Ernesto Rojas Ingunza

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Este es un estudio sobre las relaciones entre el estado y la iglesia peruano a inicios de la república a través de la vida del obispo de Arequipa José Sebastián de Goyeneche y Barreda

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  • UNIVERSIDAD DE NAVARRA

    FACULTAD DE TEOLOGA

    Ernesto ROJAS INGUNZA

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACINDE LA REPBLICA

    Aportacin a la historia de las relaciones Iglesia-Estado,Per 1825-1841

    Extracto de la Tesis Doctoral presentada en laFacultad de Teologa de la Universidad de Navarra

    PAMPLONA

    2004

  • Ad normam Statutorum Facultatis Theologiae Universitatis Navarrensis,perlegimus et adprobavimus

    Pampilonae, die 16 mensis iunii anni 2004

    Dr. Henricus DE LA LAMA Dr. Ioseph-Ignatius SARANYANA

    Coram tribunali, die 3 mensis novembris anni 2003, hancdissertationem ad Lauream Candidatus palam defendit

    Secretarius FacultatisEduardus FLANDES

    Excerpta e Dissertationibus in Sacra Theologia

    Vol. XLVI, n. 6

  • PRESENTACIN

    Famoso en ambientes cultos de Arequipa pero nada estudiado,Jos Sebastin de Goyeneche ha sido bastante marginado de los estu-dios histricos sobre la Iglesia peruana del XIX, no obstante habersido el obispo ms importante del siglo. Quiz porque como se com-prueba en el cuerpo de la tesis, su relumbre personal no se corres-ponda con la importancia objetiva de su prolongado gobierno epis-copal: gobern la dicesis surea durante cuarenta y dos aos yluego la arquidicesis de Lima durante doce.

    Como tambin suele suceder, hay perodos de la historia de lospueblos que han merecido menos atencin que otros y que en granparte han permanecido en penumbra. Uno de esos momentos de lahistoria del Per es el de la iniciacin de la repblica. En conso-nancia con esta desatencin, de la Iglesia en aquellas dcadas, la his-toriografa peruana y peruanista no se ha ocupado mucho, y en gene-ral, se suelen manejar estereotipos o tpicos surgidos de presentacionesen bulto. Quiz no sea del todo aventurado decir que de ella msbien se sabe poco y mal.

    No slo porque las monografas sobre el perodo an son pocas,tambin porque la perspectiva empleada ha tendido a cierto extrin-cesismo: se ha estudiado ms lo que la Iglesia los eclesisticoshacan y menos lo que pensaban; se ha atendido ms a estudiarlacomo objeto que como sujeto. Ms an, sin anlisis de suficientedensidad, privilegiando informacin unidimensional de tipo eco-nmico.

    El resultado, aunque de vala y sugerente por la brillantez de losautores, sin embargo deja insatisfechos a los iniciados en el conoci-miento teolgico, y a quienes manejan ms elementos sobre el miste-rio que trasciende a la Iglesia-institucin.

    Otros trabajos de historia de la Iglesia adolecen ms bien de otrodefecto, no menos lamentable. Que sobreviene cuando la perspecti-

  • va se estrecha y coincide con lo estrictamente eclesistico... cuandopor ejemplo se quiere estudiar el pontificado de un papa, atendiendosobre todo a sus encclicas. La historia de la Iglesia, trabajada de esemodo, ser con frecuencia insatisfactoria para lectores crticos e ini-ciados en el quehacer histrico.

    La lectura ms comn sobre la historia de la Iglesia en el conjun-to del siglo XIX peruano, es que ella encarn un cmulo de fuerzasretardatarias empeadas en impedir la modernizacin del pas, parti-cularmente en lo jurdico y econmico. Y que el alto clero opercomo reducto tradicional de poder, cimentado en el Antiguo Rgi-men, celoso de sus privilegios sociales y su viejo liderazgo social, perosobre todo de su podero econmico. Y ejemplo monumental detodo esto siempre segn esa lectura habra sido el obispo Goye-neche.

    La pregunta que da lugar a la tesis es si el estudio de este persona-je que para cierta historiografa encarna a esa Iglesia retardataria,puede ms bien revelar una realidad distinta... Y tras unas lecturas einvestigacin preliminar, surgi la hiptesis de que s era posible otralectura alternativa y de que en efecto Goyeneche constitua elpunto de mira para poderla realizar.

    Como es natural, este trabajo es slo un aporte para ello. Mas del surge un Goyeneche bastante distinto al reflejado por la historio-grafa, y con l el perfil de una Iglesia post-colonial y un alto clero noslo atentos a intereses terrenales, sino simultneamente, espiritualesy con un acusado sentido pastoral. Por cierto, no es esperable que elmodo en que aquella gente entenda y viva su cometido pastoral secorresponda con los modos actuales de verlo y encararlo. La exigen-cia de evitar el anacronismo, constituyendo un axioma del quehacerhistrico, no siempre es fcil de seguir.

    Qu era lo que un obispo de aquella poca, junto al clero que leacompaaba, y en sintona con la Santa Sede, entenda por misinde la Iglesia, es algo que se ir dibujando en estas pginas. Culeseran sus criterios de valor, qu motivaciones tena, cules eran sus ex-pectativas y temores, tambin ir saliendo a luz al hilo de la investi-gacin.

    Y en esa lnea, el autor abriga la esperanza de haber realizado unaporte que pueda ayudar a una comprensin ms cabal de la actuacinpoltica, econmica y social de una Iglesia que, estando precisamentetan encarnada en su historia, era siempre y en todo momento la Igle-sia de Cristo en esta parte del planeta, y no esa iglesia proyectada poralgunos autores, ms parecida a una transnacional de poder.

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  • Jos Sebastin de Goyeneche, el obispo ms importante del XIXperuano y casi el nico en funciones a lo largo de la iniciacin de larepblica, aparece pues como primer actor en este estudio... comopersonaje tipo, como punto de mira ideal para el conocimiento dela Iglesia en aquel momento. Y con l aparecen otros personajes decarcter individual o colectivo, personal o institucional: Luna Piza-rro, Bolvar, el cabildo de Arequipa, el clero, los diezmos, las capella-nas, etc.

    Esta investigacin ha procurado atenerse a tres criterios metodo-lgicos de base:

    a) Seguir un curso lineal-cronolgico en vez de uno sistemtico.Sobre todo por las dificultades que planteaba, para la exposicin,una perspectiva sincrnica de elementos tan dispares y en espacios detiempo muy cortos.

    b) Desarrollar cada momento de la investigacin en dilogo conlos aportes, temas o problemas planteados por la historiografa pe-ruana y peruanista de los ltimos aos. Evitando hacer una historiaensimismada de la Iglesia.

    Sobre todo porque en definitiva, en mi opinin, ella slo puedeser estudiada histricamente en la historia de los pueblos, y en estecaso, bien engastada en la historia del Per.

    c) Prestar atencin al lugar donde confluyen el hecho histrico,el acontecimiento, y la coyuntura o incluso la estructura. Procurarexplicarme con un ejemplo.

    Es un hecho histrico que Goyeneche fue un obispo realista, queafront un acontecimiento, la batalla de Ayacucho. Y ello en una co-yuntura peculiar, el proceso de independencia del pas, planteado auna Iglesia de carcter (estructura) colonial.

    De estos elementos slo dos, el primero y el ltimo, son de histo-ria eclesistica. Y slo el primero corresponde, estrictamente hablan-do, al perodo estudiado. Pero aislado de los otros, en realidad no di-ra casi nada, permanecera mudo. Por eso es preciso leerlo hacerhistoria de la Iglesia en la confluencia de los cuatro elementos.

    Dicho esto, se explica por qu este trabajo presta atencin a unaserie de elementos que a primera vista no tienen relacin directa condatos de historia eclesistica o con la historia de la Iglesia. Inclusopodr dar la impresin en algn momento de que el autor re-dunda en algn tema ya tratado. Sin embargo, ello ms bien obedecea que en ese punto del estudio cronolgico, no se olvide, aquel

    PRESENTACIN 395

  • tema se va a contemplar en una nueva perspectiva, irrelevante pgi-nas atrs.

    El trabajo de archivos fue realizado casi ntegramente en el Per,en repositorios tanto civiles como eclesisticos al alcance de cual-quier investigador. En muchos casos, sin embargo, debe saberse queno fue posible fotocopiar o microfilmar el material, y que en buenaparte se ha trabajado sobre transcripciones hechas por el autor.

    Gracias a la amable atencin de los padres mercedarios, fue posi-ble trabajar un tiempo en el archivo de su convento de Arequipa.Ello hizo posible aadir inapreciable informacin de ndole privada,a la oficial del obispo que existe en los dems archivos.

    Tambin fue til la visita a la biblioteca del Seminario San Jerni-mo, donde encontr papeles que tras resumir o transcribir, volv adejar donde los encontr.

    El trabajo ha sido distribuido en seis captulos, que segn el siste-ma lineal-cronolgico seguido, corresponden ms o menos a los pe-rodos de gobierno reconocibles en el perodo 1825-1841. Los cap-tulos cuentan con algunas subdivisiones realizadas con criterioperiodizador o temtico, segn el caso. Y para facilitar la lectura sehan introducido frases a modo de entradillas, que van distinguiendodiversos momentos del discurso.

    En la bibliografa se consignan siempre obras citadas en el texto, yse ha preferido presentarla de manera continua comenzando por elapellido, para facilitar la consulta de la referencia completa de cual-quiera de ellas, en caso que el lector ya se haya alejado de la primeravez que se citan en el cuerpo del trabajo.

    Buscando aportar al conocimiento de las relaciones Iglesia-Estadoen las primeras dcadas de la repblica, este trabajo construido sobrela experiencia episcopal de Goyeneche, no ha prestado ms que aten-cin indirecta a detalles de la vida del clero parroquial. Y no se ha fi-jado en absoluto en aspectos de todo gobierno pastoral como porejemplo, las visitas a la dicesis, o la marcha del seminario. Estudiosulteriores habrn de llenar estos vacos pendientes.

    En todo caso, una tesis panormica como sta tiene limitacionesque de antemano estn patentes a la mirada del autor. Hubiera sidodeseable, por ejemplo, abordar el estudio de la prensa de la poca, enparticular la de tipo poltico, que aqu se ha recogido slo en cuantoapareca en el material consultado.

    Asimismo, aunque se da razn de toda la documentacin pontifi-cia existente en el archivo del obispo, y se ha reconstruido de manerafiable (como nunca antes) la correspondencia mantenida entre Go-

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  • yeneche y la Santa Sede, es claro que an est pendiente una investi-gacin complementaria en los archivos vaticanos.

    En este Excerptum se ofrece el segundo captulo de la tesis, prefe-rido por la mayor proximidad temtica de su contenido a los referen-tes ms probables en la mente de sus posibles lectores: Bolvar y losinicios de su rgimen en el Per, el papa Len XII y la Iglesia de laRestauracin, el Patronato Nacional...

    Como es natural, las conclusiones consignadas en su integri-dad rebasan lo que puede derivarse directamente de un solo cap-tulo de una tesis de historia, pero es posible que resulten ms asequi-bles tras la lectura de este Excerptum.

    PRESENTACIN 397

  • NDICE DE LA TESIS

    SIGLAS Y ABREVIATURAS .................................................................... i

    INTRODUCCIN ................................................................................ v

    CAPTULO IAYACUCHO

    1.1. BOLVAR Y GOYENECHE ............................................................. 1Los Goyeneche El obispo Goyeneche Luces sobre una decisin

    1.2. UN DESENCUENTRO ................................................................... 19El dique restaurador La proteccin constitucional Bolvar: una perspectiva Arribo y entrevista

    CAPTULO IIEL NUEVO ORDEN

    2.1. LA IGLESIA ANTE EL RGIMEN BOLIVARIANO ............................... 47El zelantismo: un modo de reaccionar El Papa Len XII Una batalla pendiente

    2.2. RASGOS PRINCIPALES DE LA DICTADURA BOLIVARIANA RESPECTOA LA IGLESIA ............................................................................... 69El Patronato Nacional La bsqueda de dominio Maniobrando en una cornisa Opcin modernizadora en el molde jurdico del Antiguo Rgimen Implantacin de las libertades ciudadanas

    2.3. A LOS PIES DE PEDRO ................................................................. 100

    CAPTULO IIILA QUIMERA CONSTITUCIONAL

    3.1. GIGANTE DE PIES DE BARRO ....................................................... 107La indocilidad del Per Sin alternativa: desazn y sumisin eclesistica

  • 3.2. LA REFORMA DE REGULARES ...................................................... 120La Reforma El rastro de la reforma

    3.3. LA OPCIN POR UN GOBIERNO LIBERAL DEFINIDAMENTE PERUANO 132La Constitucin del 28 Los liberales: amigos o enemigos? Fragilidad y cada de La Mar

    3.4. EL GOBIERNO DE LA MAR Y LA IGLESIA ...................................... 146Una vieja prctica Contra el antiguo rgimen... siempre En busca del Derecho

    CAPTULO IVACCIN Y REACCIN

    4.1. EL MOMENTO CONSERVADOR ..................................................... 163El Caudillismo El Conservadurismo

    4.2. EL ACBAR DE LA FUENTE .......................................................... 174Aplicacin de la Reforma El alto clero secular La cercana de Pedro Presin gubernamental La hora ms triste

    4.3. GAMARRA .................................................................................. 193Otra vez, Pedro Novedades fiscales, cambios en la cultura Dominga Gutirrez Creacin de dicesis y eleccin de obispos La Gran Bula Nueva consulta y poltica de la Santa Sede

    4.4. EL BIEN ESQUIVO ....................................................................... 223

    CAPTULO VBAJO LA MAREA CAUDILLISTA

    5.1. AREQUIPA EN LA MIRADA ............................................................ 227Imgenes que se reflejan: Arequipa y los Goyeneche Religin: crtica y reforma La sala capitular de Arequipa

    5.2. TIEMPO DE CAMBIO ................................................................... 249El fin de una vida poltica La Iglesia y el liberalismo El liberalismo y la Iglesia

    5.3. EL GOBIERNO DE ORBEGOSO ..................................................... 265La revolucin del 34 Un dique de papel Confederacin o caos

    CAPTULO VIDE LA CONFEDERACIN AL ABISMO

    6.1. LA ARQUITECTURA CONFEDERAL ................................................ 287El sueo de la estabilidad Forma y fondo de la Confederacin. Lneas de interpretacin Fragilidades del edificio confederal

    400 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • 6.2. LA ANDADURA CONFEDERAL ....................................................... 311El rgimen de Santa Cruz y la modernizacin tradicional Poltica eclesistica Se desatan las Furias El derrumbe del coloso

    6.3. EL SEGUNDO GOBIERNO DE GAMARRA ....................................... 333La Restauracin y la constitucin del 39 Aspecto eclesistico del segundo gamarrismo Cuando todo es ilusin

    CONCLUSIONES ................................................................................. 357

    BIBLIOGRAFA Y FUENTES .................................................................. 365

    NDICE DE LA TESIS 401

  • BIBLIOGRAFA DE LA TESIS

    I. FUENTES

    Fuentes documentales-archivos

    1. Archivo General de Indias (AGI)

    Del conjunto de legajos correspondientes a la serie de la Audiencia de Lima,han sido de utilidad los siguientes: Lima 1566; Lima 1570; y Lima 1572.

    2. Biblioteca Nacional del Per (BNP)

    En la Seccin Manuscritos que guarda la biblioteca, se encuentran lossiguientes expedientes citados en este trabajo:Manuscritos, D 8260Manuscritos, D 11620Papeles de la familia Goyeneche, D 11752Manuscritos Culto, D 11683Manuscritos Culto, D 11252Manuscritos Culto, D 11646Manuscritos Culto, D 11644Manuscritos Culto, D 11067Manuscritos Culto, D 10889Manuscritos Onomstico, D 11655Manuscritos Onomstico, D 10262Manuscritos Onomstico, D 11691Manuscritos Onomstico, D 11888Manuscritos Cronolgico, D 11639Manuscritos Cronolgico, D 11645Manuscritos Cronolgico, D 11692Manuscritos Cronolgico, D 11650Manuscritos Cronolgico, D 11066Manuscritos Cronolgico, D 11244

  • Manuscritos Cronolgico, D 11256Manuscritos Cronolgico, D 10776Manuscritos Cronolgico, D 11810Manuscritos Cronolgico, D 11555Manuscritos Cronolgico, D 11065Manuscritos Cronolgico, D 11231Manuscritos Cronolgico, D 11618Manuscritos Cronolgico, D 11595Manuscritos Cronolgico, D 8146Manuscritos Cronolgico, D 8677Manuscritos Cronolgico, D 11898Manuscritos Cronolgico, D 10746Manuscritos Cronolgico, D 10328Manuscritos Cronolgico, D 10422Manuscritos Cronolgico, D 11896Manuscritos Cronolgico, D 11051

    3. Archivo General de la Nacin (AGN)

    De este archivo limeo se han utilizado manuscritos correspondientes alos siguientes lugares:Archivo Republicano / Archivo del Ministerio de Justicia / Culto / Ministe-

    rio de Gobierno y Relaciones Exteriores / Decretos / Legajo 163.Archivo del Ministerio de Hacienda R J / Culto / Ministerio de Gobierno

    y Relaciones Exteriores / Legajo 160.Culto / Arequipa, Legajo 143.Archivo Republicano / Archivo del Ministerio de Hacienda R J / Gobier-

    no Eclesistico / Arequipa / Legajo 138.

    4. Coleccin Vargas Ugarte (CVU)

    Los manuscritos y papeles citados en este trabajo corresponden a las sec-ciones:Manuscritos, tomo 18Manuscritos, tomo 14Manuscritos, tomo 10Manuscritos, tomo 33Manuscritos, tomo 20(13)Manuscritos, tomo 16Manuscritos, tomo 29Per Iglesia, n. 30Per Iglesia, n. 4Per Iglesia, n. 19Sermones, n. 4

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  • 5. Archivo Arzobispal de Lima (AAL)

    De este lugar, se ha tomado documentacin consistente en notas cursa-das entre el gobierno y la autoridad eclesistica, contenida en:Notas Supremo Gobierno I, Legajo IINotas Supremo Gobierno I, Legajo IIINotas Supremo Gobierno II, Legajo IVNotas Supremo Gobierno II, Legajo VNotas Supremo Gobierno II, Legajo VINotas Supremo Gobierno II, Legajo VIINotas Supremo Gobierno II, Legajo VIIa

    6. Archivo Regional de Arequipa (ARA)

    En este archivo se ha recogido documentacin de la Seccin Obispado,Legajos 1826-1827.

    7. Archivo Arzobispal de Arequipa (AAA)

    Los manuscritos de este archivo eclesistico citados, se encuentran en:Seccin: Curia Diocesana Serie: Correspondencia, Legajo 1 (1825-1837)Seccin: Curia Diocesana Serie: Correspondencia, Legajo 2 (1837-1855)Seccin: Cabildo Eclesistico Serie: Actas Capitulares, tomo 5 (1802-

    1834)Seccin: Vicaras Serie: Moquegua, Legajo 44 (1668-1892)

    8. Archivo Mercedario de Arequipa (AMA)

    En este fondo conventual, los manuscritos y papeles citados se contie-nen en los siguientes legajos o tomos empastados de manuscritos. Siempresegn la identificacin anotada en cada uno de ellos, tal cual aparece:AMA, Goy DV (1777-1872) 04AMA, Goy Doc (1794-1868) 07AMA, Goy Doc (1813-1840) 09AMA, Goy Doc (1815-1846) 10AMA, Goy Doc (1831-1859) 11AMA, Papeles sin empastar, Leg. 11AMA, Goy Doc, Documentos particulares, Leg. 13AMA, Goy Doc (1826-1832) Leg. 14AMA, Goy Doc (1833-1837) Leg. 15AMA, Goy Doc (1826-1832) Leg. 14, Documentacin ParticularAMA, Goy Doc (1842-1845) Leg 17, Documentacin particularAMA, Goy Hist (1781-1919) Leg. 46, Goyeneche HistoriaAMA, Goy 1854-1871, Leg. 49. Emigracin China

    BIBLIOGRAFA DE LA TESIS 405

  • 9. Papeles del Seminario San Jernimo (PSSJ)

    Entre los papeles de la biblioteca del seminario arequipeo, han sidotiles a este trabajo:Correspondencia Echage-GoyenecheCorrespondencia Zenteno-Goyeneche

    10. Recoleta Franciscana de Arequipa (RFAq)

    Aunque carece de un archivo propiamente dicho, se encontr materialaprovechable que se cita bajo la denominacin de Papeles varios.

    11. Archivo digital de legislacin peruana (1800-1921)

    Con cierta frecuencia se incluyen referencias tomadas de esta seccin dela pgina web del congreso peruano, aparecida aos atrs:

    Todos los documentos citados fueron tomados de all en noviembre de2001.

    En ocasiones, sin embargo, se ha acomodado el nombre de las normaslegales citadas cuando se ha juzgado necesario. Pero siempre asegurandouna segura identificacin de las mismas, gracias a la fecha y a la materia alu-dida en el nombre.

    Fuentes documentales-impresas

    Impresos antiguos

    Manifiesto que ofrece, dedica y consagra a la magnanima nacion peruana, unciudadano, en contestacion al folleto titulado Interesante, que se repartio enArequipa el dia ocho de octubre de este ao, tres dias antes del sacrilego homi-cidio, intentado en la persona del Ilustrisimo Seor Doctor Don J. SebastianGoyeneche y Barreda dignisimo obispo de aquella diocesis: en el que se refutasolidamente el suplemento al Jenio del Rimac numero 283, dado a luz por D.Juan Antonio Vijil, considerado reo del referido crimen, Imprenta del Lime-o por V. Herrera. Lima, 1834, en BNP, Goyeneche-Documentos.

    Manual para el jubileo santo concedido por nuestro santsimo padre Gregorio XVI...,Imprenta de la Gaceta por J. Masas, Lima 1834, en AAA, Notas 1835.

    Relacin del pleito seguido por el Illmo. Seor obispo de Arequipa con la IllmaCorte Superior de la misma ciudad. Con motivo de los autos expedidos poresta a favor de doa Dominga Gutirrez..., Imprenta del Gobierno, Are-quipa 1832, en CVU, Per-Iglesia 19, n. 1.

    406 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • Verdadera idea del primado del Papa. Sacada de la dedicatoria de la Tentativateolgica de Pereyra y traducida del portugus por un amante de la ilustra-cin americana, Imprenta del Constitucional, Lima 1834, en CVU,Per-Iglesia, 30, n. 7.

    Seor Editor, Imprenta del Gobierno por Pedro Benavides, Arequipa 1833,en AGN, Just. / Culto / Gob. y RR.EE. / Decretos, Leg. 163, s.n.

    Contestacin al impreso publicado contra el D. D. Juan Gualberto Valdivia,Imprenta del Gobierno por Pedro Benavides, Arequipa 1833, en AGN,Just. / Culto / Gob. y RR.EE. / Decretos, Leg. 163, s.n.

    AYUSO, Fernando, El apoderado de los exclaustrados, en F. AYUSO, La voz delPastor, y el desengao por conciencia, Imprenta J. Gonzles, Lima 1831,en CVU, Per-Iglesia 30, n. 4.

    El Clero ex regular de Lima a los verdaderos creyentes de la repblica perua-na, en Fernando AYUSO, La voz del Pastor..., Lima 1831, en ibid., n. 4b.

    Capitulo 1 Dictamen dado por un regular un exclaustrado..., en La Vozdel Pastor..., Lima 1831, en ibid., n. 4c.

    BLANCO, Jos Mara, Oracion funebre en las solemnes exequias, que el ExcmoSr Jeneral de division y presidente provisional de la Republica Dn Luis JoseDe Orbegoso mando se hicieran... En honor de los... Muertos en el campo deYanacocha..., Imprenta pblica de F. Valdes, Arequipa 1835, en CVUSermones 4, n. 3.

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    420 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • EL NUEVO ORDEN

    1. LA IGLESIA ANTE EL RGIMEN BOLIVARIANO

    La vieja catedral haba lucido esplndida el 17 de abril de 1825. Elclero y cabildo de la dicesis presidido por su obispo, a la vista de lapoblacin y las nuevas autoridades, jur la constitucin de la repbli-ca solemnemente leda antes del ofertorio. En las iglesias de la dice-sis, los prrocos haban hecho lo mismo, tomando luego juramento ala feligresa1.

    En el nuevo orden republicano, Arequipa era ahora libre con unalibertad bendecida por la Iglesia, encomiada por su prelado.

    La bula de la Santa Cruzada haba sido suspendida haca poco2, y sinembargo no caban lamentaciones. Urga endurecer la piel preparndo-la para otra sensibilidad bien distinta. Monseor Goyeneche deba cui-darse de trasparentar algunas emociones. Un espritu de sospecha se ex-tenda en torno suyo no slo entre los oficiales y jefes del ejrcito sinotambin entre la poblacin civil, entre sus propios conocidos.

    Bolvar estaba rodeado de oficiales que, como OLeary, no estabanpara contemplaciones. El irlands lleg a sostener que con ocasindel esplndido banquete que haba ofrecido al Libertador, el obispo sehaba quedado con dos mil pesos del dinero que a tal efecto habaexigido a su clero3. Desde un comienzo, y ya para toda su vida, Goye-neche se vera siempre en la ingrata compaa de la maledicencia.

    Como aadiendo tensin al momento, Bolvar estaba disgustado porel desempeo del argentino Otero en la prefectura. A Otero correspon-da hacerse cargo de los principales retos del gobierno en la zona, obte-ner fondos y establecer la nueva administracin pblica sobre la base dela antigua, sin dar lugar a la acomodacin de antiguos realistas. Pero se-gn el parecer del Libertador, era precisamente lo que estaba haciendo4.

  • Por otro lado, tras la victoria de Ayacucho, en la mente de Bolvarla tarea ms urgente se reduca a dos cosas: consolidar la independen-cia y alinear el pas con su proyecto continental. En Arequipa tom ladecisin de convocar elecciones para el congreso que debera reunirseen el verano de 1826, para entre otras tareas, formalizar la aceptacinperuana respecto al ya decidido destino del Alto Per5.

    Tambin fue notorio su inters en sustituir con hombres del lugara lderes o autoridades que muchas veces ni eran arequipeos ni tansiquiera peruanos. As nombr prefecto a Gutirrez de la Fuente, yprocur apoyarse en la elite local6.

    Se preocup adems por la cohesin interna de los pases libera-dos, de cara a importantes retos que podan provenir del exterior. En1825 estuvo inquieto por la Santa Alianza, por la fragilidad de la co-operacin inglesa y norteamericana, y por la actitud del Brasil impe-rial y antirrepublicano. Pareca obsesionado por la necesidad de unaconfederacin sudamericana en la que, sumando fuerzas, las repbli-cas pudieran hacerse respetar7.

    Todo esto lleva a comprender por qu motivo el rgimen no que-ra la subsistencia de godos en su retaguardia, ni tampoco una iglesiatibiamente adherida a la independencia y al rgimen que la habaconseguido.

    Con estas prioridades y preocupaciones, tambin se entiende eldesafecto del Libertador por los arequipeos, entre los cuales todavadestacaban mucho varios conversos polticos de ltima hora.

    As, poco despus de dejar la ciudad, escribi a Unanue que

    Arequipa est llena de godos y egostas: aseguro a Vd. que con todala prevencin favorable que les tena, no me han gustado. Es el puebloque menos ha sufrido por la patria, y el que menos la quiere8.

    Es muy probable que Goyeneche ocupara el primer lugar entre losarequipeos que Bolvar tuvo en mente al escribir esto9.

    Pero... ms all del relativo valor de las declaraciones formales ypblicos parabienes del obispo respecto al Libertador y a la indepen-dencia, acaso el acontecimiento de la batalla de Ayacucho no parecalo suficientemente determinante como para poder contar, como so-bre base fiable, con el neo-patriotismo del prelado? Qu puede ex-plicar la pertinaz desconfianza de Bolvar para con l?

    En el primer encuentro que tuvieron el Libertador confirm quese trataba de un eclesistico realista, sinceramente devoto de la Coro-na espaola. Pero es bastante probable que junto a esto le quedase la

    422 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • impresin de que adems, Goyeneche era un obispo de la restaura-cin y, con toda probabilidad, un zelante. Un hombre que ms allde los forzados giros impuestos por las circunstancias, nunca dejarade ser un incorregible nostlgico del antiguo rgimen, e irremediable-mente contrario a alguien como Bolvar.

    El zelantismo: un modo de reaccionar

    Por eso ahora conviene ensayar una aproximacin al zelantismoeclesistico, del cual una inteligencia brillante como la del Libertadortendra suficiente advertencia por sus anteriores visitas a Roma. Talvez Goyeneche lo conoca menos explcitamente, pero se adecuababastante an sin saberlo a ese perfil.

    Este rasgo del obispo revesta para Bolvar indudable importancia,pues si bien con Ayacucho don Jos Sebastin perdi su realismo ac-tivo, su zelantismo s habra sido perdurable, al encarnar toda unapropuesta de Iglesia y de su relacin con el estado y el mundo encambio.

    Cuando an nadie soaba con un desenlace como el del nueve dediciembre el de Ayacucho, en 1824 el obispo de Arequipa reci-bi una circular del nuncio en Madrid, dirigida a los arzobispos yobispos en los dominios espaoles. Fue sobre los nuevos tiempos dereconciliacin de los pueblos cristianos en el espritu del Jubileo de1825, proclamado en el doble marco de la restauracin absolutista yde la cancelacin de los tiempos revolucionarios10.

    Poco despus Goyeneche escribi a Len XII aludiendo al recien-te pasado constitucional y liberal del imperio espaol, amenazadopor la difusin de errores filosficos y herejas polticas que explica-ban, entre otras cosas, el arraigo de nefastas ideas libertarias en Am-rica hispnica11.

    Qu sintona habra entre el prelado arequipeo y el nuevo papa?Y cul la postura del sumo pontfice sobre los acontecimientos pol-ticos y sociales en curso?

    Si alguien se dejase guiar tan slo por la carta escrita por Len XIIsobre el proceso de independencia, forzosamente concluira que laactitud poltica del obispo de Arequipa (y de todos los prelados realis-tas), se vea confirmada por el apoyo pontificio a Fernando VII.

    Efectivamente, la Etsi iam diu de setiembre de 1824 se situaba encontinuidad con el similar documento de Po VII, y mantena eldiagnstico y la propuesta para enfrentar desde la Iglesia el no-

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACIN DE LA REPBLICA 423

  • civo fenmeno independentista que aquejaba al imperio espaol enAmrica12.

    Sin embargo, para calar en la posible sintona entre Goyeneche yel sumo pontfice, que Bolvar tendra muy en cuenta al proyectar susrelaciones con la Iglesia, conviene tener en consideracin otros datos,adems de los claros pronunciamientos pontificios.

    Algunos autores han contribuido a desvelar en alguna medida, lacomplejidad de la posicin de Len XII13. Por lo pronto, es impor-tante dejar sentado que la Santa Sede acababa de pasar por un proce-so traumtico bajo el podero napolenico, resuelto en principio almenos con la restauracin de los Estados Pontificios en el Congre-so de Viena. Y que sali de esta coyuntura firmemente convencida dela necesidad de contar con una soberana temporal, para garantizar sulibertad en el desempeo de su misin espiritual14.

    Vapuleada por los poderes estatales, primero bajo la justificacinde los postulados regalistas y josefinistas de las monarquas absolutasdel XVIII, y luego bajo el nuevo poder soberano elevado por la revo-lucin, la Santa Sede se vio desbordada por unas acometidas del po-der poltico hasta entonces inditas.

    Tambin pas por contemplar cmo en las iglesias locales, al abri-go de viejos ideales reformistas de la ilustracin catlica, o de sensibi-lidades de corte galicano o episcopalista, eclesisticos y notables, in-mediatos o cercanos al poder, parecan animar cuestionamientos queapuntaban a trastocar en ellas no slo elementos exteriores, sino tam-bin de estructura.

    Por su propia dinmica en la historia, la reaccin de la Iglesia fren-te a procesos de crisis, de reforma y cambio, ha sido de repliegue so-bre s misma, de asirse a lo conocido, buscando proteger junto aelementos estructurales integrantes del depsito, tambin lo acciden-tal (e incluso lo postizo). Y en coyunturas urgentes, no siempre hasido posible un discernimiento acertado15.

    Es importante recoger esta perspectiva teolgica porque con fre-cuencia, los autores se escandalizan al comprobar cmo en el centro oen la periferia de la Iglesia, los pastores han persistido en aferrarse aelementos que con el paso del tiempo se ha visto que no slo erantransitorios, sino incluso espurios.

    Ahora bien, para una reconstruccin poltica, social y religiosa deEuropa, no slo haca falta desandar los caminos de la apostasa delestado, devolviendo al clero su influencia en l, en los municipios,en las familias, en la educacin pblica, en la vida de los pueblos16;sino que en unin con los tronos restaurados convena proceder con-

    424 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • tra la cultura generada por la ilustracin y la revolucin, emprendien-do una represin generalizada contra personas, organizaciones, ideas,smbolos y otros fermentos semejantes.

    Esto supuso para la Iglesia el alto costo del alejamiento de influ-yentes sectores, sobre todo liberales, en los diversos pases17. Su repul-sa del ya antes sospechoso catolicismo ilustrado, escandaliz a los quehabindose inspirado en l, ya tenan poco o nada de catlicos, perotambin a quienes todava lo eran18.

    La razn y sus brillantes construcciones, actuales y por hacer enlas sociedades en vas de modernizacin, aparecan como rechazadaspor la restauracin. Tambin por la restauracin eclesistica. La op-cin eclesial para preservar al mundo del caos consisti en apostarpor las antiguas instituciones, por un ancien rgime depurado, peroen definitiva vlido.

    Bien se comprende que Bolvar y la generacin que haba realiza-do la independencia, mirasen con espanto semejante concepcin.

    En Roma se haban perfilado dos tendencias entre los cardenales yobispos, dos talantes y patrones mentales que tenan su eco en losambientes eclesisticos a lo largo del mundo: el de los politicanti y elde los zelanti.

    Compartiendo la indicada actitud bsica ante el pensamiento y lasinstituciones modernas, frente a las plasmaciones sociales, jurdicas yeconmicas de raz ilustrada y liberal, diferan en el radicalismo de surechazo y en el modo de reaccionar.

    Los politicanti eran ms moderados, ms pragmticos ante la reali-dad circundante, y ms optimistas en la gestin de mejoras ante el es-tado. Los otros, en cambio, eran tenidos y se tenan por celososnostlgicos del antiguo rgimen.

    Pareca obsesionarles particularmente la integridad de la fe y de lamoral, que perciban en especial peligro. Aubert puntualiza que suactitud obedeca ms a motivaciones religiosas que a una mera men-talidad reaccionaria, y que el nervio religioso que animaba su intem-perancia les mova a ser intolerantes respecto a quienes no seguan susextremos. Al punto de imaginar una cabal identidad entre sus posi-ciones y la fidelidad a Cristo y a la Iglesia19.

    El papa Len XII

    En cuanto al cardenal Della Genga, es claro que fue elegido comozelante de segunda fila, capaz de asegurar un golpe de timn respecto

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACIN DE LA REPBLICA 425

  • a la poltica y el talante impuestos por el cardenal Consalvi bajo PoVII en los ltimos aos20.

    Sin embargo, pasado el primer momento, Len XII se iba a mos-trar permeable al pragmatismo consalviano y a Consalvi mismo, yhasta cierto punto ello iba a incidir de modo positivo en su relacincon los estados.

    Hay quien ha resaltado el carcter confrontacional de su pontifi-cado, particularmente por su manera de impulsar la restauracin es-piritual dentro y fuera de los estados papales. Impact su decisin dereunir a los judos en el gueto de Roma, como tambin los visos derigorismo que revelaron algunas medidas represivas en cuanto amoral pblica. Al parecer, an consideraba practicable la restauracinde la virtud cristiana de las gentes por el camino de la coercin.

    Si bien su condena del indiferentismo y la tolerancia liberal, lacondena de las sociedades bblicas y de los carbonarios21, su recurso alSanto Oficio y a los Jesuitas, se enmarcan dentro de lo esperable enun Papa del momento, la acentuacin de su carcter de seor tempo-ral en el famoso caso de la exigencia a Npoles de una prestacin feu-dal ya en desuso, as como su carta a Luis XVIII reconvinindole porsu timidez en desmontar la nueva institucionalidad, han sido seala-das como muestra de su modesta habilidad poltica22.

    En todo caso, intentando asumir un liderazgo espiritual y promo-ver una reanimacin catlica general, declar 1825 Ao Santo jubi-lar. Sin embargo, como da lugar a pensar la comunicacin del nuncioGiustiniani a los ordinarios de Hispanoamrica23, no dejaron de estarpresentes en esta medida preocupaciones terrenales, pues los acentosreconciliadores son propuestos a los obispos en clave de cohesin po-ltica con los tronos absolutos.

    De todos modos, es de resaltar lo que Leflon slo llega a mencio-nar al indicar que la proclamacin del Ao Santo supuso una reac-cin contra el josefinismo y el galicanismo, reuniendo a los obisposalrededor del papado24.

    El disgusto que caus entre las monarquas europeas la proclama-cin del Jubileo, no fue gratuito. Efectivamente, una medida de estandole, en ese momento, marc el inicio de una tendencia que no ha-ra ms que perfilarse: la opcin papal por aglutinar en torno a s a losobispos del mundo. Es cierto que todava convocndolos a apoyarseen los estados para la restauracin religiosa, pero sobre todo, en elministerio petrino.

    Para Colapietra, el pontificado de Len XII fue el de un zelantemoderado, segn asevera Aubert, haciendo suya su argumentacin25.

    426 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • Si en un primer momento dio la impresin de cierta dureza, es posi-ble que haya sido por sus medidas pastorales y por alguna actitud po-ltica. De todas formas, tras la muerte de Severoli en setiembre de1824, el papa proyect una imagen ms atemperada, pues de hecholos zelanti dejaron de existir como partido en la curia26.

    Es particularmente interesante la proximidad que Colapietra des-cubre en el temprano Len XII a un segundo tipo de zelantismo, desegunda generacin, en la lnea que empezaba a proyectar el profesorVentura, de La Sapienza, cuando consideraba aprovechables ciertasnovedades y vea una oportunidad apostlica en la situacin del mo-mento. Planteaba recuperar a las elites y fortalecer la sintona con elpueblo, sin insistir ya tanto en buscar la proteccin estatal, ganandoms bien en libertad y prestigio propios, fortaleciendo la centralidadde la Santa Sede; lo que por el momento no ocurri27.

    Ms tarde, coincidiendo con el nombramiento del cardenal Ber-netti en reemplazo de Della Somaglia, Len XII se rode de persona-jes ms radicales del viejo zelantismo como Lambruschini y Cappe-llari, el futuro Gregorio XVI.

    Muy lejos de estas tomas de postura romanas, a las que se podapresumir que el obispo Goyeneche no estara desatento, Arequipa erafrtil en hijos liberales y fervientes republicanos, como los sacerdotesMariano J. de Arce, Luna Pizarro o Juan G. Valdivia, que estaran en-tusiasmados con la presencia de Bolvar en la ciudad. Pero al parecerno eran mayora...

    Una batalla pendiente

    Por eso Bolvar no reposara tranquilo sobre los laureles de su glo-ria. Ms all del jbilo pblico y las demostraciones oficiales de aca-tamiento, tendra elementos para entrever un fondo de desafecto in-quietante.

    Con el mpetu acostumbrado en sus campaas militares, el Liberta-dor se propondra dejar patente ante el clero arequipeo que quien man-daba era l, y que los tiempos antiguos haban pasado definitivamente.

    La percepcin gubernamental era tan clara como lo sera su retrica.Daba por sentado que en la realista Arequipa todava muchos conside-raban un crimen la rebelin contra la Corona, y una desgracia la obten-cin de la independencia. Y as la naturaleza del conflicto, ya resueltoen el plano militar pero no en el poltico, exiga tambin una respuestapoltica contundente en la que el clero deba ser instrumento efectivo.

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACIN DE LA REPBLICA 427

  • De inicio se le aclarara a Goyeneche que en adelante era precisoque el obispo no manifestase ambigedad alguna en ponerse del ladovencedor, asumiendo su puesto en la batalla ideolgica pendiente: laexclusin de toda disidencia respecto al acontecimiento independen-tista.

    La ocasin se plante inmediatamente. Era urgente que el obispoescribiese una pastoral a favor de la independencia. Goyeneche acep-t, dijo que la tena lista. Pero la publicacin no se produca. El Li-bertador esperaba con impaciencia, y mediante su secretario Jos Ga-briel Prez, le urga repetidamente a que se ponga al frente del cleroen la reeducacin poltica de la poblacin28. La amplitud de esta citaes indispensable:

    Este departamento est plagado de personas adictas aun la Mo-narquia Espaola, y que ven como un crimen profesar los principios denuestro sistema. No deben ser desconocidas V.S.I. las causas de estefunesto error. La ignorancia y la supersticion han sido los agentes de latirania, y han sembrado en los corazones sentimientos contrarios losque dictan la naturaleza, la razon, y la justicia. Estas que han recobradohoy todo su imperio, demandan que se haga en su obsequio quanto estal alcance del Gobierno. V.S.I. que est encargado de conducir este ino-cente rebano, debe por su parte con su celo Apostolico hacer esfuerzosextraordinarios para contribuir la estabilidad de los principios funda-mentales de nuestra regeneracion politica. V.S.I. siguiendo la esencia desu ministerio debe contribuir la ilustracin de estos Pueblos, para queimpuestos de sus derechos puedan amarlos y defenderlos todo trance.Sin un celo unico, sin un fervor sin igual, y sin un inters el mas vivo nopodr conseguirse extirpar la semilla que el Gobierno Espaol sembren los desgraciados habitantes de la America. Es necesario que subseda[sic] la doctrina politica de Espaa enseada en todas partes, y aun enla Catedra del Espiritu Santo, la predicacion, y la enseanza de los prin-cipios politicos de nuestro sistema. Toda otra conducta de parte de losencargados de la ilustracion publica, ser contraria su institucion. Esnecesario libertar al Pueblo ignorante del conflicto en que lo han puestosu educacion, y enseanza anterior, en que han ligado su conciencia laobediencia del Rey de Espaa, haciendole ver que la religion no los pri-v de sus derechos naturales, ni los conden ser perpetuamente escla-vos: que ellos han tenido siempre el derecho de pronunciarse conforme sus intereses: que el nuevo sistema adoptado en el Per por un senti-miento unanime y espontaneo del pueblo, es justo y legitimo, sin queles traiga el menor reato delante del Ser omnipotente. Debe ensearselespor medio de V.S.I., y por medio de todos los Ministros del Altar que elGobierno de la Republica es justo, y legitimo, que deben obedecerlo,servirlo, y defenderlo con todas sus fuerzas por que es la obra de sus ma-

    428 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • nos, y la esprecion de su voluntad. Es necesario en fin Illmo. Sor., hacersentir al Pueblo ignorante, y los engaados por las doctrinas del Go-bierno Espaol, que ha sido un error ligar la Bienaventuranza la obe-diencia del Rey de Espaa. V.S.I. debe ser el primero que d las mas es-plendidas pruebas de un patriotismo exaltado, de una adecion [sic] lacausa de la Independencia, y de un cordial, y profundo respeto nues-tros principios profesandolos publica y privadamente. Una Pastoral deV.S.I. en toda la Diocesis que desenbuelva los elementos de nuestras ins-tituciones, ser un ejemplo que imitarn todos los Pueblos hasta hoy ig-norantes, y que seguirn gustosos viendo su cabeza el conductor de susconciencias. (...)29.

    As como existi una mentalidad tradicionalista que demoniz asus contrarios, del texto surge claramente una fraseologa de saborilustrado (por decirlo de algn modo), que no cejaba en atribuir a susantagonistas los caracteres ms sombros. Al tradicionalismo polticoy sus manifestaciones se le responsabilizaba del atraso, la pobreza, lainjusticia..., en fin, de todos los males sociales. Una nueva cultura dela libertad, el nuevo elan del siglo, hara la felicidad de los pueblosiluminados por la imparcial luz de la razn, no vendida a los viejospoderes.

    El texto adems resalta por la rudeza con que de parte de Bolvar,su secretario hace saber a Goyeneche cunta responsabilidad eclesis-tica (suya e institucional), pensaba el gobierno que hubo en la con-formacin y perpetuacin del sistema colonial, y el consiguiente de-ber de desprogramar polticamente a la poblacin, convencindolade que lo que se le dijo antao ya no rige. La nueva bondad era la delnuevo sistema, el de la repblica finalmente bendecida por Dios enlos campos de batalla.

    En esa lnea es notable la pasmosa naturalidad con que el nuevoestado reclama del clero que contine su rol poltico legitimador, sloque esta vez en su favor. En lo tocante a la Iglesia, es patente en estosjvenes revolucionarios la paradjica permanencia de una mentali-dad patronal y de antiguo rgimen.

    Por el momento slo se anotar aqu esta peculiaridad del plantea-miento con que los lderes hispanoamericanos forjaron las repblicas.La nueva realidad poltica no exiga, a su juicio, profundas transfor-maciones en el sistema. Slo as se entiende que pudieran conjugarperfectamente el patrn de relaciones Iglesia-Estado del antiguo rgi-men, con la institucionalidad republicana.

    Volviendo la mirada a Arequipa, al fin y al cabo presionado yamenazado de parte de Bolvar que ya haba partido para el Cuz-

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACIN DE LA REPBLICA 429

  • co30, don Jos Sebastin cumpli con publicar la demorada Pasto-ral, segn l mismo da noticia a Len XII:

    Reconvenido varias veses, me vi precisado a publicar una Carta, cuyoasunto lo reduje a solo manifestar la utilidad de la emancipacin a estosPaises, omitiendo las maldiciones, que querian echase al Rey, y al Govier-no de los Monarcas mas como havia de cometer tal delito, cuando por lamisericordia de Dios, soy Obispo Catolico, y no rebelde (...)!31.

    Esta tarda docilidad ante el Libertador desvela el sufrimiento nti-mo del obispo, sugerido en el texto precedente. En efecto, esa Pasto-ral no slo constituy el punto de ruptura formal del juramento defidelidad al rey que haba realizado al comienzo de su episcopado,sino que signific tambin un momento de ruptura consigo mismo,con su pasado.

    Cuando con su propia pluma hizo pblica esta inaudita bendicinde la independencia como expresin de su magisterio episcopal, per-petr la ms solemne contradiccin con cuanto haba sostenido antetodo Arequipa, toda la vida.

    Pero no slo la vergenza acarreara sufrimiento al altivo don JosSebastin. Es que, contra lo que se ha tendido a pensar en la posteri-dad la historiografa suele coincidir en ello32, el obispo Goyene-che jams haba sido un patriota embrionario, un independentistacamuflado que transido de alegra por el desenlace de Ayacucho,pudo por fin prorrumpir en manifestaciones de jbilo y pblica ad-hesin a la causa que acariciaba en el secreto de su corazn33.

    Todo lo contrario, Goyeneche y la Iglesia en Arequipa, fue-ron sometidos a la libertad. En un valioso testimonio privado, el secre-tario del obispo, Jos Apolinar Surez, como testigo de primera manorefiere lo siguiente a propsito del juramento de la independencia.De nuevo la cita habr de ser larga por necesidad.

    Certifico jurando in verbo sacerdotis tacto pectore, que S.S.I. no se re-tir de la Capital de su Diocesi antes que entrase en ella el Exercito Li-bertador, por evitar los gravisimos males que amenazaban, y asomabanya la Iglesia del Seor y que eran tan ciertos, que no quedaba duda al-guna y un cisma sumamente perjudicial, irremediable de otro modo,que no fuese haciendo este sacrificio: que se le obligo al juramento deindependencia, segn la formula que prescribio el Gobierno, sin poder-se eximir de ella por mas que represento, reclam, rog, y suplic, hizover con tezon, y constancia que el Pastor de la universal Iglesia tenia fir-mada regla sobre este particular, la que por dictamen de conciencia de-

    430 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • bia observar, y no ninguna otra: que nada importaron las mas eficacesdiligencias para evitar este paso, pues se lleg hasta el estremo de amena-sarle, asegurandole que iba comer sangre, si aun insistia en negarse:que en este conflicto tan fatal, y por precaver esto que se anunciaba, yaquello que necesariamente se segua, no tubo mas recurso despus deimplorar el aucilio del Cielo que protestar ante mi por primera, segun-da, y tercera vez, jurando Dios nuestro Seor por Su Cruz pectoralque toc con la mano derecha, no hacer cosa alguna en orden al juramen-to mencionado de su libre y espontanea voluntad, sino obligado por lafuerza grave, inevitable que se le inferia: (...). Que igual protesta hizocuando fue compelido dar luz una Pastoral sobre los puntos que se leinsinuaban, (...). [Que] no era su animo quebrantar en manera alguna sureligion, y juramento, ni contravenir las Leyes, y disposiciones canoni-cas: que en quanto posteriormente ha ocurrido que perjudique a la Igle-sia, sus derechos, ha despreciado ya su propia existencia, resistiendo te-naz, y constantemente, y ofreciendola en gustoso sacrificio por conservarileso el sagrado deposito que el Espiritu Santo confio su vigilancia, ycuidado, invitandoles el mismo que pongan fin sus dias antes quemanchar su delicada conciencia, ni practicar cosa alguna que degrade suDignidad, y ofenda la Sta. Iglesia; reproduciendo su protesta en la mis-ma forma, y con la misma formalidad, y asegurando de nuevo que no esotro su animo que conservar su amada Grey en la unidad de la Iglesia,precaver los males que la amenazan, y cercan, y dar la vida por ella. Y paraque obre los efectos que convengan doy la presente en Arequipa prime-ro dia del mes de Julio de mil ochocientos veinte y cinco aos34.

    En el conjunto del texto resalta con luz propia el que Goyenechehaya argido contra la exigencia gubernamental, apoyndose en elpensamiento de Len XII sobre la independencia, y el correspondientedeber que tena como obispo, de ceirse a l. Pero no menos tambin,destaca su viva preocupacin por el futuro de la Iglesia en la regin.

    Despus de Ayacucho se multiplic la agitacin que ya atormen-taba su alma desde los desapacibles aos del trienio constitucional,cuando habiendo ya cambiado de signo, el estado se haba hecho in-capaz de protegerla como antes35. Mas ahora es patente lo que en elcaptulo anterior tan solo poda entreverse.

    Pero sobre todo resalta lo que Bolvar ya habra comprendido des-de su primer encuentro con el prelado: Goyeneche tuvo que pen-sarlo era un zelante. Alguien difcilmente permeable por los idealesdel liberalismo y la institucionalidad republicana.

    Alguien tambin, para quien la Iglesia deba sacar adelante unprograma nico, la Restauracin, sobre la doble base de la legitimi-dad y la contrarrevolucin.

    EL OBISPO GOYENECHE ANTE LA INICIACIN DE LA REPBLICA 431

  • Este planteamiento mental, que haba sido sostenido por don JosSebastin hasta diciembre de 1824, poda seguir siendo mantenidotras el cese sbito del Per como reino de la corona espaola?

    Goyeneche no dej rastro de una posible esperanza en el retornotriunfante de las armas reales a las costas del pas. Y como en Amricano exista ya ninguna alianza trono-altar, las circunstancias le ofrecie-ron una situacin ciertamente desconcertante.

    La restauracin tuvo sentido (y existi) en el nimo del obispo ydel clero realista en el Per, mientras dur la guerra independentista,slo como restauracin poltica36. Precisamente para lograr realizar loque Po VII y Len XII les exhortaba a conseguir: la permanencia delpas bajo el signo de la fidelidad al legtimo monarca.

    Pero producida la independencia, no caba restauracin alguna. Yano haba estado monrquico bajo el cual la Iglesia pudiera cobijarse.No haba ningn pasado al que volver... el camino estaba cortadopor el Atlntico!

    Sin contrarrevolucin que sostener, sin legitimidad monrquicaque apoyar, sin restauracin que realizar, cmo podra este clero re-accionario comprender en adelante su misin?... Enganchada a lafuerza en una nueva legitimidad, sin oportunidad de rechistar sometida a la libertad, se ha dicho, la Iglesia en adelante slo podaser reaccionaria contra los fantasmas de la ilustracin, contra losposibles excesos del liberalismo, en defensa de su independencia y li-bertad dentro del nuevo rgimen.

    Pero el zelantismo del obispo no explica todo el recelo y las pre-venciones de Bolvar para con l. Haba algo ms.

    De hecho, la contienda poltica no estaba planteada solamente entrminos de destruccin (poltica) de los reales o supuestos nostlgicosdel orden colonial en la ciudad. A esto se sumaba otro frente de lucha: elde un anti-bolivarianismo rampante que rpidamente cobrara fuerza endiversas partes del pas y por cierto en Arequipa, en el clero y fuera de l.

    Wibel rene estas dos hebras de confrontacin poltica precisa-mente a propsito de Goyeneche, de quien llega a decir:

    En Arequipa el obispo Goyeneche personific a los godos o realistasque, segn los partidarios de Bolvar, se opusieron al Libertador a cau-sa de su renuencia en aceptar la independencia poltica del Per respectoa Espaa. No obstante, cierto nmero de patriotas arequipeos se unie-ron a los realistas en la oposicin a Bolvar, ofendidos a causa de su favo-ritismo poltico en beneficio de sus rivales, y arguyendo que nunca re-nunciara a sus poderes dictatoriales37.

    432 ERNESTO ROJAS INGUNZA

  • Con lo que queda planteado un nuevo cuadro de la situacin: quepronto terminaron unindose contra Bolvar, tanto antiguos realistasde la ciudad, como Goyeneche, con patriotas desfavorecidos y des-contentos del poder omnmodo del Libertador.

    El trfago poltico peruano alentara la tendencia anti-bolivarianay volatilizara rpidamente el realismo superviviente. Pero no el tradi-cionalismo zelante del obispo y de cierto clero que, en la medida desus fuerzas, se convertira en perpetuo contradictor de un gobiernoque iba a pretender tratar a la Iglesia como si la creacin de la rep-blica hubiera obrado una perfecta subrogacin de las atribuciones dela Corona espaola respecto a ella.

    2. RASGOS PRINCIPALES DE LA DICTADURA BOLIVARIANARESPECTO A LA IGLESIA

    El Patronato Nacional

    No hubo un slo lugar en la Amrica antes portuguesa o espaola,donde los nuevos estados no reclamasen para s el disfrute del patro-nato eclesistico.

    No corresponde aqu tratarlo in extenso, pero s es preciso estudiaren detalle las primeras manifestaciones de esta reclamacin en el Perbolivariano en Arequipa, para examinar el comportamientoeclesistico.

    Sin duda lo primero a tener en cuenta es que por l la Corona ha-ba podido configurar a la Iglesia indiana. Y mediante el Derechoconferir unos rasgos peculiares a la mentalidad y a la vida de clrigosy laicos. Como herramienta de control y soporte poltico al sistema yal gobierno, es comprensible que a la repblica le interesase prolon-gar su utilizacin.

    Era evidente que la concepcin, el derecho y la prctica patronal,corresponda a un paradigma poltico / estatal que ya era otro. Puesantiguamente la dependencia eclesistica respecto al Estado era vistacomo algo que haca parte del ordenamiento divino de las cosas, casicomo un elemento de la Providencia ordinaria, que se vala precisa-mente de cauces estatales para ordenar y proveer a su Iglesia38.

    La pretensin republicana de subrogarse a una monarqua legti-ma, en la titularidad del derecho de patronato, constituy cuandomenos una situacin de hecho, sin base jurdica alguna, y sobre todo,completamente descontextuada. En todo caso, durante dcadas, ecle-

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  • sisticos y autoridades estatales, construyeron para el patronato na-cional un nuevo contexto, elaboraron un nuevo discurso.

    Durante siglos la Iglesia fue tenida y se tena como vinculada alEstado gracias a un cuerpo de ideas enraizado en un modelo monr-quico paternalista y en un diseo estatal patrimonialista. Pues bien,como Klaiber y Aljovn lo han hecho notar, ni el pat