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El Mal - Paul Ricoeur

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Esta obra se b~ri~fi~i~"dei;P.A: 'P.GARCIx·LORCA ,Programa de Publicaciones del Servicio de Coopera-

ci6n y de Acci6n Cultural de la Embajada de Francia

en Espana y del Ministerio de Asuntos Exteriores

frances.

Elll1alUn desafio a la filoeofia

y a la teologia

Paul RicreurPr61ogo de Pierre Gisel

Amorrortu editoresBuenos Aires - Madrid

UNIVE t t . SDa1 .1 · ~J~

' A C U L T F \ U Ul tn··

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Colecci6n N6madas

Le mal. Un d e fi a laphilosophic et a la theologie, Paul Ricreur

© Edi tions Labor et Fides, Ginebra, 2004

Traduccicn: Irene Agoff

Primera edicion en castellano, 2006; primera reimpresion, 2007

© Todos los derechos de la edicion en castellano reservados porAmorrortu editores Espana 8.L., C/San Andres, 28 - 28004 Madrid.

Amorrortu edi tores SA, Paraguay 1225, 7°piso - C1057 AAS Buenos

Aires

www.amorrortueditores.com

La reproduccion total 0parcial de este l ibro en forma identica 0mo-

dificada por cualquier media mecanico, e lectr6nico 0 informatico,

incluyendo fotocopia, grabacion, digitalizacion 0 cualquier sistema

de almacenamiento y recuperacion de informacion, no autorizada

per los editores, viola derechos reservados.

Queda hecho el deposito que previene la ley n" 11.723

Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 978-84-610-9002-0

ISBN 2-8309-1l44-X, Ginebra, edicion original

Ricreur , Paul

El mal. Un desafio a la filosofia y a la teologia. - 1a ed.,

1a reimp. - Buenos Aires :Amorrortu, 2007.

72 p. ; 20x12 cm. - (Coleccion Nomadas)

'Iraduccion de: Irene Agoff

ISBN 978-84-610-9002-0

1. Filosofia 2. Teologia moral. I . Agoff, Irene, trad.

II. Titulo

eDD 100: 240

Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda,

provincia de Buenos Aires, en mayo de 2007.

Tirada de esta edicion: 1.500 ejemplares, .

424226'

Indice general

9 Prologo de Pierre Gisel

21 El mal: un desafio ala filosofia

y a la teologia

23 1.La experiencia del mal: entre la

reprobacion y la lamentaci6n

28 II. Los niveles de discurso en 1a

especulaci6n sobre e1mal

28 1. El niuel del mito

31 2. El estadio de la sabiduria

35 3. El estadio de la gnosis y de la gnosis

antign6stica40 4. EI estadio de la teodicea

53 5. El estadio de la dialectica «[racturada»

58 III. Pensar, actuar, sentir

59 1.Pensar

60 2.Actuar

62 3. Sentir

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Prologo

El texto que va a leerse es el de una confe-

rencia dada por Paul Ricreur en la Facultad de

Teologia de la Universidad de Lausana, en

1985, sobre una cuesti6n que no dej6 de acom-

paiiar al autor en su reflexi6n y sus trabajos fi-

losoficos: la realidad del mal como cuestiona-

miento de cierta manera de pensar (vease 10

que en este libro el llama teodicea y onto-teolo-

gia), pero tambien 1a obligaci6n de volver a

examinar, yean nuevos costos, el tema de 1a

afirmacioti originaria: la de sf,en su afan -in-

dividual y colectivo- de existir, y 1ade Dios.a

traves de los signos que los hombres inscriben

en el coraz6n de 10creado.l

Paul Ricreur tiene rakes protestantes. Pode-

mos indicarlas sin animo confiscatorio ni apo-

logetico. Primero, porque jamas ocult6 este ori-

gen ni 1a solidaridad que a su entender impli-

1Las obras sabre Ricceur son innumerables. Limitemo-

nos a citar su «Autobiograffa intelectual», Reflexion faite,

Paris: Seuil , 1995.

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PAUL RIC(EURELMAL

ca; simplementa, Ie interes6 mucho sefialar, y

can toda legitimidad, que el era y queria ser fi-

losofo, no teologo 0 especialista en e1dogma.

Segundo, porque meneionar aquf raices pro-testantes no significa mentar alguna superio-

ridad, sino situar una coyuntura hist6rica, con

sus puntas fuertes, sin duda, pero sabiendo

tambien que todo punta fuerte puede tener sus

contracaras especfficas.f Paul Ricceur me re-.

sulta, en efecto, tipicamente protestante por

su manera de inscribir la cuestion del mal enun lugar que para el hombre sera originario.

Esta decision obliga -tambien de manera tipi-

camente protestante- a cortar desde el prin-

cipio can cualquier perspectiva unificadora que

-sin ruptura originaria y en un nivel directa-

mente racional- se apresure a hablar de cos-

mologia cristiana (y sus derivados posibles: an-tropologia cristiana, etica y politica cristianas,

etcetera).3

Ya los titulos de varios de sus trabajos 'indi-

can que Paul Ricceurse enfrent6 siempre conla

cuesti6n del mal. Veanse, sabre todo, Finitud y

culpabilidads (en dospartes: EI hombre debil yLa simb6lica del mal), e1articulo sobre el «pe-

cado original» (1960), reproducido en EI con-

flicto de las interpretacionesr a algiin otro es-

tudio encarado bajo el rotulo de «Religion y fe»

(ibid., pags. 371 y sigs.), especialmente «Culpa-

bilidad, etica y religion» (pags. 416 y sigs.).

Vease tambien el prefacio a Olivier Reboul,Kant y el problema del mal,6 0 a Jean Nabert,

EI deseo de Dios.l En este contexte, indique-

mos asimismo una mirada recurrente de Paul

Ricceur hacia Kant, filosofode los limites tanto

como del «mal radical» y de eierta manera de

inaugurar una fi1osofia de la cultura, la reli-

gi6n 0 el arte; fi1osofiadeliberadamente prac-

10 11

2 Sabre el protestantismo considerado de esta manera ,consulter varies elementos en la Encyclopedic du prates-

tantieme (Pierre Gisel ed.), Parfs-Ginebra: Cerf-Labor etFides, 1995.

3 El «gesto» protestante originario sustituye una cos-

mologia cristiana (respectivamente: una antropologia,

una politic a 0 una etica cristianas) por una posicion. teo-

l6gica de la cuestion del mundo (respectivamente: una

posici6n teo16gica de la cuesti6n del hombre, de 10 politi-

co, de las cuestiones eticas, etcetera).

4 Finitude et culpabilite, Paris: Aubier, 1960, 2 vols.

5 Le conflit des interpretations, Paris: Seuil, 1969, pags,

265 y sigs.

6 Kant et le probleme du mal, Montreal: Presses de

l'Universite de Montreal, 1971.7 Le desir de Dieu, Paris: Aubier, 1966.

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PAUL RICCEUR ELMAL

tica, filosofia de una tare a realizada bajo e1sig-

na de Ia esperanza bien entendida.

Mas alla de estas referencias, creo que tam-

bien el itinerario dePaul Ricceur es tipico en es-

te aspecto. Indiquemoslo brevemente. Su granobra de los afios cincuenta y sesenta es una

Filosofia de la voluntad desplegada en un re-

gistro fenomeno16gico heredado de Husserl.

Pero es muy probable que la decisi6n de consa-

grarse al analisis de la voluntad no sea inocen-

te (en todo caso, conduce a tomar mas delibera-

damente en cuenta las dimensiones del cuer-po),Tampoco 1 0 es, par 1 0 demas, la insistencia

sabre 1 0 involuntario que viene a pesar sabre 1 0

voluntario, pero tambien, en ciertos aspectos, a

provocarlo.f Merece sefialarse especialmente

el pasaje que conduce ala Simb6lica del mal.

l,De que se trata? De una interrupcion de Ia

descripci6n pura, neutra; se quita -se debequitar-la abstracci6n impuesta sobre la falta

efectiva. Ahora bien, este pasaje es un no pasa-

je. Ninguna descripci6n podria pasar de la ino-

cencia a la falta." Se requerira, par 1 0 tanto,

otro metodo -otra postura del filosofar-: una

hermeneutica, interpretacion de los signos (re-

ligiosos, mitologicos) que digan a la vez la con-

fesi6n de la falta efectiva y la esperanza de susuperaci6n en acto. Aqui, es e1sfmbo1oe1que

«hace pensar-.U' Camino inevitable. lFor que?

Porque e1mal esta ligado al enigma de un sur-

gimiento, de un surgimiento no integrado en-

tre las simples cosas del mundo y su instala-

cion en el espacio y e1tiempo.

Este es e1movimiento que Paul Ricceur rei-nicia al romper con 1a«teodicea»y la «onto-teo-

logfa», Lo mismo sucedia en su estudio ejem-

plar de San Agustin bajo el rotulo del «pecado

original», pues, para Paul Ricceur, el pensar

-teologico 0 filosoficc--; debe ser reconquis-

tado una y otra vez contra sus tentaciones in-

ternas. El mismo puede hacerlo indagando ensus fuentes no filosoficas, fuentes que 10prece-

den, 10 acompafian y 10 sobrevue1an: las expre-

siones religiosas por excelencia y, mas alla, las

realidades que ellas cristalizan, realidad del

8 El volumen I de la Fiiosofta de la voluntad lleva el

titulo de La voluntario y lo inuoluntario. Edici6n fran-

cesa: Le uolontaire et l'inuolontaire, Paris: Aubier, 1950.

12 13

9 Cf. L'homme faillible, pags. 9 y sigs.

10 La symbolique du mal, pag, 324.

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PAUL RICCEUR

mal, de la existencia misma, de Dios. Y en

cuanto ala existencia, este texto resulta jus-

tamente instructivo al sefialar, tal vez mas de

10 que Ricceur 10 habia hecho antes, las realida-

des de la queja, de la protesta, de la individua-

lidad obstinada podriamos decir.l1 Job, invoca-

do a continuacion, expone su figura ejemplar.

Al margen de estas pocas indicaciones cuyo

iinico proposito es situar el presente texto, lPo-

demos considerar en forma mas sistematica 10

que se juega en cuanto al pensar y el existir?

Es posible, pero solo como introduccion a los

propios textos de Paul Ricceur, de manera su-

maria y can las necesarias reservas.

Como una ineitacion a la lectura.

Primer punta a conquistar: el mal no es una

cosa, un elemento del mundo, una sustancia en

este sentido, 0 una naturaleza.V Ya 1 0 sefiala-

ron los Padres de la Iglesia y tambien los docto-

res medievales. Ello, en contra de toda gnosis

(todo pensar del mal en forma de saber como

principio). Si el mal fuera «mundo» (sucede 1 0

11Sabre este tema, cf. tambien «Le recit interpretatif-,

Recherches de science religieuse, 1985/1, pag. 18 y sig.

12Cf. en particular Le conflit des interpretations, pag.26 8 y sig.

14

ELMAL

_,

mismo can Dios), e1mite seria un saber. Ahora

bien, en ocasiones la filosofia hace de relevo de

un saber mitico y por eso debe comenzar por

una critica de 1a i1usi6n (la suya, la de cual-

quier hombre),13 critica de los idolos (los su-

yos), critica de sus formas de «teologia racio-

nal», El mal compete, por el contrario, a una

problematic a de la 1ibertad. Intrinsecamente.

Par eso se puede ser responsab1e de el, asumir-

10 , confesarlo y combatirlo. Quiere decir que e1

mal no esta del1ado de la sensibilidad 0 del

cuerpo (pues estos, como tales, son inocen-

tes),14 ni dellado de la razon (el hombre serfa

diabolico deliberadamente y sin resto), El mal

esta inscripto en e1coraz6n del sujeto humano

(sujeto de una ley 0 sujeto moral): en e1coraz6n

de esa realidad altamente compleja y delibera-

damente hist6rica que es el sujeto humano.

El mal compete a una problematica de la li-

bertad. 0 de la moral. No hay, pues, encierro en

13 Cf., en Kant, Ia critic a de Ia ilusion trascendental,

exterminio inicial de la teologia especulativa, unica que

puede abrir los campos de la razon practica tanto como

de la interpretacion de los textos y de las obras del hom-

bre.14 «Preface» al trabajo de Olivier Reboul, pag, X.

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PAUL RICCEUR

el ser 0 en la fatalidad cosmica. lSolucion en-

tonces «pelagiana», que otorga todo el peso ala

libre decision del hombre, al ser este capaz de

inventar el bien 0 el mal? No.Aun consus equf-

vocos 0 con el peso de sus formulaciones, SanAgustin y el concepto de «pecado original»

estan en la verdad, verdad teol6gica y huma-

na, puesla voluntad del hombre jamas es ini-

cialmente neutra, carente de historia, de ha-

bitos, de naturaleza adquirida y construida.lf

De hecho y por origen. l,Por que? Aqui es don-

de todo se sostiene 0 donde todo se disuelve:porque el hombre no es sujeto sino cuando es

convocado; no es sujeto sino por ser respon-

sable. Frente a una ley, dice Kant, en particu-

lar aquella por la que nos pensamos (yen con-

secuencia, en un sentido, por la que somos) dis-

tintos de la pura naturaleza. Aquella por la que

somos marc a y resultado dela diferencia. De ladisidencia. Singulares. Ahora bien, ser llama-

do es ser «elegido», Es remitirse aDios. Y por-

que aquf se trata de historia concreta, particu-

lar, contingente y a la vez exenta de paradoja;

porque aquf se trata de 1 0 originario, de lugar

15Cf. Le conflit des interpretations, pag, 275.

16

ELMAL

constitutivo 0 lugar de surgimiento, tan s610el

mito y 1 0 religioso penniten decirlo. Para Paul

Ricreur ypara la tradicion que el retoma, medi-

tar acerca del mal es hablar de una [alia en el

corazon de todo encierro en el ser, en el ser na-tural, y, radicalmente, respaldarse en esa rup-

tura para ser, para ser hombre. En este sen-

tido, el mal (como Dios) no depende del mero

discurrir del tiempo; esta ligado a 10 «sucedi-

do-de-una-vez-para-siempre-.U' ante 10 eual

mi libertad efectiva es conminada, convocada y

provoeada a existir.Paul Ricceur se inscribe en las herencias de

una filosoffa reflexiva, filosoffa para 1acualla

a{irmaci6n originaria compete ala interiori-

dad, a la asuncion sobre S 1 . Pero e1hecho del

mal incide en esta filosofia. Le veda la tenta-.

ci6n de hab1ar del sujeto humano como «auto-

posicion». Descentra a este sujeto, 10 inscribeen un orden del hacer y convoca entonces a una

profundizaci6n que, sin abandonar en manera

alguna 1acontingencia, conduce, par e1contra-

rio, a una meditaci6n de 10 absoluto 0 0 no li-

gado),

16 Cf. «Preface» a Olivier Reboul, pag. XII.

17

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PAUL RICCEUR

Lo divino no tiene «substrato-propio en e1

orden del mundo; porque en e1mundo nada es

ni puede ser divino (cabe decir de 10 divino ri-

gurosamente, 10 que se dijo recien del mal). Es

trascendencia; e interviene en favor del naci-

miento de un sujeto humano, de su acceso a la

existencia, cuando, propiamente respaldado

en una ruptura originaria y a la vez intratem-

poral, este sujeto humano puede confesar su

pas ado como sobrevenido y no como simple

destino, puede decir su presente como naci-

miento propio y puede abrirse a la acogida de

10 que viene. Subrayemos que aqui esta sabre

e1tapete el hecho de la existencia, y como don:

para e1hombre, la existencia es algo que $e re-

cibe; por eso e1hombre no se pertenece.

Paul Ricosur es fi16sofo.En e1pleno sentido

del termino. No simple metod6logo de ciencias

interpretativas, 0 psicosociologo de relatos his-

t6ricos. Para e1,pues, las diferencias y ruptu-

ras internas en la historia y e1mundo no han

de ser superadas -~reabsorbidas?- mediante

la simple aplicacion de metodos apropiados.

Esto constituiria unaderiva tecnica 0 funcio-

nalista que oculta 10 que est a en juego y no

18

ELMAL

ayuda al hombre. Por e1contrario, las diferen-

cias y rupturas que labran nuestras existen-

cias son asumidas y tomadas a cargo para su

reenvio a una ruptura esencial, constitutiva.

Aquella en la que todo se invierte. Aquella que

permite -que instituye-las particularida-

des, las densidades de cada presente, la singu-

laridad de las personas. Apelar a la trascen-

dencia17 tiene desde entonces·primacia: irre-

ductible al simple futuro inscripto en e1tiempo

que pasa, ella hace posible Ia memoria -laanamnesis 0 e1 hacer memoria- del pasado,

de 1 0 real, de la vida del hombre en los cuerpos

y de 10 que ahi se hace (poietica) 0adviene (te-

leologia).

P ie rr e G is el

17Desde el comienzo de Le volontaire et Tinvolontaire,

las cuestiones del mal (mas precisamente: de la falta) y

de Ia trascendencia ostan intimamente asociadas (pags,

7,31 y sigs.), y tambien desde el comienzo se expresa que

la trascendencia encierra «elorigen radical de la subjeti-

vidad» (pag, 7).

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El mal: un desafio a la filosofiay a la teologia

Los mas grandes pens adores de una u otra

disciplina coinciden en reconocer, a veces con

sonoros lamentos, que filosofia y teologia ven

en el mal un desafio sin parangon. Lo imp or-

tante no es esta confesion, sino el modo en que

este desafio -incluso este fracaso-- es recibi-

do: i,invitacion a pensar menos, 0 provocaci6n apensar mas y hasta de otra manera?

Plantear elproblema es poner en entredicho

un modo de pensar sometido a la exigencia de

coherencia logica, es decir, tanto de no contra-

dicci6n comode totalidad sistematica. Modo de

pensar que predomina en los ensayos de teodi-

cea, en el sentido tecnico de la palabra, los cua-les, por divers as que sean sus respuestas, con-

cuerdan en definir el problema en terminos

muy parecidos. Por ejemplo, como afirmar de

manera conjunta y sin contradicci6n las tres

proposiciones siguientes: Dios es todopodero-

so;Dios es absalutamente buena; sin embargo,

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PAUL RlCOIDR

el mal existe. La teodicea aparece entonces co-

mo un combate en favor de 1a coherencia y

comouna respuesta ala objecion segun 1a cual

solo dos de estas proposiciones son compati-bles, nunca las tres juntas. Lo que se da por

sentado en e1modo de plantear el problema,

esto es, la forma proposicional en que se expre-

san sus terminos y la regla de coherencia que

la solucion debora supuestmnente satisfacer,

no es cuestionado.

Par otra parte, se desatiende el hecho de queestas proposiciones expresan un estado «onto-

teologico» del pensamiento que solo pudo al-

canzarse en una etapa avanzada de la especu-

Iacion, epoca de la metaffsica prekantiana, y

gracias a la fusion entre ellenguaje confesional

de 1a religion y cierto discurso referido alori-

gen radical de todas las casas, como 1 0 demues-tra inmejorablemente la teodicea de Leibniz.

Tampoco se tiene en cuenta que la tarea de

pensar -S1, de pensar aDios y de pensar el

mal ante Dios- puede no agotarse con razona-

mientos que, como los nuestros, responden al

principio de no contradicciony a nuestra ten-

dencia a la totalizacion sistematica.

22

ELMAL

Para poner en evidencia el caraeter limitado

y relativo de 1a posicion del problema en e1

marco argumentativo de la teodicea, es impor-

tante primero evaluar su amplitud y comple-jidad con los elementos de una fenomenologfa

de IS.experiencia del mal; luego, distinguir los

niveles del discurso recorridos por la especula-

cion sabre e1origen y sabre la razon de ser del

mal; por.ultimo, enlazar el trabajo del pensar

suscitado por el enigma del mal a respuestas

que son tributarias de la acci6n y del senti-miento.

I. La experiencia del mal: entre la

reprobaci6n y la lamentaci6n

Todo el enigma del mal radica en que com-

prendemos bajo un mismo termino, por 10 me-

nos en la tradicion del Occidente judeocristia-

no, fen6rnenos tan diversos como, en una pri-

mera aproximacion, elpecado, e1sufrimiento y

la muerte. Hasta podria decirse que si 1a cues-

ti6n del mal se distingue de la del pecado y la

culpa, es porque el sufrimiento es tornado cons-

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tantemente como termino de referencia. Por

consiguiente, antes de exponer aquello que en

el fenomeno del mal comeiido y del mal sufrido

sefiala en direccion a una enigmatiea profundi-

dad cormin, se debe insistir en su disparidad deprincipio.

Entendido el termino con rigor, el mal mo-

ral---el pecado, en ellenguaje religioso- de-

signa aquello por 10 que la accion humana es

objeto de imputacion, acusacion y reprobaci6n.

La imputacion consiste en asignar a un sujeto

responsable una accion susceptible de apreeia-

cion moral. La acusaci6n caracteriza a la ac-

cionmisma comoviolatoria del codigoetico do-

minante dentro de la comunidad considerada.

La reprobacion designa eljuicio de condena en

virtud del cual el autor de la accion es declara-

do culpable y merece ser castigado, Es aquf

donde el mal moral interfiere conel sufrimien-

to, por 10 mismo que el castigo es un sufrimien-to infligido.

Considerado igualmente en su sentido rigu-

roso, el sufrimiento se distingue del pecado por

rasgos opuestos. En contraste con la imputa-

cion, que centra el mal moral en un agente res-

24

ELMAL

ponsable, el sufrimiento enfatiza el hecho' de

ser esencialmente padecido: nosotros no 1 0 pro-

vocamos, 81nos afecta. Esto explica la aSOID-

brosa variedad que presentan sus causas: ad-

versidad de la naturaleza fisica, enfermedadese incapacidades del cuerpo y de la mente, aflic-

cion causada por la muerte de seres queridos,

aterradora perspectiva de la mortalidad pro-

pia, sentimiento de indignidad personal, etc.;

opuestamente a la acusaci6n, que denuncia

una desviaci6n moral, el sufrimiento se carac-

teriza como puro contrario del placer, comonoplacer, es decir, como disminuci6n de nuestra

integridad fisica, psiquica 0 espiritual. Por

Ultimo, y sobre todo, el sufrimiento opone ala

reprobacion la lamentacion; porque si la falta

hace al hombre culpable, el sufrimiento 10 hace

victima: contra esto clama la lamentaci6n.

Siendo asi, lque cosa, a despecho de una po-laridad tan irrecusable, invita a filosofia y teo-

logia a pensar el mal COIDOafz COIDtindel pe-

cado y del sufrimiento? Primeramente, el ex-

traordinario entretejido de ambos fenomenos.

En efecto: la punicion es un sufrimiento fisicoy

moral que se sobreafiade almal moral, se trate

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I ~ III !

PAUL RrCCEUR

de castigo corporal, privaci6n de la libertad ,vergiienza 0 remordimiento; de a m que la cul-

pa sea Hamada pena, termino que salva la frac-

tura entre mal cometido y mal padecido. Porotra parte, una causa principal de sufrimiento

es la violencia ejercida por el hombre sobre el

hombre: en verdad, obrar mal es siempre da-

fiar a otro directa 0indirectamente y, por consi-

guiente, hacerlo sufrir; en su estructura rela-

cional -dia16gica-, el mal cometido por uno

halla su replica en el mal padecido por el otro.Yen este punto de interseccion capital es don-

de mas agudo se hace el grito de la Iamenta-

cion, cuando el hombre se siente victima de la .

maldad del hombre; 10 testimonian tanto los

Salmos de David como el anaIisis marxista de

1aalienaci6n que resulta de reducir al hombre

a la condici6n de mercancia.El presentimiento de que pecado, sufri-

miento ymuerte expresan de manera mUltiple

la condici6n humana en su profunda unidad

nos lleva un grado mas alla, en di~ecci6na un

tinico misterio de iniquidad. Alcanzamos aqui,

a no dudarlo, el punta en e1cualla fenomeno-

logia del mal se ve relevada por una herme-

26

ELMAL

neutica de simbolos ymitos que aportan la:pri-

mera mediaci6n de lenguaje a una experien-

cia muda y confusa. Dos fen6menos pertene-

cientes a 1a experiencia del mal sefialan endirecci6n a esa unidad profunda. Por.el lado

del mal moral, la incriminaci6n de un agen-

te responsable pone al descubierto, desde un

trasfondo tenebroso, la zona mas clara dela ex-

periencia de culpa. En su profundidad, esta en-

cierra e1sentimiento de haber sido seducida

por fuerzas superiores, que el mito no tendradificultad en demonizar. Al hacerlo, no hara

mas que expresar e1sentimiento de pertenecer

a una historia del mal, presente desde siempre

para todos. E1efectomas visible de esta extra-

fia experiencia de pasividad, que yace en el co-

raz6n del obrar mal, es que el hombre se siente

victima precisamente por ser culpable. Similardesdibujamiento de la frontera entre culpable

y victim a se observa cuando se parte del otro

polo. Puesto que la punici6n es un sufrimiento

que se considera merecido, lquien sabe si todo

sufrimiento no es, de una u otra manera, el

castigo por una falta personal 0 colectiva, cono-

cida 0 desconocida? Esta interrogaci6n, que ve-

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PAUL RrCCEUR

rifica, incluso en nuestras sociedades seculari-

zadas, la experiencia del duelo --de la euaI ha-

blaremos al final-, recibe un refuerzo de la

demonizaci6n paralela que convierte el sum-

miento y el pecado en expresi6n de las mismas

potencias maleficas, Tal es el fondo tenebroso ,jamas desmitificado por completo, que hace del

mal un unico enigma.

II. Los nive1es de discurs a en Iaespeculaci6n sabre el mal _

No es posible volverse hacia las teodiceas

propiamente dichas, can su afan de no contra-

dicci6ny de totalizacion sistematica, sin haber

recorrido varios niveles de discurso que dejan

emerger una racionalidad creeiente.

1. EI nivel del mito

EI mito es seguramente la primera transi-

cionmayor. Y esto, par varias razones.

28

ELMAL

En primer lugar, la ambivalencia de losa-

grado en tanto tremendum fascinosum, como

10 llama Rudolf Otto, confiere al mito la potes-

tad de asumir por partes iguales el eostado te-

nebroso y e1costado luminoso de 1acondicionhumana. En segundo termino, el mito incorpo-

ra la experiencia fragmentaria del mal en

grandes relatos de origen de alcance c6smico,

en los que la antropogenesis pasa a ser una

parte de la cosmogenesis, como10 testimonia la

obra entera de Mircea Eliade. EI mito, cuando

dice de que modo empezo e1mundo, dicede quemanera la condicion humana fue engendrada

en su forma globalmente miserable. Las gran-

des religiones rescataron de esta busqueda de

inteligibilidad global 10 que Clifford Geertz ca-

lifica como funci6n ideologica mayor: integrar

ethos y cosmos en una vision englobante. De

a m que el problema del mal venga a constituir,en los estadios ulteriores, la crisis mayor de la

religion.

Sin embargo, la funci6n de orden del mito,

que segun Georges Dumezil esta ligada a su di-

mension cosmica, tiene como corolario y co-

rrectivo una profusion de esquemas explicati-

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PAUL RICCEUR

vos. Segun 10 confirman las literaturas deAnti-

guo Oriente, India y Extremo Oriente, el ambi-

to del mito se revel a como una vasta platafor-

ma de experimentaci6n e incluso dejuego, conlas hip6tesis mas variadas y fantasticas. En

este inmenso laboratorio, no hay soluci6n ima-

ginable que no haya sido intentada en cuanto

al orden entero de las cosas y, por 10 tanto, en

cuanto al enigma del mal. Para manejar esta

infinita variedad, la historia comparada de las

re1igiones y 1aantropologia cultural establecentipologfas que reparten las explicaciones miti-

cas entre monismo, dualismo, soluciones mix-

tas, etc. El caractsr abstracto de estas taxono-

mfas, resultado de un inevitable artificio meto-

dol6gico, no debe ocultar las ambigiiedades y

paradojas, a menudo sabiamente ca1culadas ,

que la mayoria de los mitos cultivan a 1ahorade explicar e1origen del mal; asf 10 testimonia

el relato bfblico de la caida, abierto a muchas

otras explicaciones fuera de 1aque prevaleci6

en el Occidente cristiano, principalmente des-

pues de SanAgustfn. Estas clasificaciones abs-

tractas tampoco deben disimular las grandes

oscilaciones que se dejan ver, en el propio inte-

30

ELMAL

-" ... -rior del dominio mitico, entre representaciones

que confinan por abajo con los re1atos legenda-

rios y el folclore, y por arriba, con la especula-

ci6n metafisica; as! se observa en los grandestratados del pensamiento hindu. Sin embargo,

es Sll costado folcl6rico e1que permite al mito

recoger la [aceta dem6nica de la experiencia

del mal, articulandola en un lenguaje. A la in-

versa, es BU costado especulativo el que le per-

miti6 preparar el camino a las teodiceas racio-

nales, poniendo el acento en los problemas delorigen. Se les p1antea a las filosoffasy teologias

esta pregunta: ide donde viene el mal?

2. El estadio de la sabiduria

lPodia el mito responder por entero a las .ex-pectativas de seres humanos activos y sufrien-

tes? Parcialmente, toda vez que salta a1paso

. de una interrogacion contenida en la 1amenta-

ei6nmisma: «lHasta cuando?», «lPor que?», A

10 eual el mito no aportaba mas que e1consuelo

del orden, que desp1aza 1aqueja del suplicante

al ambito de un universo inmenso. Dejaba, en

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PAUL RICCEUR

cambia, sin respuesta una parte signifieati-

va de la pregunta: no s610ipor quet, sino ipor

= : yo? Aqui la lamentaci6n se vuelve queja y

pide cuentas a la divinidad. En e1terreno bf-

blieo,par ejemplo, afiade a la dimensi6n del re -

parto de roles una implicaci6n considerable de

la Alianza: la del proceso. Ahora bien: si el Se-

fior esta en juicio con su pueblo, este ultimo

tambien esta en juicio can su Dios.

Con esto, el mito debe eambiar de registro:

le espreciso no s610contar los origenes para ex-

plicar c6mo la condici6n humana en general se

convirti6 en 10 que es, sino que tambien debe

argumentar para expIicarpor que ella es la que

es para cada cual..He aqui el estadio de la sabi-d _, L ..una, a pnmera y mas tenaz de las expIica-

crones brindadas por esta es la retribuci6n: to-

do s~miento es merecido pues constituye el

cas~lgOpor un pecado individual 0colectivo,co-

nocldo 0 desconocido. Esta exp1icaci6ntiene al

m~nos la ventaja de tornar en serio e1sufri-

miento en tanto polo diferenciado del mal mo-

ral. Pero, acto seguido, se empenara en anular

esta diferencia convirtiendo el orden entero de

las cosas en un orden moral. En este sentido, la

32

ELMAL

teoria de la retribuci6n es la primera de lasvi-

siones morales del mundo, para recoger una

expresi6n que Hegel aplicara a Kant. Pues

bien: precisamente debido a que argumenta, 1a

sabiduria tenia que transmutarse en una in-

mensa controversia consigomisma, y hasta en

un dramatico debate de los sabios efectuado

en su propio interior. Porque la respuesta de la

retribuci6n se volvia insatisfactoria en el mo-

menta en que comenzaba a existir cierto orden

jurfdico que distinguia a los buenos de los ma-

los y se dedicaba a medir la pena segun el gra-

do de culpabilidad de cada uno. Aun para un

sentido rudiment aria de la justicia, el reparto

actual de los males tiene que parecer arbitra-

rio, indiscriminado, desproporcionado: lFor

que muere de cancer esta persona y no aquella

otra? lFor que mueren nifios? lPor que tantos

sufrimientos, que exceden la capacidad normal

de tolerancia de los simples mortales?

Si ellibro deJob ocupa en la literatura mun-

dial el1ugar que sabemos, es primeramente

porque toma a su cargo la 1amentaci6n conver-

tida en queja, y la queja llevada al rango de

controversia. Este libro, cuya fabula propone

33

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rAUL .f( ,ICCEUR

como hip6tesis la condici6nde unjusto que su-

fre, de unjusto sin fallas sometido a las peores

pruebas, neva el debate interne de la sabiduria

al nivel de un dialogo fuertemente argument a-do entre Job y sus amigos, debate aguijoneado

por la discordancia entre el mal moral y el mal-

sufrimiento. Peroellibro de Job nos conmueve

tal vez mas por 10 enigmatico y quiza delibera-

damente ambiguo de su conclusi6n. Puesto

que la teofania final no brinda ninguna res-

puesta directa al sufrimiento personal de Job,la especulaci6n queda abierta en varias direc-

ciones: la vision de un creador de designios in-

sondables, de un arquitecto cuyas medidas son

inconmensurablescon las vicisitudes huma-

nas, puede sugerir tanto que el consuela es di-

ferido ~escatol6gicamente, como que la queja se

hace improcedente, fuera de Iugar respecto de

un Dios duefio del bien y del mal (palabras de

Isaias, 45, 7: «Yoforme la luz y creo las tinie-

bIas, hago Ia felicidad y creo la desgracia»), co-

mo que la quej a misma debe atravesar una de

las pruebas purificadoras a que aludiremos en

la tercera parte. 2.Noes acaso la Ultima frase de

Job: «Por eso me retracto, y me arrepiento so-

34

ELMAL

bre el polvo y las canizas»? 2.Deque se arrepien.-

te Job sino de la queja misma? 2.Yno es en vir-

tud de este arrepentimiento como puede amar

a Dios par nada, en contra de la apuesta de Sa-

tanas al principia del cuento en que se inserta

el debate?

Estas preguntas reapareceran en la tercera

parte, y par un momenta nos limitaremos a se-

guir el hila de la especulacioo abierta por 1a sa-

biduria.

3. El estadio de Ia gnosis y de la gnosis

antignostica .

El pensamiento no habria pas ado de la sabi-

duria a la teoclicea si la gnosis no hubiera ele-

vado la especu1aci6n a1 range de una giganto-

maquia en que las fuerzas del bien se alistan

para un combate sin tregua contra los ejercitos

del mal, can el fin de liberar en su totalidad las

parcelas de luz que perinanecen cautivas en

las tinieblas de la materia. La replica agus-

tiniana a esta vision tragica -donde todas las

figuras del mal son asumidas en un principia

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PAUL RICCEUR

delmal- constituy6 una de las bases del pen-

samiento de Occidente, No trataremos aqui los

temas del pecado y la culpa, sino que nos limi-

taremos a aquellos aspectos de 1a doctrina

agustiniana referidos allugar que ocupa el su-

frimiento en la interpretacion del mal en su

conjunto. El pensamiento occidental es deudor

de la gnosis, precisamente, par proponer Ia

cuesti6n del mal como totalidad problematica:

Unde malum? (lde d6nde viene el mal?).

SiAgustin pudo oponerse a la vision tragica

de Ia gnosis (clasificada, par 10general, entrelas soluciones dualistas porque no se tiene en

cuenta el nivel epistemo16gicoespecifico de es-

te dua1ismo tan peculiar), fue, ante todo, por-

que tom6 de la filosofia, en e1neoplatonismo,~

un aparato doctrinario capaz de desarmar la .

apariencia conceptual de un mito racionaliza-

do.Agustin toma de los filosofosla idea de quee1mal no puede ser tenido por una substancia,

par cuanto pensar «ser»es pensar «inteligible»,

pensar «uno»,pensar «bien».S610el pensar fi -

los6ficoexcluye, pues, cualquier fantasia de un

mal substancial. Como contrapartida, se abre

paso una nueva concepcionde la nada, la del ex

36

ELMAL

nihilo, contenida en la idea de una creaci6i{to-

tal y sin resto. Al misrno tiempo, se instala un

nuevo concepto negativo asociado a1 prece-

dente: el de una distancia 6ntica entre e1crea-

dor y la criatura, el eual peunite hablar de 1adeficiencia de 10creado en cuanto tal; esta defi-

ciencia vuelve comprensible el hecho de que

criaturas dotadas de libre elecci6npuedan «de-

dinar» lejos de Dios e «inclinar~>hacia 10 que

tiene menos ser, hacia la nada.

Este primer rasgo de la doctrina agustinia-

na merece ser reconocido por 10 que es, 0 sea,conjuncion de la ontologia y 1ateologia en un

discurso de nuevo tipo: e1de la onto-teo-logia.

El corolario mas importante de tal negacion

de la substancialidad del mal es que la confe-

si6n de este funda una vision exclusivamente

moral a su respecto. Si la pregunta: Unde ma-

lum? pierde todo sentido ontologico, la que vie-

fi ·'2

ne a sustituirla, 0 sea, Unde malum acwmus.

(<<l,Deonde viene que hagamos e1mal?»), arro-

ja el problema entera del mal en la esfera del

acto, de la voluntad, dellibre arbitrio. El peca-

do introduce una nada de un genero distinto,

un nihil privativum del cual Ia caida es res-

37

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I 1 I~1~

PAUL RICCEUR

ponsable absoluta, sea la del hombre 0 la de

criaturas mas elevadas, como los angeles. Es

improcedente buscar la causa de esta nada mas

alla de una voluntad caracterizada por la mal-

dad. De esta visi6n moral del mal, el Contra

Fortunatum saca la conclusi6n que aqui mas

nos interesa: la de que todomal es ya sea pecca-

tum (pecado), ya sea poena (pena); una visi6n

puramente moral del mal trae aparejada, a su

vez, una visi6n penal de la historia: no hay al-

ma injustamente precipitada en la desgracia.

El precio a pagar por la coherencia de la doc-

trina es enorme; y su magnitud iba a hacerse

manifiesta con motivo de la querella antipela-

giana, separada por varios decenios de la anti-

maniquea. Para hacer creible la idea de que to-

do sufrimiento, por mas injustamente repar-

tido que este 0por excesivo que sea, constituye

una retribuci6n del pecado, es preciso asignar

a este una dimensi6n supraindividual: hist6ri-

ca y hasta generica; y a elloresponde la doctri-

na del «pecado original» 0 «pecadode naturale-

za». No reproduciremos ahora las etapas d~ su

formacion (interpretacion literal de Genesis 3,

relevada por e1enfasis paulino en Romanos, 5,

38

ELMAL

Il

12-19, justificacion del bautismo de los nifios,

etc.). Senalaremos Unicamente el rango episte-

mologico 0 el nivel de discurso de la proposicion

dogmatica aeerca del pecado original. En 10

esencial, esta proposicion recoge un aspecto

fundamental de la experiencia del mal, a sa-

ber: la experiencia, ala vez individual y cornu-

nitaria, de la impotencia delhombre frente ala

potencia dem6nica de un mal ya presente an-

tes de cualquier iniciativa mala asignable a al-

guna intencion deliberada. Pero este enigmade la potencia del mal ya presente se situa en

la falsa claridad de una explicaci6n con apa-

riencia de racionalidad: al conjugar, en el con-

cepto de pecado de naturaleza, dos nociones

heterogeneas, la de transmision biologica par

generacien y la de imputacion individual de la

culpa, la nocion de pecado original aparece co-mo un falso concepto susceptible de ser asigna-

do a una gnosis antignostica. Se niega e1conte-

nido de la gnosis, pero se reproduce su forma

discursiva, esto es: Ia de un mito racionalizado.

De ahi que Agustin parezca mas profunda

que Pelagio, porque advirti6 que Ia nada de

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PAUL RIC(E[JR

privaci6n es, al mismo tiempo, una potencia

superior a cada voluntad individual y a cada

volici6n singular. En cambio, Pelagio parece

mas veridica, porque deja a cada ser Iibre fren-

te a su sola responsabilidad, como Jeremias y

Ezequiel cuando niegan que los hijos deban pa-

gar las culpas de los padres.

Pero hay algo mas grave: al ofrecer dos ver-

siones opuestas de una vision estrictamente

moral del mal, Agustin y Pelagio dejan sin res-

puesta la reclamaci6n por el sufrimiento in-

justo: el primero, condenandolo al silencio en

nombre de una inculpaci6n del genero humano

en mas a, y el segundo, ignorandolo en nombre

de una inquietud, altamenn, etica, por la res-Ponsabilidad.

4. El estadio de la teodicea

S610hay derecho a hablar de teodicea: a)

cuando el enunciada del problema del mal se

apoya en proposiciones orientadas ala univoci-

dad; tal es el caso de los tres asertos considera-

dos mas comunmente: Dios es todopoderoso;

40

f

I[•ff

ELMAL

""

su bondad es infinita;* el mal existe; b) cuando

el proposito de la argumentacion es claramen-

te apologetico: Dios no es responsable del mal;

c) cuando los medias empleados parecen satis-

facer la 16gicade no contradicci6n y de totaliza-ci6n sistematica. Ahora bien, estas condiciones

se cumplieron nada mas que en el ambito de la

onto-teologia, con la reuni6n de terminos to-

rnados del discurso religioso, esencialmente

Dios, y de otros pertenecientes a la metafisica

(platonica 0 cartesiana, par ejemplo), comoser,

nada; causa primera, finalidad, infinite, finito,etc. En sentido estricto, la teodicea es el floscu-

10 de la onto-teologia.

En este aspecto, la Teadicea de Leibniz sigue

siendo elmodele del genero, Por un lado, se to-

man en consideracion y se situan bajo el acapi-

te de mal metafisico -defecto ineluctable de

todo ser creado, si es verdad que Dios no podriacrear a otro Dios- todas las formas del mal, y

no solamente el que posee caracter moral (co-

mo en la tradicion agustiniana), sino tambien

1 1

r. .;1 '

*Aparente errata del original, donde la bondad de :J?iosen la teodicea es calificada de infime (literalmente: «infi-

ma»). (N. de Ia T.)

41

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PAUL RICCEUR

el sufrimiento y la muerte. Por otro lado, se

enriquece a la Iogica clasica cuando se agrega

al principio de no contradicci6n e1de raz6n su-

ficiente, enunciado comoprincipia de 1 0 mejor,desde elmomento en que se concibe la creaci6n

como resultado de una'pugna en el entendi-

miento divino entre una multiplicidad de mo-

delos de mundo, de los cuales uno solo eompo-

ne el maximo de perfecciones can el mfnimo de

defeetos. La noei6n de mejor de los mundos

posibles, de la que tanto se mofa Voltaire enCandido tras el desastroso terremoto de Lis-

boa, no se comprendera mientras no se advier-

ta su nervio racional, a saber: el calculo dem a -

ximo y minimo del que es resultado nuestro

model{)de mundo. S610de esta manera puede

el principia de raz6n suficiente cegar el abismo

entre 10posible 16gieo,es decir, 10no imposible,y 10contingente, es decir, 10que podrfa ser deotro modo.

El fracaso de la Teodicea, en el propio inte-

rior del espaeio de pensamiento delimitado por

la onto-teologia, es consecuencia de que un en-

tendimiento finito, incapaz de acceder a los da-

tos de ese calculo grandioso, no podra menos

42

ELMAL• r~

que agrupar en la balanza del bien y el mal los

signos dispersos del exceso de perfecciones en

comparaei6n can las imperfecciones. Se neee-

sita, entonces, un vigoroso optimismo humane

para afirmar que el balance es, en total, positi-

va. Y como del principia de 1 0 mejor nunca ten-

dremos mas que unas infimas muestras, debe-

mas conformarnos con su coralaria estetico, en

virtud del cual el contraste entre 10negativo y

1 0 positivo contribuye ala armonfa del conjun-

to. Lo que fracasa es, precisamente, esa pre-tensi6n de establecer un balance positivo de 1a

ponderaci6n de bienes ymales sobre una base

cuasi estetica, y ello, desde el momenta en que

confrontamos con males y dolores cuyo exceso

no parece que pueda compensarlo ninguna

perfecci6n conocida.La lamentaci6n, la queja

del justa sufriente, quebranta una vez mas laidea de una compensacion del mal por el bien,

asi como en otro tiempo 1 0 habia hecho can la

~I

'I I

:1'"1

I

l

)

"),

t',.J

idea de retribuci6n.

El golpe mas duro, aunque no fatal, iba a ser

asestado por Kant contra la base misma del

discurso onto-teo16gieosabre la cual, de Agus-

43

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PAUL RICCEUR

tin a Leibniz, se habia edificado la Teodicea.

Conocemos el implacable desmantelamiento

de la teologia racionaI coosumado por la Cri-

tica de la raz6n pura en su parte Dialectica .

Privada de su soporte onto16gico, la teodicea

cae bajo el r6tulo de «Ilusion trascendental».

Esto no significa que el problema del mal desa-

parezca de Ia escena filos6fica. Todo 10 contra-

~o. Pero compete Unicamente a Ia esfera prac-

twa, como aquello que no debe ser y que 1a ac-

cion tiene que combatir. El pensamiento vie-

ne a quedar asf en una situaci6n comparable a

aquella a Ia cualio habia conducido Agustin:

ya no se puede preguntar de d6nde viene e1

mal, sino de donds viene que 1 0 hagamos. Tal

comoan la epoca de Agustin, el problema del

sufrimiento es sacrificado al problema del mal

moral. Pero con dos diferencias.

Par una parte, el sufrimiento deja de ser

vinculado a Ia esfera de la moraIidad en carae-

ter de punici6n. A 10sumo, competa al juicio te -

leologico de la Critica del iuicio, ei cual, por

otro lado, autoriza una apreciaci6n relativa-

mente optimista de las disposiciones.con que la

naturaleza ha dotado al hombre; por ejemplo,

44

ELMAL

Ia disposicion a la sociabilidad y a Ia personali-

dad que el ser humano es llamado a cultivar. EI

sufrimiento es asumido indirectamente en re-

lacion con esta tarea moral, y ello, en el plano

individual, por supuesto, pero sobre todo en el

que Kant llama cosmopolitico. En cuanto al~~

origen del mal-sufrimiento, ha perdido toda' j ! ~

I"

pertinencia filos6fica.:1 1

Por otra parte, la problematic a delmal radi-

cal, en que desemboca la Religion.en los limites'1

de la simple razon, rompe francamente con Ia

del pecado original, pese a algunas similitudes.

_,

Aparte de que ninguna apelacion a esquemas :: 1

'"

juridicos y biologicos puede conferir a1 malI

f

~

radical una inteligibilidad falaz (en este senti- ~'I

do, Kant serfa mas pelagiano que agustinia-I'

no), elprincipio del mal no es de ninguna rna-I

"'I

nera un origen, en el sentido temporal del ter- "I

I",.

mino: es solamente la maxima suprema que: I~

."

'.sirve de fundamento subjetivo Ultimo a todas

~]~'II

~I

las rnaximas malas de nuestro libre albedrio; :l";':

esta maxima suprema funda la propensiori~I,;

r (Hang) al mal en el conjunto del genero huma-

t no (aspecto en el que Kant se desplaza hacia el!t lado de Agustin) , en contra de 'uxprediepoeicioti

45

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I ~ HI

PAUL RZCCEUR

(Anlage) a1bien, constitutiva de la voluntad

buena. Pero la razon de ser de ese mal radical

es «ineserutable» (unerforschbar): «no existe

para nosotros razon comprensible para saberde donde habria podido llegarnos primero el

mal moral». Lomismo que Karl Jaspers, yoad-

mira esta Ultima confesion: comoAgustin, ytal

vez comoel pensamiento mitico, Kant advierte

el fonda dem6nico de la libertad humana, pero

con la sobriedad de un pensamiento siempre

atento a no transgredir los ltmites del conoci-miento y a preservar la diferencia entre pensar

y conocerpar objeto.

Con todo, el pensamiento especulativo no

cede ante el problema del mal. Kant no puso

fin a IE!-eologta racional: 1a forz6 a emp1ear

otros recursos de ese pensamiento -de ese

Denken- que 1a limitacion del conocimientopar objeto ponia en reserva. Lo confinna 1aex-

traordinaria floraci6n de sistemas en 1a epoca

del idealismo aleman: Fichte, Schelling, He-

gel, para nohablar de otros gigantes, comoHa-

mann, Jacobi, Navalis.

EI ejemplo de Hegel es particularmente no-

table desde el punta de vista de los niveles de

46

ELMAL

nuestro discurso, debido al papel que cumple

aqui el pensamiento dialectico, yen 1adialecti-

ca, la negatividad que garantiza su dinamis-

mo. La negatividad es, en todos los niveles, 10

que obliga a cada figura del Espiritu a volverse

en su contrario y a engendrar una nueva figu-

ra que suprime y a un tiempo conserva ala

precedente, segun el sentido doble de la Auf-

hebung hegeliana. De este modo, la dialectica

hace coincidir 1 0 tragi coy 1 0 logico en todas las

cosas: alga tiene que morir para que nazca otra

cosa mas grande. En este sentido, 1adesgracia

esta en todas partes, pero en todas partes su-

perada, en la medida en que la reconciliaci6n

prev~ece siempre sobre el rompimiento. Hegel

puede retomar asi el problema de la teodicea

en el punto en que Leibniz 10 habfa dejado par

no contar can mas recursos que el principio de

raz6n suficiente.

Dos textos son significativos en este aspecto.

El primero se lee en el capitulo VI de 1aFeno-

menologia del espiritu y concieme a la disolu-

ci6n de la vision moral del mundo; no carece de

interes elhecho de que aparezea a1final de una

1arga seceion titulada «EIespiritu que esta se-

47

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PAUL RICCEUR

guro de si mismo» (Der seiner selbst gewisse

Geist, ed. Hoffmeister, pags. 423 y sigs.) yantes

del capitulo VII, Religion. Ese texto se titula

«El mal y su perdon», Muestra al espiritu divi-

dido en su propio interior entre la «conviccion»

(Ueberzeugung) que anima a los grandes hom-

bres de acci6n y se encarna en sus pasiones

(i«sin 1 0 eual nada grande se hace en la histo-

ria-l) y la «conciencia juzgante», figurada por

«e1alma bella», de la cual se dira mas tarde que

tiene las manos 1impias pero que no tiene ma-

nos. La eoncienciajuzgante denuncia la violen-

cia del hombre de convicci6n, fruto de la par-

ticularidad, de la contingencia y de su tal ante

arbitrario. Pero tambien debe confesar su pro-

pia finitud, su particularidad disimulada en su

pretensi6n de universalidad, y, finalmente, la

hipocresia de una defensa del ideal moral que

se refugia s610en la palabra. En esta unilate-

ralidad, en esta dureza de coraz6n, la concien-

ciajuzgante descubre un mal equivalente al de

la conciencia activa. Anticipandose ala Genea-

logia de la moral de Nietzsche, Hegel percibe el

mal contenido ya en la acusacion de la que na-

ce la vision moral de este. lEn que consiste en-

48

ELMAL

.•A

tonces el «perdon-": en el desistimiento parale-

10 de los dos momentos del espiritu, en el reco-

nocimiento mutuo de su particularidad y en su

reconciliacion. Esta reconciliaci6n no es otra

cosa que «e1espiritu (par fin) seguro de sf mis-mo». Como en San Pablo, lajustificaci6n nace

de la destruccion del juicio condenatorio. Pero,

a diferencia de Pablo, e1espiritu es indistinta-

mente humano y divino, por 10 menos en esa

etapa de la dialectica, Las ultimas palabras del

capitulo se leen asi: «E1Sf de la reconciliacion,

en el cuallos dos Yoes desisten de su ser-ahiopuesto, es el ser-ahi del Yo'extendido hasta la

dualidad, Yo que en esto permanece igual a sf

mismo y que en su comp1eta alienacion y en su

contrario comp1eto tiene la certeza de si mis-

mo' el es el Dios manifestandose en medio de

ellos, que se saben como el puro saber» (traduc-

ci6n frances a de J.Hyppolite, II, pag. 200).La cuesti6n es determinar entonces si, con

recurs os 16gicos de los que Leibniz no dispo-

nia esta dialectica no reedita un optimismo

que es fruto de Ia misma audacia pero de una

hybris racional aun mayor. En efecto, lque

suerte se reserva al sufrimiento de las victi-

49

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PAUL RICCEUR

mas en una visi6n del mundo en la cual el pan-

tragismo es recuperado sin pausa en el panlo-gismo?

Nuestro segundo texto responde mas direc-tamente a esta cuesti6n, al disociar de modo

radicalla reconciliaci6n, a la que acabamos de

referirnos, de cualquier consuelo dirigido al

hombre como victima. Se trata del conocido

fragrnento de la Introducci6n a la Filosofta de

la historia consagrado a la «astucia de la ra-

zon», y que quiza represente, a su vez, la Ulti-ma astucia de la teodicea. E1hecho de que este

tema aparezca en el terreno de una filosofia de

la historia ya nos advierte que la suerte de los

individuos esta subordinada por completo al

destino del espfritu de un pueblo (Volksgeist) y

al del espfritu del rnundo (Weltgeist). Para ma-

yor precisi6n, la meta ultima (Endzweck) del

espfritu, a saber, la entera actualizaci6n (ver-

wirklichung) de la libertad, se deja discernir en

el Estado moderno aun en su etapa naciente.

La astucia de la raz6n consiste en que el espfri-

tu del mundo se sirve de las pasiones que ani-

man a los grandes hombres hacedores de la

historia, desplegando a sus espaldas una in-ij.,'>: .•.. ,.,'. '~':'l) 1\1:' iU :; .. It<O~AUJ !lL'l'LP l(\,.K~H~~, ut .'Gt)r:,!'·u .1,1\:,~

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ELMAL

. . - * . . ;~

tencion segunda, disimulada en la intencien

primer a delas metas egoistas que sus pasiones

les hacen perseguir. Los efectos J?odeliberados

de 1a acci6n individual sirven a los planes delWeltgeist por la contribuci6n de dicha acci6n a

las metas mas pr6ximas, perseguidas al mar-

gen de cada «espfritu del pueblo» y que se en-

caman en el Estado correspondiente.

La ironia de la filosofia hegeliana de la his-

toria radica en que, suponiendo que de un sen-

tido inteligible a los grandes movimientos his-t6ricos -cuesti6n que aquf no discutimos-,

esto ocurrira exactamente en la medida en que

se deje afuera el problema de la felicidad y de

la desdicha. La historia, se dice, «no es ellugar

de la dicha» (traduccion francesa de Papaioan-

nou, pag. 116). Si los grandes hombres de la

historia se ven frustrados de 1afelicidad a cau-sa de una historia que se mofa de eIlos, lque

decir de las victimas an6nimas? Para nosotros,

que leemos a Hegel despues de las catastrofes

y los sufrimientos sin nombre ocurridos en el

siglo xx , la disociaci6n entre consuelo y recon-

ciliaci6n efectuada por la filosofia de la historia

ha pas ado a ser un gran motivo de perplejidad:

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PAUL RICCEUR

cuanto mas prospera el sistema, mas margina-

das quedan las victimas. El exito del sistema

determina su fracaso. El sufrimiento, por la

YOZ de la lamentaci6n, es 10que se excluye de

dicho sistema.

l,Hay que renunciar entonces a pensar el

mal? La teodicea alcanz6 una primera cima

con el principio de 10mejor de Leibniz, y una

segunda, con la dialectica de Hegel. IN 0 habra

para la diaIectica otro uso que el totalizante?

Vamos a hacerle esta pregunta ala teologia

cristiana; para ser mas precis os, a una teologia

que habria roto con la confusi6n de 10humane

y 10divino bajo el ambiguo titulo del espiritu

(Geist),y que ademas habria roto con la mezcla

del discurso religioso y del filos6fico en la onto-

teologia. En sintesis: que habria renunciado al

proyecto mismo de la teodicea. EI ejemplo que

vamos a tamar es el de Karl Barth, quien a

nuestro juicio replica a Hegel, asf como Paul

Tillich iba a replicar a Schelling en un estudio

aparte.

52

ELMAL

5. El estadio de la dialectica «[racturadiu

AI empezar el famoso articulo de la Dogma-

tica titulado «Dios y la Nada» (Gott und das

Nichtige, vol. III, tomo 3, § 50, traducci6n fran-

cesa de F. Ryser, Ginebra: Labor et Fides, 1963,

voL 14, pags. 1-81), Barth concede que s6lo una

teologia «fracturada», es decir, una teologia

que ha renunciado ala totalizaci6n sistema-

tica, puede aventurarse por el peligroso ca~

mino de pensar el mal. El problema residira en

saber si el autor fue fiel hasta el final a esta

confesi6n del inicio.

Fracturada es, en efecto, la teo1ogia que le

reconoce al mal una realidad inconciliable con

la bondad de Dios y con la bondad de 1a crea-

ci6n. Barth reserva para esta realidad el termi-

no das Nichtige, con el fin de distinguirla radi-

calmente del costado negativo de la experien-

cia humana, e1 iinico que Leibniz y Hegel to-

man en cuenta. Es necesario pensar una nada

hostil a Dios, una nada no solo de deficiencia y

privacion, sino tambien de corrupci6n y des-

trucci6n. De este modo se hace justicia no s610

a la intuici6n de Kant con respecto a1 caracter

t:

If

I . r l . ·

If

\I,I·

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f

53

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r r IIIl

PAUL RICCEUR

inescrutable del mal moral, entendido como

mal radical, sino tambien ala protesta del su-

frimiento humano que no acepta dejarse in-

cluir en el ciclodel mal moral a titulo de retri-buci6n, ni tampoco dejarse enrolar bajo e1es-

tandarte de la providencia, otro nombre de la

bondad de la creaci6n. Con este punta de parti-

da, lc6mo pensar rruie que las teodiceas clasi-

cas?Pensando de otra manera. lY c6mopensar

de otra manera? Buscando en 1a cristologia el

nexo doctrinal. Aqui se reconoce bien la intran-sigencia de Barth: la nada es 1 0 que Cristo ven-

ci6al aniquilarse 81mismo en la Cruz. Remon-

tandonos de Cristo aDios, es necesario decir

que, en Jesucristo, Dios encontr6 y combati6la

'nada,'Y que asi nosotros «conocemos» la nada.

Aqui se incluye una nota de esperanza: puesto

que la controversia can Ia nada es asunto delpropio Dios, nuestros combates can el mal nos

convierten en cobeligerantes. Mas aun; si cree-

mos que, en Cristo, Dios ha vencido al mal, de-

bemos creer tambien que el mal ya no puede

aniquilarnos: ya no esta permitido hablar de el

comosi todavia tuviera poder, como si la victo-

ria fuera solaments futura. Por eso, e1mismo

54

ELMAL

pensamiento que se hizo grave al asegura:r{fa

realidad de la nada deberia tomarse ligero e

incluso gozoso al asegurar que ya ha sido ven-

cida. S610falta aun la manifestaci6n plena desu eliminaci6n. (Observemos, de paso, que si

Barth otorga un lugar a la idea de permissio,

de la antigua dogmatica, es s610para designar

la distancia entre la victoria ya obtenida y la

victoria manifestada: Dios «permite» que no

veamos todavia su reino y que sigamos amena-

zados mill por la nada.) Por cierto, e1enemigoya se ha vuelto un servidor, «un muy extrafio

servidor en verdad, y que continuara siendolo»

(ibid., pag. 81).

Si interrumpieramos aquf 1aexposici6n de

la doctrina barthiana del mal, no habriamos

mostrado en que sentido esa dialectica, aun-

que fracturada, merece e1nombre de dialec-tica.

De hecho, Barth se anima a decir mas al res-

pecto, y algunos diran que demasiado. lQue

mas dice de 1arelaci6n de Dios con la nada que

no este contenido en la confesion de que Dios

encontr6 en Cristo a1mal y 10 vencio? Esto: que

tambien 1a nada depende de Dios, pero en un

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sentido muy diferente del de la creaci6n bue-

na; es decir que, para Dios, elegir, en el sentido

de la elecci6n bfblica, es rechazar algo que, por

ser rechazado, existe en la modalidad de Ia na-

da. Este costado del rechazo es, en cierto modo,

«la mano izquierda» de Dios. «La nada es 10que

Dios no quiere. S610 existe porque Dios no la

qui ere» (ibid., pag, 65). Dicho de otra manera

el mal existe nada mas que como objeto de su

ira. Por consiguiente, la soberania de Dios esta

intacta, aun cuando el reinado sobre la nada

resulte incoordinable con el reinado, todo de

bondad, sobre la creaci6n buena. E1 prime-

ro constituye el opus alienum de Dios, distinto

de su opus proprium, todo de gracia. Una frase

sintetiza esta extrafia figura de pensamien-

to: «Porqus Dios rein a tambien en la mano iz-

quierda, el es causa y senor de la nada rnisrna»

uua; pag, 64).

Es, en efecto, un pensamiento extrano esta

coordinaci6n sin conciliaci6n entre mano dere-

cha ymano izquierda de Dios. Cabe preguntar-

se si, en el ultimo momento, Barth no quiso

responder al dilema que habia puesto a l~ teo-

dicea en acci6n: si la bondad de Dios se mues-

56

ELMAL

tra efectivamente en e1hecho de que combate..

a1mal desde e1inicio de la creaci6n, como 10su-

giere 1a referencia al caos original en e1relata

del Genesis, lno queda el poder de Dios sacrifi-

cado a su bondad? Ala inversa, si Dies es Senor

«tambien en 1amano izquierda», lno se ve limi-

tada su bondad por su ira, por su rechazo, aun

si este es identificado con un no querer?

Si siguieramos esta linea interpretativa,

deberiamos decir que Barth no sali6 de la teo-

dicea y de su logica conciliatoria. En lugar de

una dialectica fracturada tendriamos s610un

debil compromiso. Pero se propone otra inter-

pretaci6n: la de que Barth acept6 el di1ema

suscitado por la teodicea, pero recus61a 16gica

de no contradicci6n y totalizaci6n sistematica

que habia regido todas sus soluciones. Todas

sus proposiciones deb en leerse, entonces, se-

gun 1a 16gica kierkegaardiana de 1aparadoja,

eliminando de sus f6rmulas enigmaticas el me-

nor asomo de conciliaci6n.

Empero, aun podemos plantearnos un in-

terrogante mas radical: lno excedi6 Barth los

Iimites de un discurso rigurosamente cristolo-

gico que 61mismo se habia impuesto? lNo re-

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abri6 de esa rnanera el camino a las especula-

ciones de los pensadores renacentistas -reto-

madas, y con cuanta energfa, por Schelling-

sobre el costado dem6nico de la deidad? Paul

Tillich no temi6 dar ese paso que Barth alienta

y al mismo tiempo recusa. Pero, entonces, lc6-

rna se defendera e1pensamiento contra los ex-

cesos de ebriedad denunciados par Kant can el

termino Schwi:irmerei, que significa a la vez

entusiasmo y locura mistica? lNo consiste la

sabidurfa en reconocer el caracter aporetico del

pensamiento sobre el mal, caracter aporetico

obtenido par el esfuerzo mismo de pensar mas

y de otra manera?

III. Pensar, actuar, sentir

En conclusi6n, quisiera sefialar que el pro-

blema del mal no es solamente de indole espe-

culativa: exige una convergencia del pens a-

miento y la acci6n (en el sentido moral y politi-

co)y una transfonnaci6n espiritual de los sen-timientos.

58

1. Pensart .·t ..

En el plano del pensamiento -aleual nos

constrenimos no bien dejamos e1estadio delmito->, e1problema del mal mereee ser llama-

do desaffo, pero en un sentido que noha dejado

de enriqueeerse. El desaffo es tanto un fracaso

para sintesis siempre prematuras como una

ineitaci6n a pensar mas y de otra manera. En

e1camino que va dela vieja teoria de la retribu-

ci6n a Hegel y Barth, no ees6 de enriqueeerse

un trabajo de pensamiento aguijoneado por 1a

pregunta «lPor que?» contenida en la 1amen-

tacion de las victimas, pese ala eual hemos

visto de que modo fracasaban las onto-teolo-

gias de todas las epocas. Pero este fraeaso no

invito nunea a una capitulaci6n pura y simple,

sino a un refinamiento de la l6gica espeeulati-

va: la dialectica triunfante deHegel y la dialec-

tica fracturada de Barth son instruetivas a es-

te respecto: el enigma es una dificultad inicial

cercana a1grito de la lamentacion; la aporia es

una dificultad terminal producida por el traba-

jo mismo del pensamiento; este trabajo no fue

suprimido, sino incluido en 1aaporia.

59

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La accion y la espiritualidad son llamadas a

dar a esta aporia no una solucion, sino una res-

puesta destinada a volverla productiva, es de-

cir, a proseguir eltrabajo del pensamiento en el

registro del actuar y del sentir.

2. Actuar

Para la accion, el mal es, ante todo, 10 que no

deberia ser, mas tiene que ser combatido. "En

este sentido, la accion invierte la orientacion

de la mirada. Bajo el influjo del mito, el pensa-miento especulativo es llevado hacia atras ha-

cia el origen: lde d6nde viene el mal?, pre~-

ta. La respuesta -no la solucion- de la accion

es: lque hacer contra el mal? La mirada se ha

vuelto, pues, hacia el futuro, por la idea de una

tarea que es preciso cumplir, replica de la deun

origen que es preciso descubrir.No debe temerse que el enfasis en Ia lucha

practica contra el mal haga perder nuevamen-

te devista el sufrimiento. Muy por el contrario.

Ya hemos visto que todo mal cometido por uno

es mal padecido por otro. Hacer el mal es hacer

60

ELMAL. . . . .._-,

sufrir a alguien. La violencia no cesa de recom-

poner la unidad entre mal moral y sufrimiento.

Por consiguiente, sea etica 0 politica, toda ac-

cion que disminuya la cantidad de violencia

ejercida por unos hombres contra otros, dismi-nuye el nivel de sufrimiento en el mundo. Si

descontaramos e1sufrimiento infligido a los

hombres por los hombres, veriamos 10 que que-

da de el en el mundo; a decirverdad, no 10 sabe-

mos, hasta tal punta la violencia impregna el

sufrimiento.

Esta respuesta practica tiene efectos en elplano especulativo: antes de acusar aDios 0 de

especular sobre un origen dem6nico del mal en

Dios mismo, actuemos etica y politicamente

contra el mal.

Se objetara que la respuesta practica no es

suficiente; primero, el sufrimiento infligido par

los hombres se halla repartido, como se dijo alprincipio, de manera arbitraria e indiscrimina-

da, de modo tal que las multitudes innumera-

bles 10 sienten inmerecido; subsiste la idea de

que hay victimas inocentes, como1 0 ilustra can

crudeza el mecanismo del chivo emisario des-

cripto por Rene Girard. Por afiadidura, hay

\"

61

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una fuente de sufrimiento que esta mas alia de

1aacci6n injusta de unos hombres sobre otros:

catastrofes naturales (no olvidemos 1aquerella

desatada por el terremoto deLisboa), enferme-dades y epidemias (pensemos en los desastres

demograficos causados por la peste, elcolera y,

todavia hoy, la lepra, para no hablar del can-

cer), el envejecimiento y la muerte. En conse-

cuencia, la pregunta cambia: ya no es «l,Por

que?», sino «lPor que yo?».La respuesta prac-

tica dejado ser suficiente.

3. Sentir

La respuesta emocional que quiero afiadir a

la respuesta practica concieme a las transfer-

maciones por las cuales los sentimientos quenutren la lamentaci6n y la queja pueden bene-

ficiarse de la sabiduria enriquecida por la me-

ditaci6n filos6fica y teol6gica. Tomare como

modelo de esas transfonnaciones el trabajo del

duelo tal como 10 describe Freud en un famoso

ensayo titulado «Dueloy melancolia». EI duelo

es descripto aquf como el desligamiento, una

62

ELMAL."-'''-l

por una, de todas las ataduras que nos hac~n

sentir la perdida de un objeto de amor como

perdida de nosotros mismos. Este desprendi-

miento que Freud llama «trabajo de duelo» nosdeja libres para nuevas investiduras afectivas.

Quisiera considerar la sabiduria, asf como

sus prolongamientos filos6ficosy teo16gicos,co-

mouna ayuda espiritual para el trabajo de due-

10 y dirigida a un cambiocualitativo de la lamen-

taci6n y la queja. El itinerario que voy a trazar

no aspira en modo alguno a la ejemplaridad,sino que representa uno de los caminos posi-

bles en cuyo transcurso el pensamiento, la ac-

cion y el sentimiento pueden andar de la mano.

La primer a manera de hacer productiva la

aporia intelectual es integrar en e1trabajo de

duelo la ignorancia que ella engendra. Ala ten-

dencia que lleva a los supervivientes a sentirseculpables de la muerte de su objeto de amor, 0,

peor 31m, a la tendencia de las victimas a acu-

sarse y entrar en e1juego cruel de la victim a

expiatoria, es preciso poder replicar 10 siguien-

te: no, Dios no ha querido eso; y menos aiin ha

querido castigarme. El fracaso de la teoria de

la retribuci6n en e1plano especulativo debe ser

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integrado aqui en el trabajo de duelo, liberan-

dose de la acusaci6n y dejando en cierto modo

aldesnudo el sufrimiento en tanto que inmere-

cido. (En este aspecto, e1pequefio libro del ra-

bino Harold S.Kushner, When bad things hap-

pen to good people, publicado por Schocken

Books en 1981, tiene una gran dimensi6n pas-

toral.) Decir: no se por que, las cosas son asi,

hay azar en el mundo, constituye el grado cero

de la espiritualizaci6n de la queja, devue1ta

sencillamente a S 1 misma.

Un segundo estadio de la espiritualizaci6n

de la lamentaci6n es dejarla extenderse a una

queja contra Dios. Este es e1camino que tom6

toda la obra de Elie Wiesel. La propia relaci6n

de la Alianza, que es un proceso mutuo inten-

tado por Dios y por e1hombre, invita a tomar

ese camino y llegar a articular una «teologia de

la protesta» (como la de John K. Roth en En-countering Evil, John Knox Press, 1981). Esta

teo1ogia protesta contra.la idea del «permiso»

divino, que sirve de recurso en tantas teodiceas

y que el propio Barth procure repensar distin-

guiendo entre la victoria ya obtenida sobre e1

mal y la plena manifestacion de esa victoria.

64

ELMAL

. .-. ~

La acusaci6n contra Dios es aqui la impaci~n-

cia de la esperanza. Tiene su origen en el grito

del salmista: «(,Hasta cuando, Sefior?».

Un tercer estadio de la espiritualizaci6n de

la lamentaci6n instruida por la aporia especu-lativa es descubrir que las razones para creer

en Diosno tienen nada en comun con la necesi-

dad de exp1icare1origen del sufrimiento. El su-

fumiento s610es un escandalo para aquel que

entiende a Dios comola fuente de todo cuanto

hay de bueno en 1acreacion, incluyendo Ia in-

dignaci6n contra e1mal, el valor de soportarloy e1iro:pu1sode simpatia hacia sus victimas;

creemos as! en Dios a despecho del mal (conoz-

cola confesion de fe de una denominacion cris-

tiana cuyos artfculos comienzan en su totali-

dad, segUn un plan trinitario, con las palabras

a pesar de). Creer en Dios, a pesar de .. ', es

una manera mas de integrar la aporia especu-

lativa en el trabajo de duelo.Mas alla de este umbra1, hay sabios que

avanzan solitarios por e1camino que conduce a

renunciar por completo ala queja. Algunos

consiguen discerrur en e1sufrimiento un valor

educativo y purgativo. Pero es necesario decir

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sin tardanza que este sentido no puede ser en-

sefiado: s610puede ser hallado 0 reencontradn- ,y tal vez sea un afan pastorallegitimo impedir

que, asumido par la victima, este sentido la re-conduzca a la autoacusaci6n y la autodestruc-

c ion, Otros sabios, que avanzaron todavia mas

por este camino derenunciarnientode la queja,

hallan un consuela sin igual en la idea de que

Dios mismo sufre y de que 1aAlianza, mas alla

de sus aspectos conflictivos, culmina con la

participaei6n en el descenso del Cristo de losdolores. La teologia de la Cruz -es decir, aque-

11asegun 1aeual Diosmismo muri6 en Cristo-

no significa nada fuera de una transmutaci6n

correspondiente de la 1amentaci6n. EI horizon-

te hacia el cual se dirige esta sabiduria pare-

ceria ser la renuncia a los deseos que, al verse

coartados, engendran 1a queja: renuncia, enprimer lugar, al deseo de ser recompensado por

las propias virtudes, renuncia al deseo de sal-

varse del sufrimiento, renuncia al componente

infantil del deseo de inmortalidad, que haria

aceptar 1apropia muerte como un aspecto de

esa parte de 10 negativo cuya nada agresiva,

das Nichtige, distinguia cuidadosamente Karl

ELMAL

Barth. Similar sabiduria esta bosquejada qui-

zas al final dellibro de Job, cuando se dice que

Job llego a amar aDios por nada, haciendo

perder asi a Satanas su apuesta inicial. Amar aDios por nada es abandonar completamente el

cicIo de la retribuci6n del que 1a lamentaci6n

permanece todavia cautiva, mientras la victi-

ma se queja de su injusta suerte.

Tal vez este horizonte de la sabiduria, en el

Occidente judeocristiano, coincide con e1de la

sabiduria budica en cierto punta que solo unpro1ongado dialogo entre judeocristianismo y

budismo podria identificar.

No quisiera aislar estas experiencias solita-

rias de sabiduria de 1a lucha etica y po1itica

contra el mal en tomo ala eual pueden congre-

garse todos los hombres debuena voluntad. En

relaci6n can esta 1ucha, tales experiencias son,como las aeciones de resistencia no vio1enta,

anticipaciones -en forma de parabolas-s- de

una condici6n humana en 1acual, una vez su-

primida 1a violencia, quedaria a1 desnudo e1

enigma del verdadero sufrimiento, del sufri-

miento irreductible.