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Crossing the line katie mcgarry

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1.5 de Pushing the limits. Lila McCormick, la mejor amiga de Echo en Pushing The Limits, conoce por primera vez a Lincoln Turner cuando la tragedia golpeó la vida de ambos. Pero nunca esperó que su encuentro sorpresa llevaría a dos años de intercambios de cartas, o que ella se enamoraría del chico que sólo ha visto una vez. Su relación es secreta, pero Lila se siente más cerca de Lincoln que de nadie más. Hasta que descubre que él le mintió sobre lo único con lo que más contaba. Lastimar a Lila es la última cosa que Lincoln quería. Por dos años, sus cartas han sido lo único que lo llevaba a través del día. Admitir sus sentimientos cruzaría una línea que nunca se había atrevido a cruzar antes. Pero Lincoln hará lo que sea para corregir sus errores, obtener el perdón de Lila, y finalmente ganar una oportunidad para estar con la chica que ama.

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Moderadora

CrisCras Findareasontosmile

Alaska Young val_mar JazminC

Traductoras

Nnancyc pauliiis99

Findareasontosmile Apolineah17

Katy Mutatingskyline

PaoSwagUp

Katita Kelly.apple1

eyeOc. JessxFlyller kathuu.cv

Fer_lul Julieyrr

Correctoras

JazminC itxi

Mel Cipriano Cami G.

NnancyC

CrisCras Findareasontosmile

Daniela Agrafojo Merryhope

Jezel07

Vanessa VR Alaska Young

val_mar Aimetz14

Lectura final

CrisCras

Diseño

PaulaMayfair

Page 4: Crossing the line katie mcgarry

Sinopsis

Cartas

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Sobre el autor

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ila McCormick, la mejor amiga de Echo en Pushing The

Limits, conoce por primera vez a Lincoln Turner cuando la tragedia golpeó la vida de ambos. Pero nunca esperó

que su encuentro sorpresa llevaría a dos años de intercambios de cartas, o que ella se enamoraría del chico que sólo ha visto una vez.

Su relación es secreta, pero Lila se siente más cerca de Lincoln que de nadie más. Hasta que descubre que él le mintió sobre lo único con

lo que más contaba.

Lastimar a Lila es la última cosa que Lincoln quería. Por dos años, sus cartas han sido lo único que lo llevaba a través del día. Admitir sus sentimientos cruzaría una línea que nunca se había atrevido a cruzar antes. Pero Lincoln hará lo que sea para corregir sus errores, obtener el perdón de Lila, y finalmente ganar una

oportunidad para estar con la chica que ama.

Pushing the Limits, #1.5

L

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Traducido por Nnancyc

Corregido por JazminC

uerido Lincoln:

Hoy vi esta tarjeta y pensé en ti. Sé que no era a quien viniste a conocer, pero estoy contenta de que tuviéramos la oportunidad de conversar. Aunque yo era sólo la mejor amiga de su hermana menor, Aires todavía se

sentía como un hermano para mí. Entre tú y yo, aún sonrío cuando pienso en la mirada en tu cara cuando decidimos escabullirnos del velorio sin ser atrapados. Esa fue una noche rara, jodida, y estoy agradecida de que estuvieras allí para ayudarme a atravesarla. Sé cuánto extraño a Aires, así que solamente puedo imaginar cuánto extrañas a Josh. Sólo recuerda que estoy pensando en ti. ¿Puedo escribirte otra vez? ¿Me escribirás? Espero que lo hagas. En cierto modo siento que estábamos destinados a conocernos.

—Lila.

Querida Lila:

Lila, gracias por la tarjeta. Voy a admitirlo: no soy precisamente un chico de gatitos, pero agradezco el recuerdo. Sobre todo, agradezco tu nota. Sip, estoy de acuerdo, la noche del funeral de Aires fue jodida, pero jodida en una forma buena. Mamá y papá pensaron que si conocíamos a la familia de Aires, eso nos ayudaría con la pérdida de Josh. Pensé que mamá y papá habían alterado todo, y en cierta forma, lo hicieron. No fue conocer a la familia de Aires lo que ayudó, fue hablar contigo, así que gracias. Y no, no me molesta si quieres escribirme otra vez. Incluso si lo haces en una de esas tarjetas de gatitos-colgando-de-un-árbol.

—Lincoln.

Q

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1 Traducido por Pauliiis99

Corregido por Itxi

Es normal que me sienta cerca de ti cuando estás a cientos de kilómetros y sólo nos hemos visto una vez? Espero que no. Me alegro de que estés en mi vida. ~ Lila.

En la pantalla del ordenador, la pregunta “¿Por qué?” me mira con

acusación. Este diálogo entre Lila y yo rompe cualquier regla no dicha de nuestra relación. No habíamos profundizado en esto. Nunca. No es que una parte de mí no haya querido una conexión más rápida con ella. Un

vínculo más allá de las cartas, pero había algo sobre las palabras escritas que hizo nuestra relación segura.

Y ahora estamos cruzando líneas. La única relación que necesito, la

única relación de la que dependo… la he jodido. Convenientemente tengo una inclinación natural por destruir cualquier cosa buena. Es genético, me

han dicho mis hermanas. Cualquiera que comparta nuestro linaje está condenado por naturaleza.

—Deberías haber hablado conmigo antes de comprarlo —le grita mi

padre a mi madre en la cocina—. Hice un presupuesto.

Mi casa es un volcán, un constante borboteo de lava en peligro de

explosión. Intento ignorar a mis padres, pero es difícil. Tenemos un ordenador en casa, y está en la entrada del salón. Por el rabillo del ojo, veo claramente como las manos de mi padre tiemblan con rabia y como la

frustración de mi madre tiñe sus mejillas de un escalofriante tono escarlata.

—¿Por qué debería tener que pedirte permiso para nada? —Una silla

se estrella contra la madera de la mesa de la cocina y los tacones de mamá pisan con fuerza el suelo de baldosas—. También es mi dinero. Y tú

tampoco me preguntaste lo que quería con respecto al presupuesto.

¿

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Te he preguntado por qué. Las palabras de Lila aparecen en nuestra

conversación por mensaje directo. Me froto las líneas de la frente, y un tenso malestar paraliza mis dedos sobre el teclado. No sé por qué lo hice.

Es una mentira; lo sé, pero no sé cómo decírselo. No sé cómo salvar esto.

Lo siento, respondo.

No te he pedido una disculpa, responde rápidamente. ¡Pregunto POR QUÉ!

Porque te amo. Es como si alguien tuviese dos manos alrededor de

mi corazón y lo ahogase. La amo. Me he enamorado de una chica a la que sólo he visto una vez, una chica con la que he intercambiado cartas

durante dos años. No hay manera de que sienta lo mismo por mí. Esas palabras la empujarían al borde. Quiero conservarla, pero, ¿qué le digo? ¿Qué puedo hacer?

Como los temblores de advertencia antes de una erupción, la discusión sube de tono. Mamá enciende la licuadora para ahogar la voz de papá. En respuesta, papá grita más alto y golpea su mano contra la mesa,

haciendo chocar la vajilla contra los vasos de agua. El bebé, que estaba durmiendo momentos antes, mi sobrino, comienza a llorar. No es un

llanto, es un chillido; uno que hace que mi piel se separe de mis huesos.

El sonido presiona contra mi cráneo, esparciendo mi jodido proceso de pensamientos en más de una confusión. Puedo explicarlo, tecleo.

Aunque no estoy seguro de poder.

¡Entonces EXPLÍCALO! Es una rápida escritora. Demasiado rápida.

Mi corazón retumba en mis oídos. Mentalmente paro el caos en torno a mí y rezo para que Lila… ¿Lila qué? ¿Qué es lo que espero que haga?

—¿Dónde demonios está Meg? —ruge mi padre—. ¡Este bebé es su

responsabilidad! Yo nunca estuve de acuerdo con ser su canguro. —Nunca estuvo de acuerdo con ser abuelo a los cuarenta y cinco años.

Mis ojos van desde mi padre, vestido con su polo y sus pantalones preparado para mi graduación, al bebé vestido con un pelele azul, impulsándose hacia arriba en el parque infantil situado en el centro de la

espaciosa sala de estar. Toda su cara se ruboriza. La baba sale a borbotones de su pequeña boca abierta. Él gimotea de nuevo, y el sonido

es como una sirena de tornado.

—Meg está fuera —grita mamá sobre la licuadora, que sigue moliendo. Meg acaba de cumplir diecisiete años y se ha ido a las ocho de la

mañana, lo que significa que anoche no vino a casa. Dejó a Junior con nosotros. Conmigo. Yo tampoco estuve nunca de acuerdo con ser su canguro.

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Como si fuera una señal, los clicks de la puerta delantera se abren.

Impresionante, mi hermana ha regresado antes del mediodía. Tal vez hoy cuidará de su hijo.

No hago caso a Meg. Ni siquiera la miro. En su lugar, me centro en el cursor parpadeando en la pantalla. Sólo tengo unos segundos antes de perder completamente a Lila. Cometí un error, tecleo. Yo…

La pantalla se vuelve negra. —¡Demonios!

—Lo necesito —dice Meg mientras se endereza para reiniciar el

ordenador. Mete su pelo recién teñido de azul a la altura de la barbilla detrás de las orejas—. Largo de aquí.

El nuevo chico, el que no es el padre del bebé, el que odia a los

niños, está de pie en la puerta delantera con las manos metidas en sus pantalones caídos.

—¡Meg! —Mamá se precipita desde la cocina. ¿Sabe que se ha dejado

la licuadora encendida? ¿Se ha dado cuenta alguien de que el bebé sigue aullando?—. ¿Dónde has estado? La ceremonia de graduación de Lincoln

es en una hora…

—¿Qué has hecho? —murmuro mientras presiono las puntas de mis dedos contra mi cabeza. Lila. He perdido a Lila. La única persona cuerda

en mi vida.

—¿Por qué debería ir? —Meg echa sus brazos a sus costados,

apenas rozando la cabeza de su hijo—. No es mi graduación.

—¿Qué has hecho? —digo más alto. La ira adquiere tracción en mi sangre.

Papá tira una silla en la sala de estar. —¡Coge a tu bebé! ¡Cógelo! ¡Es tu responsabilidad!

La voz de mamá es sofocada por Meg gritando una y otra vez que no

va a ir a mi graduación.

—¡¿Qué has hecho?! —grito por encima de todos ellos y golpeo mis

manos sobre el escritorio del ordenador.

Se callan: mamá, papá y Meg. Todos excepto el bebé. —¡Qué alguien lo coja!

Nadie lo hace. Todos me miran con ojos muy abiertos, porque saben que he explotado. Nunca grito. Ni una sola vez en dieciocho años me han

visto perder los estribos. Soy el extraño, sí, pero soy el único estable. El impasible. El que no lloró en el funeral de mi hermano. El único que nunca pide nada a nadie; incluso de mí mismo.

Los gritos aumentan de volumen. A cámara rápida, deslizo al niño fuera de su prisión e inmediatamente pone su cabeza en mi hombro, su pulgar atrapado con seguridad en su boca.

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El dulce aroma de la fórmula para bebés emana de su pequeño

cuerpo. Deberíamos parecer irónicos: casi siete kilos de pequeño niño acumulados en un metro ochenta y setenta y nueve kilos y medio de

músculo. Una parte de mí odia que se calme gracias a mí, porque eso lo hace mi responsabilidad. Por otra parte… en el momento en que puedo ayudar a alguien me siento mejor.

Echo un vistazo al ordenador apagado. Lila. Mi mano cubre la espalda del bebé como si estuviese buscando su comodidad. Perdí a Lila. No hay manera de que se conecte conmigo online ahora. No hay manera de

que pueda esperar el tiempo suficiente para ver si ella ha respondido a mi carta. Para ver si me concederá otra oportunidad.

—Coge a tu bebé —le digo a mi hermana. Sus ojos se abren mientras su cabeza convulsiona en pequeños movimientos indicando que no.

—Coge. Tu. Bebé. —Estoy equivocado. Mi casa no es un volcán; yo lo

soy, y los últimos dos años han creado un gigante dormido que ya no va a tolerar ser ignorado. Estoy cansado de esto. Cansado de que todos se

obsesionen con ellos mismos, tan obsesionados con el momento que han dejado de preocuparse por lo que ocurrirá a continuación.

Soy igual de culpable, y esta ruina me ha llevado a lastimar a Lila.

Pronto, las malditas malas decisiones devastarán esta familia. Dios, soy un idiota.

Tengo que trabajar duro para mantener mi voz suave, porque este

bebé no tiene la culpa de que yo haya abandonado la realidad o de que su madre esté tan distraída que nunca lo ha tenido, o que sus abuelos estén

tan concentrados en ganar una pelea que no pueden comprender qué va a pasar en el futuro.

—Mamá. —Le hago una señal con los ojos para que coja al ahora

dormido bebé.

Se apresura como el pájaro ocupado que es y lo desliza fuera de mi

alcance. ¿Cómo demonios voy a solucionar todos los errores que he cometido en los últimos dos años?

Mi familia sigue mirándome como ciervos esperando el disparo.

Debería empezar contándoles la verdad, pero las palabras se me escapan. No, no se escapan… sólo no puedo dejar de pensar en Lila.

Si ella puede encontrar la manera de perdonarme, entonces yo

puedo solucionar esto.

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Traducido por Findareasontosmile

Corregido por Mel Cipriano

o, no es raro que te sientas cerca de mí. ¿Sinceramente? A veces la única cosa que me impulsa a través de mis días es saber que recibiré una carta tuya. ~ Lincoln.

Al momento en que abro la puerta, inmediatamente me arrepiento de no hacer caso al consejo en la nota adhesiva amarilla, pegada cerca del pequeño y circular agujero: Lila, siempre revisa la mirilla antes de abrir la puerta. Nunca sabes quién está al otro lado.

Traducción: Los asesinos seriales llaman a la puerta antes de atacar.

Veo CSI. Sucede.

De pie ante mí no hay un asesino en serie, pero sí una clase

diferente de pesadilla. Stephen, el chico con el que he salido desde mi segundo año. Él inclina la cabeza de manera petulante, con una mirada de estoy preocupado en su rostro.

—¿Estás bien? —pregunta.

Aspiro y utilizo un arrugado pañuelo para limpiar mi nariz. Vamos a

ver: ¿ojos hinchados y rojos con oscuros círculos? No, no estoy bien. Y ahora estoy peor porque piensa que estoy llorando por él. —Estoy bien. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Verificándote. —Sus verdes ojos evalúan la vacía sala de estar detrás de mí—. Sé que tus padres y hermanos salieron ayer para sus vacaciones. Quiero asegurarme de que lo estés haciendo bien durante tu

primera noche sola.

Realmente es mi primera noche sola. Y apesta épicamente. Tengo

seis días más de soledad por delante, y luego vendrá el otoño, junto con el resto de mi vida. —Sobreviví.

Stephen me inspecciona con una ceja alzada que dice que puedo decirle que no puedo dormir. Que no puedo porque estoy demasiado ocupada estando aterrorizada. Mi imaginación aborda un tren hacia el sur,

N

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a La Ciudad de la Locura, convenciéndome de que alguien estaba

arañando la ventana.

Una caliente brisa de junio va a la deriva dentro de la casa, trayendo

con ella el enfermizo y dulce aroma del gel que él utiliza para forzar su castaño cabello en un desastroso estilo.

—¿Puedo entrar? —pregunta cuando obviamente no se lo ofrezco.

No. Suspiro. —Seguro.

Stephen entra y toca la nota adhesiva púrpura en el teléfono, que me

recuerda revisar el identificador de llamadas. Cuando desperté ayer por la mañana, encontré la nota sobre la mirilla, junto con aproximadamente cien notas adhesivas más, pegadas a diferentes objetos alrededor de la

casa. Todas ellas eran desesperados intentos de mi madre por enseñarme cómo vivir sol ay así estar preparada para cuando me vaya lejos de casa, a la Universidad de Florida.

—Puedes llamarme si tienes miedo por las noches —dice—. Vendré.

Resoplo. —Estoy segura de lo que lo harás.

Stephen fue mi primer… y mi último. Cuando le di mi virginidad, pensé que lo amaba, y tal vez en cierto modo lo hacía, pero entonces todo se había vuelto complicado. No todo, yo. Me volví complicada y no quise

tener sexo nunca más. Stephen carece de compasión.

Entonces allí estaba Lincoln…

Mis labios vibran, y una nueva piscina de calientes lágrimas se construye en mis ojos.

Stephen aparta su mirada de la sala de estar y se gira hacia mí con

la boca abierta, lista para su siguiente sugerencia ingeniosa. La cierra de golpe cuando ve mi rostro. —Guau. Lila. Está bien.

No lo está. Repentinamente, mis huesos pesan mucho para mi

cuerpo y me desmorono sobre el sofá. El pañuelo de papel se encuentra apretado en una bola en mi puño. —Estoy bien. Sólo cansada. —Sólo con

el corazón roto. Lincoln me mintió esta mañana y entonces se apartó de mí. Como si los pasados dos años de cartas no significaran nada para él.

Cartas. No correos, ni mensajes. Cartas. Fue lo que prometimos

cuando nos conocimos. Porque de alguna manera, las cartas hacían nuestra relación privada… diferente… auténtica.

Miro fijamente la ameba roja y negra, estampada en la alfombra oriental que cubre la dura madera del suelo. Mi estómago duele cuando veo el proyecto que comenzó o terminó todo (dependiendo de cómo elija

verlo), asomándose por debajo de la mesa de cerezo. El robusto álbum de papeles representa horas de cortar, pegar y de preocuparme por celebrar la

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graduación de Lincoln. Los marchitos pétalos de las rosas color lila que

Lincoln me envió para mi graduación, la semana pasada, crean los límites.

Soy tan increíblemente estúpida como para enamorarme de un chico

al que vi una sola vez. Estúpida porque los chicos lindos sólo pertenecen a una tierra de ensueño.

El otro extremo del sofá se mueve en cuanto Stephen medio se

sienta en el apoyabrazos. ¿Cuántas veces mamá le pidió que no hiciera eso? Stephen lame su pulgar y frota la suciedad de su nueva preciada

posesión: un par de zapatillas deportivas de doscientos cincuenta dólares, que se puso para pasar la noche.

—En serio, Lila. —Un lametón más. Una frotada más—. Estaré

contigo esta semana. Sin ataduras.

Soplo tanto aire que mi cabello se mueve. No estoy siendo imparcial. Stephen es un buen chico. Es mi culpa estar enamorada de alguien más.

Alguien que realmente no existe. —Lo sé, y gracias. Pero tengo que superar esto por mí misma. ¿Cómo puedo incluso imaginar mudarme a Florida

sola si no puedo quedarme una noche en mi casa?

Stephen rasca su barbilla, señalando que voy a odiar lo que sea que va a salir de su boca. —Mira, te conozco mejor que cualquier otra persona,

y aquí está la cosa… No eres tan fuerte como les haces creer a todos.

—Oh. Dios. Mío. —Una combinación de ira y heridas se abren en mi

estómago mientras mis hombros retroceden—. ¿Realmente dijiste eso?

—Sólo escucha —dice deprisa—. Tú mamá le dijo a la mía que no habías rechazado la oferta de la Universidad de Louisville. Podrías estar

pensándolo otra vez, así que no estoy diciéndote algo que ya no hayas pensado tú.

Mi garganta se aprieta y evito el contacto visual, avergonzada de

estar cerca de desperdiciar un sueño por el miedo.

—Quédate en casa. —Suaviza su tono—. Y no tendrás que

preocuparte sobre estar aterrorizada. Echo se quedará. Grace y Natalie también. —Se detiene y mira al suelo—. Estaré aquí.

Chupo mi labio inferior, media histérica, media emocionalmente

convertida en un caso perdido. La Universidad de Florida siempre ha sido mi meta, pero estoy asustada de dejar mi casa. Asustada de dejar todo y a

todos los que siempre he conocido. Pero también estoy cansada de que todos me desgasten con sus mil y una razones por las que no debería ir.

Cuando no contesto, Stephen continua—: Sé porque rompiste

conmigo el mes pasado. Sé que no puedes manejar una relación a larga distancia. Así que, quédate.

No, esa no es la razón por la que rompí con él, pero es la razón por la

que cedí. Dos meses atrás, Lincoln me envió esta increíble carta que me

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agito hasta el corazón. En realidad, cada carta que él me envía es increíble,

pero finalmente me golpeó porque Stephen y yo parecíamos no estar bien juntos nunca. Y eso era porque le di mi corazón a Lincoln.

No quise herir a Stephen en ese entonces, y no quiero herirlo ahora. Especialmente desde que me di cuenta de lo tonta que estaba siendo. Mis ojos se cierran mientras digiero la posibilidad de alejarme de Stephen. —

No lo sé.

La derrota me machaca de tal manera que el sofá ya no se siente lo suficientemente firme como para sostener mi peso. Tal vez todos tienen

razón. Tal vez todos mis locos sueños de mudarme lejos son estúpidos y dementes. Tal vez sólo creo que soy capaz de ser más de lo que realmente

soy: No soy fuerte, pero sí una persona hogareña.

Toda mi fuerza y energía emanan de mí y entran derechas en Stephen. Salta del brazo del sofá. —Ve a la Universidad aquí, en Louisville,

Lila. Será como en la secundaria. Chad se quedará. Así que Luke también, todos nosotros estaremos juntos, yendo a la misma escuela, e incluso tú y

yo podemos salir de nuevo.

Mi cabeza se levanta bruscamente. Pero no estoy enamorada de ti. Las palabras quedan atrapadas en mi boca. Sus ojos verdes brillan y su

rostro está completamente iluminado. ¿Qué sé realmente sobre el amor? Por supuesto, nada después de lo que sucedió con Lincoln. —No lo sé.

¿Por qué es la única frase que parezco ser capaz de decir?

Sus dedos se extienden mientras levanta las manos. —Eso es suficiente. Por ahora. Mira, tengo que irme a trabajar, pero estoy hablando

en serio, si te asusta quedarte sola, llama. A mamá y a papá no les importará si me quedo contigo.

Trago una respiración para tratar de explicarle que necesito hacer

esto sola, pero antes de que pueda formular la primera palabra, Stephen planta un beso en mi mejilla y sale a grandes zancadas por la puerta

principal.

Pestañeo varias veces, tratando de procesar el giro de los acontecimientos. —Mierda.

En ese lapso de tiempo, Stephen se las arregló para arrastrarme de regreso a la secundaria. ¿No se suponía que este drama terminaría cuando

obtuviese mi diploma?

Oigo tres rápidos golpes en la puerta, y una explosión de furiosa adrenalina palpita en mis venas. Bien. Está de vuelta. Ahora puedo decirle

lo que realmente pienso sobre que se quede aquí esta noche y diga que no soy fuerte. Ningún chico debería llamarme cobarde nunca.

Con un tirón particularmente duro, abro bruscamente la puerta

principal y grito—: Eres realmente un idiota, ¿lo sabías?

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Todo el aire sale volando de mis pulmones en un rápido silbido. No

es Stephen. No. En absoluto. Este chico tiene el cabello del color de la medianoche. Es alto. Construido como un chico con el que nunca he

salido antes, de una manera: Oh, infiernos, sí; y suaves ojos azules que me incitan a tenerlo ya.

Y está agarrando un ramo. Rosas. Lilas.

Algo me fastidia desde la parte posterior de mi cerebro. Entonces, recuerdo que debo hablar. —¿Puedo ayudarte?

Él cambia de posición, metiendo una mano dentro de sus descoloridos vaqueros. —Soy yo, Lila.

¿Yo?—¿Disculpa?

—Lincoln.

Realmente debería seguir el consejo de mi madre sobre la mirilla.

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3 Traducido por Apolineah17

Corregido por Cami G.

é que debería dejar de emocionarme sobre la tarjeta que me enviaste para mi cumpleaños, pero no puedo. Veamos, Stephen olvidó mi cumpleaños. Está bien. En serio. Él lo recordó

eventualmente, y me compró rosas, pero tengo que quejarme. Voy a sonar como una mocosa, pero me regaló rosas rojas. Rojas. Siempre que veo rosas rojas pienso en el funeral de mi abuela y entonces quiero llorar. Le he hablado a Stephen de eso, dos veces. Le he dejado pista tras pista de que las moradas son mis favoritas. Por supuesto, le dije que me encantó su regalo y hablé efusivamente sobre ello, pero ¿qué necesito hacer?, ¿tatuármelo en la frente? ¡¡¡Morado!!! O por lo menos no rojo. Aquí está la razón por la que me da igual el olvido de Stephen: tú hiciste mi cumpleaños especial. Nunca nadie me ha hecho una tarjeta antes. Así que gracias, Lincoln. A veces pienso que tú eres mi mejor amigo. ~Lila.

Ella está despampanante. Sí, era hermosa para morirse hace dos años, pero ahora…

Estoy mirando y necesito detenerme, pero verla inhabilita la función de mi cerebro. Las chicas no lo saben, pero estar de pie en presencia de una belleza afecta a los chicos. Al menos, a mí me afecta.

A la mierda. Es Lila. Lila me afecta.

Las puntas de su cabello dorado se rizan cerca de sus hombros. Lo

cortó, y me gusta el nuevo estilo. Mucho. Cuando conocí por primera vez a Lila, estaba entre no exactamente una niña, no realmente una mujer. Con esas curvas, dejó el entre en el polvo.

Yo solo era unos pocos centímetros más alto que ella en ese entonces. Crecí. Ella se quedó de la misma altura. Lila encajaría

perfectamente bajo mi brazo, cerca de mi cuerpo. Me dejó tomarle la mano

S

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la noche que nos conocimos, y nunca me olvidé de cómo su piel parecía de

satén. Espero que me deje tocarla de nuevo.

Eso es, si puede perdonarme.

Sus desconcertados ojos azul cielo viajan a lo largo de mi cara, por mis brazos y pecho. Manchas carmesí aparecen en sus mejillas mientras se contiene de verificar algo más abajo. Aclaro mi garganta para disimular

la risa.

Me dan ganas de reír porque se ve tan condenadamente linda, pero ella no lo vería de esa manera. Pensaría que la estoy menospreciando. Lila

no puede tolerar a los chicos que ven a las mujeres por debajo de ellos. Recibí más de una carta de ella con ese discurso.

La casa de Lila se encuentra en medio de la nada. Su código postal existe en la ciudad de Louisville, pero las fronteras de la superficie cultivada en tres lados de su casa y cruzando la calle son un parque

estatal. Los únicos seres viéndome suplicar por su perdón en el envolvente porche delantero son los grillos y Dios.

Es mejor así. No soy una persona sociable.

Sus benditos labios rosas se fruncen para formar una q, y luego se aplanan. Repite el ciclo tres veces más hasta que finalmente se decide por una palabra que empieza con c. ―¿Cómo me encontraste?

―Google.

Me dedica una mirada de estás-loco.

―Mapas.―Una pausa muy incómoda―. Me sé tu dirección de

memoria.

Las líneas de preocupación en su frente desaparecen mientras la bombilla se enciende. ―Pero tú vives…

―A diez horas de distancia. Sí, lo sé.

―Doce, en realidad ―murmura.

Mi mundo se queda en blanco durante un segundo. ¿Eso quiere decir que ella también calculó la distancia entre nosotros? ―No me apegué

exactamente a los reglamentos recomendados para los vehículos de motor.

Su boca se retuerce; es muy consciente de que nunca he sido un fan de las reglas. ―Aceleraste.

―Me incliné ante los límites sugeridos.

El rubor se desvanece, dejando sus mejillas pálidas. ―¿Así es como

ves lo que me hiciste?

La mano que agarra las rosas comienza a sudar. ―Tengo esto para

ti.

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Silencio.

―Son rosas. Moradas.―Continúa hablando, hombre. La estás perdiendo―. Tus favoritas.

Lila dobla las manos sobre su pecho e inclina la cadera hacia un lado.

Estúpido, imbécil estúpido. La chica tiene ojos y un IQ. ¿No

consiguió una puntuación de veintisiete en su ACT1? Ella puede pensar lo suficientemente rápido para averiguar lo que estoy sosteniendo. ―De todos

modos, tienes razón.

―¿Qué? ―sus ojos se estrechan.

―Me llamaste imbécil cuando abriste la puerta.

―No tú. Stephen lo era. Lo es.―Cierra los ojos, luego los vuelve a abrir―. Retiro lo dicho. Eres un imbécil.

Mi cabeza se mueve bruscamente hacia un lado. ¿Stephen? ¿Su ex

novio? El chico no se dará por vencido y, cuando se trata de Lila, tiene una trayectoria comprobada en ganar. Esta es la tercera vez que han

terminado. Él se arrastró dos veces, y las dos veces ella lo aceptó de nuevo. Cuando recién empezamos a escribirnos, no me molestaba. Lila y yo éramos amigos. Pero entonces me enamoré de ella y Stephen se convirtió

en una piedra afilada clavada en mi costado.

Desecho todas las preguntas que tengo sobre Stephen y su aparición en su casa y me enfoco en lo que es importante: Lila. ―Lo siento.

―Tú. Mentiste.

―Lo sé.―Me paso la mano a través de mi cabello húmedo. Son

treinta y cinco grados con la puesta de sol, aunque podría ser su microscópica mirada lo que está haciéndome sudar―. Puedo explicarlo.

Su cabeza cae hacia atrás. ―Dios, Lincoln. Si hubieras venido aquí

hace dos días, o la semana pasada, o el mes pasado, habría estado eufórica. ¿Pero, ahora? Pensé que te conocía.

Doy un paso hacia adelante mientras mi corazón se dispara dentro de mi pecho. ―Lo haces.―Ella lo hace. Mejor que nadie más―. Sí, mentí.

Pero todo lo demás es verdad.

La forma en que succiona su labio inferior mientras sacude la cabeza negando me dice que las probabilidades están en mi contra.

―No te creo ―dice―. Por lo que sé, eres el asesino en serie que la

nota adhesiva me advirtió.

―¿Qué? ―No importa. No importa―. Lila, tú eres la única persona

1 ACT: (American College Test) Examen que se hace al terminar los estudios secundarios

en Estados Unidos.

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que me conoce. Lo juro. Te mentí sobre una cosa. Una cosa menor.

―¡Menor! ―Sus ojos redefinen el término frío.

Me retiro un paso. Mala elección de palabras. ―Menor podría ser

una atenuación.

―¡Atenuación! ―chilla―. No te graduaste de la escuela secundaria, Lincoln, y tienes las pelotas de mentirme sobre ello.―Se lanza hacia

adelante y apuñala mi pecho con su larga uña rosada. Cada empuje penetrante es un recordatorio de mi error.

―Yo… contaba… contigo.

―Todavía puedes. Voy a arreglar esto.

―Vete al infierno.

Una ráfaga de aire golpea mis mejillas cuando cierra la puerta de golpe en mi cara. Mi brazo se deja caer, y las hojas se mueven ligeramente mientras las rosas golpean el lateral de mi muslo. Unos cuantos pétalos

flotan hasta el porche de madera. Con un profundo suspiro me siento en los escalones. No es que alguna vez quise saberlo, pero esto es lo que debe

sentirse al ser prendido fuego, como estar envuelto en agonía.

Si yo me siento así, ¿cómo debe sentirse Lila?

Echo un vistazo a la izquierda, luego a la derecha. Desorientado.

Perdido. Sin saber el camino a casa. Pero ese ha sido el problema desde el inicio. La raíz de todos mis males.

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Traducido por Katy & Findareasontosmile

Corregido por NnancyC

ntonces el consejero me preguntó qué quería hacer con mi vida. Contesté—escalada. Él dijo que eso no era una profesión y que contestara en serio. Que si yo quería entrar en una universidad

decente, necesitaba aplicarme ahora. Le dije que era en serio. Que amaba la escalada. Dijo que era una afición y que necesitaba volverme realista sobre mis “metas”. Le dije que no era mi maldita culpa que él liquidara su vida para ganar treinta mil dólares al año y tomar un café barato. Y entonces le pedí amablemente que parara de arrojar basura sobre mis sueños. Él me dio dos días de detención. ¿Mencioné que el tipo era un hijo de puta? ¿Sabes la última vez que estuve en detención? Nunca. No soy un santo, pero mantengo la boca callada y la cabeza agachada. Las reglas apestan. La sociedad apesta. Josh siguió las reglas y ahora está muerto. A él le gustaba montar a caballo. Quizás si hubiera mirado a ese maldito consejero a los ojos y le hubiera dicho—: Quiero montar a caballo el resto de mi vida. —Entonces mi hermano estaría vivo hoy. ~Lincoln.

Sentada con las piernas cruzadas en el medio de mi cama, le doy

vueltas a la carta de Lincoln. Mis dedos se deslizan sobre la profunda huella de las palabras, obviamente escritas con agitación. Palabras escritas tan rápido, que no sería capaz de descifrar muchas de ellas sino

estuviera ya familiarizada con su letra. Él me envió esta en otoño, una semana después de que empezara su último año. Lincoln odiaba a su

consejero. Él fue el único que convenció al hermano de Lincoln a unirse a los Marines tras salir de la escuela secundaria. Es debido a esta funesta decisión que conocí a Lincoln.

—Lila —dice Echo, su voz un poco distorsionada por el altavoz—. ¿Aún estás ahí?

—Sí —digo y miro mi teléfono en la cama a mi lado. Mi mejor amiga

está en el maldito Iowa con el maldito amor de su vida, en su camino hacia

E

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maldito el Colorado. Ahora mismo, desprecio a la gente feliz—. ¿Cómo es

Iowa?

—Kansas —corrige

—Lo que sea, es plano y tienen tornados. —Recojo una de las muchas pilas de cartas de Lincoln, desordenadas sobre mi cama, y encuentro con facilidad la única que estoy buscando. La única que

prometía que él vendría conmigo a Florida.

Desordenada no es la palabra. Nada en mi vida es desordenado. Cada montón representa el mes en que las cartas fueron enviadas, y cada

carta está colocada por la fecha del matasellos. Mis cartas favoritas tienen una marca resaltada rosa en el lado.

Mi vida entera está sistematizada como esto. Mis libros ordenados alfabéticamente por autor en mi estantería de cerezo. Dentro de la cabina de cristal a juego, mis estatuillas Precious Moments2están organizadas por

fecha de recepción. Mis materiales del álbum de recortes están guardados en contenedores de colores coordinados. Me gustan los planes y la

organización, sin chicos que prometan asistir a la universidad de Florida conmigo, y entonces lo estropeen todo por no graduarse dela secundaria.

—¿Lila? —dice Echo. Hace una pausa durante demasiado tiempo—.

¿Le diste la oportunidad de explicarse?

El sobre cruje en mis manos.—No se graduó de la escuela, Echo, y no me dijo nada sobre eso. ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando tuve que

descubrir por mi cuenta que mentía?

Lo descubrí por accidente, cuando buscaba en línea en su periódico

local para imprimir la lista de graduados para completar la página de mi libro de recortes que hice para el regalo de Lincoln. Su nombre no aparecía entre los ciento cincuenta graduados. Debería saberlo. Lo comprobé—tres

veces.

Ella suspira a través del teléfono.—Quizás deberías hablar con él.

—Eres tendenciosa —hablo bruscamente—. Tú estás del lado de Lincoln debido a Aires. —El hermano mayor de Lincoln, Josh, y el hermano mayor de Echo, Aires, fueron parte de la misma unidad militar.

Nadie conoce la historia entera, pero ellos murieron hace dos años y medio en Afganistán, en un bombardeo en la carretera. Conocí a Lincoln en el funeral de Aires.

—Sí recuerdo correctamente —dice Echo con una actitud que ha emergido muy rara vez desde los pasados dos años—, soy la única que te

2PreciousMoments, Inc: compañía norteamericana de orden por catálogo que vende

obsequios.

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dijo que no deberías estar escribiendo a un extraño y la única que te dijo

que necesitabas dejar de escribirle porque estabas enamorándote de él.

Y estoy abrumada por el impulso de golpear algo—duro, porque...—

Lo sé. Lo siento. Eso no fue justo.

—No, no lo fue.

Estamos en silencio por unos momentos. Crucé una línea con ella

por meter a Aires en la pelea. Picoteo mi uña del dedo pulgar. Hemos sido amigas desde que nacimos y nunca estamos furiosas durante mucho tiempo, pero no quiero colgar el teléfono con ella enfadada conmigo. Al

menos no esta noche.

—¿Hotel, motel o tienda de campaña? —mascullo la última palabra

como una maldición. Más silencio, luego un ruido de sábanas. Por favor, por favor, por favor sígueme la corriente, Echo. Necesito a mi mejor amiga.

—Motel. Dormimos en la tienda durante las pasadas noches —dice

en un ligero tono que me hace sonreír. Síp, odio a la gente feliz, pero Echo merece la felicidad—. Noah está en la ducha.

—Así que... —prolongo la palabra—. ¿Han tenido sexo?

—No. —Se ahoga. Mano de Dios, ella se ahoga. Me río de cómo tose.

—Bueno, si lo haces —digo cuando ella se recupera de su tos seca—,

no permitas que tu primera vez sea en una tienda. Eso sería horrible.

—Creo que en una tienda podría ser romántico.

—Traidora —digo. Echo solía estar en el campamento solamente-si-

había-servicio-de-habitaciones, como yo, pero entonces permitió que el sexy y misterioso Noah la cambiara al lado oscuro—. Tierra, bichos y

serpientes, Echo. Sólo digo eso.

En el fondo, escucho la voz profunda del Sexy y Misterioso. Echo balbucea con el teléfono mientras le responde. Miro el reloj de mi mesita.

Media noche. Mi boca se seca cuando aliso mi cabello. Otra noche sola.

Nada de luna esta noche, así que el mundo entero más allá de mi

ventana está oscuro. No quiero que Echo me deje ir, porque entonces estaré sola otra vez en esta casa grande y vacía.

Parte de mi odia a Noah. Si no fuera por él, ella no estaría en Iowa o

Kansas o donde demonios sea, y en su lugar estaría quedándose por la noche conmigo. Ella no estaría pasando todo su tiempo con él y sus amigos: ese escalofriante chico con todos los tatuajes y Beth, la Chica

Motera. El Chico Tatuaje y Beth la Chica Motera también viven con los padres de acogida de Noah y estaban en un curso por debajo de Echo y de

mí en la escuela. Echo dice que no son pareja, pero apostaría los nuevos zapatos de tacón que recibí por mi graduación que lo son.

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Si no fuera por Noah, ella me necesitaría más…todavía sería

insegura, todavía estaría obsesionada con las cicatrices de sus brazos. Ella posiblemente no habría recuperado sus recuerdos de la noche que las

consiguió. Si no fuera por él, ella no podría estar continuando con su vida. Maldita sea él por ser un chico genial.

—Adivina, debería dejarte. —Síp, lo dije de una forma que indicaba

que no es tanto lo que quiero hacer.

—Me quedaré —dice—. Podríamos mantener encendidos nuestros

teléfonos toda la noche. Igual que hacíamos en primaria. —Sólo que entonces se trataba de un teléfono fijo. Ella lo haría, porque eso es lo que las mejores amigas hacen.

Juro que escucho a Noah gruñir en agonía. Supongo que no le gusta las M.A.P.S interrumpiendo el tiempo de meterse mano.

—No. Estaré bien. —Es una mentira. Miro fijamente la página del

álbum de recortes que más temprano arrastré hasta mi habitación y me pregunto dónde está durmiendo Lincoln esta noche. Debería pensar que yo

podría dormir esta noche, pero el cansancio únicamente aumenta mi miedo… y profundiza mi tristeza sobre Lincoln.

Debería haberle escuchado hasta el final. ¿Por qué no le escuché?

—Creo que deberías hablar con Lincoln —dice Echo, leyendo mi mente como siempre—. Quizás esperar hasta que sepas que regresa a

casa, como mañana por la noche, y le mandas un mensaje otra vez.

Mi uña del dedo pulgar chasquea cuando la arruino.—Pensé que querías que me alejara de él.

—Sí, bueno, ya te enamoraste de él. Ahora no quiero que tengas remordimientos.

Remordimientos. En el momento en que le cerré la puerta de un

portazo, en cierto modo me arrepentí, y después me sentí totalmente arrepentida cuando oí su motor acelerar calle abajo.

Odio que no estará en Florida en el otoño. Odio que estaré sola en una universidad extraña, en un estado extraño y sin conocer ni a un alma. Seré una completa y total forastera. Pero lo que realmente odio es que

nunca conseguiré descubrir si Lincoln y yo alguna vez habríamos sido más que solo amigos.

Incluso con la mentira, lo que no odio es a Lincoln.

Echo permanece en el teléfono conmigo mientras cierro cada ventana y cada puerta. Solamente cuando llego a la puerta principal y le

echo un vistazo al porche, finalmente la dejo irse.

Mi corazón hace esas pequeñas y divertidas volteretas. Lincoln dejó las rosas y un sobre.

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Debería haber mantenido a Echo en línea, y casi presiono Llamar

para reconectar, pero me maldigo. Si no puedo abrir una puerta y recoger flores y una carta, entonces debería despedirme de Florida.

Abro la cerradura con un audible clic. Los pensamientos de todas las leyendas urbanas y películas de terror que alguna vez he escuchado o visto inundan mi cerebro. Mi mano vacila sobre el pomo y la adrenalina bombea

en mi sangre. Oh, Dios mío, soy tan debilucha.

Con disgusto, abro la puerta de un tirón y salgo a la húmeda noche.

No es un sobre, sino un trozo de papel con las palabras: Lo siento. No he abandonado Florida. Lo juro. Lincoln. Incluyó su número de teléfono celular

bajo su nombre.

Salto a la cima de los escalones y acaricio las rosas. Incluso en el calor, los pétalos están sedosos y fríos. Lincoln es el único chico que

alguna vez me ha comprado rosas púrpuras. Seguro, chicos me han comprado suficientes rosas rojas, pero no púrpuras. No mis favoritas.

¿Es posible que me conozca así de bien?

Inclino la cabeza hacia una hoja en la abundante vegetación exuberante junto a la entrada del auto. Todo mi cuerpo palpita. Parte de

mí siente pánico y suplica que entre corriendo, pero la parte frustrada se queda tercamente plantada en los escalones de madera. Me he sentado aquí innumerables veces sola en medio de la noche. Asumí que mis padres

estaban durmiendo dentro en aquel entonces, pero, ¿por qué debería ser diferente ahora?

Trago y rebusco en mi interior por coraje, riendo disimuladamente ante mi patetismo. Con un suspiro, presiono el número de Lincoln en mi móvil. Sí, es medianoche, pero o está conduciendo hacia casa o durmiendo

en algún sitio. De cualquier manera, voy a dejarle un mensaje.

El móvil suena una vez, pero luego todo lo que oigo son pasos: el

sonido de goma golpeando el asfalto. Mi mano baja desde mi oído mientras mis ojos se esfuerzan por escudriñar la oscura calle. El sonido se vuelve más ruidoso, indicando que se está acercando. Me levanto, mis manos

temblando a mis costados. Mi corazón pierde el ritmo mientras tamborilea en mi pecho.

Y es ahí cuando lo veo: una silueta, una sombra… oscuridad en una

forma. Incluso está respirando. Grito.

Page 25: Crossing the line katie mcgarry

Traducido por Mutatingskyline

Corregido por CrisCras

estaremos como a una hora de la playa y pienso que deberíamos ir todos los fines de semana. ¡¡¡Oh, Lincoln!!! ¡¡También irás a la Universidad de Florida!! Esto hace que todo sea mejor. Te diré

algo que no le he dicho a muchos. De hecho, sólo dos personas lo saben: estaba pensando en retirarme de Florida. La idea de estar lejos de casa sin conocer a nadie me asustaba. No tengo por qué estar asustada ahora. ¡¡¡Te tengo a TI!!! ~ Lila.

Cada palabra escrita en la carta que me envió en otoño se incrustó en mi cerebro. Desde el momento en que dejé a mi familia boquiabierta y

en shock en la sala de estar, he estado tratando de crear un plan para corregir todos los errores que evitaron que me graduara. Si puedo limpiar

este desastre, y de alguna manera ir a Florida, entonces tal vez Lila pueda perdonarme.

El parabrisas actúa como un sillón reclinable mientras mis piernas

se estiran sobre el capó de mi coche. Mis manos entrelazadas me sirven de almohada. El aire no se mueve. Está estancado y me ahoga como una manta trenzada. El sudor resbala por mi espalda mientras las cigarras

celebran el calor cantando en el bosque. Unos campings más allá, niños ríen en torno a una hoguera crepitante.

Josh, Meg y yo solíamos reír cuando asábamos malvaviscos en una fogata. Eso fue antes de que mamá y papá empezaran a discutir por el dinero, antes de que Josh se fuera a la milicia, antes de que Megan

quedara embarazada, antes de que yo empezara a saltarme la escuela.

El día de hoy fue movidito. Salí de casa y manejé diez horas para que

Lila me cerrara la puerta en la cara. Lección aprendida: tengo que hablar más rápido. O escribir más rápido.

En general: ser más rápido.

Y

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Mis padres ignoran el hecho de que no me gradué hoy, y mi

ubicación exacta. Pero no soy un mal hijo. Al menos llamé para que supieran que sigo vivo.

A mi lado, en el capó, mi móvil brilla y vibra. Me asomo por encima y prácticamente me resbalo cuando identifico el código de área. ¡Lila! El capó hace un sonido estridente, crepitante, cuando agarro el teléfono. Se

escurre de mi agarre y golpea el piso con un ruido sordo.—¡Mierda!

El zumbido continúa. Me muevo apresuradamente a un lado y me acerco sobre mis manos y rodillas por el suelo. Un rápido movimiento

detrás de la llanta y agarro el teléfono, presionando Aceptar.—Lila, lo siento.

Mientras tomo un respiro para contarle lo que pasó y cómo planeo arreglarlo todo, escucho un grito agudo.

Un escalofrío recorre mi piel como hielo entrando en mi torrente

sanguíneo.—¡LILA!

Ella llora, mientras pide a Dios que la ayude. Mis manos revuelven

en el bolsillo de mi pantalón, sacando las llaves de un tirón.—¡Háblame!

Mi motor ruge y la gente del camping contiguo se protege los ojos del resplandor de mis faros. Rocas se levantan y golpean el vientre del coche

mientras arranco y salgo del campamento. —¡Lila!

Un porrazo en el lado de Lila que termina acompañado por un

golpeteo devuelve mi atención a ella. Sigue llorando. Una oleada de pánico se apodera de mí. Lila está sola. En su carta de la semana pasada, me contó que sus padres se iban de viaje y lo mucho que la atemorizaba estar

sola en casa.

Y la abandoné.

Entonces no hay sonido. No hay golpeteos. No hay llanto. Silencio.

Una mirada a mi teléfono y mi estómago se desgarra. Llamada desconectada. El auto se sacude cuando se desvía del serpenteante

camino forestal. Muevo el volante hacia la derecha de un tirón. Mis ojos van a toda velocidad de la grava a mi desesperado intento por reconectar la llamada. Su teléfono repica. La voz alegre de Lila llena la línea. Pero es una

grabación. Una maldita grabación.

—¡Mierda! —Golpeo mi mano contra el volante. ¿Qué diablos me

pasa? La dejé allí, indefensa.

Cerca de la salida del campamento, un guardabosque sacude sus manos para que me detenga. A medida que abre la boca para explicarme

los horarios del campamento, le escupo—: ¡Llame a la policía! ¡Llámela ahora!

Page 27: Crossing the line katie mcgarry

Luces rojas y azules se convierten en un faro buscador. Mis dedos tamborilean sobre el volante mientras me detengo en la entrada para autos

de su casa. El miedo se esfuma cuando no veo ninguna ambulancia, pero entonces mis crispados nervios explotan por el terror. ¿Y si la ambulancia ya se la llevó? ¿Y si está muerta?

Nausea se extiende a través de mí, haciendo que me maree. No puedo perder a alguien más a quien amo. Por favor, Dios, permite que Lila esté bien.

Me lanzo fuera del auto, los recuerdos de mis padres dándonos la noticia de que John había muerto se reproducen en mi mente como una

película enfermiza. Nunca pasé de la puerta principal, sólo los vi ahí, desplomados en el suelo de la sala. Mi padre sosteniendo a mi madre. Ambos rostros consumidos por las lágrimas.

Supe en ese momento que mi hermano había muerto.

Mi pecho se estrecha y un pánico descontrolado hace que mis manos

tiemblen y que mis pies apuren el paso. No es Lila. Tampoco es Lila. Un oficial me divisa y gira su cara como si fuera a decirme algo, pero me muevo más rápido, mis pies golpeando la escalera de madera, con la mano

girando la perilla quemada por el sol, mi hombro forzando la puerta.

Mis piernas se tambalean cuando la veo parada en medio de la sala de estar, y de no ser por los dos oficiales en la sala, caería sobre mis

rodillas.

Pasa una temblorosa mano por su revuelto cabello dorado mientras

envuelve su otro brazo alrededor de su estómago. Incluso con el aire caliente del verano introduciéndose en la sala de estar con aire acondicionado, tiene la piel de gallina. Usa sólo una camisa sin mangas y

unos shorts.

—Lila —digo para expulsar la idea de que podría estar soñando.

Tanto ella como el oficial que le está hablando en voz baja, tranquilizadora, me miran.

Alivio suaviza las líneas de su frente y deja caer sus brazos a los

costados.—Lincoln.

Mi nombre deja su boca en un aliento aliviado, airado, como si estuviera feliz de verme. Como si quisiera verme. Y esos hermosos ojos

azules me miran como si yo fuera suyo. Mi corazón se contrae.

—¿Estás bien? —pregunto.

Se muerde el labio inferior mientras asiente.

Page 28: Crossing the line katie mcgarry

Sin tener idea de qué decir, rasco la parte de atrás de mi cabeza.—

Yo…

Y no termino. Lila medio se tambalea, medio corre hacia mí. El

hecho de que me está tocando, sosteniéndome, hace que pierda el equilibrio. Me recupero rápidamente mientras sus brazos se convierten en bandas de acero alrededor de mi cintura.

Inhalo, tratando de averiguar qué hacer. Diablos, huele como sus cartas; a lavanda. Presiono mi mejilla contra su sedoso cabello y descanso una mano en la parte baja de su espalda mientras la otra rodea sus

hombros.

Lila pegada a mí se siente pacífica, como aterrizar sobre un colchón

de plumas. Es cálida y suave, todas sus curvas y su dulzura, —viva, encajando perfectamente con mi cuerpo. Tal y como me lo imaginaba.

—Sería prudencial que la señorita McCormick no se quede sola esta

noche. ¿Se quedará con ella, señor? —pregunta la oficial, pero la forma en la que inclina la cabeza y sonríe a su compañero me informa de que

conoce mi respuesta.

—Sí —responde Lila por mí mientras entierra su frente en mi pecho. Su agarre se aprieta—. Lo conozco. Se quedará.

Todo se detiene. Nunca he escuchado palabras más dulces. Me conoce y quiere que me quede. No soy un extraño para ella. No soy un tipo cualquiera con el cual apenas se identifica. Ella me conoce.

—¿Señor? —reitera la oficial.

—Sí —digo—, lo haré. —Deslizo mi mano a lo largo de la curva de su

columna—. ¿Seguro que estás bien?

Su nariz se mueve en mi pecho mientras asiente.—Sí. Simplemente asustada. —Hace una pausa—. Lamento haberte dicho que te fueras.

Lila me mira y le dedico una media sonrisa.—Me lo merecía.

Por una fracción de segundo, sus ojos brillan.—En cierto modo, lo

hacías.

La oficial se aclara la garganta y Lila se aparta de mí. Mis brazos se sienten vacíos sin ella. Es una locura. He salido con más que unas pocas

chicas, y nunca he tenido esta reacción.

—¿Se encuentra bien ahora, señorita McCormick? —pregunta la

oficial.

—Sí —responde—. Gracias por venir.

Los oficiales se mueven hacia la puerta y yo les bloqueo el paso.—

Guau, esperen. ¿Se van?

Page 29: Crossing the line katie mcgarry

—Lincoln… —Lila se frota sus bíceps. Su boca se aprieta hacia la

derecha, guiando mi atención a sus labios—, yo… uh… te estaba llamando… y creí haber visto a alguien… y supongo que tu respondiste

mientras yo gritaba… y, ah… dejé caer mi teléfono… entonces se apagó… y luego la policía vino y dijeron que tú los habías llamado y… sí.

Y… sí. No me lo creo. —Sangre. Cortada. Grito.

Sus ojos viajan velozmente hasta la policía, y luego se apartan.—Bueno, yo creí haber visto a alguien, pero probablemente estaba equivocada. —Entonces me mira, con sus ojos pidiéndome, suplicándome,

que lo deje.

Los músculos de mi cuello se tensan.

—Recorrimos la propiedad —dice el oficial, sonriendo a Lila con lástima—, y no encontramos a nadie. La señorita McCormick sabe que puede llamarnos si nos necesita.

Ellos creen que es su imaginación, pero yo oí terror en su voz. Ese tipo de grito que no puede ser creado por un miedo en tu cabeza. Es la

muerte cerniéndose sobre ti, empuñando un hacha sangrienta.

Lila agradece a los oficiales y les muestra la salida. Con un click cierra la puerta principal y, por primera vez en mi vida, estoy

completamente solo con la chica de la que me he enamorado. ¿Qué diablos debo hacer ahora?

Debería decirle inmediatamente lo que pasó con la escuela. Debería

contarle mi plan para arreglar las cosas, cómo cuando regrese a casa, pienso inscribirme en la escuela de verano. Debería decirle que la idea de

perderla me paraliza. En vez de eso, sigo mi instinto.—Viste a alguien, ¿no es así?

Lila colapsa en la puerta y de su cara se drena todo el color. —Sí.

No. No lo sé.

Su cabeza cae hacia adelante. —No puedo probarlo. La policía

piensa que estoy loca. Y el noventa por ciento de mí piensa que todo está bien, porque de haber habido alguien afuera, me habría herido. Pero el diez por ciento restante está bastante seguro de que alguien se está

metiendo conmigo.

Doblo mis brazos sobre mi pecho; no me gusta la idea de alguien metiéndose con ella.—¿Qué estás diciendo?

Se encoje de hombros y sonríe al mismo tiempo, dejando claro que no se cree las palabras.—Tal vez alguien me acecha.

¿Tal vez? Sabiendo qué hacer para calmar sus nervios, extiendo mi mano.—Empieza a hablar, porque no me voy a ningún lado hasta saber que estás a salvo.

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6 Traducido por PaoSwagUp

Corregido por Findareasontosmile

uando Josh murió, mis padres se acercaron, pero mientras el tiempo pasaba, se separaron. Los peores momentos suceden cuando toda mi familia está en la misma habitación. Estar con

las personas que más debería amar que estén rodeándome, me siento más solo. ~ Lincoln.

Lincoln valora la anaranjada nota adhesiva encima del horno, que me recuerda apagarlo, mientras revuelve la leche sobre la estufa. Desde el

segundo en el que entrelazó sus dedos con los míos en la sala y me llevó a la cocina, había encontrado imposible apartar mis ojos de él.

Creció… impresionantemente. Alto. Con más cuerpo. Sus azulados

ojos son mayores que su edad, pero cuando me sonríe, se vuelve despreocupado y de dieciocho.

—¿Eso es todo? —pregunta.

—Sí —respondo. Descargué todo, salvo que él no está humillándome con condescendientes miradas o una conferencia sobre imaginaciones

hiperactivas. Derramé todo sobre los arañazos en las ventanas por la noche, el sonido de los zapatos contra la acera esta noche, la sombra

caminando hacia mí y el sonido de su respiración.

La policía no me tomó enserio, pero por la manera en que los hombros de Lincoln se tensaron, puedo decir que me cree. —¿Por qué? —

pregunto.

—¿Por qué, qué? —Vacía el humeante líquido en una taza.

—¿Por qué me crees?

Lincoln desliza la taza en mis manos. Su dedo accidentalmente roza el mío. ¡Electricidad! Un fantástico escalofrío me recorre hasta alcanzar las

puntas de mis pies.

C

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—No te gustan los mentirosos y no eres una gran fan de los

hipócritas —responde.

Esas fueron las palabras que le dije hace unos pocos meses atrás,

cuando mi, en cierto modo amiga, Grace, atormentó a Echo. Lincoln y yo compartimos sonrisas de conocimiento y nos miramos entre nosotros. El mundo se desvanece y sólo somos él y yo y una aromática taza de

chocolate caliente contra la palma de mi mano. Lincoln rompe la conexión y retira sus dedos. Daría cualquier cosa para que me tocara de nuevo. Pero primero…

—Tienes algunas explicaciones que dar —digo—. Como por qué no te has graduado.

Se vuelve y lava la olla en el fregadero. —Vamos a resolver tu problema primero. Luego nos encargaremos del mío. —El agua golpea contra la olla—. ¿Sigues enojada conmigo?

Mi dedo rodea el borde de la taza. Dolida… sí. Molesta… —No. —

¿Cómo podría estar enojada con un chico que condujo diez horas para

verme y regresó después de que lo rechacé?—. Entonces, ¿me crees? ¿Qué alguien estaba afuera?

—Te oí gritar. La imaginación de nadie trabaja tan bien.

Agarra una toalla y seca la olla antes de colocarla de nuevo en el gancho de la pared. Lincoln es tan eficiente, especialmente para ser un chico que ‘rompe reglas’. Con un roce contra las baldosa del suelo, saca la

silla junto a mí y la coloca para estar frente a frente. —Sólo para que quede claro, un acosador sugiere múltiples roces durante un período de

tiempo. Creo que es más una broma.

La piel entre mis ojos se une. —¿Una broma? ¿Enserio?

Lincoln se relaja en la silla, sus largas piernas estiradas, un brazo

descansando sobre la mesa. Me siento como una enana a su lado. Tamborilea sus dedos una y otra vez contra la mesa, causando que me

centre en sus manos. La piel es más dura y áspera que la de la mayoría de manos de los chicos con los que he salido. No es una imperfección, sino un recordatorio de cómo se cuelga de las paredes de roca.

Me pregunto si alguna vez me dejaría verlo escalar o si podría enseñarme. Mi estómago cosquillea como si borrosos conejos estuvieran

saltando alrededor. ¿Me sostendría con esas fuertes manos si me caigo?

—Eres el diccionario de CSI —responde—. ¿No había un episodio que hablaba sobre como los acosadores tienen patrones o alguna mierda

así?

—¿Comenzaste a ver CSI? —Estoy sonriendo de oreja a oreja, y sus

mejillas se sonrojan en respuesta. El grande y fuerte chico escalador cruza

Page 32: Crossing the line katie mcgarry

sus brazos sobre su pecho y pega su mirada al suelo. Es mi programa

favorito, y le había escrito unas pocas cartas detallando ciertos episodios.

Encoge un hombro descuidadamente. —Vi unos pocos episodios aquí

y allá.

No sé por qué, pero el hecho de que mostrara interés en algo que me

gusta me causa vértigo. Revuelvo el chocolate caliente en mi taza y soplo, intentando ocultar mi alegría.—¿Qué hace que creas que es una broma?

—Lo dijiste tú misma. Si alguien quisiera hacerte daño, te haría daño. Tus padres no están y podría apostar que alguien cree que sería divertido asustarte.

Mi frente se arruga con la idea de que alguien querría asustarme. —¿Por qué? —pregunto nuevamente.

—Porque las personas pueden ser estúpidas.

Verdad. Cansada de pensar en eso, cambio de tema.—¿Chocolate caliente?

—Lo hacía para Meg cada noche después de que descubrió que estaba embarazada. Parecía calmarla cuando se exaltaba.

¿Traducción? Él cree que estoy a punto de romperme. Mi corazón

late un poco más rápido cuando repito la imagen de la sombra acercándose. Tal vez no esté equivocado. —¿Ya ha tenido el bebé?

Lincoln sacude la cabeza sutilmente. —Me sigo preguntando cómo afectara al bebé que vendrá que su madre aún pueda solucionar su mierda.

La manera en la que sus azulados ojos se oscurecen con dolor provoca un fuerte dolor en mi pecho. Me estiro y reclamo una de las

manos apoyadas sobre sus brazos cruzados. Lincoln une su mano con la mía y las sostenemos encima de la mesa, ambos mirando nuestros dedos combinados. Dios, sus manos son calientes y fuertes. Trago mientras me

lo imagino acariciando mi rostro.

—¿Cómo está Echo? —pregunta.

—Bien. Está en Kansas o Iowa o en algún lugar. —No aquí, conmigo,

y eso apesta. No me necesita ahora que tiene… —. Está con Noah.

—Entonces está avanzando —dice casi como un susurro.

¿De mí? Sí. Pero ella no estaba avanzando en la manera en la Lincoln suponía. La tristeza me envuelve como una nube. Había sido testigo del dolor de Echo por su hermano. Demonios, yo aún lloro por

Aires. Era como mi hermano mayor también. —Está viviendo. No olvidando.

Page 33: Crossing the line katie mcgarry

Lincoln retira sus manos para frotar su rostro. Dejo mi mano en la

mesa por un segundo, con la esperanza de que vuelva a envolver su calor en mí. Cuando la baja a su regazo, tiro de mi brazo a mi propio cuerpo —

odiando su rechazo, extrañando la falta de su calor. Pero no estoy enojada con él. Puedo ver que lo he perdido recordando. Echo ha usado este refugio mental en varias ocasiones.

Nos mantenemos en silencio, supongo que ambos procesando las pasadas horas. El silencio se siente cómodo, como una vieja colcha, y me deleito en ella. Pero entonces lo miro rápidamente. ¿Y si no es cómodo

para él? ¿Qué sucede si la conexión escrita en nuestras cartas es todo lo que poseemos? ¿Y si nosotros no encendemos una chispa en la vida real?

¿Importa desde que me mintió? Necesitamos hablar sobre eso, pero no ahora. No cuando apenas he dormido en casi dos días y mi mente es un desorientado desastre. Él podría explicar sumas básicas y babearía como

una idiota.

Dormir —lo ansío, ¿pero podría tenerlo? Mis pensamientos vuelven a

la idea de alguien haciéndome una broma.—¿Quién querría asustarme?

—Dímelo tú. —Frota sus ojos, y por primera vez me doy cuenta de los oscuros círculos bajo ellos. Está cansado, y mientras bebo la caliente

bebida, me doy cuenta que el cansancio es contagioso.

—No tengo ni idea. —Y lo desconocido me aterra.

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Traducido por Katita

Corregido por Daniela Agrafojo

s una locura el modo en que puedes sentirte solo. Me siento siempre sola. Por extraño que parezca, me siento más sola cuando estoy en una habitación llena de gente. Todos los que conozco

están cambiando. Echo está distante. Grace quiere nuevos amigos. Incluso Natalie está extendiendo sus alas. Para ser justos, estoy cambiando también. A veces me siento como si mi piel estuviera demasiado apretada para mí. Todo el tiempo, lucho contra la tentación de cortarme el pelo y comprar ropa nueva. Quiero decir, ¿en quién me convertiré exactamente? Sigo siendo yo, pero no lo soy. ~ Lila.

Las uñas de Lila golpean repetidamente contra la mesa, como una ametralladora disparando varias rondas. —Estoy demasiado cansada para tratar con esto ahora. —Ella cierra la mano sobre la mesa, silenciando

cualquier discusión sobre su posible bromista. Se pone de pie y la sigo, preguntándome si el guardabosque me permitirá volver al campamento. De

lo contrario, estoy jodido.

—¿Puedo volver en la mañana? —Entonces recuerdo la hora que es—. ¿A media mañana? ¿Por la tarde?

Lila se congela de la misma manera que Meg lo hace cada vez que está cerca del bebé. Infiernos, Lila me odia.

—¿Te vas a quedar? Le dije a la policía que lo harías. Le dijiste a la

policía que lo harías. Si no lo haces sería como romper la ley o algo así, por lo que tienes que quedarte.

Levanto una ceja ante su lógica —o su falta de lógica—, pero no hay manera de que este arruinando esta oportunidad. —Me quedaré.

—Bueno. Porque tienes que hacerlo.

Lila me lleva de vuelta a la sala de estar y murmura que me quede ahí. Sus pasos hacen ruido mientras se aleja por el pasillo. La casa de un

E

Page 35: Crossing the line katie mcgarry

piso es del tamaño de una mansión y está decorada como una de las que

aparecen en la revista Mejores Casas y Jardines de mamá. Linda y frágil mierda por todas partes. Después de varios sonidos abruptos que indican

que Lila debe haber aceptado una lucha con un cocodrilo, reaparece con mantas y una almohada.

—¿Te importa dormir en el sofá? —pregunta.

Dormiría sobre clavos con el fin de estar cerca de ella. —No.

Me da los elementos para una cama temporal. —Gracias —le digo.

—No hay de qué. —Los dedos de Lila van hacia el dobladillo de su camiseta, y me recuerdo a mí mismo respirar cuando alcanzo a ver la piel bronceada de su vientre plano. En cuestión de segundos, ella tira del

dobladillo y el ombligo desaparece.

—Bien, buenas noches —dice mientras mete su cabello dorado detrás de su oreja.

—Buenas noches —le respondo. ¿Debo abrazarla? ¿Darle un beso? ¿Estrecharle la mano? ¿Ponerme de rodillas y empezar a pedir perdón?

Mueve sus pies, pero se mantiene en su lugar. —El cuarto de baño está en el pasillo.

—Muy bien.

—Puedes tomar una ducha si quieres.

—Gracias —le respondo.

—De nada.

Y ya hemos tenido esta conversación. Lila aspira como si sus alergias la molestaran, y baja la cabeza. Quiero consolarla, pero no tengo

idea de cómo pisar ese territorio.

—¿Estás bien?

—No quiero estar sola —susurra—. Ni siquiera a solas en una

habitación. ¿No es eso patético?

—Nunca podrías ser patética —le digo. No la chica que he llegado a

amar por las cartas. La chica que defendió a su mejor amiga, a pesar de que tomar esa postura le costó sus otras amistades. La chica que me dice exactamente lo que piensa de mí, incluso cuando duele. La chica que

sueña con ser más. La chica que sueña con Florida.

Su labio inferior tiembla. —Si piensas eso, entonces no me conoces

muy bien.

La conozco mejor de lo que ella se da cuenta. Sé que las cartas que me escribe a altas horas de la noche son más emotivas que las que escribe

durante el día, como si la falta de sueño inhibiera el razonamiento. Dejo

Page 36: Crossing the line katie mcgarry

las mantas y almohadas en el brazo del sofá y me dejo caer sobre los

cojines.

—Ven aquí.

Su mirada se mueve del espacio en el sofá a mí. —No entiendo.

Tomo la almohada y la dejo caer en mi regazo. —Duerme aquí.

Lila extiende el borde de su camiseta sobre sus caderas mientras se

mueve hacia mí. Cuando se sienta, es con el muslo apoyado contra el mío. Su calor irradia más allá de mis pantalones vaqueros hacia mi piel. Cada célula en mi cuerpo arde a la vida. Juega bien esto, Lincoln. Ella se merece un hombre, no un niño.

Sin decir una palabra, Lila descansa su cabeza sobre la almohada y

extiende sus piernas en el sofá. Echo la manta sobre su cuerpo, y me encanta la forma en que ella se pone de lado, las rodillas acurrucadas en posición fetal.

Sus párpados se agitan mientras habla. —Lo siento, por cerrar la puerta en tu cara.

Un mechón de su cabello cae sobre su mejilla. No debería, pero lo hago de todos modos. Con el mismo cuidado que uso al tocar a mi sobrino, acaricio los sedosos mechones y los pongo detrás de su oreja. Daría mi

brazo izquierdo por pasar mis dedos por su cabello hasta que se durmiera.

—Me lo merecía.

Su pecho se expande y bosteza. —¿Por qué no te graduaste?

—Porque fui un estúpido. —Las náuseas forman un hoyo en mis entrañas. Estúpido es lo que Lila debe asumir de mí. Un idiota que no

puede poner dos palabras juntas para formar una frase, un idiota que no puede sumar, un imbécil que no se graduó. Pero eso no es lo que pasó. No me gradué porque dejó de importarme.

Lila cierra los ojos y murmura perezosamente—: No eres estúpido. He leído todas las cartas varias veces. Eres un buen escritor. Y tienes un

veintinueve en tu ACT. Eso no es estúpido.—Hace una pausa—. No, a menos que fuera una mentira también.

—No lo era —digo—. Sólo mentí sobre la graduación.

—¿Qué hay de entrar a la Universidad de Florida? —pregunta—. Me dijiste que fuiste aceptado a través de la admisión temprana.

—Lo fui —respondo—. Pero la admisión dependía de graduarse.—Me cuesta encontrar las palabras adecuadas. ¿Cómo puedo demostrarle que no estoy mintiendo?—. Te voy a enviar mis resultados oficiales de la ACT.

Te voy a enviar mi carta de aceptación. Todo lo que necesites para que me creas.

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—Te creo. —Ella está inmóvil tanto tiempo que me pregunto si ya se

ha quedado dormida. Luego me da una palmada en la rodilla y susurra—: Dime lo que pasó.

Lila quita la mano, pero mi piel sigue ardiendo por su tacto. Me cree. Tal vez, algún día, confiará en mí. Apoyo mi codo en el brazo del sofá e inclino la cabeza contra mi puño. Debo mantener mi otro brazo

descansando sobre el respaldo del sofá. En cambio, cedo a la tentación y serpenteo alrededor de su cuerpo. Ella se acerca más a mí en respuesta. Para una chica que solo es mi amiga —amiga por correspondencia—, esto

se siente muy bien.

—¿Lincoln? —me urge.

—Debemos esperar hasta mañana —le digo.

—Ya es mañana. Y soy impaciente.

Me río. Lo es. Lila me informó de su infelicidad los días en que una

de mis cartas se tardaba más de lo que pensaba que debería. Tomo una respiración profunda y lo suelto.

—Comencé a faltar en otoño y luego falté más días de los que hubiera debido. En el momento en que me di cuenta de que no había ganado suficientes horas de clase para graduarme, ya estaba jodido.

Sus ojos se abren con un parpadeo. —¿Empezaste a faltar a clases porque perdiste a Josh?

Oír su nombre en sus labios hace que mi pecho se sacuda. El

familiar e indeseado dolor se extiende desde mi corazón hasta mi cerebro. Ella nunca lo conocería.

—Sí, Josh. Y todo lo demás.

Le dije en varias cartas que había faltado. Que cuando me desperté esa mañana y sentí el vacío de la muerte de Josh, la carga de alimentar a

un bebé, la ira de escuchar a mis padres discutir, sentí que explotaría si no me liberaba. Así que conduje hasta el parque estatal y escalé hasta que

mis dedos sangraron.

Sacude la cabeza en mi regazo. —Debería haberlo visto venir.

—¿Qué cosa?

—Que cuando no puedes manejar las cosas, huyes. —Ella escribió la misma crítica en sus cartas cuando le dije que había faltado a la escuela.

—No lo hago —le digo.

Su única respuesta es la corriente de aire que sale de su boca.

—No lo hago —repito con la terquedad de un perro agarrando una

zapatilla masticada entre sus fauces.

Page 38: Crossing the line katie mcgarry

Lila juguetea con la esquina de la manta raída. —Hoy habría sido el

día de tu graduación y condujiste hasta aquí para verme.

—¿Y?

Se encoge de hombros. —Sólo declaro lo evidente.

—Vine aquí por ti. —La tensión en mis músculos me ruega cambiar de posición, pero si lo hago, voy a darle a Lila una excusa para moverse—.

Estabas enojada conmigo.

Una punzada persistente de culpa hace que mi columna vertebral se enderece. No es una mentira lo que dije. Vine aquí por Lila. Pero entonces

recuerdo a mamá y a papá peleando, la forma en que Meg entró en pánico cuando le pedí que sostuviera al bebé, y las náuseas cuando consideré

decirles a mis padres sobre mi fracaso.

Entonces mi mente vuelve a dirigirse al hecho de que en cuarenta y ocho horas comienza la escuela de verano. Vine aquí con la intención de

decirle a Lila que iba a arreglarlo todo, pero lo que realmente quería era arreglar las cosas entre nosotros. Froto mi cabeza con una mano. ¿Lila

tiene razón? ¿Estoy huyendo de los problemas reales en mi vida?

—No estoy huyendo —le digo una vez más. Incluso yo me doy cuenta de la duda en mi voz.

—Lo que sea —murmura, el agotamiento pesando en sus palabras—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque... —Debido a que estaría decepcionada de mí. Debido a que

estaba decepcionado de mí mismo. Debido a que sus sueños se convirtieron en mis sueños y nos fallé a ambos. Porque yo era una gallina

de mierda.

Hace dos años, Lila comenzó a escribir acerca de la Universidad de Florida. Ella habló de ello lo suficiente para que yo me lo planteara. Mucho

antes de que me enamorara de Lila, me enamoré del sueño de ir a estudiar a otro estado. Para ganar posiblemente mi licenciatura en recursos

forestales y conservación de los bosques; trabajar alrededor de paredes rocosas para vivir.

¿Cómo demonios pude perder de vista mi futuro?

Mi pierna derecha comienza a sentir un hormigueo, y todo en lo que puedo pensar es en levantarme, caminar de regreso al campamento, explorar el sendero—incluso en la oscuridad—, y escalar una pared de

roca. Entonces bajo la vista hacia la belleza acurrucada cerca de mí.

Page 39: Crossing the line katie mcgarry

Su respiración se vuelve ligera y se estremece en su sueño. El bebé

hace lo mismo cuando entra en el sueño REM3. Pongo la manta alrededor de ella y me permito tocar su cabello una vez más.

No, no voy a correr. No esta vez. Tendrá preguntas más difíciles, y estoy decidido a responderlas de pie ante ella. Es hora de empezar a hacerles frente a los problemas de mi vida en vez de evitarlos. Es hora de

crear un plan y seguirlo hasta el final. Y esperar que Lila me perdone y que esté a mi lado mientras avanzo.

—No quiero que me odies —le susurro, y respondo a su última

pregunta—. Porque me he enamorado de ti.

3Rapid Eye Movement: El acto de mover los ojos en sueños, aun con los párpados

cerrados.

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8 Traducido por Kelly.apple1

Corregido por Merryhope

ensé en ti cuando escalé hoy. Deberías intentarlo alguna vez. Creo que vas a disfrutar de la carrera. ~ Lincoln.

Todo mi cuerpo se bloquea ante el sonido de golpes. Salto, mis manos golpean, y finalmente me estrello contra el suelo de madera, un desaliñado desastre. Ese crujido tuvo que ser mi coxis. —Auch.

Parpadeo varias veces cuidando la parte baja de mi espalda. ¿Qué estoy haciendo en la sala?

—¿Estás bien?

La voz grave falta de sueño, provoca que mi corazón golpee fuerte una vez. Mis ojos se mueven rápidamente por encima de mí; en el sofá,

Lincoln estira los brazos por encima de su cabeza. Grandioso. Él durmió sentado, sosteniéndome, toda la noche.

—Buenos días —dice. Sus hermosos ojos caen sobre mí, y mis mejillas se calientan cuando las esquinas de su boca se elevan. Echo se burlaría de mí por la tonta sonrisa formada en mi cara.

Sintiéndome de repente tímida y cohibida, peino mi cabello con la mano. Ay, demonios, está enredado. Por qué, por qué, ¿Por qué siempre me despierto pareciendo un Troll? —Hola.

El timbre suena varias veces y luego una serie de golpes. La luz solar fluye a través de las persianas. El brillo definitivamente indica que es más

mediodía que por la mañana temprano. —Es probablemente Stephen —digo.

Lincoln sacude la cabeza. —¿Tu Ex?

Lo admito. Me gusta ese tipo de mirada de macho alfa enojado que tiene. Me apresuro a la puerta y por una vez presto atención a la nota de

P

Page 41: Crossing the line katie mcgarry

aviso de mi madre, miro a través de la mirilla. No, ningún ex. Lo que es

bueno, ya que Lincoln parece lo suficientemente molesto como para cortar al chico en filetes de venado.

—¡Lila! —grita Grace—. ¿Estás ahí?

—¡Sí! —gritó de vuelta a mi ex mejor amiga—. Dame un segundo, Grace.

Me doy la vuelta para explicarle a Lincoln que es Grace y me golpeo justo contra su pecho. Sus manos aterrizan en mis hombros para sostenerme. —Creí que ustedes no estaban en condiciones de hablar

después de lo que pasó con Echo.

—No lo estamos. Es por eso que necesito atenderla. El mundo debe

haber colapsado en un apocalipsis zombi si ella está aquí.

Su agarre en mis hombros se convierte en un masaje que hace que cierre mis ojos. Él podría tocarme así durante el resto de mi vida y yo no

me quitaría. —Entonces atiéndela —dice.

Mi estómago se llena de nudos, como una gran bola de miedo. La

apariencia de Lincoln da señal de que acaba de salir de la cama, yo todavía estoy en pijama, mis padres están fuera de la ciudad, y para acabar, Grace es una gran chismosa. —Mierda.

—Me puedo ocultar —dice él como si leyera mi mente. Sus manos se deslizan de mis hombros y tengo que luchar contra el impulso de poner mala cara—. Pero tendrías que explicar lo de mi coche.

Me alegro por dos segundos, y luego me desanimo.—No soy tan creativa.

—Voy a darte unos minutos a solas con ella. Quizá no note el coche.—Lincoln empieza a caminar por el pasillo, luego se detiene para mirarme de una manera que sugiere que me cambie de ropa—. Te ves bien

en este momento. Toda arrugada y soñolienta.

La parte de atrás de mi cuello explota en calor, e inmediatamente me

fijo en los músculos de sus bíceps. Lincoln me lanza una sonrisa coqueta, agarra un par extra de pantalones vaqueros de su mochila, se apoya contra la puerta de mi habitación y desaparece en el cuarto de baño. Dios

mío, él es sexy.

Mis pensamientos se enredan y mi cerebro se marea con confusión. Él me toca y me habla como que si nos conociéramos desde siempre. ¿Es

posible que también esté interesado en mí? ¿Más que como amigo?

Grace reanuda sus golpes. Retiro el cabello adherido en la parte

superior de mi cabeza y abro la puerta delantera. —Hola.

Page 42: Crossing the line katie mcgarry

En una falda de preso que llega a las rodillas y una blusa de encaje

blanco, Grace señala con el dedo hacía el carro.—¿Tienes un invitado? —Y asume por mi ropa—. ¿Durante una noche?

No interesada en jugar más sus juegos, digo—: Sí.

Tiene un sobresalto y una explosión de rojo irrumpe en su rosto.—¿En serio? ¿Quién?

Hace un tiempo se lo habría dicho. Ella conocía todos mis secretos, incluyendo mi relación solo por escrito con Lincoln. Eso fue hasta que eligió a sus nuevos amigos por encima de Echo. Echo y yo siempre hemos

sido el paquete leal. La mierda es que extraño a Grace. —Supongo que deseas entrar.

Lo hace, y prácticamente se orina en sus pantalones cuando ve la almohada y la sabana en el sofá. —Había un chico durante la noche —chilla.

La hago callar mientras muevo mis manos para que baje el sonido. La vergüenza se arrastra a lo largo de mi piel. Lincoln debe de estar

muriéndose de la risa. —¿Cómo lo sabes? Podría ser una chica.

—Tus amigas duermen en tu habitación. Así que, dime, ¿quién es?

—Es…— y no puedo pensar en algo creíble, porque la verdad es que

es mentira—, Lincoln. Y es mejor que no se lo digas a nadie, es privado, Grace. Lo digo en serio.

Toma mi mano sin perder un segundo, actuando como si nuestra

amistad nunca hubiera terminado tan mal hace meses. —¿Lincoln? ¿Tu amigo por correspondencia Lincoln? Oh. Mí. Dios. Eso es tan... tan… ¿está

caliente?

Esto es lo que extraño de Grace: su pasión, su entusiasmo. Y cuando quiere puede ser una gran amiga. Le devuelvo el apretón de mano.

Tengo la tentación de llamar a Echo y Natalie, y obligarnos a las cuatro a ser lo que solíamos ser, inseparables.

—¿Cuánto tiempo se va a quedar? —pregunta Grace.

Mi energía se desvanece y le digo.—No lo sé.

¿Lincoln se irá pronto? ¿He desperdiciado el único tiempo que

podríamos tener juntos alguna vez? Recordando la conversación que tuvimos la noche anterior, me recuerdo a mí misma del modo en que es Lincoln.

El teléfono de Grace suena indicando que es un mensaje de texto. Lo lee y luego mete el teléfono en su bolso. —He conseguido escaparme, pero

tengo algo que decirte. Por eso es que he venido.

Muevo en círculos mi mano, indicándole que continúe.

Page 43: Crossing the line katie mcgarry

—Escuche a Stephen, Chad y Luke hablando acerca de cómo han

estado apareciendo aquí por la noche, intentando asustarte ya que tus padres se fueron de vacaciones.

Me quedo boquiabierta y totalmente entumecida el tiempo suficiente para ponerme tensa cuando la ira empieza a precipitarse por mi torrente sanguíneo. —¿Disculpa?

—Lo sé. Estúpido, ¿verdad? Stephen piensa que si estás asustada lo llamarás, y luego ustedes podrán resolver las cosas.—Grace mira hacía la sabana en el sofá—. Supongo que él no contaba con el caballo negro que

aparece al final de la carrera.

Desorientada, me apoyo contra el brazo del sofá para sostenerme.

Mierda, no estoy loca, alguien ha estado gastándome bromas. Sin embargo, el alivio es de corta duración.

Perdí mi virginidad con Stephen. Él es el primer hombre al que le he

dicho las palabras “Te amo”.

¿Y me está traicionando? ¿Está intentando asustarme? ¿En que se

ha convertido?

Siento que mis ojos se mueven, aun cuando, sinceramente, estoy viendo la nada en la habitación. Mi mente intenta abrirse camino

rápidamente a través de la ira, la confusión y el extraño vació. Estoy molesta con Stephen, bien, esta es la actuación del siglo. La próxima vez

que lo vea, estará frito como el pez que mis hermanos atraparon en el lago, pero me falta el sentido épico de la traición. La punzada masiva de dolor, las emociones que experimenté la noche anterior porque Lincoln me

mintió. Es decir, Stephen y yo estuvimos juntos por dos años. Eso debería contar como algo, ¿no?

—¿Lila? —Grace atrae de nuevo mi atención hacía ella—. ¿Estás

bien?

—Ese hijo de puta va a ser colgado de las uñas de los pies, pero sí,

estoy bien.—Asombrosamente.

Ella juguetea nerviosamente con su anillo de graduación. —No dejes que sepan que yo te lo dije ¿sí?

—Sí. Está bien. Claro.—Grace y Chad son noticia. Ella trabajó duro durante el año pasado para reclamarlo como su novio—. ¿Por qué me lo

has dicho, de todos modos?

El fuego que consume siempre a Grace se disuelve. —Porque quiero que seamos amigas de nuevo. Tomé algunas decisiones realmente malas, y

lo siento. Te vas a ir a Florida, y si no solucionamos esto ahora, no lo solucionaremos.

Page 44: Crossing the line katie mcgarry

Justo como las cosas nunca fueron solucionadas entre ella y Echo.

No lo dice, pero está ahí colgando en el aire como el mal olor del pescado podrido.

Mucha mala sangre ha sido derramada, pero quizá la gente pueda cambiar. Por mucho que el pensamiento me hace feliz, también me entristece. No importa qué pase, la relación entre Grace y yo nunca será la

misma. —Gracias por el aviso.

Grace está ahí, pareciendo un maldito cachorro encerrado en una tienda de mascotas. Por desgracia reconozco que tengo una debilidad por

los animales encerrados. —Tal vez podríamos ir de compras juntas alguna vez.

Muestra una media sonrisa. —Sí, eso sería estupendo.

Cierro la puerta detrás Grace y camino hasta mi habitación. Al otro lado del cuarto, el agua golpea contra la bañera, ya que Lincoln está

tomando un baño. Una camisa negra se asoma de la mochila aun apoyada en la puerta de mi habitación. Le dije que guardara la mochila en mi

habitación mientras se calentaba el chocolate, pero no me di cuenta de lo que acababa de ver: la pila de cartas que aún estaba en mi cama y la página de recuerdos que le hice para su graduación.

Me recuesto en la esquina de mi cama y miro fijamente dentro de la habitación como si nunca la hubiera visto. Todo está cambiando. Mi relación está cambiando, mi futuro está cambiando, mis sentimientos

están cambiando. Mi vida es un constante estado de flujo de cambios. Crecí temiendo a las arañas, abejas y a los rincones oscuros de los sótanos

de poca luz. Pero este peligroso… cambio… me aterroriza como nada lo ha hecho antes.

Por primera vez en mi vida, desearía no haber crecido.

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Traducido por eyeOc.

Corregido por Jezel07

Una precipitación? Alturas y rocas suenan como un gran riesgo. Pero si vas a estar ahí, pienso que consideraría escalar. ~ Lila.

El punto-alto del crujido de cajones siendo abiertos y cerrados me recibe cuando salgo del baño. A través del pasillo, Lila saca un

expediente manila de su escritorio, lo hojea, luego lo tira en la creciente pila en el piso. Los papeles de la carpeta se derraman creando un abanico.

―¿Lila? ―pregunto y entro en su habitación―. ¿Qué está pasando?

―No lo puedo encontrar. ―Cierro el cajón de un golpe y abre el de abajo con tal fuerza que se cae del escritorio―. ¡No puedo encontrarlo,

maldita sea!

Mis cartas para ella todavía están en su cama, apiladas cuidadosamente. Mi pecho se aprieta otra vez a la vista de ellas. No lo

puedo creer. Conservó todas mis cartas, justo como conservé las suyas.

El cuarto representa a Lila perfectamente: orden, disciplina. Sí, todo

encaja, excepto por el grupo de duendecillos de cabello dorado en destrucción masiva.

―¿No puedes encontrar qué?

―Mi paquete de aceptación de la Universidad de Louisville. El que tiene los trámites que tengo que regresar. Lo puse en un archivo, lo

etiquete, lo tenía etiquetado en orden alfabético bajo Universidades, pero no está aquí.

Busca desesperadamente a través de los archivos. Una, dos, tres

veces. Lila se agacha poniendo las manos en el piso.

―¡¿Dónde está?!

Me acerco a ella lentamente. Del mismo modo que tuve que hacerlo

con Meg cuando se enteró de que estaba embarazada. Doblo mis rodillas para acuclillarme enfrente de ella.

¿

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―¿Por qué necesitas el expediente?

Lila inclina la cabeza como si se diera cuenta de mi presencia por primera vez. Sus ojos están muy abiertos para su delicada cara.

―Voy a aceptar.

Parpadeo.

―¿Aceptar? ―Aspiro aire para estabilizarme, como si la chica me

hubiera golpeado en el estómago con un bate―. ¿Qué pasa con Florida?

―Stephen es el que me está gastando bromas. ―Las palabras salen mientras pone las manos sobre su pecho―. Quería asustarme y funcionó.

Estaba asustada. ¡Asustada! No lo puedo hacer. ―Se ahoga en un sollozo―. No puedo ir a Florida, no sola.

Me levanto de un salto. Ira explota a través de mí, como la completa erupción de un volcán. El bastardo está muerto. Sin preguntas.

―Dime dónde está.

Arruga sus cejas, juntándolas.

―¿Quién?

―El idiota que te ha hecho dudar de ti misma. El idiota que te asustó. Stephen.

Lila se pone de pie.

―Todo lo que hizo fue señalar lo que él ya sabía. Que no puedo manejar estar por mi cuenta.

―Esas son tonterías. ―A diferencia de ayer en la mañana, no grito.

Esta emoción que me atraviesa es espeluznante, mortalmente calmada. Tras la muerte de Josh solía paralizarme, y las cartas de Lila han

sido la única arma suficientemente fuerte para atravesar esa pared. Dándome cuenta de que podría perder la conexión con ella sentí enojo, desesperación, culpa, esperanza, amor, y ahora ira pura y sin

adulteraciones.

―Antes de la broma estabas lista para dirigirte al sur ―digo―. Toda

tu carta anterior estaba llena de lo que querías hacer en el momento en que cruzaras la línea estatal.

―¡Pero eso fue antes! ―Lanza los brazos a sus costados―. Eso fue

cuando pensé que tenía a alguien.

La ira se dispersa, se va en un destello, dejando un vacío detrás.

―Me tienes a mí.

―No, no lo hago.―Sus pestañas se humedecen cuando se agitan―. Se suponía que tenías que estar ahí junto a mí, y ahora no lo estas. Pensé

que sería capaz de convencer a Echo de venir conmigo, pero luego

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encontró a Noah. Estoy por mi cuenta ahora. No lo puedo hacer. No soy

capaz de ir a Florida sola.

Rasco el rastrojo formándose en mi mandíbula mientras ella limpia

una lágrima rebelde fluyendo por la esquina de su ojo. Mira a un lado y me siento enfermo.

Lila estaba dependiendo de mí y la decepcioné. Por mi familia. Por

mí.

Una abrumadora urgencia de dirigirme a casa, de hablar con mi familia, con el consejero de la escuela, de llenar el papeleo de las

admisiones de primavera en Florida, la cual el consejero me motivó para que lo hiciera bien en la escuela de verano, burbujea dentro de mí. Desde

que Josh murió, todo lo que he estado haciendo es ignorando mi vida, mi futuro―justo como Meg ignora a su bebé. Sí, yendo a casa, será correr, no del modo en que he estado haciendo por dos años. Será correr hacia

adelante en vez de alejarme.

Cuando dejé la casa para encontrar a Lila, sentí la primera chispa de

comprensión de que las cosas necesitaban cambiar, pero viendo a Lila dudar de si misma, viendo su retroceso, aclara mi visión de lo que necesito hacer para ordenar mi vida.

Mi abuelo me habló una vez sobre nunca provocar a un oso herido, especialmente uno que está atendiendo sus heridas, pero a veces el oso necesita que le provoquen.

―¿Quién es el que huye ahora?

Un destello de miedo asciende por mi columna al momento en que

sus helados ojos azules me golpean directamente.

―¿Disculpa?

Espero saber lo que estoy haciendo.

―Vine aquí por ti, Lila. Por la chica que nunca dejaría que nadie caminara por encima de ella. A lo mejor no soy el único que dijo una

mentira. A lo mejor inventaste a la chica de las cartas.

Su boca cae abierta, sus mejillas enrojeciendo como si la hubiera abofeteado físicamente.

―¡Eres un imbécil!

―¿Estás enojada ahora?

―¡Sí!

―Bien. Ahora deja de enfocarte en lo que no puedes controlar y empieza a enfocarte en lo que puedes; como la escuela de verano,

trabajando hacia la universidad, aplicando para las admisiones de

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primavera y no en mis papás, mi hermana, mi sobrino… mi hermano

muerto.

Lila sacude la cabeza, como si estuviera despertando de un sueño.

Se apoya en el escritorio en busca de respaldo y se pasa las manos por su cabello.

―Tienes razón.

Esta es la chica que conozco: cien por ciento dentro o fuera. Nada de palabrería. Una chica que trata a la vida como un misil con una trayectoria asegurada.

Sus ojos vagan sobre mí, y estoy confundido por la inclinación de sus labios.

―¿Lincoln? ―dice con la tonta sonrisa creciendo.

―¿Si?

―No estás usando una camisa.

La vergüenza calienta mi cuerpo y mi mano sale disparada a mi pecho, sintiendo la exposición de mi piel.

―Lo siento.

Esos ojos azules arden.

―Yo no. Pero podrías querer vestirte para esto.

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10 Traducido por JessxFlyller

Corregido por vaviro78

sobre las rocas escaladas, creo que te estás subestimando. ~ Lincoln.

Lincoln camina a mi lado a través del campo abierto hacia el

límite de la arboleda. Tiene un caminar amplio, y yo me esfuerzo por lucir casual mientras intento igualar su paso. Se puso la camisa de nuevo, lo que es un pecado. Definitivamente podría apostar

contra el chico de Echo en el departamento de abdominales.

En el cobertizo, la combinación de la cerradura chirria cuando giro

la perilla de derecha a izquierda y derecha nuevamente. Con un clic, destrabo la cerradura y abro la puerta. La luz del sol se filtra, haciendo bailar el polvo entre las vigas.

—¿Quieres decirme qué estamos haciendo aquí? —pregunta Lincoln.

—Recuperando mi orgullo. —Estúpido Stephen y estúpida yo. Los últimos seis meses de nuestra relación dan vuelta en mi mente como el

montaje mediocre de una entrega de premios: cómo le dije que me iría a Florida, cómo se opuso y empezó a decirme lo asustada que estaría una

vez que me mudara. Jugó conmigo. Jugó tan bien conmigo que casi abandoné mis sueños.

Si soy totalmente honesta, el patán de Stephen era sólo la excusa

que había estado buscando para dejar Florida. Y podría incluir mi ansiedad por la partida de Echo y la idea de Lincoln no viajando a Florida

en el otoño en la misma categoría de excusa patética. Lo cierto es que he estado dudando sobre si ir a la escuela porque he estado dudando de mí misma. Tengo miedo de estar sola.

No sé cómo arreglar mis temores, pero sí sé cómo arreglar lo de Stephen.

Y

Page 50: Crossing the line katie mcgarry

Una vez que mis ojos se adaptan a la oscuridad del cobertizo, entro y

agarro las pistolas de paintball4 de mi hermano. Lincoln tenía toda la razón. Es hora de dejar de tener miedo y comenzar a ser productiva. Es

hora de que alguien gire la balanza sobre el pequeño bastardo baboso.

Le lanzo una de las armas a Lincoln. Levanta las cejas en cuanto se da cuenta de lo que tiene en las manos.

—Dispara a sus pies —le digo—. Sus zapatos cuestan doscientos cincuenta dólares y estará muy enojado si alguien se los ensucia.

Su maliciosa sonrisa me dice que entiende el plan y que cuento con

él.—¿Alguna vez has usado una de éstas?

—Sí. —Pero no es algo que le haya proclamado al mundo—. ¿Y tú?

—Hace mucho tiempo.

Bien. —Tenemos seis horas hasta el amanecer, luego lo haremos.

Los ojos de Lincoln viajan por mi cuerpo, deteniéndose en mis

curvas. —Creo que me estoy enamorando.

Al oír la palabra amor mi interior se sacude. Coloco mi cabello detrás

de mi oreja, tratando de imaginar cuán sexy puedo lucir en unos vaqueros de corte raído y una camiseta mientras sujeto una pistola de paintball. Y luego me pregunto cómo sería si realmente se estuviera enamorando de

mí, ya que el Lincoln de la vida real es mucho más intenso que el Lincoln de las cartas… y realmente estoy enamorándome de él.

4 Paintball: deporte en el que los participantes usan un tipo de arma que dispara

pequeñas bolas rellenas de pintura a otros jugadores.

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11 Traducido por kathuu.cv

Corregido por Alaska Young

Irías a la calle 28 a mirar la lluvia de meteoritos? Sé lo que estás pensando: ¿A 3:00 a.m? Pero creo que será hermoso. Además, será genial saber que tú estás viendo el cielo a la misma hora que yo.

~Lila.

Con la cadera inclinada sobre el marco de la puerta de la habitación

de Lila, la miro mientras seca su cabello con una toalla. Más temprano, fui testigo de Lila golpeando un blanco después de otro con esa pistola de pintura. Esta chica no bromea, experimentar su lado Rambo es algo que

temer.

Me río de mí mismo, porque también me enciende.

El sol de la media tarde se adentra en su habitación. Tenemos algunas horas antes de que caiga la noche. Siendo un escalador por naturaleza quiero subirme a los árboles, pero Lila planea quedarse al nivel

del suelo.

Lanza la toalla al cesto y peina su cabello. —¿Cuándo tienes que irte? —pregunta.

—Llamé a mis padres cuando estabas en la ducha. Les dije que estaría en casa el lunes por la mañana. —También les dije que esperen

grandes cambios cuando finalmente llegue a casa; voy a concentrarme en mi futuro, no en el pasado. No parecían contentos. Me marché tan de repente que no me gradué, pero no estuvieron enfadados.

Ella muerde su labio inferior y se hunde en su cama. —¿Así que te irás mañana?

—Síp.

—Me alegra que vinieras —dice.

¿

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—A mí también. —Nuestras miradas se encuentran, y es lo más

reconfortante que he sentido alguna vez al ver los ojos de alguien más—. ¿Estarás bien sola?

Asiente. —Probablemente despierte al escuchar cualquier sonido, pero estaré bien.

—Esa es mi chica. —Mis ojos se abren ampliamente al comprender

lo que dije. Lila no es mi chica. Aunque quiero que lo sea—. Quise decir…

—No, me gustó lo que dijiste. —Lila aparta la mirada, su cabello cubriendo su rostro.

¿Podría caber la posibilidad de que ella sienta lo que yo siento? Lila y yo una vez fuimos extraños que se conocieron en un funeral, nos

convertimos en amigos mediante cartas, compartiendo un sueño de una universidad en otro estado, y luego me enamoré de ella ¿Podría haberse enamorado también de mí?

En un puñado de horas me voy a casa, y la única lección que aprendí de la muerte de Josh es que la vida tiene que ser vivida ahora, el

futuro no siempre está garantizado. Tengo esta única oportunidad con ella, y voy a tomarla. —El otoño pasado dijiste que sentías algo por mí, a pesar de que estábamos a cientos de kilómetros de distancia.

Los ojos de Lila se posan en los míos, supongo que sorprendidos de que lo recordara.

—Bueno —continúo—, también ha sido así para mí. Nunca he

compartido mis pensamientos privados con alguien más que no seas tú, y no puedo imaginar compartirlos con nadie más.

Me detengo, horrorizado de continuar. Si me equivoco en esto, voy a arruinar la relación que Lila y yo compartimos. Ella juguetea con un mechón de su cabello mojado y mantiene esos hermosos e inocentes ojos

clavados en los míos. No, me enamoré de ella y me voy a arrepentir si me retracto en este momento.

—Me gustas, Lila. Como más que una amiga. Me despierto en la mañana pensando en ti, voy a la cama en la noche y tú eres el último pensamiento que cruza por mi mente. Sueño contigo. Los mejores días de

mi vida son cuando recibo tus cartas.

Ella parpadea una vez, su expresión congelada, mi estómago se contrae. —Pero si no sientes lo mismo por mí, está bien, lo juro…

—Lincoln —dice antes de que yo pueda terminar—, siento lo mismo… por ti.

Inhalo como si fuera el primer respiro que alguna vez he tomado. Lila se preocupa por mí. Entro a su habitación y me detengo junto a ella. —¿Puedo sentarme? —pregunto, porque es su cama y de ninguna manera

asumo que tengo el permiso para tocar un lugar tan sagrado como ese.

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Se aparta, haciendo un espacio para mí. Me siento en la cama y mi

corazón comienza a acelerarse. Froto mis manos sobre mis vaqueros y causan una lenta y constante corriente de aire.

—Iniciaré la escuela de verano el lunes. —Lila inclina su cuerpo hacia mí, un signo seguro de que tengo su atención—. Mi consejero dice que tengo grandes oportunidades de ser admitido en la universidad de

Florida por mi calificación en el ACT y SAT y mis notas antes de este año. Piensa que si me concentro en la escuela de verano y escribo un estupendo ensayo de cómo aprendí de mi metedura de pata, la junta de admisiones

mirará más allá de mis errores. Admito que antes de venir aquí aún ignoraba si debía hacerlo. Sabía que quería solucionar mis problemas,

pero verte enfrentar tus miedos me ha ayudado a darme cuenta de que tengo que enfrentar los míos, he cometido errores y quiero mejorar.

Sus delgados y delicados dedos descansan en su rodilla, dos años y

medio atrás Lila y yo nos sentamos en el exterior de una funeraria y ella tuvo el coraje de acercarse a mí cuando describí mi relación con mi

hermano mayor. No, no lloré en el funeral de Josh, pero lo que nunca le dije a nadie fue que lloré como un bebé con una niña que nunca había conocido antes… con Lila.

Canalizando esa misma fuerza que ella me mostró esa noche, pongo mi mano sobre la suya, Lila inmediatamente entrelaza sus dedos con los míos.

Prosigo—: Debí haberte dicho la verdad sobre mi graduación antes, pero no quería que estuvieras decepcionada de mí… no quería admitir que

te defraudé. Y sé que estaré un semestre atrasado, pero iré a Florida, Lila. Y te juro que no te defraudaré otra vez.

Una tierna sonrisa se forma en sus labios. —Y yo estaré allí…

esperando.

Mi pecho se expande mientras me inclino hacia ella. Su esencia a

lavanda me envuelve y esos ojos azul cielo me atraen. —Me gustas —susurro mientras acaricio la piel satinada de su mejilla, más que gustarme, pero no quiero apresurar las cosas.

Lila inclina su cabeza y susurra contra mis labios—: También me gustas.

Su beso es suave y cálido… acogedor, ambos nos exploramos, una

vacilante danza mientras nos deslizamos entre líneas que ninguno imaginó cruzar, suelto su mano para apartar su cabello mojado de su cara, mis

dedos trazan su mejilla y bajan a su cuello.

Mi piel vibra cuando un suspiro femenino escapa de sus labios; un sonido de aprobación, un sonido de nostalgia. Lila se mueve y tomo

ventaja, pasando un brazo alrededor de su cuerpo. Ella entrelaza sus

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dedos entre mi cabello y me acerca más, mi sangre se calienta y lo mismo

pasa con el beso.

Succiono su labio inferior, y en nuestra siguiente respiración

nuestras lenguas se deslizan una contra la otra. Manos, mis manos, sus manos. Estas vagan sobre brazos, sobre espaldas, memorizando curvas, deteniéndose cerca de dobladillos de camisas.

Nos besamos y nos tocamos y continuamos besándonos, con nuestros corazones latiendo fuerte y nuestras respiraciones inconstantes. Unimos nuestros labios una última vez y luego nos separamos.

Sí, cruzamos líneas este día, pero aún hay algunas fronteras que ninguno de los dos está dispuesto a cruzar. Los ojos de Lila brillan para

mí, confirmando su aprobación para el nuevo camino que hemos elegido, y en este camino vamos a tener tiempo para explorar, tiempo para besar, y tendremos todo el tiempo del mundo para enamorarnos.

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Traducido por Julieyrr

Corregido por val_mar

odo el cielo estalló en cientos de rayos de luz. Nunca me sentí tan vivo. Me hubiera gustado que estuvieras aquí conmigo o yo contigo. Pero creo que lo estás. Llámame loco, pero fue un

momento, Lila, y me alegro de haberlo compartido contigo. Aunque fuera a un par de cientos de kilómetros de distancia.~ Lincoln.

—Necesito un nombre clave —dice Lincoln por el Walkie-Talkie que confisqué de la habitación de mi hermano menor. Es medianoche y los dos

hemos estado agazapados en nuestras posiciones desde las nueve.

Si entrecierro los ojos y miro el tiempo suficiente, puedo descifrar la

sombra de Lincoln a quince metros de altura en el gran roble cerca del frente de la casa. Casi parece como si el árbol tuviera un tumor canceroso surgiendo de él. Durante la primera hora me preocupaba más sobre cómo

se colgaba de la rama, pero pronto descubrí que Lincoln estaba tan cómodo con las alturas como yo en una venta en Macy’s.

—¿Qué tienes en mente? —pregunto. Detrás de la fila de arbustos y

arriba, frente al tronco de un sauce llorón, puedo escanear el horizonte de la medianoche. El cielo está claro. Hermosas estrellas blancas brillan sobre

nosotros, pero no hay luna esta noche. Una cosa buena, ya que Stephen y su banda itinerante de hienas no nos van a ver. Una cosa mala, ya que hace que sea difícil para nosotros el detectarnos.

—Algo peligroso, como Razor o Blade.

Escucho la broma en su voz y acepto el cebo. —¿Qué hay de Abe? ¿O

de Honest? Esos suenan como nombres en código perfectos.

—Ja ja. Qué hay sobre tu broma al presidente que no he oído antes.

Ha sido así por las últimas tres horas, un flujo constante de cómoda

conversación. Anteriormente, Lincoln me besó… y le devolví el beso. Antes de venir aquí, pasamos un par de horas envueltos en los brazos del otro en mi cama, alternando entre hablar y besarnos.

T

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Me duele el corazón cuando pienso en dejarlo en la mañana, pero

tenemos un plan y nos estamos apegando a él.

—¿Cuándo supiste? —le pregunto—. Que sentías algo por mí.

Estática en el otro lado. Mierda. Tal vez fui demasiado lejos.

—No lo sé —dice—. Creció con el tiempo. Creo que la primera vez que supe que algo pasaba fue cuando quería tachar el nombre de Stephen

de tus cartas.

Me reí, completamente desvergonzada de que me guste que estuviera celoso.

—Honestamente, sin embargo… Me escribiste una carta antes de empezar las clases y la llevé conmigo en uno de mis viajes de escalada. En

la parte superior de la peña, leí tu carta y me di cuenta de que eras la única persona con la que deseaba compartir la vista.

Mis labios se alzan con sus palabras.

—¿Sobre qué era la carta?

Se ríe. —Sobre nada. Esa es la parte extraña. Me has enviado cartas

sobre Echo, Stephen, Grace, tu familia y Florida y me encantaban esas cartas. Sabía que estabas compartiendo tu alma conmigo. Pero en esa carta hablabas sobre tumbarte en tu patio trasero y ver las hojas de los

árboles caer. Cuando terminé de leer, me encontré con un trébol de cuatro hojas metido en el sobre. Supe entonces que quería compartir los grandes momentos contigo, pero lo más importante, los pequeños. Quiero escalar

contigo, Lila, y luego pasar un tiempo tranquilo en la cima y compartir la vista contigo.

La calidez se enrolla a través de mi corazón. Quiero exactamente lo mismo. —Yo te envié el trébol para que tuvieras buena suerte con tu carta de admisión.

—Funcionó —dijo—. Y funcionará de nuevo.

—¿Así que tengo que encontrar otro trébol? —bromeo.

—Nop. Todavía tengo el primero resguardado en mi cartera. Me gusta tener algo tuyo cerca de mí.

Abrumada, siento que mi garganta se hincha un poco. Mantuvo el

regalo que le di. En su cartera. Es increíblemente dulce.

—¿Qué hay de ti? —pregunta vacilante—. ¿Cuándo lo supiste?

—La noche de la lluvia de meteoritos —respondo automáticamente—

. Y luego la carta que enviaste después de eso. —Pienso en los cientos de luces bailando en el cielo nocturno—. Sabía que estabas viéndolo. Sé que

suena estúpido, pero te sentí conmigo, y entonces cuando enviaste esa

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carta describiendo esa noche… —Me voy apagando, incapaz de encontrar

las palabras adecuadas para explicar la emoción.

Lincoln me rescata. —Lo sé. También yo.

Nos sentamos en silencio durante unos segundos, ambos absorbiendo el momento. Finalmente, me aclaro la garganta y pregunto—: ¿Cuántas horas hay desde la Universidad de Florida hasta tu casa? —

Vamos a tomar turnos yendo y viniendo para visitarnos los fines de semana y hablaremos por teléfono y por Skype y, por supuesto, escribiremos cartas.

—Alrededor de cuatro, si me atengo a los límites recomendados publicados.

—Es la ley —le recuerdo—. Al igual que conseguir-una-multa-si-rompes ese tipo de ley.

—Una sugestión —responde

Antes de que pueda componer mi respuesta, Lincoln dice a través de la radio. —Entrando.

Mi pecho se aprieta. Ya están aquí. Mis ojos barren el patio alrededor de mi casa y mi pulso comienza a latir en mis oídos.

Me limpio las manos a los lados de mis vaqueros para que se sequen

del sudor y me acuesto en el suelo. El movimiento por el rabillo del ojo hace que mi respiración se atore. Tres formas se ocultan contra el costado de la casa. Uno de ellos levanta su mano en el aire, agitando la cabeza

hacia los otros dos en dirección al porche delantero.

Una solitaria sombra perdida se arrastra hasta la ventana de mi

dormitorio. Idiota. Ese tiene que ser Stephen.

Tengo lista la pistola de pintura, el tanque escondido en mi hombro. Alineo mi vista y decido ir contra los zapatos, apuntando al corazón.

Vamos a ver cómo se siente después de hundir un par de balas en él.

Lincoln está bajo estrictas instrucciones, disparará solo después del

fuego, y Stephen es mío.

Después de unos segundos, Stephen levanta la mano y rastrilla sus dedos por mi ventana.

Eso es por lo que esta no es tu noche, amigo. Anoche, estaba aterrorizada. Ahora, me siento con poder.

Aprieto el gatillo. Pop, pop, pop, pop. Las figuras gritan y se doblan, mientras las balas azotan su cuerpo. Los gritos desde la parte delantera de la casa me dicen que Lincoln ha alcanzado a su presa.

—Ellos están en movimiento. En movimiento. —La voz de Lincoln crepita en la radio.

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Su silueta se balancea hacia abajo desde el árbol con gracia y sin

esfuerzo, y una vez que está en el suelo, toma la parte delantera de la casa. Renfocó a Stephen. Su cabeza se agita de un lado a otro, en busca de

su atacante en los matorrales—. ¿Quién está ahí?

Voy hacia el suelo. Aún oculta por la lluvia de las ramas del sauce llorón, disparo dos bolas más contra el suelo, muy cerca de sus pies.

—¡Oye! —grita mientras baila alejándose de la pintura.

Con un chasquido, ajusto mi linterna y le apunto a la cara. Pone una mano sobre sus ojos, en un esfuerzo para ver quien se acerca. La

pintura mancha su camisa y pantalones favoritos. Bien. Apunté muy bajo, sin embargo, apenas he manchado los zapatos atléticos de doscientos

cincuenta dólares.

Lanzo la linterna al suelo en su dirección. Parpadea dos veces cuando me reconoce. —¿Lila? —La sorpresa ensancha sus ojos—. Puedo

explicarlo.

Esta vez apunto directamente a sus zapatos. Pop, pop. Ligera sangre

azul sobre sus zapatillas ex-blancas. —Voy a Florida, Stephen. ¿Tienes algún problema con eso?

Luces parpadean cerca del camino de entrada. —Stephen —grita

Luke desde el lado del conductor—. Vamos.

Cuando Stephen duda, Luke hace sonar la bocina y golpea la puerta de su coche con la mano. Stephen me mira una vez más. —Lila...

—Todavía hay algunas manchas blancas en tus zapatos. —Pongo mi mirada en su obsesión de nuevo.

—Voy a llamar cuando hayas recuperado la cordura —resopla mientras se retira con sus amigos idiotas.

—Estoy disparándote con una pistola de pintura a medianoche —le

grito—. Creo que salimos sanos tras un par de días.

Cuando las luces rojas del coche de Luke desaparecen, se me cae la

pistola de pintura al suelo, me dejo caer al lado y descanso mis brazos sobre mis rodillas dobladas.

Desde el frente de la casa, surge una sombra. Ayer habría

enloquecido si estuviera sola en la oscuridad con una gran figura acercándose. De hecho, fue justo lo que hice ayer. Es curioso lo mucho que pueden cambiar las cosas en veinticuatro horas.

—¿Estás bien? —pregunta Lincoln.

Vamos a ver, mi mejor amiga ha avanzado, he superado mi miedo a

alejarme, le hice travesuras a mi ex-novio con una pistola de pintura y estoy sola con un chico que hace que mi corazón tartamudee. —Sí, estoy bien.

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Y lo digo en serio. Es un pequeño pero descomunal descubrimiento.

Siempre voy a tener miedo de algo; de las arañas, de la oscuridad, de estar sola, pero no tengo que dejar que el miedo tome el control.

—… Y cuando llegué a la esquina, se topó con la puerta de su coche

y se estrelló contra el suelo. —Los hombros de Lincoln se mueven con su risa mientras repasa los acontecimientos y me río con él. Nos tumbamos uno al del otro en mi cama: yo en mi pijama compuesto por una camiseta

y pantalones cortos, y Lincoln en un nuevo par de pantalones y una camiseta.

Nuestras risas se desvanecen y ambos nos miramos fijamente en la oscuridad. El canto de grillos del otro lado de la ventana llena el silencio. Mis músculos tienen esa buena y agotadora sensación como si fuera una

medusa. Son las dos de la mañana, y aunque definitivamente estoy lo suficientemente cansada para dormir, no estoy dispuesta a renunciar a

este tiempo precioso con Lincoln.

Como si leyera mi mente, vuelve su cabeza hacia mí. —¿Estás cansada?

—No. —Me doy la vuelta, por lo que lo estoy mirando, y un bostezo me traiciona.

Lincoln se ríe e imita mi posición. Pasa sus dedos por mi brazo,

comenzando en el borde de la cinta de mi top, y termina en la punta de mi codo. Cierro los ojos con las exquisitas cosquillas. Me muevo un

centímetro más cerca de él y suspiro feliz cuando cubre la curva de mi cintura. Es un pesado y cálido peso que crea una sensación de protección.

—Debemos ir a dormir, Lila. —Dios mío, su voz es hermosa,

profunda y suave.

Niego con la cabeza. —Puedo dormir mañana, y el día después de

ese. Solo te tengo por unas cuantas horas. —Mi estómago se hunde y abro los ojos—. Pero tú deberías dormir. Tienes un largo camino por delante.

—Debería. —Lincoln mueve su cabeza para que su boca esté

terriblemente cerca de la mía. Lamo mis labios e inhalo para estabilizar mi respiración. Nos hemos besado tres veces desde esta tarde. Cada vez me hipnotizó, y estoy ansiosa por ser cautivada nuevamente.

Asiento con la cabeza. —Deberías. —Pero realmente no quiero que lo haga, no aún—. Dormir.

Su mano se desliza a la parte baja de mi espalda y la presiona para que nuestros cuerpos se toquen. Una ráfaga de aire se escapa de mis

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pulmones. Santo infierno, está sólido. Me permito rozar con una mano su

espalda y Lincoln sonríe con la caricia.

—Lo haré —dice. Mi piel hormiguea mientras susurra contra mi

boca—. Dormir. Pero no ahora.

—¿No? —Trato de preguntar inocentemente.

—No. —Frota su nariz a lo largo de la curva de mi cuello, y casi

podría gemir de frustración. Quiero besos, muchos besos, pero también me encanta el fuego lento. Lincoln tiene talento, y mi corazón late más rápido cuando pienso sobre los cientos de formas en las que podríamos pasar

nuestras noches.

Poco a poco crea un sendero a lo largo de mi mejilla, y justo cuando

estoy a punto de rogar, sus labios finalmente llegan a una distancia inductora-de-mariposas de mí. Este es uno de mis momentos favoritos: los segundos antes del beso. Es como estar colgando en una repisa con la

gravedad tirando de mí hacia adelante y el viento desafiándome a dejarlo ir y volar.

Lincoln exhala e inhala. Un movimiento sincronizado que hace que mi mente se desconecte y el pensamiento consciente se aleje a la deriva. Un empujón hacia adelante por su parte, una inclinación de cabeza y

entonces estamos cayendo.

Su boca es caliente contra la mía y mis manos se enredan en su pelo en respuesta. Nuestros labios se separan y nuestras lenguas se deslizan

juntas, en una deliciosa lentitud de movimientos que me dan ganas de ronronear como un gato.

Pronto, dejamos que nuestros besos sean justo lo que necesitamos que sean: simples, un signo de confianza, un signo de lo que está por venir, pero esto se siente como más. Después de las palabras que nos

hemos dicho el uno al otro esta noche, estoy tentada por más, pero no estoy dispuesta a renunciar a este fuego lento.

Lincoln atrapa mi labio inferior entre los suyos, lo libera y luego levanta la cabeza. La calidez y sinceridad en sus ojos me dice que no está listo para dejar el fuego lento tampoco. Es por eso que estoy a su lado,

porque Lincoln me da, me entiende, tal vez más de lo que yo misma me entiendo.

—¿Qué tal un beso más? —pregunta.

—¿Qué tal más de uno? —contrarresto—. Sólo unos pocos.

—Unos pocos —concuerda. Su cuerpo se derrite contra mí y

nuestros labios se encuentran de nuevo, un cálido y fortalecedor beso que provoca que me arquee contra él. Debajo de su enorme cuerpo, me siento pequeña, frágil y protegida. Nunca me había sentido tan femenina, tan en

sintonía con otro.

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Nuestros movimientos son suaves y deliberados. Dedos explorando

piel, labios moviéndose en el tiempo, pies frotándose unos con otros. Hasta que llega la hora para un último beso. Uno que se graba en mi memoria y

se quedará ahí hasta que pueda estar en sus brazos otra vez.

Lincoln apoya su frente en la mía y acaricia mi mejilla. Mis dedos trazan el hueco de su cuello y me encanta el latido de su corazón contra

mi pecho.

—Tenemos que dormir —dice.

Incapaz de hablar, asiento con la cabeza. Lincoln rueda sobre su

espalda y tira de mí para acunarme contra él. Besa la parte superior de mi cabeza y acaricia mi cabello con sus dedos. —Gracias, Lila.

Las palabras siguen siendo difíciles, pero encuentro la energía para preguntar. —¿Por qué?

—Por ayudarme a encontrarme de nuevo.

Me acomodo a su alrededor y me pregunto cómo podría verse nuestro futuro. Algún día, la distancia ya no será un problema, y vamos a

tener algo más que letras, vamos a estar juntos. Quien sabe… tal vez para siempre.

—Siempre estuviste ahí. Simplemente no estabas buscando en el

lugar correcto. —Hago una pausa. No es el único que volvió a descubrirse este fin de semana—. Ninguno lo estaba.

—Es verdad —coincide conmigo, y me acerca más—. Pero lo

pensábamos.

Cierro los ojos y presiono mi cuerpo contra el suyo. Dos años de

cartas, dos años de redefinición de mí misma y dos años de estar enamorada de mi mejor amigo. Mientras me acurruco con Lincoln, sé que volvería a vivir todo con tal de experimentar este momento de nuevo.

Page 62: Crossing the line katie mcgarry

Traducido por Fer_lul

Corregido por Aimetz14

reo que a veces las cosas que no nos gustan ocurren para que podamos apreciar lo bueno. ¿Cómo puedo realmente disfrutar de un amanecer sino experimenté la oscuridad de la noche? Sin su

pasado, Echo nunca habría conocido a Noah, y sin su Aires perdido, yo nunca te habría conocido. Así que sí quise decir lo que dije en la última carta. Eres como un amanecer en mi vida. ~ Lila.

Estirada sobre su estómago con su cara hacia mí, Lila duerme. Su enredado cabello cae encima de su hombro, sobre su mejilla. He estado despierto por una hora, mirándola. Ella sonríe cuando sueña. Dos veces,

pequeñas líneas se formaron entre sus cejas y tuve que contenerme para no borrarlas alisándolas. Ella es demasiado hermosa como para tener

preocupaciones. Haré lo que sea necesario para asegurar su felicidad.

Los pájaros comienzan a gorjear fuera de la ventana de Lila, una advertencia del momento inminente. Pronto tendré que decir adiós.

Tengo un largo viaje y mucho trabajo delante de mí con el fin de ponerme al día con Lila. Después de pasar un tiempo con ella, volver a las cartas

será difícil, pero también estuvimos de acuerdo en llamadas telefónicas, Skype y visitas de fin de semana.

Paso mi dedo por la suave piel de su mejilla y su cabeza se inclina

hacia mi toque. Sus ojos se abren con un revoloteo y el borde de sus labios se eleva cuando me ve. —Hola.

—Hola —respondo.

Algún día le enseñaré cómo escalar una pared de roca. Se la presentaré a mis padres. Dejaré que sostenga a mi sobrino y le confesaré

mi amor.

Lila extiende la mano y alisa el cabello cerca de mi oreja. —Me siento como si te conociera desde siempre.

—Yo también.

C

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—Me gustas mucho —dice en un tono bajo y sexy. Y reconozco esa

chispa en sus ojos. Se trata de algo más que deseo, más que atracción.

—Tú también.

Su mano desciende por mi torso. Cuando nuestros ojos se encuentran, sé que ella nota la chispa dentro de mí también. Capturo su mano y la mantengo contra mi pecho, mientras me inclino para darle un

beso.

—Todavía espero dos cartas por semana —susurra.

Nuestros labios se mueven uno contra el otro, y entre alientos le

digo—: Te enviare tres.

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Katie McGarry fue adolescente durante la

época del grunge, y las boy bands, y

recuerda aquellos años como los mejores y

peores de su vida. Es una amante de la

música, los finales felices y los reality shows.

Serie Pushing The Limits 1. Pushing The Limits.

1.5 Crossing The Lines

2. Dare You To, la historia de Beth.

3. Crash Into You, la historia de Isaiah (2013)