Detienne Marcel - Comparar Lo Incomparable

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  • 7/29/2019 Detienne Marcel - Comparar Lo Incomparable

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    MARCEL DETIENN E

    COMPARARLO INCOMPARABLE

    ALEGATO EN FAVOR DEUNA CIENCIA HISTRICA

    COMPARADA

    T R A D U C C I N D E M A R G A L A T O R R E

    I9Ediciones Pennsula

    Barcelona

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    Ttulo origina] francs:Comparer l'incomparable.

    Editions du Seuil, 2000.Collection La Librairie du XXe sicle, sous la direction de Maurice Olender.

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escritade los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidasen las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por

    cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografay el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares

    de ella mediante alquiler o prstamo pblicos, as comola exportacin e importacin de esos ejemplares para su

    distribucin en venta fuera del mbito de la Unin Europea.

    Primera edicin: octubre de 2001. de la traduccin: Marga Latorre, 2001.

    de esta edicin: Ediciones Pennsula s.a.,Peu de la Creu 4, 08001-Barcelona.

    e - m a i l : [email protected] n t e r n e t : http://www.peninsulaedi.com

    Impreso Hurope, Lima 3, 08030-Barcelona.d e p s i t o l e g a l : b . 35.590-2001.

    i s b n : 84-8307-390-0.

    mailto:[email protected]://www.peninsulaedi.com/http://www.peninsulaedi.com/mailto:[email protected]
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    mar azul de Ossia

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    C O N T E N I D O

    p r l o g o : Para un comportamiento constructivo entre

    historiadores y antroplogos 9

    SI, POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA

    CON UN HISTORIADOR 1 7

    Extranjero en todas partes 19

    Entre griegos y americanos 21

    El acn de la Nacin 2 5Los pueblos sin escritura, sin historia 28

    San Marc Bloch 30Cmo escribir actualmente la historia de Inglaterra? 31

    Y en Alemania? 34Para una sociedad consciente de su propia historia,

    ms justa y ms humanitaria 36Trabajar de forma conjunta 38

    C ON STRUIR OBJ ETOS C OMPARABLE S 4 2El singular-plural 43El choque de lo incomparable 46

    El arte de sacar partido 48

    Mecanismos de pensamiento 5 1

    Entre la autoctona y la refundacin 54Para qu comparar? 58

    COMPARAR LOS REGM ENES DE HISTOR ICIDAD 6 2

    Desconfiar de la historia 63Memoria y pensamiento histrico 66

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    CONTENIDO

    Las figuras del cambio 69Los colores del pasado 73Un obstculo para pensar el pasado como algo distinto

    al presente: Homero 77Trabajar para uno mismo 80

    IV . EXPERIM ENTA R EN EL TERREN O DE LOS POLITESMO S 8 3

    El hecho de la estructura de Georges Dumzil 85Los dos modelos de Zeus 89Los lmites del cmo interviene un dios 91

    Tomar como punto de partida los conjuntos de dioses 95Los reactivos: objetos concretos 97

    Entre el pie de Apolo, las zancadas de Hermes y el zcalode Posidn 100

    La casa de Delfos en su intimidad 102Manipulad, haced reaccionar! 104

    V . D E LAS PRC TIC A S A SA M BLEA RIA S A LAS FORMAS P O LT IC A S.

    UN ENFOQUE COMPARATIVO IO 7

    Una multiplicidad de inicios 107Unas prcticas concretas 109Los asuntos comunes 1 10Modelar un lugar de palabra 1 13

    Una democracia inventada en Africa 1 15Reunirse en asamblea y dar forma a la res pblica 116

    Notarios, escribas, mensajeros: una forma de publicidad 120Escribir la ley, hacerla hablar 12 2

    Lugares de igualdad y tipos de hombre 124

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    P R L O G O

    P AR A U N C O M P A RA T IS M O C O N S T R U C T I V O

    E N T R E H IS TO R IA D O R E S Y A N TR O P L O G O S

    No hay nada que la mente humana haga con mayor frecuencia que

    comparar. Bernardin de Saint-Pierre lo dice de forma expresa. Para el

    sentido comn, comparar es un verbo despierto, que acompaa la mi

    rada del cliente y hace brillar los ojos del crtico. Discernir no impli

    ca acaso de forma inmediata establecer analogas, entrever razones,esbozar razonamientos? Y ms an: en la comparacin hay un ele

    mento comparativo por capilaridad gramatical. Una apreciacin, unaestimacin, un juicio rpido, y acto seguido un primer juicio de valor

    como el que contiene la frmula casi proverbial slo se puede com

    parar lo comparable, no implica una primera opcin en la mente

    del observador que afirma que una cosa, una situacin, una persona

    que tiene ante l es comparable? Cmo decidir de antemano lo

    que es comparable si no es mediante un juicio de valor implcito que

    parece que ya descarta la posibilidad de construir lo que puede ser

    comparable?Cuando un investigador decide dedicarse a la anatoma compara

    da, no empieza emitiendo un juicio de valor sobre los diversos rga

    nos que considera que hay que tener en cuenta en todas las especies

    animales. Un lingista que est trabajando en una gramtica compa

    rada, tanto si se trata de las lenguas del Cucaso como de las del mun

    do indoeuropeo, para establecer sus caractersticas especficas puederecurrir a la morfologa, a la fontica o bien al vocabulario. Resultaraun tanto ridculo que llegara a decirse slo se puede comparar locomparable. Un historiador, en cambio, lo hace sin el menor rubor.

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    PRLOGO

    Es ms, desde los aos veinte, los historiadores que gozan de mayorprestigio se regocijan retomando esta frmula, cuando de hecho staimpide hacer comparaciones que vayan ms all del crculo limitado

    de lo inmediatamente comparable, un horizonte restringido a laopinin dominante de un medio y de un saber que se cerciora de antemano de lo que es comparable. Ningn antroplogo recurre a un

    proverbio de este tipo. La frmula parece incongruente incluso en labios del ms acrrimo defensor de su terreno o de su concesin.

    El sentido comn no es el mismo segn se trate de una u otra reade conocimiento. He empezado, sin dudarlo, con lo que en Franciaes algo que est aceptado desde hace ms de un siglo. En este gneroya veremos de cul se tratano creo que haya un ejemplo mejor.Tambin fue en Francia, en Pars, en el Barrio Latino, donde empec a hacer comparatismo entre los aos sesenta y setenta. La acti

    vidad comparativa es consustancial al saber antropolgico. Pero enla ciencia histrica siempre resulta inslita, se vuelve inquietante

    inmediatamente, sobre todo cuando pretende ser constructiva y experimental, y tambin un ejercicio comn de historiadores y antroplogos. En el siglo xix, desde los primeros esbozos de lo que Tylorllamaba una ciencia de las civilizaciones, los antroplogos no compararon relaciones inmediatas sino conjuntos de relaciones, previamente extrados de cada cultura con un anlisis interno. Mientras, loshistoriadores, sobre todo los franceses, soberbiamente indiferentes a

    todo lo que representaba la etnologacultivada en regiones lejanascomo Inglaterra o Amricase dedicaban con pasin al conocimiento de lo que les pareca que llevaba el sello de lo Inconmensurable: laNacin, la suya. Dentro del mbito casi ilimitado de las sociedades

    humanas que, por derecho, corresponda a la antropologa y a la historia antes de que esta ltima se convirtiera en ciencia y adems

    nacional, los historiadores, de uniforme desde 1870, edificaron la

    plaza fuerte de lo Incomparable. A uno y otro lado del Rin, en unaEuropa que entonces era rica y poderosa a escala mundial, los nacionales inventaron una ciencia histrica destinada a forjar la

    identidad de una raza y de sus fuerzas de tierra y sangre. Las sociedades sin civilizacin o sin escritura desaparecieron sbitamente. Si ha-

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    PARA UN COMPARATISMO CONSTRUCTIVO

    bia que comparar, se hara en los trminos de nosotros tenemos...ellos tienen..., de manera que el segundo designara a la Nacin de

    enfrente y quedara claro que, en el reparto, nosotros habamos re

    cibido la mejor parte. A los comparatistas de paso se les desprestigipblicamente, sin previa advertencia. Por otra parte, podan contarse

    con los dedos de una mano, como los etnlogos, los administradores

    o los viajeros, esos miserables que no tenan derecho a las ctedras, ni

    siquiera al ms pequeo cargo en la Universidad.

    Me pareci urgente hacer saber al antroplogo, este recin llega

    do a la Isle-de-France, que la persona que tena ante s era el historia

    dor, porque los mejores de ellos se marchaban repitiendo, tanto ayercomo hoy: Slo se puede comparar lo comparable. Tambin pien

    so, sin hacerme ilusiones, que ha llegado el momento de hacer un ale

    gato, de escribir un manifiesto, de mostrar concretamente de qu ma

    nera la prctica comparatista exige un trabajo conjunto que invita asacar partido de las categoras del sentido comn, a construir elemen

    tos comparables que nunca se dan de forma inmediata, y cuyo objeti

    vo no es en absoluto establecer tipologas ni elaborar morfologas. Esevidente que un historiador de la Edad Media, un sinlogo, un india-

    nista, habran podido iniciar perfectamente un comparatismo cons

    tructivo entre historiadores y antroplogos. Por qu tena que

    hacerlo pues un helenista si, como se sabe, el helenismo nobleprefera dar libre curso al juicio de valor y a la exaltacin de lo Incon

    mensurable? Recordemos que no siempre fue as. La civilidad de la

    Grecia antigua, desde el momento en que se pusieron de relieve susprincipales caractersticas, pas a formar parte del mbito de la com

    paracin abierta. Desde el siglo xvi, los griegos y los americanos dia

    logaban entre ellos: los mismos fabulosos relatos, unas costumbres

    muy parecidas. La aparicin de uno cuestionaba los inicios del otro.

    Los primeros antroplogos, los nuevos, los de la segunda mitad del si

    glo xix, siempre quisieron hacer una antropologa en la que los grie

    gos y las sociedades antiguas tuvieran un lugar junto a las dems civilidades. Si Grecia se declar incomparable fue a causa de la presinejercida por los nacionales, impacientes por reservarse para s laherencia de Platn, de Homero y de Occidente, como suplemento.

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    PRLOGO

    Influidos por la antropologa social, introducida en Francia porClaude Lvi-Strauss en los aos sesenta, historiadores de la Edad M edia y de las sociedades antiguas disearon unos programas de antropologa que calificaban de buen grado de crnicas de tal cultura ode tal objeto, sin preocuparse demasiado de si eran comparables.

    He visto a helenistas como Moses I. Finley o Jean-Pierre Vernant iniciar a buen paso una comparacin entre sociedades separadas en eltiempo y el espacio, y unos aos ms tarde, volver a su terreno desiempre, sin duda alguna para poder comparar mejor los griegos con

    los griegos. Se trataba de unos historiadores que haban cado en latrampa de la especificidad de una cultura que se cierra sobre s mismacomo una ostra? Sin duda les debemos el haber hecho florecer numerosas antropologas locales, desde el banquete en Grecia o elparentesco en Roma, deslumbrados cada vez que descubran nuevosaspectos u objetos inditos. Tras ellos, en general, surgan antropologas de Grecia, con las que se estaba seguro de no abandonar nunca la

    tierra griega, ni siquiera los alrededores de la Acrpolis con sus turistas. A Marc Bloch, que hace ms de setenta aos propuso compararsociedades limtrofes y contemporneas en el marco de la Europa medieval, todava hoy se le considera un innovador en las aguas tibias deestas antropologas para historiadores indiferentes a cualquier com-paratismo heurstico.

    Hace algunos aos, para superar el proyecto consensuado de una

    lectura global y distancindome de las grandes instituciones y del inconsciente histrico del mundo griego, escrib Faire de lanthropo-logie avec les grecs. Acaso no eran unos excelentes operadores? Conla condicin, eso s, de hacer de ella un uso experimental, tanto si se

    trataba de la escritura y de sus efectos intelectuales en Egipto, China,

    frica y Grecia, o de pensar los lugares de la poltica comparando entre s las configuraciones del mbito poltico-religioso, teolgico-po-

    ltico o poltico-ritual de sociedades antiguas, arcaicas o preindustria-les. En 1992, cuando Yves Bonnefoy present este proyecto en elCollge de France, en la forma prudente de una ctedra de Antropologa comparada de la Grecia antiguaque se cre con dos votos encontra, los helenistas acadmicos inmediatamente denunciaron la

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    PARA UN COMPARATISMO CONSTRUCTIVO

    vergonzosa colusin de Grecia con el enfoque comparativo. Los

    griegos no son como los dems, tengo que repetirlo? Comparar a

    los griegos con los griegos no slo no molesta a nadie sino que sigue

    la trayectoria de los historiadores enamorados, de una forma connatural, de la Nacin y que estn prudentemente a favor de la segmen

    tacin de las disciplinas.

    Los mbitos para un comparatismo constructivo no faltan. He es

    cogido tres o cuatro entre los trabajos realizados durante quince aos.

    Proyectos en curso, por supuesto. El primero, que es el que podra

    llamar ms la atencin de filsofos e historiadores, se articula alrede

    dor de la siguiente cuestin: Qu es un lugar, qu es un paraje?Cm o se crea un territorio? Bastaba con disponer de cinco o seis so

    ciedades para descubrir las disonancias existentes entre dos culturas y

    para que, tanto los historiadores como los antroplogos empezaran a

    preguntarse qu quiere decir fundar, trazar un camino, tener races o

    convertir un lugar en un no lugar. En el horizonte de este primer re

    corrido comparatista se halla La Tierra y los Muertos, una confi

    guracin que espera a sus experimentadores desde Barrs-Vichy al reciente francs de origen, respecto a un periodo de tiempo y, en

    cuanto al otro, al ateniense puro con una autoctona vacilante frente a

    esos amerindios que borran cualquier rastro de sus pasos en lo que pa

    reca ser un territorio.

    Segunda investigacin, a la que tambin le espera un brillante fu

    turo: la historicidad y sus regmenes, tan variados en cuanto te arries

    gas a ver cmo se aleja la orilla de la historiografa occidental en lnea

    recta. Para Japn, el mundo vdico, Israel y Roma con sus pontfices,

    qu significa el pasado?, qu significa el cambio?, cmo consigue

    uno convencerse de que existe un saber del pasado en s mismo? La

    historicidad de una cultura dominada por el saber adivinatorio no est

    compuesta necesariamente por los mismos elementos que la de una

    sociedad que valora las rupturas y los cambios radicales.

    Otro reconocimiento: prcticas asamblearias, que prefiguran en

    distintos puntos los lugares de la poltica. Se trata de observar, huyendo del Estado y del poder, unas formas inditas de deliberar en comn

    los asuntos que ataen al grupo, tanto en culturas de otras regiones

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    PRLOGO

    como en las sociedades del pasado: en Etiopa del Sur, en la actualidad, como en las fundaciones de los cosacos del siglo xv o en el sorprendente laboratorio de las comunidades italianas entre los siglos xi

    y xiii. Como era de esperar, los inicios son mltiples; las prcticasconcretas, decisivas para dar forma a un espacio pblico, a la poltica,cuya autonoma no est garantizada. El hecho de que una forma de

    democracia se haya inventado en las montaas de Etiopa es lo quepermite pensar la poltica al margen de la va directa que une la

    Atenas de Pericles con la Revolucin de 1789 o con otras menos radi

    cales. En cada ocasin, el mbito del comparatismo que se otorga la

    libertad de constituirse da cabida a las culturas y a las sociedades msinteresantes que hay que tener en cuenta, porque cada una de ellaspropone una experiencia ya realizada y un cierto nmero de variables,que resulta fcil de reducir, o entre las que se puede escoger las queson de la misma naturaleza.

    Por ltimo, estn los politesmos con sus conjuntos de dioses, el

    tejido tupido de los poderes entrelazados, las prcticas constitutivas

    que recubren el conjunto de las actividades sociales y subtienden losrelatos de la mitologa. En la India, en Japn, en frica, pero tambinen las culturas antiguasEgipto, Mesopotamia, el mundo griego o

    azteca , los sistemas politestas esperan a los investigadores compa-ratistas dispuestos a hacer una relacin de todas las posiciones queocupaba una divinidad, un genio o una potencia, pero que sobre todoestn decididos a entregarse al juego de la experimentacin. Es impo

    sible construir elementos comparables sin experimentar. Y los conjuntos politestas invitan a un gran nmero de manipulaciones.Convencido de que las potencias deben definirse de acuerdo con el

    conjunto de papeles que representan, al investigador no le resulta di

    fcil poner entre parntesis las caractersticas individuadas de sus genios o divinidades. Siempre habr tiempo de volver a considerarlas

    ms tarde. Lo ms urgente es focalizar los objetos, los gestos, las si

    tuaciones que va a utilizar como otros tantos reactivos entre potencias, enlazadas entre s en parejas o en grupos constituidos, o biencombinadas para poder ser manipuladas. Lo esencial reside en provocar una reaccin entre una potencia, aislada o que forma parte de una

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    PARA UN COMPARATISMO CONSTRUCTIVO

    disposicin, con una serie de objetos concretos, de gestos significativos o de situaciones escogidas en el espacio cultural de una sociedadpolitesta. Simplemente se trata de ver lo que ocurre. Provocar una

    reaccin para descubrir un aspecto que haba pasado inadvertido, unngulo inslito, una propiedad oculta. Sin tener miedo a que la historia se tambalee o a burlarse de la cronologa. El asunto merece lapena, porque el comparatista experimentador se permite as la libertad y el placer de desmontar y de volver a montar las lgicas parcialesdel pensamiento. En provecho del antroplogo y de su colega, el historiador.

    Johns Hopkins - Pisa.1998-19 99.

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    SI, POR CASUALIDAD, U N AN TRO P LO GO

    SE E N C U E N T R A C O N U N H IS TO R IA D O R

    La mirada del comparatista es espontnea, cualidad que ser conside

    rada como su principal defecto. Pero no importa, porque su forma de

    observar debe ser viva y sobre todo divertida. Los prpados pesadossobre unos ojos fijos autentifican la seriedad del historiador nacional,

    encargado de investigar la identidad de los tups o de los rigurosos in

    gleses frente a los escoceses y los irlandeses, y por qu no, de los franceses de Francia, tan abandonados en estos ltimos tiempos. Aprovechemos esta obertura para echar un vistazo al pequeo grupo de losaventureros de la historia perfecta.1 Ningn prurito de genealoga.

    Era la poca de Michel de Montaigne, un escptico sin ttulo. Los humanistas tenan la edad de Rimbaud y la insolencia de Lautramont.Inventaron el polimorfismo de los antiguos, el mestizaje de los grie

    gos y los romanos, echando al populacho a los pies de los grandes, indiferentes al culto de lo que otros denominaron con altivez la Grandeza de lo Antiguo. Al mismo tiempo, surgieron ante ellos, en la orilladel otro lado del Atlntico, humanidades totalmente nuevas y cosas

    inauditas que hicieron tambalear todas las escalas de similitud. No se

    vislumbraba ninguna edad de oro, ni a babor ni a estribor, sino un siglo, el xvi, en nuestros dedos de escolares, y con l una gran bocanada de aire fresco, de renovacin con los colores de Botticelli; y tanto

    los historiadores como las otras especies cultas y artsticas se pusierona escribir y a pensar sobre lo que entre ellos llamaban una historia

    i . Merece una especial atencin el hermoso libro de George Huppert, Lide deI histoire parfaite (1970), traducido al francs por Franoise y Paulette Braudel, Pars,Flammarion, 1973. Ms recientemente, la obra de Philippe Desan, Penser l'histoire la Renaissance, Caen, Paradigme, 1993.

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    nueva. Nueva en qu sentido? Ah, eran eruditos, lo haban ledotodo, eran doctos, hbiles en sacar provecho de las investigaciones delos anticuarios, de esos curiosos de todo y de nada, de esos obsesos

    medio poetas, medio pedantes. Un dato importante: eran abogadosde formacin,2gente de Parlamento, ese lugar de placer y de reflexincuyos representantes, en aquella poca, tenan como nica tarea pblica el dirigir al rey, de vez en cuando, unas amonestaciones tan discretas como intiles. Estos intelectuales de toga larga se llamaban

    Jean Bodin, Henri de La Popelinire, Etienne Pasquier; les interesaba tanto la filologa como las costumbres y las instituciones. Aspira

    ban los aromas y degustaban los sabores de las civilizaciones y las culturas, las antiguas y las nuevas, las provincias de Italia, la regin tica,las montaas de Arcadia, las ciudades de los antiguos reinos rebosantes de tradiciones feudales y de costumbres apenas pasadas de moda.En el mismo momento llegaban de todas partes, por las rutas del mar

    y las bocas del Ocano, junto con el oro y las especias, los maravillosos relatos sobre unos seres vivos, parecidos a los humanos, con una

    piel y un habla desconocidos hasta entonces. En el campo de los hbitos y las costumbres, tan rico ya antes de que naciera Michel deMontaigne, se produjo sbitamente una crecida de estos hombres salvajes acarreados junto con las plantas y las especias abandonadas en elfondo del arca de No. Las formas de civilidad del hombre america

    no confluyeron con las costumbres de la repblica gala y las extraas polis de las que hablaba Plutarco.

    Descubrimiento de otra historia, aqu estn los dioses! El pasadonavegaba gloriosamente en las aguas del presente. Todava no secrea que fuera ese gran cuerpo rgido, muerto para siempre, que lle

    vaba el peso de la infinita deuda de los vivos. El presente estaba

    embriagado por el Nuevo y el Viejo Mundo. No hay que olvidar quelos abogados-historiadores, arrastrados por Pasquier,3 se pusieran deacuerdo en considerar como una propuesta indudable que todas las

    2. Cf. George Huppert, op.cit., p. 27-30 ypassim.3. Corrado Vvanti, Les Recherches de la France dEtienne Pasquier, en Pierre

    Nora (d.), Les Lieux de la mmoire,11, La Nation, 1, Paris, Gallimard, 1986, p. 215-245-

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    SI , POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

    personas nacen libres. Tambin sentan una gran pasin por los de

    bates sobre los asuntos del Estado. Para ellos, la historia deba ser

    general, en lo referente a las cosas ms notables, tanto humanas

    como naturales.4 Con toda evidencia, estos historiadores no crean,como los historigrafos del rey, que el curso de la historia humana

    obedeciera a los designios de la Providencia. La nueva historia era se

    cular, nadaba vigorosamente en plena corriente. A los telogos se les

    pidi cortsmente que permanecieran en tierra.

    E X T R A N JE R O E N T O D A S P A R T E S

    En el ambiente reinaba una especie de felicidad de historia realiza

    da, en palabras de La Popelinire, el ms entusiasta del grupo.5Jean

    Bodin dio una consigna alphilosophistoricns: explicar el hombre a travs

    de sus costumbres, de sus sucesivas civilidades, de su capacidad para

    producir universos culturales. Una historia universal, no en el sentido

    catlico, sino alegremente utpica y dispuesta a ver a las civilizaciones

    brillar como estrellas en las olas de la noche. Hasta dnde habra lle

    gado La Popelinire, que con tanta intensidad quera hacer una histo

    ria que fuera la representacin del todo? Envi a Escalgero, Joseph

    Juste de la Scala, que se hizo famoso gracias a los aparatos crticos

    de Bud, una carta que hay que leer juntamente con los historiadores,

    que tienen toda la razn del mundo al reproducirla,6si se quiere captar la idea de la historia perfecta, como dice George Huppert, tra

    ducido por los Braudel. Cuatro de enero de 1604: no hay nada que

    pueda afianzar mejor el juicio del historiador que el viaje y la cui

    dadosa observacin de los pases extranjeros con el fin de acercarnos a

    la perfeccin de la historia. Qu pases? Rpido! Los pueblos de las

    4. Corrado Vivanti, loe. cit., p. 238.5. George Huppert, op. cit., p. 14 1-15 6 . Forain chez tous, una expresin de LaPopelinire (cf. Corrado Vivanti, loe.cit., p. 2 39), que prescribe con razn al historiador que viva de acuerdo con sus leyes y como extranjero en todas partes.

    6. En primer lugar, Corrado Vivanti, en 1962 (cf. la nota 37, p. 245 de su artculo citado), as como George Huppert, op. cit., Apndice II, p. 201-203.

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    Islas, de las costas de Amrica, de frica. El camino ya estaba despejado por tierra y mar desde haca cien aos, pero ni uno solo pareca

    haber proyectado un viaje con el propsito que mereca tan loable

    fin, es decir, un bien comn, porque los hombres a los que se haba tildado de salvajes y de seres aislados que vivan segn sus propias normas, poco a poco se han vuelto sociables y estn unidos por diversos

    ligmenes de polis humana [...]. Habr pues que apoyarse con firmezaen el total conocimiento de los hombres, desde dentro o desde fuera[...]. Por esta razn, molesto porque ningn contemporneo nuestroemprende este elevado objetivo, le comunico mi deseo de ir all para

    llevarlo a cabo, con su acuerdo y de la forma que considere oportuna.Tengo entendido que, si hay manera de ponerse de acuerdo con losholandeses, se habla de ir all cada ao durante un cierto tiempo. El

    barco no lleg a zarpar. La Popelinire tuvo que consolarse con elbuen deseo y el loable intento de hacer lo que ningn otro ha queridoemprender. Hubo que esperar mucho tiempo para encontrar a otrohistoriador que deseara con tanto ardor convertirse en etnlogo, con

    el fin de conocer y comprender otras y nuevas civilidades.Me remito a este periodo inaugural de la imaginacin comparatis-

    ta como el paisaje al que he vuelto a menudo durante los aos en quetena en mi mente el proyecto de un comparatismo constructivo entre historiadores y antroplogos. Para encontrar en compaa de esastres o cuatro figuras inspiradas un poco de la ligereza de estos amantes de la historia perfecta. Sin preocuparme de que fuera un inicio garantizado por la severa mirada de la genealoga. Haca falta muchaimaginacin para estructurar una comparacin entre las civilizacio

    nes, y ciertamente los reformadores ayudaron a ello sobre el terreno,haciendo bailar el techo de San Pedro, rompiendo ms de una vidrie

    ra de la catolicidad romana, fraccionando la Religin en mil sectas yherejas tan vivas como las llamas del infierno, obligndose cada da

    unos y otros a comparar los credos, abriendo as el camino a lo que actualmente se ha convertido en algo innato en nosotros: la crtica de lastradiciones y de todo lo que se nos ha transmitido. Como hugonote,La Popelinire escribi en 1581 la historia de las guerras de religinen Francia desde 1550, con distanciamiento, lo que le cost una con-

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    SI , POR CASUALI DAD, UN ANTROPLOG O SE E NCUE NTRA CON UN HI STORI ADOR

    dena por sus errores, pronunciada diligentemente por la jurisdic

    cin hugonote de Pars. Porque con el viso cambiante de las costum

    bres y el abigarram iento de los hbitos, la nueva historia se complaca

    en declinar las figuras que se apartaban del credo. La crtica, inclusoen la escritura de lo contemporneo, iba acompaada de la experi

    mentacin. Es esto algo que se sabe si no se ha ledo a los historia

    dores del Renacimiento? A principios del siglo xvi, el hombre empe

    z a plantearse de forma concreta el problema del hombre, empez

    a experim entar consigo mismo.7 Claude Lvi-Strauss recuerda

    aquellas comisiones formadas por religiosos, a las que algunos actual

    mente llamaran cientficas, enviadas por la corona de Castilla parazanjar la cuestin de saber si los indgenas de la otra orilla del Atln

    tico eran seres humanos con un alma inmortal, o simplemente ani

    males, seres que haba que clasificar al margen de la especie huma

    na, seres vivos diferentes. Unas investigaciones que a veces se

    basaban en experiencias ms fsicas que las que realizaron los expertos

    en historia realizada, pero en las que subyaca la misma voluntad de

    experimentar tanto sobre uno mismo como sobre los dems, lejanos yprximos, m uertos o vivos.

    E N T R E G R I E G O S Y A M E R I C A N O S

    Hacer un estudio comparado, confrontar desde ngulos diversos, ana

    lizar sociedades con hbitos y costumbres diferentes era la empresaque iban a realizar, sin falsa buena conciencia ni lgrimas demasiado

    amargas, gentes de toga, jesuitas, hugonotes, acadmicos de rostros

    frescos, con estrategias diversas y resultados desiguales, pero en el

    mismo espacio pblico de debate y connivencia. Un proyecto de una

    hermosa ambicin que reemprendern y proseguirn, sin alcanzar an

    a darle el estatuto de un saber, los miembros de la Socit des Obser

    vateurs de l H omme. Tendremos que esperar hasta mediados del siglo

    7- Frmula que he extrado de Claude Lvi-Strauss, Les trois sources de la rflexion ethnologique, Gradhiva, 2, 1987, p. 37-41, en particular p. 38.

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    xix para saber, por medio del correo, la llegada a la ctedra del saberetnogrfico, la Ciencia de la civilizacin, como le gustaba llamarla a Ed

    ward B. Tylor. La antropologa que se impuso lleg despus que la

    ciencia del lenguaje, pero casi al mismo tiempo que la ciencia histrica. Era la estacin de las ciencias. A diferencia de la ltimay esto esun hecho importante , la ciencia de la civilizacin naci comparatis-

    ta y ya impaciente por comparar entre s las nuevas naciones con suscostumbres y sus emblemas, de vivos colores. Apareci un saber cuyoobjetivo era comparar las civilidades, e inmediatamente despus lascostumbres matrimoniales junto con los relatos mitolgicos. De en

    trada, la antropologa de los grandes ingleses hace alusin a todas lassociedades sin excluir a ninguna, y slo a fortiori a las de los antiguos.Los antroplogos de la primera generacin, tanto Edward Tylor comoLewis H. Morgan o Andrew Lang, estaban familiarizados con Home

    ro, escuchaban a los trgicos, viajaban con Pausanias, Herdoto y Plutarco. Las mitologas de Higinio, la Biblioteca llamada de Apolodoro,los relatos de Eliano estaban en su biblioteca. No se trataba de una

    moda, no eran innovadores, sino que recibieron estos libros en herencia junto con la cubertera y las maneras de la mesa. A principios delsiglo xviii, a algunos franceses como Fontenelle y Lafitau, y a otroseuropeos, les complaca hacer conversar a los primeros habitantes delNuevo Mundo con los antiguos, que hablaron con tanto acierto de losprimeros tiempos de la Antigedad.* Alrededor de 1724, fecha en laque Fontenelle, acadmico perpetuo, public Del origen de las fbu

    las, en el mismo ao en que Lafitau, jesuita, dio a conocer su ensayosobre las costumbres de los salvajes americanos comparadas con lascostumbres de los primeros tiempos, apareci una especie de etnolo

    ga comparada cuyo objeto era la actividad intelectual de los antiguosy la de los salvajes de Amrica a travs de las fbulas y las mitolo

    gas de unos y otros. Los parecidos eran sorprendentes y las similitu

    8. Hemos insistido ya en ello, basndonos en datos concretos, y con mayor entusiasmo en Lillusion mythique, cap. III, de Linvention de la mythologie (1981),Pars, Gallimard, col. Tel, p. 87-122. [Hay trad. cast. de Marco Aurelio Galmarini:La invencin de la mitologa, Barcelona, Pennsula, 1985.]

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    f

    des asombrosas: Cul era pues la naturaleza de las fbulas? Qu era

    la religin respecto a la mitologa? Qu es la razn, a la que damostanta importancia, sin quiz reconocerla en los dems?

    Durante como mnimo un siglo, con Tylor y Morgan, los griegosy los iraqueses fueron los cobayas ms buscados para experimentar en

    el laboratorio de las formas de pensamiento. Observando la extraa

    semejanza entre las costumbres y los hbitos de los antiguos y los sal

    vajes de Amrica, Lafitau descubri que los gestos del sacrificio, las

    formas de abstinencia, las ceremonias de iniciacin eran figuras que,

    tanto aqu como all, conformaban un conjunto de deberes. Una

    misma religin civil, con sus prcticas culturales, se extenda delAntiguo al Nuevo Mundo, y atestiguaba un estado ms o menos con

    temporneo de la religin santa en su origen admico. Si aparecan

    ante nuestros ojos unas semejanzas tan evidentes entre los griegos y

    los iraqueses era probablemente porque ambos recibieron, en el re

    parto, la religin de la primera gentilidad, es decir, una religin santa

    anterior al cristianismo. En cuanto a las fbulas y a los relatos mticos,

    el jesuita Lafitau saba perfectamente que se trataba de ideas carnales,que se desarrollaron con las pasiones y la ignorancia, cuando empez

    a desmoronarse la religin civil del mundo admico. Fontenelle, que

    no perteneca al mundo religioso, estaba convencido, gracias a su sa

    ber, de que las mismas fbulas, en distintos lugares, indican un mismo

    estado de pensamiento dbil e incluso imbcil en los inicios del Nue

    vo y del Antiguo Mundo. Para los griegos, los cafres, los iraqueses o

    los lapones, las fbulas, con sus quimeras, daban a entender la ignorancia de una humanidad que se hallaba todava en la infancia pero

    que senta la necesidad de entender el mundo y los fenmenos que se

    producan. La mitologa de los iraqueses es una prueba de ello, al

    igual que en la de los griegos pueden verse sus huellas innegables. Lo

    que sucedi es que estos relatos, de forma vergonzosaFontenelleinsisti en ello , se convirtieron en religin, por lo menos en la ma

    yora de los pueblos. El resto, lamentablemente, ya lo conocen..

    El primer saber antropolgico no puede separarse del do grie-

    gos-iroqueses. Porque a travs de estas gentes que unan el Mundo

    Antiguo con el Nuevo se planteaban algunas de las cuestiones esen-

    s i , POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    cales de la nueva disciplina: Qu es pues la religin? Una preguntaque hizo temblar al Vaticano y tambalear a las Iglesias. Qu pensamiento anida o se oculta en las fbulas de la mitologa en todo el mun

    do? Cmo ha conseguido la mente humana hablar la lengua de laRazn, interesarse por la filosofa, e incluso descubrir un pensamiento cientfico? Los griegos, por mucho que les duelayo estoy msenfadado que ustedesestn en el centro de la tela como si fueran laaraa cristalina. Quizs estn menos presentes y resulten menos ob

    sesionantes en La civilizacin primitiva, donde Tylor intentaba pensar

    al mismo tiempo en los salvajes en su conjunto, en las sociedades an

    tiguas y en nuestras propias sociedades, de las que observa sobre todosus rasgos distintivos ms que su evidente superioridad. La ciencia delas civilizaciones pareca anunciar un saber comn a historiadores yantroplogos atareados clasificando, archivando las nuevas culturascomparndolas con las antiguas, ordenndolas a partir del eje que vade lo simple a lo complejo, de acuerdo con el modelo evolucionista.

    El horizonte de inteligibilidad no es entonces el ms nuevo? Muy

    pronto, la clasificacin de las culturas en la escala que va de las msprimitivas a las ms evolucionadas se har comparando los valores. Elcomparatismo experimental de los primeros antroplogos no pudoresistir la presin de los valores occidentales que exigan la transmisin en lnea directa de la universalidad griega, con la exclusividad dela Razn, de la Ciencia y del carcter incomparable del Milagro. Inmediatamente, las dems sociedades antiguas fueron marginadas,

    slo haba lugar para los precursores o los valedores. Enseguida seprohibi hacer cualquier tipo de comparacin con las sociedades antiguas del mundo grecorromano, con Atenas como capital mundial.

    Sentido nico. Los helenistas, que inmediatamente fueron conscientes del peligro que haban corrido, multiplicaron los paneles deprohibicin. Enseguida fueron tan numerosos como los del paseo quebordea el lago de Ginebra. Frente a la civilizacin occidental, quin

    poda dar la talla? Grecia, decretada eterna, fue colocada bajo unacampana hermtica; fue declarada urgentemente Patrimonio de laHumanidad y confiada a unos guardianes seguros, muy escogidos: loshelenistas acadmicos. Una momificacin garantizada. Alto, no se

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    puede pasar! Los vagabundos, los mendigos estaban fichados desdehaca tiempo: Qu es el comparatismo, deca Dumzil, sino un vagabundo que cree que puede merodear por las tierras de los prncipes y

    de los seores? Irnico destino el del hombre griego (pero, no tiene dos cabezas?): mientras los antroplogos descubran en las sociedades antiguas un lugar privilegiado para ver cmo lo antiguo y lonuevo se combinaban qumicamente en una serie de saberes y de for

    mas de pensamiento, compartidos con toda probabilidad por otrasculturas, casi al mismo tiempo, a la ciencia de las civilizaciones se lenegaba el derecho de comparar a los griegos con cualquier otro pue

    blo, pero sobre todo con los iraqueses, los polinesios y otras etniasque, evidentemente, no eran calificadas de salvajes y de primitivas por

    casualidad.

    EL ACN DE LA NACIN

    Mayo de 1872: Que nada te detenga / Augusto retiro. La cienciahistrica naci casi al mismo tiempo que la cancin de la torre msalta. Arthur Rimbaud les vio venir. He aqu a los inventores de la idiosincrasia nacional, vestidos con el uniforme de historiadores, en lasdos orillas del Rin. Al asalto! La Humanidad adopta al vasto nioProgreso. Inglaterra es una isla. Saba Edward B. Tylor que en elcontinente la historia se converta en ciencia, en los alrededores del

    pueblo Alsacia-Lorena, y que la joven y bella historia tena el almanacional? Es cierto que Hume haba terminado su Historia de Inglaterra en 1762, pero a lo largo de todo el siglo xix, en los mares y en losocanos, los etngrafos ingleses exploraron las nuevas tierras, Australia, Nueva Zelanda y tambin Polinesia, India y Borneo. Al igual queen el siglo xm, la observacin y la comparacin se aunaban. En Alemania y en Francia, que estaban en guerra, enzarzadas en un conflic

    to armado y en una rivalidad que se prolong hasta en las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, fue donde se forj el modelo deuna historia como ciencia del pasado en s mismo. El pasado es, antetodo, nacional. Honor a los nacionales. S, hay que hacer una dis

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    tincin entre dos modelos de Nacin:9uno, revolucionario y lleno delocura, que exaltaba la Nacin que desarraiga, la Nacin que niega lapertenencia a una nica tradicin, el apego a una nica tierra, la de los

    antepasados. Mientras que el otro, del que Herder era un lgubre visionario, daba la orden de ataque a la Nacin victoriosa por muchotiempo: la Nacin cargada de prejuicios tiles, del culto cotidianoa una lengua que proceda de la noche de los tiempos, con su idiosin

    crasia y la absenta de sus fuerzas nativas. Tal como es en realidad: unaNacin embriagada de sangre y de tierra natal. Alemania se hizo conun buen trozo: a su profeta le horrorizaba Rousseau y el universalis

    mo de los jacobinos; la ciencia germana de la historia objetiva, con elinolvidable Ranke, abri la va a la infantera de los historiadores franceses, que seguan los pasos de sus subtenientes Lavisse y Monod. Enla Francia de los aos setenta, lo nacional no tena fronteras, ocupaba toda la historia. Ni en Pars ni en provincias, ninguna ciencia de

    la civilizacin reclam para el historiador un reino ms vasto que laestrecha franja de una nacin, aunque se hubiera formado con mil yun terruos. Mientras que la Francia del siglo xix se agrandaba enormemente con las grandes colonias en el Caribe, en Costa de Marfil,en Nueva Caledonia, en Madagascar, la etnografa, tan activa en lasotras regiones de Europa, era inexistente en la metrpoli. Marcel

    Mauss, en 1913, escribi un informe abrumador sobre esta cuestin,al tiempo que constataba un aspecto esencial para comprender las relaciones entre la historia y la etnologa: la ausencia total de ctedras

    de enseanza y de institutos de investigacin de etnografa y de antropologa.10 Es algo que no se sabe, pero que hay que saber: el primerdepartamento de la universidad francesa habilitado para formar a antroplogos se cre en 1986 en Pars-Nanterre, mientras que la histo

    ria, ciencia nacional, se encarn con todo su peso en toda Francia,

    9. Algo que hace excelentemente Alain Finkielkraut, La Dfaite de la pense, Pars, 1987, Gallimard, p. 22-51. [Hay trad. cast. de Joaqun Jord: La derrota del pensamiento, Barcelona, Anagrama, 1994.]

    10. Marcel Mauss, L etnographie en France et ltranger (1913), que aparece tambin en Oeuvres, ed. V. Karady, Paris, Ed. de Minuit, 1969, t. III, p. 395-435-

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    desde la universidad a la escuela rural ms modesta. La hegemona

    nacional de la historia empez en los aos 1870. Se mantuvo sin pro

    blemas en el campo renovado de las ciencias humanas y sociales, gra

    cias a la disciplina corporativista de los historiadores, catedrticos ydoctores. Esta poderosa organizacin no sigue siendo actualmente la

    encargaday, adems, de forma muy oficialdel magisterio de la

    conciencia nacional? Cmo se puede escribir hoy la historia de

    Francia?, se preguntan los mejores de ellos, haciendo eco a otros na

    cionales de Inglaterra o de Alemania, tambin muy atentos al sende

    ro, a los meandros de su especificidad. Acabamos de saberlo, dicen los

    gacetilleros: una tercera parte, como mnimo, de los franceses de1998 estn dispuestos a seguir los pasos de los nacionales. Por

    causalidad no se trata de la misma corriente que va de Maurice

    Barrs11 a los seguidores de Le Pen y el Frente Nacional, pasando por

    Vichy y sus aguas rejuvenecedoras? Paradjicamente, es el propio

    Barrs, Maurice, el que un da lament la ausencia de una ctedra de

    etnologa comparada. Fue en la poca del asunto Dreyfus. Cuando

    tom claramente posicin, de manera cientfica, al observar que loque resulta odioso para un francs no lo es para un judo, y recproca

    mente. Si furamos mentes desinteresadas, en vez de juzgar a Drey

    fus como a uno ms de nosotros, de acuerdo con la moral francesa y

    con nuestra justicia, reconoceramos en l al representante de una es

    pecie diferente. De ninguna manera le pondramos en la picota expia

    toria de la Ile du Diable, sino que, considerndole un testigo vivo, una

    leccin de cosas, le pondramos cerca de una ctedra de etnologacomparada.12 Lamentablemente, en Pars no haba ninguna. Mien

    1 1 . En este caso, la observacin distanciada del historiador es ms penetranteque la de otros; me refiero a Zeev Sternhell, por ejemplo en su hermoso libro Maurice Barres et le Nationalisme franais (1972), Bruselas, Complexe, 1985.

    1 2. Maurice Barrs, L'Oeuvre de Maurice Barrs, Paris, Club de lHonnte Homme (sic), 1965-1969, t. I, p. 167. Citadotengo que reconocerlopor Tzvetan To-

    dorov, IVous et les Autres. La rflexion franaise sur la diversit humaine, Paris, Ed. duSeuil, 1989, p. 77-78. Es un libro tan indispensable para comprender cmo se encarna lo incomparable y qu tipo de sangre tiene y circula por las venas de la nacinfrancesa, que deberan hacerse lecturas pblicas, series radiofnicas y programas detelevisin a partir de su contenido.

    SI , POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    tras que, hagmosle justicia, el saber parauniversitario, el de los Hautes Etudes, haba creado desde haca aos (1888) una ctedra para estudiar las religiones de los pueblos no civilizados.

    LOS PUEBLOS SIN ESCRITURA, SIN HISTORIA

    Una ctedra que mantuvo su nombre dentro de la seccin de cienciasreligiosas, mientras ensearon en ella Marcel Mauss y su sucesor,Maurice Leenhardt. En 1951, en el momento en que Claude Lvi-

    Strauss fue entronizado en la ctedra de Marcel Mauss, cuya obra dioa conocer a un pblico francs, convencido por otra parte de que laantropologa era una curiosidad anglosajona o americana, decidimodificar el tejadillo bajo el que se cobijaban sus auditores-informadores procedentes de ultramar. Despus de haber permanecido mu

    cho tiempo sin civilizacinalgo que Tylor no hubiera aproba

    do, el conjunto de pueblos de los cuatro puntos cardinales fueron

    entonces bautizados en la Sorbona como pueblos sin escritura.'3Para el caso, poco importa la justificacin que se dio para ello, es decir, la influencia reguladora que parece ejercer la ausencia de escritura en estas sociedades, en una tradicin que debe seguir siendooral. Sin escritura, sin civilizacin, a estas civilidades descubiertas

    desde el Renacimiento, a finales del siglo xvm tambin se la denomi

    na sin historia. Lo que hubiera podido ser un privilegio se convir

    ti en una tara a partir del momento en que, primero la Revolucinamericana y, ms tarde, la Revolucin francesa, se afirmaron como elorigen histrico de una nueva humanidad; sobre todo en Francia don

    de la Nacin revolucionaria haba reconquistado su pasado, se pensaba en la historia, en la historia que hace y en la que pretende hacer enla forma nacional, considerada como la plenitud de toda sociedad

    civilizada. En nombre de qu altruismo alocado, los nacionales

    iban a interesarse por esos desgraciados sin historia, olvidados in

    13 . Claude Lvi-Strauss, Religions compares des peuples sans criture, eI1Problmes et Mthodes d'histoire des religions, Paris, PUF, 1968, p. 1-4.

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    cluso por sus etnlogos? Primero, se les deshered durante todo un

    siglo; luego, cuando fueron considerados como pueblos sin escritu

    ra 1 Q116 parece confirmar su destierro de las tierras de la histo

    ria, cayeron bajo el golpe de una nueva clasificacin que les impuso ser sociedades fras uniformemente, con el pretexto de que las

    otras eran, por supuesto, calientes.'4 Con ello, la historicidad lleva

    ba las de perder, y la antropologa, tan nueva, tan frgil en tierra na

    cional, tampoco gan nada. Ahora, despus de una ya larga trayecto

    ria comparatista entre historiadores etnlogos que se cruzan en las

    aguas del Barrio Latino, ya puedo decirlo.

    Para la ciencia histrica, las cosas estn claras: los griegos no tienen nada que ver con los iroqueses, ni tampoco con los polinesios.Dominaban la escritura, inventaron la civilizacin, fueron los prime

    ros en escribir la historia, la verdadera. En este sentido, no se permi

    ten dudas, porque son nuestros ascendientes en lnea directa. Que lostroyanos de los que probablemente descendan los reyes de Francia

    cedan pues su lugar a esos nobles helenos, cuya razn y letras univer

    sales legitiman la cultura nacional de los franceses. Que se ponga finrpidamente a los desvarios del helenismo antropolgico, ya sea enCambridge o en las callejuelas de Pars. Por favor, que no nos hablen

    ms de hacer estudios antropolgicos de los griegos, una de las l

    timas insanias llegadas a los augustos embudos de la Academia. Que

    ha puesto orden en todo ello, como corresponda.

    Estamos pues alertados: cuando un antroplogo se encuentra con

    un historiador, en el momento de saludarle debe saber que la historia,hablo de la ciencia, naci nacional,15 mientras que la antropologa

    14. Tanto para Schelling como para Cassirer, el mito, el pensamiento mtico, desconocen el tiempo de la historia (cf. Ernst Cassirer, La Philosophie des formes symboliques, 2, La Pense mythique [1924], trad. francesa de Jean Lacoste, Pars, Ed. de Minuit, 1972, p. 134-139), pero la division que haca Claude Lvi-Struss era mucho ms

    categrica, y sorprendi mucho ms a la corporacin de historiadores, por lo menosen Francia. La guerra fra no termin hasta finales de 1983 (cf. Claude Lvi-Strauss,Histoire et ethnologie,Annales SC, 1983, p. 1217-1231).

    1 S Porque entre la etnologa y la historia existe (ya) la consistencia del hecho nacionalque desempeo un papel decisivo en la constituciny en la separacinde

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    siempre fue comparativa por naturaleza. Cada una en su sitio: Puedeimaginarse una antropologa nacional? Por qu la historia, que senos muestra llena de gracia y de sentimiento nacional, debera dedi

    carse a hacer comparatismo?

    SAN MARC BLOCH

    Tranquilcense: no se trata de un comparatismo a toda vela entre historia y antropologa. No, simplemente de un comparatismo de cruce

    ro, de una historia comparada de algo, entre ellos, en familia, entrehistoriadores. En este sentido invoco a Marc Bloch, a San Marc Blochal que, en la actualidad, todo el mundo venera, de la izquierda a la de

    recha,16 desde que, en Oslo, en 1928, pronunci un alegato memorable para una historia comparada de las sociedades europeas. Escuchemos su perorata: Si ustedes estn de acuerdo, dejemos de hablareternamente de historia nacional a historia nacional. Bloch saba de

    qu hablaba: su proyecto de comparatismo, siempre entre historiadores de la Edad Media, iba a zozobrar gloriosamente ante las Antigedades nacionales.17 La hagiografa no parece tener a punto toda

    va su versin del asunto, as que aprovechemos la ocasin para dar aconocer un episodio esclarecedor, como todo lo que ocurre en los pa-

    16. Marc Bloch, Pour une histoire compare des socits europennes, Revuede Synthse Historique, diciembre de 1928; citado de nuevo enMlanges historiques, I,Pars, EHESS, 1963, p. 16-40 (en particular, p. 40). No vimos nacer acaso, en 1997,una Fundacin Marc Bloch, con el objetivo de difundir un pensamiento crtico apartir de la Nacin francesa? Un gran y noble proyecto.

    17 . La historia de las dos candidaturas de Marc Bloch fue relatada por OlivierDumoulin, en Hartmut Atsma y Andr Burguire (eds.),Marc Bloch aujourd'hui. Histoire compare et sciences sociales, Paris, EHESS, 1990, p. 87-104.

    la historia como saber. Algunos historiadores estn mejor situados que otros parasaberlo, pero pocos lo reconocen con la misma contundencia con que lo hizoFranois Furet en 1971. La cursiva de la consistencia del hecho nacional es ma;puede verse en la cita extrada de Histoire et ethnologie, en L'Atelier de l'histoire,Paris, f lammarion, 1982, p. 91.

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    sillos de una institucin tan discretamente francesa como el Collgede France. Primer proyecto de ctedra, 1928: Historia comparada

    de las sociedades europeas. En 1933, una nueva candidatura, con el

    mismo nombre: nada de deslizar el adjetivo medievales en vez deeuropeas, dice Marc Bloch. Porque, qu es Europa ante la digna

    morada de las Antigedades nacionales, de las que el candidato es

    cogido, sea quien sea, recibe de entrada como herencia la legitimidad

    de la conciencia nacional? Lo que haca falta o lo que habra hecho

    falta decir para defender su causa, escribi Febvre con magnanimidad

    al desgraciado candidato, es que la verdadera antigedad nacional

    (es) el campesinado, la vida rural, todo lo que constituye su mbito.'8Los campesinos franceses, por supuesto. Pueril! Al da siguiente,

    Marc Bloch era consagrado como gran historiador de Francia. Lu

    cien Febvre le haba dicho: Una historia comparada? Pero, la histo

    ria rural no es esencialmente comparativa? Al proclamar su intencin

    de hacer una historia comparada, est provocando a los historiadores;

    al hablar de Europa cuando ellos esperan tratar de la Edad Media est

    usted agravando su situacin. Porque incluso la Edad Media es antetodo nacional, y lo que es Nacional, ambos estamos de acuerdo en esepunto, no se puede comparar. Los inventores de la idiosincrasia nacio

    nal lo demostraron en toda su amplitud, en una gran pantalla. Vea

    mos, una Nacin, con sus costumbres seculares, unos antepasados

    que nos han convertido en lo que somos, nuestras races, galas, troya-

    nas, griegas, homricas, no son cosas inconmensurables? Por esencia, la Nacin es lo Incomparable. No habr ledo Marc Bloch a La-

    visse, Ernest?

    CMO ESCRIBIR ACTUALMENTE LA HISTORIA DE INGLATERRA?

    Se trata de un drama francs? Hay que ver en esta mutua ignorance entre la antropologa, por tanto comparativa, y la historia, de he-

    Una magnfica segunda lectura de Pierre Nora, L'Histoire de France de Lavis-Se>>, en Pierre Nora (d.), Les Lieux de la mmoire, II, La Nation, 1, op. cit., p. 317-375.

    s i , POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

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    cho nacional, una caracterstica, que quizs sea incluso pertinente, deesta excepcin proclamada a propsito en estos ltimos aos? En

    los cuatro puntos cardinales de Europa no hay duda de que la situa

    cin es ms o menos la misma, si no comparable. En el pas de Tylory de Jam es George Frazer, el primer titular de una ctedra de antropologa social, s, el Frazer de La rama dorada, el helenista, la historianacional no ha nacido con las ltimas lluvias. El actual profesor 7-ealde historia moderna, John H. Elliot, pronunci hace muy poco tiempo su leccin inaugural Historia nacional, historia comparada'9en la Universidad de Oxford. Mayo de 1991: el regius professor sabe

    que va a sorprender, porque se han producido muchos cambios quehan conmocionado nuestra historia, la posible entrada de Inglaterra

    en Europa, la cada del muro de Berln. Cmo escribir actualmentela historia de Inglaterra? Cmo hacerlo despus de Hume y, al mismo tiempo, en un periodo post-Annales (me refiero a los que fundaron Bloch, Febvre, Braudel, etc.)? Evidentemente, no se trata enabsoluto, seor vicecanciller (sentado en primera fila) de poner en pe

    ligro la primaca de la historia nacional, cimiento de nuestra britishidentity, pero el profesor recin llegado a la ctedra hace observar quela historia de Inglaterra no es slo insular, que Gran Bretaa realizanumerosos intercambios con el Continente, que a los historiadores deOxford, que ya son conscientes de las virtudes de la interdisciplina-riedad, ya les ha llegado la hora de considerar con resolucin los problemas de la historia comparada. Algunos ejemplos destinados a lasfuturas promociones: respecto al carcter nacional, por qu no hacer

    una comparacin entre el de los ingleses y el de los espaoles? Y encuanto a la colonizacin, fuente de la grandeza de la Commonwealth,

    no convendra interrogarse sobre sus prcticas, sobre su estilo, relacionndolos, de una forma prudente, con otras grandes empresas del

    mismo tipo? Evidentemente con la de los espaoles, pero tambin

    con la de los franceses, por qu no? Nuestra identidad no se resent-

    19. John H. Elliot,National and Comparative History. An Inaugural Lecture D eli'vered before the University of Oxford on loth May / 99 /, Oxford, Clarendon Press,1991 (29 p.).

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    r en absoluto por ello, y adems, no es esto lo que dicen nuestros

    amigos franceses, Braudel y ahora Febvre? La identidad de una grannacin puede residir en su diversidad. Francia, tu nombre es diver

    sidad!, clamaba cuatro aos antes el Braudel de La identidad de Francia.10 Por qu creer entonces que se trata de un privilegio francs?Perorando, y con el fin de levantar de nuevo la moral de la tropa de

    historiadores, cuya inquietud ante la amplitud de la tarea adivinaba, el

    regiusprofessor invoc el ejemplo de su difunto colega Marc Bloch y de

    su elocuente alegato en favor de una historia comparada de las socie

    dades europeas, s, el de 1928 (ultra-Mancha, antifecha de 1925). Al

    paradigma no le ha salido una sola arruga: la comparacin se realizar entre sociedades vecinas, contemporneas y de la misma naturale

    za. A ambos lados de la Mancha, el acuerdo es perfecto, shakehand.

    Slo se puede comparar lo comparable. Basta con dos o tres grandes

    naciones. La audacia real de Oxford no hace la ms mnima alusin a

    la desmesura, ni siquiera para conjurarla. Es evidente que una socie

    dad extraeuropea no resulta recomendable para reflexionar acerca de

    lo que significa fundar una colonia, crear un territorio o inaugurarunas formas de convivencia en un espacio nuevo. Recurrir a unas so

    ciedades que no tengan una identidad nacional tan rica como Inglate

    rra es totalmente intil, tanto si se trata de comparar los rasgos de los

    caracteres ingleses y espaoles o de preguntarse acerca de las relacio

    nes pasionales entre diversidad e identidad. Por supuesto, como todos

    los anglosajones y sus vecinos ms cercanos, los nuevos historiadores

    de Oxford conocen y practican la historia social, a la que de buenagana denominan Comparative History. Siempre que la hagan historia

    dores que pertenezcan al mismo club, al mismo College. Pero a la pre

    ferencia nacional, despus de la cada del muro de Berln, se aade

    una especie de movimiento giratorio en direccin a Europa. Welcome!

    Hasta cundo? Por qu? En todos los estadios, y sobre todo en el

    20. Fernand Braudel, L'Identit de la France, Pars, Flammarion, 1986, cap. I,"Que la France se nomme diversit. [Hay trad. cast. de Alberto Luis Bixio: La iden-tldadde Francia, 3 vols., Barcelona, Gedisa, 1993.] La introduccin de Braudel, histo-r>ador deMare nostrum en todos los sentidos, rebosa una dulce nostalgia por Francia.

    V

    SI, POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    de los Armales, la historia est llena de buenas intenciones. Lucie^Febvre, que tena para dar y vender, no parece haber desarrolladoexageradamente el enfoque comparatista. Pero, no est implcito en

    su trabajo la mayora de las veces? Su ltimo libros, el que desapareci misteriosamente y acaba de ser encontrado hace muy pocotiempollevaba por ttulo Honneur et Patrie.21 En definitiva, comenta Braudel, la historia del surgimiento de la idea de patria.22 Vaya,l tambin. La patria francesa, Ipresume.

    Y E N ALE MAN IA?

    Exageracin, falta de informacin, un punto de vista polmico ysiempre franco-francs? Crucemos el Rin. No es la patria de Max

    Weber, de Otto Hintze, de Georg Simmel, de Aby Warburg? Losbarqueros se han puesto manos a la obra: la casa Marc Bloch en Berln, conmemoraciones en Estrasburgo, biografas intelectuales en ale

    mn, en francs. Qu traen en sus redes? Una constatacin masiva:desde la creacin del Reich en 1870-1871, la historia dominante, ohsorpresa, no es social, ni realmente europea, ni tiene una vocacin sociolgica y comparativa. El medievalista Georg von Below regenta laprofesin con el mismo entusiasmo que su cofrade de enfrente, Ernest Lavisse; y, junto a l, Friedrich Meinecke encierra a la cienciahistrica en un puo todava ms enrgico que Charles Seignobos en

    el castillo de la Nueva Sorbona, portero hurao pero dispuesto a ensearnos cmo se hace una ficha. S, la Edad Media, el archivo, el documento, la fascinacin por los orgenes, en ambos lados, y, para VonBelow, el camino real: la historia poltica girando en torno al Estado,en mayscula, con todas sus letras en mayscula, el Estado sostenidopor el nacionalismo, con una constante crecida, con un antisemitismo

    21. Lucien Febvre, Honneur et Patrie, Pars, Perrin, 1996.22. Fernand Braudel, crits sur l histoire, II, Pars, Arthaud, 1990,p. 28-29, el*

    largo artculo en el Journal of Modem History. Ma formation dhistorien. I*1 .trad. cast. de Mauro Armio: Escritos sobre la historia, Madrid, Alianza, 1991 ]

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    lleno de savia y un gran vigor antirrepublicano. Y denunciando inmediatamente todo lo que se consideraba historia social, sociologa, reflexin epistemolgica. Por su parte, que no fue la menos importante, Meinecke situaba la invencin de la historia perfecta entre Goethe

    y Ranke: era alemana, moderna, consciente de haber puesto de mani

    fiesto el poder del desarrollo individual y del desarrollo del Estado, de

    la idea de Estado, de la razn de Estado. En Alemania. Excepcinalemana? Primer Sonderweg, convirtindose rpidamente en una autopista de seis carriles en cada sentido. Nacin obliga. La seguridad

    ante todo. Warburg lo haba comprendido, mucho antes de trasladar

    su biblioteca. Max Weber probablemente encontr a mejores lectoresentre los alumnos de Meinecke y de Von Below.Se me dir: esto es el pasado. S, 1930, 1940... pero sigue siendo

    uno de esos pasados que no pasan. Dejemos que lo digan y lo de

    muestren los historiadores alemanes en 1998, en 1999.23 En contraposicin, echemos un vistazo a Francia: crisis, crisis en la historia

    (1988), en los titulares de una revista francesa: los Annales (uno de

    nuestros mejores productos para la exportacin, como dice el Ministerio de Comercio Exterior). Crisis? Tanto mejor, pues: escisiones,

    dispersin, nuevos proyectos. Los grandes modelos estn en crisis?

    Ya era hora. Los Annales son incapaces de autodestruirse, entonces,

    qu se puede hacer?, deca el momificado de la Plaza Roja que saba

    perfectamente cmo hacerlo y qu hacer. Debates internos, inter

    cambios de reflexin en los pasillos del comit. Otros que ya no se de

    nominan historiadores y, muy pronto, los verdaderos historiadorescorrern a auxiliar a la historia amenazada. Hay que defender la pro

    fesin, el terreno, el mtodo, los archivos, las fichas. A los Maestros,

    a nuestros maestros, s, a Lucien Febvre, el bueno, el verdadero, y a

    Marc Bloch, el de la Apologa de la historia, que hay que releer. Por

    qu? Para encontrar los elementos necesarios que fundamenten una

    23- Como lo hace magnficamente Otto Gerhard Oexle, Marc Bloch et lhistoire compare de lhistoire, en Pierre Deyon, Jean-Claude Richez y Lon Strauss(eds.),Marc Bloch, l historien et la cit, Estrasburgo, Presses Universitaires de Strasbourg, i997) p. 57-67.

    SI, POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADOR

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    nueva concepcin de la cientificidad de la historia. Al otro lado de]Rin tienden la oreja.

    PARA UNA SOCIEDAD CONSCIENTE DE SU PROPIA HISTORIA,

    MS JU ST A Y MS HUM ANITARIA

    Sencillo, no? Vean a Febvre, s, Lucien, padre, abuelo fundador, sutesis, un modelo de Tesis de Estado, en maysculas, una magnfica

    monografa encuadernada con dorados (Philippe II et la Franche-Coni-

    te'), una cronologa impecable, 780 pginas y 40 sobre las fuentes, slosobre las fuentes! (Estos lugares de donde surgen los documentos,donde nacen los grandes ros de la historia.) Inmediatamente cuelganel retrato de Lucien Febvre justo en medio de la Galera de los Espe

    jos, donde se hallan los pares de Francia, los Grandes Historiadoresque han tenido el honor de trabajar en aras de la reconciliacin nacional y para hacer posible la movilizacin patritica. Eso era antes. S,

    pero actualmente, son nuestros mejores garantes para construir unasociedad consciente de su propia historia ms justa y ms igualitaria, escribe con entusiasmo el doctor Noiriel, que ha venido a tomar el pulso a la plida Clo. Con anterioridad habr prescrito, adems del clsico y eficaz retomo a las fuentes, un refuerzo de la disciplina, s, uncontrol ms eficaz de los permisos de investigacin, ms democrtico,

    por supuesto, no hay nada como el juicio de los pares, con el fin de cir

    cunscribir, para el bien de todos, cules son los problemas comunesde todos los historiadores. De Francia.24 En cuanto a los dems, ya se

    ver ms adelante. Primero, salvemos a Francia!Y los etnlogos? Y los etngrafos? Qu ocurre hoy con la an

    tropologa? Un silencio total, excepto para recordar el papel de estechisme del estructuralismo y sus funestos efectos sobre los fieleslectores de Marc Bloch. Los de la sociedad etnogrfica no tienen

    24. Todo ello de forma desordenada en la obra de Grard Noiriel, his tor i 'dor, Sur la crise de Vhistoire, Pars, Belin, 1996. [Hay trad. cast. de Vicente G mez: Sobre la crisis de la historia, Madrid, Ctedra, 1997.]

    COMPARAR LO INCOMPARABLE

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    ningn cuadro de un antepasado para exhibir? Quizs el de Marcel

    Mauss en la ventana de la Sorbona? Piedad. Nunca sali del Barrio

    Latino. Habr que replegarse pues al trabajo de campo. Gloria a

    los etnlogos que exploraron un campo durante treinta aos y seguardaron mucho de extrapolar, metindose en la casa de un cole

    ga vecino. El oficio de etnlogo no tiene la carta de nobleza del his

    toriador pero, a veces, presta grandes servicios. S, los mismos que los

    historiadores. Oficio, disciplina, control de los mapas: Marcel Mauss

    sonre a Marc Bloch, de una ventana a otra del mismo patio.

    Pedir ayuda a los filsofos? Otra comunidad con sus catedrti

    cos, sus oposiciones desde la escuela primaria? Hoy en da no merecela pena molestarles. Todo el sistema de educacin nacional conspi

    ra para mantenerles encerrados en el dilogo embriagador con Platn

    y dos o tres grandes textos, esos grandes textos que los primeros de

    la clase leen con suspicacia a causa de lo que se dice en ellos. Adems,

    en secreto, s, a pesar suyo. Todo lo griego tiene mucho xito desde

    siempre, y la plenitud que inyecta a dosis elevadas protege con mucha

    eficacia contra la curiosidad que tantos pensamientos llegados de

    otros lugares podra despertar, excitar, desencadenar por el propio he

    cho de que ofrecen los rodeos ms sorprendentes comparados con los

    ejercicios escolares. En este sentido, no hay ningn peligro. Lo que

    no impide que la filosofa, de Husserl a Heidegger (la tentacin era

    ms fuerte en Alemania), haya querido hacer un juicio definitivo so

    bre las pretensiones de la antropologa: incapaz de plantear la cuestin del ser del Dasein que la precede, se pierde por caminos que no

    van a ninguna parte.25 Exit. No se trata, adems, de un saber sin dis

    ciplina y que, por el hecho de dedicarse a descubrir tantas sociedades

    sin historicidad, manifiesta su indiferencia respecto a las virtudes es

    pirituales que constituyen la base de la superioridad de un pueblo o,

    segn las circunstancias, de la raza aria? Que nadie se llame a en

    25. Vase Martin Heidegger, Etre et Temps(1927), trad. francesa de Franois Ve-Zlr>, Paris, Gallimard, 1986, p. 77-83. [Hay trad. cast. de Jos Gaos: E l ser y el tiempo,Madrid, FCE, 1993.] Slo se habla de lo ms noble: la antropologa antigua y cris-Uana. El resto no merece la pena.

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    gao: todo esto puede leerse en E l Ser y el tiempo (1927), antes del Ds_curso (nacional-socialista) sobre la Autoafirmacin de la universidad ale-mana (27 de mayo de 1933). Implacable cronologa. Y no resulta tan

    difcil comprender por qu l se call, obstinadamente, hasta el fnal. Desmentir la filosofa del Dasein? Martin H. no era precisamente la persona a la que hubiera debido presentarse un proyecto ubues-co del tipo Hacer estudios antropolgicos de los griegos.

    T R A B A J A R D E F O R M A C O N J U N T A

    Cmo escribir hoy la historia de Inglaterra, de Espaa o de Francia?Esta cuestin se volvi obsoleta alrededor de los aos sesenta en el es

    pacio abierto por la Ecole Pratique des Hautes tudes, con la creacinde una seccin VI dedicada a las ciencias sociales y econmicas. Gracias a Fernand Braudel, en este caso el Braudel del Mediterrneo, de lacivilizacin material y del capitalismo entre los siglos xv y x v i i i , la sec

    cin VI fue durante veinte aos el medio ms favorable para hacer desaparecer los respectivos prejuicios entre historiadores y etnlogos.Puedo dar testimonio de ello porque en 1963 fui encargado de una comisin cuyo objetivo era explcitamente dirigir un Centro de investigaciones comparadas sobre las sociedades antiguas.26 Una primerageneracin de etnlogos procedentes del campo de la filosofa descubrieron, al mismo tiempo que algunos historiadores liberados de su

    corporativismo, que instituciones como la guerra, la caza y la relacincon la tierra formaban parte de sus intereses comunes y que les resultaba provechoso pensar conjuntamente con un amplio horizonte. Estos historiadores no se preguntaban con circunspeccin en qu s e n t i

    do poda resultar til para la historia medieval o la historia a n t i g u a 1que hacan los etnlogos. Por su parte, los antroplogos sentan mas

    curiosidad por lo que los historiadores les hacan descubrir s o b r e laS

    sociedades antiguas o medievales que inters por la estanqueidad de s

    26. Que, durante diez aosno est mal, fue un lugar donde se r e a l i z a b a ntudios comparativos, aunque siempre dominados por los griegos.

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    mbito, mientras echaban ojeadas de desconfianza al jardn ms cerca

    no. Las alambradas que separaban las disciplinas universitarias pare

    can haberse olvidado. Se abra un espacio de comparatismo experimen

    tal para unos saberes ms interesados por lo que les una que por loque, por otra parte, haban considerado como un obstculo, en primer

    lugar por ignorancia.2 Por lo menos dos generaciones haban prepa

    rado estos encuentros entablando discretamente un dilogo entre dos

    displicinas que aos antes haban estado enfrentadas o separadas por

    la segmentacin limitativa de la universidad. Tambin al margen de la

    enseanza acadmica, que en Francia era tan nociva para la investiga

    cin, se esboz un mutuo reconocimiento entre lingistas socilogos,como Antoine Meillet, Emile Benveniste, antroplogos como Mar

    cel Mauss, Marcel Granet, o espritus libres e inventivos como Geor

    ges Dumzil. Entre los aos veinte y cuarenta, todos esos cientficoscoincidan en pensar que el lenguaje, lejos de ser un simple sistema de

    palabras, vehiculaba una sintaxis y un vocabulario que tenan varios si

    glos y que, por consiguiente, implicaba una cierta manera de percibir,

    de analizar y de coordinar. Haba pues una parte inconsciente en el

    lenguaje, que arrastraba con l todo lo que la tradicin representa.

    Las categoras colectivas, esas nociones contenidas en la lengua y quedaban forma a instituciones como el derecho, la poltica o las relacio

    nes sociales, haba que buscarlas en los subterrneos del lenguaje de las

    civilidades. All haba un inconsciente histrico, deca Benveniste

    refirindose al mundo indoeuropeo. Estas convergencias no habransido tan potentes por s mismas si no hubieran sido drenadas por el

    acuerdo respecto al pensamiento mtico.2* Para Mauss, Granet, Du-

    27. Para un inventario de las oposiciones imposibles de encontrar y de todo1 que los historiadores y los antroplogos tienen en comn, vase el magnfico ensayo de Grard Lenclud, Antrophologie et histoire, hier et aujourdhui, en Fran

    ce, en I. Chiva y U. Jeggle (eds.), Ethnologies en miroir, Paris, Ed. de la MSH, 1987,P- 35-65.

    28. He resumido su historia en Retour sur la bouche de la vrit, escrito para'a edicin de bolsillo de Matres de vrit dans la Grce archaque, Paris, Agora,*994. p. 5-31. [Hay trad. cast. de Juan Jos Herrera: Los maestros de la verdad en la(jracia antigua, Madrid, Taurus, 1986.]

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    mzil y sus herederos, era algo ya establecido que, desde la India hastala China, pasando por la Grecia de Hesodo, la mitologa encerrabadesde siempre un pensamiento que contena los marcos fundamenta,

    les. Era el lenguaje unitario que englobaba las principales figuras de lavida social y espiritual, y que permita creer en la posibilidad de descu

    brir en ella algunas de las leyes de la actividad mental en sociedadAdems de este atractivo, tena otro, muy violento: el de ser un pensamiento destinado a borrarse o a desaparecer, que era el testigo de comportamientos protohistricos y que dejaba entrever los esbozos de categoras jurdicas, polticas o religiosas, que desempearan un papel

    importante en las formas futuras del pensamiento racional. En Greciasingularmente, el antroplogo cohabitaba con el historiador interesado en reconstruir las condiciones de observacin y de anlisis de unaserie de fenmenos importantes: la aparicin del derecho, la institucin de la poltica, el surgimiento de una tica, o bien la creacin de la

    moneda y el nacimiento de la filosofa.En los aos sesenta, ninguno de los etnlogos o historiadores ac

    tivos era indiferente a estas perspectivas ni a este reto. De forma mspedestre, los historiadores de entonces admitan sin problemas queintersandose por lo cotidiano, por las formas de comer, de creer o deamar de los hombres del pasado, contribuan a un mejor conocimiento de las sociedades humanas en la misma medida en que esperbamosque lo hicieran los etnlogos que se iban a tierras lejanas y se interrogaban acerca de las formas de cambio, de los modelos de historicidad

    y, cada vez con mayor frecuencia, de las transformaciones radicales deculturas que durante mucho tiempo estuvieron marcadas por el arcasmo. Entonces, los historiadores redescubrieron, bajo una forma li'geramente diferente, un campo que los espritus curiosos nunca haban dejado de explorar: el de las costumbres y los hbitos del palSprofundo. Por ejemplo, el del parentesco, tan ufano, el papel de lasrelaciones de sangre para fundamentar las relaciones sociales y esta'

    blecer las relaciones de poder.Efectivamente, no basta con hacer desaparecer los prejuicios entfe

    saberes tan prximos para que los antroplogos y los h i s t o r i a d o r e s e stn de acuerdo en que, tanto unos como otros, en primer lugar tienel

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    POR CASUALIDAD, UN ANTROPLOGO SE ENCUENTRA CON UN HISTORIADORSI r

    que conectarse con una red cultural particular,29en el horizonte deUn mismo gran saber de las sociedades humanas, todava pendientede construir. Practicando todos ellos la proximidad y la distanciacin,

    porque no hay nada que diferencie a los otros del pasado de los otrosje lo extico. Conectar con una red intelectual o cultural, tanto parael etnlogo como para el historiador, significa familiarizarse con estepensamiento o con esta cultura de forma que puedan actuar como siformaran parte de ella, como si pensaran de la misma manera. Y, almismo tiempo, sabiendo que el conocimiento etnogrfico e histrico

    de las sociedades humanas les obliga a actuar como si en realidad no

    lo fueran. Porque, si no, cmo iban a construir las interpretacionesque constituyen el tejido del saber de las variaciones de tantas civilidades producidas por la especie a la que ellos mismos pertenecen deforma tan exclusiva?

    29. Una buena frmula de Dan Sperber, Le Savoir des anthropologues, Pars, Her-mann, 1982.

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    I I

    CO NSTR U IR OBJETOS COMPARABLES

    Hay algo ms simple, a primera vista, que el hecho de que los histo

    riadores y los antroplogos trabajen de forma conjunta? Desde hace

    dos o tres dcadas existen centros de investigaciones histricas en losque participan historiadores de todas las tendencias, e incluso de todos

    los colores. Por su parte, los antroplogos disponen de laboratoriosampliamente abiertos a reas culturales o a continentes ventosos. In-dianistas, africanistas y americanistas pueden realizar juntos investigaciones comparativas sobre los sistemas de pensamiento probablemente ms ambiciosas que las que llevaban a cabo los cientficos del siglo

    xviii entre ellos. Mientras, los historiadores indiferentes a lo nacionaly a sus oposiciones se dedican a un comparatismo ms socioeconmico que cultural, que no debera encontrar ningn obstculo desde elmomento en que est admitido que, en definitiva, no hay nada que separe a los otros de los pases exticos de los otros del pasado. La nicadificultad reside en el en definitiva. Me doy cuenta de ello al ver queslo Bernard Cohn hace explcitamente la misma constatacin, aunque

    en Chicago, cuando esboza el perfil de un antroplogo entre historiadores (1980).' Por todas partes vuelven a emerger como ludiones

    apresurados los prejuicios tiles, tan caros a la identidad en peligro.Es evidente que siempre habr historiadores dispuestos a defender

    la tesis irreductible de que slo se puede comparar lo comparable. Aligual que, entre los etnlogos, ms avezados en principio en lo referente al comparatismo, pueden encontrarse sin problemas r e f e r e n c i a s

    1. Bernard S. Cohn, An Anthropologist among the Historians and Other Essays,ford University Press, 1987, cap. 2, History and Anthropology: the State of Play*(1980), p. 19.

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    CONSTRUIR OBJETOS COMPARABLES

    un en mi pas para afirmar la especificidad de un campo compac

    to o de una cultura con una originalidad nica. Pero no importa. Lo

    esencial para trabajar juntos es liberarnos de lo ms prximo, de lo na

    tal y lo nativo, y tomar conciencia inmediatamente, con rapidez, deque los historiadores y los antroplogos, juntos, debemos conocer la

    totalidad de las sociedades humanas, todas las civilidades posibles e

    imaginables, s, hasta perdernos de vista. Olvidemos los consejos pro

    digados por aquellos que desde hace medio siglo repiten que es prefe

    rible instituir una comparacin entre dos sociedades vecinas, limtro

    fes y que han progresado en la misma direccin, o bien entre grupos

    humanos que hayan alcanzado el mismo nivel de civilizacin y que, alprimer vistazo, ofrecen las suficientes homologas para adentrarse en

    ellas con toda seguridad. En los aos treinta, unos lingistas crearonen Praga un laboratorio en el que se comparaban lenguas con unas es

    tructuras deliberadamente no emparentadas y desemejantes. No espe

    raron a que los epistemlogos les dieran permiso para experimentar.

    Uno de los productos que surgi de este laboratorio fue la fonologa.

    E L S IN G U L A R - P L U R A L

    Las ventajas de que trabajen juntos antroplogos e historiadores son

    suficientemente conocidas. Un enfoque basado en los contrastres, el

    descubrimiento de disonancias cognitivas; dicho de forma ms sencilla, hacer resaltar un detalle, un rasgo que haba pasado inadvertido

    al intrprete o al observador. As como cuestionar radicalmente el es

    tatuto de la economa en las sociedades arcaicas, las civilizaciones

    antiguas y la nuestra, como ha hecho, no hace mucho, Karl Polanyi

    en Columbia, exhortando a etnlogos e historiadores a pensar de

    forma conjunta. O bien a estudiar cmo se llevaba a cabo en la India

    la administracin de la sal en el Imperio otomano o en el reino de^ rancia.2O a ver de qu forma, bajo qu ngulos, en qu aspectos de

    2- Cf. Lucette Valensi, Retour dOrient. De quelques usages du comparatismeen historie, en Hartmut Atsma y Andr Burguire (d.),March Bloch aujourd'hui.

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    una configuracin ms restringida el filsofo griego difiere del s a b i0chino.3

    El comparatismo constructivo, cuyo proyecto y procedimiento

    defiendo, ante todo debe escoger como campo de ejercicio y de experimentacin el conjunto de las representaciones culturales de las so

    ciedades del pasado, tanto las ms distantes como las ms prximas, ylos grupos humanos vivos observados en el planeta, tanto ayer comohoy. El comparatista que quiere construir sus objetos debe poder desplazarse sin pasaporte entre los constituyentes de la Revolucin Fran

    cesa, los habitantes de las altas mesetas del sur de Etiopa, la Comisin

    Europea de Bruselas, las primeras minsculas ciudades griegas, detenindose, si lo considera oportuno, en Siena o en Verona para ver, porejemplo, cmo funcionaban las asambleas entre los siglos x n y x i i i .4He dicho claramente el comparatista, que debe ser singular y plural al

    mismo tiempo. La polimata o el enciclopedismo de uno solo basta aveces para cubrir un mbito como la civilizacin indoeuropea, recorrida por Georges Dumzil como peatn solitario. Pero desde el mo

    mento en que el horizonte engloba el conjunto de las sociedades humanas, la empresa de una sola persona ya no tiene sentido. As pues,de qu tipo de comparatista se trata? Del que se modela a travs dela red intelectual tejida entre tres o cuatro historiadores-antroplogos

    o antroplogos-historiadores, que estn convencidos de que paracada uno de ellos es tan importante nutrirse del saber y de las pre-

    3. Me refiero a la labor intelectual de Franois Jullien. La de Geoffrey Lloyd tiene sus propias virtudes, y se decanta tambin por el comparatismo de dos trminos.

    4. Casualmente, son las sociedades que fueron movilizadas para el proyectoPratiques dassemble.

    Histoire compare et sciences sociales, Paris, EHESS, 1990, p. 307-316. S, al regresar deOriente las cosas se ven ms claras, incluso lo que ocurre en los Annales, y puedeconstatarse framente que en ellos no se ha desarrollado la historia comparada, Ymenos an un comparatismo entre antroplogos e historiadores. Otros se ocupan deello o bien hacen un elogio acadmico de una prctica de la historia que ha transformado tan profundamente la memoria nacional. Por ejemplo, Krzysztof Pomian>Lheure desAnnales, en Pierre Nora (d.), Les Lieux de la mmoire, II, La Nation, 1 >Pars, Gallimard, 1986, p. 378-429.

    COMPARAR LO INCOMPARABLE

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    CONSTRUIR OBJETOS COMPARABLES

    .nintas de los dems como querer analizar en profundidad la civiliza

    cin o la sociedad que constituye su objetivo inicial y de la que, profesionalmente hablando, es su intrprete. Para el comparatista

    constructivo, trabajar con otros exige un microgrupo de etnlogos yde historiadores prximos, incluso cmplices, dispuestos a pensar

    conjuntamente en voz alta. Un lugar para reunirse de forma regular

    es ms importante que un buen presupuesto para la investigacin. En

    este espacio comn es donde el comparatista puede adquirir la com

    petencia de una microcomunidad histrico-antropolgica. El trabajo

    puede iniciarse con dos miembros, un historiador y un antroplogo,

    siempre que cada uno de ellos sea partcipe de la curiosidad intelectual y de la competencia del otro.

    Cmo funciona concretamente este nosotros-yo? La expe

    riencia de un grupo de investigacin durante diez aos, que ha publi

    cado cuatro volmenes comparatistas5y est acabando otros dos, me

    permite analizar retrospectivamente algunos procedimientos para lle

    var a cabo un comparatismo cuyo objetivo sea construir objetos com

    parables entre historiadores y antroplogos. El trabajo que me parece ms significativo fue publicado en 1990 con el ttulo Tracs de

    fondation. Se inici con un helenista interesado por las indagaciones

    realizadas por africanistas sobre las formas de crear un territorio, de

    territorializar un espacio con rituales y conjuntos de representacio

    nes, y, por otra parte, un etnlogo interesado por las investigaciones

    de un historiador helenista que estudiaba la gestualidad de un dios

    que cre un territorio durante ms de cuatro siglos en un horizonte

    5. Estn tan dispersos y son tan difciles de encontrar en las buenas libreras, quehe elaborado la lista siguiente:

    Tracs de fondation, ed. de M. Detienne, Lovaina y Pars, Biblioteca de la Ecole Pratique des Hautes tudes, Ciencias religiosas, vol. CXIII, Peeters, 1990.

    Transcrire les mythologies. Tradition, criture, historicit, ed. de M. Detienne, Pa

    ns, Albin Michel, 1994. La Desse Parole. Quatre figures de la langue des dieux (Inde, Clbes-Sud, Gorgie,

    Cuna du Panam), ed. de M. Detienne y G. Hamonic, Paris, Flammarion, 1994.Destins des meurtriers, ed. de M. Cartry y M. Detienne (Systmes de pense en

    Afrique noire, n 14), Paris, Ecole Pratique des Hautes Etudes, 1996.

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    COMPARAR LO INCOMPARABLE

    poltico, entre decenas de ciudades muy pequeas. La complicidad induce a relacionar las cosas, y la renovacin de la pregunta Qu esun paraje? quizs se inici a travs de la correspondencia ldica en

    tre dos configuraciones: la esbozada por un africanista al demostrarque, para crear el espacio de un pueblo, hay que habilitar un espaciode maleza, mientras que, un poco ms lejos, un indianista analizaba

    otra en la India brahmnica, en la que el pueblo era el que engendraba el lmite y no el lmite el que engendraba el pueblo. Maleza, lmite

    y pueblos empezaban a tambalearse en el horizonte todava indecisode la territorializacin, o ms bien, existan formas muy diversas de

    crear un territorio, en distintos lugares.

    EL CHOQUE DE LO INCOMPARABLE

    Entre las prcticas y las abundantes formas de territorializacin, habaque escoger una entrada en forma de categora, y tener en cuenta que

    fuera lo bastante genrica para iniciar el trabajo de comparacin, perono demasiado general ni demasiado especfica de una sola cultura. Seescogi la categora fundar, fundacin, fundador. En funcin de lasreacciones de unos y otrosafricanistas, japonesistas, americanistas,helenistas involucrados en la investigacinse puso de relieve que lacategora escogida resultaba compleja pero til para hacer surgir unaserie de preguntas. No era demasiado fuerte ni demasiado dbil. Si

    hubiera sido demasiado fuerte, si hubiera tenido demasiada potenciaclasificatoria, habra impedido el trabajo de confrontacin; y si hubiera sido demasiado dbil, no habra permitido pensar nada significativo

    respecto al espacio de un grupo, el paraje y las figuras del inicio y de lainauguracin que parecan recubrir el sentido comn de fundar.

    Pareca bastante fcil permitir q