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El viejo remedio Por: William Ospina YO SÉ QUE QUIEREN QUE NOS ALEGREmos con la muerte de Pablo Escobar. Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte de Marulanda. Y que nos alegremos con la muerte de Desquite, de Sangrenegra, de Efraín González. YO SÉ QUE QUIEREN QUE NOS ALEGREmos con la muerte de Pablo Escobar. Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé que quieren que nos alegremos con la muerte de Marulanda. Y que nos alegremos con la muerte de Desquite, de Sangrenegra, de Efraín González. Yo no me alegro. No me alegra la muerte de nadie. Pienso que todos esos monstruos no fueron más que víctimas de una sociedad injusta hasta los tuétanos, una sociedad que fabrica monstruos a ritmo industrial, y lo digo públicamente, que la verdadera causante de todos estos monstruos es la vieja dirigencia colombiana, que ha sostenido por siglos un modelo de sociedad clasista, racista, excluyente, donde la ley ³es para los de ruana´, y donde todavía hoy la cuna sigue decidiendo si alguien será sicario o presidente. Tanto talento empresarial de ese señor Escobar, convertido en uno de los hombres más ricos del mundo, y dedicado a gastar su fortuna en vengarse de todos, en hacerles imposible la vida a los demás, en desafiar al Estado, en matar policías como en cualquier película norteamericana, en hacer volar aviones en el aire: tanta abyección no se puede explicar con una mera teoría del mal: no en cualquier parte un malvado se convierte en semejante monstruo. Y tanto talento militar como el de ese señor Marulanda , que le dio guerra a este país durante décadas y se murió en su cama de muerte natural, o a lo sumo de desengaño, ante la imposibilidad de lograr algo con su inútil violencia, pero que se dio el lujo triste de mantener a un pa ís en jaque medio siglo, y de obligar al Estado a gastarse en bombas y en esfuerzos lo que no se quiso gastar en darles a unos campesinos unos puentes que pedían y unas carreteras. Yo sé que quieren hacernos creer que esos monstruos son los únicos causantes del sufrimiento de esta nación durante medio siglo, pero yo me atrevo a decir que no es así. Esos monstruos son hijos de una manera de entender a Colombia, de una

El viejo remedio william ospina

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El viejo remedioPor: William Ospina

YO SÉ QUE QUIEREN QUE NOS ALEGREmos con la muerte de Pablo Escobar. Yo sé que

quieren que nos alegremos con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé que quieren que nos alegremoscon la muerte de Marulanda. Y que nos alegremos con la muerte de Desquite, de Sangrenegra, de

Efraín González.

YO SÉ QUE QUIEREN QUE NOS ALEGREmos con la muerte de Pablo Escobar. Yo

sé que quieren que nos alegremos con la muerte del Mono Jojoy. Yo sé que quieren

que nos alegremos con la muerte de Marulanda. Y que nos alegremos con la muerte

de Desquite, de Sangrenegra, de Efraín González.

Yo no me alegro. No me alegra la muerte de nadie. Pienso que todos esos monstruos

no fueron más que víctimas de una sociedad injusta hasta los tuétanos, una sociedadque fabrica monstruos a ritmo industrial, y lo digo públicamente, que la verdadera

causante de todos estos monstruos es la vieja dirigencia colombiana, que ha

sostenido por siglos un modelo de sociedad clasista, racista, excluyente, donde la ley

³es para los de ruana´, y donde todavía hoy la cuna sigue decidiendo si alguien será

sicario o presidente.

Tanto talento empresarial de ese señor Escobar, convertido en uno de los hombres

más ricos del mundo, y dedicado a gastar su fortuna en vengarse de todos, en

hacerles imposible la vida a los demás, en desafiar al Estado, en matar policías como

en cualquier película norteamericana, en hacer volar aviones en el aire: tanta

abyección no se puede explicar con una mera teoría del mal: no en cualquier parte un

malvado se convierte en semejante monstruo.

Y tanto talento militar como el de ese señor Marulanda, que le dio guerra a este país

durante décadas y se murió en su cama de muerte natural, o a lo sumo de

desengaño, ante la imposibilidad de lograr algo con su inútil violencia, pero que se dio

el lujo triste de mantener a un país en jaque medio siglo, y de obligar al Estado a

gastarse en bombas y en esfuerzos lo que no se quiso gastar en darles a unos

campesinos unos puentes que pedían y unas carreteras.

Yo sé que quieren hacernos creer que esos monstruos son los únicos causantes del

sufrimiento de esta nación durante medio siglo, pero yo me atrevo a decir que no es

así. Esos monstruos son hijos de una manera de entender a Colombia, de una

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manera de administrarla, de una manera de gobernarla, y millones de colombianos lo

saben.

Por eso Colombia no encontró la paz con el exterminio de los bandoleros de los años

cincuenta. Por eso no encontró la paz con la guerra incesante contra los guerrillerosde los años sesenta. Por eso no encontró la paz tras la desmovilización del M-19. Por 

eso no conseguimos la paz, como nos prometían, cuando Ledher fue capturado y

extraditado, y cuando Rodríguez Gacha fue abatido en los platanales del Caribe y

Pablo Escobar tiroteado en los tejados de Medellín, ni cuando murieron Santacruz y

Urdinola y Fulano y Zutano y todo el cartel X y todo el cartel Y, y tampoco se hizo la

paz cuando murió Carlos Castaño sobre los miles de huesos de sus víctimas, ni

cuando extraditaron a Mancuso y a Don Berna y a Jorge 40, y a todos los otros.

Porque esos monstruos son como frutos que brotan y caen del árbol muy bienabonado de la injusticia colombiana. Y por eso, aunque quieren hacernos creer que

serán estas y otras mil muertes las que le traerán la felicidad a Colombia, los

desórdenes nacidos de una dirigencia irresponsable y apátrida, yo me atrevo a pensar 

que no será una eterna lluvia de las balas matando colombianos degradados, sino un

poco de justicia y un poco de generosidad , lo que podrá por fin traerle paz y

esperanza a esa mitad de la población hundida en la pobreza, que es el surco de

donde brotan todos los guerrilleros y todos los paramilitares y todos los delincuentes

que en Colombia han sido, y todos los niños sicarios que se enfrentan con otros niños

en los azarosos laberintos de las lomas de Medellín, y que vagan al acecho en losarrabales de Cali y de Pereira y de Bogotá.

Claro que las Farc matan y secuestran, trafican y extorsionan, profanan y masacran

día a día, y claro que el Estado tiene que combatirlas, y es normal que se den de baja

a los asesinos y a los monstruos. Pero que no nos llamen al júbilo, que no nos pidan

que nos alegremos sin fin por cada colombiano extraviado y pervertido que cae día

tras día en la eterna cacería de los monstruos, ni que creamos que esa vieja y

reiterada solución es para Colombia la solución verdadera. Porque si seguimos bajo

este modelo mental, no alcanzarán los árboles que quedan para hacer los ataúdes de

todos los delincuentes que todavía faltan por nacer.

Más bien, qué dolor que esta dirigencia no haya creado las condiciones para que los

colombianos no tengan que despeñarse en el delito y en el crimen para sobrevivir.

Qué dolor que Colombia no sea capaz de asegurarle a cada colombiano un lugar en

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el orden de la civilización, en la escuela, en el trabajo, en la seguridad social, en la

cultura, en la sana emulación de las ceremonias sociales, en el orgullo de una

tradición y de una memoria. Yo, personalmente, estoy cansado de sentir que nuestro

deber principal es el odio y nuestra fiesta el exterminio.

Construyan una civilización. Denle a cada quien un mínimo de dignidad y de respeto.

Hagan que cada colombiano se sienta orgulloso de ser quien es, y no esté cargado de

frustración y de resentimiento. Y ya verán si Colombia es tan mala como quieren

hacernos creer los que no ven en la violencia del Estado un recurso extremo y

doloroso para salvar el orden social, sino el único instrumento, década tras década, y

el único remedio posible para los viejos males de la nación.