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Terry Pratchett MUNDODISCO 1 – EL COLOR DE LA MAGIA

El Color de La Magia - Terry Pratchett

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Terry Pratchett

Terry Pratchett

MUNDODISCO 1 EL COLOR DE LA MAGIAEL COLOR DE LA MAGIA

En un lejano juego de dimensiones de segunda mano, en un plano astral ligeramente combado, las ondulantes nieblas estelares fluctan y se separanVamos...La Gran Tortuga A'Tuin se acerca, nadando lentamente por el golfo interestelar, con los pesados miembros llenos de hidrgeno congelado, la enorme y viejsima concha llena de crteres de meteoros. Con unos ojos del tamao de mares, encostrados de lgrimas reumticas y polvo de asteroides, l contempla fijamente el Destino.En una mente ms grande que una ciudad, con lentitud geolgica, l piensa slo en el Peso.Por supuesto, la mayor parte del peso se debe a Berilia, Tubul, Gran T'Phon y Jerakeen, los cuatro elefantes gigantes sobre cuyos lomos y amplios hombros bronceados por las estrellas descansa el disco del mundo, enguirnaldado por una enorme catarata a lo largo de toda su circunferencia, y cubierto por la bveda azul plido del cielo.Hasta ahora, la astropsicologa no ha sido capaz de averiguar en qu van pensando.La Gran Tortuga era una simple hiptesis, hastaque el pequeo y reservado reino de Krull, cuyas montaas se alzan junto a la mismsima Periferia, construy una gra con poleas junto al risco ms escarpado Sus habitantes hicieron bajar un receptculo de latn con ventanas de cristal de cuarzo, para que algunos observadores echaran un vistazo a travs de la cortina de niebla.Cuando fueron izados de nuevo por grandes grupos de esclavos, los primeros astrozologos trajeron mucha informacin sobre la forma y naturaleza de A'Tuin y los elefantes, pero esto no resolvi las preguntas fundamentales sobre la naturaleza y propsito del Universo.Por ejemplo, cul era en realidad el sexo de A'Tuin? Los astrozologos aseguraron, con apabullante autoridad, que no se obtendra respuesta para esta pregunta vital hasta que se construyera un sistema de gras ms potente para hacer bajar un receptculo mayor al espacio profundo. Entretanto, slo podan especular sobre el cosmos conocido.Exista la teora de que A'Tuin vena de la nada y seguira arrastrndose a velocidad regular, con Paso Uniforme, hacia la nada, durante el resto de los tiempos. La mayora de los intelectuales apoyaban esta teora.Una alternativa, sostenida sobre todo por los ms religiosos, era que A'Tuin se arrastraba desde Lugar de Nacimiento hacia el Momento de la Cpula, al igual que todas las estrellas del cielo que, evidentemente, tambin viajaban a lomos de tortugas gigantes. Cuando llegaran, copularan breve y apasionadamente por primera y nica vez, y de tan ardiente unin naceran nuevas tortugas que transportaran nuevos mundos. Se conoca esta hiptesis como Teora del Big Bang.As estaban las cosas en aquel memorable atardecer, cuando un joven cosmoquelonilogo, de la faccin del Paso Uniforme, probando un nuevo telescopio con el que esperaba medir con precisin el albedo del ojo derecho del Gran A'Tuin, fue el primer extranjero en ver el humo provocado por el incendio en la ciudad ms antigua del mundo.Ms tarde, aquella noche, se concentr tanto en sus estudios que olvid el tema por completo. Pero el caso es que fue el primero.Hubo otros...

El fuego ruga en la ciudad dividida de Ankh-Morpork. Al lamer el Distrito de los Magos, las llamas se tornaban azules y verdes, salpicadas incluso con chispas del octavo color, el octarino. Cuando se abran paso entre las cubas y tiendas de aceite, en la calle del Mercado, progresaban en una serie de explosiones y estallidos deslumbrantes. En las calles de los fabricantes de perfumes, el humo era dulce. Cuando el fuego tocaba manojos de extraas hierbas secas, en los almacenes de los drogueros, volva locos a los hombres y les haca hablar de Dios.Para entonces, todo el centro de Morpork estaba ilunnado. En la otra orilla del ro, los ciudadanos de Ankh, ms ricos y dignos, reaccionaban con valenta ante la situacin demoliendo febrilmente los puentes. Pero las naves en los muelles de Morpork -cargadas de grano, algodn y madera, y cubiertas de alquitrn- ardan ya alegremente... y, una vez convertidas en cenizas las amarras, se acercaban decididamente a la otra orilla, empujados por la marea descendente, incendiando palacios y lujosas casitas, mientras pasaban como lucirnagas medio ahogadas en direccin al mar. En cualquier caso, las chispas cabalgaban a lomos del viento, para ir a posarse en la otra orilla, eligiendo preferentemente los jardines ocultos y patios remotos.El humo del alegre incendio se elevaba a kilmetros de altura, en una columna negra esculpida por el viento, que se poda divisar desde todo el Mundodisco.Desde luego resultaba impresionante desde la oscura y fra colina, a pocas leguas, donde los figuras contemplaban el incendio con autntico inters.El ms alto de los dos morda de cuando en cuando un muslo de pollo, y se apoyaba sobre una espada poco ms baja que un hombre de estatura media. Slo cierto aire de inteligencia cautelosa le salvaba de parecer un brbaro de las heladas llanuras del Eje.Su compaero era mucho ms bajo, y se envolva de la cabeza a los pies en una capa marrn. Ms tarde, cuando tenga ocasin de caminar, veremos que sus movimientos son ligeramente felinos.Ninguno de los los haba pronunciado ms all de un par de palabras en los ltimos veinte minutos, a excepcin de una disputa breve e inconclusa sobre si determinada explosin, particularmente llamativa, haba tenido lugar en el almacn de aceite o en el taller de Kerible el Hechicero. Inclusoapostaron dinero al respecto.Ahora, el hombretn haba terminado de roer el hueso, y l tir a la hierba con una sonrisa pesarosa. Se acabaron esos pequeos callejones -dijo-. La verdad, me gustaban. Y todos los tesoros... -coment el pequeo-. Me pregunto si las piedras preciosas ardern. Dicen que son una especie de carbones -aadi pensativo. Todo el oro fundido, deslizndose por las zanjas...! -sigui su compaero, ignorndole-. Y todo ese vino hirviendo en los barriles...! Haba ratas -seal el de marrn. Y qu ratas! En pleno verano, no se poda vivir ah. Eso encima. Pero no se puede evitar sentir, aunque sea por un momento...Se detuvo. Le debamos ocho piezas de plata al viejo Fredor, el de La Sanguijuela Escarlata -sigui, ya ms animado.El hombrecillo asinti.Guardaron silencio un rato, mientras toda una nueva serie de explosiones trazaba una lnea roja a travs de una hasta entonces oscura seccin de lo que fuera la ciudad ms grande del mundo. Luego, el ms alto se movi, inquieto. Comadreja? S? Quin lo habr iniciado?El espadachn menudo, al que llantaban Comadreja, no dijo nada. Observaba el camino bajo la luz rojiza. Muy pocos viajeros haban pasado por all desde que la Puerta Deosil fuera una de las primeras en derrumbarse entre una lluvia de brasas al rojo blanco..Pero, ahora, suban dos figuras. Los ojos de Comadreja, siempre ms agudos en la penumbra o a media luz, distinguieron las formas de dos hombres a caballo, seguidos por una especie de animal ms bajo. Se tratara sin duda de algn rico mercader, que hua con todos los tesoros sobre los que haba conseguido poner sus manos frenticas. Comadreja se lo dijo a su compaero, que suspir. Lo de salteadores de caminos no nos pega -dijo el brbaro-. Pero, como t bien dices, corren tiempos duros, y esta noche no tendremos camas calientes.Se cambi la espada de mano. Cuando el jinete ms adelantado estuvo cerca, salt a la carretera, alz un brazo y compuso una sonrisa cuidadosamente calculada para resultar tranquilizante y amenazadora a la vez. Disculpe, seor... -empez a decir.El jinete tir de las riendas y se ech hacia atrs la capucha. El hombretn pudo ver un rostro salpicado de quemaduras superficiales y restos de una barba chamuscada. Hasta las cejas haban desaparecido. Quita de en medio -dijo el rostro-. Eres Bravd el Ejeo,* no?Bravd comprendi que le haban quitado la iniciativa. No me has odo? Aparta -insisti el jinete-. Ahora no puedo perder tiempo contigo, entiendes?Mir a su alrededor. Y eso va tambin por ese saco de pulgas que tienes por compaero, se esconda donde se esconda. S, por ese que adora la oscuridad.Comadreja se acerc al caballo y observ atentamente la desaliada figura. Vaya, vaya, a quin tenemos aqu? Rincewind, el mago, no? dijo como si estuviera encantado, mientras archivaba en la memoria la descripcin que de l acababa de hacer el mago, para cuando llegara el momento de la venganza-. Me pareci reconocer tu voz.Bravd escupi y guard la espada en la vaina. Rara vez vala la pena atracar a un mago. No solan llevar ningn tesoro digno de tal nombre. Demasiado fanfarrn para ser un mago de tercera -murmuro. No me has comprendido bien -dijo el mago con voz fatigada-. En cualquier otro momento, me daras tanto miedo que me temblaran las rodillas, pero es que ahora tengo una sobredosis de terror. No te preocupes; cuando lo supere, tendr tiempo de asustarme convenientemente de ti.Comadreja seal la ciudad en llamas. Has pasado por ah? -inquiri.El mago se frot los ojos con una mano enrojecida. Estaba ah cuando empez. Veis a se, al de atrs?Seal hacia detrs, ms abajo, al tramo de camino por donde todava se aproximaba su compaero. ste haba optado por un mtodo de monta que implicaba caerse de la silla cada pocos segundos. Y? -pregunt Comadreja. l lo inici -respondi sencillamente Rincewind.Bravd y Comadreja observaron la figura, que cabalgaba torpemente por el camino con un pie en un estribo. Un incendiario, eh? -dijo al fin Bravd. No -respondi Rincewind-. No exactamente. Digamos slo que, si se organizara el caos mas completo, este tipo se subira a una colina bajo una tormenta de truenos, con una armadura de cobre empapada, gritando Todos los dioses son unos bastardos!. Tenis algo de comer? Hay un poco de pollo -dijo Comadreja-. A cambio de la historia. Cmo se llama? -pregunt Bravd, que tena tendencia a quedarse atrs en las conversaciones. Dosflores. Dosflores? -se extra Bravd-. Que nombre tan raro! Y no sabes ni la mitad -replic Rincewind, desmontando-. Has dicho que hay pollo? Picante -asinti Comadreja.El mago gimi. Eso me recuerda -aadi Comadreja, chasqueando los dedos- que hubo una explosin muy fuerte, hace una... bueno, pongamos una media hora... Fue cuando vol por los aires el viejo almacn de aceite -respondi Rincewind, estremecindose ante el recuerdo de la lluvia ardiente.Comadreja se dio media vuelta y sonri expectante a su compaero, que gru, sac una moneda de la bolsa y se la tendi. Entonces, les lleg un grito desde el camino, un grito que se cort bruscamente. Rincewind ni siquiera levant la vista de su racin de pollo. Una de las muchas cosas que no sabe hacer es montar a caballo -dijo.De repente, se puso rgido, como si acabara de recordar algo. Dej escapar un breve chillido de pnico, se levant bruscamente y se perdi en la oscuridad. Cuando volvi, llevaba al llamado Dosflores colgando inerte de un hombro. Era un tipo delgado y menudo. Vesta ropas extraas: unos pantalones hasta la rodilla y una camisa de colores tan vivos y enfrentados, que los sensibles ojos de Comadreja se sintieron ofendidos incluso en aquella penumbra. Parece que no se ha roto nada -suspir Rincewind.El mago jadeaba. Con un leve gesto, Bravd indic a Comadreja que fuera a investigar la forma que haba supuesto era un animal de carga para los bultos. Ser mejor que no lo intentes -dijo el mago, mientras examinaba al inconsciente Dosflores y sin levantar la vista-. Creme. Lo protege un poder. Un hechizo? -pregunt Comadreja, volviendo a sentarse y cruzando las piernas.Nooo! Pero creo que es algn tipo de magia. No de la acostumbrada. Quiero decir, puede transformar el oro en cobre, al tiempo que sigue siendo oro; enriquece a los hombres destruyendo sus propiedades, permite que el dbil camine sin temor entre ladrones, y traspasa las puertas ms fuertes para apoderarse de los tesoros mas protegidos. Ahora mismo, me tiene esclavizado para que siga a este loco de buena o mala gana, y le proteja de todo dao. Es mas fuerte que t, Bravd. Y creo que es ms astuto incluso que t, Comadreja. Y cmo se llama esa poderosa magia?Rincewind se encogi de hombros. En nuestro idioma la denominamos sonido-reflejado-de-espritus-subterrneos. Hay vino? Sabes que no me faltan maas en los asuntos de magia -seal Comadreja-. Sin ir ms lejos, el ao pasado, con la ayuda de mi amigo aqu presente, despoj al famoso Archimago de Ymitury de su cayado, su cinturn de joyas de luna y de su vida, ms o menos en ese orden. No me da miedo ese sonido-reflejado-de-espritus-subterrneos del que hablas. De todos modos -aadi-, has conseguido interesarme. Por qu no me cuentas ms?Bravd mir la forma que se mova por el camino. Ya estaba ms cerca, y se vea mejor con la luz previa al amanecer. Tena un extrao parecido con... Una caja con patas? -dijo. Os lo contar todo al respecto -asegur Rincewind-. Si tenis vino, claro.Abajo, en el valle, se oan rugidos y silbidos. Alguna persona ms razonable que el resto haba ordenado que se cerraran las grandes esclusas del ro, en el punto donde el Ankh sala de la ciudad dividida. Privado de su cauce habitual, el ro haba inundado las orillas, y se verta ahora por las calles asoladas por el fuego. Pronto el continente de llamas se convirti en una serie de islas, que se empequeecan a medida que avanzaba la oscura marea. Sobre la ciudad, el humo y el vapor se alzaban en una espesa nube que ocultaba las estrellas. Comadreja pens que pareca un champin gigantesco, quiz un hongo.

La ciudad doble, con la orgullosa Ankh y la pestilente Morpork, de cuya forma preincendio son simple reflejo todas las dems ciudades del espacio y el tiempo, haba soportado muchos asaltos en su larga y populosa historia, y siempre consigui florecer de nuevo. As que el incendio y la subsiguiente inundacin, que destruy todo lo que no era inflamable y aadi una corriente particularmente ruidosa a los problemas de los supervivientes, no seal su fin. Ms bien fue un ardiente punto y seguido, una carbonizada coma, o bien un punto y coma al rojo en su historia.Muchos das antes de los acontecimientos que acabamos de relatar, un barco subi por el ro Ankh con la marca del amanecer. Atrac entre muchos otros, en el laberinto de fondeaderos y muelles de la orilla dc Morpork. Llevaba un cargamento de perlas rosa, nueces de leche y piedra pmez, algunas cartas oficiales para el Patricio de Ankh... y un hombre.

El hombre fue el que atrajo la atencin de Hugh el Ciego, uno de los mendigos de guardia aquella maana en Muelle Perla. Dio un codazo en las costillas de Wa el Tullido, y seal al hombre sin decir palabra.Ahora el extranjero estaba al lado del muelle, observando cmo varios marineros esforzados bajaban por la pasarela un gran cofre con cantos de latn. Junto a l haba otro hombre: evidentemente, el capitn del barco. Los marineros tenan el aspecto del que espera un enriquecimiento inminente, y todos los nervios de Hugh el Ciego, que tenda a vibrar incluso ante la presencia de una diminuta cantidad del oro ms impuro a cincuenta pasos, hicieron sonar una alarma mental.Cierto; cuando el cofre qued en el muelle, el extranjero rebusc en su bolsa, y se divis el brillo de una moneda. De muchas monedas. De oro. Hugh el Ciego, con el cuerpo temblando como la vara de un zahor en presencia de agua, silb para s mismo. Dio otro codazo a Wa, y le hizo alejarse rpida y discretamente por un callejn cercano, en direccin al centro de la ciudad.Cuando el capitn volvi al barco, dejando al extranjero con gesto despistado al lado del muelle, Hugh el Ciego sac a relucir su taza de mendigo y ech a andar por la calle con una sonrisa congraciante. En cuanto le vio, el extranjero empez a rebuscar rpidamente en su bolsa. Buenos das tengas, seor -empez a decir Hugh el Ciego..... se encontr frente a frente con una cara que tena cuatro ojos, en vez de dos. Se dio la vuelta para salir corriendo.El extranjero solt una exclamacin, agarrndole por el brazo.

Hugh era consciente de que, junto a la barandilla del barco, los marineros se estaban riendo de l. Al mismo tiempo, sus sentidos superespecializados detectaron una superpoderosa impresin de dinero. Se detuvo en seco. El extranjero le solt, para pasar rapidamente las pginas de un librito negro que se haba sacado del cinturn. Hola -dijo tras un rato. Qu? -se sorprendi Hugh.El hombre le mir sin comprender. Hola -repiti, ms alto de lo necesario, y tan cuidadosamente que Hugh casi pudo or las letras encajando una a una en su sitio. Pues hola -respondi.La sonrisa del extranjero se hizo an ms amplia, y rebusc de nuevo en su bolsa. Esta vez, cuando sac la mano, llevaba en ella una gran moneda de oro. De hecho, era un poco mayor que la corona ankhiana de ocho mil dlares. Aunque el diseo de la moneda no le resultaba familiar, hablaba un idioma que Hugh comprenda a la perfeccin. Mi actual propietario -deca- necesita algo de ayuda. Por qu no se la ofreces, para que t y yo podamos irnos por ah a pasarlo bien?Los sutiles cambios en la postura del mendigo tranquilizaron mucho al extranjero, que consult de nuevo el librito. Deseo que me lleve a un hotel, casa de huspedes, posada, hospedera, albergue -dijo. A cul de todos? -se sorprendi Hugh, al que haba tomado desprevenido.El extranjero hizo un gesto dubitativo.Hugh era consciente de que una pequea multitud de pescaderas, buscadores de conchas y curiosos les observaban con inters. Mire -dijo rpidamente-, conozco una buena taberna. Le basta con eso?Le recorri un escalofro ante la idea de que la moneda de oro escapara de su vida. Se quedara con sa, aunque Ymor confiscase todas las dems. Adems, decidi Hugh, el gran cofre que transportaba el equipaje del recin llegado pareca tambin lleno de oro.El hombre de cuatro ojos consult el libro. Deseo que me lleve a un hotel, casa de huspedes, posada, hospedera... S, vale, vale. Vamos. -se apresur a responder Hugh.Cogi uno de los bultos y ech a andar rpidamente. Tras un momento de duda, el extranjero le sigui.Una riada de ideas se abri camino por la mente de Hugh. Arrastrar tan fcilmente al extranjero hasta el Tambor Roto era sin duda un golpe de suerte, y probablemente, Ymor le recompensara. Pero, pese al aspecto inofensivo de su nuevo conocido, algo intranquilizaba a Hugh, y ni por su vida poda imaginar qu era. Por muy raros que resultasen, no se trataba de los dos ojos de ms. Era otra cosa. Ech un vistazo atrs.El hombrecillo caminaba tranquilamente por el centro de la calle, mirando a su alrededor con una expresin de autntico inters.Y lo que Hugh vio tras l le hizo estremecerse.El enorme cofre de madera que viera por ltima vez descansando slidamente al lado del muelle, pisaba los talones de su amo con un suave trotecillo regular. Muy despacio, por si acaso un movimiento repentino le haca perder el escaso control que le quedaba sobre sus propias piernas, Hugh se inclin suavemente para echar un vistazo bajo el cofre.Tena cientos de patitas.Lenta, muy lentamente, Hugh se dio la vuelta y sigui caminando hacia el Tambor Roto.

Qu extrao! -dijo Ymor. Y llevaba un gran cofre de madera -aadi Wa el Tullido. Tiene que ser un mercader, o un espa -asegur Ymor.Arranc un trozo de carne de la chuleta que tena en la mano, y lo lanz al aire. No haba alcanzado el cenit de su arco, antes de que una forma negra surgiera de las sombras de un rincn del techo y bajara en picado, atrapando la carne en el aire. Un mercader o un espa -repiti Ymor-. Preferira que fuese un espa. Los espas valen el doble, porque luego, cuando los entregamos, suele haber una recompensa. T qu opinas, Whitel?Frente a Ymor, el segundo ladrn ms importante de Ankh-Morpork entrecerr su nico ojo y se encogi de hombros. He investigado la nave -dijo-. Es un barco mercante libre. A veces hace la travesa a las islas Marrones. Los habitantes de all son salvajes. No saben lo que es un espa, y supongo que se comen a los mercaderes. Tiene un cierto aire de mercader -contribuy Wa-. Pero no est gordo.Se oy un ruido de alas junto a la ventana. Ymor levant su mole de la silla, cruz la habitacin y volvi con un gran cuervo. Cuando le quit de la pata la cpsula con el mensaje, el animal vol para reunirse con sus compaeros entre las vigas. Whitel lo mir sin el menor afecto. Los cuervos de Ymor eran famosos por la lealtad hacia su amo, hasta el punto de que el intento de Whitel de obtener un ascenso y adquirir el rango de ladrn ms importante de Ankh-Morpork le haba costado la mano derecha y el ojo izquierdo. Pero no la vida; Ymor nunca culpaba a un hombre por ser ambicioso. B12 -coment Ymor, echando a un lado el pequeo cilindro y desenrollando el menudo documento del interior. Gorrin el Gato -respondi automticamente Whitel-. Est de guardia junto a la Torre del Gong, en el Templo de los Dioses Menores. Dice que Hugh ha llevado a nuestro extranjero al Tambor Roto. Bueno, no est mal. Broadman es... amigo nuestro, verdad? S -asinti Whitel-. Si sabe lo que le conviene. Tu hombre, Gorrin, ha estado entre sus clientes -sigui Ymor con tono animado-, porque dice algo sobre una caja con patas, si estoy descifrando correctamente sus garabatos.Mir a Whitel por encima del papel.Whitel apart la vista. Se le disciplinar -asegur simplemente.Wa observ al hombre que se inclinaba en su silla, vestido de negro, tan imperturbable como un puma de la Periferia en su rama de la selva, y supo que Gorrin, el encargado de la vigilancia desde el Templo de los Dioses Menores, se reunira pronto con esas deidades en las mltiples dimensiones del Ms All. Y le deba a Wa tres monedas de cobre.Ymor arrug la nota y la arroj a un rincn. Creo que nos daremos una vuelta por el Tambor Roto algo ms tarde, Whitel. Y quiz incluso probemos esa cerveza que tanto gusta a tus hombres.Whitel no dijo nada. Ser la mano derecha de Ymor era como si te azotaran amablemente hasta la muerte con cordones perfumados de zapatos.

La ciudad dividida de Ankh-Morpork era la ms importante de todas las que bordeaban el Mar Circular. Tambin era hogar de un buen nmero de bandas, gremios de ladrones, sindicatos y otras organizaciones por el estilo. Esta era una de las razones de su prosperidad y riqueza. La mayora de las personas humildes de la orilla Levo del ro, en los labernticos callejones de Morpork, complementaba sus magros ingresos desempeando algn que otro puesto sin importancia para las diferentes bandas enfrentadas. Tanto era as que, cuando Hugh y Dosflores entraron en el patio del Tambor Roto, los jefes de buena parte de las bandas ya saban que haba llegado a la ciudad alguien que pareca tener un tesoro. Los informes de los espas ms observadores incluan detalles sobre un libro que contaba al extranjero lo que tena que decir, y de una caja que andaba sola. Estos hechos se descartaron inmediatamente. Ningn mago capaz de tales hechizos se acercara a dos kilmetros de los muelles de Morpork.Todava era la hora en que la mayor parte de los ciudadanos se acababa de levantar o estaba a punto de meterse en la cama, as que haba poca gente en el Tambor Roto para ver a Dosflores bajar por la escalera. Cuando el Equipaje apareci tras l, y empez a descender confiadamente peldao a peldao, los clientes sentados junto a las toscas mesas de madera clavaron miradas de sospecha en sus vasos como un solo hombre.Broadman estaba echando una bronca al pequeo troll que barra el bar cuando el tro pas junto a l. Qu demonios es eso? -quiso saber. No hagas ningn comentario! -sise Hugh.Dosflores ya estaba pasando las hojas del libro. Qu hace ste con el libro? -pregunt Broadman, con los brazos en jarras. Le cuenta lo que tiene que decir. Ya s que parece ridculo -murmur Hugh. Cmo puede un libro contar a un hombre lo que debe decir? Deseo alojamiento, habitacin, hospedaje, casa de huspedes, pensin completa, estn limpias las habitaciones, una habitacin con vistas, cul es la tarifa por noche? -dijo Dosflores, sin pararse a respirar ni una vez.Broadman mir a Hugh. El mendigo se encogi de hombros. Tiene mucho dinero -asegur. Entonces, dile que sern tres monedas de cobre. Y esa Cosa tendr que quedarse en los establos.El extranjero hizo un ademn dubitativo.Broadman alz tres gruesos dedos enrojecidos, y el rostro del hombrecillo se ilumin repentinamente con la luz de la comprensin. Rebusc en su bolsa y puso tres grandes monedas de oro en la mano de Broadman.Broadman las contempl. Representaban aproximadamente cuatro veces el valor del Tambor Roto, personal incluido. Mir a Hugh. No poda esperar ayuda de l. Mir al extranjero. Trag saliva con dificultad. S -dijo con una voz extraamente aguda-. Y luego estn las comidas, claro. Eh... comprendes, no? Comidas. T comer. No?Hizo los gestos apropiados. Coer? -inquiri el hombrecillo. Algo as -respondi Broadman, que empezaba a sudar-. Anda, chale un vistazo al librito.El extranjero abri el libro y recorri una pgina con el dedo. Broadman, que poda leer con cierto esfuerzo, atisb la pgina por encima. Lo que vio no tena sentido. Comeeer -dijo el hombrecillo-. S. Chuletas, salpicn, estofado, picadillo, rag, fricand, hamburguesa, tajada, soufl, pastel de fruta, manjar, sorbete, cereales, salsa, sin salsa, con guarnicin, las alubias no me gustan, golosinas, mermelada, jamn. Menudillos de pollo.Mir al tabernero. Todo eso? -pregunt dbilmente Broadman. Siempre habla as -afirm Hugh-. No me preguntes por qu. Simplemente, lo hace.Todos los ojos de la habitacin estaban clavados en el extranjero..., excepto el par perteneciente a Rincewind el mago, que estaba sentado en el rincn ms oscuro de la sala, con una pequea jarra de cerveza entre las manos.Estaba mirando el Equipaje.Observad a Rincewind.Observadle. Huesudo y larguirucho, como la mayora de los magos, y envuelto en una tnica color rojo oscuro que lleva unos cuantos signos cabalsticos msticos bordados en lentejuelas oxidadas. Cualquiera le habra tomado por un simple aprendiz de hechicero que haba escapado de su maestro por rebelda, aburrimiento, miedo o un gusto persistente por la heterosexualidad. Pero lleva al cuello la cadena con el octgono de bronce que le seala como alumno de la Universidad Invisible, cuyo campus trascenda el espacio y el tiempo, y nunca estaba exactamente Aqu o All. Los graduados solan salir como autnticos magos, pero Rincewind -tras un desafortunado acontecimiento- abandon las aulas sabiendo slo un hechizo, y ahora sobrevive en la ciudad explotando su talento innato para los idiomas. Evita trabajar por cuestin de principios, pero tiene un ingenio rpido que deja las mentes de sus conocidos a la altura de la de un roedor avispado. Y reconoce la madera de peral sabio cuando la ve. Ahora la est viendo, y no acaba de creerlo.Con grandes esfuerzos y mucho tiempo, un archimago poda eventualmente conseguir un pequeo cayado hecho con la madera de un peral sabio. Estos rboles slo crecan en lugares mgicos antiguos. Probablemente, slo haba un par de cayados as en todas las ciudades que bordeaban el Mar Circular. Un enorme bal de peral sabio... Rincewind trat de asimilar la idea, y decidi que aunque la caja estuviera llena de palos estelares y varas de auricolato, el contenido no valdra ni la dcima parte que el contenedor. Una vena empez a palpitarle en la frente.Se levant y avanz hacia el tro. Puedo ayudar en algo? -aventur. Esfmate, Rincewind -ladr Broadman. Slo pens que sera ms til dirigirse al caballero en su propio idioma -dijo amablemente el mago. Ya se las arregla muy bien solo -protest el tabernero.Pero retrocedi unos pasos.Rincewind sonri educadamente al extranjero e intent unas palabras en chimero. Se enorgulleca de lo bien que hablaba aquel idioma, pero el extranjero se limit a mirarle, perplejo. No servir de nada -intervino Hugh, con tono de entendido-. Es el libro, sabis? Le cuenta lo que tiene que decir. Magia.Rincewind prob el alto borograviano, el vanglemeshto, el sumtri e incluso el orugu negro, el idioma que no tiene nombres y slo un adjetivo, que es obsceno. En cada caso, tropez con una educada incomprensin. Ya desesperado, intent el trob, y el rostro del hombrecillo se ilumin con una sonrisa encantada. Por fin! -dijo-. Mi buen amigo! Esto es muy notable!(Aunque, en trob, la ltima palabra significaba de hecho una cosa que slo puede suceder una vez en la vida til de una piragua vaciada diligentemente con hacha y fuego del tronco del rbol diamante ms alto que crece en los famosos bosques de estos rboles en las laderas ms bajas del Monte Awayawa hogar de los dioses del fuego o al menos eso se dice.) Qu ha sido eso? -inquiri Broadman, con tono sospechoso. Qu dice el tabernero? -quiso saber el hombrecillo.Rincewind trag saliva. Broadman, dos jarras de tu mejor cerveza, por favor -pidi. Le entiendes? S, claro. Dile... dile que es bienvenido. Dile que el desayuno cuesta... eh... una moneda de oro.Por un momento, el rostro de Broadman reflej la titnica pelea interna que estaba teniendo lugar. Eso incluye el tuyo -aadi luego, en un arranque de generosidad. Extranjero -dijo Rincewind en tono amigable-, si te quedas aqu, te habrn apualado o envenenado antes de la noche. Pero no dejes de sonrer, o lo mismo me pasara a mi. Oh, vamos! -replic el extranjero, mirando a su alrededor-. Parece un lugar encantador. Una autntica taberna morporkiana. He odo tantas historias sobre ellas...! Qu maravilla de vigas, tan antiguas! Y adems, el precio es muy razonable.Rincewind mir rpidamente a su alrededor, por si algn escape de hechizos en el Distrito de los Magos, al otro lado del ro, les hubiera transportado momentaneamente a otro lugar. Pero no, seguan en el interior del Tambor, con sus paredes manchadas de humo, su suelo, mezcla de manchas de sangre y cucarachas annimas, su cerveza amarga, que no se compraba, sino que se alquilaba por un rato. Intent asimilar todo aquello a la palabra encantador, o mejor dicho, a su equivalente en trob, que era ese diseo extrao pero agradable que se encuentra en las casitas coralinas de los pigmeos comedores de esponjas en la pennsula de Orohai.Su mente se resinti del esfuerzo, y abandon. Me llamo Dosflores -sigui el visitante, y extendi la mano.Instintivamente, los otros tres bajaron la vista por si llevaba en ella una moneda. Encantado de conocerte -respondi Rincewind-. Yo soy Rincewind. Mira, lo deca en serio. Este lugar es muy duro. Perfecto! Precisamente lo que quera! Eh? Qu es esto que hay en las jarras? Esto? Cerveza. Gracias, Broadman. Si, cerveza. Ya sabes, cerveza. Ah, esa bebida tan tpica! Una momeda pequea de oro ser pago suficiente, no crees? Quiero decir, no se ofender el tabernero?Ya la tena medio fuera de la bolsa. Sss -se atragant Rincewind-. Quiero decir, no. No creo que se ofenda. Perfecto. Has dicho que ste es un lugar duro. Te refieres a que lo frecuentan los hroes, los aventureros?Rincewind calibr la pregunta. S? -consigui decir. Excelente. Me gustara conocer a alguno.Al mago se le ocurri una explicacin. Ah! -dijo-, has venido a contratar mercenarios, guerreros que luchan para la tribu por un sustento de nueces de leche? No, no, slo quiero conocerlos. Para poder contarlo cuando vuelva a casa.Rincewind pens que, si se empeaba en conocer a la mayor parte de la clientela del Tambor, Dosflores nunca volvera a casa. A menos que viviera ro abajo y flotara por casualidad en esa direccion. Dnde est tu casa? -inquiri.Advirti que Broadman se haba escabullido hacia alguna habitacin trasera. Hugh les contemplaba con gesto de sospecha desde una mesa cercana. Has odo hablar de la ciudad Bes Palargic? Bueno, la verdad es que no estuve mucho tiempo en Trob. Iba de paso, ya sabes... Oh, no est en Trob! Hablo trob porque hay muchos marineros betrobi en nuestro puertos. Bes Palargic es el principal puerto martimo del Imperio Agata. Me temo que no he odo hablar de ese lugar.Dosflores alz las cejas. No? Pues es bastante grande. Navegas en direccin dextro desde las Islas Marrones durante una semana, y ah est. Eh, te encuentras bien?Rode apresuradamente la mesa y palme al mago en la espalda. Rincewind se haba atragantado con la cerveza.El Continente Contrapeso!

A tres calles de distancia, un anciano dej caer una moneda en un recipiente con cido, y lo removi suavemente. Broadman aguardaba impaciente, intranquilo, en una habitacin ruidosa a causa de los murcilagos y las redomas burbujeantes, con hileras de estantes llenos de formas oscuras que sugeran crneos y otras imposibilidades. Y bien? -quiso saber. Estas cosas no se pueden hacer deprisa -respondi el anciano alquimista, quisquilloso-. El ensaye lleva tiempo. Ah!Sacudi el recipiente, donde la moneda yaca ahora en un remolino de color verde. Hizo algunos clculos en un resto de pergamino. Excepcionalmente interesante -dijo al final. Es autntico?El anciano frunci los labios. Depende de lo que entiendas por autntico -respondi-. Si lo que me preguntas es si esta moneda equivale a una de... pongamos cincuenta dlares, la respuesta es no. Lo saba! -gimi el posadero. Ech a andar hacia la puerta. No estoy seguro de haberme explicado bien -le detuvo el alquimista.Broadman se dio la vuelta, furioso. Qu quieres decir? Bueno, vers. Entre una cosa y otra, nuestras monedas acuadas se han aguado bastante con los aos. El contenido en oro de nuestra moneda corriente apenas llega a cuatro partes de doce, y el resto es plata, cobre... Y qu? He dicho que esta moneda no es como las nuestras. Es de oro puro.Cuahdo Broadman se march corriendo, el alquimista se pas un rato mirando al techo. Despus, sac un trozo pequesimo de pergamino muy delgado, rebusc una pluma entre el caos que era su mesa de trabajo, y escribi un mensaje muy breve. Luego repas sus jaulas de palomas blancas, gallos negros y otros animales de laboratorio. Sac una rata de pelo lustroso de determinada jaula, enroll el pergamino en un diminuto cilindro y lo at a una pata trasera del animal, antes de soltarlo.La rata olfate el suelo un momento, antes de desaparecer por un agujero de la pared ms lejana.Aproximadamente al mismo tiempo, una adivina -hasta entonces poco afortunada- que viva al otro lado de la manzana, mir por casualidad su bola de cristal, dej escapar un gritito y, antes de una hora, haba vendido todas sus joyas, varios instrumentos mgicos, la mayor parte de su ropa y casi todas las dems posesiones que no poda llevar convenientemente en el caballo ms rpido que consigui comprar. EL hecho de que ms tarde, cuando su casa se derrumb bajo las llamas, ella muriera en una extraa avalancha en las Montaas Morpork, demuestra que tambin la Muerte tiene sentido del humor.Tambin, casi al mismo tiempo que la rata mensajera desapareca en el laberinto de tneles que socavaban la ciudad, obedeciendo diligentemente un instinto milenario, el Patricio de Ankh-Morpork recoga las cartas recibidas aquella maana va albatros. Volvi a mirar pensativamente la primera del montn, y mand llamar a su jefe de espas.Y, en el Tambor Roto, Rincewind escuchaba a Dosflores con la boca abierta. As que decid venir a verlo yo mismo -estaba diciendo el hombrecillo-. Me ha costado ocho aos de ahorros, pero vale cada medio rhinu. Quiero decir, que estoy aqu. En Ankh-Morpork. O sea, en el lugar de las canciones y las leyendas. En las calles que han conocido la amenaza de Heric Espada-blanca, Hrun el Brbaro, Bravd el Ejeo y Comadreja... y sabes? Todo es igual a como lo haba imaginado.El rostro de Rincewind era una mscara de espanto y fascinacin. No aguantaba un minuto ms en Bes Palargic -sigui Dosflores alegremente-, sentado todo el da detrs de un escritorio, sumando y sumando columnas de cifras. Al final, lo nico que me esperaba era una pensin de jubilacin. Y eso no tiene nada de romntico! Dosflores, pens, es ahora o nunca. No tienes que limitarte a escuchar las historias. Puedes ir all. Ahora es el momento de dejar de pasear por los muelles, escuchando los relatos de los marineros. As que compil un libro de frases y compr un pasaje para el siguiente barco que zarpaba hacia las Islas Marrones. Sin guardias? -murmur Rincewind. Guardias? Para qu los quiero? No tengo nada que valga la pena robar.Rincewind carraspe. Tienes, eh... oro -dijo. Apenas dos mil rhinus. Lo suficiente para que una persona sola viva durante un mes o dos. En casa, claro. Quiz aqu pueda estirar el dinero un poco mas. Un rhinu es una de esas monedas grandes de oro? -pregunt Rincewind. S. -Dosflores miro al mago por encima de las extraas lentes con gesto preocupado-. Crees que tendr suficiente con dos mil? Sh -se atragant Rincewind-. Quiero decir... si. Tendrs suficiente. Perfecto. Hummm. Todo el mundo es tan rico como t en el Imperio Agata? Yo? Rico? Bendito seas, quin te ha metido esa idea en la cabeza? Si slo soy un pobre oficinista! Crees que le pagu demasiado al tabernero? Eh... se habra conformado con menos -concedi Rincewind. Vaya, ya lo s para la prxima vez. Veo que tengo mucho que aprender. Se me ocurre una idea, Rincewind. Aceptaras trabajar para mi como... no se... como gua? Parece que la palabra gua es la ms apropiada para las circunstancias. Creo que podra pagarte un rhinu diario.Rincewind abri la boca para responder, pero sinti que las palabras se le agarraban a la garganta, negndose a salir a un mundo que enloqueca por momentos. Dosflores se sonroj. Te he ofendido -dijo-. Ha sido una peticin impertinente para un profesional como t. Sin duda te aguardan muchos proyectos importantes... trabajos de magia elevada, seguramente... No -respondi dbilmente Rincewind-. Ahora mismo, no Has dicho un rhinu? Uno al da? Todos los das? Creo que, dadas las circunstancias, podra ofrecerte rhinu y medio diario. Los gastos corren de mi cuenta, claro.Rincewind se recuper magnficamente. Estar bien -dijo-. Muy bien.Dosflores se meti la mano en la bolsa y sac un objeto redondo de oro, lo mir un momento y volvi a guardarlo. Rincewind no tuvo ocasin de echarle un vistazo de cerca. Creo que me vendra bien descansar un poco -dijo el turista- Ha sido una travesa muy larga. Seras tan amable de venir al medioda, para que demos una vuelta por la ciudad? Claro. Entonces, por favor, ten la gentileza de pedir al tabernero que me muestre mi habitacin.Rincewind lo hizo, y observ al nervioso Broadman, que acababa de volver al galope de alguna habitacin trasera, encabezar la marcha por la escalera de madera, detrs de la barra. Segundos ms tarde, el Equipaje se levant y trot por el suelo, en pos de ellos.Slo entonces el mago baj la vista para contemplar las seis enormes monedas que tena en la mano. Dosflores haba insistido en pagarle los cuatro primeros das por adelantado.Hugh asinti y le sonri, dndole nimos. Rincewind nunca haba obtenido buenas notas en precognicin. Pero ahora, en su mente, unos oxidados circuitos funcionaban a toda velocidad, y a sus ojos, el futuro apareca pintado en brillantes colores. Empezaba a picarle la espalda, justo entre los omplatos. Saba que lo ms sensato que poda hacer era comprar un caballo. Tendra que ser un animal rpido, y caro; as, de pronto, a Rincewind no se le ocurra el nombre de ningn vendedor suficientemente rico como para darle el cambio de casi una onza de oro.Y luego, por supuesto, las otras cinco monedas le serviran para instalar un til consultorio a una distancia segura: por ejemplo, trescientos kilmetros. Eso sera lo ms sensato.Pero qu le pasara a Dosflores, solo, en una ciudad donde hasta las cucarachas tenan un olfato infalible para detectar el oro? Haba que ser un autntico infame para abandonarle.

El Patricio de Ankh-Morpork sonri, pero slo con los labios. La Puerta Eje, dices? -murmuro.El capitn de la guardia salud rpidamente. S, seor. Tuvimos que matar al caballo para que se detuviera. Lo que te ha trado aqu por una ruta bastante directa -dijo el patricio, bajando la vista para mirar a Rincewind-. Bueno, qu dices t?Se rumoreaba que toda un ala del palacio estaba ocupada por escribientes, que pasaban el da ordenando y actualizando toda la informacin recogida por el sistema de espas, exquisitamente organizado por su amo. Rincewind no lo dudaba. Ech un vistazo al balcn que recorra toda una pared de la sala de audiencias: una carrera repentina, un salto gil... y el brusco silbido de las flechas al salir de las ballestas. Sinti un escalofro.El Patricio se acarici las barbillas con una mano llena de anillos, y contempl al mago con ojos tan pequeos y duros como abalorios. Veamos: violacin de juramento, robo de caballo, falsificacin de moneda... S, Rincewind, creo que de sta acabas en el circo.Aquello ya era demasiado. No rob el caballo! Lo pagu, y a buen precio! Pero con moneda falsa. Tcnicamente, es un robo. Pero esos rhinus son de oro puro! Rhinus? -El Patricio hizo girar una de las monedas entre sus gruesos dedos-. As se llaman? Qu interesante! Pero, como puedes ver, no se parecen demasiado a nuestros dlares. Por supuesto que no! Ah! Entonces, lo admites?Rincewind abri la boca para decir algo, lo pens mejor, y volvi a cerrarla. Ms o menos. Y, por encima de todo eso est, desde luego, la infamia moral de traicionar cobardemente a un visitante recin llegado a nuestras playas. Qu vergenza, Rincewind!El Patricio hizo un vago gesto con la mano. Tras el mago, los guardias retrocedieron unos metros, y su capitn dio unos pasos a la derecha. De repente, Rincewind se sinti muy solo.Se dice que, cuando un mago est a punto de morir, la Muerte en persona se presenta a recogerle, en vez de dejar la tarea a un subordinado, como la Enfermedad o el Hambre, que es lo ms corriente. Rincewind mir nerviosamente a su alrededor, esperando ver la alta figura de negro: los magos, incluso los magos fracasados, tienen en los ojos, adems de bastoncillos y conos, unos pequeos octgonos que les permiten ver el octarino, el color bsico del cual todos los dems colores no son sino sombras plidas en el espacio normal de cuatro dimensiones. Se dice que es una especie de prpura verdeamarillento fosforescente.Y... no vea ahora una sombra en el rincn? Por supuesto -sigui el Patricio-, podra ser piadoso.La sombra desapareci. Rincewind alz la vista, con una expresin de esperanza loca en el rostro. S? -dijo.El Patricio hizo otro gesto con la mano. Rincewind vio que los guardias salan de la cmara. A solas con el seor supremo de las ciudades gemelas, casi dese que volvieran. Acrcate ms, Rincewind -dijo el Patricio.Le seal un plato de golosinas que descansaba sobre una mesita baja de nice, junto al trono. Quieres una medusa transparente? No? Hummm -dijo Rincewind-. No. Ahora quiero que escuches muy atentamente lo que te voy a decir -empez el Patricio con tono amistoso-, si no, morirs. De una manera interesante. Durante mucho tiempo. Por favor, deja de temblar as.Como eres ms o menos un mago, te supongo consciente de que vivimos en un mundo que tiene forma de disco. Y se dice que, en el borde ms lejano, hay un continente. Es pequeo, pero su peso es igual al de todas las masas de tierra de este hemcrculo. Tambin lo sabas, no? Y sabas que, segn la leyenda, esto se debe a que est hecho en su mayor parte de oro?

Rincewind asinti. Quin no haba odo hablar del Continente Contrapeso? Algunos marineros incluso crean las historias de su niez, y navegaban en su busca. Por supuesto, volvan con las manos vacas, y eso cuando volvan, que era lo menos habitual. Quiz moran devorados por tortugas gigantes, en opinin de marinos ms serios. Porque, evidentemente, el Continente Contrapeso no era ms que un mito solar. Existe, por supuesto -dijo el Patricio-. Aunque no est hecho de oro, s es cierto que all es un metal muy corriente. La mayor parte de la masa corresponde a los depsitos de octirn, a gran profundidad bajo la superficie. Supongo que, ahora, tu incisiva mente habr deducido enseguida que la existencia del Continente Contrapeso es una amenaza mortfera para nuestra gente. -Hizo una pausa y vio la boca abierta de Rincewind. Suspir y sigui hablndole-. No me he explicado correctamente? Sss... -respondi Rincewind. Trag saliva y se lami los labios-. Quiero decir, no. O sea... bueno, oro... Ya veo -le interrumpi dulcemente el Patricio-. Quiz piensas que ir al Continente Contrapeso y volver con un barco cargado de oro sera maravilloso, verdad?Rincewind tena el presentimiento de que le estaban tendiendo una trampa. S? -aventuro. Y si todos los hombres que viven a las orillas del Mar Circular tuvieran una montaa de oro propia? Crees que sera bueno? Qu sucedera? Pinsalo con cuidado.Rincewind frunci el ceo. Pens. Que todos seramos ricos?El mdo en que baj la temperatura tras su observacin, le demostr que no haba sido correcta. Ms valdr que te lo diga, Rincewind. Segn costumbre, hay ciertos contactos entre los Seores del Mar Circular y el Emperador del Imperio gata -sigui el Patricio-. Es un contacto muy ligero, porque tenemos pocas cosas en comn. Nosotros no tenemos nada que ellos quieran, y ellos no tienen nada que nosotros podamos pagar. Es un imperio antiguo, Rincewind. Antiguo, astuto, cruel y muy, muy rico. As que intercambiamos saludos fraternales por correo albatros. A intervalos poco frecuentes.Una de esas cartas lleg esta maana. Parece que a un sbdito del Emperador se le ha metido en la cabeza visitar nuestra ciudad. Slo porque quiere verla. Desde luego, slo un loco se sometera a todas las privaciones de cruzar el Ocano en direccin Dextro para ver algo, pero se no es el tema.Lleg esta maana. Podra haberse tropezado con un gran hroe, con el ms astuto de los ladrones o con el ms sabio de los sabios. Tropez contigo. Ese tal Dosflores te ha contratado como gua, como su mirador, Rincewind. Te encargars de que vuelva a su hogar con un buen informe sobre nuestras tierras. Qu te parece? Eh... muchas gracias, seor -respondi Rincewind, deprimido. Hay otra cuestin, por supuesto. Sera una tragedia que le pasara algo desagradable a nuestro pequeo visitante. Por ejemplo, que muriese. Terrble para toda nuestra tierra, porque el Emperador de Agata cuida de los suyos... y puede hacernos desaparecer con un gesto. Un simple gesto. Y sera terrible para ti, Rincewind, porque en las semanas que transcurriesen hasta la llegada de la enorme flota mercenaria del Imperio, algunos de mis sirvientes se encargaran intensivamente de tu persona, con la esperanza de que, a su llegada, los capitanes vengadores cal-masen su ira al ver tu cuerpo todava vivo. Hay ciertos hechizos que pueden evitar que la vida abandone un cuerpo, por mucho que se haya abusado de l, y... Ah, veo en tu rostro que por fin comprendes, verdad? Sss... Cmo dices? S, seor. Yo me... eh... encargar. O sea, que yo me encargar de cuidarle y de que no le suceda nada malo.Y despus me buscar un trabajo de malabarista en el infierno, para hacer equilibrios con bolas de nieve, aadi amargamente para sus adentros. Excelente! Doy por supuesto que las relaciones entre Dosflores y t son ya muy buenas. Un buen comienzo. Cuando vuelva sano y salvo a su tierra, comprobars que no soy desagradecido. Quiz incluso olvide los cargos presentados contra ti; Gracias, Rincewind. Puedes marcharte.Rincewind decidi no pedir que le devolvieran los cinco rhinus restantes. Retrocedi cautelosamente. Ah, una cosa ms! -dijo el patricio, mientras el mago tanteaba en busca del pomo. S, seor? -respondi, con el corazn en un puo. Estoy seguro de que no soars con intentar huir de la ciudad para eludir tus obligaciones. Creo que eres un urbanita de nacimiento. Y puedes estar seguro de que los seores de otras ciudades conocern las condiciones de nuestro trato antes de que caiga la noche. Te aseguro que esa idea ni siquiera se me haba pasado por la cabeza, seor. No? Pues tienes un rostro que engaa. Yo que t, lo controlara.

Rincewind lleg al Tambor Roto a toda velocidad, justo a tiempo de chocar contra un hombre que sala rpidamente de espaldas. La prisa del desconocido se justificaba en parte por la lanza que llevaba clavada en el pecho. Dej escapar un sonoro gorgoteo, y cay muerto a los pies del mago.Rincewind trat de echar un vistazo por la puerta, y retrocedi cuando una pesada hacha de combate silb y pas junto a l volando como una perdiz.Un segundo vistazo le inform de que, probablemente, el hacha no tena nada personal contra l. Slo la casualidad. El oscuro interior del Tambor era escenario de una pelea. Buen nmero de los combatientes -segn confirm un tercer vistazo, ms largo- yacan destrozados. Rincewind se ech a un lado para dejar paso a un taburete, que fue a estrellarse al otro lado de la calle. Luego, entr rpidamente.Llevaba puesta una tnica oscura, oscurecida todava ms por el uso constante y los escasos lavados. En la penumbra, nadie pareci advertir la sombra que se arrastraba a gatas, deseperadamente, de mesa en mesa. En cierto momento un luchador, al retroceder, pis algo que parecan dedos. Algo que parecan dientes le mordieron el tobillo. Dej escapar un grito agudo, y baj la guardia lo suficiente para que una espada, blandida por un asombrado adversario, le traspasara.Rincewind lleg junto a la escalera, lamindose la mano herida y corriendo curiosamente encorvado. Una flecha se clav en la madera, justo encima de l, y el mago dej escapar un sollozo.Subi la escalera de una carrera, esperando ser alcanzado de un momento a otro por un proyectil con ms puntera.Se irgui por fin en el pasillo superior, jadeando, y vio el suelo que se extenda ante l, repleto de cadveres. Un hombretn de barba negra, con una espada ensangrentada en la mano, forcejeaba con el pestillo de una puerta. Eh! -grit Rincewind.El hombre mir a su alrededor y luego, casi distradamente, se sac de la bandolera una especie de cuchillo arrojadizo, que sali disparado de su mano. Rincewind lo esquiv agachndose. Oy un breve grito tras l, y el arquero que estaba a punto de disparar su arma la dej caer, llevndose las manos a la garganta.El hombretn ya estaba buscando otro cuchillo. Rincewind mir a su alrededor con ojos salvajes y entonces, improvisando, adopt una pose mgica.Ech la mano hacia atrs. Asoniti! Kyorucha! Beazleblor!El hombre titube, mirando nerviosamente a un lado y a otro, esperando el resultado de aquella magia. Lleg a la conclusin de que no haba nada a punto de golpearle, al mismo tiempo que Rincewind, tras atravesar rpidamente el pasillo, le encajaba una buena patada en la entrepierna.Mientras el hombre gritaba y se doblaba sobre s mismo, el mago abri la puerta, entr a toda velocidad, la cerr tras l y se apoy en la madera, jadeante y sudoroso.All, todo era silencio. Dosflores dorma pacficamente en la cama baja. Y, al pie de la cama, se encontraba el Equipaje.Rincewind aventur unos pasos hacia adelante. La codicia le mova con tanta suavidad como si se transportase sobre ruedecitas. El bal estaba abierto. Haba bolsas dentro, y en una de ellas, se atisbaba el brillo del oro. Por un momento, la avaricia se impuso a la prudencia, y extendi una mano ansiosa... pero para qu? No vivira suficiente para disfrutarlo. Retir la mano de mala gana, y se sorprendi al ver un ligero temblor en la tapa abierta del bal. No se haba movido ligeramente, como si la agitara el viento?Rincewind se mir los dedos, y luego la tapa. Pareca pesada, y tena agarraderas de latn. Ahora, estaba quieta.Qu viento? Rincewind?Dosflores se incorpor en la cama. El mago salt hacia atrs, componiendo una sonrisa. Mi querido amigo, llegas justo a tiempo! Tomaremos un almuerzo, y luego, estoy seguro de que habrs preparado un programa maravilloso para esta tarde! Estooo... Estupendo!Rincewind respir profundamente. Mira -dijo desesperado-, comamos en otro lugar. Abajo hay una especie de lucha. Una pelea de taberna? Y por qu no me despertaste? Bueno, vers, yo... cmo? Cre que me haba explicado bien esta maana, Rincewind. Quiero ver la autntica vida morporkiana: el Mercado de Esclavos, los Pozos de Putas, el Templo de los Dioses Menores, el Gremio de Mendigos... y una Autntica Pelea de Taberna. -Un leve tono de sospecha apareci en la voz de Dosflores-. Porque existen, no? Ya sabes, gente colgndose de las lmparas del techo, peleas a espada sobre las mesas..., ese tipo de cosas en que siempre se meten Hrun el Brbaro y Comadreja. Emociones!Rincewind se sent pesadamente en la cama. Quieres ver una pelea? -dijo. S. Qu hay de malo en eso? Para empezar, la gente resulta herida. Bueno, tampoco sugera que participsemos. Slo quiero ver una pelea, nada ms. Y a algunos de vuestros famosos hroes. Tenis hroes, verdad? No sern todo historias de marineros?!Para sorpresa del mago, la voz de Dosflores era casi suplicante. S, claro que existen -se apresur a responder Rincewind.Los imagin mentalmente, y la sola idea le dio escalofros.Todos los hroes del Mar Circular pasaban tarde o temprano por Ankh-Morpork. La mayora vena de las tribus brbaras, cerca de las heladas tundras del Eje, cuya economa se basaba en la exportacin de hroes. Casi todos tenan burdas espadas mgicas, cuyos ecos incontrolados en el plano astral organizaban el caos en cualquier experimento delicado de brujera aplicada en kilmetros a la redonda, pero Rincewind no tena nada que objetar en ese aspecto. Saba que era un desertor de la magia, as que no le molestaba que la mera aparicin de un hroe a las puertas de la ciudad hiciera explotar las retortas y materializarse demonios en todo el Distrito de los Magos. No, lo que no le gustaba de los hroes era queresultaban suicidamente sombros cuando estaban sobrios, y homicidamente locos cuando se emborrachaban. Adems, haba demasiados. En algunos de los territorios ms importantes cerca de la ciudad se formaba un autntico alboroto cuando llegaba la estacin. Se hablaba de organizar una lista rotatoria.Se frot la nariz. Los nicos hroes con los que sola pasar algn tiempo eran Bravd y Comadreja, que estaban fuera de la ciudad en aquel momento, y Hrun el Brbaro, que era prcticamente un intelectual segn los estndares del Eje, ya que poda pensar sin mover los labios. Se deca que Hrun estaba pirateando en algn punto de la zona Dextro. Mira -dijo al fin-. Has conocido alguna vez a un brbaro?Dosflores mene la cabeza. Eso me tema -sigui Rincewind-. Bueno, son...Desde fuera, de la calle, les lleg el ruido de pies corriendo, y se oy un nuevo rugido en la planta baja. Le sigui una conmocin en la escalera. La puerta se abri de golpe antes de que Rincewind reuniera valor para saltar por la ventana.Pero, en vez del loco que esperaba, se encontr frente a frente con el rostro redondo y rojizo de un sargento de los Vigilantes. Recuper la respiracin. El peligro deba de haber pasado, porque los Vigilantes se cuidaban mucho de no intervenir en ninguna reyerta antes de que las oportunidades se inclinaran claramente a su favor. El trabajo ofreca una pensin, y atraa a hombres prudentes, que pensaban antes de actuar.El sargento ech un vistazo a Rincewind, y luego examin a Dosflores con inters. Todo va bien? -dijo. S, muy bien -respondi Rincewind-. Algo os retuvo, eh?El sargento le ignor. Entonces, ste es el extranjero? Ya nos bamos -intervino rpidamente el mago. Empez a hablar en trob-. Creo que deberamos almorzar en otro sitio, Dosflores. Conozco algunos lugares.Y sali hacia el pasillo con todo el aplomo que pudo reunir. Dosflores le sigui y, segundos ms tarde, les lleg un quejido aterrado del sargento, cuando el Equipaje cerr su tapa de golpe, se levant, se estir y ech a andar tras ellos.Los Vigilantes estaban sacando cadveres del saln de la taberna. No haba nadie vivo. Los Vigilantes se haban asegurado de que todo fuera as, dndoles tiempo ms que suficiente para escapar por la puerta trasera; un bonito compromiso, a medio camino entre la precaucin y la justicia, pero que beneficiaba a ambas partes. Quines son esos hombres? -pregunt Dosflores. Bueno, ya sabes. Eso, hombres -respondi Rincewind.Antes de que pudiera detenerse, cierta parte de su cerebro que no tena nada que hacer all, tom el control de su boca. En realidad, son hroes -aadi. De verdad?Cuando uno ha metido un pie en las Miasmas Grises de H'rull, es mucho ms sencillo meter el otro directamente y ahogarse, en vez de prolongar la lucha. Rincewind se dej llevar. S. Aquel de all es Erig Brazofuerte, el otro es Zenell el Negro... Est aqu Hrun el Brbaro? -quiso saber Dosflores, mirando ansiosamente a su alrededor.Rincewind tom aliento. Es se, el que est detrs de nosotros.La enormidad de esta mentira fue tal que sus repercusiones alcanzaron tanto a uno de los planos astrales ms bajos, como al Distrito de los Magos, al otro lado del ro, donde adquirieron una velocidad tremenda al atravesar la onda de poder que siempre penda sobre esta zona, y cruzaron salvajemente el Mar Circular. Uno de los ecos lleg hasta el mismo Hrun, que en aquel momento luchaba contra un par de gnolls en una cornisa a punto de derrumbarse, en las Montaas Caderack. Le provoc una confusin momentnea.Entretanto, Dosflores haba abierto la tapa del Equipaje y sacaba apresuradamente un pesado objeto cbico de color negro. Es fantstico! -exclam-. En casa no se lo van a creer! Qu pretende hacer? -inquiri el sargento, con tono dubitativo. Te da las gracias por habernos rescatado -respondi Rincewind.Observ de soslayo la caja negra, casi esperando que estallara, o empezara a emitir extraos tonos musicales. Ah -dijo el sargento.l tambin observaba la caja negra. Dosflores les sonri alegremente. Me gustara tener un recuerdo de esto -dijo-. Te importara pedirles a todos que se pusieran all, junto a la ventana? No tardar nada. Eh... Rincewind? Si?Dosflores se puso de puntillas para susurrarle algo al odo. Supongo que sabis lo que es esto, no?Rincewind baj la vista para mirar la caja. Tena un ojo redondo de cristal que sala del centro de una de las caras, y una palanquita detrs. Pues no del todo -respondi. Es un instrumento para hacer dibujos rpidamente -explic Dosflores-. Un invento bastante reciente. Yo estoy muy orgulloso, pero espero... mira, supongo que estos caballeros no sentiran aprensiones, verdad? Por supuesto, les pagar por el tiempo que pierdan. Tiene una caja con un demonio que pinta cuadros -abrevi Rincewind-. Haced lo que dice este loco, y os dar oro.Los Vigilantes sonrieron, un tanto nerviosos. Me gustara que salieras en la pintura, Rincewind. As, perfecto.Dosflores sac el disco dorado que Rincewind haba visto antes, y escrut un momento su superficie. Bastar con treinta segundos -dijo animado-. Por favor, sonred! Sonred! -orden Rincewind. En la caja son un zumbido. Perfecto!El segundo albatros volaba muy por encima del disco. En realidad, volaba tan alto que alcanzaba a ver con sus pequeos ojos anaranjados la totalidad del mundo, y el enorme y brillante Mar Circular. Llevaba una cpsula amarilla con un mensaje atado a una pata. Mucho ms abajo, oculto por las nubes, el pjaro que haba llevado el primer mensaje al Patricio de Ankh-Morpork aleteaba suavemente de vuelta hacia el hogar.Rincewind contempl atnito el pequeo cuadrado de cristal. All estaba l, desde luego: una diminuta figura, con todos sus colores, en pie delante de un grupo de Vigilantes, todos con las caras ongeladas en un rictus aterrado. Un zumbido de terror sin palabras recorri a los hombres que le rodeaban, cuando se inclinaron sobre su hombro para echar un vistazo.Con una sonrisa, Dosflores se sac de la bolsa un puado de monedas pequeas, que ahora Rincewind reconoca: cuartos de rhinu. El extranjero gui un ojo al mago. Tuve un problema parecido cuando me detuve en las Islas Marrones -dijo-. Creen que el iconografo les roba un trozo del alma. Es divertido, no? Sss -dijo Rincewind.Pero consideraba que estaba perdiendo su parte privilegiada en la conversacion. Aunque yo creo que no se me parece demasiado -aadi. Es muy fcil de manejar -dijo Dosflores, ignorndole-. Mira, lo nico que tienes que hacer es apretar este botn. El icongrafo hace el resto. Ahora, yo me pondr al lado de Hrun, y t sacars la pintura.Las monedas tranquilizaron la inquietud de los hombres como slo el oro puede hacerlo, y Rincewind se sorprendi al descubrir, medio minuto ms tarde, que tena en las manos un pequeo retrato en cristal de Dosflores. El turista agarraba una gran espada mellada, y sonrea como si todos sus sueos se hubieran hecho realidad.

Almorzaron en una pequea casa de comidas, cerca del Puente de Latn, mientras el Equipaje descansaba bajo la mesa. Tanto la comida como el vino eran mucho mejores que la media a la que Rincewind estaba acostumbrado, y le relajaron. Decidi que las cosas no estaban tan mal. Slo necesitaba un poco de inventiva y buenos reflejos.Al igual que l, Dosflores pareca pensativo. Contemplaba reflexivamente su copa de vino. Las peleas de taberna son bastante corrientes por aqu, supongo -dijo. S, bastante. Los locales y accesorios resultan daados a menudo? Acce...? Ah, ya entiendo! Te refieres a los bancos, las mesas y todo eso? S, es muy posible. Debe de ser terrible para los posaderos. Pues la verdad, nunca me haba parado a pensarlo. Supongo que ser uno de los riesgos del negocio.Dosflores le mir, pensativo. Quiz podra ayudarles -dijo-. El riesgo es mi trabajo. Oye, esta comida es un poco grasienta, no? Dijiste que queras probar platos tpicos de Morpork -seal Rincewind-. Qu estabas diciendo del riesgo? Oh, lo s todo sobre el riesgo. Es mi trabajo. Eso me pareci or. Pero la primera vez tampoco me lo cre. No, no es que me dedique a correr riesgos. Lo ms emocionante que me ha sucedido es volcar un frasco de tinta. Yo valoro riesgos. Da tras da. Sabes cules son las oportunidades de que una casa se incendie en el Distrito Tringulo Rojo de Bes Palargic? Quinientas treinta y ocho contra una. Lo he calculado -aadi, con cierto tono de orgullo. Para...? -Rincewind intent reprimir un eructo-. Disculpa. Para qu?Se sirvio mas vino. Para... -Dosflores se detuvo-. No s decirlo en trob -sigui~. Es ms, creo que no tiene traduccin a ese idioma. En el mo, lo llamamos...Pronuncio una retahla de slabas ininteligibles. Canguros? -interpret Rincewind-. Me parece que no te entiendo. A qu te refieres? Bueno, imagina que tienes un barco con un cargamento de... supongamos, lingotes de oro. Puede que lo hundan las tormentas, o lo asalten los piratas. No quieres que suceda nada de eso, as que suscribes una palliza de canguros. Yo calculo las posibilidades de que el cargamento se pierda, basndome en los pronsticos meteorolgicos y en los informes sobre piratera de los ltimos veinte aos, y le aado un pequeo tanto por ciento. Luego, t me pagas una cierta cantidad de dinero basada en esas posibilidades, y... Y en el tanto por ciento -seal Rincewind, moviendo solemnemente un dedo.y luego, si se pierde el cargamento, te lo reembolso. Rebolsar? Te pago el valor del cargamento -explic Dosflores con paciencia. Ya comprendo. Es como una apuesta, no? Una apuesta? Bueno, quiz... en cierto modo. Y se gana dinero con esos canguros? Al menos se recupera lo invertido, eso desde luego.Envuelto en el clido brillo amarillento del vino, Rincewind trat de pensar en los canguros en trminos del Mar Circular. Me parece que no entiendo bien estos canguros -dijo con firmeza, contemplando atnito cmo el mundo se tambaleaba a su alrededor-. En cambio, la magia... la magia s que la entiendo.Dosflores sonri. La magia es una cosa, y los sonzdos-reflejadosde-espritus-subterrneos son otra -dijo. Qu? Que qu? Esa palabra rara que has usado -dijo Rincewind, impaciente. Sonidos-reflejados-de-espritus-subterrneos? Nunca la haba odo.Dosflores intent explicarlo.Rincewind intent comprenderlo.

Durante las largas primeras horas de la tarde, visitaron la ciudad siguiendo una ruta en direccin Dextro, a partir del ro, Dosflores abra el camino, con la extraa caja de dibujos colgada del cuello mediante una cinta. Rincewind le segua de cerca, quejndose a intervalos y parndose de cuando en cuando para asegurarse de que an llevaba la cabeza sobre los hombros.Algunos ms le seguan. En la ciudad donde las ejecuciones pblicas, los duelos, las peleas y las luchas encarnizadas entre magos sealaban regular-mente el transcurso de las horas, los habitantes haban hecho de la profesin de observador interesado un autntico arte. Para ser hombres, resultaban aves de rapia muy habilidosas. En cualquier caso, Dos-flores estaba encantado tomando pintura tras pintura de gente enzarzada en lo que l describa como actividades tpicas. Y como un cuarto de rhinu cambiaba de propietario por las molestias, una cola de asombrados y felices nouveaux-riches le sigui pronto, por si aquel loco explotaba en una lluvia de oro.En el Templo de Sek Siete Manos, una precipitada asamblea de sacerdotes y artesanos del trasplante ritual de corazn, estuvieron de acuerdo en que la enorme estatua -cien palmos- de Sek era demasiado sagrada como para ser plasmada en un cuadro mgico. Pero el pago de dos rhinus les hizo pensar rpidamente que quiz no fuera tan sagrada.Una larga sesin en los Pozos de Putas dio como resultado buen nmero de pinturas, tan coloridas como instructivas. Rincewind se guard discretamente unas cuantas, para estudiarlas ms detalladamente en privado. Cuando los vapores se despejaron de su cerebro, empez a preguntarse en serio cmo funcionaba el icongrafo.Hasta un mago fracasado saba que algunas sustancias eran sensibles a la luz. Quiz aquellas placas de cristal estaban tratadas mediante algn proceso arcano, que congelaba la luz al atravesarlas. Tena que ser algo por el estilo. Rincewind sospechaba a menudo que, en alguna parte, tena que haber algo mejor que la magia. Y a menudo sufra decepciones.De cualquier manera, aprovech todas las oportunidades de manejar l mismo la caja. Dosflores accedi encantado, pues as, el hombrecillo poda salir en sus propias pinturas. Fue entonces cuando Rincewind advirti algo extrao. La posesin de la caja confera al que la controlaba una especie de poder; cualquiera situado delante del ojo hipntico de cristal obedeca las rdenes ms perentorias sobre postura y expresin.As estaban las cosas cuando, en la Plaza de las Lunas Rotas, lleg el desastre.Dosflores haba posado junto a un asombrad vendedor de hechizos. Su multitud de recientes admiradores le observaba con inters, por si haca alguna locura graciosa.Rincewind hinc una rodilla en el suelo, la mejor postura para tomar el cuadro, y apret la palanca mgica. Es intil. Me he quedado sin rosa -dijo la caja.Una puertecita, hasta entonces ignorada, se abri frente a sus ojos. Una figura humanoide, pequea, verde y con horribles verrugas se asom al exterior, mostrndole en una mano engarfiada una paleta de pintor con costras de colores, gritndole furioso. No hay rosa! Lo ves? -grazn el homnculo-. Es intil que sigas apretando la palanca si no queda rosa, no crees? Si queras rosa, no debiste sacar todas aquellas pinturas de jovencitas, verdad? De ahora en adelante, blanco y negro, o nada. Entendido? Muy bien. Claro. Cmo no -asinti Rincewind.En un rincn oscuro de la caja, le pareci ver un caballete de pintor y una pequea cama sin hacer. Dese equivocarse. Pues que quede entendido -gru el duende, cerrando la puerta de golpe.Rincewind crey or el sonido lejano de ms gruidos, y el ruido de un taburete al ser arrastrado por el suelo. Dosflores... -empez a decir, levantando la vista.Dosflores haba desaparecido. Rincewind contempl la multitud, mientras el horror le cosquilleaba la columna vertebral. Junto con el horror, sinti un suave pinchazo en la base de la espalda. Date la vuelta muy despacio -dijo una voz que era como seda negra-, o despdete de tus riones.La multitud miraba con gran inters. Estaba siendo un buen da.Rincewind se vlvi lentamente, notando cmo la punta de la espada le araaba las costillas. Al otro lado de la espada, reconoci a Stren Whitel: ladrn, espadachn cruel y decidido aspirante al ttulo de Peor Hombre del Mundo. Hola -salud dbilmente.A pocos metros advirti a una pareja de desaprensivos que alzaban la tapa del Equipaje y sealaban excitadamente las bolsas de oro. Whitel sonro. Aquella sonrisa tena un efecto desagradable al combinarse con la cicatriz que le cruzaba la cara. Yo te conozco -dijo-. Eres un mago de tercera. Qu es esa cosa?Rincewind vio que la tapa del Equipaje temblaba ligeramente, aunque no haba viento. Y an tena en las manos la caja de cuadros. Esto? Hace dibujos -dijo, animado- Eh, no dejes de sonrer, por favor!Retrocedi rpidamente y enfoc la caja.Por un momento Withel titube. Qu? -exclam. Perfecto, as, no te muevas... -dijo Rincewind.El ladrn se detuvo. Luego rugi, y alz la espada.Son un chasquido de madera, seguido por un par de gritos horrsonos. Rincewind no mir a su alrededor por miedo a las cosas terribles que podra ver. Y para cuando Whitel le busc de nuevo, ya estaba al otro lado de la plaza y segua acelerando.

El albatros descendi trazando crculos lentos y amplios, que terminaron en un muy poco elegante borrn de plumas y en un golpe brusco, cuando aterriz pesadamente sobre su plataforma, en el jardn para pjaros del Patricio.El guardin de los pjaros, que sesteaba al sol y de ninguna manera esperaba un mensaje de larga distancia tan pronto despus del de aquella maana, se puso en pie de un salto y levant la vista.Momentos ms tarde, corra por los pasillos del palacio sosteniendo la cpsula del mensaje y -debido al descuido que le provoc la sorpresa- lamindose una fea herida en el dorso de la mano, producida por un picotazo.

Rincewind corra a trompicones callejn abajo, sin prestar atencin a los gritos airados que surgan de la caja de cuadros. Salt un alto muro, con su tnica rada flotando a su alrededor, como las plumas de un grajo desaliado. Aterriz en el patio trasero de una tienda de alfombras, dispersando tanto la mercanca como a los clientes, sali a toda velocidad por la puerta trasera, patin bajando por otro callejn y sedetuvo, con los dientes castaetendole peligrosamente, justo cuando estaba a punto de caer al Ankh.Se dice que una sola gota de ciertos ros msticos puede robar la vida a un hombre. Tras su turbio paso por la ciudad dividida, el Ankh podra ser uno de tales ros.A lo lejos, los gritos de rabia adquirieron un escalofriante tono de terror, Rincewind mir a su alrededor desesperadamente, en busca de un bote o asidero que le permitiera escalar los pulidos muros que tena a derecha e izquierda. No vio nada.Estaba atrapado.Espontneamente, el Hechizo brot en su mente. No se poda decir que lo hubiera aprendido. Ms bien el Hechizo le haba aprendido a l. El episodio haba terminado con su expulsin de la Universidad Invisible porque, por una apuesta, se haba atrevido a abrir las pginas del ltimo ejemplar xistente del grimorio del propio Creador, el Octavo, mientras el encargado de la biblioteca universitaria estaba distrado. El Hechizo haba saltado de la pgina para enterrarse instantnea y profundamente en su cerebro, de donde no fueron capaces de sacarlo ni los talentos combinados de toda la Facultad de Medicina. Tampoco podan estar seguros de cul era concretamente, aunque saban que se trataba de uno de los Ocho Hechizos Bsicos, que estaban intrincadamente entrelazados con el tejido del espacio y el tiempo.Desde entonces, cada vez que Rincewind se vea perseguido o amenazado, el Hechizo mostraba una preocupante tendencia a intentar ser pronunciado.El mago apret los dientes, pero la primera slaba se abri camino por una comisura de su boca. La mano izquierda se le levant involuntariamente y, cuando la fuerza mgica le envolvi, empez a despedir chispas octarinas...El Equipaje dobl la esquina, con sus cientos de rodillas movindose como pistones.Rincewind se atragant. El Hechizo muri sin ser pronunciado.La caja no pareca molesta en absoluto por la alfombra ornamental que la cubra torpemente, ni por el ladrn que arrastraba, atrapado por un brazo bajo la tapa. Este ltimo era un peso muerto, en todo el sentido de la palabra. En otro punto de la tapa se vean los restos de dos dedos, de propietario desconocido.El Equipaje se detuvo a escasos metros del mago y, por un momento, contrajo las patas. Rincewind no le vea los ojos por ningn lado, pero estaba seguro de que el bal le estaba mirando. Expectante. Largo de aqu -dijo dbilmente.No funcion, pero la tapa se abri con un chasquido, liberando al ladrn muerto.Rincewind record el oro. Seguramente, la caja necesitaba un dueo. Le haba adoptado a l, en ausencia de Dosflores?La marea estaba subiendo, y empezaban a verse desperdicios flotando corriente abajo en el amarillento atardecer, en direccin a la Puerta del Ro, a cien metros escasos. Slo le cost un momento mandar al difunto ladrn a reunirse con ellos. Aunque lo encontraran ms tarde, no habra comentarios. Y los tiburones del estuario estaban acostumbrados a comidas abundantes y regulares.Rincewind observ cmo se alejaba el cadver, mientras calculaba su prximo movimiento. Probablemente, el Equipaje flotaba. Slo tena que esperar hasta el ocaso, y partir con la marea. Haba muchos lugares solitarios ro abajo, donde podra saltar a la orilla, y... bueno, si el Patricio haba enviado de verdad el mensaje sobre l, un cambio de ropa y un afeitado acabaran con el problema. En cualquier caso, haba otras tierras, y l tena facilidad para los idiomas. Si llegaba a Quimera, Gonim o Escalpn, ni media docena de ejrcitos podra traerle de vuelta. Y luego..., riqueza, comodidades, seguridad...Quedaba el problema de Dosflores, por supuesto. Rincewind se permiti un momento de tristeza. Poda haber sido peor -dijo, a modo de despedida-. Poda haber sido yo.Pero, cuando intent moverse, descubri que la tnica se le haba quedado atrapada en algn obstculo.Mir hacia abajo y vio que la tapa del Equipaje la tena firmemente agarrada por el borde.

Ah, Gorphal! -dijo el Patricio con voz agradable-. Entra, sintate. Puedo ofrecerte una estrella de mar confitada? Estoy a tu entera disposicin, seor -respondi tranquilamente el anciano-. Excepto, quiz, en el asunto de los equinodermos confitados.El Patricio se encogi de hombros y le seal el rollo de pergamino que se encontraba sobre la mesa. Lelo -indic.Gorphal tom el documento y alz una ceja a la vista de los familiares ideogramas del Imperio Dorado. Ley en silencio durante cosa de un minuto, y luego volvi el pergamino para estudiar minuciosamente el sello del reverso. Tienes fama de experto en los asuntos del Imperio -dijo el Patricio-. Puedes explicarme esto? Para conocer al Imperio, no es tan importante centrarse en hechos concretos como tratar de comprender cierta manera de pensar -seal el anciano, diplomtico-. El mensaje es curioso, s, pero no sorprendente. Esta maana el Emperador me orden -el Patricio se permiti el lujo de un gesto malhumorado-, me orden, Gorphal, proteger a ese tal Dos Flores. Ahora, parece que debo matarle. No crees que es sorprendente? No. El Emperador no es ms que un nino. Es... idealista. Agudo. Un dios para su pueblo. Por tanto, la carta de esta tarde procede, si mucho no me equivoco, de Nueve Espejos Girantes, el Gran Visir. Ha envejecido al servicio de muchos emperadores. Los considera un ingrediente necesario, aunque agotador, para el buen funcionamiento del Imperio. No le gustan las cosas fuera de su lugar. El Imperio no se construy dejando que las cosas se salieran de su sitio. Ese es su punto de vista. Empiezo a comprender... -asinti el Patricio. Ya. -Gorphal sonri para s mismo-. Este turista es una cosa fuera de su sitio. Tras acceder a los deseos de su seor, estoy casi seguro de que Nueve Espejos Girantes hara sus propios acuerdos, destinados a asegurarse que no se permite volver a casa a un vagabundo; quiz llevara consigo enfermedades, o insatisfacciones. Al Imperio le gusta que la gente se quede all donde la ponen. As que lo mejor es que ese Dosflores desaparezca en tierras brbaras. O sea, aqu seor. Y qu me aconsejas? -pregunt el Patricio.Gorphal se encogi de hombros. Creo que no debes hacer nada. Sin duda, las cosas se resolvern por s mismas. -Se rasc la oreja, pensativo-. Aunque quiz el Gremio de Asesinos... Ah, s! -record el Patricio~. El Gremio de Asesinos. Quin es el presidente ahora? Zlorf Flannelfoot, seor. Te importara charlar con l? Cmo no, seor.El Patricio asinti. Era un gran alivio. Estaba de acuerdo con Nueve Espejos Girantes, la vida ya era bastante complicada. La gente debera quedarse donde la ponan.

Brillantes constelaciones resplandecieron sobre el Mundodisco. Uno a uno, los comerciantes cerraron sus establecimientos. Uno a uno, los atracadores, ladrones, estranguladores, putas, ilusionistas, ?eincidentes y revientapisos, despertaron y desayunaron. Los magos se dedicaron a sus asuntos polidimensionales. Aquella noche entraban en conjuncin dos planetas poderosos, y el aire sbre el Distrito de los Magos ya chispeaba con los primeros hechizos. Mira -dijo Rincewind-, as no llegaremos a ninguna parte.Se desplaz unos centmetros hacia un lado. El Equipaje le sigui fielmente, con la tapa entreabierta, amenazadora. Por un momento, Rincewind consider la desesperada idea de saltar para ponerse a salvo. La tapa chasque de anticipacin.En cualquier caso, se dijo a si mismo con el corazn en un puo, el maldito cacharro le seguira otra vez. Tena cara de eso. Aunque consiguiera un caba-lo, tena la desagradable sospecha de que le seguira a su propio paso. Interminablemente. Cruzando a nado ros y ocanos. Ganando un poco de terreno cada noche, mientras l tena que detenerse a dormir. Y llegara el da, aos ms tarde, en alguna ciudad extica, en que oira el sonido de cientos de pies diminutos corriendo camino abajo en direccin a l... Te has equivocado de hombre! -gimi-. No es culpa ma! Yo no le he secuestrado!La caja se movi ligeramente hacia adelante. Ahora slo quedaba una estrecha franja de espign grasiento entre los talones de Rincewind y el ro. Un relmpago de precognicin le inform de que la aja podra nadar ms deprisa que l. Intent no imaginar cmo sera ahogarse en el Ankh. Supongo que sabes que no se detendr hasta que te rindas -dijo en tono coloquial una vocecilla.Rincewind baj la vista hacia el icongrafo, que an llevaba colgado del cuello. La trampilla estaba abierta, y el bomnculo se asomaba por el marco, fumando en pipa y observando los acontecimientos con gesto divertido. Al menos caers al agua conmigo -dijo Rincewind entre dientes.El duende se saco la pipa de la boca. Qu has dicho? pregunt. He dicho que caers conmigo, maldita sea! Como quieras. -El duende tamborile los dedos contra un lado de la caja, en un gesto preado de sentido-. Veremos quin se hunde primero.El Equipaje bostez, y se adelant una fraccin de centmetro mas. De acuerdo, de acuerdo! -exclam Rincewind, irritado-. Pero tendrs que darme tiempo para pensar.El Equipaje retrocedi lentamente. Rincewind se situ a una distancia razonablemente segura de la orilla, y se sent con la espalda apoyada en un muro.

Al otro lado del ro brillaban las luces de la ciudad de Ankh. Eres un mago -coment el duende de las pinturas-. Se te ocurrir alguna manera de rescatarle. Me temo que, como mago, no soy gran cosa. Puedes dejarte caer sobre cada uno de ellos y transformarles en gusanos -sigui el duende, alentador, ignorando la ltima frase. No. Convertir En Animales es un hechizo de Octavo Nivel. Yo ni siquiera termin el entrenamiento. Slo conozco un hechizo. Bueno, con eso bastar. Lo dudo -dijo Rincewind sin esperanzas. Para qu sirve? No podra decirlo. La verdad, prefiero no hablar del tema. Pero, con franqueza -suspir, ningn hechizo sirve de gran cosa. Tardas tres meses en memorizar hasta el ms sencillo, y luego, una vez lo usas, puf!, desaparece. Eso es lo estpido de la magia, sabes? Te pasas veinte aos aprendiendo el hechizo que hace aparecer vrgenes desnudas en tu dormitorio y, cuando lo consigues, ests tan envenenado por los vapores de mercurio, tan ciego de leer grimorios viejos, que no te acuerdas de lo que viene despus. Nunca lo haba imaginado as -dijo el duende. Oye, mira, todo esto es un error. Cuando Dosflores dijo que tenan una magia mejor en el Imperio, pens... pens...El duende le mir, expectante. Rincewind se maldijo. Bueno, si quieres que te diga la verdad, no creo que dijera magia. No exactamente. Entonces, qu hay all?Rincewind empezaba a sentirse verdaderamente desdichado. No s -respondi-. Un sistema mejor para hacer las cosas, supongo. Algo con un poco de sentido. Domar... domar los relmpagos, o algo as.El duende le dedic una mirada amable pero compasiva. Los relmpagos son las lanzas que arrojan los gigantes del trueno cuando pelean -dijo suavemente-. Un hecho meteorolgico establecido. No se pueden domar. Ya lo s -asinti Rincewind, deprimido-. Supongo que ah est el fallo del argumento.El duende asinti y desapareci en las profundidades del icongrafo. Momentos ms tarde, Rincewind percibi el olor del beicon al frerse. Aguard hasta que su estmago no pudo soportar ms tiempo la tensin, y llam con un dedo en la caja. El duende reaparecio. He estado pensando en lo que has dicho -le espet, antes de que Rincewind tuviera ocasin de abrir la boca-. Y, aunque lo pudieras domar y ponerle un arns, cmo consiguiras que tirase de un carro? De qu demonios hablas? Del relmpago. Sube y baja. T quieres que vaya hacia adelante, no de arriba abajo. Y adems, seguro que quemara el ames. Me importan un rbano los relmpagos! Cmo voy a pensar con el estmago vacio? Come algo. Es lo ms lgico. Cmo? Cada vez que me muevo, esta maldita caja me ensea las bisagras!Como si le hubiera dado pie, el Equipaje abri bien las mandbulas. Lo ves? No intenta morderte -seal el duende-. Lleva comida ah dentro. Muerto de hambre, no le serviras de nada.Rincewind atisb en los oscuros rincones del Equipaje. Cierto: entre el caos de cajas y bolsas de oro haba varias botellas y paquetes envueltos en papel grasiento. Dej escapar una carcajada cnica, camin por los alrededores del espign hasta que encontr un trozo de madera del largo adecuado, lo introdujo con toda la educacin posible en la rendija entre la tapa y la caja, y sac uno de los paquetes planos.Contena galletas, unas galletas tan duras como la madera diamante. Aldita ea -murmur, acaricindose los dientes doloridos. Son Digestivos para Viajes del Capitn Ocho-panteras -dijo el duende desde el umbral de su caja-. Han salyado ms de una vida en el mar, s seor. Seguro, seguro. Hacis balsas con ellas, o se las tiris a los tiburones para ver cmo se hunden? Qu hay en las botellas? Veneno? Agua. Pero si hay agua en todas partes! Para qu ha trado agua? Confianza. Confianza? Exacto. No la tena en el agua de aqu.Rincewind abri una botella. El lquido que contena poda ser agua. Tena un aroma vaco, sin rastro de vida. No sabe ni huele a nada -refunfu.El Equipaje cruji ligeramente, llamndole la atencin. Con un gesto amenazador, perezoso y calculado, cerr lentamente su tapa, aplastando la improvisada palanca de Rincewind como si fuera una hoja seca. Vale, vale -dijo el mago-. Estoy pensando.

El cuartel de Ymor estaba en la Torre Inclinada, en la esquina de la calle Escarcha con el callejn Helado. A medianoche, el guardia solitario, semioculto en las sombras, alz la vista para observar la conjuncin de planetas, y se pregunt vagamente qu cambios conllevara para su suerte.Se oy un ruido ligersimo, como el de un mosquito bostezando.El guardia baj la vista hacia la calle desierta, y ahora vio el brillo de la luna sobre algo que yaca en el lodo, a pocos metros de distancia. Lo recogi. La luz lunar arranc un nuevo destello del oro, y el guardia contuvo el aliento, tan estentreamente que el eco reson en todo el callejn.Volvi a or el ligero ruido, y otra moneda rod por la gravilla, al otro lado de la calle.Para cuando la recogi, ya haba otra, poco ms adelante, todava rodando. Recordaba lo que se deca, que el oro se formaba con la luz cristalizada de las estrellas. Hasta entonces, nunca haba credo que fuera cierto que algo tan pesado como el oro pudiera caer naturalmente del cielo.Cuando lleg a la entrada del callejn, cay ms oro. Lamentablemente, iba todava en la bolsa. Y haba demasiado cuando Rincewind lo dej caer pesadamente sobre su cabeza.Al volver en s, el guardia se encontr mirando los ojos enloquecidos de un mago que le amenazabala garganta con una espada. Adems, en la oscuridad, algo le agarraba la pierna.Era uno de esos agarrones desconcertantes, de los que sugieren que el agarrador podra hacerlo mucho ms fuerte si quisiera. Dnde est el extranjero rico? -sise el mago-. Deprisa! Qu me tiene cogido por la pierna? -pregunt el hombre, con un matiz de pnico en la voz.Intent liberarse. La presin se increment. No querras saberlo -asegur RincewindPresta atencin, por favor. Dnde est el extranjero? Aqu, no! Lo tienen en la taberna de Broadman! Todo el mundo le est buscando! T eres Rincewind, no? La caja... la caja que muerde a la gente... oh, no... por favoooor...Rincewind ya se haba marchado. El guardia sinti que el agarrapiernas invisible le liberaba de su presin. Luego, mientras intentaba ponerse en pie, algo grande, pesado y cbico sali corriendo en la oscuridad, tras el mago. Algo con cientos de patitas.

Con la nica ayuda de su libro de frases, compilado por l mismo, Dosflores trataba de explicar los misterios de los canguros a Broadman. El grueso tabernero le escuchaba atentamente, con un extrao brillo en sus ojillos negros.Al otro lado de la mesa, Ymor les observaba con cierta diversin. De cuando en cuando, alimentaba con los restos de su plato a uno de los cuervos. Junto a l, Whitel recorra la habitacin a largas zancadas una y otra vez. Te preocupas demasiado -dijo Ymor, sin apartar la vista de los dos hombres que tena frente a l-. Estoy seguro, Stren. Quin se atrevera a atacarnos aqu? Y el mago de tercera vendr. Es demasiado cobarde para no venir. E intentar hacer un trato. Y nos apoderaremos de l. Y del oro. Y del cofre.El nico ojo de Withel brill, y, formando un puo cerr la mano enguantada de negro. Quin habra imaginado que hay tanto peral sabio en todo el disco? -dijo-. Cmo bamos a saberlo? Te preocupas demasiado, Stren. Estoy seguro de que, esta vez, puedes hacerlo mejor -respondi Ymor con tono agradable.Su lugarteniente gru, disgustado, y sali a zancadas de la habitacin para intimidar un rato a sus hombres.Era extrao, pero el hombrecillo no pareca comprender la gravedad de su situacin. En varias ocasiones, Ymor le haba visto mirar la habitacion que le rodeaba con un gesto de gran satisfaccin. Adems, llevaba siglos hablando con Broadman, e Ymor haba observado que un pedazo de papel cambiaba de manos. Y Broadman haba entregado al extranjero algunas monedas. Desde luego, era extrao.Cuando Broadman se levant y pas caminando como un pato junto a la silla de Ymor, el brazo del jefe de los ladrones sali disparado como un muelle de acero, atrapando al gordo por el delantal. De qu estabais hablando, amigo? -pregunt tranquilamente Ymor. D-de nada, Ymor. Slo negocios privados. Entre los amigos no hay secretos, Broadman. S... bueno, la verdad es que ni yo mismo estoy seguro. Se trata de una especie de apuesta, sabes? -respondi el tabernero, nervioso-. Algo llamado canguros. Es una apuesta a que el Tambor Roto no se incendiar.Ymor sostuvo la mirada del hombre hasta que Broadman baj la vista, temeroso y avergonzado. Entonces, el jefe de los ladrones se ech a rer. Este viejo montn de madera carcomida? -dijo-. Ese tipo debe de estar loco! S, loco, pero con dinero. Dice que ahora ya tiene la... no me acuerdo de cmo se llama, empieza por p, es lo que podramos decir el dinero de la apyesta... y la gente para quien trabaja en el Imperio Agata, pagar. Si el Tambor Roto se incendia. No es que espere que suceda eso, claro. Incendiarse el Tambor Roto, quiero decir. O sea, que para m, es como un hogar, el Tambor, s... No eres del todo idiota, eh? -dijo Ymor, alejando al tabernero de un empujn.La puerta se abri de golpe sobre sus bisagras, y choc fuertemente contra la pared. Eh, que esa puerta es ma! -grit Broadman.Entonces advirti quin estaba en la cima de la escalera, y se agach tras una mesa justo a tiempo para evitar un pequeo dardo negro, que cruz la habitacin y fue a clavarse en la madera que le protega.Ymor movi cautelosamente la mano para servirse de otra botella de cerveza. No quieres beber conmigo, Zlorf? -dijo en tono conversacional-. Y deja esa espada, Stren. Zlorf Flannelfoot es amigo nuestro.El presidente del Gremio de los Asesinos hizo girar hbilmente su cerbatana corta, y la guard en la sobaquera con un rpido movimiento. Stren! -orden Ymor.El ladrn de la garra negra sise y guard la espada en su funda. Pero mantuvo la mano en la empuadura, y los ojos fijos en el asesino. Lo que no era fcil. En el Gremio de Asesinos, la promocin se efectuaba mediante examen competitivo, y la prctica era la asignatura mas importante. Para ser exactos, la nica. As que la ancha y sincera cara de Zlorf era un laberinto de cicatrices, resultado de muchas confrontaciones directas. De no ser as, probablemente tampoco habra resultado demasiado atractivo. Se deca que Zlorf haba elegido una profesin llena de capuchas oscuras, capas y andanzas nocturnas, porque en su rbol genealgico haba algn trol temeroso de la luz del da. La gente que comentaba esto al alcance del odo de Zlorf, sola llevarse sus propias orejas a casa guardadas en el sombrero.Baj la escalera a zancadas, seguido por varios asesinos. He venido a por el turista -dijo cuando estuvo justo delante de Ymor. Es asunto tuyo, Zlorf? S. Grinjo, Urmond, cogedle.Dos de los asesinos dieron un paso hacia adelante. Una dcima de segundo ms tarde, Stern estaba frente a ellos. Su espada pareci materializarse a un centmetro de sus gargantas, sin necesidad de atravesar el aire intermedio. Posiblemente, slo podra matar a uno de vosotros dos -murmuro-. Pero os recomiendo que os preguntis... a cul? Mira hacia arriba, Zlorf -sugiri Ymor.Una fila de ojos amarillentos, ominosos, les observaban entre la oscuridad, desde las alfardas. Un paso ms y saldris de aqu con menos ojos de los que trajisteis -dijo el jefe de los ladrones-. As que sintate y bebe algo, Zlorf. Discutamos esto con sensatez. Cre que tenamos un acuerdo; t no robas, yo no mato. Al menos, no por dinero -anadi tras una pausa.Zlorf tom la cerveza que le ofrecan. Y qu? -dijo-. Yo le mato, y luego t le robas. Es ese tipo raro de all? S.Zlorf mir a Dsflores, que le sonri. El asesino rara vez se preguntaba por qu algunas personas queran matar a otras. Sencillamente, era su trabajo. Puedo preguntar quin es tu cliente? -inquiri Ymor.Zlorf alz una mano. Por favor! -protest-. Secreto profesional. Claro, claro. Por cierto... S? Creo que tengo un par de guardias fuera... Tenias. Y algunos ms en el portal, al otro lado de la calle. Son