Cromwell Victor Hugo

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  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

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    grotesco que se entrecruzan en él, como en la creac'

    y

    la vida misma. Puede decirse de una vez para sieIllp

    que todo cuanto figura en la naturaleza existe t

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    géneros, y desaparece con la misma facilidad la

    de las dos unidades. Nos referimos a dos unidade:

    egIq

    Iugar de tres, porque la unidad de acción, única y autéer¡

    tica, sell.a ya. fuera de toda discusión. Este códir ¡  

    pseudoanstotélIco ha

    sido

    atacado dentro y fuer g o

    la naci~n; la discusió~ no podia ser muy larga y es~al~~

    a l~ J?rnnera conmocíon porque el viejo envoltorio es

    colastIco estaba ya muy gastado Pero los rutina . .

    . . nos

    pretenden explicar y apoyar la regla de las dos unid

    de~ por la misma realidad, cuando es precisamente ést

    quien la destruye. ¿Puede existir algo más absurdo q a

    el vestíbulo, el peristilo y la antecámara, lugares PÚb~~

    C ? S adonde llegan, de un modo inexplicable, los cons,

    ~Iradores para levantar su voz contra el tirano, y el

    tIran?, a su vez, contra los conspiradores? Unos y otros

    podrian exclamar:

     Alternis cantemus; amant alternae Camenae,

    ¿Dónde se hallan los vestíbulos y peristilos de esta

    clase? Lo íntimo y local no puede acontecer en la calle

    o en la antecámara, y el drama entero se desarrolla

    entre bastidores. Puede decirse que en el teatro vemos

    sólo los codos de la acción; las manos se mantienen

    fuera.

    . Nos dan recitados en lugar de escenas, y descrip-

    cienes en lugar de cuadros. Los personajes se sitúan

    entre el espectador y el drama, nos explican lo que

    acontece en el templo, en el palacio o en el mercado,

    y algunas veces sentimos la tentación de gritar: C¡Con-

    ducidnos allí Debe ser divertido y

    digno

    de verse.

    Pueden objetamos que esta costumbre tiene sus raíces

    en ~l teatro griego; pero, ¿acaso el teatro griego se ase-

    meJ~ a nuestro teatro? Recordemos, además, que la

    consIderable extensión de la escena antigua permitía

    abarcar un amplio espacio, de manera que el poeta po-

    día trasladar la acción de un lado a otro del teatro como

    si cambiase el decorado. El teatro griego perseg~a un

    7

    donal Yreligioso, en tanto que el nuestro busca

    : 1 0 el placer o la enseñanza del espectador. .

    j  l

    floy se considera como primer elemento de la re~h-

    ._A la fijación de la localidad exacta. Los pe~sonaJes

    ~ son los únicos que señalan con sus evoluciones el

    . 1 1 0

    de los hechos, sino que el lugar donde éstos

    ~ constituye un testimonio ~e valor i?s~parable.

    81 poeta sólo se atreveria a asesill_ara RIZZI~en la

    Jllbitaciónde María Estuardo, a apuñalar a Enrique IV

    -lacalle de la Ferronerie, a quemar a Juana deArco en

    :- plaza del Mercado Viejo, y a decapitar a Carlos I

    a Luis XVI en las plazas siniestras desde donde se

    ~san White-Hall y las Tullerías, como si su cadalso

    • enfrentara con el propio palacio. . .

    Tampoco la unidad de tiempo mantiene mayor firme-

    l t que la unidad de lugar. Toda acción, que transcurre

    forzosamenteen veinticuatro horas es tan absurda como

    la que se desarrolla en un vestíbulo. Toda acción tiene

    una duración propia y no puede aplicarse la misma

    dosis de tiempo a todos los hechos. Considerar la uni-

    dad de tiempo y la de lugar como los barrotes de una

    jaula y encerrar en ella todos los acontecimientos, pue-

    blosy figuras que la realidad nos presenta, es cercenar

    los hombres, las cosas y hasta la propia historia. Es

    más, es posible que todo muera en la operación, y que,

    cuanto vivía en la crónica, muera en la tragedia. A me-

    DUdo,a jaula de las unidades puede encerrar un esque-

    leto. Si veinticuatro horas pueden resumirse en dos,

    cuarenta y ocho podrán resumirse en cuatro, y la uni-

    dad de Shakespeare no será la de Corneille,

    Alguien podría objetar que un cambio de decorado

    enexceso frecuente puede fatigar al espectador; que las

    repetidas traslaciones de un lugar a otro pueden su-

    Poner contraexposiciones que disminuyan el interés y

    Provoquen el desconcierto del espectador; pero éstas

    IOnen verdad las dificultades del arte, los obstáculos

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    que el genio debe resolver cada vez de un modo distillt

    sin tratar de silenciarlos.

    0.

    A la última de nuestras razones, para demostrar

    inutilidad de la regla de las dos unidades, llegalllo

    s

    1.1

    través de la más íntima esencia del arte: la existen/

    de la terce:~ unidad, la unida.d de acción, la única re~~

    mente admItIda como necesarIa frente a la inutilidad d

    las demás. No pueden existir tres unidades en un dre

    ma, como no pueden darse tres horizontes en un cuadr~

    Pero nunca puede llegarse a confundir la unidad co~

    la sencillez de la acción. La unidad total de la acción

    nunca puede rechazar las unidades secundarias, y éstas

    deben subordinarse siempre a la acción Principal y

    agruparse a su alrededor, porque la unidad del conjunto

    es la unidad de perspectiva del teatro.

    Los críticos pueden señalar que los grandes genios

    han aceptado tales reglas; efectivamente así ha sido,

    PO r

    desgracia. Esos hombres admirables habrían llegado

    lejos si hubieran deiado volar su imaginación, pero no

    aceptaron el combate. Por eso Pierre Corneille, atacado

    en el estreno de su maravilloso

    Cid

    tiene que luchar

    luego COnMairet, Claveret, Aubignac y Scudéry. Hay que

    ver cómo se enfrentan con él, diciéndole: «¡Joven, hay

    que aprender. antes que enseñar » Pero Corneille se

    rebela y sabe defenderse. Racine experimenta los mis-

    mos avatares, pero les opone una menor resistencia,

    pues carecía del carácter, genio y orgullo de Corneille.

    Racine permaneció silencioso y expuso a los desdenes de

    su tiempo la ensoñadora elegía de Esther y la magnífica

    epopeya de Athalie.

    ¡Cuánta belleza ha sido mutilada desde Scudéry hasta

    La Harpe ¡Cuántas semillas secadas en su germen

    y

    a pesar de todo, nuestros poetas han hecho brillar su

    g~nio oprimido por los dogmas y

    las

    reglas y, como el

    gIgante hebreo, se han llevado al monte las puertas de

    su prisión.

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    todavía se oirá durante mucho tiempo: «Seguid

    tad

    las reglas y los modelos, pues ellos son quienes

    ,ba D engendrado.» Hay que detenerse ante esta afir-

    -:: :-  ñn ,

    pues existen dos clases de modelos: los que

     -;acido de acuerdo con las reglas y aquéllos que

    han inspirado. ¿Dónde debe colocarse el genio? Aun-

    siempre resulte enojoso estar en contacto con los

    tes, es más conveniente darles lecciones que reci-

    de ellos. Después vendrá la imitación. ¿Acaso el

      vale tanto como la luz? ¿El satélite tiene el mis-

    valor que el astro central? Apesar de su maravillosa

    , Virgilio no es más que la luna de Hornero.

    lHacia quiénes debemos inclinamos? Acabamos. de

    probar que el teatro antiguo. no ~arda c~ne~ón

    el nuestro. Voltaire, que no SIente ninguna inclina-

    hacia Shakespeare ni hacia Grecia, nos habla así:

    s griegos nos han ofrecido espectáculos repulsivos:

    lito cuenta sus desgracias entre gritos de dolor;

    tetes se hunde en la negrura de su propia sangre;

    lpo, con las cuencas de los ojos vacías, se' lamenta

    los dioses y los hombres; Clitemnestra halla la muer-

    a manos de su propio hijo y resuena la .voz de Elec-

    gritando:  ¡No la perdonéis, porque ella no supo

    donar a nuestro padre Prometeo sufre su castigo

    óvil

    sobre un peñasco, y las furias responden a la

    bra fantasmal de Clitemnestra con voces infrahuma-

    . En la época de Esquilo, el arte se halla en plena

    ancía, como en Londres en la época de Shakespeare.

    hay, pues, que imitar a los modernos.»

    Se nos podría objetar que siempre nos referimos

    los grandes poetas geniales, pero en arte no hay que

    ntar nunca con las medianías que deben ser ignora-

    s: el arte facilita alas, nunca muletas. No dispone

    acios para las hormigas, a las que sólo permite vivir

    su hormiguero.

    Por su parte, los críticos escolásticos colocan a los

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    y esfuerzo para alcanzar et objetivo, pero es con-

    te que los caminos del arte sean arduos, ya que

    ello aumenta su valor. Así, el drama no caerá en el

    to de lo común lugar propio de los poetas me-

    es. Todo personaje debe conservar sus rasgos in-

    uales y precisos, aun los seres más triviales y se-

    íos.

    El auténtico poeta, como Dios, debe estar

    te en todas las partes de su obra.

    ara conseguir tal meta, consideramos que el verso

    o de los medios más apropiados de expresión.

    uí cabe señalar uno de los errores a los que se

    expuesta la literatura joven que, por serio, puede

    cerse fácilmente.

    n los últimos tiempos se ha desgajado del viejo

    co clásico una escuela singular de poesía dramática.

    escuela tiene como fuente de inspiración y maestro

    ta que marca la transición entre los siglos XVIII

    , el poeta de la descripción y de la perífrasis:

    e, que se vanagloriaba, a la manera de Homero,

    haber

    creado

    en sus descripciones doce camellos,

    tro perros, tres caballos, dos gatos, muchos invier-

    • infinitos veranos, cincuenta puestas de sol e in-

    tables auroras.

    Más tarde, Delille pasó a la tragedia y fundó una

    ela de elegancia y buen gusto. La tragedia tiene

    él un punto de vista distinto del de Shakespeare;

    ejemplo, no es un caudal intenso de emociones,

    la solución de pequeños problemas descriptivos.

    rechaza, como el Clasicismo, la vulgaridad cotidiana,

    que parece buscar con avidez 10$ datos más fútiles

    triviales. Lo grotesco, insistentemente evitado por la

    edia de los tiempos de Luis XIV, debe ser ahora

    rito en su aspecto más noble. Esta escuela está

    stumbrada a los giros de la perífrasis; su dignidad

    aleja de la expresión natural. Comenta y critica al

    ejo Corneille, cuando expresa:

    dad.. Desde este punto de vista habrá que sustit.•:-

    ,

    .~~

    sol, los árboles y las casas por elementos reales, Pu

    la lógica no puede detenerse. es

    Para escapar de tal absurdo, hay que admitir

    distinción entre el campo del arte y el de la naturaluna

    porque, si así no fuera, uno u otro dejarían de elti:;;;

    El arte .une a su parte ideal, una parte positiva, eneua:

    drada SIempre en la gramática y en la prosodia. Para

    lograr su fin, se sirve de todo un material que es el

    instrumento del genio y los utensilios de la medianía.

    Se ha hecho corriente la afirmación de que el drama

    refleja la naturaleza a manera de espejo; si éste es oro

    dinario y sencillo, ofrece una imagen confusa, sin color

    ya que éstos se pierden en la simple reflexión. Precis~

    pues, que el drama sea un espejo de gran concentra.

    cíón,

    que reúna y fortalezca los rayos colorantes, para

    que la luz se haga llama en su interior. Unicamente así

    el drama será artístico. '

    El teatro puede ser un punto de vista óptico, pero

    todo cuanto se refleje en él debe embellecerse con el

    arte. El escudriña los siglos y la naturaleza, interroga

    las crónicas y los hechos, reestructura las consecuen-

    cias del análisis, adivina y repara las omisiones, a¡¡'

    menta la verdad que engendra la ilusión y apasiona al

    espectador con el milagro de la verdad. El arte va en

    pos de un fin casi divino; revive, al hacer historia,

    y crea al hacer poesía.

    En una obra de este género, cuando el poeta haga

    su elección debe escoger no el tema más bello, sino el

    más característico. No se trata de darle color local con

    unas cuantas pinceladas que no evitan lo falso y con-

    vencional, sino profundizar en el corazón mismo de la

    obra y extenderse por todas sus ramas, como la savia

    por el árbol. El drama debe hallarse totalmente sU1Iler'

    gido en el color del tiempo, dándonos la sensación de

    haber variado el siglo y la atmósfera. Se precisa de eS  

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    -Un montón de hombres perdidos de deudas

    crímenes. y ~

    -Climene, ¿quién 10 hubiera creído? Rodriga .

    10 hubiera dicho? '

     qU en

    -Cuando Flaminio discutía con Aníbal.

    -¡Ah No me mezc léi s con la Repúbl ica,

    ete.

    , Esta Melpómene, según se llama a sí misma, tembla.

    ria al encontrarse con una crónica porque a sus '

    1

    hi , 'OjOs

    a istoria es de mal tono y mal gusto, ¿Puede tolerarse

    que los reyes y las reinas lancen juramentos? Conv'

    1

      ,

    'lene

    e evarlos desde ~u dignidad real a la dignidad trágica.

    En es~a elegancia ,y nobleza convencionales no existe

    nada Imag¡,nano DI descubierto. La elegancia de esta

    escuela reside en el vestuario de los príncipes y prin.

    cesas, en sus .mantos y coronas que sólo tienen el de-

    fecto de haber sido empleados por muchos.

    Si.bien esos poetas no hojean la Biblia, tienen, en

    cambio, ?ara su uso, un importante libro, Diccionario

    -: la Rima,

    que constituye su manantial de inspira.

    CIOn.

    Pero por este camino, la naturaleza y la verdad su.

    fren oscilaciones, porque sería casi un prodigio que en

    este desastre de falso arte, de falso estilo y de falsa

    poesía, quedara incólume algo de verdad. Muchos reno-

    vadores destacados se han asombrado ante este hecho.

    Cansados ya del verso alejandrino, lo han excluido para

    siempre decidiendo irreflexivamente que el drama debía

    escribirse en prosa.

    Pero se equivocaron una vez más, porque el error de

    ciertas tragedias francesas se halla, no en su versifica'

    ción, sino en sus versificadores. La crítica debe ir diri·

    gida, no a la forma empleada, sino a quienes la han

    empleado; no a los obreros, sino a los instrumentos de

    trabajo.

    Para darnos cuenta de los pocos obstáculos que nues'

    tra poesía ofrece a la libertad de expresión, hay que

    7 8

    nuestra versificación en Corneille y en Moliere,

    Qu e en Racine. Racine es un poeta divino, elegíaco,

    de lírico Yépico, en tanto que Moliere es siempre

    tico. Llega ya el momento de hacer justicia al

    admirable de Moliere en la cumbre de nuestra

    ,tica, tanto al poeta como al escritor.

    recoge la idea, definiéndola y desarrollándola a un

    , y

    nos la ofrece a manera de un elixir: completa,

    y

    perfecta. El verso responde a la forma óptica

    pensamiento y se encuadra en la perspectiva es-

    El verso destaca las ideas y las libra de su insig-

    cia, a la vez que confiere más firmeza al estilo

     0 La versificación es el nudo que detiene el hilo:

    to que sujeta la túnica y la hace plegarse armó-

    ente. Si la naturaleza y la verdad 'informan el

    , ¿qué puede perder con ellas la poesía de Mo-

    ? ¿Puede el vino dejar de serlo, aunque se encuen-

    botellado? Siendo prosista o poeta, el primer méri-

    . pensable de un escritor dramático es la corree-

    pudiéramos imponer nuestra opinión sobre el es-

    del

    drama, desearíamos un verso libre, espontáneo,

    reservas; alternando entre lo cómico y lo trágico,

    lo sublime y lo grotesco; real e ideal a la vez;

    o, amplio y verdadero; combinando sus cesuras,

    olvidar la monotonía del alejandrino; fiel a la rima,

    triz de nuestra poesía; variable en sus giros y en

    gancia: multiforme, como Proteo, pero conservan-

    lUs

    características; interpretando el diálogo y defi-

    o el personaje, debe mantener siempre su justo

    y recorrer toda la gama poética, desde la expresión

    lírica a la más vulgar, sin abandonar nunca los

    tes de una escena hablada; en definitiva, el estilo

    ser como un hombre dotado milagrosamente del

    de Corneille y del cerebro de Moliere, Si esto se

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    consiguiera, creemos que el verso tendría una b

    I

    igual a la prosa. e le

    En el teatro, el verso debe olvidarse de todo a

    propio, exigencia y artificiosidad. Es una simple folllct

    que debe admitirlo todo, sin rechazar nada, para tr

    ferirlo al espectador: leyes, juramentos, decisiones

    l l l

    pulares, risas, lágrimas, prosa y poesía. Esta forllla '

    tem~tica, que encierra el metro en sus límites y s

    confiere al drama un carácter indestructible, fija~

    palabras del poeta en la memória del auditorio. U

    . d ~

    misma I ea, expresada en verso, se hace cortante y ~

    nifiesta, a modo de hierro transformado en acero.

    La prosa, siempre más temerosa, se reduce al diálogo

    de lo positivo, pues cuenta con unas alas más Cortas.

    Es un género de acceso más fácil y asequible a las

    medianías. Si no fuera por unas pocas obras aparecidas

    recientemente, el arte se habría transformado en algo

    inconexo e incompleto.

    Otros innovadores tienden a mezclar en el drama

    la prosa y el verso al modo de Shakespeare. Esta op~

    nión puede tener sus ventajas y sus inconvenientes,

    aunque todo tejido es más sólido cuanto más h o m o g é

    neo; el hecho de que el drama venga escrito en verso

    o en prosa, no es más que una cuestión secundaria

    El valor intrínseco es el que confiere categoría a

    U JJ

    obra. En la balanza del arte, únicamente cuenta el

    genio.

    La corrección del drama debe ser profunda, recÓJl 

    dita y precisa, conocedora de la etimología del lenguaje;

    libre, segura y lógica. Todo ello a pesar de ciertas

    opiniones -entre ellas la mía- que afirman que la

    lengua francesa no ha logrado todavía su fijación. Una

    lengua no llega a fijarse nunca porque marcha al co

    Jll

     

    pás

    del espíritu humano. Si el cuerpo cambia, ¿cówo

    no ha de cambiar el traje? El francés del siglo XIX eS

    distinto al del siglo XVIII, y éste, a su vez, es distintO

    ces de los siglos XVII y XVI. La expresión de

    • e difiere de la de Rabelais, y la de Montesquieu

    ]a de Pascal. La expresión lingüística de cada

    de ellos es extraordinaria porque es original; cada

    se expresa en su lengua, porque ésta es como

    que se mantiene en continuo movimiento. Las

    ; las palabras van y vie~en sin ~sar. En este

    devenir humano, cada SIglo aleja y a la vez

    algo nuevo; por eso nuestro idioma no puede

    encuadrado en unos rasgos fisionómicos persis-

    . Nuestros josués literarios no pueden ordenar la

    íén del idioma porque éste prosigue la marcha

    Sol Cuando una lengua

    se

    fija muere; de este modo

    muerto el francés de cierta escuela contemporánea.

    J.a

    evidencia puede confirmar estas ideas: que .son

    opiniones actuales que el autor de este libro tiene

    re el drama. Sin embargo, no puede presentar su

    yo dramático, como plasmación de esas ideas, que

    necen en su mayor parte a revelaciones de la eje-

    n; o le hubiera resultado más fácil fundamentar

    libro en el prefacio para que se defendieran mutua-

    te pero ha preferido ser franco y afirmar que la

    íó n

    que une el prefacio al drama es muy tenue.

    ello, su primera intención fue ofrecer su obra ~l

    Iico, sin palabras previas y presentar el demonio

    los cuernos

    como decía lriarte. Pero más tarde,

    vencido por el interés solícito de algunos amigos,

    decidió a añadir un prefacio, a manera de viaje

    tico, y a expresar en él sus nuevas ideas y los nuevos

    • ontes que se le abrían en el dominio del arte. Ya

    crítico alemán le ha reprochado el haber presentado

    POéticapara su poesía. Pero, a fin de cuentas, ¿no

    lllejor escribir un compendio de poética, después

    haber escrito poesía, que no escribir poesía des-

    de la poética? Mirmo que el autor no pretende

    matizar, porque «los sistemas -dice Voltaire-- son

    80

    81

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    como los ratones, que se escabullen por veinte agujer

    pero al fin encuentran dos o tres por los que no p~~

    den penetrar». El autor, que aborrece el dogmatisll:¡

    ha defendido la libertad del arte contra los sistell:¡ 

    y códigos reglamentados y ruega a Dios no llegar nun:

    a ser uno de esos románticos o clásicos que fijan sUs

    obras bajo un sistema y siguen las leyes de su orga-

    nización y de su naturaleza. La producción de esos

    autores debe ser forzosamente artificial e inútil para el

    arte; es una teoría, no una poética.

    Presentada ya nuestra opinión acerca del origen del

    drama y su carácter, hay que particularizar sobre

      ro rn

    well la obra hoy presentada, y decir sobre ella unas

    breves palabras.

    Oliverio Cromwell es un personaje histórico muy cé -

    lebre, pero no conocido en exceso. Sus biógrafos no han

    llegado a completar su figura, como si no se hubiesen

    atrevido a reunir los rasgos completos de este gran

    hombre, que encierra en sí toda la reforma religiosa

    y política de Inglaterra. Casi todos se han apoyado en

    la visión incompleta y siniestra que de él dio Bossuet,

    obispo monárquico y católico, defendido por Luis XIV.

    También el autor de este libro tuvo en cuenta tal

    biógrafo. El nombre de Oliverio Cromwell fue, para é l

    el de un célebre capitán y fanático regicida. Pero, al

    hojear con sumo interés las crónicas históricas, apare-

    ció a sus ojos un nuevo Cromwell. No era el Cromwell

    militar y político de Bossuet, sino un ser íntegro, coro

    plejo, múltiple, contradictorio, a la vez mezquino y ge-

    nial, un Tiberio Daudin, tirano de Europa y burla de

    su familia, viejo regicida humillado por los embajad~

    res reales y torturado por su hija, grave e inflexible

    en sus costumbres, pero que se entretenía con cuatrO

    bufones de su corte; autor de versos deplorables, sell

    cilla, parco y cortesano, tosco soldado dispuesto a l a S

    sutilezas teológicas, orador difuso, pero hábil en la dls'

    idealista dominado por fantasmas desde su in-

    confiado y censurador de los astrólogos, siempre

    n, pero casi nunca sanguinario, desatento con

    íliares y adulador de sus superiores, falseador

    propios remordimientos, cómico y sublime, uno

    hombres

    cuadrados por la base

    según la expre-

    de Napoleón. Ante estos rasgos, no bastaba la

    apasionada definida por Bossuet, y el autor de

    íbro sintió la tentación de definir al hombre gi-

    en todos sus aspectos y facetas. La materia

    undante, pues, junto al guerrero y hombre de

    , cabía representar al teólogo, al jactancioso, al

    visionario, al padre y esposo, al hombre Proteo,

    mwell de doble aspecto: horno et

    viro

    la vida del coloso hay una época en que tales

    s se ponen de manifiesto: no es durante el pro-

    de Carlos 1, época escalofriante y sombría, sino

    el ambicioso trata de recoger el fruto de la

    e del rey. Es el instante en que Cromwell se sitúa

    cumbre de su destino feliz, se siente señor de

    terra y de Escocia, jefe de Irlanda y de la Armada

    , y trata de hacer realidad el iprimer sueño de

    ancia y el último deseo de su vida: llegar a ser

    Nunca la historia ha ocultado la grandeza de este

    . El Protector admite primero las súplicas, y la

    empieza con el ruego de las comunidades, de la

    y de los condados para seguir con el bill del

    ento. Cromwell no parece contento· y retira su

    del cetro real avanzando con paso oblicuo hacia

    no del cual ha suprimido la dinastía. Finalmente,

    ta una decisióny ordena que se prepare un estrado

    estminster, se encarga la corona a un orfebre y fija

    de la ceremonia. ¡Extraño desenlace En la gran

    de Westminster, ante el pueblo, la milicia y los

    es, parece despertar al ofrecimiento de la corona

    haza la dignidad real, en un discurso que se pro-

    8 2 8 3

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    longa tres horas. ¿Estaba quizá advertido de la <

    conspiración de puritanos y caballeros que debía eSto

    aquel mismo día? ¿Se sintió sorprendido por el sile

    o el murmullo de un pueblo que contemplaba CÓlt¡

    regicida iba a ocupar el trono? ¿Fue acaso el inSt?

    de un genio o su ambición desenfrenada pero pru< e

    que no se atreve a exponer su posición al viento dn

    impopularidad? Ninguno de los documentos histó~

    aclara nada sobre este punto. Tanto mejor, porque e

    desborda la libertad del poeta y la imaginación se.

    filtra en la historia. El íntegro Cromwell se halla

    juego en la comedia que se representa entre Inglate

    y él. Este es el hombre y la época que intentamos

    tratar. .

    El autor ha sentido el placer infantil de tocar t

    las teclas del dilatado clavicordio. Otros escritores

    hábiles lo hubieran manejado quizá con mayor a

    nía, pero no con una armonía halagadora, sino tratan

    de agitar cada una de las cuerdas del corazón hum

    El autor ha preferido cantar todos los fanatismos

    y

    persticiones reuniendo al pueblo entero alrededor

    Cromwell, centro e impulsor de todo el drama. El aut

    ha querido describir la doble conspiración de dos pa

    tidos que se aborrecían, pero que se unían -sin mezcla

    se- para derribar a un hombre: el partido purit

    fanático, con su jefe, Lambert, egoísta y cobarde fren

    al partido de los caballeros, aturdido e insaciable,

    presentado por el justo y severo Ormond. Ha querid

    presentar a los embajadores, a una corte extraña y he

    rogénea, a los cuatro bufones que la historia ha

     

    mitido revivir y a la familia de Cromwell, de la q

    cada miembro es una plaga para él. Aparece Thurloe.

    Acates

    del Protector; el rabino judío Manassé, traido

    y usurero, dos veces infame y una sublime; el valient

    Rochester, idealista y libertino, siempre enamorado

    siempre ebrio, generoso y torpe a la vez, y el fanáti

    8

    quien la historia cita este único rasgo;. final-

    desfilan los exaltados de todas clases: el pilluelo

    n, el mercader Barebone, el asesino Syndercomb,

    ero Garland, el coronel Overton, el severo Lud-

    finalmente, el insigne poeta Milto~.

    daremos los personajes secundanos, a pesar de

    a uno mantiene una individualidad marcada

    todos despertaron la imaginación del autor,. en

    nso episodio de la historia. La obr~ ha SIdo

    esta en verso, porque así lo ha prefendo. Al es-

    el prefacio, no ha tenido en cuenta la obra por

    . terés con que ha rebatido la ley de las tres

    es. Toda la acción del drama acontece en Londres;

    el 25 de junio de 1657a las tres de la rnadru-

    y termina el 26 al mediodía; casi guarda la, p~es-

    n clásica, como recomienda la norma aca.den:lca,

    el autor ha resuelto así. su drama no po~ fl~~hdad

    stóteles, sino por fidelidad al hecho histórico y

    e prefiere la síntesis a la visión dilatada.

    proporciones actuales de este drama lo hacen

    ente encuadrable en un montaje escénico, aunq~::

    sido concebido para ser representado. Com~rendi?

    tor la imposibilidad de lograrlo, ante la sutil P~Sl-

    de nuestro teatro, entre la Caribdis aca~éIDIca

    ScyIla administrativa, entre la opinió?:li~e~a~ay la

    lea, Convenía decidirse: o una tragedia ficticia y en-

    sa, pero fácilmente representab~e, o un drama ver-

    ro y osado. La primera SOIUClÓ~e des,agradaba

    inclinó por la segunda. Si el drama habla de ser

    ilmente representable, podía librarse del p,lenod:s-

    110de su acción y hacerlo más fiel a sus líneas hís-

    s. Hay que señalar que los comités de lectur~

    en siempre una importancia de .segundo o:den. SI

    nsura dramática comprende la

    ingenua

    e inocente

    ra de Cromwell y le permite el acceso al teatro,

    autor podrá, sólo en este caso, extraer del drama

    85

  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

    10/14

    o.tra pieza teatral que podría presentarse en e

    silbada. scena y

    Ha~t~.aquel día se mantendrá alejado del teatr

    será difícil abandonar su querida reclusión. Q. o y

    que nunca se arrepienta de haber expuesto sUIer

    a

    n i

    y persona a los avatares y tormentas de la vidaUtenOll¡b

    habe~ asomado a esa atmósfera brumosa y agita~ral,

    de ~nunfa la ignorancía y se rechaza el talento d

    s~ ~ponen las medianías y abundan los ho b do n

    significantes, m res h ¡

    Valga la. advertencia de que, por pocos que fu

    l~s personajes escogidos para un extracto del Cro

    efilll

    sIemp~e ocuparían el tiempo de una prolongada ~:elI

    sentacíón porque al teatro romántico le es difícil

    p~

    envolverse con otras normas SI· se p. d~

    di . . recrsan tragedi

    stI~tas a aquellas en que intervienen uno o d as

    sonajes, puras abstracciones metafísicas que vi os

    p e r o

    m~even.faltos de profundidad, desarroÍIando   ¡ se

    reiterativa .y.uniforme, sería insuficiente toda una

    n o c :

    para describir a un héroe con su cara' t.. ' c er, sus creen-

    c~as,pasiones y el cortejo innumerable de hombres

    q u e

    giran a su alrededor y su época describiendo sus leyes

    y costum 'res, modas y supersticiones. Tal complejidad

    resulta g¡.gantesca· e n 1 d d

    ' ugar e estacar un personaje,

    como en la antigua es 1 d .

    . cue a, estacan veinte cuarenta

    o cm~uenta, y sería lamentable limitar las' horas de

    duración del drama para cederías a una ópera cómica

    o a una farsa.

    Francia se acostumbrará pronto a dedicar toda una

    noche a la representación de una sola pieza teatral,

    pues ya en ,~nglaterra y en Alemania se han dado al-

    gunas con seis horas de duración. A veces los griegoS,

    t~n comentados, llegaban a representar doce o dieciséis

    p:ezas por día. Hay pueblos cuya atención a los

    es peO

    taculos teatrales es viva e intensa; así sucede por ejeIIl 

    plo, con Las bodas de Fígaro elemento de' la trilogÍ8

    8 6

    UlIlarchais, cuya representación se prolonga a lo

    de una noche y no llega a fatigar.

    UlIlarchaispudo inclinarse hacia el punto de vista

    ,rte moderno, imposibilitado para desarrollar du-

    dos horas una acción amplia y multiforme. Es

    r creer que el espectáculo de una sola pieza

    resultar lento y monótono.

    autor ha agotado ya sus advertencias al lector

    ora cómo acogerá la crítica la exposición de sus

    , recogidas con cierta precipitación y con el mejor

    de no extenderse excesivamente. Sin duda, los dis-

    s de La Harpe las considerarán anómalas y extra-

    pero le basta si, en su claridad y desnudez, pueden

    • ar a un público cultivado y ya inserto en el arte,

    sigan sus normas sin preocuparse de su proceden-

    aunque nazcan de una voz sin autoridad y de una

    de escaso valor. Es como una campana de cobre

    llama a los pueblos al verdadero templo del Señor.

    ersiste aún el antiguo régimen literario, como per-

    el antiguo régimen político, y el siglo último pesa

    el nuevo. Hay opiniones que todavía definen a la

    era de Voltaire: El gusto en poesía, viene a ser

    ue el adorno en las mujeres.» El gusto .sería, según

    , plenamente artificioso; palabras que encuadran

    poesía recargada, rica en adornos insustanciales.

    irable resumen de una época que logró empeque-

    r a los grandes hombres; espíritu que llevó a Mon-

    uieu a escribir el Templo de Cuido a Voltaire el

    plo del gusto y a Rousseau El adivino de la aldea 

    La razón del genio reside en el gusto, según lo anun-

    una crítica valiente y sincera que renueva sus

    as en los caídos troncos de la vieja escuela. Es una

    tica joven que se aleja de la frivolidad y de la ig-

    ancia, y que ha producido ya excelentes artículos.

    sabrá situarse en un plano superior y decidido,

    87

  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

    11/14

    y. nos librará de los destellos amenazadores del en las obras magistrales porque únicamente

    cismo caduco y del falso romanticismo.

    clas~

    OS son capaces de grandes errores. Se ha repro-

    Ante todo, conviene destruir el gusto anticuad a Shakespeare el exceso de metafísica, de escenas

    hacer r~óviv~la literatura actual. Tiene la palab:

    a

    PlJ~~ 'as, de obscenidades, de infiltraciones mitológicas

    generaeí

    n Joven y capacitada que ya no lo corn

    - - . . . ¡

    .cperezas estilísticas. Pero si comparamos a

    Sha-

    En

    pl .

    l Ptelld _

    eno SIgo

    XIX

    VIventodavía restos del siglo

    JCv e,

    con la grandeza de una encina, veremos que

    p.erono somos nosotros, los hombres que hemos coll. en ésta el ramaje es excesivo, y el tronco duro

    cído a Bonaparte, quienes debemos considerarlos llo. , aunque nunca deja de ser la misma encina.

    L1e~ay prevalece una nueva critica, sÓlidamen~e autor de este libro conoce como nadie los defec-

    tablecIda, y los escritores deben ser juzgados, no Se~ sus propias obras y muchas veces no los corrige,

    las reglas y los géneros, sino por los principios ~ se le hace dificil revisar una obra ya terminada.

    ~bles del arte y por las leyes que rigen su individu~ el trabajo que emplearía en suprimir las imper-

    Iídad. Todos se ~vergonzarán ante aquella critica u es de sus libros, prefiere emplearlo en limpiar su

    rechazó a CorneIlle y Racine y rehabilitó a Milt~n~ de defectos, Según su apreciación, toda obra

    ahora se atenderá al punto de vista del autor . corregirse con otra, Está dispuesto a no defender

    pr o c

    Iíb Y

    Se

    S.

    urara ea

    1

    rar la obra con sus propios ojos S ro sea cual fuere la crítica que merezca.

    1

    su

    ab,~donará -:-según palabras de Chateaubriand_' el: es deplorable, ¿de qué va a servir su defensa? Y si

    cr~t~camezquma de los defectos, por la gran y fecunda ' ¿para qué la necesita? Unicamente el tiempo

    cntIca de la belleza». Ha llegado el momento de justicia. El éxito inmediato a la publicación sólo

    se sep . 1 que S' 1 cól 1

    a unir o que caprichosamente se denomina

    de

    a al editor. i la cntica promueve a era, e

    iecto a lo que se conoce por belleza. Algunas veces

    lo s

    guardará silencio, pues no es de los que hablan,

    defe~tos son consecuencia natural y necesaria de' las dice el poeta castellano,

    por la boca de su herida.

    cualIdades. para concluir, sólo una reflexión. A lo largo de

    Scit g nius natale comes qui temperar astrum cuestiones distintas, el autor ha evitado apoyar

    . ¿Conoce alguien una medalla sin reverso, una sombraIlIIlfI1:w'llÍ'ónersonal en citas o en textos autorizados de

    SInluz o una humareda sin llama? El genio es oscilante, e, sin embargo, no carecía. «Si el poeta fija cosas

    Y todo monte presenta profundos abismos. Si se iguala Ibles, según las reglas del arte, comete una falta;

    el valle con el monte, obtendremos una estepa la 11a. ésta deja de serio en cuanto el autor llega a través

    nura de los Sablones en lugar de los Alpes, do~de vo- al objeto perseguido.

    larán alondras, pero no águilas. nsideran complicación gratuita todo cuanto su

    Hay que considerar además el clima y las influencias comprensión les impide aprehender. Juzgan rídícu-

    locales. Alguna vez, la sublimidad de la Biblia y de Ho- aquellos espacios maravillosos en los que el poeta

    mero nos han llenado de asombro; pero, ¿quién se de la misma razón, para penetrar más en ella.

    atreve a rechazar una sola de sus palabras? Nos enfure El precepto que determina no aceptar las reglas es

    ce la valiente inspiración del genio porque nos hunde &:aminodel arte difícilmente asequible a las gentes

    con su vasta inteligencia. Hay ciertos defectos que

    sólo

    IUsto literario ... y que, por una jactancia inexplíca-

    8 8

    8 9

  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

    12/14

    ble del esp ír itu, se hacen insensibles a la mayor p

    de las emociones humanas.» ¿Quién hizo las dos p ~

    ras afi rmaciones? Aristóteles. ¿Quién mantuvo la se

    da apreciación? Boileau . Con esto queda demostrado

    el autor podría haberse escudado tras nombres iIus(

    Y célebres reputaciones literarias. Pero ha preferido

    jar tal tipo de a rgumentación para quienes la conside

    invulnerable, universal

    y

    soberana, porque él ha

    p

    ferido si empre la razón a la autoridad Y pospone sielll

    p

    los emblemas a las armas.

    Octubre, 1827.

    V.II.

    9

    PERSONAJES

    :t'lI:JVI~O CROMWELL.

    SABETHBOURHIER.

    TRESSFLETWOOD.

    ~ FALCONBRIDGE.

    ~ CLAYPOLE.

    HURLOE.

    RDBROGHILL.

    HITELOCKE.Comisario de los sellos.

    CHARDWn.LIS.

    NDEDE CARLISLE.

    OUPE.Secretario de Estado.

    SARGENTOMA.YNARD.

    BERT.Teniente general.

    JOYeE  Coronel.

    JLuuuSON. Mayor general.

    LtroLOW.Teniente general.

    OvERTON.Coronel.

    hmE. Coronel.

    \VILDMAN.Mayor.

    BAREBONE.Curtidor.

    lbcARDOCROMWELL.

    Punwoo

    D. Teniente general.

    lAoY FRANCISCA.

    besBOROUGH.Mayor general.

    CONDEDEWARWICK.

    91

  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

    13/14

    o ·BRUGUERA*UBRO CLAsICO.1? l

      : c :

    C I o

    ~ TEATRO ~

    ~ ESCOGIDO DE ~

    ~   l c r o l J O

    *

    ~

    ~

    C -

    O

    ~

    ~

     

    OLIVERIO CROMWELL

    HERNANI

    EL REY SE DIVIERTE

    Edición a cargo de la profesora

    Doña TERESA SUERO ROCA

  • 8/17/2019 Cromwell Victor Hugo

    14/14

    Título original: CROMWELL- HERNANI _LE ROl S'AMUSE