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Diarios de clase

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DE MIGUEL ANGEL ZABAALZA

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, In dice

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Guía práctica para la lectura de este libro.

l. LOS DIARIOS DE CLASE: ASPECTOS GEN ERALES . . . . . . . . . . . . . 15 Diarios: concepto y tipología. Diversas modalidades de diarios

Ámbitos de impacto formativo de los diarios. . ......... ......... ........ . Acceso al mundo personal de los docentes. Explicitar los propios dilcm;,s. Eva­luación y reajuste de procesos didácticos. Desarrollo profesional permanente.

2. LOS DIARIOS COMO INSTRUMENTO DE INVESTIGACIÓN . . . . 35 Los diarios en el contexto de los documentos personales y materiales autobio­gráficos.

Los diarios como instrumento de anális is del pensamiento del profesorado. El d iario como documento de expresión y elaboracion del pensamiento de los profesores.

Salvaguarias metodológicas en el trabajo con diarios.

3. NUESTRA EXPERIENCIA DE TRABAJO CON DIARIOS El contexto.

Elaboración de los diarios. La metodología de aná lis is.

<e narcc~, s. a. de ccliciorw~

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8 Índice

Los diarios de los profesores. Tipos de diarios. Texto de los diarios: Diario A. Diario B. Diario C. Diario D. Diario E. Diario F. Diario G.: caracterizaciones generales, rutinas de la clase, dilemas, estructura de tareas.

Análisis en profundidad de los dilemas de un docente a través de los diarios. Dilema 1: Afectuosidad vs. orden. Dilema 2: Atención indiYidual \ s. grupal. Dilema 3: Necesidad de un desarrollo profesional permanente. Dilema 4: Claridad vs. indefinición curricular.

Metadiscurso del trabajo con diarios. Los dilemas del investigador El dilema de la metodología y los criterios d e credibilidad. El dilema de la pragmática de la inves tigación. El dilema del informe: dar dato o comen­cer. El dilema de las concluc;iones. El dilema de la continuidad.

EPÍLOGO: POR QUÉ, CÓMO Y CUÁNDO HACER EL DIARJO . . . . . . 143 Hacer el propio diario, ¿por qué? ¿Cuándo conviene escribir el diario?

¿Cómo hacer el diario?

¿Cómo analizar el diario? Condiciones para analizar los diarios.

REFERENCIAS BIBLTOGRÁFlCAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

C narcca, S 3 de edici~

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Epílogo: Por qué, cómo y cuándo hacer el diario

HACER EL PROPIO DIARIO, ¿POR QUÉ?

Espero sinceramente que la lectura de los capítulos anteriores le haya lle­vado al lector, a desear escribir su propio diario y a vivir personalmente la experiencia de contar (lo que usted mismo hace) y de co11Larse a sí mismo (como doble actor: el actor que lleva a cabo las cosas contadas y el actor que las cuenta). Experiencia narrativa que posteriormente hará posible una nueva experiencia, la de leerse a sí mismo con actitud benévola o critica pero Lcnien­do la oportunidad de reconslruir lo que ha sido la actividad desarrollada y nuestra personal forma de vivirla.

Tanto el esc~ibir sobre lo que hacemos como el leer sobre lo que hemos hecho nos permite alcanzar una cierta distancia de la acción y ver las cosas y a nosotros mismos con perspectiva. Tan metidos como estamos en lo colidia­no, en esa actividad frenética que nos impide el poder pararnos a pensar, a p lanificar, a revisa r nuestras acciones y sentimientos, el d iario es tma especie de oasis reflexivo. Es como dar marcha atrás a nueslro vídeo doméstico para ralentizar la imagen y así poder revisar un poco más lentamente esas escenas de nuestra jornada que, en el ajetreo constante de la acción, se nos han pasa­do un poco desapercibidas o simplemente las hemos vivido al vuelo.

Acta sunt verba volant (las acciones permanecen, las palabras vuelan) suele decirse. Pero no siempre es cierto. Las acciones, en muchos casos, son las que vuelan. Cuando estamos demasiado metidos en ellas van pasando a la velo­cidad del vértigo y apenas si hay tiempo para vivirlas plenamente. Desde

~ narcea, s. a. de edicion~>s

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luego, difícilmente alcanzamos a ser conscientes de sus particularidades. Una jornada de trabajo en la que hemos afrontado muchas demandas (casi siem­pre de forma simultánea) pasa al vuelo. Las huellas que deja son muy débi­les, con frecuencia simples sensaciones de haber trabajado mucho, de haber tenido una jornada de tensión o, simplemente, de haber sobrevivido. Y eso al final del día. A los pocos días todo desaparece y los recuerdos e imágenes que res tan son demasiado vagos e imprecisos como para concederles atención.

Las palabras, en cambio, pueden permanecer. Sobre lodo si están escritas. Si hemos hecho ese pequeño esfuerzo suplementa rio de reservar unos minu­tos al final del dia para reconstruirlo y narrarlo. En ese caso, las palabras del diario se convierten en "contenedor" de la experiencia, en garantes de su con­servación. Y podremos volver sobre ellas cuantas veces queramos para releer­las y releemos.

Esta tarea de la reflexión se ha convertido en los últimos años en un punto clave de cualquier análisis de las competencias profesionales. La actividad pro­fesional requiere siempre de la reflexión. A veces se intenta medir la calidad profesional por el mero recuento temporal (el tiempo que se lleva de ejercicio profesional) o por la cantidad de intervenciones realizadas (número de horas de vuelo de los pilotos, número de intervenciones quirúrgicas o pacientes aten­didos, etc.). Pero, sin embargo, se tiene la certeza de que la práctica por sí misma no proporciona conocimiento ni calidad profesional. Tanto la experien­cia cotidiana como numerosas investigaciones corroboran este convencimiento.

Conductores bien entrados en ai'\os y con muchos años de experiencia siguen cometiendo los mismos errores (ahora con mayor riesgo porque les fallan reflejos) que cuando eran jóvenes. Se ha comprobado en los EEUU que los errores médicos cometidos por profesionales con muchos años de expe­riencia difieren poco (en número y en características) de aquellos que come­ten los novicios en la profesión.

osotros lo podemos aplicar a nuestro propio terreno: es claro que los pro­fesores y profesoras, sea cual sea el nivel al que pertenezcan desde la maternal a la universidad, no miden su calidad por el número de años de ejercicio pro­fesional. Hay magníficos profesores aún jóvenes y los hay de mucha edad y experiencia que siguen desarrollando una actividad profesional deficiente.

No es la práctica por sí misma la que genera conocimiento. Como mucho permite estabilizar y fijar ciertas rutinas. La buena práctica, aquella que per­mite avanzar hacia cotas cada vez más elevadas de desarrollo profesional c:­la práctica reflexiva. Es decir, se necesita rebobinar, revisar lo que se ha hech" analizar los ptmtos fuertes y débiles de nuestro ejercicio profesional y pn'"" gresa r basándose en reajustes permanentes. Sin mirar atrás es imposible seguir adelante. Por eso resulta tan importante la documentación.

Eso es lo que puede aportar w1 diario. Aparte del placer inlrínseco d escribir (a lo que se añade el hecho de que se escribe sobre uno mismo, que~

© n.ucea, s. a. de cd~~:icrmo

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Epílogo: Por qué, cómo y cuándo h.tn•r el diario J 45

sin duda nuestro argumento más querido), el diario constituye un proceso por el cual se va acumulando información sobre el día a día. Información que será p reciosa para poder revisar todo el periodo narrado.

¿CUÁNDO CONVIENE ESCRIBIR EL DIARIO?

En principio no debería preocuparnos demasiado buscar motivos espe­ciales para escribir un diario. Cualquier oportunidad puede ser buena para escribir. Ya he señalado en uno de los capítulos iniciales las virtualidades y ven tajas que comporta el escribir. Se trata de tma actividad humana muy gra­tificante. Desafortunadamente para muchas personas se ha convertido en un sacrificio tanto por la falta de técnicas básicas para hacerlo como por la fa lta de tiempo disponible. Sin duda quienes están en esa situación se están per­diendo una fuente inmensa de experiencias y de satisfacciones personales.

Resulta p reocupante que esta dificu ltad para escribir se produzca también entre los profesiona les de la enseñanza. Se dice que somos una profesión que escribe poco. Cabe suponer que en nuestro caso no es por fa lta de técnica. Somos Jos que hemos de enscfia r a escribir a los demás. Es de esperar que no es porque no tenemos nada que decir, porque eso revelaría una preocup<mte pobreza de espíritu que resu lta poco compatible con la función docente. Qui­zás sea por falta de hábito. O por falta de motivación (escribir es s iempre con­ta r cosas y, a veces, con tar cosas sobre uno mismo). Y, desde luego, seguro que la fa lta de tiempo tiene mucho que ver. El trnbajo intenso en la escuela seguido del trabajo intenso en casa no es el mejor escenario para encontrar el momento adecuado para sentarse relajadamente a contar lo que ha sucedido ese día.

Sea como sea, el escribir (en este cac;o, el escribi r el diario) conslituye, desde luego, un esfuerzo. Algunos docentes me han comentado que se trata de un esfuerzo not<lble que, por lo tanto, no puede convertirbe en algo indefi­nido y, ni siquiera, prolongarse demasiado en el tiempo. Es una experiencia muy interesan te y que da mucho juego pero siempre que se produzca en oca­siones particula res y con un objetivo preciso.

Pues bien, ¿cuándo puede ser interesante escribir el diario? En mi opinión, el dia rio puede resu l t<~r un ins trumento de alto va lor for-.

mativo (<~1 final siempre estamos formándonos y todo debe serv ir par<~ ello), en las s iguientes ocasiones:

• Cuando q11ernmos o nccrsilemos lo111nr 1111 poco de dista11cin de las cosns que eslnmos lzncie111fo o de In si/1tnci6n f]lll' rs fnmos viviendo

Escribir, en tanto que operación que supone recodificar la experiencia narrada (las cosas que hemos vivido o las ideas que tenemos, hemos de cxpresílrlas a través de otro código, en este cnso el escrito) oblign n rccons-

C) narCf.'J, S. J. d P l'dÍC'IOilf.'S

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] 46 Miguel Ángel ZabaiLa

truir el evento o la sensación narrada. Para quien lo cuenta es como dar un paso atrás para poder observar con perspectiva lo que está narrando.

Esta distancia permite ejercer un cierto control sobre la situación obje­to de la narración. "Tranquilízate y cuéntame lo que te ha pasado", sole­mos decir cuando nos encontramos con alguien que ha vivido algtma experiencia fuerte y se halla aún afectado por la misma. El propio hecho de contarlo hará que la situación se reconstruya desde parámetros menos emocionales y el sujeto pueda controlarla mejor. Si en lugar de pedirle que nos lo cuente le pedimos que nos lo "escriba", le estamos solicitando tm proceso de reconstrucción al'm más laborioso, lo que permite obtener una mayor distancia de la cosa narrada y, con ello, un mayor control sobre la misma.

La enseñanza, en general (pero también otras profesiones que impli­cnn el Lrato con personas) es muy implicativa. Lo personal y lo profesio­nal acaban mezclándose o, cuando menos, contaminándose mutuamente. Con frecuencia necesitamos tomar un poco de distancia de nuestra propia actuación para verla con perspectiva y de una forma más consciente (más controlada por nuestra propia capacidad de ver las cosas). Es la capacidad de "descentrarse" que suele solicilárseles a los actores para saber cons­truir su personaje de una manera más adecuada a la realidad. Son los aclares que actúan pero deben ser capaces de salir de sí mismos para ver su actuación y reajustar los movimientos a las exigencias del papel que desempeñan.

El diario ofrece esa oportunidad. Tras un día metidos en cuerpo y alma en la acción y sin mucho tiempo ni energías para dar ese paso atrás, nos observamos a nosotros mismos y contamos lo que consideramos rele­vante de nuestra intervención.

Esa reconstrucción de la jornada o de algt.mos de sus momentos posee la cualidad del distanciamiento en un doble sentido: porque se traté'l de reconstruir algo que ya pasó y porque se trata de narrarlo por escrito (con­vierto la experiencia y las vivencias en un tema narrativo, algo que yo construyo mediante palabras). En ese doble sentido el diario permite dis­tanciarse y poder recuperar tma cierta objetividad y control sobre la situa­ción narrada.

• Cuando se está e11 trabajos que conllevan una fuerte implicació11 personal Comoquiera que el diario constituye tm medio de "expresión perso­

nal", es decir una forma de sacar fuera de uno mismo lo que uno lleva dentro (como una danza, un dibujo o tm gesto), resulta muy interesante en los momentos en que se precisa disponer de mecanismos que faciliten ese proceso.

La enseñanza es una profesión de estas características. Es cierto que uno puede ejercerla sin implicarse demasiado y formnlizando mucho su

(O narcca, s. a. de edicí0111e'-

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rol (ded icarse a explicar las lecciones sin asumir compromisos más perso­nales con los alumnos). Pero en general, no suele ser así. De hecho, la pro­fesión de enseñante es muy vu lnerable a los problemas de tipo psicológi­co y psiquiátrico justamente por esta fuerte implicación personal que hace que nuestro equilibrio se vea muy afectado por el tipo de relación que mnntenemos con nuestros nlumnos. Y cuanto más vu lnerables son los alumnos tanto más fuerte e intensa se hace la implicación personal (tra­bajo con alumnos con handicap, con niños muy pequeño , con sujetos en condiciones de riesgo, etc.).

Deberíamos disponer de momentos de supervis ión y apoyo personal (como s ucede con los psicoanalistas que deben mantener u propia super­visión como s istema que ayuda a conservar el propio equilibrio). Pero no s uele ser frecuente. Por eso, en tales casos, los diarios ofrecen esa puerta abierta a la expresividad y el autocontrol. Es cierto que le sigue faltando el recu rsó de la supervisión externa (cosa que también se puede conseguir a trnvés del d iario cuando éste es revisado y discutido con alguien que nos sirve de punto de referencia externo), pero aún así, el diario nos permite "contarnos", sacar fuera los demonios que a veces se nos acumulan den­tro y conseguir que lo que eran vivencias y sentimientos no s iempre con­trolables pasen a ser "narración", es decir, algo externo y construido por nosotros mismos.

• Cua11do se quiere clnrificnr 1111 poco el propio estilo de trabajo Toda técnica de documentación tiene como objetivo esta idea de la cla­

rificación de las propias prácticas. La documentación (!:iea grabada en audio 'ídro, escrita o plasmada en algún tipo de producto realizado) fija en un

la actividad analizada y le da objetividad y permanencia. Lo que eran ideas, experiencias, nctividadcs, impresiones, c te. (es decir, renl i­no siempre visibles y de fácil acceso) se convierte, a través de la docu­

-M':t.ru,.n en realidades visibles, accesibles y que soportan el análisis.

Eso sucede también con el diario. Al hilo de la narración nosotros mis­\etmos recuperando imágenes y recuerdos que pasaron desapercibí­y al incorporarlos al lexlo escrito van completando el sentido de las que allí se cuentan. Cu<1ndo uno ha concluido tic escribir sus impre­de lo sucedido en ese dfa tiene, con seguridad, unn visión más clara

•a~ del mismo. Y como In narración se convierte en algo vis ible y ••mtte se puede regresa r sobre ella para revisa rln y analizarla.

ciMrio nos ofrece w1a doble perspectiva de nuest ro trabajo: una ••• .. smcrónicn y puntu<1l (lo que se cuenta en cada unidad narra ti­.. ~---ha sl.K't'dido en c.,e momento que recoge cada parte del diario)

paspecth a diacró11icn (la forma en que van e\ olucionando los ..ada. y nuc-;tra prop ia visión y experiencia). De esla manera,

.... 15 que escriben el diario van a tener la oportunidad de poder

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conocer mejor tanto lo que va sucediendo en el día a día (o en cada una de las unidades del diario: qué actividades, qué impresiones, qué problemas, qué personas, etc.) como la forma en que las cosas han ido evolucionando a lo largo de todo el periodo recogido en el diario (cómo hacía las cosas al inicio y cómo fueron evolucionando; cuáles los problemas que me preo­cupaban más al comenzar a escribir el diario y cómo fue cambiando mi perspectiva sobre ellos a medida que pasaba el tiempo; como me entía cuando comenzó la aventura de escribir el diario y cómo me he ido sin­tiendo a medida que avanzaba el proceso ... ).

Al final, el diario se convierte en un material enormemente valioso de autoconocimiellto.

• Cuando se sie11te mucha presión y/o se acumula mucha te11sión iutema Otra situación en la que resulta muy opornmo escribir el diario es

cuando sentimos que estamos acumulando mucha tensión personal. Las razones pueden ser muy diversas (desde problemas personales a profe­sionales, desde situaciones muy puntuales a periodos en las que las cosas no nos están saliendo bien, etc.) pero el resultado es s imilar: nos sentimos a punto de estallar y nosotros mismos nos damos cuenta de que nuestras respuestas y nuestras reacciones resultan desproporcionadas.

El diario nos ofrece un mecanismo de catarsis protegida. os permite abrir un cauce de salida a la tensión interna a través de la escritura. Como al escribir reelaboramos racionalmente los contenidos emocionales, eso nos permite ir controlando de manera autónoma nuestro propio estado emocional. Por otra parte, se trata de una actividad realizada en un con­texto muy personal y autocontrolado. adie tiene por qué leer lo que escribimos, ni el hecho de contar lo que nos pasa nos somete al posible jui­cio, crítica o deterioro de imagen por parle de los demás. En el fondo, esta­blecemos una especie de conversación terapéutica con nosotros mismos.

El diario no cma ni resuelve los problemas, pero ayuda a controlarlos. Lo que nos está presionando en la esfera de lo emocional (menos contro­lable) se recodifica a través de la escritura y pasa a convertirse en un mate­rial filtrado racionalmente (y por tanto más fáci l de ser controlado e inclu­so alterado). Si sirve mi propia experiencia, yo puedo señalar que en ocasión de un grave accidente de automóvil pase una época terrible con parte de la familia hospitalizada. La angustia que sentía en aquellos días larguísimos me hubiera llevado a la necesidad de ser hospitalizado yo mismo para recibir atención psiquiátrica. Entonces acudí al diario y lo que no era capaz de contar a los demás lo pude escribir. Eso me sirvió muchí­simo para ir consiguiendo un cierlo equilibrio personal y para evitar que la enorme presión emocional del momento consiguiera adueñarse total­mente de mí. Escribiendo me fui haciendo un poco más dueño de la situa­ción, al menos en lo que a mis propias vivencias se refiere.

e narcea, s . a. de ediáones

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• Cua11do se está participando en alguna investigación, eu nlgwra rrnluación o en algiÍn proceso en el wnl sen importante ir documentando los pa505 que se vnn dando y cómo van evoluciol/(111rfo las diversas dimensiones del trabajo"'" wrso (incluida nuestra propia si/unción personal)

También en estos casos resulta importante rea lizar el diario como medio para ir documentando el proceso que se va sigu iendo. Sobre todo en aquellos casos en los que el proceso que se lleva a cabo tiene un senti­do formativo y no sólo de s imple investigación. En ta les casos (procesos de investigación-acción, procesos de evaluación con una orientación for­mativa, procesos de puesta en marcha de alguna innovación, etc.) es muy importante documentar el proceso para saber las dificultadcc; que se han ido afrontando, los planteamientos que han utili7ado, las reacciones que se han ido produciendo por pnrtc de los diversos p<Hticipantes, etc. Y desde el punto de vista personal, interesa mucho saber cómo uno mismo ha ido afrontando el proceso, por qué momentos buenos y malos ha ido pasando y qué tipo de impresiones ha ido haciéndose a lo largo de la acti­vidad desarrollada.

Al final , como se puede ver, es interesante escribir el d iario cuando nos apetezca o veamos conveniente ir recogiendo datos o impresiones sobre nues­tro trabajo o sobre los momentos que estamos viviendo con v istas a poder vol­ver sobre ellos en otro momento y analizarlos con tranquilidad (solos o acom­pañados por alguien que nos ayude a construir una imagen más completa de la s ilunción n partir de la narración). Todas las situaciones mencionadas son especia lmente propicias pam los diarios. En todos esos cnsos (y seguramente en muchos más que aquí no se mencionan, baste ver en el cnprtulo 1 los diver­sos tipos de d iarios existentes y la distinta finalidad que cada uno de e ll os está llamado a cumplir), los enscñantec; y cunlquier otro profesional que se halle en situaciones parecidns, puede beneficiarse enormemente de la potenciali­dad expres ivil de los diarios.

En los contextos de formación, los diarios de los esludin11les son e pccial­mcntc importantes (en mi opini6n, son claramente necesarios) cuando éstos deben afrontar sus aprendizajes prácticos u otras situaciones en las que han de enfrenlnrse a siluacioncs reales de aprendizaje profesional o personal (intercambios internaciona les, aclunciones en ONGs, tutoría para estud iantcs más jóvenes, participación en sesiones clínicas, parlicipnción en inves tigacio­nes, ele.). En esos casos el diario se convierte en un ins trumento para poder raciona liznr la experiencia y saca rle un máximo partido: a través de la narra­ción se puede iluminar todo el proceso seguido por el estudiante en forma­ción tanto en lo que se refiere a sus actuaciones como a suc; vivencia perso­nales (sus expectativas, sus miedos, sus sa tisfacciones, el tipo de actitud con el que enfrenta la actividad, etc.). Muy importante ha resultado también el diario para que los estudiantes puedan reconstru ir su personal estilo de tra­bajo: cómo organizan su jornada, cómo planificnn el trubajo, qué estrategias

4) nurccu, A ,\, de cdidones

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de estudio emplean, qué tipo de actitudes van desarrollando con respecto a las disciplirtas, a la carrera, a IJ universidad y a sus profesores, ele.

¿CÓMO HACER EL DIARIO?

Los diarios poseen Lma estructura narrativa que es, por su propia natura­leza, muy flexible. En principio, el diario se puede escribir de la manera que más le apetezca a su autor. Lo que sucede es que variando las condiciones y la forma de hacer, el diario va ría también sus virtualidades y sus posibles aportaciones. Dicho de otra manera, servirá para unos propósitos u otros según como hayamos abordado su realización. Por eso es importante seguir un cierto patrón de condiciones que se acomoden bien a la hmción que el dia­rio pretende desarrollar en cada ocasión.

Podríamos señalar entre esas condiciones las sig uientes:

l. La consigna. Tiene que ver con el tipo de instrucción que se da a quienes han de realizar el diario. Caso que el diario surja a iniciativa propia, la con­signa refleja la orientación que deseamos dar a la narración (qué contar y cómo o desde qué perspectiva hacerlo). ·

Por ejemplo, un diario puede responder a una consigna predeterminada del tipo: "Describan ustedes en el diario Las actividades que van desarrollando en clase indicando s 11 contenido y su duración". Parece obvio que de esta consigna nacerá un d iario fundamentalmente descriptivo y centrado sobre las activi­dades desarrolladas.

Un diario di verso sería aquel que, por el contrario, respond iera a la siguiente consigna: "Tratad de colllnr no sólo lo que sucede si11o también cómo os sentís vaso/ ros". En este caso, parece claro que se está abriendo la posibilidad de que quienes escriban el diario cuenten no sólo lo externo sino también Jo que ellos sienten y piensan.

De esta misma manera, pueden establecerse consignas más abiertas ("Podéis escribir en el diario lo que se os ocurra, lo que os parezca importn11fe en cada momento") o más cerradas ("Vamos a tratar de recoger aquellas si/unciones o reac­ciones que se produzcan en relació11 a In e:xperiencia innovadora que estamos llevando a cabo"). La consigna puede matizar, incluso, las condiciones bajo las que se espera que se desarrolle el dia rio (" Prowrar no mezclar en vuestra narración lo que son hechos objetivos y lo que son vuestras propias valoraciones o sentimientos").

Desde mi punto de vista, aunque cualquier consigna es vá lida, s iempre que sea coherente con la fina lidad que se pretende atribuir al diario, resulta más conveniente (por ser más coherente con el sentido propio de los d iarios, eso que los diferencia de otras técnicas de documentación) dejar las consignas lo más abiertas posibles de manera que sea el propio sujeto quien elija qué contar y cómo. De esta manera, el diario se construye de una forma más autó-

«:> narcca, s. a. d e cdici~

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noma y personal (no se trata sólo de dar respuesta a tma demanda hecha por otros). Y ello permite incluir en el análisis el estilo de diario por el que ha optado cada persona: qué cosas ha contado, cómo lo ha hecho y por qué ha optado por hacerlo así.

2. La periodicidad. Ya he señalado en otro punto que escribir el diario sue e resultar una tarea costosa, en tiempo y en esfuerzo personal. De ahí que la cuestión de la periodicidad resulte, a la larga, una cuestión relevante.

Escribir el diario todos los días puede resultar excesivo como propósito e irrealizable en la práctica. Yo creo sería suficiente con hacerlo un par de veces a la semana.

El criterio general aplicable a la periodicidad debe basarse en dos o tres puntos importantes:

-La regularidad, esto es, garantizar la continuidad y tma cierta sistemati­cidad en las anotaciones (no escribirlo un día y olvidarse de él durante un tiempo para volver a dejarlo después).

- La representatívidad de los hechos narrados, esto es, que el diario resulta un reflejo lo más fiel posible de la realidad que se pretende contar. No tendría senLido escribir los diarios un par de veces a la semana y hacer­lo siempre los jueves y los domingos (salvo que en esos días ·se contara todo lo sucedido en el periodo anterior). Lo interesante es que los días recogidos en el diario vayan alternándose de manera tal que al final ten­gamos una expresión fehacient~ y no parcial de los diversos momentos por los que ha pasado el proceso.

- Una cierta continuidad en cuanto a la estructura del diario (los conteni­dos recogidos, la forma de abordarlos, etc.). Si falta esa continuidad (si en un periodo hablamos de unas cosas y en otros de otras, si en tma fase lo hacemos más descriptivo y en otras más reflexivo) perdemos la pers­pectiva de conjtmto y no podremos hacer una lectura en horizontal de cada uno de los aspectos tratados.

3. La cantidad. Éste es oh·o aspecto que suele asustar a quienes se inician en el trabajo con diarios: "¿Cuánto se ha de escribir cada día?". A mi modo de ver ésta no es una cuestión fundamental. La cantidad, si exceptuamos el que se escriba tan poco que no se pueda extraer de allí información relevante, no es tm problema.

Normalmente tendemos a escribir más o menos en función de nuestra capacidad expresiva y de nuestra facilidad para manejarnos con la escritura. Algunas personas tienden a ser especialmente escuetas en su narración y otras a construir discursos complejos y amplios. También ésa es una caracte­rística individual que puede ser analizada a través del diario.

© narcea, s. a. de ed iciones

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152 Miguel Ángel Zabalz..1

Lo importante es garantizar que hay la información suficiente como para poder extraer de ella la visión de las cosas que el narrador quiere reflejar en el texto.

4. El contenido del d iario queda supeditado a la consigna que se haya dado o sobre la que se esté funcionando. Si la consigna es abierta cualquier conte­nido es susceptible de aparecer en el diario. Si la consigna es cerrada, los dia­rios aportarán aquel tipo de información que se marque en la consigna (salvo que los autores del diario se salten, consciente o inconscientemente, la con­signa dada, cosa que suele ser bastante habitual).

Puesto que el tipo de contenido que se incorpora al diario forma parte rele­vante de la visión que el sujeto da de la situación narrada, yo entiendo que no conviene limitar o predeterminar los contenidos del diario. i siquiera a través de sistemas de cmsura destinados a mantener un tono ético o estético del texto (por ejemplo, prohibiendo palabrotas o expresiones malsonantes, insultos o des­calificaciones de las personas, juicios personales sobre personas o instituciones, etc.). Comoquiera que también ese tipo de elementos constituyen expresión de las vivencias o expresiones de los sujetos, su aparición en el diario puede per­mitir un anáHsis posterior de los mismos convirtiéndolos en ocasiones de for­mación. En todo caso, ésta es una decisión que se debe adoptar en función de las particulares circunstancias que rodeen la realización de los diarios.

5. La durnció11 no debe ser menor que el periodo o proceso que se desea cubrir con el diario. Pero parece obvio que tampoco se puede estar escribien­do el diario toda la vida (salvo que tmo lo decida así). Por eso conviene limi­tar la duración del proceso en función de las características de la actividad a documentar.

El diario es un recurso que debe ser planteado a medio-largo plazo. De otra manera no es posible hacer un análisi diacrónico de lo que se recoge en el diario. Si decimos que la principal peculiaridad de los diarios es que nos permiten tener una visión en perspectiva de cómo han ido evolucionando la-.. cosas y nosotros mismos durante el periodo narrado, eso exige, obviamente que lo hayamos mantenido durante dicho periodo.

Narraciones más puntuales (días o asuntos sueltos) y de periodos muy cor­tos (unos días, una semana, etc.) nos permitirán hacer un análisis de lo sucedi­do en los diversos momentos narrados pero no hacer una lectura en horizonta y ver cómo han ido evolucionando las cosas. Eso exige más tiempo.

¿CÓMO ANA LIZAR EL DIARJO?

Pensemos que ya hemos escrito nuestro diario. Tenemos el o los cuader­nos de nuestras anotaciones listos para realizar el primer análisis. ¿Cóm podríamos proceder?

O narcea. s. a. de edi~