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Evolución de valores y actitudes democráticos en México (1990-2005) Author(s): Ma. Fernanda Somuano Source: Foro Internacional, Vol. 47, No. 4 (190) (Oct. - Dec., 2007), pp. 926-944 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27738865 . Accessed: 26/05/2011 14:19 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained at . http://www.jstor.org/action/showPublisher?publisherCode=colmex. . Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printed page of such transmission. JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org

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Evolución de valores y actitudes democráticos en México (1990-2005)Author(s): Ma. Fernanda SomuanoSource: Foro Internacional, Vol. 47, No. 4 (190) (Oct. - Dec., 2007), pp. 926-944Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27738865 .Accessed: 26/05/2011 14:19

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EVOLUCI?N DE VALORES Y ACTITUDES DEMOCR?TICOS EN M?XICO (1990-2005)

Ma. Fernanda Somuano

El tema de la cultura pol?tica como variable para explicar fen?menos

pol?ticos no es nuevo. Ya en los a?os sesenta Almond y Verba1 intentaban ex

plicar la estabilidad democr?tica de diversos pa?ses usando la variable cultu ral. Uno de los autores m?s representativos de las teor?as culturalistas que se?alaban la gran dificultad de Latinoam?rica para convertirse en un lugar propicio para la democracia es Howard Wiarda. Para este autor, los pa?ses la tinoamericanos tienen el legado de la Europa hisp?nica, cat?lica, patrimonial y semifeudal del siglo xvi. Al no haber experimentado las grandes transfor maciones revolucionarias que dieron origen

a la modernidad -como la refor

ma protestante, la Ilustraci?n y la pluralizaci?n de la vida pol?tica-, prevaleci? en la regi?n una visi?n basada en el monismo, el neotomismo, el corporati vismo y la estricta jerarqu?a social y pol?tica.2 En ese mismo sentido, Richard Morse afirma que, debido al perfil cat?lico predominante en la regi?n, el la tinoamericano se considera incapaz de transformar el mundo y en cambio

simplemente busca hallar acomodo en ?l aceptando las adversidades.3 Uno de los puntos m?s importantes del enfoque "culturalista" fue en

tonces el ?nfasis que puso en utilizar la democracia como variable depen diente y la cultura como variable independiente. Por ejemplo, The Civic Culture recibi? severas cr?ticas de Pateman, quien afirmaba que, al asumir

que la cultura c?vica era una causa de la estabilidad democr?tica, sus autores

negaban la posibilidad de una relaci?n inversa o de una relaci?n de causali dad rec?proca. La autora acusa a Almond y Verba de olvidar que la cultura

1 El libro de estos autores es The Civic Culture, Princeton, N J, Princeton University Press, 1963.

2 Howard J. Wiarda, The Continuing Struggle for Democracy in Latin America, Boulder, Col.,

Westview Press, 1980. 3 Richard Morse, "The Heritage of Latin America", en Howard J. Wiarda (ed.), Politics and

Social Change in Latin America: The Distinct Tradition, Amherst, The University of Massachusetts

Press, 1982, p. 68.

Foro Internacional 190, XLVTI, 2007 (4), 926-944

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oct-dic 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 927

pol?tica y la estructura son "interdependientes y se refuerzan mutuamente".4

No obstante, Lijphart argumentaba que "atribuir cualquier hip?tesis o teo r?a unidireccional a The Civic Culture implica una malinterpretaci?n del li

bro",5 por lo que, en el mejor de los escenarios, sus autores no establecen

una direcci?n causal definitiva entre cultura y estructura.

Lo que permanece como una cuesti?n irresuelta es si las actitudes del

p?blico en general (cultura pol?tica) son una causa o un efecto del estable cimiento y estabilidad de los reg?menes democr?ticos. Existe evidencia em

p?rica que apoya ambas teor?as. El modelo causal de Inglehart se basa en el

supuesto de que existe causalidad unidireccional -que la cultura c?vica tie ne un efecto en la democracia y que la democracia no tiene un efecto sobre

la cultura.6 El autor encuentra que la cultura c?vica produce un

impacto directo importante. Putnam tambi?n encuentra que las variaciones regio nales en la cultura pol?tica explican mucho mejor que el desarrollo econ? mico el desempe?o gubernamental de las regiones italianas desde 1970.7 Por el contrario, M?ller y Seligson consideran que el determinante m?s

importante en el nivel de democracia de un Estado es la desigualdad del

ingreso. El apoyo a la reforma gradual (un elemento de la cultura c?vica) tiene un efecto positivo en el cambio en el nivel de democracia y no tiene relaci?n con la experiencia de la democracia a largo plazo. Esto apoya la

hip?tesis de un efecto unidireccional de la cultura pol?tica sobre la demo cracia. En cambio, los resultados sobre confianza interpersonal (otro ele

mento de la cultura c?vica) apoyan la hip?tesis de un efecto unidireccional de la democracia sobre la cultura pol?tica.8

Este trabajo tiene como objetivo mostrar evidencia emp?rica de los efectos que los cambios en la estructura pol?tica en M?xico pudieron haber

generado en la cultura pol?tica de los ciudadanos. Entender? la cultura

pol?tica como el conjunto de valores, actitudes y percepciones que un gru po de individuos tiene sobre el sistema pol?tico en el que est? inmerso o del

que forma parte. Esta definici?n nos permite aprehender algunas de las distintas dimensiones de un concepto tan complejo como el de la cultura

pol?tica: los valores, las actitudes y las percepciones. Los valores son los ele

4 Carole Pateman, "The Civic Culture: A Philosophic Critique", en G. A. Almond y S.

Verba (eds.), The Civic Culture Revisited, Princeton, NJ, Princeton University Press, 1980. 5 Arend Lijphart, "The Structure of Inference", en The Civic Culture Revisited, op. cit. 6 Ronald Inglehart y Paul Abramson, "Economic Security and Value Change," American

Political Science Review, num. 88, pp. 336-354, 1994. V?ase tambi?n Ronald Inglehart, Culture

Shift in Advanced Industrial Society, Princeton, Princeton University Press, 1990. 7 Robert Putnam, Making Democracy Work, Civic Traditions in Modern Italy, Princeton, Prince

ton University Press, 1993. 8 Edward M?ller y Mitchel Seligson, "Civic Culture and Democracy: The Question of

Causal Relationships", American Political Science Review, num. 88, pp. 635-652, 1994.

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mentos m?s perdurables, su cambio es muy lento, dif?cilmente percepti ble; en contraste las actitudes y las percepciones son elementos mucho m?s vol?tiles que pueden cambiar en periodos de tiempo relativamente cortos.

Por lo tanto, har? un an?lisis de la evoluci?n de los valores, actitudes y per cepciones de los mexicanos en un contexto de cambio pol?tico, especialmen te a

partir de la alternancia.

Para realizar el an?lisis arriba mencionado utilic? datos de encuestas levantadas por diversas organizaciones en distintos a?os. Espec?ficamente, son: Encuesta Nacional de Cultura Pol?tica (encup) 2001, 2003, 2005; Lati

nobar?metro, 1996, 2004; World Values Survey (wvs), 1990, 1995, 2000.

Cambio pol?tico, ?cambio cultural?

El largo proceso de democratizaci?n en M?xico tuvo un importante punto de inflexi?n con la llegada de Vicente Fox a la presidencia. Por primera vez en la historia del M?xico posrevolucionario un partido distinto del pri ga naba la presidencia. Sin embargo, desde varios a?os atr?s la oposici?n hab?a

empezado a conquistar espacios, sobre todo en los municipios urbanos.

Entre 1988 y 2000, M?xico experiment? una transformaci?n funda mental en el sistema pol?tico vigente hasta entonces. Los gobiernos de Mi

guel de la Madrid y Carlos Salinas buscaron transformar el modelo de desarrollo econ?mico abandonando el de sustituci?n de importaciones e

implantando uno nuevo, sin modificar el sistema pol?tico autoritario. Dicha

operaci?n de mantenimiento del autoritarismo fracas? por m?ltiples razo

nes, pero una de ellas fue la intensa movilizaci?n electoral que sigui? tanto a la crisis econ?mica de los a?os ochenta como al fraude electoral de 1988.

Los antecedentes electorales m?s importantes de la derrota del pri en las elecciones presidenciales de 2000 fueron las elecciones federales de 1994

y 1997. La elecci?n presidencial de 1994 tuvo lugar en medio de la crisis po l?tica desatada por la rebeli?n zapatista y los asesinatos pol?ticos. El candidato

presidencial triunfador fue Ernesto Zedillo, del pri, quien obtuvo 50.13% de los votos v?lidos; en segundo lugar qued? el candidato del pan, Diego Fer n?ndez de Cevallos, con 26.69%, y en tercer lugar, Cuauhtemoc C?rdenas, del prd, con 17.07%. Sin embargo, aunque las elecciones del 21 de agosto de 1994 pueden considerarse limpias en su procedimiento, no se puede hablar de equidad en la competencia. El ganador cont? con recursos que fueron varias veces superiores

a los de los otros ocho contendientes juntos.9

9 Eric Magar y Juan Molinar Horcasitas, "Medios de comunicaci?n y democracia", en Jor

ge Alcocer V, Elecciones, di?logo y reforma, M?xico 1994, M?xico, Nuevo Horizonte, 1995, p. 135.

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Como consecuencia de esta situaci?n de inequidad en el proceso elec toral y ante las demandas de los partidos pol?ticos de oposici?n y diversos actores sociales, tanto internos como internacionales, se iniciaron los traba

jos para una nueva reforma electoral. Los resultados m?s destacados de la

reforma de 1996 fueron los siguientes: la autonom?a total de los ?rganos electorales en relaci?n con el gobierno; el control de constitucionalidad de los actos en materia electoral; la incorporaci?n del Tribunal Electoral al Poder Judicial de la Federaci?n; la mejor?a de las condiciones de la compe tencia derivada del hecho de que los recursos materiales y de medios se

distribuyeran entre los partidos de manera m?s equitativa y, la apertura de la ciudad de M?xico a la competencia electoral, mediante la elecci?n direc ta del jefe de gobierno en la capital del pa?s.10

Debido a la reforma electoral de 1996, las elecciones de 1997 ocurrie ron dentro de un marco jur?dico y pol?tico sustancialmente m?s libre y

equitativo. Mientras que en 1994 los fondos p?blicos representaban s?lo

2.6% de lo que los partidos pod?an gastar, para 1997 significaron 81%. En la elecci?n de 1997 el pri perder?a por primera vez la mayor?a en la C?

mara de Diputados, dando lugar al primer gobierno dividido en la histo ria del M?xico posrevolucionario. Dichos resultados fueron consecuencia del descontento generado por la crisis econ?mica, el nuevo marco insti

tucional y las nuevas capacidades de los partidos pol?ticos de oposici?n. ?stos recibieron un impulso decisivo gracias a los tambi?n nuevos fondos

p?blicos. Las elecciones del 2 de julio de 2000 significaron un cambio sustancial

en el r?gimen pol?tico. Al debilitarse los lazos entre la presidencia y el parti do en el poder, se priv? al presidente de los instrumentos con los que tradi cionalmente hab?a gobernado. ?ste ya no pod?a entrar en negociaciones sistem?ticas con los miembros de un partido dominante y ejercer influencia sobre la legislatura y la sociedad. La combinaci?n de un congreso rebelde

que se sent?a por primera vez con poder y una

presidencia menos poderosa

acabaron volviendo cada vez m?s dif?cil la toma de decisiones del ejecutivo. Vinculada al proceso de democratizaci?n, se dio una reestructuraci?n

en las relaciones de poder entre el centro y la periferia en M?xico. A partir de 1989 el pri fue perdiendo diversos gobiernos estatales, con lo cual los

gobernadores y algunos l?deres municipales se fueron convirtiendo en acto

res independientes frente al ejecutivo federal. Estos nuevos actores vieron

crecer ampliamente su poder y contribuyeron tambi?n a minar el r?gimen

autoritario priista.

10 Jos? Woldenberg et al, La reforma electoral de 1996: una descripci?n general, M?xico, Fondo

de Cultura Econ?mica, 1997.

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Ahora bien, ?c?mo se relacionan entonces estos cambios pol?ticos con la cultura y los valores de los mexicanos? Varios estudios que se hicieron en los a?os sesenta y setenta encontraron que el sistema autoritario mexicano ten?a

el respaldo de una cultura pol?tica similar. En La politizaci?n del ni?o mexicano,

Segovia conclu?a: "La naturaleza autoritaria del r?gimen pol?tico mexicano se adapta y adapta a los ni?os".11 Esto daba fundamento a la idea de que tiene que haber concordancia entre la cultura y el sistema, entre la cultura

pol?tica y el cambio pol?tico.12 Es claro que importantes cambios pol?ticos han ocurrido en M?xico desde hace dos d?cadas. Por ende, la pregunta que l?gicamente se deriva de lo anterior es, tras todos estos cambios en el sistema

pol?tico, en su estructura y funcionamiento, ?ha habido cambios en los va lores y actitudes de los mexicanos hacia la democracia? ?C?mo han evolu cionado las actitudes y valores de los mexicanos a partir de la alternancia?

Si asumimos que las actitudes y valores democr?ticos son aquellos que son compatibles con ese tipo de r?gimen podemos incluir en esa categor?a actitudes tales como la confianza interpersonal e institucional y la toleran

cia; valores tales como la preferencia del r?gimen democr?tico como mejor forma de gobierno, la aceptaci?n de la pluralidad y el disenso y la alta valo raci?n de la legalidad; y las percepciones sobre el funcionamiento de la democracia o la satisfacci?n con ?sta.

La evoluci?n en los valores

Los valores son reglas de car?cter general m?s o menos perdurables que los individuos utilizan para calcular su acci?n pol?tica. Dentro de un r?gimen pol?tico los valores tienden a ser elementos de consenso, una especie de acuerdo sobre lo que dicho r?gimen debe ser.13 En principio, los valores no tienen vigencia fuera de la sociedad en la que funcionan como reglas de la misma. Cuando una sociedad tiene un r?gimen consolidado, los valores tienden a ser estables, como ocurri? con el autoritarismo en el pasado

mexicano.14 Durante varios decenios una mayor?a pens? que el r?gimen posrevolucionario (y lo que representaba) era indiscutible. En otras socie dades donde priva la democracia los valores democr?ticos est?n fuera de discusi?n.

11 Rafael Segovia, La politizaci?n del ni?o mexicano, M?xico, El Colegio de M?xico, 1975,

p. 152. 12 V?ctor Manuel Durand, Ciudadan?a y cultura pol?tica. M?xico, 1993-2001, M?xico, Siglo

XXI Editores, 2004. 13

Ibid., p. 90. 14 Durand, op. cit., p. 90.

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Para esta investigaci?n los valores que nos interesan son aquellos que tienen que ver con la consideraci?n de la democracia como valor, con la valoraci?n del r?gimen democr?tico como mejor en comparaci?n con cual

quier otro. Lo que se puede llamar el "consenso o s?ndrome democr?tico"

se basa en la aceptaci?n del r?gimen democr?tico en abstracto comparado con otras formas de gobierno, como las dictaduras, por ejemplo.

Siguiendo a Przeworski, la democracia puede definirse como un espa cio de incertidumbre, en donde los resultados del proceso democr?tico son inciertos y donde los ciudadanos y las fuerzas pol?ticas, que compiten para promover sus intereses y valores, son quienes determinan cu?les ser?n

esos resultados.15 En la democracia se acepta la pluralidad y la diversidad, y el conflicto puede ser resuelto por medio de reglas asumidas por todos mediante el derecho y la negociaci?n y no mediante la apelaci?n a la autori dad divina ni de otro origen. Entonces debemos incluir, como elementos del consenso democr?tico, la diversidad social y pol?tica, la existencia de la plu ralidad y de la competencia entre partidos, de riesgo y de conflicto. El pa

pel de la autoridad debe ser regulada por la normativa vigente y la ley debe ser justa. Todo ello conforma el consenso democr?tico.

A continuaci?n se presentan algunos datos sobre c?mo ha evoluciona do la "valoraci?n de la democracia" para los mexicanos en un periodo de

poco m?s de una d?cada.

Tabla 1

La democracia es siempre mejor que cualquier otra forma de gobierno (porcentaje de individuos que est?n de acuerdo) 1993 2000 2001 2001 2005

48.1_5^0_56.1 58.6* 56.1* Fuente: Durand. * Datos de ENCUP, 2001, 2005.

Tabla 2

Disposici?n a sacrificar libertades por bienestar econ?mico

Nunca

S? es posible

2001

59.46

40.54

2003

54.77

45.23 Fuente: encup, 2001, 2003.

15 Adam Przeworski, Democracy and the Market, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1991.

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Tabla 3

1996 2??4 La democracia es preferible a cualquier 53.1 53.2 otra forma de gobierno En algunas circunstancias un gobierno 23.5 15.5 autoritario puede ser preferible a uno

democr?tico A las personas como uno les da lo mismo un r?gimen democr?tico que uno

autoritario_17T_28.8 Fuente: Latinobar?metro, 1996, 2004.

En la tabla 1 puede observarse un aumento de diez puntos porcentua les en la preferencia de la democracia sobre otras formas de gobierno en el periodo de 1993 a 2005. Como puede verse en las tres tablas, la preferen cia de la democracia en abstracto es un valor compartido por al menos la

mitad de los mexicanos, aun cuando se involucra el bienestar econ?mico

(tabla 2). Este hecho se presenta en otros pa?ses de Am?rica Latina, en

donde, pese a que las crisis econ?micas han afectado los niveles de aproba ci?n de la democracia, esta ?ltima se sostiene en un piso (de entre 50 y 65% de aprobaci?n) en el que las carencias econ?micas no logran minar dema siado sus bases.16

La tabla 3 muestra, por un lado, que en el periodo de 1996 a 2004 se confirma la preferencia por la democracia de poco m?s de la mitad de los

mexicanos, que se mantiene pr?cticamente igual en el periodo citado, y que la preferencia eventual de un gobierno autoritario disminuye ocho

puntos porcentuales. Sin embargo, un fen?meno que puede ser preocu

pante es la indiferencia que muestran los ciudadanos por cualquier tipo de

r?gimen, que para el mismo periodo aumenta 11 puntos porcentuales. De

alguna manera estos datos miden el grado de alienaci?n y desencanto con el sistema pol?tico.

La evoluci?n de las actitudes

Diversos autores, especialmente quienes han trabajado la llamada "teor?a

del capital social", han identificado algunas normas compartidas, valores,

16 Latinobar?metro, informe de prensa, 2005.

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OCT-DIC 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 933

actitudes y creencias que predisponen a los individuos a participar en accio nes colectivas, que seg?n la teor?a debieran tener un impacto positivo en la democracia.

La idea central de la teor?a del capital social es que ?ste se manifiesta como redes de individuos, normas y valores asociados que crean beneficios

para la comunidad como un todo. La cooperaci?n generada por el acervo

de capital social en una sociedad produce resultados de suma positiva que inciden sobre la productividad individual y colectiva.17 En esta l?nea, algu nos trabajos emp?ricos han se?alado que actitudes como la confianza -tan

to interpersonal como institucional- y la tolerancia18 son parte de una

cultura pol?tica presente en los sistemas democr?ticos.

La confianza puede definirse como el grado de certeza que se tiene en

las acciones que realizar?n otras personas.19 No obstante, no todos los ti

pos de confianza son buenos para la democracia. Uslaner se?ala que el

tipo de confianza que contribuye a la formaci?n de capital social, que a su vez promover?a la democracia, es

aquel que puede generalizarse a cual

quier persona y no incluye la confianza que se tiene en

amigos o familiares.

La confianza particularizada tiende a estar relacionada con las identidades de grupo que excluyen a quienes

no pertenecen a ?l, lo que a su vez reduce

dr?sticamente las posibilidades de que un conflicto pueda ser resuelto por medios democr?ticos. La confianza generalizada contribuye

a construir re

des e instituciones m?s grandes, complejas e interdependientes y, por lo

tanto, es fundamental en el desarrollo del capital social. En sociedades no

democr?ticas las personas no confiar?n en los otros, como sucedi? en mu

chos pa?ses latinoamericanos bajo el control militar, en donde la cultura del miedo impuesta por el Estado autoritario imped?a a las personas con

fiar en los extra?os; "s?lo en las democracias la confianza es una apuesta racional".20

17 Anirudh Krishna y Norman Uphoff, "Mapping and Measuring Social Capital through Assessment of Collective Action to Conserve and Develop Watersheds in Rajasthan, India", en

C. Grootaert y T. van Bastelaer (eds.), The Role of Social Capital in Development, Cambridge, Cam

bridge University Press, 2002. 18 Robert Putnam, Making Democracy Work. Civic Traditions in Modern Italy, op. cit.; Almond

y Verba, op. cit. 19 Claus Offe, "How Can We Trust Our Fellow Citizens?", en Mark Warren (ed.), Democra

cy and Trust, Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1999. 20 Eric Uslaner, "Democracy and Social Capital", en Mark Warren (ed.), Democracy and

Trust, op. cit.

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934 Ma. Fernanda Somuano fi xlvii-4

Tabla 4 Evoluci?n de la confianza interpersonal en M?xico,

1991-2004 (porcentajes) 1991* 1996** 2000* 2004**

33.5_26_2L3_17.8 Fuente: **Latinobar?metro, 1996, 2004; *World Values Survey, 1991, 2000.

Tabla 5

2001 2003 Est? de acuerdo o no con: Si uno no tiene cuidado, 71.5 82.9 la gente se aprovechar? (porcentaje de individuos

que est? de acuerdo) Fuente: encup, 2001, 2003.

Como puede verse en la tabla 4, la evoluci?n de la confianza interperso nal en M?xico es francamente desalentadora, sobre todo si pensamos que

puede incidir en los niveles de capital social, y ?stos a su vez en la calidad de nuestra democracia. La cifra de individuos que en 1991 dijeron tener con fianza en las dem?s personas, 33.5%, para 2004 hab?a ca?do a 17.8%. Este

porcentaje est? muy por debajo de los ?ndices de confianza interpersonal de las democracias consolidadas (41%) e incluso es inferior a los que se presen tan en pa?ses ex comunistas en donde el promedio es de 23%.21 Asimismo, en s?lo dos a?os el porcentaje de mexicanos que dijo que hay que tener cuidado en el trato con los dem?s creci? m?s de diez puntos porcentuales.

Existe otro tipo de confianza adem?s de la interpersonal, la institucio nal. El de la relaci?n entre la confianza en el gobierno y sus instituciones y la democracia es un tema de debate que recientemente ha ganado fuerza.

En el libro editado por Mark Warren, Democracy and Trust (1999), varios au tores argumentan que es m?s importante para la democracia la confianza

interpersonal que la confianza en sus instituciones. De acuerdo con Warren,

el que los ciudadanos conf?en en las instituciones o autoridades guberna mentales les brinda la posibilidad de poner atenci?n en asuntos que impor tan, especialmente aquellos

en los que tienen razones para desconfiar. Por

lo tanto, desde un punto de vista estrictamente funcional, podr?amos pen

21 Alejandro Moreno y Patricia M?ndez, "Attitudes toward Democracy: Mexico in Compa

rative Perspective", International Journal of Comparative Sociology, num. 43, pp. 350-367, 2002.

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OCT-DIC 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 935

sar en la confianza y la democracia como formas complementarias para to

mar decisiones conjuntas y organizar las acciones colectivas. Cuando alguien conf?a, impl?citamente renuncia al derecho de influir en los procesos de toma de decisiones, asumiendo as? que existen intereses compartidos o con

vergentes entre los tomadores de decisiones y ?l mismo. Si en algunas ins tancias la confianza suplantara la tarea de la toma de decisiones pol?ticas de individuos e instituciones, entonces las instituciones democr?ticas en socie dades complejas ser?an m?s fuertes.22

En sentido opuesto, Hardin sostiene que la visi?n contempor?nea de la sociedad en la que los ciudadanos deben confiar en el gobierno (y que si esto no pasa es una falla de los ciudadanos o del gobierno) es contraria a la teor?a liberal. "Entre las ideas fundamentales del liberalismo est? la creen cia de que el ciudadano debe desconfiar y estar pendiente de las acciones del gobierno."23 Y a?ade que, si asumimos que las personas act?an de ma

nera sensible, "no es deseable la confianza en el gobierno porque el ciuda

dano com?n no puede tener una relaci?n lo suficientemente profunda y relevante con la vasta mayor?a de funcionarios como para ser capaz de con

fiar en ellos...."24

En las siguientes tablas se presenta la evoluci?n de la confianza de los mexicanos en tres instituciones: el Congreso, el gobierno y los partidos po l?ticos en el periodo 1990-2004.

Tabla 6 Evoluci?n de la confianza en el Congreso en M?xico (1990-2004)

~1990 1996 2004 1.12 .93 .92

Fuente: World Values Survey.

Tabla 7 Evoluci?n de la confianza en el gobierno en M?xico (1990-2004)

1990 1996 2004 1.07 .74 .88

Fuente: World Values Survey.

22 M. Warren, op. cit. 23 Russell Hardin, "Do We Want Trust in Government?", en Mark Warren (ed.), Democracy

and Trust, op. cit., p. 23. 24

Ibid., pp. 23-24.

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936 Ma. Fernanda Somuano FI XLVII-4

Tabla 8 Evoluci?n de la confianza en los partidos pol?ticos en M?xico (1990-2004)

1990 1996 2004 .96 .83 .81

Fuente: World Values Survey.

Las tres tablas de confianza institucional muestran el valor promedio de respuesta que los ciudadanos dieron a la siguiente pregunta: "Para cada uno de los grupos, instituciones o personas mencionados en esta lista,

?cu?nta confianza tiene usted en (nombre de la instituci?n)?" Las opciones de respuesta eran de 0 a 3, en donde 0 es nada, 1 es poca, 2 es algo y 3 es mucha confianza. Como puede verse, la instituci?n mejor librada es el Con

greso, que obtiene valores promedio de confianza de alrededor de 1.0. Los niveles de confianza de esta instituci?n, sin embargo,

no son

nada alentadores pues tuvo sensibles ca?das en el periodo 1990-2004. En una

perspectiva comparada es posible ver que los niveles de confianza en

el Congreso -instituci?n que en principio representa de manera m?s fi

dedigna al ciudadano- son menores que los de diversas democracias es

tablecidas.

Tabla 9 Evoluci?n de la confianza en el Congreso nacional

en pa?ses latinoamericanos (%)

1981-1983 1990-1991 1994-1996 2000-2001 2004* M?xico

Argentina Chile Per?

Media

Algunas democracias

establecidas

Francia

Canad?

Reino Unido

Espa?a Estados Unidos

Alemania Occidental

Suecia

27

72

50

47

42

39

47

51

51

44

34

17

63

38

43

37

46

38

42

50

45

41

14

38

14

27

39

34

28

28

43

21

10

34

9

19

39

37

35

47

37

33

49

21

20

32

14

21

Fuente: World Values Survey; *

Latinobar?metro, 2004.

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OCT-DIC 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 937

No es sorprendente que la instituci?n en la que los ciudadanos tie nen menos confianza de las tres analizadas sean los partidos pol?ticos (tabla 8). De una calificaci?n de .96 que obtuvieron en la escala de 0 a 3 en 1990, cay? a .81 en 2004. Estos datos son incluso m?s preocupantes que los pobres ?ndices de confianza interpersonal, por varias razones.

Primero, ser?a dif?cil discrepar de la idea de que los partidos pol?ticos son una

pieza crucial en las democracias representativas modernas. Los parti dos cumplen m?ltiples funciones: simplifican y estructuran la oferta elec

toral; organizan campa?as y movilizan electores; articulan y agregan intereses diversos; promueven la comunicaci?n y el debate; realizan la

capacitaci?n, reclutamiento y selecci?n de candidatos y organizan el go bierno. M?s a?n, los partidos no s?lo son los conductos m?s importantes de la participaci?n pol?tica, tambi?n sirven para impulsar y reforzar la

participaci?n electoral. En el caso de los partidos pol?ticos en M?xico, y particularmente du

rante los ?ltimos diez a?os, la apertura pol?tica ha permitido a la ciudada n?a conocer hechos que antes era m?s dif?cil sacar a la luz p?blica. Esc?ndalos de corrupci?n y manejo del poder, ausencia de promoci?n de nuevos l?deres, falta de transparencia, discursos demag?gicos y clientelis

tas, pr?cticas caudillescas y poco democr?ticas en el interior de los parti dos, as? como la incapacidad de ?stos para asumir los retos inherentes a la nueva complejidad de la sociedad, son algunas de las causas que han pro vocado su marcado desprestigio. No es de extra?ar entonces la poca con

fianza que tienen los mexicanos en esta instituci?n, hecho que erosiona su

legitimidad y limita su funci?n como medio para canalizar la participaci?n pol?tica convencional.

Otra actitud esencial para la democracia es la tolerancia. Es innega ble que la democracia electoral en M?xico ha dado pasos importantes en materia de pluralismo pol?tico, cuya manifestaci?n concreta es la

composici?n del Congreso. Sin embargo, el avance en la pluralidad po l?tica no parece haber estado acompa?ado de actitudes de mayor acep taci?n y respeto a las diferencias ideol?gicas y culturales. Aun cuando

parece haber una leve mejor?a a este respecto, los datos muestran toda

v?a claras reminiscencias de intolerancia en los mexicanos (v?anse tablas

lOy 11),

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938 Ma. Fernanda Somuano fi xlvii-4

Tabla 10

?Estar?a de acuerdo o en desacuerdo en que saliera en

TV una persona que usted sabe que va a decir cosas

contrarias a su forma de pensar? De acuerdo

De acuerdo en parte En desacuerdo

Otra_ Fuente: encup, 2001, 2003, 2005.

Tabla 11

De la lista que le voy a leer, Ind?genas en su opini?n ?qui?nes s?

deber?an participar en pol?tica? 2003 80.7

2005_77 Fuente: encup, 2003, 2005.

La evoluci?n de las percepciones

Algunos autores han argumentado que existen variables context?ales como

la evaluaci?n de la econom?a nacional y personal, o la satisfacci?n con el funcionamiento de la democracia, que tienen un impacto importante en su

legitimidad y consolidaci?n.25 Otros, en cambio, se?alan que este tipo de

opiniones sufren de tanta volatilidad que resulta "sumamente peculiar" atri

buirles alguna posibilidad explicativa con respecto a la consolidaci?n de un

r?gimen pol?tico.26 Sin embargo, y sin atribuirles causalidad alguna, es inte resante ver c?mo han evolucionado los niveles de satisfacci?n con la demo

cracia en M?xico. Tanto en 1996 como en 2004, aproximadamente 80% de los mexicanos estaban "no muy satisfechos" o "nada satisfechos" con la

democracia del pa?s. Evidentemente estos datos no son muy halag?enos (v?ase tabla 12).

2001 2003 2005

30.6 37.4 34 19

51 47.6 38

Homosexuales Artistas Militares

50 40 49.9 56 42 47

25 Michael Bratton y Robert Mattes, "Support for Democracy in Africa: Intrinsic or Instru

mental?", British Journal of Political Science, vol. 31, num. 3, 2001. 26

Alejandro Poir?, "?La cultura vol?til? El cambio de actitudes democr?ticas en M?xico,

2001-2003", en Demos ante el espejo, M?xico, unam, 2003.

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OCT-DIC 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 939

Tabla 12

?Qu? tan satisfecho se encuentra con la democracia? (porcentajes) 1996 2004

Muy satisfecho 1.3 3.8

M?s bien satisfecho 10.3 14.3

No muy satisfecho 51.2 50.7

Nada satisfecho_33.3 29.8

Fuente: Latinobar?metro, 1996, 2004.

Otro aspecto del contexto pol?tico que resulta interesante analizar es

c?mo perciben los ciudadanos la influencia o eficacia de su voto. Casi la

mitad de los mexicanos duda que el voto sirva para ejercer influencia en el rumbo del pa?s. Evidentemente, el hecho de que los ciudadanos conside ren que su voto no es eficaz debe impactar negativamente en la decisi?n de

participar electoralmente. Hace cuatro d?cadas Almod y Verba ya hab?an

detectado que "los mexicanos parecen haber calibrado la utilidad de parti

cipar en las instituciones 'democr?ticas' limitadas a las que tienen acceso, y

parecen haber concluido que sirven mejor a sus intereses mediante el abs

tencionismo o la participaci?n a trav?s de terceros".27 Al parecer, no ha ha

bido cambios importantes en ese rubro (v?ase tabla 13).

Tabla 13

1996 2004

La manera como uno vota puede hacer 46.5 50.8

que las cosas sean diferentes

No importa c?mo uno vote, no har? 50.7 47.4

que las cosas sean mejores

Fuente: Latinobar?metro, 1996, 2004.

Democracia y ciudadan?a

Existe un importante consenso acerca del papel que el ciudadano desem

pe?a en las democracias modernas. Hoy en d?a la discusi?n sobre la condi

ci?n ciudadana en los reg?menes democr?ticos va mucho m?s all? de la mera adquisici?n de derechos y obligaciones formales y legales por parte de aquellos individuos a quienes se defina como ciudadanos. Es m?s, el

goce de una amplia ciudadan?a en t?rminos formales no implica en modo

27 Almond y Verba, op. cit., p. 355.

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940 Ma. Fernanda Somuano FI XLVII-4

alguno su ejercicio activo y consciente. El denominador clave del ciudada no moderno es, entonces, su condici?n de agente activo que ejerce dere

chos sobre su condici?n formal de receptor de los mismos.28

La ciudadan?a moderna en las democracias tiene as? dos componentes

esenciales; por un lado, la conciencia ciudadana del individuo sobre su con

dici?n y, por el otro, la participaci?n autorregulada, en el sentido de que ?sta conlleva el reconocimiento de derechos, pero tambi?n de obligaciones.

En cuanto a la conciencia ciudadana, podr?a definirse como la capaci dad del ciudadano para conocer y comprender

sus prerrogativas, derechos

y obligaciones, as? como los principios b?sicos (normas y procedimientos) del funcionamiento de la democracia. Esto implicar?a que el ciudadano debiera contar con nociones elementales de lo que es el inter?s general, los l?mites entre lo p?blico y lo privado, el respeto a los derechos de los dem?s

y la tolerancia a la diferencia, as? como sobre sus propias capacidades para

exigir transparencia y rendici?n de cuentas a la autoridad. Por lo que corresponde a la participaci?n autorregulada de los ciudada

nos, ?sta supone que la acci?n individual o colectiva se halla comprometida con los valores y los principios que sustentan la propia vida democr?tica.

Votar, atender al debate p?blico, tomar parte en discusiones pol?ticas, orga

nizarse para defender intereses en el espacio p?blico, son algunas de las formas que reflejan la participaci?n democr?tica. Sin embargo, como se?a la Guerrero, a pesar de la existencia formal de las garant?as ciudadanas, en la

pr?ctica los individuos en M?xico tienen un conocimiento muy pobre de sus derechos y obligaciones como ciudadanos, y sus acciones p?blicas

no

han requerido de tal conocimiento. Esto tiene que ver con la falta de educa

ci?n, la desigualdad y el entorno institucional29 (v?ase tabla 14).

Tabla 14

?Qu? tanto conoce usted los derechos de los mexicanos

establecidos en la Constituci?n?

Mucho

Poco

Nada_ Fuente: encup, 2001.

Cuando vemos la evidencia emp?rica sobre los diversos componentes de la ciudadan?a moderna en M?xico, los datos son muy desalentadores. Al

revisar las tablas 15, 16 y 17, lo que queda claro es que la figura de un ciu

2001

4.5

60.4

34.6

28 Manuel Guerrero, M?xico: la paradoja de su democracia, M?xico, Universidad Iberoame

ricana / CEI Consulting Research, 2004. 29 Ibid.

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OCT-DIC 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 941

dadano moderno y democr?tico parece estar lejos, m?s a?n si considera mos que los encuestados no comprenden las diferencias entre lo p?blico y lo privado, desconf?an de la acci?n ciudadana y tienen baj?simos niveles de confianza interpersonal y tolerancia.

Tabla 15

Pregunta Respuesta Dos palabras o frases en

las que piensa cuando

escucha la palabra "p?blico"

Dos palabras o frases en las

que piensa cuando escucha

la palabra "privado"

1. No sabe

2. Gente

3. Mucha gente 4. Para todos

1. No sabe

2. Personal

3. No contest?

4. Solo

Fuente: encup, 2005.

Tabla 16

Pregunta Respuesta La gente como usted no tiene

nada que decir de lo que hace el gobierno

?Qu? tanto cree usted que los

ciudadanos pueden influir en

las decisiones del gobierno?

18.3

11.5

6.1

6.0

20.4

7.7

5.4

5.4

%

1. De acuerdo 22.0

2. De acuerdo en parte 20.2

1. Mucho

2. Poco

3. Nada

34.0

45.7

16.0

Fuente: encup, 2005.

Tabla 17

En los ?ltimos 3 a?os, ?con qu? frecuencia ha

tratado de resolver problemas comunitarios?

?Ha participado tratando de influir en la toma

de decisiones en su comunidad?

?Cree que a usted tambi?n le toca hacer algo

respecto a los problemas que trata de

resolver el gobierno?

Frecuentemente 5.5

Algunas veces 8.4

Rara vez 7.6

Nunca 78.0

S? 11.1 No 88.5

S? 39.0 No 44.7

No sabe/no contest? 15.9

Fuente: encup, 2001.

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942 Ma. Fernanda Somuano FI XLVII-4

Tabla 18

Pregunta Respuesta %

?Qu? tan f?cil o dif?cil cree 1. Muy f?cil 5.5 usted que es organizarse 2. F?cil 24.6

con otros ciudadanos para 3. Dif?cil 35.0

trabajar en una causa com?n? 4. Muy dif?cil 10.3

Despu?s de esperar un a?o que 1. Aprueba 37.1

el gobierno les llevara agua, 2. Aprueba en parte 25.5

los habitantes de un pueblo

bloquearon la carretera por varios d?as en protesta.

?Aprueba o desaprueba este procedimiento?

Fuente: encup, 2005.

Si a?adimos que la mayor confianza de los mexicanos es la que deposi tan en instituciones de asistencia y ayuda (iglesia, maestros y hospitales) y que los ?ndices de participaci?n c?vica son baj?simos (tabla 17), tenemos varios elementos para suponer que existen importantes rasgos de una cul

tura pasiva y m?s propensa al asistencialismo y al paternalismo que a la ac ci?n organizada y aut?noma.30 Finalmente, vale la pena mencionar que

45% de los ciudadanos creen que es muy dif?cil organizarse con otros para trabajar en com?n, y sin embargo aprueban (37.1%) la participaci?n pol? tica extrainstitucional que afecta a terceros. Este fen?meno es un signo de

que esa protesta tiene su base en un sentimiento comunitario localista, que en ocasiones no ve m?s all? de su inter?s inmediato y que puede ir en con tra del inter?s general (v?ase tabla 18).

Pocos ponemos en duda que la consolidaci?n democr?tica requiere de ciudadanos informados y participativos. Sin embargo, hay que tener duda do con el tipo de participaci?n que buscamos. No todas las formas de par ticipaci?n conducen a la civilidad ni a la democracia. Por desgracia, muy a

menudo nos topamos con formas de participaci?n que tienden a destruir m?s que a construir nuevos espacios para el despliegue de las libertades.

En trabajos anteriores, he se?alado que, por su naturaleza misma, la

participaci?n pol?tica de protesta o no convencional es disruptiva del statu

quo. Cuando esa participaci?n se concentra en ciertos grupos con causas

extremas o muy particulares; cuando, como se?ala Mancur Olson, las ma

yor?as no organizadas se vuelven v?ctimas de minor?as movilizadas, la parti

30 Ibid.

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ocT-Dic 2007 Evoluci?n de valores y actitudes 943

cipaci?n no institucionalizada puede convertirse en problema. As?, estas formas de participaci?n utilizadas por nuevos grupos de acci?n pueden llegar a rivalizar con los partidos establecidos y los grupos de inter?s y, por tanto, desafiar a las j?venes instituciones democr?ticas.

Conclusiones

La transici?n y diversas transformaciones del sistema pol?tico mexicano, con ?xito en el plano electoral, parecen no haber generado todav?a cambios

en la democratizaci?n de los valores y actitudes de los ciudadanos. El estu dio de los mismos en un periodo de aproximadamente una d?cada muestra

que a?n contin?an presentes muchos elementos de la cultura autoritaria.

La evidencia emp?rica nos dice que la mayor?a de los mexicanos est?n convencidos de que la democracia en abstracto es el mejor sistema de go bierno. Cercana la elecci?n presidencial de 2000, diversas encuestas regis traron su euforia con respecto a la democracia. En un

primer momento, la

alternancia se vio como un hecho que romper?a con el malestar ciudadano

para con el r?gimen anterior. Sin embargo, esta alternancia, que signific? la llegada a la presidencia de un partido pol?tico distinto del pri, no ha

cumplido con las expectativas que en los mexicanos se hab?an creado.

Aun cuando la democracia se acepta mayoritariamente como la mejor forma de gobierno, cuando pasamos al terreno de las actitudes (tales como las de confianza y tolerancia) y las obligaciones ciudadanas, los indicadores

muestran elementos de una cultura pol?tica pasiva, de relaciones de tipo clientelar con el poder, de una participaci?n en la vida p?blica reactiva m?s

que activa y m?s de protesta que propositiva. Hace 40 a?os Almond y Verba afirmaban que, de los ciudadanos de los

cinco pa?ses incluidos en su estudio, los mexicanos mostraron los niveles m?s bajos en cuanto a actividad pol?tica, participaci?n en asociaciones de afiliaci?n voluntaria e informaci?n pol?tica. Como resumieron los autores: "Muchos mexicanos carecen de experiencia y de habilidad pol?tica, pero sus esperanzas y su nivel de confianza son elevados; sin embargo, las ten

dencias generalizadas de ambici?n de los participantes se combinan con cinismo y marginaci?n respecto de la infraestructura y burocracia pol?ti ca."31 Aun cuando la realidad mexicana ha cambiado sustancialmente des

de que Almond y Verba escribieron The Civic Culture, hace cuatro d?cadas, las conclusiones del presente trabajo sobre los valores y las actitudes de los

mexicanos no difieren mucho de las suyas. Quiz? la ?nica diferencia impor

31 Almond y Verba, op. cit., p. 39.

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944 Ma. Fernanda Somuano FI XLVII-4

tante es que ahora, a diferencia de hace 40 a?os, los mexicanos tienen mu

cho menores niveles de confianza institucional.

Queda por verse qu? tanta capacidad tienen los gobernantes, los l?de res y las instituciones pol?ticas -habida cuenta de los cambios que ha expe rimentado el sistema pol?tico, especialmente la alternancia en el gobierno y la oposici?n en el poder, la competencia genuina y equitativa de los parti dos pol?ticos, as? como los posibles avances a largo plazo en los niveles de bienestar de la poblaci?n- para reconstruir la confianza de los ciudadanos en las instituciones y el proceso pol?tico en los pr?ximos a?os.