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Luis A. Fallas López Del individuo al sujeto y viceversa (Presentación y comentario de las primeras secciones del texto de Alain Renaut, La era del individuo. Contribución a una historia de la subjetividad'¡ Abstract. Renaut presents a revtston of Leibniz's thought and the deveLopment of moder- nity, to respond to Heidegger's interpretation, which justifies one of the major contemporary absurdities: the concept of "individual". In this paper we summarize the French author's theses, and we propose, against them, to rescue the va- lue of the singular in the human being; we think that the individual 's evil does not seem to be on- tological, but moral and politicaL. Resumen. Renaut presenta una revisión deL pensamiento de Leibni: y eLdesarrollo de Lamo- dernidad para responder a Lainterpretación hei- deggeriana, LacuaL termina fundamentando uno de los grandes absurdos contemporáneos: el concepto de individuo. En este artículo, a más de resumir las tesis del autor francés, se propone frente a éste rescatar el valor de lo singular en el ser humano, teniendo sobre todo en cuenta que la maldad del individuo no parece ser ontolági- ca, sino moral y política. La filosofía en los tiempos posteriores a su fallecimiento, diagnosticado ya hace décadas por Heidegger, puede propiciar aún sinsabores o qui- zás ficciones agradables a quienes nos sentimos aún llamados a entenderla. Todavía no encontra- mos razones suficientes para sentir que esto que disfrutamos tanto no tenga más historia, y que con ella se haya muerto no solo lo divino, que ha- ce mucho lo había decapitado Nietzsche, sino también nosotros mismos. Casi como profesión de fe podríamos decir que tal ocaso quizás está en algunos muy determinados proyectos, pero por múltiples sitios parecen resucitar Lázaros filosóficos, quizás todavía con los perfumes y aceites que habían ornamentado sus cadáveres. El texto de Renaut, uno entre muchos, revuelve tierra de muertos, para desde allí reconstruir su historia y cual Pedro Páramo camino a Comala, volver al pueblo donde ya no hay nada y está todo. Por eso, haciéndonos recordar la famosa tesis de Aubenque/ y tantos otros sobre la filo- sofía metida a hacer historia, siente que hay una obligación respecto a los antecesores en fi- losofía, no por un recobrar las verdades históri- cas, como gustan tantos filólogos fundamenta- les +O fundamentalistas- en nuestra moderni- dad y posmodernidad, sino por poner a funcio- nar ese pasado en nuestro presente. A fin de cuentas no hay verdad absoluta, como dice nuestra enaltecida hermenéutica, y menos aún objetividad plena. Pero en este reescribir la historia del pensa- miento -Ia aparente primer meta a que aspira Re- naut- no se puede hacer resucitar todo; aún más, de manera tendenciosa y quizá malévola, no nos tiene por qué interesar cada fenómeno aconteci- do. Sin temor a exagerar, ¿a quién se le puede ocurrir hoy establecer un nuevo gran sistema fi- losófico, al mejor estilo hegeliano? Tal vez una fórmula adecuada sea optar por algunas perspec- tivas, en una búsqueda provisional de responder a los desafíos que creemos ver. Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (100), 45-52, 2002

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Luis A. Fallas López

Del individuo al sujeto y viceversa(Presentación y comentario de las primeras secciones del texto de Alain Renaut,

La era del individuo. Contribución a una historia de la subjetividad'¡

Abstract. Renaut presents a revtston ofLeibniz's thought and the deveLopment of moder-nity, to respond to Heidegger's interpretation,which justifies one of the major contemporaryabsurdities: the concept of "individual". In thispaper we summarize the French author's theses,and we propose, against them, to rescue the va-lue of the singular in the human being; we thinkthat the individual 's evil does not seem to be on-tological, but moral and politicaL.

Resumen. Renaut presenta una revisión deLpensamiento de Leibni: y eLdesarrollo de Lamo-dernidad para responder a La interpretación hei-deggeriana, La cuaL termina fundamentando unode los grandes absurdos contemporáneos: elconcepto de individuo. En este artículo, a más deresumir las tesis del autor francés, se proponefrente a éste rescatar el valor de lo singular en elser humano, teniendo sobre todo en cuenta quela maldad del individuo no parece ser ontolági-ca, sino moral y política.

La filosofía en los tiempos posteriores a sufallecimiento, diagnosticado ya hace décadas porHeidegger, puede propiciar aún sinsabores o qui-zás ficciones agradables a quienes nos sentimosaún llamados a entenderla. Todavía no encontra-mos razones suficientes para sentir que esto quedisfrutamos tanto no tenga más historia, y quecon ella se haya muerto no solo lo divino, que ha-ce mucho lo había decapitado Nietzsche, sino

también nosotros mismos. Casi como profesiónde fe podríamos decir que tal ocaso quizás estáen algunos muy determinados proyectos, peropor múltiples sitios parecen resucitar Lázarosfilosóficos, quizás todavía con los perfumes yaceites que habían ornamentado sus cadáveres.El texto de Renaut, uno entre muchos, revuelvetierra de muertos, para desde allí reconstruir suhistoria y cual Pedro Páramo camino a Comala,volver al pueblo donde ya no hay nada y estátodo. Por eso, haciéndonos recordar la famosatesis de Aubenque/ y tantos otros sobre la filo-sofía metida a hacer historia, siente que hayuna obligación respecto a los antecesores en fi-losofía, no por un recobrar las verdades históri-cas, como gustan tantos filólogos fundamenta-les +O fundamentalistas- en nuestra moderni-dad y posmodernidad, sino por poner a funcio-nar ese pasado en nuestro presente. A fin decuentas no hay verdad absoluta, como dicenuestra enaltecida hermenéutica, y menos aúnobjetividad plena.

Pero en este reescribir la historia del pensa-miento -Ia aparente primer meta a que aspira Re-naut- no se puede hacer resucitar todo; aún más,de manera tendenciosa y quizá malévola, no nostiene por qué interesar cada fenómeno aconteci-do. Sin temor a exagerar, ¿a quién se le puedeocurrir hoy establecer un nuevo gran sistema fi-losófico, al mejor estilo hegeliano? Tal vez unafórmula adecuada sea optar por algunas perspec-tivas, en una búsqueda provisional de respondera los desafíos que creemos ver.

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XL (100), 45-52, 2002

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En todo esto es muy difícil confiar en unasuperación plena del escepticismo, el nihilismo oel relativismo. La posmodernidad sigue aún lla-mando la atención. Nosotros no nos animamos adescartarla de una manera tan radical como Apel,desde su famosa "no-autocontradicción perfor-mativa", Más comprensibles nos parecen los pa-sos que Renaut nos hace dar en este texto. Aun-que todavía pretendemos desde allí augurar algúncamino que posiblemente a él no le llegaría agustar, pero que nos atrae y determina.

En las siguientes páginas se representan laspropuestas interpretativas de Renaut incluso si-guiendo el orden de sus apartados. La última sec-ción, no obstante, corresponde a un intento derespuesta a la crítica del individualismo por par-te nuestra.

Un sujeto para discernir

Hemos conocido en las perspectivas con-temporáneas una lectura del sujeto no unifor-me, más bien con una diversidad digna de mé-rito. Asimilar a Nietzsche, Heidegger y los her-meneutas es, más que un esfuerzo titánico, unaosadía casi hija del desvarío. Pero leyendo aquíy allá, se encuentran líneas que suscitan posi-bilidades que no parecen tan sobreexplotadas.En la apertura que significa la indefinición quevivimos, el intento de una sublimación del fun-damento no resulta tan necesario ni posible,pero quizás podamos hacer valer algunos pro-yectos, específicamente en el ámbito de la gra-vosa subjetividad.

El sujeto, no obstante, tiene muchos peros.El desdichado desarrollo de un humanismo cruel,que cree poder hacer del hombre un ser tan librey absoluto que es capaz de establecer su propiodestino, de ser plenamente consciente de sí, esuna valla difícil de saltar. Aunque no podemosdejar de lado algunos planteamientos, hijos denuestra misma modernidad, que parecen contun-dentes y que de algún modo nos hacen sentir se-guridad. Sin ir más allá, la polémica sobre la con-ciencia es insoslayable, específicamente el papelque ha jugado la noción de inconsciente que to-dos conocemos, que sin duda desbarata la tradi-

ción del ser plenamente de suyo, por la que éra-mos capaces de matar.

Si el inconsciente es un pilar indispensablepara nuestra subjetividad, con mucha mayor ra-zón lo es el gran legado heideggeriano de la fini-tud de nuestro ser, no la que nos toca en cuanto"criaturas de Dios", sino en cuanto al azaroso, omejor aún "desdichado", devenir de nuestra tem-poralidad. Este ser solo se puede decir desde eltiempo, y por ende desde nuestra perentoriedad.Tal finitud, que es sobre todo una comprensiónanti-metafísica, es insuperable, es una muestra denuestro aparencial poder de frente a 10 real.

Con todo, en la conformación de nuestronuevo sujeto encontramos que estas materias deque está hecho impiden la resurrección del huma-nismo, ese anciano mal comprendido que ha car-gado sobre sus espaldas nuestros conceptos devoluntad, conciencia, autonomía y demás. Losresultados que habíamos visto de su vida no eranpara enloquecer de alegría; nuestra trágica histo-ria totalitaria contemporánea es muestra evidentede ello: una racionalidad que en lugar de libertar-nos, como lo planteaban los ideales ilustrados delpasado, ha clausurado nuestras esperanzas tiñen-do nuestra imagen con polvo y sangre.

Aunque más en nuestro presente, idealizado,podríamos decir que nuestra democracia nos re-sulta la respuesta más inteligente desde esta em-pobrecida racionalidad. Aquí finitud e incons-ciencia parecen tener cabida, pero como todo lodemás; lo cual no es de mucho mérito según losparámetros de la eficacia, bien, belleza y verdadque todavía nos animamos a impulsar.

En medio de tal falta de certidumbre urgeuna respuesta de nuevo subjetivista, pero ahorareconsiderando esos extremos a que hemos llega-do: la esclavitud totalitaria y un ser humano cosi-ficado. Si hemos de aprender de nuestra historia,podemos volver al sujeto, uno quizás posmoder-no, pero no mutilado sino con un verdadero sen-tido de sí.

Mas en todo esto los prejuicios matan. Fá-cilmente podemos sentir que la muerte del yo,ejemplificada tan radicalmente en la del autor enel primer Foucault, exija un acabamiento de to-do proyecto de humanidad, en cuanto que nues-tro mayor logro, la técnica, el control divino que

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soñaban los mecanicistas cartesianos, no ha he-cho otra cosa que promover nuestra propia extin-ción. Renaut cree que queda todavía por decir yque lo primero está en nuestra misma lectura dela subjetividad, cuya hermenéutica sigue media-da por Heidegger.

La historia del ser heideggeriana, esa que haculminado de manera absoluta en la subjetividadsublimada, representa una perspectiva de lecturademasiado homogenizante, aunque terriblementeatractiva, al punto de que sigue determinándonoshoy. Renaut empieza por allí: tratando de corroer,aunque sea un poco, la portentosidad de ese su-puesto monolito que ha leído Heidegger en el su-jeto moderno.

El reino del sujeto heídeggeríano''

En la perspectiva de una lectura filosófica dela historia de la misma filosofía conocemos perso-najes de un impresionante bagaje y de una capaci-dad de síntesis tal que nos deja anonadados. En elsiglo XX posiblemente un ejemplo mayúsculo esHeidegger; precisamente el primer gran distancia-miento con respecto de su maestro Husserl estáquizás en ese confrontación constante del pasadoeidético: el extraordinario creador de la fenomeno-logía contemporánea no pareció poder dedicar eltiempo suficiente a esa tradición que a tantísimosde nosotros nos determina. El hecho fundacional,por parte de Heidegger, de la hermenéutica -sinduda prevista y anunciada por Nietzsche- es unpaso ineludible, que prácticamente va a determi-nar todo el siglo filosófico. Pero en su interpreta-ción, a duras penas aceptada por algunos de los es-pecialistas en autores, se ve caer un manto horno-genizante que resulta excesivo y quizás hasta mo-lesto. Renaut da cuenta precisamente del que veimpuesto sobre modernidad, a la que mira Heideg-ger con una lógica de lo fundacional que nos obli-ga nada más a ir señalando capítulos de una mis-ma novela, entrelazados casi de manera tan radicalque casi parece un Hegel redivivo.

El hombre moderno, en términos fundacio-nales heideggerianos, es uno y el mismo, es elsub-jectum, ese piso homogéneo que hace quecada estructura que sobre él se erija no sea más

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que una nueva cara de lo mismo. Esta humanidadse ha despojado de los dioses, cuya defunciónimplica a su vez un desencantamiento del mundoy un erigirse del hombre en divinidad, un hombreque es omnisciente y omnipotente. Ciencia y téc-nica son sus signos.

La metafísica constituida, que es reveladapor la filosofía y no provocada por ella, signa ca-da momento de esta historia, un proceso de lomismo en una otredad que no es más que aparen-te. El ejemplo más interesante de esta lectura esel singular aporte de Leibniz, que no se detectasino hasta que han pasado todas las faces, o seahasta que Heidegger es capaz de verlo.

Este Leibniz establece la figura prototípicadel sujeto moderno, al que pone el lugar que real-mente aspiraba. El carácter fundacional que al-canza su pensamiento nos abre una novedosa fazdel cogito, la monadidad, que se instaura comonueva esencia de la realidad. Junto a ello logradar el empuje radical a la razón, concebida comoprincipio, y la Modernidad alcanza así su tonali-dad y su propio telos. La fuerza, la sustancia dela mónada, se suma, con tal racionalidad, a la ne-cesidad del "sistema", que luego tendrá su deve-lamiento radical en la "voluntad de poder"nietzscheana.

Leibniz llega a explicitar la dimensión de laactividad de la mónada con dos claves que resul-tarán, según el mismo Heidegger, ineludibles, asaber appetitus y perceptio (representación). Allíreside su fuerza (vis), y lo real queda bajo el do-minio y posesión de la mónada. Los capítulos dela subjetividad de Kant (actividad de síntesis),Fichte (egoicidad como espontaneidad) y Nietzs-che (voluntad de poder), no resultarán sino merasprolongaciones de esta fundación.

Todavía más, Leibniz transfiere a toda la rea-lidad lo estructural humano. El fundamento -elsujeto- piensa y erige la realidad en su represen-tabilidad. Todo se vuelve hacia el sujeto, es para ypor él. En esta perceptio se revela, por eso, su ca-rácter de ser (un momento culminante de esta his-toria que después el mismo Heidegger concebirácomo la historia del olvido del ser). Pero esta mó-nada es primordialmente actividad -más queciencia es técnica-, es fuerza, voluntad y eficacia;allí entendemos su representar en sí.

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Los herederos de la esta fundación son múl-tiples, pero entre los destacables Hegel es clavepor su proclamación de este mismo sujeto, deno-minado ahora Espíritu, como lo verdadero, la to-talidad que se historiza dialécticamente. Y cómono citar a Nietzsche en su postulación del Ser co-mo Vida, su única representación, y la Vida comoVoluntad de Poder -a la que, por supuesto, comola mónada leibniziana, todo ente representa-o

Heidegger lee incluso en Leibniz la reduc-ción hegeliana de lo real a lo racional, precisa-mente en su postulación del "mejor de los mun-dos posibles", cuya racionalidad es exigida, asícomo lo es el "horizonte del sistema", faz culmi-nante del idealismo alemán. La totalidad, eseconjunto que constituye el ente, se erige como unsistema en el que cada mónada tiene la fuerza deproducción de todo lo que le ha de sobrevenir.

Por allí mismo está la llave que abre al pers-pectivismo del conocimiento que Nietzsche reve-la, exactamente en el concepto leibniziano de"punto de vista", una puesta en perspectiva deluniverso por la representación. En efecto, la mul-tiplicidad monádica implica una multiplicaciónde perspectivas, un innumerable juego de inter-pretaciones -ya no hablamos más de hechos-o Yasí, el cogito es elevado al rango supremo.

Renaut considera que esta lectura tan cuida-dosamente entramada por parte de Heidegger escasi una telaraña que no permite escapatoria. Suatractivo está en especial en esa homogeneidad,en esa falta de fisuras, que es toda una tentación.Aunque curiosamente por aquí empiezan, segúnél, las debilidades de la hermenéutica del granpensador alemán.

Contra Heidegger

Una lectura unidimensional del humanis-mo moderno, insiste el francés, es muy proble-mática, y, por supuesto, no lo es menos la hei-deggeriana, en especial cuando recuperamos elpapel del cogito empirista, cuya perspectiva ha-cia las impresiones resulta un lugar primordiala discutir. El empirismo, bien lo sabemos, nopresenta esos rasgos absolutos en la subjetivi-dad o la racionalidad.

Todavía más, si nos volvemos a la conside-ración del pensamiento kantiano, encontramosque la crítica está claramente referida a las pers-pectivas que se fundan en la finitud. La "repre-sentación", concepto primordial, solo puede dar-se en seres finitos y desde ahí se intenta constituirestructuras que solventen el tentador escepticis-mo. Ciertamente Heidegger mismo había recono-cido, en Kant y el problema de la metafísica, queel olvido de la finitud por parte del gran filósofode Konisberg era posterior, cuando su obra esrealmente significativa. Y es que Kant es precisa-mente quien con toda claridad postula la funda-mentación desde el sujeto, haciéndose capítuloindispensable de esta subjetividad sublimada yapredicha por Leibniz. Por supuesto, Kant puededar mucho más en la perspectiva de la finitud, co-mo lo ha mostrado Foucault en diversos lugares,pero en general su labor es más una conducciónradical al triunfo del sujeto metafísico.

Más allá de Heidegger, señala Renaut, aun-que no tanto como para olvidarle, hoy podemosleer el cogito en su heterogeneidad, a la vista deuna pluralidad de subjetividades que se manifies-tan más bien en una historia discontinua y pro-blemática.

Subjetividad y/o individualismo

Renaut, en consideración de lo anterior, nosllama ahora a una relectura de Leibniz, curiosa-mente retornando la idea heideggeriana de que lamónada modifica sustancial mente nuestra mo-dernidad, aunque no para bien por cierto.

Leibniz abre una perspectiva que irrumpecontra la subjetividad tradicional, la que todavíaleemos en los griegos, abriendo una historia de laindividualidad." En efecto, la mónada tiene ca-racterísticas que reproducen la idea de un átomo,aunque de orden inmaterial, con su indivisibili-dad, singularidad, simplicidad e irreductibilidad.

Esta idea es una prefiguración de la declara-ción de muerte para la idea de hombre, así comola de cualquier otra especie. En la naturaleza nopodrá haber dos cosas semejantes (hay razón su-ficiente en cada una para sí misma), y el primerimpedimento -que está en el orden fenoménico-

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está en la imposibilidad de ocupar el mismo es-pacio y tiempo.

Las mónadas, consecuentemente, no se mo-difican desde lo exterior -recordemos que no tie-nen ventanas-o Su simplicidad y singularidad,que no les impide las relaciones, no se puedenver afectadas de ninguna manera; si hablamos demutabilidad, esta solo es al interior. Allí está sufuerza y no en representaciones o apetitos que lealienen su ser.

Por supuesto, ante semejante postulación elprimer problema que se nos viene a la cabeza esel caos que puede reinar en lo dado. Mas Leibnizrecurre a la armonía preestablecida en el mejorde los mundos posibles, en el que las mónadasdespliegan su ser coherentemente tanto haciaadentro, como en relación con todas las otras. Sinduda, el pensador está recurriendo a la "astuciade la razón", siendo este el momento fundamen-tal de la metafísica del sujeto: los proyectos indi-viduales se ven reinstalados en una sistema que-rido pero no buscado, siendo ellos mismos la leyúltima de lo real.

Aquí empezamos a ver con claridad el pro-blema más importante a que Renaut quería llegar:en la racionalidad de la modernidad el peso mássignificativo no lo lleva un sujeto absoluto, sinoun individuo. El cargamos sobre el primero es co-mo caer sobre las aguas de un espejismo, uno quedesgraciadamente no estaba para ser corroído.

En el agotamiento del proyecto racionalista,que vivimos de múltiples modos, pareciera que lavuelta a un humanismo, entendido como el resur-gimiento filosófico de la subjetividad, puede re-sultar censurable, pero tal vez si reconsideramosnuestra interpretación, podamos todavía creerque algo se puede hacer.

El concepto de autonomía que ha regidonuestro sentido de sujeto, que lo hace la fuente dela representación y de los actos, tendría que rede-finirse, en primer lugar cuestionando el proble-mático criterio que lo ha determinado: la inde-pendencia, ideal que se subordina al individualis-mo. Por supuesto, así las cosas, los parámetros li-bertarios se podrían ver constreñidos, en la medi-da en que cada moderno ha sentido que debeejercer una soberanía absoluta, que su vida priva-da es completamente independiente. Esta postura

se podría contraponer a la versión de la libertad enla Antigüedad, donde los parámetros éticos y po-líticos se planteaban por encima de cualquier par-ticular. Un griego no era mónada, más bien seveía como parte de un gran organismo, o al me-nos se sentía obligado por un designio que ibamás allá de su singular vivencia.' El moderno, co-mo estimaba B. Constant en su famoso discursode 1819, Sobre la libertad de los antiguos compa-rada con la de los modernos, no cree en límitespara sí, el yo es el valor fundante y solo se puedepreocupar por sí mismo. Así, una conciencia de lanecesidad de la libertad y la voluntad de imponer-se criterios que vengan de fuera no tiene cabida.

La era del individuo

Como ya se podía prever, según Renaut elhumanismo moderno no es más que una lecturaindividualista de la subjetividad. Por eso consi-dera él que la Modernidad es una era del indivi-duo. Mirando la genealogía de ella, Cassirer nosabrió los ojos sobre el significado del pensamien-to italiano renacentista, donde la polaridad entresujeto y objeto quedaban ya bien determinadas.El hombre allí se elevaba a la categoría de de-miurgo, y así la antigua concepción del cosmos,que curiosamente estaba siendo redescubierta-recuérdense los trabajos de Ficino al respecto-cae por su propio peso. El sujeto empezaba a serde suyo, de su ser, de su valor.

Como dice Renaut, "simplemente, en elmarco definido por esta irrupción de los valoresnuevos de la subjetividad y de la autonomía, po-dría ser que la lógica de la modernidad, si es una,sea designada como la de la sustitución progresi-va y diferenciada de la individualidad por la sub-jetividad, teniendo por corolario el desplaza-miento de una ética de la autonomía hacia unaética de la independencia." (pág. 67) En esta granrealización de nuestra libertad encontramosnuestra propia agonía.

Heidegger y sus legionarios no habrían mi-rado este hecho contundente: la muerte de la talvez añeja normatividad griega que regía a todoslos individuos, y con ello la de una autonomíaque permita ver una humanidad constituida y

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reconocida en la intersubjetividad. De esta mane-ra, la idea de una universalidad queda supeditadaa una suerte de imposición de unas mónadas so-bre las otras, amarrada al problema del poder.

Estos nuevos parámetros nos permiten mirarde manera un poco más consecuente y completala historia de nuestra modernidad, en especialdespués del empuje clarificador de Leibniz. Asívemos tres nuevas etapas primordiales: el empi-rismo de Berkeley y Hume, donde las impresio-nas no son sino individuos llamados a correlacio-narse, pero con proyectos quizás insuficientes(sean el ocasionalismo o el naturalismo o el quese quiera). Luego, el historicismo hegeliano, querecupera no solo la idea de la armonía leibnizia-na, sino también la "mano invisible", que no esotra que la astucia de la Razón. Por último, elperspectivismo nietzscheano que eliminando lalógica inmanente al devenir, profiere un indivi-dualismo sin sujeto. De esta manera ve Renaut elpanorama de esta historia completado. Ahora sívemos todos sus modos perversos, pero en espe-cial el de la impugnable racionalidad, cuyas con-secuencias son patentes; qué más decir que laatomización de lo social y la destrucción del es-pacio público. Pero, como resulta evidente, elenemigo no es un sujeto en sentido general, sinoaquel que ha definido su realidad: el individuo.

Más allá de la posmodernidad

En los tiempos deteriorados de la Moderni-dad ve nuestro autor una finalización hiperindivi-dualista de la subjetividad. Esto llega a exigir elestablecimiento de algunas limitaciones de estaatomización, para ello hay que pensar en unatrascendencia en el interior de la inmanencia (quenos es obligante después de Heidegger). Eviden-temente para esto no podemos con simpleza vol-ver a los antiguos como si nada hubiese pasado,como si la solución estuviese de nuevo en 10 re-ligioso o 10 teológico. Lo oportuno es redefinirnuestro concepto de humanismo, meta más pro-minente del texto que presentamos.

Se trata de reelaborar una metafísica centra-da sobre el sujeto, pero a la vista de la superaciónde la era de las monadologías. Para ello se hace

indispensable reconstruir nuestro sentido de ob-jetividad, posibilitando el verdadero acceso a laintersubjetividad, por supuesto pasando luego ala constitución de lo ético y lo estético. Así losproblemas clásicos de la verdad, el bien y la be-lleza se tienen que volver a situar.

Para esto Renaut se siente tentado a tomar lavía del criticismo, pero reconoce que en sentidoliteral es imposible. Muy cerca de la hermenéuti-ca crítica apeliana, cree que se deben establecerlas condiciones para encontrar un consenso. Elproyecto kantiano, pese a todas objeciones filosó-ficas e históricas que se le han de hacer, sigue dealguna manera por allí, en especial en esa trascen-dencia inmanente que se vislumbra resolutoria.

En todo caso, considera el francés, es mejorKant que esas dos grandes perspectivas que noparecen querer morir: el hegelianismo comocumbre de la metafísica y el irracionalismo hei-deggeriano como crítica a la metafísica. Tal vezél permita que el sujeto pueda resurgir.

Por supuesto, el programa filosófico posibletendría que replantear la historicidad de los resul-tados, así como los problemas que se han consi-derado de la "astucia de la razón" -muy en espe-cial 10 inconsciente-o Evidentemente sin perderla perspectiva de la responsabilidad y la autono-mía de los actores sociales.

Este nuevo sendero, que debe posibilitar lasuperación de esa trágica idea de la muerte delsujeto y del fin del hombre no lo tenemos por quéhacer solos. Las ciencias sociales tienen muchoque decimos al respecto. Ellas tal vez nos ense-ñen a volvemos más eficientes, o quizás mejoresestrategas."

De vuelta al individuo'

Con el atrevimiento de quienes no tienencompromisos con ningún bando, creemos que Re-naut ciertamente nos plantea la posibilidad de re-pensamos, pero su lectura nos parece demasiadocercana a esa supuesta perspectiva "aniquiladora"heideggeriana, al menos en 10 que respecta a la in-dividualidad. Sin querer parecer posmodemos, si-no al contrario, más bien aficionados al pensa-miento más antiguo, nos queda la impresión de

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DEL INDIVIDUO AL SUJETO Y VICEVERSA

que la suma de males que ve Renaut en el indivi-duo no proceden del concepto mismo de este, si-no de una práctica de apropiación excesiva departe de los sujetos que se dicen individuos o unaimpugnación o ruptura de sus límites connatura-les o conceptuales. El egolatrismo de las móna-das o la violencia con que vienen a tratarse lasunas para con las otras no puede nacer más queen el olvido de su condición y no en la sublima-ción de sí mismas.

El individuos tiene la imposibilidad de cono-cer a los otros tal y como son en sí. En palabrasde Levinas -a quien luego Renaut dedicará mu-chas páginas-, el otro es infinito. Pero no comoun Rostro que me signe, pues me sería tan irre-ductible que incluso una imposición sobre él nosería más que ilusoria. Si fuese realmente tanotro que no hubiese ventanas para asumir su ser,nuestra pretensión omnisciente u omnipotente-características que sí parecen signar mejor laModernidad-, sería realmente un contrasentido.Así, el primer paso que tendría que darse sería elde una ruptura de la propia individuación, lo cualtodavía no nos parece comprensible.

La idea de que la singularidad sea la culpa-ble de la sublimación de nuestra racionalidad pa-rece exagerada, y tendría que estar acompañadade muchos otros calificativos, como efectiva-mente ha ocurrido en la Modernidad. Así, porejemplo, es innegable que el carácter divino queatribuimos a nuestro ser no corresponde con lomonádico, otra cosa muy distinta es creer que porracionalizar sea yo capaz de captar el sentido quetodas las otras entidades tienen de suyo.

Evidentemente defender la comprensión dela mónada leibniziana es un poco difícil en la me-dida en que ese apetito y esa percepción que atri-buye a sus substancias señalan una fuerza haciafuera que parece contradictoria para con el 'citadoconcepto de mónada. Pero de todos modos, elenemigo parece, de nuevo, estar en otra parte.

Mas ¿cuál sería nuestra propuesta, en vistade que plantearíamos una vuelta a los indivi-duos? ¿Tiene salida el hiperindividualismo glo-balizado? Responder es idealizar, pero algo tene-mos que hacer. Por nuestra parte hemos plantea-do la posibilidad de volvemos atrás, a Grecia.Allí indagamos lo que con los latinos podríamos

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denominar singular, que sin duda remite al indi-viduo absolutamente particularizado, aún más aldesconocido del todo. Como somos muy idealis-tas creemos poder encontrar un camino para ha-blar de él. Quizás en el fondo, este nuestro volvera estos albores es una excusa para repensar nues-tras posibilidades. Renaut ha dado un paso sus-tancial, el que estamos intentando nosotros pre-tende ser más hacia atrás. El camino hacia delan-te se siente muy blando y tememos a esas arenasmovedizas que necesitan ser secadas, nuestramayor empresa está en ofrecer algún tipo de ca-lor que complemente a los otros que trabajan in-gentemente en esta labor tan compleja.

Notas

1. Edición española, 1993, Barcelona. Primera edi-ción francesa, 1989. Nos dedicaremos exclusiva-mente al estudio del prólogo y el largo capítuloinicial del texto, donde se plantean las tesis rela-tivas al pensamiento de Heidegger.

2. Cf. Nuestros griegos y sus modernos. Estrategiascontemporáneas de apropiación de la Antigüe-dad. Textos reunidos por Barbara Cassin. BuenosAires: Ed. Manantial, 1994.

3. Por supuesto Heidegger no aceptaría este subtítu-lo, pues él se erige más allá de esta perspectiva demodernidad, pero dado que Renaut intenta mos-trar que su homogeneidad más se debe a la propialectura del pensador alemán que a la que en reali-dad se puede encontrar en los interpretados, in-tencionalmente lo hemos cualificado así.

4. No podemos callar nuestro juicio sobre una afir-mación como esta. Evidentemente hay muchosmás antecedentes del individualismo, y para no irmuy lejos en la figura de Hobbes encontramosmuchas razones para pensar en un ser humanopor naturaleza egoísta, individualista de suyo. Elpensador inglés que tiene un nominalismo que re-cuerda al atomismo, no obstante, no maneja pre-supuestos claramente rnonádicos, lo cual haceque veamos una mayor radicalidad en Leibniz.

5. Este juicio es evidentemente de carácter general,pues conocemos en las múltiples facetas del pen-samiento griego pensadores que podrían postularun libertad al estilo moderno, específicamente re-cordamos la figura de Calicles, expuesta magis-tralmente en Gorgias, aunque los ejemplos se pue-den multiplicar si miramos con mayor cuidado.

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52 LUIS FALLAS

6. El texto de Renaut sigue con el estudio de la Mo-dernidad por parte de Luis Dumont. Para esta pre-sentación hemos decidido quedamos hasta aquíprecisamente.

7. Este breve comentario está en perspectiva a nues-tra actual investigación sobre la gnoseología de losingular en el pensamiento antiguo.

8. En este momento nos parece oportuno hacer algu-na determinación nominal. El individuo diría delo indiviso, de lo que no tiene posibilidad de divi-

dirse a menos que se destruya su condición ac-tual, es decir, un átomos en su sentido etimológi-co. Pero entendemos 'individuo' especialmentecomo un singular, la mónada en cuanto unidadplena, autosuficiente y sobre todo sin un univer-sal que lo determine. Mas singular por lo comúndestaca la particularidad de un caso, único en sugénero, algo raro o excepcional, no obstante estagama semántica no viene tan al caso como el sen-tido anterior.

Luis Alberto Fallas LópezEscuela de Filosofía

Universidad de Costa Rica