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de la atura eza

Descola - Antropologia de La Naturaleza

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  • de la

    Natura

    eza

  • PHILIPPE DESCOLA

    Antropologa de la nahiraleza

    I F E A Instituto Francs

    de Estudios Andinos Lluvia Editores

  • Coleccin Alasitas - Lluvia Editores

    Edicin original en francs: Par-del la nature et la culture^ Le Dbat, mars-avril 2001, n m 2 , pp. 86-101 Anthropologie de la nature. Annales HSS, janvier-fvrier 2002, n n , pp. 9-25

    Diseo de la cartida: Ivan Larco Cuidado de la edicin: Clelia Gambetta Gibert Traduccin: Edgardo Rivera Martnez

    Derechos reservados Philippe Descola

    De esta edicin: Instituto Francs de Estudios Andinos Av. Arequipa 4595 - Lima 18. Per email: [email protected] / web: www.ifeanet.org

    Lluvia Editores Av. Inca Garcilaso de la Vega 1976 Of. 501 - Lima. Per email: [email protected]

    ISBN; 9972-623-23-8

    Hecho el Depsito Legal Nro, 1501152003-4824

    Impresa en el Per

  • Ms all de la naturaleza y la cultura 9

    Un cambio de cosmologa 19 Antropologas materialistas, antropologa simblica 26 La identifcacin: semejanzas y diferencias 32 Totemismo y animismo 36 El analogismo 43 El naturalismo 46

    Antropologa de la naturaleza 51

  • MAS ALLA DE LA NATURALEZA Y LA CULTURA

  • El Museo de Historia Naturai de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, ofrece una excelente imagen del m u n d o tal como lo hemos concebido por largo tiempo. Por encima del peristilo neoclsico de la entrada, una fila de nichos acoge biistos ci sabios ilustres que, cada uno en su poca y a su manera, contribuyeron a dar al hombre un lugar en el sistema de la naturaleza. Los rostros de Buffon, Humboldt , Lamarck, Cuvier, d 'Orbigny, Darwin o Broca estn all para recordar al visitante cul era la intencin del museo cuando fue levantado en el ltimo decenio del siglo XIX: hacer prevalecer la ciencia sobre la religin recorr iendo la larga historia de los seres orgcinizados, inscr ibir- las producciones humanas en el curso majestuoso de la evolucin de los organismos, dar testimonio de la inventiva complementaria de la naturaleza y de la cultura en la creacin de las mltiples formas en las que se refleja la variedad de los seres existentes en el

    n

  • PltIpi.K' cscolll

    t iempo y en ei espctcio. Pero es difcil concretar semejante ambicin, y, en el Museo de La Piala como en tantas otras instituciones similares, la disposicin de los lugares def rauda la esperanza que haba podido hacer nacer la contemplacin de las figuras totmicas bajo cuyos auspici5s se haba colocado el gran proyecto de sntesis. La planta baja est consagrada enteramente a la naturaleza: a partir de una rotonda central se despliegan en forma radial ga le r as po lvo r i en t a s y mal a l u m b r a d a s de mineraloga, de paleontologa, de zoologa o de botnica, de una riqueza probablemente sin igual en un museo sudamericano. Millares de especmenes un poco apolillados son ofrecidos a la curiosidad de los escasos aficionados, repartidos sensatamente de acuerdo con las grandes clases de la taxonoma de Linneo. Hay que subir al segundo piso para ver humanos, o, ms exactamente, residuos esparcidos de sus culturas materiales vestidos, cestas o puntas de arpn y ejemplos de sii curiosa propensin a modificar su propia naturaleza: crneos deformados, dientes incisos, tatuajes, escarificaciones y otras formas de marcar el cuerpo, de las q ue Jos Imbelloni, uno de los fundadores de la antropologa argentiiia, haba hecho su especialidad. Por razones obvias, predominan artefactos de ios pueblos amerindios. En el p i so de la cu l tu ra , s in e m b a r g o , las clasificaciones no ofrecen el hermoso rigor que reinaba en las colecciones de la planta baja. Con los

  • Mi lilil di' In nituralezn 1/ In cu Itimi

    criterios somticos que d is t inguen a en t idades misteriosas, lianiadas Patagnidos, Fuguidos o Amaznidos, se combinan criterios diacrnicos que distribuyen los objetos y las culturas segn su escala de dignidad en una supuesta evolucin hacia la civilizacin: las ms hermosas salas, los ms grandes e s fue rzos pedaggicos son ios ded i cados a la cermica y a ios textiles andinos, mientras que los pobres testimonios de madera y de fibra dejados por los pueblos de los bosques y de las sabanas se ven confinados a vitrinas tambaleantes con lacnicos carteles. El mensaje es claro: aqu reina an una confusin, una diversidad testaruda, que la etnologa no ha podido desenredar con el sistemtico modo de que han dado prueba las ciencias de la naturaleza.

    Por ca r i ca tu resco que parezca es te microcosmos de dos pisos, refleja bien el orden del mundo que nos rige desde hace por lo menos dos siglos. Sobre los c imientos m a j e s t u o s o s de la Naturaleza, con sus ostensibles subconjuntos, sus ieyes sin equvoco y sus lmites bien fijados, descansa el gran cajn de sastre de las culturas, la torre de Babel de las lenguas y, de las costumbres, lo propio del hombre incorporado a la inmensa variedad de sus man i f e s t ac iones con t ingen tes . Por cierto, son numerosos los buenos espritus que concuerdan en ver en este curioso edificio algo as como una ilusin de perspectiva; el mundo se convierte en naturaleza c u a n d o lo cons ide ramos bajo el aspecto de lo

  • Plilippc Di'^colii

    Liiiversal, se hace historia cuando lo examinamos bajo los aspectos de lo particular. En palabras de Heinrich Rickert, quien fue uno de los primeros en teorizar sobre las consecuencias epistemolgicas de esta cosmologa de dos planas, el objeto es nico, pe ro es a p r e h e n d i d o de dos m a n e r a s : por la generalizacin cuando uno se sita en el punto de vista de las c iencias de la n a t u r a l e z a , po r la individualizacin cuando se opta por abordarlo a travs de las ciencias de la cultura.' Pero esa sutileza kantiana nos es de magra ayuda en nuestros juicios cotidianos, en esas clasificaciones ontolgicas con las que o p e r a m o s en todo m o m e n t o con el bello automatismo nacido de una larga interiorizacin del esquema dualista. He aqu un tapiz de jacintos, un ciervo que brama o un afloramiento grantico: es la naturaleza. He all un ramo de flores, una montera o un diamante tallado: es la cultura. Aquellos existen independ ien temente de nosotros, incluso si no ignoramos que en par te d e p e n d e n de nues t r a proteccin y de los ambientes que hemos modelado; estos dan testimonio de nuestra industria, de nuestro simbolismo o de nuestra organizacin social, incluso si no hemos creado su materialidad primera. En ei pequeo museo interior que nos sirve de plantilla para orientarnos en el mundo, casi no dudamos en

    1 Hc ' im- ich RiCKKRt, Sciciia: le In i-uiliiiv el xiciur de lii niitiiiv, s e g u i d o p o r Tlicaric ilc In dcfiiiifioii ( t r a d u c c i n d e A n n i i - E - c ! c n c N i c o l a s } , P a r i s , C a l i i m n i - d , i 9 9 7 , p . 4 6 .

  • M.s lll de III iiiliirilczn y In ailtiini

    colocar los primeros entre las colecciones de botnica, de. zoologa o de mineraloga, y a ios segundos en el rubro de las bellas artes, de la sociologa o de la historia de las tcnicas.

    Es verdad tambin que se hacen esfuerzos desde hace bastante tiempcfpara abrir pasajes entre los dos niveles. Algunos guardianes del piso de la cultura hacen notar que sus colegas de abajo son tambin h u m a n o s , con una his tor ia , l enguas , prejuicios y opiniones , y que el s is tema de a naturaleza que han elaborado es completamente cultural ya que, muda y sorda, la naturaleza no se expresa ms cue a travs de portavoces autorizados. Detrs del estandarte de la historia y de la sociologa de las ciencias, el piso de las convenciones humanas ambiciona, pues, anexarse una buena parte del mbito reservado a la naturaleza, no sin una viva resistencia de parte de aquellos que protegen las escaleras contra las infil traciones de toda clase sociales, culturales, econmicas o polticas que podran contaminar la robusta trascendencia de las leyes de la materia y de la vida.- Sin embargo, si semejante ofensiva ha comenzado ya a ampliar el pertnetro de la^ ciencias sociales y humanas, choca tambin con un residuo de obstinada factualidad ante la cual la vanguardia de la cultura se siente asaz desconcertada. Los socilogos de las ciencias han

    2 i. c iso S o k a l h

  • Philippe Desela

    penet rado en los laboratorios y han descrito su arquitectura y sus usos, han sondeado las prcticas> valores y mentalidades de los cientficos, pero bajo la mirada de los observadores observados, dados a luz por dispositivos experimentales y sistemas de investigacin que no pueden s^r ya ms humanos, las molculas, los quarks, las protenas, los planetas o las hormigas, parecen entregados a sus pequeos asuntos como si nada pasara. Decir que la naturaleza es una construccin cultural supone, en efecto, que la cultura construye a partir de materiales que ella misma no ha proporcionado, que filtra, codifica, reorganiza o descubre ent idades y propiedades pr imordiales indiferentes a sus intenciones. A pesar de estas grandes maniobras, la estructura de nuestro edificio no ha cambiado mucho, por lo tanto: los humanos han invadido en efecto una parte del piso inferior, pero se han visto obligados a reservar algunas salas para fenmenos sobre los cuales no tenan poder.

    Desde Darwin, Mendel y sobre todo Spencer, ios conservadores de la planta baja se dedican tambin con mucha energa a ampliar su mbito de competencia en detrimento de los saltimbanquis que se agitan arriba. Los enigmticos comportamientos que tienen ocupados a antroplogos, socilogos e historiadores, las costumbres curiosas o escandalosas que se desloman en describir y contextualizar, las instituciones para las cuales proponen tipologas sin cesar rehechas, todo ello descansa, se nos dice, sobre

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  • Mis alili di- In naturnkz n In ciiltiiri

    algunos resortes naturales bastante simples que los turiferarios de las humanidades se obstinan en no ver, cegados como estn por su animosidad contra el mtodo cientfico y por su deseo de conservar un territorio autnomo, sin embargo ahogado en la confusin, y territorio de vende tas permanentes. Para qu escribir gruesos volmenes sobre los sistemas de parentesco o los mecanismos de control del poder, puesto que la sexualidad y la dominacin, tanto en los humanos como en los no-humanos , se explican siempre por la ambicin de maximizar una ventaja reproductiva, es decir de diseminar Los propios genes con la mayor tasa de xito? Para qu t ra ta r de comprencier la s imblica de las prohibiciones alimentarias o del canibalismo ya qie e sa s p r c t i c a s p u e d e n e x p l i c a r s e m u y s implemente por el encuentro de las exigencias del metabolismo necesidades de caloras o de protenas con las imposiciones ecolgicas que pesan localmente sobre el aprovis ionamiento de alimentos? Por qu, pues, describir y analizar la diversidad de las manifestaciones autor izadas o prohibidas de la violencia si esta no es ms que el r e f l e j o en ei s i s t e m a d e las p a s i o n e s de comportamientos adaptat ivos desarrol lados en el curso de ia hominizacin? Vale ms la verdadera ciencia, envuelta en mediciones y estadsticas, que se empea en desvelar ias caiisas naturales y las func iones biolgicas, lejos de la hermenut ica

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  • Philippe Dcncoll

    brumosa en que se complacen ias mal llamadas ciencias de la cultura. A quien hace notar que la l'evelacin de una causa o de una funcinbastante hipotticas an a la luz del es tado actual de la gentica o de la teoria de la evolucin no permite de ningn modo dar cuenta fle la diversidad de las formas instituidas por medio de las cuales estas se expresaran, se le objetar que esta pequea prdida de complejidad es por completo transitoria, y que ias ciencias de la vida poseen estados de servicio lo suficientemente slidos como para poder verlas aportar un da una respuesta a muchos otros enigmas de la cultura. Vista desde la planta baja, sin embargo, y a pesar de la esperanza que acarician algunos de convertir el piso superior en un anexo de las ciencias n a t u r a l e s , la d i spos i c in de n u e s t r o m u s e o cosmolgico no se ve realmente trastornado; ios ms ardientes sociobologistas, los deterministas ms fanticos, coinciden an en que ciertas provincias de la ac t iv idad h u m a n a , en p r imer lugar el arte, permanecen fuera de su alcance. Los protagonistas de la "guerra de las ciencias" tienen as el mrito de mostrar a plena luz ios defectos ms saltantes en el acondicionamiento interno del edificio dualista y, sobre todo, la imposibilidad de trazar en l una frontera consensual entre lo que per tenece a la natura leza y lo que pertenece a la cul tura . Sin embargo, tanto unos como otros se las arreglan muy bien con la disposicin de ios lugares, prefiriendo

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  • Ms lilil de Iti iiatiirik'zi 1/ lo cu Itimi

    algunas ganancias territoriales en un campo de batalla devas tado al completo abandono de! teatro de operaciones.

    Un cambio de cosmologa

    A p o s t e m o s , sin emba rgo , a que esta construccin de dos pisos parecer tan anticuada a nuestros descendientes, dentro de algunos decenios, como lo es ahora para nosotros el museo de La Plata. No hay ninguna audacia en esta prediccin, pues las seales ade lan tadas de un desgaste de nues t ra cosmologa son ya bien visibles. La ms destacada, la que ms atrae la atencin de los gobiernos y de los ciudadanos, es por cierto la creciente preocupacin frente a los efectos de la accin humana sobre el medio ambiente. Por lo dems, la eleccin misma de la designacin de "medio ambiente", preferida a la de "naturaleza", indica ya un desl izamiento de p e r s p e c t i v a ; en su s en t ido ms co r r i en te . Ja na tura leza era antropocntr ica de mane ra casi clandest ina, en la medida en que abarcaba por pretericin un mbito ontolgico definido por su falta

    3 C o a l ilc In iiiitiiiv. Coiiiuifiil faiiv ciitivr Icf cianr^ cu lii-niihnilic. P a r i s . La D c o u v e r t e , 1999,

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  • Philippe Desela

    de humanidad sin azar ni artificio, mientras que se destaca claramente el antropocentrismo de la expresin "medio ambiente": es el mundo sublunar de Aristteles en cuanto se halla habitado por el hombre. De la estratosfera a los ocanos, pasando por ios bosques tropicales, nadie lo ignora en la actualidad, nuestra influencia se hace sentir por doquiera, y por lo tanto se admitir sin dificultad que, al estar nuestro entorno " natural" antropizado por doquier en diversos grados, su existencia como en t idad a u t n o m a no es ms que una ficcin filosfica. Hay otra dimensin de la naturaleza que se halla, de modo ms particular, puesta en cuestin por los progresos de la gentica, es el sus t ra to biolgico de la humanidad en cuanto materia, forma y proceso totalmente ajenos al control domesticador de la educacin y de la costumbre. La importancia cada vez m s ev iden te de la ep ignes is en la individuacin, el desarrollo de la reproduccin asistida, desde la fecundacin in vitro hasta el clonaje de mamferos, el perfeccionamiento de las tcnicas de injerto y de transplante, la abierta ambicin de algunos de intervenir en el genoma humano en un estadio precoz de la embriogenesis, todo ello, ya sea que se lo deplore o se lo celebre, torna menos ntida que antes la separacin de derecho, entre la parte natural y la parte cultural del hombre. La opinin pblica ha percibido por lo dems que se hallaba en curso un cambio radical en este mbito, y que si bien

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  • M f s olili de In mitiinilezn 1/ In culhtrn

    ia i n q u i e t u d que man i f i e s t a f r en te al c lona je r ep roduc t ivo , a ios r iesgos c l imt icos y a los organismos genticamente modificados se expresa sobre todo en trminos ticos y polticos, manifiesta t a m b i n un desconc ie r to f r en te a u n a n u e v a distribucin ontolgica que / a no respeta las antiguas certidumbres. Si el siglo XIX habra enterrado a Dios, y el XX, segn se dice, ha borrado al Hombre, har el XXI desaparecer la Naturaleza?

    Sin duda nadie piensa ser iamente que la fotosntesis, la gravitacin o la embriogenesis van a desvanecerse porque la antropizacin del planeta y de los organismos ha alcanzado niveles no igualados has ta el p re sen te . En cambio el c o n c e p t o d e Naturaleza, por medio del cual los estudiosos que se o c u p a n de es tos objetos ca l i f ican a n po r costumbre su mbito general de investigacin, parece maltratado por pequeos deslizamientos ontolgicos que le hacen perder su hermosa unidad anterior.

    Tomar tres a manera de ejemplo, y que conciernen una de las fronteras ms speraniente disputadas entr^ la naturaleza y la cultura, es decir la que separa a la humanidad de la animalidad. El primer ejemplo proviene de ios juristas, atentos por profesin a la evolucin de las costumbres y a su traduccin en las normas que rigen nuestros estatus, nuestras prcticas y nuestra relacin con el mundo. A mil leguas de los debates filosficos sobre los

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  • PIlilippi' Descoh

    d e r e c h o s de los ari imales, que o p o n e n a los partidarios de la deep ecology o de ia liberacin animal a los de fensores del h u m a n i s m o kant iano , un profesor de derecho ha mostrado hace poco, en una crnica del austero Recueil DaHoz que, al menos en el de recho f rancs , los ani i iales doms t i cos , domesticados o mantenidos en cautiverio, poseen ya derechos intrnsecos con el mismo ttulo que las personas morales, en cuanto ia ley les reconoce un inters propio, es decir diferente del de su amo o dueo habitual, y que les da una posibilidad tcnica para defenderlo." Junto a los crmenes y delitos contra las personas, contra los bienes y contra el Estado, el nuevo Cdigo Penal ha creado en efecto una cuarta categora de infracciones, esto es contra ios animales domsticos, mos t r ando as que, si bien no son ciefinidos todava como personas a plenitud, estos ''hermanos inferiores", para retomar la expresin de Michelet, no son ya considerados, desde el punto de vista del dereciio, como bienes, es decir como cosas. Si se sigue a Jean-Pierre Margunaud este estatus intermedio est llamado a evolucionar rpidamente en el dereciio penal haca una personificacin ms marcada, ya que hada se opone a que animales no salvajes se vean investidos de personalidad jurdica, a la manera de toda persona moral a la que se le reconoce un inters p rop io y pos ib i l idades de

    4 Joan-Cier re MAUCUENAUD, " I .a p e r s o n n a t i t j u r i d i q u e d e s a n i m a u x " , LXUCI DIIIIIK. c u a d e r n o 2 0 , p p , 2 0 5 - 2 1 1 .

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  • Mf:; lilil c!c In mi tu raleza \/ lii ciiUuiv

    defende r su ejercicio. En cuanto a los rganos susceptibles de representar en la escena jurdica el inters distinto de lo que nuestro autor llama la "persona animal", incluso contra los intereses de un amo o dueo, existen ya en abundancia bajo las formas de ias asociaciones de proteccin animal. Sin que los profanos se hayan dado cuenta, y en espera de que se constituya una jurisprudencia, los perros, gatos, vacas locas o no, loros y gorilas del zoolgico de Vincennes estaran ahora, por lo tanto, en capacidad de hacer valer sus derechos a la vida y ai bienestar, y ello no ya en vir tud de razones h u m a n s t i c a s que jus t i f icaba la a n t i g u a ley Grammont, a saber el pblico escndalo que poda suscitar su maltrato, sino ms bien porque se han convertido sino en sujetos plenos de derecho, al menos en cuasi-personas, cuyas prerrogativas se derivan claramente de ias que reclamamos para nosotros.

    El segundo ejemplo proviene de la psicologa exper imenta l . Los psiclogos del desarrol lo se interesan desde hace ya tiempo en la expresin en los nios muy pequ^ios, en lo que convencionalmente se llama la teora de la mente, es decir la aptitud a inferir en otro estados mentales idnticos a los propios. Se admi t a c o r r i e n t e m e n t e que esta a p t i t u d era caracterstica de la especie humana, probablemente vinculada con el lenguaje o la cultura, mientras que se cons ideraba que los an imales no h u m a n o s

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  • Philippe

    interpretaban el comportamiento de los organismos p resen tes en su en to rno , y sobre todo de sus congneres, sobre la nica base de indicios externos posturas, movimientos, seales sonoras, etc. y no a partir de la atribucin de estados psquicos imposibles de observar directamente. Ahora bien, investigaciones recientes sobre los chimpancs han mos t r ado que no era as: conf ron tados con un dispositivo experimental ya utilizado a fin de probar en nios de un ao la capacidad de atribuir una intencin o un propsito a otro, en este caso un mvil desplazndose en la pantalla de una computadora, los siete sujetos animales han reaccionado como los sujetos humanos.^ Considerada por largo tiempo como un s igno d i s t in t ivo del homo sapiens, la atribucin de una intencionalidad a otros debera, por tanto, ser considerada ahora tambin conio un atributo de nuestro cercano primo, el chimpanc.

    El tercer e j emplo se ref iere a s i m i s m o a chimpancs, pero en libertad en su medio original. Los estud ios llevados a cabo con ellos por los etiogos indican sin ambigedad no solamente que son capaces de fabricar y utilizar una utilera de piedra rudimentaria, poniendo pie as en el privilegio del honiofaber, concedido desde hace mucho tiempo slo al primate humano, sino tambin que bandas vecinas de monos elaboran y trasmiten familias de tcnicas

    S C i a u d i a Uu. i : i ; y S h i u i n NICHCI , " G o a l A t r i b i i t i o n in C h i m p a n z e s " , Co;^iiitioii, 2 ( l (Kicn ei s i t o w e b p p . I-S,

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  • Mii (li ile In iiiititrilezii i/ In ciilliirn

    bien d i fe renc iadas . En la te rminologa de los p r e h i s t o r i a d o r e s , los c h i m p a n c s p o s e e n as "tradiciones" diferentes en el mbito de la cultura ma te r i a l , y los pa r t i cu l a r i smos tcnicos y de comportamiento propios de cada banda pueden darse en unos cuarenta rasgcfs distintivos tipos de herramientas y mtodos para romper las nueces, tcnicas de caza, modos de espulgarse, etc., todos independ ien tes de las condiciones geogrf icas locales." Como este tipo de variacin i\o puede, segn parece, explicarse por itna evoluciii adaptativa de los compor t amien tos a las impos ic iones de la ecologa, ios etlogos se han visto obligados as a atribuir a los chimpancs "culturas" diferenciadas, es decir una libertad de inventar respuestas sui generis a las necesidades de la subsistencia y de la vida comn, primer paso hacia la ampliacin de la cultura al mundo animal.

    (1 A . W h i t c n , J, CRTHIDAI., VV. C . MACCIKIIV y DNW, "Cultui 'E.- I in C i i i n i -p< i i i z a - s " , Nnlwv, 399, ') W , p p . 6 8 2 - 6 8 5 ; v e r h i m b i c n F r i d c r i c joui . IAN, " l ' c u t -o n p a r l e r d ' u n s y s t m e t e c h n i q u e c i i i n ip< in / . ? i ' r i m a t o l o g i e e t a r c h o l o g i e c o m p a r e " , in B r u n o LAICUR y l ' i e r r e II.MONMKI; ( h n j o ia d i r e c c i n d e ) . De In pivlihtviiv nii.x bnli^liijiuv: riiitvUi^eiice M iiile> Urliiiiijiie. P a r i s , l .a T O H i v o r t e , l ^ m , p p . 4 5 - 6 4 .

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  • Philippe ccohi

    Antropologas materialistas, antropologa s imbl ica

    Ahora bien, si se comprenden las razones que han podido empujar a los primatiogos, los cuales por lo d e m s se def inen efe buen g rado como cintropiogos, a conferir a los chimpancs ia dignidad de una existencia comparable en algunos puntos a la de los iiumanos, se puece eii cambio interrogarse sobre la pertinencia del trmino "cultura" empleado para designar este vuelco, [-"ues si los especialistas en los grindes monos nu.iestran, de liecho, que la cesura no es ya absoluta entre naturaleza animal y cu l tu ra h u m a n a , debe r an d e s e m b o c a r en u n cuestiona miento radical de esta distiiicin, ms bien que en un compromiso por medio de una simple rectificacin de la frontera.

    Si tal no es el caso, si a pesar de las seales de un deterioro cada vez ms perceptible del edificio dualista su estructura persiste como eco en nuestras clasificacioiies cosmolgicas y ontolgicas, sin duda es en parte porque ia antropologa, cualquiera que sea la audiencia efectiva que tieneji en la opinin pblica sus hallazgos cientficos, ha alcanzado, un xito de talla al iegitiniar y consolidar ei polo cultural de la vieja pareja de la modernidad. Desde Boas y lylor, en efecto, el problema de ias relaciones de continuidad y discontinuidad entre naturaleza y cu l tu ra est en el cent ro ci e i desa r ro l lo de ia

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  • Ms (Ili di' In inturiilezi 1/ In ciiltuni

    antropologia, y algunos analistas, Michel Foucault en primer lugar, no han dudado en ver alh' atgo as como una marca distintiva de esta forma original de conocimiento.-' Quiz incluso habra que decir que un problema como este anticipa el nacimiento de la etnologa si, con Lvi-Strauss, se reconoce a Rousseau el mrito de haber fundado el futuro campo de la d i sc ip l ina al i n a u g u r a r la ref lexin sobre las cuestionas que este problema suscita.^ Es cierto, el impulso inicial en esta direccin fue en par te c i r cuns tanc ia l : con la expans in co lonia! se acumulaban las informaciones que relataban la m a n e r a ex t raa con que m u c h o s p u e b l o s p r emode rnos conceban sus relaciones con las plantas y los animales, tratndoles como si fueron d a t a d o s de las m i s m a s p r o p i e d a d e s que los humanos. Se fij entonces a la etnologa Ja tarea de explicar estas extraas contiituidades entre humanos y no humanos que no respetaban las distinciones LiSLtales entre el mundo natural y el mundo social. La poca, adems, se prestaba, ya que fue en la segunda mitad del siglo XIX que naturaleza y cultura han sido en fin compartimentadas en forma estricta y referidas a mtodos y programas cientficos bien diferenciados. La distincin entre ciencias de la naturaleza y ciencias de la cultura qiie en ese periodo

    7 M i c h c l i-'oui AULi, !r> M d s rf lc> C/ffs t ' s . Une nnliol\^c dc< Hiancc^ Iniiiiiiiiic^. l ' i i r i s , G n t l i n i a i x l , 1 % 6 , p .

    8 C i a n d o 1.1 \'i-Si IJAI^ SS, AiitliiofHlo

  • PllipiH' i'>i:oli

    se establece va a definir entonces el campo en el cual podr desplegarse la etnologa, al mismo tiempo que se la condenaba desde sus comienzos a no poder ap.cehender el entorno fsico sino como ese marco exterior de la vida social cuyos parmetros definen las ciencias naturales. A falta de algo mejor, la antropologa se ha dedicado as a explorar el mbito de la cultura que haba recibido en la reparticin, ai mismo tiempo que trataba de acomodarse con esa naturaleza que limitaba su horizonte.

    Se conocen los resuitadc")s de este dilema inicial y es por tanto intil detenerse al respecto. Ante la dif icultad de anal izar f inamente las relaciones dialcticas entre las imposiciones del medio sobre la vicia social y la par te de creat ividad que cada soc iedad desp l i ega en ia a p r e h e n s i n y a c o n d i c i o n a m i e n t o de su m e d i o ambien te , la antropologa ha tendido a privilegiar una u otra vertiente de la oposicin polar; o bien la naturaleza determinaba ia cultura, o bien la cultura daba un sent ido a la na tura leza . De ello han resu l tado p rob l em t i ca s y p r o g r a m a s de inves t igac in incompat ibles . Las an t ropologas mater ia l is tas consideraban el medio fsico o ia fisiologa humana como motores de ia vida social, e importaban de las ciencias de la naturaleza modelos de explicacin causales que, lo esperaban, daran fundamentos ms slidos a las ciencias del hombre. Para la ecologa cu l tu ra l , pa ra la sociobioioga y pa ra c ie r tas

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  • Mis illii de II! iiihirnlczi 1/ In culUirn

    cocr ientes de ia an t ropo log ia marx i s t a , ei comportamiento humano, la forma y ia sustancia de las instituciones, ias representaciones colectivas, podan ser percibidas a partir de ello como respuestas a d a p t a t i v a s a los factores, l imi ta t ivos de un ecosistejna, como expresin de constreimientos engendrados por la explotacin de cierto tipo de recursos, o como la tradiiccin de determinaciones genticas. Se comprender que tales aproximaciones hayaji podido dejar de lado el estudio de la manera en que las sociedades no modernas conceptualizan su cuerpo y su medio ambiente, excepto para evaluar las posibles convergencias o incompatibilidades entre los m b i t o s m a r c a d o s por la ciencia y las concepc iones m a r c a d a s por el p re f i jo " e t n o " ( e tnobo tn ica , e tnozoo og a , e tnob io log a , etnofarmacologa, etnomedicina...) para denotar bien sus estatus local y relativo. Al hacerlo, se delimitaban a priori en estas sociedades ciertos campos de conocimiento y de prctica de modo que se ios haca comparables a saberes naturalistas occidentales que poseen Lin valor de p a t r n , sin p r e o c u p a r s e demas iado por saber si estos mbitos discretos existan como tales en las categoras locales de los piieblos estudiados.

    A la inversa. Ja antropologa simblica se ha servido de la oposicin entre naturaleza y cultura como de un dispositivo analtico a fin de esclarecer la significacin de los mitos, rituales, taxonomas,

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  • Philippe Di'icolii

    concepciones del cuerpo y de la persona, y tantos otros aspectos de Ja vida social en los que interviene de manera explcita o implcita una ciiscriminacin entre las propiedades de las cosas, de ios seres y de jos fenmenos, segn dependan o no de un efecto de la accin liumana. Los rebultados de semejante aproximacin fueron muy ricos en el plano de ia interpretacin etiiogrfica, pero no siempre libres de prejlucios etnocntrieos. Pues cualesquiera que fuesen los grupos humanos a los que se aplicaba esta forma de lectura, y sus maneras de definir y de distribuir ias entidades del mundo, el contenido de ios conceptos de naturaleza y de cultura utilizados como indicios clasificatorios se refera s iempre, impicitamente, a ios campos ontolgicos cubiertos por estas nociones en el occidente moderno. Pues bien, como se ha notado desde hace largo tiempo, muchos pueblos no modernos parecen indierentes frente a esta divisin, ya que atribuyen a ias entidades que n o s o t r o s l l a m a m o s n a t u r a l e s c ie r tas caractersticas de ia vida social: animales, plantas, meteoros o elementos dei relieve poseen un alma, es decir una in tenc iona l idad subje t iva , v iven en comunidades organizadas segn reglas, dominan.las artes y tcnicas de ia humanidad, y, en suma, son concebidos y tratados como personas. Si bien es cierto que por una curiosa paradoja por largo tiempo se ha caHficado a estos pueblos de "naturales", estos no son de ninguna manera reliquias de un hipottico

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  • MS lill ile In iKtiinIrzn 1/ In cult uni

    estado de naturaleza en la medida en que ciertas en t i dades que pueb lan su med io amb ien t e se conforman, por el contrario, a los imperativos de lo que para nosotros es la cultura. Una naturaleza dotada as de la mayor parte de los atributos de la humanidad no es ya una n a t L i r a l e z a , ya que esta nocin designa para nosotros el conjunto de seres y fenmenos que se distinguen de la esfera de la accin humana porque poseen leyes de desarrollo propias.

    La adhesin de numerosas corrientes de ia antropologa a una distincin entre naturaleza y cultura, en buena cuenta reciente en occidente, y que muchos pueblos siguen ignorando, pone as en duda ia pertinencia de los anlisis llevados a cabo con una herramienta cuya universalidad no tiene nada de evidente. Claude Lvi-Strauss, fuente de inspiracin para tantos estudios etnolgicos e histricos que usan esa distincin por lo dems, deca, con toda razn que esta no podr a tener otro valor que ei metodolgico." Frente a ias seales cada vez ms numerosas que dan cuenta de que el esquema dualista resulta tan inadecuado para pensar nuestra propias prctica^ como para hacerlo con sociedades no mode rnas , hay que ir sin duda ms lejos y abandonarlo por completo. Se plantea, evidentemente, la pregunta de saber con qu hay que reemplazarlo. No nos aventuraremos aqu a predecir cul podra

    9 C l a u d e I.rv(-S'FKAu>s, bi Pairee >niivii^i;, l ' a r i s , P l o n . 1 9 6 2 , p . 3 2 7 .

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  • PI li lippe Di'ticoli

    ser {a forma de un mundo en el cual el corte entre ia naturaleza y la cultura se habra borrado."' No es imposible, en cambio, prescindir de este corte cuando se reflexiona sobre los medios que ha empleado la humanidad para objetivarse en el mundo, tarea que concierne en primer trminoli la antropologa, una antropologa renovada, cuyo objeto no sera ya las instituciones y las prcticas clasificadas segn su grado de autonoma trente a la naturaleza, sino las formas y propiedades de los diferentes sistemas posibles de relacin con el entorno humano y no humano, tales como los que la etnologa y la historia han comenzado a inventariar.

    La identif icacin: semejanzas y d i ferencias

    Entre las maneras de apreiiender y distribuir las continuidades y discontinuidades que nos ofrece el espec tculo y la prctica de nues t ro m e d i o ambiente en ei sentido amplio, la identificacin desempea un pape! p reponderan te . Hay que entender por ello el mecanismo elemental por medio del cual establezca ciiferencias y semejanzas entre mi

    S i n d u d a s o p u e d e a c e p t a r c o n I k u n o l . a t o u r q u e ta l c o r t e n o h a e x i s t i d o j a m s p o r c u a i t o lew M o d e r n o s n o s e h a n c o n f o r m a d o a l m i s m o e n s u p r c t i c a { B r u n o LATCIUIV IVW/S n'nvoiis /UW/s ct luodcnic^. F.^^ni ii'niithroi'oh>;ir ^}/iiieli-i]if, ' a r i s . L a c o u v e r t e , 1991) ; q u e d a el h e c l i o d e q u e tal c o r t e d e s e n i p e a u n p a p e l c e n t r a l e n n u e s t r a t co r 7 . ac in c o s m o l g i c a v e r n a c u l a r v e n la m a n e r a e n q u e a n a l i z a m o s l a s q u e h a n p r o d u c i d o o t r o s pue i : i l o s .

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  • Ms olili di' Iti iiiittirnlczii 1/ In cultura

    persona y los dems mediante la inferencia de ana log as y d i f e renc ia s de a p a r i e n c i a , de comportamiento y de propiedad entre lo que pienso que soy y lo que pienso que son los otros. Este' m e c a n i s m o est m e n o s c o n f o r m a d o por la contingencia de la experiencia o por las disposiciones i n d i v i d u a l e s que po r los e s q u e m a s q u e he interiorizado en el seno de la colectividad en que vivo, y que estructuran de manera selectiva el flujo de la pe rcepc in a s i g n a n d o una s igni f ica t iva preeminencia a ciertos rasgos y procesos observables en el entorno. Hay dos criterios determinantes que parecen desempear una funcin central en la identificacin considerada as como una especie de forma simblica a la manera de Cassirer: ia atribucin a otro de una interioridad anloga a la ma, y ia atribucin a otro de una materialidad anloga a la ma. La naturaleza de esta iiiterioridad puede variar y referirse a los atributos ordinariamente asociados con el a lma, el e sp r i tu o la conc ienc ia in tenc iona l idad , sub je t iv idad , re f lex iv idad , afectos, aptitudes para soar o significar como con caractersticas an ms abstractas, como la idea que comparto con los demcts de una misma esencia o de un mismo origen, o que pertenecemos a una misma categora ontolgica. El criterio de materialidad se refiere, en cambio, a la forma, la sustancia, los procesos f is iolgicos, pe rcep t ivos y sensor io-motores, incluso el temperamento en la medida en

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  • Philippe Deacoli

    que expresarlc la in f luenc ia de los h u m o r e s corporales. Cualquiera que sea la diversidad de las concepciones de ia persona que los etnlogos se han preocupado en inventariar, parece que esta dualidad de la inter ioridad y de la mater ial idad se halla presente por doqLtier, con^modalidades es verdad mltiples de conexin y de interaccin entre las dos esferas, y que ella no constituye, por tanto, una simple proyeccin etnocntrica de una distincin entre el alma y ei cuerpo que sera propia de occidente. A quien se asombrara as de ver que un t ipo de d u a l i s m o sus t i tuye a otro habr a que responderle que las oposiciones binarias no son un mal en s, que son ampliamente utilizadas por todos los pueblos en muchas situaciones, y que es por lo tanto menos su forma la que debe ser cuestionada que la universalidad eventual de su contenido. Desde este punto de vista, y si uno se atiene slo a los indicios semnticos, resulta forzoso constatar que los equivalentes terminolgicos de la pareja naturaleza y cultura son prcticamente imposibles de hallar fuera de las lenguas europeas , mientras que la diferenciacin^en el seno de una cierta ciase de o r g a n i s m o s en t re una i n t e r i o r i d a d y u n a material idad parece estar marcada en todas las lenguas, cualesquiera que sean, por lo dems, la extensin que se da a esta clase y la manera en que esas nociones se traducen generalmente por alma y cuerpo en la lengua de ios etngrafos.

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  • Mis iiHii cic la iintiinilczii _i/ la cultura

    Ahora bien, ias combinaciones que autorizan estos dos criterios de identificacin son muy reducidas: frente a! otro, iiumano o no-humano, puedo suponer ya sea que l posee elementos de materialidad y de interioridad anailogos a los mos, o ya sea que su iterioridad y su materia i idad-^on diferentes a las mas, o ya sea an que tenemos interioridades semejantes y materialidades diferentes, o ya sea en fin que nuestras interioridades son diferentes y nuestras materialidades anlogas. Estas frmulas definen cuatro grandes tipos de ontologas, es decir sistemas de propiedades de ios seres existentes, que sirven de punto de anclaje a formas cosmolgicas, modelos de vinculo social y teoras de ia alteridad. Fluye por s mismo que estas cuatro modalidades de identificacin estn lejos de agotar las ml t ip les maneras de es t ruc turar ia experiencia individual y colectiva, y que otros principios -los que rigen la relacin, ia figuracin o ia temporalidad, por ejemplo- actan igualmente en la mirada de soluciones que los humanos han adoptado a fin de objetivarse en el mundo. Si insisto aqu en la identificacin es simplemente para dar una breve visin de una va alternativa que permitira describir, clasificar y hacer inteligibles las relaciones que ios hLimanos mantienen entre ellos y con los no-liumanos, va que significara la economa de una dicotoma, incluso metodolgica, entre ia naturaleza y la cultura.^'

    ! i l,fis p r o p o - s i c i o n e s i d e l i n t d a s e n e s t e a r k u l o s e r n e x p l i c i t a d a s d e m o d o m s c o m p l e t o e n u n ib ro a p u b l i c a r s e p r x i m a m e n t e .

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  • Philippe escolii

    Totemismo y an imismo

    Tomemos ei ejemplo del totemismo, uno de los ms a n t i g u o s p r o b l e m a s d e b a t i d o s en la disciplina. Se habla ordinariamente de totemismo cada vez que un conjunto\1e unidades sociales mitades, clanes, secciones matrimoniales, grupos cultuales, etc. est asociado con una serie de objetos natLU'ales. En una obra clebre, Lvi-Strauss ha m o s t r a d o que el t o t e m i s m o era m e n o s una in s t i t uc in que la expres in de una lgica clasificatoria que utilizaba las d iscont inuidades observables entre ias especies animales y vegetales a fin de conceptuazar las discontinuidades entre los grupos sociales.'- En razn de que espontneamente exhiben cual idades sensibles contras tadas de forma, de color, de habitat, de comportamiento, las plantas y animales son particularmente aptos para significar las distinciones internas necesarias para la perpetuacin de las sociedades segmentarias. La naturaleza proporciona, pues, una gua y un soporte, un "mtodo de pensamiento", dice Lvi-Strauss, que p e r m i t e a los m i e m b r o s de c ie r tas c u l t u r a s conceptualizar sd estructura social por medio de una representacin icnica simple.

    Puesto que la intencin inicial de Lvi-Strauss era disipar la "ilusin totmica" para vincularla a una caracterstica universal del espritu humano, se

    12 C l a u d e l.rvi-STKAus^, Le Toliiii

  • Mis llhi ile Ili liitiirilezii 1/ In ciiltiini

    c o m p r e n d e que no haya a s i g n a d o s ino una importancia margiai en su anlisis a estas relaciones didicas entre un humano y un no-humano a las que a veces se ha calificado de "totemismo individual". En efecto, muchas sociedades coaceden a las plantas y animales un principio espfriUtai propio y estiman que es posible m a n t e n e r con es tas e n t i d a d e s relaciones de persona a persona de amistad, de hostilidad, de seduccin, de alianza o de intercambio de servicios que difieren profundamente de la re lacin d e n o t a t i v a y abs t rac ta en t re g r u p o s totmicos y ias entidades naturales que les sirven de epnimos. En estas sociedades, muy comunes en Sudamrica y en Norteamrica, en Siberia y en Asia sudoriental, se ha conferido a plantas y animales no slo atributos antropomrficos la intencionalidad, la subjetividad, afectos, incluso la palabra en ciertas c i rcuns tanc ias, sino tambin carac ter s t icas propiamente sociales: la jerarqua de los estatus, comportamientos fundados sobre el respeto a ias reglas de parentesco o de los cdigos ticos, la actividad ritual, etc. Resucitando un trmino cado en desuso, yo l-yaba propuesto, hace algunos aos, llamar "animismo" a ese modo de objetivacin de los seres de la naturaleza, y haba sugerido ver en l un simtrico inverso de las clasificaciones totmicas en ei sentido de Lvi-Strauss: en contraste con estas, en efecto, los sistemas anmicos no se sirven de las plantas y animales para pensar el orden social, sino

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  • Philippe Desela

    que utilizan, por ei contrario, categoras elementales de la prctica social a fin eie pensar la relacin de los hombres con los seres naturales.'^' Admito de buen grado hoy que ia distincin propues ta era an tr ibutaria de una oposicin sustant iva entre la naturaleza y la sociedad, de fa cual no se encontraba, sin emba rgo , n inguna huel la explci ta en las sociedades consideradas.

    Veamos ahora cmo podra presentarse la relacin entre el animismo y el totemismo, evitando recurrir a ese tipo de paralelismo entre orden natural y orden social. Lvi-Strauss propone que la unidad artificial de esta nocin procede de ima confusin entre dos p rob lemas . "El que plantea la f r ecuen te identificacin de ser iiumanos con plantas o animales f...] que remite a perspectivas muy generales sobre las relaciones del hombre con ia naturaleza (las cuales) interesan al arte y la magia, tanto como a la sociedad y la rel igin"; "el s egundo problema es el de la denominacin de grupos fundados sobre el parentesco, que puede hacerse con la ayuda de vocablos animales o vegetales, pero tambin de otras varias maneras".'"' Es sobre todo el segundo problema que atrae SLI atencin en Le Totniisme aujourd'hiii, paso comprensible en vista de su ambicin de desprender

    P h i l i p p e Dt;,'OI.A, "Soc ie t i e s of N a t u r e a iu i the N a t u r e of S o c i e t y " , e n A d a m K u p e r (ba jo la d i r eccc in de) , Coiicei'lunliziii^ Societi/, t o u d r c s v N u e v a York, R o u t l e d g e , 1992, p p . i n7 - i26 .

    14 i l ' Toliii^iiiciiuifiini'liiii. op. eil., p. 5 .

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  • /VJrf.',- ill/i ie In iiiiHiri!czi} y Ij> ailluni

    la estrLfctLra de las ciasjficadones totmicas de la masa de las especulaciones anteriores sobre una pretendida indiferenciacin del hombre y de la naturaleza en el pensamiento de los primitivos. En su anlisis, como en todos los consagrados a esta cuestin desde comiejizos del siglo XX, los dtos australianos ocupan Lin Jugar preferencial. Ahora bien, si los aborgenes australianos son conocidos por la barroca complejidad de! juego ci sus ciases matrimoniales, a menudo designadas con nombres de especies naturales, ofrecen tambin una concepcin m u y original de la identificacin entre humanos y no-humanos en el interior de los grupos totmicos, una concepcin que parece ir m u c h o ms aJi del p r inc ip io de las discontinuidades invocado por Lvi-Strauss para dar cuenta de las clasificaciones totmicas. En numerosas tribus, en efecto, el totem principal de un grupouna especie natural, un objeto, un elemento del relieve, una sustancia o una parte del cuerpo humanen y todos los seres, humanos y no-humanos que le estn afiliados compar ten , segn se les atr ibuye comnmente , propiedades fisioigicas, fsicas y sicolgicas en virtud de un origen comn y localizado en el espacio. Estas propiedades no liecesariamente se derivan de ias de la entidad eponima, taito ms que, al menos en lo que concierne a los anijnales, ei termino que designa al totem no es, propiamente hablando, un nombre de especie, del tipo "canguro", "guila" o "cc\cata", sino ms bien el nombre de una propiedad abstracta

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  • Philippe Dcscold

    "dup l i cado" , " impe tuoso" o "gracioso", por ejemplo presente tanto en esta especie como en todos los seres que pertenecen ai grupo totmicoJ'"' Hay f u n d a m e n t o , por lo tanto, para pensar que la heterclita coleccin de los iivimanos y de los no-humanos que forman un grup^ totemico se distingue en bloque de otros conjuntos similares por algo ms y d i f e ren te que s imp les af i l iac iones sociales , matrimoniales o cultuales, a saber por el hecho de poseer en comn ciertas caractersticas morales y m a t e r i a l e s de sus tanc ia , de h u m o r e s , de temperamento, de apariencia, las cuales definen una esencia identitaria en cuanto tipo singular.

    En ios s i s t emas an micos , se a t r i b u y e igualmente a humanos y no-humanos la posesin de una interioridad similar; se concibe a mtichos animales y plantas como personas dotadas de un alma que les permite comunicarse con los iiumanos; y es en razn de esta esencia interna comn que se dice que no-humanos llevan una existencia social idntica a la de los hombres . Sin embargo , la referencia que comparten la mayora de los seres animados es aqu ia humanidad como condicin, y no ei iiombre com especie. Dicho de otro modo, los humanos y todas ias clases de no l iumanos tienen materialidades diferentes en el sentido de que sus

    15 C a r ! C I c o r g v o n IKANJI:SI:I.\, NIII)IC> mu Siii>:^lni}iV of the Aii^lrnliiiii Siilvirlioii Si/.iHircs. T h o U i i i v c r . s i f v o f C l i i c a g o i'ro.'ss, 19X2, c a p . vil.

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  • Ms lill ile hi iiitunilczi! 1/ In ailliirn

    esencias internas idnticas se encarnan en cuerpos de propiedades contrastadas, cuerpos a menudo descritos localmente como simples "vestidos" para s u b r a y a r mejor su i n d e p e n d e n c i a de las interioridades que los habit^i . Ahora bien, como ha mostrado bien Eduardo Viveiros de Castro para el caso de ia Amazonia, estos "vesticios" especficos inducen perspectivas diferentes sobre el mundo en el sentido de que los constreimientos fisiolgicos y perceptivos propios de un tipo de cuerpo imponen a cada clase de seres una posicin y un punto de vista particulares, Por ejemplo, all donde un ser humano ver un jaguar lamiendo ia sangre de su vctima, el jaguar se ver en el acto de beber masato; de la misma manera, all donde un hombre ver una serpiente pronto a atacarlo, la serpiente ver a un tapir al que se acerca para morder. Unos y otros tienen, pues, una visin i n t e g r a l m e n t e " c u l t u r a l " de su m e d i o ambiente en razn de una interioridad calcada sobre ta de los humanos, pero el mundo que aprehenden les parece diferente en razn de sus respectivas materialidades corporales.

    Se ve bien que es tas d o s on to log a s contrastadas involucran sistemas cosmolgicos y formas sociolgicas sui generis. En el totemismo australiano, en efecto, humanos y no humanos son d i s t r i b u i d o s c o n j u n t a m e n t e en co lec t iv idades

    16 K i u i r d o Vivi:(W>s 1,1 CA^ IUO , "C^S [ . i r a n o m c s c o . ' i m o i g i c o s c o ( X M s p f c i k ' i s n i o a m e r i n d i o " , M(|( , 2 (2), 1^96, p p . I [.'^-144.

  • l'Ililifijif Dcscoln

    diferentes y complementarias, los grupos totmicos, cuyo principio de composicin es idntico, pero cuyas propiedades intrnsecas no lo son, condicin para una generalizada exogamia. Sin duda porque los humanos y los no-humanos constituyen ambos colectividades singulares de un gnero diferente al formado por las especies naturales, ias cuales son endogmicas, existe ia posibilidad de una Linin matrimonial entre grupos hiunanos no obstante designados por nombres de plantas y animales que no pueden aparearse. En ios sistemas anmicos, por el contrario, humanos y no humanos se distribuyen s e p a r a d a m e n t e en el seno de co l ec t i v idades mltiples, cada una definida por una corporalidad ""de especie"", c o n j u n t o s socia les es c ie r to formalmente isomorfos y vinculados por relaciones de reciprocidad, de predacin o de dependencia, pero qiie no se casan entre ellos. Los principios que organizan estos dos modos de reparticin ontolgica son igualmente bien distintos. En ei totemismo a u s t r a l i a n o , el o r d e n a m i e n t o gene ra ! de colectividades en que se mezclan humanos y no-humanos es siggiificado por las discontinuidades entre los no-humanos que hacen funcin de .totem as como haba visto bien Lvi-Strauss,mientras que ias ca rac te r s t i cas espec f icas de cada colectividad, o grupo totmico, se f u n d a n sobre p rop iedades compar t idas entre h u m a n o s y no-humanos. En los sistemas anmicos, en cambio, la

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  • Mlis lill ih' in nuHirtilezii i/ hi ciiltiiru

    estructura y propiedades de ias coiectiviciades no-h u m a n a s son n t e g r a m e n t e d e r i v a d a s de la colectividad de los humanos: los animales pues se trata sobre todo de animales poseen ccipacidades e instituciones modeladas sobre las de los humanos, ai menos sobre ias del grupo de humanos particular que les presta es tas d i spos ic iones . Sera evidentemente posible definir estos sistemas en el lengiiaje de la m o d e r n i d a d y decir que , en el animismo, ia naturaleza se halla especificada o englobada por la cultura, mientras que ei totemismo australiano ofrecera el ejemplo de una continuidad ent re la na tura leza y la cul tura in t e r io rmen te segmentada por el reper tor io denota t ivo de la naturaleza. Sin embargo, no se ve bien cmo un dualismo que pierde inmediatamente su propiedad dicotmica cuando es transpiiesto a otro contexto podra permitir esclarecer los fenmenos que se propone calificar.

    Ei ana log i smo

    Un tercer jnodo de identificacin es de aign modo intermediario entre el totemismo australiano y el animismo. Descansa sobre ia idea de que ias propiedades, los movimientos o ias modificaciones de estructura de ciertas entidades del mundo ejercen una influencia a distancia sobre el destino de ios liombres o son influencias por ei comportamiento de

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  • PliUippc Descolii

    estos. Una buena i lustracin al respecto es ei "nagua l i smo" , creencia comn a toda Amrica Central, segn la cual cada persona posee un doble animal con el cual ella no entra jams en contacto, pero cuyas desventuras por ejemplo, si es herido o se enferma pueden afectar en su cuerpo al hombre o a la mujer que le estn emparejados. Se inscriben tambin en esta categora ei sistema de correlaciones entre el microcosmos y ei macrocosmos que sirve de f u n d a m e n t o a la geomancia y la adiviiiacin chinas, o la idea, corriente en frica, de que ciertos desrdenes sociales son susceptibles de acarrear catstrofes climticas, e incluso, ya ms cerca de nosotros, la teora mdica de las signaturas que se apoya sobre ias semejanzas que presentan ciertas sustancias y objetos naturales con sntomas o partes del cuerpo humano a fin de determinar la etiologa o la teraputica de ias enfermedades. Se podra llamar "analogismo" a esta manera de distribuir las discontinuidades y las correspondencias legibles en la cara del mundo , que fue dominante en Europa hasta el Renacimiento, y de la cual es residuo la a s t r o l o g i a c o n t e m p o r n e a . A d i f e r e n c i a de l animismo, el analogismo no requiere en absoluto una relacin directa de persona a persona entre h u m a n o s y no-humanos , s ino que implica que entre ellos existe una simili tud de efectos, una accin lejana o una resonancia involuntaria que se dis t ingue de la homologa ms sustancial de

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  • M/s lilil (ic Ili luitiimiczii 1/ In cu Ita ni

    las p r o p i e d a d e s qtie ex is te en el t o t e m i s m o austral iano. Contrar iamente a lo que sostenan Durkheim y Mauss a propsito de la adivinacin c h i n a , p o r e j e m p l o , las c o r r e s p o n d e n c i a s s i m b l i c a s o las " a c c i o n e s s i m p t i c a s " n o m a n i f i e s t a n de n i n g n m o d o a u s e n c i a d e conceptos ciefinidos o una indiferenciacin de las cosas' ' , sino ms bien una voluntad manaca de agotar todas las discont inuidades posibles de lo real a fin de recomponerlo mejor en una densa red de analogas.

    Desde un p u n t o de vista ontolgico , el analogismo se distingue, pues, de las dos frmulas precedentes en cuanto no se funda ni sobre una iiomologa de ias interioridades y una diferencia de las materialidades, como el animismo, ni sobre una i iomologa de las i n t e r i o r i d a d e s y de las materialidades, como ei totemismo australiano, sino sobre una discontinuidad gradual de las esencias, cuya formulacin ms clsica es ia teora de la cadena de los seres, y sobre una serie de pequeas discontinuidades entre las formas y ias sustancias, necesar ias para que p u e d a n establecerse ent re ellas correspondencias significantes. En tal caso, ios i iumanos y ios no-humanos pertenecen a una misma colectividad, el mundo , cuya organizacin

    17 E m i l e DUUKITIM y M a r c e l MAUSS, " D e q i i c q u e s f o r m e s p r i m i t i v e s d e c l a s s i f i c a t i o n . C o n t r i b u t i o n l ' t u d e d e s r e p r s e n t a t i o n s c o l l e c t i v e s " . ///l;/)/(Vsoc-;'()/(),v';V;//c, h , 1 9 0 3 , p p . 1 - 7 2 .

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  • PhiUppv Di'scolii

    interna y propiedades se derivan de ias analogas perceptibles entre los seres existentes. En lenguaje a n t r o p o l g i c o , se p o d r h a b l a r a q u de c o s m o c e n t r i s m o , po r c o n t r a s t e con el cosmomorsmo del totemismo austral iano o el antropocentr ismo deJ animismo.

    El naturalismo

    Queda una cuarta frmula, la nuestra, que se podra llamar naturalismo. Pues el naturalismo no es simplemente la idea de que la naturaleza existe, o, para decirlo de otro modo, de que ciertas entidades deben su existencia y su desarrollo a un principio extrao tanto al azar como a los efectos de la voluntad h u m a n a ; no calif ica slo a la apa r i c in , convencionalmente asignada al siglo XVl, de un mbito ontolgico singular, un lugar de orden y necesidad donde nada se produce sin una causa, ya sea que esta se halle re fer ida a una ins tancia trascendente o que sea inmanente a la textura del m u n d o . El n a t u r a l i s m o impl ica t ambin una contrapartida, u n ^ u n d o de artificio y de libertad, cuya complejidad se revel progresivamente hasta hacer necesar io , en el curso del siglo XIX, la emergencia de ciencias especiales que fijaron sus caractersticas y sus contornos; la diversidad de las manifestaciones de ia accin creadora de los hombres en cuanto productores de normas, de signos y de

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  • M's lilil tic In iiiitiirnk'Zii 1/ n ciiltiini

    riqLiezas. Ahora bien, si se liace el e s fuerzo de considerar el naturalismo es decir la coexisteiicia entre una naturaleza nica y una multiplicidad de culturas lo como el patrn que permite objetivar toda realidad, sino como un modo de identificacin entre otros, entonces las propiedades distintivas de nuestra cosmoioga se hacen muclio ms ntidas. Por ejemplo, el natural ismo invierte la construccin ontolgica del animismo porque, en lugar de una ident idad de las a lmas y una diferencia de ios cuerpos, presupone al contrario una discontinuidad de ias interioridades y Lina continuidad material. Lo que distingue a los humanos de los no-humanos, para nosotros, es ciertamente ei alma, la conciencia, la subjetividad o el lenguaje, as como los grupos iiumanos se distinguen unos de otros por una especie de disposicin interna colectiva que por muclio tiempo lia sido llamada el espritu de un pueblo. Desde Descartes, en cambio, y sobre todo desde Darwin, se sabe que la parte fsica de los humanos los ubica en un continuum material en cuyo seno se diferencian poco de las dems entidades del mundo. Desde ei p u n t o de vista de la o r g a n i z a c i n cosmolgica c|ue ins taura el na tura l i smo, , ios i i u m a n o s se ven d i s t r i b u i d o s en el s eno de co lec t iv idades n t i d a m e n t e d i f e r enc i adas , las culturas, que excluyen de derecho no solamente al conjunto de los no-humanos, sino tambin, en un pasado an cercano, humanos exticos o marginales

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  • Philippe i'scoli

    a los que sus costumbres iiicomprensibles, y la carencia de alma, de espiritualidad o de elevacin moral que estas sealaban, inducan a ubicar en el mbito de la naturaleza en compaa de los animales y de las plantas. Poco fundada con respecto a ias propiedades materiales que compartimos bn ios organismos no-humanos en virtud de la continuidad filtica, la discrimiacin ontolgica que recae en los animales, y antao en los salvajes, manifiesta as de manera muy ntida el privilegio concedido en nuestro modo de identificacin a los criterios f u n d a d o s sobre las expresiones de la interioridad, del lenguaje a la subjetividad, pasando por los afectos o la conciencia reflexiva. Los principios que rigen esa cosmologa son simples, tan simples en su luminosa evidencia que tenemos tendencia a creerlos universales: las fronteras y las propiedades de la colectividad de los humanos se derivan de la divisin fundamental que puede trazarse entre humanos y no-humanos; dicho de otro modo, en el lenguaje de la modernidad, la Cultura extrae sus especificaciones de su diferencia con la Naturaleza, es todo lo que la otra no es. En trmios antropolgicos, eso se llamar antropocentrismo.

    Sera bastante temerario predecir lo que ser el modo de identificacin que se perfila con el quiebre del naturalismo. Es poco probable, en efecto, que se

  • yV?s lll ile l( iinluniiczi 1/ In ciillinv

    pueda regresar a distribuciones ontoigicas qu,e poseen todas las caractersticas de lo que he llamado animismo, totemismo o analogismo. La preferencia de que siguen disfrutando la astrologia o las ciencias ocul tas , ei f lorec imiento de un cierto t ipo de a n t r o p o i n o r f i s m o en k">s m o v i m i e n t o s d e liberacin animal o del "Grcnt Ape Pivjccf", por ejemplo, o la fascinacin que se aprecia en la literatura o el cine ante la figura de Cyborg una creatura que mezcla propiedades humanas y no humanas constituyeiT menos indicaciones sobre la evolucin de un futuro en proceso de parto que las seales de la persistencia, en un modo menor, de actitudes y mentalidades compartidas por todos los hombres. Pues si bien se hacen preponderantes en ciertos lugares y ciertas pocas, ios m o d o s de identificacin evocados en estas lneas no son en absoluto hegemnicos; cada uno de ellos tolera la expresin discreta de los tres otros, de manera ms o menos pblica segn el grado de apertura de los sistemas sociales, con tai que esta expresin no ponga en duda la funcin inst i tuyen te del m o d o que prevalece en un momento dado. Amedida que vaya acelerndose el rgiovimiento planetario de circulacin de las ideas, de los hombres, de los valores y de las r i quezas , no es impos ib l e que el m o d o d e identificacin dominante tome la forma de una mezcla que rena, en proporciones ms equilibradas, los criterios de reparticin ontolgica que antes se p re sen taban como combinaciones f u e r t e m e n t e

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  • Philipjw Dcicoln

    jerarquizadas y distribuidas territorialmente. Es en todo caso lo qLie deja presagiar ei xito presente de los anlisis sociolgicos que se sitan bajo la gida del mestizaje o de la hibridez. Semejante frmula hara coexistir no una pkralidad de mundos, sino una m u l t i t u d de peque.nf)S t rozos de m u n d o recompLiestos segn las tradiciones locales y la idiosincrasia individual, familiares por lo tanto por sus elementos, aunque originales por sus valencias especficas, nueva manera y ciertamente indispensable de introducir diversidad en la gran linificacin formal qtte el mercado ha emprendido.

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  • LA ANTROPOLOGIA DE LA NATURALEZA

  • El texto que sigue se basa en la clase inmgural ofrecida por Philippe Descola el 29 de marzo del 2001 en

    el Colegio de Francia (ctedra de Antropologa de la Naturaleza).

  • Es tambin en los ltimos das de marzo, p e r o \ en 1800, que se ubica el episodio, a decir verdad poco memorable, que me servir para entrar en materia. El 31. de ese mes Alejandro de Humboldt descenda por el cu fso del ro Apure en los llanos de Venezuela, gozando dei espectcido ofrecido por una naturaleza prodigiosamente diversa a ia que la civilizacin an no haba t u r b a d o . El ind io c r i s t i an i zado que maniobra su p i ragua exclama: "Es como en ei paraso!" Pero el sabio no cree ni en el buen salvaje ni en la inocente armona de un mundo originario; por ello anota en su diario: "La edad de oro ha cesado, y, en este paraso de las selvas americanas, como doquiera, por lo dems, una triste y larga experiencia ha enseado a todos los seres que la dulzura se halla muy raramente unida con la fuerza"'. Constatacin

    I S c j ; n k v e x t r a c t o s d e la Rclulion Itiliiriqui: mix 'tyitisi ' i j i//o.vw/t 's. , . , pub i i c i>d(W p o r C h i i r l e s M i i ^ i i e t ( A l e j n i H l r o d e H u M i i o i . n i , Viniih^c innari l'Aiiirnqin-iiiiiiixiiilc, . 1, P a r i s , F r a i K o i s M a s p e r o . 19Kf), p . 8 7 ) .

  • PlliUppC CM^Ill

    casi banal dei naturalista que era a la vez etngrafo, atento tanto por formacin como por temperamento a las c a d e n a s de d e p e n d e n c i a , sobre todo alimentarias, que unen a los organismos en un ecosistema tropical, y poco inclinado a ver en los iiabitantes de estas regiones l(!?s vestigios idealizados de un pasado ednico. Pero constatacin nueva en el contexto de la poca. Pues si bien este adii^irador de Bernardin de Saint-Fierre lia ciescrito la fauna y la flora sudamericanas con una lengua colorida, que encant a sus contemporneos , L i e tambin el fundador de la geografa, entendida como ciencia del medio ambiente, y cuando estudiaba un fenmeno como gelogo o como botnico era para relacionarlo con los dems fenmenos observados en ei mismo med io , sin excluir los hechos h i s t r icos y sociolgicos, y para dedicarse a continuacin a esclarecer los vnculos as des lincia dos gracias a la consideracin de si tuaciones anlogas en otras regiones del mundo. Alejandro de Humboldt no proceda de otra manera con los pueblos amerindios que visit en el Orinoco y en los altiplanos de los Andes y de Mxico; lejos de ver en ellos figuras amables o repulsivas, aptas para animar parbolas filosficas, se dedic a mostrar que su devenir era funcin dei suelo, del clima y de la vegetacin, as como de las migraciones, de los intercambios de bienes y de ideas, de los conflictos intertnicos y de ias vicisitudes, incluso indirectas, de la colonizacin

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  • Aiitropo!o;i!i de hi nnliirniczii

    espaola. Tuvo la intuicin, en suma, de que la historia natural del hombre era inseparable de la h is tor ia h u m a n a de la na tu ra leza , de que "la progresiva habitabilidad de la superficie del globo", para retomar una de SLIS frmulas,' dependa tanto de factores fsicos como de las maneras muy diversas con que son apreliendidos y aprovechados por las sociedades que ios comparten. \

    Si ia coincidencia de fecha aprovechada en mi prembulo es por completo fortuita, la evocacin de Ale jandro de H u m b o l d t , cuyo pretexto me ha proporcionado, no es producto del solo homenaje circLuistanciai a un hombre que con t r i buy a despertar mi inters por ias sociedades y paisajes sudamericanos, Pues la creacin de una ctedra de Antropologa de la Naturaleza en el Colegio de Francia expresa el deseo de asegLirar la continuidad de un programa de antropologa fundamental, del cual el autor de! C)S77/(),S fue uno de los primeros en esbozar: comprender la unidad del hombre a travs de la divers idad de los medios que se da para objetivar L mugido del cual no es disociable. Por ello la emocin que s iento en el m o m e n t o de reemprender esta tarea en una institucin donde fue ilustrada con tanto brillo no se halla por completo

    2 fin liHiS c a r f a a S c h i c r c i t a d a p o r C ' iar lcs Akwiiiidiv dr lluiid'olill. Iii^loric el y('(i\'nip//c de l'Aiiicriipir csfn-^iioic, P a r i s , ! ' r an ;o i s M a s p c r o , p . 77.

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  • Philippe Duficolii

    exenta de una pizca de pesar malicioso. Cmo no interrogarse, en efecto, sol-)re lo que iiabra podido ser el curso de mi disciplina si ei Colegio de Francia hubiera dist inguido a Humbold t cuanti vino a establecerse en Pars en 1804, al retornar de su periplo sudamericano? Cunto tiempo se habra ganado, quizs, si esta casa hubiera podido acoger a un sabio al que Franz Boas, pionero de la ant ropologa norteamericana, tena como modelo y fuente de su vocacicn, un gran europeo que escribi una buena parte de su obra en francs, y cuya adhesin al espritu de las Luces se mantuvo vivo aun muclio despus de que las circunstancias polticas dejaron de ser ias ms favorables.

    l\^ro sin duda era demasiado temprano o demasiado tarde, pues en esa poca el Colegio de Francia haba comenzado ya a sancionar en la organizacin de su enseanza la gran divisin de mtodo y de objeto entre ciencias de la naturaleza y ciencias de ia cultura, que el siglo XIX no ces de profundizar: Georges Cu vier era por entonces titular de la ctedra de Historia Natural, mientras que Fierre de Pastoret acababa de suceder a Mathieu-Antoine Bouchaud en la de Dereciio de la Naturaleza y 'de Gentes, una mezcla de filosofa moral y de historia de las instituciones, que prefiguraba la antropologa sociai. Sin embargo, si la divisin de ias tareas era muy clara en la titulacin de las ctedras, no lo era tanto en la aspiracin de quienes las ocupaban.

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  • Antivpaloghi LC lo nnlurnlczo

    Cuvier, Bouchaud y de Pastorct haban sido, en efecto, miembros activos de la efmera Sociedad de Observadores del Hombre, con la cual Humboldt estuvo en contacto contiituo, y se puede pexisar que sus debates en el seno de lo que el historiador George Stocking ha l l a m a d o "a p r imera s o c i e d a d antropolgica en el m u n d o " \ no los predisponan a admitir sin reserva la separacin de lo fsico y de lo moral que sus compaeros Destut de Tracy y Cabanis combatan tan vivamente, que se adheran ms bien a la ambicin mostrada por los Idelogos de estudiar las leyes naturales del entendimiento a travs de la observacin de sus efectos, tai como se pod a descubr i r los rea l izados en las cos tumbres , las tcnicas y las instituciones de los pueblos en todas las latitudes y en todas las pocas de la humanidad. Por io dems, semejante proyecto haba recibido un comienzo de ejecucin con la expedicin cientfica de Nicolas Baudin a Australia, en la que Humboldt estuvo a punto de participar, y para a cual Cuvier haba redactado una nota de instrucciones. Las condiciones estaban reunidas, como se ve, para que naciera en Francia una verdadera antropologa c o m p a r a d a , a l i m e n t a d a po r la o b s e r v a c i n e tnog r f i c a y d e d i c a d a a exp lo ra r t o d a s las dimensiones de ia vida social, tanto culturales y liiigsticas como biolgicas y geogrficas.

    3i;corgo W, Snx KiNc, Rucr. CiiHiiir un livi'liiliiw. /:,-i>/t/,s iii ihc IlAlon/ of Aiithit'i'olo;'!/. Chiciijo-i.oncii-es, The Univcv.s i tv iiKlhicago P r e s s , 1982, p . I?.

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  • Philippe Decohi

    Infortunadamente, esta eferves(^encia de los comienzos fue de corta duracin, y cuando Alejandro de Humboldt regres de Amrica, la Sociedad de Observadores del Hombre se haba ya dispersado, vctima de la animosidad del emperador, quien vea en ella, con razn, un refugio e deas republicanas. La antropologa renacerc de SLIS cenizas, y esta vez de manera definitiva, pero mucho ms tarde, en los aos sesenta del siglo XIX, y en ot ras par tes , p r i n c i p a l m e n t e en Alemania y en el m u n d o anglosajn. \ ies en Francia, en esa poca, se haba c o n s u m a d o ya el divorcio entre na tura l i s tas y humanistas. Lo manifiesta ia creacin, en 1859, de dos instituciones en competencia: la Sociedad de Antropologa de Pars, la cual, bajo la frula de Paul Broca, tena intencin de promover el estudio del hombre bajo todos sus aspectos, pero cuyo inters se c o n f i n p r o n t o slo en las i nves t igac iones ana tmicas , f is iolgicas y d e m o g r f i c a s , y la Sociedad de E tnogra f a de Par s , f u n d a d a a ins t igac in de Lon de Rosny, o r i en ta l i s t a y americanista reputado, y donde, a pesar de ia breve presidencia de Claude Bernard, acab por prevalecer la investigacin de los fenmenos lingsticos y religiosos. A pesar de los repetidos esfuerzos de ios mejores espritus del siglo XIX para llenar ia creciente distancia entre las ciencias de la materia y de la vida, de un lado, y las ciencias humanas y sociales, del otro, la antropologa se vio as tironeada desde su

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  • Aulropolo^ii de Iti iiiiliirilczi

    gicsis entre dos polos opuestos, cuya confr'9ntacin marca r d u r a d e r a m e n t e los m t o d o s y las problemticas ci su madurez.

    Ta! vez no liay que lamentarlo, pues es esta tensin inicial que, en gran pjirte, le dar su razn de ser y su dinmica. Con la nueva expansin colonial de las potencias europeas se acumulaban, en efecto, in formaciones cada vez ms ricas y circunstanciadas sobre la manera en que muchos pueblos no modernos conceban las plantas y los aniniales, atribuyendo a tal especie un estatus de ancestro, tratando a otra como un pariente cercano o como un doble de ta persona, actitudes extraas en las cuales se haban interesado ya los historiadores de las religioiies y los folkloristas, pero cuya vigorosa permanencia entre contemporneos distantes en el espacio no poda dejar de sitscitar cuestiones en cuanto a la unidad de las facultades del hombre y a ios ritmos de desarrollo, en apariencia desiguales, a ios que estaba sometido. La antropologa como ciencia especializada naci a partir de una necesidad de resolver este escndalo lgico por medio de la expl icacin y l$i jus t i f icac in de f o r m a s de peiisamiento exticas, que lio parecan establecer lmites claros entre humanos y no-humanos, y ello en una poca en que la divisin entre ciencias de la n a t u r a l e z a y ciencias de la cu l tu ra se Itaba consolidado definitivamente, liaciendo as inevitable que las caractersticas de la realidad fsica, ta! como

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  • l'Iiilippi' Descoh

    las primeras las aprehendan, sirviesen pcira definir ei objeto de los sistemas de interpretacin del mundo que ias seguncias se esforzaban en elucidar. De ello reSLiltan las grandes controversias sobre el animismo, ei totemismo o las religiones naturistas, en ias que se enfrentan ios fundadores efe la disciplina, todos iguiaimente dedicados a encontrar un origen nico ya fuese fsico, social o exper imental para construcciones intelectuales que, al desciudar las dis t inciones entre los hombres y las entidacies naturales, parecen ir en contra de las exigencias de la razn. El hombre en cuanto organismo liaba d e s e r t a d o del reino de ia n a t u r a l e z a , pe ro ia naturaleza liaba retornado con fuerza como tela de fondo sobre ia cual ia humanidad primitiva dispona sus pobres espejismc)s.

    Se conocen los esfuerzos que despleg Marcel Mauss para sacar a i a antropologa fuera ci este impase. Atento al cuerpo como herramienta y como sede de disposiciones fsicas y psquicas, y consciente del papel desempeado por los substratos materiales y ecolgicos en la organizacin de la existencia colect iva, pion(^ro del e s tud io de ias tcnicas tradicionales, animado, en suma, por una insaciable curiosidad frente a todas las manifestaciones de la razn prctica, supo iiacer que la sociedad bajara del Ol impo en que Durkheim la haba colocado, y sitLtarla en una posicin mediadora, es decir como un e n t o r n o de vida v no como una f i na l idad

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  • Antropoloi^iii tic lii iiiitunilczii

    trascendente, un simple y necesario estado por medio del cual puede operarse la sntesis de condiciones de toda clase de ias qLie depende la vida comn. Un tanto dejado de iado por su to y mentor, el marco fsico de la act ividad h u m a n a volva a ser un cojnponente legtimo de la dii-fiimica de ios pueblos, una potencialidad actualizable en tal o cual tipo de morfologa sociai, ms bien que una impc)sicin autnoma y todopoderosa, como ese "factor telrico" ia influencia del suelo sobre las sociedades del cual los gegrafos hacan uso excesivo, segn les reprochaba Mauss.

    A la distancia del tiempo uno no puede dejar de sentirse impresionado por la recurrencia en la pluma de este hombre de genio, que se interesaba en todo, de la nocin de totalidad, como si hubiera querido exorcizar con esta palabra la fragmentacin de una obra inmensa, y recordar as su constante aspiracin a llegar a la combinacin de los planos individuales y colectivos a travs de la singularidad de una experiencia en la que se revelaran en toda su complejidad el juego de las instituciones y su modo especfico de estructurarse. Pues si el famoso "hecho sociai total" puede funcionar como un dispositivo de enmarcamiento analtico, es porque se trata de un eco, a otra escala, de lo que Mauss llamaba el "hombre total", considerado bajo sus aspectos a la vez biolgicos, psicolgicos y sociolgicos; una totalidad de hecho, pues, y que debe ser estudiada

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  • Philippe Di'scol

    en C L U n t o tal Saludable definicin c^ue conviene tener siempre presente en el espritu para precaverse contra tentaciones s iempre vivas de reducir el hombre a una especie de autmata, de cuyo motor principal cada rama del saber pretendera tener la llave, identificada sucesivamente con las facultades mentales, los genes, ias pulsiones, las necesidades fisiolgicas o ios hbitos culturales.

    No t iene n a d a de s o r p r e n d e n t e que ia etnologa, a la cual Matiss consagr ia mayor parte de su enseanza en el Colegio de Francia, le haya podido parecer la va ms propicia para poner en obra esta aspiracin totalizante. Todos los objetos concretos de ia investigacin etnolgica estn, en efecto, situados en esta zona de ensamblaje entre las instituciones colectivas y los datos biolgicos y psicolgicos que dan su sustancia pero no la forma a lo social. Las reglas del parentesco y de ia alianza matrimonial, ios modos de aprovechamiento y de acondicionamiento del medio ambiente, los sistemas tcnicos, ias formas de iiitercambio, ias concepciones de ia persona, del cuerpo y del infortunio, el saber sobre el mundo y Jos dispositivos clasificatorios que io acompaan, todo ello traduce un amplio abanico de func iones f is iolgicas, de p a r t i c u l a r i d a d e s anatmicas, de esquemas motores, de facultades cognitivas, que no se podra disociar de las formas instituidas en ei seno de las cuales se expresan. La antropologa no piensa, de ningn modo, en reclamar

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  • Aitropolo^ii lie In itnliinlczn

    ei monopolio dei estudio de estos iieclios de interface que otras ciencias toman igualmente como objeto, y quiz ella da ahora incluso la impres in de re t roced e r a n t e la vas ted ad de la ta rea , encont rando refugio ms confortable en la sola e r u d i c i n e t n o g r f i c a , o^'en la j u s t i f i c a c i n narcisistica de ia hiiposibilidad de produci r un conocimiento sobre el otro. Esta manera de pensar no nos tienta en nada, pues la aventura del espritu se halla ausen te en ella; como escribe Mauss : "Cuando una ciencia progresa, slo lo hace en el sentido de lo concreto, y siempre en el sentido de io desconocido. Ahora bien, lo desconocido se encuen t r a en las f ron te ra s de las c iencias" , y aade, citando a Goetlie, "all donde los profesores se devoran entre ellos". '

    Son estos mrgenes controvertidos que mi maestro Claude Lvi-Strauss haba tambin elegido ocupar cuando restableci en el Colegio de Francia la enseanza de la antropologa , d a n d o a esta disciplina, poco conocida en la poca fuera de los crculos especializados, el brillo y la autoridad de que disfruta ahora en nuestro pas. Pues C. Lvi-Strauss ha desarrollado su mtodo tomando en prstamo hiptesis y resultados a todos los frentes pioneros de las ciencias actuales: a la lingstica, desde luego, y sobre todo a la fonologa, aunqe tambin a la

    4 M a r c e l MAUSS, Socioloo!!t

  • Philippe DCM'OI

    fisioJoga de la percepcin, a la ciadistica, a la teora cie los juegos o a la ciberntica. Es por ello que la antropologa estructural, adems de las notables innovaciones que ha hecho posible en esos mbitos clsicos que son el estudio del parentesco y el anlisis de ios mi tos , ha igua in ten te p e r p e t u a d o y enriquecido ia idea maussiana del liombre total ai proponer una audaz teora del conocimiento, en la cual "el espritu efecta operaciones que no se diferencian en su naturaleza de las que se realizan en el mundo".M\>r intermedio de los mecanismos de la percepcin y de la inteleccin de los objetos sensibles , concebidos como un m e d i o in te rno liomiogo al medio fsico, el hombre volva a habitar ta vasta morada de la cual se le haba expulsado, poniendo as trmino, al menos de derecho sino de hecho, a la disociacin tan comn en antropologa en t re las ca tegor a s de la r epresen tac in , las facultades corporales y las propiedades de la materia. Franoise I-iritier liaba de continuar por esta va C L i a n d o abri la vasta cantera de ia antropologa simblica del cuerpo, tratando de comprender cmo las evidencias elementales de la naturaleza orgnica la diferencia e sexos en primer t r m i n o s e combinan en cadenas de significaciones asociadas cuyas disposiciones en limitado nmero tejen en torno al planeta una red de invariantes semnticos.

    S C l i U i d c l.ivi-SiUAUS?, /.( iv^nni iioi;^ic. l ' a r i s , l ' ion , IM83, p p . 164-i65.

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  • Antropoioi^ii de In lintiirnlezn

    La antropologia, ya se ha visto, no ha dejado de enfrentarse con ei problema de ias relaciones de continuidad y de discontinuidad entre la naturaleza y la cultura, problema del cual a menudo se ha dicho que constitua el terreno de eleccin de esta forma original de conocimiento. Es este movimiento que nos p r o p o n e m o s cont inuar , pero d n d o l e una inflexin de la cual el ttulo de esta ctedra ofrece algo as como una prefiguracin. En apariencia, en efecto, la antropologa de la naturaleza es una especie de oxmoron, ya que, desde hace varios siglos en occidente la naturaleza se caracteriza por la ausencia del liombre, y el hombre por lo que ha sabido sobrepasar lo que hay en l de natural. Esta antinomia nos ha parecido, sin embargo, sugestiva por lo que ella pone de manifiesto una aporia del pensamiento moderno al mismo tiempo que sugiere una va para escapar de ella. Al pos tu la r una d i s t r ibuc in universal de ios humanos y de los no-humanos en dos mbitos ontolgicos separados, nos encontramos desde el comienzo mal armados para analizar todos estos sistemas de objetivacin del mundo en los que se hal la ausen t^ una d i s t inc in f o r m a l en t re naturaleza y cultura. La naturaleza no existe como esfera de realidades autonnomas para todos ios pueb los , y debe ser tarea de la a n t r o p o l o g a comprender por qu y cmo tantas gentes ubican en la humanidad a tantos seres a los que l lamamos naturales, pero tambin por qu y cmo nos ha

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  • Plnlippc Descoh

    parecido necesario excluir estas entidades de nuestro destino comn. Esgrimida de manera perentoria como una p rop iedad posi t iva de las cosas, tal distincin parece adems ir en contra de lo que las ciencias de la evolucin y de la vida nos h a n e n s e a d o sobre la con t i i fu idad filtica de los organismos, ignorando as mecanismos biolgicos de toda ciase que compartimos con los dems seres organizados. Nuestra singularidad en relacin con el resto de los seres existentes es relativa, as como es tambin relativa la conciencia que se forman de ella los hombres.

    Para convence r se de ello bas ta ver las dificultades que el pensamiento dualista enfrenta cuando debe distribuir prcticas y fenmenos en compartimientos estancos, dificultades que revela bien el lenguaje comn. As, para des ignar las relaciones entre la na tura leza y la cul tura son numerosos los trminos que, efectuando prstamos al vocabulario de ias tcnicas o al de ia anatoma, p o n e n el acen to ya sea en la c o n t i n u i d a d articulacin, unin, sutura o empalme, ya sea sobre la d i s c o n ^ u i d a d corte, fractura, cesura o ruptura, como si los lmites de uno y otro mbito e s t u v i e s e n -n t i damen te t r a z a d o s y que , en consecuencia, se pudiese separarlos siguiendo un pliegue preformado o empalmarlos como dos partes de un conjunto. Todos sabemos, no obstante, que se trata de una ficcin, por lo cruzado y mutuamente

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  • iitropolo;^ii di' In iinlurnlc.zn

    determinado que son las imposiciones universales de lo viviente y las cos tumbres ins t i tu idas , la necesidad en que se hallan los hombres de existir c o m o o r g a n i s m o s en a m b i e n t e s c}ue no h a n modelado sino en parte, y la capacidad que se les ofrece de dar a sus interacciones con las dems entidades del mundo una mirada de significaciones particulares. Dnde se detiene la naturaleza y dnde comienza la cul tura cuando tomo el a lmuerzo , cuando identifico a un animal por su nombre, o cuando busco el trazo de las constelaciones en la bveda celeste? En suma, para tomar una imagen de Alfred Whitehead, "los bordes de la naturaleza se ha l lan s i empre en j i rones" . ' ' Compe te a la antropologa ribetear pacientemente este harapo a fin de que presente por doquiera un borde liso que permitira amplamar, como a otros tantos tejidos abigarrados, ias millares de culturas que hemos guardado en nuestras bibliotecas? Tendra como misin cortar en la diversidad de experiencias del mundo piezas del mismo formato, recortadas como estn segn un patrn nico, a fin de disponerlas sobre ei gran pao de la naturaleza, en el cual, en contraste con la^ unidad de su soporte como con io variado de los colores, motivos y texturas que su yuxtaposicin subraya^ cada ima de ellas revelara a la vez su carcter dist intivo con respecto a sus

    6 A l f r e d N o r t h W H n t n E A D , The Concep of Nature. C a m b r i d g e U n i v e r -s i t y P r e s s , [ 1 9 2 0 1 1 9 5 5 , p . 5il .

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  • Pllippr cscoln

    vecinas, y ia semejanza ms profunda que ias une en ia diferencia que exi^iben todas juntas en reiacin con el fondo contra ei cual se destacan?

    Tai no es nuestra conviccin; pero es as, justamente, que ia antropologa ha concebido por largo t i empo su tarea. Bajo la cubier ta de un relativismo de mtodo, respetuoso en apariencia de la diversidad de ias maneras de vivir la condicin humana, y recusando por principio las jerarquas de valores y de instituciones demasiado arrimadas a los patrones propuestos por el occidente moderno , reinaba sin rival un universalismo clandestino, el de una naturaleza homognea en sus fronteras, sus efectos y sus cualidades primeras. El rompe-cabezas de ia disparidad de los usos y costumbres se haca por ello iTienos formidable ya que cada cultura poda ser tratada desde entonces como un punto de vista singular, aunque por lo general calificado de errneo, sobre un conjunto de fenmenos cuya testaruda evidencia no poda sino imponerse a todos como una manera particular de arreglrselas con un bloque de realidades y de determhiaciones objetivas de las que los modernos habfan sido los primeros en sospechar la existencia al margen de toda intencin humana, y los nicos en iiitentar aprehender sus verdaderas propiedades. De all la imposible alternativa que la antropologa ha encontrado en su cuna: ya sea considerar que la gama de los comportamientos humanos son funciones biolgicas o ecolgicas que

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  • Aiitropoloj^iii lie In nntiirnlezn

    la mscara de la cultura obscurecera a los ojos de aquellos que son determinados por ellas, o ya sea plantear que la accin de la naturaleza se despliega siempre en los trminos de ia cultura, que aquella no nos es accesible sino a travs de ios filtros que esta ie i m p o n e , y da r as

  • Philippe Desela

    texto original al cual cada pueblo se refiere, Decir que ia naturaleza no existe sino en la medida en que es portadora de sentido y ha sido transfigurada en otra cosa supone que se d este sentido contingente a un sector de lo real que no posee un sent ido intrnseco, que pueda constituirse en representacin una terca factualidad, que la funcin simblica tenga un punto de anclaje en un referente fenomnico nico, garante de nuestra comn human idad y proteccin contra la pesadilla del solipsismo. Sin que uno se haya dado cuenta, se ampliaba as a la escala de la humanidad una distincin entre la naturaleza y la cultura que, sin embargo, aparece tardamente en el episteme occidental, pero que, una vez erigida en ontologia universal por una especie de pretericin indolente, condenaba a todos los pueblos que han p r e s c i n d i d o de ella a no p r e s e n t a r s ino prefiguraciones inhbiles o cuadros falaces de la verdadera organizacin de lo real, cuyos cnones habran establecido los modernos. La abundancia de e s t ados prc t icos del m u n d o pod a r educ i r s e entonces a diferencias calificadas de "culturales", a la vez testimonios conmovedores de la inventiva desplegada por los no-modernos en sus tentativas de objetivar a su manera la cosmologa que nos es propia, sntomas patentes de su fracaso al respecto, y jus t i f i cac iones de n u e s t r a s p r e t e n s i n e s de someterlos a una forma invertida de canibalismo: no, como antao en Amrica del Sur, la incorporacin

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  • Antropologa de la naturaleza

    fsica de la identidad del otro como condicin de un punto de vista sobre uno mismo, sino la disolucin del punto de vista del otro sobre s mismo en el punto de vista de s sobre s.

    Es tiempo de que la antropologa cuestione semejante herencia y que Iant:e al mundo una mirada ms emancipada, limpia de un velo dualista que la dinmica de las ciencias de la naturaleza y de la vida en parte ha tomado anticuada, y que estuvo en ei origen de muchas distorsiones perniciosas en la aprehensin de los pueblos cuyos usos diferan mucho de los nuestros. El anlisis de las interacciones entre los habitantes del m u n d o no pu^de ya confinarse slo a las instituciones que rigen la sociedad de los hombres, este club de productores de normas,, de signos y de riquezas al cual los no-humanos no son admitidos sino a ttulo de accesorios pintorescos para decorar el gran teatro cuya escena monopolizan los que detentan el lenguaje. Muchas sociedades llamadas "primitivas" nos invitan a esa superacin, justamente aquellas que jams han pensado que las fronteras de la humanidad se detenan en las puertas de la especie humana, que no vacilan en invitar al concierto de su vida social a las plantas ms humildes, a los animales ms insignificantes. La antropologa se encuentra, pues, enfrentada a un desafo formidable: ora desaparecer como ima forma agotada de antropocentrismo, ora vivir una metamorfosis repensando su campo y sus

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  • Philippe Desela

    herramientas de manera tal que incluyan en su objeto mucho ms que el anthropos, toda esta colectividad de los seres existentes vinculada con l y por largo tiempo relegada a una funcin de entorno. Es en este sentido de buen grado militante, lo adj^itimos, que se puede hablar de una antropofoga de la naturaleza.

    Cmo proceder? Partiendo de las diferencias, es cierto, y no de estas engaosas continuidades fenomnicas que disuelven la diversidad de las formas instituidas de estar presente en el m u n d o en la unidad facticia de la conciencia ntima o de la interaccin prctica. Pero no se trata aqu de estas os tens ib les d i fe renc ias ent re lo que l l amamos culturas, pretextos para la delectacin hermenutica en que se complace el relativismo, ni de esta nica diferencia de na tura leza entre h u m a n o s y no-humanos en relacin con la cual todas las dems d i f e r e n c i a s se ha l l a r an a u t e n t i f i c a d a s . Las diferencias que impor tan son ms