las palabras que dijo la persona que me salvó. Siempre he querido

responder a esas sinceras palabras, y es por eso que yo…”

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“Él dijo que era un ciudadano de la República y que lucharía para

probarlo. Y pienso que tenemos que responder a esas palabras que él

dejó. Simplemente enviarlos a pelear sin siquiera darles una mirada

indiferente, sin siquiera intentar llegar a conocerlos, sería todo lo

contrario… Es imperdonable.”

Los ojos de Raiden se estrecharon ante esas dolorosas y a la vez hermosas

palabras. Kaie escuchó y, después de que la Handler acabara de hablar,

pausó por un momento antes de abrir su boca.

“Handler One… Eres una virgen pura, ¿no es así?”

“¡¿Pfft—?!”

Pudieron escuchar a la Handler escupir el té o algún otro líquido que estaba

tomando. Todos quienes Resonaban estallaron en risa. Kurena y Haruto,

quienes no estaban Resonando, veían a todos con expresiones estupefactas

y comenzaron a reír, también, luego de que Anju explicara lo ocurrido. La

chica Handler estaba tosiendo, y Kaie, quien estaba conmocionada ante la

respuesta de los demás, repentinamente se puso pálida.

“…Oh dios mío, ¡lo siento! ¡Me confundí de palabra! ¡Quise decir doncella!

¡Una doncella pura!”

Alguien normal no confundiría esas dos palabras, y el significado no era tan

diferente en todo caso. Daiya y Haruto se veían como si estuvieran a punto

de morir de risa, golpeando mesas y paredes (Kino gritó enojado “¡Silencio,

idiotas!” desde el otro lado de la pared), e incluso Shin estaba riendo,

atípicamente, sus hombros sacudiéndose. Kaie, por otro lado, entraba en

más pánico con cada segundo que pasaba.

“Digo, ya sabes, el tipo de chica que piensa que el mundo es un maravilloso

campo de flores, quien tiene un ideal perfecto e inmaculado que protege y,

bueno… ¡Lo que intento decir es…!”

La Handler estaba obviamente sonrojada y quieta en su lugar.

“No eres una mala persona, ¿entiendes? Así que déjame advertirte justo

ahora”, dijo Kaie, quien de algún modo se había logrado calmar. “No

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perteneces a este trabajo y definitivamente no eres alguien que debería

interactuar con nosotros. No luchamos por una razón tan noble, así que no

deberías verte envuelta con nosotros…Deberías cambiar con alguien más.

Antes de que lo lamentes.”

Kaie dijo que ella no era una mala persona.

Pero jamás dijo que fuera una buena persona.

En esos momentos, Lena no tenía manera de entender la razón detrás de

ello.

“Handler One a todas las unidades. Hemos detectado enemigos en el radar.”

Ese día, todo el escuadrón Spearhead había salido en una misión, y Lena se

encontraba en el cuarto de mando, hablando con ellos con sus ojos fijos en

la pantalla.

“La mayor parte de la ofensiva enemiga es una fuerza mixta de Dragones y

Tanques, con una compañía de Unidades de Tipo Artillería Antitanque

(Stier) acompañándolos—”

“Hemos confirmado su posición, Handler One. Nos preparamos para

interceptar en el punto 478.”

Su intención había sido informar sobre la posición enemiga y proponer una

estrategia que pudiese emplearse, pero habiendo sido cortada a mitad de la

oración, quedó confundida y murmuró un simple ‘entendido’.

El veterano escuadrón Spearhead no parecía necesitar demasiado la

asistencia de Lena, y recientemente, su rol era en su mayor parte apoyarlos

de tal manera que cada miembro fuera capaz de exhibir sus talentos y

habilidades al máximo. Analizaba los movimientos enemigos o ajustaba los

recursos para que alcanzaran las manos correctas en los momentos

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correctos, y pasaba sus días leyendo cuidadosamente documentos del

archivo10 en busca de información sobre la región asignada al escuadrón.

Últimamente, ella había estado repetidamente solicitando permiso para usar

el cañón de intercepción en la parte trasera del Sector. Si pudiera usar el

cañón de artillería, su rango le permitiría al menos suprimir los asaltos de la

artillería de los Skorpion. Haría las batallas más fáciles, pero el cañón era

un modelo desechable—luego de una vez, necesitaba ser recalibrado y

reseteado. Los oficiales de la División de Transporte no tenían la intención

de pasar tales problemas por ‘un montón de Ochenta-y-Seis’, lo cual

significaba que las solicitudes de Lena caían en oídos sordos. También

habían dicho algo parecido a ‘¿No está ya todo oxidado?’”

Justo mientras Lena recordaba esa irritante conversación, Laughing Fox

habló.

“Undertaker. Gunslinger está en posición.”

“Laughing Fox a Undertaker, tercer pelotón, también en posición.”

Gradualmente, todos se habían puesto en posición. Era una formación

perfecta para intercepción, hecha como si supieran el curso que llevaría la

Legión. Los Processors del escuadrón Spearhead siempre parecían moverse

como si predijeran las acciones de la Legión. Quizás había algún tipo de

presagio que solo ellos podían ver.

Lena pensó que debería preguntar sobre esto una vez esta batalla acabara.

Si eran capaces de implementar estos métodos en otros escuadrones, el

índice de mortalidad de los Processors durante las incursiones debería bajar

drásticamente. La manera en que información importante como esta era

usada solo en áreas individuales y jamás esparcida a otros escuadrones era

una gran falla en este sistema distorsionado.

Con aquellos pensamientos en mente, Lena habló mientras examinaba el

mapa del primer distrito que había finalmente encontrado ayer.

“Undertaker. Por favor haz que Gunslinger cambie de posición. Ponla a las

tres en punto, trecientos metros de su posición actual. Si se oculta ahí, tendrá

10 Aquí ‘archivo’ se refiere al cuarto o sector donde se guarda toda la papelería de una empresa o instalación.

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la ventaja. Estará disparando desde una cumbrera y debería proveer de un

mucho mejor campo de visión.”

Después de una pequeña pausa, Undertaker respondió.

“Confirmaremos su locación… Gunslinger, ¿puedes ver el punto del

que habla?”

“Revisaré—dame diez segundos… Sí, puedo verlo. Me moveré hacia

allá ahora.”

“Esa posición está en la dirección opuesta al primer pelotón, quien servirá

como vanguardia. Considerando la estrategia de Undertaker de causar

disturbios entre las fuerzas enemigas antes de entrar en batalla contra

unidades individuales, esto debería crear una abertura que engañará al

enemigo en las primeras fases de la operación.”

Wehrwolf rio.

“Entonces ella será la carnada. Para una voz tan linda, tienes agallas,

princesa.”

“…Los Tanques y la Artillería Antitanque no son muy buenos cambiando

ángulos de elevación. No deberían ser capaces de disparar directamente a

Gunslinger una vez haya llegado ahí arriba, y si cambian su posición de

fuego, el terreno circundante debería servir como refugio—”

“No me malentiendas… Es un buen plan. ¿Verdad, Gunslinger?”

“Haré lo que sea si significa ayudarlos a todos.”

Ella respondió con valentía, pero su voz se volvió mucho más fría cuando

habló con Lena directamente:

“¿Encontraste un nuevo mapa o algo así? Debe ser conveniente.”

Lena sonrió irónicamente. Esta chica, Gunslinger, no parecía ser del agrado

de ella. Siempre se desconectaba durante sus reuniones diarias, y cuando

hablaban, siempre tenía una actitud abiertamente cortante y fría.

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El mapa que Lena sostenía había sido hecho por fuerzas de campo de la

República y era un producto altamente detallado tras meticulosos meses de

combate y reconocimiento. Por alguna razón, no había sido compartido con

las bases del frente quienes desesperadamente lo necesitaban. Los

Processors estaban actualmente confiando en mapas que habían encontrado

en ruinas cercanas, a los cuales añadían notas y correcciones mientras los

usaban. Gracias a ello, sabían los puntos normales de intercepción y las rutas

de ataque, pero no sabían tanto acerca de la topografía.

“¿Quieren que lo envíe después?”

Eran demasiados datos para transferir durante combate, cuando tenían

ancho de banda limitado, pero eso no sería un problema después, cuando

tuvieran tiempo.

Wehrwolf rio burlonamente.

“¿Segura? Le estarás transmitiendo secretos militares a los Ochenta-y-

Seis, ‘ciudadanos de carácter perjudicial’.”

“No me importa. ¿Cuál es el punto de tener esta información si no será

usada?”

Esas palabras parecieron tomar a Wehrwolf por sorpresa. Él dio un

sorprendido “Eh” y guardó silencio. Para empezar, había sido un documento

sin archivar y sin manejar hasta que Lena lo excavó de una montaña de cajas

de cartón. ¿Qué tan confidencial podía ser si nadie siquiera se fuera a dar

cuenta si lo copiaba o perdía?

Las fuerzas de campo de la República y personal de la retaguardia habían

sido enviados al campo de batalla y aniquilados en las primeras fases de la

guerra hace nueve años, y no había sucesión real en sus operaciones o

papeleo. Por lo tanto, una gran cantidad de sus documentos había sido

dejado huérfano, sus paraderos desconocidos y sin controlar. Cualquier

soldado normal vería lo grave del problema.

“Además, ustedes no son Ochenta-y-Seis. Para empezar, nunca los he

llamado así—”

“Sí, sí… Tch. Ya vienen.”

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Lena pudo sentir tensión llenando el otro lado de la Resonancia. Incluso se

sentía como si algunos estuvieran emocionados por el comienzo de la

batalla, probablemente derivado de su largo servicio o por la adrenalina de

estar en el campo de batalla.

El rugido de un cañón, suficientemente poderoso para sacudir incluso el

interior de su cuerpo, hizo eco en sus oídos al otro lado de la Resonancia.

La batalla procedía velozmente, y los puntos rojos de la Legión

gradualmente desaparecían del mapa. El escuadrón Spearhead había cortado

a través de un bosque primitivo en zona de combate para desviar y diezmar

a un grupo de Stier de poca movilidad y alta potencia de fuego. Esto también

les permitiría atraer a los Ameise y Grauwolf al bosque, donde podían ser

separados y aniquilados individualmente. El denso bosque tenía el beneficio

agregado de limitar la maniobrabilidad de los Löwe, pues eran incapaces de

hacer giros con poco espacio. También impactaba grandemente su campo

de visión y rango de ataque.

Sin suficiente espacio para maniobrar, la Legión fue forzada a separarse en

pequeños grupos y a abandonar su superioridad numérica. Viéndolo desde

otro lugar, casi parecía como si los Processors estuvieran llevando a cabo

una operación a la que estaban acostumbrados desde hacía tiempo. Sin

embargo, en este tipo de campo de batalla, eso era simplemente imposible.

Evadiendo el proyectil disparado hacia ella, un solo Juggernaut—

Kirschblüte—se sumergió entre las rondas y corrió, intentando apuntar al

flanco izquierdo de un Löwe.

Un escalofrío recorrió a Lena. La posición del Löwe era extraña. A juzgar

por el despliegue enemigo, no debía haber Löwe ahí. La legión siempre era

vigilante, y en esa formación, ellos no serían capaces de proveer con

cobertura a los demás. Lena revisó el mapa del área con pánico y confirmó

el avance del enemigo. Estaba especificado en el mapa del área, pero

Kirschblüte probablemente no podía verlo; Por lo que ella podía ver, ‘eso’

estaba enterrado, oculto de todos—

“¡Aléjate de ahí, Kirschblüte!”

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“¿Eh?”

La advertencia de Lena llegó tarde. El punto marcando la unidad de

Kirschblüte en el radar desapareció de la nada.

“¡¿Qué…?! ¡¿Un pantano?!”

Atrapada dentro de su propia unidad inmóvil, Kaie sacudió su cabeza y

gruño desesperadamente. A través de la ventana, ella vio las patas frontales

de su Juggernaut sumergidas hasta la mitad en el suelo. Lo que se veía como

una pradera era en realidad un pantano, el tipo de terreno suave que el

pobremente balanceado Juggernaut era menos capaz de atravesar.

Ella tendría que retroceder para salir. Habiendo alcanzado esa conclusión,

ella apretó las dos palancas—

“¡Kirschblüte, sal de ahí justo ahora!”

La advertencia de Shin hizo que Kaie levantara su cabeza. Levantando el

sensor óptico de Kirschblüte, Kaie vio a un Löwe parado frente a ella.

“…Ah.”

Ella estaba dentro del rango mínimo de la torreta del tanque, así que el

Löwe, en su lugar, blandió sus patas frontales. Lo hizo de manera tan fría,

con la crueldad de un aparato de relojería que jamás dejaría de girar, sin

importar cuanto gritara o rogara la persona atrapada entre sus engranajes

“No…”

Fue una débil suplica, como un niño a punto de llorar.

“No quiero morir…”

El Löwe gimió mientras balanceaba sus patas. Cincuenta toneladas viajando

a alta velocidad decapitaron a Kirschblüte con un extenso golpe. Los

Processors habían nombrado sombríamente el toldo con forma de concha

como la Guillotina, pues estaba tan mal conectada que tendía a romperse y

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salir volando—junto con su piloto—si tomaba un impacto suficientemente

fuerte. Y tal cual ese terrorífico nombre, el toldo de Kirschblüte se

desconectó del resto de la unidad.

Otro objeto redondo voló en la dirección opuesta, cayendo en el suelo y

rodando, para no ser visto jamás de nuevo…

Después de un momento de silencio horroroso, rugidos y gritos de tristeza

e indignación llenaron la Resonancia.

“¡¿Kirschblüte…?!–––––¡¡¡MALDITA SEA!!!”

“Undertaker, iré por ella. ¡Cúbreme por un minuto—no podemos

dejarla ahí!”

La respuesta de Shin no fue más que silencio, como un lago congelado en

una noche de mitad de invierno.

“No, Snow Witch… Usan su cuerpo como carnada. Es una emboscada.”

El Löwe que había matado a Kaie aún acechaba cerca, esperando por

cualquier intento enemigo de recuperar a un compañero lastimado o un

cadáver. Esto era originalmente una táctica de francotirador básica. Él podía

escuchar la respiración angustiada de Anju y un golpe seco pesado tras

haber golpeado la consola con rabia. Como mínimo, Snow Witch disparó

un proyectil explosivo de 57mm que rodeó a Kirschblüte y sus alrededores

en llamas.

“Kirschblüte, Muerta en Combate. Fafnir (Kino), ve a cubrir al cuarto

pelotón… Ya no quedan demasiados enemigos. Acabemos con esto antes

de que puedan aprovecharse de la pérdida de Kirschblüte.”

“Entendido.”

Las respuestas, ya fuese con tristeza o con rabia, llegaron con la calma de

un veterano que había visto a sus camaradas volar en pedazos un sinfín de

veces. Era porque ellos eran los experimentados Portadores de Nombres que

la vista del punto en el radar de una unidad amiga convirtiéndose en una

‘Señal Perdida’ se había vuelto enfermizamente familiar.

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Ellos sabían muy bien que debían suprimir su dolor hasta el final de la

batalla. De otro modo, se unirían a sus compañeros como cadáveres. Su

experiencia les permitía separarse de sus emociones y mantener la cabeza

fría necesaria para sobrevivir. Era la conciencia de los humanos que se

habían adaptado a la locura del campo de batalla y que se habían degradado

a máquinas de matar frías y calculadoras.

Con solo una pequeña pausa—una sola, y amarga inhalación—el enjambre

de arañas cuadrúpedas mecánicas resumió su clamorosa carrera a la sombra

de los árboles. Y como los desastrosos esqueletos de los muertos yaciendo

en espera bajo la tenuemente iluminada entrada al filo del inframundo, ellos

deambularon, buscando a alguien en quien hundir sus garras—cualquiera a

quien estrangular y llevar consigo al mismo lugar al que su compañera caída

había ido.

Poco tiempo después, las fuerzas de la Legión fueron erradicadas. No

forzadas a retirarse, literalmente erradicadas. Sintiendo que esta era la

voluntad de los Processors restantes, el corazón de Lena se llenó con

tristeza.

Solo había sido unos días antes, justo el otro día, que Kirschblüte le había

contado sobre la lluvia de meteoritos. Mientras Lena recordaba las palabras

llenas de orgullo de Kirschblüte, arrepentimiento y tristeza presionaron

contra su corazón. Si tan solo hubiera encontrado este mapa más pronto. Si

tan solo le hubiese advertido a tiempo…

“Situación resuelta—buen trabajo, chicos.”

“…”

Nadie le respondió. Probablemente todos estaban lamentándose a su

manera.

“Sobre Kirschblüte… Lo—Lo siento. Si tan solo hubiera sido más—”

En ese momento.

Ella pudo sentir un profundo y terrorífico silencio irradiando al otro lado de

la Resonancia.

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“¿Lo sientes?”

Laughing Fox respondió, como si contuviera algo a punto de explotar, algo

rompiéndose tras su normalmente calmada voz.

“¿Tú? ¿Sentirlo? ¿Por qué lo sientes? Un Ochenta-y-Seis o dos podrían

morir, pero al final del día, aun vas a casa, cenas, y duermes en una

cama segura, ¿verdad? Deja de decir estupideces con esa dócil voz

tuya.”

Le tomó a Lena un momento procesar apropiadamente lo que acababa de

escuchar. Dándose cuenta que Lena no podía pensar en nada que decir,

Laughing Fox susurró un “Escucha pequeña hija de…” antes de continuar.

Esta vez, no intentó enmascarar su hostilidad, amargura sin reservas

coloreando su tono.

“Digo, claro, cuando no tengamos nada mejor que hacer, quizás

podamos jugar contigo a la casita. Puedes decir que nunca nos

discriminas, que nunca nos tratas como cerdos, que eres pura, noble,

virtuosa, que todo es un malentendido, que eres una maldita santa.

Claro, cuando nada está pasando podemos aguantar tu estúpido ego,

¡pero entiende lo que está ocurriendo, maldita sea! Uno de nuestros

malditos amigos acaba de morir. No tenemos tiempo de seguirle la

corriente a tus estupideces justo ahora, así que por favor cállate un

poco, maldita hipócrita.”

“Hipocri—”

¿Hipócrita?

“¿O qué? ¿Piensas que no nos importa que nuestra amiga haya

muerto?—Oh, cierto; para ti, los Ochenta-y-Seis solo son Ochenta-y-

Seis. Somos cerdos inferiores que no pueden compararse a un noble

humano como tú, ¡¿verdad!?”

“Eso—”

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Bombardeada con una acusación inconcebible tras otra, la mente de Lena

quedó completamente en blanco.

“¡Eso no es verdad… ¡Yo jamás…!”

“¿Que no es verdad? ¡¿Qué parte no es verdad?! ¡Eres la única segura

dentro de las murallas, relajándote mientras nos ves peleando después

de que ustedes nos hayan lanzado a este infierno! ¡Estás aceptando

descaradamente lo que nos han hecho al sentarte ahí como si tu

comodidad fuera un derecho! Si eso no es tratarnos como cerdos,

¡¿entonces qué es?!”

“¡…!”

Lena podía sentir las emociones de los Processors a través de la Resonancia.

Algunos se sentían indiferentes. Otros, incluido Laughing Fox, cargaban

diferentes grados de desprecio y hostilidad. Y de otros, ella simplemente

sentía resignación. Pero una cosa que todos tenían en común era esa

frialdad.

“¿Que jamás nos llamaste Ochenta-y-Seis? ¡No llamarnos así fue lo

único que hiciste! ¿Proteger el estado es el deber de un ciudadano?

¿Responder a esos sentimientos? ¡A la mierda con eso! ¡¿Crees que

peleamos aquí porque queremos?! ¡Ustedes son quienes nos atraparon

aquí! ¡Ustedes nos forzaron a luchar! Han dejado a millones de

nosotros morir estos últimos nueve años, ¡¿verdad?! ¡¿Y sin siquiera

hacer algo al respecto piensas que hablarnos como una buena persona

todas las noches hará alguna diferencia?! Para empezar—”

Y sin una sola pizca de piedad, Laughing Fox sin compasión apuñaló el

corazón de Lena con sus siguientes palabras. La prueba innegable que Lena,

a pesar de intentar tratarlos como humanos, los había visto como cerdos al

final.”

“¡—Ni una sola vez nos has llamado por nuestros nombres!”

Ella se quedó sin palabras.

“Ah……”

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Esas palabras la dejaron vacilando con gran incredulidad. Él tenía razón.

Ella no sabía sus nombres. Jamás había preguntado. A nadie—ni siquiera a

Undertaker, quien era el primero en responder sus llamadas. Ni a

Kirschblüte, quien era la que siempre hablaba más con ella. Y por supuesto,

ella jamás le dijo a ninguno de ellos su propio nombre. Handler One. Ella

se había presentado a sí misma como su supervisora, con solo el título que

ese rol le concedía y nada más. Podría haber sido aceptable si esto hubiese

sido tras mutuo acuerdo, pero de otra manera, esta era una terriblemente

irrespetuosa manera de tratar a un compañero humano.

Y ella había hecho eso, sin siquiera pestañear. Sin siquiera darse cuenta.

Debes saber tratar al ganado como ganado. Sí, así como su madre le había

dicho con una tranquila expresión en su rostro. ¿La única diferencia entre

ella y Lena era que Lena simplemente nunca lo había puesto en palabras—

?

Lágrimas llenaron sus ojos. Las palabras no salían, pero ella podía sentir el

llanto de vergüenza arrastrándose desde su pecho, rogando por poder salir.

Ella juntó sus manos sobre su boca para suprimirlo. A penas se había dado

cuenta hasta ahora. Pero ahora estaba terriblemente asustada de lo horrenda

que podía llegar a ser, de la manera que podía pisar a otros y despreciarlos

como si fuese lo normal, sin sentir vergüenza ni una sola vez.

Wehrwolf—no, el chico Colorata cuyo rostro nunca había visto, cuyo

nombre ella jamás había preguntado, interrumpió la conversación con una

voz baja.

“Theo.”

“¡Raiden! ¿Vas a defender a esta cerda blanca—?

“Theo.”

“…Bien, lo entiendo.”

Laughing Fox chasqueó su lengua, y su presencia desapareció de la

Resonancia. Con un profundo suspiro, como sacando los sentimientos

llenando su pecho, Wehrwolf cambió su atención a Lena.

“Handler One. Apaga la Resonancia.”

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“…Wehrwolf, yo—“

“La batalla acabó. No tienes razón para seguir dando órdenes,

¿verdad? …Laughing Fox se pasó de la raya, pero eso no significa que

estemos de humor para hablar contigo.”

Su tono era frío, pero para Lena, la falta de siquiera una pizca de condena

en su voz se sentía incluso más inhumana e indiferente. Él no la juzgaba por

sus equivocaciones, y no la culpaba, tampoco, porque él ya se había

resignado por completo. Resignado a hablar con alguien que jamás lo

escucharía sin importar lo que dijera o hiciera—alguien que solo pretendía

hablar sin entender lo que otros decían. Quizás ni siquiera entendiendo lo

que ella misma decía. Un cerdo con forma humana.

“…Lo siento.”

A penas arreglándoselas para responder con una voz temblorosa, apagó la

Resonancia. Ni una sola voz respondió a esas palabras.

Todos los demás gradualmente cortaron la conexión con la Handler, y Theo

se quedó ahí, sintiéndose terrible. Después de un tiempo, Anju Resonó con

él.

“Theo.”

“…Lo sé, ¿bien?” respondió tristemente.

Odiando lo infantil que sonaba su propia voz, Theo hizo una mueca con auto

desprecio.

“Entiendo cómo te sientes, pero fuiste muy lejos. Incluso si lo que dijiste

es verdad, ponerlo de esa manera fue demasiado.”

“Sí, lo entiendo… Lo siento.”

Él lo sabía. Todos habían decidido juntos que las cosas deberían ser así y

todos se dieron cuenta de ello desde antes de siquiera ponerlo en palabras.

Y por eso, hasta ahora, nadie había dicho nada al respecto. Decir todo lo que

pasaba por su mente de la manera más grosera posible no lo hizo sentir

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mejor. Solo lo dejó irritado y exaltado. No tenía una salida para su

frustración, y sintió que sus preciados amigos que había perdido se enojarían

con él en cualquier momento tras tal comportamiento. Era una promesa

preciada, y la había roto por esa estúpida cerda blanca. Pero, sin embargo,

la razón por la cual no pudo soportar el enojo fue definitivamente…

“¿…Tu antiguo capitán?”

“Sí…”

Él aun podía recordar su espalda, grande y confiable.

Esa persona había sido el capitán de la primera unidad a la que Theo había

sido asignado, cuando se había enlistado a los doce años. El capitán era

alegre y jovial, y todos en el escuadrón lo odiaban. Theo también lo odiaba

en ese entonces. Él heredó la Marca Personal de un zorro risueño de esa

persona. En ese entonces, él no sabía dibujar todavía, pero intentó con todas

sus fuerzas replicar el dibujo del zorro que siempre reía bajo el toldo del

capitán. Pero solo se las había arreglado para hacer una caricatura deforme

con una artificial sonrisa pegada.

Theo no podía perdonar a esa cerda blanca quien tenía la misma expresión

que aquel capitán y quien actuaba como si fuera algún tipo de santo por

lamentar la muerte de Kaie. Él no podía perdonarla, pero al azotarla con

aquellas palabras, todo lo que había logrado fue…

“Lo siento, Kaie…”

Bajó su mirada, viendo los restos quemados de Kirschblüte. Ya estaba

acostumbrado, acostumbrado a que estos fuesen los únicos restos de amigos

y a no tener permitido enterrarlos o traerlos de regreso.

“Actué como uno de esos cerdos blancos y deshonré tu muerte…”

Tú, Kaie. Orgullosa, noble Kaie, incluso después de todo lo que pasaste, ni

una vez convertiste tu rencor en palabras, incluso al final…

En las noches luego de una muerte, todos en la unidad se quedarían solos o

quizás se quedarían junto a otra persona, cada uno lamentándose a su propia

manera. Así que esa noche, nadie fue a pasar el rato a la habitación de Shin.

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La luna y estrellas brillaban fuertemente, y por eso Shin mantuvo las luces

apagadas. Recostado contra su mesa iluminada por un brillo azul pálido,

Shin abrió sus ojos rojos como la sangre al sonido de un modesto toque

contra el cristal de su ventana. Viendo desde ahí, encontró a Fido parado

fuera de las barracas, extendiendo su brazo de grúa. Apretado entre el

manipulador a su punta estaba una pequeña pieza de metal.

“Gracias.”

“Pi.”

Habiendo hecho su entrega, Fido titiló su sensor óptico como si parpadeara

antes de dar media vuelta y regresar a sus deberes regulares. El trabajo

normal de un Carroñero consistía en cargar un contenedor lleno de chatarra

y objetos del campo de batalla hasta el horno de reciclaje de la fábrica

automatizada.

Mientras Shin colocaba la pieza de metal sobre un trozo de tela que había

preparado de antemano, el Para-RAID se activó. Deteniendo sus manos por

un momento mientras destapaba un pedazo de tela conteniendo unas cuantas

herramientas de trabajo simples, Shin frunció el ceño. Él era el único

receptor de esta Resonancia, y el emisor no era alguien de la base.

“……”

Shin suspiró mientras el otro lado mantuvo silencio a pesar de haber sido

quien inició la llamada. Él abrió su boca para hablarle a la presencia

desanimada del otro extremo del subconsciente colectivo.

“¿Necesitas algo, Handler One?”

La presencia dudó, como si un escalofrió de sorpresa la recorriera, pero aun

así guardó silencio. Shin esperaba esta evidentemente reacia pausa,

esperando a que la persona llamando hablara. Luego de un considerable

tiempo después de que Shin había resumido su trabajo, la Handler

finalmente abrió su boca. Cuando escuchó su voz, débil y suave, como si

tuviera miedo al rechazo, sus manos se detuvieron.

“…Um…”

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Ella había pensado que, si él la rechazaba, entonces atentamente finalizaría

la llamada, inmediatamente. Y fue exactamente porque estaba preparada a

hacer eso que escuchar la tranquila voz de Shin responder como siempre la

hizo ponerse aún más nerviosa. Después de unas rondas de intentar hablar

y de recuperar su ahogada respiración, las palabras finalmente salieron.

“…Um, Undertaker. ¿Es un buen momento para hablar?”

“Claro. Adelante.”

Su simple respuesta llegó tranquila y serena, sin una pizca de emoción. Pero

Lena por primera vez se dio cuenta que este tono indiferente no venía de su

disposición tranquila, sino de su completa falta de interés o sentimientos

hacia ella.

Regañando a su corazón, el cual estaba a punto de enroscarse del miedo,

ella bajó su cabeza. Esto probablemente era, también, cobardía. Ella sabía

que esto debería estar diciéndoselo a todos, pero no podía armarse del coraje

para contactar a Laughing Fox y a Wehrwolf, quienes probablemente no

tenían intención de Resonar con ella.

“Lo siento. Por lo ocurrido esta tarde y por todo lo que he hecho hasta ahora.

Lo siento en serio… Um…”

Ella apretó sus manos puestas en su regazo.

“Mi nombre es…Lena. Vladilena…Milizé. Puede que sea algo tarde,

pero… ¿podrías decirme tu nombre?”

Hubo una corta pausa. El miedo pesaba en Lena mientras escuchaba la

estática y el pesado silencio al otro lado.

“…Si lo que Laughing Fox dijo aun te molesta…”

Él sonaba indiferente, sus palabras siendo lanzadas bruscamente, como si

meramente dijera los hechos. “…Entonces deberías detenerte. Lo que

dijo no refleja las opiniones de todos. Todos sabemos bien que tú no nos

pusiste en esta situación personalmente y que no tienes el poder para

deshacerlo tampoco. No tienes por qué sentirte culpable solo porque

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alguien te echó la culpa de no haber hecho algo que no puedes siquiera

hacer.”

“Pero… ¡ni siquiera intentar aprender sus nombres fue terriblemente

irrespetuoso!”

“No pediste nuestros nombres porque no los necesitabas. ¿Por qué

crees que somos obligados a usar siglas de identificación cuando la

Legión no puede entrar al Para-RAID? ¿Por qué crees que los archivos

personales de los Processors nunca son revelados?”

Lena frunció sus labios amargamente. La inquietante respuesta vino

fácilmente a su mente.

“Para que los Handlers no tengan que ver a los Processors como humanos…

¿verdad?”

“Correcto. La mayoría de Processors no viven para ver un año después

de su reclutamiento. Quien fuese que estuviese a cargo probablemente

pensó que el peso de todas esas muertes sería demasiado para un

Handler.”

“¡Pero eso no es más que cobardía! Yo…”

Su voz comenzó a desvanecerse antes de que siquiera lo notara.

“…Yo fui una cobarde…y no quiero quedarme de esa manera. Si no es

demasiado problema decirme tu nombre…entonces por favor hazlo.”

Shin suspiró una vez más. Esta chica puede ser bastante obstinada…

“…Kaie Taniya. Ese es el nombre real de Kirschblüte—del Processor que

murió hoy.”

“¡!”

Él pudo sentir felicidad viniendo del otro lado de la Resonancia, pero murió

velozmente cuando ella se dio cuenta que ese era el nombre de la chica que

había sido asesinada. En contraste, Shin dio los nombres de sus compañeros

de manera realista.

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“El nombre del Vice Capitán Wehrwolf es Raiden Shuga. Laughing Fox se

llama Theoto Rikka. Snow Witch es Anju Emma. Gunslinger es Kurena

Kukumila. Black Dog es Daiya Irma—”

Él nombró a sus veinte miembros de escuadrón, y la Handler agregó su

nombre al final.

“Y yo soy Vladilena Milizé. Por favor llámame Lena.”

“Escuché cuando lo mencionaste antes. ¿Cuál es tu rango?”

“Oh, sí, por supuesto. Es comandante. Aunque fui promovida

recientemente…”

“Entonces me referiré a ti como Comandante Milizé desde ahora. ¿Es

aceptable?”

“…Santo cielo…”

Escuchando a Shin actuando muy ceremonioso y tratándola como una

oficial al mando, Lena sonrió irónicamente. Entonces se dio cuenta de algo

y preguntó:

“Parece que no hay nadie contigo hoy… ¿Qué haces?”

Shin guardó silencio un segundo.

“—Su nombre.”

“¿Eh?”

“Estoy tomando el nombre de Kaie…Ya que los Ochenta-y-Seis no tenemos

permitido tener tumbas.”

Él sostuvo una pequeña pieza de metal contra la luz de luna azul pálido.

Meticulosamente tallado en el pedazo rectangular de aleación de aluminio

estaba el nombre completo de Kaie, al igual que una inscripción en pintura

negra y roja. Era un grabado de una flor de sakura de cinco pétalos y el

símbolo para flor de cerezo—Kirschblüte—escrito en el lenguaje de su

gente, para representar la Marca Personal de su Juggernaut.

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“Cuando aún estaba en mi primera unidad, hice una promesa con el resto de

chicos de ahí. Grabaríamos el nombre de aquellos caídos en batalla en los

restos de sus Juggernauts, y quien quiera que sobreviviera más tiempo

cargaría estos fragmentos consigo. De esa manera, el sobreviviente sería

capaz de llevar a todos con él hasta su destino final.”

La verdad era que, en ese tiempo, incluso recuperar un trozo de la unidad

de un Processor muerto era a menudo imposible, así que usarían cualquier

pieza de metal o madera que pudieran encontrar y tallarían los nombres con

un clavo. No era mucho, pero era prueba de que sus camaradas existieron.

Shin solo había sido capaz de poner sus manos en los restos de las unidades

de manera constante luego de que Fido aprendiera cómo hacerlo. Ellos

siempre intentaban recuperar la pieza directamente bajo del toldo. Donde la

Marca Personal estaba grabada en el blindaje.

Siempre eran mantenidos juntos en el compartimiento de herramientas en la

cabina de Undertaker, desde las muertes de sus compañeros del primer

escuadrón hasta ahora. Todo para poder cumplir el pacto que habían hecho.

“Yo fui el último que quedó en ese entonces, y así ha sido hasta ahora. Es

por eso que tengo que llevarlos conmigo. Llevaré a todos quienes lucharon

y murieron junto a mí a mi destino final.”

Su serena voz apuñaló el corazón de Lena. Él era diferente de antes,

diferente a esa impresión insensible que tenía. Ella repentinamente se sintió

avergonzada. Él había llevado tantas muertes—todas estas vidas perdidas—

junto a él, soportando en silencio la carga. Soportando todo sin dejar una

sola palabra de lamento alcanzar la superficie, cargando todo como si fuese

lo normal.

En contraste, ella ni siquiera pudo enfrentar la muerte de una persona esta

tarde, solo lamentándose, pero sin verdaderamente aceptarla. Finalmente

entendió cuanto los había ofendido: a aquellos que soportaban el peso de

sus camaradas muertos en silencio.

“¿Cuántos han muerto hasta ahora…?”

“Quinientos sesenta y un Processors. Incluyendo a Kaie.”

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La inmediatez de su respuesta hizo a Lena morder su labio. Ella no podía

recordar cuantas personas habían muerto bajo su mando. A pesar de que el

conteo era menor, si se le preguntara, ella tendría que considerar y contar.

“¿…Es por eso que te llaman Undertaker?”

“Sí, en parte.”

Aquel quien en silencio enterraba a su sinfín de camaradas. En lugar de las

tumbas las cuales se les fueron negadas, él cargaba aquellas pequeñas piezas

de aluminio y un sinfín de recuerdos. Tenía sentido que a todos les agradara.

Este chico conocido como Undertaker debe ser la persona más amable de

todo el mundo—Pero justo cuando eso se le ocurrió, sus pensamientos

llegaron a un alto. Quedándose sin aliento, Lena abrió los ojos de par en par.

“Um… ¿Undertaker?”

El hecho de que él aún no se daba cuenta que ella lo había estado llamando

por ese nombre era evidencia de la falta fundamental de interés de Shin en

todo lo que sucedía a su alrededor.

“Tú…aun no me has dicho tu nombre…”

Shin parpadeó distraídamente unas cuentas veces. Ella parecía preguntar el

por qué él no quería dar su nombre, pero ese no era el caso. Él simplemente

se había olvidado.

“Disculpa. Soy Shinei Nouzen.”

En lo que a Shin respecta, su nombre normal y su Nombre Clave eran ambos

nada más que códigos para especificarlos, y él no le prestaba particular

atención a cuál usaban las personas. Él intentaba decir eso, pero—Escuchar

a Lena pasar saliva con sorpresa hizo que levantara su mirada

inquisitivamente.

“¡¿Nouzen…?!”

Antes de que Lena pudiera siquiera terminar de repetir su nombre con

asombro, un fuerte ¡THUNK! Sonó como si algo pesado hubiese golpeado

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el piso. Aparentemente, ella había saltado de su asiento, haciendo caer su

silla en el proceso.

“¡¿Puede ser que estés relacionado con Shourei Nouzen?! Él era el

Portador de Nombre llamado Dullahan y piloteaba una unidad con una

Marca Personal de un caballero esqueleto sin cabeza—”

Los ojos de Shin se abrieron, ligeramente.

“Iremos a ver el campo de batalla, Lena. Para que veas todo lo que ocurre

ahí, con tus propios ojos.”

Ese día, el Coronel Václav Milizé de las Fuerzas Armadas de la República

había abordado un avión de reconocimiento con su hija de diez años, Lena.

“¿Están peleando en ese lugar, Padre?”

“Sí, correcto. Pero la República… Nosotros estamos haciendo algo incluso

peor que la guerra de ese lugar.”

Václav era uno de los pocos sobrevivientes de las Fuerzas Armadas, y

aunque él y sus compañeros pelearon para defender a su familia y amigos,

su amada tierra natal había promulgado terribles leyes que le daban un

horrible golpe a su dignidad. Habían designado a una porción de los

ciudadanos que se supone que protegían como infrahumanos y los habían

echado de sus hogares, aprisionándolos, y forzándolos a ir a la guerra. Un

incidente que ocurrió en cierto pequeño pueblo aún se rehusaba a dejar sus

recuerdos.

En lugar de su arruinado ejército, la República en un apuro reunió a jóvenes

reclutas, la mayoría siendo personas sin educación quienes perdieron su

trabajo debido a su propia pereza y tendencias violentas. Encima de eso,

para su primera misión, se les entregó armas y se les ordenó expulsar a sus

compañeros ciudadanos. Su moral, que ya era baja para empezar, bajó aún

más rápidamente, y actos de violencia y opresión se desataron en todas las

unidades.

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Václav podía aun recordar a dos niños viendo mientras soldados golpeaban

a sus padres hasta la muerte, riendo durante el proceso. Él jamás podría

olvidar a una de las chicas, presumiblemente la hermana mayor, y sus fríos

ojos, rehusándose a dejar caer una sola lágrima. Esos ojos jamás lo dejarían

en paz. Esas chicas probablemente jamás perdonarían a los Alba o a la

República mientras vivieran.

“…Tenemos que acabar con esto… Tan pronto como sea posible.”

El avión de reconocimiento se elevó por los cielos en silencio, para que

Václav pudiera mostrarle a su hija lo que yacía más allá de las murallas.

Aquellos que vivían en el Primer Sector raramente viajaban fuera de las

murallas. Más allá de las colinas de plantas de producción de los Sectores

más exteriores y de las praderas y bosques de las plantas de energía

solar/geotérmica/eólica, la Gran Mule los veía a todos con la solemne

majestuosidad de una poderosa montaña. Cuando ella vio las masivas

murallas por primera vez, los ojos de Lena se encendieron de emoción. Pero

su expresión se había oscurecido, y guardó silencio mientras los campos de

minas y los campos de concentración rodeados por cercas con alambre de

púas entraban a su visión. Al ver la dócil expresión de su hija mientras ésta

veía por la ventana del avión, Václav sonrió. Lena era una chica inteligente.

Incluso sin que él le dijera una sola palabra, ella aprendía y entendía por su

cuenta.

Desplegar una aeronave militar para uso personal y dejar a un civil no

autorizado abordo eran ambas violaciones explicitas de las regulaciones

militares, pero a Václav no podía importarle menos. La milicia de la

República estaba compuesta de soldados sólo de nombre, eran el tipo de

basura a quienes solo les interesaba pasar sus horas de trabajo jugando y

apostando, pasándose al alcohol y a las mujeres al final del día.

“Ve un poco más lejos luego de acabar con las bases del frente, ¿bien?

Quiero que ella vea el campo de batalla”, le dijo al piloto con la palanca de

control en mano.

Este alegre piloto era un amigo suyo y parecía feliz de haber tenido la

oportunidad de volar un avión luego de estar atrapado en los ochenta y cinco

Sectores por tanto tiempo. Asintió felizmente y dijo:

“Entendido, Coronel… ¿Pero no habían fijado los chicos de Transporte esa

área como una zona de vuelo prohibida?”

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“Eh, no te preocupes de eso. No iremos a las zonas disputadas, y además,

será de noche para cuando lleguemos. La Legión no estará en movimiento.”

La Legión operaba fundamentalmente durante el día, ya que se quedaban

sin electricidad. Normalmente, se quedarían en las áreas que controlaban y

ahí recibirían paquetes de energía. Una vez agotados, desplegarían paneles

solares y recargarían de esa forma. Ya que no era posible recargar durante

la noche, corrían el riesgo de quedarse sin energía a mitad del combate, y,

por lo tanto, tendían a evitar batallas nocturnas.

Si Václav fuera a ser brutalmente franco, él quería mostrarle a Lena lo feroz

que la lucha contra la Legión podía ser, pero… viendo a esa pequeña espalda

suya, Václav se dio cuenta que no podía poner en riesgo la vida de su hija

tan fácilmente.

Pero Václav había olvidado algo. Quizás sin darse cuenta, él mismo había

asumido que solo los Ochenta-y-Seis morían en el campo de batalla y que

no existía peligro para personas como él. Había una razón del por qué les

era imposible contactar con otros países y del por qué jamás intentaron

atacar a la Legión desde el cielo.

Los Stachelschwein.

Habían sido esparcidos por el cielo de la República poco tiempo después de

que la batalla comenzara y aniquilaron a las fuerzas aéreas aliadas. Ocultas

entre las bandadas de mariposas de interferencia de comunicaciones se

encontraban las unidades de tipo Cañón Móvil Antiaéreo de la Legión.

El cielo nocturno del campo de batalla, lejos de las luces artificiales de la

civilización, repentinamente destelló con luz como si llamas rojas cayeran

de los cielos con un rugido ensordecedor. El avión de reconocimiento se

desplomó, su cola en llamas dejando una estela detrás mientras descendía

rápidamente hacia la tierra—

Cierto capitán de escuadrón, quien se encontraba en su patrullaje nocturno,

logró ver el avión cayendo.

“Oye. Creo que acabo de ver un avión de reconocimiento—”

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“¿Eh? Oh. Olvídalo, Dullahan. Probablemente fue solo otro estúpido cerdo

haciendo turismo. Que unos cerdos blancos mueran es algo para celebrar,

¿no crees?”

Ignorando las palabras de su camarada, el capitán cerró el toldo de su

unidad. Él tenía cabello rojo como la sangre y ojos completamente negros

ocultos tras sus gafas.

“Oye, Dullahan, ¿Qué estás—?”

“Iré a rescatarlos… Ustedes continúen patrullando.”

Cuando ella despertó, estaba rodeada por un mar de llamas.

Usando ambas manos para enderezarse a una posición sentada, Lena vio a

su alrededor con ojos abiertos de par en par. Todo se quemaba. Su padre,

también, estaba siendo rostizado por las llamas. Todo desde su pecho hacia

arriba había desaparecido ya.

Pudo escuchar un extraño y ruidoso lamento desde fuera mientras se

arrastraba fuera de la escotilla. Un monstruo enorme—tan grande que fue

forzada a levantar la mirada para verlo—esperaba al otro lado, el escarlata

de las llamas reflejando el brillo plateado de su cuerpo mientras la veía hacia

abajo.

Un solo ojo rojo que brillaba como cristal la escudriñó. Una ametralladora

multipropósito colgaba de sus hombros, la luz haciendo relucir su grisáceo

lustre. Sus piernas artrópodas de insecto no parecían moverse en sincronía

unas con otras, creando así la asquerosa ilusión de que se deslizaba hasta

donde ella se encontraba.

Ella podía ver al piloto del avión a la distancia. Él gritaba algo y

desesperadamente disparaba su ametralladora desde su cadera. La mayoría

de disparos fallaron, pero unos pocos dieron en el blanco y fueron desviados

por el blindaje del monstruo, haciendo salir meramente chispas. El Ameise

se acercó al piloto, indiferente a las balas, y causalmente lo cortó con sus

patas delanteras. La mitad superior del piloto fue cortada casi con una

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facilidad cómica, y un pilar de sangre salió a borbotones de su ahora

abandonada mitad inferior.

El sensor compuesto del Ameise titiló mientras regresaba a la dirección en

que se encontraba Lena. Justo cuando ella encogió su cuerpo con

impotencia—

“Si hay alguien vivo todavía, ¡tápense los oídos y agáchense!”

Una voz rugió a todo volumen desde un altoparlante. Rompiendo a través

del velo de humo y fuego, una araña cuadrúpeda saltó en su dirección, el

cielo nocturno y llamas escarlatas de fondo. El símbolo de un caballero

esqueleto sin cabeza tallado en su flanco quedó grabado en los recuerdos de

Lena.

Ambas extremidades de agarre apuntaban con ametralladoras pesadas al

monstruo y abrieron fuego. El sonido atronador del fuego de ametralladora

rompió dentro de los tímpanos de Lena. Las armas pesadas, que hacían ver

a un rifle de asalto antipersona como una cerbatana en comparación,

rociaron al Ameise con balas capaces de fácilmente traspasar paredes de

concreto y hacer volar autos blindados en pedazos. El poco blindado Ameise

tomó la cortina de balas como si se encontrara aturdido y entonces colapsó.

Lena tímidamente veía mientras la araña mecánica se aproximaba a ella con

ruidosos y pesados pasos.

“¿Estás bien?”

Eso le habló con voz y palabras humanas, pero ella estaba aterrorizada.

Mientras se acurrucaba con terror silente, el abdomen de la araña se abrió,

y una figura humana se elevó desde detrás. Su cabello era de color rojo

sangre, y usaba un par de gafas de marco negro. Era un joven delgado, de

apariencia intelectual que parecía estar en sus veinte.

El hombre que la había salvado se presentó como Shourei Nouzen. La llevó

a un lugar llamado ‘base’, un edificio donde muchas arañas mecánicas se

encontraban. Era completamente diferente al Primer Sector, estrellas

llenando el cielo e iluminándolo todo. Había muchas más personas en la

base, pero el hombre dijo que debería mantenerse alejada de ellos, y ellos

tampoco se acercaron a ella. Sintió que la veían desde la distancia, y eso la

asustaba.

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De todas maneras, cuando escuchó el nombre del joven, Lena parpadeó con

sorpresa. Ella jamás había escuchado ese nombre, y el sonido que hacía al

decirlo era terriblemente desconocido.

“…Qué nombre tan extraño…”

“Sí. Incluso en el Imperio, es un apellido extraño que solo el clan de mi

padre usaba. Igual con mi primer nombre.”

El hombre sonrió irónicamente y se encogió de hombros.

“Puedes llamarme Rei. Mi nombre completo es difícil de decir, ¿verdad?

Hay historia tras de él, pero en la República es bastante desconocido.

“¿Usted no es de la República?”

“Mis padres nacieron en el Imperio, pero mi hermanito y yo nacimos en la

República… Y sí, tengo un hermanito. Debe tener más o menos tu edad…

Probablemente ya sea más grande ahora.”

La sonrisa de Rei se volvió terriblemente solitaria al decir eso. Sus ojos

tenían una mirada nostálgica y a la vez amarga, como si viera a la lejanía.

“¿No puede ir a verlo?”

“…No. Aun no puedo regresar.”

Lena aun no sabía que los Ochenta-y-Seis que se enlistaban no tenían ni un

solo día libre hasta el momento en que eran dados de baja.

Él preguntó si estaba hambrienta, y aunque todavía no había cenado, no lo

estaba. Ella sacudió su cabeza, y Rei hizo ver una expresión incómoda.

Quizás asumiendo que ella preferiría algo dulce, él le llevó un poco de

chocolate derretido en agua caliente. Incluso la joven Lena sabía lo preciado

que debe ser el chocolate por estos lugares.

“Padre dijo…”

“¿Hmm?”

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“Dijo que le estamos haciendo algo muy malo a los Colorata. Señor, usted

es un Colorata así que, ¿por qué me protegió?”

Confrontando esa pregunta directa, la expresión de Rei tomó una

visiblemente molesta sombra. Era la misma cara que los adultos hacían

cuando Lena hacia preguntas complicadas, preguntas que siempre

intentaban evadir y no responder.

“…Es verdad. Tienes razón—cosas terribles nos están pasando en estos

momentos. Nos robaron nuestra libertad junto a nuestra dignidad. Esas son

cosas imperdonables, cosas que no deberían permitirse ocurrir a otros. Las

personas dicen cosas terribles sobre nosotros, dicen que no somos civiles,

ni siquiera humanos, sino cerdos infrahumanos.”

Un enojo profundo titiló en sus oscuros ojos por un momento. Él tomó un

sorbo de su taza, intentando reprimir esa emoción.

“Sin embargo, somos ciudadanos de la República. Nacimos y nos criamos

en este país.”

Aquellas tranquilas palabras sonaron con determinación y pasión a los oídos

de Lena.

“Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos

probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los ciudadanos

de la República. Es por eso que luchamos. Luchamos y protegemos para

probar que podemos defender este país… Para que jamás puedan

denigrarnos y asumir que somos iguales que las basuras que solo hablan y

jamás actúan.”

Lena parpadeó inquisitivamente. Para luchar. Para proteger. Para probar.

Pero ellos luchaban con cosas como aquel monstruo de antes…

“¿No tiene miedo…?”

“Mucho. Pero si no peleamos, no podemos sobrevivir.”

Encogiéndose de hombros con una sonrisa, Rei levantó sus ojos hacia el

cielo brillando con las estrellas. Brillaba con encanto y se veía como si

debiera hacer algún tipo de sonido, pero el hecho de que ese cielo era tan

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silencioso hizo que Lena lo viera como algo terriblemente espeluznante.

Entre ellos y ese titilante brillo se encontraba un vasto y profundo vacío sin

fin de completa oscuridad.

La sonrisa que había tenido él en sus labios se desvaneció en este punto. Rei

habló con determinación, como si hiciera un juramento sincero.

“No moriré. No puedo permitirme morir. Debo sobrevivir y regresar. Debo

regresar a donde mi hermano me espera.”

La ahora de dieciséis años Lena aun podía recordar las sinceras palabras de

Rei y su determinada expresión claramente, incluso luego de tantos años.

Es por eso que, cuando escuchó ese apellido, no pudo contener su emoción

y se levantó de su asiento. Ni siquiera se dio cuenta que había hecho caer su

silla o que su taza había caído al suelo y se había hecho pedazos.

Rei dijo que su apellido era inusual incluso en el Imperio, y sin dudas, Lena

jamás había escuchado de otro Nouzen además de él. Si eran de la misma

familia y él tenía la misma edad que Lena, ¿sería posible que—?

Shin eventualmente habló, respondiendo a esa pregunta. Su voz sonaba

como si hubiera despertado de repente de un sueño, con un tono perplejo

que Lena jamás había escuchado salir de este chico.

“…Ese era mi hermano.”

“Tu hermano… Entonces eso significa que…”

El hermanito que Rei dijo que no podía pero que quería volver a ver. El

hermanito por quien juró regresar—

Shin era ese hermanito.

“Él dijo que quería verte y tenía que regresar a donde estabas… ¿Sabes

dónde se encuentra tu hermano justo ahora?”

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En contraste a la voz de Lena, llena con emoción y euforia, la frialdad

indolente regresó a Shin mientras este hablaba.

“Murió. Hace cinco años, en el frente Este.”

Oh…

“…Lo siento.”

“No importa.”

Su brusca respuesta sonó como si realmente no le importaba para nada. El

contraste entre la frialdad de su voz y la amabilidad de Rei al hablar de su

hermanito dejó a Lena confundida. Había algo diferente en el silencio de

Shin que no podía explicarse con un simple ‘acostumbrado a ver muertes’.

Lena luchó para encontrar algo que decir y romper el silencio, y

eventualmente, Shin habló.

“¿Recuerdas cuando me preguntaste lo que quería hacer una vez fuera

dado de baja?”

“S-Sí, por supuesto.”

“Aun no tengo nada que quiera hacer en particular, incluso después de

ser dado de baja. Pero hay algo que debo hacer… Estoy buscando a mi

hermano. Por los últimos cinco años, eso es todo lo que he estado

haciendo.”

Lena inclinó su cabeza con confusión. Si Rei está muerto, y Shin lo sabe,

¿entonces cómo…?

“¿Te refieres…a su cadáver?”

Ella pudo sentir a Shin sonreír levemente.

Sonreír… pero no reír. Era como una mueca, pero mucho más fría. Era

como la forma en que el brillante y espeluznante filo de una cuchilla

cautivaba la mirada… Era como locura.

“—No.”

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Al próximo día.

El resto del escuadrón escuchó el meollo de la conversación de Shin, y

cuando la Handler Resonó con ellos esa noche, todos se unieron. Ella se

disculpó y preguntó a cada uno de ellos sus nombres. Theo parecía

particularmente incómodo.

“¿…Por qué tenías que ir tan lejos, Shin?”

“Lo lamentabas, ¿verdad? Te sentías mal por la forma en que dijiste las

cosas, incluso si cada palabra la dijiste en serio.”

Él era bastante observador, considerando que jamás parecía prestarles

atención. Molestaba a Theo lo transparente que era él mismo. Daiya estaba

sonriendo, y Anju parecía ver cálidamente hacia donde él se encontraba, y

Maldita sea, Kurena, ¡¿por qué apartas la mirada como si no tuvieras nada

que ver con esto?! ¡Estabas tan molesta como yo, y sé que si yo no lo

hubiera hecho, tú le habrías gritado!

“Espera un segundo, uh, ¿Comandante Milizé? ¿Shin no te había dicho ya

nuestros nombres?”

“Sí, se lo pregunté. Pero no los había escuchado de cada uno de

ustedes.”

A pesar de saber sus nombres, ella aun quería que cada uno de ellos se los

dijeran… Qué molestia.

Shin no decía nada, y la Handler parecía encogerse de miedo cual niña

esperando por un castigo al saber sus nombres de antemano. Observando la

incómoda situación, Theo se dio cuenta que ya lo había superado. Jamás fue

bueno en quedarse enojado ni lo suficientemente terco para guardar rencores

por mucho tiempo.

“…Recuerdo a un sujeto. Era el capitán del primer escuadrón al que fui

asignado.”

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Lena parecía haber quedado atónita por el repentino cambio de tema, pero

Theo continuó sin importarle.

“El idiota siempre tenía una alegre sonrisa en su cara, y como era un antiguo

soldado, era bastante fuerte…Y era un Alba.”

Él podía sentir como el otro lado de la Resonancia se quedaba sin aliento.

“El sujeto era extraño. A pesar de haber sobrevivido las batallas defensivas

al principio de la guerra, él pensaba que era una locura que solo los Ochenta-

y-Seis pelearan, así que regresó por cuenta propia a las líneas del frente. No

podíamos decirle nada a la cara, pero todo el escuadrón hablaba mal de él

todo el tiempo a sus espaldas. Todos odiábamos sus agallas. Digo, ¿cómo

podríamos no odiarlo? Se llamaba a sí mismo un Processor como nosotros,

pero el capitán escogió estar aquí. Nosotros jamás tuvimos esa elección. Y

claro, vino aquí, pero cuando se aburriera, podía simplemente dejar tirado

todo y regresar a vivir dentro de las murallas. Cuando actuaba como uno de

nosotros, nos molestaba como no te imaginas. Habíamos apostado sobre

cuándo se iba a aburrir de este lamentable juego y se regresaría a su hogar.”

“…”

“Pero al final, nos equivocamos. El capitán jamás regresó hasta el final.

Jamás regresó, y murió. Se quedó atrás para defender a otros Processors y

fue asesinado.”

Theo fue quien escuchó sus últimas palabras. Él era el más cercano al

capitán cuando este les dijo a todos que se retiraran, y el capitán le envió

una transmisión de radio diciéndole que si quería podía colgar, pero que

tenía algo que quería que escuchara.

“Sé que me odian. Es natural—por supuesto que es natural. Es por eso que

jamás dije nada.

“Están en todo su derecho de odiarme. Porque no vine a ayudarlos, ni vine

a salvarlos.

“Yo solo…no podía perdonarme el haberlos dejado luchar solos. Me

asustaba. Solo vine al campo de batalla por mi propio bien. Es natural que

jamás puedan perdonarme.

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“Por favor. No me perdonen.”

Entonces la línea repentinamente se llenó de estática, y la transmisión se

cortó. Ahí fue cuando Theo se dio cuenta que el capitán escogió enviar una

transmisión de radio en lugar de Resonar pues sabía lo que iba a pasar. Él

había regresado a este campo de batalla de muerte segura con la

determinación de un guerrero, con la intención y preparado para jamás

regresar.

Theo lamentaba no haberle hablado más y aun cargaba con ello hasta este

día.

“No digo que seas igual al capitán. Pero siempre y cuando seas un Alba

sentada al otro lado de las murallas, jamás podremos ser iguales, y jamás

pensaremos en ti como una de nosotros.”

Habiendo dicho esto, Theo estiró su espalda. Todos los demás sabían de esta

historia, y él la había contado y reflexionado tantas veces que contarla ya

no era doloroso.

“Bien, se acabó la hora de las historias tontas… Soy Theoto Rikka. Puedes

llamarme Theo o Rikka o tu pequeño cerdito o cualquier otra estupidez.”

“No hay nada de estúpido en tu nombre… Lo siento. Por todo lo que

hice hasta ayer. En serio.”

“Olvídate de eso, eres demasiado seria.”

“Entonces aquella buena persona de la que Kaie habló…era ese

Capitán, ¿correcto?”

“No solo él. Todos aquí tenemos a alguien que luchó con todas sus fuerzas

de una manera u otra.”

Pelearon contra este mundo inventado, creado por sus mismos hermanos.

“…”

Raiden fue el siguiente en hablar.

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“Soy el vice capitán. Raiden Shuga…primero tengo que disculparme.

Cuando comenzaste a Resonar cada noche, nos burlábamos de ti y pensamos

que solo eras otra hipócrita condescendiente, una idiota ingenua que no se

daba cuenta de lo cerda que era. Así que me disculpo por eso. Y además…”

Sus ojos de hierro se estrecharon.

“…Justo como dijo Theo, no te vemos como una igual o una camarada. Eres

una tonta que solo usa palabras bonitas mientras nos pasa por encima. Nada

cambiará ese hecho, y jamás te veremos de manera diferente. Si estás bien

con eso, mataremos un poco de tiempo hablando contigo. Aunque no lo

recomiendo. No eres adecuada para ser una Handler… Será mejor que te

salgas.”

“Si tienen la intención de matar su tiempo conmigo, seguiré

Resonando.”

Raiden sonrió irónicamente. Su masculino rostro parecido al de un lobo

mostrando un matiz amigable.

“Eres una completa idiota, ¿lo sabías…? Oh, y ya envíanos ese mapa.

Estabas tan ocupada llorando ayer que olvidaste enviarlo.”

Lena rio esta vez.

“Lo tendrán cuando menos se lo esperen.”

Mientras Shin medio escuchaba la conversación, sus pensamientos se

dirigieron a la charla que tuvo con Lena el día anterior.

Shourei Nouzen. Un nombre que no había escuchado en un largo tiempo y

uno que pensó que jamás volvería a escuchar. Había estado al borde de

olvidar que ese era su nombre. Correcto, sí. Así es como él se llamaba. Hasta

el final, Shin jamás lo había llamado por su nombre. Ni una vez. Sin darse

cuenta, Shin ajustó el pañuelo alrededor de su cuello.

Hermano.

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Interludio: El Caballero Sin Cabeza

La nieve caía en la ciudad en ruinas en la cual él había tomado refugio. El

pelotón de Shin había sido aniquilado por completo, y él había escapado

buscando refugio. Oculto en una biblioteca abandonada, Shin se sentó con

su espalda contra el Juggernaut que había piloteado durante el año desde su

reclutamiento, su superficie llena de cicatrices cargando restos de un sinfín

de batallas. Resignado a un periodo de inactividad momentáneo, esperó la

llegada del amanecer.

Su pequeño cuerpo de doce años era, de algún modo, tolerante al frio

nocturno. Las paredes de la biblioteca habían afortunadamente escapado del

colapso, y Shin se sentó en un archivo sin ventanas en las profundidades del

edificio, envolviéndose con una delgada manta.

La Legión merodeando las ruinas comenzó a retirarse una vez sus reservas

de energía comenzaron a peligrar. Una vez llegara el amanecer, él sería

capaz de regresar a la base. Aunque tenía el presentimiento de que Fido, un

Carroñero al que se había vuelto muy unido desde el tiempo en su antigua

unidad, podría aparecer primero.

Repentinamente, sintió cómo alguien lo llamaba.

Era diferente de las voces de los fantasmas que podía escuchar luego de

haber muerto por primera vez. No era un sonido sino una sensación de que

alguien lo llamaba. Una voz que había perdido y que pensó jamás volvería

a escuchar. ¿Qué voz era?

Salió, como si la llamada lo atrajera. La ciudad, principalmente decorada

con los colores del hierro fundido y piedra, estaba cubierta por una manta

de blanco y una neblina de sombras borrosas. La nieve caía fuertemente,

pero en silencio, lentamente sumergiendo el pueblo y los escombros, quizás

incluso la oscuridad de la noche en sí misma, con una tiranía blanca. Lo

hermoso de la vista amenazando con descolorar la mismísima alma de Shin.

Cruzando la calle principal cubierta de escombros y nieve, se encontró a sí

mismo en la plaza ubicada en el centro de la ciudad. Al otro lado de la plaza

se encontraban dos capiteles, uno siendo las ruinas de una trágicamente

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derrumbada iglesia. Oculto detrás de un velo de nieve y oscuridad, un

masivo cadáver parecía ser el dueño del lugar solemne.

Los restos de un Juggernaut yacían ahí, como un esqueleto derribado. Su

toldo no se encontraba por ningún lado, probablemente habiendo sido

arrancado mucho antes. En su doblado blindaje, golpeado y maltratado por

el viento y la lluvia, aun podía distinguirse levemente la Marca Personal de

un esqueleto sin cabeza, Shin se aproximó a la máquina, sus piernas

hundiéndose en la nieve, y vio dentro de la expuesta cabina.

“…Hermano.”

Si se le hubiese preguntado cómo sabía que se trataba de él, la única

respuesta que Shin podría haber provisto era que ‘simplemente lo sabía’.

Podía declararlo con confianza, como un hecho, independiente de toda

lógica o razón. Descansando en la cabina, atrapado en donde jamás podría

hablar de nuevo dentro de los confines de aquella estrecha oscuridad blanca,

con nieve siendo su única manta, yacía el cadáver esquelético decapitado de

su hermano

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Capítulo 4:

Soy Legión, Pues Somos Muchos

Despertada por el sonido de su terminal portable notificándola de un nuevo

e-mail, Lena se sentó y estiró. Había dejado la terminal de información

encendida, su pantalla holográfica mostrando una imagen pausada de la

transmisión de una cámara, y en la terminal misma yacía un mar de papeles,

registros de combates que había impreso.

La luz del sol entrando por la cortina de su habitación al este era brillante.

Colocando una delgada y transparente bata que colgaba de su repisa de ropa

y cepillando con sus dedos su cabello, Lena salió de la cama. Abriendo el

programa de e-mails, vio que el mensaje era de Annette.

El Festival de la Revolución es el próximo mes, ¿verdad? Vamos juntas por

vestidos de fiesta el próximo día libre.

Después de una corta pausa para pensar, ella escribió una corta respuesta y

presionó enviar.

¡Lo siento! He estado algo ocupada últimamente. Invítame para la próxima,

¿bien?

Una respuesta llegó de inmediato—

Estás rechazando mis invitaciones muy a menudo, Lena.

—Seguida de otro e-mail.

Dedicarte a los Ochenta-y-Seis de esa forma no te hará ningún bien, sabes.

Lena se dio la vuelta un momento. Tras de ella se encontraban los registros

de combate del escuadrón Spearhead, los cuales había intentado seguir

analizando ayer. Ella había reunido meticulosamente los garabateados

reportes de misión y los archivos de la grabadora de misiones de los

Juggernauts. Los reportes de patrullaje estaban, por alguna razón, tan vacíos

como siempre, pero dejando eso de lado, era una verdadera montaña de oro,

un verdadero tesoro de información sobre tácticas anti-Legión.

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Esto ayudará a todos a sobrevivir. Será útil. Ella estaba segura de eso.

Lo siento.

“¿—Y por qué no fuiste?”

Shin respondió indiferente, dando respuesta a la despreocupada

conversación que tenían a través de la Resonancia Sensorial mientras le

daba mantenimiento al rifle de asalto que por lo normal guardaba en la

cabina de su Undertaker. Habían comenzado a charlar durante el reporte,

técnicamente cuando ellos deberían estar fuera patrullando.

Era temprano por la tarde, y Shin se encontraba en su cuarto en las barracas.

El gatito, dejado fuera del cuarto para prevenir que jugara con las partes del

rifle, rascaba la puerta con desesperación.

“¿Pero y si un ataque sucede durante la fiesta?”

Lena parecía terriblemente descontenta. Era parte de su actitud de siempre

el ser muy seria, o mejor dicho demasiado inflexible.

“Nada en particular pasará.”

“Me sorprende que siquiera puedan tener una fiesta en medio de una

guerra.”

“Estoy seguro que hay batallas en uno que otro Sector. Lo que sea que

ocurra dentro de las murallas no influencia lo que ocurra aquí.”

Él sacó el pin y removió el cerrojo del grupo de cerrojo del arma, colocando

cada parte en un trozo de tela que había desplegado. Los rifles de asalto no

eran efectivos contra la mayoría de unidades de la Legión, pero tenían

ciertos usos. Podría llegar un momento en que esta sería la única arma

disponible para él, así que dejarla sin atender no era una opción.

“Creo que deberías ir. Tu análisis es apreciado, pero no hay razón para

monopolizar tu tiempo, Comandante.”

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Lena guardo silencio ante esas palabras.

“¿Podrá ser que lo que hago les parece innecesario…?”

“En lo absoluto. Tu asistencia es muy apreciada.”

Esos eran sus verdaderos sentimientos. Shin no diría o haría algo solo para

aumentar el ego de un oficial al mando.

“Al final, lo único que conocemos son las líneas del frente. Tener la

perspectiva de un oficial con educación y un análisis de datos viniendo de

alguien con conocimientos de la situación no tiene precio.”

“…Es bueno saberlo.”

“Pero dicho esto, no tienes por qué pasar todo tu tiempo con nosotros.”

Él podía sentir como Lena hacía un puchero al otro lado de la línea.

Removiendo el pin de extracción, Shin continuó hablando con su usual tono

monótono.

“Si piensas demasiado en el campo de batalla terminarás como yo.”

Lena suspiró, incapaz de entender si esas palabras eran en serio o solo lo

que él consideraba como una broma. En todo caso, la hizo quedar sin mucha

motivación.

“Ya veo que también bromeas a veces, Capitán Nouzen… Bueno, lo

entiendo. Intentaré divertirme mientras me encuentro aquí. Estoy segura que

me divertiré como nunca con esa estúpida fiesta y los tacones y el vestido.”

Haber respondido a su broma con otra burla aparentemente hizo que se

ganara una risa de parte de Shin.

“Hablabas del Festival de la Revolución, ¿no? Cierto, ahora que lo

pienso había algo así hace tiempo, ¿verdad?”

“¿Lo recuerdas?”

Shin guardó silencio por un momento.

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“Creo que había ¿fuegos artificiales? En un parque con una fuente,

frente al palacio.”

Lena levantó su cabeza con sorpresa.

“¡Correcto! Ese era el Palacio Presidencial Luñé, en el Primer Sector…

¿Solías vivir en el Primer Sector, Capitán?”

El bloque residencial del Primer Sector había sido un vecindario rico desde

los días de la monarquía, y sus habitantes eran todas familias que llevaban

viviendo ahí desde hacía muchos años atrás… Pero las familias Celena,

quienes eran venerables casas nobles, parecían ser sus residentes

principales. Los habitantes Colorata eran raros de ver en ese lugar, incluso

antes de que todo cambiara hace nueve años.

Quizás ella había pasado a un lado de Shin sin darse cuenta alguna vez antes.

Ese pensamiento hizo que Lena sintiera soledad en su corazón.

“No lo recuerdo, pero probablemente con el resto de mi familia…

Puedo recordar a mi hermano llevándome a algún lado, mientras me

tomaba de la mano.”

Lena tuvo que retener su voz ahogada. Lo había hecho de nuevo.

“Lo siento…”

“¿…Por?”

“Eso fue insensible de mi parte. La vez pasada también… Digo, tu familia

y tu hermano…”

“Oh…”

En contraste al tono desanimado de Lena, Shin sonaba cortante.

“No me importa. Ya casi ni siquiera los recuerdo.”

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Shin debería haber sido bastante joven cuando fue separado de su familia.

O quizás cinco años de lucha por su vida entre las llamas de la guerra habían

consumido incluso esos preciados recuerdos.

Por un momento, la imagen de un niño inmóvil, habiendo perdido su camino

de regreso a casa a mitad del campo de batalla, destelló en la mente de Lena.

“—Dijo que tenía que vivir y regresar. Regresar contigo.”

Ella intentó recordar y expresar las palabras que Rei había dejado atrás y

que se habían grabado en sus recuerdos tan exactas como le fuese posible.

Lena habló, con la imagen de Rei diciendo esas palabras en su mente. La

Resonancia Sensorial transmitía las voces entre ellos a través de sus

conciencias, y cuando se Resonaba, podían saber lo que el otro sentía como

si estuvieran parados el uno frente al otro.

Ella esperaba que sus recuerdos sobre Rei pudieran pasar a él, incluso si

Shin ya lo había olvidado. Su rostro y voz aún quedaban en el corazón de

Lena.

“Él dijo, con un amor incalculable en sus ojos, que probablemente ya habías

crecido. Pude ver cuánto significabas para él. Tu hermano en serio,

honestamente…quería regresar contigo.”

“…Sería bueno si tuvieras razón.”

Su respuesta llegó luego de una pausa y cargaba cierta indecisión, un

escalofrió, como si esperara que lo que la chica dijo fuera la verdad, pero él

sabiendo sin duda alguna que las cosas no eran así.

“¿Capitán…?”

Shin no respondió, y Lena guardó silencio, dándose cuenta que él ya no

quería discutir más este tema. La única cosa que perturbó el silencio fue el

leve sonido de un traqueteo metálico. El sonido eventualmente se volvió

más fuerte, culminando en un muy particular y familiar clack. Lena inclinó

su cabeza con sorpresa.

“Capitán, puede ser que estés, ¿desarmando un rifle?”

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Shin pareció dudar por un segundo.

“…Sí, eso hago.”

“Pensé que estabas patrullando a esta hora.”

Silencio.

Dándose cuenta del por qué los reportes de patrullaje siempre parecían tan

incompletos, Lena suspiró con pesadez. Y, sin embargo, de algún modo, el

tiempo de reacción del escuadrón Spearhead era siempre

extraordinariamente rápido. Ella jamás preguntó cómo eran capaces de

saber en dónde se encontraba la Legión, más rápido de lo que un radar

tardaba en encontrarlos.

“Si piensas que los patrullajes son innecesarios, entonces supongo que es

verdad… Y lo mismo va para el rifle.”

Los Ochenta-y-Seis no tenían permitido cargar armas de fuego de ningún

tipo.

“Creo que lo usas porque es tu deber, así que no tengo intención de juzgarte

por ello… pero mantenlo cuidado y en buena forma.”

“…Gracias.”

Al no esperar escuchar ese tono viniendo de Shin, Lena parpadeó con

sorpresa.

“¿Dije…algo raro?”

“No… Es solo que pensé que te enojarías más, Comandante.”

Escuchándolo expresar su sorpresa, Lena encontró su mirada deambulando.

Es verdad, cuando ella había sido recién asignada, molestaba a Shin sobre

sus reportes y puede haber convertido en un hábito el quejarse sobre cómo

sus colegas en los cuarteles generales se burlaban de las regulaciones.

“Eso no… No quise ser una conservadora insistente con las regulaciones y

prohibiciones que no tienen mucho significado. Como he dicho antes,

ustedes se encuentran en posición de decidir lo que es necesario y lo que no

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lo es para así sobrevivir en el campo de batalla, e intento respetar sus

decisiones.”

Alguien como yo, quien jamás ha estado en el campo de batalla, no tiene el

derecho a discutir contigo. Ese amargo pensamiento cruzó su mente, Lena

sacudió su cabeza y volvió a poner en orden sus pensamientos.

“En todo caso, supongo que incluso armas de repuesto que encuentren

tiradas por ahí requieren mantenimiento. Los rifles de asalto de la República

son demasiado pesados. Las personas de los ochenta y cinco Sectores odian

tener que cargarlos a todos lados, y es peor cuando se trata de practicar cómo

usarlos.”

El modelo estándar usado por la milicia de la República empleaba balas de

rifle de alto calibre, y por lo tanto estaban hechas por completo de una

robusta aleación de metal. Esto fue hecho bajo la suposición de que iban a

pelear con oponentes blindados, pero como resultado, los rifles eran

excepcionalmente pesados.

Shin estaba, extrañamente, sorprendido.

“¿Pesados? ¿En serio?”

Lena quedó atónita por lo genuinamente asombrado que sonaba él, pero

entonces se le ocurrió: Sí, por supuesto. Es un chico. Eso la hizo sentir

terriblemente incómoda y cohibida. Porque, bueno, sí… Ella jamás le había

hablado a un chico por tanto tiempo.

“¿…Comandante?”

La Resonancia Sensorial transmitía los sentimientos que podían leerse en

las expresiones de las personas, y desde la perspectiva de Shin, fue como si

Lena se hubiera sonrojado repentinamente sin advertencia previa.

“N-No es nada. Ah, hmm…”

Abruptamente, la atmósfera del lado de Shin de la Resonancia se volvió

extremadamente tensa. Ella podía sentir a Shin levantándose en silencio, su

mirada fija en un lugar muy lejano. La estática que siempre retumbaba en la

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distancia como un acompañamiento musical se sentía como si se acabara de

volver un poco más fuerte.

“¿Capitán Nouzen?”

“Por favor prepárate para la batalla.”

Lena cambió su mirada a la terminal de información en búsqueda de una

alerta, pero se mantenía en silencio como siempre. Las palabras de Shin, sin

embargo, eran claras como un cristal.

“La Legión se acerca.”

Habiendo Resonado con Shin de antemano, Lena había participado en la

reunión estratégica. Shin de manera concisa, pero con exactitud detalló todo

desde los números de enemigos hasta la manera en que sus fuerzas estaban

divididas y desplegadas, y hasta la ruta estimada que tomarían. Al ver la

gran cantidad de datos proveídos Lena quedó completamente asombrada.

¿Sus estrategias de intercepción siempre incluían información tan precisa y

exacta?

La reunión continuó, y mientras lo hacía, Lena propuso unas cuantas

diferentes opciones. Sus sugerencias fueron eventualmente aceptadas, y la

operación comenzó luego de un resumen conciso de la estrategia a aplicar.

“La fuerza principal se presume es un pelotón mixto de Grauwolf.”

Cada unidad estaba estacionada en un lugar diferente en el área que ellos

designaron como su zona clave para emboscar a la Legión. Lena reportó la

composición de las unidades enemigas—el único detalle del cual, para su

sorpresa, no tenían mucha información—infiriéndola a través de referencias

cruzadas del radar y registros de batallas pasadas.

“A juzgar por su índice de producción y eficiencia de su mantenimiento, los

Tanques deben ser escasos debido a la cantidad destruida en la última

batalla. Dicho eso, encuentro difícil de creer que adoptarían una estrategia

que pondría a la Artillería Antitanque en el frente.”

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Los Stier estaban faltos en términos de movilidad, y sus proyectiles

autopropulsados antitanque estaban pobremente blindados, haciendo que su

uso fuera solo viable en emboscadas. Habiendo sido diseñados similar a

tanques, los Stier tenían debilidades parecidas—la misma debilidad que la

humanidad había intentado eliminar desde la invención de los tanques.

“Las rondas anti-blindaje-ligero pueden no ser efectivas contra los Tanques,

pero los Dragones en comparación están ligeramente blindados y no pueden

confiar en el fuego de cobertura de los Artilleros de largo alcance. Si

acabamos rápidamente con los Exploradores, deberíamos ser capaces de

acabar con todos ellos.”

“Wehrwolf a todas las unidades. Acabo de confirmarlo. La predicción

de la Comandante fue correcta.”

Raiden, quien había regresado de un reconocimiento rápido, confirmó las

palabras de Lena. Su tono era de más que admiración, entrando en asombro.

“Digo, hablas y hablas de índices de producción y eficiencia del

mantenimiento… ¿Siquiera duermes un poco?”

Shin cortó su conversación abruptamente.

“Comandante. ¿Podrías cortar la conexión del Para-RAID durante esta

misión?”

“¿Eh?”

Lucharemos contra una unidad de Grauwolf en un área urbana, lo cual

deberá resultar en peleas en espacios cerrados. Entraremos en contacto

cercano con el enemigo. Quedarse Resonando conmigo con

tantas…alrededor es peligroso.”

Cada palabra que Shin había dicho estaba perfectamente en el lenguaje de

la República, pero ella no podía entender lo que había dicho. ¿Qué acaba

de decir Shin?

¿Con tantas Ovejas Negras alrededor?

“Si quieres una explicación, te la daré luego. Corta la conexión del

Para-RAID.”

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Ella notó perfectamente bien que no había tiempo para explicaciones

cuando estaban a punto de comenzar la batalla, pero decirle que abandonara

sus deberes sin una buena razón hizo que Lena por reflejo se volviera

insolente.

“Los demás miembros del escuadrón siguen conectados a ti, y con la

interferencia de los Eintagsfliege, las transmisiones inalámbricas pueden no

funcionar si algo llegara a pasar. No cortaré la conexión.”

Ella negó la petición hecha de manera gruñona. Shin parecía querer

responderle algo, pero habiendo visto que la Legión se aproximaba, se tragó

sus palabras.

“…Por si te sirve de algo, no digas que no te lo advertí.”

Dejando a Lena con ese amargo comentario, Undertaker se levantó.

La pelea era tan frenética como Shin había dicho, con amigo y enemigo

intercambiando lugares en un parpadeo. Lena veía al radar, el cual luchaba

por mostrar los puntos de cada unidad bajo la presión de la interferencia

electrónica, mientras presionaba una mano contra su oído. ¿Qué es esto? El

ruido era horrible. No venia de su habitación, así que debe ser lo que Shin

escuchaba en el campo de batalla. Pero, ¿qué es lo que está provocando este

sonido?

Un punto rojo, representando una unidad enemiga, se acercaba a uno azul,

el cual significaba una unidad aliada. Era Undertaker. La unidad de Shin.

En el lejano campo de batalla, el punto rojo se acercaba a Shin, acercándose

hasta lo que verdaderamente llamarías ‘a tiro de piedra’ mientras los dos

puntos se cruzaban en la pantalla del radar—

Una voz desconocida hizo eco con espeluznante claridad dentro de los oídos

de Lena.

“—Mami.”

Era una súplica vacía, como la última y leve voz ahogada de una persona

muriendo. Mientras Lena se encontraba congelada en su lugar, el susurro

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continuó, repitiendo esa sola palabra que había sido drenada de toda la

nostalgia y emoción frente a la totalidad infinita de la muerte.

“Mami. Mami. MaMI. MamI. Mami. MaMI. mAmi. MaMI. MAMI.

MaMI. MaMi. MAMI. Mami. MaMi. MaMI. mami. Mami. MaMi.

Mami. MamI. MAMI. MaMi.maMi mami. MAmI. MaMi. MAMI.

MaMI. MAmI—”

“¡¿Eek—?!”

Cada cabello en el cuerpo de Lena se crispó.

Intentó tapar sus oídos con sus manos, pero el sonido, emanando desde la

Resonancia Sensorial ignoraba esos esfuerzos inútiles. Ese llanto de muerte

la asaltaba sin fin, llamando a su madre. La palabra había perdido todo

semblante de lenguaje, degradándose a una serie de palabras, a ruido. Esa

respiración de muerte se repetía sin piedad en sus oídos, su persistencia

comparada solo a lo rota que estaba la voz.

Un grito desde el fondo de su estómago calló la voz llorando por su madre,

pero este también fue remplazado por otros gemidos de tono similar,

abriéndose camino dentro de su conciencia en rápida sucesión.

“Ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayudenME

AYUDEnme aYUdenmE AyuDenme Ayud—”

“Hace calor hace calor hace calor hace calor hace CaloR hace calor

hace calor HACE calor hace CaLor.”

“No… No… NoNoNoNONONOnononononononOnONo.”

“Mama, mama, mama, mama, mama MaMAMamaMaMamAmA.”

“No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir noquieromorir

noquieromorir no quieromorir NOquieROMOriR noquiERomoRiR.”

“N-No… ¡NOOO—!”

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Los gritos de agonía aplastaban sus pensamientos y razonamiento. En algún

lugar entre el circulo infinito de gemidos, pudo escuchar la voz de Shin.

“Comandante, ¡corta la conexión! ¡Comandante Milizé!”

El normalmente sereno semblante del chico estaba atípicamente tenso, pero

falló en penetrar la pared de pánico puro en la mente de Lena. Ella tapó sus

oídos lo más fuerte que pudo, enroscándose con miedo y gritando para

ahogar las voces, pero fue en vano. Y justo cuando pensó que su cordura iba

a romperse bajo la fuerza del coro de muertos—

“Tch.”

—Chasqueando su lengua con frustración, Shin cortó la Resonancia. El

gemido que parecía sacado de otro mundo se detuvo al instante.

“………………………Ah…”

Lena levantó su cabeza con miedo y dudando removió sus manos de sus

oídos… Silencio total. Estaba completamente cortada de los demás

Processors.

Lena veía sin comprender nada el poco iluminado cuarto de control,

respirando con pesadez y con los ojos abiertos de par en par.

Aparentemente, había caído de su silla por el pánico, pues se encontraba

sentada en el piso.

¿Qué…fue eso…?

Las voces no eran de ningún Processor. No eran de ninguno de ellos, y había

demasiadas, un sinfín. Y dentro de esa cadencia de sufrimiento, había

escuchado a alguien conocido. Era…

—No quiero morir…

“…Kirschblüte… ¿Kaie…?”

Justo luego de cortar la Resonancia con Lena, el “rebaño” de Ovejas Negras

comenzó a moverse alrededor de Shin, quien entrecerraba los ojos por el

dolor de la incesante tormenta de llantos y gritos. La mayoría de las fuerzas

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enemigas eran Grauwolf, y habiendo tenido que abrirse paso entre ellos con

una ráfaga de cortes con la cuchilla de alta frecuencia, la cual cortaba a

través de su blindaje como si de mantequilla se tratara, tardó demasiado en

cortar la conexión con su Handler.

Un sinfín de gritos, resoplidos, y gruñidos todos se fusionaban en una

cacofonía de angustia palpable que sacudió a Shin hasta lo más profundo de

su alma y amenazaba con romper sus tímpanos. Pero la compensación era

que, a la distancia, uno podía escuchar cada voz individual con claridad, y

Theo fue el primero en darse cuenta a través de la Resonancia con Shin.

“Mierda, no… ¡Esa de hace un momento era Kaie…!”

Shin podía sentir a varias personas quedándose sin aliento con horror, y en

un momento, la línea explotó con gran clamor.

“¡¿Kaie…?! ¡¿Esos hijos de puta se la llevaron…?!”

“Maldita sea… ¿Anju no la había cremado…?”

Mientras sus camaradas lamentaban el destino de su amiga, Shin se

concentró en el sinfín de llantos, intentando encontrar de nuevo a “Kaie”.

Esto era una hazaña imposible para los demás, quienes estaban Resonando

gracias al Para-RAID, pero Shin, siendo un ‘original’, podía hacerlo. No

tomó mucho tiempo el encontrar lo que buscaba, y más pronto que tarde,

supo la distancia y dirección. Lo que había llevado a cabo era un acto incluso

más preciso que encontrar una aguja en un pajar, una hazaña que trascendía

los cinco sentidos.

Kurena era la más cercana al objetivo.

“Gunslinger. Dirección 060, distancia 800. Hay un grupo de quince. Ella

está en la fila del frente, segundo Grauwolf desde la derecha.”

“…Entendido.”

La voz de Kaie, quien continuamente lloraba diciendo que no quería morir,

se cortó al momento que el disparo conectó. Era un ejército de muertos, de

fantasmas que merodeaban y no podían ir al más allá hasta que eran

destruidos.

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Aun dentro de ese espiral sinfín de llantos que amenazaban con aplastar su

alma, Shin dio un solo suspiro de pena.

“Así que esta es la revancha, eh…”

Un ejército de fantasmas que no podían ir al más allá hasta ser destruidos.

Como si desearan ir al lugar al que debieron haber ido.

Él repentinamente se dio cuenta que la chica Handler probablemente no

Resonaría con él de nuevo…y se exasperó con si mismo por pensar en ello

como una pena.

Le tomó a Lena hasta la puesta de sol reunir el coraje para reactivar el Para-

RAID.

Desde entonces, cada vez que había intentado conectarse, una ola de miedo

la embestía junto con una de nausea, y para cuando finalmente se las arregló

para llamar, la noche había llegado—casi la hora de apagar las luces en la

base.

Ella tímidamente pensó que llamar tan tarde podía ser una molestia, pero

levantó su cabeza y se deshizo de ese pensamiento. Ella sabía que, si no lo

hacía ahora, probablemente jamás Resonaría con ellos de nuevo. Seguiría

diciendo que lo haría el día siguiente, usando esa misma excusa una y otra

vez.

Consiente de su aliento agitado, respiró profundo y activó el Para-RAID.

Afortunadamente, la persona con quien conectaba no se había retirado a la

cama. La llamada conectó de inmediato. Ella Resonó con una persona—y

solo con esa persona. Él fue quien le había dicho que cortara la conexión, y

también fue quien le advirtió que quedarse Resonando sería peligroso. Ella

pensó que él era la persona correcta a quien preguntar.

“…Capitán Nouzen.”

Pudo sentir débilmente a Shin abrir sus ojos.

“Soy Milizé. Um, ¿estás libre ahora?”

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Hubo una corta pausa antes de que el chico hablara. Y por alguna razón, ella

podía escuchar el leve sonido del agua corriendo desde el momento en que

se habían conectado.

“…Estoy tomando una ducha ahora mismo.”

“¡¿E-Eh?!”

Lena nunca se había escuchado gritar de forma tan histérica. Sonrojándose

hasta sus orejas, Lena tenía problemas pensando en algo qué decir, sus

pensamientos se movían en nerviosos círculos. Era un pánico diferente

comparado al de esta tarde, pero ella de alguna manera se las había arreglado

para calmarse y hacer salir sus palabras.

“L-Lo siento. Sí, por supuesto, ya es tarde… T-Terminaré con la llamada

ahora.”

La voz de Shin era, como se esperaba, serena hasta un punto casi descarado.

“No me importa, pero luego de esto iré a dormir. Si tienes algo qué

preguntar, puedes hacerlo ahora. Por supuesto, solo si no te parece una

mala idea, Comandante.”

“B-Bien, entonces… En ese caso…”

En general, el padre de Lena había muerto cuando ella era pequeña, y jamás

había tenido hermanos, menos un novio. Esta situación era demasiado

estimulante para su casto corazón, y ella estaba impotentemente al tanto de

sus mejillas en llamas mientras abría su boca para hablar.

“Ah… ¿Cómo les fue en la batalla? ¿Alguien se lastimó o…murió…?”

“Todos estamos bien. ¿Solo por eso llamaste…?”

“No, pero…”

Incluso para elites como ellos, no había ningún tipo de garantía al luchar

contra la Legión. Especialmente no en mitad de esos terroríficos gritos…

Ella no pudo detener el terrorífico pensamiento de que todos murieron

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mientras eran engullidos por ese ruido y que quizás no habría nadie con

quien Resonar cuando lo intentara.

“Capitán... ¿Qué fueron esas voces que escuché…?”

Tan pronto como la pregunta dejó sus labios, ella sintió un terrible escalofrió

en su estómago. La estática que siempre escuchaba en el fondo de la

Resonancia, ese ritmo parecido a un acompañamiento musical, como el

agitar de hojas en las profundidades de un bosque, como el sonido de tráfico

distante. Ahora se daba cuenta que se trataba del eco distante de la masa de

gritos y gemidos. Finalmente entendió por qué Shin era llamado ‘la Parca’

y por qué todo Handler que trabajaba con él moría de miedo. Esta era la

razón.

“¿Qué son ellos…?”

“…”

Por un momento, todo lo que pudo escuchar fue el golpeteo del agua.

“Hubo una vez que fallé en morir.”

Un leve y distante dolor pasó por el cuello de Lena. Una sombría y pesada

sensación de opresión. Como si algo la estrangulara. No venía del propio

cuello de Lena sino de la Resonancia Sensorial… En otras palabras, de Shin.

“No, probablemente morí ese día. Y puedo escuchar sus voces porque

soy igual a ellos… Las voces de los fantasmas, de los muertos, que jamás

desaparecen.”

“Fantasmas…”

Ella recordó hablar a Annette sobre el accidente de su padre. Sobre como si

alguien incrementaba la estimulación nerviosa del Dispositivo RAID a su

máximo teórico y Resonaba con la conciencia del mundo, con algo así como

el abismo, no habría forma de regresar.

Pero entonces, ¿qué tal si todos aquellos que murieron regresaron a ese

mundo? ¿Al abismo? Quizás aquellos que casi habían muerto, que casi

habían caído al abismo…podían conectarse con lo que fuese que estuviera

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ahí, justo como el Para-RAID que conectaba humanos. Podían ellos, por

ejemplo, ¿conectarse con aquellos que habían muerto y caído al abismo?

¿Aquellos que deseaban regresar a sus cuerpos que alguna vez habían

habitado…? ¿Podían conectarse con fantasmas?

Pero algo no parecía encajar. Porque esas cosas eran…

“…La Legión… ¿verdad?”

Ella había escuchado las voces en el momento que el Grauwolf se había

aproximado, y Shin había dicho algo parecido antes de que la batalla

comenzara.

“La Legión también son fantasmas. Perdieron su razón de existir como

armas tras la caída del Imperio, así que deambulan, cargando el peso

de la voluntad de sus creadores fallecidos… Un ejército compuesto por

los fantasmas de un país muerto.”

“…Entonces la razón por la que sabes cuando la Legión se acerca…”

“Sí. Es porque puedo escucharlos. Puedo saber si comienzan a

acercarse. Siempre puedo hacerlo, incluso mientras duermo.”

“¡Espera un momento…!”

Lena gritó. Lo había hecho sonar tan trivial, pero no había manera en que

pudiese ser tan simple. ¿Él podía saber cuándo se acercaban—? Incluso la

base enemiga más cercana debería haber estado inimaginablemente lejos.

¡¿Quién sabía cuántas unidades de la Legión podían estar a ese rango?!

Las voces de los fantasmas—ese distante sonido de tráfico, de agitación. El

Para-RAID estaba fijo a un índice de sincronización bajo, así que solo podía

recoger la voz del hablante y el sonido del movimiento de su cuerpo. Las

únicas otras cosas que pudiera detectar tendrían que ser suficientemente

ruidosas como para reverberar contra el cuerpo humano. Si Lena solo podía

escucharlos como hojas agitadas… ¿Cómo se escuchaba para Shin ese

revuelo que Lena siempre escuchaba?

“Capitán, ¿qué puedes escuchar ahora? ¿Qué tan lejos están, y cómo

suenan…?”

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“No conozco la distancia exacta, pero puedo escuchar a cada Legión

dentro de los antiguos bordes de la República… Aunque, cuando están

demasiado lejos o cuando se mueven en grupos no puedo distinguirlos

de manera individual.”

Era un mundo que desafiaba toda descripción. Incluso si, individualmente,

sonaban solo como susurros. Se trataba de cada una de las unidades de la

Legión en todos los frentes. Y él las sentía, en cada momento de cada día.

Incluso mientras dormía.

“¿No es…difícil?”

“Estoy acostumbrado. Ha pasado mucho tiempo.”

“¿Cuánto…?”

No hubo respuesta. Lena decidió cambiar a la siguiente pregunta.

“La Segunda teniente Kaie Taniya. Escuché su voz ahí. ¿Fue porque

ella…um, se convirtió en un fantasma?”

Aún era difícil para ella procesarlo, mucho más articularlo. Su sentido

común se interponía en el camino. Hubo un corto silencio. El sonido del

agua se detuvo. La sensación de cabello mojado siendo cepillado.

“Escuché que la República estima que la guerra debería acabar en dos

años máximo. ¿Correcto?”

“S-Sí… ¿Cómo es que lo sabías?”

Ella asintió, sorprendida por el cambio de tema. Ella pensó que los

Processors no habían sido informados, para no inspirarles ningún tipo de

esperanza innecesaria.

“Theo lo escuchó del capitán que te mencionó, y yo lo escuché de él…

Las unidades centrales de procesamiento de la Legión tienen una vida

limite, y deberían apagarse en poco menos de dos años, ¿correcto?”

“…Sí.”

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Las unidades centrales de procesamiento de la Legión tenían una estructura

basada en el sistema nervioso central de un mamífero para crear nano

maquinas líquidas. Ellos, sin duda, tenían poder de procesamiento

rivalizando con las habilidades cognitivas de un mamífero de gran tamaño,

pero también estaban integrados con una cantidad límite de tiempo y un

programa que borraría esa estructura.

“Cuando lo escuché de Theo, todo comenzó a tener sentido. Al

principio, incluso si podía escuchar la voz de la Legión, era solo ruido

revuelto. Pero después de un cierto periodo de tiempo, comencé a

escuchar voces de personas mezcladas entre ellos. Tenía una idea de lo

ocurrido, pero hasta entonces, no sabía por qué lo habían hecho.”

Ella podía sentir cabello siendo limpiado con la severidad a la que una mujer

jamás se le ocurriría intentar y el distintivo sonido de tela crujiendo. Y

siendo esto un poco irritante, incluso podía saber lo almidonada y rígida que

era la tela.

“Si la estructura de sus unidades centrales de procesamiento estaba

perdiéndose gradualmente, todo lo que tenían que hacer era

reemplazarla con la estructura de algo más… Y había muchos

sustitutos disponibles.”

“…No, no puede ser.”

“Sí. El sistema nervioso más desarrollado de todos los mamíferos. El

cerebro humano.”

La imagen que llegó a la mente de Lena la hizo enfermar. Iba más allá de

algo grotesco—era una gran profanación de la dignidad humana—pero la

voz de Shin siguió tan serena como siempre.

“Para ser exactos, no creo que sea el cerebro en sí mismo sino una copia.

Si usaran cerebros reales, se pudrirían tras corto tiempo, y las bajas no

dejaban, en la mayoría de casos, cadáveres. Los cadáveres con daños

cerebrales mínimos son raros, supongo. Y en la práctica, nos

encontramos con múltiples unidades de la Legión que comparten la

misma voz a menudo. Kaie probablemente sigue ahí afuera, en algún

lugar.”

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Un fantasma de relojería, perpetuamente repitiendo los últimos momentos

de esa pobre chica como una incesante caja musical.

“Por eso los llamamos fantasmas, pero creo que es diferente de lo que

las personas consideran almas. Quizás llamarlos vestigio de la

existencia de una persona sería más correcto. Incluso si cargan la

conciencia de alguien, es imposible comunicarse con ellos. Y ya que

replican el cerebro en su estado Post Mortem, solo repiten

pensamientos que la persona tuvo justo antes de morir.”

“Ovejas Negras…”

“Sí. Ovejas Negras, poseídas por los fantasmas de los muertos, que se

ocultan entre el resto de la Legión… Las Ovejas Blancas.”

Incluso si entraban en un estado de decaimiento tras la muerte, el cerebelo

humano era aún el más desarrollado entre todos los mamíferos. Su alta

habilidad cognitiva era probablemente mejor que las unidades de

procesamiento centrales de la Legión. Así que sin opción entre eso y que su

estructura desapareciera, las Ovejas Negras, poseídas por los llantos de los

muertos, continuaban aumentando su número.

Había una pizca de piedad en la voz de Shin. Estos fantasmas mecánicos

habían perdido su país, su razón para existir y pelear, y fueron reducidos a

devoradores de cadáveres para poder luchar y morir en nombre de su última

voluntad.

“…Creo que puedo entender por qué atacan a la República.”

“¿Eh?”

“Son fantasmas. Merodean a pesar de que no deberían, y no pueden

pasar a mejor vida a menos que alguien los destruya. Creo que quieren

pasar a mejor vida y atacar a otros compañeros fantasmas para poder

irse juntos.”

“¿Compañeros…fantasmas…?”

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¿Qué fantasmas? Se refería a alguien que aún seguía vivo, pero se había

vuelto inhumano. ¿Se refería a los Ochenta-y-Seis, quienes eran

considerados muertos por la sociedad?

“Me refiero a la República. ¿No murió hace nueve años…? ¿Hay algún

solo valor de aquellos de la bandera de cinco colores que la República

aun mantenga?”

A pesar de lo tranquilos que estaban—no, debido a lo tranquilos que

estaban—esas palabras sonaron mucho más amargas. Libertad e igualdad.

Compañerismo, justicia y grandeza. Un país que interna y discrimina

humanos sin una razón justificable, que causó las muertes de millones sin

una pizca de pena… ¿tiene el derecho de adherirse a su credo nacional?

La República murió hace nueve años, por mano propia. Murió en el

momento en que sus ciudadanos decidieron perseguir a sus compatriotas.

Quizás Shin podía escuchar esta voz también… La voz del fantasma gigante

de la República que aún no se daba cuenta que había muerto.

Habiendo quedado sin palabras, Lena guardó silencio. Después de dejar a

Lena con su momento de pausa, Shin habló. Con el mismo tono indiferente

de siempre, y declaró el hecho que sabía era verdad.

“Ustedes perderán esta guerra, Comandante.”

Ustedes, dijo él. No nosotros.

“¿…A qué te refieres?”

“Como he dicho, la Legión no está en riesgo de apagarse por sus

unidades centrales de procesamiento. Hasta donde he visto, los

números de la Legión pueden no estar creciendo, pero no están

disminuyendo tampoco… ¿Y qué hay de los Ochenta-y-Seis? ¿Cuántos

de nosotros quedan?”

Lena no pudo responder. Ella no lo sabía. La República no mantenía

registros de esas estadísticas.

“Creo que, en dos o tres años, todos habremos desaparecido. Las

personas en los campos de concentración no tienen permitido

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reproducirse, y la mayoría de aquellos que eran infantes cuando

sucedió la concentración han muerto para ahora.”

Los adultos murieron todos en los primeros tres años de la guerra. Aquellos

que aceptaron enlistarse murieron en el campo de batalla, y aquellos que no,

fueron enviados a la Gran Mule, donde trabajaban con labor forzado tan

riguroso y duro que casi parecía que solo fue diseñado para hacer que

trabajaran hasta la muerte. Todos habían perecido, dejando atrás solo a los

ancianos y a los enfermos, quienes murieron durante estos nueve años.

“¿…Por qué…murieron los bebes…?”

“¿Sabes lo alto que se vuelve el índice de mortalidad entre los infantes

en un ambiente sin cuidados médicos…? Cuanto estaba en el campo de

concentración, casi ninguno de los bebés sobrevivía su primer invierno.

Estoy muy seguro que sucedía lo mismo con todos los demás. Y

cualquiera que sobreviviera era probablemente vendido.”

“¿Vendido?”

“Sí, algunos de los soldados y los Ochenta-y-Seis los vendían para ganar

algo. No estoy seguro si ganaban dinero o bienes.”

Inmediatamente dándose cuenta de las implicaciones, Lena sintió cómo el

color se drenaba de su rostro. En otras palabras, había ciudadanos en la

República que, a pesar de odiar a los Ochenta-y-Seis como si fueran cerdos,

habían usado a los bebés de esos cerdos como esclavos o habían

trasplantado los órganos de esos infantes a ellos para vivir.

Y eso dejó solo a los chicos. Estaban siendo enviados al campo de batalla,

y pronto, ninguno de ellos quedaría tampoco.

“Los números de la legión no están disminuyendo. Pero pronto los

Ochenta-y-Seis nos extinguiremos. Y cuando lo hagamos, ¿ustedes los

Alba pelearán? Cuando no saben cómo pelear, cuando ninguno de

ustedes conoce el campo de batalla, después de haber obligado a

enlistarse y haberle lanzado los gastos de guerra a los Ochenta-y-Seis…

¿aun serán capaces de luchar luego de que nos vayamos?”

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No podremos— Ella podía sentir que había una leve sonrisa en los labios de

Shin. Era diferente de la mueca de una víctima que reía ante un muy

merecido castigo. Era una sonrisa que se burlaba de una criatura que solo

mantenía sus ojos fijos en su propio beneficio y que se aislaba de la realidad,

prolongando su paz transitoria hasta que eventualmente perdía toda forma

de defenderse.

“Si nadie será voluntario para pelear, tendrán que recurrir a

reclutamiento forzado. Pero un país democrático solo puede hacer eso

cuando el enemigo está frente a ellos, y para cuando eso ocurra, será

demasiado tarde… El hecho de que no pueden alcanzar una decisión

hasta que la situación se ha vuelto crítica es uno de los mayores fallos

en la democracia moderna.”

La verdadera catástrofe llegó fácilmente a su mente. Enfrentada con esa

imagen de pesadilla, Lena sacudió su cabeza en protesta. No había una base

para que negara; simplemente no podía aceptar la verdad frente a ella, la

muerte que les aguardaba en solo unos pocos años.

“¡P-Pero el número de unidades de la Legión que hemos observado

definitivamente ha disminuido! Ya han sido reducidas a la mitad de lo que

eran hace unos cuantos años—”

“Hasta donde puedes observar, ¿correcto? No tienes manera de

confirmar nada acerca de las unidades de la Legión que deambulan en

las profundidades de las zonas en disputa, donde la interferencia de los

Eintagsfliege es constante… Es verdad, la Legión en las líneas frontales

ha disminuido, pero eso es solo porque no necesitan desplegar más que

eso. Todo lo que deben hacer es lanzar ataques que gradualmente nos

cansen, y el resto puede descansar en las líneas traseras. Y sus números

siguen creciendo, incluso ahora.”

El patrón de comportamiento solo podía significar una cosa. Estaban

preservando y reforzando sus tropas. Eventualmente, detendrían esta guerra

de desgaste y pasarían a una ofensiva general para destruir las líneas

defensivas de la República en un único golpe.

“Pero la Legión no podría tener la inteligencia para pensar en una estrategia

como e—”

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“No deberían haberla tenido. Y esa es otra razón por la que ustedes

perderán.”

En contraste al pánico en incremento de Lena, Shin estaba, como siempre,

calmado al punto de ser considerado grosero.

“Incluso si cadáveres con sus cabezas intactas son raros, este es un

campo de batalla donde los cuerpos no pueden ser recolectados. Un

campo de batalla donde millones han muerto. La Legión debe haber

puesto sus garras en algo más que unos cuantos… Y una mente humana

puede fácilmente pensar en la idea de respaldar sus fuerzas antes de ir

a la ofensiva. Así que, ¿qué pasaría si la Legión se volviera igualmente

inteligente?”

“¡…!”

Las Ovejas Negras. Unidades de la Legión que habían adoptado la

estructura cerebral de un humano, la cual, incluso en un estado de

decadencia, eran aún más eficientes que sus unidades centrales de

procesamiento. Así que, ¿qué pasaría si adquirieran cerebros que acababan

de morir y aun no se encontraban en decadencia?

“Llamamos a esos los ‘Pastores’ de la Legión. La Legión era

originalmente solo soldados actuando bajo comandos pre

programados, pero los Pastores pueden dirigirlos. Son comandantes

fantasmas. Ya nos hemos encontrado con algunos de ellos, y fuerzas

lideradas por ellos son mucho más difíciles de vencer que aquellas que

no son lideradas por ellos. Simplemente no tienen comparación.”

“Espera. Entonces esto no es teoría— ¿en serio existen? ¿Eso significa que

tú puedes—?”

“Si, puedo distinguirlos por sus voces. Las voces de los comandantes

son especialmente claras, así que puedo distinguirlas incluso dentro de

su ejército. Hay algunas docenas en cada frente, y aquí en el primer

distrito—hay una.”

Por un momento, la voz de Shin se volvió mucho más oscura. Correcto,

justo como la vez que le había dicho a ella con la frialdad de un cuchillo que

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estaba buscando a su hermano muerto. Una presencia de afilada y

congelante locura.

Lena estaba aterrorizada. La República caería, desarmada e inútil debido a

su propia estupidez. Había usado los millones de vidas enviadas al campo

de batalla para ser derrumbada por los fantasmas de los Ochenta-y-Seis que

no tenían permitido ser enterrados.

“P-Pero…”

Las palabras se deslizaban a través de sus labios sin que se diera cuenta.

“Eso solo pasará si ustedes mueren los próximos años… ¿verdad?”

Ella pudo sentir a Shin parpadeando un par de veces.

“Eso es…cierto.”

“Entonces simplemente debemos derrotar a la Legión antes de que eso

ocurra. Si los tenemos a todos ustedes… ¿No sería posible para el escuadrón

Spearhead que puede saber dónde atacará la Legión?”

Si logramos que las élites que sobrevivieron batalla tras batalla luchen

contra las unidades más peligrosas de la Legión y regresen relativamente

en perfectas condiciones…

“Si logramos conseguir el personal necesario, el equipamiento, y el

tiempo, debería ser posible, sí. Eso es lo normal para todas las guerras.”

“¡Entonces ganemos esta! Haré…todo lo que pueda…también.”

Ella quería decir que lucharía con ellos, pero se dio cuenta que eso era

probablemente más de lo que se merecía ella misma.

“Pondré todos mis esfuerzos en asegurarme que ganen. Ya sea analizando

movimientos enemigos o pensando en estrategias. Haré todo lo que

pueda…e intentaré que ocurra lo mismo en todos los demás frentes.”

Si podían saber los movimientos enemigos, debería ser posible crear una

estrategia para mantenerlos controlados. Eso definitivamente seria de

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interés para la República. No debería ser muy difícil explicarle al Comando

y que se aplique a los demás escuadrones también.

“Terminas tu servicio este año, ¿verdad, Capitán Nouzen? En ese caso,

tienes que seguir ganando hasta entonces… Sobrevivamos a esta guerra.

Nosotros dos.”

Shin sonrió irónicamente. Era una sonrisa con un sentimiento leve de

amabilidad.

“…Sí. Hagámoslo.”

Cortando la Resonancia con Lena, Shin caminó a través de la oscuridad de

las inactivas barracas hacia su habitación. Entrando al poco iluminado

espacio, vio hacia su propia imagen iluminada por la luna reflejada en el

vidrio de su ventana. Usaba un pañuelo azul en batalla, pero, por supuesto

no podía dormir con él puesto. Había planeado regresar justo después de su

ducha, así que la tela azul pálido que siempre cubría su cuello sobre su

gastado uniforme no estaba en su lugar.

Su físico parecía flaco a primera vista, pero había sido, de hecho, templado

por años de la rigorosa vida en el campo de batalla, y su garganta mostraba

una cicatriz que le daba la vuelta a su cuello con una línea roja. La línea no

era recta sino que dentada y con el color de la sangre—los restos rojos de

congestión vascular, como si su cabeza hubiese sido arrancada y luego

cocida de regreso a su sitio.

Shin tranquilamente estiró su mano y tocó gentilmente la cicatriz en el

cuello de su reflejo.

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Interludio: El Caballero Sin Cabeza II

Raiden conoció a la Parca en una unidad a la cual había sido asignado medio

año luego de enlistarse. Era el día después de que el último de sus amigos

con quienes se enlistó murió.

Antes de enlistarse, a Raiden se le fue dado refugio en los ochenta y cinco

Sectores, en un internado manejado por una mujer anciana. Sus únicos

estudiantes eran niños que vivían en el vecindario, y por eso los dormitorios

eran usados para ocultar y proteger a tantos niños Ochenta-y-Seis como les

fuera posible. Después del quinto año, alguien los había aparentemente

reportado a las autoridades, y los soldados llegaron para escoltarlos fuera

del lugar. La mujer anciana los persiguió sin descanso, rogando a sus

conciencias y a sus sentidos de la justicia una y otra vez, pero sus plegarias

fueron solo respondidas con muecas y burlas.

Sin una pizca de culpa en sus expresiones, los soldados montaron a los niños

dentro de un camión usado para transportar ganado, y el último recuerdo de

Raiden de la anciana era cómo corría ella tras el camión, gritando cosas a

los soldados.

Él jamás había escuchado a la mujer insultar. Esa respetable y estricta

anciana que siempre se enojaba inimaginablemente cuando Raiden y los

demás decían groserías a modo de broma, gritaba al camión con un rostro

contorsionado por la ira mientras lágrimas caían de sus mejillas.

“¡Espero que se quemen en el infierno, sucios bastardos!”

Él podía recordar la imagen de ella agachándose a mitad del camino y el

sonido de sus desgarradores llantos tan claramente como el día en que

ocurrió.

El capitán quien usaba el nombre de Parca era la persona más descuidada y

caprichosa que jamás había conocido Raiden. Esa persona jamás iba a

patrullar y en su lugar iba a holgazanear en ruinas donde la Legión bien

podría estar ocultándose. Daba órdenes de desplegarse cuando el radar no

mostraba indicaciones de avance enemigo. Y aunque sus predicciones eran

tan acertadas que era aterrador, Raiden solo podía ver sus descuidos como

las acciones de alguien con tendencias suicidas.

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No podía suprimir su enojo. Los amigos quienes se enlistaron con él

lucharon tanto, pero a cambio de su coraje y esfuerzos obtuvieron la muerte.

La anciana había protegido a Raiden y a los otros niños, a pesar de que bien

podrían haberle disparado por sus acciones. Y este idiota insistía en actuar

a su manera, como si no le importara que todos murieran—como si no le

importara que él mismo muriera.

Raiden finalmente perdió la paciencia y lo golpeó medio año después de

unirse al escuadrón. Sucedió cuando discutían sobre los patrullajes que Shin

seguía cancelando. A pesar de que debería haber hecho las cosas con calma,

considerando lo diferente que eran en términos de físico, él había golpeado

a Shin, quien era aun relativamente pequeño en ese tiempo, con suficiente

fuerza para hacerlo retroceder. Le había gritado a Shin, quien se encontraba

tumbado en el piso, que dejara de jugar con ellos, pero esos ojos rojos habían

mantenido su calma y firmeza de siempre.

“Es mi culpa por no haberlo explicado, pero aun así…”

Shin escupió sangre de su boca mientras se levantaba. Parecía haber

tomado, para su sorpresa, poco daño, y sus movimientos eran sin duda

lentos y vacilantes.

“Hablo por experiencia cuando digo que nadie me cree a pesar de que les

diga, así que dejé de intentar explicarlo. Estoy cansado de perder mi

tiempo.”

“¿Eh? ¿De qué mierda estás hablando?”

“Te lo diré con el tiempo… Además—”

Shin golpeó a Raiden directo en el rostro. Ese golpe, el cual cargaba con

todo el poder que su pequeño cuerpo podía reunir, fue increíblemente

doloroso. Fue un golpe que hizo uso perfecto de su peso, el momento, y la

transmisión de la fuerza en su puño y que dejó a Raiden con impotencia en

el suelo con su cabeza dando vueltas.

“Nunca dije que pudieras golpearme. No sé cómo contenerme, pero si eso

no te molesta, siéntete libre de venir por mi cuando quieras.”

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Lleno con aun más enojo tras escuchar su burla, Raiden arremetió contra él

de nuevo. Para ponerlo simple, Raiden perdió esa terriblemente unilateral

pelea. Shin, quien había pasado un año más que Raiden en el campo de

batalla, estaba mucho más acostumbrado a la violencia y era adepto a

emplearla.

Raiden aun así no podía soportarlo, pero su impresión hacia Shin cambió un

poco. Cuando Theo escuchó la historia años después, suspiró con

exasperación y dijo que ese tipo de trasfondo no aparecería ni en un comic

para niños. Pero la verdad era que Theo era quien no entendía. Shin parecía

estar aguantándose una sonrisa en ese entonces, pero vamos, si tan solo

Raiden hubiera sabido lo que pasaba a través de la cabeza de ese

desquiciado.

El día después de que pelearon, Shin dijo—a través de sus labios llenos de

cortes y moretones—que con el tiempo explicaría todo. Y en su siguiente

despliegue, Raiden pudo escuchar los llantos de los fantasmas. Fue ahí

cuando Raiden finalmente se dio cuenta el por qué Shin se oponía tanto a

salir a patrullar… Por qué era tan indiferente de una manera en que un chico

de esa edad jamás lo sería.

Los miembros del escuadrón Spearhead habían caído dormidos después de

apagar las luces ese día. Raiden yacía en su litera, pero aún no se quedaba

dormido. Escuchando pasos tranquilos fuera, se levantó de su cama. Viendo

a través de la puerta adyacente, la cual había sido dejada abierta, encontró a

Shin parado en la oscura habitación, bañándose en luz de luna azul pálido.

“¿Hablabas con alguien?”

Desde su punto de vista en el vestuario, Raiden había pensado escuchar a

Shin hablar con alguien antes durante la ducha. Shin simplemente movió su

mirada en dirección a Raiden y asintió. Sus ojos rojos fríos e indiferentes

denotaban una calma que jamás parecía cuadrar con su edad y una apatía

que parecía casi inamovible.

“Era la Comandante. Resonó conmigo por un rato.”

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“…Así que se volvió a sincronizar contigo de nuevo. Es una sorpresa. La

chica tiene más agallas de las que imaginaba.”

Él estaba impresionado un poco. Ningún otro Handler había aceptado

Resonar con Shin después de escuchar las voces. Sus ojos fueron atraídos

al ahora expuesto cuello de Shin, donde una sola cicatriz roja grabada

erráticamente en su garganta se encontraba. Raiden ya sabía el origen de esa

cicatriz que parecía una decapitación, habiéndolo escuchado de Shin,

incluyendo el hecho de que había ganado la habilidad de escuchar a los

fantasmas como consecuencia de ello.

Era una noche tranquila. Al menos, lo era para Raiden. Pero para Shin…

Para su camarada, afligido con la capacidad de escuchar llantos de

fantasmas, esta era sin embargo otra noche llena con llantos y lamentos de

los muertos. Nadie podía mantener su equilibro siendo sujeto a este

incesante tormento. Sus emociones constantemente siendo maltratadas y

erosionadas, hasta que eventualmente, se convirtió en la poco emocional,

indiferente e insensible Parca que era ahora.

Con sus ojos rojos, La Muerte veía a Raiden. Esos ojos, del color de sangre

fresca, se habían congelado. Su corazón estaba aún en el campo de batalla,

siempre en el campo de batalla, buscando obsesivamente su cabeza en el

lejano frente, deseando recuperar lo que había perdido.

“Iré a dormir. Si tienes algo que decir, podemos hablarlo mañana.”

“…Sí, lo siento.” Incluso después haber cerrado la desnivelada puerta luego

de un poco de forcejeo y de escuchar los pasos de Raiden en el pasillo y el

sonido de la cama de tubos rechinando, Shin seguía en la ventana, bañado

en luz de luna, sus ojos aun viendo hacia el campo de batalla. Si escuchaba

con cuidado, podía distinguir el murmuro del rebaño de fantasmas al otro

lado de la oscura noche, sus susurros como la mezcla de la nebulosa en los

cielos. Sus gemidos y gritos, sus lamentos y quejidos.

Distinguió el sonido de palabras mecánicas y se concentró solo en eso,

concentrándose en ese distante llanto. ¿Cuánto había pasado desde que

escucho esa voz hablándole en vida? Deben haber sido ocho años. Y las

palabras que decía ahora eran las mismas que en ese entonces.

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Cada noche, las escuchaba, y cada vez, ese recuerdo renacía. Esa voz se

cernía sobre él como una sombra que jamás desaparece, jamás permitiendo

que la olvidara. La presión apretaba su garganta, amenazando con aplastar

su cuello. Esos ojos negros ocultos tras sus gafas, viéndolo con odio

palpable. La sofocación y el sufrimiento—y la voz de su hermano, entrando

en sus oídos con ira.

Está en tu nombre. Perfecto para ti. Es toda tu culpa. Todo—es tu culpa.

La misma voz lo llamaba desde la distancia. Siempre, desde aquel día hace

cinco años cuando había muerto aquí, en un rincón olvidado de las ruinas

del frente Este. Shin puso su mano contra el frio vidrio y susurró, a pesar de

que sabía que sus palabras no alcanzarían a nadie.

“Iré pronto por ti—Hermano.”

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Capítulo 5

Gloria al Maldito Escuadrón Spearhead

Había muchas Ovejas Negras en la batalla ese día también, y una vez la

batalla acabó, Lena tomó largas y fuertes bocanadas de aire,

desesperadamente intentando luchar contra la urgencia de vomitar. Con la

batalla concluida, los Processors gradualmente apagaron sus Para-RAID

mientras regresaban a la base, pero Lena fue sorprendida al encontrar a

alguien aun conectado.

“Si se te hace difícil, vete ya de una vez.”

La voz de Kurena era cortante, haciendo ver claramente que no hablaba por

preocupación hacia ella.

“Poco nos importa si estás aquí, y tu comando no cambia mucho las

cosas a la larga. Si tuviera que mencionar algo, que comiences a gritar

en la línea a pesar de no estar aquí en persona es una distracción.”

Que ella tuviera razón molestaba a Lena, pero estaba feliz de que Kurena le

hablara, incluso si solo era para arrojar ese poco de abuso hacia ella.

Regresando a sus sentidos, Lena preguntó:

“¿No se te hace difícil a ti también…?”

Kurena y los demás en ningún momento cortaron la línea, incluso si las

voces eran agonizantes. La habilidad infalible de Shin para saber dónde se

encontraba la Legión y dónde atacarían era invaluable dentro del campo de

batalla, pero eso no debía extenderse al resto del escuadrón. Ella sintió a

Kurena encogerse de hombros.

“No en realidad. Estamos acostumbrados, e incluso sin Shin alrededor

proyectándolos, Processors como nosotros escuchamos bastantes gritos

de agonía.”

En contraste con su actitud indiferente, había cierta emoción en el tono de

Kurena. No era miedo, sino enojo, lamento, y rencor… Sentimientos

oscuros.

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“Explotar junto con tu máquina y morir al instante es probablemente

la mejor manera de pasar a mejor vida que podemos desear. Hemos

visto cómo les arrancan las extremidades a demasiados amigos, o cómo

les rasgan sus rostros, o cómo cada centímetro de sus cuerpos se quema

hasta las cenizas, o cómo sus estómagos son abiertos y sus intestinos

esparcidos por doquier. Comparado a eso, las voces no son nada

especial.”

Pero Lena sabía que, contrario a lo que intentaba transmitir, Kurena estaba

sufriendo. Como si contuviera su dolor. Como si contuviera sus lágrimas.

Ella sabía que esta chica se encontraba en aquel distante campo de batalla,

mordiendo su labio con frustración. Podía sentir como sus dientes

rechinaban.

“Es lo mismo en el primer distrito… Sin importar quien muera, ya

nadie lo ve como algo inusual.”

“…Ya veo.”

Aunque el escuadrón Spearhead tenía originalmente veinticuatro miembros,

habían perdido a alguien más hace unos días, reduciendo sus rangos a trece.

Raiden lanzó aquella radio rota, la cual probablemente nunca pueda ser

reparada, dentro de la caldera de reciclaje de la fábrica.

Mientras todos se juntaban en la habitación como grupo, Lena los contactó

a través del Para-RAID como siempre, a la misma hora, cuidadosamente

deseándoles una buena tarde.

“Te escuchamos fuerte y claro, Comandante… Perdón de antemano por la

cantidad de hombres conectados.”

Lena parecía sorprendida, lo cual era entendible, dado que fue Raiden—no

Shin, como siempre—quien respondió primero.

“…Hmm, ¿le ocurrió algo al Capitán Nouzen?”

Theo se burló de esas palabras, su libreta de dibujo en manos.

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“¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado seria, Comandante Milizé?

Sabes que nuestros rangos no son más que palabras.”

El líder de escuadrón era un capitán, seguido de su vice capitán, quien era

un teniente; los líderes de pelotón, quienes eran segundos tenientes; y los

miembros de pelotón, quienes eran alféreces. Se les fueron dados rangos

para poder aclarar la cadena de mando del escuadrón, pero nadie recibía la

autoridad, tratamiento, o salario que su rango debería permitirles. Todos los

Processors del escuadrón eran Portadores de Nombres quienes fueron

capitanes y vice capitanes de escuadrones pasados, así que, dependiendo de

su designación, muchos fueron “degradados” de capitán a teniente o a

segundo teniente, hasta llegar a alférez.

La respuesta de Lena, sin embargo, fue clara y simple. A Raiden le hacía

gracia lo descarada que ella se había vuelto últimamente.

“Tú y el Teniente Shuga aún me llaman Comandante, ¿verdad,

Segundo Teniente Rikka? No veo por qué está mal que me refiera a

ustedes del mismo modo.”

“…Cierto”, Theo dijo con una sonrisita.

Ella había dicho que podían llamarla Lena, pero nadie lo hizo. Notando la

intensión tras ello, Lena insistió en seguir hablando de manera formal,

dirigiéndose a ellos como sus subordinados. Incluso si hablaban entre ellos,

su relación no era del tipo donde se podrían llamar por su nombre. Era una

línea invisible que aceptaron trazar, dado que cualquier intento de ser

amigable no sería más que una farsa, puesto que sin importar qué, su

relación era la de opresor y oprimidos.

“…Entonces, ¿algo le ocurrió al capitán? No me digan que pasó algo

durante la batalla de hoy…”

“Oh, no, nada de eso.”

Raiden movió su mirada hacia la pared separando su habitación de la

habitación adyacente. Todos excepto Anju y Kurena se habían reunido. Sin

embargo, no era la habitación de Shin, sino la de Raiden. Ni el más mínimo

sonido podía escucharse en la habitación de Shin, la cual se encontraba a

una pared de distancia.

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“Es solo que está dormido. Se encuentra exhausto.”

Para cuando habían cenado, él ya había comenzado a quedarse dormido, y

cuando Raiden acabó de limpiar y revisó la habitación de Shin, él estaba

tumbado en la cama. Raiden simplemente había recogido al gatito, quien

gimoteaba su descontento; había colocado una manta sobre Shin; y había

dejado la habitación sin hacer tanto ruido como le fuera posible. Shin podrá

haber dicho que estaba acostumbrado, pero escuchar a la Legión siempre

que se encontraba despierto—y dormido—le agregaba más peso a sus

hombros.

Ya que Resonaban con él usando el índice mínimo de sincronización, lo que

escuchaban no era precisamente lo mismo que Shin escuchaba, por lo

mismo Raiden y los otros no tenían manera de saber qué tipo de infierno

vivía Shin. Todo lo que sabían era que una vez hubo un Handler que Resonó

con Shin con el máximo índice de sincronización y que cometió suicidio

inmediatamente después.

Dicho Handler había sido el tipo de escoria que disfrutaba torturando a sus

Processors al darles órdenes absurdas que terminarían matándolos y

engañando a nuevos reclutas sin experiencia, enviándolos a sus muertes.

Shin había dicho que él era irritante y una molestia y les dijo a todos los

demás que no Resonaran con él en la próxima batalla, haciendo así que el

único conectado fuera el Handler. El Handler jamás se conectó de nuevo

luego de esa batalla, y al día siguiente, la policía militar llegó y les dijo que

ese Handler se había suicidado. Lo que fuese que había llevado a ese

Handler al suicidio, así era el mundo en el que Shin vivía. Y encima de todo

ello, también los eventos recientes dentro del escuadrón Spearhead habían

sido difíciles para él.

“…Estoy segura que es lo mismo para el capitán, pero la carga en todos

ustedes ha estado incrementando últimamente… Y yendo en misión

tras misión, más y más de ustedes han estado muriendo en acción…”

“…Sí.”

Él solo pudo dar una corta respuesta afirmativa ante el lamento de Lena. No

se trataba solo de Shin. Todo el escuadrón se encontraba exhausto pues las

batallas se habían vuelto más frecuentes y más duras. El escuadrón

Spearhead contaba con veinticuatro Processors cuando fue establecido y

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desde entonces había perdido once miembros. Ya había sido reducido a casi

la mitad, cualquier otro escuadrón habría sido considerado ‘aniquilado’ y

habría tenido a sus miembros reasignados a otras unidades llegados a este

punto.

La frecuencia de sus incursiones en contra de la Legión no disminuía, pero

el número de unidades que poseían sí, lo cual significaba que el peso

individual en cada uno de ellos crecía gradualmente. Se aproximaban

rápidamente a un estado donde no tenían suficientes manos en sus puestos

para manejar el tamaño de las fuerzas enemigas, y la fatiga les causaba

equivocaciones y juicios erróneos. Era un espiral descendente despiadado

donde la falta de personal no hacía más que causar más muertes.

Y a pesar de ello, aún no habían recibido remplazos para el grupo de Kujo,

los primeros tres que habían muerto en febrero. Lena mordió su labio y dijo

de modo alentador.

“Haré que se apresuren con los refuerzos. Haré todo lo que pueda para

que le den prioridad a este lugar al enviar Processors.”

Haruto lanzó una mirada en su dirección. Raiden exhaló con pesadez.

“Sí. Encárgate de eso.”

“Este escuadrón está resguardando una posición defensiva crucial.

Deberíamos tener el derecho a ser priorizados cuando se trata de

provisiones y personal. Mientras tanto, haré una petición a otras

unidades cercanas para que les den refuerzo… Así que por favor

aguanten un poco más.”

“…Sí.”

Él asintió de manera vaga y evasiva. Al filo de su visión, pudo ver a Theo y

a Haruto encogerse de hombros con desanimo.

“Oye, Anju… Sabes…”

Solo Kurena y Anju estaban en las duchas. Kurena dijo esas palabras

mientras vertía agua caliente sobre Anju, quien diligentemente lavaba su

cabello plateado.

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“¿Hmm?”

“Creo que ya deberíamos parar de hablarle a esa chica.”

Anju felizmente volteó a verla por alguna razón.

“¿Tan preocupada estás por la Comandante?”

“Tch.”

Kurena sacudió su cabeza sonrojada. ¡¿Qué demonios estaba diciendo esta

chica?!

“¡Sí claro! ¡¿Por qué debería preocuparme esa mujer?! …Solo pensé que le

debemos al menos eso ya que no le tuvo miedo a Shin.”

Ella de manera gruñona murmuró esa última línea en un susurro. Aun la

odiaba. Sus palabras aun enfermaban a Kurena. Pero como mínimo, al

menos podía respetar el hecho de que ella no había tratado a su amigo como

un monstruo.

“Shin y Raiden, ninguno de ellos quiere decirle. Nadie quiere. Y si alguien

le dijera, ella no se molestaría en Resonar con nosotros más. Lo mejor sería

hacerlo.”

“Tienes razón… Kaie dijo eso, ¿recuerdas?”

No eres una mala persona…así que no deberías verte envuelta con

nosotros.

“Pero creo que es por eso que Shin y Raiden no se lo dicen. Probablemente

piensan que eso solamente la lastimará.

“…”

Kaie se había ido. Ella siempre se avergonzaba de su físico sin curvas en las

duchas, y las demás chicas se reían por eso de ella. Esa pequeña chica, ágil

como un gato. Las demás chicas con quienes siempre hablaban de temas

que jamás podrían discutir con chicos. Todas se habían ido. Y ahora solo

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ellas dos quedaban. Al principio, hubo seis chicas en el escuadrón, pero

todas a excepción de Kurena y Anju habían muerto en batalla.

Notando algo repentinamente, Kurena levantó su mirada.

“Dime, Anju…”

“¿Hmm?”

“¿Realmente esto está bien…?”

Las manos de Anju, ocupadas atendiendo su cabello, se detuvieron. Ella se

encogió de hombros. Esta era la primera vez que Kurena se había duchado

con Anju en el año que llevaban de conocerse. Anju jamás había dejado a

nadie verla desnuda, ni siquiera a las demás chicas.

“Sí. Después de todo este tiempo, debería estar bien… Pensé que ya no

había razón para ocultarlo ahora, puesto que solo quedamos dos.”

Su blanca y expuesta piel era visible a través de las gasas trasparentes y

húmedas. Aunque tanto su piel como la de Kurena no estaban faltas de

cicatrices, tanto antiguas como nuevas, había varias cicatrices llamativas en

la espalda de Anju que no parecían ser resultado del combate. Kurena desvió

sus ojos de una cicatriz que parecía ser un grupo de palabras grabadas en la

espalda de Anju, las cuales se veían a través de su largo cabello, pero aun

podían distinguirse las palabras hija de una prostituta.

Anju tenía sangre Alba pura corriendo por sus venas. Mientras tanto, su

sangre Caerulea venía de un ancestro distante.

“Sabes, Daiya, él… Cuando nos conocimos, él dijo que mi cabello era lindo.

Él sabía que me lo dejaba crecer para ocultar algo, pero dijo que era lindo y

que debería dejarlo crecer.

Apacible al principio, pero sin embargo a la mitad, su voz se rompió, a pesar

de todos sus esfuerzos para mantener la compostura. Sus pálidos labios

temblaron como una indefensa criatura mientras intentaba forzar una

sonrisa.

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“Y ahora Daiya ya no está. Así que pensé que preocuparme por esto más

tiempo sería inútil…”

Kurena pensó que ella iba a llorar, pero Anju lo soportó. Ella peinó su

húmedo cabello hacia atrás, y para cuando se giró a ver a Kurena, su sonrisa

gentil de siempre agraciaba su amable rostro una vez más.

“¿Qué hay de ti, Kurena? ¿No quieres decírselo?”

Ella no había especificado qué o a quién. No había necesidad. Kurena bajó

su mirada.

“…Sí. Es solo que pienso que no tengo derecho a decirlo.”

Cuando fue asignada bajo su mando por primera vez, ella estaba

honestamente asustada. Había escuchado rumores sobre ‘la Parca’ sin

cabeza de ojos rojos que dominaba las líneas del frente Este. Los Portadores

de Nombres eran aquellos que vivían lo suficiente mientras veían a sus

compañeros morir a su alrededor, como si bebieran la sangre de sus

compañeros soldados para sobrevivir. Es por eso que cuando alguien recibía

este segundo temible nombre, era usualmente uno que enfatizaba su

naturaleza terrorífica y peligrosa.

Pero incluso entre otros Portadores de Nombre, Shin era diferente. El

Undertaker. Un nombre para aquel que más cerca se paraba de la muerte

pero que jamás moría, siempre enterrando a alguien. La Parca que conocía

el campo de batalla mejor que nadie. Los rumores decían que cualquiera que

peleara en el mismo escuadrón—excepto por aquel de nombre ‘hombre

lobo’—inevitablemente morían. Quizás invocaba a la muerte, justo como

su nombre implicaba. O quizás usaba a sus camaradas como escudos.

El hecho de que él siempre había estado peleado en las zonas en disputa,

donde la batalla era más dura, desde su primera asignación a un escuadrón,

era algo que Kurena había aprendido hasta varias operaciones después. La

parte inferior de uno de sus camaradas había explotado debido a una mina

autopropulsada. Se encontraba en terrible agonía, pero no moría, y nadie

podía pensar en qué hacer. Solo Shin se arrodilló a su lado. Kurena había

intentado ir también, pero Raiden la detuvo.

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Kurena había visto estupefacta mientras Shin sacaba una pistola. Ellos

cargaban armas para defensa personal y en caso de que se diera una

situación en la cual el suicidio fuera necesario. Fue entonces, sin embargo,

que ella aprendió que había una razón más.

Sé que es difícil, pero debes hacerlo. Intenta recordar alguna vez que fuiste

feliz.

Una sonrisa apareció en la cara de su agonizante camarada. Sus labios

temblaban mientras susurraba, Oye.

Prométeme… Que me llevarás contigo, ¿bien…?

Sí.

Shin tocó el rostro de la pobre alma con una mano escurriendo sangre,

viseras y deshechos, su expresión estoica y tranquila como siempre. Fue la

más hermosa y sin embargo solemne vista que Kurena jamás había visto.

Ella finalmente notó por qué Raiden y algunos otros compañeros de

escuadrón lo llamaban “nuestra Parca.”

Él los llevaba. Los nombres de sus compañeros muertos, sus corazones y

almas. Jamás dejando a nadie atrás, él los llevaría a su lado hasta alcanzar

su final. Era la más noble e irremplazable salvación que los Processors

podían esperar recibir. Ellos, quienes vivían en un campo de batalla donde

el mañana no estaba asegurado, a sabiendas que una tumba jamás se les sería

preparada. Ella lo anhelaba. Desde el fondo de su corazón. Incluso si ella

moría, saber que él la llevaría consigo la hacía feliz y hacía que su miedo

desapareciera.

Fue entonces que ella comenzó a pulir sus habilidades con las armas, las

cuales ya estaban considerablemente por encima de la media. Para que la

próxima vez que algo como eso ocurriera, ella pudiera ser suficientemente

fuerte para hacer eso por sí misma. Y también, porque incluso si estaba

destinada a morir algún día, quería ser capaz de luchar al menos un poco

más.

Pero…

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Girando el grifo para apagar la ducha, Kurena levantó la mirada. Ella sabía,

al menos, que ella jamás podría ser así. Siempre y cuando estuvieran en este

campo de batalla, ella jamás podría hacer eso. Ella jamás podría ser como

su querida Parca, quien llevaba a todos sus camaradas caídos, a los

corazones de esos camaradas, hasta su destino final.

Pero si Shin tomaba sus corazones, ¿quién tomaría el de él…?

“Oye, Ochenta-y-Seis. Aquí también.”

Una vez al mes, bienes que no podían ser hechos en fábricas automatizadas

o en la planta de producción eran enviados a través de un aeroplano desde

más allá de las murallas. El personal de transporte, quien acompañaba a Shin

mientras este último firmaba el recibo y comparaba la lista de inventario

con los contenidos del contenedor, levantó su altiva y arrogante voz.

Este oficial, quien era visiblemente flaco y de mala apariencia a pesar de su

uniforme, era acompañado por dos soldados armados con rifles de asalto,

los cuales cargaban probablemente solo para intimidar y amenazar. Eso

estaba bien, pero uno de los soldados de atrás tenía aun puesto el seguro de

su rifle, el cual probablemente ni siquiera estaba cargado. Se paraban

demasiado cerca de Shin, quien podría probablemente haberlos desarmados

antes de que siquiera pensaran en jalar el gatillo. Aunque él no haría eso.

No tenía punto alguno hacerlo.

“Es de su Handler. Dijo que es una ‘cabeza explosiva especial’ que pidieron.

Al demonio con ella, hacernos pasar tantos problemas por un montón de

cerdos…”

Tras el oficial se encontraba un contenedor robusto de munición,

rigurosamente sellado y con señales de peligro alertando que estaba lleno

de municiones explosivas. Shin levantó una ceja, confundido. Él no

recordaba haber pedido nada como eso.

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Viendo a Shin en silencio, los labios del oficial se curvaron en una vulgar

mueca. Había muchos sucios y rebeldes Ochenta-y-Seis que no conocían su

lugar, pero este era sorpresivamente dócil. No mordía, sin importar cuanto

le dijeras.

“Su ama es una chica, ¿verdad? ¿Cómo le hicieron para endulzarle los

oídos? Probablemente no tomó más que unas pocas palabras para que esa

delicada princesita se mojara.”

La mirada de Shin repentinamente se fijó en el oficial.

“¿Debería demostrarlo con tu esposa? Estoy muy seguro que se aburre

mucho por las noches.”

“Hijo de—“

El oficial estaba consumido por la ira, pero se congeló una vez vio los ojos

de Shin. Aquellos ojos rojos se encontraban perfectamente tranquilos, sin

una pizca de amenaza, pero un cerdo quien había pasado su vida en la

seguridad de su chiquero no tenía oportunidad de vencer a una bestia cuyas

habilidades habían sido pulidas en el campo de batalla. Pasando a un lado

del congelado oficial, Shin se aproximó al contenedor de munición. Claro,

el número aparecía en la lista de inventario, y la firma de Lena, con la cual

se había familiarizado durante las semanas pasadas, estaba sobre la estampa

de envió. Bajo eso, dos palabras estaban inscritas con un lapicero.

“¿Palacio Luñé…?”

Y después de un momento de reflexión, los ojos de Shin se abrieron con

sorpresa.

Las fiestas eran reuniones sociales, lo cual, en otras palabras, significaba

que eran un lugar en donde recolectar información y crear contactos. Y

aunque ella estaba al tanto de que no toda interacción existente podía ser

reducida a temas triviales y refinados tales como música, arte, y filosofía,

aún existía el hecho de que este aburrido lugar era innegablemente…bueno,

aburrido.

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Escapando de los incontables susurros avariciosos que llenaban el lujoso

salón del banquete en el Palacio Perle, Lena suspiró con alivio mientras

tomaba refugio en una terraza iluminada por las estrellas. Ella normalmente

no asistía a este tipo de fiestas, y esta noche el lugar parecía casi

deliberadamente plagado con conversaciones apropiadas para su edad, así

como de jóvenes con motivos ocultos. La familia Milizé era originalmente

casa de nobles ricos, lo cual significaba que varias personas tenían sus

miradas fijas en el pedigrí y dinero de esa familia.

Sin embargo, al parecer nadie tuvo la suficiente valentía para acercársele a

Lena hoy. Aunque el vestido negro de seda no estaba exactamente en contra

del código de vestimenta para la fiesta, la combinación de un vestido negro

y flores blancas ornamentales era más apropiada para un funeral que para

una reunión social. Y, además, ella se negó a beber o a iniciar

conversaciones y fue generalmente ignorada por las demás damas en el

salón salvo por las ocasionales miradas molestas que lanzaban hacia ella.

Las únicas personas que hablaron con ella además de Annette, quien se

acercó a ella con una expresión exasperada, y Karlstahl, quien la enfrentó

con lo que parecía una mirada de preocupación en sus ojos, fueron otras

pocas damas mayores con flores saliendo de sus cabezas (casi literalmente)

quienes le hacían cumplidos por su encantadora gargantilla—el dispositivo

RAID.

Cierto es que, ella estaba consciente de lo grosera que probablemente estaba

siendo, pero eso no significaba que tuviera intenciones de seguir la

corriente. Todas esas personas estaban cerrando sus ojos ante la realidad en

este pequeño mundo que construyeron para sí mismos, distrayéndose con la

búsqueda de orgullo, avaricia y riquezas. Era todo demasiado superficial y

tonto. Especialmente después de que un sinfín de Processors habían muerto

uno tras otro para hacer esto posible…

Repentinamente, su Dispositivo RAID se activó.

“¿…Comandante?”

“Capitán Nouzen… ¿Qué sucede?”

Respondió ella con un susurro, apretando el arete de sus Dispositivo RAID

contra su oído de inmediato. No tenían preparada ninguna incursión al

campo de batalla a esta hora del día, pero ¿era posible que una fuerza tan

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grande que el segundo escuadrón no era capaz de manejar había

emergido…?

Pero no había rastros de estrés en la voz de Shin.

“Resoné contigo ya que no te conectaste a la hora de siempre. ¿Fue algo

malo? Si no es el momento adecuado, puedo llamar mañana—”

“Está bien. ¿Qué sucede?”

Ahora que lo pensaba, esta era la hora en la cual normalmente hablaba con

el escuadrón Spearhead. Le dio la espalda a la fiesta, como haría si estuviera

hablando por teléfono.

“Recibí una ‘cabeza explosiva especial’ que nos enviaste, así que quería

contactarte al respecto.”

Flores de chispas y fuego florecían brillantemente, ayudando a las estrellas

a iluminar el oscuro cielo nocturno. Los hermosos tonos de fuego químico

brillaban con luz efímera antes de caer al suelo como brasas brillantes cual

nieve del cielo. Luego la siguiente flor tomaba los cielos, zumbando en

dirección opuesta con un estruendoso bang.

Cada vez que una de estas flores tomaba los cielos, era acompañada por

ánimos llenos con el tipo de júbilo reservado para niños. Era natural, puesto

que la mayoría no había visto algo como esto desde su niñez. Sus figuras

eran maravilladas por la luz del fuego por un corto momento, y pronto, esas

sombras comenzaban a danzar con placer.

Hacer esto en la base estaba, por supuesto, prohibido, así que todos se

movieron a un estadio de futbol abandonado en una de las ruinas. Las tropas

y personal de mantenimiento se habían esparcido por el estadio infestado

con malas hierbas, con los Juggernauts lanzando sus sombras solemnemente

a su alrededor. Fido había cargado al personal de mantenimiento hacia acá

y luego había ido a diligentemente colocar tubos de lanzamiento,

moviéndose de un lado a otro mientras usaba un mechero utilizado para

cortar metal en lugar de un encendedor para prender los detonadores.

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Observando desde la periferia dentro de Undertaker, el cual se encontraba

en modo de espera, Shin veía como otro fuego artificial más zumbaba por

el aire.

“—Gracias por los fuegos artificiales.”

El índice de sincronización estaba puesto un poco más alto de lo usual,

permitiendo a Lena escuchar un poco la alegría de los demás miembros del

escuadrón. Notar que él había incrementado el índice para que ella fuese

capaz de escucharlos llenaba a Lena de alegría.

“Bueno, es el Festival de la Revolución. Hubo una vez en que lo viste con

tu hermano y padres, ¿verdad? Estoy segura de que todos los demás tienen

sus propios recuerdos.”

Había pasado poco tiempo desde que envió los fuegos artificiales, los cuales

había comprado en la ciudad. Mientras el festival se acercaba, las tiendas

vendían estos fuegos artificiales al por mayor. Ella le había enviado al

comisario una botella de vino caro y había falsificado la etiqueta del

contenedor en la cual los había cargado. Estos eran, después de todo,

combustibles que serían llevados por avión, así que los registró como un

contenedor de municiones. Jamás había pensado bien de los sobornos, pero

considerando cómo se las arregló para forzar a que todo saliera como ella

quería, estaba ciertamente impresionada con la efectividad de estos.

“Esto era tradición del Festival de la Revolución, ¿verdad…? ¿Puedes

ver alguno de los fuegos artificiales de la oficina presidencial desde

ahí?”

“Déjame ver…”

Ella caminó por la terraza, en dirección a donde se encontraba la oficina

presidencial. Parecía que acababan de comenzar. El himno de la República

era reproducido a través de altoparlantes, y hermosas flores de cinco colores

adornaban el cielo. Viendo a los fuegos artificiales hechos con destreza,

Lena sonrió con tristeza.

“Puedo verlos, sí, pero el cielo es demasiado brillante.”

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Las luces de las reuniones y festividades de la ciudad eran simplemente

demasiado fuertes. El aire de la ciudad, la cual consumía electricidad sin

recelo, estaba demasiado contaminado. Estos hermosos fuegos artificiales,

los cuales representaban la dignidad y el honor de la República, se veían

terriblemente borrosos.

Probablemente no había nadie en los alrededores de esta fiesta que siquiera

se molestaba en verlos. A pesar de que eran mucho más lindos que aquellos

vendidos en los mercados y sin duda eran fuegos artificiales hechos por las

manos de un habilidoso artesano, nadie en esta ciudad podía apreciar lo raro

de esta vista.

“Estoy segura que los fuegos artificiales por allá son hermosos. La noche es

oscura, y el aire debe estar limpio.”

Sin duda alguna, la noche era oscura, el aire estaba limpio, y muchas

personas los veían atentamente. Los fuegos artificiales en ese pequeño

rincón del campo de batalla deben haber sido muy hermosos. Lena tuvo que

detenerse de desear en voz alta que pudiera estar ahí con ellos. Ese no era

un sentimiento aceptable que pudiera expresar.

En realidad, si Lena así lo deseaba, podía ir ahí tan a menudo como quisiera.

Pero ellos, por otro lado, jamás quisieron estar en ese campo de batalla para

empezar. Y ella no podía sacar a Shin y a los demás de ese lugar. Cualquier

tiempo pasado con ellos no sería más que una efímera ilusión, así que ese

no era un deseo que pudiera compartir. En su lugar ella dijo:

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“Algún día, veamos los fuegos artificiales en el Primer Sector. Estoy segura

que se burlarán de lo malos que son.”

Ella sintió a Shin sonreír de manera irónica.

“No recuerdo que fueran tan malos.”

“Entonces ven a verlos tú mismo y descubre si lo recuerdas bien o no. Una

vez la guerra termine y todos ustedes sean dados de baja, podremos verlos

juntos.”

Ella entonces recordó, y su voz titubeó. Daiya. Y los otros seis que

gradualmente perecieron.

“Desearía poder haberle mostrado esto al Segundo Teniente Irma y también

a los demás… Oh, lo siento. Yo y mi mal momento para decir las cosas…”

“No importa. Creo que Daiya y los demás estarían felices si supieran

que fueron los primeros en tener un funeral homenajeado con artillería.

Todos ellos odiaban que nos deprimiéramos y pusiéramos

melancólicos.”

Kino y los otros parecían estar genuinamente disfrutando el momento, y ella

podía distinguir sus risas. Shin debe haber sentido algo también, porque ella

podía sentir las ondulaciones de sus emociones de manera un poco más

clara.

“Y Anju por fin lloró un poco. Ella tiende a reprimirse todo… Así que

esa es una cosa más por la cual sentirme agradecido.”

“…”

Daiya y Anju parecían haberse llevado muy bien y habían sido

aparentemente amigos por un muy largo tiempo.

“Estoy seguro que la Alférez Emma jamás lo olvidará…”

“Tampoco nosotros. Así como tú jamás olvidaste a…mi hermano.”

Él pausó, aparentemente dudando en si acabar la oración, pero

eventualmente continuó.

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“Me hizo feliz a sabiendas que…yo mismo jamás pude recordarlo.”

Escuchando ese leve escalofrió en la voz del chico, Lena apenas podía

contener su incredulidad. Ella jamás había escuchado a Shin hablar de sus

sentimientos de manera tan abierta hasta ahora.

“Capitán Nouzen…”

“Comandante. ¿Podrías por favor…no olvidarnos jamás?”

Shin había probablemente dicho esto como una broma. Su voz y tono eran,

de hecho, un poco frívolos. Pero a través de la Resonancia Sensorial, la cual

estaba fija un poco más alto de lo habitual, ella lo sabía. Aunque sutil. Lena

podía sentir el ferviente deseo que yacía tras esas palabras.

Si morimos. Aunque sea por un corto tiempo, ¿podrías recordarnos…?

Lena cerró sus ojos. Sin importar cuan fuertes fueran. Incluso si habían

vivido más campos de batalla de lo que podían contar. Incluso así, la muerte

parecía siempre estar acechándolos.

“Por supuesto… Pero…”

Ella respiró profundo, declarándolo con claridad. Esa era su tarea—el deber

del Handler del escuadrón Spearhead, Vladilena Milizé.

“…Antes de eso, no los dejaré morir. A ninguno de ustedes, no de nuevo.”

Sin embargo, sin importar cuantas veces Lena solicitara Processors para

remplazar a aquellos caídos, sin importar cuantas veces hiciera la petición,

ningún tipo de refuerzo fue despachado para el escuadrón Spearhead.

Cuando entraron en batalla ese día, cuatro más murieron.

Se trataba de un ataque estándar a una fuerza de avanzada de la Legión. La

vanguardia enemiga se mantenía en un punto de apoyo, pero eso era un

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señuelo. La posición parecía descuidada, pero estaba en realidad rodeada

por fuerzas esperando para una emboscada. Sintiendo la posición y número

de enemigos en el punto por adelantado como siempre, Shin había planeado

desviarse del frente de la emboscada y golpearlos desde un flanco.

Por alguna razón, los Eintagsfliege no fueron desplegados, y Lena no

detectó más bogeys en la pantalla del radar, pero justo antes de hacer

contacto con el enemigo, Shin y unos cuantos más sintieron algo. Raiden

susurró algo sobre tener un mal presentimiento, lo cual deben haber sentido

todos y fue probablemente eso lo que los mantuvo vivos por tanto tiempo.

El sentido del olfato de un guerrero era algo así como una habilidad que se

paraba frente a frente con el poder de Shin para escuchar a los fantasmas.

Algo cayó diagonalmente desde los cielos, y al momento del impacto, el

radar retumbó con una sirena de emergencia.

Aquellos quienes se habían mantenido vigilantes—y subconscientemente se

prepararon en una posición que les permitiría reaccionar a cualquier

situación—sobrevivieron. Griffin, quien había fallado al esquivar, recibió

un golpe directo y explotó, y Fafnir, quien había estado muy cerca al punto

de impacto, fue bombardeado con metralla y cayó de inmediato. Todas las

demás unidades fueron golpeadas por las poderosas ondas de choque y

perdieron su balance, lo cual ocurrió justo cuando el segundo y tercer

proyectil cayó como parte de un intenso bombardeo.

La computadora de apoyo calculó que la posición desde donde fueron

disparados los proyectiles se encontraba 120 kilómetros al noreste. Una

descarga de artillería de larga distancia como esta por parte de la Legión

jamás había sido registrada. Además, los proyectiles viajaban a increíbles

velocidades. Su velocidad inicial se estimaba de cuatro mil metros por

segundo, excediendo el rango máximo para la artillería por un poco.

La emboscada en si misma era un sacrificio para atraer al escuadrón

Spearhead dentro del rango de fuego de la artillería. Incluso habían predicho

que atacarían por un flanco. Era una estrategia sutil y despiadada, para nada

como lo que se sabía hasta ahora que la Legión era capaz de hacer.

Si Shin no hubiera identificado y destruido a las Unidades de Observación

de Largo Alcance que habían presenciado el impacto, y si el bombardeo no

se hubiera detenido luego de diez proyectiles debido a alguna falla en este

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nuevo tipo de armamento, incluso élites como ellos podrían no haber sido

capaces de retirarse, resultando en la completa destrucción del escuadrón.

Y ahora, después de que se habían quitado de encima a las unidades que los

perseguían, el equipo había perdido un total de cuatro miembros. Chise,

Kino, Kuroto, y Touma—Muertos en Combate. Solamente nueve

Juggernauts quedaban. Finalmente habían sido reducidos a menos de la

mitad de sus números originales y estaban ahora en un solo digito.

“Yo…”

Llena de terror, Lena intentó hablar. Su boca estaba seca. Una imagen

aterradora, cierta premonición horripilante la golpeó. Las palabras dejaron

su boca como si las hubiera tosido.

“Haré que envíen refuerzos. Haré que se comprometan a hacerlo justo

ahora—hoy. Esto no puede… ¡Esto es una locura…!”

El escuadrón Spearhead había estado operando con eficiencia media por

semanas. No tenían suficientes soldados o suficiente tiempo para descansar,

y solo habían podido a penas defenderse al pedir a otras unidades refuerzos

y que tomaran algunas de sus batallas. Los Cuarteles Generales estaban

completamente consientes de esto, pero nada habían hecho. Por alguna

razón, podían pedirles ayuda a otros escuadrones, pero todas las peticiones

para recuperar los rangos perdidos eran ignoradas. Ella incluso soportó la

vergüenza de utilizar sus conexiones con Karlstahl para que él enviara la

requisición en su lugar, pero incluso una petición de un Comodoro como él

no trajo ni un solo refuerzo al escuadrón Spearhead.

Shin abrió su boca y dijo brevemente:

“Comandante.”

“Le pediré al Comodoro de nuevo y haré que responda por nosotros. Y si

eso no funciona, yo haré todo lo posible para—

“Comandante Milizé.”

Tras ese segundo y un poco más contundente llamado, Lena guardó silencio.

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“Chicos. Todos estamos de acuerdo con esto, ¿verdad?”

“…Sí.”

Raiden asintió de parte de los sobrevivientes. Un pesado silencio sobre

todos los demás.

“¿…Qué estás…?”

“Puedes detenerte ya, Comandante. Sin importar lo que hagas, ahora

todo será inútil.”

“¿De qué estás hablando, Capitán…?”

“Ya no vendrán refuerzos. Ni uno solo. Sin importar qué.”

“¿…Eh…?”

Y entonces Shin dijo silenciosamente, declarando la verdad que todos

sabían pero que jamás le habían dicho a Lena.

“Todos moriremos aquí. Este escuadrón es nuestro ‘campo de

ejecución’.”

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Interludio: El Caballero Sin Cabeza III

Desde que podía recordar, él había sido capaz de escuchar las voces de su

madre, hermano, y de otros a su alrededor. Eran voces que hablaban sin

decir palabra alguna y que expresaban solamente amabilidad y afecto. Y es

por eso que él pensó en confiar en alguien en quien no debía. Esa fue la

causa de todo lo ocurrido.

Su padre murió poco tiempo después de enlistarse, y pronto, su madre se

dirigió al campo de batalla también. A Shin y a su Hermano se les fue dado

refugio en una iglesia en un rincón del campamento de concentración, donde

un sacerdote los cuidó y crio. El campo de concentración al que Shin fue

enviado estaba construido en los restos de una villa en donde el sacerdote

solía vivir.

Aunque un Adularia, el sacerdote se oponía enormemente al confinamiento

de los Ochenta-y-Seis. Cuando la iglesia de los ochenta y cinco Sectores se

negó a ofrecer santuario a los Ochenta-y-Seis, el sacerdote decidió quedarse

solo, tras las cercas de alambre de púas en el campamento de concentración.

Era evitado por los Ochenta-y-Seis debido a que era un Alba pero era un

amigo cercano de los padres de Shin. Así que cuando los dos padres fueron

enviados al campo de batalla, el sacerdote cuidó a los niños. Si no lo hubiera

hecho, Shin y su Hermano podrían no haber sobrevivido. Había gran

resentimiento hacia los Alba en los campos de concentración, al igual que

hacia los descendientes del Imperio que había comenzado la guerra. Los dos

hermanos, quienes tenían sangre Imperial pura corriendo por sus venas, se

habrían vuelto salidas para el enojo de las personas de no haber sido por la

protección del sacerdote.

Sucedió poco después de que Shin cumpliera ocho, la noche en la cual

recibieron la noticia de que su madre había muerto en el campo de batalla.

Sus padres estaban muy lejos como para conversar, pero Shin podía siempre

sentir las voces de su madre y padre a la distancia. Pero una noche, sus voces

se desvanecieron, y unos pocos días después, los chicos recibieron un trozo

de papel diciendo que sus padres habían muerto.

A pesar de que la nota informaba sobre sus muertes, las palabras

difícilmente expresaban significado alguno para Shin. Él no había

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presenciado sus últimos momentos ni visto sus restos, así que la simple

palabra muerte no podía comunicar la irreversible totalidad de esta gran

pérdida a la inocente y joven mente de Shin.

Él no se sentía triste ni tampoco sentía haber perdido a un ser querido;

simplemente estaba confundido. Incluso si las personas le decían que sus

padres no regresarían y que jamás los vería de nuevo, él no podía entender

la razón. El día que se fue, su mamá le había sonreído y le había acariciado

la cabeza, diciéndole que fuera un niño bueno y que escuchara a su hermano

y al sacerdote. ¿Por qué ya no iba a regresar? Aunque intentaba con todas

sus fuerzas responder esa pregunta, él no podía.

Es por eso que decidió preguntarle a su hermano. Rei, quien era diez años

mayor, podía hacer y sabía todo. Siempre mantenía a salvo y apreciaba a

Shin más que a nada en el mundo. Así que él también sabría sobre esto. Rei

se paraba quieto en la oscura habitación, con solo la luz de la luna

iluminándolo. Shin le habló a su hermano, quien tenía su gran espalda contra

la puerta.

“Hermano…”

Rei volteó a verlo lentamente. Sus ojos negros estaban rojos e inflamados

por las lágrimas y llenos con dolor e indignación. Pero en contraste a esa

tormenta de emociones estaba una mirada vacía que Shin jamás había visto

en el rostro de su hermano, una expresión que lo asustó un poco.

“Hermano… ¿Dónde está mamá?”

Él sintió como si algo dentro de esos ojos negros se hubiese agrietado. Aun

boquiabierto ante el dolor de su hermano, aun escuchando su angustia, Shin

continuó.

“¿No volverá? ¿Por qué…? ¿Por qué…murió?”

Un silencio pesado cayó sobre ambos, como si algo se hubiese roto.

Aquellos ojos completamente negros y congelados se hicieron pedazos, y

una violenta locura surgió de esas grietas. Al siguiente momento, Shin había

sido tomado por la garganta y arrojado contra el piso de madera.

“¡Urk…!”

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Sus pulmones estaban siendo aplastados, y el aire intentando escapar de

ellos estaba atrapado en su estrangulada tráquea. Su visión se estaba

volviendo oscura por la falta de oxígeno. Su hermano había movilizado todo

su peso y fuerza hacia la garganta de Shin, la presión amenazando con

romperla. Los ojos negros de Rei lo veían de cerca, brillando con ira y odio.

“Es tu culpa.”

Su voz escapó como un gruñido de entre sus dientes apretados.

“Mamá fue al campo de batalla porque tú estabas aquí. Mamá murió por tu

culpa. ¡Tú mataste a mamá!”

Si tan solo tú no existieras.

Shin podía escuchar la voz de su hermano perforando con ese estruendoso

grito. Era como fuego infernal, como un cuchillo, un pensamiento en bruto

incapaz de contenerse debido a esa pureza. Ese pensamiento apuñaló su

mente sin piedad como una daga.

Desearía que jamás hubieras estado aquí. Desearía que jamás hubieses

nacido. Bien podría arreglar eso ahora. Desaparece de este mundo.

Muere.

“Sin (Pecado). Esa palabra está en tu nombre. Perfecto para ti. Es toda tu

culpa. Todo— ¡todo es tu culpa! La muerte de mamá, el hecho de que voy

a morir—todo— ¡todo es culpa de tu pecado!”

Él estaba aterrorizado. Del grito de su hermano. De la voz de su hermano.

Pero él no podía moverse o tapar sus oídos. Por eso Shin escapó a aquel

lugar. Más allá de las profundidades de su corazón, más profundo que las

partes más lejanas de su alma, el lugar a donde sus padres habían ido. Su

conciencia se apagó en silencio, y todo se volvió negro y disipó.

Cuando Shin despertó se encontraba recostado en su cama, con solamente

el sacerdote sentado a su lado. Él dijo que ya todo estaba bien ahora. Rei ya

no estaba ahí. Parecía que aún se encontraba en la iglesia, pero no vería a

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Shin ni una sola vez. Mientras tanto, Rei había acabado los protocolos para

enlistarse y dejó la iglesia unos pocos días después. El sacerdote lo escoltó,

como si intentara ocultar su espalda. Su hermano se reusó a ver a Shin o

siquiera a darle unas palabras de despedida. Él probablemente seguía

enojado, y Shin estaba asustado de decir algo, por miedo a que él se enojara

de nuevo.

Y así, Rei se fue, ninguno de ellos diciendo nada hasta el final. Fue entonces

que Shin dejó de escuchar la voz de su hermano, la cual siempre había sido

capaz de escuchar antes, y en las raras ocasiones que Shin reunía el coraje

para llamarlo, no llegaba ninguna respuesta. Eventualmente no tuvo

elección más que aceptar que su hermano no lo había perdonado… Que su

hermano jamás lo perdonaría.

Fue también alrededor del tiempo en que su hermano lo dejó con esta

cicatriz que Shin notó que podía escuchar esas voces, aunque leves,

susurrando a lo lejos. No podía entender lo que decían, pero entendía lo que

intentaban expresar. Y en algún punto, voces humanas comenzaron a

mezclarse con ellas. Recitando los mismos mantras cual grabadora rota—el

fraseo podría haber diferido, pero todas lloraban en busca de la misma cosa.

Naturalmente entendió que esos susurros que nadie más que él—ni siquiera

el sacerdote—podía escuchar. Probablemente había sido asesinado por su

hermano en ese entonces… Probablemente había estado muerto desde

entonces. Y ya que él había muerto, pero aún seguía en este mundo, podía

escuchar los llantos de otros fantasmas como él. Y un día, su hermano se

unió al coro de lamentos. Él se dio cuenta que su hermano había muerto y

estaba llamándolo a él.

Ese día, Shin se enlistó en el ejército.

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Capítulo 6

Fiat Justitia Ruat Caelum

“¿Qué…?”

Al principio, ella no podía entender lo que Shin acababa de decir. ¿Todos

morirían? ¿Su campo de ejecución?”

“¿Qué están…?”

Pero repentinamente lo entendió. Hace seis años, ella había conocido a Rei,

quien era un Processor. Los Ochenta-y-Seis marchaban en este desgarrador

campo de batalla a cambio de la restauración de los derechos civiles de sus

familias. Pero en ese caso, ¿por qué el hermano menor de Rei, Shin—quien

debería tener sus derechos como ciudadano restaurados gracias al

reclutamiento de Rei—se paraba en un campo de batalla en estos momentos

como un Processor, como un Ochenta-y-Seis? Al igual que los demás

Processors. Cada año, decenas de miles de reclutas eran enviados a las líneas

del frente. Pero si estaban siendo enviados aun en estos momentos, ¿qué

habían estado haciendo sus padres y hermanos mayores todo este tiempo?

“¡Imposible—!”

“Es posible, ¿bien? Para empezar, los malditos cerdos blancos jamás

tuvieron la intención de restaurar los derechos de los Ochenta-y-Seis.”

“Nos atraen para enlistarnos con esa promesa y entonces nos usan hasta

haber exprimido toda nuestra vida. Son unos malditos cerdos. No

pueden caer más bajo que eso.”

Lena sacudió su cabeza en el calor del momento. Quizás gracias a su sentido

de moralidad esto era imposible de aceptar. La República. La patria que la

había dado a luz y la había criado. Sin importar qué, esa patria jamás iría

tan lejos.

“¡No puede, no es posible, no puede ser—!”

Theo suspiró. No como acusación sino debido a amarga simpatía.

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“No te estamos culpando, pero… Has vivido en los ochenta y cinco

Sectores desde que la guerra comenzó. ¿Has visto algún Ochenta-y-Seis

ahí?”

“¡…Ah—!”

La cantidad de tiempo que un Ochenta-y-Seis debía servir a cambio de la

restauración de sus derechos era cinco años. Incluso si los Processors

morían durante la guerra, la concesión a sus familias debería haber sido

garantizada. Después de nueve años de guerra, las familias de los Processors

muertos deben haber tenido permitido regresar a casa, pero ella jamás había

visto a nadie. A ni uno solo. Lena puede haber pasado toda su vida en el

primer sector, donde los Colorata eran escasos, pero incluso así— ¿no ver a

ni uno solo? Eso no podía ser cierto.

¿Cómo podía haber sido tan inconsciente? Se sentía enferma.

Había demasiadas pistas. El hecho de que Rei y Shin fueran hermanos.

Processors que eran niños cuando sus padres o hermanos se enlistaron. El

Primer Sector siendo habitado solo por Alba. Y ella lo había ignorado todo.

Después de todo lo visto, ella aun creía en la infalibilidad de la República,

como una maldita idiota.

“La mayoría de Processors no viven para ver el fin de su servicio, así

que la República puede escabullirse del trato sin problemas. El

problema somos nosotros los Portadores de Nombres, fenómenos que

no mueren y sobreviven por años en el campo de batalla. Si vivimos,

significa que somos suficientemente inteligentes para evitar ser

asesinados, y desde la perspectiva de otros Ochenta-y-Seis, somos

héroes. Probablemente no quieren que comencemos una rebelión.”

La voz de Raiden era tranquila. No cargaba indignación hacia la República,

sino que parecía como si se hubiese cansado de estar enojado.

“Y es por eso que transfieren a los Portadores de Nombres a las zonas

en disputa de sus respectivos frentes. Esperan que muramos ahí. Y la

mayoría del tiempo, incluso habilidosos Portadores de Nombres no

sobreviven. Pero existen Processors como nosotros, aquellos con la

suerte y las agallas para sobrevivir a pesar de todo. Aquí es donde todo

termina. La unidad defensiva del primer distrito de cada fuerte. Este es

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el sitio final de eliminación. Este escuadrón es para Portadores de

Nombres que deben ser eliminados. Son desechados a este lugar y

forzados a luchar hasta morir. Los refuerzos jamás vendrán. Enviarán

al siguiente grupo para ser eliminado una vez nosotros seamos

completamente aniquilados… Este es el final de la línea para nosotros.

Todos vamos a morir aquí.”

La perversión de todo esto hacia girar su cabeza. Ellos no luchaban para

defender algo. Solo luchaban con el conocimiento de que morirían tarde o

temprano. Esto ya no era siquiera reclutamiento forzado. Era genocidio por

parte de un enemigo extranjero.

“P-Pero…”

Lena tartamudeó, aferrándose a ese último hilo de esperanza.

“¿Pero y si aun así sobreviven…?”

“Ah. Sí, hay muchos que no saben cuándo rendirse… Y para

deshacerse de ellos, la misión final de su sentencia es una operación

especial de reconocimiento con un índice de éxito o supervivencia del

cero por ciento. Nadie jamás ha regresado de eso. En cuanto a los

cerdos blancos, esto es lo mismo que encargarse de basura de la cual es

difícil deshacerse. Algo para celebrar, ¿entiendes?”

“…”

Ellos fueron forzados a entrar a un campo de batalla de muerte casi segura

para defender a otros sin compensación alguna. Si vivían demasiado, eran

usados hasta la muerte o enviados a un escuadrón designado para ser

asesinados—y si incluso sobrevivían eso, prácticamente se les ordenaba

morir.

Lágrimas de enojo nublaban su visión. Enojo hacia su país. ¿Cuán profundo

y completamente corrupto podía ser este país? Ella recordó a Theo y a

Raiden quejándose una y otra vez sobre lo aburridos que estaban. Ella

recordó preguntarle a Shin sobre lo que haría una vez fuera dado de baja y

cómo él había dicho que jamás pensó al respecto. Para empezar, ellos jamás

tuvieron un futuro. Jamás tuvieron un futuro el cual esperar. Todo lo que

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tenían era una orden de ejecución firmada de antemano, sin manera de saber

cuándo llegaría la fecha.

“¿Todos lo sabían…?”

“Sí. Lo siento… Shin y Raiden, todos nosotros… No sabíamos cómo

decírtelo.”

“¿Desde…cuando…?”

Su propia voz sonaba como si estuviera agrietándose. En contraste, Kurena

respondió con antinatural brusquedad.

“Desde el principio. Digo, mi hermana, los padres de Theo, la familia

de Shin… Todos fueron al campo de batalla, pero los cerdos blancos

jamás mantuvieron sus promesas… Así que todos lo sabíamos.”

“¡Pero si lo sabían—! ¡¿Por qué siguieron luchando?! ¡¿Por qué no

escaparon…?! ¡¿Por qué no intentaron vengarse de la República?!”

Escuchando los gritos de Lena, Raiden cerró sus ojos y sonrió irónicamente.

“No tenemos a donde escapar, princesa. Hay un ejército de la Legión delante

de nosotros y un campo minado y un cañón de artillería detrás. Claro, una

rebelión suena bastante bien, pero…los Ochenta-y-Seis estamos demasiado

cansados para eso.”

Si se tratara de la generación de sus padres, aun podría haber sido posible.

Pero esa generación había priorizado garantizar la seguridad de sus familias

y su libertad para vivir de manera decente a derrocar a la República, yendo

al campo de batalla para asegurarse de ello. Si no lo hubieran hecho, sus

familias en los campos de concentración fuera de la Gran Mule habrían sido

las primeras aniquiladas por la Legión. No tenían elección más que aferrarse

a las dulces palabras de la República.

Y cuando sus padres murieron, los hermanos mayores fueron al campo de

batalla para probar su lealtad y valor como ciudadanos de la República.

Querían probarle, a sí mismos y a la República que los trataba como basura,

que ellos eran orgullosos ciudadanos que podían retomar su honor. Que eran

ellos, y no los cerdos blancos que negaban defenderse por sí mismos,

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quienes eran verdaderos ciudadanos de la República. Pero Raiden y los otros

no tenían ni siquiera eso.

Habían perdido a sus familias hacía mucho y eran demasiado jóvenes para

recordar ser transportados a los campos de concentración o los días que

pasaron seguros en el refugio llamado República. Cualquier recuerdo de

vivir en las ciudades o de ser tratados como humanos eran lejanos y estaban

fuera de su alcance.

La única vida que conocían era la de ganado rodeado por alambre de púas

y campos minados, y la única República que conocían era quien los

persiguió y llevó a esta situación. Jamás conocieron a la República que

aclamaba por libertad e igualdad, hermandad y justicia y grandeza. Habían

sido reducidos a cerdos antes de que pudieran desarrollar cualquier tipo de

conciencia u orgullo como civiles. Raiden y los demás no se veían a sí

mismos como ciudadanos de la República.

Ellos eran Ochenta-y-Seis—nativos de este campo de batalla donde vivían

y morían, rodeados por enemigos hasta su última respiración. Este era el

único honor que podían probar. No les importaba en lo absoluto la

República de San Magnolia. Ese país extranjero poblado por cerdos podía

prender en llamas y a ellos no les importaría.

“¿Entonces…por qué…?”

Ellos no estaban obligados a responder esa pregunta tampoco. Pero sin

embargo respondieron, por esta chica. Esta tonta chica quien se aferraba a

ellos sin importar cuanto le gritaran, cuanto la golpearan, o cuantas veces

fuera expuesta a los llantos de los muertos. Quizás después de todo este

tiempo, ella finalmente los había hecho resignarse.

Raiden abrió su boca para hablar después de confirmar que no había

objeción alguna en el silencio de sus camaradas.

“Hasta cumplir los doce años, cierta anciana Alba me dio refugio en el

Noveno Sector.”

“¿…? ¿Qué…?”

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“Shin fue criado por un sacerdote que se quedó dentro de un campamento

de concentración después de rehusarse a evacuar, y ya escuchaste la historia

de Theo acerca de su capitán. Todos sabemos lo terrible que pueden ser los

Alba. Kurena tuvo que tratar con algunos de los Alba más horribles que

podrías imaginar. Pero Anju y Shin también conocen Ochenta-y-Seis igual

de terribles.”

Habían conocido tanto la vulgaridad despreciable como la más radiante

grandeza de la humanidad.

“Y así fue como lo decidimos. Fue simple en realidad. Decidimos que

queríamos ser ambas cosas.”

Ellos salían de sus pequeñas cabinas y se alzaban hacia los cielos. Él puede

haber olvidado las oraciones que aquella anciana le había enseñado o el dios

en el que había creído, pero aun podía recordar claramente la conmovedora

imagen de ella en el suelo llorando amargamente por ellos.

“Si la venganza fuese lo único que buscáramos, entonces realmente no sería

tan difícil de lograr. Todo lo que tendríamos que hacer es dejar pasar a la

Legión… Claro, moriríamos, pero la República también estaría condenada.

Imaginar a los cerdos blancos finalmente teniendo lo que se merecen…

Bueno, tiene cierto encanto, lo reconozco.”

Sus camaradas en los campos de concentración también morirían, pero de

igual modo lo harían en unos cuantos años de una manera u otra. Darles la

espalda porque ya no existe esperanza era…algo que los Processors

probablemente podrían hacer.

“Pero, aun así, hay Alba que no merecen morir solo porque sí, y, además,

pasar por todo el problema de morir para ello no lograría nada realmente.”

“…”

Lena aparentemente no podía entenderlo. Su silencio parecía decir que, si

estaban contentos con eso, que así fuese. Él no pudo evitar reír. Esta

princesita realmente fue criada demasiado bien y era una idiota.

Probablemente jamás pensó ni quiso tomar venganza de alguien. La

venganza y el desprecio no eran tan simples como para ser resueltos al matar

a quien sea que odiaras.

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“No es una venganza hasta que la otra persona lamente todas las mierdas

que han hecho con cada fibra de su ser, hasta que se pongan de rodillas y

rueguen tu perdón. Ahí es cuando los matas. De otro modo, no es

venganza… Pero después de todas las cosas descaradas que hicieron, una

rebelión o masacre no haría que los cerdos blancos lamentaran algo.

Desviarían sus miradas de sus propios errores y estupidez, los tirarían sobre

alguien más, actuarían como la victima trágica, y entonces morirían

clamando inocencia… Ni en un millón de años nos rebajaríamos al nivel de

la República. Todo lo que eso haría sería alimentar su ego narcisista.”

Su tono se había vuelto más severo sin notarlo. Si había algo que no podían

perdonar, era eso. El hecho de que la República realmente creía que no podía

equivocarse. Así como aquellos soldados que se burlaron de la anciana que

solo había seguido lo que dictaba su conciencia y peleado contra la opresión.

O los ciudadanos que cerraban sus ojos y tapaban sus oídos a la realidad de

la guerra, encerrándose en una frágil realidad dentro de sus paredes

fortificadas. Esos cerdos blancos que les arrebataban a otros sus derechos a

pesar de rehusarse a llevar a cabo sus propios deberes y que tenían la audacia

de clamar que eran correctos y nobles sin una pizca de vergüenza por sus

acciones. Eran inconscientes irremediables, completamente ciegos ante la

terrible contradicción entre sus acciones y palabras.

Ellos jamás, bajo ninguna circunstancia actuarían como esos cerdos.

“Si tratamos a esos bastardos de la manera en que nos trataron, nos

volveríamos el mismo tipo de escoria. Si tenemos que escoger entre luchar

contra la Legión y morir o rendirnos y morir, bien podríamos luchar y

sobrevivir tanto como podamos. Jamás nos rendiremos o perderemos

nuestro rumbo. Es por eso que luchamos—esa es toda la prueba que

necesitamos para saber que existimos… Y si terminamos protegiendo a los

cerdos blancos en el proceso pues que así sea.”

Ellos eran los Ochenta-y-Seis. Personas de guerra, lanzadas al campo de

batalla. Luchar hasta el momento en que su fuerza flaqueara y vivir al

máximo hasta entonces era su orgullo. La Handler mordió su labio con

frustración. El sabor a sangre, la sangre de otra persona, se esparció por la

boca de Raiden.

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“¿Incluso si al final…la única cosa que pueden esperar es la

muerte…?”

Su voz sonaba como si quisiera que ellos demandaran venganza. Raiden

sonrió con tristeza ante su tono.

“¿Qué tipo de idiota se cuelga solo porque sabe que morirá mañana? Incluso

si no tienes elección más que caminar a la horca, aun puedes escoger la

forma en que subirás los escalones. Hemos hecho nuestra decisión. Y todo

lo que queda es vivir acorde.”

Y fue precisamente por esto que habían sido capaces de ver desafiantes a la

inevitable muerte que les aguardaba.

Raiden se detuvo ante la persiana abierta del hangar, fijando su mirada en

la silueta de un hombre y la gran estructura de un Carroñero. Luz de luna

azul perforaba la brisa nocturna mientras las estrellas iluminaban el cielo

oscuro con su entusiasta brillo. Las estrellas y luna eran implacables. El

mundo no era hermoso por otras personas. Este mundo era apático ante los

problemas de los individuos humanos.

“Está bien. No hay mucho que podamos hacer en realidad. Gracias por lo

de hoy.”

“…Pi.”

Raiden observó a Fido dejar caer sus hombros tristemente (literalmente

bajando sus piernas delanteras) mientras se retiraba, y entonces le habló a

Shin.

“¿Es sobre Kino y los demás?”

“Sí… No pudimos encontrar ninguna parte de la unidad de Chise. Ha pasado

un buen tiempo desde la última vez que tuve que buscar un remplazo.”

“Tan solo usa el modelo a escala de avión en el que él trabajaba. Las alas

deberían ser perfectas… Pero diablos, ¿ni siquiera quedó una pieza? Me lo

imaginaba, digo, un proyectil le impactó directamente…”

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Fido pasó un largo tiempo explorando el campo de batalla de ese día en

búsqueda de lapidas de aluminio para los caídos. Marcar estos fragmentos

como objetivos principales de búsqueda. A pesar de ser una tarea sin

relación al propósito original de Fido. Era un hábito que había contraído

durante sus años de servicio para la Parca.

Raiden había escuchado la historia de lo que sucedió por parte de Shin. El

primer fragmento de una Marca Personal que Fido había traído a la cabina

llena de recuerdos de los muertos del Juggernaut sin nombre de Undertaker

era el de un caballero esquelético sin cabeza blandiendo una espada.

Encontraron los restos de esa unidad en unas ruinas, y Shin adoptó la marca,

cambiando la espada por una pala. Era la unidad de su hermano y la Marca

Personal de su hermano.

“Puede que esté molestándote, pero lo diré de todos modos. No fue tu

culpa.”

La habilidad de Shin podía decirle en dónde se encontraba la Legión, pero

no podía decirle el tipo de unidad. Podía deducirlo hasta cierto punto basado

en el número de enemigos y su formación, pero no cuando esos enemigos

estaban ocultos en la distancia entre muchas otras unidades, y menos cuando

se trataba de un enteramente nuevo tipo de unidad que no tenía manera de

saber que existía.

Shin le dio a Raiden una corta mirada y se encogió de hombros sin mediar

palabra. Raiden asumió que probablemente en realidad aquello no le

molestaba, pero eso estaba bien. Armarse de valor y morir al final del

camino era, después de todo lo dicho y hecho, la responsabilidad de aquellos

que murieron.

Los claros ojos rojos de Shin voltearon a ver en dirección al campo de

batalla de ese día, y Raiden fijó su mirada en ese lugar también. Sus mentes

aún seguían concentradas en los eventos de ese día y en la unidad de la

Legión de Artillería de Largo Alcance que les había disparado.

“…Pensé que le dispararía a la base después, pero por alguna razón, aun no

lo ha hecho.”

“La artillería pesada está diseñada para fuego de supresión o para destruir

objetivos fijos. No está hecha para disparar hacia armas blindadas y no es

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algo que usarías para acabar con un solo escuadrón. Probablemente lo

crearon para bombardear ciudades y fuertes. Supongo que esa fue una

prueba de tiro, y pensaron que ya que estaban en eso bien podían

dispararnos.”

Raiden rio sombríamente.

“Acabaron con cuatro de nosotros. Habría sido nuestro fin si hubieran

continuado disparando.”

“Si la Legión completa esa nueva unidad, van a acabar con más de solo

cuatro unidades. Dejarán las ruinas de la República. No es que eso nos

afecte mucho… Pero la Comandante no puede dejar que eso ocurra. Igual

ella será quien deba pensar en un plan.”

Shin habló indiferentemente, pero Raiden estaba un poco sorprendido. Shin

probablemente no lo había notado aún.

“¿…Qué?”

“Nada.”

Él jamás había escuchado a Shin expresar preocupación por la Handler hasta

ahora.

“…Sin importar el caso, ese cañón de larga distancia es igual a los Skorpion

en el sentido de que necesita Unidades de Observación de Largo Alcance.

El cañón en sí mismo parece estar apagado por ahora.”

“¿Cómo lo sabes?”

“Por su voz. Seré capaz de saber cuándo se mueva para dispararnos la

próxima vez… Aunque probablemente no disparará ese cañón de nuevo.”

“¿…?”

Shin volteó a ver a Raiden, quien lo veía confundido. Girando su mirada de

regreso al cielo de aquel distante campo de batalla, Shin entrecerró sus ojos.

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“Él me encontró. Probablemente estaba viendo a través de los sensores

ópticos de los Ameise que servían como Unidades de Observación.”

“¡…! ¡¿Tu hermano…?!”

Raiden se congeló en su lugar. Jamás lo había visto personalmente, pero se

habían encontrado con fuerzas lideradas por esa unidad de la Legión varias

veces. Era un Pastor que empleaba aterradoramente sutiles, desalmadas e

ingeniosas estrategias. Shin sonrió inconscientemente, viendo en la

dirección donde el Pastor probablemente estaba. Era una sonrisa de miedo

e imprudencia, la sonrisa de un demonio de guerra que danzaba entre las

fauces de la muerte. Su delgado cuerpo temblaba con emoción, y sin darse

cuenta, se envolvió a si mismo con sus brazos, como si intentara detener sus

movimientos.

“Puedo sentir que se encuentra en las afueras de este distrito, y parece que

me ha notado. Vendrá por mí la próxima vez. No hay manera en que me

vaya a disparar desde la distancia. Esa es una manera demasiado simple de

terminar con todo esto.”

Raiden hizo una mueca, mientras un miedo frio y penetrante lo sujetaba. Ni

una sombra quedaba de su confiable camarada quien siempre era recatado.

Una furiosa y profunda locura habían tomado los rasgos faciales de Shin. Él

iba en busca de la cabeza de su hermano. La cabeza del mismo hermano

quien una vez lo había matado a él. Buscando a la Legión que había robado

la voz de su hermano cuando él murió en aquellas ruinas del frente Este.

La Muerte rió. Como un cuchillo. Como locura. Como el horripilante brillo

del filo de una antigua espada, astillada y afilada tras incontables batallas,

mientras era blandida para reclamar la vida de su presa.

“Este es el mejor resultado que yo podría haber esperado, pero ustedes

chicos recibieron la peor parte… ¿Qué harán? A sabiendas que morirán

mañana, ¿se colgarán hoy?”

Raiden también estaba sonriendo sin temor. El hombre lobo igualaba a la

Parca en cuanto a ferocidad. Era una bestia salvaje que mordía a matar

cualquier cosa que lo amenazara, su fijación en la vida siendo fiera y salvaje.

Él podía ver, por el rabillo de su ojo, esa cuenta regresiva al otro lado del

hangar.

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¡CIENTO VEINTINUEVE DIAS HASTA EL FIN DE MI SERVICIO!

¡GLORIA AL MALDITO ESCUADRON SPEARHEAD!

Y el final de sus servicios significaba la muerte. Esta ridículamente jovial

cuenta regresiva contaba los momentos restantes hasta sus ejecuciones. El

tiempo restante de esta detenida cuenta regresiva era en realidad treinta y

dos días. Incluso si esa cuenta regresiva caía a cero, ellos aun seguirían

luchando y viviendo.

“¿Crees que esto es una broma…? Estaremos junto a nuestra Parca hasta el

final.”

“Vaya… Santo cielo… Eso es justo lo que esperarías de la República…”

La expresión de Annette se volvió una de perplejidad cuando escuchó la

historia de Lena. Lena había dicho que sería malo hablar donde otros

pudieran escuchar, así que habían llevado la conversación al laboratorio.

Ella había servido café en sus tazas decoradas con conejos blancos y negros,

junto con unas extrañas galletas mitad rosa mitad purpura.

“Annette, por favor, tienes que ayudarme. No podemos dejar que esto…

Tenemos que detener esto.”

Annette continuó mordisqueando las galletas con apatía, sus ojos plateados

viendo a Lena.

“¿Qué quieres exactamente que haga?”

Era una mirada fría y seca, como la de una bruja que había vivido por mil

años y se había cansado del mundo.

“¿Un discurso por TV? ¿Hablar con los altos mandos? Sabes que eso no

cambiará nada. Puedes ser apasionada e idealista todo lo que quieras, pero

si las palabras bonitas pudieran hacer que todos cambiaran de parecer, las

cosas no habrían llegado tan lejos en primer lugar. Lo sabes muy bien.”

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“Eso—“

“Ya detente. No hay nada que puedas hacer. Sin importar lo que intentes,

no llegará a nada, así que ya—”

“¡Detente, Annette!”

Lena detuvo las palabras de Annette, incapaz de soportarlo más. Ella era su

preciada amiga, pero Lena no podía permitir que siguiera con su discurso.

“Hay vidas en juego. Tú lo sabes… Así que deja de intentar hacerte la

villana solo para tener una excusa para no hacer nada. Deja de decir esas

tonterías.”

“¡Tú eres la que necesita dejar las tonterías!”

Annette se levantó de repente. Lena pasó saliva por la sorpresa. Así de

amenazante era la mirada de Annette.

“Ya detente. En serio, ya—detente. No hay nada que podamos hacer. ¡No

hay nada en nuestro poder que pueda salvar a esas personas!”

“¿Annette…?”

“…Una vez tuve un amigo.”

El rugido de Annette cayó de manera instantánea a un leve murmuro. Era la

débil e incapaz voz de una chica que había sido llevada completamente a un

punto muerto.

“Él vivía en la casa de al lado. Nuestros papás trabajaban en la misma

universidad. Eran amigos, y yo jugaba con ese chico a menudo. La familia

de la madre del chico tenía un misterioso poder, la mamá, el chico, y su

hermano mayor podían sentir los sentimientos el uno del otro, incluso desde

la distancia.”

El padre del chico era un neurólogo e investigaba la manera en que el

cerebro operaba cuando las personas sentían empatía, para así crear una IA

que pudiese hacerse amiga de las personas. Así que a pesar de que era una

investigación, nadie hizo nada particularmente peligroso. Usaron sensores

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con forma de juguetes para intentar hacer que se comunicaran desde

diferentes habitaciones, y ya que los experimentos eran todos como un

juego, Annette se metía y demandaba que la dejaran jugar también. El padre

de Annette reunía voluntarios de la universidad para recrear estos

experimentos, y todos participaban a cambio de créditos extra y de

refrigerios de la madre de Annette. Difícilmente hubo resultados notables,

pero fue divertido.

“Pero todo terminó cuando comenzó la guerra.”

A pesar de haber a penas comenzado la escuela primaria, el chico dejó de ir

a clases. Así de mala se había vuelto la discriminación en contra de los

Colorata. Annette era intimidada en la escuela por ser amiga de una

“mancha”. Un día, ella llegó a casa de la escuela, y el chico llegó a jugar

con ella, y ella lo agredió verbalmente en su enojo. Comenzaron a discutir,

e incapaz de soportar más su irritación, ella lo llamó una “mancha”.

El chico no parecía ofendido; él veía a Annette con la expresión de

confusión de un niño quien no entiende cómo había sido llamado. Pero

incluso así, Annette se estremeció, notando que una irreparable fisura se

había formado entre ambos, y que ella había sido quien lo provocó todo.

Estaba aterrorizada.

Y es por eso que ella dijo aquello. Sus padres sugirieron dejar que la familia

de su amigo tomara refugio en su casa. Su padre era atormentado por el

miedo al peligro que su familia podría enfrentar si su acto de piedad era

descubierto, así que él le preguntó a Annette qué deberían hacer. Y ella se

lo dijo. Ella le dio a su padre, quien probablemente simplemente buscaba

esa última afirmación, un último empujón…en la dirección contraria.

No me importa ese chico. No quiero estar en peligro por su culpa.

El chico y su familia fueron llevados a un campo de concentración al día

siguiente.

Ella debía creer que no había nada que pudiera haber hecho, que no había

nada que pudiese ser hecho en primer lugar. Pero, sin embargo, Annette

temblaba mientras reía.

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Así es como son las cosas, así es como deben de ser. Pero esta amiga mía…

¿por qué siempre lanza esa mirada idealista en mi dirección…?

“Sabes, Lena, puedes actuar como una santa tanto como quieras, pero eres

igual de culpable que todos nosotros… ¿Tienes idea de cuantos Ochenta-y-

Seis tuvieron que morir para desarrollar ese Dispositivo RAID que llevas

puesto?”

“…No puedes hablar en serio.”

Experimentación humana—

“Después de todo, el dispositivo transmite palabras, por lo cual no tendría

sentido usar animales. El hecho de que los Ochenta-y-Seis no eran

considerados humanos fue muy conveniente… Se debía producir resultados

tan rápido como fuera posible, así que condujeron investigaciones sin

pensar en la seguridad de los sujetos de prueba. Papá estuvo a cargo.”

Su padre no le había dicho nada en ese tiempo, pero ella sabía todo gracias

a los registros que él había dejado tras su muerte. Un sinfín de sujetos de

prueba murieron cuando sus cerebros se frieron, incapaces de manejar la

presión de los experimentos. Y ya que todos los adultos fueron enviados al

campo de batalla, se tuvo que usar niños. A los Ochenta-y-Seis se les

asignaban números, significando esto que sus nombres jamás fueron

registrados. Así que nadie—ni siquiera su padre—podría haber sabido si

alguno de los niños, quienes tuvieron las más horrorosas muertes posibles

en los laboratorios de los campos de concentración, había sido aquel chico.

“La muerte de mi padre no fue un accidente. Él cometió suicidio.”

Su padre repetía una y otra vez, abandoné a mi amigo y causé el sufrimiento

de muchas otras personas. Yo soy quien merezco morir más que nadie. El

índice de sincronización no había sido elevado al máximo por error. Y

Annette se consideraba a si misma igual de culpable al haber abandonado a

aquel chico, es por esto que ella continuó la investigación de su padre.

Cuando recibió la petición para revisar la relación entre el Dispositivo

RAID y los Handlers que cometieron suicidio, ella se preguntó, ¿Qué

pasaría si les digo que deben traerme al Processor quien era la causa

aparente de los suicidios? Ella haría que lo trajeran con el pretexto de ser

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una muestra importante, y lo mantendría detenido hasta el fin de la guerra.

Sería confinamiento, es verdad, pero al menos así uno sobreviviría.

El hecho de haber considerado aquello la aterrorizaba puesto que ni siquiera

había podido salvar a su amigo en aquel entonces. Así que cuando escuchó

que las escorias de Transporte se habían rehusado, diciendo que ese no era

su trabajo, ella en realidad se sintió aliviada. ¿Ven? Al final no puedo salvar

a nadie.

“Pero es igual tanto para mí como para ti, Lena.”

Ella rió. Se burló de su tonta amiga de corazón amable que aún no

comprendía la profundidad de la malicia humana.

“Lo que tú hiciste fue peor que no haber hecho nada. Tu interferencia los

hizo vivir más tiempo, y es por eso que se les fue ordenado morir. Si

hubieran muerto por cuenta propia, al menos habrían sido asesinados sin

que nadie se los hubiese ordenado, pero por tu culpa, ¡Comando ha decidido

darles la orden!”

Lena se quedó sin palabras. Ver ese hermoso rostro contorsionado en agonía

llenaba a Annette con euforia, pero al mismo tiempo, era consumida por

amarga tristeza

Ah, cielos, ahora sí lo hice.

Lo hice de nuevo.

Annette tomó su taza y la lanzó al bote de basura. ¿Cuándo fue que habían

comprado estas tazas? Ellas habían decidido que sus tazas debían ser

iguales, las habían elegido juntas y habían hecho que las envolvieran.

Habían bebido café en ellas por primera vez en esta habitación.

El sonido de la frágil porcelana rompiéndose hizo eco a través de la

habitación como si se tratara de un grito.

“Te odio, Lena… No quiero volver a ver tu cara jamás.”

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Luego de eso, el escuadrón Spearhead fue enviado a batalla dos veces más.

Durante el curso de aquellas operaciones, tres Processors más habían

muerto.

En ambos casos, fue debido a que la Legión empleó estrategias claramente

diferentes a todo lo antes visto. El mismo tipo de precisas, racionales,

ingeniosas, y complicadas estrategias que la primera vez en que aquella

unidad de Artillería de Largo Alcance había sido desplegada. Shin dijo que

el Pastor se encontraba ahí. No había salido desde la primera batalla con la

unidad de Artillería de Largo Alcance y estaba comandando a las demás

unidades desde la retaguardia.

Y mientras todo aquello se desarrollaba, Lena fue incapaz de hacer algo.

Ella no pudo disparar ni un solo proyectil de apoyo ni tampoco anular su

ejecución. Y al final, recibieron la orden.

“¡¿Una misión de reconocimiento de larga duración en territorio de la

Legión—?!”

Lena gritó, incapaz de creer los contenidos de la notificación en su terminal

de información. Los participantes serían todos los Juggernauts activos de la

primera unidad defensiva del primer distrito. El objetivo del reconocimiento

estaba en una coordenada al borde del área hacia la cual ellos avanzarían.

La misión no tenía tiempo límite. Cualquier intento de retirarse sería

percibido como deserción, y cualquiera que lo intentara seria prontamente

ejecutado. De acuerdo con esto, todo registro de Resonancia Sensorial,

registro de maquinaria, y registros militares de la República serían

eliminados. A cada unidad se les serian provistas municiones y suministros

para un mes.

…Era absurdo. Esto no era reconocimiento. Esto ni siquiera constituía una

misión. Se les había ordenado avanzar dentro de territorio enemigo y morir.

La única cosa que no se les fue ordenada explícitamente fue morir en vano.

El Mando ni siquiera intentaba hacerlo parecer una misión. Ellos no

durarían unos cuantos días, mucho menos un mes. Los números del grupo

de exploración gradualmente disminuirían mientras sustraían ataque tras

ataque hasta ser completamente aniquilados.

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Después de muchas, e inútiles, batallas, su destino final era ser abandonados

en el corazón del campo de batalla para morir. Y esto estaba permitido. La

República había ordenado que esto ocurriera; esta era su verdadera forma.

Apretando sus dientes al punto de causar dolor, Lena hizo caer su silla

mientras se levantaba.

“¿Me pides que retracte la misión de reconocimiento, Lena?”

“Por favor, Jérôme. Dejar que esto continúe es imperdonable.”

Lena hizo una reverencia ante Karlstahl, quien era su última esperanza. Ella

había estado investigando, buscando una forma de que la misión fuera

cancelada, pero aparentemente, estas horribles operaciones eran una

“tradición” que había sido mantenida, ininterrumpida, por años.

No se trató solo del escuadrón Spearhead. La primera unidad defensiva del

primer escuadrón del frente Sur, el escuadrón Laser Edge. La primera

unidad defensiva del primer distrito del frente Oeste, el escuadrón

Longbow. La primera unidad defensiva del primer distrito del frente Norte,

el escuadrón Sledgehammer. Cada una de estas unidades había sido

virtualmente aniquilada en el curso de cinco meses, y en el raro caso de

sobrevivientes, la República había preparado misiones de Reconocimiento

Especial. El índice de sobrevivencia era, sin importar el escenario, siempre

cero. Los Ochenta-y-Seis que aguantaban hasta el final eran enviados a estos

sitios finales de eliminación para ser sacrificados—

La mirada de Karlstahl cayó a los documentos sobre su escritorio.

“…Esto es impresionante. Normalmente, solo uno, o máximo dos,

Juggernauts son despachados a las misiones de Reconocimiento Especial.

Este es el primer caso en donde hemos tenido suficientes Processors para

enviar una fuerza de tamaño pelotón, Lena. Es por es que te lo dije, ¿no es

así? Que hicieras solo lo mínimo por ellos.”

“…”

Tu interferencia los hizo vivir por más tiempo.

Lena se encogió con miedo, la última observación de Annette llegando a

flote a su memoria. Apretando sus dientes, ella fue a la ofensiva.

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“Por favor. La República… Nosotros ya no podemos permitir pecar por más

tiempo.”

“…”

“Y si la decencia humana y la justicia no son causa suficiente para mover

los corazones de la gente…entonces quizás el interés nacional del país lo

sean. Eliminar Processors experimentados y habilidosos daña severamente

el potencial bélico del país y la seguridad de sus ciudadanos. Jérôme, si lo

presenta de ese modo ante el Consejo de Defensa Nacional y a relaciones

públicas, podría ser capaz de—”

Karlstahl escuchó las palabras de Lena con una expresión lúgubre y abrió

su boca para responder igual de lúgubremente.

“¿No puedes ver esto como el gobierno de la República y sus ciudadanos

aceptando tácitamente que la aniquilación de los Ochenta-y-Seis es benéfica

para el interés nacional de la República, y la milicia de la República

actuando simplemente bajo esta política?”

“¡¿Qué—?!”

Lena estaba horrorizada. Lanzando toda noción de cortesía al aire, ella se

inclinó sobre el antiguo escritorio.

“¡¿Qué está diciendo?! Como acabo de decir, esto está dañando tanto a la

República en sí misma como a su conciencia—”

“Si la guerra termina y los Ochenta-y-Seis sobreviven, la República estará

sujeta a censura y a asumir la responsabilidad de las compensaciones de

esos sobrevivientes. Seríamos responsables por su confinamiento, por la

confiscación de sus propiedades, y por su reclutamiento forzado. Por todo.

Solo la compensación por sus propiedades y las reparaciones de estas le

costarían a la República una cantidad astronómica. ¿Honestamente crees

que los civiles serán capaces de aceptar el aumento de los impuestos que

esto envolvería?”

“…Pero eso…”

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“Y si alguno de los países vecinos sigue allá afuera, ellos descubrirían lo

que les hicimos a sus compañeros Colorata. Perderíamos prestigio y

dignidad, y la República sería categorizada como un país de opresores…

Todos estos problemas serían evitados si exterminamos a los Ochenta-y-

Seis.”

Su respiración era superficial, y ella no podía dejar de apretar sus dientes.

Shin había dicho lo mismo.

“¡Entonces es por eso que no dejan que recojan o entierren a sus

muertos…!”

“Correcto. Déjame agregar que no existen registros o tumbas de aquellos

que murieron en la Gran Mule o en los campos de concentración, y los

documentos personales de todos los Processors muertos desaparecieron.

Tan pronto como son exterminados, hacemos como si ellos jamás hubiesen

existido. No puedes oprimir a alguien que no existe. Cualquier hecho que

amenace la infalibilidad de la República es tratado como inexistente.”

“…No puedo creer que los civiles puedan ser tan tontos…”

Karlstahl parecía ligeramente triste por alguna razón.

“Este es un acuerdo tácito entre todos, Lena. Muy pocas personas pretendían

dejar esto ocurrir, pero casi todos por voluntad propia desviaron la mirada

ante la realidad de que podría estar ocurriendo. O quizás puedes pensar en

la mayoría de personas quienes eran indiferentes a todo esto como

defensores de lo ocurrido… Todo esto es el resultado de la democracia de

la cual nos enorgullecemos, Lena. La mayoría de civiles están de acuerdo

con que ‘no les importa lo que les suceda a los Ochenta-y-Seis siempre y

cuando puedan beneficiarse de ello’. Y es nuestro trabajo como milicia

apegarnos a esa decisión.”

Lena golpeó el escritorio con su palma. Un sonido sordo resonó por toda la

oficina.

“¡Democracia no significa que la mayoría trate a la minoría como desee!

¡Nuestra política nacional, los valores de la bandera de cinco colores, ambos

aplican a todos por igual y esa fue la base de nuestra constitución! ¡¿Cómo

podemos pretender ser una República si ni siquiera podemos seguir eso?!”

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Por un momento, una luz pareció encenderse en los ojos de Karlstahl. No

contenía nada de irritación hacia Lena, pero sí un profundo enojo hacia algo

aún más distante, hacia algo aún más vago e intangible.

“¿La constitución? ¡Si nadie reconoce su valor entonces una constitución

no es más que un pedazo de papel! ¡Es lo mismo que cuando el gobierno

revolucionario sentenció a San Magnolia, a quien no veían más que como

un símbolo, a morir en prisión luego de acabar con la monarquía!”

Su grito hizo que Lena se quedara sin palabras. Era la primera vez que lo

escuchaba hablar con tanto enojo.

“¡¿Llamas a esto barbarismo?! ¡Oh, sí, ciertamente lo es! ¡Y esto es lo que

ganamos por haberle dado a las masas todo lo que querían! ¡Hacen uso de

cada derecho que tienen, pero se encojen de miedo al ver los deberes que

esos derechos conllevan; violan libremente los derechos de otros; son

bestias que no se preocupan por nada que no les sea de beneficio propio, ¡y

esto es lo que ganamos por dejar que esas personas asumieran el mando!

¡Estos perezosos y despreciables tontos, quienes asumen el nombre del

Santo y mancillan todo lo que ese Santo significaba con cada acción que

llevan a cabo, jamás podrían lograr algo que no fuese maldad!”

Su enojo repentinamente se convirtió en cansancio, se hundió en su sillón,

suspirando con desanimo.

“Libertad e igualdad son ideales demasiados prematuros para personas

como nosotros, Lena. Prematuros para nosotros, para toda la humanidad…

Y quizás eso nunca cambie.”

Con ojos faltos de emoción, Lena despreciaba al hombre que una vez

admiró como si de un segundo padre se tratara. Ella no tenía otra manera de

reprimir el desprecio y desdén que se formaba en las profundidades de su

corazón.

“Eso no es más que su desesperación y sus excusas para justificarla…

Sentarse ahí y permitir a un sinfín de personas morir por eso no puede ser

nada más que un error.”

La mirada de Karlstahl se encontró con la de Lena. Esa vieja, plateada y

resignada mirada.

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“Y tú no hablas más que de esperanza, pero la esperanza no puede salvar a

nadie. Y lo mismo con los ideales. Estos son preciados exactamente porque

son inalcanzables, y por eso mismo, jamás deberían influenciarnos. La

esperanza y los ideales no pueden hacer que las personas actúen… ¿No es

por eso mismo que viniste a mí?”

Lena apretó sus dientes. Él tenía razón, y eso ella lo odiaba.

“La desesperación y la esperanza son iguales. Son los dos lados de un

mismo deseo que jamás se volverá realidad. La única diferencia es la

palabra que usas.”

“…”

Incluso así. Rendirse porque sabes que un sueño jamás se volverá realidad

y sentarse esperando a que el destino te reclame… O luchar en contra del

destino y llorar hacia esa luz que se desvanecerá al final, a pesar de que

sabías que ese sueño jamás podrá volverse realidad. Esas dos cosas son

completamente diferentes. Pero este hombre no puede ver esa diferencia.

Ah, ya veo. Entonces esto es…desesperación.

“...Gracias por su tiempo, Comodoro Karlstahl.”

El escuadrón Spearhead recibió la noticia acerca de la misión de

Reconocimiento Especial al mismo tiempo que Lena, y se prepararon para

salir solemnemente. Recibiendo y organizando el equipo que la República

les había entregado para la operación. Asegurando la cantidad de

suministros que necesitarían llevarse de la base. Seleccionando los

Carroñeros que manejarían esos suministros. Elaborando inspecciones en

los Juggernauts los cuales no podían esperar ningún tipo de mantenimiento

especial una vez comenzara la misión. Ajustando cualquier tipo de cuentas

que los Processors quienes jamás regresarían aun tuvieran pendientes.

Todos estos deberes fueron resumidos en papelería que el capitán de

escuadrón—Shin—tendría que rellenar, y el confirmar que dichos deberes

fueran llevados a cabo también recaía sobre él como resultado. Aldrecht,

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como siempre, se encargaba de la preparación y recarga de suministros, y

se encontraba en una esquina del ahora casi completamente vacío hangar,

asegurándose de que los contenedores fueran llenados de manera apropiada.

“Provisiones, paquetes de energía, municiones, y partes de repuesto, todo

en la cantidad especificada. Oh, y ya que cierto capitán tiene el hábito de

manejar a lo loco, también nos aseguramos de meter algunos componentes

extras para las patas en tu unidad. Puedes encargarte de reparaciones

simples, ¿verdad?”

“Sí. Después de todo, rompo mi unidad todo el tiempo.”

“¡No me hables así, maldito mocoso…! Ya solo queda una unidad para que

te lleves. No hagas locuras, ¿entendido?”

La gruesa voz del hombre sonó con seriedad, pero Shin simplemente se

encogió de hombros. Incluso frente a esas sinceras palabras, Shin no podía

prometer nada. Luchar con todo lo que tienes cuando te encuentras contra

la Legión era clave cuando se trataba de conducir un Juggernaut.

Aldrecht sonrió con tristeza

“Esta es la última vez. Decir una pequeña mentira no te hubiera matado, ¿o

sí? O al menos escúchame por una maldita vez en tu vida.”

“Lo siento.”

“Tch, santo cielos, niño, eres demasiado difícil de tratar…”

Aldrecht suspiró, y el silencio llenó el lugar. Shin probablemente no sentía

que esto fuera particularmente incómodo, pero aun así le tomó a Aldrecht

un poco de tiempo mientras rascaba su cabello grisáceo para continuar.

“…Shin. Una vez que acabe de cargar las cosas, hay algo que me gustaría

decirles. ¿Podrías llamar a los demás niños cuando acabe?”

Shin parpadeo con sorpresa y volteo a ver las gafas de sol de Aldrecht.

Parecía como si quisiera preguntar la razón, pero aparentemente, su Para-

RAID se activó y Shin guardó silencio.

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“Capitán Nouzen…”

“Comandante.”

Con señales de mano le indicó a Aldrecht que continuarían su conversación

luego, y él asintió y se giró para irse.

“Recibí la notificación acerca de la misión de Reconocimiento

Especial.”

“Nosotros también. Las preparaciones van de acuerdo al plan. ¿Pasó algo?”

En contraste al tono grave de Lena, Shin hablaba como si se le hubiera

notificado que saldría hacia algún campo de batalla de siempre. Escuchando

la calma en su voz, Lena mordió su labio.

“Lo siento. No fui capaz de hacer que anularan la orden…”

Un momento después, Lena frunció sus labios y guardó silencio. Incapaz de

aguantarlo más, abrió su boca para hablar.

“Por favor huyan. No deberían por qué seguir estas absurdas órdenes.”

Ella se sentía patética a más no poder. No pudo hacer que esta horrorosa

operación fuera cancelada, y la única cosa que le quedaba era hacer esta

irresponsable sugerencia. Pero la respuesta que el chico ofreció fue calmada

y tranquila. Aunque dicha como una pregunta, se trataba de un rechazo

absoluto.

“¿Huir a dónde?”

“…”

Lena lo sabía. No había lugar a donde escapar. E incluso si huían, no

sobrevivirían. Un único grupo de personas no serían capaces de producir

suficiente comida para vivir. Exactamente porque el hombre no podía vivir

por su cuenta, las personas se reunían y formaban pueblos, ciudades, y

países. Y ese mismo sistema que fue creado para establecer y promover la

vida ahora intentaba matarlos. Un enojo profundo hacia algo que ella no

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sabía cómo definir apareció en el fondo de su estómago, y Lena gritó,

incitada por esa emoción.

“¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ustedes son siempre tan…?!”

La compostura de ese chico, quien tan tranquilamente aceptaba su muerte,

la enojaba. Él parecía un condenado que había aceptado su sentencia de

muerte, ¡pero él no había hecho nada para merecer dicha sentencia!

“Porque esto no es algo por lo cual valga la pena sentirse resentido.

Todos mueren en algún momento. El hecho de que la muerte llegue más

rápido para nosotros no es algo por lo cual condenar a otros.”

“¡Pero eso no es verdad! ¡Los están matando, y ustedes lo saben! Les

quitaron su futuro y esperanza, y ahora vienen despiadadamente a tomar sus

vidas, ¡¿y aun así me dices que esas no son cosas por las cuales

condenarlos?!”

Con lágrimas en los ojos ella vociferaba, y por esto Shin detuvo sus palabras

un momento. Cuando él respondió, ella pudo sentir una leve sonrisa en su

voz.

“Comandante. No vamos a morir.”

Era una determinación libre de lamentos y apegos, una que se sentía, de

alguna manera, de alivio.

“Siempre estuvimos atrapados y siendo subyugados aquí, y eso

finalmente acabará. Por fin podemos ir a aquel lugar que debemos

alcanzar, caminando por el camino que nosotros elegimos seguir.

Finalmente seremos libres. Así que, por favor, no digas que esto es algo

malo.”

Lena bajó la cabeza con tristeza. Pero eso no es libertad… La libertad

significaba ir sin restricciones a donde quisieras y volverte lo que desearas,

siempre y cuando no infringieras los derechos de otros o la ley. O al menos,

la libertad era tener permitido desear esas cosas—cosas a las cuales toda

persona debería tener derecho. Si todo lo que pudieron desear fue morir al

día siguiente y el camino que los llevó hasta este día, entonces ellos no eran

libres. Eso jamás podría llamarse libertad. Bajo ningún motivo.

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“Entonces… entonces al menos no luchen. Sabes dónde se encuentra la

Legión, ¿verdad? Entonces avanzar mientras evitan batallas debería ser—”

“Eso no funcionará. Incluso si sé dónde se encuentran, no seríamos

capaces de pasarlos sin ser vistos. Nuestra única manera de avanzar es

luchando… Y lo sabíamos desde un principio.”

Shin definitivamente, aunque sin embargo levemente, sonreía mientras

decía esto. Como si intentara expresar que él quería—no sabía, sino que

quería—esto desde un principio. Incapaz de controlar sus propias

emociones, Lena cerró sus ojos.

“Quieres matar a tu hermano que fue tomado por la Legión… ¿no es así?”

Silencio momentáneo. Y entonces, Shin suspiró molesto.

“¿…Por qué siempre logras notar cosas que sería mejor que jamás

notaras…?”

“Es que lo sé. Después de todo…”

Sucedió cuando él dijo que había estado buscando a Rei a pesar de saber ya

que estaba muerto. Y hacía lo mismo cada vez que hablaban sobre el Pastor

del primer distrito. Cada vez, Shin tenía la misma sonrisa fría y despiadada.

Shin mismo no lo había siquiera notado, similar a cómo Lena no siempre

estaba consciente de su propia expresión en su propio rostro. Quizás los

sentimientos en las profundidades de su corazón lo habían traicionado

cuando menos se lo esperaba, como un cruel y frio cuchillo de locura que él

mantenía listo para apuñalarse a sí mismo.

Esta emoción no era un deseo. Era lo opuesto.

“Si eso es verdad, entonces aún más razón para no luchar. Incluso si es parte

de la Legión, asesinar a tu hermano es—”

“Él es el Pastor. Si no acabamos con él, jamás seremos capaces de avanzar.”

Su tono era frio y severo. Era la primera vez que ella había escuchado

irritación en la voz del chico.

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“Capitán”

“Si comandarnos es tan difícil, puedes dejar de Resonar con nosotros…

Raiden y Kaie ya te lo han dicho muchas veces.”

Su perspicacia hizo que Lena se quedara sin aliento. Notando que había

dejado que sus emociones lo controlaran, Shin respiró profundo y resumió

la actitud indiferente que había tenido cuando Lena recién había sido

asignada.

“…Comandante. Ya no necesitamos tus órdenes.”

“Eso—“

“Déjame decírtelo de otra forma. No quiero que escuches las últimas

palabras de mi hermano.”

Esa maldición. Ese resentimiento. Shin no quería manchar la imagen

sonriente y con la mano extendida que Lena tenía de su hermano.

“…”

“Y una cosa más. Ya no puedo escuchar las voces de la Legión que

solían estar más allá del borde Este.”

Él lo hizo sonar como si eso no se tratara más que de un reporte olvidado.

Quizás en un intento de cubrir algo que intentaba expresar.

“Quizás se trate solamente del límite de lo que puedo escuchar, pero es

posible que alguien aun siga vivo allá afuera. Quizás alguien vendrá a

ayudar antes de que caiga la República… Si acabo con el Pastor, la

Legión será un caos por un tiempo. Ese es todo el tiempo que puedo

comprarles, así que hasta entonces…tienes que seguir con vida,

Comandante.”

Su tono la hizo retroceder, y su voz era indiferente, pero esas palabras que

casi se sentían como una oración hacia su bienestar hicieron que Lena

apretara sus puños.

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Haruto murió en la incursión de ese día. Esta fue también la primera

operación la cual Lena no comandó de principio a fin.

Luego vino el día de la misión de Reconocimiento Especial. Ellos subieron

a sus Juggernauts, los monitores cambiando y llenándose con secuencias de

activación y resultados de acciones de encendido. Raiden rió al ver el

número de unidades aliadas en su monitor secundario.

“Solo cinco… Ahora creo que comienzo a extrañar a Haruto…”

Si hubiese vivido dos días más, él podría habérsenos unido en esta divertida

caminata por la montaña. Theo suspiró al otro lado de la Resonancia.

“Así que al final la Comandante no se presentó por última vez.”

“Bueno, vaya sorpresa. No creí que la terminarías extrañando, Theo.”

“No es eso, idiota… Pero, aun así.”

Theo inclinó su cabeza ligeramente.

“Supongo que lamento un poco no haberle hablado por última vez.”

“Ella ha pasado con nosotros bastante tiempo. Al menos deberíamos

despedirnos. Es lo justo.”

“Sep, eso, Anju. Es decir, no importa que no esté aquí, pero sí estuviera,

sería bueno poder despedirnos.”

“En todo caso, ya no importa. Le dijimos una y otra vez que no se viera

envuelta con nosotros, y por fin entendió.”

A pesar de sus palabras, Kurena sonaba un poco malhumorada. Escuchando

a Theo y a Anju reír al otro lado de la línea, ella les gritó.

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Raiden suspiró, viendo hacia arriba hacia su toldo. Sep, es verdad… Él no

creía que Lena dejaría de Resonar por completo con ellos luego de todo lo

ocurrido. Él no pensaba que ella era el tipo de persona que se asustaría

ahora, ahora luego de todo este tiempo… Nah, ella probablemente se

encontraba melancólica, incapaz de enfrentarlos debido a esa estúpida culpa

que sentía. Definitivamente había algunas cosas que él quería decirle antes

de partir… Pero si no iba a tener la oportunidad, pues que así fuese.

Secuencia de revisión final completa. Inicio aceptado. Las pantallas

prendieron, mostrando las espaldas del equipo de mantenimiento que se

retiraba. Raiden bajó su cabeza con gratitud hacia las maltratadas barracas

y hacia el equipo de mantenimiento que los habían ayudado por los últimos

seis meses. Ellos puede que no lo vieran, pero él aun así debía hacerlo.

Las patas de Fido estaban conectadas a contenedores cargados con

munición, suministros, y necesidades diarias para cinco personas que

aguantarían por un mes, y el Carroñero se paraba detrás del grupo como un

ciempiés gigante. Eso marcaba la última preparación necesaria. Una vez

salieran a la misión, sus nombres serían eliminados del registro militar, y

los datos de sus máquinas serían eliminados también. Sus registros de

Resonancia Sensorial—su conexión con su Handler—también serían

eliminados esa tarde. Si intentaban Resonar con la República, el cañón de

intercepción les dispararía. Debían avanzar tan lejos como pudieran dentro

de territorio enemigo, incluso si les costaba sus vidas.

Incluso con este lúgubre futuro frente a ellos, el corazón de Raiden estaba

sorpresivamente sereno. Él había estado preparado para esto desde el día

que fue asignado a este escuadrón. Daiya estaba ahí en ese entonces, y solo

eran seis en total. Los seis abordaron un transporte que los llevó a su nuevo

destino, en donde conocieron a Kaie, Haruto, y Kino.

Fuero a tomarse fotos para sus documentos personales. Cada vez que un

escuadrón era reorganizado, sus miembros debían actualizar sus fotos, y

debían pararse con sus espaldas contra una pared con líneas para medir sus

alturas, cada uno sosteniendo un cartel con su número personal escrito. Era

como una foto policial. Estas eran eliminadas cuando un escuadrón se

disolvía, así que esta noche, se desharían de ellas. Sus retratos, los cuales

jamás serían usados para los funerales que jamás tendrían, serían quemados

esta noche. ¿Y la otra foto que aquel tímido soldado de buen corazón les

había tomado…? Quien sabe cuánto tiempo dure.

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Todos renovaron su juramento aquella noche, el juramento de que sin

importar cuanto fuesen tratados como cerdos, ellos jamás les darían a sus

opresores la satisfacción de actuar como cerdos. Que lucharían hasta el

amargo final, incluso si solo quedaba una persona de pie.

Esto es lo mejor. Al final, quedaron cinco. Raiden sonrió, pensando que no

era tan malo, y naturalmente su atención se dirigió a Undertaker, quien se

paraba como la vanguardia. Esa Marca Personal de un esqueleto sin cabeza

cargando una pala. Representaba a su querida Parca, aquel que los había

llevado hasta acá—aquel que ahora los dirigía hacia sus muertes y más allá,

cargando 576 lápidas de aluminio de sus camaradas caídos.

Él podía sentir los ojos rojos de Shin agitándose mientras decía

solemnemente:

“…Vamos.”

Provocado por esa leve voz, él despertó de su modo de espera.

Se acerca. Aún está lejos, pero se acerca.

Él lo había buscado por tanto tiempo y ahora finalmente lo había

encontrado. Aquel a quien había esperado encontrar por tanto tiempo… Su

impaciencia quemaba como si de hambre se tratara, como si de deseo se

tratara.

Ya no puedo esperar más. Debo darle la bienvenida. Y esta vez, con toda

seguridad…

El sonido de los fantasmas que él siempre podía escuchar crecía mientras

avanzaban en su dirección. La Legión se movía como un solo bulto, como

un maremoto de tiranía pasando por la tierra, gradualmente dirigiéndose

hacia ellos. Los Eintagsfliege se desplegaron primero como un sutil

enjambre, esparciéndose como un filamento ahogando los cielos, borrando

el sol.

“…Shin.”

“Sí.”

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Shin respondió brevemente al ronco susurro de Raiden. Se encontraban en

curso de colisión. Intentaron cambiar dirección, pero las unidades de

vanguardia enemiga cambiaron de acuerdo a sus movimientos. Tenía

sentido… Si Shin podía escuchar las voces de la Legión, lógicamente, lo

contrario también aplicaría. Considerando la topografía, él cambió el curso

hacia lo que sería el mejor terreno para enfrentarlos. Si debían enfrentarse a

la Legión, al menos deberían escoger un campo de batalla que les diera algo

de ventaja.

La pantalla del radar se llenó de puntos. Era el código que significaba la

presencia de unidades hostiles. El número de puntos incrementaba a cada

segundo, y el camino hacia el punto en donde se interceptarían se volvió

blanco. Viraron por la orilla de las montañas que bloqueaban sus campos de

visión, encontrándose frente a un matorral de árboles. Este lugar bordeaba

el bosque, y una gran fuerza de la Legión, extendiéndose hasta donde la

vista alcanzaba, yacía en espera por ellos.

Unidades de Reconocimiento de las unidades de tipo Explorador Ameise se

paraban al frente. Dos kilómetros detrás se encontraban mezcladas unidades

blindadas consistiendo de Tanques Löwe y de Dragones Grauwolf. Varios

kilómetros detrás se encontraba una segunda ola de las mismas unidades

blindadas, y podían ver a lo lejos una tercera. Tras de eso probablemente

yacía un campamento de unidades de Artilleros de Largo Alcance Skorpion.

Este ejercito lo más probable era que incluía a cada unidad de la Legión en

el primer distrito.

Y en la vanguardia, avanzando hacia a ellos con aires de compostura y con

una fuerza de Ameise a su lado, se encontraba una unidad de tipo Tanque

Pesado—un Dinosauria. Medía una altura de cuatro metros y pesaba el

doble de un Löwe, su estructura masiva cubierta en sólido y voluminoso

blindaje. Era tan amenazante como una fortaleza colosal, su masivo tamaño

soportado por ocho patas, cada una brindándole terrorífica movilidad. Su

masiva torreta de 155mm y su armamento secundario, un cañón coaxial de

75mm, ambos viraron en dirección a los Juggernauts, haciendo parecer las

dos ametralladoras pesadas extra de 57mm montadas en ellos como

juguetes.

Era obvio incluso sin tener que escucharlo que este era el Pastor de este

ejército. Había desplegado sus fuerzas aquí, no simplemente porque era la

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línea recta en la cual se movían, sino porque deliberadamente esperaban

retar a los Juggernauts. Esa cosa había considerado la situación y analizado

los movimientos de sus oponentes, una hazaña de cognición imposible para

cualquier Oveja común. Y este Pastor, el cual siempre acechaba en las

profundidades del primer distrito, era también…

“…Shin…”

Como si fuese para deshacerse de toda duda, él pudo escuchar esa leve voz,

una que él recordaba claramente. Era la misma voz, hablando con las

mismas palabras que él había escuchado cuando él estaba vivo.

Esta voz llamándolo innecesariamente.

Shin sonrió levemente. Finalmente saliste… Finalmente me muestras tu

rostro.

La sonrisa de Shin era fría, aguda, y feroz. Como si de un cuchillo se tratara.

Como si de locura misma se tratara.

“Finalmente te he encontrado… Hermano.”

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Interludio: El caballero sin cabeza IV

La nieve caía, sin causar ningún sonido y sin parar. La nieve blanca cayendo

del cielo era tan hermosa como la desesperación que llenaba su corazón y

alma, como la tiranía, como el mundo mismo que rechazaba todo y a todos.

Rei yacía recostado sobre su espalda en la cabina expuesta de su Juggernaut.

El toldo habiendo sido arrancado, al menos, le daba una buena vista del

cielo, mientras levantaba la mirada hacia la nieve rezumando en la oscuridad

de la noche.

“…Shin.”

Cuando su hermano menor nació, él tenía diez años, Rei lo vio como un

regalo, un preciado hermano menor que había esperado por mucho tiempo.

Lo consentía más que sus padres, y por eso su hermano terminó

convirtiéndose un poco en un llorón. Rei, quien podía hacer todo y lo sabía

todo, siempre lo mantenía a salvo y lo adoraba más que a nada. Él era el

héroe de su hermano menor.

Cuando Rei cumplió diecisiete, comenzó la guerra, y Rei, sus padres, y su

hermano ya no fueron considerados humanos. Su tierra natal los apuntó con

armas, los metieron en camiones, y entonces los lanzaron a un tren de carga.

Y a través de todo esto, los brazos de Rei siempre estuvieron alrededor de

Shin, quien lloraba y se colgaba a él. Él juró proteger a su hermano, sin

importar lo que sucediera.

El campamento de concentración consistía en pequeñas barracas y una

planta de producción, rodeado por vallas con alambre de púas y minas

terrestres. Cuando recibieron la noticia que sus derechos civiles serían

restaurados a cambio de servicio miliar, el padre de Rei fue el primero en

enlistarse. Él sonrió, diciendo que lo menos que podía hacer era enviarlos

de regreso a casa, y él se fue, para jamás regresar.

Al mismo tiempo que el mensaje de que su padre había muerto llegaba, su

madre recibió una directiva pidiendo su reclutamiento. Los derechos que

deberían habérseles sido regresados no habían sido restaurados. La burlona

excusa del gobierno era que el servicio de una persona solo podía restaurar

los derechos de una persona, y desde la perspectiva de su madre, ella tenía

dos niños a quienes proteger. Así es como su madre se dirigió a su muerte,

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y justo cuando recibieron la notificación de su muerte, la directiva de

reclutamiento de Rei llegó.

Rei se encontraba en su habitación designada, sus ojos oscuros con el

violento enojo que lo atormentaba. Una directiva de reclutamiento. Esa

horrible pieza de sofistería—que el servicio de una persona solo podía

restaurar los derechos de una persona—había sido falsa. ¿Cuán bajo podían

hundirse? El gobierno, los Alba… El mundo.

¿Por qué no lo hice—? Ya tenía una vaga idea de que esto ocurriría, así

que, ¡¿por qué no detuve a mamá…?!

“Hermano…”

Shin.

Aléjate. Vete a otro lado; no importa a donde. No puedo prestarte atención

ahora, no de la manera en que soy ahora.

“Hermano… ¿Dónde está mamá? ¿No va a regresar?”

Ya te lo dije. No me hagas repetirlo.

Las tonterías de su hermano lo irritaban hasta lo más profundo de su ser.

“¿Por qué…? ¿Por qué…murió?”

Rei sintió como si algo se hubiese roto en su interior.

Fuiste tú.

Fue porque había dos de nosotros.

Tomando a Shin por el cuello y empujándolo contra el suelo, Rei puso sus

dedos alrededor de la garganta de Shin y apretó con todas sus fuerzas,

intentando estrangularlo.

Sí, rómpete. Rómpete, ¡maldita sea! ¡Déjenme quitarle su maldita cabeza!

Incitado por la ira, él gritó, echando toda la culpa a Shin.

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Correcto—Mamá murió por culpa de Shin. Si él no estuviera aquí, si mi

estúpido hermano no estuviera aquí, Mamá no habría muerto intentando

regresarlo a ser un humano.

Golpearlo con condenas una tras otra era placentero. Él esperaba que fueran

inaguantables. Deseaba con toda su alma que este estúpido chico no fuera

capaz de aguantarlo más y muriera.

“¡¿Qué estás haciendo?! ¡Rei!”

Alguien lo tomó del hombro, arrancándolo de Shin y enviándolo al suelo.

Rei recobró el sentido.

¿Qué…estaba…haciendo…?

Todo lo que pudo ver fue la parte trasera de la sotana del sacerdote mientras

se inclinaba sobre Shin para revisar su condición. Él puso sus manos sobre

la boca de Shin, tocó su cuello, y comenzó a resucitarlo, sus movimientos

débiles por el terror.

“…Rever—”

“Vete.”

Ese gruñido hizo que los ojos de Rei se abrieran con incredulidad. Pero

Shin, él no se mueve. Girando uno de sus ojos plateados hacia Rei, quien

aún se encontraba parado ahí, estupefacto, el sacerdote rugió.

“¡¿Acaso quieres que muera?! ¡Vete!”

Ese grito de furia verdadera y pura hizo que Rei se apresurara a salir como

si la fuerza bruta del grito lo hubiese lanzado fuera de la habitación. Rei se

hundió en el piso.

“Ah…”

Los Alba habían perdido la guerra y oprimían a los Ochenta-y-Seis, quienes

oprimían a otros Ochenta-y-Seis más débiles. Rei siempre odió esa cadena

de opresión sinfín. La vulgaridad de usar a alguien más débil que ti para

aliviar el dolor y crueldad que habías soportado… Y él acababa de hacer

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eso mismo. Él tomó la tristeza por la partida de sus padres, su indignación

hacia la República, su frustración hacia lo absurdo que era el mundo, y sobre

todo, su enojo y odio hacia su propia impotencia…y las ventiló todas hacia

alguien mucho más joven y débil que él: su hermano menor.

El peso de ese pecado le hizo sentir escalofríos. Él cayó a sus rodillas,

tomando su cabeza en ambas manos.

“¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!”

¿Cómo…pude hacer eso…? ¡Pero yo…se supone que lo protegería…!

Afortunadamente Shin había vuelto a respirar poco tiempo después. Había

querido hacerlo, pero Rei no podía soportar verlo. El sacerdote con cautela

le prohibió interactuar con él, y Rei estaba asustado de verlo. Él había

aceptado la directiva, como si intentase escapar.

Cuando se fue, el sacerdote lo despidió junto con Shin, pero Rei aún no

podía decir ni una palabra. La idea de girarse para ver a su hermano solo

para encontrar una expresión aterrada que jamás había visto antes lo

aterrorizaba. No podía permitirse morir. Él debía vivir a todo costo y

regresar a casa. Ese pensamiento lo incitó a colgarse a la vida incluso

mientras sus compañeros morían uno tras otro a su alrededor.

Sin embargo…

El violento ataque de la nieve lo enfriaba hasta sus huesos. Rei se dio cuenta,

a pesar de la neblina en su mente tras toda su pérdida de sangre, que el final

le había llegado. Sus ojos vieron el emblema ornamentando el aplastado

blindaje de su Juggernaut. Un caballero esquelético sin cabeza. Era una

ilustración de un libro infantil. El protagonista de un cuento de hadas.

Rei había siempre pensado que era aterrador, pero por alguna razón, era el

favorito de Shin. Pero ahora ni si quiera estaba seguro de si podía recordar

el libro o recordar habérselo leído a Shin cada noche… Ni ese ni ningún

otro preciado recuerdo.

Rei hizo una mueca en agonía. Debería haberle dicho algo el día que partió.

Debería haberle dicho a Shin de forma clara que no era su culpa. Esa noche,

Rei le había lanzado una maldición a Shin y había escapado, dejándolo

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cargar con ella. Esas palabras, esas acusaciones sobre que la muerte de su

familia eran su culpa, probablemente atormentarían a Shin durante los años

venideros. El conocimiento de que había matado a la familia que amaba

retorcería su corazón sin descanso. Las muertes de sus padres y la violencia

de Rei lo más probable es que lo hayan hecho llorar incontables veces. ¿Ese

chico aún era capaz de sonreír?

“…Shin.”

Una sombra gris se esparció sobre su blanco campo de visión. La Legión.

Habían venido tras él. Desde el rabillo de su ojo, él pudo ver aquel caballero

esquelético. El héroe justiciero que siempre iba en ayuda de los débiles.

Si tan solo hubiese podido seguir siendo el héroe de su hermano. Él había

aplastado esa oportunidad con sus propias manos, y sin embargo él aun

quería verlo una vez más, él aun quería extenderle la mano…

Ese momento final sería lo que definiría su forma.

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Capítulo 7

Adiós

“…Shin.”

Un sinfín de manos plateadas, del color de las micro máquinas líquidas,

salió de debajo del blindaje del Dinosauria. Las manos eran del tamaño de

las de un adulto y tenían dedos articulados. La diferencia más clara era que,

aunque parecidas, eran varias veces más largas que un brazo humano y se

extendían a sorprendente velocidad. Ambas manos, izquierda y derecha, se

extendían en busca de algo. Mientras cada una de las manos se extendía

hacia Undertaker, el Dinosauria rugió.

“¡SHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!”

Ese rugido agitó hasta lo más profundo de sus almas incluso a aquellos

Resonando en el índice más bajo de sincronización. Incluso Raiden, el más

experimentado cuando se trataba de luchar al lado de Undertaker, comenzó

a sudar frío ante el sonido de este aterrador rugido. Anju gritó y cubrió sus

oídos. Solo Shin se giró para enfrentar al Dinosauria, como si simplemente

este lo hubiese llamado por su nombre.

“¡¿…Shin?!”

“Ustedes chicos sigan adelante. Raiden, te dejo al mando.”

Su fría mirada estaba fija en el Dinosauria; él se rehusaba a ver cualquier

otra cosa.

“Si entran en el bosque, ellos no deberían ser capaces de encontrarlos

siempre y cuando tengan cuidado con los Ameise. Pasen de aquí y sigan

adelante.”

“¡¿Y qué hay de ti?!”

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“Iré una vez lo derrote. No podemos avanzar hasta que acabemos con

él, y yo no me moveré hasta hacerlo… Además, dudo que me deje ir.”

Un escalofrío pasó por la espalda de Raiden cuando escuchó esa última

oración de Shin.

Este idiota.

Él…

Él acaba de sonreír.

Oh, maldición, esto es malo. No hay forma de hacer que se detenga. Su

corazón nunca estuvo con nosotros. Él siempre estuvo afligido por aquella

cabeza perdida. Siempre en busca de la cabeza robada de su hermano

muerto. Desde el principio hasta ahora… Probablemente desde el día en

que su hermano lo estranguló.

Raiden lo sabía, pero aun así gruñó una respuesta desafiante.

“Al diablo contigo. ¿Crees que alguien de verdad seguirá esas

instrucciones?”

Como si él pudiese aceptar la orden y dejar morir a Shin.

“…”

“Si lo que quieres es ir tú contra él, entonces no hay nada que pueda hacer…

Me encargaré del resto, así que termina tus asuntos tan pronto como

puedas.”

Mientras decía esto, Raiden reprimía el enojo que crecía dentro de él. Así

que él intenta hacer esto solo. Si hubiese pedido por ayuda o apoyo, Raiden

habría hecho lo que fuese.

Por qué este idiota es tan…tan estúpido, ¿y por qué justo en estos

momentos?

Después de un corto silencio, Shin suspiró.

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“Eres un idiota, ¿sabes?”

“Le dijo el sartén a la olla… No mueras, ¿me escuchaste?”

Esta vez, Shin no dio respuesta alguna. El estridente sonido de un cañón de

artillería de larga distancia siendo disparado desde algún lugar sirvió como

señal para comenzar la batalla. Cuatro unidades blindadas saltaron a la

acción, evadiendo una cortina de balas. Montando la araña cuadrúpeda, el

caballero esquelético saltó hacia adelante, como una bestia arremetiendo

contra su presa.

El Dinosauria aceptó el desafío de Shin, los Ameise sirviendo como sus

escoltas esparciéndose alrededor. Cada modelo de la Legión, excepto por

las unidades de Exploración, tenían bajas capacidades sensoriales y recibían

información a través de una conexión con los Ameise, quienes sacrificaban

su poder de fuego por sensores superiores. Las unidades esparcidas

alrededor del Dinosauria servían como sus ojos.

Un par de Ameise parados al frente percibieron al Juggernaut, transfiriendo

todo tipo de datos y grabaciones de sus sensores ópticos hacia el Dinosauria,

el cual procedió a girar su cuerpo principal en dirección a Undertaker. El

cañón rugió. La torreta del Dinosauria—su cañón de calibre 155mm igual a

un arma de artillería—disparó salvajemente, liberando proyectiles

perforadores de blindaje a una velocidad que dejaba incluso a aquella del

sonido perpleja, impactando justo delante de Undertaker.

Pero la mirada de Undertaker no estaba fija en el Dinosauria—sino en los

Ameise apoyándolo. Disparando a uno y usando el cuerpo de otro como

escudo mientras lo aplastaba con una patada, entonces finalmente disparó

hacia la unidad de tipo Tanque Pesado. La granada de humo que lanzó

estalló a mitad del aire, cegando momentáneamente los escasos sensores

ópticos del Dinosauria. Tomando ventaja de esta oportunidad, Undertaker

aplastó al segundo Ameise y saltó hacia el punto ciego creado por las dos

unidades de tipo Explorador.

El arma principal de los Juggernauts—un débil cañón de 57mm que

palidecía en comparación al poder de fuego de la Legión—no podía esperar

penetrar ningún punto del grueso blindaje del Dinosauria, ni siquiera de

cerca. Había un solo punto vulnerable, y Undertaker debía destruir los ojos

del Dinosauria para siquiera tener oportunidad de acercarse a dicho punto.

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Mientras el Dinosauria usaba aire presurizado para deshacerse del humo, su

estructura masiva se movió. Rotando sus ametralladores en dirección a

donde Undertaker posiblemente se encontraba, intentó acabar con él usando

su poder de fuego superior. Undertaker, quien había saltado hacia atrás para

evadir el fuego de metralleta, apareció al otro lado del humo. Mientras

neblina caliente aparecía debido a la temperatura de sus cañones

distorsionando su posición, la unidad de tipo Tanque Pesado movió su

cuerpo de nuevo, su sombra sin cabeza cambiando y distorsionándose.

Undertaker se escabullía en lo que parecía un baile errático, anticipándose

a donde la mirada de su enemigo se fijaría pareciendo casi precognición.

La Legión claramente se movía para separar a Undertaker de sus camaradas

y, de esa forma, aislar a cada uno de los cuatro para aniquilarlos. Los Löwe

y los Grauwolf atacaban a cada Juggernauts en olas, e incluso si los

Processors intentaban cubrirse, los Ameise esparcidos por el campo de

batalla los encontrarían en cuestión de segundos. Los Stier disparaban hacia

su ruta de escape implacablemente, y los Skorpion los bombardeaban desde

lejos, acorralándolos y limitando su libertad de movimiento. Los Processors

habían acabado con la Legión cercana a ellos de forma rápida, pero tras

eliminar una unidad, dos más salían a reemplazarla.

La Legión normalmente jamás entraría en combate en un campo de batalla

tan estrecho. No había duda de que un Pastor los comandaba—con toda

probabilidad, siendo el pastor ese Dinosauria. En el intervalo entre una y

otra ráfaga de cortes y disparos, Raiden volteó en dirección a la unidad de

tipo Tanque Pesado. Más allá de la ola de unidades de la Legión

dirigiéndose hacia ellos como hormigas se encontraba un tramo vacío de

campo de batalla donde Undertaker y el Dinosauria se enfrentaban uno

contra uno.

Era una vista increíble, llegando a ser lo que llamarías un chiste. Ponerse en

guardia ante un Dinosauria era una locura, y el hecho de que incluso se veía

como si intercambiaran golpes rozaba en lo milagroso. Un Juggernaut era

por lejos inferior en términos de potencia de fuego, blindaje, y movilidad.

Normalmente, esto ni siquiera contaría como una lucha, pero ya que era

Shin quien controlaba la unidad, Undertaker era, por poco, capaz de poner

resistencia… No, ni siquiera Shin debería ser capaz de lograr esto.

El Dinosauria desafiaba toda lógica aplicable a armas blindadas y

simplemente se para ahí en confianza mientras Undertaker se escabullía a

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su alrededor como si bailara con su vida pendiendo de un hilo. El Juggernaut

realizaba precisas e imprudentes maniobras y evitaba ataques a tan corta

distancia que Raiden podía sentir su estómago doler por el terror y suspenso.

No era de ninguna forma una batalla justa. ¿Podrá aguantar en esta cuerda

floja por más tiempo? ¿O todos serán asesinados por la Legión primero?

Una pequeña fisura en su determinación comenzó a formarse. Él había

perdido la cuenta de cuantas unidades de la Legión había destruido en este

tiempo, pero disparo tras disparo, ellas seguían viniendo. Su cansancio

acumulado y el miedo al esfuerzo inútil le pesaban. Incluso veteranos como

ellos estaban siendo gradualmente desgastados.

“¡Recargando! ¡Cúbranme!”

Theo gritó entre respiraciones erráticas, su voz entrecortada por la fatiga.

Fido desconectó uno de sus contenedores mientras se apresuraba

valientemente a través de las líneas de fuego. La cantidad de munición de

ese contenedor había sido vaciada, significando eso que habían consumido

en este corto periodo de tiempo casi 20 por ciento de las municiones para

un mes que se les habían dado. Cuando se quedaran sin nada, ese sería su

fin. Ese efímero pensamiento pasó por la mente de Raiden, y eso lo hizo

forzar una sonrisa. Adelante, hagámoslo. Vivir y morir de esta forma era

todo lo que siempre habían querido.

Repentinamente, una persona más, un objetivo de Resonancia más, se

conectó a la conversación.

“¡Primer teniente Shuga! ¡Tomaré prestado tu ojo izquierdo!”

Un momento después, la visión en su ojo izquierdo se oscureció, y entonces

la luz regresó inmediatamente. La misma voz habló de nuevo:

“¡Proyectil disparado! ¡Va a aterrizar—prepárense!”

Al próximo momento el cielo destelló de un color blanco.

Un estallido de luz mudo llenó el campo de batalla, y un segundo después,

un disparo estruendoso los ensordeció en poco tiempo. Los Eintagsfliege se

dispersaron, abriendo un agujero en el velo formado en el cielo, cayendo

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como polvo de estrellas desde los cielos mientras las ondas de choque del

disparo los dispersaban y las flamas los consumían. Era un poderoso

bombardeo de un explosivo de aire y combustible. Una apertura se formó

en las nubes, revelando un cielo azul pálido—el cual entonces se volvió

negro mientras un enjambre de explosivos guiados descendía en el campo

de batalla.

Siguiendo con exactitud e impactando sus objetivos predeterminados, los

detonadores en los proyectiles se activaron, haciendo eclosionar las cascaras

metálicas. Cada uno de los cientos de pequeños perdigones fueron fijados

para seguir a su objetivo a través del radar, y entonces explotaron desde lo

alto, propulsados con una velocidad inicial de entre 2,500 a 3,000 metros

por segundo, despellejando al enemigo sin piedad con metralla. La lluvia de

metal carcomió a la Legión, cuyos blindajes eran débiles, desde arriba,

disminuyendo a la mitad a la segunda ola de unidades en medio minuto.

Entonces llegó el segundo bombardeo. Otra lluvia de metal diezmó lo que

quedaba de la segunda ola.

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Raiden, Theo, Kurena, y Anju estuvieron completamente sin palabras por

un largo tiempo. Jamás lo habían visto en operación, pero ellos sabían muy

bien qué era. El Cañón de Intercepción. Este cañón siempre se encontraba

tras las líneas del frente que los Juggernauts defendían, sentándose ahí como

un erizo gigante. Ni una sola vez había cumplido su rol de disparar,

quedándose en el fondo como un inútil objeto de arte. ¿Y la persona que lo

había disparado…? No, la única persona suficientemente extraña y tonta

para escoltarlos incluso mientras iban camino a sus muertes era esa chica.

“¡Comandante Milizé! ¡¿Eres tú?!”

Su voz sonó al responder como si de una campanilla de plata se tratara. Era

una voz llena con determinación e incapaz de contener su enojo.

“Sí, soy yo. Chicos, siento llegar tarde.”

“Te dije que no quería volver a ver tu rostro jamás, Lena.”

Lena temía que ella no fuera a contestar la puerta, pero Annette la abrió

sorpresivamente rápido.

“Sí, lo recuerdo, Annette. Pero lo que no recuerdo es haber estado de

acuerdo con ello.”

Estaba lloviendo esa noche. Lena se paraba en el borde entre la oscuridad

de la noche y la iluminación de la casa, su rostro mostrando cansancio y

fatiga, puesto que no había tenido tiempo de arreglarse apropiadamente

antes de salir. Parada ahí con su lustroso cabello desalineado, su uniforme

desgastado y maltratado, y su rostro pálido y sin maquillaje, Lena se veía

igual a un cadáver. Solo sus ojos plateados aun brillaban con una peculiar

luz.

“Necesito que resetees los objetivos de mi Resonancia Sensorial de nuevo

y que ajustes mi Dispositivo RAID.”

Annette gimió, sus ojos como los de un animal lastimado y acorralado.

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“No lo haré, y lo sabes. Ya no quiero tener nada que ver contigo.”

“Oh, lo harás. Sin importar qué-”

Lena sonrió. Cierta parte de ella pensó que su expresión debería verse

terriblemente aterradora, cruel, y fea justo ahora.

“Aquel amigo de la infancia que abandonaste.”

Ella sonrió como si fuese un demonio… Como si ella misma fuese la parca

encarnada.

“Su nombre no era Shin, ¿o sí?”

Por un momento, la expresión de Annette se arrugó por completo.

“¡¿…Cómo…?!”

Viendo a la chica ponerse más pálida que nunca, Lena se preguntó cómo es

que había logrado adivinar correctamente. No era más que una apuesta, y

Lena la había engañado. Pero al mismo tiempo, ella había estado

convencida de que tenía razón. Ese chico había vivido en el Primer Sector,

donde los Ochenta-y-Seis estaban difícilmente presentes incluso antes de la

guerra, y había tenido la misma edad—más o menos—que Lena y Annette.

Pero lo que la convenció por completo fue que Shin podía escuchar a los

fantasmas mientras que el chico que Annette describió tenía la habilidad de

comunicarse con los corazones de su familia. Era fundamentalmente la

misma habilidad, excepto que aquellos con quienes conectaban era

diferente. El parecido era simplemente demasiado grande—no puede haber

sido una coincidencia.

“¡¿Cómo sabes su nombre…?! ¡…….No puede ser—!”

“Sí, sí puede ser. Él es parte de mi escuadrón. Es el capitán del escuadrón

Spearhead. Nombre Clave: Undertaker. Ese es Shin.”

Ella había tenido la oportunidad de salvarlo y lo abandonó por segunda vez.

Lena ni siquiera se movió cuando Annette la tomó por el cuello y se colgó

a ella con miedo.

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“¡¿Shin te lo dijo?! ¡¿Él aún sigue vivo?! Ese chico… Él, ¡¿Él aun me

resiente por lo que hice?!”

“¿Y por qué me preguntas a mí? Pensé que ya no querías tener nada que ver

conmigo.”

Lena dio un paso hacia atrás, quitándose las manos de la chica de encima y

dándole una fría sonrisa a Annette, quien dio un paso dentro de la oscura y

lluviosa noche. Ella jamás había escuchado a Shin mencionar nada sobre

Annette. Lo más probable era que…él ya ni siquiera la recordara. Sus

recuerdos de Rei y de sus padres se habían perdido entre las llamas de la

guerra y los llantos de los fantasmas, así que había poca probabilidad de que

Shin recordara a una amiga de la infancia. Ya sea que eso fuese una

maldición o una bendición para Annette, esa era una pregunta a la cual ella

no podía darle respuesta.

“Pero si piensas que esto te molesta, entonces ayúdame. Y decídete. Si te

tomas tu tiempo, las gallinas comenzarán a cacarear.”

Y para cuando lo hagan, lo más probable es que me hayas dicho que ya no

te importo otras tres veces.

Parada ahí, quieta, Annette sonrió. Era una sonrisa manchada con lágrimas,

y su expresión de alguna manera se veía aliviada.

“…Eres un demonio.”

“Lo mismo te digo, Teniente Técnica Penrose. Lo mismo digo.”

Correcto—Lena no se sentía melancólica ni abrumada por la culpa. Ella

simplemente no había tenido tiempo para Resonar con el escuadrón

Spearhead. Ella necesitaba que reconfiguraran su Resonancia Sensorial para

permitirle compartir el sentido de la vista, para reunir todos los códigos de

disparo de todos los cañones de intercepción de los distritos circundantes, y

para reunir todo método posible para cubrir al escuadrón.

“¡…! ¡¿Cincuenta por ciento de los proyectiles fallaron…?!”

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Lena gimió, viendo los resultados de los disparos. Treinta por ciento de los

cañones de intercepción se encontraban inoperables, y 30 por ciento de los

proyectiles guiados simplemente chocaron en el suelo, sus detonadores no

habiendo sido activados. Cada uno pesaba cien kilogramos, así que los

proyectiles caídos terminaron aplastando a algunos desafortunados Ameise,

pero eso estaba a años luz del poder de fuego que podría haber sido

entregado.

Claramente se trataba de mantenimiento defectuoso. Ver cómo la República

redujo su propio arsenal a no más que óxido gracias a su propia vanidad era

una vista absurda. Ella dirigió los cañones de intercepción restantes al

mismo lugar y disparó de nuevo. Confirmando que las unidades objetivas

fueron destruidas, Lena exhaló con alivio.

Shin había dicho que finalmente iban a ser libres, y Lena había argumentado

que eso no era libertad. Pero, a pesar de ello, ella no pudo evitar la misión

de Reconocimiento Especial ni tampoco pudo salvarlos de ninguna manera.

Lo mínimo que podía hacer era asegurar que su viaje que tanto anhelaban

durara al menos un segundo más, asegurar que nada más se pusiera en su

camino. Ese era el único tributo que les podría pagar.

La libertad que finalmente habían ganado.

Este era apenas su primer día conociendo la libertad. Ella no podía dejar que

su viaje terminara aquí. No de esta forma.

Raiden se encontró gritando a aquella voz resonante mientras luchaba con

la primera fuerza de la Legión cortada de su cadena de suministros. La

tercera ola de unidades de la Legión se encontraba en silencio, juzgando si

avanzar luego de ver a la segunda ola diezmada.

“Eres una completa y total idiota, ¡¿lo sabes verdad?! ¡¿En qué demonios

estabas pensando?!”

“Solo compartí la información óptica de tu ojo para confirmar sus

locaciones y disparar los cañones de intercepción de manera manual

basado en eso. Oh, mantuve mi propio ojo cerrado para no distraerte,

así que no te preocupes.”

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Escucharla explicarlo de manera tan seria solo hizo que Raiden la maldijera

incluso más.

¡¿Cómo que “solo” la compartiste?! ¡Sabes que es más que eso!

“¡¿No sabías que los Handlers evitan compartir la vista porque puede

resultar en ceguera, idiota?! ¡¿Y tenías permiso para disparar esa maldita

cosa?! ¡Que estés aquí es también una violación de las ordenes!”

Compartir vista confundía cada lado de la conexión, pues los hacia ver cosas

que no se encontraban ahí, y, además, compartir visión tenía demasiado

contenido informacional. Usarlo demasiado cargaba al cerebro y podía

eventualmente resultar en pérdida de visión, así que jamás era usado al

comandar. Ella había disparado el arma de artillería sin aprobación para

proveer soporte en una misión durante la cual se le había explícitamente

prohibido dar soporte de todo tipo. ¡Era una descarada violación de las

órdenes y ciertamente no una que valiera la pena hacer por una unidad

suicida!

Pero Lena repentinamente le gritó. Era la primera vez que él había

escuchado a la Handler gritando a alguien.

“¡¿Y qué?! Si pierdo mi vista sucederá cuando Dios lo quiera, ¡y no me

importa si disparar el cañón por cuenta propia es una violación a las

ordenes! ¿Qué van a hacer, reducirme la paga? ¡Esto no me matará!”

Sus gritos atraparon a Raiden con la guardia baja, haciéndolo guardar

completo silencio. Respirando pesado por el enojo e indignación, Lena

escupió palabras con una desesperación que él jamás había visto antes.

“Los cuarteles generales y el gobierno no van a escuchar al sentido

común de todos modos. No tengo razón para seguir sus reglas, y

bienvenidos sean si quieren criticarme todo lo que quieran… Debí

haber hecho esto desde el principio. Al demonio con sus

autorizaciones.”

Su voz estuvo empapada con amargura por un momento mientras acababa

su diatriba con un resoplido arrogante. Sacudiéndose la sorpresa, Raiden

sonrió irónicamente.

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“En serio eres una tonta, ¿sabes?”

“No estoy haciendo esto por ustedes, para que lo sepan. Si una fuerza

de este calibre llega a nosotros, la República estará en peligro. Solo

estoy luchando porque no quiero morir.”

Entregando esa línea con una voz clara, Lena finalmente rió. Era la primera

vez, él sintió, que Lena había sonreído aquel día.

“Una vez que la tercera formación se mueva, dispararé. No puedo

disparar a la primera formación y garantizar que no quedarán

atrapados en la explosión, así que no esperen apoyo ahí. Lo siento, pero

tendrán que arreglárselas por su cuenta.”

“Sí, no hay problema. Es lo de siempre para nosotros.”

“¿…Qué hay del capitán Nouzen?”

Los ojos de Raiden se entrecerraron con amargura ante la pregunta. La Parca

aún seguía Resonando con el resto de ellos, pero ya que no había

respondido, eso significaba que él no estaba al tanto de todos ellos. Todo lo

que Raiden podía sentir a través de la Resonancia era la fría y salvaje

presencia de su espíritu de lucha.

“Él está luchando contra su hermano, una lucha a muerte. Ese es todo el

propósito que Shin tiene aquí. Él ya no puede escucharnos.”

Shin movió su Juggernaut, luchando para encontrar una oportunidad para

dar un golpe devastador mientras los gritos ensordecedores de su hermano

retumbaban en sus oídos. Mientras él bailaba en la línea entre la vida y la

muerte con una precisión que no podía permitirse cometer error alguno, la

conciencia de Shin estaba solo concentrada en el oponente frente a él. No

podía ver nada más que a su enemigo y no podía escuchar nada más que su

voz y el sonido de los disparos. Shin ni siquiera podía sentir el paso del

tiempo.

El Dinosauria apuntó su cañón y niveló su vista. Undertaker dobló sus patas

traseras, las cuales se habían estirado hacia atrás para darle apoyo,

deliberadamente resbalando, haciendo que el Juggernaut se inclinara fuera

de la línea de fuego del Dinosauria. El armamento secundario del

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Dinosauria apuntaba a la derecha, donde el cañón estaba, y si Undertaker

seguía esquivando en el sentido de las agujas del reloj, le dispararían, no

solo el cañón principal, sino que también la ametralladora—

El Dinosauria disparó su arma secundaria. Los proyectiles fallando por un

poco la pierna derecha de Undertaker, y en ese momento, el arma principal

niveló su vista. Undertaker, aun derrapando hacia un lado, no estaba en

posición de evadir, pero evitó por poco el disparo que llegó a él, usando un

cable que había disparado en el suelo a una buena distancia para remolcarse

fuera del peligro. El proyectil golpeó a un Löwe que se encontraba detrás

de él, haciéndolo explotar en pedazos. El Dinosauria se preparó, puesto que,

aunque teniendo peso masivo y patas poderosas, el retroceso de dos disparos

consecutivos requería que recuperara su posición,

Undertaker tomó ventaja de ese momento para saltar sobre el Dinosauria.

Su arma cambió su ángulo de elevación, colocando su vista en una sección

de la porción superior de la parte trasera de la torreta del Dinosauria. Esto

era, tan lejos como Shin podía ver, el punto donde su blindaje era más

delgado, el único punto en su pesadamente blindada estructura que el débil

armamento de un Juggernaut podía penetrar.

Undertaker apretó el gatillo. Él disparó una ronda anti blindaje a un ángulo

alto, un ataque fatal desde arriba.

Pero una de las manos saliendo de la torreta del Dinosauria simplemente

hizo a un lado el proyectil.

“¡¿…?!”

Los ojos de Shin se abrieron de par en par ante este desarrollo de pesadilla.

La mano fue aplastada por la explosión, pero ya que estaba hecha de fluido,

se restructuró en cuestión de segundos, sus dedos retorciéndose

asquerosamente. Shin podía sentir la conciencia del Dinosauria fija en él.

Undertaker saltó hacia atrás mientras el lugar donde había estado parado era

llenado con fuego de ametralladora. Una segunda cortina de balas guiadas

se dirigió hacia él, luego una tercera. Undertaker evadió, pero ahora el

Dinosauria estaba fuera de rango. El Dinosauria con confianza giró en su

dirección, habiéndolo hecho retroceder con nada más que ametralladoras,

su más débil armamento.

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El fuego de supresión había forzado a Shin a correr mientras

simultáneamente lo alejaba de su único punto de ataque. Un escalofrió pasó

por su cuerpo, pero en contraste, sus labios se convirtieron en una sonrisa.

Uno de los Grauwolf había visto quizás esto como una oportunidad de oro,

puesto que rompió filas y cargó contra Undertaker. Fue, sin embargo,

mandado a volar sin piedad por el Dinosauria, como si el rugido de su cañón

le prohibiera a la Legión interferir. La vista solo hizo que la sonrisa de Shin

se profundizara.

Las palabras finales de su hermano aun lo llamaban, le decían que todo era

su culpa, ordenándole morir y arrepentirse. Incluso tras la muerte, él insistía

en matar a Shin con sus propias manos.

…Yo también, Hermano.

Rei no sabía si justo ahora él era el alma de Shourei Nouzen o una copia de

sus recuerdos tomada de su cadáver en descomposición en aquella noche

nevada. Él no lo sabía, y cualquiera que fuese la respuesta no hacía mucha

diferencia. Todo lo que sabía era que, a pesar de morir, obtuvo una segunda

oportunidad. Eso era bueno; eso era todo lo que importaba.

Él podía sentir que Shin se encontraba en algún lugar del campo de batalla.

Él podía oír su voz. Pero era tan pequeña que era ahogada por el tumultuoso

ruido viniendo de la patética y decadente carcasa de la República.

Adicionalmente, la República había lanzado descaradamente a Shin en el

campo de batalla y tenía la gala de llamarlo “su propiedad”, lo cual hacía

incluso más difícil distinguir el paradero de Shin.

Cada vez que salían hacia los distritos de la República, Rei usaba los ojos

de los Ameise para buscarlo. Rei, quien era ahora parte de la Legión, no

podía ir en contra de sus directivas, y como comandante, debía quedarse en

las profundidades de los territorios de la Legión. Pero incluso así, si Shin

estaba cerca, él quería verlo una vez más. Encontrarse con él, disculparse,

ser perdonado, y entonces…

Después de un tiempo, él finalmente lo encontró, a través de los ojos de un

roto, discapacitado, pero sin embargo suficientemente funcional, Ameise.

Hubo una lluvia de meteoritos esa noche, lejos de la locación de Rei. Usar

el zoom para acercarse le había permitido finalmente lograr ver el rostro de

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su hermano. Él había crecido. Aparentemente hablaba con uno de sus

camaradas, un Eisen. Queriendo escuchar su voz, Rei cambió su atención a

los sensores auditivos del Ameise. ¿Ya habrá cambiado su voz? Quizás no.

Realmente no importaba. Aaah, quiero escucharlo ya…

Los dos veían el cielo lleno de estrellas fugaces. Sus Juggernauts estaban

agachados en el suelo, y los Processors estaban reclinados contra el blindaje

de las máquinas, sus siluetas como las de unos niños pequeños.

“¿Tu hermano aún sigue ahí afuera?”

“Sí. Me sigue llamando. Así que tengo que ir a encontrarlo.”

¿Están hablando de mí? Así que tú también me buscabas…

A pesar de haber sido reducido a una máquina, un escalofrío pasó por el

cuerpo de Rei. Él estuvo triste tras saber que Shin había venido al campo de

batalla, pero saber que lo había hecho para poder encontrarse con él llenaba

a Rei con alegría.

“Pero ya enterraste a tu hermano. ¿No es suficiente?”

Oh… Así que enterraste mi cadáver. Shin, eres muy amable…

“…No es suficiente. Mi hermano no me perdonaría solo por eso.”

Rei se congeló por la conmoción.

¿Por qué dices eso? Si tú no puedes ser perdonado, ¿qué esperanza me

queda a mí de ser perdonado? Debo decirte que eso no es verdad; quiero

explicarte, quiero verte, quiero verte, quiero verte tanto que me vuelve loco.

Un transporte de la República entonces llegó y recogió a Shin, y la pequeña

voz de su hermano una vez más fue tragada por el ruido y desapareció de su

alcance. Rei lo buscaba por todos lados, pero cada vez que lograba

encontrarlo, la República se lo llevaba de nuevo.

Rei se estaba desesperando. Él no podía alejarse de su estación en las

profundidades de los territorios, pero usaba todas las unidades de la Legión

bajo su comando. Y Shin seguía luchando. Él seguía cargando hacia el

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campo de batalla (donde seguramente un día sería abandonado para morir),

manteniendo la calma mientras sobrevivía batalla tras batalla.

Aaah, pero ya no tienes que hacerlo más. No hay razón para que debas

pelear por esos cerdos, Shin. Si ese es el único lugar en el que puedes vivir,

bien podría traerte a mi lado. Deja ese débil cuerpo humano. Podemos

transferirte a tantos cuerpos como sean necesarios. Y esta vez, te protegeré.

Esta vez, siempre te mantendré seguro, por toda la eternidad.

Hoy, esos sucios cerdos habían finalmente liberado a Shin de sus viles

garras. Su voz ya no era débil y no se mezclaba con las voces de la

República. Ahora estaba claro. Rei sabía que Shin se dirigía a las

profundidades de su Sector, así que fue a saludarlo. Finalmente, él podría ir

a reunirse con su hermano menor.

Y ahora, por fin, él estaba frente a frente con él. El querido y preciado

hermano que había buscado hasta el cansancio estaba sentado dentro de esa

torpe araña. El Juggernaut era demasiado frágil para ser considerado una

máquina blindada, así que Rei gentil y cuidadosamente estiró sus manos

para no romperlo. Pero ya que la araña seguía corriendo por todos lados y

él no parecía poder atraparla, él les disparó a las patas para detenerla.

Finalmente te encontré. Ahora puedo llevarte de regreso, y siempre

estaremos juntos. Tu hermano mayor siempre te mantendrá a salvo, así que

por favor ven conmigo… Shin.

El Dinosauria apuntaba solo a sus patas. No iba tampoco hacia su cuerpo

principal, disparando solo rondas perforantes hacia él. Si fuera a disparar su

cañón de 155mm, no tendría manera de controlar las astillas que el proyectil

liberaría a altas velocidades, y un Juggernaut no sería capaz de aguantar

siquiera las ondas de choque del disparo.

¿El Dinosauria estaba jugando con él? No—probablemente simplemente no

le gustaba la idea de hacerlo estallar. Esas viscosas manos serpenteaban y

se retorcían. Justo como las de su hermano aquella noche.

Como si intentara decir que puede hacerlo de nuevo, tantas veces como

sean necesarias.

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Shin examinó su pantalla óptica, buscando una posición que le diera más

ventaja. Tan pronto como Undertaker retrocedió, Rei avanzó, yendo tras él.

Shin se retiró, haciendo pequeños pero precisos cambios de dirección

mientras lo hacía, mientras Rei cargaba hacia él, rotando sus ametralladoras

en dirección al torso de Undertaker. Él niveló su vista, listo para disparar, y

entonces—

El Dinosauria alcanzó el lugar que Shin había designado. Ya lo tenía.

Un momento antes de que la boca de su arma comenzara a disparar, Shin

descargó un ancla cableada que perforó un árbol perenne a la izquierda,

detrás de la estructura del Dinosauria. Retractando el cable a máxima

velocidad, Shin se escabulló y rápidamente ascendió. Abriéndose paso por

los árboles de la izquierda, Undertaker se movía entre los troncos y ramas

mientras se abría paso directamente hacia arriba del Dinosauria. El cañón

del Tanque Pesado estaba hecho para combatir unidades blindadas al mismo

nivel de elevación, y aunque era capaz de rotar 360 grados horizontalmente,

estaba terriblemente limitado cuando se trataba de movilidad vertical. No

podía apuntar hacia arriba y, por supuesto, no podía apuntar directamente

bajo sus pies, esto haciéndolo incapaz de contraatacar cuando algo se

acercaba desde esas direcciones.

Purgando el cable a mitad del aire, Undertaker usó la inercia para girar su

cuerpo y ajustar su posición de descenso. Usando las uniones en el blindaje

del Dinosauria como puntos de apoyo, él se colgó a la parte superior de su

fuselaje. La masiva estructura del Dinosauria lo obstruía, y el fuego de

metralleta no alcanzaría su objetivo tan cerca. Shin condujo sus cuchillas de

alta frecuencia dentro del punto en donde el blindaje era más delgado. Una

lluvia de chispas hizo erupción desde el metal mientras se derretía como

mantequilla. Shin apuntó su cañón a la sección expuesta, cuando

repentinamente dos manos plateadas crecieron de la pared y tomaron su

extremidad de agarre.

“¡¿Qué—?!”

Fue justo como esa noche en la iglesia. Él fue balanceado hacia arriba y

lanzado contra el suelo. Y entonces Shin perdió la conciencia.

Los ojos de Raiden se abrieron de par en par mientras sentía cómo la

Resonancia con Shin repentinamente se cortaba. Ellos habían casi acabado

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de encargarse de la Legión en el área. Fido había desconectado su segundo

contenedor, y Lena continuaba disparando proyectiles guiados a la tenaz

Legión que se había escabullido desde la retaguardia para ver lo que sucedía

aquí. La Legión finalmente había comenzado a retirarse cuando aquello

ocurrió.

“¡¿…Shin?!”

Raiden intentó resetear la Resonancia, pero Shin no respondía. Él volteo a

ver en dirección al Dinosauria, viéndolo girar lentamente hacia Undertaker,

quien yacía desplomado de manera antinatural como si hubiera sido

aporreado contra el suelo. La Resonancia Sensorial operaba al conectar las

conciencias de las personas, así que, si una parte estaba inconsciente, la

conexión no podía ser establecida. Esto significaba que él estaba o dormido,

o inconsciente—o muerto.

El Dinosauria se acercó con calma a Undertaker. No le disparó, pero Raiden

tenía una terrible sensación de miedo que le decía que no podían permitirle

al Dinosauria llegar a Shin. Raiden cambió a la transmisión inalámbrica.

Aun funcionaba, eso significaba que la cabina aún estaba intacta.

“¡Shin! ¡Despierta, idiota!”

Pero Undertaker no se movió.

Rei debía ser cuidadoso para no dañar las entrañas del Juggernaut pero fue

capaz de arrancar ambas frágiles extremidades de agarre. El resto de

Undertaker cayó, rodando hacia algún lado. Él no sería capaz de ir a ningún

lado, eso era bueno. Él estaba probablemente inconsciente y posiblemente

herido, pero Rei se disculparía por eso luego. Él se acercó a Shin, luchando

por contener sus deseos.

Finalmente, pensó, lleno de alegría. Finalmente puedo llevarte de regreso.

Podemos estar juntos ahora. Así que comencemos arrancando ese frágil

caparazón humano tuyo…

Lena mordió su labio, viendo con horror como el punto indicando al

Dinosauria se acercaba a Undertaker. Raiden y los demás estaban en camino

a ayudarlo, pero sus armas no serían capaces de detenerlo. A este paso, Shin,

y quizás incluso Raiden y los otros, iban a…

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Lena pudo saborear su sangre. Aparentemente había mordido su labio tan

fuerte que rompió su piel. En aquel entonces, Rei dijo que quería regresar.

A pesar de que no lo había puesto en palabras, ella sabía lo mucho que él

apreciaba a su hermano. Pero si eso era verdad, ¿por qué Rei intentaba matar

a Shin ahora? Lena sabía que debía detenerlo, pero no tenía manera de

hacerlo. Los proyectiles guiados y el cañón de intercepción eran demasiado

poderosos; no tenía formas para destruir al Dinosauria que no mataran a

Shin en el proceso. El blindaje de un Juggernaut era demasiado frágil, y si

ella acababa con la unidad de tipo Tanque Pesado, los fragmentos

definitivamente penetrarían a Shin.

Lo que sea. ¿No hay algo que pueda hacer?

¡Piensa, piensa, piensa—! Y entonces los ojos de Lena se abrieron de par

en par, un recuerdo viendo la luz en su mente.

“Alférez Kukumila, necesito que observes la posición del Dinosauria

con tanta exactitud como puedas y me envíes los datos.”

Esas palabras hicieron que Kurena se sobresaltara. Ella era una

francotiradora y se dio cuenta sobre lo que Lena planeaba sin más

explicación.

“Tendremos que guiar manualmente un misil. Te lo dejo a ti. Solo

necesitas usar tu mira laser, así que…”

“¡E-Espera! ¡¿Eso no es…?!”

“¡¿No estás pensando en bombardear al Dinosauria, verdad?! ¡¿Te

volviste loca?! ¡Shin está justo ahí!”

“¡Incluso si la explosión no es directa, no hay manera en que el

Juggernaut la soporte! ¡A esa distancia, Shin quedará atrapado!”

Theo se metió en la conversación, con ira. Anju también se unió, su voz

teñida con pánico.

“Tengo una idea. Creo que lo único que hará será darnos una

oportunidad, pero… Yo tampoco quiero que el capitán muera.”

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Escuchando esta sincera y casi desesperada súplica, Kurena terminó

aceptando la idea de Lena.

Raiden comenzó a disparar hacia el Dinosauria tan pronto como entró en su

rango, y Theo y Anju lo siguieron. Sus balas eran repelidas por el blindaje

del Tanque Pesado, y su avance continuaba sin parar. Ellos seguían

disparando, acabando con los pocos Ameise que aun merodeaban el área

mientras tanto. Cada bala que disparaban era repelida por el blindaje o

cortada por los brazos plateados de su objetivo, y la marcha del Dinosauria

continuaba sin cesar.

Maldita sea. El hermano mayor es igual de molesto que el menor, estos tipos

ven a todos a su alrededor como no más que insectos.

Una de las ametralladoras del Dinosauria fue golpeada por metralla y

silenciada, y otro poco de metralla impactó contra los sensores ópticos del

Tanque Pesado, rompiéndolos. Por primera vez desde que la batalla

comenzó, el Dinosauria se giró para enfrentar a los otros Processors. Al

momento en que notó girar a la segunda ametralladora, preparándose para

acabar con los molestos Juggernauts, Raiden movió su unidad al último

segundo, justo cuando la cortina de balas llegó a donde una vez se había

parado.

Mientras eso sucedía, Anju y Theo se acercaron al Dinosauria y dispararon

sus anclas cableadas en su dirección. Enrollaron una en el barril de su arma

y otra alrededor de una de sus patas. Los Processors entonces se prepararon,

plantando sus patas en el suelo. Dos Juggernauts, cada uno de alrededor de

una décima del tamaño del Dinosauria, no podían esperar tirarlo abajo

incluso si trabajaban juntos. Raiden cambió su munición a rondas

explosivas, disparándolas desde un ángulo elevado, y eventualmente

silenció la otra ametralladora pesada. Raiden entonces enrolló su propia

ancla cableada alrededor de la gran estructura. El progreso del Dinosauria

finalmente comenzó a disminuir.

Su ira y sed de sangre se habían vuelto mucho más palpables e intensas.

Rompiendo los cables, el Dinosauria rotó el barril de su arma con todas sus

fuerzas. Snow Witch, quien había fallado en purgar su cable a tiempo, fue

lanzada al aire y golpeó contra Laughing Fox, cayendo los dos al suelo.

“¡Anju! ¡Theo!”

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“…Estoy bien.”

“Igual. ¡Lo siento, Theo!”

“Olvídate de eso… ¡Raiden! ¡Esa cosa va a disparar!”

Al momento que él cambio su atención a sus camaradas, el Tanque Pesado

apuntó hacia Raiden. Él no tuvo tiempo para esquivar. Raiden apretó sus

dientes con suspenso, pero el cuerpo del Dinosauria repentinamente se

sobresaltó, y el proyectil que había disparado sobrevoló por poco a

Wehrwolf, quien salió volando a la distancia. Kurena le había disparado

desde lejos. El Dinosauria preparó sus patas delanteras, pisando fuerte la

tierra mientras con enojo pateaba al suelo tras de él a toda potencia.

“Estás bien ¡¿Raiden?!”

“Sí, ¡te debo una! Pero retírate ahora. Si eres asesinada, no sé si seré capaz

de ver a Shin a los ojos… ¡¿Comandante, ya casi?!”

La voz de Lena estaba llena de tensión.

“¡Proyectil disparado! Distancia restante hasta el objetivo…

¡trecientos! ¡Alférez Kukumila!”

“Entendido, yo me encargo. Comenzando la guía. Cinco segundos hasta

el impacto… Tres… Dos…”

Gunslinger dirigió una mira laser, invisible para el ojo desnudo, hacia el

Dinosauria parado aun a un lado de Undertaker.

Las capacidades sensoriales del Dinosauria eran bajas. Eso aplicaba incluso

a una unidad comandante como Rei, quien requería conexión constante con

los Ameise para compensar sus relativamente defectuosos sensores

visuales. Pero los Ameise desplegados con él habían sido todos aniquilados,

y él solo había dado directivas simples a sus demás fuerzas al inicio de la

batalla. Para ahora, ya habrían sido derrotados y se habrían retirado.

Llevarse a Shin era la máxima prioridad de Rei, nada más importaba, y por

eso mismo, para cuando se dio cuenta, ya era muy tarde.

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Justo cuando sus manos se estiraron para romper el toldo de Undertaker,

una alarma resonó en su conciencia. Los sensores ópticos del Dinosauria se

giraron hacia arriba, solo para encontrarse con un proyectil masivo cayendo

hacia él. Sus alas de control de altitud se abrieron para mantener su caída en

picada a un ángulo de cuarenta y cinco grados—apuntando directamente al

blindaje superior. Este proyectil—su apariencia como la de un caracol del

tamaño de un niño—era un proyectil guiado anti artillería de 155mm.

Rei era agobiado por furia hirviente. Este era, sin duda alguna, un proyectil

con suficiente potencia para destruirlo incluso a él. Pero a este rango, Shin

quedaría atrapado en la explosión también. Esos bastardos de la República

no estaban satisfechos con solo usar a su hermanito para luego desecharlo;

¡ahora también lo usaban como carnada!

Él no tenía tiempo para tomar a Shin y correr a algún lugar seguro, así que

Rei pateó con sus patas delanteras, levantando su mitad superior como un

caballo corcoveando. Torció su cuerpo en todas direcciones, desplegando

tantas manos hechas de micro máquinas líquidas como le fuese posible, y

bloqueó el proyectil con las partes más gruesas de su blindaje. Incluso con

su blindaje superior dañado, su blindaje del frente debería ser capaz de

soportar la explosión. Él bloquearía la explosión y las ondas de choque con

su propio cuerpo—¡Él protegería a Shin, yaciendo tras él, a cualquier

precio!

El proyectil se acercaba. Solo quedaba un momento para el impacto, y

entonces…

Repentinamente, él se encontró viendo hacia el cielo nocturno, cargado con

una nebulosa que brillaba a través de los oscuros cielos. Una chica lo veía

desde el cielo, su cabello y ojos de un hermoso color plateado. Él la había

visto antes. Tenía alrededor de la edad de Shin.

“¿Quieres protegerlo?”

Sí, eso quiero. Tengo que mantener seguro a Shin. Él es mi preciado

hermano.

Entonces la chica preguntó:

“¿Lo matarás de nuevo?”

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¡––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––!

El Juggernaut yacía sin moverse.

El pequeño Shin yacía sin moverse.

Yo…

No de nuevo…

Impacto.

Haciendo contacto con Rei, el detonador del proyectil—no se activó.

Era una porquería, un proyectil sin estallar.

Los proyectiles guiados tenían un curso determinado, esto haciendo

normalmente que carecieran de la masa o propulsión para penetrar el

robusto blindaje de un Tanque Pesado. El proyectil fue aplastado

patéticamente, y el detonador no se activó, dejando los explosivos inertes.

Sin embargo, el proyectil había viajado a velocidad supersónica,

brindándole un peso que un proyectil normal jamás tendría. La fuerza

completa de esa abrumadora energía cinética impactó el cuerpo de Rei sin

piedad.

“Impacto confirmado.”

Lena mantenía sus ojos fijos en el radar, viendo mientras el indicador del

proyectil guiado se interceptaba con el punto del Dinosauria. No detonó.

Era de esperarse, puesto que Lena sabía que el proyectil disparado tenía un

detonador inerte. Su padre le había dicho una vez, cuando era más joven,

que incluso si el blindaje de un tanque podía desviar balas, gradualmente

seguía tomando daño. Un tanque podía desviar un proyectil, pero la energía

cinética aun tendría un impacto. Partes flojas y equipamiento caerían sobre

las personas dentro, y cualquier tornillo y remaches se romperían y

rebotarían dentro del tanque, lastimando y potencialmente matando a todos

dentro.

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Contra el Dinosauria, esto resultaría nada más que en un poderoso placaje.

Pero este también era el único método en que Lena podía pensar para evitar

que Shin quedara atrapado en el fuego cruzado. A lo mucho les compraría

unos segundos, y en ese tiempo, alguien…quien fuese…tendría que pensar

en el siguiente movimiento.

Pero fue entonces que ella lo notó.

Alguien más estaba conectado a la Resonancia.

Raiden se dio cuenta que finalmente tuvo éxito al conectarse con Shin.

“¡Shin!”

La conexión se sentía débil, como si Shin no hubiera recobrado la

conciencia completamente. Raiden lo llamó una y otra vez, pero no hubo

respuesta. Aun así, no se podía rendir, y por eso siguió gritando.

“¡Despierta, pedazo de idiota! ¡Shin!”

“¡Capitán Nouzen! ¡¿Puedes escucharme, Capitán?! ¡Por favor despierta!”

Al escuchar a todos los demás llamándolo, Lena gritó también.

Por favor despierta. Sal de ahí y destruye al Dinosauria. No por nuestro

bien. Ni por nada que tenga que ver con esta situación. Ya lo sé. Ya me he

dado cuenta. Así que tienes que hacerlo, con tus propias manos.

Shin lo había dicho aquella noche con una tristeza que se sentía como si lo

apuñalara—que él acabaría con su hermano. Pero Shin no quería realmente

luchar contra él. La Razón por la que Shin luchó contra Rei a pesar de eso

era…

“¡¿Quieres que tu hermano descanse en paz, verdad?!— ¡Shin!”

Todos pudieron sentir como un ojo rojo se abría levemente.

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Las patas traseras de Rei aplastaban el suelo bajo ellas mientras se

recomponía. Su cuerpo de metal rechinaba mientras sus pensamientos se

convertían en ruido blanco, el impacto del proyectil habiendo causado

errores en su procesador central. Incluso así, sus instintos como una

máquina de guerra lo incitaban a continuar disparando.

Él podía sentir a los molestos insectos a su alrededor salir del camino

mientras su unidad central de procesamiento y sensores comenzaban a

recuperarse. Y entonces Rei lo vio.

Undertaker se había levantado sin que Rei lo notara y ahora se paraba tras

de él—La boca de su cañón nivelada en dirección al Dinosauria.

El ojo izquierdo de Shin no se abría. Aparentemente se había cortado la

frente mientras estaba inconsciente, y ahora su ojo no se abría por culpa de

la sangre. Su cuerpo se sentía dormido y lento, y cada intento de moverse

parecía una tarea hercúlea. Su mente aún estaba borrosa, e intentar pensar

se sentía pesado.

Shin se agarró la cabeza mientras examinaba la oscura cabina a través de

sus neblinosos pensamientos. Parecía que la pantalla secundaria había sido

destruida. Empujándose en contra de las paredes interiores para sentarse,

volteó a ver la pantalla principal con las palancas de control en mano.

Los gritos de alguien lo habían traído de vuelta, pero los efectos del golpe

aun lo atormentaban. No tenía idea de lo que ocurría. No entendía por qué

seguía vivo ni lo que había ocurrido a su alrededor. Solo sabía dos cosas.

Shin y Undertaker aún estaban vivos. Y el hermano que había buscado por

tanto tiempo—el hermano al que necesitaba enterrar con sus propias

manos—se paraba frente a él.

Sus extremidades aún estaban dormidas, pero aun así se las arregló para

tomar las palancas de control y colocar su dedo sobre el gatillo. Eso era todo

lo que necesitaba hacer.

“…Shin.”

Él pudo escuchar el susurro de ese fantasma, el sonido de la voz de su

hermano muerto. Él merodeaba aquí, en este desierto rincón del campo de

batalla, sin perdonarlo nunca. La primera vez que él escuchó la voz de Rei

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mezclada con los lamentos de los fantasmas, Shin se había determinado a

encontrarlo y enterrarlo con sus propias manos.

“Shin.”

Él apretó sus dientes. El niño de siete años que debería haber muerto aquel

día seguía llorando en algún lado. Su hermano había dicho que todo era su

culpa. Que él debería haber muerto en ese entonces. Que él debería haberlo

matado en ese entonces. Shin jamás olvidaría…

Su hermano jamás lo perdonaría.

Pero Shin ya no era un niño. No podía permitirse ser asesinado una segunda

vez.

Mucho tiempo había pasado desde aquel día, y Shin se las había arreglado

para asimilar varias cosas. Pensó en todo lo que había ocurrido y entendió.

No fue su culpa el haber sido estrangulado aquel día. Tampoco era su culpa

la muerte de su hermano ni la de sus padres, nada de lo ocurrido era su

pecado. Rei había necesitado una salida para sus emociones acumuladas. Su

hermano simplemente no había soportado la presión, y Shin simplemente se

encontraba cerca y era más débil que él: la salida perfecta para su

frustración. Eso fue todo. Shin no cargaba ningún pecado por el cual

arrepentirse.

“Shin.”

Shin podía escuchar las voces de los fantasmas, pero no les temía. Solo eran

almas lamentables y miserables. Todo lo que hacían era gemir, queriendo

pasar a mejor vida, gritando con las voces prestadas de los muertos o quizás

llorando en algún lenguaje mecánico que solo ellos podían entender. Habían

perdido su tierra natal y sus cuerpos, y seguían gritando que no querían

morir, incapaces de regresar al polvo. Un ejército de fantasmas que solo

podían llorar no queriendo morir, a pesar de su ferviente deseo de pasar a

mejor vida.

Su hermano estaba perdido dentro de ese ejército, incapaz de morir. Él había

muerto y entonces lo habían robado, atrapado en una de las máquinas

asesinas de la Legión. Shin debía reclamar la cabeza perdida de su hermano.

Es por eso que fue al campo de batalla, es por eso que luchó por cinco largos

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años. No para pagar una deuda, no para arrepentirse de sus pecados, sino

para encontrar a su hermano, derrotarlo, y enterrarlo de una vez por todas.

Y, aun así, debía expiar el pecado que su hermano le había legado en sus

momentos finales. Debía expiar al fantasma de su hermano.

Shin fijó su mirada en la grieta hecha en el blindaje de la monstruosidad

metálica—

“...Adiós, hermano.”

—y jaló el gatillo.

Rei veía todo desenvolverse a través de sus sensores ópticos. Pudo sentir el

gatillo siendo apretado, las llamas saliendo de la boca del cañón. Y en ese

momento, por alguna razón, pudo sentir la mirada de aquellos ojos rojos

fijada en él, llenos con fuerza, voluntad y determinación.

Él jamás había visto a su hermano así, jamás había sabido que era capaz de

hacer esa expresión. Pero era de esperarse. Rei había muerto hace cinco años

y se había quedado estancado desde entonces, incapaz de morir. Pero Shin

vivió. Él había cambiado, había crecido, y había avanzado. El hermano

pequeño que había jurado proteger a cualquier costo había desaparecido

hace mucho tiempo. Un día, Shin se volvería mayor de lo que su hermano

jamás fue. Eso hacía que Rei se sintiera feliz pero un poco triste.

Ah, cierto…

Había una cosa que debía decir al final, ¿verdad? Algo que jamás pude

decirle. Intenté decirlo en aquel entonces, esa noche en aquellas ruinas

nevadas, pero morí antes de tener la oportunidad.

Así como en esa noche, Rei estiró su mano hacia su hermano. Una sola

mano se extendió desde la fisura en el blindaje.

Shin.

Y entonces todo lo que pudo ver fue luz.

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Sucedió en el segundo después de haber apretado el gatillo. Un brazo de

micro máquinas líquidas se deslizó a través del casi derrumbado toldo de

Undertaker, arrastrándose dentro de la cabina. La mano se movió con una

extraña lentitud en el curso de ese largo momento, buscando algo. Esa era

la gran mano de su hermano. Shin se congeló con terror, viendo mientras

rehacía los eventos de aquella noche, pero forzó su cuerpo a no desviar la

mirada.

En menos de un segundo, su hermano sería inmolado por las llamas. El

hermano que había buscado durante cinco años. Shin no tenía intención de

cargar vestigios de sus últimos pensamientos por más tiempo, ya fuesen de

odio o ira. Pero debía memorizarlos. Los dedos se enrollaron alrededor de

la cicatriz en su cuello, por sobre su pañuelo azul. Pero justo cuando Shin

pensó que los dedos se apretarían y lo estrangularían, el toque de esos dedos

que una vez intentaron matarlo se volvió una caricia amable y

dolorosamente triste.

“…Lo siento.”

Y justo cuando los ojos de Shin se abrieron de par en par, el tiempo comenzó

a fluir de manera normal de nuevo.

La cabeza explosiva anti tanque impactó contra el Dinosauria, detonando.

Una explosión de metal a alta velocidad y de gran calor surgió dentro de la

estructura blindada desde la grieta, engulléndola en llamas negras y rojas.

La mano de su hermano soltó a Shin, serpenteando de regreso a su cuerpo

en llamas.

“Herma—”

Shin estiró su mano hacia aquella mano que se retiraba, pero sus dedos no

tocaron nada más que aire. Solo pudo distinguir la vista de la mano de su

hermano prendiendo en llamas mientras entraba a ese infierno en vida,

mientras todo lo demás se nublaba.

“…Ah.”

Shin tardó un momento en notar lo que las tibias gotas cayendo por sus

mejillas eran. Desde aquel día en que Rei lo había asesinado por primera

vez, Shin no podía llorar. Era incapaz de entender ese sentimiento que se

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elevaba dentro de él, aplastando su corazón, se trataba de tristeza. Las

lágrimas caían una tras otra, sin fin.

“Comandante, apaguemos la Resonancia… Esto no es algo que deberíamos

estar escuchando.”

“Sí…”

Lena se conectó de nuevo luego de un tiempo, luego de que Raiden la

contactara y le dijera que estaba bien hacerlo. Los demás también se habían

vuelto a conectar, y Raiden habló de parte de todos.

“Amigo, ¿estás bien?”

“Sí.”

Aun había algo parecido a escalofríos en la voz de Shin, y aunque ya no

estaba llorando, su indiferencia usual parecía haber desaparecido. Raiden

rió.

“Ahora puedes traer contigo el nombre de tu hermano también.”

Shin sonrió. Levemente.

“Sí. Ahora puedo.”

Entonces cambió su atención a Lena.

“……Comandante.”

“Aquí estoy. Por supuesto que aquí voy a estar. Soy la oficial al mando del

escuadrón Spearhead.”

Ella tenía el deber de ver las cosas hasta el final. Incluso si nadie quería que

lo hiciera, era aún su deber.

“…”

“Situación resuelta. Buen trabajo, Undertaker y todos los demás.”

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Escucharla referirse a él por su Nombre Clave hizo que los labios de Shin

formaran una sonrisa irónica.

“Sí. Buen trabajo, Handler One.”

“Bien, entonces”, susurro Raiden mientras se estiraba dentro de su cabina.

Lena parpadeó confundida. Se sentía como si los cinco hubiesen acordado

algo, siendo ella la única a la que dejaron fuera. Lena intentó entender. ¿Qué

sucede? Decidieron algo críticamente importante, y ella era la única sin

pista alguna.

“Fido, ¿acabaste de conectar los contenedores?”

Hubo una interrupción en la conversación a través de la Resonancia, como

si alguien no conectado les hubiese respondido. ¿Fido? Oh, cierto, había un

Carroñero atendiéndolos.

“Manejaremos el mantenimiento y las reparaciones después de

encontrar algún lugar para dormir… Debo ser sincero con ustedes

chicos. Acabarse tanta munición en el primer día apesta.”

“Mira el lado bueno. Probablemente acabamos con un millón de

unidades.”

“Supongo… Bueno, no importa.”

Ella pudo escuchar el distintivo sonido de un motor al igual que el sonido

de un objeto pesado moviéndose. Todos los Juggernauts se levantaron.

“Vámonos, chicos. —Hasta luego, Comandante. Cuídate.”

El comentario de partida de Raiden fue tan casual que Lena no pudo

entender de inmediato lo que significaba. La batalla acababa de terminar,

¿verdad? El enemigo se retiraba, y ninguno de ellos había muerto. Así que

ahora debían regresar a la base como siempre, ¿verdad?

“Um.”

Los jóvenes soldados partieron, dejando a Lena confundida. Los

Juggernauts marchaban hacia adelante—sus pasos un poco inestables

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debido al daño recibido—mientras sus pilotos charlaban como estudiantes

de camino a la escuela.

“¿Seguros que deberíamos ir por aquí, chicos? Hay varias bombas sin

estallar por todos lados.”

“Sí… Estoy un poco asustada; este lugar es básicamente un campo

minado. Shin, ¿puedes encontrar algún desvió que no nos haga pasar

por este distrito?”

“Ya no hay unidades de la Legión en el área, así que podemos ir en

cualquier dirección… Esperen, ¿cómo que bombas sin estallar?”

“Te explicamos luego. Maldición, Shin, en serio no estabas prestándole

atención a nada más, ¿verdad…?”

Ellos marchaban hacia el este, hacia los campos de batalla desconocidos

controlados por la Legión.

Oh, cierto…

Ellos ya no pueden regresar.

“Espe—”

Una terrible urgencia quemaba todo su cuerpo y una sensación de pérdida

que helaba su alma la llevó a hablar.

“¡Esperen. Por favor, por favor esperen…!”

Ella pudo sentir como se volteaban para verla. Se detuvieron, esperando a

escuchar lo que diría a continuación, pero Lena no tenía ni idea de lo que

debería decir. Después de todo, ella era parte del grupo que los había

expulsado, el grupo que les había ordenado marchar a sus muertes. Ella

podía disculparse y condenarse todo lo que quisiera, pero esas palabras

ahora ya no significarían nada para ellos. ¿Entonces qué podía decir? Y, sin

embargo, palabras salieron de sus labios.

“No me dejen atrás…”

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Lena se puso tensa, incapaz de entender el significado tras sus propias

palabras. ¿Acaba de decir que no la dejaran atrás? ¿Eso, de todo lo que

podría haber dicho? No podía creer su propio descaro. Pero ellos solo rieron

gentilmente ante sus palabras. Por primera vez, ella sintió que ellos le

sonrieron de verdad, como hermanos mayores viendo a su hermanita

haciendo un berrinche.

“Ah, se siente bien escuchar eso.”

Raiden sonrió, su sonrisa llena con la fuerza y orgullo de una bestia del

campo de batalla, una que confiaba en nada más que su propio poder y la

ayuda de sus aliados.

“Correcto. No nos están echando. Avanzamos, hasta alcanzar nuestro

destino final.”

Todos cambiaron sus miradas de Lena hacia el horizonte, sus miradas y

corazones fijos una vez más en aquel lugar lejano. Lena se quedó sin

palabras. La emoción que sentía emanando de ellos no era determinación ni

serenidad. Si tuviera que describirla, era la sensación que uno sentía al ver

hacia el extenso y claro océano por primera vez. Como niños viendo un

sinfín de campos primaverales, luego de habérseles dicho que podían correr

hasta donde quisieran y jugar cuanto quisieran. Era una emoción sin límites

y alegría inmaculada y pura. Emoción y expectación que simplemente no

podía ser contenida.

Ah.

No puedo detenerlos. No hay palabras que pueda decir para crear cadenas

que los aten a mí.

Puesto que, para ellos, libertad significaba ser capaz de decidir dónde morir

y escoger a voluntad viajar por ese camino. Ellos sabían mejor que nadie lo

preciada y difícil de conseguir que era.

Lena guardó silencio. No quedaban palabras por decir. Sintiendo que ella

había aceptado su partida, los jóvenes soldados retomaron su viaje. Pero

notando a Lena mordiendo su labio con frustración, incapaz de aceptar la

realidad, Shin se giró hacia ella con una sonrisa final. Era una sonrisa serena

que ella veía por primera vez. Libre, aliviada y brillante.

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“Ya nos vamos, Comandante.”

Y entonces la Resonancia tranquilamente se apagó. Cinco puntos

desaparecieron del radar. Estaban fuera de rango, y los registros de la

Resonancia Sensorial habían sido eliminados.

Y con eso, jamás los veré de nuevo…

Gotas caían por sus mejillas. Una tras otras, las lágrimas fluían sin parar.

Incapaz de soportar el dolor que salía de lo profundo de su corazón, Lena se

recostó contra la consola y elevó su voz con un gemido lleno de tristeza

mientras lloraba abiertamente.

Un gran y descolorido dibujo de la bandera de cinco tonalidades, con sus

colores ordenados al revés de izquierda a derecha, estaba garabateado en la

pared de madera de las barracas. No, sus colores no estaban simplemente

reordenados de derecha a izquierda—la bandera misma también estaba

reversa verticalmente. Probablemente significando opresión,

discriminación, intolerancia, atrocidad, y vulgaridad. A su lado había un

dibujo de San Magnolia sosteniendo una cadena y grilletes—en el lugar

donde una espada que acababa con la tiranía debería estar—sonriendo al

reducir a otros a cerdos y pisándolos.

Así es como ellos veían a la República. Los inmaculados dedos de Lena

tocaron el dibujo que adornaba la desgastada y dañada madera. Era

notablemente viejo, probablemente dibujado por los Ochenta-y-Seis

asignados por primera vez a estas barracas hace nueve años. La República

estaba muerta. La República de la cual Lena y los demás civiles se

enorgullecían y en la cual creían había muerto hace mucho tiempo. Fue

hecha pedazos y abandonada por sus propios ciudadanos.

Lena cerró sus ojos y suspiró levemente. Sus pensamientos pasaron al chico

que se había ido, preguntándose si él podía escuchar también la voz de la

República. Después de que todo terminó, sus oficiales al mando la pusieron

bajo arresto domiciliario hasta decidir cómo tratar con ella, a lo cual ella

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respondió abordando un transporte que la trajo a la base en donde estuvo

estacionado el escuadrón Spearhead. Era el mismo transporte que reunía a

aquellos destinados a la ejecución. Lena tuvo que prácticamente amenazar

al tímido y de buen corazón oficial de personal para dejarla abordar.

“…Eres la Comandante Milizé, ¿verdad?”

Lena se giró, su mirada cayendo en un miembro del personal de

mantenimiento que parecía estar en sus cincuenta años. Era el teniente Lev

Aldrecht, el jefe de mantenimiento de esta base.

“Escuché de ti por los mocosos. Jamás pensé que vendrías hasta acá… Eres

tan rara como me contaron.”

Habló con una profunda y ligeramente ronca voz mientras apuntaba con la

barbilla en dirección a las barracas.

“Los mocosos limpiaron sus habitaciones antes de irse, pero debe haber aun

algunas cosas. Los nuevos niños deberían venir a ocupar sus lugares pronto,

pero siéntete libre de dar una vuelta por el lugar mientras tanto, si quieres.”

“Muchas gracias. Perdón por molestar; deben estar ocupados…”

“Heh, no te preocupes. Hemos visto un sinfín de niños ir a sus muertes, pero

que un Alba venga a lamentar sus pérdidas es definitivamente algo nuevo.”

Lena repentinamente volteó a ver su rígida y bronceada cara.

“…Teniente Aldrecht. ¿Es usted…?”

Su cabello no se había vuelto gris por la edad. Era en realidad cabello

plateado, manchado por aceite negro.

“¿…Un Alba…?”

“…”

Aldrecht removió sus lentes de sol, revelando un par de ojos del color de la

nieve.

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“Mi esposa era una Colorata. Mi hija se veía igualita a ella. Me reusé a

dejarlas ir solas, así que me pinté el cabello y fui tras ellas. Después de eso,

me volví voluntario para que sus derechos fueran restaurados, pero…heh,

eso no funcionó. Mientras trabajaba como esclavo aquí…las dos fueron

enviadas al campo de batalla y murieron.”

Jadeó un largo y profundo suspiro y entonces rascó su cabeza antes de

mover sus labios para hablar una vez más.

“¿…Shin te contó sobre su habilidad?”

“Sí.”

“Esa habilidad terminó siendo una famosa historia aquí en el frente Este…

Así que cuando fue asignado a este lugar fui con él. Le pregunté si

escuchaba a alguna unidad de la Legión que buscaba a su esposo de mierda

o a su padre.”

“…”

“Pensé en que, si me respondía que sí, saldría allá afuera y haría que me

mataran… Pero dijo que no escuchaba a nadie así. Dijo que no había

ninguna unidad llamándome allá afuera. Escuchar eso…creo que fue como

una salvación para mí. Mis chicas no estaban atrapadas en ese campo de

batalla después de sus muertes. Así que cuando vaya al otro lado yo

mismo…ahí estarán esperándome.”

El viejo miembro del equipo de mantenimiento sonrió levemente. Era una

sonrisa triste y sin embargo de alivio. Pero cuando volteó a ver hacia el este,

a donde el campo de batalla se esparcía hasta donde el ojo podía ver, la única

palabra que podía describir su expresión era soledad.

“Antes de que los niños salgan a misiones de Reconocimiento Especial, les

digo que soy un Alba. Les digo que tienen el derecho de odiarnos y que

pueden matarme si eso los hace sentir al menos un poco mejor… Pero nadie

me ha tomado la palabra. Igual esta vez. Gracias a eso, burlé a la muerte una

vez más.”

Ella casi sentía que él estaba a punto de decir que había sido dejado atrás de

nuevo. Por su esposa e hija…y por el sinfín de niños que había conocido

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mientras les daba servicio a las máquinas. Aldrecht se puso de nuevo sus

lentes de sol, como si intentara suprimir sus emociones, susurrando “¿Qué

demonios digo…?” a sí mismo.

“No tienes todo el tiempo del mundo… Si tienes algo que hacer aquí, hazlo

rápido.”

“Sí… Muchas gracias.”

Lena hizo una reverencia con respeto hacia Aldrecht y entró a las barracas

por la puerta a un costado. El lugar se veía como si hubiese sido armado con

madera inservible, gris y cafés siendo los colores dominantes del poco

adornado e insípido interior. El corredor rechinó mientras Lena caminaba

por él, la superficie de sus paredes y el piso habiéndose vuelto blancos por

los años de polvo colgándose a ellos. La madera daba una sensación

escabrosa y áspera al tacto. La cocina y el comedor estaban llenos con aceite

y hollín que ningún tipo de limpieza podría esperar remover. Era de todo

menos higiénico.

Las duchas eran un húmedo y triste espacio que le recordaba a Lena las

cámaras de gas que había visto en documentales. Una masa negra

retorciéndose, la cual Lena no podía identificar se movía en una esquina del

cuarto. No había una lavadora ni una aspiradora por ningún lado. Una

escoba y un recogedor parados en la esquina del pasillo y una tabla dentada

y cubo para lavar en el patio trasero de las barracas servían como sus

indignos reemplazos. Este no era un lugar en el que un humano civilizado

debería vivir. Que este fuese el tipo de vida que un país tan orgulloso de sus

prácticas innovadoras y humanitarias imponía a sus ciudadanos llenaba a

Lena con vergüenza.

Las habitaciones de los Processors se encontraban en el segundo piso. La

escalera rechinaba en protesta mientras Lena ascendía. Los pequeños

cuartos estaban llenos con camas de pipas y closets, sus colores descoloridos

por los años de polvo, deterioro, y exposición al sol. Los cuartos estaban

pulcros, faltos de toda pista de que gente alguna vez había vivido ahí. Las

camas estaban hechas con sábanas recién lavadas y almohadas, en silencio

esperando la llegada de sus nuevos ocupantes.

El cuarto más alejado al final del pasillo, siendo igualmente el más grande,

pertenecía al capitán, La puerta desigual se abrió con un rechinido audible.

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En adición a la cama de pipas y el closet, este alojamiento se encontraba

también equipado con un escritorio y un pequeño espacio abierto donde un

número de objetos se encontraba.

Una guitarra. Un mazo de cartas y un conjunto de juegos de mesa. Una

colección de herramientas hechas a mano. Una revista de crucigramas con

varias páginas arrancadas, dejando solo los problemas sin resolver. Una

libreta de dibujo, completamente en blanco sin un solo dibujo restante. Una

canasta llena de encajes y agujas para cocer, sin signos del objeto para el

cual fueron usados. Una tabla estaba clavada a la pared para formar un

estante, lleno de libros. Había varios géneros y de varios autores, haciendo

difícil saber quién podría haber sido el dueño.

Probablemente habían sido puestos aquí para evitar ser desechados,

preservándolos para el uso de los próximos miembros del escuadrón. Pero

se habían desecho de todas las cosas que ellos mismos crearon antes de

tiempo, sabiendo que de todas formas las tirarían.

Lena sintió como si pudiese escuchar a esos jóvenes soldados reír, habiendo

elegido vivir sus vidas al máximo sin dejar nada atrás. Jamás sucumbiendo

ante la desesperación, jamás dejando que el odio mancillara su orgullo. Se

paraban rectos y fuertes incluso ante la crueldad que amenazaba con pisar

su dignidad, y sus vidas se paraban como brillantes ejemplos de lo que

significaba ser humano.

Lena caminó hacia el estante de libros, solo para detenerse a mitad del

camino. Un gato negro, con manchas blancas que no pasaban de sus patas,

se encontraba parado quieto, como si se preguntara con impotencia a dónde

se habían ido todos. Fuera de la ventana, ella pudo escuchar el sonido de

soldados quienes aparentemente habían ido a tomarse sus nuevas fotos.

Lena estiró su mano hacia los libros. Ella no esperaba hacer ningún

descubrimiento, pero al menos quería ver lo que esos chicos habían estado

leyendo. Tomó un libro de un autor que reconoció y comenzó a revisar sus

páginas, cuando algo cayó de una de ellas.

“Ah.”

Ella se inclinó para recoger lo que resultó ser un grupo de varias hojas de

papel. La primera era una foto: una foto grupal de varias figuras paradas

frente a un edificio. Ella reconoció esa bandera invertida; se trataba de estas

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barracas. Ahí se paraban los miembros del equipo de mantenimiento,

vestidos con overoles, a un lado de veinticuatro chicos y chicas a mitad de

su adolescencia.

“¡……!”

Lena entendió sin necesidad de una explicación. Estos eran los miembros

del escuadrón Spearhead. Estos eran Shin, Raiden, Theo, Kurena, y Anju, y

todos aquellos que habían muerto, probablemente la foto tomada el día en

que fueron asignados a este lugar. El formato de la imagen era el mismo que

aquel de las fotos tomadas para los documentos personales de los

Processors, y la foto los incluía a todos, incluso a los del equipo de

mantenimiento. Era demasiado pequeña para distinguir los rostros de todas

las figuras paradas ahí. Por alguna razón, un antiguo modelo de Carroñero

se paraba a un lado. Fido, al parecer.

Era la primera vez que había visto a los miembros del escuadrón, pero la

pobre calidad los hacia difíciles de distinguir. Tampoco se encontraban

parados en fila, sino que cada uno había tomado la posición y pose que

quisieran mientras veían a la cámara. Pero Lena sabía que sonreían con

calma.

La próxima hoja era una página de un bloc de notas, con un mensaje escrito

apresuradamente con letra masculina.

Si en serio pasaste por todo el problema de encontrar esto, eres una

idiota sin remedio.

Y esta vez, realmente se quedó sin palabras.

Era Raiden. Y a pesar de que no decía para quién era la nota, Lena sabía que

fue escrita para ella.

El sentimiento es mutuo, Raiden. En serio pasaste por todo el problema de

escribir esta nota y ponerla aquí pensando que la iba a encontrar.

La siguiente nota tenía una lista de nombres ordenados erráticamente. No

tomó mucho pensamiento para discernir que los nombres hacían juego con

las personas de la foto grupal.

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Escribí aquí el nombre de todos. Apuesto que estás llorando porque no sabes quién es quién en la foto.

Theo.

Cuida del gato. Ya que insistes tanto en ser una santa, al menos has eso.

Kurena.

Aun no nos hemos decidido en un nombre para él. Dale uno lindo, ¿bien, Comandante?

Anju.

Sus manos temblaban mientras sostenía el papel. Los sentimientos brotando

de su pecho, amenazando con explotar.

Todos dejaron esto para mí. A pesar de nunca haber podido luchar a su lado.

A pesar de no haber podido salvar a ninguno de ellos. A pesar de que todo

lo que hice fue escupir tonterías idealistas e impotentes mientras caminaba

por sobre sus vidas, ellos aun así me dejaron esto…

La hoja final de papel era de Shin. Era una sola y característica línea, escrita

con una letra organizada y bella.

Si, un día, logras llegar a donde se encuentra nuestro destino final, ¿podrías dejar algunas flores?

La intención de la carta era clara y, al mismo tiempo, cargaba con otro

significado. La libertad que Shin y los otros buscaron era la libertad para

perseverar cuanto pudieran, hasta que la muerte finalmente los reclamara.

Y Lena jamás alcanzaría su lugar final de destino a menos que siguiera sus

pasos. Ella, también, tendría que convertirse en alguien que jamás se

rindiera ante la desesperación, quien jamás mancillara la dignidad de las

personas. Alguien que luchó y siguió luchando hasta que su vida acabó.

Al final, él creía en ella.

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Una sola y cálida lágrima cayó por su mejilla. Lena sonrió a pesar de la

tristeza y soledad ahogando su pecho.

Shin había dicho que la República iba a caer inevitablemente. Que su propia

soberbia se convertiría en el heraldo de su muerte.

Ese puede ser, sin dudas, el inescapable destino de este país. Puede que

incluso el final llegue mañana. Y por esa misma razón, pelea hasta el último

momento. No te rindas jamás. Jamás abandones la voluntad para vivir.

Sigue de pie hasta el último momento. Honora los valores que aquellos

valientes soldados representaron.

Pelea. Hasta que el destino mismo se canse. Pelea, hasta el final de todo.

Ningún país consideraría jamás un acto de maldad el negarle los derechos

humanos a un cerdo.

Por lo tanto, si fueras a definir a alguien hablando una lengua diferente, a

alguien de diferente color, a alguien de diferente herencia como un cerdo

con forma humana, cualquier opresión, persecución o atrocidad que

pudieras infringirles jamás sería cruel o inhumana.

Fue cuando creímos en esto que permitimos que esto ocurriera, fue ahí

cuando la muerte de la República de San Magnolia comenzó—y el

momento en que dejó de existir

—Vladilena Milizé, memorias.

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Epílogo

La Estancia de la Reina Ensangrentada. Cinco armas móviles de la República yacían en ruinas, durmiendo para toda

la eternidad dentro de sus ataúdes de vidrio fortificado.

Se encontraban en un campo primaveral en flor, en una ruta de circulación

perteneciente a la República Federal de Giad. El cielo era de un hermoso

color azul cristalino, dándole a este paisaje un tipo de apariencia ilusoria,

como si fuese un sueño. Este lugar era en donde el borde entre la República

de San Magnolia y el Imperio de Giad había alguna vez existido.

Habiéndosele permitido entrar a la gran caja de vidrio fortificado, la cual

había sido construida para propósitos de preservación, una Vladilena Milizé

de dieciocho años veía los restos de un Juggernaut. La vista evocaba la

imagen de un esqueleto sin cabeza. Su cabello plateado fluyó, una parte de

él ahora teñida de rojo, deslizándose por su ahora negro uniforme militar de

la República.

Los restos de un Carroñero también yacían en ese lugar, con letras pintadas

en un flanco. Fido, Nuestro leal… El resto de la oración se había perdido

para siempre—un agujero, causado por un bombardeo, yacía en su lugar.

Pero Lena tenía una idea del resto del mensaje. Para ahora, ella sabía por

qué Shin y los otros habían nombrado a un Carroñero pero no habían podido

nombrar a un simple gato.

Ellos fueron guerreros destinados a luchar hasta sus muertes. Para ellos, solo

aquellos que luchaban y morían a su lado podían ser considerados

camaradas. Solo sus aliados, quienes lucharían a su lado hasta el amargo

final y que caerían en el mismo campo de batalla—solo aquellos que

lucharon la misma guerra—podían ser llamados camaradas.

Los cinco contenedores que Fido debería cargar no se encontraban ahí.

Probablemente los había desconectado luego de acabarse los suministros.

El propio contenedor de suministros de Fido estaba vacío también.

Cuadraba con la distancia, considerando que marchaban a través del

territorio que estuvo, en ese tiempo, completamente bajo el control de la

Legión.

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Por un largo mes, ellos habían marchado en territorios infestados por la

Legión donde no deberían haber sobrevivido por más de unos cuantos días.

Probablemente habían seguido hasta que sus suministros se acabaron.

Habían logrado salir de las zonas en disputa de la República y entrado en

regiones bajo el control de la Legión. Este lugar estaba ahora bajo el control

de la Federación, en el umbral de sus zonas en disputa. Fue probablemente

aquí en donde agotaron sus suministros…y el lugar donde probablemente

murieron.

Este fue su destino final. Las placas en donde Shin había tallado los nombres

de los 576 Processors muertos habían sido temporalmente removidas de la

cabina de los Juggernauts cuando la caja de vidrio fue colocada y regresadas

luego de que réplicas fueron hechas y de que los nombres que contenían

fueran registrados.

Le había tomado dos años a la República alcanzar el destino final de Shin.

La República había sido destruida, justo como Shin predijo, por su propia

pereza y arrogancia.

Después de la misión de Reconocimiento Especial del escuadrón

Spearhead, Lena fue asignada como Handler de otro escuadrón. Ella

meramente los comandó y supo que jamás verdaderamente se paró a su lado

en el campo de batalla. Las únicas cosas que podían hacerse en el campo de

batalla era luchar y morir. Nada más. Una vez morías, todo terminaba, y ella

no tenía intención de hacerse la heroína trágica cuando en ningún momento

pudo luchar al lado de Shin y los demás. Ella incluyó a las Ovejas Negras,

a los Pastores, y a las unidades de Artillería de Largo Alcance en sus

reportes, pero esas fueron todas tratadas como tonterías de los Ochenta-y-

Seis y tomados como rumores no confirmados.

Su nueva posición estuvo también en un Sector disputado con batallas

frecuentes. Fue en este mortífero campo de batalla que Lena se determinó a

no simplemente enviar a sus Processors a la muerte sino a usarlos y a ganar

bajo cualquier costo. Esto la hizo ganar un alias.

La Reina Ensangrentada, Bloody Reina.

Era un juego de palabras con su primer nombre, y aunque sonaba como el

nombre de una villana de una película de serie B, a Lena le gustaba. Ella lo

veía como un alias justo para alguien como ella, quien solo podía pisotear

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las vidas de otros mientras los enviaba a la batalla—una cruel y arrogante

persona incapaz de salvar a nadie. A pesar de esto, el índice de muertes en

su escuadrón era significativamente bajo comparado a otras unidades.

Incluso un año después, el escuadrón de Lena continuaba participando en

combate sin haber sido reestructurado ni una sola vez y llegó a ser conocido

como Los Caballeros de la Reina.

Fue en ese punto que Lena frecuentemente visitó a ciudadanos quienes se

habían opuesto al confinamiento de los Ochenta-y-Seis en el pasado,

aquellos que habían intentado refugiar a sus amigos y familias, al igual que

antiguos Handlers que renunciaron por la culpa que todo esto les generaba.

Les hablaba y registraba los nombres, palabras, y características de los

Ochenta-y-Seis que ellos habían conocido. Incluso si el gobierno borraba

los registros formales, no podía quitarles los recuerdos a las personas. Ella

los registró todos para que, cuando llegara el tiempo de la caída de la

República, alguien recordara a esas almas perdidas.

Y entonces la catástrofe atacó, siendo todo rápido y repentino.

Sucedió el día del festival conmemorativo por la fundación de la República.

El mejor alumno de ese año de la escuela preparatoria había dicho palabras

sorprendentes durante su discurso. Era un joven hombre, de la misma edad

que Lena, sus ojos prendidos con las llamas de la determinación.

“Muchos de mis compañeros de clase murieron luchando en contra de la

Legión.”

Murmullos compasivos comenzaron a llenar el salón. Algunas personas

entre la multitud comenzaron a llorar. Mientras los veía desde lo alto con

ojos llenos de frío desdén, las palabras del joven hombre se convirtieron en

gritos de enojo.

“Este país los denigró, los llamó Ochenta-y-Seis. ¡Pueden haber muerto en

el campo de batalla, pero fue la República la que los asesinó! ¡¿Por cuánto

tiempo más continuará esto?!”

Ni una sola voz se elevó para coincidir con él.

Algunos tontos se burlaron, preguntando si es que acaso no podía distinguir

cerdos de humanos. Otros mordieron sus labios, albergando la misma

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indignación que él, pero incapaz de ponerla en palabras. Otros simplemente

lo ignoraron y siguieron con sus vidas—y todos ellos murieron, con

igualdad.

Esa noche, una gran fuerza de la Legión, de una escala nunca antes vista,

marchó hacia el frente norte, donde la batalla se había vuelto más calmada.

El escuadrón asignado para defender el Sector fue fácilmente diezmado. El

hecho de que le tomó a sus Handlers tanto tiempo saber sobre la derrota de

sus escuadrones fue un tipo de venganza justa, pero sin embargo

insuficiente. Durante la lucha, los Handlers estuvieron bebiendo y

celebrando, y ninguno Resonó con sus tropas.

Si cualquiera de ellos hubiese hecho su trabajo con más diligencia, no

habrían tenido que escuchar las noticias cuando ya era muy tarde. La

mayoría de cañones de intercepción eran inoperables, y los campos minados

fueron acabados por bombardeos de unidades de Artillería de Largo

Alcance. Cualquier proyectil guiado que la República lanzaba era destruido

por los Stachelschwein antes de tener oportunidad de detonar.

La última esperanza de la República, la Gran Mule, fue incapaz de detener

sus avances, las murallas fueron estalladas por una unidad de tipo Cañón de

Riel, capaz de disparar munición esférica a velocidades supersónicas de

ocho mil metros por segundo. Una nueva unidad de la Legión que el

escuadrón Spearhead había reportado encontrarse una vez… Un reporte que

había sido descartado. La fortaleza inmóvil velozmente cayó ante la fuerza

de pesadilla de sus proyectiles supersónicos.

Para cuando el gobierno notó la severidad de la situación, la Legión ya había

invadido el Sector Ochenta y Cinco. Ninguno de los civiles, quienes habían

empujado el deber de defender su seguridad a los Ochenta-y-Seis, tenía

ninguna manera de resistir la invasión.

Y justo una semana después de la caída de la Gran Mule, la República fue

destruida.

La caída de la República no podía ser vista como un castigo. Muy pocos

murieron lamentando su propia crueldad y descuido. Todos culparon la

ineptitud de otros y perecieron creyéndose a sí mismos victimas trágicas.

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Para aquellos que conocieron su final sin darse cuenta de sus propios

pecados, incluso la muerte no contaba como un castigo.

Lena estaba en el Primer Sector cuando la invasión del norte ocurrió, y fue

capaz de escapar de la masacre gracias a sus preparaciones. Ella usó cada

cañón de intercepción en los alrededores del campo minado para abrir la

puerta de la Gran Mule. Entonces empleó una herramienta oculta que

Annette había incluido en su Para-RAID par Resonar con todos los

Processors, pidiendo su ayuda para reclamar el Octogésimo quinto sector.

Muchos escuadrones respondieron su llamado, los Caballeros de la Reina y

otros escuadrones en donde los miembros eran antiguos miembros de los

Caballeros llegaron. Pero no fue por buena voluntad o confianza. Los

Processors probablemente decidieron que agruparse con la República—con

su electricidad y plantas de producción—incrementaría sus oportunidades

de sobrevivir. Muchos otros Ochenta-y-Seis formaron sus propias

posiciones defensivas, manteniéndose firmes para defender los campos de

concentración donde muchos de sus amigos y seres queridos se

encontraban.

Lena tomó el mando de estas fuerzas y formó una línea defensiva.

Algunos Alba se dirigieron al campo de batalla, conduciendo Juggernauts

de repuesto, pero la mayoría se acobardaron, sin hacer nada. Algunos

observaban a los Ochenta-y-Seis con desdén y desprecio, pero a diferencia

de antes, los oprimidos eran ahora aquellos que sostenían las armas. Los

experimentados Ochenta-y-Seis soportaron el tratamiento de los Alba,

notando que batallas internas serían el peor escenario posible en medio de

una guerra. Pero si las cosas hubiesen durado más tiempo, quien sabe lo que

podría haber ocurrido.

Dos meses después de formada la línea defensiva, una fuerza de rescate

llegó desde un país vecino. Habían llegado desde más allá del borde Este,

cruzando los territorios de la Legión. Las fuerzas de la Legión estaban

concentradas en el norte, y el ejército del país vecino rompió a través del

más vacío frente Este para llegar a su ayuda.

Eran fuerzas de la República Federal de Giad, quienes habían derrocado al

Imperio y formado un país para la gente. El Imperio fue abolido por una

revolución poco tiempo después de comenzada la guerra. Lo que la

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República interceptó en aquellos tiempos, fue una transmisión de la última

fortificación defensiva de los militantes. Habiendo destruido al Imperio, la

Federación también fue reconocida por la Legión como un enemigo y había

pasado la última década luchando contra ellos. Muchos ciudadanos a

voluntad se unieron a los esfuerzos de guerra, creyendo en los ideales de la

Federación sobre que el deber de las personas era proteger a sus hermanos,

y lento pero seguro, liberaron sus tierras del control de la Legión.

Armados con su armamento moderno, el poderoso ejército de la Federación

marchó con sus cabezas en alto mientras ayudaban a los remanentes de la

República a reclamar sus territorios perdidos, eventualmente abriéndose

paso hasta el Primer Sector, en donde acabaron en un punto muerto. Los

civiles de la República los recibieron con los brazos abiertos, pero

desafortunadamente, las cosas no acabaron ahí.

La Federación de alguna manera sabía que la República había sujetado a sus

compañeros Colorata, a los Ochenta-y-Seis, a una persecución y a un sinfín

de atrocidades. Habiendo liberado a los Ochenta-y-Seis de los campos de

concentración y de las bases del frente mientras marchaban, aumentando

sus rangos mientras tanto, el ejército de la Federación vio la crueldad a la

que habían sido sometidos los Ochenta-y-Seis con sus propios ojos.

El comandante de las fuerzas de rescate fue directo con el presidente de la

República y con los altos mandos a decirles, “Si tanto odiaban los colores,

bien podrían haber teñido su bandera de blanco.” Fue una declaración

cortante, dicha sin sarcasmo alguno. La Federación favoreció a los Ochenta-

y-Seis, brindándoles ciudadanía incondicional a cualquiera que la deseara.

Por otro lado, les brindaron a los Alba la mínima cantidad de apoyo

necesario y priorizaron investigar cuán lejos llegó la persecución.

Las cosas no eran aun tan malas hasta que descubrieron un sinfín de

documentos personales acerca de las bajas en un almacén subterráneo en los

cuarteles generales de la milicia de la República. Tal parece que alguien en

la división de personal los había preservado en secreto. Hubo un poco de

criticismo cuando vieron que la mayoría de muertos eran niños, pero el

hecho de que algunas personas en la República eran aun decentes y se

sentían arrepentidas frenó su enojo.

Pero la mirada de la Federación se volvió una mirada fría cuando descubrió

los diarios escritos por personas en los campos de concentración, detallando

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las atrocidades a las cuales habían sido sujetos. Los sobrevivientes

gradualmente también comenzaron a hablar, y un gran número de

esqueletos fueron descubiertos, enterrados en las ruinas de los campos de

concentración y en las paredes de la fortaleza. Cuando eventualmente

encontraron registros de experimentación humana y tráfico de infantes,

junto con grabaciones de los horrores llevados a cabo por soldados de la

República, ellos ya no pudieron ver a los Alba como nada más que basura

humana.

No habría sido sorpresa si la Federación hubiese retractado su apoyo en ese

momento y lugar, pero aun así proveyó a los remanentes de la República

con asistencia mínima. Esa fue probablemente la manera de la Federación

para castigarlos. La República podría haber sido la mayor escoria existente,

pero la Federación se rehusó a ponerse al mismo nivel que ellos.

Deja a aquellos que conocen la vergüenza, sufrir de ella hasta el final de sus

días. Y cualquier cerdo incapaz de sentir vergüenza ni siquiera merecía

atención ni reconocimiento. Esa era la solemne condena de la Federación.

Fue para cuando el Primer Sector de la región norte fue liberado de la

Legión que la Federación solicitó, a cambio de refuerzos, que un oficial de

la antigua milicia de la República fuese despachado a su ejército para servir

como oficial al mando de las fuerzas de rescate o, de otro modo, como su

asistente. Aunque muchos oficiales retrocedieron ante ese puesto, Lena por

voluntad propia se ofreció—lo cual la trajo a este lugar en este momento.

Lena dejó la caja de vidrio detrás, recogiendo su maleta y una pequeña bolsa

que contenía a un gato negro de patas blancas, el cual había dejado afuera

justo antes de entrar. Entonces cambió su mirada hacia la gran losa de piedra

puesta en este jardín primaveral, conmemorando a estos cinco Juggernauts

y a los 576 soldados caídos que yacían junto a ellos. Era la lápida que se les

fue brindada luego de luchar y sobrevivir por tanto tiempo, para

eventualmente abrirse camino hasta aquí.

Ella no sabía que los encontraría aquí y por eso no pensó en traer flores.

Tendría que preparar algunas para la próxima vez. Ella aún no había llegado

verdaderamente al lugar en el que ellos estuvieron. Ella aun no tenía el

derecho de ofrecerles flores.

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Se giró hacia los oficiales de la Federación que la esperaban, haciendo una

leve reverencia.

“Discúlpenme, Su Excelencia. Lo mantuve esperando demasiado.”

“En lo absoluto. No se puede pasar demasiado tiempo lamentando a aquellas

personas preciadas, cariño.”

El oficial de mediana edad sonrió ligeramente, viéndose como un

indiferente filósofo erudito más que como un oficial militar. Su barba era

del color negro grisáceo, y usaba un traje de negocios producido en masa y

un par de lentes de marco plateado. Él observó a Lena, quien vestía de negro

y tenía una sección de su cabello pintada de rojo, con una gentil y respetuosa

sonrisa.

“Estabas lamentando la perdida de esas vidas y las muertes de tus

subordinados, ¿verdad, Bloody Reina…? Para serte franco, hay varios en la

Federación haciendo un llamado a cortar toda ayuda a la República,

diciendo que solo deberíamos ayudar a nuestros hermanos. Pero con

personas como tú alrededor, puedo decir con certeza que salvarlos fue lo

correcto. La República Federal de Giad le da la bienvenida, Coronel

Milizé.”

Ella sonrió tímidamente, sacudiendo su cabeza. Muchas vidas se habían

perdido, pero esta lápida era para los subordinados que ella había dejado

morir. Esta reina ensangrentada no merecía tales elogios. El viejo oficial

sonrió ante esa escrupulosa expresión y se giró. Muchas figuras se paraban

a una corta distancia tras de él, un grupo de jóvenes oficiales vestidos con

uniformes azul metálico de la milicia de la Federación.

“Por aquí. Le presentaré a los oficiales que le servirán bajo su nuevo

escuadrón.”

“Sí, señor.”

Ella dio un paso al frente, parando solo para ver una última vez la lápida.

Los restos de aquellas mecánicas arañas cuadrúpedas y sus encargados se

acurrucaban juntos, durmiendo para toda la eternidad. Este era el lugar que

aquellos chicos y chicas lucharon por encontrar al final de sus crueles vidas.

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La guerra aun no acababa. Las fuerzas de la Legión aun controlaban la

mayoría del continente, e incluso ahora, alguien seguía allá afuera,

luchando.

Hasta el momento en que la última unidad de la Legión cayera en silencio.

Así ellos podrían alcanzar sus destinos finales, siguiendo los pasos de estos

chicos.

Lena se armó de valor y caminó hacia adelante, abriéndose camino hasta

aquellos cinco oficiales. Eran de su misma edad, y todos ellos la saludaron

en una sola fila. Ella caminó a su lado, hacia su nuevo campo de batalla.

Para así poder luchar hasta el fin. Y para así poder vivir hasta el fin.

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Epilogo II

Reboot Él y otros cuatro oficiales se paraban con facilidad en una perfecta fila,

viendo mientras la oficial militar de la República dejaba la caja de vidrio y

saludaba al presidente de la Federación. Todos ellos eran jóvenes, aun en su

adolescencia, pero vestían uniformes azul metálico con una familiaridad y

madurez más allá de su edad. Viendo el uniforme negro y cabello plateado,

parcialmente teñido de rojo, de la chica Alba, su vice capitán susurró con

recelo.

“Oigan… ¿Seguros que es ella? Es, bueno…un poco diferente de lo que

imaginé.”

“Eso solo significa que ha pasado por mucho. Como nosotros.”

Su camarada simplemente murmuró “Vaya cosas” con una sonrisa,

dirigiendo una curiosa mirada en su dirección. Había pasado un tiempo

desde la primera vez que se puso un uniforme de la Federación, pero el aún

no estaba acostumbrado. Verse a él y a los demás usándolos se sentía

antinatural. Sin romper su línea ordenada, los otros tres comenzaron a

susurrar también.

“¿Cómo le dicen ahora, Bloody Reina? Eso es aterrador, maldición. Para

nada lo que esperarías de ella.”

“Oigan, ¿creen que nos reconocerá cuando nos vea?”

“Hmm… Supongo que sería bueno que lo hiciera, pero sería muy gracioso

si no lo hace.”

Mientras hablaban, la chica parecía acabar su conversación con el

presidente, quien la dirigió a verlos. Los tres inmediatamente guardaron

silencio, sus rostros tomando expresiones tranquilas y neutrales,

probablemente resultado de sus entrenamientos en la milicia de la

Federación. O quizás incluso eso era parte de la broma que habían planeado.

Ellos pisaron el suelo y saludaron, dándole la bienvenida al presidente y a

la chica que se convertiría en su oficial al mando una vez más. La chica los

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saludó de una manera algo diferente a lo que se acostumbraba en la

Federación y abrió su boca para hablar, su mirada ligeramente rígida y

severa.

“Coronel Vladilena Milizé de las Fuerzas Armadas de la República. Un

placer conocerlos.”

Ooooh, no nos reconoce.

El grupo intercambió miradas, como niños cuya broma había salido a la

perfección. Él entonces abrió su boca para hablar como capitán de parte de

todos.

“Esta no es la primera vez que nos conocemos. Aunque supongo que sí es

la primera vez que nos vemos cara a cara.”

Él sonrió, viendo los ojos de la chica abrirse de par en par con sorpresa y

asombro.

“Ha pasado un buen tiempo, Handler One.”

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Palabras Finales

Los ligueros11 son geniales, ¿no creen?

Hola a todos, les habla Asato Asato. Un nombre raro, lo sé, pero no teman;

es solo un seudónimo. Es una combinación de mi nombre real y ‘ochenta-

y-ocho’.

Aquellos que vinieron a ver esto antes de comenzar a leer, estoy seguro que

disfrutarán este libro.

Aquellos que vinieron a dar un vistazo sin intención de leer este libro, espero

que encuentren gozo en cualquier pieza de entretenimiento que escojan.

Y a aquellos leyendo esto después de acabar el libro… Muchísimas gracias.

¿Les gustó? Es una historia con un poco de todo. Batallas y mechas y una

historia de chico-conoce-chica y una distopía y mucho más. Si alguna de

estas cosas logró tocar sus fibras sensibles, sería la persona más feliz viva.

En cuanto a mí, me divertí mucho escribiendo esto. ¡Este es el tipo de

historia que amo leer! ¡Está llena de cosas que me gusta! ¡Este es el tipo de

historia que siempre quise escribir! Lo cual hace mucho más extraño que

haya terminado ganando un premio. Incluso yo no estoy muy seguro de

como ocurrió eso.

Bueno, para ser honesto, hubo unas cuantas cosas que meticulosamente tuve

que omitir de la versión final para poder enviarla al concurso. Terminé

agregando una de esas cosas, la escena describiendo los ligueros, durante

una revisión secundaria del libro. Los ligueros son lindos, ¿no creen?

También sexys. Sexys y lindos.

Espero que ustedes compañeros amantes de los ligueros disfruten las

encantadoras y súper lindas ilustraciones de Lena y los ligueros adornando

sus sexis muslos.

11 El liguero o portaligas es una prenda interior que sirve para sujetar las medias femeninas y

solamente se usa con vestido o falda.

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Y para aquellos que no han despertado ante el atractivo de los ligueros, por

favor no les presten atención a mis divagaciones. Aquí algunos apéndices

sobre la historia:

• La historia usa elementos de la Segunda Guerra Mundial,

específicamente de cierto país del Eje y de cierto país perteneciente a

los Aliados, y ciertos aspectos oscuros de la historia de ese tiempo.

Me gustaría clarificar que no poseo mala voluntad hacia ninguno de

esos países; es solo que hay bastante material sobre esos temas en

particular.

• La historia usa la palabra cerdo como un término despectivo

malicioso. Sin embargo, me gustaría aclarar que no poseo mala

voluntad contra los cerdos. ¡Si tuviera que elegir, diría que los amo!

Son deliciosos. ¡Las chuletas de cerdo también son geniales!

• Por favor no piensen mucho en las particularidades de la teoría de la

Resonancia Sensorial o cualquier otra arma que aparezca en este

libro. Puede que sean modificadas después si es necesario. La idea

del inconsciente colectivo en particular es una que intencionalmente

malinterpreté por el bien de la historia.

• Esta historia toma lugar en una realidad alterna pero aun emplea el

sistema métrico. Hice esto porque las unidades de medida inventadas

fallan en dar a entender lo que está ocurriendo. La razón de por qué

no usé el viejo sistema japonés ni unidades imperiales es porque

realmente no las conozco.

• Esta historia toma lugar en una realidad alterna, pero tiene referencia

a la Biblia, novelas de Remarque, y esas cosas. La razón de eso es

que… Bueno, se los dejo a la imaginación.

…Paremos de hablar de mis huecos argumentales y sigamos para dar unas

cuantas palabras de gratitud.

A mis editores, Kiyose y Tsucihiya. Sus notas y retroalimentación bien

pensada aumentaron en gran medida la calidad de esta historia. Siempre

disfrutaba reunirme para trabajar con ustedes.

A Shirabii. Tus ilustraciones son maravillosas. Tu habilidad para llenar al

personaje con una poderosa presencia y una apariencia dignificada en sus

ojos nunca para de impresionarme. Muchas gracias por todo tu asombroso

trabajo. Cuando recibí tus sketches de Shin con todo tipo de trozos de

Page 281: Fukou-Da/86/86 [Eighty-Six] Vol.1... · como la luna, sosteniendo las manos de sus padres. Vestido con esmero, probablemente habían salido a dar un paseo. Dando un último vistazo

armaduras geniales en él, pensé como loco intentando meter algo así de

asombroso en mi historia.

A I-IV. A pesar de que te dije que diseñaras algo tan absurdo como una

“débil y mal diseñada máquina”, me proveíste no solo con diseños para

geniales y amenazantes armas, sino también con sorprendentes diseños para

los Juggernauts. Ver todos los pequeños detalles que pusiste en los diseños

realmente me emocionó. Y encima de todo eso, la Legión es incluso más

peligrosa y casi invencible de lo que pensé que sería, con Fido yendo hacia

el otro extremo y siendo tan adorable. En serio, ¿no pueden conseguirme

uno de esos?

Y finalmente, a todos ustedes que leyeron este libro. Muchísimas gracias.

Podemos estar al final de este volumen, pero aún hay muchas más historias

siendo preparadas, así que por favor espérenlas con ansias.

En todo caso, espero que, por siquiera un corto tiempo, haya sido capaz de

dejarlos experimentar un paraíso cerrado lleno de ostentación y vanidad, y

los cielos, estrellas, viento y flores de aquel campo de batalla plagado de

matanzas y acero.

Música sonando mientras escribo estas palabras finales: “Sidonia” de

Angela.