espiriual / [email protected]/ …ocdcolombia.org/elementos/contenidos/87/RevistaVidaE... · 2014-09-27 · se cree en Él por la hermosura de sus criaturas, pues hay incluso

Orden de Carmelitas Descalzos

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Un oasis donde la naturalezaluce sus jardines.

Duruelo:

Padre Rafael Mejía Maya OCD

Vida Espiritual N° 170 Mayo-agosto 2013Orden de Carmelitas DescalzosProvincia de Colombia

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En medio del conflictoCreerPadre Luis Alberto Vergara Sanchez OCD

Clave mística para leer nuestras vidasMadre Laura MontoyaPadre Wilson Darío Ossa Betancur OCD

Reflexiones sobre la feEntregar el corazónPadre Alberto Ramírez Zuluaga

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Vida Espiritual / Mayo - agosto 2013

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Vida Espiritual® No 170Una publicación de la Orden de Carmelitas Descalzos,

Provincia de Colombia

Monticelo Casa de Espiritualidad y ConvencionesCalle 10 A No 22 – 6 / Tel. (+57 4) 3114444

[email protected]

Superior Provincial: Padre Jorge Mario Naranjo M. OCDConsejo Editorial:

Director Padre Carlos Alberto Ospina OCD [email protected], Catalina Schuth B. [email protected],

Claudia Victoria Llano [email protected], Camilo Jaramillo A. [email protected]

Colaboradores en esta edición:Padre Rafael Mejía M. OCD, Sacerdote Carmelita Descalzo,

Conventual en elNoviciado de Villa de Leyva; Claudia LLano (Tita), Monticelo Casa de Espiritualidad, Medellín; Catalina Schuth B.,

Monticelo Casa de Espiritualidad, Medellín; Padre Wilson D.Ossa B. OCD, Sacerdote Carmelita Descalzo ,Comunicador Social U. de A., conventual

en La Ciudad de Dios de Villa de Leyva.Padre Olairo Castillo OCD, Sacerdote Carmelita Descalzo, conventual en

el Seminario Carmelitano Santa Teresa de Jesús y Párroco de El Señor de las Misericordias de Medellín.

Padre Luis Alberto Vergara S. OCD, Sacerdote Carmelita Descalzo, conventual en Santa Teresita y Párroco en La Merced de Tumaco.Padre Alberto Ramírez, Doctor de Teología, profesor en la UPB;

Padre Hevert Lizcano Q. OCD, conventual en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Cúcuta; José Guillermo Jaramillo C.,

Administrador de empresas

Diseño e impresión: ADMARK GROUP©/ www.admargroup.co / [email protected]

Fotografías: / AdMark Group©/ Camilo Jaramillo A. /Padre Carlos Alberto León D. OCD./ Oscar Perfer / Verónica Ossa C./

www.shutterstock.com / www.madrelaura.org/ www.sxc.hu / www.wordpress.org / www.monticelo.org

ISSN 0120- 811X / Resolución No 00535 Mayo 1962 / MingobiernoReservados todos los derechos de reproducción total o parcial .

Medellín / Mayo de 2013 / Valor de la edición $17.000

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36en medio del conflictoCreerPadre Luis Alberto Vergara Sanchez. OCD

Clave mística para leer nuestras vidas

Madre Laura

Padre Wilson Darío Ossa Betancur OCD

Un oasis donde la naturalezaluce sus jardines.Padre Rafael Mejía Maya OCD

Duruelo

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Reflexiones sobre la feEntregar el corazón

Padre Alberto Ramirez Zuluaga

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La SaetaCatalina Schuth B.

La oraciónPara el hombrecontemporaneo33

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Expresión OCDPadre Olario Castillo OCD21

Padre Olario Castillo OCD

Libros / películas /RecomendadosPadre Hevert A. Lizcano Q. OCDJosé Guillermo Jaramillo C.

Una palabra tuya bastará

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Editorial

Recomendadosse cree en Él por la hermosura de sus criaturas, pues hay incluso las que juzgamos feas, y con ellas y en ellas está también Dios, como su artífice y como su Señor. Creer sólo por la belleza o por el bien -para alcanzarlos o para explicarlos- es un tanto simplista; se cree no en lo que está afuera sino en lo que está adentro, es decir, en la Palabra de Dios y en Él en mí.

Cuando creo en Dios, no necesito que Él me mire para que me reconozca, que me hable para escucharlo, que me toque para sanarme, que me arrulle para confortarme. Él ya es mirada, palabra, bálsamo, sosiego. Su Palabra es presencia. Una palabra tuya, bastará para sanarme dijo el Centurión; con fe nosotros decimos: tú eres la Palabra, palabra en mí. Con Dios todo lo externo, bueno o malo, armónico o en desequilibrio, hermoso o monstruoso, se ve diferente, se asume distinto. Él cambia mi mirada. Llenos de fe, es decir, llenos de Dios, puede cada uno de nosotros sentir con Pablo que ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2,20).

Una palabra tuya, bastará para sanarme

(Mateo 8,8)


La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios, nos enseña Pablo en la Carta a los Romanos (10,17). Si bien la dedicación de 2013 como el año de la fe por parte del Emérito Benedicto XVI, nos motiva para la elección del tema de este número 170 de Vida Espiritual, más lo hace el reconocimiento de que sin fe no podemos ser llamados cristianos. No lo somos porque cumplamos leyes o aceptemos dogmas y doctrinas, lo somos siempre y cuando creamos y se nos vea en lo que hacemos, sentimos y pensamos.

Oír, escuchar, para el pueblo judío (“shemá” Israel) es obedecer, “ob-audere”, escuchar y acogerse a lo escuchado. Así que si la fe viene por el oír, es el oír obediente, es el saber y seguir, saber de Dios y tener sabor a Él, ser la sal de la tierra. Todos nuestros colaboradores en esta publicación coinciden en esto.

Es errado pensar que se tenga fe porque sea imposible negar la existencia de Dios en medio del asombro por la grandeza de su creación, no

Hoy, lo que otrora eran tierras desér-ticas y baldías, se ha transformado en un oasis donde la naturaleza luce sus jardines de flores esmaltado, sus bos-ques y espesuras, do mana el agua pura, invitando al dulce ocio de la con-

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Un oasis donde la Duruelo

No he encontrado en el mundo un lugar más apropiado para sentir el alma como Duruelo,

y eso gracias a la visión de los Carmelitas. Gonzalo Arango

(Filósofo nadaísta Colombia 1931-1976)

Padre Rafael Mejía Maya OCD

Inspirados en el carisma del Carmelo, sus hijos dimos origen a esta casa de acogida en la históri-ca Villa de Leyva, donde el Creador derramó mil gracias de su hermosura para que descubriéramos su presencia.

Pienso que fue Fray Juan de la Cruz quien localizó a través de sus discípulos este paradisíaco espa-cio que hubiera servido para deleitarse recitando una a una las estrofas de su Cántico Espiritual.

Duruelo evoca la aventura del Santo en una alque-ría de Castilla donde inició la vida de los frailes carmelitas descalzos, soñada, ideada y realizada por Santa Teresa. Y tal fue el nombre escogido para denominar la ubicación de la obra trascen-dental que queríamos implantar en la población. Hoy, lo que otrora eran tierras desérticas y bal-días, se ha transformado en un oasis donde la naturaleza luce sus jardines de flores esmaltado, sus bosques y espesuras, do mana el agua pura, invitando al dulce ocio de la contemplación.

La idea original de erigir allí una casa que acogie-ra a cuantos quisieran adentrarse en la interior

bodega del espíritu, a reflexionar sobre los inte-rrogantes de su vida y actividades, o simplemen-te a descansar de sus afanes cotidianos, partió del impulso dado por el General de la Orden al apostolado específico de la espiritualidad, tan característico de la misión del Carmelo Teresiano en la Iglesia. Lanzada en 1956 por un religioso que había realizado su carrera eclesiástica en Eu-ropa, no pasó entonces de ser una utopía.

Los superiores mayores de la Provincia fueron ru-miando dicha aspiración a lo largo del tiempo. Correspondió al provincial Padre Valeriano Lavea-ga, un enamorado de la vida y obra de San Juan de la Cruz, sugerir la idea en el Capítulo Provin-cial de 1964, sin duda para irla madurando.

Fue en el Capítulo de 1966 cuando se aprobó el proyecto, determinando el lugar y el titular. Se aproximaba la celebración del IV Centenario de la fundación del Duruelo castellano.

Enteradas del proyecto el mismo año 1966, las autoridades municipales de la Villa ofrecieron donar un terreno, para lo cual hubo que hacer un

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Inspirados en el carisma del Carmelo, sus hijos dimos origen a esta casa de acogida en la histórica Villa de Leyva, donde el Creador derramó mil gracias de su hermosura para que descubriéra-

mos su presencia.

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juicio de pertenencia. Las escrituras se otorgaron luego en dos etapas: la primera en febrero de 1968 y la segunda en mayo del año siguiente; esta segunda tenía por objeto ampliar la propiedad. Poste-riormente, en octubre de 1985 se compró un predio anexo que se denominó La Cabaña, por lo cual la propiedad asciende a 28 hectáreas, en su inmensa mayoría improductivas.

Se presentaron varios proyectos de planos, pero se rechazaron porque los arquitectos no cumplían las condiciones exigidas, razón por la cual se empezaron las obras de construcción apenas el 21 de julio de 1969 con un experto maestro de obras, discípulo del famoso salesiano Don Buscaglione. Un poco después, con el fin de obtener préstamos bancarios, hubo que elaborar los planos definitivos, que se adjudicaron al arquitecto Antonio Álvarez-Lleras, con la asesoría gratuita del también arquitecto Horacio Parra.

Las mayores preocupaciones eran la financiación de la obra y su destino específico. Para la primera no se tenían los recursos indispensables ni había estudios de factibilidad. Y fue debido a esto que se decidió acoger todo tipo de huéspedes y eventos, aunque primando siempre el apostolado de la espiritualidad. La oposición de la mayoría de los religiosos y aún de laicos auguraba el más rotundo fracaso. Tanto el provincial Padre Hernando Uribe Carvajal como el Padre encargado de la ejecución del proyecto, confiaban más en la Providencia Divina que en razones humanas, afrontando la situación con tesón y clarividencia.

Con la colaboración, así fuera en pequeñas cantidades, de los conventos y monasterios carmelitanos del país, así como de una institución extranjera y varios préstamos muy favorables de la Corporación Nacional de Turismo, se logró realizar el tan soñado proyecto.

El 15 de marzo de 1973 se hizo una inauguración privada, ya que las deudas no permitieron un festejo externo para su lanzamiento oficial, como era lo normal. La ocasión se presentó con la reunión del Consejo Plenario de la Provincia que tenía lugar en las instalaciones, con una celebración solemne de la Eucaristía ante una imagen colonial de San Juan de la Cruz, la bendición de las diversas dependen-cias, y el ágape fraterno.

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Y debido también a la escasa dotación, ape-nas el 20 de julio de dicho año pudo abrirse al público con muchas limitaciones que con el tiempo se fueron superando.

De acuerdo con el proyecto inicial y la deman-da, la ahora denominada “Hospedería Duruelo” se fue ampliando hasta alcanzar hoy su capaci-dad máxima.

Las edificaciones, escalonadas en la pendien-te del cerro, comprenden cuatro tramos en los que se distribuyen las 93 habitaciones y están coronados con un quinto tramo donde se halla el auditorio para 300 personas. Las zonas so-ciales incluyen 3 restaurantes, 4 salas de con-ferencias, 7 salas auxiliares, capilla, oficinas administrativas, piscina, spa, áreas deporti-vas, parqueaderos y demás servicios generales; todo con la mejor dotación y tecnología.

A los carmelitas descalzos se les reconoce uná-nimemente el mérito de haber rescatado a Vi-lla de Leyva del abandono y la miseria en que había caído desde fines de la Colonia, impul-sando su desarrollo con Duruelo, hasta alcan-zar en breve tiempo metas insospechadas. La Villa ha recuperado su prestigio primigenio y se ha posicionado en el país. Con la bondad de su clima, el encanto de sus paisajes, la arquitec-tura española de sus monumentos históricos, la riqueza de su arqueología, Duruelo es allí un abrebocas de lo que podemos encontrar en Vi-lla de Leyva.

Con los signos religiosos que por doquiera se encuentran, Duruelo ayuda a elevar la mirada de sus visitantes y da testimonio de la bondad de sus propósitos espirituales y sociales. Gra-cias a Dios por estos 40 años.

Duruelo ayuda a elevar la mirada de sus visitantes y da testi-monio de la bondad de sus propósitos espirituales y sociales.


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Creer en mediodel conflicto

A lo largo de su historia, la humanidad ha alcanzado su desarrollo en medio de conflictos y no solo eso, los conflictos -especialmente las guerras- han ayudado a la evolución y transformación de las culturas, aunque en su momento como hecho presente no dejen sino tristezas, destrucción y desolación.

En la historia de la salvación, el pueblo de Israel tejió su tradición salvífica en medio de grandes acontecimientos bélicos. Ya aparece en el relato de la creación el primer conflicto, el choque entre Caín y Abel; y así, a lo largo

de todo el Antiguo Testamento se hace evidente la violencia del hombre. Todo esto vale como argumento para sustentar la tesis del por qué la humanidad nunca conocerá una paz que no pase de ser un momento de respiro y descanso para seguir afrontando las luchas de cada día. Aceptémoslo: vivimos en medio de reyertas, disputas, guerras y todo tipo de violencia que genera el ansia del hombre por querer ejercer el dominio y el poder sobre los otros, especialmente sobre los más vulnerables.

Padre Luis Alberto Vergara Sánchez OCD


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Pretendo ahora expresar la experiencia de los momentos vividos ministerialmente en un tiempo que se hace muy corto para entender una historia tan larga y de tantas pesadumbres como la que vive el pueblo de Tumaco. La pregunta que a menudo surge es: ¿cómo hablar de un Dios misericordioso en un ambiente donde impera el miedo, la angustia, el terror y sobre todo el silencio ante la impunidad rampante? Y la respuesta está a la mano, sin buscarla en los libros ni en el conocimiento de los especialistas; la respuesta está latente en el rostro de las personas con quienes entramos en contacto a diario en el ritmo de la vida tumaqueña.

Lo está pidiendo el Papa Francisco al inicio de su pontificado: El Sacerdote tiene que estar allí donde impera el sufrimiento y eso, cuando se vive en medio del conflicto, va quedando claro; porque es allí donde se va descubriendo la razón para la cual Dios inspira la vocación. Se presenta una disyuntiva: corroborar ante esta realidad agobiante que todo lo estudiado en la teología es un análisis cercano y casi certero de lo que el pueblo experimenta sobre

Dios, o, por el contrario, que esta realidad muestra en la praxis que la teoría nunca será capaz de impregnar y sensibilizar el corazón frente al sufrimiento de los que padecen, sino se vive primero ese dolor, estando y caminando con ellos.

Situaciones que contrastan

En la región tumaqueña se manifiesta una enorme experiencia de piedad arraigada en sus más profundas raíces culturales; la acción de los misioneros ha dejado huellas del paso del Señor por la vida de estas comunidades afro-descendientes. Son muchas y variadas las expresiones religiosas con las que uno se topa a lo largo del calendario anual, convertidas en verdaderas fiestas de la vida, donde refulge la fe que no conoce de posturas teológicas, de pedagogías pastorales especializadas y mucho menos de apasionamientos por parte de aquellos que creen que la Iglesia nació con ellos y que gracias a ellos no morirá jamás, para venir con sus posturas de renovación a quererles cambiar sus

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formas celebrativas y a tirarles por la borda toda una tradición religiosa anclada ya en sus más respetadas formas culturales.

Aparte del ciclo litúrgico normal, con las fiestas propias de la Iglesia universal, existen en Tumaco fiestas piadosas que a lo largo del año nos ocupan el ministerio a los consagrados, y al pueblo les aviva la esperanza: a Jesús Nazareno, a la Virgen del Carmen, a la Virgen de la Merced, las cuarenta horas del Santísimo en memoria del acontecimiento de la gran ola, las patronales a San Andrés Apóstol y muchas otras celebraciones con sus respectivos triduos, según la piedad de las diferentes comunidades parroquiales.

Lo anterior nos indica que esta es una comunidad celebrativa y piadosa. A todo evento religioso acuden sin hacerse rogar con su participación siempre alegre y entusiasta. El contraste se da cuando analizamos lo que nos toca vivir cada día en el orden de lo social: es un pueblo que padece el flagelo de una violencia cruel y desencarnada que tiene como motor las fuerzas del narcotráfico y los grupos armados ilegales delinquiendo a sus anchas por todos los rincones del territorio, como si nadie los pudiera frenar.

A esto se suma otro desorden: familias desintegradas, jóvenes sin ninguna motivación ante su futuro y la propia vida, niñas a muy temprana edad iniciadas en el mundo de la prostitución, del alcohol y otras adicciones. Podríamos suponer y así lo manifiestan muchos, que ésta es una región olvidada por el Estado, pero no hay tal, el Estado sí ayuda de muchas formas, pero como sucede en todo el territorio nacional, la corrupción y la politiquería hacen de las suyas dejando sus estragos en todo. Los dineros y recursos que se destinan nunca llegan a su fin, y si llegan lo hacen a cuenta gotas y todo siempre se queda a medio empezar.

Tal como termina el Evangelio de Juan, si quisiera contar todo el desorden social en Tumaco, no cabría en todos los libros del mundo. En las dos realidades sintetizadas, se mueve la vida en estas tierras del Pacifico nariñense.

Creer para superar el conflicto, o creer para poder vivir en el conflicto

Podríamos llegar a afirmar que se puede creer y llegar a ser indiferentes al conflicto aún viviendo en sus entrañas. Que no se crea que esta es una interpretación a la ligera, que este ambiente me tiene sensibilizado y que ya alcancé el grado de los iniciados en un supremo estado de inserción y que ya no respiro sino compasión y quebranto ante la realidad dolorosa de un pueblo al que debo acompañar ministerial y pastoralmente. Eso quisiera y en ello empeño mis oraciones. Pero no es fácil. Se puede suplicar a Dios nuestro Padre para que nos dé un corazón y un espíritu con la suficiente osadía de enfrentar los rigores que exige trabajar en este ambiente sin miedo a los peligros que acechan, procurando evadirlos con prudencia gracias a la ayuda del que nos cuida. También se puede suplicar al Padre para que los problemas violentos de los que somos testigos a diario no nos afecten demasiado, ni nos quiten el ánimo y la alegría que debemos reflejar en nuestro estar aquí por obediencia. O podemos suplicar de rodillas a Dios que en su bondad infinita permita que seamos invisibles para que no nos

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alcance a nosotros la desgracia que padecen muchos.

Para un consagrado, la fe corre el riesgo de sesgarse con un fin protector o de escudo, mal interpretando al apóstol, pensando que como se le habla a la gente de Dios, entonces nada puede pasarnos y nadie nos podrá tocar, y optamos por una indiferencia total ante lo que pase a nuestro alrededor y así terminamos conviviendo pacíficamente con cualquier forma de violencia. Qué lejos estamos de una fe capaz de configurarnos con Cristo, el que se entrega y se dona por amor a los hombres, a lo cual de verdad estamos llamados nosotros, pues no olvidemos que es el Amor el que nos mueve para poder llegar a una verdadera entrega de la propia vida como lo pide el Evangelio, y no por preservarla como nos lo dicta nuestra razón y el sentido de supervivencia humana, como tantas veces nos han dicho: parece que hemos venido no a entregar la vida por Cristo, sino a vivir y beneficiarnos del santísimo nombre de Cristo.

Aquí es donde se presenta el desafío pastoral, descubrir en la gente si la expresión de su fe los conduce a una viva esperanza, lo cual será nuestra tarea profética, como anunciadores de una nueva luz que conduzca al rebaño de Dios por caminos de realización y salvación humanas. En últimas, resulta difícil establecer un juicio claro sobre las motivaciones que mueven a los tumaqueños a vivenciar su fe en las multiformes manifestaciones celebrativas que los comprometen en todo el contexto de su vida.

En los primeros días de mi arribo a esta tierra, instaba a los feligreses a reflexionar con profundidad sobre un cuestionamiento: ¿cómo es posible -les decía- que un pueblo

con todas estas manifestaciones piadosas esté viviendo una problemática social de tanta violencia?, ¿dónde queda la fe que se proclama?, ¿para qué tanta celebración si con ello no se compromete la vida?, y todavía siento que tengo razón en esta exhortación.

Nunca sentí rechazo ante la dureza de mi reclamo; al contrario, muchos me manifestaban su asentimiento dándome por entero la razón. Pero con el paso de los días, cuando empecé a celebrar exequias con varios féretros al mismo tiempo, todos asesinados y en su mayoría jóvenes, especialmente el día que presidí el funeral de una madre con sus dos hijos masacrados en su vivienda, el panorama cambió. Tuve que hablarles de la esperanza a unos rostros que tenía al frente totalmente marchitos y desencajados por la tristeza y el desconsuelo. Ahí me di cuenta que gracias a la fe, arraigada en sus expresiones de vida, es como han podido seguir adelante sin desfallecer, siempre con el anhelo de que las cosas deben y pueden mejorar.

En conclusión, porque creen es que han podido resistir esta guerra indescifrable y mantenerse fieles a su confianza en Dios. Es decir que, el conflicto no existe por falta de fe, sino que por la fe es que el conflicto nunca establecerá su reino eterno porque el único Reino Eterno es el del Amor sembrado en el corazón, por sus creencias, como la semilla del Sembrador.

En conclusión, en la humanidad siempre habrá conflictos -eso es innegable-, pero cada uno de ellos se va sorteando; igual sucede a nivel personal; la fe o el creer nunca será un agregado al conflicto ni será para vivir en el conflicto, sino para hacer al hombre más humano en su inmensa capacidad de amar y esto es lo que posibilita vivir una experiencia de Dios en medio de la violencia, con la esperanza de erradicarla, tendiendo a superar toda discordia humana y hacer del mundo un mundo mejor para todos. Esta, y no otra, tiene que ser nuestra tarea evangelizadora en cualquier ambiente social a donde el Señor nos lleve.

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Ser cristiano significa practicar, vivir la fe como un compromiso total, el ejercicio de nuestra existencia en relación con Dios, un ejercicio que aprendemos de quien lo ha realizado de manera inigualable: Jesucristo.

Entregar el corazónReflexiones sobre la fe

Padre Alberto Ramirez Zuluaga

El Papa emérito Benedicto XVI convocó a la Iglesia para celebrar un año de la fe a partir del 11 de octubre de 2012, la fecha en la que se conmemoró el cincuentenario de la inauguración del Concilio Vaticano II. Su deseo era que en la Iglesia se despertara de nuevo una conciencia viva de lo que significa la fe que practicamos, la fe que vivimos. Tenemos que reconocer que el Señor nos concedió una gracia inmensa en estos últimos años: permitir que un teólogo de la calidad del Papa Ratzinger hubiera tenido la oportunidad de decir -como Papa- lo que pensaba como teólogo, y lo que vivía como teólogo. Para comprender mejor un tema cualquiera es útil preguntarnos -en una especie de primera aproximación-, por el significado y sentido de las palabras que utilizamos y tratar de explicar su origen.

Preguntémonos, por lo tanto, por las palabras “fe” y “creer” con las que expresamos el tema que nos ocupa. El Padre Hernando Uribe o.c.d.

ha afirmado con frecuencia que la fe no existe, que, en cuanto tal, esta palabra es una abstracción. Es cierto: lo que existe en realidad no es la fe, sino el acto de creer. “Creo”, decimos para expresar nuestra existencia de creyentes. Utilizamos una forma verbal, la primera persona del singular del presente indicativo del verbo “creer”, una palabra que se deriva de la expresión latina “credo”, cuya significación

etimológica es de mucha utilidad para penetrar en el tema que nos ocupa. “Credo” es también la primera persona del singular del presente indicativo del verbo latino “credere”, una palabra compuesta por dos sílabas: “cre” y “do”.

La primera sílaba de esta palabra “cre” es una raíz que se remonta hasta lo que se conoce como el tronco lingüístico indo-europeo, del que proceden la mayor parte de las lenguas conocidas en el mundo (románicas, germánicas, eslavas y aún otras). En una lengua muy antigua, el sánscrito, tenemos todavía un ejemplo muy interesante de lo que es ese tronco. En él la expresión “cre” corresponde a la etimología “kerd” de la que se deriva la palabra latina “cor” (corazón), una palabra que conservamos en muchas palabras de nuestra lengua castellana: por ejemplo en la expresión “recordar”, que significa literalmente “volver a poner en el corazón”. La segunda sílaba de la palabra “credo” corresponde a lo que en latín es la primera persona


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del singular del presente indicativo del verbo “dar” (“yo doy”). En consecuencia la expresión “credo” significa etimológicamente “yo doy el corazón”. Creer significa entregar el corazón.

Esta constatación tiene mucha importancia para nuestro tema. “Corazón” significa en un sentido antropológico profundo “toda la existencia”. Por lo tanto, “dar el corazón” significa comprometer toda la existencia, y en el contexto desde el cual hablamos, comprometer toda la existencia en relación con Dios.

Lamentablemente, en nuestra cultura occidental la noción de corazón no ha sido valorada en su significación plena: se la ha contrapuesto a la noción de razón, como si se tratara de una antítesis, y, para definir a la persona humana como ser inteligente, se ha centrado la atención en la razón: el hombre es un “animal racional”. Sin embargo, desde el siglo XVII empezó a valorarse también, y cada vez más, la noción de corazón, lo cual ha tenido importantes consecuencias en la antropología. Dos nombres son clásicos en la historia de este proceso: el de René Descartes y el de Blas Pascal. Frente a la conocida afirmación del primero que definía la existencia humana a partir de la dimensión de la razón, en el sentido que hemos dicho, es decir, a partir de la capacidad que tenemos de pensar (“pienso, luego existo”), y que subrayaba por lo tanto de manera radical la racionalidad, un contemporáneo suyo, Blas Pascal, hizo caer en la cuenta de que la otra dimensión de la existencia humana, la del corazón, también tenía que ser considerada e inclusive subrayada para comprender verdaderamente lo que es el hombre. De él es la conocida frase: “el corazón también tiene razones y las razones del corazón pueden ser inclusive más decisivas que las de la cabeza”. Según esta afirmación, la racionalidad humana no puede ser reducida a lo que tradicionalmente se pensaba, la razón, y debe tenerse en cuenta, en cambio, como algo fundamental para hablar de la existencia humana, la dimensión que expresamos metafóricamente por medio de la palabra corazón.

Aunque no hayamos desconocido el valor de la dimensión afectiva de la existencia humana, aun así no lo hemos sabido integrar como hay que hacerlo en la totalidad de la racionalidad

que constituye nuestro ser. Esto es lo que nos lleva a exigirnos ser racionales y no dejarnos guiar por el corazón. Al hablar así, tenemos un concepto equivocado de razón y un prejuicio en relación con la dimensión afectiva de la existencia, y con la dimensión racional profunda de la misma.

Con esta revolución antropológica en occidente se implican no sólo las consecuencias mencionadas, sino también otras en el tema de la fe. No creemos simplemente con la razón y desde la razón, sino desde la dimensión racional más profunda de nuestra existencia que llamamos corazón. Nótese que incluso en nuestra lengua utilizamos una misma expresión para designar las dos dimensiones de la racionalidad humana (razón y co-razón).

La relación con Dios no es simplemente racional, es mucho más que eso: una relación desde la racionalidad profunda de nuestra existencia, desde el corazón. No basta decir que también tenemos corazón, sino que hay que decir que somos corazón, que nuestra racionalidad tiene que ser ejercida desde esta dimensión profunda de la existencia.

Fe es en principio la disposición que nos permite ponernos con la totalidad de nuestro ser delante de Dios; la disposición para reaccionar ante la interpelación que Él nos hace permanentemente. Al hablar así, superamos ya el prejuicio que hemos tenido en relación con la fe concebida como algo relacionado simplemente con doctrinas, es decir que la hemos ubicado en el plano de la racionalidad teórica, cerebral, por así decirlo. Nuestra existencia no se compromete simplemente cuando hablamos de la fe con doctrinas que aceptamos, que comprendemos y explicamos, sino con la realidad misma de Dios. La fe, como actitud de relación, hace que nuestra existencia esté referida complemente a Dios, como existencia integral, no simplemente como “existencia cerebral”. Otra manera de decirlo es conocida: la fe es un compromiso existencial con Dios que quiere comunicarse con nosotros, encontrarse con nosotros, compartir con nosotros su existencia.

El origen de esta opción de fe integral es la provocación que Dios nos hace permanentemente, la provocación que llamamos también su interpelación. Interpelar a alguien es retarlo para que responda. Es provocar su existencia. Es eso lo que sucede en el caso de la religión, en particular

en la religión nuestra: somos seres interpelados por Dios, provocados por Él para que respondamos a su palabra y sobre todo a la manera como Él se entrega a nosotros. Somos “provocados” permanentemente por Dios en todo lo que existe, sobre todo cuando miramos la realidad con una mirada profunda. Entonces la interpelación de Dios no es algo puramente extrínseco que acontece desde afuera, sino algo que experimentamos desde adentro de nosotros mismos. Un llamado interior permanente que se convierte en petición de nuestra reacción como respuesta.

En la Iglesia decimos que nuestra existencia en la fe es siempre segunda palabra, que la primera palabra siempre es la de Dios. En este mundo del lenguaje conocemos muy bien ese juego: uno habla, su palabra es la primera; otro responde, su palabra es respuesta. Este aspecto de la fe es de mucha importancia y nos permite comprender lo que siempre se ha dicho: que la fe es un don de Dios, que es Dios mismo el que suscita en nosotros la respuesta.

En el mundo de la comunicación entre los hombres, las palabras se van sucediendo de tal manera que al final no sabemos propiamente cuál palabra es la primera y cuál la segunda. En el mundo de la relación con Dios, decimos que la palabra de Dios es siempre primera, que ya está dada. Dios nos está interpelando continuamente, nos está provocando para que respondamos. Lo debemos hacer con todo nuestro ser, con nuestra existencia toda, con la manera como pensamos, con la manera como vivimos, con las opciones que hacemos. La respuesta a la interpelación de Dios es lo que llamamos propiamente fe.

El contenido de la fe

De Dios se ha dicho en alguna forma en todas las religiones, también en la religión de Israel, que Él se manifiesta en todo lo que existe, en la creación, en todos los seres vivos. Hay que recordar que Dios

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ha sido representado de muchas maneras en las distintas culturas de la humanidad, no solamente en el ambiente de Canaán, en el del Medio Oriente, en el ambiente bíblico, sino también entre nosotros. Por ejemplo, en las culturas de América Central es conocido el simbolismo del colibrí, un ser vivo muy pequeño que tiene que realizar incontables revoluciones o aleteos para mantenerse suspendido en el aire, para lo cual tiene que tener una bomba muy grande en su cuerpecito, un corazón inmenso: el colibrí es un pajarito todo corazón. Nada extraño que haya servido para representar a Dios.

En el contexto cultural al que pertenece nuestra religión, el judaísmo, lo que se enfatizó para hablar de la revelación de Dios fue la realidad humana. En el judaísmo se había llegado a asumir una posición muy radical en lo referente a la representación de Dios: existía una prohibición rigurosa de hacer imágenes de Dios. La razón era el riesgo de la idolatría, pero sobre todo porque se quería afirmar que la mejor manifestación de Dios es el ser humano mismo, del que se dice en el libro del Génesis que Dios lo creó a su imagen y semejanza. Él nos mostró su rostro en cada hombre y mujer, el ser humano es el retrato de Dios. Quien quiera imaginarse a Dios basta que mire un rostro humano, el de cualquiera, simplemente lo humano en cuanto tal. El retrato de Dios es el hombre.

El ser humano es la revelación de Dios. Hay ciertamente una sutil diferencia en las palabras imagen y semejanza. La primera se refiere a algo que ya existe desde el principio: somos por naturaleza el retrato de Dios. La segunda expresión, semejanza, supone un aspecto dinámico: tenemos el encargo de irnos pareciendo a Dios cada vez más en la vida, progresivamente, hasta que seamos en plenitud la imagen de Dios. San Pablo lo comprendió muy bien al afirmar en la Carta a los Efesios que Jesucristo es la imagen perfecta de Dios con la cual estamos llamados a configurarnos.

Jesucristo es sin más la revelación de Dios, su manifestación definitiva; no a pesar de ser hombre, sino en razón de su humanidad. Pero se trata de Él, de su persona concreta, y es de Él de quien decimos que es la revelación de Dios

en plenitud. Sin embargo, también hay que decir que Jesús ha revelado lo que es el ser humano, todo ser humano, por Él sabemos que Dios se deja ver en lo humano. Y en Jesucristo Dios nos ha hecho la gran interpelación que nos invita a responder a su palabra. No sería decente que no respondiéramos a una palabra que se nos dirige. Eso es claro en nuestra religión: Jesucristo es la Palabra de Dios y adherirnos a Él es responder a Dios que nos habla. Nuestra adhesión al Señor es precisamente lo que llamamos la fe. Creer significa en la religión cristiana adherirse a Jesucristo, configurarse con el Señor, vivir la existencia en Jesucristo es lo que nos ha dicho, de manera muy bella el Papa Emérito Benedicto XVI en la encíclica Deus Caritas Est, y lo que repetía en muchas otras ocasiones. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea. Esta afirmación de Ratzinger es muy audaz, quizá muy atrevida, porque ser cristianos significa también realizar un compromiso ético y tener una gran idea. Pero tiene toda la razón: no es así como comenzamos a ser cristianos, a ser creyentes. No llegamos a ser lo que tenemos que ser, cristianos, simplemente porque decidimos ser buenos, ni comienza la fe cristiana porque nos comprometamos con una gran idea, porque adquirimos una gran ilustración. Nuestra religión no es simplemente una ideología, no consiste en un cúmulo de ideas maravillosas que valoramos, en un gran discurso, en una gran doctrina. Comienza y se realiza en plenitud por el contacto con un acontecimiento, dice Benedicto XVI, y en definitiva por la adhesión a una persona que le da una dimensión nueva a la vida y le abre nuevos horizontes: Jesucristo.

Ser cristiano significa practicar, vivir la fe como un compromiso total, el ejercicio de nuestra

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existencia en relación con Dios, un ejercicio que aprendemos de quien lo ha realizado de manera inigualable: Jesucristo. Por eso, creer es entrar en comunión con Jesucristo, asumir su vida como nuestra propia vida en el sentido en el cual hablaba San Pablo: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí (Gal 2,20). Esa es la manera perfecta de responder a la interpelación que Dios nos hace en su Hijo.

Jesucristo, el gran creyente

De Jesucristo decimos que es Dios y hombre a la vez, o sea que lo miramos desde dos horizontes diferentes, desde dos perspectivas. Lo miramos desde Dios y decimos así que en este ser humano, Dios se ha revelado. Jesucristo nos ha mostrado que Dios es un Padre de amor infinito, que su Padre no sabe sino amar, entregar la vida: es algo completamente novedoso en el mundo de las religiones. El Dios que se revela en Jesús, que nos interpela en Él, es Abba, palabra muy bella de la lengua aramea y en general de las lenguas semíticas. Una sílaba repetida (ab-ba), que corresponde a la palabra que entre nosotros también es una repetición de dos sílabas, “pa-pá”, muy fácil de pronunciar, familiar y similar a nuestra expresión papi, papito, y propia de los bebecitos que no saben hablar todavía con el lenguaje racional que aprenderán poco a poco. Cuando un niño experimenta el amor, cuando se siente amado y sostenido por quienes lo aman, sus padres, dice espontáneamente papá, mamá. No estamos aquí ante un lenguaje racional, sino ante un lenguaje existencial. Esa palabra no se utilizaba propiamente para hablar de Dios, porque los judíos eran muy respetuosos del mismo, y lo miraban a la distancia: ante Dios hay que tener respeto, reverencia, temor inclusive, porque Dios es un Dios Todopoderoso. Hay que amarlo también, es cierto, pero guardando distancia. Jesús, por el contrario, rompió esa lógica y terminó diciendo algo que no decían los judíos: Dios es Abba, y es el amor infinito.

¿Qué hacer cuándo se experimenta así a Dios? Responder con la misma intensidad poniendo a su disposición totalmente nuestra existencia. Eso es la fe. Teníamos cierta concepción de la fe que nos impedía reconocer a Jesús como el modelo del creyente, es decir, de quien responde de

manera ejemplar al Dios que se revela. Decíamos que Jesús no pudo tener fe porque la actitud de la fe es una actitud oscura (por mucho tiempo nos han enseñado que fe es creer en lo que no vemos). No hay razón para pensar así: Jesucristo es el gran creyente, el verdadero modelo de la fe. Lo confirman su actitud de confianza, su oración permanente, su capacidad de ver y penetrar en todo. Nadie constituye la mejor respuesta al Dios del amor infinito como Él. Para nosotros Jesús es el modelo definitivo de la actitud de la fe, la cual hacemos posible adhiriéndonos a Él experimentando en nuestra vida lo que Él vivía en relación con su Padre.

Una religión solamente se entiende, al final de cuentas, en cuanto hace posible el encuentro con Dios; es algo que tenemos que decir de todas las religiones y ciertamente de la nuestra en la que la relación con Dios se realiza por la mediación de Jesucristo. Quien quiera encontrarse con Dios Padre, debe salir a su encuentro. Él es el que ha tomado la iniciativa y nosotros salimos a su encuentro y respondemos a su interpelación. Todo esto nos lo hace posible Jesucristo, el Señor.

Con otras religiones la nuestra tiene algo en común: es posible el ejercicio de la actitud contemplativa que nos permite percibir a Dios en todo lo que existe y por todas partes. Sin embargo, lo específico del cristianismo es el hecho de poder encontrar a Dios en lo humano, como se ha dicho, y esto es precisamente lo que hace de nuestra religión la religión cristiana: la persona de Jesucristo. La máxima realización del ejercicio de comunicación con Dios es evidentemente la mística: ella nos libera del riesgo de la superficialidad que no nos permite experimentar lo profundo y también de la manera superficial como con frecuencia podemos vivir la religión misma. La mística es lo profundo y es en estos términos como mejor podemos hablar de Dios, y explicar la actitud de la fe en la existencia humana.

Es a esto a lo que nos invitaba Benedicto XVI en el año de la fe: a vivir la relación con Dios, no sólo como individuos sino también en comunión, no de manera superficial, como un ejercicio que constituye simplemente una costumbre cultural, sino a vivirla con una conciencia lúcida y radical.

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Laura MontoyaClave mística para entender

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nuestras vidasPadre Wilson Darío Ossa Betancur OCD

Los místicos son iluminados por el Espíritu Santo para que puedan leer su vida como una acción divina, tal como nos ocurre a todos los seres humanos; pero la diferencia es que no todos nos abrimos a la confianza que nos permite experimentar su bondad en la vida. Para el que cree todo ocurre para su bien, así lo evidenció la Madre Laura, primera santa colombiana y una mística capaz de ayudarnos a leer la vida, en lo que tiene de maravilla y tragedia, desde Dios.

La muerte temprana de su padre, las incomodidades del desplazamiento y el rechazo de sus familiares en la infancia, el temperamento solitario y huraño por los múltiples desprecios, todos esos dolores que colmaron su niñez, pudo Laura, luego de conocer a Dios en El Hormiguero, transformarlos en una especie rara de bendición que la lanzó al fuego del amor divino: Como mariposa busqué apegar el corazón al mundo y no hallando sitio, me pegué a la luz y me quemé sin dolor, como dice Santa Teresa, quiera Dios que la quemadura me mate ¿no será lo mejor? No encontró en la tierra más comprensión que el mismo Dios, por eso su carácter fuerte y divino, de Él aprendió el Ser.

El hormiguero

La experiencia del hormiguero marcará su alma, es la primera experiencia del absoluto, de la divinidad, una mirada, un toque de Dios a una pequeña huraña solitaria y humilde. Él tomó la iniciativa como en María: Me entretenía, como siempre en seguir unas hormigas que cargaban sus provisiones de hojas. Era una mañana, ¡la que llamo la más bella de mi vida! Estaba a una cuadra más o menos delante de la casa, en sitio perfectamente visible. Iba con las hormigas hasta el árbol que deshojaban y volvía con ellas al hormiguero, observaba los saludos que se daban, les veía dejar su carga, darla a otra y entrar por la boca del hormiguero. Les quitaba la carga y me complacía en ayudarlas llevándoles hasta la entrada de su mansión en la tierra, en donde las recibían las que salían de aquel misterioso hoyo. Así me entretenía engañándolas a veces y a veces acariciándolas con grande cariño, cuando ¿cómo lo diré? ¡Ay!…fui como herida por un rayo, yo no sé decir más, aquel rayo fue un conocimiento de Dios, de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, no sé más de Dios, que lo que supe entonces ¿cómo fue esto? Imposible decirlo, supe que había Dios como lo sé ahora y mucho más intensamente. No sé decir más, lo sentí por largo rato, sin saber cómo sentía, ni lo que sentía, ni pude hablar. Por fin terminé llorando y gritando recio, recio como si para respirar necesitara de ello. Por fortuna estaba a distancia de ser oída de los de la casa. Lloré mucho rato de alegría, de opresión amorosa y grité. Miraba de nuevo el hormiguero, en él sentía a Dios,


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con una ternura desconocida. Volvía los ojos al cielo y gritaba amándolo como loca. Lloraba porque no le veía y gritaba más, siempre el amor se convierte en dolor. Este casi me mata. ¿Qué interés tenías en hacerte conocer de quien ni los mismos seres que pusiste a su cuidado pueden tolerar la apatía? ¿Por qué esa misericordia tan grande conmigo, más miserable que todos, mientras que sin dejar de ser misericordioso has negado tu conocimiento por tantos siglos a los pobres infieles (a los indígenas)?

Por pura gracia

Dios se le había revelado por una gracia extraordinaria pasando por alto el conocimiento ordinario con el que le enseñaban que Dios existía, preparaba así un alma capacitándola para dar el evangelio también por pura gracia, pasando por alto y soportando con paciencia y ternura la ignorancia de los indios, de los infieles, aun de los sacerdotes, y de los obispos. Esta gracia inicial la lanzaría al mundo de la piedad, la haría una niña nueva, con un intenso y tierno amor a Dios que pudo cuidar y fortalecer en medio de su formación como maestra de escuela. Dios, por su parte, cuidaba de ella para que su corazón no se apegara a nada, era Él el que la amaba: Qué mérito tengo en beber la única agua que me dejó. Se propuso Dios taparme los caños sucios y puso en mi boca la del caño divino, por donde viene la única agua limpia.

¡Viva mi Dios tan vivo!

El necesario camino de las nadas no fue tanto esfuerzo de su humanidad, era la acción divina la que la purificaba para unirla a Él en el necesario vacío donde Dios pronuncia su Palabra. Una absoluta desocupez –perdóneme esta palabra – de mi ser, en mi ser, para darle lugar a Dios. Esto si me parece era una gran necesidad. ¿Cómo hacer el vacío en mí para en ese vacío echar a Dios? El producto de esta desocupez, de este vacío, para que Dios sea el único apoyo, el único fundamento, es la experiencia de la fe como vida, vida eterna, vida plena de unión con

Dios: Vi con tan clara luz como sólo Dios es vida y cómo los humanos no tenemos idea de lo que es vida y damos ese nombre a lo que es verdadera muerte. Vi como en Dios se contiene la vida plenamente, en un abarcar de muchos conceptos a la vez, que en mi asombro gritaba como ebria verdaderamente. ¡Viva mi Dios tan vivo¡ y lloraba con el dolor más violento, luego volvía a llamar a Dios diciéndole: Señor, la muerte llama a la vida, si no vienes en mi apoyo mi alma abandonando este cuerpo se irá tras tu vida, que sea la mía, si es que la muerte puede llegar a tener vida…, Dios mío, el verbo agonizar es el único verbo que se conjuga con la vida de aquí abajo, todo va muriendo y cuando muere no pierde vida, porque solo se va el germen de la muerte que no es la vida, la vida no está aquí…viva mi Dios tan vivo, viva mi Vida tan viva.

Esta experiencia del Dios viviente es la experiencia de la fe, el que tiene fe tiene vida eterna, proclama Jesús en El Evangelio de Juan, es comunión con la divinidad en fe, es decir realísimamente, no es fe de lo que no se ve, es ver la vida en su plenitud de tal manera que es vida que fluye y de la que se hace parte, vida que se entrega y no deja de fluir.

El contenido de la fe

Una vez se ha visto a Dios de esta manera, todo es confianza. La fe ha brotado de oír la Palabra de Dios, de vivirla. Ahora la confianza es abandono en esa experiencia: Me echaré como un niño enfermo en vuestros brazos, cual niño en los de su madre, y me estaré quietecita hasta que mi mal halle remedio en tu casa. Dios, madre mía… Qué dulce experiencia: Dios, el que se le ha revelado, es madre, ella teme incluso decir una herejía, pero no puede negar la experiencia. Desde ahora Dios será madre en Laura Montoya. Será madre y hermana para los indígenas e infieles. Él mismo puede vivir en ella para acercarse a los hombres con rostro de mujer.

La experiencia mariana que nos narra en su autobiografía lo confirma: de pronto no estuve

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en mí, como que me aniquilé sin sufrir, mi ser como que se acabó. No sé si al exterior se notaría nada, porque estaba sola, pero me perdí por aniquilamiento del ser… Después de un rato de perdida, sentí que el ser de María se iba formando en mi lugar -ahora mismo me estremezco al pensarlo y hace buenos años-. María se iba formando en mí ¿De qué modo? no sabré decirlo… Así, formando el ser de María en mí y sin ser yo, vi de un modo claro que se había salvado un joven disoluto de Medellín que de niño fue mi discípulo, vi que él se había salvado por un esfuerzo de caridad muy íntima de María y me fue dado a conocer que con ese mismo esfuerzo de misericordia me salvaría a mí, sin que el mayor número de pecados de aquel joven impidiera que un mismo acto nos envolviera a los dos salvándonos…poco a poco fui envuelta en una presencia de María que jamás he sentido, pero no era ya la como ocupación del ser que había tenido, sino una experiencia muy regalada y tierna, sin lágrimas, sin ninguna manifestación exterior, esta vez estuve levantada del suelo como dos varas, no puedo asegurarlo porque estaba sola, pero me sentí y lo advertí al volver.

La experiencia unitiva de la singular misericordia de la Virgen será desde entonces su apoyo, su confianza en toda adversidad: Cuánto he sufrido, ella me parece a una sonrisa que me alumbra en el dolor, en ella tengo puesta mi esperanza para todo, sus ojos deben ser el cielo del cielo, no es verdad.

Confianza absoluta, herencia de María para sus hijos llamados y escogidos, pequeños y humildes con ella, como ella, abandonados en las manos de Dios. ¿Cuándo diré lo que siento de la confianza amorosa? Es almohada en la que descanso tranquila, es barca en la que me libro de las borrascas de la vida, es el ala que me cubre, es en fin, la atmósfera que me envuelve, es como la misma mano de Dios que me sostiene, es la compañera inseparable de la oración, sin la cual, esta reina nada puede.

La fe que obra milagros

Una confianza tal que alcanza de Dios cuanto pide, como lo muestran los múltiples milagros de los que la madre se sentía espectadora: gritos de una loca que quiere mazamorra y se la daba Dios por medios inusitados, la acción divina que en medio del aguacero permite que no se moje una indiecita que ha puesto como reto a la fe el que Dios muestre su amor no dejándola mojar, la sencillez con la

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Vida Espiritual / Febrero - abril 2013

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que en la oración obtiene la resurrección de un indígena que ha muerto sin bautismo para que pueda ser salvado. Un montón de manifestaciones de la preocupación de un Dios que cuida a su criatura providentemente, porque ella no quiere otra cosa que la gloria de su Dios, no quiere tantas gracias como podría comunicarle, ella lo quiere a Él, sólo a Él y la salvación de los infieles: Le dije a Dios con toda la vehemencia que mi alma pudo que le daba la partecita de cielo que me tocaría después de la muerte a cambio de que pudiera servirle mucho.

La experiencia del Dios viviente y ella viva en Él, la confianza absoluta e ilimitada que brota de este hecho, el abandono en sus manos, el deseo de la sola gloria de Dios y el conocimiento de su propia nada, una “nada que espera”, son las características de su experiencia de Dios que le permitieron soportar múltiples persecuciones, destierros, calumnias, desprecios en su labor evangelizadora como maestra y como fundadora de una congregación misionera. Una fundadora “sui generis” para la época y para la concepción de vida religiosa, innovadora en sus metas y sus métodos. Para mí ser religiosa era amar a Dios con frenesí y sacrificarme por Él, no me cuidaba de los modos y prácticas que habían de formar y sostener ese amor. Dios mismo la venía formando, indicándole mediante su espíritu el amor y la ternura como fundamentos de su labor evangelizadora, este es su método, vivir en su presencia amorosa: comprendí que seguirle es dejarse amar, anonadándose, ámame pues Jesús mío, yo quedaré quietecita y chiquitica dejándome amar, qué dulce vida, un quitecito dejándose amar, …ni tan quietecita diríamos, los montes, cañadas de las selvas antioqueñas y colombianas son testigos de este Dios que “quietecita” la ama y fortalece e impulsa a cruzar dificultades con tal de llegar hasta sus hijos amados, los indígenas.

La fe que sostiene en la persecución

Como Dios la venía formando por sí mismo, suscitando en ella experiencias místicas incluso inusuales, comparadas a las de Santa Teresa de Jesús, se fue haciendo inasible a la comprensión de las estructuras religiosas de la época. Era Dios el que estaba renovando y la naturaleza humana

Una absoluta desocupez –perdóneme esta palabra – de mi ser, en mi ser, para darle lugar a Dios. Esto si me parece era una gran necesidad. ¿Cómo hacer

el vacío en mí para en ese vacío echar a Dios?

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de los que veían esta acción divina no siempre podía comprender la raíz de aquella obra y la perseguían. No se cuidaba ella de los modos y las prácticas, aunque siempre fue obediente. Amaba a Dios con frenesí, con nuevo ardor y nuevas formas. Esta experiencia le hizo encontrar mucha incomprensión, persecución, dolores, pero Dios mismo la había capacitado para perdonar y comprenderlo todo con una sencillez casi sobrenatural- si es que la sencillez lo puede ser-.

Puesto que la persecución a los buenos es lo que más purifica la obra que Dios está realizando por medio del santo, en la Madre Laura hubo infinidad de oposiciones: en su infancia los mismos familiares le fueran adversos; luego en sus años de maestra, lo más granado de la sociedad antioqueña que antes la acogía con admiración, se fue contra ella, en un tiempo en que la violencia partidista se mezclaba profundamente con los criterios religiosos y educativos; más tarde, como misionera, los mismos sacerdotes carmelitas que ella impulsó para que llegarán a Urabá, la persiguieron con una incomprensión y gestos de desaprobación. A medida que ella con más amor respondía a la persecución, más se abrían los corazones de los indígenas a la salvación. Su humillación la unía a las múltiples humillaciones que los indígenas vivían desde la colonia y el amor con el que ella las acogía levantaba la dignidad de aquellos que eran en su corazón la llaga de su amor.

La gloria de Dios y el perdón

La capacidad de perdón a los enemigos y perseguidores fue, sin duda, la obra de Dios grande en ella, que la preparó para estar pendiente solo de la gloria divina: ¡Ay! desde el día que comencé a conocer que solo tu gloria tiene razón de ser, buscada en la tierra y en los cielos, el hastío huyó de mi alma como si hubiera sido un suspiro que hubiera contenido en mi pecho. Voy a ponerme a trabajar sólo por tu gloria, porque Tú bien mío, eres todo, eres

digno de gloria y amor, Laura por el contrario es solo digna de ignominia y olvido. De hoy en adelante si ejercito las virtudes no será para que el bulto resulte virtuoso, ni para que sea santa, porque al fin los santos valen porque son monumentos de tu gloria, no son felices por su propia exaltación sino por tu glorificación.

Así relata ella misma esta gracia del olvido de sí y del perdón: Ay, lo que siento, Padre, por los que nos hacen sufrir! Verdaderamente, veo motivo de mayor agradecimiento, sufrir es la sal de la vida. Así como la sal preserva de la corrupción, así el sufrimiento impide que el alma se corrompa engolosinada por decirlo así, con las gracias de Dios y que diré lo que el corazón se dulcifica con el perdón y olvido frecuente y repetido de las injurias? ¿Cuánto gana en lo del propio desprecio? Dios mío que a veces no acierto a comprender si valen mas las gracias de la vocación religiosa, la oración o la de sufrir persecución y calumnia. Todas las gracias de Dios aunque son las mas grandes quedan amparadas bajo el paciente sufrir y libres de la baba que nuestra misma naturaleza puede echarles, benditas cruces, benditos dolores… por eso padre de mi alma ¿cómo he de guardar ni sombra de mala impresión ante los conductores de gracias tan señaladas? Era así como Dios le permitía reaccionar ante la decisión de ciertos frailes carmelitas que iban con la misión expresa de terminar con la congregación que la Madre Laura veía nacer bajo su custodia. Aunque también entre ellos mismos surgirían algunos que acogerían la obra y la ayudarían a consolidarse.

El padre Elías de La Eucaristía OCD había sido enviado también con esa misión y llegó a Murrí con el recelo y los prejuicios que su comunidad le había inculcado ante la experiencia novedosa de esta mujer tan arriesgada. Llegó a Murrí, las confesó, estuvo con ellas y fue el testimonio de sus vidas el que le transformó su manera de pensar. Desde entonces las acompañaba con los sacramentos, la dirección


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espiritual y en todos los proyectos. Guiado por la mano de San José, el mismo Padre Elías ayudó a construir el primer noviciado de la congregación y no dejaba de advertir a la madre para que tuviera cautela aun con los mismos frailes de la comunidad carmelita. Pero ella era de tal sencillez que no había forma de cambiarla, a todos los amaba tal como eran, incluso cuando gestos de envidia o emulación los hacía actuar en forma despótica contra ella o su congregación.

Desde que hablo con un sacerdote, lo miro tan de mi alma, tan interesado en el bien de ella, lo siento tan vecino a mi corazón, tan adherido a los mismos dolores, tan libre de las mezquinas pasiones que pudieran inclinarlo a juzgar mal de mí, ni dar interpretaciones desfavorables a mis palabras…sin embargo, sé que mis ideas del sacerdote son erróneas puesto que la experiencia me ha enseñado que aunque el sacerdote debiera ser lo que yo supongo no lo es en realidad debido a que también es humano y está expuesto a todas las enfermedades del corazón y de la mente a que estamos expuestos todos”. “Jamás dejé de amar a estos padres, pude siempre excusarlos la mayor parte de veces, pero quién hubiera podido que entendieran mi actitud ante estas cosas.

La Madre Laura tenía ya en el corazón impresa la manera sencilla de ser de Dios, no sólo para los frailes sino para todos los seres humanos: no me parecía mala la gente sino muy triste, débil y miserable, como si hubiera palpado la suprema compasión de Dios a los hombres, envuelta en un inmenso amor, todas me inspiraban compasión y ternura, pero tan reposada, que estaba lejos de ser una pena.

Una luz para el Carmelo y la Iglesia

El Carmelo había sido su sueño de infancia y juventud, quería arder en el fuego de amor escondida en una celda que esperó 20 años; la espiritualidad del Carmelo le daba fuerzas para discernir su camino y también de él le provenían los dolores más grandes, como solo puede darlos aquellos a quienes más se ama. Teresa y Teresita fueron guías de su experiencia espiritual, pero ella sintió incluso impulsos mayores que la lanzaron hacia las almas. Mujer que, como aquellas doctoras de la Iglesia, recibía su grandeza de ánimo del contacto y la experiencia divina: para mí, una celda carmelitana era un horno encendido, me parecía que las carmelitas con quienes hablaba eran muy guapas ( valerosas) cuando resistía el incendio (de su corazón) tantos años y además podían ocultarlo…pero ese sueño, como el de los sacerdotes, también hubo de ser aterrizado: cuan de otro modo pienso ahora, eso que suponía común, doloroso es confesarlo, es muy raro, ojalá no lo fuera tanto.

Cuando escuchamos la voz de la Madre Laura en su autobiografía, los carmelitas sentimos una doble gracia: la de quien nos ilumina y nos revela nuestra naturaleza insuficientemente rendida y necesitada de luz y coherencia, y la alegría de haber compartido a su lado la acción divina que la lanzaba al anuncio del Evangelio con la ternura y amor de una madre. Con ella comprendemos la acción divina, la experiencia mística de la que somos también herederos y llamados a testimoniar, y vamos encontrando filones nuevos, minas de oro en las que la humildad, la confianza, el perdón, el abandono, el amor, las virtudes todas, van hallando expresión renovada y aliciente para vivirlas. Caminos de santidad.

Este año en que la Iglesia la reconoce como Santa, la primera santa colombiana, los carmelitas nos alegramos y nos brota desde adentro también la necesidad de pedir perdón. Aprendemos de esta maestra de espiritualidad lo mucho que puede hacer Dios en el ser humano que se dispone; nos sentamos entonces en el banco de la escuela de la Madre Laura para aprender como niños a buscar la sola Gloria de Dios.


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La SaetaCante de fe

Quién me presta una escalerapara subir al maero

para quitarle los clavosa Jesús el Nazareno

Catalina Schuth Barrera

La saeta, copla litúrgica, nace para que el pueblo haga pública manifestación de fe. El saetero se desliga de todo lo externo, en un acto de rito solemne, intensamente impregnado de emoción. Considero que la saeta es uno de los más difíciles cantes, porque no se trata sólo de cantar, sino que es sentir a Dios en uno mismo. El cantaor se convierte en un poeta que, a veces, compone sobre la marcha sus propias saetas. Los espectadores sois, en cierto sentido, privilegiados asistentes a un acontecimiento de intimidad personal: la oración de un hombre o mujer hacia un Cristo o una Virgen. Así presentó Trinidad Montero, artista española de gira por Antioquia, la I Exaltación a la Saeta que tuvo lugar en la capilla de Monticelo.

La saeta tiene un sonido flamenco y su historia se remonta a la España del medioevo. No existen documentos por escrito y por lo tanto hay varias versiones sobre sus orígenes: Se dice que procede de la tradición árabe, de los cantes de las mezquitas convocando a la oración. También, puede ser judeocristiano, producto de los cantos que se entonaban para demostrar la devoción a Cristo. Otra hipótesis ubica el comienzo en las celebraciones especiales de los frailes franciscanos y capuchinos, amigos de escenificar, por ejemplo, la Pasión de Cristo, lo que desembocó en las procesiones de Semana Santa que hoy conocemos.

Estos ritos religiosos se impregnaron de un carácter popular y folclórico. La saeta se convirtió en una copla suelta, aislada, cantada espontáneamente desde el balcón, en la calle, en el templo o en la plaza por el poeta culto y por el anónimo. De esa unión entre el pueblo y sus poetas nacen las más bellas, armónicas, sugestivas, emocionadas y punzantes saetas.

Sin el llanto, el quejío, sin el lamento de aquellos que transforman su oración en cante, rompiendo el silencio de la noche, la Semana Santa andaluza no tendría la fuerza que hoy se le reconoce internacionalmente. Trinidad Montero explica su experiencia: Cuando de manera espontánea surge una saeta, la imagen es parada delante de la persona que ora cantando y nos deja esa magia indescriptible y ese nudo en la garganta, pues es un acto que conecta a todos los corazones allí presentes. He visto personas llorar sin ni siquiera entender la letra...mi corazón se llena de amor, de fe, de esperanza...

Por eso, de niña, a Trinidad su piel se le erizaba y hoy ella está segura de que una saeta mueve montañas.

Con suelo frío y descalzoCaminaba mi Jesús…Las fuerzas le van faltando con su cruz…Y un hombre bueno le va ayudando con la cruz…Y un hombre bueno lo va levantando…

De esta intimidad apasionada, Monticelo fue testigo.

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La oraciónpara el hombre

Padre Olario Castillo OCD

¿Son suficientes las cosas materiales para sustentar la vida del hombre, o necesita de algo más? Hoy poco se vive la espiritualidad; para muchos es algo accesorio, pasado de moda, y más bien, el ideal el tener, el poder y el placer. El hombre, aunque ha sido descrito como “animal racional”, se muestra como un ser irracional capaz de destruir a sus hermanos y a sí mismo, y de atropellar a los otros cuando se trata de satisfacer las propias aspiraciones. La idea de la libertad se ha ido confundiendo con individualismo, por lo que a veces importa más una supuesta autorrealización, que acompañar a la familia. A pesar de tener tantas posibilidades en lo material, y tantas facilidades de comunicación, el hombre se está quedando interiormente solo.

Hay que hacer un alto en el camino, hay que recuperar al ser humano, lo esencial que hay dentro de él. Existen muchos tipos de ruido, pero el que más puede perturbar es el ruido interior. Si el hombre quiere encontrar un pare a lo que lo denigra, deberá buscar en la espiritualidad, en la trascendencia, en el silencio; con toda certeza, allí lo está esperando el mismo Dios. Si somos conscientes de nuestra necesidad de Dios, de su encuentro con el hombre, tendremos que buscar el espacio apropiado, y éste se llama oración,pero mucha gente piensa equivocadamente que orar es rezar.

¿La oración es un método, es un monólogo, un discurso? Muchos han querido definir qué es la

oración, sin duda una de las personas que mejor lo ha hecho es Santa Teresa de Jesús, maestra de oración: orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (Vida 8,5). Orar es estar disponibles ante el amor de Dios.

Lo menos importante de la oración son las palabras, lo fundamental es el trato de amistad. Orar es estar en relación con el único Dios, que sabemos nos ama. Quien no tiene como primer hecho el amor de Dios, ya está impedido para la auténtica oración. La primera certeza del orante es que la voluntad de Dios es más perfecta que la voluntad humana. Por eso orar es confiarse a esta voluntad: su voluntad es amar y hacer amar.

Dios siempre nos habla, pero no siempre lo escuchamos; una palabra nos habló y es su propio Hijo Jesucristo. Dios habla directamente al corazón y no al oído, el problema es que no estamos acostumbrados a hacer silencio interior para encontrarnos con el que sabemos nos ama. Jesucristo mismo es Palabra Viva de Dios, y revelación plena y definitiva de lo que Él espera de nosotros y de lo que nosotros podemos esperar en Él. La más auténtica oración siempre pasa de un mí a un nosotros. El orante no es un ser solitario encerrado en un círculo con Dios, es parte del mundo, de la sociedad, de la Iglesia y de la historia. El orante no quiere, no puede, y no debe ser indiferente ante la problemática de las demás personas. La fuente que refresca el compromiso cristiano es la oración.

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Jesús es el maestro que nos enseña a orar. Jesús es por excelencia el Orante, nosotros debemos ser reflejo del mismo Jesucristo. Es el Hijo quien nos enseña a estar dispuestos al querer de su Padre: que no se haga mi voluntad sino la tuya (Lc 22,42). Jesús oró en todas las circunstancias de la vida, agradeciendo, pidiendo, alabando, llorando, riendo. Muchos piensan que para orar hay que estar cómodos, pero justamente momentos cruciales de la oración resultan ser aquellos en que nos incomoda el miedo, la preocupación, la tristeza. Jesús buscaba la soledad física y espiritual para estar en comunión y en comunicación con el Padre en lugar apartado, o en lo secreto del corazón.

El camino del orante es Jesús, la verdad del orante es Jesús, la vida del orante es Jesús. La oración es la puerta para ir al encuentro con Jesús, pero en todo el recorrido es indispensable ir descubriendo Su presencia. Orar no es sacar un rato para hablarle a Dios, orar es una actitud constante, inacabada, de disposición y de escucha ante Dios amigo. No se saca un rato de oración, se vive en la oración.

En oración se presentan las circunstancias de la

vida. La oración no es adentrarse en un mundo de fantasías. Si hay alguien que sabe tener los pies sobre la tierra y actuar con realismo y prudencia, es el orante. Orante no es el cobarde que huye ante las dificultades, sino el que se queda y las enfrenta porque sabe que no está solo.

Ora la persona que en sus momentos de ira, invoca la paz de Jesús. Ora la persona que pide sabiduría para tomar la mejor decisión, aún en momentos difíciles de tristeza, desesperación o miedo. Ora la persona que pide consuelo, paz y fortaleza, cuando muere algún amigo o familiar. El orante no culpa a Dios de la muerte, él sabe que ya es ciudadano de una patria diferente, y que Dios nos ha abierto en su Hijo esa vida nueva, que Él da vida, vida en abundancia, vida plena y definitiva.

Ora la persona que agradece en medio de las alegrías y de los fracasos porque para él no hay cosas positivas y negativas, sino circunstancias en las que Dios da bendiciones de manera inesperada. No se hace oración para que “algo vaya bien”; orar es ir siempre con Dios. Orar es estar unido a Dios, donde se dialoga con Él y, especialmente, se le escucha. Oración es comunión y comunicación con Dios.

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Padre Hevert A. Lizcano Q. OCD

Una redque atrapa

Tengo que manifestar con total sinceridad que fui a ver La red invisible porque no había más opción en las sa-las de cine de la ciudad. Ingresé sin saber a qué me iba a enfrentar, con total irresponsabilidad, por ese desco-nocimiento que tenemos muchas veces de las películas que juzgamos ligeramente. Éramos tres asistentes en un auditorio tan espacioso, que decidieron no encen-der el aire acondicionado. Y lo que vi, resultó ser una obra maestra.

Me dejé atrapar por esta complicada historia que tiene la inteligencia de entrelazar diferentes épocas y captar la esencia del periodo narrado. Aquí radica la grandeza de este film. El diseño de producción es sobrecogedor, los directores (Tom Tykwer y los hermanos Wachows-ki) aciertan en el tono de cada una de las historias, ofreciendo seis películas por el precio de una. Todas sobresalen aún siendo de géneros tan diferentes como el drama, la ciencia-ficción, la post-apocalíptica, o la comedia costumbrista. Los hilos conductores que en-trelazan estas seis historias, guían bien al espectador. Uno de los tantos que hallamos es el de la actuación: los protagonistas son los mismos actores historia tras historia, interpretando papeles incluso diametralmen-te opuestos, con maquillajes tan perfectos, que no es fácil reconocerlos inmediatamente. La película cuenta con un reparto importante: Tom Hanks, Halle Berry, Susan Sarandon y Hugh Grant.

Después de haberla visto, disfrutado, y comentado, afirmo -y no creo equivocarme- que esta película es el mejor film del 2012, así haya sido un fracaso comercial y no haya sido nominada a ningún premio Oscar. Es magistral. Afrontó un proyecto de gran envergadura, como es poner en imágenes el enredado libro El atlas de las nubes, novela de ciencia ficción de David Mit-chell. Estamos ante una película que trabaja como un mecanismo de relojería, en la que el correcto funcio-namiento de todos los engranajes es fundamental. Así es como debemos apreciarla: cada pieza es primordial para que el reloj marche. El montaje es sencillamente sublime, va saltando por el tiempo con la misma de-licadeza con la que el pintor acaricia el lienzo, y las aventuras y desventuras de los personajes conforman

un mosaico donde se nos exige el máximo de nues-tra atención. Toma al espectador, y tras unos pri-meros minutos caóticos, difíciles de entender, le obliga a mantener encendida toda su inteligencia para desentrañar los sucesos del destino, convir-tiendo a La red invisible en una experiencia cine-matográfica gratificante.

¿Por qué esta película que ofrece tantos ingredien-tes para ser un éxito en taquilla y en los Oscar, no fue tan vista y tan galardona? Tal vez, como lo he-mos explicado, por lo difícil de entender sus múl-tiples escenas; segundo, porque presenta un claro mensaje y una fuerte crítica al sistema capitalista -que enriquece a pocos y empobrece a muchos- , y al uso de la tecnología a favor de los intereses económicos de muchos políticos, manteniendo en la ignorancia a su pueblo que se consume sin darse cuenta de ello. Esta situación se muestra segmen-to a segmento: desde el maltrato de los esclavos en el siglo XIX, los judíos en la década de 1940 o la importancia de los reactores nucleares en la década de 1970 durante la guerra fría. Las histo-rias persiguen esa inclinación revolucionaria, esa lucha contra los poderes preestablecidos, donde las minorías (negros, homosexuales, sirvientes del futuro, aldeanos post apocalípticos) buscan digni-ficarse ante los que detentan el poder, a los opre-sores, y, aunque no siempre lo logren, perseguirán el sueño de crecer en una sociedad injusta y escla-vizadora. Cloud Atlas, La red invisible, es un dra-ma inmenso e intenso sobre la vida misma, sobre las conexiones que vemos, y todas aquellas que no vemos a simple vista, pero que percibimos. Que-damos con la conclusión de que por cada crimen y por cada gesto de bondad, nacemos a nuestro futuro. Somos redes, somos inmortalidad, somos hijos de Dios que buscamos trascender con los ac-tos bellos que realizamos. Somos presente, pasado y futuro, somos amor, esperanza y coraje.


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¡Oh toque

José Guillermo Jaramillo C.

delicado!

Recomendados

Para la publicación del libro “Mi casa sosegada” del P. Hernando Uribe Carvajal, ocd, escogí los que consideré sus mejores artículos, sin que ello significara subvalorar los no seleccionados. Por fortuna, hoy tenemos la oportunidad de conocerlos publicados en este nuevo libro, quedan otros de su última producción en espera para un nuevo volumen y disfrutar así, una vez más, de su elocuencia y sabiduría.

Pensé, inicialmente, estructurarlo en capítulos por artículos afines, pero la tarea resultó imposible; los distintos y sugerentes títulos hablan de la diversidad de temas según la condición esencial de la vida: ¡diversa! Así que convinimos en publicarlos de la forma como fueron concebidos y vieron la luz por primera vez: día tras día y año tras año, como un reflejo de la fluidez y espontaneidad de la vida, como la fuente de agua que brota constante de la tierra.

¿Quién es Dios?, La Presencia invisible, La Transfiguración, Peregrinos del misterio, Nada te turbe, Origen del mal, Una aventura fascinante, Presencia invisible, La dicha, El silencio, Signos de esperanza, Más allá de la fascinación, Más allá de sí mismo, Somos luz, Democracia cósmica, La luz del mundo… sólo ver estos títulos de algunos de los escritos nos deja fascinados y seducidos para emprender su lectura y su meditación, de manera que sea también para cada lector una experiencia espiritual, como, seguramente, fue la experiencia del autor.

Este caminar que reflejan los escritos del padre Hernando no es más que una experiencia contemplativa, desde la realidad más concreta y humana hasta el acercamiento misterioso al Uno, al Todo, a la consciencia cósmica sin dualismos, a Dios mismo. En esta experiencia periodística y literaria, se manifiesta una aventura espiritual completa, pues en el camino místico, el éxtasis o contemplación pura no es el final. Después del ascenso al monte, donde Dios se manifiesta diáfano, donde el alma encuentra lo que busca con ansia y a donde le lleva su anhelo más profundo, ésta es

acariciada por “mano blanda y toque delicado”, para luego volver a la cotidianidad, a la experiencia del espacio y el tiempo, al aquí y al ahora, pero con una mirada distinta a la de antes de la “subida al monte”, y así poder interactuar de nuevo con el cosmos, con los demás y, por supuesto, consigo mismo, de manera creativa y responsable.

La invitación de este libro no es otra que volver realidad nuestra condición de haber sido creados creadores, es decir, colaboradores en la evolución de la Creación. Y como dijera Thomas Merton, hoy, y muy seguramente como en otras épocas de la historia humana, una revolución espiritual ha de ser la salvación de este mundo que se destruye poco a poco en manos de la especie humana. He aquí en este libro unas pistas para la salvación.

Después de la lectura de “Mi casa sosegada”, tenemos en nuestras manos, ahora, “¡Oh toque delicado!”, que toma su nombre de uno de los versos de la entrañable “Llama de amor viva” del místico de los místicos San Juan de la Cruz, y que ha de servirnos como acompañante en nuestro peregrinaje por el mundo del misterio con la convicción de que aún hay más en el corazón, en la mente el espíritu y en la pluma del padre Hernando, que, ojalá, podamos conocer pronto.

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Vida Espiritual / Mayo - agosto 2013 Nuestros lectoresMuchas gracias... Espero continuar en esta preciosa revista de

ustedes, tan bien editada, y de tanto valor para cada uno de nosotros y de nuestras familias. Otra vez, Gracias.

María Elsa Rosas Camero

Bogotá

Hola Padre Carlos:Le cuento que ayer no me acosté sin leer al menos una de las

revistas. ¡¡¡¡Qué maravilla!!!!¡Me encantó! Desde el editorial, que ilumina y ayuda clara y

profundamente. Todos los artículos me parecieron buenísimos. Además, la edición es preciosa

Los felicito, y espero poder seguir leyéndola en tierra Tica.Un abrazo,

Margarita Rosa Mejía San José de Costa Rica

Un saludo afectuoso en Cristo Jesús.Quisiera felicitar a todo el equipo de colaboradores en la creación de la revista Vida Espiritual, pues se nota el amor puesto en cada

aspecto. Desde el diseño hasta la calidad de la impresión. Pero sobre todo, la profundidad de los artículos y la sencillez con que se explican; la concatenación de los temas la convierten, en mi

concepto, en una revista de un valor inmenso.En lo personal, cuando la revista llegó a mis manos estaba

atravesando un momento de “encrucijada”… un cruce de caminos sin tener claridad por cuál optar. Sus artículos me recordaron

la presencia perenne del Señor a mi lado, la importancia del desapego, del abandono en la fe, del “movimiento” del espíritu...

de caminar descalzo. Sinceramente nunca había entendido la profundidad del título “carmelita descalzo”. Ahora, gracias a sus

artículos, voy comenzando a comprenderlo.Cuenten con nuestras oraciones, Dios Todopoderoso los mantenga

firmemente atados a su tronco para que sigan dando abundante fruto, y María Santísima siga nutriendo y protegiendo la obra

consagrada a ella a través de tan selectos instrumentos. “Todo por Amor a Dios, y como Él lo quiere, para amar y servir a

Cristo en los hermanos”.

Aura Alexandra PortillaPasto, Nariño

La Revista Vida Espiritual me parece excelente. Todos los artículos están muy bien escritos, con un contenido

espiritual muy profundo, de fácil lectura y didácticos.Está muy bien diagramada y las fotografías son excelentes.

Me parece bueno que, por medio de la revista nos enteremos de los acontecimientos de la Provincia y que encontremos

recomendaciones de libros y películas.

María Cecilia Ferrer MarulandaMedellín

Monticelo Casa de Espiritualidad y ConvencionesCalle 10 A N° 22 - 6 / El Poblado / Medellín / Colombia

Tel (+ 57 4) 311 4444 ext. 103 [email protected] / www.monticelo.org

Orden de Carmelitas DescalzosProvincia de Colombia

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espiriual / [email protected]/ …ocdcolombia.org/elementos/contenidos/87/RevistaVidaE... · 2014-09-27 · se cree en Él por la hermosura de sus criaturas, pues hay incluso