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El fantasma de Canterville y El crimen de Lord Arthur Savile Oscar Wilde

Fantasma de Canterville resumido

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El fantasma de Canterville de Oscar Wilde

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    OSCAR WILDE EL FANTASMA DE CANTERVILLE Y EL CRIMEN DE LORD ARTHUR SAVILE

    Pehun Editores, 2001.

    El fantasma de Cantervilley El crimen de Lord Arthur Savile

    Oscar Wilde

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    OSCAR WILDE EL FANTASMA DE CANTERVILLE Y EL CRIMEN DE LORD ARTHUR SAVILE

    Pehun Editores, 2001.

    EL FANTASMA DE CANTERVILLE

    I

    ODOS LE DIJERON al seor Hiram B. Otis, embajador deEstados Unidos de Norteamrica, que cometa un grandisparate cuando adquiri el castillo de Canterville,

    porque el lugar estaba embrujado.Hasta el mismsimo Lord Canterville, como hombre de gran

    honradez, se crey en el deber de comunicrselo cuando pactaronlas condiciones de venta.

    -Nosotros mismos no hemos vuelto a vivir all -expuso LordCanterville- desde que a mi anciana ta, la duquesa viuda de Bolton,le dio un ataque, del que no logr recobrarse nunca, a causa delterror que le produjo sentir sobre sus hombros dos manosesquelticas, cuando estaba vistindose para la cena. Me creotambin obligado a decirle, seor Otis, que el fantasma ha sidovisto por varias personas de la familia, aun en vida, como asimismopor el prroco de la localidad, el Rdo. P. Augusto Dampier, profesor

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    asociado del Kings College de Cambridge. Despus del lamentableincidente ocurrido a la duquesa, ninguno de los criados quisocontinuar a nuestro servicio, y Lady Canterville muchas nochesapenas si logr conciliar el sueo, debido a los ruidos misteriososque provenan de la galera y la biblioteca.

    -Milord -respondi el embajador-, me quedo con el mobiliarioy con el fantasma por lo que valgan. Procedo de un pas moderno,donde tenemos todo lo que se puede adquirir con dinero y, dadala diligencia de nuestros bravos compatriotas en divertirse por todoel Viejo Mundo y en robarles a ustedes su mejores cantantes yactrices, sospecho que, si hubiera habido algn fantasma en Europa,ya lo tendramos en Norteamrica, en un museo o en una barracade feria.

    -Temo que el fantasma exista -dijo, sonriendo, LordCanterville- aunque haya podido resistir hasta ahora a las ofertasde los audaces empresarios norteamericanos. Ha dado pruebassobradas de su existencia desde hace tres siglos, desde 1584exactamente; y cada vez que alguna persona de la familia va amorir no deja de aparecer.

    -Si vamos a eso, lo mismo hace el mdico de la familia, LordCanterville. Pero, los fantasmas, amigo mo, no existen, y supongoque la Naturaleza no habr hecho una excepcin en favor de laaristocracia inglesa.

    -Se ve que ustedes los norteamericanos son muy aficionados ala Naturaleza -contest Lord Canterville, no alcanzando acomprender exactamente la ltima observacin del seor Otis-;pero tanto mejor si no le importa a usted tener un fantasma encasa. Yo, por mi parte, se lo he advertido. Le ruego que no loolvide.

    Pocas semanas despus se legaliz la venta, y al finalizar latemporada el embajador y su familia se trasladaron al castillo deCanterville.

    La seora Otis, que de soltera, como Lucrecia R. Tappan (de

    West 53 Street), haba sido una de las bellezas ms celebradas deNueva York, era a la sazn una hermosa seora, de edad madura,con unos ojos magnficos y un perfil soberbio. Muchas damasnorteamericanas, cuando abandonan su pas natal, adoptan unaenfermedad crnica, imaginando que ello es una forma delrefinamiento europeo. La seora Otis nunca haba cado en esteerror. Posea una esplndida constitucin y una vitalidad realmenteextraordinaria; como que, en muchos sentidos, era absolutamenteinglesa y un ejemplo vivo de que, en realidad, hoy da nada nossepara de los Estados Unidos, como no sea el idioma, naturalmente.Su hijo mayor, bautizado con el nombre de Washington por suspadres, en un rapto de patriotismo, que el interesado lamentaratoda su vida, era un muchacho rubio y bien parecido, que,dirigiendo el cotilln en el casino de Newport, durante tres aosconsecutivos, haba hecho mritos bastantes para ingresar en laDiplomacia norteamericana, sin contar que aun en el mismoLondres era conocido como un excelente bailarn. Las gardenias yla nobleza eran su nica debilidad, por lo dems, extremadamenterazonable.

    Virginia E. Otis era una muchachita de quince aos, esbelta ygraciosa como un ciervo y con una dulce expresin de candor alpar que de franqueza en sus grandes ojos azules. Era, adems, unaamazona sorprendente, y en una ocasin haba corrido sobre suponey en competencia con el viejo Lord Bilton y, despus de dardos veces la vuelta al parque, le haba ganado, llegando ante laestatua de Aquiles con un cuerpo y medio de ventaja, lo queprovoc tan gran entusiasmo en el joven duque de Cheshire, quese le declar en el acto; razn por la cual sus tutores le enviaron aEton aquella misma noche, hecho un mar de lgrimas.

    Despus de Virginia, venan los gemelos, a quieneshabitualmente les llamaban las estrellas y las barras(*) porque

    * Nombre familiar que se da en los EE.UU. a la bandera nacional.

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    estaban siempre dando motivos para que les zurraran. Eran dosnios encantadores y, exceptuando al digno embajador, los nicosrepublicanos sinceros de la familia.

    Como el castillo de Canterville est a siete millas de Ascot, laestacin del ferrocarril ms prxima, el seor Otis haba telegrafiadoque enviaran un coche, en el que montaron todos rebosantes dealegra. Era un atardecer de julio delicioso, y el aire estaba saturadodel aroma de los pinos. De vez en cuando, se oa el dulce arrullode las palomas y entre los helechos susurrantes se entrevea labruida pechuga de un faisn. Ardillas diminutas les atisbaban alpaso desde las hayas, y los conejos huan precipitadamente entrela maleza y cuesta arriba de las lomas musgosas, con el rabillotieso. Pero cuando entraron en la avenida del castillo de Cantervilleel cielo se encapot inesperadamente. Una extraa quietud pareciinvadir la atmsfera; una gran bandada de cornejas passilenciosamente sobre sus cabezas y, antes -de llegar al castillo,comenzaron a caer gruesas gotas de lluvia.

    De pie en la escalinata, les aguardaba una anciana, pulcramenteataviada con un vestido de seda negra y una cofia y un delantalblanco. Era la seora Umney, el ama de llaves, en cuyo puestohaba sido respetada por la seora Otis, en atencin a las reiteradasinstancias de Lady Canterville. La seora Umney, a medida queiban, bajando, les saludaba con una profunda reverencia, diciendode la manera ms primorosa, a la antigua usanza: Bienvenido seaal castillo de Canterville.

    Atravesaron en pos de ella el magnfico vestbulo Tudor yentraron en la biblioteca, una habitacin grande, baja de techo yrevestida de roble oscuro, con una amplia vidriera de colores alfondo. El t estaba servido y, una vez que se hubieron despojadode los abrigos de viaje, se sentaron y comenzaron a mirar en torno,mientras la seora Umney les serva.

    De pronto, la seora Otis percibi sobre el suelo, junto a lachimenea, una mancha de un rojo oscuro, y sin darse cuenta de loque realmente significaba, pregunt a la seora Umney:

    -Parece como si se hubiera derramado algo ah.-S, seora -replic la anciana, en voz queda-, se derram

    sangre...-Qu horror! -exclam la seora Otis-. No est bien que haya

    manchas de sangre en un saln. Es preciso limpiarlainmediatamente.

    La anciana sonri y, en el mismo tono grave y misterioso,aadi:

    -Es la sangre de Lady Eleonora de Canterville, que fueasesinada por su propio marido en ese mismo sitio, el ao 1575.Sir Simn la sobrevivi nueve aos y desapareci repentinamentedel modo ms misterioso. No se logr encontrar su cuerpo, perosu alma en pena contina rondando por el castillo. La mancha desangre ha sido muy admirada por los turistas y visitantes, pero esimposible hacerla desaparecer.

    -Qu tontera! -exclam Washington Otis-. El quitamanchasCampen, marca Pinkerton, la har desaparecer al momento.

    Y antes de que la aterrorizada anciana hubiera podidointervenir, se hinc de rodillas y comenz a restregar el piso conuna barrita que pareca de cosmtico negro. Al cabo de unosinstantes, no quedaba el menor rastro de la mancha de sangre.

    -Ya saba yo que el Pinkerton es infalible -exclam Washingtonen tono de triunfo, mirando en torno suyo a la familia, que leadmiraba como corresponda. Pero no haba acabado de pronunciarestas palabras, cuando un relmpago formidable ilumin el oscuroaposento y un trueno pavoroso los hizo a todos ponerse en pieestremecidos, en tanto que la seora Umney se desmayaba.

    - Qu clima tan horrible! -dijo el embajador, encendiendotranquilamente un enorme cigarro-. Supongo que estos viejos pasesestn tan superpoblados que no puede haber buen tiempo paratodos. Siempre he pensado que la emigracin es el nico recursopara Inglaterra.

    -Querido Hiram -exclam la seora Otis-. Qu vamos a hacercon una mujer que se desmaya?

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    -Cargrselo en cuenta con los platos rotos -contest elembajador-. Te aseguro que no volver a desmayarse.

    Y, en efecto, pocos momentos despus la seora Umney volvien s. Pero no haba duda que estaba extraordinariamenteemocionada, y con voz serena advirti al seor Otis que se preparasea presenciar calamidades en el castillo.

    -He visto, seor -prosigui-, cosas con mis propios ojos, quepondran los pelos de punta al ms cristiano, y durante noches ynoches no he podido dormir a causa de los horrores que aqusuceden.

    Pero el seor Otis y su seora aseguraron a la buena mujerque no tenan miedo a los fantasmas, en vista de lo cual, despusde invocar las bendiciones de la Providencia para sus nuevos seoresy preparar las cosas para una prxima peticin de aumento desueldo, la anciana ama de llaves se dirigi con paso vacilante haciasu cuarto.

    II

    ODA LA NOCHE rugi furiosamente la tormenta, pero nadade particular ocurri.A la maana siguiente, sin embargo, cuando bajaron a

    desayunar, se encontraron de nuevo con la terrible mancha desangre en el suelo.

    -No creo que sea la culpa del Quitamanchas Pinkerton -dijoWashington-, pues nunca ha fallado. Debe ser el fantasma.

    Frot, entonces, la mancha por segunda vez, pero sin mejorxito, porque a la maana siguiente reapareci. Y all estaba latercera maana, a pesar de que el seor Otis en persona cerr labiblioteca la noche anterior, llevndose la llave a su habitacin.

    Ello fue causa de que la familia en masa se interesara enextremo. El seor Otis comenz a sospechar que quizs haba sido

    demasiado dogmtico al negar la existencia de los fantasmas; laseora Otis manifest su intencin de afiliarse a la SociedadPsquica, y Washington prepar una extensa carta a los seoresMyers y Podmore(*) sobre la persistencia de las manchas de sangrerelacionadas con un crimen. Aquella noche se desvanecierondefinitivamente todas las dudas que hubieran podido quedarrespecto a la existencia objetiva de los fantasmas.

    Haba sido una jornada calurosa y de sol y, aprovechando elfrescor del atardecer, toda la familia sali a dar un paseo en coche.No volvieron a casa hasta las nueve y cenaron ligeramente. Laconversacin no gir en modo alguno alrededor de los fantasmas.No haba, por tanto, ni siquiera esas condiciones primarias deexpectacin y receptividad que tan a menudo preceden a lasmanifestaciones de los fenmenos psquicos. Los temas dediscusin, segn me inform despus el seor Otis, haban sidolos de costumbre tratndose de norteamericanos cultos de la clasealta, tales como la inmensa superioridad como actriz de Miss FannyDavenport sobre Sarah Bernhardt; la dificultad de obtener maztierno, pan de trigo y polenta, aun en las casas inglesas msdistinguidas; la importancia de Boston en el desarrollo del almauniversal; las ventajas del sistema de facturacin de equipajes enlos viajes por ferrocarril y la dulzura del acento neoyorquino,comparada con la balbuciente pronunciacin londinense. Ni lams ligera alusin a las cosas sobrenaturales, ni mencin algunade Sir Simn de Canterville. A las once, toda la familia se retir asus habitaciones y a las once y media estaban apagadas todas lasluces. Poco despus, el seor Otis fue despertado por un extraoruido en el pasillo. Era como un rechinar de metales y parecaaproximarse gradualmente. Se levant, encendi una cerilla yconsult el reloj. Era la una en punto. Se senta absolutamentetranquilo y, tomndose el pulso, pudo comprobar que no tena lamenor fiebre. Sin embargo, el ruido prosegua y al mismo tiempo

    *Autores de los Fantasmas del saln, obra sobre alucinaciones telepticas.

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    se oy distintamente un resonar de pasos. Calzndose las zapatillas,cogi un frasquito alargado de su estuche de aseo y abri la puerta.Justamente frente a l, al claror de la luna vio a un anciano deaspecto pavoroso. Sus ojos eran rojos como carbones encendidos;largos cabellos en desgreados rizos grises caan sobre sus hombros;sus vestiduras eran de corte antiguo y estaban polvorientas yandrajosas, y de sus muecas y tobillos colgaban cadenas y grilletesenmohecidos.

    -Querido seor -dijo el seor Otis-: permtame recomendarleengrase esas cadenas, para lo cual le ruego acepte esta botellita delubricante Tammany Sol Naciente. Aseguran que es eficacsimo yque basta una sola aplicacin. En la etiqueta constan variostestimonios de nuestros ms prestigiosos telogos. Se lo dejaraqu, al lado de las palmatorias y, si necesita usted ms, tendrmucho gusto en procurrselo.

    Apenas pronunciadas estas palabras, el embajador de losEstados Unidos coloc el frasco sobre un velador de mrmol y,despus de cerrar la puerta, se retir a descansar.

    Por un momento, el Fantasma de Canterville permaneciinmvil, presa de una fuerte indignacin; despus, arrojandoviolentamente la botellita contra el suelo, huy por el pasillo,lanzando profundos gemidos y despidiendo una siniestra luzverdosa. Pero, al llegar al rellano de la escalera principal se abri derepente una puerta. Aparecieron dos figuras blancas, y unaalmohada sali proyectada hacia su cabeza! Evidentemente, nohaba tiempo que perder. Adoptando, entonces, con toda premura,la cuarta dimensin del espacio como medio defensivo sedesvaneci a travs del muro y la casa qued de nuevo en silencio.

    Al llegar a una reducida cmara secreta, situada en el alaizquierda del castillo, se apoy en un rayo de luna para recobraraliento y comenz a meditar sobre su situacin. Jams en subrillante e ininterrumpida carrera de trescientos aos haba sidoinsultado tan groseramente.

    Pens en la duquesa viuda, a quien haba aterrorizado hasta el

    punto de hacerla desmayarse, en el momento en que secontemplaba ante el espejo, cubierta de encajes y diamantes; enlas cuatro doncellas que haban sufrido un ataque de nervios,simplemente por haberles hecho unas cuantas muecas a travs delos visillos de uno de los dormitorios para invitados; en el prrocode la localidad a quien haba apagado de un soplo la vela con quese alumbraba y que desde entonces quedara al cuidado de SirWilliam Gull, vctima de un desequilibrio nervioso; y en aquellaanciana Madame de Tremoiullac, que, al despertar una maanatemprano, se encontr en su cuarto con un esqueleto sentado enun silln, junto al fuego, leyendo su diario de vida, lo que la tuvorecluda en el lecho durante seis semanas con un acceso de fiebrecerebral y la hizo, una vez restablecida, reconciliarse con la Iglesiay abandonar todo comercio con el famoso escptico Monsieur deVoltaire. Record la noche terrible en que se encontr medioahogado en su habitacin al malvado Lord Canterville, con la sotade diamantes hundida en el gaznate, confesando, poco antes demorir, que haba estafado unas 50.000 libras a Charles James Fox,por medio de aquella misma carta, y jurando que era el Fantasmaquien se la haba hecho tragar.

    Todas sus memorables hazaas se le venan a la memoria; desdela del mayordomo que se peg un tiro en la despensa por habervisto una mano verde llamar al cristal de la ventana, hasta la de labella Lady Stutfield, a quien conden a llevar continuamente unacinta de terciopelo negro alrededor del cuello, para ocultar la huellade cinco dedos marcados como a fuego sobre su ntida piel, y queacab por suicidarse en el estanque de carpas situado al final de laAvenida del Rey. Con todo el egotismo entusiasta del verdaderoartista, pas revista a los hechos ms notables de su vida y sonriamargamente para s mismo al recordar su ltima aparicin en elpapel de Rubn el Rojo o el Nio estrangulado, su debut en Gibeonel Flaco o el Vampiro del Pramo de Bexley, y el xito que habatenido un delicioso atardecer de junio, jugando simplemente a losbolos con sus propios huesos en el campo de tenis.

    Y que, despus de todo esto, viniesen unos infames yanquis a

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    la moderna, a ofrecerle el lubricante Sol Naciente y a tirarlealmohadas a la cabeza! La cosa era absolutamente intolerable. Sincontar que no se registraba en la historia un solo caso de fantasmaque hubiese sido tratado tan descortsmente. Decidi, por tanto,vengarse. Y all se estuvo, hasta que apunt el da en actitud deprofunda meditacin.

    III

    LA MAANA SIGUIENTE, cuando la familia Otis baj adesayunar, se discuti detenidamente a propsito delFantasma. El embajador de los Estados Unidos estaba

    lgicamente un tanto molesto, al ver que el Fantasma no se habadignado aceptar su presente.

    -No me gua -declar- el menor deseo de molestarpersonalmente al Fantasma y debo comunicarles que, considerandoel mucho tiempo que ha vivido en esta casa, me parece pococorrecto que se le arrojen almohadas al pasar. Observacin muyjusta, que, lamento decirlo, hizo estallar en carcajadas a los gemelos.

    -Por otra parte -prosigui-, si contina negndose a utilizar ellubricante Sol Naciente, nos veremos en el duro trance de tenerque privarle de sus cadenas. Porque, con un ruido semejante, seraimposible dormir.

    Pero en toda la semana no volvieron a ser molestados.Lo nico que les intrigaba era la renovacin continua de la

    mancha de sangre en el piso de la biblioteca. Era realmente extrao,pues por la noche siempre cerraba el seor Otis con llave la puertay trancaba las ventanas cuidadosamente. Tambin la raramutabilidad de la mancha, que, semejante a un camalen,cambiaba de color con frecuencia, provoc numerosos y variadoscomentarios.

    Unas maanas era de un rojo oscuro, casi cobrizo; otras,

    tornbase bermelln; ms tarde, de un prpura violento; y en unaocasin, en que se reunieron para decir las oraciones familiares,con arreglo a los simples ritos de la Iglesia Episcopal ReformadaNorteamericana Independiente, la encontraron de un brillanteverde esmeralda.

    Estos cambios caleidoscpicos regocijaban a la familiaextraordinariamente, y con ese motivo se cruzaban apuestas todaslas noches. La nica persona que no tomaba parte en estas bromasera la dulce Virginia, que, por razones explicables, se senta muyafligida cuando vea la mancha de sangre, y la maana que apareciverde esmeralda estuvo a punto de llorar.

    El Fantasma hizo su segunda aparicin el domingo por lanoche.

    Haca poco que se haba acostado toda la familia, cuando seprodujo una gran alarma, causada por un estrpito horrorosoprocedente del vestbulo. Bajaron precipitadamente y seencontraron con que una gran armadura se haba desplomado ytodas las piezas estaban desperdigadas por el piso, mientras elFantasma de Canterville se frotaba las rodillas con expresin deagudo dolor. Los gemelos, que llevaban consigo sus cerbatanas, ledispararon dos proyectiles con esa puntera que slo se adquieremediante una larga y concienzuda prctica contra el profesor desdelos pupitres de la escuela. Mientras tanto el embajador de losEstados Unidos le apuntaba con su revlver y, con arreglo a lafrmula californiana, le invitaba a levantar las manos en alto.

    El Fantasma se incorpor bruscamente, con un alarido de rabiay se desvaneci ante sus ojos como una niebla, apagando al pasarla vela que llevaba Washington Otis y dejndolos sumidos en lams completa oscuridad.

    Al llegar a lo alto de la escalera, ya recobrado, se decidi aensayar su clebre y satnica carcajada, que en ms de una ocasinle fuera extremadamente til.

    Se cuenta que bast para hacer encanecer en una sola nochela peluca de Lord Raker y fue sin ningn gnero de duda causa de

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    que renunciasen, antes del mes reglamentario, tres institutricesfrancesas de Lady Canterville.

    Lanz, entonces, su ms horrenda carcajada, hasta hacerresonar las viejas bvedas; pero, apenas se haban extinguido tanpavorosos ecos, cuando se abri una puerta y apareci la seora0tis, envuelta en una bata celeste.

    -Temo que se encuentre usted indispuesto -dijo. Aqu le traigoun frasco de tintura del Dr. Dobell. Si se trata de una indigestinver usted cmo le alivia.

    El Fantasma le lanz una mirada furiosa y comenz a hacerlos preparativos necesarios para transformarse en un enorme perronegro, hazaa que le haba procurado justa fama y a la que siempreatribuy el mdico de la familia la idiotez incurable del to deLord Canterville, el honorable Toms Horton. Pero un rumor depasos que se aproximaban, le hizo desistir de sus diablicospropsitos. Se content con hacerse vagamente fosforescente,desvanecindose al fin con un ttrico gemido, en el momento enque los gemelos se le venan ya encima.

    Al entrar en sus habitaciones, se sinti profundamente abatidoy cay presa de la ms violenta agitacin. La vulgaridad de losgemelos y el grosero materialismo de la seora Otis eran sin dudaextraordinariamente desagradables; pero lo que ms le afliga erael no poder ya soportar la cota de mallas. Haba contado con que,aun tratndose de norteamericanos a la moderna, la aparicin deun espectro armado les hara estremecerse, aunque slo fuera porrespeto al poeta nacional Longfellow (*), cuya poesa graciosa ysugestiva en ms de una ocasin le haba ayudado a matar el tiempo,cuando los Canterville estaban en la ciudad. Adems, se tratabade su propia armadura. La haba llevado con gran xito en el torneode Kenilworth, donde fue elogiado nada menos que por la misma

    Reina Virgen.(**) Pero cuando quiso ponrsela se haba sentidomaterialmente aplastado bajo el peso de la coraza y del yelmo deacero y haba cado pesadamente sobre el piso, desollndose lasrodillas y lastimndose los nudillos de la mano derecha.

    Durante algunos das estuvo muy enfermo y slo se movi desu habitacin para mantener la mancha en buen estado. Noobstante, a fuerza de cuidados, acab por restablecerse. Decidihacer una tercera tentativa para aterrorizar al embajador de EstadosUnidos y familia. Escogi para su aparicin el viernes 17 de agostoy dedic la mayor parte del da a revisar su guardarropa. Se decidial fin por un doblado sombrero de pluma roja, un sudario rizadoen las muecas y el cuello y un pual herrumbroso.

    Al anochecer se desencaden una terrible tormenta. El vientoera tan fuerte, que todas las puertas y ventanas de la antiguamansin crujan y retemblaban. El tiempo, en suma, le convena.

    Su plan era el siguiente: se introducira sigilosamente en elcuarto de Washington Otis, le farfullara unas palabras indistintasdesde los pies de la cama y le hundira tres veces el pual en lagarganta, al son de una msica en sordina. Profesaba particularojeriza a Washington, porque saba que era l quien hacadesaparecer obstinadamente la famosa mancha de sangre por mediodel Quitamanchas Campen.

    Despus de haber reducido al insensato y temerario joven aun estado de terror abyecto, se dirigira a la habitacin queocupaban el embajador de los Estados Unidos y su esposa. Unavez all posara una mano viscosa sobre la frente de la seora Otis,mientras murmurara al odo de su trmulo cnyuge los secretosterribles del osario.

    Con respecto a Virginia, an no tena pensado nada. Nuncale haba dirigido el menor insulto y, adems, era tan bonita y tan

    **Isabel I de Inglaterra (1533-1603), hija de Enrique VIII y de Ana Bolena.

    *Henry W. Longfellow (1807-1882), poeta romntico norteamericano. Su obra estcompuesta principalmente por poemas lricos e idlicos. Public El esqueleto en su coraza,inspirado en el descubrimiento de un esqueleto acorazado en Newport.

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    dulce! Algunos gruidos cavernosos desde el ropero, pens, seranms que suficiente; pero, si no lograban despertarla, siempre podraaraar la colcha con dedos retorcidos por la parlisis.

    En cuanto a los gemelos, estaba absolutamente decidido adarles una leccin. En primer lugar, se sentara sobre sus pechos,para darles una sensacin angustiosa de pesadilla; luego, como suscamas estaban una junto a otra, se situara entre ellas, bajo la formade un cadver verdoso y glacial, y all permanecera hasta dejarlospetrificados de terror; por ltimo, se despojara del sudario y searrastrara alrededor de la alcoba, transformado en un esqueleto,con un solo ojo girndole en la rbita, en el papel de Daniel elMudo o el Esqueleto del Suicida, que ms de una vez produjerasensacin. Realmente era tan admirable como su famosainterpretacin de Martn el Manitico o el Misterio Enmascarado.

    A las diez y media, oy que la familia se retiraba a descansar.Durante algn tiempo se sinti inquieto por los alaridos y la risade los gemelos que, con la natural alegra de los colegiales, jugabanun rato antes de dormir. A las once y cuarto todo qued en reposoy cuando son medianoche se puso en marcha. El buho golpeabalos vidrios de las ventanas, el cuervo graznaba desde el tejo, rbolsecular, y el viento vagaba alrededor del castillo, gimiendo comoun alma en pena. La familia Otis dorma inconsciente de su destinoy, a pesar de la lluvia y los truenos se oan los sonoros ronquidosdel embajador norteamericano. Deslizse el Fantasma furtivamentea travs del entablamento y una sonrisa proterva se dibuj en suslabios crueles y arrugados. La luna ocult su rostro tras una nubecuando le vio pasar ante el mirador grande, donde sus propiasarmas y las de su esposa asesinada se destacaban en azul y oro.Como una sombra maligna sigui adelante, y las mismas tinieblasparecan retroceder a su paso. Hubo un momento en que creyor que le llamaban, y se detuvo; mas era un perro que ladrabadesde la Granja Roja. Prosigui su camino, murmurando extraasmaldiciones del siglo XVI y blandiendo a diestra y siniestra suenmohecido pual en medio de la noche.

    Por fin lleg al ngulo del corredor que conduca a la habitacindel infortunado Washington. All, se detuvo un momento. El vientoagitaba sus largos mechones grises alrededor de su cabeza y retorcaen los ms grotescos y fantsticos pliegues el horror indecible desu sudario. En aquel momento sonaron en el reloj las doce y cuartoy sinti que haba llegado la hora. Riendo entre dientes, dobl laesquina del corredor, pero, apenas lo haba hecho, retrocedilanzando un lastimero gemido de terror y ocultando el rostro lvidoentre sus manos largas y huesudas. He aqu que ante l se erguaun horrible espectro, inmvil como una estatua, monstruoso comola pesadilla de un loco! Su cabeza era calva y reluciente, y su rostroredondo, adiposo y lvido; una risa espantosa pareca habercontrado sus rasgos en una mueca eterna. Sus ojos despedan rayosde luz escarlata, la boca pareca un abismo de fuego y un trajehorrible, semejante al suyo, envolva en su nieve silenciosa aquellaforma de titn. Colgaba de su pecho un cartel con una extraainscripcin en caracteres antiguos. Algn estigma de vergenza,sin duda, acaso una relacin de horrendos pecados, un monstruosocalendario de crmenes quizs. Con su mano derecha, mantenaen alto una cimitarra de deslumbrante acero.

    Como hasta entonces no haba visto un fantasma, se sintilgica y terriblemente amedrentado. Despus de lanzar otra ojeadarpida al horroroso espectro, huy hacia su habitacin, pisndoseel sudario y dando traspis segn corra por los pasillos, acabandopor perder el pual herrumbroso, que fue a caer dentro de una delas grandes botas del embajador, donde lo encontr a la maanasiguiente el mayordomo. Una vez que se hubo refugiado en sucuarto, se arroj sobre el jergn de su lecho y ocult la cabezaentre las sbanas. Poco despus, sin embargo, recobr el legendariovalor de los Canterville y decidi hablar al otro fantasma, tan prontocomo amaneciera.

    En consecuencia, apenas la aurora plateaba la cima de losmontes, se dirigi hacia el sitio en que sus ojos haban contemplado

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    por primera vez al espantoso fantasma, pensando que, despus detodo, dos fantasmas valan ms que uno y que, con la ayuda de sunuevo amigo, podra luchar ms confiadamente contra los gemelos.Pero, cuando hubo llegado, un espectculo desolador se ofreci asus ojos. Evidentemente, algo le haba sucedido al espectro, puesla luz haba huido de las cuencas de sus ojos, el alfanje relumbrantehaba cado de sus manos y su cuerpo se apoyaba contra el muroen una actitud incmoda y violenta.

    Se precipit hacia el espectro y le cogi en sus brazos, quedandohorrorizado al ver que su cabeza se desprenda y rodaba por elsuelo, mientras el cuerpo se desplomaba y l, el autntico, se dabacuenta de que estaba abrazado a una cortina blanca y que unaescoba, una cuchilla de cocina y una calabaza ahuecada yacan asus pies. Incapaz de comprender tan curiosa transformacin, seapoder del cartel con mano febril y, a la indecisa claridad delalba, ley estas terribles palabras:

    El fantasma Otis.nico espectro verdaderoy original.Desconfiadde las imitaciones.Todos los otros sonuna falsificacin.

    En un relmpago de perspicacia, comprendi toda la verdad.Haba sido burlado, mistificado, ultrajado! El mirar de los antiguosCanterville reapareci en sus ojos. Apret con rabia sus desdentadasmandbulas y, elevando al cielo sus manos descarnadas, jur, conarreglo a la frmula pintoresca de la antigua escuela, que cuandoel canto optimista del gallo sonara dos veces sucedera algotremendo y la muerte saldra de su guarida con pies silenciosos.

    Apenas haba acabado de pronunciar tan terrible juramento,cuando del rojo tejado de una alquera lejana se elev el canto de

    un gallo. Ri prolongada y quedamente, con risa amarga, y esper.Hora tras hora permaneci esperando. Pero el gallo, no se sabepor qu misteriosas razones, no volvi a cantar. Por fin, a eso delas siete y media, la llegada de las criadas le hizo renunciar a supavorosa vigilia y regres a su habitacin, meditando sobre susvanas esperanzas y sus fallidos propsitos.

    Una vez all, consult antiguos libros de caballera, a los queera muy aficionado, y pudo comprobar que el gallo haba cantadodos veces siempre que se emple tal juramento.

    El diablo cargue con ese maldito avechucho! -murmur-.En mis buenos tiempos, me hubiera precipitado contra l, lanzaen ristre, y le hubiera hecho cantar de nuevo, aunque fuese en lasagonas de la muerte.

    Dicho esto, se retir a un confortable atad de plomo, y allpermaneci hasta el anochecer.

    IV

    L DA SIGUIENTE, el Fantasma se senta muy dbil yfatigado. La vida de excitacin que llevaba desde hacacuatro semanas comenzaba a surtir sus efectos. Tena

    los nervios completamente desquiciados y el menor ruido le hacasobresaltarse.

    Durante cinco das permaneci en sus habitaciones,decidindose por ltimo a renunciar a la mancha de sangre en labiblioteca. Si a los Otis no les gustaba, es que indudablementeeran indignos de ella. Era, sin duda alguna, gente que viva en unnivel de vida inferior y materialista, incapaces de apreciar el valorsimblico de los fenmenos sensibles. La cuestin de las aparicionesy el desarrollo de los cuerpos astrales era ya otra cosa, realmentefuera de su radio de accin. Era deber suyo ineludible manifestarse

    A

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    en la galera una vez por semana y farfullar desde el ancho miradortodos los viernes primero y tercero de cada mes, y la verdad es queno vea medio de eludir honrosamente sus obligaciones. Es Ciertoque su vida haba dejado mucho que desear, pero, en cambio, eraextremadamente escrupuloso en todo lo relacionado con losobrenatural.

    Consecuentemente, durante los tres sbados que siguieron,cruz la galera como de costumbre, entre media noche y las tresde la madrugada, tomando todo gnero de precauciones para noser visto ni odo. Quitndose las botas, caminaba lo ms levementeque poda sobre el viejo entarimado carcomido. Se pona unaamplia capa de terciopelo negro que le cubra por completo, ytena buen cuidado de engrasar las cadenas con el lubricante SolNaciente. Fuerza es reconocer que slo tras prolongadasvacilaciones se decidi a adoptar este ltimo medio de proteccin,aprovechando una noche que la familia se hallaba reunida en elcomedor para deslizarse en la alcoba del seor Otis y hurtar elfrasco.

    En un principio se sinti algo humillado, pero luego fue losuficientemente razonable para comprender que aquel inventomereca todos los elogios y que, en cierto modo, favoreca susplanes. Pero, a pesar de su irreprochable conducta, no le dejabantranquilo.

    Le ponan cuerdas atravesadas en el pasillo que le hacantropezar en la oscuridad y, en una ocasin que se haba ataviadopara el personaje de Isaac el Negro o el Cazador de los Bosques deHogley, se dio un tremendo batacazo al pisar una rebanada demantequilla que haban puesto los gemelos a la entrada de laEstancia de los Tapices, en el descanso superior de la escalera. Esteltimo agravio le irrit de tal modo, que decidi hacer un ltimoesfuerzo para afirmar su dignidad y situacin social, resolviendovisitar a los dos muchachos la noche prxima en su famoso papelde Ruperto el Temerario o el Conde Descabezado.

    Haca ms de setenta aos que no haba usado este disfraz.Desde el da en que haba asustado de tal manera a la encantadoraLady Brbara Modish, que la hizo romper sus relaciones con elbisabuelo del actual Lord Canterville y fugarse a Gretna Greencon el apuesto Jack Castleton, despus de declarar que por nadadel mundo accedera a formar parte de una familia que permitaa un fantasma tan horrible pasearse por la terraza al anochecer.El pobre Jack fue muerto poco despus por Lord Canterville enun duelo a pistola efectuado en Wandsworth, en tanto que LadyBrbara mora de dolor en Tunbridge Wells antes de quetranscurriera un ao; de manera que haba sido por todosconceptos un xito completo. Era, sin embargo, un papel de muydifcil caracterizacin, si se me permite emplear semejanteexpresin escnica en relacin con uno de los ms grandesmisterios de lo sobrenatural, o para hablar en trminos mscientficos, del mundo extrafsico. Necesit ms de tres horaspara llevar a cabo todos los preparativos.

    Al fin, todo estuvo listo, y la verdad es que qued muycontento de su apariencia. Las grandes botas de montar, quehacan juego con el traje, le estaban un tanto holgadas, y slologr encontrar una de las dos pistolas de palo. En conjunto,qued bastante satisfecho, y a la una y cuarto en punto se filtr atravs de la pared en direccin a la galera. Al llegar a la habitacinocupada por los gemelos, llamada la Alcoba Azul, por el color desus colgaduras, se encontr con la puerta justamente entornada.Deseando hacer una entrada sensacional la abri bruscamentede par en par, recibiendo a continuacin un gran jarro de aguaque le cal hasta los huesos, faltando muy poco para que lehundiera el hombro izquierdo.

    Acto seguido oy unas risas ahogadas procedentes del lecho.Sus nervios sufrieron una sacudida tan violenta que huy haciasu habitacin lo ms de prisa que pudo y al da siguiente se vioobligado a guardar cama a consecuencia de un fuerte resfriado.

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    Lo nico que le consolaba en todo aquello era el no haberllevado consigo su cabeza, pues, de haberlo hecho, las consecuenciashubieran podido ser mucho ms serias.

    Renunci desde entonces a toda esperanza de amedrentar aaquella grosera familia norteamericana y se limit a recorrer lospasillos calzado de silenciosas babuchas, con una espesa bufandaroja liada al cuello, por temor a las corrientes, y armado de unarcabuz en previsin de posibles agresiones de los gemelos.

    Pero an faltaba el golpe de gracia, que sobrevino el 19 deseptiembre. Haba bajado al vestbulo pensando que all por lomenos estara seguro de no ser molestado, y se distraa haciendoirnicas observaciones sobre las grandes fotografas Saroni delembajador de los Estados Unidos y su esposa, que ocupaban ahorael lugar de los antiguos retratos de familia de los Canterville. Ibavestido sencilla pero decorosamente, con un amplio sudariomaculado por el verdn de los cementerios. Se haba sujetado lasmandbulas con una tira de lienzo amarillo y llevaba consigo unalinterna sorda y un azadn de sepulturero. En una palabra, ibaataviado de Jons el Insepulto o el Ladrn de cadveres de la Granjade Chertsey, una de sus ms notables creaciones, que por ms deun motivo jams olvidaran los Canterville, pues fue la verdaderacausa de la querella que tuvieron con su vecino Lord Rufford.

    Eran, poco ms o menos, las dos y cuarto de la madrugada y,al parecer, todo reposaba en el castillo. Sin embargo, cuando sediriga hacia la biblioteca para ver si quedaba algn rastro de lamancha de sangre, de repente se destacaron de un rincn oscurodos sombras, que, agitando Curiosamente los brazos sobre suscabezas, se le vinieron encima, gritndole al odo: BUU...!

    Presa de un terror pnico, cosa nada extraa en semejantescircunstancias, se precipit hacia la escalera, donde le aguardabaWashington Otis con la gran manguera de riego. Al verse asacorralado por sus enemigos, se desvaneci a travs de la estufa dehierro, que, afortunadamente para l, no estaba encendida, y a

    travs de las tuberas y conductos de humo tuvo que abrirse caminohasta su cuarto. Lleg en un estado terrible de suciedad, desordeny desesperacin.

    Despus de lo sucedido, no volvi a emprender ninguna nuevaexpedicin nocturna. Los gemelos le estuvieron acechando en variasocasiones y sembraron los corredores con cscaras de nuez, nochetras noche, con gran indignacin de sus progenitores y de loscriados; pero todo fue en vano. Era evidente que su amor propiose senta tan mortificado que haba decidido no reaparecer. El seorOtis volvi, por tanto, a enfrascarse en su gran obra sobre la historiadel Partido Demcrata, que comenzara haca tres aos; la seoraOtis organiz un picnic, que fue el asombro de toda la comarca;los muchachos se dedicaron a jugar al lacrosse, al eucbre, al pokery dems juegos nacionales de Norteamrica, y Virginia a pasear acaballo por los alrededores, en compaa del duquesito de Cheshire,que vino a pasar en el castillo de Canterville la ltima semana devacaciones. Era opinin general que el Fantasma habadesaparecido, y con este motivo el seor Otis escribi una carta aLord Canterville, quien le contest congratulndose de la noticiay enviando sus mejores saludos a la digna esposa del embajador.

    Se equivocaban, sin embargo, los Otis. El Fantasma seguahabitando el castillo. Aunque invlido por el momento, no se sentade ningn modo dispuesto a que las cosas quedaran as. Menosahora, cuando supo que entre los invitados se encontraba elduquesito de Cheshire, cuyo to abuelo, Lord Francis Stilton, habaapostado en una ocasin cien guineas con el coronel Carbury aque jugara a los dados con el Fantasma de Canterville, hallndoselaal da siguiente tendido en el suelo de la sala de juego, con unataque de parlisis tal, que, aunque lleg a una edad avanzada, nopudo desde entonces pronunciar otra palabra que El seis doble!.El caso fue muy comentado en su tiempo, aunque, como es natural,por respeto a los sentimientos de dos familias linajudas, se hizotodo lo posible por ocultarlo. Se puede hallar una relacin

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    minuciosa de todas las circunstancias relacionadas con este asuntoen el tercer tomo de las Memorias de Lord Tattle sobre el PrncipeRegente y sus Amigos. El Fantasma, por tanto, se sentanaturalmente anheloso de demostrar que no haba perdido suinfluencia sobre los Stilton, a los que, adems, le una un lejanoparentesco, pues una prima hermana suya haba estado casada ensegundas nupcias con el seor de Bulkeley, del que, como todo elmundo sabe, descienden en lnea recta los duques de Cheshire.

    Hizo, en consecuencia, todos sus preparativos para aparecerseal enamorado de Virginia en su famosa creacin de El MonjeVampiro o el Benedictino Exange, interpretacin tan horrible,que cuando la anciana Lady Startup la presenci una noche fataldel Ao Nuevo de 1764, estall en los ms penetrantes alaridos,que culminaron en un violento ataque de apopleja, falleciendo alos tres das, despus de desheredar a los Canterville, sus parientesms prximos, y de legar toda su fortuna a su farmacutico deLondres.

    A ltima hora, sin embargo, el terror que le inspiraban losgemelos, hizo que no abandonara sus habitaciones y el duquesitopudo dormir en paz bajo el dosel de plumas del dormitorio real ysoar tranquilamente con Virginia.

    V

    OCOS DAS DESPUS, Virginia y su enamorado caballerosalieron a pasear por las praderas de Brockley, donde, alfranquear una valla, se desgarr la muchacha de tal manera

    el vestido que al volver a casa decidi subir por la escalera interior,a fin de no ser vista. Al pasar corriendo ante la Estancia de losTapices, como diera la casualidad de que la puerta estuviese abierta,le pareci ver a alguien en el interior y pensando que poda ser la

    doncella de su madre, entr con la idea de pedirle que le cosiera eltraje. Pero, con gran sorpresa suya, se encontr con el Fantasmade Canterville en persona. Estaba sentado junto a la ventanacontemplando el oro marchito de los rboles otoales y las hojascobrizas que danzaban frenticamente avenida abajo en brazos delviento. Tena la cabeza apoyada en una mano y toda su actitudexpresaba el ms profundo abatimiento.

    Tan decado y tan postrado era su aspecto que Virginia, cuyaprimera idea haba sido correr a encerrarse en su cuarto, se sintiapiadada y decidi tratar de consolarle. Pero era su andar tan ligeroy tan profunda la melancola del Fantasma, que ste no se diocuenta de su presencia hasta que Virginia le habl.

    -Crea usted que siento mucho todo lo sucedido -comenz-,pero mis hermanos vuelven a Eton maana y de aqu en adelante,si se porta usted bien, nadie le molestar.

    -Es absurdo aconsejarme que me porte bien -contest elFantasma, mirando; lleno de sorpresa a la encantadora muchachaque se haba aventurado a interpelarle-. Completamente absurdo.Yo necesito hacer rechinar mis cadenas, gemir a travs de lascerraduras y pasearme durante la noche, si es a esto a lo que ustedse refiere. Es mi nica razn de ser.

    -No es de ningn modo una razn de ser y bien sabe ustedque ha sido muy malo. La seora Umney nos dijo el da quellegamos aqu que haba usted matado a su seora.

    -S, seor, de acuerdo -dijo el Fantasma con petulancia-. Perofue un asunto puramente familiar, que a nadie incumbe.

    -Est muy mal matar -dijo Virginia, que de vez en cuandosacaba una dulce gravedad puritana, sin duda heredada de algnantepasado de la Nueva Inglaterra.

    -Ah, detesto la severidad barata de la tica abstracta! Mi mujerera vulgarsima. Jams me tena los puos bien almidonados y noentenda una palabra de cocina. Figrese usted que un da matun gamo en los bosques de Hogley, una magnfica pieza. Pues

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    bien, quiere usted saber cmo me lo present a la mesa? Pero, enfin, poco importa ya, es cosa pasada, Aunque la verdad es que nocreo que estuviese nada bien, por parte de sus hermanos, dejarmemorir de hambre, aunque yo la matara.

    -Matarle de hambre? Oh!, seor Fantasma; quiero decir, SirSimn; tiene usted hambre? No querra usted un emparedadoque tengo en el costurero?

    -No, gracias. Ahora nunca como nada, pero, de todos modos,es usted muy amable, Mucho ms simptica que el resto de suhorrible, grosera, ordinaria y poco honorable familia.

    - Alto ah! -grit Virginia, dando con el pie en tierra-, usteds que es grosero, horrible y ordinario, y en cuanto a pocahonorabilidad, debo recordarle que me ha robado todos los coloresde mi caja de pintura, para mantener esa ridcula mancha de sangreen la biblioteca. Empez usted hurtndome los rojos, incluso elbermelln, y me impidi pintar ms puestas de sol. Luego se llevusted el verde esmeralda y el amarillo, acabando por no dejarmems que el ndigo y el blanco porcelana, de manera, que slo podapintar escenas a la luz de la luna, que siempre son deprimentes, ynada fciles de pintar. Ya sabe usted que nada le he dicho, aunquele aseguro que no me haca ninguna gracia. Sin contar con que lacosa era en extremo ridcula; pues, quin ha visto nunca unamancha de sangre verde esmeralda?

    -Conformes -reconoci el Fantasma, con cierta docilidad-pero, qu otra cosa poda hacer? Es realmente muy difcil hoy daprocurarse sangre autntica, y como su hermano fue quien empezcon su Quitamanchas Campen, no veo por qu razn no iba apoder yo usar sus pinturas. En cuanto al color, es cuestin de gustos.Adems, los Canterville tienen sangre azul; la ms azul deInglaterra... Pero ya s que ustedes los norteamericanos no le danimportancia a esas cosas.

    -No sabe usted una palabra de nosotros y lo mejor que podrahacer es emigrar y aprender. Mi padre tendr mucho gusto en

    facilitarle un pasaje gratis. Aunque los derechos de aduanacorrespondientes a los espritus, sean de la clase que sean, son muyelevados, no tendra usted grandes dificultades para pasar, puestodos los empleados son del partido demcrata. Y una vez en NuevaYork, puede usted estar seguro de que tendra un gran xito.Conozco mucha gente que dara cien mil dlares por tener unabuelo y muchsimo ms por un fantasma de familia.

    -No creo que me gustasen gran cosa los Estados Unidos...-Porque no tenemos ruinas ni curiosidades, verdad? -pregunt

    irnicamente Virginia.-Qu no tienen ruinas ni curiosidades? Pues, y su marina y

    sus modales?-Buenas noches. Voy a pedir a pap que conceda otra semana

    de vacaciones a los gemelos.- No, por favor, seorita! -implor el Fantasma-. Estoy tan

    solo y soy tan desgraciado, que realmente no s lo que digo! Quisieradormir y no puedo.

    - Pero es absurdo! Bastara con que se acostase usted y apagarala vela. A veces, es muy difcil estar despierto, sobre todo en misa;pero, para dormir, no creo que haya dificultad. Hasta los niospequeos lo saben, y eso que no son muy inteligentes que digamos.

    -No he dormido desde hace trescientos aos -dijo tristementeel Fantasma, mientras los hermosos ojos azules de Virginia sedilataban de asombro-. Desde hace trescientos aos no he dormidoy me siento muy cansado.

    Virginia se puso seria y sus labios temblaron como ptalos derosa. Acercndose a l y arrodillndose a su lado, contempl suvieja faz arrugada.

    - Pobre, pobre Fantasma! -murmur-.No tiene usted donde poder dormir?-All lejos, ms all del pinar -murmur el Fantasma en voz

    queda y soadora-, hay un jardn pequeo. Crece en l una hierbaespesa y alta; en l se abren las plidas estrellas de la cicuta; en l

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    canta el ruiseor toda la noche. Toda la noche canta y la fra lunade cristal mira la tierra, y el tejo secular extiende sus brazosgigantescos sobre los durmientes...

    Los ojos de Virginia se humedecieron de lgrimas y ocult elrostro entre las manos.

    -El Jardn de la Muerte, quiere usted decir -murmur.-S, de la Muerte. La Muerte, debe ser tan hermosa! Descansar

    sobre la tierra oscura y suave, bajo la hierba acariciada por el aire,y escuchar el silencio... No tener ni ayer ni maana. Olvidar eltiempo, perdonar la vida, reposar en paz... Usted puede ayudarme.Usted puede abrirme las puertas de la Muerte, porque el Amorest siempre al lado de usted y el Amor es ms fuerte que la Muerte.

    Virginia tembl. Sinti un escalofro helado que recorra sucuerpo, y durante breves instantes rein un gran silencio. Parecalecomo si fuera presa de una terrible pesadilla.

    Luego, el Fantasma habl de nuevo y su voz era semejante alsuspirar del viento.

    -Ha ledo usted alguna vez la antigua profeca inscrita sobrela vidriera de la biblioteca?

    -Oh, muchas veces! -exclam la muchacha, mirndole-. Laconozco muy bien. Est pintada en unas letras negras muy raras ymuy difciles de leer. Son solamente seis lneas:

    Cuando una virgen rubia haga brotarDe labios del pecador una oracin;Cuando el almendro seco d su flor,O un nio sus lgrimas derrame,Tranquila entonces la casa quedarY la paz a Canterville volver.

    Pero no s lo que significa.-Significa dijo el Fantasma tristemente que debe usted llorar

    conmigo mis pecados, porque yo no tengo lgrimas; y orar conmigopor mi alma, porque yo no tengo fe; y entonces, si ha sido ustedsiempre dulce, buena y compasiva, el Angel de la Muerte tendr

    piedad de m. Ver usted seres monstruosos en las tinieblas y vocesmalignas murmurarn a su odo; pero no podrn nada contra usted,pues contra la pureza de una virgen los poderes del Infierno nopueden prevalecer.

    Virginia no contest y el Fantasma se retorci condesesperacin las manos al contemplar su cabecita rubia inclinada.Pero, de pronto, la muchacha se puso en pie, muy plida y, conuna extraa luz en los ojos, exclam con firmeza:

    -No tengo miedo. Pedir al Angel que tenga compasin deusted.

    El Fantasma se levant de su asiento, lanzando un grito dealegra y, tomndola de la mano, e inclinndose con una cortesaque recordaba tiempos pasados, puso en ella sus labios. Sus dedosestaban helados y sus labios eran como de fuego, pero Virginia nodesfalleci mientras era conducida a travs de la estancia sombra.Sobre un tapiz de un verde descolorido aparecan bordados unoscazadores que al paso de ella soplaron en sus cuernos y le hicieronseas de que volviera atrs.

    No sigas, Virginia -gritaban-; no sigas.Pero el Fantasma le apret ms fuerte la mano y ella cerr los

    ojos para no verlos. Monstruos horribles con cola de lagarto y ojossaltones hacanle muecas desde la esculpida chimenea ymurmuraban:

    Cuidado, Virginia, cuidado! Quiz no te volvamos a ver!.Pero el Fantasma se deslizaba ms rpidamente y Virginia no lesprest odo. Cuando llegaron al final de la estancia, el Fantasma sedetuvo y murmur algunas palabras que Virginia no pudoentender. Abri entonces los ojos y vio que el muro se desvanecalentamente como una bruma y una oscura caverna se abra anteella. Un vendaval helado les envolvi y Virginia sinti que alguienle tiraba del vestido.

    De prisa, de prisa -grit el Fantasma-, o ser demasiado tarde!.Y, en un abrir y cerrar de ojos, el muro se cerr tras ellos y laEstancia de los Tapices qued vaca.

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    VI

    NOS DIEZ MINUTOS despus son la campana para el t y,como Virginia no bajase, la seora Otis envi a uno delos criados a avisarle. El criado volvi a los pocos instantes

    y dijo que no haba logrado encontrar a la seorita Virginia porninguna parte. Como tena la costumbre de ir todas las tardes aljardn a coger flores para la cena, la seora Otis no se alarm alprincipio; pero, como dieran las seis y Virginia no apareciese, sesinti realmente intranquila y envi a los muchachos en buscasuya, mientras ella y el seor Otis la buscaban por toda la casa.

    A las seis y media volvieron los muchachos y dijeron que nohaban logrado encontrar ni el ms leve rastro de su hermana habanllegado todos al mayor grado de excitacin y no saban que hacer,cuando el seor Otis record de repente que haca algunos dashaba dado permiso a una banda de gitanos para que acampasenen el parque. Se encamin, sin prdida de tiempo, hacia BlackfellHollow, donde saba que se hallaban, acompaado de su hijo mayory de dos mozos de la alquera. El duquesito de Cheshire, que estabaloco de ansiedad, suplic que le permitieran acompaarlos, peroel seor Otis, no se lo consinti, por temor a lo que pudiera suceder.

    Al llegar al lugar en cuestin, se encontraron con que losgitanos haban partido, siendo evidente que la marcha haba sidoprecipitada, pues las hogueras an estaban encendidas y algunosplatos diseminados sobre la hierba. Despus de ordenar aWashington y a los dos mozos que recorrieran los alrededores, sedirigi precipitadamente al castillo y desde all telegrafi a todoslos inspectores de polica de la provincia, encargando se buscara auna muchacha que haba sido raptada por unos vagabundosgitanos. Luego orden que le trajeran de nuevo su caballo y, despusde haber encargado insistentemente a su mujer y a los tresmuchachos que cenasen, se fue a todo galope por el camino de

    Ascot con un lacayo. Apenas llevaban recorridas un par de millas,cuando sinti que alguien galopaba tras l y, volvindose, vio alduquesito que se acercaba sobre su yegua, con el rostro encendidoy sin sombrero.

    -Lo siento mucho, seor Otis -dijo el mozo con vozentrecortada-; pero no me ser posible cenar mientras Virginia noaparezca. No se enfade usted conmigo, se lo ruego. Si hubierausted permitido nuestras relaciones el ao pasado, no hubierasucedido esto. Pero, no me mandar usted volverme, verdad? Nome sera posible...

    El embajador no pudo menos que sonrer al escuchar laspalabras del joven, conmovindole en extremo el afecto quedemostraba por Virginia e, inclinndose, le dio cariosamente unosgolpecitos en el hombro, y dijo:

    -Est bien, Cecil. Si no quiere usted volverse, venga conmigo,pero ser preciso que compremos un sombrero al llegar a Ascot.

    -Al diablo el sombrero! Lo que necesito es encontrar a Virginia-exclam riendo el duquesito, y galoparon hacia la estacin.

    Una vez all, el seor Otis pregunt al jefe si haba visto en elandn alguna muchacha que respondiera a las seas de Virginia,pero el jefe no pudo darle razn. No obstante, telegrafi a todaslas estaciones de la lnea y le asegur que se ejercera una estrechavigilancia.

    Despus de haber comprado un sombrero para el duquesitoen una tienda que estaban ya cerrando, el seor Otis decidi llegarhasta Bexley, un pueblo a unas cuantas millas de distancia, que,segn parece, era lugar muy frecuentado por los gitanos a causa desu cercana a la ciudad. All despertaron al guarda rural, quien nopudo facilitarles informacin alguna; y despus de haber recorridotoda la localidad, se volvieron por donde haban venido y llegaronal castillo alrededor de las once, muertos de cansancio y transidosde dolor.

    Washington y los gemelos les esperaban a la puerta con

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    linternas, pues la avenida estaba muy oscura. Tampoco ellos habanlogrado descubrir el menor rastro de Virginia. Los gitanos fueronalcanzados en las praderas de Brockley, pero Virginia no estabacon ellos. Por otra parte, haban justificado la partida repentinaexplicando que, habiendo equivocado la fecha en que tena lugarla feria de Cherton, tuvieron que levantar el campamentoprecipitadamente a fin de no llegar tarde. Adems, demostrarongran sentimiento al enterarse de la desaparicin de Virginia,agradecidos como estaban al seor Otis por haberles permitidoacampar en el parque. Cuatro de la tribu se haban quedado conellos para contribuir a las pesquisas.

    Se vaci el estanque de las carpas y todo el castillo fue registradopalmo a palmo, sin el menor resultado. Era evidente que, al menospor aquella noche, Virginia estaba perdida para su familia. En unestado de profundo abatimiento, el seor Otis y los muchachos sedirigieron hacia el castillo, seguidos de un criado con los doscaballos y el poney. En el vestbulo se encontraron con un grupode servidumbre aterrada y en la biblioteca, tendida sobre un divn,yaca la pobre seora Otis casi fuera de s de ansiedad y terror, conla doncella a la cabecera humedecindole de continuo la frentecon agua de colonia.

    El seor Otis, de inmediato, insisti en que deba tomar algoslido, y orden que sirvieran la cena para todos. Fue una comidafnebre, en la que apenas se despegaron los labios; los mismosgemelos queran demasiado a su hermana para no sentirseconsternados. Cundo hubieron terminado, el seor Otis, a pesarde las splicas del duquesito, mand que todo el mundo se fueraa la cama, diciendo que no se poda hacer ya nada aquella noche yque telegrafiara por la maana a Scotland Yard, pidiendo que lemandaran inmediatamente algunos detectives.

    Pero, en el momento preciso en que salan del comedor,comenzaron a dar las doce en el reloj de la torre, y cuando hubosonado la ltima campanada, se oy de pronto un chasquido; a

    continuacin un grito agudsimo. Un trueno pavoroso hizoretemblar el castillo; una msica ultraterrena lo invadi todo; untabique del rellano de la escalera se hundi ruidosamente y en elespacio abierto apareci Virginia, muy plida y muy blanca, conun cofrecillo en la mano. Todos se precipitaron hacia ella. La seoraOtis la estrech apasionadamente entre sus brazos, el duquesitocasi la asfixi de besos, y los gemelos ejecutaron una danza salvajede guerra en torno al grupo.

    - Alabado sea Dios, hija ma! Dnde has estado? -dijo elseor Otis, no sin cierta irritacin, con la idea de que todo habasido una broma insensata-. Cecil y yo hemos recorrido toda lacomarca a galope en busca tuya y tu madre ha estado a punto demorir del susto. Que no se vuelvan a repetir estas bromas!

    -Nada de bromas, como no sea el Fantasma! -gritaron losgemelos, haciendo cabriolas.

    -Gracias a Dios que te hemos encontrado, hija ma. Ya no teapartars nunca de mi lado -murmur la seora Otis besando a latrmula muchacha y alisando el oro, un tanto enmaraado, de suscabellos.

    -Pap -dijo Virginia dulcemente-, he estado con el Fantasma.Ha muerto y tienen que venir a verle. Fue muy malo; pero se haarrepentido sinceramente de todo lo que hizo y me ha regaladoeste cofrecillo de joyas antes de morir.

    Toda la familia la contempl, muda de asombro. Virginiaestaba muy seria y, volvindose hacia la abertura por dondeapareciera, les condujo, a travs del muro, por un estrecho pasadizosecreto. Washington, que llevaba en la mano una vela encendidaque cogiera de la mesa, vena el ltimo. Por fin llegaron ante unagran puerta de roble tachonada de grandes clavos herrumbrosos.

    Apenas Virginia la hubo tocado, gir sobre sus pesados goznes,abrindoles paso a una reducida cmara abovedada que iluminabauna ventanita con rejas. Empotrada en la pared haba una granargolla de hierro y sujeto a ella por una cadena un esqueleto

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    amarillento tendido todo a lo largo sobre el suelo, en actitud dequerer alcanzar con sus largos dedos descarnados una escudilla yuna jarra colocadas fuera de su alcance.

    La jarra, evidentemente, haba estado llena de agua en otrotiempo; su interior estaba tapizado de verdn, En la escudilla, slose perciba un montoncito de polvo. Virginia se arrodill junto alesqueleto y juntando las manos comenz a rezar en silencio,mientras los dems contemplaban llenos de asombro la terribletragedia, cuyo secreto les era ahora revelado.

    - Bravo! -grit de repente uno de los gemelos, que haba estadomirando por la ventana, para saber en qu parte del castillo estabasituada aquella habitacin-. Bravo! El viejo almendro seco haflorecido. Desde aqu se ven perfectamente las flores a la luz de laluna.

    - Dios te ha perdonado! -dijo Virginia gravemente, ponindoseen pie. Y una luz maravillosa pareci iluminar su rostro.

    - Eres un ngel! -grito el duquesito. Y echndole los brazos alcuello, la bes,

    VII

    UATRO DAS DESPUS de tan curiosos sucesos, a eso de lasonce de la noche, sala un cortejo fnebre del castillo deCanterville. La carroza iba arrastrada por ocho caballos

    negros y cada uno de ellos llevaba un gran penacho de plumas deavestruz sobre la cabeza. El fretro estaba cubierto por un ricopao de prpura, sobre el cual aparecan bordadas en oro las armasde los Canterville. A uno y otro lado de la carroza y de los coches,caminaban los criados con antorchas encendidas y toda la procesinresultaba en extremo impresionante. Lord Canterville presida elduelo. Haba venido expresamente de Gales para asistir al funeral

    y ocupaba el primer coche con Virginia. En el segundo, iban elembajador de los Estados Unidos y su esposa; en el siguienteWashington y los tres muchachos, y en el ltimo la seora Umney,pues fue opinin general que, habiendo vivido bajo la influenciaterrorfica del Fantasma durante ms de cincuenta aos, tenaderecho a verle desaparecer para siempre.

    Se haba cavado una profunda fosa en un rincn delcementerio, justamente bajo el tejo secular, y el Reverendo AugustoDampier ley el oficio de difuntos en el tono ms solemne.

    Una vez la ceremonia terminada, los criados apagaron lasantorchas, como era tradicional en la familia Canterville y, en elmomento en que el fretro era descendido a la fosa, Virginia seadelant y coloc sobre l una gran cruz de flores de almendro,blancas y rosadas. En aquel preciso instante, la luna surgi tras deuna nube, inundando el cementerio con su plata silenciosa y enun lejano matorral comenz a cantar un ruiseor. Pens Virginiaen la descripcin que le hiciera el Fantasma del Jardn de la Muerte,y sus ojos se llenaron de lgrimas. Durante el trayecto de regresoapenas pudo pronunciar una palabra.

    A la maana siguiente, antes de que Lord Canterville regresaraa la ciudad, el seor Otis tuvo una entrevista con l para tratar delas joyas que el Fantasma regalara a Virginia. Eran realmenteesplndidas; sobre todo un collar de rubes de antigua monturaveneciana, ejemplar soberbio del siglo XVI y de tan gran valor queel seor Otis sinti considerables escrpulos en permitir a su hijaque lo aceptara.

    -Milord -dijo a Lord Canterville-, s que en este pas la Leydel Mayorazgo se aplica lo mismo a los bienes muebles que a losinmuebles; es, por tanto, indudable que estas joyas, siendo bienesmuebles, son, o deben ser, consideradas como formando parte delpatrimonio de su familia. Le ruego a usted, pues, que las lleveconsigo a Londres y las considere como una simple porcin de supropiedad, restituida en condiciones un tanto extraas. Por lo que

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    respecta a mi hija, an es una nia, y puedo asegurar con alegraque no le interesa gran cosa el poseer objetos de lujo intiles. S,adems, por la seora Otis, cuya autoridad en materia de arte noes desdeable -pues ha tenido la suerte de pasar en su mocedadvarios inviernos en Boston-, que estas piedras tienen un gran valory que si se pusieran a la venta alcanzaran un alto precio. En estascondiciones, reconocer usted, Lord Canterville, la imposibilidaden que me encuentro de permitir que queden en poder de unmiembro de mi familia. Sin contar que tan vanos adornos sientanmuy bien y hasta son necesarios a la aristocracia inglesa, peroestaran completamente fuera de lugar en quienes han sidoeducados con arreglo a los principios severos, y a mi juicioinmortales, de la simplicidad republicana. A lo sumo, quizs meatrevera a indicar que Virginia se alegrara mucho de que lepermitiese usted conservar el cofrecillo, como recuerdo del que, apesar de sus extravos, fue su infortunado antecesor. Como es muyantiguo y por consiguiente est en muy mal estado, quizs notenga usted inconveniente en complacerla. Yo, por mi parte, leaseguro que me sorprende en extremo descubrir que una hija matiene esas aficiones medievales, fenmeno que slo me explico porel hecho de haber nacido Virginia en uno de los suburbios deLondres, poco despus del regreso de la seora Otis de un viaje aAtenas.

    Lord Canterville escuch gravemente el discurso del dignoembajador, atusando su bigote de cuando en cuando para ocultaruna involuntaria sonrisa, y cuando el seor Otis hubo terminado,le estrech la mano cordialmente y dijo:

    -Mi querido amigo: su encantadora hija ha prestado un granservicio a mi infeliz antepasado Sir Simn, y tanto yo como mifamilia nos consideramos obligadsimos para con ella por sumaravilloso valor y sangre fra. Las joyas le pertenecen de derecho,sin contar que, si yo fuera tan egosta que me permitiera despojarlade ellas, estoy seguro de que el maligno viejo no tardara ni una

    quincena en salir de la tumba para hacerme la vida imposible. Encuanto a que constituyan parte del mayorazgo, nada que no consteen testamento u otro documento legal cualquiera puede serconsiderado como tal. Mucho menos estas joyas cuya existenciaera totalmente desconocida hasta ahora. As, le aseguro a ustedque tengo el mismo derecho a ellas que su mayordomo, y tambincreo poder asegurarle que cuando la seorita Virginia sea mayorno le disgustar lo ms mnimo tener unas cuantas cosas bonitasque ponerse. Adems olvida usted, seor Otis, que en el precio deventa qued incluido el valor del Fantasma y que, por tanto, todolo que pudiera pertenecerle pas a ser propiedad de usted desdeaquel momento. Por muy activo que se mostrara Sir Simn en lagalera durante la noche, desde el punto de vista legal estabaabsolutamente muerto y, una vez cerrado el trato, qued de suabsoluta propiedad.

    Al seor Otis le disgust en extremo la negativa de LordCanterville y le suplic que meditase de nuevo su decisin; pero elgeneroso aristcrata se mantuvo firme en ella y acab por convenceral embajador que permitiera a su hija aceptar el regalo que le hizoel Fantasma.

    Cuando, en la primavera de 1890, fue presentada en la primerarecepcin de la Reina con motivo de su boda la joven Duquesa deCheshire, sus joyas fueron motivo de general admiracin. Virginiatuvo su corona, que es el premio con que se recompensa a todaslas nias norteamericanas buenas, y tan pronto como tuvo edadpara ello la casaron con el duquesito.

    Eran ambos tan encantadores y se queran tanto, que todo elmundo se alegr de este matrimonio, a excepcin de la viejamarquesa de Dumbleton, que haba intentado atrapar al duquepara una de sus siete nias solteras, dando nada menos que trescomidas costossimas con este fin. Aunque parezca extrao,tambin el seor Otis constitua otra excepcin, pues, aunquesintiera extraordinario afecto personal por el duquesito,

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    tericamente era enemigo de los ttulos y, para emplear sus propiaspalabras: no dejaba de temer que, en medio de las influenciasdeprimentes de una aristocracia frentica de placer, pudieranolvidarse los verdaderos principios de la simplicidad republicana.Sus objeciones, sin embargo, fueron completamente dominadas ysospecho que, cuando avanzaba del brazo de su hija por la nave dela iglesia de San Jorge, de Hanover Square, no haba un hombrems satisfecho en toda Inglaterra.

    Una vez pasada la luna de miel, el duque y la duquesa setrasladaron al castillo de Canterville y, al da siguiente de la llegada,se dirigieron paseando, al atardecer, hacia el cementerio solitariojunto al pinar. En un comienzo, hubo grandes dificultades conrespecto a la inscripcin que convena grabar sobre la lpida de SirSimn; pero al fin se decidi poner simplemente las iniciales de sunombre y los versos de la profeca. La duquesa haba llevado consigoun ramo de magnficas rosas que esparci sobre la tumba, y luegode haber estado un rato de pie junto a ella, se pusieron a pasearpor el claustro ruinoso de la antigua abada. La duquesa se sentsobre una columna cada, mientras su marido, echado a sus pies,fumaba un cigarrillo y contemplaba sus hermosos ojos. De repente,arrojando el cigarrillo, le tom una mano y dijo:

    -Virginia, una mujer no debe tener secretos para su marido.-Yo no tengo secretos para ti, querido Cecil.-S, los tienes -contest l, sonriendo-. Nunca me dijiste lo

    que te sucedi cuando estuviste encerrada con el Fantasma.-No se lo he dicho a nadie, Cecil -dijo Virginia gravemente.-Ya lo s; pero podras decrmelo a m.-No me lo pidas, Cecil, te lo ruego. No podra decrtelo. Pobre

    Sir Simn! Le debo mucho. S, Cecil. No te ras, es verdad. Mehizo comprender lo que es la vida y lo que significa la muerte ypor qu el amor es ms fuerte que ambas.

    El duque se levant y bes a su mujer apasionadamente.-Puedes guardar tu secreto con tal de que tu corazn sea mo

    -murmur.

    -Siempre ha sido tuyo Cecil.-Y algn da se lo dirs a nuestros hijos, verdad?Virginia se ruboriz.

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    EL CRIMENDE LORD ARTHUR SAVILE

    RA LA LTIMA RECEPCIN de Lady Windermere antes dePascua de Resurreccin, y los salones de Bentinck Housese vean con ese motivo an ms concurridos que de

    costumbre. Seis ministros acababan de llegar de la recepcin delPresidente de la Cmara, deslumbrantes de bandas y cruces, y todaslas mujeres bonitas de Londres all congregadas lucan sus mselegantes vestidos. Al fondo de la galera de retratos, se vea a laprincesa Sofa de Carlsruhe, corpulenta dama de tipo trtaro,ojuelos negros y maravillosas esmeraldas, chapurreando francs avoz en cuello y riendo inmoderadamente cuanto le decan.

    Ciertamente que era aquella una singular miscelnea de gentes.Fastuosas damas de la ms linajuda aristocracia, charlabanafablemente con radicales virulentos; predicadores popularescodebanse con escpticos conspicuos y una verdadera bandadade seoritos persegua de saln en saln a una fornida primadonna;numerosos miembros de la Real Academia, disfrazados de artistas,

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    ocupaban el rellano de la escalera y decase que en un momentodado el comedor haba estado materialmente atestado de genios.Era, en suma, una de las ms brillantes recepciones de LadyWindermere y la princesa haba permanecido hasta muy cerca delas once y media.

    Apenas se hubo retirado, Lady Windermere volvi a la galerade retratos, donde un clebre economista explicaba solemnementela teora cientfica de la msica a un virtuoso hngaro, que a duraspenas le prestaba atencin, y comenz a hablar con la duquesa dePaisley. Lady Windermere estaba realmente maravillosa, con sulargo cuello marfilino, sus grandes ojos azules y sus rizos dorados.De or pur(*) eran; no de ese color pajizo que hoy usurpa el nombregracioso del oro, sino del oro que tiembla en los rayos del sol orecela la materia extraa del mbar; y enmarcado en ellos su rostrotena una vaga aureola de santa y toda la fascinacin de unapecadora. Lady Windermere era realmente un curioso estudiopsicolgico. Desde muy joven haba descubierto la importanteverdad de que nada se parece tanto al candor como la imprudencia;y mediante una serie de travesuras, en su mayora inofensivas, sehaba conquistado todos los privilegios de una personalidad. Msde una vez haba cambiado de marido -al menos, cargaba en suhaber tres matrimonios-, pero nunca haba variado de amante y lagente desde haca tiempo haba dejado de criticarla. Contabacuarenta aos, no tena hijos y la impulsaba esa inmoderada avidezde placeres que es el secreto de la juventud perenne.

    Sbitamente, Lady Windermere mir con ansiedad en tornosuyo y pregunt con su voz clara de contralto:

    -Dnde est mi quiromntico?-Su qu, Gladys? -inquiri la duquesa, estremecindose

    involuntariamente.

    -Mi quiromntico, duquesa; no puedo vivir ya sin l.Querida Gladys! Usted siempre tan original -murmur la

    duquesa, intentando recordar el significado exacto de quiromnticoy si sera lo mismo que pedicuro.(*)

    -Viene a leer mi mano dos veces por semana -prosigui LadyWindermere-; es interesantsimo.

    - Dios mo! -se dijo para s la duquesa-, al fin y al cabo unaespecie de pedicuro. Qu horror! Si siquiera fuese extranjero...

    -Voy a presentrselo a usted -propuso Lady Windermere.- Presentrmelo! -exclam la duquesa-; no querr usted decir

    que est aqu?Y se apresur a buscar en torno suyo su abanico de concha y

    su viejo chal de encaje, disponindose a huir a la primera alarma.-Naturalmente que est aqu. Cmo iba a dar una fiesta sin

    invitarle? Dice que tengo una mano absolutamente psquica, yque si mi pulgar hubiera sido un poco ms corto, habra resultadouna pesimista convencida y entrado en un convento.

    - Ah, comprendo! -exclam la duquesa, tranquilizndose-.Por lo visto, dice la buenaventura.

    -Y la mala tambin a veces -contest Lady Windermere-. Elao prximo, por ejemplo, me ver expuesta a grandes peligros,por tierra y por mar, de manera que tendr que vivir en globo ysubir cada noche mi cena en una cesta. Todo eso est escrito aqu,en mi dedo meique... o en la palma de la mano, no recuerdobien.

    -Pero eso, indudablemente, es tentar a la Providencia, Gladys.-Mi querida duquesa, la Providencia en estos tiempos

    seguramente es capaz de resistir a la tentacin. Creo que todo elmundo debera hacerse leer las manos una vez al mes, para saber

    *El juego de palabras resulta ms plausible en ingls, por la mayor similitud de las dospalabras: cheiromantist y cheiropodist.* En francs en el original (oro puro).

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    lo que no debe hacer. Claro est que se hara lo mismo, pero, estan agradable que le adviertan a una del peligro que corre! Ahora,si no va alguien inmediatamente en busca del seor Podgers, habrde ir yo misma.

    -Permtame que vaya yo, Lady Windermere -dijo un jovenalto y bien parecido, que escuchaba la conversacin con sonrisaregocijada.

    -Muchas gracias, Lord Arthur; pero temo que no lo reconozcausted.

    -Si es tan extraordinario como usted dice, Lady Windermere,no podr confundirle. Dgame cmo es, ms o menos, y se lotraer inmediatamente.

    -Pues, ver usted; en su aspecto no tiene nada de quiromntico:quiero decir que no tiene un aire misterioso, ni esotrico, niromntico. Es un hombre bajito, gordo, con una calva muy cmicay grandes anteojos de oro; algo entre el mdico vulgar y un notariode pueblo. Yo lo siento mucho, pero no es culpa ma. La gente estan absurda! Todos mis pianistas tienen aire de poetas, y todos mispoetas facha de pianistas. Recuerdo que la primavera pasada invita comer a un conspirador terrible: un hombre que haba hechovolar con dinamita a innumerables personas, y que llevaba siempreuna cota de mallas y un pual oculto. Querrn ustedes creer que,a pesar de todo, pareca un clrigo de tantos y se pas la nochehaciendo chistes? Verdad es que result muy divertido; pero yome qued horriblemente desilusionada y, cuando le pregunt porla cota de mallas, se ech a rer y dijo que haca demasiado fro enInglaterra para usarla.

    Pero aqu est el seor Podgers! Seor Podgers, deseo que leausted la mano de la duquesa de Paisley. Duquesa, tiene usted quequitarse el guante; no, el de la mano izquierda no; el de la derecha.

    -Querida Gladys, no s si estar bien... -dijo la duquesa,desabotonndose un guante de cabritilla no demasiado limpio.

    -Las cosas realmente interesantes nunca lo estn -asegur Lady

    Windermere-. On a fait le monde ainsi.(*) Pero, debo presentarlesa ustedes: Seor Podgers, mi quiromntico favorito; la duquesa dePaisley. Como le diga usted que tiene el monte lunar msdesarrollado que el mo, no le volver a creer una palabra.

    -Estoy segura de que no hay nada de eso en mi mano, queridaGladys -dijo la duquesa gravemente.

    -Tiene usted mucha razn, duquesa -dijo el seor Podgers,echando una ojeada a su mano corta y regordeta-. El monte lunarno est desarrollado. La lnea de vida, sin embargo, es excelente.Tenga la bondad de doblar la mueca. Gracias. Tres lneasperfectamente visibles en la rascette. (**) Vivir usted muchos aos,duquesa, y ser usted extraordinariamente feliz. Ambiciones...moderadas; la lnea de la inteligencia, no muy exagerada; la lneadel corazn...

    -Vamos, sea usted indiscreto, seor Podgers -exclam LadyWindermere.

    -Nada me agradara tanto -dijo el seor Podgers, inclinndose-, si el carcter de la duquesa me diera lugar a ello, pero siento tenerque decirlo: veo una gran constancia afectiva, combinada con unfuerte sentimiento del deber.

    -Contine usted, seor Podgers-dijo la duquesa, con aire desatisfaccin.

    -La economa no es una de sus menores virtudes, duquesa -prosigui el seor Podgers, mientras Lady Windermere soltaba lacarcajada.

    -La economa es una cosa excelente -observ la duquesa,complacida-. Cuando me cas con Paisley, tena once castillos y niuna sola casa habitable.

    * En francs en el original. (As est hecho el mundo).

    **En francs en el original. En quiromancia, la parte de la mano donde algunas lneasse encuentran transversalmente.

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    -Y ahora tiene doce casas y ni un solo castillo -exclam LadyWindermere.

    -S, querida -dijo la duquesa-, a m me gusta...-La comodidad prosigui el seor Podgers- y los adelantos

    modernos y el agua caliente en todos los dormitorios. La duquesaest en lo cierto. La comodidad, es lo nico que puede ofrecernosnuestra civilizacin.

    -Ha definido usted admirablemente el carcter de la duquesa,seor Podgers; ahora tiene usted que decirnos el de Lady Flora. Y,atendiendo a una seal amable de Lady Windermere, unamuchacha alta, de cabellos pajizos y muy subida de hombros,avanz tmidamente y exhibi una larga mano huesuda, con dedoscomo esptulas.

    -Una pianista, por lo que veo -dijo el seor Podgers-. Unaexcelente pianista, pero quizs no demasiado msica. Muyreservada, muy sincera y muy amante de los animales.

    - Absolutamente cierto! -exclam la duquesa, volvindosehacia Lady Windermere-. Absolutamente! Tiene dos docenas deperros en Macloskie y si su padre se lo permitiera convertira nuestracasa en un verdadero zoolgico.

    -Lo que yo hago de mi casa todos los jueves por la noche -exclam Lady Windermere, riendo-. Slo que yo prefiero lascelebridades a los perros.

    -Su nica equivocacin, Lady Windermere -dijo el seorPodgers, con una pomposa reverencia.

    -Cuando una mujer no logra hacer encantadoras susequivocaciones, no es sino una hembra -fue la respuesta-. Perotodava tiene usted que leer algunas manos ms. Venga usted, SirThomas, y muestre la suya al seor Podgers.

    Y un anciano de aire afable se acerc y present una manoarrugada y fuerte, con el dedo medio mucho ms largo que losotros.

    -Carcter aventurero; cuatro largos viajes en el pasado y uno

    para el porvenir. Ha naufragado tres veces. No, slo dos, perocorrer el riesgo de naufragar durante el prximo viaje. Muyconservador, muy puntual y con la pasin del coleccionismo. Tuvouna enfermedad grave entre los diecisis y los dieciocho aos.Hered una fortuna a los treinta. Gran aversin a los gatos y a losprogresistas.

    -Extraordinario -exclam Sir Thomas-; tiene usted tambinque leer la mano de mi mujer.

    -La de su segunda mujer -dijo el seor Podgers gravemente,reteniendo an entre las suyas la mano de Sir Thomas-, la de susegunda mujer. Con mucho gusto...

    Pero Lady Marvel, una mujer de aire melanclico, cabellososcuros y pestaas sentimentales, se neg rotundamente a queexhibieran ni su pasado ni su porvenir. Y por ms que hizo LadyWindermere, no pudo convencer al embajador ruso, Monsieur deKoloff, que se despojara de sus guantes. En realidad, mucha gentepareci temer enfrentarse con aquel extrao hombrecillo, de sonrisaestereotipado y ojos brillantes como azabaches tras sus anteojos deoro. Y cuando dijo a la pobre Lady Fermor, ante todo el mundo,que no le interesaba lo ms mnimo la msica, pero que eraextremadamente aficionada a los msicos, fue opinin general quela quiromancia era una ciencia muy peligrosa y que no deba serpracticada sino en tt--tt. (*)

    Sin embargo, Lord Arthur Savile, que ignoraba el lamentableincidente de Lady Fermor y que haba estado observado al seorPodgers con gran inters, sinti una curiosidad irresistible de quele leyeran la mano; pero, sintiendo una cierta timidez, se dirigihacia Lady Windermere y ruborizndose deliciosamente lepregunt si crea que el seor Podgers tendra inconveniente enhacerlo.

    * En francs en el original. (A solas).

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    -Naturalmente que no -repuso Lady Windermere-: para esoest aqu. Todos mis leones son fieras amaestradas, mi queridoLord Arthur, y saltan por el aro cuando yo lo mando. Pero deboadvertirle a usted que le contar a Sibyl cuanto diga. Maana,justamente, vendr a comer conmigo para hablar de sombreros, ysi el seor Podgers descubre que tiene usted mal carcter,propensin a la gota, o alguna amiga ntima en Bayswater, puedeusted tener la seguridad de que la pondr al corriente de todo.

    Lord Arthur sonri e hizo una inclinacin de cabeza.-Nada temo -contest-. Sibyl me conoce tan bien como yo a

    ella.-Lo lamento de veras. La verdadera base del matrimonio es

    una mutua incomprensin. No; no es cinismo; es simplementeexperiencia, que viene a ser lo mismo. Seor Podgers, Lord Arthurest deseando que lea usted su mano. No le diga que tiene relacionescon una de las muchachas ms bonitas de Londres, porque elanuncio de su boda lo ha dado ya el Morning Post hace ms de unmes.

    -Querida Lady Windermere -exclam la marquesa deJedburgh-, permita usted que retenga al seor Podgers un minutoms. Acaba de decirme que me debera dedicar a la escena y estoyinteresadsima...

    -Si le ha dicho a usted eso, Lady Jedburgh, no tendr msremedio que llevrmelo. Venga usted aqu, seor Podgers, y lea lamano de Lord Arthur.

    -Est bien -dijo Lady Jedburgh, haciendo un mohn decontrariedad y levantndose del sof-, si no se me permite salir aescena, por lo menos me dejarn formar parte del pblico.

    -No faltaba ms; todos asistiremos a la representacin -dijoLady Windermere-. Y ahora, seor Podgers, sernese usted ydganos algo agradable. Lord Arthur es uno de mis amigospredilectos.

    Pero, apenas hubo el seor Podgers examinado la mano de

    Lord Arthur, palideci extraamente y qued mudo. Unestremecimiento pareci recorrer su cuerpo; sus cejas hirsutas secontrajeron convulsivamente, con el gesto habitual en l cuandose senta desconcertado. Luego, gruesas gotas de sudor se deslizaronpor su frente amarillenta, y sus manos cortas y abultadas sequedaron heladas y viscosas.

    Lord Arthur no dej de observar tan extraos sntomas deagitacin y, por primera vez en su vida, se sinti atemorizado: Suprimer impulso fue salir precipitadamente del saln, pero secontuvo. Era preferible conocer la verdad, por terrible que fuese, aquedar en tan penosa incertidumbre.

    -Estoy esperando, seor Podgers -dijo.-Todos esperamos -exclam Lady Windermere con su habitual

    vivacidad; pero el quiromntico no respondi.. -Temo que Lord Arthur est tambin a punto de dedicarse a

    la escena -dijo Lady Jedburgh-; pero despus de la rociada que leha echado usted, el seor Podgers no se atreve a declararlo.

    De pronto, el seor Podgers abandon la mano derecha deLord Arthur y, apoderndose de la izquierda, se inclin tanto paraexaminarla que sus anteojos de oro rozaron casi la palma de lamano. Por un momento, su rostro se convirti en una mscaralvida de terror. Pero pronto recobr su sangre fra y, mirando aLady Windermere, dijo con sonrisa forzada:

    -Es la mano de un muchacho encantador.-Naturalmente -replic Lady Windermere-. Pero ser tambin

    un marido encantador? Es lo que me gustara saber.-Todos los muchachos encantadores lo son -dijo el seor

    Podgers.-No creo que un marido deba ser demasiado seductor -

    murmur Lady Jedburgh con aire pensativo-. Es tan peligroso!-Nunca lo son demasiado, querida -exclam Lady

    Windermere-. Pero lo que necesitamos son detalles. Lo interesanteson los detalles. Veamos, qu le va a suceder a Lord Arthur?

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    -Pues, dentro de algunos meses, Lord Arthur emprender unviaje...

    -Naturalmente, el de su luna de miel.-Y perder un pariente. No ser su hermana! dijo Lady Jedburgh en tono

    plaidero.-Desde luego que no -contest el seor Podgers-, un pariente

    lejano, simplemente.-Bueno, he quedado horriblemente desilusionada -dijo Lady

    Windermere-. No podr contarle nada a Sibyl maana. Pues, hoyda, nadie se preocupa ya de los parientes lejanos. Hace muchosaos que pasaron de moda. No obstante, creo que deberaencargarse un vestido de seda negro; siempre sirve para ir a laiglesia. Y, ahora, vamos a cenar. Seguramente han acabado contodo, pero an podremos encontrar una taza de consom caliente.Francisco sola hacer en otro tiempo un caldo exquisito, pero ahoraest tan preocupado con la poltica, que nunca se puede asegurar.Si siquiera el general Boulanger se estuviese quieto! Duquesa, temoque se sienta usted fatigada.

    -Es absoluto, querida Glayds -repuso la duquesa, dirigindosehacia la puerta con su caracterstico caminar. Me he divertidoextraordinariamente; su pedicuro... quiero decir, su quiromntico,es muy interesante. Flora, dnde podr estar mi abanico deconcha? Ah!, gracias, Sir Thomas, muchas gracias. Y mi chal deencaje, Flora? Ah!, mil gracias, Sir Thomas; muy amable.

    Y la ilustre dama consigui bajar la escalera sin que se le cayerams que dos veces el frasco de esencia.

    Mientras tanto, Lord Arthur, que permaneciera de pie,continuaba sobrecogido por el mismo sentimiento de terror y comode premonicin de un mal inminente que le invadiera al ver laexpresin del rostro del quiromntico. Sonri tristemente a suhermana cuando pas al lado suyo del brazo de Lord Plymdale,encantadora en su traje de brocado color rosa y sus perlas, y apenas

    oy a Lady Windermere cuando le invit a seguirla. Pensaba enSibyl Merton; y a la sola idea de que algo pudiera interponerseentre ambos, se le empaaron los ojos.

    Al verle, se hubiera dicho que Nmesis, robndole el escudo aAtenea, le haba mostrado la cabeza de la Gorgona. Parecapetrificado y su rostro daba la sensacin de mrmol en sumelancola. Haba vivido la vida de lujo y refinamientos quecorresponde a un joven de alcurnia y de fortuna; una vida exquisita,sin srdidas inquietudes, de una despreocupacin y una puerilidaddeliciosas. Pero en aquel momento, por primera vez, tenaconciencia del terrible misterio del Destino, del tremendo sentidode la Fatalidad.

    Cun insensato y monstruoso le pareca todo ello! Era posibleque estuviese escrito en su mano, en caracteres que l no podadescifrar, pero que a otro le era dado leer, algn terrible secretoinfamante, algn estigma sangriento y criminal? Estara perdidoirremisiblemente? Seramos en realidad simples peones de ajedrez,movidos por un poder invisible, o vasijas modeladas a caprichopor el alfarero, para nuestra gloria o nuestra vergenza?

    Su inteligencia se rebelaba contra esta idea. Pero, no obstante,senta suspendida sobre su cabeza una grave amenaza y queinesperadamente haba sido llamado para soportar una cargaintolerable. Qu felices los actores! Pueden escoger entre larepresentacin de la tragedia o la comedia, entre sufrir o regocijarse,entre llorar o rer. Pero en la vida real es muy distinto. La mayorade los hombres y de las mujeres se ven obligados a representarpapeles para los que no estaban llamados. Nuestros Guildensterninterpretan Hamlet, y nuestros Hamlet tienen que chancearse comoel Prncipe Hal. El mundo es un inmenso escenario, pero la obraest mal distribuida.

    De pronto, el seor Podgers entr en la habitacin. Al ver aLord Arthur se estremeci, y su rostro adiposo y vulgar se tornde un amarillo verdoso. Los ojos de ambos se encontraron y duranteunos instantes rein un profundo silencio.

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    -La duquesa ha olvidado aqu uno de sus guantes y me harogado que se lo lleve -dijo al fin el seor Podgers-. Ah, ah lo veo!En el sof. Buenas noches.

    -Seor Podgers, le ruego a usted de nuevo que me contestecategricamente a la pregunta que voy a hacerle.

    -Ms tarde, Lord Arthur; la duquesa est esperndome. Notengo ms remedio que irme.

    -No se ir usted. La duquesa no tiene prisa.-No se debe hacer esperar a las seoras, Lord Arthur -dijo el

    seor Podgers, sonriendo embarazosamente-. El bello sexo es muyimpaciente.

    Los labios finamente dibujados de Lord Arthur se plegaronen un gesto desdeoso.