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Arnoldo Mora Rodríguez , Etica, política y derecho Abstract. The following reflections make conceptual distinctions between the areas of Et- hics and Positive Laws. Those reflections have to demonstrate the ethical implications of practi- cing poLitical rights in a demacra tic system kept within the bounds of the norms of a social demo- cracy. Resumen. Las siguientes reflexiones deslin- dal/conceptualmente los campos propios de la política,Laética y el derecho positivo. Tienen co- 11I0 objetivo demostrar las implicaciones éticas delejercicio de los derechos políticos en un sis- temademocrático que se enmarca dentro de las normas de un Estado social de derecho. Las siguientes reflexiones están dedicadas a interiorizar las implicaciones éticas del ejercicio democrático en un sistema político que se rige porlas normas propias de un Estado social de de- recho, como pretendemos que sea el nuestro. Buscamos demostrar como imprescindible la contribución que la ética puede hacer para afron- taralgunos de los graves desafíos que se presen- tana la sociedad actual. Comencemos, entonces, por preguntamos ¿por quéconsideramos la "ética" como uno de los mayo- resdesafíos de la época actual? Simplemente por- quela ética es la única respuesta que ha encontrado el ser humano a uno de los mayores, sino el mayor delosdesafíos de su existencia: el problema del mal ya una de sus manifestaciones que más parecen im- pactaren la sociedad actual: la corrupción. Hoy día todos nos sentimos acosados, agre- didos, víctimas y responsables a la vez, por el cáncer que carcome a la sociedad actual, el cáncer de la corrupción que alcanza, no sólo a la función pública sino a todos los ámbitos de la vida en to- dos los países del globo, amenazando con llevar a la ruina 27 siglos de cultura greco-cristiana. Todo parece indicar que el ser humano, que ha dominado la naturaleza y ha logrado el mayor poder y acumulado saber y riqueza como jamás se diera hasta ahora en su milenaria historia. es- tá amenazado con sucumbir ante el peso de su propio poder. El ser humano se ha convertido en víctima de sí mismo. Decía Freud que el destino humano se juega entre dos tendencias que le son innatas: la tendencia a la destrucción de otros y la tendencia a la destrucción de sí mismo, ten- dencias que llamaba con una sola palabra:"Sa- domasoquismo". La razón por la cual el ser humano se ve atraído a esta especie de inclinación incontrola- ble a la muerte, tanto propia como ajena, se en- cuentra en que esto le produce el máximo de pla- cer, haciendo realidad lo que habían dicho los fi- lósofos antiguos, para los cuales el hombre en su actuar busca siempre el bien, aunque con fre- cuencia esta búsqueda le lleve a su propia des- trucción. De ahí la necesidad de corregirse críti- camente en su actuar, estableciendo normas lega- les que impidan que las fuerzas desenfrenadas del corazón humano se desaten, llevando a la destrucción todo aquello que con tanto esfuerzo ha logrado construir a través de los siglos. Para refrenar esa inclinación hacia el mal, que San Pablo en su carta a los Romanos descri- bía dramáticamente en los siguientes términos: "Hago el mal que no quiero y no hago el bien que quiero", el ser humano ha creado la ética y Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLI (103),73-77, Enero-Junio 2003

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Arnoldo Mora Rodríguez

,Etica, política y derecho

Abstract. The following reflections makeconceptual distinctions between the areas of Et-hics and Positive Laws. Those reflections have todemonstrate the ethical implications of practi-cing poLitical rights in a demacra tic system keptwithin the bounds of the norms of a social demo-cracy.

Resumen. Las siguientes reflexiones deslin-dal/conceptualmente los campos propios de lapolítica,Laética y el derecho positivo. Tienen co-11I0 objetivo demostrar las implicaciones éticasdelejercicio de los derechos políticos en un sis-temademocrático que se enmarca dentro de lasnormas de un Estado social de derecho.

Las siguientes reflexiones están dedicadas ainteriorizar las implicaciones éticas del ejerciciodemocrático en un sistema político que se rigeporlas normas propias de un Estado social de de-recho, como pretendemos que sea el nuestro.Buscamos demostrar como imprescindible lacontribución que la ética puede hacer para afron-taralgunos de los graves desafíos que se presen-tana la sociedad actual.

Comencemos, entonces, por preguntamos ¿porquéconsideramos la "ética" como uno de los mayo-resdesafíos de la época actual? Simplemente por-quela ética es la única respuesta que ha encontradoel ser humano a uno de los mayores, sino el mayordelosdesafíos de su existencia: el problema del malya unade sus manifestaciones que más parecen im-pactaren la sociedad actual: la corrupción.

Hoy día todos nos sentimos acosados, agre-didos, víctimas y responsables a la vez, por el

cáncer que carcome a la sociedad actual, el cáncerde la corrupción que alcanza, no sólo a la funciónpública sino a todos los ámbitos de la vida en to-dos los países del globo, amenazando con llevar ala ruina 27 siglos de cultura greco-cristiana.

Todo parece indicar que el ser humano, queha dominado la naturaleza y ha logrado el mayorpoder y acumulado saber y riqueza como jamásse diera hasta ahora en su milenaria historia. es-tá amenazado con sucumbir ante el peso de supropio poder. El ser humano se ha convertido envíctima de sí mismo. Decía Freud que el destinohumano se juega entre dos tendencias que le soninnatas: la tendencia a la destrucción de otros yla tendencia a la destrucción de sí mismo, ten-dencias que llamaba con una sola palabra:"Sa-domasoquismo".

La razón por la cual el ser humano se veatraído a esta especie de inclinación incontrola-ble a la muerte, tanto propia como ajena, se en-cuentra en que esto le produce el máximo de pla-cer, haciendo realidad lo que habían dicho los fi-lósofos antiguos, para los cuales el hombre en suactuar busca siempre el bien, aunque con fre-cuencia esta búsqueda le lleve a su propia des-trucción. De ahí la necesidad de corregirse críti-camente en su actuar, estableciendo normas lega-les que impidan que las fuerzas desenfrenadasdel corazón humano se desaten, llevando a ladestrucción todo aquello que con tanto esfuerzoha logrado construir a través de los siglos.

Para refrenar esa inclinación hacia el mal,que San Pablo en su carta a los Romanos descri-bía dramáticamente en los siguientes términos:"Hago el mal que no quiero y no hago el bienque quiero", el ser humano ha creado la ética y

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLI (103),73-77, Enero-Junio 2003

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el derecho, es decir, la ley: aquella que yace en elcorazón del hombre y se expresa a través de laconciencia y que llamamos MORAL y aquellaque rige compulsivamente las relaciones de losmiembros de una sociedad y que llamamos DE-RECHO. La primera nace en la intimidad denuestro corazón y no tiene más sanción que lapropia conciencia y se expresa en lo que llama-mos "convicción"; la segunda es la ley positiva acuyo conjunto llamamos "derecho" y cuya obli-gatoriedad se funda, no tanto en conviccionespersonales, cuanto en la compulsividad que di-mana de la autoridad debidamente estatuida yque rige los destinos de una comunidad.

La conciencia moral engendra el deber, dis-ciplina que norma la voluntad del individuo y cu-yo valor se basa en las razones personales que setienen para actuar; expresa las convicciones per-sonales que se fundan, a su vez, en la visión demundo, concepción de vida o filosofía personalde cada cual. La segunda es impersonal, pues nohace acepción de personas porque se rige por elprincipio del bien común que está por encima delos intereses particulares. Por esa razón, solopuede ser promulgada e impuesta por el órganocompetente; obliga a su cumplimiento indepen-dientemente de las razones de los individuos y delas convicciones personales, busca ser cumplidapor convicción o por temor, por lo que funda suejecución no tanto en la convicción personalcuanto en el carácter compulsivo de la autoridadpolítica y, en última instancia, en el derecho a lavida y a la muerte de que hace uso el poder esta-blecido, sobre todo, en situaciones extremas.

Por eso, la expresión más radical del derechoes el derecho penal que pretende regular dentrode marcos, debidamente estatuidos, el ejerciciode la represión o violencia colectiva: el derecho ala vida o a la muerte que ejerce la sociedad fren-te a sus propios miembros. Es por eso que Hegelafirma que el derecho responde en concreto, esdecir, en el aquí y el ahora al interrogante por ex-celencia del actuar humano: qué es el bien, qué esel mal y cuáles son los criterios para definir eluno y el otro, de modo que podamos distinguir-los en nuestro actuar cotidiano.

Esto es de capital importancia, pues de loscriterios que tengamos para decidir, para tomar lasdecisiones más serias de nuestra vida, depende

nuestra propia felicidad y la de aquellos que nosrodean y, mas allá de la esfera personal, de estasdecisiones depende el destino mismo histórico dela sociedad a la cual pertenecemos, pues un países, en buena medida, lo que sus ciudadanos quie-ren que sea.

Pero la ley moral y la ley positiva no son lomismo. El derecho y la moral tienen mucho encomún, pero no son lo mismo. Con frecuencia,incluso, pueden entrar en conflicto. Esta confron-tación de dimensiones metafísicas, fue inmortali-zada en una obra de la literatura universal comolo señala con lucidez Hegel. En la tragedia delteatro clásico griego, concretamente en la Antí-gona de Sófocles, se plantea la confrontaciónirresoluble entre las convicciones dictadas por laconciencia personal e inspiradas en la tradiciónreligiosa de la heroína, por un lado, y las exigen-cias legales establecidas por la autoridad política,por otro. El desenlace no podía ser otro que eltriunfo de la ley dictada por la autoridad política,por encima de la conciencia individual, aunquenuestras simpatías vayan más hacia la conmove-dora Antígona y no hacia Cleonte, su implacabletío y gobernante.

En este caso estamos, sin embargo, ante unasituación extrema que suele darse ante una leyinjusta, o ante una medida extrema que no con-templa excepciones. De nuestra parte, debemosaspirar al ideal, cual es el de unir el cumplimien-to estricto de la ley externa pero sustentada en laconvicción de la conciencia íntima. Ley positivay conciencia moral deben ir juntas, tanto en lapromulgación de las leyes por parte de la autori-dad competente, como en su estricta y constanteaplicación y cumplimiento por parte de los órga-nos públicos y de los ciudadanos y agrupacionesque componen la sociedad civil.

En la realización de ese ideal está en juegonuestra capacidad de convivir como seres civili-zados, como ciudadanos libres y responsables,buscando la concreción del ideal del máximo defelicidad para todos como razón de ser del cuer-po social.

y es allí donde entra en juego el ejercicio dela actividad política dentro del marco de un Esta-do social de derecho que ha hecho, incluso, que lacarrera de abogado sea la que más frecuentemen-te induzca y prepare para lanzarse a la carrera

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política, es decir, aquella que implica la capta-ción, por medios democráticos, de la voluntadpopular para ocupar puestos importantes en lafunción pública. Las cifras son elocuentes: 58%de miembros de la clase política de este país hansidoabogados.

Es en este último aspecto que Costa Rica tie-ne una enorme deuda histórica con los abogados.Quizás el mayor logro histórico de nuestro pue-blohaya sido el haber forjado un conjunto de ins-tituciones públicas cuyo núcleo principal es elEstado-Nación, sumido hoy, dicho sea de paso,en la más profunda crisis de su historia, comoproducto de procesos democráticos ampliamentereconocidos como tales, y que le dan no solo unasólida legitimidad, sino también un merecido re-conocimiento internacional, tanto más valiosocuanto que el contraste con la inestabilidad polí-tica y la consiguiente violencia generalizada, hansido demasiado frecuentes en los demás paísesdel subcontinente latinoamericano.

Es ya un lugar común el que se diga queCosta Rica ha sido hecha por abogados, quenuestro régimen democrático se debe a que aquícontaron más los hombres de toga que los de cha-rretera. Aunque todas esas generalizaciones pe-can, como bien sabemos, de simplistas y que pordesgracia, la realidad nunca se ajusta enteramen-te a nuestros deseos, lo cierto es que los aboga-dos como grupo profesional y social han jugadoun papel decisivo en nuestra historia como na-ción. Mucho de lo que hoyes Costa Rica se debea ilustres abogados.

Decir esto nos debe llenar de orgullo, pero almismo tiempo esto constituye una grave respon-sabilidad patriótica. Todos tenemos en cada unade las ilustres figuras del pasado un ejemplo a se-guir, un reto a emular, una responsabilidad histó-rica a asumir, un legado que entregar incólume alas nuevas generaciones. Ser ciudadano de CostaRica es algo más que aspirar a ser un buen profe-sional, es asumir una responsabilidad con la Pa-tria, con la historia, con el futuro, con estos hom-bres y mujeres que honraron a la Patria y a suprofesión como ejemplares ciudadanos.

Se trata de imbuirse de una responsabili-dad, de asumir con seriedad una actitud que nodebe ser vista simplemente como un requisitopara ejercer una profesión, sino como una gran

oportunidad para reflexionar sobre la importan-cia de las funciones sociales y profesionales quese requieren para preservar lo mejor de nuestropasado ante los retos del porvenir.

Esto me lleva a una nueva reflexión. Hemoshablado de "ética" y "derecho". Profundicemosen ambos conceptos de modo que nos permitansacar algunas conclusiones. La ética constituyeun tratado que forma parte del saber filosófico.En la historia de la filosofía se atribuye su crea-ción al célebre filósofo ateniense Sócrates, quemurió víctima de una sentencia judicial injustaemanada de los jueces de su ciudad natal, a la quehabía servido como patriota heroico en el campode batalla siendo joven y como maestro de juven-tudes y pensador siendo anciano. Muere negán-dose a huir para probar hasta sus últimas conse-cuencias lo absurdo de una decisión legal y de-mostrar así la necesidad de cambiar aquellas le-yes que no fuesen la expresión auténtica de la jus-ticia. Tal es la base del derecho. La ley dimanadel ideal de justicia; si se diese el caso contrario,entonces estaríamos ante una monstruosa aberra-ción. La base del derecho es la moral. Y la morales la dimensión de la existencia humana median-te la cual regimos nuestra vida en función de cri-terios que determinan el bien y el ma!. La ética esel saber filosófico que hace patente el Logos o ra-cionalidad de esta experiencia existencia!.

Ahora bien, el derecho, por su parte, tal co-mo hoy lo conocemos, el concepto mismo de ley,no es griego ni producto del quehacer filosófico,sino producto de la evolución histórica de las ins-tituciones públicas de Roma, si bien el derechoromano mismo tiene una importante influenciade la cultura griega a través de los etruscos, co-mo los historiadores del derecho romano lo hanestablecido.

El derecho es el gran aporte de la civiliza-ción romana a la humanidad. Por eso, la base dela ciencia jurídica sigue siendo el corpus legalllamado "Derecho romano" y la jurisprudenciaque del mismo se ha decantado gracias al apor-te de juristas y compiladores romanos y medie-vales. El derecho romano representa un paso gi-gantesco en la historia de la civilización. Des-pués del aporte ético de los filósofos griegos,representa uno de los esfuerzos más grandespor humanizar la violencia, es decir, por dotar

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de racionalidad y funcionalidad el ejercicio delpoder político que, en su esencia, no es más queel aparato represivo.

La leyes la negación de la arbitrariedad, esel ejercicio del poder sometido a los dictámenesde la razón y a las normas de la ética. Volvemosasí a la idea socrático-platónica de la ley comoexpresión concreta de la idea o ideal de justicia."Suurn unicuique tribuere": dar a cada cual el de-recho que le corresponde. Así se define en el De-recho Romano a la justicia. Por eso, un régimendemocrático es aquel que se expresa en un esta-do de derecho, es decir, donde la esencia del po-der como aparato represivo consiste en el recono-cimiento efectivo de los ciudadanos como suje-tos de deberes y derechos. A esto se le llamarán"libertades públicas", término acuñado por los fi-lósofos e ideólogos de las revoluciones liberalesque se originaron en Europa a partir del s. XVII.

El Estado democrático es el garante de lasmismas. La violencia legal solo se justifica en lamedida en que se requiera para salvaguardar esaslibertades sin las cuales la convivencia civilizadasería imposible. La ley cumple así tan solo un pa-pel negativo dejando a la libertad personal y co-lectiva el resto. De ahí la diferencia entre lo públi-co Y lo privado: en lo privado todo está permitidoexcepto aquello que está explícitamente prohibi-do y en lo público se da exactamente lo contrario.Lo público es considerado "materia odiosa", demodo que en caso de duda o conflicto prevalecela presunción jurídica en beneficio de la libertad("in dubio libertas"). Lo cual ha venido con los si-glos a demostrar que la ley tal como la concebíala antigüedad clásica, es decir, como expresión dela justicia, no basta. La ley debe ser también ex-presión y concreción de la libertad. Debe estar asu servicio. Esto fue lo que entendieron los miem-bros de la célebre comisión a la que el Emperadorde los franceses, Napoleón Bonaparte, encargaraen 1804 la redacción de un nuevo código y quedieron a la luz pública en 1806. La promulgacióndel Código civil constituye la mayor revoluciónjurídica después del derecho romano, pues parteno de la premisa de la justicia sino de la libertad.El Derecho Romano piensa en el Estado y en elpoder que de allí dimana.

El derecho tiene la función de garantizar lajusticia en el ejercicio del poder. Por su parte, el

Código civil expresa el máximo grado de libertada que puede aspirar una sociedad en un momen-to dado. En pocas palabras: libertad basada en lajusticia, pero justicia no como fin en sí mismo si-no para garantizar un mayor y más universal ejer-cicio de la libertad. La justicia sólo tiene un ob-jetivo: hacer a los ciudadanos más plenamente li-bres. Ser más libres: tal es el ideal ético y huma-nístico que inspira al derecho.

He aquí la noble e ingente tarea que tiene unestado de derecho, cual es la de hacer realidadesos altos ideales en las circunstancias concretasen que le corresponde ejercer el poder. Efectiva-mente, la misión del Estado consiste en hacerrealidad en la convivencia social los ideales de lajusticia y de la libertad, de modo que no sean unsueño imposible sino una práctica cotidiana y ge-neralizada por parte de todos los ciudadanos. Te-ner esta tarea como un trabajo profesional, es de-cir, especializado, reconocido con el debido sta-tus social y como una función que la sociedad re-quiere para su buen funcionamiento, así como re-quiere de médicos para la salud y de ingenierospara la construcción de edificios y carreteras, eslo que ha convertido al ejercicio de la política enla más elevada expresión de la libertad colectiva,como lo señalara Rousseau. Se trata, en conse-cuencia, de un ejercicio permanente y universalen toda la población. De ahí los deberes deonto-lógicos, es decir, inspirados en la ética profesio-nal que esto implica. El cumplir funciones públi-cas conlleva responsabilidades éticas aun mayo-res, pues se trata de representar no solo la volun-tad popular sino de hacer realidad los ideales queimpulsaron a los ciudadanos a elegirlos muy gra-ves, que se desprenden de la naturaleza mismadel derecho, cual es hacer realidad los ideales dejusticia y libertad, los más nobles ideales a quepueda aspirar el ser humano. Si no se lucha porlograr los mismos, el ser humano dejaría de sertal y la sociedad caería en la barbarie.

Cada ciudadano debe considerar como res-ponsabilidad personal el ser garante de esos idea-les. Solo así tiene sentido el ejercicio de la vidapolítica en una sociedad democrática de modoque los tribunales de justicia no se conviertan enlos mercaderes de textos legales que se estiran yse encogen de acuerdo con las conveniencias delmejor postor, sino los garantes ante la sociedad

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de esos valores supremos sin los cuales, insisto,no vale la pena seguir llamándose "humano". Yalo decía el viejo maestro griego Platón: "Lo im-portante de la vida no es el hecho de vivir sino lasrazones que se tienen para seguir viviendo", porlo que al concluir su último diálogo llamado sig-nificativamente "Las Leyes" dice esta admirablesentencia: " La única manera de no someterse ala esclavitud de los hombres es sujetarse a la es-clavitud de las leyes".

La razón última y primera por la que alguienmerece el calificativo de ciudadano libre es por-que ha dedicado su vida a la salvaguarda de lajusticia y de la libertad. Nunca como en tiemposde cambios rápidos en la escena internacional ylocal en todos los campos, pero especialmente enlo político, ha sido mas útil reflexionar sobre es-tos principios básicos.

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