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Estudio-vida de Filipenses CONTENIDO 1. EL TRASFONDO Y EL TEMA DE ESTA EPISTOLA 2. LA IGLESIA EN FILIPOS 3. PABLO PADECIA POR CAUSA DEL EVANGELIO Y A LA VEZ DISFRUTABA DE LA GRACIA 4. LOS DISTINTOS MOTIVOS POR LOS QUE SE PREDICA A CRISTO 5. LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU DE JESUCRISTO 6. MAGNIFICAR A CRISTO AL VIVIRLE 7. LA MEJOR ELECCION DE PABLO 8. ESTAR FIRMES EN UN MISMO ESPIRITU, COMBATIENDO UNANIMES 9. LOS CREYENTES SUSTENTAN AL APOSTOL 10. TOMAR A CRISTO COMO MODELO 11. LA EXALTACION DE CRISTO 12. LLEVAR A CABO NUESTRA SALVACION 13. ENARBOLAR A CRISTO 14. LA LIBACION DERRAMADA SOBRE EL SACRIFICIO DE LA FE DE LOS CREYENTES 15. LA PREOCUPACION QUE SENTIA EL APOSTOL POR LOS CREYENTES 16. TENER EL MISMO ANIMO Y ARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA 17. LOS TRES ASPECTOS POSITIVOS DE LOS CREYENTES ESPIRITUALES EN CONTRASTE CON LOS TRES ASPECTOS NEGATIVOS DE LOS JUDIOS RELIGIOSOS 18.ESTIMAR TODAS LAS COSAS COMO PERDIDA POR AMOR DE CRISTO 19. LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO 20. SER HALLADO EN CRISTO 21. CONOCER A CRISTO, EL PODER DE SU RESURRECCION, Y LA COMUNION EN SUS PADECIMIENTOS 22. CONFIGURADOS A LA MUERTE DE CRISTO PARA ALCANZAR LA SUPERRESURRECCION DE ENTRE LOS MUERTOS 23. GANAR A CRISTO AL SEGUIRLE 24. TENER EL MISMO SENTIR Y ANDAR CONFORME A LA MISMA REGLA 25. NUESTRO CUERPO SERA TRANSFIGURADO EN LA VENIDA DE CRISTO 26. TENER EL MISMO PENSAMIENTO Y REGOCIJARNOS EN EL SEÑOR 27. LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTES DE LA VIDA CRISTIANA (1)

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Estudio-vida de Filipenses

CONTENIDO

1. EL TRASFONDO Y EL TEMA DE ESTA EPISTOLA2. LA IGLESIA EN FILIPOS3. PABLO PADECIA POR CAUSA DEL EVANGELIO Y A LA VEZ DISFRUTABA DE

LA GRACIA4. LOS DISTINTOS MOTIVOS POR LOS QUE SE PREDICA A CRISTO5. LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU DE JESUCRISTO6. MAGNIFICAR A CRISTO AL VIVIRLE7. LA MEJOR ELECCION DE PABLO8. ESTAR FIRMES EN UN MISMO ESPIRITU, COMBATIENDO UNANIMES9. LOS CREYENTES SUSTENTAN AL APOSTOL10. TOMAR A CRISTO COMO MODELO11. LA EXALTACION DE CRISTO12.LLEVAR A CABO NUESTRA SALVACION13.ENARBOLAR A CRISTO14.LA LIBACION DERRAMADA SOBRE EL SACRIFICIO DE LA FE DE LOS

CREYENTES15.LA PREOCUPACION QUE SENTIA EL APOSTOL POR LOS CREYENTES16.TENER EL MISMO ANIMO Y ARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA17. LOS TRES ASPECTOS POSITIVOS DE LOS CREYENTES ESPIRITUALES EN

CONTRASTE CON LOS TRES ASPECTOS NEGATIVOS DE LOS JUDIOS RELIGIOSOS

18.ESTIMAR TODAS LAS COSAS COMO PERDIDA POR AMOR DE CRISTO19.LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO20. SER HALLADO EN CRISTO21.CONOCER A CRISTO, EL PODER DE SU RESURRECCION, Y LA COMUNION

EN SUS PADECIMIENTOS22. CONFIGURADOS A LA MUERTE DE CRISTO PARA ALCANZAR LA

SUPERRESURRECCION DE ENTRE LOS MUERTOS23. GANAR A CRISTO AL SEGUIRLE24. TENER EL MISMO SENTIR Y ANDAR CONFORME A LA MISMA

REGLA25. NUESTRO CUERPO SERA TRANSFIGURADO EN LA VENIDA DE

CRISTO26. TENER EL MISMO PENSAMIENTO Y REGOCIJARNOS EN EL SEÑOR27. LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTES DE LA VIDA CRISTIANA

(1)

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28. LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTES DE LA VIDA CRISTIANA (2)

29. EL SECRETO QUE EL APOSTOL APRENDIO EN CUANTO A TOMAR A CRISTO COMO SU SUFICIENCIA

30. LA COMUNION DE LOS CREYENTES CON EL APOSTOL AL PROVEERLE PARA SUS NECESIDADES

31.LOS SALUDOS Y LA BENDICION FINAL DE PABLO32. LA GRACIA, LA SALVACION, EL ESPIRITU Y CRISTO33. MAGNIFICAR A CRISTO MEDIANTE LA ABUNDANTE

SUMINISTRACION DEL ESPIRITU DE JESUCRISTO34. VIVIR A CRISTO POR EL ESPIRITU35. VIVIR A CRISTO RECIBIENDO LA PALABRA POR MEDIO DEL

ESPIRITU36. LAS RIQUEZAS DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL

ESPIRITU SE HALLAN CORPORIFICADAS EN LA PALABRA37. LAS RIQUEZAS DE LA PALABRA, LA ABUNDANTE SUMINISTRACION

DEL ESPIRITU, Y EL ORAR SIN CESAR NOS PERMITEN VIVIR A CRISTO38. LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU ES LA REALIDAD

DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO, Y LA RICA PALABRA DE DIOS ES LA CORPORIFICACION DE DICHA SUMINISTRACION

39. PARTICIPAR DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU Y DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO AL RECIBIR LA PALABRA DE DIOS (1)

40. PARTICIPAR DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU Y DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO AL RECIBIR LA PALABRA DE DIOS (2)

41.CRISTO HACE SU HOGAR EN NOSOTROS CUANDO SU PALABRA MORA EN NOSOTROS

42. DEBEMOS HACERLO TODO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR SIENDO SATURADOS POR SUS RIQUEZAS

43. CRISTO, LA SALVACION, DIOS Y LA PALABRA DE VIDA44. LA PALABRA DE DIOS ES LA CORPORIFICACION DEL DIOS VIVIENTE45. LA PALABRA DE VIDA Y EL CRISTO VIVIENTE SON LO MISMO46. HIJOS DE DIOS QUE RESPLANDECEN COMO LUMINARES, AL

ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA47. LA SALVACION CONSTANTE EN NUESTRA VIDA DIARIA48. SOMOS SALVOS DIARIAMENTE POR LA ABUNDANTE

SUMINISTRACION DEL ESPIRITU DE JESUCRISTO Y POR LA OPERACION INTERIOR DEL DIOS QUE MORA EN NOSOTROS

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49. LA RICA PROVISION DIVINA PARA NUESTRA SALVACION CONSTANTE

50. EL SACRIFICIO DE LA FE DE LOS CREYENTES51.SER HALLADOS EN CRISTO TENIENDO LA JUSTICIA DE DIOS POR MEDIO

DE LA FE52. OBTENER A CRISTO, EXPERIMENTANDO EL PODER DE SU

RESURRECCION53. OBTENER A CRISTO, LLEGANDO A LA SUPERRESURRECCION54. PROSEGUIR A LA META PARA ALCANZAR EL PREMIO DEL

LLAMAMIENTO A LO ALTO55. TENER UN MISMO SENTIR Y UN MISMO ANDAR56. UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (1)57.UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (2)58. UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (3)59. UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (4)60. UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (5)61.UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (6)62. UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES (7)

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE UNO

EL TRASFONDO Y EL TEMA DE ESTA EPISTOLA

Lectura bíblica: Fil. 1:1-18, 27-30; 2:1-5, 12-16; 3:2-11; 4:2-3, 14-19

La Biblia contiene dos libros que prestan más atención a la experiencia que a la doctrina, a saber, Cantar de los Cantares y Filipenses. Aparentemente estos libros no tienen nada en común, pero si profundizamos en ellos, descubriremos que ambos hablan de cómo experimentar a Cristo. Por lo tanto, sería de mucho provecho estudiarlos paralelamente.

En el pasado mencionamos que el Nuevo Testamento contiene cuatro libros que constituyen el corazón de la revelación divina, los cuales son: Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Estos libros fueron redactados siguiendo el mismo estilo, es decir, Pablo primero presenta la doctrina y luego habla de la experiencia; él primero expone cierta doctrina, y luego nos anima a andar conforme a ella. Por ejemplo, podríamos dividir el libro de Efesios en dos secciones principales: la primera, que comprende los capítulos del uno al tres, presenta la doctrina acerca de la iglesia y el Cuerpo de Cristo, y la segunda, del capítulo cuatro al seis, tiene que ver con nuestro andar conforme a la doctrina presentada en los primeros tres capítulos. Por la manera en que fue escrito Efesios, podemos decir que éste es un libro tanto de doctrina como de experiencia. Podemos ver el mismo principio en las epístolas a los Gálatas y Colosenses.

Sin embargo, la epístola de Filipenses es diferente. Al escribirla, Pablo no tenía la más mínima intención de transmitir una doctrina, aunque esto tampoco significa que no la tenga. De hecho, todos los escritos del Nuevo Testamento contienen aspectos doctrinales. Para ser más exactos, podemos decir que este libro no se centra en las doctrinas, sino en la manera de experimentar a Cristo.

En 1:20 Pablo declara: “Será magnificado Cristo en mi cuerpo”, y en 1:21: “Para mí el vivir es Cristo”. Estas dos declaraciones comprenden el pensamiento fundamental de toda la epístola, la cual Ella nos exhorta a magnificar a Cristo y a vivirlo. Magnificar a Cristo no es solamente expresarlo, sino también engrandecerlo. Debemos magnificar a Cristo viviéndolo de una manera práctica todos los días. Nuestro diario vivir debe mostrar que vivimos a Cristo. Algunas enseñanzas éticas incitan a las personas a regirse por las virtudes. No obstante, Filipenses no nos exhorta a conducirnos conforme a

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normas éticas o virtudes, sino según Cristo. El debe serlo todo en nuestro vivir. Incluso, Cristo mismo debe ser nuestras propias virtudes, tales como la humildad y la bondad.

Antes de que Pablo fuera salvo, su vida estaba regida por la ley, pues vivía conforme a ella. Pero cuando se convirtió a Cristo y fue regenerado, empezó a vivir a Cristo. Cristo no sólo llegó a ser su vida, sino también su vivir. Finalmente, Pablo pudo declarar, por experiencia propia, que para él, el vivir era Cristo.

I. EL TRASFONDO

En este mensaje estudiaremos el trasfondo y el tema de la epístola de Filipenses. En la Biblia, cada libro tiene su propio trasfondo y su respectivo tema. Puesto que esta epístola trata de nuestra experiencia de Cristo, algunos supondrán que podríamos pasar por alto su trasfondo. Sin embargo, este libro tiene un trasfondo específico, y ésta es la razón principal por la que fue escrito. Por tanto, si hemos de entender cabalmente el significado de este libro, tenemos que conocer su trasfondo.

En la epístola de Filipenses no se menciona explícitamente su trasfondo. Sin embargo, después de estudiar las declaraciones y exhortaciones de Pablo en esta epístola, podemos detectar algunos indicios de dicho trasfondo. Si leemos detenidamente los cuatro capítulos de este libro, encontraremos principalmente cuatro elementos ligados a este transfondo.

A. Los judaizantes ejercían graninfluencia sobre los creyentes

En la época en que se escribió la epístola de Filipenses, los judaizantes ejercían una gran influencia sobre los creyentes (3:2-4). Aquéllos eran muy celosos de su religión judía. No sólo se conformaban con practicarla, sino que además la promovían y contendían por ella. Los más celosos de entre ellos eran los fariseos, quienes se aferraban a la religión de sus antepasados. Debido a la dispersión judía, ellos se hallaban esparcidos por toda la región mediterránea. Así que, dondequiera que hubiera judíos, siempre había entre ellos algunos judaizantes. El celo con que ellos promovían su religión era inigualable. De modo que, su influencia sobre los creyentes se podía notar incluso en Filipos, una ciudad de Macedonia.

En 3:1 Pablo declara: “Por último, hermanos míos, gozaos en el Señor. A mí, no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro”. Esto indica que regocijarse en el Señor es una salvaguardia, una garantía. Cuando nos regocijamos en El, estamos a salvo. El hecho de regocijarnos nos protege.

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Cuando Pablo escribió la carta a los Filipenses, algunos creyentes de Filipos estaban siendo perturbados o distraídos por las personas descritas en el versículo 2, y por ende, no se regocijaban. Por tanto, en ese versículo Pablo declaró: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”. Por un lado, el apóstol nos exhorta a regocijarnos y por otro, a guardarnos de los perros. Como veremos más adelante, los “perros” aquí, se refieren a los judaizantes.

Hoy en día, también existen “perros” de los que debemos guardarnos. En el tiempo de Pablo, sólo existía un grupo de “perros”, a saber, los judaizantes, pero hoy en día hay muchas clases de “perros”. Tal vez nos resulte difícil regocijarnos cuando estos “perros” ejercen su influencia, esparciendo rumores malignos acerca del recobro del Señor. Por tanto, debemos prestar atención a la exhortación que hace Pablo de regocijarnos y guardarnos de los “perros”. Según la construcción gramatical de 3:2, los perros, los malos obreros y los mutiladores deben referirse a las mismas personas. El hecho de que se mencione a los “perros” en relación con los malos obreros y con los mutiladores, indica que estos se refieren a tales personas religiosas. Los malos obreros mencionados aquí no eran ladrones, sino personas que abogaban por la circuncisión, y al defenderla celosamente, eran semejantes a perros que ladran. Esta es la razón por la que Pablo los calificaba como “malos obreros” y “mutiladores”, términos que comunican un profundo desprecio. Estos “perros religiosos”, los judaizantes, no sólo ladraban, sino que además mordían. Dondequiera que se predicaba el evangelio y se establecían iglesias, aparecían estos “perros religiosos” ladrando con la intención de morder y perturbar a los santos. Esta actitud por parte de los judaizantes formaba parte del trasfondo bajo el cual fue escrita la epístola a los filipenses.

Hoy en día existen numerosos grupos de “perros” religiosos que ladran. Adondequiera que vamos, nos atacan los distintos grupos religiosos. En principio, nuestra situación es la misma que la de los filipenses, cuando Pablo les escribió esta epístola. Nosotros, al igual que los creyentes de Filipos, también tenemos la urgente necesidad de experimentar a Cristo. Si ésta era la mayor necesidad de los filipenses, debido a su trasfondo, ¡cuánto más debemos experimentar a Cristo hoy, por causa de la situación que prevalece actualmente! Los filipenses tuvieron que enfrentarse con un solo “ismo”, el judaísmo, mientras que nosotros tenemos que confrontar muchos “ismos”, es decir, muchos grupos de “perros” religiosos que ladran. Tan pronto comenzamos a hablar de nuestra experiencia de Cristo, estos “perros” comienzan a ladrar y a morder. Los escritos de nuestros opositores, que incluyen muchas falsas acusaciones en contra nuestra, pueden considerarse como los “ladridos” de estos “perros” religiosos.

Debido a la fuerte influencia que los judaizantes ejercían sobre los creyentes, Pablo se vio obligado a escribir a los santos de Filipos que se guardaran de los “perros”. No creo

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que le resultó fácil usar esta expresión, puesto que aquellos “perros” eran sus propios compatriotas. Pablo era muy patriota y amaba profundamente a la nación judía. Por esa razón debió haberle sido muy difícil llamar “perros” a algunos de sus compatriotas. Sin embargo, la situación en la que se hallaba le obligó a usar esta expresión. Pese a que estos judaizantes eran sus compatriotas y parientes según la carne, él no pudo contenerse y tuvo que llamarlos “perros”, “malos obreros” y “mutiladores del cuerpo”. La influencia de estos “perros” era un aspecto importante del trasfondo de esta epístola. Puesto que hoy en día nos encontramos en una situación similar, por lo menos en principio, debemos considerar que esta epístola fue escrita también para nosotros. Por la situación en la que se encontraban los creyentes de Filipos, ellos debían experimentar a Cristo; asimismo, a causa de nuestra situación actual, nosotros debemos experimentarlo aún más.

B. Los creyentes judaizantes predicabana Cristo por envidia y contienda

para rivalizar con el apóstol Pablo

Conforme a 1:15-18, algunos predicaban a Cristo “por envidia y contienda” y “por ambición egoísta”, y competían con Pablo. Los que predicaban a Cristo de esta manera eran los creyentes judaizantes, quienes, apegados a su religión judía, introducían elementos del judaísmo a la vida de iglesia. El apego a su religión les incitaba a predicar a Cristo en rivalidad con Pablo, quien había renunciado por completo al judaísmo con sus leyes, ritos y costumbres, incluyendo la práctica de la circuncisión. Ellos predicaban a Cristo por envidia y contienda debido a que seguían aferrados a estas prácticas religiosas. Sin embargo, en 1:18 Pablo pudo declarar: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. El apóstol vió que los que predicaban por envidia, contienda y ambición egoísta, también predicaban a Cristo y se regocijó en que Cristo fuera anunciado. Mientras que Pablo se valía de la economía de Dios para predicar a Cristo, otros predicaban a Cristo valiéndose del judaísmo. Por consiguiente, Cristo era anunciado de dos maneras distintas.

Hoy en día sucede lo mismo. Muchos cristianos predican a Cristo aparte de la economía de Dios, la cual tiene que ver con la iglesia. En la época de Pablo, los creyentes judaizantes predicaban a Cristo por causa del judaísmo, y no por la iglesia. En cierto sentido, predicaban a Cristo tomando el judaísmo como su meta. En cambio, Pablo predicaba a Cristo con miras a la iglesia, el Cuerpo de Cristo.

Pablo fue perseguido no tanto por predicar el evangelio, sino por defenderlo y confirmarlo. En 1:7, él nos habla de “la defensa y la confirmación del evangelio”, y en

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1:16 declara que “estaba puesto para la defensa del evangelio”. Los creyentes judaizantes, por el contrario, pervertían el evangelio y lo distorsionaban. El evangelio no induce al judaísmo, ni debía anunciarse con el propósito de llevar a los incrédulos a guardar la ley y a practicar la circuncisión. Predicar el evangelio de esta manera equivale a pervertirlo y distorsionarlo. En su defensa del evangelio, Pablo expuso claramente que el propósito del evangelio consiste en producir el Cuerpo de Cristo, y no en obligar a nadie a llevar la marca de la circuncisión. Mientras que Pablo predicaba el evangelio de una manera positiva y divina, lo defendía y lo confirmaba. Su manera de predicar el evangelio era muy distinta a la de los creyentes judaizantes. Por tanto, en la época en que esta epístola fue escrita, el evangelio era predicado de dos maneras diferentes.

También hoy en día nosotros predicamos el evangelio de manera distinta a la adoptada por el cristianismo. Muchos anuncian las buenas nuevas, pero su predicación no corresponde a la economía de Dios. Si al igual que Pablo, nosotros predicamos el evangelio conforme a la economía de Dios, los religiosos se nos opondrán. Debido a que predicamos de modo diferente, recibiremos persecución de parte de los “perros” religiosos.

C. Los creyentes de Filipos participabancon el apóstol Pablo en el

progreso del evangelio

El trasfondo de este libro incluye también un aspecto positivo: la participación de los filipenses con el apóstol Pablo en el progreso del evangelio (1:5-7; 4:14-19).

Me preocupa que aun entre nosotros, algunos todavía conservan un entendimiento inadecuado del evangelio. Predicar el evangelio no solamente consiste en anunciar que Cristo es nuestro Salvador y que al creer en El obtenemos el perdón de los pecados. Tampoco consiste en declarar que somos salvos del infierno para ir al cielo, o que podemos ser regenerados. De hecho, toda la epístola de Filipenses constituye una definición del evangelio. Predicar el evangelio consiste en proclamar el mover de Dios sobre la tierra, conforme a Su economía. Esto significa que el evangelio es la predicación de la economía de Dios, y que por lo tanto, incluye magnificar a Cristo, vivirlo, y todos los aspectos relacionados con la experiencia de Cristo que se mencionan en este libro. Los creyentes de Filipos participaban con Pablo en el progreso del evangelio, lo cual significa que participaban en el mover de la economía de Dios en la tierra.

La economía de Dios no solamente consiste en obtener un grupo de personas que hayan sido perdonadas, justificadas, lavadas con la sangre de Cristo, regeneradas y salvas del infierno y destinadas para ir al cielo, ya que esto sólo representa una parte de la

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salvación que Dios efectúa con miras a Su economía. Antes bien, el evangelio comprende la totalidad de la economía de Dios. No debemos tratar de definir el evangelio sacando de contexto ciertas frases de los escritos de Pablo. Es necesario que tengamos en cuenta toda la epístola de Filipenses, sin excluir ninguno de los puntos principales. De este modo, tendremos el contenido completo del evangelio y veremos que éste implica el mover de Dios conforme a Su economía. ¡Cuán bendecidos eran los creyentes filipenses al participar en el progreso de tal evangelio! El evangelio del cual participaban no era el evangelio pobre, estrecho y superficial que tantos cristianos predican hoy en día. Los creyentes de Filipos tenían el privilegio de participar en la extensión y en el progreso del evangelio que corresponde a la economía de Dios.

D. Existían disensionesentre los creyentes de Filipos

Aunque los filipenses participaban con Pablo en el progreso del evangelio; aún existían disensiones entre ellos (1:27; 2:1-4; 4:2-3). Como veremos más adelante, estas disensiones se debían a que no eran totalmente uno en el alma. Ciertamente habían sido regenerados en su espíritu, pero aún no habían sido transformados en su alma. En su espíritu, no tenían ningún problema, pero sí en su alma, y especialmente en su mente. Algunos de entre ellos sostenían conceptos diferentes, los cuales provocaban disensiones.

II. EL TEMA: EXPERIMENTAR A CRISTO

Como mencionamos anteriormente, el tema de la epístola de Filipenses es experimentar a Cristo. En cada capítulo se nos presenta un aspecto fundamental relacionado con nuestra experiencia de Cristo. El primer capítulo, habla de magnificar a Cristo. No importa cuál sea la situación en la que nos encontremos, debemos expresar a Cristo hasta el grado de magnificarlo.

En el segundo capítulo, Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. En todo lo que hagamos, necesitamos un modelo o patrón. Incluso para experimentar y disfrutar a Cristo necesitamos un patrón. Este patrón es Cristo mismo.

En el capítulo tres, vemos que Cristo debe ser nuestra meta. Los que amamos al Señor y le buscamos, no carecemos de una meta. Nuestra meta es Cristo, hacia quien proseguimos.

Finalmente, en el capítulo cuatro, vemos que Cristo es nuestro poder. En 4:13, Pablo declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Cristo no es solamente

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nuestro modelo y nuestra meta, sino también nuestro poder, nuestro dínamo. Como tal, El nos fortalece interiormente para que vivamos a Cristo, le magnifiquemos y vayamos en pos de El como nuestra meta.

Los cuatro capítulos de la epístola de Filipenses nos presentan diferentes aspectos de Cristo: El es aquel a quien expresamos y magnificamos, El es nuestro modelo, y también nuestra meta y poder interior. Por lo tanto, en este libro que trata acerca de cómo experimentar a Cristo, se incluyen cuatro asuntos principales: la expresión, el modelo, la meta y el poder. Debemos experimentar a Cristo en estos cuatro aspectos.

A. Para contrarrestar la influencianegativa de los judaizantes

Los filipenses necesitaban experimentar a Cristo a fin de contrarrestar la influencia negativa de los judaizantes. Si queremos vencer la oposición de hoy, debemos también experimentar a Cristo. Nuestros propios recursos no son adecuados para hacer frente a los ladridos de los “perros” religiosos. La oposición es demasiada severa como para vencerla por nosotros mismos. Es por eso que necesitamos experimentar a Cristo de tal forma que lo vivamos y lo tomemos como nuestro modelo, nuestra meta y nuestro poder. Experimentar a Cristo de este modo nos permitirá vencer toda oposición.

Cuanta más oposición tengamos, más se requiere que vivamos a Cristo. Debemos ser como un globo lleno de aire que, cuanto más presión recibe, más se eleva. En cierto modo, debemos estar agradecidos por la oposición, pues ésta nos estimula. No obstante, para enfrentarnos a ella, no basta con percatarnos de ella y reaccionar; ante todo debemos vivir a Cristo y magnificarle. A medida que le experimentamos, venceremos la influencia negativa de los religiosos de hoy.

B. Para discernir la predicaciónque se realiza por ambición

Al experimentar a Cristo, también llegamos a poseer cierto discernimiento en cuanto a las diferentes razones por las que se predica a Cristo; en especial, podremos discernir cuándo se predica por ambición (1:17). Cuanto más experimentemos a Cristo, más discernimiento recibiremos. De hecho, Cristo mismo llegará a ser nuestro discernimiento, nuestra percepción y nuestro tacto moral. Experimentar a Cristo nos hace más perceptivos. Dicha percepción no es natural, ni se adquiere con la educación; únicamente se obtiene al experimentar a Cristo. Cuanto más lo experimentamos, más El viene a ser nuestra percepción y nuestro tacto, lo cual nos permite discernir la

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motivación de las personas. Si tenemos a Cristo como nuestros rayos X, nadie podrá escapar de nuestra clara percepción. Todos necesitamos este tipo de discernimiento.

C. Para participaren el progreso del evangelio

También debemos experimentar a Cristo para participar en el progreso del evangelio (1:27-30). Experimentar a Cristo nos hace aptos para participar en el mover del Señor, el cual cumple Su economía.

D. Para acabar con las disensiones

Finalmente, experimentar a Cristo pone fin a todas las disensiones (2:5, 12-16). Las disensiones terminan solamente cuando experimentamos a Cristo. Cuanto más lo experimentemos, menos desacuerdos habrá entre nosotros.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DOS

LA IGLESIA EN FILIPOS

Lectura bíblica: Fil. 1:1-11, 19, 27, 2:1-2; 4:2, 14-18

En este mensaje estudiaremos algunas características sobresalientes de la iglesia en Filipos. Filipos era la ciudad principal de la provincia de Macedonia en el antiguo Imperio Romano (Hch. 16:12). En el primer viaje ministerial de Pablo a Europa (Hch. 16:10-12) se estableció la primera iglesia de Europa, en dicha ciudad.

I. UNA IGLESIA ESTABLECIDA CON UN BUEN ORDEN

En Filipenses 1:1, Pablo declara: “Pablo y Timoteo, esclavos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los que vigilan y los diáconos”. Este versículo revela que la iglesia en Filipos fue establecida con un buen orden. Notemos que Pablo habla de “los santos ... con los vigilan y los diáconos”. Esta es la única vez que se usa esta expresión en el Nuevo Testamento. El hecho de que Pablo hable de los santos y después agregue la frase “con los que vigilan y los diáconos” es muy significativo, pues da a entender que la iglesia local se compone de un solo grupo de personas, a saber, los santos. Los santos son los que componen la iglesia local. Pero entre ellos, hay algunos que llevan la delantera, a quienes el Nuevo Testamento denomina “ancianos” o “los que vigilan”. Los que vigilan son los mismos ancianos de una iglesia local (Hch. 20:17, 28).

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El término “anciano” denota a la persona, mientras que la frase “los que vigilan”, alude a la función. Uno que vigila es un anciano en función. El hecho de que Pablo usa aquí la expresión “los que vigilan” en lugar de “los ancianos”, indica que los ancianos de esta iglesia estaban cumpliendo con sus deberes.

En el siglo segundo, Ignacio enseñó que los obispos, es decir, los que vigilan, ocupaban una posición más elevada que los ancianos. El afirmó que la autoridad y la función de los ancianos se limitaba a su respectiva localidad, mientras que la de los obispos tenía una mayor jurisdicción. Sin embargo, esta enseñanza es totalmente contraria a las Escrituras, pues el Nuevo Testamento indica claramente que los ancianos son los que vigilan y que los que vigilan son ancianos. Ambos títulos se refieren en realidad a la misma persona. Así, cuando un anciano cumple con su deber en la iglesia, realiza la función de vigilar. Por lo tanto, los obispos o los que vigilan no son un grupo de personas diferente de los ancianos.

En 1:1, Pablo menciona también a los diáconos, quienes son los servidores de una iglesia local y están bajo la dirección de los que vigilan (1 Ti. 3:8). De hecho, el término “diácono” proviene de la palabra griega diákonos, que significa servidor.

En Filipenses 1:1 vemos que una iglesia local se compone de los santos, con los que vigilan o toman la delantera y los diáconos, los que sirven. Esto comprueba que en la iglesia en Filipos había un buen orden. Pablo no escribió: “A todos los santos y a los que vigilan y los diáconos”, sino: “A todos los santos ... con los que vigilan y los diáconos”. La preposición griega traducida “con” puede traducirse también “junto con”. Si Pablo hubiera insertado la conjunción “y” en lugar de la preposición “con”, esto indicaría que en una iglesia local hay tres categorías de personas: los santos, los que vigilan y los diáconos. No obstante, la preposición “con” descarta esta idea.

En el cristianismo actual predomina el concepto de que en la iglesia existen diferentes rangos de personas. Dicho pensamiento es contrario a las Escrituras, pues el Nuevo Testamento revela que en una iglesia local sólo existe un grupo de creyentes, el cual está formado por todos los santos.

Pablo escribió esta epístola bajo la dirección del Espíritu Santo, y de una manera deliberada y prudente usó la preposición “con”, en vez de la conjunción “y”. El uso de esta preposición es muy significativo, pues indica que en una ciudad debe haber una sola iglesia, y que ésta debe incluir a todos los santos que en ella se encuentren. Agradecemos al Señor que a pesar de todas las divisiones que han sucedido en la historia de la iglesia, nos haya recobrado y traído a la posición original de la iglesia, a saber, que solamente

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puede haber una iglesia en cada localidad y que ésta debe incluir a todos los santos, quienes conforman la categoría única.

II. TENIAN COMUNION EN ELPROGRESO DEL EVANGELIO

La iglesia en Filipos también tenía comunión con Pablo en cuanto al progreso del evangelio. En 1:5, Pablo dice: “Vuestra comunión en el progreso del evangelio, desde el primer día hasta ahora”. La palabra comunión significa participación, comunicación. La misma palabra griega se tradujo “contribución” en Romanos 15:26 y “ayuda mutua” en Hebreos 13:16. Los santos de Filipos tenían comunión en el evangelio, es decir, participaban en el progreso del evangelio por medio del ministerio del apóstol Pablo. Esta participación incluía sus contribuciones económicas al apóstol (4:10, 15-16); lo cual resultó en el progreso del evangelio. Esta clase de comunión, que los guardó de ser individualistas y de tener pensamientos distintos, indica que los filipenses eran uno, no sólo con el apóstol Pablo, sino también entre ellos. Esto les permitió experimentar y disfrutar a Cristo, lo cual constituye el tema principal de este libro. La vida en la cual se experimenta a Cristo y se le disfruta, es una vida que participa en el progreso del evangelio, una vida que predica el evangelio, no de forma individualista, sino corporativa. Por ende, se usa la expresión “la comunión para el progreso del evangelio”. Cuanto más comunión tenemos en el progreso del evangelio, más de Cristo experimentamos y disfrutamos. Esto pone fin a nuestro yo, nuestra ambición y preferencias.

Al contribuir los creyentes filipenses en el progreso del evangelio, o sea en el avance del mover de Dios sobre la tierra conforme a Su economía, ellos participaban de la gracia juntamente con Pablo. Los que participan de la gracia son aquellos que comparten y disfrutan al Dios Triuno procesado como gracia. El apóstol Pablo era esta clase de persona al defender y confirmar el evangelio, y los santos de Filipos par ticipaban con él de esa misma gracia. La gracia es el Dios Triuno procesado quien se nos imparte para que lo disfrutemos. Los filipenses disfrutaban de esta gracia mediante la comunión que tenían con Pablo en el evangelio. En griego, la expresión “participantes” implica que llegaron a ser partícipes de la misma gracia que Pablo, es decir de la misma gracia que él disfrutaba.

Además, la iglesia en Filipos también oraba por Pablo (1:19), completaba su gozo, le proporcionaba regocijo (2:1-2) y le proveía para sus necesidades materiales. Sin duda, ésta era una iglesia excepcional.

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III. HABIA DISENSIONES ENTRE ELLOS

Aunque la iglesia en Filipos estaba establecida en buen orden y tenía comunión con Pablo en el progreso del evangelio, aun así, había disensiones entre ellos. Esto muestra que es muy difícil evitar las disensiones, las cuales pueden presentarse en cualquier lugar y en cualquier momento. Las disensiones provienen de las opiniones, las cuales a su vez se originan en la mente, que es la parte principal del alma. En la epístola de Filipenses, Pablo menciona muy a menudo el alma, la mente, y los pensamientos. En 1:27, él usa la expresión “unánimes”, en 2:2 usa la frase “unidos en el alma”, y más adelante, en 2:20, el término “mismo ánimo”.

Hoy, en la vida de iglesia, debemos ser uno en el alma. Los cristianos hablan mucho de ser uno en el Señor o uno en el Espíritu, pero ¿había oído usted alguna vez hablar de que tenemos que ser uno en el alma? Nuestra unidad sólo será práctica cuando seamos uno en el alma. De lo contrario, sólo consistirá en darnos la mano por encima del muro divisorio. Los cristianos hablan de unidad, pero no están dispuestos a abandonar sus opiniones disidentes. Pablo, en cambio, tenía un concepto diferente de la unidad. En Filipenses, él muestra claramente que debemos ser uno en el alma.

Para ser uno en el alma, primero necesitamos ser transformados y renovados en nuestra mente. Romanos 12:2 dice que somos transformados por medio la renovación de nuestra mente. Es posible que tengamos una mente vieja. Incluso la mente de los jóvenes puede ser muy vieja. Pero si nuestra mente ha sido renovada, será nueva y fresca, aun cuando tengamos una edad avanzada. Yo puedo testificar que Cristo nunca ha dañado mi mente, sino que por el contrario, la ha renovado.

Una de las razones por las que tenemos una mente vieja es que recordamos ofensas pasadas. Es posible que hace años nos haya ocurrido algo que no estamos dispuestos a olvidar. Esto indica que no estamos dispuestos a perdonar, puesto que el verdadero perdón implica el olvido de la ofensa. Debido a que algunos santos recuerdan las ofensas del pasado, su mente se ha envejecido. Si nuestra mente es vieja, nos causará problemas, los cuales resultarán en disensiones. Por lo tanto, es crucial que nuestra mente sea renovada.

El único defecto de la iglesia en Filipos era la disensión, la cual proviene de las opiniones. En 4:2, Pablo dijo: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Estas dos hermanas, que eran colaboradoras de Pablo, no tenían un mismo sentir. Probablemente su desacuerdo no era sobre cosas seculares, sino en cuanto al mover de Dios en la tierra. Al respecto, ellas tenían diferentes opiniones en su alma. Puesto que eran uno en el espíritu, no estaban divididas. Pero en

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la práctica, había disensiones entre ellas debido a sus distintos conceptos. Esta era una deficiencia de la iglesia en Filipos, una iglesia muy buena. No obstante, por causa de las disensiones, los filipenses no eran unánimes en la predicación del evangelio (1:27).

Conforme a 2:2 y 4:2, vemos que los filipenses no tenían el mismo pensamiento ni el mismo amor, es decir, no estaban unidos en el alma ni eran de un mismo sentir. Hoy en día, en el recobro del Señor algunos hermanos se encuentran en esta situación. Ciertamente el Señor los ha cautivado para Su recobro, han visto el terreno de unidad de la iglesia y lo honran, pero no tienen el mismo pensamiento que los demás santos, ni el mismo amor ni son unánimes. Sin duda alguna, ellos pueden afirmar que son uno en el espíritu con todos los santos, pero no pueden declarar que son unánimes, ni que tienen un mismo pensamiento ni “este único pensamiento”.

¿Qué significa tener “el mismo pensamiento” y tener “este único pensamiento”? Ambas expresiones se encuentran en 2:2. Y más adelante, en 4:2, Pablo exhorta a Evodia y a Síntique a tener un mismo sentir. El mismo sentir es Cristo mismo, y el único pensamiento es ir en pos de Cristo para ganarlo, asirse de El y poseerlo. No debemos pensar que la frase “un mismo sentir” del que habla Pablo, es otra cosa aparte de Cristo. Muchos grupos cristianos tienen en común algo que ellos consideran “el mismo pensamiento”. Pero según Pablo, “el mismo pensamiento” es Cristo, y “este único pensamiento” es ir en pos de El para ganarlo. Esto lo reafirma el contexto de la epístola de Filipenses.

Debemos tener el mismo sentir, Cristo; y el único pensamiento, ir en pos de El para ganarlo. Esto hará que nuestra mente sea disciplinada y renovada. Ser renovados en nuestra mente equivale a experimentar un cambio metabólico, que consiste en eliminar todo lo viejo y en recibir un elemento nuevo. Cuando el elemento de Cristo se infunde en nuestro ser, desecha el viejo elemento y lo reemplaza. De esta forma, nuestra mente es renovada. Aun los jóvenes tienen muchos elementos viejos que deben ser eliminados y reemplazados por el elemento de Cristo.

Debemos permitir, por tanto, que Cristo sea el elemento positivo en nuestra constitución que renueve nuestra mente. Muchos se valen de su astucia natural de una manera negativa, por ejemplo, al centrarse en las ofensas u otras cosas negativas. Pero nosotros debemos fijar nuestros pensamientos en Cristo y permitir que El ocupe nuestra mente. Si nuestra mente no es renovada, habrá disensiones entre nosotros, como las hubo en Filipos. La iglesia en Filipos tenía esta deficiencia porque los santos no estaban dispuestos a renunciar a su mente natural y a su vejez.

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IV. NECESITABAN MASCONOCIMIENTO Y DISCERNIMIENTO

A. En el amor que sobreabunda

Pablo demostró su excelencia como escritor al no mencionar directamente el defecto de los santos filipenses. En lugar de amonestarles diciendo: “Quiero que sepáis que os falta amor”, él les dijo en 1:9: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en pleno conocimiento y en todo discernimiento”. Estas palabras implican que ellos no tenían el amor adecuado, que su amor era insuficiente. Así que, Pablo primero admitió que en cierta medida tenían amor, pero luego añadió que dicho amor tenía que abundar más y más.

Es muy significativo el hecho de que Pablo orara para que el amor de ellos abundara “en pleno conocimiento y en todo discernimiento”. Esto quiere decir que, aunque los creyentes filipenses tenían amor, necesitaban que éste abundara y rebosara aun más y más, pero no de una manera insensata, sino en pleno conocimiento; y no en ignorancia, sino en cabal discernimiento. Tal amor les permitiría poner a prueba y aprobar las cosas que se destacan por su excelencia, las cuales incluían el discernimiento de las diferentes maneras de predicar del evangelio referidas en 1:15-18 y de las distintas clases de personas mencionadas en 3:2-3.

El apóstol Pablo no oró para que el amor de los filipenses abundase en el celo o en el afecto que nace de un buen corazón. El amor, como sabemos, tiene que ver más con nuestra parte emotiva. Sin embargo, Pablo oró para que el amor de los creyentes abundase en pleno conocimiento y en todo discernimiento, dos virtudes relacionadas con la mente. Las personas comúnmente dicen que el amor es ciego, y creen que el amor se desvanece si mantenemos una mente sobria, es decir, si conservamos la calma, discernimos con claridad y analizamos los hechos. Piensan que es imposible amar y mantener una mente sobria al mismo tiempo; que un hermano sólo puede amar a su esposa de forma insensata, o volverse frío hacia ella si trata de mantener una mente clara y sobria.

Sin embargo, Pablo oró para que nuestro amor abundase más y más en pleno conocimiento y en todo discernimiento. La palabra griega traducida discernimientodesigna una percepción aguda o tacto moral. El discernimiento es la capacidad de percibir las cosas. Pablo no quería que los filipenses amaran de una manera insensata. Antes bien, los exhortaba a amar con una mente llena de conocimiento y de discernimiento, esto es, con una percepción aguda y tacto moral.

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En realidad, el conocimiento y el discernimiento que Pablo menciona en 1:9, son Cristo mismo. Cuando lo experimentamos, El llega a ser nuestro conocimiento y discernimiento. Pero debido a que lo experimentamos muy poco, carecemos del conocimiento y discernimiento necesarios para diferenciar las distintas clases de predicación.

B. Discernir las distintas clasesde predicación de Cristo y lasdiferentes clases de personas

Según el contexto presentado en 1:9, Pablo daba a entender que los filipenses requerían conocimiento y discernimiento para distinguir entre la predicación del apóstol y la de los creyentes judaizantes. Hoy en día, también necesitamos discernir las diferentes clases de predicación. Los cristianos predican a Cristo de muchas maneras, y cada una de ellas tiene sus puntos positivos, pues si no los tuviese, nadie les prestaría atención. Sin embargo, aunque dichas predicaciones contengan ciertos aspectos positivos, debemos preguntarnos si tienen como meta la economía de Dios, con miras al mover actual de Dios en la tierra. Pablo sabía que algunos creyentes filipenses habían sido distraídos por la predicación de los judaizantes. Así que, en estos versículos, parecía decirles: “Hermanos filipenses, la predicación de los creyentes judaizantes ha distraído a algunos de vosotros de la economía de Dios. Estoy de acuerdo en que debéis amarlos, pero es necesario que vuestro amor abunde en pleno conocimiento y en todo discernimiento, pero no améis de forma insensata, sino sobriamente, en todo conocimiento y con una percepción aguda”.

El discernimiento es la capacidad de percibir las cosas de una manera sensible. Puede ser que los predicadores más famosos tengan mucho conocimiento y elocuencia, pero si tenemos discernimiento, nos daremos cuenta de que la meta de su predicación es promover su propia obra, y no la economía de Dios. Si deseamos discernir la predicación de otros, debemos experimentar más a Cristo. Sólo la experiencia de Cristo puede hacer que el amor abunde en nosotros en pleno conocimiento y en todo discernimiento. Este amor nos permitirá amar con sensatez.

Sin lugar a dudas, algunos santos filipenses apreciaban la predicación de los creyentes judaizantes. Es por eso que Pablo oraba para que el amor de ellos por estas personas abundara en pleno conocimiento y en todo discernimiento. El motivaba a los filipenses a amar, pero no de una manera insensata y ciega, sino en conocimiento y discernimiento.

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C. Poner a prueba las cosas quesobresalen por su excelencia

siendo puros y sin tacha

Pablo oraba también para que los filipenses pusieran a prueba “las cosas que difieren” y para fuesen “puros y sin tacha” para el día del Señor. La palabra griega traducida “puros” significa juzgado a la luz del sol, es decir, de autenticidad comprobada; y por ende, puro y sincero. Sin tacha significa sin ofender a otros, es decir, sin causar tropiezo a los demás. Esto quiere decir que al ejercer discernimiento debemos ser puros en cuanto al motivo de nuestro corazón. De lo contrario, ofenderemos a otros. No es fácil discernir de una manera pura y sin tacha, puesto que esto depende de nuestra motivación.

D. Experimentar a Cristoproduce el fruto de justicia

En los versículos 9 y 10, Pablo ofreció tres oraciones por los filipenses, a saber, que el amor de ellos abundara en pleno conocimiento y todo discernimiento; que pusieran a prueba y aprobaran las cosas que se destacan por su excelencia; y que fueran puros y sin tacha para el día de Cristo. En el versículo 11, se revela el secreto para obtener estas tres cosas, donde Pablo habla de ser “llenos del fruto de justicia, que es por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Según la gramática, el versículo 11 modifica las tres cosas por las que Pablo oró. Una vez que fueran llenos del fruto de justicia, los filipenses podrían abundar en amor, discernir todas las cosas poniéndolas a prueba, y ser puros y sin tacha. De esta manera vemos que a fin de obtener estas tres cualidades, es necesario que seamos llenos del fruto de justicia por medio de Jesucristo. Por consiguiente, si queremos que nuestro amor abunde, y si deseamos discernir las cosas que sobresalen, poniéndolas a prueba y aprobándolas, y si buscamos ser puros y sin tacha, debemos ser llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo.

En realidad, el versículo 11 tiene que ver con nuestra experiencia de Cristo. Una vez más, vemos que experimentar a Cristo es la clave. La expresión “por medio de Jesucristo” nos permite afirmar que el versículo 11 se refiere a nuestra experiencia de Cristo. De ahí, el hecho de que el fruto de justicia se obtenga por medio de Jesucristo, da a entender que lo obtenemos al experimentar a Cristo. El Cristo a quien disfrutamos y experimentamos produce en nosotros tal fruto de justicia. Esto significa que, cuanto más experimentamos a Cristo, más se produce en nosotros este fruto de justicia, que es el producto viviente de una vida apropiada y justa delante de Dios y de los hombres. Tal vida no puede obtenerse mediante el hombre natural de los creyentes para que ellos se gloríen en sí mismos, sino sólo por medio de Jesucristo, para la gloria y la alabanza de

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Dios. Por consiguiente, nuestro amor debe abundar de un modo acorde con la economía de Dios. Si experimentamos a Cristo, ciertamente nuestro amor abundará, tendremos la capacidad de discernir todas las cosas poniéndolas a prueba y aprobándolas, y como resultado, seremos puros y sin tacha.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TRES

PABLO PADECIA POR CAUSA DEL EVANGELIOY A LA VEZ DISFRUTABA DE LA GRACIA

Lectura bíblica: Fil. 1:7-8, 12-14, 16-17, 28-30

En este mensaje, veremos cuánto sufrió Pablo por causa del evangelio y el disfrute que obtuvo de la gracia. Es fácil entender estos dos asuntos de una manera natural. Sin embargo, en lo tocante a asuntos espirituales, es imprescindible ir más allá de la mera comprensión natural o tradicional. De acuerdo con la epístola de Filipenses, sufrir por el evangelio y disfrutar de la gracia son en realidad dos experiencias profundas.

Sufrir por el evangelio implica que vivimos en la tierra exclusivamente por los intereses de la economía de Dios y que lo único que nos preocupa es que Su economía se cumpla. El evangelio incluye la economía de Dios, y sufrir por el evangelio indica que participamos en dicha economía. Por consiguiente, sufrir por el evangelio equivale a tomar parte en el cumplimiento de la economía de Dios.

Los escritos de Pablo revelan que él padeció por causa del evangelio. El evangelio por el que Pablo padeció no era un evangelio mediocre ni superficial. De hecho, sus padecimientos demuestran que el único propósito de su vida era llevar a cabo la economía de Dios. Su predicación no se limitaba a instar a las personas a que creyeran en Jesús como su Salvador para ir al cielo. Esta clase de evangelio no acarrea ningún sufrimiento. El evangelio que Pablo predicaba era el evangelio de la economía de Dios, para lo cual había tenido que renunciar a la religión, la ley, la cultura, las ordenanzas, las costumbres, las tradiciones, y a todo tipo de “ismo”. De hecho ponía fin a todo lo que no pertenecía a la economía de Dios. Su evangelio anulaba la religión, la política y la cultura, y en cierto sentido, podemos decir que también termina con nosotros. Por esa razón Pablo fue considerado un perturbador, una plaga (Hch. 24:5).

A pesar de que el evangelio anunciado por el apóstol Pablo le ponía fin todo lo que era contrario a la economía de Dios, él se refirió a su evangelio como el evangelio de la paz (Ef. 2:17; 6:15). En Efesios 2:17 Pablo declaró que Cristo, después de Su crucifixión y

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resurrección, fue a los gentiles y les anunció el evangelio de la paz. La paz sólo se obtiene cuando se ha terminado con todo lo que es contrario al evangelio. Es necesario poner fin a la religión, la política, la cultura, las ordenanzas y a la ley, para que reine la paz entre Dios y nosotros, y entre unos y otros. Ya que Pablo anunciaba un evangelio que terminaba con tantas cosas, su predicación no era bien recibida por los hombres. El no trataba de complacer ni a judíos ni a gentiles, sino que sólo se preocupaba por agradar a Dios. Por consiguiente, su predicación iba en contra de la religión, la política, la cultura, y de toda clase de “ismo”.

Si predicamos el evangelio como lo hizo Pablo, también tendremos aflicciones. Pero si nuestra predicación es “endulzada”, seremos bien recibidos en todas partes. En dicho caso, no padeceremos en absoluto por la economía de Dios.

No debemos entender el sufrimiento por el evangelio de una manera natural. Como ya dijimos, sufrir por el evangelio significa velar por los intereses de la economía de Dios. Mientras que permanezcamos en el recobro del Señor y nos preocupemos por el cumplimiento de la economía de Dios, nuestro destino será padecer por causa del evangelio.

El evangelio que predicamos en el recobro del Señor va en contra de la religión actual. En nuestro estudio-vida de Apocalipsis, dijimos que, de acuerdo con Apocalipsis 2 y 3, el judaísmo es satánico, el catolicismo es demoníaco y el protestantismo carece de Cristo. ¿Como podría esta palabra agradar a los que están en la religión? Sin embargo, estas palabras concuerdan con los propios términos que el Señor Jesús usó en Apocalipsis. Fue El quien usó la expresión “sinagoga de Satanás” (Ap. 2:9). ¿No indica esto que, a los ojos del Señor, el judaísmo se había convertido en un sistema satánico? Además, al referirse a la iglesia en Tiatira, la cual representa el catolicismo romano, el Señor usó la expresión “las profundidades de Satanás” (Ap. 2:24), lo cual se refiere a misterios profundos y satánicos. Sin duda, estas cosas son demoníacas. Y con respecto a la iglesia en Laodicea, vemos que Cristo está afuera, llamando a la puerta (Ap. 3:20). Es por eso que decimos que el protestantismo carece de Cristo; pues El se encuentra afuera, tocando a la puerta. A.W. Tozer se expresa con términos semejantes en un artículo titulado La pérdida de la autoridad de Cristo en las iglesias. En dicho artículo, Tozer indicó que el protestantismo carece de Cristo. Si somos fieles en predicar el evangelio de esta manera, de seguro recibiremos oposición. Cuando anunciemos el evangelio, no debemos tratar de complacer a las personas ni tampoco ofenderlas; simplemente debemos proclamar la verdad de Dios. Pero ciertamente esta verdad acabará con muchas cosas. Por lo tanto, todos aquellos que prediquen el evangelio buscando llevar a cabo la economía de Dios en la tierra, inevitablemente sufrirán por causa del evangelio.

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Sin embargo, si padecemos por el evangelio, también disfrutaremos de la gracia. Siempre que padezcamos por la economía de Dios, tendremos este disfrute. Puedo testificar que realmente disfruto de la gracia del Señor en medio de la oposición que afrontamos. Los sufrimientos que nos sobrevienen por causa de la economía de Dios,traen consigo el suministro de la gracia. Por consiguiente, el deleite de la gracia está relacionado con los padecimientos que experimentamos por el evangelio.

Disfrutar la gracia es experimentar a Cristo de una manera genuina, porque la gracia que disfrutamos no es otra cosa que Cristo mismo. No creo que los que predican el evangelio buscando agradar a los hombres conozcan este deleite. Sin duda alguna, los creyentes judaizantes que predicaban el evangelio en rivalidad con Pablo, no disfrutaban a Cristo como gracia. Su predicación no los llevó a disfrutar la gracia de Cristo. Anteriormente hemos dicho que la gracia no es otra cosa que el Dios Triuno procesado quien se nos imparte como nuestro deleite. Algunos tal vez se pregunten si esta definición de la gracia es correcta, pero analicemos lo que escribe Pablo en 2 Corintios 13:14: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Este versículo nos presenta al Dios Triuno como nuestro disfrute. Por tanto, la gracia equivale a experimentar al Cristo que mora en nosotros, quien en realidad es el Dios que se procesó para nuestro deleite. Cuanto más suframos por la economía de Dios, más nos deleitaremos en Cristo.

Si yo no hablara de lo que el Señor reveló en Apocalipsis 2 y 3 acerca del judaísmo, del catolicismo y del protestantismo, estoy seguro de que podría hacer muchos amigos mediante mi predicación. Sin embargo, perdería el disfrute de Cristo, el mejor Amigo. Si buscara agradar a los hombres, lo disgustaría a El. Jamás quisiera perder el favor de Cristo a cambio de ganar el favor de los hombres. Al igual que Pablo en Filipenses 3, estoy dispuesto a estimar todo como pérdida por amor de Cristo. Asimismo, estoy dispuesto a sufrir la pérdida de todas las cosas a fin de disfrutar de la gracia. No fui comisionado por el Señor para complacer a los hombres. Además, cuando se trate de la economía de Dios, debemos ser inflexibles. La verdad de Dios debe acabar con todo lo que se oponga a Su economía. Por tanto, al igual que Pablo, no tenemos otro camino.

En el libro de Filipenses vemos que Pablo no padecía meramente por predicar el evangelio, sino principalmente por defenderlo y confirmarlo. Ya vimos que el evangelio está relacionado con la economía de Dios, es decir, con el mover que Dios realiza en la tierra para cumplir Su propósito eterno. Cuando el apóstol escribió a los filipenses, había entre ellos ciertos predicadores que estaban pervirtiendo y distorsionando el evangelio de la economía de Dios. Debido a esto, Pablo tuvo que declarar que el judaísmo y la filosofía griega no tenían cabida en el evangelio de Dios. El había sido puesto para la defensa del evangelio (1:16), y además de esto, lo confirmaba al anunciar

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dos misterios: a Cristo como misterio de Dios, y a la iglesia como misterio de Cristo. Aunque había otros que predicaban a Cristo, ellos no lo hacían por el cumplimiento de estos dos misterios. En la actualidad lo mismo sucede entre los cristianos. A pesar de la importancia que le dan a las obras misioneras y a la predicación del evangelio, son pocos los predicadores que verdaderamente se preocupan por anunciar a Cristo como el misterio de Dios, y mucho menos aún los que hablan acerca de la iglesia como el misterio de Cristo. La mayoría prefiere evitar el tema de la iglesia. Por consiguiente, hoy en día son muy pocos los que confirman el evangelio. Es precisamente por esto que el Señor nos ha confiado la carga no sólo de defender el evangelio, sino también de confirmarlo. Nuestro interés es llevar a cabo los dos misterios, y esto nos causa mucha oposición.

Si usted predica el evangelio de una manera superficial, sin defenderlo ni confirmarlo, todos lo recibirán con brazos abiertos. Durante los primeros años de mi ministerio, un pastor de edad avanzada me dijo que si yo predicaba como ellos, sería bien recibido y que todos los cristianos de la ciudad estarían contentos conmigo. Luego, me advirtió que si yo seguía predicando como lo venía haciendo, esto ofendería a muchos. Sus intenciones al aconsejarme eran buenas, pero tuve que responderle que no tenía otra opción. Así que, desde ese día hasta hoy, he participado de los sufrimientos por el evangelio. Pero al mismo tiempo, he podido disfrutar a Cristo de una manera rica. Ciertamente lo he disfrutado como gracia.

Muchos de entre nosotros pueden testificar que, antes de venir a la vida de la iglesia, habían probado muy poco del deleite de Cristo. ¿Disfrutaba usted ricamente a Cristo cuando estaba en las denominaciones? Aparte de la vida de iglesia, en ningún otro lugar podemos disfrutar a Cristo apropiadamente. Si no creen lo que les digo, los reto a que viajen y busquen otro lugar donde puedan disfrutar más a Cristo que en la vida de iglesia. En 1948, le sugerí a un hermano que se quejaba mucho de la iglesia a que buscara un mejor lugar, y que tan pronto lo encontrara, me avisara para que yo también me reuniera allí con él. Sin embargo, nunca me informó al respecto. Es cierto que en la vida de iglesia padecemos por el evangelio, pero también contamos con la gracia, con el Dios Triuno procesado como nuestro deleite. Lo que disfrutamos es mucho mejor que todo aquello que la predicación de la verdad de Dios le pone fin.

I. LOS PADECIMIENTOS DE PABLO POR EL EVANGELIO

A. En cadenas

Cuando Pablo escribió su epístola a los filipenses, se encontraba sufriendo por el evangelio. En 1:7, 13, 14 y 17, él hace mención de sus prisiones, es decir, de su

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encarcelamiento, lo que indica claramente que escribió esta epístola desde la cárcel. Pero aunque Pablo se hallaba en prisión, aquella cárcel llegó a ser para él una casa de vino, una casa de banquete, debido a que disfrutaba al Señor. El versículo 7 se refiere a este hecho, pues habla de su participación de la gracia. Aun cuando se hallaba en cadenas, disfrutaba de la gracia. Para él, la cárcel no era sólo un lugar de sufrimiento, sino también de festejo.

B. Por causa de la defensay de la confirmación del evangelio

Pablo se hallaba encarcelado principalmente por defender y confirmar el evangelio (1:7).

1. Por el lado negativo, Pablo defiendeel evangelio de las herejías quelo pervierten y lo distorsionan

La defensa del evangelio tiene que ver, por el lado negativo, con las herejías que pervierten y distorsionan la verdad, como por ejemplo, el judaísmo mencionado en la epístola de Gálatas, y el gnosticismo, referido en la epístola de Colosenses. El judaísmo pervertía el evangelio, mientras que el gnosticismo y la filosofía griega, lo distorsionaban. Por consiguiente, Pablo defendía el evangelio contra tales herejías. Examinemos la experiencia que tuvo con Pedro en Antioquía. Pedro se abstuvo de comer con los creyentes gentiles, a pesar de la visión que había recibido en Hechos 10 acerca de los gentiles. En aquella ocasión, Pedro no fue firme en cuanto a la verdad del evangelio, sino que más bien la pervirtió. Fue por eso que Pablo se enfrentó con él cara a cara y lo reprendió.

Pablo era inigualable en cuanto a la manera en que defendía el evangelio contra la perversión y distorsión. Conforme al Nuevo Testamento, él fue el único que resistió con tenacidad todo aquello que pervertía y distorsionaba el evangelio. Debido a esto, tuvo que pasar por muchos sufrimientos; sin embargo, la gracia que disfrutó superaba a todos sus sufrimientos.

2. Por el lado positivo, confirma el evangeliocon la revelación de los misterios de Dios

acerca de Cristo y la iglesia

La confirmación del evangelio tiene que ver, por el lado positivo, con las revelaciones de los misterios de Dios acerca de Cristo y la iglesia presentadas en sus epístolas. En sus escritos, el apóstol nos revela dos grandes misterios: Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. Ningún otro apóstol presentó estos dos misterios tan

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claramente como Pablo. Ciertamente su enseñanza y su predicación confirmaban el evangelio y la economía de Dios.

A diferencia de Pablo, muchos predicadores de hoy no son radicales en cuanto a la defensa y la confirmación del evangelio. Les falta firmeza, pues en lugar de presentar los asuntos principales de la economía de Dios, prefieren dar mensajes “endulzados” para complacer a su audiencia. Sin embargo, nosotros, en el recobro del Señor, debemos defender y confirmar el evangelio fielmente. Por una parte, debemos defenderlo de las enseñanzas que lo pervierten y distorsionan, y por otra, debemos confirmarlo, dejando en claro cuál es la meta del evangelio de Dios.

C. En el avance del evangelio

En 1:12, Pablo declara: “Ahora bien, quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien en el avance del evangelio”. La palabra griega traducida “avance” se refiere al avance logrado por los pioneros que abren brecha delante de un ejército, para que éste continúe su marcha. Los sufrimientos de Pablo propiciaron tal avance. El era un pionero que abría el camino para facilitar el avance de la iglesia, el ejército de Dios. Pablo sabía muy bien que sus sufrimientos abrían un camino, e incluso una carretera, para que el evangelio pudiera avanzar. Sin sus sufrimientos, no hubiera habido ningún avance. Hoy, nosotros andamos por el camino que Pablo abrió por medio de sus sufrimientos por el evangelio.

Sin embargo, a lo largo de los siglos, muchos escombros han sido arrojados en esta carretera, obstruyendo el camino una vez abierto por Pablo. Por eso nuestra comisión de hoy no consiste en abrir otra carretera, sino en despejar la que abrió el apóstol. Sin embargo, esto también provocará enemistades. Algunos religiosos se opondrán a que quitemos los escombros y los obstáculos. No obstante, hemos recibido del Señor la comisión de despejar el camino para que la iglesia pueda avanzar. Esperamos que si los jóvenes permanecen fieles al Señor, podrán ir adelante en una carretera libre de obstáculos. Durante años hemos hecho lo posible por despejar el camino, y confiamos que los jóvenes que están en el recobro del Señor seguirán adelante en esta dirección. Creemos que tarde o temprano, todo el pueblo del Señor también andará en el camino que hoy se está preparando. Pese a que actualmente muchos no están dispuestos a tomar esta ruta, algunos han empezado a usar nuestros escritos y ya hablan del espíritu humano y de las iglesias locales.

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D. Alienta a los hermanos a anunciarla Palabra de Dios sin temor

En 1:14, Pablo dice: “Y la mayoría de los hermanos, con confianza en el Señor por mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra de Dios sin temor”. Las prisiones del apóstol no eran motivo de desaliento para los hermanos; por el contrario, esto los animaba a anunciar la palabra de Dios sin temor. Creo también que la oposición de hoyno nos desalentará, sino que más bien nos incitará a anunciar la palabra de Dios con denuedo. Espero que todos los santos se sientan motivados a anunciar la palabra de Dios.

E. Fortalece a los hermanos paraque también sufrieran por Cristo

Los sufrimientos de Pablo por causa del evangelio fortalecieron a los hermanos para sufrir por Cristo (1:28-30). En 1:28 Pablo nos exhorta a que no nos dejemos intimidar en nada por los que se oponen. El afirma que para ellos esto es ciertamente indicio de destrucción, mas para nosotros, de salvación. La palabra “destrucción” aquí se refiere a la destrucción de todo lo que los opositores son y hacen, mientras que la palabra “salvación” se refiere a la salvación de todo lo que nosotros somos y hacemos. El modelo que Pablo estableció al sufrir por Cristo, fortaleció a los hermanos, haciendo que estuvieran dispuestos a sufrir también por su Señor, para llevar a cabo la economía de Dios en la tierra.

En 1:29 Pablo declara: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en El, sino también que padezcáis por El”. La preposición griega que aquí se traduce “en” indica unión, es decir, que cuando creemos en Cristo entramos en una unión orgánica con El. Creer en Cristo equivale a introducir nuestro ser en el de Suyo para que ambos sean uno orgánicamente. Sufrir por causa de Cristo, después de haberle recibido y de haber sido hechos uno con El al creer en El, es participar de Sus sufrimientos, es decir, tener comunión en Sus padecimientos (3:10), a fin de experimentarlo y disfrutarlo. Esto es vivirle y magnificarle en medio de una situación en la que El es rechazado y sufre oposición.

En 1:30 Pablo concluye con estas palabras: “Teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí”. Pablo era un modelo establecido por la gracia de Dios para Su economía neotestamentaria (1 Ti. 1:14-16). Los creyentes neotestamentarios debemos experimentar y disfrutar a Cristo viviéndole y magnificándole, tal como Pablo lo hizo en medio de sus sufrimientos por Cristo, a fin de participar de la gracia juntamente con el apóstol.

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II. PABLO DISFRUTA DE LA GRACIA

A. Al participar de ella

En 1:7 Pablo dijo a los filipenses: “Todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia”. Los copartícipes de la gracia son los que participan del Dios Triuno procesado como gracia y lo disfrutan. El apóstol era tal persona en la defensa y confirmación del evangelio, y los santos de Filipos participaban con él de esta gracia. Por esta gracia Pablo soportó todos los sufrimientos que el evangelio le causaba. Al participar con Pablo en el disfrute de la gracia para el avance del evangelio, los filipenses fueron uno con él tanto en sus sufrimientos como en el disfrute de la gracia.

B. Al experimentar lo queCristo sentía en Sus entrañas

En 1:8, Pablo añade: “Porque Dios me es testigo de cómo os añoro a todos vosotros con el entrañable amor de Cristo Jesús”. Este versículo revela que Pablo experimentaba lo que Cristo sentía en Sus entrañas. La palabra griega traducida “entrañable”, implica un afecto profundo, y también tierna misericordia y compasión. En su añoranza por los santos, el apóstol era uno con lo que Cristo sentía en Sus entrañas.

Los versículos 7 y 8 no deben considerarse por separado. Debemos notar que el versículo 8 empieza con la conjunción “porque”, lo que indica que la gracia está relacionada con las entrañas de Cristo. Pablo participaba de la gracia, debido a que añoraba a todos los santos en el entrañable amor de Cristo. Disfrutar a Cristo consiste en ser uno con El en Su entrañable amor, y esto también se relaciona con el hecho de vivirlo. Vivir a Cristo consiste en permanecer en Su entrañable amor y disfrutarlo así como gracia.

En este capítulo, Pablo habla de magnificar y vivir a Cristo. Hablando de modo práctico, para magnificar y vivir a Cristo tenemos que permanecer en Su entrañable amor, en otras palabras, debemos permanecer en El. Si hemos de estar en Cristo, es necesario que permanezcamos en Su entrañable amor, es decir, en Su corazón tierno y en su lo más profundo de Su afecto. Sólo así, le disfrutaremos y experimentaremos como gracia de una manera muy práctica. A medida que le experimentamos y disfrutamos como nuestra gracia, seremos sustentados en medio de nuestros padecimientos por el evangelio, mientras nos ocupamos de cumplir la economía de Dios en la tierra.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUATRO

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LOS DISTINTOS MOTIVOSPOR LOS QUE SE PREDICA A CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 1:15-21

En Filipenses 1:7-11, Pablo menciona varias expresiones importantes. El habla de la defensa y la confirmación del evangelio, del pleno conocimiento, de todo discernimiento, de poner a prueba y aprobar las cosas que difieren por su excelencia, y del fruto de la justicia. En el versículo 8, incluso hace referencia al “entrañable amor de Cristo”. La clave para entender estos versículos y todas las palabras y expresiones que estos contienen es nuestra experiencia de Cristo. De hecho, esta es la llave que nos abre la epístola de Filipenses. Es correcto afirmar que la defensa del evangelio, la confirmación del evangelio, el conocimiento, el discernimiento, el poner a prueba y aprobar las cosas que difieren por su excelencia, la pureza y el fruto de la justicia, son simplemente Cristo. Sí, la defensa del evangelio es Cristo mismo, pues sin El no podemos defender el evangelio. Cristo es quien nos capacita para defenderlo, no nuestra elocuencia. Podemos predicar el evangelio y aun mencionar muchas veces el nombre de Cristo, sin que El sea la realidad de nuestras palabras. Esta clase de predicación no ministra Cristo a los demás. La única manera de defender el evangelio es ministrar a Cristo. Del mismo modo, Cristo es también la confirmación del evangelio, puesto que El es el centro del evangelio. Aparte de El, tampoco podemos confirmar el evangelio.

Por otra parte, el conocimiento y el discernimiento verdaderos también son Cristo. Si experimentamos a Cristo día tras día, seremos llenos de conocimiento y discernimiento. No discerniremos las cosas según nuestra habilidad natural, sino por medio del Cristo que vive en nosotros. Nuestra experiencia de Cristo nos hará personas sabias y muy perceptivas. El Cristo que mora en nosotros llegará a ser nuestra percepción de las cosas. Cuando era joven, buscaba al Señor con toda sinceridad. Sin embargo, no sabía que Cristo podía ser mi discernimiento y mi percepción. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que El es la capacidad que me permite distinguir la verdadera naturaleza de las cosas. El Cristo que vive en mí es mi percepción.

Cuando leamos Filipenses, no debemos perder de vista que el tema y el énfasis de este libro es experimentar a Cristo. Este debe ser el factor que gobierne nuestro entendimiento de esta epístola. Cada aspecto de este libro está regido por este tema. Es por eso que decimos que nuestra experiencia de Cristo es la llave que nos abre la epístolade Filipenses. Si usamos esta llave para entender cada versículo y cada frase, descubriremos que lo único que a Pablo le interesaba cuando escribió esta carta era hablar acerca de la experiencia de Cristo. Por ejemplo, al sufrir por el evangelio, podemos disfrutar de la gracia, y disfrutar de la gracia es experimentar a Cristo.

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Filipenses 3 no menciona la gracia, sino el poder de la resurrección de Cristo. Sin embargo, el poder de la resurrección mencionado en el capítulo tres corresponde a la gracia en el capítulo uno. Además, la comunión de los padecimientos de Cristo es sufrir por el evangelio. Esto indica que debemos experimentar a Cristo aun mientras sufrimos por el evangelio. Así que, aunque Pablo usa diferentes expresiones en este libro, todas se relacionan con el mismo tema: experimentar a Cristo. Por consiguiente, si deseamos entender esta epístola, debemos leerla a la luz de su tema principal.

En este mensaje hablaremos de los diferentes motivos por los que se predica a Cristo. De acuerdo con 1:15-17, algunos predicaban a Cristo por envidia y contienda, movidos por la ambición; mientras que otros lo hacían por amor, con una motivación pura y genuina. En este respecto, la situación actual es exactamente la misma que la que afrontó Pablo en el primer siglo. En la época en que él escribió la epístola a los filipenses, algunos predicaban a Cristo con distintos motivos. Lo mismo sucede hoy en día.

I. ALGUNOS PREDICABAN A CRISTOCON UN MOTIVO IMPURO

En 1:15, Pablo declara: “Algunos predican a Cristo por envidia y contienda”. La palabra “algunos” se refiere a los cristianos que se oponían a Pablo y a su ministerio (2 Co. 10:7; 11:22-23). Aun en el tiempo de Pablo había ciertas personas que envidiaban la influencia que ejercía Pablo y, debido a esto, predicaban el evangelio, tratando de competir con él. Como lo indica la palabra griega traducida “contienda”, estas personas predicaban a Cristo con un espíritu divisivo y por partidismo. En 1:17, Pablo añade que estas personas anunciaban a Cristo “por ambición egoísta, no con intenciones puras, pensando añadir aflicción a mis prisiones”. La palabra griega traducida ambición egoísta denota la búsqueda de un interés propio, rivalidad y sectarismo; y la palabra aflicción también puede traducirse opresión. Los que anunciaban a Cristo por ambición, hacían que las prisiones de Pablo lo presionaran aún más, depreciándolo a él y a su ministerio, mientras que él se encontraba privado del ejercicio de su predicación.

Pablo pasaba por aflicciones y se hallaba en cadenas no por predicar el evangelio, sino por defenderlo. Debido a que los judaizantes habían mezclado el evangelio con la ley y la circuncisión, Pablo tuvo que defenderlo. Esto fue precisamente lo que provocó el tumulto que lo puso en cadenas (Hch. 21:27-36).

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II. OTROS PREDICABAN A CRISTOCON UNA INTENCION PURA

En 1:15, Pablo declara que algunos predicaban a Cristo de buena voluntad. Estos tenían comunión con el apóstol, participaban con él en la predicación del evangelio y también colaboraban con él en la defensa de dicho evangelio. Tales personas predicaban a Cristo por amor.

En la actualidad, entre los cristianos existe el concepto de que, mientras creamos que Cristo es nuestro Salvador, adoremos al mismo Dios, enseñemos la Biblia y prediquemos el evangelio, todo estará bien. Pero aunque todos los cristianos crean en el mismo Señor, adoren al mismo Dios, enseñen la misma Biblia y prediquen el evangelio, es posible que todavía existan distintos motivos para predicar a Cristo. Las palabras de Pablo en 1:15-17 muestran claramente que, incluso en el primer siglo, no todos los cristianos predicaban a Cristo de una manera genuina. Pablo predicaba a Cristo y los creyentes judaizantes también lo hacían, pero la manera y los motivos eran muy distintos.

Debido a que existen diferentes maneras de predicar a Cristo, necesitamos conocimiento y discernimiento. Es por eso que Pablo oró para que el amor de los filipenses “abundara aun más y más en pleno conocimiento y en todo discernimiento” (1:9). Debemos discernir los diferentes motivos por los que la gente predica. Los cristianos predican a Cristo en el mundo entero, pero no debemos pensar que por el hecho de que prediquen a Cristo, todo está bien. Debemos percibir que existen diferentes motivos para predicar a Cristo, y tener la capacidad de discernir cada uno de ellos. Por lo tanto, en este mensaje, hablaremos de los diferentes motivos por los que se predica a Cristo.

En relación con el evangelio, Pablo usa en este libro varias expresiones que son muy significativas, por ejemplo: la “comunión en el progreso del evangelio” (1:5), “la defensa y confirmación del evangelio” (1:7), “el avance del evangelio” (1:12) y “la fe del evangelio” (1:27). Debemos conocer el significado de estos aspectos del evangelio y no pasarlos por alto. Siempre que leamos dichas expresiones en Filipenses, ellas deben producir una respuesta genuina en nosotros.

Los cristianos hablan mucho acerca de la predicación del evangelio, pero muy poco de la comunión en el progreso del evangelio. Para muchos de nosotros, esta no es una expresión familiar y tal vez ni siquiera la usemos. Es posible que incluso nos suene como una expresión tomada de otro idioma. El hecho de que el vocabulario de Pablo no nos sea familiar, indica que aún seguimos bajo la influencia de nuestro trasfondo religioso. Aprendamos a usar las mismas expresiones que usó Pablo con relación al evangelio.

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Hablemos de la comunión en el progreso del evangelio, de la defensa del evangelio, de la confirmación del evangelio, del avance del evangelio, y de la fe del evangelio.

En la actualidad muchos cristianos predican el evangelio, pero lo hacen fuera de la comunión en el progreso evangelio. Tampoco participan en su defensa ni hacen nada por confirmarlo. Es posible que dicha predicación no contribuya al avance del evangelio, y que ellos mismos no sepan lo que es la fe del evangelio. Como resultado, se presentan distintas maneras de predicar a Cristo. Cuando Pablo predicaba a Cristo, dicha predicación incluía la comunión, la defensa, la confirmación, el avance y la fe. Los creyentes judaizantes, por su parte, predicaban a Cristo de una manera totalmente distinta. Ellos, en lugar de predicar a Cristo siguiendo el camino de la comunión, predicaban a Cristo por envidia; y en lugar de predicar a Cristo buscando defender el evangelio, lo predicaban con un espíritu de contienda. Sin duda alguna, ellos predicaban a Cristo, pero su predicación no contribuía a la confirmación del evangelio. Por el contrario, predicaban a Cristo por rivalidad, con un espíritu divisivo y por ambición. En dicha predicación no se hallaban los aspectos positivos del evangelio, sino únicamente envidias, contiendas y rivalidades. Tal predicación no contribuía al avance del evangelio.

En principio, la situación actual es similar a la de los tiempos del apóstol Pablo. Actualmente muchos predican a Cristo, pero en su predicación podemos discernir que hay envidias, contiendas y rivalidad, que es lo contrario de la comunión, la defensa, la confirmación, el avance y la fe del evangelio. Por lo tanto, debemos adoptar el vocabulario de Pablo y, de una manera apropiada, con humildad y amor, compartir esto con todos los creyentes que estén dispuestos a escucharnos. Tal vez el Señor propicie que muchos jóvenes tengan la oportunidad de compartir con sus padres lo que Pablo quería decir cuando habló de la comunión en el progreso del evangelio, y de la defensa y la confirmación del evangelio.

La Biblia es muy profunda, y no debemos conformarnos con entenderla superficialmente. Al estudiarla, lo único que debe preocuparnos es la Palabra pura, y no las tradiciones preservadas por siglos ni las opiniones emitidas durante los concilios de la iglesia. Debemos aprender a sumergirnos en las profundidades de la Palabra, indagando el verdadero significado de las diferentes palabras, términos y expresiones. Luego, debemos usar la terminología de la Biblia en nuestras conversaciones. No nos interesan las tradiciones ni la teología sistemática. Lo único que nos interesa es la Palabra santa de Dios.

Al familiarizarnos con los términos usados por Pablo en relación con el evangelio, nos daremos cuenta de que muchas de las enseñanzas de hoy en cuanto al evangelio son muy superficiales. Han existido predicadores y maestros de la Biblia que han

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descubierto algunos tesoros en la Palabra. Sin embargo, entre los que los siguieron, muchos descuidaron estas riquezas, valorando más el trasfondo teológico tradicional que el verdadero entendimiento de la Palabra. Pero nosotros, en el recobro del Señor, no debemos conformarnos con una predicación superficial del evangelio; más bien debemos regresar a la Biblia y cavar en las riquezas que ella contiene. Por la misericordia del Señor, los que estamos en el recobro, disfrutamos de estas riquezas. ¡Cuánto le agradecemos al Señor por ello!

En la actualidad, la predicación en su mayoría no es sana. Le ofrece algo a las personas, pero no es un alimento saludable. Se trata más bien de un alimento “endulzado”, agradable al paladar, pero sin valor nutritivo. Por tanto, debemos ser capaces de discernir entre esta predicación y la predicación de Cristo que es conforme a la economía de Dios.

III. NO OBSTANTE, EL APOSTOLSE GOZABA DE QUE CRISTO

FUERA ANUNCIADO

En 1:18, Pablo declara: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. El corazón de Pablo estaba tan ensanchado por la gracia, que aun se regocijaba de que sus opositores predicaran a Cristo por pretexto. ¡Cuán recto era su espíritu! Este era el resultado de la operación de la vida, naturaleza y mente de Cristo, quien vivía en el apóstol. La experiencia que él tenía de Cristo era su disfrute. Tal vida le permitía regocijarse sin importar cuáles fueran las circunstancias.

IV. AMBAS MANERAS DE PREDICAR A CRISTORESULTARON EN SU SALVACION

En 1:19 Pablo añade: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. Pablo sabía que ambas maneras de predicar a Cristo resultarían en su salvación. En este versículo, la salvación se refiere a ser sustentado y fortalecido para vivir a Cristo y magnificarlo. Pablo se encontraba en una circunstancia que le obligaba a experimentar a Cristo y a disfrutar de El más intensamente por medio de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. El experimentó la salvación de Dios en el nivel más elevado. La experiencia de esta salvación está totalmente relacionada con el disfrute y la experiencia de Cristo.

Las circunstancias en que se encontraba Pablo lo motivaban a vivir y a magnificar a Cristo. El aprovechaba las situaciones producidas por las diferentes clases de

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predicación del evangelio para experimentar a Cristo, vivirlo y magnificarlo. Hoy en día, nosotros nos encontramos en la misma situación. Por un lado, no aprobamos ciertas formas de predicar a Cristo; pero por otro, debemos aprender a regocijarnos por el hecho de que Cristo sea anunciado. Si tenemos tal actitud, la situación anormal producida por las diferentes clases de predicación de Cristo, nos estimulará a disfrutar a Cristo, a vivirlo y magnificarlo, de la misma manera que lo hizo Pablo.

Si participamos en comunión en el progreso del evangelio, y si nos preocupamos por defenderlo y confirmarlo buscando el avance de dicho evangelio, nuestra predicación será sana. Estos aspectos salvaguardan la verdadera predicación del evangelio. Las iglesias que fueron levantadas en Suramérica ejemplifican este principio. En 1959, algunos hermanos se mudaron a Brasil con la carga de extender el recobro del Señor en este país. Durante los primeros diez años, estos hermanos pasaron por muchas aflicciones. Pero en los siguientes once años, más de cincuenta iglesias fueron establecidas en diferentes países de Suramérica. Uno de los hermanos que tomaron la delantera en este asunto no es un buen orador. Sin embargo, debido a que su predicación fue llevada a cabo en la comunión del evangelio, y para el avance, defensa y confirmación del evangelio, el Señor lo usó para establecer estas iglesias. ¡Alabamos al Señor por lo que El ha hecho en Suramérica por medio de dicha predicación apropiada y sana! Espero que aprendamos a discernir las distintas maneras en que se predica a Cristo, y en especial, que podamos distinguir cuál es la predicación sana y genuina, y la que no lo es.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCO

LA ABUNDANTE SUMINISTRACIONDEL ESPIRITU DE JESUCRISTO

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21

Los versículos del 19 al 21 del capítulo uno de Filipenses contienen tres expresiones cruciales: “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo” (v. 19), “será magnificado Cristo en mi cuerpo” (v. 20), y “para mí el vivir es Cristo” (v. 21). En este mensaje, estudiaremos la primera de estas expresiones: “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo”.

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I. LA ABUNDANTE SUMINISTRACION

En 1:19, Pablo declara: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. La expresión “la abundante suministración”, no es una traducción literal, sino más bien una interpretación de la palabra griega. La palabra griega se refiere a la suministración de todo lo que necesitaba el coro por parte del corega, el líder del coro. Por ende, este término implica una suministración abundante. El corega corría con todos los gastos del coro, como por ejemplo, alimentación, vestido, vivienda e instrumentos musicales. Así que, la suministración que los miembros del coro recibían de parte del corega era verdaderamente abundante y, de hecho, lo incluía todo. Así, cuando alguien entraba a formar parte del coro, no tenía que preocuparse más de sus necesidades, pues sabía que el corega le proveería todo lo necesario. Cuando Pablo usó la expresión “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo”, él comparaba la suministración del Espíritu con la de un corega. Por consiguiente, si queremos entender adecuadamente Filipenses 1:19, debemos añadir el adjetivo “abundante” al sustantivo “suministración”. Este versículo revela que la abundante suministración del Espíritu todo-inclusivo era otorgada a Pablo para que éste pudiera vivir y magnificar a Cristo en medio de sus sufrimientos por el Señor. La suministración del Espíritu de Jesucristo que disfrutamos hoy no es en nada escasa, sino abundante y todo-inclusiva.

II. EL ESPIRITU DE JESUCRISTO

El Espíritu de Jesucristo es “el Espíritu” mencionado en Juan 7:39. Este no es simplemente el Espíritu de Dios antes de la encarnación del Señor, sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo con la divinidad, después de la resurrección del Señor, al cual se le añadió la encarnación del Señor (Su humanidad), Su vivir humano bajo la cruz, Su crucifixión y Su resurrección. El ungüento santo de la unción mencionado en Exodo 30:23-25, un compuesto de aceite de oliva y cuatro clases de especias, es un tipo completo del Espíritu de Dios compuesto, quien ahora es el Espíritu de Jesucristo. En 1:19 no se menciona al Espíritu de Jesús, referido en Hechos 16:7 (gr.), ni al Espíritu de Cristo, en Romanos 8:9, sino al Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesús se relaciona principalmente con la humanidad del Señor y con Su vivir humano, en tanto que el Espíritu de Cristo se relaciona principalmente con la resurrección del Señor. Si deseamos experimentar la humanidad del Señor, tal como se muestra en 2:5-8, necesitamos al Espíritu de Jesús. Además, para experimentar el poder de resurrección del Señor mencionado en 3:10, necesitamos al Espíritu de Cristo. El apóstol, en sus aflicciones, experimentó el sufrimiento que el Señor padeció en Su humanidad, y también experimentó Su resurrección. Por consiguiente, el Espíritu para él era el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante del Dios

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Triuno. Tal Espíritu posee y es la abundante suministración para una persona como el apóstol, quien experimentaba y disfrutaba a Cristo en el vivir humano y en la resurrección de Cristo. Con el tiempo, este Espíritu compuesto, el Espíritu de Jesucristo, viene a ser los siete Espíritus de Dios, que son las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios, los cuales llevan a cabo Su administración en la tierra, a fin de efectuar Su economía con respecto a la iglesia, y los cuales son también los siete ojos del Cordero, que trasmiten a la iglesia todo lo que El es (Ap. 1:4; 4:5; 5:6).

I. Los siete Espíritus de Dios

Apocalipsis habla de los siete Espíritus de Dios (Ap. 1:4, 4:5, 5:6). Estos siete Espíritus son las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios, y también son los siete ojos del Cordero. Puesto que Apocalipsis habla de siete Espíritus, debemos preguntarnos si Dios el Espíritu es uno o siete. Según nuestro entendimiento de las matemáticas, uno es uno y siete son siete. Pero conforme a las “matemáticas” bíblicas, siete puede equivaler a uno y viceversa. Por tanto, el único Espíritu aquí es llamado los siete Espíritus.

Conforme al concepto tradicional de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son considerados tres personas distintas. Algunos van aun más allá y afirman que estas tres personas son distintas y están separadas la una de la otra. No obstante, la Biblia enseña que los Tres no están separados. Me pregunto qué responderían los que tienen este concepto tradicional al mostrarles Apocalipsis 5:6. Este versículo indica que los siete Espíritus, el tercero de la Trinidad, son los siete ojos del Cordero, quien es el segundo. Si el Hijo y el Espíritu fuesen dos personas separadas, ¿cómo es posible que los siete Espíritus sean los ojos del Cordero? En otras palabras, ¿cómo podría una persona de la Trinidad ser los ojos de otra, es decir, del Hijo? El concepto tradicional de la Trinidad, y en particular el que se basa en el credo de Nicea, es demasiado limitado y no incluye a “el Espíritu”, al Espíritu compuesto, ni a los siete Espíritus. De hecho, aquellos que se aferran a los conceptos tradicionales, tienen un entendimiento muy estrecho y restringido, mientras que el concepto de aquellos que se apegan a la Palabra pura en su totalidad, desde Génesis hasta Apocalipsis, es amplio y completo.

Es correcto usar la palabra “persona” para referirse a los “Tres” de la Trinidad, pero debemos ser prudentes y no dar demasiado énfasis a esta palabra. W.H. Griffith Thomas, en su libro titulado The Principles of Theology [Principios de teología], habla del peligro a que esto puede conducirnos. En cuanto a la Trinidad, él dijo: “Con frecuencia se han hecho objeciones en contra del uso de la expresión persona. Al igual que en todo lenguaje humano, esta palabra no está exenta de ser calificada como inexacta, e incluso errónea. Por tanto, no se debe insistir mucho en ella, pues esto nos

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conducirá al Triteísmo...” Los que hacen mucho hincapié en el uso del término persona, terminan afirmando que hay tres Dioses, es decir que, lo que obtienen al final es triteísmo, y no la Trinidad. Muchos maestros de la Biblia han incurrido en este error, sin darse cuenta. Debemos aceptar nuestra incapacidad de definir correctamente la Trinidad. De hecho, ni siquiera tenemos un entendimiento cabal del ser humano. ¿Cómo entonces pensamos que podemos entender plenamente el misterio del Dios Triuno? Debemos reconocer las deficiencias del credo de Nicea y del concepto tradicional de la Trinidad, y volvernos a la Palabra pura de Dios. A la luz de ella, descubrimos que el Espíritu que disfrutamos hoy no es solamente el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová o el Espíritu Santo; ni siquiera es simplemente el Espíritu de Jesús o el Espíritu de Cristo. Antes bien, el Espíritu que disfrutamos hoy es el Espíritu de Jesucristo, el cual es “el Espíritu”, el Espíritu todo-inclusivo, compuesto y vivificante del Dios Triuno. Por ser tan rico, abundante e inclusivo, este Espíritu es capaz de suplir todas nuestras necesidades. Es por eso que, mientras Pablo sufría por el evangelio, disfrutaba a la vez de la abundante suministración del Espíritu que lo es todo.

Hoy en día los cristianos hablan del Espíritu e incluso escriben libros tocante a El, pero jamás mencionan al Espíritu compuesto ni a los siete Espíritus. Prefieren conservar el concepto limitado y tradicional acerca del Espíritu de Dios, formulado en el credo de Nicea. Aquellos que forman parte del movimiento carismático o pentecostal, afirman que experimentan al Espíritu. Sin embargo, no prestan ninguna atención al Espíritu vivificante, al Espíritu compuesto ni a los siete Espíritus. Si en verdad queremos conocer al Espíritu Santo, primero debemos entender que hoy el Espíritu es el Dios Triuno que fue procesado mediante la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Algunos no están de acuerdo con el uso de la palabra “proceso”, argumentando que es imposible que Dios pase por un proceso. Pero ¿acaso no pasó Dios por las etapas de la encarnación, vivir humano, crucifixión y de la resurrección? Si esto no es un proceso, entonces, ¿con qué otra palabra podríamos describir este hecho? Así como usamos la expresión “Trinidad” para referirnos a la revelación bíblica de que Dios es Triuno, también recurrimos a la palabra “proceso” para describir las diferentes etapas por las que pasó el Dios Triuno desde la encarnación hasta la resurrección de Cristo.

No estamos satisfechos con un mero conocimiento doctrinal acerca del Espíritu de Jesucristo. Debemos avanzar y experimentar el Espíritu compuesto y los siete Espíritus de Dios. Necesitamos experimentar cada vez más a este Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante, el cual es el Dios Triuno procesado, que lo es todo para nosotros. Mediante este Espíritu, Pablo sufría por la economía de Dios, y al mismo tiempo disfrutaba de la abundante suministración que lo fortalecía para vivir en resurrección. El apóstol Pablo era un vencedor, no porque tuviera una voluntad extraordinaria, sino porque experimentaba al Espíritu todo-inclusivo y disfrutaba de la abundante

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suministración de este Espíritu, quien moraba en él para ser su todo. Por experiencia, Pablo comprendió que el Dios Triuno se estaba forjando en su ser. Espero que nosotros también podamos experimentar y disfrutar al Dios Triuno, quien nos abastece y se forja en nosotros como Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE SEIS

MAGNIFICAR A CRISTO AL VIVIRLE

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21

En este mensaje abordaremos el tema de magnificar a Cristo viviéndole (1:19-21). En el versículo 20, Pablo declara: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Cuando el apóstol padecía en su cuerpo, Cristo era magnificado, es decir, era exhibido y declarado ilimitado, exaltado y loado. Los padecimientos que experimentó el apóstol le dieron la oportunidad de expresar a Cristo en Su grandeza ilimitada. El apóstol Pablo deseaba que únicamente Cristo fuese magnificado en él, no la ley ni la circuncisión. La epístola de Filipenses nos muestra cómo experimentar a Cristo. Magnificar a Cristo bajo cualquier circunstancia es experimentarlo como nuestro máximo disfrute.

I. MAGNIFICAR A CRISTO

En el versículo 20 encontramos varias expresiones que se relacionan con la declaración de Pablo de que Cristo sería magnificado en él: “con toda confianza”, “como siempre”, “ahora también”, “en mi cuerpo” y “o por vida o por muerte”. El no solamente dice “con confianza”, sino “con toda confianza”. Luego, especifica que Cristo sería magnificado en su cuerpo. Dijo esto porque su cuerpo estaba encadenado. Pablo se hallaba atado a un guardia en la noche y quizás también durante el día. Pero a pesar de que su cuerpo se hallaba en cadenas, él declaró que en su mismo cuerpo Cristo sería magnificado. Incluso dijo que estaba dispuesto a magnificar a Cristo o por vida o por muerte. Esto indica que Pablo tenía el anhelo de que Cristo fuera magnificado en él, sin importar cuál fuera la situación en que se encontrara.

Ahora debemos preguntarnos qué quiere decir “magnificar a Cristo”. El verbo magnificar significa engrandecer. Tal vez nos preguntemos cómo puede ser magnificado Cristo, dado que El es infinitamente grande. Según Efesios 3, las dimensiones de Cristo, es decir, Su anchura, longitud, altura y profundidad son inmensurables. Sus

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dimensiones son tan vastas como las del universo. Sin embargo, a pesar de que Cristo es tan vasto, extenso e inmensurable, a los ojos de la guardia pretoriana del César, El no era nadie. A los ojos de ellos no existía tal persona llamada Jesucristo. Sin embargo, Pablo magnificaba a Cristo, es decir, lo engrandecía a los ojos de los demás, y en especial delante de aquellos que lo custodiaban en la cárcel. Esto hizo que algunos de ellos se convirtieran a Cristo. Hallamos un indicio de esto en 4:22, donde Pablo habla de los santos de la casa de César, lo cual comprueba que incluso algunos de la casa de César fueron salvos debido a que Pablo magnificó a Cristo.

En el tiempo en que Pablo estuvo encarcelado, los romanos despreciaban a los judíos. Los romanos eran los conquistadores, y los judíos, los conquistados. Entre los conquistados se encontraba un hombre llamado Jesús. Aunque El es ciertamente grande y maravilloso, no significaba nada para los romanos. Pero Pablo, mientras se hallaba en una prisión romana, magnificó a Cristo a tal grado que lo hizo grandioso a los ojos de aquellos guardias.

Nosotros también debemos magnificar a Cristo en nuestro diario vivir, de tal modo que El sea engrandecido a los ojos de los demás. Puede ser que sus compañeros de trabajo o de estudio menosprecien a Cristo. Puede ser que aun lo ridiculicen o tomen Su nombre en vano, quebrantando así el tercer mandamiento. Por consiguiente, usted debe hacer que otros vean a Cristo, no de manera insignificante, sino agrandada, magnificada.

Asimismo debemos magnificarle en nuestro hogar. Es probable que los padres de algunos jóvenes aún no hayan creído en Cristo y que incluso lo menosprecien. Por lo tanto, ustedes jóvenes tienen la responsabilidad de hacer que Cristo sea agrandado ante los ojos de sus padres. En lugar de conformarse con predicar a Cristo, deben magnificarlo. Debemos ver que no solamente necesitamos la vida, sino también el vivir. Si nuestro diario vivir es apropiado, Cristo será engrandecido ante los demás. Jóvenes, permitan que sus padres vean la grandeza de Cristo en ustedes.

Podemos magnificar a Cristo en situaciones donde es difícil, o aun imposible hablar acerca de El. Aunque los maestros no tengan libertad de predicar el evangelio a sus estudiantes, pueden magnificar a Cristo en sus aulas. Pueden engrandecer a este Cristo a los ojos de sus estudiantes. No creo que Pablo tuviera la libertad de predicar a Cristo en la cárcel. Al contrario, él se encontraba muy limitado y bajo una estricta vigilancia. Sin embargo, pese a tales circunstancias adversas, magnificaba a Cristo en su cuerpo, y procuraba con toda confianza magnificarlo siempre.

Pablo declaró que Cristo sería magnificado en él, o por vida o por muerte. Sin importar lo que le sobreviniera, ya fuera que siguiera viviendo o sufriera el martirio, él mantenía

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el firme propósito de magnificar a Cristo. Pablo magnificaba a Cristo en su vivir, lo cual significaba magnificarlo por vida. Ahora, mientras esperaba el martirio, también lo magnificaba, lo cual significaba magnificarlo por muerte. Por lo tanto, Pablo magnificaba a Cristo en su cuerpo encarcelado y encadenado, o por vida o por muerte. Esto no era una mera doctrina para él, sino una verdadera experiencia de Cristo.

En Filipenses 1:19 Pablo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Si permitimos que la abundante suministración del Espíritu opere en nosotros, nuestro diario vivir no será el mismo. Sentiremos la carga de magnificar a Cristo siempre y con toda confianza. Al magnificarlo, los demás verán Su grandeza y lo ilimitado que es El. Magnificar a Cristo de este modo, sin duda alguna, equivale a vivirlo.

Cuando Pablo escribió su epístola a los filipenses, él ya era anciano. Seguramente los guardias pensaban que su encarcelamiento lo agotaría. Pero al contrario, Pablo estaba lleno de gozo y se regocijaba en el Señor. Estoy seguro de que él irradiaba a Cristo y lo expresaba. Dicha expresión era un testimonio viviente de la grandeza ilimitada de Cristo y una declaración de lo inagotable de Su persona.

Tarde o temprano, el amor humano se acaba, pero Cristo como nuestro amor nunca se agotará. Nuestra paciencia natural también tiene sus límites, pero Cristo como nuestra paciencia es ilimitado. Todos tenemos la capacidad de ser pacientes, pero sólo hasta cierta medida. De ahí en adelante, nos exasperamos y nos enfurecemos. Por ejemplo, un hermano puede tener paciencia con su esposa. Sin embargo, su paciencia llegará a un límite y se enojará con ella. Pero a pesar de que nuestra paciencia es tan limitada, Cristo como paciencia es inagotable e inmensurable.

Es muy probable que mientras Pablo estaba en la cárcel sufría maltratos; no obstante, al regocijarse demostró la grandeza ilimitada de Cristo. En particular, él dio testimonio de la paciencia inagotable de Cristo. Indudablemente Cristo era magnificado en el cuerpo físico del apóstol. Día tras día Pablo estaba feliz en el Señor. Su gozo no disminuía con el tiempo, y mediante su gozo, él exhibía al Cristo inmensurable que experimentaba y disfrutaba. De este modo, el apóstol expresó, presentó, exaltó y alabó a Cristo. No creo que Pablo se ofendiera con los carceleros ni que él los ofendiera a ellos. Más bien, pienso que él era un testigo viviente de Cristo que daba testimonio de la capacidad, el poder, la paciencia, el amor y la sabiduría de Cristo, los cuales son ilimitados. Seguramente los guardias consideraron a Pablo una persona extraña y peculiar, y que poseía algo que ellos no tenían. Lo que observaron en Pablo era en realidad a Cristo, siendo magnificado. En la cárcel, Pablo expresó al máximo la grandeza de Cristo. El magnificaba a Cristo con toda confianza tanto por vida como por muerte. Al magnificarlo de esta manera, el apóstol podía trascender sobre cualquier situación.

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II. VIVIR A CRISTO

En el versículo 21, Pablo añade: “Porque para mí, el vivir es Cristo”. La conjunción “porque” al principio de este versículo es muy significativa, pues indica que lo que sigue después de ella es la explicación del versículo anterior. Cristo era magnificado en el cuerpo de Pablo porque él vivía a Cristo. Si hemos de magnificar a Cristo, ciertamente debemos vivirlo. Vivir a Cristo es un tema de suma importancia, pero a pesar de ello muy pocos cristianos han prestado la debida atención a este asunto. La conjunción “porque” del versículo 21 nos ayuda a ver que Pablo magnificaba a Cristo porque para él, el vivir era Cristo. Cristo era exaltado, loado, alabado y exhibido en el cuerpo encadenado de Pablo, porque él vivía a Cristo.

Si hemos de vivir a Cristo, debemos tomarlo como nuestra persona y ser uno con El. El y nosotros debemos llegar a ser uno de manera práctica. En Gálatas 2:20, Pablo declaró: “Vive Cristo en mí”. Para Pablo, esto no era una simple doctrina, sino un hecho. También para nosotros esto debe ser una realidad. Es triste ver que algunos cristianos no creen que Cristo realmente vive en ellos. Tampoco creen que podemos morar en Cristo y El en nosotros. Sin embargo, la Biblia afirma claramente que Cristo está en nosotros y que vive en nosotros. Además dice que debemos morar en El y permitirle que more en nosotros.

Pablo no sólo declaró que Cristo vivía en él, sino que para él, el vivir era Cristo. Por un lado, Cristo vivía en Pablo; y por otro, Pablo vivía a Cristo. Cristo era la vida interior de Pablo, y también era su vivir práctico. Por lo tanto, él y Cristo tenían una misma vida y un mismo vivir. La vida de Cristo era la de Pablo, y el vivir de Pablo era el de Cristo. Ambos vivían como una sola persona. En 1 Corintios 6:17 se hace referencia a tal vivir. En ese versículo, Pablo declara que somos un solo espíritu con el Señor. La unión orgánica que existe entre nosotros y Cristo nos hace tan cercanos a El que podemos ser un solo espíritu con El.

Vivir a Cristo no consiste meramente en llevar una vida santa ni en expresar santidad en el vivir. Vivir a Cristo consiste en vivir a una persona. Admitimos que “vivir a Cristo” es una expresión nueva, pero la usamos deliberadamente. Anteriormente hablamos de “expresar a Cristo en el vivir”, y aunque no es incorrecto decir esto, se aleja un poco del verdadero sentido. Simplemente debemos vivir a Cristo. La vida que llevamos debe ser Cristo mismo.

Por experiencia puedo testificar que lo más difícil en la vida cristiana es vivir a Cristo. Podemos ser “santos”, “espirituales” y “victoriosos” sin que vivamos a Cristo. Podemos

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ser todas estas cosas, y aún permanecer en nuestra vida natural. Esto significa que no estamos viviendo a Cristo.

Por naturaleza, soy una persona rápida. Recuerdo que después de que recibí al Señor, mi hermana se puso muy contenta y quiso ayudarme a vencer mi rapidez natural. En lugar de reprenderme o corregirme, me habló de algunas personas que eran más calmadas en su manera de hablar y actuar. Al comprender lo que ella trataba de enseñarme, le dije al Señor que me arrepentía por ser tan rápido y le pedí que me hiciera más lento. Pero mi conducta se asemejaba a la de un mono que trata de imitar a un hombre; aunque lograba hacer las cosas pausadamente por algunos días, después volvía nuevamente a mi carácter rápido. No lograba disminuir mi rapidez debido a que yo era así por nacimiento. Mi hermana tenía buenas intenciones al enseñarme a que no fuera tan rápido, pero no me ayudaba a vivir a Cristo. Ahora, después de más de cincuenta años, puedo ser más lento y paciente. También soy capaz de controlar mi enojo. En cierto sentido, puedo ser santo, espiritual y victorioso, pero he descubierto que eso se puede lograr sin vivir a Cristo.

Si hemos de vivir a Cristo, debemos tomarlo como nuestra persona y nuestra vida misma. Aunque he avanzado al respecto, debo admitir que todavía no he alcanzado absoluto éxito. Casi todas las mañanas le digo al Señor: “Señor, te agradezco por darme otro día para vivirte. Señor, por mí mismo no puedo hacerlo. Te pido que me recuerdes que debo vivirte y concédeme la gracia necesaria para ello”. Pero aun así, me doy cuenta de que poco después de haber hecho tal oración, me es muy fácil volver a vivir por mí mismo en lugar de vivir a Cristo. Quizás mi manera de vivir sea buena, pero no vivo a Cristo. Aún no puedo declarar con confianza las palabras de Pablo: “Para mí, el vivir es Cristo”.

A menudo en la vida cristiana, tendemos a seguir ciertas prácticas. Por ejemplo, quizás nos demos cuenta de que hablamos demasiado y nos propongamos limitar nuestro hablar. Tal vez logremos restringirnos, pero nos olvidamos de vivir a Cristo. Una cosa es adoptar cierta práctica, y otra muy distinta es vivir a Cristo. A Dios no le interesa cuán santos, espirituales y victoriosos seamos en nosotros mismos. En realidad, llevar una vida así por esfuerzo propio es lo mismo que intentar guardar la ley. Lo que realmente cuenta para Dios es Cristo y el hecho de que lo vivamos. Con respecto a esto, la situación actual de los creyentes no corresponde con el deseo de Dios. Es por eso que luchamos por vivir a Cristo de una manera genuina. Dios anhela que Su pueblo viva a Cristo. No nos distraigamos con la santidad, la espiritualidad o la victoria, ni con nuestras virtudes o atributos naturales. Más bien, debemos centrar toda nuestra atención en vivir a Cristo, con el único propósito de que El sea magnificado en nosotros.

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En la epístola de Filipenses Pablo nos alienta a tener un solo pensamiento (2:2), a saber, vivir a Cristo. Nuestra única preocupación debe ser vivir a Cristo y magnificarle. En lugar de tratar de ser santos, espirituales y victoriosos, debemos aspirar a vivir siempre a Cristo y magnificarlo con toda confianza, ya sea por vida o por muerte. El deseo de Dios hoy es que vivamos a Cristo.

No permita que nada lo distraiga de su experiencia directa y personal con Cristo. Es cierto que necesitamos conocer el trasfondo de esta epístola y comprender cuál es la condición actual de la religión; además, debemos discernir los diferentes motivos por los que se predica a Cristo. Sin embargo, nada debe desviarnos de Cristo mismo. Hoy debemos centrar nuestra atención en este único pensamiento: vivir a Cristo.

III. VIVIR A CRISTO NO ES CUMPLIRLA LEY NI LA CIRCUNCISION

La vida de Pablo consistía en vivir a Cristo. Para él, el vivir no era la ley ni la circuncisión, sino Cristo. El no deseaba vivir la ley sino a Cristo, y tampoco quería ser hallado en la ley, sino en Cristo (3:9). Cristo no sólo era su vida, sino también su vivir. El vivía a Cristo debido a que Cristo vivía en él. Era uno con Cristo tanto en vida como en el vivir. El y Cristo llevaban una sola vida y un solo vivir. Ambos vivían juntos como una sola persona. Cristo vivía en Pablo como la vida de éste, y Pablo manifestaba a Cristo como el vivir de Cristo. La experiencia normal del creyente debe ser vivir a Cristo, y vivirlo es magnificarlo siempre, sin importar cuáles sean las circunstancias.

Pablo vivía a Cristo mientras estaba encarcelado. El no se hallaba en la ley, sino en Cristo. Los hombres, los ángeles y los demonios podían hallarlo siempre en Cristo. De la misma manera, nosotros también debemos ser hallados en Cristo, y no simplemente en nuestra buena conducta. Jóvenes, sus padres deben hallarlos en Cristo. Ellos deben ser capaces de percibir que ustedes son diferentes de los demás. Asimismo, nuestros parientes, amigos y colegas deben hallarnos en Cristo.

Si deseamos ser hallados en Cristo, debemos vivirlo. La única forma en que los hombres, los ángeles y los demonios nos hallen en El es que le vivamos. Pero si nos preocupamos por guardar la ley, seremos hallados en la ley y no en Cristo. No estamos aquí para expresar o magnificar la ley; nuestra meta es expresar y magnificar a Cristo. Debemos orar de esta manera: “Señor, ten misericordia de mí y sálvame de todo lo pecaminoso y también de lo bueno, incluso sálvame de las cosas espirituales que te reemplazan a Ti en mi vida diaria. Señor, sálvame de todo y haz que me vuelva a Ti. También te pido que me concedas la gracia necesaria para vivirte en realidad y ser hallado en Ti”. Puedo testificar

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que esta clase de oración es eficaz. Espero que todos anhelemos y busquemos esta única cosa: vivir a Cristo y magnificarlo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE SIETE

LA MEJOR ELECCION DE PABLO

Lectura bíblica: Fil. 1:19-26

Filipenses 1:18-21 forma una sola frase. En el versículo 18 Pablo declara: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. Luego, el versículo 19 empieza con la conjunción “porque”, lo cual indica que lo que sigue es la explicación del versículo 18. El versículo 19 dice: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. La palabra “esto” se refiere a las distintas maneras en que otros predicaban a Cristo, las cuales Pablo había mencionado en los versículos anteriores. El apóstol sabía que por la petición de los santos y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esas predicaciones resultarían en su salvación. Por tanto, el versículo 20 empieza diciendo: “Conforme a mi anhelo y esperanza”. Esta expresión modifica a la salvación mencionada en el versículo 19. Pablo estaba lleno de esperanza y aspiraba a disfrutar la salvación, y en el versículo 20, vemos que la salvación a la que él se refería consistía en no ser avergonzado en nada, sino magnificar a Cristo en su cuerpo con toda confianza y en todo momento.

LA SALVACION QUE PABLO EXPERIMENTO

Cuando Pablo escribió la epístola a los filipenses, se hallaba encarcelado en un país extranjero, lejos de su patria. Seguramente tenía muchos motivos para estar preocupado y triste, y bien podía haberse lamentado de su situación. Pero si hubiera hecho esto en lugar de regocijarse, no habría declarado: “Esto resultará en mi salvación”. Si Pablo hubiera derramado lágrimas, no habría experimentado la salvación en medio de sus circunstancias. Suponga que usted fuera un judío que está encadenado y encarcelado en una prisión romana, ¿se habría regocijado como lo hizo Pablo? Estoy seguro de que nosotros, en su lugar, estaríamos tristes y sentiríamos nostalgia por nuestra patria. Sin embargo, Pablo, en lugar de llorar, se regocijó en el Señor. Debido a esto, todo lo que le sucedía redundaba en su salvación.

Según el contexto de estos versículos, la salvación de Pablo consistía en que en nada sería avergonzado. No era simplemente el hecho de no sentirse avergonzado, sino que

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nada lo expondría a la vergüenza. Antes bien, él magnificaba a Cristo en su cuerpo. La acción de magnificar a Cristo, mencionada en el versículo 20, corresponde a la salvación mencionada en el versículo 19. Esto significa que la salvación que Pablo anhelaba y en la cual tenía puesta su esperanza consistía en no ser avergonzado en nada, y en magnificar a Cristo en su cuerpo. Por tanto, el versículo 20 define el disfrute práctico de la salvación.

Disfrutar esta clase de salvación equivale a vivir a Cristo. Esa es la razón por la que Pablo declaró en el versículo 21: “Porque para mí el vivir es Cristo”.

Los padecimientos de Pablo no lo exposieron a la vergüenza, por el contrario, le brindaron la oportunidad de magnificar a Cristo. Si nosotros experimentamos la salvación mencionada en estos versículos, magnificaremos a Cristo y no seremos avergonzados cuando pasemos por sufrimientos. Si permitimos que las preocupaciones y los sufrimientos nos venzan, ciertamente seremos avergonzados, pero si en medio de tales circunstancias magnificamos a Cristo, experimentaremos esta salvación.

Cierto día falleció la esposa de un hermano, cuya muerte fue una gran pérdida tanto para él como para sus hijos. Si al hablar con él, sólo viéramos tristeza y lágrimas, habríamos tenido una sensación de vergüenza. En dado caso, la pérdida de la esposa lo habría expuesto a vergüenza, debido a que él no habría expresado ni magnificado a Cristo. Además, no habría experimentado la salvación, ya que su forma de reaccionar habría sido igual a la de cualquier incrédulo. No obstante, la experiencia de este hermano fue totalmente distinta. El se regocijó, alabó al Señor y testificó de Su gracia. Por consiguiente, el Señor fue manifestado y magnificado de una manera palpable, y de esa forma el hermano experimentó la salvación. En otras palabras, dicho hermano fue salvo en medio del sufrimiento producido por la pérdida de su esposa, y al mismo tiempo, la salvación que experimentó le permitió magnificar a Cristo.

Este caso nos ayuda a entender la experiencia que tuvo Pablo en la cárcel. A pesar de que él estaba preso en un país extranjero, sus padecimientos no lo avergonzaron. Antes bien, conforme a su anhelo y esperanza, Cristo fue magnificado en él y pudo disfrutar la salvación del Señor.

EL SECRETO DE LA SALVACIONQUE PABLO EXPERIMENTO

El secreto de la salvación que Pablo experimentó era la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Gracias a esta abundante suministración, todo lo que le sucedía redundaba en su salvación. Entre la experiencia de salvación mencionada en el versículo

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19 y la acción de magnificar a Cristo del versículo 20, tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. De hecho, en la práctica, la salvación, Cristo y la abundante suministración del Espíritu, son lo mismo. Si deseamos disfrutar y experimentar a Cristo como nuestra salvación en toda clase de situaciones, necesitamos recibir la abundante suministración del Espíritu. Del mismo modo en que el Espíritu moraba en el apóstol Pablo mientras éste se encontraba en la cárcel, así también mora en nosotros hoy en día. Pablo disfrutaba de la salvación gracias a la suministración del Espíritu.

EL CONTRASTE ENTRE VIVIR A CRISTOY LA GANANCIA DE PARTIR Y ESTAR CON EL

En el versículo 21, Pablo declara: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Este versículo nos presenta un contraste entre vivir a Cristo y la ganancia de partir y estar en Su presencia. Tal vez pensemos que la palabra ganancia se refiere a Cristo, lo cual es cierto. No obstante, no se refiere al Cristo que experimentamos cuando lo vivimos, sino a la presencia de Cristo en el sentido práctico. Cuando Pablo declara: “El morir es ganancia”, quiere decir que, para él, morir equivalía simplemente a disfrutar la presencia de Cristo en un grado mayor. En el versículo 23, añade que su deseo era partir y estar con Cristo. Estar con Cristo es un asunto de grado, y no de lugar. Aunque Pablo continuamente estaba con Cristo, deseaba partir y estar con El en un grado mayor. Su muerte física significaba que estaría con Cristo en un grado aún mayor que el que disfrutaba en su vida terrenal.

En la cárcel, Pablo disfrutaba a Cristo y lo experimentaba de dos maneras. Por una parte, disfrutaba de Su presencia, y por otra, lo vivía. Estas dos experiencias son muy distintas. Por ejemplo, yo puedo disfrutar la presencia de mi esposa, pero me es imposible vivirla. Esto demuestra que se puede disfrutar de la presencia de una persona sin vivir a tal persona. Pero Pablo no sólo disfrutaba la presencia del Señor sino que además lo vivía. El estaba consciente de que, si moría, ya no tendría la oportunidad de vivir a Cristo, aunque por otra parte disfrutaría Su presencia más intensamente. Por lo tanto, para Pablo, el morir era ganancia. Lo que Pablo valoraba no era sólo la presencia de Cristo sino también la oportunidad de vivirle.

A lo largo de los siglos, se ha animado a los cristianos a que tengan la práctica de vivir continuamente en la presencia del Señor. Pero muy rara vez o tal vez nunca se les ha exhortado a que lo vivan a El. Muchos creyentes conocen el libro titulado The Practice of the Lord’s Presence [La práctica de vivir continuamente en la presencia del Señor] y fueron animados a permanecer en la presencia del Señor. Sin embargo, este concepto proviene principalmente del Antiguo Testamento. Sin duda, el Nuevo Testamento

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también enseña que podemos disfrutar la presencia del Señor, pero además dice que debemos vivirlo. No sólo tenemos la presencia del Señor, sino también Su persona. No sólo debemos estar en Su presencia, sino también llegar a ser una sola persona con El y vivirlo. Vivir a Cristo es una experiencia mucho más profunda que el simple hecho de estar en Su presencia. Vivirlo a El excede grandemente al deleite que nos trae Su presencia.

¿Cuál es nuestro anhelo, simplemente vivir en la presencia de Cristo o vivirlo a El? Vivir al Señor es una experiencia mucho más preciosa que simplemente estar con El. Ciertamente, el morir es ganancia, puesto que la muerte nos permite estar con el Señor en un grado mayor que aquí en la tierra. Pero es mucho mejor vivirlo mientras estamos en la tierra. Tal vez en ocasiones le hayamos dado gracias al Señor por permitirnos disfrutar Su presencia, pero ¿alguna vez le ha agradecido por el hecho de vivirlo a El? Nos es más fácil darle gracias por permitirnos percibir la dulzura y la belleza de Su presencia; muchos suelen hacer esto. En ocasiones, yo mismo, cuando estoy a punto de darle gracias al Señor por Su presencia, percibo en mi interior que estoy guardando una práctica del Antiguo Testamento. Entonces recuerdo que debo vivir a Cristo. En 1 de Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Somos un solo espíritu con el Señor, no solamente con el propósito de disfrutar Su presencia, sino principalmente con el fin de vivirlo a El. Sin embargo, ¿en dónde se enseña hoy a los cristianos que deben vivir a Cristo y se les explica cómo pueden hacerlo? En lugar de eso, se nos exhortó por años a cultivar el hábito de vivir continuamente en la presencia del Señor. En realidad, dicha experiencia pertenece al primer escalón de la vida cristiana; ahora, en el recobro del Señor, debemos subir al segundo escalón, al nivel de vivir a Cristo.

Sin duda, en el versículo 21 vemos que hay una gran diferencia entre vivir a Cristo y disfrutar Su presencia a un grado superior. Puedo testificar que prefiero vivir a Cristo en la tierra, que estar con El en un mayor grado.

UNA LABOR FRUCTIFERA

En el versículo 22 Pablo declara: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en una labor fructífera, no sé entonces qué escogeré”. El significado de la palabra “labor” ha sido distorsionado. La mayoría de los cristianos presta más atención a la labor que al propio Cristo. Pero Pablo pudo referirse a “una labor fructífera”. El hecho de que Pablo usara la palabra “fructífera”, indica que su obra era en realidad su vivir, puesto que en el momento en que escribió a los filipenses, él estaba en prisión, es decir, no se encontraba laborando. Su vivir era su obra, y su obra era tan viviente, que espontáneamente producía fruto. El fruto de su labor era Cristo mismo, a quien expresaba en su vivir,

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magnificaba y ministraba a los demás. Así, la labor fructífera de Pablo consistía en infundir a Cristo en los demás. Por consiguiente, la labor fructífera referida en el versículo 22 era el resultado de la vida que Pablo llevaba en la cárcel.

La obra del apóstol Pablo era una obra viviente, la cual consistía en ministrar y transmitir a los demás al mismo Cristo que magnificaba. Para él, el morir era ganancia, pero el vivir le permitía llevar adelante su labor fructífera y viviente. Por tanto, no sabiendo qué escoger, exclamó: “No sé entonces qué escogeré”. Si usted tuviera que escoger entre la ganancia obtenida al morir físicamente y el fruto de una obra viviente, ¿qué escogería? Yo preferiría la segunda opción: vivir en la carne para llevar a adelante la obra viviente de magnificar a Cristo y transmitirlo en los demás.

PABLO DESEABA ESTAR CON CRISTO

En el versículo 23, afirma: “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, pues esto es muchísimo mejor”. Cuando Pablo escribió estas palabras, estaba encadenado y era maltratado. Es muy lógico que en tales circunstancias anhelara estar con Cristo. Cualquier creyente que se hallara en una situación semejante, anhelaría lo mismo.

Como dijimos, estar con Cristo es un asunto de grado, y no de lugar. No hay duda de que cuando Pablo estaba en la cárcel, también estaba con Cristo. Pero a pesar ello, su anhelo era estar con El en un grado aun mayor. El sabía que la muerte física le permitiría estar con Cristo de una manera más intensa que la que experimentaba en la tierra. Por dicha razón, deseaba partir y estar con Cristo, lo cual le era muchísimo mejor.

PREFIRIO CONTINUAR VIVIENDO POR CAUSADEL PROGRESO Y GOZO DE LOS SANTOS

En el versículo 24 Pablo añade: “Pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros”. La frase “por causa de vosotros” significa por causa de la iglesia. La manera en que pensaba el apóstol no era nada egoísta; él tomaba en cuenta primeramente a los santos, ya que su única preocupación era el Señor y la iglesia. El estaba consciente de que las iglesias todavía necesitaban que Cristo les fuera ministrado. Así que, por el bien de los santos, él estaba dispuesto a permanecer con ellos para impartirles más de Cristo.

Pablo era una persona llena de Cristo. Cuando hablaba, sus palabras trasmitían a Cristo; al vivir, vivía con Cristo, y al laborar, laboraba con Cristo y lo impartía a las iglesias. Por causa de la iglesia, él estaba dispuesto a quedar en la carne, con el fin de poder ministrar Cristo a todos los santos.

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Leamos ahora el versículo 25: “Y confiando en esto, sé que quedaré, y aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro progreso y gozo de la fe”. La fe en este caso se refiere a lo que los santos creen (Jud. 3; 2 Ti. 4:7); el progreso se refiere al crecimiento en vida, y el gozo, al disfrute de Cristo. Pablo estaba dispuesto a vivir más tiempo por causa del progreso y gozo de la fe de los santos.

Uno puede ser cristiano por muchos años sin experimentar progreso ni gozo, sin crecer en vida y sin disfrutar al Señor. No obstante, necesitamos crecer en vida y disfrutar a Cristo. Conozco algunos santos que, aunque han permanecido fielmente en el recobro del Señor, han experimentado poco crecimiento y disfrute de Cristo. Como resultado de ello, su progreso y su gozo son mínimos. ¿Qué podemos decir con respecto a nosotros? ¿Qué hay de nuestro progreso y nuestro gozo? ¡Cuánto necesitamos progresar y disfrutar al Señor!

En la cárcel o fuera de ella, Pablo era un factor decisivo para el progreso y gozo de los santos. Gracias a él, las iglesias podían crecer en vida y ser llenas del disfrute de Cristo. Lo mismo debe suceder entre nosotros. Los ancianos de una iglesia local deben ser un factor determinante en el crecimiento en vida de los santos y el disfrute que ellos tengan de Cristo. Pero esto dependerá de si viven a Cristo y lo magnifican. Si los ancianos viven a Cristo, El será magnificado en ellos, y esto hará que sean un factor que ayude a los santos a crecer en vida y a disfrutar al Señor.

LOS FILIPENSES SE GLORIABAN DE PABLO EN CRISTO

En el versículo 26 Pablo declara: “Para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús, con mi venida otra vez a vosotros”. Este versículo no es fácil de entender. ¿A quién se refiere la palabra “gloria”? Esta palabra en griego tiene un significado triple: jactancia, gloria y regocijo. Cuando nos jactamos, nos gloriamos, y cuando nos gloriamos, nos regocijamos. Pablo dijo: “Abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús”. Lo que Pablo trata de decir es que cuando ellos se gloriaban de Pablo, debían hacerlo en Cristo. Es más fácil gloriarse de Cristo que gloriarse de alguien que está en Cristo. Pero de todos modos, ¿qué significa esto? Otra versión declara: “Vuestro regocijo pueda abundar más en Jesucristo por causa de mí”. Aunque esta traducción parece más lógica, no es precisa, pues el texto original griego no dice “por causa de mí” sino “de mí”. Pablo no dijo que los filipenses se gloriaban en Cristo por causa de él, sino que se gloriaban de él en Cristo.

Este versículo es muy difícil de entender; sin embargo, encierra un gran secreto relacionado con nuestra experiencia de Cristo. Si hemos de experimentar a Cristo, debemos ser capaces de jactarnos, regocijarnos y gloriarnos, no sólo en Cristo, sino también de alguien que está en Cristo. Fue necesario que los santos de Filipos se

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gloriasen del apóstol Pablo en Cristo porque esto tiene que ver con el hecho fundamental de que, todo lo que hemos recibido de Cristo, no lo recibimos de El directamente; lo recibimos de la Cabeza, por medio de otros miembros del Cuerpo. De hecho toda bendición espiritual, la recibimos de la Cabeza y por medio de algún miembro. Sin lugar a dudas, Pablo era un miembro muy necesario en el Cuerpo. Sin él, el Cuerpo habría perdido un canal muy importante de bendición espiritual.

Nuestro cuerpo físico ejemplifica la forma en que los miembros abastecen a todo el Cuerpo. Por ejemplo, nuestro brazo le brinda el suministro a los dedos. Sin el brazo, los dedos no podrían recibir ningún suministro de la cabeza. Pablo, un miembro importante del Cuerpo de Cristo, era un medio de suministro entre la Cabeza y nosotros. Sin él, careceríamos de un importante canal de suministro.

Ninguno de nosotros puede jactarse, regocijarse ni gloriarse directamente en la Cabeza. Más bien, debemos gloriarnos en Cristo, del canal que nos brinda el suministro y por medio de éste. En el versículo 26, Pablo declara: “Para que abunde vuestra gloria de mí, en Cristo Jesús”. La frase “vuestra gloria de mí” conlleva también el sentido de “vuestra gloria por medio de mí”, aunque no se reduce a este sentido. Cuando Pablo estaba en la cárcel, los creyentes gentiles, como los de Filipos, se jactaban, se regocijaban y se gloriaban de él y no de los predicadores judaizantes. Esto se debía a que Pablo magnificaba a Cristo y lo vivía al máximo. De esta forma, él podía infundir a Cristo en los santos y ministrarlo a todas las iglesias. Por tanto, los santos tenían razones para gloriarse del apóstol. Si Pablo hubiera muerto antes de tiempo, la gloria que ellos tenían de él habría sido interrumpida. Pero mientras que él viviera, ellos podían gloriarse de él, en Cristo. Esta es la razón por la que Pablo declaró en los versículos 25 y 26, que tenía la confianza de que seguiría viviendo y que permanecería con los santos para el progreso y el gozo de ellos en la fe, a fin de que abundara la gloria de ellos de él en Cristo Jesús, al regresar nuevamente a ellos.

CANALES QUE TRANSMITEN EL DISFRUTE DE CRISTO

Estos versículos revelan cuán indispensable es que en el vivir corporativo haya ciertos hermanos que sirvan de canales de suministro. Necesitamos miembros como Pablo. Cuando tales miembros mueren, sentimos que la impartición de Cristo se interrumpe. Pero mientras estos santos aún viven entre nosotros, la impartición continúa y podemos gloriarnos de ellos, en Cristo. Los hermanos que presiden en las iglesias locales deben ser tales canales de suministro.

A la iglesia debe afectarle el hecho de que vivamos o muramos. Debe ser muy crucial para los santos el hecho de que continuemos viviendo. Sin embargo, esto dependerá de

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la medida en que vivamos a Cristo, lo ministremos y lo trasmitamos a los demás. Lamento decir que con algunos hermanos que llevan la delantera da casi lo mismo que vivan o mueran. Mientras que con otros, el hecho de que mueran o permanezcan con nosotros, hace una gran diferencia. Un buen ejemplo de esto es el hermano Eugene Gruhler, un hermano muy querido por nosotros. El ciertamente era un canal de suministro para el Cuerpo. Desde lo profundo de mi corazón, puedo testificar que su partida representó una pérdida para nosotros en la vida de iglesia. Nos afectaba grandemente el hecho de que este hermano permaneciera con nosotros, o que partiera para estar con el Señor. Debería pasar lo mismo con cada uno de nosotros. El hecho de que vivamos o muramos debe afectarle a la iglesia. Pero para que esto sea así, debemos vivir a Cristo, magnificarlo, ministrarlo y trasmitirlo desde lo profundo de nuestro ser a todos los santos. Si experimentamos a Cristo y lo disfrutamos de esta manera, nuestra presencia entre los santos o nuestra partida afectará grandemente a la iglesia.

Ya vimos que es imposible gloriarse directamente en Cristo, la Cabeza. Es necesario que algunos miembros sirvan de canales para ayudar a los santos a disfrutar a Cristo y a crecer en vida. Hoy tenemos la urgente necesidad de estos canales de suministro. Aun si sólo hubiera dos o tres de estos hermanos cada país, muchos recibirían el suministro de Cristo por medio de ellos. Puesto que Pablo era tal miembro, decidió permanecer más tiempo con los santos para el progreso y el gozo de ellos en la fe, a fin de que pudieran gloriarse en él, en Cristo. Si los santos han de experimentar a Cristo, alguien debe servir de canal. En algunos países no hay manera de que los creyentes puedan experimentar a Cristo porque ni siquiera hay uno solo que realmente viva a Cristo y lo magnifique. Por tanto, hay una gran necesidad de que haya más personas como Pablo. Mientras él aún vivía, muchos podían experimentar a Cristo, progresar y gozarse en la fe.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE OCHO

ESTAR FIRMES EN UN MISMO ESPIRITU, COMBATIENDO UNANIMES

Lectura bíblica: Fil. 1:27-30

El pensamiento básico de la epístola de Filipenses es la experiencia que los creyentes tienen de Cristo. Si queremos entender correctamente Filipenses 1 y las expresiones maravillosas que allí se encuentran, necesitamos tener presente que el factor predominante de toda la epístola es la experiencia que tenemos de Cristo. No debemos interpretar las expresiones de Pablo según nuestro concepto natural, sino conforme a

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Cristo. Prácticamente todos los asuntos de este libro se relacionan con Cristo y con nuestra experiencia de El.

EJERCITAR EL ESPIRITU Y EL ALMA

En Filipenses 1:27 Pablo declara: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. A fin de experimentar a Cristo no sólo necesitamos estar firmes en un mismo espíritu, sino también combatir unánimes junto con la fe del evangelio. Ser unánimes, o sea tener una sola alma, para llevar adelante la obra del evangelio, es más difícil que estar en un mismo espíritu para experimentar a Cristo. Ser unánimes requiere que, después de ser regenerados en nuestro espíritu, progresemos y seamos transformados en nuestra alma, especialmente en nuestra mente, la cual es la parte principal y gobernante de nuestra alma.

En 1:27 Pablo exhorta a los filipenses a que estén firmes en un mismo espíritu y a que combatan unánimes, es decir, con una sola alma. Este es el único pasaje bíblico que relaciona el espíritu y el alma de esta manera. En cuanto a nuestra posición, debemos estar firmes en un mismo espíritu, y en cuanto a la acción de combatir, debemos ser unánimes. Esto significa que debemos ejercitar tanto nuestro espíritu para mantenernos firmes, como nuestra alma para combatir unánimes junto con la fe del evangelio. Combatir implica esforzarnos al luchar y pelear.

PERMANER FIRMES COMBATIENDO

Es importante subrayar que estamos firmes en un mismo espíritu y que combatimos con una sola alma. Notemos que hay una diferencia entre las preposiciones “en” y “con”. Permanecemos firmes “en” un mismo espíritu y combatimos “con” una sola alma. En cuanto a Dios, permanecemos firmes, y en cuanto a los hombres, luchamos. Ante Dios debemos permanecer firmes como testimonio, pero ante los hombres debemos combatir unánimes, con una sola alma.

De hecho, la construcción gramatical del versículo 27 muestra que, permanecer firmes en un mismo espíritu y combatir unánimes no son dos acciones separadas. Aquí Pablo no exhorta a los filipenses a que permanezcan firmes en un mismo espíritu, y luego a que combatan unánimes. Más bien les encarga que estén “firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes junto con la fe del evangelio”. Esto implica que si hemos de estar firmes, debemos combatir. Combatir es un requisito para estar firmes. Estamos firmes en un mismo espíritu al combatir unánimes.

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¿Cuál es la diferencia entre “en un mismo espíritu” y “unánimes”? ¿Por qué Pablo no dijo: “Estad firmes con un espíritu” y “en una sola alma”? ¿Y por qué declaró: “Estáis firmes ... combatiendo unánimes”, en lugar de: “Estáis firmes ... y combatid unánimes”? Permítanme darles un ejemplo sencillo, suponga que un padre le dice a su hijo: “Come rápidamente, usando correctamente tu tenedor”. Esto sería diferente a que le dijera: “Come rápido y usa el tenedor correctamente”. En la primera oración se muestra que para comer rápido hay que usar el tenedor, mientras que en la segunda, las acciones comer rápido y usar el tenedor, son independientes. El trasfondo de la epístola también confirma el hecho de que Pablo no les pedía a los filipenses que estuvieran firmes y combatieran, sino que estuvieran firmes, combatiendo unánimes. Debido a que los judaizantes eran tan activos, era necesario que los creyentes estuvieran firmes para no ser distraídos ni conmovidos. Necesitaban estar firmes, y más aún en la ausencia del apóstol. Pablo, aquel que establecía a los creyentes, se encontraba lejos de ellos, mientras que los judaizantes, quienes predicaban cosas contrarias a la economía de Dios, estaban a su alrededor. Esta fue la razón por la que Pablo, al final del primer capítulo, exhortó a los creyentes a estar firmes. Sin embargo, para que ellos estuvieran firmes debían combatir unánimes. Si no estaban dispuestos a combatir unánimes, no podrían estar firmes. Por consiguiente, según el contexto, vemos que combatir y estar firmes no son dos acciones independientes. Más bien, combatir es la manera en que podemos estar firmes.

Si nuestra única preocupación es estar firmes pero no combatimos, terminaremos siendo sacudidos o conmovidos por la oposición. No basta con que simplemente animemos a otros a estar firmes. Repito nuevamente que, para estar firmes, debemos luchar y combatir. Combatir es la manera de estar firmes. De hecho, luchar equivale a estar firmes. Dicho de otra forma, si queremos defendernos debemos estar a la ofensiva. Si no sabemos cómo estar a la ofensiva, no ejerceremos una buena defensa. Si queremos defendernos, debemos estar listos para tomar la ofensiva contra Satanás. Lo que deseo subrayar es lo siguiente: para defendernos es necesario tener un plan de ofensiva. Es por eso que en 1:27 Pablo no separó el verbo estar firmes de combatir unánimes. Antes bien, nos muestra que estas dos acciones son en realidad una sola.

En algunos lugares las iglesias están firmes, pero no se percibe que haya mucho combate. Sin embargo, de continuar así, terminarán siendo sacudidas. Todas las iglesias deben ser dinámicas. Si combaten con dinamismo, estarán firmes, pero si no lo hacen, tarde o temprano serán sacudidas y conmovidas.

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NO DEBEMOS PERMITIR QUENADA NOS APARTE DE NUESTRO ESPIRITU

Para estar firmes, debemos permanecer en un mismo espíritu, y para combatir juntos, debemos ser unánimes. En nuestra experiencia hemos comprobado que hay una gran diferencia entre estar en un mismo espíritu y ser unánimes. Cuando la iglesia recibe oposición y ataques, debemos estar firmes. Pero ¿en qué parte de nuestro ser estamos firmes? En el espíritu. Si nos apartamos de nuestro espíritu, seremos divididos. Primero vendrán las opiniones, luego las disensiones y finalmente surgirán divisiones. Aun si sólo tres hermanos se reúnen, y no saben permanecer en su espíritu, terminarán divididos. Las diferentes opiniones, pensamientos y conceptos que tengan, causarán disensiones, las cuales minarán la unidad, causando la división. Por eso, únicamente podemos estar firmes cuando estamos en nuestro espíritu. En ninguna otra parte de nuestro ser podemos estar firmes.

Si examinamos nuestra experiencia, descubriremos que, si nos salimos de nuestro espíritu, surgirán en nosotros dudas y razonamientos, tan pronto como enfrentemos oposición y ataques. Supongamos que los creyentes filipenses no hubieran permanecidoen su espíritu cuando enfrentaron oposición de parte de los judaizantes. Es posible que hubieran dudado de Pablo. Tal vez llegaran a preguntarse si Pablo realmente les había impartido todas las verdades, y si los judaizantes tenían algo más que ofrecerles. Tales dudas no provienen del espíritu. Pero cuando nos volvemos a nuestro espíritu, permanecemos allí y cerramos nuestro ser a las preguntas negativas y a las dudas, no se presentará ningún problema.

Por años hemos recibido ataques. El enemigo no ha cesado de atacarnos, ni ha querido dejarnos en paz. Es posible que los ataques y la oposición nos hagan salir de nuestro espíritu. Pero tan pronto percibamos esto, debemos volvernos a nuestro espíritu y cerrarle la puerta a Satanás. Permanecer en el espíritu así equivale a estar firmes en el espíritu.

Durante los años que estuve con el hermano Nee en China, fui testigo de numerosos ataques en su contra. En aquellos días, él era como un gran paraguas y yo me hallaba protegido debajo de él. Debido a que él era el paraguas, la lluvia le caía a él y no a mí. En ocasiones, cuando venían los ataques, surgían dudas en mí. Esto ocurría especialmente temprano por la mañana o a altas horas de la noche. A menudo, me venían pensamientos de que tal vez no teníamos la razón con respecto a ciertos asuntos. Cuando detectaba que esto provenía del enemigo, me volvía al espíritu y lo ejercitaba en oración. Esta era la manera en que podía estar firme en un mismo espíritu. Al experimentar los ataques y la oposición, es crucial que permanezcamos en el espíritu.

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Sólo nuestro espíritu puede mantenernos unidos en tales momentos. Debemos permanecer firmes, no con un mismo espíritu, sino en un mismo espíritu.

EL LUGAR DONDE PODEMOS ESTAR FIRMES

Se requiere un lugar donde podamos estar firmes. Este lugar es nuestro espíritu. Un hermano que lleva la delantera en una iglesia local no debe preguntarse si los demás hermanos con quienes preside están de acuerdo con él en algún asunto particular. Esa no es la pregunta adecuada. Los ancianos no tienen que estar siempre de acuerdo unos con otros, pero sí necesitan desesperadamente permanecer en su espíritu. Puede ser que los diplomáticos necesiten llegar a un acuerdo, pero no los ancianos. Mientras los ancianos permanezcan en su espíritu, no necesitarán ponerse de acuerdo. Si lo que buscamos es llegar a un acuerdo, esto comprueba que no estamos en el espíritu. En lugar de tratar de ponernos de acuerdo, debemos permanecer firmes en el espíritu.

DEBEMOS USAR LAS ARMAS DEL ALMA

Estar firmes en un mismo espíritu, es sin embargo una medida defensiva, y no ofensiva. Pero como ya dijimos, si no tenemos un plan de ofensiva, no podremos defendernos apropiadamente. Por consiguiente, si hemos de estar firmes en nuestro espíritu, tenemos que combatir unánimes, con una sola alma. La preposición “en” denota una esfera, mientras que la preposición “con” se refiere a un instrumento. La esfera es nuestro espíritu, pero el instrumento es nuestra alma.

Podemos comparar las facultades de nuestra alma con las armas de combate. Debemos combatir unánimes con las armas de nuestra alma. No pensemos que es suficiente con estar en el espíritu. ¡No! También necesitamos ejercitar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Nuestra mente debe estar activa, nuestras emociones deben estar llenas de sentimiento y nuestra voluntad debe ser firme. Entonces tendremos armas poderosas con las cuales podremos luchar.

Algunos tienen la apariencia de ser espirituales, pero son muy débiles en su alma. Tales hermanos son pusilánimes y siempre tratan de evitar contender o luchar. Eso significa que no tienen armas ofensivas. Pablo era una persona muy distinta. Cuando él estaba firme, lo estaba en su espíritu, y cuando combatía, lo hacía con una alma muy fuerte.

Nuestro problema es que somos muy indecisos y nunca usamos las facultades de nuestra alma, o que somos disidentes y luchamos unos contra otros, en lugar de combatir contra el enemigo. Las personas volubles son como las medusas, animales de consistencia gelatinosa. No sólo carecen de columna vertebral, sino de todo tipo de hueso. Muchos,

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procurando ser “espirituales”, se comportan siempre amablemente y con humildad, y nunca combaten con su alma por la fe del evangelio. Otros, por el contrario, tal vez luchen usando su mente, su parte emotiva y su voluntad, pero al combatir causan división; en vez de combatir al enemigo, combaten contra otros santos. Es por eso que Pablo habla de combatir unánimes. Debemos luchar unánimes contra el enemigo.

Ser uno en el espíritu es relativamente fácil, pero combatir unánimes, con una sola alma, no lo es. Las partes de nuestro espíritu son la conciencia, la comunión y la intuición. Ninguna de ellas son la causa de nuestros problemas. Es en nuestra alma donde se originan nuestros problemas con los demás. Nuestra mente puede causarnos dificultades, nuestra parte emotiva a veces puede hacerle daño a otros y nuestra voluntad puede ser muy terca. Por lo general, las hermanas son perturbadas por el “gigante” de las emociones, mientras que los hermanos son asediados por dos “gigantes”: la mente y la voluntad. La mayoría de los hombres son muy férreos en sus conceptos y en sus decisiones. No están dispuestos a seguir ciegamente a otros, e insisten en su propio honor e integridad. Y la mayoría de las hermanas recurren más a sus sentimientos que a su mente o a su voluntad. Si ven a alguien llorar, se conmueven fácilmente. No importa cuánta educación reciban, por el simple hecho de ser mujer, seguirán bajo la fuerte influencia de sus sentimientos. Esto se aplica tanto a las hermanas jóvenes como a las de más edad. Todos nuestros problemas provienen de nuestra alma: de la mente y la voluntad en el caso de los hermanos, y de la parte emotiva en el caso de las hermanas.

EXPERIMENTAMOS A CRISTOAL ESTAR FIRMES Y COMBATIR

Además, nosotros también necesitamos la exhortación que hace Pablo a combatir unánimes. Al luchar, debemos estar atentos a nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Debemos estar alertas a nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones. No debemos dar rienda suelta a nuestra mente, voluntad y sentimientos naturales. Antes bien, debemos impedir que estos interfieran cuando combatimos unánimes. Los que luchamos por los intereses de Dios, debemos estar en un mismo espíritu y combatir con una sola alma. Esta es otra manera de experimentar a Cristo. Estar firmes es experimentar a Cristo y combatir unánimes también lo es. Les animo a que experimentemos a Cristo estando firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes, con una sola alma.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE NUEVE

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LOS CREYENTES SUSTENTAN AL APOSTOL

Lectura bíblica: Fil. 2:1-4

Los primeros cuatro versículos del capítulo dos forman una larga cláusula. Leamos los versículos 1 y 2: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y alguna compasión, completad mi gozo, tened todos el mismo pensamiento, con el mismo amor, unidos en el alma, teniendo este único pensamiento”. En estos versículos, el apóstol Pablo apeló a la consolación y al consuelo de amor de los filipenses. Les rogó que completaran su gozo si tenían alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con él.

El predicado en 2:1-4 es “completad mi gozo”. Ya que este libro habla de experimentar y disfrutar a Cristo, lo cual produce gozo, éste es un libro lleno de gozo y regocijo (1:4, 18, 25; 2:17-18, 28-29; 3:1; 4:1, 4). Entre los filipenses había disensiones en su modo de pensar (4:2), lo cual le era una preocupación para el apóstol. Por tanto, él les pidió que tuvieran todos el mismo pensamiento, este único pensamiento, para que completaran su gozo.

En 2:1-4 vemos la comunión que había entre los creyentes y el apóstol. En el primer capítulo de esta epístola, el tráfico de la comunión sólo se daba en una dirección: del apóstol hacia los creyentes. Pero ahora, en el capítulo dos, vemos que el tráfico iba en otro sentido: de los creyentes hacia el apóstol. A fin de que haya comunión, el tráfico debe efectuarse en ambos sentidos. El propósito de dicho tráfico es que experimentemos a Cristo. Pablo, habiendo experimentado ricamente a Cristo, en el capítulo uno les presenta a los creyentes un relato de su experiencia. Esta fue su comunión para con ellos. Ahora, en el capítulo dos, les pide a los filipenses que tengan comunión con él.

Pablo les ruega que si hay alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con él, que completen su gozo. Para el apóstol, los creyentes filipenses eran motivo de gozo pero éstos tenían algo que impedía que su regocijo fuera completo. Así que el apóstol parecía decirles: “Filipenses, me regocijo por vosotros, pero mi gozo aún no es completo. Todavía hay algo entre vosotros que impide que me regocije plenamente. Ahora pues, os ruego que completéis mi gozo”.

No cabe duda que el pasaje de Filipenses 2:1-4 fue escrito por una persona madura y de mucha experiencia. El tono de Pablo aquí es tierno y afable. Debido a la manera en que Pablo redactó estos versículos, muchos no los entienden debidamente. Esto sucede

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especialmente con el versículo 1. ¿De qué habla Pablo en este versículo? ¿Por qué pregunta si hay alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión? Pablo quería decir con ello que, si los filipenses tuvieran tales sentimientos para con él, ciertamente su gozo sería completo. Si ellos tuvieran alguna consolación, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto y compasión, anhelarían completar el gozo del apóstol.

Una persona joven jamás habría escrito estas palabras. Tal vez se habría dirigido a los filipenses de una manera brusca y directa, diciendo: “Filipenses ¿me amáis? Si en verdad lo hacéis, entonces consoladme”. No creo que usaría un tono afable, sino más bien tosco. Así que, el tono y el lenguaje de Pablo dan testimonio de su madurez, ya que se dirigió a ellos rogándoles que correspondieran a su comunión. En el capítulo uno, él había tenido con ellos una comunión muy positiva. Pero aquí, él deseaba que su comunión fuera correspondida. Si ellos hacían esto, le mostrarían su apoyo. La consolación, el consuelo y el afecto de los creyentes serían de gran aliento para Pablo durante su encarcelamiento.

A pesar de que el apóstol aún se hallaba en la cárcel, su mayor preocupación no eran sus prisiones, sino la actitud y la clase de espíritu que los creyentes tuvieran para con él. Nada podía herirlo más que una actitud negativa de parte de ellos. Podríamos decir que a Pablo no le preocupaba su propia situación, sino la de los creyentes filipenses, pues su mayor preocupación era la condición espiritual de ellos. Es por eso que les rogó a los filipenses para que lo colmaran de felicidad. El necesitaba del apoyo que le brindaba la consolación, el consuelo y la comunión de ellos. Al proveerle tal apoyo, los filipenses completarían su gozo.

TENER EL MISMO PENSAMIENTO

La manera en que los filipenses podían completar el gozo del apóstol era que ellos tuvieran el mismo pensamiento, e incluso este único pensamiento (2:2). Según el contexto de este libro, “este único pensamiento” debe referirse al conocimiento subjetivo de Cristo y a la experiencia de Cristo (1:20-21; 2:5; 3:7-9; 4:13). Unica y exclusivamente Cristo debe ser la centralidad y la universalidad de nuestro ser. Nuestro modo de pensar debe centrarse en la excelencia del conocimiento y experiencia que tenemos de Cristo. Centrarnos en cualquier otra cosa nos llevará a pensar de otra manera, causando así disensiones entre nosotros.

Lo que le preocupaba a Pablo mientras estaba en la cárcel, eran las disensiones que había entre los filipenses. Los santos de Filipos eran buenos creyentes, y la iglesia en esa

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ciudad estaba bien establecida. Pero aun así, había disensiones entre ellos, pues aunque eran uno en espíritu, no combatían unánimes con una sola alma, y aunque todos amaban al Señor, no todos tenían el mismo pensamiento. Esto acongojó a Pablo. Así que, movido por su preocupación, les rogó a los filipenses que completaran su gozo siendo uno en el alma y teniendo el mismo pensamiento.

TENER EL MISMO AMOR

Tener el mismo pensamiento y tener el mismo amor, están estrechamente relacionados. La exhortación de Pablo en el versículo 2 de “tener el mismo amor”, indica que, debido a la disensión en su modo de pensar, los creyentes de Filipos tenían diferentes niveles de amor, es decir, ellos no tenían el mismo amor para con todos los santos con miras a guardar la unidad.

Es posible que hoy en día, en la vida de iglesia, no tengamos el mismo amor para con todos los santos, y también es probable que nuestro amor tenga diferentes niveles. Quizás amemos a un hermano más que a otro. Si amamos menos a cierto hermano, no estaremos muy dispuestos a servirle, mientras que si tenemos más amor por otro, nos excederemos en nuestro servicio al grado de hacerle daño. En conclusión, es posible que amemos a los santos con diferentes niveles de amor. Si este es el caso, no estamos amando con una sola alma, pues tenemos un alma para amar a un hermano, y otra para amar a otro. Como resultado de ello, en lugar de tener una unidad práctica, tendremos disensiones.

En 2:2, Pablo habla también de estar unidos en el alma. Esto indica que las disensiones entre los filipenses se debían a que no estaban unidos en el alma y a que no tenían un mismo pensamiento en su mente, que es la parte principal del alma. El problema de los filipenses no radicaba en su espíritu, sino en su alma, y especialmente, en su mente. Ciertamente tenían a Cristo en su espíritu desde el momento en que fueron regenerados, pero no en su alma, lo cual sólo se obtiene por medio de la transformación. Si el alma de ellos fuera impregnada de Cristo y ocupada por El, entonces podrían llegar a ser uno en el alma.

Los filipenses estaban unidos en el espíritu, pero no lo estaban en el alma. El hecho de tener diferentes niveles de amor comprueba que no estamos unidos en el alma. Si estamos unidos en el alma, tendremos el mismo amor para con todos los santos.

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LA AMBICION Y LA VANAGLORIA

En 2:3-4, Pablo añade: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria; antes bien con una mentalidad humilde, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo; no considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. Esto puede indicar que los filipenses que estaban en disensión actuaban por ambición egoísta o por vanagloria; ambas son causa de disensiones entre los creyentes. Es posible que tales intenciones estén ocultas en nosotros. Incluso al testificar en las reuniones de la iglesia, puede ser que lo hagamos por ambición egoísta. Tal vez, no muchos santos respondan “amén” a lo que usted comparte, mientras que respondan con muchos “amenes” cuando escuchan a otro hermano. Esto quizás lo desilusione y decida no volver a compartir en las reuniones. Así que, la ambición puede estar presente incluso al dar un testimonio. Aun al compartir nuestras experiencias de Cristo, podemos tener un sentimiento de ambición oculto.

Algunos hermanos les han recomendado a los santos que respondan con un amén a los débiles, para animarlos y que, por otra parte, no brinden tantos amenes cuando un miembro fuerte comparte, ya que esto sólo nutre la carne y fortalece el alma.

Digo nuevamente que puede existir ambición entre los santos en la vida de iglesia. Supongamos que muchos hermanos se añadieran a la vida de iglesia al mismo tiempo, y que unos años más tarde, nombraran anciano a uno de ellos. Es posible que los demás se molesten y se pregunten por qué hicieron anciano a ese hermano cuando lleva menos tiempo que otros en la vida de iglesia. Tal vez no lo expresen en voz alta, pero es posible que tengan este pensamiento en su corazón.

La ambición egoísta y la vanagloria por lo general van juntas. Donde haya ambición, por lo general también habrá vanagloria. ¿Por qué nos sentimos mal cuando los hermanos no nos apoyan con su amén? Debido a la vanagloria ¿Por qué algunos hermanos no se sienten contentos cuando en lugar de ellos, se nombra a otro hermano como anciano? Esto se debe nuevamente a la vanagloria. En 4:2, Pablo declara: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Sin duda había una ambición egoísta en estas dos hermanas, y es posible que entre ellas compitieran acerca de quién sería la primera. Por consiguiente, actuaban por ambición egoísta y por vanagloria.

Si estas motivaciones negativas no hubieran estado presentes entre los creyentes filipenses, Pablo no las habría mencionado en 2:3. Era como si en este versículo Pablo tratara de decirles: “Os ruego que no hagáis nada por ambición egoísta ni por vanagloria. Con esto completaréis mi gozo. Estoy preocupado por el hecho de que

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algunos de vosotros actuáis por ambición egoísta. Aunque me alegro de que améis al Señor y estéis en Filipos por causa del testimonio del Señor, mi gozo aún no es completo. Esto se debe a que hay ambición entre vosotros y a que algunos buscan su propia gloria. Por tanto, si tenéis alguna consolación, algún consuelo de amor por mí, os ruego que completéis mi gozo no haciendo nada por ambición egoísta ni por vanagloria, sino antes bien, con una mentalidad humilde, estiméis a los demás como superiores a vosotros”.

No es fácil deshacernos de la ambición egoísta ni de la vanagloria, pues por naturaleza todos tendemos a competir con los demás. En algunos países incentivan mucho a los niños a competir. La competencia se encuentra presente en todos los lugares de la sociedad. Sin embargo, en la vida de iglesia no debemos competir, sino que debemos estimar a los demás como superiores a nosotros mismos.

TENER UNA MENTALIDAD HUMILDE

En 2:3, Pablo habla de la mentalidad humilde. La humildad está en contraste con la ambición egoísta y la vanagloria La humildad a la que Pablo se refiere no es una humildad natural, sino la humildad de Cristo descrita en los versículos 7 y 8.

Observemos que Pablo se refiere a la “mentalidad humilde”. El hecho de que mencione la mentalidad indica una vez más que, el problema de disensión entre los filipenses tenía que ver con su mente no transformada. Ellos necesitaban tener el sentir que hubo en Cristo (2:5).

En 2:4, Pablo agrega: “No considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. El habla aquí de las virtudes y las cualidades. No debemos considerar únicamente nuestras propias virtudes y cualidades, sino también las de otros.

EXPERIMENTAR A CRISTO DE UNA FORMA NORMAL

Ya hemos dicho repetidas veces que la epístola de Filipenses trata acerca de nuestra experiencia de Cristo. Esta epístola muestra que para experimentar a Cristo se requiere que haya una reciprocidad entre el apóstol y los creyentes. Al leer esta epístola, nos damos cuenta de que Pablo tenía una buena comunión con ellos. Su comunión era apropiada desde todo punto de vista. En cambio, la comunión de los filipenses para con el apóstol tenía ciertas deficiencias. Por lo tanto, vemos que Pablo experimentaba a Cristo de una manera normal, mientras que la experiencia que ellos tenían de Cristo no era completamente normal, y, en cierto modo, podríamos decir que era anormal.

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Si consideramos el libro de Filipenses en su totalidad, veremos que experimentar a Cristo implica mutualidad, lo cual no es algo que se lleva a cabo en un solo sentido. No obstante, muchos cristianos han recibido la falsa enseñanza de que nuestra experiencia de Cristo sólo se da en una dirección. Pero está comprobado que no podemos tener una experiencia normal de Cristo si somos individualistas. Experimentar a Cristo es un asunto corporativo. Todo lo que tiene que ver con el Cuerpo implica una comunión recíproca. Por tanto, para experimentar a Cristo se requiere la mutualidad. Si el apóstol no hubiera tenido una comunión apropiada con los santos, su experiencia de Cristo no habría sido normal. Asimismo, si los creyentes no tuvieran una comunión correcta con el apóstol, tampoco podrían experimentar a Cristo de una forma normal. Por consiguiente, vemos que lo que determina si nuestra experiencia de Cristo es normal es la actitud que guardemos hacia el apóstol. Todos seremos probados en este asunto. Si nuestra actitud hacia el apóstol no es la apropiada, nuestra experiencia de Cristo será anormal. Aplicando el mismo principio, si el apóstol no tiene una buena actitud hacia los santos, su experiencia de Cristo también será anormal.

La epístola de Filipenses nos presenta un cuadro de la comunión apropiada entre los creyentes y el apóstol, lo cual resulta en una experiencia normal de Cristo. A pesar de que los filipenses amaban al Señor y estaban en la iglesia, su experiencia de Cristo era anormal. Una de las razones era que existían disensiones entre ellos. Otra, era que su actitud hacia el apóstol no era idónea, pues de haberlo sido, habrían recibido la exhortación de Pablo de tener el mismo pensamiento, el mismo amor, de estar unidos en el alma, de tener el único pensamiento, y de no hacer nada por ambición egoísta o por vanagloria, sino antes bien, estimar a los demás como superiores a ellos mismos, no considerando cada uno sus propias virtudes sino las de los demás. Si los creyentes hubieran estado dispuestos a seguir tales recomendaciones de Pablo, su experiencia de Cristo habría sido normal y equilibrada.

La epístola de Filipenses, la cual gira en torno a nuestra experiencia y disfrute de Cristo, muestra que dicho disfrute debe ser corporativo y que requiere que exista mutualidad en nuestra comunión. Si nuestra actitud hacia el apóstol no es la correcta, tampoco lo será para con otros. Por lo tanto, la actitud que tengamos hacia el apóstol pondrá a prueba nuestra condición. Si nuestra actitud hacia él no es la apropiada, nuestra condición será anormal y, por ende, también lo será nuestra experiencia de Cristo.

Los cristianos de hoy prácticamente no tienen ninguna experiencia normal de Cristo. De hecho, la condición de muchos de ellos es anormal. La comunión apropiada entre los apóstoles y los creyentes ha sido muy dañada. Por lo tanto, nosotros, quienes estamos en el recobro del Señor, debemos ser iluminados por esta epístola y recibir misericordia

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y gracia de parte del Señor, a fin de tener la debida mutualidad entre los creyentes y los apóstoles.

Como ya mencionamos, Filipenses revela la actitud y el espíritu que tenía Pablo hacia los creyentes. El les rogaba a los creyentes que tuviesen una actitud y un espíritu apropiado hacia él, y así pudieran disfrutar juntos de una comunión normal. La debida comunión entre los creyentes y el apóstol es lo que salvaguarda y permite tener una experiencia normal de Cristo. Si tenemos la actitud apropiada hacia el apóstol y si nuestra comunión para con él es correcta, podemos estar seguros de que experimentaremos a Cristo de una manera normal.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DIEZ

TOMAR A CRISTO COMO MODELO

Lectura bíblica: Fil. 2:5-9, 12-13

En el mensaje anterior, vimos que Pablo les rogó a los creyentes filipenses que completaran su gozo. Su súplica se inicia en los primeros cuatro versículos del capítulo dos, y se extiende hasta el versículo dieciséis. En dicha sección Pablo concluye hablando acerca de enarbolar la palabra de vida, para que en el día de Cristo, él pudiera gloriarse de no haber corrido ni trabajado en vano.

COMPLETAR EL GOZO DEL APOSTOL

A fin de que el gozo del apóstol fuera completo se requería algo más que simplemente tener una buena actitud hacia él. Supongamos que la actitud de los creyentes de Filipos hacia él fuera muy positiva, que lo respetaran y amaran mucho, pero que no prestaran atención a su exhortación, la cual estaba relacionada con la experiencia de Cristo. Si este fuera el caso, Pablo aún no estaría satisfecho. Lo único que completaba su gozo era saber que los santos seguían sus recomendaciones y que al hacerlo experimentaran a Cristo de una manera normal y adecuada.

En 2:2, Pablo insta a los santos a tener “el mismo pensamiento” y “este único pensamiento”. Tener el mismo pensamiento implica el hecho de tener nuestra mente ocupada por Cristo y llena de El. Cristo debe ocupar nuestra mente no sólo objetiva y doctrinalmente, sino más bien de una manera subjetiva y práctica Esto sólo se logra cuando permitimos que El se extienda de nuestro espíritu a nuestra mente y tome plena posesión de ella hasta saturarla totalmente con la mente Suya. Cuando la mente de

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Cristo sature la nuestra, nuestra mente estará totalmente en el espíritu. Estaremos ocupados por Cristo y llenos de El. Si ésta hubiera sido la condición de los filipenses, Pablo se habría sentido sumamente feliz, y su gozo habría sido completo.

Quisiera subrayar que lo que alegraba al apóstol no era que los filipenses simplemente mostraran una buena actitud hacia él. Más bien, su anhelo era que ellos crecieran en vida y permitieran que Cristo tomara plena posesión de su ser. Si los creyentes no permitieran que Cristo los saturara, esto le traería preocupación al apóstol, no importa cuán positiva fuera la actitud de ellos hacia él. Pablo deseaba que todos los santos fueran ocupados por Cristo y que tuvieran el mismo pensamiento.

NECESITAMOS QUE CRISTO NOS SATUREA FIN DE TENER EL MISMO PENSAMIENTO

Es imposible tener el mismo pensamiento si nuestra mente y nuestros pensamientos no han sido ocupados por Cristo y saturados de El. Sólo cuando esto sucede, espontáneamente tenemos el mismo pensamiento. Si dos personas, incluyendo a las parejas de casados, no están llenas de Cristo, es imposible que tengan el mismo pensamiento. Sin embargo, Pablo aspiraba a que toda la iglesia en Filipos tuviera el mismo pensamiento. Así que, les suplicó a los creyentes que si tenían alguna consolación, algún consuelo de amor, algún afecto entrañable y compasión para con él, que completaran su gozo. Pero ¿cómo puede un grupo de personas tener el mismo pensamiento? Nuevamente decimos que esto sólo se logra cuando los creyentes son ocupados por Cristo y saturados de El.

Cristo es único; el es el centro y el universo mismo. Cuando El llega a ser la centralidad y la universalidad no solamente en doctrina, sino también en nuestra experiencia, automáticamente tenemos el mismo pensamiento.

COMO SABER QUE TENEMOS EL MISMO PENSAMIENTO

La manera en que nos damos cuenta si en verdad tenemos el mismo pensamiento o no, es verificar si tenemos el mismo amor para con todos los santos, si somos uno con ellos en el alma, si no tenemos ambición egoísta ni vanagloria, si estimamos a los demás como superiores a nosotros mismos, y si tenemos en cuenta las virtudes y cualidades de los demás. Estos asuntos nos permitirán comprobar el grado al que hemos sido ocupados y poseídos por Cristo. Si realmente Cristo toma completa posesión de nuestro ser, amaremos a todos los santos por igual. Además, estaremos unidos en el alma, y nuestra mente sólo se ocupará en conocer a Cristo, experimentarlo, seguirlo y ganar más de El. Cuando esto suceda, no haremos nada por ambición ni vanagloria, antes bien,

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estimaremos a los demás como superiores a nosotros mismos y tendremos en cuenta sus virtudes y cualidades.

En este mensaje abarcaremos los versículos del 5 al 8 del capítulo dos. Estos versículos son muy conocidos y han sido el tema de numerosos mensajes. De hecho, cuando era niño escuché que según Filipenses 2:5-8, Cristo se despojó a Sí mismo y se humilló al descender de los cielos. La mayoría de los mensajes presentan estos versículos de manera común, lo cual hace que sea difícil entrar en estos versículos de una manera detallada.

CRISTO, EL MODELO, ESTA EN NOSOTROS

En 2:5-8, Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Este modelo no es sólo objetivo, sino también subjetivo. Cuando era joven, oí hablar de Cristo únicamente como nuestro modelo objetivo. Me dijeron que Cristo estableció un modelo para nosotros mediante Su vivir humano en la tierra, y que ahora nosotros debíamos seguir Sus pisadas. Además, me dijeron que Cristo está ahora en los cielos intercediendo por nosotros, a fin de que lo sigamos fielmente. Creo que muchos han recibido esta enseñanza.

Sin embargo, debemos preguntarnos dónde está Cristo, nuestro modelo. ¿Está El en los cielos, o en nosotros? El versículo 9 muestra claramente que Dios exaltó a Cristo a lo sumo. Por tanto, es evidente que este Cristo, quien es nuestro modelo, está en los cielos. Dios lo exaltó a la cumbre más alta del universo, donde El mismo está. Pero esto corresponde solamente al aspecto objetivo, pues si Cristo sólo estuviera en el tercer cielo, ¿cómo podríamos tomarlo como nuestro modelo hoy en día? ¿Cómo podríamos nosotros, estando en la tierra, seguir a alguien que fue exaltado y que ahora se encuentra en los cielos? Sería imposible. Por consiguiente, si hemos de tomar a Cristo como nuestro modelo, este modelo también debe sernos subjetivo.

Llevar a cabo nuestra salvación

El versículo 12 muestra claramente que este modelo es también subjetivo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. ¿De qué forma podemos nosotros llevar a cabo nuestra salvación? Si pudiéramos llevarla a cabo por nosotros mismos, ¿no indicaría esto que la salvación depende de nuestras obras? Supongamos que yo cayera en un hoyo y que alguien me rescatara, esto equivaldría a experimentar la salvación. Pero en cambio, si yo lograra salir por mí mismo, ya no hablaríamos de salvación, sino del fruto de mi propio esfuerzo. Ya que la salvación no es por obras, sino por gracia, ¿qué quiere decir Pablo

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cuando declara: “Llevad a cabo vuestra salvación”? Si nosotros hubiéramos sido los primeros en decir esto, nos habrían acusado de herejes.

La clave para entender lo dicho por Pablo, es determinar qué significa en este versículo la palabra “salvación”. La salvación mencionada aquí no es aquella que nos libra del lago de fuego, sino más bien la salvación a la que Pablo se había referido al principio de esta epístola. Las palabras “por tanto” al comienzo del versículo 12, indican que lo que Pablo dice en este versículo, es el resultado de lo dicho en los versículos anteriores. Según dichos versículos, llevar a cabo nuestra salvación es el resultado de tomar a Cristo como nuestro modelo. Cristo, nuestro modelo, es nuestra salvación. Sin embargo, la responsabilidad de llevarla a cabo es nuestra.

A fin de que esto sea una realidad en nuestra experiencia, se requiere que el modelo sea tanto subjetivo como objetivo. Si sólo fuese objetivo, no podríamos llevar a cabo nuestra salvación. La salvación que aquí se menciona no es la salvación que recibimos, sino la salvación que llevamos a cabo. La salvación que recibimos nos libra de la condenación y del lago de fuego. Pero la que se menciona en Filipenses es una salvación distinta, es una salvación que está en otro nivel. Es más elevada que la mencionada en Hechos 16:31, donde se le dijo al carcelero que si creía en el Señor Jesucristo, él y toda su casa serían salvos. La salvación de la que habla Filipenses 2:12 es en realidad una persona viviente. Es el propio Cristo a quien vivimos, experimentamos y disfrutamos. Si este modelo sólo fuera objetivo, no podría ser tal salvación para nosotros. Pero el hecho de que la salvación sea una persona viviente y que dicha persona sea nuestro modelo, es una prueba de que este modelo es tanto subjetivo como objetivo.

Experimentar a Cristo de manera subjetiva

Otra razón por la que afirmamos que nuestro modelo es tanto subjetivo como objetivo, es que este libro habla acerca de experimentar a Cristo. Todo aquello que tenga que ver con la experiencia espiritual, es subjetivo. Basados en este principio y en el contexto de toda la epístola, podemos afirmar que Cristo, nuestro modelo, no es solamente objetivo, sino también subjetivo y experimental.

Dios opera en nosotros

Después de habernos exhortado a llevar a cabo nuestra salvación, Pablo continua diciendo: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito” (2:13). La conjunción “porque” al principio del versículo 13 demuestra que el hecho de que Dios opere en nosotros está relacionado con la salvación que debemos llevar a cabo con temor y temblor. Dios es quien realiza en nosotros el querer como el

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hacer, por Su beneplácito. Sin duda, la obra que El realiza en el versículo 13, tiene que ver con el mandato del versículo 12, de llevar a cabo nuestra salvación. Tal vez confesemos que no somos capaces de llevar a cabo nuestra salvación, lo cual es cierto; por nosotros mismos no podemos, pero Dios, quien opera en nosotros, sí puede. El hecho de que El realiza en nosotros tanto el querer como el hacer, indica que sí podemos llevar a cabo nuestra salvación. Lo dicho por Pablo acerca de que Dios opera en nosotros, también comprueba que el modelo es tanto subjetivo como objetivo. Desde el punto de vista doctrinal, es objetivo; pero desde el ángulo de la experiencia, es muy subjetivo.

Necesitamos cooperar con El, no imitarlo

En Filipenses 2, Pablo no nos exhorta a que tomemos al Cristo objetivo como nuestro modelo y tratemos de imitarlo. Sin embargo, esto es lo que sugiere el libro La imitación de Cristo. Tratar de imitar a Cristo de esta manera es semejante a un mono que trata de vivir como hombre. No debemos tomar los versículos del 5 al 8 fuera de su contexto. Si los estudiamos en su contexto, veremos que el modelo es nuestra salvación, y que a su vez, esta salvación es Dios mismo quien opera en nosotros, a fin de salvarnos de modo práctico. Por nosotros mismos no podemos llevar a cabo nuestra salvación, pero Aquel que produce en nosotros tanto el querer, como el hacer, sí puede. Nuestra única responsabilidad es cooperar con El. Y cuando cooperamos con el Dios que opera en nosotros, tomamos a Cristo como nuestro modelo.

LA MANERA DE PENSAR QUE HABIA EN CRISTO

Veamos ahora los detalles de los versículos del 5 al 8. En el versículo 5, Pablo declara: “Haya, pues, en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús”. Las palabras griegas traducidas “haya, pues, en vosotros esta manera de pensar” pueden traducirse también como “pensad, pues, esto en vosotros”. La palabra “esta” del versículo 5, se refiere a la palabra “estimando” del versículo 3 y “considerando” del versículo 4. Este modo de pensar estaba también en Cristo, cuando se despojó a Sí mismo tomando forma de esclavo, y cuando se humilló a Sí mismo, haciéndose semejante a los hombres (vs. 7-8). A fin de tener la misma manera de pensar de Cristo es menester que seamos entrañablemente uno con El (1:8). Si hemos de experimentar a Cristo, tenemos que ser uno con El al grado de ser uno con Sus tiernos sentimientos internos y con Su modo de pensar.

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LAS ETAPAS DE LA HUMILLACION DE CRISTO

El versículo 6 dice: “El cual, existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. La palabra griega traducida “existiendo” se podría leer “existiendo desde el principio”, lo cual alude a la preexistencia eterna del Señor.

La palabra “forma” se refiere a la expresión del ser de Dios, y no a Su porte exterior (He. 1:3); la forma se identifica con la esencia y la naturaleza de la persona de Dios y, por tanto, las expresa. Esto se refiere a la deidad de Cristo.

En el versículo 6, Pablo declara que Cristo no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Aunque el Señor era igual a Dios, no estimó este hecho como cosa a queaferrarse; más bien, El dejó a un lado la forma de Dios (no la naturaleza de Dios) y se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo.

Se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo

En el versículo 7 leemos que Cristo “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres”. Cuando Cristo se despojó a Sí mismo, El hizo a un lado lo que poseía, esto es, la forma de Dios. La palabra “forma” es la misma que aparece el versículo 6. En Su encarnación, el Señor no cambió Su naturaleza divina, sino solamente Su expresión externa, dejando a un lado la forma de Dios, y tomando la de un esclavo. Esto no significó un cambio de esencia, sino de condición. La palabra “haciéndose” al final del versículo, quiere decir, adquiriendo una nueva condición.

El se hizo semejante a los hombres

De acuerdo con el versículo 7, Cristo se hizo “semejante a los hombres”. El hecho de que Cristo tuviera forma de Dios implica la realidad interna de la deidad de Cristo; y el hacerse semejante a los hombres, denota la apariencia externa de Su humanidad. Exteriormente, como hombre, tenía la apariencia de un hombre, pero interiormente, como Dios, tenía la realidad de la deidad.

Se humilló a Sí mismo y se hizoobediente hasta la muerte de cruz

Leamos el versículo 8: “Y hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Cuando Cristo se hizo semejante a los hombres, entrando en la condición humana, fue hallado en Su porte exterior como hombre. La palabra “porte” alude a Su apariencia exterior, a Su

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semblanza. La apariencia de Cristo en Su humanidad, es decir, lo que los hombres veían, era Su porte exterior de hombre.

Siendo hallado en Su porte exterior como hombre, Cristo se humilló a Sí mismo. Primero, El se despojó a Sí mismo, poniendo a un lado Su forma, es decir, la expresión exterior de Su deidad, al hacerse semejante a los hombres. Luego, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte. Cristo era Dios, y por ende, tenía la expresión de Dios. Aunque era igual a Dios, no estimó el ser igual a El, sino que despojó a Sí mismo haciéndose semejante a los hombres. Esto indica que, por medio de la encarnación, El llegó a ser un hombre. Luego, siendo hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo. Esto indica que como hombre, El renunció a todo derecho. De hecho, se humilló a Sí mismo mo hasta el grado de morir en la cruz. Tal Cristo es nuestro modelo.

Humillarse fue un paso adicional en el despojamiento de Sí mismo. La autohumillación de Cristo manifestó Su despojamiento. La muerte de cruz es el punto culminante de la humillación de Cristo. Para los judíos, esto era una maldición (Dt. 21:22-23) y para los gentiles era una sentencia de muerte impuesta sobre malhechores y esclavos (Mt. 27:16-17, 20-23). Por esta razón, era vergonzoso morir de esta manera (He. 12:2).

La humillación del Señor abarca siete pasos: despojarse a Sí mismo; tomar forma de esclavo; hacerse semejante a los hombres; humillarse a Sí mismo; hacerse obediente;hacerse obediente hasta la muerte; y hacerse obediente hasta la muerte de cruz.

LLEVAR UNA VIDA CRUCIFICADA

El modelo presentado en estos versículos es la vida que hoy mora en nosotros, a la cual llamamos una vida crucificada. Las siete etapas de la humillación de Cristo son los aspectos de la vida crucificada. Cristo poseía la expresión del ser de Dios, pero la dejó a un lado. No obstante, El no abandonó la realidad de Su deidad. Ciertamente renunció a la forma de Dios, la forma más elevada, y tomó la de un esclavo, la forma más baja. Fue en este sentido que El se despojó a Sí mismo. Esta es sin duda la característica de la vida crucificada. Luego, después de que el Señor se hizo hombre y fue hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo hasta la muerte de cruz. Fue así que la vida crucificada se expresó de manera plena y absoluta.

Cristo no es simplemente para nosotros un modelo exterior; El es también la vida que mora en nuestro interior. El desea que lo experimentemos como nuestra vida interior, a fin de que también llevemos una vida crucificada. En esta vida no tienen cabida la ambición, la vanagloria ni el orgullo. Por el contrario, la vida crucificada está siempre

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dispuesta a despojarse y a humillarse. Sólo cuando experimentamos y vivimos a Cristo, podemos llevar esta vida de forma espontánea. Esto quiere decir que cuando vivimos a Cristo, expresamos a Aquel que es el modelo de la vida crucificada. Sólo así podremos despojarnos y humillarnos a nosotros mismos.

Si la vida crucificada no estuviera en nosotros, nos sería imposible vivir conforme al modelo que presenta Filipenses 2. Unicamente dicha vida puede lograrlo. Si seguimos actuando por ambición y vanagloria, e incluso aspiramos a ser un hermano que lleva la delantera o un anciano en la iglesia, esto muestra que no llevamos una vida crucificada, ya que no estamos dispuestos a despojarnos y a humillarnos. Sin embargo, debemos ver que en nosotros hay una vida que está siempre lista para despojarse y humillarse. Esta vida no estima nada como algo a que aferrarse. Por el contrario, está siempre dispuesta a renunciar a toda posición y título.

ESTE MODELO LLEGA A SER NUESTRA SALVACION

Una vez que Cristo, el modelo de Filipenses 2, llega a ser nuestra vida interior, dicho modelo se convierte en nuestra salvación. Entonces podemos ser salvos de la ambición, del egoísmo y de la vanagloria. Si los filipenses no estuvieran dispuestos a vivir conforme a este modelo, no podrían completar el gozo de Pablo, y él seguiría preocupado a causa de la ambición y vanagloria de ellos. En cambio, si ellos estuvieran dispuestos a llevar una vida crucificada, una vida que se despoja, se humilla, y no estima ninguna cosa como algo a que aferrarse, entonces podían experimentar verdaderamente a Cristo. Si ellos experimentaran a Cristo como su modelo y su vida interior, Pablo estaría extremadamente feliz.

El hecho de llevar una vida crucificada indica que hemos experimentado alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con los apóstoles. Solamente cuando llevamos una vida crucificada, podemos hacer felices a los apóstoles y completar su gozo. Mientras Pablo se encontraba en la cárcel, su mayor preocupación no era cómo iba a ser tratado. Lo único que le preocupaba era saber si los creyentes tomaban a Cristo como su modelo y llevaban una vida crucificada. Este era el deseo de su corazón y lo único que podía completar su gozo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE ONCE

LA EXALTACION DE CRISTO

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Lectura bíblica: Fil. 2:9-11; Ef. 1:19-22; Hch. 2:36

En este mensaje veremos la exaltación de Cristo (2:9-12). La exaltación de Cristo mencionada en Filipenses 2:9, es en realidad el poder de la resurrección. El poder de la resurrección siempre viene después de la vida crucificada. Conforme a 3:10, Pablo anhelaba conocer el poder de la resurrección de Cristo y la comunión de Sus padecimientos. En el mensaje anterior mencionamos que en 2:5-8 tenemos a Cristo como nuestro modelo, y que este modelo es en realidad la vida crucificada que mora en nosotros. Lo que sigue a la vida crucificada es el poder de la resurrección, mediante el cual Cristo fue exaltado a lo sumo. En la Biblia, el poder que exaltó a Cristo también se denomina el poder de la resurrección. Cuando llevamos una vida crucificada, podemos conocer el poder de la resurrección de Cristo y la comunión de Sus padecimientos.

EXPERIMENTAR A CRISTO COMO NUESTRO MODELO

Hay una correlación entre los capítulos dos y tres de Filipenses. Mientras que el capítulo dos revela que debemos llevar una vida crucificada a fin de disfrutar del poder de la resurrección, el capítulo tres dice que Pablo aspiraba a conocer el poder de la resurrección de Cristo. Debemos tomar como nuestro modelo la vida crucificada que se presenta en 2:5-8. De esta manera, experimentaremos el poder de la resurrección que exaltó a Cristo, y lo elevó hasta a la cima del universo. La experiencia de Cristo como modelo de una vida crucificada y la experiencia del poder de la resurrección que lo exaltó, no tienen límites. Diariamente debemos llevar una vida crucificada. Esto es lo que significa vivir a Cristo como nuestro modelo. En lugar de llevar una vida de ambición y vanagloria, debemos llevar una vida de despojamiento y autohumillación. Esto es llevar una vida crucificada. Dicha vida nos introducirá en el poder de la resurrección que exaltó a Cristo. Conforme a las palabras de Pablo en el capítulo tres, él no consideraba haber experimentado plenamente este poder. En lugar de ello, declaró que aspiraba conocer y experimentar el poder de la resurrección de Cristo y la comunión de Sus padecimientos.

Los que estamos hoy en el recobro del Señor, tenemos la urgente necesidad de experimentar a Cristo como nuestro modelo. Es apremiante que lo experimentemos como nuestra vida crucificada. Esta vida está en contraste con la vida de ambición y vanagloria. En la vida de iglesia tenemos dos alternativas: tomar la vida crucificada como nuestro modelo o llevar una vida de ambición y vanagloria. No existe una tercera opción. Si no hacemos de la vida crucificada nuestro modelo, espontáneamente ambicionaremos una gloria vana. Esto es muy serio. Debemos ser honestos y preguntarnos qué clase de vida hemos llevado hasta ahora en la iglesia. Si hacemos esto,

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nos daremos cuenta de que si no tomamos el modelo de la vida crucificada, llevamos una vida de ambición, buscando vanagloria.

Ninguna otra cosa perturbaba más al apóstol Pablo que saber que los filipenses perseguían la vanagloria. Su mayor anhelo era que ellos llevaran una vida crucificada. Como ya vimos, esta vida es el propio Cristo que se despojó y se humilló. Cuando hacemos de esta vida crucificada nuestro modelo, la puerta de la resurrección se abre ante nosotros y nos da entrada al poder de la resurrección. Dios nunca nos exaltará si nos encontramos en una esfera de ambición y vanagloria. Cuanto más vanagloria busquemos, más vergonzosa será nuestra situación. Perseguir la vanagloria de ninguna forma es una gloria; antes bien, es una vergüenza. Asimismo, si en nosotros hay ambición, Dios nunca nos exaltará. Por el contrario, el resultado inevitable será que seremos humillados. La vida más elevada en la tierra es la vida crucificada. Siempre y cuando llevemos una vida crucificada, Dios nos introducirá en el poder de la resurrección y en dicho poder seremos exaltados.

En los años que llevo en la vida de iglesia, conocí a muchos hermanos que actuaban por ambición y vanagloria. Sin excepción, todos ellos terminaron mal. Es insensato tratar de competir en la vida de iglesia. Debemos temerle más a esto que a una serpiente. Si competimos con los demás, esto mostrará que vivimos en el yo. Por consiguiente, debemos tratar la ambición severamente, y rechazarla.

Además, en la vida de iglesia nadie debe defender su reputación personal. Por supuesto, debemos defender el testimonio del Señor, pero no debemos reclamar ningún mérito, título ni rango para nosotros mismos. Si lo hacemos, nunca entraremos en el poder de la resurrección.

En la vida de iglesia, no sólo he visto a muchos actuar por ambición y buscar vanagloria, sino también a muchos otros santos que han seguido fielmente el modelo de la vida crucificada. Estos santos finalmente fueron introducidos en el poder de la resurrección, en el cual fueron exaltados por Dios.

Mi mayor anhelo es que en la vida de iglesia nadie busque su propia gloria. En lugar de ello, debemos seguir exclusivamente a Cristo. De este modo experimentaremos la vida crucificada.

Estoy seguro de que las dos hermanas de la iglesia en Filipos, Evodia y Síntique, competían buscando posición o vanagloria. De no ser así, Pablo no les habría rogado que fueran “de un mismo sentir en el Señor” (4:2). Si no hubiera habido ninguna rivalidad en la iglesia, el apóstol no habría tenido que escribir la advertencia mencionada 2:3:

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“Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria”. Debido a que había ambición, egoísmo y vanagloria entre algunos miembros de la iglesia en Filipos, fue necesario que Pablo les hablara de Cristo como el modelo de una vida crucificada. A diferencia de otras epístolas suyas, Pablo presentó este modelo en Filipenses, debido a que la ambición y la vanagloria representaba un serio problema para los santos de esa ciudad. En tanto que los filipenses buscaran alguna gloria para sí mismos, la ambición estaría presente. Por consiguiente, Pablo les mostró que Cristo, el Hijo de Dios, tenía una posición muy elevada. Les indicó que aunque Cristo poseía la forma misma de Dios y el derecho de ser igual a Dios, El no consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Y luego, siendo hallado en porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Los creyentes de Filipos que buscaban alguna posición o título, ciertamente necesitaban conocer a Cristo como el modelo de la vida crucificada.

Tenemos que admitir que en muchas iglesias locales persiste el mismo problema de ambición y vanagloria que vemos en los filipenses. Sin duda alguna, este problema es muy evidente entre los creyentes que no están en el recobro del Señor. Pero reflexionemos sobre nuestra condición en las iglesias. Debemos reconocer que hasta cierto grado, entre nosotros también existe la ambición. Por lo tanto, la exhortación que hace Pablo de tomar a Cristo como nuestro modelo se aplica también a nosotros. Tenemos que ser iluminados y tomar la vida crucificada como nuestro modelo, lo cual nos permitirá experimentar el poder de la resurrección. Si llevamos una vida crucificada, entraremos en el poder de la resurrección, y este poder nos exaltará.

Sin embargo, al escuchar acerca de la vida crucificada, del poder de la resurrección y de ser exaltados por Dios, debemos tener cuidado de no usar esto como base para obtener gloria. No busquemos otra gloria aparte del propio Cristo. Debemos decirle al Señor: “Lo único que deseo eres Tú. No busco ninguna exaltación ni gloria”. Si tomamos la vida crucificada como nuestro modelo, experimentaremos el poder de la resurrección. Este poder es Cristo mismo. El no es solamente la vida crucificada, sino también el poder de la resurrección.

A menudo los santos se lamentan de sus debilidades, pero continuarán siendo débiles mientras no tomen la vida crucificada como su modelo. Si somos débiles en nuestra vida familiar, en nuestra vida personal o en nuestra vida de iglesia, es porque no tomamos la vida crucificada y, por ende, no nos encontramos en el poder de la resurrección. Una vez más, la vida crucificada es la puerta por la que entramos en el poder de la resurrección. Pablo anhelaba que los santos de Filipos llevaran tal vida crucificada y experimentaran el poder de la resurrección.

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EXALTAR A CRISTO EN NUESTRA EXPERIENCIA

En este mensaje, tengo la carga de aplicar la exaltación de Cristo a nuestra experiencia espiritual. Dios exaltó a Cristo, pero ¿ya lo exaltó usted? Cristo fue exaltado a la cima del universo, pero ¿ha sido exaltado El en usted también? Es precisamente aquí donde radica el problema: Cristo ha sido exaltado en todo lugar menos en usted. Es por eso que no tengo interés alguno de hablarles de la exaltación de Cristo de una manera doctrinal, sino más bien, de aplicar este hecho a nuestra experiencia. Cristo no puede ser exaltado en nosotros si primero no lo tomamos como la vida crucificada y como el modelo de nuestro diario vivir.

No olvidemos que Filipenses es un libro que habla de cómo experimentar a Cristo. Por consiguiente, aun la exaltación de Cristo, mencionada en este libro, tiene que ver con nuestra experiencia. Desde mi juventud me enseñaron que Cristo fue exaltado. Pero yo no veía que este hecho se reflejara en la vida de los creyentes. Esto no era más que una simple enseñanza bíblica. Debemos experimentar a Cristo hasta el grado en que El sea exaltado en nuestras vidas. No tomemos la exaltación de Cristo como una doctrina. De la misma manera en que necesitamos experimentar al Cristo que se despojó y se humilló, también debemos experimentar al Cristo que fue exaltado. Ciertamente Dios exaltó a Cristo en el universo, pero ahora nos toca a nosotros exaltarlo en nuestro universo personal: en nuestro diario vivir, en nuestra vida familiar y en nuestra vida de iglesia.

Pablo deseaba que los santos de Filipos exaltaran a Cristo en su diario vivir. Si lo hubieran hecho, habrían completado su gozo. A él no le interesaba solamente que los filipenses tuvieran una buena actitud hacia él. Su mayor anhelo era que ellos experimentaran a Cristo como la vida crucificada y que además lo experimentaran en Su exaltación. La exaltación de Cristo debe llevarse a cabo en nuestra vida cotidiana.

LA NORMA MAS ELEVADA DE LA SALVACION

El versículo 12 muestra que el pensamiento de Pablo era que Cristo debía ser exaltado, no sólo de una manera objetiva en el universo, sino también en nuestra vida diaria, de una manera práctica y subjetiva. Así que, después de hablar acerca de la vida crucificada en los versículos del 5 al 8, y de la vida exaltada en los versículos del 9 al 11, él declaró en el versículo 12: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Las palabras “por tanto” indican que lo dicho por Pablo en el versículo 12, era la consecuencia de tomar a Cristo como el modelo de la vida crucificada que se menciona en los versículos precedentes. Este versículo indica que la

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vida crucificada de Cristo debe ser también nuestra experiencia. Asimismo, lo debemos experimentar como la vida que exalta. Por una parte, podemos hablar de la vida exaltada de Cristo, y por otra, de Su vida que exalta. Lo que importa no es la expresión que usemos, sino subrayar el hecho de que en 2:9-11 se encuentra la vida de exaltación. Esta vida también forma parte de la salvación que debemos llevar a cabo. Los principales elementos de la salvación que se mencionan en el versículo 12 son Cristo como la vida crucificada y Cristo en Su exaltación. Esta es la salvación que llevamos a cabo con la ayuda de la operación de Dios en nosotros.

Sin duda, la exaltación de Cristo es el nivel más alto de nuestra salvación. No debemos conformarnos con ser salvos, sino aspirar a ser exaltados mediante el poder de la resurrección de Cristo. Cuando Pablo hablaba de la exaltación de Cristo, su interés no era simplemente enseñar una doctrina objetiva. Esta verdad, así como los demás asuntos presentados en esta epístola, tienen que ver con la experiencia cristiana. Debemos experimentar a Cristo en Su humillación, lo cual significa que debemos experimentarlo como Aquel que se despojó y se humilló a Sí mismo. Además, puesto que Dios exaltó a Cristo hasta la cumbre del universo, también nosotros debemos experimentarlo en Su exaltación. ¡Que el Señor abra nuestros ojos para que nos demos cuenta cuán lejos estamos de la norma de Su salvación! La norma de la salvación que debemos llevar a cabo es muy elevada, al grado de incluir la exaltación de Cristo. La exaltación de Cristo debe ser el punto culminante de nuestra experiencia de salvación. Esto requiere no sólo que Cristo sea nuestra vida crucificada, sino también nuestra vida exaltada en el poder de la resurrección. El mismo poder que exaltó a Cristo sobre el universo, es el mismo poder que lo exalta a El en nosotros. De hecho, este poder no es otra cosa que la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

En la epístola de Filipenses, Pablo usa varias expresiones que se refieren a la misma realidad. La abundante suministración del Espíritu de Jesucristo es el poder mismo que exalta a Cristo. También es el poder de la resurrección mencionado en 3:10 y el poder referido en 4:13, donde Pablo declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Por tanto, somos fortalecidos con el poder de la resurrección, con el poder que exalta y con la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Gracias a tal poder, podemos llevar a cabo nuestra salvación al nivel más alto. Cuando llegamos a este nivel, somos más que vencedores.

Los versículos 12-16 son la interpretación de los versículos 5-11. Esto indica que la expresión “por tanto”, incluye todo lo que Pablo declara en los versículos 12-16. Por consiguiente, debemos interpretar 2: 5-11 a la luz de 2:12-16.

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UN NOMBRE QUE ES SOBRE TODO NOMBRE

Filipenses 2:9 dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”. El Señor se humilló a Sí mismo hasta lo sumo, pero Dios lo exaltó hasta la cumbre más alta. Según lo indica el versículo siguiente, el nombre al cual se refiere este versículo es el nombre de Jesús. Desde la ascensión del Señor no ha habido sobre la tierra ningún otro nombre que esté por encima del nombre de Jesús. Dios exaltó a Jesús, quien era un hombre auténtico, para que fuese hecho Señor de todos. Por tanto, es correcto clamar: “¡Oh, Señor Jesús!” Debemos confesar el nombre del Señor públicamente. ¡Cuán glorioso es adorar al Señor invocando Su nombre! De hecho, el Nuevo Testamento no nos exhorta a adorar a Cristo, pero sí nos da una clara indicación de que debemos invocar Su nombre.

Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, él recibió autoridad de parte de los principales sacerdotes para encarcelar a los que invocaban el nombre de Jesús. En la actualidad también afrontamos oposición por invocar el nombre del Señor Jesús. Pero cuanto más se nos opongan y nos ataquen, más debemos invocar Su nombre. Cuando el Señor Jesús fue exaltado, El recibió un nombre que es sobre todo nombre. En la historia de la humanidad no ha existido ningún otro nombre que esté por encima del nombre del Señor Jesús. El nombre de Jesús es el nombre más elevado del universo.

En los versículos 10 y 11 Pablo añade: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. El nombre del Señor expresa la totalidad de lo que el Señor Jesús es en Su persona y Su obra. La expresión “en el nombre...” denota la esfera y elemento de todo lo que es el Señor. Es de esta manera que nosotros oramos y adoramos al Señor.

No sólo debemos invocar el nombre del Señor Jesús, sino además doblar nuestras rodillas en Su nombre; esta es la manera de adorarle.

En el versículo 10 vemos que hay tres niveles en el universo: los cielos, la tierra y el lugar debajo de la tierra. Los que están en los cielos son los ángeles; los que están en la tierra son los hombres; y los que están debajo de la tierra son los muertos. Llegará el día en que todos los que moran en estos tres lugares doblarán sus rodillas y confesarán que Jesucristo es el Señor. Confesar públicamente que Jesucristo es el Señor equivale a invocar al Señor (Ro. 10:9-10, 12-13). En Su ascensión, Dios hizo Señor a Jesús como hombre (Hch. 2:36). Por consiguiente, toda lengua debe confesar que El es el Señor. Esta confesión es para la gloria de Dios Padre. La preposición griega traducida “para” significa “dando por resultado”. Por lo tanto, confesar que Jesús es el Señor da por

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resultado que Dios el Padre sea glorificado. Esta es la excelente culminación de todo lo que Cristo es y ha hecho, en Su persona y Su obra (1 Co. 15:24-28).

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DOCE

LLEVAR A CABO NUESTRA SALVACION

Lectura bíblica: Fil. 2:12-16; Ef. 2:5-8; 2 Co. 13:3a, 5; Ro. 8:11; Ef. 1:5

Filipenses 2:10-11 dice: “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. En el mensaje anterior vimos que el nombre es la expresión de todo lo que el Señor Jesús es en Su persona y obra. En el nombre de Jesús, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará públicamente que Jesucristo es el Señor. En este pasaje está implícita la práctica de invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos Su nombre, en realidad doblamos nuestras rodillas delante de El. En el versículo 10, Pablo dice que delante de El toda rodilla se doblará, y en el versículo 11, afirma que toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor; esto indica que, invocar Su nombre, es de hecho doblar las rodillas delante de El. Invocar al Señor es la manera en que confesamos públicamente Su nombre.

Hemos dicho anteriormente que la epístola de Filipenses habla de experimentar a Cristo. Invocar el nombre del Señor Jesús es una manera de experimentarle y disfrutarle. Muchos de nosotros podemos testificar que antes de invocar el nombre del Señor, nuestra experiencia y disfrute de Cristo era muy limitado. Pero cuando invocamos Su nombre, espontáneamente ejercitamos nuestro espíritu y tocamos al Señor que mora en nuestro espíritu. El Señor como Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu, es el aire fresco y espiritual que podemos disfrutar y experimentar. Animo a todos los que recientemente han llegado a la vida de iglesia a que adquieran el hábito de invocar el nombre del Señor. Muchos podemos testificar cuánto disfrutamos al Señor cuando lo invocamos. Tal como respiramos el aire puro que purifica nuestro cuerpo, también necesitamos respirar el aire espiritual invocando el nombre del Señor. Cuando invocamos Su nombre, nuestro espíritu se activa y se enciende. Aprendamos a invocar desde lo profundo de nuestro ser: “¡Oh, Señor Jesús!” De esta manera adoramos al Señor y lo confesamos públicamente.

En este mensaje abordaremos el asunto de llevar a cabo nuestra salvación. En 2:12, Pablo declara: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra

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salvación con temor y temblor”. Llevar a cabo nuestra salvación equivale a llevarla a la conclusión final. Ciertamente hemos recibido la salvación de Dios, cuyo punto culminante es ser exaltados por Dios en gloria así como lo fue el Señor Jesús (v. 9). Pero aún necesitamos llevar a cabo esta salvación, o sea, llevarla a su conclusión final, obedeciendo constante y absolutamente, con temor y temblor. Hemos recibido esta salvación por fe, pero ahora tenemos que llevarla a cabo por medio de la obediencia, la cual incluye la unidad genuina en nuestras almas (v. 2). Dicha salvación se recibe por fe una sola vez y se lleva a cabo por toda la vida.

En el versículo 12, Pablo nos exhorta a llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor. El temor es el motivo interno, mientras que el temblor es la actitud exterior.

Veamos ahora el versículo 13: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. La conjunción “porque”, que aparece al principio de este versículo, introduce la razón por la cual necesitamos obedecer siempre. La razón es que Dios opera en nosotros. En la economía de Dios, tenemos al Señor Jesús como nuestro modelo (vs .6-11), como la norma de nuestra salvación (v. 12), y también tenemos al Dios que produce en nosotros así el querer como el hacer para que nuestra salvación sea llevada a cabo, esto es, llevada a su conclusión final. Esto no quiere decir que nosotros mismos la llevemos a cabo, sino que Dios opera en nosotros para realizarla. Lo único que tenemos que hacer es obedecer al Dios que opera en nosotros. El querer mencionado por Pablo en este versículo, es interior, mientras que el hacer, es exterior y visible.

Los versículos 12, 13, 15 y 16 presentan cuatro temas maravillosos: la salvación (v. 12), el Dios que opera en nosotros (v. 13), los luminares (v. 15) y la palabra de vida (v. 16). De hecho, la salvación mencionada en el versículo 12 es en realidad el Dios que opera en nosotros, referido en el versículo 13. El mismo que realiza en nosotros así el querer como el hacer por Su beneplácito, es nuestra propia salvación. Como creyentes, somos hijos de Dios, hijos de Aquél que opera en nosotros, y como tales, poseemos la vida y la naturaleza divinas (2 P. 1:4). ¿Cómo podría un hijo no tener la vida y naturaleza de su padre? Es imposible que alguien que haya nacido de una persona, no posea la misma vida y naturaleza de esa persona. Conforme al mismo principio, no podemos ser verdaderos hijos de Dios, nacidos de El, si no tenemos Su vida y Su naturaleza. Nosotros nacimos de Dios; no fuimos adoptados por El.

Debido a que declaramos que somos hijos de Dios y que poseemos la misma vida y naturaleza de nuestro Padre, algunos nos acusan de enseñar que “evolucionamos” hasta convertirnos en Dios. Por supuesto que no enseñamos eso. Jamás hemos afirmado que el hombre evolucione hasta formar parte de la Deidad. No obstante, sí enseñamos

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claramente conforme a la palabra de Dios, que como verdaderos creyentes de Cristo, hemos experimentado un nacimiento divino. Dios ha nacido realmente en nosotros y, por ende, tenemos Su vida y Su naturaleza. Podemos jactarnos no de nuestro primer nacimiento, sino del segundo, del nacimiento divino que nos hizo hijos de Dios.

Por el hecho de ser hijos de Dios y poseer Su vida y Su naturaleza, resplandecemos como luminares en el mundo. La palabra griega traducida “luminares” en 2:15 se refiere a los luminares que reflejan la luz del sol. Todos los hijos de Dios son piedras que reflejan la luz que proviene de Cristo, el Hijo de Dios. Este universo contiene una sola fuente de luz, a saber, Dios. Como luminares, enarbolamos la palabra de vida.

Estos cuatro importantes temas son aplicables a nuestra experiencia. Recibimos la salvación que es Dios mismo. Y ahora, este Dios, a quien experimentamos como nuestra salvación subjetiva, opera en nosotros. El no está en nosotros adormecido, pasivo ni ocioso; por el contrario, El está operando en nosotros, infundiéndonos Su vigor. ¡Cuán maravilloso que hayamos nacido de un Dios que nos transmite Su propia energía! Por consiguiente, poseemos Su vida y naturaleza dinámicas. ¡Somos los hijos dinámicos del Dios que está lleno de vitalidad! Es por eso que espontáneamente reflejamos la luz que proviene de El, quien es la fuente universal. En medio de una generación torcida y perversa, resplandecemos como luminares en el mundo. Es así como enarbolamos la palabra de vida a los que están a nuestro alrededor. Este es el significado de tomar a Cristo como nuestro modelo y llevar a cabo nuestra salvación.

Si los creyentes filipenses hubiesen llevado a cabo su salvación de esta manera, Pablo se habría sentido muy satisfecho. Si todos los santos de las iglesias llevasen a cabo su salvación conforme a los puntos mencionados en estos versículos, los que sirven en las iglesias, los apóstoles y los ancianos se sentirían muy contentos. Llevar a cabo nuestra propia salvación equivale a experimentar y disfrutar a Cristo de una manera verdadera.

I. RECIBIMOS LA SALVACION MAS ELEVADA

En Efesios 2:5 Pablo afirma que hemos sido salvos por gracia. Luego, en Efesios 2:8 declara: “Porque por gracia habéis sido salvos por medio de la fe”. Ciertamente fuimos salvos únicamente por gracia, por medio de la fe, ya que aparte de la gracia es imposible ser salvos. A pesar de que muchos cristianos insisten que la salvación es únicamente por gracia, no dicen cuál es el punto culminante de la salvación. Conforme a Efesios 2, la salvación nos conduce a los cielos, lo cual indica que hemos recibido la salvación más elevada. Hemos sido salvos por gracia para estar con Cristo en los lugares celestiales (Ef. 2:6).

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Muchos cristianos declaran que fuimos salvos del pecado, pero Efesios 2 indica que además de esto fuimos salvos de la muerte, puesto que Dios nos dio vida y nos resucitó juntamente con Cristo y nos hizo sentar juntamente con El en el tercer cielo. En este mensaje no deseo recalcar el hecho de que la salvación es por gracia, sino mostrar hasta dónde nos lleva la salvación que Dios nos otorga. Fuimos salvos por la gracia de Dios para estar con Cristo en los lugares celestiales.

II DEBEMOS LLEVAR A CABO ESTA SALVACION

En Filipenses 2:12, Pablo nos exhorta claramente a que llevemos a cabo nuestra salvación con temor y temblor. Recibir la salvación es una cosa, pero llevarla a cabo es otra. Llevar a cabo nuestra salvación no implica que nosotros mismos tengamos que realizarla; sino que, por medio de nuestra obediencia continua, llevamos a cabo la salvación que ya hemos recibido.

La obediencia a la que Pablo se refiere en el versículo 12 corresponde con lo que dijo anteriormente acerca de la obediencia de Cristo (v. 8). Un aspecto sobresaliente de Cristo, nuestro modelo, es que El fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Cristo, quien era Dios, primero dio el gran paso de despojarse a Sí mismo, dejando a un lado la expresión del ser de Dios. Luego, después de despojarse y tomar forma de hombre, se humilló a Sí mismo. Su autohumillación está íntimamente relacionada con la obediencia. La Biblia subraya la importancia de la obediencia. Por ejemplo, en 1 de Samuel 15:22 vemos que la obediencia es mejor que los sacrificios. Nosotros, los que hemos recibido a Cristo como el modelo de nuestra salvación, debemos aprender a obedecer siempre con temor y temblor. El temor es la motivación interna y el temblor, la actitud exterior que testifica que no tenemos confianza en nosotros mismos.

III. DIOS OPERA EN NOSOTROS

El versículo 13 muestra que Dios opera en nosotros. Nuestra salvación no es un simple hecho, sino una persona viviente, el propio Dios Triuno que opera continuamente en nosotros. El Dios del que habla Pablo en el versículo 13 es el Dios Triuno: Padre, Hijo y Espíritu. El capítulo catorce de Juan revela que el Padre es uno con el Hijo, y que el Hijo es uno con el Espíritu. Por consiguiente, el Dios mencionado en Filipenses 2:13 no sóloes el Padre, sino también el Dios Triuno, pues el Padre es también el Hijo y el Espíritu.

A fin de comprobar que el Dios que se menciona en 2:13 es el Dios Triuno, debemos tomar todo el contexto de la epístola de Filipenses. Leamos el último versículo de este libro, 4:23: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. El Señor que se menciona aquí no está separado del Dios que opera en nosotros. Sin duda, el Cristo que

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está en nuestro espíritu es el mismo Dios que opera en nosotros. Además, Filipenses 1:19 habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Indudablemente el Espíritu que nos abastece es el Espíritu que mora en nosotros. Este Espíritu tampoco puede estar separado del Dios que opera en nosotros. Por tanto, si unimos estos versículos y tomamos en cuenta el contexto de toda la epístola, veremos que el Dios que opera en nosotros es el Dios Triuno. El es el Padre, el Hijo y el Espíritu. El es el propio Dios quien es Cristo en nosotros (2 Co. 13:3a, 5) y el Espíritu en nosotros (Ro. 8:11).

Pablo declara en el versículo 13 que Dios es el que realiza en nosotros “así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. ¿Pero en qué parte de nuestro ser se lleva a cabo este querer? Debe ser en nuestra voluntad, lo cual indica que la operación de Dios empieza en nuestro espíritu y se extiende a nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Como dijimos anteriormente, la gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu. Pero la operación de Dios en nosotros no sólo está relacionada con nuestro espíritu, sino también con nuestra voluntad. Por lo tanto, la operación de Dios se extiende de nuestro espíritu a nuestra voluntad.

Dios opera en nosotros produciendo el querer. Esto concuerda con Romanos 8, donde vemos que Dios no solamente actúa en nuestro espíritu, sino también en nuestra mente y finalmente en nuestro cuerpo físico (vs. 6, 11). Es en nuestra voluntad donde se centra el querer, y es en nuestro cuerpo donde se lleva a cabo el hacer. El Dios Triuno opera en nosotros primeramente en nuestro espíritu, luego en nuestra voluntad y finalmente en nuestro cuerpo físico.

Dios opera en nosotros por Su beneplácito, es decir, por el beneplácito de Su voluntad (Ef. 1:5). Y el beneplácito de Dios es que lleguemos hasta el punto culminante de Su salvación suprema.

Todos los seres vivos tienen un beneplácito. Podemos atribuir este hecho especialmente a Dios. Es por eso que Pablo habla del beneplácito de Dios. Podemos ver el beneplácito deuna madre en la manera en que ama a su hijo. Basándonos en este ejemplo podríamos decir que el beneplácito de Dios consiste en amarnos de tal manera que esto le haga feliz. Dios opera en nosotros con el fin de hacernos capaces de llegar al punto culminante de Su salvación suprema. ¡Alabado sea el Señor porque formamos parte de Su beneplácito! El opera en nosotros, y nosotros cooperamos con El, obedeciéndole.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TRECE

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ENARBOLAR A CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 2:14-16

En este mensaje llegamos a Filipenses 2:14-16. Estos versículos son la continuación de lo que Pablo dijo sobre llevar a cabo nuestra salvación. En el versículo 12, el apóstol nos exhorta a llevar a cabo nuestra salvación, y en el versículo 13 declara que Dios opera en nosotros. Luego, en el versículo 14, advierte: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Las murmuraciones tienen que ver con nuestra parte emotiva, y provienen principalmente de las hermanas; los argumentos o razonamientos están relacionados con nuestra mente, y proceden principalmente de los hermanos. Ambos impiden que llevemos a cabo nuestra salvación completamente y que experimentemos y disfrutemos a Cristo al máximo.

El contexto aquí indica que las murmuraciones y los argumentos muestran que en nosostros hay desobediencia. Obedecer a Dios elimina toda murmuración y argumento. Si hemos de llevar a cabo nuestra salvación, debemos obedecer al Dios que opera en nosotros. Dios mismo es nuestra salvación, así que, al obedecerle, llevamos a cabo nuestra salvación. Las hermanas deben estar conscientes de que cada vez que murmuran están desobedeciendo al Dios que opera en ellas. Del mismo modo, los hermanos deben saber que cada vez que argumentan, están siendo rebeldes a Aquel que opera en ellos. Sólo la obediencia acaba con las murmuraciones y los argumentos.

El hecho de que Pablo se refiriera en 2:14 a las murmuraciones y los argumentos, indica una vez más que esta epístola no está relacionada con la doctrina sino principalmente con la experiencia. Las murmuraciones y los argumentos son dos factores cruciales que nos estorban en nuestra vida cristiana. Pablo sabía por experiencia que para que pudiéramos llevar a cabo nuestra salvación, teníamos que hacer todo sin murmuraciones y sin argumentos. Por lo general, cuando se trata de tomar decisiones importantes, no murmuramos ni argumentamos. Es en los asuntos insignificantes que comúnmente murmuramos y argumentamos, y siempre que lo hacemos, desobedecemos a la operación interna del Dios Triuno. ¡Cuánto necesitamos que el Señor nos libre de nuestras murmuraciones y argumentos!

En el versículo 15 Pablo agrega: “Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. La preposición “para” indica fin o propósito. Por tanto, debemos hacerlo todo sin murmuraciones ni argumentos a fin de ser irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha. La palabra griega traducida “sencillos” significa también simples, ingenuos o inocentes (Mt. 10:16). La raíz en el

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griego significa “sin mezcla”. La expresión “irreprensibles” describe nuestro comportamiento externo, y “sencillos” nuestro carácter interno. Ser ingenuos significa no ser diplomáticos. No se le puede llamar sencilla a una persona que es diplomática. Si somos ingenuos, seremos también sencillos e irreprensibles.

En el versículo 15, Pablo habla acerca de los hijos de Dios sin mancha que están en medio de una generación torcida y perversa. Como hijos de Dios, tenemos Su vida y Su naturaleza (2 P. 1:4), y como tales, somos luminares que reflejan la luz del sol (Cristo). Por lo tanto, somos hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa. “Sin mancha” es la calidad de una persona irreprensible y sencilla. La palabra griega traducida “perversa” significa deforme o torcida. No cabe duda que la generación actual está deformada y torcida. En medio de esta generación, debemos resplandecer como luminares en el mundo.

En el versículo 16 Pablo dice: “Enarbolando la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”. La palabra griega traducida “enarbolando” significa también aplicando, presentando u ofreciendo. Como hijos de Dios, debemos presentar la palabra de vida a los demás. Si los filipenses hicieran esto, el apóstol podría gloriarse en el día de Cristo de no haber trabajado en vano. El día de Cristo se refiere al día de la segunda venida del Señor, a la cual se le llama “el día del Señor” (1 Ts. 5:2; 2 Ts. 2:2; 1 Co. 1:8; 2 Co. 1:14) y “aquel día” (2 Ti. 1:18; 4:8). Ese día, todos los creyentes comparecerán ante el tribunal de Cristo para recibir la recompensa que cada uno merezca (2 Co. 5:10; Mt. 25:19-30).

Del mismo modo en que los filipenses podían gloriarse de Pablo en Cristo, Pablo también deseaba gloriarse y regocijarse por causa de ellos en el día de Cristo. Su anhelo era gloriarse de no haber corrido ni trabajado en vano. Sin embargo, al escribir esta epístola, a Pablo le preocupaba estar corriendo o trabajando en vano. Esto estaría determinado por lo que hicieran los creyentes de Filipos. Supongamos que ellos hubieran hecho todo sin murmuraciones ni argumentos, y que por ende, fueran irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa. Supongamos además que estuvieran resplandeciendo como luminares en el mundo, y que presentaran la palabra de vida a los que estuvieran a su alrededor. Si esta fuera la condición de ellos, Pablo podría regocijarse y gloriarse al regreso del Señor.

I. VIVIR A CRISTO, EXPRESARLO,Y LLEVAR A CABO NUESTRA SALVACION

El título de este mensaje es “Enarbolar a Cristo”. Enarbolar a Cristo consiste en vivirlo, expresarlo y en llevar a cabo nuestra salvación. Ya mencionamos que llevar a cabo

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nuestra salvación significa obedecer al Dios Triuno que realiza en nosotros así el querer como el hacer por Su beneplácito. Por consiguiente, tenemos aquí cinco expresiones importantes que están relacionadas entre sí: llevar a cabo nuestra salvación, obedecer a Dios, vivir a Cristo, expresar a Cristo, y enarbolarle. Aunque la obediencia a Dios es un tema muy conocido entre los cristianos, la mayoría sólo tiene una comprensión superficial de ello. Por otra parte, las demás expresiones: vivir a Cristo, expresarlo, enarbolarlo y llevar a cabo nuestra salvación, no son familiares para muchos, e incluso las consideran extrañas. Sería de gran ayuda incorporar estas expresiones a nuestro vocabulario cuando tenemos comunión con otros. Cuando hablemos, debemos motivarnos mutuamente a vivir y expresar a Cristo y también recordarnos unos a otros que debemos enarbolar a Cristo y llevar a cabo nuestra salvación. Si usamos estas expresiones, nos será más fácil ministrar Cristo a los demás, y en especial a los creyentes que recientemente han recibido al Señor. No debemos hablar del evangelio o de la salvación de una manera común. En lugar de ello, debemos usar las expresiones que Pablo escribió en Filipenses, a fin de despertar en los demás el deseo de experimentar al Señor en su espíritu. Es muy importante que incorporemos estas expresiones a nuestras conversaciones diarias, a nuestras oraciones, a nuestra comunión con otros, y a nuestros testimonios en las reuniones de la iglesia. Esto enriquecerá la manera en que nos expresamos. Espero que todos hablemos acerca de vivir a Cristo, de expresarlo, de enarbolarlo como la palabra de vida, y de llevar a cabo nuestra salvación.

II. HACER TODO SIN MURMURACIONESNI ARGUMENTOS

Como mencionamos anteriormente, las murmuraciones provienen de las emociones, y los argumentos, de la mente. Las murmuraciones se presentan principalmente entre las hermanas, mientras que los argumentos, entre los hermanos. Debemos tener presente las palabras de Pablo en 2:14. Las hermanas que viven juntas, no deben murmurar cuando les toca lavar los platos. Cuando los hermanos se reúnen para coordinar asuntos relacionados con el servicio y la vida de iglesia, no deben olvidar que deben hacerlo todo sin argumentos. No deben argumentar en nada, sino más bien, limitarse a servir al Señor en la iglesia.

III. SER IRREPRENSIBLES Y SENCILLOS

Si hacemos todo sin murmuraciones y argumentos, seremos irreprensibles y sencillos. ¡Cuán importante es no murmurar ni argumentar! Sin embargo, aún no he sabido de hermanas que no murmuren ni de hermanos que no argumenten. Las murmuraciones y los argumentos se presentan principalmente en la vida matrimonial. Por ejemplo, una esposa puede murmurar debido a que su esposo no corresponde al cariño y cuidado que

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ella le brinda. Algunos hermanos han descubierto que pueden aplacar las murmuraciones de sus esposas pronunciando dos frases sencillas: “¡perdóname!” y “¡gracias!” Si usted usa estas dos expresiones, su vida matrimonial será mucho más feliz. Si un hermano nunca se disculpa con su esposa ni le expresa su agradecimiento, ciertamente habrá murmuraciones. Cuando logremos eliminar las murmuraciones y los argumentos, seremos irreprensibles y sencillos.

IV. HIJOS DE DIOS SIN MANCHAEN MEDIO DE UNA GENERACION

TORCIDA Y PERVERSA

En 2:15, Pablo afirma que los creyentes son hijos de Dios, lo cual implica la regeneración, el nuevo nacimiento. Ser hijos de Dios significa que hemos nacido de Dios, que El ha sido engendrado en nosotros. Cuando nacimos de Dios en nuestro espíritu, nos mezclamos con El. La concepción siempre precede al nacimiento. Cuando llegamos a ser hijos de Dios, Dios fue concebido en lo profundo de nuestro ser. En realidad, esto implica mucho más que una mezcla, pero no tenemos mejores palabras que describan el vínculo tan profundo que se produjo entre Dios y nosotros cuando El fue concebido en nosotros. El fue concebido en nosotros y nosotros nacimos de El, y así llegamos a ser hijos Suyos.

Puesto que nacimos de Dios, necesitamos comerlo y beberlo. Todo lo que comemos y digerimos es asimilado por nuestro organismo y se mezcla con nosotros. El Señor Jesús declaró que El es el pan que descendió del cielo y que todo aquel que le coma, vivirá por causa de El (Jn. 6:50, 57). El se comparó con el alimento que comemos, digerimos y asimilamos. Los que se oponen a la enseñanza de que los creyentes se mezclan con Dios, carecen del conocimiento adecuado. No han entendido que cuando se convirtieron, Dios fue concebido en ellos y que ellos nacieron de El. A partir de ese momento, se produjo una unión maravillosa entre Dios y el hombre, entre lo divino y lo humano. Luego, después de nuestro nacimiento espiritual, necesitamos nutrirnos de Dios cada día. El Dios Triuno es nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos declarar que la comida que ingerimos y el agua que bebemos no sólo se unen a nosotros, sino que se mezclan con nosotros. No podemos negar que el alimento y la bebida que ingerimos y asimilamos se mezclan con nosotros, saturándonos metabólicamente. Conforme al mismo principio, el Dios Triuno se mezcla con nosotros y nosotros con El cuando lo tomamos como nuestro alimento y nuestra bebida. Sin embargo, debemos entender que en la mezcla de Dios con el hombre, no se produce una combinación confusa de divinidad y humanidad. Por un lado, se produce verdaderamente una mezcla, pero por otro, no hay confusión.

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La expresión “hijos de Dios” es muy rica en significado. Implica que Dios verdaderamente ha nacido en nosotros y que nosotros poseemos Su vida y naturaleza. Los cristianos a menudo dicen: “¡No soy más que un pecador que ha sido salvo por gracia!” Esta afirmación es cierta, pero es muy superficial si la comparamos con la revelación neotestamentaria. Cuando lleguemos a conocer la verdad de la Palabra, ya no diremos que somos pecadores salvos por gracia, sino que declararemos confiadamente: “¡Soy un hijo de Dios nacido del Espíritu!” Si usted tiene la clara visión de que es un hijo de Dios, estará lleno de gozo, agradecimiento y alabanzas. Si usted fuese el hijo del presidente de los Estados Unidos, ¿no se sentiría especial? ¿No se sentiría orgulloso de su condición? Indiscutiblemente ser hijo de Dios es infinitamente más elevado que ser hijo del presidente. En un buen sentido, debemos gloriarnos de nuestra posición como hijos de Dios. No hay duda de que somos pecadores que han sido salvos por la gracia de Dios, pero por haber nacido de El, ahora somos Sus hijos. ¡Cuán maravilloso es este hecho!

En 2:15, Pablo declara que debemos ser hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa. La generación en la cual vivimos es perversa, deformada y torcida. Sin embargo, nosotros, los hijos de Dios, debemos ser distintos. Debemos ser irreprensibles y sencillos, sin mancha.

A fin de ser hijos de Dios, necesitamos poseer Su vida. ¡Cuán maravilloso es tener la vida de Dios! Todos los verdaderos hijos de Dios deben saber que poseen la vida divina.

La vida divina que está en nosotros desea crecer. Hace poco me llamó mucho la atención la rapidez con la que creció y se desarrolló una palmera en mi jardín. Es increíble ver cuánto creció. La altura de la palmera muestra el vigor y las riquezas de su vida interior. Al contemplarla, pensé que la vida divina que está en mí es mucho más vigorosa que la de la palmera. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos la vida de Dios! Es muy triste el hecho de que tan pocos cristianos conozcan esta vida y vivan por ella.

Además de la vida divina, tenemos la naturaleza divina (2 P. 1:4) la cual no es fácil definir cabalmente. Sin embargo, sabemos que como hijos de Dios participamos de ella y que dicha naturaleza está en nosotros.

Todos los seres vivos se comportan según su propia naturaleza. Todo lo que hacen proviene de su naturaleza. Por ejemplo, un árbol de duraznos produce duraznos porque esa es su naturaleza. Sería absurdo pedirle a un árbol de duraznos que no produzca manzanas, sino únicamente duraznos. Sin embargo, en principio, esto es exactamente lo que sucede entre muchos cristianos. Al exigir que otros se comporten de cierta manera o traten de cambiar por sí mismos, ellos olvidan que, como hijos de Dios, todos los

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cristianos genuinos poseen la naturaleza divina. Simplemente permitamos que esta naturaleza nos gobierne y nos dirija. Todo lo relacionado con la vida cristiana debe hacerse conforme a la naturaleza de Dios. ¡Cuan maravilloso es poseer la vida y la naturaleza de Dios!

V. RESPLANDECER COMO LUMINARES EN EL MUNDO

Los creyentes resplandecen como luminares en medio de esta generación torcida y perversa. En realidad, no tenemos ninguna luz en nosotros mismos; antes bien, somos luminares que reflejan la luz del sol (Cristo). Cristo es el único sol y la iglesia es la luna que lo refleja. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos una fuente de luz que podemos reflejar!

VI. ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

En 2:16, Pablo nos exhorta a “enarbolar la palabra de vida”. La palabra de vida, la cual difiere de la doctrina de la letra muerta, es el aliento viviente de Dios (2 Ti. 3:16), el Espíritu que da vida (Jn. 6:63). Tenemos al Señor Jesús como nuestro modelo (vs. 6-11), al Dios que opera en nosotros (v. 13), y somos los hijos de Dios, que poseen Su vida y naturaleza divinas (v. 15). Además de esto, somos luminares capaces de reflejar la luz divina de Cristo (v. 15), y tenemos la palabra de vida que podemos enarbolar, presentar a otros. ¡Qué rica y divina provisión! Por medio de tal provisión podemos llevar a cabo la obra salvadora de Dios hasta su punto culminante.

De hecho, Cristo mismo es la palabra de vida que debemos enarbolar (Jn. 1:1, 4). Si queremos experimentar a Cristo como se revela en la epístola de Filipenses, debemos tomarle como nuestro modelo, permitir que el Dios Triuno opere en nosotros, ser los hijos de Dios que poseen la vida y naturaleza divinas, y ser los luminares cuya función es reflejar a Cristo mismo. Todos estos asuntos son necesarios para experimentar a Cristo.

VII. PARA QUE EL APOSTOL PUDIERAGLORIARSE EN EL DIA DE CRISTO

Si enarbolamos a Cristo, la palabra de vida, en el día de Cristo el apóstol podrá gloriarse de no haber corrido ni trabajado en vano. Esto equivale a completar Su gozo. En 2:1-16 vemos que podemos completar el gozo del apóstol al buscar a Cristo, vivirlo, expresarlo y llevar a cabo plenamente la salvación de Dios. Ya que el apóstol representa a Dios, eso significa que Dios mismo estará feliz al vernos llevar tal vida. Luego, en el día de Cristo, al regreso del Señor, el apóstol podrá gloriarse y regocijarse.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CATORCE

LA LIBACION DERRAMADA SOBRE ELSACRIFICIO DE LA FE DE LOS CREYENTES

Lectura bíblica: Fil. 2:17-18; 2 Ti. 4:6; Ro. 15:16

En Filipenses 2:17, Pablo declara: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros” y en 2 Timoteo 4:6, expresa nuevamente este pensamiento: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano”. Puesto que todos los aspectos que abarca Pablo en Filipenses tienen que ver con la experiencia que tenemos de Cristo, la libación mencionada en 2:17 no debe ser la excepción. Si al experimentar a Cristo no hemos llegado a ser una libación, significa que no lo hemos experimentado al máximo. Cuando experimentemos a Cristo al nivel más alto, entonces llegaremos a ser tal libación.

UNA LIBACION

La libación se añadía sobre las ofrendas básicas reveladas en los capítulos del uno al seis de Levítico (Nm. 15:1-10; 28:7-10), las cuales tipifican distintos aspectos de Cristo. La libación es un tipo del Cristo disfrutado por el oferente; Cristo, el vino celestial, lo llena al grado de convertirlo en vino para Dios. El apóstol Pablo llegó a ser tal libación al disfrutar a Cristo de esta manera, y pudo derramarse en libación para Dios sobre la fe de los creyentes, mediante el derramamiento de su sangre.

Los holocaustos, las ofrendas de flor de harina, las ofrendas de paz, las ofrendas por el pecado y las ofrendas por las transgresiones constituían las ofrendas básicas, pero la libación no se contaba entre ellas. Las cinco ofrendas principales, mencionadas en Levítico 1—6, tipifican diferentes aspectos de lo que Cristo es para nosotros ante Dios. Al leer Números 15:1-10 y 28:7-10, vemos que la libación acompañaba a las ofrendas básicas. Si alguien presentaba alguna de las ofrendas sin libación, era evidente que faltaba algo. También podía indicar que el oferente era pobre. En realidad, la libación significa que aquél que la presenta llega ser libación él mismo. Pero esto no implica que llegue a serlo basándose en lo que es por naturaleza. A fin de ser una libación, él debía disfrutar a Cristo hasta ser lleno, impregnado y saturado de El. Cristo es el vino celestial que disfrutamos. Cuando lo disfrutamos, El nos llena hasta saturarnos de Sí mismo. Entonces llegamos a ser vino apto para ser derramado como libación sobre las ofrendas que presentamos a Dios.

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Pablo se basó en la tipología del Antiguo Testamento, al referirse a sí mismo como una libación derramada sobre el sacrificio y el servicio sacerdotal de la fe de los creyentes. El había estado bebiendo a Cristo por muchos años y había aprendido a regocijarse en El, hasta estar lleno de El. De esta manera, Cristo, el vino celestial, hizo que Pablo llegara a ser vino celestial. Por consiguiente, él podía considerarse vino derramado en libación sobre el sacrificio que, como sacerdote, ofrecía a Dios.

LA FE ESTA CONSTITUIDA DELDISFRUTE QUE TENEMOS DE CRISTO

En 2:17 Pablo habla del “sacrificio y servicio de vuestra fe”. Esta expresión revela que, por una parte, la fe de los filipenses era un sacrificio que él mismo, como sacerdote, ofrecía a Dios (Ro. 15:16), y por otra, que su ministerio era considerado un servicio sacerdotal. El ministerio de Pablo produjo en los creyentes la fe. La fe mencionada en 2:17 es universal y va más allá de la simple acción de creer. Es el conjunto de todo lo que los creyentes han recibido y disfrutado y, finalmente, llega a ser el elemento constitutivo de los creyentes. Por tanto, el ministerio de Pablo produjo la fe universal de los creyentes, la cual él ofrecía a Dios como sacrificio.

Indudablemente el sacrificio de la fe de los creyentes estaba lleno de Cristo, pues incluía todos los aspectos de El como las ofrendas básicas. Cuando experimentamos a Cristo en estos distintos aspectos y lo disfrutamos como la realidad de las ofrendas, dicha experiencia y disfrute se convierte en nuestra fe. El deleite que tenemos en Cristo como las ofrendas básicas, se convierte en nuestra fe. Por consiguiente, podemos afirmar que el elemento de dicha fe es el Cristo que experimentamos y disfrutamos.

No cometamos el error de entender superficialmente la fe que se menciona en 2:17. De hecho, nuestra fe se produce al experimentar a Cristo. Pablo se refirió a ella como un sacrificio que puede ser ofrecido a Dios. Podemos ofrecer dicha fe a Dios como sacrificio, ya que ella está constituida del Cristo que disfrutamos. Por consiguiente, la medida de nuestra fe es directamente proporcional a nuestro disfrute de Cristo. Es decir, que cuanto más disfrutamos a Cristo, más fe tenemos.

Durante los años que llevo laborando en este país, los santos han disfrutado y experimentado al Cristo que les he ministrado en Sus diferentes aspectos. Como resultado, en ellos hay cierto elemento, al que llamamos la fe. No existe mejor palabra que ésta para describir el disfrute y las experiencias que tenemos de Cristo en Sus diferentes aspectos, y fue Pablo quien la usó en 2:17 para denotar el producto de nuestro disfrute y de nuestras experiencias de Cristo. Por lo tanto, la fe es la expresión que consta de nuestra experiencia y nuestro disfrute de Cristo.

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Como ya mencionamos, Pablo consideraba esta fe un sacrificio que él, como sacerdote, podía ofrecer a Dios. Aunque no me compararía con Pablo, puedo testificar que a veces en mis oraciones he sentido que el disfrute y la experiencia que los creyentes tienen de Cristo, los puedo presentar a Dios como ofrenda. En el recobro del Señor, los santos poseen una fe, la cual es el producto y la expresión de la experiencia y el disfrute que tienen de Cristo. Podemos hallar dicha fe en todas las iglesias locales. La fe que los santos tienen es el producto de la experiencia y deleite que ellos han tendido de Cristo a lo largo de los años. Esto demuestra que este ministerio no ha sido en vano, pues ha forjado en los santos cierta constitución, debido al disfrute y experiencia que ellos han tenido de Cristo. Cuando Pablo habla de la fe en 2:17, él se refiere a dicha constitución.

Basándonos en el principio descrito en el Antiguo Testamento, según el cual la libación requería una ofrenda básica, Pablo consideraba que la fe de los creyentes, que se producía al experimentar a Cristo, era la ofrenda básica sobre la cual él podía derramarse como libación. Dios debió haberse regocijado al contemplar esta escena desde los cielos. ¡Cuán satisfecho debió haber quedado Dios al ver la fe como la ofrenda básica y también la libación! La fe provenía de los creyentes, y la libación provenía del apóstol. ¡Qué escena tan maravillosa! ¡Con razón dijo Pablo que se regocijaba con todos ellos! Para él era un motivo de regocijo derramar su sangre como libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. Además, él no se regocijaba solo, sino con todos los santos. Regocijarse juntamente con alguien significa compartir con él el gozo. El apóstol compartió con los filipenses el gozo que sentía de ser mártir por causa de la fe de ellos, y debido a esto, los felicitaba. estoy seguro de que el Dios Triuno también se regocijaba con Pablo al ver una escena tan alegre.

La fe de los creyentes como ofrenda básica junto con la libación, requieren tiempo para producirse. La fe no crece ni se desarrolla de un día para otro, puesto que es producto del disfrute y la experiencia espiritual que los creyentes tienen de Cristo. Asimismo, la libación sólo puede producirse con las experiencias que hemos tenido con el Señor. Para llegar a ser una libación, debemos ser llenos del Señor. Sólo de esta manera tendremos la constitución espiritual que nos hará una libación. ¡Cuán formidable es que los pecadores lleguemos a ser el vino celestial que satisface a Dios!

PARA LA SATISFACCION Y EL GOZO DE DIOS

El resultado del disfrute y la experiencia que los creyentes tienen de Cristo, es un elemento constitutivo formado en ellos, al cual Pablo llama la fe. A los ojos de Dios, esta fe es tan excelente, hermosa y maravillosa, que El la estima como un sacrificio. Pablo, después de pasar años experimentando al Señor y especialmente durante su encarcelamiento, llegó a estar constituido del vino celestial, el cual podía satisfacer y

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alegrar a Dios. El sacrificio de la fe de los creyentes satisfacía a Dios, y la libación lo alegraba. Así que, la libación que alegra el corazón de Dios se derramaba sobre el sacrificio que satisfacía a Dios. Los sacrificios le proporcionaban a Dios mucha satisfacción. En el Antiguo Testamento, la libación que una persona ofrecía a Dios, no provenía del rebaño ni del ganado, sino del oferente mismo y de su experiencia. En el Nuevo Testamento, vemos que Pablo, mediante su experiencia y disfrute de Cristo, llegó a ser el vino que alegra, el cual se derramó delante de Dios. Las experiencias que había tenido de Cristo lo convirtieron en el vino que alegraba a Dios.

En 2:16 Pablo expresó su preocupación de haber trabajado en vano, pero luego, en el versículo 17, añade que su labor entre los filipenses no había sido en vano. El sabía que la fe de ellos era una ofrenda básica sobre la cual él podía derramarse como libación. La frase “y aunque sea derramado en libación” indica que Pablo se sacrificaba continuamente por su ministerio. La palabra “aunque” da a entender que él se sacrificó totalmente. Para él, ser martirizado era derramarse sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. A los ojos de los hombres era un martirio, pero a los ojos de Pablo era derramarse a sí mismo en libación. Aunque por muchos años se sacrificó continuamente por su ministerio, no fue sino hasta su martirio que se derramó completamente como libación. El había hecho grandes sacrificios, pero nunca antes se había derramado de esta manera. Ahora, él podía regocijarse con todos ellos, aun cuando fuese derramado como libación sobre el sacrificio y el servicio de la fe de los creyentes.

Las palabras de Pablo aquí son muy conmovedoras. Puedo testificar que en repetidas ocasiones me han llegado a lo más profundo, ya que implican que el apóstol se sacrificaba continuamente por su ministerio. Quienes servimos a las iglesias y ministramos Cristo a los santos, debemos aprender de Pablo y llegar a ser un sacrificio. Sin sacrificio no puede existir el ministerio. No pensemos que cuanto más nos sacrifiquemos, más seremos recompensados. El ministerio es un sacrificio, y no espera recompensa. Nuestra experiencia debe llegar al punto en que podamos afirmar que, aun cuando seamos derramados como libación, nos gozaremos y regocijaremos con todos los santos.

UN REGOCIJO MUTUO

Es muy significativo que Pablo dijera: “Me gozo y regocijo con todos vosotros”. La razón por la cual el apóstol menciona primero el gozo y luego el regocijo es que aquí están implícitos dos elementos constitutivos: la fe de los creyentes, y el apóstol mismo como libación. Una vez que se derramaba la libación, debía haber una correspondencia entre ambos elementos, es decir, no puede regocijarse una parte sin la otra. El apóstol se

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regocija, y los creyentes responden regocijándose juntamente con él. Es por eso que él exclama: “Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo”.

Si solamente una de las dos partes se regocija, la situación es anormal. Lo normal es que si uno se regocija delante de alguien, esa persona responda regocijándose con uno. En 2:17 y 18 vemos que tanto Pablo como los creyentes se regocijaban. Cuando Pablo se gozaba, los creyentes también lo hacían. Los creyentes, quienes estaban constituidos de fe, se regocijaban juntamente con el apóstol, quien había llegado a ser una libación derramada sobre dicha fe. ¡Cuán maravilloso era el intercambio que había entre Pablo y los filipenses! ¡Qué comunión y comunicación tan ricas! Por un lado, Pablo declara: “Me gozo y regocijo con todos vosotros”, por otro, exclama: “Y asimismo gozaos y regocijaos vosotros conmigo”. ¡Cuán maravilloso es este cuadro en el que todos se regocijan juntos!

Tal vez nos sorprenda oír que el martirio de Pablo, el cual estaba próximo a suceder, fuera motivo de regocijo. El apóstol esperaba que los creyentes filipenses compartieran su gozo felicitándolo por su martirio, el cual se efectuaría por la fe de ellos. El martirio de Pablo llegó a ser un motivo de mucho regocijo. Esto se debió a la fe de la cual estaban constituidos los creyentes y a la libación, de la cual Pablo estaba constituido. Como ya dijimos, es imposible que estos dos asuntos lleguen a formar parte de nuestra constitución de la noche a la mañana. En realidad, requieren de mucho tiempo para desarrollarse.

En este mensaje primero hicimos notar que la libación es una ofrenda que acompaña las ofrendas básicas; luego vimos que las ofrendas básicas tipifican diferentes aspectos de Cristo, y que la libación en particular tipifica al Cristo disfrutado por el oferente. Además, dijimos que Cristo, el vino celestial, llena al oferente al grado de convertirlo en vino para Dios. Finalmente, mencionamos que el apóstol se había convertido en una libación mediante el disfrute que tenía de Cristo y que, por ende, podía ser derramado sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. Pablo consideraba la fe de los creyentes filipenses un sacrificio que él, como sacerdote, podía ofrecer a Dios. En Romanos 15:16, vemos que Pablo se consideraba un sacerdote que ofrecía los gentiles a Dios como ofrenda agradable. Asimismo, para él el servicio de los creyentes filipenses era un sacrificio, y su ministerio era un servicio sacerdotal.

Según Filipenses 2:17 y 18, Pablo y los creyentes filipenses se regocijaban juntos, es decir, compartían el mismo gozo. Pablo se alegraba de derramarse en libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes, y compartió con ellos el gozo que sentía con motivo de su martirio por causa de la fe de ellos. Entonces, los creyentes filipenses se regocijaron con él por haber llegado a ser libación y lo felicitaron por su martirio. En realidad, el regocijo de ellos junto con Pablo, era una forma de felicitarlo.

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DOS CUMBRES EN NUESTRA EXPERIENCIA CRISTIANA

Los dos elementos constitutivos que observamos aquí, a saber, la fe de los creyentes y Pablo mismo, quien fue hecho una libación, son dos cumbres en la experiencia que tenemos de Cristo. Por el lado de los creyentes, tenemos la cumbre de la fe; y por el lado del apóstol, la cumbre del martirio. Para Pablo, ser martirizado significaba ser derramado como libación. El era indudablemente una persona que amaba al Señor Jesús y lo disfrutaba. Fue eso lo que le permitió a Cristo convertirlo en el vino celestial que podía ser derramado como libación delante de Dios. Todo esto es maravilloso y muy significativo. Tanto Pablo como los creyentes de Filipos se regocijaban mutuamente. Pablo se regocijaba por causa de los creyentes, y ellos por causa de él. El regocijo mutuo era a la vez una aprobación mutua. Ellos se felicitaban por el éxito que habían tenido, es decir, Pablo felicitaba a los creyentes por el éxito de ellos en la fe, y ellos lo felicitaban a él por su éxito en el martirio. En este regocijo y felicitación mutuos, podemos ver que hay dos cumbres en la experiencia que tenemos de Cristo. Espero que todos avancemos hasta llegar a estas dos cumbres en nuestra experiencia y disfrute de Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE QUINCE

LA PREOCUPACION QUE SENTIAEL APOSTOL POR LOS CREYENTES

Lectura bíblica: Fil. 2:19-30

En Filipenses 2:19-30 vemos que el apóstol se preocupaba por los creyentes. Después de expresar que estaba dispuesto a derramarse en libación sobre el sacrificio y el servicio de la fe de ellos, les dijo que enviaría a Timoteo y a Epafrodito, sus dos colaboradores íntimos. Tal vez nos preguntemos por qué Pablo habla de algo que al parecer no guarda ninguna relación con el tema de experimentar a Cristo. Pero si profundizamos en este pasaje de Filipenses, veremos que efectivamente este asunto está estrechamente relacionado con dicho tema.

EXPERIMENTAR A CRISTO YPREOCUPARSE POR LOS SANTOS

En 2:20 y 21 Pablo declara: “Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús”. Estos versículos muestran claramente que la preocupación que Pablo sentía por los creyentes era en realidad su preocupación por los intereses de Cristo y por

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la experiencia genuina de Cristo. A excepción de Timoteo, Pablo no tenía a nadie que tuviese el mismo ánimo. Su alma estaba preocupada por los intereses de Cristo. ¿Cuáles son los intereses de Cristo? Sus intereses son: las iglesias y todos los santos.

He aquí un principio fundamental: si nuestra búsqueda de Cristo no despierta en nosotros una verdadera preocupación por la iglesia, esto indica que no es normal ni equilibrada. En la actualidad muchos cristianos procuran ser espirituales, pero no se preocupan por la iglesia ni por los santos. Una actitud así no es normal. ¿Dónde podemos encontrar hoy en día creyentes que verdaderamente busquen a Cristo y se preocupen por la iglesia y los santos? Todos debemos preguntarnos si nuestra búsqueda de Cristo va acompañada de una preocupación por la iglesia y por los santos. Muchos cristianos desean ser “espirituales”, “santos” o “victoriosos”. Sin embargo, los que buscan la espiritualidad y no se preocupan por las iglesias yerran al blanco. Pero si buscamos a Cristo de una manera normal, espontáneamente nos preocuparemos por las iglesias y por los santos.

En esta epístola, Pablo no aborda el tema de experimentar a Cristo de una manera doctrinal. En lugar de ello, se ocupa de asuntos prácticos y de situaciones reales, mediante las cuales revela cómo se puede experimentar y disfrutar a Cristo de una manera genuina. En 2:19-30 él indicó que si verdaderamente experimentamos a Cristo, debemos sentir preocupación por la iglesia y por los santos. Tal vez pensemos que experimentar a Cristo es una cosa y que preocuparnos por la iglesia es otra. Tal vez pocos hemos visto que experimentar y disfrutar a Cristo, es de hecho preocuparse por la iglesia, y que preocuparse por la iglesia, equivale en realidad a experimentar y disfrutar a Cristo. Por naturaleza, tendemos a separar estos dos asuntos. Quizás pensemos que puesto que disfrutamos a Cristo, no nos queda tiempo para la iglesia, o por el contrario, que por estar tan ocupados en la iglesia nos falta tiempo para disfrutar a Cristo. Es imprescindible que veamos que estos dos asuntos presentados en 2:19-30 son en realidad uno solo. Si verdaderamente experimentamos a Cristo y lo disfrutamos, nos preocuparán las iglesias y los santos. La Biblia establece el siguiente principio: si nuestra búsqueda y nuestra experiencia de Cristo no despiertan en nosotros un interés genuino por las iglesias y por los santos, esto indica que nuestra búsqueda y experiencia son anormales. Experimentar a Cristo debe redundar en el beneficio de Su Cuerpo.

No cabe duda de que, mientras Pablo declaraba que estaba dispuesto a ser derramado en libación sobre la fe de los creyentes, él sentía una profunda preocupación por ellos. Era como si en estos versículos, él dijera: “Deseo ser derramado en libación sobre el sacrificio y el servicio de vuestra fe. Me es imposible ir a veros puesto que estoy encarcelado, pero si estuviera en libertad, iría inmediatamente a vosotros. Ya que no puedo ir, os envío a Timoteo. La experiencia que él tiene de Cristo lo ha llevado a sentir

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una profunda carga por las iglesias y por los santos”. Quisiera recalcar una vez más que si verdaderamente experimentamos a Cristo, nos preocuparemos por las iglesias y por los santos.

A menudo, he afirmado que si tenemos un buen tiempo de comunión con el Señor por la mañana, estaremos ansiosos de reunirnos con la iglesia por la noche. Este es otro hecho que comprueba que cuando realmente experimentamos a Cristo, somos atraídos a la iglesia y sentimos preocupación por los hermanos.

La preocupación que sentimos por la iglesia, esto es, aquella que se basa en la experiencia genuina que se tiene de Cristo, no tiene nada que ver con lo que los cristianos de hoy comúnmente llaman obra pastoral. Dicha obra puede convertirse en una distracción que impide que los creyentes experimenten verdaderamente a Cristo. No obstante, la preocupación por la iglesia que proviene de experimentar a Cristo, nunca desviará a nadie de disfrutar a Cristo. Ya que la obra pastoral por lo general se torna en una preocupación que impide a las personas disfrutar a Cristo, muchos pastores hoy no tienen tiempo para disfrutar al Señor.

La preocupación que Pablo sentía por la iglesia y por los santos, provenía de la experiencia que él tenía de Cristo. Por tanto, la verdadera preocupación por la iglesia sólo puede nacer de la experiencia y disfrute que uno ha tenido de El.

Ciertamente Timoteo y Epafrodito debían ser más jóvenes que Pablo. En el versículo 22, Pablo dice de Timoteo: “Pero ya conocéis su carácter aprobado, que como hijo a padre ha servido conmigo para el progreso del evangelio”. La palabra griega traducida “aprobado” significa mérito aprobado, lo cual es un indicio de haber sido puesto a prueba. También en el versículo 20 vimos que Pablo dijo que Timoteo tenía el mismo ánimo suyo. Tener el mismo ánimo que el del apóstol era el secreto que le permitía a Timoteo experimentar a Cristo.

DEBEMOS SER UNO EN EL ALMA

Este libro presta mucha atención al alma de los creyentes. Nosotros tenemos que combatir unánimes junto con la fe del evangelio (1:27); tenemos que estar unidos en el alma, teniendo el mismo pensamiento (2:2); y tenemos que ser del mismo ánimo, sinceramente interesados por lo que es de Cristo Jesús (2:20-21). En la obra del evangelio, en la comunión entre los creyentes y en el avance de los intereses del Señor, nuestra alma siempre es causa de problemas. Por eso, ésta tiene que ser transformada, especialmente en la parte principal y más fuerte, la mente (Ro. 12:2), a fin de que

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podamos ser unánimes, estar unidos en el alma y tener el mismo ánimo en la vida del Cuerpo.

El punto crucial de la epístola de Filipenses es experimentar a Cristo, y el secreto para experimentarlo es que seamos uno en el alma, es decir, de una sola alma. Esta epístola muestra que no podemos avanzar en la experiencia que tenemos de Cristo si no somos uno en el alma. Si solamente somos uno en el espíritu, pero no estamos unidos en el alma, no podremos avanzar en dicha experiencia.

Estar en el alma y ser de una sola alma son dos cosas muy diferentes. El secreto para experimentar a Cristo consiste en que seamos uno en el alma, y que no estemos en el alma. Los que causan disensiones están completamente en su alma, y por eso les resulta imposible ser unánimes con los demás creyentes. Asimismo, los que ejercitan mucho su mente, su parte emotiva y voluntad, no son uno en el alma. Si hemos de experimentar a Cristo, debemos ser unánimes, es decir, tener el mismo ánimo. Cuando pasamos mucho tiempo en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad, es posible que nos comportemos de forma muy individualista. Pero si ejercitamos nuestro espíritu buscando ser uno en el alma, nuestra mente se volverá más sobria, nuestra parte emotiva será controlada y nuestra voluntad será corregida. Sólo así podremos ser unánimes con los demás santos.

La expresión “tener el mismo ánimo” es una expresión muy extraordinaria, pues aparece una sola vez en toda la Biblia. En otra versión, la misma palabra griega es traducida “de un mismo pensamiento”, ya que la mente es la parte principal del alma. El contexto nos muestra que tener el mismo ánimo significa primordialmente tener el mismo pensamiento. La epístola de Filipenses habla mucho acerca de la mente. Al inicio del capítulo dos, Pablo nos exhorta a tener el mismo pensamiento y este único pensamiento. Por lo tanto, podemos deducir que tener el mismo ánimo equivale a tener el mismo pensamiento.

En otras traducciones de la Biblia, se han cometido graves errores en la traducción de esta misma palabra griega. Por ejemplo, en una de ellas se tradujo “ser de un mismo espíritu”. ¡Cuán lamentable es esto! De hecho, esto es alterar la Palabra santa. Tales traductores desconocen que hay una diferencia crucial entre el espíritu y el alma. En lugar de usar en 2:2 la expresión “unidos en el alma”, se han desviado al punto de emplear la expresión “unidos en espíritu”.

En el pasado recalcamos que si hemos de experimentar a Cristo, debemos conocer nuestro espíritu humano, puesto que es el único lugar donde podemos experimentarle. Pero ahora, es necesario que avancemos y veamos que también debemos ser uno en el

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alma. Experimentar a Cristo en nuestro espíritu tiene como fin fortalecer nuestra experiencia individual y personal. Sin embargo, nuestra experiencia personal de Cristo debe despertar en nosotros una preocupación por la iglesia. Si la experiencia que tenemos de Cristo redunda en una genuina preocupación por la iglesia y por los santos, será imposible que seamos individualistas. En lugar de ello, estaremos conscientes de que debemos actuar corporativamente. Comprenderemos que si deseamos cuidar de la iglesia, debemos ser uno con los demás. De otra forma, cuanto más preocupación sintamos por la iglesia, más problemas causaremos. Por ejemplo, supongamos que cierto hermano disfruta a Cristo en su espíritu y que, como resultado de ello, siente preocupación por la iglesia. Luego, supongamos que otro hermano también disfruta a Cristo en su espíritu, pero su preocupación por la iglesia es distinta. Las distintas preocupaciones que tienen estos dos hermanos serán una fuente de problemas. La única manera en que podemos ser uno en nuestra preocupación por la iglesia, es que seamos de un mismo ánimo, es decir, que estemos unidos en el alma.

Permítame darles un ejemplo de los problemas que pueden surgir cuando los ancianos de una iglesia local no son de una sola alma. Hace más de cuarenta años, tuve que ir a una iglesia local de China para tratar de limar las asperezas que había entre los cinco ancianos. Puedo decir que todos ellos amaban al Señor de corazón. Además, todos eran muy inteligentes y francos, y experimentaban al Señor en su espíritu. Sin embargo, diferían en su preocupación por la iglesia, y como resultado, cada vez que se reunían, terminaban discutiendo. Sus discusiones no eran sobre cosas mundanas, sino sobre los asuntos de la iglesia. Así que, de vez en cuando me pedían que fuera a ayudarlos a reconciliarse y a resolver sus diferencias. Sin embargo, al poco tiempo volvía a surgir el mismo problema. A pesar de que estos ancianos amaban al Señor y experimentaban a Cristo en su espíritu, no podían ser uno en el alma.

También entre los esposos se presentan problemas porque no son de una sola alma. En cuanto a amar al Señor y experimentarlo, ellos no tienen problemas; ambos experimentan a Cristo en su espíritu. Pero cuando se ponen a hablar de otros asuntos, cada uno tiene su propio punto de vista. Esto quiere decir que no son de una sola alma. Y aunque la esposa reconozca finalmente que su marido es la cabeza, y termine obedeciéndole, interiormente, seguirá en desacuerdo con él. Esto indica que no son de un mismo ánimo.

Cuando los ancianos de una iglesia local descubren que el problema radica en que no son uno en el alma, ¿qué deben hacer? La relación que hay entre ellos no se parece en nada a la de una pareja. ¿Cuál de los ancianos puede ser considerado como la cabeza ante quien los demás deben someterse? Ninguno es la cabeza. Ciertamente, ellos aman al Señor y experimentan a Cristo en su espíritu, pero no son de un mismo ánimo. La

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falta de unidad es el factor que debilita el liderazgo en las iglesias. Tal vez los ancianos de mayor experiencia se queden callados y no discutan, pero es muy probable que su silencio sea diplomático. De hecho, tal vez no estén dispuestos a ser francos y a expresar lo que hay en su alma. Debido a que los ancianos no son uno en el alma, carecen de la verdadera unidad en cuanto a su preocupación por la iglesia y por los santos. Les resulta fácil ser uno en el espíritu, mas no en el alma.

TENER EL MISMO ANIMO

Pablo tenía muchos colaboradores, pero Timoteo fue el único del cual dijo que era del mismo ánimo. En cuanto a su preocupación por las iglesias, sólo Timoteo tenía el mismo ánimo que Pablo. Aprecio mucho la expresión “del mismo ánimo” que Pablo usó en 2:20. Estas palabras son como una ventana a través de la cual vemos el secreto de experimentar a Cristo: experimentarlo de una manera que nos lleve a sentir una preocupación genuina por las iglesias. Espero que todos lleguemos a conocer este precioso secreto.

Puesto que Pablo y Timoteo tenían el mismo ánimo, podían experimentar a Cristo al máximo. Si solamente experimentamos a Cristo en nuestro espíritu, pero no somos uno en el alma con los demás santos que aman y buscan al Señor, la experiencia que tenemos de El será limitada. Los colaboradores de Pablo que no tenían el mismo ánimo suyo, podían experimentar a Cristo, pero no al grado en que lo experimentaban Pablo y Timoteo.

Me sorprendí mucho la primera vez que leí que, a excepción de Timoteo, Pablo no tenía a nadie más del mismo ánimo en cuanto a la preocupación que sentía por los santos de Filipos. ¿Acaso no había más creyentes que se preocuparan por las iglesias? Sí, pero su preocupación no nacía de un alma semejante a la de Pablo.

Tarde o temprano se probará si somos uno en el alma con los hermanos que presiden y con aquellos de más experiencia. Si no tenemos el mismo ánimo de los que conocen verdaderamente la condición de la iglesia, no podremos avanzar en la experiencia que tenemos de Cristo. Pero si somos uno con ellos en el alma, seremos guardados y no tendremos ningún problema en experimentar a Cristo.

ARRIESGAR NUESTRA ALMA

En 2:25 Pablo menciona a Epafrodito y se refiere a él como “mi hermano y colaborador y compañero de milicia”. También declara a los creyentes filipenses que Epafrodito es el apóstol de ellos, uno que es enviado con una comisión, y ministrador de las necesidades

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suyas. La expresión “ministrador” se refiere a un ministro cuyo ministerio es semejante al de un sacerdote. Todos los creyentes neotestamentarios son sacerdotes para Dios (1 P. 2:9, Ap. 1:6). Por esto, nuestro ministerio al Señor, en todo aspecto, es un servicio sacerdotal (Fil. 2:17, 30).

En 2:30 Pablo resalta una característica muy notable de Epafrodito. Dice que por la obra de Cristo, Epafrodito “estuvo próximo a la muerte, arriesgando su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí”. La palabra griega traducida “arriesgando” significa aventurando, imprudentemente exponiendo su vida, como un jugador que lo arriesga todo. En el versículo 30, la palabra griega para vida es psujé, que significa alma. Por lo tanto, decir que Epafrodito arriesgó su vida significa que arriesgó su alma. Epafrodito era alguien que estaba dispuesto a arriesgar su alma por causa de las iglesias y los santos. El Señor Jesús habló claramente acerca de sacrificar el alma en Juan 10:11, donde dijo que El, como el buen pastor, estaba dispuesto a poner la vida de Su alma por nosotros para que pudiéramos recibir Su vida divina.

En Filipenses 2:19 y 30 tenemos dos lecciones cruciales relacionadas con el alma. Primero, debemos ser uno en el alma; y segundo, debemos estar siempre dispuestos a sacrificar o arriesgar nuestra alma. Si deseamos tener un interés sincero por la iglesia y por los santos, debemos aprender estas dos lecciones. Timoteo tenía el mismo ánimo que el apóstol, y Epafrodito estaba dispuesto a arriesgar su alma. Al igual que ellos, nosotros también debemos ser uno en el alma y estar dispuestos a arriesgar nuestra alma. Debemos estar dispuestos a sacrificar nuestra mente, voluntad y parte emotiva, a fin de ser uno con nuestros queridos colaboradores.

En particular, es crucial que los ancianos y los hermanos que llevan la delantera tengan el mismo ánimo y estén dispuestos a arriesgar su alma. En lugar de amarla, debemos aprender a arriesgarla, a sacrificarla y a pagar el precio por causa de la vida de iglesia. Si el alma de los ancianos no cumple con estos dos requisitos, ciertamente no son las personas indicadas para llevar la delantera en su localidad. Si amamos al Señor y a la iglesia, debemos primeramente experimentarle en nuestro espíritu, y luego tener el mismo ánimo en cuanto a la preocupación por iglesia, estando listos y dispuestos a sacrificar nuestra alma por causa de los santos. Hoy en día, en el recobro del Señor, necesitamos santos que busquen al Señor y lo disfruten en su espíritu, y que además demuestren tener un interés sincero por las iglesias, teniendo el mismo ánimo y arriesgando la vida de su alma. Si somos uno tanto en el alma como en el espíritu, la experiencia que tenemos de Cristo llegará a su punto máximo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

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MENSAJE DIECISEIS

TENER EL MISMO ANIMO YARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA

Lectura bíblica: Fil. 2:19-30

En este mensaje quisiera hablarles algo adicional en cuanto a tener el mismo ánimo y arriesgar la vida del alma. Al referirse a Timoteo, Pablo dijo: “Pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros” (2:20). Luego, acerca de Epafrodito, dijo: “Porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, arriesgando su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí” (v. 30). Sin la debida experiencia espiritual, no podemos entender lo que Pablo quiso decir en estos versículos. Una simple lectura de estos versículos no es suficiente. Pero gracias a la experiencia que hemos adquirido en la vida de iglesia y a nuestra observación, hemos podido entender, por lo menos hasta cierto punto, lo que Pablo quiso decir cuando habló de tener el mismo ánimo y de arriesgar el alma.

EL ORIGEN DE LAS DIVISIONES

Como todos sabemos, en la actualidad los cristianos están divididos; de hecho, existen miles de divisiones. En la mayoría de los casos, las divisiones son causadas por cristianos que tienen un corazón dispuesto y que aman al Señor con sinceridad. De hecho, cuanto mayor sea el número de los creyentes que amen al Señor, más peligro existe de que se produzcan divisiones. Esto se debe a que su amor por el Señor les incita a hacer algo para El. Pero una y otra vez se ha comprobado que el resultado de esto ha sido la división.

Siempre que hagamos algo para Cristo, necesitaremos ejercitar nuestra alma. Para tener comunión con el Señor, sólo basta ejercitar nuestro espíritu, pero si deseamos laborar para El, tendremos que valernos de nuestra alma con todas sus facultades. Es por eso que Dios creó el alma con la facultad de pensar, sentir y tomar decisiones. Así que, cada vez que un creyente hace algo para el Señor, necesita usar dichas facultades. Sin embargo, el mayor problema se presenta cuando los cristianos, movidos por su amor hacia el Señor, se proponen hacer cosas para El, sin tener el mismo ánimo. En lugar de ello, tienen una alma muy distinta de los demás. Tales diferencias en el alma son la fuente principal de las divisiones.

Comúnmente pensamos que las diferencias doctrinales son la causa principal de las divisiones entre los cristianos. Aunque aparentemente sí lo son, en realidad, la verdadera causa de las divisiones no reside en los desacuerdos doctrinales, sino en las

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diferencias que se presentan en el alma de los creyentes. Puesto que muchos cristianos no tienen el mismo ánimo, es decir, que no son verdaderamente uno en el alma, aun cuando amen al Señor, ellos son los causantes de la mayoría de las divisiones que vemos en la actualidad. Por consiguiente, deducimos que el origen de las divisiones es el alma del hombre.

En el recobro del Señor, los santos aman al Señor Jesús con un amor sincero. En cuanto a amarlo y disfrutarlo en comunión no hay ningún problema. Pero es muy probable que surjan dificultades cuando nos proponemos hacer algo para El, aun cuando esto se base en la visión que hemos recibido al tener comunión con El en nuestro espíritu. Esto se debe a que somos diferentes en el alma; en otras palabras, el problema es que no tenemos el mismo ánimo al emprender algo para El.

DOS RESULTADOS

Las diferencias que se originan en nuestra alma pueden producir dos resultados. El primero es que algunos decidan abandonar la vida de iglesia y crear una nueva división; y el segundo es que, respetando la unidad basada en la localidad, decidan permanecer en el recobro, pero con una actitud negativa, disidente y fría. Es posible que un santo que permanece en el recobro con esta actitud, razone de la siguiente manera: “Estos hermanos son muy férreos en su perspectiva. Simplemente no logro hacer que me entiendan. Ya que no aceptan mis sugerencias, lo mejor es que de aquí en adelante me quede callado. No volveré a tomar ninguna iniciativa, más bien, me haré a un lado y permaneceré pasivo. Aunque siga asistiendo a las reuniones, dejaré que otros se encarguen de los asuntos de la iglesia”. Puede ser que los que adopten esta actitud tengan una buena intención. Tal vez estén tratando de evitar discusiones y no causar tensiones. Por ejemplo, un anciano de una iglesia local puede pensar: “Mi punto de vista es diferente al de los demás ancianos. Aunque pienso que mis ideas son mejores, ellos se rehúsan aceptarlas. Por tanto, creo que lo mejor es que me quede callado y no discuta. Voy a dejar que ellos hagan las cosas como quieran, y que asuman toda la responsabilidad de llevar la iglesia adelante”. He visto muchos casos así en la vida de iglesia.

EXPERIMENTAR A CRISTO EN EL CUERPO

Debemos darnos cuenta de que si mantenemos esta actitud, nuestra experiencia de Cristo será limitada y no podremos experimentarle de una manera plena. En lugar de ello, nuestra experiencia se limitará a lo que experimentemos al tener comunión con El en nuestro espíritu, y no podremos avanzar y experimentar a Cristo en el Cuerpo. Ciertamente, todos somos distintos en el alma debido a que tenemos diferentes maneras

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de pensar, sentir y decidir. Estas diferencias nos impiden experimentar plenamente a Cristo en el Cuerpo. Si no experimentamos a Cristo en Su Cuerpo, nos será imposible experimentarlo plenamente. Solamente en el Cuerpo se experimenta a Cristo en plenitud.

Si hemos de experimentar a Cristo en el Cuerpo, nuestra experiencia debe ser corporativa. Además, a fin de experimentarle corporativamente, debemos ser de una sola alma con los demás. Es de vital importancia que aprendamos esto. Un anciano debe aprender a ser unánime con los demás ancianos, y todos los miembros de una iglesia local tienen que aprender a ser unánimes con todos los santos.

A lo largo de los años hemos visto que muchos santos no han podido entrar de lleno en la vida de iglesia por no tener el mismo ánimo. Por ejemplo, algunos no estaban dispuestos a entregarse al servicio de la iglesia de una manera positiva y activa. Se excusaban diciendo que no querían provocar problemas y que preferían mantener una situación tranquila. Pero la verdadera razón era que no tenían el mismo ánimo y que no estaban dispuestos a arriesgar la vida de su alma por la iglesia. Hemos conocido hermanos que se comportaban como verdaderos “caballeros” en la iglesia. Siempre fueron buenos y sinceros, y nunca causaron problemas. Sin embargo, debido a que no tenían el mismo ánimo que los demás, y a que tenían diferentes opiniones, finalmente abandonaron el recobro del Señor. Cuando estos hermanos se fueron de la iglesia, no nos criticaron; simplemente siguieron su propio camino. Pero la razón de su partida era que no estaban dispuestos a dejar a un lado las diferencias que había en su alma. Como dijimos anteriormente, el origen de la mayoría de las divisiones entre los cristianos proviene de las diferencias que existen a nivel del alma.

Por otra parte, aunque otros santos decidieron permanecer en el recobro, su actitud hacia la iglesia, y específicamente hacia el servicio, se tornó negativa. En efecto, ellos no ofendieron a nadie ni causaron problemas, pero prefirieron retraerse y se enfriaron. Por un lado, no abandonaron el recobro del Señor, pero por otro, no siguieron con el mismo entusiasmo y dejaron de tener una actitud positiva y emprendedora.

Cuando Pablo escribió la epístola de Filipenses, tenía muchos colaboradores. Sin embargo, él declaró que aparte de Timoteo, no tenía a nadie más del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interesara por los creyentes de Filipos. La situación de Pablo con respecto a sus colaboradores era bastante difícil. El tenía varios colaboradores, pero en el momento en que quiso enterarse de cómo estaban los filipenses, se dio cuenta de que sólo podía contar con Timoteo, pues sólo éste tenía el mismo ánimo suyo. Por lo tanto, Timoteo era el único colaborador que Pablo podía enviar a Filipos para atender los asuntos de los santos.

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El hecho de que ningún otro de los colaboradores de Pablo no tuviera tal interés por el Cuerpo de Cristo, demuestra que ellos no experimentaban a Cristo al mismo nivel que él lo hacía. Sin embargo, debido a que Timoteo tenía el mismo ánimo que Pablo, podía experimentar plenamente a Cristo en el Cuerpo, al igual que el apóstol. De la misma manera, aquellos que no tenían el mismo ánimo que Pablo, no podían experimentar a Cristo a ese nivel, pues las diferencias en el alma los limitaban.

EXPERIMENTAR A CRISTO ALARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA

En Filipenses, Pablo no sólo habla de tener el mismo ánimo, sino también de arriesgar la vida del alma. El se refirió a Epafrodito como un hermano que arriesgó su vida, es decir, su alma, a fin de suplir lo que faltaba en el servicio de los filipenses hacia el apóstol. Algunos dirán que lo que Pablo quería decir era que Epafrodito no amó su vida física y que aceptó renunciar a ella por causa del Cuerpo de Cristo. Efectivamente, este colaborador arriesgó su vida física por el bien del Cuerpo, pero esto deja implícito que primero tuvo que arriesgar la vida de su alma.

MARTIRES POR LA VIDA DE IGLESIA

Hace varios años leí un artículo según el cual, para que un creyente llegase a ser un verdadero mártir, debe tener primero la actitud de un mártir. Según este artículo, los que han sido mártires fueron previamente equipados con cierta actitud. Luego, en el momento de ser martirizados, pudieron ofrecer su vida y ser verdaderos mártires. Podemos aplicar el mismo principio al hecho de arriesgar nuestra alma. Si en la vida de iglesia no estamos dispuestos a sacrificar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad por causa el Cuerpo de Cristo, jamás estaremos dispuestos a sacrificar nuestra vida física. Para que Epafrodito pudiera arriesgar su vida física, tuvo primero que estar dispuesto a arriesgar su alma.

En un sentido real, quienes estamos en la vida de iglesia debemos ser mártires por el Cuerpo de Cristo y por los santos. Si en verdad deseamos ser uno con el Señor por causa de Su recobro, debemos estar dispuestos a sacrificar nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones. esto equivale a arriesgar nuestra alma. Si queremos experimentar a Cristo a lo sumo, no sólo debemos ser del mismo ánimo, sino también estar dispuestos a arriesgar nuestra alma, es decir, nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad.

En 2:30 Pablo dijo a los filipenses que Epafrodito había arriesgado su vida para “suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí”. Epafrodito arriesgó la vida de su alma para

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suplir lo que faltaba a los creyentes filipenses en su servicio por el apóstol. Esto indica que si no arriesgamos nuestra alma, no podremos suplir las deficiencias que haya en el Cuerpo de Cristo. Cuando hay una necesidad en el Cuerpo, tenemos una excelente oportunidad para experimentar a Cristo. Debemos experimentar a Cristo hasta el grado de suplir lo que le falta al Cuerpo. Pero a fin de experimentar a Cristo de esta manera, debemos arriesgar la vida de nuestra alma sacrificando nuestra parte emotiva con sus deseos, nuestra voluntad con sus intenciones y nuestra mente con sus opiniones. Cada vez que sacrificamos nuestra alma por el bien del Cuerpo, tenemos una oportunidad para experimentar a Cristo en el Cuerpo. De esta manera, le experimentaremos al máximo.

Si diariamente arriesgamos la vida del alma en la vida de iglesia, estaremos listos para ser mártires si fuera necesario. Los que arriesgan su alma por el Cuerpo de Cristo, son capaces de sacrificar aun su vida física por el Señor. Además, si arriesgamos nuestra alma, nos resultará fácil tener el mismo ánimo que los demás creyentes.

LAS LIMITACIONES SE DEBEN A QUE LOSCREYENTES NO TIENEN EL MISMO ANIMO

Durante los años que pasé con el hermano Watchman Nee en China, pude darme cuenta de que a él no le era nada fácil llevar a cabo lo que el Señor le había mostrado acerca de Su mover en la tierra por Su Cuerpo. Esto se debía a que algunos de sus colaboradores no tenían el mismo ánimo que él. Esa fue la razón por la cual no se pudieron llevar a la práctica ciertos asuntos importantes relacionados con el recobro del Señor.

Un buen ejemplo de esto es el caso de un joven muy inteligente que estaba por irse a estudiar a los Estados Unidos. Acababa de recibir al Señor y deseaba ser bautizado. El hermano Nee estaba convencido de que era correcto y necesario que este joven se bautizara, y pensaba que la iglesia debía hacerlo antes que él partiera de China. Sin embargo, un colaborador de esa localidad no estuvo de acuerdo, porque pensaba que no era prudente bautizar precipitadamente a un joven que acababa de creer en Cristo. A esto el hermano Nee respondió que el joven se iría a los Estados Unidos y que tal vez no tendrían otra oportunidad de bautizarlo. Sin embargo, este colaborador permaneció firme en su posición. El hermano Nee le presentó el asunto de varias maneras, tratando de hacerle cambiar de parecer, pero no lo logró. Por último, optó por decirle que estaba dispuesto a bautizarlo él mismo y asumir la responsabilidad delante del Señor. Pero como este colaborador aún disentía, el hermano Nee no pudo hacer nada al respecto.

Este caso nos muestra que existían diferencias al nivel del alma entre el hermano Nee y algunos de sus colaboradores. En aquel entonces, yo no comprendía que esta clase de

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problemas se debía al hecho de que ellos no eran de un mismo ánimo con él. Pero ahora, al reflexionar sobre esta situación a la luz de lo que Pablo escribió en Filipenses, puedo ver claramente la raíz del problema. Finalmente, algunos de estos queridos colaboradores que no tenían el mismo ánimo que el hermano Nee, se apartaron del recobro del Señor. La experiencia que ellos tenían de Cristo era limitada y no lo pudieron experimentar en el Cuerpo de una manera más perfecta.

ES NECESARIO QUE SEAMOS DEL MISMOANIMO Y ESTEMOS DISPUESTOS A

ARRIESGAR LA VIDA DEL ALMA

La expresión usada por Pablo “tener el mismo ánimo” es una advertencia dirigida a todos los que aún estamos en el recobro del Señor. Si no tenemos el mismo ánimo que los demás, no podremos disfrutar a Cristo plenamente, aun cuando permanezcamos en la vida de iglesia. Es posible que no tengamos ningún problema en nuestro espíritu, pero tal vez seguimos aferrándonos a las diferencias que provienen de nuestra alma. Según nuestro parecer, lo que sentimos en nuestra alma es lo correcto. Pero debido a que noestamos dispuestos a abandonar nuestras opiniones, nuestra experiencia de Cristo será limitada. Por tanto, es crucial que aprendamos que, en la vida de iglesia, debemos tener el mismo ánimo. No permitamos que las diferencias al nivel del alma nos impidan experimentar a Cristo en Su Cuerpo. Aprendamos a arriesgar nuestra alma, a sacrificar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Entonces tendremos el mismo ánimo que los demás miembros del Cuerpo de Cristo. Si este es nuestro caso, ¡cuán rica será la experiencia y el deleite que tendremos de Cristo en el Cuerpo! Si hemos de experimentar plenamente a Cristo en el Cuerpo, debemos tener el mismo ánimo y estar dispuestos a arriesgar nuestra alma.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DIECISIETE

LOS TRES ASPECTOS POSITIVOSDE LOS CREYENTES ESPIRITUALES

EN CONTRASTE CON LOS TRES ASPECTOSNEGATIVOS DE LOS JUDIOS RELIGIOSOS

Lectura bíblica: Fil. 3:1-6

La epístola de Filipenses no sigue una secuencia lógica conforme a la doctrina. Por esta razón, no es fácil dividirla en secciones. Por ejemplo, podemos preguntarnos por qué Pablo, después de haberse referido a la comunión mutua entre él y los creyentes

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filipenses en el capítulo dos, repentinamente cambia a otro tema, y dice: “Por último...” (3:1). Creo que esto quizás se debe al hecho de que Pablo estaba muy preocupado por lo que estaban haciendo los judaizantes. El estaba consciente de que ellos perturbaban las iglesias y perjudicaban la vida de iglesia, y que intentaban desviar a los santos de la fe.

El apóstol Pablo escribió esta epístola después de haber recibido una ofrenda de parte de los filipenses, quienes la enviaron por medio de Epafrodito, con el deseo de atender las necesidades del apóstol durante su encarcelamiento. Así que, después de recibir dicha ofrenda, él les escribió la presente epístola.

Como ya vimos, los dos primeros capítulos de Filipenses muestran la preocupación que los creyentes sentían por Pablo, y también la preocupación del apóstol por ellos. Conforme a 1:7, Pablo sabía muy bien que los filipenses lo tenían en el corazón, y que participaban juntamente con él de la gracia. Más adelante, inclusive declaró que los añoraba “con el entrañable amor de Cristo Jesús” (1:8). Por lo tanto, vemos que había una preocupación mutua entre el apóstol y los creyentes.

En la última parte del capítulo dos, Pablo mencionó que enviaría a Timoteo y a Epafrodito a Filipos. Casi siempre al final de sus epístolas Pablo hablaba de enviar colaboradores a visitar a los santos. Por lo tanto, podemos deducir que el apóstol Pablo tenía la intención de concluir su epístola justo al final del capítulo dos, pero obviamente, vemos que sintió que debía seguir escribiendo. Después de haber mencionado a Timoteo y a Epafrodito, la carga aún pesaba en el corazón de Pablo. Los judaizantes le causaban una profunda molestia. Creo que ésta debe de ser la razón por la que cambió repentinamente de tema al inicio del capítulo tres.

I. GOZARSE EN EL SEÑOR

En 3:1, Pablo exclama: “Por último, hermanos míos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro”. La palabra griega traducida “molesto” significa también fastidioso, tedioso o problemático. A Pablo no le era fastidioso ni tedioso escribirles las mismas cosas a los santos.

En este versículo Pablo encargó a los santos que se gozaran en el Señor. Regocijarse en el Señor es una salvaguardia, una seguridad. El hecho de que les pidiera a los santos que se gozaran en el Señor, era seguro para ellos. La palabra “seguro” establece una conexión entre el versículo 1 y el versículo 2. Ciertamente había una situación en Filipos que requería una salvaguardia o protección. Indudablemente, Pablo tenía en mente los problemas causados por los judaizantes. Por esta razón, después de haber pedido a los creyentes que se gozaran en el Señor, les recomendó que se guardaran de los perros, de

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los malos obreros, de los mutiladores del cuerpo (v. 2). La palabra griega traducida “guardaos” significa vigilar en todo momento. Por un lado, el apóstol aconsejó a los filipenses que se regocijaran en el Señor; y por otro, les advirtió debían vigilar siempre, por causa de los judaizantes.

II. TRES ASPECTOS NEGATIVOSDE LOS JUDIOS RELIGIOSOS

La palabra “perros” usada por Pablo, era una expresión muy dura. Si hoy en día, usáramos un término semejante, seríamos fuertemente censurados. El apóstol Pablo no fue el primero en hablar con tanta franqueza. Tanto Juan el Bautista como el Señor Jesús llamaron a los fariseos cría de víboras (Mt. 3:7; 12:34). Al igual que Juan el Bautista y el Señor Jesús, Pablo fue muy franco. Los fariseos eran en realidad una generación de víboras y los judaizantes eran verdaderos “perros”.

En 3:2 Pablo exclama: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”. Puesto que no hay ninguna conjunción entre estas tres cláusulas, deben de referirse al mismo grupo de personas. Los perros son inmundos (Lv. 11:4-8), los malos obreros son malignos, y los mutiladores del cuerpo merecen desprecio. (“Los mutiladores del cuerpo” era un término despectivo para referirse a los que practicaban la circuncisión). Los “perros” aquí mencionados son los judaizantes. En cuanto a naturaleza, son perros inmundos, en cuanto a su conducta, son obreros malignos y en cuanto a religión, son mutiladores del cuerpo, gente de la cual uno debe avergonzarse. En un libro del género de Filipenses, que habla de la experiencia y el disfrute que los creyentes tienen de Cristo, el apóstol advirtió a los creyentes gentiles que se guardaran de tales personas inmundas, malignas y despreciables.

Al usar estos tres calificativos, Pablo expuso la vergüenza de los judaizantes. En naturaleza, eran perros; en conducta, eran malignos; y en religión, eran despreciables. A pesar de que ellos se jactaban de su religión, Pablo los consideró un objeto de vergüenza y de menosprecio. El quería que los creyentes que se guardaran de los perros, de los malos obreros y de los mutiladores del cuerpo.

III. TRES ASPECTOS POSITIVOSDE LOS CREYENTES ESPIRITUALES

En el versículo 3, Pablo continúa diciendo: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”. En este caso específico, la circuncisión se refiere a los creyentes neotestamentarios, quienes verdaderamente fueron circuncidados por la crucifixión de

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Cristo. Ellos son completamente diferentes de los judaizantes, pues sirven como sacerdotes por el Espíritu de Dios, no por las ordenanzas de la ley; se glorían en Cristo, no en la ley; y no tienen confianza en la carne, sino en el Espíritu.

En los versículos 2 y 3 vemos un triple contraste: el contraste entre los creyentes que sirven por el Espíritu de Dios y los perros; entre los creyentes que se glorían en Cristo y los malos obreros; y por último entre los creyentes que no confían en la carne, y los mutiladores del cuerpo. Mientras que los judaizantes vivían por su naturaleza caída, los creyentes de Cristo sirven por el Espíritu de Dios. Esto significa que el Espíritu de Dios está en contraste con la naturaleza de los “perros”. Los judaizantes hacían obras malignas, e incluso se gloriaban de ellas; en cambio, los verdaderos creyentes se glorían en Cristo. La palabra “gloriarse” implica jactarse y regocijarse. Nosotros no nosgloriamos ni nos regocijamos ni nos jactamos de las obras que hacemos en público, ni de nuestro propio comportamiento, sino únicamente en Cristo. Finalmente, los judaizantes tenían puesta su confianza en la carne, mientras que los verdaderos creyentes no tenemos ninguna confianza en la carne.

La carne mencionada en 3:3 incluye todo lo que somos y tenemos por naturaleza. El hecho de que los judaizantes confiaran en la circuncisión, indica que su confianza se basaba en la carne, y no en el Espíritu. En lugar de confiar en el Espíritu, ellos confiaban en sus cualidades naturales, en lo que eran por naturaleza, es decir, en el hecho de que eran judíos. Por el contrario, Pablo declara que nosotros, los que creemos en Cristo, no tenemos ninguna confianza en la carne, sino única y exclusivamente en el Señor.

¡Qué contraste tan marcado hay entre los versículos 2 y 3! Nosotros servimos por el Espíritu de Dios, nos gloriamos en Cristo y no confiamos en la carne, sino únicamente en el Señor. Ya que rechazamos nuestra vieja naturaleza, somos la verdadera circuncisión. Negar o rechazar la carne es la verdadera circuncisión, es la manera en que verdaderamente cortamos la carne. Esto es lo que revela Colosenses 2:11.

IV. SAULO DE TARSO ERA UNMODELO PARA LOS JUDAIZANTES

Conforme a los versículos del 4 al 6, Pablo había sido un modelo entre los judaizantes: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”. Pablo había sido un judaizante muy activo, y sus logros eran sobresalientes.

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A. Pablo tenía de qué confiar en la carne

Pablo, quien anteriormente se había destacado como judaizante, tenía más que ningún otro motivos para confiar en la carne. En Gálatas 1:14, él dijo: “Aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres”. En realidad, Pablo había sido el “mejor perro” de entre los judaizantes.

B. Fue circuncidado el octavo día

En el versículo 5 Pablo declara que él fue circuncidado al octavo día. Este era el día en que un verdadero israelita debía ser circuncidado (Gn. 17:12). Eso lo distinguía de los ismaelitas y de prosélitos, quienes eran circuncidados posteriormente. Pablo era un judío típico; no era un prosélito. Esto le había sido motivo de jactancia en el pasado.

C. Era del linaje de Israel

Pablo pertenecía al linaje de Israel, el linaje llamado por Dios, los verdaderos descendientes de Abraham (Ro. 11:1; 2 Co. 11:22). El no era descendiente de los prosélitos, quienes habían sido injertados en el linaje del pacto de Dios.

D. De la tribu de Benjamín

Además, Pablo podía confiar en el hecho de pertenecer a la tribu de Benjamín. Esta era una tribu preciosa y fiel, en medio de la cual estaba la ciudad real de Jerusalén y el templo de Dios (Dt. 33:12).

E. Hebreo, hijo de hebreos

Pablo declaró también que era hebreo, hijo de hebreos. El había nacido de padres hebreos, con antepasados hebreos por ambas partes; es decir, que sus abuelos, tanto paternos como maternos, eran hebreos. Sólo una persona como él podía decir que era hebreo, hijo de hebreos. Por lo tanto, él podía gloriarse de tener sangre hebrea pura, de ser un auténtico hebreo.

F. Era un fariseo que observaba la ley

En cuanto a la ley, Pablo declaró que era fariseo (v. 5). La ley de Moisés era respetada por todos los judíos ortodoxos. Como fariseo, Pablo era miembro de la secta más estricta de la religión judía (Hch. 26:5; 23:6), una secta extremadamente celosa por la ley de Moisés. Los fariseos estaban orgullosos de su vida religiosa superior, de su devoción aDios y de su conocimiento de las Escrituras.

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G. Su celo por la ley lo habíaincitado a perseguir a la iglesia

Pablo persiguió a la iglesia por causa de su celo por la ley y el judaísmo. El mismo declaró: “En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia”, él se refiere a su celo por la ley de Moisés y por la religión judía (Gá. 1:14). Los judíos que perseguían a la iglesia eran ciertamente los líderes del judaísmo. Nadie los podía superar en su celo. Pablo se jactaba del celo con el cual perseguía a la iglesia.

H. En cuanto a la ley, era irreprensible

Por último, Pablo declaró: “En cuanto a la justicia que es en la ley, llegué a ser irreprensible”, es decir, hallado o mostrado irreprensible. Por supuesto, esto era a los ojos de los hombres, según el juicio del hombre. A los ojos de Dios, según Su justa ley, ninguna carne es irreprensible (Gá. 2:16).

Así, el apóstol presentó a los filipenses una lista de todo lo que había logrado, a fin de mostrarles que no debían confiar en los judaizantes. En el pasado, él mismo se había destacado como judaizante, pero tuvo un cambio radical. Ahora, él era muy distinto de como había sido anteriormente. Esto proveyó un ejemplo claro para que los filipenses no siguieran a los judaizantes.

Lo expuesto por Pablo en 3:1-6, una vez más tiene que ver con el tema de experimentar de Cristo. Si Pablo hubiera seguido siendo judaizante, nunca habría podido experimentar a Cristo. Pero debido a que llegó a ser una persona diferente, una persona que servía por el Espíritu de Dios, que se gloriaba en Cristo Jesús y que no tenía confianza en la carne, él pudo disfrutar y experimentar a Cristo ricamente. Asimismo, nosotros tampoco debemos confiar en la carne, esto es, en nuestra capacidad natural, en nuestra herencia ni en nuestras tradiciones. Por el contrario, debemos formar parte de los que sirven a Dios por Su Espíritu, se glorían en Cristo y no confían en la carne. Entonces nuestra experiencia de Cristo será verdadera.

Aunque no somos judaizantes, en principio podemos serlo. Ciertamente ya fuimos regenerados, pero es posible que aún sigamos viviendo en nuestra naturaleza caída, gloriándonos de nuestros logros según la carne y poniendo nuestra confianza en lo que somos por nacimiento. Como ya mencionamos, los perros, los malos obreros y los mutiladores del cuerpo en 3:2, se refieren respectivamente a la naturaleza, conducta y religión caídas. Por tanto, si seguimos viviendo conforme a nuestra vieja naturaleza, si nos gloriamos en lo que somos capaces de hacer, y si confiamos en lo que hemos obtenido, no sólo seremos iguales a los judaizantes, sino que causaremos problemas a la

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iglesia y nuestra experiencia de Cristo no prosperará. Si hemos de experimentar a Cristo, debemos servir por el Espíritu de Dios y no según nuestra naturaleza caída; debemos gloriarnos en Cristo y no de nuestras propias obras; y debemos basar nuestra confianza en el Señor y no en nuestros logros personales. Esta es la clave para experimentar a Cristo.

Tal vez pensemos que somos muy diferentes de los judaizantes. No obstante, es posible que sigamos viviendo en nuestra vieja naturaleza, gloriándonos de nuestras propias obras y poniendo nuestra confianza en lo que hemos obtenido. No estoy tan seguro de que la mayoría de los santos verdaderamente aborrezca su naturaleza caída. Por el contrario, muchos aún vivimos y nos comportamos según nuestra naturaleza de “perro”. Además, hasta cierto grado, es posible que muchos continuemos gloriándonos de nuestras propias obras, pensando que somos muy listos y capaces. También es posible que muchos aún confiemos en la carne, es decir, en nuestra capacidad natural.

Estos versículos de Filipenses 3 deben llegar a lo más profundo de nuestro ser. Necesitamos que la luz del Señor nos ilumine con respecto a nuestra naturaleza, nuestras obras, y la confianza que tenemos en la carne. Cuando seamos iluminados en este aspecto por el Señor, reconoceremos que a pesar de haber sido regenerados por Dios y llegar a ser Sus hijos, aquellos que poseen la vida y la naturaleza divinas, aún vivimos la mayor parte del tiempo en nuestra naturaleza de “perro”. Es verdad que tenemos derecho a proclamar que somos hijos de Dios. Pero si esta declaración no corresponde con nuestra experiencia diaria, será una simple doctrina. Cuando venga el día en que la luz del Señor brille sobre nosotros y nos ilumine en cuanto a este asunto, no podremos más que postrarnos ante el Señor y confesar que nuestra naturaleza aún es impura. Entonces aborreceremos todo lo que hacemos conforme a la naturaleza caída, y veremos que, a los ojos de Dios, los frutos de nuestra naturaleza caída son malignos y merecen ser condenados. Anteriormente nos gloriábamos de nuestras obras y nuestros logros. Sin embargo, llegará el día en que, en lugar de gloriarnos de nuestra carne, la juzgaremos y la repudiaremos. Entonces nos gloriaremos únicamente en Cristo y estaremos conscientes de que en nosotros mismos, no tenemos nada de qué gloriarnos.

Si permitimos que Dios nos ilumine, podremos decir verdaderamente que no confiamos en nuestras cualidades, capacidades ni en nuestra inteligencia. Sólo entonces podremos testificar que confiamos únicamente en el Señor. Una vez que hayamos sido iluminados de esta manera, experimentaremos verdaderamente a Cristo. Espero que muchos de entre nosotros recibamos esta luz, y que no sólo entendamos estos versículos de una forma objetiva, sino que disfrutemos y experimentemos a Cristo de manera real y subjetiva.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DIECIOCHO

ESTIMAR TODAS LAS COSAS COMOPERDIDA POR AMOR DE CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 3:7-8

Leamos Filipenses 3:7-8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cuallo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo”. Estos dos versículos nos llevan al corazón mismo de esta epístola. Es aquí donde empezamos a experimentar a Cristo.

En el versículo 7, Pablo dijo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia”. Estas se refieren a las cosas mencionadas en los versículos 5 y 6. Por amor de Cristo, Pablo consideraba estas cosas como pérdida. Las cosas que antes consideraba ganancia, él las estimaba en conjunto como pérdida, ya que todas ellas conducían a lo mismo, a saber, la pérdida de Cristo. Esto lo indica la expresión “por amor de Cristo”. Todas las cosas que para Pablo anteriormente fueron ganancia, ahora le estorbaban y obstaculizaban su participación y disfrute de Cristo. Así que, por amor de Cristo toda aquella ganancia era ahora pérdida para él.

En el versículo 7, Pablo habla específicamente de las cosas religiosas, mientras que en el versículo 8, exclama: “Aun estimo todas las cosas como pérdida”. Por causa de Cristo, el apóstol consideraba como pérdida no sólo las cosas de su antigua religión, sino prácticamente todas las cosas. En este mensaje, siento la carga de aclarar cuáles son estas cosas.

LA RELIGION, LA FILOSOFIA Y LA CULTURA

En el pasado a muchos se nos enseñó que las cosas mencionadas en el versículo 8 se referían a cosas mundanas y materiales. Esto en parte es correcto. Sin embargo, interpretar las palabras de Pablo de esa manera no es muy exacto, pues de acuerdo con los versículos 5 y 6, podemos ver claramente que él no se refirió sólo a las cosas materiales. Es verdad que las cosas materiales y mundanas mantienen a la gente ocupada, impidiéndoles experimentar a Cristo. Sin embargo, Pablo se dio cuenta de que en realidad son las cosas religiosas, filosóficas y culturales las que verdaderamente estorban a la gente y le impide experimentar a Cristo. Por lo general, las personas

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intelectuales y filosóficas no se preocupan por las cosas materiales. Por el contrario, aquellos que no son intelectuales ni filosóficos son los que comúnmente son atraídos por los bienes materiales. Quienes tienen tendencias filosóficas se interesan más por la religión, la cultura y la filosofía. Si usted predica el evangelio, no tardará en darse cuenta de que la religión, la filosofía y la cultura son grandes fortalezas que se oponen al evangelio.

Antes de su conversión Pablo no sentía ningún apego a los bienes materiales. El había consagrado todo su ser a la religión, la filosofía y la cultura judías. Se había entregado por completo al judaísmo con todo lo que ésto implicaba. Aparentemente, los judíos le dan mucha importancia a su religión, pero en realidad prestan mucho más atención a su cultura y a su filosofía. Por supuesto, lo mismo sucede con todas las personas, sin importar cuál sea su raza, cultura o nacionalidad. Por ejemplo, los musulmanes se encuentran completamente ocupados con sus propios conceptos, lógica, filosofía y cultura.

Repasemos las cosas que Pablo mencionó en los versículos 5 y 6. El había sido circuncidado al octavo día, era del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, era hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, había llegado a ser irreprensible. Todo ello estaba relacionado con la religión, la filosofía y la cultura. Esto demuestra claramente que, mientras Pablo escribía estos versículos, no tenía en mente las cosas materiales, sino las cosas religiosas, filosóficas y culturales. Cuando la epístola de Filipenses fue escrita, la mayoría de los ciudadanos del Imperio Romano le daban mucha importancia a la religión, a la filosofía o a la política. De hecho, los tres principales elementos de la cultura occidental, tanto de hoy como de aquél entonces, son: la religión judía, la filosofía griega y la política romana.

ATRAPADOS POR SATANAS

Satanás, el enemigo de Dios, por miles de años ha usado la religión, la filosofía y la cultura para distraer a las personas e impedirles que experimenten a Cristo. El hombre fue creado para Cristo. Dios lo creó a Su imagen (Gn. 1:26), y la imagen de Dios es Cristo (Col. 1:15). Así que, el hombre fue creado a imagen de Dios para pertenecer a Cristo, pero Satanás, mediante la religión, la filosofía y la cultura, ha atrapado a las personas con el fin de impedirles que se acerquen a Cristo. Las personas simples son cautivadas por las cosas materiales, y aquellas que son más intelectuales, son atrapadas por la religión, la filosofía y la cultura. De hecho, las personas más destacadas e influyentes en la tierra se preocupan por estas tres cosas. Ciertamente los más intelectuales, filosóficos

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y cultos son los más influyentes. Sin embargo, Satanás ha usado la religión, la filosofía y la cultura para cautivarlos y tenerlos bajo su control.

Antes de creer en Cristo, Pablo mismo estuvo atrapado y controlado por Satanás. La religión, la filosofía y la cultura judías lo tenían atrapado. ¡Cuánto celo tenía él por el judaísmo! No creo que haya habido otra persona que tuviera tanto fervor como él por la religión, la filosofía y la cultura judías. Para una persona como Saulo de Tarso, las riquezas y los bienes materiales no significaban nada en comparación con su religión, su filosofía y su cultura.

Si estudiamos detalladamente el pensamiento y el espíritu de Pablo en Filipenses 3, nos daremos cuenta de que cuando escribió: “Todas las cosas”, él tenía en mente la religión, la filosofía y la cultura. Ciertamente la expresión “todas las cosas” mencionada en el versículo 8, incluye estas tres categorías. Si abandonáramos nuestra religión, nuestra filosofía y nuestra cultura, ciertamente no nos quedaría nada. Si renunciamos a estas cosas, automáticamente abandonamos también las cosas materiales y mundanas, las cuales en realidad están bajo el dominio de la religión, la filosofía y la cultura. Es fácil vencer la influencia de los bienes materiales, pero es muy difícil vencer el poder que ejerce la religión, la filosofía, y la cultura. Los que aman al Señor pueden abandonar fácilmente las cosas materiales, pero les resulta muy difícil deshacerse de su propio pensamiento y de su lógica. De hecho, es posible que por años amemos al Señor y lo busquemos genuinamente, sin haber renunciado a nuestra filosofía y nuestra lógica.

LA FILOSOFIA Y LA LOGICAQUE TENEMOS EN CADA PAIS

Toda nación y cultura tiene su lógica y filosofía propias. Por ejemplo, los británicos se caracterizan por su diplomacia, la cual expresa la lógica y la filosofía propias de su nación. Por otro lado, los chinos y los japoneses están totalmente sumergidos en su lógica y su filosofía nacionales. Cada nación está firmemente arraigada a su cultura particular. Tales razonamientos y filosofías impiden que Cristo pueda encontrar en la tierra un grupo de personas que le permitan actuar libremente. El no puede moverse ni en el oriente ni en el occidente. Durante la época de la Reforma, el Señor intentó abrirse camino en Alemania, pero no tuvo éxito. Más tarde, intentó hacer algo en Inglaterra, y tampoco lo logró. Repetimos que hasta ahora Cristo no ha podido encontrar un grupo de personas que le den plena libertad de actuar. Satanás ejerce completo dominio sobre las personas, usando la religión, la filosofía y la cultura para mantenerlas atrapadas. Debido a esto, no le ha sido nada fácil al Señor encontrar un grupo de personas con quienes pueda contar para llevar adelante Su mover en la tierra.

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Es fundamental que nos demos cuenta de que aún seguimos aferrados a la filosofía de nuestro país y a la lógica de nuestra región. Los que viven en cierta región del país, insisten en su lógica particular, y los que viven en otra parte, hacen hincapié en su propia filosofía. El hecho de aferrarnos a nuestra lógica regional y a nuestra filosofía nacional, nos priva de Cristo. En cierto sentido, hace que Cristo se aleje de nosotros y no podamos experimentarlo. De una manera muy sutil, secreta y escondida, las cosas religiosas, filosóficas y culturales ocupan la mente aún de los mejores de creyentes, y les impiden experimentar a Cristo. Adondequiera que usted vaya hoy en el mundo, se dará cuenta de que no existe un solo grupo de personas mediante las cuales Cristo pueda moverse libremente. Por el contrario, vemos que la filosofía propia de cada país y la lógica de cada región ejercen una influencia tan fuerte, que no deja mucho lugar para Cristo. Hace muchos años fui invitado a cierto lugar donde me atendieron como huésped de honor. Mientras observaba atentamente a las personas que me rodeaban, me llamó mucho la atención ver la importancia que le daban a su religión, filosofía y cultura. Debido a esto, Cristo no podía obrar libremente en ellos.

Por lo general, las personas aceptan la salvación de Dios para su propio beneficio, pero no están dispuestas a cederle todo el terreno a Cristo. En cierto sentido reciben la salvación, pero desde el ángulo de la experiencia, no han acogido a Cristo ni le permiten obrar libremente en ellos. Este problema se debe a la religión, la filosofía y la cultura.

Si profundizamos en el pensamiento de Pablo en 3:7 y 8, veremos que él se refería principalmente a la religión, la filosofía y la cultura. Esto lo confirma el hecho de que en el versículo 2 él se refirió a los perros, a los malos obreros y a los mutiladores del cuerpo. La expresión “mutiladores del cuerpo” es una expresión despectiva con la que designó a los que practicaban la circuncisión; no solamente alude a la religión, sino también a la cultura judía, la cual a su vez se basa en la filosofía y lógica judías. En el versículo 3 Pablo declara que nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Luego, al presentar las razones por las que él podía confiar en la carne, enumera siete asuntos relacionados con la religión, la filosofía y la cultura judías. Estas eran las cosas que Pablo estimaba como pérdida por amor de Cristo. ¿Por qué las estimaba como pérdida? Porque todas éstas reemplazaban a Cristo y eran trampas de Satanás que apartaban a las personas de Cristo y les impedían experimentarlo. ¡Cuán sutil es el enemigo al impedirnos experimentarle!

¡Cuán necesario es que la sutileza del enemigo sea desenmascarada! Hasta cierto punto, todos tenemos ciertas cosas que reemplazan a Cristo de una manera sutil y secreta. Estos sustitutos tienen que ver principalmente con la religión, la filosofía y la cultura.

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Esta es la razón por la que Cristo no puede ocupar completamente nuestro ser. Aún no hemos llegado al punto de estimar todas las cosas como pérdida por amor de Cristo.

La mayoría conocemos Filipenses 3:7-8 y estamos familiarizados con estos versículos. Pero probablemente nunca hayamos profundizado en este pasaje, y por consiguiente, no hemos empezado a experimentar a Cristo verdaderamente. Tal vez hayamos escuchado muchos mensajes acerca de cómo Pablo estimaba todas las cosas como pérdida por amor de Cristo y por la excelencia del conocimiento de El. Pero, ¿acaso este conocimiento doctrinal nos ha ayudado a experimentar a Cristo de una manera real? Si somos sinceros, tendremos que reconocer que aún no tenemos la experiencia de estos versículos. Esto se debe a que hasta ahora no hemos explorado las profundidades del pensamiento de Pablo, contenidas en este pasaje de la Palabra.

No podemos experimentar a Cristo con sólo abandonar las cosas mundanas y materiales. Si este es nuestro entendimiento de la frase “todas las cosas” del versículo 8, estamos muy lejos de experimentar a Cristo como lo revela este pasaje. Estos versículos no son nada superficiales; según el contexto, Pablo no se refería a las cosas externas e insignificantes. A él no le preocupaban las cosas materiales. Lo que él tenía en mente era mucho más profundo, y se relacionaba con las cosas religiosas, filosóficas y culturales, incluyendo nuestra lógica regional y nuestra filosofía nacional, asuntos que se esconden en lo profundo de nuestro ser. Como dijimos anteriormente, es muy difícil dejar a un lado estas cosas y ofrecerle más espacio a Cristo para experimentarlo. A lo largo de los años he conocido a muchos cristianos, pero son muy pocos los que han logrado abandonar su filosofía nacional y su lógica regional, buscando experimentar a Cristo.

UN CONSEJO PRACTICO

Cuando escuchamos acerca de la filosofía que tiene cada país y de la lógica que caracteriza a cada región, todos nos sentimos identificados, ya que pone de manifiesto un sustituto de Cristo que se esconde en nosotros y, al mismo tiempo, pone en evidencia al enemigo sutil que nos impide experimentarle. Por la misericordia y la gracia del Señor podemos llegar a decir que, por amor a Cristo, estimamos como pérdida nuestra filosofía nacional y nuestra lógica regional. Debemos darnos cuenta de que estas cosas reemplazan a Cristo y nos privan de una experiencia más profunda de El. Efectivamente, le hemos experimentado hasta cierto punto; pero nuestra experiencia de El ha sido muy limitada y no ha podido profundizar a causa de nuestra filosofía nacional y de nuestra lógica regional. Tal vez podamos testificar que hemos sido librados de la influencia de la religión. Pero ¿quién puede afirmar con toda seguridad que su filosofía nacional y su lógica regional no lo afectan en lo más mínimo? Todos debemos confesar que este sutil sustituto de Cristo sigue siendo un obstáculo para nosotros, y que Satanás lo sigue

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usando para atraparnos, ocuparnos e impedirnos avanzar y profundizar en nuestra experiencia de Cristo. ¡Que la sutileza del enemigo sea puesta al descubierto, y que realmente estimemos todas las cosas, incluyendo nuestra filosofía y nuestra lógica, como pérdida, por amor de Cristo, a fin de que podamos disfrutarlo y experimentarlo plenamente!

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE DIECINUEVE

LA EXCELENCIADEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 3:5-8

En Filipenses 3:8, Pablo dijo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. En este mensaje, hablaremos sobre la excelencia del conocimiento de Cristo.

EL CONTRASTE ENTRE LA LEY Y CRISTO

Cuando Pablo escribió los versículos 3:5-8, sin duda tenía en mente el contraste que hay entre la ley y Cristo. El había tenido muchas experiencias tanto de la ley como de Cristo y, por medio de ellas, adquirió un conocimiento cabal con respecto a Cristo y la ley.

En la Biblia, la ley y Cristo son dos factores de vital importancia. Podríamos decir que, en cierto modo, el Antiguo Testamento es un libro sobre la ley, pues trata principalmente de ella. Por otra parte, el Nuevo Testamento es un libro que gira en torno a Cristo como el factor fundamental y predominante. En conclusión, el Antiguo Testamento se basa en la ley, y el Nuevo Testamento, en Cristo.

Pablo poseía un conocimiento profundo tanto de la ley como de Cristo. Los años que había pasado en el judaísmo le habían permitido adquirir un conocimiento detallado de la ley. Su conocimiento no era el de un simple observador, sino el de un miembro celoso del judaísmo. Pero en la época en que Pablo escribió la carta de Filipenses, ya había sido trasladado de la ley a Cristo. Así que, además de conocer la ley, Pablo había adquirido no sólo el conocimiento sino también la experiencia de la persona maravillosa del Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso. El vivía ahora en esta persona maravillosa, y por eso pudo referirse a sí mismo como un hombre en Cristo (2 Co. 12:2).

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La frase “en cuanto a” se usa tres veces en los versículos 5 y 6, en relación con la ley, con el celo y con la justicia. En los versículos 7 y 8, la frase “por amor de”, se usa dos veces con relación a Cristo, y la palabra “por”, que también podría traducirse “por amor de”, aparece una vez, en conexión con la excelencia del conocimiento de Cristo. Por consiguiente, vemos que Cristo está en contraste con la ley, con el celo por la ley y con la justicia que es según la ley. Por otro parte, la excelencia del conocimiento de Cristo y Cristo mismo están en contraste con “todas las cosas”, lo cual incluye la ley. Así, por amor de Cristo y por la excelencia del conocimiento de Cristo, Pablo dejó la ley, su celo por ella, la justicia que se basa en ella y todas las demás cosas. Esto demuestra que Cristo y la excelencia del conocimiento de El son muy superiores a la ley y a cualquier otra cosa.

El versículo 8 no dice solamente que Pablo estimaba todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo y que por causa de ello lo había perdido todo, sino que incluso lo tenía todo por basura. Este término griego se refiere a la escoria, el desecho, lo que se echa a los perros, y por derivación, basura, algo que es repulsivo. No hay comparación entre tales cosas y Cristo.

Es importante que veamos que, en 3:8, Pablo no habla de la excelencia de Cristo, sino de la excelencia del conocimiento de Cristo. Al leer esta epístola muchos piensan que la “excelencia” aquí se refiere a Cristo mismo y no al conocimiento acerca de El. Sin embargo, Pablo habla de manera clara y particular de la excelencia del conocimiento de Cristo. Su conocimiento de Cristo era excelente, y por la excelencia de dicho conocimiento, él estaba dispuesto a perderlo todo.

En el versículo 7, el apóstol escribe: “Por amor de Cristo”, pero en el versículo 8, va más allá y dice: “Por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Estas dos últimas palabras “mi Señor” indican que Pablo tenía un sentimiento tierno e íntimo por Cristo. Mientras escribía, brotaban de él tiernos sentimientos por su precioso Señor Jesús, y dichos sentimientos lo incitaron a decir: “Cristo Jesús, mi Señor”. El apóstol Pablo tenía en muy alta estima la excelencia del conocimiento de su querido Señor Jesucristo.

PROVIENE DE LA EXCELENCIA DELA PERSONA DE CRISTO

La excelencia del conocimiento de Cristo proviene de la excelencia de Su persona. Los judíos consideran la ley de Dios dada por medio de Moisés la cosa más excelente de toda la historia humana; por eso tienen tanto celo por la ley. Pablo mismo también había tenido ese celo. Pero cuando Dios le reveló a Cristo (Gá. 1:15-16), él pudo ver que la

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excelencia, la supereminencia, la preciosidad suprema y el mérito sobrepujante de Cristo superaba en mucho a la excelencia de la ley. Por consiguiente, su conocimiento de Cristo vino a ser la excelencia del conocimiento de Cristo. A causa de esto, él estimaba como pérdida no sólo la ley y la religión establecida según la ley, sino también todas las cosas.

En este pasaje Pablo no hablaba de la excelencia de Cristo, sino de la excelencia del conocimiento de Cristo. Además, el conocimiento mencionado en 3:8 no se refiere al conocimiento que Cristo mismo posee, sino a nuestro conocimiento subjetivo de El. Para usted, ¿qué es más excelente: la persona de Cristo o el conocimiento acerca de El? Tal vez usted responda desde una perspectiva doctrinal o personal, que la persona de Cristo es más excelente que el conocimiento acerca de El. Sin embargo Pablo, quien escribió desde la perspectiva de la experiencia, declaró que el conocimiento de Cristo es lo más excelente.

Como ya dijimos, la excelencia del conocimiento de Cristo proviene de la excelencia de Su persona. Cristo mismo es excelente; no hay ninguna duda al respecto. Pero si no lo conocemos, ¿cómo podríamos conocer Su excelencia? Sin este conocimiento, Suexcelencia no significará nada para nosotros.

Antes de la experiencia que Pablo tuvo camino a Damasco, él no tenía ningún conocimiento acerca de Cristo. En lugar de ello, él apreciaba más la ley y la tenía como lo más excelente. Este hecho lo demostraba su celo, pues éste provenía de su aprecio por la ley. De hecho, Pablo se sentía orgulloso del excelente conocimiento que poseía de la ley. Aunque ciertamente Cristo es mucho más excelente que la ley, Pablo aún no lo conocía. Pero en el momento de su conversión, tal persona excelente se reveló a él, y a partir de entonces, empezó a conocer a Cristo. Después de haber adquirido cierto conocimiento de Cristo, él descubrió que el conocimiento que había recibido de la ley, por medio de Gamaliel, era muy inferior al conocimiento de Cristo. Así que, consciente de esta gran diferencia, escribió en 3:5-8 acerca de la excelencia del conocimiento de Cristo, y de perderlo todo por causa de la excelencia de este conocimiento.

Sin lugar a dudas la persona de Cristo es excelente. Pero en nuestra experiencia, si no lo conocemos, no podremos apreciarlo. Si no tenemos el debido conocimiento de Su persona, no podremos comprender cuán excelente es El. Unicamente cuando conocemos Su excelente persona, obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo. ¡Cuán preciosa es la excelencia del conocimiento de Cristo!

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CRISTO LO ES TODO

En las cuatro epístolas que constituyen el corazón de la revelación divina, a saber, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, Pablo descorre el velo para darnos a conocer quién es Cristo y todo lo que El es. Cristo es inmensurable, pues El lo es todo; El es la realidad de todas las cosas positivas del universo; El es la realidad de Dios, del hombre, de la eternidad, de la luz y de la vida. Sencillamente, nos hacen falta palabras para describir quién es Cristo y todo lo que El es.

¿Cuánto conocíamos de Cristo antes de venir al recobro del Señor y recibir la revelación contenida en estas cuatro epístolas? Es posible que sólo supiéramos que Cristo es el Hijo de Dios, quien fue enviado por el Padre en Su misericordia para morir en la cruz y salvar a los pecadores. Tal vez sabíamos que El nació de una virgen, murió en la cruz, resucitó de entre los muertos, y que fue exaltado a los cielos. Como resultado de ello, creímos en El como nuestro querido Redentor y precioso Salvador, y fuimos salvos. Luego, comprendimos que lo necesitábamos para llevar una vida que glorifique al Padre. Es bueno conocer a Cristo de esta manera; sin embargo, este conocimiento es aún limitado.

Hace cuarenta y ocho años mi conocimiento de Cristo se limitaba a estos aspectos. Pero desde 1932, el Señor, por medio del recobro, gradualmente ha ido corriendo el velo para permitirme adquirir un mayor conocimiento Suyo. Poco a poco, el velo se ha idoquitando. Creo que muchos santos que están en el recobro del Señor pueden dar el mismo testimonio.

Sólo hasta hace poco he venido a apreciar lo extenso que es Cristo. Un día, mientras hablaba acerca del Cristo que se revela en Colosenses, de modo espontáneo usé el adjetivo “extenso”, y les dije a los santos que la epístola de Colosenses nos proporciona una revelación acerca de Cristo, y que dicha revelación es universalmente extensa, ya que Cristo es más extenso que el propio universo. El es inmensurable e ilimitado. Por consiguiente, no sólo es todo-inclusivo, sino también universalmente extenso.

La Biblia nos enseña que Cristo lo es todo. En 1932, cuando empecé a ver todos los aspectos de la persona de Cristo, comencé a ministrar sobre esta nueva línea. Aunque la Biblia revela claramente que Cristo lo es todo, muchos creyentes se sorprenden cuando nos escuchan hablar al respecto.

Colosenses 2:16 y 17 dicen: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. Estos versículos indican que Cristo es nuestra comida, nuestra bebida, nuestra fiesta, nuestra luna nueva y nuestro sábado. El es el

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cuerpo, la realidad, la substancia de todas las cosas positivas del universo. El es la realidad del aire que respiramos, de la comida que comemos y de los rayos de sol que disfrutamos. Además, El es la realidad tanto del Dios Triuno como del hombre.

Cuando enseñamos que Cristo lo es todo, y que El es la realidad de todas las cosas positivas del universo, algunos han llegado al extremo de acusarnos de enseñar panteísmo, diciendo que identificamos a Dios con la creación. Por supuesto, nosotros rechazamos firmemente el panteísmo, e incluso declaramos que dicha enseñanza es diabólica. De ninguna manera predicamos esta herejía. Más bien, lo que predicamos, basándonos en la Biblia, es que Cristo es Dios y hombre, y que El es la realidad de todas las cosas positivas. Esto de ningún modo significa que las cosas materiales del universo sean Dios mismo. No somos Dios y jamás llegaremos a serlo. No obstante, Cristo mora en nosotros y en un sentido muy real, El está llegando a ser nosotros mismos. Colosenses 3:10 y 11 dicen: “Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Estos versículos ciertamente implican que Cristo lo es todo. En el nuevo hombre, es decir, el Cuerpo, la iglesia, no puede haber ni griego ni judío. Tampoco puede haber chino, americano, alemán o francés. En el nuevo hombre Cristo es el todo y en todos. El es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos los miembros. Esto significa que en el nuevo hombre, Cristo es usted y Cristo soy yo. El es verdaderamente todo-inclusivo y universalmente extenso.

NECESITAMOS URGENTEMENTE ADQUIRIRLA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

Cuando Pablo se encontraba en el judaísmo, estaba ciego y no podía ver al Cristo que lo es todo. A pesar de que Cristo era tan extenso, Pablo desconocía este hecho por completo. En aquel tiempo, él sólo poseía un conocimiento excelente y detallado de la ley. Sin embargo, un día, mientras iba camino a Damasco, Cristo mismo se le apareció y le dijo: “¿Saulo, Saulo, por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Pese a que Pablo no conocía a Cristo ni lo veía, lo perseguía. Pero después de que el Señor se le reveló y él se convirtió, cayeron las escamas de sus ojos. Desde entonces, sus ojos fueron abiertos y empezó a ver y a conocer a Cristo. Cuanto más veía a Cristo, más recibía el conocimiento de El. Es por eso que en Filipenses 3:8 habla de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, suSeñor.

Indiscutiblemente hay tal cosa llamada la excelencia del conocimiento de Cristo. Si decimos que Cristo es excelente, pero no le conocemos, sólo estaríamos hablando conforme a la tradición. En tal caso, hablaríamos en ignorancia, afirmando algo que no

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conocemos, puesto que aún no poseemos el conocimiento excelente acerca de Cristo. Si el conocimiento que poseemos de Cristo no es excelente, no podemos declarar que El es excelente. Por tanto, es urgente que obtengamos el conocimiento excelente de Cristo. Pablo deseaba poseer la excelencia del conocimiento de Cristo, a tal grado que estimó todas las cosas como pérdida por este conocimiento.

Un ejemplo de lo que significa obtener la excelencia del conocimiento de Cristo, es la experiencia que tienen los turistas en Hong Kong cuando van de compras. Los comerciantes de esa ciudad saben cómo presentar sus productos, y en particular la piedra de jade, de modo que logran atraer la atención de los turistas. Logran que éstos se emocionen al ver la valiosa mercancía que se exhibe en las vitrinas. De este modo, los turistas adquieren el conocimiento de la excelencia de dichos artículos. Antes de entrar a la tienda no tenían ningún conocimiento acerca de la excelencia de tales artículos; pero después de haberlos visto y haber adquirido la excelencia del conocimiento de ellos, estuvieron dispuestos a pagar el precio para obtenerlos. De la misma manera, nosotros necesitamos una revelación acerca de la excelencia de Cristo y de Su preciosidad suprema.

En este mensaje, no tengo el interés de hablarles sobre doctrina. Mi deseo es que todos obtengamos una visión y recibamos la revelación de la excelencia de Cristo. Si la excelencia de Cristo es revelada a nosotros, automáticamente obtendremos la excelencia del conocimiento de Cristo.

La excelencia del conocimiento de Cristo se menciona en 3:8, y la verdadera experiencia de Cristo, en 3:10. Sin embargo, conocer a Cristo es lo más fundamental. Cuando usamos la palabra conocer, en realidad nos referimos a la revelación, a la visión de Cristo y de Su excelencia. Cuando Pablo estaba en la religión, estaba ciego y no veía a Cristo; únicamente veía la ley. El sólo poseía la excelencia del conocimiento de la ley. Sin embargo, después de que Cristo se le manifestó, empezó a adquirir la excelencia del conocimiento de Cristo. El apóstol fue cautivado al descubrir cuán excelente era conocer a Cristo, y, por causa de dicho conocimiento, estuvo dispuesto a estimar todas las cosas como pérdida.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTE

SER HALLADO EN CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 3:8-9

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Si deseamos entender apropiadamente Filipenses 3:9, no debemos separarlo del versículo 8. Más bien, debemos conectar el final del versículo 8 con el comienzo del versículo 9 y leer de la siguiente manera: “Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Conforme a estos versículos, Pablo lo había perdido todo y lo tenía por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El. Además, él anhelaba ser hallado en Cristo, no teniendo su propia justicia, sino la justicia que proviene de Dios basada en la fe.

LA ASPIRACION DE PABLO

En el versículo 9 el apóstol Pablo expresa su más vivo anhelo de ser hallado en Cristo. Anteriormente había estado entregado por completo a la religión judía, viviendo bajo la ley, y siempre había sido hallado por otros en la ley. Pero en su conversión fue trasladado de la ley y de su antigua religión a Cristo, llegando a ser “un hombre en Cristo” (2 Co. 12:2). Ahora él esperaba ser hallado en Cristo por todos los que lo observaban, es decir, por los judíos, los ángeles y los demonios. Esto indica que aspiraba a que todo su ser estuviera sumergido en Cristo y saturado de El, para que todos los que lo observaran, lo hallaran en Cristo. Nosotros también debemos aspirar a ser hallados en Cristo. De hecho, ser hallado en Cristo significa ser observado, visto y descubierto por los demás en Cristo.

Antes de su conversión Pablo vivía en la ley y bajo ella. Todo aquel que le conocía, podía percibir que él se encontraba bajo la ley y comprometido totalmente con ella. Saulo de Tarso era prisionero de la ley, pues estaba encerrado en ella. El vivía por la ley, con la ley y bajo ella. Sin embargo, un día fue trasladado de la ley a Cristo y, a partir de entonces, todo el que lo veía y lo observaba podía testificar que había llegado a ser una persona en Cristo. Pablo no se hallaba en la esfera de la cultura, de la filosofía ni de la religión. El vivía absolutamente en Cristo, y su anhelo y esperanza era ser hallado en El. El apóstol lo había perdido todo y lo tenía todo por basura para ganar a Cristo, a fin de ser hallado en El.

LA JUSTICIA PROCEDENTE DEDIOS BASADA EN LA FE

En el versículo 9, las palabras de Pablo son muy claras y concretas. El expresa que no busca su propia justicia, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe. La cláusula “no teniendo mi propia justicia...sino...la justicia procedente de Dios”, define la condición en la que Pablo deseaba ser hallado en

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Cristo. El no quería vivir en su propia justicia, sino en la de Dios, y ser hallado en tal condición trascendente, expresando a Dios al vivir a Cristo, y no por guardar la ley.

Antes de su conversión, Pablo no tenía ni la más remota idea de que Cristo pudiera ser su justicia. La justicia que es por la ley es aquella que proviene de los esfuerzos del hombre por guardar la ley, tal como lo menciona el versículo 6. Esta era la justicia en la que Pablo vivía anteriormente y en la cual se hallaba totalmente envuelto. Pero ahora, él deseaba que todo el que lo observara pudiera ver que era una persona que vivía en Cristo y lo tenía como su justicia.

La justicia en la que Pablo aspiraba a ser hallado era la justicia “que es por medio de la fe de Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. La expresión “la fe de Cristo” implica la acción de creer en Cristo. Tal fe proviene de nuestro conocimiento de Cristo y de nuestro aprecio por El. Esta fe es Cristo mismo infundido en nosotros mediante nuestro aprecio por El, que viene a ser nuestra fe, en El. Por esta razón, es la fe de Cristo la que nos introduce en una unión orgánica con El.

La justicia procedente de Dios basada en la fe es el propio Dios que vivimos y expresamos, quien llega a ser nuestra justicia por medio de nuestra fe en Cristo. Tal justicia es la expresión de Dios, quien vive en nosotros. Esta justicia se basa en la fe, es decir, sobre la base o la condición de fe. La fe es la base o condición sobre la cual recibimos y poseemos la justicia que proviene de Dios, la justicia más elevada, que es Cristo mismo (1 Co. 1:30).

LA VISION DEL SUPREMO VALOR DE CRISTO

Una cosa es entender doctrinalmente lo que significa ser hallado en Cristo, y otra muy distinta es ser hallado en El en nuestra vida diaria. Si yo fuera a visitarlo a su casa, ¿dónde lo encontraría? ¿En su buena conducta o en Cristo? La condición en la que los demás nos hallan determina la esfera en la cual vivimos. Si vivimos en nuestra cultura

, los demás nos hallarán en la esfera de la cultura, y si vivimos en nuestra buena conducta, nos hallarán en dicha esfera. Por tanto, la esfera en la que vivamos será la misma en la que otros nos hallarán. Cuando Pablo vivía por la ley, los demás lo hallaban siempre en ella. Pero un día, él empezó a adquirir la excelencia del conocimiento de Cristo. Recibió la visión de que Cristo debía ser su todo: su amor, bondad, humildad, sabiduría, paciencia, intenciones, actitudes, e incluso sus palabras y modo de expresarse. Por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo, él estaba dispuesto a estimar todas las cosas como pérdida. Además, lo había perdido todo y lo tenía todo por basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en El.

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Necesitamos recibir primero la visión del supremo valor de Cristo, y luego obtener al mismo Cristo que hemos visto. Por ejemplo, supongamos que una persona entra a una joyería y contempla las joyas que se exhiben en las vitrinas. Por supuesto, una cosa es verlas y admirarlas, y otra muy distinta es adquirirlas. Conocer a Cristo no equivale a tener cierto conocimiento acerca de El, sino a obtener Su persona. Cristo es la corporificación de la plenitud de la Deidad (Col. 2:9), y también la realidad de todas las cosas positivas, las cuales sólo son sombra de El (Col. 2:16-17). Ganarlo equivale a experimentarlo y disfrutarlo, y a apropiarnos de todas Sus inescrutables riquezas (Ef. 3:8). A medida que ganamos a Cristo, debemos vivir en El y llegar a ser personas que sean halladas en El, de manera práctica. Entonces, cuando los demás nos vean y nos observen, nos hallarán en Cristo. Nadie nos sorprenderá viviendo en nuestras propias virtudes, sino única y exclusivamente en Cristo. ¡Cuánto anhelo que podamos ganarlo y que seamos hallados en El! Que estemos dispuestos a perder todo y a tenerlo por basura a fin de ser hallados en Cristo.

Si ganamos a Cristo y vivimos en El, El mismo será nuestra justicia y, como tal, llegará a ser nuestra expresión delante de Dios y de los hombres. Entonces los demás no sólo nos hallarán en Cristo de una manera general, sino en la justicia que es El mismo que se expresa por medio de nosotros. El Señor sólo estará satisfecho cuando seamos hallados en Cristo. De igual modo, los siervos del Señor estarán contentos y satisfechos únicamente cuando los creyentes sean hallados en Cristo.

SEIS MIL AÑOS DE TRADICION

Si usted va a otro país y se hospeda en la casa de algún hermano, inevitablementepercibirá sus características nacionales. Esto se debe a que somos el producto de más de seis mil años de tradición. Cuando Pablo escribió Filipenses 3, en lo profundo de su ser sabía que las tradiciones humanas ocupan a las personas. No importa si pecamos o no, si somos morales o inmorales, todos estamos ocupados por algo que no es Cristo, estamos llenos de elementos que provienen de miles de años de historia humana.

La tradición ha obstaculizado la edificación de la iglesia por más de diecinueve siglos. El Señor Jesús dijo: “He aquí, Yo vengo pronto” (Ap. 22:12); sin embargo, han transcurrido más de diecinueve siglos y aún no ha regresado. ¿Cómo puede regresar si Su propósito en la tierra aún no se ha cumplido? Satanás se ha mantenido sutilmente oculto detrás de estos seis mil años de tradición. Debido a su influencia vivimos en la tradición, en lugar de vivir en Cristo. A excepción de Pablo, casi nadie se ha atrevido a atacar la poderosa fortaleza de las tradiciones. No importa cuán espirituales seamos, rara vez somos hallados en Cristo. Por el contrario, muchas veces somos sorprendidos en diversas cosas que no son Cristo, cosas que pertenecen a los seis mil años de tradición humana. Es

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posible que cuando oramos seamos librados temporalmente de la tradición. Pero muchas veces, incluso en nuestras oraciones se puede percibir la influencia que ejercen estos seis mil años de tradición. ¡Cuán serio es esto!

Por tanto, si deseamos ser hallados en Cristo y no en los miles de años de tradición, debemos estar dispuestos a olvidarnos de nuestro pasado, e incluso de nuestra vida cristiana anterior, y humillarnos delante del Señor pidiéndole que tenga misericordia de nosotros. Hoy, en el recobro del Señor, nos encontramos ante un gran obstáculo que bloquea nuestro camino. Para muchos de nosotros, parece que no hay forma de poder avanzar. Incluso algunos se hallan en una situación tal, que al Señor mismo le es difícil abrirse paso en ellos. Todo esto tiene que ver con el hecho de que muchas veces podemos ser hallados en diversas cosas que no son Cristo.

Si visitamos a un hermano, tal vez no lo hallemos pecando ni haciendo nada indebido, pero es muy posible que lo hallemos en su buen comportamiento o en sus costumbres, mas no en Cristo. Aun si usted llegara a mi casa de imprevisto, no estoy muy seguro de que me hallaría en Cristo. Antes bien, es posible que, como anciano que soy, siga viviendo simplemente en mi bondad natural. Quizás usted me encuentre en muchas cosas que no son Cristo.

Pablo escribió la epístola de Filipenses a finales de su ministerio, poco antes de partir con el Señor. Esto indica que era una persona madura. Aun así, él no tenía la certeza de ser hallado en Cristo. Es por eso que en los versículos 8 y 9, Pablo usa el tiempo presente: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor ... y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El”.

Si deseamos ser hallados en Cristo, debemos estar alertas en todo tiempo, y velar continuamente a fin de permanecer en Cristo. De lo contrario, muy fácilmente nos desviaremos de Cristo y viviremos en alguna otra cosa que no sea El. Puede ser que nuestra manera de vivir sea excelente, y que no estemos en Cristo de una forma práctica.

UNA SOLA EXPRESION

Siento la carga de decirles que no deben considerar las palabras de Pablo en 3:8-9 como una simple doctrina. Antes bien, debemos preguntarnos seriamente delante del Señor cuál es nuestra situación en este momento. ¿Estamos realmente en Cristo? ¿Somos hallados en El por los ángeles y los demonios? ¿En dónde nos hallan los hombres, en Cristo o en cosas que, aunque buenas, no son Cristo? La expresión usada por Pablo, “ser

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hallado en Cristo”, es rica en significado. Ella comunica lo que Pablo aspiraba desde lo profundo de su corazón.

Espero que todos tengamos este mismo anhelo y oremos: “Señor, deseo ser hallado en Ti. Quiero siempre ser hallado en Ti en todas mis actividades cotidianas”. Dudo que muchos de nosotros hayamos orado así.

Pablo podía afirmar que tenía todo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El. Esta es una declaración muy importante. El usó todo lo que había dicho en los versículos del 5 al 7, para revelarnos su anhelo en los versículos 8 y 9. Oremos para ser hallados en Cristo por nuestro cónyuge, por nuestros hijos y demás parientes, por nuestros vecinos y también por nuestros compañeros de estudio y de trabajo.

Si estamos verdaderamente en Cristo, ninguna cosa nos dominará. Ni la religión, ni la filosofía ni la cultura ejercerán ninguna influencia sobre nosotros. ¡Cuán maravilloso es ser hallados única y exclusivamente en Cristo! Cuando ésta es nuestra experiencia, la religión, la filosofía y la cultura pierden todo su poder sobre nosotros.

Ser hallados en Cristo significa que El llega a ser nuestra expresión. Puesto que Pablo se hallaba en Cristo, Cristo mismo era su expresión. En todo aspecto y desde cualquier perspectiva, sólo se podía ver a Cristo en él. El apóstol anhelaba que Cristo fuera su única expresión. El no quería ser hallado en sus virtudes naturales, tales como la humildad, la paciencia o el amor. Todas estas virtudes ahora formaban parte de las cosas que él estimaba como basura o desechos con el fin de ganar a Cristo y ser hallado en El. La cultura, la paciencia, el afecto fraternal y la sumisión naturales, no son más que basura cuando se comparan con Cristo. No debemos aspirar a ser hallados en nuestro amor ni nuestra sumisión natural, sino únicamente en Cristo.

LA NORMA DE LA SALVACION DE DIOS

La norma de la salvación de Dios es muy elevada. Con respecto a esta salvación, Pablo declara: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (1:19). La salvación que aquí se menciona es Cristo mismo, en quien podemos ser hallados por los que nos rodean, e incluso por los ángeles y los demonios.

Si vemos cuán elevada es la norma de la salvación que Dios nos brinda, nos daremos cuenta de que necesitamos desesperadamente Su misericordia. Nos encontramos muy por debajo de dicha norma, pues muchas veces los demás todavía nos hallan en diversas cosas buenas que no son Cristo. Todas éstas provienen de los seis mil años de tradición

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humana. Satanás, el enemigo de Dios, usa las tradiciones para ocuparnos, frustrarnos e impedirnos experimentar a Cristo de una manera más rica y profunda. Por esta razón, en Filipenses, un libro que nos enseña a experimentar a Cristo según la norma elevada de Dios, Pablo expresó su anhelo de que todos experimentáramos a Cristo hasta el grado de ser hallados en El.

Postrémonos delante del Señor y digámosle: “Señor, ten misericordia de mí. Permite que el anhelo de Pablo llegue a ser también el mío. Oh Señor, crea en mí hambre y sed de seguirte, a fin de que pueda ser hallado en Ti. No quiero que los demás me encuentren en nada que no seas Tú mismo. Deseo ser una persona que se halle enteramente en Ti; deseo que los demás me hallen en Ti”. Que el Señor nos conceda Su misericordia a fin de ser hallados en El.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTIUNO

CONOCER A CRISTO,EL PODER DE SU RESURRECCION,

Y LA COMUNION EN SUS PADECIMIENTOS

Lectura bíblica: Fil. 3:8-11; Ef. 1:19-20; Ro. 1:4; Mt. 20:22-23; Col. 1:24; 2 Ti. 2:11

Si deseamos entender Filipenses 3:8-11, debemos prestar especial atención a la manera en que fueron escritos estos versículos. En griego, tales versículos componen una frase larga. El verbo conocer, que aparece al comienzo del versículo 10, está en infinitivo y se relaciona con las frases “ganar a Cristo” y “ser hallado en El”. Esto quiere decir que conocer a Cristo es el resultado de ser hallado en El. Las palabras que se encuentran entre “ser hallado en El”, en el versículo 9, y “a fin de conocerlo”, en el versículo 10, describen la condición en la que Pablo anhelaba ser hallado en Cristo. El estaba dispuesto a perderlo todo y a tenerlo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El, a fin de conocerlo. El pensamiento del apóstol aquí es que, para conocer a Cristo, debemos primero ser hallados en El. Además, la condición para que seamos hallados en El es que estimemos todas las cosas como pérdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo, y que luego lo perdamos todo y lo tengamos por basura. Solamente cuando obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo, es decir, cuando somos regidos por la visión del valor supremo y el mérito sobrepujante de Su persona, entonces estamos dispuestos a perderlo todo y tenerlo por basura. Entonces ganaremos a Cristo y seremos hallados en El, es decir, seremos personas que viven en Cristo y que son halladas siempre en El. Una vez que seamos hallados en El, ciertamente lo conoceremos.

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LA REVELACION Y LA EXPERIENCIA

Pablo no tenía su propia justicia, sino la justicia que proviene de Dios, porque su meta era conocer por experiencia a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. La excelencia del conocimiento de Cristo, mencionada en el versículo 8, viene por revelación. Pero conocerlo conforme al versículo 10 se basa en la experiencia, es decir, es un conocimiento que se adquiere al experimentarle en el pleno conocimiento de El. Pablo primero recibió la revelación de Cristo, y luego buscó experimentarlo, es decir, conocerlo y disfrutarlo en su experiencia.

Una vez que hemos adquirido la excelencia del conocimiento de Cristo, estamos dispuestos a estimar todas las cosas como pérdida y a tenerlas por basura, para ganar a Cristo y ser hallados en El. Como resultado, conoceremos a Cristo de manera experimental. Por consiguiente, el versículo 9 es el resultado del versículo 8, y el versículo 10, el resultado del versículo 9. Sin la excelencia del conocimiento de Cristo (v. 8), no podemos ser hallados en El, porque es precisamente la excelencia de Su conocimiento la que nos permite estimar todas las cosas como pérdida y tenerlas por basura para ganar a Cristo y ser hallados en El. Luego, una vez que hayamos ganado a Cristo y seamos hallados en El, lo conoceremos, es decir, lo disfrutaremos y lo experimentaremos.

Ganar a Cristo es una cosa, y experimentarlo es otra. Por ejemplo, sabemos bien que existe una diferencia entre comprar alimentos y comerlos después de preparados. De modo semejante, ganar a Cristo es como comprar los alimentos, y experimentarlo es como prepararlos y comerlos. Desde luego, antes de comprar los alimentos necesitamos adquirir la excelencia del conocimiento de ellos. Antes de comprar cualquier cosa, primero somos atraídos por la excelencia del conocimiento de dicha cosa. Primeramente, recibimos la excelencia del conocimiento de ciertos alimentos; luego, los adquirimos comprándolos; y finalmente, los disfrutamos al comerlos. De la misma manera, Pablo primero recibió la excelencia del conocimiento de Cristo; después pagó un precio para ganarlo y ser hallado en El, y finalmente, experimentó a Cristo y lo disfrutó. El sabía que ganar a Cristo y ser hallado en El es lo que automáticamente nos permite conocerlo, disfrutarlo y experimentarlo.

UN CONOCIMIENTO SUPERIOR DE CRISTO

La experiencia que tenemos de Cristo jamás puede sobrepasar a la excelencia de nuestro conocimiento de El. En cambio, la excelencia de nuestro conocimiento de Cristo siempre está por encima de nuestra experiencia de El. Nunca se ha dado el caso en que la experiencia que un cristiano tiene de Cristo supere a su conocimiento de El. Si nuestro

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conocimiento de Cristo no aumenta, nuestra experiencia de El tampoco podrá aumentar. Es por eso que no debemos permitir que nos limite el conocimiento de Cristo que hayamos recibido en el pasado.

Tal vez ya sepamos que Cristo es gozo, paz y descanso. Antes de ser salvos, no teníamos esta paz. Pero una vez que recibimos al Señor, obtuvimos paz y gozo. De ninguna manera pretendo menospreciar estos aspectos de nuestro conocimiento de Cristo. Yo también disfruto al Señor Jesús como mi paz, mi descanso y mi gozo. Sin embargo, no debemos conformarnos con un conocimiento limitado de Cristo, sino aspirar continuamente a conocerle más. ¡Cuánto necesitamos la excelencia del conocimiento de Cristo!

La excelencia del conocimiento de Cristo nos atraerá hacia El y nos animará a poner a un lado todo lo demás. Si descubrimos el valor incomparable de Cristo, estimaremos como pérdida, no sólo las cosas mundanas y materiales, sino también nuestra cultura, nuestra religión y nuestra filosofía. Repito que es la excelencia del conocimiento de Cristo la que nos permitirá abandonarlo todo, a fin de ganar a Cristo y ser hallados en El.

NUESTRA DEFICIENCIA EN VIVIR A CRISTO

Nuestra vida diaria testifica lo que somos y dónde nos encontramos en cuanto a nuestra experiencia de Cristo. Tal vez hablemos mucho de Cristo, y no estemos en El en nuestra vida diaria. Quizás seguimos viviendo conforme a nuestra cultura o filosofía nacional, o según nuestra lógica regional. Cuando estamos en las reuniones de la iglesia o con los hermanos, tal vez tengamos mucho de qué hablar de Cristo. No obstante, en nuestra vida diaria, aún nos encontramos en nuestra filosofía nacional, en nuestra lógica regional o en los conceptos que hemos heredado de nuestros padres.

En los años que llevamos en el recobro del Señor, hemos aprendido que el Señor es el Espíritu todo-inclusivo, y que nosotros somos un solo espíritu con El. El Señor es hoy el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Sabemos esto de una manera doctrinal, pero en nuestra vida diaria no somos un solo espíritu con el Señor la mayor parte del tiempo. En lugar de esto, vivimos en nuestra cultura. Es posible que oremos así: “Señor, te agradecemos porque eres el Espíritu vivificante, y porque somos un solo espíritu contigo”, y no nos ejercitemos en vivir a Cristo cada día y momento a momento. Esto demuestra que no ponemos en práctica el hecho de ser un solo espíritu con El.

Hace poco, el Señor me mostró mi carencia en cuanto a vivirlo a El. Esto es lo que más le confieso a El. Día tras día paso muy poco tiempo siendo un solo espíritu con el Señor. La

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mayor parte del tiempo la paso en muchas otras cosas que, aunque son buenas, no son Cristo mismo. Puesto que esta es la condición de la mayoría de nosotros, necesitamos la misericordia del Señor.

Tanto el Señor como nosotros hemos llegado a un punto crítico. La situación en la que nos encontramos hoy es muy delicada. Es cierto que tenemos la visión de que Cristo es nuestra vida, que El es el Espíritu vivificante y que somos un solo espíritu con El, y hablamos mucho acerca de Cristo. Pero por otra parte, no vivimos a Cristo todo el tiempo en nuestra vida diaria y los demás no nos hallan siempre en Cristo. Probablemente estamos muy familiarizados con Filipenses 3:7-10. Pero la pregunta es: ¿Cuánto hemos ganado de Cristo? ¿Cuánto de nuestro tiempo estamos en Cristo, de modo que los demás nos hallen en El? ¿Qué tanto de Cristo conocemos de manera experimental? Debido a nuestra urgente necesidad de experimentar a Cristo, no tengo ningún interés en impartirles enseñanzas bíblicas en estos mensajes. Mi carga consiste más bien en ministrar Cristo a los santos para que ellos puedan crecer en la vida divina, que es Cristo mismo, y puedan así avanzar en la experiencia y en el disfrute de Cristo.

EXPERIMENTAR A CRISTOEN EL PODER DE SU RESURRECCION

En Filipenses 3:10 leemos: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. Este versículo muestra que Pablo no sólo anhelaba conocer a Cristo, sino que también aspiraba a conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. El poder de la resurrección de Cristo es Su vida de resurrección, la cual lo resucitó de los muertos (Ef. 1:19-20). La realidad del poder de la resurrección de Cristo es el Espíritu (Ro. 1:4). Conocer y experimentar este poder requiere que seamos identificados con la muerte de Cristo y que seamos configurados a ella. La muerte es la base de la resurrección. Para experimentar el poder de la resurrección de Cristo, necesitamos vivir una vida crucificada, tal como El lo hizo. Una vez que somos configurados a Su muerte, se activa el poder de Su resurrección a fin que Su vida divina sea expresada en nosotros.

La participación en los padecimientos de Cristo (Mt. 20:22-23; Col.1:24), es un requisito necesario para experimentar del poder de Su resurrección (2 Ti. 2:11), y para ser conformados a Su muerte. Pablo procuraba conocer y experimentar no sólo la excelencia de Cristo mismo, sino también el poder vital de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos. En el caso de Cristo, los sufrimientos y la muerte vinieron primero, seguidos por la resurrección. Pero en el caso nuestro, el poder de Su resurrección viene primero, seguido de la participación en Sus padecimientos y el ser conformados a Su muerte. Primero, recibimos el poder de Su resurrección; luego, por este poder, somos

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capacitados para participar en Sus padecimientos y vivir una vida crucificada en conformidad con Su muerte. Tales padecimientos sirven principalmente para producir y edificar el Cuerpo de Cristo.

Ser conformados a la muerte de Cristo es la base para experimentar a Cristo. Si no somos conformados a Su muerte, no tenemos ninguna base para experimentarlo. Por tanto, si queremos experimentar a Cristo, debemos primero ser conformados a Su muerte, y para esto, es necesario que participemos de Sus padecimientos. Cuando participamos en los padecimientos de Cristo, somos trasladados a una posición en la que podemos experimentar el poder de Su resurrección. Sólo después de experimentar el poder de la resurrección de Cristo, llegamos realmente a conocerlo.

La secuencia que vemos en Filipenses 3 es: conocer a Cristo, el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte. Sin embargo, en nuestra experiencia espiritual sucede al contrario. Diariamente somos configurados a la muerte de Cristo; luego, participamos en Sus padecimientos; después, conocemos el poder de Su resurrección, y al conocer este poder, conocemos a Cristo mismo. Conforme a lo que nos dice Pablo, primero obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo al recibir una visión de El; en segundo lugar, estimamos todas las cosas como pérdida; en tercer lugar, ganamos a Cristo y somos hallados en El, y, por último, conocemos a Cristo, es decir, lo experimentamos.

Si queremos experimentar a Cristo, debemos estar en el poder de la resurrección, no en la vida natural. Cuanto más conozcamos el poder de Su resurrección, más participaremos en Sus padecimientos, y así tendremos la comunión en Sus padecimientos. Luego, al tener comunión en los padecimientos de Cristo, somos configurados a Su muerte, y una vez que esto sucede, entramos en el poder de Su resurrección. Este poder, el poder de la resurrección, es el que nos permite conocer a Cristo y experimentarlo.

NUESTRA MAYOR NECESIDAD:RECIBIR UNA VISION DE CRISTO

Es crucial que recibamos una visión de Cristo que nos permita obtener la excelencia de Su conocimiento. Puedo testificar que todos los mensajes que di acerca de Cristo basados en la epístola de Colosenses, me ayudaron mucho a obtener la excelencia del conocimiento de Cristo. El conocimiento de Cristo presentado en este libro dejó una profunda impresión en mí. Conforme a Colosenses, Cristo es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, la Cabeza del Cuerpo y el

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Primogénito de entre los muertos. Colosenses nos revela al Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso.

Si adquirimos la excelencia del conocimiento de Cristo como lo presenta el libro de Colosenses, podremos testificar que Cristo no sólo es nuestra paz y nuestro gozo, sino también la porción de los santos, el misterio de Dios y la corporificación de la plenitud de la Deidad. En efecto, esta epístola nos revela que Cristo es nuestra paz, pero esta paz no se revela de manera común. En Colosenses 3:15, vemos que la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones. No se requiere la excelencia del conocimiento de Cristo para afirmar que El es la paz. Sin embargo, saber que Cristo es la paz que arbitra en nuestros corazones, exige que tengamos un excelente conocimiento de El.

En Filipenses 3 Pablo usa varias expresiones extraordinarias. En dicho capítulo, él no dice que Cristo es nuestro gozo, nuestra paz o nuestro descanso. En lugar de eso, él expresa su deseo de ganar a Cristo y de ser hallado en El; habla de conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, y de ser configurado a Su muerte. Primero necesitamos ver todos estos asuntos, y luego debemos orar para que el Señor nos conceda la gracia de experimentarlos.

Muy pocos cristianos conocen al Cristo presentado en Colosenses y Filipenses. A pesar de que conocen al Señor Jesús como su Salvador y Redentor, y como su gozo, su paz y descanso, aún no han visto que El es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación y el Primogénito de entre los muertos. ¡Oh, cuánto necesitamos la excelencia del conocimiento de Cristo!

Conocer a Cristo en todos estos aspectos es experimentarlo y disfrutarlo en realidad. Debemos disfrutar de la comunión en los padecimientos de Cristo, a fin de ser configurados a Su muerte y conocer el poder de Su resurrección. Pero para ello, debemos olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante (v. 13). Olvidemos lo que queda atrás y sigamos a lo que está delante, a una experiencia más elevada y más profunda de Cristo.

NECESITAMOS CONOCER MASPARA EXPERIMENTAR MAS

En los versículos del 7 al 11 Pablo nos lleva todavía más lejos. Estos versículos no se encuentran en un mismo nivel; más bien son como los peldaños de una escalera, los cuales nos llevan más y más arriba, hasta llevarnos a la cumbre que se describe en el versículo 11. Animo a todos los santos a que examinen de manera juiciosa y detallada cada uno de los puntos que se presentan en estos versículos. Necesitamos meditar en

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ellos y leerlos en oración, de manera que nuestro conocimiento de Cristo aumente cada vez más. No debemos conformarnos con un conocimiento elemental de los asuntos espirituales. Debemos conocer lo que significa la excelencia del conocimiento de Cristo y estimar todas las cosas como pérdida, y entender qué quiere decir: ganar a Cristo, ser hallados en El, conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Asimismo, debemos entender lo que significa ser configurados a la muerte de Cristo. Pidamos al Señor que nos revele todas estas cosas. Debemos preguntarle cuál es el significado de cada una de las frases que se hallan en estos versículos. Puesto que son temas profundos, no podemos comprenderlos rápida y fácilmente.

No debemos conformarnos con ser cristianos superficiales. Filipenses no es un libro elemental; antes bien, es un libro que se halla en un “nivel universitario” en cuanto a la experiencia espiritual. Por tanto, no debemos estar satisfechos con un conocimiento general de este libro. Por el contrario, debemos tratar de conocer bien las expresiones extraordinarias que Pablo usó en esta epístola, y entonces podremos tener la experiencia. Esto nos sacará de nuestra vejez y nos guardará de hablar de Cristo de una manera común y vaga. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y aumente nuestro conocimiento de El, para que podamos experimentarlo cada vez más.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTIDOS

CONFIGURADOS A LA MUERTE DE CRISTOPARA ALCANZAR LA SUPERRESURRECCION

DE ENTRE LOS MUERTOS

Lectura bíblica: Fil. 3:10b-11; Jn. 6:57; 1 Co. 9:24-26; 2 Ti. 4:7-8; 1 Ts. 4:16; 1 Co. 15:52; He. 11:35; Ef. 2:5-6; Ro. 8:6, 11

LA INFLUENCIA DE LASCARACTERISTICAS NACIONALES

Es fácil ver que las cosas materiales pueden llegar a reemplazar a Cristo en nuestra vida e impedirnos disfrutarlo. Pero es difícil darse cuenta de que cosas como por ejemplo, la religión, la filosofía y la cultura, pueden también sustituir a Cristo. Durante el transcurso de los años he conocido a muchos hermanos de distintas nacionalidades, que eran espirituales y buscaban al Señor con sinceridad. Y aunque hasta cierto punto todos progresaron espiritualmente, prácticamente ninguno de ellos abandonó por completo su cultura nacional. Por ejemplo, entre los hermanos de China, eran pocos los que vivían

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fuera de la ética china. En la mayoría de ellos, la filosofía china formaba parte de su constitución. Ni aún los mejores cristianos pueden liberarse completamente de esta influencia. Con esto no quiero decir que las enseñanzas morales sean malas, pues durante siglos han preservado a las personas. Sin embargo, dichas enseñanzas no son Cristo mismo. Dios no desea que vivamos conforme a ciertas enseñanzas morales. La ética no forma parte de la nueva creación ni forma parte de Cristo, del Espíritu, ni de la vida de resurrección. Todo lo que se relaciona con Cristo debe estar en resurrección, en la nueva creación y debe pertenecer al Espíritu.

El hermano Nee tenía la capacidad de discernir entre la ética y Cristo. No he conocido a nadie que se compare con él en este respecto. Un día, tuvimos una extensa comunión acerca de la diferencia que existe entre Cristo y la ética que enseña Confucio. Pocos cristianos de China tenían un discernimiento tan agudo como él. El problema más grave no es el hecho de vivir según una ética filosófica, sino el hecho de no ver la diferencia que existe entre dicha ética y Cristo mismo.

Con respecto a este asunto, me preocupa la condición de muchos santos que están en el recobro del Señor. A pesar de que han estado bajo este ministerio por años, aún no han adquirido el debido discernimiento entre la ética filosófica y Cristo. Además, es posible que los que tienen un poco de discernimiento, no se den cuenta de que viven más en la esfera de la ética que en Cristo. Quizás su ética sea buena, pero el hecho es que la vida que llevan no está en resurrección ni tiene nada que ver con Cristo, con el Espíritu, ni con la nueva creación.

Puedo testificar que por la misericordia del Señor soy capaz de discernir entre Cristo y la ética. Cristo no tiene nada que ver con la ética china, y la ética tampoco tiene nada que ver con El. Sin embargo, aunque puedo ver la diferencia, no estoy tan seguro de que en mi vida diaria me encuentre totalmente fuera de la esfera de la ética y esté enteramente en Cristo. Es posible que aún me encuentre, al menos hasta cierto grado, bajo la influencia de las enseñanzas éticas. Creo que sólo tendré la certeza de estar absolutamente en Cristo, cuando haya entrado plenamente en la resurrección y haya sido arrebatado. Por ahora, lo único que puedo decir es que tengo el discernimiento. No puedo afirmar que viva continuamente en Cristo, y que esté lejos de la esfera de la ética. Las enseñanzas éticas, sin lugar a dudas, son buenas, pero no son Cristo. Por tanto, si queremos vivir en Cristo y estar lejos de la ética, lo primero que tenemos que hacer es desarrollar mayor discernimiento para distinguir entre la ética y Cristo.

Lo anterior también se aplica a los cristianos de diferentes nacionalidades. Hace mucho tiempo fui recibido como huésped de honor en un grupo cristiano de Inglaterra, el cual era muy conocido por su espiritualidad. Durante mi estancia allí, observé que los santos,

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y en especial los ancianos, se comportaban la mayor parte del tiempo en su diplomacia británica. Los ancianos se sometían al anciano principal que estaba entre ellos. Delante de él se comportaban con gran cortesía y amabilidad. Pero en cuanto tenían la oportunidad, hablaban mal de él. A pesar de que gran parte de la literatura espiritual provenía de este grupo, los creyentes de aquel lugar no expresaban una espiritualidad muy alta ni genuina. En lugar de ello, vivían conforme a su diplomacia. No hay duda de que amaban al Señor. Pero en su vida diaria practicaban la diplomacia en lugar de vivir en Cristo. Podría decirse que los chinos llevan la ética filosófica en la sangre, pero lo mismo podríamos afirmar de los hermanos de Inglaterra en cuanto a su diplomacia.

Doy estos ejemplos para mostrarles que, por muy sinceros que sean los creyentes en su búsqueda del Señor, siguen bajo la influencia de sus características nacionales. En su vida diaria dependen más de su cultura que de Cristo. Cuando Pablo dijo que estimaba todas las cosas como pérdida, él no se refería principalmente a las cosas materiales, sino a la religión, la cultura y la filosofía. Tal vez estemos dispuestos a estimar las cosas materiales como pérdida por causa de Cristo, pero no estamos dispuestos a dejar nuestra cultura ni nuestras características nacionales. Sin embargo, la religión, la cultura y las características nacionales formaban parte de las cosas que Pablo consideró como pérdida, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en El. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero no están en resurrección ni pertenecen a la nueva creación. Además, tampoco provienen de Cristo ni del Espíritu.

LA NECESIDAD DE ADQUIRIR LA EXCELENCIADEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

Aunque amemos mucho al Señor y aunque todos los días tengamos un tiempo de oración en el Espíritu, es posible que en la práctica vivamos conforme a otras cosas que no son Cristo mismo. Es posible que los hermanos chinos vivan según su ética, y que los santos británicos vivan conforme a su diplomacia. Hacemos esto de manera espontánea y automática. Cuánto necesitamos la visión de la excelencia de Cristo. Si tenemos la excelencia del conocimiento de Cristo, veremos que El está muy por encima de los mejores rasgos nacionales y de todo elemento cultural. Unicamente la excelencia del conocimiento de Cristo puede liberarnos de la influencia de todas las cosas que no son Cristo mismo.

Es relativamente sencillo tomar a Cristo como nuestra paz, nuestro gozo y nuestro descanso. Pero cuando consideramos otros aspectos más elevados de El, nos parecen muy difíciles de aplicar. Por ejemplo, tal vez hayamos escuchado que Cristo es el misterio de la economía de Dios, pero no sepamos cómo aplicar este aspecto a nuestra vida diaria. Es como si hubiera un abismo entre este aspecto de Cristo y nuestra vida

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diaria. De igual manera, se nos hace difícil experimentar a Cristo como el cuerpo, es decir, la realidad, de todas las cosas positivas. Por tanto, es urgente que oremos al respecto.

A pesar de que la luz resplandece entre nosotros, no parece tener mucho efecto en nuestra vida diaria. Mientras estamos en las reuniones, bajo el resplandor de la luz, tal vez nos impresione mucho ver la excelencia de Cristo, pero al volver a nuestras casas, seguimos siendo los mismos. Necesitamos pedir con gran ahínco que podamos ver la excelencia del conocimiento de Cristo. Si recibimos tal conocimiento de una manera real y práctica, todo lo que pertenezca a nuestra vida humana que no sea Cristo mismo, será aniquilado. La excelencia del conocimiento de Cristo neutraliza la influencia que ejercen sobre nosotros nuestras características nacionales y nuestra filosofía regional. Por experiencia puedo testificar que la excelencia del conocimiento de Cristo acaba con todas las cosas buenas que reemplazan a Cristo en nuestra vida.

EL PODER DE LA RESURRECCION DE CRISTO

En Filipenses 3:10 Pablo habla del poder de la resurrección de Cristo. El poder de la resurrección de Cristo es Su vida de resurrección, la cual lo resucitó de entre los muertos (Ef. 1:19-20). La vida divina de Cristo incluye el elemento de la resurrección. Es por eso que aún antes de resucitar, el Señor le dijo a Marta: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). La realidad de la vida de resurrección de Cristo es el Espíritu. Aunque la resurrección es abstracta y misteriosa, y nadie la puede definir, sí podemos conocer al Espíritu, quien es la realidad de la resurrección. El Espíritu de Cristo es la realidad de la resurrección de Cristo. Por tanto, donde está el Espíritu de Cristo, allí también está la resurrección. Puesto que el Espíritu está ahora en nosotros, el poder de la resurrección de Cristo también se encuentra en nosotros.

No debemos dejarnos afectar por el concepto pentecostal de que si oramos y ayunamos por largas horas, súbitamente seremos revestidos de poder espiritual. Según dicho concepto, el poder divino viene inesperadamente sobre aquellos que lo procuran con ayuno y oración. Esto no concuerda con la enseñanza espiritual y verdadera que se revela en el Nuevo Testamento. Conforme a lo que el Nuevo Testamento revela, cuando creemos en el Señor Jesús somos regenerados y recibimos el Espíritu, el cual llega a ser el poder de resurrección en nosotros.

Tomemos como ejemplo una semilla de clavel, para entender mejor la manera en que opera la vida de resurrección. Aunque esta semilla es tan pequeña, contiene una poderosa vida capaz de brotar y producir claveles. Puesto que el elemento de vida ya se encuentra dentro de la semilla, no es necesario añadirle ningún poder externo. Lo único

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que se requiere es que la semilla caiga en la tierra y muera. Si muere, su cáscara se romperá y la vida será liberada, no “desde lo alto”, sino desde el interior de la semilla.

SER CONFIGURADOS A LA MUERTE DE CRISTO

El ejemplo de la semilla de clavel va muy de acuerdo con la revelación que presenta el Nuevo Testamento. Por haber nacido de nuevo, tenemos la semilla de Dios en nuestro interior. De acuerdo con 1 Juan 3:9, la simiente de Dios permanece en todos aquellos que han nacido de El. Dicha simiente contiene la vida divina, y esta vida es el poder de la resurrección. Pero la cáscara exterior necesita ser quebrada a fin de que la vida de resurrección brote de la semilla. Esto implica sufrimientos.

En 3:10, Pablo habla también de la comunión en los padecimientos de Cristo y de ser configurados a Su muerte. La comunión en Sus padecimientos es, de hecho, nuestra participación en Sus padecimientos. A lo largo de Su vida Cristo pasó por un proceso de quebrantamiento, a fin de que el poder de vida fuese liberado desde Su interior. Esto puede verse especialmente cuando murió en la cruz. La semilla de la vida divina ahora está en nuestro ser, y lo único que nos resta es que ser quebrantados para que el poder de vida que se encuentra encerrado en nosotros pueda ser liberado. Si nuestro hombre exterior es quebrantado, brotará el poder de vida de la semilla que está en nosotros.

Finalmente, el quebrantamiento del hombre exterior dará por resultado que seamos plenamente configurados a la muerte de Cristo. Así, la muerte de Cristo llega a ser el modelo o patrón de nuestro quebrantamiento. Entonces podemos aplicar a Cristo a cada una de las necesidades de nuestra vida diaria. Si necesitamos poder, El será poder para nosotros, y si necesitamos paciencia, El será nuestra paciencia. Esto es lo que significa conocer a Cristo, experimentarlo y disfrutarlo.

En 3:10 Pablo usa la expresión “configurándome a Su muerte”. Esta expresión indica que su deseo era hacer de la muerte de Cristo el molde de su propia vida. Tal como la masa de un pastel toma la forma del molde en que se vierte, así nosotros somos configurados al molde de la muerte de Cristo. Pablo llevaba continuamente una vida crucificada, una vida bajo la cruz, tal como la que Cristo vivió en la tierra. Mediante tal vida, uno experimenta y expresa el poder de resurrección de Cristo. El molde de la muerte de Cristo implica la experiencia que tuvo Cristo de hacer morir continuamente Su vida humana para vivir por la vida de Dios (Jn. 6:57). Nuestra vida debe configurarse a tal molde, esto es, morir a nuestra vida humana, a fin de vivir la vida divina. Ser configurados a la muerte de Cristo es el requisito fundamental para conocerlo y experimentarlo a El, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos.

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En nuestra vida diaria debemos ser “la masa” que se conforma al molde de la muerte de Cristo. Si permitimos que las situaciones de presión nos introduzcan en este molde, nuestra vida será conformada al modelo de la muerte de Cristo. Este era el concepto de Pablo cuando hablaba de ser configurado a la muerte de Cristo.

VIVIR LA VIDA DIVINA PORMEDIO DE LA VIDA HUMANA

Cuando el Señor Jesús vivió en la tierra, llevó una vida crucificada. El Señor poseía dos vidas: la vida divina y la vida humana. El deseo de Dios era que el hombre Jesús viviera la vida divina por medio de Su vida humana. No deseaba que solamente viviera y expresara la vida humana. Antes bien, Su intención era que el Señor Jesús viviera la vida divina por el canal de la vida humana.

Tomemos el ejemplo de un injerto. Cuando se injerta una rama en un árbol, ésta deja de vivir su propia vida, y a cambio de ello, disfruta de la vida del árbol en el que ha sido injertada. Esto implica que la vida del árbol fluye en ella.

Cuando el Señor Jesús vivió en la tierra, hizo morir continuamente Su vida humana, para que la vida divina que estaba en El pudiera expresarse libremente. Este es el modelo de la muerte de Cristo. A los ojos de los hombres, el Señor Jesús fue crucificado al final de Su ministerio, pero a los ojos de Dios, El fue crucificado a lo largo de toda Su vida en la tierra. Esto lo comprueba el hecho de que se hizo bautizar al inicio de Su ministerio, con lo cual indicaba que había muerto a Sí mismo. Al ser bautizado por Juan, El declaraba que vivía Su vida humana bajo el poder aniquilador de la cruz. Su vida humana fue continuamente crucificada, a fin de que la vida divina pudiera expresarse. ¡Cuán maravillosa fue la vida del Señor Jesús!

Tal vida presenta el modelo de la muerte de Cristo. Según este modelo, Cristo hizo morir continuamente Su vida humana para que Su vida divina fluyera libremente. Este es el molde de la vida de Cristo y también el molde de Su muerte.

Ciertamente la vida humana del Señor Jesús era excelente. Pero aún teniendo una vida humana tan excelente, tuvo que morir para que la vida divina pudiera liberarse. Por favor, presten atención al hecho de que la vida humana del Señor debía morir, no porque fuese mala en algún aspecto, sino para que la vida divina pudiera manifestarse. Esta es la razón por la que Su vida humana tenía que ser rechazada, quebrantada y aniquilada. Nosotros también debemos vivir conforme al mismo principio. Por haber creído en Cristo y haber sido regenerados por el Espíritu, poseemos también la vida

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humana y la vida divina. Y no importa cuán buena sea nuestra vida humana, ésta debe ser aniquilada si hemos de expresar la vida divina.

No obstante, la mayoría de los cristianos creen que sólo deben eliminar los elementos negativos de su vida humana. Según su manera de pensar, si la vida humana de una persona es buena en todos los aspectos, no necesita ser aniquilada. Pero éste es un concepto erróneo. Todos los aspectos de la vida humana, sean buenos o malos, deben morir, a fin de que la vida divina se exprese libremente. Esto implica que incluso la ética china y la diplomacia británica, que son elementos de la vida humana, también deben morir. Todo lo que pertenezca a la vida humana deberá ser aniquilado para permitir que la vida divina sea expresada. Debemos llevar a diario una vida crucificada, que consiste en hacer morir continuamente la vida humana para que la vida divina, que está dentro de nosotros, pueda manifestarse. Esto es lo que significa ser configurados a la muerte de Cristo.

No pensemos que un creyente sólo puede ser configurado a la muerte de Cristo cuando es martirizado. No, de hecho, la configuración a Su muerte debe ser una experiencia diaria. Cuando hablamos con nuestro cónyuge, nuestros padres, nuestros hijos o nuestros compañeros, debemos hacer morir nuestra vida natural y no vivir conforme a ella. Sólo cuando le demos muerte a nuestra vida natural, estaremos conscientes de que en nosotros hay otra vida, a saber, la vida divina. Una vez que nuestra vida natural sea aniquilada, la vida divina será liberada. Entonces, de manera práctica, seremos configurados a la muerte de Cristo.

UN PROBLEMA GRAVE

La mayoría de los cristianos sólo hace morir los aspectos negativos de su vida natural. Ellos se aferran a sus buenas cualidades y tratan de preservarlas. Los que pertenecen a cierta nacionalidad, valoran grandemente su filosofía y demás rasgos nacionales. Los chinos se sienten orgullosos de su ética filosófica, y los estadounidenses, de su franqueza y sinceridad. Muy pocos cristianos están dispuestos a abandonar sus características nacionales para expresar la vida divina en su vivir. Pese a que estamos dispuestos a hacer morir muchas cosas, seguimos considerando nuestras características nacionales como si éstas fueran un tesoro de gran valor. Si bien no lo hacemos de manera consciente, sí lo hacemos de manera inconsciente. Como resultado, algunos elementos de nuestra vida natural quedan sin morir. Estos llegan a convertirse en una enorme roca que impide que el poder de la resurrección de Cristo pueda ser liberado desde nuestro interior.

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Si valoramos algún elemento de nuestra vida natural, éste se convertirá en un problema grave que estorbará nuestra experiencia de Cristo. Tal vez no estemos dispuestos a hacer morir cierta parte de nuestro ser, y no permitamos que ésta sea configurada a la muerte de Cristo. Por lo tanto, esa parte de nuestra vida natural se convertirá en un obstáculo para la vida divina. Esta es la razón por la que, después de buscar al Señor y de experimentarlo por años, tal vez hayamos llegado a un punto en que nos sentimos estancados y sin ninguna posibilidad de avanzar. Es posible que hayamos experimentado un crecimiento rápido durante las primeras etapas de nuestra vida cristiana, y que ahora nuestro crecimiento se haya detenido, debido que la “roca” de nuestras características nacionales aún permanece en nosotros. Muchos pueden testificar que ésta es exactamente la situación en la que se encuentran.

Algunos santos han sido estorbados por esta “roca” durante mucho tiempo. Pasan los años y ellos siguen igual. No han tenido ningún progreso espiritual. Esta carencia se debe a que no han hecho morir sus características nacionales ni las han estimado como pérdida. Es probable que dichos hermanos estén dispuestos a tenerlo todo por basura, con excepción de sus características nacionales. Tal vez algunos declaren que lo tienen todo por basura, pero por lo menos este asunto permanece en ellos de forma oculta. ¡Que el Señor brille sobre nosotros y nos muestre esta insuficiencia y la raíz de ella!

Nuestra falta de progreso se debe a que no hemos sido plenamente configurados a la muerte de Cristo. Tal vez años atrás, usted experimentó más el ser configurado a la muerte de Cristo que ahora. Debido a que no hemos tenido ningún progreso al respecto, nuestro crecimiento en vida se ha visto estancado y nuestra experiencia del poder de la resurrección de Cristo ha sido muy limitada. Esto nos impide tener experiencias más ricas y elevadas de Cristo. Esta es precisamente la razón por la que, en lugar de tener nuevas experiencias, seguimos viviendo en nuestras experiencias pasadas y hablando de ellas una y otra vez.

PROCESADOS EN RESURRECCION

Pablo escribe en el versículo 11: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. Esto requiere que nosotros corramos triunfalmente la carrera para obtener el premio (1 Co. 9:24-26; 2 Ti. 4:7-8).

La superresurrección de entre los muertos es la resurrección sobresaliente, la cual será un premio para los santos vencedores. Todos los creyentes que hayan muerto en Cristo tendrán parte en la resurrección de los muertos cuando el Señor regrese (1 Ts. 4:16; 1 Co. 15:52). Pero los santos vencedores disfrutarán una porción extra, una porción sobresaliente de esa resurrección. Esta es la “mejor resurrección” de la cual habla

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Hebreos 11:35. La mejor resurrección no se refiere a la primera resurrección (Ap. 20:4-6), a la resurrección de vida (Jn. 5:28-29), sino a la superresurrección, la resurrección en la que los vencedores del Señor recibirán el galardón del reino. Esto era lo que procuraba el apóstol Pablo.

Llegar a esta resurrección indica que todo nuestro ser ha sido resucitado poco a poco y continuamente. Dios primero resucitó nuestro espíritu, el cual estaba en una condición de muerte (Ef. 2:5-6); luego, de nuestro espíritu, El pasa a resucitar nuestra alma (Ro. 8:6) y finalmente nuestro cuerpo mortal (Ro. 8:11), hasta que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea completamente resucitado y rescatado de nuestro viejo ser,por Su vida y con Su vida. Esto es un proceso en vida por el cual tenemos que pasar, y una carrera que tenemos que correr hasta que lleguemos a la superresurrección, nuestro premio. Por consiguiente, la superresurrección debe ser la meta y el destino de nuestra vida cristiana. Podemos llegar a esta meta solamente al ser configurados a la muerte de Cristo, o sea, al llevar una vida crucificada. En la muerte de Cristo somos procesados en resurrección, siendo trasladados de la vieja creación, a la nueva.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTITRES

GANAR A CRISTO AL SEGUIRLE

Lectura bíblica: Fil. 3:12-14

I. NO PERFECCIONADOS AUN, PERO PROSIGUIENDO

En Filipenses 3:7-11, Pablo presenta la manera de experimentar a Cristo. En los versículos 12-14, él se aplica a sí mismo las palabras mencionadas en los versículos 7-11. En el versículo 12, él dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. La palabra griega traducida “perfeccionado” significa también completado o madurado en vida. Las palabras de Pablo indican que él todavía estaba creciendo y que no consideraba haber alcanzado ya la plena madurez. Si el apóstol Pablo, quien había crecido tanto en la vida divina y había acumulado tantas experiencias de Cristo, no pretendía haberlo alcanzado ni haber sido ya perfeccionado, ¡con cuánta mayor razón nosotros deberíamos adoptar la misma actitud!

En el versículo 12 Pablo escribe: “Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. El verbo griego traducido “asir” significa también ganar, echar mano o tomar posesión. También podría traducirse capturar. Pero para

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hacerlo más sencillo, en este mensaje usaremos simplemente el verbo “ganar”. Pablo anhelaba ganar a Aquel que lo había ganado a él. Cuando Pablo se convirtió, fue ganado por Cristo. Cristo ganó a Pablo con la intención de que Pablo lo ganara a El.

Son pocos los cristianos que hablan de su conversión de esta manera. ¿Alguna vez ha escuchado a alguien decir que cuando se convirtió, Cristo lo ganó para que él ganase a Cristo? Todos deberíamos estar conscientes de que Cristo nos ganó con el fin de que nosotros lo ganemos a El. Además, deberíamos usar las mismas expresiones de Pablo cuando hablamos de nuestra experiencia de conversión. En realidad, Cristo no nos ganó principalmente para que recibamos el perdón, la redención y la salvación, ni para que vayamos al cielo. No, Cristo nos ganó con el expreso propósito de que nosotros lo ganemos a El.

¿Se había dado cuenta de que Cristo lo ganó a usted? En el momento de su conversión, El lo atrapó y usted fue asido y ganado por El. En ese momento, el Señor tomó posesión de usted. Ahora le es imposible escaparse de El. El Señor tiene la tierra entera en Sus manos. ¿Cómo podría escaparse de El? Además, El es muy paciente con nosotros; no se ofende ni se irrita fácilmente. En ocasiones los cristianos proyectan una imagen equivocada del Señor Jesús, dejando en los demás la impresión de que el Señor se enoja tan pronto como un cristiano actúa incorrectamente. Sin embargo, el Señor es capaz de ser paciente con nosotros por mucho tiempo sin llegar a enojarse. A El no le molesta que intentemos escaparnos de El, pues bien sabe que, una vez nos haya ganado, jamás nos podremos escapar.

Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús por primera vez, fuimos “pescados” por El. Es muy importante que invoquemos, porque al hacerlo, El nos gana. Y una vez que nos gana, ya no tenemos escapatoria. Algunos cristianos han testificado que por años trataron de mantenerse alejados del Señor, pero que finalmente tuvieron que regresar a El.

El Señor tomó posesión de nosotros para que nosotros tomemos posesión de El. Este es el propósito por el que fuimos asidos por El. Cristo desea que lo ganemos. El nos salvó con la meta de atraparnos para que tomáramos plena posesión de El. Ni el mismo Pablo, cuando escribió la epístola a los filipenses, consideraba haberlo ganado plenamente, pero proseguía con miras a ganarlo.

En Filipenses 3 Pablo usa tres verbos griegos diferentes, los cuales son traducidos como ganar, alcanzar y asir. Sin embargo, el significado de ellos es similar, ya que alcanzar equivale a ganar, y ganar es lo mismo que asir. La más fuerte de estas acciones es asir. Cristo se asió de nosotros para que nosotros podamos asirlo; El nos ganó a fin de que

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nosotros lo ganemos a El. Por consiguiente, la vida cristiana consiste en ganar a Cristo. ¿Cuánto ha ganado usted de Cristo? Esta es una pregunta crucial. Crecemos en vida al ganar a Cristo. La medida en que ganamos a Cristo determina la medida de nuestro crecimiento. Tenemos que ganar a Cristo a fin de crecer en vida. El crecimiento espiritual se mide conforme a cuánto hayamos ganado de Cristo.

Espero que aprovechemos Filipenses 3:12 para enriquecer nuestro vocabulario en cuanto a la experiencia de conversión y de salvación. Conforme a este versículo, convertirse a Cristo significa que El nos gana para que nosotros lo ganemos a El. Ganar a Cristo es un asunto que dura toda la vida. Día tras día debemos hacer de esto nuestra meta. Aun mientras Pablo estaba en la cárcel, él buscaba ganar a Cristo.

La palabra “si” que usó Pablo en el versículo 12 indica que él mismo no estaba muy seguro de la medida de su crecimiento. Es bueno que tengamos la certeza de que somos salvos, pero no la certeza de haber crecido plenamente en vida. Si nos sentimos muy seguros de haber crecido satisfactoriamente en vida y de encontrarnos en un nivel elevado, puede ser que en realidad no hayamos crecido lo suficiente. Más bien, lo que debemos hacer es seguir el ejemplo de Pablo y declarar juntamente con él: “por ver silogro asir aquello...”

En los versículos 13 y 14, Pablo añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo Jesús”. Pablo había experimentado a Cristo y ganado de El en gran manera; con todo y eso, no consideraba que hubiese experimentado a Cristo en plenitud o que lo hubiese ganado cabalmente. Esta era la razón por la que proseguía con todas sus fuerzas hacia la meta, que consistía en ganar a Cristo al máximo grado.

En el versículo 13 Pablo habla de olvidar lo que queda atrás. A fin de ganar a Cristo a lo sumo, el apóstol Pablo no sólo había olvidado las experiencias que había tenido en el judaísmo, sino que también se negaba a estancarse en sus antiguas experiencias de Cristo. Estancarnos en nuestras experiencias pasadas, por muy genuinas que éstas hayan sido, estorba nuestra búsqueda de Cristo.

En el versículo 13, Pablo dice que se extiende a lo que está delante. El sabía que Cristo era insondablemente rico y que Sus riquezas eran un vasto territorio aún por poseer. Por tanto, él se extendía para ver si podía llegar a los confines de dicho territorio.

El apóstol proseguía a la meta para alcanzar el premio. Cristo es la meta y también el premio. La meta es el pleno disfrute de Cristo y el hecho de ganarlo a El; mientras que el

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premio es el máximo disfrute de Cristo en el reino milenario como recompensa para los corredores que obtengan la victoria en la carrera neotestamentaria. Para llegar a la meta y alcanzar el premio, Pablo continuamente olvidaba lo que quedaba atrás y se extendía a lo que estaba delante. Esto es lo que significa ganar a Cristo siguiéndole.

Pablo era un creyente maduro y un apóstol con mucha experiencia, y aun así declaró que todavía no lo había alcanzado, ni había sido plenamente perfeccionado. El no consideró ya haber obtenido el deleite pleno de Cristo, ni la plena madurez en vida. Por supuesto que había recibido la salvación común, por medio de la fe común (1 Ti. 1:14-16), pero todavía seguía a Cristo con miras a ganarlo. Además, lo buscaba para obtener la porción especial de la resurrección. Si hemos de recibir esta porción, llamada la superresurrección, debemos proseguir, correr y terminar nuestra carrera triunfalmente.

Al igual que Pablo, nosotros también fuimos regenerados, pero aún no hemos sido perfeccionados ni hemos llegado a la plena madurez en la vida divina. Cuando nos convertimos, fuimos ganados por Cristo para ganarlo a El. Pero como todavía no hemos sido plenamente perfeccionados, seguimos en pos de Cristo.

II. COMO IR EN POS DE CRISTO

Para ir en pos de Cristo, lo primero que debemos hacer es reconocer que aún no lo hemos alcanzado. Luego, debemos hacer una sola cosa: olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante.

La meta a la que proseguimos es el pleno disfrute de Cristo, y el premio que obtenemos es el deleite máximo de Cristo. Esta porción superior nos será otorgada en el reino milenario, durante el cual los vencedores disfrutarán a Cristo de una manera extraordinaria. El disfrute extraordinario de Cristo corresponde a la superresurrección mencionada en el versículo 11. Para entender mejor lo que es la superresurrección, tomemos el ejemplo de la ceremonia de graduación de un grupo de estudiantes de secundaria. Durante la entrega de diplomas, los estudiantes más sobresalientes disfrutan de una porción superior. Aunque todos se gradúan al mismo tiempo, sólo unos cuantos disfrutarán esta porción especial. Conforme al mismo principio, todos los creyentes que hayan muerto antes del regreso del Señor, resucitarán, pero sólo algunos disfrutarán de una resurrección extraordinaria y excepcional. Pablo se refiere a ella como la superresurrección de entre los muertos, la cual será un premio reservado para los creyentes que hayan terminado triunfalmente la carrera neotestamentaria.

Muchos cristianos piensan que si resucitan al regreso del Señor, todo estará bien, y que no habrá problemas. Pero este es un concepto equivocado, pues la Biblia revela que

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todos los incrédulos también resucitarán. De acuerdo con Juan 5:28-29, hay dos clases de resurrección: la primera es para vida y, la segunda, para condenación. Los creyentes que hayan muerto resucitarán para vida, es decir, para salvación; mientras que los incrédulos, resucitarán después del milenio para condenación, esto es, para perdición. A la luz de este principio, el cual nos dice que hay más de una clase de resurrección, no debemos suponer que un creyente no tendrá ningún problema por el simple hecho de resucitar. Es posible que tanto creyentes como incrédulos enfrenten serios problemas cuando resuciten. No sólo habrá una distinción entre la resurrección de los creyentes y la de los incrédulos, sino también entre los mismos creyentes que hayan resucitado. Ciertamente todos resucitaremos. Pero de entre nosotros algunos sólo participarán de una resurrección común, lo cual implica que no disfrutarán de la superresurrección. Estos creyentes pueden compararse con la mayoría de los estudiantes que se gradúan. Sin embargo, sólo unos cuantos creyentes disfrutarán de la porción superior de la resurrección; éstos pueden compararse con los estudiantes que se gradúan con honores.

Quizás algunos creyentes no estén de acuerdo con la interpretación de que la meta y el premio mencionados en 3:14 se refieren al reino milenario. Pero en realidad, lo importante no es cómo interpretemos este versículo, sino que entendamos que delante de nosotros hay una meta que alcanzar, y un premio que obtener. No tengo ningún interés en defender mi propia interpretación, sino subrayar el hecho de que hay una meta y un premio. Si queremos llegar a la meta y obtener el premio, debemos correr adecuadamente; de otro modo, ni llegaremos a la meta ni obtendremos el premio.

No nos conformemos con el simple hecho de que, como creyentes que somos, un día resucitaremos. Por supuesto, sí nos “graduaremos” en la resurrección; pero, ¿tendremos derecho a la porción de la superresurrección? Rechacemos la influencia de la enseñanza tan difundida entre los cristianos de hoy, que afirma que todos los creyentes serán reyes durante el milenio. Sí, todos los creyentes genuinos serán salvos eternamente. Pero en cuanto a la recompensa se refiere, no todos ellos estarán en el mismo nivel. Cuando el Señor regrese, ése será el momento en que se otorgará la recompensa; y el hecho de que recibamos una recompensa o no, depende de cómo corramos la carrera hoy.

III. PROSEGUIR A LA METAPARA ALCANZAR EL PREMIO

DEL LLAMAMIENTO A LO ALTO

Como ya dijimos, la meta corresponde al pleno disfrute de Cristo y al hecho de ganarlo; y el premio es el máximo disfrute que tendremos de El durante el reino milenario, el cual será la recompensa que recibirán los corredores que ganen la carrera neotestamentaria. Este es el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo

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Jesús. La palabra griega traducida “a lo alto” significa “de arriba”. El llamamiento a lo alto es el llamamiento que Dios nos hace desde arriba, es decir, desde los cielos. Este llamamiento celestial (He. 3:1) corresponde con nuestra ciudadanía celestial mencionada en el versículo 20; no es un llamamiento terrenal como el que se les hizo a los hijos de Israel. Este llamamiento a lo alto nos insta a tomar posesión de Cristo, mientras que el llamamiento terrenal, hecho a los hijos del Israel, tenía como fin que ellos tomaran posesión de una tierra física.

No hemos recibido un llamamiento terrenal, sino un llamamiento a lo alto, un llamamiento celestial. Dios nos llamó para que ganemos a Cristo, quien es nuestra verdadera tierra. En tipología, Dios hizo un llamamiento terrenal al pueblo de Israel para que tomara posesión de la buena tierra. Pero hoy en día, El nos hace un llamamiento celestial; nos llama a ganar a Cristo.

Quisiera pedirles una vez más que prestemos atención a los hechos mencionados en 3:14. No importa cómo interpretemos las palabras de Pablo acerca de la meta y el premio, no podemos negar el hecho de que ambos asuntos tienen ciertas implicaciones. Aun cuando usted no esté de acuerdo con la interpretación de que el premio es el disfrute máximo que tendremos de Cristo en el reino milenario, de todos modos debe prestar atención al hecho de que existe un premio que usted debe alcanzar. Además, debe entender que para obtener tal premio, es necesario llegar a la meta, y que para llegar a la meta, debe correr la carrera. Todos estos detalles son muy relevantes.

Al examinar cada uno de estos detalles, debemos aplicarlos a nuestra situación conforme al contexto de Filipenses 3. En dicho capítulo, Pablo nos muestra que debemos ganar a Cristo. Cristo es la meta y también el premio. No nos distraigamos tratando de averiguar qué clase de premio recibiremos cuando hayamos llegado a la meta. Lo importante es que veamos que, conforme a la revelación divina, Dios puso a Cristo delante de nosotros como meta y como premio. Además, El nos llamó para que prosiguiéramos hacia la meta.

Algunos cristianos tal vez argumenten diciendo que el premio mencionado en 3:14 no se refiere al disfrute en el reino milenario. Pero digo una vez más que, aunque usted no esté de acuerdo con esta interpretación, no puede negar el hecho de que Dios tiene previsto un premio para nosotros. Además, el contexto de Filipenses 3 revela que la meta y el premio son Cristo. De otro modo ¿por qué diría Pablo que Cristo lo había ganado a él para que él ganase a Cristo? En el versículo 12, él dijo: “Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Luego, en los versículos 13 y 14, añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

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prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Les animo a que presten atención al hecho de que Dios tiene establecida una meta y un premio para nosotros. También les insto a que tomen conciencia de que necesitan correr la carrera y seguir a Cristo, olvidándose de lo que queda atrás y extendiéndose a lo que está delante. Las cosas que están delante deben referirse a Cristo y Su Cuerpo, la iglesia. Olvidémonos de lo que queda atrás y centremos toda nuestra atención en el futuro glorioso que tenemos por delante, en el que estaremos dedicados a ganar a Cristo en Su Cuerpo y a experimentarlo al máximo.

No nos conformemos con obtener un simple conocimiento bíblico, ni siquiera con el conocimiento que hemos recibido de Filipenses 3. Antes bien, prosigamos decididamente hacia Cristo. La palabra griega traducida “prosigo” significa “persigo”. Antes de ser salvo, Pablo perseguía a Cristo de una manera negativa. Pero después de convertirse, prosiguió hacia Cristo con la misma intensidad con la que solía perseguir a la iglesia, aunque ahora de una forma muy positiva. Perseguir a una persona, es importunarla y no dejarla en paz. Antes de ser salvo, Pablo incomodaba a Cristo y no lo dejaba actuar libremente, lo perseguía de una forma negativa. Pero una vez que fue salvo y ganado por Cristo, siguió persiguiéndolo, aunque esta vez de manera positiva, ya que se asió a El y rehusó soltarlo. Asimismo, nosotros debemos seguir a Cristo. Esto es lo que quiere decir proseguir hacia Cristo con el deseo de ganarlo. No lo dejemos ir. Importunémoslo, persigámoslo, procurando ganarlo. Perseguir a Cristo de esta manera nos dejará exhaustos. Al perseguirlo, debemos gastarnos completamente; debemosconsumir todo nuestro ser y todas nuestras fuerzas. Espero que muchos recibamos una profunda impresión con respecto a la imperiosa necesidad de proseguir hacia a Cristo, y nos sintamos motivados a buscarle, incluso hasta el grado de perseguirlo. No permitamos que Cristo se aparte de nosotros; al contrario, busquémoslo y persigámoslo de manera positiva. Si lo hacemos, ciertamente lo ganaremos a El.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTICUATRO

TENER EL MISMO SENTIR YANDAR CONFORME A LA MISMA REGLA

Lectura bíblica: Fil. 3:13-16

En este mensaje estudiaremos principalmente los versículos 15 y 16 del capítulo tres. En el versículo 15 Pablo escribe: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. La palabra griega traducida “madurez”, que significa ser adulto o perfecto, tiene

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distintas etapas. Por ejemplo, es posible que seamos maduros, pero que no lo seamos en plenitud. En el versículo 15 Pablo usa la expresión “madurez” en un sentido relativo, es decir, un estado en el que uno ya no es niño pero tampoco plenamente maduro. Por lo tanto, es necesario proseguir y continuar creciendo.

Los que han alcanzado madurez aún deben tener el sentir de ir en pos de Cristo. Cuando Pablo escribió la epístola de Filipenses, él ya era maduro. Sin embargo, no había dejado de crecer. Esto confirma el hecho de que la madurez puede ser relativa. Hoy en día, ninguno de nosotros puede afirmar que ha llegado a la meta. Tal vez ya no seamos niños, y puede que incluso hayamos alcanzado cierta madurez, pero aún no hemos llegado a la meta.

PENSEMOS DE ESTE MODO

El versículo 15 declara: “Todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. En este libro, lo dicho a los creyentes de Filipos gira en torno a la mente, que es la parte principal del alma. En esta epístola, Pablo exhorta a los filipenses a que combatan unánimes junto con la fe del evangelio (1:27), que tengan el mismo pensamiento, que estén unidos en el alma, que tengan este único pensamiento (2:2; 4:2), que haya en ellos la misma manera de pensar que hubo en Cristo (2:5), y que tengan este mismo sentir, el cual se centra en ir en pos de Cristo y en ganarlo a lo sumo. Cuando nuestra mente se ocupa de esto, tenemos el mismo sentir, y por ende, el mismo pensamiento, e incluso el único pensamiento —ganar a Cristo a lo sumo—, estamos unidos en el alma, tenemos el mismo ánimo (2:20), y somos unánimes.

Lo que Pablo declara en el versículo 15 implica que si no pensamos de este modo es porque quizás aún nos encontramos en una etapa infantil. No pensar de esta manera demuestra que aún somos inmaduros. Si observamos la condición de los cristianos veremos que muchos son como niños, y que muy pocos piensan en buscar el pleno disfrute de Cristo y en ganarlo a lo sumo. Imaginemos cuán maravilloso fuera si todos los cristianos que buscan más de Cristo tuvieran su mente totalmente ocupada en ir en pos de El con miras a disfrutarlo y ganarlo. Si todos tuviesen esta actitud, la situación en la tierra sería excelente y maravillosa. Pero desafortunadamente los cristianos hoy se encuentran en una situación confusa y complicada, debido a que no piensan de este modo. En lugar de proseguir a la única meta que Dios ha fijado, van en pos de distintas metas, las cuales ocasionan problemas. Por lo tanto, todos los que estamos en el recobro del Señor debemos tener una sola meta, a saber, ir en pos de Cristo para disfrutarlo y ganarlo en plenitud.

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LA META UNICA QUE DIOS NOS HA FIJADO

En Filipenses 3:15 Pablo declara: “Si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. Nuestra meta debe ser ganar a Cristo y no debemos tener ningún otro sentir. Dios nos revela que nuestra mente debe centrarse en una sola cosa: seguir en pos Cristo, y así El constantemente orientará nuestra mente hacia este centro.

Lo que Pablo declara en el versículo 15 indica que él estaba seguro de que existía una sola meta. Esta certidumbre le permitía afirmar que si en algo tuviéramos un sentir diverso, esto también nos lo revelaría Dios. Pablo de ninguna manera quiso decir que estaba permitido a los cristianos tener otras metas.

Todos necesitamos ver la meta única que Dios nos ha fijado. Agradecemos al Señor que durante todos estos años, esta meta nos ha guardado de toda distracción. Es muy fácil desviarnos en la vida cristiana, debido a que estamos rodeados de innumerables factores de distracción. Si no tenemos una meta fija, a saber, la meta única, la meta que Dios nos estableció desde la eternidad, y si no nos aferramos a ella, tarde o temprano seremos distraídos. Lo único que puede preservarnos en el camino que Dios nos ha trazado, es Cristo como nuestro mayor disfrute y máxima ganancia. Si hacemos de esta meta nuestro propósito máximo, ciertamente seremos guardados.

UNA EXHORTACION

En 3:16, Pablo añade: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. Este versículo concluye los versículos anteriores, al exhortarnos a hacer una sola cosa: andar conforme a la misma regla. La expresión “en aquello a que hemos llegado” modifica el verbo “andemos”.

ANDAR CONFORME AL PRINCIPIO FUNDAMENTAL

En el versículo 16, el verbo “andemos” en griego es stoijéo y significa andar en orden; esta expresión se deriva de la palabra griega stéjo, usada en Romanos 4:12, Gálatas 5:25 y 6:16, la cual significa: ordenarse en líneas regulares, marchar en filas, llevar el paso, ser conformados a la virtud y a la piedad. Este término difiere de la palabra “andan” en Filipenses 3:17 y 18, el cual significa vivir, comportarse, estar ocupado o pasearse, según se usa en Romanos 6:4; 8:4; 13:13; 1 Corintios 3:3; Gálatas 5:16 y Efesios 4:1 y 17. Con esta palabra el apóstol nos exhorta a que andemos y a que pongamos orden a nuestras vidas —al grado que hayamos avanzado— siguiendo la misma regla y estando en la misma fila, en la misma senda, en los mismos pasos, al nivel que hemos llegado. Sin importar cuál sea el nivel que hayamos logrado en nuestra vida espiritual, todos

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debemos andar, como lo hizo el apóstol, siguiendo la misma regla, en la misma senda, lo cual significa que debemos seguir a Cristo hasta llegar a la meta, con miras a obtenerlo plenamente como el premio del llamamiento a lo alto, que Dios nos ha hecho.

La palabra griega stoijéo es la forma verbal del sustantivo que significa “elemento”. No es fácil encontrar en nuestro idioma un equivalente para esta palabra, ya que la palabra “elemento” puede usarse sólo como sustantivo, y no como verbo. Una versión bíblica tradujo esta frase: “Observemos los elementos”, lo cual se acerca más al sentido original, pero yo no usaría aquí el verbo “observar”. Tal vez podría traducirse “andemos conforme a los principios elementales”, puesto que el sentido es que los principios elementales llegan a ser nuestro andar. Antiguamente, como hoy en día, existían entre los griegos sociedades u organizaciones que seguían ciertos principios fundamentales. Ser cristiano también implica seguir algunos principios o elementos fundamentales, los cuales deben constituir el andar cristiano. Pablo tenía en mente este asunto cuando usó el término andar, en 3:16.

Como ya dijimos, esta palabra se refiere al hecho de ordenarnos en líneas regulares o marchar en filas. Pablo usó también esta expresión en Romanos 4:12, donde habla de los que “siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham”. Seguir las pisadas de la fe de Abraham equivale a conformarnos a su fe, conformarnos a cierta virtud o a cierta piedad. Esta palabra griega es muy significativa.

SER GANADOS POR CRISTO PARA GANARLO A EL

El pensamiento principal de Pablo en Filipenses 3:16 es que, como creyentes, el principio más importante de nuestra vida cristiana es seguir a Cristo. Por consiguiente, éste es el principio fundamental por el que debemos andar. Pablo ya había resaltado este punto en el versículo 12, donde declaró que él proseguía, por ver si lograba asir aquello para lo cual había sido también asido por Cristo Jesús. Conforme a este versículo, el principio que rige nuestra conversión y nuestra salvación es que hemos sido ganados por Cristo para ganarlo a El. Este principio debe llegar a ser un elemento fundamental y gobernante en nuestra vida cristiana.

Desafortunadamente, muchos cristianos no siguen este principio. En lugar de proseguir a la meta única que Dios nos ha fijado, van en pos de otras cosas. Por ejemplo, los creyentes del movimiento pentecostal o carismático buscan el poder y los dones espirituales; procuran el don de hablar en lenguas, las sanidades y la manifestación de otros dones. Quienes buscan tales cosas, no siguen el principio fundamental de la vida cristiana, el cual consiste en ir en pos de Cristo para ganarlo a El.

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Fuimos ganados por Cristo, no para obtener dones, sino para ganarlo a El. En uno de sus mejores himnos, A. B. Simpson escribe:

Antes bendiciones, Hoy es el Señor...Antes eran dones, Hoy tengo al Dador;Antes sanidades, Hoy el Sanador.

(Himnos, #235)

Como lo indica este himno, el principio que rige la vida cristiana no son los dones, ni las sanidades, sino Cristo mismo. A. B. Simpson se dio cuenta de ello y publicó un folleto sobre este tema, titulado “Himself” [El mismo].

UNA MISMA SENDA

Es imprescindible ver que el principio fundamental y gobernante de la vida cristiana consiste en ganar a Cristo. Todos los que hemos alcanzado madurez debemos andar conforme a esta regla, según este principio. Tal vez sería mejor usar la palabra “senda” en lugar de la palabra “regla” del versículo 16. De este modo, el versículo se leería: “Andemos por la misma senda”. Esta traducción también estaría basada en los diferentes significados del término griego: ordenarnos en líneas regulares, marchar en filas, llevar el paso, y ser conformados a la virtud y a la piedad. Al usar esta palabra, Pablo intentaba mostrarnos que debemos andar en la misma senda, conforme al principio elemental.

NUMEROSAS EXPRESIONES EXTRAORDINARIAS

En 3:7-16 Pablo usa numerosos términos y expresiones inusuales. En el versículo 7, el apóstol escribe que ciertas cosas eran para él ganancia, y afirma haberlas estimado como pérdida por amor de Cristo. En ninguna otra epístola Pablo se expresa de esta manera. En el versículo 8, él menciona otra expresión extraordinaria, “la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. En este versículo él afirma que estimaba tales cosas como basura para ganar a Cristo. Una vez más, observamos dos expresiones poco comunes: “basura” y “ganar a Cristo”. En el versículo 9 Pablo habla también de ser “hallado en El”, y en el versículo 10, de conocer a Cristo, y “el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos”, y luego añade otra expresión extraordinaria: “configurándome a Su muerte”. En el versículo 11, refiriéndose a la resurrección, Pablo

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usa una expresión única: “La superresurrección de entre los muertos”. En el versículo 12, leemos varias expresiones únicas: “No que lo haya alcanzado ya”, “ni que ya haya sido perfeccionado”, “prosigo”, “por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. En el versículo 13, Pablo habla de “lo que queda atrás” y añade la frase “extendiéndome a lo que está delante”. En el versículo 14, él habla de proseguir “a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Las expresiones que acabamos de leer son expresiones nuevas y extraordinarias. En el versículo 15 Pablo declara: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. “Pensemos de este modo” es una expresión única, pues no aparece en ninguna otra epístola de Pablo. Al decir esto, el apóstol quería decir que debemos tener una mente que se centre en ir en pos de Cristo y en disfrutarlo y ganarlo. Luego, en el mismo versículo, Pablo habla también del hecho de tener un sentir diverso, la cual es también una expresión nueva, pues la usa aquí por primera vez.

SEGUIR A CRISTO

Como ya mencionamos, en el versículo 16 Pablo habla de andar conforme a la misma regla. También vimos que el verbo traducido andar significa caminar conforme a los principios elementales. El principio que gobierne nuestra vida cristiana debe ser seguir en pos de Cristo, con el fin de disfrutarlo y experimentarlo. Dicho principio nos mantendrá en la verdadera unidad. Anteriormente dijimos que el terreno genuino de la unidad nos guarda en la unidad genuina. Esto es correcto y seguiremos proclamando esta enseñanza; sin embargo, el terreno de la unidad es más bien algo externo. Por esta razón, además de esto, necesitamos algo que nos gobierne interiormente y nos preserve en dicha unidad. Este elemento interior es a lo que Pablo se refiere cuando dice: “Pensemos de este modo”. Dicho elemento es también la única senda por la que debemos andar a lo largo de nuestra vida cristiana. Así, las expresiones “pensemos de este modo” y “andemos conforme a la misma regla” están relacionadas con el hecho de seguir a Cristo. El principio fundamental y elemental de nuestra vida cristiana debe ser: ir en pos de Cristo con el fin de experimentarlo y disfrutarlo.

¡Qué maravilloso fuera si todos los cristianos pensaran del mismo modo! La confusión y las divisiones que actualmente reinan entre los cristianos se deben a que muy pocos están dispuestos a andar conforme a este principio. En la epístola de Filipenses Pablo no trataba de resolver el problema de la iglesia. Más bien, él tenía la carga de revelarnos nuestra necesidad de seguir a Cristo. Pienso que mientras el escribía esta epístola, agotó todo el vocabulario que tenía a su alcance para comunicar su carga concerniente al andar cristiano. Como cristianos, debemos andar por una senda particular: la senda o el camino de seguir a Cristo. Debemos preocuparnos únicamente por esto, por “este único pensamiento”, y no por tantas doctrinas y prácticas. Lamentablemente, hoy en día

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muchos cristianos se distraen con asuntos tales como las profecías, la práctica de cubrirse la cabeza, el lavamiento de los pies, la forma correcta de bautizar a la gente y el agua que debe emplearse, el pan que se debe comer en la mesa del Señor, el tamaño de la copa y si se debe usar vino o jugo de uvas. ¡Cuán lamentable es esta situación! Si por el contrario, comprendiéramos que Dios ha establecido una meta para nosotros y que nos tiene preparado un galardón, y si únicamente pensáramos en ir en pos de Cristo, el mundo entero se tornaría al Señor y El podría regresar pronto.

El cristianismo actual carece de impacto, poder y autoridad porque está dividido y se halla en mucha confusión. ¿Cuál sería la solución para esta situación tan degradada? El remedio que descubrimos en el recobro del Señor consiste sencillamente en ir en pos de nuestro maravilloso Cristo. Si todos pusiéramos nuestra mente en ir en pos de Cristo, no tendríamos problemas.

Sólo Cristo puede lograr que creyentes de diversas nacionalidades y culturas sean verdaderamente uno. Por tanto, vayamos todos en pos de Cristo al grado de estimar nuestra filosofía y nuestras características nacionales como pérdida por amor de El. No permitamos que estos factores permanezcan en nosotros como piedras ocultas, que ocupan el lugar que le pertenece sólo a Cristo. Como ya dijimos, el enemigo, Satanás, usa nuestras características nacionales como sustitutos de Cristo. El las usa para impedir que Cristo tenga más cabida en nuestro ser. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos dé una mente que se centre únicamente en ir en pos de Cristo y en andar conforme al principio elemental de la vida cristiana! Dicho principio consiste en ir en pos de Cristo, olvidando lo que queda atrás y extendiéndonos hacia lo que está delante, hacia la meta que Dios ha establecido, con miras a obtener el premio que El tiene preparado para nosotros.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTICINCO

NUESTRO CUERPO SERA TRANSFIGURADOEN LA VENIDA DE CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 3:17-21

Si hemos de entender con claridad Filipenses 3:17-21, necesitamos conocer el pensamiento que indujo a Pablo a escribir estos versículos. Para esto, se requiere nuestra experiencia y percepción.

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EL PENSAMIENTO FUNDAMENTAL DE PABLO

En los capítulos uno y dos, la intención de Pablo era tener comunión con los filipenses en cuanto a su experiencia de Cristo, lo cual tenía como fin animarlos a participar plenamente del disfrute que él tenía de Cristo. Pero al principio del capítulo tres, Pablo cambia de tema. Aunque es difícil descifrar cuál era su pensamiento, quisiera mostrarles en este mensaje lo que él tenía en mente cuando escribió Filipenses 3.

Si leemos este capítulo con detenimiento, veremos que Pablo alude a dos grupos de personas que tenían mucha influencia en la región del Mediterráneo. El primero de estos dos grupos eran los judaizantes, los religiosos judíos, quienes eran muy celosos de su religión tradicional. Pablo se refiere a ellos en el versículo 2 cuando habla de los perros, de los malos obreros y de los mutiladores del cuerpo. El segundo grupo estaba conformado por los que seguían la filosofía epicúrea, la cual fomentaba el deleite exagerado en la comida y la bebida, así como la gratificación propia en otras cosas; tales prácticas eran contrarias a la cruz de Cristo (vs. 18-19). En el versículo 2 vemos que los judaizantes influían desfavorablemente sobre los filipenses, y en el versículo 18 vemos que también los epicúreos les causaban molestia y daño. Los judaizantes eran de origen judío y los epicúreos, de origen pagano. La exhortación de Pablo en este capítulo se debía a ambos grupos. Como veremos más adelante, lo que el apóstol dijo en cuanto a los judaizantes, tenía que ver con el alma y principalmente con la mente, mientras que lo que dijo refiriéndose a los epicúreos, se relacionaba con el cuerpo.

Los judaizantes no promovían el disfrute de lo material; más bien, fomentaban celosamente su filosofía religiosa. Tanto la religión como la filosofía tienen que ver con la mente. Por lo general, la gente religiosa y los filósofos no se preocupan por las cosas materiales. Su mayor interés no radica en los placeres, tales como el comer y el beber; por el contrario, a veces se imponen restricciones en estos asuntos. Como ya dijimos, en los versículos 3-7 Pablo no se refiere a las cosas materiales, sino a la religión, a la filosofía y a la cultura, asuntos que están muy relacionados con la mente.

Sin duda los creyentes filipenses eran salvos y habían sido regenerados en su espíritu, pero aún necesitaban atender a las necesidades de su alma y su cuerpo de una manera apropiada. Por esta razón, cuando Pablo escribió el capítulo tres, su intención era darles ciertas instrucciones al respecto. Al hablarles acerca del alma, se refirió primeramente a los judaizantes, y luego, al referirse al cuerpo, hizo alusión a los epicúreos.

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LA TRANSFORMACION Y LARENOVACION DE LA MENTE

Con respecto al alma debemos tener por basura todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales. Los elementos principales de la religión, la filosofía y la cultura atraen a las personas intelectuales, lo cual comprueba que estas tres cosas están íntimamente relacionadas con el alma y con el mundo psicológico.

Anteriormente hablamos mucho acerca de la transformación, e incluso tenemos un himno que trata sobre este tema (Himnos, #323). Sin embargo, es posible que muy pocos hayan visto que la transformación implica la renovación de la mente. De acuerdo con Romanos 12:2, la renovación de la mente es un aspecto fundamental de la transformación. La transformación de nuestra alma depende en gran medida de la renovación de nuestra mente. Si nuestra mente no es renovada, nuestra alma permanecerá intacta.

Cuando decimos que nuestra mente ha sido renovada, queremos decir que ha ocurrido un cambio en nuestra manera de pensar. En la actualidad muchos creyentes tienen sus mentes ocupadas con pensamientos religiosos, filosóficos y culturales, los mismos asuntos que Pablo menciona en 3:7-8. Tales asuntos pertenecen al mundo psicológico, al mundo del alma. Muchos cristianos se dejan gobernar por una manera natural de pensar. Tal vez sean buenos hermanos, pero su alma sigue siendo la misma que en el pasado. Esta falta de transformación se debe a que hay, en primer lugar, una roca enorme, la roca de nuestras características naturales, que llenan nuestra alma y usurpan el lugar que le pertenece a Cristo. Todos sin excepción tenemos nuestra alma ocupada con nuestras características nacionales. Esta roca se ha apoderado de nuestra alma.

LA OPERACION QUE NUESTRA ALMA NECESITA

Podríamos comparar las características nacionales que invaden nuestra alma con un tumor que crece hasta ocupar todo el estómago, sin dejar espacio para nada más. En nuestro estómago psicológico tenemos un tumor que invade casi todo el espacio reservado para Cristo, y debido a esto, nuestro ser sólo puede recibir poca comida espiritual y es incapaz de funcionar normalmente. Los creyentes de los distintos países del mundo, y aun de diferentes regiones de un mismo país, poseen un tumor que los caracteriza. Dicho tumor crece principalmente en nuestra mente natural, y se ha propagado hasta formar parte de nuestra constitución.

Después de años de experiencia, puedo testificar que todos los creyentes, sin excepción alguna, padecen de este tumor en su estómago psicológico. Lo único que varía es el

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tamaño de dicho tumor. Sólo el Cirujano por excelencia: el Señor Jesús, puede extirpar este tipo de tumores.

En 3:1-16 Pablo hace alución a este tumor y realiza una operación en nuestra alma, especialmente en nuestros pensamientos. Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, él mismo tenía un gran tumor en su alma, el cual ejercía una gran influencia sobre sus conceptos acerca de la religión judía, la ley, la circuncisión y la tradición. Pero un día, el Señor Jesús, el mejor de los cirujanos, operó a Pablo y le extirpó dicho tumor de su mente. Sin embargo, la mayoría de nosotros todavía no hemos sido operados, y por consiguiente, seguimos teniendo este tumor en nuestra alma.

Durante muchos años me inquietó una pregunta a la que no le hallaba respuesta. Me preguntaba por qué muchos cristianos no crecen en vida, a pesar de que aman verdaderamente al Señor y lo buscan con sinceridad. Observaba que aunque son fieles en leer la Biblia, no reciben ninguna revelación. Pero ahora sé la respuesta, al menos en parte. La falta de crecimiento en vida y la carencia de revelación al leer las Escrituras se debe al tumor que tienen en su estómago psicológico. Puesto que estoy consciente de la gravedad de este hecho, aumenta en mí la urgencia de mostrarles que en 3:7 y 8, Pablo no se refiere a las cosas materiales, sino a los asuntos religiosos, filosóficos y culturales, y en particular a los pensamientos, conceptos e ideas que ocupan nuestra alma. Puesto que tales cosas se han extendido en nosotros como un tumor, requerimos ser operados urgentemente. Es preciso que este problema sea erradicado de nuestra alma, y, en particular, de nuestra mente.

En 3:15 Pablo exclama: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. Si hemos de pensar del mismo modo, nuestra mente debe ser liberada de todo tumor, ser llena de Cristo y estar únicamente centrada en buscar a Cristo, ganarlo y disfrutarlo. Si hemos de tener tal mente, debemos permitir que el Señor nos opere y extirpe el tumor psicológico que hay en nosotros. ¡Que el Señor nos muestre cuánto necesitamos obtener tal mente!

EL CUERPO FISICO Y SU DELEITE

Después de referirse a nuestra alma en 3:1-16, Pablo aborda el tema de nuestro cuerpo en 3:17-21. Estos cinco versículos tratan del disfrute físico, particularmente el que procuraban los epicúreos. Como personas que buscamos más de Cristo, requerimos una cirugía que elimine todos nuestros pensamientos religiosos y filosóficos, y por otra parte, tenemos que administrar la debida disciplina a nuestro cuerpo. En el versículo 19 Pablo habla de personas “cuyo dios es el vientre”, pero en los versículos 20 y 21, dice que nosotros esperamos al Señor Jesucristo, “el cual transfigurará el cuerpo de la

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humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya”. En estos versículos Pablo habla del cuerpo físico y de su deleite. No pensemos que él trata únicamente con el problema del alma y nos da la libertad de entregarnos a los deleites de nuestro cuerpo y a sus concupiscencias. Cuando él habla del alma, no se refiere a ninguna cosa física, pero cuando trata el asunto del cuerpo, sí hace referencia a ellas.

Me gustaría subrayar una vez más que después de la comunión que Pablo tiene con los creyentes en los capítulos uno y dos, él los instruye en el capítulo tres en cuanto a la manera de resolver los problemas del alma y del cuerpo. En cuanto al alma, ellos deben tener por basura todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, y no aferrarse a ellas. No debemos estimar nada religioso. Además debemos ver que ninguna filosofía es comparable con Cristo, y finalmente, jamás debemos permitir que ningún elemento cultural llegue a sustituirlo. Debemos repudiar todo lo religioso, lo filosófico y lo cultural, y tenerlo por basura, a fin de que Cristo se extienda en nuestra alma y la llene, especialmente nuestra mente. Es así como resolvemos los problemas del alma.

En cuanto al deleite físico, Pablo declara en el versículo 17: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así andan según el modelo que tenéis en nosotros”. En este caso, el modelo no se refiere a lo que Pablo dijo en los versículos anteriores, sino al ejemplo de aquellos que tienen una actitud correcta hacia su cuerpo físico. ¿En qué nos basamos para decir que el versículo 17 no se refiere a las cosas del alma sino a las del cuerpo? En que el versículo 18 empieza con la conjunción “porque”, lo cual indica que este versículo es la explicación del versículo 17. Leamos ahora el versículo 18: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo”. Estos eran enemigos de la cruz de Cristo, la cual pone fin a las concupiscencias del cuerpo.

Como ya mencionamos, los epicúreos se entregaban a los placeres del cuerpo, especialmente al comer y al beber. Pablo se refiere a ellos en el versículo 19, donde dice: “Cuyo fin será destrucción, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria se halla en su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. Tales personas adoraban su vientre y servían a su estómago; su estómago era su dios. Al promover el disfrute de comer y beber, los epicúreos se preocupaban más por complacerse y deleitarse en lo material que por la ética y la moral. Hoy en día, muchos siguen este camino y se entregan a los placeres físicos. Cada fin de semana, algunos se entregan al deporte y a los placeres, al grado de olvidarse de todo lo demás. Pablo dice de los epicúreos que “sólo piensan en lo terrenal”. Por “lo terrenal”, él se refiere a las cosas materiales, relacionadas con el comer y el beber.

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En la epístola de Colosenses, vemos que Pablo desaprueba el ascetismo, o sea la práctica de tratar duramente al cuerpo. Pero, por otro lado, también reprobó el placer físico que buscaban los epicúreos. Ciertamente todos necesitamos alimento y abrigo, no podemos vivir sin estas cosas, pero tampoco debemos entregarnos al disfrute excesivo de ellas.

En 4:11 Pablo dice: “Pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. La palabra griega traducida “contentar” era una palabra usada por los estoicos, la cual indica que practicaban lo opuesto de los epicúreos. Los estoicos enseñaban que una persona debía estar contenta en toda circunstancia, sin buscar el placer ni el sufrimiento. Pablo usó esta expresión al testificar que había aprendido el secreto de estar contento. En principio, los creyentes no estamos de acuerdo ni con los epicúreos ni con los estoicos.

Cuando Pablo escribió a los filipenses, él sabía en su interior que los judaizantes y los epicúreos le hacían daño a la vida de iglesia. Los creyentes corrían el peligro de ser arrastrados por los epicúreos al deleite de los placeres físicos. Como dijimos anteriormente, Pablo escribió Filipenses 3 para ayudar a los creyentes en el área del alma y el cuerpo. Hoy en día, nosotros también necesitamos esta clase de instrucciones. En cuanto a nuestra alma, no debemos apegarnos a las cosas religiosas, filosóficas ni culturales. Por el contrario, debemos estar dispuestos a ser operados del tumor de nuestros rasgos nacionales. Démosle a nuestro cirujano celestial la libertad de examinar nuestra alma y de extirpar todo tumor. Es crucial que nuestra alma sea sometida a esta clase de operación. En cuanto a nuestro cuerpo, debemos comer y nutrirnos apropiadamente, a fin de tener una larga vida que exprese al Señor. No debemos entregarnos a los placeres ni al disfrute excesivo de las cosas físicas, como lo hacían los epicúreos. Ciertamente necesitamos abrigo, techo y un medio de transporte, pero no debemos centrarnos en tales cosas. Por una parte, debemos rechazar a los judaizantes; y por otra, desechar también a los epicúreos. En cuanto a esto, debemos seguir a Pablo, imitándolo a él y a los que andan conforme a su modelo.

UNA CIUDADANIA QUE ESTA EN LOS CIELOS

En el versículo 20 Pablo continúa diciendo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos con anhelo al Salvador, al Señor Jesucristo”. La palabra griega traducida “ciudadanía” denota el conjunto de los ciudadanos, es decir, una comunidad. Nuestra vida nacional no se lleva a cabo en un país terrenal, sino en los cielos, pues es allí donde está nuestra verdadera ciudadanía. Cuando viajo, a veces la gente me pregunta de dónde vengo. Aunque les digo que vengo de China, preferiría decirles que vengo de los cielos, y que mi ciudadanía está allí.

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Ya que nuestra ciudadanía está en los cielos, no debemos preocuparnos por lo terrenal, es decir, por las cosas necesarias para nuestra subsistencia. No debemos tener tales cosas en tan alta estima. Por supuesto, tampoco quiero decir que no debamos comer alimentos saludables, tener ropa apropiada, una buena vivienda o un buen medio de transporte. Necesitamos todas estas cosas, pero todo lo que exceda a nuestras necesidades cae en la categoría de la complacencia, la cual debe ser rechazada. Si amamos las cosas terrenales que son necesarias para nuestra vida humana, eso significaque no valoramos nuestra ciudadanía celestial. Espero que tengamos siempre presente que nuestra ciudadanía está en los cielos y que somos un pueblo celestial que está transitoriamente en la tierra. Debemos contentarnos con el alimento, abrigo, vivienda y medio de transporte necesarios para vivir. No nos entreguemos al disfrute excesivo de las cosas materiales y terrenales.

LA TRANSFIGURACION DE NUESTRO CUERPO

Esperamos con anhelo que regrese de los cielos nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, “el cual transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya, según la operación de Su poder, con la cual sujeta también a Sí mismo todas las cosas”. La transfiguración de nuestro cuerpo será el punto culminante de la salvación que Dios nos otorga. En Su salvación, Dios primero regenera nuestro espíritu (Jn. 3:6); actualmente El está transformando nuestra alma (Ro. 12:2), y por último transfigurará nuestro cuerpo, haciéndonos iguales a Cristo en las tres partes de nuestro ser.

En el versículo 21 Pablo se refiere a nuestro cuerpo como “el cuerpo de la humillación nuestra”. Esta expresión describe nuestro cuerpo físico, hecho de polvo, sin valor alguno (Gn. 2:7), el cual fue posteriormente dañado por el pecado, la debilidad, la enfermedad y por la muerte (Ro. 6:6; 7:24; 8:11). Pero un día, este cuerpo será transfigurado y conformado al cuerpo de la gloria de Cristo, es decir, al cuerpo resucitado de Cristo, el cual está saturado de la gloria de Dios (Lc. 24:26) y trasciende sobre la corrupción y la muerte (Ro. 6:9).

No importa cómo alimentemos y vistamos nuestro cuerpo, ni tampoco el automóvil que usemos para transportarlo, ni la casa donde lo alojemos, de todos modos sigue siendo un cuerpo de humillación. Aunque usted le dé a su cuerpo la cama más cómoda y más cara que exista, seguirá siendo un cuerpo de humillación. Sin embargo, tampoco debemos menospreciar ni aborrecer nuestro cuerpo. Si lo hacemos, estaremos practicando el ascetismo. En un sentido real, debemos amar nuestro cuerpo por causa del Señor. Debemos cuidar de él sin permitir que se entregue a los placeres. No

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olvidemos que un día, el Señor Jesús vendrá y transfigurará nuestro cuerpo de humillación y lo conformará al cuerpo de Su gloria.

En el versículo 21, Pablo declara que la transfiguración de nuestro cuerpo de humillación se efectúa “según la operación de Su poder, con la cual sujeta también a Sí mismo todas las cosas”. La transfiguración de nuestro cuerpo se lleva a cabo mediante el poder que sometió todas las cosas a Cristo (Ef. 1:19-22). Este es el poder más alto del universo.

Creo que ya hemos captado el pensamiento fundamental de Pablo en Filipenses 3. En este capítulo, él nos da instrucciones con respecto a nuestra alma y nuestro cuerpo. En cuanto a nuestra alma, debemos estimar como pérdida todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, a fin de que Cristo tome posesión de todo nuestro ser y lo ganemos a El plenamente. En cuanto a nuestro cuerpo, debemos satisfacer sus necesidades físicas sin entregarlo al disfrute excesivo de las cosas materiales. Nuestra meta debe ser proveerle a nuestro cuerpo el cuidado necesario para que esté en buena salud y pueda expresar al Señor. No debemos glorificar nuestro cuerpo físico mediante el placer excesivo de lo material. Esta no es la manera de glorificar nuestro cuerpo; antes bien, debemos permitir que nuestro cuerpo sea glorificado al regreso del Señor. En aquel momento, el Señor transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra. Esperamos el día en que el Señor regrese, a fin de alcanzar el punto culminante de la salvación, a saber, la transfiguración de nuestro cuerpo.

Mientras esperamos el regreso del Señor, debemos limitarnos a satisfacer nuestras necesidades físicas, sin entregarnos a los placeres materiales. Al mismo tiempo, debemos disciplinar nuestra alma, estimando como pérdida todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, a fin de que nuestra alma sea enteramente transformada. Día tras día avanzamos en el proceso de transformación de nuestra alma, mientras esperamos que el Señor regrese a transfigurar nuestro cuerpo y a llevarnos a la consumación máxima de la salvación que Dios efectúa.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTISEIS

TENER EL MISMO PENSAMIENTOY REGOCIJARNOS EN EL SEÑOR

Lectura bíblica: Fil. 4:1-4

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Cuando leemos la Biblia, no debemos pasar por alto ningún detalle, ni tampoco debemos suponer que entendemos todas las frases, expresiones y palabras que se encuentran en ella. Si hacemos esto, nos engañaremos a nosotros mismos. Cuando leo la Biblia, me ejercito a no dar nada por sentado, y en especial dedico mayor atención a los puntos que parecen complicados. Antes de estudiar Filipenses 4:1-4, quisiera mencionar algunas de las expresiones que son difíciles de entender, mencionadas en 3:7-16.

ALGUNAS EXPRESIONES DIFICILESQUE SE MENCIONAN EN FILIPENSES 3

En el versículo 7, Pablo declara: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. ¿Qué quiso decir Pablo al hablar de ganancia y de pérdida? Además, ¿por qué “ganancia” está en plural [Gr.], y “pérdida” en singular?

En el versículo 8, él continúa diciendo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. El uso de la palabra “excelencia” no es fácil de entender. ¿Qué quería decir Pablo con excelencia? ¿Y qué es “la excelencia del conocimiento de Cristo”? Al leer este versículo muchos piensan que Pablo hablaba de un conocimiento excelente, y no de la excelencia del conocimiento. Existe una gran diferencia entre el conocimiento excelente y la excelencia del conocimiento. Además, en el mismo versículo Pablo habla también de estimar ciertas cosas como pérdida y de tenerlas por basura. ¿Por qué usa la palabra “basura”? ¿Por qué no dice simplemente, “estas cosas no representan nada para mí”? ¿Qué diferencia hay entre pérdida y basura?

En el versículo 9, Pablo habla de “ser hallado en El”. ¿Qué significa ser hallado en Cristo? ¿Por qué no dice “ser conocido en Cristo” o “ser visto en Cristo”? ¿Por qué usa la expresión “ser hallado”?

Leamos el versículo 10: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. Como dijimos, conocer a Cristo significa experimentarlo y disfrutarlo. ¿Por qué Pablo no usa aquí ambos verbos: disfrutar y experimentar? También debemos analizar la frase “el poder de Su resurrección”. Creo que no hemos encontrado todavía una definición satisfactoria de esto. Preguntémonos acerca de “la comunión en Sus padecimientos”. ¿Qué significa esta expresión? Es posible que algunos digan que la comunión en los padecimientos de Cristo denota nuestra participación en Sus sufrimientos. Pero, ¿qué quiere decir Pablo aquí con la palabra “comunión”? Además, ¿por qué habla de ser configurado? Debemos

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estudiar con esmero las palabras de Pablo acerca de ser configurado a la muerte de Cristo y resolver los enigmas que surgen de esta expresión.

En el versículo 11, Pablo agrega: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. La palabra “superresurrección” es muy enigmática. También hay que dedicar atención a las palabras “si en alguna manera”.

En el versículo 12, Pablo exclama: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. ¿Por qué Pablo usa el verbo “alcanzar” en vez de “ganar”? ¿Y qué quiere decir con la expresión “por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”? Todas estas frases son muy misteriosas.

En los versículos 13 y 14, Pablo añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. ¿Qué quiso decir Pablo con “no considero”? También debemos preguntarnos cómo podemos olvidar lo que queda atrás. En nuestra experiencia, parece que sólo se nos olvidan las cosas que no debemos olvidar, y que cuando nos proponemos olvidar algo, lo único que hacemos es recordarlo. ¿Cómo debemos entender lo que escribe Pablo al respecto? ¿Acaso podemos olvidar las características nacionales, cuando éstas nos acompañan adondequiera que vamos? Después Pablo usa otra expresión única y digna de nuestra atención: “extendiéndome a lo que está delante”. ¿Qué significa esto? También debemos reflexionar acerca de la meta y el premio mencionados en el versículo 14, sin suponer que lo entendemos cabalmente. Debemos considerar también lo que Pablo declara acerca del llamamiento a lo alto. ¿Por qué no habla del llamamiento celestial? ¿Por qué dice que Dios hace este llamamiento en Cristo Jesús, en vez de: en Jesucristo? En otras palabras, ¿por qué antepone el título Cristo al nombre Jesús? Este orden ciertamente tiene su significado. Al hacernos estas preguntas, aprenderemos a no dar por sentado lo que leemos en la Biblia. De hecho, cuando leemos la Palabra, debemos estar conscientes de que en realidad entendemos muy poco.

Leamos el versículo 15: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. ¿Por qué Pablo usa la palabra “madurez”? Este término implica vida, puesto que todo lo que madura tiene vida. Tal vez hasta cierto grado entendamos esta expresión, pero sigue siendo misteriosa.

¿Qué quiere decir Pablo en el versículo 15 con “pensemos de este modo” y “un sentir diverso”? Estas frases parecen sencillas, pero comunican conceptos muy importantes.

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Finalmente, en el versículo 16, el apóstol Pablo escribe: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. ¿Cuál es el significado de “en aquello a que hemos llegado”? En este versículo casi todas las frases son un enigma. La Biblia es la palabra de Dios, el aliento divino, el soplo que imparte a Dios mismo. Por lo tanto, no debemos leerla de la misma forma en que leemos un periódico o una revista. No debemos dar nada por sentado. Más bien, debemos indagar el significado de cada palabra, de cada expresión y de cada frase mencionada en la Biblia. Si prestamos la debida atención a cada una de las frases misteriosas que aparecen en 3:7-16, recibiremos más riquezas espirituales.

COMO TRATAR CON EL ALMA Y EL CUERPO

En los primeros dos capítulos de la epístola de Filipenses tenemos la comunión o el tráfico espiritual entre los creyentes y el apóstol. Como mencionamos anteriormente, el capítulo tres habla de cómo tratar con el alma y el cuerpo. Este capítulo nos enseña que si deseamos tratar con nuestra alma adecuadamente, debemos estimar como pérdida todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, e incluso tenerlas por basura. Tal vez no estemos conscientes de que estas cosas han llegado a formar parte de nuestra alma, pero en realidad nuestra alma está llena de estos elementos, e incluso está constituida de ellos. Quizás dichos elementos sean útiles para la sociedad, pero no lo son para la vida cristiana, ya que son grandes rocas que usurpan el lugar que le corresponde a Cristo en nuestro ser. A pesar de que hayamos recibido a Cristo, es posible que aún lo tengamos recluido en nuestro espíritu y no le permitamos extenderse a nuestra alma. Tal vez no haya espacio para El en nuestra alma y que ésta se encuentre llena de asuntos religiosos, filosóficos y culturales, y en particular, de nuestras características nacionales. He observado que tanto en el Oriente como en el Occidente, los santos están constituidos de estos elementos en su alma. Pero el apóstol había sido rescatado de todo esto, pues él estimaba tales cosas como basura. Ya no se aferraba a nada que perteneciera a la religión, a la filosofía ni a la cultura. A fin de ganar a Cristo, él estaba dispuesto a estimar todas las cosas como basura.

Como ya mencionamos, Pablo se refiere al alma y al cuerpo en Filipenses 3. El afirmó que los creyentes no deben entregarse al disfrute excesivo de los bienes materiales.

LA CONCLUSION DE LA EPISTOLA

Después de escribir el capítulo tres, Pablo había liberado toda su carga. Por consiguiente, el capítulo cuatro en realidad es una conclusión, en la cual Pablo no añade ningún otro asunto importante. Todo lo que dice en el capítulo cuatro tiene que ver con lo que ya había escrito en los capítulos anteriores, y constituye una confirmación de ello.

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Además, los asuntos que él abarca en el capítulo cuatro son una exhortación para los creyentes.

Leamos Filipenses 4:1: “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados”. La expresión “así que” nos indica que Pablo va a presentar enseguida una conclusión.

Aquí, el apóstol se refiere a los creyentes como “hermanos amados y deseados” y “gozo y corona mía”. En estas palabras podemos percibir que Pablo estaba enternecido y conmovido. El usa dos veces la palabra “amados”; la primera vez, al referirse a los creyentes como a hermanos amados, y luego al final del versículo donde los llama nuevamente sus amados. Los creyentes eran su gozo interior y su corona exterior. El gozo puede considerarse algo interno, mientras que la corona es algo externo. Así que, en este versículo Pablo declara que los creyentes son su gozo interior y su gloria exterior.

En Filipenses 4:1 él exhorta a los creyentes a estar firmes en el Señor. La expresión “estad así” significa permanecer en una manera particular, es decir, en la manera que se describe en los capítulos anteriores. Por tanto, en este versículo Pablo pide a los creyentes que permanezcan en el camino que él les había señalado.

SER DE UN MISMO SENTIR

En el versículo 2, Pablo prosigue: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Esto indica que había disensión entre estas dos hermanas, es decir, que no tenían un mismo sentir. De ahí que Pablo tuviera que exhortar a los creyentes a combatir unánimes junto con la fe del evangelio (1:27), a estar unidos en el alma, a tener el mismo y único pensamiento (2:2), y a pensar “de este modo” en cuanto a la búsqueda de Cristo (3:14-15).

El versículo 3 muestra que ellas eran buenas hermanas y habían ayudado a Pablo. El apóstol dijo que ellas habían combatido junto con él en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores suyos, cuyos nombres están en el libro de la vida. El verbo griego que aquí se traduce combatir, era un término usado por los atletas, el cual significa laborar en compañía, combatir juntos, luchar lado a lado, como un equipo de atletas. Estas hermanas habían sido una gran ayuda para Pablo y los demás colaboradores, ya que habían combatido con ellos en el evangelio. Sin embargo, necesitaban ayuda para ser uno y para tener el mismo sentir en el Señor. De acuerdo con los capítulos anteriores, la expresión “un mismo sentir” se relaciona con el hecho de seguir en pos de Cristo a fin de ganarlo y disfrutarlo plenamente. Evodia y Síntique no seguían a Cristo con todas sus fuerzas. Igualmente, aquéllos que difieren de parecer,

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deben prestar especial atención a las palabras que Pablo dirige a estas dos hermanas en cuanto a tener un mismo sentir.

UN VERDADERO COMPAÑERO DE YUGO

En Filipenses 4:3 Pablo usa la expresión “compañero de yugo”. Antiguamente los campesinos solían unir dos bueyes a su arado. De ahí que la expresión “compañero de yugo” implica el hecho de estar unidos bajo el mismo yugo, con el fin de llevar una carga común. Pablo buscaba un verdadero compañero de yugo cuando escribió su carta a los filipenses; él buscaba a alguien que estuviera dispuesto a llevar la misma carga que él llevaba y que estuviera bajo el mismo yugo. Si no invertimos toda nuestra energía en buscar a Cristo, en realidad no estamos bajo ningún yugo. Por el contrario, seguimos muy libres en nuestra manera de pensar. Pero si verdaderamente estamos bajo yugo, ciertamente pensaremos como Pablo. Las personas que no estaban bajo el mismo yugo de Pablo, no podían ayudarle a solucionar el problema que existía entre Evodia y Síntique. El apóstol Pablo sentía la carga de ayudar a estas dos hermanas a que tuvieran el mismo sentir en cuanto a seguir a Cristo con miras a ganarlo y experimentarlo. Puesto que él se encontraba en una cárcel romana, muy lejos de Filipos, necesitaba encontrar en esa ciudad a alguien que estuviera dispuesto a ser su compañero de yugo y a compartir su misma carga. Entre los santos de Filipos, Pablo esperaba que por lo menos una persona tuviese su misma actitud de seguir a Cristo. Puesto que estaba bajo yugo, Pablo no era libre de pensar a su manera. Su mente se encontraba bajo el yugo de Cristo, lo cual le hacía tener un solo y único pensamiento.

El apóstol Pablo deseaba seguir a Cristo al máximo; deseaba seguirlo como diera lugar y sin considerar el precio. Este era su pensamiento, lo cual indica que su mente se encontraba completamente bajo el yugo de Cristo. El no tenía la libertad de pensar en otra cosa que no fuera Cristo. Su mente se hallaba bajo el yugo de Cristo, en Cristo y con Cristo. Por tanto, al escribirles a los filipenses, él esperaba encontrar por lo menos a un creyente que estuviera dispuesto a colaborar con él y a ayudar a estas dos hermanas a que tuvieran un mismo sentir. Por esta razón, él concluyó esta epístola con una nota muy práctica.

Al usar la expresión “verdadero compañero de yugo”, Pablo parecía decir: “Aún no estoy seguro si esta epístola que os escribo cumplirá su propósito. Lo que en realidad necesito es encontrar entre vosotros a uno que verdaderamente esté dispuesto a compartir mi yugo, el yugo de tener una mente que sólo se centra en seguir a Cristo. Esa sería la persona más indicada para ayudar a estas dos hermanas a que tuvieran un mismo sentir. Si alguien desea ayudarlas, primero debe estar dispuesto a compartir conmigo el

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yugo de tener un mismo sentir”. Un verdadero compañero de yugo es una persona que tiene el mismo sentir y piensa igual que otra persona.

Nuestra necesidad hoy es tener verdaderos compañeros de yugo. Muchos desprecian y rechazan el ministerio del Señor. Tal vez usted no lo rechace, sino que lo acepte e incluso lo ame, pero amar el ministerio es una cosa, y encontrarse bajo el yugo de una mente que sólo busca seguir a Cristo, es otra. Todos debemos ser prisioneros de este yugo teniendo el “mismo sentir”.

La expresión “verdadero compañero de yugo” debe recordarnos que nunca debemos leer la Biblia superficialmente ni dar por sentado lo que está escrito en ella. Esta expresión puede parecernos insignificante, pero en realidad es de suma importancia, puesto que tiene que ver con la exhortación que Pablo dirige a los filipenses acerca de tener el mismo sentir, y de pensar una misma y única cosa. Después de darles esta exhortación, él les menciona el caso de estas dos hermanas que discordaban y finalmente suplica que alguien labore juntamente con él como verdadero compañero de yugo, para ayudar a Evodia y a Síntique a tener un mismo sentir, a abandonar sus disensiones y a fijar su mente únicamente en seguir a Cristo.

LA IMPORTANCIA DE REGOCIJARSE EN EL SEÑOR

En Filipenses 4:4 Pablo exclama: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!” Disidentes o no, todos los creyentes debían regocijarse. Los que no se regocijaban, estaban equivocados, y los que lo hacían, estaban bien. De todos modos, no creo que quienes estuvieran en desacuerdo pudieran regocijarse verdaderamente. Conforme a lo dicho por Pablo, debemos regocijarnos en el Señor siempre. Regocijarnos en el Señor es lo que nos proporciona la fortaleza necesaria para guardar la unidad de la que se habla en los versículos 2 y 3. Evodia y Síntique debían aprender a regocijarse, si en verdad querían tener el mismo sentir. Regocijarse en el Señor es también la clave para obtener las virtudes excelentes que se enumeran en los versículos 5-9. Si deseamos poseer las virtudes descritas en estos versículos, debemos regocijarnos en el Señor. Por consiguiente, aquí vemos cuán importante es regocijarnos en el Señor.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTISIETE

LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTESDE LA VIDA CRISTIANA

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Lectura bíblica: Fil. 4:5-9

Al leer la epístola de Filipenses es importante descubrir qué fue lo que motivó a Pablo a escribir como lo hizo. Ya vimos que al escribir el capítulo tres él sentía necesidad apremiante de enseñar a los filipenses cómo debían proceder en cuanto al alma y el cuerpo. Al darles instrucciones acerca de esto, él hizo alusión a dos grupos de personas: los judaizantes y los epicúreos. Ahora llegamos a los versículos 5-9 del capítulo cuatro, en donde vemos ocho características sobresalientes. Debemos también preguntarnos por qué Pablo las menciona ahora, al final de su epístola.

El capítulo cuatro en realidad es una conclusión. Al escribirla, Pablo aún tenía en mente los factores que lo motivaron a escribir los primeros tres capítulos, a saber, tener el mismo pensamiento de seguir a Cristo y de regocijarse en el Señor, con el fin de disfrutar Sus riquezas. En los primeros tres capítulos de Filipenses Pablo se refiere a la realidad interior de la experiencia cristiana, pero no presenta ningún ejemplo de la expresión externa de dicha realidad. Si disfrutamos a Cristo y lo experimentamos, obtendremos cierta realidad interior, la cual siempre producirá una expresión exterior. Así que, en Filipenses 4:5-9 vemos la expresión plena de dicha realidad interna, una expresión que proviene de vivir a Cristo.

En Filipenses 1:21 Pablo declara: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Esta declaración es el testimonio de su realidad interior. ¿Pero cuál es la expresión que resulta de vivir a Cristo? La podemos ver en las virtudes mencionadas en Filipenses 4:5-9. Además, en el capítulo dos Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Supongamos que tomamos al Cristo crucificado y exaltado como modelo. ¿Cuál sería entonces la expresión de una vida conformada a este modelo? De nuevo, dicha expresión es precisamente la que se describe en 4:5-9. Esto mismo se aplica a lo que Pablo dice en el capítulo tres, donde habla de estimar todas las cosas como pérdida, e incluso como basura, para ganar a Cristo. ¿Qué clase de expresión tendrá una persona que rechaza la filosofía, la cultura y la religión, y estima todas estas cosas como basura para ganar a Cristo? ¿Qué clase de vida llevará y cuál será su expresión práctica? Repetimos que dicha expresión es la que se describe en 4:5-9.

Aunque Filipenses es una epístola muy corta, los factores que motivaron a Pablo a escribirla son muy ricos y profundos. En estos mensajes nos hemos dedicado a indagar en las profundidades de Filipenses y a sacar estos factores a la luz. Esta es también nuestra meta al estudiar el capítulo cuatro. ¿Cuál fue el factor que incitó a Pablo a escribir esta conclusión de la manera en que lo hizo? ¿Por qué menciona que debemos ser comprensivos y por qué aborda el tema de la ansiedad inmediatamente después de exhortarnos a regocijarnos en el Señor? ¿Por qué después de esto enumera algunas

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virtudes y por qué entre ellas no se encuentran la santidad, la victoria y la paciencia? Creemos que el factor fundamental que motivó a Pablo a escribir esta conclusión, fue la necesidad de presentar las características de una persona que vive a Cristo, que lo toma como su modelo, que estima todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales como basura, y que lo disfruta como su todo. Esta fue la intención de Pablo al escribir el capítulo cuatro, con lo cual concluía su epístola.

El título de este mensaje es: “Las características sobresalientes de la vida cristiana”, aunque también podríamos haberlo titulado: “La expresión de una persona que vive a Cristo”. Este título sería más profundo, ya que el pasaje de Filipenses nos presenta la expresión de uno que vive a Cristo, de alguien que toma a Cristo como su modelo y que estima todas las cosas como basura para ganar más de Cristo.

I. SER COMPRENSIVOS

La primera característica de una persona que vive a Cristo es ser comprensivo. Filipenses 4:5 dice: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. Más adelante veremos que la segunda característica mencionada es la ausencia de ansiedad. Una persona que vive a Cristo siempre es muy comprensiva y está exenta de ansiedades y de preocupaciones. Pablo consideraba que éstas eran las dos características principales de una persona que vive a Cristo.

Una persona que vive a Cristo es calmada, tranquila, apacible y sosegada. En cambio, una vida llena de intranquilidad y de confusión expresa a Satanás. Ser comprensivos es la característica principal de una vida pacífica, y significa ser razonables, atentos y considerados en nuestro trato con los demás, sin ser estrictos en reclamar nuestros derechos. Si queremos llevar una vida sosegada, debemos ser comprensivos.

Ser comprensivos es más que ser simplemente pacientes y moderados. Si usted es comprensivo, nunca discutirá ni perderá la calma con otros. En vez de responder y decir muchas cosas, usted mostrará paciencia y moderación, y no dirá nada que pueda provocar o irritar a los demás.

Tomemos el ejemplo de varias hermanas que viven juntas. La hermana más apreciada será la que demuestre más tolerancia. Al surgir dificultades, ella permanecerá impasible y tranquila. Aun si las demás hermanas la ofenden, ella no tomará represalias. Por lo general, las hermanas que no son tan comprensivas, reaccionan rápidamente cuando alguien las ofende. Esto indica que su vida no está llena de tranquilidad ni de moderación. La vida cristiana normal es una vida llena de tranquilidad. En esta vida no discutimos ni peleamos con los demás.

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Ser comprensivos está en contraste con la ambición y la vanagloria, dos elementos negativos que Pablo mencionó anteriormente, y también está en contraste con las murmuraciones y los argumentos. Algunos cristianos son dados a la ambición y la vanagloria, mientras que otros son propensos a murmurar y a contender. Si somos ambiciosos, buscaremos vanagloria, murmuraremos y contenderemos, y no podremos llevar una vida de tranquilidad y serenidad, ni seremos comprensivos.

Por experiencia he aprendido que ser comprensivo es la primera característica de una vida que expresa a Cristo. Si vivimos a Cristo, no discutiremos con los demás, e incluso sabremos cuándo decir palabras agradables. En ocasiones, hasta una palabra apacible dicha en el momento inoportuno, puede desencadenar discusiones. Si usted contesta precipitadamente a una persona que le ha ofendido, no está siendo paciente ni comprensivo. Si alguien se enoja con usted, lo mejor es quedarse callado. Sea comprensivo y espere el momento oportuno para pronunciar una palabra apacible. Es imprescindible que los casados pongan esto en práctica. Si a su cónyuge le gusta discutir, sea cuidadoso en la forma en que le contesta. Es posible que ni siquiera sea prudente invocar al Señor en voz alta, pues podría provocar más problemas. En lugar de tratar de decir algo, cálmese, invoque al Señor en su interior y espere a que la situación se tranquilice.

Esto es fácil de enseñar, pero difícil de practicar. Para vivir así se necesita la gracia. Cuando una esposa se enoja con su esposo, es fácil que el esposo también se enoje. Es posible que él se encienda en ira y que sus emociones se desborden. Cuando uno llega a este estado, es extremadamente difícil calmarse. Es por eso que necesitamos la gracia del Señor. Ser comprensivos en una situación así, requiere de mucha gracia. Pero si por la gracia del Señor nos ejercitamos y permanecemos tranquilos, la situación volverá a la normalidad. Entonces tendremos la oportunidad de hablar apaciblemente.

Me he preguntado por qué después de abarcar asuntos tan profundos en los primeros capítulos, Pablo declara en 4:5: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. En comparación con los temas anteriores, ser comprensivos parece ser un tema secundario; sin embargo, visto de un modo práctico, ser comprensivos es lo que demuestra si verdaderamente vivimos a Cristo.

En Filipenses 4:5 Pablo escribe: “El Señor está cerca”. Muchos piensan que este versículo se refiere a la venida del Señor. Aunque estoy de acuerdo con esto, no creo que Pablo se refiriera principalmente a la venida del Señor, sino más bien a Su presencia. El Señor está cerca, es decir, El está con nosotros. Cuando vivimos a Cristo, tomándolo como nuestro modelo y estimando todas las cosas como pérdida para ganarlo, sentimos que El está con nosotros. El está cerca de nosotros en tiempo y espacio. En cuanto a

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espacio, el Señor está cerca, o sea listo para ayudarnos; y en cuanto a tiempo, El está cerca, es decir, que viene pronto. Ya que es así, ¿por qué hemos de preocuparnos e inquietarnos?

Al vivir a Cristo, conscientes de que El está cerca de nosotros, debemos mostrarnos comprensivos y moderados con los demás. Permítame recordarles que ésta es la primeracaracterística visible en una persona que vive a Cristo. Puedo asegurarles que una persona que viva a Cristo, siempre será comprensiva, moderada y tranquila. Pero si por el contrario, ambicionamos vanagloria, murmuramos y discutimos, no tendremos estas características. Si no somos comprensivos, esto indicará que no vivimos a Cristo. Por lo tanto, si queremos saber si realmente vivimos a Cristo o no, preguntémonos primero si somos comprensivos.

Pablo no tenía la intención de ayudarnos a ser pacientes y soportar las dificultades de una manera filosófica como enseña Confucio. Más bien, al escribir estos versículos, él deseaba presentar las características de una persona que vive a Cristo. Por lo tanto, él nos provee un cuadro de esto en Filipenses 4:5-9. Si en verdad vivimos a Cristo, debemos mostrarnos comprensivos hacia los demás. Los demás deben vernos siempre tranquilos y moderados, y darse cuenta de que nada puede perturbarnos. Pero cuando perdemos la calma, ciertamente no estamos en Cristo. En ese momento sentiremos que el Señor está lejos de nosotros, y en lugar de experimentar tranquilidad, es posible que nos invada la ansiedad, la cual acabará con nuestra tranquilidad y nos hará perder la paz interior. Siempre que perdamos la calma, seremos incapaces de vivir a Cristo. No se puede discutir y vivir a Cristo al mismo tiempo. Para vivir a Cristo se requiere de una tranquilidad absoluta.

II. LIBRES DE LA ANSIEDAD

En el versículo 6 Pablo añade: “Por nada estéis afanosos”. Por lo general, cuando escuchamos malas noticias nos preocupamos y nos volvemos ansiosos. La ansiedad nos carcome y nos impide vivir a Cristo. Por lo tanto, en vez de estar ansiosos, deberíamos siempre dar a conocer a Dios nuestras peticiones, por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Como resultado de esto, la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (v. 7), y también nos librará de toda preocupación y ansiedad. Lo dicho por Pablo aquí comprueba que es correcto interpretar estos versículos a la luz de nuestra experiencia. Somos liberados de toda ansiedad a fin de mantenernos tranquilos y apacibles.

En el versículo 6 Pablo nos exhorta con estas palabras: “En toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de

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gracias”. La expresión “en toda ocasión” denota todas las cosas que nos suceden a diario. A menudo, bajo la bendición del Señor, nos suceden muchas cosas positivas; sin embargo, en ocasiones también nos sobrevienen cosas negativas. No obstante, en toda ocasión debemos dar a conocer a Dios nuestras peticiones por medio de oración y súplica, con acción de gracias. La oración es general, y su esencia es la adoración y la comunión; la súplica es particular, y se hace por necesidades específicas. Notemos que Pablo no escribe “y acción de gracias”, sino “con acción de gracias”. Esto indica que tanto nuestra oración como nuestra súplica deben ir acompañadas de acciones de gracias al Señor.

Tal vez nos parezca fácil entender el significado de las palabras “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Sin embargo, no debemos dar por sentado que lo entendemos. He dedicado mucho tiempo estudiando la frase “delante de Dios”, la cual también podría traducirse “en la presencia de Dios”. La preposición griega usada aquí es pros, que frecuentemente se traduce “con” (Jn. 1:1; Mr. 9:19; 2 Co. 5:8; 1 Co. 16:6; 1 Jn. 1:2). Esta preposición denota movimiento en cierta dirección, en el sentido de una unión y comunicación viva, lo cual implica comunión. Por lo tanto, el sentido de “delante de Dios” aquí es en comunión con Dios. Es en tal comunión, en tal unión y comunicación, que debemos dar a conocer nuestras peticiones delante de Dios. Esto requiere que oremos para tener contacto con Dios.

Las oraciones que dirigimos a Dios deben ir acompañadas de la esencia de la adoración y la comunión, y también deben incluir peticiones por necesidades específicas. Aunque no tuviéramos una necesidad específica, diariamente debemos tener un tiempo de oración para adorar al Señor y tener comunión con El. Mientras lo adoramos y tenemos contacto con El en oración, disfrutamos de una dulce comunión y hacemos práctica nuestra unión orgánica con El.

El resultado de poner en práctica nuestra unión orgánica con el Señor es disfrutar la paz de Dios, la cual guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (v. 7). De hecho, la paz de Dios es en realidad Dios mismo como paz (v. 9), quien se infunde en nosotros mediante la comunión que tenemos con El en oración. Esta paz contrarresta todos los problemas, y es el antídoto contra los afanes (Jn. 16:33).

A menudo las malas noticias o las situaciones adversas nos ocasionan preocupación y ansiedad. Pero cuando oramos y tenemos comunión con Dios, disfrutando la unión orgánica que tenemos con El, recibimos el antídoto contra la ansiedad. Entonces, espontánea e inconscientemente la paz de Dios se infunde en nuestro interior. Dicha paz contrarresta las aflicciones y viene a ser el antídoto contra la ansiedad. Por experiencia podemos decir que este antídoto se obtiene mediante la oración, a medida que se

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infunde en nosotros la paz de Dios. El hecho de que la paz de Dios contrarreste las aflicciones no significa que éstas desaparecerán. Sin embargo, aunque las aflicciones permanezcan, existirá un contrapeso. Y aunque el veneno de la ansiedad aún se encuentre en nuestro ser, ahora poseemos un antídoto, a saber, la paz de Dios, la cual ha sido infundida en nuestro ser por medio de nuestra comunión con El en oración. Cuando disfrutamos a Dios como nuestra paz, experimentamos tranquilidad interior.

En el versículo 7 Pablo declara que la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. El verbo “guardará” también puede traducirse “montar guardia”. El Dios de paz patrulla continuamente nuestros corazones y pensamientos en Cristo. El corazón es la fuente y los pensamientos son el resultado. La paz de Dios guarda tanto nuestro corazón como nuestros pensamientos, lo cual significa que, en Cristo Jesús, la paz de Dios patrulla y monta guardia en nuestros corazones y pensamientos, tal como un centinela vigila un lugar yendo de un lado a otro. De esta manera, El nos calma y nos tranquiliza. Y aunque nos sobrevengan muchos problemas y afanes, nada nos perturbará. Esto no es una simple enseñanza, sino una palabra basada en la experiencia. Por experiencia sabemos que cuando la paz de Dios se infunde a nosotros, nos mantiene tranquilos.

En cuanto a los hombres, debemos ser comprensivos tal como lo menciona el versículo 5, y en cuanto a Dios, necesitamos tener comunión con El, tal como lo describe Pablo en los versículos 6 y 7. Las características principales de una persona que vive a Cristo, las cuales son el ser comprensivos y el tener dicha comunión con Dios, nos permiten conservar la paz interior y convertirnos en personas pacíficas. Por supuesto, esto no significa que nunca nos lleguen a suceder cosas negativas, sino más bien, que nada nos perturbará. No se lamenten de su situación. ¡Vivan a Cristo! Si lo hacemos, exhibiremos la primera característica del creyente, que es el ser comprensivos.

El hecho de ser comprensivos y estar exentos de toda ansiedad, no nos garantiza que todos los días recibiremos buenas noticias. A menudo Satanás nos enviará malas noticias, pero éstas no deben perturbarnos, puesto que tenemos la paz de Dios; aún más, tenemos a Dios mismo como paz, quien guardará nuestros sentimientos. Sin embargo, si hemos de experimentar la paz de Dios, primero debemos orar y tener comunión con El.

En Filipenses 4:5-7 Pablo habla de ser comprensivos y de estar libres de toda ansiedad, pero no menciona ningún otro aspecto. Antes bien, hace notar que estas son las características sobresalientes de una persona que vive a Cristo. Si somos comprensivos y estamos libres de ansiedad, seremos guardados en un ambiente de tranquilidad y sosiego. Entonces, viviremos a Cristo y lo disfrutaremos en plenitud.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTIOCHO

LAS CARACTERISTICAS SOBRESALIENTESDE LA VIDA CRISTIANA

(2)

Lectura bíblica: Fil. 4:5-9

En el mensaje anterior comenzamos a ver algunas de las características excelentes de la vida cristiana. Mencionamos que Filipenses 4:5-9 presenta varias de las características de una persona que vive a Cristo. Los versículos 5 y 6 revelan que tal persona es comprensiva con los demás y que vive sin ansiedad. En este mensaje daremos continuación al mensaje anterior, y hablaremos de seis aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo.

III. LO DEMAS

Pablo enumera estos seis aspectos en el versículo 8: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, a esto estad atentos”.

A. Todo lo que es verdadero

“Todo lo que es verdadero” es el primer aspecto que rige a una persona que vive a Cristo. Aquí la palabra “verdadero” denota veracidad moral; no significa verdadero en hecho. Una persona que vive a Cristo no puede ser falsa ni mentirosa. Todo lo que hagamos o digamos debe ser verdadero. Ninguno que realmente vive a Cristo debe practicar la falsedad en ninguna de sus formas. En conclusión, una persona que vive a Cristo debe ser veraz.

B. Todo lo honorable

“Todo lo honorable” es el segundo aspecto. La palabra griega traducida “honorable” significa venerable, digno de reverencia, noble y serio (1 Ti. 3:8, 11; Tit. 2:2); evoca la idea de dignidad, lo cual inspira y produce reverencia. Un creyente que vive a Cristo es honorable, noble, moderado, serio, e inspira respeto y admiración.

No pensemos que sólo las personas de edad son honorables. También los jóvenes y aun los adolescentes deberían inspirar respeto. Incluso un hermano joven debería conservar

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su dignidad en la escuela, porque Dios mora dentro de él. Puesto que es un vaso que contiene a Dios, Dios mismo es su valor, honor y dignidad.

Actuar con dignidad no quiere decir darse importancia, sino vivir a Dios. Por ejemplo, un cofre tiene valor únicamente si contiene una joya, pues ésta es la que le da el valor. Del mismo modo, nosotros, como vasos que contienen a Cristo, tenemos la verdadera dignidad cuando vivimos a Cristo. De esta manera, cuando los demás observen nuestra conducta, sentirán un profundo respeto por nosotros. La palabra griega traducida “honorable” implica profundo respeto. Este es el segundo aspecto que rige a una persona que vive a Cristo.

C. Todo lo justo

En el versículo 8, Pablo menciona también “todo lo justo”, lo cual tiene el sentido de rectitud, no de equidad. Se refiere a lo que es justo delante de Dios y de los hombres. Actuar correctamente es otro aspecto que rige a un creyente que vive a Cristo.

D. Todo lo puro

Ser puro es ser sencillo en intención y acción, sin ninguna contaminación. Por ende, ser puro significa estar libre de toda pretensión. La pureza también forma parte de los aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo.

E. Todo lo amable

“Todo lo amable” constituye otro aspecto que debe gobernarnos. La palabra “amable” significa digno de ser amado, agradable, querido.

F. Todo lo que es de buen nombre

Pablo añade también a la lista: “Todo lo que es de buen nombre”. Esto se refiere a lo que tiene buena reputación, a lo que es atractivo, encantador y cortés. En griego, esta expresión significa “lo que suena bien”.

En el versículo 8, Pablo no habla de la bondad, de la paciencia ni de la santidad, sino que menciona seis expresiones que constituyen los aspectos que rigen a una persona que vive a Cristo. Si vivimos a Cristo, nuestra vida seguramente expresará estas características. Por otra parte, no seremos falsos ni haremos nada con ligereza, sino que en todo seremos honorables, puros, correctos y amables, y todo lo que hagamos será de buen nombre. De entre todas las virtudes cristianas que existen, Pablo sólo seleccionó estas seis como aspectos que deben regirnos.

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Aquí, quisiera hacer notar que todas las virtudes humanas fueron creadas por Dios y que, según Génesis 1:26, el hombre fue creado a la imagen de Dios. Nuestras virtudes humanas fueron creadas como un vaso para contener las virtudes divinas, al igual que un guante fue diseñado a la imagen de la mano para contener la mano. Ya que la Biblia revela que Cristo es la imagen de Dios (Col. 1:15; 2 Co. 4:4), el hecho de que el hombre fuera creado a Su imagen, significa que fue creado según la forma de Cristo. El hombre fue creado conforme a Cristo, con el fin de contenerlo y expresarlo. Tal como un guante tiene la forma de la mano con el fin de contenerla, asimismo Dios formó al hombre según el molde de Cristo. Por eso, cuando Cristo entra en una persona, ésta viene a ser el vaso que lo contiene.

En Romanos 9 vemos que somos vasos creados para contener la gloria de Dios. La gloria de Dios denota la expresión de Dios, la cual es Cristo mismo. Las virtudes humanas, tales como la veracidad, dignidad, pureza y belleza tienen que ver con el hecho de que el hombre fue creado como un vaso para contener a Cristo como la realidad.

Basándonos en la declaración de Pablo, que dice: “Para mí el vivir es Cristo” (1:21), podemos afirmar con toda certeza que las virtudes que se enumeran en 4:8, son las características de un creyente que vive a Cristo. Puesto que Pablo mismo vivía a Cristo, no exhortaría a los santos a vivir otra cosa que no fuese Cristo. Por consiguiente, las virtudes de 4:8 deben ser la manifestación de la realidad que él mismo y otros santos vivían. Esta realidad era Cristo mismo.

Además, el capítulo dos revela que Cristo es nuestro modelo, y el capítulo tres nos enseña a seguir en pos de El para ganarlo. Hemos visto que Pablo estimó todo por basura, a fin de ganar a Cristo. ¿Cómo entonces podría él, en el capítulo cuatro, elevar las virtudes humanas a un nivel superior? Esto nos da otro indicio de que no podemos considerar que las virtudes mencionadas en este capítulo son algo aparte de Cristo; por el contrario, dichas virtudes son la manifestación de Cristo mismo, a quien los creyentes viven.

Si examinamos cuidadosamente las virtudes enumeradas en 4:8, confesaremos que por nosotros mismos somos incapaces de llevar una vida tan elevada. Ciertamente las enseñanzas éticas de Confucio son elevadas, pero todavía están por debajo de las instrucciones que Pablo da en Filipenses. Estudié un escrito de Confucio titulado The Highest Learning [La enseñanza más elevada], pero no se compara con las virtudes mencionadas por Pablo. Por nosotros mismos somos incapaces de llevar una vida con tales características. Por consiguiente, debemos prestar atención a lo que Pablo declara en 4:13: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Cada una de las virtudes mencionadas en 4:8 son la expresión de Cristo, en quien Pablo podía hacerlo todo.

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Basándonos en el contexto de Filipenses, podemos afirmar que las seis virtudes incluidas en este versículo constituyen las características de un creyente que vive a Cristo. No se trata de simples virtudes humanas, ni de las virtudes producidas por las enseñanzas de Confucio. Más bien, dichas virtudes son la expresión del propio Cristo, a quien vivimos.

G. Si hay virtud alguna, si alguna alabanza

Al final del versículo 8 Pablo cambia un poco la manera en que escribe y exclama: “Si hay virtud alguna, si alguna alabanza”. La palabra griega traducida “virtud” significa excelencia, es decir, energía moral expresada en una acción vigorosa. La alabanza se refiere a las cosas que son dignas de alabanza, la cual acompaña siempre a la virtud. Los primeros seis puntos de este versículo empiezan con la frase “todo lo que es”, y los últimos dos, comienzan con la expresión “si hay alguna”. Esto indica que los últimos dos aspectos son un resumen de los primeros seis, en los que hay algo de virtud o excelencia y algo digno de alabanza.

La virtud y la alabanza no son dos cualidades adicionales, sino más bien aspectos de las seis cualidades ya mencionadas. La palabra virtud es un término general y no una cualidad específica, es decir, que la virtud se halla presente en cada una de las seis características de la vida cristiana, las cuales son: todo lo que es verdadero, honorable, justo, puro, amable, y de buen nombre. Lo mismo se aplica a la palabra alabanza, es decir, que en cada uno de los seis aspectos de la vida cristiana encontramos algo digno de alabanza.

¡Cuán excelentes son las características de una persona que vive a Cristo! Las seis cualidades mencionadas en el versículo 8 son ciertamente las características más sobresalientes de la vida cristiana. Es excelente ser verdadero, honorable, recto, puro, amable y de buen nombre. Además, en cada uno de estos aspectos excelentes, hay algo de virtud y algo digno de alabanza. Debemos estar atentos a todas estas cosas, es decir, pensar en ellas y tenerlas en consideración.

IV. LO QUE HEMOS APRENDIDO, RECIBIDO,OIDO Y VISTO EN EL APOSTOL

En el versículo 9 Pablo concluye con estas palabras: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto poned en práctica”. Los creyentes no sólo debían pensar en las cosas mencionadas en el versículo 8, sino que también debían poner en práctica lo que habían aprendido, recibido, oído y visto en el apóstol. En la vida de Pablo ciertamente se manifestaban todas y cada una de las características mencionadas en el

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versículo 8. Los creyentes habían aprendido, recibido y oído estas cosas de él y también las habían visto en su persona. Por esta razón, Pablo los exhortó a que lo siguieran y practicaran las mismas cosas que él.

El versículo 9 concluye así: “Y el Dios de paz estará con vosotros”. Esto es tanto una bendición como una promesa. El Dios de paz es el origen de todo lo mencionado en los versículos 8 y 9. Como resultado de nuestra comunión con El y de tenerle en nosotros, todas estas virtudes brotarán en nuestra vida.

En el versículo 7 Pablo habla de la paz de Dios, y en el versículo 9 se refiere al Dios de paz. Primero él dice que la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos, y luego, que el mismo Dios de paz estará con nosotros. En realidad, la paz de Dios y el Dios de paz son uno. Cuando Dios está con nosotros, la paz también nos acompaña. La paz que disfrutamos es en realidad Dios mismo. Si deseamos disfrutar al Dios de paz, necesitamos orar para estar en comunión con El.

Sin estos versículos de Filipenses 4, los cuales exhiben las características de una persona que vive a Cristo, no sabríamos qué clase de vida deberíamos llevar para vivir a Cristo. El propio Señor Jesús estableció el modelo de esta vida durante los años que vivió en la tierra. Si leemos atentamente los evangelios, descubriremos que el Señor vivió absolutamente fuera de la esfera de la religión, la cultura y la filosofía. Aparte de El, nadie jamás ha llevado una vida tan pura y tan libre de la influencia de la religión, de la cultura y de la filosofía. La vida que el Señor llevó estaba totalmente ocupada por el Padre. En El no se hallaba el elemento de la religión, de la cultura, de la filosofía, ni el de las costumbres y las tradiciones. En Su alma, es decir, en Su mente, Su parte emotiva y Su voluntad, no había cabida para la religión, la cultura ni la filosofía. Dios el Padre había tomado posesión de todo Su ser. Por consiguiente, el Señor podía llevar una vida libre de toda influencia religiosa, cultural y filosófica. Su vida expresaba plenamente la vida divina. Es por eso que pudo exclamar: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9), y, “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí; El hace Sus obras” (Jn. 14:10). Durante Su vida en la tierra, el Señor Jesús vivió y expresó al Padre.

Quisiera animarles a que, bajo esta luz, vuelvan a leer los cuatro evangelios. Los evangelios describen la vida que llevó del Señor Jesús, la cual estaba totalmente ocupada por Dios el Padre. Cuando el Señor Jesús hablaba, en realidad era Dios el Padre quien se expresaba. En todo lo que el Señor Jesús hacía, expresaba algún atributo del Padre. El nunca expresó nada religioso, cultural ni filosófico, ni se condujo conforme a las costumbres ni las tradiciones. Más bien, siempre estaba ocupado por el Padre, y de ese modo vivía al Padre y lo expresaba.

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El Señor Jesús, mediante Su vida, estableció un modelo para nosotros. Si vivimos de acuerdo con este modelo, estimaremos como pérdida, e incluso como basura, todas las cosas religiosas, culturales y filosóficas. También menospreciaremos las costumbres y las tradiciones, a fin de que Cristo nos posea por completo. Entonces, únicamente viviremos y expresaremos a Cristo.

En el pasado, yo pensaba, como muchos cristianos, que Filipenses 4:5-9 se trataba de una simple exhortación de ética y buena conducta. He oído numerosos sermones sobre estos versículos, presentados únicamente desde una perspectiva moral. Aun los incrédulos citan estos versículos de un modo positivo. Lo que Pablo dice es ciertamente maravilloso y muy superior a todo lo que Confucio y Sócrates enseñaron. Sin embargo, aunque de joven me molestaba que algunas personas citaran estos versículos aplicándolos únicamente con sentido moral, a manera de principios de conducta, no fue sino hasta muchos años después que entendí el verdadero significado de estos versículos.

Un día el Señor me mostró que Filipenses 4:5-9 presenta las características de una persona que vive a Cristo. Si examinamos el contexto de la epístola, comprobaremos que esta es la manera correcta de interpretarlos. Como sabemos, en Filipenses 1:21, Pablo exclama: “Para mí el vivir es Cristo”. En el capítulo dos, él continúa este pensamiento y presenta a Cristo como modelo. Luego, en el capítulo tres, él añade que debemos estimar todas las cosas como pérdida, e incluso como basura, para llegar a la meta y ganar a Cristo al máximo. Luego, al final de su epístola, el apóstol Pablo declara que todo lo puede en Aquel que lo reviste de poder. No obstante, entre su exhortación de seguir a Cristo y su declaración de ser fortalecido por Cristo, él nos muestra que debemos llevar una vida que exprese a Cristo. Ciertamente, esta vida no es sólo un asunto de ética humana o de moralidad, sino la expresión misma del Cristo que vivimos.

Supongamos que fuésemos amables con los demás, que orásemos para librarnos de la ansiedad y que además poseyésemos las seis maravillosas virtudes humanas mencionadas en el versículo 9, pero que a pesar de todo esto, no tuviéramos a Cristo en nuestro ser. Si ésta fuera nuestra condición, seguiríamos vacíos y carentes de realidad.

No sería lógico que Pablo, después de abundar tanto en el tema de experimentar a Cristo, presentara en el capítulo cuatro las virtudes humanas desde una perspectiva meramente ética. Por consiguiente, concluimos que las características excelentes de la vida cristiana presentadas en estos versículos deben ser más que simples atributos naturales; deben ser la propia expresión del Cristo que vive en nosotros.

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Como dijimos anteriormente, podemos comparar estas excelentes características con un guante que expresa la mano, y a Cristo, con la mano que entra en el guante y llega a ser su contenido. Hemos dicho que las virtudes humanas fueron creadas por Dios como “un guante”, que sirve para contener los atributos divinos como su realidad. En otras palabras, las virtudes humanas son el vaso que ha de contener a Cristo, quien es el contenido divino. Virtudes tales como la benignidad, la veracidad y la dignidad sólo son sombras, no la realidad; son únicamente el vaso, y no el contenido. Sin embargo, la benignidad, la veracidad y la dignidad divinas son la realidad y la sustancia de labenignidad, la veracidad y la dignidad humanas. Antes de que Cristo entrara en nosotros y ocupara nuestro ser, nuestras virtudes eran como un guante vacío. Pero una vez que El se instaló en nosotros y vino a ocupar cada parte de nuestro ser, dicho “guante” fue ocupado por la mano viviente. Sin la mano, el guante estaría vacío y sin vida; ni siquiera tendría apariencia de vida. No obstante, cuando la mano entra en él, aunque el guante sigue siendo un guante, ahora contiene algo viviente; y por ende, adquiere una expresión viva. En principio, esto también se aplica a nuestras virtudes. Si nuestras virtudes no son ocupadas por Cristo, no podrán expresarlo, estarán vacías y carecerán de la verdadera vida. Pero cuando el Cristo vivo entra en ellas, son llenas derealidad y llegan a ser Su expresión.

Es importante que veamos la diferencia entre una vida que se ajusta a las enseñanzas éticas y una vida que expresa a Cristo. Las enseñanzas éticas de Confucio son probablemente las mejores enseñanzas sobre la conducta. El le enseñaba a la gente cómo cultivar sus virtudes humanas, pero no podía impartirles nada más. Todo lo que podía hacer era enseñarles a desarrollar las virtudes que ya poseían.

No hay duda de que como seres humanos creados por Dios, todos poseemos ciertas virtudes. Confucio llamó a la mejor de ellas: “la virtud brillante”. El descubrió que dentro del hombre existía una virtud brillante y resplandeciente. Conforme a su enseñanza, lo máximo que uno podía aprender consistía en cultivar y desarrollar esta virtud brillante.

¡Cuán distinto es este pensamiento a la economía de Dios! La economía de Dios no consiste en desarrollar nuestras virtudes humanas, sino en permitir que Cristo entre en ellas. Cuando esto sucede, nuestras virtudes dejan de estar vacías y son llenas de Cristo, quien viene a ser el contenido y la realidad de éstas. Una vez más, quisiera insistir en el hecho de que, las virtudes humanas son un vaso que sirve para expresar a Cristo como el verdadero contenido.

Al hablarles sobre esto, siento una carga muy grande por los jóvenes. Es probable que ellos no se den cuenta qué bendecidos son al recibir esta palabra en cuanto a la vida

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cristiana. Hace más de cincuenta años, muchos de nosotros buscábamos al Señor de todo corazón, pero no tuvimos la oportunidad de oír lo que ustedes están escuchando ahora. De haberla tenido, habríamos estado dispuestos a pagar cualquier precio por recibirla. Pero aunque pasaron muchos años, lo único que pude obtener fueron sólo unas cuantas cáscaras sin contenido. Jóvenes, ¡ustedes han sido ricamente bendecidos! El simple hecho de oír la expresión “unión orgánica” es una gran bendición. De joven, yo no sabía que se podía aplicar el adjetivo “orgánico” a la vida cristiana.

¡Es maravilloso saber que Filipenses 4:5-9 presenta las características de una persona que vive a Cristo! Este cuadro nos muestra que debemos ser comprensivos para con los demás, y que también necesitamos un antídoto para los afanes. También nos muestra que requerimos las seis virtudes que deben regir a una persona que vive a Cristo. ¡Cuán precioso es ver esto! Espero que muchos de nosotros, y especialmente los jóvenes, oren acerca de estos puntos, oren-lean los versículos que hablan sobre este tema, tengan comunión y testifiquen al respecto. La epístola de Filipenses nos presenta aquí un amplio territorio que debemos explorar y un sinnúmero de riquezas que debemos sondear y experimentar.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE VEINTINUEVE

EL SECRETO QUE EL APOSTOL APRENDIOEN CUANTO A TOMAR A CRISTO

COMO SU SUFICIENCIA

Lectura bíblica: Fil. 4:10-13; 3:9

En este mensaje hablaremos del secreto por el que Pablo lo podía todo en Cristo. El había aprendido el secreto de la suficiencia y del contentamiento. En realidad, este secreto es Cristo mismo. En el primer capítulo, Cristo es la vida que debemos vivir; en el capítulo dos, El es el modelo que debemos seguir, y en el capítulo tres, es la meta y el premio que debemos perseguir. Ahora, en el capítulo cuatro, vemos que Cristo es el secreto y también el poder que podemos disfrutar. En cualquier actividad que emprendamos, lo primero que necesitamos es conocer el secreto, y en segundo lugar, contar con el poder, fuerza o energía para realizarla.

APRENDER EL SECRETO

Cuando le enseñamos a alguien a hacer algo, por insignificante que sea, nuestra principal tarea consiste en enseñarle el secreto que hay en ello. Tomemos, por ejemplo,

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el arte de asar carne en una parrilla. Si no conocemos el secreto, es posible que echemos a perder la carne asándola demasiado por un lado y dejándola cruda por el otro. Del mismo modo, es posible que no conozcamos el secreto que nos presenta Filipenses 4, de poder hacerlo todo en Cristo. Podemos hablar mucho de Filipenses sin conocer el secreto de experimentar a Cristo. Pero a menos que tengamos la llave, no podremos abrir la puerta que nos lleva a experimentar a Cristo. Repito una vez más que el capítulo cuatro nos revela el secreto y el poder. Por una parte, Pablo declara: “He aprendido el secreto” (v. 12), y por otra, testifica: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (v. 13).

En el versículo 11, Pablo declara: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. El había aprendido a contentarse en cualquier situación, y por esto podía declarar: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”.

Luego, en el versículo 12, él añade: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. La frase “he aprendido el secreto” es la interpretación de una expresión griega que significa “he sido iniciado”. La metáfora usada aquí se refiere a una persona iniciada en una sociedad secreta, la cual es instruida en sus principios rudimentarios. Pablo no sólo había aprendido el secreto, sino que había sido iniciado y había aprendido ciertos principios básicos.

Entre los griegos existían numerosas sociedades secretas, y todo aquel que deseara hacerse miembro de alguna de ellas debía aprender los principios básicos de la misma. Aquellos que lo iniciaban debían enseñarle dichos principios. Pablo empleó esta metáfora para indicar que una iglesia, la cual es una entidad misteriosa, posee ciertos principios fundamentales. Una vez que Pablo se convirtió a Cristo, fue iniciado en la vida de iglesia, lo cual implica que aprendió el secreto, aprendió cómo disfrutar a Cristo, cómo tomarlo como su vida, cómo vivirlo, magnificarlo y ganarlo, y cómo llevar la vida de iglesia. Estos son los principios básicos de la vida de iglesia.

Aunque la iglesia como Cuerpo de Cristo es en cierto sentido una entidad misteriosa, definitivamente no es una sociedad secreta. Por el contrario, es una ciudad resplandeciente asentada sobre un monte. Además, la iglesia recibe a todos aquellos que deseen venir a ella. Sin embargo, puesto que posee un aspecto misterioso, requiere de una iniciación espiritual para conocer los principios de la vida de iglesia.

Los principios fundamentales de la vida de iglesia difieren completamente de los principios elementales del mundo. Podemos conocer todos los principios básicos del

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mundo sin saber nada de la vida de iglesia. Por lo tanto, después de ser salvos y de venir a la vida de iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, tuvimos que ser iniciados y aprender ciertos principios fundamentales. El secreto del Cuerpo consiste en tomar a Cristo como nuestra vida, vivirlo, seguir en pos de El, ganarlo, magnificarlo y expresarlo. Estos son los principios fundamentales de la iglesia como Cuerpo de Cristo. Pablo había sido iniciado en el Cuerpo y, por ende, había aprendido el secreto.

Son pocos los cristianos que han sido iniciados en la vida de iglesia de esta manera. A pesar de que se convierten a Cristo, son bautizados y se afilian a una denominación, no son iniciados en el Cuerpo de Cristo. Es por eso que aún no han aprendido a tomar a Cristo como vida, ni a vivirlo, ni a tomarlo como su modelo ni a estimar todas las cosas religiosas, culturales y filosóficas como basura, para ganar a Cristo. Si los comparamos con el apóstol Pablo, tendremos que reconocer que aún no conocen el secreto de experimentar a Cristo. Pablo había sido iniciado apropiadamente tanto en la vida cristiana como en la vida de iglesia.

APLICAR EL SECRETO

Conforme a Filipenses 4:10-13, Pablo aplicaba el secreto a todo lo que le sucedía en la cárcel. El se encontraba en una prisión de Roma, lejos de los creyentes y de las iglesias que había establecido mediante su ministerio. Sin duda alguna, él sufría tanto psicológica como físicamente. Ciertamente tenía necesidades materiales y no le resultaba fácil estar en la cárcel en tales circunstancias.

Conforme al relato del Nuevo Testamento, la iglesia en Filipos fue una iglesia ejemplar en la forma en que suplió las necesidades de Pablo, mientras éste viajaba por Europa llevando a cabo su ministerio. En 4:15 Pablo declara: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y de recibir, sino vosotros solos”. La provisión material por parte de los filipenses les abrió una cuenta con el apóstol. Como veremos en el siguiente mensaje, los creyentes de Filipos habían abierto una cuenta con Pablo, tal como se abre una cuenta bancaria hoy en día. En más de una ocasión, los filipenses habían depositado su dinero en dicha cuenta. Así que, en el versículo 16 Pablo les dice: “Pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades”. Luego, en el versículo 17, Pablo se refiere a la cuenta que los creyentes habían abierto con él: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta”.

Como dijimos, los creyentes de Filipos habían abierto una cuenta celestial con el apóstol y se habían distinguido por la forma en que le proveían para sus necesidades materiales. No obstante, mientras que Pablo estaba en la cárcel, ciertamente tenía necesidades

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materiales, y puesto que era humano, esperaba que los filipenses siguieran acordándose de él. Sin embargo, ellos dejaron de hacerlo por algún tiempo. Podemos deducir esto por las palabras de Pablo en el versículo 10: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Observemos las expresiones “al fin” y “florecer de nuevo”. Al parecer durante algún tiempo, el sentir que tenían los filipenses hacia Pablo había quedado adormecido, y aun se había marchitado. Pero cuando el apóstol escribió este versículo, leemos que el invierno había pasado y que ya había entrado la primavera. Es por eso que dijo que el sentir de ellos hacia él había vuelto a florecer. Pablo mostró su bondad al añadir: “De lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Sin embargo, queda implícito en sus palabras que antes de que el sentir de ellos para con él volviese a florecer, él había estado esperando recibir algún apoyo material de parte de ellos, quienes eran la única iglesia que tenía una cuenta celestial con él. Pero había transcurrido algún tiempo y ellos aún no habían depositado nada en dicha cuenta. No obstante, ahora las “flores” que se habían marchitado por el invierno, habían vuelto a florecer con la venida de la primavera.

En la soberanía del Señor, los filipenses dejaron de enviar apoyo material a Pablo por un tiempo. Ciertamente, ellos habían abierto una cuenta con él, pero ¿de qué sirve una cuenta si no se deposita nada en ella? Ese tiempo fue para Pablo un periodo de prueba que le hizo aprender a estar humillado. Sin duda, cuando Epafrodito llegó con la ayuda, efectuando así un gran depósito en la cuenta celestial, esto hizo que Pablo experimentara abundancia. Es por eso que declaró en el versículo 12: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia”. El sabía estar humillado, en una condición baja, y también sabía vivir en la abundancia.

En el versículo 12, Pablo usa algunas expresiones difíciles de entender. El escribe: “En todas las cosas y en todo”. Podemos preguntarnos: ¿Cuál es la diferencia entre “todas las cosas” y “todo”? ¿Acaso no es lo mismo? Además, al comienzo del mismo versículo, Pablo afirma que él sabía “estar humillado” y “tener abundancia”, pero al final, él invierte el orden y declara haber aprendido el secreto “así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Cuando estudiamos la Palabra, debemos estar atentos a esta clase de matices.

En estos versículos Pablo da a entender que padecía necesidad y que requería de algún apoyo material. Cuando padecía necesidad, era humillado. En presencia de los carceleros, de los guardias, y aun de todo el pretorio él padecía necesidad y era humillado. Quizás algunos decían de él: “¡Pobre prisionero! No tiene a nadie que lo cuide ni le brinde ningún apoyo”. Pero luego, de forma inesperada, se presentó Epafrodito con una dádiva de parte de los filipenses. Así que, en el versículo 18 Pablo

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exclama: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. En ese momento, Pablo acababa de recibir el rico suministro de ellos y ya no le faltaba nada. Por eso, podía declarar: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia”.

El apóstol estaba humillado antes de la llegada de Epafrodito, pero cuando éste llegó con la ayuda económica, Pablo tuvo abundancia. Sin embargo, él no sabía cuánto tiempo iba a durar ese periodo de abundancia. El apóstol sabía bien que después vendría otro tiempo de necesidad. A pesar de que había pasado por una situación difícil, y ahora se encontraba en la cumbre, estaba consciente de que tal vez sería humillado nuevamente, en un futuro no muy lejano. Esa es la razón por la que primero dijo: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia”. Pero luego, dado que Epafrodito había llegado con el suministro, él invirtió el orden y declaró: “He aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Puesto que estaba consciente de que su situación podía cambiar nuevamente, él afirmó que había aprendido a estar saciado, así como a tener hambre.

DIOS DISPONE SOBERANAMENTENUESTRAS CIRCUNSTANCIAS

Insisto en este asunto porque quiero resaltar el hecho de que nuestras circunstancias son siempre preparadas por la mano soberana de Dios. En ocasiones y bajo Su soberanía, Dios nos hace pasar por situaciones de humillación, y otras veces nos pone en situaciones muy favorables. Pablo sabía bien que, aunque había recibido el apoyo de la iglesia en Filipos, su entorno siempre estaría en las manos de Dios. Su mano soberana había dispuesto que la iglesia en Filipos se hubiera tardado en enviarle la ayuda material. Tal vez ellos tenían la intención de hacerlo, pero no habían tenido la oportunidad, hasta cuando Epafrodito pudo ir. Finalmente, los creyentes filipenses tuvieron la oportunidad y le enviaron su dádiva a Pablo. La ayuda que le enviaron lo sacó del estado de humillación y de necesidad en que se encontraba, y lo elevó a la cumbre más alta. Sin embargo, él no sabía cuánto tiempo iba a durar esto. Lo único de lo cual estaba seguro era de haber aprendido a estar humillado y a tener abundancia, así como a tener abundancia y a padecer necesidad. El había aprendido el secreto; había sido iniciado en los principios fundamentales en cuanto a Cristo y la iglesia.

En el versículo 13 vemos un principio básico en cuanto al secreto que el apóstol había aprendido, esto es, el secreto de poder hacerlo todo en Cristo. El dijo: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Pablo era un hombre que estaba en Cristo (2 Co. 12:2), y deseaba que otros lo hallaran en El, es decir, en Aquel que lo revestía de poder. Esta es una declaración concluyente en cuanto a su experiencia de Cristo, la cual conlleva

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muchas implicaciones. Es el reverso de lo que el Señor dijo en Juan 15:5 en cuanto a nuestra relación orgánica con El: “Separados de Mí nada podéis hacer”.

TODO LO PODEMOS EN AQUELQUE NOS REVISTE DE PODER

En 4:13 Pablo declara que Cristo es Aquel que lo reviste de poder. Revestir de poder significa ser hecho dinámico interiormente. Cristo mora en nosotros (Col 1:27); El nos da poder, nos hace dinámicos desde adentro, no desde afuera. Era por medio de este poder dado a Pablo, que él lo podía todo en Cristo.

En 4:13 se halla el secreto al que Pablo se refiere en el versículo 12. En dicho versículo declara que él está en Cristo, esto es, en Aquel que lo reviste de poder, mientras que en el capítulo tres, Pablo testificó que seguía a Cristo con el fin de ganarlo y ser hallado en El. Pero ahora en 4:13, él declara que está en El. Pablo lo podía todo en Cristo, en Aquel que lo revestía de poder; él bien podría decir: “Cristo es el secreto de mi suficiencia. Mientras lo posea y sea hallado en El, todo lo podré en El”.

Para apreciar las palabras de Pablo debemos relacionar la expresión “en Aquel”, mencionada en 4:13, con la expresión “en El” que aparece en 3:9. En Filipenses 3:9 Pablo expresa su anhelo de ser hallado en El, y luego, en 4:13, él declara que, hallándose en El, lo podía todo en Aquel que lo revestía de poder. Este era su secreto.

¿Ya descubrió usted cuál es el secreto? ¿Ya lo tiene? Nuestras circunstancias pueden cambiar. A veces tenemos abundancia, y otras veces estamos humillados; pero ya sea que tengamos abundancia o estemos humillados, nuestro disfrute del Señor no cambia. Es posible que incluso Pablo haya disfrutado más a Cristo mientras estuvo humillado que cuando tuvo abundancia. Quizás haya disfrutado más de Cristo cuando experimentó pobreza que cuando tuvo riquezas. Al menos, eso es lo que yo puedo ver. Pablo tal vez diría: “Yo disfruto a Cristo cuando estoy humillado de la misma manera que cuando tengo abundancia. Para mí es lo mismo ser rico que ser pobre; lo alto o lo bajo me es igual. Mi deleite en Cristo no varía”. Aunque el disfrute sea siempre el mismo, es probable que varíe el sabor. Pero aun si hubiera alguna diferencia de disfrute o sabor, ciertamente Pablo había aprendido el secreto.

COMO CONTRARRESTAR LA ANSIEDAD

Si aprendemos el secreto sabremos contrarrestar la ansiedad. Si experimentamos pobreza, no debemos estar ansiosos ni preocupados, pues el Señor siempre estará cerca y cuidará de nosotros. Por naturaleza, nos preocupamos y nos ponemos ansiosos. Esto

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pasa con los ricos y también con los pobres. Los pobres tienen sus preocupaciones, y los ricos, las suyas. Sólo aquellos que tienen la experiencia de estar verdaderamente en Cristo y de ser revestidos de poder interiormente por El, nunca estarán ansiosos, ni preocupados.

Como dijimos, Pablo padeció necesidad porque la iglesia en Filipos no había tenido la oportunidad de apoyarle. El estaba humillado y en necesidad. ¿Piensa usted que Pablo estuvo preocupado durante ese tiempo? Creo que podríamos responder que sí y que no. Por una parte, podemos decir que Pablo no estaba preocupado, pues él afirmó haber aprendido el secreto de estar humillado y de tener abundancia. Pero por otra parte, cuando él habla de su situación, percibimos que sí había un sentimiento de preocupación o de ansiedad. Si el apóstol no hubiera estado preocupado, entonces ¿por qué habló de su situación? Mientras pasaba por necesidades, es probable que se sintiera intranquilo interiormente. De lo contrario, no habría escrito a los filipenses que se gozaba en gran manera en el Señor de que “al fin” hubieran hecho florecer su interés por él. Por estas palabras positivas podemos percibir que antes de recibir el suministro por mano de Epafrodito, Pablo ciertamente estuvo preocupado. Era como si les dijera: “Por fin vuestro interés por mí ha vuelto a florecer. Sentí que durante algún tiempo os habíais olvidado de mí y que habías perdido toda preocupación por mí; que vuestro interés por mí atravesaba por cierta clase de invierno. Pero ahora, me regocijo de que vuestro interés hacia mí haya vuelto a florecer”.

Si Pablo no hubiera estado en absoluto preocupado ni ansioso, ¿entonces por qué consideró necesario escribir tales palabras en su epístola a los filipenses? Como ser humano, él había sufrido la falta de recursos materiales. El no era un ángel ni unaestatua inerte, sin sentimientos. Pero había aprendido el secreto de tomar a Cristo como su suficiencia. Por consiguiente, mientras padecía necesidades y era tentado a preocuparse por su situación, ponía en práctica este secreto. De este modo, experimentaba que este secreto eliminaba su inquietud. Por tanto, él podía testificar confiadamente que sabía estar humillado, así como tener abundancia. El hecho de que Pablo dijera que sabía estar humillado indica que él experimentaba cierto sentimiento de humillación. En efecto, él sabía lo que era preocuparse y tener ansiedad en medio de los sufrimientos; sin embargo, en esos momentos, él sabía aplicar el secreto, quien era el Cristo que moraba en él. El aplicaba a este Cristo en el cual podía ser hallado. Este Cristo es real, viviente, cercano, accesible y prevaleciente. Tal Cristo era el secreto de Pablo.

Pablo usó una palabra de los estoicos al afirmar que había aprendido a contentarse en cualquier situación; sin embargo, él no era estoico en absoluto. Antes bien, era una persona que estaba en Cristo y que había aprendido a experimentarlo y aplicarlo a todas

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sus situaciones. Podía estar contento, no porque hubiera recibido las enseñanzas de los estoicos, sino porque aplicaba a Cristo, a Aquel en quien vivía y permanecía. Repito una vez más que este Cristo había llegado a ser el secreto de Pablo.

LA VIDA CRISTIANA SE COMPONE DE DIAS Y NOCHES

En nuestra vida cristiana, experimentamos días y noches. Según el primer capítulo de Génesis, la noche se menciona antes que el día. Cuando Pablo estaba humillado, pasaba por una noche, y cuando tenía abundancia, experimentaba el día. Tal como el día viene después de la noche, así la noche viene después del día. Para Pablo, el día de la abundancia vino después de la noche de la humillación. Sin embargo, él sabía que después de ese día vendría otra noche. No podemos cambiar el principio que Dios estableció en el universo. En el universo vemos que hay noche y día, y también día y noche.

La vida cristiana no permanece siempre en el mismo nivel; por el contrario, tiene muchos altibajos. Así que es normal tener altibajos. De hecho, es anormal que nos mantengamos siempre en el mismo nivel sin pasar por altibajos. Sería como si sólo disfrutáramos de días y nunca tuviéramos noches. ¿Quién de entre nosotros puede afirmar que ha tenido un día espiritual de doscientas horas? Yo nunca he tenido días así; experimento noches así como días, momentos elevados así como momentos bajos. Sin embargo, nuestra cuenta debe mantenerse en equilibrio, es decir, que los momentos altos deben igualar a los bajos, de la misma manera que los débitos deben ser iguales a los créditos. Si mantenemos tal equilibrio en nuestra experiencia, seremos cristianos normales.

El Señor lo dispone todo en Su soberanía; El sabe que necesitamos altibajos a fin de experimentar a Cristo. Le doy gracias al Señor por todos los valles por los que me ha hecho pasar. Pero puedo testificar que además de los valles, también he experimentado colinas. La vida cristiana no es una gran llanura; más bien, es una tierra de vegas y montes. Gracias a estos numerosos montes y valles, podemos experimentar a Cristo.

Jóvenes, no sueñen con una vida totalmente nivelada y plana. Al contrario, se encontrarán con muchos valles y montes. Tendrán que afrontar toda clase de situaciones, pero en medio de ellas, podrán aplicar a Cristo como su secreto y experimentarlo. Es crucial que aprendamos a aplicar a Cristo.

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EN TODAS LAS COSAS Y EN TODO

Como dijimos anteriormente, Pablo usó una expresión en el versículo 12 que es difícil de entender: “En todas las cosas y en todo”. ¿Cuál es la diferencia entre “todas las cosas” y “todo”? Por lo general experimentamos una sola cosa a la vez. Nadie tiene la capacidad de experimentarlo todo al mismo tiempo. Por lo tanto, según nuestra experiencia en el tiempo, hablamos de “todas las cosas” considerándolas en un sentido particular. Pero después de haber transcurrido mucho tiempo y de haber acumulado muchas experiencias, podemos considerar “todas las cosas” como “todo”.

Recordemos que el libro de Filipenses fue escrito desde el plano de la experiencia. En el tiempo, experimentamos una cosa y después otra. Esta es la noción que comunica la frase “todas las cosas”. Pero después haber pasado por un largo período de experiencias, “todas las cosas” en conjunto vienen a ser “todo”. Por tanto, la expresión “todas las cosas” alude a un periodo de tiempo en el que experimentamos cierto aspecto del Señor y denota una amplia gama de experiencias que se extienden por un largo período. Pablo podía declarar que había aprendido el secreto tanto en una circunstancia particular, así como en todas las situaciones; en un momento específico, así como durante todo el transcurso de su vida. El verdaderamente experimentaba a Cristo a cada instante. Por una parte, lo experimentaba en situaciones y momentos específicos, y por otra, en todas las cosas y en todo momento.

¡Que gran bendición poder recibir una palabra acerca de la experiencia que tenemos de Cristo! Espero que en especial los jóvenes comprendan cuán bendecidos son, y oren de la siguiente manera: “Señor, aun desde mi juventud, deseo buscarte e ir en pos de Ti, experimentándote de la manera descrita en Filipenses. Deseo ser como Pablo en cuanto a la experiencia y disfrute que él tuvo de Ti. No busco ser un gran apóstol, evangelista o colaborador. Lo único que anhelo es ser un cristiano normal que te experimente y te disfrute diariamente en todas las cosas, así como en todo, por el resto de mi vida”. Espero que nuestro anhelo sea disfrutar a Cristo a tal grado.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA

LA COMUNION DE LOS CREYENTESCON EL APOSTOL AL PROVEERLE

PARA SUS NECESIDADES

Lectura bíblica: Fil. 4:10, 14-20

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En este mensaje hablaremos de la comunión de los creyentes con el apóstol al proveerle para sus necesidades. Cuando se trata de dar, muchos cristianos no tienen comunión. Al decir comunión, no nos referimos meramente a una comunicación o participación mutua, sino también a la ministración de vida. Cuando tenemos comunión unos con otros, nos ministramos vida mutuamente. Muchos cristianos cuando ofrendan no tienen el sentir de que esta transacción implica cierta ministración de vida. Sin embargo, si oramos-leemos los versículos mencionados al comienzo de este capítulo, podremos percibir que en ellos se da una ministración de vida, tanto de parte del apóstol como de los creyentes que le enviaron la dádiva. Sin duda, los filipenses le enviaron una ayuda material a Pablo, pero debemos ver que con ello también le ministraron vida. Por lo tanto, la comunión y ministración de vida circulaba entre ambas partes, entre el apóstol y los creyentes. Es importante que aprendamos a dar teniendo presente la comunión y ministración de vida.

I. EL APOSTOL SE GOZA EN EL SEÑORDE QUE LOS CREYENTES SE HUBIERAN

ACORDADO NUEVAMENTE DE EL

En el 4:10 Pablo declara: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí”. Tal vez hubo circunstancias que impidieron a los filipenses enviar fielmente a Pablo la ayuda material. Por lo tanto, cuando Pablo recibió la dádiva por medio de Epafrodito, consideró esto como un florecimiento del interés de ellos hacia él. Conforme al sentir de Pablo, dicha dádiva significaba que el interés de ellos por él había vuelto a florecer.

La frase “florecer de nuevo” es una expresión maravillosa y está llena de implicaciones. ¿Cómo puede algo que no tiene vida florecer? La palabra “florecer” implica que el hecho de que los creyentes pensaran en el apóstol era un asunto de vida. Además, la expresión “florecer de nuevo” implica que por algún tiempo el interés de ellos por Pablo había estado adormecido, que había pasado por una especie de invierno. Para que una planta vuelva a florecer, se requiere que haya pasado por un periodo de marchitamiento o adormecimiento durante el invierno. Esto alude al periodo en que los santos no tuvieron la oportunidad de cuidar de Pablo, lo cual fue para él un invierno, un tiempo de sufrimiento. Sin embargo, este sufrimiento le proporcionó la oportunidad de experimentar a Cristo de una manera más rica.

II. EL INTERES DE LOS CREYENTES POR EL APOSTOL

En 4:10 Pablo les escribe a los filipenses: “De lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Estas palabras muestran la experiencia y la madurez de Pablo.

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Hubo ocasiones en las que él reprendió a los santos. Por ejemplo, cuando les escribió a los corintios, los reprendió severamente y les preguntó si querían que fuese a ellos con vara (1 Co. 4:21). Pero aquí, en contraste con esto, vemos que él se dirige a los filipenses en un tono muy afable, diciéndoles que su interés por él había vuelto a florecer y que no dudaba de que ellos estuvieran solícitos, pero que les había faltado la oportunidad.

Como ya dijimos, la expresión “florecer de nuevo”, que es una traducción literal del griego, implica que el hecho de ofrendar es un asunto de vida y ministración vida. Si no lo fuese, Pablo no habría usado tal expresión.

Debemos prestar la debida atención al verbo “florecer”. Esta palabra implica que la manera en que ofrendemos bienes materiales a una iglesia, a un siervo del Señor o a un santo, debe ser viviente, de tal modo que pueda florecer. Esta clase de comunión implica más que una simple participación; implica la circulación de la corriente de vida. La Biblia muestra que la comunión siempre procede de la vida. En 1 Juan 1:2-3 vemos que la comunión proviene de la vida, es decir, que la vida es la fuente misma de la comunión. Es por eso que Pablo usó el verbo “florecer” en Filipenses 4:10, y la palabra “participar” en el versículo 14 del mismo capítulo: “Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación”. Es como si el apóstol les dijera: “Vosotros me ministrasteis vida y me apoyasteis durante mi encarcelamiento. Mientras sufría, me ayudasteis, ministrándome vida. Por tanto, ciertamente recibiréis también un suministro de vida”.

La circulación de la sangre en nuestro cuerpo es un buen ejemplo de la comunión de vida. Por un lado, cuando la sangre circula, sale, pero por otro, regresa. Conforme a este principio, nuestra comunión en vida siempre va y viene. Si sólo hubiera salida, sin una correspondiente entrada, no sería una verdadera comunión. La comunión siempre implica circulación. La vida fluye hacia afuera y después regresa. Sale con el suministro hacia otra persona, y luego regresa a nosotros con el suministro de esa persona. Cada vez que, movidos por el Señor, demos bienes materiales, experimentaremos dicha comunión de vida. Debe haber florecimiento y mutua suministración de vida.

La comunión que los creyentes de Filipos tenían con Pablo, es decir, el apoyo material que ellos le hacían llegar, contribuía al progreso del evangelio (1:5). Como mencionamos anteriormente, aquí el evangelio se refiere al mover de Dios en la tierra con miras a Su economía. El evangelio no sólo incluye las buenas nuevas de la salvación, la redención, el perdón, la justificación y la vida eterna. Especialmente en la epístola de Filipenses, el evangelio denota el mover de Dios en Su economía. Por consiguiente, la comunión, incluyendo el envío de ayuda material, contribuye al progreso del mover de Dios en Su economía.

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III. EL APOSTOL RECUERDA COMO LOSCREYENTES SUPLIERON SUS NECESIDADES

En Filipenses 4:15-16 Pablo menciona diferentes ocasiones en las que recibió apoyo material de los creyentes. Luego, él añade en el versículo 17: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta”. ¿Por qué Pablo menciona que ellos habían ofrendado en el pasado? Esta frase no fue escrita por coincidencia, pues Pablo no escribiría nada sin un propósito. Todo lo que él escribía tenía algún objetivo y correspondía a una carga. La clave para entender cuál fue su propósito al escribir estos versículos, radica en la palabra “cuenta” (v. 17). Las dádivas materiales que los creyentes le ofrecieron al apóstol, abrieron una cuenta con él. En el versículo 17, Pablo menciona la cuenta que fue abierta en el versículo 15.

La Biblia presenta la revelación sobre el sistema bancario celestial. En Mateo 6 el Señor Jesús nos aconseja a que depositemos nuestras riquezas en una cuenta bancaria espiritual. Conforme a Su palabra, debemos efectuar depósitos en nuestra cuenta celestial. Por supuesto, la palabra “cuenta” no aparece en Mateo 6. Aun en este asunto, la revelación bíblica es progresiva. Pero en Filipenses, Pablo usa a propósito la palabra “cuenta”, refiriéndose al sistema bancario celestial.

En 4:15 el apóstol declara: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos”. Este versículo revela que la iglesia en Filipos había sido la única en abrir una cuenta con Pablo. Dicha cuenta incluía dos conceptos, el de dar y el de recibir. Era una cuenta de partida doble, una cuenta con dos columnas, la de dar y la de recibir. Ciertamente, los creyentes filipenses depositaron una gran suma en la cuenta que habían abierto con Pablo. La iglesia en Filipos había abierto una cuenta a fin de proveer para las necesidades del apóstol. La cuenta a la cual Pablo se refirió en el versículo 15, se encontraba segura en el banco celestial. Los filipenses enviaban sus donativos al apóstol, y a cambio recibían la recompensa de Dios.

Pablo habla de ello en el versículo 19, cuando dice: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Por experiencia, el apóstol tenía la convicción y la certeza de que Dios era su Dios, pues era uno con El. Ya que consideraba los donativos materiales de los filipenses como sacrificios ofrecidos a Dios, creía con toda certeza que Dios, quien era uno con él y quien era su Dios, recompensaría ricamente a los filipenses. Cuando los creyentes enviaban su donativo al siervo de Dios, en realidad se lo estaban dando a Dios. Por esta razón, Dios ciertamente los recompensaría. El nunca estaría en deuda con los creyentes. Por consiguiente, se asentaría un crédito y un débito en la cuenta celestial, a favor de los creyentes filipenses.

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¿Cuál columna cree usted que sería la más larga, la del débito o la del crédito, es decir, la de las dádivas o la de los reembolsos? La de los reembolsos es siempre la más larga. Por ejemplo, es posible que usted dé una ofrenda de diez dólares y que Dios le devuelva a cambio mil dólares, esto es, cien veces más. Por consiguiente, su saldo ahora es de novecientos noventa dólares. Esto indica que, en realidad, el dador no es usted sino Dios. ¿No le atrae la idea de tener una cuenta así? Ninguna cuenta bancaria terrenal se compara con ésta. No obstante, si usted abre tal cuenta con la intención de enriquecerse, es muy probable que Dios no le recompense en esta era, sino que espere a que su avaricia haya sido completamente eliminada.

Aunque los filipenses ya tenían abierta una cuenta con Pablo, y a pesar de que aun estando en Tesalónica, “una vez y aun dos veces” le habían enviado para sus necesidades, hubo un tiempo en que no se efectuó ninguna transacción. Es por eso que Pablo mencionó el hecho de que los creyentes habían ofrendado en el pasado. El no quería que las transacciones se interrumpieran, sino que la acción de dar y de recibir se mantuviera constante. Según lo que Pablo declaró en el versículo 17, él no buscaba dádivas, sino fruto que aumentara en la cuenta de los creyentes. Aquí se refiere al aumento producido en la columna de los créditos. En estos versículos, vemos que la intención de Pablo era animar a los creyentes a mantener su cuenta activa, sin interrumpir las entradas y las salidas. Entonces el fruto abundaría en la cuenta de ellos.

IV. LA PROVISION QUE LOS FILIPENSES ENVIARONAL APOSTOL POR MEDIO DE EPAFRODITO

En el versículo 18 Pablo añade: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. “Lo que enviasteis” se refiere a los bienes materiales que fueron dados al apóstol para suplir sus necesidades. Una vez que los recibió, él pudo decir que había sido suministrado ricamente. Pablo consideraba lo que había recibido como “olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. La palabra griega traducida “olor fragante” aparece también en Efesios 5:2, y alude al olor fragante de los sacrificios ofrecidos a Dios (Gn. 8:21). Las dádivas materiales de los filipenses, obsequiadas para suplir las necesidades de apóstol, eran consideradas por él como un sacrificio a Dios, acepto y agradable (He. 13:16). Pablo indicó con aprecio, que lo que habían hecho los filipenses a su favor, en realidad fue hecho para Dios. Con esto daba a entender que él tenía la certeza de que era uno con Dios y que su obra era por Dios y para Dios.

En el versículo 19 Pablo afirma que su Dios los recompensaría ricamente. Basándose en su experiencia, el apóstol tenía la convicción y la certeza de que él era uno con Dios, y de que Dios era su Dios. Por eso pudo afirmar confiadamente: “Mi Dios, pues, suplirá todo

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lo que os falta”. Dios era el Dios de Pablo porque Pablo era uno con El. Puesto que Pablo consideraba los donativos materiales de los filipenses como sacrificios ofrecidos a Dios, él sabía con plena certeza que Dios los recompensaría ricamente. En esto vemos que cuando recibimos una dádiva, debemos tener la seguridad de que dicha dádiva también ha sido ofrecida a Dios. Además de esto, debemos tener la certeza de que Dios recompensará al dador, supliendo todas sus necesidades, abasteciéndolo plenamente y satisfaciéndolo a lo sumo.

Pablo declaró a los filipenses que Dios supliría todo lo que les faltara conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Puesto que los filipenses se preocupaban por el enviado de Dios, Dios se ocuparía de todas las necesidades de ellos. Además, Pablo afirma que Dios provee para nosotros según Sus riquezas, y no según nuestras necesidades. Sus riquezas exceden a nuestras necesidades.

La expresión “en gloria”, mencionada en el versículo 19, merece especial atención. “En gloria” modifica a “suplirá” y no a “Sus riquezas”. La gloria es la expresión de Dios; es Dios mismo expresado en Su esplendor. El rico suministro de Dios para los creyentes, quienes son Sus hijos, expresa a Dios y conlleva Su gloria. El apóstol les aseguró a los filipenses que Dios supliría abundantemente sus necesidades, de una manera que les introduciría en Su gloria.

Aquí Pablo no está diciendo que las riquezas de Dios son las riquezas de la gloria, sino que está testificando que Dios recompensará al dador en gloria. Por tanto, Dios supliría abundantemente todas las necesidades de los filipenses en gloria, y al hacerlo, exhibiría el esplendor de Su gloria e introduciría a los dadores en ella.

Permítame ahora testificar de una experiencia acerca de cómo Dios suple nuestras necesidades, conforme a Sus riquezas en gloria. En enero de 1937 recibí un telegrama del hermano Nee, en el cual me pedía que fuera inmediatamente a Shangái, a fin de asistir a una conferencia muy importante de colaboradores. Después de dicha conferencia, visité varias ciudades antes de regresar a casa, al norte de China. Sin embargo, no traía suficiente dinero para cubrir mis gastos de transporte. Además, como me habían pedido con urgencia que fuera a Shangái, tuve que dejar a mi esposa y a mis hijos en casa. Así que, por una parte, tenía muy poco dinero conmigo para el viaje y, por otra, mi esposa sólo disponía de una pequeña cantidad de dinero para suplir las necesidades de la familia. Sin embargo, ambos confiábamos en el Señor. Poco después de mi salida, se agotaron los recursos de mi esposa. Puesto que ella había aprendido la lección de no dar a conocer sus necesidades a los demás, llamó a nuestra hija mayor a fin de orar juntas al respecto. Ese mismo día, por la noche, una hermana de edad vino a visitar a mi esposa y le dijo que el Señor la había movido a llevarle cierta cantidad de

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dinero. Esta hermana no sabía que yo no estaba en casa y que mi familia padecía necesidad. Aquella noche, después de que esta hermana se marchó, mi esposa lloró delante del Señor. Esta fue su experiencia.

Permítame compartirles ahora mi experiencia. Después de asistir a dicha conferencia en Shangái, salí a Nanking, donde estuve ministrando en algunas reuniones. De repente, llegó una noticia triste: la esposa de un colaborador estaba muy enferma y por lo tanto él tenía que regresar de inmediato a su casa para atenderla. Al enterarme de lo sucedido, sentí en mi interior que debía darle algún dinero a este hermano. Por un momento no supe qué hacer, porque yo necesitaba ese dinero para mi pasaje de tren. Me pregunté cómo iba a pagar mi pasaje si le daba el dinero al hermano, pero no pude argumentar con el Señor. Yo sabía que no tendría paz si no obedecía y le daba el dinero a aquel hermano. El Señor me mostró que no debía confiar en el dinero que llevaba en mi bolsillo, sino únicamente en El. Después de declararle al Señor que confiaba en El, le entregué el dinero al hermano. Como resultado, por una parte me sentí liberado de mi carga, pero por otra, me sentí ansioso y me pregunté con qué iba a comprar mi pasaje. Más tarde, ese mismo día, después de la reunión de la noche, recibí una ofrenda, cuya suma era varias veces más que la cantidad que yo había dado en la mañana. Cuando abrí el sobre y vi la cantidad de dinero, me quedé sorprendido. Por supuesto, mi ansiedad desapareció inmediatamente, pero a cambio, tuve un sentimiento de vergüenza. Me sentí tan avergonzado que casi no pude agradecerle al Señor. Al devolverme varias veces la cantidad que yo le había dado al hermano, el Señor actuaba en gloria conforme a Sus riquezas. Efectivamente, al principio me sentí avergonzado, pero lo que hizo el Señor finalmente me condujo a Su gloria y me fortaleció. Lo que el Señor devuelve a los que depositan su dinero en la cuenta celestial, es siempre conforme a Sus riquezas y en gloria.

En Filipenses 4:19 vemos que el Señor nos recompensa “en Cristo Jesús”. Esta expresión también modifica al verbo “suplirá”. Cristo, Aquel que lo es todo, es la base, el elemento, la esfera y el cauce en el cual y por el cual Dios cuida a Su pueblo, conforme a Sus riquezas y en gloria.

Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que Filipenses es un libro cuyo tema es experimentar a Cristo. Cada palabra de este libro gira en torno a dicho tema. Si no aplicamos este mismo principio al asunto de dar y recibir, no entenderemos plenamente lo que Pablo declara al respecto en 4:10, 14-20. En estos versículos, Pablo usa las siguientes expresiones: florecer de nuevo, participar, sacrificio a Dios, olor fragante y Dios suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Todos estos términos y expresiones implican que aun el hecho de dar y recibir se relaciona estrechamente con nuestra experiencia de Cristo. Por el lado nuestro, se

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relaciona con la vida, y por el lado de Dios, se relaciona con Su gloria. Nuestro dar y recibir debe ser regulado por la vida, y debe hacerse en la comunión de la vida. Cada vez que practiquemos esto, veremos el florecimiento de la vida, es decir, los indicios de que la vida florece y circula normalmente en el Cuerpo de Cristo. Finalmente, veremos que el resultado de dar y recibir en la comunión de la vida es la gloria de Dios.

Hoy entre los cristianos no se ve tal florecimiento, participación, sacrificio y gloria. Sin embargo, Pablo al hablar de dar y recibir bienes materiales, usó las expresiones florecer, participar, olor fragante, sacrificio a Dios, conforme a Sus riquezas y en gloria. Todos estos términos aluden a la experiencia que tenemos de Cristo. No hay duda de que cuando los santos de Filipos le enviaron su dádiva a Pablo, lo hicieron en vida y con Cristo. Es por eso que al recibirla, Pablo disfrutó una ministración de vida y fue reconfortado. Y luego, en respuesta al gesto de los filipenses, él les escribió esta epístola. Su carta ministró la vida no sólo a los filipenses, sino también a innumerables creyentes a través de los siglos. Si nosotros hubiésemos estado en Filipos en aquel tiempo, habríamos leído esta epístola más de cien veces.

Al enviar su donativo al apóstol, los creyentes participaron en la ministración de la vida. Igualmente, la manera en que Pablo les respondió después de recibir el donativo, constituyó una ministración de vida, no sólo para los filipenses sino también a millares de creyentes a través de los siglos. De aquí vemos que la práctica de dar y recibir nos lleva a experimentar a Cristo ricamente, lo cual da por resultado la glorificación de Dios. Dios visita tanto a los que dan como a los que reciben, de tal modo que les manifiesta Su esplendor, Su gloria. Por lo tanto, vemos que la comunión en cuanto a dar y recibir no sólo ministra vida, sino que también conduce a la gloria de Dios a todos los que lo practican.

Filipenses 4:19-20 se escribió de manera maravillosa, subjetiva, íntima y gloriosa. En el versículo 19 Pablo dice a los santos: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta”. Esto indica que lo que los santos le habían dado a él, en realidad se lo habían dado a Dios. Por lo tanto, no era Pablo sino Dios quien les debía algo; Dios era quien tenía la obligación de recompensarles. Dios y Pablo formaban una sociedad. Pablo era uno con Dios en Su empresa celestial. De hecho, la economía divina es la empresa de Dios, y Dios y Pablo eran los socios de dicha empresa. Por esta razón, cuando los filipenses enviaron su donativo a Pablo, Dios mismo contrajo una deuda con ellos. Debido a esto, el apóstol sabía con certeza que Dios los retribuiría.

No obstante, es importante hacer notar que es solamente cuando damos en Cristo que Dios adquiere una deuda con nosotros. Si no presentamos nuestras dádivas en Cristo, Dios no está obligado a pagarnos; pero siempre que, en Cristo, damos a la iglesia, a los

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santos necesitados, o a la obra del Señor en Su recobro, Dios contrae una deuda con nosotros. El queda en deuda porque, cuando damos en Cristo, en realidad estamos dando a Dios mismo y a lo que a El le concierne, esto es, a Su economía.

Puesto que Pablo era uno con Dios y podía referirse a El como “mi Dios”, él podía asegurarles a los creyentes que su Dios supliría, conforme a Sus riquezas, todo lo que a ellos les faltara. El apóstol no tenía cómo pagarles. No obstante, Dios mismo les pagaría, no conforme a lo que ellos habían dado, sino conforme a Sus riquezas. Quizás les devolvería cien veces más.

Como ya dijimos, Dios también suplirá para nuestras necesidades en gloria y en Cristo Jesús. La gloria es Dios mismo expresado en Su esplendor, de tal modo que ésta nos lleva a disfrutar Su expresión. Cuando Dios nos retribuye en gloria, al mismo tiempo nos conduce a Su esplendor. Les exhorto a que experimenten a Cristo de esta manera. Los que viven a Cristo y lo magnifican, deben tener la experiencia de darle algo a Dios para Sus intereses, y también la experiencia de ser recompensados por El según Sus riquezas y en gloria, y de este modo, ser conducidos al deleite de Su gloriosa expresión en Su esplendor.

En el versículo 19, el verbo “suplirá” es modificado por tres expresiones: “conforme a Sus riquezas”, “en gloria” y “en Cristo Jesús”. El Cristo que lo es todo es la base, el elemento, la esfera y el cauce en el que Dios nos recompensa.

Según se describe en Filipenses 4, dar y recibir no tiene nada que ver con nuestra generosidad natural, ni con las ofrendas que se dan con una actitud de sacrificio. No, lo que se describe aquí es una verdadera experiencia de Cristo. Si damos conforme a las instrucciones del apóstol, no daremos en nosotros mismos, sino en Cristo. Cuando presentamos nuestras dádivas en Cristo y por medio de El, éstas se convierten en algo vivo, en algo que florece. Además, llegan a ser un olor fragante, un sacrificio agradable a Dios. Esto hace que la gloria de Dios nos sea manifestada. Tal es la experiencia que tenemos de Cristo al ofrendar bienes materiales para los intereses del Señor.

V. AL DIOS Y PADRE NUESTRO SEAGLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS

Pablo concluye este pasaje de Filipenses así: “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amen” (v. 20). Notemos que en este versículo Pablo habla del “Dios y Padre nuestro”, lo cual significa que Dios no es solamente el Dios del apóstol, sino también el Dios de los creyentes. Gramaticalmente, no era necesario que Pablo insertara

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el pronombre posesivo “nuestro”. Sin embargo, es muy significativo que lo hiciera, pues con ello indicaba que su Dios era nuestro Dios.

Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Como ya dijimos, la gloria es Dios expresado en Su esplendor y excelencia a fin de que le apreciemos. El hecho de que la gloria sea dada a Dios, indica que Dios es expresado y alabado de esta forma.

A fin de entender mejor qué significa que Dios sea expresado en Su esplendor, podemos usar el ejemplo del florecimiento de un clavel. Cuando el clavel florece, podríamos decir que es glorificado; el florecimiento exhibe toda la gloria del clavel. Por ende, el florecimiento equivale a su glorificación. De la misma manera, nuestras dádivas en Cristo, las cuales son para Dios y Sus intereses, traen la gloria de Dios, no solamente para nuestro disfrute, sino también para Su glorificación. Así, Dios es glorificado y nosotros obtenemos disfrute. Lo que disfrutamos es la glorificación de Dios. Si nunca hemos disfrutado a Cristo al respecto, ni sabemos lo que significa dar para los intereses de Dios, no podremos apreciar Su esplendor, que es la excelencia de Su expresión.

Según el versículo 20, Dios es expresado en Su esplendor, y luego es alabado por los creyentes. Cuando presentamos nuestras dádivas en Cristo y para los intereses de Dios, esto le suministra vida al Cuerpo y manifiesta la gloria de Dios. Cuando la gloria de Dios se manifiesta, apreciamos Su esplendor y excelencia. Dicho aprecio es un disfrute y también una experiencia. Sin esta experiencia, no podemos obtener tal aprecio. Dios es expresado en Su esplendor y excelencia para que le apreciemos y obtengamos satisfacción. Esta experiencia les impartió un suministro abundante a los filipenses, y a Pablo, quien se encontraba en Roma, le proporcionó plena satisfacción. Por lo tanto, la comunión que tuvieron los creyentes con el apóstol al proveerle para sus necesidades, trajo como resultado la vida y la gloria. La vida le es impartida al hombre y Dios es glorificado.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y UNO

LOS SALUDOS Y LA BENDICION FINAL DE PABLO

Lectura bíblica: Fil. 4:21-23

La conclusión de la epístola de Pablo incluye un breve saludo (vs. 21-22) y una bendición (v. 23).

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I. LOS SALUDOS

A. Pablo envía saludos a todoslos santos en Cristo

En el versículo 20 Pablo exclama: “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amen”. Luego, en el versículo 21 agrega: “Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan”. Los saludos de Pablo se basaban en lo que él había declarado en el versículo anterior acerca de la gloria de nuestro Dios y Padre. Esto implica que él saludaba a los santos con el peso de la gloria mencionada en el versículo 20.

Por lo general, cuando enviamos nuestros saludos a alguien o le pedimos a otros que trasmitan nuestros saludos, lo hacemos enviándoles nuestros recuerdos y cariños. No obstante, Pablo no saludó a los santos de Filipos de una manera superficial. Pienso que mientras él escribía estos saludos, disfrutaba interiormente del rico suministro y de la gloria de Dios. El acababa de expresar: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (v. 19). Sin duda, ésta era la esencia de los saludos que enviaba a los santos. El apóstol Pablo deseaba que todos ellos fuesen saludados en Cristo Jesús, de esta manera.

B. Los hermanos que estáncon el apóstol saludan a los santos

En el versículo 21 Pablo agrega: “Los hermanos que están conmigo os saludan”.Seguramente, los hermanos que estaban con Pablo saludaban a los santos de la misma manera que él lo hacía, es decir, que no les enviaban un saludo común, sino que les aseguraban que Dios los recompensaría y les manifestaría Su gloria.

Podríamos incluso afirmar que Pablo y los que estaban con él saludaban a los filipenses en Cristo Jesús con todo el contenido de la epístola de Filipenses. Esto significa que Pablo y los otros santos los saludaban con todas y cada una de las palabras de esta epístola. El hecho de que Pablo simplemente saludaba a todos los santos en Cristo, sin especificar de qué manera lo hacía, implica que su saludo incluía todos los asuntos mencionados en esta epístola. Es como si en el versículo 21 Pablo quisiera decir: “Saludad a todos los santos en Cristo Jesús, conforme a las cosas que he escrito en esta epístola”. Si alguien no recibía estas cosas no podía participar de sus saludos. Por tanto, todo aquel que quisiera participar de sus saludos, primero tenía que recibir todos y cada uno de los asuntos abarcados en esta epístola. Dichos asuntos representaban los mejores saludos que el apóstol podía enviar. Sus mejores deseos eran que los santos vivieran a Cristo, lo magnificaran, lo tomaran como su modelo y lo enarbolaran; que ellos

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estimaran todo como pérdida para ganar a Cristo a fin de ser hallados en El, y finalmente, que siguieran en pos de Cristo, se asieran de El y lo hicieran todo en El. Conforme al contexto de esta epístola, Pablo saludaba a los santos con todos los aspectosprofundos de la experiencia que los creyentes tienen de Cristo.

En el versículo 21, Pablo usa la expresión “en Cristo Jesús”, lo cual confirma nuevamente el pensamiento del apóstol en el momento de enviar sus saludos a los santos. Esta expresión implica todo el contenido de la epístola, pues como hemos dicho en repetidas ocasiones, Filipenses recalca la experiencia que tenemos de Cristo y en Cristo. Por lo tanto, Pablo deseaba saludar a los santos en el Cristo que vivimos, magnificamos, tomamos como modelo, enarbolamos como palabra de vida y seguimos. Al leer el versículo 21, no debemos prestar atención únicamente a las palabras “todos los santos” sino a la expresión completa “todos los santos en Cristo Jesús”. Pablo y los que estaban con él saludaban a los santos en Cristo Jesús, transmitiéndoles todo el contenido de la epístola de Filipenses.

C. Todos los santos de Roma, y principalmentelos de la casa de César, saludan

a los santos de Filipos

En el versículo 22, Pablo añade: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César”. La casa de César incluía a todos los que tenían algo que ver con el palacio de Nerón. Algunos de ellos se habían convertido al tener contacto con Pablo, llegando a ser creyentes de Cristo en Roma.

La expresión “los de la casa de César” despierta curiosidad y a la vez nos infunde ánimo. Despierta curiosidad porque no sabemos exactamente a quiénes se refiere, y nos infunde ánimo porque muestra el progreso del evangelio. El evangelio había penetrado hasta la casa de César Nerón. El mover de Dios en Su economía había ganado incluso a algunos de esta casa. Muchos expositores de la Biblia no se atreven a afirmar que algunos parientes de Nerón fueron salvos. En lugar de esto, prefieren decir que “la casa de César” se refiere a la guardia real de Nerón, porque según la costumbre de aquella época, la guardia real era considerada como parte integral de la casa de César. Pero debemos tener presente que esto es solamente una interpretación. En el versículo 22, Pablo no dice “los de la guardia real”, sino “los de la casa de César”. Así que, nos apoyamos en el hecho de que él usa la palabra “casa” para afirmar que algunos miembros de la familia de Nerón fueron salvos. ¡Qué victoria más grande! Esto muestra la importancia de tener comunión en el progreso del evangelio, esto es, en la propagación del mover de Dios en la tierra con miras a Su economía.

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Es muy significativo que cuando Pablo escribió a los filipenses se refirió a “los de la casa de César”. Creo que él tenía comunión con los de la casa de César, y que tal vez les comentó que estaba escribiendo una carta para los creyentes de Filipos. Y posiblemente ellos le pidieron a Pablo que les enviara saludos a los filipenses. Es por eso que Pablo pudo decir: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César”.

II. LA BENDICION

A. La gracia de nuestro Señor Jesucristo

En su palabra de bendición, Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. La gracia es Dios en Cristo como nuestra provisión y disfrute, trasmitido y hecho real a nosotros mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (1:19). Para experimentar a Cristo como lo hacía Pablo, requerimos de esta gracia.

A través de los años hemos dado muchas definiciones de la gracia. Ahora vemos que, en breve, la gracia es Dios mismo en Cristo como nuestra provisión de vida y nuestro disfrute. Esta provisión y este disfrute son transmitidos a nosotros mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, y es mediante este Espíritu que llegan a ser reales a nosotros. Cuando Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”, lo que quiere decir es que la provisión y el disfrute del Dios Triuno mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo estén con nosotros. Cuando tenemos tal suministro, disfrutamos y experimentamos al Dios Triuno continuamente.

B. Con nuestro espíritu

Conforme al versículo 23, la gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu, a saber, con nuestro espíritu regenerado, en el cual mora el Espíritu de Cristo. Es en nuestro espíritu donde disfrutamos y experimentamos a Cristo como lo hacía Pablo.

Hoy en día muchos cristianos pasan por alto el espíritu regenerado. A pesar de que hablan mucho del Espíritu Santo, no dicen nada acerca del espíritu humano. Debido a que descuidan el espíritu humano regenerado, su experiencia de Cristo y su disfrute de la rica gracia es muy limitado.

En 2 Corintios 13:14 Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. El amor es la fuente, la gracia es el caudal y la comunión es el fluir. Aquí tenemos a Cristo el Hijo, a Dios el Padre y al Espíritu; por ende, tenemos el disfrute del Dios Triuno. Además, en este versículo

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tenemos la impartición del Dios Triuno en nosotros como amor, gracia y comunión. De hecho, estos tres elementos forman una sola entidad, pues están relacionados con el disfrute del Dios Triuno. El Dios Triuno se imparte a nosotros y llega a ser nuestro deleite, por medio del amor como la fuente, de la gracia como el caudal y de la comunión como el fluir. Esta es la gracia que se encuentra en nuestro espíritu. ¡Cuán maravilloso es que el Dios Triuno como Espíritu todo-inclusivo more ahora en nuestro espíritu! Este disfrute admirable está con nuestro espíritu.

Si hemos de disfrutar de la gracia que está con nuestro espíritu, debemos ejercitar nuestro espíritu, y la manera de ejercitarlo es orar, orar-leer la Palabra e invocar el nombre del Señor Jesús. Cada vez que invocamos Su nombre, o que oramos a Dios el Padre, espontáneamente ejercitamos nuestro espíritu. Esto no tiene nada que ver con las oraciones religiosas o formales, ya que éstas no requieren del ejercicio del espíritu, sino solamente del ejercicio de la mente. Pero cuando invocamos al Señor, oramos de una manera adecuada, y oramos-leemos la Palabra, verdaderamente ejercitamos nuestro espíritu. El secreto para disfrutar la gracia que está con nuestro espíritu, es ejercitar nuestro espíritu. He leído y estudiado la Biblia por más de cincuenta años, y puedo testificar que nada me ayuda tanto a disfrutar al Dios Triuno como orar-leer la Palabra. ¡Oh, todos necesitamos ejercitar más nuestro espíritu para disfrutar al Señor!

Como ya sabemos, el hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El ejercicio corporal es necesario y provechoso. Cuando hago un poco de ejercicio, puedo dormir mejor por la noche. No creo que sea necesario hablar del ejercicio del alma, especialmente el de la mente, ya que en las escuelas le dan mucho énfasis a esto. Pero sí considero indispensable hacer hincapié en la necesidad de ejercitar nuestro espíritu.

La iglesia es un gimnasio espiritual donde podemos ejercitar el espíritu. Cuanto más ejercitemos nuestro espíritu, más saludables y fuertes seremos en todas las partes de nuestro ser. Tendremos un cuerpo sano, una mente sobria y activa, y un espíritu lleno de energía. Puedo testificar que todos los días hago ejercicio físico, psicológico y espiritual. Digo una vez más que ejercitar el espíritu es el secreto, la única manera, de participar de la gracia, la cual es el Dios Triuno como Espíritu todo-inclusivo. Al disfrutar de El llegamos a ser sanos y fuertes en nuestro espíritu y en todo nuestro ser.

Lamento decir que en la actualidad muchos cristianos son demasiado orgullosos como para disfrutar al Señor invocando Su nombre u orando-leyendo la Palabra. Damos gracias al Señor que en Su misericordia ha conducido a muchos de nosotros al disfrute del Dios Triuno, llevándonos a ejercitar el espíritu mediante la oración, el orar-leer e invocar el querido y excelente nombre del Señor Jesús. De esta manera, podemos tener una vida de iglesia llena de regocijo y disfrute del Dios Triuno.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y DOS

LA GRACIA, LA SALVACION, EL ESPIRITU Y CRISTO

Lectura bíblica: Fil. 1:7b, 19-21a

En este mensaje estudiaremos cuatro palabras muy importantes que Pablo usa en su epístola a los Filipenses: la gracia, la salvación, el Espíritu y Cristo. En Filipenses 1:7 Pablo dice a los Filipenses: “Tanto en mis prisiones como en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de mi gracia” (Gr.). Notemos las palabras de Pablo “mi gracia”. Luego en el versículo 19, él declara: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. En este versículo, Pablo habla de la salvación y del Espíritu. Luego, en los versículos 20 y 21, él añade: “Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo... Porque para mí el vivir es Cristo”.

En estos versículos, la gracia, la salvación, el Espíritu y Cristo tienen que ver con la experiencia, y no con la doctrina. Cuando Pablo dice “mi gracia”, se refiere a la gracia en su experiencia. Del mismo modo, cuando afirma “esto resultará en mi salvación”, no está hablando de una simple salvación objetiva y doctrinal, sino de una salvación muy subjetiva. Igualmente, cuando menciona al Espíritu, se refiere al Espíritu que experimentaba. Ciertamente, lo que él escribe acerca de magnificar a Cristo y de vivirlo, es algo subjetivo y experimental. Los versículos 20 y 21 nos presentan a un Cristo vivo en la experiencia de Pablo, y no a un Cristo objetivo.

DIFERENTES CLASES DE SALVACION

Desafortunadamente muchos cristianos pasan por alto lo que leen en la Biblia. Puesto que están muy familiarizados con las palabras “gracia”, “salvación”, “Espíritu” y “Cristo”, creen entenderlas. Sin embargo, si les pidiéramos que explicaran lo que significan, tendrían dificultades para hacerlo. Por ejemplo, ¿qué es lo que Pablo quiere decir con la frase “mi gracia”? Además, ¿qué quiere decir con la expresión “mi salvación”? El apóstol Pablo escribió esta epístola después de muchos años de haber sido salvo; incluso, en ese entonces ya era apóstol. Entonces, ¿por qué declaró que aún necesitaba experimentar la salvación? Si ya somos salvos, ¿por qué aún necesitamos ser salvos? ¿Qué quiere decir Pablo cuando afirma que todo lo que le sucedía —la persecución, el encarcelamiento y aun la predicación de los disidentes, quienes anunciaban a Cristo por ambición— resultaría en su salvación? ¿A qué clase de salvación se refería?

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No sería correcto si contestáramos esta pregunta afirmando que la salvación no es completa. Más bien, debemos hacer notar que la Biblia menciona más de una clase de salvación. La salvación que Dios nos otorga, nos libra de Su condenación. Como pecadores, fuimos condenados por el Dios justo según Su ley justa, y por lo tanto, necesitábamos ser salvos. ¡Alabado sea el Señor porque fuimos salvos de la condenación de Dios mediante la redención de Cristo! Además, como pecadores, nos encontrábamos bajo la mano usurpadora de Satanás, bajo el poder de la muerte y destinados al infierno. Por ende, también necesitábamos ser salvos del infierno. No obstante, además de la salvación que nos libra de la condenación de Dios y del infierno, necesitamos experimentar también otras clases de salvación. Por ejemplo, necesitamos ser salvos de nuestro mal carácter. Tanto los jóvenes como los de más edad necesitan ser liberados de su enojo. Los maridos y las esposas también necesitan experimentar salvación en su vida matrimonial. Las esposas requieren de cierta clase de salvación, mientras que los esposos necesitan de otra, ya que ambos se enfrentan a situaciones y problemas distintos. Así, vemos que la Biblia nos presenta más de una clase de salvación. Cuando Pablo escribió a los filipenses, él necesitaba cierta clase de salvación.

DOS ASPECTOS DE LA SALVACIONQUE PABLO NECESITABA

La salvación que necesitamos depende de la condición en que nos encontremos. Si estamos bajo el juicio de Dios, necesitamos una salvación que nos rescate de ello. Si estamos bajo la mano de Satanás, necesitamos una salvación que se ajuste a tal situación. Del mismo modo, si nuestro mal genio nos perturba o si enfrentamos dificultades en nuestra vida matrimonial, necesitamos otra clase de salvación. Mientras que Pablo se hallaba en la prisión, él necesitaba una salvación que se ajustara a su situación específica. Pablo, quien era judío, no se hallaba en una cárcel común; él era prisionero de la guardia real del César, del pretorio. El caso de Pablo era verdaderamente excepcional. Además, él no había cometido ningún delito. Por el contrario, había sido arrestado y encarcelado por predicar a Cristo. Todos los días y durante ciertas horas permanecía encadenado a un guardia. Indudablemente Pablo sufría mucho en la cárcel; él debía de sufrir allí menosprecio y maltrato. Debido a esto, necesitaba de una salvación específica. Esto no significa que necesitaba ser liberado de la cárcel, sino que más bien necesitaba experimentar la salvación allí mismo en la cárcel.

Por consiguiente, en el versículo 20 Pablo declara: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. Vemos aquí que el anhelo de Pablo consistía en no ser avergonzado en nada. Supongamos que Pablo llorara y se lamentara de su situación. ¿No habría sido esto vergonzoso? Sus lágrimas

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habrían sido una señal de derrota, un indicio de que había perdido su fe y su confianza en el Señor. Supongamos, por otra parte, que Pablo se hubiera enojado con el carcelero y hubiera discutido con él. Esto también habría significado una vergüenza. En cambio, sería una gloria si él se regocijara sin importar cómo lo trataran. A fin de mantener una postura victoriosa como apóstol de Cristo, Pablo necesitaba cierta clase de salvación.

En el versículo 20 vemos dos aspectos de la salvación que Pablo necesitaba. El primer aspecto era que en nada fuera avergonzado, y el segundo, que Cristo fuera magnificado en su cuerpo. Pablo esperaba que su situación resultara en su salvación, la salvación de no ser avergonzado en nada y que al mismo tiempo Cristo pudiera ser magnificado en su cuerpo. Es como si Pablo estuviese diciendo: “Necesito ser salvo para no ser avergonzado por el sufrimiento y la persecución; en lugar de ello, deseo que Cristo mi Señor sea magnificado en mi cuerpo”.

LA GRACIA DE PABLO Y LA NUESTRA

Tratemos de entender ahora el significado de “mi gracia”. Si estudiamos esta expresión a la luz de toda la epístola, veremos que la gracia de Pablo era el propio Dios Triuno que él disfrutaba y experimentaba, y del cual participaba. Por lo tanto, la gracia de Pablo no era Dios de una manera objetiva, sino el Dios procesado que llegó a ser su porción subjetiva y experimental. Pablo disfrutaba y experimentaba verdaderamente al Dios Triuno procesado. El apóstol era rico en la experiencia que tenía del Padre, del Hijo y del Espíritu. El Dios Triuno procesado era la gracia de Pablo.

Muchos de nosotros conocemos el himno “Maravillosa gracia”, y aunque es un buen himno, no dice en ninguna estrofa que el Dios Triuno es nuestra porción para que lo disfrutemos. En la época en que este himno fue escrito, el conocimiento experimental que tenía el pueblo del Señor acerca de Dios, aún no había llegado a este punto. Ni siquiera cincuenta años atrás los cristianos tenían el entendimiento de que la gracia es el propio Dios Triuno que experimentamos y disfrutamos. Sin embargo, apoyándonos en los hombros de nuestros predecesores, hemos llegado a entender que la gracia es mucho más que simplemente un favor inmerecido. La gracia es el propio Dios Triuno: El Padre, el Hijo y el Espíritu, quien fue procesado para ser nuestra experiencia y disfrute.

Hoy en día, el Dios Triuno ya no es un Dios “crudo”, un Dios sin procesar. Por el contrario, El fue procesado por medio de la encarnación, la crucifixión y la resurrección. Los que tienen un trasfondo en teología sistemática tal vez se sientan turbados con las expresiones “el Dios procesado” y “el Dios crudo”. Quizás disputen con nosotros, argumentando que estos términos no se encuentran en la Biblia. Pero aunque es cierto que la Biblia no los usa, sí presenta los hechos. Del mismo modo, aunque tampoco

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encontramos en la Biblia las palabras “Trinidad” y “Dios Triuno”, de todos modos las Escrituras revelan claramente el hecho de que Dios es Triuno. Por consiguiente, no podemos negar que la encarnación fue de por sí un proceso. Además, la crucifixión, la cual dio paso a la resurrección, y la resurrección, que condujo a la ascensión, fueron también pasos del proceso por el cual Dios pasó. Dios pasó por un proceso, no sólo para redimirnos, sino también para brindarnos la posibilidad de disfrutarlo como gracia. Hoy en día, Aquel que disfrutamos como nuestra gracia es el Dios Triuno, quien pasó a través de la encarnación, la crucifixión y la resurrección. Como tal, El está disponible para que lo tomemos y disfrutemos.

Juan 1:17 declara que la ley fue dada por medio de Moisés y que la gracia vino por medio de Jesucristo. Cuando nos apropiamos de esta gracia en nuestra experiencia, disfrutamos del Dios Triuno y podemos referirnos a la gracia como: “mi gracia”. Nuestra gracia es el Dios Triuno que disfrutamos.

Hace poco, mi esposa y yo estuvimos orando, agradeciéndole al Señor por todo el disfrute que nos permite tener de El ¡Cuán bueno ha sido el Señor con nosotros! Podemos testificar que lo hemos experimentado y disfrutado en gran manera. Hemos participado de El y, como resultado, El ha llegado a ser verdaderamente gracia para nosotros. Ahora podemos llamar a la gracia, nuestra gracia.

¿No ha experimentado usted también la gracia como su gracia? Es posible que ya haya experimentado al Dios Triuno como su gracia en la vida de iglesia y en su vida diaria. Quizás un hermano testifique que él experimenta a Dios como su gracia mientras acomoda las sillas en el local de reunión. Es posible que una hermana casada testifique que experimenta al Señor como su gracia mientras está en su casa con su marido y sus hijos. Es muy bueno experimentar al Señor de esta manera y testificar de ello. Sin embargo, estas situaciones no se comparan con lo que Pablo experimentó en la cárcel.

LA DEFENSA Y CONFIRMACION DEL EVANGELIO

Pablo experimentaba a Dios tanto en su encarcelamiento como en la defensa y confirmación del evangelio. En 1:7 él habla de “la defensa y confirmación del evangelio”, pero no menciona la predicación del evangelio, puesto que predicar el evangelio es algo ordinario. En cambio, defender el evangelio y confirmarlo son asuntos extraordinarios. Por el lado negativo, Pablo defendía el evangelio de las herejías que intentaban pervertirlo y distorsionarlo, tales como el judaísmo, mencionado en Gálatas, y el gnosticismo, en Colosenses. Por el lado positivo, Pablo confirmaba el evangelio con todas las revelaciones de los misterios de Dios en cuanto a Cristo y la iglesia, lo cual presenta en sus epístolas. En la época en que vivió Pablo, el evangelio había sido

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pervertido y distorsionado por el judaísmo y la filosofía griega. Por lo tanto, el apóstol fue perseguido por defender el evangelio, ya que ni los judaizantes ni los filósofos griegos estaban contentos con él. Además de defenderlo, Pablo también confirmaba el evangelio. El aclaró cuál era la meta del evangelio.

La meta del evangelio es Cristo y la iglesia. En cada uno de sus mensajes Pablo les presentaba la economía de Dios a las personas, enseñándoles que Cristo era el misterio de Dios y que la iglesia era el misterio de Cristo. De esta manera, confirmaba el evangelio aclarando cuál era la meta del evangelio a todos aquellos que lo recibían.

Hoy en día también existe la urgente necesidad de defender y confirmar el evangelio. Muy pocos cristianos están dispuestos a hablar de la iglesia. Como resultado, predican el evangelio sin saber cuál es el meta de éste. Suponen que la meta del evangelio es simplemente salvar pecadores, o sea ganar almas. De ahí, la necesidad de confirmar el evangelio, aclarando a los demás cuál es la meta del mismo. Sin embargo, al hacer esto enfrentaremos oposición. Tanto la defensa del evangelio como la confirmación del mismo son tareas difíciles y pesadas.

LA GRACIA QUE EXPERIMENTAMOS

Pablo fue perseguido, arrestado y encarcelado por defender y confirmar el evangelio. La responsabilidad que le fue dada de defender y confirmar el evangelio exigía un suministro especial de Dios. Esta comisión no se podía llevar a cabo por medios comunes. Pablo requería la fuerza y la energía divinas. La fuerza y la energía divinas son el propio Dios Triuno. Mientras Pablo defendía y confirmaba el evangelio, Dios estaba con él para abastecerlo. Ciertamente Pablo fue perseguido, burlado y ridiculizado. Ningún ser humano puede soportar ser tratado así sin un suministro especial de Dios. Pero Pablo, aún en la cárcel pudo disfrutar a Dios y experimentarle. Con el tiempo, el Dios Triuno procesado que Pablo experimentaba llegó a ser su gracia. Los filipenses fueron muy bendecidos por participar de la gracia de Pablo, pues eso significa que participaron del Dios de Pablo, del mismo Dios que él experimentaba.

Ahora podemos entender el significado de la expresión “mi gracia”. Esta expresión se refiere al mismo Dios que Pablo experimentaba y disfrutaba, y del cual participaba. No se refiere a la gracia objetiva, sino la gracia subjetiva y experimental. Tal gracia es muy distinta de un simple favor inmerecido. Como hemos dicho en repetidas ocasiones, esta gracia es en realidad una persona viviente y divina, es el Dios Triuno procesado, quien llega a ser nuestra gracia.

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GOZARSE EN EL SEÑOR

La gracia que Pablo experimentaba llegó a ser su salvación. Todo lo que él disfrutaba del Dios Triuno se convirtió en su salvación. Ciertamente Pablo era un judío patriótico; él amaba a su nación y sentía un profundo menosprecio por el imperialismo romano. Sin embargo, un día cayó prisionero bajo el control de los imperialistas romanos por predicar al Señor Jesucristo. En realidad, fueron los propios compatriotas de Pablo quienes lo entregaron en manos de los romanos. Sin lugar a dudas, mientras que el apóstol sufría persecución en la cárcel, pensaba en su labor. Antes de su encarcelamiento, su obra había sido maravillosa y potente; se había extendiendo incluso hasta Europa. Pero ahora su obra se veía restringida. Algunos de sus contemporáneos, aquéllos que competían con él, se sentían contentos de que estuviera en la cárcel, sin poder llevar adelante su ministerio. Si en medio de tales circunstancias Pablo hubiese llorado, habría sido derrotado y avergonzado. No obstante, el libro de Filipenses nos revela que Pablo, en lugar de lamentarse, se regocijaba en el Señor. En esta corta epístola, él usa constantemente las palabras regocijo y regocijar, lo cual indica que mientras que estaba en la cárcel se regocijaba en el Señor. Los guardias nunca lo oyeron llorar; antes bien, lo oían regocijarse. Fue así como Pablo experimentó y disfrutó al Dios Triuno como gracia, la cual llegó a ser su salvación. Todo lo que le sucedió resultó en su salvación.

Cuando el Señor usó a Pablo para conducir a los filipenses a Cristo, él ciertamente estaba lleno de gozo. No obstante, si él sólo se hubiera regocijado en esta clase de ambiente y no mientras estaba en la cárcel, no habría sido un verdadero vencedor. Pablo no solamente se regocijaba cuando la obra en Filipos estaba floreciendo, sino también mientras estaba la cárcel, cuando su obra para el Señor se encontraba restringida. Podemos apreciar una verdadera victoria en esta situación. Dicha victoria fue a lo que Pablo llamó: “mi salvación”. Además, como ya dijimos, Pablo también le llamó a esta salvación: “mi gracia”, la cual era Dios mismo como su disfrute. Por consiguiente, la gracia que Pablo disfrutaba era su salvación, y dicha salvación era el propio Dios Triuno, quien lo sustentaba en un ambiente sumamente difícil. Esta no es una salvación objetiva, sino subjetiva y aplicable a nuestra experiencia. Esta es la razón por la cual la epístola de Filipenses no habla de Dios de una manera teológica, doctrinal ni objetiva, sino de una manera directa, subjetiva, personal y experimental. Pablo bien podía haber declarado: “Mi gracia no es nada menos que mi Dios. Dios es mi gracia, y el Señor es mi salvación subjetiva y práctica”.

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EXPERIMENTAR AL ESPIRITU

El Dios Triuno podía ser la salvación práctica de Pablo puesto que ahora El es el Espíritu. Es por eso que cuando Pablo habla acerca de la salvación, también habla del Espíritu.

Si hemos de experimentar y disfrutar al Dios Triuno, El debe ser el Espíritu. De hecho, en 1:19 el Espíritu es el propio Dios Triuno. En Juan 7:39 dice: “Aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Y en el versículo 37 leemos que el Señor Jesús se puso en pie y alzó la voz diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Luego, declaró que los que creyeran en El, experimentarían ríos de agua viva corriendo de su interior (v. 38). Conforme al versículo 39: “Esto dijo del Espíritu”. La razón por la que aún no había el Espíritu, era que Jesús no había sido aún glorificado, es decir, que El no había sido plenamente procesado. Pero ahora, puesto que el Señor ya fue glorificado y plenamente procesado, el Espíritu está disponible para que lo disfrutemos. Este Espíritu es el Dios Triuno, el cual pasó por un proceso divino a fin de hacerse accesible a nosotros y llegar a ser nuestra rica provisión.

Por lo tanto, podemos experimentar al Espíritu simplemente invocando: “Oh, Señor Jesús”. Por experiencia podemos testificar que cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, bebemos del Espíritu. Tal como tenemos una agradable sensación de frescura cuando respiramos profundamente el aire de la madrugada, así también nos sentimos refrescados interiormente cuando recibimos el Espíritu al invocar al Señor Jesús.

Recibir el Espíritu invocando al Señor no es una práctica mística. Al contrario, se trata de una realidad espiritual maravillosa, dulce, refrescante y muy disfrutable. No podríamos experimentar lo mismo si invocáramos nombres como George Washington, Abraham Lincoln, Platón o Confucio. Pero ¡qué diferencia experimentamos cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”! No se trata de una superstición ni de un simple fenómeno psicológico; al contrario, se trata de ejercitar nuestro espíritu regenerado para disfrutar al Señor.

¡Alabado sea el Señor porque El está ahora en nuestro espíritu! Ya que lo experimentamos de una forma tan subjetiva, El va con nosotros adondequiera que vayamos. El simple hecho de invocarle nos permite recibirlo, disfrutarlo y experimentarlo. Al invocar el nombre del Señor o al orar-leer unas cuantas palabras de la Biblia, disfrutamos al Espíritu con Su abundante suministro. De hecho, el Espíritu llega a ser nuestra salvación. Ya mencionamos que esta salvación es nuestra gracia y que nuestra gracia es nuestro deleite en Dios.

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DISFRUTAR AL ESPIRITU Y MAGNIFICAR A CRISTO

Cuando disfrutamos al Espíritu y participamos de El, Cristo se manifiesta y es magnificado. Por una parte, disfrutamos del Espíritu, y por otra, Cristo es magnificado. Tanto la Biblia como nuestra experiencia confirma este hecho. Cuando clamamos: “¡Señor Jesús!”, disfrutamos interiormente al Espíritu, y como resultado de ello, Cristo es magnificado. De este modo, El llega a expresarse por medio de nosotros.

De hecho, en nuestra experiencia, la gracia, la salvación, el Espíritu y Cristo son una misma cosa. Nuestra gracia es nuestra salvación; nuestra salvación es el Espíritu, y el Espíritu es Cristo mismo magnificado. Igualmente podemos decir que el Cristo magnificado es el propio Espíritu que mora en nosotros, que el Espíritu que mora en nosotros es nuestra salvación, y que nuestra salvación es nuestra gracia, esto es, el Dios Triuno a quien disfrutamos y experimentamos.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y TRES

MAGNIFICAR A CRISTO MEDIANTE LAABUNDANTE SUMINISTRACION DEL

ESPIRITU DE JESUCRISTO

Lectura bíblica: Fil. 1:19-20; Ex. 30:23-30

En el mensaje anterior estudiamos cuatro palabras importantes: la gracia, la salvación, el Espíritu y Cristo. En este mensaje, hablaremos de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, que tiene como fin magnificar a Cristo.

Ya mencionamos que muchos cristianos tienen la costumbre, tal vez de manera inconsciente, de dar por sentado lo que leen en la Biblia. Debido a que muchas de las palabras que leen les son muy familiares, asumen que las entienden y las dan por hecho. Muy pocos son los creyentes que tienen la costumbre de investigar el significado de las diferentes palabras, términos y frases. Por ejemplo, al leer una expresión como: “participantes conmigo de mi gracia”, deberíamos preguntarle al Señor lo que significa. Del mismo modo, cuando leemos Filipenses 1:19, deberíamos preguntarnos por qué Pablo menciona al Espíritu de Jesucristo y no al Espíritu Santo ni al Espíritu de Dios. ¿Por qué habla aquí de la abundante suministración de el Espíritu? El hecho de que se use el artículo definido es muy significativo. Comúnmente los cristianos hablan del Espíritu Santo o del Espíritu de Dios, pero casi no hablan del Espíritu de Jesucristo. No

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debemos pasar por alto Filipenses 1:19; más bien, debemos preguntarnos por qué Pablo usó este título para referirse al Espíritu.

Por otra parte, al leer el versículo 20 deberíamos preguntarnos por qué Pablo usa la palabra magnificar. ¿Por qué no escribió: “Cristo será expresado”? ¿Y por qué dijo: “será magnificado” en vez de: “será manifestado”? Deberíamos adquirir el hábito de hacernos este tipo de preguntas cuando leemos la Palabra.

Si desarrollamos este hábito nos preguntaremos por qué en 1:21 Pablo declara: “...el vivir es Cristo”. ¿Por qué no dijo: “...el comportarse bien es Cristo”, o “...el andar es Cristo”? ¿Por qué usa la palabra vivir? En vez de dar todo esto por sentado, debemoshacernos este tipo de preguntas.

UNA SALVACION DIARIA

Filipenses 1:18-21 forma una frase larga. En esta frase, los puntos cruciales se hallan en los versículos 19 y 20, donde Pablo declara que en nada sería avergonzado, sino que Cristo sería magnificado en su cuerpo. El sabía que su situación resultaría en una salvación particular, en una salvación diaria y personal, que podía aplicar a cualquier situación y en cualquier momento. Al igual que Pablo, nosotros recibimos una salvación eterna. Pero además de esta salvación, necesitamos también una salvación diaria, una salvación que podamos experimentar momento a momento. Por ejemplo, puede ser que en un momento dado un hermano se porte muy amablemente con su esposa, y que minutos después, la trate mal, e incluso de manera diabólica. Por experiencia sabemos que es posible comportarnos como verdaderos santos en un momento dado, e inmediatamente después, como demonios. Esto indica que por un momento hemos perdido la salvación práctica. No obstante, también podemos volvernos al Señor rápidamente y continuar experimentando Su salvación momento a momento.

En 1:19 Pablo no habla de la salvación eterna, ni de la salvación del juicio de Dios o del infierno, sino de la salvación diaria y continua, la cual nos libra en situaciones específicas. Pablo confiaba que mientras que experimentara esta salvación, no sería avergonzado en nada, sin importar cuáles fueran sus circunstancias, su ambiente o sus sufrimientos, y que, por el contrario, Cristo sería magnificado en él.

Supongamos que en una reunión, cierto hermano ora fervientemente acerca de vivir y magnificar a Cristo, y que después invita a algunos hermanos a cenar a su casa, y se muestra enojado con su esposa en presencia de ellos. Esto significaría una vergüenza para él, pues los demás no verían en su rostro a Cristo magnificado. Pero supongamos que sin importar cuál sea la situación en su casa, vemos que el rostro de este hermano

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resplandece con la presencia del Señor. Esto ciertamente sería glorioso, pues sería una verdadera ocasión en la que Cristo se vería magnificado en él.

Cada vez que fracasamos en vivir y magnificar a Cristo, somos avergonzados. En Filipenses 1, vemos que Pablo confiaba en que las circunstancias que lo rodeaban resultarían en su salvación, de tal forma que en nada fuera avergonzado, sino que Cristo fuera magnificado en él. Esta es la salvación a la que Pablo se refería.

Pablo, un judío típico, se encontraba encarcelado por los imperialistas romanos. Todos los días y durante cierto tiempo él era encadenado a un guardia. Además, debido a su encarcelamiento, no podía laborar para el Señor. En tales circunstancias, sería difícil para cualquier persona mantener un rostro resplandeciente. Habría sido muy normal que Pablo expresara tristeza o desánimo; sin embargo, si hubiera expresado tristeza, habría sido avergonzado. No obstante, él no quería ser avergonzado en nada. Antes bien, cuanto más lo maltrataban, más resplandecía el Señor en su rostro. Así, en vez de ser avergonzado, él magnificaba a Cristo en su cuerpo. Esta era la salvación que él deseaba experimentar en la cárcel.

En ocasiones, he sido invitado a comer a la casa de un hermano y he sentido vergüenza al ver al hermano perder la calma con su esposa. Esto muestra que a dicho hermano le faltó experimentar más la salvación práctica en su situación. Por lo tanto, en lugar de salvación hubo un sentir de vergüenza.

En este caso podemos ver claramente que hay una carencia de Cristo. En realidad, lo que le falta es la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Si tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, experimentaremos la salvación constantemente y en cualquier situación, y no seremos avergonzados en nada, sino que en todo magnificaremos a Cristo.

Ser avergonzado significa ser derrotado. Si Pablo hubiera estado desanimado o triste, eso habría sido una señal de que había sido derrotado por los guardias, la persecución, la burla y el sufrimiento. Si éste hubiera sido el caso, habría sido avergonzado. Sin embargo, deseo hacer notar una vez más que Pablo declaró que su situación resultaría en su salvación, y que en nada sería avergonzado, sino que Cristo sería magnificado en él.

EL SUMINISTRO DEL CUERPO

En este mensaje llegamos al punto crucial de cómo podemos recibir esta clase de salvación. Notemos lo que dice Pablo en el versículo 19: “Porque sé que por vuestra

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petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. No debemos pasar por alto este versículo; más bien, debemos preguntarnos qué significa la expresión “vuestra petición”. Tal vez la mayoría piense que esta frase sólo se refiere a las oraciones de los santos que amaban al apóstol y se preocupaban por él. Aunque sí se refiere a las oraciones que los santos ofrecían por él, esta expresión implica mucho más que eso. A fin de entender el verdadero significado de esta frase, es necesario que la estudiemos a la luz del versículo 7, en donde Pablo declara que los santos eran participantes con él de la gracia, en la defensa y confirmación del evangelio. Si unimos el versículo 7 con el 19, veremos que “vuestra petición” alude a la suministración del Cuerpo. Aparentemente, Pablo estaba en la cárcel, pero en realidad estaba en el Cuerpo. Su encarcelamiento no lo aislaba del Cuerpo ni interrumpía la suministración del Cuerpo; por el contrario, Pablo aún sentía que estaba en el Cuerpo y que los miembros del Cuerpo lo abastecían, lo apoyaban y eran uno con él.

Cabe hacer notar que en 1:19 Pablo menciona primeramente la petición de los santos y después la abundante suministración del Espíritu. ¿Por qué no mencionó primero la abundante suministración del Espíritu? La razón de ello es que el Espíritu está sobre el Cuerpo. El salmo 133 presenta un cuadro de esto: el ungüento derramado sobre la cabeza de Aarón corría por todo su cuerpo. Esto muestra que el ungüento, que es la abundante suministración del Espíritu compuesto, está sobre el Cuerpo. Pablo estaba consciente de que él no era todo el Cuerpo, sino un simple miembro de éste, y que, como tal, necesitaba la suministración del mismo. Si el Cuerpo se ejercitaba para abastecerlo, la abundante suministración del Espíritu llegaría a él por medio del Cuerpo.

Puede ser que a menudo le pidamos a algún hermano que ore por nosotros. Aun si él orara por nosotros y nosotros por él, tales oraciones tendrían poco efecto. Esta deficiencia se debe a que, cuando oramos, lo hacemos separados del Cuerpo. Siempre que oremos separados del Cuerpo, nuestras oraciones serán secas y nuestra intercesión ineficaz. La unción no está sobre nosotros individualmente, sino en el Cuerpo.

Pablo y los creyentes de Filipos estaban en el Cuerpo, y debido a que el Cuerpo es universal, todos ellos se encontraban en dicho Cuerpo, pese a que Pablo se hallaba muy lejos de Filipos. Así, mediante la oración y la petición de los miembros, la unción que estaba sobre el Cuerpo fluía hasta Pablo, un miembro particular del Cuerpo, abasteciéndolo. Es por eso que Pablo podía decir que las circunstancias en que se encontraba resultarían en su salvación, mediante la oración del Cuerpo y la abundante suministración del Espíritu.

Al referirse a la abundante suministración del Espíritu, Pablo usó una palabra griega muy particular: corega. En tiempos antiguos este término griego se refería literalmente

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a la suministración que brindaba el corega o líder de un coro, la cual atendía a todas las necesidades del coro. Pablo usó esta palabra en 1:19 al describir la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

EL ESPIRITU COMPUESTO

Tenemos un cuadro maravilloso de esta suministración en Exodo 30:23-30, un pasaje de la Biblia que habla del ungüento compuesto. Ya que los asuntos espirituales son abstractos y misteriosos, se requieren más que simples palabras para entenderlos. Por consiguiente, en la Biblia el Señor usa cuadros descriptivos así como declaraciones directas. El Antiguo Testamento contiene muchos tipos, figuras y sombras que representan realidades espirituales. En particular, el ungüento mencionado en Exodo 30 tipifica al Espíritu.

En Génesis 1:2 se menciona al Espíritu de Dios; en Filipenses 1:19 se cita el Espíritu de Jesucristo, y en Apocalipsis 22:17 simplemente se habla del Espíritu. El Espíritu de Dios participó activamente en la creación, pero en relación con la encarnación, el Espíritu deDios es llamado el Espíritu Santo (Mt. 1:20). El Espíritu Santo santificó el elemento humano para Dios. Es por eso que la expresión Espíritu Santo es usada en relación con la encarnación. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, este Espíritu es llamado el Espíritu de Jesucristo; el Espíritu de Aquel que se hizo hombre, murió en la cruz y ahora está en resurrección. El Espíritu de Jesucristo no tenía como fin la creación ni la encarnación; más bien, su función consiste en ayudarnos a experimentar la crucifixión y la resurrección de Cristo. De acuerdo con 1:19, el Espíritu de Jesucristo es el Espíritu que nos abastece abundantemente.

Le damos gracias al Señor por revelarnos el significado del ungüento santo que se describe en Exodo 30:23-30. Este ungüento no sólo se componía de aceite, sino que además estaba mezclado con cuatro ingredientes. El aceite de oliva tipifica al Espíritu de Dios. Este ungüento santo era un compuesto de aceite de oliva y cuatro especias: mirra, canela, cálamo y casia. Una vez mezcladas dichas especias con el aceite de oliva, el aceite llegaba a ser un ungüento.

Cada una de las cuatro especias tiene su significado espiritual. La mirra representa la dulzura de la muerte de Cristo, y la canela, la eficacia de dicha muerte. El cálamo es una caña que crece en los pantanos y representa la resurrección de Cristo. La casia se usaba como repelente, y simboliza el poder de la resurrección de Cristo. En resumen, estas cuatro especias muestran la dulzura y la eficacia de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección. La mezcla de estas cuatro especias con el aceite de oliva significa que, después de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios llegó a ser

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el Espíritu compuesto. En tal Espíritu, encontramos la dulzura de la muerte de Cristo, la eficacia de Su muerte, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección.

Las cantidades descritas en el relato del aceite de la santa unción también son muy significativas. En la producción del ungüento, el número cinco está implícito: el aceite más las cuatro especias. El número uno es representativo de Dios, y el cuatro es el número que representa al hombre como criatura. El número cinco simboliza responsabilidad, y resulta de la suma de uno (Dios) más cuatro (el hombre como creación de Dios). El número tres está implícito en el hecho de que las cantidades de las cuatro especias se componían de tres unidades de quinientos siclos cada una, a saber, quinientos siclos de mirra; quinientos siclos divididos en dos: doscientos cincuenta siclos de canela y de cálamo respectivamente, y finalmente, quinientos siclos de casia. La segunda y tercera especias, la canela y el cálamo, formaban una sola unidad, mientras que la primera y la cuarta, la mirra y la casia, eran una unidad en sí mismas. Estas tres unidades representan a la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El hecho de que la segunda unidad estuviera dividida en dos unidades de doscientos cincuenta cada una, indica que el Hijo, el segundo de la Trinidad, fue partido en la cruz. Por consiguiente, en las cantidades de las especias y en los demás números relacionados con el ungüento, vemos al hombre y al Dios Triuno. Incluso vemos el hecho de que el segundo de la Trinidad fue partido en la cruz por nosotros. También se puede apreciar aquí la divinidad, el elemento humano, la crucifixión de Cristo, la dulzura y la eficacia de Su muerte, y la resurrección de Cristo con el poder de Su resurrección. Este es el Espíritu compuesto.

APLICAR EL ESPIRITU

En la actualidad, la mayoría de los cristianos carecen de una comprensión adecuada del Espíritu. Incluso nosotros, a pesar de haber escuchado mensajes acerca del Espíritu compuesto, es posible que nuestro conocimiento siga siendo meramente doctrinal, y que no apliquemos al Espíritu en las situaciones de nuestra vida diaria.

Supongamos que un hermano me invita a comer a su casa sin avisarle a su esposa. Por un lado, ella no estará preparada, y por otro, suponga que sus hijos se hayan portado muy mal ese día. Es muy probable que ella esté enfadada y molesta. ¿Cómo puede esta situación resultar en la salvación del hermano? Todo lo que él necesita hacer es aplicar el ungüento compuesto, el Espíritu compuesto, el cual se halla en su espíritu humano regenerado. En lugar de discutir sobre la situación con su esposa y fijar su atención en las dificultades que le rodean, él debe volverse a su espíritu, aplicar el Espíritu compuesto y contemplar al Señor a cara descubierta. De este modo reflejará al Señor. Si este hermano aplica el Espíritu compuesto y contempla al Señor, los elementos del

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ungüento le serán aplicados. Tanto la muerte como la resurrección de Cristo operarán en él, y como resultado de ello será ungido con el Espíritu compuesto. Este Espíritu contiene todo lo que él necesita: la muerte de Cristo, la eficacia de ésta, la resurrección de Cristo, el poder de la misma, y también la naturaleza divina de Cristo con Su naturaleza humana. Si dicho hermano aplica este Espíritu compuesto, experimentará la salvación de Dios en esa situación particular. Entonces, en lugar de ser avergonzado, magnificará a Cristo, y quienes estén presentes se regocijarán en el Señor al ver a Cristo magnificado de una forma tan gloriosa.

La Biblia revela que Cristo pasó por el proceso de encarnación, crucifixión y resurrección. Por consiguiente, el Espíritu de Dios es ahora el Espíritu de Jesucristo, el cual incluye los elementos de divinidad, humanidad, muerte y resurrección. Por lo tanto, este Espíritu lo es todo. Cuando ejercitamos nuestro espíritu invocando el nombre del Señor Jesús, el Espíritu que mora en nosotros, será aplicado a nuestro ser, y nos impartirá todos los elementos del Espíritu compuesto. Entonces experimentaremos la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su muerte y Su resurrección. Tal unción, la unción del Espíritu compuesto, será entonces nuestra salvación. Cuanto más seamos ungidos con el Espíritu, más salvos seremos. Seremos salvos, no por doctrinas o enseñanzas, sino por la unción del Espíritu compuesto.

Comúnmente, cuando los pastores dan instrucciones a los novios en la ceremonia de bodas, se apoyan en las palabras de Pablo mencionadas en Efesios 5. Es posible que el novio prometa amar a su esposa, y que la novia convenga en someterse a su esposo. No obstante, esta enseñanza no sirve de nada cuando surgen los problemas en la vida matrimonial. En cambio, si tanto el esposo como la esposa aprenden a experimentar la abundante suministración del Espíritu, ciertamente tendrán una vida matrimonial adecuada. Todos necesitamos experimentar más la abundante suministración del Espíritu.

EL ESPIRITU COMPUESTO ES DADOAL CUERPO Y A LOS QUE SIRVEN A DIOS

Conforme a la tipología de Exodo 30, el ungüento compuesto se usaba para ungir el tabernáculo, la morada de Dios, y todo el mobiliario, juntamente con los utensilios que se usaban en el servicio del tabernáculo. Asimismo se ungía a los sacerdotes con este ungüento compuesto. Esto significa que el Espíritu compuesto es dado al Cuerpo, a la iglesia, a la casa de Dios y también a los que sirven a Dios. Si no estamos en el Cuerpo ni nos interesa servir a Dios, no podremos participar del Espíritu compuesto. Por tanto, si hemos de disfrutar del Espíritu, debemos ser parte del tabernáculo y del sacerdocio, de

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la morada de Dios y del servicio. Entonces, espontáneamente seremos ungidos con dicho ungüento, y disfrutaremos la abundante suministración del Espíritu.

Sabemos por experiencia que no es posible disfrutar al Espíritu todo-inclusivo si tenemos un problema con la iglesia o si nos negamos a participar en el servicio. Si este es el caso, por mucho que oremos, nuestras oraciones no tendrán eficacia. Puede ser que, creyendo en la realidad del Espíritu compuesto, le pidamos al Señor que nos conceda Su misericordia, expresándole cuánto lo necesitamos, pero aún así no experimentemos el suministro del Espíritu. Esto se debe a que nos hemos separado del Cuerpo y no formamos parte del tabernáculo en la práctica. Aun más, tampoco participamos en el servicio sacerdotal. En Exodo 30 vemos que el ungüento compuesto servía para ungir el tabernáculo y los sacerdotes. Es preciso entender que el Espíritu compuesto, el Espíritu de Jesucristo, es dado al Cuerpo, al tabernáculo de Dios, y a los que sirven a Dios, esto es, al sacerdocio. Debido a que hoy muchos cristianos estánseparados del Cuerpo y no participan en el servicio sacerdotal, les resulta casi imposible disfrutar de la abundante suministración del Espíritu.

Ya hemos visto que Pablo vivía en el Cuerpo. A pesar de que era un apóstol muy notable, aún necesitaba las oraciones y las peticiones de los santos. Esto demuestra que él tenía una buena relación con el Cuerpo. Además, participaba también en el sacerdocio. Por estar en el Cuerpo, en el tabernáculo y por participar en el sacerdocio, esto es, en el servicio a Dios, Pablo estaba en la posición correcta para recibir el fluir del ungüento que está sobre el Cuerpo.

Muchos de nosotros podemos testificar que antes de venir a la vida de iglesia, no teníamos ningún disfrute de la abundante suministración del Espíritu. Sin embargo, desde que llegamos a la vida de iglesia y empezamos a participar en el servicio, sentimos que estábamos en el fluir de la abundante suministración del Espíritu.

Si en la vida de iglesia nos disgustamos con algún hermano, y especialmente con los ancianos, esto nos puede aislar del Cuerpo y del servicio sacerdotal. Y por mucho que sigamos orando individualmente, nuestras oraciones no serán eficaces. De hecho, cuanto más oremos individualmente, más secos estaremos, y no disfrutaremos la unción del Espíritu compuesto. Pero si somos uno con la iglesia y permanecemos en el servicio sacerdotal, ciertamente disfrutaremos la rica unción del Espíritu todo-inclusivo. Podemos disfrutar de esta unción con tan sólo hacer una breve oración o invocar el nombre del Señor, o incluso al decir un simple: “Amen”.

Supongamos que un hermano se disgusta con su esposa, pero luego, durante la reunión, se torna al Señor y empieza a decir: “Señor Jesús, te amo”. Debido a que es rociado y

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ungido, inmediatamente su enojo desaparece. Luego, al regresar a casa, su rostro resplandece y su esposa puede notar que él ha experimentado la unción fresca del Espíritu. Aunque ella lo vio salir en la mañana, con un rostro que reflejaba tristeza y enojo, ahora ve a su esposo resplandeciente y lleno de regocijo en el Señor. Este es el resultado de experimentar la unción del Espíritu.

EXPERIMENTAR UNA SALVACION GLORIOSA

Debemos exclamar continuamente: “Señor Jesús, te amo”. Cuanto más nos pongamos en contacto con el Señor de esta manera, más sentiremos la unción y más contentos y liberados estaremos. A la gente de este país, le gusta tomar vacaciones. Pero yo puedo testificar que las mejores vacaciones son invocar el nombre del Señor Jesús y disfrutar de la unción del Espíritu compuesto en nuestro espíritu.

El Espíritu de Jesucristo nos brinda la abundante suministración. Tal suministro es una bebida que contiene un sinnúmero de ingredientes. Todo lo que necesitamos se encuentra en esta bebida divina. La salvación que experimentamos en nuestras situaciones cotidianas procede siempre de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Cuando oramos e invocamos el nombre del Señor genuinamente, el ungüento compuesto es aplicado a nosotros instantáneamente, y disfrutamos las riquezas de la abundante suministración del Espíritu. Así, en lugar de ser avergonzados, experimentaremos una salvación gloriosa. Tal salvación magnifica a Cristo en nosotros. Por medio de las peticiones hechas por el Cuerpo y por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, todas nuestras circunstancias resultarán en nuestra salvación. Entonces no seremos avergonzados en nada, sino que Cristo será magnificado en nosotros.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y CUATRO

VIVIR A CRISTO POR EL ESPIRITU

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; Jn. 14:17-20; 6:57, 63; 2 Co. 3:6b, 17a; Gá. 5:25; 1 Ts. 5:17-19

En los primeros años de mi vida cristiana, nadie me dijo cuál era la meta de un cristiano. Por supuesto, me dijeron que había sido salvo para ir al cielo. Así que, el concepto que tenía acerca de la meta de un cristiano, era simplemente ir a los cielos. Por lo general se piensa que el cielo es el destino que Dios dispuso para todos los que creen en Cristo. No obstante, posteriormente descubrí que la meta del creyente es vivir a Cristo, y que éste

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era precisamente el destino que Dios había dispuesto para nosotros en Su economía. Por lo tanto, Cristo es nuestro camino, nuestra meta y nuestro destino.

VIVIR A CRISTO

Hasta hace poco, en la década de los 70, la mayoría de los cristianos aún desconocían la expresión “vivir a Cristo”. Incluso entre nosotros, en el recobro del Señor, tampoco conocíamos esta frase. Tal vez habíamos oído expresiones como vivir para Cristo, expresar a Cristo o vivir por Cristo, pero nunca habíamos escuchado la expresión vivir a Cristo. Esta es una nueva terminología. Vivir por Cristo, vivir para Cristo y expresar a Cristo no es lo mismo que vivir a Cristo.

El evangelio de Juan nos puede ayudar a entender lo que significa vivir a Cristo. En este evangelio, vemos que Cristo, el Verbo, es Dios (1:1). Un día, el Verbo se hizo carne (1:14), lo cual significa que Dios se encarnó. Refiriéndose al Verbo encarnado, Juan el Bautista declaró: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (1:29). Luego, el capítulo tres de Juan habla sobre la regeneración, donde se afirma que debemos nacer de Dios en nuestro espíritu y mediante el Espíritu.

En Juan 14, el Señor Jesús declaró: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (v. 9). Y más adelante, el Señor dijo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (v. 11). Esto muestra que el Señor Jesús era uno con el Padre. Ver a Jesús equivalía a ver al Padre. En el mismo capítulo, el Señor Jesús habló del Espíritu de realidad, afirmando que este Espíritu que moraba con los discípulos, estaría en ellos (v. 17). Al decir esto, daba a entender que cuando el Espíritu de realidad viniera, El mismo vendría también. Luego, el versículo 19 añade: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”, y el versículo 20 agrega: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Estos versículos revelan que vivimos juntamente con Cristo. Nosotros estamos en El y El está en nosotros, lo cual significa que vivimos juntos, que El vive y que nosotros también vivimos. Nosotros vivimos en El, por El, y con El, e incluso lo vivimos a El.

En Juan 15 el Señor presenta un ejemplo muy claro de la vid y de los pámpanos. El declara: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (v. 5). Los pámpanos son en realidad la vida que lleva la vid.

RECIBIR EL ALIENTO SANTO

Después de resucitar, El Señor Jesús vino a Sus discípulos. En Juan 20:22 leemos que “El sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. La palabra griega pneuma que

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traducimos Espíritu significa también aliento o soplo. Esto indica que el Señor Jesús dijo a los discípulos que recibieran el aliento santo. Así, vemos que el evangelio de Juan comienza hablando del Verbo, después habla del Cordero y de la vid, y finalmente, Juan 20:22 revela que el Verbo, Dios, el Cordero, y la vid, son también el aliento que debemos recibir. Por una parte, El exhaló Su aliento, y por otra, los discípulos lo inhalaron.

En Juan 20:22, el Señor Jesús dijo a los discípulos: “Recibid el Espíritu Santo”, esto es, el aliento santo. No analicemos lo que significa el aliento, simplemente, recibámoslo en nosotros inhalándolo. Desafortunadamente, muchos cristianos de hoy sólo saben razonar y reflexionar, pero no saben lo que significa inhalar este aliento santo. A. B. Simpson experimentó lo que es inhalar a Cristo. En uno de sus himnos dice: “Sopla en mí Tu Espíritu hasta inhalarte en mí, Señor” (Himnos, #119).

En el evangelio de Juan se presenta un relato del proceso divino. El Verbo, quien era Dios, se hizo carne. Luego, después de pasar por la crucifixión y la resurrección, El llegó a ser el aliento santo que podemos inhalar.

Si hemos de entender correcta y completamente el evangelio de Juan, es necesario que veamos las etapas de este proceso. En Juan 1:1 y 14 vemos que el Verbo, el cual en el principio estaba con Dios y era Dios, se hizo carne. El versículo 29 revela que este Verbo encarnado es el Cordero de Dios. Por una parte, El es el Cordero que redime, y por otra, es el árbol que imparte la vida. Por consiguiente, podemos referirnos a El como el “Cordero-árbol”. En Juan 15 vemos que los pámpanos son la vida que lleva la vid. Finalmente, el “Cordero-árbol” llega a ser el aliento santo. ¡Aleluya! En nuestra experiencia, Cristo es el Verbo, el Cordero, el árbol y el aliento. El Verbo expresa a Dios, el Cordero efectúa la redención, el árbol imparte la vida y el aliento nos capacita para vivir.

Si no respiramos no podemos vivir. En el idioma chino cuando una persona fallece, se dice que dejó de respirar. Sin duda, dejar de respirar equivale a morir. Asimismo, podemos decir que respirar equivale a vivir. Tal vez podamos graduarnos de muchos cursos, pero jamás podremos “graduarnos” de respirar. Nadie puede afirmar que por el conocimiento o la madurez que ha adquirido, ya no necesita respirar. Al contrario, cuanto más avanzada sea la edad de una persona, más se preocupa por su respiración. ¡Cuán maravilloso es contar con el aliento santo para nuestra existencia!

MORAMOS UNO EN EL OTRO

El evangelio de Juan también revela que aquellos que creemos en Cristo, debemos vivirlo a El. Juan 6:57 dice: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del

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Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Así como el Señor Jesús vivía por el Padre, nosotros debemos vivir por El. Como ya mencionamos, el Señor Jesús se refirió al día de Su resurrección con estas palabras: “En aquel día conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 14:20). Además, El declaró que viviremos porque El vive (v. 19). Juan 14:19 y 20 revelan que nosotros vivimos en Cristo y que El vive en nosotros. El vive en el Padre, nosotros en El, y El en nosotros. No sólo coexistimos juntamente con Cristo, sino que también moramos en El y El en nosotros. Esto quiere decir que El vive en nosotros y nosotros vivimos en El. ¡Cuán maravillosa es esta vida en la cual vivimos uno en el otro!

Podemos llevar esta vida con Cristo porque El no solamente es el Verbo, el Cordero y el árbol, sino también el aliento, el Espíritu. Si El fuese únicamente el Verbo, el Cordero y el árbol, no podríamos vivir en El, ni tampoco El podría vivir en nosotros. ¡Pero alabado sea el Señor porque ahora El no es únicamente el Verbo, el Cordero y el árbol, sino también el pneuma, el aliento, el Espíritu!

ORAR SIN CESAR

En 1 Tesalonicenses 5:17 Pablo nos exhorta a orar sin cesar. ¿Qué significa orar sin cesar? Podemos comer y beber varias veces al día, pero nadie puede comer y beber sin cesar. En cambio, sí podemos respirar sin cesar. La recomendación de Pablo de orar sin cesar implica que esta clase de oración es semejante a la respiración. Pero ¿cómo puede convertirse la oración en nuestra respiración espiritual? Invocando el nombre del Señor. Necesitamos invocar al Señor Jesús continuamente. Esta es la manera de respirar, de orar sin cesar. Debido a que no estamos acostumbrados a hacerlo, tenemos que desarrollar el hábito de invocar al Señor todo el tiempo. Ciertamente vivir es respirar. En el plano espiritual, respiramos cuando invocamos el nombre del Señor y cuando oramos. Cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, inhalamos al Espíritu.

Después de exhortarnos a orar sin cesar y a dar gracias en todo, Pablo nos manda que no apaguemos el Espíritu (1 Ts. 5:19). Esto indica que si no oramos ni damos gracias en todo, apagamos al Espíritu. Dejar de orar equivale a dejar de respirar. Por consiguiente, apagar el Espíritu también significa dejar de respirar.

En 1 Tesalonicenses 5:19 Pablo habla del Espíritu, pero no del Espíritu de Dios ni del Espíritu Santo. Como hemos visto, el Nuevo Testamento enseña que el Espíritu es el Dios Triuno procesado, quien llegó a ser el Espíritu vivificante. Si dejamos de invocar el nombre del Señor, apagamos el Espíritu.

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RESPIRAR PARA VIVIR A CRISTO

Tal como en la esfera física necesitamos respirar para vivir, asimismo tenemos que respirar espiritualmente para vivir a Cristo. La manera de hacerlo es invocar el nombre del Señor. He aprendido por experiencia que cuando invocamos continuamente, vivimos a Cristo. No basta con orar varias veces al día, una vez por la mañana, otra por la tarde y otra por la noche. Si oramos de esta manera pero no invocamos continuamente el nombre del Señor, apagaremos el Espíritu. Por tanto, debemos invocar al Señor todo el día, y en cualquier lugar y circunstancia. Debemos invocar al Señor Jesús en todo lo que hagamos. Puedo testificar que siempre que hablo por el Señor, lo invoco y lo inhalo interiormente.

Les animo a invocar el nombre del Señor en cualquier situación; incluso cuando estén a punto de perder la paciencia. Si lo hacen, vivirán a Cristo. En cambio, si se proponen controlar su enojo, serán vencidos. De hecho, su mal genio empeorará. Por tanto, en vez de esforzarse por controlar su carácter, deben volverse al Señor e invocarlo así: “Señor Jesús, te amo. Señor, estoy a punto de perder la paciencia. Sé uno conmigo en este momento”. Al hacerlo, serán salvos de su mal genio y vivirán a Cristo.

La manera de vivir a Cristo es orar sin cesar, invocando Su nombre. Cuando invocamos al Señor, automáticamente lo tomamos como nuestra vida y lo vivimos. Si oramos, no haremos nada por nosotros mismos, aparte de Cristo. Antes bien, si oramos sin cesar viviremos a Cristo.

Cristo no es solamente nuestra vida, sino también nuestro aliento. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que Cristo es su aliento?

Si usted lo respira todo el tiempo, ciertamente lo vivirá a El. Después de indagar por muchos años, descubrí que la manera de vivir a Cristo es inhalarlo, y la manera de inhalarlo es invocarlo sin cesar.

En 1 Timoteo 6:12, Pablo declara: “Echa mano de la vida eterna, a la cual fuiste llamado”. Fuimos llamados a la vida eterna, y ahora debemos echar mano de esta vida invocando al Señor todo el día. Cuando lo invocamos, lo inhalamos.

La Biblia revela lo maravilloso que es nuestro Dios. El creó el universo y todas las cosas conforme a Su plan. Un día, Cristo, quien es Dios, se encarnó y nació de una virgen. Después de vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, fue crucificado para redimirnos y quitar nuestros pecados. En la cruz, el Señor Jesús también destruyó a Su enemigo, el diablo. Luego, fue sepultado y descendió al Hades. Finalmente, después de

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dar un paseo por la región de la muerte, salió en resurrección. De acuerdo con Hechos 2:24, vemos que el Hades hizo todo lo posible por retenerlo, pero no pudo. No pudo retenerlo por cuanto El mismo es la vida de resurrección. Una vez que entró en resurrección, Su cuerpo físico fue transfigurado en un cuerpo espiritual y glorioso. En resurrección, Cristo sigue teniendo un cuerpo; esto es un hecho. No obstante, la Biblia también revela que en resurrección El llegó a ser Espíritu vivificante: “Fue hecho...el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). Este Espíritu es ahora nuestro aliento.

En 2 Corintios 3:6 dice: “La letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Según The New Translation [la Nueva traducción] de Darby, los versículos 7-16 constituyen un paréntesis, lo cual indica que, según Darby, el versículo 17 es la continuación directa del versículo 6. El versículo 17 declara: “Y el Señor es el Espíritu”. Por lo tanto, el Señor es el Espíritu que da vida, y este Espíritu es nuestro aliento.

Por un lado, el Señor está sentado en el trono en los cielos y, como tal, nosotros lo adoramos y lo alabamos. Pero por otro lado, El está con nosotros aquí en la tierra. En el momento en que creímos en El, El entró a nosotros y nos selló. En realidad, El nos sella consigo mismo. Esto quiere decir que cuando invocamos al Señor y creemos en El, El se adhiere a nosotros y hace que nosotros seamos adheridos a El. A partir de ese momento, El y nosotros llegamos a ser uno. “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17).

RECIBIMOS EL ESPIRITUINVOCANDO EL NOMBRE DEL SEÑOR

Por falta de conocimiento, algunos cristianos han hecho cosas extrañas para experimentar al Espíritu. Algunos enseñan que si alguien desea recibir el Espíritu, debe brincar, gritar, temblar, o aun agitar las sillas (tal como lo hacía un grupo de cristianos de Taiwán). No es necesario hacer cosas como éstas para recibir el Espíritu vivificante. Lo único que tenemos que hacer es ejercitar nuestro espíritu e invocar el nombre del Señor Jesús. También podemos participar de este disfrute al orar-leer la Palabra. Nuevamente les insisto que invoquen el nombre del Señor Jesús sea cual fuere nuestra ocupación. Si lo invocamos sin cesar, jamás apagaremos al Espíritu.

Puedo testificar por experiencia que si no invoco al Señor, no puedo vivir. Pero cuando lo invoco, todo está bien. Muchas veces, al saludar a alguien y preguntarle cómo está, casi siempre la respuesta es: “Oh, estoy muy bien, gracias”. Pero, en realidad, la mayoría de las personas no está bien. Sólo los que invocamos al Señor Jesús sin cesar podemos decir verdaderamente que estamos bien. A menudo somos perturbados por las cosas pequeñas que a diario nos suceden. Quizás nos falle el automóvil o se nos rompa un

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cordón del zapato. Estas cosas pueden molestarnos e incluso hacernos perder la paciencia. Si nos enojamos cuando el carro no nos funciona o cuando se nos rompe un cordón, ¿podríamos afirmar con sinceridad que estamos bien? Repito que sólo los que invocan el nombre del Señor Jesús están verdaderamente bien.

No siempre debemos invocar al Señor de manera consciente. También podemos invocarlo de manera inconsciente o involuntaria. Esta es la verdadera respiración. La respiración es un acto espontáneo. Les animo a que invoquen continuamente el nombre del Señor hasta que se convierta en un hábito.

APLICAR AL SEÑOR Y DISFRUTARLO

No debemos preocuparnos por lo que diga la teología sistemática. Lo único que debe interesarnos es tener el disfrute rico y adecuado de nuestro Señor viviente. El es Dios, el Verbo, el Cordero, el árbol y el Espíritu vivificante como nuestro aliento, que está siempre presente y disponible. El nos redimió por medio de Su sangre, y ahora es el Espíritu que mora en nosotros. Nosotros moramos en El y El en nosotros. Debido a que somos pámpanos de la vid, estamos unidos orgánicamente a ella y disfrutamos del fluir de la vida que corre en el interior de la misma. ¡Cuán maravillosa es la salvación que experimentamos hoy en día! El Dios Triuno ha pasado por un proceso para a ser nuestro aliento. Ahora, cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, lo inhalamos a El.

Cuando lo recibimos invocando Su nombre, lo aplicamos a nuestro ser. Entonces, interiormente sentimos que lo estamos disfrutando. No puedo negar que cada vez que invoco al Señor Jesús experimento una dulce sensación. ¡Oh, El me riega, me refresca, me nutre, me fortalece y me ilumina! El es tan disfrutable que a veces siento que desbordo de gozo y que estoy fuera de mí mismo. El Dios procesado es infinitamente grande, y sin embargo, es tan disfrutable y disponible.

Les animo a que invoquen al Señor, diciendo: “Señor Jesús, te amo”. Al disfrutarlo de esta manera, es posible que broten lágrimas de nuestros ojos al percibir Su dulzura, Su encanto y Su valor. Cuando lo invocamos, El nos conmueve interiormente. La verdadera experiencia de vivir a Cristo se obtiene inhalando Su aliento santo. Que todos nos ejercitemos más y más para recibir el aliento santo y disfrutarlo a El.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y CINCO

VIVIR A CRISTO RECIBIENDOLA PALABRA POR MEDIO DEL ESPIRITU

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Lectura bíblica: Fil. 1:19-21a; 2:12b-13a, 16a; Jn. 1:1; 6:63; Ef. 6:17b-18a; 5:18-20; He. 4:12; Col. 3:16-17; 2 Ti. 3:16a

Filipenses 1:19-21a trata de la salvación, de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y de cómo magnificar y vivir a Cristo. Luego, Filipenses 2:12, 13a y 16a abarca los siguientes temas: llevar a cabo nuestra salvación, el Dios que opera en nosotros y enarbolar la palabra de vida. Por consiguiente, en estos dos pasajes de Filipenses vemos dos líneas: la primera es la salvación, el Espíritu y Cristo, y la segunda, la salvación, Dios y la palabra. Al hacer esta comparación recibimos mucha revelación.

EXPERIMENTAR LA SALVACION

En 1:19 Pablo afirma que su situación, ambiente y circunstancias resultarían en su salvación; y luego en 2:12 nos exhorta a llevar a cabo nuestra salvación. Las palabras de Pablo en 1:19 nos ayudan a ver que las situaciones adversas pueden resultar en nuestra salvación. Esto sucederá siempre y cuando disfrutemos de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Pero si no disfrutamos de esta suministración, todo lo que nos suceda resultará en nuestra vergüenza. Cualquier situación que enfrentemos sólo podrá tener uno de dos resultados: salvación o vergüenza. Supongamos que una hermana contraría a su esposo. Para este hermano, tal situación puede resultar en salvación o en vergüenza. Todo dependerá de si dicho hermano disfruta o no la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Si él disfruta el suministro del Espíritu, experimentará salvación en esa situación particular y Cristo será magnificado en él. Pero si en lugar de disfrutar el suministro se enoja con su esposa, él será avergonzado. Insisto en que Cristo será magnificado sólo si la situación de dicho hermano resulta en su salvación. En un sentido muy real, la salvación mencionada en 1:19 consiste en que Cristo sea magnificado.

En 2:12 Pablo vuelve a tocar el tema de la salvación. En esta ocasión ya no habla de su propia salvación, sino que exhorta a los santos a que ellos mismos lleven a cabo su salvación. Al hablar de sí mismo, Pablo declaró que sus circunstancias resultarían en su salvación, pero al dirigirse a los santos, les pidió que llevaran a cabo su propia salvación.

Debido a los problemas que afrontamos en nuestra vida diaria, requerimos experimentar la salvación de Dios, especialmente en nuestra vida familiar y en la vida de iglesia. Para cada tipo de problema necesitamos de una salvación específica. Por ejemplo, un hermano necesitará de una salvación particular al relacionarse con los santos, pero necesitará de otra clase salvación cuando se relaciona con su esposa. Conforme a lo establecido por Dios, no es bueno que el hombre esté solo; por consiguiente, todos los hermanos deberían casarse. No obstante, en la vida matrimonial,

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inevitablemente se presentarán problemas, y para cada uno de ellos necesitaremos la salvación que Dios nos ofrece. Dios instituyó el matrimonio para que tuviésemos la oportunidad de disfrutarle. Si disfrutamos al Señor, ciertamente experimentaremos Su salvación en nuestra vida matrimonial.

La Biblia revela que hay muchas categorías de salvación. Día tras día y momento a momento podemos disfrutar de los diferentes aspectos de la salvación que Dios nos otorga. Debemos experimentar la salvación cada año, cada mes, cada día y aun a cada instante. Yo simplemente no podría vivir sin la salvación de Dios.

SER SALVOS DE LAS MURMURACIONES Y ARGUMENTOS

Cuando Pablo nos habla de llevar a cabo nuestra salvación, él no se refiere a la salvación del infierno ni a la salvación de la condenación de Dios. Nosotros jamás podríamos llevar a cabo semejante salvación. Notemos el énfasis de las palabras de Pablo cuando dice: “Llevad a cabo vuestra salvación”. Según estas palabras, un esposo no debe fijarse en la salvación que él considera que su esposa necesita; más bien, debe prestar atención a su propia salvación.

Debemos relacionar el mandato de Pablo acerca de llevar a cabo nuestra salvación con la exhortación que él nos hace en el versículo 14: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Como ya mencionamos, las murmuraciones tienen que ver con nuestra parte emotiva, y los argumentos, con nuestra mente. Las murmuraciones provienen principalmente de las hermanas, mientras que los argumentos por lo general proceden de los hermanos. Hasta ahora no he sabido de ninguna esposa que no murmure. Es por eso que las hermanas deben llevar a cabo su salvación en cuanto a las murmuraciones. Ellas necesitan ser salvas en este respecto. De la misma manera, los hermanos deben llevar a cabo su propia salvación en cuanto a los argumentos. Si en nuestra vidamatrimonial o en nuestra vida de iglesia abundan las murmuraciones y los argumentos, esto indica que nos falta experimentar más la salvación de Dios. Tanto en nuestra vida familiar como en nuestra vida de iglesia debemos experimentar una salvación plena, libre de murmuraciones y argumentos. ¡Cuán maravillosa sería la vida de iglesia en nuestra localidad si, en lugar de murmuraciones y argumentos, abundaran las experiencias de salvación!

DIOS OPERA EN NOSOTROSY NOSOTROS COOPERAMOS CON EL

Por una parte, nosotros mismos llevamos a cabo nuestra salvación, y por otra, Dios opera en nosotros. En el versículo 13 Pablo exclama: “Porque Dios es el que en vosotros

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realiza así el querer como el hacer”. Por tanto, Dios es quien opera en nosotros, y nosotros simplemente cooperamos con El. Esto significa que nosotros llevamos a cabo nuestra salvación conforme a la operación de Dios. Cuando una hermana murmura o un hermano argumenta, Dios opera en ese mismo instante para ayudarlos a llevar a cabo su salvación en ese respecto. Cuando nos volvemos al Señor y le decimos: “Oh Señor Jesús, te amo”, somos salvos de las murmuraciones y de los argumentos.

La palabra griega que en el versículo 13 se traduce “realiza”, también significa dar energía. Dios nos da energía interiormente. El sabe lo difícil que es para nosotros experimentar Su salvación en muchas situaciones. Por ejemplo, si un hermano que es muy insistente en sus argumentos desea ser salvo de ellos, necesitará que Dios le infunda energía.

Cuando Dios hizo los cielos y la tierra, sólo tuvo que hablar. Sin embargo, para rescatarnos de las murmuraciones y de los argumentos, El necesita darnos energía. Esto quiere decir que para Dios es más fácil crear la tierra que salvarnos de las murmuraciones y de los argumentos. Cuando Dios quiso crear algo, simplemente habló y aquello llegó a existir. Pero cuando El nos pide que no murmuremos ni argumentemos, tal vez no le hagamos caso. Por tanto, se lleva a cabo una lucha interna entre nosotros y Dios. ¿No ha luchado usted muchas veces con Dios? Esta lucha demuestra que a El no le es fácil rescatarnos. A fin de rescatarnos sin hacernos daño, El tiene que infundir Su energía en nuestro ser. La vida cristiana es una vida de luchas, es una vida en la que luchamos con el Dios que opera en nosotros.

El Dios que opera en nosotros es el Espíritu que nos abastece abundantemente. Ya hemos dicho que en 1:19 Pablo afirma que sus circunstancias resultarían en su salvación, mediante la abundante suministración del Espíritu. Si Dios no operara en nosotros, no podríamos experimentar la suministración que nos brinda el Espíritu. Así que El opera en nosotros con este fin; El desea proporcionarnos la abundante suministración del Espíritu. Esta no es una simple doctrina, sino una experiencia espiritual.

CRISTO MAGNIFICADO

Cristo es magnificado en nosotros mediante la abundante suministración del Espíritu. En 1:20 Pablo habla de magnificar a Cristo, mientras que, en 2:16, él habla de enarbolar la palabra de vida. Esto significa que enarbolar la palabra de vida equivale a magnificar a Cristo. Cristo mismo es la palabra de vida. Enarbolamos la palabra de vida y esta palabra es Cristo mismo.

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EL ESPIRITU, DIOS, CRISTO Y LA PALABRA

Estos dos pasajes de Filipenses son mis favoritos. Por una parte, en el capítulo uno vemos que nuestro entorno puede resultar en nuestra salvación; por otra, el capítulo dos muestra que debemos llevar a cabo nuestra salvación, cooperando con la energía que Dios nos proporciona. Sin embargo, nuestra manera de ser, la cual es caída, siempre tiende a ir en contra de lo que Dios desea. Por esta razón, necesitamos que Dios opere en nosotros. Si cooperamos con El, llevaremos a cabo nuestra salvación y enarbolaremos la palabra de vida.

Debemos prestar atención al hecho de que el Espíritu en 1:19 corresponde con Dios en 2:13, y que Cristo en 1:20 y 21 concuerda con la palabra de vida en 2:16. En realidad, el Espíritu, Dios, Cristo y la palabra de vida, son una sola entidad.

LA PALABRA Y EL ESPIRITU

Hemos visto que para magnificar y vivir a Cristo, necesitamos de la abundante suministración del Espíritu. Ahora veremos que la abundante suministración se encuentra en la Palabra. La Biblia enseña que el Espíritu y la Palabra son uno. En Juan 6:63, el Señor Jesús declara: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Esto indica que la Palabra es el Espíritu. Por otra parte, Efesios 6:17-18 muestra que el Espíritu es la Palabra, y 2 Timoteo 3:16 declara que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. Esto significa que cada palabra de la Biblia contiene el aliento de Dios. Ya dijimos que este aliento es el pneuma, el Espíritu. Por lo tanto, ya que la Palabra y el Espíritu son el aliento de Dios, son una sola entidad. El Espíritu es el aliento de Dios, y la Palabra es también el aliento de Dios. Además, el aliento de Dios es Su pneuma, esto es, el Espíritu. Por una parte, la Palabra de Dios es el Espíritu; y por otra, el Espíritu de Dios es la Palabra.

Por experiencia sabemos que es posible tener contacto con el Espíritu y experimentar Sumover en nosotros cuando invocamos: “Oh Señor Jesús, te amo”. Muchas veces el mover del Espíritu nos trae una palabra del Señor. Por ejemplo, supongamos que un hermano está enojado con su esposa pero después se vuelve al Señor, y le dice: “Señor Jesús, teamo”. En ese momento el Espíritu se moverá dentro de él y se convertirá en una palabra que le dice: “No pienses así de tu esposa”. De este modo, vemos que primero el hermano tiene contacto con el Espíritu, y que después el Espíritu se convierte en la palabra dentro de él. Además, vemos que esta palabra viene a ser una luz que resplandece en su interior, haciendo que él enarbole la palabra de vida.

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En otras ocasiones hemos recibido primero la Palabra y luego ésta se convierte en el Espíritu que se mueve en nuestro interior. En conclusión, podemos experimentar el Espíritu primero, y luego la Palabra, o primero la Palabra y después el Espíritu. De todos modos, el Espíritu y la Palabra son una sola entidad.

DIOS LLEGA A NOSOTROS

El Nuevo Testamento enseña que la Palabra y el Espíritu son uno. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo”. Luego en Juan 20:22 el Señor Jesús sopló sobre los discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Al principio del evangelio de Juan, Cristo es el Verbo, pero al final de éste, El exhala el Espíritu. Además, en 6:63 el Señor revela que la Palabra es el Espíritu. Por tanto, Dios llega a nosotros por medio de la Palabra y del Espíritu.

Si Dios no fuese la Palabra y el Espíritu, no podría llegar a nosotros. Cada vez que tocamos al Señor o que el Señor nos toca, tenemos la sensación de que El ha venido a nosotros. Dios viene a nosotros como el Espíritu. Sin embargo, según el concepto de algunos cristianos, el Espíritu es simplemente un medio que Dios usa para alcanzarnos. Pero en realidad esto no es así, pues el Espíritu es Dios mismo que llega a nosotros. La corriente eléctrica es un buen ejemplo de este hecho. Dios es como la electricidad, y el Espíritu, como la corriente eléctrica. Sería incorrecto decir que la corriente eléctrica es distinta a la electricidad misma. Cuando la electricidad fluye, ésta se convierte en corriente. Por consiguiente, la corriente eléctrica es la electricidad en acción. Cuando la corriente llega a nuestra casa, sigue siendo electricidad y no otra cosa. Pero a pesar de esto, algunos cristianos insisten en que Dios el Padre se quedó en el trono en los cielos y que sólo el Espíritu vino a nosotros. No obstante, debemos ver que cuando el Espíritu llega a nosotros, es Dios mismo quien llega.

LA ANTENA Y EL CABLE

El Espíritu es misterioso, abstracto y difícil de entender; sin embargo, junto con El, tenemos la Palabra. Usemos nuevamente el ejemplo de la electricidad, y veamos esta vez lo que sucede con la antena y el cable que conecta a tierra. Podemos comparar al Espíritu con la antena y la Palabra con el cable. La electricidad se transmite por medio de la antena y el cable. Si tuviéramos el Espíritu sin la Palabra o la Palabra sin el Espíritu, no recibiríamos la transmisión divina. Así que, necesitamos tanto del Espíritu como de la Palabra, tanto la antena como el cable.

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DOS EXTREMOS

Hoy en día existen dos posiciones radicales en cuanto al Espíritu: la que adoptan los fundamentalistas y la que sostienen los pentecostales. Los fundamentalistas prestan mucha atención a la Palabra, pero generalmente descuidan el Espíritu. Este es un extremo. Por otra parte, los pentecostales se concentran en el Espíritu, pero descuidan la Palabra. Este es el otro extremo. No debemos irnos a ninguno de estos extremos. Debemos ser equilibrados y prestar atención al Espíritu y la Palabra. El Espíritu está dentro de nosotros y la Palabra o la Biblia, está en nuestras manos.

RECIBIR LA PALABRA POR MEDIO DE LA ORACION

En Efesios 6:17 y 18 Pablo nos exhorta a recibir la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, con toda oración y petición. Aquí vemos que Pablo habla tanto de la Palabra como del Espíritu. Además, él nos exhorta a recibir la Palabra de Dios con toda oración, orando en todo tiempo en el espíritu. Podemos recibir la Palabra de Dios por medio de toda oración y petición, ya sea audible o silenciosa, larga o corta, rápida o lenta, en privado o en público.

Tomar la Palabra de Dios con toda oración equivale a leerla con oración. Al leer la Palabra de Dios no sólo debemos usar nuestros ojos y nuestra mente, sino también nuestro espíritu. Puedo testificar por experiencia que si leemos la Biblia sin orar, ésta se convertirá en letras muertas para nosotros. Por tanto, debemos mezclar la lectura de la Biblia con la oración. Esto es orar-leer. Por ejemplo, si oramos-leemos Génesis 1:1, podemos decir: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. En el principio, amén. Gracias, Señor; en el principio. Oh, Dios estaba allí en el principio. Gracias, Señor, porque Tú mismo eres el principio, el origen”. Cuando oramos-leemos la Palabra de esta manera, ésta viene a ser el aliento viviente de Dios, o sea, el Espíritu. Y como resultado de ello, somos nutridos, refrescados e iluminados. Entonces, en nuestra experiencia, la Biblia ya no será un libro de letras muertas, sino que se convertirá en el Espíritu que nos nutre.

En Efesios 6:17 y 18 Pablo nos exhorta a que recibamos la Palabra de Dios con toda oración. Algunos se oponen a la práctica de orar-leer, diciendo que este pasaje no se debe aplicar de esta manera. No obstante, el original griego revela que debemos recibir la Palabra de Dios con toda oración, o sea, por medio de oración. Aquí, Pablo dice que debemos recibir la Palabra de Dios, y nos explica cómo debemos recibirla, a saber, mediante la oración. Por lo tanto, no podemos negar que de hecho la práctica de orar-leer la Palabra sí se halla en la Biblia.

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Debemos leer la Palabra y recibirla con oración. A través de los siglos, muchos santos han tenido esta práctica. Algunos han dicho que es necesario orar cuando se lee la Biblia. Otros han indicado que debemos leer la Biblia con un espíritu de oración. Leer la Biblia de esta forma equivale a orar-leer la Palabra. Entre el pueblo de Dios, muchos han practicado el orar-leer, aun sin conocer este término. Cuando leían la Palabra, espontáneamente componían una oración las mismas palabras de la Biblia. Incluso es posible que antes de oír la expresión “orar-leer”, usted ya lo hubiera practicado con Juan 3:16. Quizás después de haber leído: “Porque de tal manera amó Dios al mundo”, haya orado así: “Oh Dios, te doy gracias porque amaste al mundo. Gracias, Padre, por haberme amado. Me amaste tanto que diste a Tu Hijo unigénito por mí”. Sin duda, esto es orar-leer.

EJERCITAR NUESTRO ESPIRITU

Cuando oramos-leemos la Palabra, ejercitamos nuestro espíritu. Como personas que han sido salvas y regeneradas, tenemos el Espíritu de Dios en nuestro espíritu. Por tanto, cuando ejercitamos nuestro espíritu al orar-leer la Palabra, aplicamos la Palabra a nosotros y la mezclamos con el Espíritu. En ese preciso instante recibimos la abundante suministración del Espíritu.

LA RECETA Y LA DOSIS

La Biblia revela que Cristo es Dios y que también es la corporificación misma de Dios. Un día, Cristo se hizo hombre. Durante Su ministerio terrenal, llevó la vida humana más elevada. Mediante la crucifixión y la resurrección, Su humanidad fue elevada al nivel de Su divinidad. Después de haber llevado una vida maravillosa y perfecta sobre la tierra, el Señor Jesús fue a la cruz y murió allí por nuestros pecados, cumpliendo así una redención completa y perfecta. Luego, al tercer día, resucitó. En Su ascensión, El fue glorificado, coronado y entronizado, y le fue dada la autoridad, el señorío y el reinado. Además de estos pasos tan cruciales, la Biblia revela también que Cristo, en Su resurrección, fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Este es el Espíritu que hoy mora en nuestro espíritu regenerado.

El Espíritu vivificante contiene la divinidad de Cristo, Su humanidad elevada y resucitada, Su vivir humano perfecto que expresó siempre a Dios, la eficacia de Su muerte todo-inclusiva que cumplió la redención, y el poder de Su resurrección que nos imparte la vida y la naturaleza divinas junto con la naturaleza humana y elevada de Cristo, y por último, contiene Su ascensión, la cual incluye Su autoridad, señorío y reinado. Todos estos elementos se hallan en el Espíritu compuesto. Sin embargo, si no tuviéramos la Biblia, no podríamos conocer ninguno de estos aspectos. No

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conoceríamos todos los elementos que componen esta dosis. ¡Oh, cuán maravillosas son las riquezas contenidas en la abundante suministración del Espíritu! Podemos aplicar tales riquezas a todas nuestras circunstancias.

¡Alabado sea el Señor por habernos dado el Espíritu y la Palabra! Como hemos dicho repetidas veces, el Espíritu y la Palabra son uno. La Palabra es la receta y el Espíritu es la aplicación de dicha receta. Cuando leemos la Palabra, recibimos la abundante suministración del Espíritu, y también recibimos la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte todo-inclusiva, Su resurrección y Su ascensión. Asimismo, experimentamos que somos uno con Cristo en Su autoridad, Su señorío y Su reinado. Todos estos elementos se encuentran en el Espíritu compuesto, y son los diferentes aspectos de la abundante suministración del Espíritu. ¡Aleluya, hoy podemos vivir a Cristo recibiendo la Palabra mediante el Espíritu!

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y SEIS

LAS RIQUEZAS DE LA ABUNDANTESUMINISTRACION DEL ESPIRITU

SE HALLAN CORPORIFICADASEN LA PALABRA

Lectura bíblica: Fil. 1:19; 2:12b, 16a; Ef. 3:8; 5:18-20; Col. 3:16-17; 1 Ti. 4:6; 6:3

El pensamiento fundamental de la Biblia consiste en que el Dios Triuno desea forjarse a Sí mismo en el hombre, con el fin de que éste lo tome como su vida y lo viva a El. Para cumplir Su deseo, el Dios Triuno pasó por un proceso maravilloso. Tanto la encarnación como la crucifixión fueron etapas de dicho proceso. En la cruz, Cristo puso fin al pecado, a los pecados y a Satanás. Además, allí liberó Su vida divina. La muerte de Cristo, la cual puso fin a todo, fue seguida por Su resurrección. Por consiguiente vemos que mediante la encarnación Cristo se hizo hombre, que después, por medio de Su crucifixión, El aniquiló todas las cosas negativas, y que en la resurrección se impartió en todos aquellos que creen en El, para que llegaran a ser uno con El en vida y naturaleza.

EL HOMBRE FUE CREADO A LA IMAGEN DE DIOS

Puesto que el hombre fue creado por Dios, es una criatura Suya, y como tal, carece de la vida y naturaleza divina. No obstante, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Dios lo creó de esta manera porque Su propósito era entrar en el hombre y ser uno

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con él. Ya que ésta era Su intención, Dios hizo al hombre de tal manera que éste pudiera recibirlo y llegar a ser uno con El.

Para entender mejor la relación que existe entre Dios y el hombre, y el hecho de que éste fue creado a la imagen de Dios, podemos usar el ejemplo de un guante. El guante está diseñado especialmente para contener la mano; es por eso tiene la imagen de una mano. Una vez que la mano entra en el guante, ambos llegan a ser uno. Del mismo modo, el hombre es un vaso creado a la imagen de Dios con el propósito de contenerlo. Romanos 9 revela que somos vasos creados con el fin contener a Dios.

SOMOS UNO CON EL DIOS TRIUNO

Por una parte, el hombre fue creado para contener a Dios; por otra, era necesario que Dios pasara por un proceso. Una vez que el Dios Triuno pasó por el proceso de la encarnación, la crucifixión y la resurrección, El pudo entrar en el hombre. Después de resucitar, el Señor Jesús envió a Sus seguidores a que hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19). Bautizar a los creyentes en el nombre del Dios Triuno equivale a sumergirlos en la persona misma del Dios Triuno. El nombre denota a la persona, y la persona es la realidad del nombre. Pablo en sus epístolas habla de bautizar a los creyentes en Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), lo cual equivale a bautizarlos en la persona del Dios Triuno. Aquellos que creen en Cristo y son bautizados en El, llegan a ser uno con el Dios Triuno en vida y naturaleza.

Alabamos al Señor porque, como creyentes, poseemos la vida de Dios y participamos de Su naturaleza divina. En 2 Pedro 1:4 se nos dice claramente que somos participantes de la naturaleza divina. Debido a que participamos de la naturaleza de Dios, podemos decir con propiedad que somos divinos. No obstante, esto de ningún modo implica que evolucionamos hasta convertirnos en Dios, en el sentido de llegar a ser objetos de adoración. La Biblia jamás enseña que los creyentes serán deificados. Sin embargo, la Palabra de Dios sí revela que todo aquel que cree en Cristo es nacido de Dios. Por consiguiente, podemos decir que somos verdaderos hijos Suyos, y no meramente hijos adoptivos. Por ser hijos de Dios, poseemos Su misma vida y naturaleza; y puesto que poseemos Su vida y naturaleza, somos uno con El. No obstante, repito que esto no implica que llegaremos a ser Dios, en el sentido de llegar a ser objetos de adoración.

Basándonos en la Biblia, enseñamos que somos uno con Dios, ya que mediante la regeneración llegamos a poseer la vida y la naturaleza divinas. Tal como un niño posee la misma vida y naturaleza de su padre, nosotros también, como hijos de Dios, tenemos Su propia vida y naturaleza. Sin embargo, algunos cristianos son humildes de una

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manera religiosa, y no se atreven a afirmar que tienen la naturaleza de Dios, aun cuando reconocen haber nacido de Dios. Sólo declaran que son pecadores que han recibido la misericordia de Dios. Pero se resisten a confesar que poseen la naturaleza de Dios y que son uno con El.

La regeneración no nos hace parte de la Deidad. Pretender que los creyentes llegan a ser Dios en el sentido de ser objeto de adoración, constituiría una blasfemia contra El. No podemos participar de la Deidad en ese sentido, pero sí podemos compartir la naturaleza divina. Una cosa es formar parte de la Deidad, y otra, participar de la naturaleza divina. ¡Qué bendición tan grande es ser uno con Dios en Su misma vida y naturaleza!

ESTAMOS LLENOS DE NUESTROS PROPIOS CONCEPTOS

Aunque éste es un asunto tan crucial en la Biblia, muchos cristianos lo pasan por alto, debido a que están llenos de conceptos éticos, culturales, religiosos y filosóficos. Por esta razón, cuando leen la Biblia sólo prestan atención a ciertas exhortaciones, tales como el mandamiento que dice que los hijos deben honrar a sus padres, que los maridos deben amar a sus esposas, y que las esposas deben someterse a sus propios maridos. Algunos esposos aprecian la Biblia porque enseña que la esposa debe someterse al marido. De la misma manera, quizás las esposas aprecien la Biblia porque ésta exige que el marido ame a su esposa. Aquellos que se preocupan por la ética y la religión, prestan más atención a estos asuntos porque los consideran éticos o religiosos. Sin embargo, no ven la revelación básica que se presenta en las Escrituras.

Supongamos que un chino escucha la predicación del evangelio y cree en Cristo. Al leer la Biblia, es posible que preste más atención a los pasajes de la Palabra que aparentemente tratan de asuntos éticos. Tal vez no sepa mucho acerca de Génesis 1:26, donde vemos que Dios creó al hombre a Su imagen, pero probablemente devore el libro de Proverbios, por el gran aprecio que le tiene a las enseñanzas éticas. Asimismo, es posible que tenga en gran estima las palabras de Pablo que tratan sobre la conducta apropiada de los maridos y las esposas, puesto que tales enseñanzas coinciden con las enseñanzas de Confucio. Aun es posible que alabe al Señor por su salvación, debido a que ésta le ayuda a ser más ético y moral. Podríamos decir que este hermano en su vida diaria es un “Confucio-cristiano”, esto es, un creyente que considera que las enseñanzas bíblicas son idénticas a las enseñanzas éticas de Confucio.

Quizás otro creyente tenga un trasfondo cultural distinto, y aprecie la Biblia porque ésta nos enseña a no exhibirnos a nosotros mismos. Tal vez preste mayor atención a aquellos

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pasajes de la Biblia que correspondan más con las características de su país y su entorno cultural. De esta manera, la ética y la cultura reemplazaría el vivir a Cristo.

ALIMENTO Y REVELACION

Cuando leemos la Biblia debemos olvidarnos de la ética, la cultura y los diferentes rasgos nacionales. Debemos orar-leer la Palabra a cara descubierta y estar libres de toda preocupación. De esta manera, no sólo recibiremos revelación, sino que también seremos nutridos.

En 1 Timoteo 4:6 Pablo usó la palabra nutrir: “Nutrido con las palabras de la fe y de la buena enseñanza que has seguido fielmente”. Ser nutridos tiene que ver con la vida, puesto que todas las palabras de la Biblia son palabras de vida, es decir, son sanas y nutritivas. Pablo también usa la expresión “sana enseñanza” (1 Ti. 1:10; Tit. 1:9), refiriéndose a la enseñanza que nos nutre y nos sana. Es muy importante que todos recibamos el alimento de la Palabra de Dios.

Si hemos de nutrirnos de la Palabra, debemos liberarnos de todos los conceptos que nos ocupan. Debemos despojarnos de los velos de la cultura, de la lógica regional y de la filosofía propia de nuestro país, y leer la Palabra de Dios sin usar ninguna clase de lentes, es decir, sin ningún tipo de concepto. Entonces seremos nutridos y también recibiremos revelación.

Muchos tratan de mejorarse a sí mismos una vez que son salvos. Tal vez digan: “Antes no tenía a Dios y era muy perverso, trataba mal a mis padres, a mis hermanos y hermanas, y aun a mis hijos. Pero de ahora en adelante voy a pedirle al Dios todopoderoso que me ayude a ser amable con todos. Trataré de no volver a enojarme. Antes bien, seré muy amoroso”. Creo que casi todos los cristianos han tomado una determinación similar. No obstante, éste no es el camino correcto. Por experiencia he aprendido que no debemos tratar de ser buenos ni pedirle a Dios que nos ayude a mejorar. Lo único que necesitamos es acudir a la Palabra viviente y ser nutridos con ella.

LAS RIQUEZAS Y EL SUMINISTRO DE LA PALABRA

La Biblia revela que la plenitud de la Deidad está corporificada en Cristo, lo cual significa que todas las riquezas de lo que Dios es y tiene se hallan corporificadas en El. Cristo pasó por el proceso de la encarnación, crucifixión y resurrección, y ahora es el Espíritu que lo incluye todo, el cual nos brinda una abundante suministración. La abundante suministración del Espíritu mencionada en 1:19 no es otra cosa que las riquezas de Cristo referidas en Efesios 3:8. En este versículo Pablo testificó que le había

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sido dada la gracia de predicar el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. Cristo está relacionado con las inescrutables riquezas, y el Espíritu, con la abundante suministración. Repito una vez más que la abundante suministración del Espírituequivale a las inescrutables riquezas de Cristo. Estas dos, las riquezas y la suministración, se hallan corporificadas en la Palabra, es decir, en la Biblia. Por consiguiente, si queremos tocar las inescrutables riquezas de Cristo y participar de la abundante suministración del Espíritu, debemos leer la Biblia.

La intención de Dios es impartirse y forjarse en nosotros. El logra esto por medio del Espíritu como la “antena”, y la Biblia como el “cable”. Las riquezas celestiales son trasmitidas a nosotros por estos dos medios. Del lado nuestro, debemos desistir de la intención de ser buenos y desechar el pensamiento que considera la Biblia un mero libro de ética; en lugar de esto, debemos acercarnos a la Palabra para ser nutridos. Para ello, no es suficiente leer la Biblia y estudiarla; también necesitamos leerla con oración.

COMER LA PALABRA

Entender la Biblia no es suficiente: necesitamos también comer las palabras de la Biblia. Jeremías 15:16 dice: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí”, y Mateo 4:4 declara: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La Biblia no nos fue dada simplemente para que la leyéramos y la estudiáramos, sino principalmente para que la comiéramos. ¡Oh, cuánto necesitamos comer la Palabra de Dios!

La mejor manera de comer la Palabra es leerla con oración. Si queremos disfrutar de la abundante suministración del Espíritu, debemos comer la Palabra. Ya mencionamos que la abundante suministración del Espíritu equivale a las riquezas de Cristo y que éstas se hallan corporificadas en la Palabra. Por consiguiente, si hemos de disfrutar estas riquezas, debemos orar-leer la Palabra.

LOS ELEMENTOS DE LAS RIQUEZAS DE CRISTO

Las riquezas de Cristo contienen ciertos elementos. El primero es la divinidad, y el segundo, la humanidad. En Cristo tenemos la divinidad y la humanidad apropiada y elevada, la cual expresa a Dios. El tercer elemento de las riquezas de Cristo es el vivir humano del Señor Jesús. La vida humana que llevó el Señor Jesús en la tierra fue maravillosa, pues expresó a Dios. El cuarto elemento es Su muerte en la cruz, una muerte maravillosa que puso fin a todo lo negativo. El quinto elemento es la resurrección de Cristo. Un ejemplo que ilustra la resurrección es lo que sucede con una semilla de clavel. Después de ser sembrada, la semilla brota, crece y se desarrolla, hasta

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que finalmente aparece el clavel. Esto describe la resurrección. La resurrección consiste en brotar y crecer en vida. El Señor Jesús fue crucificado y sepultado, y luego se levantó. En el ejemplo de la semilla de clavel, no sólo vemos el crecimiento de la vida, sino también la forma, la función y el poder de dicha vida. La resurrección de Cristo junto con todos estos aspectos, es otro elemento de Sus riquezas. Otros elementos son: la ascensión de Cristo y Su glorificación junto con Su entronización.

El Nuevo Testamento revela la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección y Su glorificación, junto con Su entronización. Además de estos siete elementos básicos, existen innumerables ingredientes adicionales, como por ejemplo: la luz, la vida, el amor, la santidad, la justicia, la paz, el gozo, la paciencia, la amabilidad y la sabiduría. Sin embargo, todos estos elementos son secundarios; los principales elementos son: la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la muerte, la resurrección, la ascensión y la glorificación.

Todos estos elementos que conforman las riquezas de Cristo son maravillosos y están corporificados en la Palabra, pero no de una manera sistemática. La Palabra de Dios no se puede sistematizar, pues las riquezas de Cristo son insondables.

Ya mencionamos que la abundante suministración del Espíritu está corporificada en la Biblia, y que el Espíritu y la Palabra son realmente uno. La Palabra es el Espíritu y el Espíritu es la Palabra, y por ende, no pueden separarse.

ORAR-LEER LA PALABRA

Siempre que leemos la Palabra, debemos combinar la lectura con oración. Además de usar los ojos y la mente, debemos también ejercitar nuestro espíritu para tocar al Espíritu. Entonces el contenido de la Palabra se convertirá en la abundante suministración del Espíritu en nuestra experiencia.

Examinemos por ejemplo el salmo 133 para ver la diferencia que existe entre analizar la Biblia y disfrutar el suministro que se obtiene al orar-leer. Quizás algunos cristianos lean el salmo 133 durante su tiempo de devoción personal. Al leerlo, tal vez lo analicen y se hagan preguntas acerca del ungüento precioso, la barba, las vestiduras, el rocío y el monte de Hermón. Así, en lugar de recibir la abundante suministración, se quedan con muchas preguntas. No obstante, si oramos-leemos el salmo 133, tomaremos este pasaje de una manera orgánica. Mientras oramos-leemos, podemos decir: “¡Mirad, amén! Cuán bueno y cuán delicioso es, amén”. Si tomamos la Palabra de esta manera, aplicaremos el Espíritu todo-inclusivo a nuestro ser. Mediante la práctica de orar-leer ejercitamos nuestro espíritu para recibir el alimento espiritual de la Palabra, y este alimento nos

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permite crecer en vida. De esta manera, somos nutridos con las palabras de la fe y de la buena enseñanza. Aun cuando sólo dediquemos diez minutos para orar-leer un pasaje de la Palabra, seremos nutridos. Además, experimentaremos los diferentes elementos de las riquezas de Cristo.

Por una parte, los alimentos que diariamente comemos nos nutren; por otra, éstos contienen elementos que matan los gérmenes. No es necesario que tratemos de matar los gérmenes de nuestro cuerpo. En lugar de ello, simplemente debemos alimentarnos bien y permitir que los elementos nutritivos realicen su función. De la misma manera, cuando leemos la Palabra con oración, no sólo recibimos el alimento, sino que todo lo negativo en nosotros es eliminado. Mientras oramos-leemos, espontánea e inconscientemente participamos de los elementos básicos de las riquezas de Cristo, que son: Su divinidad, Su humanidad, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión y Su glorificación. Por una parte, los elementos de la muerte de Cristo aniquilan todas las cosas negativas que hay en nosotros; por otra, Su resurrección nos fortalece y nos edifica. Esto no proviene de las enseñanzas externas, sino de la nutrición interna.

VIVIR A CRISTO Y MAGNIFICARLO

Si recibimos las riquezas de Cristo al orar-leer la Palabra, no necesitaremos esforzarnos por ser buenos ni por mejorarnos; antes bien, viviremos a Cristo espontáneamente. Así, llevaremos una vida llena de los elementos básicos de las riquezas de Cristo, es decir, que nuestro vivir tendrá la divinidad, la humanidad, la experiencia de la muerte de Cristo y el fortalecimiento de Su vida de resurrección. Vivir de esta manera equivale a enarbolar la palabra de vida y magnificar a Cristo.

Quisiera añadir que tampoco es necesario que nos propongamos magnificar a Cristo. Es posible que al escuchar mensajes acerca de vivir y magnificar a Cristo, algunos creyentes digan: “A partir de ahora, magnificaré a Cristo; lo magnificaré en mi casa, en mi trabajo, y dondequiera que esté. Oh Señor, te ruego que me ayudes a magnificarte”. Les recomiendo que en lugar de tomar esta clase de decisiones y orar de esta manera, simplemente vayamos a la Palabra, donde se hallan corporificadas las riquezas de Cristo y la abundante suministración del Espíritu. Al nutrirnos de la Palabra día tras día, creceremos. La carne, el hombre natural, el yo y las diferentes tendencias y esfuerzos malignos, quedarán al descubierto. Esto se llevará a cabo mediante la abundante suministración del Espíritu, la cual se halla corporificada en la Palabra y se absorbe al orar-leer. Además, la resurrección de Cristo liberará las riquezas divinas y las impartirá en nosotros, y éstas fortalecerán nuestro espíritu y edificarán todo nuestro ser. Entonces viviremos a Cristo de manera espontánea, inconsciente y automática. Vivir a Cristo de

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esta manera equivale a enarbolar la palabra de vida. Si vivimos a Cristo, llevando una vida cotidiana llena de la divinidad, de la humanidad y del vivir humano de Cristo, de Su muerte y de la fragancia de Su resurrección, ciertamente lo magnificaremos. Este es el significado de vivir a Cristo recibiendo las riquezas de la abundante suministración del Espíritu, que se hallan corporificadas en la Palabra.

RECIBIR LAS RIQUEZAS QUE SE HALLANCORPORIFICADAS EN LA PALABRA

Día tras día debemos acudir a la fuente correcta, esto es, a la Palabra, donde se hallan corporificadas las riquezas de Cristo. Al orar-leer la Palabra, estas riquezas llegarán a ser en nuestra experiencia la suministración abundante del Espíritu, la cual lo incluye todo.Tomemos la Palabra cada día, leámosla con oración y comámosla, y absorbamos las riquezas de Cristo. Al orar-leer, recibiremos las riquezas corporificadas en la Palabra.

Aunque desconozco la composición de los alimentos que ingiero cada día, de todos modos, llevo más de setenta años comiéndolos. Lo más importante no es saber acerca de los alimentos, sino ingerirlos. Así, los elementos e ingredientes de los alimentos entrarán en nosotros y cumplirán su función, nutriéndonos, fortaleciéndonos, edificándonos y eliminando los gérmenes. De esta manera nos mantendremos sanos y podremos llevar una vida normal. Como hemos dicho, esto mismo se puede aplicar a la vida cristiana. La vida cristiana no es una vida de ética ni una vida religiosa, cultural ni moral; en realidad, la vida cristiana es Cristo mismo. El es superior a la ética más elevada o al más alto nivel de moralidad. Por tanto, si queremos llevar una vida cristiana normal, Dios desea que tengamos presente que hemos nacido de El, y que ahora somos Sus hijos. Como miembros de Cristo, poseemos la vida y la naturaleza divinas. Además, tenemos el Espíritu y la Palabra, mediante los cuales recibimos la transmisión divina. Diariamente debemos acudir a la Palabra con un espíritu de oración, a fin de recibir las riquezas de Cristo y la abundante suministración del Espíritu. Al ser alimentados así, creceremos y llevaremos espontáneamente una vida llena de los elementos de las riquezas de Cristo. Nuestra vida diaria contendrá Su humanidad elevada, la operación de Su maravillosa muerte, y la fragancia y el poder de Su resurrección. Además, serán aniquiladas todas las cosas negativas que hay en nosotros, como son: la carne, el yo y la vida natural. Entonces enarbolaremos la palabra de vida. Esto es magnificar a Cristo.

Alabo al Señor y le doy gracias por mostrarnos la manera de tomar la Palabra. Este es el camino que señala la Biblia, el camino que conduce a la vida. El Dios Triuno se ha forjado a Sí mismo en nosotros, nos ha dado Su Palabra Santa exteriormente y Su Espíritu interiormente. ¡Cuán maravilloso es esto! Ahora podemos acudir a la Palabra, y

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mediante el ejercicio de nuestro espíritu, recibir las riquezas que se hallan en ella y aplicar a nuestro ser el Espíritu que lo incluye todo. De esta manera viviremos a Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y SIETE

LAS RIQUEZAS DE LA PALABRA,LA ABUNDANTE SUMINISTRACION

DEL ESPIRITU, Y EL ORAR SIN CESARNOS PERMITEN VIVIR A CRISTO

Lectura bíblica: Col. 3:16-17; Ef. 5:18-20; 1 Ts. 5:17-19; Fil. 1:19-21a

LA ECONOMIA DE DIOS EN CONTRASTECON NUESTROS CONCEPTOS NATURALES

Existe una gran diferencia entre la economía de Dios y el concepto natural humano. Nuestra tendencia natural consiste en que una vez que somos salvos tratamos de mejorar nuestro comportamiento. Es probable que todo cristiano sincero haya tomado esta decisión alguna vez. Conforme a nuestra tendencia natural, pensamos que debemos enmendarnos. Tan pronto como nos damos cuenta de nuestras debilidades, le rogamos a Dios que nos ayude; sin embargo, El no contesta a esta clase de oraciones. Cuanto más le pidamos que nos ayude a mejorarnos, menos lo hará. Al contrario, es posible que nuestro comportamiento empeore, debido a que nuestro concepto de recibir ayuda de Dios para mejorar nuestro comportamiento va en contra de Su economía. La economía de Dios consiste en que El mismo se imparte y se forja en nosotros para que lo tomemos como nuestra vida y provisión de vida, y así lo vivamos a El. Esto no significa mejorar nuestro carácter humano, sino vivir a Dios mismo. Conforme a Su economía, la intención de Dios es impartir Su elemento, Su sustancia y los ingredientes de Su naturaleza en nuestro ser, a fin de que lo vivamos a El.

Los cristianos han caído en la trampa de esforzarse por mejorar su carácter. Le damos gracias al Señor porque en Su recobro, estamos siendo rescatados de esta trampa. Hace muchos años, yo mismo solía pedirle al Señor que me ayudara a mejorar mi comportamiento. Quería convertirme en un ser humano muy refinado. En particular, anhelaba amar más a mi esposa. Cuando me di cuenta de mi ineptitud, le pedí ayuda al Señor. Ahora, en lugar de orar de esta manera, disfruto la economía de Dios. Puedo ver que Su intención es impartirse a Sí mismo en mi ser para que yo lo viva a El.

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TRANSFUSION INTERNA,NO CORRECCION EXTERNA

Podríamos usar otras palabras para describir el deseo que Dios tiene de impartirse en nosotros. Dios quiere regarnos, nutrirnos, refrescarnos y alimentarnos, lo cual muestra que El quiere ser nuestra vida, nuestro suministro de vida, nuestro alimento, nuestra bebida y nuestro aire. El es la comida que nos nutre, la bebida que calma nuestra sed, el aire que nos refresca y el suministro de vida que nos enriquece. Como persona divina, El infunde en nosotros Sus elementos y nos hace semejantes a El en vida y naturaleza.

En Su economía, Dios no busca mejorarnos externamente. En lugar de esto, nos transmite todo lo que El es. La diferencia entre la corrección externa y la transfusión interna, es la misma que se observa entre una persona que se maquilla para tener una apariencia saludable y otra que lo es porque sigue una buena dieta. El método humano es el del maquillaje, pero la manera de Dios consiste en transformarnos metabólicamente, nutriéndonos, refrescándonos, regándonos, enriqueciéndonos y fortaleciéndonos. En esto consiste la economía de Dios. Dios nos nutre, riega, alimenta, refresca e ilumina ricamente. ¡Oh, Su resplandor trae consigo Sus riquezas! El aire, el agua y los alimentos nos suministran también Sus riquezas. En la Biblia, Dios se compara a Sí mismo con el alimento, el agua, el aire y el sol. Salmos 84:11 dice que el Señor es nuestro sol. Dios no sólo nos enseña, sino que además nos nutre, nos riega e infunde Sus riquezas en nuestro ser. Esta es la manera en que Dios obra.

SOMOS LO QUE COMEMOS

Dios nos transmite Sus riquezas a fin de que lo vivamos a El. Los nutriólogos afirman que nosotros somos lo que comemos. Si acostumbramos a comer mucho cierto alimento, éste llegará a ser el principal elemento de nuestra constitución. Cuando era joven, noté que todos los que vivían en casa de mis abuelos olían a pescado. Mi madre me dijo que la gente de esa región tenía por costumbre comer pescado tres veces al día. Así que, por comer tanto pescado, llegaron a ser una constitución de lo que comían. Esto comprueba el hecho de que somos lo que comemos. Si comemos a Cristo, estaremos constituidos de El.

La economía de Dios consiste en comer a Cristo y en que El sea el principal elemento constitutivo de nuestro ser. En Juan 6, el Señor Jesús declara que El es el pan de vida que descendió del cielo, y que todo aquel que le coma vivirá por causa El (vs. 35, 41, 57). Luego, en Juan 7, El hace el siguiente llamado: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (v. 37). El Señor Jesús dijo esto acerca del Espíritu. Más adelante, en Apocalipsis 22:17, El repite el mismo llamado a venir y beber. El Señor nos llama a beber del Espíritu, esto

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es, del Dios Triuno procesado. El Dios Triuno ha pasado por las etapas de un proceso divino. Por esta razón, El es ahora una bebida universal, preparada y disponible.

Todas las reuniones de la iglesia deberían ser una fiesta. El Señor nos llama a tomarlo como nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos afirmar que una reunión está llena del Señor cuando encontramos en ella una “mesa para cenar”. Si usted visita una catedral católica, encontrará superstición en lugar de fiesta. Sin embargo, las reuniones de la iglesia son una verdadera fiesta. En cada reunión hay una mesa preparada para nosotros, donde tenemos la oportunidad de comer y beber al Dios Triuno.

Espero que nos haya quedado claro que no necesitamos enmendarnos ni corregirnos. Nuestra principal necesidad es recibir al Dios Triuno, comiéndole y bebiéndole. Dios dispuso que participáramos de El, comiéndole y bebiéndole.

LA PALABRA DE CRISTO DEBEMORAR RICAMENTE EN NOSOTROS

Ahora trataremos un asunto crucial: ¿En dónde podemos encontrar al Dios Triuno procesado como la bebida todo-inclusiva? Es correcto afirmar que El está en los cielos, y también es verdad que El mora en nosotros como el Espíritu que lo incluye todo. Sin embargo, es posible que no more abundantemente en nuestro ser. En Colosenses 3:16, Pablo declara: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. ¿Qué significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros? Hace muchos años, yo pensaba que esto tenía que ver con memorizar versículos y ser capaz de recitarlos. En aquel tiempo, pensaba que debía memorizar muchos versículos para que la palabra de Cristo morase ricamente en mí. Pero esto no fue lo que quiso decir Pablo en Colosenses 3:16.

La declaración “la palabra de Cristo more ricamente en vosotros” significa que la Palabra mora en nosotros y nos ocupa de una manera rica. Un ejemplo de esto es la comida. Después de comer, los alimentos moran ricamente en nosotros. Puesto que los alimentos contienen muchos elementos ricos y nutritivos, después de que los comemos y los asimilamos, éstos moran ricamente en nosotros. De igual manera, la frase “que la palabra de Cristo more ricamente en vosotros” significa que la Palabra nos nutre y nos imparte sus riquezas. Esto no tiene que ver con memorizar versículos; antes bien, implica que la Palabra, la cual contiene las inescrutables riquezas de Cristo, debe morar en nosotros de una manera que nos nutra y enriquezca.

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He conocido personas que se han memorizado todo el libro de Efesios, e incluso conocí a alguien que se había memorizado todo el evangelio de Mateo. Sin embargo, el hecho de memorizar libros enteros del Nuevo Testamento no significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Por ejemplo, es posible que ciertos alimentos que comemos no los digiera nuestro estómago apropiadamente. La indigestión indica que lo que comemos no ha sido asimilado de una manera rica. Por muy nutritivo que sea un alimento, su asimilación metabólica no es rica si sufrimos de indigestión después de comerlo. En dado caso, nuestro organismo no es capaz de absorber las riquezas de los alimentos. Sin embargo, si tenemos un metabolismo sano y digerimos bien los alimentos que comemos, los elementos de la comida entrarán ricamente en nuestro cuerpo. Es así como necesitamos que la palabra de Cristo more en nosotros.

Los mismos versículos de la Biblia pueden entrar en nosotros ricamente o de una manera deficiente. Puede ser que en un momento dado, usted no pueda digerir ni asimilar un versículo, y que en otra ocasión, la Palabra entre y more ricamente en usted. Debemos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros.

CANTAR LA PALABRA

A estas alturas, sería importante hablar acerca de cómo la palabra de Cristo puede morar ricamente en nosotros. En Colosenses 3:16 Pablo nos revela la manera: “En toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Aquí Pablo indica que debemos enseñar y exhortar, no de una manera común, sino con salmos, himnos y cánticos espirituales. Los salmos son largos, los cánticos espirituales tienden a ser cortos, y los himnos, por lo general, están en un término medio. Mientras nos exhortamos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, debemos cantar con gracia en nuestros corazones a Dios. Debemos ejercitar nuestro espíritu mientras cantamos. Cuanto más cantemos así, más seremos inspirados y avivados. De esta manera, la palabra de Cristo morará ricamente en nosotros.

Por ejemplo, si en una reunión cantamos un himno basado en Efesios 3:16-21, y si lo hacemos ejercitando nuestro espíritu, dicha porción de la Palabra morará ricamente en nosotros y así seremos nutridos. La suministración vendrá primeramente a nuestro espíritu, no a nuestra mente. Cuando cantamos con nuestro espíritu, permitimos que la palabra de Cristo more en nosotros con todas sus riquezas y nos alimente.

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HACERLO TODO EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

En Colosenses 3:17 Pablo continúa diciendo: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El”. ¿Qué significa hacerlo todo en el nombre del Señor? Actuar en nombre de una persona significa hacerse uno con ella e incluso ser ella. Si yo no me identifico plenamente con esa persona, ¿cómo podría hacer algo en su nombre? Por esa razón, si queremos hacerlo todo en el nombre del Señor, debemos ser uno con El y aún llegar a ser El. Hacer esto equivale a vivir a Cristo.

Cuanto más tomemos la Palabra al leerla, al orar-leerla, y especialmente al leer-cantarla, más seremos llenos de las riquezas del Señor y más seremos uno con El. Entonces, todo lo que hagamos no será en nuestro nombre, sino en el nombre del Señor Jesús.

La manera de vivir a Cristo es tomar la Palabra ejercitando nuestro espíritu. Necesitamos algo más que simplemente leer la Palabra con nuestra mente; debemos además ejercitar nuestro espíritu orando la Palabra y cantándola. Espero que en las reuniones de la iglesia dediquemos más tiempo a cantar la Palabra de Dios. Primero, leamos la Palabra, y enseguida, leámosla con oración. Después de esto, cantemos basándonos en ella. De este modo, las riquezas de la Palabra nos saturarán plenamente.

La Palabra es la corporificación de las riquezas de Cristo. Por esta razón, ser saturados de la Palabra equivale a ser llenos de los elementos de Cristo. Tal infusión nos permite ser uno con Cristo y hacerlo todo en Su nombre. Así, seremos uno con El en las palabras y en los hechos. A medida que somos llenos de la Palabra enriquecedora, llegamos a ser uno con el Señor Jesús y a hacerlo todo en Su nombre. Esta es la manera de vivir a Cristo.

La intención de Dios consiste en tener un pueblo que sea uno con El en Su vida y naturaleza, mas no en Su Deidad. Sólo aquellos que son uno con Dios en Su vida y naturaleza divina, son capaces de expresarlo. Dios busca hoy un grupo de personas que vivan a Cristo como resultado de haber absorbido las riquezas de la Palabra.

LA PALABRA LLEGA A SER EL ESPIRITU ABUNDANTE

Cuando las riquezas de la Palabra nos saturan, dicha Palabra llega a ser en nosotros el Espíritu abundante. Esto sucede cuando oramos sin cesar. Tal vez usted se pregunte qué tiene que ver esta clase de oración con el hecho de cantar. Cantar constituye una excelente manera de orar. Cuando cantamos ejercitando nuestro espíritu, estamos orando. A menudo podemos ofrecerle a Dios nuestra mejor oración cantándole. Por

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ejemplo, si usted canta: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz! Pues Cristo vive hoy en mí”, esta es una oración excelente.

Oramos también cuando le damos gracias a Dios. Cuando hacemos algo en el nombre del Señor Jesús, debemos también dar gracias a Dios el Padre por medio de El.

Cuando oramos, cantamos, y damos gracias, Cristo se infunde en nuestro ser, nos satura y se mezcla con nosotros. Muchos podemos testificar que mientras disfrutamos cierto pasaje de la Palabra, brota desde nuestro interior una melodía. Luego, podemos cantarle esa Palabra al Señor usando esta melodía. Mientras cantamos, la Palabra nos satura y nos nutre con sus riquezas, lo cual nos hace sentir llenos de agradecimiento hacia Dios. En ese momento, somos verdaderamente uno con Cristo, y todo lo que hacemos de palabra o de hecho, lo hacemos en el nombre del Señor Jesús. Repito que esto es vivir a Cristo.

Necesitamos comprender que tanto la Palabra, como la abundante suministración del Espíritu y el orar sin cesar, acompañado de cántico y acciones de gracias, son experiencias inseparables. Cuando oramos cantando y dando gracias, la rica Palabra que ha entrado en nosotros se convierte en el Espíritu abundante. Entonces, debido a que somos uno con el Espíritu, con la Palabra y con Cristo, podemos vivirle y ser verdaderamente uno con El en todo lo que decimos y hacemos.

Debemos acudir a la Palabra cada día, permitiendo que ella more ricamente en nosotros. Pero a fin de lograr esto, necesitamos algo más que simplemente leer la Palabra; necesitamos orar, cantar, dar gracias y alabar. Cuando recibimos la Palabra de esta manera, ésta se convierte en el Espíritu que nos imparte la abundante suministración. Entonces somos impregnados del Señor, y nos mezclamos con El, llegando a ser en la práctica uno con El en vida y en naturaleza. Gradualmente, el elemento aniquilador de la Palabra eliminará todas las cosas negativas que haya en nosotros: la carne, el yo y la vida natural. Al mismo tiempo, esta Palabra nos nutrirá, fortalecerá y enriquecerá, y nos proveerá todos los elementos necesarios para nuestro crecimiento espiritual. Por un lado, la Palabra y el Espíritu nos saturan; por otro, hacen disminuir gradualmente las cosas negativas. Esto nos permitirá vivir a Cristo y crecer en El.

Una vez más, quisiera animarles a combinar la rica Palabra, el Espíritu abundante y el orar sin cesar. Tomemos la Palabra de Dios no sólo leyéndola, sino también practicando el orar-leer y el cantar-leer. Además, alabemos al Señor y démosle gracias. Combinemos la rica Palabra y la abundante suministración del Espíritu con la práctica de orar sin cesar. De esta manera, disfrutaremos del Señor, participaremos de El, seremos uno con El, creceremos en El y lo magnificaremos. Esto es lo que Dios desea hoy.

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Espero que todos sintamos la necesidad de practicar lo que hemos presentado en este mensaje. No oren conforme al concepto natural y humano. Más bien, ejerciten su espíritu al orar la Palabra, al cantarla, al dar gracias a Dios y al alabarlo. De esta manera, permitirán que la Palabra penetre en su ser y los nutra de todas sus riquezas. Así, dichas riquezas, mediante la práctica de orar sin cesar, se convertirán en la abundante suministración del Espíritu. Finalmente, esto nos llevará a disfrutar del Señor, a ser uno con El y a vivirlo a El.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y OCHO

LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DELESPIRITU ES LA REALIDAD DE LAS RIQUEZAS

DE CRISTO, Y LA RICA PALABRA DE DIOSES LA CORPORIFICACION DE DICHA SUMINISTRACION

Lectura bíblica: Col. 2:9; Ef. 3:8; Fil. 1:19; Col. 3:16; Jn. 16:13-15; 6:63

Dios desea que todos los que hemos sido redimidos, salvos, lavados con la sangre, regenerados por el Espíritu, y que hemos recibido la vida y naturaleza de Dios, vivamos a Cristo. No es suficiente con que tratemos de mejorar nuestro comportamiento o la norma de nuestro vivir; más bien, lo que necesitamos es vivir a Cristo de una manera experimental y práctica.

EL CRISTO QUE LO ES TODOY QUE LO ABARCA TODO

Si hemos de vivir a Cristo, debemos estar conscientes de quién es El y de lo que El es. La epístola de Colosenses revela que Cristo no sólo lo es todo, sino que también lo abarca todo. El es el misterio de Dios y también el misterio de la economía de Dios. Cristo es Dios, es hombre y es la realidad de todas las cosas positivas del universo. Por supuesto, esto no es panteísmo; más bien, testificamos que, conforme a Colosenses 2:16 y 17, El esel cuerpo o la realidad de todas las cosas positivas.

En Colosenses 2:16 y 17, Pablo declara: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. Conforme al principio presentado en estos versículos, Cristo es el verdadero día de fiesta. Como día tal, Cristo es nuestro descanso, gozo y deleite. Con El todos los días son días de fiesta, pero sin El, todos los días son

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miserables. Incluso en las adversidades podemos experimentar un verdadero día de fiesta, si tenemos a Cristo como nuestro gozo, disfrute y descanso.

Cristo es también nuestra luna nueva. A menudo, todos necesitamos un nuevo comienzo, el cual es tipificado por la luna nueva. Cristo representa una luna nueva para nosotros. Cada día al tener contacto con El podemos experimentar un nuevo comienzo.

Estos versículos de Colosenses muestran que Cristo es también nuestra comida, nuestra bebida y nuestra fiesta. No nos alcanzan las palabras para describir todo lo que comprende el Cristo que lo es todo y que lo abarca todo. Sin embargo, aunque El es tan vasto y universal, es también nuestro disfrute y experiencia, y por eso podemos vivirlo a El.

NUESTRA VIDA Y PROVISION DE VIDA

Al igual que todos los verdaderos cristianos, creemos que Cristo es nuestro Redentor y Salvador. El es el Dios encarnado que vivió en la tierra como hombre durante treinta y tres años y medio. Luego, murió en la cruz y derramó Su sangre para limpiarnos de nuestros pecados. Ahora, El es nuestro Salvador en resurrección. Creemos firmemente que Cristo es nuestro Redentor y Salvador y lo hemos experimentado como tal; pero además, hemos llegado a comprender de que El es también nuestra vida. Por un lado, El nos impartió Su vida una vez y para siempre; por otro, El continúa haciéndolo. Como sabemos, la vida depende de un continuo abastecimiento. Así, aunque tengamos vida, si carecemos de los medios para mantenerla, ciertamente moriremos. Por ejemplo, la respiración es una necesidad vital; por tanto, debemos tomar aire continuamente. Tal vez podamos dejar de ir a la escuela, pero no podemos dejar de respirar. Descuidar asuntos vitales como éste, ciertamente nos conduce a la muerte. ¡Alabamos al Señor porque Cristo no sólo es nuestro Redentor y Salvador, sino también nuestra vida y provisión de vida!

VIVIR A CRISTO COMO HIJOS DE DIOS

Puesto que fuimos redimidos, salvos y regenerados, poseemos la vida y naturaleza de Dios. ¡Cuán maravilloso es que los seres humanos caídos podamos declarar que tenemos la vida y naturaleza de Dios! Tenemos la naturaleza de Dios porque nacimos de El. Dios no sólo es nuestro Creador sino también nuestro Padre. En 1 Juan 3:1 dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”. En Su amor, el Padre nos impartió Su vida y naturaleza. Por tanto, ahora somos hijos de Dios y poseemos la vida y naturaleza divina.

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¿Se ha dado cuenta de la posición que tiene como cristiano? Usted es hijo del Dios Todopoderoso. Dios es verdaderamente su Padre. Si su padre fuese el presidente de los Estados Unidos, usted se sentiría muy orgulloso. ¡Cuánto más deberíamos estarlo nosotros por tener al Dios Todopoderoso como nuestro Padre! Por tanto, tenemos el derecho de declarar: “¡Aleluya, somos hijos del Dios Todopoderoso!”

Como hijos de Dios, debemos vivir a Cristo en lugar de vivir conforme a la ética, moralidad o normas de comportamiento. Por muy buena que sea la ética y por excelente que sea cierto nivel de moralidad, ninguna de estas cosas puede compararse con Cristo. La norma de la vida cristiana es Cristo mismo, y no la ética, la moralidad ni el buen carácter. En Filipenses Pablo subraya el asunto de vivir a Cristo. En esta epístola Pablo declaró: “Para mí, el vivir es Cristo” (1:21). El esperaba que Cristo fuese magnificado en él, en vida o en muerte. ¡Qué norma más elevada tenía el apóstol! La norma de la vida cristiana está muy por encima de las normas de la ética, la moralidad o de cualquier filosofía. Repetimos que la norma de la vida cristiana es Cristo mismo, y por tanto, debemos vivirlo y magnificarlo.

Puesto que Cristo era la meta de Pablo, él anhelaba ser hallado en Cristo (Fil. 3:9). Este mismo debe ser nuestro anhelo. Dondequiera que estemos, los demás deben hallarnos en Cristo. ¡Qué gran vergüenza es ser hallados en nuestra vida natural o en nuestra cultura! Pero por otra parte, ¡cuán maravilloso es que otros puedan testificar que nos encontramos en Cristo! El es nuestra meta y también nuestra norma. Dondequiera que estemos, las personas con quienes nos relacionemos deben percibir a Cristo. De esta manera, seremos hallados en El como resultado de vivir a Cristo.

Ciertamente seremos hallados en aquello que vivimos. Por ejemplo, si vivimos nuestra cultura, los demás nos encontrarán en nuestra cultura. De la misma manera, si vivimos a Cristo todo el tiempo, siempre seremos hallados en El. Si aspiramos a ser hallados en Cristo, primero debemos vivirlo. Debemos vivir a Cristo en lugar de conducirnos de manera natural como jóvenes, adultos o ancianos. ¡Oh, cuán fundamental es vivir a Cristo y ser hallados en El!

Vivir a Cristo es algo abstracto y misterioso, pues implica vivir de una manera misteriosa. Por un lado, se trata de una experiencia real y tangible; pero por otro lado, no se puede definir. Cuando los demás nos hallan en Cristo, les resulta difícil describirnos, pues les pareceremos muy misteriosos. Aunque humanamente no seamos muy distintos de los demás; podrán percibir que en nosotros hay algo misterioso y especial. Cristo es misterioso y los que le viven son también misteriosos. Puesto que El es abstracto y misterioso, no resulta tan fácil explicar la experiencia de vivirle a El.

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El pensamiento central de la Biblia es que el Dios Triuno debe ser nuestra vida y que debemos estar en El. En Mateo 28:19, el Señor Jesús exhortó a los discípulos a bautizar a los creyentes en el nombre del Dios Triuno, es decir, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Bautizar a los creyentes en el Dios Triuno equivale a introducirlos en una unión orgánica con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Antes de ser salvos, el Dios Triuno era completamente objetivo para nosotros. Pero, mediante la redención, la salvación, la justificación y la regeneración, El llegó a ser parte de nosotros. Ahora estamos en El y El está en nosotros. El está en nosotros no sólo como nuestro Redentor y Salvador, sino también como nuestra vida y provisión de vida. Dios no desea que hagamos nada para agradarlo, sino que seamos un solo espíritu con El y que lo vivamos a El. Además, vivir al Dios Triuno, equivale a vivir a Cristo, es decir, a magnificarlo, glorificarlo y expresarlo. Eso significa que lo magnificamos ante las personas con quienes tenemos contacto. La idea central de la Biblia tiene que ver con vivir a Cristo.

LA SANTA BIBLIA Y EL ESPIRITU SANTO

Aunque vivir a Cristo es misterioso, tampoco se trata de algo que no se pueda entender. Como veremos, vivir a Cristo tiene mucho que ver con Sus riquezas divinas. Estas riquezas están contenidas en la abundante suministración del Espíritu, la cual a su vez se halla corporificada en la rica Palabra de Dios. La Biblia no es solamente la Palabra de Dios, sino también Su hablar, e incluso Su aliento. En 2 Timoteo 3:16, Pablo declara que toda Escritura es dada por el aliento de Dios. El hablar de Dios, Su aliento, revela muchas maravillas.

Si no existiera el lenguaje, Dios no podría hablarnos. El es un Dios que habla, y como tal, El nos habla en nuestro idioma humano. El lenguaje fue dado al hombre a fin de prepararlo para que pudiera recibir el hablar de Dios.

Los cristianos alabamos al Señor por tener la Santa Biblia en nuestras manos y al Espíritu Santo en nuestro espíritu y en nuestro corazón. Ahora es necesario que entendamos lo que es el Espíritu Santo y la Santa Biblia.

COMO EL DIOS TRIUNO LLEGA A NOSOTROS

Cuando preguntamos a los cristianos acerca del Espíritu Santo, por lo general contestan que el Espíritu es la tercera persona de la Deidad, y aclaran que la Deidad incluye tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Aunque es correcto decir que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Deidad, de todas formas esta comprensión es muy limitada.

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Es imprescindible que veamos que el Espíritu, el tercero de la Deidad, es la realidad del Padre y del Hijo. Esto significa que no podemos separar al Espíritu Santo del Hijo ni del Padre.

Los tres de la Deidad no sólo coexisten, sino que también moran el uno en el otro. Dios es triuno; El es tres-uno. Coexistir significa existir una persona o cosa al mismo tiempo que otra. El hecho de ellos moren el uno en el otro, no es tan fácil de explicar ni de entender. La Biblia revela claramente que cuando el Hijo vino, el Padre vino juntamente con El. De la misma manera, cuando el Espíritu viene, viene con el Hijo y con el Padre. Además, cuando el Hijo vino, el Padre vino con El, no de una manera externa, sino dentro de El, de una manera interna y subjetiva.

En cuanto a la relación que existe entre el Padre y el Hijo, y entre el Hijo y el Espíritu, el Evangelio de Juan usa una preposición griega específica, una preposición que puede ser traducida “de con” (6:46; 16:27). El Hijo no vino simplemente del Padre; más bien, vino del Padre y con el Padre. Esto indica que cuando el Hijo vino, el Padre vino también. En otras palabras, el Padre vino en el Hijo. Por eso el Señor pudo testificar: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9), y también pudo decir: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (Jn. 14:10). Por un lado, el Padre y el Hijo son dos; pero por otro, son uno. El Padre no sólo vino con el Hijo sino también en el Hijo. Es por eso que el Señor Jesús declaró: “Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, él hace Sus obras” (Jn. 14:10). Además, la Bibliarevela que si tenemos al Hijo, tenemos también al Padre (1 Jn. 2:23). Puesto que el Padre está con el Hijo y en el Hijo, cuando recibimos al Hijo, recibimos también al Padre. Asimismo, cuando el Espíritu viene, viene con el Hijo y también con el Padre. Por lo tanto, tener el Espíritu significa tener al Hijo y al Padre.

El Espíritu Santo es la forma consumada en la que el Dios Triuno llega a nosotros. No piense que cuando el Espíritu Santo entra en usted, usted recibe sólo al tercero de la Deidad, y que el Padre y el Hijo permanecen en los cielos. Algunos cristianos sostienen tal concepto. En lugar de afirmar que Cristo está en nosotros, alegan diciendo que Cristo nos envió el Espíritu Santo como un representante Suyo. Este concepto está totalmente equivocado. La Biblia jamás enseña que el Espíritu mora en los creyentes como un representante del Hijo. Al contrario, las Escrituras revelan que cuando el Espíritu Santo viene, el Hijo viene con El y en El. El Padre también viene con el Hijo y con el Espíritu. Esto significa que cuando el Espíritu Santo viene a nosotros, viene la totalidad del Dios Triuno. De acuerdo con la Biblia, podemos afirmar que el Padre es la fuente, el Hijo es el caudal y que el Espíritu es el fluir. ¡Cuán maravilloso es que el Espíritu sea la forma consumada en la que el Dios Triuno llega a usted y a mí!

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EL ESPIRITU MORA EN NOSOTROS

Los que hemos creído en Cristo, tenemos la plena certeza de que el Espíritu Santo mora en nosotros. No obstante, en la actualidad existe mucha confusión entre los cristianos. Algunos insisten en que después de que una persona es salva, debe seguir orando para recibir el Espíritu Santo. Otros incluso llegan al extremo de afirmar que hablar en lenguas es la única señal que demuestra que uno ha recibido el Espíritu. La Biblia declara que desde el momento en que creemos en el Señor Jesús, invocamos Su nombre y lo recibimos como nuestro Salvador, el Espíritu Santo entra en nosotros. A partir de ese momento, el Espíritu reside en nosotros. No necesitamos hablar en lenguas para demostrar que hemos recibido el Espíritu Santo.

Un claro indicio de que hemos recibido el Espíritu Santo es el dulce sentir que tenemos interiormente cuando llamamos a Dios nuestro Padre. Un día, un joven le preguntó al hermano Nee acerca de Romanos 8:16, donde dice que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. El quería entender qué significaba esto. Como se trataba de un joven casado, el hermano Nee le preguntó si cuando llamaba a su suegro “papi”, sentía la misma dulzura que cuando llamaba así a su propio padre. El joven declaró que no sentía lo mismo en ambos casos. El hermano Nee le explicó que él tenía una sensación más dulce cuando llamaba “papi” a su propio padre, porque había nacido de él. Después de esto, el hermano Nee le preguntó si él tenía una sensación dulce en su interior cuando llamaba a Dios su Padre. El joven afirmó que sí había experimentado esta dulzura. Luego, el hermano Nee le dijo: “Indudablemente usted es una persona salva. La razón por la que tiene una sensación grata es que usted tiene al Espíritu en su interior. Ahora usted tiene el espíritu de filiación. La dulzura que experimenta cada vez que invoca a Dios el Padre es una señal de que ha recibido el Espíritu”. Ya sea que hablemos en lenguas o no, podemos tener la certeza de haber recibido el Espíritu Santo y de que ahora somos hijos de Dios.

LA PALABRA Y EL ESPIRITU

El Nuevo Testamento revela que el Espíritu y la Palabra son uno. El Señor Jesús declaró: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). No debemos separar el Espíritu Santo, que mora dentro de nosotros, de la Palabra Santa que está en nuestras manos. Ambos son una realidad divina. Si separamos la Biblia del Espíritu Santo, aquella queda vacía, carente de realidad. El Espíritu Santo es la realidad de la Biblia. Sin embargo, sin la Biblia, no tendríamos la corporificación del Espíritu Santo. Por una parte, la Biblia es la corporificación del Espíritu; por otra, el Espíritu es la realidad de la Biblia. Jamás debemos desligar el uno del otro.

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Damos gracias al Señor por estos dos dones maravillosos: el Espíritu Santo en nosotros y la Santa Biblia en nuestras manos. Hemos visto que el Espíritu Santo es la forma consumada en la que el Dios Triuno llega a nosotros. Cuando el Espíritu Santo viene, tenemos al Dios Triuno con nosotros. Sin embargo, el Espíritu es abstracto y misterioso. Por tanto, es indispensable que veamos que el Espíritu está corporificado en la Palabra. A fin de vivir a Cristo, debemos experimentar al Espíritu que mora en nosotros, y disfrutar la Palabra, que se encuentra fuera de nosotros, en nuestras manos. En nuestra experiencia, el Espíritu y la Biblia deben ser uno. Así, cada vez que leamos la Biblia, debemos orar acerca de lo que leemos. Esto es orar-leer la Palabra. Al orar-leer, ejercitamos nuestro espíritu para tener contacto con el Espíritu Santo, y de esta forma combinamos el Espíritu Santo con la Santa Biblia. Como resultado, el Espíritu y la Palabra vienen a ser un solo disfrute en nuestra experiencia, y este disfrute es el Dios Triuno mismo.

LA PLENITUD, LAS RIQUEZAS,EL SUMINISTRO Y LA PALABRA

El Nuevo Testamento contiene cuatro versículos fundamentales: Colosenses 2:9, Efesios 3:8, Filipenses 1:19 y Colosenses 3:16. En estos versículos, encontramos cuatro palabras claves. Primero, Colosenses 2:9 revela que toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo. La palabra clave aquí es plenitud. En segundo lugar, Pablo declara en Efesios 3:8, que él anunciaba las inescrutables riquezas de Cristo como el evangelio. Esto significa que las riquezas de Cristo eran el evangelio de Pablo. Lo crucial aquí son las riquezas de Cristo. En tercer lugar, en Filipenses 1:19 Pablo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo; y en cuarto lugar, Colosenses 3:16 afirma que la palabra de Cristo debe morar ricamente en nosotros. Esto significa que la palabra de Cristo debe morar en nosotros con sus riquezas, es decir, de una manera rica. Por consiguiente, estos cuatro versículos indican que tenemos la plenitud, las riquezas, la abundante suministración y la Palabra que mora ricamente en nosotros. La plenitud se relaciona con la Deidad; las riquezas están relacionadas con Cristo; la abundante suministración tiene que ver con el Espíritu, y la palabra de Cristo que mora ricamente en nosotros se refiere a la Palabra. En resumen, tenemos la Deidad, Cristo, el Espíritu y la Palabra. Les recomiendo que en cuanto tengan la oportunidad, oren estos cuatro versículos, y disfruten donde habla de la plenitud de la Deidad, las riquezas de Cristo, la abundante suministración del Espíritu, y la Palabra de Cristo que mora ricamente en nosotros.

La plenitud, las riquezas, la abundante suministración y la Palabra, están relacionadas mutuamente. De hecho, la plenitud de la Deidad son las riquezas de Cristo, y las riquezas de Cristo son la abundante suministración del Espíritu. Con la Deidad está la

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plenitud; con Cristo, la plenitud se convierte en las inescrutables riquezas, y con el Espíritu, las riquezas se convierten en la abundante suministración. Además, la abundante suministración del Espíritu se halla corporificada en la Palabra. Cuando la Palabra de Dios mora en nosotros junto con la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, mora de una manera rica.

Cuando era joven, podía recitar fácilmente un gran número de versículos bíblicos. Por ejemplo, podía recitar Juan 3:16; sin embargo, este versículo no moraba ricamente en mí. Por el contrario, moraba pobremente en mí. En cambio, ahora puedo testificar que este versículo, y muchos otros, moran en mí con sus riquezas. Cada vez que medito en ciertos versículos, soy lleno del disfrute del Dios Triuno. Mi experiencia hoy es muy distinta a la de antes. En aquel tiempo, yo podía recitar Colosenses 2:9, pero no obtenía tanto disfrute de la plenitud de la Deidad. Pero ahora, cuando medito en este versículo, el disfrute es indescriptiblemente rico.

EL DIOS TRIUNO NOS SATURAA FIN DE QUE VIVAMOS A CRISTO

Es muy importante entender que la plenitud de la Deidad, la cual se halla corporificada en el Hijo, llega a ser las inescrutables riquezas de Cristo, y que éstas se hacen reales a nosotros como la abundante suministración del Espíritu, la cual a su vez, está corporificada en la Palabra. Cuando leemos la Palabra y la oramos-leemos, tocamos la esencia y la sustancia de ésta, y en nuestra experiencia la Palabra viene a ser la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Si leemos la Palabra sin oración, sólo recibiremos un conocimiento objetivo, pero si oramos la Palabra, tocaremos el Espíritu. Como resultado de ello, disfrutaremos de la abundante suministración del Espíritu, las riquezas de Cristo y la plenitud de la Deidad. Creo que ahora entienden por qué este mensaje tiene un título tan largo: “La abundante suministración del Espíritu es la realidad de las riquezas de Cristo, y la rica Palabra de Dios es la corporificación de dicha suministración”.

Si deseamos vivir a Cristo, debemos leer la Palabra y orar-leerla de tal manera que participemos de la plenitud de Dios, de las riquezas de Cristo, y de la abundante suministración del Espíritu. ¡Cuánto necesitamos saturarnos y llenarnos de la plenitud de la Deidad, de las riquezas de Cristo y de la abundante suministración del Espíritu! Una vez que seamos saturados por el Dios Triuno, ciertamente viviremos a Cristo.

Necesitamos ser llenos de la abundante suministración del Espíritu, de las riquezas de Cristo, y de la plenitud de la Deidad. Todo esto se encuentra en la Palabra y en el Espíritu. Por consiguiente, debemos acudir continuamente a la Palabra y orar sin cesar.

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Cuando oramos-leemos la Palabra, tocamos el suministro del Espíritu, las riquezas de Cristo, y la plenitud de la Deidad. Entonces, participamos de todo lo que el Dios Triuno es, y lo vivimos espontáneamente. Esto es vivir a Cristo.

Vivir a Cristo no consiste en mejorar nuestro comportamiento. No debemos decir: “Ahora he aprendido lo que significa vivir a Cristo. De ahora en adelante voy a vivirlo a El, y le pido a Dios que me ayude a hacerlo. Oh, Dios, ayúdame a vivir a Cristo”. Dicha manera de orar no será efectiva. Si oramos así, descubriremos que seguimos viviendo en nuestro hombre natural, aun inmediatamente después de terminar nuestra oración. La manera de vivir a Cristo consiste en permitir que El primero nos colme de todas Sus riquezas. Como hemos dicho en repetidas ocasiones, estas riquezas se encuentran en el Espíritu y en la Palabra.

LA ANTENA Y EL CABLE

Podemos comparar la abundante suministración del Espíritu con la electricidad, la cual llega a nosotros por medio de una antena y un cable que conecta a tierra. Podríamos asemejar el Espíritu con la antena, y la Biblia con el cable. Cuando tenemos la antena y el cable, el Espíritu y la Palabra funcionando juntos, recibimos la abundante suministración del Espíritu, que es la electricidad celestial. Nuestra experiencia confirma este hecho. Cuando ejercitamos nuestro espíritu al orar-leer un versículo, sentimos en nuestro interior que somos abastecidos, refrescados, iluminados, regados, nutridos, consolados y fortalecidos. Este es el disfrute que nos brinda la electricidad divina. Si usamos la antena y el cable, el Espíritu y la Palabra, recibiremos esta abundante suministración.

Podemos aplicar el mismo principio para conocer la voluntad de Dios. La manera de conocer la voluntad de Dios no consiste en orar: “Oh, Señor, Tú sabes cuán insensato soy. Muéstrame Tu camino”. Esta clase de oración no es efectiva. En lugar de orar así, les aconsejo que simplemente disfruten la Palabra y el Espíritu, y permitan que la electricidad celestial les infunda al Dios Triuno. Mientras reciben la infusión de la abundante suministración del Espíritu, la voluntad de Dios se manifestará clara y espontáneamente. Entonces entenderán que no deben hacer ciertas cosas porque éstas no corresponden a la voluntad de Dios. Se les revelará también que deben hacer otras cosas porque Dios así lo desea. No necesitarán recurrir a los demás para saber lo que deben hacer. La infusión divina que disfrutan interiormente les indicará con toda claridad la voluntad de Dios. Además, mientras estén sumergidos en el Dios Triuno y rebosen de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, espontáneamente vivirán a Cristo.

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¡Alabamos al Señor por mostrarnos la manera de vivir a Cristo! Para vivir a Cristo sólo necesitamos disfrutar al Dios Triuno leyendo la Palabra y practicando el orar-leer. Cuando tenemos contacto con la abundante suministración del Espíritu, espontáneamente llevamos una vida que expresa a Cristo, una vida que en realidad es Cristo mismo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

PARTICIPAR DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU Y DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS

DE CRISTO AL RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

(1)

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-16; Col. 3:16; Ef. 5:18-19, 6:17-18

Conforme a la economía de Dios revelada en el Nuevo Testamento, la meta de la vida cristiana consiste en vivir a Cristo. Cuando era joven me enseñaron que el pensamiento central de la Biblia estaba relacionado con Cristo. Pero hoy puedo comprender que el dicho pensamiento no es simplemente Cristo, sino vivir a Cristo.

NO ES LO MISMO QUE CRISTOPERMANEZCA EN NOSOTROSA QUE EL VIVA EN NOSOTROS

Decir que Cristo es el pensamiento central de la Biblia es muy objetivo; por tanto, debemos proseguir y experimentarlo subjetivamente. Por ejemplo, el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4). Aunque esta es una expresión sencilla, tiene un significado muy profundo. ¿Cómo podemos permanecer en otra persona y en qué forma ésta puede permanecer en nosotros? Es imposible que los seres humanos puedan morar el uno en el otro. No obstante, la vida humana sí puede morar en la vida divina, y la vida divina, en la humana. Esto significa que Dios puede morar en nosotros y nosotros en El.

Tal vez algunos pregunten cómo nosotros, siendo seres humanos insignificantes, podemos morar en Dios, y cómo El, siendo tan infinitamente grande y poderoso, puede morar en nosotros. Hace poco, algunas personas argumentaron diciendo que es imposible que Dios more en nosotros puesto que El es inmensamente grande, y nosotros, seres muy pequeños. Ellos preguntaron cómo un recipiente tan pequeño

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podría contener algo tan grande. Esto indica que tales personas no creen en lo que el Señor declaró en Juan 15. Por eso, nos tacharon de herejes, diciendo por un lado, que estábamos reduciendo Dios a nuestro nivel y por otro, que estábamos enseñando que podemos evolucionar hasta convertirnos en Dios, y de hecho, a ser Dios mismo. Cuando les preguntamos qué quiso decir el Señor al declarar: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, contestaron que esto se refería únicamente a tener una relación o una comunión íntima con El. Esto demuestra que la mente natural humana no cree que verdaderamente podamos permanecer en Cristo y El en nosotros. No obstante, nosotros debemos creer las palabras del Señor: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, y simplemente debemos decir “amén” a Sus palabras.

En Gálatas 2:20 Pablo declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Afirmar que Cristo vive en nosotros es aun más enfático que declarar que El permanece en nosotros. Cuando voy de visita a otra localidad, por lo general me hospedo en la casa de algún hermano. Sin embargo, no puedo decir que vivo allí, sino sólo que permanezco allí temporalmente, con ciertas limitaciones. En cambio, cuando regreso a mi casa, puedo afirmar que vivo allí. Cuando decimos que vivimos en un cierto lugar, queremos decir que tenemos plena libertad. ¿Permanece usted en su casa o vive allí? Por supuesto, puede declarar que vive en su casa; en cambio, no diría lo mismo de un hotel. Declarar que Cristo vive en nosotros implica que El tiene plena libertad de hablar, actuar y expresarse. El puede hacer en nosotros lo que le plazca, debido a que El nos redimió y nos hizo Su morada.

CRISTO HACE SU HOGAR EN NOSOTROSY ES FORMADO EN NUESTRO SER

Según Efesios 3 Pablo pidió al Padre que nos fortaleciera por medio del Espíritu en nuestro hombre interior, a fin de que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones. Primero, Cristo permanece en nosotros; después vive en nosotros y, finalmente, se establece permanentemente, haciendo Su hogar en todo nuestro ser. Por un lado, Cristo vive en nuestro espíritu, pero por otro, quizás no le demos mucho lugar para que viva en nuestra mente, en nuestra voluntad y en nuestra parte emotiva. Muchas veces, en nuestra experiencia, limitamos a Cristo sólo a nuestro espíritu. Si El intenta extenderse de nuestro espíritu a nuestra parte emotiva, tal vez no le permitamos hacerlo. Por ejemplo, un hermano puede orar al Señor por la mañana y declarar rebozando de disfrute: “¡Aleluya, el Señor Jesús vive en mi espíritu!” Sin embargo, es posible que durante el día sea tentado a hacer algo en sus emociones. Aun cuando el Señor no está de acuerdo con ello, tal vez este hermano insista en vivir de acuerdo con sus emociones. Así que, él razona con el Señor, tratando de mantenerlo confinado en su espíritu, y así tener la libertad de vivir en sus emociones. Incluso puede prometerle al Señor que al día

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siguiente le dará la libertad de extenderse a su parte emotiva, pero después se olvida de su promesa. Por consiguiente, no le da al Señor la libertad de establecerse en su parte emotiva.

No es fácil darle al Señor la oportunidad de hacer Su hogar en nuestro corazón. Esa fue la razón por la que Pablo tuvo que pedirle al Padre que nos fortaleciera en nuestro hombre interior mediante el Espíritu, para que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones. La Biblia revela que el corazón se compone de la mente, la voluntad, la parte emotiva y la conciencia. El corazón contiene al espíritu y abarca más que éste. Cuando recibimos al Señor Jesús, El vino a nuestro espíritu, y ahora El vive allí. Al principio, quizás no le dábamos la oportunidad de vivir libremente en nuestro espíritu, y sólo le permitíamos permanecer allí con ciertas restricciones. Pero gradualmente, le dimos la oportunidad de vivir en nuestro espíritu libremente. Aun así, todavía nos resistimos a abrirle todo nuestro ser. Esta es la razón por la que necesitamos que nuestro hombre interior, nuestro espíritu regenerado, sea fortalecido. Entonces Cristo podrá hacer Su hogar en nuestro corazón. No sólo permanecerá y vivirá en nosotros, sino que se extenderá a cada parte de nuestro ser y se establecerá allí.

Aunque he tenido muchas experiencias del Señor a través de los años, aún no puedo declarar que Cristo se haya establecido plenamente en mi interior. Tal vez le haya concedido la plena libertad de ocupar mi mente o mi parte emotiva, pero quizás siga reservando una parte de mi voluntad para mí mismo.

Es importante entender que Cristo debe ser aplicado a nuestra experiencia. El permanece en nosotros, vive en nosotros y desea hacer Su hogar en nuestro interior.

En Gálatas 4:19 Pablo declara: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. El hecho de que Cristo sea formado en nosotros significa que El permanece en nuestro interior, que vive y se establece en nosotros, saturando cada parte de nuestro ser.

CONSTITUIDOS DE CRISTO

Los cristianos tenemos diferentes medidas de Cristo. Algunos le han cedido más lugar, mientras que otros le han dado menos oportunidad para crecer en ellos. No cabe duda de que la medida de Pablo estaba colmada de Cristo, y que Cristo se había formado plenamente en él. En Filipenses 1:21 Pablo pudo declarar: “Para mí, el vivir es Cristo”. Cristo se había forjado en Pablo, y de hecho, se había convertido en su elemento constitutivo. Por consiguiente, él era un hombre que estaba plenamente constituido de Cristo. Por esta razón, podía declarar que para él, el vivir era Cristo.

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A menudo, los nutriólogos dicen que somos lo que comemos ya que, en realidad, los alimentos que comemos llegan a formar parte de nuestra constitución, al forjarse éstos en nuestras fibras y aun en nuestras células. Si una persona come muy a menudo cierto alimento, finalmente estará constituida del mismo.

Cuando Pablo escribió la epístola de Filipenses, él llevaba casi treinta años de creyente. Durante esos años, no había dejado de comer a Cristo y de participar de El, y como resultado, Cristo se pudo forjar gradualmente en él. Finalmente, Pablo llegó a ser un hombre-Cristo ya que estaba constituido de Cristo. Por esta razón pudo testificar: “Para mí, el vivir es Cristo”.

Hoy en día, deberíamos continuar el testimonio de Pablo. Estamos aquí para vivir a Cristo, para que Cristo sea forjado en nosotros, hasta que nuestra mente, parte emotiva y voluntad estén plenamente constituidas de El.

UN CAMBIO METABOLICO

En Romanos 12:2, Pablo nos exhorta a no amoldarnos a este siglo, sino a ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente. Ser amoldado a este siglo significa ser conformado exteriormente a la moda de nuestro tiempo, a la corriente del mundo. Ser transformado equivale a ser renovado interior y orgánicamente. Algunos nos han calumniado, acusándonos de torcer la mente de las personas. Rechazamos firmemente tal acusación. Por la gracia del Señor, tratamos de ministrar algo divino y espiritual que pueda transformar la mente de las personas. Torcer la mente es el resultado de ejercer una influencia externa sobre una persona. Pero la renovación de la mente tiene que ver con la transformación en vida, la cual se efectúa interiormente, de una manera orgánica y metabólica. Cuanto más permanecemos en el recobro del Señor, más transformación metabólica ocurre en nuestra mente. Nuestra manera de pensar está siendo automáticamente cambiada y renovada, debido a que un nuevo elemento ha sido añadido a nuestro ser, el cual desecha el elemento viejo y lo reemplaza. Esto es la transformación. Día tras día y reunión tras reunión, algo divino, espiritual, santo y celestial es transmitido a nosotros. Este elemento es Cristo con Sus inescrutables riquezas. A medida que las riquezas de Cristo se infunden en nosotros, éstas se convierten en el nuevo elemento que elimina la vejez y propicia un cambio metabólico intrínseco e interior.

Cuanto más seamos transformados, mayor libertad habrá para que Cristo se establezca en nosotros. En realidad, el proceso de transformación es el proceso mediante el cual Cristo nos llena y nos posee. Nuestra mente será transformada únicamente cuando Cristo tome plena posesión de ella y la colme de Su persona. Asimismo, cuando Cristo

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satura nuestra parte emotiva y voluntad, El llega a ser elemento constitutivo de ellas. De este modo, experimentamos a Cristo subjetivamente.

EL CRISTO QUE EXPERIMENTAMOS

Por siglos, los creyentes han prestado muy poca atención al Cristo que mora en ellos. Muchos cristianos devotos han dirigido su amor a un Cristo objetivo y externo. Ciertamente han creído en El, lo han venerado y exaltado, y han hecho de El un objeto de adoración. Pero lo consideran un Cristo muy lejano, un Cristo que está en los cielos. A pesar de que lo aman, es posible que no lo experimenten como el Cristo que mora en ellos. Incluso, es posible que laboren diligentemente para El, sin estar conscientes de que El no sólo está en los cielos, sino también en ellos. A algunos se les ha enseñado erróneamente que no es Cristo quien mora en ellos, sino el Espíritu Santo, en calidad de representante. Piensan que el Espíritu Santo es simplemente un agente o representante enviado por Cristo para obrar en ellos, moverse en su interior e inspirarlos. Sin embargo, la Palabra de Dios revela que el Espíritu Santo que mora en nosotros no es un agente de Cristo, sino Cristo mismo. Conforme a nuestra experiencia, el Cristo que mora en nosotros es el mismo Espíritu que mora en nuestro ser. En otras palabras, el Espíritu que mora en nosotros es el Cristo práctico, el Cristo que podemos experimentar subjetivamente. Si estamos conscientes de ello, no consideraremos que el Espíritu y Cristo están separados. Los tres de la Deidad son uno. El Padre está en el Hijo y la realidad del Hijo es el Espíritu. Cuando el Espíritu viene a morar en nuestro interior, son los tres de la Deidad quienes vienen a morar en nosotros. ¡Cuán maravilloso es que Cristo esté en nosotros! Es por eso que ahora podemos disfrutarlo de una manera subjetiva y experimental.

Si hemos de vivir a Cristo, debemos conocerlo de una forma subjetiva y no sólo objetivamente. El es el Dios poderoso, el Señor de todos, Aquel que ascendió a los cielos y fue entronizado y coronado de gloria. Al respecto no debemos tener ninguna duda. Pero además de tener un conocimiento objetivo de El, debemos conocerlo subjetivamente, es decir, experimentarlo como Aquel que mora y vive en nosotros, que busca establecerse en nuestro interior, y que opera a fin de saturar todo nuestro ser consigo mismo.

CRISTO ES MAGNIFICADO

Examinemos ahora Filipenses 1:19-21. En el versículo 19, Pablo declara que las circunstancias en las que se encontraba resultarían en su salvación, gracias a la petición de los santos y a la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Luego, en el versículo 20 explica que la salvación que Pablo anhelaba experimentar consistía en no

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ser avergonzado en nada, sino en que Cristo fuera magnificado en él, en todo y con toda confianza. Por lo tanto, decir que el entorno de Pablo resultaría en su salvación, equivalía a decir que dicho ambiente resultaría en la magnificación de Cristo en él. Por tanto, aquí la salvación se refiere a que Cristo sea magnificado en él. Las palabras “para mí, el vivir es Cristo”, mencionadas en el versículo 21, explican el significado de magnificar a Cristo. Magnificar a Cristo significa vivirlo a El. Por el lado negativo, Pablo no deseaba ser avergonzado; pero por el lado positivo, anhelaba que Cristo fuera magnificado en él.

El contexto de estos versículos demuestra que la salvación aquí no se refiere a ser salvos del infierno. Más bien, se trata de ser salvos de sufrir vergüenza. Si Pablo hubiese estado triste y abatido en la cárcel, esto habría sido una vergüenza. Supongamos que Timoteo sorprendiera a Pablo llorando por causa de su situación. ¡Esto habría sido una vergüenza para Pablo! Pero si aun en tal situación Pablo se regocijara en el Señor y le cantara alabanzas, ciertamente Cristo sería magnificado en su cuerpo, aun cuando él permaneciera encarcelado en Roma. Esta es la salvación de la que se habla aquí.

Supongamos que un hermano se encuentra en una situación lamentable y que alguien lo visita. Si este hermano se la pasa llorando y quejándose de sus problemas, esto sería una vergüenza. Pero si tal hermano experimenta la salvación de Dios en medio de su situación, podría exclamar: “¡Alabado sea el Señor! La gracia del Señor es suficiente. Estoy en el tercer cielo; ¡Aleluya!” Esto sería un testimonio glorioso, pues veríamos cómo sus sufrimientos llegarían a ser su salvación.

El anhelo y la esperanza de Pablo consistían en no ser avergonzado, sino en magnificar a Cristo. ¡Qué salvación tan maravillosa el poder magnificar a Cristo en todas las circunstancias! Los carceleros y los guardias podían ver que Pablo se regocijaba en el Señor. Sin lugar a dudas, Cristo era magnificado en él. Magnificar a Cristo de esta manera significa vivirlo a El.

SALVOS POR EL ESPIRITU QUE MORA EN NOSOTROSY POR EL DIOS QUE OPERA EN NUESTRO INTERIOR

En 2:12 Pablo nos exhorta a llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor. En 1:19-20 el apóstol habla de su propia salvación, mientras que en 2:12, él nos anima a llevar a cabo nuestra propia salvación. En el versículo 13, él prosigue y explica: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. En el capítulo uno, vemos que la salvación se produce por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, pero aquí, la salvación proviene del Dios que opera dentro de nosotros. Ahora, debemos ver que el Dios que opera en nosotros es en realidad el

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Espíritu de Jesucristo. Aquel que realiza en nosotros tanto el querer como el hacer por Su beneplácito es el Espíritu de Jesucristo, quien mora en nosotros con Su abundante suministración.

A fin de no ofender al Dios que opera en nosotros, debemos ser cuidadosos e incluso andar con temor y temblor. Esta es la razón por la que Pablo declara en 2:14: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Generalmente las hermanas son las que murmuran, y los hermanos los que argumentan. Cuando murmuramos o argumentamos, ofendemos al Dios que mora y opera en nosotros. Es posible que al murmurar o al argumentar, tengamos un sentir profundo de que estamos ofendiendo al Dios que opera en nuestro interior, y contristando al Espíritu que mora en nosotros. Incluso, percibiremos que el Espíritu nos recuerda que no debemos argumentar ni murmurar, sino que tenemos que llevar a cabo nuestra propia salvación. Hemos recibido una salvación completa, la cual es Cristo mismo, pero ahora debemos llevar a cabo dicha salvación. Dios, quien es el Espíritu que nos imparte la abundante suministración, opera en nosotros. Respetémoslo y cooperemos con El en temor y temblor, a fin de llevar a cabo nuestra salvación. Si hacemos esto, seremos salvos de las murmuraciones y de los argumentos. Esta es una salvación práctica que se efectúa conforme a la obra interior de Dios.

RESPLANDECER COMO LUMINARESY ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

En los versículos 15 y 16, Pablo añade: “Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida”. Resplandecer como luminares equivale a magnificar a Cristo. Esto indica que la salvación del capítulo dos equivale a la salvación del capítulo uno. El Dios que opera en nosotros es el mismo Espíritu que nos imparte la abundante suministración, y resplandecer como luminares equivale a magnificar a Cristo.

El versículo 16 indica que la manera de resplandecer como luminares consiste en enarbolar la palabra de vida. Es difícil entender correctamente el significado del verbo “enarbolar”. Este término quiere decir presentar algo a la gente, ofrecerles algo, e incluso aplicarles algo. Enarbolar la palabra de vida significa ofrecer dicha palabra a los demás, significa presentarla y aun aplicarla a los demás. En esto consiste ministrar o presentarles a Cristo a los demás. ¿Qué ofrece usted a su familia, a sus parientes, vecinos, compañeros o amigos? ¿Qué les presenta? Su respuesta debe ser que les ofrece, presenta y aplica a Cristo conforme a la situación de ellos. Este es el significado de enarbolar la palabra de vida. En realidad, la palabra de vida es la expresión viviente de

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Cristo. Por esta razón, resplandecer como luminares equivale a magnificar a Cristo, y enarbolar la palabra de vida significa vivirle a El.

UNA DEFINICION DEL CRISTO VIVIENTE

Filipenses 1:19-21 y 2:12-16 se refieren a una misma cosa. En el capítulo uno, Pablo declara que sus circunstancias resultarían en su salvación, y que, en lugar de ser avergonzado, magnificaría a Cristo. Esto es vivir a Cristo. Luego, en el capítulo dos, Pablo nos exhorta a que llevemos a cabo nuestra salvación conforme a la operación de Dios en nosotros. Así, en lugar de murmurar y argumentar, resplandecemos como luminares, enarbolando la palabra de vida. Esto demuestra que Filipenses 2:12-16 es una definición de 1:19-21. En 1:19 tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Este Espíritu es el mismo Dios que opera en nosotros. Además, magnificar a Cristo equivale a resplandecer como luminares sin murmurar ni argumentar, y vivir a Cristo es lo mismo que enarbolar la palabra de vida.

LLENOS DE LA PALABRA DE VIDA

Todo lo anterior nos trae a un asunto crucial: si hemos de vivir a Cristo, primero debemos recibir la palabra de vida y permitir que ésta llegue a ser parte de nuestro ser. Desde el momento en que nacemos, la cultura empieza a ser forjada en nosotros. Es infundida en nosotros por nuestra familia y por la sociedad. Finalmente, ésta llega a formar parte de nuestra constitución. Así, automáticamente vivimos conforme a la cultura de la que estamos constituidos, y según aquello que ha sido infundido en nuestro ser. Los hijos viven conforme a lo que sus padres les han infundido. Sin embargo, ahora que somos salvos, ya no debemos vivir más por nuestra cultura. Por ejemplo, un creyente de China debería dejar de vivir la cultura, filosofía y ética chinas, y en lugar de ello debería vivir a Cristo. Pero, ¿cómo podemos vivir a Cristo? Si hemos de vivir a Cristo, debemos recibir la Palabra en nuestro ser y permitir que ésta nos sature. A medida que la Palabra nos satura, ésta comienza a reemplazar la cultura que nos fue infundida desde niños. De esta manera, cuanto más seamos infundidos con la Palabra, más seremos transformados. Nuestros pensamientos, nuestro amor, aspiraciones y conversaciones espontáneamente estarán llenas Cristo. Entonces, en lugar de vivir nuestra cultura, viviremos a Cristo. La única manera de vivir a Cristo es ser saturados de Su palabra de vida. La palabra de vida, infundida en nosotros, lavará los elementos de la cultura y llegará a ser el nuevo elemento que nos constituye. Entonces viviremos a Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

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MENSAJE CUARENTA

PARTICIPAR DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION DEL ESPIRITU Y DISFRUTAR DE LAS RIQUEZAS

DE CRISTO AL RECIBIR LA PALABRA DE DIOS

(2)

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-16; Col. 3:16; Ef. 5:18-19; 6:17-18

En Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Pablo aquí declara que la palabra de Cristo debe morar o habitar en nosotros. Esto implica que la palabra de Cristo es viviente. Sólo algo viviente puede morar o habitar en una persona.

UNA PERSONA VIVIENTE

La expresión de Pablo en este versículo indica que la palabra de Cristo se asemeja mucho a una persona viviente. Aquí, el apóstol prácticamente personifica la palabra de Cristo, al exhortarnos que permitamos que ésta habite en nosotros, tal como si fuera una persona. De hecho, la palabra de Cristo es la persona misma de Cristo. Además, el Nuevo Testamento revela que la persona de Cristo es el Espíritu. Jesús es el nombre de esta persona, y la realidad de dicha persona es el Espíritu. Por esta razón, cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, el Espíritu es quien viene. Ya dijimos que la Palabra y el Espíritu son uno solo. Por lo tanto, cuando la palabra de Cristo mora en nosotros, es el Espíritu quien habita en nosotros.

EN TODA SABIDURIA

En Colosenses 3:16 Pablo nos exhorta a permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros “en toda sabiduría”. ¿Se ha preguntado alguna vez qué significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros en toda sabiduría? Si queremos entender el significado de esta expresión, debemos conocer la diferencia entre sabiduría y conocimiento. El conocimiento se relaciona principalmente con la función de la mente, mientras que la sabiduría tiene que ver con la percepción de nuestro espíritu. Es decir, si deseamos que la palabra de Cristo more en nosotros en toda sabiduría, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si usamos nuestra mente para memorizar la Palabra, ésta morará sólo en nuestro conocimiento. Memorizar versículos es primordialmente una función de la mente, algo relacionado con el conocimiento, y no con la función del espíritu, que tiene que ver con la sabiduría. El hecho de que la palabra more en nosotros

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en toda sabiduría, implica que ésta habita en nosotros por medio del ejercicio del espíritu. La sabiduría es más profunda y más fina que el conocimiento, pues depende del ejercicio del espíritu.

Para entender mejor la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría, tomemos como ejemplo la vida matrimonial. Supongamos que la esposa murmura contra su esposo y que incluso lo reprende. Si él reacciona discutiendo con ella, ejercitará su mente y su conocimiento. En esto no hay sabiduría. Pero supongamos que mientras su esposa murmura, él invoca el nombre del Señor Jesús y ora. Esto sería más sabio. Discutir tiene que ver con el conocimiento, mientras que orar se relaciona con la sabiduría. El orar-leer y el cantar también están relacionados con la sabiduría. El esposo también puede mostrar sabiduría si ejercita su espíritu y comparte un buen testimonio que escuchó en una reunión de la iglesia. Lo que queremos subrayar aquí es que el conocimiento conlleva el ejercicio de la mente, y que la sabiduría implica el ejercicio del espíritu, al orar, orar-leer, cantar o testificar.

Cuando Pablo nos exhorta en Colosenses 3:16, a que permitamos que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, él no menciona la lectura, la cual es un ejercicio de la mente. En lugar de ello, menciona la sabiduría, que implica el ejercicio del espíritu. La sabiduría se obtiene por el ejercicio del espíritu, mientras que el conocimiento proviene del ejercicio de la mente.

ENSEÑANDOOS YEXHORTANDOOS UNOS A OTROS

En este mismo versículo, Pablo dice también que debemos enseñarnos y exhortarnos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en nuestros corazones a Dios. Aquí, Pablo no está hablando de enseñar y exhortar de una manera común, sino con salmos e himnos y cánticos espirituales. Además, él indica que al cantar permitimos que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Por consiguiente, podemos también enseñar y exhortar a otros, cantando.

CANTAR AL SEÑOR

Ya que muchos de nosotros nacimos y crecimos en el cristianismo, e incluso estamos constituidos del mismo, debemos reconocer que al menos en cierta medida, todavía seguimos bajo la influencia de la religión. Esto se puede percibir especialmente en la manera en que nos reunimos. En ninguna parte del Nuevo Testamento vemos que los cristianos, al reunirse, deban permanecer silenciosos esperando que alguien empiece la reunión. El libro de los Salmos enseña que cuando los hijos de Israel se congregaban

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para celebrar fiestas tres veces al año, no empezaban sus reuniones en el templo, sino al pie del monte Sión. Mientras subían el monte, cantaban los salmos graduales (Salmos 120—134). Del mismo modo, las reuniones de la iglesia no deberían empezar en el salón de reunión, sino en nuestras casas o mientras nos dirigimos a la reunión. La reunión debe ser una exhibición de nuestro diario vivir, esto es, de la manera en que vivimos en nuestra casa, en la escuela o en el trabajo. Por tanto, nuestras reuniones deben estar llenas de cánticos y alabanzas, como resultado de que nosotros cantamos y alabamos al Señor día tras día. Aprecio mucho el himno que dice: “Esta es mi historia y mi canción, siempre alabando al Salvador”. Pero ¿dónde encontramos un cristiano que alabe siempre al Señor? Muchos cantan este himno, pero no alaban al Salvador en su diario vivir. Nuestra vida diaria debería estar llena de cánticos al Señor.

Muchos de nosotros hemos leído la Biblia durante años, sin darnos cuenta de que podemos tomar la Palabra de Dios cantando. ¿Tiene usted el hábito de no sólo leer un versículo sino también de cantarlo? A los cristianos se nos ha enseñado a estudiar la Biblia y a leerla, pero no a cantarla. Agradecemos al Señor por haber recobrado la práctica de orar-leer la Palabra. Pero ahora debemos seguir adelante y cantar-leer la Palabra de Dios. Debemos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros en toda sabiduría, mediante el ejercicio de cantar. Esta no es mi enseñanza; es la exhortación que hace el apóstol Pablo en Colosenses 3:16.

Aunque hemos estado leyendo la epístola de Colosenses por muchos años, no hemos prestado la debida atención a la práctica de recibir la Palabra cantando. Muchos cristianos afirman ser muy bíblicos, pero en lugar de ello, es posible que simplemente sean formales y religiosos. Ciertamente la práctica de cantar la Palabra de Dios se halla en las Escrituras.

Debemos cantar la Palabra en las reuniones y especialmente en nuestra vida diaria. En particular, debemos hacerlo en nuestra casa. Mientras usted está solo en su cuarto o en el comedor con su familia, cante la Palabra de Dios. Orar nos ayuda a ejercitar el espíritu, pero cantar la Palabra es una manera excelente de ejercitar nuestro espíritu.

El libro más extenso de la Biblia, los Salmos, contiene ciento cincuenta salmos. Los Salmos no fueron compuestos simplemente para ser leídos, sino para ser cantados, e incluso para ser salmodiados. Salmodiar es más elevado que cantar. En Colosenses 3:16 Pablo menciona salmos, himnos y cánticos espirituales. En general, los cánticos espirituales son cortos; los himnos no son tan cortos, y los salmos comúnmente son composiciones mucho más largas. Debemos cantar y salmodiar la Palabra de Dios. Salmodiar es más elevado y más profundo que cantar.

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SER LLENOS DE LA PALABRA CANTANDOLA

Si verdaderamente deseamos ser llenos de la Palabra viviente y anhelamos vivir a Cristo, debemos seguir la práctica que Pablo aconseja en Colosenses 3:16. Esto implica permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, no mediante un simple conocimiento mental, sino en toda sabiduría espiritual, lo cual también incluye el cantar y el salmodiar. ¡Oh, cuánto necesitamos cantar y salmodiar la Palabra de Dios! Es mejor cantar la Palabra que leerla, y aun mejor salmodiarla. Salmodiar la Palabra implica meditarla y disfrutarla. Mientras salmodiamos la Palabra, permanecemos en ella, la meditamos y la disfrutamos, proporcionando así más oportunidades para que la Palabra nos sature.

Si sólo leemos la Palabra, no habrá mucha posibilidad de que ésta penetre y sature nuestro ser. Pero si la cantamos, y especialmente si la salmodiamos, nuestro ser se abrirá más y la Palabra penetrará profundamente en nosotros, saturándonos por completo. Por ejemplo, si cantamos el Salmo 1, disfrutaremos las riquezas que se hallan en este breve salmo. No nos limitemos a cantar y salmodiar la Palabra en las reuniones; antes bien, acudamos a ella cada día, cantándola y salmodiándola con todo nuestro ser. Al hacerlo, ejercitemos nuestra voz, nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu.

Espero también que de ahora en adelante en las reuniones de la iglesia haya más oportunidad de cantar la Palabra espontáneamente. Quizás en una reunión lleguemos a cantar o salmodiar toda la epístola de Efesios. Si hacemos esto, sin duda alguna tocaremos las riquezas de esta epístola.

Es muy significativo que Pablo no haya mencionado la lectura de la Palabra en Colosenses 3:16 y que, en lugar de ello, haya resaltado la práctica de cantar. Por experiencia sabemos que es posible leer la Palabra sin ejercitar nuestro espíritu y sin tener ningún contacto con Dios. Pero cuando oramos, cantamos y salmodiamos, somos introducidos en el Espíritu. Cantar la Palabra es la mejor manera de recibirla y de ser saturados del elemento de Cristo.

SER LLENOS EN EL ESPIRITU

Efesios 5:18-19 trata sobre lo mismo que Colosenses 3:16. En estos versículos Pablo declara: “No os embraguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu, hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones”. Notemos que en Colosenses 3:16 Pablo nos exhorta a permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros, pero en Efesios 5:18, nos exhorta a que seamos llenos en el espíritu. Si unimos estos

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versículos, nos daremos cuenta que debemos ser llenos de la palabra de Cristo en nuestro espíritu. Estos dos pasajes de la Palabra tienen la misma meta: que nuestro espíritu sea lleno de la Palabra.

Podemos comparar nuestro espíritu con un automóvil que necesita gasolina, y la Palabra, es decir, la Biblia, con una estación de gasolina. Cada vez que nos sintamos vacíos, debemos recurrir a la Palabra para ser llenos. La Palabra contiene un suministro inagotable de “gasolina” espiritual. Cantar y salmodiar la Palabra es la manera en que nos abastecemos de esta gasolina. Si somos llenos de este modo, ciertamente hablaremos entre nosotros con salmos, himnos y cánticos espirituales. Además, descubriremos que cantar y salmodiar la Palabra es más elevado que orar-leerla.

Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra de Dios, más seremos liberados de la influencia de la religión, la cual hace que vayamos a las reuniones de una manera formal. Si hacemos esto, nuestras reuniones dejarán de ser formales. En lugar de ser una mera actuación, las reuniones serán una exhibición de nuestra vida diaria. En otras palabras, cantaremos en las reuniones como resultado de que cantamos la Palabra diariamente.

Cuando hablo de cantar la Palabra de Dios, mi carga principal no es enriquecer las reuniones, sino que seamos saturados de la Palabra viva. Al recibir la Palabra de Dios, participamos de la abundante suministración del Espíritu y disfrutamos las riquezas de Cristo.

En el pasado, desaproveché muchas oportunidades de ser saturado de la Palabra porque no sabía que podía cantarla. Dediqué muchísimo tiempo a leer y estudiar la Biblia y llené varias Biblias de mis apuntes, pero no sabía que podía cantar ni salmodiar la Palabra. Una cosa es leer Efesios 2 y otra es orar-leer dicho capítulo. No obstante, una vez más quisiera insistir en que cantar la Palabra es aun mejor que orar-leerla. La mayoría de los cristianos sólo ejercitan su mente al leer y estudiar la Palabra, pero no la cantan; incluso algunos de ellos se oponen a la práctica de orar-leer la Palabra. Puedo asegurarles que cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra, más seremos lavados y saturados del elemento de Cristo.

RECIBIR LA PALABRA PARA VIVIR A CRISTO

En cuanto a las cosas que son vitales para nuestra subsistencia, lo fundamental no es entender, sino recibir. Quizás no conozcamos mucho acerca del agua que bebemos ni de los alimentos que comemos; no obstante, necesitamos beber y comer, pues así es como recibimos lo que necesitamos para subsistir. De igual manera, debemos recibir la

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Palabra comiéndola. Es cierto que podemos comer la Palabra leyéndola de una manera adecuada. Además, sabemos por experiencia que podemos recibir la Palabra como alimento cuando la oramos-leemos. Pero ahora quisiera hacerles ver que la mejor manera de recibir la Palabra en nosotros es cantarla. Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra de Dios, más ésta se establecerá en lo profundo de nuestro ser y nos saturará. Si dedicamos tiempo, por poco que sea, a cantar la Palabra, sentiremos cómo ella nos llena y nos satura. Entonces, viviremos a Cristo espontáneamente.

Cuando el elemento de Cristo es infundido en nosotros al cantar y salmodiar la Palabra, el resultado es que vivimos a Cristo automática y espontáneamente. Es posible que a veces leamos la Palabra sin que ningún elemento de Cristo se infunda en nuestro ser. Sin embargo, cuando cantamos y salmodiamos la Palabra, somos saturados del elemento divino que se encuentra en ella, el cual nos es transmitido. Cuanto más cantemos y salmodiemos la Palabra, más permitiremos que ella more y penetre en nosotros llenándonos del elemento divino. Así, llegaremos a estar constituidos del elemento de Cristo. Automáticamente seremos lo que comemos y expresaremos lo que hayamos absorbido. Esta es la manera de vivir a Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y UNO

CRISTO HACE SU HOGAR EN NOSOTROSCUANDO SU PALABRA MORA EN NOSOTROS

Lectura bíblica: Ef. 3:8, 16-17a, 19b; 6:17b-18a; Col. 3:16; Fil. 2:16a; Jn. 14:23; 15:4, 7

Podemos comparar los versículos que aparecen en el encabezado de este mensaje con las piezas de un rompecabezas. Cuando juntamos las piezas vemos un cuadro completo.

En Efesios 3:8 Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. Las inescrutables riquezas de Cristo son la plenitud de la Deidad (Col. 2:9). ¡Cuán extensas y universales deben ser estas riquezas! La plenitud de la Deidad ha venido a ser las inescrutables riquezas de Cristo.

Efesios 3:8 y 16-17a enseñan que, a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, Sus inescrutables riquezas deben ocupar todo nuestro ser. Deben llenar nuestro corazón, el cual incluye la mente, la parte emotiva, la voluntad y la conciencia. Además, si Cristo ocupa y posee nuestro corazón, indudablemente seremos uno con El en el espíritu. De esta manera, Cristo poseerá todo nuestro ser y seremos uno con El.

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Hemos dicho que la plenitud de Dios son las riquezas de Cristo y que éstas deben poseer nuestro ser. Sin embargo, es posible que esta palabra sólo sea una simple doctrina para nosotros. Por tanto, debemos proseguir y preguntarnos cómo las riquezas de Cristo pueden llenarnos de manera práctica. La plenitud de la Deidad y las riquezas de Cristo son hechas reales a nosotros por el Espíritu y en el Espíritu. Además, el Espíritu se halla corporificado en la Palabra. Por una parte, en Efesios 3:8 y 17, Pablo habla de las riquezas de Cristo y de que Cristo está haciendo Su hogar en nuestros corazones; por otra parte, en Colosenses 3:16, él nos exhorta a que permitamos que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. La expresión “ricamente” corresponde a “riquezas”, y el término “more” se relaciona con “haga Su hogar”. Cristo desea hacer Su hogar en nuestros corazones con todas Sus inescrutables riquezas. Colosenses 3:16 se refiere a dichas riquezas, así como al hecho de que la palabra de Cristo more en nosotros.

Además, Efesios 3:19 indica que si Cristo hace su hogar en nuestros corazones, seremos llenos hasta la plenitud de Dios. Note que empezamos hablando acerca de la plenitud de la Deidad, y que ahora regresamos a este mismo tema. La plenitud de Dios, la cual existía desde la eternidad, llegó a ser las inescrutables riquezas de Cristo. Ahora, este Cristo con Sus inescrutables riquezas está haciendo Su hogar en nuestros corazones, a fin de llenarnos hasta la medida de toda la plenitud de la Deidad. Por consiguiente, aquí vemos un ciclo completo, que empieza con la plenitud de la Deidad y luego regresa a la misma. ¡Alabamos al Señor porque mediante el Espíritu y la Palabra podemos disfrutar las inescrutables riquezas de Cristo y ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios!

LA PALABRA Y EL ESPIRITU

En cuanto al Espíritu, existen dos posiciones extremas: la que sostienen los cristianos fundamentalistas y la que adoptan los pentecostales. Algunos creyentes, por temor a experimentar el Espíritu, se preocupan principalmente por conocer la doctrina bíblica. Sin embargo, la doctrina bíblica sin el Espíritu es como un cuerpo sin vida. Hemos visto que el Espíritu está corporificado en la Palabra; por ende, podríamos decir que la Palabra es el cuerpo del Espíritu. Como ya dijimos, separar al Espíritu de la Palabra es como tener un cuerpo sin vida. El Espíritu es el contenido vital de la Biblia. Sin el Espíritu, la Biblia no sería sino simples letras muertas. Sin embargo, los cristianos fundamentalistas temen cuando escuchan acerca de tener experiencias de Cristo, del Espíritu, y de la vida interior. Por consiguiente, ellos representan un extremo.

Los pentecostales representan el otro extremo. Ellos no se preocupan por la Palabra, sino que ponen un énfasis anormal y desequilibrado en el Espíritu.

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La economía de Dios evita ambos extremos. En la economía divina, el Espíritu es la forma consumada en la que el Dios Triuno llega al hombre. Como ya hemos dicho, cuando el Espíritu viene a nosotros, es el Dios Triuno quien viene. Además, juntamente con el Espíritu, Dios nos da la Palabra. Por un lado, tenemos al Espíritu, el cual hace posible que el Dios Triuno llegue a nosotros; por otro, tenemos la Palabra, la cual es la corporificación del Espíritu. Jamás debemos separar la Palabra y el Espíritu. Tal como nuestra vida y nuestro cuerpo físico son una sola entidad, un solo organismo viviente y completo, el Espíritu y la Palabra también son uno solo. Los seres humanos necesitamos un cuerpo visible y tangible, así como una vida invisible e intangible. De igual manera, los creyentes necesitamos tanto la Palabra como el Espíritu. Además, tal como la vida invisible en nosotros vigoriza y activa nuestro cuerpo, así también el Espíritu hace que la Palabra cobre vida.

El Dios Triuno, quien es el Espíritu que lo incluye todo, ya está con nosotros. No es necesario que ayunemos ni oremos para recibir el Espíritu; simplemente lo podemos recibir invocando el nombre del Señor Jesús. Por experiencia sabemos que cada vez que invocamos al Señor, diciendo: “Oh Señor Jesús”, tocamos el Espíritu (1 Co. 12:3). Así, el Espíritu nos trae a la Palabra. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando invocamos el nombre del Señor Jesús con fe y amor, obtenemos el Espíritu, y somos conducidos automáticamente a la Palabra. Esto indica que el Espíritu y la Palabra son uno. La economía de Dios depende tanto de la Palabra como del Espíritu. Debemos tener los dos y jamás separarlos. Necesitamos de la Palabra como el cuerpo y del Espíritu como la vida.

Si permitimos que Cristo ocupe nuestro ser y haga Su hogar en nosotros, seremos llenos de la palabra de Cristo. En Juan 14:23 el Señor declara: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Aquí podemos ver la relación que existe entre la palabra del Señor y la promesa de que el Padre y el Hijo vendrán a nosotros para hacer morada con nosotros. Resulta difícil determinar exactamente para quién es esta morada, si es para el Padre, para el Hijo o para nosotros. En realidad, se trata de una condición en la cual moramos el uno en el otro. Por una parte, el Señor nos hace Su morada; por otra, El es nuestra morada. Este hecho lo comprueban las palabras del Señor en Juan 15:4, que dicen: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Esto se refiere a una acción recíproca de permanecer el uno en el otro y de morar el uno en el otro. Sin lugar a dudas, el capítulo quince de Juan es la continuación del capítulo catorce. En el capítulo catorce vemos el morar del uno en el otro, y en el capítulo quince, el permanecer del uno en el otro. Ya que existe una morada tanto para el Señor como para nosotros, ahora podemos permanecer en El y El en nosotros.

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Según Juan 15:4 y 7, el hecho de que la palabra del Señor more en nosotros significa que el Señor mismo mora en nuestro ser. El versículo 4 dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Luego, en el versículo 7, el Señor añade: “Si permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros...” Estos versículos indican que las palabras del Señor equivalen al Señor mismo. Si Cristo ha de permanecer en nosotros de forma práctica, Sus palabras deben permanecer en nosotros. No podemos tener a Cristo en nosotros de una forma práctica si no tenemos Sus palabras.

¡Alabamos al Señor porque tenemos a Cristo, el Espíritu y la Palabra! Por ser Dios, Cristo es real; por ser el Espíritu, El es viviente, y por ser la Palabra, El es muy accesible. Ninguno de nosotros puede negar que, como creyentes de Cristo, tenemos el Espíritu y la Palabra. ¡Cuán maravilloso es el hecho que el Espíritu y la Palabra sean uno!

RECIBIR LA PALABRA NOS PERMITE VIVIR A CRISTO

Ahora llegamos a un asunto muy importante: la necesidad de recibir la Palabra día tras día. No pensemos que por el hecho de haber acumulado cierto conocimiento durante nuestra vida cristiana, ya no necesitamos acudir a la Palabra diariamente. Aunque llevamos muchos años comiendo, aún necesitamos comer cada día para subsistir. Sería insensato pensar que no necesitamos comer más porque ya hemos comido muchas veces. Del mismo modo, es necesario que comamos la Palabra diariamente, e incluso varias veces al día. Todas las mañanas debemos empezar el día con un buen desayuno, tanto físico como espiritual. Diariamente necesitamos ingerir la Palabra viva y llenarnos de ella.

Es probable que sintamos un profundo deseo de vivir a Cristo cuando escuchamos mensajes acerca de ello. Pero si no nos nutrimos diariamente de la Palabra, no podremos vivir a Cristo. La razón por la que gozo de salud espiritual es porque a diario como la Palabra, la digiero, la asimilo y me nutro de ella.

Dios ha determinado que Cristo sea nuestra vida y nuestro todo, y que nosotros lo vivamos a El. Si lo vivimos a El, seremos el pueblo más bienaventurado sobre la faz de la tierra. Tendremos gozo, satisfacción y todas las bendiciones. Como ya mencionamos, vivir a Cristo consiste en recibir Su palabra en nosotros y ser llenos de ella.

Si queremos recibir la Palabra en nuestro ser, no debemos limitarnos a leer la Biblia, sino que además debemos mezclar la lectura con oración, cánticos y salmos, e invocar el nombre del Señor. Cada vez que abro la Palabra de Dios, ya sea para la obra del ministerio o para mi propio nutrimiento, me siento sumergido en una atmósfera de oración. A menudo, converso con el Señor por medio del versículo que estoy leyendo. De

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esta manera, la Palabra viva, que es Cristo mismo como Espíritu, se trasmite a mí, me nutre y llena mi espíritu.

No pensemos que podemos vivir a Cristo por el simple hecho de proponérnoslo. Por ejemplo, supongamos que alguien escucha un mensaje acerca de vivir a Cristo y luego ora: “Señor, quiero vivirte. A partir de hoy tomo la decisión de vivirte a Ti. Ayúdame a lograrlo”. Esta clase de oración no es efectiva, ya que es como pedirle al Señor que nos sane, cuando ni siquiera nos alimentamos adecuadamente. De nada nos sirve la intención de ser sanos si no comemos alimentos nutritivos. Del mismo modo, de nada nos sirve proponernos vivir a Cristo si no nos nutrimos de la Palabra. Unicamente si comemos la Palabra, podremos vivir a Cristo.

Cuando somos llenos de la palabra de Cristo, automáticamente somos llenos de Sus riquezas y de la plenitud de la Deidad. Diariamente debemos tomar la Palabra viva como alimento. Cuando acudimos a la Palabra, debemos abrir todo nuestro ser y ejercitar nuestro espíritu. Primero, debemos orar y luego, orar-leer, cantar-leer y salmodiar-leer.Al cantar y salmodiar la Palabra, podemos usar cualquier melodía que sepamos o podemos componer una espontáneamente.

CANTAR LA PALABRA DE CRISTO

Algunos cristianos, especialmente los pentecostales, acostumbran a cantar versículos. Sin embargo, suelen cantar pasajes del Antiguo Testamento. Aunque esto es bueno, no se compara con cantar los pasajes del Nuevo Testamento. Deberíamos cantar especialmente las cuatro epístolas que constituyen el corazón de la revelación divina —Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses—, si lo hacemos, disfrutaremos las riquezas inescrutables de Cristo.

A veces, en las reuniones de la iglesia cantamos: “Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sión cantando” (Is. 51:11). Cantar este versículo nos puede inspirar y liberar, pero no tiene ninguna comparación con las riquezas que recibimos cuando cantamos versículos de la epístola de Efesios. En especial debemos cantar los versículos que nos trasmiten las riquezas de Cristo. Quisiera animarles a cantar-orar las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, cuatro libros que están llenos de las riquezas divinas. Por ejemplo, las riquezas que encontramos en Colosenses 2:9 y Efesios 3:17 son: la plenitud de la Deidad que habita en Cristo, y el hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. ¡Cuántas riquezas se hallan en estos versículos!

No debemos pensar que éstas epístolas son meramente las palabras de Pablo y no la palabra de Cristo. Cuando Pablo escribió estas epístolas, Cristo estaba en él como

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Espíritu. Por lo tanto, Cristo mismo podía escribir en los escritos de Pablo. Esto significa que las palabras de Pablo son las propias palabras de Cristo.

Hebreos 1 declara que hoy Dios habla por medio de Su Hijo. Los apóstoles, al igual que todos los creyentes, tienen al Hijo de Dios, a Cristo mismo, viviendo en ellos. Por consiguiente, cada vez que los apóstoles hablan en unión con Cristo, eso constituye la palabra misma de Cristo. Por esta razón, debemos considerar que cada una de las palabras escritas por Pablo, y de hecho, todo el Nuevo Testamento, son la palabra de Cristo. Espero que algún día podamos componerle música a todo el Nuevo Testamento, para que podamos cantar la palabra de Cristo. Así, tendremos una tonada para cada versículo del Nuevo Testamento.

No tengo ningún interés en que cantemos de manera formal; prefiero que cantemos la Palabra de forma espontánea, de modo que ejercitemos todo nuestro ser. Al cantar la Palabra, debemos ejercitar nuestros ojos para leer, nuestra mente para entender, nuestra parte emotiva para amar dicha Palabra, nuestra voluntad para recibirla, y nuestro espíritu para orar, cantar, alabar, salmodiar y agradecer al Señor por darnos Su Palabra.

LA PALABRA NOS SATURAPOR MEDIO DEL ESPIRITU

En el pasado, muchos de nosotros no ejercitábamos todo nuestro ser al venir a la Palabra. Sólo usábamos nuestra mente para estudiarla. Ni siquiera ejercitábamos nuestra parte emotiva para amar dicha Palabra, ni nuestra voluntad para recibirla. Pero si ejercitamos todo nuestro ser para ingerir la Palabra, con el tiempo esta Palabra viva nos llenará, nos ocupará y nos saturará. Así, seremos llenos de Cristo, ya que la Palabra es la corporificación del Espíritu y el Espíritu es la realidad de Cristo. Por lo tanto, todo lo que hagamos o digamos, será hecho en el nombre de Cristo. Esto es vivir a Cristo. Cuando la palabra de Cristo nos satura por medio del Espíritu, vivimos a Cristo espontáneamente.

Cuanto más comamos la Palabra viviente, más constituidos estaremos de ella. Asimismo, seremos saturados de Cristo y estaremos plenamente constituidos de El. Entonces, nuestros pensamientos serán los pensamientos de Cristo, nuestras palabras serán Sus palabras, y nuestras acciones serán las de El. Esta es la manera de vivir a Cristo.

Vivir a Cristo como el resultado de ser saturados de la Palabra es algo muy distinto que tomar la resolución de vivirle por nosotros mismos, pidiéndole que nos ayude a lograrlo.

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Por experiencia sé que esta decisión no sirve de nada. En el pasado solía decir: “Señor, te pido que me ayudes a vivirte de ahora en adelante”. Aunque obtenía éxito por unas cuantas horas, por lo general, volvía a fracasar ese mismo día. Entonces, después de confesarle mi fracaso al Señor, le pedía que tuviera misericordia y me ayudara a vivirlo a El. Finalmente, aprendí que la manera de vivir a Cristo no consiste en pedirle ayuda, sino en ser nutrido cada día por la Palabra viva. Por ejemplo, en lugar de orar para mantenernos sanos físicamente, debemos aprender a comer alimentos nutritivos cada día. De igual manera, si queremos ser espiritualmente sanos y vivir a Cristo, debemos ingerir la Palabra de Dios continuamente. Si sólo le pedimos al Señor que nos ayude, esto no funcionará. Lo que sí funciona es acudir a la Palabra cada día, para que las riquezas de Cristo se infundan en nuestro ser. Debemos abrir nuestro ser completamente y ejercitar nuestro espíritu para recibir la Palabra de Dios en nosotros, no solamente leyéndola, sino también orándola, cantándola, salmodiándola, dando gracias e invocando al Señor. Entonces las riquezas de la Palabra saturarán nuestro ser.

El Señor no desea recobrar ningún formalismo o práctica. Antes bien, Su recobro consiste en que lo experimentemos a El y practiquemos la vida apropiada de iglesia, la cual resulta de experimentarlo de una manera práctica. Hoy en día, el Señor es tanto el Espíritu como la Palabra. Tenemos la Palabra, la cual nos ha sido dada para meditarla y conversar con el Señor. También podemos orar, cantar y salmodiar la Palabra, dando gracias a Dios el Padre por medio de ella. La meta de tal ejercicio no es simplemente obtener conocimiento bíblico, sino recibir el elemento, la sustancia y la esencia de la persona divina, Cristo mismo, quien está corporificado en la Palabra y es trasmitido por medio de ella. Oremos y cantemos la Palabra a fin de recibir Sus riquezas por medio del Espíritu.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y DOS

DEBEMOS HACERLO TODO EN ELNOMBRE DEL SEÑOR SIENDO

SATURADOS POR SUS RIQUEZAS

Lectura bíblica: Col. 3:16—4:2; Ef. 5:18-25; 6:17-18a; Fil. 4:13

En Colosenses 3:17 Pablo nos exhorta a hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús. En Filipenses 4:13, él testifica: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Es fácil entender lo que significa hacerlo todo en Aquel que nos reviste de poder; pero resulta muy difícil comprender qué es hacerlo todo en el nombre del Señor. Por supuesto, el nombre denota la persona. Cuando llamamos a alguien por su nombre, dicha persona

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contesta. Es por eso que decimos que el nombre denota la persona. Sin la persona, el nombre no tiene realidad ni sentido. Ya que el nombre denota la persona, hacer algo en el nombre del Señor, implica hacerlo en Su persona.

ORAR EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

Por lo general, los cristianos concluyen sus oraciones diciendo: “En el nombre de Jesús, amén”. Usan el nombre del Señor como si éste fuese un sello, una estampilla o una firma para endosar sus oraciones. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, esto no equivale a orar en el nombre del Señor. En Juan 15:16 el Señor Jesús declara: “Para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, El os lo dé”. En este versículo el Señor habla de pedir al Padre en el nombre de Jesús. Juan 14:13-14 dice: “Y todo lo que pidáis en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré”. Cuando pedimos algo al Padre en el nombre del Hijo, es posible usar el nombre del Hijo como una firma de endoso. Pero ciertamente no podemos hacer lo mismo cuando le pedimos algo al Señor directamente. Según la verdad fundamental que se revela en Juan 14 y 15, hacer algo en el nombre del Señor significa hacerlo en unión con El, vivir por El y permitirle que viva en nosotros. El Señor vino en el nombre del Padre y lo hizo todo en este nombre (Jn. 5:43; 10:25), lo cual significa que El era uno con el Padre (Jn. 10:30), que vivía por el Padre (Jn. 6:57), y que el Padre hacía las obras en El (Jn. 14:10). En los evangelios, el Señor era la expresión misma del Padre, y como tal, lo hizo todo en el nombre del Padre. En el libro de los Hechos, los discípulos, quienes eran la expresión del Señor, hicieron cosas aun mayores en Su nombre (Jn. 14:12). Por consiguiente, hacer algo en el nombre del Señor significa ser uno con El de manera práctica.

En Juan 5:43 el Señor Jesús declaró: “Yo he venido en nombre de Mi Padre, y no me recibís”. El hecho de que el Señor viniera en el nombre del Padre no significa que usara dicho nombre como un sello; antes bien, significa que El venía con el Padre y en el Padre. Cuando El vino, el Padre también vino. Además, en Juan 10:25 el Señor Jesús declaró: “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que Yo hago en nombre de Mi Padre, ellas dan testimonio de Mí”. Para laborar en el nombre del Padre, el Señor tenía que ser uno con el Padre y hacerlo todo en la persona del Padre. Es por eso que El dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). En Juan 6:57 el Señor Jesús declaró que el Padre viviente lo había enviado y que El vivía por el Padre. Esto significa que el Señor era uno con el Padre, y que por ende, lo hacía todo en la persona y en el nombre del Padre. Todos estos versículos indican que, conforme al uso bíblico, hacer algo en el nombre de una persona significa ser uno con dicha persona. Por lo tanto, el nombre no es meramente una firma o un sello de endoso para concluir una oración.

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EXPERIMENTAR A CRISTO DE MANERA SUBJETIVA

Pocos cristianos comprenden que los creyentes debemos experimentar a Cristo subjetivamente. Sin embargo, la Biblia revela que el deseo y la intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros. ¿Qué podría ser más subjetivo que el hecho de que Cristo se forje en nuestro ser? Pablo se refiere a esto cuando declara que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones (Ef. 3:17). El Cristo que lo es todo y que lo abarca todo es el ungido de Dios; como tal, El no sólo desea morar en nosotros, sino también hacer Su hogar en nuestro ser. Indudablemente, esto es un asunto subjetivo. La raíz de la palabra griega traducida “hogar” en Efesios 3:17, denota lo mismo que la palabra casa. Por tanto, no es suficiente afirmar que Cristo simplemente mora en nosotros, pues este no es el sentido que comunica la palabra original griega. Debemos declarar que Cristo desea hacer Su casa, Su hogar, en nosotros. Experimentar a Cristo como Aquel que hace Su hogar en nosotros es algo muy subjetivo. No obstante, la mayoría de los cristianos descuidan esta experiencia.

La mayor parte de las enseñanzas cristianas dan énfasis al hecho de que Cristo es nuestro Redentor y Salvador, y a que, por ser Dios, El debe ser nuestro único objeto de adoración. Al mismo tiempo, subrayan que los cristianos deben tratar de mejorar su comportamiento. Nosotros ciertamente creemos que Cristo es nuestro Redentor y Salvador, que El es Dios y que debemos adorarle; sin embargo, de acuerdo con la Biblia, debemos cuestionar si los cristianos realmente deben esforzarse por mejorar su comportamiento. ¿Qué quiere decir tener buen comportamiento? No aprobamos el buen comportamiento que se logra por esfuerzo propio; en cambio, sí aceptamos el que proviene de una vida transformada por Cristo. Cuando la Biblia habla de buen comportamiento, no se refiere al que se logra por medio de la vida natural; antes bien, denota el vivir o comportamiento de una vida transformada. Lo que queremos recalcar aquí es que muchos cristianos han errado al blanco de la economía de Dios, al no ver que la Palabra de Dios revela que el Dios Triuno desea entrar en nosotros para ser nuestra vida, nuestra provisión de vida, y nuestro todo, y que incluso El desea ser nuestra propia persona, a fin de que seamos uno con El.

MORAR EL UNO EN EL OTRO

Una vez más, quisiera decir que pedir algo en el nombre del Señor no consiste en usar simplemente Su nombre como un sello o una firma al final de una oración; más bien, significa estar en la persona misma del Señor Jesús. Cuando Cristo el Hijo vino en el nombre del Padre, El no usó el nombre del Padre en calidad de firma o sello; antes bien, El vino en la persona del Padre. No pensemos que cuando el Señor Jesús vino, únicamente vino el Hijo y no el Padre. No, cuando el Hijo vino, el Padre vino en El y con

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El. Juan 14:23 demuestra esto, al decir: “El que me ama, Mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Este versículo revela, por un lado, que el Padre que nos ama, y por otro, que el Padre y el Hijo vendrían a nosotros y harían morada con nosotros. Basándonos en lo anterior, podemos afirmar que si amamos al Hijo, el Padre nos amará, y que luego, tanto el Padre como el Hijo harán morada con nosotros. Esto indica que cuando el Hijo viene a nosotros, el Padre también viene. No obstante, esto no implica que el Padre viene al lado del Hijo; en realidad, el Padre viene en el Hijo, ya que ambos moran el uno en el otro. En Juan 14:11 vemos que el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo. La preposición “en” aquí es de suma importancia, pues comunica la noción de que ambos moran el uno en el otro. El Señor vino en el Padre y también con el Padre, ya que El estaba en Su interior. Este es el verdadero significado de que el Hijo viniera en el nombre del Padre.

Nuestra manera de pensar en cuanto a lo que significa orar y obrar en el nombre del Señor, debe ser renovada. Deberíamos dejar de considerar la expresión “en el nombre del Señor Jesús” como un sello de endoso. Es crucial que entendamos que hacer algo en el nombre del Señor Jesús, significa ser uno con El, es decir, que estamos en El y El en nosotros. Tal como el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo, y ambos moran el uno en el otro, nosotros también debemos ser uno con el Señor de esta manera. Nosotros y el Señor Jesús debemos morar el uno en el otro, es decir, debemos estar en El y tenerle a El en nosotros. Sólo así, lo haremos todo verdaderamente en el nombre del Señor.

SATURADOS DE LA PALABRA

En Colosenses 3:17 Pablo declara: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El”. Hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús está relacionado con permitir que la palabra de Cristo nos sature completamente. La Palabra nos llena y nos satura cuando la oramos, cantamos y salmodiamos, y cuando le damos gracias a Dios el Padre por ella. De este modo, estimulamos todo nuestro ser: la mente, la parte emotiva, la voluntad y el espíritu.

Sin embargo, en lugar de ser estimulados por la Palabra, muchos cristianos son indiferentes hacia ella, y por eso la leen de una manera tan fría. No debemos leer la Biblia de esta manera; antes bien, debemos permitir que la palabra de Cristo more en nosotros. Para ello, debemos cantar, orar, salmodiar y dar gracias. Cuanto más nos ejercitemos de este modo, más nuestro ser interior será estimulado, y más la palabra de Cristo nos saturará, e incluso se mezclará con nosotros. Así, todo nuestro ser será lleno de la palabra de Cristo.

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La palabra de Cristo es en realidad la corporificación misma de Cristo. Por consiguiente, cuando la Palabra se mezcla con nuestro ser, llegamos a ser uno con Cristo interiormente. Entonces, espontáneamente lo hacemos todo en el nombre del Señor. Dado que El nos satura y se mezcla con nosotros y nos hace uno con El, esto nos permite hacerlo todo en el nombre del Señor, lo cual significa hacer todas las cosas en El.

Colosenses 3:17 corresponde con Filipenses 4:13, donde Pablo declara que todo lo puede en Aquel que lo reviste de poder. Si queremos que las palabras “en El” no se queden como una simple terminología sino que lleguen a ser nuestra experiencia práctica y real, debemos permitir que la palabra de Cristo sature todo nuestro ser. Cuando la palabra de Cristo entra en nosotros y nos estimula interiormente, entonces somos verdaderamente uno con Cristo, y nos encontramos en El en realidad y en experiencia. Del mismo modo en que vivimos por los alimentos que comemos, digerimos y asimilamos, también lo haremos todo en el nombre de Aquel que nos satura y se mezcla con nosotros, y con El cual somos uno de manera práctica.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y TRES

CRISTO, LA SALVACION, DIOSY LA PALABRA DE VIDA

Lectura bíblica: Fil. 2:5-16

En Filipenses 2:5-16 se menciona a Cristo, la salvación, Dios y la palabra de vida. Estos cuatro elementos componen la estructura de estos versículos. En el versículo 5 Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo, al decir: “Haya, pues, en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús”. Luego, al describirlo dice que El fue obediente hasta la muerte. Más adelante, en el versículo 12, el apóstol nos exhorta a llevar a cabo nuestra propia salvación, y en el versículo 13, declara que Dios opera en nosotros. En resumen, tenemos que Cristo es el modelo de nuestra salvación y que nosotros debemos llevar a cabo nuestra salvación conforme a la operación interior de Dios. Luego, la operación que Dios realiza en nosotros nos lleva a enarbolar la palabra de vida (v. 16). Por lo tanto, los cuatro elementos que vemos en 2:5-16 son: Cristo, la salvación, Dios y la palabra de vida. En este mensaje veremos cómo estos elementos se relacionan entre sí.

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CRISTO ES EL MODELO

La epístola de Filipenses nos enseña la manera en que podemos experimentar a Cristo, y en 2:5-11 Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Si hemos de experimentar a Cristo y vivirle, primero debemos conocerlo como nuestro modelo. Espero que este modelo produzca una profunda impresión en nosotros y que incluso se infunda en nuestro ser.

Cristo es maravilloso; verdaderamente El lo es todo. Cuando estudiamos la epístola de Colosenses vimos que El es tan vasto como el universo. Tal Cristo no es nada menos que Dios mismo. Sin embargo, vemos que El, siendo igual a Dios, “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (v. 7). El no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo, poniendo a un lado Su condición de igualdad con Dios. No obstante, esto no significa que Cristo dejara de ser Dios, sino que simplemente puso a un lado Su porte exterior como Dios. En otras palabras, aunque existía en forma de Dios, El tomó la forma de un esclavo y se hizo semejante a los hombres, siendo hallado en Su porte exterior como hombre. Como resultado, El llegó a tener la apariencia de un hombre, no la expresión de Dios. Por un lado, aunque Cristo tenía la forma de Dios, se despojó a Sí mismo; por otro, después de ser hallado en Su porte exterior como hombre, El se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Cristo, nuestro Salvador, posee tanto divinidad como humanidad. El se despojó y se humilló a Sí mismo. Así, basándonos en los versículos 6-8, podemos hablar del Cristo que se despoja y se humilla.

Filipenses 2:9 dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Este versículo declara que Dios exaltó a Cristo. La exaltación de Cristo no sólo alude a Su ascenso al tercer cielo después de haber estado en las partes más bajas de la tierra, sino a la manera gloriosa en la que, con Su naturaleza humana, volvió a tomar la forma de Dios. Antes de encarnarse, Cristo no poseía la naturaleza humana; ésta la adquirió en la encarnación. Luego, El llevó dicha naturaleza a la cruz, cuando derramó Su sangre por nuestra redención. Posteriormente, después de resucitar, El ascendió a los cielos en gloria con Su naturaleza humana, y volvió a tomar la forma de Dios. Como tal, El es ahora nuestro modelo. El modelo de la vida cristiana no es otro que el Dios-hombre Salvador, quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios.

LA REPRODUCCION DEL MODELO

El modelo revelado en Filipenses 2:5-11 debe ahora convertirse en nuestra salvación. A esto se refiere la expresión “por tanto” que aparece al principio del versículo 12.

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Primero, Pablo nos provee una visión clara de Cristo como nuestro maravilloso modelo, y luego, declara: “Por tanto, amados míos ... llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”.

Cristo, nuestro modelo, es a la vez inclusivo y exclusivo; es exclusivo porque excluye todo lo mundano, carnal y pecaminoso. Dichos elementos de ninguna manera tienen cabida en El, ni acceso a El. No obstante, por el lado positivo, El es inclusivo, es decir, lo incluye todo, ya que es nuestro Salvador Dios-hombre, quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios. Ahora que tenemos disponible tal modelo, debemos llevar a cabo nuestra salvación.

Llevar a cabo nuestra salvación consiste en aplicar a nosotros este modelo y en llegar a ser una reproducción de él en nuestra experiencia. Podemos comparar a Cristo como nuestro modelo, con la placa original que se usa en la impresión de un libro, y podríamos describir nuestra experiencia subjetiva de este modelo, con la acción de imprimir, la cual reproduce el original. Cuando se imprime un libro, se sacan muchas copias de cada página. De la misma manera, en nuestra experiencia, el Salvador Dios-hombre debe ser impreso y reproducido, para llegar a ser nuestra salvación subjetiva. La salvación que debemos llevar a cabo es Cristo mismo como nuestro modelo.

SER SALVOS DE LAS MURMURACIONESY LOS ARGUMENTOS

La salvación que se menciona en Filipenses 2:12 no se refiere a ser librados de la condenación y del infierno, sino a la salvación que experimentamos en nuestra vida diaria. Dicha salvación nos libra particularmente de las murmuraciones y los argumentos. El versículo 14 dice: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Por lo tanto, requerimos de una salvación práctica que pueda librarnos de nuestras murmuraciones y argumentos.

Anteriormente dijimos que las murmuraciones provienen principalmente de las hermanas, y los argumentos, de los hermanos. Por lo general, las esposas tienden a murmurar, y los maridos a argumentar. Estos dos problemas afectan a todos; es por eso que necesitamos una salvación que nos rescate, no sólo de la condenación de Dios y del lago de fuego, sino también de las murmuraciones y los argumentos. En otras palabras, necesitamos de una salvación subjetiva y continua.

Hemos visto que Cristo, nuestro modelo, se despojó y se humilló a Sí mismo, y que fue exaltado y glorificado por Dios. Hermanas, ¿creen que Dios las exaltará mientras ustedes murmuran? Hermanos, ¿piensan que Dios los glorificará mientras estén

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argumentando? ¡Por supuesto que no! Dios no nos exaltará ni nos glorificará en tanto que estemos murmurando y argumentando. ¡Oh, cuánto necesitamos ser salvos de las murmuraciones y los argumentos!

Tanto las murmuraciones como los argumentos son señal de rebeldía y desobediencia. En el versículo 12, Pablo declara que los Filipenses siempre habían obedecido. De igual manera, nosotros debemos obedecer a Cristo, nuestro modelo. El Señor Jesús nunca murmuró ni argumentó, sino que se despojó y se humilló a Sí mismo. Ya que El hizo esto, nos corresponde a nosotros seguir tal modelo en obediencia. Así, cada vez que los hermanos estén a punto de argumentar, deben recordar al Cristo que se despoja y se humilla, y seguir fielmente este modelo sin discutir. Obedecer es la manera de llevar a cabo nuestra salvación. Cada vez que obedecemos a Cristo, quien es nuestro modelo, llevamos a cabo nuestra salvación y somos librados de las murmuraciones y los argumentos.

Los cristianos suelen preguntarle a la gente si es salva. Cuando era joven, recuerdo que cada vez que me hacían esta pregunta, yo respondía firmemente que sí; pero ahora, si me hicieran la misma pregunta, yo diría: “¿A qué se refiere cuando me pregunta si ya soy salvo? Si se refiere a ser salvo del juicio de Dios y del lago de fuego, le respondería con toda certeza que sí; pero si se refiere a ser salvo de los argumentos, tendría que reconocer que sólo he sido salvo en parte”.

En el pasado me preguntaba a menudo por qué Pablo incluyó el versículo 14 en este capítulo. Me parecía que Pablo había escrito sobre asuntos muy elevados, y que este versículo no era necesario. El había declarado que Cristo fue exaltado y que le fue dado un nombre que es sobre todo nombre, para que toda lengua confiese que Cristo es el Señor, y luego añadió que debíamos llevar a cabo nuestra propia salvación conforme a la operación de Dios en nosotros. Pero luego, repentinamente, pasó a decir que debíamos hacer todo sin murmuraciones ni argumentos. En mi concepto, las murmuraciones y los argumentos eran cosas demasiado insignificantes como para que Pablo las mencionara aquí. No obstante, he aprendido por experiencia que ciertamente necesitamos ser salvos de las murmuraciones y de los argumentos de forma práctica.

En la vida de iglesia y en la vida matrimonial abundan las murmuraciones y los argumentos. Las hermanas pueden comportarse apropiadamente, y a la vez estar murmurando contra los hermanos en su interior. ¿Qué hermana puede afirmar que nunca ha murmurado en la vida de iglesia? Tal vez no se quejen abiertamente, pero sí murmuran interiormente. Además, es posible que los hermanos respondan con argumentos a las murmuraciones de las hermanas. Es por eso que necesitamos la salvación práctica que se revela en Filipenses 2. Dicha salvación no se refiere a nuestra

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salvación eterna, sino a la salvación que debemos llevar a cabo cada día, a fin de ser salvos de nuestras debilidades. Ya mencionamos que esta salvación es Cristo mismo como nuestro modelo. Por consiguiente, el modelo y la salvación son una misma cosa. El modelo es la salvación, y la salvación es el modelo, aplicado a nosotros.

DIOS OPERA EN NOSOTROS

Leamos Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. La palabra “porque” al principio del versículo 13, establece una conexión con el versículo 12 e indica que podemos llevar a cabo nuestra propia salvación gracias al Dios que opera en nosotros. La salvación es nuestro modelo, y Dios es el que opera en nosotros a fin de forjar dicho modelo en nuestro ser. Por tanto, podemos afirmar que la salvación es el propio Dios que opera en nosotros. La salvación, el modelo y Dios, no son tres cosas distintas, sino una sola. El modelo es la salvación, y la salvación es Dios; son tres aspectos de una misma cosa. El modelo es Cristo, el Dios-hombre quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios. No obstante, El es también el Dios que llega a ser la salvación diaria que nosotros debemos llevar a cabo. Dicho de otro modo, esta salvación es en realidad el Dios que opera en nosotros.

Hemos visto que Dios opera en nuestro interior con el fin de salvarnos, pero esto no debe ser una simple doctrina, sino una experiencia diaria. A menudo, cuando una hermana se queja o murmura, sentirá algo en su interior que la constriñe y la hace detenerse. Dicho sentir proviene de Dios, quien está operando en ella; y si por la misericordia de Dios ella obedece dicho sentir, ciertamente experimentará salvación y rebozará de gozo.

Podemos decir que exterior y objetivamente, Cristo es el modelo; no obstante, cuando este modelo opera en nuestro interior, viene a ser el Dios que opera en nosotros. Cristo no sólo murió en la cruz como nuestro Salvador, sino que también vive en nosotros como el Dios que opera interiormente. Como hombre, Cristo no podía vivir en nosotros, pero como Dios sí puede hacerlo. Objetivamente, Cristo es el modelo, y subjetivamente, El es el Dios que opera en nosotros. Una vez más, vemos que el modelo, Cristo y Dios, son uno.

En Filipenses 2:13 Pablo muestra claramente que Dios está operando en nosotros, pero en otros pasajes él declara que quien actúa en nosotros es Cristo o el Espíritu. Por años no lograba entender por qué Pablo, en Filipenses 2:13, habló de Dios y no del Espíritu. Ahora entiendo que su intención era mostrarnos que Cristo, quien es el modelo de nuestra salvación, es el mismo Dios que opera en nosotros. El contexto de este versículo

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confirma este hecho. Objetivamente, El es el modelo, pero subjetivamente, cuando El entra en nosotros y opera en nuestro ser, es el Dios que opera interiormente. En la cruz, El era Cristo, pero en nosotros, El es el Dios que opera. En la cruz, El, como Cristo, estableció un modelo para nosotros, pero al entrar en nosotros, El, como Dios, opera interiormente para aplicarnos este modelo. Por consiguiente, concluimos que el modelo es la salvación y que la salvación es el Dios que opera en nosotros.

Podemos experimentar diariamente al Dios que opera en nosotros, como nuestra salvación práctica. Cada vez que cooperamos con El, disfrutamos la salvación. En otras palabras, la obra que Dios realiza en nosotros llega a ser nuestra salvación. Además, esta salvación es la copia, la reproducción del modelo. Cuando el modelo se reproduce en nosotros, se convierte en nuestra salvación. Esta obra de reimpresión o reproducción es realizada por Dios, al operar en nosotros.

ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

El versículo 16 empieza con la siguiente frase: “Enarbolando la palabra de vida”. Cuando Dios opera en nosotros, espontáneamente enarbolamos la palabra de vida. Por cierto, la palabra de vida es el propio Dios que opera en nosotros, ya que El opera por medio de Su palabra. El opera en nosotros como la palabra de vida. Ya hemos hablado suficiente del Dios que opera en nosotros. Ahora necesitamos ver que El se halla corporificado en la palabra de vida, lo que significa que la palabra de vida es la corporificación del Dios que opera en nosotros.

Necesitamos poner en práctica este entendimiento, acudiendo cada día a la palabra de vida: la Biblia. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto con Dios. Por supuesto, no debemos considerar la Biblia como si fuera Dios mismo, pero tampoco debemos separar a Dios de Su Palabra, ya que El está corporificado en ella. Debido a que Dios es misterioso, resulta difícil aprehenderlo. ¡Pero cuánto le agradecemos por haberse corporificado en la Palabra, la Biblia! La Palabra es la condensación del Dios invisible y misterioso. Muchos podemos testificar por experiencia que cada vez que tocamos la Biblia con un corazón abierto, tocamos a Dios mismo y El opera en nosotros. Cada vez que tocamos la palabra de vida, experimentamos al Dios que opera y se mueve en nuestro interior con el fin de producir una copia del modelo. Esta es nuestra salvación práctica.

Ahora podemos ver que Cristo, la salvación, Dios, y la palabra de vida, son uno. Además, si queremos experimentarlos de la manera anteriormente descrita, debemos vivir a Cristo.

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SOMOS SALVOS POR MEDIODEL ESPIRITU Y LA PALABRA

Pablo habla de la salvación en 1:19 y en 2:12. En 1:19 él declaró que las dificultades que afrontaba resultarían en su salvación, lo cual indica que, aun durante su encarcelamiento, Pablo disfrutaba de la salvación de Dios. Luego, en 2:12, él habla de la salvación práctica, la cual nos rescata diariamente de las murmuraciones y los argumentos. No obstante, la salvación de 1:19 y la de 2:12, son la misma en principio; es decir, ambas se refieren a una salvación práctica, diaria y continua.

En Filipenses 1:19 vemos que Pablo disfrutaba de la salvación mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Pero en el capítulo dos, aparentemente no se menciona la abundante suministración, sino la palabra de vida. No obstante, la abundante suministración del Espíritu y la palabra de vida son en realidad una misma cosa. Pablo disfrutaba de la salvación diaria por medio de la abundante suministración del Espíritu, y nosotros podemos disfrutar de esta salvación mediante la palabra de vida. Además de esto, Pablo declaró que disfrutar la salvación que proviene de la abundante suministración del Espíritu, equivale a magnificar y a vivir a Cristo. Conforme al mismo principio, cuando disfrutamos de la salvación diaria mediante el Dios que actúa por medio de la palabra de vida, también vivimos a Cristo. Por tanto, disfrutar la salvación equivale a vivir a Cristo, es decir, a enarbolar la palabra de vida. Si hemos de vivir a Cristo, primero debemos tomarlo como nuestro vivo modelo, y después, debemos obedecer al Dios que opera en nuestro interior y recibir Su palabra de vida. De este modo, viviremos a Cristo espontáneamente.

La salvación, Cristo, Dios y la palabra de vida son cuatro en uno. Finalmente, en nuestra experiencia, el modelo será la palabra de vida, y ésta a su vez, reproducirá el modelo por medio de la operación de Dios, con el fin de aplicar la salvación a nuestra vida diaria. Así, disfrutaremos a Cristo y lo viviremos.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y CUATRO

LA PALABRA DE DIOS ES LACORPORIFICACION DEL DIOS VIVIENTE

Lectura bíblica: Fil. 2:13, 16a; Jn. 1:1-2, 14; 6:63; He. 1:1-2; 2 Ti. 3:15; Hch. 6:7; 12:24; 19:20

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La Biblia revela las obras, los hechos y las actividades de Dios. Conforme a Su plan, El primero creó el universo y todas las cosas que hay en él. Los hechos de Dios comprenden la encarnación de Cristo, Su crucifixión, Su resurrección, Su ascensión y Su descenso como Espíritu, y también eventos futuros, como Su segunda venida, el reino y el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Dios no está inactivo en ningún aspecto. Por el contrario, El ha hecho un sinnúmero de cosas. Sin las actividades que Dios realizó en la creación, el universo jamás habría llegado a existir. De modo que, el universo es producto de las actividades de Dios.

Sin embargo, la encarnación es un hecho aun más extraordinario que la creación, pues mediante ella Dios se hizo hombre. Como tal, Cristo llevó a cabo la obra redentora, al morir en la cruz por nuestros pecados. Luego, en Su resurrección, El introdujo Su humanidad en Dios. ¡Cuán maravilloso es este hecho!

EL DIOS NIÑO Y EL ESPIRITU VIVIFICANTE

A menudo los cristianos afirman que el Hijo de Dios se encarnó. Aunque esto es totalmente cierto, Juan 1:14 no declara que el Hijo de Dios se hizo carne, sino que “el Verbo se hizo carne”. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”, luego, en el versículo 14, leemos que el Verbo se hizo carne. Esto indica que Dios mismo se hizo hombre. Primero vemos que el Verbo se hizo hombre; luego vemos que, en la resurrección, Cristo como el postrer Adán en la carne, se hizo Espíritu vivificante. Tanto Juan 1:14 como 1 Corintios 15:45 usan el verbo “hacer” de una manera muy significativa: el Verbo se hizo carne, y el postrer Adán fue hechoEspíritu vivificante. En primer lugar, Cristo se hizo hombre para efectuar la redención, y debido a ello, murió en la cruz y fue sepultado. Pero después, en la resurrección, El fue hecho Espíritu vivificante. Por lo tanto, hoy nuestro Dios es el Espíritu vivificante.

Nuestro Dios pasó por un proceso extraordinario; El se hizo hombre al nacer de una virgen en un pesebre. Por eso Isaías 9:6 declara que un niño nacería y que sería llamado Dios fuerte. Este niño nacido de una virgen, era el Dios fuerte, lo cual indica que el Dios fuerte llegó a ser un niño. ¿Se ha dado cuenta que un día nuestro Dios se hizo niño? ¡El Dios único en el universo se hizo niño! Aun nos podríamos referir a El como el Dios niño. Por supuesto, esta expresión no se encuentra en la Biblia; sin embargo, las Escrituras revelan claramente este hecho. Por tanto, hablar del Dios niño no es unaherejía; antes bien, se trata de un hecho divino. Nuevamente, estamos hablando de dos expresiones cruciales que aparecen en la Biblia, la primera es “se hizo”, y la segunda, “fue hecho”. La primera se refiere a la encarnación del Verbo, cuando Dios llegó a ser un niño nacido en un pesebre.

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La segunda expresión, “fue hecho”, se usa en 1 Corintios 15:45, donde leemos que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. ¿Quién era el postrer Adán? Sin lugar a dudas, era el hombre Cristo Jesús, el Dios encarnado, quien, mediante la resurrección, fue hecho Espíritu vivificante.

En primer lugar, debemos reconocer que el Verbo, quien es Dios mismo, se hizo carne; en segundo lugar, debemos ver que nuestro Dios se hizo niño. En tercer lugar, debemos reconocer que después de Su crucifixión y en la resurrección, Cristo fue hecho el Espíritu vivificante. No obstante, algunos cristianos se oponen a esta enseñanza, alegando que es herética. Piensan que es imposible que Cristo, quien es el segundo de la Trinidad, llegue a ser el Espíritu, el tercero de la Trinidad. Sin embargo, 1 Corintios 15:45 revela claramente que Cristo, el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante. ¿No es el Espíritu vivificante el mismo Espíritu Santo? Si decimos que no, caeríamos en la herejía de afirmar que hay dos Espíritus vivificantes.

EL DIOS PROCESADO

Debemos abandonar la teología tradicional y regresar a la Palabra pura. La Biblia enseña que el Dios Triuno pasó por un proceso y llegó a ser el Espíritu vivificante. Basándonos en lo que las Escrituras revelan, podemos afirmar que hoy en día, nuestro Dios es el Dios procesado. El ya no es un Dios “crudo”, un Dios sin procesar. Cuando decimos que Dios se procesó, nos referimos al hecho de que El se hizo niño, que nació de una virgen, y que como hombre fue crucificado, sepultado, visitó el Hades y entró en la resurrección. Sin lugar a dudas, esto fue un proceso; es por eso que afirmamos que nuestro Dios es el Dios procesado.

Desde Su nacimiento hasta Su resurrección, Cristo estaba siendo procesado. Durante la etapa de Su vida humana, que comprende de la encarnación a la resurrección, El pasó por un proceso. Finalmente, después de entrar en la resurrección, El fue hecho Espíritu vivificante.

Ya que ahora Cristo es el Espíritu vivificante, es fácil inhalarlo. Romanos 10 revela que Dios no está lejos de nosotros; por el contrario, El está muy cerca, aun en nuestra boca. Lo único que tenemos que hacer es inhalarlo. Esto ciertamente son buenas nuevas.

El evangelio consiste en que un día, Dios, el Creador, se hizo hombre y pasó por un proceso a fin de llegar a ser el Espíritu vivificante, al cual podemos inhalar. La letra mata, mas el Espíritu vivifica (2 Co. 3:6).

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Nuestro Dios hizo todo lo necesario para llegar a ser el Espíritu vivificante. Ahora, no sólo tenemos a Dios y al Salvador, sino también al Espíritu vivificante. Los judíos no saben que Dios se hizo hombre, un hombre llamado Jesucristo. Ellos sólo conocen a Dios como el Creador, pero no reconocen que El se encarnó para venir a ser el Salvador. Incluso hoy muchos cristianos sólo conocen a Dios y a Cristo de una manera objetiva, pero no se han dado cuenta de que Cristo, quien es Dios mismo, es también el Espíritu vivificante. Dios, Cristo y el Espíritu son uno solo y no podemos separarlos. Podemos disfrutar a Dios, quien es tres y a la vez uno, como Espíritu, porque El entró en nuestro espíritu y nos hizo un sólo espíritu con El. En 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. ¡Cuán maravilloso es esto!

El Espíritu vivificante es la consumación de los hechos de Dios, es decir, de todo lo que El ha realizado. Primero, Dios creó todas las cosas; en segundo lugar, El se hizo hombre por medio de la encarnación, y en tercer lugar, mediante la muerte y la resurrección, El se procesó para llegar a ser el Espíritu vivificante. Ahora, Dios no es solamente el Creador, el Redentor y el Salvador, sino también el Espíritu vivificante en Su estado final y consumado. Como tal, El es una bebida completa que podemos disfrutar. ¡Alabamos al Señor por revelarnos en Su Palabra que Aquel que es nuestro Dios, nuestro Creador, nuestro Salvador, nuestro Redentor y nuestro Señor, es también el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu!

DIOS ES UN DIOS QUE HABLA

Aparte de todos los hechos de Dios, la Biblia también revela que El es un Dios que habla. Leamos Hebreos 1:1 y 2, que dice: “Dios, habiendo hablado parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo”. Como resultado de los hechos de Dios, tenemos el Espíritu vivificante, y debido a que Dios es un Dios que habla, tenemos la Palabra. Además, la Palabra es la palabra de vida.

EL ESPIRITU Y LA PALABRA

Podemos usar la electricidad para ejemplificar el Espíritu y la Palabra. Para aplicar la electricidad, se necesita una antena y un cable. Con una antena y un cable, la electricidad fluye libremente y puede aplicarse de diversas maneras. Podemos comparar el Espíritu con la antena, y la Palabra con el cable. Hoy en día, muchos cristianos centran su atención en la Palabra y descuidan el Espíritu. Un gran número de ellos, y en especial los que asisten a seminarios o institutos bíblicos, estudian la Biblia sin darle la debida importancia al Espíritu, “la antena”. Por otro lado, tenemos los pentecostales, quienes están en el otro extremo. Estos dan énfasis al Espíritu, “la antena”, pero

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descuidan la Biblia, “el cable”. En el recobro del Señor debemos ser equilibrados y tener tanto la antena como el cable, o sea, el Espíritu y la Palabra. Si somos equilibrados en cuanto al Espíritu y la Palabra, experimentaremos la transmisión, el flujo de la electricidad divina.

Dios se ha instalado en nosotros como electricidad celestial para que lo disfrutemos. Pero para ello, necesitamos el Espíritu y la Palabra. ¡Alabado sea el Señor porque la Palabra está en nuestras manos, y el Espíritu vivificante, en nuestro espíritu! El Espíritu y la Palabra son dos dones invaluables.

Es imprescindible ver que la Palabra es la corporificación del Dios vivo. Además, la Palabra es espíritu y es vida. El Señor Jesús dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). No debemos pensar que Dios es distinto al Espíritu y a la Palabra. Antes bien, los tres son una sola entidad, Dios es la Palabra, y la Palabra es el Espíritu.

Si Dios no fuese la Palabra, El sería un gran misterio para nosotros. Por ejemplo, si una persona no expresa lo que está en su interior, será misteriosa para los demás, pero si habla, se dará a conocer y revelará lo que tiene por dentro. De la misma manera, Dios se reveló a Sí mismo por medio de Su hablar. Dios es un Dios que habla; por ende, El es transparente. Cuanto más habla una persona, más transparente se hace.

Alabamos al Señor porque mediante Sus hechos llegó a ser el Espíritu, y porque debido a que El es un Dios que habla, llegó a ser la Palabra. Diariamente debemos acudir a la Palabra con un espíritu abierto y ejercitado. Entonces, no solamente recibiremos la luz que proviene de la Palabra, sino que entraremos en una esfera de luz; y cada vez que vayamos a la Biblia con un corazón puro y un espíritu recto, entraremos en dicha esfera. No es suficiente con recibir luz de la Palabra; necesitamos además entrar en la esfera de la luz.

DIOS OPERA EN NOSOTROS

Cuando tocamos la Palabra de una manera adecuada, mediante la lectura y la oración, experimentamos la corriente de la electricidad divina. Dicha corriente es el Dios que realiza en nosotros así el querer como el hacer, por Su beneplácito (Fil. 2:13). Si al abrir la Palabra no experimentamos a Dios de esta manera, debe haber algún problema de nuestra parte. Es probable que nuestra experiencia de “la antena”, es decir, del Espíritu, sea deficiente, y que sólo tengamos el cable de la Palabra. Sin embargo, si tenemos el Espíritu y la Palabra, sentiremos una actividad divina en nuestro interior. Algo se

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moverá en nuestro interior y, como resultado, seremos fortalecidos, confortados, nutridos, suministrados y refrescados. Este es el Dios que opera en nosotros.

ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

La obra que Dios realiza en nosotros espontáneamente produce un vivir en el cual enarbolamos la palabra de vida ante los demás. Enarbolar la palabra de vida significa presentarla a las personas, ofreciéndola y aplicándola a ellos. Si Dios opera en nosotros y nosotros estamos llenos de la Palabra, entonces en cualquier lugar que estemos y en todas nuestras conversaciones y hechos expresaremos al Dios vivo. Esto es lo que significa enarbolar la palabra de vida, y esto es vivir a Cristo.

Creo que la mayoría de nosotros sabemos lo que significa entrar en una esfera de luz cuando vamos a la Palabra con un espíritu recto y un corazón puro, abriendo todo nuestro ser al Señor. Cuando oramos-leemos un pasaje de la Palabra de este modo, sentimos que algo se mueve en nosotros y nos conforta, fortalece, satisface y refresca. A veces sentimos ganas de dar gritos de júbilo, y en otras ocasiones sentimos deseos de cantar y alabar al Señor. Es posible que las personas que están a nuestro alrededor se sorprendan del cambio ocurrido en nosotros como resultado de tocar la Palabra de esta manera.

Debemos tener tal contacto con el Señor día tras día, hora tras hora, y aun a cada momento. Para esto, resulta muy útil llevar siempre con nosotros una versión de bolsillo del Nuevo Testamento, para que durante el día aprovechemos cualquier oportunidad para orar-leer la Palabra. Cuanto más oremos y leamos la Biblia con un espíritu recto y un corazón puro, más disfrutaremos la electricidad celestial y más experimentaremos al Dios vivo que opera en nosotros. Entonces, cuando nos sintamos tristes, El nos consolará; cuando estemos vacíos, El nos llenará; cuando tengamos hambre, El nos saciará, y cuando estemos desanimados, El nos animará. Asimismo, en todo lo que digamos y hagamos enarbolaremos la palabra de vida, lo cual significa que nuestra vida diaria tendrá una expresión divina. Esto es lo que significa vivir a Cristo, lo cual da por resultado que El sea magnificado en nosotros. Sin duda, ésta es la vida cristiana apropiada.

La vida cristiana está íntimamente relacionada con el Espíritu vivificante y con la palabra de vida. Dios ya consumó Su proceso y ahora es el Espíritu vivificante. Además, puesto que nuestro Dios es un Dios que habla, El mismo es la Palabra. Por consiguiente, El nos ha dado el Espíritu y la Palabra, los cuales son dos dones inestimables. Así, hoy en día tenemos la antena y cable, el Espíritu y la Palabra, los cuales nos permiten tener contacto con la electricidad celestial y disfrutarla. La experiencia de la electricidad

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divina no tiene nada que ver con el cristianismo y la teología tradicionales; se trata de tener contacto con Dios de una manera subjetiva; es tener contacto con Aquel que, por medio de la Palabra, mora en nosotros como Espíritu vivificante. Cuanto más experimentemos la palabra de vida como corporificación del Dios viviente, mayor será nuestro disfrute de Dios y, como resultado, podremos enarbolar la palabra de vida. Esto es lo que significa vivir a Cristo, de modo que El sea magnificado en nosotros.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y CINCO

LA PALABRA DE VIDAY EL CRISTO VIVIENTE SON LO MISMO

Lectura bíblica: 1 Jn. 1:1-2; Jn. 15:5, 7-8; Col. 3:16; 1 Jn. 2:14b; Ap. 1:2-9; 19:13

En el mensaje anterior vimos que la palabra de vida es la corporificación del Dios viviente. Ahora veremos que la palabra de vida y el Cristo viviente son lo mismo. La Palabra es la corporificación del Dios viviente y es exactamente igual al Cristo viviente. En 1 Juan 1:1-2 dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (y la vida fue manifestada, y hemos visto y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)”. Estos versículos indican que la Palabra de vida es Cristo, el Hijo de Dios. Por lo tanto, la Palabra de vida y el Cristo viviente son exactamente lo mismo.

EL DIOS QUE ES TRES Y A LA VEZ UNO

El Dios Triuno es misterioso y sobrepasa nuestro entendimiento. Cuando decimos que Dios es Triuno, damos a entender que El es tres y uno a la vez. La palabra Triuno viene del latín y en realidad no significa tres en uno, sino tres y uno.

Un lenguaje celestial

El idioma está íntimamente relacionado con la cultura, y expresa los diferentes aspectos de ésta. No obstante, en la cultura humana no existe nada que sea tres y a la vez uno. Sin embargo, Dios, quien es misterioso e invisible, es Triuno, es decir, El es tres y uno, al mismo tiempo. Esta expresión no proviene de un idioma terrenal, sino de un idioma celestial y divino.

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Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Este versículo, por una parte revela que el Verbo estaba con Dios, y por otra, que el Verbo era Dios. Afirmar que el Verbo estaba con Dios parece indicar que el Verbo y Dios son dos; en cambio, declarar que el Verbo era Dios da a entender que el Verbo y Dios son uno. ¿Son el Verbo y Dios uno, o son dos? Podemos decir que son dos y a la vez uno. No tenemos otra manera de expresarlo, ya que esta realidad no forma parte de nuestra cultura. Por lo tanto, requerimos un idioma divino que exprese la realidad divina.

Distintos pero no separados

Hoy en día, muchos cristianos fundamentalistas afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas separadas. No obstante, conforme a la Biblia tenemos que declarar que, el Padre, el Hijo y el Espíritu son distintos, pero que definitivamente no están separados. El Señor Jesús declaró: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (Jn. 14:10). Según esto, ¿pueden el Padre y el Hijo estar separados? El también dijo: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). ¿Puede acaso el Hijo ser una persona separada del Padre? Además, en el evangelio de Juan es muy significativo el uso de la preposición griega (para), la cual significa “de con”. El Señor Jesús, el Hijo, no sólo viene de Dios, sino que también está con Dios. Por un lado, El procede de Dios, y por otro, Dios aún está con El (Jn. 6:46; 8:16, 29; 16:32). De la misma manera, el Espíritu no solamente fue enviado desde el Padre, sino desde y con el Padre (Jn. 15:26). Esto significa que cuando el Espíritu viene desde el Padre, también viene con el Padre. Por consiguiente, aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu son distintos, de ninguna manera pueden estar separados. Los tres de la Deidad son inseparables. Ciertamente son tres, pero en verdad son uno; son tres y uno a la vez.

Un nombre triuno

La Biblia enseña que hay un solo Dios, El cual es llamado Padre, Hijo y Espíritu Santo. Mateo 28:19 indica que los tres de la Deidad tienen un solo nombre. Este versículo habla de bautizar a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu. Por tanto, tenemos aquí un nombre triuno. Este es un hecho divino, aunque nuestro idioma no lo pueda expresar correctamente.

Hoy en día muchos cristianos, quizás sin darse cuenta, defienden el triteísmo, es decir, la creencia de que existen tres dioses. La enseñanza tradicional de la Trinidad se inclinapeligrosamente hacia el triteísmo. Sin embargo, nosotros no creemos en el triteísmo, sino en el Dios Triuno, tal y como lo revela la Biblia.

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Existen muchos pasajes de la Palabra relacionados con el tema de la Deidad, que son muy difíciles de entender. Por ejemplo, Hebreos 1:2 revela que Dios nos ha hablado en el Hijo, pero según el versículo 8, el Hijo es llamado Dios. Además el versículo 9, refiriéndose a Dios, usa la expresión “el Dios Tuyo”, lo que gramaticalmente significaría el Dios de Dios. ¿Cómo podemos entender esto? Ciertamente es un misterio. Versículos como éstos nos muestran que debemos ser liberados de nuestra manera natural, tradicional y religiosa de entender la Biblia.

EL ESPIRITU

Es indispensable que veamos que el Dios Triuno pasó por las distintas etapas de un proceso, mediante el cual llegó a ser el Espíritu. Leamos Juan 7:39: “Aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Aunque el Espíritu de Dios siempre ha existido, este versículo declara que aún no había el Espíritu. La expresión “el Espíritu” aquí, denota el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— el cual se procesó para llegar a ser el Espíritu vivificante que lo incluye todo. El Espíritu lo es todo, ya que no sólo incluye la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, sino que también comprende todo lo que el Dios Triuno es, todo lo que El tiene y todo lo que El ha logrado y obtenido. Por consiguiente, el Espíritu es la totalidad de todo lo que el Dios Triuno es, tiene, ha logrado y obtenido.

EL ESPIRITU ESTA CORPORIFICADO EN LA PALABRA

Es mucho más difícil definir la Palabra que definir al Espíritu. En el Nuevo Testamento, el Hijo de Dios es llamado el Verbo, la Palabra. Apocalipsis 19:13, refiriéndose a El, dice: “Su nombre es: el Verbo de Dios”. En otra ocasión dijimos que Cristo, como Verbo de Dios, es la definición, la explicación y la expresión de Dios, pero decir esto no es suficiente; debemos ver que el Nuevo Testamento también revela que la Palabra es el Espíritu. El Señor Jesús declaró: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Además, Efesios 6:17 identifica la Palabra con el Espíritu. Por consiguiente, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, el Espíritu y la Palabra, son uno de una manera misteriosa.

En el mensaje anterior hicimos notar que el Espíritu es la consumación del proceso por el que pasó el Dios Triuno. También dijimos que la Palabra es la consumación del hablar de Dios. ¿Pero por qué decimos que la Palabra es el Espíritu y el Espíritu es la Palabra? Reconozco que este asunto es difícil de entender y de explicar.

Tal vez el ejemplo del cerillo pueda ayudarnos a entender mejor este hecho. Los cerillos son hechos con fósforo. Por lo tanto, podríamos decir que un cerillo es la corporificación

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del fósforo. Como tal, el cerillo y el fósforo son lo mismo; podemos decir que el cerillo es el fósforo y que el fósforo es el cerillo. Para aplicar este ejemplo a la Biblia y al Espíritu, comparemos la Biblia con el cerillo y el Espíritu con el fósforo. Debido a que el cerillo es hecho con fósforo y es la corporificación del fósforo, podemos decir que el cerillo permite que el fósforo esté disponible a nosotros. Hoy en día, el Dios Triuno es el Espíritu, y este Espíritu está corporificado en la Palabra. Aunque no podemos tocar al Espíritu con nuestras manos, sí podemos usarlas para tomar una Biblia. Volviendo a nuestro ejemplo, cuando tenemos el cerillo, tenemos el fósforo; de la misma manera, cuando tenemos la Biblia, tenemos también al Espíritu.

EJERCITAR NUESTRO ESPIRITUPARA “ENCENDER” LA PALABRA

A pesar de que la Palabra es la corporificación del Espíritu, muy pocos cristianos tienen contacto con ella mediante el Espíritu. Usando nuevamente el ejemplo anterior, cuando los creyentes tratan de encender el “cerillo” de la Palabra, no logran prenderlo, por mucho que amen la Biblia. Si queremos encender un cerillo no bastará con que lo amemos. Del mismo modo, si queremos tener contacto con el Espíritu, el cual está corporificado en la Palabra, todo lo que debemos hacer es “friccionar” el “cerillo” de la Palabra ejercitando nuestro espíritu.

Supongamos que alguien intenta encender un cerillo analizándolo o expresando su afecto por él. Esto sería inútil y absurdo, ya que para encender un cerillo no tenemos que analizarlo ni amarlo, sino simplemente friccionarlo correctamente. Del mismo modo, si queremos tener contacto con el Espíritu mediante la Palabra, no debemos hacerlo simplemente analizando el “cerillo” de la Palabra o expresándole nuestro afecto. Una vez más, repito que lo único que debemos hacer es “friccionar” la Palabra en el lugar adecuado, el cual es nuestro espíritu. Los seminarios e institutos bíblicos les enseñan a los creyentes a analizar el “cerillo” y a amarlo, pero no les explican cómo deben “friccionarlo”.

Si hemos de encender el “cerillo” de la Palabra, debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu. No se puede prender la Palabra con la mente ni con la parte emotiva; ésta sólo se encenderá cuando permitamos que haga contacto con nuestro espíritu. Es por eso que debemos ejercitar nuestro espíritu en oración cada vez que nos acercamos a la Palabra de Dios. Esto es orar-leer la Palabra.

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TESTIMONIOS EN CUANTO A LAPRACTICA DE ORAR-LEER LA PALABRA

A lo largo de los siglos, muchos creyentes han tenido la práctica de orar con la Palabra de Dios. Y aunque ninguno de ellos usó la expresión orar-leer, sí tuvieron esta práctica. Por ejemplo, Jorge Whitefield, quien fue contemporáneo de Juan Wesley, tuvo la práctica de orar con las palabras de la Biblia. Whitefield solía orar el Nuevo Testamento en griego mientras estaba arrodillado. Este fue el secreto de su poder y espiritualidad. El oraba-leía la palabra de vida. Orar la Palabra significa usar nuestro espíritu para “encender” la Palabra.

He leído y estudiado la Biblia durante más de cincuenta años. De joven amaba mucho la Palabra de Dios y estaba ávido de conocerla a fondo. Sin embargo, sólo sabía leer la Biblia usando mis ojos y mi mente. Pero un día alguien me animó también a meditarla. Así que, dediqué tiempo a meditar la Palabra. Esto me fue de gran ayuda. También me sirvió mucho leer la autobiografía de Jorge Müeller. Según Müeller, no sólo debemos leer y meditar la Palabra, sino también orarla. En su autobiografía, él ciertamente no dice que debemos orar la Palabra, pero sí declara que después de leer algunos versículos, deberíamos orar. Por ejemplo, dice que si leemos un versículo sobre el amor, debemos orar acerca del amor; y asimismo, que si leemos sobre el arrepentimiento, debemos orar acerca de ello. La práctica de orar después de leer un versículo es muy similar a orar-leer. Recibí mucha ayuda al leer la autobiografía de Jorge Müeller, y empecé a leer la Biblia y a orar conforme a su práctica. A menudo, oraba usando las mismas palabras de la Biblia, tomando las palabras de un versículo y haciéndolas mi oración ante Señor. En realidad, lo que estaba haciendo era orar-leer.

LA IMPORTANCIA DEL ESPIRITU

A pesar de que había adoptado la práctica de orar mientras leía la Biblia, aún no sabía cómo ejercitar mi espíritu. En cuanto a esto, recibí la ayuda del hermano Watchman Nee. El hacía hincapié en la necesidad de ejercitar el espíritu. Decía que cuando habláramos, y especialmente cuando diéramos un mensaje, deberíamos ejercitar nuestro espíritu, sacándolo. Además, dijo que si hablábamos a los demás usando cierto órgano de nuestro ser, tocaríamos el mismo órgano en ellos; por ejemplo, que si usábamos nuestra mente, tocaríamos la mente de los demás y que si hablábamos usando nuestra parte emotiva, tocaríamos la parte emotiva de los demás. Finalmente, el hermano Nee también nos dijo que si queríamos tocar el espíritu de los oyentes, debíamos usar nuestro espíritu.

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El espíritu permanece en un estado letárgico

Debido a la caída del hombre, el espíritu humano yace en un estado letárgico, en tanto que la mente y la parte emotiva de su alma están sumamente activas. La parte más activa de los hombres es la mente, y la de las mujeres, la parte emotiva. Pero el órgano más inactivo y letárgico del hombre caído es el espíritu. De hecho, aun después ser salvos y regenerados, nuestro espíritu puede permanecer inactivo y adormecido. Cuando ciertas hermanas oran, lo hacen usando su parte emotiva, y no su espíritu. Es por eso que algunas lloran cuando presentan sus problemas al Señor en oración. Si en lugar de usar su parte emotiva ejercitaran su espíritu, orarían de una manera muy distinta; en lugar de llorar, dirán: “Señor, te doy gracias y te alabo por todos mis problemas. Te agradezco por estas circunstancias”.

Podemos ser fuertes en nuestra mente, parte emotiva y voluntad, y tener un espíritu débil, adormecido e inactivo. Tal vez nuestra mente, parte emotiva y voluntad reaccionen rápidamente ante una situación y nuestro espíritu tarde mucho en responder. Incluso, es posible que al leer la Biblia nuestro espíritu esté adormecido, y que las demás partes de nuestro ser, especialmente nuestra mente, estén muy activas. Puede ser que al leer la Biblia ejercitemos muy poco el espíritu.

Experimentar el fuego en la Palabra

Si no ejercitamos nuestro espíritu al leer la Biblia, no lograremos “prender” el “cerillo” de la Palabra, y por ende, no se encenderá “el fósforo”, es decir, el Espíritu que está corporificado en ella. Si queremos experimentar el “fósforo” que se halla corporificado en “el cerillo”, esto es, el Espíritu que está corporificado en la Palabra, debemos ejercitar nuestro espíritu al orar-leer la Biblia. De esta manera, prenderemos el “cerillo”, “friccionándolo” en el lugar adecuado y obtendremos el fuego y la luz de la Palabra. También podemos testificar que cuando tomamos la Palabra de la manera adecuada, ejercitando nuestro espíritu, experimentamos el fuego en nuestro espíritu.

EXPERIMENTAR LOS ATRIBUTOS DIVINOS

En la Biblia, la luz equivale a la vida, y la vida al amor; el amor está relacionado con la santidad, y la santidad con la justicia. Cuando juntamos todos estos atributos, obtenemos el poder. Los atributos divinos, como por ejemplo, la luz, la vida, el amor, la santidad, la justicia y el poder, son en realidad el propio Dios Triuno que viene a nosotros como Espíritu por medio de la Palabra. Cuando tenemos contacto con el Dios Triuno como Espíritu, mediante la Palabra, lo experimentamos como nuestra luz, vida,

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amor, santidad, justicia y poder. Esto es Cristo en nuestra experiencia. Cuando experimentamos a Cristo de este modo, lo vivimos espontáneamente.

La palabra de vida no sólo equivale a Cristo, sino también a los atributos divinos. Por experiencia, sabemos que obtenemos luz cada vez que encendemos la Palabra en nuestro espíritu. En nuestra experiencia, la palabra de vida se convierte en luz. Además, la Palabra se convierte en vida, la cual incluye el amor, la santidad, la justicia, el poder y la fuerza. Esto es lo que queremos decir cuando afirmamos que la palabra de vida es equivalente al Cristo viviente y también a los atributos del Dios Triuno.

TOMAR LA PALABRA COMO EL ARBOL DE LA VIDA

No debemos considerar la Biblia como un simple libro de teología que nos da a conocer quién es Dios, lo que El es, y lo que El desea que hagamos para tener contacto con El. La Biblia no sólo presenta una revelación objetiva de Dios y de Sus requisitos; es también el árbol de vida que podemos comer. La Biblia puede ser para nosotros un simple libro deconocimientos, o un libro de vida; puede ser el árbol del conocimientos o el árbol de la vida. El árbol del conocimiento trae muerte, mientras que el árbol de la vida nos imparte el suministro de la vida divina. Puedo testificar que en el pasado adquirí mucho conocimiento, debido a que tomaba la Biblia como el árbol del conocimiento. Pero el resultado fue que la letra de la Biblia me trajo muerte, y me mató. A esto se refiere Pablo cuando dice: “La letra mata” (2 Co. 3:6). Las Escrituras como letra nos pueden matar. Esta es la consecuencia de tomar la Biblia como el árbol del conocimiento. En cambio, si ejercitamos nuestro espíritu para alimentarnos de la Palabra, la Biblia llegará a ser un libro de vida, e incluso el propio árbol de la vida en nuestra experiencia. Entonces, cada versículo nos suministrará vida. La Biblia como letra muerta ha matado a muchos cristianos. Lo que ellos necesitan no son más doctrinas, sino la vida del Espíritu; necesitan acudir a la Biblia como el árbol de la vida.

EL SEÑOR Y SUS PALABRASPERMANECEN EN NOSOTROS

Puedo testificar que estoy vivo y lleno de energías por el suministro de vida que recibo de la Palabra como el árbol de la vida. La Palabra es la corporificación de mi querido Señor. El amor que siento por El me lleva a tocarle por medio de la Palabra, la cual equivale al Señor mismo. Esto lo vemos en dos versículos de Juan 15. En el versículo 4 el Señor declara: “Permaneced en Mí y Yo en vosotros”; luego, en el versículo 7 dice: “Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho”. Notemos que, según el versículo 4, el Señor permanece en nosotros, mientras que en el versículo 7, Sus palabras permanecen en nosotros. Esto quiere decir

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que estas dos frases son equivalentes; significa que si no permitimos que Sus palabras permanezcan en nosotros, será muy difícil experimentar el hecho de que el Señor permanezca en nosotros. El Señor es intangible, pero Sus palabras son tangibles y concretas.

Debemos tener contacto con la Palabra, no sólo usando nuestra mente, sino también nuestro espíritu regenerado. Si ejercitamos nuestro espíritu para tener contacto con la Palabra, descubriremos que la Palabra es el Señor mismo en nuestra experiencia. Así, la Palabra será para nosotros viviente y vigorizante, y nos llenará de los atributos divinos, tales como la luz, la vida, el amor, la santidad, la justicia y el poder. Si tomamos la palabra de esta manera, ciertamente viviremos a Cristo.

LA VIDA CRISTIANA APROPIADA

No me cabe la menor duda de que Pablo vivía a Cristo. Es por eso que pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Además, él nos exhortó a que permitiéramos que la Palabra de Cristo morara ricamente en nosotros (Col. 3:16). Como dijimos anteriormente, el verbo morar en Colosenses 3:16, significa tomar casa o residir. Por consiguiente, permitir que la Palabra de Cristo habite en nosotros, es permitir que la Palabra sature todo nuestro ser. Finalmente, cuando en nuestra experiencia la Palabra, Cristo y el Dios Triuno se mezclen en una sola entidad, viviremos a Cristo. De esta manera, llevaremos una vida llena de las virtudes divinas, como son, la luz, la vida, el amor, la santidad, la justicia y el poder. Esta es la vida cristiana apropiada.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y SEIS

HIJOS DE DIOS QUE RESPLANDECENCOMO LUMINARES,

AL ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

Lectura bíblica: Fil. 2:14-16

ORAR-LEER LA PALABRA

En Filipenses 2:14-16 encontramos muchas palabras y expresiones importantes: murmuraciones, argumentos, irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin mancha, generación torcida y perversa, resplandecer como luminares, y enarbolar la Palabra de vida. Debemos orar-leer estas palabras repetidas veces. Por ejemplo, si oramos-leemos las palabras “murmuraciones” y “argumentos” mencionadas en 2:14, recibiremos el

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aliento de Dios. Además, esto nos llevará a aborrecer nuestras murmuraciones y argumentos, y a anhelar ser librados de ello. Cuando oramos-leemos la Palabra, respondemos a ella, y como resultado, la Biblia deja de ser para nosotros un libro de letras muertas, y se convierte en el aliento mismo de Dios.

Algunas veces podemos escoger orar-leer un versículo completo de una sola vez. Sin embargo, es más provechoso orar-leer palabra por palabra o frase por frase. Así como nadie puede comerse un pollo entero de un solo bocado, sino que se lo come poco a poco, de la misma manera, nosotros debemos orar-leer la Palabra poco a poco; incluso palabra por palabra. Si oramos-leemos las palabras murmuraciones y argumentos, mencionadas en Filipenses 2:14, recibiremos una inyección divina, una vacuna celestial, la cual nos salvará de nuestras murmuraciones y argumentos.

Algunas veces contraemos ciertas infecciones u hongos en la piel. En algunos casos, el problema no se erradica limpiando o aplicando medicamentos externamente, sino únicamente tomando la medicina que el médico nos recomienda. La Biblia es una medicina divina, es el antídoto más eficaz contra todo lo negativo. La Palabra como antídoto, no se aplica simplemente al reflexionar sobre ella o al analizarla, sino al orar-leerla ejercitando nuestro espíritu.

Jeremías 15:16 dice: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí”. Tal como el profeta Jeremías, nosotros también debemos comer la Palabra de Dios. No obstante, algunos cristianos se oponen a este concepto y alegan que la Biblia sólo se puede leer y estudiar. Sin embargo, la Biblia no sólo sirve para que la leamos y la estudiemos, sino también para que la comamos. El Señor Jesús declaró: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). Esto indica que todas las palabras de la Biblia, incluyendo palabras tales como murmuraciones y argumentos, tienen la capacidad de suministrarnos vida. Por consiguiente, podemos orar-leer un versículocomo Filipenses 2:14, palabra por palabra. De este modo, viviremos de cada palabra que sale de la boca de Dios.

CANTAR LA PALABRA

Tal vez no estemos conscientes de la gran influencia que ejerce el cristianismo tradicional sobre nosotros, incluso en la manera en que leemos la Biblia. Colosenses 3:16 dice: “La Palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Pablo no habla aquí de leer, analizar o meditar la Palabra; antes bien, él nos anima a cantar la Palabra. Debemos recibir la palabra de Cristo no solamente leyéndola, sino también cantando, salmodiando y

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alabando. Ya sea que cantemos armoniosamente o no, al Señor le complace oírnos cantar la Palabra. El se siente contento cuando cantamos con nuestro espíritu y con nuestro corazón. Si no recordamos la melodía con la que cantamos algún versículo, podemos componer nuestra propia melodía. Lo importante es que aprendamos a cantar la Palabra de Dios. Tal vez algún día podríamos dedicar una reunión entera para cantar una epístola como Efesios.

Ya mencionamos que el Señor Jesús dijo que el hombre no sólo viviría de pan, sino de toda palabra que saliera de la boca de Dios. No obstante, debemos ver que la Palabra no es solamente nuestro alimento y nuestro suministro de vida, sino también un antibiótico espiritual. Por lo tanto, no sólo debemos alimentarnos de ella, sino también ser vacunados contra toda clase de problemas, debilidades y “enfermedades”. Las murmuraciones y los argumentos son enfermedades espirituales contra las cuales debemos ser vacunados con la Palabra. Día tras día, debemos orar-leer la Palabra y cantarla, con el fin de recibir más vacunas. Si oramos-leemos Filipenses 2:14, ciertamente seremos vacunados contra las murmuraciones y los argumentos.

Debemos tomar la Biblia como un libro de vida. De hecho, la Biblia en su totalidad es la Palabra de vida, y como tal, es nuestro alimento. ¿No les parecería absurdo simplemente estudiar los alimentos y no comerlos? Si estudiamos o analizamos los alimentos, pero no los comemos, ciertamente moriremos. Del mismo modo, si no comemos la Palabra, moriremos espiritualmente. Es vital comer la Palabra al orar-leerla y al cantarla.

Al orar-leer Filipenses 2:14-16, no debemos hacerlo apresuradamente, sino concentrándonos en las palabras y expresiones más importantes; es decir, debemos orar-leer palabras claves, como murmuraciones, argumentos, irreprensibles, sencillos, sin mancha, hijos de Dios, torcida, perversa, generación, resplandecer, luminares, mundo, enarbolando, palabra y vida. Tal vez no sean de nuestro agrado expresiones, tales como “murmuraciones”, “argumentos” y “generación torcida y perversa”. Sin embargo, estas palabras tienen la capacidad de suministrarnos vida cuando las oramos-leemos y cuando las cantamos. Por un lado, debemos aborrecer las murmuraciones, y por otro, apreciar el orar-leer la palabra “murmuraciones”. No sólo debemos comernos estas palabras, sino también digerirlas y asimilarlas para que formen parte de nuestra constitución.

LAS INAGOTABLES RIQUEZASCONTENIDAS EN LA PALABRA

Aquellos que llevan mucho tiempo escuchando mis mensajes, a menudo se preguntan cómo puedo tener siempre algo nuevo y fresco que ministrar a los santos. La respuesta

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es que, cuanto más oro-leo Filipenses 2:14-16, más descubro que podría dar numerosos mensajes sobre estos versículos. Por ejemplo, podría dar un mensaje acerca de las murmuraciones, y otro sobre los argumentos. Asimismo, podría dar otros mensajes sobre el significado de ser irreprensibles y sencillos. Ser irreprensibles quiere decir no tener ninguna falta en nuestro comportamiento exterior, y ser sencillos consiste en ser puros en nuestro carácter interior. Exteriormente, no debemos tener ningún defecto en nuestro comportamiento; e interiormente, debemos ser puros en nuestro carácter. Ciertamente, podríamos dedicar mensajes enteros a temas como éstos. Sin embargo, cuando los cristianos leen estos versículos, sencillamente los pasan por alto. Quizás ni se pregunten lo que Pablo quiso decir con las palabras “irreprensibles y sencillos”.

Imaginemos cuántos mensajes se requerirían para hablar de la frase: “hijos de Dios”. Como hijos de Dios, tenemos la vida y la naturaleza divinas. Estos asuntos son muy profundos y requieren muchos mensajes para abarcarlos adecuadamente.

También podríamos dar varios mensajes sobre el significado de la expresión “sin mancha”, y en cuanto a “la generación torcida y perversa”. ¿Qué diferencia hay entre las palabras “torcida” y “perversa”? ¿Cuál es la generación a la que se refiere el versículo 15, y qué quiere decir Pablo cuando habla del mundo? Si nos hacemos este tipo de preguntas y si oramos-leemos estos versículos, nos impresionará lo inagotable que son las riquezas contenidas en la Palabra. Día tras día debemos recibir estas riquezas, orando-leyendo la Palabra y también cantándola.

LLENARNOS DE LA PALABRAPARA MANIFESTAR A CRISTO

Si nos llenamos de las riquezas de la Palabra viviente día tras día, espontáneamente enarbolaremos la palabra de vida. Es decir, que presentaremos y ofreceremos la palabra de vida a los demás. Esto es magnificar a Cristo y vivirlo, ya que El mismo es la Palabra viviente, la palabra de vida. Por esta razón, cuando estamos llenos de la palabra de vida, manifestamos a Cristo y lo magnificamos. Esta es la manera de vivir a Cristo.

HIJOS DE DIOS

Lo que he compartido hasta ahora es solamente la introducción de este mensaje, el cual se titula: “Hijos de Dios que resplandecen como luminares, al enarbolar la palabra de vida”. La expresión “hijos de Dios” implica tener la vida y naturaleza de Dios. Como hijos de Dios, poseemos Su vida y Su naturaleza. Un niño posee la vida y la naturaleza de su padre por haber nacido de él, no por haber sido adoptado por él. De la misma manera, nosotros tenemos la vida y la naturaleza de Dios el Padre, no por haber sido

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adoptados, sino por haber nacido directamente de El. ¡Alabado sea el Señor porque somos hijos del Dios Triuno y porque poseemos Su vida y Su naturaleza divinas!

¿No se sentiría usted muy orgulloso si fuera el hijo del presidente de los Estados Unidos? ¿No se sentiría privilegiado y se gloriaría de ello? Ciertamente, nosotros tenemos una filiación mucho más elevada: ¡Somos hijos de Dios y poseemos la vida y la naturaleza divinas! Anteriormente éramos pecadores, pero ahora somos hijos de Dios. ¡Qué glorioso es el hecho de ser hijos de Dios!

Puesto que poseemos la vida y la naturaleza divinas, podemos afirmar que, de hecho, somos divinos. Sin embargo, esto de ningún modo quiere decir que estemos evolucionando hacia la Deidad misma, ni que llegaremos a convertirnos en Dios, en el sentido de ser un objeto de adoración. Por otra parte, esto tampoco equivale a enseñar el panteísmo o la deificación del hombre. No obstante, debemos ser osados y declarar que como hijos de Dios que poseen la vida y la naturaleza divinas, somos divinos. ¡Aleluya, somos hijos de Dios, y tenemos la vida y la naturaleza divinas!

No sólo debemos orar-leer las palabras “hijos de Dios”, sino también cantarlas, usando una tonada familiar o incluso componiendo nuestra propia melodía. Si cantamos la Palabra de esta manera, seremos abastecidos, inspirados y fortalecidos interiormente, y además recibiremos una vacuna divina.

LA FUNCION DE RESPLANDECER

En Filipenses 2:15 Pablo continúa diciendo que, como hijos de Dios, resplandecemos “como luminares en el mundo”. La palabra griega traducida “luminares” se refiere a cuerpos celestes que reflejan la luz del sol. El hecho de resplandecer como luminares alude a nuestra capacidad de funcionar. ¡Alabado sea el Señor porque podemos resplandecer! No somos solamente hijos de Dios, sino también luminares que tienen la capacidad celestial de reflejar a Cristo, quien es el verdadero sol.

Todos los seres vivos poseen una función particular. Por ejemplo, la función de un manzano es producir manzanas. Asimismo, nuestra función como luminares que poseen la vida y la naturaleza divinas, consiste en resplandecer. Somos hijos de Dios que poseen la vida divina, y nuestra función es resplandecer. En nuestra vida diaria, deberíamos resplandecer, en lugar vivir regidos por ciertas normas.

Ciertamente somos luminares, pero no tenemos luz propia; simplemente reflejamos la luz que proviene de otra fuente. Cristo es esta luz, el sol verdadero, y nosotros lo

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reflejamos al enarbolar la palabra de vida. Por consiguiente, la luz que irradiamos es en realidad el reflejo de Cristo, quien es la verdadera fuente de nuestra luz.

Cuando enarbolamos la palabra de vida, resplandecemos. Conforme a Colosenses 3:16, debemos permitir que la Palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Cuando esto sucede, obtenemos la Palabra de vida, la cual nos permite resplandecer. Lo primero que se requiere para enarbolar la palabra de vida, es poseer la vida divina. Puesto que esta vida nos abastece y nos infunde energía, podemos resplandecer como luminares. Cuanto más seamos nutridos con la palabra de vida, y cuanto más la digiramos y asimilemos, más se acumulará ésta en nuestro ser. Entonces resplandeceremos espontáneamente con la misma palabra de vida que hemos ingerido. Dicho resplandor será la manera misma en la que enarbolamos y presentamos la maravillosa palabra de vida a los demás. De este modo, los que tengan contacto con nosotros recibirán ayuda de nuestra parte. Si diariamente digerimos a Cristo como la palabra de vida y acumulamos las riquezas de la Palabra de una manera subjetiva y orgánica, siempre tendremos algo viviente y orgánico para compartir con los demás. Esta es la manera adecuada de predicar el evangelio y de proclamar la verdad. Asimismo, ésta es la manera de magnificar a Cristo y de vivirlo a El.

Espero que todos oremos-leamos y cantemos la Palabra ejercitando nuestro espíritu, y que seamos liberados de toda atadura, en lo que a la Palabra y al Espíritu se refiere. Si ejercitamos nuestro espíritu al orar-leer, al cantar y salmodiar Filipenses 2:14-16, alabaremos al Señor porque somos hijos de Dios y luminares que resplandecen al enarbolar la palabra de vida. Si oramos-leemos estos versículos palabra por palabra, y si nos ejercitamos al cantar la Palabra de Dios, seremos abastecidos plenamente con el rico suministro de la Palabra viva. Entonces nuestro ser será inundado de las riquezas de Cristo, y, de manera espontánea, inconsciente e involuntaria, llevaremos una vida que expresa a Cristo y enarbola la palabra de vida. Lo que el Señor necesita en Su recobro hoy no es un grupo de gente religiosa, sino un grupo de personas que vivan a Cristo y resplandezcan como luminares en el mundo, al enarbolar la palabra de vida.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y SIETE

LA SALVACION CONSTANTEEN NUESTRA VIDA DIARIA

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-16

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Filipenses habla de una salvación constante que podemos aplicar a nuestra vida diaria. Decimos que es constante porque la podemos experimentar cada día, cada hora y aun a cada instante.

UNA SALVACION SUBJETIVAPARA MAGNIFICAR A CRISTO

En Filipenses 1 y 2 Pablo usa la palabra salvación dos veces. Leamos Filipenses 1:19: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. Luego, en Filipenses 2:12 él declara: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. Filipenses 1:19 se refiere a la salvación que Pablo experimentó durante su encarcelamiento en Roma. El era un judío típico y se hallaba prisionero, lejos de su patria. En términos modernos, diríamos que Pablo fue encarcelado por los imperialistas romanos. Para un judío, estar encarcelado en unaprisión romana representaba una vergüenza y una deshonra. Probablemente, Pablo pasaba la mayor parte del día encadenado a un guardia, lo cual debía ser un gran insulto para un judío de tan alto nivel social y educativo. Sin duda alguna, era muy deshonrosoque tal apóstol del Señor Jesús estuviera preso de esta manera. Pero aun así, Pablo pudo testificar que sus circunstancias resultarían en su salvación.

En Filipenses 1:19 Pablo no se refiere a la salvación eterna que nos libra del infierno y del juicio de Dios, sino a una salvación muy subjetiva y práctica, que podemos experimentar, no una vez y para siempre, sino a cada instante.

Cuando el apóstol declaró que su situación resultaría en su salvación, no se refería a ser liberado de la cárcel. Tal vez algunos, cuando leen este pasaje, piensen que el anhelo de Pablo consistía en salir libre mediante de las oraciones de los santos, especialmente las de los filipenses. Sin embargo, la construcción gramatical de Filipenses 1:19-21 comprueba que esta interpretación es incorrecta, pues la salvación mencionada en el versículo 19 tiene que ver con el deseo que Pablo expresó en el versículo 20, de no ser avergonzado en nada y de magnificar a Cristo en su cuerpo, ya fuera por vida o por muerte. De ahí que, el versículo 20 define la clase de salvación que se menciona en el versículo 19. Por consiguiente, vemos que aquí la salvación consistía en no ser avergonzado en nada, sino en magnificar a Cristo en todo.

Como hemos dicho, la salvación en este pasaje no se refiere al hecho de ser liberado de la cárcel, sino a que Pablo no fuera avergonzado en medio de las dificultades y de la humillante situación en la que se hallaba y a que Cristo fuera magnificado en su cuerpo. Ni siquiera el estar encadenado a un guardia le podía impedir magnificar a Cristo. Esto es lo que queremos decir por salvación constante.

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En realidad, la palabra constante no describe adecuadamente la salvación mencionada en Filipenses 1:19. Las palabras de nuestro idioma provienen de nuestra cultura, es decir, que si algo no forma parte de nuestra cultura, no disponemos de una palabra para ello. La salvación aquí es realmente maravillosa, y no existe ninguna palabra que pueda describirla plenamente. Ni siquiera en la cárcel Pablo sería avergonzado; en lugar de ello, él estaba seguro de que magnificaría a Cristo. Esta era la salvación a la que Pablo se refería.

Supongamos que en vez de regocijarse en el Señor, Pablo hubiera llorado y se hubiera quejado de su situación, diciendo: “Soy un judío educado y además soy un apóstol del Señor Jesucristo, llamado, comisionado y enviado por El. Pero ahora estoy encarcelado y encadenado a un guardia. ¡Qué situación más horrible!” Si Pablo hubiera tenido esta actitud, ciertamente habría sido avergonzado. No obstante, en vez de lamentarse, se regocijaba en el Señor, de tal forma, que todo el que lo visitara en la cárcel se habría sorprendido y maravillado. Probablemente, Pablo inclusive le testificó al carcelero, diciéndole que estaba contento en el Señor y que se regocijaba en El. También es muy posible que el disfrute de Pablo hubiera contribuido a la salvación de Onésimo, un esclavo fugitivo. Cualquiera que hubiera visto a Pablo en la cárcel, habría visto a un hombre alabando al Señor y regocijándose en El.

Cuando Pablo estuvo encarcelado en Filipos, él y Silas estuvieron cantando alabanzas al Señor (Hch. 16:23-26). Los filipenses ciertamente sabían de la experiencia que había tenido Pablo en la prisión. Habían escuchado que las alabanzas de Pablo y de Silas provocaron un gran terremoto. No cabe duda que mientras Pablo estaba encarcelado en Roma debe de haber cantado alabanzas al Señor. En vez de llorar o quejarse, los demás lo hallaban disfrutando al Señor, cantándole alabanzas y testificando acerca de El. En esto consiste la salvación constante.

DISFRUTAR DE UNA SALVACION CONSTANTEPARA VIVIR A CRISTO

Muchos de nosotros hemos sido cristianos por muchos años, pero jamás hemos oído hablar de la salvación constante. Por supuesto, conocemos la salvación eterna, pero ésta es una salvación objetiva. Quisiera aclarar aquí que de ningún modo intento menospreciar la salvación eterna; de hecho, la valoro grandemente porque a través de ella Dios nos rescató del infierno y del justo juicio de Dios. No obstante, debemos proseguir y experimentar una salvación constante en nuestra vida práctica. Mientras Pablo estaba en la cárcel, no sólo disfrutaba de la salvación eterna de Dios y la esperanza que ésta le proporcionaba, sino que también disfrutaba una salvación constante, hora

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tras hora. Si hemos de disfrutar tal salvación, debemos vivir a Cristo. En realidad, vivir a Cristo significa disfrutar de la salvación constante en nuestra vida diaria.

Cada aspecto de la salvación que Dios nos brinda, nos rescata de algo negativo y nos introduce en algo positivo. En el caso de Pablo, por el lado negativo, él fue salvo de ser avergonzado, y, por el lado positivo, Cristo fue magnificado en él. ¡Qué salvación tan maravillosa!

SALVOS DE ASUNTOS ORDINARIOS

En 2:12 Pablo les dice a los santos de Filipos: “Llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. La salvación constante de 1:19 se aplica a un determinado creyente que se halla en una situación específica, mientras que la salvación constante de 2:12 se aplica a cualquier creyente, en medio de situaciones comunes. En 1:19 vemos que Pablo fue salvo de una situación específica durante su encarcelamiento, al grado de magnificar a Cristo y no ser avergonzado. Ahora, conforme al contexto de 2:12, debemos ver que la salvación constante tiene como fin librar a los creyentes de los asuntos ordinarios de la vida diaria.

En los versículos 14 y 15 vemos que algunos de estos asuntos incluyen las murmuraciones, los argumentos, todo lo que es reprensible, tiene mancha, es torcido, perverso y oscuro. Estas palabras describen la condición general del hombre caído. Dondequiera que estemos, enfrentaremos tales cosas; no sólo en la sociedad en general sino incluso en nuestra vida familiar. Es muy común que las esposas murmuren y que los maridos argumenten. La esposa se queja con su esposo y el esposo tratará de justificarse. Como resultado de ello, ni la esposa ni el marido serán irreprensibles, sencillos y sin mancha. Incluso en ocasiones pueden tratarse de una manera torcida y perversa. ¿Quién se atreve a decir que jamás se ha comportado de una manera torcida con los demás? Aun los hijos pueden comportarse de esta manera con sus padres. A pesar de haber recibido la salvación eterna de Dios, es posible que sigamos siendo torcidos en cierta medida, y que no seamos totalmente sinceros y francos. Por consiguiente, necesitamos la salvación constante a fin de ser rescatados de todos los asuntos negativos mencionados en los versículos 14 y 15.

Pablo nos exhorta a llevar a cabo nuestra propia salvación. A medida que llevemos a cabo nuestra salvación, seremos salvos de las murmuraciones, de los argumentos, de todo lo que sea reprensible, impuro, torcido, perverso y oscuro. Por supuesto que no es fácil ser salvo de estas cosas. Pablo las mencionó con la intención de poner en evidencia la condición caída que todos tenemos.

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ENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

Así como la salvación mencionada en Filipenses 1:19 tiene un aspecto negativo y otro positivo, la salvación mencionada en 2:12 también tiene dos aspectos. El lado negativo se encuentra en los versículos 14 y 15, y el lado positivo en el versículo 16, donde Pablo habla de “enarbolar la palabra de vida”. La palabra griega traducida enarbolar significa aplicar, presentar y ofrecer. Enarbolar la palabra de vida es presentarla y ofrecerla a los demás, aplicándola a su situación. Dondequiera que estemos, debemos enarbolar la palabra de vida, presentándola a los demás. No debemos ofrecerles murmuraciones ni argumentos, ni nada torcido o perverso, sino únicamente la palabra de vida.

Enarbolar la palabra de vida equivale a vivir a Cristo. Siempre que vivimos a Cristo, enarbolamos la palabra de vida. Recordemos que la epístola de Filipenses trata sobre la manera de experimentar y vivir a Cristo. Todo lo que Pablo escribió en ella tiene que ver con este hecho.

Espero que verdaderamente veamos la necesidad de disfrutar la salvación constante en nuestra vida práctica día tras día. Necesitamos una salvación a la que podamos llamar nuestra propia salvación. Tal salvación no tiene como fin librarnos del infierno ni del pecado, sino de las murmuraciones, de los argumentos, y de todo lo que sea reprensible, impuro, torcido, perverso y oscuro. Una vez que experimentamos dicha salvación, espontáneamente enarbolamos la palabra de vida, es decir, la presentamos y la aplicamos a todos aquellos que nos rodean. Esto es vivir a Cristo.

SITUACIONES PARTICULARES Y SITUACIONES COMUNES

Los dos primeros capítulos de Filipenses hablan de una salvación que, por un lado, es aplicable a un determinado creyente que se encuentra en una situación específica y, por otro, se aplica a todos los creyentes de una manera general, en medio de sus situaciones cotidianas. Por la soberanía de Dios, podemos encontrarnos en una situación específica, al igual que Pablo cuando fue encarcelado en Roma. Tal encarcelamiento lo puso en una situación sumamente difícil. No obstante, esa situación le proporcionó una excelente oportunidad para experimentar y disfrutar la salvación constante. De la misma manera, nosotros podemos encontrarnos en situaciones muy particulares. Por ejemplo, tal vez un hermano se quede sin trabajo repentinamente. En este caso, él necesitará de la salvación mencionada en 1:19.

Sin embargo, por lo general afrontamos situaciones ordinarias. Como dijimos anteriormente, las características generales del hombre caído son las murmuraciones, los argumentos y muchas otras cosas negativas. En nuestra vida matrimonial,

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necesitamos de una salvación constante que nos libre de las murmuraciones y de los argumentos. También necesitamos de una salvación constante que nos guarde de actuar de una manera torcida y perversa. Por ejemplo, si un hermano no es sincero ni franco con su esposa, necesitará de esta clase de salvación. De lo contrario, no podrá enarbolar la palabra de vida.

Diariamente requerimos de una salvación que nos rescate de todo lo que no es Cristo. Dicha salvación nos llevará a vivir a Cristo espontáneamente, y como resultado, presentaremos la palabra de vida a los demás en nuestra vida diaria. La palabra de vida que enarbolamos es también Cristo; por eso decimos que enarbolar la palabra de vida equivale a vivirlo a El.

¡Cuánto necesitamos experimentar la salvación constante del Señor en nuestra vida matrimonial! Supongamos que una hermana le avisa a su esposo que la cena está lista, y que él no le contesta porque está muy ocupado haciendo una reparación en la casa. Puede ser que después de llamarlo varias veces, la hermana comience a murmurar y a quejarse, y que luego su esposo discuta con ella queriendo justificarse. En ese momento, la manera en que ambos se tratan llega a ser torcida y perversa. Esto indica que ellos necesitan una salvación constante.

Estoy muy agradecido con el Señor porque en Su recobro El ha obtenido a muchos santos que lo aman y lo buscan. Pero aunque buscamos al Señor, debemos reconocer que al menos en cierta medida, seguimos siendo perversos en la manera en que nos relacionamos con los demás, y especialmente con nuestra familia. Es posible que los padres y los hijos no se relacionen entre sí con franqueza. Esto demuestra que necesitamos una salvación que nos rescate diariamente de nuestra situación caída.

Pablo conocía muy bien la condición del hombre caído. En Filipenses 1, él presentó su propio caso con el fin de ilustrar la salvación constante, y luego en el capítulo dos, indicó que esta salvación también se aplica a los creyentes en las situaciones ordinarias de su vida diaria. Puede ser que la salvación mencionada en 1:19 no siempre se aplique a usted de una manera específica, pero nunca podrá decir que no necesita la salvación mencionada en 2:12. Tal vez no tengamos ningún problema específico, pero ciertamente todos afrontamos problemas ordinarios, como las murmuraciones, los argumentos, la deshonestidad y la perversidad. Por consiguiente, diariamente necesitamos experimentar la salvación constante.

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LA DEFINICION DE VIVIR A CRISTO

Necesitamos que esta salvación no sólo nos rescate de los asuntos negativos, sino que también nos conduzca a una condición gloriosa, en la cual presentemos la palabra de vida a los que nos rodean. La salvación de Filipenses 1:19 hace posible que Cristo sea magnificado en nosotros, y la salvación de 2:12 nos permite enarbolar al Cristo viviente, quien es la palabra de vida. Disfrutar de esta salvación es vivir a Cristo de una manera práctica.

¿Sabe usted lo que significa vivir a Cristo? Es permitir que El sea magnificado en nosotros en cualquier situación, de modo que no seamos avergonzados en nada. Por lo tanto, la salvación mencionada en 1:19 equivale a vivir a Cristo. Si queremos disfrutar y experimentar esta salvación, debemos vivir a Cristo. Además, vivir a Cristo también implica, por un lado, ser salvos en nuestra vida diaria de las murmuraciones, los argumentos, la deshonestidad y la perversidad, y por otro, presentar a nuestro Señorviviente como la palabra de vida a todos los que nos rodean. ¡Que salvación tan grande! Todos necesitamos experimentar la salvación diaria y constante, que no es otra cosa que Cristo mismo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y OCHO

SOMOS SALVOS DIARIAMENTEPOR LA ABUNDANTE SUMINISTRACION

DEL ESPIRITU DE JESUCRISTOY POR LA OPERACION INTERIOR

DEL DIOS QUE MORA EN NOSOTROS

Lectura bíblica: Fil. 1:19-21; 2:12-16

Aunque el libro de Filipenses es relativamente corto, ciertamente es muy profundo y está lleno de riquezas. Ningún otro libro del Nuevo Testamento revela la salvación de una manera tan práctica y aplicable como este libro. El primer capítulo de Mateo revela que Cristo se hizo un hombre, y que fue llamado Jesús y Emanuel. Jesús significa “Jehová el Salvador”, y Emanuel significa “Dios con nosotros”. Después de ser salvo, llegué a apreciar mucho estos nombres, pero no sabía lo que significaban en relación con nuestra experiencia. Un día, el Señor me condujo a la realidad del libro de Filipenses, el cual revela los detalles de una salvación que podemos experimentar de manera práctica, subjetiva y constante. De hecho, Filipenses presenta la salvación de una manera más práctica y experimental que la epístola de Romanos. Romanos habla de la salvación de

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una manera doctrinal, mientras que Filipenses lo hace desde la perspectiva de nuestra experiencia.

NECESITAMOS SER SALVOS CONSTANTEMENTEEN NUESTRA VIDA FAMILIAR Y EN NUESTRA VIDA

DE IGLESIA

La salvación que Dios nos brinda en Cristo no solamente es eterna, sino también constante y práctica. En cierto sentido, la salvación eterna está un poco lejana a nosotros. Así que, necesitamos también de una salvación que podamos aplicar a nuestras situaciones cotidianas, especialmente a nuestra vida matrimonial y a nuestra vida familiar. Podemos comparar nuestra vida familiar con una prisión, en la que nuestro cónyuge es el carcelero, y nuestros hijos, los guardias. En tal situación necesitamos ser salvos constantemente, de una manera práctica y verdadera. Filipenses revela una salvación que podemos disfrutar y experimentar diariamente en la “prisión” de la vida familiar.

La salvación no sólo debe ser práctica en nuestra vida familiar, sino también en la vida de iglesia. La iglesia está constituida de muchos santos de diversas nacionalidades, los cuales poseen toda clase de temperamentos y personalidades. Por consiguiente, si queremos permanecer juntos en la vida de iglesia, requerimos de una salvación presente y práctica. Esto es imprescindible si deseamos experimentar la iglesia no sólo a nivel local, sino también a nivel universal, como el nuevo hombre. En resumen, requerimos de una salvación que podamos aplicar en nuestra vida familiar, en nuestra vida de iglesia, y en la vida que llevamos en el nuevo hombre.

Supongamos que usted va a visitar iglesias en distintas partes del mundo. Al relacionarse con hermanos de diferentes culturas, nacionalidades y personalidades, descubrirá cuánto necesitamos experimentar la salvación práctica en la vida de iglesia. Si hemos de practicar la vida de iglesia con todos los distintos hermanos y hermanas que se reúnen en unidad, es necesario experimentar la salvación práctica que se revela en la epístola de Filipenses.

Filipenses 1:19 dice: “Porque sé que ... esto resultará en mi salvación”. Pablo estaba encarcelado en Roma, y por ende, necesitaba de una salvación práctica. Si alguien le hablara de la salvación eterna, seguramente él respondería: “Hermano, no me hable de algo ajeno a mi situación actual. Soy un prisionero en cadenas, y necesito de una salvación que pueda aplicar aquí y ahora mismo”.

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SALVOS DE LO TORCIDO Y DESHONESTO

En Filipenses 2:12-15 Pablo nos anima a llevar a cabo nuestra salvación en cuanto a las murmuraciones, los argumentos, y todo lo que sea reprensible, malicioso, impuro, torcido y perverso. Esto implica que necesitamos ser salvos de todas estas cosas negativas. Si en alguna medida aún somos torcidos, formaremos parte de la generación torcida de hoy, no importa si somos cristianos. Por tanto, si queremos ser salvos de esta generación torcida, debemos ser salvos de toda deshonestidad. Todos necesitamos la salvación revelada en la epístola de Filipenses, una salvación que podamos aplicar a nuestra situación actual.

LOS MEDIOS POR LOS CUALES PODEMOSSER SALVOS DIARIAMENTE

En este mensaje, veremos que podemos experimentar una salvación diaria y constante, mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y la operación interior del Dios que mora en nosotros. Para ser salvos de esta manera se requiere de cierto poder. Los medios que Dios ha dispuesto para salvarnos son tan estupendos que no podemos describirlos con palabras humanas. Según la epístola de Filipenses existen dos medios: la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y la operación interior del Dios que mora en nosotros. Estos dos medios nos pueden salvar cada día e incluso a cada momento.

Notemos que los medios de nuestra salvación diaria no son la abundante suministración del Espíritu de Dios ni la operación del Dios que nos visita, sino la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y la operación interna del Dios que mora en nosotros. El Dios que nos salva no es un Dios que nos visita de vez en cuando, sino un Dios que mora en nuestro interior. Por una parte, Pablo podía afirmar que sus circunstancias resultarían en su salvación, gracias a la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Por otra, él exhortaba a los santos a llevar a cabo su propia salvación, conforme a la operación interior de Dios. Por lo tanto, la abundante suministración del Espíritu y la operación interior del Dios que mora en nosotros son los dos medios por los cuales somos salvos de una manera práctica día tras día.

NUESTRA UNION ORGANICA CON EL DIOS TRIUNO

Cuando creímos en Cristo, se produjo una unión orgánica entre nosotros y el Dios Triuno. Fuimos verdaderamente unidos al Dios Triuno, ya que al creer en Cristo, nacimos de Dios, y Dios nació en nosotros. Tal nacimiento divino hizo posible nuestra unión orgánica con Dios. Nacimos de Dios cuando el Dios Triuno entró en nuestro

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espíritu como el Espíritu que lo es todo, el Espíritu de Jesucristo. Esta transacción ocurrió en el momento en que creímos en el Señor Jesús, aun sin haber estado conscientes de ello. Una vez que el Espíritu entra en nuestro espíritu, permanece allí con Su abundante suministración.

EL CONTENIDO DE LA ABUNDANTE SUMINISTRACION

Divinidad

Ahora debemos ver lo que incluye la abundante suministración del Espíritu. En primer lugar, incluye la persona divina junto con la vida y la naturaleza divinas. Así, la abundante suministración incluye la divinidad, la cual a su vez incluye la vida, la naturaleza, el ser y la persona de Dios. En otras palabras, la abundante suministración es Dios mismo, junto con Su vida, Su naturaleza, Su ser y Su persona.

Humanidad

La abundante suministración incluye también una humanidad elevada, una humanidad que posee una vida, conducta, naturaleza y persona apropiadas. El Señor Jesús es tanto Dios como hombre. En El se halla el elemento divino y el elemento humano. Por eso, cuando estuvo en la tierra, El vivió como Dios y también como hombre. Todas las experiencias por las que pasó durante los treinta y tres años y medio que estuvo en la tierra, ahora se hallan en el Espíritu que lo es todo. Por consiguiente, la divinidad y la humanidad, junto con el vivir humano del Señor Jesús, hoy están en la abundante suministración del Espíritu que lo es todo.

Crucifixión, resurrección y ascensión

La muerte que el Señor Jesús sufrió en la cruz fue maravillosa. Esta muerte aniquiló todo lo negativo en el universo. Su muerte puso fin a todas las cosas pecaminosas. Tal muerte maravillosa se encuentra en la abundante suministración del Espíritu, juntamente con la resurrección y la ascensión de Cristo. Por tanto, en la abundantesuministración del Espíritu tenemos la divinidad de Cristo, Su humanidad, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión.

Los atributos divinos y las virtudes humanas

La abundante suministración del Espíritu incluye también los atributos divinos y las virtudes humanas. Dios es amor y luz, y también es santo y justo. Estos son algunos de Sus atributos. Por otro lado, Cristo, en su condición de hombre, posee todas las virtudes

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humanas. Tanto los atributos divinos como las virtudes humanas, hoy se encuentran en el Espíritu de Jesucristo.

La sumisión y el amor que necesitamos cada día también se hallan en la abundante suministración del Espíritu. Aunque la Biblia manda que las esposas se sometan a sus maridos y que los maridos amen a sus esposas, en nosotros no están la sumisión ni el amor verdaderos. En vez de ser sumisos, somos rebeldes; y en lugar de tener un amor apropiado, tenemos un amor desequilibrado y torcido. La sumisión y el amor verdaderos sólo se hallan en la abundante suministración del Espíritu.

Al disfrutar de la abundante suministración del Espíritu, participamos de sus ingredientes, aun sin estar conscientes de ello. Por ejemplo, podemos amar a los demás sin percatarnos de ello. Del mismo modo, podemos ser sumisos sin siquiera notarlo. Sin embargo, si nos proponemos amar o someternos por nosotros mismos, dicho amor o sumisión no serán sinceros. El amor verdadero y la sumisión genuina son siempre espontáneos, y no algo de lo cual estamos conscientes. Una hermana que verdaderamente se somete a su marido no estará consciente de su sumisión, ya que ésta proviene de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

En ocasiones las hermanas se someten por su propio esfuerzo, pensado que así serán más espirituales. Pero ésta es solamente una sumisión diplomática. Otras hermanas pueden someterse simplemente con el propósito ser un buen ejemplo para sus hijas. Sin embargo, dicha sumisión también es diplomática, e incluso hipócrita, pues es una simple actuación, y no algo espontáneo. Repito que la verdadera sumisión es espontánea; es el resultado de experimentar la abundante suministración del Espíritu.

Cuando tratamos de comportarnos apropiadamente sin disfrutar de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, somos hipócritas y actuamos de una manera política. Esto es precisamente lo que la religión le enseña a la gente. Debido a la influencia de la religión, tal vez pensamos que debemos comportarnos de cierta manera por el bien de nuestro marido, esposa, hijos, parientes, e incluso por el bien de la iglesia, pero en realidad esta clase de comportamiento es diplomático e hipócrita.

La fuente de las virtudes verdaderas es la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Cuando Pablo se regocijaba en la cárcel romana, él no estaba aparentando estar gozoso. Puesto que él amaba al Dios Triuno, y puesto que estaba completamente abierto a El y se comunicaba con El, el Dios Triuno tenía la libertad de infundir en el apóstol todo lo que El es. Esto hizo que Pablo comprendiera que el Dios Triuno era la fuente de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Debido a este suministro, él podía regocijarse en el Señor, aun en medio de sus prisiones.

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El Espíritu hoy no es simplemente el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová ni el Espíritu Santo. Después de haber pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, El llegó a ser el Espíritu de Jesucristo. En dicho Espíritu se encuentra un suministro viviente, que incluye un sinnúmero de ingredientes divinos, espirituales y celestiales. Era mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo que el entorno de Pablo resultaría en su salvación. Por medio de tal suministración, él era salvo constantemente y de forma oportuna. Por consiguiente, la fuente de su salvación diaria era la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

SALVOS DE LAS MURMURACIONES Y LOS ARGUMENTOS

El primer capítulo de Filipenses afirma que Pablo fue salvo de una situación específica por medio de la abundante suministración del Espíritu. Luego, en el capítulo dos, él explica cómo los creyentes pueden ser salvos de una manera constante, en medio de las situaciones ordinarias de la vida cotidiana. Por ejemplo, Filipenses 2:14 dice: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Las murmuraciones y los argumentos son asuntos que se presentan a diario. Tal vez no sintamos odio ni ira todos los días, pero comúnmente argumentamos y murmuramos. En la vida de pareja, las esposas tienden a murmurar y los maridos a argumentar. En cierto sentido, la vida matrimonial es por naturaleza una vida en la que abundan las murmuraciones y los argumentos. Si un hermano permaneciera soltero, tal vez no murmuraría ni discutiría tanto. Sin embargo, en la vida matrimonial se le presentarán muchas oportunidades para murmurar y argumentar. De la misma manera, tal vez una hermana antes de casarse no murmuraba por cosas insignificantes, pero después de casada puede murmurar por la más mínima frustración. También es posible que su marido reaccione discutiendo con ella, y la acuse, tratando de justificarse a sí mismo. Cosas pequeñas como una cama mal tendida, un cepillo fuera de su lugar, una bombilla que se funde o un cuarto sucio, pueden provocar murmuraciones y argumentos. Cuando un marido regresa a casa de su trabajo y encuentra la casa en desorden, tal vez le resulte difícil quedarse callado. Y aun si logra hacerlo, no estará contento. Quejarse o discutir por cosas como éstas, revela que necesitamos de una salvación constante. ¡Oh, cuánto necesitamos ser salvos cada día de las murmuraciones y de los argumentos!

LA OPERACION QUE DIOS REALIZA EN NOSOTROS

¿Qué puede salvarnos de las murmuraciones y los argumentos? En Filipenses 2:12-13 Pablo nos exhorta a llevar a cabo nuestra propia salvación, y luego añade: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. Sin embargo, es posible que para nosotros el hecho de que Dios opera en nuestro ser sea

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una mera doctrina y que cuando afrontamos ciertas situaciones en nuestro hogar nos hallemos por completo en nosotros mismos. Sin embargo, si hemos de experimentar la salvación constante, debemos ver que esta salvación es el mismo Dios que opera en nosotros.

Durante muchos años no comprendí por qué en 2:13 Pablo menciona a Dios, y no a Cristo ni al Espíritu. Pero ahora puedo ver que él hizo esto para mostrarnos que la salvación constante no es otra cosa que Dios mismo. Sin embargo, existe una diferencia entre el Dios revelado en 2:13 y el Dios revelado en Génesis 1:1. Cuando llegamos a la epístola de Filipenses, Dios ya había pasado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Conforme a Isaías 9:6, el niño que nacería sería llamado Dios fuerte. Aquel que nació en un pesebre de Belén y que vivió en la casa de un carpintero en Nazaret era el Dios fuerte. Esto nos permite ver que el Dios viviente experimentó la vida humana. El Dios fuerte vivió como hombre y entre los hombres por más de treinta años. Luego, con el fin de efectuar la redención, fue crucificado, entró en la muerte, dio un paseo por el Hades y después salió en resurrección. Además, nuestro Dios, Jesucristo, ascendió a los cielos donde fue hecho Señor de todos. Ahora, El tiene el señorío, el reinado y la autoridad. Hoy nuestro Dios no es sólo el Creador, el Redentor, el Salvador y el Señor; sino que es el Dios que lo incluye todo. En Filipenses 2:13, la palabra Dios alude a este Dios maravilloso, procesado, quien lo es todo. El Dios que mora en nosotros está operando ahora en nuestro interior. El es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y también es nuestro modelo, la palabra de vida y el Espíritu que lo es todo.

Este Dios que mora en nosotros no está inactivo; por el contrario, está muy activo y lleno de energía, moviéndose y operando continuamente en nuestro ser. La palabra griega traducida “realiza” en 2:13, significa dar energía. El Dios que mora en nosotros nos da energía desde nuestro interior, con el fin de ser la fuente, el poder, la fuerza y la energía de nuestra salvación constante.

Ser salvos de las murmuraciones y de los argumentos no es algo insignificante, pues aparte del Dios que mora y opera en nosotros, no podemos ser salvos de estas cosas. Además de estos dos problemas, también necesitamos ser salvos de la deshonestidad y la perversión. En cierto modo, todos somos torcidos y perversos. La palabra perverso significa deforme. No es fácil ser salvos de estas cosas de una manera práctica.

SER SALVOS DE LOS PECADOS COMUNES

En Filipenses 2 Pablo se refiere a las murmuraciones y los argumentos, y a todo lo que es reprensible, malicioso, impuro, torcido, perverso y oscuro. En contraste con esto,

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Romanos 1 habla de pecados más graves, tales como la idolatría, la fornicación y el homicidio. Es relativamente fácil ser salvos de los pecados graves, pero es muy difícil ser salvos de las murmuraciones, argumentos, falta de honradez y perversión. Puede ser que ya no cometamos pecados tan graves, pero sigamos siendo atormentados todos los días por los problemas que Pablo enumera en Filipenses 2. Por consiguiente, no sólo necesitamos ser salvos de los pecados graves, sino también de aquellos que podríamos considerar leves, tales como las murmuraciones y los argumentos. De la misma manera, si queremos ser irreprensibles y sencillos, requerimos de una salvación constante.

El único que puede salvarnos de esta manera es el Dios Triuno, el cual se procesó y llegó a ser el Espíritu compuesto y vivificante, quien lo es todo. Hoy en día nuestro Dios es el Espíritu que todo lo incluye. Ahora este Dios maravilloso mora en nosotros y está operando y vigorizándonos desde nuestro interior, buscando cada día la oportunidad de rescatarnos.

Cuando era joven, me dijeron que salvación tenía solamente dos aspectos. En primer lugar, aprendí que Cristo murió en la cruz para salvarnos, y en segundo lugar, que El estaba en los cielos como el Dios todopoderoso, y que como tal, es capaz de salvarnos a lo sumo si confiamos en El. Sin embargo, por años no supe cómo el Señor Jesús nos salva de una manera práctica. Pero ahora, en la epístola de Filipenses, puedo ver que contamos con una salvación constante, la cual podemos aplicar no sólo a nuestras situaciones específicas sino también a nuestra vida cotidiana. Somos salvos, no simplemente por el Dios todopoderoso que está en los cielos, sino mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo y por la operación interior del Dios que mora en nuestro ser.

SALVOS MEDIANTE EL ESPIRITU VIVIFICANTEY EL DIOS PROCESADO

Hoy podemos experimentar a nuestro Dios de una manera subjetiva, pues El ha llegado a ser nuestro suministro interior con el fin de sostenernos en cualquier situación con Sus riquezas, las cuales se hallan en la abundante suministración del Espíritu como nuestra porción. En tanto que disfrutemos de esta suministración, podremos ser salvos espontáneamente de nuestras situaciones específicas. Además, este Espíritu es el propio Dios que mora y opera en nosotros a fin de salvarnos de las situaciones ordinarias de nuestra vida diaria.

En los años que llevo viviendo en este país, no he cesado de ministrarles a los santos al Cristo que lo es todo, como el Espíritu vivificante y el Dios procesado. En el primer capítulo de Filipenses, tenemos al Espíritu compuesto y vivificante, quien lo es todo, y

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en el segundo capítulo, tenemos al Dios procesado. Hoy, nuestro Dios ha dejado de ser simplemente el objeto de nuestra adoración. Por haberse procesado, El ahora mora en nosotros. El ya no es un Dios “crudo” o sin procesar, pues después de haber pasado por las distintas etapas de un proceso, ha venido a morar en nuestro espíritu a fin de que lo disfrutemos y experimentemos. ¡Aleluya, tenemos al Dios procesado como nuestra porción! El está operando en nosotros para salvarnos día tras día. Finalmente, El mismo llegará a ser nuestra salvación constante.

En realidad, el Dios que mora y opera en nosotros es el Espíritu que lo es todo, el Espíritu de Jesucristo. Por esa sencilla razón, no podemos sistematizarlo. Este Dios es Cristo y es también el Espíritu. La fuente de nuestra salvación constante es el Dios procesado, quien es el Espíritu compuesto y vivificante, el cual lo incluye todo. Con este Espíritu tenemos la abundante suministración, y con el Dios procesado, tenemos la operación interior. La suministración y la operación son la fuente de nuestra salvación constante. Mediante esta fuente maravillosa, somos salvos de situaciones específicas y también de las situaciones comunes de nuestra vida diaria. Es así que somos salvos de las murmuraciones y los argumentos, y de todo lo torcido y perverso. Esto no es una simple teoría, sino algo muy práctico y experimental. Cuando disfrutamos la salvación constante en nuestra vida diaria, vivimos a Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CUARENTA Y NUEVE

LA RICA PROVISION DIVINAPARA NUESTRA SALVACION CONSTANTE

Lectura bíblica: Fil. 2:5-16

En Filipenses 2:5-16, Pablo no sólo habla de la salvación constante y su fuente, sino que además nos muestra la rica provisión divina que corresponde a esta salvación. Si hemosde llevar a cabo nuestra salvación, requerimos de esta provisión.

Filipenses 2:5-11 es un relato de la encarnación, la muerte, la resurrección y la exaltación de Cristo. Sin embargo, en este pasaje no se menciona la redención; tal parece que Pablo tenía un propósito al no hablar de ella. En realidad, su propósito era presentar al Señor Jesús únicamente en Su encarnación, vivir humano, muerte, resurrección y exaltación, con el fin de proporcionarnos el modelo de nuestra salvación diaria.

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Sólo Cristo podía efectuar la redención. Nosotros no tenemos parte en dicha obra. Sería una blasfemia afirmar que nosotros ayudamos a cumplir la redención. Así que, podemos disfrutar de la redención de Cristo, mas no participar en Su obra redentora.

EL MODELO Y LA NORMA

No participamos en la obra redentora de Cristo, pero sí debemos ser partícipes con El en Su vivir humano, especialmente en Su actitud de despojarse y humillarse, sin estimar el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Aunque el Señor existía en forma de Dios y era igual a Dios, no estimó dicha condición de igualdad como cosa a que aferrarse. En otras palabras, El no insistió en conservar la forma de Dios, sino que estuvo dispuesto a despojarse a Sí mismo, poniendo a un lado Su forma de Dios y tomando la forma de un esclavo. Debemos ser compañeros de Cristo en Su actitud de despojarse a Sí mismo, lo cual significa dejar a un lado todo lo que poseemos sin aferrarnos a ello.

Una vez que Cristo se despojó a Sí mismo, haciéndose semejante a los hombres, y que fue hallado en Su porte exterior como hombre, El se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo tanto, Dios lo levantó de entre los muertos y le exaltó a lo sumo. Esto no solamente constituye el patrón o modelo sino también la norma de nuestra salvación constante. El modelo incluye las experiencias de Cristo, desde Su encarnación hasta Su crucifixión, y la norma de dicha salvación comprende Sus experiencias desde la resurrección hasta Su exaltación. Diariamente necesitamos disfrutar de una salvación que se ajuste a este modelo y esta norma.

Por ejemplo, si una esposa contraría a su esposo, y éste desea experimentar la salvación en medio de dicha situación, no debe insistirle a ella que se someta a su autoridad. El no debería adoptar la postura de un rey ni considerar a su esposa un súbdito suyo. Tampoco debería usar Efesios 5:22 para obligarla a someterse a él, ya que esto sería equivalente a aferrarse a su posición como cabeza. Hacer esto no corresponde con el principio establecido por el Señor, quien no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Aunque no es fácil dejar a un lado la posición de autoridad, esto es precisamente lo que el hermano debe hacer para experimentar la salvación constante. Por supuesto, él puede ser salvo por la operación interior de Dios. No obstante, Filipenses 2:5-8 precede a la operación de Dios que se menciona en el versículo 13. Sin lugar a dudas, Dios obrará en el hermano para salvarlo, pero él debe primero estar dispuesto a despojarse a sí mismo y dejar a un lado su posición, de acuerdo con el modelo presentado en 2:5-8. No obstante, puesto que en la mayoría de los casos los esposos suelen aferrarse a su posición de autoridad y no están dispuestos a transigir, esto puede dar pie a murmuraciones, argumentos y discusiones amargas. En lugar de esto, el hermano debería tener contacto con el Señor y decirle: “Señor, ya que Tú no te

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aferraste al hecho de ser igual a Dios, yo tampoco me aferraré a mi posición de autoridad ni a mi posición de esposo. Por Tu gran misericordia, hago a un lado tal posición”. Si tan sólo orara de esta manera, dicho hermano experimentaría la primera etapa de la salvación constante. Después de esto, él debe proseguir y experimentar el descanso que se obtiene al humillarse a sí mismo, aun hasta la muerte. Es decir, en vez de sentir resentimiento hacia su esposa por llevarlo a renunciar a su posición, él deberá humillarse delante de ella. Esta es la manera de aplicar el modelo de la salvación constante, que abarca desde la encarnación hasta la muerte de cruz. Si este hermano pasa por esta experiencia, Dios lo levantará y lo exaltará, permitiéndole que experimente la norma de la salvación. Como resultado de ello, puede ser que su esposa también se humille y se sienta mal por haberlo contrariado. Ella puede ver que su esposo, en lugar de reaccionar negativamente, prefirió despojarse a sí mismo y humillarse, y que ahora ha sido exaltado y entronizado en su experiencia de Cristo. De este modo, él experimentará el modelo y la norma de la salvación constante.

En Filipenses 2:5-16 vemos cómo llevar a cabo nuestra salvación, y cuál es la fuente y el poder que nos permite experimentar la salvación constante. Al considerar el modelo y la norma mencionados en estos versículos, vemos que necesitamos ser compañeros de Cristo en Su modelo y norma. Este es el primer aspecto de la rica provisión divina que nos lleva a disfrutar la salvación constante.

EL DIOS QUE OPERA EN NOSOTROS

De joven me enseñaron que la humillación del Señor descrita en 2:5-11 consta de siete etapas: despojarse a Sí mismo, tomar forma de esclavo, hacerse semejante a los hombres, humillarse a Sí mismo, hacerse obediente, ser obediente hasta la muerte y ser obediente hasta la muerte de cruz. Me enseñaron también que, como cristianos, debemos seguir al Señor Jesús en estas etapas. No obstante, cuanto más me esforzaba por seguirle e imitarle, más quedaba expuesta mi naturaleza caída. Por experiencia, vi que la enseñanza tradicional de imitar a Cristo no servía de nada, ya que por naturaleza era incapaz de seguir al Señor de esta manera. El Señor Jesús era Dios encarnado, un Dios-hombre, es decir, un hombre con el elemento divino, y yo, un ser caído, sin el elemento humano apropiado, mucho menos el elemento divino. ¿Cómo podría yo seguir a este Dios-hombre? El Señor Jesús contaba con el elemento divino y el elemento humano apropiados; y aunque abandonó la forma de Dios, nunca dejó a un lado Su naturaleza divina. Esto significa que la realidad, la esencia y la sustancia de dicha naturaleza aún permanecían en El. En otras palabras, El era un hombre que estaba lleno del elemento divino, y como tal, podía pasar por las siete etapas de Su humillación. Yo, por mi parte, era incapaz de imitarle.

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Gradualmente comprendí que si queremos seguir al Señor Jesús conforme a Filipenses 2, necesitamos al Dios que opera en nosotros. Por nosotros mismos, somos incapaces de seguir el modelo divino y vivir conforme a la norma de Dios. ¡Pero alabado sea el Señor por la operación de Dios en nosotros! El mismo Dios que se encarnó en la persona del Señor Jesús, ahora mora en nosotros. El es el Dios infinito, el Dios eterno, quien creó el universo por Su palabra. Este Dios eterno se encarnó para vivir en el Señor Jesús. El hizo de Jesús un modelo y lo elevó conforme a la norma divina. Hoy, este mismo Dios está operando en nosotros. Cuando comprendí esto por primera vez, me sentí inundado de gozo. Puesto que Dios está operando en mí, ahora soy un Dios-hombre. Todos los que creen verdaderamente en Cristo, tienen que ver que son Dios-hombres. Ya no debemos vivir conforme a nuestra naturaleza humana caída porque Dios ahora está operando en nuestro ser. ¡Aleluya, somos Dios-hombres, debido a que Dios mora en nosotros y está operando en nosotros! La operación interior de Dios es el segundo aspecto de la rica provisión divina de la salvación constante.

HIJOS DE DIOS

El tercer aspecto es que somos hijos de Dios (2:15). Por haber proclamado esta verdad, algunos nos han acusado falsamente de enseñar que el hombre puede evolucionar hasta convertirse en Dios. Ciertamente no enseñamos esto, pues la Biblia revela que, como hijos de Dios, hemos nacido de El. Esto es lo que testificamos. De la misma manera que un cachorro de perro posee la vida y la naturaleza de un perro, y un niño tiene la vida y naturaleza humana de sus padres, así mismo los hijos de Dios tenemos la vida y la naturaleza de Dios.

Si no fuéramos hijos de Dios, que poseen la vida y la naturaleza divinas, no entenderíamos la operación que Dios realiza en nuestro interior, ni podríamos cooperar con ella. Podemos comparar nuestra cooperación con Dios con una “carrera de tres piernas” [en la que cada corredor tiene una de sus piernas atada a la de otro corredor]. Si atáramos la pierna de un ser humano a la pata de un animal, le resultaría imposible correr, debido a que el animal no tiene la vida y naturaleza adecuadas para cooperar con él. Hablando de manera figurativa, nosotros sí podemos correr una carrera de tres piernas con Dios como nuestro compañero, porque tenemos Su misma vida y naturaleza. Pablo declara: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El (1 Co. 6:17). Nuestro Dios se encarnó, vivió en la tierra para establecer el modelo de nuestra salvación, fue crucificado, y después fue resucitado y exaltado conforme a Su norma divina, para finalmente llegar a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Como tal, El entró en nosotros y ahora mora en nuestro ser como el Dios procesado que lo es todo. La operación que El realiza en nosotros se basa en el hecho de habernos regenerado y haber depositado en nosotros Su vida y naturaleza divina. ¡Esta es la más grande maravilla del

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universo! Después de haber establecido el modelo y la norma, Dios impartió Su vida y naturaleza en nuestro ser. Ahora, El está motivándonos, operando en nosotros, e infundiéndonos Su vigor, conforme al modelo y la norma. Por eso, cuando invocamos al Señor o cuando oramos al Padre, experimentamos Su operación interior.

Ya vimos que el primer aspecto del suministro divino que nos lleva a disfrutar la salvación constante, es el modelo y la norma. El segundo aspecto es la obra interior del Dios que se encarnó, murió en la cruz, y fue resucitado y exaltado. Este Dios ha entrado en nosotros para expresar tal modelo en nuestro ser. Primero, El nos regeneró, impartiendo en nosotros Su vida y Su naturaleza divinas, a fin de hacernos Dios-hombres, hijos de Dios. Ahora, El mora en nosotros para operar continuamente en nuestro interior. Puesto que tenemos al Dios que mora y opera en nosotros, Hebreos 8:11 declara: “Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos”. Debido a que Dios opera en nosotros, sabemos lo que El desea hacer y lo que nosotros debemos hacer. Por ejemplo, cuando un esposo es contrariado por su esposa, él no necesita que un pastor le diga lo que tiene que hacer; en lugar de ello, la operación de Dios en él le indicará que debe hacer a un lado su posición de autoridad y, conforme al modelo establecido por el Señor Jesús, estar dispuesto a servirle como esclavo.

RESPLANDECER COMO LUMINARES

En el versículo 15 Pablo declara que nosotros los creyentes resplandecemos como luminares en el mundo. La palabra griega traducida “luminares” se refiere a cuerpos celestes que reflejan la luz del sol. Somos hijos de Dios que poseen la vida y la naturaleza divinas; como tales, nuestra función primordial es resplandecer. Hemos llegado a ser luminares que reflejan a Cristo, el verdadero sol, debido a que poseemos la vida y la naturaleza divinas. Por consiguiente, cuando cooperamos con la operación interior de Dios, conforme a la vida y la naturaleza divinas, resplandecemos con la luz de Cristo. Este es el cuarto aspecto de la rica provisión divina para nuestra salvación constante.

LA PALABRA DE VIDA

El quinto aspecto se encuentra en la expresión “enarbolando la palabra de vida” (v. 16). En 1:19 tenemos la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, y en 2:16, la palabra de vida. Entre estos dos se encuentran el modelo y la norma de nuestra salvación, el Dios que opera en nosotros, la vida y la naturaleza divinas, y la función de reflejar la luz de Cristo. ¡Qué suministro tan rico! Con un suministro tan rico, podemos ser salvos constantemente.

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Damos gracias al Señor por estos dos grandes dones: el Espíritu y la Palabra. Todos los hijos de Dios deben aprender a acudir a la Palabra de Dios por medio de la vida y la naturaleza divinas, y esto sólo se logra cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar al Dios que mora en nuestro ser. Tener un contacto así es muy diferente de simplemente leer la Biblia con nuestro entendimiento. Algunos cristianos analizan la Biblia, otros recalcan la importancia de memorizar versículos, y aun otros, especialmente los que han sido adiestrados en los seminarios, enseñan la Palabra de manera doctrinal. Si acudimos a la Biblia desde estas diferentes perspectivas, no tocaremos la palabra de vida, sino que ésta será para nosotros un simple libro de conocimientos, doctrinas, enseñanzas y teología. Puesto que fuimos regenerados por el Espíritu, poseemos la vida y la naturaleza divinas, e incluso la propia persona divina, es decir, a Dios mismo, quien mora en nuestro espíritu. Ahora, cada vez que vayamos a la Palabra, debemos ejercitar nuestro espíritu. Al hacer esto, cada línea, cada frase y cada palabra de la Biblia llegará a ser vida para nosotros.

Debido a que todo lo relacionado con Dios es viviente, Sus palabras también deben serlo, es decir, deben ser palabras de vida. Por tanto, si acudimos a la Biblia con un espíritu viviente, espontáneamente disfrutaremos la palabra de vida y seremos abastecidos, fortalecidos, vivificados, iluminados, refrescados, nutridos y lavados.

Luego, a medida que experimentamos la palabra de vida, podremos enarbolarla, es decir, presentarla, ofrecerla y aplicarla a los demás. Esto es lo que significa hablar la palabra de vida a quienes nos rodean. Así, en vez de sentirnos intimidados por los que se oponen, podremos hablarles la palabra de vida en amor. Hablar es el medio por el cual presentamos la palabra de vida a los demás. Nosotros debemos ser un pueblo que habla; debemos aprovechar cada oportunidad para hablar del Señor. Predicar no es una profesión, sino un modo de vivir. Por tanto, debemos entrar en la palabra de vida de una manera tan viviente, que vivamos por esta palabra y la hablemos. Si enarbolamos la palabra de vida de esta manera, disfrutaremos de una salvación constante.

En este mensaje abarcamos cinco aspectos de la rica provisión divina que nos lleva a experimentar la salvación constante: el modelo y su norma, la operación interior de Dios, los hijos de Dios, los luminares y la palabra de vida. Si disfrutamos cada uno de estos aspectos, experimentaremos la salvación constante. Aquel que estableció el modelo y que es en Sí mismo el modelo, ahora está operando en nuestro interior, debido a que mora en nosotros. Además, mediante la regeneración, llegamos a ser hijos de Dios que poseen la vida y la naturaleza divinas, y por ende, somos luminares cuya función consiste en reflejar a Cristo. Finalmente, puesto que tenemos la palabra de vida, podemos sumergirnos en ella, disfrutar de sus riquezas y declararla a todos los que nos

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rodean. De esta manera, las cosas negativas serán vencidas y disfrutaremos la victoria de la salvación constante.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA

EL SACRIFICIO DE LA FE DE LOS CREYENTES

Lectura bíblica: Fil. 2:17-18; 1:25; 3:9; Ef. 1:13; 2:8; 3:17; Gá. 2:20; 5:6; Col. 1:3-4; 2:12

Filipenses 2:17 dice: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. En este versículo Pablo habla del “sacrificio y servicio de vuestra fe”, una frase difícil de entender para los estudiantes de la Biblia. En este versículo notamos dos asuntos relacionados con la fe de los creyentes: el sacrificio y el servicio. Pablo consideraba la fe de los creyentes como un sacrificio ofrecido a Dios. La palabra “servicio” hace alusión a los sacrificios que ofrecía un sacerdote. Por lo tanto, era como si Pablo dijera: “Filipenses, yo considero vuestra fe como un sacrificio ofrecido a Dios, y el hecho de poder presentársela a El, como un servicio”. En este mensaje nos concentraremos en la primera parte, a saber, el sacrificio de la fe de los creyentes.

En la epístola de Filipenses Pablo usa ciertas expresiones extraordinarias, como “la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo” (1:19), “enarbolando la palabra de vida” (2:16), y “el sacrificio y servicio de vuestra fe”. Si queremos conocer el secreto de experimentar a Cristo como lo revela esta epístola, debemos entender estas expresiones.

LA FE COMO UN SACRIFICIO OFRECIDO A DIOS

¿Cuál es la fe que puede considerarse como un sacrificio ofrecido a Dios? Como creyentes, todos poseemos cierta medida de fe; de lo contrario, no podríamos creer en Cristo. Aun así, debemos preguntarnos si nuestra fe puede ser considerada como un sacrificio que los apóstoles pueden ofrecer gozosamente a Dios. Pablo era un sacerdote neotestamentario. El declaró en Romanos 15:16: “Para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, un sacerdote que labora, sacerdote del evangelio de Dios, para que los gentiles sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo”. Como sacerdote del evangelio, Pablo ofrecía a los que eran salvos mediante su predicación, como un sacrificio a Dios. No obstante, notamos que, en Filipenses 2:17, el sacrificio no se refiere a los creyentes mismos, sino a la fe de ellos. Por lo tanto, Filipenses 2:17 presenta un pensamiento más profundo que el de Romanos 15:16. ¿Había considerado alguna vez que su fe es un sacrificio que un ministro como Pablo puede ofrecer a Dios?

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El versículo 17 muestra que Pablo estaba dispuesto a ser derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de la fe de los creyentes. Pablo comprendía que tarde o temprano sufriría el martirio, y que como mártir, sería derramado en libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. En el Antiguo Testamento, la libación se derramaba sobre alguna de las ofrendas básicas. Sin una ofrenda básica, no podía haber libación. Pablo consideraba su martirio como una libación derramada sobre la fe de los filipenses. Por consiguiente, es importante entender cuál es la fe que puede constituir un sacrificio sobre el cual puede derramarse la libación. En este mensaje trataremos de entender cuál era la fe a la que Pablo se refería en Filipenses 2:17.

LA FE, LA PALABRA Y EL ESPIRITU

La fe mencionada en este versículo no es exactamente la misma que se menciona en otras partes de la Biblia. Por ejemplo, en Efesios 1:13 dice: “En El también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Cuando oímos la palabra de la verdad y creímos en Cristo, fuimos sellados con el Espíritu Santo. En este versículo tenemos la palabra, la fe y el Espíritu. Cuando alguien oye la palabra y cree en ella, recibe al Espíritu. La palabra, la fe y el Espíritu son uno.

El Verbo es la expresión de Dios (Jn. 1:1) y Dios es la fuente del Verbo. Cuando tenemos el Verbo, tenemos a Dios, puesto el Verbo es la expresión de Dios.

El evangelio de Juan revela que el Verbo es tanto Dios como el Espíritu. Además, Cristo es también Dios, el Espíritu y el Verbo. Cristo es el Verbo y el Verbo es Dios. Esto muestra que existe una relación maravillosa entre Dios, Cristo, el Espíritu y el Verbo. El Verbo es Dios y el Espíritu, y Cristo también es Dios y el Espíritu. Por un lado, Cristo es el Verbo, y por otro, el Verbo es Cristo. De la misma manera, Dios es el Espíritu y el Espíritu es Dios. Por consiguiente, aquí vemos que el Dios Triuno está corporificado en el Verbo.

El Dios Triuno está corporificado en el Verbo, y este Verbo vino a nosotros. El Verbo que estaba con Dios y era Dios, un día se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros (Jn. 1:1, 14). Conforme a Juan 20, el Verbo encarnado fue adorado como Dios. Dirigiéndose a El, Tomás dijo: “Señor mío, y Dios mío” (Jn. 20:28). El Verbo no es solamente nuestro Dios, sino también la forma en la que nuestro Dios vino a nosotros. Nuestro Dios vino a nosotros en la forma corporificada del Verbo. Por otra parte, Efesios 6:17 declara que el Espíritu es el Verbo. Así, vemos que el maravilloso Dios Triuno está corporificado en el Verbo, y que el Verbo ha venido a nosotros. Cuando el Verbo viene, en realidad vienen Dios, Cristo, y el Espíritu. Los tres del Dios Triuno vienen con el Verbo.

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Ahora bien, la función primordial del Verbo es infundirnos la fe. Les aseguro que después de repetir un versículo diez veces, recibirán una infusión de fe. Incluso si un ateo lee Juan 3:16 y repite este versículo varias veces, el Verbo le infundirá fe.

La función del Espíritu es infundirnos la fe mediante la Palabra. La fe es tanto el producto del Verbo como la función del Espíritu. Cuando el Verbo viene a nosotros y tenemos contacto con El, recibimos el Espíritu; es decir, que cuando el Verbo llega a nosotros y nosotros lo tocamos, éste llega a ser el Espíritu en nuestra experiencia. Por lo tanto, el Verbo primero viene a nosotros y después llega a ser el Espíritu en nosotros.

En nuestra experiencia, el Verbo se convierte en el Espíritu. Un ejemplo de esto es la manera en que encendemos un cerillo. La cabeza del cerillo está hecha de fósforo, por eso se enciende al friccionarla correctamente. ¿Son la llama y el fósforo dos cosas distintas? No, la llama es simplemente la combustión del fósforo. De la misma manera, el Espíritu es la “combustión” del Verbo. Cuando experimentamos esta combustión, el “fuego” nos hace “arder”. La acción de arder corresponde a la fe.

Al principio de mi vida cristiana yo anhelaba tener fe, y por eso leía muchos libros sobre este tema. Sin embargo, ninguno de ellos me ayudó a entender lo que era la fe enrealidad. Sólo en años recientes vine a descubrir por experiencia lo que es la fe. La fe procede de la palabra, la cual nos infunde el elemento divino. Por consiguiente, la fe es el producto de la palabra y de la función del Espíritu. Cuando unimos la palabra y el Espíritu, espontáneamente obtenemos la fe. Como hemos dicho, la fe, la palabra y el Espíritu son uno.

Si usted medita sobre esta definición de la fe en la presencia del Señor, ciertamente lo adorará. Se dará cuenta de que cada vez que brota la fe genuina en su interior, la palabra estará presente y el Espíritu será hecho real en su experiencia. Es imposible tener fe sin la palabra y el Espíritu.

FORTALECIDOS POR EL ELEMENTO DE LA FE

Efesios 3:16-19 revela que cuando el Padre nos dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, entonces Cristo hará Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe. Así, seremos arraigados y cimentados en amor, y seremos plenamente capaces de comprender con todos los santos cual es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conoceremos el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para finalmente ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Si tomamos el tiempo suficiente para orar-leer y meditar sobre estos versículos, ciertamente nuestra fe será fortalecida. Algo en nosotros se fortalecerá

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y percibiremos que Cristo está haciendo Su hogar en nuestros corazones, que estamos siendo arraigados y cimentados en amor, que estamos comprendiendo las dimensiones de Cristo, y que incluso estamos siendo llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto se debe a que cierto elemento se ha infundido en nuestro ser y nos ha fortalecido; este elemento es la fe.

Puede ser que antes de orar-leer estos versículos nos sintamos débiles. No obstante, después de orar-leerlos, sentiremos que hemos sido revestidos de poder, y que ahora somos como una “llanta inflada”. En nuestra experiencia, comprobaremos que la fe, la palabra y el Espíritu son verdaderamente uno, y que son nuestra porción. Además, disfrutaremos a Cristo en la fe que hemos recibido. Asimismo sentiremos que somos fortalecidos con poder, que Cristo está edificando más Su hogar en nuestros corazones, que estamos siendo arraigados y cimentados en amor, que estamos conociendo las dimensiones de Cristo, y que estamos siendo llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

EL DISFRUTE QUE TENEMOS DE CRISTO

Al seleccionar un pasaje de las epístolas de Pablo y meditar sobre él por algún tiempo, sentiremos que algo brota con poder desde nuestro interior. Esto se produce cuando la palabra y el Espíritu se mezclan con nuestra fe, lo cual siempre nos lleva a disfrutar a Cristo. Lo que disfrutemos dependerá de lo que la Palabra nos transmita. Por ejemplo, si un pecador medita sobre 1 de Timoteo 1:15, donde dice que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, algo se le infundirá y apreciará a Cristo como su Salvador. El sabrá que Cristo puede salvarlo. El aprecio que el siente por Cristo es la fe. Como hemos dicho en otras ocasiones, la fe es nuestro aprecio por Cristo y el reflejo de lo que El es y hace por nosotros. Cada vez que un pecador siente aprecio por Cristo, tiene la fe necesaria para ser salvo, y de este modo, disfruta verdaderamente a Cristo como su Salvador.

De la misma manera, podemos disfrutar a Cristo al orar-leer Efesios 3:17. En particular, disfrutaremos que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe, pues eso es lo que nos transmite este versículo. Repito que lo que disfrutamos en fe depende siempre de lo que la Palabra nos transmite. Es por eso que el grado de nuestro disfrute de Cristo puede variar.

La fe auténtica siempre va acompañada del gozo o disfrute de la fe y del sacrificio de la fe. Ya vimos que Efesios 1:13 habla de la fe. La fe es el producto de la Palabra y la función del Espíritu.

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La epístola de Efesios contiene por lo menos dos versículos que indican que la fe nos lleva a disfrutar a Cristo. En Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia habéis sido salvos por medio de la fe”. El hecho de ser salvos por medio de la fe da a entender que la fe es el medio por el cual disfrutamos a Cristo como nuestro Salvador. Es la fe la que nos lleva a disfrutar al Salvador y Su salvación. Más adelante, en Efesios 3:17, leemos que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, lo que indica que la fe nos lleva a disfrutar a Cristo como Aquel que hace Su hogar en nosotros. Aunque todos los cristianos pueden decir amén a Efesios 2:8, muy pocos dirán amén a Efesios 3:17. Dudo que muchos creyentes disfruten al Cristo que hace Su hogar en ellos. Si hemos de disfrutar a este Cristo, debemos leer Efesios 3:15-19 y meditar sobre dichos versículos. Además, es recomendable que oremos-leamos este pasaje y que incluso lo cantemos.

Gálatas 2:20 también muestra que la fe se relaciona con nuestro disfrute de Cristo, pues dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Este versículo declara que Cristo vive en nosotros y que la vida que ahora vivimos, la vivimos en la fe del Hijo de Dios. Por consiguiente, dicho versículo revela que la fe nos lleva a disfrutar al Cristo que vive en nosotros. ¡Qué maravilloso disfrute!

En Gálatas 5:6 Pablo añade: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe, que obra por medio del amor”. El Cristo revelado en la epístola de Gálatas puede ser disfrutado solamente por medio de la fe. La fe es la que nos conduce al disfrute de Cristo.

La epístola de Colosenses también relaciona la fe con el disfrute que tenemos de Cristo. Después de mencionar la fe de los creyentes (1:4), Pablo escribe que los Colosenses fueron “sepultados juntamente con El en el bautismo” y que fueron “resucitados juntamente con El, mediante la fe de la operación de Dios” (2:12). La fe nos permite disfrutar la operación de Dios. Anteriormente estábamos muertos, pero ahora podemos disfrutar la resurrección de entre los muertos. La fe nos conduce al disfrute del Dios que opera levantándonos de entre los muertos.

Todos estos versículos ejemplifican el hecho de que, juntamente con la fe genuina, experimentamos gozo y disfrute. Además, lo que disfrutamos depende del pasaje de la Palabra que recibimos por fe. Dicho de otro modo, el disfrute de la fe depende de lo que nos transmite un versículo determinado.

En Colosenses 1:25, Pablo declara que fue hecho ministro para completar la palabra de Dios. Sin el ministerio de Pablo, cuyo contenido se encuentra particularmente en las

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epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, la palabra de Dios estaría incompleta. Esto indica que si no profundizamos en estas cuatro epístolas de Pablo, el disfrute que obtengamos de Cristo mediante la fe no será adecuado, pues no corresponderá con las riquezas que se hallan en estas epístolas.

Hasta cierto grado, los cristianos disfrutan a Cristo por medio de la fe, pero no muchos lo disfrutan en todos Sus aspectos, en la iglesia, con la iglesia y para la iglesia. Puedo testificar que al comienzo de mi vida cristiana disfrutaba a Cristo en cierta medida. Pero sólo llegué a disfrutarlo de una manera rica cuando entré en el recobro del Señor. Desde entonces, las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, han llegado a ser mi fe. Hoy en día, mi fe no proviene simplemente de versículos como Juan 3:16 y 5:24, sino del disfrute de estas cuatro epístolas de Pablo.

No pretendo menospreciar ningún libro de la Biblia, pero estoy seguro de que si leemos un libro como Eclesiastés, no disfrutaremos tanto a Cristo. Cuando mucho, tal vez lleguemos a comprender que todas las cosas son vanidad, y anhelemos llevar una vida que esté fuera de toda vanidad. Sin embargo, dicho libro no nos llevará a disfrutar a Cristo tan ricamente. El disfrute abundante de Cristo se encuentra en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses.

Antes de venir al recobro del Señor, ¿disfrutaba usted al Cristo que lo es todo? ¿Disfrutaba a este Cristo en la iglesia, con la iglesia y para la iglesia? Es probable que disfrutáramos algo de Cristo como lo revela Lucas 15, pero no al Cristo que lo es todo, como lo revelan las epístolas de Pablo. Esto se debe a que no habíamos profundizado en el contenido de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Por años me reuní en la asamblea de los Hermanos, y asistí a muchas conferencias sobre la tribulación y sobre profecías bíblicas. Escuché mensajes acerca del hombre de iniquidad, la última trompeta, el arrebatamiento, la imagen de Daniel 2, las setenta semanas de Daniel 9 y las bestias de Daniel 7 y Apocalipsis 13. No cabe duda de que cada capítulo de la Biblia contiene el aliento de Dios; no obstante, también es un hecho que en Daniel 7 no disfrutamos tanto a Cristo como en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Asimismo, aunque el libro de Hechos habla mucho de la iglesia, no podemos disfrutar tanto a Cristo en dicho libro como en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses.

EL GOZO DE LA FE

Disfrutar a Cristo equivale a tener el gozo de la fe. Pablo habla del gozo de la fe en Filipenses 1:25: “Y confiando en esto, sé que quedaré, y aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro progreso y gozo de la fe”. Dos asuntos constreñían a Pablo: el deseo de partir y estar con Cristo, y la necesidad de quedar en la carne por causa de los

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santos (vs. 23-24). Finalmente, él concluyó diciendo que quedaría, y que aún permanecería con los creyentes para su progreso y su gozo de la fe. Pablo anhelaba ministrar más de Cristo a los santos para que ellos lo pudieran experimentar más. Mediante el ministerio de Pablo, más de Cristo se infundiría en ellos y, por consiguiente, crecería más su fe. Luego, dicha fe les permitiría tener un mayor disfrute de Cristo, y, de ese modo, experimentarían el progreso y el gozo de la fe.

Hoy en día, la palabra de Dios está completa. Por tanto, les insto a que estudien toda la Biblia, y especialmente las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, las cuales completaron la palabra de Dios. Si deseamos tener la fe que conduce a disfrutar plenamente a Cristo en la iglesia, debemos conocer perfectamente estas cuatro epístolas.

CONSTITUIDOS DE CRISTO PARA SER UN SACRIFICIO

El disfrute de la fe nos convierte en un sacrificio, que es el mismo Cristo que experimentamos y disfrutamos. A medida que disfrutamos a Cristo, lo experimentamos, lo ganamos y lo poseemos. De hecho, incluso nuestro ser llega a estar constituido de Cristo. Es así como nuestra fe llega a ser un sacrificio que puede ser ofrecido a Dios.

Anhelo ver el sacrificio de la fe entre los santos. No quisiera ministrar por muchos años a los santos acerca de Cristo y la iglesia, para finalmente descubrir que ellos no experimentan ni disfrutan lo suficiente a Cristo. Si no ganamos a Cristo, el sacrificio no se producirá, y, como resultado, no disfrutaremos a Cristo, y el que ministra se quedará sin un sacrificio que ofrecer a Dios. Si verdaderamente deseamos que se produzca el sacrificio de fe, debemos tocar la palabra de vida de manera que ésta se convierta en la abundante suministración del Espíritu. Así se producirá la fe, es decir, la fe que resulta de mezclar la Palabra y el Espíritu con nuestro aprecio por Cristo. Este es el sacrificio que podemos ofrecer a Dios.

De acuerdo con Filipenses 2:17, la fe representa nuestro disfrute y experiencia de Cristo, así como el hecho de ganarlo a El, lo cual se convierte en un grato sacrificio ofrecido a Dios. De este modo, el que ministra se sentirá feliz de ofrecer tal sacrificio a Dios y de poder derramarse en libación sobre dicho sacrificio.

Animo a todos los santos a estudiar y orar-leer las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, y aun a cantarlas. Debemos “prender el cerillo” y experimentar el “fuego”, si deseamos ganar a Cristo, experimentarlo, disfrutarlo y poseerlo. Así se producirá la fe que puede ser presentada a Dios como sacrificio. Todos debemos obtener la fe que está mezclada con la Palabra de Dios y la abundante suministración del Espíritu, si hemos de obtener un sacrificio que Dios pueda disfrutar.

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LA FE Y EL HECHO DEENARBOLAR LA PALABRA DE VIDA

No debemos separar 2:16 de 2:17; gramaticalmente, estos dos versículos están unidos por la conjunción “y”, lo cual indica que la fe del versículo 17 se relaciona con el hecho deenarbolar la palabra de vida, mencionado en el versículo 16. Dicho de otro modo, el enarbolar de la palabra de vida, en la experiencia, se relaciona con el sacrificio de la fe. El pensamiento de Pablo en estos versículos es que si los santos enarbolaban la palabra de vida, él tendría de qué gloriarse en el día de Cristo. La era en que vivimos es el día del hombre (1 Co. 4:3), mientras que la era venidera será el día de Cristo. Cada cual ejercerá su autoridad en la era que le corresponde. Puesto que estamos en la era del día del hombre, es el hombre quien tiene autoridad sobre la tierra; pero en el día de Cristo, El tendrá plena autoridad. Por consiguiente, si los filipenses enarbolaban la palabra de vida en el día del hombre, Pablo podría gloriarse en el día de Cristo de no haber corrido ni trabajado en vano.

Después de que Pablo exhortó a los creyentes a que enarbolaran la palabra de vida para que él pudiera gloriarse en el día de Cristo, él declaró en el versículo 17: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. Aun ahora, en el día del hombre, Pablo podía ser derramado en libación sobre el sacrificio que producirían los creyentes al enarbolar la palabra de vida. Esto significa que si los creyentes enarbolaban la palabra de vida, le proporcionarían a Pablo un sacrificio básico sobre el cual él podría derramarse en libación.

Al examinar detenidamente estos versículos, vemos que toda experiencia que tengamos de Cristo siempre se originará en nuestra fe. Por tanto, nuestra fe representa la suma total de nuestra experiencia de Cristo. El enarbolar de la palabra de vida en el versículo 16 equivale a la fe mencionada en el versículo 17. Esto se comprueba por la conjunción “y”, la cual une estos versículos. Pablo deseaba poder jactarse en el día de Cristo, de que los creyentes habían enarbolado la palabra de vida. Aun en el día del hombre, Pablo logró obtener el sacrificio de la fe de los creyentes como un sacrificio básico sobre el cual él podía derramarse en libación. El sacrificio de la fe corresponde con el enarbolar de la palabra de vida por parte de los creyentes.

En el versículo 16 Pablo habla de gloriarse, y en el versículo 17, de regocijarse. En estos versículos, las palabras gloriarse y regocijarse son sinónimos. Pablo podía gloriarse en el hecho de que los creyentes enarbolaban la palabra de vida, y se regocijaba al ver el sacrificio de la fe de ellos. La acción de gloriarse mencionada en el versículo 16 se relaciona con el enarbolar de la palabra, y la acción de regocijarse en el versículo 17, con el sacrificio de la fe de los creyentes. La acción de regocijarse del versículo 17 equivale a

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la acción de gloriarse del versículo 16, de la misma manera que el sacrificio de la fe corresponde al enarbolar de la palabra de vida. Una vez más, vemos aquí que la fe representa la suma total de nuestra experiencia, disfrute y ganancia de Cristo.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y UNO

SER HALLADOS EN CRISTOTENIENDO LA JUSTICIA DE DIOS

POR MEDIO DE LA FE

Lectura bíblica: Fil. 3:7-9; Gá. 2:19-20

Filipenses 3:9 dice: “Y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Este versículo muestra que la justicia de Pablo estaba íntimamente relacionada con la ley. Si queremos ser hallados en Cristo, hay un requisito que debemos cumplir: no tener nuestra propia justicia que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, es decir, la justicia procedente de Dios basada en la fe. Por lo tanto, el título de este mensaje es: “Ser hallados en Cristo teniendo la justicia de Dios por medio de la fe”. Podemos ser hallados en Cristo cuando tenemos la justicia de Dios, y esta justicia es por medio de la fe de Cristo.

LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

En Filipenses 3:8 Pablo habla de “la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús”. Esta expresión ciertamente no se refiere al conocimiento que Cristo tiene, sino a nuestro conocimiento de El, es decir, al conocimiento que nos permite conocer lo maravilloso que Cristo es. Dicho conocimiento tiene su excelencia.

Pablo obtuvo la excelencia del conocimiento de Cristo por revelación. Mientras estuvo en el judaísmo, él se hallaba bajo la ley. La ley ocupaba su visión y sus pensamientos. El buscaba el conocimiento de la ley con toda sinceridad. Para él, dicho conocimiento era tan excelente, que estaba dispuesto a sacrificarlo todo para obtenerlo. Sin embargo, un día, mientras iba camino a Damasco, el Señor le abrió los ojos para que viera la economía de Dios con respecto a Cristo. Desde aquel momento, Pablo se volvió de la excelencia del conocimiento de la ley, a la excelencia del conocimiento de Cristo.

Las epístolas de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses revelan que Cristo no solamente lo es todo, sino que también lo abarca todo. Cristo es la anchura, la longitud,

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la altura y la profundidad. Como tal, Sus dimensiones son inmensurables. ¿Quién puede medir Su altura o Su profundidad? Pedro recibió la revelación de que Cristo era el Hijo del Dios viviente que edifica la iglesia, pero no tuvo una visión tan clara de Cristo como la de Pablo. La revelación que Pablo recibió, resultó en el excelente conocimiento de lo vasto que Cristo es.

Pablo estaba dispuesto a perderlo todo y a estimar todas las cosas como basura por la excelencia de este conocimiento. Una vez que él recibió la revelación acerca de Cristo, todo lo demás llegó a ser basura, desperdicios y escoria para él. Espontáneamente, él comprendió que no sólo la religión era basura, comida de perros, sino también la cultura. ¿Por qué Pablo estimaba todas las cosas como pérdida? Por causa de la excelencia del conocimiento del Cristo, quien lo es todo y lo abarca todo. Asimismo, él estuvo dispuesto a estimar todas las cosas como pérdida para ganar a Cristo.

GANAR A CRISTO Y SER HALLADOS EN EL

El hecho de que hayamos recibido la revelación de Cristo, no implica que ya lo hayamos obtenido. De hecho, después de que Pablo recibió la revelación de Cristo, aún necesitaba proseguir para ganarlo. De la misma manera, es posible que nosotros poseamos la excelencia del conocimiento de Cristo, pero no poseamos a Cristo en nuestra experiencia. Por consiguiente, debemos buscar a Cristo a fin de ganarlo, tal como lo hizo Pablo.

Al final del versículo 8 Pablo habla de ganar a Cristo, y en el versículo 9, expresa el deseo de ser hallado en El. Estos son dos aspectos de una misma experiencia. Pablo deseaba ganar a Cristo y ser hallado en El. Una cosa es tener la excelencia del conocimiento de Cristo, y otra es ganarlo y ser hallado en El. Es posible recibir la revelación de que Cristo lo es todo y lo abarca todo, y aun así, ser hallados en la ética, en la cultura o en nuestra buena conducta, en vez de ser hallados en Cristo. Si alguien va a visitarlo a su casa, ¿lo hallará en Cristo? Quizás usted declare: “¡Aleluya, estoy en Cristo! He sido trasladado de Adán a Cristo”. Sin embargo, esta puede ser una simple declaración, y no la realidad de su experiencia.

En 2:14 Pablo declara: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Tal vez seamos hallados en murmuraciones y argumentos en vez de ser hallados en Cristo. Por ejemplo, supongamos que una esposa murmura de su marido y que éste reacciona con argumentos. En tal caso, ni la esposa ni el marido son hallados en Cristo.

Hemos dicho en repetidas ocasiones que Cristo es contrario a la religión, a la cultura y a la filosofía. No obstante, la mayor parte del tiempo somos hallados en nuestra propia

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cultura, en la religión que nosotros mismos nos imponemos y en la filosofía creada por nosotros mismos. Puede ser que establezcamos ciertas normas para nuestra vida matrimonial o para nuestra vida de iglesia, y que, debido a ello, no seamos hallados en Cristo, sino en dichas normas. Las normas que establecemos pueden ser el origen de nuestras murmuraciones, argumentos y críticas; incluso podemos usarlas como una regla para medir a los demás. ¡Oh, es crucial que una vez que tengamos la excelencia del conocimiento de Cristo, procuremos ganar a Cristo y ser hallados en El!

UN REQUISITO INDISPENSABLE

Ya dijimos que si deseamos ser hallados en Cristo tenemos que cumplir un requisito, a saber, no tener nuestra propia justicia que es por la ley, sino la justicia procedente de Dios basada en la fe. A veces pensamos que tenemos la experiencia de ser hallados en Cristo. Pero a menos que cumplamos con el requisito antes mencionado, no tendremos la realidad de dicha experiencia. Repetimos que para ser hallados en Cristo es imprescindible tener la justicia de Dios que es por medio de la fe de Cristo. La expresión “teniendo la justicia de Dios” que aparece en el título de este mensaje, alude a la condición necesaria para ser hallados en Cristo de forma práctica. Por consiguiente, lo más crucial aquí es la justicia de Dios.

LA JUSTICIA DE DIOSY NUESTRA PROPIA JUSTICIA

A estas alturas, quisiera presentar una nueva definición o interpretación de la justicia mencionada en 3:9. En este versículo, la palabra justicia se refiere al hecho de ser justos con Dios y con los hombres, en nuestra vida diaria. En 3:6 Pablo habla de su pasado, donde declara que llegó a ser irreprensible “en cuanto a la justicia que es en la ley”. Antes de ser trasladado a Cristo, Pablo había sido un fariseo irreprensible en cuanto a la ley, y pensaba que en su vida diaria se comportaba rectamente con los hombres y con Dios. Pero en realidad, él no era justo con Dios bajo ningún punto de vista. La única justicia que puede resultar en una conducta verdaderamente justa para con Dios y con los hombres, debe ser una justicia que proceda de Dios. La expresión “la justicia de Dios” no sólo significa que la justicia pertenece a Dios, sino que ésta es Dios mismo. Lo mismo sucede con expresiones tales como “la vida de Dios”, “la luz de Dios” y “el amor de Dios”, las cuales no sólo implican que la vida, la luz y el amor pertenecen a Dios. La vida de Dios es Dios mismo. Lo mismo podemos decir en cuanto a la luz y el amor; Dios mismo es la luz y el amor. Este mismo principio se aplica a la justicia de Dios. Así como la vida y la luz de Dios son Dios mismo, la justicia de Dios también es Dios mismo. Por consiguiente, sólo podemos llevar una vida justa con Dios y con los hombres cuando Dios se expresa en nuestra vida diaria.

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Podemos ver esto claramente cuando examinamos lo que es nuestra propia justicia. Nuestra propia justicia es la expresión de lo que somos, o sea, la expresión de nuestro yo. Mi justicia no es otra cosa que mi yo expresado, mientras que la justicia de Dios es Dios expresado por medio nuestro; Dios mismo es expresado en nuestra vida, cotidiana. Así, el amor con que amamos a otros es Dios mismo expresado. Del mismo modo, nuestra humildad ya no estará más basada en la ética, sino que será una humildad divina, Dios mismo expresado a través de nosotros. Por lo tanto, si deseamos ser hallados en Cristo, es imprescindible que El sea expresado por medio de nosotros, y que incluso llegue a ser nuestro vivir diario.

Cuando era joven, pensaba que la justicia mencionada en el versículo 9 se refería a la justicia que Dios nos otorga mediante la justificación. Sin embargo, en lo profundo de mi ser sentía que éste no era el significado correcto de la justicia mencionada en este versículo. Pero años después, pude ver que la justicia mencionada en 3:9 era en realidad Dios mismo expresado en nuestro diario vivir. Si aspiramos a esta justicia, debemos llevar una vida que exprese a Dios. Este es el requisito que debemos cumplir si verdaderamente hemos de ser hallados en Cristo.

LA FE DE CRISTO

Ahora debemos preguntarnos: ¿Cómo puede la justicia convertirse en nuestro vivir diario? Esto sólo puede efectuarse por medio de la fe de Cristo. Así como la justicia de Dios es Dios mismo, la fe de Cristo es Cristo mismo. La fe de Cristo no es simplemente algo que pertenece a Cristo, sino que en realidad es Cristo mismo. Dicha fe sólo llega ser nuestra cuando oímos la Palabra. Al recibir la Palabra, el elemento de Cristo se infunde en nosotros. Al mismo tiempo, experimentamos la función del Espíritu. El resultado de esta infusión y de esta función es la fe, la cual establece una unión orgánica entre nosotros y el Dios Triuno. Esta fe, que es en realidad Cristo mismo, nos une orgánicamente con Dios. En dicha unión, nosotros y Dios somos hechos un solo espíritu. De este modo, nosotros vivimos, y Dios vive en nosotros; Dios vive, y nosotros vivimos en El.

No pensemos que solamente nosotros estamos en Dios y que El no está en nosotros, ni tampoco que solamente Dios está en nosotros y que nosotros no estamos en El. Antes bien, debemos darnos cuenta de que existe una relación entre nosotros y Dios, que nosotros estamos en Dios y El está en nosotros. Esta es la razón por la cual el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (Jn. 15:4).

Tenemos la justicia de Dios mediante la unión orgánica con el Dios Triuno, la cual nos lleva a ser un solo espíritu con El. Ciertamente, la justicia de Dios no tiene nada que ver

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con la ley, sino únicamente con la fe. En esta unión orgánica que se produce por medio de la fe, nosotros podemos vivir a Dios, y El puede expresarse desde nuestro interior, llegando a ser nuestra justicia. Una vez que tenemos esta justicia, nuestra condición es propicia para ser hallados en Cristo. Este es un pensamiento muy profundo, pero si logramos entenderlo, experimentaremos el aspecto más elevado de la salvación de Dios y seremos rescatados de todo lo demás. Espero que todos anhelemos ganar a Cristo y ser hallados en El en tal condición.

EL ESPIRITU Y LA PALABRA

Si queremos entender apropiadamente Filipenses 3:9, debemos examinar este versículo dentro del contexto de toda la epístola. En 1:19, Pablo habla de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Dicha suministración no es simplemente algo que pertenece al Espíritu; en realidad es el Espíritu mismo. Bajo este mismo principio, la frase “el Espíritu de Jesucristo” no quiere decir simplemente que el Espíritu pertenece a Cristo, sino que el Espíritu es el propio Cristo. Así como el Hijo de Dios es Dios mismo, el Espíritu de Cristo es Cristo mismo. Cristo es el Espíritu y el Espíritu es la suministración abundante.

En Filipenses 2:16 Pablo continúa hablando de la palabra de vida. Recordemos que la palabra de vida no es simplemente algo que pertenece a la vida, sino que de hecho, es la vida misma. En el lenguaje del Nuevo Testamento, la palabra de vida denota la vida misma. En 1 Juan 1:1 se menciona la Palabra de vida, y en Juan 6:63, el Señor Jesús declara que Sus propias palabras son vida. En Filipenses, por un lado, tenemos al Espíritu de Jesucristo como el suministro, y por otro, a la palabra de vida como el medio.

Debemos considerar los primeros tres capítulos de Filipenses en conjunto y ver la relación que existe entre la suministración del Espíritu, la palabra de vida y la justicia procedente de Dios basada en la fe. Cuando en nuestra experiencia tenemos el Espíritu, la palabra y la fe, Dios mismo se infunde en nosotros. De esta manera, el Dios que se infunde en nosotros llega a ser nuestro diario vivir, a lo cual Pablo llamó: la justicia de Dios.

DIOS MISMO SE INFUNDE EN NOSOTROS

Cuando tenemos la suministración del Espíritu, la palabra de vida y la justicia de Dios que es por medio de la fe, Dios mismo se infunde en nosotros, y de esta manera, El puede expresarse en nuestro diario vivir. Esta clase de vivir puede denominarse la justicia de Dios, lo cual no consiste simplemente en ganar a Cristo, sino en

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experimentarlo y disfrutarlo de una manera muy práctica. Esto es lo que significa ser hallados en Cristo. Somos hallados en El cuando disfrutamos la infusión de Dios, la cual nos capacita para expresarlo mediante la suministración del Espíritu, la palabra de vida y la justicia de Dios que es por medio de la fe. No me cabe ninguna duda de que éste era el pensamiento de Pablo cuando escribió la epístola de Filipenses.

Pablo ciertamente tenía mucha experiencia en este asunto. El había obtenido su fe de la palabra de vida y mediante la suministración del Espíritu, y dicha fe le infundió a Dios. Es por eso que podía expresar a Dios en su vida diaria y ser hallado en Cristo, teniendo la justicia de Dios. Pablo anhelaba sinceramente ser hallado en Cristo en tal condición. No sólo deseaba ganar a Cristo, sino también ser hallado en El, en una condición tal que las personas pudieran ver en él a un hombre que expresaba a Dios. Como tal, el apóstol no era un hombre absorbido por la cultura, la religión, la filosofía, la ética ni la moralidad, sino un hombre que se hallaba plenamente sumergido en Cristo y que expresaba a Dios en su vida diaria.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y DOS

OBTENER A CRISTO, EXPERIMENTANDOEL PODER DE SU RESURRECCION

Lectura bíblica: Fil. 3:10-16; Ro. 1:4; 8:11

Las cuatro epístolas que constituyen el corazón de la revelación divina, a saber, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, son una mina inagotable. Cuanto más excavamos, más descubrimos que las riquezas que contienen son inagotables. Por ejemplo, en solo un versículo como Filipenses 3:10, apreciamos por lo menos “cuatro diamantes”. Pablo empieza este versículo, diciendo: “A fin de conocerle”. El sufijo “-le” se refiere a Cristo, quien lo es todo. En segundo lugar, este versículo habla del poder de la resurrección de Cristo; luego menciona la comunión en Sus padecimientos; y finalmente, habla de ser configurados a Su muerte. ¡Cuántas riquezas se hallan en este versículo!

En el versículo 11 Pablo añade: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. Aquí tenemos otro “diamante”, la superresurrección de entre los muertos, que es la resurrección sobresaliente.

En Filipenses 3:7-16 Pablo usa por lo menos tres términos diferentes que en griego comunican la noción de ganancia. En el versículo 8, él declara que lo había perdido todo y que estimaba todas las cosas como basura para “ganar a Cristo”. Aquí, la palabra

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griega traducida “ganar” significa afianzar, obtener o asir. En el versículo 12 Pablo usa otros dos términos, los cuales también significan obtener y asir. Por consiguiente, él habla de ganar, alcanzar y asir a Cristo. Asir significa echar mano o tomar posesión. Pablo deseaba no sólo ganar a Cristo, sino también alcanzarlo y asirlo.

Conforme al versículo 12, Pablo anhelaba asir aquello para lo cual había sido también asido por Cristo Jesús. En su experiencia camino a Damasco, Pablo preguntó a Aquel que se le apareció: “¿Quién eres, Señor?” (Hch. 9:5). En el mismo momento en que el Señor le contestó: “Yo Soy Jesús”, El asió a Pablo. Por tanto, en la epístola de Filipenses Pablo podía declarar que él buscaba asir aquello para lo cual había sido asido por Cristo.

Cuando fuimos salvos, Cristo nos asió. Quizás al principio no nos dimos cuenta de este hecho, pero todos los que han tratado de escapar del Señor pueden testificar que es imposible hacerlo. Cristo ciertamente nos ha asido, para que ahora nosotros lo ganemos, lo obtengamos y podamos también asirlo.

TRES ETAPAS PARA GANAR CRISTO

El hecho de que Pablo usara tres palabras griegas distintas para comunicar la noción de ganancia, da a entender que el Señor desea que lo ganemos, que lo obtengamos y que logremos asirlo. Algunos lectores pueden pensar que estas expresiones no son más que una simple repetición. No obstante, dichas palabras denotan tres etapas progresivas que nos permiten obtener a Cristo. En el versículo 8 Pablo declara: “Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Esto marca el comienzo. Luego, en el versículo 10, él añade: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. Aquí vemos la segunda etapa; este versículo en realidad nos muestra cómo ganar a Cristo. Finalmente, en la tercera etapa logramos asir a Cristo (v. 12), lo cual concluye el proceso para ganarlo.

Todos hemos experimentado la primera etapa, ya que todos ganamos a Cristo en el momento en que creímos en El y lo recibimos. Ese fue el inicio del proceso; ahora debemos ganarlo continuamente, lo cual equivale a obtenerlo. Finalmente, tal proceso culmina cuando logramos asirlo a El.

El versículo 12 muestra que Pablo no consideraba haberlo ya alcanzado. Era como si dijera: “Aún no lo he alcanzado, pero estoy en camino, estoy en el proceso de obtener a Cristo hasta lograr asirlo”.

En los versículos 8, 10 y 12, tenemos la etapa inicial del proceso para ganar a Cristo, así como la continuación de dicho proceso, y finalmente su culminación, que consiste en

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asirlo a El. En este mensaje no tengo la carga de hablar de la etapa inicial ni de la culminación de dicho proceso, sino más bien, de la continuación de tal proceso, que tiene lugar entre la etapa inicial del proceso para ganar a Cristo y la etapa final, en la cual lo asimos.

SUFRIR POR EL CUERPO

El proceso para obtener a Cristo, según se revela en el versículo 10, consiste en conocerlo a El, experimentando el poder de Su resurrección. No obstante, si queremos conocer el poder de Su resurrección de manera práctica, debemos participar en Sus sufrimientos y conocer la comunión en Sus padecimientos.

En un sentido real, los padecimientos de Cristo aún no han terminado. Al oír esto, tal vez algunos argumenten: “Cristo murió, fue sepultado y resucitó una vez y para siempre, y ahora se encuentra en el trono. ¿Cómo puede usted afirmar que Sus padecimientos aún no han terminado?” Examinemos las palabras de Pablo en Colosenses 1:24: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y de mi parte completo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia”. Ciertamente Cristo está en el trono, pero Sus padecimientos aún no se han cumplido. Con respecto a Cristo como Cabeza, Sus padecimientos están completos; sin embargo, Sus padecimientos por el Cuerpo aún no han terminado. Por esta razón se les llama “Sus padecimientos”. Además, en Colosenses 1:24 vemos que Pablo consideraba que sus propios padecimientos completaban los padecimientos de Cristo por Su Cuerpo. Es por eso que él indica en Filipenses 3:10 que debemos participar en los padecimientos de Cristo. Los padecimientos de Cristo por Su Cuerpo aún continúan, y debemos participar en ellos. Cristo sufrió mientras estuvo en la tierra; pero ahora nosotros, quienes que le seguimos, participamos en los padecimientos de El por Su Cuerpo. Si hemos de conocer a Cristo al experimentar el poder de Su resurrección, ciertamente debemos participar en Sus padecimientos. El proceso para obtener a Cristo se relaciona con Su resurrección, Sus padecimientos y con Su muerte. Si deseamos conocerlo, debemos compartir Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte a fin de experimentar el poder de Su resurrección.

LIBRES DE LOS ENREDOS TERRENALES

El versículo 10 empieza con la expresión “a fin de conocerle”, la cual está relacionada con el predicado compuesto de los versículos 8 y 9, “para ganar a Cristo, y ser hallado en El”. Primero, debemos perderlo todo y tenerlo por basura para ganar a Cristo. Ganar a Cristo de esta manera no consiste simplemente en creer en El o en recibirlo; más bien, significa estimar todas las cosas como pérdida, perderlo todo y tenerlo por basura. Pablo

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perdió todas las cosas y las tenía por basura. El estaba libre de todo enredo terrenal; había renunciado a todo para ganar a Cristo, había abandonado la religión y la cultura, estimándolas como basura, desperdicios, comida de perros. Esta actitud despejó el camino para que Pablo ganara a Cristo y fuera hallado en El, a fin de conocerle.

La expresión “a fin de conocerle” es una traducción literal del griego. Conforme al original griego, Pablo declaró que él quería ganar a Cristo y ser hallado en El a fin de conocerlo. Al igual que Pablo, nosotros también necesitamos ser liberados de todo enredo terrenal y estimar todas las cosas como basura. Entonces podremos declarar: “Señor Jesús, Tú eres lo único que me interesa. Deseo ganarte, ser hallado en Ti y conocerte”.

Ya mencionamos que “alcanzar” en el versículo 12 es la continuación de la experiencia de “ganar a Cristo”, mencionada en el versículo 8. Pablo deseaba ganar a Cristo a fin de conocerlo y obtenerlo y, por esa razón, procuraba conocerlo a El, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos.

LA RESURRECCION Y LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO

La expresión “a fin de conocerle” se refiere a conocer a Cristo de una manera general, pero conocer el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte, son aspectos específicos en que conocemos a Cristo. En realidad, conocer a Cristo significa conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Algunos cristianos aseguran haber conocido a Cristo durante muchos años, pero aún no han experimentado el poder de Su resurrección; saben que Cristo es poderoso y que El manifestó Su poder levantando a Lázaro de entre los muertos. No obstante, la resurrección de Lázaro es muy distinta al poder de la resurrección de Cristo, pues, finalmente, Lázaro murió y tuvieron que volverlo a sepultar, pero en el caso concreto de Cristo, la resurrección lo elevó al trono. Cuando Pablo hablaba del poder de la resurrección de Cristo, no tenía en mente el poder que fue manifestado en la resurrección de Lázaro, sino el de una resurrección que puede ser llamada: la resurrección de Cristo. El quería conocer el poder de Su resurrección.

En el versículo 10 Pablo menciona la comunión en los padecimientos de Cristo. Es posible sufrir sin participar en los padecimientos de Cristo. Por ejemplo, alguien puede perder su empleo por descuido o negligencia, y sufrir por ello; sin embargo, dichos sufrimientos no tienen nada que ver con los padecimientos de Cristo.

También hay diferencia entre los sufrimientos que operan para nuestra transformación, y aquellos que experimentamos por causa del Cuerpo de Cristo. En 3:10 Pablo no se

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refiere a los sufrimientos que obran para nuestra transformación. Si comparamos Filipenses 3:10 con Colosenses 1:24, veremos que en realidad aquí Pablo está hablando de los sufrimientos que completan las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo. Es cuando sufrimos por causa del Cuerpo que experimentamos realmente el poder de la resurrección de Cristo. No cabe duda de que los sufrimientos son necesarios para nuestra transformación. Pero no debemos confundir tal clase de sufrimientos con los padecimientos de Cristo, ya que El no sufrió en ese sentido.

Muchos cristianos no entienden debidamente los sufrimientos que operan para nuestra transformación, y mucho menos comprenden los sufrimientos que contribuyen a la edificación del Cuerpo. Algunos maestros de la Biblia sólo presentan el sufrimiento como un tipo de disciplina o castigo, advirtiéndonos que si no obedecemos al Señor y andamos conforme a Su Palabra seremos disciplinados por El. Otros usan Hebreos 12 para demostrar que los sufrimientos nos pueden hacer santos (v. 10). Sin embargo, por lo general no explican lo que significa ser santo.

En Romanos, Pablo no presenta el sufrimiento como disciplina. Por el contrario, él lo relaciona con la transformación y la conformación. Romanos 8:28 dice que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de aquellos que le aman. Algunos maestros de la Biblia mencionan este versículo sin relacionarlo con el versículo siguiente, que dice que la intención de Dios es conformarnos a la imagen de Su Hijo. Dicha conformación es el resultado de la transformación. Por consiguiente, vemos que todas las cosas cooperan para nuestro bien, para que seamos transformados y conformados a la imagen del Hijo de Dios. No hay duda de que este proceso conlleva sufrimientos, los cuales nos ayudan a ser hijos maduros. Mientras pasamos por esta clase de sufrimientos, podemos experimentar el poder de la resurrección de Cristo, aunque no en la misma medida que cuando sufrimos por causa del Cuerpo.

Así como existe más de una clase de sufrimientos, también hay más de una clase de resurrección. Todos los que hayan muerto, ciertamente resucitarán; algunos para “resurrección de vida”, y otros, para “resurrección de juicio” (Jn. 5:29). En este mensaje nos referimos a la resurrección de Cristo y al poder de dicha resurrección. Son pocos los cristianos que conocen el poder de esta resurrección.

Existe una estrecha relación entre conocer el poder de la resurrección de Cristo y conocer la comunión en Sus padecimientos. Pablo experimentó el poder de la resurrección de Cristo de esta manera. Cuando sufrimos por causa del Cuerpo y el nombre de Cristo, experimentamos el poder de Su resurrección. Puedo testificar que cuando tengo el denuedo para luchar por los intereses del Señor, experimento la unción y soy revestido de poder. Sin embargo, si usted siente vergüenza de declarar que es

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cristiano, y aun más, un cristiano que practica la vida de iglesia, carecerá de este poder. No obstante, si testifica que es un creyente y que está firme en la base de unidad de la iglesia, ciertamente será fortalecido.

CONFIGURADOS A SU MUERTE

A medida que participamos de los padecimientos de Cristo por Su Cuerpo, vamos siendo configurados a Su muerte. Mientras el Señor Jesús vivió en la tierra, estaba muerto a todo lo que no era Dios, incluyendo a Su familia y parientes. La vida que El llevó fue una vida crucificada, en la que continuamente hacía morir Su vida natural. Debido a esto, estaba vivo para Dios y lo vivía a El.

Cuando estemos dispuestos a sufrir por Cristo y por Su Cuerpo, también estaremos muertos a todo lo demás y lo viviremos exclusivamente a El. Entonces seremos verdaderamente configurados a Su muerte, puesto que participaremos de Su muerte, y diariamente experimentaremos el poder de Su resurrección. Esta es la manera de conocer a Cristo en nuestra experiencia. A medida que le conocemos, experimentándole en el poder de Su resurrección, lo ganamos a El.

LA REALIDAD DE LA RESURRECCION DE CRISTO

La realidad del poder de la resurrección de Cristo es el Espíritu. Este hecho lo confirma Romanos 1:4 donde leemos que Cristo fue “designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”. Además, Romanos 8:11 declara: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Ambos versículos indican que el Espíritu es la realidad del poder de la resurrección de Cristo. En realidad, Cristo mismo es el poder de Su resurrección, y el Espíritu es Cristo en resurrección. Necesitamos experimentar tal poder para obtener a Cristo.

EL PODER INTRINSECO DE LA VIDA DIVINA

Existe una diferencia entre el poder de la resurrección de Cristo y Su poder exhibido en la creación. Ciertamente la creación testifica que Dios es poderoso: “Porque las cosas invisibles de El, Su eterno poder y características divinas, se han visto con toda claridad desde la creación del mundo” (Ro. 1:20). No obstante, lo que necesitamos experimentar por causa del Cuerpo no es el poder creador de Dios, sino el poder de la resurrección de Cristo. El poder de la resurrección no es un poder físico y externo, sino un poder interno e intrínseco, es decir, un poder vital. Para obtener a Cristo, debemos experimentar este

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poder. Cuanto más experimentemos el poder de la resurrección de Cristo, más lo obtendremos a El. Por consiguiente, obtenemos a Cristo cuando experimentamos el poder de Su resurrección.

A fin de exhibir el poder intrínseco de Su resurrección, Cristo primero se hizo hombre. Luego, murió y visitó el Hades, la esfera de la muerte. Después, mediante Su resurrección, se manifestó el poder intrínseco de vida que se hallaba en El. Los ángeles no pueden experimentar este poder, pero nosotros, seres humanos de carne y sangre, sí lo podemos experimentar, siempre y cuando participemos en los padecimientos de Cristo y seamos configurados a Su muerte.

En la actualidad, muchos cristianos prestan mucha atención el poder creador de Cristo, pero no al poder de Su resurrección. Es por eso que cuando hablan del poder de Cristo, tienen en mente Su poder creador, y no el poder de Su resurrección. Cristo, quien pasó por la muerte para no morir jamás, ha manifestado mediante Su resurrección el poder intrínseco de la vida divina. Este es el poder de Su resurrección. Cuando experimentemos el poder de la resurrección de Cristo, le obtendremos a El en realidad.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y TRES

OBTENER A CRISTO,LLEGANDO A LA SUPERRESURRECCION

Lectura bíblica: Fil. 3:10-14

En Filipenses 3:10-14 Pablo hace hincapié en la superresurrección. El versículo 11 dice: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. Pablo anhelaba llegar a esta superresurrección. En el versículo 12, él añade: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Aquí Pablo reconoce que aún no había llegado a la superresurrección, pero proseguía para lograr asirla. Cristo había asido a Pablo a fin de que éste llegara a la superresurrección; ahora, el deseo de Pablo era asir la superresurrección. Por consiguiente, como vemos en los versículos 11 y 12, la superresurrección era la meta de Pablo, el objeto de su búsqueda.

En los versículos 13 y 14, Pablo añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Aquí vemos que Pablo no consideraba haber ya asido la

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superresurrección. Sin embargo, proseguía hacia esta meta, para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús.

LA META Y EL PREMIO

Existe una diferencia entre la meta y el premio. Pablo proseguía a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto. Cada llamamiento tiene un propósito y una meta. ¿Cuál es el propósito y la meta del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús? La frase “llamamiento a lo alto” no implica que el llamamiento sea alto; más bien, denota que este llamamiento viene de arriba, es decir, de los cielos. Literalmente podría traducirse: “el llamamiento de arriba”. En Hebreos 3:1 Pablo usa la expresión “llamamiento celestial”. La superresurrección es tanto el propósito como la meta del llamamiento celestial de Dios. Por tanto, si prestamos la debida atención a 3:10-14, nos daremos cuenta de que el anhelo de Pablo era llegar a la superresurrección.

La Biblia menciona la palabra “superresurrección” únicamente en 3:11. Según mi entendimiento, la mayoría de las versiones de la Biblia pasan por alto el prefijo griego ek, que significa “fuera”. Pero Pablo añade este prefijo a la palabra griega que comúnmente se traduce como resurrección. ¿Con qué propósito lo hizo? Conforme a su visión y experiencia, Pablo comprendió que la intención de Dios en el universo se relaciona con algo nuevo, con algo que está en resurrección; no con la resurrección en un sentido común, sino en un sentido muy particular.

SALIR DE LA VIEJA CREACIONPARA ENTRAR EN LA NUEVA CREACION

Lo que comúnmente entendemos por resurrección es que alguien muere y vuelve a la vida. Tenemos como ejemplo el caso de Lázaro. El murió, fue sepultado e incluso su cuerpo comenzó a heder. Luego, el Señor Jesús vino y exclamó: “¡Lázaro, ven fuera!” y Lázaro salió de la tumba (Jn. 11:43-44). ¿Es la resurrección de Lázaro un ejemplo de la superresurrección? ¡No! A pesar de que Lázaro fue levantado de los muertos y volvió a vivir, no se forjó en él ningún elemento de la nueva creación; en realidad, él siguió siendo un hombre de la vieja creación. Cuando mucho, lo que Lázaro experimentó, al volver de la muerte a la vida natural, fue una restauración; él no fue regenerado ni obtuvo una nueva constitución. ¿Había escuchado antes un mensaje acerca de que la resurrección de Lázaro se efectuó en la esfera de la vieja creación, y que cuando éste resucitó no entró en la nueva creación? Esto se comprueba por el hecho de que más tarde Lázaro volvió a morir, y que su cuerpo, anteriormente resucitado, fue puesto nuevamente en una tumba.

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La superresurrección mencionada en 3:11 es muy diferente de la resurrección de Lázaro. ¿Esperaba Pablo regresar a la tumba una vez que obtuviese la superresurrección? ¡Claro que no! Por consiguiente, la resurrección a la que Pablo se refirió en Filipenses 3 no tiene nada que ver con la vieja creación; antes bien, se halla en la esfera de la nueva creación. A lo que Pablo llamó superresurrección era una resurrección que estaba completamente en la nueva creación, fuera de la vieja creación.

LA META DE PABLO

Gramaticalmente hablando, la superresurrección del versículo 11 constituye la meta de lo que Pablo anhelaba en el versículo 10. En estos versículos Pablo declara: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte, si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. En el versículo 10 vemos que el anhelo de Pablo era conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, configurándose a Su muerte. El deseaba conocer, experimentar y disfrutar a Cristo. Pero la meta de Pablo se describe en el versículo 11: llegar a la superresurrección. De hecho, ésta es la meta no solamente de lo que él expresó en el versículo 10, sino también de lo que dijo en los versículos 8 y 9. Pablo estimaba todas las cosas como pérdida a fin de ganar a Cristo (v. 8) y ser hallado en El (v. 9), y buscaba conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, configurándose a Su muerte, con el propósito de obtener la superresurrección. La gramática respalda esta interpretación de los versículos 8-11. Por consiguiente, vemos que la meta de Pablo era llegar a la superresurrección.

En este mensaje veremos la manera de llegar a la meta de la superresurrección. Para ello, debemos conocer a Cristo en el poder de Su resurrección, en la comunión en Sus padecimientos, siendo configurados a Su muerte.

MORIR A LA VIEJA CREACION Y VIVIR PARA DIOS

En la encarnación, el Señor Jesús se vistió de la naturaleza humana, es decir, tuvo un cuerpo de carne y sangre. ¿Pertenecía este cuerpo a la vieja creación o a la nueva? La sangre y la carne pertenecen a la vieja creación. En 1 Corintios 15:50 leemos que “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”, lo cual también incluye la carne y sangre del Señor Jesús. Bajo este mismo principio, podemos afirmar que nada que pertenezca la vieja creación puede formar parte del reino de Dios. Por lo tanto, el cuerpo que tomó el Señor Jesús ciertamente pertenecía a la vieja creación.

Durante los años que el Señor Jesús vivió en la tierra, El llevó una vida humana. ¿Era Su vivir humano parte de la vieja creación o de la nueva? Aunque el Señor Jesús tenía un

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cuerpo de carne y sangre que pertenecía a la vieja creación, y aunque vivía en dicha esfera, la vida que El llevó no pertenecía a la vieja creación; por el contrario, pertenecía absolutamente a la nueva creación. Pero ¿cómo podía El, teniendo un cuerpo que pertenecía a la vieja creación y estando en dicha esfera, llevar una vida que correspondía a la nueva creación? El logró esto muriendo continuamente a Su cuerpo y a Su entorno, los cuales pertenecían a la vieja creación, y, por otra parte, viviendo para Dios. De esta manera, El llevó una vida que correspondía totalmente a la nueva creación.

No debemos pensar que el Señor Jesús solamente murió cuando fue crucificado. No, pues desde Su nacimiento El empezó a morir, a llevar una vida crucificada. El Señor ciertamente tuvo una vida humana, pero ésta fue una vida crucificada. De modo que mientras vivía, El moría a la vieja creación.

Vemos un ejemplo de esto en el incidente que ocurrió cuando El tenía doce años. Cuando Sus padres finalmente lo hallaron después de varios días, Su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, Tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (Lc. 2:48). A esto, el Señor Jesús respondió: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de Mi Padre me es necesario estar? (v. 49). Aquí vemos que aun a la edad de doce años, el Señor llevaba una vida crucificada. A pesar de haber recibido la vida de la vieja creación, de parte de María, Su madre, en vez de vivir conforme a dicha vida, El moría constantemente a ella y vivía conforme a otra vida, a saber, la vida de Su Padre.

Este hecho nos lo explica Juan 6:57, donde el Señor Jesús declara: “Me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre”. Por supuesto, el Señor Jesús vivía, pero no por Sí mismo; El vivía por causa del Padre. El Padre vivía en El y El vivía para el Padre; esto demuestra que El no vivía por la vida que había recibido de Su madre, la cual tenía que ver con la vieja creación. Aunque ciertamente tenía un cuerpo que pertenecía a la vieja creación y que se encontraba en dicha esfera, El no llevaba una vida conforme a la vieja creación; más bien, llevaba una vida divina y eterna, que era la propia vida de Dios expresada a través de la vieja creación. Dicho vivir constituye el elemento de la nueva creación.

Pablo habla en dos ocasiones de la nueva creación. En Gálatas 6:15, él declara: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. Y en 2 de Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es”. ¿Cuál fue el inicio de la nueva creación? La vieja creación comenzó en Génesis 1:1, donde leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Pero la nueva creación comenzó cuando el Señor Jesús empezó a vivir otra clase de vida, una vida crucificada. El vivió la vida de la nueva creación en un cuerpo y en un entorno que pertenecían a la vieja creación. Al

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vivir de esta manera, El moría continuamente a todo lo que tenía que ver con la vieja creación.

Un día, bajo la instigación de Satanás y sus secuaces, el cuerpo del Señor Jesús fue llevado a la muerte de una manera real y absoluta. Entonces, Su cuerpo, que pertenecía a la vieja creación, fue puesto en una tumba, y tres días después, fue resucitado. No obstante, debemos entender que existe una gran diferencia entre el cuerpo resucitado de Lázaro y el cuerpo resucitado de Jesucristo. El cuerpo resucitado de Lázaro no sufrió ningún cambio, pues aún pertenecía a la vieja creación. Pero el cuerpo resucitado de Jesucristo cambió tanto en naturaleza como en forma. Por pertenecer a la vieja creación, el cuerpo del Señor era un cuerpo de carne y sangre, pero después, por haber entrado en la nueva creación, llegó a ser un cuerpo espiritual.

CONOCER A CRISTO EN RESURRECCION

Este Cristo encarnado, crucificado y resucitado llegó a ser una semilla y, como tal, se sembró en nosotros. El Cristo que hemos recibido no es un Cristo natural, sino un Cristo resucitado y transformado. Pedro conoció a Cristo en la carne, cuando Cristo aún se encontraba en el cuerpo de la vieja creación. Sin embargo, el Cristo que nosotros experimentamos hoy en día es un Cristo que está completamente en la esfera de la nueva creación. ¿Sigue usted envidiando a los discípulos que conocieron al Señor Jesús en la carne? ¿Sigue deseando recostarse sobre Su pecho, como lo hizo Juan? Quizás en lo profundo de nuestro ser, sin estar conscientes de ello, aún añoramos haber vivido en la época de Pedro, Juan y Jacobo, para haber estado con el Señor en la carne. No obstante, es mucho mejor conocer a Cristo en el poder, esfera y elemento de Su resurrección, y en la comunión en Sus padecimientos.

CONFIGURADOS A LA MUERTE DE CRISTO

Tal vez aborrezcamos la vieja creación y queramos ser liberados de ella. Pero cuanto más la odiemos, ésta se adherirá más a nosotros. Sólo estando en el Cuerpo podremos ser liberados de la vieja creación. Cuando lo único que nos ocupa es el Cuerpo, podemos liberarnos de nuestra tendencia de preocuparnos tanto por nosotros mismos. El Cuerpo ocupaba tanto la atención de Pablo, que él no tenía tiempo para pensar en lo suyo. Era debido a su preocupación por el Cuerpo que él participaba de la comunión en los padecimientos de Cristo. De esta manera, él era configurado a la muerte de Cristo.

El versículo 10 contiene cuatro asuntos importantes: conocer a Cristo, el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte. De hecho, ser configurados a la muerte de Cristo tiene que ver con conocer el poder de Su

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resurrección y la comunión en Sus padecimientos. La palabra “configurándome” define la manera en la que podemos conocer el poder de la resurrección de Cristo y la comunión en Sus padecimientos.

Ya dijimos que la muerte de Cristo se produjo a lo largo de Su vida en la tierra. Mientras El vivía, a la vez estaba muriendo a la vieja creación para llevar una vida en la nueva creación. Este es el significado de “Su muerte” en el versículo 10. Debemos ser configurados a la muerte de Cristo tanto en la vida de iglesia como en nuestra vida familiar, muriendo a la vieja creación para vivir en la nueva creación.

En 3:10 Pablo usa la palabra configurar, lo cual implica que la muerte de Cristo es unmolde. Comúnmente las hermanas usan moldes para preparar pasteles. Cuando la masa se pone en el molde, toma la forma del mismo. El día que empezamos a vivir la vida cristiana, nosotros, quienes formamos parte de la masa, fuimos puestos en el molde de la muerte de Cristo. Así, cada vez que sufrimos por el Cuerpo, somos moldeados conforme a la muerte de Cristo. Este es el significado de ser configurados a Su muerte.

Cuando somos configurados a la muerte de Cristo, experimentamos el poder de Su resurrección y entramos en la comunión de Sus padecimientos. Es así como llegamos a la meta de la superresurrección. En ese momento, habremos salido completamente de la vieja creación, y habremos entrado plenamente en la esfera de la nueva creación.

VIVIR EN LA NUEVA CREACION

Cuando un hermano llega a la superresurrección en su experiencia, incluso el amor hacia su esposa se halla en la nueva creación. Dicho amor ya no es natural, ni está en la vieja creación. Es posible que un hermano ame mucho a su esposa, pero que su amor no tenga nada que ver con la superresurrección. Del mismo modo, es probable que una hermana sea sumisa conforme a su propia ética y trasfondo cultural, pero que su sumisión esté sumergida en la esfera natural, en la vieja creación, y no en la nueva creación. Supongamos que ella misma se impone, aun con lágrimas, someterse a su esposo. Dicha sumisión pertenecerá a la vieja creación. Dios no quiere un amor ni una sumisión naturales, ya que no se hallan en la esfera de la superresurrección. Antes bien, El desea que llevemos la vida que se describe en Filipenses 3. Para ello, necesitamos ganar a Cristo y ser hallados en El, a fin de conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, configurándonos a Su muerte, con el fin de llegar a lasuperresurrección.

Cuando Pablo escribió la epístola de Filipenses, él no consideraba haber alcanzado aún la superresurrección. Por eso dijo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido

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perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Pablo tenía una sola preocupación: olvidar lo que queda atrás, y extenderse a lo que está delante, proseguir a la meta y alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús. Todo lo que queda atrás se encuentra en la vieja creación, pero lo que está delante pertenece a la nueva. Dios nos rescató de la vieja creación y nos puso en una carrera que tiene una meta y un premio que alcanzar. Por tanto, debemos correr esta carrera a fin de llegar a la superresurrección de entre los muertos y a todos los demás asuntos que forman parte de la nueva creación.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO

PROSEGUIR A LA META PARA ALCANZAR EL PREMIODEL LLAMAMIENTO A LO ALTO

Lectura bíblica: Fil. 3:10-14; Ro. 8:11; Ap. 20:6

En este mensaje nos concentraremos en dos palabras mencionadas en Filipenses 3:14: la meta y el premio. Si llegamos a la meta, recibiremos el premio. Por tanto, proseguir a la meta tiene como fin obtener el premio. Pero ¿cuál es la meta y cuál es el premio? Muchos contestarían que ambos son Cristo, lo cual es cierto, pero en este mensaje veremos algo más específico en cuanto a la meta y el premio, según se presenta en 3:10-14.

Filipenses 3:10-13 nos ayuda a entender la meta y el premio del versículo 14. La superresurrección del versículo 11 es en realidad un sinónimo de Cristo. En el versículo 10 Pablo habla de conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Dicho versículo indica claramente que para conocer a Cristo necesitamos conocer Su resurrección. Sin embargo, muchos cristianos descuidan este asunto tan importante; cuando mucho, sólo conocen a Cristo y Su muerte, pero desconocen el poder de Su resurrección. Hoy entre los cristianos rara vez se escucha un mensaje correcto y apropiado acerca del poder de Cristo. Son pocos los predicadores que hablan del poder de la resurrección de Cristo como lo hizo Pablo.

Ya mencionamos que Pablo anhelaba ganar a Cristo y ser hallado en El, a fin de conocerle, y experimentar el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Conocer a Cristo de esta manera es el resultado de ganarle y de ser hallado en El. Este pensamiento es tan profundo, que muy pocos cristianos le han

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prestado la debida atención. Nuestra mente natural no puede tocar las profundidades de lo que significa “a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección”.

Al llegar aquí debemos preguntarnos algo importante: ¿Dónde está Jesucristo hoy en día? En este mensaje, les contestaré que Cristo está en resurrección. No cabe duda de que, por una parte, Cristo está en los cielos, y que por otra, El está en nosotros. Quiero recalcar el hecho formidable de que hoy en día Cristo está en resurrección. Un día, Cristo, quien existía desde la eternidad pasada, se hizo hombre mediante la encarnación, y posteriormente, fue crucificado y sepultado. Así, la muerte le permitió entrar en otra esfera, en la esfera de la resurrección. En Su preexistencia, Cristo era Dios y estaba con Dios desde la eternidad; luego, mediante la encarnación, El vino a ser un hombre en la carne, y después, por medio de la crucifixión y la sepultura, entró en la resurrección. ¿Había escuchado que Cristo está ahora en resurrección? En el día de Su resurrección, los ángeles dijeron a las mujeres que Cristo ya no se hallaba en la tumba, puesto que había resucitado de los muertos (Lc. 24:1-6). Esto indica que El está en resurrección.

Ya que Cristo está ahora en resurrección, no podemos conocerlo en nuestra experiencia a menos que conozcamos el poder de Su resurrección. Hoy en día, los cristianos conocen a Cristo en Su encarnación y crucifixión, pero en Filipenses 3, Pablo anhelaba conocerlo no sólo en Su muerte, sino también en Su resurrección.

En el versículo 11, que es la continuación del versículo 10, Pablo declara: “Si en alguna manera llegase a la superresurrección de entre los muertos”. La expresión “superresurrección” es extraña. Después de resucitar, Cristo llegó a estar enteramente en resurrección. Esta resurrección, en la cual se encuentra Cristo hoy en día, no es una resurrección ordinaria, como la de Lázaro; más bien, se trata de una superresurrección. Es por eso que Pablo añade en el griego el prefijo ex a la palabra resurrección, con el fin de mostrar que la resurrección de Cristo es extraordinaria, que es una resurrección sobresaliente.

LA SUPERRESURRECCION

Para estar en la superresurrección se requiere abandonar todo lo que pertenezca a la vieja creación y ser introducidos en Dios. Lázaro ciertamente resucitó, pero nunca salió de la esfera de la vieja creación, ni tampoco fue introducido en Dios. Al final de la era venidera, todos los incrédulos que hayan muerto serán resucitados. Pero tal resurrección no los sacará de la vieja creación ni los introducirá en Dios. Sólo existe una resurrección que es capaz de sacarnos de la vieja creación e introducirnos en Dios, a saber, la resurrección de Cristo. Por esta razón, la resurrección de Cristo es la superresurrección. Cristo es el único que salió de la vieja creación y entró en Dios. En el

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mensaje anterior, vimos que Cristo vivió por treinta y tres años y medio en un cuerpo físico y en un entorno que pertenecían a la vieja creación. Luego, mediante Su muerte y Su resurrección, El abandonó la vieja creación y fue introducido en Dios.

No pensemos que Cristo nunca estuvo en la vieja creación. Colosenses 1:15 dice que Cristo es el Primogénito de la creación. Su cuerpo físico pertenecía a la vieja creación, mientras vivía en casa de un carpintero de Nazaret, El se hallaba en la esfera de la vieja creación. Posteriormente, cargando la vieja creación sobre sus hombros, la clavó en la cruz. Ahora, Cristo está en resurrección y, por ende, se halla completamente en Dios, fuera de la esfera de la vieja creación. Todo lo que El es, tiene y hace, está en Dios. En esto consiste la superresurrección.

Si queremos conocer a Cristo, debemos conocer la superresurrección y llegar a ella. Las palabras de Pablo “llegase a la superresurrección” implican una meta. En el versículo 14, él menciona esta meta, la cual corresponde con la superresurrección del versículo 11. Por consiguiente, llegar a la superresurrección es llegar a la meta. En los versículos 12 y 13 vemos que Pablo no consideraba haberlo ya alcanzado, pero, olvidando lo que quedaba atrás y extendiéndose a lo que estaba delante, él proseguía a la meta de la superresurrección.

En un mensaje pasado dijimos que la meta era Cristo mismo, y ahora aclaramos que esta meta es la superresurrección. Hablando de una manera general, Cristo es la meta, conforme a los versículos 8 y 9, pero hablando de manera específica, la meta es la superresurrección. Si relacionamos el versículo 14 con el versículo 11, nos daremos cuenta de que la meta es la superresurrección. Por tanto, de un modo general, la meta es Cristo, y, de un modo específico, la meta es la superresurrección.

Ahora debemos preguntarnos: ¿Podemos llegar a la meta de la superresurrección en esta era, o sólo nos queda correr la carrera con la esperanza de llegar a la meta en la era venidera? Algunos piensan que debemos esperar a la era venidera para alcanzar esta meta; sin embargo, si no la alcanzamos en esta era, tampoco llegaremos a ella en la era venidera. Por tanto, debemos esforzarnos durante nuestra vida por alcanzar dicha meta.

En 1:21 Pablo declara: “Para mí el vivir es Cristo”. Puesto que Cristo era la meta de Pablo, podemos decir que el vivir de Pablo era la meta, o sea Cristo como la superresurrección. Al igual que el apóstol, nuestro vivir también debe ser la superresurrección, ya que ésta es el propio Cristo que hemos de vivir. Esto significa que día tras día debemos vivir la superresurrección. Por ejemplo, un hermano que ama mucho a su esposa debe preguntarse si su amor es natural o si está en resurrección. Incluso los incrédulos pueden amar a sus esposas de una manera natural. Sin embargo,

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si un hermano ama a su esposa en resurrección, su amor no tendrá nada que ver con la vieja creación y se encontrará en Dios. Esto demuestra que vivir a Cristo significa vivir la superresurrección, la cual consiste en llevar una vida absolutamente en Dios, lejos de la vieja creación.

De joven me preguntaba por qué a Pablo le parecía tan difícil llegar a la meta. Pensaba que ello se debía a las persecuciones, y que éstas le impedían correr la carrera cristiana. Años más tarde, aprendí por experiencia propia, que es más fácil vencer la oposición que amar a mi esposa en la superresurrección, es decir, no conforme a mi vida natural. Durante los cincuenta años o más que llevo en Cristo, ciertamente he sido un cristiano ferviente. Me he enfrentado con muchos obstáculos en la carrera cristiana, el principal de los cuales es la vida natural con sus pensamientos y sus hábitos. La vida natural es una verdadera frustración en nuestra carrera cristiana.

¿Se ha preguntado alguna vez si sus conversaciones cotidianas son naturales o están en la esfera de la superresurrección, y en qué medida? Aunque no hable con palabras malignas ni difamatorias, tal vez su conversación sea natural. Quizás hable de algo positivo, pero lo haga de una manera natural, y no en resurrección. En cierta manera es fácil corregir nuestro carácter, comportamiento, ética o moralidad, pero es extremadamente difícil vivir en resurrección.

La ansiedad es una característica de la vida natural. ¿Está usted exento de ansiedades y preocupaciones? Recientemente tuve un problema de salud, y como me sentía ansioso, le recordé al Señor Su promesa de Filipenses 4:6 y 7: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Sin embargo, después de haber declarado que me apoyaba en esta promesa, volví a estar ansioso. Aunque deseaba ser libre de la ansiedad, ésta se negaba a abandonarme. ¿Saben por qué estaba tan ansioso? Porque no estaba plenamente en resurrección. En la superresurrección no hay cabida para la ansiedad. La ansiedad pertenece a la vieja creación, y no tiene cabida en la esfera de la resurrección, en la esfera de la nueva creación.

Pablo sabía por experiencia que es difícil llevar una vida que esté plenamente en Dios y completamente fuera de la vieja creación. En 1:21 él declaró: “Para mí el vivir es Cristo”. Esta es una simple declaración, pero no la explicación ni la definición de la misma. Sin embargo, el capítulo tres revela que vivir a Cristo consiste en vivir la superresurrección y que ésta debe ser nuestra meta. Todas nuestras acciones y palabras deben hallarse en resurrección. No debemos hacer nada que no esté en resurrección, ni pronunciar

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ninguna palabra que esté fuera de dicha esfera. No debe preocuparnos si algo está correcto o incorrecto, sino si está en resurrección. Inclusive nuestro amor debe hallarse en resurrección.

La superresurrección no contiene ningún elemento de la vieja creación; antes bien, se halla completamente saturada del elemento divino. Es por eso que las personas perciben a Dios cuando tienen contacto con alguien que vive en la superresurrección. El vivir de dicha persona, sus acciones y palabras, se encuentran en la resurrección. En esto consiste vivir diariamente en la superresurrección. Filipenses 3 revela que Pablo procuraba llevar esta vida; esto era lo que él tenía en mente cuando declaró que deseaba conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, si en alguna manera llegase a la superresurrección. El no consideraba haberlo alcanzado ya, pero proseguía a la meta de la superresurrección.

Damos gracias al Señor por habernos mostrado las profundidades de estos versículos de Filipenses 3. Lo que El ha dicho acerca de la superresurrección no será en vano. Creo firmemente que muchos llegaremos a tener un vivir que esté completamente en Dios y fuera de la vieja creación.

De la misma manera en que la meta es la superresurrección, el premio también lo es. La meta ha sido trazada para que la alcancemos y el premio nos es dado para que lo disfrutemos. Podemos llegar a la meta en esta era, pero el premio lo disfrutaremos en la era venidera.

En Romanos 8:11 Pablo declara: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Este versículo revela que podemos llegar a la superresurrección en esta era. Aquí, Pablo declara que el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará la parte de nuestro ser que está muriendo, es decir, nuestro cuerpo mortal. Ya vimos que el Espíritu es la realidad de la resurrección de Cristo, la realidad de la superresurrección. El Espíritu mora en nosotros para forjar la superresurrección en nuestro ser de una manera real y práctica. Por consiguiente, Romanos 8:11 indica que podemos llegar a la superresurrección en esta era.

Apocalipsis 20:6 se refiere al premio que recibiremos en la era venidera, al premio de la primera resurrección: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El mil años”. La palabra griega traducida “primera”, es la misma que se tradujo “mejor” en Lucas 15, refiriéndose al vestido que le trajeron al

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hijo pródigo cuando éste regresó a su casa. Por tanto, la primera resurrección es la mejor resurrección, la superresurrección. Si en esta era no procuramos llevar una vida que esté absolutamente en Dios y totalmente fuera de la vieja creación, no disfrutaremos del premio en la era venidera. Sin embargo, si llegamos a la superresurrección hoy en día, ésta llegará a ser nuestro premio en la era venidera. Por tanto, nuestra meta hoy, será nuestro premio mañana, cuando reinaremos con Cristo en el milenio. Ese será el disfrute que tendremos de la superresurrección como nuestro premio. Dios nos ha llamado a lo alto en Cristo con el fin de que obtengamos este premio. Dicho premio debe ser la meta que perseguimos y logramos alcanzar en esta era.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y CINCO

TENER UN MISMO SENTIR Y UN MISMO ANDAR

Lectura bíblica: Fil. 3:15-16; Gá. 5:25; 6:15-16

El capítulo tres de Filipenses revela a una persona que es única: al Cristo excelente que lo es todo. En este mensaje, veremos que los cristianos debemos tener interiormente un mismo sentir y exteriormente un mismo andar.

EL SENTIR DE PROSEGUIRA LA META DE LA SUPERRESURRECCION

En el versículo 15 Pablo presenta una conclusión de los catorce versículos anteriores: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. ¿Qué quiere decir Pablo cuando dice “pensemos de este modo”? Para contestar esta pregunta, debemos examinar lo que él declara en los versículos 13 y 14: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Al decir “pensemos de este modo”, Pablo se refería a lo que acababa de mencionar, esto es, olvidar lo que queda atrás y a extenderse a lo que está delante, a fin de proseguir a la meta y alcanzar el premio.

Ya mencionamos que la meta es vivir, andar y existir absolutamente en Dios, fuera de la vieja creación. Tal es la meta de la superresurrección (v. 11). Proseguir a la meta de la superresurrección es procurar llevar una vida que esté enteramente en Dios, fuera del ámbito de la vieja creación. Además, ya que la superresurrección es en realidad Cristo mismo en resurrección, podemos decir que Su persona es un cuadro de la

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superresurrección. Antes de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, no teníamos tal cuadro, ya que no existía nada que pudiera llamarse la superresurrección. Antes de la encarnación, Dios no se había unido a Su creación, pero un día, el Hijo de Dios entró en la esfera de la vieja creación. En Su crucifixión, El llevó la vieja creación a la cruz y la clavó allí. Por consiguiente, mediante la crucifixión Cristo le dio fin a la vieja creación. Aun más, cuando El fue sepultado, llevó consigo la vieja creación, la cual estaba simbolizada por los lienzos. Después, el Señor resucitó. El hecho de que los lienzos permanecieran en la tumba después de Su resurrección (Jn. 20:6-7), indica que la vieja creación quedó atrás. Por tanto, vemos que cuando Cristo salió en resurrección, se hallaba plenamente en Dios y totalmente fuera de la vieja creación. Este es el significado de la palabra “superresurrección”. Cristo alcanzó la superresurrección mediante la crucifixión y la resurrección.

El Nuevo Testamento enseña que no debemos separar la superresurrección de la persona de Cristo, ya que en realidad la superresurrección es Cristo mismo. Esto quiere decir que cuando recibimos al Señor Jesús, recibimos también la superresurrección. Sin embargo, a través de la historia, desde el primer siglo hasta ahora, este hecho no ha sido proclamado adecuadamente. ¡Cuánto le agradecemos al Señor que, por Su misericordia, El nos haya iluminado para entender en qué consiste la superresurrección de entre los muertos!

La expresión “pensemos de este modo”, está relacionada con el hecho de proseguir a la superresurrección; significa que entendemos claramente que, como aquellos que han sido escogidos, redimidos y regenerados por Dios, sólo debemos procurar una sola cosa: llevar una vida que se encuentre plenamente en Dios, y que esté completamente fuera de la vieja creación. Esto requiere que nuestra vida se encuentre completamente en lasuperresurrección. Ya vimos que la superresurrección es en realidad la persona preciosa y excelente de Cristo, quien, mediante la crucifixión y la resurrección, salió de la vieja creación y entró en Dios. Este Cristo es maravilloso y mucho más excelente que los ángeles, los cuales son parte de la vieja creación, ya que no han experimentado la crucifixión ni la resurrección. Después de Su crucifixión y sepultura, Cristo salió de la vieja creación al resucitar y entró en Dios. ¿Había oído antes una descripción semejante del Señor Jesús? ¡Aleluya, Cristo es la realidad de la superresurrección! Ahora, debemos procurar llevar una vida, que en realidad es la persona maravillosa de Cristo. Al igual que Pablo, debemos ser capaces de declarar: “Para mí el vivir es Cristo” (1:21). Pablo además podía testificar que él había sido crucificado juntamente con Cristo y que Cristo vivía en él (Gá. 2:20). El Cristo que vivía en Pablo es la superresurrección misma.

En tanto que vivamos en la vieja creación, no viviremos a Cristo, por muy buenas que sean nuestras acciones. Aun si alguien lograra vivir conforme a una ética más elevada

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que la de Confucio, con todo, dicho vivir no sería Cristo, sino simplemente un vivir ético en la vieja creación. No sólo debemos procurar la victoria sobre los pecados, sino también sobre los mejores aspectos de la vieja creación, incluyendo la ética. Ante todo, debemos proseguir a la meta de la superresurrección, la cual es nuestro querido y excelente Cristo. ¡Cuán bendecidos somos al ver esto! Cuán bendecida será nuestra vida familiar si buscamos una vida que esté en Dios, y que se halle fuera de la vieja creación.

Todos debemos pensar de “este modo”, teniendo una mente centrada en ir en pos de Cristo, quien es la superresurrección. Los jóvenes que deseen proseguir hacia esta meta no necesitan reformar su comportamiento ni su carácter, ni esforzarse por ser mejores estudiantes; en lugar de ello, deben llevar una vida que sea Cristo mismo en resurrección, una vida que esté enteramente en Dios y completamente fuera de la esfera de la vieja creación. Que todos tengamos este único sentir.

NO TENER UN SENTIR DIVERSO

En el versículo 15 Pablo declara que si en algo tenemos un sentir diverso, esto también nos lo revelará Dios. Es común que entre los cristianos haya “un sentir diverso”, que tengan centenares de distintas maneras de pensar, de entender y de percibir las cosas. ¡Oh, cuántos sentires diferentes existen entre los creyentes! No obstante, Pablo nos alienta a tener un solo sentir, cuando dice: “Pensemos de este modo”.

A veces, cuando predicaba el evangelio en China, algunos me decían que tenía una mente muy estrecha. Me aconsejaban que no enseñara que Cristo es el único Salvador, ya que este concepto era demasiado estrecho. Yo les contesté que, con respecto a Cristo, aún no tenía una mente lo suficientemente estrecha, y que debía llegar al punto de no pensar en ninguna otra cosa que no fuera Cristo mismo. Otros cristianos me exhortaron diciendo que no debía afirmar que en el recobro del Señor seguimos la manera correcta. Yo les respondí: “Si esta no fuera la manera correcta, no la seguiría, pero si efectivamente lo es, entonces debo seguirla, y aun animar a otros a seguirla. De lo contrario, me engañaría a mí mismo y también a los demás creyentes”. Además les dije: “Ustedes se consideran muy abiertos, pero en realidad se engañan a sí mismos y también engañan a los demás, ya que no conocen la manera correcta ni la siguen”. En cuanto a los asuntos espirituales, Dios desaprueba que el hombre tenga una mente abierta. El Señor Jesús dijo que la puerta era estrecha y angosto el camino que llevaba a la vida (Mt. 7:14).

La Biblia enseña que sólo hay un Dios, un Señor, un Espíritu y una iglesia. Las Escrituras ciertamente recalcan la unidad. Sólo hay un Creador y un Salvador; por tanto, enseñar algo distinto a esto es completamente diabólico.

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Pablo afirma que si tenemos un sentir diverso, “esto también lo revelará Dios”. Esto indica que si tenemos un sentir divergente se debe a que carecemos de revelación y que, por tanto, necesitamos de ella. Es por eso que en el versículo 15 Pablo no dice que Dios nos lo enseñaría, sino que nos lo revelaría.

Los creyentes no llegan a tener un mismo sentir por el simple hecho de leer la Biblia. Cuando el Señor Jesús vino, ya existían los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Y los religiosos escudriñaban las Escrituras, pero no querían venir a Cristo para tener vida. En Juan 5:39-40, el Señor Jesús dijo: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Si escudriñamos las Escrituras sin acudir al Señor, tendremos diversos sentires. Algunos preferirán a Moisés, y otros, a Elías o Jeremías. Sólo cuando acudimos a Cristo, el cual es único, podemos tener un mismo sentir.

Después de Su resurrección, el Señor dijo a Sus discípulos: “Estas son Mis palabras, las cuales os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lc. 24:44). Esto significa que siempre que leamos las Escrituras debemos ver a Cristo.

Hoy en día, la situación entre los cristianos es igual a la de los religiosos de la época del Señor Jesús, cuando El estuvo en la tierra. De hecho, es aun peor, pues aunque hoy contamos con los sesenta y seis libros de la Biblia, en vez de treinta y nueve, existen más “fariseos”, “saduceos” y “escribas” que los que hubo en el primer siglo. Esto se debe a que el número de los que leen la Biblia es mayor, como también lo es el número de creyentes que tienen un sentir diverso.

Aunque actualmente existen centenares de pareceres distintos entre los creyentes, nuestra meta no consiste en tratar de unificarlos. Sin embargo, cuando Cristo, quien es único, nos es revelado, espontáneamente nos unimos en El y por El. De hecho, El mismo es nuestra unión.

No es nuestro objetivo unificar a los creyentes; tampoco esperamos que la mayoría de ellos tomen el camino del recobro del Señor. Cuando el Señor concluyó Su ministerio en la tierra, tampoco contaba con muchos seguidores. Asimismo, en el primer capítulo de Hechos vemos que el número de los que estaban reunidos en el aposento alto en Jerusalén no sobrepasaba de ciento veinte. No buscamos tener una gran acogida ni procuramos atraer grandes multitudes. Recordemos que cuando Pablo escribió su epístola a los filipenses, no lo hizo en un momento de gran acogida; por el contrario, la escribió desde la cárcel, en un tiempo en que era rechazado y perseguido.

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Incluso el recobro del Señor podría dejar de existir si millones de cristianos siguieran este camino. Podría extinguirse debido al sinnúmero de sentires que hay entre los creyentes. El recobro del Señor ciertamente es un camino angosto y difícil para la mayoría de los cristianos. Los que estamos en el recobro debemos prestar atención a las palabras de Pablo: “pensemos de este modo”.

TENER EN CLARO CUAL ES LA META DE DIOSE IR EN POS DE ELLA

No podemos negar que hemos recibido del Señor la revelación de que Cristo lo es todo. Dicha revelación es lo único que puede hacer que “pensemos de este modo”, y que tengamos un mismo sentir, el sentir que tuvo Pablo y que también tienen todos los que aman y buscan al Señor Jesús. Dicho sentir no nos impulsa a emprender una obra ni un movimiento, sino a procurar una vida que esté absolutamente en Dios, y fuera de la vieja creación. Este es el sentir que nos revela el tercer capítulo de Filipenses.

La frase “pensemos de este modo” implica tanto la comprensión como la resolución de proseguir a la meta. Lo que se practica conforme a la religión y a la ética es muy ajeno a la meta de Dios, y a la resolución de alcanzarla. Pensar de este modo significa tener el sentir de seguir en pos del Cristo resucitado, a fin de vivirle a El como la superresurrección. Todos debemos pensar de este modo y tener tal comprensión y determinación, a fin de proseguir a la meta.

SOMOS GOBERNADOS POR UN MISMO SENTIRPARA TENER UN MISMO ANDAR

Si tenemos este único sentir, tendremos un mismo andar. La mente es lo que controla nuestro cuerpo; la mente dirige nuestros pies, y no viceversa. Nuestros pensamientos gobiernan lo que decimos y hacemos, y por ende, dirigen y controlan toda nuestra vida. Es por eso que requerimos ser transformados por la renovación de nuestra mente.

Algunos nos han calumniado diciendo que torcemos la mente de las personas. De ninguna manera practicamos esto; por el contrario, fomentamos la renovación de la mente. Nuestra mente debe ser renovada para obtener una comprensión y una resolución apropiadas. De este modo, nuestro andar cristiano estará bajo el control de una mente renovada por Dios.

La palabra griega traducida “andemos” en el versículo 16, no tiene un significado común; antes bien, se trata de la misma palabra que encontramos en otros pasajes, como por ejemplo, en Gálatas 5:25. Es una palabra particular, ya que se trata de la

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forma verbal del sustantivo “rudimento”. Por lo menos una versión de la Biblia la traduce “observar los rudimentos”. La palabra griega es stoijéo, la cual se deriva de la palabra stéjo, que significa andar en orden, marchar en filas, llevar el paso. Dicha palabra denota andar en una senda o vereda determinada y de forma regulada, como los soldados que marchan a un mismo paso.

Tal vez algunos se pregunten cómo pueden dos creyentes, con diferentes niveles de experiencia, andar al mismo paso. Por ejemplo, ¿cómo puede un hermano con más de cincuenta años de experiencia en el Señor, andar al mismo paso de un creyente que acaba de ser salvo? No piense que esto es imposible. La enseñanza de la Biblia es muy distinta del sistema educativo mundano. En las escuelas, existen distintos textos diseñados para estudiantes de diferentes edades. Sin embargo, los cristianos tenemos un sólo texto, la Biblia, la cual es útil tanto para aquellos que, espiritualmente hablando, se encuentran en “la primaria”, como para los que están en “la universidad”.

En el versículo 15 Pablo habla de “todos los que hemos alcanzado madurez”, lo cual implica que unos creyentes son más maduros que otros. En el versículo 16 Pablo añade: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. La expresión “en aquello a que hemos llegado”, incluye a todos los santos, sin importar su grado de madurez, e indica que todos debemos andar conforme a la misma regla. Incluso los santos más jóvenes deben andar en el mismo sendero que los más maduros. En cuanto a este asunto, los pensamientos de Dios son más elevados que los nuestros. Todos debemos pensar de “este modo” y andar por el mismo sendero.

Tarde o temprano, todos seremos gobernados por esta revelación, que consiste en tener un mismo pensamiento y un mismo andar. Entonces, espontáneamente diremos: “Señor Jesús, te amo como nunca antes. Señor, en Tu presencia, tomo la resolución de seguir en pos de Ti como la superresurrección. Deseo que todo lo relacionado con mi vida esté fuera de la vieja creación y que se encuentre plenamente en Dios”. Si obtenemos tal revelación, y tomamos tal resolución, ciertamente tendremos un mismo andar, que estará gobernado y dirigido por un mismo pensamiento.

ANDAR CONFORME A LA REGLADE LA NUEVA CREACION

En Gálatas 6:15-16 vemos que este único andar se produce conforme a la regla de la nueva creación: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre ellos, o sea sobre el Israel de Dios”. Andar conforme a la regla de la nueva creación

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equivale a andar conforme a la regla de la superresurrección. Si andamos conforme a esta regla, seremos el verdadero Israel de Dios.

El nombre Israel significa “príncipe de Dios”, lo cual indica que llegamos a ser un príncipe de Dios cuando llegamos a tener este único sentir que nos lleva a tener un mismo andar, esto es, proseguir a la meta de la superresurrección. Hoy en día, el Señor desea obtener un grupo de personas que vayan en pos de esta meta. Espero que todos veamos cuán crucial es tener el único sentir que nos lleva a tener un mismo andar, y que todos prosigamos hacia la meta única, que es Cristo como la superresurrección.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y SEIS

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(1)

Lectura bíblica: Fil. 4:1-7; 1:8; 2 Co. 10:1a

Al leer Filipenses, tal vez nos parezca que el pensamiento de Pablo en 4:1-7 no es tan elevado como el de los tres primeros capítulos. En el capítulo uno Pablo habla acerca de vivir y magnificar a Cristo. En el capítulo dos habla de tomar a Cristo como nuestro modelo, de resplandecer como luminares en el mundo y de enarbolar la palabra de vida. En el capítulo tres aborda el tema de la excelencia del conocimiento de Cristo y de proseguir a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús. Pero en el capítulo cuatro, el apóstol usa expresiones aparentemente ordinarias, tales como: “Regocijaos en el Señor”, “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois” y “Por nada estéis afanosos”. Suponga que usted tiene su mente fija en proseguir hacia la meta y alcanzar el premio, y que repentinamente alguien viniera a animarlo a no estar ansioso. ¿No consideraría esto una distracción? ¿No le diría usted: “Quiero ir en pos de Cristo. Mi meta es llegar a la superresurrección, por qué viene a hablarme de la ansiedad”? Al leer Filipenses, muchos tienen en gran estima los primeros tres capítulos, y quizás sin darse cuenta, piensan que el capítulo cuatro se halla en un nivel inferior.

En el pasado solía apreciar los primeros tres capítulos de Filipenses mucho más que el cuarto. Me parecía que Pablo, después de llegar a una cima muy elevada en los primeros tres capítulos, había descendido súbitamente en el capítulo cuatro. No podía entender por qué esta epístola había sufrido un cambio tan radical.

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APRENDER EL SECRETO

En 4:12 Pablo declara: “He aprendido el secreto”. Si hemos de llevar a la práctica todo lo que se menciona en este capítulo, necesitamos la vida divina. Pablo había aprendido el secreto de hacerlo todo en Aquel que lo revestía de poder. En el versículo 4 él nos exhorta primeramente a regocijarnos siempre en el Señor. Tal vez pensemos que es sencillo regocijarnos en el Señor, pero lo cierto es que para ello necesitamos la superresurrección. Para regocijarnos en el Señor se requiere que estemos en Aquel que nos reviste de poder. Esto implica que aun el asunto relativamente sencillo de regocijarse en el Señor, exige que aprendamos el secreto. Si no conocemos el secreto, no podremos regocijarnos.

En 4:5 Pablo declara: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. En 2 Corintios 10:1, la misma palabra griega se tradujo ternura: “Os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo”. Esto muestra que el ser comprensivos no tiene nada que ver con lo ético o lo natural, sino que se refiere a la ternura, modestia o afabilidad de Cristo, la cual es un atributo espiritual o una virtud Suya. Primeramente Su actitud comprensiva debe ser nuestra, y luego, nosotros debemos dar a conocer dicha virtud de Cristo a todos los hombres.

¿Qué significa ser comprensivos, y por qué Pablo en 4:5 menciona esta virtud y no otra? Si el apóstol nos hubiera exhortado a dar a conocer nuestro amor o bondad a todos los hombres, tal vez este versículo no hubiera despertado ninguna inquietud. No obstante, Pablo aquí no habla del amor, la bondad, la humildad, ni de ninguna otra virtud humana; en lugar de ello, recalca la comprensión. Sabemos lo que es el amor, la bondad y la humildad, pero ¿quién puede definir lo que es ser comprensivos? Si en el pasado me hubieran pedido definir esta virtud, habría dicho que es la capacidad de sobrellevar una carga pesada por largo tiempo. Sin embargo, dicha definición es natural y no explica por qué Pablo en 4:5 escogió esta virtud y no otra.

Después que Pablo nos exhorta a dar a conocer nuestra comprensión, añade en el versículo 5: “El Señor está cerca”. Muchos maestros de la Biblia piensan que esta declaración se refiere a la segunda venida del Señor. No digo que esta interpretación esté equivocada, pero notemos que Pablo aquí no dice que el Señor viene pronto, sino que El está cerca. En el versículo siguiente, Pablo nos pide que no estemos afanosos por nada, sino que “en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias”. Por tanto, notamos que la frase “el Señor está cerca” se encuentra entre dos exhortaciones, la de mostrar nuestra comprensión y la de no estar afanosos sino dar a conocer nuestras peticiones delante de Dios.

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Por nosotros mismos, no podemos dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos; tampoco podemos deshacernos de la ansiedad ni dar a conocer nuestras peticiones delante de Dios. Algunos dirán que es muy fácil orar, pero en realidad es muy difícil. Por consiguiente, si hemos de llevar todo esto a la práctica, nosotros, al igual que Pablo, debemos aprender el secreto de estar en Aquel que nos reviste de poder.

ESTAR FIRMES EN EL SEÑOR

Filipenses 4:1-7 es la conclusión que Pablo da a los primeros tres capítulos, la cual se basa en lo dicho anteriormente acerca de vivir a Cristo, magnificarlo, tomarlo como nuestro modelo, conocer lo excelente que El es, proseguir a la meta y vivir en la superresurrección.

En 4:1 él declara: “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad firmes en el Señor, amados”. Primeramente, el capítulo tres muestra que Pablo aspiraba a ser hallado en Cristo; luego, en 4:1, el apóstol nos exhorta a estar firmes en el Señor. Esta es la clave para dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. Si no estamos firmes en el Señor, no habrá manera de dar a conocer a otros la virtud de ser comprensivos. Antes de hacer cualquier cosa, debemos tomar la posición correcta; por lo tanto, para dar a conocer dicha virtud se requiere que estemos firmes en el Señor, lo cual implica que debemos permanecer en El. Por consiguiente, la exhortación de Pablo a estar firmes en el Señor, corresponde a las propias palabras del Señor acerca de permanecer en El (Jn. 15:4).

En el versículo 2 Pablo añade: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Quienes están firmes en el Señor, deben tener un mismo sentir en El. Aparte del Señor es imposible tener un mismo sentir. Por eso, si deseamos tener el mismo sentir en el Señor, primero debemos estar firmes en El.

El versículo 3 dice: “Sí, y a ti también, verdadero compañero de yugo, te pido que las ayudes, pues ellas combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. Pablo aquí les ruega a todos los que eran sus verdaderos compañeros de yugo, que ayudaran a Evodia y Síntique a ser de un mismo sentir. Es como si él les dijera: “Estas dos hermanas son colaboradoras mías, pero en esta ocasión, no están en el Señor. Así que te insto, verdadero compañero de yugo, a que hagas lo posible por conducir a estas hermanas nuevamente al Señor, a fin de que tengan un mismo sentir en El”. Dichas hermanas habían laborado con Pablo y habían combatido juntamente con él en el evangelio, y sus nombres se hallaban en el libro de la vida. Sin embargo, al menos en ese momento, no estaban en el Señor.

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En el versículo 4 Pablo exclama: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!” Cuando en nuestra experiencia no nos hallamos en el Señor, no sentimos alegría ni podemos regocijarnos. Anteriormente Evodia y Síntique podían regocijarse en el Señor, pero ahora, por no permanecer en El, no podían hacerlo.

Hay una manera práctica de comprobar si estamos en el Señor. Si no estamos en unidad con algún hermano de la iglesia, lo más seguro es que no estemos en El. En cuanto a nuestra posición, ciertamente estamos en Cristo eternamente. No hay nada que pueda alterar este hecho, pero en la práctica, es decir, en nuestra experiencia, es posible que no estemos en El. El hecho de no ser uno con algún hermano indica que no estamos en el Señor.

No ser uno con algún hermano o hermana es un asunto muy serio. La mayoría de los creyentes, no son uno por lo menos con algún hermano. Supongamos que algunas hermanas están sirviendo juntas en una fiesta de amor. Puede ser que a una de ellas no le guste la forma en que la otra sirve, y rehuse servir con dicha hermana, al grado de apartarse de ella. Al hacer esto, en realidad se aparta del Señor. En vez de negarse a servir con esta hermana, lo que ella debe hacer es ceder.

No es fácil servir con otros santos en la iglesia. Si en una empresa hay un empleado que no trabaja responsablemente, su jefe puede despedirlo, pero en la vida de iglesia, ni se contrata ni se despide a nadie. Así como nacimos en una familia y nadie puede “despedirnos” de ella, de igual manera nacimos en la iglesia y nadie puede hacer que dejemos de ser miembros de ella. Cuando surgen las dificultades, no deberíamos apartarnos de los santos ni negarnos a servir con ellos. Al contrario, debemos mostrarnos muy comprensivos.

LIBRES DE TODO AFAN

Si nos ejercitamos en ser comprensivos, no tendremos ansiedad. La ansiedad desaparece debido a que, cuando somos comprensivos con los demás, podemos regocijarnos en el Señor, y al hacerlo, se elimina nuestra ansiedad. De este modo, la comprensión nos permite mantener el gozo, y el gozo echa fuera todo afán. Pero si no ejercitamos la comprensión, no podremos regocijarnos; antes bien, le abriremos la puerta a la ansiedad. Esto no es una simple doctrina, sino algo práctico y aplicable a nuestra vida cristiana.

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CONFORMES, SIN EXIGIR NADA

Ahora quisiera que analizáramos más a fondo lo que significa ser comprensivos. Ser comprensivos implica conformarnos con poco, incluso con menos de lo que nos corresponde por derecho. Este es el significado de la palabra griega que se traduce “ser comprensivos”. Basándonos en este significado, ser comprensivos contrasta con el hecho de exigir. La virtud de ser comprensivos implica que no exigimos nada de los demás, y que incluso estamos contentos con lo que los demás hagan por nosotros o contra nosotros. Supongamos que la esposa de un hermano le sirve un refresco frío cuando él prefiere una bebida caliente, y que él se disgusta y la reprende. Esto no es ser comprensivo, sino ser justo de una manera severa. De ser comprensivo, este hermano se quedaría satisfecho con lo que ella le sirve, aun cuando no pueda beberlo. El se contentaría con menos de lo que debería recibir.

UNA VIRTUD UNIVERSAL

En su libro titulado Word Studies [Estudio de palabras], Wuest hace notar que la palabra griega traducida “comprensivos” no significa simplemente conformarse con menos de lo debido, sino además, ser razonables y afables. Denota a la vez dominio propio, paciencia, mesura, bondad y mansedumbre. Nuestra experiencia cristiana también confirma que el ser comprensivos es una virtud universal, ya que incluye todas las demás virtudes. Esto quiere decir que si no nos ejercitamos en ser comprensivos, en realidad no estamos ejercitando ninguna virtud cristiana. Si la esposa de un hermano le sirve un refresco, y él se queja porque prefería una bebida caliente, en realidad no está exhibiendo ninguna virtud cristiana. Pero en cambio, si por la gracia de Cristo, él se queda contento y se muestra comprensivo para con su esposa, sin criticarla ni censurara, su actitud exhibirá la virtud universal, que incluye la paciencia, la humildad y el dominio propio, y también la virtud de reconocer la providencia del Señor en todo.

La razón por la cual en ocasiones nos comportamos descomedidamente es porque no somos comprensivos. Las actitudes negativas y la falta de amabilidad en nuestras palabras se deben también a que no somos comprensivos. Esta es la razón por la que no podemos amar ni ser tolerantes con los demás. Incluso el hablar demasiado se debe a este mismo hecho. Y si no somos comprensivos con otros, tampoco tendremos paz. Si no nos mostramos comprensivos con los de nuestra casa, no tendremos una vida familiar pacífica. La paz viene cuando somos comprensivos en nuestro trato con los demás.

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MAGNIFICAMOS A CRISTOSIENDO COMPRENSIVOS

Pablo estaba consciente de que el ser comprensivos es una virtud universal. Esta es la razón por la cual escribe: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. En realidad, la virtud de ser comprensivos es Cristo mismo. En Filipenses 1:21 Pablo declaró: “Para mí el vivir es Cristo”. Puesto que Cristo es la virtud de ser comprensivos, el vivir de Pablo era esta virtud. El anhelo más profundo de Pablo era que Cristo fuera magnificado en él, por vida o por muerte. Y la manera en que Pablo magnificaba a Cristo era dando a conocer que era comprensivo. De la misma forma, si queremos magnificar a Cristo, debemos dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos, ya que esta virtud es el mismo Cristo a quien experimentamos en la práctica. Podemos hablar de vivir a Cristo y testificar que para nosotros, el vivir es Cristo; sin embargo, lo que más necesitamos es ser comprensivos diariamente en nuestro propio hogar. Si somos comprensivos, entonces en nuestra experiencia se verá verdaderamente a Cristo. Si una esposa ofende a su marido, lo que él debe hacer es mostrarse comprensivo con ella, exhibiendo a Cristo como su virtud.

Es muy difícil ser un buen esposo o una buena esposa. Pero el ser comprensivos es la clave para lograrlo. Les repito que esta virtud implica mucho más que la amabilidad o la humildad. Por tratarse de una virtud cristiana universal, afirmamos que el ser comprensivos es Cristo mismo. Tanto en la vida familiar como en la vida de iglesia, debemos vivir a Cristo, llevando una vida de comprensión.

Cuanto más profundizamos en el significado de la virtud de ser comprensivos, más apreciamos el hecho de que Pablo se hubiera referido a ella en Filipenses 4:5. Nuestros fracasos y derrotas en la vida cristiana se deben a que no somos lo suficientemente comprensivos con los demás. Todos los santos, sin importar su edad, siempre tienden a descuidar esta virtud. Así que, si deseamos vivir a Cristo, debemos aprender a contentarnos con poco, sin exigir nada de los demás.

Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, siempre se mostró comprensivo hacia los demás. Por un lado, El era muy estricto; pero por otro, era muy tolerante. Por ejemplo, aunque El oraba mucho, nunca les impuso a sus discípulos que debían orar como El, ni los condenó por no orar lo suficiente.

EL SEÑOR ESTA CERCA

Inmediatamente después de exhortarnos a ser comprensivos, Pablo añade: “El Señor está cerca”. Como dije antes, aunque no digo que esta declaración no pueda referirse a la

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segunda venida del Señor, conforme a mi experiencia, y no a la doctrina, puedo afirmar que esta expresión se refiere a la presencia constante del Señor entre nosotros. De hecho, esta frase añade peso a la exhortación que hace Pablo, de dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. El Señor está cerca; por eso, no tenemos excusa alguna para no mostrarnos comprensivos con los demás. Muchas veces, la razón por la que no nos ejercitamos en ser comprensivos, es que olvidamos que el Señor está cerca. Ni siquiera nos acordamos de que El está en nosotros. Cuando una esposa le trae a su esposo un refresco frío en lugar de una bebida caliente, ¿qué es más importante para él, la bebida o el Señor? Si se preocupa más por la bebida que por el Señor, esto quiere decir que, en su experiencia, la bebida está cerca y el Señor está lejos. Debido a que no percibimos que el Señor está cerca, no somos comprensivos. Por el contrario, tratamos a los demás de una manera estricta y severa, sin tomar en cuenta su situación. En cambio, cuanto más conscientes estemos de que el Señor está cerca, más satisfechos estaremos y más considerados seremos con los demás, ya que sabremos entender su situación. Si estamos conscientes de que el Señor está cerca, nos volveremos de la vieja creación a la nueva, esto es, a la superresurrección, la cual se expresa al ser comprensivos.

LA MANERA EN QUE SE MANIFIESTALA SUPERRESURRECCION

Jesús, el Nazareno, pudo mostrarse comprensivo a lo largo de Su vida, debido a que vivía en resurrección. Sólo cuando vivimos en la superresurrección podemos ser comprensivos. En realidad, la comprensión es la marca que distingue a aquellos que viven en la superresurrección, es decir, en la nueva creación, y no en la vieja creación. Mostrar nuestra comprensión no consiste simplemente en ser amables o pacientes, sino en dar a conocer a todos el vivir cristiano apropiado. Tal vivir es Cristo mismo como la superresurrección, expresado a través la virtud de la comprensión.

TOMAR EN CUENTA A LOS DEMAS

Hemos recalcado la necesidad de ser comprensivos en la vida de iglesia y en la vida familiar. Si somos comprensivos, ciertamente seremos cuidadosos en nuestro trato con los demás. Por ejemplo, si una hermana quiere ayudar a otra a mejorar su servicio en la iglesia, primero debe asegurarse si tal hermana es capaz de recibir corrección, y si dicha hermana está en el espíritu o en la carne en el momento que la piensa corregir.

Si queremos ser comprensivos, no debemos hablar con los demás precipitadamente. Por el contrario, debemos ser muy cuidadosos antes de decir cualquier cosa. Una actitud

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ligera puede causar daño a los hermanos de la iglesia y a los miembros de nuestrafamilia.

Puedo testificar, como alguien que tiene más edad, que mi relación con mi familia es hoy muy distinta de la que tenía hace cuarenta años. Hoy soy mucho más comprensivo de lo que era en aquel entonces. Anteriormente, permanecía firme en mi posición como esposo y como padre, y siempre decía lo que me parecía correcto. Pero ahora he aprendido que tal actitud a menudo causa daño a los demás. Así que, antes de decirle algo a mi esposa, la tomo en cuenta a ella y su situación; trato de asegurarme primero si ella podrá recibir lo que pienso decirle, y después busco el mejor momento para hablar con ella. También tomo en consideración lo contenta y cómoda que ella se encuentra, y trato de determinar cuánto de lo que quiero decirle podrá ella recibir. Todo esto es lo que implica el ser comprensivos.

Mientras el Señor Jesús anduvo con los dos discípulos camino a Emaús, El se mostró muy comprensivo. Cuando les preguntó de lo que estaban hablando, uno de ellos le respondió: “¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (Lc. 24:18). A pesar de que el Señor conocía perfectamente todas las cosas, les preguntó: “¿Qué cosas?” (v. 18), y luego los escuchó con paciencia mientras ellos le contaban lo que había sucedido. Más adelante, en el momento oportuno, el Señor se dio a conocer a ellos. Ciertamente El fue muy comprensivo con ellos. De la misma manera, si nosotros somos comprensivos con los demás, ellos ciertamente serán nutridos y sanados, y recibirán la ayuda que requieren para crecer. De esta manera, no les causaremos tropiezo ni los perjudicaremos en absoluto. No obstante, debido a que no somos tan comprensivos, hemos causado daño a muchos, tanto en la vida de iglesia como en nuestro hogar.

VIVIR EN LA SUPERRESURRECCION

Quisiera insistir en que la virtud de ser comprensivos no depende de la ética, ya que es Cristo mismo. En los primeros tres capítulos de Filipenses, Pablo tiene mucho que decir acerca de Cristo. Luego, en 4:5, él nos exhorta a que seamos comprensivos, aunque no menciona directamente a Cristo. Sin embargo, cuando él escribe: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”, en realidad lo que está diciendo es: “Sea manifestado y magnificado Cristo delante de todos los hombres”. Al principio, Pablo había hablado de vivir a Cristo, magnificarlo y tomarlo como nuestro modelo y nuestra meta, y posteriormente mostró que debíamos vivir a este Cristo siendo comprensivos con todos. Es necesario que todos tomemos al Señor como nuestra virtud de ser comprensivos. Sin duda, éste es el significado de vivir en la superresurrección.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y SIETE

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(2)

Lectura bíblica: Fil. 4:1, 4-5, 11-13; 1 Ti. 3:3; Tit. 3:2; Jac. [Stg.] 3:17

En Filipenses 4:5 Pablo dice: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. Aunque estamos acostumbrados a escuchar la palabra comprensivos, es difícil definirla adecuadamente. Muchos dirían que es lo mismo que ser pacientes. No obstante, esta palabra aparece al final de un libro que presenta la manera de experimentar a Cristo. La epístola de Filipenses no gira en torno a la moralidad, el comportamiento, el carácter o la ética, sino en torno a la experiencia que tenemos de Cristo. Por consiguiente, los cuatro capítulos de este libro tienen que ver con nuestra experiencia de Cristo.

DAR A CONOCER A CRISTO

Al leer los primeros versículos del capítulo cuatro, tal vez pensemos que éstos no guardan relación con el tema de experimentar a Cristo. Sin embargo, el versículo 13 declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. La palabra “todo” ciertamente incluye la virtud de ser comprensivos que consta en el versículo 5. Pablo exhortó a los creyentes a ser comprensivos. No hay duda de que su vida exhibía esta virtud; de otra manera, habría sido hipocresía que el apóstol exhortara a los demás a ser comprensivos, cuando él mismo no lo era. Las palabras de Pablo en 4:5 sin duda se basaban en su propio vivir, experiencia y práctica. Por lo tanto, aquí el ser comprensivos ciertamente representa una experiencia que tienen los creyentes de Cristo. Además, la declaración de Pablo, de poder hacerlo todo en Aquel que lo reviste de poder, indica que la virtud de ser comprensivos es Cristo mismo.

En Filipenses 1:20 y 21 el apóstol habla de magnificar y vivir a Cristo. Luego, en el capítulo dos, presenta a Cristo como nuestro único modelo y después habla de enarbolar la palabra de vida. Enarbolar la palabra de vida equivale a expresar a Cristo. Más adelante, en el capítulo tres, vemos que Cristo debe ser nuestra meta y nuestro premio, y que debemos proseguir a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo Jesús (3:14). Todos los creyentes, tanto jóvenes como adultos, debemos seguir en pos de Cristo. Este era el pensamiento de Pablo cuando dijo en 3:16: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”.

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Todos debemos vivir a Cristo, magnificarlo, expresarlo y buscarlo. Finalmente, en el capítulo cuatro, el apóstol habla de estar firmes en el Señor, de regocijarnos en El y de dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. Si vemos que el tema de Filipenses es experimentar a Cristo, nos daremos cuenta de que dar a conocer lo comprensivos que somos, en realidad significa dar a conocer a Cristo. Creo que sin duda éste era el pensamiento de Pablo.

La mejor manera de entender la Biblia es entender el pensamiento del autor y captar los asuntos principales sobre los cuales se basó al escribir su libro. Al estudiar los cuatro capítulos de Filipenses, vemos claramente que el pensamiento fundamental de Pablo era Cristo como su vivir, su modelo, su meta, su premio y su poder. En ellos él declara que debemos vivir a Cristo, tomarlo como nuestro modelo, proseguir hacia El como nuestra meta y experimentarlo como nuestro poder. Todo esto debe producir un modo particular de vivir, un vivir que exprese a Cristo.

UNA VIDA QUE EXPRESA A CRISTO

¿Qué palabra podríamos usar para describir una vida que expresa a Cristo? ¿Usaríamos adjetivos, tales como amable, sumiso, paciente, humilde y amoroso? Ciertamente ninguno de ellos es completamente adecuado. Por supuesto, una vida que expresa a Cristo es amable, sumisa, paciente, humilde y amorosa; sin embargo, implica mucho más que eso. Es muy significativo que en 4:5 Pablo no usara ninguna de estas palabras, sino que en lugar de ello, hubiera usado la palabra “comprensivo”. El no nos exhortó a que diéramos a conocer nuestro amor o paciencia, sino lo comprensivos que somos.

¿Por qué nos exhorta Pablo en 4:5 a dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos? ¿Por qué no mencionó otra virtud, como la santidad o la justicia? ¿Qué palabra hubiera usado usted si fuera el escritor de esta epístola? Quizás algunos hubieran escogido palabras tales como fidelidad, obediencia o unidad. No obstante, ninguna de estas palabras cabe aquí. No parece muy adecuado decir: “Sea conocida vuestra fidelidad”, o “Sea conocida vuestra unidad”. Por más que intentemos, noencontramos un sustituto tan adecuado para la palabra comprensivo. Así, aunque no somos capaces de definir ni explicar plenamente su significado, sí tenemos la sensación que ésta es la única palabra que encaja en este versículo.

Cuando Pablo nos pide que demos a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos, él se refiere a la plenitud de esta virtud. Si somos comprensivos de una manera limitada o parcial, es imposible que esta virtud sea conocida de todos los hombres; por tanto, la exhortación de Pablo debe referirse al hecho de ser comprensivos de una forma plena y absoluta.

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Si queremos entender lo que significa ser comprensivos, en lugar de recurrir a libros de filosofía y ética, debemos más bien ir a la Biblia y dejar que ella misma nos enseñe el significado de la palabra “comprensivo”, la cual consta en 4:5. Como ya vimos, ésta es una de las formas en que Cristo es expresado. En primer lugar, Pablo nos exhorta a que demos a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. Sin embargo, consciente de que no podemos ser comprensivos por nosotros mismos, luego agregó: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Esto indica que ser comprensivos es una forma de expresar a Cristo.

Ser comprensivos y expresar a Cristo son dos ideas que están relacionadas entre sí. Esto se hace aun más claro cuando examinamos 4:5 a la luz de toda la epístola de Filipenses. En 1:20 y 21 Pablo habla de magnificar a Cristo y vivirlo. Ciertamente, el dar a conocer lo comprensivos que somos comunica la noción de vivir y magnificar a Cristo. Por consiguiente, la virtud de la comprensión debe ser el propio Cristo que vivimos y magnificamos. No debemos separar el capítulo cuatro del resto del libro. En el capítulo uno, Pablo habla de magnificar a Cristo y luego, al final de la epístola, nos exhorta a dar a conocer lo comprensivos que somos. Esta virtud que damos a conocer debe ser el mismo Cristo que magnificamos.

En el capítulo dos, Pablo presenta a Cristo como nuestro único modelo. Ciertamente, la virtud de ser comprensivos debe estar relacionada con Cristo como nuestro modelo; en otras palabras, debe incluir la noción de expresar a Cristo, quien es el modelo revelado en el capítulo dos.

Como mencionamos anteriormente, en el capítulo tres tenemos a Cristo como nuestra meta. Al igual que Pablo, todos nosotros debemos proseguir hacia esta meta. Cristo como nuestra meta tiene que ver con el hecho de ser comprensivos. De otro modo, ¿cómo podría Pablo animarnos a ir en pos de Cristo en el capítulo tres y luego exhortarnos en 4:5 a dar a conocer a todos los hombres algo que no es Cristo mismo? Esto no sería lógico. Ya que Pablo es consistente en lo que escribe, lo que él nos exhorta a dar a conocer en 4:5 debe ser la misma meta a la cual nos anima a seguir en el capítulo tres. Y puesto que Pablo nos anima a ir en pos de Cristo, no es posible que en 4:5 nos esté pidiendo que demos a conocer a los hombres algo que no es Cristo mismo. Además, puesto que él tiene tanto que decir de Cristo en los primeros tres capítulos de la epístola, lo que él dice en el capítulo cuatro, debe estar también relacionado con Cristo. Es por eso que afirmamos que la virtud mencionada en 4:5, que consiste en ser comprensivos, es Cristo mismo.

Si existe alguna otra palabra con que podamos reemplazar la palabra comprensivo de 4:5, ésta debe ser Cristo. Así, en lugar de decir: “Sea conocido de todos los hombres lo

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comprensivos que sois”, leeríamos: “Vuestro Cristo sea conocido de todos los hombres”, lo cual significa dar a conocer a todos los hombres al Cristo que vivimos y magnificamos, al cual también tomamos como nuestro modelo y como nuestra meta.

DAR A CONOCER LO COMPRENSIVOS QUE SOMOS

La virtud de ser comprensivos es el mismo Cristo que vivimos, quien llega a ser la comprensión que ejercitamos y damos a conocer. Si vemos esto, nos daremos cuenta de que esta virtud conlleva un significado muy profundo, y que de ninguna manera se trata de una virtud aislada en nuestra vida cristiana. Antes bien, dicha virtud es en realidad un sinónimo de Cristo en nuestro vivir cristiano. Por un lado, podemos afirmar que nuestra vida cristiana es Cristo mismo; y por otro, podemos declarar que la vida cristiana se resume en el hecho de ser comprensivos. Por tanto, dar a conocer lo comprensivos que somos es dar a conocer a nuestro Cristo.

Si no damos a conocer lo comprensivos que somos, tendremos a Cristo solamente en doctrina y en terminología, pero no en nuestra experiencia. Jóvenes, sus padres quizás sepan que Cristo está en ustedes; sin embargo, ustedes deben darles a conocer a Cristo, mostrándoles lo comprensivos que son para con ellos. Debemos dar a conocer a Cristo a todos aquellos con quienes nos relacionamos todos los días. Esto es lo que significa dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos.

Quisiera recalcar el hecho de que ser comprensivos no es otra cosa que Cristo mismo. En cuanto a la doctrina, podemos hablar de Cristo, pero en cuanto a la práctica, debemos ser comprensivos. Dar a conocer lo comprensivos que somos consiste en dar a conocer a los demás al Cristo que experimentamos, vivimos y magnificamos. Este es el entendimiento apropiado de Filipenses 4:5 a la luz de la experiencia cristiana.

Cada capítulo de Filipenses revela a Cristo. Sin embargo, en el capítulo cuatro se usa una expresión especial para denotar a Cristo en nuestra experiencia, la palabra “comprensivos”. No piensen que el capítulo cuatro de Filipenses está en un nivel inferior al de los tres capítulos anteriores. No, más bien, en el capítulo cuatro vemos al Cristo que hemos experimentado, expresado en nuestra comprensión hacia los demás. Por una parte, podemos decir que el enfoque central de nuestra vida cristiana es Cristo; estoy plenamente de acuerdo con esta declaración, sin embargo, desde el plano de la experiencia, el enfoque central de la vida cristiana es la virtud de ser comprensivos. Dicha virtud cristiana es universal, pues incluye el amor, la paciencia, la bondad, la humildad, la compasión, la amabilidad y la sumisión. Si poseemos tal virtud, tendremos también la justicia y la santidad.

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La vida cristiana es una vida de comprensión y sin afanes. Sólo cuando somos comprensivos, podemos vivir sin ansiedad. Si todo nuestro ser está lleno de esta virtud, no habrá cabida para la ansiedad.

AJUSTADO Y APROPIADO

La palabra griega que aquí se traduce “comprensivos”, se ha traducido de diferentes maneras. Algunas versiones la traducen “docilidad”. En la versión china se tradujo: “ceder humildemente”. Aunque todas estas traducciones son válidas, son muy superficiales. Otros traductores dicen que la palabra griega significa razonable, comedido, apropiado y ajustado. Una persona comprensiva se ajusta siempre a los demás y siempre muestra un comportamiento apropiado.

Algunos son muy buenos hermanos, pero no son capaces de ajustarse a los demás. Nunca se muestran contentos en ningún lugar, no importa adónde se muden. Esto se debe a que no son comprensivos. Una persona que es comprensiva con los demás siempre se ajusta y siempre manifiesta un comportamiento apropiado, en cualquier circunstancia o entorno en que se encuentre.

Ser comprensivos incluye también la serenidad, la apacibilidad y la mansedumbre. Si usted es razonable, comedido y ajustado, sin lugar a dudas será amable, apacible y pacífico. También será manso y mesurado, lleno de compasión hacia los demás. Como mencionamos en el mensaje anterior, lo contrario de ser comprensivos es ser justos de una manera severa. Una persona que no es comprensiva, es áspera y exigente con los demás, pero una persona que es comprensiva, estará satisfecha con menos de lo que merece. Alford comenta que la palabra griega traducida “comprensivos” significa no ser estrictos en cuanto a nuestros derechos legítimos. En otras palabras, aunque cierta cosa nos pertenezca, no reclamamos nuestro derecho legítimo sobre ella. En esto consiste ser comprensivos.

LA COMPRENSION DE CRISTO HACIA LOS DEMAS

La vida del Señor Jesús es la mejor definición de lo que es ser comprensivos. Considere cómo El se dirigió a los dos discípulos camino a Emaús. Lucas 24:15 declara que mientras estos discípulos “hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos”. Luego el Señor les preguntó: “¿Qué pláticas son éstas que tenéis entre vosotros mientras camináis?” (v. 17). En un tono de reproche, uno de los discípulos le contestó: “¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?” (v. 18). Aparentando ignorar estas cosas, el Señor les preguntó: “¿Qué cosas?” (v. 19). Entonces ellos le refirieron todo en

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cuanto a Jesús nazareno, a quien describieron como un “Profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo”. Luego le contaron cómo los principales sacerdotes y gobernantes le entregaron a sentencia de muerte y le crucificaron. ¡Cuán comprensivo se mostró el Señor con los discípulos, al escucharlos hablar de cosas que El conocía aún mucho mejor! Más adelante leemos que después de caminar con ellos por algún tiempo, “se acercaron a la aldea adonde iban, y El hizo como que iba más lejos” (v. 28). Entonces ellos le obligaron a quedarse, diciendo: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues a quedarse con ellos” (v. 29). Leemos que incluso el Señor se sentó a cenar con ellos. Luego, cuando El tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y empezó a dárselos, “entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron” (v. 31). En todo este relato apreciamos cuán comprensivo fue el Señor.

Aparte del Señor Jesús, ningún otro ser humano se ha ejercitado tanto en esta virtud. Si estudiamos las biografías de personalidades famosas, descubriremos que ninguna de ellas fue absolutamente comprensiva. Sin embargo, si leemos los cuatro evangelios, observaremos que el Señor Jesús, durante todo Su vivir humano, se mostró muy comprensivo con todos los hombres, y particularmente con sus discípulos. ¿Puede encontrar algún caso en que el Señor Jesús hubiera “despedido” a alguno de ellos? El incluso fue comprensivo con Judas.

CRISTO COMO NUESTRA COMPRENSION

Debemos ser comprensivos en la vida de iglesia, especialmente cuando servimos juntos. Supongamos que cierta hermana está sirviendo deficientemente. Otra hermana que sirve con ella tiene por lo menos cuatro opciones: retirarse, servir de la misma forma, llamarle la atención o tratar de ayudarla para que mejore. Sin embargo, en ninguna de estas opciones vemos la virtud de ser comprensivos. Si esta hermana es comprensiva, no abandonará a la primera, sino que estará dispuesta a seguir sirviendo con ella. Luego, ejercitará sabiduría para discernir la condición de dicha hermana y determinará si puede darle alguna exhortación en amor que la corrija y la ayude a mejorar. Si ella ve que la otra hermana no es capaz de recibir su consejo, entonces esperará el momento adecuado para hacerlo. Más adelante, encontrará un momento oportuno para hablarle, no según su propia intención, sino conforme a la dirección del Espíritu. Esto es ser comprensivos. Si todos practicáramos esto, la iglesia sería edificada de una manera sorprendente.

Ser comprensivos es una virtud universal, la cual incluye el amor, la bondad, la misericordia, la cualidad de ser razonable, la capacidad de adaptarse a cualquier situación y muchas otras virtudes. Ahora podemos entender por qué Pablo usó la palabra “comprensivo” al final de un libro tan profundo tocante a la experiencia que

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tienen los creyentes de Cristo. La exhortación que nos hace Pablo, acerca de dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos, encierra un significado profundo. Ningún ser humano puede cumplir este requisito mediante su vida natural. Por muy bueno que fuera Confucio, seguía siendo un pecador con una naturaleza caída. Unicamente el Señor Jesús llevó una vida de comprensión; por consiguiente, solamente Cristo puede ser nuestra absoluta comprensión. Ser comprensivos es el mejor término que puede usarse para resumir todas las virtudes humanas de Cristo. Dar a conocer lo comprensivos que somos consiste en llevar una vida que exprese a Cristo, lo cual equivale a expresar al mismo Cristo por el cual vivimos. Una vida así, es Cristo mismo, quien en realidad es la totalidad de las virtudes humanas. En esto consiste el hecho de que Cristo sea nuestra comprensión.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y OCHO

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(3)

Lectura bíblica: Fil. 4:1-2, 4-7, 11-13; 3:15-16

La palabra griega traducida “comprensivos” se compone de dos vocablos. El primero es la preposición epi, la cual, cuando funciona como prefijo, denota extenso o pleno. Esta preposición forma parte de la palabra griega traducida “pleno conocimiento” en 2 Timoteo 2:25. El segundo vocablo es un adjetivo que posee varios significados: razonable, comedido y apropiado. Por consiguiente, podemos decir que el significado de la palabra griega es: perfectamente razonable.

UNA VIRTUD UNIVERSAL

Basándonos tanto en el análisis de la palabra griega, como en nuestra experiencia, así como en las actividades que Dios realiza en Su economía y en el vivir del Señor sobre la tierra, vemos que para ser verdaderamente comprensivos, requerimos de muchas otras virtudes. Esto se debe a que la virtud de ser comprensivos es una virtud universal.

De entre todas las virtudes humanas, Pablo mencionó la virtud de ser comprensivos en 4:5. Como veremos, esta virtud tiene que ver con otros asuntos importantes de Filipenses 3 y 4. Por ejemplo, se relaciona con el hecho de ser capaces de hacerlo todo en Cristo y con el hecho de aprender el secreto de estar contentos en cualquier situación.

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Además, si hemos de ser comprensivos, debemos estar equipados con lo que se describe en 3:15 y 16.

Ser comprensivos significa ser razonables, comedidos y apropiados en todo aspecto. Esto requiere un entendimiento adecuado de la situación en la que nos encontramos. Tomemos el ejemplo de dos estudiantes que discuten sobre un problema de matemáticas. Debido a que no llegan a un acuerdo, acuden a usted y le presentan el problema. Sin embargo, si usted no sabe mucho de matemáticas, no podrá emitir un juicio equitativo y razonable. Y aun cuando entienda el problema, es posible que no tenga la sabiduría necesaria para tratar con ellos.

LA NECESIDAD DE SERCOMPRENSIVOS EN LA VIDA FAMILIAR

Hay mucha escasez de comprensión en la vida familiar. Una buena vida familiar depende de una comprensión adecuada entre los miembros de la familia. Si hay una buena comprensión entre los esposos, y entre ellos y sus hijos, ciertamente llevarán una estupenda vida matrimonial y familiar. Pero si ninguno de ellos se ejercita en ser comprensivo con los demás, dicha vida familiar se verá seriamente afectada.

Los padres no deben ser ni demasiado estrictos, ni demasiado tolerantes con sus hijos. Ser demasiado estrictos o demasiado tolerantes los perjudica. ¿Cuál es entonces la manera apropiada en que los padres deben cuidar a sus hijos? La manera correcta es aquella en la que abunda la comprensión.

Supongamos que un niño hace algo indebido y que su padre se entera. En tal caso, el padre no debe apresurarse a regañarlo o castigarlo mientras esté enojado. En Efesios 6, el apóstol Pablo nos manda que no provoquemos a ira a nuestros hijos. Casi siempre, los padres provocan a sus hijos cuando los castigan con ira. Si usted está enojado con su hijo, primero debe pedirle al Señor que le quite su enojo. Una vez que su enojo haya desaparecido, usted deberá tratar de entender por qué el niño cometió esa falta. Indudablemente, el niño hizo algo equivocado; sin embargo, usted aún debe tratar de entender la situación. Tal vez la falta del niño se debió a un descuido de parte suya; si usted hubiera sido cuidadoso, el niño nunca hubiera hecho tal cosa. Por lo tanto, debido a que su descuido fue la causa de que él hiciera algo indebido, usted no debe cargarle toda la responsabilidad. En vez de eso, usted debe reconocer su error y entonces proceder a disciplinar a su hijo. Esto es ser comprensivos con nuestros hijos.

Los padres deben ejercitar sabiduría cuando hablan con sus hijos. Tal vez un niño necesite corrección; pero aun así, los padres deben esperar el momento oportuno para

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hablar con él. El padre debe considerar si debe regañar a su hijo delante de los demás niños, o aun si debe corregirlo delante de su madre. A veces no es conveniente regañar a un niño delante de otros. ¡Cuánta sabiduría debemos tener para educar a nuestros hijos! Si no somos comprensivos, definitivamente no podremos ejercitar sabiduría. Asimismo, sin la debida sabiduría, no seremos comprensivos.

Si hemos de mostrar comprensión, también requerimos paciencia. A la mayoría de los padres les resulta difícil ser pacientes cuando disciplinan a sus hijos. Si un hermano está a punto de regañar a uno de sus hijos, sería mucho mejor que dejara pasar unas horas antes de decirle algo. Sin embargo, nos resulta extremadamente difícil esperar tan sólo unos minutos, mucho más unas cuantas horas. Nuestra tendencia natural es castigar a nuestros hijos precipitadamente, pero la impaciencia causa mucho daño.

La impaciencia deteriora también la vida matrimonial. Supongamos que un hermano siente que debe tratar con su esposa un asunto desagradable. Si él verdaderamente es comprensivo, esperará el momento oportuno para decírselo, buscará el momento cuando la conversación pueda ser constructiva. Del mismo modo, una esposa debe ser paciente con su marido y esperar el momento oportuno para expresarle sus sentimientos acerca de ciertos asuntos. Sin embargo, ser así de pacientes y comprensivos nos resulta sumamente difícil.

Ser comprensivos es una virtud universal; no sólo incluye la sabiduría y la paciencia, sino también la misericordia, la bondad, el amor y la compasión. La lista es casi interminable. Como ya dijimos, la palabra griega traducida “comprensivo” implica ser considerado, es decir, tomar en consideración la situación de los demás. Si somos comprensivos, tendremos una placentera vida matrimonial y una excelente vida familiar.

LOS ANCIANOS DE LA IGLESIANECESITAN ESTA VIRTUD

En 1 Timoteo 3:3 Pablo indica que los ancianos de una iglesia local deben ser comprensivos. Si ellos no son lo suficientemente comprensivos, la iglesia en su localidad no podrá ser edificada.

Efesios 4 y Colosenses 3 enseñan que la iglesia es el nuevo hombre, el cual está conformado por creyentes de diferentes nacionalidades y culturas. Por consiguiente, se requiere mucha comprensión para edificar una iglesia compuesta por santos con idiosincrasias tan diferentes. Los ancianos necesitan tener un entendimiento adecuado de todos los hermanos, así como del carácter particular de cada uno de ellos. Asimismo

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necesitan ejercitar sabiduría al cuidar de ellos. Pero si a los ancianos les falta entendimiento y sabiduría, no podrán ser comprensivos y causarán mucho daño a la iglesia. Por consiguiente, la comprensión es la virtud que más necesitan los ancianos, a fin de que los santos de una iglesia local puedan ser edificados.

LOS CREYENTES TAMBIENNECESITAN SER COMPRENSIVOS

En la iglesia, no sólo los ancianos necesitan ser comprensivos, sino también todos los santos. Debemos practicar la comprensión especialmente cuando nos reunimos por grupos para llevar a cabo el servicio de la iglesia. Así, mientras servimos juntos, necesitamos ser comprensivos unos con otros. Por un lado, no debemos rechazar a nadie; pero por otro, no debemos ser demasiado tolerantes con los que sirven deficientemente. ¡Cuánto necesitamos ser comprensivos!

DIOS MISMO ES COMPRENSIVO

La Biblia revela que Dios, al llevar a cabo Su economía, ha sido extremadamente comprensivo. Inmediatamente después de la caída del hombre, Dios empezó a mostrarse comprensivo en Su trato con éste. Si leemos Génesis 3 desde la perspectiva de esta virtud, podremos ver cuán comprensivo se mostró Dios con el hombre caído. Dios fue sumamente comprensivo, puesto que entendía perfectamente cuál era la situación del hombre caído y sus necesidades. Por otra parte, empleó mucha sabiduría al disciplinarlo.

Dios ha ejercitado siempre la comprensión en el cumplimiento de Su propósito eterno, Su economía. Su comprensión incluye el entendimiento, la sabiduría, la misericordia, la bondad, el amor y la gracia. También incluye un rico suministro de vida; Dios no nos pide que hagamos nada sin antes considerar nuestra necesidad y proveernos Su suministro. Si los padres piden a sus hijos que hagan algo, pero no les proveen lo que necesitan para realizarlo, no están siendo comprensivos. Ser comprensivos siempre va acompañado del suministro apropiado que satisface la necesidad.

Al leer la Biblia, vemos que Dios se relacionó con el hombre de varias maneras. Lo hizo de una manera con Adán, de otra con Abel, y con Caín trató de una manera distinta. Algunos estudiantes de la Biblia afirman que las Escrituras presentan diferentes dispensaciones, o sea, diferentes maneras en que Dios se relacionó con el hombre. En realidad, estas dispensaciones tienen que ver con la virtud de la comprensión, ya que Dios tuvo que tratar al hombre de una manera particular en cada era. Puesto que Dios es comprensivo, El sabe cómo tratar con cada uno. Quizás venga a usted de una manera

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particular porque sabe qué clase persona es usted. No obstante, puede ser que trate a otra persona de una manera muy distinta.

La Biblia revela que Dios ejercita mucha comprensión para llevar a cabo Su economía. Si Dios hubiese tratado al hombre caído de la misma forma en que nosotros tratamos a nuestros semejantes, jamás habría podido cumplir Su propósito. Sin embargo, Dios dio a conocer a todos los hombres lo comprensivo que El es. Por consiguiente, Dios mismo puso el ejemplo, El estableció el modelo de lo que es ser comprensivo, dando así a conocer esta virtud a los hombres de todas las generaciones. Dios muestra lo comprensivo que El es, al tratarnos de una manera razonable, apropiada y comedida. El jamás disciplina a nadie de forma precipitada, sino que casi siempre espera un largo tiempo antes de castigar al hombre. Ciertamente El es comprensivo y lleno de entendimiento, sabiduría, paciencia, compasión, misericordia, bondad y amor, y además nos proporciona Su suministro de vida. Piense por un momento cuán misericordioso fue Dios con el pueblo de Israel. Si lee acerca del tiempo cuando Israel atravesaba por el desierto, veremos que Dios se mostró verdaderamente comprensivo con ellos. El también se ha mostrado comprensivo hacia nosotros, pues nos ha tratado como un padre sabio y amoroso, sumamente comprensivo.

UN LIBRO ACERCA DE ESTA VIRTUD

La Biblia en su totalidad revela la virtud de la comprensión divina. De hecho, podemos afirmar que la Biblia es un libro que trata específicamente de esta virtud, la cual es Dios mismo, según lo revelan las Escrituras. Por consiguiente, si usted me pide una definición de lo que es ser comprensivo, primeramente le diría que esta virtud es Dios mismo.

LA COMPRENSION EXHIBIDA EN LA VIDA DE CRISTO

Como mencionamos en los mensajes anteriores, Cristo mismo es nuestra comprensión. Los cuatro evangelios revelan que el Señor Jesús llevó una vida de comprensión. El fue comprensivo con Judas y lo fue también con Pedro. Incluso a la edad de doce años, El ejercitó Su comprensión con María, Su madre, y con José. En muchas ocasiones, el Señor manifestó Su entendimiento, sabiduría, paciencia, misericordia, bondad y amor. El fue bondadoso con Judas, y lleno de gracia para con Pedro.

En Mateo 17:24-25 vemos un excelente ejemplo de lo comprensivo que fue Cristo para con Pedro. Aquellos que cobraban el impuesto de medio siclo para el templo vinieron a Pedro y le dijeron: “¿Vuestro maestro no paga el impuesto para el templo?” (v. 24). Pedro enseguida le contestó: “Sí”. Y cuando entró a la casa, el Señor Jesús, en lugar de

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reprenderle, le habló de una manera muy comprensiva. Más adelante leemos que incluso el Señor Jesús le dio el medio siclo a Pedro para que pagara el impuesto. De esta manera, no sólo se mostró comprensivo para con Pedro, sino que también le enseñó a ser comprensivo. Sin lugar a dudas, Pedro también tuvo una buena oportunidad para aprender a ser comprensivo mientras esperaba el pez que tenía el siclo.

En Juan 11, vemos que el Señor también mostró su comprensión para con Marta y María, las hermanas de Lázaro. Cuando El se enteró de que Lázaro estaba enfermo, no actuó apresuradamente, sino que a propósito se tardó en ir. Su tardanza puso a otros en evidencia. El Señor fue muy sabio, considerado, misericordioso y bondadoso en esta situación, y al final, desplegó un gran suministro de vida al resucitar a Lázaro.

LA COMPRENSION EXHIBIDAEN LA VIDA DEL APOSTOL PABLO

La vida del apóstol Pablo es también un testimonio de lo que es ser comprensivo. Como ya sabemos, él escribió su epístola a los filipenses mientras estaba encarcelado en Roma. En ese tiempo, estaba sufriendo. El capítulo cuatro relata que padecía escasez y necesidades. De entre todas las iglesias, la que más suplía para las necesidades del apóstol era la iglesia en Filipos. Sin embargo, por alguna razón, y por la providencia del Señor, los filipenses aparentemente se olvidaron de Pablo por algún tiempo. Por eso, él escribió en 4:10: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí”. Sus palabras dejan ver que había pasado por un “invierno” de sufrimientos, pero que ahora experimentaba la “primavera” con el nuevo florecimiento del interés de los filipenses por él. Pablo en esos momentos padecía persecuciones, prisiones, ataques, abandono y escasez. Con todo, él actuó de una manera muy comprensiva y por eso pudo declarar: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (4:11-13). Antes de exhortar a los santos a que fueran comprensivos con todos los hombres, él mismo mostró que era comprensivo. Sin lugar a dudas, todos los que lo rodeaban habían visto en él dicha virtud. El apóstol estaba lleno de entendimiento, sabiduría, compasión, misericordia y bondad. Además, tenía una abundante suministración de vida para los demás.

Si leemos detenidamente la epístola de Filipenses, veremos que 3:17-21 es una sección parentética. Esto quiere decir que, espiritualmente hablando, 4:1 es la continuación de 3:16. Después de que Pablo exhorta a los santos a andar conforme a la misma regla, los anima a “estar firmes en el Señor” (4:1). Posteriormente, les pide que se regocijen en el

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Señor (v. 4) y que den a conocer a todos los hombres lo comprensivos que son (v. 5). Y más adelante, en el capítulo cuatro, testifica que todo lo puede en Aquel que lo reviste de poder. Por consiguiente, el hecho de que Pablo pudiera dar a conocer a los santos lo comprensivo que era, se debía a que se encontraba en Aquel que lo revestía de poder. Además, podía estar contento porque había aprendido el secreto de saber estar humillado y saber tener abundancia.

SE REQUIERE CRECIMIENTO

No es fácil dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos. Esto requiere crecimiento, tanto en nuestra vida humana como en nuestra vida espiritual. Cuanto más crece y madura una persona, más comprensiva llega a ser. Por consiguiente, se requiere crecer y madurar para ser comprensivos.

En 3:15 Pablo declara: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. Ya mencionamos que esto se refiere una mente centrada en vivir a Cristo y en ir en pos de El. Sin embargo, el Cristo que vivimos y perseguimos debe ser expresado como nuestra comprensión. Si unimos estos versículos de los capítulos tres y cuatro, veremos que ser comprensivos requiere madurez. Sin crecimiento y madurez, sería extremadamente difícil dar a conocer lo comprensivos que somos.

No debemos exigirle a un nuevo creyente que sea muy comprensivo hacia los demás; más bien, debemos serlo nosotros mismos. Por ejemplo, en una familia, los padres deben dar el ejemplo al ser comprensivos, para que sus hijos los sigan. Si un hermano no es comprensivo con su esposa y con sus hijos, no debe esperar que sus hijos sepan lo que es ser comprensivo. En lugar de exigirles a los demás que sean comprensivos, él mismo debe establecer el modelo, a fin de que sus hijos lo sigan. Repito que para ser comprensivos se requiere de madurez.

ANDAR CONFORME A LA REGLA DE LA COMPRENSION

En 3:16 Pablo declara: “Sin embargo, en aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. Es cierto que la regla aquí consiste en buscar a Cristo. Pero debido a que en nuestra vida diaria debemos expresar a Cristo siendo comprensivos con otros, podemos afirmar que andar conforme a la misma regla significa andar conforme a la regla de la comprensión.

EL SECRETO DEL CONTENTAMIENTO

Después de hablar de la virtud de ser comprensivos en 4:5, el apóstol Pablo declara: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (v. 11). Pablo había

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aprendido el secreto del contentamiento. Por tanto, si queremos ser comprensivos, debemos estar satisfechos y contentos en cualquier situación. Si no sabemos estar contentos, no podremos ser comprensivos.

He aprendido por experiencia que, siempre que estoy insatisfecho, no puedo ser comprensivo, pero siempre que estoy satisfecho y contento, me resulta fácil ser comprensivo.

Cuando una persona está contenta, no se irrita fácilmente, pero si está inconforme, cansada, hambrienta y sedienta, rápidamente puede perder la paciencia. Cuando rebozamos de gozo, difícilmente nos enojamos. Los padres sabemos por experiencia que cuando estamos satisfechos y contentos, podemos mostrarnos comprensivos con nuestros hijos aunque éstos se porten mal, y que cuando estamos insatisfechos y descontentos, reaccionamos de una manera muy distinta, sin ninguna comprensión. Esto se debe a que algunas veces estamos llenos de Cristo y por tanto nos sentimos felices y satisfechos, mientras que en otras ocasiones, estamos escasos de Cristo y, por lo tanto, insatisfechos.

Pablo podía dar a conocer a todos los santos lo comprensivo que era porque estaba contento, sin importar su situación. A él no le hacía falta nada, pues en todo estaba satisfecho. Debido a esto, a él no le afectaba la manera en que lo trataran los demás ni le preocupaba si los santos filipenses suplirían o no sus necesidades. Su vida estaba llena de contentamiento.

En resumen, se requiere madurez para ser comprensivos; también es necesario que aprendamos a estar satisfechos y contentos en Cristo, cualquiera que sea nuestra situación. Aunque no muchos de nosotros somos plenamente maduros, sí podemos agradecer al Señor por permitirnos alcanzar al menos cierta medida de madurez. La medida de nuestra madurez determina nuestro contentamiento en el Señor, y así, cuando estamos contentos y satisfechos, podemos ser comprensivos.

Cuanto más maduros sean los ancianos de una iglesia y cuanto más aprendan a estar contentos, más fácil les resultará el ser comprensivos en la casa de Dios. Del mismo modo, cuanto más maduro sea un padre y cuanto más contento y satisfecho esté, más fácil le resultará ser comprensivo con los miembros de su familia. No cabe duda de que nuestro Dios, el Anciano de días, es maduro, y está satisfecho y contento al máximo. Por consiguiente, El puede ser absolutamente comprensivo. El Señor Jesús tenía también el crecimiento en vida, y la satisfacción y el contentamiento de vida. Por consiguiente, dondequiera que se encontraba, estaba lleno de comprensión y podía ser comprensivo con todos.

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Finalmente, cuando llevamos una vida de comprensión, no tenemos ningún afán. En los mensajes siguientes veremos que cuando llevamos una vida de comprensión, somos liberados de los afanes.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(4)

Lectura bíblica: Fil. 4:4-7, 10-13

En el mensaje anterior, recalcamos la necesidad de ser comprensivos en la vida matrimonial, en la vida familiar y en la vida de iglesia. Si queremos que la iglesia sea edificada, tanto los ancianos como los santos deben ejercitar la comprensión. Asimismo, debemos ser comprensivos si queremos llevar una vida matrimonial agradable y una vida familiar excelente. Espero que todos los hermanos que tienen hijos vean la urgente necesidad de ser comprensivos en sus hogares en su vivir diario.

EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA COMPRENSIVO

El original griego de la palabra comprensivo consta de dos vocablos: la preposición epi,que significa hacia, y eikos, que quiere decir apropiado, ajustado o adecuado. Cuando la preposición epi se emplea como prefijo, a menudo conlleva el sentido de lleno o extensivo, como por ejemplo, en el caso de la palabra epignosis en 2 Timoteo 2:25. En este versículo, Pablo habla del “pleno conocimiento de la verdad”, es decir, cuando añadimos epi a gnosis, se forma una palabra cuyo significado es “pleno conocimiento”. Por tanto, debido a que la misma preposición forma parte de la palabra griega traducida “comprensivos” en 4:5, dicha palabra denota: plenamente razonable o cabalmente ajustado o apropiado. Debemos ser plenamente razonables y considerados, y actuar de una manera que sea extremadamente justa y adecuada. Todo esto está implícito en la palabra griega que usa Pablo en 4:5.

En el original griego, la palabra comprensivos es un adjetivo sustantivado, y está modificada por un artículo definido. Siempre que se usa un adjetivo en forma de sustantivo, se busca hacer hincapié en dicha palabra. Por ejemplo, en 1 Timoteo 6:17 Pablo escribe: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos”. En 4:5 Pablo usa deliberadamente un adjetivo como sustantivo para dar un mayor énfasis.

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UN RICO SUMINISTRO

En el mensaje anterior dijimos que ser comprensivos requiere de la compasión, la sabiduría, la paciencia y de muchas otras virtudes. Si queremos ser comprensivos, debemos ser misericordiosos, bondadosos y compasivos. Además, requerimos cierta habilidad en diferentes áreas. Necesitamos ejercitar la capacidad de entender a otros, ser pacientes con ellos, ayudarlos y proporcionarles el suministro necesario. Dios ciertamente se ha mostrado comprensivo hacia nosotros, brindándonos una abundante suministración.

Dios tiene un propósito al mostrarse comprensivo con el hombre caído, a saber, cumplir Su economía. Si Dios no fuera comprensivo con el hombre ni le proporcionara el debido suministro, le sería imposible llevar a cabo Su economía.

REGOCIJARSE EN EL SEÑOR

Ya vimos que para ser comprensivos se requiere madurez y haber aprendido a estar contentos y satisfechos en toda situación. Ahora necesitamos ver que ser comprensivos se relaciona también con el hecho de regocijarse en el Señor. Pablo dice en 4:4: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!”. E inmediatamente después, declara: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. Si no nos regocijamos en el Señor, no podremos ser comprensivos. Si queremos dar a conocer a otros lo comprensivos que somos, debemos estar siempre felices y alegres en el Señor. Quienes están tristes o afligidos no pueden ser comprensivos. Al contrario, fácilmente se enojarán, se quejarán o perderán la calma. Ser comprensivos es el resultado de regocijarse en el Señor. Sabemos por experiencia que regocijarse y ser comprensivos van siempre juntos.

EL MODELO DE UNA PERSONA COMPRENSIVA

En 4:11-13 vemos la relación entre tener contentamiento y ser comprensivos. En el versículo 11 Pablo testifica: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”, y en el versículo 12, agrega: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Puesto que Pablo había aprendido el secreto del contentamiento, podía ser comprensivo con todas las iglesias y con todos los santos. Más adelante, él declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (v. 13). Según el contexto, esto incluye la capacidad para dar a conocer a los santos lo comprensivos que somos.

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Consideremos cuál era la situación de Pablo cuando les escribió a los filipenses. Ciertamente su entorno no era tan positivo. El se hallaba encarcelado en Roma, sufría la oposición de los religiosos, y encima de esto, los santos, incluyendo a los filipenses, quienes en el pasado habían suplido fielmente para sus necesidades, lo tuvieron abandonado durante algún tiempo. En 4:10 Pablo declara: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. La expresión “florecer de nuevo” implica que Pablo había pasado por un “invierno”, pero que ahora había entrado en la “primavera”, debido a que los filipenses habían vuelto a preocuparse por él. A pesar de que Pablo hizo alusión al “invierno” por el que había pasado y al descuido temporal de los santos, se mostró muy comprensivo con ellos cuando les escribió esta epístola. Así, vemos que el apóstol Pablo, quien se mostró extremadamente razonable en medio de su situación y para con los santos, constituía un excelente modelo de una persona comprensiva.

NECESITAMOS ENTENDIMIENTO Y SABIDURIA

A menudo, no somos lo suficientemente comprensivos debido a malentendidos. Muchas veces en la vida de iglesia no entendemos a los hermanos y hermanas. Y en nuestra vida familiar tal vez no entendamos a nuestro cónyuge. Muchas veces la falta de entendimiento nos impide ser comprensivos. Si Pablo hubiese malentendido a los filipenses, ciertamente no les habría escrito una epístola tan maravillosa; por el contrario, podría haberles reprochado por no haber recibido la ayuda de ellos cuando más la necesitaba, y porque ahora, que finalmente se habían acordado de él y le habían enviado su apoyo, éste había llegado demasiado tarde. No obstante, Pablo entendía perfectamente la economía y el mover de Dios; también entendía la sutileza de los ataques de Satanás. Por otra parte, entendía a los santos de Filipos y la situación en la que ellos se encontraban. Para él todo estaba tan claro como el agua. Por consiguiente, de parte suya no había ningún malentendido; antes bien, pudo mostrarse muy comprensivo al escribirles a los filipenses.

Además de mostrarse comprensivo, Pablo también exhibió sabiduría. El sabía qué decir y cuánto decir. Si leemos detenidamente esta epístola, nos daremos cuenta de que Pablo sopesó cada palabra. No se extendió demasiado en su epístola, ni tampoco fue demasiado breve. Esto manifiesta la sabiduría de Pablo.

De la misma manera en que Pablo ejercitó sabiduría al escribir a los filipenses, también nosotros debemos ser sabios en nuestra vida matrimonial. Los esposos necesitan sabiduría al hablar con sus esposas, y también las esposas necesitan sabiduría al dialogar con sus esposos. Aquí, quisiera recalcar que las esposas deben ser sabias con

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sus esposos. Por ejemplo, si una hermana desea hablar de cierto asunto con su esposo, antes de decir algo, debe considerar la situación y ejercitar sabiduría. Debe entender que si habla con él en el momento equivocado, o si le comenta demasiado sobre cierto asunto, puede causar que él se enoje, no sólo con ella, sino también con otros hermanos de la iglesia, e incluso con los ancianos. A veces el esposo puede enojarse con los ancianos simplemente porque su esposa le contó algo sin el debido entendimiento, consideración y sabiduría. Aun para informar a su esposo de algo, una hermana necesita ser muy comprensiva; ella debe saber cómo es su esposo y cuál es su situación particular. Si sabe que su esposo reacciona rápidamente y que se enoja con facilidad, entonces debe considerar cómo ayudarle a ser paciente y a tranquilizarse, y en particular, debe pensar cuánto le puede decir. Tal vez, sería mejor que ella le cuente sólo una parte del asunto. Y antes de continuar, debe considerar el ambiente y discernir si ése es el momento apropiado para hablar con su esposo. Tal vez al principio le cuente un poco, luego añada algo más tarde, y finalmente en otra ocasión le cuente el resto. Si la hermana es comprensiva, es decir, si ejercita el debido entendimiento, consideración y sabiduría, la conversación que tenga con su esposo beneficiará tanto su vida matrimonial como la vida de iglesia.

LA ORACION Y EL SER COMPRENSIVOS

Vimos que el versículo 5 es la continuación del versículo 4; asimismo, el versículo 6 es la continuación del versículo 5. Si vemos esto, nos daremos cuenta de que para ser comprensivos necesitamos orar. En el versículo 6 Pablo declara: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias”. Aparentemente las expresiones “sea conocido ... lo comprensivos que sois” y “sean conocidas vuestras peticiones” no guardan ninguna relación entre sí, pero en realidad están estrechamente relacionadas. Cuando nos proponemos ser comprensivos, descubrimos cuánto necesitamos orar. Quizás muchas cosas relacionadas con nuestra familia o con la iglesia nos causen ansiedad y temor. Por otra parte, estamos conscientes de que podemos causar problemas si contamos abiertamente nuestras preocupaciones. ¿Qué debemos hacer entonces? El apóstol Pablo, después de exhortarnos a no estar afanosos, nos anima a orar. Si oramos, ciertamente el Señor nos dará el entendimiento, la discreción y la sabiduría necesarias. Si una hermana ora antes de contarle un asunto a su esposo, ella sabrá lo que debe decirle y cuál es el momento más oportuno para hablar con él. Además, si ella ora fielmente, también tendrá para su esposo un rico suministro de vida. Así, su actitud comprensiva junto con el rico suministro cumplirán el propósito de Dios en esa situación.

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Si todos los santos que están en el recobro del Señor se ejercitan para ser comprensivos en su vida matrimonial y en la educación de sus hijos, tendremos la mejor vida familiar. Entonces podremos cantar de lo maravillosa y gloriosa que es la vida de iglesia. Asimismo, testificaremos de lo espléndida que es la vida matrimonial.

LA VIDA MATRIMONIAL, LA VIDA FAMILIARY LA VIDA DE IGLESIA

Primeramente debemos edificar una vida matrimonial y una vida familiar apropiadas, para luego poder edificar la vida de iglesia. Si un hermano no sabe cultivar una vida matrimonial placentera y una vida familiar excelente con sus hijos, le será muy difícil participar en la edificación de la iglesia. Tal vez sea muy cortés cuando sirve con otros en la iglesia, pero es posible que no lo sea con su esposa y con sus hijos. Podemos ser muy comedidos con los hermanos y hermanas de la iglesia, y al mismo tiempo ser muy descorteses con nuestro cónyuge o con nuestros hijos.

Nuestro hogar es donde más somos puestos en evidencia. No pensemos que si un hermano es amable, simpático y cortés con los santos de la iglesia, necesariamente sea igual en su casa. Si queremos conocerlo realmente, debemos ver cómo se conduce con su esposa y sus hijos. ¡Oh, cuanta comprensión necesitamos en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida familiar, a fin de edificar la vida de iglesia adecuada!

Cuanto más veamos la necesidad de ser comprensivos, más comprenderemos lo difícil que es ser personas apropiadas. No es nada fácil ser esposa o esposo, ser padre o madre, ni ser un miembro de la iglesia. En la actualidad, la mayoría de los cristianos no tienen ninguna noción de lo que es la verdadera vida de iglesia. Cuando mucho, se reúnen una vez por semana cada domingo, y sólo por una hora, para asistir al servicio de adoración, pero en realidad no practican la vida de iglesia. Además, la vida matrimonial se ha visto seriamente deteriorada en nuestra sociedad, al grado que muchas parejas viven en unión libre, pues se niegan a aceptar las restricciones del matrimonio. Esto deja ver un claro rechazo a practicar la comprensión.

Debemos estar seriamente comprometidos con nuestra vida matrimonial, con nuestra vida familiar y con la vida de iglesia, ya que los lazos que nos unen son permanentes. En la auténtica vida familiar y en la verdadera vida de iglesia, ni se contrata ni se despide a nadie. ¿Acaso podemos contratar a alguien para que sea nuestro hijo, o podemos despedir a alguno de nuestros hijos? ¡Por supuesto que no! Tampoco los miembros de la iglesia pueden ser contratados ni despedidos. De la misma manera, si un siervo del Señor puede despedir a uno de sus colaboradores, quiere decir que en realidad no estaban laborando juntos en el Señor. En la obra del Señor no existen tales cosas como

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contratar o despedir. Por consiguiente, tenemos que ser comprensivos en la vida familiar, en la vida de iglesia y al laborar juntos por los intereses del Señor. La comprensión es muy necesaria por cuanto estamos unidos de una manera permanente.

Una vez más, quisiera recordarles que ser comprensivos es una virtud universal, ya que incluye el entendimiento, la sabiduría, la paciencia, la consideración y la capacidad de ayudar y brindar el suministro apropiado a los demás. Si todos nos ejercitamos en ser comprensivos, tendremos una vida matrimonial placentera, una vida familiar excelente y una vida de iglesia extraordinaria.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE SESENTA

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(5)

Lectura bíblica: Fil. 4:4-7; 1:18-21; 4:10-13

Hemos dicho en repetidas ocasiones que el tema del libro de Filipenses es experimentar a Cristo. También hemos visto que si hemos de experimentarlo, debemos vivirlo y magnificarlo (1:20-21), tomarlo como nuestro modelo y seguir en pos de El como nuestra meta. En nuestra vida cristiana debemos tener un solo pensamiento: seguir en pos de Cristo a fin de obtenerle. Después de mencionar tales aspectos relacionados con nuestra experiencia de Cristo, Pablo súbitamente, en el capítulo cuatro, empieza a hablar de ser comprensivos y de no estar afanosos. Por el lado positivo, debemos ser comprensivos, y por el lado negativo, no debemos tener ningún afán.

¿Por qué Pablo, al final de una epístola tan profunda que trata sobre la experiencia que tenemos de Cristo, nos exhorta a ser comprensivos y a no estar ansiosos? Aparentemente esto no tiene ninguna relación con los asuntos que él trató en los primeros tres capítulos. Hace años, pensaba que no valía la pena que Pablo hubiera hablado de la ansiedad, y consideraba que él debía haber hablado de asuntos más elevados, aunque confieso que no sabía exactamente cuáles debían ser tales asuntos.

LAS CIRCUNSTANCIAS QUE DIOS NOS ASIGNA

En Efesios 1:3 y 2:6, Pablo habla de los lugares celestiales. En su vida diaria ¿está usted en los lugares celestiales o bajo la ansiedad? Por lo general pasamos más tiempo ansiosos que en los lugares celestiales. Después de la caída del hombre, la vida humana

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llegó a ser una mezcla de afanes y preocupaciones. Si leemos detenidamente Génesis 3, descubriremos que la ansiedad es provocada por las circunstancias que Dios nos asigna. Por ejemplo, nos afanamos por nuestros hijos. A partir del momento en que nacen, comenzamos a preocuparnos por ellos. Los que todavía no son padres, sueñan con tener un hijo algún día, sin siquiera imaginar las preocupaciones y afanes que implica traer hijos al mundo y criarlos. Todo lo que afecta la vida de nuestros hijos nos es causa de ansiedad. Nos preocupa su respiración, su alimentación y su ropa. La mayoría de los padres pueden testificar que, debido a sus hijos, son más numerosos los días de ansiedad que de felicidad.

El capítulo tres de Génesis muestra que uno de los principales afanes del hombre caído consiste en cómo ganarse la vida. En Génesis 3:17 Jehová dijo al hombre: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”. Luego, en el versículo 19, añadió: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan”. Debido a que el hombre debe trabajar para subsistir, le invade la ansiedad. Todo campesino se afana por su cosecha, se preocupa por el clima y por los daños que ocasionan las plagas y los insectos. De hecho, no existe ningún trabajo que no produzca ansiedad. Aun los que tienen éxito en su profesión viven preocupados por su trabajo. La ansiedad es un mal inevitable.

La ansiedad también está estrechamente relacionada con la vida matrimonial. Los jóvenes por lo general aspiran a casarse. Yo por mi parte les aconsejo que se casen en el momento apropiado, pero también les advierto que no sueñen con tener una vida matrimonial libre de afanes. Es cierto que la vida matrimonial es buena, pero conlleva más preocupaciones y afanes que felicidad.

La vida humana está llena de ansiedad. En cambio, los ángeles, debido a que no tienen ningún motivo de preocupación, no conocen la ansiedad. Ellos no se casan ni se preocupan por su sustento ni por cuidar de una familia. Tampoco necesitan dormir. Algunos han cometido el error de tratar de vivir como los ángeles; sin embargo, Dios es quien ha dispuesto todas las circunstancias de la vida humana, aunque éstas de hecho causan más ansiedad que felicidad. Tal parece que los momentos de tristeza duran más que los de felicidad. Puede ser que ahora tengamos un corto tiempo de felicidad, pero después pasemos por un largo período de tristezas, preocupaciones y afanes.

¿Con qué propósito nos asigna Dios las circunstancias que nos causan ansiedad? Romanos 8 revela que, además de la redención y del Espíritu que mora en nosotros, necesitamos “todas las cosas”. El versículo 28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Ciertamente los sufrimientos, la ansiedad y las preocupaciones forman parte

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de “todas las cosas”. Es necesario sufrir para que Dios nos perfeccione. Por experiencia hemos visto que prácticamente “todas las cosas” involucran ansiedad.

LA SUMA TOTAL DE LA VIDA HUMANAY DE LA VIDA CRISTIANA

Como una persona de mayor edad, he pasado por muchas experiencias relacionadas con la vida humana. La mano soberana del Señor me ha asignado numerosas y diversas circunstancias. Sé lo que es la pobreza y también he visto cómo el Señor me ha suplido en mis necesidades. Puedo testificar que la ansiedad está presente en todo lo relacionado con la vida humana; de hecho, es una palabra que define la vida humana. La vida humana en su totalidad es una vida de ansiedad. Si habla al respecto con una persona de más edad, ésta le dirá que casi todos los días de su vida ha experimentado la ansiedad.

En 4:6 Pablo mencionó la ansiedad porque sabía bien que la totalidad de la vida humana consiste en esto. Por otra parte, él también sabía que la virtud de ser comprensivos es la suma total de la vida cristiana apropiada. El apóstol Pablo comprendía que la vida humana se compone de ansiedad, y la vida cristiana, de la comprensión. Por consiguiente, vivir a Cristo significa ser comprensivos y estar libre de afanes.

No entenderemos correctamente Filipenses 4 si sólo estudiamos este capítulo. Si queremos entender claramente lo que Pablo quiso decir, necesitamos experimentar al Señor. Hace cincuenta años yo no entendía muy bien este capítulo, pero después de muchos años de estudio y experiencias, tanto de la vida humana como de la vida cristiana, el Señor me ha abierto los ojos y me ha mostrado que la verdadera vida cristiana es una vida de comprensión. Con el tiempo pude ver que así como la suma total de la vida humana es la ansiedad, la suma total de la vida cristiana es la comprensión. Es por eso que cuando Pablo exhortó a los santos, mencionó la comprensión juntamente con el afán. Por el lado positivo, debemos dar a conocer lo comprensivos que somos, es decir, que todas las personas con quienes nos relacionamos deben conocer que somos comprensivos; por el lado negativo, debemos llevar una vida libre de afanes.

Para ser hombres apropiados, necesitamos ser cristianos, y para ser cristianos normales, debemos llevar una vida de iglesia. No obstante, si queremos tener una vida de iglesia genuina y apropiada, tenemos que llevar una vida de comprensión y libre de afanes. Llevar tal vida equivale a vivir a Cristo.

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VIVIR A CRISTO

En Gálatas 2:20 Pablo declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Hace años empecé a leer libros que hablaban de este versículo. Sin embargo, no podía entender cómo Cristo vivía en mí. Finalmente, encontré la explicación de esto, no en la epístola de Gálatas, sino en la de Filipenses. En Filipenses Pablo no declara simplemente que Cristo vive en nosotros, sino que va más allá al revelar que el vivir es Cristo. Vivir a Cristo supera el hecho de que Cristo vive en nosotros. Vivir a Cristo significa llevar una vida de comprensión y libre de la ansiedad.

Cualquier grado de ansiedad disminuye la medida de Cristo en nuestra experiencia. Tan sólo un poco de ansiedad reduce la medida de Cristo. El grado de comprensión o ansiedad que tengamos determina la medida de Cristo en nuestra vida diaria. Si somos comprensivos, tenemos a Cristo, pero si estamos afanosos, carecemos de Cristo. En nuestra vida diaria ¿cuán comprensivos y cuán afanosos somos? ¿Cuál es mayor: el nivel de comprensión o el nivel de ansiedad? Probablemente la mayoría de nosotros tendría que reconocer que en nuestra vida diaria, somos más afanosos que comprensivos.

Quisiera recalcar que vivir a Cristo significa ser comprensivos y estar libres de la ansiedad. Si somos comprensivos, ciertamente no tendremos ansiedad; y si estamos afanosos, no podremos ser comprensivos. La comprensión y la ansiedad no pueden coexistir.

MAGNIFICAR A CRISTO

Filipenses 4:4 dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!” Pablo comienza el versículo 10 con las palabras: “En gran manera me gocé en el Señor”. Además, en 1:18 él habla de su aflicción y declara: “¿Qué pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. Las palabras de Pablo acerca del gozo son muy significativas, especialmente cuando consideramos las circunstancias en las que se encontraba. El estaba en una cárcel de Roma, y sus opositores hacían todo lo posible por causar daño a su ministerio. No obstante, él declaró: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (v. 19). Como dijimos anteriormente, la salvación aquí se refiere a vivir y magnificar a Cristo. Es por eso que Pablo dice: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (v. 20). El anhelo de Pablo era no ser avergonzado en nada.

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Si uno de los colaboradores de Pablo lo visitara en la cárcel y lo encontrara ansioso, triste y preocupado, indudablemente habría dicho: “¡Qué vergüenza que el apóstol que nos ministró a Cristo se encuentre tan triste y afanado!” Si Pablo hubiera estado en tal situación, habría sido avergonzado. Sin embargo, vemos que él magnificaba a Cristo y no tenía ansiedad alguna, aun cuando las circunstancias que afrontaba eran muy difíciles. Debido a que no estaba ansioso, él no fue avergonzado en nada; por el contrario, Cristo fue magnificado en él.

Pablo pudo magnificar a Cristo porque era muy comprensivo. Aun durante su encarcelamiento él se mostró extremadamente comprensivo. El consideraba a las iglesias, entendía perfectamente a los santos, y tanto a ellos como a los que le rodeaban podía suministrarles amor, misericordia, bondad y compasión. Debido a que Pablo ejercitaba una comprensión total, no se veía en él ni el menor rastro de ansiedad. Incluso pudo declarar que su anhelo era que Cristo fuera magnificado en él, o por vida o por muerte, lo cual indicaba que a él no le preocupaba la muerte. Ni siquiera la idea de morir lo ponía ansioso.

ESTAR CONTENTOS EN CUALQUIERSITUACION Y SER COMPRENSIVOS

Ya vimos que la ansiedad y la comprensión son dos polos opuestos. La ansiedad es como un gusano que devora nuestra capacidad de ser comprensivos. Si no somos comprensivos, nos enojaremos y perderemos la calma fácilmente. El enojo a menudo es producido por la ansiedad. Si me preocupa mi futuro, mi situación personal o mi familia, no me sentiré contento con los demás. Mis preocupaciones causarán que me irrite con todos. Sólo cuando estamos felices y contentos podemos ser comprensivos.

En un mensaje anterior dijimos que la felicidad y el contentamiento son dos elementos que producen la comprensión. Sólo una persona feliz y satisfecha puede ser comprensiva. Pero si alguien está triste y descontento, se irritará y se ofenderá fácilmente. Pablo estaba lleno de gozo y contentamiento, así que en él no había ninguna ansiedad; antes bien, estaba lleno de comprensión.

Las palabras de Pablo en 4:10-12 muestran que él padeció escasez, al menos durante algún tiempo. Pero aun así, pudo testificar: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. El podía estar contento porque había aprendido el secreto, y, como resultado, era sumamente comprensivo.

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Muchos afirman que Filipenses es un libro de gozo, pues en él Pablo nos exhorta en repetidas ocasiones a regocijarnos en el Señor. A cualquiera de nosotros le habría resultado difícil regocijarse en las circunstancias en que se encontraba Pablo. Por lo general, nadie considera la cárcel un lugar de regocijo, pero Pablo podía regocijarse en el Señor y ser comprensivo, debido a que no estaba ansioso ni preocupado por sus circunstancias ni su porvenir.

DIOS ASIGNA TODAS NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS

Si hemos de llevar una vida sin ansiedad, debemos estar conscientes de que es Dios mismo quien nos asigna todas nuestras circunstancias, sean buenas o malas. Debemos percatarnos plenamente de esto. Supongamos que un hermano tiene un negocio próspero, y que gana mucho dinero, pero que un tiempo después fracasa y pierde mucho más de lo que ganó. Debemos entender que fue Dios quien dispuso que él ganara ese dinero y también que lo perdiera. Si dicho hermano tiene la plena certeza de que su situación le fue asignada por Dios, adorará al Señor por ello. Tal vez le traiga mayor beneficio el perder dinero, que el haberlo ganado, y probablemente tal pérdida le ayude a ser perfeccionado y edificado.

Del mismo modo, la enfermedad y la salud vienen de Dios. Por supuesto, todos debemos aspirar a estar saludables; no obstante, a veces gozar de buena salud no nos perfecciona tanto como un período de enfermedad. Además, cuando nuestra salud es quebrantada, tendemos a orar más que cuando gozamos de buena salud.

El primer requisito para estar libres de la ansiedad es tener la plena certeza de que es Dios quien nos asigna todos los sufrimientos que experimentamos. ¿Por qué entonces hemos de preocuparnos por lo que nos sucede? Dios nos lo ha asignado, El sabe lo que necesitamos.

Cuando era joven, leí una historia de dos gorriones que hablaban de la tristeza y de las preocupaciones tan comunes al género humano. Un gorrión le preguntaba al otro por qué la gente se preocupaba tanto, y éste le contestó: “Tal vez ellos no tienen un Padre que se preocupe por ellos como el nuestro. Nosotros en cambio no tenemos que preocuparnos por nada, porque tenemos un Padre que nos cuida”. Efectivamente, nuestro Padre nos cuida, pero a veces, El nos manda pruebas y sufrimientos para que se cumpla nuestro destino, que es magnificar a Cristo. Podemos vivir sin preocupaciones, no porque Dios nos haya prometido una vida exenta de sufrimientos, sino porque sabemos que todo lo que nos sucede nos ha sido asignado por El. A Pablo no le preocupaba ni la vida ni la muerte. Su única preocupación era que Cristo fuera

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magnificado en él. El sabía que cada circunstancia era para su bien. Así es como podemos librarnos de la ansiedad.

¿Por qué algunos se angustian cuando pierden dinero? Simplemente porque su deseo es obtener más dinero. ¿Por qué a otros les aflige su salud? Debido a que le temen a la muerte. Si estamos enfermos, debemos declarar: “Satanás, ¿qué me puedes hacer? No le temo a la muerte. La muerte no produce en mí ninguna ansiedad; antes bien, me da una oportunidad para magnificar a Cristo”. Ni la pobreza, ni la enfermedad ni la muerte deben atemorizarnos. Por el contrario, debemos aceptarlas, ya que Dios nos las manda. De esta manera, no tendremos ningún afán, porque sabremos que nuestro Padre ha asignado cada una de nuestras circunstancias. No obstante, esto no quiere decir que debamos buscar el sufrimiento; no debemos hacer nada que nos haga sufrir. Los que tienen negocios deben procurar ganar dinero, y los que trabajan como empleados deben esforzarse por conseguir un ascenso. Sin embargo, si perdemos dinero o aun nuestro trabajo, no debemos estar ansiosos; más bien, debemos entender que es Dios quien ha dispuesto dicha pérdida.

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE SESENTA Y UNO

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(6)

Lectura bíblica: Fil. 4:4-7; 1 Ts. 5:16-18; Job 1:20-22; 2 Co. 4:16-17; 12:7-9

En este mensaje y en el siguiente veremos muchos detalles y asuntos cruciales que nos ayudarán a llevar una vida de comprensión y sin afanes. En particular, estudiaremos cómo llevar a la práctica lo que Pablo nos recomienda en 4:6: “Por nada estéis afanosos”.

En numerosas ocasiones hemos dicho que el tema del libro de Filipenses es experimentar a Cristo. El contenido de los tres primeros capítulos de esta epístola es muy elevado. Pero en el capítulo cuatro, en la conclusión de este libro, pareciera que Pablo desciende de nivel al subrayar la necesidad de ser comprensivos y vivir sin ansiedad.

Por más de cincuenta años no podía entender Filipenses 4. Sólo apreciaba lo que Pablo había escrito en los primeros tres capítulos. En el capítulo uno, vemos que cuando vivimos a Cristo podemos magnificarlo; en el capítulo dos, se nos dice que debemos

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tomar a Cristo como el modelo de la vida cristiana, y en el capítulo tres, vemos que Cristo supera todo lo relacionado con la religión y la cultura, y que debemos estimar todas las cosas como pérdida para seguirlo y ganarlo. Sin embargo, en el capítulo cuatro, Pablo de repente hace un giro y empieza a hablar de ser comprensivos y no estar afanosos. Aunque yo sabía que ser comprensivos es una virtud, en mi opinión, lo que Pablo había escrito acerca de dicha virtud no se comparaba con lo escrito en los tres capítulos anteriores. Además, no podía entender por qué Pablo había prestado tanta atención al tema de la ansiedad. Sin embargo, en años recientes he entendido más claramente el contraste entre ser comprensivos y la ansiedad. Ahora siento un profundo aprecio por las palabras de Pablo: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois” (v. 5), y: “Por nada estéis afanosos” (v. 6).

DOS CLASES DE VIDA

La ansiedad es la suma total de la vida humana natural. Día tras día y hora tras hora, el común de los hombres vive lleno de ansiedad. Es normal que los seres humanos tengamos afanes. De hecho, si usted tiene una mente sobria, tendrá más ansiedades. Y si usted es cuidadoso y minucioso al tomar sus decisiones, tendrá mucha ansiedad. Asimismo, los que son sensibles son particularmente propensos a estar ansiosos. Aquellos que comúnmente son insensibles, no sufren tanto de ansiedad, pero los que son muy sensibles, generalmente experimentan muchos afanes.

Así como la ansiedad es la suma total de la vida humana común, de la misma manera, el ser comprensivos es la suma total de la vida cristiana apropiada. Por consiguiente, las palabras ansiedad y comprensión representan dos clases de vida. Entre los seres humanos existen solamente dos clases de vida: la vida humana y la vida cristiana. La vida humana es una vida de ansiedad, mientras que la vida cristiana es una vida de comprensión. Si vemos este contraste, comprenderemos cuán importante fue que Pablo, en el capítulo cuatro, hubiera dado tanto énfasis al hecho de ser comprensivos y no estar ansiosos. El recalca estos dos asuntos porque representan dos clases de vida. Todo ser humano se encuentra dominado por la ansiedad. Sin embargo, si somos cristianos según la norma divina, llevaremos una vida de comprensión y sin afanes. Así que, el primer asunto que quisiera resaltar en este mensaje es que la comprensión y la ansiedad representan dos clases de vida.

DOS FUENTES DISTINTAS

El segundo asunto que veremos es que la comprensión proviene de Dios, mientras que la ansiedad proviene de Satanás. Esto significa que la comprensión y la ansiedad representan dos fuentes diferentes: Dios y Satanás.

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Dios es la fuente de la comprensión

Dios es la fuente de la comprensión, y El nos da esta virtud para que cumplamos Su propósito. El tiene un propósito con nosotros individualmente, con nuestras familias y con la iglesia. Y a fin de que Su propósito se lleve a cabo, necesitamos ser comprensivos, lo cual es una virtud universal. Si no somos comprensivos, será imposible para nosotros cumplir el propósito de Dios, es decir, no le permitiremos a Dios cumplir Su propósito en nosotros como individuos, ni en nuestra familia ni en la iglesia.

Dios tiene un propósito triple para cada uno de nosotros. El tiene un propósito para nosotros individualmente, un propósito para nosotros en relación con nuestra familia, y un propósito para nosotros en la vida de iglesia. Es crucial que nos demos cuenta de que Dios tiene un propósito triple para con nosotros. Si queremos que tal propósito divino se cumpla, debemos ser comprensivos. Sin no lo somos, no le permitiremos a Dios cumplir Su propósito.

Ya vimos que ser comprensivos significa ser absolutamente razonables, considerados y amables con los demás. Si somos comprensivos, tendremos la sabiduría y la capacidad de suministrarles a otros lo que necesitan, y también poseeremos el pleno conocimiento para saber qué debemos decirles y cuándo debemos decírselo. Por ejemplo, un padre comprensivo sabrá cómo y cuándo debe hablar con sus hijos. Si no ejercitamos la comprensión en nuestra vida familiar, no podremos edificar nuestra familia con miras al cumplimiento del propósito de Dios. La comprensión no es solamente la suma total de la vida cristiana apropiada, sino también el medio que Dios ha provisto para cumplir Su propósito triple en nosotros. ¡Cuán precioso es que Dios mismo sea la fuente de la comprensión! La comprensión que ejercitamos y que damos a conocer a los demás procede del propio Dios.

Satanás es la fuente de la ansiedad

Satanás es la fuente de la ansiedad. La ansiedad proviene de Satanás con la intención de frustrar el propósito de Dios. No piense que Dios nos asigna la ansiedad. En el mensaje anterior dijimos que la ansiedad proviene de las circunstancias que Dios ha estipulado para nosotros. Sin embargo, esto es muy distinto de decir que la ansiedad es asignada por Dios. Por causa de la caída, Dios nos ha asignado ciertos sufrimientos. Por ejemplo, El ha ordenado que las mujeres experimenten los dolores de parto, y también ha dispuesto que los hombres tengan que luchar contra las espinas y los cardos. Génesis 3:17-19 dice: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá ... con el sudor de tu rostro comerás el pan”. Dios ha estipulado tales sufrimientos, pero El no nos asignó la ansiedad. En

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efecto, El nos asignó sufrimientos, pero luego vino Satanás a causar ansiedad valiéndose de los sufrimientos que Dios nos asignó. Definitivamente la ansiedad no procede de Dios, sino de Su adversario, Satanás, quien se aprovecha de los sufrimientos que Dios ordena para traer ansiedad a nuestra vida. Por tal razón concluimos que la ansiedad proviene de Satanás y que representa a Satanás mismo, mientras que la comprensión procede de Dios y lo representa a El.

La forma en que Dios usa a Satanás

La Biblia revela que Dios usa a Satanás. Esto lo vemos particularmente en el libro de Job. Cuando leí este libro por primera vez, me confundió el hecho de que Satanás tuviera acceso a la presencia de Dios en los cielos. Job 1:6 dice: “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás”. Los versículos siguientes narran una conversación entre Dios y Satanás. Me pregunté cómo se pudo dar esta conversación. ¿Por qué Dios permitió que alguien tan maligno pudiese hablar con El? ¿Por qué no destruyó a Satanás, o por lo menos no lo echó fuera?La respuesta es que Dios usó a Satanás para disciplinar a Job. Job era un hombre justo y perfecto, pero no conocía verdaderamente a Dios. Por lo tanto, necesitaba ser quebrantado y disciplinado por Dios. Así que, Dios usó a Satanás para llevar a cabo estoy le permitió que tocara a Job, pero sólo dentro de los límites prescritos por El.

En 2 Corintios 12 vemos que Dios permitió también que un mensajero de Satanás afligiera a Pablo. Pablo sabía que el aguijón en su carne provenía de Satanás. El dijo: “Y para que la excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a fin de que no me enaltezca sobremanera” (v. 7). Vemos un mismo principio en el caso de Pablo y en el caso de Job. Del mismo modo en que Dios le permitió a Satanás que afligiera a Pablo, también le permitió que tocara a Job.

El primer capítulo de Job muestra que Satanás, después de obtener el permiso para afligir a Job, le envió muchas calamidades. Primero, llegó la noticia de que los sabeos le robaron los bueyes y las asnas y mataron a sus criados (Job 1:14-15). Inmediatamente después, Job se enteró de otra calamidad: fuego había caído de los cielos y había consumido sus ovejas y algunos de sus criados. Luego vino otro mensajero informando que los caldeos se habían llevado sus camellos y habían matado a sus criados. Enseguida, le llegó la noticia de la cuarta calamidad: un “gran viento vino del lado del desierto” y destruyó la casa donde los hijos y las hijas de Job se encontraban festejando, y los mató a todos. Esto revela que Satanás puede usar a las personas, el fuego y el viento para provocar gran destrucción. Cuando leí por primera vez el primer capítulo de

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Job, no entendí por qué Dios permitió que Satanás hiciera estas cosas. Aquí vemos que primero Satanás envía las calamidades y luego viene a causar ansiedad.

Dios tenía un propósito definido al permitir que Satanás afligiera a Job. Su propósito era quebrantar a Job, quien se creía perfecto y recto en su propia opinión. Así que Dios usó a Satanás para que hiciera lo que ningún ser humano era capaz de hacer. Ya que los amigos de Job no podían quebrantarlo, Dios usó a Satanás para esta tarea. A menudo Dios le encomienda al diablo algunas misiones difíciles. Cuando El no puede cumplir Su propósito usando personas, El permite que Satanás nos toque. En cuanto a Job, el propósito de Dios era quebrantarlo. En cuanto a Pablo, Dios quería evitar que Pablo se enalteciera desmedidamente por causa de las visiones y revelaciones que había recibido. Fue por eso que El permitió que Satanás mandara un mensajero para que afligiera el cuerpo de Pablo. Indudablemente, Satanás siempre tiene la intención de atacar al pueblo de Dios. Este propósito es negativo; sin embargo, al permitirle que nos ataque, Dios logra Su propósito, un propósito muy positivo. Es con este propósito en mente que Dios nos asigna los sufrimientos que experimentamos.

Pablo se refiere a este propósito en 2 Corintios 4:16 y 17, donde dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. Aunque muchas veces Dios nos depara aflicciones, éstas no vienen de El directamente. Antes bien, toda aflicción, desastre, calamidad o catástrofe proviene de Satanás. No obstante, éstas ocurren con el permiso de Dios y con el propósito de perfeccionarnos. Esta era la razón por la que Pablo podía declarar que la leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Dios desea cumplir Su propósito para con nosotros, pero este propósito a veces requiere de la ayuda de Satanás.

Hace unos meses tuve un problema de salud. Yo sabía que este problema era causado por el diablo, Satanás, pero al mismo tiempo comprendía que Dios lo permitía con un propósito. El Señor quería tocar cierta área de mi persona, y usó este medio para lograrlo.

Si examinamos los casos de Job y de Pablo veremos que en ocasiones Dios permite que Satanás nos cause aflicciones. Luego, en cuanto llega la aflicción, Satanás viene a provocar ansiedad. El lo hace con la intención de frustrar el propósito de Dios. Repito que la comprensión procede de Dios para el cumplimiento de Su propósito, pero la ansiedad proviene de Satanás para frustrar el propósito de Dios. Si vemos esto, comprenderemos cuán importante fue que Pablo mencionara la comprensión y la ansiedad en Filipenses 4:5 y 6.

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LA COMPRENSION Y LA ANSIEDADNO PUEDEN COEXISTIR

Si somos comprensivos, no tendremos ansiedad; del mismo modo, si tenemos ansiedad, no podremos ser comprensivos. Tal como Dios y Satanás no pueden estar juntos, la comprensión y la ansiedad tampoco pueden coexistir. Cada vez que viene la comprensión, la ansiedad se va, y mientras la ansiedad permanezca con nosotros, seremos muy poco comprensivos. Quienes se ejercitan para ser comprensivos, no pueden tener ansiedad; del mismo modo, si usted no es comprensivo, la ansiedad lo invadirá y estará lleno de preocupaciones.

Sabemos por experiencia, no por doctrina, que cuando nos ejercitamos para ser comprensivos, toda ansiedad desaparece. Si por la misericordia y la gracia de Dios somos comprensivos con todos, y en todo, no tendremos ningún afán. Por la misericordia y la gracia de Dios debemos ser comprensivos con todas las personas, cosas y asuntos. Sólo así seremos libres del dominio de la ansiedad.

VIVIR A CRISTO COMO NUESTRA COMPRENSION

Hemos visto que la comprensión es en realidad el Cristo que expresamos. El Cristo presentado en los capítulos uno, dos y tres de Filipenses es la comprensión misma que menciona Pablo en 4:5. Por consiguiente, si queremos dar a conocer lo comprensivos que somos, debemos dar a conocer a Cristo. En realidad, ser comprensivos equivale a magnificar a Cristo. En 1:20 Pablo declaró que Cristo sería magnificado en él, pero en 4:5, él nos exhorta a dar a conocer lo comprensivos que somos. Cuando juntamos estos versículos, vemos que magnificar a Cristo significa dar a conocer lo comprensivos que somos. Por consiguiente, en nuestra experiencia, la comprensión es Cristo mismo.

Si vivimos a Cristo como nuestra comprensión, nunca estaremos ansiosos. Para aquellos que viven a Cristo como su comprensión, les es imposible tener ansiedad. ¿Sabe usted por qué nos afanamos y nos preocupamos? Porque no vivimos a Cristo. Quizás las palabras “vivir a Cristo” sean simplemente terminología o doctrina, una manera de hablar, y no un vivir práctico. Sin embargo, cuando vivimos a Cristo día tras día, la ansiedad no tiene cabida en nosotros.

Repito que ser comprensivos equivale a vivir a Cristo. Al llevar tal vida, una vida en la cual somos comprensivos en todo por la gracia de Dios, no habrá lugar para la ansiedad. Cuando vivimos y magnificamos a Cristo, la ansiedad no puede tocarnos. Ya que vivimos a Cristo como nuestra comprensión, no estaremos afanosos por nada.

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ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE SESENTA Y DOS

UNA VIDA DE COMPRENSION Y SIN AFANES

(7)

Lectura bíblica: Fil. 4:4-7; 1 Ts. 5:16-18; 2 Co. 12:7-9

En el mensaje anterior vimos que la comprensión y la ansiedad representan dos clases de vida, vimos también que la comprensión proviene de Dios, y la ansiedad, de Satanás, y que éstas dos no pueden ir juntas. Además, vimos que vivir a Cristo como nuestra comprensión equivale a llevar una vida libre de afanes. En este mensaje, hablaremos de algunos asuntos adicionales que están relacionados con el hecho de ser comprensivos y vivir sin ansiedad.

SER UNO CON EL SEÑOR

Si vivimos a Cristo, seremos verdaderamente uno con el Señor. En Filipenses 4:4 Pablo declara: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez diré: ¡Regocijaos!” Regocijarse en el Señor significa ser uno con El. Cuando somos uno con el Señor, no nos angustia nada, puesto que comprendemos que no sólo estamos en Su mano soberana, sino en El mismo. Si vivimos esta vida, ¿cómo podríamos estar ansiosos? Cuanto más practiquemos el ser uno con el Señor, más descubriremos que Su destino es nuestro destino. Si El quiere que vivamos más tiempo en la tierra, El permitirá que conservemos la vida; pero si Su deseo es que vayamos a El, entonces nos tomará y nos llevará a Sí mismo. Ya que todo depende de Su voluntad y somos uno con El de una manera práctica, no tenemos por qué afanarnos.

Cuando no estamos en el Señor, nos afanamos por cualquier cosa, pues todo lo que atañe a la vida humana produce ansiedad en nosotros. Pero cuando somos uno con el Señor, somos liberados de la vida humana natural y de su ansiedad. Si queremos dar a conocer a todos los hombres lo comprensivos que somos y no estar afanosos por nada, debemos practicar el ser uno con el Señor. Es por eso que Pablo nos exhorta a regocijarnos en el Señor, antes de pedirnos que demos a conocer lo comprensivos que somos.

Hace unos cuantos meses tuve un problema de salud y me sentí perturbado por ello. Entonces vino el Señor a mí y me preguntó si verdaderamente era uno con El. Después

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de que le respondí que sí, El pareció decirme: “Puesto que eres uno conmigo, no debes preocuparte por tu salud”.

Cuando no somos uno con el Señor de manera práctica, nos sentimos ansiosos. Doctrinalmente somos uno con El, pero en la práctica no lo somos la mayor parte del tiempo. Podemos compartirles mensajes a los santos, diciéndoles que somos un solo espíritu con el Señor, pero debemos asegurarnos si nuestra vida diaria refleja esta realidad. Si somos uno con el Señor verdadera y prácticamente, no estaremos ansiosos por nada.

A pesar de que Pablo se encontraba encarcelado en Roma, no estaba afanoso por nada, debido a que era uno con el Señor de una manera real, práctica y absoluta. Incluso podía afirmar que morir era mejor que vivir. Pablo era uno con el Señor de tal manera, que sabía que el Señor era su destino. El destino de Pablo no sólo estaba en las manos del Señor, sino que era el Señor mismo. Debido a que era uno con el Señor, él sabía perfectamente que Satanás no podía hacerle nada, aun cuando éste le enviara un mensajero, un aguijón en la carne para que lo abofeteara. A Pablo no le preocupaba lo que Satanás pudiera hacerle, porque sabía bien que el Señor era su destino.

EL SECRETO DE LA SATISFACCION

Si verdaderamente somos uno con el Señor en nuestra experiencia, y nos llega a suceder algo negativo, no debemos perturbarnos ni ponernos ansiosos. Pero si no somos uno con el Señor de una manera práctica, cualquier cosa, asunto o persona nos inquietará. Tal vez seamos perturbados por nuestro cónyuge o por nuestros hijos. Asimismo, cuando no somos uno con el Señor, no nos sentimos contentos con nada. Es por eso que, sin el Señor, ningún trabajo puede satisfacernos; la clave para estar satisfecho es ser uno con Cristo. Cuando somos uno con el Señor, nos sentimos satisfechos con nuestra situación, cualquiera que ésta sea, y podemos mostrarnos comprensivos con todos y con todo. Lo único que nos permite ser plenamente comprensivos y estar satisfechos en cualquier situación es ser uno con Cristo.

Si queremos ser libres de la ansiedad, debemos reconocer que Dios es quien nos asigna todas las aflicciones, sufrimientos, calamidades, desastres y catástrofes que nos acontecen. Además, debemos ser uno con el Señor en nuestra experiencia. Puede ser que, en efecto estemos conscientes de que requerimos pasar por sufrimientos y aflicciones. Pero para ser libres de la ansiedad, no basta con reconocer este hecho; es necesario que también seamos uno con el Señor. De lo contrario, las circunstancias o las cosas que enfrentemos, finalmente nos provocarán ansiedad y no estaremos satisfechos con nada ni con nadie.

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Cuanto más edad tiene una persona, más difícil le resulta ser satisfecha. He observado durante años a muchas personas mayores que no tienen a Cristo, y noté que con el paso del tiempo se mostraban cada vez más insatisfechas. A algunos les molestaban casi todas las cosas y todas las personas. Si no practicamos el ser uno con el Señor, nuestra situación empeorará a medida que envejecemos. Cada vez que nos sintamos insatisfechos, le echaremos la culpa a nuestra situación o a los miembros de nuestra familia. Es fácil satisfacer a un niño o a un joven, pero cuán difícil es satisfacer a una persona mayor. Esto debe motivarnos a ser uno con el Señor de una manera práctica, a fin de ser liberados de la ansiedad y llevar una vida de comprensión.

LA ORACION Y LA SUPLICA,CON ACCION DE GRACIAS

En 4:6 y 7 Pablo declara: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Ciertamente Pablo compuso estos versículos de una manera cuidadosa. En el versículo 6, él habla de oración, súplica y acción de gracias. La oración es general y su esencia es la adoración y la comunión; la súplica es especifica y se hace por necesidades específicas. La experiencia cristiana nos enseña que orar significa tener comunión con el Señor y adorarlo. Debemos apartar un tiempo cada día para tener contacto con el Señor, y para tener comunión con El y adorarlo. Entonces, durante nuestro tiempo de comunión con El, tal vez hagamos súplicas específicas. Por lo tanto, no sólo oramos de una manera general, sino que también presentamos nuestras súplicas al Señor de una manera específica. Le ofrecemos nuestras súplicas a Aquel con quien tenemos comunión. La súplica es por tanto una petición especial que presentamos durante nuestro tiempo de oración.

Es muy significativo que en 4:6 Pablo no mencione oración, súplica y acciones de gracias, sino oración y súplica con acción de gracias. Nuestra oración y nuestra súplica deben ir acompañadas de acciones de gracias al Señor. Hace poco tuve que aprender nuevamente la lección de darle siempre gracias al Señor. Cuando le pedí al Señor que restableciera mi salud, El me reprendió por no agradecerle por la medida de salud que aún tenía. Cuando estemos enfermos, debemos decir: “Señor, te doy gracias porque al menos en cierta medida, todavía tengo salud. Señor, estoy enfermo, pero no al grado deno poder ministrar Cristo a los santos. Pero Tú sabes que no estoy completamente saludable. Por tanto, te ruego que restablezcas mi salud”. Deberíamos aprender a suplicarle al Señor de esta manera.

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Si un hermano ora pidiendo que el Señor cambie a su esposa, el Señor puede preguntarle por qué en vez de pedirle esto, no le da gracias por ella. Tal hermano debería orar: “Señor, te agradezco por haberme dado una buena esposa”, y después de agradecerle al Señor por ella, podría continuar pidiéndole que la transforme.

Quizás otro hermano haya perdido su trabajo y ore al Señor al respecto. En lugar de decir: “Señor, he perdido mi trabajo y te pido que tengas misericordia de mí”, debería primero darle gracias. Tal vez podría decir: “Señor, te agradezco por no haber permitido que perdiera este trabajo antes. También te agradezco porque aún existen otras maneras en que puedo sustentar a mi familia. Oh Señor, tengo muchos motivos para agradecerte”. Luego, junto con sus acciones de gracias, él podría pedirle al Señor que le diera otro empleo; sin embargo, mientras ora por esto, no debe dejar de darle gracias y decir: “Señor, creo que Tú me vas a dar un nuevo trabajo. Tú sabes lo que necesito. Aun ahora mismo quiero darte gracias por el trabajo que me vas a dar”.

Aprendamos a orar y a suplicar con acción de gracias. Si estamos llenos de agradecimiento al Señor, eso nos preservará de la ansiedad, pero si oramos llenos de preocupación, nuestra ansiedad aumentará. En realidad, orar con respecto a nuestra situación puede aumentar nuestra ansiedad; pero si oramos y suplicamos con acción de gracias, nuestra ansiedad desaparecerá.

Quiero testificar que he aprendido a orar y a suplicar con acción de gracias, no doctrinalmente, sino en mi experiencia personal con el Señor. Hace poco estuve enfermo y el Señor me reprendió por no darle gracias. Me recordó que aún estaba lo suficientemente sano como para funcionar y ministrar la Palabra, y me reprendió por permitir que una pequeña enfermedad me perturbara y por quejarme de mi situación,en vez de ejercitarme en ser comprensivo. De esta manera el Señor me ayudó a estar satisfecho en El y a desechar toda ansiedad. Agradezco al Señor por el adiestramiento que recibí por medio de ese período de enfermedad y por medio de Su reprensión.

ACEPTAR LA VOLUNTAD DEL SEÑOR

Experimentar Su gracia suficiente

Hemos visto que para vencer la ansiedad, debemos orar, tener comunión con el Señor y adorarlo. Luego, debemos dar a conocer nuestras súplicas con acción de gracias. Cuando hacemos esto, tal vez pensemos que el Señor siempre nos contestará y nos concederá todo lo que le pidamos. Sin embargo, en algunas ocasiones el Señor nos dirá que no. Consideremos la experiencia de Pablo con respecto al aguijón que tenía en su carne. En 2 Corintios 12:8, él declara: “Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este

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aguijón me sea quitado”. Sin embargo, el Señor se negó a concederle lo que pedía y le respondió: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9). Por consiguiente, Pablo pudo declarar: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Lo importante aquí es que Pablo aceptó la voluntad de Dios. Comprendió que la voluntad de Dios era que el aguijón permaneciera en él, a fin de que pudiera experimentar Su gracia suficiente. El hecho de que Pablo aceptara la voluntad de Dios, lo libró de la ansiedad.

Por supuesto, debemos orar y suplicar al Señor con acción de gracias, pero si El no nos concede lo que pedimos, esto quizás aumentará nuestra ansiedad en lugar de disminuirla. En ese momento, debemos darnos cuenta de que el Señor no cambiará nuestra situación, sino que permitirá que el “aguijón” permanezca. El sabe que lo necesitamos. Por otra parte, El también lo necesita para mostrarnos Su gracia suficiente, y para ensenarnos a confiar en El. Pero si no aceptamos la voluntad del Señor e insistimos en pedirle conforme a nuestra propio interés, no escaparemos de la ansiedad.

Supongamos que usted ora al Señor mientras se encuentra enfermo, y que El contesta su oración y lo sana. El Señor actúa de esta manera, particularmente con los que le han experimentado poco. No obstante, es posible que más adelante se vuelva a enfermar y que en esa ocasión el Señor no lo sane de una manera rápida, sino gradual, o que incluso no lo sane. Finalmente, usted se dará cuenta de que el Señor desea que la enfermedad permanezca. Pero si usted acepta Su voluntad en ese respecto, tendrá paz y no sentirá ninguna ansiedad.

Desde su juventud el hermano Nee padecía del corazón. A menudo cuando ministraba la Palabra sentía tanto dolor que tenía que apoyarse en algo. El aun no había cumplido los treinta años cuando contrajo esta enfermedad, y cargó con ella por casi cuarenta años. Pero aunque estaba consciente de que podía morir en cualquier momento, aceptó la voluntad del Señor y nunca estuvo ansioso al respecto. El sabía que su enfermedad era un aguijón que le había sido dado para que el propósito de Dios se llevara a cabo.

Confiar en el Señor

Aceptar la voluntad del Señor en asuntos particulares no sólo nos permite experimentar Su gracia suficiente; también nos enseña a llevar una vida de confianza en el Señor. Si el aguijón le hubiese sido quitado a Pablo, probablemente no habría confiado tanto en el Señor como lo hizo mientras el aguijón aun estaba presente. Pero debido a que el aguijón permaneció, esto obligó a Pablo a llevar una vida de confianza en el Señor, día tras día.

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Ciertamente todos preferimos que las dificultades y los sufrimientos nos sean quitados, pero a veces el Señor dirá: “No, no puedo concederte lo que me pides. Es preferible que la dificultad permanezca para que aprendas a confiar en Mí y a no estar ansioso”. Si aceptamos la voluntad del Señor y confiamos en El, no tendremos afanes, pero si no lo hacemos, estaremos llenos de ansiedad.

Por naturaleza, me gusta que todo sea perfecto. Por tanto, cuando me enfermo un poco, mi deseo es obtener una sanidad total. Cuando mi ropa tiene algún defecto, por mínimo que éste sea, me gusta que me lo arreglen y que quede impecable. Asimismo, siempre procuro que todo lo que está bajo mi responsabilidad esté correcto en todos los aspectos. Sin embargo, no puedo controlar la enfermedad. Tal vez el Señor decida asignarme cierta enfermedad, porque sabe que la necesito para aprender a confiar en El y a no preocuparme. En tal caso, debo decir: “Señor, te agradezco por esta enfermedad, pues sé que me ayuda. También te doy gracias Señor, porque aun esto cumple Tu propósito”. Cuanto más agradezcamos al Señor de esta manera, más comprensivos seremos en vez de estar afanosos.

UN ENTENDIMIENTO APROPIADO

El hecho de que podamos ser comprensivos o no en momentos difíciles, dependerá de cuánto hayamos visto al respecto y de cuánto nos hayamos ejercitado. Si no percibimos que cierta situación particular proviene del Señor y que la necesitamos para nuestro perfeccionamiento, y además le damos gracias por ella, no tendremos ansiedad ni nos sentiremos amenazados por ella. En tal caso podremos decir: “Señor, te doy gracias por esta situación. No me siento amenazado por dicha circunstancia porque sé que soy uno contigo y que Tú has dispuesto todo lo que me sucede. También sé que permites que esto permanezca, para poder cumplir Tu propósito y perfeccionarme”. Si realmente vemos que todo ha sido estipulado por el Señor y aceptamos Su voluntad y le damos gracias, podremos decir como Pablo: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Co. 4:16-17). Entonces no tendremos ninguna ansiedad.

A menudo los cristianos dicen que para ser liberados de la ansiedad simplemente necesitamos creer en el Señor. Sin embargo, esta clase de entendimiento implica que si alguien se afana es porque no cree en el Señor. Pablo no declara en 4:6 que somos libres de la ansiedad cuando creemos. En dicho contexto él no está hablando en absoluto de la fe.

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SEIS ASUNTOS QUE DEBEMOS ENTENDER Y PRACTICAR

Si queremos ser libres de la ansiedad, debemos entender y practicar los seis asuntos que abarcamos en estos dos últimos mensajes. Primero, debemos darnos cuenta de que la virtud de ser comprensivos resume la vida cristiana, así como la ansiedad resume la vida humana. En segundo lugar, debemos ver que la fuente de la comprensión es Dios y que la fuente de la ansiedad es Satanás.

En tercer lugar, debemos darnos cuenta de que la comprensión y la ansiedad no pueden existir al mismo tiempo. Esto se debe a que la comprensión es en realidad una persona, Cristo mismo; sólo cuando lo vivimos a El, podemos ser comprensivos. Esta es la razón por la que Pablo menciona a Cristo tantas veces en Filipenses 1, 2 y 3. El apóstol hace énfasis en el hecho de magnificar a Cristo, de tomarlo como nuestro modelo, y de seguirlo como nuestra meta. Sin embargo, en Filipenses 4 él usa la palabra “comprensivo” y nos exhorta a que sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que somos. En realidad, la comprensión es el mismo Cristo revelado en los capítulos anteriores. Por consiguiente, dar a conocer lo comprensivos que somos equivale a vivir a Cristo.

Ya vimos que Dios puede asignarnos ciertos sufrimientos. No obstante también vimos que aunque El los asigna, éstos no son causados por El, sino por Satanás. Las experiencias de Job y de Pablo son un ejemplo de esto. Las calamidades que Dios nos asigna en realidad vienen de parte de Satanás. Satanás es el mensajero que nos trae todas estas situaciones adversas. Dios le asignó a Pablo un aguijón particular, y permitió que Satanás se lo trajera. Inmediatamente después de que Satanás nos envía una dificultad o una aflicción particular, él viene a provocar ansiedad. Dicho sentimiento de ansiedad no es asignado por Dios ni procede de El; por el contrario, es siempre causado por Satanás, con el fin de frustrar el propósito de Dios. Si estamos conscientes de esto, entenderemos que necesitamos tomar a Cristo como nuestra comprensión. Si somos comprensivos, no sentiremos ansiedad alguna. En cambio, si estamos ansiosos, no podremos ser comprensivos.

El cuarto asunto que debemos entender y ejercitar para llevar una vida de comprensión y sin afanes, consiste en ser uno con el Señor de una manera práctica. Ser uno con el Señor en nuestra experiencia significa estar en El.

En quinto lugar, debemos orar. Esto quiere decir que necesitamos apartar un tiempo específico para tener comunión con el Señor y adorarle. La oración no se limita a pedirle cosas al Señor. Orar es conversar con el Señor, comunicarnos con El en comunión y

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adorarle. Al pasar tiempo con el Señor, debemos darle a conocer nuestras peticiones con acción de gracias.

En sexto lugar, después de orar al Señor, de tener comunión con El, adorarle y darle a conocer nuestras peticiones, sabremos cuál es la voluntad del Señor. Por ejemplo, si estamos enfermos, sabremos si el Señor desea sanarnos o si permitirá que sigamos enfermos. Una vez que conozcamos Su voluntad, debemos aceptarla, experimentar Su gracia suficiente, confiar en El y darle gracias. De este modo, llevaremos una vida de comprensión y sin afanes.