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45 L. PÉREZ VILATELA Sección de Estudios Ibéricos ESCRITURA Y JERARQUÍA SOCIAL: A PROPÓSITO DEL CANON CELTIBÉRICO PARA /M/ ABSTRACT: The variations in Celtiberia between areas that coined and the ones that don’t make it, especially the Palantia’s treasure, the writing of the legends of Ikalkum-sken (for other authors Ikalensken), and different rectifications in the celtic inscriptions of Peñalba de Villastar are mentioned by the author like provees of the existente of a social and religious hierarchy that ruled the writing use in Celtiberia. KEY WORDS: Celtiberic epigraphy, Celtiberic society, Celtiberic numismatics, Peñalba de Villastar. RESUMEN: Las diferencias en Celtiberia entre áreas que acuñan y las que no, la grafía de las monedas de Ikalkum-sken (para otros autores Ikalensken), y diferentes rectificaciones en las inscripciones célticas de Peñalba de Villastar son mencionadas por el autor como pruebas de la existencia de una jerarquía social y religiosa que dominaba el uso de la escritura en Celtiberia. PALABRAS CLAVE: Epigrafía celtibérica, Sociedad celtibérica, Numismática celtibérica, Peñalba de Villastar.

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L. PÉREZ VILATELASección de Estudios Ibéricos

ESCRITURA Y JERARQUÍA SOCIAL: A PROPÓSITO DEL CANON CELTIBÉRICO PARA /M/

ABSTRACT: The variations in Celtiberia between areas that coined and the ones that don’t make it, especially the Palantia’s treasure, the writing of the legends of Ikalkum-sken (for other authors Ikalensken), and different rectifications in the celtic inscriptions of Peñalba de Villastar are mentioned by the author like provees of the existente of a social and religious hierarchy that ruled the writing use in Celtiberia.

KEY WORDS: Celtiberic epigraphy, Celtiberic society, Celtiberic numismatics, Peñalba de Villastar.

RESUMEN: Las diferencias en Celtiberia entre áreas que acuñan y las que no, la grafía de las monedas de Ikalkum-sken (para otros autores Ikalensken), y diferentes rectificaciones en las inscripciones célticas de Peñalba de Villastar son mencionadas por el autor como pruebas de la existencia de una jerarquía social y religiosa que dominaba el uso de la escritura en Celtiberia.

PALABRAS CLAVE: Epigrafía celtibérica, Sociedad celtibérica, Numismática celtibérica, Peñalba de Villastar.

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ILA ESCRITURA COMO HÁBITO SOCIAL

La introducción de la costumbre de escribir, y singularmente, sobre soportes duros fue una novedad ideológica considerable en la menta-lidad celtibérica.

Gracias a César sabemos que entre los galos, los druidas, una suerte de casta sacerdotal prefería mantener la sabiduría tradicional sobre lo sagra-do y sus relaciones con lo profano en la confianza de la memoria, recitada y hablada1. Las cosas realmente importantes nunca llegaron a escribirse, salvo alguna alusión tardía en glosas, verdaderamente mínima.

El hecho de que algunas inscripciones galas tengan elementos reli-

giosos no contradice lo anterior: sus sancionadores pudieron haber sido sacerdotes o sacristanes no druidas; así no poseemos ni mitología, ni epicismo heroico, ni misterios divinos en la epigrafía. Pero ¿cabe decir lo mismo de los celtíberos?.

Dice Untermann que paradójicamente “el primer síntoma de la ro-manización en la Celtiberia es la misma epigrafía celtibérica”2.

Tenemos dudas respecto a esta afirmación, pero por nuestra parte, lo acentuamos al haber aceptado que las monedas de Ikalkun-sken procedentes de algún punto de la Celtiberia conquense, están en geni-tivo plural celta, al que se ha redundado con una terminación ibérica que indica procedencia. Las primeras amonedaciones de esta ceca que también pudiese leerse Ikalkum-sken al emplear, creemos, el mismo signo para /m/ que para /n/, como ocurre en tradiciones inscriptoras posteriores del mismo celtibérico, adelantan el uso de la escritura a fines del siglo III o principios del II a.C.3 Preferimos la primera de estas formas. Las razones para nuestra lectura ya han sido desarrolladas desde esta misma publicación. Y convenzan o no (aunque si convencen, debe revisarse la totalidad de inscripciones en signario del Sudeste, como he mostrado, pues el sistema vocálico se cae sencillamente) el hecho es que la ceca de Ikalkumsken estuvo sita Celtiberia conquense, en un lugar todavía indeterminado que pudo haber sido, la posterior ciudad de Valeria4, pues es seguro según lo que sabemos, que Valerius no fue onomástico celtibérico ni celta, sino latino. Nadie discute hoy la adscripción de las tierras que contuvieron la ceca mentada a la Celtiberia5. Bien ¿pues por qué esta renuencia a aceptar que en tierra

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celtibérica sus primeros rótulos monetales contuviesen –en parte- una palabra celtiberica?.

Evidentemente, el –sken de la terminación del epígrafe de estas monedas ha condicionado todo lo demás de manera absoluta: han de ser monedas ibéricas al llevar un sufijo “típicamente ibérico”. Pero la localiza-ción de la ceca queda entre los celtíberos, cosa que ya no discute nadie.

Ya hemos explicado que esta mixtificación entre una palabra céltica y un sufijo ibérico se debe a que la procedencia de los monederos ins-talados en *I(c)cala o como fuese el nombre de esta ceca de la Mancha conquense provenían del Nordeste de la Citerior y su migración se habría producido a instancias de las autoridades militares romanas, los hermanos Escipión, para disponer de numerario acuñado para la tropa6. Además se da la concurrencia de un hecho importante en la his-toria militar romana y decisivo para la viabilidad operativa romana en Hispania: la urgencia de contratación de mercenarios, concretamente celtíberos7 y, es de suponer, jinetes: corría el año 212 pero ya con anterio-ridad los Escipiones habían reclutado tropas auxiliares en el Nordeste de Hispania8. A unos y otros, iberos del Nordeste y celtíberos había que pagarles la soldada y ante todo ¡cómo no! a los soldados ciudadanos “romanos e itálicos”. Por esta razón la numismática constata las emi-siones intensas de las cecas de los estados en conflicto y la creación de otras nuevas, allá donde no las había.

Señala Untermann “¿por qué esta divulgación de esta escritura hacia el oeste (la escritura celtibérica) no llegó más allá de una línea que aproximadamente delimita el territorio tribal de los arévacos, incluyendo unas pocas ciudades de los carpetanos y una parte de los pelendones y autrigones? La onomástica indígena tal y como aparece en la epigrafía latina posterior y en las obras geográficas de Plinio y Ptolomeo no hace ver ningún límite que coincida con esta distribución ni tampoco que yo sepa la prehistoria ofrece factores que pudieran haber condicionado la línea que delimita los testimonios más occidentales de escritura ibérica en la meseta celtibérica. Evidentemente no es ni la lengua ni el grado de progreso cultural lo que justifica la recepción o no recepción del arte de escribir y del empleo de la escritura ibérica”9.

Estamos de acuerdo con sus palabras con alguna matización acciden-tal como que también acuñaron los celtíberos belos/belaiscos, lusones y los berones.

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El camino de la escritura en Celtiberia, lo señalaría la “avanzadilla” de la ceca de Sekaisa circa:150 y más adelante las demás ciudades acuñadoras de Celtiberia Citerior, según el maestro alemán10.

Hagamos hincapié en alguno de los aspectos de la información de

Untermann: que hubo celtíberos que no acuñaron y –sin mediar ya la autoridad del maestro alemán- singularmente las dos ciudades más importantes del interior de Hispania antes de la conquista romana, como recuerda Mela11: Numantia y Pal(l)antia.

La primera caería en 133 a.C y a continuación, Cornelio Escipión Emiliano “crematizó” las relaciones entre las ciudades de la región, se-gún expresión de Apiano, la cual puede tomarse en griego literalmente o de forma amplia como “organizó” o algo así12.

Más tiempo tardaría Palantia en ser subyugada por los romanos:

pudo sobrevivir como polis semiindependiente a los pactos de Graco13 y a la guerra numantina que resultó asaltada, incendiada y saqueada durante la guerra sertoriana.

Palantia, la otra gran ciudad prerromana interior con gran pro-

yección política exterior no fue destruida hasta 72 a.C por Pompeyo14. Sus restos quedan en el solar de Palenzuela15. Allí se ha encontrado el más rico tesorillo paleohispánico de monedas, que venían siendo cambalacheadas desde el siglo XVIII. Se conjetura sobre si hubiere sido su mismo destructor Pompeyo quien trasladase a sus habitantes a tierras más llanas en Campos, haciéndoles descender desde las alturas de Cerrato16. El núcleo del tesoro de Palantia consta de 4565 piezas repartidas entre cinco labradores y 2636 que rescató la Guardia Civil para el Museo, lo que da 7201. No obstante hay monedas de plata un poco por doquier en el Cerrato y Tierra de Campos. Pues bien, pese a sus miles de monedas, ninguna de ella había sido acuñada ni reacuña-da ni “forrada” en Palantia. Todas venían de fuera, principalmente de Segobirices, pero además de otras cecas celtibéricas. Cabe la posibilidad de que lo hallado fuese la propiedad de un particular o grupo familiar y si se hubiese encontrado la ciudad previamente a estas rapiñas, el panorama de circulación monetaria en la submeseta Norte se nos mos-traría substancialmente diferente.

No se ha probado la existencia de una Segobrix/ Segobriga importante y capaz de haber sido ceca en la submeseta septetrional.

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Palantia perteneció a la etnia de los vacceos. Este pueblo hispano-celta tuvo cierto predicamento en la Antigüedad, particularmente por una ley que se aplicaba a todos sus componentes y agrupaciones, es decir una ley étnica global. Nos ha referido Diodoro de Sicilia, cuya información podría proceder de Posidonio17, que los vacceos son el más culto de los pueblos vecinos de los celtíberos y que cada año se distri-buyen los campos para cultivarlos y entregan a cada uno una parte de la cosecha obtenida en común18.

Esta norma legal hubo de contribuir a la negativa a la amonedación y por tanto, a la escritura, antes de la completa conquista romana. Otro historiador, Apiano de Alejandría19, escribió acerca de la guerra que llevó Lúculo contra los vacceos, pese a la advertencia senatorial de que no mo-lestase en absoluto a esta etnia hispánica; éste se encontró con que, si bien los de Cauca los “cauceos” o caucenses, pudieron colmar sus exigencias de rehenes, caballería y cien talentos de plata, todo lo cual pudieron satis-facer éstos, en cambio los intercatiences –¿de Villalazán, Zamora, si ésta no es Ocelum Duri?– no disponían de nada de oro y plata para cubrir las exigencias de semejante salteador “civilizado” y es que, “en efecto, no las tenían y ni siquiera aquellos celtíberos daban valor a estos metales”20.

No cabe duda de que en 151 a.C., al menos una de las más importantes ciudades vacceas había abandonado la prohibición de acumular metal precioso, pero que otras la mantenían. Por tanto estos celtíberos habían renunciado a la acuñación monetal propia, aunque no al uso de monedas, pues los hallazgos de Palenzuela valen más que resmas de comentarios. En estos hechos hay que tener en cuenta la dinamica diacrónica21: 151: Cauca, tiene plata ¿acuñada? Sólo sabemos que medida en talentos; 151: Intercatia: carece tanto de moneda como de cualquier tipo de me-tal precioso; 72 a.C: en Palantia se acumulaban grandes cantidades de monedas de plata, pero ninguna acuñada en territorio vacceo.

En fin, los vacceos –cuanto menos los intercatienses- y otro pueblo paleohispánico los baliares insulares poseían leyes que prohibían los metales preciosos. Respecto a estos últimos informaba Timeo en el siglo IV22, que los mercenarios que regresaban a las islas se habían gastado previamente la paga en vino y mujeres –sin duda onetai, según el cri-terio griego-noticia que procede de Timeo23.

Hubo, por tanto, restricciones a la escritura no debidas a la posi-bilidad de publicitar arcanos o enseñanzas esotéricas, sino debido al

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soporte escrituario de los textos, singularmente las monedas. En la explicación que ha dado Timeo sobre la prohibición de importar oro y plata a las Baliares se manifiesta la prevención ante la avaricia de terceros que pudiesen ser atraídos por estas riquezas, ejemplificando de manera paradigmática el mito de la incursión de Hércules contra el rey Gerión de Tarteso, famoso por sus metales preciosos, entre otras cosas, como ganadero.

Por lo tanto, el camino de entrada de la escritura en Celtiberia

fue monetal pero doble: A) por Ikalkusken a fines del siglo III a.C.; B) por las cecas del valle del Ebro, siendo Sekaisa probablemente la precursora, antes de 15024 como opina Villaronga. Se quedan sin escri-tura los vacceos desde el principio y los arévacos25 hasta 133 a.C. Los vacceos de Palantia reúnen mucho numerario pero siguen negándose a amonedar. Los vacceos aceptaron más adelante la escritura latina, pero no la celtibérica.

La escritura entre los celtíberos tarda más en aparecer en zonas ale-jadas de estos dos vectores principales, uno de estos centros, anómalos, fue la montaña de Peñalba.

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IILA NATURALEZA DE PEÑALBA DE VILLASTAR

En la montaña de Peñalba se inscribió en épocas diferentes26. Hay incisiones tipo geometrizante de la edad del Bronce que no nos inte-resan ahora. Hay grabados de la edad del Hierro y en fin hay textos escrituarios en caracteres ibéricos y otros en caracteres latinos; algunas de estas últimas inscripciones son cristianas. Las inscripciones arábi-gas son estrictamente contemporáneas, de los años noventa y una de ellas, ofensiva contra el cristianismo. Hemos comprobado y refrendado estas afirmaciones con investigación directa, incluso con entrevistas personales. Durante el período andalusí no se inscribió, al menos no en alfabeto árabe o bereber.

Pero lo que aquí nos ocupará es ¿cómo definían los celtíberos y celtibero-romanos al conjunto natural antropizado de Peñalba? Re-cordemos brevemente algunas de sus singularidades: es una monta-ña de caliza, blanda y clara en su último estrato a diferencia de las montañas vecinas la “Peña Negra”, la “Muela de Villastar”, cumbre de esta pequeña sierra, etc. Además, ese estrato superior blanquecino es extraordinariamente fácil de ser rayado. La montaña presenta un mi-croclima peculiar: hay tormentas eléctricas todo el año, en verano con enorme profusión de rayos atronadores que, casi nunca se resuelven en precipitaciones, aunque sí recibe más agua que las montañas y el valle vecino del Turia, llamado allí Guadalaviar. Las precipitaciones parecen concitarse para tronar y hacer llover en otoño e invierno. Unas lluvias que son canalizadas por dos barrancos principales y tres secundarios, evacuándolas hacia el Turia. Musgos y líquenes se adhieren a las zo-nas de umbría, tanto que han influido en la geomorfología del lugar. Cientos de cuervos graznan sobre todo por las mañanas, ha habido un nido de águilas en el último decenio del siglo XX. Miles de miriápodos inundan la caliza por doquier. No se parece a nada ni en la comarca, ni en la provincia de Teruel, pues un friso constituido como el último estrato de la montaña, se sobrepone a una moldura natural que recorre la montaña como un triforio.

La sierra continúa hacia el Norte, separada por una rambla y algunas muelas del poblado del Alto Chacón (municipio de Teruel) considerado ibérico, a menos de diez kilómetros al Norte. La serrezuela en la que se integra Peñalba culmina a 1252 mts. en la “Muela” ya señalada hacia el Sur, separada por el Turia y se aproxima a las últimas estribaciones

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de Javalambre, ya en municipio de Villel, en “el Estrecho”. Más hacia el Sudoeste la alineación contiene el santuario de la Virgen de la Fuen-santa, patrona de la comarca.

Evidentemente, se trata de un locus sacer liber pero anterior a los romanos. ¿Cómo lo denominaban los celtíberos? Lo cierto es que la respuesta viene escrita en el mismo friso calizo. No se trata de un lucus, fanum o templum, sino de un nemus, puesto que la inscripción Gómez-Moreno /Tovar nº 22 dice INNEMORE... y continúa con un texto cristiano.

Nemus significa en latín “bosque sagrado” en particular el de Diana de Aricia, el cual tenía unos ritos específicos, los relacionados con el rex Nemorensis. Además este bosque fue el santuario anfictiónico de la liga latina27. Tanto Porsenna como el tirano Aristodemo de Cumas dirigieron sus fuerzas contra la ciudad de Aricia y el bosque de Nemi.

Varrón define nemus en plural nemora: haec etiam Graeci NEMH, nostri nemora28. Todos los lingüistas coinciden en que el equivalente a nemus en galo es nemeton, palabra también documentada en hispa-nocelta: así la ciudad de Nemetobriga29 entre los tiburos astures. Por lo tanto, nosotros nos consideramos autorizados a llamar a Peñalba un nemeton, máxime teniendo en cuenta la afinidad de la onomástica astur con la celtibérica estricta30.

Al haber sido Peñalba un santuario, no le parece a Untermann, dada la ausencia de poblaciones importantes en la zona, que no se pueden sacar demasiadas conclusiones acerca de la lengua prerromana hablada en la comarca. Sin embargo, la toponimia puede aclarar en parte este enigma: en el vecino pueblo de Villel tenemos –mejor dicho “tengo”– un bancal en la partida de Tamara31, un poco más hacia el Oeste del pueblo está la montaña de la “Gallatilla”; la villa de Camarena de la Sierra que-da a unos kilómetros al este, unos quince, topónimo basado en Camaros o Cambaros32 celta o similar, documentados ambos en Hispania.

Desde Lejeune se suele dividir la epigrafía celtibérica en oriental y occidental33; una de las características de la variante oriental sería la ausencia del problemático signo indígena en forma de Y y se muestra dubitativo ante el valor nasal que pudiera tener este signo, propuesta de Gómez Moreno y Tovar34 entre otros autores españoles que llevaban toda la razón, por lo menos en lo referente al celtibérico.

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Precisamente los estudiosos consideran uno de los puntuales de la división de la provincia epigráfica celtibérica el uso del signo Y en la zona occidental y el de m en la oriental. Ahora bien, según de Hoz35 en la zona oriental m =/m/, N=/n/, no usado pues el signo Y y en la occi-dental N=/m/; Y=/n/; m = no usado.

Sin embargo tenemos pruebas de que esto no fue exactamente así: los bronces celtibéricos de Botorrita muestran ciertamente m para /m/. Se sospecha que estos bronces inscritos son contemporáneos del bronce latino de Botorrita36 II, perfectamente datado en 87. Pero ¿había sido siempre así?.

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IIILA CORRECCIÓN DEL GRAFEMA PARA /M/

Pues no. Tenemos un par de pruebas inequívocas de que también en la Celtiberia oriental el signo Y se empleó con el valor de /m/. Lo ase-guramos. Y ¿por qué? Porque fue intencionadamente rectificado en dos ocasiones cuanto menos, sobremontando el grafema m al previo Y.

Una de ellas es un par de esgrafiados en la roca de Peñalba, otra la alteración más compleja, sobre el bronce, de la tésera Froehner, gracias a un excelente calco proporcionado por Bergua37 que atestigua estas enmiendas.

Nos preguntamos entonces ¿por qué?. Y la única respuesta ha de

venir de un criterio de autoridad capaz de establecer un canon. Una autoridad que ya había sancionado el uso de m en los bronces de Bo-torrita y que retrotrajo su criterio a documentos semipúblicos como la tésera Froehner, lo cual, bien visto no puede sorprender si tenemos en cuenta que el gran bronce de Botorrita I es una lex data que contiene elementos estrictamente religiosos, amén de la propia sacralidad de la ley38.

De modo que, en base al establecimiento de un canon en la Celtiberia

Citerior, algún devoto o miembro de una consertio o sodalicium celti-bérico se sintió obligado a “rectificar” algunas inscripciones rupestres de Peñalba, pero no otras, que permanecieron con Y.

¿Qué tipo de autoridad pudo hacer una enmienda epigráfica a un

texto jurídico semiprivado y por otra parte a textos votivos de cuño, en principio, religioso?. Pues evidentemente una autoridad religiosa, capaz de extender su influencia, desde el valle medio del Ebro al alto Turia: hubo pues una jerarquía religiosa entre los celtíberos citeriores capaz de influir a un eques importante y sus familiares como lo fue sin duda Lubos Alisocum y a los sacristanes o santeros que pudieron haber existido en Peñalba como acaso en el mons Dercetius citado por San Braulio39, o acaso un sodalicium.

Peñalba no estaba tan aislada y solitaria como este monte al que

se retiró este santo de época visigótica, pues las pruebas están a la vista.

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A veces tengo la impresión de que hasta época cristiana, allí en lo alto estuvo vedado inscribir con instrumentos metálicos dada la esca-sa profundidad de incisión de la epigrafía celtibérica en hemialfabeto ibérico o abecedario latino... cuanto menos hasta los versos virgilianos que yacen en el museo Arqueológico de Barcelona. Por cierto, los textos “desaparecidos” en Villel a los que aluden Gómez Moreno o Lejeune y Tovar no lo fueron debido a la presunta vesania idiosincrática y anti-histórica de los entonces moradores de esta villa, sino a la revolución socialista de 1934. Las actitudes “antifascistas” –literal- que denun-cian los comarcanos de hoy van contra los que inscribieron versos de Virgilio y contra los alarifes de Abderramán III y el Temple, actitudes estrictamente contemporáneas y “democráticas”.

Hubo una segunda forma de anotar las nasales en el celtibérico.

Según Lejeune40 para la notación de /n/ se empleó una variante del grafema Y, escrito V. Pensaba, como nosotros, en una relativa debilidad de /n/ en posición final y de esta manera “des flottements entre –n et –m”, concluyendo por aceptar los celtas hispanos uno u otro fonema, según zonas, tal como los galos a su vez prefirieron –n a final de pa-labra, y los lepónticos –m. No tienta las posibilidades de elección de diferentes grafemas para un mismo fonema. Los orígenes del grafema V son explicados por él mediante procesos fonéticos: la “espirantiza-ción” de /n/.

El esquema que presenta J. de Hoz para la notación de las nasales

en la Celtiberia occidental es enjundioso y teóricamente ahorra proble-mas : Y,V= /n/: N = /m/ ; no hay m, pero representa sin embargo varias excepciones: así el nouanticum o nomanticum MLH IV, K.9.3, sería el modelo, pero en la misma Numancia encontramos muJKiJ mukokaico, presenta m, o (MLH, IV, K 9.7) mutorke (si consideramos R : /r/) Sin embargo algún texto como (MLH IV, K. 13.2 ) mukuukaaiau sí se correspondería exactamente con la teoría de las dos escuelas de notación nasales de Celtiberia pues en ella hay N = /m/ o monituukos (MLH IV, K.14.1) –ésta con el sistema doble para oclusivas, según la sistematización de Maluquer de Motes y su discípulo Jané–.

Quizá la Celtiberia Ulterior estaba también inmersa en un proceso diacrónico para varias notaciones, sobre todo, como ya adelantaron Gómez Moreno y sus discípulos cara a alfabetizar los signos silábicos y además, añadiríamos, caracterizado por algunas tentativas de m para /m/. Está claro que la tésera Froehner es pues anterior a 87 a.C. y acaso

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hayamos de retrotraer al s.II a.C. –total, poco más de un decenio– la primera epigrafía teseraria celtibérica.

El mantenimiento de N para /m/ debe provenir de la primera sis-tematización de las nasales en celtibérico en que este grafema valía, según su posición bien para /-n/, bien para /m/ en los numismas de Ikalkumsken o sea, una indefinición debida a que la lengua de la que se había tomado, escrita en hemialfabeto ibérico no disponía de una /n/ como las indoeuropeas occidentales, sino que, como ya observó mi maestro Domingo Fletcher, había un componente bilabial en el fonema anotado como Y (= /nw/ o algo similar).

En fin, en estos dos casos de la Celtiberia Citerior, el lugar desco-nocido del Valle del Ebro de donde procede la tésera Froehner y el de Peñalba en el alto Turia hubo implantación de un canon desarrollado diacrónicamente para anotar /m/, aunque en Peñalba desde luego no en todos los casos, ni mucho menos. Lo interesante es la existencia de ese poder socio-religioso y además su relativa amplitud territorial en el aspecto histórico y geográfico.

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IVNOTAS

(1) Caes. Bell. Gall. VI, 13, 3s.; el libro de KENDRICK, T. D.: The Druids, Nelson St. Largs (Escocia) 1990 (1927), toma un estado de la cuestión diacrónico; lo que lo hace paradójicamente «moderno». Además, en otros trabajos ya hemos usado una buena parte de los habituales.

(2) UNTERMANN, J.: «Epigrafía indígena y romanización en la Celtiberia», en F. Beltrán ed., Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en Occidente, Zaragoza, 1995, p. 198s.

(3) PÉREZ VILATELA, L.: «Los denarios hispano-romanos de Ikalkunsken y algu-nos de sus problemas» ELEA 6, 2004, p. 67s.; id., «Iconología de las monedas de Ikalkunsken», ELEA e. p.

(4) Sé que ya se ha sugerido esta posibilidad pero no logro localizar la ficha del autor responsable de la hipótesis. Le ruego me perdone.

(5 Cf. vg. Str. Geog. III, 2, 11.

(6) PÉREZ VILATELA, L.: «Los Denarios….» oc, 53s.; id., «Iconología…»; L. Villaronga, Els denaris ibèrics d’Ikalkunsken, Valencia, 1988, p. 18, 72.

(7) Liv. XXV, 21, 3s.; BLáZQUEZ, J. M.: La Romanización I, Madrid, 1974, p. 114; id, «El impacto de la conquista de Hispania en Roma (218-154 a. C.)», Est. Clas. VII, 1963, p. 1-29.

(8) Liv. XXII, 22, 15.

(9) UNTERMANN, J.: «Epigrafía indígena…», o.c., p. 198.

(10) Por nuestra parte creemos que las primeras amonedaciones celtibéricas del valle del Ebro en denarios se remontan al 179 a.C. como fecha post quem.

(11) Mela Chor. II, 88.

(12) PÉREZ VILATELA, L.: «Los arguelos: etnia, linaje y administración», Actas II Sim-posio de Arqueología Soriana. Homenaje a T. Ortego, vol. I, Soria, 1992, p. 647s.

(13) FATáS, G.: «Hispania entre Catón y Graco», Hisp. Ant. V, 1975, p. 269s.; CAPAL-VO, A.: Celtiberia, Zaragoza, 1976, p. 195s.

(14) CASTRO GARCÍA, L. DE: «Ubicación de Pallantia prerromana», Hisp. Ant. III, 1973, p. 418s.: aunque ninguna fuente literaria lo haya conservado, la datación monetal ante quem es de 72 a. C., lo que corresponde con la campaña de Pompeyo.

(15) DIEZ SANJURJO, M.: De Clunia a Intercatia, Valladolid, 1917, p. 34 fue el primero en localizarla en Palenzuela.

(16) BECERRO DE BENGOA: El libro de Palencia, Palencia, 1962, p. 72; CASTRO GARCÍA, L. DE: Historia de la Muy Noble Leal Villa de Palenzuela, Palencia, 1969, p. 198.

(17) SCHULTEN, A.: «Polybius und Posidonius über Iberien und die Iberischen Kriege», Hermes 46, 1911, p. 568s.; id, Fontes Hispaniae Antiquae II. 500 a. de J.C. hasta César, Barcelona, 1925, p. 242s.

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(18) DIOD. V, 34.

(19) APP. Iber. 52.

(20) APP. Iber. 54.

(21) PÉREZ VILATELA, L.: «Vacceos en guerra», Homenaje al prof. Montenegro, Va-lladolid, 1999, p. 223s.

(22) DIOD. V, 17.

(23) Testimonia Hispaniae Antiquae IIB. La Península Ibérica prerromana de Éforo a Eustacio, MANGAS, J. y PLáCIDO, D. eds., Madrid, 1999, p. 489 Jacoby IIIB, FGH 566 F 85 (= 6 Müller) apud Diod. IV, 56, 3 y comentario.

(24) Nosotros proponemos post 189 a. C. por motivos históricos y numismáticos.

(25) PÉREZ VILATELA, L.: «Los arguelos…» o.c., p. 654s.

(26) GóMEZ MORENO, M.: Misceláneas. Primera serie. La Antigüedad, Madrid, 1949, p. 216-217; TOVAR, A.: «Las inscripciones celtibéricas de Peñalba de Villastar», Emerita XXVII, 1959, p. 363s., nº 22.

(27) HOMO, L.: L’Italie primitive et les débuts de l’imperialisme romain, París, 1953, p. 92, 165, 177; J. Heurgon, Roma y el Mediterráneo occidental hasta las guerras púnicas, Barcelona, 1971, p. 146.

(28) VARRO 1.L.V, 36; cf. Fest. 158, 2s.

(29) PTOL. Geog. II, 6, 36.

(30) UNTERMANN, J.: Elementos de un atlas antroponímico de la Hispania Antigua, Madrid, 1965, p. 21, 41, 43s.

(31) BASCUAS, E.: Estudios de hidronimia paleoeuropea gallega, Santiago de Com-postela, 2002, s.v., con etimología y alguna bibliografía; el primero en relacionar Tamaris con la hidronimia paleoeuropea y los celtas fue FERNáNDEZ DE ES-CALANTE, M. F., (en España).

(32) UNTERMANN, J.: Monumenta Linguarum Hispanicarum IV, Wiesbaden, 1997, Zweiter Teil, K.5.2; K.31.1, etc.

(33) LEJEUNE, M.: Celtiberica, Salamanca, 1955, p. 52s.

(34) GóMEZ MORENO: Misceláneas…., o.c., 1949, p. 273; A. Tovar, Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, Buenos Aires, 1949, p. 27s.

(35) DE HOZ, J.: «Lenguas y epigrafía prerromanas de la Península Ibérica», Unidad y Pluralidad en el mundo antiguo. Actas del VI CEEC, vol. I, Madrid, 1983, p. 374s.

(36) FATáS, G.: Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza). Tabula Contrebiensis II, Zaragoza, 1980.

(37) BERGUA CAMóN, J.: El bilingüe de Azaila. Esbozo de una gramática ibérica, Zaragoza, 1994, p. 147: lamento no estar de acuerdo con él en un aspecto funda-mental, el de no aceptar él dos lenguas (ibérico y celtibérico) escritas con el mismo sistema hemialfabético. Hay empero felices capítulos como cuando advierte el «doble sistema» para oclusivas en silabogramas y otros.

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ESCRITURA Y JERARQUÍA

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(38) UNTERMANN, J.: MLH IV, o.c., p. 539.

(39) Lo cual, en contra de lo que opinaba, no veo refrendado por el texto de Vita Sancti (A)emiliani IV, de San Braulio, donde quizá más bien se da a entender que el santo evitaba el consortio hominum como evitación de «relaciones sociales» y no con un «consorcio» concreto, una institución, lo cual tampoco descarto completamente. La forma clásica sería consertio. Aquí consortium.

(40) LEJEUNE: Celtiberica, o. c., p. 50s.

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