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Eminencia - Morris West

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  • Quince aos despus de que MorrisWest escribiera Las sandalias delpescador, un religioso procedentede Europa del Este se converta enPapa. De esta forma, el autoranticipaba en su novela este hechoinaudito. Cuando el mandato deKarol Wojtya se acercaba a sutrmino, West escribi Eminencia,una nueva especulacin sobre elfuturo ocupante de la silla de Pedro.

    Su Santidad el Papa ha sufrido underrame cerebral y se encuentra enestado terminal. Se plantea laposibilidad de someterlo a la

  • eutanasia pero al no dejarexpresada su voluntad a eserespecto los responsables delVaticano no saben qu decisintomar. Simultneamente, elsecretario y mayordomo del Papaaprovecha la situacin para robarsus diarios personales y se lo vendea la prensa gracias a un escritofalsificado en el que se expresa quele fueron legados por su expresodeseo. Por otro lado, unarepresentacin de las Madres deMayo est dispuesta a llevar a lostribunales a un cardenalpresuntamente culpable de omisinen la desaparicin y posterior

  • muerte de unos jvenes argentinosdurante la dictadura militarargentina.

    De intentar solucionar todos estosproblemas se ocupara el cardenalLuca Rossini. Este hombre fuemaltratado y casi violado por unosmilitares argentinos cuando ejercasu labor como prroco en Argentina.Una joven llamada Isabel fue la queevit su violacin disparando sobreel militar agresor y acogindolo ensu casa mientras curaba susheridas. Esta mujer casada seconvertir en su nico y msprofundo amor (correspondido y

  • consumado). Luca es obligado aabandonar su pas y se instala en elVaticano, convirtindose poco apoco en uno de sus hombres deconfianza del Papa y posiblesucesor tras su muerte. Sinembargo, Rossini siente que haperdido la fe y que le cuesta seguirmanteniendo sus creencias.

  • Ttulo original: EminenceMorris West, 1998Traduccin: Fernando Mateo

    Editor digital: Big BangePub base r1.2

  • Captulo 1

    En sus malos das, y ste era el peor enmucho tiempo, Luca Rossini hua de laciudad.

    Las personas que trabajaban con l,acostumbradas a sus entradas y salidasintempestivas, siempre podanlocalizarlo marcando el nmero de sutelfono mvil. Sus compaeros no slopodan recitar de memoria sus ttulos ycargos: saban tambin que era unhombre especial que reciba sus rdenesdesde el lugar ms encumbrado.Aceptaban que estaba cargado desecretos. Ellos tenan sus propios

  • secretos. Entendan, adems, que elcotilleo era un pasatiempo peligroso enesta ciudad, de manera que guardabanlos resentimientos para los momentos deprivacidad y camaradera. En cuanto asu superior, un hombre seco, nunca lollamaba para pedirle cuenta de susmovimientos sino slo de sus misionesoficiales.

    Viajaba mucho, y por lo general sincompaa. Aunque nadie pareca encondiciones de seguir con precisin susmovimientos, o las razones que losmotivaban, tanto su presencia como suinfluencia se hacan sentir dondequieraque uno estuviera. Sus informes eranlacnicos. Sus acciones, bruscas.

  • Expresaba sus razones con claridad yprecisin, pero se negaba a discutirlascon nadie que no fuera el hombre que ledaba las rdenes. Poda ser agradableen sociedad, pero raras veces sepermita abrir su corazn.

    Antes de abandonar la ciudadcambi su atuendo por unos tejanos,unas botas, una rada chaqueta de cueroy una vieja gorra. Luego subi a un viejoMercedes que guardaba en el garaje deledificio de apartamentos en el que viva,a veinte minutos de su oficina.

    Su destino era siempre el mismo:una minscula propiedad al pie de lascolinas que le haba comprado, veinteaos antes, a un terrateniente de la zona.

  • La finca, que no se vea desde lacarretera, estaba rodeada por un viejomuro de piedra, interrumpido por unpesado portn de madera tachonado dersticos clavos forjados a mano. Tras elmuro se alzaba una pequea casa, quealguna vez haba sido un establo,coronada por un techo de tejas rabes.Constaba de una gran estancia nica,sobre la que haba construido con suspropias manos una cocina de campo y uncuarto de bao con suelo de piedra.Haba agua corriente y electricidad, ygas en bombonas. El mobiliario eraescaso: una cama, una mesa de comedor,un juego de sillas, un sof y un sillndesvencijados, un moderno equipo de

  • CD con una nutrida coleccin declsicos, una librera, y por encima deella, fijado en la pared, un Cristo en lacruz, tallado en madera de olivo y conuna grotesca expresin de angustia, quehaba comprado en uno de sus viajes. Eljardn comprenda un huerto, una hilerade rboles frutales, un emparrado, y unpar de rosales en sendas macetas.Durante sus ausencias, que eran muchasy prolongadas, se ocupaba del jardn unlugareo cuya esposa haca la limpiezade la casa. Cuando apareca por all,como en esta ocasin, llevaba una vidade ermitao. Cuando se iba, dejaba juntoa la lmpara de la mesa un sobre condinero para el cuidador.

  • ste era el nico lugar del mundo enel que nadie senta curiosidad por suidentidad o su condicin. Erasimplemente el signor Luca, il padrone.Cielo o infierno y muchas veces sehaba preguntado cul de los dos sera, ste era su verdadero hogar. Aqunadie poda venir a verlo. Le resultabaimposible ver ms all del muro de sujardn, y sin embargo reconoca que steera un lugar para recobrarse. La curahaba sido lenta. An no habaterminado, tal vez nunca terminara, peroapenas empujaba el portn y comenzabaa caminar por aquel jardn, en laplenitud del primer arrebol del otoo,senta que una oleada de esperanza lo

  • inundaba.Sus rituales comenzaron en el

    momento en que dej atrs el portn. Seencamin a la casa, entr, y acomod laspocas vituallas que haba comprado porel camino: pan, queso, vino, aguamineral, salchichas y jamn. Luegorecorri la habitacin. Estaba limpia, lehaban quitado el polvo diariamente,como l haba indicado. Haba sbanasrecin puestas en la cama y toallaslimpias en el cuarto de bao. Controlla presin de la bombona de gas y seasegur de que en el armario anexo a lachimenea estuviera la pila de lea. Conesta templada temperatura de otoo nola necesitara, pero la idea de que poda

  • encender el fuego le procuraba un ciertobienestar. Se detuvo un momento frente alos libros y ech una mirada a lacontrahecha figura del crucifijo demadera de olivo. Luego le habl, en unsbito arrebato de espaol.

    Todava tenemos cuentaspendientes t y yo! T ests ms all,ms all y en la gloria. Eso es lo quereivindicamos al menos! Yo todavaestoy aqu. Mi precaria unidad semantiene gracias a un poco de cordel yesparadrapo. Esta maana, apenas melevant, supe que tendra un mal da.Estoy en fuga otra vez. Qu otra cosapuedo hacer? Todava estoy en laoscuridad.

  • Apart los volmenes del estantesuperior de la librera. Tras ellos,embutida en la pared, haba una pequeacaja fuerte de acero. La llave colgaba desu cuello. Abri la caja y extrajo unpaquete de cartas atadas con una cintadesteida. No las ley. Recordaba loque decan, lnea por lnea. Las sostuvoentre las manos, frotando con lospulgares su grueso papel como siestuviera acariciando un amuleto. Luegovolvi a poner las cartas en la cajafuerte, la cerr con llave y acomod loslibros en su lugar.

    Isabel y l todava se escriban; peroahora las cartas eran textos fugaces enuna pantalla de ordenador, que l lea y

  • luego borraba, y que dejaban un rastrotan tenue de ella en su memoria como lahuella que un insecto puede dejar en laarena del desierto.

    El disco que estaba en el equipo deCD era la Sinfona de Praga de Mozart.Lo encendi y dej que la msica loenvolviera. Luego fue hasta la cama. Sequit la chaqueta y la camisa y lascoloc con cuidado sobre el cobertor.Aunque all dentro haca calor, no pudoevitar un estremecimiento. Como siestuviera abrazndose a s mismo, cruzlos brazos hacia la espalda hasta quecon la punta de los dedos pudo tocar lasprimeras estras de las cicatrices que lacubran, y las recorri hasta llegar a las

  • costillas. No poda verlas. No queraverlas. Slo poda sentirlas. Al cabo deun rato, y tras liberarse de su propioabrazo, se encamin hacia el soleadojardn.

    Ms all de la puerta, apoyadascontra una pared, haba algunas sencillasherramientas: una pala, un azadn, unahorca, un rastrillo. Levant el azadn ysinti, como cada vez que lo haca, elplacer del contacto con aquel toscomango. Se puso el azadn al hombro ycomenz a abrirse camino por el huerto,arrancando la mala hierba que habacrecido entre las lechugas y las hilerasde judas, y cortando los hierbajos delos parterres.

  • Senta todo el tiempo el sol en laespalda y las gotas de sudor queresbalaban por el rugoso contorno de lascicatrices. Aquello tambin era unconsuelo, pero el mayor de losconsuelos era poder exponer al sol lascicatrices y no sentir ninguna vergenza,porque aqu no haba ningn testigo delo que, tantos aos atrs, lo habareducido a una piltrafa.

    Trabaj ms de una hora,entregndose a nuevas tareas, incluso enel bien cuidado jardn. Recogi hojascon el rastrillo y las quem. Quit hojasy flores marchitas de los rosales.Recogi tomates y verduras para lacena. Inspeccion la fruta madura y reg

  • el suelo bajo el emparrado. Al terminarestaba ms relajado y sus demoniosfamiliares haban dejado de parlotear.Se hallaba donde necesitaba estar: en lapaz de un mundo fsico, animal, lejos delos polticos, los filsofos y las disputasde los pedantes polemistas.

    Limpi las herramientas y volvi acolocaras en su lugar, contra la pared.Ech un puado de tierra sobre lo quequedaba del fuego, y luego regres a lacasa, a darse una ducha en el cuarto debao que haba construido con suspropias manos. Sinti una alegrainfantil por el enlucido y dese quehubiera alguien ante quien pudieraexhibir el fruto de su trabajo.

  • Todava estaba secndose cuandooy el sonido estridente de su telfonomvil. Se apresur hasta la sala yrespondi en su lacnico estilo habitual:

    Habla Luca.La voz familiar del que lo llamaba,

    cargada de preocupacin, tena un dejospero.

    Habla Baldassare. Dnde ests?A una hora de la ciudad. Qu

    puedo hacer por usted?Regresa lo antes posible.Por qu tanta prisa?Tenemos un problema, Luca.No lo diga. Basta con que me d

    el cdigo.Job, y quienes se proponen

  • confortarlo.No me diga que ha partido tan

    pronto.se es el problema. Est con

    nosotros y estamos todos con l,sentados sobre cenizas.

    Supongo que habrn cortado lascomunicaciones.

    En la medida de lo posible en unlugar como ste. Por eso te necesitamos,Luca. T eres bueno para este tipo desituaciones.

    Ojal pudiera sentirme halagado.Ir tan pronto como pueda.

    Cuando apag el telfono se ech arer. Era un momento de la ms purairona. Haba sobrevivido a sus propios

  • defectos. Haba sobrevividoespecialmente al defectuoso sistema conel que se haba comprometido. Ahora loemplazaban a abandonar su ntimorefugio para brindar consejo, fuerza ytalento poltico a los ms poderososconsejeros, de quienes y esto era loms sorprendente de todo l era unode tantos subordinados.

    La imagen de Job en su estercoleroera muy grfica. La contraseasignificaba que estaba ocurriendo unacontecimiento irreversible pero que,hasta que se hubiese consumado, los quese proponan confortar a Job estabanacuclillados sobre la ceniza y, si nolograban comportarse con suficiente

  • astucia, tambin ellos seran alcanzadospor todas las calamidades de Job.

    Como en otras ocasiones, comenz asentir un hormigueo en la espalda: estavez pareca que una brisa heladasoplaba sobre sus cicatrices. Desde elpasado le lleg la voz de uno de susprimeros mdicos, un psiquiatraespecializado en el tratamiento devctimas de experiencias traumticas.

    Durante mucho tiempo, amigomo, no puedo decirle exactamentecunto, se descubrir recordando, o peoran, queriendo revivir el pasado. Sedescubrir incluso usando dos espejos,para tratar de mirarse las cicatrices dela espalda. Buscar reparacin, justicia,

  • compensacin. Nunca obtendr unresarcimiento cabal. Querr tomarvenganza de los impos, y de lospiadosos que han colaborado con ellos.Exigir la venganza como un derecho.Clamar por ella incluso como unanecesidad para su supervivenciapersonal.

    Entre mi gente existe un viejoproverbio que dice: Antes deemprender una venganza, procura cavardos fosas. No creo que pueda obtenervenganza y supervivencia.

    Tal vez en parte s. Los juicios deNuremberg permitieron condenar aciertos criminales de guerra. Losisraeles capturaron a Eichmann, 1o

  • juzgaron y lo ejecutaron. Sin embargo, lacantidad de atrocidades ha ido enaumento dcada tras dcada. La fecristiana ofreci otras soluciones. Lasiglesias se reconciliaban con suscriminales degradando a algunos deellos e imponiendo a otros un silenciopenitencial. Tambin en eso hubo uncoste; sin embargo, disperso a lo largode unos pocos siglos, pareca sin dudarazonable.

    Para la institucin. Nunca para lasvctimas.

    Qu espera que le diga? Eldoctor se encogi de hombros y extendilas manos en un gesto de resignacin.No hago milagros. No puedo reescribir

  • su pasado. No puedo extenderle unareceta para su futuro. Llegar unmomento en que usted se sentirntimamente reconciliado con la vida.

    As que tom una decisin:mantenerse dentro del sistema y usarlocomo una fortaleza desde la cual librarasus batallas privadas. Era una decisinsumamente peligrosa. Implicaba otraescisin en su maltrecha identidad.Ahora era al mismo tiempo vctima yvengador. Segn todas las creencias queprofesaba, la venganza en s misma eraun crimen. Era como arrogarse losderechos de la Divinidad. Sin embargo,se senta obligado. Desde ese momento,todo 1o que hiciera se convertira en un

  • clculo y una maquinacin. Su vidapblica se basaba en una mentiraprivada. No poda dejarse ganar por laincertidumbre. La creencia por la cualviva tena que ser ms fuerte queaquella a la que estaba atado por suprofesin pblica. Por 1o tanto, cegcon el mximo cuidado el manantial dela compasin y las pequeas filtracionesde la duda. La confusin era un lujo queno poda permitirse. Tampoco la ilusin.Slo poda guiarse por la clara luz de supropia razn. Si esa luz, en definitiva,terminaba siendo una oscuridad, que asfuese. Haba habido un momento, cuandoabierto de brazos y piernas sobreaquella rueda de carro esperaba cada

  • uno de los latigazos, en que haba rezadopidiendo la oscuridad como ltimabendicin.

    Se visti a toda prisa, puso lacomida que haba trado en el cuenco demadera que estaba en el centro de lamesa, garabate una nota en un sobre enel que haba guardado el dinero para elcuidador, lo cerr y lo apoy en elcuenco. Parti rpidamente, cerrando lapuerta tras de s, y luego, de un golpe, elviejo portn tachonado; subi al coche,y, como alma que lleva el diablo, enmedio de un trnsito que se iba haciendocada vez ms enmaraado, enfil haciala ciudad. Encendi la radio del coche yescuch atentamente a la espera de

  • alguna noticia que pudiera revelarle si,en aquel asunto de Job y los que loconsolaban, haba sido violada laseguridad. Como no oy nada, seentreg a repasar mentalmente elsignificado de la parbola.

    Job era el nombre en clave delRomano Pontfice, un hombreenvejecido, enfermo y cascarrabias,pero todava expeditivo y enrgico. Losque lo consolaban eran los miembros dela curia, la corte ms antigua de Europa.La mencin a las cenizas bblicassignificaba que el Pontfice haba sidoalcanzado por la enfermedad que susmdicos le haban pronosticado: unataque grave que haba tenido como

  • consecuencia una grave lesin cerebral.Ya haba sufrido una serie de episodiosisqumicos de menor trascendencia que,segn los mdicos, presagiaba unaccidente ms serio.

    El hombre que le haba telefoneadoera el cardenal camarlengo, chambelnde la ciudad-Estado del Vaticano, cuyaresponsabilidad era consultar a losmdicos acerca del tratamiento querequerira el enfermo, administrar lacasa papal y, finalmente, cuando elPontfice muriera, hacerse cargo delgobierno interino de la Iglesia hastatanto se eligiera su sucesor. Elcamarlengo era un hombre hbil, pero seenfrentaba con un complejo y

  • desagradable dilema.Un Pontfice enfermo era una cosa,

    un Pontfice con lesin cerebral, otramuy distinta. Cmo deshacerse de l?Si es que la expresin deshacerse deno era demasiado arbitraria. Haciafinales de los noventa, se habanpromulgado normas para lidiar con losproblemas del envejecimiento de losaltos prelados de la Iglesia que incluan,por cierto, al propio Pontfice. Si stequedara incapacitado, la Secretara deEstado, o una mayora del ColegioCardenalicio poda declararlo ineptopara desempear su cargo y, con toda ladebida caridad, pasarlo a retiro. Hechoesto, el camarlengo quedara en libertad

  • para declarar vacante la Sede de Pedroy convocar a los electores para elegir unsucesor.

    Las normas eran menos claras encuanto a qu hacer si el Pontficeretirado permaneca vivo en estadovegetativo. Quin tomara la decisinde si habran de conectarlo o no a unamquina que mantuviera sus constantesvitales? O bien, si ya hubiera sidoconectado, por error o por un maldiagnstico, quin lo desconectara? Sesupona que el Pontfice habraexpresado su propia voluntad respecto ala excesiva prolongacin de su vida. Sinembargo, si no hubiera dejadoinstrucciones al respecto, quin tomara

  • la decisin? Evidentemente no podaquedar slo en manos del mdico. Enteora, al menos, ya no perteneca alcrculo de sus parientes. Perteneca aDios y a la Iglesia de Dios. Losprelados que l haba designado eran,por lo tanto, los rbitros de su destino.

    De todos modos, se sera slo elcomienzo. La prensa mundial convertirael dilema del Vaticano en un nuevocaptulo del difundido debate en tornode la eutanasia. Mientras regresaba a laciudad, escuchando atentamente losboletines informativos de la radio,elabor su propia interpretacin de lasituacin. Si el Pontfice no haba sidotrasladado fuera de los lmites del

  • Vaticano, las cosas todava estaban, encierta medida, bajo control. Si encambio haba sido llevado a la clnicaen la que se le sola atender, la clnicaGemelli, fuera del territorio soberanodel Vaticano, la situacin cambiabaradicalmente. Sera imposible mantenerel secreto. Los boletines mdicosdeberan ser algo ms que un simplereflejo de la verdad. Los mediossobornaran a la mitad del personal delhospital para que les facilitaraninformacin sobre los acontecimientosdel da y los proveyeran de historiasvendibles.

    Si bien el cardenal camarlengo eraun administrador experimentado, uno de

  • sus predecesores haba cometido unerror maysculo: intent ocultar losdetalles de la muerte del papa Juan Pablo I. Ese error haba desencadenadoun torrente de desinformacin poltica yproducido un best-sller mundial en elque se afirmaba que un cardenalestadounidense, y un obispoestadounidense residente en el Vaticano,junto con un criminal de la mafia,Michele Sindona, haban conspiradopara asesinar al Pontfice. Elescandaloso relato todava estabavigente. El libro an estaba encirculacin. Si la situacin actual fueramal manejada, los nuevos rumorescreceran como la espuma. sta era otra

  • de las ironas sobre las que reflexionabaen medio del jaleo de bocinas, gritos einsultos: el secreto creaba y perpetuabalos escndalos que por medio de l seprocuraba evitar.

    El viaje de regreso a casa le llevuna hora y tres cuartos. Para la hora enque lleg a su apartamento, estabaconvencido de que la seguridad todavasegua inviolada. Dej el coche en elgaraje, volvi a vestirse con su atuendonormal y telefone a su oficina parapedir que le enviaran una limusina.Cincuenta minutos ms tarde, un guardialo saludaba en la Porta Angelica, y

  • guiaba el vehculo al lugar delestacionamiento reservado para losprelados de ms alto rango. LucaRossini, cardenal presbtero, eminenciagris de la curia romana, volva altrabajo.

    Se encamin a toda prisa a losapartamentos papales; un afligidosecretario montaba guardia en el estudiodel Pontfice, mientras el mdico y elcamarlengo esperaban junto a su lecho,plido e inmvil, conectado a un tubo deoxgeno y unos monitores porttiles, quehaca ya meses se haban convertido enparte del mobiliario del dormitoriopapal, todava tena el porte de un viejolen dormitando sobre la hierba,

  • imponente para cualquier intruso que seatreviera a perturbar su descanso.Cuando Luca Rossini entr en lahabitacin, el camarlengo y el mdico losaludaron con manifiesto alivio. l sequed por un momento con los ojos fijosen la figura tendida boca abajo de suseor. Luego pregunt bruscamente:

    Cmo est?El mdico se encogi de hombros.Ya ve. Coma profundo. Le

    estamos administrando oxgeno. Esprobable que presente una lesincerebral grave. No hay forma de estarseguros, por supuesto, a menos que lointernemos en el hospital para poderhacerle una TAC y un control de

  • veinticuatro horas.La lesin es reversible?Yo dira que no.Usted cree que en el mejor de los

    casos habra una incapacidadimportante?

    S.Y en el peor, una existencia

    vegetativa?Si lo conectamos a un aparato

    para mantener las funciones vitalesconstantes, s.

    Que es lo ltimo que l quiere, omerece.

    Hara falta mi acuerdo. Elmdico vacil un momento y agreg uncuidadoso comentario: Sera de

  • mucha ayuda que Su Santidad hubieraexpresado claramente por escrito susdeseos.

    Alguna vez se los manifest austed, doctor?

    En trminos sumamente ambiguos.Cules?Debemos esperar, a ver qu tiene

    reservado Dios para m.Nada ms preciso?Nada.Rossini se volvi hacia el

    camarlengo.El secretario tiene algo?No tiene conocimiento de que

    haya ningn documento que exprese losdeseos del Pontfice con respecto a esta

  • cuestin. No hay ningn codiciloreferido a su voluntad.

    La mirada de Luca Rossini pas deuno a otro. Una sonrisa ligeramentesardnica asom a la comisura de suslabios.

    Me pregunto qu esperaba: unasalida como la de Elas, en una carrozade fuego?

    El camarlengo frunci el entrecejocon desagrado.

    Te recuerdo, Luca, que SuSantidad an est entre nosotros.Tenemos que decidir qu es lo mejorpara l y para la Iglesia.

    Ha pedido la opinin de algnespecialista, doctor?

  • Lo han visto Cattaldo y Gheddo.Qu opinan?Coinciden conmigo. La lesin es

    irreversible. Desde un punto de vistamdico, lo mejor sera tenerlo bajoatencin mdica hospitalaria. De todosmodos, comprendemos

    El camarlengo 1o cort bruscamente.Hay ciertas consecuencias, muy

    pblicas. El Pontfice estara fuera delos lmites del Vaticano. Aquellos que lotraten estarn, aunque no el Pontfice,bajo la jurisdiccin de la Repblica deItalia y sometidos a una vigilancia de losmedios de todo el mundo.

    Si muere Luca Rossini enumeruna serie de alternativas posibles, no

  • tenemos ningn problema. Loenterramos con pompa, elegimos unsucesor, y seguimos adelante. Sisobrevive pero queda en un estado deextrema incapacidad, tenemos quepasarlo a retiro. Es algo que estprevisto en recientes enmiendas a laConstitucin Apostlica. Ahora bien, sisobrevive en un estado vegetativo,conectado a una mquina, quindecidir cundo desahuciarlo y quin sehar cargo de hacerlo?

    El camarlengo lo desafiformalmente.

    Y bien, cmo respondes a tuspropias preguntas, Luca?

    No lo saquen de aqu. Djenlo

  • morir con dignidad en su propia casa.No intenten prolongarle la vida. Nopermitan que nadie lo haga bajo ningnpretexto. Yo declarar pblicamente queste fue el deseo que el Pontfice meexpres en varias ocasiones durante losdos ltimos aos. Usted, Baldassare,puede confirmar que hemos tenido unarelacin bastante especial. Difcil dedefinir a veces, pero s, fue una relacinmuy especial.

    El camarlengo se qued un momentoen silencio. Luego asinti con la cabeza.

    Es razonable.Eminentemente razonable dijo

    el mdico con alivio.Luca Rossini se volvi bruscamente

  • hacia l.Usted todava tiene un deber que

    cumplir, doctor. Necesitamos ahoramismo un parte para que la Oficina dePrensa de la Santa Sede lo haga pblico.Deber tener un tono especial, un ciertonfasis. Hasta dnde se proponenllegar, usted y sus colegas, en laexposicin de su pronstico?

    No estoy seguro de entender loque eso significa, eminencia.

    Qu palabras se proponen usar?Una lesin cerebral grave? Sinesperanzas de recuperacin? Terminal?Se espera un desenlace en cualquiermomento? Cules, doctor?

    Por qu son tan importantes las

  • palabras?Usted sabe por qu. El tono de

    Luca Rossini fue brusco. Mientras elPontfice est vivo y bajo el cuidado delos de su propia casa, la prensa querrsaber qu tipo de cuidados se le estnprestando y cunto tiempo ms se puedeesperar que dure. Baldassare, aqupresente, y el secretario de Estado secomunicarn con la ms alta jerarqua.La Oficina de Prensa tendr que lidiarcon los medios. No es asunto moredactar las declaraciones. Me limito aindicar la importancia de los trminosque se usen. Soy claro?

    Como siempre, Luca. El tonodel camarlengo fue seco.

  • Y para usted, doctor?Estoy seguro de que podremos

    encontrar un texto apropiado.Bien. Mir a uno y a otro,

    estudiando sus rostros. Su propio rostrose haba convertido en una mscara depiedra. Ahora, con el permiso deustedes, querra estar a solas con l unmomento.

    El doctor y el camarlengo semiraron. El doctor dijo en voz baja:

    Como usted ve, est en comaprofundo. No ver nada, no oir nada.Ni siquiera sentir el contacto de sumano.

    Quiero estar a solas con l. Unafra clera se haba apoderado de Luca

  • Rossini. Tengo cosas personales quedecirle, aunque no haya ms que unaposibilidad en un milln de que puedaorme. Eso puede hacerle algn dao?

    Por supuesto que no, Luca.Entonces dme su permiso, por

    favor.El camarlengo y el mdico vacilaron

    un momento. Se cruzaron una mirada. Elcamarlengo asinti con la cabeza. Losdos hombres se retiraron de la cmarapapal, dejando solos a Luca Rossini y asu mudo seor.

    En la antecmara, mientrasesperaban, el mdico coment:

    Ese hombre me perturba,Baldassare.

  • El camarlengo hizo una muecasardnica.

    Qu es lo que le perturbaexactamente, amigo mo?

    Hay tanta clera en l, tanta fraarrogancia Es como si tuviera quedominar al mundo entero todo el tiempo,y con ltigos y escorpiones.

    La clera la conozco. Elcamarlengo era un crtico puntilloso.Lo he visto hacer frente a colegas queson sus superiores en presencia delmismsimo Pontfice. La arrogancia esotra cosa. La veo como una defensa. Esun hombre que ha sufrido mucho.Todava no est completamente curado.

    Y se es un peligro constante, no

  • es cierto? El mdico se refugi tras lamscara de la objetividad clnica. Laherida abierta, la crisis no resuelta delespritu.

    Es eso lo que usted percibe enLuca Rossini?

    S.Debo decirle, amigo mo, que es

    un hombre competente en todo lo quehace. El Santo Padre lo utiliza comoemisario personal, y l, como ustedsabe, es un jefe muy estricto y exigente.

    Y eso qu significa? El favoritode la corte siempre es tratado conindulgencia Qu sienten los colegas porl? Usted, por ejemplo?

    Lo encuentro distante, pero

  • siempre leal. Mira a los ojos y dice loque piensa.

    Todo?El camarlengo estaba empezando a

    enfadarse.Cmo puedo responder eso?

    Usted lo oy hace un momento. Dijocosas que ni usted ni yo tuvimos elcoraje de poner en palabras.

    El mdico se puso instantneamentea la defensiva.

    Yo no tengo ninguna autoridadaqu, eminencia. Soy mdico, pero slopuedo aconsejar, no prescribir, nisiquiera a mi distinguido paciente.

    Usted ya ha decidido eltratamiento. El camarlengo lo corrigi

  • rpidamente. Pero Luca Rossini no essu paciente. No debera arriesgar unaopinin sobre su situacin mdica niemitir juicios acerca de lo que pudieraver u or desde un lugar privilegiadocomo el que usted ocupa.

    El mdico enrojeci de vergenza einclin la cabeza.

    Merezco una reprimenda,eminencia. Perdneme.

    No hay nada que perdonar.Estamos bajo presin. Luca Rossini estluchando con sus propios ngelesnegros.

    Estaba sentado junto la cama, con

  • una mano apoyada sobre la del Pontficeque, inconsciente, tena la piel fra, secay rugosa. Tena tubos en los orificiosnasales, y unos electrodos lo conectabana los monitores. Luca Rossini le hablabaal odo, con frases speras yentrecortadas, como si lo desafiara asalir de su silencio.

    Me oye! Lo s! Esta vez tendrque escucharme! Se equivoc conmigo.Crey lo que le contaron: que yo era unhroe, el joven pastor abierto de brazosy piernas sobre una rueda de carro enuna pequea ciudad y azotadopblicamente para aterrorizar a su gentey ensearles que no haba poder que noviniera de Dios, y que los militares eran

  • la voz de Dios en la tierra Ustedorden que me trajeran aqu paraavergonzar a los obispos cobardes de mipas. Me ayud. Me hizo avanzar yascender. Me convirti en un hombreimportante. No poda creer que yo fueseun hombre defectuoso, un cntaroresquebrajado y daado Acept todolo que me dio. Me senta tan culpable,tan avergonzado que pens que estabaoyendo la voz de Dios Me estescuchando? Nunca haba estado tancerca como ahora de una confesinplena y abierta, y usted ni siquiera puedealzar la mano para darme la absolucinen la que no creo Pero al menos estavez djeme decirle que lo am, no

  • porque fuera mi patrn, sino porque mehizo pagar por cada responsabilidad queme asign Por eso no quiero quequede expuesto a la vergenza.Preferira matarlo con mis propiasmanos antes que verlo pudrirse como untrozo de fruta Pero usted mismo puedehacer1o. Slo tiene que soltarse ydejarse ir. Por favor, por favor, hgalo!

    Se inclin y bes la frente delhombre enmudecido. Se apart de lacama. Haba lgrimas en sus mejillas.Las enjug, y luego volvi a convertirsus facciones una vez ms en unamscara hostil e imperiosa.

  • Esa noche, poco antes de las ocho,la Sala Stampa, la Oficina de Prensaoficial de la Santa Sede, emiti uncomunicado.

    A las 14.30 horas dehoy Su Santidad sufri unaimportante hemorragiacerebral cuyasconsecuencias fueronparlisis y un estado decoma profundo. Una seriede episodios isqumicosmenores durante lasvacaciones de verano en

  • Castelgandolfo habanalertado tanto al Pontficecomo a sus consejerosmdicos acerca de laposibilidad de unaccidente grave.

    El Pontfice y susconsejeros mdicos habandiscutido posiblesintervenciones. Todas ellascomportaban alto riesgo.Su Santidad habarenunciadocategricamente a lo quellamaba una prolongacinoficiosa de su ya largavida por medios

  • quirrgicos o pormantenimiento mecnico.Dijo que partira cuandoDios lo dispusiera, y quepreferira partir desde supropia casa antes quedesde una cama dehospital.

    En respuesta a estosinequvocos deseos leestn siendo administradosen los propios aposentospapales los cuidadosnecesarios y elcorrespondiente controlneurolgico y vascular. Elmdico del Pontfice,

  • doctor Angelo Mottola, esasistido por dosdistinguidos colegas: eldoctor Ernesto Cattaldo,neurlogo, y el doctorPietro Gheddo,especialista enenfermedadescardiovasculares.

    Ninguno de los tresest en condiciones depredecir con certezacunto tiempo ms podrsobrevivir el Pontfice,aunque coinciden en que lalesin cerebral es grave yel pronstico es negativo.

  • El cardenal camarlengoruega a todos los fieles querecen para que Dios quierallamar a su buen y lealservidor a su lado.

    Esta oficina emitirdiariamente nuevoscomunicados a las 12.00 y18.00 horas. El Servicio deInformaciones del Vaticano(SIV) dispone de materialcomplementario en ingls,espaol y francs. Elservicio de teletipo del SIVfuncionar como decostumbre.

  • Me pregunto quin habr cocinadoesta sopa.

    Stephanie Guillermin, de Le Monde,golpeteaba con una ua escarlata lapizarra de las ltimas noticias ydesafiaba a su pblico, una mediadocena de bebedores tardos, en el bardel Club de la Prensa Extranjera, enRoma.

    A quin le importa? FritzUlrich, de Der Spiegel, descalific lapregunta con un gesto. Iba por su tercerwhisky y estaba listo para una discusin. El hombre se ha estado matandodesde hace aos. Finalmente le hareventado una arteria. Qu esperan quediga la Sala Stampa sobre el tema?

  • Estn ahorrando la elocuencia para sunecrolgica.

    Me ests dando la razn, Fritz. No era fcil desairar a StephanieGuillermin. Este texto escompletamente atpico. Le falta el toquepersonal de ngel Novalis. Lo quepienso es que fue preparado en unconcilibulo y entregado a la Oficina dePrensa para su publicacin.

    Pero quines estaban en elconcilibulo, Steffi, y por quintervendran? Frank Colson, delTelegraph, conoca lo suficiente a lamujer como para tomarla en serio.

    Tena todo el aspecto de unaGeorges Sand joven, y escriba en una

  • prosa clsica y limpia, con un ligerotoque de maldad. Viva a lo grande conuna acaudalada viuda de un banqueroitaliano, de manera que todas sus fuentesde informacin eran exticas pero muyfiables. Su particular modo deinterpretar a las personas y losacontecimientos era lo suficientementesutil como para haberle granjeado elapodo de la Dechiffreuse, laDescifradora. Se sinti halagada por ladeferencia de Colson. Sonri, y se estirpara darle una palmada en la mejilla.

    El concilibulo? Imagnatelo tmismo, Frank. Tuvo que ser comomnimo un grupo de tres: el camarlengo,el secretario de Estado, el mdico, y tal

  • vez algn otro cardenal de la curia. Talvez Jansen, o quiz Rossini, ese misterioerrante. El documento tena que salir atoda prisa y representar al menos unconsenso simblico de la curia.

    Pero por qu querran ellosintervenir en la redaccin de un simpledocumento?

    Porque la cosa no es nadasencilla, Frank.

    Ahora todos le prestaron atencin.El trago de Fritz Ulrich quedsuspendido en el aire. Enzo, elcamarero, dej a un lado su servilleta yse inclin sobre la barra para escuchar.Colson la invit a romper sumomentneo silencio.

  • Adelante, SteffiQu tenemos aqu? Media pgina

    de una prosa trivial y chata; no es paranada el estilo habitual de la SalaStampa. Sin embargo, est muycuidadosamente ideada.

    Con qu fin? Fritz Ulrichvolvi al ataque.

    Para responder a ciertas preguntasincmodas antes de que gente comonosotros empiece a plantearlas. Hablande una hemorragia cerebral importante,una lesin grave. Por qu no lollevaron de inmediato al hospital? Todossabemos que el equipo de monitores dela cmara papal es ms bien sencillo. Ydesde luego no tienen equipos para las

  • TAC. De modo que, a pesar de esos tresrespetables nombres que firman elcomunicado mdico, el viejo disponeapenas de un diagnstico bsico, uncontrol elemental y cuidados caseros.

    De qu ms dispondra en laclnica Gemelli?

    Pregunta equivocada, Fritz. Guillermin tena los reflejos de unesgrimista. Alguna vez en tu vida hasledo un documento del Vaticano queofrezca una explicacin de una accincualquiera? Y mucho menos una excusa.

    Jams, que yo recuerde! Ulrichvaci su vaso y lo desliz a travs de labarra para que se lo volvieran a llenar. Entonces lo que dices es que

  • Fue astutamente elaborado parajustificar una situacin muy rara. Leatribuye a la vctima de un ataquerdenes y disposiciones que no pudohaber dado despus del hecho, y queantes de l slo parece haber planteadoen trminos sumamente generales.

    Todava no te has explicado dijo Fritz Ulrich.

    Quieren que muera afirmSteffi Guillermin con nfasis.Necesitan que muera tan rpida ysilenciosamente como sea posible.Incluso le estn rogando a la Iglesiaentera que rece para que elacontecimiento tenga la bendicindivina. Por qu? Porque si l no muere,

  • tienen que vrselas con un Pontficegravemente impedido a quien debenpasar a retiro formalmente yreemplazarlo para que la vida de laIglesia pueda seguir su curso.

    As que lo matan susurroFrank Colson. Lo matan mediante unaconspiracin de negligencia benigna.

    sa es una lectura. Los diariosseguramente lo titularan as. Pero laalternativa est clara en el comunicado.Su Santidad est ejerciendo un derechomoral fundamental: renunciar a unaprolongacin de su vida mediante unaintervencin oficiosa y excesiva.

    Siempre que Fritz Ulrich laapunt, agitando un dedo admonitorio.

  • Siempre que el texto que tenemos seauna interpretacin autntica de losdeseos del Pontfice! Observad que hayotro cambio con respecto a loacostumbrado. No hay ninguna cita deuna autoridad relevante: ni una carta, niun testamento, ni siquiera una cita de suencclica sobre la eutanasia.

    Fritz tiene razn dijo FrankColson. Eso es algo que tenemos todoel derecho del mundo a preguntarle a laOficina de Prensa.

    Diez dlares a que no aportarnuna sola lnea. El desafo vino de lamujer de UPI que acababa de pescar laltima parte de la conversacin.Quin se atreve?

  • Todos sonrieron y rechazaron laapuesta. La mujer de UPI aprovechentonces para decir su punto de vista.

    Si no nos dan una cita, entoncesnos conceden libertad para especular, ono? Tenemos historias contradictorias:un gabinete de prelados afligidos queprestan cuidados a su Pontfice enfermomientras le llega un tranquilo final, obien, segn la versin de Frank Colson,que conspiran para matarlo mediante unanegligencia benigna.

    En cualquier caso dijo SteffiGuillermin, no es ms que la primeraparte de una gran historia.

    Y cul es, si se puede saber, lasegunda parte? El tono de Fritz Ulrich

  • segua siendo provocativo.Steffi Guillermin la Descifradora, le

    dio una respuesta crptica.Empieza con mi primera pregunta,

    Fritz. Quin est cocinando esta sopa?Y t tienes la respuesta, por

    supuesto.Todava no; pero, como siempre,

    la leers primero en Le Monde. Luegopuedes comprrsela a nuestroDepartamento de Distribucin. Ahora,con vuestro permiso, me voy a casa.

    Recuerdos a tu Lucetta. FritzUlrich se ech a rer. sa s que esuna mujer bonita.

    Y t un cerdo, Fritz!Despus de que Steffi Guillermin

  • hubo dejado atrs la puerta, l,desorientado, todava buscaba unarplica.

    La hostilidad fue ms sorda en lareunin de medianoche de loscardenales, citados por el secretario deEstado. No se trat de un encuentroformal sino de una precipitadaconvocatoria a aquellos preladoscuriales que residan en Roma y aquienes se poda localizar sin demora.

    Todos ellos eran altos dignatarios,firmemente anclados a la roca de laautoridad de la colina vaticana. Quetodos ellos estuvieran tan slidamente

  • anclados a la virtud, eso era unacuestin ms discutible; pero sin dudacomprendan lo poderoso que era elprotocolo, los delicados equilibriosentre inters e influencia, lasformidables reservas de poder de queestaba investido el cargo de Pedro.Saban cmo poda ser usado ese poderpara honrar a un hombre, o paracolgarlo, como a Haman, del ms finohilo de la definicin. Al menos por elmomento, el poder estaba representadopor el cardenal secretario de Estado,quien no tard en plantear el tema de lareunin.

    Comprendo que algunos deustedes no estn satisfechos con el

  • comunicado sobre la salud del SantoPadre que esta noche ha emitido laOficina de Prensa. Conforme a laConstitucin Apostlica del 28 de juniode 1988, la Oficina de Prensa dependede la Secretara de Estado. Por lo tanto,debo hacerme plenamente responsablede sus acciones. El texto delcomunicado fue elaborado en conjuntopor el cardenal camarlengo, el mdicopapal y yo. Los miembros de la Oficinade Prensa no participaron en suredaccin. Se limitaron a distribuir1opor los canales habituales.

    Entonces, con el mayor respeto, yen la intimidad que nos da el estar entrecolegas, permtame dejar sentada una

  • objecin. Es un documento apresurado ypoco meditado que, en mi opinin,tendr consecuencias seriamentenegativas.

    El que acababa de hablar era elcardenal Gottfried Gruber, prefecto dela Congregacin por la Doctrina de laFe, cancerbero de la ortodoxia de laIglesia. Un corto silencio sigui a suprotesta; luego el secretario de Estadorespondi con estudiada compostura.

    El documento se prepar deprisaporque las circunstancias as lorequeran, para cubrir el inesperadoacontecimiento de la enfermedad delPontfice.

    Yo no lo llamara precisamente

  • inesperado, si pensamos en el estado desalud del Santo Padre en los ltimostiempos. Aceptara que no estbamospreparados para el acontecimiento.Sostengo que podramos haber sidoadvertidos.

    Fuimos advertidos, Gottfried,como lo fue el propio Santo Padre. Sinembargo, l tena su postura acerca de lacuestin. No pudimos hacerlo cambiar.

    Alguien lo intent seriamente?Yo lo intent. Luca Rossini se

    vea fro y tranquilo. Lo intentmuchas veces en conversacionesprivadas. Se mantuvo en sus trece.Insista en que se ira cuando Dios lollamase. Quera morir en su propia

  • cama.Nunca le sugiri que dejara

    algn documento en el que expresara susdeseos?

    Se lo suger varias veces; perousted sabe mejor que yo, Gottfried, cundifcil era hacerle firmar algo hasta queno estaba plenamente convencido dehacerlo.

    Un discreto susurro de complacenciarecorri la asamblea, y la tensin seafloj un poco. Gruber, de mala gana,asinti con la cabeza, pero insisti consu queja.

    Sigo pensando que debera habersido llevado directamente al hospital.

    Contra sus deseos manifiestos?

  • l no los manifest. Nosotros lohicimos.

    Est usted sugiriendo elsecretario de Estado hablaba en un tonopeligrosamente tranquilo que nuestrocolega Luca miente, o que nosotroshemos conspirado para inventar undocumento?

    No, por supuesto que no! Peropinselo por un momento, acabamos dedeclarar pblicamente que estamosrezando por su muerte.

    Creo recordar dijo el secretariode Estado que la oracin tradicionalpor el paciente gravemente enfermoruega que Dios le conceda un rpidorestablecimiento o una muerte feliz. En

  • el caso del Santo Padre, no hay ningunaesperanza de restablecimiento.

    Pero el nico modo de determinareso con certeza es bajo las condicionesclnicas ms rigurosas.

    A las que, segn su propiotestimonio, ha renunciado poradelantado por considerarlas oficiosas einaceptables. Nosotros somos su nicafamilia, Gottfried, qu querra ustedque hiciramos?

    Creo que deberamos dejar delado los deseos del Santo Padre yponerlo de inmediato bajo la atencinclnica ms completa.

    Hganlo, cmo no dijo LucaRossini, con indiferencia cargada de

  • hasto. Pero recuerden que susfacultades vitales estn disminuidas. Asque 1o primero que harn en el hospital,como medida de precaucin, serponerlo en una mquina para mantenerlocon vida mientras 1o exploran. Despusde eso, si el diagnstico actual escorrecto, se encontrarn ustedesocupndose de un vegetal. Es esorespetar la vida? Es se un imperativomoral? Si no lo es, entonces doy porsentado que Gottfried se har cargo deaccionar el interruptor y quitarle lostubos.

    Creo que ya es suficiente dijoel secretario de Estado. Esto no es unconsistorio formal. No tiene estatus

  • cannico, de modo que no les voy apedir que voten. Creo sinceramente queel Santo Padre debera ver cumplido sudeseo. Permanecer aqu, en su hogar

    Entonces Gruber plante lapregunta crucial cunto tiempo ledar, antes de tomar la decisin dedeponerlo en tanto que incapaz ydeclarar que la Sede est vacante?

    Tengo problemas con la palabradeponer intervino el prefecto de laCongregacin de los Obispos. Meparece que da por supuestos poderesque acaso no tengamos.

    Baldassare Pontormo, el cardenalcamarlengo, alz la voz por primera vez.

    se es un problema con el que nos

  • enfrentamos no slo en esta reunin sinotambin fuera de ella. Dejemos de ladoel drama del colapso del Santo Padre ypreguntmonos qu haramos si elcarcter y las circunstancias de laenfermedad fuesen diferentes: si seestuviera muriendo de una enfermedadprolongada o sufriendo de demencia. LaIglesia seguira. Sus estructuras sonslidas, probadas a lo largo de siglos, yel Espritu Santo habita en ella como loprometi Nuestro Seor Jesucristo. Porlo dems, admitamos que no estamosbien organizados para enfrentarnos a unode los principales fenmenos de nuestrotiempo: la longevidad y los problemasdel envejecimiento, como la enfermedad

  • de Alzheimer. En el caso de un Pontficeenfermo puede no ser posible, no esposible, obtener su consentimientoexplcito a renunciar. Tendramos quedepender de testimonios implcitos ycircunstanciales de su voluntad dehacerlo lo mejor para la Iglesia. As queobramos con la prudencia que emana denuestras constantes oraciones.Esperamos y nos mantenemos vigilantes,y nos hacemos aconsejar por nuestrosconsejeros mdicos, y por cada uno denosotros. A pesar de las dudas dealgunos de nuestros colegas, no estamossujetos a las opiniones de fuera. ElVaticano es un Estado soberano.Detentamos nuestra responsabilidad por

  • las almas bajo la autoridad de DiosDeberamos tratarnos con caridad.

    Nunca antes Luca Rossini le habaescuchado un discurso tan largo, y sufuerza y elocuencia lo sorprendieron.Tambin despert su desconfianza,porque sugera que podra no ser tansimple deponer a un Pontficeenvejecido, aun cuando estuvieraincapacitado. Y aunque la breve salvade aplausos que l inici le arranc unasonrisa al secretario de Estado y unarenuente aprobacin a Gruber, losgruidos del viejo cancerbero nocesaron.

    Estoy de acuerdo con Baldassare,pero slo bajo caveat. La Iglesia puede

  • funcionar sin su Papa, lo sabemos. Lo hahecho en el pasado y puede volver ahacerlo, pero no por demasiado tiempo,no en esta poca turbulenta. En cuanto ala opinin pblica, no estamos sujetos aella pero tenemos el deber de formarlaall donde podamos y de hacerlaconcordar con las enseanzas deNuestro Seor. Querra proponer que apartir de ahora todos los comunicadossobre la salud y el tratamiento mdicodel Pontfice sean sometidos a unacomisin especial de la curia.

    El secretario de Estado se irgui ensu silla. Sus nudillos, blancos,resaltaban sobre la negra sotana. Habaun deje de ira en su voz.

  • No! No lo consentir. Estamoslidiando con hechos, y no con opinionesde teologa moral. Mi autoridad estclaramente definida en la ConstitucinApostlica de 1988. No estoy dispuesto,no puedo, ni a delegarla ni a abrogarla.

    Como su eminencia disponga. Gruber hizo una formal reverencia y sesent.

    La reunin ha terminado dijo elsecretario de Estado. Gracias a todospor venir.

    El secretario de Estado le hizo seasa Luca Rossini para que se acercara.Tena que hacerle una peticin yencargarle un asunto.

    Esta noche has dicho palabras

  • acertadas, Luca. Ahora, si me permitesla sugerencia, deberas dar un paso atrsy mantenerte en silencio: no msdiscusiones, no ms comentarios.Entiendes por qu?

    Perfectamente. Hay temas yopiniones que nos retrotraeran aConstancio, en 1415: papistas yconciliares en guerra unos contra otros.Es un embrollo muy antiguo; pero partede l todava est a nuestras puertas.

    El secretario de Estado hizo unamueca sardnica. Tras hurgar en elbolsillo superior de la sotana, extrajo unsobre lacrado y se lo extendi a Rossini.

    Me gustara que leyeras estocuando pudieras y que me enviaras un

  • informe con tu opinin.Qu es?El embajador argentino ante la

    Santa Sede est a punto de retirarse.Como sabes, se mueven muchasinfluencias en torno a ese cargo. Elgobierno no querra postergar elnombramiento. ste es el informe sobresu candidato. Quieren asegurarse lo mspronto posible de que estamossatisfechos con l.

    Y qu tiene eso que verconmigo?

    Argentina es tu patria. T tienesconocimientos muy especiales sobre supueblo y su historia. A nivel personal,me interesa mucho tu comentario.

  • Por favor! No me involucres enesto! Argentina, por supuesto, es mipatria; y yo tengo conocimientos muyespeciales, pero mis juicios al respectono son nada imparciales, t lo sabes.Puedes conseguir veinte opinionesmejores que la ma en tu propia oficina.Te ruego que me dispenses.

    Y yo, Luca, te ruego que acepteslo que, despus de todo, es una tareamuy simple. Esto no corre prisa. Noharemos nada hasta que nuestra situacincon Su Santidad no est resuelta. Deja elsobre en tu escritorio y espera hasta queests de humor para abrirlo. Vmonos adormir. Hoy ha sido un da atroz paratodos nosotros.

  • Deposit el sobre en las manos deRossini, le junt las palmas para que nopudiera soltarlo, y luego de un secobuenas noches se march del lugar.

    Rossini lo sigui con la mirada,catalptico; luego l tambin se apresura abandonar la sala de conferencias. Suda estaba terminando como habaempezado: con una huida despavorida atravs de un pramo poblado por losplaideros fantasmas del ayer.

  • Captulo 2

    Era ms de medianoche cuando LucaRossini lleg a su apartamento en la viadel Governo Vecchio, una calle estrechaa lo largo de la cual se alineaban aejospalacios construidos en el siglo XV,pero convertidos haca ya mucho tiempoen apartamentos del siglo XX. Algunavez haba sido llamada Camino Papal,porque conduca directamente desde labaslica Laterana a San Pedro, cruzandoel Tber. Ahora los pisos bajos estabanocupados por talleres y pequeoscomercios, y los apartamentos sehallaban habitados por una poblacin de

  • mediana edad perteneciente a laburguesa romana, que maldeca lacontaminacin de la ciudad pero notena suficientes recursos para mudarsede all.

    El apartamento de Rossini ocupabael cuarto piso, al que se poda llegartrepando por una escalera de piedra obien subiendo en un antiguo ascensor.Una pareja espaola que le haba sidorecomendada por un embajador saliente,ella ama de llaves y cocinera, l ayudade cmara y facttum, se ocupaba de lastareas domsticas. Tenan sus propiashabitaciones. Eran gente sobria,silenciosa, instruida en los modalescastellanos del servicio diplomtico, y

  • protectores de un amo taciturno cuyasidas y venidas eran tan misteriosas comosu pasado. Saban que era una eminenciaen el Vaticano. Saban que hablaba elespaol de Argentina, adonde su padre ysu madre haban emigrado desdeNpoles despus de la Segunda GuerraMundial. Saban que reciba a genteextica de ambos sexos: chinos, indios,etopes, ucranianos, indonesios,africanos.

    En cuestiones domsticas, Rossinino era un hombre muy exigente. Leshablaba sin alzar la voz y siempre conrespeto. Su nica exigencia era queobservaran lo que l llamaba laintimidad de la casa. No deban

  • comentar fuera lo que vean u oanmientras hacan su trabajo. No debancotillear acerca de sus invitados. Romaestaba plagada de grupos terroristasprocedentes de distintos pases, que eranuna amenaza permanente. De sudiscrecin poda depender la vida demuchos, incluida la de l. Entendaneso? Lo entendan. Gozaban de suconfianza, y l, por su parte, les ofrecauna vida confortable dentro de losrecursos que le procuraba su cargo.

    Cuando lleg a su casatremendamente cansado ya dorman,pero junto al silln del saln encontrservida una cena ligera: un termo decaf, una licorera con brandy, y

  • bocadillos en una bandeja de plata.Antes de comer fue al dormitorio y sepuso un pijama y una bata. Todava tenaen el bolsillo la carta que le haba dadoel secretario de Estado. No se tom eltrabajo de leerla pero la llev consigoal saln y la guard bajo llave en uncajn de su escritorio. Ya saba lo quedeca, y aquello era la causa deldesasosiego que lo haba asaltado desdeel alba. Encendi el ordenador, abri lacasilla del correo electrnico y fuedirecto a la carta que esa maana habarecibido de Isabel. Luego se sirvi cafy brandy, y se sent a releer una vezms el texto.

    Las cartas de Isabel no eran

  • frecuentes y llegaban a intervalosirregulares, por lo general desde NuevaYork: su esposo ocupaba un cargojerrquico en la ONU, y ella eradirectora de estudios del InstitutoHispano-Americano. Por muyinfrecuentes que fueran, en ellas siempreestaban presentes el fuego y la pasin, ysiempre concluan con una sorpresa yuna sonrisa.

    Mi queridsimo Luca:A pesar de los aos, te

    echo de menos. En unsentido, mi vida estranquila, ordenada,

  • gratificante, como pareceser la tuya. Sin embargo,enterrado en lasprofundidades, hay un rode lava hirviente que fluyey

    busca sin descanso, enla gruesa corteza de laexistencia cotidiana, unagrieta o fisura que lepermita irrumpir otra vezen mi vida e inundarla.

    Hoy ha hecho suaparicin una de esasgrietas. Mi esposo, Ral,me dijo que ha sidopropuesto para el cargo de

  • embajador ante la SantaSede. Es un puesto quepreanuncia el retiro, comot sabes, una recompensapor prestar sus servicioscon discrecin en pocasturbulentas, antes ydespus de nuestradesastrosa guerra con losingleses en las Malvinas.

    Para Ral representamucho ms, algo as comouna absolucin pblicadefinitiva por cosas hechasy no hechas en su vida devacilante arribista. Yo noestoy dispuesta a hacer

  • nada que pueda privarlode esta pequea y estrilvictoria. Ha sido un buenpadre para Luisa, y a mnunca me coart lalibertad que yo necesitabapara sobrevivir a la aridezde nuestro matrimonio.

    Por lo tanto, casi nopude oponerme aunquetrat de aconsejarle que nolo hiciera cuando insistien incluir en su dossier unrelato de lo que hizo parasacarte del pas cuando losmilitares te pusieron en lalista de los que queran

  • que desaparecierandebido a todo lo quepodas atestiguar contraellos. T y yo sabemoscmo ocurrieron las cosasen realidad, pero cada unode nosotros, a su modo,accedi a revisar lahistoria, al menos losuficiente como para quenuestras vidas nosresultaran tolerables.

    Lo que Ral espera,creo, es que yo intervengade alguna manera paraapoyarlo. La verdad que yole cont es apenas una

  • verdad a medias: le dijeque has estado fuera de mivida desde que temarchaste de la casa de mipadre y que bajo ningunacircunstancia podapedirte favores orecomendaciones.

    Sin embargo, eso esexactamente lo que estoyhaciendo ahora, miqueridsimo Luca. Lo hagopor m, no por l. Si Rales destinado a Roma, Luisay yo iremos con l. Quiero,necesito desesperadamenteverte otra vez, y t, en tus

  • cartas, confiesas sentir lamisma necesidad.

    El amor es como lapena. Uno tiene quededicarle todas susenergas. Nosotros nuncatuvimos la oportunidad.Me gusta la idea de quepodamos tenerla antes deque los fuegos ocultos seextingan y nos llegue laedad de hielo de laindiferencia. As que, sipuedes, escribe o di lapalabra que nos lleve aRoma, oficialmente y sinescndalo.

  • No puedo menos quesonrer al pensar en lahermosa comediaromntica en que nosveramos si yo, como laSeora Embajadora,pudiera agasajar a suEminencia en nuestraembajada. Lo que suscitaotra pregunta: Cmo ydnde me agasajara suEminencia?

    Todo mi amor, siempre,

    Isabel

  • Las letras de la pantalla empezaron abailotear ante sus ojos. Las borr.Luego, como hombre metdico que era,se puso a escribir la respuesta.

    Isabel, mi queridsima:Mi respuesta es s.

    Escribir y dir la palabraque corresponda en elmomento que corresponda.Debo decirte, no obstante,que nada sucederrpidamente. El Pontficeest muy enfermo, y esprobable que muerapronto. Hasta que su

  • sucesor sea elegido, no sehar ningnnombramiento. De modoque, inevitablemente, lahistoria que esperasmontar con la Eminencia yla Dama comoprotagonistas tendr queposponerse.

    Cunta razn tienescuando dices que al amor ya la pena hay quededicarles todas lasenergas! T pareces habertenido ms xito que yo. Yopens que poda lograrloconvirtindome en un

  • atleta que maniobra sutabla de surf sobre eltorrente de adrenalina delos juegos de poder. Hellegado a ser muy bueno eneso, como sabes, pero ladisciplina es rgida, ladieta es espartana, y porlas noches nadie compartemi cama.

    Hay otro coste,adems, que se hace msgravoso cada da. Ya nopuedo decir que soy uncreyente. Qu irona, no?Soy uno de los hombresclave de la Iglesia. Soy una

  • figura poderosa en unculto antiguo cuyosrituales practico pero cuyacreencia ya no acepto. Lagente comn se arrodillapara besar mi mano. Paraellos, todava irradio unacierta magia. Para m, yano hay magia alguna. Elaltar interior est oscuro yvaco.

    Por muy extrao queparezca, hay una especiede liberacin en ello.Nadie puede sobornarme oatemorizarme. Aun as, lasvvidas imgenes de mis

  • pesadillas, que todava mepillan desprevenido, mehacen sentir inerme comoun nio. Uso tu nombrecomo un conjuro paradesembarazarme de ellas.Tal vez cuando vengas, meayudars a purgarlas parasiempre.

    Me preguntas cundo ycmo te agasajar. Tengoel lugar apropiado. Espequeo, ntimo, y cadacentmetro de tierra, cadaplanta y cada fruta sonmos. Para m, ha sidocomo la sagrada isla de

  • Cos, un lugar curativo. Mesentir feliz y agradecidode recibirte en su paz.

    Es tarde, el Papa seest muriendo. He tenidoun largo da. Habr otrosms largos todava.

    Buenas noches,querida, mi muy querida.

    Luca

    Dej pasar un buen rato antes dedecidirse a transmitir el mensaje. Sabaque sta era la confesin msdescarnada que jams haba hecho, y

  • que si alguna vez se haca pblicaequivaldra a una catstrofe. Sinembargo, la necesidad de ponerla enpalabras era irresistible. De modo que,ganado por la embriaguez y la temeridadque le infundan las toxinas de la fatiga yla tensin, tecle el cdigo detransmisin y le dio va libre.

    En el dormitorio papal, el Pontficeyaca todava plido e inmvil. En lanariz tena tubos que le enviabanoxgeno y en el brazo suero intravenoso.Tena los ojos en blanco, inexpresivos.Dos hermanas de la caridad acababan deempezar la guardia nocturna, y el doctorMottola les estaba dando las ltimas

  • instrucciones. ustedes ya tienen experiencia,

    de modo que no necesitan que les enseecmo actuar. En este momento pareceestabilizado, aunque en realidad estempeorando. Como ven, lo nico quehacemos es administrarle oxgeno ehidratarlo con el suero. No esperoningn cambio importante antes de lamaana. Por supuesto, habr unaacumulacin continua de mucosidad enlos pulmones porque no puedeeliminarla tosiendo. Tambin habr unexceso de dixido de carbono que leproducir una tpica apnea y larespiracin que llamamos de Cheyne-Stoke. Si eso ocurre, llmenme. Estar

  • aqu en menos de diez minutos.Tranquilas No vern nada que nohayan visto antes. La muerte no datregua, ni siquiera a un Papa.

    La mayor de las monjas pregunt:Qu pasa si hay un derrame?El mdico le dedic una rpida

    mirada aprobatoria.Usted s que conoce su trabajo,

    hermana. Si sobreviene un derrame, notardar en entrar en estado visiblementeterminal porque la presin de lahemorragia en el crneo comprimir elcerebro y desalojar el tejido cerebralde la cavidad craneana. No obstante, nohay indicios significativos de que hayaun riesgo inminente de derrame. Mi

  • expectativa es que van a pasar una nochetranquila. Limtense a venir a verlo cadamedia hora ms o menos, y no dejen deregistrar su informe cada vez. Noayudar mucho al paciente, pero dejara salvo nuestra reputacin profesional.Recen por l, y por m.

    Lo haremos, doctor. Buenasnoches.

    Cuando se hubo retirado, las dosmujeres se instalaron en la antecmara,desde la que podan ver claramente alpaciente. Tal como haba observadoMottola, eran enfermeras responsables yexperimentadas, y haban atendidomuchas veces a muchos pacientesmoribundos. Aun as eran religiosas, y

  • este acontecimiento que teira el restode sus vidas tena algo de sobrenatural.El hombre que iba muriendo poco apoco ante sus ojos estaba investido deuna imponente serie de ttulos: Obispode Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesordel Prncipe de los Apstoles, SupremoPontfice de la Iglesia Universal,Patriarca de Occidente, Primado deItalia, Arzobispo y Metropolitano de laProvincia Romana, Soberano de laCiudad-Estado del Vaticano.

    Los ttulos estaban abultados porsiglos de mitologa, refundidos conhistorias imperiales, fortalecidos portradicionales legalizaciones romanas,santificados por perdurables recuerdos

  • de martirios, respaldados por enormesedificios sobre cuyos dinteles haba sidograbada en piedra la leyenda: Tu esPetrus T eres la roca sobre la que seconstruir el Reino de Dios. Todo locual quedaba reducido a una simple,funesta irona: un anciano que agonizabaen un pequeo dormitorio, asistido pordos mujeres que susurraban quedamenteen la antecmara.

    Tras una discreta llamada a lapuerta, Claudio Stagni, ayuda de cmaradel Pontfice, entr con una bandeja enla que les traa caf y una cena ligera.Era un hombre bajo, rubicundo y jovial,el nico, segn la leyenda de la corte,capaz de hacer rer al Pontfice, de

  • rescatarlo de sus rabietas y disipar sumal humor. En el pequeo crculofamiliar lo llamaban Fgaro, porquemientras trotaba de una tarea a otra, separodiaba a s mismo entonando lameloda de Rossini: Figaro qua,Figaro la, Figaro su, Figaro gi!.Cuando las mujeres le agradecieron laatencin y se disculparon por tenerlolevantado hasta tan tarde, se encogi dehombros y sonri.

    En este trabajo hay que ser unacriatura nocturna. Su Santidad trabaja amenudo hasta la madrugada. Necesitacaf y bocadillos, y de vez en cuando unpoco de conversacin. Le gusta poner aprueba sus ideas conmigo porque dice

  • que ni siquiera un papa puede ser unhroe para su ayuda de cmara, pero quetiene una probabilidad razonable dehacerse entender por el resto de laIglesia si logra que yo lo comprenda.

    La monja ms joven le pregunt:Cmo es realmente en su

    intimidad?Claudio hizo un elocuente gesto de

    desaprobacin.Cmo es? Cmo se convierte

    una epopeya en un soneto? Ha sido ungran hombre en su tiempo, y adems loha sido por mucho tiempo. Algunosdiran que demasiado. Pero, paraapreciarlo, no puede usted guiarse porlo que ve ah, en la cama.

  • Dira usted que fue un santo? Esta vez fue la mayor de las monjas laque pregunt.

    Un santo? El ayuda de cmaraconsider la pregunta con un aire teatral. Mi querida hermana, no estoy segurode saber lo que es un santo. En muchascosas, l es tan humano como usted ycomo yo. Tiene un temperamento vivo,que no se ha dulcificado estos ltimosaos. No le gusta que la gente locontradiga, pero admira al que estdispuesto a enfrentarse a l en una peleaa muerte. Le gusta el cotilleo, y por esarazn le gusta que yo lo ande rondando;pero est demasiado predispuesto aescuchar a quienes hacen que se sienta

  • bien, porque est muy solo aqu en lasalturas, como ustedes mismas hanpodido comprobar. Cualquier error quecometa est destinado a ser un granerror, con enormes consecuencias. Apesar de todo eso, es un hombregeneroso. Frente a un conflictocualquiera, escucha a todas las partes,siempre, por supuesto, que la curia lepermita orlas, lo que no siempre ocurre.Un santo? Yo dira que uno tiene quetener algo de santo para sobrellevar unavida como la que l ha vivido. Recorreel mundo a toda prisa como un tenor engira, repartiendo sonrisas y bendicionescon las que la gente se regodea, yleyendo discursos escritos por las

  • jerarquas locales que hacen bostezar ala gente. Tambin reza mucho. Soladecir que no habra sobrevivido si Diosno lo hubiese apoyado. Y Dios es muyreal para l

    Se interrumpi, y les dedic a lasmujeres una sonrisa conspirativa.

    Otra cosa, hermanas. Por qu noterminan el caf mientras yo le doy lasbuenas noches? Me gustara hacerlo. Ycreo que debera aprovechar paraordenar su armario y separar una mudade ropa de dormir por si ustedes quierenrefrescarlo antes de la maana. Adems,eso me har sentir til. No es mucho mslo que puedo hacer por l.

    Dicho lo cual, se retir. Cuando

  • desapareci tras la puerta deldormitorio en direccin al armarioempotrado del Pontfice, lo perdieron devista. Pero un momento despusalcanzaron a ver cmo haca un lo conalgunas prendas sucias y pona unapequea pila de ropas de dormir limpiasal pie de la cama. Luego hizo algocurioso y emotivo. Tom dos pauelosblancos de la pila de ropa limpia y toccon ellos la frente del enmudecidoPontfice. Despus los llev hasta dondeestaban las monjas y, con una sonrisacompungida, le dio uno a cada una.

    Tengan. Todos sabemos que nuncams va a volver a necesitarlos. Estoyseguro de que le gustara darles las

  • gracias por lo que estn haciendo por l.Si algn da lo hacen santo, stas sernreliquias importantes, no es cierto? Yno se sientan mal por aceptarlas. Soy suayuda de cmara. Yo mismo se loscompr. No creern que un Papa andapor la via Condotti comprando batistafina, no?

    Las dos mujeres estabanprofundamente conmovidas. Todavamurmuraban su agradecimiento cuandol les dio las buenas noches y salisilenciosamente de la habitacin con ello de ropa sucia en las manos. Nosaban no podan saberlo queClaudio Stagni acababa de procurarseuna pensin de por vida: tres delgados

  • tomos del diario ms privado delPontfice, que ste tena por costumbreescribir al final de cada da y mantenaguardados en un cajn, en su vestidor.

    Nadie saba de su existencia aexcepcin de su fiel ayuda de cmara,confidente y bufn de la corte, quien amenudo haba sido el nico pblico aquien llegaban los speros comentariosde un hombre cansado a medida que losconsignaba sobre el papel. Cuandomuriera, estos escritos quedaraninmediatamente bajo la custodia delcardenal camarlengo, quien bien podradecidir enterrarlos por uno o dos siglosen el Archivo Secreto. Mejor, muchomejor, que Fgaro, el hombre irnico y

  • feliz, el sufrido asistente personal, se losofreciese al mundo, les agregara elcontexto y procedencia, y, a su debidotiempo, escribiese su propia biografadel Pontfice. Ya haba suculentasofertas de contratos de varios mediospara cualquier material que l decidieraaportar sobre su vida como asistentepersonal del Papa, pero, con estos textosen su poder, Fgaro estaba seguro depoder duplicarlas y reduplicarlas, yduplicarlas una vez ms, y vivir rico yfeliz para siempre.

    La pesadilla del cardenal LucaRossini era siempre igual. Era como si

  • un rollo de un viejo filme mudo sehubiera deslizado en su crneo ycomenzara a proyectarse en las horasms fras y ms oscuras de lamadrugada. La accin siempre seiniciaba en el mismo escenario: unaminscula ciudad de la precordilleraandina, al noroeste de San Miguel deTucumn.

    Haba una iglesia, con la casa de loscuras, y frente a ella una pequea plazacon un mercado enmarcado porcolumnatas donde se intercambiabancereales, ganado, piezas de alfarera ytejidos por mercancas importadas deBuenos Aires. La poblacin local era untpico cctel argentino de mediados de

  • los setenta: criollos, inmigrantes legalese ilegales de Chile y Uruguay, mestizos,y lo que quedaba de las tribus incaicaslocales, fragmentadas por las polticasde la antigua Espaa imperial.

    Los carros de los que allcomerciaban, vehculos grandes ypesados, se alineaban en torno de laplaza, de modo que los que vivanencima de las columnatas tenan unaperspectiva como la de quien est en unteatro, y podan ver los pequeosdramas que se representaban en elempedrado de all abajo. ste eratambin el punto de vista desde el queRossini asista a la pelcula que seproyectaba en su cabeza. Se vea a s

  • mismo personificndose en una pantallamuda.

    La accin comenzaba con un caminmilitar entrando en la plaza. Al verlo,los lugareos se quedaron paralizados.Un grupo de soldados salt del camin yform en una lnea, de cara a la entradade la iglesia. Los comandaba unsargento, un sujeto corpulento quepareca el forzudo de un circo. Baj dela cabina del camin y se qued un buenrato inspeccionando la escena, como ungigante ominoso, golpeandortmicamente sus pantalones de montarcon una fusta.

    Luego comenz un lento recorridopor la plaza mientras el pequeo grupo

  • de hombres, mujeres y nios seapiaban, enmudecidos, en torno de loscarros. Cuando hubo completado elcircuito, hizo una sea con la fusta a lastropas, que aguardaban en formacin.

    Cuatro hombres se adelantaron, dosen cada extremo de la plaza, ycomenzaron a desplazarse entre losvendedores, exigindoles, siempre conmuda ostentacin, sus documentos deidentidad. Si se demoraban un poco ovacilaban, sus mercancas eranaplastadas o arrojadas al suelo ypisoteadas. Si alguno protestaba, erainmediatamente derribado de unpuetazo o un culatazo. Los nios eranapartados a bofetadas o puntapis.

  • En medio de esta intimidacinsistemtica, Luca Rossini sali de laiglesia a la carrera y se dirigi haciaellos. Vesta camisa, pantalones ysandalias. El nico smbolo de sucondicin sacerdotal era un pequeocrucifijo de plata que penda de sucuello. Aun como testigo del sueo, leimpresionaba ver cun joven era. Loaterrador era que no poda or laspalabras que gritaba, ni dominar susfieros ademanes de protesta.

    Adverta sin embargo que sussilenciosos gritos provocaban algnefecto. Los soldados se pararon en secoy miraron al sargento, esperandordenes. El sargento alz su mano para

  • marcar una pausa, y luego caminlentamente hacia Rossini, que todavaprotestaba con ademanes y mova loslabios sin que se le oyera. El sargentosonri con benevolencia y le cruz lacara dos veces con la fusta.

    Hizo una nueva sea a las tropas yRossini fue rodeado por una avalanchade hombres armados.

    Le rasgaron la parte de atrs de lacamisa y le bajaron los pantalones hastalos tobillos de modo que su espalda ysus nalgas quedaron al desnudo. Lehicieron abrirse de brazos y piernascontra la enorme rueda de madera deuno de los carros y le ataron lasmuecas y los tobillos a la llanta y los

  • rayos. Ahora no poda ver nada, exceptoalgunos adoquines entre los rayos, yunos montones de grano desperdigado yla cara asustada de un nio escondidobajo el carro.

    Luego, midiendo y saboreando cadagolpe, el sargento comenz a azotarlocon la fusta. Al principio trat deaguantar en silencio, mordindose loslabios, pero finalmente aquellos azotesle arrancaron los primeros gritos sordos,y los gritos se convirtieron en gemidos ygruidos a medida que los golpesseguan castigando su espalda y susnalgas. En la plaza, la multitudpermaneca en silencio. Los que mirabandesde las ventanas estaban mudos de

  • miedo y horror. A un cuarto de siglo dedistancia, en otra dimensin del tiempoy el espacio, Luca, cardenal Rossini,observaba la despiadada degradacindel joven que haba sido. Finalmente lapaliza termin. El sargento enjug lasangre y los restos de piel de su fusta, yluego dio un paso atrs, para apreciar sufaena. Aprob con un movimiento decabeza, sonri, y se volvi paradirigirse a las tropas.

    Esta vez las palabras fueronaudibles. Fueron dichas en lunfardo, elargot de los bajos fondos de BuenosAires, que Rossini haba aprendido ensu infancia.

    Ah tienen! Lo abland para

  • ustedes. Est mojadito y caliente. Quinquiere cogerse un cura?

    La pantalla fundi a negro y Luca,cardenal Rossini, emergidificultosamente de la pesadilla paraenfrentarse a un gris amanecer romano.

    Esa maana, en Ciudad del Vaticano,haba otros que se haban levantadotemprano. Los miembros del equipo dela Sala Stampa haban estado levantadostoda la noche, escuchando los medios decomunicacin de Europa, las Amricas yel sureste asitico. Su director,monseor Domingo ngel Novalis,estaba en su escritorio a las cinco,

  • resumiendo la informacin para elsecretario de Estado.

    ngel Novalis era un aragonseducado en Madrid, que en su tempranajuventud, y con dinero de su familia, sehaba lanzado a una exitosa carreracomo financiero internacional. Se habacasado bien. Su esposa, una mujerpiadosa, lo haba alentado a unirse a larama laica del Opus Dei. Cuando suesposa y su hijo pequeo murieron, fueacompaado en su dolor por lahermandad de la congregacin. Suausteridad y la vida comunitaria elitistay unida que llevaban se ajustaban a susnecesidades. Su filosofa de crculocerrado acallaba todas las dudas, y el

  • antiguo grito de guerra de los cruzadoslos haba templado para la batalla: UtDeus vult!. Como Dios lo quiera! Alcabo de un ao, se postul, y fueaceptado como candidato al sacerdocio.

    Habra descollado en cualquierprofesin. En sta, con un matrimonio yuna carrera prspera detrs y una batallapersonal ganada, era una joya.

    Termin sus estudios en Roma y fueordenado all. Fue encomendado alservicio del Pontfice. Su historia y sumanifiesto talento como comunicadorhicieron que pronto fuera designado enla Sala Stampa, donde cierta fra ironasobre el mundo y sus cosas le ganaron,si no afecto, al menos respeto. Su nota al

  • secretario de Estado estaba teida por lamisma irona:

    Hasta el momentono nos ha ido tan mal conlos medios. Hemos pilladodesprevenidos a la mayorade los editores gracias a looportuno de nuestro primercomunicado. Tenan pocasposibilidades de reunirmaterial de opinin o deplantear una lneaeditorial clara. Sinembargo, podemos tener lacerteza de que en los

  • prximos das habr deaparecer material de esetipo. Los primerosindicadores son lossiguientes:

    Daily Telegraph, deLondres: El colapso delPontfice no fue unacontecimientoinesperado. Loinesperado fue ladecisin de tratarlo en suapartamento delVaticano, en lugar de enla clnica Gemelli, que esdonde se le sueleinternar cuando necesita

  • un tratamiento. Un rumorque circula en Roma aunque an no ha sidoconfirmado por ningunafuente vaticana indicaque el Pontfice hasufrido una lesincerebral tan grave que noes posible, ni deseable,practicarle intervencinalguna. Sin embargo, ensu actual condicin, cadaacto mdico laadministracin deoxgeno, la hidratacinpor suero intravenosoequivale a unaintervencin mayor.

    Le Monde, de Pars:El mensaje que encierrael comunicado es

  • suficientemente claro.Su Santidad habaexpresado conanterioridad su deseo deque no se prolongaraoficiosamente su vida.Alguien en el Vaticanoest claramentedispuesto a dartestimonio de ello. Loque no est claro es si enel mismo contexto elPontfice expresinequvocamente sudeseo de ser relevado desu cargo en caso de queya no estuviesecapacitado para servir ala Iglesia. Si no lo hizo,se plantean otraspreguntas: Se puede dar

  • por supuesto su deseo?Si se cuestiona lapresuncin, quindecide sobre elparticular? Y cmo, y enqu forma ser depuestopara abrir el camino a unsucesor?.

    New York Times: Los mdicos y losfuncionarios de la curiavaticana estn caminandopor la cuerda floja,enfrentados a un temaque, aunque afecta alcomn de los fieles,ellos tienden adesestimar con unaincisiva proposicinteolgica. Se dice que elPapa ha rechazado por

  • adelantado cualquierprolongacin de su yalarga vida. Hasta ahora nose ha aportado ningunaprueba documental. ElPapa ya no puedeexpresarse de ningunamanera. Por supuesto, nopuede ejercer su cargo.Quin decide por l?Sus mdicos o unacomisin de la curia? Ycmo juzgarn? Con uncriterio teolgicorigorista o con uncriterio liberal? Ambosestn vigentes en laIglesia de hoy. ElPontfice era, sin duda,rigorista. Forz loslmites de la infalibilidad

  • tanto como pudo, aunqueno tanto como paraprovocar un cisma. Demodo que ahora, quiscustodiet ipsoscustodes? Quincustodiar a loscustodios de las puertas,y cmo juzgarn losfieles sus acciones?.

    Con el mayor respeto,Eminencia, sugiero quedesde ahora en adelantevolvamos al sistema decomunicacin habitual. LaSala Stampa redacta loscomunicados, los somete a

  • usted para su aprobacin,y los da a publicidad atravs de sus canalesnormales. Caminamos porun campo minado, ytodava tenemos queenfrentarnos a la prensasensacionalista y a losbustos parlantes de latelevisin

    Ruego a vuestraEminencia que me dinstrucciones cuanto antes.Me gustara redactar elprximo comunicado, tanpronto los mdicos hayanentregado su informe

  • matinal.

    D. ngel Novalis

    A las seis y media de la maana, eldoctor Mottola y sus dos colegasespecialistas examinaron al paciente.Pidieron que se los dejara a solas conl. Las hermanas enfermeras haban idoa tomar caf, en tanto que el secretariode Estado y un grupo de prelados de altajerarqua junto con el secretario papal yDomingo ngel Novalis esperaban en elestudio del Pontfice.

    Bien, caballeros deca el

  • doctor Mottola a sus colegas,diagnstico y pronstico. Debemos usarlos trminos ms sencillos que podamos.Los caballeros de la otra habitacinestn en la parrilla y nos necesitan paraque bajemos la temperatura del fuego.Han incorporado al crculo a ngelNovalis. l encontrar las palabrasapropiadas para lo que nosotrosdigamos. Usted primero, Ernesto.

    El doctor Ernesto Cattaldo seencogi de hombros con resignacin.

    Lo que usted ve. Coma profundo,mirada fija, carencia de sensaciones. Nopuede tragar, su respiracin es dbil yespasmdica, con episodios de apneaque se harn ms frecuentes. No puede

  • toser para eliminar el catarro de lospulmones, yo lo considerara terminal.

    Piero?Gheddo, el cardilogo, fue ms

    cortante.Coincido con que es terminal,

    pero el deterioro es ms gradual que loque uno habra esperado. Podra durarunos das todava. Sugerira que la SalaStampa dotara de cierta flexibilidad a suprosa: La vida del Santo Padre estfluyendo apaciblemente hacia suconclusin. Algo por el estilo.

    Pronstico negativo, entonces.Cul sera el tratamiento?

    El doctor Gheddo se encogi dehombros.

  • Dgales la verdad, aunque nonecesariamente toda. Estamosadministrando oxgeno, que an no essuficiente para equilibrar los niveles dedixido de carbono en la sangre. Loestamos hidratando lo suficiente paraevitar que se consuma. No lo estamosalimentando.

    Andamos pisando huevos. Eldoctor Mottola expresaba sus reservas.

    De ninguna manera. La rplicadel neurlogo fue spera. Estamosdescribiendo un tratamiento ticonormal. Lo que nos interesa es elpaciente, no la prensa ni la curiaromana.

    Yo creo dijo el doctor Mottola

  • juiciosamente que se trata ms bien deayudarles a encontrar las palabras quecuadren con las circunstancias y con susconciencias. Cuento con el respaldo deustedes para eso, caballeros!

    No necesitamos ms que unaspocas frases acertadas dijo Gheddo. Intervencin limitada, atencinescrupulosa para el consuelo y ladignidad de un hombre agonizante.Esos muchachos estn an menosdispuestos que nosotros a discutir sobreprincipios ticos.

    Estamos listos, entonces? pregunt el doctor Mottola.

    Ms listos que nunca dijo eldoctor Gheddo, con resignacin.

  • Cristianos arrojados a los leones!Hagmoslo de una vez.

    Cuando comprobaron lo poco que seesperaba de ellos quedaronsorprendidos. La media docena deprelados de alto rango reunidos en lahabitacin los recibi con un tenuesaludo. El camarlengo present amonseor ngel Novalis, quien a sudebido tiempo les pedira lascorrespondientes aclaraciones a losinformes mdicos que se incluiran enlos comunicados matutinos para losmedios de todo el mundo. Le pidi aldoctor Mottola que expusiera el informe

  • en trminos simples, no clnicos. Eldoctor Mottola resumi la conclusin ala que haba llegado con la ayuda de susdistinguidos colegas. Luego esper. Elprimero en responder fue ngelNovalis, que no era un aprendiz en suprofesin. Estaba de buen humor, y fuedirecto al nudo de la cuestin.

    Gracias, caballeros. Permtameresumir lo que acaba de decir paraasegurarme de que lo he entendido.Primero, el Santo Padre estagonizando. Se supone que el final estprximo. Le estn dando oxgeno ehidratacin. Su cuerpo no puedeasimilar ms que eso, porque susfunciones se estn deteriorando. Es as?

  • Es as dijo el doctor Mottola.Y sus colegas coinciden?Coinciden.Seguirn ustedes atendiendo al

    Pontfice hasta su fallecimiento?Si el cardenal camarlengo as lo

    dispone, por supuesto.Una pregunta entonces para todos

    ustedes, caballeros. Los tratamientosaplicados, que usted acaba de describir,continan en este momento?

    S.Han interrumpido algn

    tratamiento por alguna razn?No.Usted recomendara algn

    tratamiento que actualmente no se est

  • aplicando?No.Ha recibido alguna invitacin de

    los medios para comentar este caso?Los tres mdicos se miraron. El

    doctor Mottola vacil un momento antesde responder.

    Me han hecho preguntas, s. Nopuedo responder por mis colegas.

    Cattaldo y Gheddo asintieron con lacabeza pero no dijeron nada. El serenoinquisidor continu.

    Estoy seguro, caballeros, de quesus respuestas fueron respetuosas con larelacin mdico-paciente, y con larelacin mdico-familia que hay entreustedes y todos los miembros de la casa

  • papal.Eso se sobreentiende dijo el

    doctor Mottola.Me pregunto, por lo tanto el

    doctor Cattaldo estaba enfadado, qunecesidad haba de mencionarlo.

    Por favor. ngel Novalisrecuper inmediatamente toda sudiplomacia. Por favor, no se ofenda.Estoy expresando una advertencia, nadams. Mis colegas y yo batallamos todoslos das con gente de los medios decomunicacin de todo el mundo. Sonpropensos a elaborar titulares a partir delas frases ms fragmentarias. Surespuesta ms simple a cualquierpregunta es que no puede hacer

  • comentarios sobre el caso.Eso tambin puede crear

    problemas.Admita, doctor, que nosotros

    estamos mejor equipados que ustedespara prevenirlos y resolverlos. Yo nointentara ni por un momento invadir sucampo profesional, pero en mi propiarea me considero bastante experto.Estoy seguro, por ejemplo, de que en losprximos das los medios decomunicacin ofrecern a usted y a suscolegas importantes sumas de dineropara que hagan declaraciones a losdiarios o concedan entrevistas a latelevisin sobre los ltimos das de SuSantidad. Cuando las rechacen, y estoy

  • seguro de que ustedes obrarn de esemodo, es probable que los inviten acontestar algunas preguntasaparentemente inocentes. Les aconsejoque se nieguen.

    Un ligero murmullo de aprobacincircul entre los prelados presentes.Aprobaban a este hombre. No tenapelos en la lengua. Pareca bailar consoltura por entre las trampas cazabobos.ngel Novalis recogi sus notas yabandon la habitacin. El cardenalcamarlengo improvis un pequeodiscurso para salvar las apariencias.

    Antes de que se vayan, caballeros,quisiera expresarles, en mi nombre y enel de todos los miembros de la curia,

  • nuestro agradecimiento por la atencinque le estn brindando al Santo Padre.Sabemos que seguirn junto a l hasta elfinal, que ojal, rezamos por ello, no sedemore demasiado.

    Se acerc a ellos, los acompahasta la puerta, les estrech la mano unopor uno y regres en un santiamn denuevo a la asamblea. Su imagen era lade un hombre que acababa de sacarse ungran peso de encima.

    Y bien, hermanos, estamosperdiendo a nuestro Padre. Creo queninguno de nosotros guarda receloporque haya que liberarlo de lasresponsabilidades de su servicio a laIglesia. A m me corresponde, como jefe

  • de su casa, hacer los preparativos queconllevar su defuncin y luego asumirel gobierno de la Iglesia mientras laSede est vacante. Hay mucho que hacer.Me gustara contar con el permiso deustedes para empezar a trabajar yamismo. Placetne fratres? Estn deacuerdo, hermanos?

    Placet.La tradicional frmula recorri

    como una ola la pequea asamblea. Conesto, todos podan estar de acuerdo.Fueran cuales fuesen sus rivalidades ydiscordias, la comunidad del pueblo deDios continuaba en Cristo.

  • Luca Rossini se haba eximido deasistir a la reunin que se haba llevadoa cabo por la maana temprano en elVaticano. El secretario de Estado lehaba aconsejado que se llamara asilencio. No era fcil permanecercallado en una asamblea de cardenalesde la curia que asistan a la agona de suSupremo Pastor, hacan los preparativospara las exequias que seguiran a sufallecimiento, esperaban la eleccin desu sucesor y se preguntaban qu pasaracuando, como lo exiga la costumbre,renunciaran a sus cargos y aguardaran aque el nuevo pontfice los

  • redistribuyera.Tena poco que aportar a sus

    discusiones en torno del protocolo y losprocedimientos a seguir. Ellos eran elgabinete ntimo. l haba sido siempreun jinete destinado a las comarcas mslejanas, un emisario que llegaba a lasavanzadas de la Cristiandad. Estaba msexpuesto que cualquiera de suseminentes colegas a los cortantesvientos del cambio. En el Sacro ColegioCardenalicio tena adversariospoderosos y pocos abogados defensoresy le faltaba paciencia para aplacar a loshostiles y cultivar a los que lo ayudaban.

    Pronto su amo estara muerto. Elhombre que haba usado el poder de su

  • cargo para salvar un cuerpo y un esprituestragados se ausentara para siempre.Cuando llegara ese momento, LucaRossini estara solo. Lo tenan por uncardenal, un puntal, alguien ante quien seabran las puertas del poder. Prontopodra convertirse en el puntal de unapuerta que se abra hacia la nada. ltambin tendra que renunciar al oscurocargo que detentaba y jurar fidelidad yobediencia a un nuevo Obispo de Roma,un nuevo sucesor del apstol Pedro.Estaba preparado para ello? Ms allde cuestiones ticas o morales, estabadispuesto a aceptar los beneficios de uncargo, y a usarlos sin culpa niremordimiento para sus propios fines,

  • con independencia de cmo sedefiniesen esos fines? Alguna vez habacredo que la definicin era fcil. Suprimer consejero mdico era quien se lahaba dado: Buscar reparacin,justicia, retribucin. Nunca se sentirplenamente satisfecho. Querr vengarsede los impos y de los piadosos quecolaboraron con ellos. Reclamarvenganza como quien reclama underecho.

    En su primera audiencia en Roma, elPontfice, que se convertira en supatrono y protector, le haba propuestootra definicin: Ests surcado decicatrices. Ests amargado. Estsenfadado. Si yo estuviera en tu lugar,

  • sentira lo mismo. De alguna maneraestoy en tu lugar, porque fui yo quiennombr a los prelados que, con susilencio o su connivencia, permitieronque ocurrieran estas atrocidades.Debido a que ellos se quedaron mudos,nosotros, aqu en Roma, nos volvimosciegos y sordos. Me avergenzo por eso.Me avergenzo de que se haya podidopensar que aprobbamos las muchasbarbaridades que se cometieron, fuesepor ignorancia culpable o por el falsooportunismo que nos induce a hacerpactos con el mal. De modo que llevatus cicatrices con orgullo. Conserva tuclera, pero aprende a perdonar! Meditatodos los das sobre las palabras de

  • nuestro Salvador en lo ms lgido de suagona: Padre, perdnalos. No saben loque hacen. Tampoco olvides que estehombre era el mismo que irrumpi en eltemplo y expuls de all a latigazos a losmercaderes y los usureros queprofanaban la casa de Dios Nocambiars el mundo ni te cambiars a timismo de la noche a la maana, perotienes que intentarlo, tienes queintentarlo todos los das, y yo te dartrabajo para que despliegues tu fuerza yengrandezcas tu espritu.

    Haba aceptado el consejo de buenafe. Haba ejecutado con energa y buencriterio las tareas que le habanencomendado. Haba aceptado las

  • promociones para las que lo habanpropuesto porque, aunque no curabanninguna herida, le daban poder. No tarden aprender a usarlo con circunspeccin,consciente de los abusos que l mismohaba padecido. Lo ltimo que queraera crear tiranas para su beneficio.

    Cuando intervena en una causacontra un clrigo o una institucin delclero, evaluaba con escrupulosidadtodas las pruebas. Ejerca la mximatolerancia que el sentido comnpermita, pero una vez que se emita unfallo era tan firme y preciso como uncirujano cuando extirpa un tumormaligno.

    Esta disciplina draconiana, y el

  • secreto en el que se le permitaaplicarla, lo haban elevado a lasempinadas pendientes por las que habaido ascendiendo en su carrera. Estamisma disciplina era la que lo habadespojado, gota a gota, de los ltimosrestos de pasin que nutran su vida,dejndolo reseco y vaco, como unviajero perdido que camina en crculospor el desierto.

    Haba visto cmo esto les ocurra aotros, mayores y ms prudentes que l.Atrapados por sus carreras, carentes dela voluntad o del incentivo paraapartarse de ellas, siempre protegidos,renunciaban a todos los riesgos y serendan a una escptica conformidad, en

  • su credo y en su conducta. En losprimeros e iracundos tiempos, se hababurlado de ellos. Ahora era l el queestaba frente a la eleccin que a ellos seles haba presentado en algn momentode sus vidas: Si no soportas el calor,vete de la cocina. Si todava quieresusar el gorro de chef, mantente a unospasos del horno y limtate a lamer lascucharas para probar lo que losverdaderos cocineros han guisado.Ahora l mismo se enfrentaba a lamisma funesta proposicin: Si tequedas, haz a un lado el honor hasta quela mscara que usas se convierta en tupropia cara. O renuncia, y retrate paraconvertirte en un don nadie de ninguna

  • parte.La idea trajo consigo los terrores de

    su pesadilla. Los apart de su mente,pidi el caf de la maana y luegoencendi el ordenador para examinar loque le haba llegado en el correoelectrnico de la noche.

    Haba cartas de Manila y Yakarta, deTaiwan y Tailandia, de Shanghai yBombay. Todas ellas versaban sobretemas explosivos de los dominios menosconocidos de la Iglesia, adonde habasido enviado o convocado para mediaren conflictos o establecer dilogosconstructivos. En esto descollaba. Suscicatrices eran el pasaporte paraingresar a los territorios menos

  • amistosos, incluso en el de los ancianosde Beijing, que haban sobrevivido a laRevolucin Cultural. Una curiosamasonera una a los mrtires polticos.Haba lazos tcitos y perennes entre lasvctimas del potro de tormentos y l