El arpa y la sombra

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El arpa y la sombraAlejo CarpentierUn intento de canonizar a Cristobal Coln se convierte en un fascinante relato que une las intrigas del conquistador con las intrigas no menos audaces del Vaticano. Una magistral narracin de corte histrico. NO QUISIERA ENGAAR a los lectores empedernidos de novela histrica con la presente resea. Cierto es que se trata de una obra de asunto histrico, lo que unido al hecho indiscutible de que es una novela parece no dejar a dudas. Sin embargo, el lenguaje es engaoso hasta extremos insospechados. Cuando un lector de finales del siglo XX y principios del XIX lee o escucha ese trmino, piensa en algo muy concreto y definido. Piensa en Berling y Vidal y en Los Pilares de la Tierra. Piensa en enormes novelas escritas por anglosajones, preferentemente sobre la edad media, y normalmente con algn objeto, libro o talismn de cercana poco recomendable como protagonista. Bueno, uno es licenciado en historia y no va a tirar piedras a su propio tejado, pero he de diferenciar. Las novelas de Alejo Carpentier, el escritor cubano ms conocido y universal, suelen tener una ambientacin histrica. El Siglo de las Luces trata sobre los ecos caribeos de la Revolucin Francesa. El Reino de este Mundo, sobre un levantamiento de la poblacin negra en el Hait del siglo XIX. Pero no se trata de novelas histricas habituales. El Arpa y la Sombra trata sobre el intento del papa Pio IX de canonizar a Cristobal Colon, episodio decimonnico del que servidor reconoce no haber tenido noticia hasta la lectura de esta obra. Pero no es, repito, una novela histrica al uso. Su propsito no es el de reconstruirnos una poca y unas costumbres (cosa que saba hacer Carpertier cuando quera), sino el de introducirnos en el alma de un ser humano. La novela est dividida en tres enormes captulos. El primero, protagonizado por el papa Pio IX, nos da cuenta de las razones de retorcida geopoltica (no exentas de lgica) que le movieron a abrir tal expediente. El segundo est contado por Coln en primera persona y trata de la historia del descubrimiento. El tercero, una portentosa y cruel bufonada, trata del juicio de canonizacin del Gran Almirante, al que ste asiste como espritu incorpreo e invisible. No lo ocultar: el corazn de la novela, su meollo, est en el captulo central. Carpentier hace de Coln un judo converso hijo de tabernero, mentiroso, pendenciero, mujeriego, visionario y por si todo eso fuera poco, marinero. Desde luego, la historia de cmo lleg a convencer a Isabel la Catlica (a la que llama cariosamente Columba) despus de vagabundear por las cortes europeas podra tumbar de espaldas a alguno de mis profesores de historia de la facultad (les dejar descubrirlo), y de hecho, espero que les tumbe. Pero Carpentier, como gran escritor que es (uno de los ms grandes), sigue la sagrada tradicin de Herman Melville: no hurga en las miserias del ser humano por el simple placer de hacerlo. Carpentier nos presenta a un hombre de luces y sombras que conviven por necesidad. Un Coln que engaa para conseguir sus propsitos, que no son otros que la gloria personal, que deslumbra con visiones de oro y conquistas a los nobles castellanos y que no duda en vender esclavos en Sevilla (ante el espanto de los reyes espaoles) para rentabilizar sus viajes. Y que sin embargo, no se nos presenta

con tintes sombros, sino con toda su entera humanidad al descubierto. Desde luego, una figura bien alejada del santo que necesita Pio IX. Y sin embargo, persona al fin y al cabo. Para el lector acostumbrado a la lectura fcil y al misterio a resolver, es posible que El Arpa y la Sombra le suponga alguna dificultad, pero le aguardan grandes satisfacciones. Por un lado, una novela enormemente divertida, de un humor grosero de marineros que resulta refrescante y divertido. De otro, el acercamiento a una figura histrica de la que todos creemos saber algo y de la que, crame, casi nadie sabe nada. Es adems, una novela muy adecuada para comenzar a leer a Carpentier. No saben lo

que se estn perdiendo si an no han ledo nada suyo. El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier El arpa y la sombra (1979)) como toda la obra de Alejo Carpentier, se basa en una rigurosa reelaboracin de textos histricos. Y como fuerza motriz de la historia encontramos en la novela del autor cubano la presencia de lo maravilloso; maravilloso que se asocia con el surrealismo, corriente con la que se identic Carpentier en el Pars de 1928, especialmente a travs de su amistad con Robert Desnos. El surrealismo, con su nueva forma de percibir la realidad, abre los ojos a lo maravilloso, dimensin intrnseca de lo americano. Lo maravilloso tenia una especial importancia dentro del concepto del mundo mantenida por el espaol medieval y renacentista. De aqu la popularidad que tuvieron los libros de caballeras a partir del siglo xvi. En los escritos del cubano. vi mundo mgico aparece armnicamente integrado al plano realista y constatable apoyado en una rigurosa documentacin. Pero ese pasado histrico, ltrado a travs de la imaginacin, se erige en un factor de reivindicacin social de la presente realidad latinoamercana. Lo maravilloso en la obra de Carpentier no se extrae de cdigos de lo fantstico o de recetas vanguardistas, sino que surge, segn nuestro autor: "de una inesperada alteracin de la realidad (el milagro). de una revelacin privilegiada de la realidad"? L-o real maravilloso" se encuentra en el contacto cotidiano con los hombres, la tierra y la mitologa latinoamercana. pero siempre respetando la verdad histrica. En El arpay la sombra, los incidentes se concatenan en virtud de ciertas relaciones o concordancias entre historia y relato. Y lo maravilloso surge, de forma espontnea, por el contacto con la realidad histrica americana. El inters de Carpentier por la gura de Cristbal Coln parece remontarse s. 193? cuando, Ill realizar una adaptacin radiofnica de La Livre de Chrislophe Colomb de Paul Claudel para la emisora Radio Luxemburgo. ' Citamon por la primera edicin de El arpa _v lo sombra. Letras Cubanas, La Habana. 1979. Las una entre parntesis se reeren a esta edicin. l Prlogo n El reino de este mundo. Compaa General de Ediciones, Mxico, 1967, p. 1D. 42

Page 3 sinti una gran irritacin por el empeno hagiogrco en torno a la canonizacin de Coln, proceso formulado en el siglo xlx por los papas Po IX y Len XIII. E! arpa y o sombra es la primera novela en la que Carpentier se vale de un protagonista de proyeccin universal, ya que en su obra anterior eligi a personajes histricamente secundarios como Henri Christophe (El reino de este mundo, 1949). o Vctor Huguess (El siglo de los luces, 1962). Coln, viajero inquieto en su bsqueda de sueos y quimeras, persegua un yo interior, un sentido a su vida, 11 su existencia. La preocupacin por desentraar el sentido de esta vida y su accin en el mundo cosntituye la preocupacin central del autor. Carpentier no es un historiador ni un novelista histrico. Se sirve. como dijimos, con gran rigor del material histrico en su creacin literaria. Historia y novela tienen un tronco comn: la epopeya. y de aqu los difusos lmites entre ccin y realidad. La novela reescribe el texto de la crnica de donde procede, y el novelista no transcribe crnicas histricas, sino que transforma la realidad, la vida. embellecindola o criticndola. Pues, en ltima instancia, no importa el cotejo del texto literario con sus referentes externos. sino la veridiccin o verosimilitud. Carpentier juega a la historia en sus cciones con el objeto de develar algunas verdades. Analiza y recrea el hecho histrico seleccionando, ocultando o tergiversando la supuesta objetividad del suceso acaecido. Este pasado recreado por Carpentier en sus cciones ser adulterado posteriormente por las nuevas generaciones. As pues, tanto en la historia como en la ccin hay una ausencia de verdad. ya que ambos historiador y fabulador- realizan una seleccin arbitraria e imaginaria de los hechos. El primero trata de producir un sentido nico, mientras que el fabulador hace de su texto una lectura mltiple dentro de una lgica potica. En el texto literario se da un pacto de ccin con el lector por el que se suspende la referencialidad del texto. De hecho, tanto la historia como la ccin son narracin, es decir. palabras alas que no se les puede dar crdito? El propsito de El arpa y a sombra es el de desmontar el discurso hagiogrco en torno a Coln. desmiticndolo. El resultado sera, en virtud de la envergadura creativa asociada a lo real maravilloso". el nacimiento de otro mito. Lo fantstico para el novelista cubano es el instrumento idneo para revelarnos el fondo secreto, humano y proftico del almirante. "Nunca he podido establecer distingos muy vlidos entre la condicin del cronista y la del novelista. Al comienzo de le novela, tal corno hoy la entendemos. se encuentra la crnica". A. Csrpenticr, La novela latirmomercona en uaporaa de un nuevo siglo y otros emayos. Siglo mi. Mxico, 1981, p. 23. 43 Page 4 La ccin, a travs de una verdad a medias, ayuda a develarnos e] enigma

histrico. Y, aunque la ccin no constituye la representacin de una correspondencia homlogica con la realidad extratextual, Carpentier se vale de esta para desmiticar la figura de Coln, personaje que se nos presenta como protagonista de cciones (p. 130). Pero Carpentier no traiciona fundamentalmente la verdad histrica. como lo prueba el hecho de haber manejado para la redaccin de su relato mltiples fuentes, tales (LOIIU los legajos de las ocinas de la Congregacin de los Santos y la carta que Isabel ll dirigi 211 papa Len Xlll pidiendo la canonizacin del almirante. Desmitificando a Coln, ste recupera en JI arpa y a sombra su estatura humana. Pero esta novela no es slo una indagacin en la persona de Coln, sino adems una crnica de la sociedad, Se nos muestra tambin como un hbil manipulador, inventor de todo tipo de argucias para conseguir sus propsitos: (...) durante aos y aos trat de ganarme el favor de los Prncipes de la Tierra. ocultando la verdad verdadera tras de verdades ngidas. dando autoridad a mis decires con citan hahilidoaamente entresacadas de las Escrituras (p. 63). Su ambicin por descubrir nuevas tierras lo llev al engao y la tergiversacin: (...) por 1a necesidad clc callarla (la verdad), me enredo eri tal red de patraas que slo vendr n dcnenredarla mi confesin general. revelando al asombrado franciscano que trazando proyectos ms o menos fantaaiosoa, me fui volviendo grande e intrpido embustem (p. 62}. El personaje Coln ccionaliza doblemente. Primero, integrando el caudal de relatos fabulosos de la poca que avivaron su imaginacin, y, en segundo lugar. distorsionando la realidad americana por motivos ideolgicos o materialesilrifovdiism inaszrnla. llltfdll de los mitos atribuidos a Coln, como su problemtico viaje a Islandia, la T'hule de los antiguos, en 1477, o las revelaciones que en Islandia le hiciera el Maestre Jacobo, personaje inventado por Coln para apoyar sus tesis sobre las historias de las navegaciones vikingos de Eric el Rojo y Leif Ericson a Groenlandia y la Amrica del Norte. En la primera parte (El arpa", pp. 9-41), Coln es juzgado por Giovanni Maria Masta-Ferreti, futuro Po IX, quien en una tarde de 1869 repasa cartas v documentos relacionados con la canonizacin del almirante. Este 44 Page 5 eurocentrista y reaccionario papa, el primero que pas al Nuevo Mundo, intent someter a la Amrica Latina a 1a dependencia de Roma. En las aguas del Cabo de Hornos tuvo la intuicin de que un santo, San Cristbal, debera unicar el Viejo mundo con el Nuevo. En su viaje por Chile y Argentina se le revel a Masta-Ferreti, la desmesura de esta Amrica que ya empezaba a hallar fabulosa a pesar de que sus hombres, a menudo le parecieron incultos, brutales y apocados" (p. 27). Con este n hagiogrco comision al conde Roselly de Lorgues una biografa elogiosa del almirante que apareci en Pars con el titulo de Histoireposthumr de Chistophe Colomb

(1885). Entre Coln y Masta-Ferreti existe cierto paralelismo. Ambos se presentan como ambiciosos secundones, capaces de cualquier cosa para a1canzar la gloria y eurocentristas que fracasaron en su deseo de unir dos mundos. Las alabanzas, en este proceso de canonizacin, sobre la persona de Coln chocan con la tortuosa vida del almirante signada por sus relaciones ilegitimas, especialmente con su amante cordobesa Beatriz Enrique: de Arana, madre de su hijo natural Hernando, as como por haber iniciado y alentado el comercio de esclavos (p. 152). Entre sus pecados se destaca su codicia por el oro (la brjula mayor de nuestras andaduras", p. 90) que le llev, por ejemplo, a adjudicarse los 10 000 maravedis prometidos al primer hombre que avisorase tierra. Al oro le conere connotaciones msticas y escatolgicas, y. ms que por su valor en s, el almirante ve en este noble metal un instrumento para alcanzar gloria y poder: "Yo no quera el oro para mi. Lo necesitaba primordialmente para mantener el prestigio en la corte y justificar la legitimidad de los altos ttulos que me haban otorgado" (p. 117). Dentro de este contexto, Carpentier apoya la tesis de la ascendencia juda de Coln, quien vio nanciado su proyecto por las juderas, y especialmente pm Luis de Santngel: (...) mucha riqueza mana de las juderas. y los Santngel, grandes nancistan, pasaron a la real hacienda. a ttulo de prstamo. millares v millares de monedas marca das al troquel de sus circuncisiones (p. 53). Este desarraigado y exiliado almirante se mueve entre dos mundos, el medieval y el renacentista: ... sin ac y sin all, nadador entre dos aguas, nafrago entre dos mundos" (p. 130). Como hombre del Medievo, Coln respeta la autoridad de los clsicos (la Biblia, Imago Mund i de Pierre d'Aylly, Historia universal de Plinio, Viajes de Marco Polo, etc.) y en su viaje hay objetivos como la reconquista de los Santos Lugares y la bsqueda del paraso perdido. Y como hombre abierto al Renacimiento, el almirante es heredero del sistema mercantil de factora que usaban los genoveses y portavoz, 45 Page 6 por tanto, del colonialismo moderno. En su Carta a Santngel llega a equiparar a los indios esclavos (caribes y tainos) con el oro: Ahora les voy dando, cada vez ms a menudo. el nombre de canbales... la solucin de este grave problema est en trasladarlos a Espaa en calidad de esclavos... Ya que no doy con el oro, pienso yo. el oro puede ser subatituido por la irremplazable energa de la carne humana. fuel-ata de trabajo que se sobrevalora en aquello mismo que produce, dando mejores benecios, en n de cuenLas, que el metal engaoso... (pp. 114-115). Frente a la barbarie americana, Coln opone la civilizacin europea introduciendo el proyecto de dominio colonialista; dominacin que est justificada porque su civilizacin es superior a la de los "otros", indios, seres inferiores porque se les juzga con la ptica del occidental. En la tercera parte (La sombra". pp. 133-159), Coln es juzgado por la tradicin histrica del siglo xlx. En este juicio, en torno a los acontecimientos que tuvieron lugar en ul Vaticano en el verano de 1 892, participan per-

sonajes vivos y desaparecidos. A travs del dilogo entre el conservador de la Lipsonoteca del Vaticano y el seminarista que le ayuda, la sombra que se proyecta sobre Coln convierte a ste en una figura grotesca sublime. En la representacin del tribunal de la historia, los dos funcionarios que manipulan los huesos de Coln dan un tono vulgar a tan sagrada operacin; Coln, el Invisible, encuentra su paradigma en otro almirante genovs: Andrea Doria, con el que dialoga sobre los arbitrarios juicios que sobre ellos han emitido los historiadores (p. 156). Una vez juzgado como personaje invisible, Coln se evapora quedando slo ese juego de apariencias que constituye el relato. El carcter teatral de este fantasmagrico tercer capitulo se relaciona con el espritu carnavalesco, o juego burlesco, que altera las categoras de lo solemne y lo profano. La parodia es parte del procedimiento intertextual que establece entre las citas histricas. o seudohistricas, un dilogo subversivo. La carnavalizacin, segn la conocida tesis del formalista ruso Bnjtin, deriva del gnero "serio-cmico" que se relaciona con el folclor csrnavaesco y que resuia uk n: cundo-amir): y ps-uinorxnifto 11.: tiivnrs-tns textos y de la interaccin de distintos estratos ideolgicos _v lingsticos. El arpa y Ia sombra no es, como antes dijimos, una novela histrica, pero se vale de todo tipo de material histrico de primera y segunda mano para darnos una visin del mundo. El dilogo entre los textos es tan estrecho que, a veces, es difcil distinguir entre la cita literal y su elaboracin, y, en zilgnnas ocasiones, se le atribuyen a personajes histricos lo que no dijeron. La dinmica de este texto surge de la confrontacin, yuxtaposicin e interpretacin semntica de discursos no excluyentes. En denitiva, lo que impor46 Page 7 ta es el hecho de que de esta intercomunicacin surja algo nuevo. Los ejemplos de este espejeo textual nos obligaran a reproducir buena parte de esta novela. Valgan algunos ejemplos. Carpentier se vale del cuento de Esteban Echevarra El matadero" (1832) para ambientar el Buenos Aires de 1823, _\ en la travesa que realiza Masa-Ferrati de La Pampa a Chile se incorporan algunas de las pginas iniciales del Facundo de Sarmiento. Y para censurar el carcter lujurioso del almirante se parafrasean los versos de Lcrca: [...] habiendo de confesar que cuando yo me la llev al rn por primera vez. creyendo que era mozuela, fcil fue darme cuenta que, antes que yo. haba tenido marido. Lo cual no me impidi. por cierto. recorrer el mejor de los caminos. en potra de ncar, sin bridas y sin estribos (p. 68). Bajtn postula el texto novelstico como anttesis del discurso pico y la carnavalizacin corno la relatividad humorstica de todo lo existente. El humor desdramatiza una situacin haciendo resaltar el contraste entre la apariencia y la realidad. En El arpa y o sombra coexisten dos niveles: una

historia explcita del narrador y otra implcita en la que el lector capta el objeto ironizado y el proceso ironizante. Por ejemplo: cuando PI conde Roselly de Lorgues examina los documentos para la canonizacin de Coln olvida. segn la reexin parenttica del narradorfautor real, que no existen pruebas de la apariencia sica del almirante: [...] sealndolo como merecedor de un lugar destacado en el santoral. y hasta en las iglesias cien, mil iglesias-n donde se veneraba su imagen (imagen harto imprecisa hasta ahora. ya que no se tenan retratos suyos...) (p. 16). La carnavalizacin enlaza con una serie cle efectos teatrales que recorren esta novela. En la escena de la canonizacin de Coln, ste se nos describe como un actor: Y resurge en mi, como tantas veces, a falta de recurso mejor. el goliardn que bajo m: piel se oculta con la mscara ceuda y adolorida que. como mscara de mrtir en sacra representacin, me pongo cuando conviene (p. 120). De este falso o", ue se traduce en un ermanente encubrimiento de su YqP personalidad, se desprender en el acto de su contricin nal: Cuando me asomo al laberinto de mi pasado en esta ltima hora me asombro ante mi natural vocacin de farsante, de animador de antruejos, de armador de ilusiones... fui trujamn de retablo, al pasear de trono en trono a mi Retablo de Maravillas (p. 126). 47 Page 8 La identicacin de Coln con Cervantes, aunque anacrnica. nos remite al origen literario de ambas cciones (Don Quijote y El arpa y o sombra) en las que dos locos corren una serie de aventuras imaginarias en busca de una quimera. La intertextualidad no slo se resuelve en la conguracin del texto literario, sino que adems se proyecta hacia afuera, por medio de un tiilogo cons tanta oon postulados histrico-sociales pasados y presentes. El discurso es ltrado por la orientacin ideolgica de Carpentier, 3ra que 1a conceptualizacin ideolgica depende del autor real; prctica semitica, no basada en la explicacin ideolgica a posteriori, que l. Kristeva designa como ideologema: (m) funcin intertextual que puede leerse materializada a los distintos niveles de la estructura de cada texto. y que se extiende a lo largo de todo su trayecto. cnrindole sus coordenadas histricas y sociales. Para Carpentier. el mrito de una obra de ccin reside en su verdad poetica. es decir. en lo "real maravilloso; maravilloso que en el arte latinoamericano tiene su expresin en el barroco. Este barroquismo, que se inici con los cronistas que tuvieron que norrtinar al fabuloso mundo americano, cortforma una dimensin privilegiada para la nueva palabra. Coln fue el primer cronista, o creador de ficciones. Il cronista A. Bernldez, amigo de Coln que residi unos das en su casa y conocedor de sus proyectos, llam a Coln inventor de las Indias Coln deforma la realidad del Nuevo Mundo no slo por motivos tle estrategia poltico-comercial, sino tambin a causa del mundo fabuloso que l haba imaginado.

a travs de sus numerosas lecturas:

CARPENTIER, Alejo El arpa y la sombra Ed. Siglo XXI, 4 ed. Madrid 1979. INTRODUCCIN "En el arpa, cuando resuena, hay tres cosas: el arte, la mano y la cuerda. En el hombre: el cuerpo, el alma y la sombra" (La leyenda urea). Alejo Carpentier sita al lector ante su obra con este encabezamiento, que explica su ttulo y su estructura. La novela est dividida en tres partes. El arpa expresa la resonancia mundial csmica, la quiere el autor del Descubrimiento de Amrica, recogiendo el momento en que a Coln se le abri la posibilidad de conseguir un ttulo ms alto. La mano relata cmo el Almirante lleg a pulsar por primera vez esas nuevas "cuerdas"; esto es, la gnesis de la idea y la realizacin del Descubrimiento, con toda su corte de esplendor y de miseria. Por ltimo, tres siglos despus de su muerte, el propio Coln La sombra presencia el desarrollo del proceso que acabar con sus pretensiones de alcanzar ese otro grado de gloria. En la solapa de la edicin empleada para hacer este trabajo, se recogen unas palabras de Carpentier con las que ste explica cmo surgi el tema de El arpa y la sombra: "En 1937, al realizar una adaptacin radiofnica de El libro de Cristbal Coln de Claudel para la emisora Radio Luxemburgo, me sent irritado por el empeo hagiogrfico de un texto que atribua sobrehumanas virtudes al Descubridor de Amrica. Ms tarde me top con un increble libro de Lon Bloy, donde el gran escritor catlico solicitaba nada menos que la canonizacin de quien comparaba, llanamente, con Moiss y San Pedro. Lo cierto es que dos pontfices del siglo pasado, Pio Nono y Len XIII, respaldados por 850 obispos, propusieron por tres veces la beatificacin de Cristbal Coln a la Sacra Congregacin de Ritos; pero sta, despus de un detenido examen del caso, rechaz rotundamente la postulacin. Este pequeo libro slo debe verse como una variacin (en el sentido musical del trmino) sobre un gran tema que sigue siendo, por lo dems, misteriossimo tema... Y diga el autor, escudndose con Aristteles, que no es oficio del poeta (o digamos: del novelista) el contar las cosas como sucedieron, sino como debieron o pudieron haber sucedido". CONTENIDO 1. El arpa (pp. 11 a 54)

La novela comienza con la descripcin de la salida de Su Santidad Po IX de la Baslica de San Pedro, tras una ceremonia litrgica, con toda la pompa del protocolo vaticano. El Papa llega a sus habitaciones, y se enfrenta con un documento que se le ha presentado a la firma, por el que se autoriza la introduccin de la causa de canonizacin de Cristbal Coln por va extraordinaria, dado el tiempo transcurrido desde su muerte y la falta de "ciertos respaldos biogrficos" exigidos por el Derecho Cannico. Po IX duda en estampar su firma, y recuerda cmo pens por vez primera en la posibilidad de canonizar al Descubridor. Giovanni Maria Mastai-Ferretti, nacido en el seno de una familia ilustre venida a menos, una vez ordenado sacerdote, es requerido por Mons. Nuzi, Delegado Apostlico en Chile, para que le asesore en una delicada misin. Consista sta en establecer nuevas relaciones entre la Santa Sede y Chile, recientemente independizado de Espaa, y en evitar la implantacin en este pas de medidas que respondieran a la ideologa liberal. Embarca, pues, hacia el Nuevo Mundo, donde la misin diplomtica fracasar, al ser sustituido el Directo chileno Bernardo O'Higgin por Ramn Freire. El futuro Papa, de vuelta hacia Roma, medita sobre las tierras y las gentes de las que se va alejando, y se le ocurre entonces que "lo ideal, lo perfecto, para compactar la fe cristiana en el viejo y nuevo mundo, hallndose en ello un antdoto contra las venenosas ideas filosficas que demasiados adeptos tenan en Amrica, sera un santo de ecumnico culto", que "tuviese un pie asentado en esta orilla del Continente y el otro en los finisterres europeos, abarcando con la mirada, por sobre el Atlntico, la extensin de ambos hemisferios" (pp. 49-50). Ahora piensa, ya elevado al trono de San Pedro tiene la oportunidad de poner en prctica aquella antigua idea. El paso del tiempo decide justifica la apertura del proceso por va excepcional; en cuanto a la vida de Coln, concluye que, segn la biografa del marino genovs, escrita a peticin del propio Papa, por el Conde Roselly de Lorgues, "historiador acucioso, riguroso, ferviente, digno de todo crdito" (p. 53), quedan patentes sus virtudes cristianas. Firma, pues, el decreto por el que autoriza la apertura de la instruccin y proceso. Recuerda Po IX que "Coln haba pertenecido, como l, a la orden tercera de San Francisco, y que franciscano era el confesor que, cierta tarde, en Valladolid" (p. 54), recibi la confesin general del Almirante... 2. La mano (pp. 55 a 187) Cristbal Coln agoniza en Valladolid, y mientras espera la llegada del fraile franciscano que ha de confesarle, reflexiona sobre su vida pasada. Recuerda su infancia, cmo su padre "sin dejar por ello de cardar la lana, abriese un negocio de quesos y vinos en Savona con trastienda donde podan los parroquianos llevar sus vasos a la boca de las canillas, para entrechocarlos luego por sobre una mesa de espeso nogal", en la cual el pequeo Cristbal se gozaba "en escuchar lo que de sus andanzas contaba la gente marinera, vaciando uno que otro fondo de tintazo que me pasaban a escondidas" (p. 62).

Coln comienza a navegar, a aprender las artes de marear; y, al estudiar el mundo y sus maravillas, intuye vagamente su futuro: "... y de tanto estudiarlo tena como la impresin de que el mundo me abra poco a poco las puertas arcanas tras de las cuales se ocultaban portentos y misterios an tenidos en secreto para el comn de los mortales. Tena ansias de saberlo todo" (p. 66). Comienza a leer libros de viajes, y se interesa por "una tragedia de Sneca" en la que "se habla de aquel Jasn que, yendo al este del Ponto Euxino, al frente de sus argonautas, hall la Clquida del vellocino de oro". Durante uno de sus viajes desembarca en Galway, y all conoce segn Carpentier al Maestre Jacobo. En presencia de ste, se refiere Coln a que se hallan en el "lmite de la Tierra". El Maestre le mira con sorna, y ms tarde le cuenta cmo "unos hombres del Norte (normns, parece que por eso se llaman), antes de que nosotros empezramos a salir del mbito natal, buscando, a tientas, nuevos caminos por donde andar, haban llegado, por el Este, a las comarcas de los rus, y (...) alcanzado los reinos de Gog y Magog, y los sultanatos de la Arabia" (p. 74). Asimismo, "hace ya tantos aos que suman varios siglos, un hidalgo pelirrojo (...) haba emprendido una navegacin fuera de los rumbos usuales, que lo condujo a una enorme tierra a la que llam "Tierra Verde" por lo verdes que all estaban los rboles" (p. 75). Maestre Jacobo se explaya contando las aventuras de los vikingos, que encuentran la "Tierra del Vino" o Vinlandia, a cuyos habitantes dieron el nombre de "skraelings", literalmente patizambos, y que Coln traduce por "monicongos". El futuro Almirante no consigue dormir esa noche pensando en los viajes de los hombres del Norte: "Todo lo aprendido a lo largo de mis viajes, toda mi Imago Mundi, todo mi Speculum Mundi, se me viene abajo... As que, navegando hacia el Oeste, se encuentra una inmensa Tierra Firme, poblada de monicongos, que se prolonga hacia el Sur como si no tuviese trmino?" (p. 81). Coln trata de imaginar la latitud de estas tierras a partir del dato de que los normns hallaron en ellas salmn y vides, lo que no concuerda con sus conocimientos geogrficos y sobre Ciencias Naturales. "Se me barajan, se me revuelven, se me trastruecan, desdibujan y redibujan todos los mapas conocidos. Mejor olvidar los mapas (...). Mejor me vuelvo hacia los poetas que, a veces, en bien medidos versos, pronunciaron verdaderas profecas. Abro el libro de las Tragedias de Sneca que me acompaa en este viaje. Me detengo en la tragedia de Medea (...) y me detengo en la estrofa final del sublime coro que canta las hazaas de Jasn (Carpentier transcribe el original latino). Tomo una pluma y traduzco (...) esos versos que muchas veces habr de citar en el futuro: Vendrn los tardos aos del mundo ciertos tiempos en los cuales el mar Ocano aflojar los atamentos de las cosas y se abrir una gran tierra, y un nuevo marino como aqul que fue gua de Jasn, que hubo nombre Tiphi, descubrir nuevo mundo, y entonces no ser la isla Thule la postrera de las tierras. Esta noche vibran en mi mente las cuerdas del arpa de los escaldas narradores de hazaas, como vibraban en el viento las cuerdas de esa alta arpa que era la nave de los argonautas" (pp. 81-82). Contina Coln reflexionando sobre el descubrimiento de los normandos, cuyas naves son "de magnfica factura, ciertamente ligeras, espigadas, de buena eslora y muy marineras. Pero tambin es verdad que son harto angostas y de poco aforo. Y si hubiese que hacer un viaje prolongado, pronto carecern los tripulantes del bastimento necesario a su mantenencia. As que cerca, bastante cerca, debe estar la Vinlandia, y milagro es que otros no hubiesen arribado a ella, tras de los Hombres del Norte" (p. 84). Ello se debe a que "los

escassimos marinos de Gnova, Lisboa o Sevilla" que llegaron a Islandia no conocan el idioma ni lograron contar con la amistad del intrprete, el Maestre Jacobo, ignorando as que "hay grande, poblada y rica tierra al Oeste" (ibid). Desde entonces Coln se sentir "acosado, da y noche, por la misma idea"; no podr "abrir ya un libro sin tratar de hallar en el trasfondo un verso, un anuncio" de su misin; pondr todo su empeo "en buscar presagios, en aplicar la oniromancia a la interpretacin de mis propios sueos, llegando, para ello, a consultar los textos del pseudo-Jos y las Claves Alfabticas del Pseudo-Daniel, y, desde luego, el tratado de Artemidoro de Efeso"... Vivir febril y desasosegado, "trazando proyectos ms o menos fantasiosos" (p. 85), para cuya realizacin prctica comienza a buscar ayuda entre los poderosos y adinerados. As comienzan las idas y venidas de Coln, tratando "durante aos y aos" de "ganarme el favor de los Prncipes de la Tierra, ocultando la verdad verdadera tras de verdades fingidas, dando autoridad a mis decires con citas habilidosamente entresacadas de las Escrituras, sin dejar nunca de esbozar, en lcido remate de prrafos, los profticos versos de Sneca" (p. 86). No le importa "para quin ira a navegar". Se hizo "un tinglado de maravillas, como los pasean los goliardos por las ferias de Italia. Armaba mi teatro "ante aristcratas, clrigos y ricos hombres, describiendo unas tierras prdigas en Oro, Diamantes, Perlas y, sobre todo, en Especias, y fciles de alcanzar, evitando las rutas marinas infestadas de piratas, y las terrestres seoreadas por el Gran Turco (cfr. pp. 87-88). En Lisboa conoce a Felipa, con quien contrae matrimonio, instalndose en la Isla de Puerto Santo. Nace su hijo Diego. Al quedar viudo renace su ambicin, y con ella el no infundado temor de pensar que a los navegantes portugueses, "de tanto haber mirado hacia el Sur y hacia el este, se les ocurriera, alguna vez, mirar el Oeste, cuyos rumbos tena yo como legtima pertenencia" (p. 91). Vuelve a embarcarse, negociando azcares y otras mercancas, hasta que resuelve buscar tenazmente la regia ayuda que necesitaba. Muestra su "Tinglado de Maravillas" al rey de Portugal, quien le remite a una serie de doctores, gegrafos y maestres, los cuales consideraron que sus teoras eran "meras mudanzas y diferencias hechas, como por arte de buen cantar, a base de temas ya puestos en solfa por Marco Polo" (p. 92). Desarma su tinglado y vuelve a armarlo en Crdoba, donde los Reyes Catlicos le prometen que unos letrados consideraran su oferta. En esta ciudad andaluza conoce a la "guapa vizcana", Beatriz, que le dara otro hijo, Fernando. Viaja Coln a Francia,mientras su hermano Bartolom hace las mismas gestiones en Inglaterra... Entonces escribe Carpentier adopta el futuro Almirante una nueva tctica: "Entendiendo que slo se escucha debidamente a quien pisa fuerte, intimida a los ujieres, se impacienta en las recmaras, alinea ttulos y honores ya conseguidos, fui hacindome de una mitologa destinada a hacer olvidar la taberna de Savona" (p. 94-95). Alardea, pues, de parientes, ttulos y amigos que jams tuvo, y maneja la intriga, ahora con fortuna, pues consigue hacer creer a los Reyes de Espaa que "estaban en trance de perderse, para este reino, un fabuloso negocio cuyos inmensos rditos haban entrevisto ya otros soberanos

mejor aconsejados" (ibid). Es llamado, por fin, a visitar la Corte: "Transcurra el mes de julio. Acababa yo de cumplir cuarenta aos (...). Haca calor cuando llegu a Santa Fe" (p. 96-96). Habla Coln a solas con la Soberana, a la que adula y conquista en la intimidad, la llamar Columba, mientras ambos esperan la cada de Granada. Entretanto, consigue Coln un milln de maravedes con los genoveses de Sevilla y el banquero Berardi, pero le falta otro milln para poder hacerse a la mar. La Reina promete drselo pero va demorando la entrega, hasta que el genovs, irritado, le revela "lo sabido, all en la Tierra de Hielo, acerca de las navegaciones del Pelirrojo, de su hijo Leif, y de la descubierta, por ellos realizada, de la Tierra Verde, y de la Tierra de Selvas, y de las Tierras de Via" (p. 104). Describe las maravillas que en ellas se encierran, grita a Columba que ofrecer su empresa al Rey de Francia, y se marcha enfurecido. Pero a poco de llegar al parador, entra un alguacil con un recado: Su Majestad le manda llamar a toda prisa. A medioda se presenta Coln en su presencia: "Tienes el milln de maravedes" (p. 105), le dice. Lo haba pedido al banquero Santngel, dndole en garanta "unas joyas que, a la verdad, valan muchsimo menos" (ibid). Comienza ahora el relato del primer viaje, con unas palabras textuales del diario de abordo del genovs. Como "la marinera era mala" y "demasiado vivas estaban todava, en muchos nimos, las imgenes del Ocano Tenebroso", resuelve "contar cada da menos leguas de las que andbamos porque si el viaje era luengo no se espantase ni desmayase la gente" (p. 108). A primeros de octubre comienzan a percibir seales de tierra: "vegetaciones raras", aves hasta entonces desconocidas... Pero los marineros murmuran y desconfan de su capitn. La noche del 9 de octubre tuvo noticias de que se estaba urdiendo una conjura a bordo de las naves. Coln consigue "capear el temporal". El da 11 recogen de las aguas "una maderilla curiosamente labrada por mano humana", y hallan, flotando, "un palillo cubierto de escaramujos". "Algunos decan que la brisa ola a tierra. A las diez de la noche, me pareci divisar unas lumbres en la lejana. Y por estar ms seguro, llam al veedor Rodrigo Snchez, y al repostero de estrados del Rey, que fueron de mi parecer... Y a las dos de la madrugada del viernes, lanz Rodrigo de Triana su grito de: "Tierra! Tierra!" que a todos nos son a msica de Tedum...". (p. 113). Esperan al amanecer. Coln entrega a Rodrigo de Triana el jubn de seda prometido, y le dice que la renta de diez mil maravedises ofrecida a quien avistase la tierra se la entregar al regreso (nunca la percibir: Coln va a apropirsela en beneficio de Beatriz y de su hijo). Coln y sus hombres visten sus mejores galas, montan la bandera real y las dos de la Cruz Verde con las iniciales F e Y, preparan las lombardas y espngolas, por lo que pudiese suceder, y bajan a tierra armados. Cumplen las formalidades de Toma de Posesin, oyen ruido en las malezas y se ven de repente rodeados de hombres. Unos hombres que deben ser "tremendamente miserables, puesto que andan todos en cueros o casi", que traen papagayos verdes y un hilo de algodn en ovillos, que cambian por las baratijas que, en previsin, haban llevado los espaoles.

Afirma Coln que, con fecha 13 de octubre, comienza su "repertorio de embustes" (se refiere a la redaccin de sus relaciones de viajes) con la palabra oro, pues unos indios "traan unos pedazuelos de oro colgados de las narices" (p. 125). Trata de averiguar dnde estn los yacimientos de oro, cmo lo extraen, cmo lo labran, y ellos le indican que "yendo hacia el Sur haba otra isla donde un Gran Rey tena enormes vasos llenos de oro" y piedras preciosas (p. 126). Tomando siete prisioneros para que le sirvan de gua, parte en la direccin indicada hasta toparse con la gran tierra de Cobla, o Cuba. All encuentra sabrosas y raras frutas, pero nada til: ni especias, ni oro. Sin embargo, anota en su "relacin" que hay en ella minas de oro y muchas perlas, tan slo porque vio algunas almejas "que son seal de ellas". Pronto se convence Coln de que no se encuentra en el "rutilante reino de Cipango", de que no ver al Gran Khan. Dos mensajeros hbiles despachados "para ver si aqu se alzaba alguna ciudad o fortaleza importante" se topan slo "con una aldehuela de chozas y con indios en todo semejantes a los que hemos visto hasta ahora" (p. 132). No encontraron indicios de especias ni de oro. Siguen adelante, "bordeando ahora la magnfica tierra de Ayt, a la que por hermosa puse el nombre de Espaola", de la cual, ante sus reyes, "que aqu llaman caciques" (p. 134), toma posesin en nombre de los monarcas espaoles. De vuelta ya hacia Espaa, les sorprende una gran tormenta, perdindose la carabela de Martn Alonso, quien fue a dar a las costas de Galicia, "de donde escribi a los Reyes una carta colmada de infamias" (p. 143), falleciendo cuando se encaminaba a la Corte. Sevilla recibe a los Descubridores "con albricias y alegras". Coln es invitado "a la Corte, que, a la sazn, se hallaba en Barcelona" (p. 145). Prepara a los indios, ponindoles algunas ropas cosidas con hilillos de oro, y hace su entrada triunfal en Barcelona. Entra en la estancia regia "lentamente, solemnemente, a paso de vencedor" (p. 148), llevando presentes a sus Majestades, a quienes cuenta sus peripecias; describiendo las nuevas tierras "se me fue encendiendo el verbo", y la isla Espaola "creci, se hinch, hasta montarse en las cumbres fabulosas de Tarsis, de Ofin y de Ofar, hacindose el lmite, por fin hallado s: hallado... del prodigioso reino de Cipango" (p. 151). Cuando termin de hablar, se arrodillaron todos, "mientras los chantres y sochantres, los seises de la Capilla Real se abrieron en el ms solemne Tedum que se hubiese escuchado bajo este cielo" (p. 153). La Reina ordena que los indios "sean devueltos a su tierra en la primera nave que hacia ella haya de zarpar" (p. 153). Ms tarde, por la noche, a solas, la Reina hace ver a Coln que se ha dado cuenta del engao: no ha llevado oro ni especias, sino "siete hombrecillos llorosos, legaosos y enfermos, unas hojas y matas que para nada sirven como no sea para sahumerio de leprosos, y un oro que se pierde en el hueco de una muela" (p. 154), ante el disgusto del genovs que abandona las estancias reales soando ya con su prximo viaje. Son islas, no tierra firme, lo que va a encontrar nuevamente Coln en esta segunda salida. Comienza a llamar "canbales" a los pacficos indios americanos, y decide inaugurar con ellos un trfico o mercadura de esclavos tambin mujeres, nios y nias, para lo

cual solicita la oportuna licencia. Pide en ella, por otra parte, "unos mil hombres, con cientos de caballos" dispuestos a dedicarse al cultivo de la tierra y la ganadera, que no recibirn su salario en dinero sino en mercaderas... proporcionadas por el propio Almirante. Necesitar adems hombre precavido vale por dos el envo de doscientas corazas, cien espingardas y cien ballestas, con sus materiales de mantenimiento y repuesto...". Y termina el escrito rogando a Dios "para que nos d un buen golpe de oro" (p. 164). A la vuelta de una descubierta de islas cercanas, encuentra "a los espaoles soliviantados, olvidados de toda autoridad, lanzados a crueles empresas dictadas por la codicia" (p. 165). La resistencia de los nativos se va organizando de manera tan peligrosa que Coln se ve precisado a mandar batallones al interior. Se suceden los motines y revueltas, y son hechos quinientos prisioneros a los que no se atreve a exterminar, concluyendo por embarcarlos y llevarlos a Espaa como esclavos, "por no hallar mejor solucin al conflicto de autoridad que se me impona" (p. 167). Al desembarcar, en este segundo regreso, se encuentra al Maestre Jacobo, a quien saluda con afecto. Recibe entonces la noticia de que, por una real orden, se prohibe el comercio de esclavos y se manda que todos los indios, vendidos ya o no, sean devueltos a sus tierras. Coln se desespera al ver que el nico negocio fructfero que poda haber emprendido se le viene abajo. Entonces ya estaban todos los marineros preparados para la "vistosa y triunfal parada", muda sus ropas, se cubre "con el hbito menor de la orden de San Francisco, con cordn en la cintura, desnudos los pies, despeinada la cabeza", y se pone "a la cabeza de mis marineros estupefactos, para bajar a tierra con todo el vistoso agobio de un penitente en Semana Santa" (p. 170). "... Otro viaje y otro viaje, recordados aqu, en horas de emprender el viaje del cual no se vuelve, en este triste crepsculo vallisoletano (...) y no llegaba el buen golpe de oro (...), ni buen golpe de oro, ni buen golpe de perlas, ni buen golpe de especias ni buen golpe logrado, siquiera, en el mercado de esclavos de Sevilla" (p. 172). Recuerda las mentiras con las que trataba de hacer ver "a Sus Altezas que no todo lo que relumbra es oro" (ibid). Piensa en su mrito como Descubridor y recuerda sus muchos pecados... Oye ahora los pasos de sus amigos, que vuelven con el confesor. Decide que lo dir todo..., pero las palabras se le atragantan, y concluye: "Slo dir lo que, acerca de m, pueda quedar escrito en piedra mrmol. De la boca me sale la voz de otro que a menudo me habita. El sabr lo que dice... "Haya misericordia agora el cielo y llore por m la tierra" (p. 187). 3. La sombra (pp. 191 a 227) Coln "el Invisible": han pasado tres siglos penetra en la Baslica de San Pedro, "aquel Palacio de Maravillas que, para l, iba a ser hoy Palacio de Justicia", para asistir al comienzo de su causa de beatificacin. Pasa por la Lipsonoteca (donde se guardan las reliquias de los Santos), y escucha a su conservador y a un seminarista que estn hablando de l. Sigue hasta la sala, donde ya van entrando los componentes del Tribunal: el

Presidente y dos jueces ms, el "Promotor Fidei, fiscal de la causa, Abogado del Diablo" (p. 199), el Postulador, el Pronotario civil de la Congregacin de Ritos y su aclito. Defiende la causa del proceso Lon Bloy y los Impugnadores de la Leyenda Negra de la Conquista Espaola: testifican, en cambio, en su contra, Vctor Hugo, Julio Verne, Fray Bartolom de las Casas y Alfonso Lamartine, quienes, respectivamente, acusan a Coln de ser un mal cosmgrafo, de haber tratado de traficar con esclavos, de haber calumniado a los indios calificndoles de canbales y de haber tenido relaciones ilegtimas "con una cierta Beatriz" que le dio un hijo. Terminadas las alegaciones se procede al escrutinio. Con slo un voto a favor del acceso a la canonizacin, la Postulacin es denegada. "Y el invisible se encuentra nuevamente, agobiado por una enorme congoja, en la Plaza de San Pedro (...). De pronto, un nuevo invisible se empareja con el anterior visible para l" (p. 222): es Andrea Doria, el Gran Almirante de Venecia y Gnova. Doria explica a Coln que ambos pertenecen a la categora de los Invisibles: "Somos los Transparentes. Y como nosotros hay muchos que, por su fama, porque se sigue hablando de ellos, no pueden perderse en el infinito de su propia transparencia" (p. 223). Pregunta a su amigo qu ha pasado en el proceso, y al oir la respuesta, comenta: "Tena que ser: marinero y genovs" (p. 225), y recita los versos de la Divina Comedia: "Ah, genoveses! Hombres ajenos a toda buena costumbre y repletos de vicios... por qu no sois arrojados de la tierra?". Los dos amigos se despiden. "Y qued el Hombre condenado-a-ser-un-hombrecomo-los-dems" solo en la plaza, ante las columnatas de Bernini, en el lugar donde "la columna frontal oculta tan perfectamente las otras tres, que cuatro aparecen una sola" (p. 226). Y, en ese preciso lugar, "el Invisible se diluy en el aire que lo envolva y traspasaba, hacindose uno con la transparencia del ter" (p. 227). UNA "VARIACIN" MUSICAL SOBRE EL DESCUBRIMIENTO Carpentier, que adems de novelista y ensayista es musiclogo organiz los primeros conciertos de Msica Nueva en La Habana con Amadeo Roldn, y sus investigaciones en este terreno le condujeron al hallazgo de los manuscritos de Esteban Salas, primer msico cubano del s. XVIII, afirma, como ya qued dicho, que su novela El arpa y la sombra es un ejercicio similar a una variacin musical. Se entiende por variacin musical cada una de las imitaciones meldicas de un mismo tema: Carpentier, en su obra, parte de las relaciones de viajes de Coln y de sus datos biogrficos ms conocidos, para hacer una recreacin de la personalidad y de la vida del Almirante, de acuerdo con su personal ptica y buscando un determinado efecto. Por ello, en una lectura superficial, puede parecer que el autor se limita a revivir al Descubridor subrayando los aspectos de su hazaa que se le antojan ms apropiados para un relato novelesco, tomando pie para ello en la idea de su canonizacin. Pero esto no es todo. Carpentier realiza, efectivamente, una variacin: mantiene invariables una serie de elementos histricos es decir, se apoya en un determinado tema ya existente, para superponerle otra serie de elementos que, sin discordar de aqullos pero sin ser tampoco genuinos (imitacin de la meloda original), producen un resultado especfico, en parte igual y en parte diverso del tema bsico.

Cul es la verdadera finalidad del libro es algo difcil de determinar, pues no se trata de una novela de tesis sino, efectivamente de una variacin: de una mezcla de datos reales con otros supuestos, que tampoco va por los derroteros de la novela histrica, sino ms bien por la lnea de la creacin personal a partir de algo dado, esto es, de una autntica recreacin. Es su tesis de lo "real-maravilloso" (formulada en el prlogo de El reino de este mundo), que Carpentier considera como la esencia del acontecer de Amrica, lo que, en el fondo, alienta en estas pginas. En consecuencia, es posible distinguir distintos niveles de lectura en El arpa y la sombra (que es preciso insistir en ello no es una vida de Coln): la epopeya de Amrica, expresada mediante una confrontacin dialctica entre el Viejo y el Nuevo Mundo, sus tierras y sus hombres; la intencin de desmontar el mito colombino, tomando como pretexto la postulacin del proceso de beatificacin del Almirante, del que se hace una burlesca parodia, la decidida defensa del progresismo; incluso un ejercicio de virtuosismo de ndole histrico-cultural que arranca de ese mismo pretexto. 1. Amrica Coln es el hombre que, "un da, emprendiera la prodigiosa empresa que habra de dar al hombre una cabal visin del mundo en que viva, abriendo a Coprnico las puertas que le dieron acceso a una incipiente exploracin del Infinito. Camino de Amrica, Camino de Santiago, Campus Stellae en realidad camino hacia otras estrellas: inicial acceso del ser humano a la pluralidad de las inmensidades siderales" (p. 31). As ve Carpentier la trascendencia del Descubrimiento y su sentido profundo. La contraposicin entre el Viejo y el Nuevo Mundo es aqu patente: el Camino de Santiago, que desemboca cerca del "finisterrae", y que antes fuera la ruta normal de miles, quiz millones de peregrinos, ha sido sustituido por un nuevo Camino, el de Amrica, seguido igualmente por miles, quiz millones de personas, que buscaban tambin, aunque por motivaciones muy diferentes (religiosas en el primer caso, materiales en el segundo), una renovacin para su vida. Jugando con el doble sentido de las palabras "Camino de Santiago" nombre que se da vulgarmente a la Va Lactea y "Santiago de Compostela" Campus Stellae, Carpentier considera a Amrica como un verdadero camino hacia las estrellas, y a sus hombres como dotados de un impulso hacia el infinito que encierra, a su vez, un doble contenido: el progreso de la humanidad y la conquista de los espacios siderales. Carpentier va a expresar este mismo sentir por boca de Coln: "Extraviado me veo en el laberinto de lo que fui. Quise ceir la Tierra y la Tierra me qued grande. Para otros se despejarn los muy trascendentes enigmas que an nos tiene en reserva la Tierra, tras de la puerta de un cabo de la costa de Cuba al que llam alfa-omega por significar que all, a mi vez, terminaban un imperio y empezaba otro cerrbase una poca y empezaba otra nueva..." (p. 187). La idea del Descubrimiento como Proeza Impar (as, con maysculas), como "el mximo acontecimiento contemplado por el hombre" (p. 19), lleva a Coln a afirmar que

ha encontrado "nada menos que el Paraso Terrenal", a pesar de que todos los sanos telogos conciertan que el Paraso Terrenal es en el Oriente (pp. 173-174). Ahora bien, la impronta dialctica del pensamiento de Carpentier no puede por menos de manifestarse, sealando a la correspondiente anttesis de la Amrica paradisaca, la serpiente que tambin acecha al "nuevo Adn": la tierra virgen hallada por Coln, "desconocedora del Mal de Oro", fue abierta "a la codicia y lujuria de los hombres de ac" entindase, del Viejo Mundo (p. 171). Es el oro a la postre, el dinero o el capital quien contamina a unas criaturas que permanecan en la supuesta pureza de una vida idlica: "seres inocentes, bondadosos, inermes, tan incapaces de malicia como de tener la desnudez por indecorosa" (p. 162). Carpentier manifiesta aqu un prejuicio, que haba aparecido ya en El Camino de Santiago (relato inserto en La guerra del tiempo), y que tiene su origen en la llamada Leyenda Negra: los espaoles, codiciosos y deshonestos, bellacos que slo pretendan encontrar oro y abandonar las tierras de Amrica lo antes posible, fortuna hecha, para saciar all sus vicios, lujurias y apetitos de propiedad", apalean a los indios, incendian sus aldeas, hieren, matan, torturan y fuerzan a las mujeres (cfr. p. 166). De este modo, considera que la llegada de los espaoles duramente motejados en distintos lugares de la novela al confn americano constituy "una horrible desgracia. Para ellos, Christophoros (...) fue en realidad, un Prncipe de Trastornos, Prncipe de Sangre, Prncipe de Lgrimas, Prncipe de Plagas juguete de Apocalipsis" (p. 181). Por eso, tambin dir en su momento el Abogado del Diablo de la causa de Coln que equivocadamente "Rodrigo de Triana lanz el grito famoso de: "Tierra, Tierra!", debiendo haber gritado mejor: "Cunto lo! Cunto lo! ..." (p. 214). Se trata de oponer a los espaoles, con sus "apetitos de propiedad", una visin naturalista de los indgenas, que es la contrapartida lgica de la Leyenda Negra sobre Espaa. Cuando en Amrica arraigan los fervores nacionalistas, en primer trmino se denigra a los espaoles, pero tambin se pone en marcha todo un movimiento de corte romntico en defensa de un "buen salvaje" concebido al estilo rousseauniano, que se cuida muy mucho de ocultar las primitivas y sangrientas costumbres, as como las verdaderas aberraciones a que haban llegado estos indios de apariencia ms o menos pacfica. En consecuencia y volviendo a El arpa y la sombra, Coln describir de forma despectiva a los indios (cfr. texto cit. de la p. 162), sin encontrar en ellos defectos realmente graves: sus reyes "eran reyes en cueros (quin puede imaginar semejante cosa!)" y sus reinas emplean "para taparse lo que con mayor recato se oculta la mujer, un tejido del tamao ~de un paizuelo de encajes, de los que usan las enanas que, en Castilla, se tienen en los castillos y palacios para diversin y cuidado de infantas y nias de noble linaje" (p. 135): advirtase la sarcstica alusin a los espaoles. Sin embargo, en la opinin que sobre los espaoles se han formado los indios aparecen conceptos duros y radicales: "Por Dieguito, el nico (indio de los que Coln llev a Espaa a la vuelta de su primer viaje) que me quedaba, supe que esos hombres ni nos queran ni nos admiraban: nos tenan por prfidos, mentirosos, violentos, colricos, crueles, sucios y malolientes, extraados de que casi nunca nos baramos (...). Decan que nuestras casas

apestaban a grasa rancia; a mierda nuestras angostas calles; a sobaquina nuestros ms lucidos caballeros, y que si nuestras damas se ponan tantas ropas, corpios, perifollos y farals, era porque, seguramente, queran ocultar deformidades y llagas que las hacan repulsivas (...). Nuestros perfumes y esencias tambin el incienso los hacan estornudar; se ahogaban en nuestros aposentos, y se figuraban que nuestras iglesias eran lugares de escarmiento y espanto por los muchos tullidos, baldados, piojosos, enanos y monstruos que en sus entradas se apiaban. Tampoco entendan por qu tanta gente, que no era de tropa, andaba armada, ni cmo tantos seores ricamente ataviados podan contemplar, sin avergonzarse, de lo alto de sus relumbrantes monturas, un perpetuo y gimiente muestrario de miserias, purulencias, muones y andrajos" (pp. 157-158). Son los males de la civilizacin construida sobre el dinero el capital, la propiedad, suma de todos los males, segn los marxistas. Pero sigue callando Carpentier los inevitables males, errores e injusticias de las primitivas civilizaciones americanas, as como los beneficios que tambin aport al ms joven Continente la llegada de los espaoles..., entre ellos el otorgarles la posibilidad de tender, de manera prctica y eficaz, "hacia las estrellas". Pero ya se ver cmo, para Carpentier, es inevitable la oposicin dialctica entre la gran obra, atribuible en definitiva al pueblo, y las miserias personales. Por otra parte, no se queda Carpentier en el puro momento histrico del Descubrimiento, sino que lo contempla siempre en su proyeccin de futuro, como algo que ya contena en embrin su destino, imparable e inevitable: as, cuando el futuro Papa Po IX llega a Amrica, al conocer "el infinito horizontal" de la Pampa, que pronto se transforma en "un infinito vertical" que era el de los Andes (p. 36), se le revela de pronto "la desmesura de esta Amrica que ya empezaba a hallar fabulosa a pesar de que sus hombres, a menudo, le parecieran incultos, brutales y apocados, dentro del mbito que poblaban. Pero una naturaleza as no podra sino engendrar hombres distintos pensaba y dira el futuro qu razas, qu empeos, qu ideas, saldrn de aqu cuando todo esto madurara un poco ms y el continente cobrara conciencia plena de sus propias posibilidades" (p. 37). Y se le revela as escribe ms adelante "una Amrica ms inquieta, profunda y original de lo que el cannigo hubiese esperado", en la que haba "una humanidad en efervescencia, inteligente y voluntariosa, siempre inventiva aunque a veces desnortada, generadora de un futuro que, segn pensaba Masta, sera preciso aparear con el de Europa" (p. 47): de ah que conciba la necesidad de "un santo de ecumnico culto, un santo de renombre ilimitado, un santo de una envergadura planetaria, incontrovertible (...). Un San Cristabal, Christophoros, Porteador de Cristo, conocido por todos, admirado por los pueblos, universal en sus obras, universal en su prestigio. Y, de repente, como alumbrado por una iluminacin interior, pens Masta en el Gran Almirante de Fernando e Isabel" (pp. 49-50). 2. La figura de Cristbal Coln Con relacin a la figura de Coln, va a realizar Carpentier un doble juego: desmitificar a la persona de su protagonista, a la vez que mitifica su empresa, o ms bien los resultados de su empresa, el Descubrimiento. No es de extraar esta postura, si se tiene en cuenta que, desde un punto de vista marxista, no importan los seres humanos en su individualidad si no son capaces de aportar algo al todo social. Ya se ha visto cmo, para Carpentier, el hombre es una criatura con un

impulso hacia las estrellas, pero tambin una criatura frustrada por sus propios vicios. En lgica consecuencia, la gloria de Coln radicar en haber sido el "Revelador del Planeta" (p. 54), pero habr logrado su propsito a pesar de s mismo, de sus abusos y mentiras. Esta misma idea est presente en el citado relato titulado El Camino de Santiago. Juan el Indiano, Juan el Romero y el negro Golomn tras una vida de vicios y disipacin, deciden volver de nuevo a Amrica. En Sevilla, antes de embarcar, entran en la Casa de Contratacin, donde la Virgen de los Mareantes "frunce el ceo al verlos arrodillarse ante su altar". Interviene entonces en su favor el Apstol Santiago, que dice a la Virgen: "Dejadlos, Seora... Dejadlos, que con ir all me cumplen...". Y ello porque Santiago sabe que esos tres hombres, aunque truhanes, son los fundadores de cien ciudades en el Nuevo Mundo. (Otro paralelismo que puede hallarse entre este relato y El arpa y la sombra es la relacin entre el Camino de Santiago y el Camino de Amrica, Precisamente la historia termina con estas palabra "Arriba, es el Campo Estrellado, blanco de Galaxias"). As pues, si Coln es alabado por algo no ser por sus cualidades sino precisamente por su idea. Carpentier haba expresado esta misma manera de pensar en su Autobiografa (Cuba, 1965), cuando explica el contenido de El siglo de las luces: ste "puede resumirse en una frase: los hombres pueden flaquear, pero las ideas siguen su camino y encuentran al fin su aplicacin". Por eso va a recoger Carpentier, en el supuesto proceso de Coln, una frase significativa de Victor Hugo: "Pero la gloria de Coln no estaba en haber llegado, sino en haber zarpado" (p. 207); y esta cita de Schiller: "Avanza sin temor Cristbal. Que si lo que buscas no ha sido creado an, Dios lo har surgir del mundo de la nada a fin de justificar tu audacia" (p. 205). Carpentier hace decir a Coln que "de los pecados capitales, uno slo me fue siempre ajeno: el de pereza" (p. 62). Y a tal efecto, va ilustrando los distintos defectos que cree ver en su personaje. El almirante es un empedernido bebedor; es mentiroso e intrigante (recurdense las referencias ya hechas a los embustes con que adornaba su "tinglado", los que anota en su diario de abordo, los que expresa ante los Reyes, sus citas tomadas de ac y all con el propsito de engaar, el linaje que se auto-adjudica, etc.) y embaucador (se apropia la renta que haba ganado Rodrigo de Triana, anota menos millas de las que realmente han recorrido en su primer viaje, propone que los colonos espaoles no cobren en dinero sino en mercaderas que l se cuidara de proporcionarles "con tremendo beneficio, pues nunca veran un ochavo y como aqu, adems, de poco les servira el dinero, se empearan hasta la muerte, firmando recibos por lo comprado...": (p. 164); l mismo har referencia, con toda tranquilidad, a su "natural vocacin de farsante, de animador de antruejos, de armador de ilusiones" (p. 178); y a cmo enga a los indios de Jamaica prediciendo un eclipse de luna (haba comprobado en un libro que se iba a producir), "y, al llegar el momento, aspndome como molino, gesticulando como nigromante, clamando falsos ensalmos, orden a la luna que se ocultase...". Ms tarde, calculado el tiempo que durara el eclipse, ordena a la luna que vuelva a mostrarse (cfr. p. 179). Coln es un mal marino: se fa ms de su intuicin que de los clculos (p. 64), desprecia los mapas (p. 81), no entiende el de Toscanelli que lleva en su primer viaje (p. 111), no sabe valerse del astrolabio (p. 110), a la vuelta estn a punto de naufragar por haberse olvidado de lastrar las naves (p. 143)..., lo que har decir a Vctor Hugo en el

proceso: "Si Cristbal Coln hubiese sido un buen cosmgrafo, jams habra descubierto el Nuevo Mundo" (p. 206). Coln es soberbio y engredo: dedica prrafos largusimos a alabarse a s mismo (p.e., pp. 176, 92 y, sobre todo, 57 a 61), comparndose cnicamente con la gente sencilla y la de mal vivir ("A sos, la confesin postrera habr menester de pocas palabras. Pero los que, como yo, cargan con el peso de imgenes jams contempladas por hombres anteriores (... tienen harto que decir": p. 58), y aludiendo con no poca irona, despus de largos prrafos laudatorios sobre s mismo, a la hora de la muerte como la hora de la humildad (p. 60). El defecto ms reiteradamente sealado por Carpentier es la ambicin del Almirante, especialmente su avidez por encontrar oro, que, al verse frustrada, le lleva a iniciar la trata de esclavos. Carpentier insiste en este aspecto porque va a servirle, a su vez, de cua para combatir la idea de que los Reyes Catlicos Isabel apoyaron a Coln por motivos religiosos, pensando en la evangelizacin de las tierras descubiertas. El Almirante deja expresa constancia de que tal no fue el mvil de su aventura, pues ni siquiera llevaba una Biblia en su primer viaje (p. 140); Carpentier seala que el Espritu Santo est ms ausente de los escritos de Coln "que el nombre de Mahoma" (p. 141). El genovs, en los momentos difciles, como la terrible tormenta sufrida durante el primer regreso, hace promesas a Dios que luego incumple (p. 141); recibe las rdenes menores franciscanas porque as le indica que lo haga la Reina Isabel (p. 120); y mientras se acerca a Amrica, temiendo que alguien se le haya adelantado, convirtiendo a los indios, y que los Reyes le retiraran por ello su favor, se alegra de no haber llevado los Evangelios en sus carabelas, y exclama, de modo blasfemo: "Fuego de lombardas y espngolas ordenara yo contra los Evangelios, puestos frente a m, si me fuese posible hacerlo!" (p. 120) Ms tarde, sin embargo, afirma que se vali de los Evangelios para embarcar como esclavos a los indios rebeldes (p. 167). Recoge las supuestas reacciones de los indgenas ante las primeras noticias que reciben de la fe cristiana, concluyendo, en remate de la tesis de Carpentier: "Ganar almas no es mi tarea. Y no se pida vocacin de apstol a quien tiene agallas de banquero" (p. 159): Coln no ser precisamente "Christophoros", portador de Cristo, sino portador de codicia, lujuria y ambicin.

3. El elemento histrico-cultural Alejo Carpentier enmarca su relato, en coordenadas temporales, sino de carcter claramente cultural. Es sabido cmo este autor gusta de jugar con el tiempo, ingrediente caracterstico de su realismo mgico. Es, pues, en virtud de una multitud de alusiones de ndole histrico-cultural, como logra el poderoso clima de poca de su relato. Asi, Carpentier imita en ocasiones el estilo literario de las "relaciones" de Coln, empleando palabras, expresiones e incluso una construccin netamente de la poca (p.e. : "que enseanzas de mucho provecho debe encerrar, como todo lo que escribieron los antiguos", p. 70): como es sabido, Carpentier conoce muy bien la literatura espaola del Siglo de Oro. Pero, junto a ello, se encuentran patentes anacronismos: as, cuando Coln emplea, parafrasendolas, palabras de Cervantes (:"me agarraron las del alba", p. 107; "que mula, al fin, es montura de mujeres y de clrigos", p. 57) o de Garca Lorca (... "cuando yo me la llev al ro por primera vez, creyendo que era mozuela, fcil fue darme cuenta que antes que yo, haba tenido marido": se refiere a Beatriz; p. 94). Carpentier evoca el clima de la poca (costumbres, ciencias, mitos, obras literarias...) con escrupuloso detalle, insertando citas con gran habilidad e indudable facilidad; si bien junto a exactas precisiones (pp. 22, 26, 30, 34, 90, 92, 110 y 111, 171 a 175, 184 a 187, etc. etc.), recurre en ocasiones al fcil expediente de remitirse "al poeta" (p.e., p. 89). En estos casos, hace gala el autor de un vocabulario rico y exacto, mostrando su agudeza a la hora de mezclar lo antiguo con lo nuevo, sin que lo antiguo pierda su frescor, sin producir un efecto hiriente al combinarlo con lo nuevo, sino logrando un difcil equilibrio. Es preciso destacar las excelentes descripciones de paisajes (p. 71, 127 a 133), de ambientes y costumbres (p. 13-14), que en ocasiones corta en seco con un comentario irnico que hace volver violentamente al lector a la realidad cotidiana: p.e., al terminar el ceremonial vaticano, lleno de pompa y majestad, Po IX desciende de la silla gestatoria, se sienta en una butaca "que le daba una sosegada sensacin de estabilidad", y pide un refresco de horchata a Sor Crescencia, encargada de sus colaciones (p. 14); o cuando describe la llegada triunfal de Coln a Barcelona, el esplendor de la Corte y el sorprendente espectculo de los raros animales y plantas, de los indios cuidadosamente ataviados, los papagayos verdes comienzan a vomitar sobre la real alfombra carmes el vino que les haban dado; se acerca Coln a los Reyes en medio de la brillante concurrencia que llenaba la estancia "donde reinaba, hay que decirlo, un sofocante calor, agriado por el olor del resudado sudor de terciopelos, sedas y rasos" (p. 150). Carpentier llena su relato de referencias a sucesos de la poca, o a citas que eran lugares comunes. Insiste con frecuencia en el tema de la expulsin de los judos, ironizando sobre el banquero Santngel que no ser expulsado debido a sus muchas riquezas (cfr. pp. 72, 73, etc.). Hay alusiones a Marco Polo, Andrea Doria, Dante, Coprnico, al Cantar del Mo Cid, los Infantes de Lara, etc., etc.; as como a piezas musicales de moda en la poca del Papa Po IX (pp. 22, 30, 34, 40, 41), la Enciclopedia o Rousseau.

De esta manera, puede advertirse en la novela, de una parte, el barroquismo, si bien atenuado, de la prosa del autor, junto al intelectualismo de sus concepciones. El colorido de otras obras de Carpentier no desaparece en El arpa y la sombra, por ms que se encuentre contenido. Pero quiz la nota caracterstica de esta novela es la sencillez y claridad del estilo, que resulta difano a la vez que sugerente, repleto de irona. VALORACIN DOCTRINAL Es notorio que Alejo Carpentier se uni a la revolucin cubana encabezada por Fidel Castro. Sin embargo, la ideologa marxista no se manifiesta de forma directa en estas pginas: Carpentier no es un poltico ni un idelogo sino un hombre de letras, y por ello no revela de modo expreso su pensamiento sobre tales materias. Ya se ha sealado cmo se refleja en esta obra su mentalidad "progresista", esto es, basada en la idea marxista del progreso como consecuencia del proceso dialctico de la historia; y ha quedado reflejado tambin su voluntarismo. Pero lo ms destacado de la novela es el ataque frontal, quiz para el lector menos atento disimulado por el tono humorstico y la alusin irnica, a la Iglesia Catlica, que representara todo lo contrario al progresismo. En realidad, la idea de cambio exige por definicin la de permanencia; si nada debe permanecer, el cambio se transforma en revolucin. Carpentier ataca con saa al Syllabus y a la Encclica "Quanta cura", de Po IX, en los que se condenan los ochenta "principales errores del tiempo moderno", entre ellos el pantesmo, naturalismo, liberalismo y socialismo. Se habla de la "sutil perfidia" del Papa, de sus "tcticas aprendidas de los jesuitas" (p. 42), de su "pensamiento dogmtico y anticuado", de su sibilina astucia, por la cual se le lleg a creer liberal y progresista (cfr. p. 43). Carpentier se refiere con desprecio a seminaristas, sacerdotes y obispos; se burla de la Lipsonoteca, de la que hace una descripcin burlesca, refirindose a las uas y dientes de los santos (pp. l9 y ss.), pone palabras malsonantes en boca de clrigos, etc. etc. Por supuesto, tampoco cree que Isabel la Catlica se moviera por el deseo de evangelizar a los indios sino por mviles polticos ("para adelantarse a Portugal", p. 156, y para obtener fondos para la guerra de frica, p. 106), y si prohibe la esclavitud es porque la comisin de telogos y canonistas a la que consulta estaba formada por enemigos de Coln (p. 169). Cuando Fray Bartolom de las Casas cita el captulo 34 del Eclesiasts ("quien roba el pan del sudor ajeno es como el que mata a su prjimo"), "pregunta el Pronotario, abruptamente sacado de un profundo sueo": "quin est citando a Marx?" (p. 213): hay otra referencia a Marx en la p. 198, en la que se dice que nombrarle est "mal visto" desde la publicacin del Syllabus (aqu hace tambin Carpentier una sarcstica referencia a la Comisin del Index). La cita completa resulta por dems significativa: "Y es que Coln deca, segn Marx, que el oro era una cosa maravillosa. El poseedor del oro tendr todo lo que desee. Mediante el oro, pueden, incluso, abrirse a las almas las puertas del paraso" (ibid).

La culminacin de este ataque a la Iglesia es la tercera parte del libro, La sombra, en la que se presenta la actuacin del Tribunal de la Sacra Congregacin como una verdadera bufonada. Sus miembros son descritos como "feroces observantes del canon (...), clrigos helados, vaticanos de prebenda y poltrona" (p. 219). Carpentier apela aqu a unos "testigos" de la vida de Coln un tanto singulares. Son una serie de escritores en cuyas obras se contienen referencias al Gran Almirante. Como se dijo, son stos Lon Bloy (1846-1917 ) el nico que se pone a favor del genovs Vctor Hugo (1802-1885), Julio Verne (1828-1905), Fray Bartolom de Las Casas, obispo de Chiapas (1474-1564) y Alfonso Lamartine (1790-1869). Vuelve a aparecer aqu el gusto del autor por jugar con el tiempo y el espacio. Se habla de un modo sarcstico, no slo de la supuesta santidad de Coln, sino de la santidad en general (la canonizacin es el "otorgamiento de una aureola": p. 20). Se burla Carpentier del proceso en numerosas ocasiones. Por ejemplo, el seminarista de la Lipsonoteca dice: "Aqu no hay un da de descanso. No bien acaban de tumbar a Coln, y ya se piensa en la beatificacin de Juana de Arco, que tampoco tiene huesos que guardar, ya que sus cenizas fueron aventadas en Rouen... Y tener que convencer de ello al Pronotario, que cree que Juana de Arco fue estrangulada en la Torre de Londres... Qu oficio, Dios mo! Qu oficio! ..." (p. 222). Otra muestra de anticlericalismo: se refiere el invisible Andrea Doria a "aquel Bartolom Cornejo que en San Juan de Puerto Rico abri, y con la anuencia de tres obispos", la primera casa de lenocinio (p. 224); o a las mujeres de mala vida que se acogan a la Magdalena en la Cofrada de los Ribaldas (p. 5)... Por supuesto, tras de la muerte no hay sino la fama, o el hacerse "uno con la transparencia del ter" (p. 227). En cuanto a la irregular vida amorosa de Coln, Carpentier afirma que aqul no contrajo matrimonio con Beatriz por fidelidad a la Reina Isabel (a quien, por otra parte, Coln conoci cuando ya la vizcana le haba dado un hijo). No son stos unos amores platnicos, sino que siempre segn Carpentier tuvo el Gran Almirante "el gozo impar de tener una reina" en sus brazos (p. 220). Este amor trata despus de sublimarse: "... Y es que hubo en mi vida un instante prodigioso en que, por mirar a lo alto, lo muy alto, desapareci la lujuria de mi cuerpo, fue ennoblecida mi mente por una comunin total de carne y espritu, y una luz nueva disip las nieblas de mis desvaros y lucubraciones..." (p. 221); y se compara con el Doncel de Sigenza, de quien se dice que estaba tambin enamorado de "la de Madrigal de las Altas Torres". En suma, El arpa y la sombra es un intento de desmitificar el hecho del Descubrimiento y la labor evangelizadora de los misioneros espaoles (p.e., p. 48), a la vez que se seala que la Iglesia es un elemento retardatario del progreso, de la aventura csmica que se inicia con la arribada de Coln a las costas salvadoreas. Lo viejo, lo caduco, es Europa; lo nuevo, la esperanza, son los hombres de Amrica, que con sus ideas y su esfuerzo sern capaces de llegar hasta las estrellas. En efecto, como dijo el propio Carpentier a propsito de este libro, en modo alguno cuenta aqu "el poeta (o digamos: el novelista)" las cosas como sucedieron.

Estructura

Ciertamente, la aventura acompaa al hombre en el tiempo y en el espacio. Caracteriza el eterno trajn humano. En el caso de la historia de la literatura, contamos con la aventura como evocacin y canto de la grandeza y la debilidad humanas, como exaltacin de la astucia, como posibilidad de trascender la realidad, como trascendencia histrica.De la grandilocuencia extraordinaria de un Homero o la realidad fantstica de Cervantes, pasando por la mitologa del mundo griego y el misterio oculto de la cienciaficcin, llegamos a la novela histrica. Reparemos un instante en los valores de El arpa y la sombra (1979) de Alejo Carpentier (1904-1980). Publicada en Mxico un ao antes de su muerte, representa el ltimo eslabn en la narrativa carpenteriana, girando toda la construccin literaria en torno a la figura de Cristbal Coln. Partiendo del intento de canonizacin, santificacin del Almirante, la obra se estructura como un trptico. En la primera parte, El arpa, protagonizada por el papa Po IX, se sealan las razones que permitieron abrir el expediente, se plantea el tema de las relaciones entre el Viejo y el Nuevo Continente, subrayndose la magna empresa que sorprendi al mundo. En un ingente juego de perspectivas, protagonizado por Coln y Dieguito -indio llevado a Espaa- aparece claramente la visin europea de Amrica as como la visin americana de Europa. En la segunda, La mano, en torno a la historia del descubrimiento, tenemos la autobiografa de Coln, quien a travs de un alucinante monlogo al filo de su muerte, evoca su pasado: la aventura de un ser valeroso, intrigante, intuitivo, impulsado por la ambicin. Por la suya propiamente dicha y por las aspiraciones expansionistas de la Corona espaola. En la tercera, La sombra, tornan las elucubraciones entre Papas y Abogados del Diablo ante el proceso de canonizacin de Coln, el Gran Almirante, quien divaga en la incertidumbre de si ser valorado por el cmulo y la grandeza de sus hazaas: Si poda ser considerado como un hroe sublime o como un simple ser humano sujeto a todas las flaquezas si, en lo adelante, merecera estatuas con laudatorio epgrafeEl Invisible quera saber si en aquel lugar se haba reservado algn sitio a los pocos huesos que le quedaban

Humor, historia, poesaEn funcin de los valores principales de El arpa y la sombra, hemos de estar de acuerdo en que humor, historia y poesa se combinan magistralmente. A partir de una slida base documental, norma permanente del autor, fiel a la historia junto a sus tantas desviaciones altamente poticas, regala al mundo una obra maestra, donde el suelo americano, salpicado de finsimo humor, al interior de lo real maravilloso, viene a ser el escenario en el que Carpentier apuntala la madurez de su universo imaginativo.

La historia de un hombre y de un tiempo, de dos mundos, envueltos en los pormenores del humor, la historia y la poesa. La vileza y probidad del hombre y de los tiempos. La dignidad y la indignidad exaltadas por la poesa. As, en tratndose de un santo, ste ha de contar con la suficiente universalidad: un santo de ecumnico culto, un santo de renombre ilimitado, un santo de una envergadura planetaria, incontrovertible, tan enorme que mucho ms gigante que el legendario Coloso de Rodas, tuviese un pie asentado en esta orilla del Continente y el otro en los finisterres europeos, abarcando con la mirada, por sobre el Atlntico, la extensin de ambos hemisferios Un San Cristbal, Christo-phoros, Porteador de Cristo, conocido por todos, admirado por los pueblos, universal en sus obras, universal en su prestigio. De entre las vetas poticas de la obra, entresacamos sta, avalada justamente por la vvida imagen del oro: Me temblaban las manos. Alterado, sudoroso, empecinado, fuera de goznes, atropellando esos hombres a preguntas gesticuladas, trat de saber de dnde vena ese oro, cmo lo conseguan, dnde yaca, cmo lo extraan, cmo lo labraban, puesto que, al parecer, no tenan herramientas, ni conocan el crisol. Y palpaba el metal, lo sopesaba, lo morda, lo probaba, lo probaba secndole la saliva con un pauelo para mirarlo al sol; examinarlo en la luz del sol, hacerlo relumbrar en la luz del sol, tirando del oro, ponindomelo en la palma de la mano, comprobando que era oro, oro cabal, oro verdadero, oro de ley.