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¿Esconde la O d is e a , ba jo

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O t r o s M u n d o s

«Hay otros mundos pero

están en éste»

ELUARD

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^

Gilbert Pillot

EL CÓDIGO SECRETO

DE LA ODISEA

Los griegos en el At lánt ico

PLAZA

JANES

S.A

ditores

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I V

Título original:

LE  CODE SECRET DE L'ODYSSÉE

Traducción de

RAMÓN PLANES

Primera edición: Agosto, 1971

Segunda edición: Noviembre, 1972

Tercera edición: Setiembre, 1975

Í N D I C E

© Robert Laffont, 1969

© 1975, PLAZA JANES, S. A., Editores

Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugas de Llobregat (Barcelona)

Este libro se ha publicado originalmente en francés con el titulo de

LE CODE SECRET DE L'ODYSSÉE

rinted in Spain —

 Impreso en spaña

ISBN:  84-01-31003-2  — Depósito Legal: B. 35.242 -1975

GRÁFIC S

  GUADA , S. A. - Virgen de Guadalupe, 3 3 - Esplugas de Llobregat Barcelona)

<L

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CAPíTULO  PRIMERO

LA ODISEA, UN MENSAJE . .

  ;

. *

  s

  ;. » 1 1

CAPÍTULO SEGUNDO

LAS CLAVES DE LA ODISEA . . . . * . . 25

CAPÍTULO TERCERO

EL DESCUBRIMIENTO DEL ITINERARIO DE ULISES. 57

CAPÍTULO CUARTO

LOS SIGNOS DEL ZODÍACO

  •

, ,

  :

. . . . 91

CAPÍTULO QUINTO

A LA BUSCA DE CIRCE Y DE ESCILA . . . . 107

CAPÍTULO SEXTO

¿ES POSIBLE? .

  :

, . . . . . . . . . 145

CAPÍTULO SÉPTIMO

¿EL ESTAÑO, EL ORO, O LA EXPLORACIÓN? .

  -. .

  167

CAPÍTULO OCTAVO

UNA PREGUNTA EXTRAORDINARIA .

  s

  . . . 177

CAPÍTULO NOVENO

EL FIN DE ULISES . *

  é s

  , * * * . 185

ANEXOS

  é

  195

Argumento de la  Odisea  197

NOTAS DE LECTURA 233

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . 261

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CAPITULO

 PRIMERO

LA

  ODISEA

UN MENSAJE. . .

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Sí,

  ahora sé que todavía es posible partir a la aventura,

descubrir islas, cabos, remolinos temidos por los marinos, en

canalizos de violentas corrientes provocadas, según dicen las

leyendas, por un demonio hembra agazapado en una gruta

misteriosa excavada a pocos metros de la costa. Sí, es posible

dar con los escollos de Caribdis y de Escila que Ulises habría

atravesado doce siglos a. J. C, según la tradición griega que

da Homero en la  Odisea.

Desde hacía mucho tiempo me sentía tentado a indagar,

tres mil años más tarde, la identidad de los lugares descubier

tos por Ulises y sus compañeros. Presuntuosa empresa, sin

lugar a dudas, puesto que otros antes que yo la habían inten

tado y creían poder situar el país de los lotófagos, de los

  les-

trígones y de los cimerios, la isla de Circe y la lejana Ogygia

en los parajes de Túnez, de Sicilia, de Cerdeña  y de la costa

italiana. ¿Cómo, a mi vez, he podido embarcarme en semejan

te aventura teniendo, ya de entrada, tan reducidas posibilida

des de éxito?

¿No se dedicó Víctor Bérard, hacia 1925, a analizar escru

pulosamente el texto de la   Odisea  y buscar sobre el terreno,

principalmente en Grecia, la concordancia entre los paisajes

y el texto de Homero? Si, en este momento, me hubiese dado

por leer en detalle ese estudio profundo, que abarca cuatro

tomos, probablemente hubiese renunciado a mi proyecto, des

corazonado de antemano por el cúmulo de precisiones geo-

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GILBERT PIIXOT

EL CÓDIGO SECRETO PE LA ODISEA

15

gráficas e

  históricas

  que parecían dar un peso considerable

a la argumentación del autor. Por suerte no hice nada de

ello,

  y no he consultado la obra de Bérard hasta mucho más

tarde. Esto me dejó en l ibertad para enfocar la cuestión de

un modo plenamente personal .

Dos acontecimientos decisivos debían llevarme a esta

busca, que iba a transformarse , primero, en aventura in te lec

tual

  —el

  desciframiento de la

  Odisea—,

  luego en reconoci

miento del terreno, para e l descubrimiento de Caribdis y

Escila.

El número 22 de la revista

  Planéte

  (1), cristalizó mis inten

ciones y mis convicciones. Robert Philippe, agregado de His

toria, sostenía ahí la tesis de que la   Odisea  no podía desarro

llarse en el Mediterráneo. Ulises, sin lugar a dudas, habría

pasado el estrecho de Gibraltar y la  Odisea  describía un peri-

plo

  a t lántico en dirección al Norte , principalmente Bretaña.

Presintiendo el error de todas las h ipótesis anteriores que

habían circunscrito a Ulises en la cuenca del Mediterráneo,

deseaba, ya desde entonces, releer el texto de la   Odisea  e in

tentar confirmar la h ipótesis a t lántica .

Otras preocupaciones me hicieron olvidar esa veleidad

de busca hasta el día en que, con ocasión de un aniversario,

mi mujer me regaló una traducción de la   Odisea.  Aquella

misma noche, y desde las primeras l íneas del poema de Ho

mero, todos los datos del problema volvieron a mi espíritu.

Muy pronto quedé cautivo de la narración, porque la d ispo

sición de los episodios y las precisiones geográficas, entrecor

tadas por acontecimientos mitológicos, me dieron brusca

mente la sensación de hallarme ante un mensaje del que se

me escapaban ciertas claves. La atracción del misterio con

jugada con la alegría de sucesivos descubrimientos iba, a

part ir de aquel d ía , a tenerme con el ánimo en suspenso y

conducirme a levantar e l vuelo hacia las brumas del Norte

(1) El número 22 de la revista  Planéte corresponde al número 12 de la revista

Horizonte publicada por esta editorial.

tras las huellas de Ulises. Pero volvamos a los hechos: releí

Homero; primero la   Odisea luego la  litada.  ¿Qué representan

esos textos para nosotros? ¿Qué significan?

Todo el mundo conoce la   Ilíada  y la  Odisea.  Para muchos,

esos dos poemas, los textos griegos más antiguos, evocan le

yendas y mitología. La  Ilíada  cuenta con todo detalle el sitio

y la toma de Troya, donde destacan uno tras otro los reyes

aqueos, o, más exactamente, los jefes de los principios de la

Grecia arcaica coaligados contra los troyanos a fin de devol

ver a su marido la veleidosa Helena, esposa de Menelao, rey

de Lacedemonia. Al cabo de diez años de sitio y de comba

tes,

  al rey de

  l taca ,

  Ulises, se le ocurrió dejar abandonado bajo

las murallas un gigantesco caballo de madera, en el que se

escondió con sus compañeros. Confió que los troyanos, des

pués de la retirada fingida del grueso del ejército griego, se

lo llevarían dentro de la ciudad; y así ocurrió efectivamente.

Ello permitió a los aqueos abrir las puertas de la ciudad al

ejército griego que, mientras, había vuelto, y destruir Troya

completamente incendiándola y matando a la casi to ta l idad

de sus habitantes .

La   Odisea  se sitúa cronológicamente después de la

  Ilíada

y queda unida a ella principalmente por el personaje central

de Ulises, héroe de la guerra de Troya, y, en parte, por las

visitas que efectúa Telémaco a ciertos reyes regresados a sus

casas al concluir la guerra. Tal no es el caso de Ulises quien,

empujado hacia el Oeste por la tempestad, lleva a cabo una

auténtica navegación de a l tura sembrada de trampas y de

aventuras, y vuelve por último, al cabo de veinte años, a su

isla natal para matar, con la ayuda de su hijo Telémaco, a los

pretendientes que corte jaban a su esposa

  Penélope

  y dilapida

ban sus bienes.

La

  Odisea  —el  documento de base de mis  investigaciones—

puede resumirse como sigue.

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16

GILBERT

  PILLOT

La narración empieza con la vuelta de Ulises, que había

pasado varios años detenido en una isla lejana, por obra de

la ninfa Calipso.

Tras construir un navio y empujado por vientos favora

bles, después de diecisiete días de navegación desembarca en

la isla de Corcyra donde es recogido por Nausícaa, hija del

rey de los feacios.

Mientras se prolonga el viaje de vuelta, su hijo Telémaco,

instigado por Atenea, se embarca en

  Itaca

  para Pilos y se in

forma cerca de Néstor sobre la suerte de su padre. De allí se

va a Esparta para interrogar a Menelao.

A la vuelta, evita una trampa tendida por los pretendientes

que cortejan a Penélope, esposa de Ulises, y se dirige hacia

la  cabana  de un porquerizo fiel a Ulises.

Éste, bien tratado por los feacios, acepta contar sus aven

turas, bajo la condición de que sus huéspedes, a la mañana

siguiente, lo acompañen a Itaca.

Después de la toma de Troya, Ulises y sus doce navios

doblan el cabo Malea, en el extremo sur del Peloponeso, y na

vegan desorientados durante nueve días más allá de Citerea.

Arriban al país de los lotófagos, luego llegan a un archipiéla

go en el que ciertas islas están pobladas por cíclopes. Su jefe,

Polifemo, alto como una montaña, les encierra en una ca

verna de donde escapan Ulises y sus compañeros, colgados

del vellón de los carneros. Antes había dejado ciego a Polife

mo, embriagado por el vino griego. Para vengarse, Polifemo

les echa encima enormes rocas cuando se alejan de la playa

y clama sobre Ulises la maldición de Posidón, señor de los

Océanos y que hace temblar la Tierra.

Desde allí, Ulises llega a la isla de Eolia, desde donde, em

pujado por el viento del Oeste (Céfiro), llega a divisar

  Itaca.

Sus marineros, celosos, abren el odre que contiene los vientos

contrarios, que se desencadenan y devuelven los navios a la

isla de Eolia.

Después de seis días de navegación, Ulises llega a un puer-

EL  CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

17

to famoso del país de los lestrígones. Éstos, furiosos, echan

a pique todos los navios que habían entrado en el puerto,

excepto el de Ulises, que se había quedado en el exterior, en

alta mar.

Ulises y sus marineros abordan la isla donde mora la

maga Circe, que los retiene un año entero.

Al reempren der el viaje, Ulises, empujado por el viento del

Norte (Bóreas), llega en un día al país de los cimerios, sube

por la desembocadura de un río y se detiene en un lugar

donde consigue evocar a los muertos. De regreso junto a Circe

en una noche, ésta le indica el camino a seguir para volver a

Grecia: Bordear la isla de las Sirenas sin detenerse, atrave

sar entre dos islas un estrecho donde hay el remolino de Ca-

ribdis que se produce tres veces durante el día, evitando la

mortal Escila, monstruo espantoso que se alberga en una

gruta cerca del remolino.

Una vez ha superado estas pruebas gracias a los consejos

de Circe, Ulises aborda en la isla de Trinacria donde nacen

los bueyes de Helios (el Sol).

Bloqueada por los vientos contrarios y sufriendo hambre,

la tripulación, a pesar de las recomendaciones de Ulises, re

suelve degollar los bueyes sagrados.

Cuando el navio abandona la isla, Zeus, enojado, lo fulmi

na. Todos los marinos se ahogan, excepto Ulises, quien se

aferra a los restos de la nave.

Un fuerte viento del Sur devuelve en una noche a Ulises

al famoso estrecho de Caribdis y Escila.

Después de nueve días y nueve noches de ir a la deriva,

Ulises, siempre agarrado al maderamen, llega a una isla leja

na, Ogygia, donde es recogido por la ninfa Calipso.

La vuelta hasta el país de los feacios nos ha sido ya conta

da en el principio de la  Odisea.

Los feacios acompañan Ulises a

  Itaca,

  con ricos regalos.

Ulises y Telémaco se reencuentran en la

  cabana

  del pastor y,

2 2956

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GILBERT  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA

  ODISEA.

19

desde allí, con la ayuda de Atenea, van a sorprender y exter

minar a todos los pretendientes .

Las dos narraciones

  —la

  litada  y la  Odisea

  están , pues,

ligadas por la cronología y por los personajes. En efecto, en

la   Odisea  se alude repetidas veces a los acontecimientos del

sitio de Troya y cuando Ulises, en el país de los cimerios, in

terroga a los muertos , vuelve a encontrarse por un instante

con sus compañeros de armas de la guerra de Troya, que le

cuentan las c ircunstancias de su propia muerte y evocan los

recuerdos comunes.

Esos dos poemas épicos son tradicionalmente a tr ibuidos

a Homero, quien los habría imaginado en e l s ig lo

  vi n

  a. J. C.

trascrib iendo poemas orales cantados por los aedos desde s i

g los a trás . Realmente , los acontecimientos que se narran se

sitúan al comienzo del siglo

  xn

  a . J . C, y las memorables

gestas de los aqueos se transmitieron por tradición oral du

rante cuatro s ig los antes de que Homero los pusiera por es

cri to . El lapso de t iempo que medió entre e l acontecimiento

y su relación escrita es un fenómeno bastante corriente. Acor

démonos de la   Chanson de  Roland escrita en el siglo xii,

mientras  que el paso de los Pirineos en Roncesvalles se sitúa

bajo e l re inado de Carlomagno, cuatro s ig los antes .

La existencia de Homero ha sido puesta en duda por cier

tos comentaris tas , apoyándose en e l hecho de que e l poema

podía descomponerse en varias partes homogéneas en cuanto

al estilo y a los personajes. Así, la   Odisea parece compuesta

de tres narraciones yuxtapuestas , de las cuales una concierne

sólo a la relación propiamente dicha del viaje de Ulises, otra

al viaje de Telémaco y la tercera a los episodios posteriores

a la vuelta de Ulises a

  l taca .  En realidad, poco importa que

el nombre de Homero designe a un hombre o a un «equipo»

de escri tores encargados de juntar las d is t in tas narraciones

que se transmitían oralmente en aquella época, y de cotejar

las a f in de controlar su autentic idad. Su trabajo da por resul

tado un texto coherente , a l ineando los cantos que les pare

cieron más auténticos. Lo que importa es que ese trabajo

haya s ido concienzudo, y a la v is ta del resultado obtenido

parece difícil dudar de ello. Por dos razones:

De antemano, no olvidemos que lo que se arr iesgaba en

ese trabajo era muy importante . Las c iudades griegas de Asia

Menor, que reivindicaban la gloria de ser la cuna de Home

ro ,

  estaban pobladas, desde s ig los a trás , por  griegos  llega

dos de la Grecia europea como consecuencia de la invasión

dórica acaecida a l principio de la Edad de Hierro . Esos can

tos de la

  Ilíada

  y de la

  Odisea

  consti tu ían su patr imonio

cultural y les recordaban la h is toria de su pueblo y las

  haza-

fias de sus antepasados. Gracias a la relación de ese pasado

de gloria común, las d is t in tas c iudades, por o tra parte celo

sas de su independencia y rivales en el terreno comercial,

pudieron tomar conciencia de pertenecer a la comunidad na

cional griega. Es, pues, verosímil, que el poeta fuera clara

mente consciente de la importancia de la obra en e l p lano

cultural e h is tórico y del carácter sagrado de su misión.

Por o tra parte , no hay duda de que la narración, en su

conjunto, y a pesar de ciertas diferencias de estilo, presenta

en su desarrollo una indiscutib le unidad. Desde e l principio ,

e l conjunto de los acontecimientos es anunciado por la d iosa

Atenea, quien bosqueja la situación y localiza a los principa

les personajes. Luego, en el espacio de unos días, dos accio

nes se desencadenan s imultáneamente por la voluntad de los

dioses: el viaje de Telémaco y la vuelta de Ulises, amenizado

con la narración de sus aventuras . En f in , los dos persona

jes ,

  el padre y el hijo, vuelven a encontrarse para llevar a

término, juntos, e l ú l t imo acto , la matanza de los pretendien

tes .

  Los acontecimientos que se desarrollan en el curso de

las tres fases son casi cronometrados y las precis iones de

tiempo y de lugar, muy frecuentes en el texto, acentúan toda

vía más esa impresión de mecanismo construido según un

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2

GILBERT PILLOT

plan riguroso y desencadenando la simultaneidad de las ac

ciones del padre y del hijo. Más adelante veremos qué inter

pretación puede deducirse de ese paralelismo y, sobre todo, de

esa voluntad de comparación entre la vuelta de   Ulises  y el

viaje de Telémaco. Ese último viaje, sea dicho de paso, no con

duce a ningún resultado concreto, no añade nada a la acción

y resulta prácticamente inútil para el resto de los aconteci

mientos. Por otra parte, abunda en localizaciones geográficas

precisas y en indicaciones de tiempos de trayectos. Así, con

perfecta naturalidad, seré llevado a emitir la hipótesis de que

esa narración anexa tiene por objeto proporcionar ciertas

claves necesarias para la comprensión de la narración princi

pal, que sigue siendo el viaje de Ulises.

¿Por qué serían indispensables unas claves para compren

der la Odisea Es evidente que no es necesario ningún código

y que no se impone ninguna investigación si se considera la

Odisea

  como una simple leyenda mitológica, obra de imagi

nación transcrita bajo forma

  poética.

  En esas condiciones

parece inútil interesarse por la verosimilitud de la narración

y buscar una localización precisa de los acontecimientos.

Basándose en tal hipótesis el lector y el comentador aprecia

rán esencialmente los sentimientos expresados, el comporta

miento psicológico de los personajes y la forma poética de

la narración. En compensación, numerosos autores admiten

hoy que las leyendas transmitidas oralmente durante siglos,

luego transcritas y recopiladas, cubren siempre, a pesar de

inevitables errores materiales, un fondo de verdad histórica,

y que esas leyendas tienen por objeto perpetuar los hechos

más sobresalientes de la vida de un pueblo. La Biblia, cuya

redacción es anterior a la obra de Homero, cuenta la historia

de las distintas tribus del pueblo judío, y las precisiones to

pográficas que sitúan los acontecimientos han resultado con

firmadas por las excavaciones arqueológicas. ¿Por qué, puesto

que las descripciones de los lugares han sido verificadas

sobre el terreno, no podemos conceder el mismo crédito a

EL CÓDIGO SECRETO DE LA

  ODISE

21

lo

  que actualmente no se puede verificar, es decir, a los acon

tecimientos de que los mismos lugares son testigos?

Para la  Ilíada ese trabajo de verificación ha sido ya lle

vado a cabo y el arqueólogo alemán Schliemann, basándose

en el texto de Homero, ha podido encontrar las ruinas de la

ciudad de Troya bajo la colina de Hissarlik, en Asia Menor,

cerca del estrecho de los Dardanelos. A partir de ese descu

brimiento ya nadie piensa ahora en poner en tela de juicio la

autenticidad de los acontecimientos relatados por Homero en

la   Ilíada.  La guerra de Troya, el sitio de la ciudad y su des

trucción han pasado, de golpe, del dominio de la leyenda al

de la historia. En consecuencia, sería sorprendente que la na

rración de la  Odisea que constituye una continuación de la

Ilíada y siempre le ha estado asociada, no representara más

que una leyenda de carácter mitológico. Por el contrario, pa

rece mucho más verosímil que esa segunda narración, al igualque la primera, constituya la relación de acontecimientos

históricos que realmente hayan tenido lugar en el transcurso

del siglo xil  a. J. C, unos años después de la caída de Troya,

que los arqueólogos sitúan hacia

  1180

 a. J. C.

En fin, se puede añadir, en apoyo de esta tesis, el hecho

de que, durante siglos, generaciones de griegos se transmitie

ron esas narraciones y que luego tuvieron buen cuidado de

reunirías, transcribirlas y aprendérselas de memoria desde su

infancia. ¿Se hubiesen tomado tantas molestias por una le

yenda, si hubieran sabido que era totalmente imaginaria?

Mientras que si ese texto encubre un verdadero «mensaje»

muy importante a

  los

  ojos de los iniciados, ese cuidado de

transmisión se explica muy naturalmente. Según lo que hoy

se puede suponer del modo de vida y de las preocupaciones

de esos pueblos de la alta Edad Media griega, resulta difícil

creer que el solo encanto poético de los cantos de la   Odisea

hubiese justificado tales desvelos en su transmisión y su con

servación. Para aquellos que no cejaban hasta aprenderlos

de memoria, en una época en que se usaba poco la escritura,

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GILBERT PILLOT

el sentido del mensaje y la relación de los acontecimientos

debían tener más importancia que la forma.

Mientras que la  Ilíada una vez admitida la historicidad

de los acontecimientos, no plantea problemas de interpreta

ción y de comprensión, no ocurre lo mismo en el caso de la

Odisea cuya narración central  —el  viaje de Ulises— ha sido

hasta hoy un auténtico enigma. Si se admite que la Odisea

encubre un mensaje sólo inteligible para los iniciados, puede

darse una explicación. Se trataría, en primera hipótesis, de

la relación histórica de una expedición marítima, correspon

diendo simétricamente, al Oeste, con la realizada hacia Troya,

al Este, y que tenía por objeto dar a los griegos el dominio

del

 Bosforo

  y del mar Negro. El éxito de esta primera empre

sa les habría incitado a emprender hacia el Oeste una expedi

ción que les aseguraría el control de ciertas rutas comercia

les tradicionales, harto conocidas, especialmente, de sus

predecesores cretenses. Pero el relato de una expedición y de

un descubrimiento geográfico, por importante que sea en el

momento de producirse, puede no ser más que un aconteci

miento accidental sin futuro y de pocas consecuencias en la

historia de un pueblo. El mensaje transmitido por la  Odisea

podía ser más importante para los contemporáneos del acon

tecimiento y, sobre todo, para sus descendientes. Tal puede

ser el caso si, en lugar de contar un a av entura fortuita, el viaje

de Ulises sirve de pretexto para la descripción de una vía ma

rítima de la que pueden depender la prosperidad y el poderío

de un p aís. Ahora bien, en los tiempos de la navegación a vela,

el conocimiento del régimen de los vientos y de las corrien

tes era indispensable a los marinos para llegar a destino y

los itinerarios marítimos eran secretos celosamente guarda

dos. Sin embargo, la descripción del camino a seguir debía

transmitirse entre marinos de un mismo pueblo por tradi

ción oral. Para prevenir los «soplos» una precaución elemen

tal consistía en envolver esa descripción en una narración

más vasta y en dispersar en otros cantos ciertas informacio-

EL CÓDIGO SECRETO D E L ODISE

23

nes indispensables par a la com prensión del itinerario. Así, sólo

el que sabía de memoria el conjunto del texto podía selec

cionar y juntar todos los datos necesarios, efectuar ciertos

cálculos anexos y determinar con precisión el camino a seguir.

La

  Odisea

  es, a la vez, la narración de una expedición

desdichada y la descripción de una ruta marítima. A partir

de esta convicción voy a intentar descorrer el velo que cubre

el viaje de Ulises, buscar la clave del mensaje e intentar des

cubrir el verdadero secreto de esa sorprendente aventura: El

camino del Atlántico hacia la Europa del Noroeste.

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He aquí, pues, los datos del problem a. Un viaje fabuloso

cuya parte esencial nos es conocida por la narración que Uli-

ses cuenta a los feacios, habitantes de la isla de Corcyra, ellos

también grandes navegantes, «amigos del remo», «guías de

hombres», como precisa Homero repetidas veces.

Esta narración es curiosa. Desde el comienzo de su lectu

ra, causa la impresión de que Ulises utiliza sucesiva y alter

nativamente dos lenguajes. Uno, mitológico, evoca episodios

poco creíbles que parecen pertenecer únicamente al dominio

de lo maravilloso y de la poesía. Otro, práctico y concreto,

suministra informaciones topográficas y marítimas de sor

prendente precisión. Subrayo, ya a partir de ahora, que en

cada etapa de su viaje son utilizados esos dos lenguajes, lo

que permite suponer que cada uno de ellos aporta informa

ciones complementarias, cuya combinación debe permitir a

los iniciados descifrar el sentido del mensaje. No disponien

do al empezar mi investigación más que de pocos medios para

intentar la interpretación de los acontecimientos mitológi

cos,  me decido para dar la prioridad a poner de relieve las

indicaciones exactas cuya interpretación no ofrece dudas.

Ésas conciernen, de antemano y esencialmente, a dos tipos

de información; por una parte, la descripción de los lugares

abordados, y por otra, las indicaciones que conciernen a la

marcha del navio: dirección seguida y tiempo de navegación.

Una cosa se deduce inmediatamente: Se trata de una na-

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  8

GTLBERT  P I L L O

vegación de a l tura cubriendo dis tancias considerables . En la

mayor parte de sus e tapas, como se ha vis to , Ulises navega

noche y día , es decir , durante veinticuatro horas consecutivas .

Cuando regresa de la isla de Ogygia, donde vivió siete años

junto a la ninfa Calipso, Ulises navega así durante diecisiete

días ,

  empujado por v ientos favorables , antes de abordar la

isla de Corcyra, que los antiguos identificaban con Corfú, y,

a l parecer , con razón. ¿De dónde podía venir Ulises?

Incluso admitiendo que e l velero desarrollara una veloci

dad re la t ivamente reducida, de c inco a seis nudos, o sea ,

cerca de 150 millas en veinticuatro horas, se obtiene, al

cabo de diecisiete días, una distancia de más de 2.500 millas,

o sea, al menos 4.600 kilómetros, lo que nos conduce mucho

más al lá del es trecho de Gibraltar . Basándose en otros argu

men tos

  —la

  presencia de nieblas, el fuerte oleaje, las corrien

tes de marea de Caribdis que se producen tres veces durante

el d ía , e tc .—, Robert Phil ippe, catedrático de Historia , en una

tesis aparecida en la revis ta

  Planéte

sostiene ya que el viaje

de Ulises es un perip lo a t lántico y que e l haber escogido

  a

priori

  e l Mediterráneo como escenario ha fa lseado todas las

in terpretaciones de los comentadores .

Ésos ,

  tradicionalmente ,

  buscan

  e l i t inerario a lrededor de

Sicilia y en el sur de Italia. Ahora bien, no sólo las distan

cias recorridas y las d irecciones propuestas no concuerdan

con el texto de Homero, sino que, gracias a las excavaciones

arqueológicas , sabemos que esas regiones s i tuadas a unos

días de navegación de Grecia eran ya frecuentadas desde hacía

mucho t iempo por los cretenses y los micenios. En el mismo

texto de la

  Odisea

  se trata de enviar a Ulises cerca de los sici

lianos, lo que demuestra que un viaje alrededor de esa isla, ya

muy conocida, no habría podido adquir ir un carácter tan fan

tást ico .

Según esos autores, el célebre pasaje de Caribdis y Escila

sería el estrecho de Mesina, existente entre Sicilia y Calabria.

Se olvidan entonces de recordar e l hecho de que no se tra ta

gL   CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

29

de un estrecho, sino de dos islas y que la descripción de Uli

ses no corresponde, de n ingún modo, a la topografía de aque

llos lugares.

Desde ahora es pues necesario dejar a un lado esta h ipó

tesis mediterránea para e l i t inerario de Ulises e l cual , desde

hace dos mil años, sume a los comentaris tas de Homero en

un mar de confusiones. No hay que temer volver a considerar

el problema con más ampli tud, apoyándose en una metodo

logía rigurosa.

Creo,

  pues, que a part ir de esta h ipótesis general de un

viaje a t lántico , h ipótesis expresada por Robert Phil ippe   —que

nos servirá de

  guía—

  deben ponerse de relieve y no aceptar

más que las informaciones precisas de t iempos y de dirección

que, en una primera e tapa, deberán permitir t razar la forma

general del recorrido.

También me será necesario in tentar descubrir « la escala»

de ese plan a fin de conocer las distancias exactas recorridas

en ta l o cual d irección. Sólo entonces, por comparación con

los mapas o por e l reconocimiento de los lugares , in tentaré

localizar las escalas y, sobre todo, los escollos de Caribdis y

Escila cuya descripción es muy precisa. En fin, habiendo des

cubierto cuál fue el camino seguido por Ulises, me será po

sib le comprender e l sentido de ese v ia je , de in terpretarlo y

de buscar su «motivación» profunda. Y si , realmente , e l texto

poético de Homero encubre un mensaje h is tórico dest inado a

los sucesores de los aqueos, podremos conocer mejor a los

antepasados de los griegos, sus preocupaciones y el nivel de

sus conocimientos, y acaso explicar más c laramente ese «mi

lagro griego» del siglo v a. J. C, esa eclosión de la inteligen

cia y de la actitud científica, base de nuestra civilización.

Para intentar volver a hallar el itinerario de Ulises es

preciso , para cada e tapa, determinar dos factores esenciales:

la dirección seguida y la distancia recorrida.

En cuanto a las direcciones de navegación, anoto ya que

Homero uti l iza , de forma sucesiva, dos procedimientos. El

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3Q

GILBERT PILLOT

más corriente es la indicación de los vientos. Se sabe que,

en aquella época, la navegación a vela se efectuaba esencial

mente con viento en popa, puesto que la técnica que permite

ir contra el viento no fue practicada hasta mucho más tarde, a

partir del descubrimiento de la vela latina. La vela cuadrada

de los navios de Ulises sólo les permitía aprovecharse de los

vientos favorables, que significaban para ellos el viento en

popa. En los demás casos, se avanzaba a remo.

Cuando Homero dice que la flota era empujada por un

fuerte viento de Bóreas

  —nombre

  dado por los griegos al

viento del Norte— creo que es preciso entender que los na

vios se dirigían hacia el Sur. Puedo verificarlo fácilmente al

principio de la narración de Ulises, cuando abandona el país

de los cicones, al norte del mar Egeo, para llegar hasta el cabo

Malea empujado por el viento de Bóreas. Así, cuando sopla

el Céfiro, el Euro o el Noto, vientos de Oeste, de Este o de

Sur, entiendo que los navios se dirigen hacia el Este, el Oeste

o el Norte. La interpretación en este caso es bastante senci

lla. Otro procedimiento utilizado por Homero: cuando Ulises,

al regresar, deja la isla de Ogygia, refugio de Calipso, ésta le

aconseja navegar conservando constantemente «La Osa Mayor

a mano izquierda». Si se considera la posición de las conste

laciones en el cielo, tres mil años atrás, y la época del viaje

—otoño— se comprueba que la Osa Mayor que, por cada pe

ríodo de veinticuatro horas, describe un círculo aparente al

rededor de la estrella Polar, se encuentra en la parte Este del

cielo durante la noche, luego a Oeste durante el día, cuando

ya no es visible. Si Ulises ve, durante la noche, la Osa Mayor

a su izquierda, cuando gobierna el timón, es que mira hacia

el Sur. Sigue, pues, una dirección Norte-Sur cuando abando

na la isla de Calipso. En el mismo lugar Homero añade:

«Miraba las Pléyades.» Ahora bien, esa constelación se en

cuentra efectivamente en ese momento del año, y a media

noche, en el Sur. Esa ruta Norte-Sur se justifica también por

la localización de esta isla, puesto que dos informaciones im-

  CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

31

portantes nos permiten presagiar que está situada bajo una

latitud elevada. En primer lugar, cuando Zeus envía el men

sajero  Hermes  a Calipso, para advertirle que deje que Ulises

vuelva a Itaca, el mensajero levanta el vuelo desde el Olim

po y sobrevuela la Pieria. Entonces se me ocurrió la idea de

juntar por una línea la cumbre de la cadena de Pieria y la

cumbre del Olimpo. La recta obtenida indica exactamente la

dirección Norte-Oeste. Trasladadas sobre un mapa de Grecia,

corta los meridianos en un ángulo de 45°.

La otra indicación concierne a la latitud de la isla. Se ha

dicho que, única entre las constelaciones, la Osa Mayor gira

alrededor de la estrella Polar y queda siempre visible, como

resultado del movimiento de rotación de la tierra. Cuando

uno está en el polo Norte, la estrella Polar se encuentra justo

encima de nuestra cabeza a la vertical y parece como si todas

las estrellas girasen alrededor nuestro; ninguna se sumerge

bajo el horizonte. En el Ecuador, la estrella Polar está situa

da en la horizontal y las estrellas describen un semicírculo

aparente, apareciendo por el Este y desapareciendo por el

Oeste. Por una latitud intermedia, la estrella Polar se encuen

tra a cierta altura sobre el horizonte y el ángulo vertical que

mide la altura de la estrella Polar con el horizonte indica en

grados la latitud del lugar. Las estrellas más próximas a la

estrella Polar describen un círculo completo, mientras que

las constelaciones que se encuentran más alejadas de la Polar

se sumergen cada noche en el Océano. Dice también «el Bo

yero se acuesta tarde», lo que significa que la constelación del

Boyero, en su movimiento periódico alrededor de la estrella

Polar, roza el Océano, y queda poco tiempo bajo la línea del

horizonte. Ahora bien, la zona terrestre donde se reúnen esas

condiciones está situada entre 60 y 65° de latitud Norte. ¿No

responde Islandia a las tres condiciones que acabo de seña

lar? Ser una isla, estar situada entre 60 y 65° de latitud Norte

y encontrarse exactamente en el norte-oeste del Olimpo.

A pesar de lo que esta coincidencia podía tener de turbad ora, la

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32

GILBERT PILLO

hipótesis de

 Islandia

  me parecía, a primera vista,

 fan

  inespe

rada, dada la distancia que la separa de Grecia, que no he

querido detenerme en ella sin más confirmación,

Sin embargo, dos datos me parecían dignos de ser rete

nidos con certeza. La isla de Calipso, llamada Ogygia, se halla

en una latitud elevada y Ulises, al abandonarla, se dirige

hacia el Sur.

Entonces resolví anotar, en una tablilla que dividí en

cuatro columnas, y poniendo unas debajo de otras, las distin

tas etapas del viaje y, para cada una de ellas, por una parte, la

dirección seguida por el navio, cuando está indicada por los

vientos o por otro razonamiento; por otra parte, el tiempo del

trayecto expresado generalmente por Homero en días de na

vegación. Así, para el viaje de vuelta de Ulises que nos fue

contado al principio del libro, anoto en una línea:

ISLA DE CALIPSO — ISLA DE CORCYRA

DIRECCIÓN NORTE-SUR A LA SALIDA — 17 DÍAS

Volviendo a considerar, una por una, las peripecias del

viaje contadas por Ulises a partir del canto noveno, voy a

juntar en esta tablilla las informaciones incontestables de

dirección y de tiempo, dejando a un lado las aventuras mito

lógicas que, a primera vista, me parecen sin interés para lo

calizar el itinerario.

Por lo tanto, vuelvo a estudiar el viaje desde su punto de

partida. De Troya al país de los cicones y al cabo Malea, el

itinerario está claro y la indicación de un viento de Bóreas

no hace más que confirmar la interpretación Norte-Sur, re

forzada por el examen del mapa de Grecia. La flota de Ulises

atraviesa rápidamente el mar Egeo, de Tracia al Peloponeso,

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

1

luego se apresta a doblar, en dirección Este-Oeste, el cabo

Malea, extremo sur del Peloponeso, con intención de remon

tar al Norte-Oeste en dirección de Itaca. En este momento,

se desencadena la tempestad y en este pasaje, cuya dificultad

es conocida por los navegantes, los navios son arrastrados

más allá de la isla de Citera, o sea, hacia el Oeste. Se ven em

pujados por la tempestad durante nueve días y abordan en

el país de los lotófagos, que es llamado continente por Ulises

y no isla, como algunos lo creen actualmente. Inscribo la

etapa en la tablilla en la siguiente forma:.

CITERA — LOTÓFAGOS: ESTE-OESTE

PROBABLE — 9 DÍAS

 {continente

Al décimo día, Ulises y sus compañeros pasan una parte

de la jornada con los lotófagos, luego se embarcan precipita

damente para llegar de anochecida a una de las islas del ar

chipiélago, habitadas por los cíclopes, escogiendo la que está

deshabitada.

No inscribo la indicación de dirección porque es descono

cida, sino simplemente una estimación de tiempo, o sea, seis

horas o un cuarto de veinticuatro horas.

LOTÓFAGOS —ISLAS  DE LOS CICLOPES: 1/4 de JORNADA

Después de la lucha con el gigante Polifemo, que se pa

rece a una montaña y le echa piedras cuando huye, la flota

de Ulises alcanza a fuerza de remos la isla de Eolia, aparen

temente bastante próxima, puesto que Ulises no precisa el

número de días de navegación. Ninguna indicación concreta

puede ser anotada para esta etapa.

3 - 2956

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34

ÍHLBERT

  PILLOS

De la isla de Eolia, Ulises, que lleva   el timan  noche y día,

¡se ve empujado sin interrupción por el Céfiro (viento de Oes

te) durante nueve días y, en el alba del décimo, distingue

las costas de Itaca. Habiendo abierto el odre que contenía los

vientos contrarios, los marineros de Ulises provocan un retor

no inmediato a la isla de Eolia.

De forma repentina, este episodio inhabitual me parece,

al mismo tiempo, importante e insólito. Importante porque,

por primera vez, Ulises me indica una coordenada exacta en

relación con un territorio desconocido. Está claro, en efecto,

que la isla de Eolia se sitúa a nueve días de navegación al

oeste de

  Itaca,

  la jornada de navegación englobando un día

y una noche, o sea, veinticuatro horas. Insólito, porque esta

ida y vuelta muy rápida, cuando Ulises está todavía tan le

jos,  parece intercalarse inútilmente en el viaje y, sobre el

mismo plan de la navegación, poco plausible. Ahora bien,

hasta aquí, mientras que los episodios mitológicos son evi

dentemente inverosímiles  —como  también debían serlo para

los griegos de aquella época igual que para mí mismo, a m enos

que se me escape su verdadero significado— las indicaciones

topográficas y náuticas, por el contrario, son siempre preci

sas y exactas, tanto si se trata de maniobras de aparejo y

de abordaje, como de la descripción de una rada bien abri

gada y de aguas profundas. Tengo la sensación, pues, en re

lación con el resto de relato, que este episodio suena a falso

sobre el plan estricto de la geografía y de la navegación.

¿Cuál podía ser su utilidad? No olvidemos que la epopeya se

dirige a un pueblo de marineros que saben distinguir en este

terreno el buen grano de la cizaña y lo verdadero de lo falso.

Entonces me parece verosímil que este episodio no fue intro

ducido más que para transmitirnos una información esencial:

la localización de la isla de Eolia que, sin ninguna duda, cons

tituye un punto clave del viaje. Es, en efecto, el único lugar

del recorrido que nos puede vincular a un punto conocido,

Itaca. Inscribo, pues, en la tablilla:

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA.

35

ISLA DE EOLIA — ÍTACA: OESTE-ESTE 9

  DÍAS

ITACA — ISLA DE EOLIA: ESTE-OESTE   9  DÍAS

A par tir d e este instante se confirma que si, por boc a de

Ulises, se había tenido cuidado de transmitirnos estos precio

sos datos de dirección y de tiempo, era debido a que, en al

guna parte de la narración, existía una clave que permitiría

convertir los días de navegación en distancias. De otro modo,

esas últimas indicaciones hubiesen perdido todo su interés.

Llegado a este punto de mis reflexiones, se me ofrecen

dos vías. O  bien, cediendo a mi impaciencia, descubrir y lo

calizar geográficamente un punto del itinerario, y ponerme

en seguida a la busca de esta clave que, como presentía,

no debía ser muy difícil de descubrir. O bien —y era el cami

no cuerdo y metódico— seguir anotando en mi tablilla hasta

el final, sin permitirme el menor desvío del proceso que había

empezado. Sin embargo, me aprovecho de esta pausa en la

isla de Eolia para anotar que el itinerario de Ulises se sitúa

resueltamente hacia el Oeste. Así pues, para la etapa del cabo

Malea hasta el

  país

  de los lotófagos la indicación de direc

ción Oeste que había indicado en mi tablilla como probable,

se halla confirmada.

Y, en mi espíritu, toma forma la convicción de que unos

navios empujados por la tempestad en dirección Oeste a par

tir de Grecia, navegando durante nueve días, noche y día, van

a cubrir una distancia que los llevará, indudablemente, más

allá de las Columnas de Hércules, nombre dado por los aqueos

al estrecho de Gibraltar. Mentalmente, un cálculo rápido de

muestra que, sobre la base de una velocidad de ocho nudos,

que es poco para navios empujados por un viento de tempes

tad, se obtiene un recorrido de cerca de 200 millas en veinti

cuatro horas, o sea, más de 3.000 kilómetros en los nueve días.

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  6

QILBERT

  PILLOS

Ahora bien, el estrecho de Gibraltar se sitúa alrededor de

2.500 kilómetros al oeste del cabo Malea. Hay que descartar,

pues, la hipótesis de un viaje por el interior del Mediterráneo.

Ahora, después de este paréntesis, vuelvo con el itinerario

para completar mi cuadro de direcciones y de tiempos de

navegación.

A partir de la isla de Eolia, Ulises y sus compañeros nave

gan durante seis días y, al séptimo, abordan en el país de

los lestrígones, en un puerto famoso situado al interior de

una bahía casi cerrada por el lado de alta mar por abruptos

peñascos.

En este país «el pastor que saca su rebaño saluda al pas

tor que regresa y un hombre que no tuviese necesidad de

dormir podría ganar doble salario». Esta frase indica a las

claras que Ulises está impresionado por la duración del día

que sería, pues, al menos de dieciséis horas sobre la base de

una jornada de trabajo de ocho horas. Esto debe ocurrir al

principio del verano, ya que los griegos no navegaban duran

te la mala estación. Se puede suponer que este país se en

cuentra ya a una latitud bastante elevada y que la flota de

Ulises, al salir de la isla de Eolia, ha tomado a bulto la direc

ción Norte con cierto ángulo posible en relación con esta lí

nea general. Inscribo, pues, en la tablilla, para esta etapa:

ISLA DE EOLIA —LESTRÍGONES:

DIRECCIÓN  NORTE APROXIMADAMENTE: 6 DÍAS

Después de haber sufrido una aplastante derrota que oca

siona la pérdida de todos sus navios, menos uno, Ulises sigue

su camino «más para adelante» hasta el momento en que

aborda la isla donde mora la maga Circe. Este término «más

para adelante» puede significar que Ulises, en esta nueva eta

pa, que parece bastante corta puesto que no se precisa la du-

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA.

37

ración de la navegación en días, sigue su camino en la misma

dirección que en la etapa precedente. Parece, pues, que sigue

una dirección bastante próxima del Norte. Entonces inscribo

para esta etapa:.,

PAÍS  DE LOS LESTRÍGONES —ISLA  DE CIRCEg

APROXIMADAMENTE SUR-NORTE;,

DURACIÓN NO PRECISADA

La isla de Circe es de terreno ondulado, bastante pequeña

y de forma casi circular, pues Ulises, subido a la colina más

elevada, puede ver cómo el mar forma una cintura brillante

alrededor de la isla. No parece, teniendo en cuenta la visibi

lidad normal en esa latitud, que la isla tenga más de unos

diez kilómetros en su mayor longitud. No debe tampoco ha

ber en ella grandes montañas, según la descripción de Ulises.

Después de haber pasado el invierno en esta isla, Ulises

vuelve a hacerse a la mar, siguiendo los consejos de Circe,

para llegar al país de los cimerios. Sale por la mañana y

viaja todo el día, empujado por un viento favorable de Bó

reas, es decir, un viento del Norte.

El sentido de esta etapa está claro. A partir de la isla de

Circe en dirección Sur se encuentra el país de los cimerios,

a una media jornada de navegación. Esta etapa se escribe tam

bién en la

  tablilla:.

ISLA DE CIRCE —CIMERIOS:]

NORTE-SUR: 1/2 JORNADA

Señalemos, al pasar, hasta qué punto son respetados los

imperativos técnicos de la navegación. Para esta etapa, Uli-

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38

GILBERT  PILLOS

ses,

  que viene de alta mar, puesto que es pequeña  la  isla de

Circe, se aprovecha de la brisa del día que sopla en verano

en dirección de la costa. Al día siguiente, por el contrario, se

embarcará por la tarde para alcanzar la isla de Circe, etapa

que inscribo en la tablilia:

PAÍS  DE LOS CIMERIOS —ISLA  DE CIRCE:J

SUR-NORTE: 1/2 JORNADA

Pero entonces, puesto que el país de los cimerios está al

sur de la isla de Circe, Ulises no ha podido seguir una direc

ción Sur-Norte para llegar a la isla de Circe, puesto que hu

biese pasado ya a lo largo de esta costa y la hubiese señalado.

Aunque haya progresado hacia el Norte, ha debido seguir una

dirección ligeramente oblicua acusando cierto ángulo con re

lación al Norte, sea hacia el Oeste, o bien hacia el Este.

Ulises vuelve a salir, esta vez al alba, de la isla de Circe

para bordear la isla de las Sirenas, y en la misma jornada

pasar Caribdis y Escila, lo que le lleva, ya casi de noche, a

abordar en la isla del Tridente, donde lo retiene el mal tiem

po .  No puedo mencionar en mi tablilla, a falta de indicacio

nes de dirección, más que una sola información cierta: esta

etapa se desarrolla durante un día, o sea, media jornada de

veinticuatro h oras.

ISLA DE CIRCE —ISLA  DEL TRIDENTE:.™

  1/2

  JORNADA

Sin embargo, cuando Ulises abandona la isla del Tridente

y naufraga, al ser herido su navio por el rayo, es un viento

de Noto, o viento del Sur, el que le obliga a volver a Caribdis

y Escila, después de haber ido a la deriva, aferrado a los

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

3?

restos de la nave, durante toda la noche. Esta información

me pe rmite, entonces, llegar a la conclusión de que, antes, Uli

ses había pasado sucesivamente cerca del remolino de Carib

dis,  luego de la gruta Escila en el sentido Norte-Sur, y que la

isla del Tridente se encuentra a algunas horas de navegación

del célebre pasaje, hacia el Sur, al Sur-Este o al Sur-Oeste.

Puedo proseguir con mi cuadro de la siguiente

  forman

ISLA DEL TRIDENTE —CARIBDIS  Y ESCILAí

SUR-NORTE: ALGUNAS HORAS DE NAVEGACIÓN

O

  UNA MEDIA JORNADA DE IR A LA DERIVA

Al escribir esto, veo que se plantea un nuevo

  problemaí

la jornada a la deriva. En efecto, hasta aquí, las distancias

estaban expresadas en jornadas de navegación, constituyendo

esa cómoda unidad la clave del mensaje cuyo equivalente en

distancia quedaba por descubrir. He aquí que eso complica

el problema. Durante bastante tiempo he tratado de averiguar

si el texto de Homero

 —de

 modo especial esa ida y vuelta en

tre la gruta de Escila y la isla del Tridente— podía ocultar

datos que permitieran establecer una equivalencia entre esas

dos unidades. Los dos recorridos parecen relativamente idén

ticos a pesar de la incertidumbre concerniente al lugar exacto

del naufragio. La ida en barco se efectúa en pocas horas, pues

to que Ulises indica que después de haber escapado de Escila,

llegan muy pronto a la isla del Tridente. La vuelta a la deriva

dura una noche. La impresión es tal que no podría estable

cerse una equivalente rigurosa. ¿Qué otra cosa puedo hacer,

más que inscribir esta nueva unidad de medida en mi cuadro,

mientras espero

 que

  el texto de Homero me aporte una clave?

Ello se producirá sin tardanza. Mientras, tengo bastante con

esta medida y albergo fundadas esperanzas de que esta clave

me será dada más adelante.

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40

GILBERT   PILLOT

Ahora  Ulises  vuelve a pasar frente a  Caribdis  y Escila y

va a la deriva durante nueve días sobre los restos de su navio

antes de ir a parar sobre la playa de la isla de Ogygia, donde

será acogido por Calipso. Completo el cuadro de esta etapa:

CARIBDIS Y ESCILA  —ISLA  DE

  CALIPSO:

9 DÍAS A LA DERIVA

Releyendo las últimas líneas del cuadro, me doy cuenta

de que se pueden hacer ciertas deducciones que conciernen

a la posición de la isla de Circe con relación a Caribdis y

Escila.

En efecto, al efectuar el primer análisis, se llega a la con

clusión de que esta isla debe estar al norte de dos escollos,

puesto que Ulises los franquea la primera vez en el sentido

Norte-Sur, lo que excluye, en todo caso, una posición al Sur.

Sin embargo, si la isla se encontrara exactamente en el Norte,

Ulises, al ir hacia el país de los cimerios en el sentido Norte-

Sur, hubiese ya franqueado dichos pasos, y no es tal el caso

puesto que no nos habla de ellos en esta ocasión.

Así pues, la isla de Circe no puede encontrarse más que

al noroeste o al noreste de Caribdis y Escila, y ésta al nor

oeste o al noreste de la isla del Tridente.

En fin, el hecho de que Ulises vuelva a pasar ante los es

collos cuando va a la deriva, atrapado por el viento del Sur,

nos deja presagiar que la deriva de nueve días puso en peli

gro a nuestro héroe de ser llevado a latitudes todavía más

elevadas que aquellas a las que ya ha llegado.

Una preciosa información nos precisa la latitud de Carib

dis y Escila. Ulises, refiriéndose a Caribdis —evidentemente,

un remolino debido a la corriente de la marea en una costa

recortada y sembrada de arrecifes— dice que el fenómeno se

produjo «tres veces durante el día». No olvidemos que Uli-

 

CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

41

ses,

  después de pasar un invierno en la isla de Circe, vuelve

a partir «durante los días largos», lo que puede interpretarse

como por los alrededores del solsticio de junio. La marea

ascendiendo o descendiendo cada seis horas, permitirá dedu

cir que el día, aquí, dura dieciocho horas. La latitud corres

pondiente puede variar, por supuesto, dentro de los límites

de

  varios

  grados, según lo que se entienda por día. Se con

siderará una zona variando de 55° a 60° de latitud Norte, según

se interprete la palabra «día» como la duración de la luz del

día, comprendidos aurora y crepúsculo, o que se limite a la

duración que separa la salida de la puesta del sol.

Personalmente, me tienta esta última interpretación, lo que

me incita a preferir la zona comprendida entre 55° y 58° de

latitud Norte para la localización de Caribdis y Escila y de los

lugares vecinos, la isla de Circe y la isla del Tridente.

En cuanto a la vuelta de Ulises de la isla de Ogygia a la

isla de Corcyra, cuya identificación con Corfú parece indu

dable, las características de direcciones y de tiempos para ese

largo viaje han sido ya aclaradas al empezar mi encuesta. Re

cuerdo que esa vuelta figura en el cuadro bajo la siguiente

forma resumida:

ISLA DE CALIPSO

 —ISLA

  DE

  CORFÜ

NORTE-SUR A LA SALIDA: 17

 DÍAS

Acordándome entonces de que Ulises ha empezado por na

vegar nueve días hacia el Oeste antes de dirigirse hacia el

Norte, me parece evidente que, a la vuelta, Ulises, que verosí

milmente se encuentra en una latitud elevada, se ve forzado,

para seguir aproximadamente el mismo itinerario, a navegar

primero hacia el Sur para volver a la latitud de Grecia, antes

de dirigirse hacia el Este.

Basándome en este cuadro que recapitula todas las infor-

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42

GILBERT PILLOX

maciones esenciales que atañen a las direcciones seguidas y

los tiempos de navegación, me he entregado al juego del re

trato robot, intentando establecer los diferentes esquemas de

itinerarios posibles que responden a todas las condiciones

planteadas más arriba. Para la estimación de las distancias,

tomo como unidad la jornada de navegación dándole una lon

gitud cualquiera. Estos esquemas no pueden dar más que una

idea general del recorrido, permitiendo fijar ideas y eliminan

do contradicciones. Los citados esquemas no pueden restable

cer las proporciones exactas del itinerario por varias razones,

de las cuales dos son principales. De antemano, incluso to

mando como escala una jornada cualquiera de navegación, no

son respetadas las distancias por el hecho de la curvatura de

la tierra, que no puede ser situada en plano. Luego, faltan

todavía ciertos datos y la distancia del recorrido no puede ser

más que una simple hipótesis cuando no ha quedado preciso

el número de días de navegación.

Luego de haber dibujado esquemas, me propongo buscar

en la narración de Homero las dos claves susceptibles de dar

me la escala verdadera del itinerario: la distancia recorrida

en veinticuatro horas de navegación y la recorrida durante

los nueve días de ir a la deriva.

La etapa que yo acababa de franquear

  ine

  aportaba, sin lu

gar a dud as, un p rimer resu ltado concreto. Los esquemas de iti

nerario que podía elaborar a partir del cuadro de informacio

nes,

  presentaban todos el mismo cariz general en forma de L

mayúscula, y la naturaleza de las indicaciones topográficas

que había alzado anulaba, a partir de ese instante, cualquier

hipótesis de viaje únicamente mediterráneo. La duración de

la vuelta de Ulises desde la isla de Ogygia, diecisiete días de

navegación, con sus días y sus noches, empujado por un vien

to favorable, me había ya incitado, desde el principio de la

narración, a salir del marco del Mediterráneo.

EL CÓDIGO SECRETO DE LA   ODISEA

43

Estaban, luego, las turbadoras precisiones concernientes a

la duración del día en el país de los lestrígones. Recuérdese:

«Un hombre que no tuviese necesidad de sueño podría ganar

doble salario, etc.» Es difícil dar en el Mediterráneo con una

región donde la duración del día, en el mes de junio, sea tan

larga. Igualmente, el hecho de que la constelación del Boyero

roce el Océano indica una latitud superior a 60°.

También el fenómeno de Caribdis nos indica bien que nos

hallamos en un mar donde las violentas   corrientes  costeras

no pueden ser más que consecuencia de mareas.

Pero presentía que todos esos argumentos en favor de la

hipótesis atlántica quedarían en simples presunciones si no

llegaba a descubrir la escala exacta de ese esquema general.

Me faltaba luego asegurarme de ello mediante el estudio de

los mapas, de la correspondencia entre el itinerario así cal

culado y los datos geográficos reales.

Lo más importante, en primer lugar, era descubrir la pri

mera clave indispensable para obtener «la escala», es decir,

la distancia recorrida por el navio durante un día y una no

che, o sea, en veinticuatro horas de navegación viento en popa.

Puesto que en el viaje de Ulises ignoramos las distancias y,

por consiguiente, la velocidad del navio, me preguntaba si el

viaje de Telémaco o Pylos las Dunas, que tiene lugar durante

el retorno de Ulises, no podía darnos esa información. En

efecto, ahí nos hallamos en Grecia en lugares perfectamente

conocidos. Si el tiempo de recorrido está indicado con sufi

ciente precisión, les sería posible medir la distancia recorrida,

deducir de ella la velocidad del navio y transponerla en la na

rración principal.

Partiendo de esta hipótesis, me decido a calcular el tiempo

de viaje y la distancia recorrida, tanto a la ida como a la

vuelta del viaje de Telémaco, cuando va de

  Itaca

  a Pylos las

Dunas y cuando vuelve de allí.

A la ida, Telémaco sale de

 Itaca

 por la tarde y llega a Pylos

en el momento d e la salida del sol. Recorre una distancia apro-

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44

GILBERT PILLO?

ximada

  de 130 kilómetros, o sea, en medidas griegas, exacta

mente 700 estadios, correspondiendo el estadio, más o menos,

a 185 metros. Sabiendo también que 600 estadios equivalen

a un grado terrestre  —de  latitud—  puesto que los grados de

longitud son variables en función de la latitud del lugar, la

distancia recorrida por Telémaco representa, exactamente, un

grado y un sexto de grado.

A la vuelta, Telémaco, después de haber pasado la noche

en el interior del territorio, se embarca en Pylos, sube hacia

el Norte siguiendo la costa oeste del Peloponeso. Se encuen

tra, en el momento de ponerse el sol, cerca del cabo occiden

tal de la

 Elide

  y navega en dirección de las islas Puntiagudas

situadas al norte de ese punto al otro lado de la entrada del

golfo de Corinto. El objetivo de esta maniobra era evitar la

línea directa que le haría caer en la trampa tendida por los

pretendientes, emboscados cerca del islote de Asteris, al sur

de   Itaca.

Midiendo sobre el mapa la distancia recorrida desde Pylos

hasta la puesta del sol, obtengo aproximadamente 65 kilóme

tros,

  o sea, 350 estadios. Eso, en cuanto a las distancias. Me

queda por determinar los tiempos de navegación.

En los dos casos conozco con precisión las horas de lle

gada, que corresponden a la salida y a la puesta del sol y,

como sea que los acontecimientos tienen lugar al principio

del otoño, se puede admitir que las duraciones del día y de

la noche son de doce horas. Si puedo determinar la hora de

salida en los dos casos, conoceré la duración de la navega

ción. Hasta aquí el problema planteado parecía relativamente

sencillo, pero ahora veremos cómo la determinación de la

hora de salida nos arrastrará, cada vez más, a cálculos un

poco más complejos.

Se debe recordar que, en el momento de la salida de Itaca,

«el sol iba al ocaso y las calles se llenaban de sombras» cuan

do Atenea baja al puerto para retener un navio. Atenea vuelve

en seguida a la casa solariega de Ulises para recoger a

  Telé-

EL  CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

45

maco y vuelve con él al puerto. Encuentran a la tripulación y

hacen que todos vuelvan a la casa para llevarse las provi

siones de ruta. Vuelven a bajar, en fin, y se embarcan inme

diatamente.

Por lo tanto, después de la puesta del sol, Atenea ha reco

rrido a pie, y por cuatro veces, la distancia que separa el puer

to de la casa de Ulises. Acaso los antiguos griegos sabían lo

que representaba esta distancia. En cuanto a mí, no me que

daba más, frente a esta nueva incógnita, que buscar en el

texto algo que pudiera permitirme evaluarla. Varias veces se

hace alusión a una ida de la ciudad a la casa solariega e in

versamente, lo que hace suponer que la casa se encuentra a

cierta distancia fuera de la ciudad. Uno de los pretendientes,

que se halla cerca de Penélope cuando el porquerizo Eumeo,

enviado por Ulises y Telémaco, anuncia el retorno de este últi

mo ,

  ve desde el atrio de la casa el navio de los pretendientes

que entra en el puerto. Precisamente, al releer este episodio

con cuidado es cuando va a aparecer la preciosa información

que estoy buscando. Para comprenderla, es indispensable se

guir los acontecimientos sobre un mapa detallado de

  Itaca

y sus alrededores (1) y anotar cuidadosamente su sucesión

por orden cronológico. A la salida del sol, Ulises y Telémaco

se encuentran en casa del porquerizo Eumeo, en el extremo

sur de la isla, frente a la ciudad de Samé, situada al otro lado

del estrecho que separa  Itaca  de Cefalonia. El navio de Telé-

maco abandona la playa para llegar al puerto de

  Itaca

  ro

deando la isla por el Sur, al tiempo que el porquerizo Eumeo

sale a pie a través de la isla hacia la casa de Ulises. Los pretendientes, en el mismo momento, están emboscados a unos

6 kilómetros al sur de este mismo punto, al otro lado del es

trecho. El porquerizo, el navio de Telémaco y los pretendien

te s

  s tén  en el mismo momento.

  Eumeo se interna, a pie, por

los caminos de montaña para llegar a la casa de Ulises, que

¡ti

Mapa a.»

 

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1TACA

IO S

  TRAYECTOS

  SIMULTÁNEOS

  DE EUMEO

DE  TEUMACO  Y DE LOS PRETENDIENTES.

.»...

 •

^ m

ilómetros

Trayecto del porqaerlzbíEumeo

Navio da Telémaco

«••••••t »  Navio do loa pretendíante»

480   istancia es esñdloa

N M

EL CÓDIGO SECRETO DE LA

 ODISEá

47

debe estar al noroeste de la ciudad, puesto que, a su vuelta,

declara haber atravesado la ciudad para llegar a la mansión

de Ulises. Así pues, primero irá a la ciudad, luego a la casa

solariega.

Los pretendientes, al ver cómo el navio de Telémaco se

prepara para doblar el extremo sur de la isla, dejan su es

condrijo para volver a

  Itaca

  con algún retraso sobre el navio

precedente.

  Eumeo

  y un heraldo desembarcado del navio de

Telémaco llegan juntos hasta Penélope para entregarle su

mensaje. Otro grupo de pretendientes, que está en la casa de

campo, es advertido por Penélope de la vuelta de Telémaco.

Los pretendientes se ponen de acuerdo y piensan que es ne

cesario prevenir a los que están emboscados en el navio de la

inutilidad de su espera. Uno de ellos se levanta y, franquean

do la puerta, les anuncia que tal gestión es inútil, puesto que

ve el navio en el puerto y sus amigos preparándose para car

gar las velas y alinear los remos.

Al volver cerca de Ulises «llegada la noche», el porquerizo

Eumeo declara haber visto entrar el navio de los pretendien

tes en el puerto, desde lo alto de la colina de

 Hermes

  que do

mina aquél. Este momento, pues, precede de algunos instan

tes al que acabo de describir, puesto que el navio entra en

el puerto y todavía no ha cargado las velas. Así, la colina de

Hermes está muy cerca de la casa de Ulises.

Es exactamente en el momento en que Eumeo y el heraldo

están en la casa, junto a Penélope, cuando el navio de los pre

tendientes entra en el puerto. Se impone una primera con

clusión, que es interesante anotar; y es que   el tiempo emplea-

do por el heraldo para subir del puerto a la casa de campo

corresponde al retraso del navio de los pretendientes en rela-

ción con el de Telémaco.

Otro dato importante: el porquerizo Eumeo sale a prime

ra hora de la mañana y vuelve a estar «llegada la noche» en

su punto de partida.  Ha caminado, pues, durante toda la jor-

nada.  Por otra parte, Homero cuida de precisar que no se ha

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4a

GILBERT

  P LLOÍ

detenido por el camino, puesto que Eumeo  se había propues

to dar un rodeo para advertir a Laertes, el padre de Ulises,

pero  Telémaco  le pide con insistencia que se vuelva por el

camino recto.

Ahora intento averiguar cuáles son las distancias recorri

das.

  El mapa enseña que desde el sur de la isla hasta el

puerto, situado en la ensenada este a la mitad de

  Itaca,

  el re

corrido puede ser estimado en 11 kilómetros aproximadamen

te ,  o sea, 60 estadios. En el mismo plazo, el navio de Telé-

maco dando la vuelta a la isla, obligado a evitar los escollos

y los cabos, debe recorrer unos 28 kilómetros, o sea, 150 esta

dios.

  Sabemos que el tiempo empleado por Eumeo y el he

raldo para ir del puerto a la casa de Penélope es igual al re

traso del barco de los pretendientes sobre el de Telémaco. Por

consiguiente, los pretendientes deben recorrer una distancia

superior a 5 ó 6 kilómetros —o  sea, 30 estadios— lo que lleva

su recorrido a 180 estadios, o sea, una quinta parte más que

el navio de Telémaco.

Si el porquerizo ha caminado con regularidad, la distan

cia recorrida por Eumeo y el heraldo desde el puerto a la casa

de Ulises representa un quinto de la que Eumeo ha recorrido

ya, o sea, 12 estadios. El recorrido terrestre de Eumeo repre

senta, pues, 60 + 12 = 72 estadios para la ida y otros tantos

para la vuelta, o sea, 144 estadios en doce horas. Anda a la

velocidad media de 12 estadios por hora. Ha empleado, pues,

una hora para ir del puerto a la casa de Ulises. Esta veloci

dad, que corresponde a 2,250 km. por hora para un hombre

al paso en un camino de montaña, parece normal tratándose

de un pastor ya de cierta edad, que debe economizar sus fuer

zas para ser capaz de andar durante toda la jornada sin de

tenerse. Del cálculo precedente resulta que si el porquerizo

Eumeo salió a las seis de la mañana, a mediodía estaba en su

punto de llegada y que subió del puerto a la casa solariega

entre once y doce, o sea, una hora de marcha.

Admito, pues, como resultado del cálculo precedente, y re-

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISE

9

firiéndome ahora a la salida de Telémaco, que dos idas y vuel

tas de la casa de Ulises al navio corresponden a una duración

de cuatro horas. Telémaco, pues, salió de  Itaca  cuatro horas

después de la puesta del sol. El navio de Telémaco, que había

llegado a Pylos  las Dunas a la salida del sol, ha navegado du

rante ocho horas para cubrir una distancia de 700 estadios, o

sea, un grado terrestre y un sexto. En veinticuatro horas po

dría recorrer una distancia triple, o sea,

 2 100

  estadios o tres

grados y medio terrestres.

Después de haber obtenido este primer resultado, me siento

tentado, evidentemente, a hacer una estimación sobre la velo

cidad del navio. ¿Es verosímil o nada más que significativo?

¿No será todo ello simple fruto del azar? Es posible, y acaso

Homero no ha citado las salidas y puestas del sol más que

para embellecer las imágenes y dar colorido a la narración.

Es curioso, sin embargo, que esos fenómenos se produzcan en

momentos determinados, que corresponden a etapas del viaje

y a puntos fácilmente localizables sobre el mapa.

Estas observaciones me llevan a considerar el segundo

cálculo, el de velocidad, basado en la vuelta de Telémaco. La

distancia recorrida por el navio desde Pylos las Dunas hasta

la puesta del sol es conocida, puesto que, recordémoslo, es de

alrededor de 65 kilómetros, o sea, 350 estadios.

Pero con eso tampoco puede precisarse la hora de salida,

indispensable para conocer la duración del recorrido, más que

por una estimación del tiempo pasado a partir de la salida del

sol.

  Analizo, pues, en detalle el viaje en carro de Pylos a Es

parta y la vuelta.

En el viaje «de ida», Telémaco, que desembarca en Pylos

a la salida del sol, pasa una parte de la jornada en compañía

de Néstor y sus gentes. Luego, después de numerosas libacio

nes y de los cuidados de aseo, ponen un carro a su disposición.

Viaja hasta la noche en dirección Este y llega, a la puesta de

sol, a Feres, llamado también Alfiferes, situado en el curso

medio del Alfeo. Se vuelve a poner en marcha al salir él sol.

4  2956

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EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

5

y llega a Esparta cuando se pone el sol.

A la vuelta, Telémaco, siempre en carro, cubre exactamen

te las mismas etapas, o sea que, durante toda la duración del

primer día entre que se levanta y se pone el sol, franquea la

distancia que separa Esparta de Feres, donde pasa la noche.

A la mañana siguiente, «a la hora del alba», franquea el pór

tico de la población para ir a

  Pylos

  las Dunas, y embarcarse

sin pérdida de tiempo.

Al fin de que no existan tiempos muertos entre el viaje en

carro y la salida del navio, Homero nos precisa que Teléma

co renuncia a advertir a Néstor de su vuelta y a ir a la ciuda-

dela,

  que parece bastante alejada de la playa. Sabe que Nés

tor se molestará mucho de que no haya ido a decirle adiós y

recibir el regalo de la hospitalidad. Este pensamiento no le

impide embarcar y dar, sin tardanza, la señal de partida.

Por aquí también el conocimiento de las distancias reco

rridas puede permitirme determinar, aproximadamente, los

tiempos de recorrido. Entre Feres y Esparta, el viaje en carro

dura cada vez un día entero, el día cubriendo el tiempo que

transcurre entre la salida y la puesta del sol, o sea, doce ho

ras.

  Puedo intentar la confirmación de esta hipótesis median

te el examen de las distancias sobre el terreno, pero la impre

cisión es mucha, porque ignoro cuál era el trazado de los

caminos en aquella época. Por otra parte, la distancia cubierta

realmente es muy superior a la distancia que aparece a vista

de pájaro sobre el mapa, en una proporción muy variable se

gún la configuración del terreno. Es fácil comprobar en un

mapa de carreteras que, a veces, es preciso aumentar del 60

al 70

 

una distancia contemplada a vista de pájaro por el

kilometraje real, en un país medianamente montañoso. Me

quedo, pues, con distancias a vuelo de pájaro o, más exacta

mente, con su analogía. Lo cierto es que, por dos veces, a la

ida y a la vuelta, la distancia recorrida entre Feres y Esparta

representa una etapa de doce horas.

Resulta, sobre el mapa, que la otra etapa de Feres a Pylos

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52

GILBERT PILLO?

EL CÓDIGO SECRETO DE L

ODISE

53

las Dunas es un cuarto más corta , teniendo en cuenta las d is

tancias y el terreno. La relación de 100 a 75 para esas dos

etapas se traduce a vista de pájaro, en efecto, por recorridos

respectivos de 50 y de 37 kilómetros. Cualquiera que sea la

dis tancia real , só lo importa la re lación uno y tres cuartos , que

permite pensar que, para su últ ima etapa, Telémaco no se ha

movido durante nueve horas de su carro .

Ahora bien, para efectuar esta ú l t ima etapa franquea las

puertas de la ciudad de Feres, esta vez no a la salida del sol,

s ino cuando se muestra « la aurora de los dedos de rosa». Es

preciso , pues, admitir que sal ió de Feres , más o menos, una

hora antes de la salida del sol, lo que significa que Telémaco

se habría embarcado ocho horas después de la salida del sol.

Le quedan, pues, hasta la puesta del sol , cuatro horas de na

vegación. Como sea que ha recorrido 350 estadios durante cua

tro horas, se obtiene así exactamente una distancia de 2.100

estadios a l cabo de veinticuatro horas de navegación. El se

gundo cálculo de velocidad basado en la vuelta del navio con

firma el primero.

Puede ocurrírsenos una pregunta:

¿Cuál es la velocidad del carro? y, ¿es verosímil?

El i t inerario seguido comprende dos e tapas, recorridas en

veintiuna horas , abarcando una dis tancia a vuelo de pájaro de

87 kilómetros, o sea , aproximadamente , 150 kilómetros sobre

el terreno; lo que da una media de 7 k ilómetros por hora , ve

locidad perfectamente admisible .

Me acordé entonces, de un tercer v ia je marít imo que se s i

túa, también, en lugares fácilmente localizables: el que rea

lizan los feacios cuando acompañan a Ulises desde la isla de

Corcyra, identificada con Corfú, hasta

  í taca .

  Dejan a nuestro

héroe en una playa de la costa occidental, que puede suponer

se un poco alejada de la parte sur de la isla, puesto que desde

allí Ulises se va a pie a casa del porquerizo   Eumeo  en un

tiempo relativamente corto (mapa n.° 3).

En el último día de su estancia en Corfú, Ulises está im

paciente por ver realizarse la promesa de los feacios de re-

conducirlo a

  l taca .

  Homero precisa que tenía prisa de ver

ponerse e l sol para embarcar . La sal ida , pues, t iene lugar a

la puesta del sol y el viaje se efectúa de noche. Ulises duerme

en el navio, la llegada tiene lugar «antes del alba, en el mo

mento en que se ve el lucero del alba». Si admito para el

viaje de Telémaco que una salida a la aurora, significa una

hora antes de la salida del sol, puedo considerar, en este caso,

que la llegada se sitúa una hora antes de la aurora, o sea, dos

horas antes de la salida del sol. Puedo, pues, estimar en diez

horas el tiempo de navegación.

Midiendo sobre e l mapa la d is tancia recorrida desde e l

puerto de Corfú hasta la mitad de la costa occidental de ltaca,

me salen alrededor de 162 kilómetros (o sea, 875 estadios)

recorridos en diez horas. Esta velocidad media de 87,5 esta

dios por hora es la misma que la de los dos viajes preceden

tes y da, por veinticuatro horas , exactamente 2 .100 estadios,

o sea, 3,5° terrestres. Una vez más el cálculo de velocidad con

firma los cálculos precedentes.

He aquí, pues, tres viajes cuyos datos son del todo inde

pendientes unos de otros y para los cuales la velocidad media

del navio aparece idéntica. Sorprendente coincidencia, si se

trata, en efecto, de una coincidencia. Evidentemente, se pue

de discutir la precisión del cálculo en la estimación de distan

cias, pero los errores de medida son, en este caso, relativa

mente débiles y el resultado final no sería modificado.

Siempre resultar ía que las tres velocidades obtenidas se

r ían muy similares una de otra . Lo que parece arbitrar io en

estos cálculos, y discutible, es el haber adoptado la conven

ción concerniente a las horas matutinas; es decir , que trans

curre cada vez una hora entre el lucero del alba y la aurora,

y luego entre la aurora y la salida del sol. Pero, la hora o

  do -

ceava parte del día, siendo la unidad de medida del tiempo ya

uti l izada en aquella época, me parece todavía más arbitrar io

tomar una fracción de hora o una unidad más larga. Y, toda-

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56

GILBERT PILL0T

razones que pudieran conducirlos a camuflar un mensaje real.

Más adelante, cuando quede reconstituido el itinerario de

Ulises, examinaré de nuevo esta cuestión para intentar darle

una respuesta. Mientras, ahora que estoy en posesión de esta

clave, es evidente que tengo muchas más ganas de utilizarla

para abrir la puerta de la aventura y salir tras la pista de Uli

ses,

  que no de entretenerme a reflexionar sobre las razones

por las que escondieron la clave de este modo. Así pues, no

esperemos más, despleguemos los mapas del Mediterráneo y

del Atlántico, proveámonos de reglas y compases, y, a partir

de Itaca, pongamos rumbo al Oeste.

CAPITULO TERCERO

E L D E S C U B R I M I E N T O D E L

I T I N E R A R I O D E

  ULISES

CUADRO DE LOS CÁLCULOS

DE VELOCIDAD DE N VEG CIÓN

Distancia en

VIAJE DE

1ELÉMACO

1.»  Ida

Itaca-Pylos

(navio)

2."  Vuelta

Esparta-

Feres carro)

Feres-Pylos

(carro)

Pylos-Cabo

oeste

  Elide

(navio)

VIAJE DE

ULISES

Corfú-ltaca

(sur) (navio)

kilómetros

(a vuelo

de pájaro)

130

50

37

65

162

Distancia en

estadios

7QQ

350

875

Duración

del viaje

8 h .

12

 h.

9 h .

4 h .

10

 h.

Velocidad

horaria

87,5

 est

(salida a la

87,5

 est

87,5

 est

Distanciarecorrida

en 24 h.

2.100

 est

aurora)

2.100

 est

2.100

 est

1 estadio

 =

186

 m

6 estadios =aj

V

3^

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Desde el canto 9 hasta el canto 13, Ulises cuenta su viaje

ante un auditorio de feacios deslumhrados y fascinados.

En el curso de la narración, un episodio me había pareci

do insólito y poco verosímil. El itinerario de Ulises en su con

junto presenta cierta lógica: una «ida» hasta la isla de Ogygia

donde mora Calipso, y una vuelta que nos es contada al prin

cipio de la

  Odisea

El episodio insólito está en esta ida y

vuelta repentina, desde la isla de Eolia hasta el alta mar de

Itaca.

  Había llegado ya a la conclusión de que ese viaje rá

pido era imaginario y no tenía por objeto más que permitir

nos localizar un punto preciso del itinerario, con relación a

Itaca,

  en este caso la isla Eolia.

En efecto,  Eolo  hace que Ulises se beneficie de un Céfiro,

viento de Oeste, que lo lleva a la vista de las costas de

  Itaca,

después de nueve días de navegación. Ulises navega día y no

che sin interrupción (mapa n.° 4).

Sabiendo que un grado terrestre corresponde a 111 kiló

metros, una velocidad de 3,5° por veinticuatro horas, permite

cubrir 388 kilómetros, o sea, en nueve días 3.492 kilómetros.

Sobre el mapa del Mediterráneo señalo como punto de par

tida la isla de Itaca, definida por una longitud Este de Green-

wich de 21° y una latitud de 38° Norte. Avanzo entonces en

dirección Oeste, al menos hasta el estrecho de

 Gibraltar

que

se encuentra a unos 2.400 kilómetros.

Tres etapas aparecen sobre el

  mapa:

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60

GILBERT PILLOT

De

  Itaca

  al sur de Sicilia

De Sicilia al cabo de Bon

Del cabo de Bon a Tánger

En total

550 km,

450 km.

1.390 km.

2.390 km.

Ahora estoy en Tánger, con 36° de latitud Norte y 5,5° de

longitud Oeste.

Me queda por recorrer:

  3.492

 —  2.390= 1.102 kilómetros.

Ahora bien, a esta distancia de Tánger, y a kilómetros más o

menos, en dirección Oeste, Sudoeste, con 33° de latitud Norte

y 17° de longitud Oeste, se encuentra la isla de Madera. Nin

guna otra isla aparece en aquellos parajes a menos de varios

centenares de kilómetros. La precisión del cálculo me hace   so-

fiar. ¿Es una coincidencia?

¿Qué otra isla, en dirección Oeste con relación de Itaca,

podría responder a las condiciones requeridas, suponiendo que

por tres veces me haya dejado llevar a calcular de modo abu

sivo la velocidad del navio? Probablemente me sería necesario

retroceder hasta las islas Baleares, o, como mínimo, hasta el

lado de acá del estrecho de Gibraltar, o sea, un error de más

de un tercio en el cálculo de la velocidad precedentemente es

tablecida. Es muy poco probable, y en seguida abandono la

pista mediterránea para explorar mi descubrimiento. Madera,

la de los sombríos acantilados, en pleno Atlántico, azotada

por los vientos de alta mar, parece corresponder a la descrip

ción de Ulises.

«Es una isla flotante, toda ella cercada por un muro de

bronce, indestructible, donde se alza un liso peñón.»

Este parecido entre la isla de Madera y la descripción de

la isla Eolia por Ulises, había llamado ya la atención a ciertos

autores. La hipótesis según la cual Madera podía ser la isla

de Eolia, ha sido ya puesta de manifiesto, sin que, no obstan

te ,  otros elementos de prueba hayan reforzado esta afirma

ción.

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6

PILBERT PILLOÍ

Poseyendo la identificación de esta escala importante, que

para mí no ofrece ya dudas, voy a intentar, ahora, reconsti

tuir la primera parte del viaje de Ulises, que precisamente

termina en la isla de Eolia. Voy a utilizar mi nueva clave, la

velocidad del navio, para que me ayude en la estimación de

las distancias.

Cuando  Ulises  es llevado por la tempestad más allá de

 Ci-

tera, también navega durante nueve días. Debo, pues, admitir

un recorrido total idéntico al que separa la isla Eolia de íta-

ca, o sea, 3.492 kilómetros.

El punto de partida se sitúa en los 36° de latitud Norte y

23° de longitud Este (Cabo Malea).

De allí también tres etapas nos conducen al estrecho de

Gibraltar.

Citera —

  Extremo sur de Sicilia .

Sicilia — Cabo de Bon . . ,

Cabo de  Bon — Tánger . . .

En total  i

720 km.

450 km.

1.390 km.

2.560 km.

Restando esta distancia del total de 3.492 kilómetros, que

dan 930 kilómetros más allá del estrecho de Gibraltar. Sabien

do que el país de los lotófagos es un continente, debo dirigir

me entonces o bien hacia el Noroeste en dirección a Portugal,

o hacia el Sudoeste a lo largo de la costa marroquí. Opto por

el segundo itinerario, en razón, principalmente, de la existen

cia de la corriente de las Canarias que tiende, a la salida del

estrecho de Gibraltar, a hacer derivar los navios hacia el Sur.

La aplicación de esta distancia de 930 kilómetros me lleva

a tocar tierra al sur de Agadir, en la región comprendida en

tr e  Ifni  y la frontera actual del  Sahara  español (cabo Juby).

Este país es ahora desértico, y parece poco propicio para la

producción de un fruto delicioso, el loto, que haría olvidar a

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

63

íos marinos su país de origen. Pero Ulises no habla de un país

floreciente, ni de su vegetación, mientras que se extenderá más

adelante sobre la fertilidad de las islas del archipiélago, habi

tadas por los cíclopes. Pero, después de considerarlo bien, ese

loto que enturbia la memoria, ¿no se trataría, en realidad, de

una droga, muy conocida en África del Norte, el kif o cáñamo

indio, que libera a los marinos de la nostalgia de su país y

les da ánimo para aventurarse hacia el Oeste, abandonando

la costa? Ciertamente, a partir de Gibraltar navegan por el

Atlántico. Han podido familiarizarse con la marejada, distinta

del suave oleaje del Mediterráneo. Pero mantienen la costa de

África a su izquierda, sin perderla de vista. Ahora se trata de

poner rumbo deliberadamente hacia alta mar, por este océa

no desconocido. Se puede admitir que la ayuda del loto no

haya sido inútil.

Heródoto cita (cap. IV, 168-195): «los pueblos que habitan

en las costas libias». Para comprender su significado, es pre

ciso dar a la palabra «Libia» el significado que le daban los

antiguos, es decir, el conjunto de la mitad Norte del conti

nente africano al oeste de Egipto.

«Después de Egipto vienen los adormaquides, los guiliga-

mes,

  los asustes  y los nasammones que viven de sus rebaños

y en verano suben del mar hacia el interior para la recolección

de los dátiles y que comen también saltamontes. Luego los

lotófagos que no viven más que del fruto del loto, y los ma

quiles...» Los lotófagos no eran, pues, un pueblo imaginario.

Su localización al sur de Marruecos correspondería muy bien

con la enumeración de Heródoto, saliendo de Egipto en di

rección  Oeste. Los cuatro precedentes podrían ser localizados

en la Libia actual, en Túnez, en Argelia y en Marruecos. En

cuanto al modo de vida de los nasammones, como nos es des

crito por Heródoto, llama la atención por su parecido con el

de las tribus del Atlas marroquí: trashumancia de los reba

ños,  recolección de dátiles, saltamontes asados...

En el curso de la jornada, Ulises abandona el país de los

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66

GILBERT PILLOT

tuada bastante cerca de

 allí,

  no ha cambiado de nombre desde

la Antigüedad.

Dejemos a otros el cuidado de profundizar esta hipótesis

y sigamos nuestro camino. Ulises no nos espera. Ahora boga

con sus doce navios, de una sola tirada, a remo, hasta la isla

de Eolia. Madera se encuentra aproximadamente a 4

o

  de lati

tud en dirección Norte, siguiendo el meridiano situado a 17°

de longitud Oeste. Compruebo que recorre aproximadamente

450 kilómetros en dirección Norte. Uno puede preguntarse

cómo, en aquella época, con una deriva imprevisible debida

a los vientos y a las corrientes, era posible llegar a una isla

perdida en el Océano.

Sabemos ya que los fenicios se guiaban por la estrella

Polar. En el presente caso, la proa era, pues, fácil de mante

ner. Aún más: la isla de Madera tiene una longitud de más

de 30 kilómetros, a la que hay que añadir al menos tanto de

una parte como de otra, puesto que la isla es visible desde

lejos. El tiempo, en general, es claro bajo aquellas latitudes,

y la isla lo bastante alta en el horizonte. Puede suponerse tam

bién que los doce navios de Ulises, en lugar de quedarse agru

pados, podían disponerse en línea, a fin de cubrir un sector

más vasto. Con todas esas precauciones, un simple cálculo

enseña que hubiese sido preciso cometer un error de proa de

más de 15° para que la expedición no diera con la isla de Ma

dera y pasara sin verla. Y, de haber sido éste el caso, el piloto

podía darse cuenta al comprobar una duración anormal de

navegación. Eso lo incitaría a sacar su «vara de Jacob», instru

mento rudimentario, que permitía calcular, aproximadamen

te ,

  la altura de un astro sobre el horizonte

  —la

  estrella Polar

en este

  caso—

  para saber la latitud del lugar. En efecto, la

estrella Polar se encuentra en el

 cénit

es decir, según que uno

se encuentre en el polo Norte o en el Ecuador, a 90° a nivel

del horizonte.

El cálculo de la longitud precisa de observaciones más com

plejas y actualmente no sabemos qué procedimiento podía ser

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

67

utilizado por los antiguos para darle un valor, aunque fuera

aproximado, lejos de la vista de las costas.

Calculando la latitud del navio, el piloto puede comprobar

si éste está ya en la latitud del lugar al que quiere arribar,

una isla, por ejemplo. Si tal es el caso, pone la proa en per

pendicular a la dirección precedente, siguiendo un paralelo

para estar seguro de encontrar su objetivo. Según esta técnica,

cuando Ulises quiera, a partir de un punto cualquiera en el

Atlántico, volver al Mediterráneo, el camino marítimo más

probable será el siguiente:

De antemano, y navegando Norte-Sur, situarse en la lati

tud del estrecho de Gibraltar, o sea, 36°, luego poner proa al

Este para pasar indefectiblemente por entre las columnas de

Hércules. Es verdad que resulta relativamente fácil pasar por

un estrecho cuyas costas vecinas, acercándose progresivamente,

forman una especie de canal. Es más difícil llegar a una isla,

sin otras tierras a su alrededor, situada en alta mar. Es, pues,

normal que el retorno de Ulises no plantee problemas particu

lares, a condición de navegar con rumbo libre, Norte-Sur, y

luego Oeste-Este.

Todas estas consideraciones sobre el modo de navegación

de los antiguos me conducen a reflexionar sobre la vuelta de

Ulises, cuando abandon a a la ninfa Calipso. Dispongo, en efec

to ,  de indicaciones exactas: diecisiete días de navegación día

y noche con una dirección Norte-Sur a la salida. Voy, pues, a

aplicar mi clave a ese nuevo recorrido.

Puesto que estoy en Madera, la vuelta de Ulises se efectua

rá en el Atlántico. Aplicando la técnica descrita más arriba,

le será preciso descender en latitud hasta 36° de latitud Norte,

a la altura del estrecho de Gibraltar y tomar luego la direc

ción Oeste-Este.

De Madera a

 Itaca

  debo contar nueve días, encontrándose

Madera a 17° de longitud Oeste. Voy a intentar verificar si,

siguiendo el paralelo 36, a partir de una longitud de 17°, es

decir, sobre el meridiano de Madera, hasta la isla de Corcy-

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68 GILBERT PIIXOT

ra, punto de llegada de Ulises, obtengo una distancia que co

rresponda a nueve días de navegación (mapa n.° 4).

De ese pun to P a Tánge r 1.050 km

De Tánger al cabo de Bon 1.390 km

Del cabo de Bon al sur de Sicilia . . . 450 km

S u r de Sicilia - Corfú . . . . . . 580 k m

Total .

  i

 

3.470 km

Recuerdo que los nueve días de navegación representan

un recorrido de 388 X 9

 =

  3.492 km, con una diferencia apro

ximada de 22 kilómetros. Es, pues, evidente que Ulises debe

navegar nueve días en dirección Oeste-Este a lo largo del pa

ra le lo 36 a part ir del meridiano de Madera . Sobre un to ta l de

diecisiete días de viaje, quedan ocho días disponibles para una

navegación Norte-Sur a lo largo del meridiano de Madera .

Puesto que recorre 3,5° de latitud por día, ocho días permiten

cubrir 28° durante su navegación Norte-Sur. Ahora bien, 28°

al nor te del p aralel o 36 dan un a la titud de 28° + 36° = 64° de

latitud Norte (mapa n.° 5).

Las coordenadas de la salida del viaje de vuelta de Ulises

serían, pues: 64° de latitud Norte y 17° de longitud Oeste. Ese

punto corresponde, efectivamente , a una playa y a una is la ;

está situado en la mitad de la costa sudeste de Islandia. Debo

confesar que me lo esperaba. La aplicación de mi clave, la ve

locidad del navio, a los diecisiete días del viaje de vuelta de

Ulises no ha hecho más que confirmar lo que otros datos me

habían hecho ya presentir . Llegado a este punto , hago un

resumen de la s i tuación.

Esta sección de la costa de la que acabo de determinar las

coordenadas, responde ahora a las cinco condiciones expues

tas en e l texto de Homero.

1) Está s i tuad o exactamente en e l noroeste del Olimpo,

sobre la prolongación de la l ínea que une la cumbre del

  Olim-

 MAPAN.°5

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70

GILBERT  PILLOT

po con la cumbre de la Pieria (vuelo de Hermes).

2) Su latitud de 64° perm ite ver duran te toda la noche

la Osa Mayor y las Pléyades. Por contra, la constelación del

Boyero roza el Océano y las demás constelaciones pasan cada

día bajo la línea del horizonte.

3) Es preciso dirigirse primero hacia el Sur para volver

a G recia. Lo que significa que en otoño, según el mapa del cielo

en aquella época, la Osa Mayor se encuentra por la noche a

mano izquierda, es decir, al Este. A mitad de la noche las

Pléyades están en el Sur y Ulises las tiene ante los ojos cuan

do lleva el timón.

4) La distancia para volver a Grecia corresponde a die

cisiete días de navegación, navegando noche y día sin dete

nerse y tomando como base la velocidad calculada en los reco

rridos mediterráneos.

5) Este punto está situado sobre una playa, en una isla.

Esta serie de pruebas es convincente. Sin embargo, no

estoy del todo satisfecho.

En efecto, un punto queda oscuro. Cuando Homero descri

be el jardín de Calipso, situado ante su gruta, los árboles fru

tales y las flores que cita no corresponden al clima actual de

Islandia. También dudo que se pueda encontrar ahí el bosque

de pinos que permitió la construcción del navio de Ulises. Sin

embargo, el hecho de que Calipso haga fuego en su gruta en

otoño, a nivel del mar, puesto que la playa donde está Ulises

se halla muy próxima, indica una latitud elevada.

Mi primera reacción me lleva a considerar estas descrip

ciones, sea como un atributo poético unido a la ninfa Calipso,

o bien como una exageración de marino, quien tiende, al re

greso de un viaje, a embellecer los países que ha descubier

to .  Una nueva lectura de este pasaje me sugiere varias ex

plicaciones.

La primera explicación se relaciona con la transformación

del clima. Sabemos ahora que, durante un período de algunos

milenios, han intervenido variaciones climáticas importantes

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

71

que han afectado al nivel medio de temperaturas o el grado

de humedad. Sin embargo, el período de tres mil años es algo

breve para admitir semejantes diferencias de clima.

La segunda explicación se apoya en la intensidad volcá

nica de la isla que, bajo la influencia de manantiales cálidos

que surgen del suelo en todas las estaciones del año, puede

crear localmente de forma artificial zonas climáticas templa

das.

 En apoyo de esta tesis, se encuentra en el texto de Home

ro una alusión a «fuentes que corren en cuatro direcciones

distintas» y que parecen ser citadas aquí para explicar la fer

tilidad del suelo. Si se tratara de manantiales normales, bro

tarían a mitad de pendiente o al pie de una colina y fluirían

en el sentido de la pendiente. En el presente caso, la palabra

«fuente» indica un caudal importante y, si el agua fluye en

todas direcciones, es señal de que surge en la cumbre de un

cerro. Es éste el caso de los manantiales calientes de Islandia

de carácter volcánico, donde los elementos disueltos en el

agua provocan sedimentos alrededor del punto de salida, los

cuales envuelven progresivamente el orificio que muy pronto

se ha creado en la cumbre de una pequeña colina de concre

ciones.

Una tercera explicación: el vocabulario utilizado por Uli

ses.

  Los nombres de las plantas que poblaban el jardín, per

tenecen a la flora mediterránea. ¿Es suficiente para afirmar

que se trata de plantas mediterráneas? En general, los mari

nos no son botánicos. Llegados a una nueva isla y en presen

cia de plantas desconocidas, aunque parecidas a ciertas espe

cies de su país, ¿no utilizarán espontáneamente, para nom

brarlas, el único vocabulario que poseen? Éste era también el

único modo de hacerse comprender, más tarde, por aquellos

que se quedaron en el país.

Después de haber descrito esos árboles, la primera vez, sir

viéndose de los vocablos siguientes: «Una especie de viña», o

«una clase de higuera», llegarán con toda naturalidad después

de varias repeticiones y tanteos, a simplificar la narración y a

~

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72

GILBERT PILLOT

precisar, por fin, que se trata, efectivamente, de una viña o

de una higuera.

Pienso, para resumir, que no debe atribuirse demasiada

importancia a la presencia de esos nombres mediterráneos en

latitudes altas y, sobre todo, no arriesgarse a afirmar que los

países descritos corresponden a Córcega o a Sicilia.

Por el contrario, un marino no se

  engaña

  cuando da noti

cia del viento que empuja el navio, o del movimiento de las

constelaciones.

Después de haberme constituido en «abogado del diablo»,

puedo decir, al término de estas consideraciones: «CREO QUE

SE TRATA DE ISLANDIA». Siguiendo a

  Hermes

  como a Uli-

ses,

  tanto a la ida como a la vuelta, me obligan a llegar a

esta isla demasiados puntos de convergencia, para que ahora

pueda dudar que sea ella el último punto de aquel viaje le

gendario.

Ahora conozco dos puntos esenciales del viaje de Ulises;

una etapa intermedia, la isla de Madera; y el punto final,   Is-

landia. Sé también cómo, a partir de Grecia, el héroe llegó a

Madera bordeando la costa de África a la salida del estrecho

de Gibraltar y haciendo escala en las Canarias.

El método seguido hasta aquí es bastante sencillo.

Me ha bastado con combinar mi primera clave   —la  velo

cidad del navio—, con las indicaciones de mi tablilla, reca

pitulando las indicaciones de tiempo de navegación y de di

rección. Luego no me restaba más que verificar si los lugares

así reconocidos sobre el mapa estaban conformes con otras

indicaciones topográficas determinadas en el texto: latitud,

clima, aspecto del paisaje, etc.

Los resultados obtenidos mediante este método son, hasta

aquí, muy alentadores. Estoy, pues, impaciente de marchar

de la isla de Madera para saber cómo y por qué caminos llegó

Ulises a Islandia. Tengo prisa para poder identificar las islas

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

7

y los países visitados y, sobre todo, para encontrar, sobre el

terreno, el remolino de Caribdis y la gruta de Escila.

Al salir de la isla de Eolia, es decir, de Madera, Ulises y

su flota de guerra navegan durante seis días en dirección Nor

te ,  puesto que —lo hemos visto ya—, el país a donde llegan,

según las indicaciones sobre la duración del día, parece ya

situarse bajo una latitud elevada.

Manteniendo exactamente la proa al Norte, es decir, si

guiendo al meridiano de Madera, el grado 17 Oeste de lon

gitud, precisan seis días para subir seis veces 3,5°, o sea, ganar

21° de latitud, según nuestra clave.

Estando situada Madera sobre el paralelo 33, la flota de

Ulises llegaría a la latitud 33° + 21° = 54° Norte.

La única tierra que se encuentra efectivamente en esta la

titud en la dirección aproximada Norte, y a partir de Madera,

es Irlanda, más exactamente la costa oeste de Irlanda en la

provincia de Connaugh, en su porción comprendida entre Gal-

way y la isla de Achill, denominación notable para jalonar

nuestro itinerario.

Esa región parece corresponder bien a la descripción he

cha de ese puerto famoso de

 Lamos

  en el país de Telépilo, ha

bitado por los lestrígones. Se trata de un país húmedo; hay

bosques, fuentes y una costa rocosa sumamente recortada,

poseyendo buenos puertos naturales. Los navios de Ulises se

ven fondeados en un puerto casi cerrado por el lado del mar

libre, dominado por pendientes abruptas, puesto que son lan

zados peñascos sobre los navios refugiados en el interior. Esos

puertos naturales, que son los valles invadidos por el mar,

con paredes abruptas, se parecen a los macizos primarios her-

cinianos, Bretaña, País de Gales, Irlanda, Escocia...

El puerto de que habla Ulises debía ser conocido, puesto

que emplea

  la

  expresión de «famoso», es decir, «cuyo renom

bre ha llegado lejos». Sólo escapa de la matanza el navio de

Ulises, y a partir de este momento pocas indicaciones permi

ten localizar la próxima etapa. No se indican días de navega-

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74

GILBERT PILL T

ción, la expresión «navegamos hacia delante»™, puede inter

pretarse como una prosecución en la misma dirección gene

ral Norte, lo que lo acercaría al archipiélago de las Hébridas.

Ulises  confiesa que se ha perdido entre las nieblas, porque

no ve el sol ni en pleno día y no puede determinar su orien

tación hasta el momento en que aborda en la isla de Circe.

¿Sería la más meridional de las Hébridas?

¿O,  más al Este, una de las islas que bordean la costa es

cocesa?   ¿O,  más al Norte, las Oreadas, o las Shetland?

Vagué mucho tiempo por aquellos parajes —¿voy a con

fesarlo?— con la imaginación, sobre los mapas de las Islas

Británicas. Debo rendirme a la evidencia: en esa dirección

no puedo avanzar más, a menos de entrar en el terreno de las

especulaciones intelectuales y de las hipótesis no

  verificables,

cosa que hasta este punto he podido evitar.

Entonces se me ocurre una idea, al releer el cuadro de

las direcciones y de los tiempos que había establecido al em

pezar. Lo hubiera debido hacer antes. ¿Si, en lugar de seguir

a Ulises a partir de Madera en el orden cronológico de los

acontecimientos, intentara más bien, a partir de Islandia, se

gundo punto de tierra firme, remontar la narración a partir

del fin? Esta segunda aproximación resultará, con la expe

riencia, mucho más fructífera. Abandono, pues, por un tiem

po ,

  mi busca a tientas de la isla de Circe y vuelvo a subir en

latitud hasta la costa de Islandia, con 64° de latitud Norte y

16° de longitud Este, cerca de la gruta de la ninfa Calipso. En

ese lugar, donde vemos a Ulises por primera vez sentado en

la playa, desesperando de volver a ver alguna vez su lejana

Itaca.

¿Cómo llegó aquí?, ¿de dónde venía? Al cabo de una deriva

de nueve días, Ulises aferrado a su desarbolado navio, incapaz

de gobernarlo, fue a parar a esta costa.

Aquí se plantea un nuevo enigma. ¿Qué representa en dis

tancia, sobre el mapa, una deriva de nueve días en semejan

tes condiciones? Este plazo corre a partir del momento en

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

75

que Ulises, sobre los restos de su nave, acaba de franquear

por segunda vez los peligros de

  Caribdis

  y Escila, y esta vez

empujado por el Noto, es decir, en el sentido Sur-Norte.

Es,

  pues, la misma posición de Caribdis y Escila lo que es

pero determinar, buscando convertir los nueve días de deriva

en distancia y en dirección precisas.

A priori

ese problema parece insoluble y estoy a punto de

dejarme vencer por el desaliento ante una empresa tan difícil.

La segunda aproximación, es decir, la que parte de Islan

dia parece, pues, a primera vista, todavía más ardua que la

primera.

Y luego, reflexionando sobre ello, pienso que se debe con

fiar en Homero y puesto que cada vez me ha permitido en

contrar en el texto, a menudo en un lugar imprevisto, las in

formaciones que al principio me faltaban, debe existir, más

adelante, una segunda clave. Vuelvo a releer una vez más el

pasaje que se refiere a esta deriva de nueve días, luego pro

sigo hasta el momento en que Ulises, de regreso en Itaca, no

queriendo ser reconocido por su porquerizo   Eumeo  se hace

pasar por un navegante cretense. Explica entonces un viaje

imaginario que tiene por escenarios Egipto, Fenicia y Creta.

El seudo Ulises, que viene de Fenicia y va a Libia, se apro

xima a Creta para dirigirse en seguida hacia el Sur, empu

jado por el viento de Bóreas (viento del Norte). En el pre

ciso momento en que está lo suficientemente alejado de Creta

como para no ver «ninguna tierra al horizonte», se desenca

dena una tempestad. Y entonces me pongo inmediatamente en

estado de alerta, puesto que los dos versos que siguen son

idénticos a los que utiliza Homero para describir el navio

herido por el rayo a la salida de la isla de Trinacria.

«Tronó Zeus y, al mismo tiempo, lanzó su rayo sobre el

navio. Herido por el rayo de Zeus, giró sobre sí mismo, se

llenó de azufre, y todos los hombres de a bordo se cayeron.

Igual que cuervos marinos, ahí estaban, alrededor de la ne

gra nave, llevados por el oleaje y el dios les rehusaba la

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76 GILBERT PILL0T

vuelta... nueve

  días

  de deriva; al décimo...»

En seguida me parece evidente que se trata de un toque

de atención, destinado a provocar en nuestro espíritu una aso

ciación entre esos dos acontecimientos.

He aquí, pues, una deriva de nueve días en el Mediterrá

neo que empieza en condiciones absolutamente análogas a las

del viaje real. Tan pronto doy con la segunda clave del relato

de Homero, aquel que, por el mismo procedimiento de la trans

posición en el Mediterráneo, debe dar la distancia recorrida

durante esos nueve días y, acaso, también la dirección segui

da, llego a tener una certeza.

Me urge, por un momento, dejar las brumas de Islandia

y llegarme hasta el sol del Mediterráneo para descubrir esta

nueva clave, antes de volver a partir a la aventura.

De antemano, trato de situar el lugar del naufragio.

Intento, en efecto, calcular las coordenadas d e los puntos de

salida y de llegada de esa deriva de nueve días y deducir

de ellas la distancia recorrida, en latitud y en longitud. A con

tinuación, trasladándome a mi punto de llegada a Islandia en

el viaje real, sacaré de las coordenadas de este punto las dis

tancias recorridas en longitud y latitud, para determinar las

coordenadas del punto de partida de la deriva de nueve días.

En teoría, este cálculo parece bastante sencillo, puesto que

se trata, en realidad, de transponer un triángulo S. L. H. (pun

to de salida, punto de llegada y punto H, cruce del meridiano

del punto de llegada con el paralelo del punto de salida). Me

bastará aplicar el punto S del triángulo sobre el supuesto em

plazamiento de la gruta de Calipso en Islandia, o sea, 64° de

latitud Norte y 16° de longitud Este, para determinar el punto

L, que corresponde al emplazamieno de

  Caribdis

  y Escila.

Pero volvamos, con más atención, a la narración de Ulises:

«Allí (en Fenicia) pasé en su casa el resto del año... me

embarcó... en ruta para Libia... La nave corría empujada por

un buen viento de Bóreas que soplaba fuerte en medio del

mar, por encima de Creta. Cuando dejamos atrás Creta, y no

£L

 CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

77

se veía tierra alguna, sólo cielo y agua, en ese momento el hijo

de Cronos detuvo encima del buque vacío una nube sombría

que oscureció el mar...», y sigue entonces con la descripción

del naufragio.

Queda, pues, claro, que el navio, procedente de Fenicia,

llegó a la extremidad este de Creta, y ahora se encuentra al

sur de Creta, puesto que el viento de Bóreas que le empuja

hacia el Sur, es decir, hacia Libia, pasa por encima de Creta.

Harrel Courtes en

  Los hijos de Minos

  nos dice, a propó

sito de los antiguos puertos de Creta:

«Al

  sur de la isla el tráfico se operaba por Tripitis, al pie

de los montes Asterussa.» Ese puerto es exactamente el pri

mero que se encuentra situado en la costa sur viniendo del

Este,

  es decir, de Fenicia. Partiendo de ahí, en dirección de

Libia, un navio sigue aproximadamente en dirección Norte-

Sur el meridiano situado a 26° de longitud Este. ¿Cuál pudo

ser su latitud en el momento del naufragio? ¿Cuál, la longi

tud de ese meridiano? El problema planteado consiste en de

terminar a partir de qué distancia en el mar no serán visibles

cumbres de una altitud de 2.500 metros más o menos, tenien

do en cuenta la redondez de la tierra y suponiendo una visi

bilidad perfecta. El cálculo da una distancia de alrededor de

100 millas marinas, o sea, un poco menos de 2° de latitud.

Siendo la latitud de la costa sur de Creta de 35°, el navio en

el momento del naufragio ha franqueado ya, pues, y con toda

verosimilitud, el paralelo 33. Pero como a partir del paralelo

32 estaría muy próximo de la costa de África, el naufragio

no puede haber tenido lugar más que entre esas dos latitudes.

Admito, pues, en término medio para el lugar del naufragio,

punto de arranque de la deriva de nueve días, las coordena

das siguientes:

Latitud 32,5° Norte

Longitud 26° Este

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 t R  E  CANDÍA

—a»

^

f fi  ME ITERRÁNEO

1 2

l ,1

  I — I — I

Kilómetros

MAPA N ° 

FENICIA

3 5 -

 L

  CÓDIGO SECRETO

  DE L

ODISEA

79

«jNueve  días  de deriva ,  al  décimo, en una  noche negra,

la gran  ola que me llevaba  me acercó  a la tierra  de los tes-

protes... Allí  oí  hablar  de Ulises. El rey me  afirmó haberlo

tenido por huésped... Me aseguró que Ulises había salido para

Dodona, para oír,

 por la

 alta cabellera del divino roble,

 el

 con

sejo  de  Zeus,  de qué  modo podía volver  al  pingüe país  de

ítaca.» E l país de  los trespotes está situado en la antigua pro

vincia  del Epiro, frente  a Corfú, en la  parte sur de la  actual

Albania.

El santuario  de  Dodona  se  encuentra, efectivamente,  en

esta región. Sobre esta costa   se puede escoger razonablemen

te como punto  de desembarco el que corresponde  a la   latitud

del Olimpo, es decir, el paralelo 40. Se obtiene, para  el punto

de llegada,  las coordenadas siguientes:.

Latitud 40° Norte

Longitud

  20°

 Este

A diferencia  de las  coordenadas  del punto  de  naufragio,

compruebo que, durante esos nueve días,

 la

 deriva

 ha

 sido

 en

latitud  de 40°  menos 32,5°, o sea 7 5° en  longitud  de 26° a

20° Este,  o sea 6

o

. Ahora bien,  un  grado  de  longitud repre

senta,  a los 32,5°  de  latitud,  una distancia  de 95  kilómetros.

La deriva hacia Oeste ha  sido, pues, de 95 x 6 =   570 kilóme

tros.  Ahora voy a  aplicar esos  dos  datos esenciales  al  viaje

atlántico, suponiendo evidentemente  que durante  los  nueve

días,

  las dos derivas  son idénticas  en  latitud  y en  longitud,

es decir:

en latitud 7 5°

en longitud 570 kilómetros

Como que el  punto  de  llegada  a  Islandia  se encuentra  a

64° de  latitud,  el punto  de  salida estaría, pues, situado sobre

la latitud 64 menos 7,5°, o sea 56,5°. He  aquí, pues, una pri-

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80

GIL RT

  PILLO

mera coordenada para los escollos de Caribdis y Escila.

En cuanto a la longitud, el punto de llegada se halla si

tuado a 16* Oeste de Greenwich. Bajo de 7,50 hacia el Sur a

lo largo de ese meridiano; luego, desde allí, debo contar 570

kilómetros hacia el Este para encontrar el punto de salida.

¿Qué representan 570 kilómetros en grado de longitud

sobre ese paralelo 56,5? Es fácil comprobar sobre un mapa

que, a esa latitud, un grado hacia Este o hacia Oeste corres

ponde a 60 kilómetros. Los 570 kilómetros representan, pues,

exactamente, 9,5 de desplazamiento hacia el Este.

Para obtener la longitud de los escollos, basta, pues, con

quitar 9,5 de 16° y se obtienen 6,5 al Oeste de Greenwich.

En resumen, las coordenadas de los escollos de Caribdis y

Escila serían, de acuerdo con este cálculo:,

Latitud 56,5 Norte

Longitud 6,5 Oeste

Tan pronto como estas cifras quedan inscritas sobre el

papel, me apresuro a abrir el atlas por la página de las Islas

Británicas para localizar este punto. Mírese al igual que hago

yo,

  y trácese líneas de coordenadas, una línea vertical a 6,5°

Oeste y una línea horizontal a 56,5° de latitud. Daréis con

un punto situado en Escocia, cerca de la costa Oeste en los

parajes de la isla de

 CoU.

 Efectivamente, entre esta isla y la isla

de

  Mull

  una especie de canal Norte-Sur pone en comunica

ción el mar de las Hébridas con el canal del Norte, que cons

tituye la entrada del mar de Islandia. Examinando sobre un

mapa a mayor escala las islas que se encuentran alrededor de

este punto observo que se hallan muy próximos dos peque

ños islotes y luego otro que se llama la isla de Staffa. Si se

abre un diccionario cualquiera lo que se lee puede sorpren

der. Por regla general, de Staffa se irá a Fingal (gruta de...)

y allí pone: «Célebre caverna de Escocia en la isla de Staffa.

De una longitud de 69 metros sobre 20 metros de bóveda,

82

GILBERT  PILLO

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forma una nave sostenida por paredes de basalto a colum

nas.

  El mar penetra en ella por una abertura de 13 metros

y chapotea hasta el fondo de esta caverna.»   Petit  Larousse

270

a

 edición).

Sabréis también que esa particularidad asombró al com

positor Mendelssohn, quien tituló una de sus obras

  La gruta

de Fingal.

Acordaos ahora de las descripciones de Ulises con relación

al antro de Escila. «Una caverna de profundidad azulada,

vuelta del lado del Oeste. Ningún hombre, desde dentro de

su nave, podría hacer llegar una flecha hasta el fondo de la

caverna... La voz (de Escila) no era más potente que la de

una perra recién nacida.» Antes, Circe había precisado a Uli

ses,  hablándole del escollo, que «la roca es lisa, pulida».

Ahora bien, ese escollo de Staffa está formado, precisa

mente, por columnas de basalto que se hunden verticalmente

en el mar y el espectáculo de esa roca regular, lisa como co

lumnas, estaba perfectamente adecuada para estimular la

imaginación de los marinos, y para sugerir que había sido

tallada y pulida. La gruta, que se abre a ras de agua, su color

azulado, su profundidad, así como los bramidos que salen

de su interior y que no pueden proceder más que de un mons

truo espantoso que acecha a los marinos desde el fondo de

su caverna, todo esto demuestra una gran concordancia entre

la topografía de los lugares y el texto de Homero.

Por lo que se refiere a la gruta de Escila, parece que no

existe en ningún sitio del Mediterráneo o del Atlántico, una

gruta que responda tan perfectamente a las exigencias del

texto.

En cuanto al remolino de Caribdis, supongo que debe en

contrarse al pie de un segundo escollo muy próximo al pri

mero; a lo largo de esa costa Oeste de Escocia, salpicada de

islas y de ensenadas, bajo el efecto de la marea que se en

cuentra p resa en los estrechos pasajes entre las islas y la costa,

violentas corrientes costeras pueden provocar remolinos pe-

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

83

riódicos que se produzcan cada seis horas. Éste es también

un fenómeno susceptible de causar gran impacto en las ima

ginaciones de los marineros mediterráneos que navegan por

primera vez en aquellos parajes.

Circe dice a Ulises: «Al pie de la roca, la famosa Caribdis

engulle el agua negra. Tres veces al día la escupe y tres veces

la engulle.» Sabiendo que el fenómeno, ligado a la m area, debe

producirse cada seis horas, esta frase indica claramente que

la duración del día es de dieciocho horas, puesto que se pro

duce tres veces. La noche, pues, y en aquella latitud, sólo tiene

una duración de seis horas, o sea, un cuarto de veinticuatro

horas . Se ha dicho qu e Ulises navega durante «los días largos»,

lo que puede interpretarse como una indicación de estación,

probablemente próxima al solsticio de junio.

Estos datos básicos me han llevado, pues, a calcular cuál

podría ser la latitud de un lugar donde la duración de la

noche, a últimos de junio, fuera de ocho horas.

He dicho ya anteriormente que, según ese cálculo, la la

titud de Caribdis se situaría por los alrededores del parale

lo 57. Una confirmación más p ara la localización de Caribdis y

Escila. ¿Se puede seguir siendo

 escéptico

  tras estas primeras

conclusiones? Claro que, teóricamente, todo eso podría ser

fruto del azar, pero, ya metidos por esta senda y, honesta

mente hablando, ¿no sería preciso calcular cuál podría ser

la probabilidad en la que se han dado tantas coincidencias?

Personalmente, este descubrimiento de la gruta de Fingal

no me permite dudar más de que estoy en el buen camino

para descubrir el verdadero  itinerario  de Ulises.

No me quedará sino intentar hallar

  in situ

  el famoso es

trecho situado entre los dos escollos y el remolino periódico

al pie de la gruta de Escila.

Vuelvo ahora al viaje de Ulises a partir de Caribdis y Es

cila, siempre volviendo al pasado. Ulises ha llegado ante Ca-

84

EL CÓDIGO SECRETO DB L ODISE 85

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GILBERT PILLOS

ribdis al salir el sol, después de haber ido a  la  deriva durante

toda la noche, empujado por el viento del Sur (Noto), aga

rrado a los restos de su nave. En verano, la noche es corta

en esa latitud y el tiempo de deriva no ha debido exceder

mucho de siete horas. Sabiendo que ha recorrido, por tér

mino medio, un poco más de 100 kilómetros al día, deri

vando desde Caribdis hasta la isla de Ogygia, el lugar del

naufragio del navio debería situarse alrededor de 30 kilóme

tros al sur de la isla de Staffa, es decir, entre la isla de Mull

y la isla de Islay. El navio se dirigiría hacia el Sur o el Su

doeste, puesto que Ulises dice que quedó bloqueado en la isla

de Trinacria durante un mes a causa del viento del Sur.

Esperaba, pues, el viento del Norte para salir. Ya sobre el

camino de vuelta, sólo el viento del Norte podía convenirle.

La isla de Trinacria se encuentra, pues, al norte de ese punto,

pero muy próxima de la gruta de Escila, puesto que Ulises

precisa que llega muy pronto a aquella isla después del epi

sodio de Caribdis y Escila.

El extremo sur de la isla de Mull parece responder a esas

dos condiciones.

La isla de Mull sería, pues, la isla de Trinacria, o sea, del

Tridente, y su forma, es preciso reconocerlo, evoca muy bien

un tridente cuyas tres puntas estarían vueltas hacia el Oeste.

Puesto que Ulises pasa por segunda vez ante Caribdis y

Escila, empujado por el viento del Sur, se puede deducir que,

la primera vez, abordó los escollos viniendo de un punto si

tuado o bien al norte de aquéllos, o al Noroeste, o Noreste.

Pues bien, venía de la isla en donde habitaba Circe.

Si esta isla se encontrara exactamente al norte de los es

collos, Ulises hubiese ya sufrido las pruebas de Caribdis y

Escila cuando, yendo al país de los cimerios, se dirigía recto

al Sur, empujado por el viento del Norte. La isla de Circe,

pues, no puede encontrarse sobre el meridiano de esos céle

bres escollos.

Del mismo modo, el mapa muestra que una localización

al Noreste debe ser eliminada, puesto que el corte de la costa

escocesa no da ocasión de atravesar el Océano en dirección

Norte-Sur. Sólo las  Oreadas  y las Shetland, al norte de Es

cocia, poseen un mar libre en dirección Sur, pero su lejanía

con relación a Caribdis y Escila me obliga a eliminarlas.

En efecto, Ulises deja Circe por la mañana y llega por la

tarde a la isla de Trinacria.

En tales condiciones, no podemos quedarnos más que con

una localización de la isla de Circe en dirección Noroeste.

Sabiendo, por otra parte, que esa isla no es muy grande, pues

to que Ulises, desde su cumbre, ve el mar haciendo una co

rona a su alrededor, llama mi atención la isla de Barra, la

más meridional de las Hébridas. En estas condiciones, la isla

de las Sirenas, que Ulises debe bordear antes de llegar a los

escollos, podría ser la isla de Tiree o la isla de Coll, que se

encuentran efectivamente sobre la línea que une la isla de

Barra a los escollos de Staffa.

Eero  todavía hay más: al sur de la isla de Barra el mar está

efectivamente libre hasta la costa norte de Irlanda, y la dis

tancia a recorrer siguiendo un eje Norte-Sur corresponde a

185 kilómetros. En efecto, Ulises, para llegar al país de los

cimerios, navega un día, desde que se alza hasta que se pone

el sol, o sea, la mitad de la distancia que recorre habitual-

mente

  en veinticuatro horas alrededor de 385 kilómetros,

según la escala adoptada.

El país de los cim erios, siempre cubierto de nieblas y cuyos

habitantes no ven el sol, sería, pues, el norte de Irlanda. Esta

localización parece satisfactoria, cuando se sabe que Irlanda

posee en Europa el récord del número anual de días nubla

dos.

Ulises remonta el curso del río Océano, llevado por la co

rriente sobre una corta distancia y, a la vuelta, se deja llevar

del mismo modo hasta el mar.

Esta descripción corresponde perfectamente a esos ríos

de Irlanda, cuya desembocadura  —un  valle invadido por el

86

GILBERT  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

8

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mar, como en

  Bretaña—

  es sensible a los movimientos de la

marea.

Ahora bien, en el caso presente, el río

  Foyle

  se encuentra

a la distancia requerida, justamente al sur de la isla de Barra,

y el río más arriba de Londonderry está, en efecto, formado

por la conjunción de dos ríos, como precisa Ulises. Las po

siciones relativas de la isla de Barra y de Irlanda del Norte

están perfectamente conformes con la narración de Ulises y

con la de Circe, quien le dicta su camino y la dirección que

debe seguir, en la víspera de su partida. Revisando siempre

con carácter retrospectivo el viaje de Ulises, me queda enla

zar este episodio con la salida de la isla Eolia, y situar las

desgraciadas aventuras en el país de los lestrígones.

Una línea que una Madera (isla de Eolia) con la isla de

Barra corta la costa Este de Irlanda en la provincia de Con-

naught, es decir, a la altura del paralelo 54. Ahora bien, yo

ya había calculado que Ulises, navegando durante seis días

y seis noches al dejar la isla de Eolia, franqueaba una distan

cia igual a 3,5° terrestres en veinticuatro horas, o sea, 21 gra

dos en los seis días. La isla de Madera al estar situada exacta

mente sobre el paralelo 33, Ulises, pues, había llegado reco

rriendo 21° dirección No rte, a los 54° de latitud. No es pues ne

cesario buscar más lejos ese país de Telépilo habitado por los

feroces lestrígones. Un examen más detenido de esa costa

debería permitir localizar el puerto profundo y «famoso» de

Lamos, «que flanquea por cada lado una roca a pico y conti

nua; dos lados rígidos, uno frente a otro, avanzan donde la

boca y no dejan más que una entrada estrecha».

Pero el realce del nivel del mar desde aquella época, y queestá muy marcado en Bretaña, ha podido modificar la apa

riencia de los lugares, agrandar las bahías y los pasos.

Las descripciones que hace Ulises del país de los lestrígo

nes se aplican perfectamente a esa región de Irlanda: «País

de montañas y costas recortadas, peñascos cayendo a pico

sobre el mar y puertos profundos, muy abrigados del oleaje

de alta mar». «Las olas nunca se hinchaban, ahí, ni poco ni

mucho.» Ulises envía unos hombres de reconocimiento. Siguen

un camino trillado, por donde los carros llevan a la ciudad

la madera de las altas montañas.

La curva queda cerrada y, en sus grandes líneas, el itine

rario de Ulises puede ser objeto de un primer resumen serio.

A partir de Grecia, Ulises boga hacia el Oeste, pasa el estre

cho de Gibraltar, y luego, bordeando la costa de   África,  abor

da «en el continente» en el país de los lotófagos, en la parte

sur de Marruecos. Vuelve a salir el mismo día para llegar, por

la tarde, a una isla del archipiélago canario frente a la isla de

los cíclopes, o volcán del Teide. Después de una expedición en

la isla de Tenerife, navega en dirección de Madera (isla de

Eolia) a donde llega procediendo del Sudeste. Un viaje ficti

cio

  Madera-I

 taca, tiene simplemente p or ob jeto s ituar en se

guida la isla de Eolia con relación a Grecia, nueve días de

navegación al Oeste.

Desde ahí, Ulises singla hacia el Norte, llega a la costa

Oeste de Irland a, al nivel del paralelo 54, en el «burgo elevado

de Lamos», en Telépilo, donde pierde todos los navios, excep

to el suyo. Sin embargo, continúa «más adelante» en la mis

ma dirección y aborda a la isla Barra, la más meridional de

las Hébridas, buena posición estratégica para invernar y ex

plorar las islas vecinas.

El año siguiente, y en el mes de junio, «durante los días

largos», en una jornada de navegación recto al Sur, aborda

la costa norte de Irlanda, en el país de los cimerios cubiertos

de bruma, en la desembocadura del Foyle. Sube río arriba lle

vado po r el flujo ascendente de la marea, has ta el punto de con

fluencia de los dos ríos. Se vuelve por la tarde, llevado por

el río Océano y alcanza en una noche su base en la isla Barra.

Al día siguiente vuelve a partir en dirección de la isla de M ull,

hacia el Sudeste. En su camino da con la isla de

  Coll

  o de

88

GTL ERT PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

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Tiree, isla de las Sirenas, e, inmediatamente después, con dos

escollos de Caribdis y de Escila, batidos por el oleaje atlán

tico. La gruta de la isla de Staffa causa gran impacto en su

imaginación por su profundidad y los murmullos que de ahí

se escapan. Las altas columnas de liso basalto lo impresio

nan, y anota que es imposible escalarlas.

Observa también que, mientras dura el día, el remolino de

Caribdis se produce tres veces, es decir, una vez cada seis

horas, puesto que el día tiene una duración de dieciocho horas

en esa latitud, durante el solsticio de verano.

Llega muy aprisa al brazo sur de la isla de

  Mull

  y queda

bloqueado por los vientos del Sur y del Este.

Parece que

  Ulises

  quiera hacernos saber que a partir de

ese lugar, la isla de Trinacria donde la tripulación mató los

bueyes de Helios, el camino de vuelta supone el viento del

Norte. El navio es fulminado poco después de la salida y un

fuerte viento del Sur obliga a Ulises a volver a pasar frente

a Caribdis y Escila después de una noche de deriva.

De allí, el viento del Sur o de Sudeste, que continúa so

plando, lleva a Ulises, después de nueve días y nueve noches

de deriva, a la costa de Islandia en su parte Sudeste, a 64° de

latitud Norte y 16* de longitud Oeste, más o menos. Estamos

en la lejana Ogygia, donde mora Calipso.

Ulises reside varios años en aquella isla, luego, tras repa

rar sus averías, vuelve a salir a últimos del verano. Toma cui

dado de anotar que, en aquel país, la constelación de la Osa

Mayor permanece enteramente visible. Vuelve a salir en direc

ción Sur, cara a las Pléyades y dejando la Osa Mayor a mano

izquierda. Navega ocho días en esa dirección, lo que permite

alcanzar el grado 36 de latitud Norte, a la altura del estre

cho de Gibraltar. Luego, una navegación a lo largo de ese pa

ralelo en dirección Este durante nueve días, le permite regre

sar a Grecia, a la isla de Corfú. En total, y desde Islandia, ha

empleado diecisiete días. Desde Corfú, gracias a la ayuda de

los feacios, alcanza  Itaca  en una noche. El viaje ha terminado

y la continuación del relato tiene lugar en la isla de Itaca, sin

equívoco posible.

He aquí, pues el perfil general del itinerario, según se me

ha revelado con el estudio del texto y de los mapas. Estoy

convencido de que la verosimilitud de esta hipótesis de viaje

y la concordancia, en sus grand es líneas, del texto de Hom ero y

de las distancias señaladas sobre el mapa, me dan las mayo

res posibilidades de ver confirmarse sobre el terreno el itine

rario que supongo. Sin embargo, incluso si, como espero, ob

tengo esta confirmación  in situ no hay que olvidar que, para

descubrirlo, el texto no me ha sido suficiente. En varias oca

siones sólo el examen de los mapas, de las posiciones relati

vas de las islas, me permitió, por deducciones y cortes, eli

minar las variantes sin salida y seleccionar el único camino

que pudiera satisfacer a las exigencias del texto.

Ahora bien, nada nos permite pensar, en el estado actual

de nuestros conocimientos, que en aquella época se estable

cieran mapas exactos. En tales condiciones, el itinerario

vuelto a hallar demuestra que el viaje fue real, pero no es sufi

ciente para probar que los contemporáneos de Ulises hubiesen

sido capaces, con la ayuda del texto, de seguir la misma ruta.

En efecto, con ese texto y en el estado actual de mi análisis, no

es posible determinar la dirección a dar al navio, cuando no

está indicada la dirección del viento. Este problema es muy

importante. Si el texto no permite, por sí solo, seguir el

itinerario, el sentido de la Odisea es muy distinto del de mi pri

mera hipótesis. Ello significaría que esa relación del viaje es

una aventura excepcional, cuyo máximo interés queda concen

trado en el personaje  de Ulises. Son sus virtudes de navegante,

su valor y su astucia lo que se quiere exaltar y transmitir a la

posteridad. El viaje sirve de soporte a esa aventura, las escalas

y las direcciones seguidas no tendrían, en ese caso, más que un

aspecto accesorio, no constituirían más que una decoración

90

GIL ERT PILLOT

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destinada a poner de relieve la actitud del héroe.

Si, por el contrario, el texto sólo permitiera descubrir de

nuevo perfectamente ese itinerario, dando de forma exacta

para cada etapa la dirección a seguir y la distancia a reco

rrer, el sentido de la

  Odisea

  sería totalmente distinto. Se trata

entonces, bajo disfraz de una aventura personalizada, de des

cribir con precisión un camino marítimo, que no debe parecer

claro más que a los iniciados, camuflándolo bajo un barniz

mitológico. Entonces, en tal caso, el verdadero tema de la  Odi-

sea  no es ya la relación de las aventuras de Ulises, sino el

misterio de un secreto celosamente guardado y sólo accesible

a los descendientes de los aqueos.

Si, como creo, el texto de la   Odisea  tiene un sentido para

los navegantes aqueos, si es de verdad un mensaje a ellos des

tinado, resultará que me escaparon algunas informaciones.

Así pues, cada vez que no está precisada la dirección de los

vientos, debe existir un código que permita conocer la dirección

a tomar.

En cuanto a las distancias recorridas, el código resulta ya

ahora bastante claro. Cada vez que la distancia es superior a

una jornada de navegación, está expresada o en jornada de na

vegación, o bien en jornada de deriva.

Para las direcciones, en cambio, el nombre del viento: Bó

reas, Noto, Céfiro o Euro, no está mencionado, por término

medio, más que en un caso sobre dos, cuando la dirección a

seguir corresponde a uno de los cuatro puntos cardinales. Me

siento inducido a admitir que, en los demás casos, existe en el

texto una clave que permitía a los aqueos comprender la di

rección que debían tomar.

1

M

CAPITULO

 CUARTO

L O S S I G N O S D E L Z O D I A C O

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En el momento en que me planteaba esas preguntas y cuan

do trataba de descubrir cuál era el lenguaje utilizado por Uli-

ses para indicar las direcciones del espacio, se publicó un li

bro titulado

  éographie sacrée du

 Monde grec escrito por Jean

Richer. Rápidamente comprendí que podía proyectarse una

nueva luz sobre la

 Odisea

a partir de la tesis sostenida por el

autor.

Éste piensa, en efecto, que desde la época de la Grecia

arcaica existía una correspondencia entre las direcciones del

espacio y los signos del Zodíaco. Generalmente, el mapa del cie

lo y de las constelaciones proyectadas sobre la tierra, permitía,

a condición de ponerse de acuerdo sobre la posición del punto

central, indicar la dirección de una ciudad o de una región pre

cisando el signo del Zodíaco que, en el mapa del cielo, se en

contraba en la misma dirección. Por el hecho de su proyección

sobre la tierra, la rueda zodiacal utilizada para la designación

de las direcciones se presentaba entonces en el orden inverso

del habitual. Los doce signos delimitaban, así, doce sectores

de 30°, es decir, doce direcciones del espacio, de 30° en

 3CP.

Se obtiene, en el orden de las manecillas de un   reloj,  colo

cadas evidentemente como las horas sobre un cuadrante, nu

meradas de una a doce, colocando la hora duodécima en direc

ción Norte:

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96

GILBERT

  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

9

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Se observa también que, en las leyendas griegas, abundan

las alusiones a los signos astrológicos y que hasta aquí se nos

ha escapado su auténtico sentido. La hipótesis expuesta en el

libro de Jean Richer contribuye, acaso, a dar un principio de

explicación.

Esa lectura me incitó, entonces, a examinar la situación

geográfica de los principales episodios griegos de la

  disea

con relación a Delfos, que era el centro del sistema zodiacal

para aquella región.

Ulises está en Corfú y en

  Itaca;

  Telémaco en

  Itaca,  Pylos

y Esparta. Trazo entonces una línea recta juntando cada una

de esas ciudades con Delfos. Compruebo entonces con sor

presa que esas rectas cubren exactamente las direcciones zo

diacales. De Corfú a  Itaca,  Ulises recorre, en una noche, exac

tamente, un sector de 30°; de

  Itaca

  a Pylos, Telémaco recorre

dos sectores, o sea, 60°. De Pylos a Esparta recorre todavía

un sector de 30° (mapa

  n.°

  2).

En fin, cuando a la vuelta de Esparta, Telémaco se en

cuentra a la puesta del sol en la punta Oeste de la Elide, fran

quea todavía el límite de un sector de 30° en relación a Delfos.

Observo, en fin, que Pylos está sobre el mismo paralelo

que Délos. ¿Es una coincidencia?

 ¿O

  bien esas etapas de viaje

han sido escogidas preferentemente a otras para sugerir el

sistema de medida de direcciones que el autor quería utili

zar, en este caso un sistema de doce direcciones haciendo

entre ellas un ángulo de 30

o

? Es difícil pronunciarse, y no voy

a arriesgarme a ello. Pero no sería como para sorprenderse

si,

  ahí también, igual que para la determinación de la velo

cidad del navio, el viaje de Telémaco a España sirviera de

patrón para darnos una nueva unidad de medida, en realidad

la medida de las direcciones con relación a un punto de refe

rencia tomado como base. Pero entonces, ¿los acontecimien

tos mitológicos que salpican el viaje de Ulises, y que he pues

to a un lado deliberadamente, las alusiones a los animales

que forman parte del lenguaje astrológico, tendrían acaso una

significación precisa sobre el plan geográfico?

Tomando por base esta nueva hipótesis, vuelvo a la lectu

ra del viaje de Ulises para sacar de él, en cada etapa, las es

cenas que pueden ser asociadas a un signo del Zodíaco o que

hacen intervenir un animal representativo de un signo o de

un eje zodiacal.

Siendo mis conocimientos en esta materia particularmente

limitados, debo contentarme con un cuadro de corresponden

cia sacadas del libro de Jean Richer.

Después de nueve días de tempestad, Ulises llega a un con

tinente, el país de los lotófagos, los que comen loto. Había

situado ese país al sur de Marruecos, casi a la latitud de las

Canarias, es decir, alrededor de 29° de latitud Norte. Observo

inmediatamente que esta latitud es la del oasis de Siwas, la

antigua Ammonión, base, según Jean Richer, del sistema de

coordenadas para el Mediterráneo. La alusión al loto, o nenú

far de Egipto, ¿no significaría, entonces, que es preciso bor

dear la costa de África hasta la latitud del principal santuario

de Egipto, base del sistema de coordenadas geográficas de

aquella época?

Pasemos al país de los cíclopes. Encerrados en el antro

del gigante Polifemo, Ulises y sus compañeros deben su vida

a los carneros que les permiten escaparse de la gruta. ¿Esta

alusión al carnero significa que el país de los cíclopes se en

cuentra en la dirección de Aries, es decir, al Oeste con rela

ción al precedente? Lo que es geográficamente exacto cuando

se identifica el archipiélago de los cíclopes con las Canarias.

Ulises vuelve a la isla de Fuerteventura y de ahí boga hacia

la isla de Eolia o isla de los vientos.

Ahora bien, en el lenguaje astrológico, el viento y el aire

están asimilados a Acuario, signo de aire. Sorprende com

probar, entonces, que para llegar a Madera la dirección a

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GILBERT PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

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tomar

  sea exactamente la de Acuario, o sea, hacia el noroeste

trazado un ángulo de 30° en dirección Norte.

A partir de Madera, Ulises se dirige, unos grados más o

menos, hacia el Norte para llegar al país de los lestrigones,

que son descritos como gigantes, y la hija del rey toma agua

del río de la «fuente de la Osa». Pero, según Jean Richer, la

alusión al gigantismo y a la Osa Mayor indica la dirección

Norte, lo que confirma mi itinerario. La próxima etapa es la

isla donde mora Circe. La maga Circe está rodeada de bestias

salvajes: leones, lobos, etc., que ella mantiene bajo su hechi

zo.

  La identificación de Circe con la diosa Artemis, dueña de

las bestias salvajes, es aquí evidente. Más aún: Artemis esta

ba tradicionalmente acompañada por una cierva. Ahora bien,

jes de la isla de Achill, país de los lestrigones, hasta la isla

Jean Richer, en su explicación de la leyenda del río Alfeo, si

guiendo a Artemis, admite que se trata de una alusión al eje

Géminis-Sagitario

  (Sudoeste-Noroeste) trazando un ángulo de

30° en dirección Norte. Una excelente confirmación de esta

hipótesis viene dada en la

  disea

  por el mismo Homero quien

cita, en el canto XV, verso 478, «Artemis, la Sagitaria...»

Es,

  pues, una vez más sorprendente comprobar que, desde

el extremo oeste de Irlanda, a la altura del paralelo 54, para

jes de la isla de Achill, país de los lestrigones, hasta la isla

de Barra, isla de Circe, es preciso tomar con exactitud una

dirección de 30° Este con relación a la dirección Norte, es

decir, precisamente la dirección Sagitario, según la rueda zo

diacal.

Desde allí, empujado por el viento Bóreas o viento del

Norte, Ulises se dirige en línea recta al Sur, en Irlanda del

Norte, hacia el país de los cimerios para evocar a los muer

tos en la sombría estancia de Hades y de Perséfone guardia

nes de los Infiernos. Ahora bien, en las leyendas griegas, la

bajada a los Infiernos estaba tradicionalmente situada en el

cabo Tenaro, extremo sur de la península del Peloponeso,

exactamente sobre el meridiano de Delfos, en dirección recta

hacia el Sur con relación a Delfos.

Después de su vuelta al lado de Circe, Ulises vuelve a par

tir hacia el Sudeste en dirección a la isla de las Sirenas.

La presencia de las Sirenas, que en aquella época están

siempre representadas bajo forma de pájaros, según Jean

Richer es una alusión al eje Acuario-Leo, que representa unadirección Noroeste-Sudeste, haciendo un arco de 30° con el

eje Norte-Sur. Una vez más, es fácil comprobar sobre el mapa

que,

  según mi itinerario, es esta dirección la que debe seguir

Ulises al dejar la isla de Barra para llegar a los escollos de

Caribdis y

  Escila.

Y ahora el próximo personaje mítico con quien nos encon

tramos no es otro que la misma Escila, espantoso monstruo

marino de seis cabezas, que recuerda extrañamente a la hidra

de Lerna que venció Hércules en un pantano de la Argólida,

en Grecia. Ahora bien, la hidra resulta ser, a la vez, una isla

griega y una constelación próxima de la de Leo, que indica

una dirección Sudeste formando un ángulo de 30° con el Sur.

La isla de Hidra, en Grecia, y la Argólida, donde está Lerna,

se sitúan en esta misma dirección con relación a Delfos.

A su vez, la isla de Staffa y su mugiente gruta, se sitúan

exactamente en la dirección de la constelación de la hidra

próxima a Leo sobre la rueda zodiacal, con relación a la isla

de Coll, de donde Ulises acaba de salir.

Pasando ante Staffa, el navio no puede hacer más que di

rigirse a la isla de Mull. En esa isla de Trinacria nacen los

bueyes y las ovejas inmortales pertenecientes a Helios

Hiperión.

En Grecia, la isla de Sérifo, que estaba consagrada a He

lios, se encuentra al sudeste de Delfos; igual posición para la

isla de Mull, que envuelve en parte la isla de Staffa, principal

mente por el Sudeste; pero ahí el sentido es menos evidente,

tanto más que la alusión a los bueyes haría más bien pensar

en la constelación de Tauro, que significa Sudoeste. Ciertos

nombres pueden tener también un sentido que por ahora se

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GILBERT  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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me escapa. Así, en la isla de

 Trinacria

  pacen 7 rebaños de 50

bueyes y otras tantas ovejas, o sea, dos veces 350 bestias.

Igualmente, cuando Ulises aborda en la primera isla del ar

chipiélago de los cíclopes, se matan

  118

 cabras para alimentar

a Ulises y sus hombres. ¿Acaso se trata de datos en un calen

dario desconocido?

Después de la matanza de los bueyes, ¡oh prodigio , los

despojos se animaron y se pusieron en marcha, probable

mente para mostrarnos, sin lugar a dudas, su carácter inmor

tal.

  Ahora bien, me entero, por otra parte, que en aquella

época de fines de la Edad de Bronce, los lingotes de metal

precioso eran a menudo vaciados en forma de pieles de bue

yes. Este hecho ha sido probado por excavaciones arqueoló

gicas, donde los vestigios recogidos han podido ser fechados

como de aquella época.

El metal podía ser considerado, en su calidad de materia,

como inmortal, aunque tomara formas distintas según el tra

bajo de los herreros. Igualmente, la relación entre los meta

les y los rayos del sol era también una creencia bastante

extendida. En fin, el buey sirvió de representación para las

primeras monedas y el mismo nombre de la pieza antigua

—aes—

  deriva de él.

En lenguaje simbólico, esas pieles de bueyes acaso signi

ficaban lingotes de metal precioso, para los iniciados, y la

matanza de bueyes inmortales en esa

  isla

  de Trinacria que

parece ser el objetivo del viaje, se traduciría por el pillaje

de metal precioso que se llevaron los compañeros de Ulises.

Más adelante intentaremos, a la luz de los conocimientos

arqueológicos actuales concernientes a últimos de la Edad de

Bronce, dar con el significado de la ruta marítima que nos

es descrita. Por ahora limitémonos a comprobar que el itine

rario a seguir es relativamente fácil de comprender para

  los

iniciados, a partir del momento en que se quiera admitir que

las direcciones estaban dadas por alusiones a constelaciones

del Zodíaco y por la indicación de los vientos.

En cuanto a la distancia a recorrer en una dirección de

terminada, está indicada en días de navegación cuando ésta

es superior a una jornada de veinticuatro horas; siendo dada

la escala de distancia para una jornada por los viajes de Telé-

maco en Grecia, donde las distancias son conocidas. Pero a

continuación, para la vuelta, ¿por qué ese naufragio al salir

de la isla de Trinacria? Puede interpretarse fácilmente como

un signo nefasto relativo a la dirección seguida por Ulises.

Todavía hoy conservamos el hábito de colocar una calavera y

tibias entrecruzadas cuando queremos impedir el paso a causa

de un peligro.

El adivino Tiresias, que ha indicado su camino a Ulises,

ha precisado que éste debe pasar ante la isla de Trinacria sin

matar los bueyes de Helios. Según mi interpretación, ello

puede significar que ese camino marítimo es aceptable para

un navio no cargado, es decir, en posesión de todas sus po

sibilidades de maniobra.

Desgraciadamente, los compañeros de Ulises no resisten

a la tentación y el castigo de Zeus se abate sobre el navio.

En consecuencia, eso puede significar que, si el navio está

cargado, es preciso no tomar la dirección seguida por Ulises

al salir de la isla de Trinacria. ¿Cuál era, pues, esa dirección

nefasta? Es fácil de determinar: se trata del Sudoeste. En

efecto, Ulises

  rehusa

  dejar la isla de Trinacria en tanto que

los vientos soplen del Sur y del Este que, sin embargo, lo em

pujarían en la buena dirección, es decir, la Noroeste. Los

vientos cambian, abandona la isla, luego se levanta viento de

Oeste, el navio se hunde, y en seguida los restos son empuja

dos por el viento del Sur durante toda la noche para llegar

a Caribdis y Escila al amanecer.

El punto del naufragio se encuentra, pues, ligeramente al

sudoeste de Caribdis y Escila. La dirección feliz está, pues,

opuesta a aquélla. Ahora bien, en lenguaje astrológico y en

el sistema de referencia zodiacal utilizado para indicar las

direcciones, una dirección está representada

  por

  un eje  zo-

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GILBERT PILLOÍ

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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diacal, Norte-Sur, por ejemplo, y la dirección que se encuen

tra «en oposición» con ésta es perpendicular a la precedente ,

es decir, Oeste-Este.

En consecuencia, la dirección a tomar está indicada por el

signo que está en oposición con el eje Noreste-Sudoeste, es

decir, el eje Noroeste-Sudeste, que le es perpendicular. Como

sea que los restos del navio son empujados por e l Noto , o

viento del Sur, la dirección a seguir no puede ser más que

la Noroeste , es decir , la de Is landia . Por o tra parte , la d irec

ción exacta viene dada de todos modos por la deriva de nueve

días explicada por Ulises en un via je imaginario a lrededor

de Creta . La muerte del p i lo to , ocurrida durante e l naufragio ,

demuestra que a part ir de ese instante debemos cambiar de

guía. En efecto, en aquella época era el piloto quien estaba

encargado de calcular el camino según la posición de los

astros .

Ese otro guía no puede ser , lo decimos una vez más, o tro

que la transposición a Grecia de la deriva del navio que pro

porciona al lector atento la dirección y la distancia a la vez.

El sentido queda c laro: e l navio cargado con los despojos de

los bueyes de Helios ha s ido fulminado cuando emprendía

el camino de vuelta en dirección Sudoeste, es decir, cuando

intentaba reemprender e l i t inerario seguido en e l v ia je de ida .

El navio cargado debe, pues, ayudado por e l v iento del

Sur, volver a pasar ante Caribdis y Escila, lo que es geográfi

camente exacto .

Llegados a la isla de Ogygia, en Islandia, pueden tomarse

prestados a l lenguaje astro lógico otros deta l les referentes a

la gruta de Calipso. ¿La presencia de la viña sobre la pared

de la caverna? Una alusión a Dionisio. Ahora bien, el mismo

Dionisio encuentra a menudo un lugar entre los demás s ignos

astrológicos, sobre los vasos o los pendientes. Su posición

en la mayor parte de los casos queda vecina de la del signo

de Acuario, lo que corresponde, según la rueda zodiacal uti

l izada

  co n

  anterioridad, a una dirección Noroeste , que es

exactamente la de Is landia a part ir de Escocia .

Para la vuelta de Islandia, las indicaciones de dirección,

como hemos señalado ya, es tán basadas en la posic ión de

las constelaciones en relación con la marcha del navio, la

Osa Mayor y las Pléyades.

El cálculo demuestra que Ulises se dirige hacia el Sur.

Esa ruta es fácil de seguir para un velero . En verano, las a l tas

presiones están centradas sobre Is landia y los v ientos domi

nantes que, en el hemisferio Norte, se inclinan en el senti

do contrario a las agujas de un

  reloj ,  soplan a partir de esa

zona de alta presión en dirección Sur, y luego, llegadas a

la t i tudes más bajas , t ienden a orientarse hacia e l Este .

El periplo atlántico de Ulises tiene la forma, pues, de un

largo bucle estirado en el sentido Norte-Sur, que recorre

en sentido contrario a las agujas de un  reloj ,  subiendo hacia

el Norte al empezar el verano y volviendo hacia el Sur en

otoño.

La vuelta en dirección Oeste-Este desde un punto s i tuado

en el a l ta mar de Gibraltar hasta Grecia , no presenta proble

mas part iculares gracias a los v ientos dominantes del Oeste

que, en aquella estación, se llevan el navio hacia el Este. Ya

cuando desde la isla de Eolia, Ulises intenta por primera vez

volver a

  I taca ,

  el texto dejaba entender que vientos regula

res habían empujado durante nueve noches y nueve días e l

navio en dirección Este .

En fin, la llegada a la isla de Corcyra vuelve a proporcio

nar la ocasión de verificar el código de las constelaciones. El

primer personaje que encuentra Ulises al llegar a Corfú es

Nausícaa y sus compañeras , venidas a l r ío a lavar la ropa.

En el canto VI, verso 100 y siguientes, Ulises cuenta: «No bien

hubieron comido Nausícaa y sus esclavas, despojáronse del

velo que cubría sus cabezas y jugaron a la pelota; y entre

ellas, Nausícaa, la de los brazos de nieve, comenzó a cantar.

Como Artemisa, la Sagitaria, sobre el escarpado Taigeto o el

Erimanto . . .» Aquí hay, pues, una c lara identif icación entre

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  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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Nausícaa y Artemis la Sagitaria. Como hemos visto, la direc

ción Sagitario designa el eje Sudoeste-Noroeste, formando un

ángulo de 30° con el Norte. Es, exactamente, la dirección se

guida por Ulises para llegar a Corfú, después de haber dobla

do la punta sur de Sicilia. Ahora se impone hacerse una pre

gunta importante: ¿se puede admitir, en el plan de la

navegación pura, que el itinerario descrito constituya una ruta

marítima lógica para el velero que va del Mediterráneo a Es

cocia y vuelve de allí? Esto es algo fundamental. Si la res

puesta es afirmativa, el viaje de Ulises podría ser muy bien

la descripción de una ruta marítima que ciertos navios hu

biesen utilizado ya a partir de aquella época, es decir, en el

siglo x n  a. J. C. Cuando Ulises califica de «puerto famoso» el

burgo elevado de Lamos, en el país de los lestrígones, ¿no da

a entender que aquel puerto es conocido de todos los mari

nos? Si, por el contrario, se estima que este itinerario no pre

senta unidad de continuación y de lógica sobre el plan de la

navegación a vela, es preciso admitir que aquel viaje fue ex

cepcional, y el sentido de la  disea  es distinto. En este de

bate,

  parece que el itinerario descrito para llegar a Irlanda

y a las islas escocesas presenta las ventajas de que Ulises

pueda aprovecharse de la corriente de las Canarias a la sali

da del estrecho de Gibraltar, luego de isla en isla hasta Ma

dera, de avanzar lo suficiente por el Atlántico para poner proa

al Norte, sin arriesgarse a ser rechazado sobre la costa ibéri

ca por los vientos de Oeste dominantes. Por el contrario, a la

vuelta, ¿representa interés el rodeo por Islandia?

Cierto es que, cuanto más difícil es el manejo del navio,

más cuidado debe tener el navegante de la dirección de los

vientos y de las corrientes. En aquella época debía ser prefe

rible efectuar una larga vuelta, efectuando un recorrido su

plementario a remo, para llegar a un punto desde donde se

estuviera casi seguro de ser empujado por los vientos favo

rables hacia el destino final.

Si aquella clase de navio, además de la navegación con

viento en popa podía, como máximo, navegar en una direc

ción perpendicular a la dirección del viento, sin poder remon

tarse más allá, fácilmente nos percatamos de que el golfo de

Vizcaya, a la vuelta de las Islas Británicas, podía representar

una verdadera trampa, cuando los vientos atlánticos soplan

sin interrupción del Oeste. Les es difícil, entonces, doblar el

noroeste de la península Ibérica, la actual Galicia, antes de

bordear la costa de Portugal en el sentido Norte-Sur. En cam

bio,

  una navegación a partir de Islandia en dirección Sur

hasta la latitud conveniente y luego hacia el Este, no parece

plantear ningún género de problema. Dejo abierto este de

bate.

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CAPITULO

 QUINTO

L BU S C D E C IR C E Y D E ESC IL

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Acabo de despegar de Túnez, Cartago. Miro cómo se aleja

la colina de Birsa que domina el golfo de Túnez y los dos

puertos púnicos en forma de semicírculo , que se comunican

con el mar por un estrecho canal. Al pie de esta colina es

donde la reina Dido, según la leyenda, huyendo de Tiro, en

Fenicia, fundara Cartago, más de ocho siglos a. J. C. Esa co

lina, unos siglos más tarde, con una población de 700.000 ha

bitantes , se convert ía en un gran mercado del Mediterráneo

occidental, almacén y centro de tránsito entre el Atlántico y

el mundo griego. Tomada y arrasada por los romanos, luego

reconstruida, hoy queda poco de aquella metrópoli . Las v i

llas y los jardines, escalonados en las pendientes, descansan

hoy sobre montones de ru inas.

Después de la inmensa playa de Rauad, el

  oronado

  de

la «Swisair» toma la dirección Norte, dejando a nuestra iz

quierda las ruinas de Ütica hundidas por los aluviones del

Meyarda. La vía romana, que sale de la ciudad hacia el Norte,

bordea los antiguos puertos enarenados y desemboca en e l

puente romano, donde no quedan más que los inúti les mon

tones sobre una c iénaga, ahora no regada por n ingún r ío . La

costa se aleja a la izquierda, los lagos de Bizerta y de Ichkel

brillan todavía al sol en esta última hora de la tarde. Ahora

tenemos el mar a nuestro p ies , azul sombrío , sa lp icado de

blancas crestas. Pronto llegaremos a la costa sur de Cerdeña,

y sé bien que en ese momento, entre Túnez y Cerdeña, cruzo,

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GILBERT

  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

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por primera vez, el itinerario de Ulises.

  Ulises

  recorrió este

mar tres veces a la ida, en los dos sentidos y una vez a la

vuelta, en el sentido Oeste-Este, para llegar a la isla de Cor-

cyra (Corfú). Me imagino por un instante la flota de doce

navios negros, largos y de velas deshilacliadas, dirigiéndose

hacia el Oeste, empujados por un viento favorable que hinchasus velas cuadradas, con unos cincuenta hombres en cada

navio. De momento no tienen que intervenir los remeros.

Delante están los pilotos expertos en astronomía, familiari

zados con las rutas marítimas, de las corrientes y de los vien

tos.

  Detrás, un hombre al timón, constituido por un largo

remo mantenido en posición oblicua sobre un lado del navio.

Acaban de bordear las conocidas costas de Sicilia y, navegan

do día y noche, esperan franquear, dentro de cuatro días, las

columnas de Hércules exploradas por sus antepasados, siglos

atrás. ¡Qué magnífica escuadra, portadora de grandes es

peranzas Qué sacrificio y qué audacia para sus tripulaciones,

marineros y comerciantes de las islas de la costa oeste de

Grecia,

  Itaca,

  Zante, Cefalonia,

  etc.

El  oronado  ahora vuela sobre Cerdeña, donde los hallaz

gos arqueológicos que datan de la época cretense y micénica

atestiguan la existencia de intercambios comerciales con

Grecia, unos siglos antes de la época de la guerra de Troya.

Para encontrarme con Ulises y sus compañeros, no estoy obli

gado,

  como ellos, a dar largos rodeos a fin de tener en cuenta

las corrientes y los vientos. Prefiero poner proa al Norte y

seguir el itinerario de Hermes, que utilizaba, como yo, la vía

aérea. Esa «línea» de Hermes representa un eje Sudeste-No

roeste a partir del Olimpo. Después de las caletas color rojo

sangre de las Isla de la Belleza y la luminosa blancura de

los Alpes, la escala de Ginebra me permite volver a encontrar

el itinerario de Hermes. El  Trident  de la «British European

Airlines» nos lleva ahora, a través de la noche, hacia el No

roeste. París centellea, luego viene la inmensa extensión de

Londres de límites indefinidos, cuadriculados por redes de

farolas naranjas o amarillo claro. Unos días más tarde, el

vuelo Londres-Glasgow me lleva a Escocia. He escogido, en

efecto, del itinerario de Ulises, los puntos más característicos

para verificar mi hipótesis sobre el terreno. Sobre todo, quie

ro intentar dar con los célebres lugares de Caribdis y Escila,

que están descritos con tanta precisión. Aquí, en Escocia y

en el norte de Irlanda, se sitúan, según mis cálculos, los prin

cipales episodios del viaje de Ulises: el desdichado contacto

con el pueblo de los lestrígones, la invernada en la isla de

Circe, la ida y vuelta Norte-Sur al país de los cimerios, el

paso ante la isla de las Sirenas, y luego, inmediatamente des

pués, el remolino de Caribdis y la gruta de Escila, la isla de

Trinacria o del Tridente.

Glasgow nos servirá de base de partida para explorar esta

región. Esa ciudad es «un ángel bajo un rostro negro», nos

dice el piloto de la «B. E. A.». En efecto, las fachadas negras

de los inmuebles construidos a fines del siglo xix, cuando

empezó la industrialización que aumentó la población de esta

ciudad, en algunas décadas, a más de un millón de habitantes,

dan una impresión exterior siniestra, pronto desmentida por

la tradicional hospitalidad escocesa. Nuestro primer objetivo

es la isla de Barra, lugar de la supuesta estancia de Ulises en

compañía de Circe. La isla forma parte del archipiélago de

las Hébridas Exteriores, es decir, de las más alejadas de la

costa escocesa hacia el Noroeste. Un vuelo de una hora y diez

minutos me permitirá llegar ahí y sobrevolar la supuesta zona

de Caribdis y Escila. El avión que nos espera es un   Heron

cuatrimotor, que permite llevar catorce pasajeros, siete a cada

lado de un pasillo central. La poca altitud del vuelo (6.000

pies, o sea, alrededor de

  los

  2.000 metros) y la anchura de

las ventanillas permiten una excelente visibilidad... sobre el

mantel de nubes que forman como un techo abajo, a unos

centenares de metros. Sobre el mar, el cielo está más despe

jado, aparecen las islas y las playas. Atisbo el paisaje al pasar

por encima de la isla de Staffa y de su célebre gruta, cuyas

112

GIL ERT PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DB LA ODISEA

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coordenadas geográficas concuerdan con las proporcionadas

por el cálculo. Localizo perfectamente la isla y su gruta gigante,

pero en lo que concierne al remolino de Caribdis... nada. El

mar parece muy tranquilo a su alrededor, pero espero efec

tuar luego averiguaciones sobre el lugar. Examino, sobre todo,

la línea de islotes que sobrevolamos, inmediatamente después

de Staffa. Se trata de las islas Treschnish, que tienen el mé

rito de hallarse sobre el eje Sur-Este conveniente con rela

ción a Barra, para identificarse con los célebres escollos. Su

escasa altitud y su agradable aspecto no parecen correspon

der a la descripción de Homero. Experimento cierta decep

ción y vacila mi seguridad. No obstante, el haz de pruebas

acumuladas designa incontestablemente esta región. A la

vuelta, proseguiré esta investigación. Veamos, de antemano,

Barra. La isla se acerca, bastante elevada, pero con suaves

y regulares declives, con playas blancas, con sombríos cabos

de peñascos y landas punteadas de blancos corderos. El avión

se dirige hacia la punta norte de la isla, a escasa altitud, pro

vocando la huida de una multitud de aves marinas y de co

nejos silvestres, cuyas madrigueras horadan la colina como

una esponja. Como era de presumir por el examen del mapa

de la isla y las chanzas cambiadas entre el piloto y los pasa

jeros del avión, que dan la impresión de conocerse todos, no

hay pista de aterrizaje. Después de una primera pasada por

encima de una barraca de tablones, que ostenta orgullosa un

cartel en el que se lee «Aeropuerto», a cargo de un joven que

hace señales con los brazos, el piloto nos hace aterrizar... en

una playa salpicada de charcos de agua del mar. La presencia

de cascarones en la arena confiere a ésta un bello aspecto.

Visiblemente, somos los únicos turistas entre los pasajeros

del avión y el piloto nos propone, con perfecta naturalidad,

dar la vuelta a la isla cuando nos volvamos. Un taxi nos espe

ra y, a través de la única carretera circular, nos lleva a la

costa Sur, a Castelbay, donde nos hospedamos en casa del

hombre que vive ahí, puesto que el único hotel de la isla se

incendió hace poco. En el centro de la bahía, sobre un pe

ñasco, un castillo proporciona la nota romántica indispensa

ble.  La isla perteneció al clan de los Mac Neil, temibles pira

tas del siglo

  xvi.

  El actual descendiente de los Mac Neil, un

arquitecto americano, sigue habitando en el castillo duran

te los meses de verano. La isla mide unos 10 kilómetros de

diámetro. El punto culminante, hacia donde emprendemos en

seguida la ascensión se eleva por encima de Castelbay en la

parte sur de la isla a 1.260 pies, o sea, un poco más de 400

metros. Avanzamos  lentamente por entre los brazos, bajo un

cielo azul y un sol violento. En la cima, la vista panorámica

permite, efectivamente, ver el mar por todos lados envolvien

do la isla. Hacia el Sur, de donde vino Ulises, el puerto de

Castelbay protegido por las islas está efectivamente muy

abrigado. Ulises dice: «Allí fuimos llevados a la costa por

nuestra nave en silencio, a un puerto hospitalario para las

embarcaciones.» Más adelante añade: «He visto, subido a una

cumbre rocosa, la isla alrededor de la cual el mar infinito for

ma una corona. La isla es llana. En su centro he visto con

mis propios ojos una humareda a través de un espeso enci

nar y un bosque.» Es difícil calificar de llana la isla de Barra.

Pero también habla Ulises de un peñasco rocoso y de peque

ños valles, lo que parece indicar cierto relieve (mapa n.° 8).

Desde la cima se distingue muy bien, al fondo de un valle

orientado al Sudeste, un bosquecillo de pinos y de sicómoros.

Si no hay ya encinas en la isla, éstas, en cambio, están muy

extendidas en la costa oeste de Escocia. De todos modos, de

tres milenios para acá, los árboles de las islas Hébridas han

sido talados para proporcionar la madera necesaria en la cons

trucción de navios, así como para combustible y el pastoreo.

«La isla es arbolada», dice Ulises. Actualmente quedan tres

pequeños bosques de algunas docenas de árboles, compren

dido el bosque que veo en el valle de Circe (pronunciar Kir-

ke). A

 ese respeto es interesante notar que la consonancia Kirk

es en extremo frecuente en gaélico, antigua lengua celta de

8 2956

EL CÓDIGO SECRETO

 DE L

ODISE

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uso corriente en las Hébridas y en ciertos lugares de la

 Esco

cia no insular. La principal localidad de las islas Shetland al

norte de Escocia se llama

  Kirkwall.

  Esa raíz,  Kirk vuelve

a encontrarse muy a menudo en los nombres de lugar en Ir

landa y en Bretaña. Ahora bien, actualmente se admite que

los gaélicos, el más antiguo de los pueblos celtas, invadieron

las Islas Británicas hacia 1300 a. J. C, es decir, más de un

siglo antes de la caída de Troya, que está en el primer canto

de la Odisea.  En tal caso, Kirke podría ser el nombre de una

diosa local que los aqueos asimilaron a Artemis, señora de las

bestias salvajes, que va acompañada de un ciervo.

Empezamos a bajar por el lado sudeste, en dirección a

una piedra alzada de la que varias muestras, localizadas en la

isla de Barra, atestiguan que el poblamiento de la isla se re

monta, al menos, al segundo milenio a. J. C. Aquel pueblo, con

temporáneo de los aqueos, dejó otras trazas de su actividad

en la costa oeste de la isla, de modo especial en dos lugares,

en la parte sur de esta costa y en el extremo norte al término

de una larga playa de blanca arena. Recorriendo esta costa

por la tarde, a la espera de la puesta de sol, descubrí los ves

tigios de dos fortificaciones prehistóricas, situadas ambas so

bre cabos desde donde la visibilidad permitía cubrir toda esta

costa oeste, orientada hacia el Atlántico. Se trata de construc

ciones circulares formadas por bloques tallados groseramen

te,  levantados sin cemento ni mortero. En algunas de ellas se

han encontrado trazas de fuego lo suficientemente potente

como para vitrificar la arena o la piedra. ¿Se trata, acaso, de

vestigios de una antigua actividad metalúrgica? Pero la locali-

zación de esas fortificaciones sobre cabos próximos al ma r dejaría suponer, más bien, que se trata de una actividad vincu

lada con la navegación. ¿Eran, acaso, faros cuyo fuego era

alimentado con leña?

Es difícil imaginar una navegación activa con semejantes

instalaciones, en esas islas situadas en el fin del mundo y en

una época tan remota. Sin embargo, queda un hecho cierto:;

116

GILBERT PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

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la presencia de piedras alzadas, de varios dólmenes y de cons

trucciones en círculo, que recuerdan el culto solar, atestigua

que esas islas estaban pobladas en la época que nos interesa

y que la densidad de este poblamiento indica actividades eco

nómicas susceptibles de mantener aquella población.

Hacia las diez y cuarto de la noche, hora local, el sol des

ciende sobre el mar, la fortificación prehistórica se esfuma y,

en el largo crepúsculo volvemos para atrás a través de las

landas de brezales y de las baldosas de granito redondeadas

y estriadas por la erosión glaciar. Paisaje familiar de los Al

pes por encima de

  los

  mil metros, y que aquí se encuentra a

orillas del mar. Entonces me vuelve a la memoria aquel pasa

je de la Odisea en el que Ulises, al describir los accesos a Ca-

ribdis y Escila, precisa que la roca es lisa y se diría como «pu

lida». Pienso que ese término no puede aplicarse mejor que a

esas baldosas pulidas por los glaciares. Ahora bien, las úni

cas regiones de Europa donde la roca ha podido ser pulida

por los glaciares al borde del mar son Escandinavia y Esco

cia. Esta observación me confirma que estamos en la buena

pista. Heme aquí henchido de esperanza para la segunda eta

pa de nuestra busca, que concierne a Caribdis y Escila.

Al día siguiente volvemos a salir en dirección al cabo que

marca el rincón sudeste de la isla, con la segunda intención,

hipotética si no insen sata, de encon trar algún vestigio del lugar

de la sepultura de Elpenor, el marinero borracho que Ulises

incineró y luego enterró en un túmulo «en el punto más ele

vado del cabo». Hubiesen grabado una piedra para señalar el

emplazamiento. Ese cabo se llama el Beinn nan

  Chaman,

  y lo

he escogido en razón de su situación avanzada hacia el Sudes

te , es decir, hacia Grecia. Creo, en efecto, que un jefe de expe

dición lejana tendría interés, en semejantes circunstancias, en

colocar la sepultura en una cima fácilmente reconocible en lo

sucesivo, cuando otros querrán verificar su paso por aquellos

lugares, lo que explica la frase de la

  Odisea

«en el punto más

elevado del cabo». Creo también que en aquella altura debe

escogerse con preferencia el declive que está orientado h acia la

tierra natal. Subimos por esos dulces declives poblados de

brezales, manchados aquí y allá por algunos cadáveres de cor

deros despedazados por las aves.

Desde la cima echo un vistazo sobre el mar infinito, hacia

Grecia, luego bajo algunos metros en esta dirección. La cum

bre está circundada por una gran pared vertical, inclinada en

dirección al mar. Observo entonces, en el centro de esta pared,

un espacio rectangular, de varios metros de longitud. En el

interior, la superficie de la roca presenta una serie de fisuras,

ora rectilíneas, verticales u horizontales, e incluso redondea

das.

 Eso, ¿es natural?

  ¿O

  bien se trata de una antigua inscrip

ción a la que se habría querido proteger de la erosión volvien

do a abrir la pared vertical para conseguir un cuadro protec

tor? Es tan difícil creer en ello como pronunciarse. Existe

efectivamente al pie de la pared y en lo alto de la pendiente

orientada hacia el Sudeste, un montículo formado por un

conjunto de gruesas piedras colocadas en sentido vertical. No

puedo dejar de imaginarme que ahí está, acaso, la urna que

contiene las cenizas de Elpenor. Dejo ese lugar a pesar mío.

Me gustaría quedarme un rato más. A la vuelta, en casa de

nuestra amable hospedera de Castelbay, hago un resumen men

tal de los resultados obtenidos en la exploración de Barra,

antes de volver a subir al  eron  en el aeropuerto de la playa

de la costa norte. No estoy decepcionado, puesto que he dado

con la mayor parte de las condiciones requeridas para que

esta isla pueda ser considerada como la de Circe. En primer

lugar, su localización en la prolongación de la etapa prece

dente que había llegado hasta el oeste de Irlanda. Luego, la

presencia de una tierra y de un río de desembocadura pro

funda a una jornada de navegación hacia el Sur. En fin, sus

dimensiones: ni demasiado grande, porque de otro modo no

podría verse, desde la cumbre, el mar formando una corona;

na

GILBBRT PILLO

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

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ni demasiado pequeña, porque sus recursos no hubiesen per

mitido a una población local y a sus huéspedes de paso inver

nar en buenas condiciones. Es verosímil la existencia de enci

nares produciendo bellotas para la cría de cerdos.

El  eron  se hace esperar. No ha podido despegar por mor

de incidentes técnicos, nos comunica la encargada de la

«B.EA», en su despacho del aeropuerto edificado con tablo

nes que, mientras vigila con el rabillo del ojo el escalfador

donde prepara el té para el piloto en cuanto aterrice, cumple,

a la vez, las funciones de oficina de registro de equipajes para

los viajeros y de torre de control. Para engañar la espera, la

encargada nos propone ir a tomar el té en una confortable al

quería, próxima a la playa que sirve de campo de aterrizaje,

lo que aceptamos gustosos, puesto que está lloviendo. Tres

horas más tarde, el Heron  surge de entre las nubes y se posa

sobre la arena, produciendo salpicones al pasar sobre charcos

de agua. Tras despegar, el avión se eleva lentamente sobre el

mar y, al poco tiempo, vemos quedarse atrás la cumbre más

elevada de la isla, sus extensas playas blancas, sus cabos y

sus caletas. Una hora más tarde, después de haberse deslizado

por un valle entre colinas sembradas de blancos corderos, el

Heron

  aterriza en Glasgow. La primera etapa de la busca so

bre el terreno h a terminado. Va a empezar la más importante.

Un día en Glasgow me permite, tras vagabundear por los

callejones que rodean Buchanan Street, comprar en una libre

ría especializada unos mapas confeccionados por el servicio

cartográfico del Estado Mayor, así como un libro que me pa

rece bien documentado sobre el mar de las Hébridas y sus

islas (mapa  n.° 9).

Luego nueva salida, esta vez terrestre, a lo largo del Loch

Lomond que se introduce en las montañas en dirección Norte.

El autobús escocés atraviesa collados desolados, con un cielo

bajo, y nos deja en el pequeño puerto de Oban, en la costa

oeste de los Highlands.

Ahora se trata de acercarse lo más posible a la zona su

puesta de Caribdis y Escila, cuyas coordenadas me han sido

dadas por un cálculo de distancia a partir de Islandia. En

efecto, nueve días de deriva habían llevado a Ulises a Islandia

a partir de este punto. La narración de la deriva idéntica he

cha en el Mediterráneo a partir del sur de Creta hasta el país

de los tesprotes me permitió determinar cierto número de gra

dos recorridos en latitud y en longitud. Deduciéndoles de las

coordenadas de un punto de la costa oriental de Islandia, ob

tuve para Caribdis y Escila un punto muy próximo de la isla

de

  Staffa,

  célebre por su gruta de Fingal. ¿Se trataba de la

gruta de Escila? En tal caso, debía encontrar en ese lugar dos

islas de desigual altura y, cerca de la gruta, el remolino de

Caribdis produciéndose tres veces durante el día.

Dejando Oban, nuestro navio penetra en el Sound of Mull,

largo estrecho que separa la isla de Mull de la Escocia no in

sular. Dejamos a nuestra izquierda, en un extremo de la isla

de Kerrera, una colonia de focas que se dejan caer por los

peñascos y nos miran con simpatía. Después de la escala de

Tobermory, ponemos proa al Sur para dar la vuelta a la isla

de Mull y acercarnos a los «Tresnish», una serie de islotes

que se encuentran dentro de la zona de búsqueda, por dos

razones. Por una parte, sus coordenadas geográficas son las

dadas por el cálculo de que hablé más arriba; y por otra pa rte

se encuentran como la isla de

 Staf f

 a, sobre una línea que sale

de la isla de Barra en dirección Noroeste-Sudeste haciendo un

ángulo de 30° con el eje Norte-Sur. Esta indicación de direc

ción es proporcionada por el episodio de las Sirenas, pájaros

míticos correspondientes a la constelación de A cuario. Por des

gracia, el aspecto de esas islas, como ya había sospechado

desde el avión unos días antes, no parece corresponder al tex

to de Homero. Su altitud me parece demasiado escasa y no

veo entre ellas ningún estrecho que pueda constituir un pa

saje obligatorio. Su estructura basáltica se presta, sin lugar

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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a dudas, a la formación de grutas, pero el mar, completamen

te en calma a todo su alrededor, no deja aparecer el menor

remolino. Deposito mis esperanzas en Staffa, a donde ahora

nos estamos acercando. Efectivamente, el espectáculo es sor

prendente. Las grutas

  —pues

  hay varias en la

  isla—

  son mo

numentales. Las paredes están formadas por columnas de ba

salto cristalizado en sección hexagonal. Parece, de verdad, la

bóveda de una catedral. Es fácil imaginar, en este lugar, el

antro de algún monstruo espantoso. Pero tampoco se ve por

allí el remolino de Caribdis. No podemos tampoco confundir

la isla de Staffa con las dos rocas de las cuales «una está más

elevada que la otra». En pocas palabras: es inútil pretender

por más tiempo que el antro de Escila y que el remolino de

Caribdis deba producirse al pie de la roca.

La decepción es amarga, pero la agradable e interesante

escala en la isla sagrada de lona  llega en el momento preciso

para reconfortarme. La isla verde, soleada, ceñida por playas

de blanca arena, emerge de un agua transparente, muy azul.

Hay unas casas bajas de granito oscuro, y sus ventanas están

adornadas con flores. En 563, san Colombán, procedente de

Irlanda, desembarcó en esta isla para evangelizar a los pictos,

habitantes de las Hébridas. La isla se convirtió en un centro

de peregrinación, y, entre otras cosas, existen las floridas rui

nas de una iglesia románica del siglo xm. Más lejos, cerca de

una iglesia restaurada, el empedrado de un antiguo camino

conduce hasta una magnífica cruz céltica del siglo  xi . A unos

pocos metros, rodeadas de hierbas silvestres, yacen una al

lado de otra las efigies talladas en el granito de varios reyes

escoceses de la alta Edad Media.

Se ha observado a menudo que los lugares consagrados a

la religión conservaban su destino incluso cuando nuevos in

vasores propagaban una fe diferente. Hoy sabemos que en

numerosas regiones célticas los lugares de peregrinajes cris

tianos se confunden a menudo con antiguos lugares de culto

de la religión druídica anterior.

122

GILBERT PILL0T

 

CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA 123

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Los monjes, encargados de evangelizar el pueblo, estaban

así más seguros de poder borrar todo rastro del culto ante

rior y las antiguas fiestas paganas podían ser reconvertidas

más fácilmente en peregrinaciones de la nueva religión. Con

toda verosimilitud,

  lona

  ha debido ser desde siempre, y gra

cias a su situación excepcional, en un extremo de la isla Mull,

un lugar de encuentros y de intercambios. Los navios de poco

tonelaje que bordeaban la costa escocesa en el sentido Norte-

Sur no podían dejar de hacer escala allí. El antiguo nombre

gaélico de la isla era «Innis  nan Druinich»: la isla de los drui

das. No hay duda, pues, que la isla de   lona  era un renom

brado lugar céltico en tiempos precristianos. También en esa

isla, vestigios prehistóricos bajo forma de construcciones cir

culares atestiguan un poblamiento muy antiguo. Cuando nos

alejamos de la isla de lona, que veo esfumarse hacia el noroes

te de la playa que queda detrás del navio, observo que toma

mos una dirección que corresponde más o menos a la línea

Noroeste-Sudeste indicada por Circe a la salida de Barra. Es

toy, pues, en el buen camino, pero los escasos islotes que des

filan a mi derecha y los acantilados de la isla Mull, que bor

deamos a nuestra izquierda, no me revelan nada que se pa

rezca al famoso estrecho y al remolino de Caribdis.

Cansado de escrutar el horizonte, bajo la mirada, desilu

sionado, hacia mis compañeros de viaje que están en el puen

te calentándose, al abrigo del viento del Norte. Y, en este pre

ciso instante, VEO EL REMOLINO... en fotografía, en un fo

lleto que uno de ellos, muy cerca de donde yo estoy, hojea dis

traídamente. A cambio de unos chelines me quedo con el fo

lleto y también me entero de que un remolino, célebre en la

región, llamado «Whirlpool of Corrievreckan», se halla en un

estrecho situado entre dos islas, algunas millas al sur del lugar

donde nos encontramos en este momento. La información me

parece lo suficientemente apasionante para pasar aquel mis-

mo  día una parte de la noche comprobando mapas y docu

mentos, así como, principalmente, el libro de W. H. Murray

sobre las Hébridas, del que un capítulo entero está dedicado

a este lugar célebre. Lo que acabo de ver me parece del mayor

interés. Existe un vasto canal, de orientación general Norte-

Sur o más exactamente Norte-Noreste-Sur-Sudoeste delimitado

al oeste por las dos islas  Islay  y Jura, que lo separan de alta

mar, y limitado al este por la península de Kintyre y la costa

del condado de Argyll. Ese canal se estrecha más hacia el norte

y el oleaje de la marea creciente y descendente provoca, en

su salida más estrecha, o sea, hacia el norte, violentas corrien

tes costeras. En ese lugar, el canal comunica con alta mar por

un estrecho situado entre el extremo norte de la isla de Jura

y la pequeña isla de Scarba. En este pasaje situado entre las

dos islas, en las horas cuando el flujo y el reflujo tienen más

violencia, se produce el remolino (whirlpool).

Cuando ese fenómeno se  auna  con una fuerte marejada

del Atlántico, el ruido de la resaca puede oírse desde varias

millas a la redonda. Los navios de poco tonelaje corren peli

gro de ser arrastrados y estrellarse contra las rocas si no pa

san el estrecho durante las horas en que el mar está en calma.

Según W. H. Murray, el estrecho no disfruta en vano de su

legendaria reputación y, además de su experiencia personal

de turista cuando pasó por ahí en 1959, cita varios ejemplos

de navios que tuvieron dificultades en este lugar.

Según las antiguas leyendas escocesas, ese estrecho está

encantado por una bruja llamada

  «Cailleach»,

  que provoca el

naufragio de los navios: la bruja viviría en una gruta situada

exactamente sobre la vertical del remolino. Esta gruta, de

grandes dimensiones, existe efectivamente y Murray recomien

da a sus lectores, no sin malicia, me imagino, que la utilicen

para vivaquear, a fin de observar mejor el remolino y empa

parse a gusto del ambiente, a la vez dramático y legendario,

de ese siniestro lugar. ¿Cómo no establecer inmediatamente

una relación entre esa leyenda gaélica y el episodio de Escila?

124

GILBERT PIIXOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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Cómo no comparar fonéticamente el nombre de la bruja gaé-

lica  «Cailleach» con «Cratais», la madre de Escila, según la

nombra Circe a Ulises cuando éste se propone defenderse de

Escila con la espada: «Escila no es una mortal: es un azote

inmortal... Lo que debes hacer es pasar muy aprisa; llama en

socorro tuyo a Cratis, la madre de Escila; fue ella quien dio

a luz ese azote para los hombres...» ¡Cuantas coincidencias

En cuanto al nombre actual del estrecho «Corrievreckan»,

deriva del gaélico antiguo y significaría: remolino de Breacan.

Esta designación aparece por primera vez en el glosario de

Cornac, que fue rey de Mun ster y obispo de Cassel de

 901

 a 908.

Breacan, rey de Irlanda, habría naufragado en este estrecho

con cincuenta embarcaciones. Ese desastre es, en realidad,

muy antiguo puesto que Breacan no es un nombre céltico cris

tiano sino un nombre gaélico antiguo. Verosímilmente, las

embarcaciones eran antiguos barcos de forma redonda cons

truidos con cuero sobre una armazón de madera. Tal aconte

cimiento ha dejado trazas también en las leyendas irlandesasque, sin embargo, lo sitúan en el estrecho que separa Irlanda

del Norte de la isla del Rathlin.

Según las leyendas nórdicas, Breacan sería hijo del rey de

Noruega. Lo habría engullido el remolino en circunstancias

novelescas. Queriendo llevar a término una hazaña notable

por el amor de una mujer, se juró pasar tres días, en su bar

co,  en el remolino de Corrievreckan. Se hizo tejer especialmen

te tres cuerdas para sujetar el ancla. Una era de lana, otra

de cáñamo, y la tercera de una cabellera de virgen. La pri

mera se rompió en la primera noche, la otra en la segunda

noche, los cabellos de la virgen fueron cediendo uno tras otro,

y a última hora se rompió el hilo, el barco fue arrastrado y

engullido por el remolino. El cuerpo de Breacan, encontrado

más tarde, fue inhumado en una gruta vecina, llamada

 Uamh

Brecain, en la costa sur del estrecho.

Se observa que existen numerosas leyendas referidas a ese

estrecho, y

  que

 hacen intervenir, en general, a la vez la acción

del remolino que se traga los barcos y la gruta que se encuen

tra cerca. El paralelo entre esas viejas leyendas y la historia

de Caribdis y de Escila es particularmente sorprendente. Esta

comparación no es cosa reciente, puesto que Adamnan, bió

grafo de san Colombán, en el siglo  xvr  habla de los peligros

a que estuvieron sometidos los compañeros del santo, cita el

«Charybdis Breacanis», consonancia muy próxima de la deno

minación actual «Corrievreckan». Los nombres de lugar son,

en general, bastante estables: los pueblos pasan, pero los nom

bres quedan. El invasor conserva el nombre en su pronun

ciación, pero lo traspone a su propia lengua.

Esta vez ya no tengo dudas de estar en el buen camino, y

queda olvidado el resultado negativo de mi crucero a Staffa.

Esta noche me cuesta dormir; barajo sin cesar esas nuevas in

formaciones y tengo prisa en comprobarlas sobre el terreno.

Al día siguiente bajo al puerto para informarme sobre el

modo de llegar hasta el remolino de Corrievreckan, entre Jura

y Scarba. Quiso la suerte que, justamente, la compañía «Mac

Braynes» iba a hacer pasar uno de sus barcos por el estrecho,

en el sentido Oeste-Este, lo que era para mí el mejor medio

de acercarme allí.

Saliendo de Oban, el navio se dirige primero hacia el Loch

Linnh que se alarga hacia el Noreste, estrechándose conforme

se elevan las montañas que lo circundan. El fondo del Loch,

muy estrecho, acaba en Fort William, al pie del Ben Nevis,

punto culminante de Gran Bretaña con más de 1.400 metros

de altitud. Damos la espalda a esta magnífica perspectiva

para poner proa al sudoeste, hacia el Firth of Lorne, dejando

a nuestra derecha la costa sur de la isla de Mull. Tomamos

poco a poco la dirección sur. Nos acercamos a la isla de Scar

ba. Esa pequeña isla cuando se la aborda por el Noroeste pa

rece muy elevada, aunque su altitud no pase de los 500 me

tros.

  Pero, hacia el Oeste y hacia el Sur, las pendientes son

muy abruptas. Sobre el lado Oeste, un riachuelo que viene

de la meseta superior cae en cascada exactamente sobre la

126

GILBERT PIIXOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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costa, saltando así sobre grandes losas de granito alisado y

estriado por la erosión glaciar.

Estamos ahora frente al estrecho, que

  franqueamos

  en el

sentido Oeste-Este. A la izquierda, la isla de Scarba, en forma

de pirámide monumental, domina el panorama con sus pen

dientes abruptas y lisas. A la derecha, la otra costa del estre

cho,  que pertenece a la parte norte de la isla de Jura, es mu

cho menos elevada. Está formada por una especie de meseta

de poca altitud que se quiebra bruscamente para formar un

litoral árido, sembrado de grutas y de islotes puntiagudos. En

el centro del estrecho el mar ha cambiado de apariencia. El

oleaje de alta mar se detiene bruscamente y choca con gran

des círculos de remolinos, cuyo centro es absolutamente liso,

como si el agua subiera de las profundidades del estrecho pa ra

dar vueltas en seguida sobre el contorno del círculo. Aquel día

tuvimos un tiempo magnífico: cielo sin nubes y ni un soplo

de viento. Es difícil, en tales condiciones, darse cuenta del

efecto producido por el oleaje del Atlántico rompiendo con

tra estas corrientes circulares. En el centro de esos grandes

círculos lisos, aquí y allá, unos torbellinos en forma de espi

ral absorben el agua de la superficie como si algún hoyo pro

fundo aspirara el agua del mar.

Es preciso reconocer que, en tiempo apacible, el espectácu

lo no impresiona. Pero el aspecto inhabitual del mar, que está

formado por grandes círculos bordeados de espuma, los re

molinos ascendentes y los torbellinos en espiral, dan un sen

timiento de inquietud y de malestar. Es fácil imaginar que el

espectáculo, cuando se desata el temporal a la hora en que

es más violenta la corriente de marea, debe ser distinto. Los

marinos de la región afirman que el ruido de la resaca se

oye entonces en varias millas a la redonda. W. H. Murray,

en el capítulo consagrado al Corrievreckan, citando su expe

riencia personal lo compara a una descarga cerrada de arti

llería. En cuanto a Ulises, dice (canto XII, versos 202): «De

pronto vi olas, vapores, y oí unos golpes sordos.» El estrecho

tiene dos millas de longitud en el sentido Este-Oeste y una

milla de ancho. La corriente de marea llega a los nueve nudos

según las instrucciones náuticas. El paso por el Corrievreckan

se desaconseja de forma rotunda a los veleros de poco tone

laje que corren el peligro de ser llevados hacia los peñascos.

Todas las leyendas relativas al C orrievreckan

 —y

 son numero

sas— imputan la supervivencia o el hundimiento de los na

vios que intentan el paso, al humor de la «Cailleach, demonio

hembra que vive en una de las grutas que dominan el remo

lino». Cuando, por nuestra parte, hemos franqueado el es

trecho, la «Cailleach» alias «Cratais de Circe», ha sido muy

benévola para con nosotros. Busco con los ojos su antro y,

efectivamente, ante estribor aparecen dos vastas grutas al pie

de la pared sur de la isla Scarba, es decir, sobre la ribera

norte del estrecho. La segunda, en el sentido Oeste-Este, que

parece la mayor, puede ser considerada como la guarida le

gendaria  de «Cailleach». Su entrada está orientada hacia el

Oeste. Del otro lado, sobre la costa sur del estrecho, el mapa

militar señala la presencia de numerosas grutas, difícilmente

visibles desde el mar. En una de ellas

  estaría

  enterrado Brea-

can, el infeliz rey, naufragado en el Corrievreckan. Una piedra

alzada marcaría en la gruta el lugar de su tumba. El ya cita

do  W. H. Murray intentó dar con las huellas de Breacan explo

rando, no sin dificultad, esa costa noroeste de la isla Jura , par

ticularmente agreste. En su opinión, encontró la gruta pero

no la sepultura.

Toda la costa está deshabitada y es de difícil acceso. No

la cruza ningún camino y el suelo es inculto. Es muy rocosa,

cas abruptamente sobre el mar y el oleaje del Noroeste la

bate incesantemente. Veamos ahora lo que dice el texto. Circe

describe a Ulises dos caminos que tendrá ante sí: «Por un

lado están las rocas que caen desplomadas y contra ellas rom

pen, rugientes, las grandes olas de Anfitrite, la de los ojos

oscuros. Los felices dioses las llaman las

 Planetas.»

  Esta frase

parece describir la entrada al estrecho y las dos masas roco-

128

GILBERT

  PILLOS

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

129

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sas que los limitan al Norte y al Sur.

«Por allí ni siquiera las aves pasan sin peligro, inclusive

las tímidas palomas que llevan la ambrosía al padre Zeus;

pues cada vez la lisa peña arrebata alguna y el padre se ve

obligado a mandar otra a fin de completar el número.»

En mi opinión, esta frase designa la roca lisa, es decir, los

declives de Scarba, y la alusión a la paloma y a Zeus signi

fica, probablemente, que esta roca está situada, para el obser

vador, en dirección Norte y de la constelación de la Paloma.

Ahora bien, ésta se encuentra situada sobre el eje Géminis-

Sagitario, que dibuja hacia el Noreste un ángulo de 30° con

la dirección Norte. Es, exactamente, la posición de Scarba.

«Ninguna embarcación, en llegando allá, pudo escapar sal

va; porque las olas del mar y las tempestades, cargadas de

pernicioso fuego, se llevan juntamente las tablas del barco y

los cuerpos de los hombres. Tan sólo logró doblar aquellas

rocas una nave, surcadora del Ponto, la nave  Argos por todos

los poetas celebrada, al volver del país de Eetes; y también a

ésta habríala estrellado el oleaje contra las grandes peñas si

Hera no la hubiese hecho pasar, por su afecto a Jasón.»

Queda clara la alusión a la constelación de los Argonau

tas,  y ésta, en el mapa del cielo, se encuentra en la misma

dirección que la constelación de Cáncer. Ahora bien, si nos

referimos a la correspondencia entre los signos del Zodíaco

y las direcciones del espacio, sabemos que el Cáncer repre

senta la dirección del Sur. La alusión a Hera, esposa de Zeus,

no hace más que confirmar la descripción de un eje Norte-Sur

por las dos rocas que enmarcan el estrecho. Sigamos la lec

tura detenidamente:

«Al lado opuesto hay dos escollos. El uno alcanza al an

churoso Urano con su agudo pico, coronado por el pardo nu

barrón que jamás lo abandona; de suerte que la cima no apa

rece despejada nunca, ni siquiera en verano ni en otoño. Nin

gún mortal, aunque tuviese veinte manos e igual número de

pies,

  podría subir al tal escollo, ni bajar del mismo, pues la

roca es tan lisa que parece pulimentada.» Con cierta exagera

ción mediterránea esta descripción se aplica bastante bien a

la isla Scarba, de forma piramidal con sus rocas Usas puli

mentadas por los glaciares.

«En medio del escollo hay un antro sombrío que mira al

ocaso, hacia el Erebo, y a él debéis enderezar el rumbo de la

cóncava nave... allí mora Escila.» Al pie de los declives de

Scarba, en lo más limitado del estrecho, existe efectivamente

esa gruta orientada hacia el Oeste. Es allí donde la tradición

céltica sitúa el antro de Cailleach. Más adelante, Circe precisa

a Ulises:

«Verás, Ulises, que el otro escollo es más bajo.»

Ello es exacto, el litoral sur del estrecho es mucho más

bajo que la isla de Scarba.

«Al pie de la roca, la famosa Caribdis engulle las turbias

aguas. Tres veces al día las echa afuera y otras tantas vuelve

a sorberlas con un ruido horrendo.»

Efectivamente, las tres mareas totalizan una duración de

dieciocho horas veinte minutos aproximadamente, lo que co

rresponde a la duración del día en aquella latitud durante

los «días largos», es decir, en el solsticio de junio. Los dos

caminos que se ofrecen a Ulises, viniendo del Noroeste, pare

cen claros. El del Sur, que llevaría Ulises a bordear la inhos

pitalaria costa noroeste de Jura, es visiblemente desaconse

jada por Circe, puesto que sólo ha podido escapar la nave de

los Argonautas. El otro camino se mete por entre las dos islas

en el estrecho frente a la gruta de Escila, o sea, en dirección

Este, con una roca al Norte y otra al Sur. Para evitar el remo

lino de Caribdis, Ulises deberá poner proa hacia la gruta, refe

rencia fácil, puesto que su abertura vuelta hacia el Oeste se

presenta de cara al entrar en el estrecho.

Así es cómo se comporta Ulises cuando llega a la vista del

estrecho, siguiendo el eje Noroeste-Sudeste a que alude el epi

sodio de las Sirenas. Respetando esa línea, debe tener ante sí

la costa norte de Jura. Siguiendo el consejo de Circe pondrá

9 2956

130

GILBERT PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

131

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entonces proa al Este para internarse en el estrecho. Es Uli

ses quien dirige la maniobra. «Al poco rato de haber dejado

atrás la isla [de las Sirenas], vi vapor e ingentes olas y escu

ché fuerte estruendo... Y a ti, piloto, voy a darte una orden

que fijarás en tu memoria, puesto que gobiernas el timón de

la cóncava nave. Apártala de ese vapor y de esas olas, y pro

cura acercarla al escollo, no sea que la nave se lance allá, sin

que tú lo adviertas, y nos lleves a todos a la ruina. Así les

dije, y obedecieron sin tardanza mi mandato.»

Ulises se dirige exactamente en dirección de la gruta, pues

to que precisa más adelante:

«...subí al castillo de proa, lugar desde donde esperaba

ver primeramente a la pétrea Escila, que iba a producir tal

estrago en mis compañeros. Mas no pude verla, y mis ojos se

cansaron de mirar en vano a todas partes, registrando la os

cura peña.»

«Pasábamos el estrecho llorando, pues a un lado estaba

Escila y al otro Caribdis, que sorbía de horrible manera las

salobres aguas del mar. Al vomitarlas dejaba oír un sordo

murmullo, revolviéndose toda como una caldera colocada so

bre un gran fuego...»

Es verosímil que Ulises evite el centro del estrecho donde

son más violentos los remolinos y las corrientes y que bordee

la costa de Scarba cerca de las grutas.

Ahora nuestro navio ha salido del estrecho y penetra en el

amplio corredor marino que se extiende entre la isla de Jura

y el condado de Argyll.

Circe había dicho a Ulises:

«Llegarás luego a la isla de Trinacria, donde pacen los mu

chos bueyes y pingües ovejas de Helios.»

Trinacria ha sido traducido por tridente. Pienso que puede

interpretarse que es la isla de los tres dientes o de las tres

puntas. Entonces, situándome en la parte derecha del navio

y mirando hacia el Sudeste despiertan mi atención tres picos

que se destacan limpiamente sobre el horizonte. Son visibles

desde muy lejos y su forma piramidal es característica. Son

tres cumbres situadas en la parte sur de la isla de Jura.

Actualmente son conocidos por «The Three Paps», o sea,

los tres senos, y alcanzan una altitud aproximada de 850 me

tros.

  El primero, situado al Este, se llama Beiunn Shiantaidh,

que significa montaña sagrada. El pico central, que es el más

elevado, se llama Beiun an Oir, que se traduce corrientemen

te por montaña del oro. El último, el más meridional, el Beiun

a Chaolais, domina el estrecho que separa Jura de la isla de

Islay.  Esas tres montañas están formadas de cuarcita, mezcla

de cuarzo y de granito. Si nos acordamos de que, frecuente

mente, los filones auríferos están constituidos por cuarzos

auríferos insertos en fisuras de granito, no sorprende que el

pico principal sea llamado la montaña del oro.

Apoyado en la barandilla, me cuesta separar la vista de

esos «tres senos» que podrían también llamarse las tres pun

tas (Trinacria). Aparecen, en efecto, tan pronto como uno ha

pasado el estrecho y la siguiente frase de Ulises indica muy

bien que la isla de Trinacria está muy próxima a Caribdis y

Escila:

«Después que nos hubimos escapado de aquellas rocas, de

la horrenda Caribdis y de Escila, llegamos muy pronto a la

isla admirable del dios; allí pacían los hermosos bueyes de

ancha frente, y muchas pingües ovejas de Helios, hijo del

Hiperión.» Ulises se ve obligado a hacer jurar a sus gentes,

que lo apremian para abordar la isla, puesto que la noche se

les viene encima, que no tocarán los bueyes sagrados:

«Tan pronto como hubieron acabado de prestar el jura

mento, detuvimos la bien construida nave en el hondo puer

to ,

  junto a una fuente de agua dulce...»

Es preciso bordear durante bastante tiempo la costa orien

tal de la isla Jura, en dirección Sudeste, antes de dar con un

puerto abrigado. Éste se encuentra, en efecto, en la parte sur

de la isla cerca de las «tres puntas». Una bahía bien protegi

da de la alta mar por pequeños islotes. Observo también que la

  32

GILBERT PILLOÍ

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

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presencia de los bueyes de Helios en esta

  isla

  puede ser una

alusión a la constelación de Taurus que, según nuestro código,

indica la dirección Sudeste. Una vez más, el código de las

constelaciones del Zodíaco parece confirmarse, puesto que las

tres cumbres están exactamente en la dirección Sudeste. Pero,

por una curiosa coincidencia, esa costa oriental de la islaJura está reputada también por la calidad de sus prados y

sus rebaños de ganado. También en ese lugar el   habitat  hu

mano es muy antiguo y son visibles los recuerdos prehistó

ricos.

  En el extremo sur de la isla, un

  menhir

 de más de cua

tro metros de alto domina el estrecho que separa Jura de

la isla

  de  Islay.

  Es presumible que su erección date del 1600

antes J. C, más o menos, o sea, cuatro siglos antes del viaje de

Ulises. Las grutas de la costa noroeste a las que se refieren

numerosas leyendas han servido, de mucho tiempo acá, de

abrigo tanto para los pueblos navegantes, como para el ga

nado.

El navio de Ulises, pues, está anclado en esta bahía de la

costa oriental de Jura, costa casi rectilínea que describe una

línea en sentido

 Noreste-Sudoeste,

  con el mar abierto al Sud

este.

  Esta posición geográfica está en perfecta concordancia

con los versos que vienen a continuación: se ha levantado la

tempestad y el navio está bloqueado en esta bahía. Ulises nos

explica el porqué:

«Durante todo el mes, Noto sopló sin cesar, y no se alzaba

otro viento más que Euro y Noto.»

Está claro que, en tanto que soplen

  el

  viento del Este y

el  viento del Sur, no puede volver a hacerse a la mar, puesto

que todos los vientos tienen por efecto empujarlo hacia elNorte o el Oeste, es decir, contra la costa.

También aquí es satisfactoria la concordancia con el tex

to .  Los compañeros de Ulises, hambrientos, ceden a la ten

tación de descuartizar los bueyes de Helios, lo que va a atraer

sobre el navio el castigo de Zeus. Al cesar la tempestad, izan

la vela y ganan alta mar. «Cuando hubimos dejado atrás aque

lla isla y ya no se divisaba tierra alguna, sino tan sólo el

cielo y el mar...» Entonces el navio es fulminado, se ahogan

los compañeros de Ulises y él mismo se aferra a los restos

de la embarcación. En aquel momento soplaba el viento de

Oeste, puesto que se nos dice:

«Pronto cesó el soplo violento del Céfiro, que causaba la

tempestad, y de repente sobrevino el Noto, causante de nuevas

inquietudes para mi corazón al llevarme de nuevo a la mortal

Caribdis. Toda la noche anduve a la merced de las olas, y al

salir el sol llegué al escollo de Escila y a la horrenda Ca

ribdis.»

Este texto indica con precisión que el lugar del naufragio

se encuentra al sur-sudoeste del estrecho de Caribdis y Escila.

En efecto, los restos de la nave son empujados, primero y por

un breve momento, hacia el Este por el Céfiro, luego toda la

noche por el viento del Sur. Yo ya había calculado que esa

noche de deriva correspondía a un poco menos de 50 kilóme

tros, puesto que, en la narración ficticia que hace Ulises a

su vuelta a Grecia, la velocidad de deriva se establece alrede

dor de los 100 kilómetros por período de veinticuatro horas.

Por la noche, de vuelta al puerto de Oban, en mi habitación

del hotel, vuelvo a desplegar mapas de las Hébridas para ve

rificar dos puntos importantes.

El primero concierne a la etapa cubierta por Ulises desde

el momento en que deja Circe hasta su llegada a la isla de

Trinacria. Parece evidente que la hora de salida coincide con

la salida del sol. Cita:

«Ella habló (Circe), y en seguida apuntó la Aurora en el

trono de oro. Entonces la ilustre diosa se fue hacia el interior

de la isla; y yo, llegado a mi nave, daba ánimos a mis hom

bres para que se embarcaran y soltaran las amarras de popa.

Subieron a bordo sin tardar, se sentaron ante los escálamos

y, colocados en orden, con sus remos levantaban la espuma

del mar.»

Ahora bien, sabemos por el discurso de Euriloco, un

  com-

A ^

134

GTLBERT PILL0T

pañero de Ulises, que cae la noche cuando se deciden a abor

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

35

efectivamente,

  con viento fuerte del Sur y teniendo en cuenta

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dar la isla Trinacria. Ha navegado, pues, durante toda la jor

nada. Ya cuando Ulises efectuó su viaje al país de los cime-

rios a partir de la isla de Circe, el viento había hinchado las

velas desde la salida del sol hasta su puesta. El itinerario pro

puesto, desde la isla de Circe hasta la isla Trinacria, debe re

presentar, pues, una distancia de navegación igual a la reco

rrida por Ulises en el curso de su precedente viaje. En mi hipó

tesis, que identifica Caribdis con el Torbellino del Corrievrec-

kan es exacta, la distancia que separa la isla de Barra de la

costa norte de Irlanda debe ser igual a la recorrida por Uli

ses desde Barra hasta la costa sudeste de Jura, pasando por

el Corrievreckan. Veo en el mapa, con un sentimiento de ali

vio,

  que en los dos casos la distancia recorrida se aproxima a

los 190 kilómetros. Observo también que esta distancia repre

senta, aproximadamente, la mitad de la «jornada» de nave

gación utilizada antes para determinar el itinerario. Recuerdo

que esta «jornada» se refería a un ciclo de veinticuatro horas

de navegación continua, y que representaba, según nuestra

clave, unos 380 kilómetros. Habiendo tenido tiempo suficien

te para esta verificación antes de la hora de cenar, devoro

con verdadero placer la lonja de  h ddock  y las inevitables

patatas hervidas de la minuta reservada a los pensionistas.

Me quedaba un segundo punto que comp robar: la posibili

dad de un lugar de naufragio a unos 50 kilómetros al sur-

sudoeste del estrecho de Corrievreckan. El mapa demuestra

que,  efectivamente, ese punto se encuentra en mar abierto en

tre la isla de  Islay  y la isla de Gigha. A partir de ese punto,

los restos de la nave pudieron ser llevados hacia el Este hasta

el extremo norte de la isla de Gigha, luego hacia el Norte du

rante toda la noche. Es importante observar que, tan pronto

como sopla el viento del Sur, Ulises sabe que obligatoriamen

te deberá volver a pasar por Caribdis y Escila. La orientación

de ese pasillo marítimo, entre las islas de Islay y de Jura, por

una parte, y la costa escocesa, por otra parte, demuestra que,

la corriente de la marea, es difícil para los restos de una

embarcación evitar el estrecho de Corrievreckan. En efecto,

ese pasillo, toscamente orientado en sentido Sur-Norte, se cie

rra hacia el Norte y, en su extremidad, la puerta principal de

salida hacia alta mar es el estrecho situado entre Jura y

Scarba.

«Toda la noche fui llevado

 —dice

 Ulises— y a la salida del

sol llegué al escollo de Escila y a la horrenda Caribdis, que se

traga el agua salada del mar...» «Me agarré, hasta que el

remolino vomitó mástil y quilla.» Ulises aprovecha la ocasión

de su segundo paso por Caribdis para hacer una nueva ob

servación. Agarrándose a un árbol, deja que el remolino hun

da los restos de su nave y espera que reaparezca. Observa la

hora del hundimiento, que se produce al comienzo del día.

«Éstos aparecieron por fin, cumpliéndose mi deseo. A la hora

en que el juez, que entiende en numerosos pleitos entre liti

gantes, se levanta y vuelve al Agora para cenar, dejáronse ver

los maderos fuera ya de Caribdis.»

Las sesiones de la magistratura en el Agora, en la Grecia

antigua, debían celebrarse por la mañana, para terminar a la

hora de la comida del mediodía, antes de los calores de pri

mera hora de la tarde. El agua que hundió el maderamen

vuelve a pasar, pues, ante Ulises a mediodía. Pero, ¿a qué hora

salió el sol? Ulises ha pasado un mes en la isla de Trinacria

y ha navegado durante tres días, o sea, en total, 33 ó 34 días

a partir del solsticio de junio. Vuelve a pasar, pues, ante Carib

dis y Escila hacia el 25 de julio. Ahora bien, en esa latitud y

en aquella fecha, el sol debe salir hacia las 3.40 h. Los restos

de la embarcación desaparecieron, pues, entre las 3.40 h. y

mediodía, o sea, durante ocho horas veinte minutos. Como

sea que cumple una ida y vuelta con la corriente de la marea,

se ha alejado, pues, durante la mitad del tiempo, o sea, cuatro

horas y diez minutos. Esto significa que el mar estuvo en

calma durante cuatro horas y diez minutos después de la

136

GILBERT PILLOT

desaparición de los restos del navio, es decir, a las 7.50 horas.

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¿Qué significa esta información que, evidentemente, exigiría

ser calculada con mayor exactitud? ¿No se tratará de un pro

cedimiento para darnos a conocer el año en que se sitúa la

expedición? En efecto, debe ser posible reconstituir las tablas

de mareas de aquellas lejanas épocas

  —alrededor

  de 1200

antes J. C , fecha supuesta d e la caída de

 Troya—,

 para determi

nar en qué año, un 25 de julio, a los 56° de latitud Norte, la

marea estaba en su punto más alto, y en su punto más bajo,

hacia las ocho de la mañana. ¿No sería extraordinario llegar

así, indirectamente, a saber la fecha de la caída de Troya, sa

biendo que la expedición de Ulises se sitúa, principalmente,

al año siguiente?

Sería interesante verificar si, mediante ese procedimiento,

se obtiene una fecha aproximada de la actualmente admitida

para la guerra de Troya según nuestros actuales conocimien

tos arqueológicos e históricos. ¿Y si, en verdad, se verificara

esta concordancia? ¿No sería permisible imaginar que Ulises,

por ese procedimiento científico, intentó transmitir a sus le

janos descendientes, después de treinta siglos, la fecha de su

viaje? De todos modos, nos encontramos en presencia de una

observación científica precisa que tiene por objeto darnos la

hora exacta de la marea.

Esta vez pienso que toda esta parte del itinerario, desde

la isla Eea, dominio de Circe, hasta la lejana Ogygia, donde

mora Calipso, está determinada con precisión. En efecto, si,

lo que no parece ofrecer dudas, Caribdis y Escila correspon

den al estrecho de Corrievreckan, el cálculo de la longitud de

la etapa de Ulises, desde el momento en que deje Circe, a

  la

salida del sol, hasta su llegada a la isla Trinacria, por la no

che,

  me confirma por ello que la isla de Barra es, sin duda,

la isla de Eea.

Sin embargo, queda un punto oscuro. ¿A qué isla aludía

Circe cuando dijo que Ulises, al dejarla, debería afrontar la

prueba de las Sirenas? Si este episodio es claramente mito-

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•::, ,.v

-

 f

  •*•••; .t

Isla de Barra:

  es la isla de la

maga Circe. Desde esta cúspi

de, Ulises ve  el  ma r  inmenso

formando una corona, y descu

bre el palacio de Circe, situado

en un valle cerca de un encinar.

Foto del autor.)

Isla de Stáffa:

  la primera hipóte

sis situaba la gruta de Escila

en esta isla, pero no se encuen

tra aquí el remolino de Caribdis.

Foto del autor.)

Ulises y Circe.

  Vaso griego.

Foto Giraudon.)

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Remolino del Corrievreckan.

  «... sor

biendo las salobres aguas

  el

  mar. Al

vomitarlas, como un caldero colocado

sobre un gran fuego, el agua se agita,

bulle...» Odisea, canto XII, versos 236

a 238.

K

Caribdis.  «La famosa Caribdis

engulle las turbias aguas. Tres

veces al día las echa fuera y

otras tantas vuelve a soberlas.

¡No te encuentres ahí cuando

las sorba » Odisea, ca nto XI I,

versos 104 a 106.

  Fotos del

autor.)

Foto Giraudon.)

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Isla de Scarba. La gruta de Cailleach.

  «... Una gruta sombría que mira al ocaso, al Erebo,

y hacia ella debes enderezar el rumbo, noble Ulises.» (Recomendaciones de Circe a

Ulises. Odisea, canto XII, versos 81 a 83.)  Foto del autor.)

A la derecha)

  El remolino y las pendientes

de Scarba.  Foto Jack  House.

Isla Jura vista del Corrievreckan.  Foto del autor.)

«Luego, llegarás a la isla del Tridente.»  Circe a Ulises.)

Odisea, canto

  X I I

verso 127. «Luego, cuando hubimos escapado de los escollos, de la

terrible Caribdis y de Escila, l legamos en seguida a la admirable isla del Sol.»  Na -

rración de Ulises.)  Odisea, canto XII, versos 260-261.

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

137

lógico y pretende indicar la dirección que debe tomarse, es de

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615

Ulises y Circe:  cuando las aventuras de Ulises en las islas septentrionales se conver

tían en objeto de parodia   beodo, hacia 400). Foto Marburg.)

suponer que la isla debe de existir. Ahora bien, Ulises deberá

deslizarse sucesivamente entre las dos islas de Tiree y Coll

para pasar luego rozando la isla de lona, antes de llegar al

estrecho entre Scarba y Jura.

Al menos dos islas se encuentran en esta parte del itinera

rio y debo reconocer que mi construcción presenta aquí un

fallo. Me inclino, sin embargo, por lona. Ésta parece haber

sido,

 en efecto, y de siempre, un venerado lugar religioso. Era

ya la isla de los druidas, antes de la venida de san Colombán

y de sus discípulos. La celebración de un culto se acompaña

siempre, o casi, de cantos litúrgicos que encantan el audito

rio.  Las sirenas aspiran al conocimiento universal: «...nadie

ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que

fluye de nuestros labios, sino que todos, después de recrearse

con ella, se van alegres, sabiendo muchas y nuevas cosas... y

conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.» Se

puede pensar que el canto de las Sirenas que pretenden dar

el conocimiento, es una alusión a la celebración del culto de

una muy antigua religión, culto que podía terminar de modo

nefasto para los extranjeros, y de ahí el consejo de Circe de

evitar detenerse en aquella isla.

Puesto que ahora conozco las coordenadas exactas de Ca-

ribdis y Escila, puedo volver al itinerario en el sentido nor

mal e intentar verificar si la deriva  de  nueve días me lleva,

exactamente, a Islandia.

Vuelvo, pues, con más precisión todavía al cálculo de la

deriva en el Mediterráneo, conforme es contada por Ulises,

y que se produce también durante nueve días. Recuerdo que

el punto supuesto del naufragio ficticio en el Mediterráneo

se sitúa a las 32,5° de latitud Norte y, aproximadamente, sobre

el meridiano 26° Este de Greenwich, que corta verticalmente

la parte oriental de Creta, itinerario clásico de los navios que

salen de Creta con dirección a Libia, cuando vienen de Feni-

138

GIL ERT  PIIX0T

cia, es decir, del Este. Es el itinerario tal cual lo ha descrito

Ulises.

EL CÓDIGO SECRETO D L ODISE

139

lar. Desde el punto de partida de la deriva hasta Troya, vol

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El punto de llegada se sitúa en el país de los tesprotes,

parte sur de la actual Albania. Por casualidad, parece que ese

país no ha cambiado su nombre de tres mil años a esta parte.

¿Es posible? Sobre un mapa de carreteras de Grecia, trazado

por

 Kummerly

 y Frey, en Berna, se puede leer: «Tesprotia, en

la costa occidental de Grecia, frente a la isla de Corfú». El

nombre ha quedado, pero uno puede preguntarse si se refiere

exactamente a la misma región de la época de Ulises. En el

caso de otras regiones de Grecia se ha comprobado que la de

signación de la provincia seguía a la migración de los pueblos

y que, en las más alejadas épocas, el nombre comprendía, en

general, regiones situadas ligeramente más al Norte, puesto

que los pueblos tendían a desplazarse hacia el Sur.

Es ,  pues, probable que la Tesprotia de Homero designara

una región situada ligeramente al norte de la actual Tesprotia.

Esa observación me ha llevado a escoger como punto de de

sembarco el límite norte de la actual Tesprotia, es decir, apro

ximadamente el punto donde la costa está cortada por el pa

ralelo 40. Otra razón me ha hecho escoger este punto. En la

narración de Ulises, que pasa una noche con los tesprotes,

éstos lo llevan al día siguiente a un navio que lo deja, a la

puesta del sol, en la costa de ítaca. Parece, pues, que la dura

ción de la  navegación fue de una jornada. Según la velocidad

media adoptada precedentemente para nuestros cálculos, el

recorrido representaría 190 kilómetros. Ahora bien, el punto

señalado sobre el paralelo 40 está exactamente a 190 kilóme

tros al norte de Ítaca. Observo entonces una disposición cu

riosa. El punto de salida y el punto de llegada de la deriva

de nueve días se encuentran, respectivamente, uno sobre el

meridiano de la ciudad de Troya, y el otro, sobre el paralelo

de esa misma ciudad, formando así con Troya un triángulo

rectángulo, cuya cúspide sería Troya sobre el paralelo 40

Norte,

Hay más: se trata de un triángulo rectángulo muy particu-

viendo a subir hacia el Norte sobre el meridiano, o sea, si

guiendo el cateto mayo r del ángulo recto, se en cuentran 7,5° de

latitud. Tomando ese grado de latitud como unidad de medida,

compruebo que el cateto menor del triángulo, entre Troya

y el punto de llegada de la deriva, a lo largo del paralelo

40,

 mide 5

o

  de latitud, o sea, 555 kilómetros. El cateto mayor

representa, pues, una vez y media más que él cateto menor.

Los dos ángulos agudos del triángulo, en el punto de salida

y en el punto de llegada, miden, pues, exactamente, 30° y 60°.

La dirección de la deriva queda entonces perfectamente defi

nida, Sudeste-Noroeste, haciendo un ángulo de 30° con el Norte.

Es ,

  exactamente, la dirección que se expresa en el lenguaje

astrológico por el eje Leo-Acuario. Queda tamb ién exactamen

te perpendicular con la línea que une Troya con Delfos, cen

tro del sistema griego de coordenadas. Este último eje es el

de la altura del triángulo rectángulo, es decir, la perpendicu

lar reducida de la cúspide Troya sobre la hipotenusa (eje dela deriva).

En cuanto a la distancia recorrida durante la deriva de

nueve días, es muy fácil de calcular puesto que su cuadro es

igual a la suma de los cuadros de los dos lados del ángulo

recto (teorema de Pitágoras). Siempre expresados en grados

terrestres, se obtiene: (5)

2

 +

  (7,5)*

 =  81,25, o sea, una cifra muy

aproximada al cuadrado de 9. Ahora bien, 9° terrestres equi

valen a 1.000 kilómetros. La gruta de Calipso se encuentra,

pues,

  en principio, a 1.000 kilómetros de la salida oeste del

estrecho de C orrievreckan en la dirección de Acuario, es decir,

Noroeste haciendo un ángulo de 30° con la dirección Norte.

Los cálculos que siguen permiten comprobar que se llega así

sobre la costa sudoeste de Islandia en un punto cuyas coor

denadas son las siguientes:

Latitud Norte

  63,40"

Longitud Oeste 17°

140 GIL ERT  PILLOT

Pienso que, esta vez, el cálculo que acabo de realizar es

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

141

En fin, vale la pena señalar una última coincidencia. La

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mucho más exacto que el que establecí la primera vez, a par

tir de Islandia, para intentar localizar  Caribdis  y Escila. Al

observar que los puntos de partida y de llegada de la deriva

se encontraban sobre los dos ejes Norte-Sur y Oeste-Este de

la ciudad de Troya, y al descubrir un triángulo considerable y

una dirección de deriva que correspondía exactamente a uno

de los ejes del sistema de coordenadas zodiacales, he podido

aumentar en forma considerable la precisión del cálculo de

la deriva de nueve días.

Observo también que el punto de llegada está situado so

bre el meridiano 17 Oeste que es, exactamente, el de Madra,

ex isla de Eolia, punto clave de todo el itinerario.

¿Cómo he podido determinar este punto de llegada? Para

aquellos a quienes interese este pequeño cálculo, preciso que

las coordenadas del punto situado en el mar a la salida Oeste

del estrecho de Corrievreckan son las siguientes:

Latitud 56,10° Norte

Longitud 6° Oeste

Para la deriva en latitud, es suficiente añadir 7,5°, lo que

da 63,40°. Para la deriva en longitud, es preciso convertir la

distancia de 5° terrestres, es decir, 555 kilómetros en grados de

longitud bajo esa misma latitud de 63,40°. En un desplaza

miento Este-Oeste, a esta latitud, se franquea un grado alre

dedor de cada 50,500 kilómetros. Para mi deriva en longitud

de 555 kilómetros, se obtiene, pues, a esa latitud, un paso

de 11°, lo que da para el punto de llegada una longitud de

6 + 11 = 17°. Las coordenad as de la gruta de Calipso serían,

pues:.

Latitud 63,40° Norte

Longitud 17° Oeste

velocidad de deriva constituye la segunda clave indispensable

para la comprensión del texto, ya que la primera clave la cons

tituye la velocidad del navio. Ésta, tengámoslo presente, era

de 3,5° por período de veinticuatro horas. Ahora bien, la de

riva en Grecia desde el sur de Creta sigue una línea que es lahipotenusa del triángulo rectángulo formado por el punto de

salida, la ciudad de Troya y el punto de llegada. Hemos vis

to que esta distancia era igual a 9° terrestres, o sea 1.000 kiló

metros. Como sea que esta deriva ha tenido una duración de

nueve días, la velocidad de deriva es exactamente de un grado

terrestre por período de veinticuatro horas; una coincidencia

más,  y extraordinaria. Escoger el grado de latitud como uni

dad de distancia implica, sin duda, un conocimiento de la lon

gitud de la circunferencia terrestre y, como consecuencia, del

radio de la tierra. He aquí algo que parece pasmoso para unos

pueblos que vivieron doce siglos a. J. C, es decir, en plena

Edad del Bronce. ¡Pensad que están tan lejos del nacimiento

de Jesucristo como nosotros lo estamos de la coronación de

Carlomagno Hay que tener en cuenta que la simple redondez

de la tierra no fue admitida  oficialmente  hasta después de Ga-

lileo,

  es decir, hace menos de cuatro siglos.

Es cierto que los sabios griegos de la época clásica habían

reconocido ya la forma esférica de la tierra. Hacia 235 a. J. C,

Eratóstenes pudo calcular el perímetro de la tierra con menos

de 1 % de error. Pero, ¿fue él, realmente, el inventor del pro

cedimiento de cálculo, o, inspirándose en métodos más anti

guos,

 no se limitó a efectuar sencillamente una nueva medida?

La utilización del grado de latitud como unidad de medida

de distancia, un milenio antes, permite plantear la pregunta.

Antes de intentar dar una respuesta, debo confrontar ese

itinerario fantástico con lo que sabemos actualmente de aque

lla época lejana. ¿Es verosímil, o está en contradicción con

los datos arqueológicos que poseemos?

He aquí lo que me preocupa, mientras el

  Trident

alejan-

142

GIL ERX

  PILLO

dose de Glasgow, deja detrás de mí los  lo hs y  las islas. Debo

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

.143

Los movimientos de navios en el puerto debían ser visi

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mucho a Escocia. Una busca apasionante en un marco salvaje

y hospitalario a la vez, y, sobre todo , una magnífica confirma

ción de la exactitud del mensaje de la Odisea.

Esta vez no puedo ya tener dudas: ESTOY SOBRE LAS

HUELLAS DE ULISES.

¿Sería posible volver a encontrar sobre el terreno otras

precisiones topográficas que aparecen con toda claridad en la

narración de Ulises? El lector puede participar también en

esta aventura si intenta, aprovechando un viaje o unas vaca

ciones, descubrir sobre el terreno los puntos más destacados

del itinerario de Ulises. Voy a intentar facilitarle esa búsque

da agrupando por países los paisajes descritos por Homero,

que el lector podrá, acaso, descubrir.

En Grecia, en primer término, si se va a Corfú, daréis cier

tamente con la playa y el torrente donde Nausícaa y sus com

pañeras lavaban la ropa, y el camino asaz largo que atraviesa

la colina para llegar, en la otra vertiente, al puerto de los fea-

cios, tan bien protegido. Bajo cierto ángulo, y a partir del

emplazamiento de la ciudad de Alcínoo, puede verse, en alta

mar, un islote cuya forma recuerda la del navio que condujo

Ulises a Itaca, y que Posidón transformó en roca para cas

tigar a los feacios. (Canto XIII - versos 93 a 184.)

Pero es en

  Itaca

  donde podrán ser verificadas muchas de

las descripciones de Homero. En primer término, ¿dónde está

la casa solariega de Ulises? Los movimientos de los principa

les personajes en el canto decimosexto permiten algunas   lo-

calizaciones; la  cabana  del porquerizo  Eumeo  donde Ulises y

Telémaco se encuentran para concertarse sobre la matanza

de los pretendientes, debe situarse en el extremo sur de la isla,

en el centro de un circo de colinas. El antiguo puerto de Itaca

debía estar en el centro de la isla, acaso en el mismo empla

zamiento del puerto actual. La mansión de Ulises estaría, a

vuelo de pájaro, a 2,5 kilómetros al Noroeste, cerca de una

colina.

bles desde el pórtico de la casa de Ulises.

Pasemos a la Grecia continental. Pylos, en la costa oeste

del Peloponeso, debe ser localizada al n orte de la actual pobla

ción de

  Pylos-KaKovatos,

  sobre una colina que domina una

costa baja y muy arenosa. Pero lo más importante no está en

Grecia. Tres países captarán nuestra atención para verificar

el itinerario de Ulises: las Canarias, Irlanda y Escocia. En las

Canarias, la descripción de la primera isla abordada por Uli

ses en el canto IX es bastante precisa. He citado los pasajes

interesantes en un anexo. Aquella isla no puede ser más que

Fuenteventura o Lanzarote. Allí debe encontrarse «el puerto

de seguro abrigo» y «la fuente al fondo de la bahía».

En Irlanda deben ser exploradas dos regiones. En el país

de los salvajes lestrígones, la región del macizo del Connema-

ra en la costa oeste parece la que responde mejor a las des

cripciones hechas en el canto X, cuyos extractos están tam

bién citados en las primeras páginas de este libro.

Quedará por localizar en aquella costa «el puerto famoso»,

que flanquean por cada lado una roca a pico y continua, dos

costas empinadas situadas una frente a otra. Los peñascos

abruptos y las montañas próximas.

En el norte de la isla, la región de Londonderry y la de

sembocadura del

  Foyle

  deberían corresponder a la descrip

ción del país de los cimerios. El río, en cierto trecho, debería

poder ser rem ontado con el flujo de la marea ascend ente. Pero,

ciertamente, las islas de Escocia proporcionan un campo de

investigación apasionante.

¿Habitaría Circe en realidad en la isla de Barra con pe

queños valles y bosques, con el mar formando a su alrededor

una corona y, en la punta más elevada de un cabo, el Túmulo,

tumba del marinero Elpenor? Todo eso, ¿existe hoy?

Luego, bogando hacia el Sudeste a partir de esta isla des

cubriréis, como yo, la isla de las Sirenas, los dos escollos, uno

alto y liso, otro sobre el que rompe el oleaje, el remolino de

144

GIL ERT PHXOT

Caribdis y la gruta de Escila. Sí, creo que todo eso lo veréis

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efectivamente, como yo mismo lo he visto. Debéis recorrer

también la isla Trinacria. Acaso su exploración os ilustrará

sobre los motivos del viaje de Ulises. Entonces quedaréis con

vencidos, como yo lo estoy, de haber navegado tras las hue

llas de Ulises y de haber descifrado, al m enos en p arte, el sen

tido de su mensaje. CAPITULO SEXTO

¿ ES P O S I BLE?

10 - 2956

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Nos sentimos influidos por las posibilidades de nuestras

técnicas actuales, demasiado inclinados a desestimar las de

los antiguos, sencillamente porque hoy no somos capaces de

utilizarlas con la maestría y la eficacia de aquellos que las

practicaban todos los días. Se puede pilotar un avión de reac

ción y ser incapaz de guiarse por las estrellas en alta mar. De

un siglo a esta parte, los límites de los conocimientos histó

ricos se ensanchan constantemente. Doscientos años atrás, el

origen del mundo, basado en la Biblia, estaba fijado en 4004

años a. J. C. Hoy se calcula que se remon ta a los cinco mil mi

llones de años. Cada descubrimiento arqueológico tiende a

situar en épocas más antiguas el origen de los conocimientos

humanos y el descubrimiento de nuevas técnicas. Los comien

zos de la agricultura o la aparición de las civilizaciones urba

nas han retrocedido, en estos últimos años, varios milenios.

Ocurre lo mismo con el empleo de m uchas otras técnicas. ¿Cuál

es el verdadero origen de los conocimientos transmitidos oral

mente de generación en generación? Aquel que, antes que na

die,

 expresa en un lenguaje escrito un principio o un teorema,

a menudo no es más que el punto culminante de una larga

serie de observaciones prácticas. A nuestros ojos sólo emerge

esta cumbre, pero el origen de los conocimientos concretos y

de las primeras aplicaciones puede situarse muy lejos en la

Prehistoria. ¿No ocurre así con la navegación, que nos inte

resa particularmente en este asunto?

148

GILBERT

  PILLOX

En la época en que se sitúa el viaje de Ulises, los  cálculos

que permitían determinar la posición de los astros y de las

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

149

la distancia a recorrer, las posiciones relativas de las escalas

unas con relación a otras, los puertos bien abrigados, los ma

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estrellas eran conocidos desde hacía mucho tiempo gracias a

las observaciones de los egipcios y de los babilonios. Según

una tesis reciente de G. Hawkins, profesor de la universidad

de Boston, los monumentos megalíticos circulares de Stone-

henge, en Gran Bretaña, constituirían un observatorio astro

nómico construido hacia 1700 a. J. C, o sea, 500 años antes

del viaje de Ulises. Se puede, pues, suponer que los conoci

mientos de aquella época permitían medir la altura lejos de

las costas, situar la latitud de una isla o de una tierra nueva.

En c uanto a las posibilidades de la navegación a vela y a remo,

eran conocidas y practicadas desde 2000 años antes. Queda,

en fin, la audacia de los navegantes, el gusto por la aventura

y el descubrimiento, tercer elemento indispensable para llevar

a bien esa locura, elemento que ha existido en todos los

tiempos.

Si se reúnen esos tres elementos, no es exagerado afirmar

que el viaje, según el itinerario propuesto, es técnicamente

realizable. Una experiencia real daría, evidentemente, más peso

a esta afirmación. No parece, pues, demasiado aventurado ad

mitir que él

  itinerario descrito es posible, teniendo en cuenta

los conocimientos astronómicos de aquella época y las prue

bas extraordinarias de la navegación a vela.  Pero el hecho de

que ese viaje sea técnicamente posible no prueba que la Odi

sea  sea algo más que una sencilla relación de viaje.

Si,  en compensación, se puede probar que a partir del tex

to de Hom ero, y sólo del texto, era posible a un griego recons

tituir el itinerario, entonces la   Odisea   no es ya una historia,

sino un mensaje.¿Cuál sería, en definitiva,  el secreto de la

 Odisea

Un men

saje disimulado en un texto épico que cuenta una epopeya

individual, sembrada de episodios fantásticos. Y ese mensaje,

¿qué significa? Una sucesión de instrucciones náuticas, esen

cialmente sobre la orientación que debía mantener el piloto,

nantiales de abastecimiento de agua dulce o de caza, las islas

desiertas o aquellos cuyos habitantes son peligrosos, así los

fenómenos geográficos más notables, volcanes, estuarios, es

collos, corrientes de marea, nieblas, etc. Hay también obser

vaciones científicas que conciernen a la duración del día y

de las mareas, la altura de las constelaciones sobre el hori

zonte, etc.

Es ,

  pues, una exacta descripción de una ruta marítima

atlántica. Este itinerario debía quedar en secreto, como ocu

rrió siempre en el curso de la Historia a propósito de los des

cubrimientos marítimos.

¿Cómo procede el autor que quiere que el significado

exacto del mensaje sea sólo accesible a los iniciados?

En primer término, los datos están dispersos en la narra

ción, como sumergidos en el interior de una historia mitoló

gica en la que Atenea desempeña el principal papel. El oyen

te ,

  al escuchar esa narración, debe saber ya lo que busca, a

fin de seleccionar las informaciones, como yo mismo h e hecho.

Sólo los navegantes, los comerciantes, los pilotos o los

geógrafos podían estar interesados por ese aspecto de la na

rración, y ser aptos para realizar la selección.

Pero si el oyente no era griego, podían escapársele dos

claves esenciales para la compresión del mensaje.

Ignorando la topografía exacta de Itaca, la distancia del

islote de Asteris, las distancias que separan   Itaca  de

  Pylos,

o Corfú de

  Itaca,

  era imposible para un extranjero conocer

la velocidad de los navios en el itinerario griego y, en conse

cuencia, trasponer las distancias recorridas en el Atlántico.

También, e incluso suponiendo salvado este obstáculo, el

eventual espía tenía que chocar contra una segunda barrera:

la indicación de las direcciones de navegación.

Era bastante fácil, por cierto, interpretar la dirección se

guida por el navio según los nombres de los vientos que so-

15

GILBBRT

 PILLOT

p la n e n u n m o m e n to d a d o . Pe r o h e m o s v i s t o q u e e se p r o c e

d im ie n to n o se u t i l i z a b a m á s q u e p a r a l a s d i r e c c io n e s

c o r r e sp o n d ie n t e s a l o s c u a t r o p u n to s c a r d in a l e s . C u a n d o e l

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

151

Oeste).

  Está, pues, situada a 1.890 millas al oeste de Itaca. A partir de

esta isla recorrer una distancia de 6 veces 210 millas, o sea, 1260 millas

o 21 grados de latitud para llegar al puerto famoso del país de Telé-

pilo (puerta lejana) en dirección de la Osa (fuente de la Osa) con re

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n a v io s i g u e u n a d i r e c c ió n q u e f o r m a á n g u lo c o n r e l a c ió n a

e so s d o s e j e s e se n c i a l e s No r t e - Su r y Oe s t e - E s t e , p r e c i sa d e s

c u b r i r l a c o n s t e l a c ió n q u e c o r r e sp o n d e a e sa d i r e c c ió n y sa b e r

q u e e sa s d i r e c c io n e s se r á n d a d a s p o r u n s i s t e m a f o r m a d o

p o r se i s e j e s q u e d e l im i t a n e x a c t a m e n te se c to r e s d e t r e in t a

g r a d o s . T a m b ié n a h í e s i n d i sp e n sa b l e e l c o n o c im ie n to d e

Gr e c i a , p u e s to q u e l a a lu s ió n a e se s i s t e m a e s t á e x p r e sa d a

p o r l a s e sc a l a s d e U l i se s y d e T e l é m a c o , q u e d e l im i t a n e x a c

t a m e n te l o s se c to r e s d e t r e in t a g r a d o s , t o m a n d o De l f o s p o r

c e n t r o .

E r a i n d i sp e n sa b l e , e n f i n , p a r a l a c o m p r e n s ió n d e e s t a c l a

ve,   q u e e l o y e n t e c o n o c i e r a e l p r i n c ip io d e l a p r o y e c c ió n d e

l a s c o n s t e l a c io n e s d e l Z o d ía c o so b r e l a t i e r r a , y l a c o r r e l a

c ió n e x i s t e n t e e n t r e e so s s i g n o s d e l Z o d ía c o y l o s a n im a le s o

p e r so n a j e s d e l a M i to lo g í a g r i e g a . ¿ Po d ía c o m p r e n d e r e l m e n

sa j e a lg u i e n p r o v i s to d e e so s c o n o c im ie n to s? Pa r a r e sp o n

d e r a e s t a p r e g u n t a , v o y a i n t e n t a r t r a d u c i r « e n l e n g u a j e c o

r r i e n t e » e l m e n sa j e d e l a   Odisea,  r e m p l a z a n d o l o s n o m b r e s

de v ien to y las a lusiones a los s ignos del Zodíaco por las d i

r e c c io n e s r e a l e s , y c o n v i r t i e n d o e n m i l l a s m a r in a s l o s d í a s d e

n a v e g a c ió n .

«A partir del cabo Malea, tomar la dirección que conduce más allá

de Citera (Oeste). Recorrer una distancia que corresponde a nueve veces

210 millas, o sea 1.890 millas abordando al "Continente" (africano) en la

latitud de Egipto (loto). Dejar la costa y a 50 millas en alta mar, abor

dar una primera isla de un archipiélago muy fértil en relación con el

país precedente (Fuerteventura).

»Isla con un puerto bien abrigado, abundante en agua y en cabras,

no muy alejada de otra situada al Oeste (Aries) con un pico muy ele

vado,  un volcán (cíclope) que lanza piedras. Volver a la primera isla.

De allí tomar la dirección

  Eolo

  (Acuario — 30° Noroeste) para abordar

en una isla con farallones color de bronce. Esa isla se encuentra a una

distancia de 9 veces 210 millas de Itaca, o sea, 1.890 millas. Para volver

de esta isla a Itaca, basta con ser empujado por el Céfiro (viento de

lación a la precedente etapa y habitada por gigantes (dirección Norte),

los feroces lestrígones. País montañoso y cubierto de arbolado, con

puertos profundamente introducidos bajo rocas abruptas. El día es

tan largo allí en el mes de junio que un hombre ganaría doble sala

r io.

  Avanzando más en la misma dirección, a menos de veinticuatro

horas de navegación (no está indicado el número de días) se llega a

una isla. Se puede ver el mar formando una corona a partir del punto

más alto y su posición está en dirección Sagitario (Artemis la Sagita

ria = 30° al Noroeste) con relación a ese último punto. Se aconseja in

vernar en esta isla, que posee un buen puerto.

»A una m edia jornad a de navegación hacia el Sur (viento Bóreas)

poniéndose en marcha a la salida del sol, o sea, unas cien millas, se

encuentra un estuario que se puede remontar y volver a descender

durante la jornada con el oleaje de la marea

  (Foyle).

»Es  el país de los cimerios, a menudo cubierto de brumas. Saliendo

por la tarde, se puede volver a la isla en una noche.

«Embarcándose durante los días más largos del año, seguir el eje

Acuario-Leo  (Sirenas) (Noroeste-Sudeste con un ángulo de 30° con rela

ción al Norte). Se pasa cerca de una isla y, poco después, se presentan

dos escollos. Uno, con la roca lisa más elevada que la otra, está situado

al Norte (pájaros y árboles) y a sus pies, tres veces en un día, seproduce el remolino de Caribdis. Tomar la dirección de la Gruta de

Escila cuya entrada está orientada hacia el Oeste. Inmediatamente des

pués no se puede dejar de arribar a la isla de los "Tres picos" situada

al Sudeste (dirección Tauro). Todo ese recorrido desde la isla de Eea

puede efectuarse en una media jornada, o sea, una distancia alrededor

de las cien millas. Si el viento sopla de Sur y Este, el navio no puede

abandonar la costa, lo que significa que está orientada Sudoeste-Noreste.

»Para la vuelta, yendo muy cargados, se desaconseja (naufragio)

partir hacia el Sudoeste. Puesto que ese eje es nefasto, precisa seguir

el que está en oposición con él según la terminología astrológica, es

decir, el eje que le es perpendicular (Sudeste-Noroeste) en dirección

Noroeste, puesto que se pasa ante los escollos, empujados por el Noto

(viento del Sur). La distancia a recorrer ahora y la dirección a tomar

son exactamente las de una navegación que partiría de un punto si

tuado entre Creta y Libia en el momento en que desaparece la tierra

hasta un punto situado en el país de los tesprotes, a un día de nave

gación de Itaca, es decir, más o menos a cien millas al norte de

Itaca.

»Se  aborda entonces la "lejana Ogygia", de clima frío,  doñee  crece,

sin embargo, una vegetación variada, alimentada por fuentes que corren

en todas direcciones. La isla no está habitada; ni hombres ni navios

152

GIL ERT PILLOT

para volver de

  allí.

  La presencia de la viña (alusión a Dioniso) y de

lechuzas (Atenea) atestigua que esta isla se encuentra sobre el eje

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

53

éste es el motivo de por qué, todavía hoy, es preciso atenerse

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Noroeste-Sudeste con relación al punto precedente (los escollos). Con

relación al Olimpo, se encuentra en la dirección de la cumbre vecina

de la cadena de la Pieria (Noroeste) y Hermes, para llegar allí, debe

sobrevolar grandes extensiones de agua. Esta isla está situada a una

latitud elevada de aproximadamente 64° Norte, puesto que cada noche

la constelación  del  Boyero roza el océano. Sin embargo, no se puede

regresar directamente de allí. Antes es preciso tomar, a la salida, la

dirección Sur. En otoño, durante la noche, es preciso mantener la Osa

Mayor a mano izquierda y tener delante la constelación de las Pléya

des.

 Como existe un punto desde donde se puede volver a Itaca empu

jado por el Céfiro (viento de Oeste) en nueve días y que el viaje de

vuelta dura 17 días, es preciso navegar proa al Sur durante 8 días, o

sea, recorrer 8 veces 210 millas, que da un total de 1.680 millas o 28

grados de latitud. Luego 9 días de navegación, o 1.890 millas conducen

a la isla Corcyra (Corfú). Se aborda Corcyra siguiendo el eje Sagitario

Norte-Este  30

5

).  De Corcyra se debe salir a la puesta del sol para

llegar a ítaca antes de la aurora, en el momento en que todavía se ve

el lucero del alba, o sea, alrededor de diez horas de navegación.»

Esta traducción del mensaje es muy imperfecta , porque

voluntariamente he omitido gran número de deta l les secun

dar ios ,

  pero creo que resume lo esencial .

¡Cuántas precauciones se tomaron para esconder celosa

mente e l secreto de este i t inerario y para asegurarse de que

los fenicios «ricos en engaños» no pudieran comprender su

verdadero s ignif icado Esta ru ta marít ima debía resultar

muy fructífera a las gentes de   ltaca  y de Cefalonia para que,

por una parte, no pudiese ser revelado su significado más

que a los iniciados en la civilización griega y que, por otra,

se hubiesen tomado tantas precauciones para transmitir in

tacta esa leyenda durante centenares de años. Por o tra parte ,

así se comprende la utilidad de la forma poética de la narra

ción. Gracias al ritmo del canto y a la versificación, se ase

guraba un control de la transmisión del texto. Como sea

que cualquier error, omisión o modificación arriesgaba rom

per e l equil ibrio del poema, quedan pocas probabil idades de

haberse producido deformaciones con re lación a l texto , y

estr ic tamente a la narración de Ulises .

Ahora que ya no existen dudas sobre la existencia de este

mensaje , tenemos derecho a preguntarnos s i es verosímil su

contenido. En efecto, ¿se puede admitir, en el estado de nues

tros conocimientos h is tóricos, la exis tencia de semejante ru ta

marít ima, en una época tan le jana?

Para in tentar responder a esta pregunta debo, por un mo

mento, situarme al fin de la Edad del Bronce, en el Medite

rráneo y en la Europa occidental, y volver a pensar ese viaje

bajo la luz de nuestros conocimientos actuales sobre aquella

época.

Los aqueos, de origen indoeuropeo, aparecieron en Grecia

hacia 1800 a. J. C, rechazando o asimilando un pueblo más

antiguo, los pelasgos, emparentados con los cretenses. La ci

vilización cretense, conoció su apogeo hacia la mitad del se

gund o milenio. Su poderío se basó en el comercio y las rique

zas se acumularon en las numerosas poblaciones de la isla.

¡Homero habla de noventa ciuda des Est a civilización, llama

da minoica, por el nombre del más conocido de sus reyes,

Minos, nombre que nos ha s ido transmitido por las leyendas

griegas, i rradia sobre e l contorno del Mediterráneo oriental .

Hacia Occidente , la arquelogía ha permitido recuperar

productos llevados por los marineros cretenses a Sicilia y

España. A part ir de aquella época parece que se produ jo

cierta unidad de civilización en todas las regiones incluidas

en el itinerario de Ulises. El culto del sol representado por

un carro solar o por barcas solares se ha extendido ya desde

el mar Egeo hasta Escandinavia. También está muy extendi

do el culto de la doble hacha, o bipenna. Raymond Furon

(Manuel de Préhistoire

  Genérale),  escribe: «Ese símbolo, en

relación con el rayo y el trueno, figura en el palacio de Cnos-

sos en Creta. También se le encuentra en Italia del Norte, en

154

GIL ERT PILLOT

las Baleares, en España, en Bretaña y en

  Escandinavia.»

El dominio de los mares por parte de los cretenses era

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

155

dos de la memoria de los hombres vastos períodos de civi

lización y que, sin duda, en ellos fue ejercida la navegación

tan bien como en los tiempos históricos...»

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tal que las ciudades de Creta, en aquella época, ni siquiera

estaban fortificadas. Sir Evans consiguió, en Cnossos, encon

trar el palacio de Minos, y su reconstitución, discutida por

algunos, tiene sin embargo el mérito de restituir de forma

impresionante la importancia del palacio, su complicada ar

quitectura

  —de

  la que nace la leyenda del laberinto y del

minotauro—, su organización interna, el modo de vida y los

ocios de esos precursores de la civilización griega. Es impor

tante preguntarse si esos cretenses, cuyas hazañas se sitúan

entre dos y diez siglos antes de la fecha supuesta del viaje

de Ulises (siglo

  xn

  a. J. C), eran ya capaces de navegar muy

lejos, hasta perder de vista las costas, si pudieron avanzar

en dirección del Atlántico.

En lo que concierne a esos descubrimientos marítimos y

a la antigüedad de las técnicas de navegación, se puede recu

rrir a la   Histoire de la Navigation,   de Pierre Célérier.

«La Historia demuestra que, mucho antes de nuestra era,

fueron llevados a cabo grandes viajes marítimos. También

demuestra que se efectuaron, casi con regularidad, travesías

entre tierras separadas por miles de kilómetros, sin ningún

medio de navegación de altura.

»La observación del cielo y de los movimientos de los as

tros comenzó, al parecer, en edades primitivas, y en todo caso

sabemos que determinados pueblos, como los egipcios, tenían,

algunos milenios antes de nuestra era, conocimientos astro

nómicos extensos y precisos. Aquellos navegantes se guiaban,

pues,

  en función del acimut del sol o de las estrellas, según

las horas y las estaciones, con una aproximación suficiente.

»E1

  hábito adquirido durante nuestros estudios de no sentir

curiosidad por el pasado más allá de lo concerniente a la An

tigüedad clásica, a menudo nos impide ver la enorme exten

sión de los tiempos, acaso civilizados, que la precedieron.

Todavía más: es preciso que pensemos que han sido borra-

La posibilidad de una navegación de altura algunos siglos

antes de la época de los aqueos, parece admitida pues sin

discusión por los especialistas de la navegación.

¿Por qué, entonces, los antiguos de la época clásica no

tuvieron conocimiento de ello? Por la sencilla razón, pienso

yo ,  de que los poseedores de aquellas instrucciones náuticas

no

  tenían ningún interés en divulgarlas.

Y, en la misma obra, Pierre Célérier añade: «Las sagas

escandinavas que han llegado hasta nosotros, por ejemplo,

aluden a menudo a conocimientos que no revelan; y cuando

dan detalles, parece evidente que se trata de viajes regu

lares...»

De igual modo, hoy estamos seguros de que algunos pes

cadores de las costas francesas frecuentaban los bancos

de Terranova algunos siglos antes del descubrimiento oficial

de América; y, sin embargo, no se encuentra traza alguna de

informaciones concernientes a esa navegación ya que se guar

darían celosamente. Hoy sabemos de tierras conocidas y

frecuentadas de mucho tiempo antes de la fecha oficialmente

admitida como la de su descubrimiento; especialmente

América.

¿Por qué no se habría producido igual fenómeno en un

pasado más lejano? El secreto que envolvía esos descubri

mientos a menudo sería suficiente para explicarlo.

En apoyo de esta tesis se puede citar el hecho de que se

ha descubierto, en la costa del Brasil, una estela cuyos carac

teres grabados son indiscutiblemente fenicios.

El itinerario descrito en la

 Odisea

 no es, pues, inverosímil

en sí mismo y no parece incompatible con las posibilidades

técnicas de navegación en alta mar, que son todavía más an

tiguas.

Pero volvamos a Grecia, donde Creta hacia 1400 a. J. C. pa-

156

GIL ERT PIIXOT

rece que pasó al dominio de los aqueos. El palacio de Minos

fue incendiado y destruidas varias ciudades. Pero los aqueos

eran, de hecho, los herederos de los cretenses. Siguieron las

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

57

las costas ibéricas, los motivos, las joyas y los objetos de

estilo egipcio que los micenios imitaban para la exportación

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mismas rutas que los marinos cretenses hacia Occidente. Las

tablillas descubiertas en

  Pylos

  y en Micenas, en escritura lla

mada lineal B y las descubiertas en Creta, demuestran que

los dos pueblos hablaban la misma lengua, un griego arcaico.

No se ha conseguido descifrar totalmente.

Los reyes de los principados aqueos se declaraban descen

dientes de héroes mitológicos, a menudo hijos de Zeus. Ahora

bien, Zeus, según la leyenda griega, nació en una de las grutas

del monte Ida, en Creta. Esas grutas han sido redescubiertas

y excavadas. En

  Les Fils de Minos

  H. Hariel Courtés expone

el resultado de aquellas excavaciones, y los objetos votivos

hallados atestiguan la existencia de aquel culto. Se han en

contrado bipennas (hachas de doble filo), símbolo de Zeus,

del que hemos visto su considerable extensión en Occidente.

Esa filiación de los héroes aqueos, descendientes de Zeus,

originario de Creta, ¿no indica que los aqueos se considera

ban como emparentados con los cretenses? La traducción de

las tablillas micénicas y cretenses parece confirmarlo actual

mente.

De cualquier modo, heredaron las tradiciones marítimas

de los cretenses; incluso los superaron en sus lejanas expe

diciones. Sobre este tema se puede citar a Gabriel Leroux, en

Le s Civilisations  de la Méditerranée:

«Si no puede afirmarse que los cretenses frecuentaran los

mercados del Mediterráneo occidental, numerosos vestigios de

una influencia egea parecen demostrar que los micenios no

temieron esas expediciones lejanas. La primera escala hacia

Occidente fue, sin duda, Corcyra (Corfú). Se ha indicado ya

lo que Malta y Sicilia debieron a las influencias egeas... Los

micenios pasan en seguida a las islas Eolias, donde compran

liparita, luego a Cerdeña para dejar ahí lingotes de cobre

marcados con sellos egeos, luego a las Baleares, etc., sobre

nos conducen, acaso, hasta el reino de Tarteso...»

He aquí, pues, a nuestros micenios ya muy avanzados en

el itinerario que nos describe Ulises, puesto que Tarteso, en

el sur de España, en la desembocadura del Guadalquivir, se

encuentra más allá de las columnas de Hércules, sobre el

Atlántico.

Unas palabras sobre las columnas de Hércules. Constitu

yen el actual estrecho de Gibraltar; según la tradición griega

atestiguan la apertura del estrecho por Heracles —Hércules—

haciendo retroceder las montañas para abrir el paso entre el

Mediterráneo y el Atlántico. ¿No será esto acaso, dicho en

forma de fábula, el recuerdo del paso del estrecho por Hera

cles, que sería uno de los primeros reyes aqueos, fundador

de la dinastía de los Heraclidas? Puesto que en la época de

la guerra de Troya los reyes de Micenas nacieron de los des

cendientes de Heracles, el descubrimiento de los estrechos

sería de una época muy anterior a la

  Odisea,

  probablemente

dos o tres siglos antes. Cuando, luego, Heracles franquea las

columnas de Hércules, siempre según la leyenda, para llegar

a un archipiélago llamado el Jardín de las Hespérides,

muchos comentaristas piensan que se trata del archipiélago

de las Canarias, de donde trajo las manzanas de oro. Esta

mos,

  efectivamente, en la ruta del oro antiguo, que recorría

el Senegal y, por vía marítima, todo lo largo de la costa afri

cana.

Siempre volvemos a encontrarnos en la misma ruta marí

tima, y  las  Canarias constituyen, precisamente,  la  segunaa

escala del viaje de Ulises. Si los aqueos llegaron efectivamen

te a aquel archipiélago ya en aquella edad heroica, que pa

rece ser la de los grandes descubrimientos marítimos, puesto

que otras expediciones como las del «vellocino de oro» se

sitúan en la misma época, no es inverosímil que sus descen

dientes en el curso de los siglos siguientes, y apoyándose en

158

ILBERT PIIXOT

aquellos primeros descubrimientos, empezasen a recorrer el

océano Atlántico.

Según una tesis del arqueólogo español Peña Basurto, los

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISE

59

vaciones revelan lujosas joyas de oro y de plata, así como

armas de bronce que confirman perfectamente las descrip

ciones de Homero. Gabriel Leroux en   Les

 premieres

 civilisa-

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cretenses habrían llegado a Tarteso hacia el 2200 a. J. C, o

sea, 1000 años antes del viaje atlántico de Ulises.

Por otra parte, las antiguas leyendas griegas indican que

Tánger fue fundado por Heracles.

Las puertas del Atlántico eran, pues, perfectamente cono

cidas por el mundo egeo desde mucho tiempo atrás al acer

carnos a la época en que Homero sitúa la

  Ilíada

  y la

 Odisea,

es decir, cuando los aqueos, bajo la dirección de Agamenón,

rey de Micenas, acordaron la expedición a Troya. De todos

modos, es cierto que en la época que nos interesa, es decir,

el siglo  XII  a. J. C, el Mediterráneo occidental hacía tiempo

que era navegado por los navios cretenses y micenios. De

ello se deduce que, razonablemente, las aventuras de Ulises

no podían situarse en los parajes de Sicilia y de Italia, que no

son más que escalas en esa antigua ruta comercial.

Los comentaristas del texto de Homero y de modo princi

pal Bérard  (Dans le sillage  d Ulysse)  se han encerrado vo

luntariamente en el Mediterráneo, porque rechazaron, ya a

partir de la primera etapa, franquear el estrecho de Gibral-

tar. Sin embargo, Raymond Furon en su   Manuel de Préhis-

toire

 Genérale

 es afirmativo.

«La Península Ibérica conoció el bronce al empezar el se

gundo milenio gracias a los navegantes egeos, de quienes se

han descubierto escalas en Sicilia y en Italia meridional.»

La antigüedad del descubrimiento del Atlántico por los

egeos no parece, pues, ofrecer dudas.

La expansión comercial de los micenios ha sido atestigua

da por las excavaciones arqueológicas practicadas en el con

torno del Mediterráneo. A partir de aquella época, la Argóli-

da, con las ciudades de Tirinto y de Micenas, ejerció su hege

monía sobre el conjunto de Grecia. Después de 1400 años

a. J. C, tomaron el relevo de la potencia cretense y las

  exea-

tions de la Méditerranée  hace notar, sin embargo, que «en su

conjunto el arte

 micenio

  se convierte en popular e industrial.

Los talleres

  se

  multiplican en las ciudades y alrededor de los

palacios, una red de caminos frecuentados cubre Grecia, se

desarrollan las comunicaciones marítimas y se trabaja al por

mayor, simplificando la forma de producción, para una nu

merosa clientela...».

Es evidente que esta expansión económica del período

micenio se explica igual como para Creta algunos siglos antes,

por el desarrollo de las comunicaciones marítimas y la im

portancia del comercio exterior. ¿Cuál es, es este contexto,

el significado de los acontecimientos relatados en el primer

poema de Homero, la  Ilíada,  que desemboca en la toma de

Troya por la Confederación de los aqueos?

En la misma obra, Gabriel Leroux expresa la siguiente

opinión:

«Muy próxima a los micenios por su arte y su civilización,

la Tróade les hacía una temible competencia cerca de sus

clientes del Asia Menor. En general, todo el mundo está de

acuerdo en fijar el sitio entre los años 1193 y 1184 a. J. C.

»Es muy probable que los aqueos buscaban, con la expedi

ción de Troya, abatir la principal potencia que hubiese po

dido opo nerse a su establecimiento en Asia Menor, y, de hecho,

a partir del siglo x n  a. J. C, pueblos y ciudades se embarca

ron en masa llevando consigo sus dioses, sus riquezas, sus

tradiciones, y conservando a través del período micenio

muchos secretos de la civilización cretense.»

Schliemann, tomando como punto de partida el texto de

Homero, halló el emplazamiento de Troya bajo la colina de

Hissarlik, en Turquía. Unos años más tarde, en 1874, instaló

un taller de excavaciones sobre el emplazamiento de Micenas

y sacó a la luz del día los palacios y las tumbas de unos prín-

160

GIL ERT PILLOX

cipes aqueos de una época anterior a la guerra de Troya.

Troya, admirablemente situada, controlaba el camino que

permitía a los productos pasar de Europa a Asia y viceversa.

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

6

Parece que luego los griegos olvidaron a sus antiguas re

laciones, hasta el día en que Kalaios de Samos, en 630 a. J. C,

empujado por la tempestad hasta Tarteso, volvió de allí con

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Se han encontrado las capas arqueológicas correspondientes

a varias ciudades sucesivamente destruidas y reconstruidas,

correspondiendo el nivel más antiguo a principios del tercer

milenio. Era, pues, una ciudad muy antigua la que los aqueos

sitiaron e incendiaron. La abundancia de objetos de bronce,

aleación de cobre y de estaño, de origen troyano, permite a

ciertos autores pensar que Troya era un mercado de estaño.

Según los autores, y en lo que concierne al estaño, son

posibles dos fuentes de aprovisionamiento: una, procedente

de los yacimientos situados al norte del Irán por las mesetas

de Asia Menor, y otra de Bohemia, por la vía del Danubio.

Los aqueos, al haber aliminado a su principal competidor

y tras asegurarse el dominio de los estrechos que controlan

la entrada al mar Negro, pudieron sentir la tentación de vol

verse hacia el Oeste. ¿Qué sabemos de su expansión occiden

tal? La arqueología nos ha confirmado su paso, en el curso

de los siglos anteriores, por Sicilia, Cerdeña, Baleares y el

sur de España. En cuanto a las leyendas, dan a entender que

los aqueos llevarían ya mucho tiempo conociendo la puerta

del Atlántico, Tarteso. El ya citado Gabriel Leroux, nos dice:

«Los tartesios ocupan la Bética y Andalucía, las regiones más

ricas de España. Afamados metalúrgicos, marineros audaces,

para quienes eran familiares las costas del Océano, vieron

llegar hasta su capital, Tarteso, en la desembocadura del

Guadalquivir, mercaderes atraídos desde todos los extremos

del Mediterráneo por su reputación de fabulosa riqueza y por

el comercio de la plata y del estaño. Su generosa hospitali

dad, su civilización, a la vez vigorosa y refinada, comparable

jjor  su lujo grandioso con la de Oriente, impresionaron viva

mente a los antiguos. Estrabón les atribuye seis mil años de

antigüedad y loa los poemas y los anales rimados,  conser

vados por sus sacerdotes...»

un cargamento de oro y obtuvo un importante beneficio. El

itinerario descrito por Ulises evita Tarteso y bordea, en lugar

de las costas españolas, el litoral marroquí, para hacer escala

en las Canarias.

Si los micenios eran clientes de los tartesios, señores del

comercio atlántico, se comprende fácilmente el po rqué el cami

no aconsejado evitaba Tarteso. Los motivos de los comercian

tes son inmutables...

Con relación al archipiélago de las Canarias, la obra de

Arielli y de Castro Fariñas  titulada  Las islas Canarias,  da al

gunas precisiones históricas anteriores a su descubrimiento

oficial por los portugueses.

«Desde los tiempos más remotos, las islas Canarias fueron

habitadas por una población de raza blanca, muy activa: los

guanches... Las momias guanches prueban que los habitantes

eran de elevada estatura, 1,80 m al menos, rubios o castaños.

Se cree que tenían los ojos azules...

«Vivían en cavernas naturales o en   cabanas  cuyo techo

estaba hecho de vegetales...

»El estudio de los esqueletos exhumados de las necrópolis

confirma que los habitantes estaban dotados de una fuerza

excepcional, de una vitalidad y de una resistencia casi sobre

naturales.

»...En definitiva, después de una primera ola de hombres

de Cro-Magnon y de tipo euroafricano cuya cultura era muy

antigua, otras poblaciones se instalan en la isla, mediterrá

neos de tipo oriental, armenoide, grácil; y otras más, que po

seían una cultura más evolucionada.

»...Los guanches de Tenerife y de la G omera em balsamaban

a sus muertos del mismo modo que los egipcios y los perua

nos de la época precolombina.»

Se puede establecer fácilmente un paralelo entre los guan-

U 2956

162

GIL ERT PILLOT

ches y los cíclopes, con la excepción evidente del ojo único

en mitad de la frente que caracterizaba a esos últimos. Sin

embargo, es preciso retener de ese texto la posibilidad de un

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

63

ceñios  se hubiesen aventurado tan lejos por el Atlántico?

¿Acaso, ahí también la arquelogía nos proporcionará elemen

tos positivos y va a permitirnos situar ese viaje en relación

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contacto antiguo entre los guanches y los pueblos vecinos del

Mediterráneo. Es interesante comprobar también que en 1341

una expedición portuguesa cruza ante trece islas del archi

piélago y comprueba que sólo cinco de ellas están habitadas,

lo que concuerda con la situación descrita por Ulises. Pero

todavía es más sorprendente la comparación entre el texto

de Homero y el del navegante normando Jean de Béthen-

court, en su historia del descubrimiento en 1402.

«Las islas de las Canarias son siete... la primera, viniendo

de Castilla, es Lanzarote, tierra rica en trigo y en ganado, es

pecialmente cabras; es una tierra buena para la viña y los

árboles que, sin embargo, no crecen a causa de la gran can

tidad de ganado que pace y lo destruye todo. No hay agua

dulce.

»Más lejos, Fuerteventura; es un país rico en agua dulce

de río, hay muchas cabras, pocas vacas, uvas, huertos, almen

dros y otros árboles; está situada a tres leguas de Lanzarote.

»La Gran Canaria viene luego, gran isla muy rica con mu

cha agua dulce de sus ríos, con mucha caña de azúcar, tierra

abundante en trigo duro, en candeal, en cebada, en vino, en

higueras y con muchas palmeras que producen dátiles.

»A continuación Tenerife... donde hay una de las cadenas

de montaña más altas del mundo, donde pueden verse algu

nas veces, en las cimas, llamas como las de Mongibel, en

Sicilia.»

La presencia de cabras y de agua dulce en Fuerteventura

está señalada por los navegantes.

En cuanto a las llamas que se escapan del volcán del

Teide, evocan muy bien la actividad del mayor de los cíclo

pes,

  Polifemo, hijo de Posidón, que hace temblar la tierra.

Después de una escala en Madera, nuestra ruta nos lleva

a Irlanda y a Escocia. ¿Es verosímil que los navegantes

  mi-

con lo que sabemos de aquella época en Gran Bretaña?

El prehistoriador británico Gordon Childe en su libro  De

la Prehistoria a la Historia   aporta una opinión autorizada a

favor de las relaciones comerciales entre las Islas Británicas

y el Mediterráneo a partir de la mitad del segundo milenio:

«En la Grecia micenia... los mercaderes obtenían sustan

ciosos beneficios y accedían a una situación social interesante.

«Después  de 1400 a. J. C, el comercio micenio tomó el re

levo del comercio minoico... Micenas exportaba lozas hacia

Troya, las costas sudoeste de Asia Menor, Siria, Egipto, Pa

lestina, Sicilia e Italia.

»E1 comercio micenio se orientó hacia la Europa bárba

ra. Lozas y alfarería llegaron hasta Macedonia y Sicilia y

fueron más lejos todavía. Se han encontrado, hasta en el sur

de Inglaterra, perlas, lozas según la moda en 1400 y, en un

montículo de la Edad del Bronce en Cornualles, se ha des

cubierto un puñal fabricado en Grecia. En cambio, Micenas

importaba estaño de Cornualles, oro de Irlanda y ornamen

tos fabricados en Inglaterra...

»Así es como los países bárbaros, comprendiendo entre

ellos Irlanda y Dinamarca, aportaron en lo sucesivo una con

tribución positiva a la experiencia colectiva de la Humani

dad, cuyo foco estaba en el Cercano Oriente.

»Es posible que las civilizaciones de la Edad del Bronce

en Europa occidental y en Europa central sean el resultado

de actividades comerciales de las que tenemos pruebas; en

todo caso, les deben sus progresos. Los aristócratas bárbaros

del sur de Inglaterra y de Dinamarca, por ejemplo, enrique

cidos por el comercio con las tierras lejanas, eran los equi

valentes sociológicos y económicos de los jefes micenios; sin

embargo, eran más pobres y más rústicos, pero es probable

que los intercambios entre aquella aristocracia nórdica y el

164

GILBERT PILLOT

rico mundo minoico no

  fueron

  extraños a la llegada de la

edad heroica de Grecia.»

Parece, pues, una vez probado que existieron relaciones

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

65

expedición marítima aquea navegando por aquellos parajes

en la época  de  la guerra de Troya?

He aquí un paso que, personalmente, yo no dudaría en

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comerciales, y que pueden situarse, en el tiempo, uno o dos

siglos al menos del viaje de Ulises.

Sobre el tema de las relaciones entre España e Irlanda,

Gabriel Leroux afirma, sobre Tarteso:

«Con los países del Atlántico, en particular Irlanda, las

relaciones son más seguras, y ello explica el rápido desenvol

vimiento de la metalurgia del bronce, probablemente venida

de Oriente, como la del cobre a partir de 2000. Además del

estaño de Galicia, los españoles debían procurarse a partir

de aquel momento el de Cornualles, las famosas islas Casité-

rides de los antiguos...»

Por su parte, Jacques Briard en   L Age du

  Brome

  propor

ciona la siguiente confirmación:

«En la Edad del Bronce antiguo, Irlanda conoció una in

dustria metalúrgica muy activa... El oro era uno de los pro

ductos irlandeses más buscados en aquella época. Se expor

taban placas de oro en forma de media luna, lúnulas,

gorgueras o diademas... a Inglaterra y al continente europeo.

Al finalizar la mencionada época, otra producción original de

Irlanda eran las hachas planas o con rebordes, decoradas

tanto sobre la superficie plana como sobre los lados con mo

tivos geométricos, cabríos, rombos, etc. Hachas de ese tipo

han sido halladas desde el Oeste de Francia hasta la Europa

del Norte. El oro irlandés continúa siendo objeto de comer

cio en el bronce medio.»

En Inglaterra han sido encontradas perlas de vidrio o de

loza, fabricadas en los talleres de

  Tell

  el

  Amarna,

  en Egipto,

y fechadas en 1400 a. J. C. Asimismo, sobre un a de

  las

  piedras

alzadas de Stonehenge, monumento megalítico circular que

data de alrededor del 1700, se distingue un grabado represen

tando un puñal de tipo micenio.

En esas condiciones, ¿por qué no se puede imaginar una

dar. ¿La busca del oro, que ha empujado siempre los hombres

hacia las grandes aventuras marítimas, era el objeto del viaje

de Ulises?

Sin embargo, el texto de Homero donde Irlanda está nom

brada como el país de los feroces lestrígones, no parece hacer

de aquel país el término del viaje; el «puerto famoso» de

Noto no parece ser más que una escala en el camino de Es

cocia, vivamente desaconsejada a los sucesores de Ulises, en

razón del carácter hostil de sus habitantes. La isla de Barra,

en cambio, está claramente recomendada como base de parti

da para llegar tanto a la costa norte de Irlanda, país de los

cimerios, como a la isla de Trinacria, a condición de saber

evitar los peligros de los escollos de Caribdis y Escila.

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CAPITULO SÉPTIMO

¿EL ESTAÑO EL ORO O LA EXPLORACIÓN

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He indicado anteriormente que la matanza de los bueyes

de Helios, cuyas pieles debían llevarse los compañeros de

Ulises, podía ser interpretada como de lingotes de metal

precioso.

Jacques

 Briard

 precisa, a propósito de la Edad del Bronce:

«El metal bruto viajaba de numerosas formas. En el Me

diterráneo, en su período de dominación, los cretenses mono

polizaban el comercio del cobre de origen chipriota y lo al

macenaban bajo forma de lingotes "en pieles de buey" que

a menudo llevaban sus emblemas favoritos, como el de la bi-

penna. En Cerdeña, los minerales empleados eran los de la

isla, pero algunos lingotes egeos en forma de piel de buey

demuestran que la iniciación a las técnicas de la metalurgia

fue obra de "prospectores" egeos.»

Parece que allí también Ulises utilizaba un código. Para

disimular el objetivo real de su viaje, se habla de pieles de

buey en lugar de lingotes de oro o de estaño. Esta transpo

sición terminológica es perfectamente comparable con la de

la gente del hampa quienes, para conservar el secreto de sus

conversaciones, utilizan la p alabra «ladrillo» u o tra del mismo

género para hablar de dinero.

¿De qué metal se trataba? Se pueden adelantar dos hipó

tesis:

  el estaño o el oro.

En favor del estaño está el hecho que este metal, según

170

GIL ERT PIIXOT

afirman los textos, tenía por origen las islas del Atlántico.

¿Estaríamos sobre la pista de las islas Casitérides?

Hago un rápido resumen de los antecedentes de este

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

171

El texto más preciso es el de Avieno, poeta latino, en su

Ora marítima.  Evocando a los pueblos que habitaban en

aquellas islas, dice: «Todos atraviesan el mar en sus botes,

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enigma. Al fin del segundo milenio a. J. C, el bronce era uti

lizado para todos los utensilios caseros, las armas, los bas

tidores de puertas o ventanas, etc. Estaba constituido por una

aleación de estaño y de cobre, a la que se añadían elementos

menos importantes en proporción variable, como el plomo.

El cobre, por su parte, no plantea problemas a los historia

dores puesto que se le encuentra en varios países del Medite

rráneo y su mismo nombre procede de la isla de Chipre,

donde las minas eran florecientes a partir de la época creten

se;

  es decir, anterior a la que nos ocupa.

El estaño, por el contrario, no existe prácticamente en la

cuenca del Mediterráneo con la excepción de Etruria. La masa

de bronce producida en aquella época arcaica, sobre todo en

Grecia, no puede explicarse más que si se admite la existen

cia de un comercio de estaño muy importante entre los países

productores y la cuenca del Mediterráneo. Varios autores

antiguos aluden a semejante comercio.

Según Heródoto, el mineral de estaño

  —la  casiterita—

procedía de las islas Casitérides, que sitúa aproximadamente

lejos, en el norte de España. Plinio   el Viejo  reporta que se

sacaba el estaño de las islas del océano Atlántico, y que lo

transportaban en barcas de mimbre revestidas de cuero.

Ahora bien, ese modo de navegación es característico de los

pueblos celtas antiguos. Aristóteles, por su parte, atribuye el

adjetivo «céltico» al término griego   cassiteros.  El geógrafo

Estrabón, por su parte, refiriéndose a Posidonio de   Apamea,

afirma que las islas Casitérides, de donde procedía el estaño,

eran diez, y se encontraban al norte del puerto de Artabres,

La Coruña, y en alta mar, todas ellas situadas en gran proxi

midad entre sí. Ahora bien, las Hébridas forman en realidad

un archipiélago de unas diez islas importantes, situadas exac

tamente al norte de Galicia.

que no están construidos de madera de pino o de abeto, sino

fabricados con piel o cuero. Se emplean dos días para ir de

ahí hasta la isla Sagrada (Irlanda), como se la llamaba antes,

que ocupa un gran espacio del mar y que sirve de morada al

pueblo de los hibernios. La isla de los albiones se encuentra

al lado... He ahí lo que el cartaginés Himilcón vio con sus

propios ojos y yo lo cuento siguiendo los anales de Cartago.»

Así pues, la

  información

  es seria y el autor de la fuente de

sus informes precisa además que los ciudadanos de Cartago

poseían numerosas villas y burgos más allá de las columnas

de Hércules. Cita especialmente Ofiusa, acaso el país de Ofir

de que habla la Biblia, y de donde el rey Salomón, cada tres

años, se hacía traer el oro. Ese país, llamado en otros tiem

pos Oestriminis, estaba, según Avieno, situado cerca de las

islas Casitérides y su superficie igualaba a la del Peloponeso.

Ahora bien, Irlanda está situada exactamente antes de las

Hébridas, viniendo de España, y su superficie es superior a

la del Peloponeso, es decir, que podría contener el país de

Oestriminis. En tal caso, ¿Oestriminis podría ser el país de los

lestrígones? La consonancia permite suponerlo.

Diodoro de Sicilia habla de la ruta del estaño, de la que

una etapa importante era Tarsis o Tarteso, en el sur de

España.

Para la mayoría de historiadores los intercambios comer

ciales entre las islas Británicas y los países del Mediterráneo

son, hacia el fin del segundo milenio a. J. C, un hecho

evidente.

Bajo esta luz, la hipótesis se refuerza y toma cuerpo. Las

islas de Escocia y las Hébridas, ¿serían esas famosas islas Ca

sitérides, fuente del estaño antiguo y punto de salida de la

ruta del estaño hacia el Mediterráneo? Entonces se convier

ten, con Irlanda, en el verdadero objetivo del viaje de Ulises:

172

GIL ERT PILLOT

la busca de la fuente del estaño, indispensable para la fabri

cación del bronce y él mismo generador de beneficios consi

derables. Debía ser particularmente interesante para los grie

EL

  CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

173

pálmente

  por mar. La vía marítima ha resultado ser, de

siempre, el medio más económico para el transp orte d e mercan

cías, sobre todo, en una época cuando en el continente cubier

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gos poder «relegar» a sus proveedores tradicionales: la ciudad

de Tarteso, cerca de Cádiz, que poseía con toda verosimilitud

el monopolio de aquel tráfico. También se explica mejor la

defensa extremadamente violenta de los lestrígones, que de

bían tener una posición clave sobre esa ruta del estaño en el

extremo oeste de Irlanda. El puerto famoso de que habla

 Uli-

ses era, acaso, el punto de reunión del mineral, traído de las

islas vecinas en pequeñas embarcaciones de piel, tal como las

describen los autores antiguos. La casiterita, o mineral de es

taño, se presentaba entonces en la forma de guijarros oscuros,

de origen aluvial, que formaban líneas fácilmente distingui

bles en las playas. El mineral era tratado sobre el mismo lu

gar, en las islas o en Irlanda, por fusión con leña, transforma

do en lingotes antes de ser comercializado. Forzosamente de

bían juntar el metal y almacenarlo en un puerto de embarque

mientras esperaban cargarlo en uno o varios navios de nave

gación de altura. En efecto, esos navios, procedentes del Sur,

no podían llegar hasta aquellas latitudes más que en la buena

estación, es decir, «durante los días largos» como dice el mis

mo Ulises. La marcha del convoy debía ser bastante lenta y,

en semejantes condiciones, no se puede pensar más que en un

viaje anual durante el verano, incluso sólo uno cada dos o

tres años, como lo indica la Biblia a propósito de Ofir.

La existencia de ese convoy no es imaginaria, puesto que

sabemos por los textos que el estaño venía de las islas Casi-

térides a través del Atlántico. Hay más: las excavaciones

arqueológicas han demostrado que en la Edad del Bronce eu

ropeo, es decir, durante el segundo milenio a. J. C, se practi

caban intercambios comerciales, basados principalmente en

el tráfico de los lingotes de metal y el ámbar del Báltico, en

tre las actuales costas de Alemania, de Gran Bretaña, de Fran

cia y de España. Así pues, los canjes se efectuaban princi-

to de bosques sólo existían algunos malos caminos.

La llegada y la salida del convoy anual daban lugar, sin

duda, a grandes fiestas, la primera de las cuales debía coin

cidir, verosímilmente, con el solsticio de verano. Los dólme

nes y las alineaciones megalíticas, numerosos en Irlanda y en

las islas escocesas, permitían localizar la posición de los as

tros,

  predecir la llegada de la flota y fijar su fecha de partida.

La presencia de abundantes vestigios prehistóricos en las

islas Hébridas y en Irlanda, esencialmente localizados cerca

de las costas y en las islas, y que los métodos actuales para

fechar sitúan hacia la mitad del segundo milenio a. J. C,  ates

tiguan que esas regiones experimentaban en aquella época una

intensa actividad humana, orientada principalmente hacia la

navegación y la metalurgia. Esa época corresponde, según al

gunos autores, a la llegada a Irlanda y a Escocia de las prime

ras invasiones celtas procedentes de la Alemania actual, los

gaélicos. Y, en efecto, es con la lengua gaélica con la que de

ben cotejarse los nombres propios citados por Homero en la

Odisea.

Esa parte de Irlanda abordada por Ulises —«país de los

lestrígones»— habría sido habitada por los «oestrigaélicos»,

es decir, los gaélicos occidentales. Se podría explicar también

el

  origen de la palabra lestrígones. También es posible que

Eea corresponda a una consonancia gaélica. En cuanto a Cir

ce,

  que debe pronunciarse Kirke, el radical Kirk, que significa

iglesia, evoca acaso alguna sacerdotisa céltica. Igualmente el

nombre de cimerios hace pensar en la consonancia Kimer, que

debe tener un significado en gaélico.

En fin, he señalado ya el parentesco de sonoridad que pue

de notarse entre Caribdis y Corry en gaélico, que se encuentra

en el nombre de Corrievreckan, y por otra parte Escila y Cai-

lleach, diablesa que habitaba en la gruta de Corrievreckan. Sé

174

GIL ERT

  PILL0T

perfectamente que todas esas comparaciones no son más que

presunciones, y no pruebas; pero, añadidas a todas las demás

deducciones que se sacan del análisis del texto, ¿no pueden,

finalmente, arrastrarnos a la convicción?

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

75

el espacio entre una marca y otra, la posición de las constela

ciones... Es natural, por otra parte, que las consideraciones

comerciales se mezclaran con las preocupaciones científicas,

como ocurrió más tarde en la época de los grandes descubri

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La busca del estaño podía no ser el único «motivo» para

llegarse hasta aquellos países, muy alejados de Grecia. Tam

bién se puede pensar en la busca del oro. En favor de esta

tesis,  recordemos que Irlanda era, en aquella época, gran ex

portadora de oro. Se puede, pues, suponer, dada la atracción

que ese metal ha ejercido siempre sobre los hombres, que la

nombradía del país se había extendido muy lejos. No es inve

rosímil, en tales condiciones, que los cretenses y luego los

aqueos hayan querido darse cuenta sobre el lugar y subir hasta

la fuente. La isla de Jura, o

  Trinacria,

  que parece ser el obje

tivo del viaje, está formada de cuarcita, cuyos filones son a

menudo auríferos, y el nombre de la cima principal, recordé

moslo, significa en gaélico: ¡la montaña del Oro

No olvidemos que, veinticinco siglos más tarde, la búsque

da del oro será el potente motor que originó los grandes des

cubrimientos marítimos de portugueses y de españoles. Por

otra parte, sabemos ya a partir del primer canto de la Odisea

que Ulises estaba en relaciones, antes de la guerra de Troya,

con mercaderes de bronce y de hierro. El motivo comercial

sería, pues, muy natural.

Pero también me parece que, para los aqueos, Ulises sería

algo más que un sencillo mercader o el rey de un modesto te

rritorio. Se le asocia, por lo general, el calificativo de   astuto

y de   prudente en el sentido de previsor. Su prudencia es la

consecuencia de su espíritu de observación y de adivinación.

Su astucia es a menudo una astucia que denota su inteligen

cia y sus conocimientos. Parece, pues, que Ulises reúne cierto

número de cualidades que caracterizan la actitud científica:

observación y deducción. ¿Por qué, entonces, la expedición de

Ulises no perseguiría también un objetivo científico? Avanzar

hacia el Norte hasta altas latitudes, medir la longitud del día,

mientos.

¿Acaso esta expedición no tuvo lugar jamás? La aventura

de Ulises podría no ser más que un medio cómodo para reunir

en un solo texto la suma de los conocimientos marítimos re

cogidos por los marinos aqueos sobre esa ruta del Atlántico

en el curso de varios viajes escalonados en el tiempo. En tal

caso, también podría pensarse que el mismo Ulises no sería

más que un mito. Pensándolo bien, esto me parece poco vero

símil, puesto que el personaje de Ulises posee tal «presencia»,

está mezclado a tantos episodios de la   Ilíada  en compañía de

personajes históricos, de los que se conoce el número de na

vios y de soldados que les siguieron, que no puedo dejar de

creer en la existencia de Ulises.

Si Ulises no es un héroe inventado, entonces se debe ad

mitir que su expedición en el Atlántico, a las Canarias, a Ir

landa, a Escocia y a Islandia es una aventura auténtica. En

cuanto a la interpretación del texto, los códigos a descubrir

son relativamente sencillos: transposición al Mediterráneo

para la velocidad del navio y referencia a las constelaciones

para otras direcciones que no sean los puntos cardinales que

están indicados por los nombres de los cuatro vientos. En

tonces se explica mucho mejor el interés del viaje de Telé-

maco que aporta la clave esencial, y la utilidad de las menti

ras de Ulises, de vuelta a

  Itaca,

  cuando se sabe que el viaje

ficticio por el Mediterráneo suministra las coordenadas de la

deriva de nueve días.

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CAPITULO  OCTAVO

U N PR EGU N T EXTR OR D IN R I

H

  2956

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La expedición, pues, se realizó; sus descubrimientos fue

ron consignados, y luego registrados en un lenguaje apropiado

que debía responder a las dos condiciones siguientes: en pri

mer término, que no fuese comprendido por un extranjero

poco familiarizado con la mitología griega, y después permi

tir a los sucesores iniciados volver a encontrar con precisión

sobre el terreno la ruta marítima descubierta por Ulises. La

Odisea  responde perfectamente a esas dos condiciones. Pero,

entonces, se nos ocurre hacernos una pregunta extraordi

naria.

Puesto que son los días de navegación los que constituyen

una unidad de medida de las distancias, y no el tiempo real

mente empleado por la expedición para recorrer una etapa,

condición indispensable para la comprensión del texto por

los sucesores, ¿cómo explicar la exactitud de las distancias así

medidas?

¿Cómo procedieron los aqueos, en el siglo xn  a. J. C ,  para

determinar, kilómetro más kilómetro menos, las posiciones

relativas de las islas y de los continentes sobre distancias tan

considerables? ¿Cómo pudieron medir la posición exacta de

la isla de Madera en relación, respectivamente, con Grecia y

con Irlanda?

Dejémoslo en lo que se refiere a la medida del grado te

rrestre escogido como unidad de medida, puesto que se pue*

de imaginar un conocimiento del radio de la tierra que per-

180

GILBERT PIIXOT

mitiera calcular su circunferencia y, por consiguiente, la lon

gitud del grado que representa la

  360"

  parte. Pero en seguida

preguntamos cómo, a base de esa unidad, es posible calcu

lar con exactitud que la distancia entre el estrecho de   Co-

EL CÓDIGO SECRETO

 DE LA

 ODISEA

8

ponía el dominio de técnicas astronómicas y matemáticas que

uno se resiste a atribuir a aquellos aqueos batalladores, vio

lentos y codiciosos? Se puede suponer que fueron iniciados

por los cretenses, quienes, ciertamente, habían practicado

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rrievreckan y la costa de Islandia sea de nueve grados. No se

trata, en islas tan alejadas, de proceder por triangulación sis

temática. Es preciso admitir que sólo medidas astronómicas

efectuadas sobre el lugar han permitido calcular exactamente

la posición del lugar de observación sobre la esfera terrestre.

Admitamos a continuación que la latitud del lugar haya

sido obtenida por la medida de la altura del sol en su   cénit

o de la estrella Polar en el horizonte. Queda por resolver, sin

embargo, el problema de la longitud. Basta, para apreciar la

dificultad del problema, con mirar los antiguos mapas con

feccionados sólo tres o cuatro siglos atrás, en el siglo

  xvi,

por ejemplo. Entonces uno se da cuenta de lo mal conocidas

que eran las posiciones relativas de las tierras. Los errores

cometidos, especialmente en longitud, se cifran en miles de

kilómetros. La posición de ciertas islas del Pacífico no ha

podido ser calculada con precisión de algunas decenas de me

tros más que hasta hace muy poco, gracias a mediciones to

madas por satélite artificial.

La medición de la longitud no encontró solución satisfac

toria hasta el siglo

  XVIII,

  cuando la precisión de los relojes

permitió calcular el retraso o el avance del  cénit  del sol con

relación al lugar de origen.

¿Cómo imaginar que pueblos que vivieron tres milenios

antes, y que consideramos como tribus incultas, recién sali

das de la Prehistoria, hayan poseído un conocimiento de la

tierra más exacto que el de los contemporáneos de Newton y

de Pascal? Mucho más exacta incluso que las cartas de nave

gación del siglo

  vrii,

  que en 1970, según que su origen fuera

inglés o holandés, daban para la isla de Terranova dos posi

ciones que diferían en 9

o

  de longitud.

¿De dónde les venía ese conocimiento de la tierra, que su-

antes que ellos viajes de altura. Los cretenses, a su vez, debie

ron aprender de los egipcios o de los babilonios sus conoci

mientos astronómicos y matemáticos. ¿Por qué se perdieron?

¿Cómo se produjo la pérdida, brutal o progresivamente? Pa

rece que el conocimiento de esa ruta marítima de Europa Oc

cidental y de Islandia se haya perpetuado durante varios si

glos.

  El cartaginés Himilcón, hacia 600 antes J.  C,  en su

periplo hacia el Norte a partir del estrecho de Gibraltar llegó

hasta Irlanda y navegó incluso más allá. Fue, pues, tras las

huellas de Ulises. ¿Lo sabría? Tiempo más tarde, Piteas de

Marsella estableció relaciones en Córcega con fenicios emi

grados de Tito. De regreso en Marsella, obtuvo los medios

necesarios para dirigir una expedición que franqueara el estre

cho de Gibraltar, subió en dirección a Irlanda siguiendo el iti

nerario de Himilcón, o sea, el de Ulises. Al igual que este úl

timo, aprovechó una escala para calcular la duración del día

en el solsticio de junio. Se dirigió hacia el Norte, desembarcó

en islas donde las noches sólo duraban tres horas. Luego, de

estas islas a otras, invirtió siete días de navegación, luego cin

co días para llegar a una tierra que toca al círculo ártico. Pi

teas era astrónomo, se le puede dar crédito en este punto y

reconocer en esta «Ultima Thule» a Islandia, tierra de Calipso,

cuya costa norte toca al círculo polar. Comprueba entonces

que du rante el solsticio de invierno las noches duran casi vein

ticuatro horas. Una vez más, el navegante sigue, al parecer, el

itinerario descrito en la  Odisea.  Como sería inverosímil que

estos jefes de expedición se comprometieran sin informacio

nes previas sobre las direcciones a seguir, es lógico pensar

que estos tres viajes tengan un origen común, una especie de

antigua saga transmitida desde una época extremadamente

alejada.

182

GILBERX PILLOX

En efecto, en la  Odisea  Ulises no da la impresión de ir al

azar; habla de un puerto famoso en el país de los lestrígones

y va directamente a la isla de Eea. En cambio, cuando se tra

ta, después, del episodio de Caribdis y Escila, de deriva y no

de navegación normal, acaso ello signifique que la llegada a

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

183

la descripción precisa de las posiciones relativas de las islas

y de los continentes; familiariza con las ciencias humanas

—psicología  y derecho— que son evocadas a menudo a partir

de la vuelta de Ulises a

  Itaca

  en su conflicto con los preten

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Islandia fue un accidente fortuito, debido a la tempestad. Sin

embargo no lo pienso así y sigo creyendo que la   Odisea  es

un mensaje preciso que revela el secreto de una ruta marí

tima rigurosamente establecida, frecuentada a partir de la

Edad del Bronce europeo por navegantes venidos del Medi

terráneo. La posición exacta de las tierras había sido deter

minada por observaciones astronómicas efectuadas sobre el

lugar por métodos basados, con toda probabilidad, en el mo

vimiento de los astros móviles en relación a las constelacio

nes.  ¿Mediante qué procedimientos e instrumentos? Otras tan

tas preguntas que ahora quedan sin respuesta. No por ello

debemos silenciar que, si se admite que el texto del que se

ha sacado un código da una ruta marítima precisa, la Odisea

adquiere una nueva dimensión. No sólo por el secreto así re

velado  —la  ruta  Norte-Oeste—,  sino también por lo que nos

permite saber sobre el insospechado nivel de los conocimien

tos científicos de los aqueos.

La   Odisea sin embargo, constituye algo más que un sen

cillo mensaje encargado de transmitir unos conocimientos.

Suponiendo que las claves más esenciales, indispensables

para la comprensión del texto, sean conocidas del auditorio,

la reconstitución del itinerario se convierte entonces en un

apasionante ejercicio que moviliza una extensa gama de co

nocimientos repartida entre las disciplinas más diversas: to

das las ramas de las matemáticas, medidas de longitudes, de

triángulos, reglas proporcionales, trigonometría, astronomía,

medidas de tiempos y de velocidades, etc. El texto recuerda

también a los oyentes conocimientos técnicos: el arte de cons

truir un navio y de maniobrarlo. En fin, enseña historia, por la

vía indirecta de las leyendas heroicas, y geografía mediante

dientes. La  Odisea  representa así la suma de los conocimien

tos científicos de aquella época y un valioso instrumento de

enseñanza. Se le puede asimilar a un vasto estudio de casos,

presentado bajo una forma susceptible de excitar la imagina

ción y, por eso mismo, suscitar el interés de los oyentes.

A favor del clima psicológico así creado, el texto recitado

se convierte en una ocasión de transmitir los conocimientos

adquiridos por las generaciones anteriores. Si esta interpreta

ción es exacta, la  Odisea  nos permite medir el nivel científico

de los aqueos y nos da también, en la curva del progreso de los

pueblos europeo s, un punto p reciso situado doce siglos antes de

nuestra era. En esta hipótesis, la  Ilíada y la  Odisea bajo una

forma poética que reduce las posibilidades de un error de trans

misión, aportarían a los descendientes de Ulises, más que una

suma de conocimientos y de principios, un auténtico bagaje

pedagógico destinado a formar el razonamiento del oyente.

De antemano, despertando su imaginación por el interés de

la aventura humana, y luego, obligándolo a buscar las fuen

tes de información, a controlarlas mediante cortes sobre el

itinerario propuesto, y, al plantearse la reconstitución del iti

nerario de Ulises, descubrir por sí mismo las reglas matemá

ticas indispensables para la determinación de las distancias y

de las direcciones.

¿No encontramos, a partir de aquella época heroica, los

rasgos principales de una formación científica? Sabemos que

la

  Ilíada

  y la

  Odisea

  fueron, durante siglos, las bases esencia

les de la enseñanza griega. Entonces nos explicaríamos mejor

el prodigioso desarrollo de la civilización griega clásica algu

nos siglos más tarde, hacia los siglos  vi  y v a. J. C. Pero, no

obstante, parece cierto que en aquella época se había perdido

el verdadero sentido de la  Odisea.  Ya el mismo Homero, ha-

184

GILBERT PIIXOT

cia

  el siglo vni, no sabía a qué países hacía alusión la  Odisea.

Es probable que los conocimientos científicos se perdieran

progresivamente, en razón del secreto que envolvía su trans

misión, reservada a un círculo restringido de iniciados. Algu

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nos años después del retorno de Ulises, hacia la mitad del si

glo  xn  a. J. C,  la invasión doria se extendió sobre Grecia. Lle

vándose sus dioses y sus leyendas, los pueblos de   Itaca  y de

Cefalonia así como de otros lugares se refugiaron en la costa

de Asia Menor  —la  Turquía actual— y conservaron de me

moria, repitiéndolos de generación en generación, los textos

de la  Illada y de la

  Odisea.

  Pero el verdadero sentido del men

saje escondido bajo la epopeya de Ulises y sus aventuras mi

tológicas se les escapan ya, habiendo sido o asesinados o dis

persados en la tempestad los pocos iniciados, poseedores del

sistema de coordenadas zodiacales. Cuando Homero, hacia el

siglo

  viii,

  recogió las narraciones dispersas, las confrontó y

las anotó, se había perdido, hacía ya mucho tiempo, su autén

tico sentido.

CAPITULO

 NOVENO

EL F IN E UL ISE S

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A la luz de lo que ahora sabemos sobre el viaje de Ulises,

¿qué se puede  pensar de los episodios que siguen a su vuelta

de   Itaca?

A la  Odisea le falta un desenlace. Ahora que conozco el au

téntico itinerario de Ulises, no puedo dejar de plantearme al

gunas preguntas sobre ello. El vigésimo cuarto y último canto

no me satisface; quedan sin explicar demasiados hechos o ac

titudes.

Cuando, al final del canto, Atenea interrumpe bruscamente

el combate para que cada cual vuelva a su casa sin más ex

plicaciones, subsiste cierta insatisfacción en el lector. Esta

historia no puede acabar así, no se han ajustado cuentas. Uli

ses no se ha justificado del asesinato de los pretendientes, cas

tigo excesivo aplicado sin juicio ni apelación. Por su parte,

las gentes de Itaca  que se acercaban a la casa de Laertes para

apoderarse de Ulises, no le perdonarían, indudablemente, la

muerte de sus hermanos y de sus amigos. En varias ocasio

nes se alude a esa ley de la sangre que exigía reparación o al

menos el destierro del culpable, condenado a errar en país

extranjero despojado de sus bienes. Tal es el destino que el

adivino Tirsias consultado p or U lises en el país de los ex cime-

rios

  le había predicho para el fin de su vida, después de un

difícil viaje de retorno, cuyas peripecias sucedieron conforme

a las predicciones.

Ese despido, sin condenar a ninguna de las partes, al final

188

GILBERT PILL T

del vigésimo cuarto canto, deja cada bando en su lugar. No

puedo dejar de imaginarme una solución distinta, el canto

 vigé

simo quinto, el proceso de Ulises. Sí, un proceso, puesto que

una enumeración objetiva de los hechos esenciales ilumina el

personaje de Ulises con una nueva luz. Vamos a ver cómo el

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

89

astucia en el célebre episodio del caballo de Troya. En cam

bio,

  no dejaron de confiarle las misiones diplomáticas en las

que se reconoció su habilidad para defender una causa, por

la mentira si era preciso. Le confiaron también la dirección

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expediente de la acusación, a falta de pruebas formales, en

cierra, sin embargo, serias presunciones de culpabilidad.

Para comprender el personaje de Ulises sin retroceder has

ta su tierna infancia, es preciso trasladarse a veinte años atrás,

al empezar la guerra de Troya. Sabemos que le costó mucho

a A gamenón

 —más

 de un

  mes—,

  decidir a Ulises a partir para

Troya. Es muy fácil comprender que Ulises, teniendo en cuen

ta la posición geográfica de  Itaca,  hubiese tenido poco interés

por la expedición proyectada para muy lejos, en dirección

Noroeste, al otro extremo de Grecia y que, en tales condicio

nes,  haya buscado negociar su participación.

La toma de Troya abría a los aqueos las puertas del mar

Negro y les daba el control del camino terrestre que flanquea

ba el Bosforo  de Europa a Asia. El éxito de la expedición no

podía dejar de favorecer, sobre todo, a las ciudades griegas

del mar Egeo, al este de Grecia. Las gentes de

  Itaca

  y de

Corfú, por el contrario, están admirablemente situadas para

controlar las vías comerciales que vienen del Oeste. Parecería

normal, en semejantes circunstancias, que Ulises pidiera, a

cambio de su participación en la expedición troyana, que la

confederación aquea le brindara en seguida su apoyo para or

ganizar una expedición semejante en dirección a Occidente.

No olvidemos que Ulises era un mercader. En efecto, Ate

nea para volver a poner en marcha las indagaciones de Ulises

y provocar la partida de Telémaco se escondió bajo los rasgos

de Mentor, mercader en hierro y bronce, que negociaba con

Ulises. Más tarde, en la   Ilíada bajo los muros de Troya, Uli

ses fue tratado por Agamenón de «astuto y avaro». En el

curso de un combate desgraciado para los aqueos, el prudente

Ulises huyó ante el enemigo, y no se redimió más que por su

de los navios, puesto que sus cualidades marineras no las dis

cutía nadie.

A partir de la salida de Troya se comprueba una divergen

cia entre la narración de Ulises, quien declara haber sido em

pujado por el viento hacia el país de los cicones, y el testimo

nio de Néstor, rey de

  Pylos,

  que fue con él a la isla de Té-

nedos, y afirma haberle visto volver a salir para Troya al lado

de Agamenón. Las declaraciones de Ulises están, pues, en con

tradicción con las de los testigos.

Después de haber doblado el cabo Malea, una tempestad

de nueve días, según Ulises, había empujado la flota más allá

de Citera. Parece al menos curioso que los doce navios, in

capaces de volver a

  Itaca

  porque derivan durante nueve días

y nueve noches empujados por la tempestad, lleguen agrupa

dos al país de los lotófagos. Parece más verosímil que Ulises

conduzca voluntariamente su flota hacia Occidente para rea

lizar su proyecto de expedición. Pero acaso no deseaba reve

lar este hecho a los feacios y ocultarles, mediante esta expli

cación meteorológica, el hecho que la expedición era preme

ditada, sin su concurso. Desde su llegada al país de los cíclo

pes,  un episodio revela que Ulises es el auténtico jefe de esta

expedición. Después de haber muerto cierto número de cabras,

el botín es repartido igualmente entre todos, con la excepción

de Ulises que recibe una parte suplementaria. Entonces es

forzoso admitir que su condición de jefe implica una respon

sabilidad total en la sucesión de los acontecimientos.

Dejando por segunda vez la isla de Eolia, Ulises, que no

precisa su objetivo, se dirige hacia el Norte sin tomarse la

molestia de invocar la excusa de la tempestad. Está claro que

sabe dónde va, lo que queda confirmado a continuación

cuando habla del puerto «famoso» de Notos, en el país de los

19

GILBlttT PILLOT

lestrígones. No parece sorprenderle llegar a un puerto cono

cido. Aquí, su modo de conducirse es raro para un jefe de

expedición. Sabe que es peligroso penetrar en ese puerto, que

se presenta como una trampa con la desembocadura estrecha,

puesto que confiesa haber tomado la precaución de amarrar

 

CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

9

les que son los feacios, «amigos del remo». Entonces quedan

explicados la acogida y los regalos.

Llegado a

  ítaca,

  Ulises no se atreve a darse a conocer, ni

siquiera a sus amigos, con la excepción de su hijo, y también

al fiel porquerizo le explica un viaje imaginario. ¿Por qué, si

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su navio en el exterior de la bahía. ¿Por qué, en tales con

diciones, autoriza a sus otros navios a entrar en el puerto?

Entonces Ulises envía para efectuar un reconocimiento a

un heraldo, que se encuentra con la hija del rey de los lestrí

gones. En aquel momento se desencadena el ataque contra

los navios anclados en el puerto. Sólo dos hombres esca

pan a la matanza y se incorporan al navio de Ulises, anclado

a lo lejos, en el exterior del puerto. Esta triste aventura de

muestra hasta qué punto es indiscutible la responsabilidad

del jefe de expedición. Consciente del peligro, permite que sus

navios se aventuren canalizo adelante casi contra su voluntad.

Falta de autoridad, o error estratégico, en los dos casos es

difícilmente defendible la actitud de Ulises, jefe de expedi

ción.

Al haber alcanzado su objetivo, la isla Trinacria, explica

en seguida la pérdida de sus últimos compañeros a causa de

un naufragio en la tormenta. Él solo habría conseguido afe

rrarse al casco del navio desarbolado, dejando que a sus ma

rineros se los llevaran las olas.

A su vuelta, en lugar de ir directamente a

  ítaca,

 Ulises pasa

a la altura de la isla para dirigirse a Corfú, donde moran los

feacios. A cambio de la narración detallada de sus aventuras,

obtiene no sólo que sea fletado un navio especialmente para

él, sino que también le cubren de regalos que amontona en

una gruta tan pronto llega a  Ítaca.

Tantas atenciones sobrepasan en mucho las que resultarían

de la simple aplicación de las leyes de la hospitalidad hacia

un náufrago.

Es más verosímil que el mensaje incluido en la narración

era de importancia extrema para esos navegantes profesiona-

desea recuperar sus bienes, no recurre, según la tradición, a

la justicia de los hombres reunidos en el

  agora?

  Sabe de an

temano que el pueblo de Ítaca no le seguirá por aquel camino

y escoge hacer justicia por su mano. Tiende una trampa a los

pretendientes y los mata a todos sin escucharles tan sólo.

Y, no obstante, después de la muerte de su jefe, todos están

dispuestos a someterse y a ofrecer indemnizaciones. Como

respuesta, Ulises prosigue metódicamente la matanza y siem

bra el luto en todas las familias de Ítaca y de las islas ve

cinas.

He aquí los hechos que, en su sencilla desnudez, podría

reunir un fiscal para el proceso de Ulises.

A partir de esos hechos, la acusación debería edificar una

tesis que explicara del principio al fin, de modo coherente, el

comportamiento de Ulises.

La acusación ahora es más fácil de formular. Mentor, aso

ciado de Ulises, sabe sus proyectos y sus intenciones y el ob

jetivo secreto de la expedición: la busca y la conquista de la

ruta del estaño. No pierde la esperanza de verlo volver y pro

voca las investigaciones de Telémaco. Ulises, con la complici

dad de su piloto, lleva los navios hacia Occidente siguiendo

un itinerario del que ya antes ha tenido noticia, y que acaso

su piloto ha recorrido ya. Vencido por los lestrígones, en Ir

landa, en unas condiciones imperdonables para un jefe de

expedición, sigue su camino e inverna en la isla de Barra; al

verano siguiente explora el norte de Irlanda y las islas esco

cesas. Vuelve, tras alcanzar su objetivo, único poseedor del

secreto de la ruta del estaño, después de haberse desembara

zado oportunamente de los últimos testigos de su poco glo

riosa aventura.

192

GILBERT

  P IL L T

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

193

Sabe que, llegado a ese estadio, le será difícil justificar

ante sus compatriotas de ltaca  la pérdida de navios y de hom

bres.

  Debería, además, compartir con sus asociados el resul

tado de su expedición. Prefiere entonces dirigirse a Corfú y

confiar a los feacios, los rivales de ltaca, el secreto de su

cualquier persona sensata. Por ello, Ulises, después de haber

dado muerte a su jefe ante sus propios ojos, no escucha su

petición de perdón y sus ofertas de reparación. Y el crimen

será perpetrado hasta el último de los pretendientes.

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ruta marítima, a través de su narración, y mediante tesoros

que disimula cuidadosamente a su llegada a ltaca, por la sen

cilla razón de que le sería difícil justificar su origen. ¿A quién

debe rendir cuentas en primer término? Primero, a las fami

lias de terratenientes de ltaca, de Zante y de Duliquio, que

habían proporcionado navios y tripulaciones, y cuyos repre

sentantes más vigorosos acampan en sus tierras mientras es

peran la elección de Penélope. ¿Cómo, en semejante situación,

puede volver Ulises a tomar posesión de sus bienes y reinar

de nuevo en ltaca?

Sabe que el pueblo no le seguirá y que un debate público

le obligaría a explicarse. Le queda una sola salida, la matanza

de todos los pretendientes, de todos aquellos que, justamente,

tendrían derecho a pedirle cuentas. El pueblo, impresiona

do ,  se someterá a la ley del más fuerte. Por otra parte, Ulises

sabe que no puede quedarse demasiado tiempo así, sea bajo

una falsa personalidad, sea bajo su identidad real.

Corfú no queda demasiado lejos y, sin duda, llegará un

día en que un marinero feacio, de paso por ltaca, contará

la verdadera versión de sus aventuras, muy diferente de la

que Ulises dio cuando llegó a ltaca.

También puede ser descubierto el tesoro escondido en la

gruta, al no ser la isla demasiado vasta. Por lo tanto, no le

queda otro remedio más que obrar aprisa. En seguida encuen

tra el pretexto, pero parece muy frágil en relación con el cas

tigo.

  Los pretendientes hacen la corte a Penélope, rica viuda,

y ello parece completamente normal. En cuanto a la dilapi

dación de bienes, no han hecho más que consumir el usu

fructo. Ante todo, pues, urge no dejarles tiempo de pedir per

dón y de ofrecer reparaciones, lo que les sería concedido por

Si es inexcusable admitir que a la ley todavía le quedan

fuerzas, se puede admitir, después de haber expuesto la tesis

de la acusación, que el proceso de Ulises se efectuó. Incluso

rechazado cualquier otra consideración, un jefe de expedición

que ha perdido navios y tripulaciones debe comparecer ante

un tribunal y explicarse.

El ataque de Ulises contra sus conciudadanos, por sorpre

sa y astutamente, constituye ya en sí una confesión de cul

pabilidad.

Ulises puede difícilmente inventar, para su defensa, una

nueva historia después de haber engañado ya a tantas per

sonas. Es difícil imaginar el procedimiento antiguo en seme

jantes circunstancias. Sin embargo, se puede pensar que Uli

ses habría tenido interés en atenerse a la versión que los fea

cios no dejarán de propagar, o sea, la que ha llegado hasta

nosotros gracias a Homero.

Los sabios de la isla, constituidos en jurado, tendrán en

cuenta para su veredicto los eminentes servicios prestados

por Ulises durante la guerra de Troya, lo que le valdrá librar

se de la pena capital. Se podrá incluso, atendiendo a su peti

ción, concederle un último favor: que ese vigésimo quinto

canto no sea recitado jamás por los aedos para que la memo

ria del héroe no sea empañada a los ojos de las generaciones

venideras.

En cuanto al veredicto, se puede pensar que a continua

ción de la confiscación de sus bienes destinados a indemnizar

a las familias de las víctimas, Ulises ha sido condenad o al des

tierro de por vida en un lugar lo más alejado posible del mar.

Ulises no sentirá la tentación de correr nuevas aventuras y

así la predicción del adivino Tiresias, contada en el canto

undécimo, se verá realizada: «Toma un remo bien hecho y

13 2956

194

GILBERT PIIX T

vete hasta llegar cerca de hombres que ignoran el mar y co

men su pitanza sin sal; no conocen, pues, ni los navios de

rojos flancos, ni los remos bien hechos, que son las alas de

los

  navios...

  Cuando otro viajero, al dar contigo, dirá que

llevas sobre tu espalda robusta una pala para cribar el grano,

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entonces, hinca al suelo tu remo bien hecho... Para ti, la

muerte te llegará lejos del mar, muy dulce.»

NEXOS

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ARGUMENTO DE LA

 ODISEA

CANTO

Los dioses están reunidos en el Olimpo. Atenea, la diosa

de los ojos brillantes, defiende la causa del valeroso Ulises

retenido por el encanto de la ninfa Calipso en la isla de Ogygia.

Sólo Posidón, dios del mar, que desquicia la tierra, actual

mente de viaje, podría oponerse a la vuelta de Ulises, con

motivo del rencor que alimenta contra él. En efecto, Ulises,

en el curso de su periplo, ha dejado ciego al gigante Polifemo,

el más fuerte de los cíclopes, que resulta ser hijo de Posidón.

Zeus, que preside la asamblea, resume:

—Y

  bien, todos los que estamos aquí aseguremos su re

greso. Posidón depondrá la cólera, pues no le sería posible

contender, solo, con todos los dioses inmortales.

Y Atenea le responde:

—Mandemos  a  Hermes  a  la  isla Ogygia, y manifieste cuan

to antes a la ninfa de hermosas trenzas la resolución que he

mos tomado, el retorno del paciente Ulises. Yo, en tanto, yén-

dome

  a

  Itaca,

  instigaré vivamente a su hijo y le infundiré

valor en el pecho para que llame al

  agora

  a los aqueos de

larga cabellera y prohiba la entrada en el palacio a todos los

pretendientes, que degüellan sin cesar y en gran número las

198

GILBERT

 PILLOT

ovejas y bueyes de remos flexibles y cuernos retorcidos. Y le

enviaré después a Esparta y a

  Pylos

  las Dunas a preguntar

por su padre y ganar honrosa fama entre los hombres.

Dicho esto, Atenea va a  Itaca  y se presenta a Telémaco

bajo la apariencia de un rico mercader, Mentor, jefe de los

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

199

Telémaco sentado entre los pretendientes, participando en sus

diversiones y en sus juegos; de todas formas, Homero pre

cisa en qué estado de ánimo se encuentra:

«Sentado entre los pretendientes, con el corazón  apesadum

brado, pues tenía el pensamiento fijo en su valeroso   padrea y

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tafios,

  «amigos del remo», quien declara que viaja al extran

jero en su navio para traer bronce, llevando una carga de

hierro brillante.

—Nuestros  padres ya se dieron mutua hospitalidad desde

muy antiguo, a Ulises y a mí, como se lo puedes preguntar al

héroe Laertes. Así, para h acerse admitir po r Telémaco y ser

creída por él, es interesante señalar que Atenea no toma el

aspecto de un vagabundo, de un adivino, de un heraldo o de

un caudillo guerrero, sino sencillamente el rostro de un mer

cader con quien Ulises estaba ya en relaciones comerciales.

Sus padres se conocían ya y se frecuentaban sin duda por las

mismas razones. Así, el hombre que corre menos riesgo de

despertar la desconfianza de Telémaco es aquel que exporta

hierro e importa bronce y, con toda naturalidad, se preocupa

del destino de Ulises y desea su vuelta. Por otra parte, Mentor

precisa, unos versos más lejos, hablando de Ulises:

—Nos  reuníamos a menudo antes de que embarcara para

Troya.

Esta frase nos ilustra sobre las actividades de Ulises an

tes de la guerra de Troya y sobre sus relaciones. «Dime con

quién andas y te diré quién eres.» Según este refrán, Ulises

sería un gran comerciante y un armador, lo que justificaría

su capacidad financiera y técnica, que le permitía equipar y

mandar una flota de doce navios. Uno puede preguntarse, ya

a partir de ahora, si esta aparición de Mentor, que Telémaco

escucha con confianza y de quien seguirá los consejos, no

ilumina con una nueva luz la expedición de Ulises sugiriendo

un motivo comercial. Por su parte, las relaciones entre Telé-

maco y los pretendientes aparecen, a partir de este episodio,

bastante equívocas. Cuando Mentor llega a Itaca, encuentra a

en cuando, al regresar, si lo hacía, dispersase a aquéllos y

recuperara la dignidad real y la posesión de sus riquezas.»

Y Mentor-Atenea se asombra de esta situación:

—¿Qué significa este festín? ¿Por qué esta muchedumbre?

¿Qué necesidad tienes de estas gentes? ¿Es un banquete, una

comida de bodas? Porque no nos hallamos evidentemente en

un festín a escote. Me parece que los que comen en el palacio

con tal arrogancia se pasan de la raya.

¿Quiénes eran aquellos pretendientes? Su grupo pasaba de

la cincuentena y comprendía todos los nobles y los príncipes

de

 Itaca

  y de las islas vecinas, sin excepción. «Devoran y con

sumen la casa», y cortejaban a Penélope. Esta última razón,

que ha sido siempre mantenida por los comentaristas del texto

de Homero, no legitima el pillaje de los bienes y la ocupación

de la casa. Se ocurre otra interpretación. Anteriormente Te

lémaco pensaba que le gustaría ver a su padre «recuperar sus

derechos». ¿Equivale a decir que había sido desposeído de

ellos? La ausencia de Ulises no justificaba la actitud de los

pretendientes e incluso admitiendo que por el hecho de esta

ausencia Ulises hubiera abandonado sus derechos legítimos,

ésos debían volver a su viuda y a su hijo. Ahora bien, los pre

tendientes, a los ojos de todos y sin que aparentemente hu

biera protestas de Penélope y de Telémaco, disfrutaban el

usufructo de los bienes de Ulises. Parece sorprendente que to

dos los que en

 Itaca

 y en las islas vecinas contaban como per

sonajes importantes no sólo admitían esta situación, sino que

participaban activamente a la dilapidación de los bienes de

Ulises. Su actitud y su seguridad, el consentimiento de Telé-

maco y de Penélope se explicarían mejor si, en efecto, aque

llas gentes hubieran poseído un crédito sobre Ulises y, para

2

GILBERT PILLOT

gozar de garantías mientras esperaban su regreso, usaran de

sus bienes, mataran sus ovejas y bebieran su vino a título de

prenda. ¿Con qué derecho estaban instalados allí todos aque

llos nobles vecinos? Y, ¿cuál podía ser la base de esos dere

chos? La explicación más sencilla, cuando se conoce la impor

EL CÓDIGO SECRETO D E LA ODISEA

2 1

para ir a Esparta a informarse acerca del regreso de su padre.

Mentor, «a quien Ulises, cuando salió con sus barcos, le había

confiado toda su casa» se levanta entonces y reprocha al pue

blo su indiferencia y su apatía en relación con los pretendien

tes.

  A su vez, éstos le reprochan con vehemencia de excitar el

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tancia de la flota de Ulises, es que todos aquellos ricos pro

pietarios habían debido suministrar, a su salida, los navios,

tripulaciones y víveres que reunieron para confiarlos a Ulises.

Veremos más adelante (canto 2) que los pretendientes adop

taron entre ellos el siguiente convenio: cuando Penélope hu

biera escogido un nuevo esposo, lo que jurídicamente signifi

caría el reconocimiento de la desaparición definitiva de Uli

ses, el que hubiera sido escogido se quedaría con la casa de

Ulises, y los otros pretendientes se repartirían los demás bie

nes.

  Eso demuestra que sus intenciones iban más allá de la

simple sucesión de Ulises como esposo de Penélope.

Telémaco decidió seguir el consejo de Mentor y anunció

a los pretendientes y a Penélope el viaje que iba a emprender

a

 Pylos

  las Dunas y a Esparta para informarse de la suerte co

rrida por su padre.

CANTO 2

Al día siguiente, Telémaco reúne a los aqueos en el

  agora

y expone al pueblo de

  Itaca

  sus agravios contra los preten

dientes que arruinan su casa. Antínoo, uno de ellos, replica

con violencia echando la culpa a Penélope, que los

  engaña.

Revela a todos, en esta ocasión, la última astucia de la es

posa de Ulises. Ésta, antes de tomar una decisión, había pe

dido un plazo para terminar el tejido de un velo que será la

mortaja de Laertes, el anciano padre de Ulises. Ahora bien,

para retardar el vencimiento del plazo, deshacía durante la

noche

  lo

  que tejía de día. Telémaco, renunciando a conven

cerlos, pide entonces un navio rápido y veinte compañeros

pueblo contra ellos. Los asistentes se dispersan y los preten

dientes, que se reúnen en el palacio de Ulises, se inquietan

por la decisión de Telémaco. Éste, por su parte, manda pre

parar provisiones de ruta por su vieja nodriza Euriclea, a quien

anuncia su partida haciéndole prometer que no advertirá a

su madre antes de dos días. Entonces Atenea, toma los rasgos

de Telémaco para encontrar un navio y reclutar una tripulación

a la que cita para la noche, en el puerto, para la salida. Des

pués de la puesta de sol, la diosa ajusta los aparejos en el

navio y lo amarra a la entrada del puerto. Vuelve a subir al

palacio de Ulises y, con el aspecto de Mentor, anuncia a Telé-

maco que el navio está dispuesto. A buen paso, bajan al puer

to ,  encuentran la tripulación que les estaba esperando, vuel

ven con ellos al palacio de Ulises para transportar en un solo

viaje los víveres al navio. Empujado por un viento Céfiro, es

decir, un viento del Oeste, el navio sale del puerto para na

vegar durante toda la noche. No está precisada la hora de

salida, pero señalemos, ya a partir de ahora, que Atenea re

corre cuatro veces la distancia que separa el puerto del pala

cio de Ulises, después de la puesta de sol. En cuanto a la

hora de llegada a Pylos, nos es dada al principio del canto 3.

C NTO  3

«El sol ya se elevaba, dejando el mar espléndido, subien

do hacia el broncíneo cielo para alumbrar a los inmortales

dioses y a los hombres mortales, por toda la tierra que da el

trigo. Llegaron entonces a Pylos, la ciudadela de   Neleo.»  Es,

pues, a la salida del sol cuando Telémaco y sus compañeros

2 2 GILBERT PILLOT

llegan a  Pylos  después de haber recorrido alrededor de 125

kilómetros durante la noche. Son recibidos calurosamente por

los de Pylos, y participan d e un sun tuoso festín. Según la tradi

ción, después de haber restaurado a sus visitantes, su hués

ped Néstor, antiguo compañero de Ulises, les interroga sobre

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

2 3

y Helena se pone a contar lo que sabe de Ulises y de las astu

cias que concibió para apoderarse de Troya.  *

Telémaco pasa la noche en el palacio, y a la mañana si

guiente Menelao le informa de todo lo que sabe concerniente

a Ulises. Ha sabido gracias a Proteo, servidor de Posidón, la

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el objetivo de su viaje. Telémaco revela que viene a informar

se del destino de su padre desaparecido. Néstor expone enton

ces en qué circunstancias, a la vuelta de Troya, se dispersaron

los aqueos, prefiriendo Agamenón quedarse allí y Ulises, des

pués de haber seguido primero a Néstor hasta la isla de Téne-

dos,  decidió con sus compañeros volver a subir hacia el Norte

para juntarse con Agamenón. Néstor, que volvió directamente

a Pylos en tres días, no ha tenido más noticias de Ulises des

pués de aquella fecha.

Telémaco pasa la noche en Pylos y, a la mañana del cuar

to día, después de un sacrificio consumado a la aurora, se

lanza en carro en dirección de Lacedemonia (Esparta). «Du

rante todo el día los caballos mordieron el yugo que los su

jetaba. Y cuando se ocultaba el sol y las tinieblas comenzaban

a llenar los caminos, llegaron a Feres.» Feres se encuentra en

el curso medio del Alfeo. Salidos a la aurora de Feres llegan

a la puesta del sol al palacio de Menelao, en Esparta. (Ver

mapa n.° 2.)

C NTO  4

Calurosamente acogido por Menelao, Telémaco admira  la

riqueza de su residencia: techos altos, vajilla de oro, sillas la

bradas, mullidas alfombras... Telémaco todavía no se ha dad©

a conocer. Emocionado por la evocación de las hazañas de

su padre y de la amistad que le unía a Menelao, deja que co

rran sus lágrimas. Aparece Helena, heroína de la  Ilíada es

posa de Menelao, y todos evocan el destino de Ulises. Por su

parecido con su padre, Telémaco es reconocido en seguida,

suerte corrida por los principales jefes aqueos. Ulises estaría

retenido en una isla por la ninfa Calipso, sin navio y sin com

pañeros. Invita a Telémaco a permanecer varios días en su

palacio, pero éste, que tiene prisa por volver a Itaca, declina

la invitación. Durante este tiempo, los pretendientes, reunidos

en la casa de Ulises, se enteran del viaje de Telémaco y acuer

dan tenderle una emboscada a su vuelta, en el paso que se

para la parte sur de

  Itaca

  de la isla de Cefalonia. Un heraldo

advierte a Penélope de las intenciones asesinas de los preten

dientes y ella suplica a los dioses que salven a su hijo, lo que

le será concedido. Sin embargo, un navio rápido, equipado

con veinte pretendientes resueltos, boga durante la noche y

se esconde cerca del islote de Asteris, al sur de ítaca, para

espiar a Telémaco.

C NTO  5

Al día siguiente, los dioses reunidos en el O limpo escuchan

a Atenea quien, una vez más, defiende la causa de Ulises y

comunica a los dioses las amenazas que pesan sobre Teléma

co.

  Zeus decide enviar inmediatamente el mensajero  Hermes

cerca de Calipso para ordenarle que no retenga más a Ulises.

Hermes emprende el vuelo desde el Olimpo, atraviesa Pieria,

cumbre situada al noroeste de la morada de los dioses, fran

quea grandes distancias, vuela sobre el mar y llega a una isla

muy alejada donde se encuentra la gruta de Calipso calentada

por un gran fuego. Hermes declara:

—Zeus  me ha ordenado venir contra mi deseo. ¿Quién re

correría gustoso las inmensas salobres aguas, donde no hay

2 4

GILBERT  PILLOT

ciudad alguna, residencia de hombres mortales, que Hagan sa

crificios a los dioses y les ofrezcan selectas hecatombes?

La isla estaría, pues, deshabitada, y su clima parece bas

tante duro, puesto que estamos en otoño, lo que nos será in

dicado más adelante, y que ya un gran fuego alumbra la gru

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

2 5

esta identificación, generalmente admitida.

A punto de abordar, Ulises sufre todavía la venganza de

Posidón quien, dándose cuenta de su regreso, provoca una

tempestad. Su balsa es volcada y deshecha. Ulises, después de

dos días de sufrimiento, llega al estuario de un río y se duer

me ,

  agotado, en el bosque. Señalemos, de paso, lo alejada que

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ta. Sin embargo, Homero precisa: «De cuatro fuentes manaba

un agua clara; estaban muy cerca la una de la otra y dirigi

das en varias direcciones. Veíanse por los alrededores frescos

y amenos prados de violetas y apio silvestre.» Tras escuchar

la sentencia de Zeus, Calipso la acata, no sin protestar. Re

procha a los dioses sus celos, que los torna crueles, puesto

que no aceptan ver a las diosas unirse a los hombres. Sin

embargo, añade:

—Le

  aconsejaré de buena gana y no le ocultaré nada, a

fin de que vuelva sano y salvo a su patria.

Cuando

  Hermes

  se ha marchado, Calipso va hacia Ulises

quien, sentado en la playa se lamenta mirando el mar incan

sable, «pues la ninfa ya no le era grata». Ella le anuncia que

va a partir y le indica los medios para construir un barco, ajus-

tando veinte troncos de árboles, con mástil y puente. Al cabo

de cuatro días, después de una última noche pasada con la

ninfa, Ulises despliega las velas y, empujado por un viento

favorable, navega empuñando el timón con sus manos. «El

sueño no le cerraba los párpados.» Navega, pues, día y noche.

«Fijaba los ojos en las Pléyades, y el Boyero, que se pone muy

tarde, y la Osa, llamada también el Carro, la cual gira siem

pre en el mismo lugar, acecha a

  Orion

  y es la única que no

se baña en el Océano. Calipso, la augusta diosa, le había or

denado que tuviera la Osa a mano izquierda durante la tra

vesía. Durante diecisiete días no cesó de navegar y al decimoc

tavo pudo ver los umbrosos montes del país de los feacios.»

Esta tierra es llamada en el texto de la

  Odisea

 la isla Corcyra,

es decir, Corfú. El verso 204 del canto 6 indica que se trata

de una isla. Varios comentaristas de la

  Odisea

 han tenido cui

dado de buscar sobre el lugar los indicios que permitieran

estaba la isla de Ogygia, puesto que Ulises ha tenido que na

vegar diecisiete jornadas, noche y día, antes de llegar a Cor

cyra.

C NTO 6

Nausícaa, hija de Alcínoo, rey de los feacios, recibe en sue

ños el consejo, inspirado por Atenea, de ir a la mañana si

guiente al lavadero a hacer su colada. Tendrá que ir allí en

carro, «puesto que los lavaderos están muy lejos de la ciu

dad». Estos lavaderos son, en realidad, charcos formados en

el río cerca de su desembocadura, allí donde precisamente está

durmiendo Ulises.

 V.

 Bérard, en su libro

 Dans le sillage

 d Ulysse

y, después de él, Jacques Boulenger, han reconstituido sobre

el terreno el itinerario de Nausícaa en la isla de Corfú. Nau

sícaa y sus doncellas, después de haber lavado y tendido la

ropa sobre los guijarros, juegan a pelota en la playa. Al per

der una pelota, se ponen a gritar y despiertan a Ulises, quien

aparece desnudo con gran espanto de las doncellas. Sólo Nau

sícaa lo escucha con atención y decide, después de haberlo

alimentado y vestido, llevarlo a la ciudad ante su padre. Pro

bablemente  deslumbrada  por esta aparición, Nausícaa confie

sa a sus compañeras:

—Deseo

  que un hombre igual a éste sea llamado mi es

poso, habite aquí, y que le plazca morar en esta tierra.

Ulises ha debido abordar en la costa oeste o norte de la

isla y la ha atravesado en parte para llegar a la ciudad de los

feacios situada al Este con «dos hermosos puertos en la es-

2 6

GILBERT PILLOT

trecha entrada». Lo que dice Nausícaa nos informa también

sobre la actividad de su pueblo y sobre sus medios de sub

sistencia. «Aquí se trabaja en aparejar negros navios, cables

y velas, y pulen los remos. Puesto que los feacios no cuidan

ni de arcos ni de carcajes, sino de mástiles y de remos, y

de navios bien asentados, sobre los cuales gustan surcar el

EL CÓDIGO SECRETO DE LA

  ODISEA

2 7

con la muela el rubio trigo; otras tejen telas y hacen girar

los husos. Las bien labradas telas relucen como si destilaran

aceite líquido. En la misma medida en que los feacios son

expertos, sobre todo, los hombres, en conducir una velera

nave,

  así sobresalen las mujeres en fabricar lienzos.» Sigue la

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mar gris.» La situación de Corfú en el extremo occidental de

Grecia, guardando la entrada al mar Adriático, en el lugar más

próximo del sur de Italia, explica esa vocación marinera. El

punto de llegada del viaje de Ulises puede situarse, pues, con

gran probabilidad, en la isla de Corfú.

CANTO 7

Ulises se ha separado de Nausícaa en la entrada de la ciu

dad para evitarle los comadreos malintencionados. Se ha de

tenido a la puesta del sol en un pequeño bosque cerca de la

ciudad, para dejarle tiempo de llegar al palacio de su padre.

Ulises, al preguntar su camino, confiesa que es extranjero y

que no conoce a nadie en la población. Ahora bien, aquí «no

dispensan buena acogida a los forasteros, pues las gentes fían

en la rapidez de sus naves para cruzar el gran abismo del m ar...

sus naves son tan rápidas como el ala de los pájaros o el pen

samiento».

«Ulises admiraba los puertos, las naves bien proporciona

das,  el  agora  donde se reunían los héroes, y los muros gran

des,

  altos, provistos de empalizadas, que era cosa admirable

de ver...» Las riquezas del palacio de Alcínoo nos son descri

tas con, acaso, cierta exageración. «Las puertas que cerraban

la sólida mansión eran de oro, con montantes de plata sobre

un umbral de bronce.» Perros de oro y de plata guardaban la

puerta. El personal de palacio se apresura ante nuestros ojos

y, en verdad, vemos vivir esas gentes de la Edad del Bronce

con una precisión sorprendente: «Las sirvientas quebrantan

descripción del vergel y de los frutos siempre abundantes.

Luego habla del fértil viñedo, donde «mientras unos vendi

mian las uvas otros las pisan». Este último verso nos indica

que la vuelta de Ulises se sitúa en otoño.

Alcínoo, que lo acoge y lo trata con amistad, ofreciéndole

comida y libaciones, le propone acompañarlo a su casa el día

siguiente. Antes de retirarse a descansar, Ulises cuenta a sus

huéspedes su estancia en la isla de Calipso y las peripecias

de su regreso.

C NTO  8

Al despuntar el día, siguiendo la iniciativa de Alcínoo, los

feacios se reúnen en el agora  para que les sea presentado Uli

ses y para elegir una tripulación que lo llevará a Itaca. Los

cincuenta y dos jóvenes escogidos para esta misión van a

preparar el navio. Se dirigen en seguida a palacio para un fes

tín en el curso del cual un aedo evoca con sus cantos las proe

zas de los aqueos bajo los muros de Troya, y ante esa evoca

ción, Ulises, emocionado, a duras penas puede contener sus

lágrimas. Alcínoo propone entonces unas competiciones de

portivas: pugilato, lucha, carreras pedestres, saltos, etc. Con

tal ocasión un feacio provoca a Ulises afirmando que, en apa

riencia, se parece más a un mercader que a un atleta. Herido

en su amor propio, Ulises coge un disco y lo envía tan lejos

que supera en mucho las marcas conseguidas por sus compe

tidores. La fiesta continúa con la narración mitológica de los

amores de Afrodita y Ares. Ulises confiesa a su huésped su

admiración por el modo irreprochable con que los feacios

2 8

GILBERT PILLOT

saben organizar juegos, cantos y danzas. A cambio, Alcínoo

invita a los nobles feacios a ofrecer regalos que Ulises se lle

vará en su barco, en un cofre.

Al atardecer, después de haber tomado un baño caliente

y de ser atendido por las sirvientas, Ulises ve a Nausícaa y

le promete, con sus ojos en los de ella, dirigirle una plegaria

EL CÓDIGO SECRETO D E L ODISE

209

ses,  con algunas pérdidas.

Empujados por un viento violento de Bóreas (Norte) los

navios se dirigen hacia el Sur. En el momento en que Ulises

dobla el cabo Malea, es decir, el extremo sudeste de la penín

sula del Peloponeso, la corriente y el viento le extravían más

allá de la isla de Citera. Hasta aquí el itinerario es bastante

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todos los días, en acción de gracias por haberle salvado la

vida. Todos vuelven al festín y un aedo inspirado canta el epi

sodio de la guerra de Troya en el que Ulises y sus compañe

ros,  escondidos dentro del caballo de madera que arrastran

sus enemigos, penetran en la ciudad y la saquean. De nuevo,

la evocación de semejantes recuerdos emociona a Ulises hasta

el extremo de venirle lágrimas a los ojos. Alcínoo se da cuen

ta, y esta vez le pide que hable sin rodeos ni disimulos de

sus orígenes, y de los países así como de las ciudades visita

das en el curso de su viaje.

CANTO 9

Emocionado por el canto del aedo, seducido por la caluro

sa acogida y acaso también por la riqueza de los regalos que

le son ofrecidos, Ulises se dispone a empezar la verdadera na

rración de su viaje, que abarcará los cuatro cantos que siguen.

A

 partir de ahora es preciso prestar la máxima atención, pues

to que la narración del viaje nos introduce en la parte esen

cial del misterio de la  Odisea:  el itinerario de Ulises, objeto

de tantos estudios y controversias. Desde el principio de su

aventura, Ulises revela su gusto por el pillaje, atacando a la

salida de Troya la ciudad de Ismaro , en el fondo del mar Egeo,

al noreste de la isla de Tasos. Los cicones, habitantes de esa

región, acuden con refuerzos en el mom ento en que los aqueos,

negligiendo los consejos de prudencia de Ulises, festejaban a

lo largo del litoral. Los cicones, «hábiles en combatir desde

los carros», rechazan hacia el mar a los compañeros de Uli-

claro y fácil de reconocer sobre un mapa del Mediterráneo

oriental y de Grecia (mapa n.° 6).

A partir de ahora las cosas se oscurecen y las interpreta

ciones se tornan contradictorias.

—Desde  allí vientos contrarios lleváronme nueve días por

el mar abundante en peces; al décimo arribamos a la tierra

de los lotófagos, que se nutren de flores. Bajamos al litoral,

y después de hacer aguada, mis compañeros tomaron la co

mida junto a las ligeras naves.

La interpretación habitualmente admitida para el país de

los lotófagos es la isla de Djerba, ante el golfo de Gabes, en

Túnez, o sea, 1.200 kilómetros al oeste de Citera. Esta locali-

zación nos parece discutible, por dos razones: primera, Uli

ses habla de un

  continente

  y no de una isla y, en esta materia,

el vocabulario empleado ha sido siempre muy exacto y, en

ningún caso, el margen de interpretación no permite confun

dir isla y continente. Y luego, la distancia recorrida parece

muy escasa para navios empujados por la tempestad durante

nueve días y nueve noches. En efecto, admitiendo sólo una

velocidad de cinco a seis nudos se obtienen ya alrededor de

250 kilómetros cada veinticuatro horas, o sea, más de 2.000

kilómetros al cabo de los nueve días.

En el transcurso de este día en el país de los lotófagos, una

parte de los marineros come lotos ( ), planta que tiene por

efecto aniquilar su voluntad de regreso, hasta el extremo de

que Ulises debe llevarlos a la fuerza hasta las naves.

Vuelven a salir inmediatamente y, siguiendo su ruta, llegan

al país de los cíclopes. «Todo nace sin que la tierra haya reci

bido ni semilla ni arado; trigo, cebada y vides que, en gran-

14 - 2956

210 GILBERT PILLOT

des racimos, bien alimentados por las lluvias de Zeus, les dan

el vino... Ni muy próximo ni muy alejado, delante del puerto

del país de los cíclopes existe un islote. Hállase cubierto de

bosques, donde se reproducen en cuantía considerable las ca

bras monteses, que jamás se asustan por la presencia del hom

bre. Allí no pastan los rebaños. Los cíclopes no poseen tam

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

211

no

  sale

  del apuro más que cegando el cíclope mediante una

estaca que ha puesto a calentar y que introduce en su único

ojo,

  después de haberlo emborrachado con vino tinto. Al huir

en su navio, Ulises no puede dejar de imprecar al monstruo;

entonces el gigante le arroja, al tuntún, bloques de roca que

caen muy cerca del navio. Al haberle dicho Ulises su nombre,

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poco naves de rojas proas, ni cuentan con artífices que se las

construyan de muchos bancos... Aquellas gentes hubiesen con

seguido dar mayor vida a aquel islote, que no era nada esté

ril y sí excelente para producir en cada estación lo que le es

propio, porque tiene junto al espumoso mar prados húmedos

y tiernos, y allí la vid jamás se perdería. La parte inferior es

llana y labradera... El puerto es seguro y en él no son me

nester amarras para sujetar las naves, ni cables, ni áncoras;

al llegar allí se está a salvo cuanto se quiere, hasta que el

viento sopla y el ánimo incita al marinero a partir. En el fon

do del puerto, en una gruta rodeada de álamos, mana una

fuente de agua límpida. Tal vez era la tierra donde desembarca

mos, conducidos, sin duda, por un dios, en noche oscura, pues

nosotros nada podíamos ver.»

Este pasaje merecía, en mi opinión, ser citado íntegramen

te ,  pues demuestra bien el cuidado que puso Homero en ser

exacto, cuando se trata de descripciones topográficas útiles

al navegante. Son verdaderas instrucciones náuticas, donde

todo está previsto: la seguridad de la rada, la profundidad del

agua, los recursos de la isla y sus posibilidades en caso de

colonización.

Matan cabras para nutrirse de carne fresca, beben el vino

rojo de las ánforas, mientras miran a lo lejos la tierra de los

cíclopes, de la que ven alzarse el humo. Al día siguiente, Uli-

ses se embarca para llegar, a través del mar gris, a la tierra

de los cíclopes, cubierta de pinos y de robles.

Les sale al paso un gigante monstruoso, parecido a una

montaña boscosa que apareciera solitaria entre altas monta

ñas.

  Encerrados en una gruta por el gigante Polifemo, Ulises

el cíclope, hijo de Posidón, el que sacude la tierra, ruega a

su padre que abrume de desdichas a Ulises y que no llegue

a su país más que «después de haber perdido a todos sus com

pañeros, al término de mucho tiempo y de duras pruebas».

De vuelta, en el mismo día, a la isla vecina donde están los

otros navios, Ulises pasa allí la noche. En la aurora de la ma

ñana siguiente manda levar anclas. De allí bogan, «golpeando

con sus remos el mar gris de espuma».

Varios comentaristas de Homero ven en el cíclope una

personificación del volcán cuyo ojo único simboliza el cráter.

Igualmente, la proyección de bloques de roca al mar repre

senta bastante bien una erupción volcánica cuando lavas y es

corias, proyectadas fuera del cráter por las explosiones, van a

caer al mar. Algunos, pues, han asimilado el país de los cíclo

pes al Etna en Sicilia; otros, como V. Bérard, se inclinan por

la bahía de

 Ñapóles

  y el Vesubio, con la isla de

 Capri

  situada

en el punto exacto para asumir el papel de la isla de las Ca

bras, donde Ulises puede aprovisionarse de caza en abundan

cia. Pero, en el caso del Etna, no existe ninguna isla en las

proximidades. En cuanto a Capri, su geología abrupta y mon

tañosa no corresponde en ningún modo a la descripción muy

exacta que da Ulises. Allí, habría dificultades para encontrar

«junto al espumoso mar prados húmedos y tiernos, así como

campos llanos y labraderos».

212

GILBERT

  PIIXOT

NTO

 1

Llegan a la isla de Eolia. «Es una isla flotante, a la que

cerca un broncíneo e inquebrantable muro, y una escarpada

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

213

muy juntas, porque allí no se levantan olas ni grandes ni pe

queñas y una plácida calma reina en derredor. Yo solo dejé

mi negra embarcación fuera del puerto, junto a uno de sus

extremos, e hice atar las amarras a un peñasco.»

Algunos, atraídos sin duda por los acantilados de Boni

facio, sitúan en esa región el país de los lestrígones, exacta

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roca la bordea por doquier.» Los comentaristas clásicos del

texto de Homero son afirmativos: la isla de Eolo es la Strom-

boli

  en las islas Eolias. Esto parece evidente si uno se con

tenta con la similitud de nombres. Tal similitud, de hecho, no

significa nada, puesto que ese nombre ha podido serle dado

con posterioridad. Bien recibido por Eolo, Ulises, después de

haberle contado lo que ocurrió en Troya, le ruega que pre

pare su vuelta. Eolo encierra los vientos contrarios en un odre

que coloca en el fondo del navio y envía el Céfiro, viento del

Oeste, para que lleve las naves a ltaca. «Durante nueve días

y nueve noches, bogamos sin descanso.» Al décimo, ya a la

vista de las costas de ltaca, aprovechándose del sueño de Uli

ses,  sus compañeros, por curiosidad y por codicia, abren el

odre que está en el fondo de la bodega. Se desencadenan los

vientos prisioneros. «Las naves fueron de nuevo llevadas por

la maldita tempestad a la isla de Eolia.» Esta vez, la recep

ción es distinta. Considerando que, por sus desdichas, Ulises

debe ser odiado por los felices dioses, Eolo lo echa de su lado.

Ulises nos dice entonces: «Navegamos sin interrupción

durante seis días con sus noches, y al séptimo avistamos Te

lepilo

 de Lamos, en el país de los lestrígones, donde el pastor,

al recoger su rebaño, llama a otro que sale en seguida con el

suyo. Allí un  hombre  que no durmiese podría ganar dos sa

larios: uno guardando bueyes, y otro apacentando blancas

ovejas, pues los caminos del día y los de la noche están muy

próximos. Llegamos al puerto magnífico que está rodeado de

escarpadas rocas por ambas partes y tiene en sus extremos

riberas prominentes y opuestas que sólo dejan un estrecho

paso. Las naves estaban amarradas en el profundo puerto,

mente en Porto Pozzo, al norte de Cerdeña. Pero los innume

rables lestrígones, de talla gigante, atacan a los aqueos lan

zándoles piedras desde los acantilados y dañan los navios.

Sólo el de Ulises escapa a la destrucción huyendo a tiempo

«lejos de las rocas cortadas a pico». Evidentemente, debe su

salvación al hecho de que sólo él dejó su nave fuera del

puerto. Aquí nos volvemos a encontrar con el «prudente

Ulises».

Desde allí bogan más adelante «y llegan a la isla de Eea»

donde mora la diosa Circe, en «un puerto hospitalario para

los navios». Dos días de descanso y, al tercero, Ulises sube a

una cumbre rocosa y ve humo que sale por encima de un en

cinar: se trata del palacio de Circe. Ve la isla llana alrededor

de la cual el mar forma una corona. Un primer grupo va al

palacio de Circe, edificado de piedra pulida, situado en un

valle, en medio de un claro. Circe los recibe, les da de beber

y de comer. Echa una droga en la bebida que les transforma

en cerdos, se entiende que en sentido figurado. Solamente su

jefe de grupo, desconfiado y prudente, no corre la suerte de

sus compañeros y advierte a Ulises, que se quedó en la playa

con el otro grupo. Ulises decide ir al encuentro de Circe para

liberar a sus hombres. Tiene la suerte de encontrar por el ca

mino a Hermes, quien le da una hierba antídoto para sus

traerse a los maleficios de Circe. También le aconseja que

amenace a Circe quien, sintiéndose dominada, le ofrecerá su

lecho.

  Ulises tendrá interés en no rehusar la oferta si quiere

liberar a sus compañeros. Hermes añade:

—Pero hazle prestar el juramento de los felices (los dioses)

de que ella no urdirá contra ti ningún mal propósito, que no

214

GILBERT PILLOT

se aprovechará de tu desnudez para quitarte la fuerza y la

virilidad.

Las cosas ocurren como estaba previsto. Se establece la

confianza mutua entre Ulises y Circe, los compañeros son li

berados y todos lo celebran, invitados por la diosa. La aco

gida debió ser agradable, puesto que Ulises y sus compañeros

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

215

por el atajo para esperar a sus compañeros en la   próxima

etapa.

NTO / /

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se quedan un año en la isla de Circe, hasta el siguiente, cuan

do vuelven los «días largos».

¿Dónde está la isla de Circe? Los comentaristas disponen

de una respuesta inmediata a esta pregunta. En efecto, existe

en la costa italiana un monte Circeo, situado al sudeste de

Roma. Evidentemente, no es una isla. Ello no importa, se

puede imaginar que en aquella época el monte Circeo estaba

separado de la costa. Así pues, en el momento en que vuelven

«los días largos» los compañeros recuerdan a Ulises que ya

es hora de volver a ver la tierra de sus padres. Ulises está de

acuerdo y anuncia a Circe su propósito de volver al mar. La

diosa  admite que se vayan Ulises y sus compañeros e incluso

acepta ayudarlos con sus informaciones. Le dice, sin embar

go,

  que antes deberá emprender un viaje al reino de los muer

tos,  a las moradas de Hades y de Perséfone, para interrogar

a los muertos.

El soplo de Bóreas conducirá tu nave. Cuando tu navio

llegue al término del Océano encontrarás una costa llana y

los bosques sagrados de Perséfone: álamos altos y negros y

sauces que pierden sus frutos.

Cerca de un río, Ulises deberá interrogar el alma del te-

bano Tiresias, quien le dirá el modo de seguir su camino para

volver a Itaca.

Al amanecer, Ulises despierta a sus compañeros para bajar

a la playa e izar las velas. Uno de ellos, que dormía sobre el

techo, con la pesadez del vino absorbido la víspera, se salta

un escalón y se rompe las vértebras.

«Su alma descendió al Hades.» He aquí a uno que toma

Se embarcan, el viento favorable sopla de popa y «gober

nábala el viento y el piloto, y durante el día avanzó a velas

desplegadas, hasta que se puso el sol y las tinieblas llenaron

todos los caminos. El navio llegó a los confines de la tierra.

Allí están el pueblo y la ciudad de los cimerios, entre nieblas

y nubes. Allí llegó nuestro navio, que sacamos a la playa, y

nosotros llegamos al sitio que nos indicara Circe». Ulises

evoca a los muertos y obtiene de Tiresias las recomendacio

nes útiles para su regreso: alcanzar la isla del Tridente, pero

sin tocar los bueyes de Helios que allí pacen, de otro modo

perderá a sus compañeros y deberá esperar mucho tiempo

para su vuelta. Se le informa también que debe dar sepultura

al joven marinero que se mató aquella misma mañana en casa

de Circe. A continuación, Ulises ve aparecer hombres y mu

jeres: todos los principales personajes de la mitología griega,

los héroes y los reyes.

Da, en fin, orden de salida y «la corriente nos llevaba

sobre el río Océano, primero íbamos a remo, en seguida nos

empujó una excelente brisa». Para esta etapa, los comentaris

ta s  rehuyen  la dificultad renunciando a cualquier localiza-

ción. Les basta con afirmar que se trata de un viaje imagi

nario. Algunos, sin embargo, piensan en una localización en

la región del Vesubio.

NTO 1 2

Ulises vuelve, por  la  noche, a la isla de Circe. Al día si

guiente, habiendo cortado leña, incineran el cuerpo de

  Elpe-

216

GILBERT

  PILLOT

ñor,  el joven marinero, y entierran sus cenizas con sus armas.

Sobre su tumba alzan un montículo en el lugar más elevado

del cabo, levantan una estela y plantan verticalmente un

remo sobre la tumba. «Cumplimos, pues, todos los ritos»,

dice Ulises. Circe y sus sirvientas, siempre solícitas para con

Ulises y sus compañeros, les preparan un auténtico festín y

EL CÓDIGO SECRETO D E L ODISE

217

de mucho tiempo, triste, y habiendo perdido a todos tus

hombres.

Ulises sale de madrugada, izada la vela, empujado por un

viento favorable. «La bien construida nave llegó muy presto

a la isla de las Sirenas.» Siguiendo los consejos de Circe, es

capan al primer peligro tomando todas las precauciones pre

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se comprometen a completar las informaciones de Tiresias

sobre el camino a seguir. Por la noche, sola con Ulises, Circe

le expone los peligros que le esperan y la conducta a seguir

para escapar de ellos: no ceder a los cantos de las Sirenas y,

por precaución, verter cera en los oídos de sus compañeros

a fin de que no oigan sus cánticos. En cuanto a él, deberá ha

cerse atar de pies y manos al mástil del navio, si quiere, a la

vez, oír sus cantos y no ceder a la llamada.

Luego se presentan dos caminos:

A un lado se alzan peñas prominentes, contra las cuales

rompen las inmensas y rugientes olas de Anfitrite. Una de las

dos peñas está coronada por el pardo nubarrón que jamás la

abandona... la roca es tan lisa que parece pulimentada. En

medio del escollo hay un antro sombrío que mira al ocaso,

hacia el Erebo; a él debéis enderezar el rumbo de vuestra

nave... Ningún hombre, que dispara el arco desde la cóncava

nave podría llegar con sus flechas a la profunda cueva. Allí

mora Escila. Tiene una voz semejante a la de una perra recién

nacida, y, sin embargo, es un monstruo perverso... El otro

escollo es más bajo, se halla a tiro de flecha. Al pie de la

peña la famosa Caribdis sorbe las turbias aguas. Tres veces

al día las echa afuera y otras tantas vuelve a sorberlas de ma

nera horrible. No te encuentres allí cuando las sorba... Haz

que tu nave pase rápidamente el escollo de Escila. Llegarás

más tarde a la isla de Trinacria. Allí pacen en gran número

los bueyes de Helios. Si los dejas indemnes aún llegaréis a

ítaca, pero  si les causas daño te anuncio la pérdida de la nave

y la de tus compañeros. No llegarás a la patria sino al cabo

vistas.

Al poco rato de haber dejado atrás la isla de las Sirenas,

vi humo e ingentes olas y percibí fuerte estruendo... A ti, pi

loto, he aquí mis órdenes: aparta la nave de ese vapor y de

esas olas, y procura acercarla al escollo... Pasamos el estre

cho.  A un lado estaba Escila y al otro Caribdis, que sorbía de

horrible manera las salobres aguas del mar. Contemplábamos

Caribdis, temerosos de la muerte; en aquel momento Escila

me arrebató de la cóncava embarcación seis de mis hom

bres... Llegamos muy pronto a la irreprochable isla del dios.

Allí estaban los hermosos bueyes de Helios.

Ulises, acordándose de los consejos de Tiresias y de Circe,

quiere pasar ante la isla sin desembarcar en ella. Pero es

tarde, y sus compañeros, cansados, están todos de acuerdo

en detenerse. Entonces Ulises les hace prometer que no toca

rán los bueyes de Helios, y que no consumirán otros víveres

que los que dio Circe. Juran abstenerse de matar el divino

ganado.

Detuvimos la bien construida nave en el hondo puerto,

junto a una fuente de agua dulce; mis compañeros desem

barcaron, y luego prepararon muy hábilmente la comida.

Cuando la noche hubo llegado a su último tercio, Zeus sus

citó un viento impetuoso y una tempestad deshecha cubrió de

nubes la tierra y el mar.

El viento sopla durante un mes, siempre del Sur o del Este,

bloqueando a Ulises en la isla al tiempo que se acaban las

provisiones. «El hambre les atormentaba el estómago.»

Aprovechándose de su sueño, los compañeros de Ulises, que

han llegado al término de sus fuerzas, prefieren afrontar la

218

GILBERT PIIXOT

cólera de Helios antes que morirse de hambre. Matan los

bueyes,

 hacen

  sacrificios a los dioses para intentar apaciguar

le y, acto seguido, asan la carne, cuyo olorcillo despierta a

Ulises. ¡Demasiado tarde , la matanza de los bueyes ha sido

consumada. Zeus promete a Helios que llegará el castigo y

que el rayo herirá el navio de Ulises. Cuando, un poco más

tarde, tras cesar la tempestad, acuerdan volver al mar, oímos

EL CÓDIGO SECRETO DE LA

  ODISEA

1

219

tiestamente alejada. Es cierto que Ulises pasa muy aprisa de

la isla de las Sirenas a Caribdis y Escila y en la misma jorna

da llega a la isla de Trinacria o de «los tres picos». Los pa

rajes de Caribdis y de Escila están descritos con tal exactitud

que, en caso de localización dudosa, un examen sobre el te

rreno debería permitir una verificación indiscutible. Hasta

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contar a Ulises el naufragio de sus compañeros ya sin sor

presa. «Heridos por el rayo de Zeus, ella (la nave) giró sobre

sí misma, se llenó del olor del azufre y mis hombres caían

del navio. Semejantes a cornejas marinas, llevábalos el oleaje

alrededor de la negra nave...  —Ulises  se  aferra  a los restos

de la  embarcación—  y de repente sobrevino el Noto (viento

del Sur), el cual fue causa de nuevas inquietudes para mi co

razón: de nuevo tenía que pasar por la mortal Caribdis. Toda

la noche anduve a merced de las olas, y al salir el sol llegué

al escollo de Escila y a la horrenda Caribdis. Ésta sorbía la

salobre agua del mar (y los restos del navio)... Me agarré,

esperando que Caribdis vomitara el mástil y la quilla. Y éstos

aparecieron por fin, cumpliéndose mi deseo. A la hora en que

el juez se levanta en el

  agora,

  para cenar después de haber

fallado las numerosas causas de los que acuden a él en de

manda de

  justicia,

  dejáronse ver los maderos fuera ya de

Caribdis. Soltéme de pies y manos y caí con estrépito en

medio del agua, junto a las grandes piezas de madera; y, sen

tándome encima, me puse a remar con los brazos, y no per

mitió el padre de los hombres y de los dioses que Escila

me viese... Desde aquel lugar anduve errante nueve días, y

la noche del décimo lleváronme los dioses a la isla de Ogygia,

donde vive Calipso...»

Según opinión de todos los comentaristas clásicos, Carib

dis y Escila se encuentran en el estrecho de Mesina, que se

para Sicilia de la punta de la bota italiana. Ulises habría pa

sado antes cerca de la isla de las Sirenas, que se ha solido

identificar con Corfú aunque ésta, sin embargo, queda mani-

ahora no parece que los parajes del estrecho de Mesina hayan

dado plena satisfacción a los comentaristas, puesto que se

sigue discutiendo sobre ello. En realidad, parece que uno

perdería el tiempo buscando con tanta precisión. No los en

contrarán... y con motivo.

La totalidad de los textos que acabo de reproducir evocan

un paisaje que no recuerda nada las costas del Mediterráneo.

Ulises navega por un mar difícil, el oleaje es fuerte y la re

saca al pie de las rocas lisas que caen a plomo sobre el mar,

lanza la espuma a gran altura. Las cumbres desaparecen tras

la bruma. En fin, el fenómeno de Caribdis, que se produce

tres veces en el curso del día, cuando los días son más largos,

es harto conocido. Se trata de una corriente violenta de

marea acompañada de remolinos, que se produce a cada

flujo y reflujo, es decir, cada seis horas. En cuanto a Escila,

es una gruta profunda abierta sobre un escollo al nivel del

mar y el movimiento del oleaje en el interior debe provocar

una especie de bramido que evoca la guarida de un mons

truo. Por otra parte, Ulises no habla de un estrecho, sino de dos

islas. La isla de Trinacria, según la hipótesis clásica, no puede

ser otra que Sicilia, pero después de la deriva de nueve días la

mayor parte de los comentaristas no saben ya dónde situar

la isla de Ogygia, morada de Calipso. Sabiendo que está si

tuada a diecisiete días de navegación, es decir, muy lejos de

Itaca,  se hace derivar a Ulises hacia occidente, en dirección

del estrecho de Gibraltar.

Con este canto se acaba la narración que hace Ulises a los

feacios en la gran sala del palacio de Alcínoo. En efecto, el

episodio del retorno de la isla de Ogygia ha sido ya contado

22

GILBERT

  PILLOT

por Ulises y Alcínoo en el primer momento de su llegada al

país de los feacios. Ahora poseo, pues, los principales datos

del viaje de Ulises con el resumen de los tres últimos cantos,

en los cuales era necesario detenerse. Ahora resumiremos más

rápidamente los cantos que siguen, destacando sólo lo esen

cial de la acción y los episodios que, indirectamente, puedan

facilitar la comprensión del viaje de Ulises,

EL CÓDIGO SECRETO

 D E L

ODISE

22

a la vista de la ciudad. Así se hizo. Ulises se despierta y no

reconoce su isla, puesto que Atenea lo ha envuelto en una

nube con el fin de que no sea identificado todavía. Algunos

piensan haber encontrado en la isla de

  Itaca

  el puerto «bien

abrigado», donde Ulises, dormido, ha sido dejado por los

feacios, así como la gruta vecina.

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CANTO 13

Los feacios han escuchado atentamente la narración de

Ulises. Alcínoo da las gracias al narrador y pide que cada

oyente regale a Ulises, como signo de agradecimiento, un

gran trípode y de un caldero. Luego todos se van a sus casas,

a dormir. Al alba, los presentes, de bronce sólido, son dis

puestos en el navio y un nuevo festín reúne la gente en el

palacio de Alcínoo. Pero «Ulises volvía a menudo la cabeza

hacia el sol brillante, y deseaba que se fuera al ocaso, puesto

que deseaba partir... así, Ulises vio con alegría cómo se es

condía la luz del sol».

Ulises se levanta y dice adiós a sus huéspedes, pronun

ciando las fórmulas de deseos de felicidad y prosperidad.

El héroe se embarca y se duerme sobre las tablas de popa

en el momento en que los remeros «inclinándose hacia atrás

azotaban el mar con sus remos... ella (la nave) corría con

un movimiento seguido y seguro... Cuando salía la más ru

tilante estrella, la que anuncia la luz de la aurora, hija de la

mañana, la nave se acercaba a la isla (ítaca)».

Los feacios dejan a Ulises en la playa, cerca de una gruta,

con sus obsequios. Pero Posidón, cuyo rencor es tenaz, pide

a Zeus que castigue a los feacios, quienes han ayudado a

Ulises, «con el fin de que en adelante se abstengan y cesen de

llevar a los hombres». Zeus le sugiere transformar en peñasco

el navio de los feacios cuando, de vuelta a Corcyra, se halle

Atenea se aparece a Ulises, disipa por un instante la nube

para mostrarle la tierra de ítaca, lo ayuda a esconder sus

bienes en la gruta y le advierte de los peligros que le esperan.

Ella establece un plan de batalla: no darse a conocer de mo

mento, y con este objetivo lo transforma para darle un pa

recido con un vagabundo decrépito, vestido con harapos.

—Llégate ante todo al porquerizo, al guardián de tus cerdos,

que te quiere bien. Yo voy a Esparta, la de hermosas mu

jeres, para llamar a Telémaco, tu hijo.

CANTO 14

Por un camino de montaña, Ulises va a la casa del porque

rizo, «situada en un lugar d escubierto, grande y bello, en forma

de círculo». Se admite que este lugar se encuentra en el ex

tremo sur de la isla de

  Ítaca.

  Ulises no es reconocido por el

porquerizo Eumeo, y, para explicar su presencia en la isla, se

hace pasar por un cretense-, a quien atribuye la siguiente

aventura: Habiendo ido hasta las orillas del Nilo, para una

expedición, es vencido y hecho prisionero por los egipcios.

Siete años más tarde, un fenicio «sabio en engaños» se

lo lleva a Fenicia, luego en un barco que tenía que ir a Libia

bordeando Creta, empujado por un buen viento de Bóreas

(Norte). Cuando, al dejar Creta, no veían tierra alguna, el

rayo hunde el navio y Ulises, el único que se salva, aferrado

a los restos de la nave, deriva durante nueve días y nueve

noches. Al décimo, aborda en la tierra de los tesprotes. El rey

de aquel país le propone subir sin tardanza a un navio

  que-

222

GILBERT

  PILLOT

debe salir para Duliquio, isla vecina de

  í taca.

  Desgraciada

mente, y encontrándose en altar mar, los marinos lo despojan

de sus vestidos y «preparan para él el día de la esclavitud».

Llegada la noche, desembarcan en Itaca y su prisionero puede

escapar.

El porquerizo  Eumeo  se compadece de las desdichas de

su visitante, le da de comer y, a su vez, descubre su pena, la

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

223

carro la misma distancia que a la ida y que, una vez más,

hace etapa en Feres. Este detalle tendrá su importancia.

«Cuando apunta la aurora de los dedos de rosa... suben

el labrado carro y lo guían por el vestíbulo y el pórtico so

noro... Pronto llegan a la abrupta acrópolis de Pylos.»

Telémaco pide permiso al hijo de Néstor para no subir a

la acrópolis.

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larga ausencia de Ulises, su señor, y la actitud indigna de los

pretendientes, que viven a costa de sus bienes. Ulises le pre

dice el retorno de su amo y para convencerlo le propone una

apuesta. Pero ha llegado la hora de cenar, y Ulises pasa la

noche en casa del porquerizo.

C NTO

  15

Atenea, después de haberse separado de Ulises, ha ido a

Esparta para incitar a Telémaco a regresar a

  Itaca.

 Le indica,

en sueños, el itinerario que debe seguir para no caer en la

emboscada que le han tendido los pretendientes entre

  Itaca

y Cefalonia. Telémaco deberá dirigirse a partir de

  Pylos

  las

Dunas en dirección Norte, evitando las islas, a fin de poner

proa al Oeste para llegar a

  Itaca.

  La diosa le aconseja pasar

la noche en casa del porquerizo Eumeo, y desde allí, enviar su

navio a la ciudad. El porquerizo, por su parte, deberá ir al

palacio de Ulises para anunciar a Penélope la vuelta de su

hijo.

  Telémaco y el hijo de Néstor, que han sido despertados

con la aurora, dicen adiós a Menelao y a Helena, quienes les

ofrecen los regalos de la hospitalidad y una comida, antes de

ponerse en camino en su carro. «En todo el día los caballos

no cesaron de agitar el yugo. Se puso el sol, y las tinieblas

empezaron a llenar los caminos, cuando llegaron a Feres, a

la morada de Díocles, el hijo de Orsíloco, a quien engendra

ra Alfeo. Allí durmieron aquella noche.»

Vemos que Telémaco, durante la jornada, atraviesa en

—Temo

  que el anciano me detenga en su casa, contra mivoluntad, por el deseo de tratarme amistosamente, y a mí

me urge llegar allá lo antes posible  —en  seguida se dirige al

navio, consciente de que Néstor «tendrá una tremenda cóle

ra) —.

  Embarquémonos, es preciso devorar el camino —dice.

Izan la vela y Atenea les envía un viento favorable. Así

pasaron por delante de las Fuentes y del Calcis, de hermoso

caudal. Se puso el sol y todos los caminos se llenaban de

sombras; la nave avanzaba rápidamente, acercándose a Feres,

gracias al buen viento de Zeus; pasó a lo largo de la brillante

Elida, donde ejercen su dominio los epeyos.

En la misma hora, Ulises y el porquerizo Eumeo charlan

durante buena parte de la noche junto al fuego de leña, en

la

  cabana.

  El porquerizo cuenta su vida; como, todavía niño,

unos fenicios, «marineros de nombradía, pero gentes rapa

ces» que vinieron a comerciar en su país, consiguieron rap

tarle después de haber seducido a su nodriza, que se convirtió

en su cómplice. Luego Eumeo es vendido por los fenicios a

Laertes, padre de Ulises. Después de esta narración, Ulises

y Eumeo se duermen y su sueño es corto. Ya aparece la au

rora y, en la playa, Telémaco y sus compañeros cargan las

velas echan las anclas y toman su primera comida en la

tierra de Itaca, desde que salieron de allí. Telémaco da ór

denes:

—Llevad

  ahora el negro bajel a la ciudad mientras, yo ba

jaré hacia los campos y los pastos.

El navio se aleja de la playa para dirigirse a la ciudad de

Itaca doblando el extremo sur de

  la

  isla, mientras Telémaco,

224

GILBERT

  PILLOT

con paso rápido, llega en seguida al

  establo

  de l

  porquerizo

Eumeo.

CANTO 16

Telémaco  llega a la  cabana  del  porquerizo, quien le ma

EL CÓDIGO SECRETO D E L ODISE

225

Atenea ha transformado su miserable aspecto y le ha devuelto

su bello semblante, lo que Ulises se apresura a explicarle.

Al fin se precipitan uno en brazos del otro. Ulises le pregun

ta luego sobre las fuerzas adversarias y su hijo le da la rela

ción exacta de los pretendientes, que son ciento ocho, sin

contar los criados. Ulises cuenta con la ayuda de Zeus y de

Atenea, lo que tranquiliza un poco a Telémaco, que hubiese

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nifiesta, ya desde el umbral, su alegría por volver a verlo.

Entra y se sienta al lado de Ulises, a quien no puede recono

cer. Luego presenta sus excusas por no poder acoger al ex

tranjero en su palacio, ocupado por los pretendientes, pero,

mientras, pide a Eumeo que le encuentre un puesto en la al

quería. A su vez, Ulises toma la palabra y se extraña de que

su huésped Telémaco tolere semejante actitud en su casa.

Telémaco explica los orígenes de esta situación y pide al por

querizo que vaya al palacio de Ulises a anunciar a Penélope

su vuelta, sano y salvo, de Pylos.

—Yo  me quedaré aquí, y tú vete allá a darle la noticia, a

ella sola; ten cuidado de que ninguno de los aqueos se entere,

pues son muchos los que maquinan males en mi contra.

Eumeo propone dar un rodeo para advertir también a

Laertes, el padre de Ulises, pero Telémaco le ordena impera

tivamente:

—Tú vuelve, así que hayas dado la noticia, y no vayas por

los campos en busca de Laertes; pero encarga a mi madre

que le envíe en secreto y sin perder tiempo la esclava des

pensera, a fin de que se lo participe al anciano.

El porquerizo sale para la ciudad.

En este instante Atenea se aparece a Ulises y le aconseja

que hable con su hijo, a fin de ponerse de acuerdo con él

sobre el modo de desembarazarse de los pretendientes. Atenea

arde en deseos de combatir a su lado. Entonces Ulises se pre

senta a su hijo: «Soy tu padre por quien gimes y sufres

tantos dolores, sin cesar expuesto a la violencia de los hom

bres.» Pero Telémaco duda todavía en reconocerlo, hasta que

preferido encontrar algunos aliados. Ulises tiene a punto su

plan de batalla, del que informa a Telémaco, le da instruccio

nes concretas y le recomienda que no descubra su presencia

a nadie, sea quien sea. Ulises irá a su casa bajo la apariencia

de un vagabundo.

Mientras Ulises y su hijo hablan así, el navio de Teléma

co entra en el puerto de Itaca. Tan pronto ha anclado en el

puerto, es enviado un heraldo a la morada de Ulises para ad

vertir a Penélope, según las instrucciones de Telémaco. El

heraldo y el porquerizo Eumeo se encuentran en la sala donde

está Penélope, para transmitirle su mensaje. Cumplido el en

cargo, el porquerizo vuelve a sus bestias. Los pretendientes,

consternados por la noticia de la vuelta de Telémaco, salen

al umbral y uno de ellos propone enviar un navio a sus com

pañeros, que siguen emboscados, para decirles que su vigi

lancia es inútil. En este instante, al dirigir la mirada hacia el

puerto, ven cómo entra en la rada la nave de sus amigos y

suponen que éstos han debido ver pasar a lo lejos el navio de

Telémaco, sin poder darle alcance. Los pretendientes se

reúnen todos en el palacio de Ulises y por el momento desis

ten de matar a Telémaco. Penélope ha sabido que los pre

tendientes habían tramado un complot para matar a su hijo.

Avanza hacia ellos y les dirige violentos reproches.

Llegada la noche, el porquerizo vuelve a encontrarse con

Ulises y su hijo, quien le interroga:

—¿Qué se dice en la ciudad? ¿Están en ella de regreso los

soberbios pretendientes o me acechan aún, esperando que

vuelva a mi casa?

15 - 2956

226

GILBERT PIIXOT

EL   CÓDIGO  SECRETO DE LA ODISEA

227

Eumeo

  responde:

—No  me ocupé de inquirir ni de preguntar nada mientras

anduve por la ciudad, pues tan pronto como entregué el men

saje no tuve más deseo que venirme a toda prisa. Encontróse

conmigo un heraldo, diligente nuncio de tus compañeros, que

fue el primero que habló a tu madre. También sé otra cosa,

que he visto con mis ojos. Al volver, cuando ya me hallaba

CANTO 18

Otro mendigo, Iros, en el curso de la cena busca quere

llarse con Ulises, quien responde, conciliador:

—No voy a tener celos si a ti te dan la mayor parte.

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más alto que la ciudad, en la colina de Hermes, vi que una

nave rápida entraba en el puerto, ¡cuántos hombres a bordo

Estaba cargada de escudos y de azagayas. Creí que serían

ellos...

Luego cenan y gustan las dulzuras del sueño.

C NTO

  17

A la mañana siguiente, Telémaco sale el primero, a la au

rora, llega al palacio, tranquiliza a su madre y le explica su

viaje. Ulises, acompañado del porquerizo, sale un poco más

tarde con dirección a la ciudad y se presenta a su vez, dis

frazado de pordiosero. Bien recibido por Telémaco, quien

ordena que le den de comer, Ulises se vuelve entonces hacia

los pretendientes para pedirles limosna. Uno de ellos repro

cha al porquerizo haber traído un pordiosero a la morada

donde están festejando. A pesar de una severa réplica de Te

lémaco, que asume la defensa de Ulises, el pretendiente apo

rrea al pordiosero arrojándole un escabel a la cabeza. Pené-

lope

  se da cuenta de la presencia del mendigo y pide oírle.

Ulises, al responderle, le aconseja esperar a la noche para no

atraer sobre ella la cólera de los pretendientes.

Pero el irascible vagabundo quiere echar a Ulises de lasala. Los pretendientes se alegran de esta disputa que les

divierte. Ulises acepta el desafío, haciendo jurar antes a los

pretendientes que no intervendrán a favor de Iros, lo que

aquéllos admiten en seguida. De un solo puñetazo, Iros queda

fuera de combate y es arrastrado fuera de la sala. Sin embar

go,

  inspirada por Atenea, Penélope se decide a comparecer

ante los pretendientes para incitar a su hijo a que no se mez

cle con ellos y reprocharle haber dejado maltratar a un fo

rastero. Reprocha también a los pretendientes su actitud

para con ella y les recuerda que, según la tradición, es a ellos

a quienes corresponde traer los regalos susceptibles de in

fluir en su elección. Encantados por tal discurso y por la

belleza de Penélope, cada uno de ellos hace traer por un

Criado un regalo que será entregado al objeto de sus deseos.

Llegada la noche, el festín acaba con libaciones y los pre

tendientes se retiran, mientras que Ulises se queda en el pa

lacio bajo pretexto de ocuparse de las antorchas.

C NTO

  19

Padre e hijo acuerdan descolgar las armas de las paredes

de la sala, a fin de evitar que los pretendientes puedan utili

zarlas contra ellos. Telémaco les explicará que desea hacerlas

limpiar. Cumplido este trabajo Telémaco se retira, y Penélo

pe baja a la sala para hablar con Ulises, a quien no ha re

conocido. Le da a entender cuánto echa de menos a Ulises,

228

GILBERT PILLOT

y mediante qué astucias intenta atrasar el momento en que

deberá escoger nuevo esposo. Al preguntarle ella por su

origen, Ulises, a su vez, le explica que viene de Creta «rodea

da por el mar, hermosa y fértil: en ella habitan innumera

bles hombres, y se levantan noventa ciudades. Allí se oyen

mezcladas varias lenguas, pues viven en aquel país los aqueos,

los magnánimos eteocretenses, y los dorios, que están divi

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

229

digo y les recuerda, aprovechando la ocasión, que están en

la casa de Ulises. La audacia de Telémaco sorprende a los

pretendientes, les irrita, y uno de ellos llega a proponer que

metan el mendigo en un navio para venderlo en Sicilia, y

sacar de él un buen precio.

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didos en tres tribus, así como los nobles pelasgos. Entre las

ciudades se halla Cnossos, gran urbe, en la cual desde la edad

de nueve años reinó Minos». La historia que cuenta Ulises es

evidentemente imaginaria y distinta de la que explicó al por

querizo. Presume de haber visto a Ulises en Creta cuando

salía para Troya. Para certificar la autenticidad de su narra

ción, incluso describe el manto que llevaba Ulises en aquella

época, y también el broche y la túnica. Penélope se anega en

llanto ante semejante evocación y no puede dudar de que

está diciendo la verdad. Entonces Ulises le predice su pronto

regreso.

—Está

  salvo y llegará dentro de poco.

En agradecimiento, Penélope da orden a sus sirvientas de

que lo cuiden bien. Una vieja nodriza, que conoció a Ulises

en otros tiempos, le da un baño de pies. La mujer, al lavarlo,

reconoce en la pierna una cicatriz que tenía Ulises, herida

causada por un jabalí acorralado. Ulises la obliga a que se

calle y a no revelar a nadie su verdadera identidad.

C NTO 2

Ulises, instalado en el vestíbulo para pasar la noche en él,

se pregunta, mientras espera que le venga el sueño, sobre el

modo de matar a los pretendientes. Atenea lo tranquiliza y

se duerme. A la mañana siguiente, varios signos y augurios

anuncian la muerte de los pretendientes. Éstos se reúnen en

la gran sala. Telémaco les ordena que no maltraten al

  men-

CANTO 21

Penélope propone a los pretendientes un concurso del que

ella será la puesta, puesto que desean casarse con ella. Hace

que le traigan el arco que Ulises había dejado en su casa

cuando partió para Troya. Aceptará casarse con aquel cuya

mano tienda la cuerda con mayor soltura y envíe la flecha

a través de las doce hachas alineadas. Las hachas, en aque

llos tiempos, tenían, en efecto, una apertura en la parte su

perior. Telémaco alinea las hachas, lo prueba, pero admite

que no es lo bastante fuerte para tender el arco como es

preciso. A su vez, los pretendientes los prueban sin éxito.

Durante este tiempo, Ulises se presenta en el patio, se da a

conocer al porquerizo

  Eumeo

  y a un boyero que le ha sido

fiel. Éstos le prometen su ayuda en la lucha que va a em

prender. Los pretendientes, descorazonados por sus infruc

tuosos ensayos, proponen dejar el concurso para el día si

guiente. Ulises pide entonces que le den el arco para hacer

una prueba, proposición que los pretendientes juzgan escan

dalosa, porque temen la vergüenza que caería sobre ellos si

un extranjero desconocido consiguiera tender el arco de Uli

ses.

 Penélope apacigua los ánimos recordándose que, incluso si

ganara, no por ello el extranjero se la llevaría. Telémaco pide

a su madre que se retire. El arco es entregado a Ulises, mien

tras que los servidores fieles cierran cuidadosamente las

puertas y alejan a las esclavas. Luego, con Telémaco a su

lado armado con una lanza, se coloca cerca de la entrada

de la sala, con el carcaj lleno de flechas a sus pies.

23Q

GILBERT  PILLO

C NTO 22

Ulises hiere con una flecha a Antínoo en  la  garganta, el

más importante de los pretendientes. ¡Estupor y espanto

Los otros, creyendo que se trata de un accidente, amenazan

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

231

rincón del patio. La muerte del porquerizo, traidor a Ulises,

que ha proporcionado armas a los pretendientes, será más len

ta y más espantosa.

CANTO 23

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a Ulises, quien escoge aquel instante para revelarles su ver

dadera identidad. Pálidos de terror, los pretendientes buscan

hacerse perdonar, culpando de todo a Antínoo y prometiendo

una reparación.

—Mis manos no se abstendrán de matar —responde Ulises,

inflexible. No hay más salida que el combate. Los pretendien

tes intentan acercarse a Ulises, pero son heridos uno tras

otro.

Ulises se está quedando sin flechas y los pretendientes

que sobreviven reciben armas de un hombre a su servicio.

La situación es crítica. Telémaco y los dos fieles servidores

van, a su vez, a buscar más armas. Felizmente, Atenea les

ayuda y desvía los venablos que lanzan los pretendientes.

El combate se inclina entonces definitivamente a favor de

Ulises. Sólo dos hombres

 —un

  aedo y un heraldo— que había

cuidado de Telémaco cuando éste era niño, dan a Ulises, por

la intervención de su hijo ocasión de ejercer el derecho de

gracia.

Ha terminado la matanza de los pretendientes, todos se ba

ñan en su sangre, y el espectáculo resulta horrendo a la vista.

Ulises llama a la vieja sirvienta que lo había reconocido y le

ordena que señale entre las mujeres de la casa las que se ha

bían comprometido con los pretendientes.

—Doce sobre cincuenta —responde la anciana sirvienta, que

da orden a las mujeres, en nombre de Ulises, de acudir a la

sala.

Entonces las mujeres se ven obligadas a sacar los cadáve

res al patio y a limpiar la sala. Luego serán colgadas en un

A Penélope le cuesta creer a la vieja nodriza, quien le ha

contado lo que acaba de ocurrir. No se atreve a creer en el re

torno de Ulises y piensa que sólo un inmortal ha podido ven

cer a los pretendientes. La nodriza le revela entonces que re

conoció a Ulises por la cicatriz en la pierna. Penélope baja a

la sala, pero todavía duda en reconocer a su esposo. Telémaco

le reprocha su frialdad y Ulises se ausenta para tomar un baño

y reaparecer en su mejor aspecto. Cuando Ulises vuelve a la

sala, Penélope, quien aún desconfía, no acaba de ceder. Enton

ces Ulises se da a conocer sin equívoco, recordando cómo, en

otros tiempos, construyó su habitación alrededor de un olivo

que,

  cortado por sus propias manos, proporcionó la madera

para la cama. Ya no es posible dudar y esta vez Penélope se

echa en sus brazos.

Un poco más tarde, Ulises no puede dejar de advertirle que

sus pruebas no han llegado a término, puesto que el adivino

Tiresias, evocado en el país de los cimerios, le predijo u na nue

va partida, para acabar su vida lejos de su país y del mar. Des

pués de la noche pasada con Penélope, Ulises abandona el pa

lacio, para ir a ver a su anciano padre, Laertes, antes que se

extienda la noticia de la matanza de los pretendientes.

CANTO 24

lar Odisea podría te rmina r aquí, y algunos co mentaristas

han expuesto multitud de argumentos para poner en duda la

autenticidad de este último canto. Las almas de los preten-

  3 GILBERT PILLO

dientes, que han bajad o a los infiernos, encu entran las d e Aqui-

les  y de Agamenón, a quienes cuentan las circunstancias de su

muerte provocada por la vuelta de Ulises.

Durante este tiempo, Ulises y Telémaco van a ver a Laer-

tes,  quien no disimula, a aquél que toma por un forastero, su

resentimiento para con los pretendientes y su pesar por el hijo

perdido. Ulises, una vez más, ha intentado poner a prueba a su

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interlocutor antes de darse a conocer. Después de las efusio

nes habituales, la angustia se apodera de Laertes:

—Temo

  que el pueblo entero de

  Itaca

  venga en seguida a

atacarnos aquí y que, además, envíen emisarios a todas las

ciudades de los cefalonios.

Estos últimos versos nos demuestran, al menos, que la

causa de Ulises no era muy popular ni en  Itaca  así como tam

poco en las islas vecinas.

Efectivamente, la noticia de la muerte de los pretendientes

se ha extendido con gran rapidez y, después de haber sepul

tado a los muertos, los itacenses se reúnen en el

 agora.

 Eupites,

padre de Antínoo, el primer pretendiente muerto por Ulises,

toma la palabra:

—¡Oh, amigos Atrevida fue la obra que ese hombre ma

quinó contra los aqueos. Llevóse a muchos y valientes hombres

en sus naves. Por su culpa perecieron las naves, perecieron los

hombres. Ha vuelto y ha dado muerte a otros, la flor de la

nobleza de los cefalonios. Vamos... pongámonos en camino, no

le demos tiempo de huir mar adentro.

Pero aparecen los dos pretendientes perdonados por Ulises

y desaconsejan esta acción, evocando el apoyo de que manifies

tamente goza Ulises en esta empresa por parte de los dioses.

Entonces, la mitad del pueblo renuncia, descorazonada. La

otra mitad sigue a Eupites, con las armas en la mano. Empie

za el combate y la jabalina de Ulises traspasa a Eupites. En

este instante interviene Atenea, detiene el combate con su voz

poderosa que atemoriza a los guerreros, y así  preside  al re

torno de la paz sobre Itaca.

NOT S DE LECTUR

  • »

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HOMERO

Premieres civilisations  de la  Mediterránea

por Gabriel Leroux («P.U.F.»)

Cap.

  II. 5.

Hoy todavía se duda entre la hipótesis de un grupo de rap

sodas, la

  gens homérida

  de Quíos, y la de un poeta único y

genial. En general, se ponen de acuerdo al decir que Homero

vivió hacia 850. El fondo de la lengua homérica parece eolio

y en seguida qued ó cubierto p or el dialecto jónico. Con ocasión

del censo efectuado en Atenas por orden de Pisístrato en 560,

la

  Ilíada

 y la

  Odisea

  recibieron forma casi definitiva.

LAS DIRECCIONES DEL ESPACIO Y EL ZODIACO

Géographie sacrée du monde grec

por Jean Richer (Bibl. de las «Guides Bleus»)

pág. 55

La hoja de higuera representa el árbol místico y hace alu

sión al eje Sur-Norte.

pág. 7?

Artemis,

 cazadora, hace pensar en el Sagitario.

  36

CIL ERT PILLOT

CONTEXTO

 PROTOHISTÓRICO

Manuel de préhistoire genérale  Bibliothéque

  scientifique)

po r

 Raymond

  Furon («Payot», París)

Nivel de los mares

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

37

de ir a Occidente en busca del estaño. Los marineros cretenses

fueron hasta Sicilia y el Adriático. En Grecia se produjo un

atraso de 200 años (en relación con C reta) en el uso del bronce .

TROYA

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pág. 51

Las cronologías cifradas permiten decir que en el mar del

Norte el mar transgresivo llegó a la cota   —35  hacia el año

a. J. C. 15000 en el Magdaleniense. Estuvo a —20  hacia el año

7000 a. J. C. o el 8000 a. J. C. y sumergió el Paso de Calais. Un

poco más tarde, en Yoldia invadió el lago Báltico, que se con

virtió en el lago Ancilo. Hacia el 6500 a. J. C. se afirmó la trans

gresión, llegó a

  —10.

  Hacia el 4000 a. J. C.  estaba en el cero

actual.

Hacia los siglos

 ni

  y

 rv

  fueron invadidas las costas breto

nas, fue la época de la inmersión de la ciudad de

 Ys,

 en la bahía

de Douarnenez.

Después de un descanso de varios siglos, seguido de una

ligera regresión, el mar invadió los Países Bajos en los siglos

XII

  y

  xni .

En el cabo de Plogoff (en Bretaña) son actualmente descu

biertos monumentos megalíticos a seis metros bajo el agua.

El óptimo climático del Neolítico empezó el 5400 a. J. C.

CRETENSE

A partir del Minoico antiguo

  T

  (2800 a 2400 a. J. C.) el co

mercio se tornó m uy activo. Creta se organizó, para convertirse

en una nación poderosa. La utilización industrial del bronce

acreció la importancia y el poderío de Creta, que se encargaría

Se utilizaba corrientemente el bronce con un 10

 

de esta

ño .  Se ha encontrado también allí lapislázuli de Afganistán y

ámbar del Báltico.

Tesoros descubiertos dan muestras de una joyería muy va

riada, con alhajas exóticas que confirman intercambios comer

ciales con todo el Oriente, con el Mediterráneo, el Danubio y

el Báltico.

MICENIOS

Hacia el 1400 a. J. C. consiguieron pen etrar en Cnossos, que

fue saqueada e incendiada. Micenas se convirtió en la here

dera de Creta.

Se establecieron transacciones hacia Occidente con Italia,

Sicilia, Cerdeña y Esp aña.

En el principio del segundo milenio, la península Ibérica

fue iniciada en el bronce por los navegantes egeos, de quienes

se descubren las escalas en Sicilia y en Italia meridional.

Gran Bretaña

pág. 402

Al comenzar el segundo milenio a. J. C. un grupo de celtas

descendió por el valle del Rin y pasó a Gran Bretaña.

Fueron los galeses o gaélicos, rechazados más tarde a Irlan

da

  y Escocia, quienes aportaron el conocimiento del bronce.

  38

GIL ERT PILLOT

Sicilia

pág. 410

La civilización siciliana del segundo milenio a. J. C. se di

vide en Siciliano I (del 2000 a. J. C. al 1500 a. J. C.) y en Sici

EL CÓDIGO SECRETO

 DE L

ODISE

239

CONOCIMIENTOS MATEMÁTICOS

De la Prehistoria a la H istoria

  (What

  happened in History)

por Gordon Childe

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liano II (del 1500 a. J. C. al fin del milenio). En el Siciliano II,

la economía siciliana se llegó a transformar en una economía

de la Edad del Bronce por incorporación de la provincia en el

sistema comercial de Micenas. Se encuentran entonces en Sici

lia vasos egeos del Heládico último III, espejos y espadas de

bronce, así como anillos de oro. Los artesanos locales produ

jeron espadas imitadas del Minoico reciente I (Creta), hachas

horadadas y cuchillos troyanos. Luego navajas de doble filo, y

fíbulas.

El culto del sol

pág. 411

El culto del sol es conocido en la Egeida merced particular

mente a un grabado de plata hallado en Syros, que muestra un

carro solar. Ese culto del sol se extendió hasta

  Escandinavia.

Culto de la doble hacha o bipenna

pág. 413

Este símbolo, en relación con el rayo y el trueno (Zeus) fi

gura en el palacio de Cnossos, en Creta. Se le encuentra tam

bién en Italia del norte, en las Baleares, en España, en Bre

taña y en Escandinavia.

l./pág. 176

En el segundo m ilenio (a. J. C.) en el valle del Nilo, los es

cribas copiaban prescripciones médicas y problemas de arit

mética, cuyos orígenes hacían remontar al tercer milenio... Un

tal Ahmes, en el siglo xv se alabó de haber escrito su libro de

aritmética según un texto de la época del rey Amenemhat (1880-

1850 a. J. C.)... Las reglas que aplicaron los administradores

de los templos de

  Sumer

  y los arquitectos de Egipto les per

mitieron calcular tan bien como por las leyes de la matemática

y de la mecánica la cantidad de granos que les serían necesa

rios para sem brar sus campos y el número de piedras precisas

para edificar sus pirámides. En cuanto al calendario egip

cio y a su corrección por Sirio, se trataba de verdaderas apli

caciones de leyes astronómicas cuantitativas.

2./pág. 233

Hacia 1800 a. J. C. la observación d irecta y las m edidas ha

bían hecho que los babilonios aprendieran ciertas relaciones

geométricas distintas a las reglas empleadas para calcular las

superficies y los volúmenes que utilizaban ya desde mucho

tiempo... los escribas sabían el resultado del teorema de Pitá-

goras para diecinueve casos distintos.

2 4 0  GILBERT PILL OÍ

TROYA

Premieres civilisations

 de l

Mediterránea

por Gabriel Leroux («P.U.F.»)

Cap. II. 5

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

241

tienen en sus manos los estrechos; los griegos quieren una ruta

libre hacia el mar Negro... Ulises simboliza  la  aventura grie

ga... Hay, en esta relación  de  aventura, una  solución  de con

tinuidad. Después de un  feliz regreso hasta el cabo M alea, una

tempestad abre

  un

  boquete negro

  de

  nueve días. Luego, Uli

ses, que se ha perdido, sigue su camino a  través de un archi

piélago.

¿E n  el  Mediterráneo? No, a  juzgar por todos los aspectos.

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Muy próxima

  de los

 micenios

 por su

 arte

 y su

 civilización,

la Tróade les hacía una temible competencia cerca d e sus clien

tes de Asia Menor. En general, se está de acuerdo en fijar p ara

el sitio los años entre  1193 y 1184 a. J. C.

...Es m uy proba ble que los aqueos con la expedición

 a

 Troya

buscaran derribar

  la

  principal potencia

  que

  hubiese podido

oponerse  a su establecimiento  en  Asia Menor, y, de hecho, a

partir del siglo xn, pueblos y ciudades se emba rcaron en masa,

llevándose  sus dioses, sus riquezas, sus tradiciones  y, conser

vados a  través del período micenio, muchos secretos de la civi

lización cretense.

Los aqueos (eolios) fueron los primeros q ue, dejando el Epi-

ro

 y

 Etolia

 al

 oeste, Tesalia y Beocia

 al

 este, atravesaron

 el

 mar

Egeo  y se  establecieron hacia  1150 entre  los  estrechos  y el

golfo

  de

 Esmirna.

EL ITINERARIO ATLÁNTICO

¿Fue Vlises  Bretaña?

por Robert Philippe. (Revista Planéte n.°

 22) *

Nuestra tesis:

 l

Odisea

 en el

 Atlántico

El fondo

 del

 debate

 es la

 Odisea.

 La

 Ilíada

 no encierra mis

terio alguno. Relata  una  operación victoriosa contra  los que

1. Publicado  en  Revista Horizonte n.° 12, p.  82-91,  editado  por Plaza  Janes.

Barcelona.

El punto

 de

 arranque

 de la

 segunda salida,

 ya

 calmada

 la

 tem

pestad, arbitrariamente fijado en el Mediterráneo, ha  falseado

todas las interpretaciones. La tempestad se ha llevado a Ulises

fuera  del Mediterráneo, al Atlántico. Gracias  a  este artificio,

Ulises

 se

 adentra

 por una

  ruta real

 y

 fabulosa:

  la del

 oro,

 del

estaño y del ámbar.

Con  el canto V de la Odisea  empieza el relato de una nave

gación atlántica... ¿cuál es la fuente de los  elementos geográ

ficos utilizados por el  narrador? Una relación de viaje  de ori

gen fenicio

 o

 una especie

 de

  transmisión oral;

 se

 trata,

 en

 cual

quier caso,

 de una

  descripción fenicia

 de

 las co stas

 y del mar

océano.

POSIBILIDADES DE LA

 NAVEGACIÓN

De

 l

Préhistoire

 a

 l Histoire.

por Gordon Childe

pág. 226

1.  En el curso  del  segundo milenio... la  evolución  de los

medios  de  transporte facilitó  las com unicaciones  por tierra y

por mar. Lo*-egipcios

 del

 Imperio Medio

 ya

  construían barcos

de 61 metros

 de

  eslora sobre más

 de

 20 metros

  de

 manga,

 ca

paces

 de

  transportar ciento veinte hombres. Los navios creten

ses, q ue

 no

 tuvieron

 al

 principio más que

 una

 veintena

 de me

 -

 2956

242

GILBERT  PILLOT

EL CÓDIGO SECRETO DE LA   ODISEA

243

tros,

  tenían 30 en el período micenio. Con mar tranquila, eran

necesarios cuatro días de navegación para ir de los puertos del

delta (del

 Nilo)

 a Biblos....

pág. 283

2.   Pueblo marinero, los griegos se guiaban por las estre

y ocho remos manejados con toda la fuerza de sus ciento cua

renta y cuatro remeros, a la velocidad máxima de alrededor

de 10 nudos ...

Unas pinturas rupestres muy viejas descubiertas en Escan-

dinavia nos demuestran que, unos tres o cuatro milenios antes

de nuestra era, los hombres de estas regiones se aventuraban

en el mar.

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llas y observaban los fenómenos celestes que se escapaban a

la atención de los sacerdotes, encerrados en los templos. Los

marinos observaron que, en el curso de sus navegaciones hacia

el Sur, parecía como si la estrella Po lar se acercara al horizon te.

La medida de su altitud, medida angular, permitía evaluar la

distancia recorrida. Los griegos se aprovecharon de los descu

brimientos astronómicos de los babilonios y de los egipcios.

A partir del segundo milenio a. J. C. había en la biblioteca de

la capital

  hitita

  una extensa nomenclatura de las estrellas.

ANTIGÜEDAD DE LA NAVEGACIÓN

por Pierre Célérier

Histoire de la navigation   («P.U.F.»)

Cap. I. Pág. 11

La costumbre de servirse de la Polar se remonta a la Pre

historia.

Cap.

  I I

El navio egipcio es el primer tipo de esas largas naves que,

durante siglos, reinarían en el Mediterráneo. El trirreme grie

go es su descendiente directo.

El trirreme iba al abordaje bajo el impulso de sus cuarenta

ANTIGÜEDAD DE LA NAVEGACIÓN

Histoire de la navigation

por Pierre Célérier

  «P.U.F.»)

Uno se siente inducido a pensar que el mundo era mejor

conocido en ciertas épocas que en edades posteriores. Tal es

el caso, por ejemplo, de la rica y legendaria Tarchiech, de que

habla la Biblia, que realmente existió... muy probablemente en

España, y era un puerto situado hacia la desembocadura del

Guadalquivir, fundado alrededor d e treinta siglos antes de nuestra era. También se piensa que los barcos de aquella época y

más tarde algunos cartagineses frecuentaron Madera y las Ca

narias, que no serían redescubiertas oficialmente más que ha

cia 1350, por los portugueses...

Hoy sabemos con certeza que algunas tierras eran conoci

das y frecuentadas mucho tiempo antes de la fecha oficialmen

te admitida como la de su descubrimiento, especialmente Amé

rica. ¿Por qué no se habría producido el mismo fenómeno en

un pasado más lejano? El secreto que envolvía tales descubri

mientos sería suficiente para explicarlo.

244

GILBERT

  P I LL0 T

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

245

ANTIGÜEDAD DE LA NAVEGACIÓN

CONDICIONES TÉCNICAS

Histoire de la navigation

por Piere Célérier

  «P.U.F.»)

Cap. III. 1

medían en total 8 kilómetros, las dársenas cubrían 120 hec

táreas y ochocientas galeras podían tener cabida allí... Éstas

son dimensiones comparables a las de nuestros puertos mo

dernos.

INSTRUCCIONES

 NÁUTICAS

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La Historia demuestra que mucho antes de nuestra era fue

ron realizados grandes viajes marítimos. También demuestra

que tuvieron lugar, casi regularmente, travesías entre tierras

separadas por miles de kilómetros de océano, sin ningún me

dio de navegación de altura.

La observación del cielo y los movimientos de los astros pa

recen remontarse a las primeras edades, y en todo caso sabe

mos que determinados pueblos, como los egipcios, tenían, va

rios milenios antes de nuestra era, conocimientos astronómicos

extensos y precisos. Los navegantes se orientaban, pues, en

función del acimut del sol o de las estrellas según las horas

y las estaciones, con una aproximación suficiente.

El hábito adquirido durante nuestros estudios de no apli

car nuestra curiosidad del pasado más allá de la antigüedad

clásica, a menudo nos impide ver la enorme extensión de los

tiempos, acaso también civilizados, que  la  precedieron; tam

bién debemos pensar que vastos períodos de civilización han

sido borrados de la memoria de los hombres y que, sin duda,

en ellos la navegación fue practicada tan bien como durante

los tiempos históricos...

Cap. IV. 1

Los verdaderos puertos aparecieron muy pronto en la his

toria de la Humanidad. El más antiguo del que tenemos noti

cia con exactitud es el de Faros, ante Alejandría, que los egip

cios construyeron unos tres mil años a. J. C: los malecones

Histoire de la navigation  «P.U.F.»)

por Pierre Célérier

Cap. III. 1

Los griegos no autorizaban la navegación más que de marzo

a octubre.

Convenía conocer los resultados de las experiencias ante

riores. Así nació lo que se ha convertido en nuestras actuales

instrucciones náuticas. Esos compendios de informaciones han

existido, sin duda, en todos los tiempos; incluso antes de que

el hombre supiera transcribirlos, una especie de poemas orales

debían transmitirse verbalmente de generación en generación y

acaso cabe ver aquí la razón de la forma llena de imágenes de

los más antiguos de ellos. Volveremos a encontrarlos en todas

las épocas, pero la mayor parte ciertamente se han perdido,

puesto que sus poseedores los consideraban como secretos que

no se debían divulgar.

Las sagas escandinavas que han llegado hasta nosotros, por

ejemplo, aluden a menudo a conocimientos que no revelan; y

cuando dan precisiones, parece que se trate de viajes regu

lares...

Igualmente, hoy tenemos por cierto que pescadores de las

costas

  francesas

  frecuentaban los bancos de Terranova va

rios siglos antes del descubrimiento «oficial» de América; aho

ra bien, no se encuentra

 referente

 a aquella navegación ningún

246

GILBERT

  P I LL0 T

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

247

rastro de informaciones, que celosamente debían guardar para

ellos... Una constante del carácter de las gentes de mar.

QUEOS Y CRETENSES

RUT S M RÍTIM S DE LOS QUEOS

clientela, cuyas exigencias artísticas son, sin embargo, limi

tadas...

Si no se puede afirmar que los cretenses frecuentaran los

mercados del Mediterráneo occidental, numerosos rastros de

una influencia egea parecen probar que los micenios no temie

ron esas expediciones lejanas. La primera escala hacia Occi

dente fue, sin duda, Corcyra (Corfú). Se ha indicado ya lo que

Malta y Sicilia debieron a las influencias egeas... Los micenios

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Le s

 premieres civilisations

  de la

 Mediterránea

por Gabriel Leroux  «P.U.F.»)

Cap. II. 4. Pág. 59

Cuando llegaron a Grecia hacia 2000, los aqueos ignoraban

todo lo relativo al mar. Pero pronto recorrieron las mismas ru

tas que los marinos cretenses, luego nuevas rutas hacia Occi

dente.

A partir de entonces, la

  isla

 Feliz (Creta) estuvo en peligro,

hacia 1400 Cnossos quedó completamente destruida. F ue el fin

de la Creta minoica... Pero los mismos vencedores fueron

  los

auténticos herederos de la civilización minoica, y durante dos

siglos más prolongaron su esplendor.

En aquel período, la Argólida, más avanzada, ejerció una

especie de hegemonía sobre Grecia entera. Los palacios fortifi

cados de los Pelópidas en Micenas, y de los hijos de Danao en

Tirinto y en Argos, rivalizaban en poderío y en esplendor...

Para los señores opulentos, ricos en oro «los artistas continúan

ciselando lujosas joyas de oro y de plata, de un trabajo re

finado y la armería sigue siendo digna de los puñales damas

quinados y de las espadas de Creta». Pero, en su conjunto,   el

arte micenio se convierte en popular e industrial. Los talleres

se multiplican en las ciudades y alrededor de los palacios, una

red de caminos frecuentados cubre Grecia, se desarrollan las

relaciones marítimas, y en adelante, se trabaja al por mayor,

con procedimientos más simplificadores, para una numerosa

pasaron luego a las islas eolias para comprar allí la lipa-

rita; luego fueron a Cerdeña, dejando allí lingotes de cobre

marcados con sellos egeos, seguidamente a las Baleares... y a

las costas ibéricas, los motivos, las joyas y los objetos de es

tilo egipcio que los micenios imitaban para la exportación, nos

conducen acaso hasta el reino de Tarteso...

Si los micenios habían conocido España y las columnas de

Hércules, lo que queda incierto, los navegantes helenos igno

raron aquellas rutas lejanas hasta el día en que el

  samio

 K o-

laios, empujado por la tempestad hacia Tarteso en 630, volvió

de allí cargado con una fabulosa carga de oro, de la que sacó

60 talentos de beneficio.

EL COMERCIO MICENIO

De  la Prehistoria a la Historia

por Gordon Childe

En la Grecia micenia... los mercaderes realizaban sustan

ciales beneficios y accedían a una situación social interesante.

Después de 1400 a. J. C , el comercio micenio ocupó el lugar

del comercio m inoico... Micenas exportaba lozas a T roya, a las

costas sudoccidentales del Asia Menor, a Siria, a Egipto, a Pa

lestina, a  Sftsilia  y a Italia.

El comercio micenio se dirigió hacia la Europa bárbara.

Las lozas llegaron hasta Macedonia y Sicilia, y más lejos toda-

248

GILBERT PILL T

vía. Se han encontrado incluso en el sur de Inglaterra perlas

de loza según la moda de 1400 y en un montículo de la Edad

de Bronce, en Cornualles, se descubrió un puñal fabricado en

Grecia. En cambio, Micenas importaba el estaño de Cornualles,

el oro de Irlanda y ornamentos fabricados en Inglaterra...

Así es como los países bárbaros, comprendidos Irlanda y

Dinamarca, aportaron a partir de entonces una contribución

positiva a la experiencia colectiva de la Humanidad, cuyo cen

EL

  CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

249

ya),

  afirman relaciones con la Egeida y permiten situar este

período entre 2500 y 1900, aproximadamente.

Después de algunos siglos en que parecen interrumpirse los

contactos, se abre un segundo período sículo (1400 a 1000) con

temporáneo de la expansión micénica. Existe evidencia de cons

tantes relaciones merced a los hallazgos de la región de Sira-

cusa: vasos micénicos, cuentas de vidrio probablemente egip

cias, y una píxide de pórfido con el nombre de

  Ramsés

  II

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tro estaba en el Próximo Oriente.

Puede que las civilizaciones de la Edad de Bronce en Eu

ropa occidental y en Europa central sean el resultado de las

actividades comerciales de las que tenemos pruebas; en todo

caso, les deben sus progresos. Los aristócratas bárbaros del

sur de Inglaterra y de Dinamarca, por ejemplo, enriquecidos

por el comercio con las tierras lejanas, eran los equivalentes

sociológicos y económicos de los jefes micenios; sin embar

go,

  eran más pobres y menos refinados, pero es probable que

los intercambios entre aquella aristocracia nórdica y el rico

mundo minoico no fueron extraños a la llegada de la edad

heroica de Grecia.

SICILIA Y CERDEÑA

La civilisation de la Méditerranée

por J. Gabriel Leroux («P.U.F.»)

EN SICILIA

l./pág.  24

La cerámica con dibujos pardos, negros o blancos sobre

fondo rojo, con curiosos motivos en espiral sobre las losas

que cierran las tumbas, y una placa de oro pulido, réplica de

UD

  hallazgo efectuado en la segunda ciudad de Hissarlik (Tro-

(1300-1234)

CERDEÑA

2./pág. 30

El período más espléndido se sitúa en la Edad del Bronce,

en el tiempo de la expansión micénica (1400-1200), que contri

buirá sin duda al desarrollo de la metalurgia en Cerdeña; se

encuentran allí lingotes de cobre chipriotas, hachas y espadas

de bronce dignas de sus modelos de Cnossos (Creta) y de Mi-

cenas (Grecia).

ESPAÑA

RELACIONES MARÍTIMAS (TARTESO)

Le s

 civilisations

 de la Méditerranée

por J. Gabriel Leroux («P.U.F.»)

ESPAÑA

pág. 28

Con

 los^jaíses

  del Atlántico, en particular Irlanda, son más

seguros los contactos y ello explica el rápido desarrollo de la

metalurgia del bronce, probablemente venida de Oriente, como

r

25

GILBERT  PILLO?

la del cobre a partir del año 2000. Además del estaño de Ga

licia, los españoles tenían que procurarse, a partir de enton

ces, el de Cornualles, las famosas islas Casitérides de los an

tiguos...

Los tartesios ocupan la Bética (Andalucía), las regiones más

ricas de España. Metalúrgicos de renombre, marineros auda

ces,

 para quienes las costas del Océano eran familiares, vieron

desembarcar en su capital, Tarteso, situada en la desemboca

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISE

251

Cap. III. 4

Los guanches eran hombres de elevada estatura, de piel

blanca, con cabellos rubios, ojos claros, de un tipo que no

corresponde en nada al de las razas africanas de las mismas

latitudes, pero, si se examinan sus huesos, se acerca mucho,

con su cráneo alargado, su frente alta, su rostro bajo y trian

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dura del Guadalquivir, a mercaderes atraídos desde todos los

extremos del Mediterráneo por su reputación de fabulosa ri

queza y por el comercio de la plata y del estaño.

Su generosa hospitalidad, su civilización a la vez vigorosa

y refinada, comparable por su grandioso lujo a las de Oriente,

impresionaron vivamente a los antiguos. Estrabón les atribuye

seis mil años de antigüedad, y loa los poemas y los anales ri

mados conservados por sus sacerdotes.

CANARIAS

Les pays légendalres

po r

  Rene

 Thévenin

  «P.U.F.»)

Cap. II. pág. 4

En las Canarias se produjo un encuentro singular; ahí de

sembarcó, en

  1341,

 una expedición genovesa, y Jean de B éthen-

court tomó posesión del archipiélago. Habitaba allí un pueblo

muy extraño. Aunque de raza blanca, ni su tipo ni su lengua

tenían relación con nada conocido. No usaban vestidos, habi

taban en grutas, ignoraban los metales, no se servían más que

de útiles o de armas de madera o de piedra. No tenían idea

alguna de la navegación.

gular, al de nuestros viejos antepasados de Cro-Magnon.

LOS GUANCHES

Le s

 lies Cañarles

por Arielle y Castro

 Fariñas «Albin

 M ichel»)

pág. 35

Desde los tiempos más remotos, las islas Canarias fueron

habitadas por una población de raza blanca, muy trabajadora:

los guanches... Las momias guanches demuestran que los ha

bitantes eran de alta talla, 1,80 m como mínimo, rubios o cas

taños. Se cree que tenían los ojos azules...

Vivían en cavernas naturales o en

 cabanas

  cubiertas de ra

maje...

El estudio de los esqueletos exhumados de las necrópolis

confirma que los habitantes estaban dotados de una fuerza ex

cepcional, de una vitalidad y de una resistencia casi sobrena

turales.

...En definitiva, después de una primera oleada de hombres

de Cro-Magnon y de tipo euroafricano, cuya cultura es muy

antigua, se instalaron en la isla otras poblaciones, mediterrá

neos de tipo oriental, armenoide, grácil; e incluso otras pobla

ciones, que poseían una cultura más evolucionada.

...Los guanches de Tenerife y de la Gomera embalsamaban

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254

GILBERT PILLO

En el Mediterráneo, durante su período de dominación, los

cretenses monopolizaron el comercio del cobre de origen chi

priota y lo almacenaron en forma de lingotes «en pieles de

buey», que llevaban a menudo sus emblemas favoritos, como

el de la bipenna,

pág. 117

EL CÓDIGO SECRETO DE L ODISEá

255

hachas planas o con reborde, decoradas tanto sobre la parte

llena como sobre los lados con motivos geométricos, cabríos,

rombos, etc. Hachas de este tipo han sido recogidas desde el

oeste de Francia hasta el norte de Europa. El oro irlandés con

tinuó siendo objeto de comercio en el bronce medio.

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En

  Cerdefia,

  los minerales empleados eran los de la isla,

pero algunos lingotes egeos en forma de piel de buey demues

tran que la iniciación a las técnicas de la metalurgia fue obra

de expertos egeos.

ORO DE IRLANDA Y RELACIONES COMERCIALES

DE

 IRLANDA/

L Age du

  Brome

por Jacques Briard  «P.U.F.»)

l./pg. 38

Las civilizaciones del bron ce an tiguo conocieron cierta pros

peridad y algunas veces el oro fue ampliamente utilizado e

incluso dio lugar a un tráfico importante, como el de las lú

nulas de Irlanda.

2./pág. 59

En la Edad de Bronce antiguo, Irlanda

  conocía

  una Indus

tria metalúrgica muy activa... El oro fue una de las produc

ciones irlandesas más buscadas en el bronce antiguo. Fue ex

portad o en placas de oro en forma de media luna, lúnulas, golas

o diademas... a Inglaterra y al continente europeo. Al fin del

bronce antiguo, otra producción original de Irlanda fueron las

FUENTES DEL EST ÑO PREHISTÓRICO

Le

 ^róbleme

  des Cassitérides

por Jacques Ramin («Éditions  Picard»)

pág. 25

La riqueza en estaño de las islas Británicas es harto cono

cida. Cornualles y el sudoeste del Devonshire son las regiones

que constituyen lo esencial de esta riqueza y es esa parte del

país,

  concretamente, la que ha sido considerada como genera

triz de la más importante producción de antes de nuestra

  era.*.

pág. 26

En Irlanda se encuentra, igualmente, un poco de estaño, en

especial en Wisklow, donde existen minas de oro y plata. El

oro fue un producto exportado por los antiguos irlandeses en

las épocas protohistóricas y hasta Bállina...

pág. 28

El bronce apareció en Creta hacia 2400 a. J. C, y su uso se

desarrolló en seguida. En aquel momento, los cretenses dispo

nían ya de una marina y realizaban operaciones comerciales

por todo

  er-Mediterráneo,

  incluso en España, acaso... Esta

expansión hacia Occidente en el momento del desarrollo del

256

GILBERT  PILLO

1

?

bronce cretense constituye ya, por sí sola, presunción de una

fuente occidental de

 aprovisionamiento

  de

 estaño.»

pág. 42

Señalemos, de paso, una antigua industria metalúrgica en

Irlanda y la exportación, a últimos del bronce antiguo, de ha

chas planas y con rebordes decorados, hacia Francia occidental

EL CÓDIGO SECRETO DE LA ODISEA

257

que contrastan sobre el blanco de la arena y que atraen la

mirada.

SITUACIÓN DE LAS CASITÉRIDES

Le probléme des Cassitérides

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y el norte de Europa. La civilización de Wessex, en el sur, de

muestra relaciones con la Europa central, el mundo egeo y

Egipto.

SPECTO DEL EST ÑO PREHISTÓRICO

Le

 probléme

  de s

 Cassitérides

por Jacques  Ramin  («Éditions Picard»)

Las mineralizaciones estanníferas se encuentran bajo forma

de impregnación, de filones y de aluviones, forma que cons

tituye, todavía hoy, la más importante fuente del estaño... es

el caso de los aluviones marinos: por el juego de las olas, se

produce una mezcla de aluviones...

Éste (el mar) lava el mineral que se deposita sobre la are

na bajo una forma lo suficientemente concentrada para ser vi

sible a simple vista y permite ser explotado sin medios me

cánicos...

En lo que concierne al estaño y a los tiempos protohistó-

ricos, no olvidemos que Europa estaba cubierta de bosques y

que, en compensación, las costas eran frecuentadas sobre muy

largas distancias. Esto nos lleva a pensar que los aluviones, so

bre todo marinos, fueron descubiertos primero y, sin duda,

muy fácilmente.

El lavado natural produce una clasificación por gravedad.

Este enriquecimiento se traduce en regueros de color oscuro

por Jacques Ramin («Éditions Picard»)

pág. 53

Algunos de entre ellos (documentos históricos) sitúan lejos

las Casitérides, en el norte de España,

pág. 56.

Todos los autores sitúan las Casitérides o, cuando no es

empleado este nombre, las fuentes del estaño, en el occiden

te de Europa.

pág. 58

Heródoto (siglo v a. J.

  C) .

«No sé nada de las Casitérides..,, no he oído de ningún tes

tigo ocular que existiera un mar más allá de los confines de

Europa. Sólo es cierto que el eléctrum (ámbar) y el estaño nos

llegan de regiones remotas de aquella parte del mundo.»

Eustaquio llama a Irlanda Hibernia, es decir, el país de los

iberos.

Avieno   (orbis descriptio)  menciona a los iberos hasta las

frías aguas del océano boreal.

Plinio   el Viejo   dice: «Frente a Celtiberia hay varias islas

llamadas Casitérides por los griegos a causa de las minas de

estaño que allí hay» (IV. 36-1).

17 - 2956

258

GILBERT  PILLOT

Nidácrito trae el primer estaño de la isla Casitéride (VII,

57-7).

pág. 59

Creemos, como S.

 Remiach

 (en Un  nouveau texte sur le

 com-

merce

 de l étain)  que los fenicios no fueron los primeros im

portadores de estaño y que, si tal cometido ha sido atribuido

EL CÓDIGO SECRETO D E L ODISE

259

pág. 67

escrita a la luz de documentos cartagineses muy antiguos...

«Se emplean dos días para ir de allí

  [Estrimmis]

  a la isla

Sagrada [Irlanda], como se la llamaba antes, que ocupa un

gran espacio en el mar y que sirve de morada al pueblo de los

hibernios. La isla de los albiones se encuentra al lado. Las ex

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a Midas, el frigio, podría ser como recuerdo de una tradición

muy antigua anterior al siglo

  x,

  época en que Midas habría

vivido.

pág. 60

Estrabón (II.

 5,15)

Estrabón, a propósito de la descripción general de la pe

nínsula Ibérica, señala que las comarcas occidentales de In

glaterra estaban situadas enfrente y en el norte. Igualmente,

añade, las islas marítimas llamadas Casitérides estaban al norte

de las Artabres (Galicia) y más o menos en la misma región.

Estrabón (III. 5, 11)

«Las islas Casitérides son diez, al norte del puerto de las

Artabres [La  Corana]  y mar adentro, todas muy próximas

unas de otras. Uno de ellas está desierta... [aquellos hombres]

poseen estaño y plomo, que  intercambian..

Herótod o (siglo v a. J. C.)

pág. 61

que vivió en  el  siglo n después de J. C. dio las coordenadas

de las islas Casitérides: estarían en pleno Océano al noroeste

de la península Ibérica.

Avieno

  (Ora Marítima)

pediciones de comercio de los tartesianos [Tarteso, en el sur

de España] iban antiguamente hasta Estrimmis.»

—Himilcón fue enviado por Cartago, como Hannón, hacia

600 a. J. C, para reconocer las costas atlánticas al norte de

las columnas de Hércules. Seguramente visitó Bretaña... Su

viaje duró cuatro meses y tuvo tiempo de llegar hasta las islas

británicas.

—Piteas, griego de M arsella, hacia 323 a. J. C , dio la vuelta

a la Gran Bretaña y fue hasta Tule, isla que toca el círculo

polar.

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B I B L I O G R F Í

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