El Imperio Del Marketing Politico

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  • 7/26/2019 El Imperio Del Marketing Politico

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    EL IMPERIO DEL MARKETING POLTICO.

    CUANDO LAS IMGENES DESPLAZAN A LAS IDEAS*

    Ral Trejo Delarlare

    Fecha de recepcin: enero 2000

    Fecha de aceptacin y versin final: abril 2000

    Resumen:

    Desde una perspectiva terica se analizan las transformaciones de la poltica a partir de la presencia masiva de

    medios de comunicacin y sondeos de opinin; que los ha convertido en representantes cotidianos de las opiniones ciudadanas.

    El creciente peso de la informacin audiovisual, con sus particularidades especficas, es considerado por el autor como un fac-

    tor clave de la transformacin de algunos elementos constitutivos bsicos del proceso poltico democrtico: campaas electora-

    les, partidos polticos y candidatos.

    Palabras Clave:

    Medios de comunicacin, comunicacin poltica, opinin pblica, discurso poltico, campaas electorales.

    Abstract:

    From a theoretic perspective the article analyzes the changes of politics related to the massive presence of media

    and opinion polis; these ones have appeared as the habitual representations of public opinions. The growing importance of a udio-

    visual information, with its specific features is considered by this author as a key factor of the transformation of some constitu-

    tive elements of the democratic process: electoral campaings, political parties and candidates.

    Key words:

    Mass media, political communication, public opinion, political discourse, electoral campaings.

    Cada vez

    crece ms

    la tendencia a considerar que los

    medios pueden ser el nico espacio en donde pueda ser

    procesado el consenso poltico. Esa imagen de los medios

    coincide con el declive pblico de los partidos y c on el des-

    prestigio de la poltica tradicional, incluso de las formas de

    representacin parlamentarias. En esta hora del descrdito

    que padecen los mecanismos tradicionales del quehacer

    poltico debido a faltas bien documentadas, pero tambin a

    causa de la magnificacin meditica de sus abusos, los

    medios llegan a erigirse como los instrumentos de expresin

    y presin por excelencia en las sociedades modernas.

    Incluso, hay quienes piensan que los medios de comuni-

    cacin podran estar en la va, si es que no lo han logrado ya,

    de sustituir a los partidos polticos en su relacin con la

    gente (Fernndez,

    1996: 19 y

    ss.).

    El marketing

    poltico, los foros televisivos y las encues-

    tas, llegan a reem plazar a la persuasin cara a cara, a la dis-

    cusin en las plazas pblicas y a la expresin directa de los

    ciudadanos, como mecanismos para fabricar los consensos

    hoy en da. Los sondeos preelectorales, no slo diagnostican

    qu piensa una sociedad en un instante especfico sobre un

    problema concreto, sino adems sus resultados llegan a ser

    tomados com o pronsticos, lo cual conduce a tropiezos sig-

    nificativos en la evaluacin de los procesos polticos. Los

    medios suelen reforzar las preferencias electorales que ya

    existen entre los potenciales votantes y sobre todo, actan

    sobre quienes no han resuelto cmo ser su sufragio: la

    cobertura televisiva de la poltica y las elecciones, es con si-

    derada como influyente y como un mecanismo de modifi-

    cacin para aquellos que vacilan antes de la decisin

    electoral (Collins y Butler,

    1996: 64).

    Los nuevos escenarios del cambio mundial nos remi-

    ten, una y otra vez, a los medios de comunicacin de

    masas. No habra existido desmoronamiento del muro de

    Berln en 1989, al menos en los trminos pacficos y sbi-

    tos en los que ocurri, de no haber sido por la influencia

    de la televisin germano-occidental que se poda sintoni-

    zar, difunda valores y estableca contrastes en la antigua

    Alemania del Este. No habramos sabido de la matanza en

    Tiananmen, al instante, de no ser gracias a los telfonos

    celulares y a los faxes que divulgaron ese acontecimiento

    desde China, hacia todo el orbe. Quiz no se hubieran

    exacerbado tanto las tensiones en el Medio Oriente, de

    por s soliviantadas con el guerrerismo de Saddam

    Hussein, de no haber sido por la expectacin sensaciona-

    * Esta ponencia, recupera y sintetiza elementos de un libro de pr-

    xima publicacin.

    * Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Doctor en Sociologa .

    Director del semanario

    etctera

    (www.etcetera.com.mx

    ). Columnista pol-

    tico en el diario

    La Crnica de hoy.

    E [email protected]

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    KEIO

    DELARBRE:

    El im perio del m arketing poltico. Cuando las imgenes desplazan a las ideas

    lista e incluso provocativa de los medios que deseaban

    transmitir en vivo y en directo la guerra en el Golfo

    Prsico. La vida y la muerte de la princesa Diana de Gales

    no habra sido conocida y deplorada universalmente, de

    no haber sido por los medios, paparazzos incluidos. El pre-

    sidente Bill Clinton no habr pasado a la historia como un

    personaje ms conocido por sus vicisitudes personales que

    por su actitud como estadista, de no haber mediado la

    prensa sensacionalista hbilmente aprovechada por sus

    rivales polticos. Ya no es novedoso reconocer que vivi-

    mos en una aldea global, ni que la vida pblica est orga-

    nizada en gran medida en torno a las agendas establecidas

    por los medios. La poltica no existe, al menos como acti-

    vidad que requiere del consenso social, si no es con el

    concurso de los medios de comunicacin.

    CRECIENTE INFLUENCIA

    EN LA SOCIEDAD CONTEMPORNEA

    Los medios propician cambios polticos, sin duda. Pero

    esa capacidad no implica que tales cambios sean necesaria-

    mente en un sentido democratizador, o que lleguen a ser

    durables. Al contrario, puede suceder que un proceso de

    liberalizacin apoyado de alguna manera en los medios,

    ms tarde encuentre resistencia en los mismos medios. Al

    comentar varias experiencias internacionales de transfor-

    macin poltica influidas por los medios el profesor W.

    Lance B ennett, de la Universidad de Washington en Seattle,

    apunta: El advenimiento de las revoluciones de 1989 en

    Europa del Este sugiere que los sistemas de medios libres

    son mucho mejores para hacer caer regmenes autoritarios

    que para luego, sostener dem ocracias estables y participati-

    vas (Bennett, 1998: 195). Tan drstica opinin tiene sus-

    tento en la realidad reciente.

    Los medios masivos en ningn sentido son panacea

    de nada. Pueden mejorarla, pero no sustituyen al menos

    del todo a la poltica. Tienen una amplia capacidad para

    informar, pero tambin para uniformar. Su formidable

    posibilidad de difusin de masas no significa por s sola

    que las sociedades que reciben esos mensajes de tan

    extensa propagacin se vuelvan ms slidas, poltica o

    culturalmente.

    Los medios, son omnipresentes y tienen ms influen-

    cia que cualquier otro factor de poder en las sociedades

    contemporneas, pero los medios avanzan ms rpido que

    la investigacin o la discusin sobre ellos. As sucede en la

    relacin entre medios y poltica. Hoy en da, puede decir-

    se, no hay po ltica de m asas (es decir, poltica mo derna) sin

    medios de comunicacin. Pero tambin es posible asegu-

    rar que no hay comunicacin de masas distanciada de la

    poltica.

    Decir esto, no es mas que repetir uno de tantos lugares

    comunes contemporneos. A nadie se le ocurre ya que en

    una nacin de medianas dimensiones pueda existir poltica

    es d ecir, creacin de consensos, promocin de iniciativas

    y generacin de las condiciones para gobernar sin la con-

    currencia de los medios de comunicacin. Pero reconocer

    el carcter poltico de los medios y, simultneamente, los

    rasgos del quehacer poltico tamizados por ellos, no impli-

    ca que haya acuerdo sobre cmo debe desarrollarse esa

    relacin. Hoy en da, el debate sobre las responsabilidades

    de los medios sigue pareciendo tan interminable como

    estancado.

    No hay pas desarrollado, o en vas de serlo, de donde

    no tengam os noticia de que se discute, a veces lgidamente,

    la funcin poltica de los medios. En todos esos debates, hay

    cuatro temas que son concurrentes, a pesar de la enorme

    diferencia entre cada situacin nacional. Uno de ellos es la

    concentracin de muchos medios en pocas manos. El

    segundo, la reglamentacin de su funcionamiento. El terce-

    ro, el de las normas ticas que los periodistas y sus empre-

    sas pueden establecer. El cuarto, es el de los medios y las

    campaas polticas como un aspecto de la relacin ineludi-

    ble entre medios y democracia. A ese asunto se refieren las

    siguientes pginas.

    SI EL MEDIO ES EL MENSAJE,

    EL SIMULACRO ES EL MEDIO

    La relacin entre sociedad y medios de comunica-

    cin, ms definida por complacencias que por discrepan-

    cias, llega a ponerse en tensin en momentos de

    competencia poltica. La influencia de los medios como

    nuevas goras privilegiadas para el proselitismo es reco-

    nocida por los hombres del poder poltico y sus partidos,

    en todo el mundo. Ya es tiempo de ubicar en sus autnti-

    cas dimensiones a la posibilidad de persuasin que tienen

    los grandes medios y especialmente la televisin, sobre

    todo en pocas de campaas polticas. Los medios tienen

    una capacidad de propagacin que ningn candidato

    poltico puede despreciar, pero tambin hay que recono-

    cer que los mensajes drsticos, concisos, que se pueden

    transmitir por el lenguaje televisivo, son inevitablemente

    esquemticos.

    La televisin ha contribuido a que las campaas elec-

    torales sean ms de imgenes que de programas polticos y

    ms de rostros que de ideas, pero ella no ha sido el nico

    elemento para conformar esa tendencia. Los partidos pol-

    ticos mismos y sus dirigentes padecen hoy, en todo el mun-

    do, una crisis de referencias ideolgicas que se refleja en la

    confusin de proyectos y la difuminacin de los parm etros

    polticos tradicionales. Sin embargo esta crisis, en donde lle-

    gan a confund irse izquierdas y derechas, no debiera ser pre-

    texto para que los medios dejaran de cumplir con su

    responsabilidad de decir lo que ocurre y brindar al ciuda-

    dano elementos suficientes para formarse un juicio y

    entonces, estar en capacidad de elegir.

    Ya existe una abundante literatura internacional sobre

    las consecuencias de la televisin y, en general, de los

    medios, en las campaas polticas. Pero una de las pocas

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    mp erio del marketing poltico. Cuando las imgenes desplazan a las ideas

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    conclusiones al respecto, indica que los ciudadanos no se

    comportan de manera lineal ante los mensajes polticos.

    Todo indica que no es lo mismo vender a un candidato que

    vender sopas Campbell's o Corn Flakes.

    Ese allanamiento del fondo, a la forma, se aprecia en la

    televisin con mayor claridad que en cualquier otro medio.

    Los dirigentes polticos, e incluso los analistas y comenta-

    ristas que comparecen ante ella, tienen que sintetizar sus

    opiniones en unos cuantos m inutos o, casi siempre, en frac-

    ciones de minuto. Las propuestas polticas, entonces, se

    transforman en consignas. La retrica del discurso tradi-

    cional, que suele emplearse en las alocuciones cara a cara

    (en un mitin, o en una asamblea), tiene que ser sustituida

    por una retrica de los medios electrnicos y sobre todo, de

    la caja de imgenes mltiples, pero de conceptos restringi-

    dos, que es la televisin.

    Ms an, Giovanni Sartori ha considerado que la tira-

    na de la imagen desplaza la fuerza pasional que puede

    haber en el raciocinio: En general, la cultura de la imagen

    creada por la primaca de lo visible es portadora de men-

    sajes 'candentes' que agitan nuestras emociones, encien-

    den nuestros sentimientos, excitan nuestros sentidos y, en

    definitiva, nos apasionan... la palabra produce siempre

    menos conmocin que la imagen. As pues, la cultura de la

    imagen rompe el delicado equilibrio entre pasin y racio-

    nalidad. La racionalidad del homo sapiens est retroce-

    diendo, y la poltica emotivizada, provocada por la

    imagen, solivianta y agrava los problemas sin proporcionar

    absolutamente ninguna solucin. Y as los agrava

    (Sartori, 1998: 115-116).

    Pensemos en prcticamente cualquier tema: la legisla-

    cin electoral, la poltica social, los programas pa ra el cam -

    po, la situacin de la enseanza, el narcotrfico. Cada uno

    de estos asuntos, en los medios electrnicos apenas si pue-

    de ser ventilado atendiendo a grandes verdades (que siem-

    pre quedan esbozadas a medias) o a propuestas que no da

    tiempo para explicar. Los debates polticos, cuando se

    confrontan propuestas de gobierno, suelen ser harto espe-

    cializados para el estilo sintetizador y, as, inevitablemen-

    te simplificador de la televisin. Los detalles de qu

    artculos y para qu se pretenden modificar en las leyes,

    considerados en estos trminos llegan a ser farragosos y

    son tomados como materia de inters slo para los espe-

    cialistas. Por eso, ms que ideas en esos debates se con-

    frontan imgenes.

    La televisin exige grandes verdades, no verdades mati-

    zadas. El marco de referencia de los televidentes, cuando no

    tienen por costumbre asomarse a otros medios, suele ser

    limitado e incluso confuso. La televisin se erige no slo

    como medio, sino como escenario de la informacin que

    reciben sus audiencias. E incluso, la TV llega a ser protago-

    nista ella misma de las noticias, desplazando a los verdade-

    ros autores de los hechos p blicos. El especialista argentino

    Oscar Landi ha descrito, de qu manera: La televisin apa-

    rece con una doble faz: en primer lugar, tiende a ser habi-

    tualmente el escenario principal del conflicto poltico. En

    los momentos de apertura poltica... nos sorprende mos-

    trando la vuelta a escena de los polticos en el living de

    nuestra casa, esta vez en una pantalla acostumbrada a las

    ceremonias militares, declaraciones de funcionarios de

    gobierno

    y

    uno que otro 'sano' entretenimiento. Algunos de

    los polticos demuestran en esas circunstancias su falta de

    cultura de cmara: es notorio que todava no manejan el len-

    guaje del medio. Con el tiempo, ellos y el televidente se

    irn acostumbrando al nuevo formato de la comunicacin

    poltica y la importancia de la TV como escenario de la

    poltica ser menos evidente, precisamente porque ha con-

    sumado esa funcin volvindola obvia, natural, para todo el

    mundo (Landi, 1991: 24).

    Las imgenes suelen estar sujetas a interpretaciones

    diversas. Una imagen no es necesariamente garanta de

    explicacin de una idea o de un acontecimiento. La expre-

    sin grfica tiene tal fuerza que, como mucho se ha dicho

    en un proverbio adjudicado a los chinos pero magnificado

    y usufructuado en Madison Avenue la calle de las grandes

    agencias de publicidad neoyorquinas, una imagen vale

    ms que mil palabras . Aparentemente, no habra mayor

    objetividad que la de una imagen: el testimonio grfico

    de un hecho, tendra que ser contundente. Un automovi-

    lista videograbado cuando que se pasa la seal roja y atro-

    pella a un peatn, un asaltante a quien se ve esgrimiendo

    su arma delante de una cajera de banco, o un grupo de

    delincuentes fotografiados cuando se roban una urna elec-

    toral, son indudablemente culpables. Pero la sucesin de

    imgenes de la televisin, que pueden ser editadas, truca-

    das o alteradas, no siempre muestra un relato veraz de los

    acontecimientos.

    La televisin tiene una sintaxis peculiar, que puede ser

    transformada segn el punto de vista de sus productores.

    Entonces, puede haber una modificacin en la secuencia

    original de los acontecimientos. Pero, adems, reciente-

    mente se ha desarrollado tal capacidad para adulterar im-

    genes que, merced a un manejo digital, transformando o

    creando escenas por computadora, se puede mostrar a per-

    sonajes pblicos en actitudes que en realidad nunca tuvie-

    ron. La televisin, por sus esquemas simplificadores y ahora

    tambin en virtud de sus posibilidades tcnicas, no siempre

    muestra la verdad: p uede m anipularla, e incluso pervertirla.

    Con razn, el ya citado Sartori ha alertado ante la tentacin

    de considerar que las imgenes televisivas son sinnimo de

    objetividad, al descartar la tan repetida tesis de que el

    periodismo escrito puede mentir pero el periodismo en im-

    genes no; la imagen es como es, y habla por s sola. No es

    cierto. Si existe la intencin de distorsionar o de mentir, la

    televisin lo logra con una eficacia centuplicada. Para

    comenzar, en el periodismo en imgenes la distorsin es

    ms fcil que nunca: basta con las tijeras. De cien imgenes

    se necesita una sola. Si la eleccin es tendenciosa, incluso

    Greta Garbo se puede ver afectada negativamente y puede

    hacerse que parezca fea (1992: 309).

    Y as como la hermosa Garbo puede ser enfocada en

    sus malos mom entos o en sus ngulos menos esplendorosos,

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    RE.10 DELA RI3RE: El im perio del m arketing poltico. Cuando las im genes desplazan a las ideas

    o incluso su imagen legendaria podra ser distorsionada lue-

    go de digitalizada en computadora, cualquier personaje

    pblico puede ser videograbado en el momento de un exa-

    brupto, o ser presentado tartamudeando o nervioso. La

    imagen, que as se mostrara, sera la de un individuo des-

    cuidado o alterado. Las consecuencias polticas de esa

    exposicin desfavorable pueden ser grandes.

    Mencin aparte merece el acoso que, en todo el mun-

    do, los medios de informacin hacen de los personaje pbli-

    cos aun cuando se encuentran en actividades o sitios

    privados. En tales actitudes de numerosos medios hay una

    transgresin a la privaca de los personajes pblicos y al

    respecto existe un inagotado debate internacional que invo-

    lucra a las capacidades, o a la falta de atribuciones legales,

    que los medios tendran para mostrar momentos ntimos de

    funcionarios, polticos u otras personalidades que no quie-

    ren ser retratados o videograbados todo el tiempo 1.

    Cobra auge, entonces, la construccin de imgenes por

    encima de todo y con rasgos que ha sintetizado el politlo-

    go Fernando Prez Correa: Segn este enfoque, el motor

    del comportamiento electoral son los atributos de un can-

    didato sublimados, representados, percibidos: experien-

    cia, seguridad, honradez, frescura, simpata, prioridades

    acreditadas con la magia fresca y ensoadora de la imagen.

    En suma, la oferta poltica debe 'transfigurarse', sustituir-

    se por un 'perfil' emblemtico, si no seductor, al menos

    tranquilizante, confiable. La publicidad instaura la rela-

    cin del candidato con el electorado a travs de la metfo-

    ra; es decir, las representaciones encarnadas en 'el medio'.

    Si el medio es el mensaje, el simulacro es el medio.

    Candidatos, portadores de propuestas bienhechoras y

    populares, presentados mediante imgenes combativas, fir-

    mes y por lo mismo, inquietantes o impertinentes, son el

    paradigma de la derrota. Candidatos que ofrecen opciones

    banales, expuestas con imgenes luminosas, presencias

    confiables, gratas, son 'vendibles' y los electores los 'com-

    pran'. Para encarnarse. La verdad tiene que hacerse figu-

    racin: el emblema es la oferta (1998).

    Las sociedades buscan, entonces, tranquilidad ms que

    retos. La trivializacin del mensaje pblico significa, ade-

    ms, la

    mcluhanizacin

    de la poltica: si el medio es el me n-

    saje entonces el simulacro es el medio, dice el autor antes

    citado. Adems, si el medio es el mensaje, la imagen es la

    poltica: no la complementa, sino que la sustituye.

    POLTICA COMPRIMIDA EN SEGUNDOS;

    LA DICTADURA DEL

    SOUND BITE

    En su manejo de acontecimientos polticos, la televisin

    muestra chispazos de declaraciones, discursos o debates

    que son mucho ms extensos. La brevedad de la informa-

    cin televisiva aparentemente ha proporcionado una dis-

    culpa a esa actitud, que sin embargo no es suficiente para

    explicar la simplificacin que ese m edio ejerce sobre el dis-

    curso poltico. Una ceremonia pblica o un debate parla-

    mentario que duran varias horas suelen ser sintetizados,

    cuando mucho, en uno o dos minutos en los noticieros de

    televisin. As ocurre en el esquem a estadounidense de pro-

    gramas informativos, que es el que se ha puesto en prctica

    en la mayor parte de Amrica Latina y en el cual, en media

    hora, se proporciona algo ms de una veintena de notas.

    Los acontecimientos polticos, en ese formato, son frag-

    mentados y adems, mezclados sin jerarqua clara, al lado

    de otros asuntos.

    El marketing poltico privilegia el despliegue de frases

    o, mejor, imgenes contundentes. La mercadotecnia, por

    definicin casi, esquematiza las posiciones polticas, una

    tendencia que se lleva bien con la discutible suposicin de

    que estamos ante el fin de las ideologas y que implica la

    simplificacin del debate. Ms que proyectos se discuten

    slogans

    o perfiles personales. Un par de minutos en televi-

    sin, propicia ms votos que un recorrido por una docena

    de ciudades.

    Los polticos de todo el mundo asum en ese estilo de los

    medios electrnicos como una realidad que deben aprove-

    char, a veces como fatalidad pero tambin de manera com-

    placiente, en su constante bsqueda de presencia, sobre

    todo televisiva. En los Estados Unidos, ms q ue argume ntos

    los personajes pblicos que pretenden espacio en la televi-

    sin procuran manifestar frases ocurrentes, que los hagan

    aparecer como astutos, brillantes, o conocedores del tema

    que estn abordando. A las frases sueltas que luego son

    presentadas dentro de una informacin televisiva se les ha

    denominado sound-bites que resulta una denominacin tan

    equvoca como reveladora. Bite significa mordida , o

    bocado , pero tambin, en el argot, puede ser entendido

    como engao o impostura .

    De esta manera, los sound bifes son al mismo tiempo

    probaditas o golpes de sonido y tambin fragmentos

    que conforman una verdad a medias. La retrica del dis-

    curso poltico, que suele argumentar al estilo clsico pri-

    mero la manifestacin de hechos, luego la crtica a ellos y

    finalmente una conclusin o propuesta queda desfigura-

    da en el manejo parcial que habitualmente hace la televi-

    sin al extraer frases sueltas. El

    sound bite es la

    reproduccin arbitraria de un pequeo fragmento no

    siempre representativo de un discurso o un debate polti-

    cos. 1-la simbolizado la institucionalizacin del reduccio-

    nismo del discurso poltico en la TV pero tambin, una

    manera para que las empresas de comunicacin establez-

    can compromisos. Por ejemplo, en la campaa presiden-

    cial de 1992 las cadenas de televisin estadounidenses

    respondieron a las acusaciones contra la simplificacin en

    sus noticieros estableciendo tiempos mnimos de sound

    bites:

    la CBS, anunci que garantizaba fragmentos de al

    1 De esta y otras vertientes en la frecuente transgresin tica de los

    medios, especialmente pero no slo en Mxico, nos ocupamos con detalle

    en nuestro libro V olve r a los me dios. De la crtica a la tica.

    Cal y Arena,

    Mxico, 1997.

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    menos 30 segundos para cada candidato. Sin embargo, en

    busca de espacio en los informativos y bajo el principio de

    que mientras ms corta una frase es ms televisable, los

    personajes polticos hicieron esfuerzos para abreviar sus

    declaraciones.

    En 1968 los

    sound bifes

    en la televisin de los Estados

    Unidos tenan una duracin promedio de 42.3 segundos.

    Para 1988, haban disminuido a 9.8 segundos (Simon 2,

    1996: 133). Los personajes polticos y quienes les escriben

    sus discursos, no piensan ya en la estructura argumental

    sino en los chispazos agudos que, sobre todo si son gracio-

    sos, o agresivos, les permitirn la gloria efmera pero con-

    tundente del

    sound bite

    en el telediario vespertino. La

    poltica, entendida como el arte de procurar y procesar

    acuerdos a partir del intercambio de razones, se desdibuja

    en beneficio de la condensacin de todo un acto de campa-

    a en slo una frase, o un gesto, de pocos segundos. Ms

    an ahora hay quienes, medio en broma pero medio en

    serio, llegan a considerar que el mayor enemigo de un can-

    didato, es un poltico

    3.

    Qu argumentacin sobre un hecho pblico relevan-

    te, o qu explicacin puede ofrecrsele a los ciudadanos

    en menos de diez segundos? Los sound-bites que la televi-

    sin acostumbra recoger de una intervencin poltica sue-

    len ser aquellos en los que se muestra una frase jocosa, o

    una expresin ruda, pero no siempre aquella o aquellas

    que compendien las propuestas, o las tesis, del personaje

    poltico cuyas frases alcanzan una oportunidad dentro del

    noticiario.

    Cada vez son ms los polticos que se consideran obli-

    gados a ofrecer un espectculo cuando aparecen en pb lico.

    Otros lo hacen de manera involuntaria. Como quiera que

    sea, la supeditacin del quehacer poltico al imperio de los

    medios de comunicacin es creciente y obliga a que gestos,

    frases, propuestas (cuando las hay) y aspiraciones (explci-

    tas o no) sean expresadas para y en los medios, especial-

    mente la televisin y la radio.

    Mohines y guios aparecen con cruda claridad, a

    menudo drsticamente simplificados, en noticieros y otros

    espacios mediticos. Los polticos as retratados, a pesar de

    sus diferencias, tienden a quedar homogeneizados. En todo

    el mundo y Amrica Latina no es la excepcin, la poltica

    suele tener algo de teatralidad impostada y equvocos his-

    trinicos. En 1996, a propsito del escenario poltico en

    Italia, el escritor Umberto Eco public un agudo artculo

    en el cual deca: Antes los polticos se tomaban el tiempo

    necesario para consultarse, evaluar los pro y los contra de

    una decisin y en el curso de estos con cilibulos reservados

    cambiaban de idea ms de una vez. Finalmente eran juzga-

    dos por lo que haban decidido. Hoy, en cambio, ellos

    estn obligados por la presin del medio a hacer pblica

    cada mnima fase de su proceso de 'ensayos y errores'. Si

    no lo hacen no aparecen en los diarios y en las pantallas y

    se ven en desventaja respecto de los que aparecen. Por lo

    tanto eligen el mal menor (que poco a poco, en sus mentes

    ya obnubiladas, se presenta como el bien mayor): dicen

    segundo tras segundo lo que pasa por sus cabezas y que,

    reconozcmoslo, es muy justo y fisiolgico que as sea,

    excepto que es adems patolgico que lo hagan pblico

    inmediatamente (Eco, 1996).

    Las cuitas y cismas de los polticos no debieran ser noti-

    cia relevante. Lo que interesa a la sociedad son las decisio-

    nes finales de sus dirigentes pero, con enorme frecuencia, la

    informacin en los medios recoge ms los regateos, indeci-

    siones y rencillas entre los personajes polticos que sus

    acuerdos e iniciativas.

    La poltica, al menos tal y como la hemos entendido

    hasta ahora, fracasa en obsequio de los grandes m edios elec-

    trnicos. Los personajes polticos no buscan distinguirse

    por su experiencia, o su liderazgo, sino por la simpata que

    sus publicistas son capaces de suscitar entre los grandes

    auditorios.

    SIMPLIFICACIN DEM AGGICA .

    LA POLTICA COMO ALTER CADO INTERMINABLE

    Candidatos y partidos, suelen transitar por un sendero

    muy estrecho, que apenas separa a la retrica, de la dema-

    gogia. Tienen la necesidad de mostrar un perfil peculiar

    para persuadir de que son la mejor opcin, al mismo tiem-

    po que descalifican a sus rivales para restarles simpatas.

    La exposicin de ese inters, en los medios, acenta la ris-

    pidez de la discusin poltica. Ms an, para llamar la aten-

    cin de sus pblicos, los medios suelen presentar cada

    competencia electoral como un momento culminante, como

    si en cada votacin se dirimiera, siempre, el destino de una

    comunidad o de un pas entero.

    El lenguaje con que los presentadores de televisin y

    radio suelen referirse a las confrontaciones electorales no

    se distingue mucho al que se emplea para narrar un

    encuentro deportivo. Trminos como lucha , lance ,

    disputa , batalla , adversario , contendiente , abun-

    dan en la descripcin de los procesos electorales en los

    medios de com unicacin y tam bin, por cierto, en el an-

    lisis acadmico de esos acontecimientos: seguramente esta

    investigacin no es una excepcin al respecto. Cua ndo se

    tiene un contexto capaz de ubicar la complejidad de esos

    procesos electorales las descripciones apoyadas en esos

    belicosos vocablos quedan relativizadas. Pero en los

    medios, especialmente los de carcter electrnico, en don-

    de junto a unas cuantas imgenes el espectador recibe ape-

    nas narraciones muy breves, tales adjetivos adquieren

    mayor relevancia.

    Simon ha sido Senador en los Estados Unidos.

    Aforismo citado por Cid Pacheco, Marketing eleitoral: a polti-

    ca apoltica . Comunicacao & poltica

    Ro de Janeiro, vol. 1, n. . 1, agosto-

    noviembre de 1994,

    p. 152.

    Ese autor aclara, sobre dicha frase, que como

    toda caricatura, es una deformacin que, no obstante, guarda trazos fun-

    damentales de verdad .

    A mrica Latina I loy N 25

    (Agosto 2000): 15-22

  • 7/26/2019 El Imperio Del Marketing Politico

    6/8

    20

    REIO DELAR ase:

    El im perio del m arketing poltico. Cuando las imgenes desplazan a las ideas

    La exaltacin artificial, o en todo caso el abultamiento

    meditico de las discrepancias, se ha convertido en una de

    las necesidades de la comunicacin de masas para, de

    acuerdo con sus cdigos, hacer atractivos a los aconteci-

    mientos polticos. El pensador francs Pierre Bourdieu ha

    identificado con toda claridad esa poltica de la simplifi-

    cacin demaggica que se produce, dice, cuando los perio-

    distas buscan mantener encendida en todo momento la

    atencin de sus pblicos: cuando el temor de aburrir les

    induce a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la

    polmica sobre la dialctica, y a recurrir a cualquier medio

    para privilegiar el enfrentamiento entre las personas (los

    polticos, en particular) en detrimento de la confrontacin

    entre sus argumentos, es decir, lo que constituye el ncleo

    fundamental del debate: dficit presupuestario, reduccin

    de los impuestos o deuda externa (Bourdieu, 1997: 128).

    Los informadores, entonces, sobreponen sus visiones

    particulares al inters general de la sociedad; se comportan

    a partir del contexto que ha condicionado su percepcin de

    los asuntos pblicos, que por supuesto es el contexto en el

    que se encuentran. En palabras del autor antes citado: son

    propensos, en efecto, a circunscribirlo todo en un terreno

    en el que son expertos, y estn m s interesados por el juego

    y los jugadores que por lo que est en juego, ms por las

    cuestiones de mera tctica poltica que por la sustancia de

    los debates, ms por el efecto poltico de los discursos en la

    lgica del campo poltico (la de las coaliciones, las alianzas

    o los conflictos entre personas) que por su contenido...

    (Bourdieu, 1997: 129).

    Esa sola circunstancia cancela cualquier pretensin de

    objetividad si es que a tal concepto se le identifica con la

    asepsia ideolgica o la ausencia de intencionalidad en la

    transmisin de una noticia. Pero no por evidente, esa exis-

    tencia de intereses y propensiones de los periodistas y los

    medios deja de ser importante. Sobre todo, porque muy

    pocas veces tales valores y cdigos resultan explcitos para

    los espectadores de los medios. La aportacin de Bourdieu

    a esta discusin es til porque no slo subraya que, en vir-

    tud del entorno en el que estn ubicados y de su misma for-

    macin profesional, los periodistas suelen privilegiar los

    aspectos ms epidrmicos del quehacer poltico por encima

    de la discusin de fondo. Adems, llegan a tener necesidad

    de hacerlo as porque, por encima de la divulgacin o la

    explicacin, les interesa mantener la expectacin de sus

    pblicos. Indudablemente un pleito entre dos personajes

    polticos, mientras ms acalorado y altisonante mejor, resul-

    ta ms mediticamente atractivo que la explicacin de fon-

    do de las diferencias programticas que puedan tener.

    ANTI POLTICA, PROPICIADA POR LA

    G L M O R I Z C I N

    DE LA VIDA PBLICA

    La bsqueda del espectculo suele conducir a los

    medios a propalar, magnificndolas incluso, las arbitrarie-

    dades y tropelas de numerosos personajes del mundo

    poltico. Pero esos abusos no han existido por causa de los

    medios. Al mismo tiempo, la exposicin pblica de exce-

    sos y autoritarismos ha acercado a los ciudadanos a los ras-

    gos ms aborrecibles del ejercicio del poder poltico. El

    resultado, debido a esas y otras circunstancias, es la psi-

    ma imagen que tienen hoy en da los gobernantes y, de

    manera ms amplia, quienes se dedican de manera profe-

    sional a la poltica.

    No ha sido extrao, en esas circunstancias, que se pro-

    pale una antipoltica

    fuertemente afianzada en la creacin

    de imgenes y personajes de extraordinaria eficacia medi-

    tica y que se erige ahora como alternativa a la poltica tra-

    dicional. En lugar de la carrera parlamentaria, o de la

    experiencia en el servicio pblico, en todo el mundo (lo

    mismo en el severo Japn y la vieja Europa del Este que en

    Venezuela, Per o Colombia) los ciudadanos estn prefi-

    riendo la ausencia de compromisos explcitos y la sensa-

    cin de castidad y novedad polticas que les ofrecen

    deportistas, reinas de belleza, locutores y personajes cono-

    cidos por virtudes distintas de la prctica especficamente

    poltica.

    La corrupcin real o supuesta, exigua o magnificada,

    de las lites polticas tradicionales est llevando a estas

    sociedades a voltearles las espaldas. Y estas lites en los

    partidos, los gobiernos o los parlamentos, cuando reac-

    cionan lo hacen tratando de mimetizarse con la especta-

    cularidad meditica. Si se trata de competir con

    personajes de la farndula o del deporte, los polticos

    profesionales pero regenerados para los medios se preo-

    cupan ms por el nudo de la corbata o la eficacia del den-

    tfrico, que por los proyectos de gobierno que ofrecen a

    sus sociedades.

    Esa glamorizacin

    de la poltica se empata con la sim-

    plificacin del discurso a la que nos hemos referido antes

    y tambin, con la pretendida abolicin de las ideologas

    que con tanto rechazo acadmico, pero con tanto xito

    mercadolgico, fue identificada a comienzos de los aos

    noventa. No compartimos esa tesis pues, de muchas mane-

    ras, se puede constatar no slo la subsistencia de corrien-

    tes ideolgicas sino, especialmente, la necesidad de

    coordenadas ideolgicamente slidas y claras. Pero si para

    tener xito meditico nuestros polticos modernos privile-

    gian tanto la apariencia por sobre las ideas reducen de tal

    manera el discurso que ms que argumentos esbozan

    slo-

    gans y comparadas unas con otras sus propuestas son

    entonces prcticamente idnticas; no es exagerado pro-

    poner que ms que frente al desvanecimiento de las ideo-

    logas nos encontramos ante el eclipse de la poltica, al

    menos tal y como la hemos conocido en este exhausto

    siglo y durante el anterior.

    Los partidos son, por definicin pero adems porque

    hasta ahora no se ha inventado otra forma de organizacin

    y competencia reales, imprescindibles. Pero en el frrago

    meditico y junto con esa trivializacin de la poltica, a los

    partidos les va m uy mal com o actores en los espacios audio-

    visuales. Los movimientos de ciudadanos, que no buscan

    Amrica Latina, Hoy N. 25

    (Agosto 2000): 15-22

  • 7/26/2019 El Imperio Del Marketing Politico

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    TRE.f o DELA 51150:

    El im perio del m arketing poltico. Cuando las im genes desplazan a las ideas

    1

    constituirse (al menos en un principio) en opciones de

    poder sino en fuentes de presin en beneficio de causas o

    personajes muy especficos, tienen un atractivo notable-

    mente mayor en la teatralizante escala de valores de los

    medios.

    Ms an: hay quienes en la mediatizacin creciente de

    la poltica identifican un al parecer inevitable desplaza-

    miento de los partidos tradicionales. Si la poltica ahora ha

    de hacerse con p rocedimientos y cdigos distintos, impues-

    tos o exigidos por la preponderancia de imgenes mediti-

    cas, entonces es posible considerar que la estructura y el

    funcionamiento mismo de los partidos tendran que estar

    cambiando aunque ello no siempre ocurra de manera inten-

    cional, o explcita. El socilogo Flix Ortega ha descrito

    as la transformacin de la poltica en Espaa, en donde la

    liberalizacin de los medios de comunicacin acompa e

    incluso apuntal a la transicin democrtica en los aos

    setenta: La llegada de la democracia a Espaa tiene lugar

    en un momento en el que en Europa se est produciendo la

    crisis de un modelo de partido (el burocrtico de masas,

    basado en la mov ilizacin de militantes y simpatizantes) y su

    sustitucin por otro (el profesional-electoral, basado en el

    marketing poltico y dirigido al electorado de opinin). Lo

    que cuenta ahora es la transformacin habida en la comu-

    nicacin poltica, en virtud de la cual lo de cisivo no es ya el

    encuentro directo del lder poltico con sus seguidores sino

    el acceso al gran pblico a travs de los

    nzass media.

    Estos

    son la real correa de transmisin entre los partidos y sus

    electores (Ortega, 1998).

    El

    partido de opinin ser tan veleidoso como los

    medios de los cuales depende. Si el sustento bsico de los

    partidos ha girado y ahora ha de encontrarse en los medios

    ms que en sus adherentes estaramos entre otras transfor-

    maciones ante una dependencia recproca entre institucio-

    nes polticas y empresas comunicacin, pero ventajosa para

    estas ltimas. El papel de los ciudadanos quedara relegado

    ya que, como ha sido harto subrayado, los medios no siem-

    pre los representan, de la misma manera que el ser voceros

    de la sociedad no constituye su vocacin ms frecuente ni

    mejor cumplida. El mismo Ortega se encarga de subrayar

    algunas limitaciones de esa nueva hechura de los partidos:

    Ahora bien, este tipo de partido es una institucin dbil.

    Primero, porque los polticos no basan preferentemente

    su liderazgo en la organizacin del partido, que pasa a un

    segundo plano frente a los grupos de inters y a las propias

    necesidades de la comunicacin poltica. Segundo, porque

    no es el partido quien proporciona la subcultura poltica a

    los electores sino que la misma, en la medida en que exis-

    te, es un efecto de esa misma comunicacin poltica

    (Ortega, 1998).

    Estara construyndose, as, una democracia de opi-

    nin que tendera a sustituir no a la institucionalidad esta-

    tal ni a las reglas formales de la com petencia electoral, sino

    fundamentalm ente a los mecanismos merced a los cuales se

    crea, registra y/o establece la legitimidad en las sociedades

    contemporneas.

    Quiz los medios tiendan a desplazar a los partidos.

    Ms an, puede ocurrir que, por efecto de los medios, los

    polticos no les hagan demasiada falta a sus pblicos y no

    debido a desacuerdos ideolgicos, sino a la lgica del espec-

    tculo. Ignacio Ramonet sugiere, de manera contundente:

    La televisin se instaura como el gora central de la vida

    poltica; impone a los polticos la necesidad de adquirir,

    frente a las cmaras, una expresividad completamente tea-

    tral. El efecto del dominio del discurso y del cuerpo se reve-

    la cada vez ms indispensable. Por otra parte, convertida

    efectivamente en m edio de masas, la televisin convierte en

    caduco, superado, todo lo preexistente. Por efecto de rup-

    tura, provoca una especie de amnesia en el espritu de los

    nuevos telespectadores. Para stos, el mundo tiene ya dos

    tiempos: antes y despus de la televisin. Los polticos que

    no aparecen en la pantalla no tienen existencia real

    (Ramonet, 1997: 202 ).

    Esas transformaciones en los protagonistas y los espa-

    cios del quehacer poltico, pueden alcanzar consecuencias

    todava mayores. El prestigiado investigador Nstor

    Garca Canclini encuentra que, adems, se ha producido

    el desvanecimiento de los espacios polticos de negocia-

    cin . Y explica: Los espacios pblicos, como el parla-

    mento, y las acciones de base, que podran llegar a mtines

    y manifestaciones callejeras, huelgas y enfrentamientos

    s i

    cos

    entre los actores de la sociedad civil y los poderes

    gubernamentales, daban a las negociaciones formas de

    interaccin 'concreta'. Ahora, la conflictualidad social y la

    gestin de sus transacciones se desplazan a lugares her-

    mticos, a fuerzas que los ciudadanos no pueden enfren-

    tar. Dnde y quines pueden tomar decisiones cuando

    una campaa electoral cuesta millones de dlares y la ima-

    gen de los candidatos no se basa en programas doctrina-

    rios sino en adaptaciones oportunistas sugeridas por los

    estudios de

    marketing poltico? (Garca Canclini, 1995:

    180-181).

    Cuando, de esa manera, el marketing

    desplaza a la

    negociacin y la videopoltica a los espacios pblicos es

    posible que estemos en una etapa en la que resulte nece-

    sario volver a pensar cules son los sustentos de las demo-

    cracias modernas. Formalmente, los ciudadanos y el

    sufragio siguen siendo el motivo y la fuente de legitimidad

    de los sistemas polticos. Pero ni el trato entre polticos y

    ciudadanos ni, en ocasiones, la relacin entre la gente y los

    asuntos pblicos son tan directos como antao. Los

    medios de comunicacin se han convertido en los media-

    dores polticos ms importantes, desplazando en esa fun-

    cin a los partidos.

    Desde el mundo de la poltica se ha tomado a esa

    nueva situacin con tardanza y resignacin. Y junto con

    esa presencia de nuevos mediadores se registra un dete-

    rioro aparentemente inevitable en la percepcin que la

    sociedad tiene de los hechos pblicos. Los trficos de

    influencias, los abusos y hechos de corrupcin de los per-

    sonajes polticos, son la causa principal de esa imagen

    que los medios suelen desplegar y vender con gran inte-

    A mrica Latina, Hoy

    N. 25

    (Agosto 2000): 15-22

  • 7/26/2019 El Imperio Del Marketing Politico

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    22

    REJO DELARBRE:

    El im perio del m arketing po ltico. Cuando las im genes desplazan a las ideas

    rs. Pero, adems, la desacreditacin de los asuntos

    pblicos parece estar relacionada tambin con la espec-

    tacularizacin de la poltica: si la poltica y los polticos

    forman parte del espectculo meditico, el pblico tien-

    de a tomarlos con tan poca seriedad como la que destina

    a otros entretenimientos.

    LA PROTESTA EN TELEVISIN

    ES MS VISTOSA QUE LA POL TICA

    La relevancia poltica de los medios es ms que palma-

    ria. Lo que no parece tan claro es en qu medida el imperio

    de las imgenes desplaza a las redes de relacin tradiciona-

    les entre los partidos y la sociedad. Lo m enos que sucede es

    que esas redes se complementan con la intercesin de los

    medios. Pero es difcil aseverar que los partidos estn ple-

    namente desplazados por los medios.

    El aislamiento, o el debilitamiento de los p artidos, tam-

    bin est relacionado con la manera como la poltica tiende

    a ser retratada por los medios. La protesta es ms vistosa

    que la poltica. O, para decirlo de ma nera men os drstica, la

    reclamacin coyuntural es ms mediticamente intensa que

    la anticlimtica poltica institucional. Una batahola calleje-

    ra o incluso la imagen de un ac tivista que pancarta en m ano

    despotrica delante de las cmaras tiene mayor impacto

    meditico que un atildado funcionario leyendo un docu-

    mento detrs de la consabida batera de micrfonos. Los

    enredos son noticia; la democracia no.

    La vulnerabilidad de los sistemas polticos ante los

    medios se debe tambin a la falta, o la deficiencia, de una

    poltica de comunicacin. As: En ausencia de una poltica

    de comunicacin social para orientar la transicin poltica,

    lo sorprendente es que las democracias novatas al estilo de

    `una persona, un voto', rpidamente sean vctimas de dem a-

    gogos, nacionalistas y autoritarios. Los nuevos propagan-

    distas le recuerdan a la gente las virtudes nostlgicas del

    viejo rgimen mientras sealan a los nuevos enemigos

    domsticos... (Bennett, 1998: 204).

    Ninguna de estas constataciones ofrece remedios al cr-

    culo vicioso med ios estrepitosos/polticos m ediatizados que

    se puede apreciar hoy en da. Las soluciones estn por cons-

    truirse y no dependen slo de los medios. stos, por lo

    dems, hacen m uy buen negocio cuando la poltica les ofre-

    ce espectculo para solazar a sus pblicos y usufructan

    con enorm e alegra el papel de mandarines de la vida pbli-

    ca en el que su capacidad tecnolgica y la debilidad de la

    poltica institucional los ha colocado. Y los polticos, fuera

    de tratar de mimetizarse al imperio de los medios o quejar-

    se de ellos, segn les vaya en las encuestas y los

    ratings, no

    se esfuerzan por entenderlos.

    Existen opciones delante de la mediatizacin de la

    poltica? Hay viejas frmulas, no siempre del todo explo-

    radas en todas nuestras sociedades, que pueden ser tiles

    en la reconstruccin o en la reforma de este panorama: los

    medios pblicos, capaces de constituirse no en antagonis-

    tas pero s en contrapesos de aquellos con prioridades fun-

    damentalmente mercantiles; la tica y la responsabilidad

    tanto en el poder poltico como en los medios y que en el

    caso de la prensa, amerita de cdigos e incluso tambin ins-

    tituciones de autorregulacin; la discusin abierta de los

    yerros y excesos de los medios pero con afn pedaggico y

    no vindicativo; la diversificacin de medios que no abate la

    preponderancia de las grandes televisoras pero que les

    impone un nuevo contexto eventualmente competitivo, a

    mediano plazo, gracias a opciones nuevas como la interac-

    tividad que es posible en la Internet. Q uiz, en efecto, sea

    preciso pensar en la poltica por otros medios: no a travs

    de, sino en busca de medios distintos para propagar ideas

    polticas.

    Tambin podra procurarse y esa sera una tarea de

    ambas partes, la

    desteatmlizacin

    de la poltica en los

    medios. Pero esa, a estas alturas, no puede ser tarea slo de

    los polticos, ni slo de los comunicadores. Todos ellos, en

    todo caso, no seran nada sin la sociedad. Pero eso, a

    ambos, se les olvida con demasiada frecuencia.

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