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7/25/2019 De Ipola 1999
1/25
Tulio Halpern Donghi y la sociologa
Author(s): Emilio de IpolaSource: Desarrollo Econmico, Vol. 39, No. 154 (Jul. - Sep., 1999), pp. 261-284Published by: Instituto de Desarrollo Econmico y SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/3455930.
Accessed: 16/05/2013 18:31
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2/25
DESARROLLO
cONOMIco,
ol.
39,
NQ154
(julio-setiembre
e
1999)
261
TULIO
HALPERIN
DONGHI
Y LA SOCIOLOGIA
EMILIO E IPOLA*
Lasciencias ociales
las
ciencias
humanas,
specialmente
a
sociologia
la
historia,
no hanmantenidolo
argo
de su desarrolloelaciones
muy
mistosas.
La
ponderable ero
tambi6n
retenciosa
mbici6n e
la
sociologia
e encuadrar
e6ricamente
l
trabajo
e los
historiadores
si
como
la
emperiosa
ostumbre
e
estos
I0timos
e resistirse esos
encuadres incluso demoler ada
nuevo
marco
e6rico
propuesto or
os
soci6logos
nutrieronnamutua ostilidaduetodavia ersiste.Elhechono debeser,en miopini6n,
excesivamenteamentado.
inalmente,
a
controversia
la
polemica
on
formas,
aun
extremas,
de
dialogo.
Pero en ocasiones no es
injusto
xtraiar
modalidadesmenos
belicosasde relaci6n
ntre
mbas
disciplinas.
l
presente rabajo,
scrito,
igamos,
desde
la
sociologia,
sta
inspiradoor
el deseo de abordar
t6picos
que
pongan
positivamente
n
contacto
a
teoria
ociol6gica
la historia,
ero
ambien
spira
a
que
sea leidocomo un
homenaje
l historiadore
quien
era
cuesti6n n
lo
que
sigue.Cumplir
on este
homenaje
fue
para
mi
grato;
n
cambio,
lantear
desarrollaros
6picos
mencionados
e
oblig6
una
faena
que,
sin
ser
ingrata,
esult6
mi
pesar,
omo
se
vera
en
los
engorrosos
meandros n
que
crei
necesario
nternarme,
xtremadamente
aboriosa.
Laobrade TulioHalperin onghi, mpliamenteeconocida or os cultoresde las
ciencias ociales
y
humanas,
o
ha
suscitado,
alvo
excepciones,
a
esperable
isposici6n
a
analizarla
que
alreconocimiento
areceria
bligar.
eria in
embargo
rr6neo
ondenar
esta omisi6n in antes intentar
ntenderla. curre n efecto
que
hay tambien
azones
atendibles
ara
noabocarse esa tarea
-mas
aun i
se
la
emprende
esde
el
problemdtico
terrenode las ciencias
sociales-.
Hacerlo
omporta
ceptar
un reto
que
algunos
no
vacilariann
Ilamar
emerario.
rolifica,
laborada on
amplia impecable
rudici6n,
on
una
prosa
abundante
n
construcciones
omplejas,
en
la
que
a
veces,
comose ha
dicho
de
otros
utores,
lgunas
e sus ideas
mas
ugerentes
est.n
en lasclausulas
ubordinadas,
la
obrade
Halperin
esafia,
no
dire
a
critica,
ino
la
simple
recensi6n
descriptiva.
o
obstante,
quienes
intentamos edicarnos
las ciencias sociales
y,
en
particular,
la
sociologia,ganariamosn encarar se desaffocomo un estimulo hasta como una
exigencia.
Quisiera esarrollarrevemente
ste
Iltimo
unto
que
asi formuladoe
presta
a una
nterpretaci6n
anal-
y,
por
a
misma
casi6n,
xplicitar
l horizonte
e
problemas
n
el cual
procura
ituarse
a
lectura
e
Halperin
ue
aqui
efectuaremos.
*
CONICET,
acultadde
Ciencias
Sociales,
Universidad e
Buenos Aires.
29 Part.:
Costa
Rica 4652
/
1425
Buenos
Aires
I
4833-0430
Correo
lectr6nico:
Thi d l d d f 201 231 134 58 Th 16 M 2013 18 31 36 PM
http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp7/25/2019 De Ipola 1999
3/25
262
EMILIO E IPOLA
EnLe cruetle
cuit,
Claude
Levi-Strauss
firma
ue
cuando el
andlisis
structural
ogra
demostrar
que
mitos de
muy
diversa
procedencia
(esto
es,
provenientes
de
sociedades
entre las cuales a menudo
no se conocen
vinculos
hist6ricos)
orman
objetivamente
un
grupo',
dicha demostraci6n
plantea
un
problema
a
la
historia
y
no a
la inversa,
como
algunos pretenderian-
nvitandola
a
abocarse a
la
boisqueda
de una
soluci6n 2. nvite ste
iltimo
no
exento de
malicia,
puesto
que
unade
la
convicciones
mas
s6lidas
del
pensamiento
levi-straussiano
s
que,
por
razones de
principio,
a
historia o
puede
tener una
respuesta
validaparaese problema3.
Hemos citado
estas afirmaciones e
Levi-Strauss,
oetaneas
del
momento
riunfante
del
pensamiento
estructuralista,
ara
ilustrar l
tipo
de
enfoque que
no nos
proponemos
adoptar
en este
trabajo.
Estoes: no se
tratara,
n este recorrido e
la
obra
de
Halperin,
e
interrogar
l historiador
obre
la
validez
de los
conceptos
y
enunciadoste6ricos
que
dicha
obra
utiliza
o
simplementepresupone
-conceptos
y
enunciados
que
por
lo
demas
no
abundan en
la
obra
de
Halperin-.
Se
tratara,
al
contrario,
de sacar a
luz
preguntas,
problemas,
cuestionamientos
que
(tal
es
al
menos nuestra
hip6tesis)
a
obra de
Halperin
plantea
a
quienes
intentamosreflexionar obre determinados
aspectos
te6ricos de
las
ciencias
sociales.
Al
adoptar
ste
enfoque
no
pretendemos
er
originales;
llo sin
embargo
no nos exime
de
hacernos
cargo
de
que
el
enfoque
en cuesti6n conduce
a un
tratamiento
tipico
de
la
obra
de
Halperin.Atipico,
en
efecto,
porque,
internindose
en ella
bajo
el acicate de una
interrogaci6n
e6rica,
nuestra
ndagaci6n
abra
de
seguir
un tinerario
aprichosoy
cambiante
por
dicha
obra,
deteniendose
con
excesivo detalleen
algunos
extos
y apenas
sobrevolando
otros,
saltando veces de unos a otros
y,
sobre
todo,
recortandociertos analisis e
interpretaciones ara
que
sirvande
apoyo
a una
argumentaci6n,
o
que
en ocasiones
les
hara
perder parte
de su sabor
propiamente
hist6rico.
Creemos sin
embargo
que
esa
atipicidad
no
da
razones
para
invalidarsta tentativa.
Debemos
con
todo tomar
precauciones
contra
a
posible
objeci6n
de
que
estariamos
buscando dirimir
uerellas
de teoria
ociol6gica
utilizando
ara
elloa mansalvael
campo
de
la
historiografia.
rever
esa
objeci6n
iene
la
ventaja
de
obligarnos
a
limitar,
a
hacer
asi
explicita,
a
problemdtica
e6rica
a ser
explorada
en
el
curso
de
este
trabajo,
n
la
medida
en
que
nos
exige
escoger
un
problema
e6rico
no
banal
que,
mAs
alli
de
particularidades
terminol6gicas ropias
de
cada
disciplina,
ea efectivamente
ompartido
por
la
sociologia
y
la
historia.
Existen
por
cierto
mOltiples
nterrogantes
e6ricos
comunes a la reflexi6n
sociol6gica
y
ala
hist6rica; orejemplo,
l de
las
relaciones ntre
estructuray
contecimiento
(o,
segOn
otras
formulaciones,
entre estructura
y
proceso),
el
de
los criterios de
conceptualizaci6n
de
la
complejidad
ocial
(de
las
sociedades ),
l
de
los
constituyentes
(ltimos
del
mundo
social 4,
tcetera.
1
Es
decir,
un
istema
de afinidades
16gicas
Levi-Strauss,
964,
16).
2
Hemos onstruido n
grupo
prosigue
L6vi-Strauss-,
esperamos
haber
proporcionado
a
prueba
de
que
era un
grupo.
Incumbe los
etn6grafos,
los
historiadores
a
los
arque6logos
decirc6mo
y por
qu6 L6vi-Strauss,
1964,
16).
3
En
Les
structures
16mentaires
e
la
parent6
L6vi-Strauss
dmite
que
existen fen6menos
e
convergencia ,
en
virtudde los cuales secuencias hist6ricas iferentes an
lugar,
n
sociedades
tambi6n
iferentes,
instituciones
andlogas.
Pero,
por
una
parte,
uandose
trata,
o
por
uerza
de unamisma
nstituci6n,
ino de
propiedades
ormales
comunes
a
una
o
varias
nstituciones,
, por
otra,
uandoesas
propiedades
ormales
e
reencuentran n un
gran
nO-
merode
sociedades
antiguasy
modernas
si
no en
todas
ellas)
a
explicaci6n
hist6rica
e revela nsuficiente
Cf.
L6vi-
Strauss,
1967,26-27,
y,
mis
generalmente,
obre os limitesdel
conocimiento
ist6rico,L6vi-Strauss,
962,
332-348).
4
Se tratadel
problema
que,
sobre
todo
en
sociologia,
ha sido
popularizado
or
os criticos
y
defensores del
Ilamado individualismoetodol6gico ,eroque,bajodiversas ormulaciones,ieneprecedentesde largadataentre
cientistassociales e historiadores.
Max
Weber,
entre
otros,
o
trata
xplicitamente).
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4/25
TULIO
HALPERINONGHI
LASOCIOLOGIA
263
Creemos in
embargo
que,
entreesos
problemas, ay
uno
que
goza
de un
poco
discutible
privilegio:
os referimos
l
de
las
relaciones ntreacci6n
y
representaci6n.
Elegimos
sta
formulaci6n
lasica 6locomo
punto
e
partida,
ara
no
comprometernos
e
entrada
on
una
interpretacion
is
sofisticada
ue
correrial
riesgo
de
revelarse
uego
demasiado strecha.En
erminosenerales,
l
problema
e
las
relaciones ntre
acci6n
y
representaci6n
emite la
dea,
ompartida
n ese
nivel
or
muchos
oci6logos
historiadores,
de
que
la
acci6nhumana o es unamera ucesi6n
objetiva
e actos discretos los
que,
comouncomponenteegundo especto elaaccion omo al, abria gregar na ucesi6n
de
contenidos
deacionales
intenciones,
reencias,
rgumentos,nterpretaciones,
oliciones,
etcetera).
Muchos ientistas
ocialese historiadoresienden
l contrario coincidir
n
la
convicci6n
e
que aquello
ue
osactores
aben,creen,
desean,
esperan
de su
acci6n,
asi
como los criterioson
arreglo
los cuales
recortan,
xplican,
ustifican
eval an
to
que
hacen,
orman
arte
ntegrante
e
la
acci6n
como
al
y
deben
por
anto
er
incorporados
en
la
caracterizaci6nel
concepto
mismo e acci6n.
Pero
i
hablamos
e
problema
e
las
relaciones
ntre
acci6n
y
representaci6n
s
porque,
mas
alla
de esa coincidencian
lo
general, porpoco
que
se
busque
acceder
a
nociones
mas
precisas
cerca
de
la
naturaleza
e
las
relaciones
n
cuesti6n,
omienzan
os
equivocos lasdivergencias. teniendonoslas ciencias ociales,es notorioueunmar-
xista,
un
weberiano,
n
uncionalista
,
mas
cerca
de
nosotros,
n
partidario
e
la
teoria
el
rationalhoice
o
un
giddensiano
ienen deas
muy
diferentescerca e esas
relaciones,
su-
poner-lo
que
noes
seguro
n todos oscasos-
que
tengan
deas
bien
definidasobreellas.
En
cuanto
la
historia,
a
obligada
recuentaci6n
e historiadores
ue
en
las Oltimas
decadas
se han
mpeiado
enconfrontar
us
puntos
e vista
on osde lasciencias ociales
(entre
otros,
F.Braudel,
. P.
Thompson,
.
Anderson,
.
Veyney
F.
Furet)
os
permiten
asegurar
que
el mencionado
roblema osee
la
misma
igencia
y
provoca
debates tan
f6rtiles
omo
os
que
posee y
provoca
n las
ciencias ociales.
Pero l
problema
e
las
relacionesntre
cci6n
representaci6n
o iene
6lo a
virtud
dejugar npapel entralnlareflexi6ne6rica eesasdisciplinas.ieneambienaventaja
de hallar n
la
obra
de
Halperin onghi
naabundantemateria
ara
u discusi6n.
Ventaja
ambigua,
in
embargo.
En
efecto,
i,
por
una
parte,
ichaobra
pone
a nuestra
isposici6n
un
comulode andlisis
xtremadamente
icos
en los
que,
a
prop6sito
e
multiples
emas,
Halperin
nfrenta
responde
nconcreto
l
problema
n
cuesti6n,
or
otra,
s
preciso
ener
anticipadamente
n cuenta
que,
como
ya
sehalamos,
sos
andlisis on harto
rugales
n
cuanto
explicitaci6n
e
supuestos
e6ricos e
refiere5.
era
a veces necesario ntonces
intentar
econstruir,
l
menosen sus
rasgosprincipales,
sos
supuestos,
a
traves
de los
indices
no demasiado
xplicitos,
las en cambio
multiples
ugerenciasmplicitas,
ue
la
obrade
Halperin
ontiene.
1.
Acci6n, conciencia,
discurso
Enuna
ntrevista
eciente,
reguntado
obre
arelaci6n
ntreos
proyectos
deologico-
politicos
e
algunos
ntelectuales
rgentinos
e
mediados el
siglopasado
y
lasmodalidades
concretas
en
que
se
desenvolvieron culminaronos
procesos
hist6ricos
ue
dichos
proyectospretendian
rientar,
Halperin
aba una
respuesta
n
la
que
se advertia u
resistencia
aceptar
iertas
presuposiciones
ue
suele
acarrear
a
pregunta
misma.Era
claro,
ante
todo,
que
no
lo
tentabademasiado nsistir n
las
tesis
que,
al
amparo
de
diferentesobservancias
te6ricas
y
filos6ficas,
postulan
como irrevocablenecesidad una
5
Ese (parcial) ilenciote6ricode Halperin, o susceptiblea mientenderde reprochealguno,ha dado con
todo
ocasi6n al
presente
trabajo.
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264
EMILIO E
IPOLA
total
nadecuaci6n
ntre
objetivos
uscados
y logros
obtenidos,
ntre
proyectos
individuales
o
colectivos)
y
resultadoshist6ricos oncretos.
Tampoco
o
satisfaciael dictamen
ngenioso,
pero
a su
juicio
rivial,
e un
Hobsbawm,
para
quien
todas
as revoluciones
racasan
porque
ninguna ogra
odo
lo
que
se
propone,
y
al mismo
iempo
odas tienen
exito
porqueninguna
deja
las cosas
como
las
encontr6
Entrevista
Tulio
HalperinDonghi
*],
1994,
42).
Halperin
parecia
preferir
na
respuesta
mas
compleja,pero
tambien
mas abierta
a esa
pregunta.
En
la
misma
entrevista,
precisaba
su
pensamiento
n
estos
terminos:
Lo
ue
hace nteresantesa
trayectoria
elos ntelectuales
rgentinos
emediadosde
siglo
noes tanto
o
que
al inal
lgunos
e
ellosconsideran
u fracaso ino
a
desaforada
ambici6n
que
Ilevan
ese
proyecto
l
comienzo
la
medida n
la cual
han enido
6xito
Ibidem).
Asi
pues,
lo
significativo
n
este
caso no
es
la
incongruencia
ntre
objetivos
propuestos
y
resultadosobtenidos,
ino
a
congruencia
es
cierto
que
solo
parcial)
ntre
ambos,
mas alla
de
la evaluaci6n
pesimista
que,
aios
mas
tarde,
harande
la
empresa
quienes
fueronsus
responsables.
Siguiendo
una linea de
pensamiento
analoga,
en
uno de sus
trabajos
recientes,
Halperin,uego
de evocar una
celebre
frase de Marx
los
hombres
hacen
la historia,
pero
no sabenquehistoriaestanhaciendo ),lreferirse losdirigentesde losgruposclandestinos
surgidos
en
la
Argentina
acia fines de
los '60
y
hacer
notar u
capacidad
de orientarse...
certeramente
n
el
marco
politico
que
se
niegan
a
reflejar
n
sus
perspectivas
te6ricas ,
anota
que
es dificilno
concluir
mas
bien
que
se esfuerzan
por
no saber
lo
que
sin
embargo
sospechan
bastante
bien
(THD,
995a,
57). Aqui
nuevamente,
pero
en
terminos
mais
complejos,
l
analisisde
Halperin
ace
jugar
unacierta
relaci6n
ntre
acci6n
y
representaci6n.
No se trata
ya
de
la evaluaci6ntardia
de un
proceso politico
consumado
por parte
de
intelectuales
que
intervinieron
ctivamente
n
eI
y
que,
ahos
o
incluso
decadas
mas
tarde,
unen
indisociablemente sa
evaluacion
a
la
de
su
propio
proyecto personal;
tampoco
simplemente
del modo en
que
los
dirigentes
de un
grupopolitico
eflexionan
cerca
de los
resultadosde su acci6n,sinomasbien de lamanera n que dichos dirigentescaracterizan
a
esa
acci6n
misma.
SegOn
Halperin,
l discurso
politico
e
los
jefes
montoneros
efinia
a
este
grupo
como
precursor
e
la
guerra
popular
ue
deberia
Ilevar,
traves
de
un
peronismo
unPer6nahora
s61idamente
valados
por
a
hegemonia
ndisputada
e
esos mismos
grupos,
a
la
construcci6n
de
la
Patria
ocialista .
Pero
los atractivos
deol6gicos
de ese discurso
no
podian
ser tan
enceguecedores
como
para
que quienes
lo enunciaran
no advirtieran
ue
la
positiva
resonancia
que
sus
primeras
cciones
(los
asesinatos
de Vandor
Aramburu)
abian
enido
en
sectores
de la
ciudadania,
a
benevolencia
con
que
el
propio
Per6n
as
habia
acogido,
e
incluso
su
repercusi6n
n
el
gobierno
militar
mismo,
daban
al
comportamiento
e ese
grupo
significadosmuydiferentesde los que su predicaexplicita e atribula.Como afirma in
rodeos
Halperin:
...el
6xitode los
movimientos
nsurreccionales
e
mide,
mAs
que
en
su
capacidad
de
movilizar
las masas
para
a lucha
inal,
n
el
acostumbramiento
rogresivo
ue
induce
a
la
opini6n
iblica
a admitir
a
inclusi6n
el asesinato
ntre
as
pr.cticas
politicas
enidas
por
aceptables
THD,
995a,
57-58).
Las
posteriores
autocriticas
de
los
dirigentes
montoneros,
insistiendo
sobre
su
vanguardismo
su
aislamiento
e
las
masas,
no
parecieron
dispuestas
a recordar
se
exito
inicial,
ni mucho menos a dar
cuenta de
eI.
Pero-insiste
Halperin-
sos
grupos
no
podian
ignorar
ue,
gracias
a
sus
primeras
ntervenciones,
abian
eliminado
dos
molestos
escollos
[*]
En
as
citas
bibliogr6ficas,
HD e
aqui
en
adelante.
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6/25
TULIO
HALPERINONGHI
LASOCIOLOGIA
265
para
el retorno
del
Lider
desterrado.Al declararno ver
en sus acciones
inicialesotra
cosa
que
aventurerismo
marginado
del
movimiento
e
masas,
el discurso
montonero
decidi6
desconocer,
con
la
dudosa
16gica
de un forzado
a
posteriori,
quelloque,
incluso
para
los
jefes
montoneros
mismos,
habiacontribuido
ecisivamenteal
6xito
de su
accionar.
Decidi6
olvidaro desmentiren su discurso
o
que
en
sL
practica
abia;
lo
que,
por
lo
demas,
daba
una
significaci6nprecisa
a su
empresa:
un
proyecto
de
poder,
antes
que
de transformaci6n
social
radical,
que,
utilizando
sadamente
los
instrumentos e
la
violencia,
buscaba
la
restauraci6n e Per6ny latransferencia el poder politicoa sus formacionesspeciales ,
es
decir,
a los
propios
Montoneros. in
duda,
la
aplastante
eficacia con
que
contribuyeron
a
que
se
cumpliera
cabadamenteel
primer bjetivo
ue
una de
las
causas
principales
que
hicieron
imposible
el
logro
del
segundo.
Pero,
segOn Halperin,
l
sentido inicialde su
accionar
politico
no
podia escaparseles.
Estas
indicaciones
permiten
a
una
primera
ncursi6n n
lo te6rico.
En
a
referencia
a
los
fundadores
de
la
Argentina
moderna
-punto
que
retomaremosmas
abajo- y
a
los
Montoneros
parece
ser
cuesti6n
de una
significativa
distancia
entre,
para emplear
una
f6rmula
abreviada,
lo dicho
y
lo
hecho. Desde
muy opuestos
enfoques,
la
sociologia
tradicional a
comentado
argamente
se
desajuste.
Falsa
conciencia, residuos,
deologiay
sus derivados,han sido los recursosconceptualesmas frecuentementeutilizados
para
dar
cuenta de
1l.
En
todo
caso,
el drama
e
jugaba
siempre
entredos
personajes:por
un
lado,
los
hechos,
los
actores, a
conducta,
en
suma,
los
procesos
sociales
objetivos ;
or
otro,
as
ideas ,
as
representaciones
olectivas ,
explicitas
o
implicitas,
manifiestas
o
latentes,
pero
siempre
detectables a
traves
del andlisis
de
la
palabra
de los
actores.
Estructural-
funcionalistas,
structuralistas
marxistas
odian
disentir n
Io
que
hace a
la
descripci6ny
explicaci6n
de tal
desfasaje, pero
sus
dispositivos
e6ricos tenian
en
comun
la
clasica
separaci6n
entre el
registro
de
lo
real
el
registro
de
la
representacion
generalmente
inadecuada
o deformada.
Corrientes
ociol6gicas
mas recienteshan
cuestionado
ese
clivaje.
Lo
han
hecho,
por
lo
general,
subordinandouno de los
registros
en
provecho
del
otro.
Asi,
por
una
parte,
enfoques
objetivistas,
omo
los
que
ilustra,
desde el
marxismo
analitico,
Gerald
Cohen6,
concuerdan en
considerar
que
determinados
parametros
structurales,
definibles
a nivel
macrosocial
y
con
prescindencia
de
categorias subjetivas
ales
como
normas, valores,
creencias,
etcetera,
constituyen
os
principios
e
inteligibilidad
el
sentido
de
las
conductas
y,
en
general,
de los
procesos
sociales
(incluidas
as
normas,valores,creencias,
etcetera).
La
popularidad
cademica
de las diversas
variantes
del
objetivismo
ociol6gico
se ha
apoyado
desde
siempre
en
dos
pilares:
uno
reside en su
continuidad
con la
actitud
objetivante
de sentido
comu'n,
cuyas ventajas
(economia,
no
necesidad
de referirsea
estados
mentales
naccesibles,
adaptaci6n
a las
exigencias
de un
juiciocomon)
conserva.
El otro
pilar
radica en el
hecho
de
que
la
posici6n objetivista
en
sociologia
ha sido
proverbialmente
sociada a
la
tesis
seg'n
la
cual el
objetivismo
s
la
Unica
opci6n
te6rica
conciliablecon el
ideal,
que
se
supone
plausible,
de
que
las
ciencias
sociales
gocen
de un
estatuto
epistemol6gico
similar l
de las ciencias
naturales.
En los
antipodas,
y
como
alternativa
esa
posicion,
se
situ0an
nfoques
de
corte
subjetivista,
n
particular
a
etnometodologia,
erederade los
planteos
enomen6logicos
de
Alfred
Schutz,
donde el
acento
esta
puesto
en
las
opiniones
y
creencias de los
actores
sociales,
en tornoal
tema
de
la
construcci6n
ocial de
la
realidad .Al
contrario
de los
anteriores,
stos
enfoques
deben su atractivo
l hecho de
que
se esfuerzan
por
exhibir os
supuestos
no
tematizados
obre
los
que
descansa
la
actitud
objetivante
e sentido
comin.
6Cohen,
1986.
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7/25
266
EMILIOE
POLA
Centrando
l
anilisis
sobre las condiciones
subjetivas
de
posibilidad
de
las
conductas,
las
normas
institucionalizadas
las
identidades
colectivas,
los
etnometod6logos
han
dado
forma
a
lo
que
Ducrot lamauna
sociologia
e lo
implicito ,
o exenta
por
ciertode
interes7.
Aqui
empero
no interesa
omar
posici6n
en
torno
de
la
ontologia
de
lo
social
que
cada
una
de
estas
opciones
te6ricas
expresa.
Importa
n
cambio
investigar
hasta
qu6
punto
dichas
opciones
dan acceso
a recursos
conceptuales
que
permitan
ensar
a nivel e6rico
aquelloque
Halperin
xpone
a
nivel
hist6rico.
Retomandoel
ejemplo
de los
grupos politicos
clandestinos en la
Argentinay,
en
particular,
l
de los
Montoneros,
arece
claro
por
un
ado
que
nos encontramos
on un caso
de
desajuste
entre
un cursode
acci6n
y
el modoen
que
este
es reflexionado
or
sus
propios
actores
y,
por
otro,
que
tal
desajuste,
para
decir
lo menos,
se muestra refractario
la
conceptualizaci6n
radicional n torno
de
la
falsa onciencia
y
sus variantes.
En
efecto,
dichaconceptualizaci6n
educe
istemAticamente
un
solo nivel
alque
denomina
conciencia
social ,
subsistema
ultural
superestructura
deol6gica )
odo
aquello
relacionado
on
lo
que
Ilamaremos
a
dimensi6n
imb6lica
de
la
acci6n,
ocluyendo
oda
posibilidad
de dar
cuentade fen6menos
de
resignificaci6n
de
recuperaci6n
iscursiva
xpostde
significados
producidos,
ntencionalmente
no,
al
as ,
por
asi
decir,
de
la
acci6n misma.
Laconciencia
social, los residuos,las ideologias,las creencias y, en general, las formasde expresi6n
simb61lica
e
sitian ex
hypothesis
en
un nivelsin duda
derivado,
segundo ,
pero
tambien
unico
y
lineal.Por
cierto,
sus
formasde
aprehensi6n
uelen
ser
muy
variadas
y
otro
tanto
cabe decir
de
las
interpretaciones
que
pueden
dar
ugar8.
ero ales
modalidadesdiversas
de
registro
y
de
interpretaci6n
an
por
supuesta
una
previa
concepci6n
unidimensional
el
dominiode la
significaci6n
e
la
accion
y
ese
supuesto
limita
irremediablemente
l
ana'lisis.
En
cuanto
a
las
opciones
mas recientes
a
que
hemos hecho
referencia,
se nos
permitira
er
breves
con
respecto
a las teorizaciones
de corte
objetivista,
omo
la
antes
mencionadade Gerald
Cohen,
porque,
al
margen
de
los
meritos
o
las
insuficiencias
que
puedan
atribuirseles,
s notorio
ue
cuando abordan
a
problemitica
que
ahoranos
ocupa
no intentanaiadir nada nuevo a los
planteos
clAsicos,
sociol6gicos
o marxistas,antes
expuestos.
Cabe
decir,
en
descargo
de
Cohen,
que
este
autor,
on
encomiable
desenvoltura,
se hace un
deber
aclarar,
n
la
principal
e sus
obras,
que
su
prop6sito
es defender
un
marxismo nticuado
y
tradicional9.
Una
apreciaci6n
hartomAs
ponderada
merecen
los
aportes
de
la
etnometodologia
,
en
general,
as corrientes
e
raiz
enomenol6gica grupadas
habitualmente
ajo
el r6tulo
e
sociologias
de
lavidacotidiana
E.
Goffman,
H.
Garfinkel,
.
Cicourel
otros).
Paradar
s61o
algunos
ejemplos,
los
analisis
de
Goffmanacerca
de
las estructuras
de interacci6n
en
situaciones,
ocasiones
y,
mas
especificamente,
en
encuentros
ara
a
cara,
o
los
de
Garfinkel obre las estructuras
ormales
de
las
actividades
comunes,
cuentan
entre
las
contribuciones
mas
originales
al conocimientode las configuracionesde sentido que
subtienden,
de manera
generalmente
implicita,
a
actitudes,
conductas
e identidades
personales
en diferentescontextos.
7
Cf.,
sobre
este
punto,
Ver6n,
1973,
especialmente
pAgs.
268-272.
8
Este
Oltimo
specto
presta
el flanco
a otra erie
de
criticas
que
no
podemos
desarrollar
qui.
Indiqu6molas
sucintamente: s
comOn n este
tipo
de
enfoque
referirse las formas
simb61licas
n t6rminos
de
traducci6n ,
expresi6n ,
reflejo
la palabra mporta oco,
pero
dentro
de su
vaguedad,
sugiere
una
relaci6n
de
tipo
causal)
de
determinados
echos
o
comportamientos
ociales. Sin
embargo,
a esta
conceptualizaci6n
e
inspiraci6n
ausalista
suele
superponerse
trade
carccter
uncional
incluso,
n sus versiones
m's
bastas,
de
corte
conspirativo:
a
ideo-
logia
disimula ,
falsea ,
oculta
tambi6n
intenta
ustificar ,
on fines
nconfesables,
un cierto
estado
de
cosas.
9 Porqueo queyo defiendo s unmaterialismoist6rico nticuado,unaconcepci6ntradicionaln laquela
historia
s, fundamentalmente,
l
desarrollo e la
capacidad
productiva
el
hombre...
Cohen,
XVI).
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8/25
TULIO ALPERIN
ONGHILA OCIOLOGIA
267
Encuanto las
criticas,
on
conocidas ntrenosotros
as
que
les
dirigen
A.
Gouldner
y
E.Ver6n10.eservas on
muchos
puntos
n comon
on
las
de estos
dos autores
ormula
a su
vez
Anthony
iddens,
in
que
ello e
impida
tilizar
mpliamente
as contribuciones
e
los
etnometodologos.
recisamenteGiddens
emos
de
referirnos
n lo
que
sigue.
Se
impone
destacarde
entrada
ue
la
de
Giddens
s
una de
las
mas
fecundas
propuestas
ormuladasn los
l0timos
hros
esde
la
teoria ocial
para uperar
os
impasses
a
que
conducen os
enfoquesdependientes
e la
dicotomiabjetivismo/subjetivismo.
n
efecto,
apartndose
resueltamenteel binarismo
implista
ue
opone
la
objetividad
e
hechos
y
conductas
la
subjetividad
e
la
conciencia,
a
deologia
lo
maginario,
iddens
plantea
n
modelo
mas
complejo,
el
cual
nos
nteresa estacar
os
aspectos
que
hacen
a
lo
que
llama l
modelo e
estratificaci6n ,
sto
es,
una
nterpretaci6n
el
agente
humano,
que
se centra n
tres
capas'
de
cognicidn/motivacion:
onciencia
iscursiva,
onciencia
practica
lo
inconsciente
Giddens, 97).
Giddensdefine conciencia
iscursiva omo
aquello
que
os
actores on
capaces
de
decir,
aquello
lo
que
pueden
ar
xpresi6n
erbal,
cercade las
condiciones
ociales,
incluidas,
n
especial,
as
condicionesociales
de su
propia
cci6n .
a
conciencia
iscur-
sivaestarelacionadaon losprocesosde racionalizaci6ne laaccibn y, poresa via,con
los
temas
que
la
sociologia
radicionalubsume
ajo
as nociones
e
creencia
ideologia).
Por
conciencia
prActica
iddens
ntiende
aquello
ue
os
actores
aben
(creen)
cerca
de
condiciones
ociales,
ncluidas
n
especial
as
condiciones
e
su
propia
cci6n,
pero
que
no
pueden
xpresar
iscursivamente;
in
embargo,
inguna
arrera
e
represi6n rotege
la
conciencia
practica,
diferencia
e
lo
que
ocurre on
lo
inconsciente
Giddens, 94).
Los
conceptos
de
conciencia
ractica
conciencia
iscursiva
arecen
querer
rescatar se
carActer
omplejo,
o
unidimensional,
el
registro
eflexivoe
la
acci6n,
al
cual
nos hemos
referido
masarriba. n al
entido,
modo
de
hip6tesis, odriamos
eformular
o
que
Halperin
nunciaacerca de
los
Montoneros
iciendo
que
los
dirigentes
de
ese
movimientooliticomostraban travesde sus actos -es decir,en el registrode su
conciencia
practica-
onocerbien
Io
que,
por
el
contrario,
ra
disimulado
deformado
or
su
conciencia
iscursiva. ero
ste
punto
equiere
special
cuidado,
o
pena
de abrir
l
camino
malentendidos
,
peor,
de
pretender
ar
cuentade
lo
claro
pelando
lo
oscuro.
Un
primer roblema
eside
n
la
dificultade
determinaron
precision
l
alcance
del
concepto
de
conciencia
ractica.
sa
dificultadoes
en
nuestra
opinion
asual:deriva
e
la
relaci6n
indefinida
ue
existe
entre,
por
una
parte,
l
tipo
de
interrogantes
los
cuales
intenta
esponder
icho
concepto
y, por
otra,
u
campo
virtual e
aplicaci6n.
El
tipo
de
interrogantes
emite
los
explicitos
rigenes
enomenol6gicos
el
concepto
n
cuesti6n:
e
trata n
principio
e
dar uenta
e los
saberes
mplicitos,
o
ematizados,
uyo
dominio
xhi-
ben osactoresndividualesnlassituacionesotidianas,especialmente,nlosencuentros
caraa
cara:
desatenci6n
cort6s ,
entido e las
distancias
propiadas,
acto
para
nfrentar
circunstancias
nesperadas,
tcetera.
En ales
situacionesos
actores
dan
muestras
e
un
sabio
manejo
e
las
normas,
e
las
actitudes
las
conductas n
cada caso
requeridas,
aunque
por
o
general
ean
incapaces
e
formular
erbalmentese
conocimiento
prActico.
LSe
debe concluir
de
lo anterior
ue
el
campo
de
aplicaci6n
del
concepto
de
conciencia
practica
e
limita
olamente
los
contextos e
copresencia?
Nadaes
menos
10
Aunque
atendibles
en
ciertos
aspectos,
las
criticas
de
Alvin
Gouldnerno
menoscaban sin
embargo
la
validez de
esas
contribuciones
Gouldner,
47
y ss.).
Otro
anto abe
decir
de las
objeciones
de Eliseo
Ver6n
a los
etnometod6logos,
n
cuanto
a los
limites
que
impondria
los
aportes
de
estos
6ltimos
u
dependencia
respecto
de
sus origenesfenomenol6gicos Ver6n,1973,271 y ss). Ver6ndestaca sin embargo a pertinencia
descriptiva
de
dichos
aportes.
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268
EMILIOE
IPOLA
seguro.
Si el
locus e6rico n el
marco
el
cual
a
noci6n s
presentada
precisamente
a
conceptualizaci6n
e los
encuentrosociales-
parece mponer
na
respuesta
firmativa
esa
pregunta,
iertas
ndicaciones lteriores
e
Giddens
arrojan
erias
dudas
sobre
la
pertinencia
e esa
respuesta.
Surge
de
esas indicaciones
ue
la
idea
de un saber
mplicito
n
la
practica
o
por
fuerza
xige
que
ese saber e limite
olamente
encuentros
araa
cara.La
referencia
e
Giddens
la
obediencia
e
reglas
no
expresadas
iscursivamente
porejemplo,
eglas
de
parentesco,omo
ia
queenciertas ulturasrescribel matrimoniontreprimosruzados-
pone
sobre
a
mesa
un
modode
ejercicio
e
la
conciencia
pra.ctica
sincomonmedida
on
aquel
que opera
en
las
situaciones e
copresencia.
Algo
semejante
abe
decirde
las
reflexiones
e
Giddens cerca
delsaber
mplicito
e losactores
ociales
obre
condiciones
de vida
ocial
que
no
(son)aquellas
n
las
que
ocurren
us
propias
ctividades
Giddens,
123).
Esos
ejemplos
arecen
ranquear
l
camino una
versi6n
ampliada
el
concepto
de
conciencia
practica.
iguiendo
sa
via, a
idea
de
una
conciencia
ractica
uyo
dominio
e
ejercicio
barcara
ambien
a
acci6n
politica
o
seria
nconcebible.
e
todos
modos, a
discusi6n
ificil
incierta
ue
Giddens
leva caboen
el
capitulo
I
de La
constituci6n
e
la
sociedad
muestra on creces
la cautela
pero
ambien
as
vacilaciones
e su autor
obre
este punto.
Eso
no
es todo.El
concepto
de conciencia
practica
pese
a formar
arte
y
parte
central,
egOn
Giddens)-
de la
teoria
ocial,
es
tambien
lanteado
or
su autor
omo
elemento e
una
conceptualizaci6n
lternativa
la
teorizaci6n
reudiana
obre
el
aparato
psiquico.
Asi,
a
la
triada
ello ,
yo ,
supery6
e
la
Ilamada
egunda
t6pica,
Giddens
sustituye
a
riple
ivisi6n sistema
e
seguridad
asica ,
conciencia
rActica
conciencia
discursiva
Giddens, 7)11.
Nocabe
aqui
desarrollar
os
argumentos
ue
ofrece
Giddens
para
justificar
se
reemplazo.
enialemos
implemente
ue
su
preocupaci6n
rincipal
aparece
centrada n
la
promoci6n
e
lo
que
llama
los
componentes
mas
cognitivos,
racionales,
el
agente
Giddens, 7),
subestimados,
n su
opini6n,
or
Freud12.
Volviendoltemadelcual
partimos,
al
margen
elas reservas
ue
puedan
uscitar
estas
nadabanales
macro-operacionese6ricas13,o
parece
rrelevante
ntentarescatar
l
concepto
de
conciencia
practicay
subsidiariamente
l
menos
complejo
e
conciencia
discursiva-
ara
darcuentade
los modosde
aprehensi6n
ubjetiva
e
su
accionar
olitico
por
parte
de los
dirigentes
montoneros. ueda
n
pie
sin
embargo
n
problema.
n
efecto,
segOn
Giddens en estricta
oherencia on
la
raiz
enomenol6gica
el
concepto-
la
conciencia
practica
efiere unsaber
nsito
n
la
acci6n
misma,
ue
los actores
no
pueden
expresar
discursivamente,
unque
en
esta
restricci6n
o
operan
censura
ni
represibn
algunas.
Esta
1ltima
cotaci6n
s
pertinente
i
se
tienen
n
cuenta
l
tipo
de
situaciones
los
que
generalmente
emiteGiddens
ara
lustrar
l uso
de dicho
oncepto
situaciones
e
copresencia,
ncuentrosaraa cara)
y
altipode saber rActiconvestidon ellos.Pero,
nuevamente,
o
es en modo
alguno
mpensable
a
idea
de una
conciencia
practica
uya
imposibilidad
e
verbalizaci6n
e
explique,
iquiera
ea
parcialmente,
or
a
incidencia
e
operaciones
ales
como
a
negaci6n
la
censura.
En
el
primer apitulo
a
triada
propuesta
por
Giddens
era
motivos/cognici6n
nconscientes ,
conciencia
prcctica ,
concienciadiscursiva
Giddens,
44).
12
Por
ese
camino,propone
unareivindicaci6n
e
los
psic6logos
del
yo
E.
Erikson,
K.
Homey,
H.
S.
Sullivan)
parte
de
cuyas
tesis retoma
o reformula.
13
Este
es
uno
de
los
aspectos
que
nos
parecen
mas
cuestionables
del
aporte
giddensiano.
Por
nuestra
parte,
creemos
que
el
problema
o
consiste en
exorcizar
l
demonio
bjetivistaorjindose
un inconsciente
menos
molesto
yunpreconsciente incensura.Enunplanteo omo6se se incurre n unamuy nc6modapetici6nde principio,egOn
la
cual
es
tarea
y
tarea
prioritaria-
e
la
teoria
ocial
presentar
naalternativala
concepci6npsicoanalitica
e
la
psiquis.
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10/25
269
Asi,
por
ejemplo,
retomando uevamente
l
caso
de los
grupos
clandestinos n
Argentina,
esulta vidente
que,
para Halperin
en
nada
preocupadopor
ofrecer
una
alternativa
las
t6picas
reudianas),
ay
en
los
dirigentes
montoneros,
puntaladoor
ese
parad6jico
ecurso iscursivo
ue
es el
silencio
THD,
987a,
2),
un ndudable
roceso
de
negaci6n,
acionalizado
posteriori,
ras
a
figura
e
una
autocritica,
n el discurso
politico
de ese
grupo.
El
hechode
que
Halperin
eWale
ue
los
dirigentes
montoneros
e
negaban
a
reflejar
u atinada
ercepci6n
e
lasituaci6n
n dicho
discurso,
ue
ncluso
e
esforzaban
pornoreconoceroquesabian,muestranequivocamenteueese aspectoestapresente
en su
analisis.
Por tra
parte,
a
deade
que,
a
traves
e
algunas
ictimas ien
scogidas,
e abria
n
expeditivotajo ara
l
retorno
l
poder
del
efe
del
peronismo,
con
61
de las
que
se habria
de Ilamar
or
entonces
us
formaciones
speciales ,
ogr6
un
arraigo
anto
mas
profundo
en estas
I01timas
uanto
ue
estuvo valada
or
a
anuencia e
ese
mismo
efe,
asicomo
por
la oleranciaenevolentee buena
arte
e la
sociedad
rgentina-sin
ontaras
vacilaciones
de la
dirigencia
militar
nte
a
emergencia
e una
violencia
ue
no
podia
dejar
de asociar
su
propia
irresoluci6n
rente al dilema
que
la exclusi6n
del
peronismo
e
planteaba-.
Es
sabido
que
una
vez
producido
l
regreso
del
lider,
este
no
demor6
en
tomar
distanciascada
vez
mas
ajantes especto equieneshabianidosuscompaneroseruta.Conelcorrere
los meses esas distanciase
ahondaron
asta onvertirsen
la
mas
despiadada
ostilidad;
por
otra
parte,
a
voluble
ociedad
argentinaej6
de miraron
ojos ndulgentes
os hechos
violentos
ue,
producida
a
vuelta
de
Per6n
al
gobierno,
arecian
para
ella de
sentido,
ademas de
que
comenzaban
a
incomodarla
eriamente.Enese
nuevo contexto
histbrico,
a
mera idea de saberse
pioneros
exitosos
de
la
legitimaci6n
e
una
violencia
que
ahora se
encarnizaba
con
ellos se
torn6
nsoportable
ara
os movimientos
landestinos
y
cedi6
facil-
mente u
lugar
los
temas
deol6gicos
el
vanguardismo
litista del
divorcio
e lasmasas.
Concluyendorovisoriamente:
omo ehalamos
ntes,
en una
reflexi6ne6ricaobre
este
juego ragico
e
acciones
nicialmente
ficaces,
de
percepciones
erteras de
expli-
caciones
ex
post-juego
cuya
rama
Halperin
esata
pero
no
teoriza-
areceria
aber
ugar
para
os
conceptos
e conciencia
ractica
de
conciencia
iscursiva .
ero s indudable
que,
para
ello,
dichos
conceptos
(y
en
particular,
l
primero)
equeririan
n
mayor
desarrollo
y
una
mayor
recisi6n
4.
Preciso
s
reconocer
ue,
sobre
ste
punto,
a
eoria
e
la
estructu-
raci6n
pese
a su
refinada
legancia-
sta
auin
ejos
de haber
legado
l
inde sus
esfuerzos.
Los
problemas
ue
plantea
l ntentoe
encuadre
onceptual
elmodode
aprehensi6n
de su
propio
ccionar
or
parte
e los
grupos
landestinos
n
la
Argentina
urante
osaios
'70
lustran
s61o
parcialmente
a
gama
de
interrogantes
e6ricos
ue
abre,
en
los
escritosde
Halperin,atematicade las relacionesentreacci6ny representaci6n.Enotros ugaresde su
obra,
dicha
emAticae
desarrolla,
tambien
e
complejiza,
on
a introducci6n
e
registros
reflexivos
mas
elaborados
y
de
mayor
alcance
que
los
que
hubo
que
tomar
en
cuenta en el
ejemplo
anterior.
El
de
losMontoneros
rauncaso
de
interpretaci6n
posteriori,
on inesde autocritica
pero
ambien
e
reapropiaci6n
deol6gica,
e un
recorrido
olitico
uyo
sentido fectivo e
habia
ornadoisa
y
Ilanamente
nasumible
or
quienes
habian
ido sus
protagonistas.
a
obra
de
Halperin
s
particularmente
ensiblea
la
eficacia
del
apr6s
coup
como
modalidad
de
resignificaci6nubjetiva
e hechos
y
conductas
pasadas.
Ilusiones
etrospectivas,
fables
convenues,
mitos
individuales
colectivos, reconstrucciones
ex
post.
no
siempre
14
No
tanta,
in
embargo,
como
para
bloquear
a
indiscutible
ecundidad
heuristica
el
concepto
en
cuesti6n.
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11/25
270
EMILIO E
IPOLA
paraHalperin
sos modos
artificiosos
e
recrear
a
imagen
de
actos
cumplidos
hechos
sucedidos
on
obra
de
la
deologia,
a
malafe
la
necesidad e
exculpar
n
pasado
dudoso.
Son
tambien
fectosdel
impacto,
menudo
ontradictorio,
e ciertas
mutacionesociales
y
culturales
obre
las creencias
y
los
sentimientos
e
quienes
vivieron
sos
cambios
y
tuvieron,
anbien
que
mal,
que
acomodarse ellos.
Efectos los
cuales
mporta
star
specialmente
tento uando
e trata
e
analizar
l
modo
n
que
osactores
hist6ricos
an
abordado
transmitido
us
propias
ivencias.
ludo
obviamente
qui
a los
trabajos
ue
Halperin
edic6a esa encarnaci6n
articular
e la
concienciadiscursiva
ue
es el
genero
utobiografico
,
especificamente,
las
autobiografias
de
algunos
prohombres
intelectuales
politicos)
ispanoamericanos'5.
ichos
rabajos
permitenercibir,
on
mayor
itidez
quizas
ue
otros,
asta
que
punto
a abor
istoriogrdfica
de
Halperin
cuerda
privilegiada
tenci6n
la
relaci6n
ntre
a
acci6n
de
los
agentes
hist6ricos
las
formas
bajo
as cuales
esos mismos
actores,
a
menudo
al
calor
de las
inquietudes
demandas
el
presente,
ntentan
ecuperar
l
sentido
de
dicha
acci6n,
esto
es:
recortan
us
secuencias,
ancuenta e sus
motivos
sus
fines,
ustifican
us
decisiones,
en
fin,
val0an
u curso
y
sus
resultados.
n
a
autobiografia
l
autor
efine
ygeneralmente
justifica)
u actitud nte
a
vida
no
s6lo
en
lo
que
explicitamente
eclara
al
respecto
ino
tambien
n elactode
enunciaci6n
ismo. a
autobiografia
s asi un rabajoso erformativo.
El
dean
Gregorio
unes,
al redactar
a
suya
en tercera
persona
del
singular,
s6
de
un
subterfugio
oco
sutil
para
hacer
como
que
buscaba
soslayar
se
aspecto,
cuando
en
realidad
o
queria
tra osa
que
subrayarlo16
Estareferencia
l dean Funes
pretende
no
ser arbitraria.n
mais
de una
ocasi6n
Halperin
a
opuesto
a
actitud e este
letrado olonial,
ue
negoci6
autelosamente
u
carrera n
el
Rio
de
la
Plata,
la
de
otro
etrado,
lerigo
omo
e6,
que
malogr6
a
suya
en
Mexico.
2. FrayServandoen las ciudades
El 12
de diciembre e
1794,
Fray
ervando
eresa
de
Mier17,
e
la orden
de
Santo
Domingo,
etrado
egiomontano
e
auspiciosa
arrera
reputado
rador,
ronuncid
n
serm6n
n
Guadalupe,
ondesostuvoa
tesis
de
que
el
lienzo
de
Tepeyac,
asociado
al
milagro
e
la
aparici6n
e
la
virgen
l
indio
uan
Diego,
endria
n
caracter
fectivamente
milagroso,
ero
mucho
mas
remoto
venerable
ue
el
inicialmente
upuesto,ya
que
se
remontaria los
origenes
mismos
del
cristianismo.
l
lienzo
seria
una
reliquia
e
la
predicaci6n
el
ap6stol
Santo
Tombs
n
tierra
mexicana
encarnaria
n
simulacro
e
la
Virgen
Maria,
riginado ilagrosamente
n
vida
de
esta.
El
milagro
post6lico,
resentado
comounhechos6loprobable,oexcluiria,egon Fray ervando,quelotrodelquefuera
agraciado
estimonio
l
indio
uan
Diego:
a
Virgen
ien
pudo
haber
evelado
este
Oltimo
d6nde
estaba
oculto
l
lienzo,
scondido
or ndigenas
ieles,
herederos
e
aquel
originario
cristianismo
mexicano,
durante
a
persecuci6n
desencadenada
ya
en
tiempos
de
la
predicaci6n
e
SantoTomrs
n
Mexico.
15
Entre
tros,
Fray
Servando
Teresade
Mier,
l dean
Gregorio
unes,
Manuel
Belgrano,
Domingo
Faustino
Sarmiento,
os6 Victoriano
astarria,
ose
Maria
amper,
Guillermo
rieto
THO,
987a,41-63;
1982,113:143).
16
De este escritode Funes dice
Halperin:
...su
autobiografia
o
podria
er ms
piblica;
es,
en
verdad,
casi
el
prospecto
de un
candidato
a
posiciones
politicas
THD,
987b,
56).
17
TulioHALPERINONGHI:Eletrado olonial omo inventor e mitos
revolucionarios:
ray
ServandoTeresa
de Miera trav6s de sus escritos autobiogrificos ,n VVAA:De historiae historiadoreshomenajea Jos6 Luis
Romero), iglo
XXI,
M6xico,
1982.
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12/25
TULIO
HALPERINONGHI LA
SOCIOLOGIA
271
El serm6n de
Guadalupe
caus6
escandalo
y
arruin6
a
carrerade
Mier,
quien,
previamente
la
indagaciOn
ispuesta
por
el
arzobispado,
recibi6
de su
superior
orden
de
no abandonarel convento.Ensus memorias
Fray
Servando
narra l
episodio
y
admite
que
pronto
tuvo
que
convencerse
de
que
su
conjetura
estaba basada en
argumentos muy
debiles, producto
de
una credula lecturadel doctor
Borunda,
un
jurista
enfermizamente
adicto a
fraguar
as
historias
mas
desatinadas. Sin
embargo,
s6lo se
declar6
dispuesto
a
ofrecer
una retractaci6n
lena
si se
cumplia
a
promesa
de cortar l asunto
en su
virtud
,
en consecuencia, si su honor,
ya
lastimado
por
a
sanciOn,
quedaba
a salvo.
Ello
no
ocurri6.
Examinado
n
proceso
eclesiastico,
el serm6n
guadalupano
recibi6
un
primer
dictamencondenatorio.
La
sentenciadefinitiva el
arzobispo
conden6 a Mier
a
diez
aios
de
reclusi6n
en un convento
y
lo
inhabilit6
perpetuidad
para
el
ejercicio
de
toda
enseianza
p~blica.
A
partir
e
entonces,
la
vida de
Fray
Servando
hubo de recorrer
hasta
su
vejez,
en
que
obtendriauna reivindicaci6n asi
p6stuma,
un
largo
y
tortuoso tinerario
hecho
de
prisiones, fugas, persecuciones, disputas,
escarnios,
e incluso
sorpresivas
recompensas.
Alcabo de esa
trajinada
ravesia,
quien
fueraen su
juventud
un
monarquico
convencido
y
casi militante
hasta
el
punto
de sostener
que
la
obediencia a
los
reyes
era
un
deber
esencial de
los
cristianos-se
convertir,
en uno de los
prohombres
undadoresdel
Mexico
republicano.
El
proyecto
de vida de Mier
ra eminentemente
tilitario:btener
figuracion
mundana
en
la
alta sociedad de su
tiempo,
como
espiritu
brillante
original.
En ese
plan general
se
inscribia
u
sermon
de
Guadalupe.
Y,
aunque
no
dej6
de cuidarse
as
espaldas planteando
su versi6n 6lo
como
probable ,ampoco
ue
capaz
de
evitaruna actitudante las
cosas
que
le
acarrearia
no
pocos
sinsabores:
a
tendencia
a
ser
excesivo,
a colmar
y
sobrepasar
la
medida. De
todos
modos,
una
vez condenado
-y
aunque
no
quisiera
o
no
pudiera
confesarselo-
su carrera
ya
estaba
irremisiblemente
omprometida.
Sin
embargo,
alli
Mier
puso
en
juego
su sentido
del
honor
y
en su
defensa
inici6
una
batallaque imprimiriangiro nesperadoa su conducta utura. induda,el significadode la
empresa
autorreivindicatorian
que
se
embarc6
Fray
Servando
estaba afectado de una
insoluble
ambig0edad.
Como
nos
recuerda
Halperin,
Montesquieu
a
mostrado n
celebres
paginas
que
el honor
que
esta
en
los cimientos del orden
monarquico
es,
aunque
pOblicamente
Otil,
n
falso honor
que requiere
omo
contrapartida
l
desprecio
de
la
virtud
del
ciudadano
y
tiene
por
contenido una
jerarquia
e
rangos y preferencias
a
la
que
no
sustenta
ningOn
basamento
moral.Por
lo
demis,
Fray
Servando no
podia ignorar
que
honores,
virtud
superioridad
e
origeny
de talentono
iban
necesariamente
untos
THD,
1982,
129).
...Pero
i
sabe
que
honor
honores
o son
la
misma
osa,
el
hecho,
ejos
de
darle a
clave
del conflictoque destroza u vida,que le permitirlaeconciliarseon su destino,se le
presenta
omo
un
perpetuo
scAndalo,
rente l cual
es deberdel
hombre e honor
egarse
a
la
resignaci6n THD,
982,
124).
Honor
y
honoresson
cosas distintas
entiende
Fray
Servando- no
tanto
porque
haya
que
separar
a
verdaderavirtud
e
la
mera
nombradia,
ino
porque
as
reglas
que
deberian
presidir
l
legitimo
cceso a
esta
01tima
stan
insanablemente
ubvertidas.
Mier, ntonces,
ademcs
de
desmentir su
retractacion,
e
considera
directamente
agraviado. Alega
en
terminosdramaticos
que
su honor
ha sido
atacado.
Dramatismo,
or
lo
demas,
no
fingido,
desde el
momentoen
que
ese honor dentificado
on su
persona pOblica
s
a
la
vez el
n0cleo
centralde su
entera
personalidad THD,
982,
122).
Eso no es
todo. Al
dentificar
u
vida con su honor,Miera identificaambien, raslaticiamente,on su cursushonorumTHD,
1982,
125),
es
decir,
con
su
carrera.
Iniciaasi lo
que
sera
una
desesperada
odisea en
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13/25
7
EMILIOE
POLA
procura
e su
reparaci6n,
n
la
que
-sobre
el fondode
la
crisis erminalel orden
politico
tradicional del sistemade
creencias
que
lo
sustenta-
Fray
Servando
a
poco
a
poco
reconociendo
uevos aliados
y,
sobre
todo,
nuevos
enemigos.
Primero,
or
cierto,
el
arzobispo
NuOiez e Haro
y
Peralta,
rincipal
esponsable
nmediato
e su
caida
en
desgracia.
in
embargo,
o tardardemasiado
n descubrir
ue
el
arzobispo
6lo es a lo
sumo
una
expresi6n
menor e
aquello ue
encarna n esta
tierra l
mal
absoluto,
saber,
el
poder.
Esta oncepci6n elpoder omomalabsolutoeproporcionaranaclavegeneralde
interpretaci6n
e las desventuras
ue
lo
aquejan
asi
como del
entero
mundo
que
to
circunda.
e
ofrecera demas
l escenario
onvenientemente
astoen el
que
desplegard
su lucha. lo
que,
gracias
esa
clave,
a
empresa
e
poblara
e
nuevos entidos.Ya
nose
limitara
declararse
nocente
ontra
quienes
o calumnian
persiguen;
hora
afirmara
tambien
u
innata
uperioridad,
egaday
vituperadaor
el
poder.
Pero
sa
superioridad
o
sera
la
del
talento
poco
creible
n
una
vidamarcada
or
sucesivos
racasos)
ino
a
de
linaje.
firmard
ues
su
nobleza
e
origen18,
aciendo
e ella
a
m6dula
e
su
personalidad
moral.Con
ese
bagaje
de convicciones
nfrentar'
l
mundo,
ominado
or
os
poderosos.
No
corresponde
qui
narrar
as
mOltiples
eripecias
que
jalonaron
a
posterior
trayectoria
e
FrayServando.
n uarticulo,
alperin
esmenuzaonmaestriaasobresaltada
trayectoria
e
este letrado
tipico
a
la
vez
ejemplar.
Mier
s
puesto
n
prisi6n,
e
fugay
es
reaprehendido
arias
eces;
en esa
seriede
persecuciones
ecorre
spaia,
Francia,talia,
Portugal.
n
el interin
a adherido
la
idea
ndependentista,
unque
e
mantendra
or
un
tiempo
monarquico.
ecala
inalmente
n
Londres
en
1816
e embarcan una
expedici6n
al
mando
de Francisco
Mina
on
rumbo
America.
a
expedici6n
lega
a Norfolk
Virginia)
y
de
ahi
pasa
a
Baltimore,
onde
e
organiza
a
incursi6n
n
Mexico.
Esta
es
rapidamente
derrotada
en
seguida
recomienza
ara
Fray
ervando
na
nueva
retahila
e
prisiones,
fugas,
reaprehensiones
traslados. s
por
ntonces
1820-1821)
ue
proclama
u ad
hesi6n
a
la
RepOblica.
in
embargo,
sta
adhesi6n
e da en
Mier obre
el
fondode
valores
tradicionales.MAs
precisamente,
obre o que Halperinenomina na utopiarcaica ,
seg'n
la
cual
a
repOblica
establecera
n su alto
ugar
laverdadera
obleza.
Harajusticia:
resarcird
los aut6nticamente
iennacidos.
Finalmente,
a
pospuesta
eivindicaci6n
lega:
s electo
diputado
constituyente
un
decreto
e
concede
una
pensi6n
e 3.000
pesos
anuales.El
17de
noviembre
e 1827
recibe
la
extremaunci6n
n
unacto
pOblico,
on
la
presencia
el
presidente
e
la
RepOblica
de
unanutrida
oncurrencia.l
3
de diciembre
e
ese mismo
io muere.
Importa
specialmente
ubrayar
ue
Mier s
un etrado
l
que
le
toca
vivir na
epoca
carente
elsuelo
que
proporciona
n istema
e creencias
irmesobre
a
sociedad
y
sobre
lahistoria:
omo
suele
decirse,
o
viejo a
ha
dejado
de
vivir,
o nuevo
no
puede
nacer.
Sin
embargo,
sta
circunstancia
o
lo convierte
n cultor
e
ning0n
scepticismo,
ino
que
libera
n
61
a
posibilidad
e tener
especto
de
las
ideas
a
misma
ctitud
ragm6tica
ue
quiso
mprimir
su vida:
s ese
pragmatismo
l
que
le
permite
er
en
ciertos
istemas
de
ideas un
arma
para
a
movilizaci6n
olitica.
ada
nteresado
n
la
b('squeda
e
la
verdad,
Fray
ervando
e muestra
n cambio
omo
uneficaz
nventor
e
mitos
evolucionarios.
n
inventor
n modo
lguno
nocente
involuntario
que,
en todo
onocimiento
e
causa,
pudo
hasta
el finde sus
dias
rescatar omo
vilida,
en
ese
registro,
u
versi6n
del
milagro
e
Tepeyac19
18
Pretensi6n
roblematica
n
los
hechos,
anota
Halperin.
19EnsuApologia, rgumentaonlavistapuestamenosenlapertinencia ueen laeficacia deol6gicade sus
tesis:
se trataba
nada
menos
que
de ofrecer
n
ap6stol
a M6xico .
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14/25
TULIO
273
Esesta actitudescribe
Halperln-
a
que
confiere Mier
na
perversa
y
parad6jica
modernidad,
cercAndolocuantos
n
nuestro
iglo
ieronambi6n
a
nseguridad
reciente
de loscriterios
e verdad
omo
una
portunidad
ara
esinteresarse
e
esa dimensi6n
e
la
tarea ntelectual
consagrarse
n
cambio
lafabricaci6n
eliberadae mitos onvistas
muy
precisos
bjetivos
r~cticos
THD,
982,
36).
4Es capaz
la
teorizaci6n
ociol6gica
obre a
acci6nde contribuirdarcuentadel
comportamientolasactitudes e Fray ervando,
egOn
as interpreta alperin? esta
pregunta
muchos
reponderian
ue
seriaexcesivo
pedir
hoy
tamaia
capacidad
a dicha
teorizaci6n. sa
es
por
o
demAs
a
respuesta
ue
preguntas
e ese
tipo
uelesuscitar
ntre
los
mismose6ricos
e
la
acci6n2?.
in
embargo,
uncon
las
reservas
ue
ya
hemos enido
oportunidad
e
explicitar,
o es
evidente
ue
los
conceptosgiddensianos
e
conciencia
practica
conciencia
iscursiva
erian
n
este caso
ineptospara
charuna uz
siquiera
sea
parcial
obre
l caso.
Halperin
eialael caracter
menudo
aprichosamente
ambiante
e
incluso
as contradicciones
THD,
982,
141)
de la conducta e Mier.
ero
no
dejapor
ello
de
seialar
odo
aquello
ue
dicha onducta
eja
verde
la
percepci6n uy
iva
hasta
de
la
exasperada
ucidez
THD,
987b,
54)
de
que,
por
momentos,
aba
muestras
Fray
Servandoespectode lascaracteristicase la
epoca
quelehabiaocadoensuertevivir21.
Aquello
ue
sin
duda
planteariaroblemas
mucho
mas
arduos,
no
s6lo
a
la
teoria
giddensiana,
inoa todos
aquellosnfoques
e6ricos
ue
ponen
lacento n los
omponentes
mis
cognitivos,
acionales,
el
agente ,
s
la
inevitablearea
de articular e
un modo
inteligible
as luces
y
las sombras
de
Fray
Servando,
us aciertos
y
sus
errores,
us
vislumbres sus
extravagancias.
LPodra,
i no resolverlos,
oadyuvar
esclarecerlos,
na eorizaci6n
ue,
como ade
la elecci6n
acional ,
torgaprimacia
esos
componentes,
in
por
ello
dejar
e
reconocer
que
existen conductasmenos
racionales
que
otras
e
inclusoconductascrasamente
irracionales?abedudarlo.
La
teoria
de
la
acci6n racional
n
efecto,
al
menos
en sus
versionesclaramente
identificables
omo
tales22,
s
un
ejemplo
imero
de
lo
que
cabe
llamar
hermen6utica
simple
por
oposici6n
a
la
hermeneutica
oble
de
Giddens)
en el sentidode
que,
acomparhada
n esto
por
buena
parte
del
pensamiento
ociol6gico,
e mantiene
at
rasdel
sentido
pensadoy
construido
or
os
actores
mismos,
e
cuyapercepci6n
el mundo ocial
ofrece
unaversi6nn
todo
imilar lade
estos
0ltimos,
i
se
exceptea
l
lenguaje
cad6mico
con
que
a ormula.ara
l
rational-choice,23
ada
acci6n
s inmediata
aproblemiticamente
identificable,
esde
que
dicha eoria
o
s6lo
oma
omo
punto
e
partida,
ino
que
tambien
20
Por
ejemplo,
Elster
no
vacila
en acordara
interrogacionese
este
tipo
un
cardcter
programatico,
mas
bien
de
largo
plazo
(Elster, 7).
21
Percepci6ny
lucidez
que
traducen
a
(parcial)
onciencia
prdctica
de Mier.
Aunque
Halperin
descubre
esos atisbos a
trav6s
de
los
escritos
de Fray
Servando,
no
deja
de
sugerimos
que
Io
que
importa
on los actos
de
enunciaci6n
y
no
los
enunciados
de
qu